Love">
Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Discurso Diego Pérez 2020

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 3

DISCURSO ACADÉMICO DE DESPEDIDA 4°A CATCe 2020

Diego Pérez Orias

Extiendo un cordial saludo a la Directora de nuestra institución, doña Virginia Arévalo


a la inspectora general, doña Paulina Espinoza, a la jefe técnico de enseñanza básica,
doña Margarita Saavedra y al jefe técnico del nivel medio, don René Peña. A la
orientadora de nuestra institución, doña Sandra Villarroel y al Pastor institucional, don
Cícero Crispim. De igual forma saludamos a los docentes, paradocentes, compañeros,
apoderados, familiares e invitados especiales que nos acompañaron en este importante
proceso. Tengan todos ustedes muy buenas tardes (o buenos días, dependiendo de la
hora de la licenciatura).

Fue una grata sorpresa enterarme que tendría que dar el discurso de despedida de 4°
medio, pues, para ser sincero, nunca imaginé que sería el encargado de tener tan
importante responsabilidad. Mientras las ideas fluían en mi mente, pensando en qué
decir y cómo expresarlo, me estaba olvidando de lo primordial a la hora de dar un
discurso: los sentimientos. Así es, porque sentí necesario escoger palabras que reflejaran
lo que había en el fondo de mi corazón y no aquellas frases clichés que no dicen nada.
Esta oportunidad que tengo de dirigirme a ustedes debe ser aprovechada, porque tal vez
jamás la vuelva a tener. Por lo tanto, espero estar a la altura de este solemne momento y
entregarles un mensaje claro, que represente sus pensamientos y emociones.

Según mis padres, el primer día que puse un pie en este colegio estaba muy contento.
Era pequeño y recién pasaba de pre-kinder a kínder y a pesar de no contar con una
conciencia tan formada del mundo, esperaba con ansias reunirme con mis nuevos
compañeritos con los que compartiría esta larga aventura llamada “Escuela”. Sin duda
estábamos en buenas manos, con profesores responsables y dedicados, con una base
inspirada en el amor. Asimismo, los valores inculcados en nuestro colegio Adventista
nos permitieron ir superando etapas hasta el día de hoy.

Lamentablemente, así como existen momentos alegres, también existen momentos de


dolor y angustia. Es imposible olvidar el Terremoto del 2010, que nos afectó en cada
aspecto de nuestra vida, especialmente en el educativo: producto de los destrozos que
esta catástrofe generó en nuestra escuela, el colegio Adventista de Perales nos albergó
como si fuéramos alumnos propios, siendo nuestro refugio académico por algunos años,
a la espera de nuestro tan añorado Colegio, que tuvo que reconstruirse.

A pesar de todas estas adversidades, seguimos en pie y crecimos añorando dejar una
huella. A esta añoranza se sumaron nuevos compañeros y hermosas amistades se
forjaron. Sin embargo, la pandemia, que nos mantuvo confinados prácticamente todo
este año, frustró el sueño de muchos. Sé que extrañan hablar cara a cara y que necesitan
ese contacto directo. Sé que sufren por no tener la licenciatura soñada, tal como la
comenzamos a imaginar desde primero medio, pero nada nos hizo presagiar este evento
mundial que nos obligó a reinventarnos y a valorarnos como sociedad.
Saben, no puedo negar que varias veces no tuve ganas de ir al colegio, y sé que les pasó
lo mismo y es normal haber tenido estos impulsos. Claro, es agotador estar cerca de 7
horas sentados, escribiendo contenido sin parar, mientras el ruido y el desorden
revolotean alrededor. Entiendo este sentir que todos tuvimos, pero se olvidan de algo
fundamental: El colegio fue nuestro segundo hogar. Queramos o no, llegamos a pasar
más tiempo en clases que en nuestros propios hogares, por más increíble que suene.
Para muchos el colegio fue una vía de escape, permitiéndoles refugiarse de ciertos
problemas que vivían en casa.

A pesar de todo, hemos vivido momentos grandiosos, como los distintos paseos de fin
de año, el campamento de tres días que pasamos junto a los profesores de educación
física, las convivencias que llevamos a cabo y los cumpleaños que celebramos. También
recuerdo las Fiestas Patrias, llenas de hermosos colores o las competencias por alianzas,
donde intentamos coronarnos como campeones, aunque nunca lo conseguimos. Y cómo
olvidar las juntas en las salas para ver los partidos de Chile, gritando como locos por
una victoria de nuestra selección.

Al evocar estos recuerdos, debo reconocer que, independiente de los roces, conflictos o
problemas que existieron, creamos vínculos y avanzamos de la mano. Hubo trayectos en
los que nos hemos soltado, pero supimos reencontrarnos. Aunque confieso que tengo
sentimientos encontrados; valoro que se lleve a cabo esta licenciatura, aunque el sueño
nuestro fue hacerlo de manera tradicional, para cerrar este ciclo de la mejor forma
posible.

No obstante, debo pedirles algo: perdón. Pedir perdón a cada trabajador o docente de
este establecimiento que nos conoció. Sé todo lo que se esfuerzan, las horas que
conlleva preparar las clases, corrigiendo cada prueba, interpretando los jeroglíficos. Lo
cansados que llegan a sus hogares luego de una extensa jornada laboral, después de
soportar los desórdenes de sus estudiantes. Pido perdón en nombre de todos mis
compañeros por las faltas de respeto, por las malas palabras. A veces solo vimos un
profesor que buscaba hostigarnos con tareas, pero no entendimos la verdadera razón,
que se empeñaba por nuestro aprendizaje, para que algún día nos transformemos en
grandes personas de bien: compañeros, no olvidemos cada palabra que nos han
dedicado. Por ejemplo, yo también estuve consumido por los nervios cuando el profesor
Gonzalo Villalobos debía interrogarnos y no me gustaba la idea de llegar a su clase
sabiendo que podía estar de pie frente a él, respondiendo las tres preguntas del terror.
Pero, gracias a ello, estudiábamos bastante, permitiéndonos estar preparados y afrontar
de mejor manera los desafíos académicos.

Ahora bien, no podemos olvidar a nuestro profesor jefe, Israel Mena. Quizá más de
alguno tuvo una idea errada de su cariño y entrega, pero le agradecemos profesor,
porque a pesar de las muchas dificultades a las que se enfrentó en estos años, estuvo con
nosotros. Tal vez su humor negro e ironías no nos dejaban ver su amor por nosotros y
nuestro desorden no le dejaba ver que le queríamos. Lo admiramos porque tuvo que
contener e impulsar a mucha gente, no solo al 4°A.
Gracias. No, ¡muchas gracias! a ustedes, profesores, por acompañarnos en este extensa
ruta pedregosa que finalmente hemos logrado atravesar. Hoy llegamos al final del
camino. Asimismo quiero agradecer a cada asistente de la educación, secretaria,
cocinera, apoderados, familiares y cada miembro de esta institución, pues cada uno
aportó en nuestro proceso. Especialmente, a la directora de este establecimiento, doña
Virginia Arévalo, por todas sus labores ejercidas, especialmente en esta pandemia.

Finalmente, me dirijo a mis compañeros. Les deseo todo el éxito que puedan alcanzar,
sin olvidarse de sus orígenes y quiénes los guiaron para convertirse en lo que algún día
quieren ser. Como dijo Martin Luther King en su tan recordado discurso: “Tengo un
sueño” y sé que ustedes tienen uno, por eso les digo, ¡Nunca abandonen sus sueños!,
luchen hasta el final por ellos, porque los sueños sí se cumplen, especialmente si es con
la ayuda de Dios. Sépanlo, nunca estarán solos, porque nuestros recuerdos siempre
estarán allí. Fue un placer, buen viaje.

También podría gustarte