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1 Corintios 1

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1 Corintios 1:1-8

Comenzamos hoy a analizar una de las epístolas llamadas


prácticas. Hablando sinceramente, quizá sea una división
equivocada la que hacemos cuando se llama doctrinal a una
epístola como Romanos; y práctica, a una epístola como
Corintios.
No creemos que esa clase de división pueda ser mantenida todo
el tiempo, porque en la epístola a los Romanos encontramos
muchas cosas prácticas y tenemos también bastante doctrina
aquí en la epístola a los Corintios.
En la introducción a esta epístola deseamos ver, en primer
lugar, a quién fue dirigida, y las circunstancias que rodearon la
escritura de la misma. La carta fue dirigida a la iglesia de
Corinto. Pablo la escribió desde Éfeso en los años 55-57. Corinto
era el lugar más pecaminoso de todo el imperio romano en los
días del apóstol Pablo, se le ha llamado "El bazar de la Vanidad".
Está localizada a unos 70 kilómetros de la ciudad de Atenas,
hacia el oeste, en un istmo entre el Peloponeso y Grecia
continental. Era una de las ciudades más florecientes de la
antigua Grecia en el tiempo del imperio romano con tres
puertos, dos de los cuales eran de importancia. En la actualidad
ha perdido su importancia debido a la construcción de un canal,
que eliminó la necesidad de hacer escala en la ciudad. En
realidad esa importancia que tenía antes la perdió hace mucho
tiempo.
Cuando Grecia era independiente, Corinto era la capital de la
liga de Acaya. Más tarde, en el año 196 a.C., Roma la declaró
ciudad libre. En el año 146 a.C., fue totalmente destruida por el
general romano Lucio Mumio, sus tesoros fueron llevados a
Roma y permaneció en esa condición por un siglo. Cien años
después fue reconstruida por Julio César; eso tuvo lugar en el
año 46 a.C., y la ciudad recobró todo su antiguo esplendor.
Estaba localizada en el istmo que ya hemos mencionado, y el
comercio del mundo entero pasaba prácticamente por los dos
puertos de Corinto.
En los días de Pablo tenía una población de unos 400.000
habitantes. La población estaba formada por gente de
procedencia griega, de judíos, italianos y muchas otras
nacionalidades. Marineros, negociantes, aventureros y
refugiados de los cuatro puntos cardinales del imperio romano
deambulaban por sus calles. Aquí tenía lugar una especie de
"Feria de la Vanidad". Los vicios procedentes del oriente y del
occidente se unían en este lugar y contribuían a la degradación
humana de la ciudad.
Hasta la misma religión era usada para propósitos indignos. Se
había edificado a la diosa griega de la belleza y del amor,
Afrodita, o Venus, según el nombre romano, un magnífico
templo en el que miles de sacerdotisas servían en una adoración
vil e inmoral. Esas llamadas sacerdotisas, pues, no eran otra
cosa que prostitutas, porque el sexo era allí una religión.
Hay algo más que debemos notar aquí. No sólo la religión se
había envilecido sino que la filosofía griega estaba en
decadencia. En la ciudad se daba rienda suelta
desenfrenadamente a todas las pasiones, y se suscitaban
discusiones sin fin. Por esa razón dijo el apóstol Pablo cuando
llegó: "Entre vosotros no quise saber de otra cosa que de
Jesucristo y, más exactamente, de Jesucristo crucificado", según
el capítulo 2, versículo 2 de esta primera carta ésta era una
ciudad entregada totalmente al placer, al libertinaje y al
alcoholismo. En el imperio romano habían inventado una
palabra nueva, era "corintianizar". Cuando uno se había
corintianizado, quería decir que había alcanzado el límite de la
bajeza moral.
En este contexto de corrupción de Corinto, el apóstol Pablo
predicó el Evangelio. Fundó allí una iglesia y más tarde les
escribió dos cartas. Llegó a esta ciudad en su segundo viaje
misionero, y en este lugar terminó su tercer viaje misionero. En
los Hechos 18:1-18, se nos presenta el relato de los 18 meses
pasados en Corinto. Allí conoció a Aquila y a Priscila. Ellos
habían tenido que abandonar Roma debido a un edicto de
Claudio el emperador Romano. Uno de los escritores romanos
nos informa que la razón por la cual debieron salir, eran los
disturbios causados por la persecución contra los judíos en
Roma.
Ahora, cuando Pablo llegó a Corinto por primera vez, predicó en
la sinagoga, y como solía ocurrir, se produjo un tumulto. Pablo
estaba generalmente implicado en desórdenes públicos, o en
movimientos de renovación en los lugares que visitaba. Y
Corinto, no fue una excepción.
En su tercer viaje misionero se quedó en Éfeso por un
prolongado período. Y allí llevó a cabo una labor extraordinaria
en su trabajo misionero. Esa zona fue probablemente la más
evangelizada. Sin embargo ello provocó cierto malestar entre
los corintios, ya que ellos eran creyentes muy recientes en la fe
cristiana y estaban presionando insistentemente a Pablo para
que los visitara. Aparentemente, Pablo les escribió una carta
para corregir algunos de los errores que habían aparecido en
esa iglesia. Ellos, por su parte, le escribieron formulándole
preguntas sobre temas de cuestiones políticas, religiosas,
asuntos domésticos, la moralidad y el paganismo. Pablo, pues,
les respondió por medio de una carta que aparentemente no nos
llegó a nosotros. La carta que siguió después, a los informes que
le llegaron, es la que conocemos como primera de Corintios y la
que vamos a considerar en nuestros estudios. Más adelante
vemos que Pablo escribió una Segunda carta a los Corintios.
Ahora, en esta Primera epístola a los Corintios se destaca el
punto clave de la supremacía de Cristo, el señorío de Jesús. Este
tema tiene gran valor porque constituye la solución de los
problemas. Aquí veremos que Jesucristo, es la solución para
corregir los desórdenes morales, sociales y eclesiásticos.
En esta carta también encontraremos una exposición de la
verdadera doctrina de la resurrección. Eso hace de la epístola
una obra tremendamente significativa. Y quisiéramos en éste
momento dar las divisiones generales que tenemos en esta
carta.
Un bosquejo general la divide en tres grandes secciones:
1. En los primeros 9 versículos se incluyen el saludo y acción de
gracias.
2. Tenemos la condición de la iglesia en Corinto. En esa sección,
que se extiende desde el 1:10 al 11:34, el apóstol Pablo trató
sobre el bajo nivel espiritual de los corintios.
3. Desde el capítulo 12 hasta el 16, vemos que Pablo habló
sobre asuntos espirituales; concretamente, sobre los dones
espirituales.
Y estas cosas espirituales son mucho más importantes que los
asuntos relacionados con la naturaleza física. Lo que es de real
importancia, y creemos importante destacar es que hace más de
dos mil años la iglesia de Corinto estaba acosada por problemas.
Los creyentes habían perdido de vista su objetivo principal y se
habían apartado de la persona de Cristo. En consecuencia,
estaban abrumados con esos problemas.
Es realmente impactante descubrir que los problemas de la
iglesia hoy son los mismos que tenía la iglesia en Corinto hace
más de dos mil años. Y creemos que el verdadero problema hoy
es que hemos perdido de vista la centralidad de Cristo
crucificado. Hemos igualmente descuidado el señorío de
Jesucristo. Esos eran los problemas entonces, y continúan
siéndolo en la actualidad. Por lo tanto consideramos que el
estudio de esta carta del apóstol Pablo es relevante para
nuestros días. Creemos que es conveniente que comencemos
ahora a ver qué se nos dice aquí en
1 Corintios 1:1-8
El tema general de este capítulo destaca que el reconocimiento
de la centralidad de Jesucristo crucificado constituye el
correctivo para las divisiones. Leamos entonces el versículo 1,
que comienza la sección de
Saludos y expresiones de gratitud
"Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de
Dios, y el hermano Sóstenes"
Ahora, Pablo aclara aquí qué clase de apóstol era. Dios lo llamó
un apóstol. Dios le llamó y el Señor Jesucristo le alcanzó en el
camino de Damasco. Después, el Espíritu de Dios le enseñó en
el desierto de Arabia.
Ahora, Pablo era un apóstol de Jesucristo por la voluntad de
Dios. Y la voluntad de Dios fue la que le convirtió en un apóstol.
Eso es lo importante y es maravilloso poder decir: "Estoy donde
estoy y hago lo que hago por la voluntad de Dios". Estimado
oyente, ¿Es esa su situación? Si usted puede decir eso, entonces
no es necesario que añada que usted es una persona feliz, que
es un creyente alegre. Y usted no es sólo un creyente feliz y
alegre, sino que está bien orientado en la vida. Usted no se
siente frustrado. Ah, por supuesto que usted puede tener
problemas, y experiencias inquietantes ocasionalmente, en el
fondo, el corazón rebosa de satisfacción. Y fue con ese
sentimiento, con esa certeza, que Pablo pudo afirmar que era un
apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios.
Y también se menciona aquí a "nuestro hermano Sóstenes".
Aparentemente Sóstenes había traído a Pablo el mensaje de la
iglesia de Corinto y ahora él iba a llevar el mensaje de Pablo a la
iglesia. Y él se unió a Pablo en enviar estos saludos. Ahora,
leamos el versículo 2 de este capítulo 1 de la Primera carta a los
Corintios:
"a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en
Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en
cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo,
Señor de ellos y nuestro".
La carta era para "la iglesia de Dios". Se la llama así porque Él
es el arquitecto que diseñó a la iglesia. El mensaje iba dirigido
"a los santificados en Cristo Jesús".
Ahora, la iglesia estaba situada en Corinto, pero estaba en
Cristo Jesús, unida a Él. La dirección de la carta no era
importante, pero la persona de Jesucristo era sumamente
importante. ¿Qué quiere decir ser un creyente, un cristiano?
Quiere decir, estimado oyente, estar en Cristo, unido a Cristo. El
lugar de este mundo donde uno resida es puramente incidental.
La pregunta clave es entonces: ¿Está usted en Cristo Jesús?
Pablo, pues, llamó a aquellos cristianos "los santificados en
Cristo Jesús". La palabra "santificación" se usa en varias
maneras diferentes, como pudimos apreciar en nuestro estudio
de la epístola a los Romanos. Hay una santificación en cuanto a
la posición del creyente en Cristo. Así que cuando esta palabra
figura unida a Dios el Padre, o a Dios el Hijo, el Señor
Jesucristo, se usa generalmente en este aspecto de la posición
del creyente. Ahora, cuando la santificación aparece relacionada
con el Espíritu Santo, entonces se refiere a la santificación
práctica. En el versículo 30 veremos que Dios ha hecho que
Cristo sea nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra
santificación y nuestra liberación. Él es pues nuestra
santificación.
Bien, la santificación es una posición que tenemos en Cristo. Si
usted ha confiado en Él, Él ha sido hecho su santificación. Y
usted es tan salvo hoy como lo será dentro de un millón de
años, porque usted ha sido salvado en Cristo, y usted no puede
agregar nada a ese hecho.
Pero en cuanto a la santificación práctica, eso es algo que varía
en diferentes personas. Los de Corinto, por ejemplo, no
parecían ser santos (en cuanto a su posición) que estuviesen
siendo santificados. La acción del Espíritu Santo no era muy
evidente en sus vidas. Pero, por estar unidos a Cristo, (y como
acabamos de decir) estaban santificados en lo referente a su
posición.
Luego leemos en este versículo que los creyentes de Corinto
eran "llamados a ser santos", pero se puede decir que son
llamados santos sin usar ese verbo "ser" que está allí para
ayudar en la expresión castellano y no se encuentra en el
original. Es lo mismo que hemos leído en el primer versículo
referente a Pablo, donde podemos leer "llamado apóstol" en
lugar de "llamado a ser apóstol". Nosotros, en realidad, somos
"llamados santos". Usted y yo no nos convertimos en santos por
lo que hacemos. Nos convertimos en santos a causa de nuestra
posición en Cristo. La palabra santo quiere decir apartado,
separado para Dios. Cada creyente debería estar separado para
Dios. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, esos vasos viejos
y gastados del tabernáculo, más tarde en el templo fueron
llamados vasos santos. ¿Santos? Sí, porque estaban dedicados
al uso de Dios. Ahora, ¿en base a qué es considerado santo, el
hijo de Dios? Bueno, porque está dedicado al uso de Dios. Pero
ésa es una posición que tenemos y en base a ella, somos
llamados santos. Por ello enfatizamos que no somos llamados
santos por lo que hacemos, sino por estar unidos a Jesucristo.
Ahora, se nos dice que ellos eran llamados santos "con todos los
que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, Señor de ellos y nuestro". Esto indica que esta carta
fue dirigida también a la iglesia en general, que está integrada
por todos los que invocan al Señor Jesús, estén en Corinto o en
cualquier parte del mundo. Y luego Pablo usó su introducción
habitual "gracia y paz". Continuemos leyendo el versículo 3:
"Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor
Jesucristo".
Estas dos palabras que él usaba, gracia y paz, aparecen siempre
en esa secuencia. Gracia, (Charis) era la palabra para saludar
en el mundo griego, Paz, corresponde a la palabra hebrea
Shalom, una forma de saludo en el mundo religioso. Pablo
combinó las dos palabras y las elevó a su máximo nivel. Usted y
yo somos salvos por la gracia de Dios; eso es amor en acción.
Cuando hemos sido salvos por la gracia de Dios, entonces
podemos tener la paz de Dios en nuestros corazones. ¿Ha
recibido usted a Cristo como su Salvador? ¿Están sus pecados
sobre Cristo? Si lo están, usted tendrá paz en su corazón,
porque Él llevó sus pecados en la cruz. Dijo el apóstol Pablo en
Romanos 5:1, "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz con
Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo". Realmente, las
palabras gracia y paz son dos grandes palabras. Continuemos,
pues, entonces, con el versículo 4 de este primer capítulo de la
Primera carta a los Corintios:
"Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de
Dios que os fue dada en Cristo Jesús"
Es en Cristo donde nosotros recibimos nuestras bendiciones. En
la carta a los Efesios, capítulo 1, versículo 3, dice que "Dios?en
nuestra unión con Cristo nos ha bendecido en los cielos con toda
clase de bendiciones espirituales". Ése es para nosotros el lugar
de bendición.
Aquí Cristo es Su título, mientras que Jesús es Su nombre
humano. Cristo, es literalmente, ungido, que es la apelación
oficial del Salvador largamente esperado. ¿Es importante decir
Cristo Jesús en vez de Jesús Cristo? Bueno, lo era para Pablo.
Pablo nos informó que él nunca conoció físicamente,
personalmente al Señor Jesucristo, cuando anduvo por esta
tierra en los días en que tuvo forma de hombre. Creemos que él
pudo haberle visto si, como creemos, estuvo presente en la
crucifixión. Pero su primer contacto personal fue con el Cristo
resucitado, y para Pablo Él siempre fue el Señor de la gloria. Y
en la mayoría de sus epístolas encontramos que, como aquí en
esta carta a los Corintios, se refiere al Señor como Cristo Jesús.
Ahora, leamos el versículo 5:
"pues por medio de él habéis sido enriquecidos en todo, en toda
palabra y en todo conocimiento"
A esto se refirió el apóstol Pablo cuando dijo en su carta a los
Colosenses, capítulo 3, versículo 16: "La palabra de Cristo
habite en abundancia en vosotros. Enseñaos y exhortaos unos a
otros con toda sabiduría. Cantad con gracia en vuestros
corazones al Señor, con salmos, himnos y canciones
espirituales".
Lo importante, con música o sin ella, es tener la Palabra de Dios
en nuestros corazones, estimado oyente. Eso no quiere decir
que es necesario aprenderla toda de memoria. Lo que quiere
decir es que debemos obedecer lo que ella dice. Si Cristo está
en su corazón, entonces, usted le está obedeciendo, está
pensando en Él. Cristo ocupa entonces su mente y su corazón.
El memorizar la Biblia, no implica necesariamente guardarla en
el corazón. Usted la guarda en su corazón cuando usted
obedece al Señor, piensa en Él, y es enriquecido en Él. Eso es lo
importante. Cuando Él se convierta en el Señor de su vida, se
solucionarán muchos de sus problemas. Precisamente de eso
nos habló Pablo en esta epístola. Y ahora nos dice el apóstol
aquí en los versículos 6 y 7, de este capítulo 1 de la Primera
carta a los Corintios:
"en la medida en que el testimonio acerca de Cristo ha sido
confirmado entre vosotros, de tal manera que nada os falta en
ningún don mientras esperáis la manifestación de nuestro Señor
Jesucristo"
Pablo insinuó aquí uno de los problemas que la iglesia tenía.
Ellos estaban dominados por su naturaleza física y pecaminosa.
Ellos se habían ocupado sólo con un don. Y Pablo, en el mismo
comienzo de su carta les dijo que él no quería que se limitasen a
practicar un único don, porque había muchos dones. Y Pablo
quería que todos esos dones se manifestasen en la iglesia.
También les dijo aquí: "mientras esperáis la manifestación de
nuestro Señor Jesucristo". Eso quería decir que debían estar
ocupados con Él. Y ahora, el versículo 8, dice:
"el cual también os mantendrá firmes hasta el fin, para que
seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo".
Ahora, aquí dice "irreprensibles" o sea, irreprochables. Esto no
quiere decir perfectos, sin ninguna falta. Siempre habrá alguien
que encontrará alguna falta en nosotros, sino más bien, que no
debemos ser dignos o merecedores de culpa. Dice aquí: "Para
que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo". Y
el día del Señor Jesucristo no es solamente hoy, sino que será el
día cuando Él vuelva para llevar a Su iglesia de este mundo.
Pablo también hablará sobre ese tema en esta epístola.
Ahora, estimado oyente, al terminar hoy permítanos formularle
una pregunta: ¿Está usted preparado para encontrarse con el
Señor Jesucristo? ¿Está usted en condiciones de presentarse
ante Dios? Si no es así, le invitamos a dirigirse a Dios en
oración, diciéndole que usted, como pecador, necesita Su amor
y su misericordia, y que se acerca a Él por la fe, y por los
méritos de la obra del Señor Jesucristo en la cruz a favor suyo.
Por Su amor y Su gracia, Él perdonará sus pecados y le dará la
vida eterna. Dios no es hoy el Juez del final de los tiempos. Hoy,
Él es su Salvador y se encuentra muy cerca. Ábrale su corazón y
hable con Él y Él escuchará su oración.

1 Corintios 1:9-12
En nuestro programa anterior casi llegamos al fin de la
introducción que hace Pablo a su Primera epístola a los
Corintios. Acabábamos nuestro programa anterior mencionando
el énfasis colocado en el Señor Jesucristo como la solución de
todo problema. Él era la solución para todos los problemas de la
iglesia y de los problemas personales que había entre los
creyentes allá en la ciudad de Corinto. Como ya hemos dicho en
otra ocasión, es sorprendente ver la similitud que existe entre
los problemas de la iglesia en Corinto y los de nuestros días; y
la solución en ese entonces y la solución ahora es la misma. Hoy
vamos a comenzar con el último versículo de la introducción, es
decir, el versículo 9. Éste es uno de esos versículos que parece
no tener nada que decir y que se puede pasar por alto con toda
facilidad. Sin embargo, pensamos que quizá este versículo es la
clave para toda la epístola. Veamos, pues, qué es lo que dice
aquí, el versículo 9, de este capítulo 1 de la Primera Epístola a
los Corintios;
"Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su
Hijo Jesucristo, nuestro Señor".
Usted habrá notado, estimado oyente, que el Señor Jesucristo
ha sido mencionado prácticamente en todos los versículos que
hemos leído hasta ahora. Cuando decimos eso, nos referimos a
cada uno de esos versículos, ya que comenzando con el
primero, Él fue mencionado. Ésta es la novena mención al Señor
en nueve versículos. Aparentemente, el apóstol Pablo estaba
colocando un énfasis en la persona de Jesucristo.
Ahora él nos hace dos declaraciones extraordinarias, dice: "Fiel
es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo
Jesucristo nuestro Señor". En esta declaración tenemos un
nombre bastante extenso dado a nuestro Señor. Se le llama: la
comunión con su Hijo Jesucristo, el Hijo de Dios, Cristo Jesús,
nuestro Señor. Encontramos aquí cuatro puntos de identificación
para Él. Así es que no hay forma de equivocarnos en su
reconocimiento. El escritor hace dos grandes declaraciones; Dios
es fiel, y nosotros hemos sido llamados a vivir en comunión con
Su Hijo Jesucristo.
"Dios es fiel". Los hombres no son siempre fieles. Incluso los
creyentes no son siempre fieles, pero Dios sí lo es.
Una palabra que es importante aquí, es la palabra comunión, en
conexión con el Señor Jesucristo. Ya hemos visto esta palabra
en otras oportunidades, y la palabra griega es koinonía y ésta
fue usada una y otra vez por el apóstol Pablo. Esta palabra
comunión, en efecto, tiene varios significados diferentes. Tiene
el significado que se le da comúnmente en nuestros días.
También fue usada por el apóstol Pablo en el sentido de una
contribución económica, como en Romanos 15:26, habló de
recoger una ofrenda para los creyentes pobres en Jerusalén. En
el capítulo 10, versículo 16 de esta Primera carta a los Corintios,
el apóstol usó la palabra koinonia en conexión con la comunión,
al decir: "la copa de bendición que bendecimos, ¿no es la
comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la
comunión del cuerpo de Cristo?"
Koinonia quiere decir también asociación. Y ésa es la manera en
que fue usada aquí en el versículo 9: "9Fiel es Dios, por el cual
fuisteis llamados a la (asociación) comunión con su Hijo
Jesucristo, nuestro Señor". Sin lugar a dudas, éste es uno de los
mayores privilegios que nos ha sido dado. Si usted se encuentra
unido a Cristo, si ha venido a Él y le ha aceptado como su
Salvador, entonces usted está en asociación con Cristo. Él está
dispuesto a ser un asociado nuestro. En consecuencia, esto
implica una relación íntima con Cristo.
Puede haber diferentes clases de asociaciones. Puede haber una
asociación de carácter comercial, en cuyo caso sería una
compañía o sociedad. Tenemos también el matrimonio, que
implica una asociación en una relación de amor. En este caso,
debe haber una relación íntima, muy cercana. A esta también lo
llamamos koinonía. Hay un pasaje en el Antiguo Testamento
que me hace sonreír cuando lo leo porque creo comprender lo
que Dios estaba pensando cuando lo escribió, porque antes se
estaba refiriendo al hombre y a su esposa. Y Él dijo que, entre
las cosas que sus lectores no debían hacer estaba la siguiente:
"No ararás con buey y con asno juntamente", allá en el capítulo
22, del libro de Deuteronomio, versículo 10. Esos animales no
deben arar juntos. Ahora, en algunos matrimonios hemos visto
que un buey y un asno se han unido; y estimado oyente, éste
no debe ser el caso porque el matrimonio es una relación como
una asociación.
¿Qué quiere decir entonces que tenemos una asociación con el
Señor Jesucristo? En el comercio se entiende que las personas
son dueñas conjuntamente de todo. Ahora, todo lo que yo tengo
pertenece al Señor Jesucristo. Le pertenece a Él tanto como me
pertenece a mí. Por lo tanto Él tiene interés en las cosas que yo
poseo. Él tiene que poseer todo lo que yo tengo. Debo confesar
que hubo ocasiones en que he poseído cosas por las cuales yo
pensé que Él no tendría ningún interés. Hubo tiempos en los
cuales yo obré en forma muy egoísta en relación con lo que
tengo, pensando solamente en mí mismo. Todo lo que tengo es
de Él aunque no posea muchas cosas porque Él no busca los que
denominamos grandes posesiones.
Ahora, la asociación matrimonial incluye varios aspectos.
Significa tener intereses comunes. Yo también estoy implicado
en esa asociación con el Señor Jesús. Eso quiere decir que
Cristo tiene interés en mí. Y que yo tengo interés en Él. Eso
eleva la relación a un nivel bastante sublime. Y luego, tenemos
una devoción mutua. Sus recursos son míos y los míos son
suyos. Él no recibe mucho de mi parte, pero me posee a mí. Le
he ofrecido mi cuerpo. Y ello me responde algunas preguntas
sobre adónde puedo ir y lo que puedo hacer.
En una ocasión un creyente nos contó que tenía un cierto vicio.
Pero dice que un día él descubrió no sólo que su cuerpo era el
templo del Espíritu Santo, sino que además, Cristo le pertenecía
y que él le pertenecía a Cristo. Entonces quiso darle a Él el
mejor cuerpo posible. Y fue entonces cuando pudo abandonar
ese vicio. Esa convicción resolvió la cuestión de manera
definitiva. Es evidente que nuestras decisiones son hechas en un
plano más elevado que el preguntarnos simplemente ¿me estará
permitido a hacer esto? O ¿debiera yo hacer esto? La base de
esta toma de decisiones gravita alrededor de esta realidad
Bíblica; pertenecemos a Jesucristo y Él nos pertenece a
nosotros.
Todavía hay algo más en la asociación amorosa del matrimonio,
y es el servicio mutuo. En nuestro caso, Él se amolda a nuestras
debilidades. Yo necesito de Su bondad, y acepto su poder. Hay
un versículo en el Antiguo Testamento que quizá no ha sido
traducido debidamente. Lo leemos en Isaías, capítulo 63,
versículo 9 y dice: "En toda angustia de ellos él fue angustiado,
y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los
redimió, los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad".
Allí parecería decir que en nuestras debilidades, Él se hace débil.
Pero, no creemos que eso sea lo correcto. Una traducción
mejor, sería puesta en forma negativa. En toda angustia de
ellos, él no fue angustiado. Para nosotros eso tiene mucho más
sentido. Quiere decir que aun cuando yo tropiezo y caigo él no
tropieza ni cae. Él se amolda a mis tropiezos, mi ceguera, mi
ignorancia, mi debilidad. Pero, eso no quiere decir que Él se
hace débil también. Un predicador dijo una vez que "si usted
cae en algún problema o dificultad y lo hace en ignorancia, sin
darse cuenta de lo que está haciendo, o si uno es atrapado por
las circunstancias, Él buscará la manera de ayudarle a salir del
problema. Pero si uno hace eso de manera deliberada e
insensata, Él no lo va a ayudar y dejará que usted se las arregle
como pueda". Ahora, debo decir que ésa no ha sido la
experiencia de muchos creyentes, que han caído y cometido
errores, y muchas veces de manera deliberada. Cristo estimado
oyente, no abandona a los suyos. Él sigue ahí, a nuestro lado. Él
se amolda a nuestras debilidades. Y esto es algo realmente
maravilloso. La comunión, es decir, la asociación con el Señor
Jesucristo es la solución a los problemas de la vida.
El versículo 9 concluye pues el saludo de Pablo. En realidad,
todo el resto de la epístola es como un gran paréntesis que se
extiende hasta que llegamos a 1 Corintios 15:58, que dice así:
"Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes,
creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro
trabajo en el Señor no es en vano" Ahora, la expresión "Así
que", reúne en sí todo lo que se ha dicho hasta ahora en esta
maravillosa carta, y retrocede hasta este versículo 9 del primer
capítulo donde dice: "Fiel es Dios". O sea que, yo puedo contar
con la fidelidad de Dios, y repitiendo las palabras del citado
versículo 9, añadimos; "por el cual fuisteis llamados a la
comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor". Hemos
necesitado mucho tiempo para poder aprender esto. Pero
seguimos adelante con Él como nuestro compañero asociado, y
con todos los problemas que se nos presenten en el día de hoy.
Podemos contar con Él; podemos mirarle y saber que Él es parte
integrante de todo lo que somos y poseemos. De modo que
podemos ver que Él es la solución a los problemas y a las
frustraciones de la vida.
Concluye así la introducción, que consiste en saludos y
expresiones de gratitud. El cuerpo de la epístola se refiere a las
condiciones en que se encontraba la iglesia de Corinto, que
incluía, como veremos, problemas reales. Llegamos así a un
párrafo titulado
Las divisiones y el espíritu partidista
El versículo 10 comienza una nueva sección en esta carta. El
autor se dirigió entonces al problema principal de la iglesia de
Corinto. Resulta sorprendente que los problemas de aquellos
creyentes nos resulten familiares y de gran actualidad. Vamos a
leer entonces el versículo 10 de este primer capítulo, que
encabeza una sección titulada
La centralidad de Jesucristo crucificado corrige las
divisiones
"Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya
entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos
en una misma mente y un mismo parecer".
El tema de las divisiones se concentra a partir de este versículo
10 y hasta el 4:21. Observemos que el Señor Jesucristo está
mencionado nuevamente en este versículo. Realmente, esta
carta enfatiza el Señorío de Cristo. En nuestros días oímos
bastantes afirmaciones sobre Su Señorío, pero en la vida
práctica, vemos muy poco. Por tal motivo, las iglesias y los
creyentes a nivel individual tienen graves problemas. No es
suficiente hablar sobre el Señorío de Cristo. Hay ciertas
preguntas que no podemos eludir: ¿Es Él su Señor? ¿Le ha
hecho usted su Señor y Maestro?
El "hablar todos la misma cosa" no significa, por supuesto, que
cada uno deba expresarse con las mismas palabras. Significa
que los creyentes no deben enzarzarse en discusiones, riñas,
dando lugar al resentimiento.
Cuando dice divisiones, indica que no debía haber una
separación cismática. Esa palabra sugiere que no debía haber
fracturas en la iglesia, que ella no debía sufrir rupturas,
causadas por las conductas que acabamos de mencionar. Allí
existía esa chismografía continua, la crítica sin fin, el odio y la
amargura, tal como puede verse en la actualidad en algunos
sectores. Desde luego, estas actitudes no pueden estar
presentes en nuestra vida si nos consideramos asociados a
Jesucristo. Ahora, ¿qué es eso de una misma mente? Bueno, es
la mente de Cristo, que podemos ver descrita en Filipenses 2:5-
8. Una vinculación con Cristo exige, por la obra del Espíritu
Santo vivir en armonía, pensando y sintiendo de la misma
manera. Y escuchemos ahora lo que dice aquí en el versículo
11:
"Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos,
por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas".
La palabra para contenciones es eris. Ahora Eris era la diosa de
las contiendas, las disputas. Y ése era el ambiente reinante en
esa congregación. Pablo recibió la información de primera mano
y mencionó sus fuentes, es decir, los de la familia de Cloé.
Estimado oyente, si usted tiene que hacer alguna acusación,
tiene que respaldarla con su nombre.
Ahora, en este versículo tenemos a Cloé. Y admiramos a Cloé,
porque dijo en Corinto lo que estaba pasando y lo hizo público
diciendo: "Hay problemas en esta iglesia y es necesario hacerle
frente a la situación". Es como cuando el médico tiene que
tratar una grave enfermedad. Para evitar que se extiende por el
organismo, actuará con la máxima celeridad, sin recurrir a la
ocultación o el disimulo para evitar alarmar ni inquietar a nadie.
De otra manera el mal se propaga por el cuerpo y ya no tendrá
remedio. Y así sucede también en la iglesia que, por cierto es
comparada en la carta del apóstol Pablo a los Efesios como un
cuerpo, como un organismo. El problema en aquella iglesia de
Corinto era que tenía un grupo numeroso de nuevos cristianos
quienes, por encontrarse en su primera fase de crecimiento, no
habían alcanzado aún la madurez y podrían haberse comparado
con niños, que son los que más lloran, se quejan y protestan.
Notemos ahora lo que dice aquí el versículo 12, de este capítulo
1, de la Primera Epístola a los Corintios:
"Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo;
y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo".
Las divisiones en aquella iglesia estaban causadas por las
diversas preferencias de los creyentes por los diferentes líderes
de la congregación, con el resultado de que se formaban grupos
alrededor de cada uno de ellos. En un grupo estaban los
alumnos orgullosos de Pablo. En otro los admiradores de Apolo.
También había otros que eran partidarios de Simón Pedro, o sea
Cefas. Miremos por un momento a todos estos que han sido
mencionados aquí.
Creemos que podemos decir que sabemos o conocemos más de
Pablo y de Cefas que de los otros. Ahora, Pablo era un
intelectual. Era brillante, valiente, pero quizás no era
físicamente atractivo. Pero aquellos que amaban la Palabra de
Dios, amaban a Pablo. Simón Pedro, por su parte, era un
hombre fogoso, vehemente. Al principio había sido un poco
débil, pero luego se convirtió en un vigoroso predicador del
evangelio. Tenía un gran corazón, era sentimental. Luego
tenemos a Apolo. Él era uno de los grandes predicadores de la
iglesia apostólica. Él no era un apóstol y nunca recibió mucho
reconocimiento. Pero era un predicador elocuente. Creemos que
se le puede llamar el Billy Graham de esa época. Todos esos
hombres tenían fuertes personalidades. Pero ellos nunca
provocaron divisiones. Todos luchaban juntos por la fe. Ellos
procuraron guardar la unidad del Espíritu, y todos ellos
exaltaron la persona de Jesucristo. Eran los miembros de la
iglesia en Corinto los que estaban causando las divisiones.
Y así, aquellos pequeños grupos discutían entre sí. Así, algunos
elogiaban la profundidad espiritual de Pablo, otros, la
expresividad y tono evangelístico de los sermones de Pedro y
otros consideraban que la elocuencia de Apolo les elevaba y
hacía vibrar a las multitudes. Pero aquellos creyentes inmaduros
estaban pasando por alto el hecho de que aquellos tres hombres
eran siervos de Dios. De modo que, el apóstol Pablo les iba a
hablar sobre este asunto. Él les iba a enseñar que la centralidad
de Cristo era la respuesta para resolver las facciones y fracturas
que existían en esa iglesia.
Ahora, notamos también en este versículo 12, que había un
cuarto grupo; el grupo que decía "Y yo soy de Cristo". Pero no
porque le estuvieran dando a Cristo el primer lugar, sino porque
se consideraban los más espirituales. Formaban un círculo
cerrado, manifestaban una actitud de superioridad sectaria, y
excluían a los otros creyentes.
De modo que, tenemos cuatro grupos y no había ninguna razón
para que ellos existieran así. Porque vemos aun en nuestros
días, que estas divisiones sólo sirven para destruir la iglesia
desde adentro.
Estamos viviendo en una época en la que los principales
problemas de algunas iglesias no provienen siempre del
exterior, sino que son internos y están causados por los
personalismos, el afán de protagonismo, el espíritu partidista y
la crítica destructiva. Estos factores, junto con otros que iremos
comentando explican la enérgica actitud pastoral del apóstol
Pablo al escribir esta carta a los Corintios, así como su énfasis
en la centralidad de Jesucristo, el Señor de la Iglesia.
Y pensando ahora en los no creyentes, diremos que cuando los
seres humanos desconocen el lugar de Dios en la creación, o
niegan su existencia, se produce la situación de
fraccionamiento, división, insensibilidad, inestabilidad y
agresividad que observamos en el mundo de nuestro tiempo. Y
cuando los seres humanos persisten en su alejamiento de Dios y
niegan la persona y la obra de Jesucristo en la cruz, y Su
victoria en la resurrección de los muertos, la propia naturaleza y
el dominio del pecado van destrozando la vida de las personas
en esta tierra, y privándolas de la vida eterna. Por lo tanto,
estimado oyente, no conocemos su situación con respecto a
Dios y a su mensaje de salvación. Le invitamos a recibir, por la
fe, la salvación, la liberación que Dios ofrece gratuitamente, a
todos aquellos que, no pudiendo hacer otra cosa para salvarse,
le llaman desde su impotencia y fracaso. Quizás otros le han
defraudado a usted, han destruido su confianza, y por ello nos
despedimos hoy recordándole las palabras que San Pablo les
dirigió a los Romanos, en 10:11 y 13, citando a profetas del
Antiguo Testamento: "Todo aquel que en él cree, no será
defraudado . . . Él es rico en misericordia para con todos los que
le invocan; ya que todo aquel que invoque el nombre del Señor,
será salvo".

1 Corintios 1:13-31
Continuamos hoy nuestro estudio de la Primera Epístola del
apóstol Pablo a los Corintios. Y hemos visto hasta ahora que la
solución de los problemas de la vida se halla en la supremacía
del Señor Jesucristo. Cuando nosotros nos acercamos a Él, para
que él se convierta verdaderamente en nuestro Amo y Señor,
entonces, Las circunstancias de nuestra vida ocupan su lugar
propio, el lugar que le corresponden en Sus planes. Cristo es la
solución a los problemas que tiene la iglesia el día de hoy y los
que tienen todas las personas en particular. La iglesia, en esta
ciudad de Corinto, se hallaba viviendo momentos de una gran
confusión. Ellos eran creyentes que, por encontrarse en una
primera fase de su crecimiento espiritual no habían alcanzado
aún la madurez y podrían haberse comparado con niños, que
son los que más lloran, se quejan y protestan.
Las divisiones en aquella iglesia estaban causadas por las
diversas preferencias de los creyentes por los diferentes líderes
de la congregación, con el resultado de que se formaban grupos
alrededor de cada uno de ellos. En un grupo estaban los
alumnos de Pablo. En otro, los admiradores de Apolo. También
había otros que eran partidarios de Simón Pedro, o sea de
Cefas. Recordemos por un momento a todos estos aquí
mencionados. Pablo era un intelectual. Era brillante, valiente,
pero quizás no era físicamente atractivo. Pero aquellos que
amaban la Palabra de Dios, amaban a Pablo. Simón Pedro, por
su parte, era fogoso, vehemente. Al principio había sido un poco
débil pero luego se convirtió en un vigoroso predicador del
evangelio. Tenían un gran corazón, era sentimental. Luego
tenemos a Apolo que era uno de los grandes predicadores de la
iglesia apostólica. El no era un apóstol y nunca recibió mucho
reconocimiento. Pero era un predicador elocuente. Todos estos
hombres tenían personalidades fuertes. Pero nunca provocaron
divisiones. Luchaban juntos por la fe, procuraron guardar la
unidad del Espíritu y exaltaron la persona de Jesucristo. Eran los
miembros de la iglesia de Corinto los que estaban causando las
divisiones. Y así, aquellos pequeños grupos discutían entre sí.
Algunos elogiaban la profundidad espiritual de Pablo, otros, la
expresividad y tono evangelístico de los sermones de Pedro, y
otros pensaban que la elocuencia de Apolo hacía vibrar a las
multitudes. Pero aquellos creyentes inmaduros estaban pasando
por alto el hecho de que aquellos tres hombres eran siervos de
Dios. De modo que el apóstol Pablo les iba a hablar claro sobre
este asunto, enseñándoles que la centralidad de Jesucristo era
la solución para resolver las facciones y fracturas que existían
en la iglesia. Ahora, hemos visto en el versículo 12, que había
un cuarto grupo; el que grupo de los que decían "yo soy de
Cristo". Pero no porque le estuvieran dando a Cristo el primer
lugar, sino porque se consideraban los más espirituales.
Formaban un círculo cerrado, manifestaban una actitud de
superioridad espiritual sectaria y excluían a los demás
creyentes.
Estamos viviendo en una época en que los principales
problemas de algunas iglesias no provienen siempre del
exterior, sino que son internos, y están causados por los
personalismos, el afán de protagonismo, el espíritu sectario y la
crítica destructiva. Estos factores, junto con otros que iremos
comentando, explican la enérgica actitud pastoral del apóstol
Pablo al escribir esta carta a los Corintios, así como su énfasis
en la centralidad de Jesucristo, el Señor de la Iglesia.
Ahora, ¿dónde hallamos la solución para algo así? Bueno, la
respuesta la tenemos en el versículo 13, de este capítulo 1 de la
Primera Epístola a los Corintios, donde leemos:
"¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por
vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?"
La respuesta era obvia, Cristo no estaba dividido. Y cualquier
cosa que rompiera la unidad de Cristo, no importa lo que fuera,
tenía de por sí algo malo. Luego sigue preguntando: "¿Fue
crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el
nombre de Pablo?" Es interesante notar que el bautismo fue
hecho motivo de división entre ellos. No creemos que Pablo se
estuviera refiriendo en este caso al bautismo de agua; éste
siempre se realizó en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Se refería más bien al bautismo del Espíritu Santo. Su
pregunta era: "¿Fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?"
"¡Por supuesto que no!", dirían ellos, "No fuimos bautizados en
su nombre. El bautismo por el cual fuimos colocados en el
cuerpo de Cristo, en la iglesia, fue el bautismo del Espíritu
Santo. Ningún hombre podría haber hecho eso por nosotros". Y
así, ellos necesitaban volver a ocuparse de la persona de
Jesucristo. Sinceramente hablando, yo puedo tener comunión y
compañerismo con cualquier persona, sin importar qué clase de
nombre o etiqueta lleve, si esa persona se puede encontrar
conmigo alrededor de la persona de Cristo. Luego en el versículo
14, dijo:
"Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado,
sino a Crispo y a Gayo, para que ninguno diga que fue
bautizado en mi nombre".
Ahora, creemos que el apóstol Pablo sí estaba hablando del
bautismo por agua aquí en este caso. Él dijo que nunca se
especializó en ese rito porque siempre existía el peligro de que
la gente pensase que lo estaba haciendo en su propio nombre.
Él estaba enfatizando la centralidad de Cristo. Algunos piensan
que el bautismo por agua es el que les salva o que tiene algún
poder místico que uno no podría obtener de otra manera. Y
Pablo continuó entonces diciendo en el versículo16 de este
capítulo 1 de la Primera carta a los Corintios:
"También bauticé a la familia de Estéfanas, pero de los demás
no recuerdo si he bautizado a algún otro".
Pablo no le daba mucha importancia a quien había realizado el
bautismo, y no se acordaba si había bautizado a otras personas,
aparte de las mencionadas aquí. Luego, el versículo 17, dice:
"No me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no
con sabiduría de palabras, para no quitar valor a la muerte de
Cristo en la cruz".
Es importante destacar el hecho de que en nuestros días
estamos viendo a muchas personas que se están dividiendo y
separándose por cuestiones secundarias. Y estas son las cosas
que causan divisiones y disputas dentro de la Iglesia. La Iglesia
en Corinto estaba fraccionada por ese espíritu partidista. Y el
mensaje que llevaron a Corinto los tres que se han mencionado
antes, es decir: Pablo, Cefas, y Apolos, transmitía una cualidad
y un poder unificador. El evangelio que ellos presentaban
enfatizada la fusión y no el fraccionamiento en facciones. Pero
las personas en ese lugar, debido a que eran creyentes
inmaduros en la fe cristiana, comenzaron a poner el énfasis en
los individuos que habían traído el mensaje. Vemos entonces
que el apóstol Pablo desvió su atención de sus grupos
partidistas, para concentrarla en el Señor Jesucristo.
En la ciudad de Corinto, así como en muchas otras ciudades de
aquella época, el énfasis recaía en la filosofía. Lo
comprobaremos al avanzar por este capítulo. Y añadió en el
versículo 18:
"La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los
que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios"
La cruz, estimado oyente, separa a los salvos de los incrédulos,
pero no separa a los que son salvos entre sí, ya que debe ser
causa de unidad.
El pintor flamenco Rubens pintó un cuadro sobre el juicio final, y
en él se puede ver al trono de Dios y a una gran cantidad de
personas cayendo en el espacio, alejándose de Dios, de Su
trono; y que al caer tratan de asirse unos a otros. Ésa es la
réplica exacta del mundo que muchos están tratando hoy de
construir. Los que se pierden quieren unirse en un gran grupo, y
ellos van a lograrlo en los últimos días.
Pero en marcado contraste con esa situación y el pensamiento
contemporáneo hallamos al evangelio de Cristo. El Señor Jesús
se presentó como el que divide a los hombres. Y la línea
divisoria es la cruz. Dice aquí que el mensaje de la muerte de
Cristo en la cruz parece una tontería para los que van a la
perdición, pero que es poder de Dios para los que se salvan.
Pablo nos mostró claramente que su método no estaba basado
en la sabiduría humana, ni en métodos lógicos, dialécticos, o en
divisiones o diferencias, o en opiniones y teorías; sino que
simplemente presentó la cruz de Cristo. Eso fue lo que trajo
unidad a los que se salvaban. Y para los que se perdían, tal
mensaje constituía una insensatez. El resultado entonces era
que la cruz dividía al mundo, pero no a Su Iglesia. Veamos
ahora, los versículos 19 hasta el 21 de este capítulo 1 de la
Primera carta a los Corintios:
"pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios y
frustraré la inteligencia de los inteligentes. ¿Dónde está el
sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el que discute
asuntos de este mundo? ¿Acaso no ha enloquecido Dios la
sabiduría del mundo? Puesto que el mundo, mediante su
sabiduría, no reconoció a Dios a través de las obras que
manifiestan su sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes
por la locura de la predicación".
Notemos que no se trataba de una predicación insensata sino de
lo que les parecía a algunos la locura de la predicación. Y Pablo
continuó hablando en los versículos 22 y 23:
"Los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, pero
nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos
ciertamente ofensivo, y para los no judíos locura".
Usted habrá notado que Pablo dividía a la humanidad en dos
grupos étnicos: Creemos que él realmente reconocía una
división doble: judíos, y griegos o no judíos. Los judíos
representaban a la religión. Ellos tenían una religión dada por
Dios. Ellos pensaban que tenían la verdad, y en lo que se refería
al Antiguo Testamento tenían razón. Pero todo llegó a ser para
ellos un rito y nada más. Ellos se habían apartado de las
Sagradas Escrituras y habían seguido la tradición, que era su
interpretación de las Escrituras. El poder de la Palabra de Dios,
por lo tanto, ya no operaba. Por eso, cuando llegó Cristo, usted
recordará que ellos pedían alguna señal. Ellos querían una
señal; en lugar de regresar a las Escrituras. Cuando ellos
solicitaron eso, el Señor Jesús les dijo: "La generación mala y
adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la
señal del profeta Jonás. Y les explicó lo siguiente: Así como
Jonás estuvo en el vientre del gran pez tres días y tres noches,
así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días
y tres noches". Encontramos estas palabras en el evangelio
según San Mateo, capítulo 12, versículo 39. Así que la señal de
Jonás, era la señal de la resurrección.
El otro grupo estaba formado por los griegos, es decir los no
judíos. Ellos representaban a la filosofía. Amaban la sabiduría.
Decían que estaban buscando la verdad. Estaban recorriendo el
universo entero en su búsqueda de la verdad. Ellos eran los
racionalistas. Así como los judíos terminaron en su ritual, los no
judíos acabaron convirtiéndose en racionalistas, y se tenían que
ajustar a las normas de la razón.
Unos cuatrocientos años antes de que viniera Cristo, la nación
griega produjo en el horizonte de la historia una brillantez
mental, y logros artísticos sensacionales de tales dimensiones,
que aún hoy deslumbran a la humanidad. Aquella época de oro
duró aproximadamente unos trescientos años. Hombres como
Pericles, Anaxágoras, Tales de Mileto, Sócrates, Platón,
Aristóteles, desaparecieron. Pero dejaron algunas doctrinas o
escuelas como la de la filosofía del estoicismo, la de Epicuro y la
filosofía peripatética.
Luego siguieron dos mil años de esterilidad y estancamiento
filosófico. Después vinieron otros como Bacon, Hobbes y
Descartes. Y entonces se produjo un Renacimiento de
pensadores, con un breve y brillante período, que fue sucedido
por uno de decadencia que, en ciertos aspectos, ha prolongado
sus efectos hasta nuestros días.
¿Cuál es la verdad? preguntó el fatalista Pilato. Y Bacon hizo la
misma pregunta. La filosofía aún se la está formulando y no
tiene ninguna respuesta a los problemas de la vida. Hay que
reconocer que las preguntas del versículo 20, que hemos leído,
tienen una rigurosa actualidad: "¿Dónde está el sabio? ¿Dónde
está el escriba? ¿Dónde está el que discute asuntos de este
mundo? ¿Acaso no ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?"
El versículo 22 dice que los griegos buscaban la sabiduría. El ser
humano se encuentra aún buscando alguna teoría, alguna
fórmula adecuada para explicar o enfrentarse a los días
actuales, y piensa que por medio de la ciencia hallará algunas
de las respuestas a los interrogantes de la vida. ¿Ha logrado
acaso, obtener esas respuestas? Hay serias dudas en cuanto a
ello, y quizá nos ayude a entender mejor la situación, una
declaración que apareció en el libro de Jaime Brunam, "El
suicidio de Occidente". Escuche lo que dice: "La verdad es que
el hombre se ha sobreestimado en cuanto a sus propias
realizaciones. El colocar una nave espacial en una órbita a
cientos de kilómetros alrededor de la tierra, requiere una buena
cantidad de pensamiento y esfuerzo conjunto. Pero nosotros nos
inclinamos a exagerar las cosas. Aunque a los hombres que
viajan en naves espaciales a unos cuantos kilómetros sobre la
tierra, se les llama astronautas, éste es un nombre inapropiado.
Los hombres no llegarán a ser astronautas, ni menos aún
cosmonautas, hasta que lleguen a viajar entre las estrellas. Y es
importante recordar aquí que la mayoría de las estrellas se
encuentran a varios miles de años luz de distancia de la tierra.
Alguien necesita decirles a los seres humanos que no se tomen
estos logros demasiado en serio".
Estimado oyente, el hombre de hoy cree que él tiene las
respuestas. Y este versículo pregunta: ¿Dónde está el sabio? Y
ésa es una buena pregunta que debemos hacernos. Porque la
sabiduría de este mundo ha sido convertida por Dios en una
realidad carente de sentido. Leamos una vez más, los versículos
21 al 23, de este capítulo 1, de la Primera carta a los Corintios:
"Puesto que el mundo, mediante su sabiduría, no reconoció a
Dios a través de las obras que manifiestan su sabiduría, agradó
a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Los
judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, pero
nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos
ciertamente una ofensa, y para los no judíos locura".
Los judíos hallaron en la cruz una piedra donde tropezar, un
"skandalon". Ellos buscaban una señal. Querían que alguien les
mostrara el camino. Necesitaban algo así como un indicador,
una señal en la ruta. Ellos hubieran aceptado a un valiente
montado en un hermoso caballo blanco o que condujese un
carruaje victorioso, que derrotara al poder de Roma. Pero un
Cristo crucificado, era para ellos un insulto. Para ellos esto
significaba una derrota, no una victoria. Y no lo quisieron
aceptar. Y el apóstol Pablo dijo escribiendo a los Romanos, en el
capítulo 9 de dicha carta, versículo 33: "Como está escrito: He
aquí pongo en Sión piedra de tropiezo y roca de caída; y el que
creyere en él, no será defraudado". Y luego, también el apóstol
Pedro, en su primera carta, capítulo 2, versículos 7 y 8, nos
dijo: "Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso. En
cambio, para los que no creen: La piedra que los edificadores
desecharon, ha venido a ser la piedra principal. Y Piedra de
tropiezo, y roca que hace caer. Ellos, por su desobediencia,
tropiezan en la palabra. ¡Ese es su destino!" Así, hemos visto
que para los judíos, un Cristo crucificado era una piedra de
tropiezo, una ofensa.
Para los griegos, o sea los no judíos, la cruz era una locura, algo
absurdo. Era algo totalmente extravagante, ridículo, opuesto a
cualquier sistema racional o mundano. En Roma se halló una
caricatura de los cristianos que los representaba con la figura de
una cruz, con la cabeza de un asno. Y podemos decir que en el
día de hoy mucha gente está haciendo lo mismo, poniendo a
nuestro Salvador en ridículo.
Pablo se dirigió directamente a la filosofía. Cuando estuvo en la
ciudad de Corinto, predicó a Cristo. En el libro de los Hechos de
los Apóstoles, capítulo 18, versículo 6, dice: "Pero oponiéndose
y blasfemando éstos, les dijo, sacudiéndose los vestidos:
Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza. Mi conciencia
está limpia; desde ahora me iré a los no judíos". ¿Pero puede la
filosofía sacar al hombre del pozo negro de esta vida? Estimado
oyente, nunca ha podido hacerlo. Observe que los seres
humanos serán salvos, no por la "predicación loca" sino por la
predicación de la locura, es decir, por la predicación de la cruz.
No es el método sino el mensaje lo que el hombre normal
considera locura o insensatez y por eso los hombres lo
rechazan. Y uno se da cuenta que la sabiduría del mundo se
limita a crear programas que alivien los problemas de la
pobreza, salud o educación. Pero la solución fundamental que el
ser humano necesita hoy se encuentra en el Evangelio, el cual
no está previsto en los esquemas de la sabiduría y recursos
humanos.
El apóstol Pablo nos presentó a continuación una clase diferente
de personas, que provienen de los judíos y de los no judíos. Se
trata de los llamados, los que no sólo han escuchado la
invitación, sino que también han respondido a ella, y que han
hallado en la cruz, la sabiduría y el poder de Dios que ha
transformado sus vidas, y los ha convertido en hombres y
mujeres nuevos. El Señor Jesús formó a once hombres, luego
llamó a Saulo de Tarso y después les envió a cumplir su misión.
Ellos llevaron el Evangelio a Corinto, la ciudad del pecado, y a
Éfeso, la ciudad religiosa a su manera. Y por más de dos mil
años los mensajeros del evangelio han estado recorriendo el
mundo, y constituye la única ayuda y la única esperanza que
tiene la humanidad. Leamos los versículos 24 al 26 de este
capítulo 1 de la Primera carta a los Corintios:
"En cambio para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo
es poder y sabiduría de Dios, porque lo insensato de Dios es
más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que
los hombres. Considerad, pues, hermanos, vuestra vocación y
ved que no hay muchos sabios según la carne, ni muchos
poderosos, ni muchos nobles;"
Es costumbre de algunos, hablar de los grandes personajes que
han aceptado a Cristo: artistas, líderes importantes en la
sociedad o personas influyentes en el gobierno. Pero lo
importante es que Dios está llamando a las multitudes, a la
gente común como lo somos usted y yo, estimado oyente.
Veamos ahora, según el versículo 27, qué es lo que eligió Dios:
"sino que los que el mundo considera necios escogió Dios para
avergonzar a los sabios; y a los que el mundo considera débiles,
escogió Dios para avergonzar a los fuertes;"
O sea, que Dios ha trastocado las valoraciones del mundo,
actuando según Sus propósitos. Ahora, leamos los versículos 28
y 29:
"y a la gente despreciada y sin importancia de este mundo
escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de
que nadie se jacte en su presencia".
Nosotros no tenemos nada de qué presumir, pero veamos lo
que se nos dice en el versículo 30.
"Pero Dios mismo nos ha unido a Cristo Jesús, el cual nos ha
sido hecho por Dios nuestra sabiduría, justificación, santificación
y redención o liberación"
Podemos ver que aquí se menciona que Él es todo lo que
nosotros necesitamos. Todo lo que necesitamos, estimado
oyente, lo hallamos en Él. Y el versículo 31, dice:
"para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el
Señor".
Nuestro motivo de gloria, debiera encontrarse en el Señor.
Estimado oyente, permítanos preguntarle: ¿En qué se gloría
usted? ¿De qué se enorgullece usted hoy? ¿Está jactándose de
los títulos que tiene? ¿De su sabiduría o sus conocimientos? ¿De
sus riquezas, influencia o poder humano? ¿De su posición,
personalidad o carácter? Estimado oyente, usted no tiene de
qué gloriarse y tampoco nosotros. Pero nos podemos gloriar en
el Señor Jesucristo. Él es todo. Él es todo lo que necesitamos
hoy. Mi deseo es que usted pueda recibirle en su vida aceptando
la obra que Él realizó a favor suyo en la cruz. Y entonces pasará
usted a vivir en otra dimensión, en otra realidad, la realidad de
la vida eterna.

1 Corintios 2:1-16
Llegamos hoy al capítulo 2 de esta Primera Epístola a los
Corintios. Hemos visto que en el primer capítulo se enfatiza la
centralidad de Cristo crucificado y que ello es lo que corrige las
divisiones. Aquí, en el capítulo 2 veremos que la claridad del
Espíritu Santo corrige la sabiduría humana. Dijo el apóstol Pablo
en el versículo 1:
"Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el
testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de
sabiduría"
Aquí tenemos dos cosas a las cuales quisiera dirigir su atención;
la primera de ellas es que el apóstol Pablo no usó un método
filosófico para su predicación. Pablo no era un predicador textual
o un predicador de tópicos, él era un expositor de la palabra de
Dios. Y creemos personalmente que ése es el método de Dios y,
por cierto, fue el método utilizado por nuestro Señor. Tampoco
utilizó Pablo un lenguaje florido ni un estilo oratorio.
En segundo lugar, Pablo no se presentó exponiendo la sabiduría
del mundo, al anunciar el testimonio o el misterio de Dios, como
traducen aquí algunos manuscritos. ¿Qué es lo que quería decir
Pablo al usar la palabra misterio? En la epístola nos
encontraremos con esta palabra una y otra vez. Pero aquí
simplemente quiere decir "aquello que no ha sido revelado con
anterioridad". El misterio de Dios que Pablo predicó es el hecho
de que Jesucristo había sido crucificado, y eso fue algo que no
había sido predicado antes pero en ese tiempo fue revelado. En
el Antiguo Testamento la crucifixión de Cristo fue revelada sólo
en tipos o figuras y en la profecía. El evento mismo era algo
nuevo, algo no revelado previamente. Entonces, dijo el apóstol
Pablo en el versículo 2, de este capítulo 2 de la Primera Epístola
a los Corintios:
"pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino de
Jesucristo, y más exactamente, de Jesucristo crucificado".
En otras palabras, Pablo no quiso entrar en discusiones
filosóficas que provocaran divisiones, sino que se mantuvo firme
en su misión específica de presentar la predicación de la cruz de
Cristo, el Salvador crucificado. Uno que había muerto por los
pecados del mundo. Éste es el tipo de misterio que se necesita
desesperadamente entre nosotros en este día. Y ahora, leamos
el versículo 3:
"Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y
temblor"
Pablo estaba abriendo aquí su propio corazón y nos permitió
observar sus pensamientos más profundos y la manera de
pensar suya cuando estuvo entre ellos. Pablo, como lo expresó
aquí con toda claridad, estaba inquieto entre ellos y se sentía
débil y con miedo. No nos sorprende entonces que pudiera decir
que Dios había elegido a las personas que este mundo
consideraba débiles. Pablo no tenía un concepto muy alto de sí
mismo. Y, aun así, él era un hombre de gran intelecto y una
gran personalidad en muchas maneras. Obviamente él nunca se
consideró un gran hombre. Y continuó diciendo en el versículo 4
de este capítulo 2 de la Primera Epístola a los Corintios:
"y ni mi palabra ni mi predicación fueron con palabras
persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del
Espíritu y de poder"
Hoy nosotros escuchamos muchas palabras que exponen la
sabiduría humana. Tenemos mucha predicación, pero muy poco
se presenta "con demostración del Espíritu y de poder". Hay
quienes piensan hoy, que lo que necesitamos es el método
correcto, el sermón apropiado, y expresado en el estilo
adecuado. Sin embargo, necesitamos el poder del Espíritu Santo
en nuestra predicación "con demostración del Espíritu y de
poder", como dice el versículo 5 de este capítulo 2 de la Primera
Epístola a los Corintios, que leemos ahora:
"para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los
hombres, sino en el poder de Dios".
En otras palabras, si se utiliza la sabiduría humana para ganar a
un hombre, entonces su fe descansará en esa sabiduría; pero si
una persona llega a la fe por medio del poder de Dios, entonces
su fe descansará en Dios. Ésa es la razón por la cual, para
presentar el mensaje de salvación a las personas, cuestionamos
sinceramente la predicación apologética actual, que tiene por
objeto defender la verdad de la religión cristiana y la defensa de
la fe. Esta presentación apologética, trata de probar que la
Biblia es la palabra de Dios, que el primer capítulo de Génesis es
algo científico, y que el diluvio fue un evento histórico. Ahora,
estimado oyente, no queremos ser mal interpretados. Porque
hay un momento apropiado para la defensa de esas verdades
Bíblicas, y damos gracias a Dios por las personas que se han
especializado en esas áreas. Pero entendemos que la aceptación
de la salvación no depende de que podamos probar, por
ejemplo, la inspiración de las Sagradas Escrituras, aunque
ciertamente creemos que podemos probarla. La pregunta básica
es: ¿En qué se apoya su fe? La predicación apologética llamará
la atención de la gente hacia la Palabra de Dios, pero creemos
que nuestra fe deberá apoyarse en el poder de Dios. Por tanto,
el apóstol Pablo continuó diciendo en el versículo 6:
"Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado
madurez en la fe; no la sabiduría de este mundo ni de los
poderosos de este mundo, que perecen".
Pablo dijo que él no utilizaba los métodos propios del sistema
del mundo. Y dijo además en el versículo 7:
"Pero hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría
oculta que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra
gloria".
Aquí volvemos a tener otra vez esta palabra misterio. Debemos
ser bien claros en indicar que aquí no se trata de uno de esos
misterios que popularmente hablando son como, por ejemplo,
los enigmas, de una novela de suspenso. No se trata de algo de
carácter o cualidad reservada, que se hace en secreto, en
privado. La palabra misterio, tal como es usada en la Biblia, se
refiere a algo que en el pasado no había sido conocido, pero fue
posteriormente revelado. Esta palabra "misterio", aparece unas
27 veces en el Nuevo Testamento. Nuestro Señor la usó cuando
dijo, en Mateo 13:11, "Porque a vosotros os es dado saber los
misterios del reino de los cielos". Y las parábolas que siguen a
continuación en ese capítulo 13 de Mateo son las llamadas
"parábolas del misterio". Y, ¿por qué se las llama así a estas
parábolas? Porque en ellas Jesús explicó el curso o dirección que
el reino iba a tomar en el intervalo comprendido entre los días
del rechazo del Rey, y el momento en el que Él venga a
establecer Su reino. Ese segmento de la historia no fue
realmente revelado en el Antiguo Testamento. Dios no lo había
revelado aún a los hombres. Cuando Jesús pronunció esas
parábolas del misterio de Mateo 13, estaba revelando esta
verdad por primera vez. Lo que había permanecido oculto
previamente, Jesús lo reveló en aquella ocasión.
Aquí en la epístola a los Corintios, Pablo habló de la "sabiduría
de Dios en misterio". Eso es algo interesante porque se trata de
una palabra que proviene de las escuelas griegas de filosofía, de
lo oculto y de la ciencia y Pablo, apropiándose de ella, dijo:
"hablamos sabiduría de Dios en misterio". Pero él le dio un
significado completamente nuevo. Misterio viene de una palabra
cuyo significado es boca, y quiere decir tener la boca cerrada,
porque hay algo secreto que esconder. Pero el apóstol Pablo
nunca la usó de esa manera. Más bien indicó que aquello que
había permanecido en silencio, en ese momento se convirtió en
una expresión vocal, con sonidos audibles. Aquello que no había
sido conocido y que no podía haber sido conocido por medio de
las investigaciones humanas, en ese momento pasaba a ser
conocido. Y el misterio en el Nuevo Testamento siempre quiere
decir algo que no se puede descubrir por medio de la actividad
del intelecto humano, sino que es revelado para que el intelecto
humano lo pueda entender.
Cuando Pablo dijo "hablamos sabiduría de Dios", estaba diciendo
"nosotros tenemos una filosofía". Ahora, no es de este siglo, de
esta época, ni de este mundo, sino que es la sabiduría de Dios y
que está relacionada con la cruz de Cristo. Y luego, continuó
diciendo, en los versículos 7, que leemos nuevamente, y en el
8:
"Pero hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría
oculta que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra
gloria, la cual ninguno de los poderosos de este mundo conoció,
porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al
Señor de la gloria".
Aquí vemos como se enfatiza el hecho de que los gobernantes
de este mundo no habían conocido la nueva verdad revelada. Y
continuó diciendo el apóstol en el versículo 9 de este capítulo 2,
de la Primera carta a los Corintios:
"Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio ni oído oyó
ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha
preparado para los que lo aman".
Aquí tenemos un versículo que muchas veces se ha entendido
mal, aplicándolo en un entierro a aquel que ha partido a la
presencia del Señor, y que en su vida aquí tenía un
conocimiento limitado, pero que ahora está en la gloria celestial
y comprende todas las cosas. Esto no es lo que Pablo quiso
explicar aquí. Lo que Pablo estaba diciendo aquí en este pasaje,
era que hay ciertas cosas que el ojo no ha visto. Hay ciertas
cosas que uno no puede percibir por medio del ojo humano.
Nosotros percibimos mucha información a través de nuestros
ojos. Aprendemos más a través de ellos que de cualquier otra
forma. Otra manera de recibir conocimientos humanos y
aprender es por medio del oído. Y aun así, Pablo dijo que hay
ciertas cosas que uno no puede comprender por medio del oído.
Después dijo, "Ni han subido al corazón del hombre". Es decir,
por medio de la meditación, de la reflexión, del pensamiento, el
razonar. Hay ciertas cosas que uno nunca puede obtener por
medios humanos. Ahora, las cosas que Dios ha preparado para
aquellos que le aman no se consiguen a través del ojo ni el oído
físico, ni por medio de los recursos de la mente humana.
Entonces, ¿cómo las podemos recibir? Bueno, veamos el
versículo 10, de este capítulo 2 de la Primera carta a los
Corintios, que dice:
"Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu, porque el
Espíritu todo lo examina, aun lo profundo de Dios"
Ahora, lo que Pablo está diciendo aquí, sencillamente es que lo
que uno no puede recibir por medio del ojo, o del oído, el
Espíritu de Dios se lo puede enseñar. Hay ciertas cosas en la
Biblia que usted puede aprender estudiando el texto, como por
ejemplo la historia y poesía Bíblicas, pero usted no puede
percibir de esa manera las verdades espirituales. ¿Por qué?
Porque Dios nos las ha manifestado por medio del Espíritu. Hay
ciertas cosas que sólo el Espíritu de Dios nos puede revelar.
Luego, continuó Pablo diciendo aquí en el versículo 11:
"Porque ¿quién de entre los hombres conoce las cosas del
hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo
modo, nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios".
Usted y yo, estimado oyente, nos podemos entender el uno al
otro porque tenemos el espíritu de hombre. Yo, por ejemplo,
puedo saber cómo se siente uno cuando se cae en la vía pública.
Se siente vergüenza, ¿verdad? En cierta ocasión, un señor salía
de una tienda de alimentación y saliendo a la calle, se resbaló
aparatosamente y cayó al suelo, desparramándose por el suelo
todo lo que llevaba en sus manos. Se dio un buen golpe.
Después, él se levantó rápidamente y miró en todas direcciones
para ver si alguien lo estaba observando. ¿Por qué hizo eso? Yo
sí sabía por qué lo había hecho. Porque le había dado
vergüenza, pensó que había hecho el ridículo y quería saber si
alguien lo estaba viendo y riéndose de él. Y yo entiendo ese
sentimiento, porque yo tengo el mismo espíritu humano que él
tiene. Sin embargo, yo no sé ni entiendo cómo se siente Dios. Y
si yo voy a comprender algo acerca de Dios, Él será quien tenga
que revelármelo. Ahora, el apóstol Pablo nos dijo en el versículo
12 de este capítulo 2 de la Primera Epístola a los Corintios:
"Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el
Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios
nos ha concedido".
Hay cosas que nosotros podemos comprender, solamente si el
Espíritu de Dios nos las revela. Y lo hace libremente. Él quiere
ser nuestro maestro. Y el versículo 13 nos dice:
"De estas cosas hablamos, no con palabras enseñadas por la
sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu,
acomodando lo espiritual a lo espiritual".
El hace esta declaración bastante profunda aquí, que es un
axioma de las Escrituras, es decir un principio que no necesita
explicación. Esto de "acomodamos lo espiritual a lo espiritual",
se expresa así en otra traducción: "explicamos las cosas
espirituales con términos espirituales". Y otra versión traduce de
esta manera: "combinamos pensamientos espirituales con
palabras espirituales". Sigue el versículo 14:
"Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del
Espíritu de Dios, porque para él son locura; y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente".
El hombre natural, se refiere al hombre que no ha sido salvo, y
así es como todos nosotros nacemos en este mundo, muertos
en nuestros delitos y pecados, sin ninguna capacidad para
comunicarnos ni recibir ninguna comunicación de Dios, siendo
enemigos de Dios. Así es el hombre natural. Y Pablo dice que "el
hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de
Dios". ¿Y por qué? Porque para esa persona las verdades
Bíblicas son una tontería, una necedad. Si usted, estimado
oyente, no es cristiano, puede que lo que estoy diciendo le
parezca una insensatez. Eso es lo que pensaban en el tiempo de
Pablo al oír sobre la predicación del mensaje de la cruz de Cristo
para la salvación. Para el no creyente, este mensaje y sus
implicaciones no tienen sentido.
A veces, cuando uno ha recibido algunos estudios, piensa que,
por su preparación, puede entender cualquier cosa que se haya
escrito. Bueno, esto no es así. Nosotros, estimado oyente, no
vamos a conocer la Palabra de Dios, hasta que el Espíritu de
Dios abra nuestras mentes y nuestros corazones para que
entendamos. Esa Palabra debe entenderse y juzgarse
espiritualmente. Solo el Espíritu de Dios puede tomar las cosas
de Cristo y enseñárnoslas. El Señor Jesucristo se estaba
refiriendo a esta realidad cuando dijo, en el evangelio según San
Juan, capítulo 16, versículos 13 y 14: "13Pero cuando venga el
Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no
hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga
y os hará saber las cosas que habrán de venir. 14El me
glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber".
Estimado oyente, estamos seguros que hasta que el Espíritu de
Dios le muestre a usted las cosas de Cristo, esta carta a los
Corintios que estamos considerando, no significará mucho para
usted. Veamos ahora lo que dicen los versículos 15 y 16, de
este capítulo 2 de la Primera carta a los Corintios:
"En cambio el espiritual juzga todas las cosas, sin que él sea
juzgado por nadie. ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién
lo instruirá? Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo".
Aquí el "espiritual" es el que tiene el Espíritu Santo dentro de sí
mismo, es un creyente, un hijo de Dios.
Esto de que "juzga todas las cosas" significa que comprende
estas cosas, Sin embargo, como continúa diciendo aquí, nadie
puede juzgarlo a él, y significa que él no es comprendido. El
hombre espiritual, o que tiene el Espíritu aparece aquí en
contraste con el hombre natural, apartado de Dios. Esta persona
en la que habita el Espíritu, entiende la verdad divina, pero es a
su vez incomprendido por la persona llamada "natural", es decir
el no creyente.
Y el versículo 16 dice: "¿quién conoció la mente del Señor?
¿Quién le instruirá? Ahora, ¿quién puede instruir a Dios? ¿Quién
entiende la mente del Señor? No podemos enseñarle nada a
Dios, pero Él sí puede revelarnos cosas espirituales. Sin
embargo, el Espíritu de Dios no puede revelarnos las cosas
espirituales hasta que tengamos la mente de Cristo. Si usted,
estimado oyente, no es salvo, ¿no piensa, realmente, que la
predicación sobre la cruz es una insensatez? ¿No cree usted que
un hombre muriendo en una cruz ha sido completamente
derrotado? ¿No tiene la sensación de que es una insensatez,
antes que el verdadero camino de salvación? Sin embargo Dios
dice que Su método y Su sabiduría consistieron en entregar a
Su Hijo para morir por nosotros en la cruz, para que pudiéramos
ser salvos, y en que debemos depositar nuestra confianza en Él.
Si usted es sincero, y esperamos que lo sea, admitirá que,
desde un punto de vista humano normal, todo esto suena como
una especulación sin sentido.
Usted recordará que, al principio de este programa dijimos que
este capítulo afirma que la claridad del Espíritu corrige la
sabiduría humana. Y resumiendo, diremos que Pablo ha
presentado dos clases de seres humanos: el ser natural y el
espiritual. El hombre natural es el descendiente de Adán, nacido
en este mundo con una naturaleza pecaminosa, con una
propensión, una inclinación natural a hacer el mal. Y eso es lo
que puede lograr, incluso cuando creemos que hacemos el bien,
suelen aparecer motivaciones mixtas o dudosas. No podemos
esperar mucho de ese hombre natural, quien probablemente
nos diría: "Yo vivo y actúo lo mejor que puedo ". Y
probablemente nos estaría diciendo la verdad.
Luego está el otro tipo de persona, llamado "el hombre
espiritual", o sea, el que tiene el Espíritu de Dios, al ser un hijo
suyo. Él comprende todas las cosas, tiene un discernimiento,
una percepción espiritual. Ese criterio espiritual hace que resulte
incomprendido por los que están dominados por la forma de
pensar del sistema del mundo. Porque el hombre normal y
natural sencillamente no puede entender ni sus creencias ni sus
actitudes. Ésa es, pues, la diferencia entre el hombre que tiene
el Espíritu de Dios, por ser un hijo Suyo, y el que no lo tiene,
por no tener una relación con Dios.
Estimado oyente. ¿No querrá usted iniciar esa relación con Dios
al creer en el Señor Jesucristo como su Salvador, depositando
por la fe su confianza en Él y en la eficacia de Su sacrificio en la
cruz? Entonces, sus pecados serán perdonados y su natural
inclinación al mal recibirá la poderosa influencia del Espíritu
Santo, quien le irá transformando progresivamente en la
persona apta para cumplir aquí en la tierra la voluntad de Dios,
viviendo de esta manera una vida de auténtica calidad espiritual
y humana, que anticipará el estado perfecto de la vida eterna.

1 Corintios 3:1-23
En el día de hoy, estimado oyente, nuestro estudio nos lleva,
como ya dijimos, al tercer capítulo de la Primera Epístola a los
Corintios. Bien, usted recordará que en nuestro programa
anterior, estuvimos hablando sobre la claridad del Espíritu
Santo; vimos que el Espíritu Santo corrige la sabiduría humana.
Y resumiendo, diremos que Pablo ha presentado dos clases de
seres humanos: el ser natural y el espiritual. El hombre natural
es el descendiente de Adán, nacido en este mundo con una
naturaleza pecaminosa, con una propensión, una inclinación
natural a hacer el mal, Y eso es lo que puede lograr, incluso
cuando creemos que hacemos el bien, suelen aparecer
motivaciones mixtas o dudosas. No podemos esperar mucho de
ese hombre natural, quien probablemente nos diría: "yo vivo y
actúo lo mejor que puedo ". Y probablemente nos estaría
diciendo la verdad.
Luego está el otro tipo de persona, llamado "el hombre
espiritual", o sea, el que tiene el Espíritu de Dios, al ser un hijo
suyo. Él comprende todas las cosas, tiene un discernimiento,
una percepción espiritual. Ese criterio espiritual hace que resulte
incomprendido por los que están dominados por la forma de
pensar del sistema del mundo. Porque el hombre normal y
natural sencillamente no puede entender ni sus creencias ni sus
actitudes. Ésa es, pues, la diferencia entre el hombre que tiene
el Espíritu de Dios, por ser un hijo Suyo, y el que no lo tiene,
por no tener una relación con Dios.
En este tercer capítulo de la Primera Epístola a los Corintios,
encontramos una concepción de Dios, que es lo que clarifica el
servicio cristiano. Y se nos va a presentar otra clasificación de
personas, esta vez entre los creyentes. Los creyentes llamados
"carnales", o sea aquellos que actúan dominados por su propia
naturaleza, con criterios puramente humanos, y los llamados
"espirituales", o sea, los que son guiados por el Espíritu. Son
dos estados o condiciones que se manifestarán en sus vidas y
en su servicio cristiano. El apóstol Pablo nos dijo en el primer
versículo de este capítulo 3:
"De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a
espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo".
Y aquí tenemos la tercera clasificación y se trata de ser un
cristiano desnaturalizado, o un hombre carnal. Ya hemos
hablado del hombre natural y del hombre espiritual, al que
podríamos llamar también sobrenatural. Y aquí tenemos al
desnaturalizado, o no natural, porque aunque es un creyente, es
aún carnal, inmaduro o en un estado de infancia espiritual, en
cuya vida y acciones predomina su naturaleza humana.
En toda la primera parte de esta epístola, como dijimos al
principio, Pablo hablará sobre el tema de la llamada carnalidad y
en la última parte, él hablará sobre cosas espirituales. Y
creemos que el apóstol Pablo se cansó de hablar tanto sobre la
carnalidad, porque cuando uno llega al capítulo 12, pareció
expresar un suspiro, cuando comenzó a tratar un nuevo tema y
dijo: "No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones
espirituales".
Ahora, el creyente carnal es el que no ha crecido
espiritualmente; y creemos que eso es evidente ya que es aquel
al cual le falta discernimiento o percepción espiritual. No porque
no tenga al Espíritu Santo habitando en él, sino porque él no
está creciendo en el conocimiento de Cristo. Indudablemente
ese estado es una indicación de su relación con la Palabra de
Dios, lo cual tiene mucha importancia. Este creyente no natural,
carnal, es como un niño aunque esté unido a Cristo. Tiene la
capacidad para hacer las cosas, pero no tiene ningún deseo de
hacerlo. Una criatura tiene en sí misma la posibilidad de llegar a
ser una persona bien educada, pero para hacerlo, tiene que
comenzar por alimentarse con un alimento básico como, por
ejemplo, la leche. Así que vemos que Pablo trasladó esa
situación de la edad y condición humana al ámbito espiritual. Y
Pablo dijo aquí en el versículo 2, de este capítulo 3 de su
Primera Epístola a los Corintios:
"Os di a beber leche, no alimento sólido, porque aún no erais
capaces; ni sois capaces todavía"
Por tanto, Pablo no les siguió hablando de asuntos espirituales,
porque no estaban preparados para ello. Primero les tenía que
hablar sobre los problemas de carnalidad o inmadurez que ellos
tenían. Desgraciadamente, éste es el nivel en el que se
encuentran hoy la mayoría de los miembros de las iglesias.
¿Cómo puede uno identificar un creyente carnal? Bueno, es el
creyente que está usando el débil brazo de su naturaleza
humana. Los métodos que usa son carnales, meramente
humanos, y por medio de ellos quiere llegar a obtener
resultados espirituales. Se limita a trasladar al ámbito cristiano,
actitudes, costumbres, actividades de entretenimiento y de
convivencia social que constituyen la forma de vivir y de
convivir en sociedad, propias de los no creyentes.
La palabra carnal viene de "sarquikós". La palabra "carnal" viene
del francés y del latín "carna" que significa sensual. Es aquello
que es atractivo a los sentidos, no al espíritu. La palabra
"carnaval" proviene de esta palabra "carna" o sea, carne y "val"
o "vala" que quiere decir despedida o adiós a la carne. Ahora, el
carnaval es algo que tiene lugar antes de cuaresma. Y se le
llama carnaval porque durante la cuaresma se le dice adiós a las
cosas de la carne, y la gente se priva de ciertos placeres. Es por
eso que en algunos países, la gente come y bebe
exageradamente, para luego quedar saciados y poder aguantar
la sobriedad y moderación que exige la cuaresma.
El apóstol Pablo habló de esta gente diciendo: "Cuyo dios son
sus propios apetitos", en su carta a los Filipenses, capítulo 3,
versículo 19. Ésa quizá sea una manera cruda de hablar, pero
habla de cosas que son mucho más crudas y muy reales, por
cierto. Hay muchas personas para las cuales esta descripción es
muy apta. En otras palabras, dejan que su naturaleza física
actúe con entera libertad, de acuerdo con sus propias
inclinaciones. Otros creyentes, al oír esta descripción dirán que
no se consideran carnales, porque huyen de todo tipo de
excesos, de conductas dudosas y se consideran fieles seguidores
de Cristo. Entonces, ¿cuál es la señal de la carnalidad? Bueno,
veamos lo que dijo el apóstol aquí el versículo 3:
"Porque aún sois carnales. En efecto, habiendo entre vosotros
celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales y andáis
como hombres?"
¿Qué es entonces un creyente carnal? No es únicamente el que
sucumbe fácilmente a las tentaciones de una vida permisiva. En
cualquier comunidad de creyentes donde haya luchas y
divisiones, y donde las personas no puedan controlar su
temperamento, es donde se encuentran los comportamientos
carnales. Leamos los versículos 4 hasta el 6 de este capítulo 3
de la Primera Epístola a los Corintios, donde Pablo continuó
diciendo:
"Pues cuando uno dice: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro:
Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales? ¿Qué, pues, es Pablo, y
qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis
creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo
planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios".
Ambos eran servidores de Dios. Pablo había sido el misionero, el
que había comenzado la obra cristiana en un nuevo territorio.
Luego llegó Apolos y por medio de reuniones predicó e instruyó
a los creyentes, pero los dos servían a Dios y se
complementaban el uno al otro. Ahora, el versículo 7, dice:
"Así que ni el que planta es algo ni el que riega, sino Dios que
da el crecimiento".
Usted puede ver que lo importante no era quien era el
predicador o el maestro. La cuestión era si Dios lo estaba
usando y, entonces, Dios recibiría el mérito por los resultados.
Así que a quien tenían que dar la honra y la gloria era a Dios.
Notemos ahora lo que dice el versículo 8 de este capítulo 3 de la
Primera Epístola a los Corintios:
"Y el que planta y el que riega son una misma cosa, aunque
cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor"
Necesitamos reconocer hoy que hay muchas personas a los
cuales Dios está usando y que ellos pueden estar haciendo las
cosas un poco diferentes, de acuerdo con la personalidad de
cada una. Y ésa no es razón suficiente para que yo pueda
pensar que ellos están haciendo algo negativo. Porque yo
reconozco que muchas personas, aunque no están haciendo las
cosas como a mí me agrada o de la manera en que yo las haría,
sí están haciendo las cosas que Dios quiere que ellos hagan.
Otros utilizan diferentes métodos, y el caso es que Dios los está
usando. En realidad, todos somos trabajadores en la misma
obra, enviados por Dios y utilizados por Él. Ahora, los versículos
9 y 10, dicen:
"Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois
el campo que Dios trabaja, el edificio que Dios construye.
Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo, como
perito arquitecto, puse el fundamento, y otro edifica sobre él;
pero cada uno debe tener cuidado de cómo sobreedifica".
Estamos trabajando todos juntos en esta tremenda empresa. El
fundamento fue colocado hace más de dos mil años. Ni usted ni
yo podemos dejar nuestra labor. Todo lo que podemos hacer es
continuarla y señalar al fundamento que es Jesucristo. Podemos
construir sobre ese fundamento. Y luego, otros hombres pueden
sobreedificar en ese fundamento. Lo importante en el día de hoy
es que divulguemos la Palabra de Dios y el evangelio que puede
salvar a los seres humanos. En el versículo 11, continuó
diciendo el apóstol Pablo:
"Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el
cual es Jesucristo".
¿Está usted edificando sobre Él, o no? Ésta es para el creyente
una cuestión importante. Cuando usted vino a Cristo, no lo hizo
por medio de obras. Vino con las manos vacías, sin traer nada,
pare recibirlo todo. Y usted fue colocado en la Roca que es
Cristo. Sobre ese fundamento usted puede edificar. Ahí es
precisamente donde deben estar presentes esas buenas obras.
Escuche lo que dijo Pablo, aquí en los versículos 12 y 13:
"Si alguien edifica sobre este fundamento con oro, plata y
piedras preciosas, o con madera, heno y paja, la obra de cada
uno se hará manifiesta, porque el día la pondrá al descubierto,
pues por el fuego será revelada. El fuego mismo probará la
calidad de la obra de cada uno".
Ahora, Pablo estaba diciendo que uno puede edificar sobre ese
fundamento que ya ha sido colocado, con seis clases diferentes
de material. Lo puede hacer con oro o con plata, con piedras
preciosas, con madera, con heno, o con paja. A los primeros
tres de ellos, el fuego no les causará ningún daño; en realidad el
fuego purifica al oro, la plata y las piedras preciosas. Pero el
fuego consumirá o quemará rápidamente la madera, el heno y
la paja, que desaparecerán en una nube de humo. O sea que el
creyente tiene libertad para construir sobre el fundamento, con
cualquiera de estos materiales: oro, plata, piedras preciosas,
madera, heno, y paja. Y el versículo 14 dice:
"Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, él recibirá
recompensa".
Aquí se nos enseña que el creyente puede trabajar para recibir
una recompensa. Es decir, si él edificó con oro, plata, o piedras
preciosas. Opinamos que alrededor nuestro hay muchos
creyentes que reflejan la santidad de Dios en sus vidas. Es
emocionante ver que este programa radial llega a gente de toda
clase y de toda condición. Y hemos podido conocer a algunos
personalmente y a otros por medio de cartas, que Dios está
usando de una manera extraordinaria, y que están edificando
con oro, es decir, con material de la mejor calidad.
Usted sabe que una pequeña partícula de oro no se destaca
mucho, y no es tan visible como un montón de heno. No todos
lo pueden ver, y quizás solamente Dios sabe que esa partícula
es de oro. Pero si uno viaja por ciertos campos, puede ver una
pila de heno a muchos kilómetros de distancia. Y hay mucha
gente que está edificando con heno, ese material de baja
calidad, y todo el mundo se entera de lo que están haciendo;
pero esas obras equivalentes a la calidad del heno, algún día
serán probadas, y entonces no quedará ningún montón de heno
a la vista, porque el fuego lo consumirá todo. Y lo mismo ocurre
con la madera y la paja. Ahora, el versículo 15, dice:
"Si la obra de alguno es consumida por el fuego, él sufrirá
pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por
fuego".
Aquí podemos ver el contraste. Otra versión lo traduce así: "Si
alguien construyó un edificio resistente al fuego, recibirá su
pago; pero si lo que construyó llega a arder, lo perderá todo,
aunque él mismo logre salvarse, como quien escapa del fuego".
Ahora, si él está sobre el fundamento, es decir que ha confiado
en Cristo, no perderá su salvación, aunque no recibirá ninguna
recompensa.
Ahora, estimado oyente, ¿qué está usted edificando? ¿Con qué
materiales está usted construyendo? Si usted está edificando
con oro, quizás la obra no se destaque ante la vista como muy
impresionante. Pero, si ha edificado algo así como una pila de
heno o de paja que se destaca mucho en el horizonte,
desaparecerá con el fuego convirtiéndose en una nube de humo
que pronto se desvanecerá. Y para expresarlo sencilla pero
gráficamente, quisiéramos decir que en el cielo habrá algunas
personas que habrán llegado allí porque su fundamento era
Cristo, pero que estarán oliendo a fuego y humo, como si
hubieran salido de un incendio, porque todo lo que han hecho
fue consumido por las llamas. Ellos no recibirán una
recompensa. Este pasaje trata, pues, sobre la recompensa en el
servicio de Dios.
Si usted es un creyente carnal, fácilmente identificable o no,
según sus reacciones de la falta de madurez resulten más, o
menos visibles, creemos que el apóstol Pablo estaba diciendo
que usted no puede esperar una recompensa porque no ha
estado relacionado propiamente con Dios a través de Su
Palabra, ni sometido al control del Espíritu Santo. Usted puede
notar que el creyente carnal es aquel que no conoce bien la
Palabra de Dios y si la conoce, se trata de un conocimiento que
no afecta a ciertas áreas de su vida. Es que uno puede
identificar las tres categorías mencionadas por el apóstol Pablo,
de acuerdo con la relación de esas personas con la Palabra de
Dios. El hombre llamado "natural" opina que esa Palabra y su
mensaje son una insensatez, algo que no tiene sentido para él.
El creyente llamado "espiritual" discierne, percibe la Palabra de
Dios, y ésta le proporciona una percepción espiritual. Y el
creyente llamado "carnal" preferirá cualquier actividad social o
de esparcimiento, a recibir la enseñanza de la Palabra de Dios.
Así es que la actitud frente a la Palabra de Dios nos ayuda a
identificar a un creyente carnal o en estado de inmadurez, que
no se desarrolla en su crecimiento espiritual. Luego, dicen aquí
los versículos 16 y 17 de este capítulo 3 de la Primera carta a
los Corintios:
"¿Acaso no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de
Dios está en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios,
Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios, el cual sois
vosotros, santo es".
El Hijo de Dios es el templo del Espíritu Santo. Y sobre eso
vamos a hablar más adelante, porque el apóstol Pablo volverá a
presentar este tema. Leamos ahora el versículo 18, que
encabeza un párrafo que podríamos titular
El creyente posee, en Cristo, todas las cosas
"Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros cree ser
sabio según este mundo, hágase ignorante y así llegará a ser
verdaderamente sabio".
Nos gustaría ver a aquellos que están estudiando en el día de
hoy en un Seminario o en instituciones en las que se entrena a
futuros teólogos y profesores de diversas áreas de la enseñanza
Bíblica, que fueran conscientes de la importancia que tiene, en
la hora actual, la divulgación de la Palabra de Dios. Luego,
leemos en los versículos 19 al 23 de este capítulo 3:
"La sabiduría de este mundo es insensatez ante Dios, como está
escrito: Él prende a los sabios en su propia astucia. Y otra vez:
El Señor conoce los pensamientos o razonamientos de los
sabios, y sabe que son vanos, inútiles. Así que, ninguno se jacte
en los hombres, porque todo es vuestro: sea Pablo, Apolos o
Cefas, sea el mundo, la vida o la muerte, sea lo presente o lo
por venir. Todo es vuestro, y vosotros sois de Cristo y Cristo es
de Dios".
Resulta maravilloso poder apreciar el alcance de estas
afirmaciones, y no tener que estar limitado a un grupo
determinado, o a una denominación cristiana en particular. Y en
vez de sentir que pertenecemos exclusivamente al área de
influencia de algún maestro o enseñanza de alguien en especial,
como les sucedía a los Corintios, que se agrupaban únicamente
alrededor de ciertos maestros o predicadores, podemos disfrutar
de la realidad de que todos los siervos y mensajeros de Dios nos
pertenecen y forman parte de nuestro patrimonio espiritual.
Realmente, cuando uno observa la diversidad de grupos
cristianos que se fundamenta en la Palabra de Dios, que se
enriquecen con sus enseñanzas, y que intentan, con la ayuda y
el poder del Espíritu Santo crecer espiritualmente a partir de la
niñez, desarrollándose para alcanzar la madurez cristiana para
controlar su naturaleza humana que tiende al mal por medio de
la Palabra y el Espíritu, disfrutamos verdaderamente de la
unidad del cuerpo de Cristo, que es la iglesia. Por todo ello,
podemos llevarnos bien, tener relaciones fraternales con todos
aquellos que se reúnen en el nombre de Cristo, alrededor de la
persona de Cristo porque están unidos a Él, y disfrutar de la
compañía de esos creyentes que, habiendo creído en el Señor
Jesucristo como su Salvador, han depositado su confianza en Él,
que es el único fundamento. Esas personas, indiferentemente de
su origen o procedencia, condición social o profesional, fueron
llamadas por el apóstol Pablo, y por inspiración divina, "templo
de Dios" porque el Espíritu de Dios vive en ellos.
Estimado oyente, vemos por todas partes vidas vacías, sin
mayor significado, sin objetivos de calidad, que tratan de
satisfacer esa carencia con todo tipo de recursos humanos. ¿No
querrá usted permitir que esa morada vacía se convierta en una
morada de Dios, en una habitación de Su Espíritu?

1 Corintios 4:1-5
Llegamos hoy al capítulo 4 de esta Primera carta del apóstol
Pablo a los Corintios. Tenemos ante nosotros el último capítulo
en el cual Pablo habló sobre las divisiones y el espíritu partidista
que existían en la Iglesia de Corinto. En este capítulo, él expuso
las condiciones de los siervos de Cristo, y qué era lo que debía
controlar la conducta cristiana. Notemos ahora cómo comenzó
este capítulo 4 diciendo en el versículo 1:
"Por tanto, que los hombres nos consideren como servidores de
Cristo y administradores de los misterios de Dios".
Vamos a hacer una pequeña pausa en este gran versículo.
Nosotros todos, en realidad, somos siervos, servidores de
Cristo. Cada creyente es un servidor, un ayudante de Cristo. En
cierto sentido, cada creyente es un predicador, alguien que con
su vida, con su ejemplo, proclama un mensaje a los que le
rodean. Es una influencia que se transmite consciente o
inconscientemente. La cuestión es qué clase de mensaje
estamos transmitiendo.
Aquí se llama al siervo de Cristo, un administrador de los
misterios de Dios. En el tiempo de Pablo, un administrador era
la persona encargada de los asuntos de la vivienda familiar ante
el propietario. Era el encargado de los temas domésticos, la
comida, la ropa y demás asuntos. El proporcionaba a la familia
todo lo que iban necesitando. De la misma manera, el servidor
de Cristo debería entregar la Palabra de Dios a los miembros de
la familia espiritual.
Y vemos aquí nuevamente la palabra misterio. Recordemos que
en la Biblia los misterios son aquellas verdades que
anteriormente no habían sido reveladas, pero que en aquel
momento fueron dadas a conocer. Esos misterios no pueden ser
comprendidos por el hombre natural. Sólo el Espíritu de Dios
puede tomar aquellas verdades sobre Cristo y hacer que las
entendamos. El "misterio" se refiere aquí a la sabiduría de Dios,
concretamente, al Evangelio, el mensaje de la cruz que sólo
puede ser conocido y comprendido, por medio de la revelación
del Espíritu Santo. Y teniendo en cuenta que somos
administradores de los llamados "misterios de Dios", debemos
entregar y repartir esos misterios.
Después de concluir sus parábolas sobre el misterio, en Mateo
13:51, Jesús les dijo a sus oyentes: "¿Habéis entendido todas
estas cosas?" Me inclino a creer que ellos no le entendieron
realmente en aquella ocasión. Y Jesús no aclaró si ellos le
habían entendido o no. Pero sí continuó diciéndoles, como
vemos en el versículo 52: "Por eso todo escriba que se ha
convertido en un discípulo del reino de los cielos es semejante al
dueño de casa que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas
viejas". Y esto es precisamente lo que un administrador de los
misterios de Dios debería estar haciendo, y es extraer de la
Palabra de Dios cosas nuevas y cosas viejas. Ésa es pues la
misión de un administrador de los misterios de Dios. Y no se me
ocurre pensar en un encargo más elevado que éste.
Continuemos leyendo el versículo 2:
"Ahora bien, lo que se requiere de los administradores es que
cada uno sea hallado fiel".
Observemos que no se requiere que un administrador sea
elocuente o que tenga muchos dones o talentos espirituales;
sólo se le pide que sea fiel. Muchos de ellos serán un día
recompensados, no porque hayan logrado realizar grandes
cosas, ni por algún gran talento que tengan, sino porque hayan
sido fieles en lo que hicieron, y por la manera en que lo
hicieron. Y dicen los versículos 3 y 4:
"En cuanto a mí, en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros
o por tribunal humano. ¡Ni aun yo mismo me juzgo! Aunque de
nada tengo mala conciencia, no por eso estoy sin culpa, pues el
que me juzga es el Señor".
Estos dos versículos presentan los tres tribunales ante los cuales
debemos presentarnos. Y nos dicen que no tenemos derecho a
juzgarnos unos a otros, porque todos compareceremos ante un
tribunal superior.
1. El primer tribunal es el tribunal ordinario de la opinión de los
demás. Notemos lo que el apóstol Pablo dijo que él consideraba
de poca importancia el ser juzgado por los demás o por
cualquier tribunal humano. Él se refería aquí a la opinión de los
demás. En la versión de la Biblia que preparó Philipps, dijo en
este versículo 3: "En realidad a mí no me interesa mucho lo que
usted o cualquier otra persona piense de mí". Ésta no es una
traducción literal, pero es una buena interpretación.
Es una declaración realmente contundente, y parecería indicar
que Pablo fuera anti-social. Sin embargo, el apóstol no era una
persona insensible o que despreciara la opinión de los otros. Él
no era inmune a las expresiones y estima de la gente que le
rodeaba. Él defendía su apostolado con gran sentimiento,
cuando era desafiado por los sus críticos. Él siempre se sentía
herido por los rumores falsos, y aquí en este mismo capítulo
hizo referencia a ello, como vemos en los versículos 11 al 13, en
los que dijo lo siguiente: "11Hasta el día de hoy padecemos
hambre y tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados
y no tenemos lugar fijo donde vivir. 12Nos fatigamos trabajando
con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos;
padecemos persecución, y la soportamos. 13Nos difaman, y
respondemos con bondad; hemos venido a ser hasta ahora
como la escoria del mundo, el desecho de todos". Aquí, pues,
podemos ver la sensibilidad de Pablo afectada por las opiniones
de otros. Sin embargo, su vida no estaba influenciada por esas
opiniones.
Ahora, aunque a nosotros nos guste o nos disguste,
compareceremos ante ese tribunal formado por otros. No
podemos evitarlo. Y esto quizá es practicado en exceso en otros
países. Abraham Lincoln, por ejemplo dijo: "La opinión pública
en este país, o sea en los Estados Unidos, lo es todo". Eso es
cierto y es lamentable que así sea. Vemos que hay un peligro en
acatar siempre la opinión de los demás, el ceder ante la crítica
de nuestros enemigos, el rendirse ante ellos.
Por lo tanto, un tribunal nunca debe inclinarse ante la opinión
popular de la mayoría, porque compromete la aplicación de la
justicia. Milton fue el que dijo: "La última enfermedad de una
mente noble es el amor a la fama". Y eso es lo que persiguen
muchas personas en nuestros días.
El editor de un periódico, llamado Horacio Greeler, dijo: "La
fama es como un vapor; la popularidad, como un accidente; las
riquezas tienen alas; aquellos que aplauden hoy, son los que
condenarán mañana. Sólo hay una cosa que perdura y es el
carácter". Y alguien más ha dicho: "El problema con la mayoría
de nosotros es que preferimos vernos arruinados por la
adulación, que salvados por la crítica". Y eso, nos tememos,
estimado oyente, es también una cruda verdad.
Y así hemos podido ver que aunque el apóstol Pablo fue sensible
a la opinión de los demás, esa opinión no se convirtió en el
principio rector de su vida. Por eso pudo decir: "Yo en muy poco
tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano".
2. Ahora, hay un tribunal de más alto nivel. Y es el tribunal de la
propia conciencia, que es el que se revela en sus palabras: "Ni
aun yo mismo me juzgo", que leímos en el versículo 3.
¿Es la conciencia una guía segura? Bueno, Pablo dijo que no era
una guía precisa, exacta. Nosotros debemos ser guiados por el
Espíritu. En el Génesis estudiamos la edad de la conciencia, que
terminó con el juicio del diluvio. La Iglesia, o mejor dicho los
creyentes, tienen que tener una conciencia más iluminada. Y
cuando nos reprocha algo o nos censura, debemos prestarle
atención y obedecerla. Pero cuando aprueba nuestra manera
descuidada de vivir, o cuando apela a nuestra vanidad y nos
alaba, entonces debemos tener mucho cuidado. Todos nosotros
permanecemos firmes, o caemos ante este tribunal.
Fue Longfellow quien dijo: "No es en el clamor de las
multitudes, ni ante el aplauso o los gritos de las masas, sino que
es en nosotros mismos donde se encuentra el triunfo o la
derrota".
Un hombre honrado no será influenciado por la opinión de los
otros, sino por lo que él cree que es correcto. Es una regla
valiente y noble. Sin embargo, el apóstol Pablo dijo que él no la
seguía. Pablo no quiso emitir un juicio final sobre sí mismo. Y
una vez más, usando la interpretación de Phillips, se nos dice
que Pablo ni aun evaluaba su propia opinión sobre él mismo,
porque eso no lo justificaba ante Dios. No es que él hubiera
conocido alguna evidencia contra sí mismo; por el contrario, él
dijo que no sabía nada en contra suyo, pero que esto no lo
libraba a él de su responsabilidad ante Dios.
Es una característica de nuestra naturaleza humana ser
exigentes con los demás e indulgentes con nosotros mismos.
Recordemos que ése fue el problema de David. El podía ver lo
malo en los demás pero no en sí mismo. ¿Y qué diremos de
nosotros? Cuando otras personas se aferran con tenacidad a
alguna opinión, las llamamos conflictivas, pero cuando lo
hacemos nosotros, pensamos que estamos mostrando con valor
nuestras convicciones. Son los otros los que causan divisiones y
problemas, pero nosotros estamos en la posición correcta. Otros
son infieles cuando dejan de asistir a la iglesia, pero en cambio,
nosotros tenemos buenas razones para hacerlo. Es que no
estamos capacitados para ser severos con nosotros mismos.
Nos colocamos en un nivel superior y, generalmente, lo
distorsionamos. Pero Dios puede cambiar el sentido del
veredicto de este segundo tribunal, el de nuestra conciencia.
Hasta ahora hemos visto el tribunal de los otros, el tribunal de
uno mismo, y ahora, veamos, en tercer lugar,
3. el tribunal del Único Amo y Señor; el tribunal supremo de
Cristo. Pablo estaba diciendo que algún día él estaría ante el
Tribunal de Cristo, acerca del cual hemos oído al leer las
palabras del versículo 4, "pero el que me juzga es el Señor". Y
cada uno de nosotros tendrá que comparecer algún día ante ese
tribunal. Sobre este tema él hablará más extensamente en la
Segunda Carta a los Corintios, en el capítulo 5. Y esperaremos
hasta llegar allí para entrar más a fondo en este asunto. Pero
cada uno de nosotros tendrá que estar presente allí. Así es que
cada uno de nosotros tendrá que estar ante el Tribunal de
Cristo.
¿Qué es lo que será juzgado allí? Bueno, sabemos que no
seremos juzgados por nuestros pecados, porque los pecados
perdonados a nosotros, los creyentes, como dice el Salmo
103:12, Dios los ha alejado así como ha alejado del oriente el
occidente. Él no se acordará más de nuestros pecados, como
dice la Carta a los Hebreos, capítulo 5, versículo 12. Y todos
nuestros pecados están cubiertos por la sangre que Cristo
derramó en la cruz y es como si Dios no los recordara más.
Nosotros entonces vamos a ser juzgados como administradores
de todo aquello sobre lo cual Dios nos ha constituido en
mayordomos. Todas nuestras posesiones físicas, nuestros
cuerpos, nuestros recursos materiales, lo que debemos darle a
Él será examinado y evaluado por Él. Ésas serán las cosas que
van a ser juzgadas en ese tribunal. Así que podemos ver que el
ser un administrador, un mayordomo fiel, es de suma
importancia.
Después de todo, nosotros no somos los dueños de nada; como
hemos dicho antes; todas las cosas pertenecen a Cristo, y
nosotros también le pertenecemos a Él. Estamos, por decirlo
así, asociados con Él. Y fue algo maravilloso lo que dijo Pablo al
terminar el capítulo tercero que vimos anteriormente. Que todas
las cosas son nuestras; Pablo es nuestro, Apolos también,
Pedro, así como todos los grandes maestros y reformadores que
ha tenido la iglesia en el transcurso de los siglos.
El mundo en que vivimos es nuestro, ha sido creado para que lo
disfrutemos, no para que lo destruyamos. Podemos contemplar
la belleza de sus paisajes, con sus montañas, los árboles, el
océano y, a pesar de todos los problemas, dificultades y
tristezas, muchos de ellos creados por nosotros mismos,
podemos disfrutar de la vida misma. Porque despreciar esta
vida, sería una ofensa para el Creador. Pero aun la muerte nos
pertenece. Eso es lo que dijo el Dr. Parker: "La muerte es suya,
y continuó diciendo, le pertenece, la muerte no es su amo, sino
que es usted el que la puede dominar". Así es estimado oyente,
en este sentido, la muerte es suya, gracias a la victoria de
Cristo sobre la muerte, gracias a que Él resucitó, nosotros
podemos compartir Su triunfo. Ésta es una verdad
extraordinaria y alentadora. Cuando estamos unidos a Cristo, le
pertenecemos, y todas las cosas son nuestras, tanto las cosas
presentes, las que nos rodean, como las futuras, las que
vendrán. Y como acabamos de ver, somos mayordomos y
administradores de todo aquello que Él nos ha confiado, y ello
coloca sobre nosotros una gran responsabilidad; podemos decir
que una honrosa responsabilidad. Todo ello da un sentido a la
vida, una meta, una ilusión permanente por ser utilizados por Él
en una misión tan importante. Ahora, escuchemos lo que Pablo
dijo aquí en el versículo 5 de este capítulo 4 de la primera carta
a los Corintios:
"Así que no juzguéis nada antes de tiempo, sino esperad hasta
que venga el Señor, el cual sacará a la luz también las cosas
ocultas en las tinieblas y también pondrá de manifiesto las
intenciones de los corazones. Entonces, cada uno recibirá su
alabanza de parte de Dios".
Él es el que juzgará en un día futuro. Si nosotros juzgamos,
emitimos juicios sobre alguien, en realidad estamos ocupando el
lugar del Señor. Por ese motivo, no tenemos que reaccionar
agresivamente, con nuestras críticas, cuando hayamos sido
heridos u ofendidos. Porque nuestro resentimiento nos haría
llegar aún más lejos, a extremos y daños incluso mayores que
los que hayamos recibido. Dios juzgará con justicia, y Él conoce
todos los hechos y circunstancias que nuestra limitada condición
humana nos impide conocer. Y, por otra parte, probablemente
conozcamos peores cosas sobre nosotros mismos, que las que
sabe la persona que nos haya criticado. Los hechos que se
realizan en lo oculto de las tinieblas, serán expuestos a la luz en
la presencia misma de Jesucristo. Las intenciones y
motivaciones que se encuentran ocultos en el interior de nuestro
corazón, serán puestas de manifiesto. Y ése es el motivo por el
cual tendríamos que ser cuidadosos en la manera en que
vivimos y en nuestra conducta.
Luego el apóstol Pablo hizo esta gran declaración: "entonces
cada uno recibirá su alabanza de parte de Dios". Es decir que
Dios dará a cada uno la honra que haya merecido. Quizás
algunos creyentes están frecuentemente resentidos porque, ya
sea por descuido o por envidia, los demás no reconocen o
valoran debidamente sus obras, su conducta. Y ese sentimiento
de haber sido tratados injustamente, les desalienta para
continuar en su labor. La ingratitud de los demás nos deja una
sensación de vacío y tristeza. Pero Dios no pasará por alto todo
aquello que ha sido hecho por Él. Creemos que Dios encontrará
en cada uno de los creyentes algo por lo cual honrarle.
Cabe destacar que cuando leemos sobre los mensajes a las siete
Iglesias de Asia, en el libro del Apocalipsis, el último libro de la
Biblia, Cristo tuvo algo bueno que decir, una palabra de elogio,
de cada una de ellas, con la excepción de una, la de Laodicea,
que creemos no era una Iglesia sino una asociación meramente
humana. O sea que pronunció esas palabras de elogio a pesar
de las faltas que aquellas iglesias tenían, y que Él, por supuesto,
destacó en cada caso. Pero Él tuvo siempre algo bueno que
decir acerca de todas ellas. Muchas veces nos molesta que los
demás generalmente se apresuren a recordarnos lo negativo de
nuestras acciones, y minimicen lo positivo que hayamos hecho,
o simplemente lo ignoren por completo. Así que esto debiera
servirnos de estímulo, porque en el caso de Cristo, creemos que
el juez Supremo será bondadoso y encontrará algún motivo
para honrar a cada creyente que se presente ante Él en Su
tribunal.
En la situación concreta de la congregación de Corinto, una
evaluación prematura por parte de aquellos creyentes, había
conducido a la exaltación indebida de algunos de los pastores o
maestros, y a la humillación de otros, como veremos en este
mismo capítulo, versículo 10. Por lo tanto este pasaje nos
recuerda que, en vez de observar a los demás, cada uno debiera
preocuparse del estado de su relación con Dios, de su fidelidad a
Su Palabra y Su voluntad, y de examinarse en relación a su
propia conducta.
Estimado oyente, ¿considera usted a Dios una persona, o un
concepto lejano a la realidad de cada día? ¿En qué situación se
encuentra usted ante Dios? ¿Tiene usted realmente una relación
con Él? Le recordamos que la única forma de establecerla, es
por medio del Señor Jesucristo, aceptando por la fe la obra que
Él realizó a favor suyo en la cruz. Le invitamos a dirigirse a Él
con sus propias palabras, reconociendo su condición de pecador,
de persona alejada de Él: quizás nunca haya usted orado a Dios,
porque piensa que es necesario utilizar un vocabulario especial y
ciertas frases convencionales oficialmente reconocidas. Pero no
es así. Y, por otra parte, aunque usted no le vea físicamente, Él
está cerca y puede oír y examinar hasta los más íntimos
pensamientos del corazón. El Evangelio de Lucas 18:9-14, nos
relata el curioso episodio de dos hombres que fueron al templo
a orar. Uno de ellos, un fariseo, oró ostentosamente, resaltando
sus prácticas religiosas, sus virtudes, sus buenas obras, y la
bondad de su carácter. El otro era un recaudador de impuestos,
consciente de que no podía alegar ningún mérito para alcanzar
la gracia de Dios. Y entonces, sólo pudo exclamar: "¡Oh Dios,
ten compasión de mí, que soy pecador!" Y el escritor destacó
que este hombre, volvió a su casa perdonado por Dios, pero el
fariseo no fue perdonado. Porque todo aquel que se engrandece
a sí mismo, será humillado, y el que se humilla, será ensalzado.
Estimado oyente, le invitamos a acercarse a Dios de esa
manera, con esa actitud de fe y de humildad. Y con toda
seguridad, y con la autoridad de la Palabra de Dios podemos
decirle que Él le recibirá inmediatamente.

1 Corintios 4:6 - 5:6


Continuamos nuestro estudio en el capítulo 4 de la Primera
Epístola del apóstol Pablo a los Corintios. Y en nuestro programa
anterior, vimos cómo el apóstol Pablo recomendaba no juzgar
nada antes de tiempo, hasta que viniera el Señor, el cual, dijo,
aclararía lo que está oculto en las tinieblas y manifestaría las
intenciones de los corazones. Y entonces, cada uno recibirá su
honra de parte de Dios. Y decíamos que las cosas que se hacen
en lo oculto de la oscuridad, serán manifestadas ante Cristo. Ésa
es la razón, por la cual nosotros tenemos que tener mucho
cuidado en cuanto a cómo vivimos. Y luego, el apóstol pronunció
una gran declaración, diciendo: "Entonces, cada uno recibirá su
alabanza de parte de Dios".
Cabe destacar que cuando leemos sobre los mensajes a las siete
Iglesias de Asia, en el libro del Apocalipsis, el último libro de la
Biblia, Cristo tuvo algo bueno que decir, una palabra de elogio,
de cada una de ellas, con la excepción de una, la de Laodicea,
que creemos no era una Iglesia sino una asociación meramente
humana. O sea que pronunció esas palabras de elogio a pesar
de las faltas que aquellas iglesias tenían, y que él, por supuesto,
destacó en cada caso. Pero Él tuvo siempre algo bueno que
decir acerca de todas ellas. Muchas veces nos molesta que los
demás generalmente se apresuren a recordarnos lo negativo de
nuestras acciones, y minimicen lo positivo que hayamos hecho,
o simplemente lo ignoren por completo. Así que esto debiera
servirnos de estímulo, porque en el caso de Cristo, creemos que
el juez Supremo será bondadoso y encontrará algún motivo
para honrar a cada creyente que se presente ante Él en Su
tribunal.
Continuando con nuestro estudio, después de lo expuesto,
leeremos el versículo 6 de este capítulo 4 de 1 Corintios, que
comienza con
La aplicación
"Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y
en Apolos por amor a vosotros, para que en nosotros aprendáis
a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de
uno os envanezcáis unos contra otros"
Recordemos que uno de los problemas de la iglesia en Corinto
eran las divisiones, el espíritu partidista. Así que Pablo nos
presentó una ilustración. Pablo y Apolos, eran amigos. Ambos
pertenecían a Cristo y Cristo les pertenecía a ellos. Y cada uno
de ellos utilizaba su propio don. Vamos a ver entonces, lo que
dijo el apóstol Pablo en el versículo 7 de este capítulo 4, de la
Primera carta a los Corintios:
"Porque ¿quién te hace superior? ¿Y qué tienes que no hayas
recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo
hubieras recibido?"
Estimado oyente, ¿tiene usted algún don, alguna capacidad
espiritual dada por Dios? Puede que tenga alguna capacidad
sobresaliente. Pero no tiene por qué enorgullecerse, porque Dios
es quien se la ha dado. No la ha creado usted mismo. Tenemos
pues, que dar gracias a Dios por nuestros dones. Luego, leamos
los versículos 8 y 9:
"Ya estáis saciados, ya sois ricos, ya habéis llegado a reinar sin
necesidad de nosotros. ¡Y ojalá reinarais, para que nosotros
reináramos también juntamente con vosotros!, porque, según
pienso, Dios nos ha puesto a nosotros los apóstoles en el último
lugar, como a sentenciados a muerte. ¡Hemos llegado a ser un
espectáculo para el mundo, para los ángeles y para los
hombres!"
Los apóstoles, en ese gran período del martirio de la Iglesia,
llegaron a ser un espectáculo ante el mundo. Y no sólo ante el
mundo, sino también ante los ángeles y los hombres. Creemos
que eso se refiere a la Iglesia de hoy. Otros hombres han
trabajado, estimado oyente, y nosotros somos el resultado de
sus esfuerzos.
Ahora, Pablo destacó lo que él había tenido que pasar para que
nosotros tuviéramos esta carta y pudiéramos disfrutar de ella en
este mismo momento. Ahora, los versículos 10 al 13 de este
capítulo 4 de la Primera carta a los Corintios, dicen:
"Nosotros somos insensatos por causa de Cristo, y vosotros sois
prudentes en Cristo; nosotros débiles, y vosotros fuertes;
vosotros sois honorables, y nosotros despreciados. Hasta el día
de hoy padecemos hambre y tenemos sed, estamos desnudos,
somos abofeteados y no tenemos lugar fijo donde vivir. Nos
fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos
maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la
soportamos. Nos difaman, y respondemos con bondad; hemos
venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho
de todos".
Nosotros no nos podemos imaginar todo lo que sufrió este gran
apóstol para poder divulgar el evangelio de Cristo. Pablo
evangelizó a Asia Menor. Se nos dijo que en esa zona, todos,
tanto judíos como no judíos oyeron la Palabra de Dios. Y Pablo
siguió diciendo en los versículos 14 y 15:
"No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros
como a hijos míos amados. Aunque tengáis diez mil maestros
en Cristo, no tendréis muchos padres, pues en Cristo Jesús yo
os engendré por medio del evangelio".
Aquí se dice que Pablo fue el misionero que les había conducido
a Cristo. Es una maravillosa experiencia ser el padre espiritual
de alguien a quien uno haya conducido a creer en Cristo. Ahora,
pasemos a los versículos 17 hasta el 20 de este capítulo 4 de la
Primera Epístola a los Corintios. Demos lectura a estos
versículos:
"Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado
y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de
la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias.
Algunos se han vuelto arrogantes, como si yo nunca hubiera de
ir a vosotros. Pero iré pronto a visitaros, si el Señor quiere, y
conoceré, no las palabras, sino el poder de los arrogantes, pues
el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder".
Aquí vemos la gran estima personal que Pablo tenía por
Timoteo. Pablo les dijo que no estaba muy interesado en las
conversaciones de aquellos que estaban dominados por el
orgullo, pero quería saber si había poder en sus vidas. Y
continuamos con el versículo 21, el final de este capítulo 4, que
concluye diciendo:
"¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu
de mansedumbre?"
La actitud y las acciones de ellos, por supuesto, determinarían la
manera en que Pablo se dirigiera hacia ellos. ¿Tendría que ir con
una "vara" de corrección, para castigarles, o podría ir con amor
y una actitud humilde? Y así llegamos a
1 Corintios 5:1-6
El tema general en los capítulos 5 y 6 son los escándalos en la
iglesia de Corinto. El capítulo 5 tiene que ver con la inmoralidad
y en el capítulo 6 se habla de los problemas legales entre
creyentes. Leamos entonces el versículo 1, que comienza a
hablar sobre
La impureza
"Se ha sabido que hay entre vosotros inmoralidad, y una
inmoralidad tal como no existe entre los no judíos; a tal
extremo que alguno tiene a la mujer de su padre, es decir, a su
madrastra".
Éste fue un caso evidente ante toda la iglesia. No se trataba de
chismes, ni de rumores que circulaban por la comunidad. Era de
conocimiento público. Y era un caso tan grave de inmoralidad
que ni siquiera se daba entre los paganos. Era la historia de un
hombre que tuvo relaciones con la esposa de su padre, es decir,
con su propia madrastra. Continuemos leyendo el versículo 2:
"Y os habéis vuelto arrogantes. ¿No debierais más bien
lamentarlo y haber quitado de en medio de vosotros al que
cometió tal acción?"
El apóstol estaba usando un lenguaje enérgico. Es que estaba
tratando con un pecado doloroso. Los creyentes de la iglesia lo
estaban aceptando, lo estaban consintiendo sin hacer nada al
respecto.
Recordemos lo que dijo el Señor Jesucristo en el evangelio
según San Mateo, capítulo 18, versículos 15 al 17. El Señor dijo:
"Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele
estando tú y él solos; si te oye, has ganado a tu hermano. Pero
si no te oye, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de
dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oye a ellos,
dilo a la iglesia; y si no oye a la iglesia, considéralo como un
pagano o como uno de esos que cobran impuestos para Roma".
Ellos no practicaban ese procedimiento en Corinto. Éste fue un
caso de connivencia con el mal. La Iglesia en Corinto, pues, se
había avenido a aceptar ese mal en el seno de la comunidad. Y
ahora, hay ciertas cosas que necesitamos decir sobre este
asunto.
En realidad, no había necesidad de pruebas. Era una situación
bien conocida. No eran habladurías, ni rumores falsos. Pablo
nunca lo habría planteado de esta manera, si se hubiera tratado
simplemente de un rumor.
También conviene aclarar que no era un pecado dudoso, o
discutible, sino que era un pecado evidente, que aun había sido
reconocido por la sociedad exterior a la iglesia como un pecado.
Era un pecado de incesto. Hay algunos pecados en nuestros días
que son dudosos. No creemos que éstos deban presentarse en
forma pública, ni ser tratados dentro de la Iglesia. Creemos que
sí se deben tratar de una manera diferente, como una labor de
consejería, pero nunca juzgando a nadie en privado o en
público.
Por ejemplo, el fumar puede considerarse una de esas acciones
cuestionables. No está citado en la Palabra de Dios, ni hay
ningún elemento de inmoralidad conectado con ese vicio. Por
cierto, las autoridades están tratando de erradicarlo de la
sociedad con leyes que limitan cada vez más el espacio
autorizado a los fumadores, porque reconocen sus efectos
perjudiciales para la salud. En todo caso, se trata de un vicio
que daña el cuerpo, produciendo daños orgánicos evidentes que
incluso afecta a la salud de los descendientes, y a la gente que
rodea a los fumadores. Y recordemos que el cuerpo es un
instrumento para vivir una vida que esté de acuerdo con la
Voluntad y propósitos de Dios. Está claro que Dios quiere que
cuidemos de nuestra salud. Por lo tanto, estas acciones
discutibles, sin un mandamiento específico de Dios deben
tratarse en la iglesia, cuando los que lo practican lo hacen en
privado y lo ocultan, de otra manera. Incluso algunos fumadores
piden que se ore por ellos y entonces estamos ante una labor de
aconsejar a las personas que desean liberarse de ese vicio.
Entrando ya en el terreno de los pecados concretos, diremos
que, por ejemplo, la convivencia de una pareja sin estar
casados, es un pecado ante los ojos de Dios, indiferentemente
lo que piensa la opinión pública, o de la frecuencia con que se
produzca esa situación. La Palabra de Dios lo llama pecado y no
hay otra forma de considerarlo. Ya no se trata, entonces, de un
pecado cuestionable o de una acción discutible, de acuerdo con
el punto de vista de la Palabra de Dios.
Ahora, la Iglesia de Corinto, en primer lugar, no necesitaba
establecer el hecho de que aquel hombre estaba viviendo en
pecado. El error había consistido en tolerarlo. Ellos habían
permitido que esa situación continuara, al no haber hecho nada
al respecto. Su actitud de transigir fue lo peor que podían haber
hecho. En relación con este hecho, podríamos expresar el
siguiente axioma: Una iglesia pura, es una iglesia poderosa; y
una iglesia impura, es una iglesia paralizada, inmovilizada. Uno
puede hoy mirar a su alrededor al panorama actual y comprobar
si esto es o no es cierto. Ahora, veremos que el apóstol Pablo
dijo que esto era algo que debía ser enfrentado directamente. Y
dijo el apóstol aquí en los versículos 3 al 5 de este capítulo 5 de
la Primera carta a los Corintios:
"Ciertamente yo, como ausente en cuerpo pero presente en
espíritu, como si estuviera presente he juzgado ya al que tal
cosa ha hecho. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo,
reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor
Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para que se destruya
lo que es humano, su cuerpo, a fin de que el espíritu sea salvo
en el día del Señor Jesús".
Lo que el apóstol Pablo estaba diciendo en realidad, es que ellos
se debían reunir, y que si este creyente no abandonaba ese
pecado, entonces, ellos lo deberían entregar a Satanás. Ahora,
eso es algo tremendo. Alguien quizá pueda decir: "¿Está
diciendo eso en serio?" Bueno, estimado oyente, no lo digo yo;
es Pablo el que lo estaba diciendo y aparentemente sí lo estaba
diciendo en serio.
Y eso es algo que la Palabra de Dios nos enseña. ¿Sabía usted,
estimado oyente, que el antiguo patriarca Job había sido
entregado a Satanás? Satanás se presentó ante el Señor se
quejó de que el Señor no le permitía tocar a Job. Fue como si
Satanás le hubiera dicho al Señor: "Me dices lo bueno que es él,
pero si tú me permitieras tocarlo, yo te demostraría si él es
realmente bueno y permanece fiel a ti. Ya verás cómo te
maldecirá". Y así, el Señor le concedió a Satanás permiso para
probar a Job, con la importante limitación de que no podría
arrebatarle la vida.
Ahora, es algo estimulante, reconfortante, el pensar que hoy
Satanás no puede tocar a un hijo de Dios, a no ser que Dios
mismo lo permita. Y si Él lo permite es por alguna razón.
Luego, usted también recordará que el Señor Jesucristo le dijo
al apóstol Pedro que Satanás lo había reclamado para
zarandearlo como al trigo. Y el Señor Jesús permitió que
Satanás le hiciera esto a Pedro. Éste fue entonces entregado a
Satanás, y esa noche el traicionó al Señor, negando conocerle.
Lo que él hizo fue algo muy cobarde, que nos recuerda la forma
de actuar de judas Iscariote. Sin embargo, podemos apreciar
que Pedro se despreció a sí mismo y detestó lo que había hecho.
Y le enseñó cuán débil era. Y Dios usó esa experiencia para
producir la clase de persona que se pondría en pie y predicaría
el extraordinario sermón que Pedro predicó en el día de
Pentecostés.
Y usted recordará también que Pablo le dijo algo muy
interesante a Timoteo, en su Primera epístola a Timoteo,
capítulo 1, versículo 20, hablando de los que habían fracasado
en su fe, le dijo: "entre ellos están Himeneo y Alejandro, a
quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar".
Aquí tenemos a dos creyentes profesantes. Ellos estaban
ofendiendo a Dios con sus palabras. Y Pablo dijo literalmente
que los había entregado a Satanás.
Ahora, deseamos aclarar aquí que reconocemos el peligro de
que nuestros sentimientos y emociones se impliquen en
situaciones como éstas, y existe también el peligro del
fanatismo que algunas personas puedan mostrar. Hay que
reconocer que hay personas hoy que están causando un daño
real a la causa de Cristo. Y creemos que creyentes en estado de
madurez espiritual, deben orar para que Dios actúe para que
esas personas no continúen perjudicando a la iglesia, que es el
cuerpo de Cristo, con el propósito de que sean probadas y pasen
por experiencias que les acerquen y restauren a una relación de
comunión y compañerismo con Dios, si es que son verdaderos
creyentes. Y, en caso contrario, que por medio de las pruebas
se revele el hecho de que no son en absoluto cristianos
genuinos. Si son creyentes, saldrán de la prueba con una
posición bien definida, y puros para Dios y el Señor Jesucristo.
Creo que, en situaciones de gravedad, un creyente que ejerce
autoridad espiritual, un siervo de Dios, puede expresar esa
oración pidiendo que Dios intervenga a favor de Su iglesia.
Ahora, quizá usted diga que esa medicina es demasiado fuerte,
y permítanos contestarle estimado oyente, que parece una
medicina bastante fuerte y especialmente para el creyente
carnal, que se deja influenciar por su propia naturaleza
pecaminosa, eso es demasiado fuerte. Pablo les estaba diciendo,
que aunque no podía estar en ese momento físicamente entre
ellos, se encontraba presente en espíritu y les manifestó cual
era su opinión. Que ese hombre fuera entregado en manos de
Satanás. Ahora, veamos lo que dijo Pablo a continuación, en el
versículo 6:
"No es buena vuestra jactancia. ¿Acaso no sabéis que un poco
de levadura fermenta toda la masa?"
¿Sabe usted estimado oyente, lo que estaba haciendo la Iglesia
de Corinto en esa época? Al mismo tiempo en que ellos estaban
cerrando sus ojos y aceptando esa situación en su propia
congregación, aprobando este pecado por medio de su silencio,
en vez de enfrentarse con él, no tratando directamente con ese
pecado, se jactaban de los misioneros que enviaban a otros
lugares. Y también se jactaban de que seguían fielmente las
enseñanzas de la Biblia, y de que ganaban a personas para
Cristo. ¡Qué hipócritas! ¿Verdad? También hoy muchas personas
piensan que el estar ocupadas en el servicio cristiano, cubre una
multitud de pecados. Pablo les dijo que su orgullo estaba mal.
¿No sabían acaso que sólo un poco de levadura hace fermentar
toda la masa? Y en la Biblia, la levadura nunca fue un símbolo
del Evangelio. Por el contrario, representa siempre al principio
del mal, lo cual es bien evidente en este caso acerca del cual
acabamos de leer.
Así actúa el pecado en el corazón del ser humano. Comienza a
tomar posiciones sucesivamente en las áreas de la vida,
aprovechándose de la tolerancia personal de cada uno, o porque
se aceptan sin discusión las normas o principios permisivos con
respecto al mal. Y se llega a un punto, en el cual si no se extirpa
el mal, éste va primero neutralizando las capacidades del
individuo, y luego las va anulando, destruyendo. Y la persona
que se encuentra en esta situación se encuentra en un estado
de esclavitud, del cual cada vez le resulta más difícil liberarse.
Viene bien recordar aquí las palabras de Jesucristo en Juan
8:32: "Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres". En
aquella ocasión, sus oyentes no pudieron resistir esta
declaración y respondieron: "Somos descendientes de Abraham
y jamás hemos sido esclavos de nadie". Y entonces Jesús llegó
más lejos aun en su diagnóstico del mal y les dijo: "Todo aquel
que practica el pecado, es esclavo del pecado. Así que si el Hijo
os hace libres, seréis verdaderamente libres". Estimado oyente,
no haga usted caso cuando le digan que la libertad se vive
probando todo lo que Dios prohíbe, y haciendo todo lo que a
uno le apetezca hacer. De hecho, nadie le podrá demostrar esa
absurda afirmación. Por el contrario, si usted da el paso de fe de
aceptar lo que el Señor Jesucristo hizo en la cruz, para liberarle
de la esclavitud del mal, Dios intervendrá en su vida de una
manera decisiva y por su Espíritu romperá esas cadenas que
nadie ha podido quebrar. Entonces sí, usted sabrá lo que es ser
verdaderamente libre, y Dios mismo, su Padre celestial,
protegerá esa libertad, para que nadie pueda arrebatársela.

1 Corintios 5:7 - 6:2


Continuamos nuestro estudio del capítulo 5. En nuestro
programa anterior vimos que el apóstol Pablo estaba tratando
un grave caso de inmoralidad. ¿Y sabe usted estimado oyente,
lo que estaba haciendo la Iglesia de Corinto en esa época? Al
mismo tiempo que ellos estaban cerrando sus ojos y aceptando
esa situación en su propia congregación, aprobando este pecado
por medio de su silencio, en vez de enfrentarse con él, se
jactaban de los misioneros que enviaban a otros lugares. Y
también se jactaban de que seguían fielmente las enseñanzas
de la Biblia, y de que ganaban a personas para Cristo. ¡Qué
hipócritas! ¿Verdad? También hoy muchas personas piensan que
el estar ocupadas en el servicio cristiano, cubre una multitud de
pecados. Pablo les dijo que su orgullo estaba mal. ¿No sabían
acaso que sólo un poco de levadura hace fermentar toda la
masa? Y en la Biblia, la levadura nunca fue un símbolo del
Evangelio. Por el contrario, representa siempre al principio del
mal, lo cual es bien evidente en este caso acerca del cual
acabamos de leer.
Luego, continuó el apóstol Pablo escribiendo y dijo en el
versículo 7, de este capítulo 5, de la Primera carta a los
Corintios:
"Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva
masa, como lo sois, sin levadura, porque nuestra Pascua, que
es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros".
Pablo les estaba diciendo que quiten el mal, porque les podía
suceder lo mismo que al pan cuando se le pone la levadura.
Cuando uno pone un poco de levadura en la masa del pan y
pone la masa cerca del horno, de esos hornos que se calientan
con leña, por medio del calor, el pan comienza a hincharse.
Cuando el pan llega a cierta altura, el panadero o la persona
que está haciendo los bizcochos o el pan, los pone rápidamente
en el horno. ¿Por qué? Para detener el proceso de fermentación
de la levadura; si el pan no fuera colocado en el horno, el
proceso de fermentación continuaría y el pan seguiría creciendo
y toda la masa se echaría a perder. Y eso, estimado oyente, es
exactamente lo que lo que ocurre con el mal en la iglesia si uno
no trata el mal que está dentro de ella. La situación estallaría en
cualquier momento y destruiría la eficacia de la iglesia. "Un poco
de levadura, dijo el apóstol, fermenta toda la masa". Es por eso
que él les dijo que debían limpiarse de la vieja levadura para ser
así nueva masa, sin levadura.
En el Antiguo Testamento, después de la Fiesta de la Pascua
seguía inmediatamente la Fiesta de los Panes sin Levadura.
Pablo, entonces, dijo que Cristo, la verdadera Pascua, ya fue
sacrificada por nosotros. Esto debía ser seguido por vidas que
estuvieran libres de levadura. Pero en vez de eso, esta
congregación en Corinto estaba permitiendo que la levadura, es
decir el mal, entrara en su iglesia. Y ellos eran precisamente los
que hablaban de la crucifixión de Cristo y de Su muerte, y sin
embargo, permitían que la levadura penetrara en la iglesia.
Luego, el apóstol les dijo aquí en el versículo 8, de este capítulo
5 de la Primera carta a los Corintios:
"Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura ni con la
levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura,
de sinceridad y de verdad".
Pablo no estaba hablando sobre cómo una persona se salvaba.
Estaba comentando acerca de la vida del creyente después que
había sido salvo. La sinceridad nunca salvó a nadie, pero si
usted es un hijo de Dios, entonces tendrá que ser sincero. El
mundo de hoy necesita ver la sinceridad entre los creyentes, así
como también necesita la verdad entre los creyentes. Y el
apóstol Pablo dijo: "Tengamos un poco de sinceridad y de
verdad en la iglesia de Corinto". Ellos estaban en medio de una
inmoralidad tremenda. Ellos pensaban que podían salirse con la
suya. Pero no eran sinceros, y aparentaban que todo marchaba
bien. Fingían decir la verdad y vivir esa verdad, cuando en
realidad estaban mintiendo. Y el apóstol les dijo en los
versículos 9 al 11:
"Os he escrito por carta que no anduvierais en compañía de
personas inmorales. No me refiero a la gente inmoral de este
mundo, ni a todos los avaros, ladrones, o idólatras, pues en tal
caso tendríais que salir del mundo. Más bien os escribí para que
no anduvierais en compañía de ninguno que, llamándose
hermano, sea una persona inmoral, avaro, idólatra, difamador,
borracho o estafador; con él ni siquiera comáis".
Pablo les había escrito anteriormente y había condenado estos
pecados. Es que Corinto era una ciudad dominada por la
idolatría. Había mil sacerdotisas en el templo de Venus o
Afrodita, que eran realmente prostitutas. Por lo tanto, la
idolatría imperaba en toda la ciudad en nombre de la religión. Y
entonces los creyentes estaban permitiendo que aquel que vivía
en la inmoralidad estuviera en su compañía y comiera con ellos.
Le habían aceptado en su círculo de confianza como a cualquiera
de ellos, sabiendo que estaba viviendo en pecado. Parece que la
iglesia en Corinto pensó que podría descender al mismo nivel
del mundo.
¿Cree la iglesia de nuestros días que puede descender al nivel
de la moralidad imperante en el mundo en la actualidad, y
salirse con la suya sin sufrir las consecuencias? La iglesia actual,
estimado oyente, en términos generales, ha perdido su poder.
Debemos agradecer a Dios por aquellas iglesias que aún
quedan, que son extraordinarias y se destacan como faros que
alumbran hoy en un mundo que se encuentra en tinieblas. Ésas
son las iglesias que se mantienen firmes y bajo la autoridad de
la palabra de Dios.
Hay quienes en nuestros días que toman posiciones que quizá
no gozan de popularidad, pero que se mantienen firmes porque
son fieles a la Palabra de Dios. Y por ellos damos gracias a Dios.
La mayoría en el día de hoy se está comprometiendo con las
cosas que suceden, cerrando sus ojos o mirando para otro lado,
y permitiendo que principios vigentes en el sistema del mundo y
que entran en conflicto con la Palabra de Dios, penetren en la
iglesia. La verdad es que la iglesia ha perdido su poder
espiritual. Una iglesia impura es una iglesia paralizada y, por el
contrario, una iglesia pura es una iglesia que actúa con poder
espiritual. Y lo mismo es cierto de los individuos que componen
la iglesia.
Pablo dijo que esto no sólo se aplicaba a la inmoralidad, sino
también a la codicia. Incluyó igualmente a los que se apropiaban
de lo ajeno, a los idólatras que estaban curioseando
imprudentemente en otras religiones. Estimado oyente, la
Palabra de Dios enseña que incluso una pequeña infección en la
iglesia debe ser tratada porque de otra manera, se extiende y
puede destruir la iglesia. Porque, recordemos que "un poco de
levadura, fermenta toda la masa". Luego, dijo el apóstol Pablo
en los versículos 12 y 13:
"Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están
fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? A los que
están fuera, Dios los juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de
entre vosotros".
Pablo dijo que no estaba juzgando a la gente que se encontraba
fuera de la iglesia. Ése no era asunto suyo. Su tarea era juzgar
a los miembros de la iglesia. Dios juzgaría a los de fuera. La
responsabilidad de la iglesia era juzgar el mal dentro de la
comunidad cristiana.
Ahora, uno se pregunta cómo terminó este problema en Corinto.
Para encontrar la respuesta y saber que sucedió, debemos
dirigirnos a la Segunda carta a los Corintios, capítulo 2,
versículos 4 al 8. Y dijo Pablo allí: "4Por la mucha tribulación y
angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para
que fuerais entristecidos, sino para que supierais cuán grande
es el amor que os tengo. 5Si alguno me ha causado tristeza, no
me la ha causado a mí solo, sino en cierto modo (por no
exagerar) a todos vosotros. 6Le basta a tal persona esta
reprensión hecha por muchos. 7Así que, al contrario, vosotros
más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea
consumido por demasiada tristeza. Por lo cual os ruego que
confirméis el amor hacia él".
O sea que, este hombre se arrepintió profundamente cuando
Pablo indicó lo que tenía que hacer al escribir su carta anterior.
Y creemos que es necesario mucho valor en el día de hoy, en la
comunidad cristiana, y una actitud de compromiso, el señalar lo
que es pecado. Y creemos que cuando se actúa de esta manera,
la persona que está viviendo bajo el control del pecado, lo
confesará, como este hombre de Corinto, y como también lo
hizo David, se arrepentirá y cambiará su conducta. Todo este
asunto fue llevado a cabo de una manera muy buena y
apropiada por parte de la iglesia en Corinto. ¿Por qué? Porque
Pablo tuvo el valor de escribir ese tipo de carta. Y usted puede
ver que en la Segunda carta a los Corintios, capítulo 7, versículo
12, Pablo explicó por qué lo había hecho: "12Así que, aunque os
escribí, no fue por causa del que cometió el agravio, ni por
causa del que lo padeció, sino para que se os hiciera evidente la
preocupación que tenemos por vosotros delante de Dios".
Pablo dijo que les escribió de esa manera, por el bienestar de la
iglesia de nuestro Señor Jesucristo. El problema, estimado
oyente, es que a veces se mantiene la actitud endeble e
hipócrita de decir: "Bueno, yo no quiero hacer esto público, no
quiero crear ninguna clase de problema. Vamos a pasar esto por
alto y olvidarlo". Pero Dios no puede bendecir a una iglesia ni a
un individuo que actúe de esta forma. Dios juzgará la inacción
en un caso como éste. ¡Este capítulo contiene entonces una
tremenda lección práctica! Llegamos ahora a
1 Corintios 6:1-2
Este capítulo trata sobre
Los juicios y procesos legales entre los creyentes
o, expresado de otra manera, diremos que desarrolla el tema
del cristiano y su relación con el estado. Se le dice al creyente
de nuestro tiempo que él tiene una ciudadanía doble. Y creemos
que en muchas ocasiones, esta afirmación ha sido mal
interpretada por las personas ajenas a la iglesia, así como por
los mismos creyentes. Pablo dijo a los creyentes de Filipo, en su
carta a los Filipenses, capítulo 3, versículo 20: "20Pero nuestra
ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al
Salvador, al Señor Jesucristo". La palabra ciudadanía aquí,
proviene de politeuma, que significa literalmente, junto con toda
la frase: nuestra política está en los cielos. Amigo oyente, ése
es un lugar en el que ellos no parecen estar hoy. Mas nuestra
ciudadanía o política está en los cielos, de donde también
esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.
Ahora, eso no le quita al creyente su responsabilidad frente al
estado; el creyente tiene responsabilidad hacia ambas
autoridades, es decir, hacia Dios y hacia su propio gobierno.
Nuestro Señor Jesucristo lo expresó cuando los herodianos le
presionaron con el tema de los impuestos. De acuerdo con el
relato de Mateo 22:17, ellos le preguntaron si era lícito pagar
impuesto al César o no. Y Él les respondió: "Dad pues al César
lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios". El cristiano
tiene, pues, una responsabilidad hacia el estado, y una
responsabilidad ante Dios. Diríamos que el cristiano tiene
responsabilidades seculares y espirituales.
Ahora, el apóstol Pablo definió algunas responsabilidades
específicas del creyente hacia el gobierno. Indicó ciertas normas
que no podrían ser malentendidas. Por ejemplo, en su Primera
epístola a Timoteo, capítulo 2, versículos 1 al 4, dijo: "Exhorto
ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y
acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por
todos los que tienen autoridad, para que vivamos quieta y
reposadamente en toda piedad y honestidad. Esto es bueno y
agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que
todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la
verdad". Nuestra obligación para con el estado es intentar tener
una sociedad pacífica, respetuosa de la ley, que reconozca y
respete la autoridad. ¿Por qué es esto tan importante para el
cristiano? Para que nosotros podamos predicar el evangelio. Ésa
es la razón que Pablo le dio a Timoteo en el párrafo que hemos
leído.
Pablo discutió el mismo tema en el capítulo 13 de la epístola a
los Romanos; en los versículos 1 al 4 de ese capítulo el apóstol
dijo: "Sométase toda persona a las autoridades superiores;
porque no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que
hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se
opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que
resisten, acarrean condenación para sí mismos. Los magistrados
no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo.
¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno y serás
alabado por ello. Porque está al servicio de Dios para tu bien".
Estas palabras fueron escritas cuando el gobierno romano era
una tiranía. Los emperadores de esa época eran dictadores, y
muchos de ellos fueron perseguidores de la iglesia. Es cierto que
si uno se oponía al gobierno romano, se enfrentaba con muchos
problemas, porque no había ningún lugar donde uno pudiera
escapar sin que el gobierno romano no pudiera encontrarle y
arrestarle. Pero, aún así, había libertad para la predicación de la
palabra de Dios. Y eso es lo que los creyentes deberían
recordar.
Ahora, en el capítulo 9, versículo 6 de Génesis se nos indicó que
fue Dios quien estableció el estado. Y en lo que nosotros
podemos saber, eso no ha sido nunca cambiado.
Ahora, la iglesia y el estado deben mantenerse separados. La
iglesia no tiene que dominar el estado, ni tampoco dictarle
leyes, ni el estado tiene que controlar la iglesia o tratar de
ocupar el lugar de Dios. En una sociedad secular, el secularismo
siempre ocupa el lugar de Dios. Y esa es la idolatría que está
muy difundida en nuestro tiempo. Y hay personas que hasta
intentan cambiar lo que dice la Biblia. Alguien envió una vez un
dicho, en el que se había cambiado algo del Salmo 23 y allí
decía, "La ciencia es mi pastor nada me faltará". Nosotros
hallamos en la actualidad que la iglesia está mezclándose en
cosas como éstas. Incluso la secularización ha afectado a
círculos cristianos. Hay muchos que dicen que el rebelarse
contra la ley humana en nombre de una ley superior, puede
resultar creativo, salvando al mundo del estancamiento, pero
que el desobedecer la ley también puede ser anárquico y
destructivo. Porque los hombres se pueden convencer ellos
mismos muy fácilmente de que sus opiniones son las mismas
que las de Dios. Ésa es la opinión, creemos nosotros, de muchas
personas en nuestros días. Hay muchos que piensan que están
ocupando el lugar de Dios y hablando en el lugar de Dios.
Con esa clase de antecedentes, creemos que ahora estamos
listos para estudiar el capítulo 6 de Corintios. Aún estamos en la
división de la epístola que trata sobre los escándalos en la
iglesia de Corinto. El primero estuvo relacionado con los
procesos legales entre sus miembros. Pablo dijo aquí en el
primer versículo:
"¿Se atreve alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, a
llevar el asunto a juicio ante los incrédulos y no delante del
pueblo santo?"
Ahora, esta puede parecer una declaración un poco extraña,
pero creemos que necesita una explicación. Pablo no estaba
diciendo que los creyentes no tenían que recurrir a la ley. Si
ellos no aprovecharan los beneficios de la ley, sufrirían graves
pérdidas en manos de los no creyentes. Pero aquí quiere decir
que los cristianos no debieran ir a la ley, ante los tribunales de
justicia, unos contra otros, es decir, cristianos contra cristianos.
Las diferencias y desacuerdos entre creyentes no debieran
llevarse ante un tribunal secular. Esas diferencias deberían
resolverse entre los mismos creyentes implicados en un
problema. Esto es algo que iglesias y creyentes, generalmente
no tienen hoy en cuenta. Los problemas y las diferencias que
ocurren dentro de la iglesia, nunca tendrían que ser presentados
ante los no creyentes. Las diferencias que pueden aparecer
individualmente tienen que ser juzgadas entre los mismos
creyentes. Ya resulta un grave mal que dos cristianos se
divorcien, pero es un asunto extremadamente grave cuando los
cristianos acuden a una tribunal para hacer públicas ante no
creyentes sus diferencias. Creemos que eso es algo muy serio y
es una de las razones por la cual, cuando dos creyentes no
tienen manera alguna de llegar a una reconciliación, lo mejor es
una separación legal y no un juicio ante un tribunal secular.
¿Por qué, entonces, debe un creyente dejar que sean sus
hermanos en la fe los que juzguen, en vez de presentar el caso
ante un mundo perdido? Reiteramos que esto no le prohíbe al
creyente que vaya ante los tribunales cuando sus problemas y
diferencias son con un no creyente. Entonces, ¿por qué debieran
dos creyentes exponer sus diferencias para que éstas sean
resueltas por otros creyentes? Pablo nos dio aquí tres razones
por las cuales él consideró
La capacidad de los creyentes
Notemos lo que dice el versículo 2, de este capítulo 6 de la
Primera carta a los Corintios:
"¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el
mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿no sois competentes
para juzgar los casos más triviales?"
Estimado oyente, si usted es un creyente en Cristo, entonces
usted tendrá parte en el gobierno que Jesucristo ejercerá algún
día sobre la tierra. Aquí no estamos hablando del juicio del gran
trono blanco, que será el juicio en al cual los que no son salvos
comparecerán ante Cristo. No. Pero debemos comprender que
esto tiene que ver con juzgar los asuntos de este mundo hasta
la eternidad, por lo menos así pensamos nosotros. Así que
vemos.
1. En primer lugar, la primera razón en relación con la
capacidad de los creyentes, es que el pueblo santo ha de juzgar
al mundo.
Creemos que esto tiene que ver con lo que Pablo le dijo al joven
predicador Timoteo, en su Segunda carta a Timoteo, capítulo 2,
versículo 12: "Si sufrimos, también reinaremos con Él;" Esto
significa que cuando Cristo reine, nosotros juzgaremos,
pronunciaremos sentencias en los asuntos de este mundo.
Estimado oyente, si usted aún no ha depositado su fe en el
Señor Jesucristo, aceptando el don de la salvación, usted se
encuentra bajo el veredicto de condenación y se encontrará en
un día futuro ante el Señor como Juez. Por ello le invitamos hoy
a reconocerle como su Salvador. En ese sentido, recordamos las
palabras de Jesús en Juan 5:24, "El que oye mi palabra y cree al
que me envió tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, sino
que ha pasado de muerte a vida".

1 Corintios 6:3 - 7:1


Continuamos nuestro estudio del capítulo 6 de esta Primera
Epístola del apóstol San Pablo a los Corintios, que apenas
logramos comenzar en nuestro programa anterior. Pablo no
estaba diciendo que los creyentes no tenían que recurrir a la
ley. Si ellos no aprovecharan los beneficios de la ley, sufrirían
graves pérdidas en manos de los no creyentes. Pero aquí quiere
decir que los cristianos no debieran ir a la ley, ante los
tribunales de justicia, unos contra otros, es decir, cristianos
contra cristianos. Las diferencias y desacuerdos entre creyentes
no debieran llevarse ante un tribunal secular. Esas diferencias
deberían resolverse entre los mismos creyentes implicados en
un problema. Esto es algo que iglesias y creyentes,
generalmente no tienen hoy en cuenta. Los problemas y las
diferencias que ocurren dentro de la iglesia, nunca tendrían que
ser presentados ante los no creyentes. Las diferencias que
pueden aparecer individualmente tienen que ser juzgadas entre
los mismos creyentes.
¿Por qué, entonces, debe un creyente dejar que sean sus
hermanos en la fe los que juzguen, en vez de presentar el caso
ante un mundo perdido? Reiteramos que esto no le prohíbe al
creyente que vaya ante los tribunales cuando sus problemas y
diferencias son con un no creyente. Entonces, ¿por qué debieran
dos creyentes exponer sus diferencias para que éstas sean
resueltas por otros creyentes? Pablo nos dio aquí tres razones
por las cuales él consideró
La capacidad de los creyentes para juzgar
Notemos lo que dice el versículo 2, de este capítulo 6 de la
Primera carta a los Corintios:
"¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el
mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿no sois competentes
para juzgar los casos más triviales?"
Estimado oyente, si usted es un creyente en Cristo, entonces
usted tendrá parte en el gobierno que Jesucristo ejercerá algún
día sobre la tierra. Aquí no estamos hablando del juicio del gran
trono blanco, que será el juicio en al cual los que no son salvos
comparecerán ante Cristo. No. Pero debemos comprender que
esto tiene que ver con juzgar los asuntos de este mundo hasta
la eternidad, por lo menos así pensamos nosotros. Así que
vemos.
1. La primera razón en relación con la capacidad de los
creyentes para juzgar, es que el pueblo santo ha de juzgar al
mundo.
Creemos que esto tiene que ver con lo que Pablo le dijo al joven
predicador Timoteo, en su Segunda carta a Timoteo, capítulo 2,
versículo 12: "Si sufrimos, también reinaremos con Él;" Esto
significa que cuando Cristo reine, nosotros juzgaremos,
pronunciaremos sentencias en los asuntos de este mundo.
Y así era en realidad; y él continuó diciendo en el versículo 3 lo
siguiente:
"¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más
las cosas de esta vida?"
Vemos que el apóstol comenzó a presentar, a partir del
versículo 2, allí una serie de preguntas "¿O no sabéis?" Cuando
Pablo usó esta expresión, podemos estar seguros de que los
creyentes no sabían. Era una manera muy delicada de decir que
los hermanos ignoraban esas cosas.
2. La segunda razón relacionada con la capacidad de los
creyentes para juzgar era que El pueblo santo juzgará a los
ángeles. Pablo entró aquí en otra área que presentaba otro
aspecto de la verdad. Debemos confesar que aquí no
entendemos claramente lo que realmente quiso decir; resulta
difícil de comprender. Todo lo que sabemos es que el hombre
fue hecho un poco menor que los ángeles y por medio de la
redención, el hombre fue elevado a un lugar de comunión con
Dios, a una posición superior a los ángeles. Dios permitió que el
hombre cayera y Él nunca lo hubiera permitido si no hubiera
pensado que eso iba a obrar para bien. Permitió que el hombre
llegara así a una posición más elevada. Así que ese dicho
popular que dice que "el ave con el ala rota nunca podrá volver
a volar tan alto", pues no es verdad, no es aplicable en este
caso. Porque aquí vemos que el hombre puede volar mucho más
alto. Nosotros, los seres humanos, vamos a estar sobre los
ángeles, vamos a juzgarlos, los vamos a tener bajo nuestras
órdenes. Ahora, reiteramos, esta afirmación va más allá de
nuestra comprensión, pero igualmente lo creemos. Bien, aquí se
nos dio otra razón y para verla, tenemos que pasar al versículo
9, donde el apóstol Pablo nos presentó otro de sus "O no
sabéis". Pasemos a la primera parte del versículo 9 de este
capítulo 6 de la Primera Epístola a los Corintios, que dice ¿No
sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? Por lo
tanto,
3. Tenemos aquí, la tercera razón relacionada con la capacidad
de los creyentes para juzgar: Que los injustos, los malvados, no
estarán en el reino. Ahora, deseamos que usted preste mucha
atención a lo que vamos a decir, porque es importante. Ningún
juez o jurado secular está equipado para hacer decisiones
espirituales, porque ellos no comprenden los principios
espirituales. Y esa es la razón por la cual, pleitos que conciernen
a las iglesias y a los creyentes, nunca reciben una solución
apropiada cuando llegan a los estrados jurídicos seculares. ¿Por
qué? Porque el juez puede conocer muy bien el material de los
libros jurídicos, pero no sabe nada sobre las decisiones
espirituales, porque no tiene discernimiento en esos asuntos.
Y los creyentes en la actualidad no parecen estar confiando en
los demás creyentes que sí tienen discernimiento espiritual,
para solucionar problemas, como debieran hacerlo. Ahora,
continuemos con los versículos 5 y 6 de este capítulo 6, de la
Primera carta a los Corintios, donde el apóstol Pablo dijo:
"Para avergonzaros lo digo. Pues qué, ¿no hay entre vosotros ni
uno solo que sea sabio para poder juzgar entre sus hermanos?
Un hermano pleitea contra otro hermano, ¡y lo hace ante los
incrédulos!"
Debemos añadir que, por supuesto, no todos los creyentes
tendrían capacidad para juzgar. Y el apóstol Pablo estaba
diciendo aquí, "para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay
entre vosotros sabio?" Cuando uno va a un tribunal secular, con
su actitud está diciendo que ninguno de los creyentes es capaz
de solucionar el problema. Y conocemos a muchos que sí
pueden hacerlo. Conocemos algunos creyentes que merecen
toda nuestra confianza, a los cuales con mucho gusto
confiaríamos nuestra vida y cualquier problema. Sabemos que
ellos emitirían un veredicto justo.
Ahora, ¿Por qué tiene el creyente la capacidad para juzgar?
Bueno, el apóstol Pablo hablaría sobre esto. Veamos ahora lo
que él dijo en el versículo 11, de este capítulo 6:
"Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados,
ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el
nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios".
Comenzó diciendo, en primer lugar: habéis sido lavados. Y en su
carta a Tito, capítulo 3, versículo 5, dijo el apóstol: "Nos salvó,
no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino
por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por
la renovación en el Espíritu Santo". En primer lugar, hemos
nacido de nuevo, esta vez espiritualmente. Hemos sido lavados.
Y como la misericordia de Dios ha descendido sobre nosotros y
nos ha tocado, tendríamos que saber cómo extender nuestra
misericordia. Nosotros podemos ser misericordiosos porque
hemos experimentado misericordia. Y en el día de hoy nosotros
debiéramos reconocer que hay muchos creyentes
extraordinarios que han sido lavados, regenerados, y en los
cuales nosotros podemos confiar.
En segundo lugar, Pablo dijo "santificados". Ahora, la
santificación aquí, en las cartas a los Corintios, es de dos clases,
pero creemos que aquí es presentada en cuanto a nuestra
posición, que es estar en Cristo o unidos a Cristo. Quiere decir
que Cristo está de nuestro lado y que todos los creyentes son
hermanos en Cristo. O sea, que si un creyente me tiene que
juzgar, quiere decir que uno de mis hermanos me estará
juzgando. Entonces yo tengo que estar dispuesto a poner mi
confianza en el veredicto de un hermano.
Una niña pequeña andaba por la calle cargando con un niño
bastante pesado en sus brazos. Alguien que la observaba le
dijo: "Oye niña, ¿no es ese niño demasiado pesado para ti?"
"No", respondió ella, "es mi hermanito". Y eso, estimado oyente,
constituía toda la diferencia. Un hermano no resulta demasiado
pesado. Ambos estamos unidos a Cristo. Así que, yo tendría que
estar dispuesto a fiarme de mi hermano.
Ahora, en tercer lugar, dijo: habéis sido justificados. El tercer
motivo por el cual mi hermano en la fe es capaz de juzgarme es
que sus pecados ya han sido perdonados, como los míos han
sido perdonados. Mi hermano ha sido declarado justo ante el
trono de Dios, tal como yo lo he sido. En su epístola a los
Romanos, capítulo 8, versículo 33, dijo el apóstol Pablo: "¿Quién
acusará a los escogidos de Dios?" Y en el capítulo 4, versículo 5,
añadió: "Pero al que no trabaja, sino cree en aquel que justifica
al impío, su fe le es contada por justicia". Un compañero
cristiano sabe esto y creo que puede defender mi caso mejor
que nadie más. Notemos ahora lo que dijo aquí el apóstol en el
versículo 12, de este capítulo 6 de su epístola a los Corintios,
iniciando el siguiente tema, que se titula,
El cuerpo del creyente es el templo del Espíritu Santo
"Todas las cosas me son lícitas, pero no todas convienen; todas
las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por
ninguna".
Hay muchas cosas que el creyente puede hacer, pero no todas
son convenientes. Yo podría mencionar muchas de ellas, y el
apóstol Pablo mencionó una aquí. Leamos el versículo 13:
"Los alimentos son para el estómago, y el estómago para los
alimentos; pero tanto al uno como a los otros destruirá Dios.
Pero el cuerpo no es para la inmoralidad sexual, sino para el
Señor y el Señor para el cuerpo".
Los alimentos serán destruidos algún día. Nuestros estómagos
también lo serán. Y hay libertad cristiana en lo que comemos.
En contraste, nuestros cuerpos no han de ser usados para la
inmoralidad sexual. Nuestros cuerpos pertenecen al Señor.
Continuemos leyendo los versículos 14 y 15:
"Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará
con su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros
de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré
miembros de una ramera? ¡De ninguna manera!"
Algunos jóvenes en nuestros días piensan que pueden vivir
juntos sin haberse casado. Pero Dios no aprueba esa práctica.
Dios ha ordenado en Su Palabra que tal convivencia esté basada
en el matrimonio, que constituirá el principio del desarrollo de
una familia. Continuemos ahora con nuestra lectura. Y dijo el
apóstol Pablo en los versículos 16 al 18 de este capítulo 6 de su
Primera carta a los Corintios:
"¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo
con ella?, porque ¿no dice la Escritura: Los dos serán una sola
persona? Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.
Huid de la inmoralidad sexual. Cualquier otro pecado que el
hombre cometa, está fuera del cuerpo; pero el que practica la
inmoralidad sexual, contra su propio cuerpo peca".
Estimado oyente, nadie puede estar viviendo en la inmoralidad
sexual y, al mismo tiempo, servir a Cristo. Desgraciadamente, la
opinión pública generalmente acepta a personas que viven en la
inmoralidad, pero Dios no las acepta. Luego, continuó el apóstol
Pablo diciendo en los versículos 19 y 20:
"¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el
cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no
sois vuestros?, pues habéis sido comprados por precio;
glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu,
los cuales son de Dios".
Y aquí tenemos una declaración notable, que muchos creyentes
aún no han interiorizado, llevándolas hasta las últimas
consecuencias. Nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo.
Como nuestros cuerpos le pertenecen a Dios, no pueden
implicarse de ninguna manera en la inmoralidad sexual. Este
tema nos conduce a una consideración del matrimonio, que es
el tema del próximo capítulo. Llegamos así a
1 Corintios 7
El tema general es, pues el matrimonio, que incluye también el
tema del sexo. Creemos que trataremos dicho tema en una
forma más digna de lo que se suele tratar, porque estaremos
siguiendo la línea de razonamiento de Pablo.
En el capítulo anterior Pablo les había expuesto las verdades
espirituales que, por la aplicación al problema del matrimonio,
pueden resolver los asuntos relacionados con el sexo en la
pareja matrimonial. Recordemos que el apóstol enfatizó que
nuestros cuerpos son el templo del Espíritu Santo. Nuestros
cuerpos han de ser usados para la gloria de Dios, una verdad
destacada que muchos creyentes no quieren hoy en día aceptar.
En realidad, el tema que tomamos aquí, es el de los problemas
que existen en el matrimonio hoy en día. Pablo les dio a los
creyentes de Corinto un conocimiento espiritual, por medio del
cual ellos podían resolver los problemas que estaban
relacionados con el sexo en el matrimonio. Leamos el primer
versículo de este capítulo 7 de la Primera Epístola a los
Corintios:
"Acerca de lo que me habéis preguntado por escrito, digo:
Bueno le sería al hombre no tocar mujer".
Ahora, es evidente que ellos habían escrito a Pablo sobre este
asunto. No tenemos la pregunta, pero sí tenemos la respuesta
de Pablo. El apóstol había demorado mucho tiempo en llegar a
este punto. Primero habló sobre las divisiones y los escándalos
producidos entre ellos. Sin embargo, no fue con desgana que
abordó este tema del matrimonio, y escribió valerosa y
francamente. Antes de referirnos al texto mismo,
consideraremos dos asuntos introductorios.
En primer lugar, surge una pregunta. ¿Estaba Pablo casado? Si
Pablo nunca se casó, entonces en su explicación estaba
hablando teóricamente. No estaba hablando desde la
experiencia. Sin embargo, Pablo no hizo esto. Pablo siempre
habló desde la perspectiva de la experiencia. No era el método
del Espíritu Santo elegir a un hombre que no supiera nada sobre
el tema acerca del cual el Espíritu quería que escribiera.
Se ha supuesto siempre que el apóstol no estaba casado en
base al versículo 7, donde dijo: "Quisiera más bien que todos los
hombres fueran como yo; pero cada uno tiene su propio don de
Dios, uno a la verdad de un modo, y otro de otro". Si vamos a
dar por sentado que Pablo no estaba casado, tendríamos que
prestar atención al versículo que sigue: "Digo, pues, a los
solteros y a las viudas, que bueno les sería quedarse como yo".
Y alguien quizá diga aquí entonces, que él estaba diciendo que
era soltero. De acuerdo. Sabemos que no estaba casado. Pero
observemos que él estaba mencionando aquí dos clases de
personas: los solteros y las viudas o viudos, así que podía haber
sido cualquiera de los dos.
Es difícil pensar que Pablo siempre fuera soltero por ser quien
era y por sus antecedentes. Pablo era miembro del Sanedrín. En
Hechos 26:10, Pablo dijo: "Lo cual también hice en Jerusalén.
Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo
recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los
mataron, yo di mi voto". O sea que él había votado en el
Sanedrín, lo cual indica que él era un miembro del Sanedrín,
que era el supremo tribunal religioso de los judíos. Y ya que él
era un miembro del Sanedrín, debió haber estado casado,
porque el matrimonio era una de las condiciones de membresía.
Siempre hubo mucha insistencia para que los jóvenes judíos se
casaran. En la "Mishna", que era una colección de leyes, se dice
que los jóvenes lo hacían a la edad de 18 años. Y también
hallamos en "Yebamo" que es un comentario sobre Génesis,
capítulo 5, versículo 2, que dice que "Un judío que no tiene
esposa no es un hombre". Por lo tanto, es ineludible concluir
que durante un tiempo, Pablo había estado casado. Sin duda fue
un viudo que no se volvió a casar. En el capítulo 9:5, leemos
que dijo: "¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una
esposa creyente, como hacen también los otros apóstoles, los
hermanos del Señor y Cefas?" Creemos que lo que Pablo estaba
diciendo aquí era: "Yo me podría casar nuevamente, si así lo
quisiera; tengo derecho a hacerlo, pero no lo hago por la
sencilla razón de que yo no le pediría a una mujer que me
siguiera por todas partes por el tipo de ministerio que Dios me
ha encomendado".
Pensamos, pues, que el apóstol Pablo había amado a alguna
mujer en el pasado y que ella había correspondido a ese amor,
porque habló con tanta ternura de la relación matrimonial. El
dijo, en Efesios 5:25:"Maridos, amad a vuestras mujeres, así
como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella".
Nosotros debemos regresar a eso. Permítanos incluir ahora el
comentario que hizo el escritor F. W. Farrar en su libro "La vida
y la obra de San Pablo". Este autor dijo lo siguiente: "La otra
pregunta que surge es, ¿estuvo casado Saulo? ¿Tuvo él el apoyo
de un corazón amante durante las apasionadas luchas de su
juventud? Entre el ir y venir de las luchas del espíritu, que eran
el resultado de una creencia imperfecta e insatisfactoria, ¿había
en el turbado mar de su vida alguna pequeña isla que fuera su
hogar, donde él pudiera encontrar refugio de sus incesantes
pensamientos? Aunque poco conocemos de sus relaciones
domésticas, y aunque fue poco lo que él quiso mezclar de sus
meros intereses privados con las grandes verdades espirituales
que ocupaban su alma, me parece que debemos contestar esa
pregunta en forma afirmativa". Hasta aquí, el comentario del
autor F. W. Farrar.
Y podemos agregar que esa es la posición que toman muchos de
los expositores de las Escrituras: que el apóstol Pablo, había
estado casado, y que su esposa probablemente había fallecido.
Pablo nunca hizo referencia alguna a ella. Pero sí habló en forma
tan tierna de la relación matrimonial, que nos hace pensar que
él había estado casado.
El segundo asunto introductorio no es una pregunta, sino una
declaración. Y es que nosotros debemos comprender cómo era
Corinto en esa época. Porque si no lo hacemos, entonces
caeremos en la trampa de decir que Pablo estaba recomendando
la condición de soltero sobre la de casado. Uno tiene que
comprender la situación local en Corinto en esos días para saber
de que estaba hablando Pablo aquí.
Estimado oyente, hemos considerado toda una serie de
llamados a la pureza, expresada en las más variadas acciones y
relaciones de la vida. Desde la antigua edad de los patriarcas
nos llega la voz de Job con su gran pregunta y su tajante
respuesta: ¿Quién hará puro lo inmundo? ¡Nadie! Y su
conclusión es realista, también para nuestro tiempo, al mirar a
la naturaleza humana controlada por el pecado, y a nuestro
entorno social, donde tantas pasiones rivalizan en demostrar la
contaminación individual y social. Y desde el Nuevo Testamento,
Dios continuó hablando y el apóstol Juan en su primera carta,
1:7, nos recordó que la sangre de Jesús, Su Hijo, nos limpia de
todo pecado.
1 Corintios 7:1-21
Nos corresponde hoy en nuestro estudio de la Primera carta a
los Corintios, estudiar el capítulo 7. Y en la introducción de
nuestro programa anterior, decíamos que, ante la pregunta que
surgía sobre si el apóstol había estado casado, a nuestro
parecer, creemos que el apóstol Pablo estaba hablando de algo
que constituía su propia experiencia. Y opinamos que el apóstol
Pablo se casó y que su esposa probablemente había fallecido.
Pablo nunca hizo referencia alguna a ella, pero sí habló con
mucha ternura de la relación del matrimonio, que nos hace
pensar que sí había estado casado. Ahora, la siguiente cosa que
queríamos destacar en nuestra introducción, no era una
pregunta, sino una declaración. Y es que debemos comprender
cómo era Corinto en esa época. Porque, si no lo hacemos,
caemos en la trampa de decir que el apóstol Pablo estaba
ensalzando la condición de soltero sobre la de casado. Uno tiene
que comprender lo que ocurría en Corinto en esos días, para
comprender de lo que Pablo estaba diciendo aquí. Vamos, pues,
a leer nuevamente el versículo 1, y también el versículo 2, del
capítulo 7 de esta Primera carta a los Corintios. Los primeros
dos versículos dicen:
"Acerca de lo que me habéis preguntado por escrito, digo:
Bueno le sería al hombre no tocar mujer. Sin embargo, por
causa de las fornicaciones tenga cada uno su propia mujer, y
tenga cada una su propio marido".
Nosotros debemos entender a Corinto. Cuando uno visita las
ruinas de la antigua Corinto, sobre esas ruinas se puede
apreciar una gran montaña. Allí estaba la acrópolis. Se la
llamaba Acrocorinto. Era un lugar bastante elevado. En la cima
se encontraba el templo de Afrodita. Sobresalía de la ciudad
como una negra nube. En ese lugar se encuentra en el día de
hoy una fortaleza, mejor dicho, las ruinas de un fuerte usado en
el tiempo de las cruzadas; cuando llegaron los cruzados, usaron
las piedras del templo de Afrodita para construir su fortaleza.
Ahora, este templo era igual a la mayoría de los templos
paganos. El sexo allí, era una religión. Allí había mil vírgenes
vestales, como se las llamaba. Y en aquel templo uno podía
obtener comida, bebida y sexo, porque esas vírgenes vestales
no eran otra cosa que mil prostitutas y el sexo se llevaba a cabo
en nombre de la religión.
Por cierto, diremos que esa era la filosofía de Platón. Hay
muchas personas que tienden a ignorar la inmoralidad de
aquella cultura. Alguien en cierta ocasión dijo: "¿Sabía usted
que Sócrates escribió en un lenguaje muy elevado?" Y a veces lo
hizo, en verdad, pero él también les dijo a las prostitutas cómo
debían comportarse. El pensamiento dominante en esa época
era el de liberarse de los deseos del cuerpo. Pero, ¿cómo lo
hacían? Satisfaciéndolos. Y eso es paganismo. Uno tiene dos
filosofías básicas en los griegos: el estoicismo, que sostenía que
los deseos básicos debían evitarse, y el epicureísmo, por medio
del cual se satisfacían completamente.
En el mundo romano la esposa no era otra cosa que una simple
propiedad, utilizada como mano de obra. Y un hombre
generalmente tenía varias mujeres. Una de ellas estaba a cargo
de la cocina. Otra se encargaba de la limpieza de la casa,
mientras que otra se dedicaba a cuidar las ropas. El sexo en el
hogar era algo secundario, porque para ello el hombre iba al
templo. Allí es donde encontraba a las mujeres atractivas. Allí se
llevaban a cabo ceremonias de fertilidad, así que de esa manera
funcionaba el sistema del templo.
Uno puede ver en el día de hoy entre los beduinos, en Israel,
que ellos tienen varias mujeres. Para ellos éste es un asunto
práctico. Una de ellas tiene a su cargo el cuidado de las ovejas;
otra acompaña al esposo en sus andanzas de un lugar a otro, y
aún otra permanece en lo que es el centro de sus actividades,
su hogar, donde por lo general tienen algunos árboles frutales y
donde está instalada la tienda que es su residencia. Podemos
ver que este hombre necesita como mínimo tres mujeres.
Ahora, desde ese estado de degradación, Pablo estaba elevando
el matrimonio a su posición más alta, y les decía a los Corintios
que no debían vivir de esa manera. Cada marido debía tener su
propia esposa, y cada mujer, su propio marido. Y éste es el
hombre que elevó a la mujer de ese lugar de esclavitud en el
mundo pagano, en el imperio romano y la convirtió en la
compañera del hombre, restaurándola a la posición que
merecía. Pablo se encontraba en Éfeso cuando escribió a los
Corintios, y allí estaba ese imponente templo de Diana. Fue a
los Efesios, en 5:25, que Pablo les escribió y les dijo: "Maridos,
amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se
entregó a sí mismo por ella". Quizá alguien diga: "Sí, pero él
también les dijo a las mujeres que debían obedecer a sus
esposos". Y me gustaría saber dónde dijo tal cosa. Efesios 5:22,
dice: "Las casadas estén sujetas, o sometidas, a sus propios
maridos". Bien, ¿ha prestado atención alguna vez a esa palabra
"sujetar"? ¿Se ha dado cuenta de lo que en realidad quiere
decir? Quiere expresar la idea "casadas respondan a sus propios
esposos". Es decir que deben reaccionar, actuar hacia el
hombre. El hombre es el que inicia la acción, él es el que da
comienzo a cada expresión de amor, y la mujer es la que lo
recibe. Ella tiene que responder al hombre. No solamente en lo
que se relaciona con el sexo, sino mental, espiritual, psicológica
y físicamente. El hombre es el iniciador, la mujer es la
receptora.
Dios los creó de esa manera en el principio. Él la creó a ella
como una compañera. Ella es la parte recíproca, igual en la
correspondencia de uno a otro. Es la otra parte del hombre, que
responde a sus palabras, a sus acciones.
Ahora, Pablo en esta ocasión estaba elevando a la mujer de su
anterior estado de esclavitud al de compañera del hombre.
Escuchemos lo que él dijo aquí en el versículo 3, de este
capítulo 7 de su Primera carta a los Corintios:
"El marido debe cumplir con su mujer el deber conyugal, e
igualmente la mujer con su marido".
Ella debe reaccionar. Él debe decirle a ella que la ama. Y en el
versículo 4 leemos:
"La mujer no tiene dominio o autoridad sobre su propio cuerpo,
sino el marido; ni tampoco tiene el marido dominio o autoridad
sobre su propio cuerpo, sino la mujer".
O sea que, el marido no debía ir al templo de Afrodita. Eso era
un pecado. El amor y el sexo debían tener lugar en el hogar. Y
eso es precisamente lo que el apóstol Pablo estaba diciendo
aquí. El único motivo para el matrimonio es el amor; no el sexo,
sino el amor. Y estamos convencidos de que Pablo había
conocido el amor de una buena y gran mujer.
Otra razón es que cada hombre que hizo algo para Dios en las
Escrituras, conoció el amor de una mujer. Adán y Eva, por
ejemplo; Jacob y Raquel; Booz y Rut; David y Abigail, y fue ella
la que le dijo a David, según 1 Samuel 25:29, "La vida de mi
señor será ligada en el haz de los que viven con el Señor tu
Dios". O sea, según otra versión, "tu vida estará segura bajo la
protección del Señor tu Dios".
Y así, Pablo continuó exponiendo sus pautas para la conducta en
el matrimonio. Leamos los versículos 5 y 6:
"No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de
mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la
oración. Luego volved a juntaros en uno, para que no os tiente
Satanás a causa de vuestra incontinencia. Pero esto lo digo más
como concesión que como mandamiento".
Aquí vemos que el apóstol aclaró que éste no era un
mandamiento sino un principio a seguir, para evitar que
cualquier miembro de la relación matrimonial, al no poder
dominarse, fuera objeto de la tentación del enemigo espiritual
de los creyentes. Vamos a leer ahora lo que dice el versículo 7,
de este capítulo 7 de la Primera Epístola a los Corintios:
"Quisiera más bien que todos los hombres fueran como yo; pero
cada uno tiene su propio don de Dios, uno a la verdad de un
modo, y otro de otro".
Como hemos adelantado anteriormente, en ese tiempo Pablo no
tenía una esposa. Él no se había vuelto a casar, así que no tenía
una esposa que le acompañara en sus viajes.
Hay algunos hombres que están al servicio del Señor y que no
se han casado. Han hecho ese sacrificio, algunos por varios años
y otros durante toda la vida. Recordemos que el Señor
Jesucristo dijo, en Mateo 19:12, que hay diferentes razones que
impiden a los hombres casarse. Algunos ya nacen incapacitados
para el matrimonio; a otros los incapacitan los hombres, y otros
viven como incapacitados por causa del reino de los cielos.
Luego continuó el apóstol Pablo diciendo en los versículos 8 y 9,
de este capítulo 7 de su Primera Epístola a los Corintios:
"Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les sería
quedarse como yo; pero si no pueden controlar su naturaleza,
(por no tener el don de continencia), cásense, pues mejor es
casarse que consumirse de pasión".
Y luego él continuó diciendo algo directamente del Señor, y este
sí es un mandamiento. Leamos los versículos 10 y 11, a partir
en los que encontramos
Un mandamiento para los casados
"A los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el
Señor, que la mujer no se separe del marido; y si se separa,
quédese sin casar o reconcíliese con su marido; y que el marido
no abandone a su mujer".
Aquí encontramos entonces un mandamiento concreto. Si uno
de los dos miembros del matrimonio se separaba, debía
permanecer sin casarse.
Ahora bien, había un problema nuevo que se había presentado
en Corinto. Después que Pablo había llegado a la ciudad y les
hubiera predicado el Evangelio, se habían producido nuevas
situaciones como, por ejemplo, que un hombre, en una familia,
aceptase a Cristo y su esposa no lo hiciera. O que en otra
familia, fuera la esposa la que había aceptado a Cristo y no el
marido. Entonces, ¿qué tenían que hacer los creyentes antes
esas circunstancias? Sigamos leyendo los versículos 12 hasta el
14:
"A los demás yo digo, no el Señor, que si algún hermano tiene
una mujer que no es creyente, y ella consiente en vivir con él,
no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no es
creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone,
porque el marido no creyente es santificado por la mujer; y la
mujer no creyente, por el marido. De otra manera vuestros
hijos serían impuros, mientras que ahora, ya forman parte del
pueblo santo".
Si usted está casada o casado con un hombre o una mujer que
no es creyente y tienen hijos, usted tiene que tratar que esa
relación matrimonial continúe, pero si no es posible, el versículo
15 nos dice:
"Pero si el no creyente se separa, sepárese, pues no está el
hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante
caso, sino que a vivir en paz nos llamó Dios".
O sea, que si el no creyente abandona la relación matrimonial,
ya estamos ante otra situación diferente. Entonces, el creyente
queda en libertad. Ahora, surge la pregunta de si el creyente
puede casarse otra vez. Creemos que, bajo ciertas
circunstancias, el apóstol Pablo habría dado permiso para ello.
Quizás en nuestro tiempo, no se pueda establecer una regla
categórica de carácter general, en un sentido u otro, y cada
caso en particular debería ser examinado cuidadosamente,
teniendo en cuenta todos los factores. Tememos que esta
situación podría ser objeto de abusos, incluso por parte de
creyentes; por ejemplo, si un marido o su esposa, provoca
intencionalmente una situación que obliga a la otra parte a
retirarse de la convivencia matrimonial, con el propósito de
tener una base "espiritual" o bíblica para poder divorciarse.
Luego dice el apóstol en el versículo 16:
"¿Qué sabes tú, mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué
sabes tú, marido, si quizá harás salva a tu mujer?"
Y ese tiene que ser el objetivo de un esposo, o de una esposa.
Conocemos a varias mujeres que están casadas con hombres no
creyentes, y también varios hombres están casados con mujeres
no creyentes y ellos han tratado de ganar a la otra parte para
Cristo, y ese tiene que ser el principal objetivo de sus vidas. Y el
versículo 17, de este capítulo 7 de la Primera Epístola a los
Corintios nos dice:
"Pero cada uno viva según los dones que el Señor le repartió y
según era cuando Dios lo llamó: esto ordeno en todas las
iglesias".
Pablo estaba aconsejando aquí que cada uno permaneciera en la
misma forma en que en ese momento se encontrase. Nadie
debía abandonar la relación matrimonial después de haber
escuchado y aceptado el Evangelio. Debían permanecer
casados, si la parte no creyente lo permitía.
Y esa debe ser la respuesta a la pregunta que surja en nuestros
días ante tales situaciones. Creemos que es necesario conocer
bien lo que Pablo estaba queriendo decir. Luego el apóstol Pablo
continuó diciendo en los versículos 18 al 20:
"¿Fue llamado alguno siendo circunciso? Quédese circunciso.
¿Fue llamado alguno siendo incircunciso? No se circuncide. La
circuncisión nada significa, y la incircuncisión nada significa; lo
que importa es guardar los mandamientos de Dios. Cada uno
debe quedarse en el estado en que fue llamado".
Otra versión lo traduce así: Si Dios llama a uno que ha sido
circuncidado, no trate éste de disimular su circuncisión; y si
llama a uno que no ha sido circuncidado, no debe circuncidarse.
Porque lo importante no es estar o no estar circuncidado, sino
obedecer los mandatos de Dios. Quédese cada una en la
condición en que se encontraba cuando Dios lo llamó. Pablo
amplió la aplicación de este principio a otras relaciones de la
vida. Ya hemos visto que la circuncisión era un mandamiento
del Antiguo Testamento. ¿Cuáles eran las situaciones que
podían presentarse? Por ejemplo, si alguien que estaba
circuncidado, es decir un israelita, se convertía a Cristo, no
debía tratar de comportarse como un no judío. Y si el convertido
a Cristo era un no judío, no debía tratar de convertirse en un
israelita. La circuncisión o el estado de no circuncidado ya no
eran importantes. El asunto importante había pasado ser la
obediencia a Cristo. Porque tanto el israelita como el no judío
eran uno, unidos a Cristo. Lo importante era que cada uno debía
permanecer en el estado en que se encontraba en el momento
de aceptar a Cristo.
Ahora, hay cosas que dividen a los creyentes en nuestros días,
que en realidad no lo deberían hacer, y ésa es una de las
razones por las cuales nos podemos reunir con cualquier clase
de grupo que mantenga que la Biblia es la Palabra de Dios y
crea en la deidad de Jesucristo y que acepte el hecho de que Él
murió en la cruz por nuestros pecados. Entonces yo puedo
cruzar esas líneas demarcatorias en cualquier oportunidad.
En los versículos 21 y 22, de este capítulo 7, dijo el apóstol
Pablo:
"¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te preocupes, aunque si
tienes oportunidad de hacerte libre, aprovéchala, 22porque el
que en el Señor fue llamado siendo esclavo, como hombre libre
es del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo
es de Cristo".
Ahora, en esa época había personas esclavas y libres. Ahora, si
alguien era el siervo de un hombre, no debía tratar de salir de
esa situación, intentando liberarse, pensado que eso era lo que
Dios quería que hiciese. Por ello, al convertirse, no debía
preocuparse de su posición social. Su llamamiento cristiano
consistía en servir a Dios donde se encontrara. Claro que esta
norma no excluía que, si podía ganar su libertad legítimamente,
así lo hiciese. Pero la relación con el Señor lo alteraba todo
desde un punto de vista espiritual. Cuando un esclavo se
convertía en un cristiano, era libertado de la esclavitud del
pecado y de la muerte. Y cuando alguien que no era esclavo, se
hacía cristiano, se transformaba en esclavo de Cristo, es decir
que como creyente le debía a Él, que se había convertido en su
Señor, completa lealtad y servicio.
Y ya que terminamos hoy examinando las implicaciones de la
relación con Cristo para todos los sectores de aquella sociedad
y, concretamente al final, con respecto a la esclavitud, conviene
recordar que el estado del ser humano sin Dios, es el de la
esclavitud al pecado que mora de forma natural en todas las
personas. Y lo peor de todo, es que ningún esclavo de este
sistema cerrado en sí mismo, puede liberarse a sí mismo. Y no
solo eso. Sino que la esclavitud es cada vez mayor, porque el
pecado va deformando las diversas facetas de la personalidad,
porque tiene un efecto corruptor. Precisamente, nunca se había
mencionado tanto a la palabra corrupción como en nuestros
días. Incluso en sociedades avanzadas, con una prolongada
tradición democrática, y con un alto nivel de preparación
cultural, aparecen cada vez más casos de corrupción que,
incluso llegan a sorprender, porque han sido protagonizados por
personas que habían demostrado tener una trayectoria
irreprochable. Pero su contacto con el poder, despertó o reavivó
fuerzas que por un tiempo estuvieron ocultas. Por ello la Biblia,
libro profundamente realista al describir la naturaleza humana,
incluye menciones a esta muestra de la maldad humana. Desde
el Antiguo Testamento, el Salmista y rey David dijo en el Salmo
14: 2 y 3: "2El Señor miró desde los cielos sobre los hijos de los
hombres, para ver si había algún entendido que buscara a
Dios.3Todos se desviaron, a una se han corrompido; no hay
quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno". Y desde el Nuevo
Testamento, en Romanos 3:23, reitera la enfermedad y destaca
el remedio, "la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo,
para todos los que creen en él, porque no hay diferencia, por
cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios,
24y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la
redención que es en Cristo Jesús". Estimado oyente, si aún no
ha creído en el Señor Jesucristo como su Salvador, le
recordemos especialmente las últimas palabras que acabamos
de leer. Y es que Dios, en Su amor y bondad, gratuitamente,
declara justos a los que creen, por medio de la liberación
realizado por el Señor Jesucristo en la cruz.

1 Corintios 7:23-40
Continuamos hoy viajando por la Primera carta de San Pablo a
los Corintios. Y nos encontramos en el capítulo 7. Y en nuestro
programa anterior, vimos que el apóstol Pablo recomendó que,
al convertirse a Cristo, cada uno debería permanecer en el
estado en que se encontraba. Y vimos que esto podía aplicarse a
cualquier relación humana. Pablo amplió la aplicación de este
principio a otras relaciones de la vida. Ya hemos visto que la
circuncisión era un mandamiento del Antiguo Testamento.
¿Cuáles eran las situaciones que podían presentarse? Por
ejemplo, si alguien que estaba circuncidado, es decir un
israelita, se convertía a Cristo, no debía tratar de comportarse
como un no judío. Y si el convertido a Cristo era un no judío, no
debía tratar de convertirse en un israelita. La circuncisión o el
estado de no circuncidado ya no eran importantes. El asunto
importante había pasado a ser la obediencia a Cristo. Porque
tanto el israelita como el no judío eran uno, unidos a Cristo. Lo
importante era que cada uno debía permanecer en el estado en
que se encontraba en el momento de aceptar a Cristo.
Ahora, en esa época había personas esclavas y libres. Si alguien
era el siervo de un hombre, no debía tratar de salir de esa
situación, intentando liberarse, pensado que eso era lo que Dios
quería que hiciese. Por ello, al convertirse, no debía preocuparse
de su posición social. Su llamamiento cristiano consistía en
servir a Dios donde se encontrara. Claro que esta norma no
excluía que, si podía ganar su libertad legítimamente, así lo
hiciese. Pero la relación con el Señor lo alteraba todo desde un
punto de vista espiritual. Cuando un esclavo se convertía en un
cristiano, era libertado de la esclavitud del pecado y de la
muerte. Y cuando alguien que no era esclavo, se hacía cristiano,
se transformaba en esclavo de Cristo, es decir que como
creyente le debía a Él, que se había convertido en su Señor,
completa lealtad y servicio.
Y ahora, leemos en el versículo 23 de este capítulo 7 de la
Primera carta del apóstol Pablo a los Corintios:
"Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los
hombres".
Ahora que usted ha sido redimido por la sangre de Cristo, no se
convierta en esclavo de alguna otra persona. El apóstol dijo aquí
que habiendo sido comprados por Dios a un gran precio, los
creyentes no debieran permitir que otras personas los
esclavicen. Las influencias que eviten que un creyente pueda
disfrutar de la libertad cristiana, pueden provenir de una
relación profesional, de amistades, actividades absorbentes, y
todo otro factor que cree tal dependencia que, pudiendo
compararse a una forma de esclavitud, distancie a un creyente
de su Señor y le impida disfrutar de la libertad que Cristo ofrece
a los que se someten a Él. Y llegamos ahora, al versículo 24,
donde leemos:
"Cada uno, hermanos, en el estado en que fue llamado, así
permanezca para con Dios".
Aquí se reitera lo ya dicho en el versículo 20. Ésta es una
consideración muy importante. Cuando una persona se
convierte, indiferentemente de la actividad que esté llevando a
cabo, de su ocupación profesional y del lugar en que se
encuentre u ocupe en la sociedad, deberá quedarse en esa
posición, siempre y cuando sea libre para vivir plenamente su
relación con Dios. Dios debe ocupar el primer lugar en la vida
del creyente, y esto se expresa directamente en la frase final de
este versículo, cuando Pablo dijo: "así permanezca con Dios".
Ahora, si su situación o circunstancias no permiten que Dios
ocupe el primer lugar en su vida, entonces sí, deberá cambiar la
situación. Y ése será un paso de fe. Y Dios, que honra la fe, le
proporcionará un lugar mejor, junto con todo lo necesario para
vivir y agradarle.
Ahora llegamos a un párrafo que se refiere a
El matrimonio de las hijas en edad de casarse
La discusión del resto de este capítulo constituye una respuesta
a la segunda pregunta que los Corintios le habían formulado a
Pablo, y estaba relacionada con la primera pregunta.
Recordemos que todo esto deber ser interpretado a la luz de las
circunstancias locales de Corinto en los días de Pablo, y después
puede ser aplicado a los días en que vivimos, según nuestras
propias circunstancias. Corinto era un lugar muy corrupto, y
especialmente los hombres, se corrompían en esa ciudad. En
cualquier ocasión en que la mujer llega a corromperse, el
hombre descenderá a un bajo nivel moral. Eso siempre ha
sucedido así. Y así es que surgió esta pregunta entre los
creyentes en Corinto, entre los padres que tenían hijas adultas,
en edad para contraer matrimonio. ¿Qué debían hacer en
relación con sus hijas? Antes de haberse convertido, ellos
conocían a los hombres que en estado de ebriedad subían al
templo de Afrodita para tener encuentros con las prostitutas que
allí se encontraban. ¿Qué debían hacer las jóvenes cristianas
solteras? En el versículo 25 Pablo contestó esta pregunta. Y
comenzó diciendo:
"En cuanto a las solteras no tengo mandamiento del Señor, pero
doy mi parecer como quien ha alcanzado misericordia del Señor
para ser digno de confianza".
Ahora, en algunas traducciones se ha dicho "hijas vírgenes"
para distinguirlas de las otras que mencionamos anteriormente.
Y creemos que eso clarifica mucho esto porque en realidad es lo
que él estaba diciendo aquí. Esto nos revela que Pablo conocía
los mandamientos del Señor Jesucristo, y lo que Él había
enseñado. Sin embargo aquí Pablo dijo específicamente que en
cuanto a estas jóvenes vírgenes, no tenía mandamiento del
Señor. Pero iba a dar su opinión como un juez digno de
confianza por haber obtenido la gracia y misericordia de Dios, y
quería ser fiel a Dios. Por el testimonio del Espíritu el estaba
seguro de que su opinión era acorde con el pensamiento de
Dios. Aunque era consciente de sus debilidades humanas, Pablo
afirmó que por la misericordia del Señor él podía hablar con
autoridad. Ésa era la base que él tenía para decir que nosotros
debemos dejar que los creyentes juzguen nuestros asuntos,
porque ellos conocen la misericordia de Dios, ellos la han
obtenido. En otras palabras, Pablo poseía las cualificaciones que
un juez debía tener, tal como les había dicho en el capítulo 6. Y
después les dijo en los versículos 26 y 27 de este capítulo 7 de
la Primera Epístola a los Corintios:
"Tengo, pues, esto por bueno a causa de las dificultades del
tiempo presente: que hará bien el hombre en quedarse como
está. ¿Estás unido a mujer? No trates de separarte. ¿Estás libre
de mujer? No trates de casarte".
Ahora, esta necesidad que apremiaba era la terrible situación
que reinaba en Corinto y que Pablo sabía que no iba durar.
Alguien quizás pregunte: ¿Cree usted que esta excesiva
inmoralidad, que este desacato a las leyes continuará? No puede
continuar, estimado oyente, porque si continuase, acabaría con
nuestros hogares y destruiría totalmente nuestros pueblos. Y
entonces sí que todo llegaría a su fin.
¿Y qué dijo después? Que en el contexto de la difícil situación de
aquellos días, teniendo en cuenta que habían conocido a Cristo
en un período tan difícil, si un hombre estaba unido a una
mujer, debía quedarse con ella. Si ella no era salva, tendría que
quedar a su lado el mayor tiempo posible. Al que no estuviera
casado, entonces, a causa de la aflicción ocasionada por la
tremenda inmoralidad de aquel lugar, le sería mejor no casarse.
Y Pablo aclaró que aquella era su opinión. Y continuó diciendo
en el versículo 28:
"Ahora bien, si te casas, no pecas; y si la joven se casa, no
peca; pero los que se casan tendrán problemas en esta vida, y
yo os los quisiera evitar".
Por supuesto, no era un pecado casarse. Pero lo que quería
decir era que el mar del matrimonio era un mar encrespado,
aun en las circunstancias más favorables. Y el estaba tratando
de librarles de muchas dificultades. El quedarse soltero evitaba
muchas aflicciones terrenales; esto podía ser también una
referencia a los cuidados y problemas que, inevitablemente,
están involucrados en la vida familiar. En nuestros días estamos
presenciando el naufragio de un creciente número de
matrimonios, incluso entre los creyentes, cada vez se presentan
más casos. Esto revela que nosotros también nos encontramos
en una necesidad que apremia, porque los métodos o consejos
humanos pueden ayudar a suavizar por un tiempo algunos de
los problemas de la convivencia, pero resultan insuficientes a la
hora de sanar las heridas emocionales y provocar una actitud de
perdón. Sólo la acción conjunta de la Palabra y el Espíritu puede
transformar la situación, siempre y cuando los miembros de la
pareja deseen sinceramente que Dios actúe para restaurar la
unidad familiar perdida.
Después, Pablo pasó a tratar otros asuntos con sus lectores,
todos ellos a la luz de los problemas de la época, la brevedad
del tiempo, la urgencia y la proximidad de los acontecimientos.
Entonces procedió a mencionar cinco cosas necesarias, todas
inevitables, y que constituye la experiencia común de los seres
humanos en este mundo. Y las mencionemos a continuación: el
matrimonio, el dolor, la alegría, el comercio y el mundo en
general.
El matrimonio fue el primer tema que trató. Pablo dijo que
estaba bien que se casaran, pero debían recordar que iban a
tener problemas. Y eso es algo que uno trata de mencionar
siempre que tiene oportunidad de aconsejar a los jóvenes. La
fase romántica del matrimonio pasará. Y cuando se deba hacer
frente a ciertos gastos necesarios, y no haya suficiente dinero
en la cuenta, entonces el aspecto romántico comenzará a
esfumarse. Notemos ahora, lo que dijo el apóstol aquí en el
versículo 29, de este capítulo 7, de la Primera carta a los
Corintios:
"Pero esto digo, hermanos: que el tiempo ha sido acortado. De
modo que de ahora en adelante los que tienen esposa sean
como si no la tuvieran"
En otras palabras, Pablo decía que a pesar de la presión de
aquellos momentos, debían colocar a Dios en primer lugar.
Aparte de la angustia a causa de la situación local que,
evidentemente, presionaba a los corintios, algunos expositores
ven en la frase "el tiempo se ha acortado" una referencia a la
inminencia del retorno del Señor. Es decir que, si estaban
casados, ¿podían actuar como si no estuvieran casados y darle
la prioridad a Dios? Luego él continuó hablando de otros
asuntos. Leamos el versículo 30:
"Los que lloran, como si no lloraran; los que se alegran, como si
no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran"
Por lo tanto, desde aquel momento en adelante, ellos no
deberían preocuparse más por todo lo que normalmente
absorbía su atención, ya fueran sus relaciones terrenales con
sus esposas, o las experiencias cotidianas como llorar, alegrarse
y comprar. Este versículo nos enfrenta con algunas preguntas
muy personales. ¿Va usted a permitir que alguna aflicción,
alguna tragedia en su vida, le impida servir a Dios? ¿Va usted a
permitir que el placer ocupe el lugar de su relación con Dios,
como es el caso de muchos? ¿Permitiría usted que sus negocios
ocuparan el lugar de Dios? Muchos han convertido a sus
actividades comerciales en su dios. Y continuó luego el apóstol
Pablo diciendo en el versículo 31:
"y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutaran,
porque la apariencia de este mundo es pasajera".
Usted y yo, amigo oyente, estamos en el mundo, pero no
pertenecemos al sistema que opera en este mundo. Pero esto
no quiere decir que nosotros vamos a andar por el mundo con
una actitud de no tocar, no probar, y de no asumir
responsabilidades. Debemos disfrutar de todo lo hermoso que
Dios ha creado en esta tierra. Cuando uno viaja puede
contemplar en algunos lugares hermosos bosques con
gigantescos árboles, ríos caudalosos, lagos y la inmensidad del
mar. Éstas son experiencias que reaniman nuestros corazones.
Uno puede admirar estas maravillas de la naturaleza, pero sin
olvidarnos del que las creó, y a quien únicamente debemos
atribuir todo el honor y la gloria de la creación. Y es bueno
recordar esto en una época en que la gente tiende cada vez más
a ensalzar el orden creado y a la sabiduría humana, y a rechazar
al Creador. Dijo el apóstol; "porque la apariencia de este mundo
es pasajera". O sea, que este mundo es transitorio, se ha de
terminar. La frase como si no lo disfrutaran (refiriéndose al
mundo) podría expresarse mejor, como lo traduce otra versión,
"como si no lo aprovecharan plenamente", es decir, no
disfrutándolo al máximo, es decir, no siendo absorbidos por sus
cosas. Estimado oyente, ¿quién controla su vida, las cosas de
esta vida, o Cristo? Estas son las opciones que planteó Pablo en
este párrafo
Después, el apóstol volvió a tratar el asunto del matrimonio.
Leamos el versículo 32:
"Quisiera, pues, que estuvierais libres de preocupación. El
soltero se preocupa por las cosas del Señor, de cómo agradar al
Señor"
Aquí Pablo presentó algunas observaciones prácticas. El soltero
no tiene por qué preocuparse de tareas como la provisión de
alimentos para una familia, o del cuidado de los niños. Él, o ella,
pueden dedicar más tiempo a los asuntos del reino de Dios. De
esa manera, su ocupación será agradable para ellos y para el
Señor. Leamos ahora el versículo 33:
"pero el casado se preocupa por las cosas del mundo, de cómo
agradar a su mujer".
Y eso es algo normal, natural. Pablo no estaba diciendo que
estuviera mal. Sólo que sus intereses estaban divididos. Es
decir, que como buen esposo deseaba agradar a su esposa, y
como buen cristiano, quería agradar a su Señor. Y en el próximo
versículo veremos que la mujer confronta una situación similar,
Continuemos leyendo los versículos 34 y 35:
"Hay asimismo diferencia entre la casada y la que no se casó.
La que no se casó se preocupa por las cosas del Señor, para ser
santa tanto en cuerpo como en espíritu; pero la casada se
preocupa por las cosas del mundo, de cómo agradar a su
marido. Esto lo digo para vuestro provecho; no para poneros
una restricción, sino para lo honesto y decente, y para que sin
impedimento os acerquéis al Señor".
O sea, que si la mujer era soltera, podía servir al Señor de todo
corazón y sin las distracciones de una familia, aun cuando en sí
mismas, fueran legítimas. Podía dedicarse a la santidad personal
o a la consagración plena. Como dice el escritor, tanto en
cuerpo como en espíritu. Pablo estaba dejando bien en claro que
lo más importante era colocar a Dios en primer lugar. Ése debía
ser el factor determinante para cada uno de los miembros de la
relación matrimonial, indiferentemente de quienes sean, y del
nivel espiritual que tengan. Si cada uno de los cónyuges no le
da la prioridad a Dios en el matrimonio, entonces, ése no es un
matrimonio cristiano ideal.
Leamos ahora los versículos 36 al 38, de este capítulo 7 de 1
Crónicas.
"Pero si alguno piensa que es impropio que a su hija virgen se
le pase la edad, y que es necesario casarla, haga lo que quiera,
no peca: que se case. Pero el que está firme en su corazón, sin
tener compromiso que lo obligue, sino que, dueño de su propia
voluntad, ha resuelto en su corazón guardar virgen a su hija,
bien hace. De manera que el que la da en casamiento hace
bien, pero el que no la da en casamiento hace mejor".
Alguna versión presupone que los versículos 36 al 38 se refieren
a parejas comprometidas. Esto reflejaría una situación más
reciente y accidental. En los días de Pablo los matrimonios eran
arreglados por los padres. El versículo 36 podría significar "Si
algún padre decide que no está cumpliendo con su deber para
con su hija soltera". Era una desgracia para una doncella no
tener sus cantos nupciales (Salmo 78:63). Y los peligros de
Corinto pesarían sobre un padre cristiano. La frase "se le pase la
edad" se refería a la edad usual para casarse. Una versión la
aplica a la supuesta novia, y traduce "si es mucha su pasión".
Ahora la frase "y que es necesario casarla" puede referirse a la
ausencia del don de continencia, o a la existencia de un contrato
de matrimonio. En tal caso, el padre debía "hacer lo que
quisiese", es decir, actuar sobre la convicción de la hija debía
casarse. El versículo 37 alude a un padre que "está firme en su
corazón", convencido de que no había necesidad que su hija se
casara, pero "sin tener compromiso que lo obligue" porque es
"dueño de su propia voluntad ha resuelto guardar virgen a su
hija".como prometida. Ésta fue pues una decisión que Pablo
recomendó. Y en el versículo 38, Pablo juzgó que aquel casaba a
su hija hacía bien, pero aquel que se abstenía de hacerlo,
teniendo en cuenta la situación de aquel tiempo, hacía mejor.
Ahora, veamos lo que dice en el versículo 39, de este capítulo 7
de su Primera Epístola a los Corintios:
"La mujer casada está ligada a su marido por la ley mientras él
vive; pero si su marido muere, queda libre para casarse con
quien quiera, con tal que sea en el Señor".
Es decir, que ha de casarse con otro creyente, por supuesto. Y
el apóstol añadió lo siguiente en el versículo 40:
"Pero, a mi juicio, más dichosa será si se queda como está; y
pienso que también yo tengo el Espíritu de Dios".
Pablo aclaró que ésta era su opinión, su consejo. Para él lo que
tenía una importancia fundamental era comprometerse en el
servicio de Dios, colocándole en el lugar prioritario de la vida. Si
una persona estaba casada, aun en el estado del matrimonio,
Dios tendría que ocupar el primer lugar en su vida.
Lamentablemente, hay muchos matrimonios cristianos en los
que Dios no ocupa el primer lugar, el que le corresponde, en ese
hogar.
En el proceso de tomar decisiones en cuanto al estado del
matrimonio, la consideración más importante a tener en cuenta,
no es lo que opinarán los amigos creyentes, o como los círculos
sociales más próximos le considerarán a usted. La pregunta
crucial que usted tendría que formularse a sí mismo será la
siguiente: ¿De qué manera puedo yo hacer que Dios ocupe el
primer lugar en mi vida? Y con esta pregunta, estimado oyente
le dejamos frente a Dios. Si usted aún no ha establecido una
relación con Él por medio del Señor Jesucristo, éste es el
momento de dar ese paso de fe para recibir la vida eterna, y
para comenzar a vivir una vida en la cual Dios ocupe el primer
lugar, una vida que se prolongará en la eternidad.

1 Corintios 8:1-11
Estamos en la sección de esta carta apostólica que trata sobre la
libertad cristiana, tema que se extiende desde este capítulo 8
hasta el primer versículo del capítulo 11. Este capítulo 8 discute
el problema relacionado con comer carne o no, y de la libertad
que el creyente puede ejercer en esta área específica.
Al recorrer esta sección de la epístola que Pablo escribió a los
Corintios, debemos reconocer que Pablo llegó a llamarles
carnales, inmaduros o "niños en Cristo". En primer lugar se
ocupó de los aspectos carnales o de la inmadurez cristiana, y
luego, trató el tema de los asuntos espirituales. Teniendo en
cuenta que, en general, la iglesia contemporánea vive, actúa y
revela su esencia en muchos lugares en un nivel de
materialismo e inmadurez, esta parte de la epístola tiene una
aplicación pertinente para usted y para mí.
El asunto de la dieta alimenticia, podría resultar para algunos
tan conflictivo como los temas del matrimonio y el divorcio. Hay
gente que se toma muy en serio este asunto, llegando a
obsesionarse con él.
La dieta fue generalmente una parte esencial del ritual de
muchos de los cultos a lo largo de la historia. Muchos de ellos
tuvieron reglas muy estrictas sobre la dieta. Resulta interesante
recordar que en el Antiguo Testamento, Dios le dio a Israel
ciertas restricciones sobre el comer carne. Un animal comestible
debía pasar la prueba externa de si tenía la pezuña hendida o
partida, o de si rumiaban. Esto, por supuesto, eliminaba al cerdo
que tiene pezuña hendida, pero no rumia. Y había cierto tipo de
aves y pescados que fueron especificados por Dios y declarados
no aptos para comer. Usted puede encontrar la lista en el libro
de Levítico y también en Deuteronomio 14.
Ahora, ¿por qué le dio Dios una dieta especial a Israel? Pues Él
lo explicó con toda claridad en Deuteronomio 14:1-3, diciendo:
"Hijos sois del Señor vuestro Dios; no os haréis incisiones ni os
raparéis a causa de muerto. Porque eres pueblo santo al Señor
tu Dios, y el Señor te ha escogido para que le seas un pueblo
único entre todos los pueblos que están sobre la tierra. Nada
abominable comerás". Creemos que la dieta es importante para
la salud. Así es que Dios entonces les proporcionó alimentos
sanos. Todos estamos hoy familiarizados con dietas que
excluyen ciertos alimentos.
Ahora, la Biblia nos pone algo así como un semáforo en luz roja
y es muy específica en muchas cosas que para nosotros sería un
error hacer. Por ejemplo, Dios condena el embriagarse. En este
tema no hay que discutir ningún argumento ni existe ninguna
duda. Sin embargo, hay como una zona un poco nebulosa, una
zona gris. Hay ciertas prácticas cuestionables y acciones
dudosas, acerca de las cuales la Biblia permanece en silencio.
Algunas cosas o acciones no pueden discriminarse con la misma
claridad como la que distingue el blanco y el negro, y sobre las
que la Biblia no ha dado instrucciones concretas. Por ejemplo,
hay diversos puntos de vista en temas como el fumar, o la
asistencia a ciertos lugares. Y algunos grupos cristianos han
establecido ciertas reglas al respecto. Puede haber reglas
buenas o malas y no vamos a argumentar sobre ellas. Lo que sí
consideramos importante ver el gran principio general que Pablo
expuso en estos pasajes Bíblicos.
Y hay otra consideración preliminar que ya hemos mencionado
en programas anteriores, y que tiene que ver con una
comprensión adecuada de la ciudad de Corinto de los días de
Pablo. Si uno no comprende los antecedentes y el ambiente
social, perderá una perspectiva fundamental para interpretar
este pasaje. Como ejemplo de una de las peculiaridades de
aquella ciudad diremos que el mejor lugar para comer no era el
restaurante más elegante. El mejor lugar para conseguir buena
carne era la carnicería operada por el templo.
Uno puede ver que en la ciudad de Corinto, y este es el
antecedente que queremos resaltar, la gente compraba la carne
que había sido ofrecida en sacrificio. Ellos presentaban como
ofrenda un buey y siempre se ofrecía el mejor animal que
tenían, y cuando la carne había sido ofrecida a los ídolos, no
permanecía en ese lugar mucho tiempo, porque ellos pensaban
que el espíritu del ídolo, se comía el espíritu de la carne y ahí
terminaba la ofrenda para el ídolo. Entonces, ellos tomaban esa
carne y la llevaban a los puestos de venta situados alrededor del
templo, donde estaba el mercado donde se vendía la carne.
Ahora, si uno quería comprar la carne de mejor calidad, tenía
que ir a uno de esas tiendas de la zona del templo para comprar
la carne que había sido previamente ofrecida a los ídolos.
Algunos creyentes de Corinto se ofendieron por esta práctica y
le escribieron a Pablo para saber su opinión. Ellos, a veces
serían invitados a comer a la casa de una familia creyente y les
servirían una magnífica ración de carne, y durante la
conversación, dirían que la carne era magnífica y preguntarían a
los dueños de casa dónde la habían conseguido. Ahora, cuando
se les dijeran que la habían comprado al carnicero del templo,
se ofenderían mucho, creyendo que hacían mal en comer carne
que hubiera sido ofrecida a los ídolos.
Y Pablo iba a hablar sobre este asunto aquí. ¿Debía un cristiano
comer carne que había sido ofrecida a los ídolos? Ese era un
verdadero problema para la gente de Corinto, porque algunos
de ellos se habían convertido a Cristo en ese ambiente de
idolatría y pensaron que comer de aquella carne constituía un
compromiso con la idolatría. Aunque otros, en la iglesia, no le
daban importancia al asunto y no les afectaba. Escuchemos,
pues, lo que dijo Pablo cuando discutió este asunto en la ciudad
de Corinto. Leamos los dos primeros versículos de este capítulo
8 de la Primera Epístola a los Corintios, donde comenzó con el
tema de
La libertad cristiana en el asunto de la carne
"En cuanto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos
tenemos el debido conocimiento. El conocimiento envanece,
pero el amor edifica espiritualmente. Y si alguno se imagina que
sabe algo, aún no sabe nada como debería saberlo. Pero si
alguno ama a Dios, es conocido por él".
Lo principal aquí es darse cuenta que el conocimiento envanece.
Es algo que se va inflando como un globo, como el neumático
de un automóvil, El amor, en cambio, no se infla de esa manera,
pero sí llena. El amor por Dios y el amor por otros debería
determinar nuestra conducta. El conocimiento envanece, y hace
que nos comportemos severamente con los demás. Y ése es el
gran peligro que sufre cierta clase de gente en el día de hoy,
porque piensan que lo saben todo y, sin embargo, en realidad
tienen poco conocimiento.
Estimado oyente, aparte del nivel de desarrollo espiritual en que
usted se encuentre, usted no puede saber todo sobre cualquier
tema que se le presente. Todos nos encontramos en un proceso
de aprendizaje. El apóstol Pablo pudo decir de sí mismo, en
Filipenses 3:10 que su deseo era el "de conocer a Jesucristo, y
el poder de su resurrección, y participar de sus padecimientos".
Es el conocimiento de Cristo el que necesitamos por encima de
todo. Esa clase de conocimiento, un conocimiento de la persona
de Cristo, no envanece sino que hace que estemos controlados
por el amor en nuestro trato con los demás. O sea, que ese
conocimiento influencia nuestra conducta, que sigue entonces el
modelo del Señor Jesucristo. Escuche usted lo que Pablo dijo
aquí en el versículo 4, de este capítulo 8 de la Primera Epístola a
los Corintios:
"Acerca, pues, de los alimentos que se sacrifican a los ídolos,
sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más
que un Dios".
Después de haber creído en Cristo, después de tener a su
disposición la Palabra de Dios, usted conoce que un ídolo no
tiene ningún valor. Ésa fue la manera en que Pablo habló de los
ídolos, destacando que no significaban nada. Porque no hay sino
un solo Dios. En consecuencia, la carne que había sido ofrecida
a los ídolos, no había quedado afectada en absoluto. No le había
sucedido nada. No estaba contaminada. De hecho, era de
primera calidad. Así que instruyó a los Corintios para que
adquiriesen la carne en aquel lugar y la comieran sin problemas.
Veamos ahora lo que el apóstol siguió diciendo en los versículos
5 y 6:
"Aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo o en
la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), para
nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual
proceden todas las cosas y para quien nosotros existimos; y un
Señor, Jesucristo, por medio del cual han sido creadas todas las
cosas y por quien nosotros también existimos".
Esos ídolos eran simplemente llamados dioses. Y en esa ciudad
de Corinto existía un templo a Apolos, y uno puede visitar las
ruinas de ese templo en el día de hoy; y al hacerlo, quizá pueda
recordar por este pasaje de las Escrituras, que allí se habían
ofrecido sacrificios a Apolos. En ese lugar existía una gran
imagen, un ídolo de Apolos. Pero eso no era nada. La carne era
traída y colocada ante el ídolo por unos momentos, y luego era
llevada a la carnicería. O sea que, como el ídolo no significaba ni
era nada, no producía ningún cambio en la carne. Así que los
creyentes debidamente instruidos sabían esto, al haber
aceptado que había un solo Dios, el Padre, y que había un solo
Señor Jesucristo que había creado todas las cosas, y todas las
cosas creadas le pertenecían. Y en el versículo 7, continuó
diciendo:
"Pero no en todos hay este conocimiento, pues algunos,
habituados hasta aquí a la idolatría, comen de esa carne
pensando que fue sacrificada a ídolos, y su conciencia, que es
débil, se contamina"
Los creyentes débiles en la fe, llamados niños en Cristo por su
incipiente desarrollo espiritual, eran los que se ofendían por
causa de aquella carne sacrificada a los ídolos. No tenían mucho
conocimiento y su conciencia les inquietaba. Así que criticaban a
aquellos que se sentían en libertad para comer la carne. Usted
puede ver que hay personas que se creen creyentes muy
espirituales y que se separan de los demás, y en realidad están
demostrando que son personas que no tienen mucho
conocimiento. Son las que andan diciendo a otros lo que pueden
o no pueden hacer. Son los que se ofenden con los creyentes
que hacen uso de su libertad cristiana en estos asuntos. Son
como aquellos cristianos de Corinto que se ofendían cuando,
habiendo sido invitados a comer a casa de una familia de
creyentes, se les servía carne que había sido previamente
ofrecida a los ídolos y, en consecuencia, se negaban a comerla.
En todas las épocas, esa clase de separación que practican
algunos no se debe a su nivel espiritual sino, más bien, a su
ignorancia. Y Pablo estableció entonces un gran principio.
Leamos ahora el versículo 8:
"si bien lo que comemos no nos hace más aceptos ante Dios,
pues ni porque comamos seremos más, ni porque no comamos
seremos menos".
Los alimentos, como la carne en este caso, no tienen nada que
ver con nuestra relación con Dios. Recordemos que Simón Pedro
tuvo problemas con este tema. Él había sido educado en el
punto de vista de que algunos alimentos eran impuros, de
acuerdo con la ley de Moisés. En el incidente relatado en los
Hechos 10:14, vemos que cuando contemplando una visión, un
lienzo descendió del cielo y el Señor le dijo que se levantase y
comiese de aquellos alimentos, Pedro se negó a hacerlo,
respondiendo: "Señor no; porque ninguna cosa común o impura
he comida jamás". (Observemos que le dijo "Señor" pero, al
mismo tiempo no le estaba obedeciendo). Entonces el Señor le
dijo: "lo que Dios limpió, no lo llames tú común". En otras
palabras, Dios ya no hacía distinción entre animales puros e
impuros. Aquella época ya había pasado y los cristianos podrían
comer cualquier animal que desearan.
Pablo, pues, había establecido allí un gran principio. Lo que
comamos o dejemos de comer, es este caso la carne, no nos
coloca en una situación más privilegiada ante Dios. El creyente,
ejerciendo la libertad que tiene, puede obrar como así lo desee
en estos asuntos. Usted puede comer de cualquier animal que
quiera. Leamos ahora el versículo 9, de este capítulo 8 de la
Primera Epístola a los Corintios:
"Pero procurad que esta libertad vuestra no haga tropezar o
caer en el pecado a los débiles"
Así que entonces el comer carne no era una cuestión de estar
acertado o equivocado. Era una preocupación que concernía a
otros. El creyente tenía la libertad de comerla si así lo deseaba.
Pero, ¿qué pasaba entonces con la preocupación por los demás?
Ese creyente tenía el conocimiento, pero ¿y el amor? ¿Amaba
ese creyente maduro al creyente débil? ¿Le preocupaba que su
actitud de libertad le afectase al que era débil en su fe? Veamos
lo que nos dijo en el versículo 10, el apóstol Pablo:
"porque si alguien te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a
la mesa en un lugar dedicado a los ídolos, la conciencia de
aquel, que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo
sacrificado a los ídolos?"
Muchos de nosotros, que estamos comprometidos con el
ministerio cristiano, no hacemos ciertas cosas, con el propósito
de no ofender a otros. Hay muchas cosas que yo me sentiría en
libertad para hacer, pero no las hago. ¿Por qué? Bueno, mi
decisión está basada en el amor cristiano. Y no quiero perjudicar
a un creyente débil, poco desarrollado en la fe, y que aún no ha
alcanzado la madurez cristiana. De otra manera, por causa de
mi ejemplo, el podría dejarse arrastrar por prácticas que él no
está preparado para asimilar espiritualmente, y yo no quisiera
ser responsable de contribuir a que se aleje del Señor. Deberé
recordar que, por un tiempo, será un creyente débil, hasta que
alcance un mayor desarrollo en su madurez espiritual. Ahora,
Pablo dijo aquí en el versículo 11 de este capítulo 8 de la
Primera carta a los Corintios:
"Y así, por tu conocimiento, se perderá el hermano débil por
quien Cristo murió".
Es que como consecuencia de esta enseñanza, operamos en
base a un principio diferente. No se trata entonces de si una
cierta actitud o actividad es acertada o equivocada. Es una
cuestión del efecto que puede causar en el creyente débil en su
fe, o en otros como por ejemplo, un vecino o amigo. Después de
todo, el conocimiento sin amor, puede llegar a ser un elemento
peligroso, perjudicial. Está relacionado con la forma o la manera
en que uno lo traslada a la experiencia, y eso es actuar con una
motivación.
Así como la posesión de muchos bienes materiales hace que una
persona se vuelva orgullosa y egoísta, olvidándose de las
necesidades de los demás, la posesión de un conocimiento que
no esté regulado por el amor, no solo enorgullece al ser
humano, sino que lo vuelve también egoísta, eliminando
totalmente su consideración por los sentimientos y formas de
pensar de los demás. Es evidente que toda adquisición de
poder, sea económico o intelectual, tarde o temprano cae bajo
el control de la naturaleza humana, naturaleza viciada por el
pecado, sujeta a pasiones de todo tipo. Y entonces la persona
llega a extremos de egoísmo, que jamás pensó que podría
llegar. Absolutamente todo girará alrededor de ella misma y sólo
recurrirá a los demás, incluso a quienes se consideraron sus
amigos, cuando los necesite. ¿Acaso alguien piensa que se
puede doblegar esa naturaleza humana sin un recurso
sobrenatural? ¿Es posible transformar a esa persona en una
mujer, en un hombre, centrados en alguien, o en algo que no
sea en sí mismos? La Biblia nos ha descrito la naturaleza
humana en todo su realismo y crudeza. En el Antiguo
Testamento nos ha mostrado el lado oscuro de sus personajes,
especialmente de los más famosos. Incluso éstos, los que
fueron llamados y utilizados por Dios en Sus planes de
redención, tuvieron grandes debilidades y sucumbieron en algún
momento de sus vidas, a las pasiones humanas. Pero con el
Nuevo Testamento nos llegó la persona divina y humana de
Jesucristo. Él fue el único que no conoció pecado, el único
totalmente puro, el Hijo de Dios, el único hombre perfecto de
toda la historia, es decir, el único que podía ofrecerse a Sí
mismo como un sacrificio aceptable ante Dios, para llevar Él
mismo nuestros pecados, cuando murió en la cruz. Y en la
victoria de Su resurrección se encuentra la fuerza, el poder para
que, por la obra del Espíritu Santo puedan vencer todos aquellos
que le acepten como su Salvador. Él es el único que tiene el
poder para transformar a esa persona que, orgullosa por sus
posesiones materiales o por sus conocimientos, en una nueva
persona. Solo Él puede transformar a esa persona centrada en
sí misma, en un ser centrado en el Señor Jesucristo, y en
posesión de la vida eterna. Y cuando Él ocupa el lugar central de
la vida, comienza a actuar el Poder de Dios. Sólo ese poder
sobrenatural puede transformar a una persona que solo era
capaz de amarse a sí misma, en alguien que puede amar a los
demás. Porque el haber experimentado el amor de Dios en su
vida, Él la capacita para compartir ese amor con sus
semejantes. Por ello insistimos en la experiencia de la
conversión a Cristo, porque a partir del momento en que una
persona da ese paso de fe, de apropiarse personalmente por la
fe de la obra de Jesucristo en la cruz, el Espíritu de Dios
comienza esa obra de transformación, que logra que el nuevo
creyente se parezca cada vez más a su Señor. Los valores
materiales, perecederos, que constituían el centro de la vida del
no creyente, van siendo reemplazados por los valores eternos,
que permiten vivir en esta tierra un anticipo de la vida eterna.
Es que cuando el Señor Jesucristo ocupa el centro de nuestra
vida, que es el lugar que le corresponde, cada persona, cada
cosa, ocupa su debido lugar.

1 Corintios 8:12 - 9:24


Continuamos nuestro estudio del capítulo 8 de esta Primera
Epístola a los Corintios. Y en nuestro programa anterior, vimos
cómo Pablo presentó un gran principio. Y decía Pablo, que
comer o dejar de comer ciertos alimentos, no tenía nada que
ver con que Dios nos aceptase. Los alimentos, como la carne en
este caso, no tienen nada que ver con nuestra relación con Dios.
Recordemos que Simón Pedro tuvo problemas con este tema. El
había sido educado en el punto de vista de que algunos
alimentos eran impuros, de acuerdo con la ley de Moisés. En el
incidente relatado en los Hechos 10:14, vemos que cuando
contemplando una visión, un lienzo descendió del cielo y el
Señor le dijo que se levantase y comiese de aquellos alimentos,
Pedro se negó a hacerlo, respondiendo: "Señor no; porque
ninguna cosa común o impura he comida jamás". (Observemos
que le dijo "Señor" pero, al mismo tiempo no le estaba
obedeciendo). Entonces el Señor le dijo: "lo que Dios limpió, no
lo llames tú común". En otras palabras, Dios ya no hacía
distinción entre animales puros e impuros. Aquella época ya
había pasado y los cristianos podrían comer cualquier animal
que desearan.
Pablo, pues, había establecido allí un gran principio. Lo que
comamos o dejemos de comer, es este caso la carne, no nos
coloca en una situación más privilegiada ante Dios. El creyente,
ejerciendo la libertad que tiene, puede obrar como así lo desee
en estos asuntos. Usted puede comer de cualquier animal que
quiera. Así que entonces el comer carne no era una cuestión de
estar acertado o equivocado. Era una preocupación que
concernía a otros. El creyente tenía la libertad de comerla si así
lo deseaba. Pero, ¿qué pasaba entonces con la preocupación por
los demás? Ese creyente tenía el conocimiento, pero ¿y el amor?
¿Amaba ese creyente maduro al creyente débil? ¿le preocupaba
que su actitud de libertad le afectase al que era débil en su fe?
Muchos de nosotros, que estamos comprometidos con el
ministerio cristiano, no hacemos ciertas cosas, con el propósito
de no ofender a otros. Hay muchas cosas que yo me sentiría en
libertad para hacer, pero no las hago. ¿Por qué? Bueno, mi
decisión está basada en el amor cristiano. Y no quiero perjudicar
a un creyente débil, poco desarrollado en la fe, y que aún no ha
alcanzado la madurez cristiana. De otra manera, por causa de
mi ejemplo, él podría dejarse arrastrar por prácticas que él no
está preparado para asimilar espiritualmente, y yo no quisiera
ser responsable de contribuir a que se aleje del Señor. Deberé
recordar que, por un tiempo, será un creyente débil, hasta que
alcance un mayor desarrollo en su madurez espiritual. Es que
como consecuencia de esta enseñanza, operamos en base a un
principio diferente. No se trata entonces de si una cierta actitud
o actividad es acertada o equivocada. Es una cuestión del efecto
que puede causar en el creyente débil en su fe, o en otros como
por ejemplo, un vecino o amigo. Después de todo, el
conocimiento sin amor, puede llegar a ser un elemento
peligroso, perjudicial. Está relacionado con la forma o la manera
en que uno lo traslada a la experiencia, y eso es actuar con una
motivación.
Continuamos hoy con el versículo 12, de este capítulo 8, de la
Primera Epístola a los Corintios, y leemos:
"De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo
su débil conciencia, contra Cristo pecáis".
Cuando somos responsables de que un creyente se aparte del
Señor, estamos afectando a Cristo mismo. Veamos ahora este
último versículo del capítulo 8, de la Primera Epístola a los
Corintios. El versículo 13 dice:
"Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no
comeré carne jamás, para no hacer tropezar a mi hermano".
Aquí está pues la motivación para la acción en estos asuntos. El
apóstol Pablo iba a referirse a este principio más adelante, en el
capítulo 10, de esta misma epístola, versículo 23 donde dice:
"Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito,
pero no todo edifica".
No tiene pues sentido discutir si algo es correcto o equivocado.
La cuestión importante es el efecto que una acción puede causar
al llamado hermano débil, que aún no ha desarrollado la
madurez cristiana. Todas las cosas son lícitas para el creyente.
La libertad del cristiano no puede estar regulada por el
legalismo, que es una tendencia a la aplicación literal de las
leyes. No está limitada por reglas de conducta. Su libertad está
limitada por el amor. Su motivación debería ser la de no ofender
a otro hermano, sino la de ser una bendición para él. Ésta es,
pues, la forma de determinar la conducta cristiana. Ésta es la
motivación para la conducta cristiana. Así que mi conocimiento
me dice que es perfectamente correcto hacer algo. Pero mi
amor por otro creyente inmaduro evitará que lo lleve a cabo.
Pasemos ahora, a
1 Corintios 9:1-24
En el capítulo 8 Pablo trató el tema de la libertad cristiana
referida a comer carne que había sido ofrecida a los ídolos. El
principio presentado establecía que en asuntos dudosos, la
motivación del cristiano debía ser la consideración por otros
creyentes. No tenía que hacerse nada que ofendiera o fuese
causa de tropiezo al creyente inmaduro.
Pablo mencionó este principio varias veces en la epístola a los
Corintios. Vemos que en el capítulo 6 de esta Primera carta a los
Corintios, Pablo realizó una declaración útil para el creyente. En
el capítulo 6, versículo 12, dijo: "Todas las cosas me son lícitas,
pero no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, pero yo
no me dejaré dominar de ninguna". Después, en el 8:8, dijo:
"Pero la comida no nos recomendará a Dios, pues ni somos
menos si no comemos, ni somos más si comemos". Y luego él
volvió a repetir el principio en el capítulo 10, versículo 23 de
esta carta donde dijo: "23Todo me es lícito, pero no todo
conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica". Después
continuó diciendo que nadie buscase su propio bien, sino el bien
de los demás. Por este motivo, decimos que la libertad cristiana
tiene sus límites.
Pablo entonces iba a ilustrar este asunto de la libertad cristiana
en otra área, más bien de carácter personal. Expondría sus
propios derechos como apóstol, su derecho oficial. Él iba a
hablar de su derecho a ser apoyado económicamente por la
Iglesia. Pablo tenía el derecho de esperar que la Iglesia cuidara
de él personalmente y de sus necesidades como predicador del
evangelio. Y él usó estos asuntos personales para ilustrar la
libertad cristiana. Usted puede ver que en primer lugar defendió
su derecho oficial como apóstol. Ya tenía la costumbre de
defender su apostolado porque su posición había sido desafiada
en muchos lugares. Ahora, en el capítulo 9, versículo 1, él dijo:
"¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor
nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?"
Y la respuesta a esa pregunta era: "Sí, Pablo, eres un apóstol".
La forma en que esta pregunta fue formulada en el idioma
original griego, exigía una respuesta afirmativa. Luego
preguntando Pablo: ¿No soy libre?
Y la respuesta claro era, "Sí". Luego preguntó: ¿No he visto al
Señor nuestro? Ésa era la prueba de que era un apóstol. Una de
las cualificaciones para ser un apóstol era la de haber visto
personalmente a Jesucristo. Pablo había cumplido ese requisito.
Luego dijo: ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? Los
creyentes de Corinto eran la evidencia de su apostolado y él la
defendió. Dijo en el versículo 2:
"Si para otros no soy apóstol, para vosotros ciertamente lo soy,
porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor".
Quizás otros no le reconocían como apóstol, que realmente lo
era. Pero ellos sí tenían que reconocerle como tal, por el hecho
de ser creyentes en el Señor. Para ellos, los creyentes de la
iglesia de Corinto, era evidente que él era un apóstol. Ahora él
dijo en los versículos 3 y 4, de este capítulo 9, de la Primera
carta a los Corintios:
"Contra los que me acusan, esta es mi defensa: ¿Acaso no
tenemos derecho a comer y beber?"
Eso es exactamente lo que se dice en griego: defensa, aunque
otras versiones traducen "respuesta". Fue como si Pablo
estuviera ante un tribunal y fuese acusado en cuanto a su
apostolado. Él estaba presentando su propia defensa, ante
aquellos que le estaban juzgando. ¿Y cuál fue su defensa?
Alegar que, como un apóstol del Señor Jesucristo, él tenía
derecho a comida y bebida. Como apóstol, por supuesto, tenía
esa libertad, que, en aquel momento, estaba siendo restringida
por otros. Todo este asunto tiene que ver con la declaración que
él hizo en el capítulo anterior, 8:13, cuando dijo: "si la comida
hace que mi hermano tropiece, no comeré carne jamás, para no
hacer tropezar a mi hermano". Ahora, él tenía derecho a comer
carne, pero no iba a hacerlo. Y, de paso, podemos decir que
este era un ejercicio de su libre voluntad, ¿no le parece? La
voluntad libre consiste en poder hacer algo y luego, optar por no
hacerlo. En un sentido, se trata de una libertad superior, quizás
el sentido más alto de libertad que existe. Porque si usted,
estimado oyente, no puede hacer algo, y no lo hace, bueno, ahí
no hay ningún ejercicio de libre voluntad. Pero, si usted tiene la
capacidad de hacer algo, y elige la opción de no hacerlo, esa es
una demostración que su libre voluntad. Luego Pablo continuó
diciendo aquí en el versículo 5:
"¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una hermana por
esposa, como hacen también los otros apóstoles, los hermanos
del Señor y Cefas?"
Evidentemente, los hermanos del Señor, aquí, eran sus
hermanos Santiago y Judas. Suponemos que ellos estaban
casados y que en sus viajes misioneros ellos iban acompañados
de sus respectivas esposas. Y el apóstol Pedro también estaba
casado. Y Pablo decía que él también tenía esa misma libertad,
pero el había optado por no tener una esposa, porque creía que,
de haber estado casado, al tener que llevar una esposa como
compañera de sus viajes, su ministerio sería limitado,
restringido.
Pablo dijo que él también tenía derecho a llevar a una esposa
consigo, porque tenía esa libertad para hacerlo así, pero que
había decidido permanecer soltero. Después de todo, él era un
misionero pionero, y su vida se desarrollaba en condiciones
duras. Y como hemos visto antes, probablemente, era viudo. Y
luego continuó diciendo en el versículo 6:
"¿O sólo yo y Bernabé no tenemos derecho a no trabajar?"
Pablo se preguntó si Bernabé y él eran los únicos que no tenían
derecho a ser mantenidos por la comunidad. No tenían que salir
necesariamente como misioneros, porque su salvación no habría
quedado afectada si se hubieran quedado en casa. Su siguiente
tema sería el pago de los predicadores. Y continuó en los
versículos 7 al 9:
"¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas? ¿Quién
planta una viña y no come de su fruto? ¿O quién apacienta el
rebaño y no toma de la leche del rebaño? ¿Digo esto sólo como
hombre? ¿No dice esto también la Ley? En la ley de Moisés está
escrito: No pondrás bozal al buey que trilla".
En aquellos días, se utilizaba al buey para quebrantar la mies
tendida en la era, para poder separar el grano de la paja. La era
consistía en un espacio de tierra firme y limpia, a veces
empedrado. Se colocaba al buey en un lugar donde caminaba en
círculo sobre el trigo. Un trabajador lanzaba la paja al aire con
una horquilla, y el viento separaba la paja y se la llevaba; y el
grano, entonces, caía sobre la era. Ahora, ellos no le ponían
bozal al buey que trillaba; ¿por qué? Porque el buey estaba
trabajando y uno debía permitirle comer mientras trillaba el
grano, así es que no se le debe poner bozal. Ésa es la manera
cómo Dios mostraba Su cuidado por los bueyes y por tal motivo,
dictó esa ley. La aplicación para este pasaje bíblico era que,
figurativamente hablando, no se le debía poner un bozal al
predicador. Porque él debía ser alimentado, mantenido, para
poder realizar su trabajo.
Y con la conclusión de la ilustración de no poner bozal al buey
que estaba trabajando para sus amos, Pablo aplicó ese principio
a los pastores y maestros. Dio no sólo cuida de los animales,
sino que se preocupa por los predicadores. Por lo tanto él, como
apóstol que alimentaba espiritualmente a otros, tenía el derecho
a ser alimentado materialmente. Y Pablo siguió diciendo en los
versículos 10 y 11, de este capítulo 9 de la Primera Epístola a
los Corintios:
"¿Se preocupa Dios por los bueyes, o lo dice enteramente por
nosotros? Sí, por nosotros se escribió esto, porque con
esperanza debe arar el que ara y el que trilla, con esperanza de
recibir del fruto. Si nosotros sembramos entre vosotros lo
espiritual, ¿será mucho pedir que cosechemos de vosotros lo
material?"
Pablo mencionó eso también en su carta a los Gálatas 6:6,
diciendo que "al que se le enseña la palabra, que comparta toda
cosa buena con el que le enseña". Si algunos nos han dado
bendiciones espirituales, riquezas espirituales, entonces
debemos compartir con ellos las bendiciones materiales que
ellos necesitan para su supervivencia. Ahora, él continuó
diciendo en el versículo 12:
"Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto
más nosotros?"
Sin embargo, no hemos usado de este derecho, sino que lo
soportamos todo por no poner ningún obstáculo al evangelio de
Cristo.
Pablo tenía, entonces, el derecho para ser apoyado
económicamente en su trabajo a favor de aquellos creyentes.
Sin embargo, no quería hacer nada que fuera un obstáculo para
la extensión del evangelio de Cristo. Por lo tanto, no recibía
ninguna remuneración. Y se mantenía a sí mismo trabajando en
su profesión, que era la fabricación de tiendas. Sin embargo, el
método que Dios ha establecido es que aquellos que desarrollan
un ministerio espiritual en beneficio de los creyentes y, en
consecuencia, en beneficio de toda la iglesia, deben ser
mantenidos por aquellos que se benefician de su ministerio.
Luego, el apóstol Pablo dijo en los versículos 13 y 14:
"¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen
del Templo, y que los que sirven al altar, del altar participan?
Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio,
que vivan del evangelio".
Ése es el método que Dios utiliza, estimado oyente. Y no hay
nada malo en que una persona dedicada al servicio del Señor,
que está siendo una bendición para los demás, sea apoyada por
ellos. Hemos descubierto que en su mayoría, cuando la gente
recibe una bendición, apoya a las personas y al lugar donde está
recibiendo la bendición. Luego Pablo continuó diciendo en el
versículo 15:
"Pero yo de nada de esto me he aprovechado, ni tampoco he
escrito esto para que se haga así conmigo, porque prefiero
morir, que permitir que alguno me prive de esta mi gloria".
Pablo no recibía sueldo. Por ello pudo decir que la iglesia de
Corinto no le estaba manteniendo económicamente. Él no
recibía nada de aquellos creyentes. Ya hemos visto que él vivía
de la fabricación de tiendas. Luego él dijo en el versículo 16:
"Si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme, porque
estoy bajo el deber de hacerlo; pues ¡ay de mí si no predico el
evangelio!"
Comprendemos perfectamente el sentimiento de Pablo cuando
hizo aquella declaración. Francamente hablando, sentimos el
peso de esa necesidad. No nos atreveríamos a dejar de
proclamar la Palabra de Dios. Por supuesto que no perderíamos
nuestra salvación si no anunciáramos más el Evangelio, pero
continuamos haciéndolo porque sentimos una fuerza, un
impulso interior. Y además amamos la tarea de enseñar y
predicar el Evangelio; nos agrada hacerlo. Continuó, pues, el
apóstol Pablo y dijo en los versículos 17 y 18 de este capítulo 9
de la Primera Epístola a los Corintios:
"Por eso, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré;
pero si lo hago en contra de mi voluntad, de todos modos, un
encargo se me ha confiado. ¿Cuál, pues, es mi recompensa?
Que, predicando el evangelio, presente gratuitamente el
evangelio de Cristo, sin hacer pleno uso de mi derecho a vivir
de mi trabajo en el anuncio del evangelio".
Pablo no predicaba motivado por una intención oculta, ni
tampoco nosotros. Sin embargo, Dios ha prometido una
recompensa. Y, en cuanto a nosotros, estamos convencidos de
que no seremos defraudados. Ahora, el apóstol Pablo dijo aquí
en el versículo 19:
"Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos
para ganar al mayor número".
El apóstol tuvo la libertad de convertirse él mismo en un
esclavo. Y entonces vemos que expuso este testimonio tan
conocido de su propio ministerio. Leamos los versículos 20 al
23:
"Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a
los que están sujetos a la Ley como sujeto a la Ley (aunque yo
no esté sujeto a la Ley) para ganar a los que están bajo la Ley;
a los que están sin Ley, como si yo estuviera sin Ley (aunque yo
no estoy sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar
a los que están sin Ley. Me he hecho débil a los débiles, para
ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de
todos modos salve a algunos. Y esto hago por amor del
evangelio, para hacerme copartícipe de él".
Es como si el apóstol Pablo se viese a sí mismo como en una
pista de carreras, como un atleta que está corriendo. ¿Y
corriendo para qué? Para recibir un premio. Por ello dijo en el
versículo 24:
"¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad
corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera
que lo obtengáis".
En una competición atlética, sólo uno puede llegar primero. Pero
en la carrera espiritual, todos podemos ganar el premio, si
estamos difundiendo la Palabra de Dios. Y lo hacemos porque, al
haber aceptado al Señor Jesucristo como Salvador, sentimos el
impulso del Espíritu Santo, que nos hace ver las grandes
necesidades del ser humano, tal como Dios las ve, con ese amor
con que pudo exclamar por medio del profeta Isaías (45:21 y
22) "¿No soy yo el Señor? No hay más Dios que yo, un Dios
justo y salvador; no hay ninguno fuera de mí. Volveos a mí y
sed salvos, todos los términos de la tierra; porque yo soy Dios,
y no hay ningún otro".

1 Corintios 9:20 - 10:13


Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 9, de esta Primera
carta a los Corintios. Y al concluir nuestro programa anterior,
leímos los versículos 20 al 24 de este capítulo 9. Vamos a
leerlos nuevamente, como introducción a nuestro estudio de
hoy:
"Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a
los que están sujetos a la Ley como sujeto a la Ley (aunque yo
no esté sujeto a la Ley) para ganar a los que están bajo la Ley;
a los que están sin Ley, como si yo estuviera sin Ley (aunque yo
no estoy sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar
a los que están sin Ley. Me he hecho débil a los débiles, para
ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de
todos modos salve a algunos. Y esto hago por amor del
evangelio, para hacerme copartícipe de él. ¿No sabéis que los
que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno
solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis".
Pablo está diciendo, "estoy haciendo todo esto porque estoy
corriendo una carrera. Estoy corriendo como un atleta. Ahora,
¿Corriendo para qué? Para recibir un premio. En una
competición atlética, solo uno puede llegar primero. Pero en la
carrera espiritual, todos podemos ganar el premio, si estamos
difundiendo la Palabra de Dios". Luego Pablo dijo en el versículo
25:
"Todo aquel que lucha o compite en los juegos, de todo se
abstiene; ellos, a la verdad, lo hacen para recibir una corona
corruptible, pero nosotros, una incorruptible".
Las recompensas que Dios da no aumentarán las cifras de la
cuenta del banco, cuenta que se quedará aquí en la tierra
cuando nos vayamos. Pero esa recompensa formará parte de
nuestro enriquecimiento espiritual. Y el apóstol continuó en el
versículo 26, de este capítulo 9, de la Primera Epístola a los
Corintios:
"Así que yo de esta manera corro, no como a la ventura, sin
tener meta; de esta manera peleo, no como dando golpes al
aire"
Pablo dijo que él no peleaba como quien estuviera luchando
contra un adversario imaginario. No se trataba de un simple
juego. Era algo que tenía lugar en la vida real. Y dijo además en
el versículo 27:
"sino que golpeo mi cuerpo y lo hago mi esclavo, no sea que,
habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser
eliminado".
La traducción aquí de esta última palabra "eliminado" no es
afortunada, no expresa verdaderamente lo que se dice en el
griego. Esa palabra ?adókimos? quiere decir "no aprobado o
desaprobado", y podría traducirse también como "descalificado".
Pablo estaba pensando aquí en el tribunal de Cristo donde se
entregarán las recompensas a los creyentes. En la próxima carta
a los Corintios, en la segunda, él iba a hablar sobre este tema.
Nosotros todos vamos a comparecer ante el tribunal de Cristo
para recibir nuestra recompensa. Y Pablo estaba diciendo que él
corría la carrera de tal manera que pudiera recibir una
recompensa. Y ésa es la razón por la cual él estaba predicando
el evangelio. Y, siempre disfrutando de su libertad, esa era la
opción que había elegido. Creemos que cada cristiano debiera
participar en la carrera cristiana, con la debida disciplina y
esfuerzo, sabiendo que recibirá un premio. Nosotros no nos
esforzamos ni trabajamos para obtener la salvación. Porque la
salvación es un don, un regalo entregado por la gracia y
misericordia de Dios. Pero, estimado oyente, si usted ya es un
creyente, un hijo de Dios, y espera ser reconocido como para
recibir un premio, tendrá que trabajar y esforzarse para
merecerlo. Si va a recibir una recompensa, tendrá que
concentrarse en la pista de carreras y ponerse en acción. Bien,
llegamos ahora a
1 Corintios 10:1-13
Estamos todavía en la sección que hemos llamado la "Libertad
Cristiana" y que se extiende por este mismo capítulo y hasta el
capítulo 11:1. Y vamos a ver otro aspecto de la libertad cristiana
y la ilustración que se usará en este capítulo, tiene que ver con
la nación de Israel.
Iniciemos entonces nuestra lectura de este capítulo 10 con el
primer versículo:
"No quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres
estuvieron todos bajo la nube, y todos pasaron por el mar"
Estas primeras palabras nos conectan directamente con el
capítulo anterior, el capítulo 9, donde Pablo acababa de decir
que él no quería ser descalificado ante el tribunal de Cristo, sino
que esperaba recibir una recompensa, un premio.
Al decir "no quiero que ignoréis", estaba enfatizando que iba a
hablarles sobre un tema que ellos desconocían, o de lo cual no
eran conscientes.
Ahora, la iglesia de Corinto estaba formada por un grupo de
gente de diversas razas. Entre sus miembros había judíos, y
creyentes pertenecientes a otros pueblos. Hoy no vemos con
tanta frecuencia a judíos cristianos, pero en aquella época era
poco corriente ver a cristianos no judíos, porque los primeros
cristianos fueron judíos.
Cuando el apóstol dijo "nuestros padres estuvieron todos" Pablo
estaba refiriéndose a la parte judía de la congregación. Sólo
ellos, junto con Pablo eran israelitas y compartían la misma
historia. La referencia a que "todos estuvieron bajo la nube y
todos pasaron por el mar se refiere, por supuesto, al momento
histórico en que el pueblo de Israel estaba huyendo de la
esclavitud Egipcia y cruzando el Mar Rojo. Y continuando con la
cita histórica, añadió en los versículos 2 al 5 lo siguiente:
"y todos, en unión con Moisés, fueron bautizados en la nube y
en el mar, todos comieron el mismo alimento espiritual y todos
bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca
espiritual que los seguía. Esa roca era Cristo. Sin embargo, Dios
no se agradó de la mayor parte de ellos, por lo cual quedaron
tendidos en el desierto".
Esto nos demuestra cuan lejos puede llegar una persona y aún
no llegar a ser un creyente. Asimismo nos revela la hermosa,
maravillosa, libertad que ese pueblo experimentó cuando
cruzaron el mar Rojo. En ese momento aún no habían recibido
la ley y tenían esa libertad, pero abusaron de ella. Podemos ver
que el tener un privilegio no es siempre una garantía contra un
fracaso final. Eso es algo que muchos hijos de personas que
disponían de grandes recursos han tenido que aprender. Y esta
lección también ha tenido que ser aprendida por muchos que
han disfrutado de ciertos privilegios gracias a su posición
política, financiera y social.
Ahora, los israelitas estaban bajo la nube. Es decir, ellos tenían
un guía y todos ellos cruzaron el mar con seguridad, sin sufrir
ningún percance. Pero dice aquí que, en unión con Moisés,
fueron bautizados en la nube y en el mar. Ahora, ¿qué quiere
decir esta frase?
Tenemos que volver a hacer énfasis aquí nuevamente que
"bautizados" quiere decir varias cosas. Si usted observa en un
diccionario de palabras griegas, puede observar que a esta
palabra le corresponden unos 20 significados. Y los traductores
de la Biblia, en realidad no tradujeron esta palabra. Lo que
hicieron fue transcribirla. Es decir que ellos tomaron la palabra
griega y la transcribieron al castellano. Por lo tanto, tratar de
expresar exactamente lo que el apóstol tenía en su mente,
puede ser algo sumamente difícil porque los traductores no
intentaron hacerlo. En el día de hoy hay muchas personas que
han tratado de reducir el significado de esa palabra a un
concepto bastante limitado.
La palabra griega significa "identificar". En realidad, el bautismo
por agua tiene ese significado, ya que habla de nuestra
identificación con Cristo. Simbólicamente hablando, nosotros
somos sepultados con Él por el bautismo, por el bautismo del
Espíritu Santo. Él nos identifica con el cuerpo de Cristo, es decir,
que nos toma y nos coloca como un miembro en el cuerpo. Más
adelante en esta misma epístola capítulo 12 versículo 13, Pablo
dijo: "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un
cuerpo".
Ahora, ¿cómo fueron ellos entonces bautizados en unión con
Moisés? Evidentemente, no tuvieron allí en el Mar Rojo una
reunión de bautismos, en la que fueron bautizados por Moisés.
Porque, en realidad, ni siquiera se mojaron con el agua de aquel
mar. El relato del Éxodo nos dice que los hijos de Israel pasaron
por el lecho seco del mar. Cuando Dios dividió el mar Rojo, para
ellos, estimado oyente, dejó un sendero bien seco para que
transitaran por él. Los que realmente se mojaron fueron los
egipcios, que quedaron sumergidos en el agua. Así que el
bautismo al que se estaba refiriendo aquí Pablo, no tenía nada
que ver con el agua. Tampoco se estaba refiriendo al bautismo
del Espíritu Santo, porque él dijo que "todos en unión con
Moisés fueron bautizados". ¿Entonces, qué quiso decir? Bien,
quiere decir simplemente que estaban identificados con Moisés.
En el capítulo 11:29 de la epístola a los Hebreos se nos dice que
"Por la fe pasaron el mar Rojo como por tierra seca; e
intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados?" Pero
los hijos de Israel estaban identificados con Moisés. Dice que
por la fe pasaron el mar Rojo. ¿La fe de quién? No era la de
ellos. Ellos no tenían ninguna fe. Si usted puede leer la historia
en el libro del Éxodo, se dará cuenta de que ellos deseaban
regresar a Egipto, y estaban culpando a Moisés por haberlos
sacado de aquel lugar y haberlos llevado al desierto. Fue Moisés
el que tuvo fe. Fue Moisés quien se acercó al agua y golpeó el
mar Rojo con la vara, como Dios le había ordenado. Y fue
Moisés quien guió a los israelitas por el lecho seco del mar.
Cuando ellos llegaron a la otra orilla, ¿qué hicieron? Moisés los
guió a que cantaran la canción de los redimidos, que usted
puede leer en el capítulo 15 del Éxodo. Ellos, pues, estaban
identificados con Moisés. Podemos decir que ésa es una figura
de nuestra salvación. Cristo pasó a través de las aguas de la
muerte. Y nosotros también las cruzamos a salvo por medio de
Su muerte, identificados con Él, y después somos identificados
con un Salvador viviente, bautizados en Cristo. Ésta es la
manera en que este bautismo nos salva. Cuando confiamos en
Cristo, el bautismo del Espíritu Santo nos coloca en Cristo, nos
une a Cristo.
Ahora, el bautismo por agua ilustra esta verdad y es muy
importante. Pero es un bautismo ritual. El verdadero bautismo
es la obra del Espíritu Santo. Entonces los israelitas fueron
bautizados en Moisés y fueron capaces de cruzar el mar Rojo. Y
se nos dice también que "todos comieron el mismo alimento
espiritual", el maná. Y todos bebieron la misma bebida
espiritual"; porque bebieron de la roca espiritual que les seguía:
y se nos dice que la roca era Cristo, es decir, que la roca
exponía a Cristo.
Sin embargo, la mayoría de ellos no agradó a Dios, y por eso
sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto.
Ahora, ¿por qué quedó registrado todo ese relato histórico?
Pablo nos explicó el motivo. Leamos el versículo 6, de este
capítulo 10, de la Primera Epístola a los Corintios:
"Estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que
no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron".
Hemos visto en los primeros cinco versículos de este capítulo
una ilustración de la libertad que esta gente disfrutaba como
nación. Ahora vemos en esta penetrante sección que esta gente
abusó de su libertad. Y el apóstol nos dio una aplicación para
nosotros en el día de hoy. Dijo que todas esas cosas sucedieron
como ejemplo para nosotros, para que no deseemos el mal,
como ellos lo desearon. Usted puede notar, estimado oyente,
que esto fue escrito para usted y para mí, para que prestemos
atención cuidadosamente a estos hechos y sus consecuencias.
Porque ya hemos visto como los israelitas se comportaron y lo
que hicieron con la libertad que gozaban.
Leemos que codiciaron las cosas malas. Ahora, ¿cuáles fueron
esas cosas malas? Se mencionaron en el capítulo 11 del libro de
Números comenzando con el versículo 4, hasta el 6. Allí dice
que entre los israelitas se había mezclado gente de toda clase,
que sólo pensaba en comer. Y los israelitas, dejándose
influenciar por ellos, se pusieron a llorar y a decir: "¡Ojalá
tuviéramos carne para comer! ¡Cómo nos viene a la memoria el
pescado que comíamos de balde en Egipto! Y también comíamos
pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos. Pero ahora nos
estamos muriendo de hambre y no vemos otra cosa que maná".
A ellos no les gustaba el maná. Y leemos que ellos codiciaron
cosas malas. Ahora, ¿qué había de malo con los puerros, las
cebollas, y el ajo? El caso era que codiciaron aquello que, en
aquel momento, estaba fuera de la voluntad de Dios para ellos.
Y aquel fue el comienzo de su deserción, de su abandono de
Dios.
¿Ha notado usted cuántas veces el deseo es lo que conduce al
pecado? Comenzó en el jardín de Edén. En Génesis, capítulo 3,
versículo 6, leemos: "Al ver la mujer que el árbol era bueno
para comer, agradable a los ojos y deseable para alcanzar la
sabiduría, tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido,
el cual comió al igual que ella". Fíjese usted, deseo, codicia,
¿qué implican? Pues era el deseo por algo que estaba fuera de
la voluntad de Dios. Ahora, después de todo, ¿qué es deseo?
Algunos especialistas hablan de inhibiciones y prohibiciones, y
del deseo como lo supremo en la vida. El deseo en aquellas
circunstancias históricas era anhelar algo que estaba fuera de la
voluntad de Dios para ellos. Aunque en Egipto habían tenido
estas cosas, no era la voluntad de Dios que ellos las tuvieran en
aquel momento en particular. Y luego dijo Pablo, aquí en el
versículo 7, de este capítulo 10 de su Primera Epístola a los
Corintios:
"Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito:
Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar".
Un ídolo es cualquier cosa que usted coloca en su vida en lugar
de Dios. Y luego continuó Pablo diciendo en los versículos 8 al
10:
"Ni cometamos inmoralidades sexuales, como algunos de ellos
hicieron, y cayeron en un día veintitrés mil. Ni provoquemos al
Señor, como también algunos de ellos le provocaron, y fueron
destruidos por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos de
ellos murmuraron, y perecieron por mano del destructor".
Pablo enumeró los pecados de aquella gente. Aquel pueblo
había estado murmurando y quejándose continuamente contra
Dios. Esta es una ilustración de aquellos que anhelan tener
cosas que se encuentran fuera del plan y la voluntad de Dios.
Dios siempre ha querido algo bueno para Su pueblo. Eso fue
cierto entonces, y es real también hoy. Pero aquellos israelitas,
en una abierta actitud de rebelión quisieron ir más allá de los
propósitos que Dios tenía para ellos.
Veamos ahora lo que nos dijo el apóstol Pablo en el versículo
11, de este capítulo 10 de su Primera carta a los Corintios; dice:
"Todas estas cosas les sucedieron como ejemplo, y están
escritas para amonestarnos a nosotros, que vivimos en estos
tiempos finales".
Y de todo podemos aprender una gran lección. Como creyentes,
disfrutamos de la libertad cristiana, pero nuestros deseos deben
estar dentro de la esfera de la voluntad de Dios, y eso es muy
importante. Luego, en el versículo 12 se nos dice:
"Así que el que cree estar firme, tenga cuidado, no sea que
caiga".
Indiferentemente de quién sea usted, estimado oyente, usted
puede caer hoy mismo. Sería una cosa muy fácil que usted
cometiera un error de bulto y que tropezara y cayera. Uno
puede ser un cristiano maduro y con experiencia, alguien que
trata de vivir una vida santa y, aun así, caer. Por lo tanto usted
y yo debemos tener mucho cuidado de permanecer dentro del
ámbito de la voluntad de Dios, en el que nosotros no estemos
apagando al Espíritu de Dios con nuestras vidas. Luego continuó
el apóstol diciendo en el versículo 13:
"No os ha sobrevenido ninguna prueba que no sea humana;
pero fiel es Dios, que no os dejará ser probados más de lo que
podéis resistir, sino que dará también juntamente con la prueba
la salida, para que podáis soportarla".
Muchas personas en nuestros días piensan que nadie ha sido
probado o tentado como ellas. Estimado oyente, no importa la
experiencia por la que usted haya pasado; ha habido otros que
han atravesado por la misma clase de pruebas. Lo alentador es
que Dios proveerá para usted una salida, es decir, el medio para
salir de esas situaciones de prueba. Dios es fiel, y no permitirá
que usted sea probado o tentado más allá de lo que pueda
soportar.
Necesitamos reconocer, como decía el Dr. Hutton, que "Dios
siempre prepara un camino por el cual podemos salir. Y a veces,
esa forma de escapar, es un buen par de piernas para que
nosotros le podamos mostrar los talones al diablo". Eso quiere
decir que uno está corriendo tan rápido como le sea posible,
para poder huir de la tentación.
Creemos que muchas de las razones por las cuales muchas
personas pecan, es que hacen lo mismo que hizo un niño. Su
madre escuchó ruidos durante la noche que procedían de la
cocina; el pequeño estaba en la cocina y tenía en sus manos la
lata de las galletas. Su madre lo llamó y le preguntó: "Juanito,
¿dónde estás?" Y el niño contestó: "Estoy en la cocina" Y su
madre le pregunta: "¿Qué estás haciendo?" A lo cual él
respondió: "Estoy luchando contra la tentación". Estimado
oyente, ese no es el lugar ni la forma de luchar contra la
tentación. Necesitamos escaparnos de ese tipo de situaciones.
Como una niña, que se cayó de su cama una noche y comenzó a
llorar. Su mamá fue a verla, la levantó, la volvió a colocar en la
cama y le preguntó: "¿Cómo fue que te caíste?" Y ella le
contestó: "Creo que me quedé muy cerca del borde de la cama
cuando me acosté" Y esa es otra de las razones por las cuales
muchos creyentes caen en el día de hoy: no avanzan mucho
como creyentes, no continúan en una relación cercana con Dios
y tampoco viven de acuerdo con la voluntad de Dios. Se quedan
allí en el borde por donde comenzaron cuando conocieron a
Cristo. No han avanzado en el camino de la madurez cristiana.
Estimado oyente, es evidente que en la lucha de la vida, lucha
que nos conduce a situaciones conflictivas, de gran complejidad,
en las cuales no vemos una salida, una solución humana,
necesitamos un apoyo sobrenatural. Nuestros recursos resultan
insuficientes a la hora de enfrentarnos a fuerzas destructivas
inherentes a la naturaleza humana, capaces de controlar
nuestros pensamientos y acciones. En ese sentido, y desde un
punto de vista espiritual, podemos comparar al ser humano a
aquellos esclavos que no podían liberarse a sí mismos. Sólo
podían alcanzar la libertad si alguien los compraba y los
liberaba. En ese sentido, Jesucristo pagó el precio de nuestra
libertad, con su sacrificio en la cruz. El precio fue muy elevado,
y si usted acepta por la fe su oferta de salvación, entonces
usted pasará a pertenecerle a Él. O sea, que tendrá un nuevo
amo, un nuevo Señor, quedando bajo su autoridad. Pero,
paradójicamente, será usted libre de la esclavitud del pecado y
la maldad. Y, a partir de ese momento, usted dependerá de
alguien que, no solo desea lo mejor para usted que, además,
posee los medios y los recursos para hacer que las numerosas
promesas que nos dejó en Su Palabra, se conviertan cada día en
una realidad. Un hijo de Dios, puede levantarse cada día y
solicitar a su Señor los recursos necesarios para enfrentar las
más graves situaciones. El autor de esta carta, el apóstol Pablo,
en otra de sus cartas, concretamente en la carta a los Efesios 6,
después de considerar que en este mundo no tenemos luchas
contra seres humanos, sino contra fuerzas espirituales
malignas, les aconsejó a los creyentes que aceptasen los
recursos sobrenaturales que han recibido de Dios, para poder
resistir con firmeza en lo que él llamó "el día malo". Estimado
oyente, ¿está usted viviendo en esos días malos? Diríjase a Dios
en oración, pidiéndole que Él intervenga. Y, con toda seguridad,
en el momento oportuno, Dios lo hará.

1 Corintios 10:14 - 11:3b


Continuamos estudiando el capítulo 10 de esta Primera carta a
los Corintios. Uno puede ser un cristiano maduro y con
experiencia, alguien que trata de vivir una vida santa y, aun así,
caer. Por lo tanto usted y yo debemos tener mucho cuidado de
permanecer dentro del ámbito de la voluntad de Dios, en el que
nosotros no estemos apagando al Espíritu de Dios con nuestras
vidas. Muchas personas en nuestros días piensan que nadie ha
sido probado o tentado como ellas. Estimado oyente, no importa
le experiencia por la que usted haya pasado; ha habido otros
que han atravesado por la misma clase de pruebas. Lo alentador
es que Dios proveerá para usted una salida, es decir, el medio
para salir de esas situaciones de prueba. Dios es fiel, y no
permitirá que usted sea probado o tentado más allá de lo que
pueda soportar. Creemos que muchas de las razones por las
cuales muchas personas pecan y caen, es porque cuando la
tentación aparece, se quedan allí contemplándola y no huyen de
ella, no se apartan de la situación. Otra de las razones es
porque no avanzan mucho como creyentes en el proceso de
madurez, no continúan su relación de compañerismo con Dios,
ni tampoco en la esfera de la voluntad de Dios. Y por eso, caen.
Y ahora, continuó el apóstol Pablo diciéndonos aquí en los
versículos 14 y 15 de este capítulo 10 de su Primera Epístola a
los Corintios:
"Por tanto, amados míos, huid de la idolatría. Como a sensatos
os hablo; juzgad vosotros lo que digo.
La idolatría era una tentación en Corinto. Quizá en el día de hoy
no sea una tentación para usted, pero la Biblia nos dice que la
codicia es una forma de idolatría que, además, está muy
difundida en la actualidad.
Después de esta afirmación, Pablo se dispuso a enseñar el
concepto de que la comunión y compañerismo en la llamada
Cena del Señor requería separación. Luego leemos los versículos
16 al 19:
"La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la participación
de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la
participación del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan,
nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo, pues todos
participamos de aquel mismo pan. Considerad al pueblo de
Israel: los que comen de los sacrificios, ¿no participan del altar?
¿Qué quiero decir, entonces? ¿Que un ídolo es algo, o que lo
sacrificado a los ídolos es algo?"
El entró entonces en al área de la mesa del Señor. Aquí el
argumento del apóstol fue bastante lógico. El ídolo no tenía
ningún valor, y la carne ofrecida al ídolo, era como otra carne
cualquiera. Y añadió en el versículo 20:
"Antes digo que aquello que los no judíos sacrifican, a los
demonios lo sacrifican y no a Dios; y no quiero que vosotros os
hagáis partícipes con los demonios".
Aquí el escritor estaba aun hablando sobre la libertad cristiana.
Aunque un ídolo no fuese nada, detrás de la adoración al ídolo
estaba la creencia en los demonios. Y Pablo reconoció esa
realidad y dijo en el versículo 21:
"No podéis beber la copa del Señor y la copa de los demonios;
no podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los
demonios".
Es decir, el comer las cosas sacrificadas a los ídolos para
algunas personas sería idolatría. Y un creyente debía examinar
su corazón cuidadosamente. Y dijo entonces el apóstol, en el
versículo 22 de este capítulo 10, de la Primera Epístola a los
Corintios:
"¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos acaso más fuertes
que él?"
Pablo aquí regresó a lo que dijo en el mismo comienzo de esta
sección en la que trata de la libertad cristiana. Leamos el
versículo 23:
"Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito,
pero no todo edifica".
O sea, que afirmó que uno era libre de hacer lo que quisiera,
pero no todo convenía, no todo era de provecho. Pablo tenía la
libertad de practicar aquellas cosas cuestionables o dudosas,
acciones acerca de las cuales la Biblia permanece en silencio, en
el sentido de establecer si están bien o mal. Es como si hubiera
dicho: "Si yo quisiera ir a las carreras de los juegos olímpicos, lo
haría". Creemos que Pablo asistía a esos eventos, porque él
utilizó gran número de ilustraciones tomadas de los eventos
atléticos que se llevaban a efecto en los grandes coliseos y
estadios de esos días. Pero Pablo dijo que aunque tales acciones
le estaban permitidas, no todas ellas eran oportunas, porque
podían perjudicar u ofender a un creyente inmaduro o débil. O
sea que, aunque uno pudiera hacer lo que quisiese, no todas las
cosas edifican, es decir, que no consolidan a uno en la fe. Y
entonces, Pablo estableció un principio general y dijo en el
versículo 24:
"Nadie busque su propio bien, sino el del otro".
El creyente tiene una libertad tremenda en Cristo. Sin embargo,
él tiene que procurar el bien de los demás. Así que, la vida del
cristiano no debería estar principalmente dirigida o regida por la
libertad. Porque la libertad está limitada por el amor. Un
cristiano no está controlado por el legalismo; no debe estar
limitado por reglas estrictas. Estará limitado por el amor y
debiera preocuparse por la influencia de su conducta en otros.
Ésta es la idea que Pablo quiso exponer en este pasaje. Usted
puede notar en el segundo capítulo de su carta a los Filipenses
que Pablo dijo, que todo lo debemos hacer con la otra persona
en mente, "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo
también en Cristo Jesús". Leamos ahora los versículos 25 y 26:
"De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar
nada por motivos de conciencia, porque del Señor es la tierra y
todo cuanto en ella hay".
Por tanto, estimado oyente, nosotros podemos disfrutar de
todas las cosas creadas por Dios, de las bellezas de la creación,
y de lo que esta creación produce. Porque el Señor lo ha
provisto de esta manera.
Pero, ahora él iba a dar una sugerencia muy práctica. Cuando
los corintios fueran a comer a casa de otra persona, no debían
preguntar nada sobre la procedencia de la comida, en este caso,
sobre la carne. Porque ello sería dar importancia a algo que no
la tenía y desviar la atención de la comida en sí, que debía
disfrutarse con tranquilidad. Esta ilustración, pues, fue una
sugerencia práctica y llevó a afirmar lo siguiente en el versículo
27:
"Si alguno que no es creyente os invita, y queréis ir, de todo lo
que se os ponga delante comed, sin preguntar nada por motivos
de conciencia".
En este caso, pues, se refiere a las relaciones con las personas
no vinculadas a la iglesia. Luego en el versículo 28, dijo Pablo:
"Pero si alguien os dice: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo
comáis, por causa de aquel que os lo dijo y por motivos de
conciencia, porque del Señor es la tierra y cuanto en ella hay".
Aquí se alude a otro principio, sobre un asunto totalmente
nuevo. Pablo acababa de aconsejar comer de todo sin hacer
preguntas. Pero si el anfitrión o alguien más que estuviera
sentado a la mesa daba esa información voluntariamente, que la
carne había sido ofrecida a un ídolo, entonces Pablo dijo que un
creyente no la debía comer. No porque estuviera mal comerla,
sino porque el comerla podría perjudicar a la persona que le
hizo esa observación. Es decir, que no se trataba ya de la
conciencia del que iba a comer la carne, sino de la conciencia
del otro, del que informó que esa carne que estaba en la mesa
había sido ofrecida a los ídolos.
Y entonces, Pablo continuó diciendo en el versículo 29, de este
capítulo 10 de la Primera Epístola a los Corintios:
"Me refiero a la conciencia del otro, no a la tuya, pues ¿por qué
se ha de juzgar mi libertad por la conciencia de otro?"
¿Por qué debo estar yo limitado por algunos de estos creyentes
inmaduros o débiles? Bien, leamos el versículo 30:
"Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser
censurado por aquello por lo cual doy gracias?"
Pablo estaba preguntando si era justo juzgar a alguien por
causa de la conciencia de otra persona. En su respuesta,
estableció un gran principio. Leamos el versículo 31:
"Si, pues, coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para
la gloria de Dios".
Vemos que hasta ese momento Pablo había establecido grandes
principios relacionados con la libertad del cristiano. Uno de ellos
era el siguiente: Todo me es lícito, pero no todo conviene. Y el
otro principio era: todo me es lícito, pero no todo edifica. Ahora,
estableció otro principio; Si, pues, coméis o bebéis o hacéis otra
cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. Ésta es la prueba que
cada creyente debiera aplicar a su vida. No se trata de
preguntarnos: ¿Debo yo hacer esto, o no? Sino que la pregunta
debiera ser: ¿Puedo hacerlo para la gloria de Dios?
Desgraciadamente hay creyentes que ni siquiera van a la iglesia
para la gloria de Dios. Dios sí ve los motivos por los cuales
algunos asisten a la iglesia y Él percibe si esos motivos están
relacionados con el hecho de tener comunión con Él, o si más
bien están relacionados con los demás creyentes. Lo importante
es que todo lo que el creyente haga sea para honrar el nombre
de Dios. Luego el apóstol dijo en el versículo 32, de este
capítulo 10, de la Primera Epístola a los Corintios:
"No seáis motivo de tropiezo ni a judíos ni a no judíos ni a la
iglesia de Dios".
Pablo dividió aquí a la familia humana en tres grupos: judíos, los
que no lo eran, y la iglesia de Dios. Algunas de aquellas
personas tenían creencias diferentes, un ejemplo era la aversión
de los judíos por la carne de cerdo. Invitar a un judío para
comer jamón hubiera sido, pues ofensivo. Así que los creyentes
tenían que amar a otros lo suficiente como para evitar acciones
que les ofendieran. Y los no judíos tenían también otras
peculiaridades. Habría resultado imposible complacerlos a todos
y se requería, como se requiere hoy, un esfuerzo por parte de
cada uno para no ofender a aquellos con quienes estaban en
contacto en la convivencia social incluyendo, por supuesto, a los
miembros de la iglesia. Este esfuerzo es importante hoy,
especialmente, entre personas de diferentes edades o
generaciones, y debe incluir una actitud mutua de amor y
comprensión, que incluye ceder en algunos aspectos como, por
ejemplo, el aspecto y la vestimenta en las reuniones de una
congregación, que deben estar acordes con un respeto al lugar y
al conjunto de los creyentes.
Ésas son, pues, las tres grandes divisiones de la familia humana
en el día de hoy. Ahora Pablo dijo aquí en el versículo 33, de
este capítulo 10, de su Primera Epístola a los Corintios:
"Del mismo modo, también yo procuro agradar a todos en todo,
no buscando mi propio beneficio sino el de muchos, para que
sean salvos".
Lo que hacemos, primeramente, lo hacemos para la gloria de
Dios. El dijo: "Si, pues coméis o bebéis, o hacéis otra cosa,
hacedlo todo para la gloria de Dios". Y creemos que un
creyente, por ejemplo, una ama de casa en sus quehaceres
domésticos, o alguien que trabaje en el campo en sus labores
agrícolas, u otros en oficinas, o los profesionales en su trabajo,
pueden todos ellos, cada uno en su ámbito de acción, realizar
sus tareas para la honra y gloria de Dios. Si se trata de una
tarea en la cual usted puede honrar el nombre de Dios y usted
no la realiza con esa motivación, es mejor que no la lleve a
cabo. Si vivimos de esta manera, somos un testimonio vivo ante
el mundo que nos rodea, para que aquellos que están perdidos
y alejados de Dios puedan ser atraídos a la persona de
Jesucristo y así ser salvos.
Eso fue algo parecido a lo que dijo una persona a un hombre
que estaba repartiendo folletos de propaganda cristiana a toda
la gente que pasaba, pero una persona le preguntó, "¿Qué es
eso?" A lo cual respondió, "Un folleto impreso que explica lo que
yo creo". La persona le contestó, "Bueno, yo no sé leer. Pero,
¿sabe una cosa? yo voy a ver qué clase de impresión me causa
usted". Y ésa es precisamente la impresión que hace que
nuestro mensaje toque la vida de las personas. La gente
examina las huellas que vamos dejando en este camino de la
vida, más que el mensaje escrito de nuestros libros, folletos y
cualquier clase de literatura. Es bueno difundir nuestras
creencias por todos los medios a nuestro alcance, pero junto
con ellos, debemos dejar las huellas apropiadas para que los
demás vean la imagen de Cristo reflejada en nuestra vida diaria.
Finalizamos así el capítulo 10 y llegamos a
1 Corintios 11
Y el primer versículo de este capítulo pertenece en realidad al
anterior, y en él finaliza esta sección de la epístola, que estuvo
dedicada al tema de la libertad del cristiano, y que comenzó en
el capítulo 8. Leamos entonces este versículo 1 del capítulo 11:
"Sed imitadores míos, así como yo lo soy de Cristo".
Y eso es algo que muy pocos de nosotros nos arriesgaríamos a
decir, ¿verdad? Yo no quisiera incluirle a usted, pero esto es
algo que yo no me atrevería a afirmar. Yo quiero que usted sea
un seguidor de Pablo, un seguidor del Señor Jesucristo, pero no
me tome usted a mí como un modelo a imitar. Pero este consejo
de Pablo es una declaración tremenda.
Y llegamos ahora a otra división en esta carta. En ella se tratan
temas acerca de los cuales los creyentes de la iglesia de Corinto
le habían escrito al apóstol Pablo para consultarle. Nos referimos
a algunas indicaciones sobre la ropa de la mujer, y al asunto de
la cena del Señor. Veamos lo que él dijo entonces en el versículo
2, de este capítulo 11 de la Primera Epístola a los Corintios, a
partir del cual comenzará a tratar el tema de
La ropa de la mujer
"Os felicito, hermanos, porque en todo os acordáis de mí y
retenéis las instrucciones tal como os las entregué".
Pablo aquí les estaba elogiando porque ellos le habían recordado
en sus oraciones y en sus ofrendas, y estaban practicando las
ordenanzas que él les había enseñado. Y ahora Pablo señaló
otro gran principio, y nos dijo entonces en el versículo 3:
"Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo hombre,
y el hombre es la cabeza de la mujer, y Dios es la cabeza de
Cristo".
Sabemos que hay aquellos en el día de hoy que enfatizan la
declaración del medio, "El hombre es la cabeza de la mujer",
pero cuando usted pone todas estas declaraciones juntas, no va
a quedar un punto de vista desigual, desequilibrado. Pablo
estableció aquí otro gran principio. Éste es la autoridad en
beneficio del orden, para eliminar la confusión.
En ese versículo 3 que hemos leído, la palabra que más se
destaca es la palabra "cabeza". Dice, "Pero quiero que sepáis
que Cristo es la cabeza de todo hombre, y el hombre es la
cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo". Bien, la cabeza
es la parte del cuerpo que proporciona la dirección.
Aquí el orden normal, correcto es el de Cristo como la cabeza de
cada hombre. Hasta que un hombre no sea dominado por
Cristo, no es un hombre normal. Hay aquellos que han sido
dominados por la bebida, otros que han sido dominados por la
pasión, y otros que han sido dominados por su naturaleza física.
Pero todo hombre debería estar dominado por Cristo. San
Agustín dijo: "El corazón humano está inquieto hasta que
descanse en Ti". Así es que el corazón humano estará dominado
por la inquietud hasta que convierta a Cristo en su cabeza. Hubo
hombres destacados que han logrado llevar a cabo grandes
obras para Dios, y que hicieron precisamente eso; por ejemplo
Martín Lutero, San Agustín y otros. Podemos decir que estos
hombres fueron dominados por Cristo. Cuando oímos hablar de
una persona que es un creyente, nos preguntamos, ¿ha sido
dominado por Cristo? Eso es lo importante y lo que él estaba
diciendo aquí, es que así debía ser.
El apóstol continuó diciendo: "La cabeza de la mujer es el
hombre". No hay artículo en el idioma griego. La traducción es
"hombre" y no "el hombre". Y tampoco dice de cada mujer. No
es un absoluto. Se refiere al matrimonio, en el que la mujer ha
de responder al hombre. Ese es un principio general. Y es
normal, creemos, que una mujer esté sujeta al hombre en el
matrimonio. Una mujer que no pueda respetar al hombre, no
podría seguirle y, por supuesto, no debería casarse con él. Pero
una verdadera mujer responde con cada fibra de su ser al
hombre que ella ama. Y él, a su vez, debe ser la clase de
hombre que esté dispuesto a morir por ella. En la carta a los
Efesios, capítulo 5, versículo 25, leemos: "Maridos, amad a
vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó
a sí mismo por ella".
El Dr. G. Campbell Morgan, un comentarista bíblico, contó que él
y su esposa tenían una amiga, una mujer muy brillante, una
mujer que tenía una gran personalidad, una personalidad fuerte,
y que era una persona excepcional. Ella era soltera. El Dr.
Morgan le hizo una vez una de esas preguntas directas, "¿por
qué no se ha casado usted?" Ella respondió, "Nunca pude
encontrar a un hombre que me pudiera dominar". Por esa razón
permaneció soltera. Pues bien, hasta que una mujer no
encuentre esa clase de hombre, cometería una equivocación si
se casara. Porque tendría problemas desde el primer día de su
vida matrimonial.
Estimado oyente, todas instrucciones fueron dadas a personas
creyentes, es decir, que habían recibido al Señor Jesucristo
como su Salvador. Al dar entrada a Cristo en la vida, cada
persona, cada cosa, cada circunstancia en la vida, cambia, y
ocupa su debido lugar. Y si el nuevo creyente, sigue las
instrucciones de la Palabra de Dios, con la ayuda del Espíritu
Santo, disfrutará la paz de una vida de compañerismo con Él,
con las personas que le rodean, y también la paz que produce la
posesión de la vida eterna, que se disfruta anticipadamente aquí
y ahora, en esta vida.

1 Corintios 11:3c-16
Regresamos hoy al capítulo 11 de la Primera Epístola a los
Corintios. Y en nuestro estudio anterior, vimos que el apóstol
Pablo estaba indicando un gran principio, que la cabeza de todo
hombre, es Cristo. Y que la cabeza de la mujer, es el hombre.
Ahora, si un hombre ha sido dominado por el Señor Jesucristo,
Él es su cabeza. Y la mujer, la esposa, ve en el hombre alguien
que la ama y si es así, ella de una manera natural y normal le
considerará a él como su cabeza, tanto de su vida, como de su
hogar. Cristo, en forma voluntaria, se sometió al Padre y tomó
el lugar para nuestra redención. Las dos primeras partes de este
versículo fueron consideradas en nuestro programa anterior.
Vamos a leer nuevamente todo el versículo 3, de 1 Corintios 11,
prestando atención, especialmente a la tercera parte de este
versículo, en la que Pablo presentó esta gran declaración:
"Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo hombre,
y el hombre es la cabeza de la mujer, y Dios es la cabeza de
Cristo".
"Dios es la cabeza de Cristo" es la tercera y última parte de este
versículo. Éste es, realmente, un gran misterio. En Juan 10:30,
el Señor Jesucristo dijo: "El Padre y yo uno somos". Pero Él
también dijo, en Juan 14:28: "Porque el Padre mayor es que
yo". En la obra de la redención, Jesuscristo, voluntariamente,
ocupó un lugar más bajo y por un tiempo fue hecho un poco
menor que los ángeles. El transitó por un camino humilde en
este mundo. El mismo apóstol Pablo nos amonestó, en
Filipenses 2:5-7 lo siguiente, "Haya, pues, en vosotros este
sentir que hubo también en Cristo Jesús: El cual, aunque existía
en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios, como algo a
que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma
de siervo, haciéndose semejante a los hombres".
Ahora, Pablo iba a aplicar este principio de liderazgo o dirección,
a la situación en Corinto. En aquella ciudad, una mujer que no
usaba el velo, era una prostituta. La situación local suya,
estimado oyente, podría ser diferente. Su Iglesia, su comunidad,
podrían ser diferentes a lo que era Corinto. Pero en Corinto, y
en aquella época, éste era un asunto importante. Aun así,
creemos que aquí hay un gran principio que se aplica en el día
de hoy. En el versículo 4 dijo el apóstol:
"Todo hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta,
deshonra su cabeza".
Los rabinos de esa época enseñaban que el hombre debía cubrir
su cabeza. Y Pablo dijo que, en realidad, ellos habían
interpretado mal a Moisés y el motivo para el uso del velo.
Porque en su Segunda carta a los Corintios, capítulo 3, versículo
13, dijo: "Y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro,
para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de
aquello que había de desaparecer". Pablo se estaba refiriendo a
la experiencia de Moisés cuando el descendió del monte en
donde había estado en comunicación con Dios. Cuando
descendió de allí la primera vez, la piel de su rostro brillaba,
pero después de un rato, la gloria comenzó a desaparecer. En
consecuencia, él cubrió su rostro para que ellos no descubrieran
que el brillo de la gloria estaba desapareciendo.
Pablo estaba diciéndoles a los hombres que no debían cubrir sus
cabezas. Un hombre, creado a imagen de Dios, que está unido a
Cristo por la obra de la redención, debía tener su cabeza
descubierta como una señal de dignidad y de libertad. No debía
cubrirse cuando estaba orando u profetizando. Cuando estaba
orando, estaba hablando a Dios de parte de los hombres,
haciendo una obra de intercesión. Y cuando estaba profetizando,
estaba hablando a los hombres de parte de Dios. Cada vez que
se encontraba en esas dos posiciones sagradas, debía tener su
cabeza descubierta. Continuó entonces el apóstol Pablo y dijo en
el versículo 5:
"Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta,
deshonra su cabeza, porque es lo mismo que si se la hubiera
rapado".
Fue como si en Corinto hubieran tenido como una versión
antigua del movimiento de liberación de la mujer, pero
orientado en la dirección equivocada. Así que, el hombre debía
tener su cabeza descubierta, mientras que la mujer la debía
tener cubierta.
Observemos que aquí dice "toda mujer que ora o profetiza", lo
cual significa que ella puede orar en público, o sea, que puede
hablar en público. La mujer tiene derecho a realizar estas tareas
si Dios le ha dado esa capacidad espiritual. Y algunas mujeres la
tienen. Luego él continuó diciendo en el versículo 6:
"Si la mujer no se cubre la cabeza, que se corte también el
cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o
raparse, que se cubra".
Esto tenía una aplicación concreta para Corinto. La mujer que
no usaba el velo en aquella ciudad, era una prostituta. Muchas
de ellas se habían afeitado la cabeza. Las vírgenes vestales del
templo de Afrodita, que eran realmente prostitutas, tenían sus
cabezas afeitadas. Por eso, las mujeres que tenían sus cabezas
descubiertas, eran las prostitutas. Aparentemente, algunas de
las mujeres de la iglesia de Corinto estaban diciendo: "Bueno,
como todo me es lícito y me está permitido". Pablo dijo que esto
no debía hacerse porque el velo era una señal de sujeción, de
sometimiento, no ante los hombres, sino ante Dios. Ahora, estas
instrucciones tenían una aplicación local, porque fueron dadas a
las mujeres de Corinto. Entonces, ¿se aplican a nuestro tiempo
y a nuestra sociedad? Bueno, para algunas mujeres el uso de un
sombrero ofrece una especie de apoyo moral. Pero las normas
para el vestido de la mujer, tienen que ver con su ministerio,
con su servicio para el Señor. Hay algunos otros pasajes en la
Biblia que presentan una mayor información sobre este tema y
creemos que es necesario considerarlos en este momento.
Por ejemplo, en la primera carta del apóstol Pablo a Timoteo,
capítulo 2, versículos 8 al 10, Pablo dijo: "Quiero, pues, que los
hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni
discusiones. Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa
decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni
oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras,
como corresponde a mujeres que practican la piedad".
Lo que Pablo estaba diciendo aquí es simplemente que si la
mujer iba a elevar manos santas, guiando el servicio, entonces
ella no debía arreglarse de manera que llamase la atención
sobre sí misma. ¿Por qué? Francamente hablando, no debía
apelar o acentuar su atractivo físico en el servicio de Dios.
Estimado oyente, esto es exactamente lo que quería decir el
apóstol.
Notemos lo que Pedro dijo en su primera carta universal,
capítulo 3, versículos 1 y 2; dice: "Asimismo vosotras, mujeres,
estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no
creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de
sus esposas, al considerar vuestra conducta casta y
respetuosa". Veamos ahora lo que Pedro siguió diciendo en los
versículos 3 y 4: "Vuestro adorno no sea el externo de peinados
ostentosos, de joyas de oro ni de vestidos lujosos, sino el
interno, el del corazón, en el incorruptible adorno de un espíritu
afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios".
Dios estaba diciendo, en esta primera carta del apóstol Pedro,
que la esposa no puede ganar a su esposo para Cristo,
utilizando su atractivo exterior y físico. Hubo mujeres en la
Biblia que tuvieron un reconocido atractivo físico: por ejemplo,
Jezabel, Esther, Salomé. Pero hubo también mujeres que se
destacaron por ser mujeres maravillosas y devotas, a quienes
Dios usó, como Sara, Débora, Ana, Abigail y María, la madre de
Jesús. Y después, hubo consejos dados a los maridos. En la
citada primera carta de Pedro 3:7, el escritor dijo: "Vosotros,
maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a
la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la
gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan
estorbo". Cabe destacar que muchas familias han visto sus
oraciones estorbadas porque marido y mujer no estaban
compenetrados como deberían haber estado.
Luego el apóstol volvió al principio establecido para los hombres
en el versículo 4. Leamos entonces los versículos 7 al 9:
"El hombre no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y
gloria de Dios; pero la mujer es gloria del hombre, pues el
hombre no procede de la mujer, sino la mujer del hombre; y
tampoco el hombre fue creado por causa de la mujer, sino la
mujer por causa del hombre".
El lugar de la mujer es el de ser una compañera idónea del
hombre, ella ha de ser la otra parte de él. Hemos de destacar
algo importante. Ningún hombre está completo sin una mujer, a
no ser que Dios le haya concedido a un hombre la gracia
especial para una obra especial. Escuchemos lo que dice el
versículo siguiente, el versículo 10:
"Por lo cual la mujer debe tener señal, un símbolo de autoridad
sobre su cabeza, por causa de los ángeles".
Aquí vemos una referencia a los ángeles que no resulta fácil de
entender. En nuestra opinión, tiene relación con el hecho de que
estamos siendo observados por seres inteligentes creados por
Dios. En este pequeño mundo en el que vivimos, estamos como
en un escenario, y esos seres nos están observando. Ellos están
descubriendo el amor de Dios porque saben que los seres
humanos no somos dignos de ese amor divino. Probablemente
piensen que Dios habría hecho bien en librarse de nosotros,
porque somos las criaturas rebeldes del universo que Él ha
creado. Pero Dios no nos abandonó. Él nos ama. Y la muestra de
Su amor fue evidente en Su gracia y misericordia para
salvarnos. Los ángeles posiblemente se asombran de la gracia y
paciencia de Dios para con los seres humanos. Veamos ahora el
versículo 11:
"Pero en el Señor, ni el hombre es independiente de la mujer, ni
la mujer independiente del hombre"
Éste es el poder de la mujer. El de poder mantener al hombre
junto a ella, simplemente por ser una mujer. Y el hombre puede
mantener a la mujer junto a sí mismo por ser un hombre. Ésta
es la relación que debe existir en el matrimonio, porque Dios la
ha dispuesto de esta manera. Y cuando esa relación no existe,
entonces el ideal de Dios se ha perdido. Veamos ahora el
versículo 12, de este capítulo 11, de la Primera carta a los
Corintios:
"porque, así como la mujer procede del hombre, también el
hombre nace de la mujer; pero todas las cosas proceden de
Dios".
Usted puede apreciar que aquí el hombre y la mujer son
inseparables. El hombre no es como una esfera, sino un
hemisferio. Ya sabemos que un hemisferio es una de las dos
mitades de una esfera dividida por un plano que pase por su
centro. Esto quiere decir que el hombre no está completo en sí
mismo, sino que es simplemente la mitad de una unidad. Esa
unidad es la que se constituye con el matrimonio. Es absurdo
concebir, tanto al hombre como a la mujer, separados o
liberados el uno del otro. Por la forma en que han sido creados,
se necesitan mutuamente. La libertad, estimado oyente, se
convierte en una realidad en la gloriosa relación del matrimonio.
Leamos ahora el versículo 13:
"Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios
sin cubrirse la cabeza?"
Por lo que hemos leído en este pasaje de la epístola a los
Corintios, pensamos que una mujer no debe llamar la atención a
sí misma cuando está hablando en público por el Señor, cuando
está enseñando en una clase bíblica, o cuando se encuentra
orando. Cuando se encuentra sirviendo a su Señor de esa
manera, no debiera destacar su atractivo físico. La atracción que
puede despertar, no solo posee la influencia necesaria como
para desviar los pensamientos del sexo opuesto de las labores
espirituales que esté realizando, sino que, puede iniciar y
culminar el proceso de elevar o hundir a un hombre. Y
continuamos leyendo el versículo 14, de este capítulo 11 de la
Primera Epístola a los Corintios:
"La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es
deshonroso dejarse crecer el cabello?"
En el Antiguo Testamento había algunas personas que se
obligaban por un voto a abstenerse de varias cosas. El voto
nazareo era un acto por el cual un hombre se consagraba a
Dios. Ya lo hemos visto antes. Los hombres tomaban ese voto y
lo hacían dedicándolo a Dios, y entre las cosas que debían
hacer, estaba el no cortarse el cabello. Eso indicaba que ellos
estaban dispuestos a sufrir vergüenza por amor, por
consideración a Dios. Incluso en aquellos tiempos tan lejanos en
la historia, el cabello largo de los hombres era considerado
vergonzoso. Leamos ahora el versículo 15:
"Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es
honroso, porque en lugar de velo le es dado el cabello".
Ahora, es cierto que hoy tenemos libertad al estar unidos a
Jesucristo. El largo del cabello no es el tema importante, sino
que lo que cuenta realmente es el motivo que tiene la persona
para adoptar una actitud al respecto. Muchos hombres se han
dejado crecer el cabello, y muchas mujeres se lo han cortado
como una señal de rebelión contra un orden establecido, o
arrastrados por los dictados de la moda. Los valores morales
absolutos ya no son una realidad en la sociedad secular, y
además siempre hay gente dispuesta a llegar a extremos en
cualquier dirección. Pero, reiteramos, las decisiones de los
creyentes al respecto, están amparadas por la libertad cristiana.
Y el apóstol Pablo dice que, en realidad, no es el largo del
cabello, el tipo de corte de pelo, ni el estilo o la forma de vestir,
lo que tiene una suma importancia. Continuemos leyendo el
versículo 16 de este capítulo 11 de 1 Corintios:
"Con todo, si alguno quiere discutir este asunto, sepa que ni
nosotros ni las iglesias de Dios tenemos tal costumbre".
La conclusión alcanzada por el apóstol Pablo es que la iglesia no
debía ponerse a establecer reglas en relación con el asunto de la
ropa de las mujeres o el cabello de los hombres. La cuestión
verdaderamente importante es el interior de la persona.
Figurativamente hablando y desde un punto de vista espiritual,
es la vieja naturaleza humana la que necesita un buen corte de
pelo y la toga, o el manto de la justicia. Estimado oyente, si
nosotros como creyentes estamos cubiertos, revestidos por el
manto de la justicia de Cristo, y si nuestra naturaleza humana
se encuentra bajo el control del Espíritu Santo, esa condición
espiritual se encargará de regular la apariencia exterior del
creyente. El corte de pelo o el estilo de la ropa dan lo mismo, es
decir, que no tienen mayor relevancia que la que dicten el buen
gusto, la naturalidad, la sobriedad y la elegancia. Cabe destacar
que en estos asuntos el apóstol Pablo no estaba estableciendo
reglas dogmáticas para todas las sociedades, culturas y
tradiciones de todos los pueblos y para todos los períodos de la
historia. Simplemente expuso lo que, en su opinión era lo
mejor, lo más adecuado para que la extensión del evangelio
entre los no creyentes no fuera obstaculizada por cuestiones
secundarias. Debiéramos recordar que en el ejercicio pleno de
nuestra libertad cristiana, el mensaje del pasaje que hemos
considerado se centra en la necesidad de pensar en el bien de
los demás, en tener una actitud de amor hacia aquellos que
están en su desarrollo espiritual hacia la madurez, evitando
ofenderles, y en ser efectivos en nuestro testimonio cristiano a
los que aún se encuentran alejados de Dios. Por tal motivo,
debiéramos dejarnos guiar por estos principios, que están
basados en un principio general aun más amplio, y que es logar
que nuestra conducta traiga honra y gloria al nombre de Dios.
En nuestro próximo programa entraremos en otra sección de no
menor importancia e interés. De la vestimenta de la mujer y el
cabello del hombre, pasaremos a considerar el tema de la Cena
del Señor. Y este tema es de una relevancia fundamental, y
probablemente sea la parte más sagrada de nuestra relación de
comunión y compañerismo con Dios en el día de hoy, no sólo
desde un punto de vista individual, o vertical con el Señor, sino
también como miembros de una comunidad de creyentes. Es
posible que muchos creyentes no hayan tomado
verdaderamente en serio las implicaciones de este encuentro
espiritual. Y Pablo va a advertir aquí que Dios lo juzgará a usted
por la manera como usted practica la Cena del Señor; indicando
que entre los corintios había en realidad algunos que habían
sido juzgados y estaban sufriendo las consecuencias del castigo
de Dios, por la forma en que estaban observando la Cena del
Señor. Ellos no discernían la realidad del cuerpo de Cristo y
debiéramos preguntarnos como vivimos hoy la realidad del
cuerpo de Cristo. La mayoría concentra su atención en el
método de celebrar esta cena del Señor, así como en los
detalles externos del ritual. Los Corintios le habían hecho
preguntas a Pablo sobre este tema y el apóstol, a su vez, había
recibido noticias sobre algunas cosas que sucedían en aquella
comunidad. Así que, en nuestro próximo encuentro veremos la
exposición de su respuesta, y de los principios que él
establecería.
Estimado oyente, después de considerar que lo importante es el
aspecto de la parte interior, concluimos hoy afirmando que Dios
ve, conoce los rincones más íntimos de nuestro ser. Su mirada
atraviesa todas las apariencias humanas y ante Sus ojos, nada
puede ocultarse. Por todo ello, le rogamos que se deje examinar
por Él. Quizás pueda usted identificarse con las siguientes
palabras del Salmo 139:23 y 24: "Examíname, Dios, y conoce
mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos, mis
inquietudes. Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame en
el camino eterno".

1 Corintios 11:17-34
Continuamos nuestro estudio en el capítulo 11 de esta Primera
Epístola del apóstol San Pablo a los Corintios. En esta sección se
trata el tema de
La cena del Señor
Al llegar a este tema se pasó de un extremo a otro, es decir, de
hablar del cabello y la ropa, a la Cena del Señor. Y este tema es
de una relevancia fundamental, y probablemente sea la parte
más sagrada de nuestra relación de comunión y compañerismo
con Dios en el día de hoy, no sólo desde un punto de vista
individual, o vertical con el Señor, sino también como miembros
de una comunidad de creyentes. Es posible que muchos
creyentes no hayan tomado verdaderamente en serio las
implicaciones de este encuentro espiritual. Y Pablo va a advertir
aquí que Dios lo juzgará a usted por la manera en que usted
participa de la Cena del Señor; indicando que entre los corintios
había en realidad algunos que habían sido juzgados y estaban
sufriendo las consecuencias del castigo de Dios, por la forma en
que estaban observando la Cena del Señor. Ellos no discernían
la realidad del cuerpo de Cristo y debiéramos preguntarnos
como vivimos hoy la realidad del cuerpo de Cristo. La mayoría
concentra su atención en el método de celebrar esta cena del
Señor, así como en los detalles externos del ritual.
La Cena del Señor constituye la más elevada expresión y
práctica de la adoración cristiana. En Corinto, esta celebración
había descendido un nivel secular tan bajo que, prácticamente,
los creyentes estaban blasfemando.
Quizás nosotros habríamos incluido esta sección en la división
"espiritual" de esta epístola, solo que hay que considerar que
Pablo estaba tratando con una situación muy mala en Corinto.
Lo interesante que debemos notar es que los cuatro evangelios
mencionan la institución de la Cena del Señor, y se vuelve a
repetir en esta carta. Es significativo que en ninguna parte se
nos mandó recordar el día del nacimiento del Señor, pero a los
que le pertenecemos se nos ha pedido expresamente que
recordáramos el día de Su muerte.
Y Pablo le dio a este asunto suma importancia. En el versículo
23, del capítulo 11, dijo lo siguiente: "Porque yo recibí del Señor
lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche
que fue entregado, tomó pan". Ahora, Pablo recibió esta
enseñanza por una revelación directa. Pablo la colocó en el
mismo nivel que el evangelio, porque en el capítulo 15, de esta
Primera carta a los Corintios, versículo 3, dijo: "Porque
primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que
Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras". O
sea que Pablo recibió la revelación directa del evangelio, y
también la revelación directa de la Cena del Señor. El Señor le
dio a él instrucciones especiales en cuanto a la Cena del Señor.
En ese sentido, recordemos que Pablo no estuvo presente en
esa celebración primera de la Cena del Señor en el aposento
alto. Sin embargo, después él puede decir: os he enseñado
aquello que he recibido del Señor.
Admitimos que es un poco difícil ver la conexión de lo que Pablo
estaba diciendo a la Iglesia de Corinto, con la forma en que
nosotros celebramos en la actualidad la Cena del Señor. Como
ya hemos dicho, no existe un paralelo exacto, porque las
situaciones no son similares. En aquel entonces, la Cena del
Señor estaba precedida por una comida social. Probablemente
se celebraba en los hogares. Y también probablemente se hacía
diariamente. Quizá esa era la manera que ellos tenían de
celebrar la Cena del Señor. Después del día de Pentecostés los
creyentes se mantenían unidos. En el libro de los Hechos de los
apóstoles, capítulo 2, versículo 46 y 47, se nos dijo lo siguiente:
"Perseveraban unánimes cada día en el templo, y partiendo el
pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de
corazón, alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y
el Señor añadía cada día a la iglesia los que iban siendo salvos".
El filósofo de Atenas, Arístides, que vivió en la primera parte del
siglo segundo, describió la forma en que los creyentes de su día
vivían, y dijo: "Cada mañana, a todas horas, y gracias a la
bondad de Dios hacia ellos, le alababan elevando cantos de
adoración hacia Él. Y si una persona justa de su grupo llegaba a
fallecer, ellos se regocijaban y le daban gracias a Dios. Si una
criatura moría en su infancia, ellos alababan a Dios
grandemente por una persona que había pasado a través de
este mundo sin cometer ningún pecado". Esta evaluación es
interesante, por provenir de una persona que no pertenecía a la
Iglesia y observó a los cristianos desde fuera, en el siglo
segundo de nuestra era.
Así es que la Iglesia en Corinto seguía ese mismo
procedimiento; el de tener una comida junto con la celebración
de la Cena del Señor. Después de todo, la Pascua era esa clase
de celebración en el aposento alto. Usted recordará que el Señor
celebró la fiesta de la Pascua. Leemos en el evangelio según San
Mateo, capítulo 26, versículo 26, que "mientras comían, tomó
Jesús el pan, y bendijo, y lo partió". Y nuestro Señor, de las
ascuas de un fuego que se estaba extinguiendo, de una fiesta
que llegaba a su punto final, Él hizo algo nuevo. De las cenizas
de aquella fiesta muerta, Él erigió un nuevo monumento, no de
mármol ni de bronce, sino formado a partir de elementos
simples de la comida diaria.
En el día de hoy nosotros tenemos una costumbre. Es la
costumbre de los clubes, asociaciones, fraternidades y empresas
comerciales, de tener en ciertas ocasiones comidas juntos para
disfrutar de momentos de compañerismo. En la Iglesia nosotros
nos reunimos para una cena, para una comida, que no debiera
estar centrada sólo en la parte material. En la Iglesia primitiva
ellos lo celebraban y lo llamaban - ágape - o una fiesta de amor.
Y eso era parte de la ?koinonia?, o sea del compañerismo, de la
comunión de la Iglesia. Y en aquellos tiempos, la reunión social
era la antesala, por decirlo así, que conducía directamente a la
celebración de la Cena del Señor. Ambos encuentros se
mantenían separados, pero el ágape siempre precedía a la
Eucaristía. Esas fiestas fueron finalmente separadas
completamente, y ya no se practican más de esa manera en
nuestros días. Porque no tenemos un ágape o comida que
preceda a la celebración de la Cena del Señor.
Al estar separados ambos eventos, no se reproduce entre
nosotros la situación de tensión que se producía en la iglesia de
Corinto. Sin embargo, hay aquí ciertas lecciones que podemos
aplicar a nuestra propia situación. Vamos a volver a nuestro
texto y leer el versículo 17 de este capítulo 11, de la Primera
Epístola a los Corintios, que dice:
"Al anunciaros esto que sigue, no os alabo, porque no os
congregáis para lo mejor, sino para lo peor".
Ahora, esa palabra anunciaros es una orden y debería ser: "Pero
al ordenarles esto que sigue". Y el apóstol no les podía felicitar
ante esa situación. Porque ellos tendrían que haberse reunido
para recibir una gran bendición espiritual. Pero ese no era el
caso. Y Pablo continuó diciendo en el versículo 18:
"En primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay
entre vosotros divisiones; y en parte lo creo".
Al referirse a la iglesia, él no estaba hablando de un edificio.
Pablo estaba hablando de cuando los creyentes se reúnen
juntos, y ese encuentro constituye la verdadera iglesia. Nosotros
solemos identificar siempre a la iglesia con un edificio. Pero el
edificio no es realmente la iglesia, sino sólo el lugar de reunión
de los creyentes. La iglesia es, pues, el conjunto de los
creyentes, donde quiera que ellos se encuentren. Pero es difícil
para nosotros pensar de esa manera.
Ahora, cuando los creyentes de Corinto se reunían, el espíritu
partidista que enfatizaba la diversidad, que vimos en el capítulo
1, se trasladó a la celebración de la Cena del Señor. Allí se puso
en evidencia la división que existía entre ellos. Así es que se nos
dice aquí en el versículo 19:
"Es preciso que entre vosotros haya divisiones, para que se
pongan de manifiesto entre vosotros los que son aprobados".
Esto explica todos los cultos y las sectas que existen
actualmente, ¿por qué los permite Dios? Podríamos ilustrarlo
sencillamente con una acción propia del ama de casa cuando se
encuentra cocinando algo, y se acumula alguna materia en la
superficie. Habremos observado que ella toma una cuchara o
una espumadera y lo quita. Y eso es lo que Dios hace. Debemos
ser realistas y reconocer que en la Iglesia hay personas que no
son creyentes. Un gran porcentaje de las personas que asisten a
las Iglesias en estos días no son salvas, en realidad, son
simplemente miembros de la Iglesia. Y, como hacía el ama de
casa de nuestra ilustración, el Señor los quita de la superficie en
la que se encuentran, ¿Cómo? De alguna manera, ellos van a
parar a esos cultos y sectas. Eso es lo que dijo aquí claramente
el apóstol. Otra versión traduce esta primera parte del versículo
así: "Sin duda, tiene que haber grupos sectarios entre vosotros
(es decir herejías) para que se demuestre quienes contáis con la
aprobación de Dios". La herejía llega junto con los cultos y las
sectas, y muchas personas de las Iglesias, atraídas por lo
novedoso, se dirigen hacia ellos. Así que Dios está limpiando la
superficie de la Iglesia; es decir, para que se pueda reconocer a
aquellos que realmente son creyentes genuinos. Y ahora, dice
aquí en el versículo 20, de este capítulo 11 de la Primera
Epístola a los Corintios:
"Cuando, pues, os reunís vosotros, eso ya no es comer la cena
del Señor".
Es decir, que era imposible para ellos celebrar la Cena del Señor
de la manera en que se estaban comportando en la fiesta que la
precedía. Y bajo esas circunstancias ellos no podían celebrar la
Cena del Señor. Y continuó Pablo diciendo en el versículo 21:
"Al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y
mientras uno tiene hambre, otro se embriaga".
Aquí tenemos una declaración que nos llama mucho la atención.
Tenemos a una persona que no tenía nada para traer a la fiesta,
porque era pobre, y estaba pasando hambre. Y a su lado se
sentaba una persona rica que tenía toda clase de manjares,
pero éste no le ofrecía nada al hombre pobre que tenía a su
lado. Podemos apreciar, entonces, que su relación de
compañerismo y comunión allí estaba rota. No podía existir tal
relación en esas circunstancias. Como resultado, tenemos una
situación humillante en la que un hombre pobre, hambriento, no
tenía quien le diera algo de comer. Y aquí en el versículo 22,
vemos la enérgica reacción del apóstol:
"Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O
menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no
tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo".
O sea que, si no estaban dispuestos a compartir lo que tenían
en un gesto de compañerismo y solidaridad, tendrían que haber
comido cada uno en su propia casa. Lo que estaba ocurriendo
era simplemente esto; ellos estaban fracturando, quebrando la
unidad de la Iglesia. Incluso había algunos que se estaban
embriagando en esta fiesta de ?ágape?, de amor. Y, por
supuesto que no estaban en condiciones de recordar la muerte
de Cristo. Para ellos todo quedaría en un recuerdo vago y
confuso. Y ahora vemos en el versículo 23 de este capítulo 11
de la Primera carta a los Corintios,
La revelación dada a Pablo
"Yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el
Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan"
Hay algunos que dicen que quieren celebrar la cena del Señor,
de la misma manera en que el Señor la hizo. Pues entonces la
debería celebrar de noche, porque el Señor y los apóstoles se
reunieron de noche y comieron la cena de la pascua y fue en
aquella cena que el Señor instituyó la Cena del Señor. Fue en
aquella misma noche en que Él fue traicionado. Y en aquella
ocasión Jesús tomó el pan. Leamos ahora el versículo 24:
"y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto
es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en
memoria de mí".
Como indicamos antes, Pablo no estaba presente en aquella
sala. Por lo tanto recibió esto como una revelación directa del
Señor. Y ésa fue la noche cuando las fuerzas del infierno se
reunieron para destruir a nuestro Salvador. Y creemos que la
simplicidad y el carácter sublime de esta Cena fueron
tremendos.
Notemos lo que el Señor hizo: cuando hubo dado gracias.
Ahora, Jesús dio gracias esa noche cuando la sombra de la cruz
se cernía sobre Él en el aposento alto. El pecado estaba
golpeando a la puerta del aposento alto, reclamando su porción.
Y Jesús dio gracias. Él dio gracias a Dios.
Luego partió el pan. Y sobre esto siempre ha habido una
diferencia de opinión entre los creyentes. ¿Debe uno partir el
pan o servirlo tal como está? Bueno, podemos decir que hay
algunas iglesias que lo parten, mientras que otras, no lo hacen.
En algunas iglesias, la persona que servía el pan ante la
congregación, lo tomaba y lo partía ante ellos. El partimiento del
pan también indica que se trata de algo que debe ser
compartido. El comentarista Bengal dijo lo siguiente: "La misma
mención de partir el pan, implica distribución y rechaza la
actitud que tenían los de Corinto, donde cada uno hacía las
cosas por su cuenta". Ahora, esto era algo que ellos debían
distribuir entre todos. Notemos ahora, lo que dice aquí el
versículo 25, de este capítulo 11, de la Primera carta a los
Corintios:
"Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado,
diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto
todas las veces que la bebáis, en memoria de mí".
Ahora, el pan habla de Su cuerpo partido. Y la copa habla de un
nuevo pacto. Éste es el Nuevo Testamento, el nuevo pacto en
Su sangre. Y siempre se lo llama la copa (y ha sido también
llamado por Lucas el fruto de la vid, aunque nunca fue
mencionado como vino). Usted puede notar que dice: "Bebe
esta copa". Debemos decir que creemos que lo que bebieron fue
zumo de uva sin fermentar. Algunos quizás se pregunten el por
qué de esta afirmación. Bueno, esta era la fiesta de la Pascua, el
tiempo del pan sin levadura. No parece lógico que ellos
participasen en la misma fiesta del pan no fermentado con
levadura, y bebiesen el zumo de la uva fermentado, que es el
vino.
Ahora, el detalle interesante fue que Jesús lo llamó la copa. Es
que Su cuerpo fue la copa que contenía la sangre. Él nació para
morir y derramar Su sangre. También queremos decir que la
sangre hablaba de Su muerte, o sea, de la muerte de Cristo. Y
creemos que no era una sangre contaminada por el pecado,
como la mía y la suya. Una y otra vez los apóstoles nos
recordaron que nosotros tenemos el perdón de los pecados, por
aquella sangre, y que Dios extendió sobre nosotros su
misericordia, a causa de aquella sangre. Él no abrió la puerta de
atrás del cielo para que entráramos de manera oculta en aquel
lugar. Sino que nos conduce para entrar por la puerta principal,
como hijos de Dios que somos, porque la pena o el castigo del
pecado fue pagado cuando las demandas de un Dios Santo
fueron satisfechas. No olvidemos esto, estimado oyente, en este
día en el cual existe la noción de que Dios cierra Sus ojos ante
el pecado, o mira para otro lado, sin hacer nada al respecto.
Dios sí ha hecho algo ante esa situación. Por eso en esta
celebración estaba la copa que contenía el símbolo de la sangre
del nuevo pacto. Ahora, en el versículo 26, Pablo añadió algo
nuevo:
"Así pues, todas las veces que comáis este pan y bebáis esta
copa, la muerte del Señor proclamáis hasta que él venga".
En 1 Corintios Pablo estaba siempre abriendo una puerta o una
ventana, mostrándonos algo nuevo. Aquí pronunció la frase
hasta que Él venga. Cuando observamos la Cena del Señor, la
mesa se proyecta en tres diferentes direcciones. En primer
lugar, es una conmemoración. Él repitió la frase haced esto en
memoria de mí. Esta mesa mira hacia atrás, a más de dos mil
años, al momento de Su muerte en la cruz. Es como si el
apóstol hubiera dicho: "no os olvidéis de ello, que es muy
importante". O sea que es una mirada al pasado. En segundo
lugar, esta mesa significa comunión. Nos habla del presente, del
hecho de que hoy estamos unidos a un Cristo que vive. Y en
tercer lugar, es un compromiso. Se proyecta al futuro, al hecho
de que Jesús vendrá otra vez, o sea que esta mesa no durará
siempre. Es temporal. Una vez que la fiesta se termine, puede
que no la volvamos a celebrar, porque en la actualidad la
tenemos hasta que Él regrese. La fiesta nos habla de un Señor
ausente, que volverá otra vez. Por eso mira hacia el futuro.
Y el Señor tomó estos elementos frágiles, pan y zumo de uva,
que se echarían a perder en unos días, y construyó un
verdadero monumento. No sería de mármol, bronce, plata ni
oro. Sólo pan y el fruto de la vid. Pero hablaban de Jesús, y nos
recuerdan que somos responsables de Su muerte. Continuemos
leyendo los versículos 27 al 29:
"De manera que cualquiera que coma este pan o beba esta copa
del Señor indignamente, será culpable del cuerpo y de la sangre
del Señor. Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y coma
así del pan y beba de la copa. El que come y bebe
indignamente, sin discernir correctamente el cuerpo del Señor,
juicio y condenación come y bebe para sí".
¿Qué quiere decir esto de discernir el cuerpo del Señor? Al
remontarnos a la historia pasada veremos que las iglesias
tuvieron problemas para determinar el significado de esta
expresión. Siempre ha habido tres interpretaciones en cuanto a
esto. Un punto de vista es que estos elementos, cuando el
sacerdote oficia ante el altar, se convierten en la sangre y el
cuerpo de Cristo, lo que se llama la transubstanciación. Los
reformadores no estuvieron muy lejos de esa idea. Su
enseñanza no fue transubstanciación, sino la consubstanciación
en la cual usted tiene la presencia del cuerpo de Cristo en la
eucaristía, coexistiendo la substancia divina con las del pan y de
la copa. Y luego hay quienes dicen, que el pan y la copa son
símbolos del cuerpo y la sangre de Cristo, y ése ha sido el punto
de vista protestante.
Pues bien, diremos que es mucho más que un símbolo,
estimado oyente.
Vayamos por un momento al camino de Emaús, que
encontraremos en el relato de Lucas 24. Y allí veremos lo que
significa discernir el cuerpo de Cristo y Su muerte.
Dos discípulos de Jesús estaban regresando a su casa después
de haber presenciado la terrible crucifixión en Jerusalén, así
como los eventos que siguieron. Se sentían deprimidos y
mientras repasaban los acontecimientos, el Señor resucitado se
unió a ellos y les preguntó por el motivo de su tristeza.
Pensando que era un extranjero, le contaron todo sobre Jesús y
su muerte en la cruz, y sobre el informe de las mujeres que
habían ido a la tumba, encontrándola vacía. El Señor les
reprochó su falta de comprensión y de fe, para creer el mensaje
de los profetas. Les expuso entonces la enseñanza del Antiguo
Testamento y al pasar por el pueblo, se quedó con ellos. Allí
celebró por primera vez la Cena del Señor, después de haber
resucitado. Y al partir el pan, a aquellos discípulos les fueron
abiertos los ojos y reconocieron a Jesús, pero Él desapareció. Lo
que hizo entonces fue revelarse a sí mismo. Ésa es realmente la
Cena del Señor. Por ello, cuando celebramos la Cena, Él está
presente. Más allá de los símbolos, la fiesta significa que
discernimos el cuerpo de Cristo. Tendremos el pan en nuestra
boca, pero sentiremos la presencia de Cristo en nuestro
corazón. La persona de Cristo es en nosotros, una presencia
real. Es mucho más que un ritual o una ceremonia.
Continuemos leyendo. El versículo 30 dice:
"Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros,
y muchos han muerto".
Ellos habían participado de la Cena de una manera indigna. Y
continuamos con los versículos 31 y 32 de este capítulo 11 de la
Primera Epístola a los Corintios:
"Si, pues, nos examináramos a nosotros mismos, no seríamos
juzgados; pero siendo juzgados, somos castigados, disciplinados
por el Señor para que no seamos condenados con el mundo".
Aquí se está hablando de creyentes. Podemos examinarnos
cuando sabemos que estamos en una mala condición espiritual.
Si no, Él nos juzgará, disciplinándonos, para que no seamos
condenados con los que no son creyentes. Porque en un día
futuro, Jesús juzgará al mundo. Pero primero, tiene que tratar
con los que somos suyos. Y dicen los versículos 33 y 34:
"Así que, hermanos míos, cuando os reunáis a comer, esperaos
unos a otros. Si alguno tiene hambre, que coma en su casa,
para que vuestras reuniones no resulten dignas de condenación.
Las demás cosas las pondré en orden cuando vaya".
Había otras cosas en Corinto que estaban funcionando mal, pero
el apóstol Pablo no escribirá sobre ellas en ese momento, sino
en ocasión de su visita a esa iglesia.
Estimado oyente, quisiéramos que usted pudiese compartir la
experiencia de aquellos discípulos que se encontraron con Jesús
en el camino. Para que, al recordar el pan partido, usted le
contemple en la cruz muriendo por usted. Y entonces, por la fe,
le acepte como su Salvador. Entonces, por la acción del Espíritu
Santo, usted sentirá Su presencia como una realidad en su vida,
y como un anticipo de la vida eterna.

1 Corintios 12:1-9
Llegamos hoy, amigo oyente, al capítulo 12 de esta Primera
carta a los Corintios. La primera sección de 1 Corintios trataba
sobre asuntos relacionados con la naturaleza humana o carnal.
Y entramos aquí a una nueva sección en esta epístola, la cual
trata sobre los dones espirituales. Esta sección está formada por
los capítulos 12 al 14. En el capítulo 12 tenemos "la concesión
de los dones;" en el capítulo 13, "la energía de esos dones", y
en el capítulo 14 encontramos "el ejercicio de los dones".
Leamos entonces el versículo 1 de esta capítulo 12 de 1
Corintios, que comienza un párrafo centrado en la idea de que
Los dons fueron dados para mantener la unidad en la
diversidad
Comencemos, pues, leyendo el primer versículo:
"No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones
espirituales".
En algunas versiones de la Biblia la palabra dones aparece en
letra cursiva, lo cual significa que la palabra no se encuentra en
el idioma original del Nuevo Testamento. Fue añadida con el
propósito de clarificar el concepto, aunque esta adición quizás
no ha contribuido a ampliar el significado. La palabra usada en
el griego es "pneumatika", que quiere decir literalmente
"espirituales", es decir, cosas pertenecientes al Espíritu, o que
provienen del Espíritu, en contraste con las cosas que son
carnales. En realidad no sería necesario añadir la palabra
"dones". Recordemos que en el capítulo 3, el apóstol Pablo
estaba discutiendo con los Corintios las divisiones que había
entre ellos y dijo, en el versículo 1, "De manera que yo,
hermanos, no puedo hablaros como a espirituales, sino como a
carnales, como a niños en Cristo". Así que, al comienzo él les
habló en respuesta a las preguntas que en realidad concernían a
las conductas carnales, o pertenecientes a la naturaleza humana
y sus reacciones naturales. Ésas son las cosas en las que tenían
interés los creyentes inmaduros. Por ejemplo, el espíritu
partidista, las divisiones, las discusiones relacionadas con las
preferencias por uno u otro líder de la iglesia, el adulterio, el
acudir a los tribunales por otros creyentes, los problemas
sexuales, el arreglo de la mujer, el largo del cabello, el ágape o
encuentros sociales, y la glotonería o la embriaguez en la Cena
del Señor. Por eso, aquella sección tuvo un carácter correctivo y
disciplinario.
Ahora, en esta segunda sección, que comienza aquí con el
capítulo 12, tenemos los asuntos espirituales y tuvo un carácter
constructivo. Y pensamos que el apóstol Pablo está dando, por
así decirlo, un suspiro de alivio al llegar al capítulo 12 y cambiar
de tema. Por supuesto que Pablo estaba dispuesto a hablar con
ellos sobre las otras cosas, pero lo que él quería
verdaderamente era tratar el tema de las cosas espirituales.
Estamos de acuerdo en que en la comunidad cristiana deben
tratarse temas de actualidad, para que todos puedan contrastar
ciertas tendencias contemporáneas con la ética Bíblica y
cristiana. Normalmente existe un gran interés por tratar temas
populares, que están de moda, porque están presentes en la
literatura y en los medios de difusión, así como temas
relacionados con la defensa de la fe cristiana. Sin embargo,
sería preocupante que los programas de instrucción de las
comunidades cristianas no dieran el debido énfasis a los asuntos
espirituales. Porque es muy importante tener un conocimiento
de los recursos espirituales que se encuentran a nuestro alcance
para reforzar nuestra fe, y para poder disponer del poder de
Dios ante las crecientes necesidades de nuestra vida cristiana en
un contexto tan secularizado como el nuestro. Es que cada vez
surgen más situaciones complejas, que no pueden enfrentarse
con un mero conocimiento intelectual de la Biblia y de la fe
cristiana. Porque requieren un tratamiento que tenga en cuenta
el contexto espiritual hostil que nos rodea.
Bien, ahora hemos llegado pues, a una sección de tres temas
principales, que Pablo discutiría y que tienen que ver con la
unificación espiritual, con la ley del amor, y con el triunfo que
tiene el creyente a causa de la resurrección de Cristo. Debemos
decir de paso que se da la circunstancia de que los dones
espirituales, son uno de los asuntos espirituales aquí tratados.
Así que, observemos lo que aquí se dijo, para comprender las
enseñanzas de Pablo sobre este asunto. Leamos el versículo 2
de este capítulo 12 de la Primera Epístola a los Corintios:
"Sabéis que cuando erais paganos os dejabais arrastrar hacia
los ídolos mudos".
Los ídolos no tenían voces, por supuesto, no podían hablar, eran
completamente mudos. En otra ocasión Pablo dijo de ellos que
no eran "nada". Los ídolos no significaban absolutamente nada.
Por lo tanto, aquello carne ofrecida a los ídolos no había sido
contaminada. Pero desgraciadamente, no todos comprendieron
eso. En el Salmo 115, versículo 5, el salmista, hablando de los
ídolos dijo: "Los ídolos tienen boca, pero no hablan; tienen ojos,
pero no ven". También podemos leer en Habacuc, capítulo 2,
versículo 18, lo siguiente, "¿De qué sirve la escultura que
esculpió el que la hizo, la estatua de fundición que enseña
mentira, para que el artífice confíe en su obra haciendo
imágenes mudas?"
Lo interesante es que Pablo entonces hablaría de los dones que
el Dios viviente daba a los creyentes. Así que, primero, les
recordó la época en que no eran creyentes y se dejaban
arrastrar ciegamente tras los ídolos mudos. Notemos lo que él
dijo en el versículo 3:
"Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de
Dios dice de Jesús: ¡Sea anatema, o maldito!; como tampoco
nadie puede exclamar: ¡Jesús es el Señor!, sino por el Espíritu
Santo".
Ésta fue una gran verdad presentada por el apóstol Pablo. Se
trata de la realidad absoluta de la vida cristiana. ¿Y sabe usted,
estimado oyente, lo que es? Es el señorío de Jesucristo. Usted
no puede quitarle importancia o menospreciar al Señor Jesús
bajo la influencia del Espíritu Santo. Sería imposible. De la
misma manera, resulta imposible reconocer que Jesús es el
Señor si no uno no está hablando por el poder del Espíritu
Santo. Por supuesto, que nosotros podemos quizás pronunciar
la palabra "Señor;" pero recordemos que el Señor mismo dijo en
el evangelio según San Mateo, capítulo 7, versículos 22 y 23:
"Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos
en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu
nombre hicimos muchos milagros? Entonces les declararé:
Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad". ¿Por
qué se llegará a esa situación? Porque el decir "Señor, Señor"
fue para ellos únicamente una profesión superficial. El Señor
Jesús no era realmente el Señor de sus vidas.
Aceptar que Jesucristo sea el Señor es una convicción del alma.
¿Cuál es la verdad central de la fe cristiana? Hay quienes dicen
que es la cruz de Cristo. Y permítanos decir estimado oyente,
que no estamos totalmente de acuerdo con esto. Aunque usted
llega a la cruz de Cristo para ser salvo, no permanece en ese
lugar. Usted no se queda allí. Tiene que continuar y unirse al
Cristo viviente, y eso es lo que tiene mayor importancia.
Lo que Simón Pedro dijo en el día de Pentecostés y con lo que
concluyó su grandioso mensaje fue, "Sepa, pues,
ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien
vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo". Esto lo
encontramos en el libro de los Hechos, capítulo 2, versículo 36.
Jesús es el Señor, Él es soberano. Y esa soberanía del Señor
Jesucristo es lo importante en la vida cristiana.
El Espíritu Santo ordena la obediencia del alma y su lealtad al
Señor Jesús. Y la iglesia verdadera está formada por aquellos
que se han reunido alrededor de esa verdad, interpretada por el
Espíritu Santo. El Espíritu Santo interpreta el señorío de Jesús
en mi vida. Recordemos la gran pregunta que hizo Jesús, en
Mateo 16:15, "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Jesús está
aún haciendo la misma pregunta. Usted podrá tener cualquier
ocupación, profesión, o nivel social en esta vida. Pero
quienquiera que sea usted, en el lugar en que se encuentre, o
en la situación que esté, Jesús le está preguntando a usted: ¿Y
usted, quién dice que soy yo? Esa fue la pregunta que Jesús les
formuló a Sus discípulos. Y Simón Pedro hablando por todo el
grupo de discípulos le respondió, "Tú eres el Cristo, el Hijo del
Dios viviente". Él es el ungido. Él es el Rey; Él es el Señor.
Ninguna persona, estimado oyente, está capacitada para servir
a la iglesia de Cristo si ella no ha sido dominada primero por
Jesucristo. Ya hemos visto esto antes en esta epístola y en esta
ocasión volvió a enfatizarlo una vez más.
La obra unificadora del Espíritu Santo hoy es revelar a todos los
creyentes el señorío de Jesús. Veamos cómo se lleva a cabo esa
obra. En el versículo 4, nos dice,
"Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el
mismo".
Eso quiere decir que hay una distribución de dones. Para lograr
esa unidad, Dios da diferentes dones a individuos diferentes. La
palabra griega que aquí se utiliza para dones es "charismaton".
No se refiere de manera definitiva a las lenguas o a otro don en
particular. Esta palabra se refiere a todos los dones que el
Espíritu concede a los creyentes de la iglesia. Leamos el
versículo 5:
"Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo".
Es decir, hay diversas maneras de servir, pero el mismo Señor,
el Señor Jesucristo. No importa cual es el don que usted pueda
tener. Es el Señor Jesús el que está usando ese don, y Él lo está
utilizando para Su gloria. Notemos ahora lo que se dice en el
versículo siguiente, en el versículo 6:
"Y hay diversidad de actividades, pero Dios, que hace todas las
cosas en todos, es el mismo".
Alguna versión traducen "diversidad de operaciones", otra
traduce "diversas funciones" y otra, "diversos poderes para
actuar". Podemos decir que aquí se hace referencia a la energía.
Pero es el mismo Dios que actúa en todos, y Él es quien obra en
el creyente.
Esta afirmación nos recuerda que hay un Dios, pero Él es una
Trinidad. Los miembros de la Trinidad obran juntos, hay una
unidad. Pero hay una variedad, una diversidad en la unidad.
Usted debe saber eso. El Espíritu Santo concede los dones, el
Señor Jesucristo administra esos dones, es decir que están bajo
Su dirección, y Dios el Padre provee el poder y Él da la energía a
esos dones. Y todo esto ha sido provisto con un sólo propósito,
y es el de glorificar, exaltar el señorío de Jesucristo.
Leamos ahora el versículo 7, de este capítulo 12 de la Primera
carta a los Corintios:
"Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para el
bien de todos".
En primer lugar, nos gustaría ahora dar una definición de lo que
es un don. ¿Qué es un don del Espíritu? Es la capacidad para el
servicio. Es una función. Podemos explicarlo de otra manera. Un
don en el sentido espiritual, quiere decir que el Espíritu Santo
está haciendo una obra, un servicio especial, por medio de un
creyente y usando al creyente para realizarlo. A esto
quisiéramos añadir que tiene que ser hecho en el poder del
Espíritu de Dios. Desde un nivel ya personal, cada uno de
nosotros puede decir: "Yo, nada soy". No tengo nada y no tengo
ninguna utilidad ni para Dios, ni para los hombres. Ésta no es
una actitud piadosa, es la realidad. Pero Él me dio un don y yo
lo debo ejercitar, debo ponerlo en acción. Con eso quiero decir
que creo que esa es la única manera por la que el Espíritu de
Dios se puede manifestar en mi vida.
Y la manifestación especial del Espíritu se la ha dado a cada uno
para el bien de todos, para el bien común. Eso es exactamente
lo que significa un don: es una manifestación del Espíritu.
Esto no quiere decir necesariamente que es el ejercicio de un
don natural. Puede ser que un hombre o una mujer tengan el
don musical del canto, para poder cantar con una voz
maravillosa. Pero el que canta, no lo hace con el Poder del
Espíritu Santo; entonces puedo decir que Dios no lo puede usar
y no lo está usando. Ésa es una de las razones por las cuales la
música cristiana a veces alcanza un bajo nivel. Es simplemente
porque hay músicos que piensan que todo lo que necesitan es
talento y preparación. Piensan que si tienen esos elementos, ya
lo tienen todo y que el Señor ya no prescindirá de ellos. La
experiencia nos ha enseñado a reconocer cuándo un músico ha
añadido un atractivo espiritual, algo positivo a la reunión, al
servicio religioso, y cuando no lo ha hecho. Pero queremos dejar
bien claro que creemos que el Espíritu Santo puede utilizar la
capacidad natural de un creyente, si éste se lo permite, si está
dispuesto a ello. Pero el talento natural, por sí mismo, no
logrará ningún provecho espiritual, a menos que esté bajo el
control del Espíritu Santo.
Hay otras personas que no tienen un talento natural en
particular y entonces piensan que tendrán que ser espectadores
permanentes, en una actitud pasiva, de todo lo que allí tenga
lugar. Ésa, estimado oyente, ha sido la equivocación más
grandes que hayan podido cometer en la iglesia.
Este versículo 7 ha enfatizado la frase a cada uno, nos ha dicho
que cada creyente tiene un don. Cada creyente. Usted,
estimado oyente, si es creyente, tiene un don.
En la frase "a cada uno", en el original se usa la palabra
"anthropos", que es un término genérico que, de hecho, abarca
a todos, es decir, al hombre, la mujer, joven o señorita, niño o
niña. No importa quién sea usted. Si usted es un hijo de Dios,
usted tiene un don. Y usted ha sido colocado en un cuerpo de
creyentes como un miembro del cuerpo, y debe funcionar como
miembro del cuerpo de Cristo.
Recordemos que el versículo 7 nos dice que a cada uno le es
dada la manifestación del Espíritu para provecho, es decir, para
el bien de todos. Ahora, ¿cuál es el propósito de un don? La
edificación espiritual de la iglesia, el cuerpo de los creyentes. Es
para edificar el cuerpo de creyentes. No es algo que se puede
ejercitar de manera egoísta, sino que es para proveer ayuda
espiritual a los demás creyentes.
Luego, Pablo nombrará algunos de los dones. Ahora, no todos
ellos fueron mencionados en este libro, porque algunos
aparecen en otras secciones de las escrituras. Pablo va a decir
más adelante, "Así como el cuerpo es uno, y tiene muchos
miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos,
son un solo cuerpo, así también en Cristo". Nosotros, pues,
somos miembros del cuerpo de Cristo, estamos unidos a Cristo.
Y ya que estamos en Cristo, somos miembros de ese cuerpo, y
debemos funcionar como miembros del mismo. Una de las
experiencias más emocionantes en la vida de una persona
joven, o de un joven creyente, es el darse cuenta de cual es su
don, y utilizarlo en la iglesia.
Pablo, pues, estaba diciendo que el don es la manifestación del
Espíritu. Es lo que el Espíritu Santo puede hacer a través de un
creyente. Creemos que Dios puede dar a cada creyente un don,
como hemos mencionado. Se le ha dado, se nos dice, a cada
persona sin distinción. Usted quizá no tenga un talento para
cantar o para predicar o enseñar, pero si usted es un hijo de
Dios, usted tiene un don. Y ha sido colocado en el cuerpo de
creyentes. Y usted debe utilizar ese don para el provecho
espiritual de la iglesia. Pablo mencionó aquí unos pocos dones.
Leamos entonces, el versículo 8:
"A uno es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro,
palabra de conocimiento según el mismo Espíritu"
"Sabiduría" aquí quiere decir percepción de la naturaleza interior
de la verdad. No creemos que todos puedan entender la Biblia.
Ésa es la razón por la cual todos necesitamos maestros, y el
Señor nos ha dado maestros. Sabiduría es, entonces, una
percepción de la naturaleza de la verdad de la Palabra de Dios.
El "conocimiento" se refiere a la investigación de la verdad, a
profundizar en la verdad. Hay muchas personas que no tienen
tiempo para profundizar en lo que la Palabra de Dios dice, para
sacar de ella las cosas de valor que necesitan aplicar a sus
vidas. Luego el apóstol Pablo dijo, lo que leemos en el versículo
9:
"a otro, fe por el mismo Espíritu"
La fe, según nos dicen en las Escrituras en la carta a los
Hebreos 11:1, es la certeza de lo que se espera, la convicción
de lo que no se ve. Es la plena seguridad de recibir aquello que
se espera, es estar convencidos de la realidad de cosas que no
vemos. Y ése es un don, que algunas personas tienen. Hay una
sencilla historia que ilustra la fe. Un amigo cuenta que oyó a dos
niñas que jugaban juntas, contando sus monedas. Una dijo: "Yo
tengo cinco centavos". La otra respondió, "Yo tengo diez". "No",
dijo la primera, "tú tienes solamente cinco centavos como yo".
Pero replicó rápidamente la segunda, "mi padre me dijo que
cuando llegara a casa esta noche me daría cinco centavos". La
fe de la niña le hacía considerar lo prometido como un hecho,
como si ya hubiera obtenido lo que aún no veía ni tenía, porque
le había sido prometido por su padre.
Estimado oyente, en este programa hemos recordado la
pregunta de Jesús a los suyos, registrada en Mateo 16:18, "Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Y seguramente recordará
usted, que dijimos que Jesús continúa formulando hoy la misma
pregunta. Y al despedirnos, quisiéramos, que usted la escuchara
como personalmente dirigida a usted. Como si usted hubiera
estado allí aquel día frente a Jesús y Él, fijando su mirada en
usted le hubiera preguntado: "¿Y para usted, quien soy yo?" Y
trasladando aquella escena a este momento, preguntamos ¿Es
Cristo alguien importante para usted? ¿O la verdad es que no
significa mucho en su vida? Por su obra en la cruz, y por la
victoria de Su resurrección, Él puede ser hoy su Salvador, su
Señor. Jesús desea escuchar su respuesta, y una respuesta de
fe. Usted tiene la palabra.

1 Corintios 12:9b-31
Continuamos hoy nuestro estudio en el capítulo 12 de la Primera
Epístola a los Corintios. Y en nuestro programa anterior, vimos
que Pablo estaba considerando ya los temas espirituales. Ya
había dejado de hablar de los asuntos de la naturaleza humana
carnal, y entonces estaba explicando a los creyentes de Corinto,
los dones del Espíritu a la iglesia. ¿Qué es un don del Espíritu?
Es la capacidad para el servicio. Es una función. Podemos
explicarlo de otra manera. Un don en el sentido espiritual,
quiere decir que el Espíritu Santo está haciendo una obra, un
servicio especial, por medio de un creyente y usando al creyente
para realizarlo. A esto quisiéramos añadir que tiene que ser
hecho en el poder del Espíritu de Dios. Desde un nivel ya
personal, cada uno de nosotros puede decir: "Yo, nada soy". No
tengo nada y no tengo ninguna utilidad ni para Dios, ni para los
hombres. Y ésta no es una actitud piadosa sino es la realidad.
Pero Dios me dio un don y yo lo debo ejercitar, debo ponerlo en
acción. Con eso quiero decir que creo que ésa es la única
manera por la que el Espíritu de Dios se puede manifestar en mi
vida.
Y la manifestación especial del Espíritu se la ha dado a cada uno
para el bien de todos, para el bien común. Eso es exactamente
lo que significa un don: es una manifestación del Espíritu.
Esto no quiere decir necesariamente que es el ejercicio de un
don natural. Puede ser que un hombre o una mujer tengan el
talento musical del canto, para poder cantar con una voz
maravillosa. Pero el que canta, no lo hace con el Poder del
Espíritu Santo sino por una capacidad natural. Pero queremos
dejar bien claro que creemos que el Espíritu Santo puede utilizar
la capacidad natural de un creyente, si éste se lo permite, si
está dispuesto a ello. Pero el talento natural, por sí mismo, no
logrará ningún provecho espiritual, a menos que esté bajo el
control del Espíritu Santo.
El versículo 7 enfatizó la frase a cada uno, y nos ha dicho que
cada creyente tiene un don. Cada creyente. Usted, estimado
oyente, si es creyente, tiene un don. Y usted ha sido colocado
en un cuerpo de creyentes como un miembro del cuerpo, y debe
funcionar como miembro del cuerpo de Cristo. Ahora, ¿cuál es el
propósito de un don? La edificación espiritual de la iglesia, el
cuerpo de los creyentes. Es para edificar el cuerpo de creyentes.
No es algo que se puede ejercitar de manera egoísta, sino que
es para proveer ayuda espiritual a los demás creyentes.
El versículo 8 mencionó la sabiduría. Sabiduría es, entonces,
una percepción de la naturaleza de la verdad de la Palabra de
Dios. Y el "conocimiento" se refiere a la investigación de la
verdad, a profundizar en la verdad. La fe, según nos dicen en
las Escrituras en la carta a los Hebreos 11:1, es la certeza de lo
que se espera, la convicción de lo que no se ve. Es la plena
seguridad de recibir aquello que se espera, es estar convencidos
de la realidad de cosas que no vemos. Y ese es un don, que
algunas personas tienen. Ahora, continuando con este versículo
9, leemos en su segunda parte:
"y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu".
Este don se refería a la imposición de manos. Es decir, que los
enfermos eran sanados al poner las manos sobre ellos. Creemos
que este don fue dado a los apóstoles y a los hombres de Dios
de la iglesia primitiva. Creemos que lo que debemos hacer hoy
es presentar a la persona enferma al Gran Médico divino
directamente, e interceder ante Dios en oración por él. Tenemos
que llevar el caso directamente al Señor. Si no lo hiciéramos,
mostraríamos falta de fe en el poder de Dios para sanar.
Recordemos al centurión mencionado en Lucas 7:9, que se
acercó al Señor Jesús para pedirle que sanara a un siervo suyo
que estaba enfermo, y le dijo al Señor que él no era digno de
que el Señor llegara a su hogar. Y no le pidió que pusiera Sus
manos sobre el siervo enfermo, sino que simplemente diera la
orden, y su criado se sanaría. El centurión tenía una fe tal, que
el Señor dijo: "Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe".
Y el Señor Jesús ni siquiera tuvo que mirar al hombre enfermo y
éste fue sanado. Por lo tanto, en el día de hoy usted puede
llevar sus problemas al Gran Médico divino. No necesitamos
acudir a ningún ser humano con la esperanza que, por su
intervención al poner sus manos sobre el enfermo, éste se
sanará. Creemos en la sanidad divina, y que Dios puede sanar
hoy, directamente, y también creemos que usted tiene que ir a
Él, a Cristo, con su enfermedad.
Creemos que el Espíritu Santo ha dado ciertos dones, que han
sido peculiares para ciertas épocas concretas de la historia.
Nadie ha demostrado tener hoy el mismo don o capacidad
espiritual que, por ejemplo, Martín Lutero, tuvo en su día, para
enfrentar una situación específica. Es que el Espíritu de Dios da
al cuerpo de Cristo, es decir a la iglesia, dones para que ésta
pueda funcionar en la época que le ha tocado vivir, para que ese
organismo espiritual reciba un provecho espiritual. Veamos
ahora, lo que dice el versículo 10, de este capítulo 12 de la
Primera Epístola a los Corintios:
"A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro,
discernimiento de espíritus; a otro, diversas clases de lenguas,
y a otro, interpretación de lenguas".
El "hacer milagros" quiere decir, realizar obras sobrenaturales.
Hubo ciertos milagros en la época de los apóstoles que no
hemos visto en nuestros días. Sin embargo, hoy estamos viendo
cosas mayores. Recordemos cuando Jesús estuvo en esta tierra
y habló con algunas personas como, por ejemplo, con la mujer
de Samaria junto a un pozo, y con Nicodemo, el maestro de
Israel. Ellos se convirtieron y eso no nos sorprende. Pero cuando
usted o yo comunicamos la Palabra de Dios a alguien y esta
persona se salva, entonces podemos de decir que se trata de
una obra aún mayor.
Avanzando con este versículo 10, hemos mencionado a la
"profecía". Ahora, la profecía quiere decir declarar la voluntad
de Cristo, es decir, la palabra de Dios, predicar la palabra.
Necesitamos hoy a personas que lleven a cabo esta tarea, que
comuniquen el mensaje de la Palabra de Dios, y confíen en que
Él la use por medio del Espíritu, con el poder del Espíritu. Y
continuó Pablo en este mismo versículo 10, mencionando al
"discernimiento de espíritus". Es decir, la capacidad de distinguir
entre lo falso y lo verdadero. Yo estoy convencido que no tengo
ese don. He confiado en ciertas personas, confiando que ellas
eran genuinas y en realidad, me han desilusionado mucho. Me
he dado cuenta que eran deshonestos. Por otra parte, me doy
cuenta que hay personas que tienen discernimiento de espíritus
y que, más allá de las apariencias o palabras humanas, tienen
una percepción espiritual especial para distinguir claramente lo
que proviene de Dios, es decir, lo auténtico, lo verdadero, de lo
que proviene del mal, es decir, lo falso.
Bueno, luego el apóstol Pablo, mencionó en este versículo 10,
"diversas clases de lenguas". Ahora la palabra "diversas" no se
encuentra en el idioma original. Se refería a la capacidad para
hablar en idiomas conocidos que no se hubieran aprendido
previamente. Ahora, la "interpretación de lenguas" era la
capacidad de traducir un idioma conocido que se expresara en la
reunión de los creyentes y que no se hubiera estudiado.
Pasemos ahora al versículo 11 de este capítulo 12 de la Primera
Epístola a los Corintios:
"Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu,
repartiendo a cada uno en particular como él quiere".
Hay algo que debe quedar en claro en todo este asunto y es que
el Espíritu Santo es soberano en este tema de los dones que Él
concede. Sin embargo, creemos que tenemos el derecho a
desear y a orar pidiendo los dones mejores. Y eso es lo que
Pablo les estaba diciendo a los creyentes de Corinto. Ellos eran
creyentes inmaduros, viviendo en un nivel espiritual muy bajo, y
posiblemente estaban fascinados por el don de lenguas. Esto es
lo que Pablo estaba discutiendo en esta carta. Pablo estaba
tratando de corregir todo énfasis, que estuviera fuera de lugar o
que produjera desorden en la iglesia de Corinto. Por ello les
estaba enseñando que había muchos dones, y que el Espíritu
Santo distribuía a cada uno, individualmente, según Él lo
considerase oportuno. Veamos ahora lo que dice el versículo 12,
al iniciarse un párrafo en el que
Los miembros del cuerpo humano son comparados con
los dones del Espíritu Santo
"Así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero
todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo
cuerpo, así también es Cristo"
Ahora, pensado en eso, adelantémonos para incluir 2 versículos
más: el 20 y el 27. El v. 20 dice: "Pero ahora son muchos los
miembros, aunque el cuerpo es uno solo". Y luego en el
versículo 27 dice: "Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y
miembros cada uno en particular".
Pablo estaba usando el cuerpo humano, como una comparación,
para ilustrar este tema. Así como un cuerpo tiene muchos
miembros desempeñando diferentes funciones, los miembros de
la iglesia necesitan cumplir diversas funciones. Así que tenemos
un cuerpo humano con múltiples miembros, y por otra parte, la
iglesia, el cuerpo de Cristo, con múltiples dones. Y un Espíritu
Santo dando diferentes dones a la personas. Ahora, el cuerpo
humano tiene huesos, músculos, tiene tejidos, glándulas,
órganos, nervios y vasos sanguíneos. Si uno solo de estos
elementos sufre un trastorno, todo el cuerpo se vería afectado.
Por tal motivo, cuando un miembro sufre, todos sufren, todos
acusan el impacto del dolor. La incapacidad de un miembro,
resta efectividad al funcionamiento del cuerpo y, en algunos
casos, lo inmoviliza por completo.
Un médico explicó en cierta ocasión que cuando una persona
debe permanecer en pie pronunciando un discurso por mucho
tiempo hay un miembro de su cuerpo que tiene mucha
importancia. El orador piensa que puede ser la lengua, pero sin
embargo uno de los miembros más importantes es el dedo
grande del pie. Porque si uno no tuviera ese dedo sería casi
imposible para esa persona permanecer en pie por mucho
tiempo. Ahora, este miembro no resulta realmente muy
atractivo, y sin embargo, es una parte importante del cuerpo.
Así como hay muchos miembros en el cuerpo humano, a los que
ni siquiera se los ve, trasladando la ilustración al cuerpo de
Cristo, la iglesia, diremos que algunos de los miembros más
importantes de las iglesias, son hombres y mujeres que casi
nunca se destacan públicamente y son prácticamente
desconocidos para la mayoría. Son personas que quizás,
humanamente hablando, posean un atractivo especial; son
personas discretas, que sólo cuentan para el estrecho círculo en
que ejercen su función, o son hombres y mujeres que sólo oran
y que ejercitan el don de fe que han recibido. Ahora, ¿cómo
llega uno a pertenecer al cuerpo de los creyentes? Bueno,
veamos lo que dice aquí el versículo 13:
"porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un
cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y
a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu".
Ahora, ¿qué clase de bautismo es ese? Es el bautismo del
Espíritu Santo; es el Espíritu Santo el que lo coloca a uno en el
cuerpo de creyentes, y que da a cada uno de los miembros del
cuerpo un don especial. Así que todos tenemos que funcionar en
ese cuerpo, y debemos usar el don recibido; y aunque sea en
actividades que no se destaquen públicamente, sabemos que
son importantes para el funcionamiento de todo el organismo.
Continuemos leyendo los versículos 14 al 17:
"Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si
dijera el pie: Como no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso
no sería del cuerpo? Y si dijera la oreja: Porque no soy ojo, no
soy del cuerpo, ¿por eso no sería del cuerpo? Si todo el cuerpo
fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuera oído, ¿dónde
estaría el olfato?"
Supongamos, estimado oyente, que hubiera un retorno del don
de lenguas, tal como ese don se practicó en la época de los
apóstoles. Inclusive así, no todos hablarían en lenguas. Y la
analogía continúa siendo nuestro cuerpo y como usted ve,
nuestro cuerpo no es solamente una lengua. El Espíritu Santo no
daría el mismo don a todos. Así como sucede en el cuerpo
humano, tiene que haber ojos, oídos, pies y manos. Por eso
hemos dicho que el Espíritu de Dios ha concedido a diferentes
personas diversos dones, para que el cuerpo de Cristo, la
iglesia, funcione con todas las capacidades necesarias. Ahora
Pablo dijo en el versículo 18, de este capítulo 12:
"Pero ahora Dios ha colocado cada uno de los miembros en el
cuerpo como él quiso"
Dios es el que soberanamente concede los dones, y los da,
según le agradó, como mejor le pareció. Él es el que tiene que
ser complacido. Y estos dones están en el cuerpo para que ese
organismo puede funcionar, pueda actuar. Y también cabe
destacar que hay algunas capacidades naturales, relacionadas
con el carácter o la predisposición natural de una persona, que
Dios puede utilizar para el buen funcionamiento de la iglesia.
Hay personas que tienen una capacidad especial para traer paz,
para aplacar las reacciones extremas de los demás, para traer
calma a una situación, frente a otras que estorban porque
fomentan la confusión o la tensión. Algunos quizás digan que
esos no son los dones del Espíritu. Bueno, pero es evidente que
se trata de capacidades que, puestas bajo el control del Espíritu
Santo, son necesarias para el buen funcionamiento del cuerpo
de creyentes.
Podemos extraer algunas ideas útiles de algunos incidentes
registrados en la Biblia. Hubo una pareja, formada por Ananías
y Safira, que tenían dones destacados, pero que no habían sido
sometidos al control, al señorío de Jesucristo. Y ambos fueron
castigados en presencia de Simón Pedro, porque tal como
estaban actuando, no podían convivir con los demás miembros
de la iglesia, ya que en vez de contribuir al provecho espiritual
de la misma, estaban contribuyendo a su disolución.
Tenemos un ejemplo de signo opuesto en una mujer que se
llamaba Dorcas, que tenía una capacidad especial para coser, y
la colocó bajo el control y el señorío de Jesucristo, ejercitándola,
de esa manera, de acuerdo con la voluntad de Dios. Cuando
murió, Simón Pedro se dirigió al lugar donde ella yacía,
acompañada de algunas viudas que se habían vestido de una
manera que, en cierto modo, se parecía a un desfile de modas.
Porque le mostraron a Pedro los vestidos que Dorcas había
hecho. Y los estaban usando porque esa ropa era la única que
tenían. Así que Dorcas, con la capacidad que Dios le había dado,
era una persona muy importante y necesaria en la iglesia
primitiva, hasta tal punto que Simón Pedro la levantó de entre
los muertos.
Y Simón Pedro, tuvo un don. Él fue el gran predicador del Día de
Pentecostés. Dios le usó poderosamente. Y cuando Dios no
necesitó que él ejerciera ese don, murió y no fue resucitado de
los muertos.
Estimado oyente, el Espíritu de Dios es soberano en todos estos
asuntos relacionados con los dones. Él es quien determina lo
que es importante y lo que no tiene importancia. Si Dios le ha
llamado a usted para que ponga en acción un don, o una
capacidad que usted puede dedicar a Su servicio, debe ponerla
en acción. El Espíritu Santo quiere usar nuestros dones, y
nuestras capacidades naturales, colocándolas bajo el control y el
señorío de Jesucristo. Sigamos adelante, ahora, con los
versículos 19 al 22 de este capítulo 12:
"pues si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el
cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, aunque el cuerpo
es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni
tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros.
Al contrario, los miembros del cuerpo que parecen más débiles,
son los más necesarios"
Por esa misma razón podemos decir que usted y yo nos
necesitamos mutuamente, y que el Señor quiere utilizarnos a
todos. Continuemos con el versículo 23 al 25:
"y a aquellos miembros del cuerpo que nos parecen menos
dignos, los vestimos más dignamente; y los que en nosotros
son menos decorosos, se tratan con más decoro, porque los que
en nosotros son más decorosos no tienen necesidad. Pero Dios
ordenó el cuerpo dando más abundante honor al que menos
tenía, para que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos
los miembros se preocupen los unos por los otros".
Alguna vez habremos visto a un joven insuficientemente
desarrollado haciendo ejercicios o levantando pesas, para
desarrollar algunos músculos e incrementar sus fuerzas.
Precisamente de esta manera, Dios está prestando atención al
cuerpo de los creyentes, para que algunos dones considerados
pequeños se desarrollen. Creemos que hay muchos dones en la
iglesia que necesitan ser desarrollados en la actualidad.
Quizás usted considere que no está realizando ningún servicio
para el Señor. Una de las experiencias más emocionantes,
especialmente si uno es un joven, es descubrir lo que Dios
quiere que uno haga, o dónde quiere Él que uno vaya. Qué
emoción se siente, qué experiencia única y qué aventura
descubrir el don que Dios le ha concedido a uno.
Pablo continuó diciendo que Dios ha preparado este proceso
para que no haya desunión ni división alguna en el cuerpo de los
creyentes. Los creyentes deberían tener el mismo cuidado en
sus relaciones interpersonales. Y dice el versículo 26:
"De manera que si un miembro sufre, todos los miembros
sufren con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros
con él se alegran".
Estimado oyente, no debe haber lugar para los celos en la
iglesia, porque todos somos miembros del mismo cuerpo. Si uno
de ellos recibe honra y honores, todos los demás comparten su
alegría y se sienten honrados. Y cuando un miembro sufre,
todos los miembros comparten su dolor. Y continuó el apóstol
diciendo en los versículos 27 y 28:
"Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo y cada uno
individualmente, un miembro de él. Y a unos puso Dios en la
iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, en tercer lugar
maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan,
los que ayudan, los que administran, los que tienen don de
lenguas".
Aquí llama la atención la capacidad espiritual de "los que
ayudan". Éste es un don de gran utilidad que debe ser
ejercitado. Y continúan diciendo los versículos 29 y 30:
"¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Son todos
maestros? ¿Hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones de
sanidad? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos?"
El hecho de que Pablo hubiera asignado números ordinales a
ciertos dones, como "primero", "segundo" y "tercero" sugiere
que éstos habrían sido relegados a un lugar de menor
importancia por los Corintios. Es posible que los dones de
apóstoles, profetas y maestros hubieran sido considerados
menores que aquellos que tuvieran un carácter más
espectacular. Pero esos tres dones, en realidad, pueden haber
sido considerados más importantes por el apóstol por su valor
amplio a la totalidad del cuerpo de Cristo y para promover la
unidad de la iglesia y la edificación espiritual de la misma. Y
además, Pablo dejó bien claro que no todos los creyentes
poseían todos los dones. Y, finalmente por hoy, dice el versículo
31:
"Procurad, sin embargo, los dones mejores".
Aunque el Espíritu Santo es soberano al conceder los dones,
tenemos el derecho a pedirle a Dios el don que deseemos,
deseando intensamente los dones mejores. Estimado oyente,
usted tiene el derecho de pedirle a Dios que le conceda los
mejores dones, con una actitud de sumisión a Su voluntad.
Sobre todo, teniendo en cuenta que, indiferentemente del don
que Él le conceda, esa capacidad espiritual será de beneficio y
ayuda espiritual para los demás creyentes, es decir, para los
demás miembros del cuerpo de los creyentes, para toda la
iglesia.
Estimado oyente, si usted aún no ha creído en el Señor
Jesucristo como su Salvador, le invitamos a hacerlo. Porque a
partir del momento en que usted de ese paso de fe, al
convertirse en un hijo de Dios, Él irá transformando su vida y el
Espíritu Santo le dará dones, o capacidades espirituales que
serán para beneficio de todos los creyentes. De esa manera, su
vida pasará a ocupar un lugar importante en los propósitos de
Dios, y tendrá un objetivo, una meta a la cual dirigirse, una
función que será, a la vez, de provecho espiritual personal y
para todo el conjunto de los creyentes. De esa manera y bajo el
control del Espíritu de Dios podrá contribuir, como un miembro
más, a la salud, fortaleza y crecimiento del cuerpo, de ese
organismo que es la iglesia.

1 Corintios 13:1-13
En el día de hoy llegamos a este maravilloso capítulo 13 de la
Primera Epístola a los Corintios. Y se encuentra en esta sección,
que hemos denominado la "Concesión de los Dones".
Recordemos las palabras del apóstol Pablo en el versículo 31:
"Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un
camino aun más excelente". Nosotros debemos procurar los
dones mejores. Aunque el Espíritu Santo es soberano al
conceder los dones, tenemos el derecho a pedirle a Dios el don
que deseemos, deseando intensamente los dones mejores.
Estimado oyente, usted tiene el derecho de pedirle a Dios que le
conceda los mejores dones, con una actitud de sumisión a Su
voluntad. Sobre todo, teniendo en cuenta que, indiferentemente
del don que Él le conceda, esa capacidad espiritual será de
beneficio y ayuda espiritual para los demás creyentes, es decir,
para los demás miembros del cuerpo de los creyentes, para toda
la iglesia.
El tema central de este capítulo es el amor, que es la energía de
los dones. El capítulo 13 ha sido llamado el capítulo del amor de
la Biblia. Ahora bien, Pablo dijo que había una manera en que
los dones debían ser utilizados y ese era un detalle de suma
importancia. Hay personas que han tratado de explicar lo que se
ha dado en llamar propiamente, "el capítulo de amor de la
Biblia". Pero hay algunos pasajes en la Biblia que se proyectan
mucho más allá de nuestra comprensión y entendimiento. Este
capítulo 13 es uno de ellos y también lo es Juan, capítulo 3,
versículo 16. En este capítulo 13 de la Primera Epístola a los
Corintios se utiliza la palabra amor, y ésta viene de la palabra
ágape, usada en el griego original del Nuevo Testamento.
Y usted aquí, no tiene en realidad una definición del amor.
Algunas veces, las definiciones son destructivas. Y el tratar de
definir al amor podría constituir una seria violación de este
capítulo. Cuando usted trata de definir una rosa, puede leer la
descripción de una rosa tal como la encuentra en un libro de
Botánica, por ejemplo. Pero esa definición en realidad no me
describe a una rosa, tal como yo la percibo cuando la
contemplo. ¿Alguien le ha descrito quizás un atardecer? Si usted
ha podido observar un atardecer en alguna isla, por ejemplo,
seguramente se habrá emocionado y le habrá resultado difícil
describirlo. Seguramente le habrá costado encontrar las
palabras apropiadas. Por lo tanto, este capítulo nos ofrece una
muestra, una exposición del amor, y no una definición.
Quisiéramos destacar que hay tres palabras en el griego que se
traducen por nuestra palabra amor. En primer lugar tenemos la
palabra "eros", que se usa para describir pasión, la lujuria. Se
usa para Afrodita y Eros, y como nosotros lo conocemos, para
Venus y Cupido. En la actualidad, nuestra palabra "sexo" sería
una adecuada traducción para esa palabra griega "eros", que no
aparece en absoluto en el Nuevo Testamento. Luego tenemos la
palabra "fileo" que quiere decir afecto, o cariño. La encontramos
en una palabra como Filadelfia, y también en filántropo; sería,
por ejemplo, el amor de hermano. Es el amor humano en su
forma más elevada, es un amor noble.
Y luego, la palabra ágape es la más elevada para el amor en el
Nuevo Testamento, y nos habla del amor divino. Es más que un
amor en las emociones; es amor en la voluntad. Es la definición
de Dios, porque Dios es amor.
Permítanos darle aquí un bosquejo de este capítulo, estimado
oyente, y debemos decir una vez más que podría parecer una
violación de este capítulo, pero el proceso de ver las partes que
lo componen, nos ayudará a entenderlo. En los primeros tres
versículos tenemos la preeminencia del amor, con respecto a su
valor; en los versículos 4 al 7, tenemos los privilegios del amor,
como una virtud; y en los versículos 8 al 13 vemos la
permanencia del amor, con respecto a su victoria.
Recordemos que este capítulo continúa el pensamiento del
capítulo 12, que trataba sobre la concesión de los dones. Este
capítulo 13 nos habla de la energía de los dones espirituales.
Porque todos los dones del Espíritu deben ser ejercitados en
amor. Vamos a leer entonces el versículo 1 de este capítulo 13,
de la Primera Epístola a los Corintios, en al que Pablo nos habló
sobre
La preeminencia del amor - su valor
"Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor,
vengo a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe".
Tenemos la certeza que aquí las "lenguas angélicas" significan
elocuencia. Nunca hemos escuchado hablar a un ángel, pero
pensamos que Pablo sí los escuchó. Es que la elocuencia más
grandiosa, sin amor, no significa absolutamente nada. El Dr.
Scroggy lo expresó de esta manera: "El idioma sin amor es
como un ruido sin melodía". Y el Dr. McGee dijo: "Parlotear sin
caridad es como un ruido sin alma". Usted puede cantar como
un serafín, pero sin amor, no se diferenciaría de un sonido
infernal. El amor es lo que da sentido, profundidad y realidad, y
hace que la elocuencia resulte significativa, que tenga sentido.
Leamos ahora el versículo 2:
"Y si tuviera profecía, y entendiera todos los misterios y todo
conocimiento, y si tuviera toda la fe, de tal manera que
trasladara los montes, y no tengo amor, nada soy".
El primer versículo hablaba del amor tal como surge del
corazón, y aquí en el versículo 2, surge de la mente, y es el
amor como un acto del intelecto. El conocimiento solo no es
suficiente. El amor debe añadirse a ese conocimiento. La
inteligencia sola no es bastante. El amor debe acompañar a esa
inteligencia. Ésta es la triste condición en que se encuentran
algunos cristianos en la actualidad. Tienen un conocimiento de
la Biblia, una comprensión de las verdades de la Biblia, pero
demuestran tener una falta de amor. Luego vemos el tercer
punto que Pablo presentó en el versículo 3, que dice:
"Y si repartiera todos mis bienes para dar de comer a los
pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, y no tengo
amor, de nada me sirve".
Este amor es un acto de la voluntad. O sea que el amor implica
al corazón (v.1), a la mente (v.2) y a la voluntad (v.3). El amor
es un fruto del Espíritu Santo. Aunque debemos desear
intensamente los mejores dones, ellos han de ser ejercitados,
llevados a la práctica con amor, y sólo el Espíritu de Dios puede
logarlo.
Permítanos mirarlo de esta manera. Usted puede escribir una
lista de ceros. El primer cero representa la elocuencia; el
segundo la profecía; el tercero el conocimiento; el cuarto la fe;
el quinto el sacrificio; el sexto el martirio; todos estos ceros
siguen sin ser nada más que ceros. No equivalen a nada. Pero si
usted coloca un número uno a la izquierda de esa fila de ceros,
entonces cada uno de los ceros adquiere un valor. Estimado
oyente, el amor es el elemento que necesito ser añadido a cada
uno de los dones del Espíritu. Sin el amor, un don resulta inútil,
no tiene ningún valor.
Leamos ahora el versículo 4, que presenta
Los privilegios del amor - su virtud
"El amor es sufrido, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el
amor no es jactancioso, no es arrogante"
El amor es sufrido, eso quiere decir que es paciente y amable. El
amor resulta imposible sin la bondad. El amor sin bondad es
como una primavera sin flores, un fuego sin calor. Recordemos
lo que dijo el apóstol Pablo, en su carta a los Efesios, capítulo 4,
versículo 32; dice: "Antes sed bondadosos unos con otros,
misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también
os perdonó a vosotros en Cristo". Usted puede notar pues, que
ése es el lado positivo. Y ahora vamos a ver el lado negativo.
Dice además aquí, el amor no tiene envidia. Es decir, se
conforma con lo que tiene. Todos sabemos que la vida en el día
de hoy está llena de desigualdades. Algunas personas son ricas,
tienen muchísimos recursos y, a veces algunos creyentes dicen:
"¿Por qué Dios bendice a esa persona con tanta riqueza y no me
da algo a mí?" Bueno, el amor reconoce que existen
desigualdades sociales y las acepta, se muestra satisfecho con
lo que tiene. Recordemos que la primera muerte en el mundo
fue causada por la envidia, cuando Caín mató a su hermano.
Haremos bien en reflexionar sobre el ejemplo de Juan el
Bautista, que no sintió envidia cuando el ministerio de Jesús
aumentaba en popularidad entre el pueblo. En el evangelio
según San Juan, capítulo 3, versículo 30, el dijo del Señor
Jesucristo: "Es necesario que él crezca, pero que yo disminuya".
Cuando consideramos que cada uno de nosotros tiene una
porción diferente en la vida, y cada uno tiene una función
diferente que cumplir para el Señor, debiéramos recordar las
palabras de Jesús a Pedro, en Juan 21:22, hablando del apóstol
Juan: "Si yo quiero que él se quede hasta que yo vuelva, ¿a ti,
qué? Tú, sígueme". Bacon dijo hablando de la envidia, que es el
sentimiento más vil y lo más depravado de todas las cosas.
Tenemos un buen ejemplo de un hombre que tuvo afecto por
otro y que nunca lo envidió, ese fue Jonatán. Aunque él era el
príncipe de la corona, nunca le tuvo envidia a David, aun
sabiendo que éste ocuparía el trono en lugar suyo.
Ahora, leemos aquí que El amor no es jactancioso. O sea que,
no hace alarde ni ostentación de sí mismo. Hay cierta vulgaridad
en cuanto a la jactancia.
Ahora, dice aquí el resto del versículo: El amor no se envanece,
no es arrogante. Quiere decir, que no está viajando en el aire.
Que no está inflado y, repentinamente, se queda sin aire. Y
cuando el aire ha salido, no queda nada porque, en realidad, no
había nada. Continuemos leyendo el versículo 5:
"no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no
guarda rencor"
Ahora, también leemos que el amor no hace nada indebido,
indecente. Quiere decir que no actúa de forma peculiar, extraña.
Usted sabe que en la carta del apóstol Pedro, se nos ha dicho
que nosotros los creyentes, somos personas escogidas, algo
especial. Pero que no debemos actuar de una manera extraña,
rara, con brusquedad. Debemos practicar la cortesía, actuar
respetuosamente, con educación. Quiere decir que nosotros
debemos hacer uso de la cortesía hoy, no debemos ser rudos.
No debemos actuar como personas extrañas. En nuestros días
tenemos mucho de lo que se considera religión sin amor. Pero el
amor no se comporta indebidamente.
Ahora, continuamos leyendo que el amor no busca lo suyo. Es
decir que trata de averiguar sobre los motivos. Y se pregunta:
¿Por qué estoy haciendo esto? Debiéramos examinarnos a
nosotros mismos, investigando nuestros propios motivos. ¿Lo
estoy haciendo por amor a Cristo? Eso es lo importante. Ése es
el secreto de nuestro servicio.
También vemos que el amor no se irrita. O sea que, no tiene un
mal temperamento. El ser provocado es el vicio de los virtuosos.
Y parece que ése es el defecto de muchos de nosotros en la
actualidad.
Ahora, vemos también que el amor no guarda rencor. Hay
muchos a quienes les gusta arrojar tierra, suciedad sobre otros,
por medio del cotilleo, y son muy sugerentes en la manera en
que hacen comentarios sobre los demás. Y podemos ver que el
versículo 6, de este capítulo 13 de la Primera Epístola a los
Corintios, dice:
"no se regocija de la injusticia, sino que se alegra de la verdad".
¿Qué es lo que alegra su corazón, estimado oyente? ¿Lo malo o
lo bueno? Debería ser lo bueno. Si usted oye algo malo sobre
alguien a quien considera enemigo, o que no le cae bien, ¿se
alegra usted? o ¿le entristece que su enemigo sufra? Y dice el
versículo 7:
"Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta".
Ahora, dice aquí que el amor todo lo sufre. Esto transmite la
idea de protección. Es como poner una sombrilla sobre los
demás. También dice que el amor todo lo cree. Eso no quiere
decir que el amor es insensatamente crédulo, pero sí quiere
decir que el amor no mira a la gente con sospecha.
Y escuchemos lo siguiente: el amor todo lo espera. Éste es el
optimismo del amor.
Todo lo soporta. O sea que, permanece fuerte y firme en medio
de las pruebas.
De aquí aprendemos que el amor es un nombre abstracto, pero
que no debe permanecer abstracto, sino transformarse en algo
concreto. Debe traducirse en vida y acción. Debe expresarse en
acción por medio de la paciencia, la bondad, sin envidia y sin
jactancia. Y ahora llegamos al versículo 8 y aquí tenemos
La permanencia del amor - su victoria
"El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán,
cesarán las lenguas y el conocimiento se acabará".
El amor nunca deja de ser. Es por eso que al final del capítulo,
en el versículo 13 dice: "Y ahora permanecen la fe, la esperanza
y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor". O sea
que, el amor es permanente.
Elizabeth Barret Browning escribió un poema, lo tituló: "He
amado una vez". Ella dijo en esa obra: "Ellos nunca amaron, los
que soñaron que amaron una vez". Y luego en otra parte
escribió: "El amor mira más allá de los límites del tiempo y del
espacio. El amor se une a la eternidad en estrecho abrazo". Es
que el amor no muere, el amor nunca es vencido, nunca se
desilusiona, no sufre frustraciones. Sin embargo, podemos ver
que el amor que es simplemente una pasión, se quema
rápidamente como la paja, y pronto se consume. Ésa es una de
las razones por las cuales hay tantos divorcios en el día de hoy.
Esa pasión no era el amor que mantiene a dos corazones
unidos. El amor es eterno, es permanente. Y el amor de Dios es
esa clase de amor. ¡Qué maravilloso es! Su amor se proyecta
más allá de los límites del tiempo y del espacio y se funde en un
abrazo con la eternidad, como decía el poema que acabamos de
leer. Cristo, nunca dejó de amar. No hay nada que usted pueda
hacer para que Él deje de amarle. Ningún pecador ha cometido
un pecado imperdonable. Usted puede encontrarse en un estado
de incredulidad, pero Él aún le ama. Usted puede haber
cometido un gran pecado, pero incluso en ese caso, Cristo le
ama. Usted no puede evitar que Cristo le ame, estimado oyente.
Usted puede protegerse de la lluvia con un paraguas, pero no
puede evitar que siga lloviendo. Por ello, tampoco puede usted
evitar que Dios le ame, aunque usted se cobije bajo el paraguas
del pecado o la incredulidad.
Un día, las profecías se acabarán, es decir, se cumplirán. Se
convertirán en historia, ya no serán más profecías. Las lenguas
cesarán. El conocimiento desaparecerá. La ciencia de hoy será
reemplazada por la ciencia del futuro. El conocimiento es
progresivo y se va disipando. Y continúan diciendo los versículos
9 y 10:
"En parte conocemos y en parte profetizamos; pero cuando
venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará".
O sea que nuestro conocimiento es incompleto, e incompleta
nuestra profecía. Pero tocarán a su fin cuando venga lo que es
perfecto. Ahora, Pablo dijo en los versículos 11 y 12:
"Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño,
razonaba como niño; pero cuando ya fui hombre, dejé las cosas
de niño. Ahora vemos como por un espejo, veladamente; pero
entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, de
manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy
conocido".
Muchas personas dicen: ¿Podré conocer a los que amo cuando
esté en el cielo? Por supuesto que sí, estimado oyente. Y ¿cuál
es la prueba Bíblica de esa afirmación? Hemos leído que ahora
vemos por espejo oscuramente, veladamente. Usted nunca ha
podido verme a mí realmente. Muchos de ustedes nunca me han
visto. Algunos quizá digan: "Sí, yo lo he visto". No, usted
solamente vio algo vestido con ropa de la cual se distinguían un
par de manos y una cabeza. Pero usted no me vio a mí. Yo
nunca lo he visto a usted porque nosotros, como dice este
pasaje, observamos todo como por un espejo, de manera
borrosa, pero un día lo veremos todo como es en realidad, cara
a cara y de frente, directamente. Nuestro conocimiento es ahora
imperfecto, pero un día conoceremos todo del mismo modo en
que Dios nos conoce a nosotros. Alguien le preguntó al Dr. G.
Campbell Morgan, una vez: "¿Usted cree que conoceremos a
nuestros seres queridos en el cielo? Y el Dr. Morgan de manera
flemática le contestó: "No creo que seré más torpe en el cielo de
lo que soy en la tierra, y aquí conozco a mis seres queridos".
Ahora leamos el último versículo de este capítulo. Dice el
versículo 13 de esta Primera carta a los Corintios:
"Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres;
pero el mayor de ellos es el amor".
El objetivo de la fe se cumplirá, así que ya no habrá necesidad
de la fe. La esperanza se convertirá en realidad; por tanto no
quedará nada por lo cual tener esperanza, así que la esperanza
desaparecerá. Pero el amor, estimado oyente, permanecerá. Por
ello, la más importante de estas tres, es el amor. Y la fe, la
esperanza y el amor son las palabras más elevadas del
vocabulario cristiano.
En este capítulo, Pablo no estaba describiendo un término
abstracto, cuando se refería al amor. Él estaba escribiendo la
biografía del Señor Jesucristo de quien se escribieron estas
palabras que se encuentran en Juan 13:1: "Habiendo amado a
los Suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin". El
amor de Jesús es un amor eterno. Estimado oyente, el Señor
Jesucristo nunca cesará de amarle. Él demostró Su amor
entregándose para morir en la cruz, llevando sus pecados. Y si
usted aún no ha experimentado este amor de una manera
personal, le invitamos a creer en la eficacia de su muerte, y en
Su resurrección de los muertos, para que Dios perdone sus
pecados y le conceda la salvación, la vida eterna. Entonces, toda
su vida actual y su vida futura, se verá transformada por la
realidad del amor de Dios.

1 Corintios 14:1-40
Continuamos hoy nuestro estudio de esta Primera Epístola del
apóstol San Pablo a los Corintios. Nos encontramos en una
sección que trata sobre el ejercicio de los dones espirituales. En
el capítulo 12, vimos la concesión de los dones. Los dones
fueron dados para mantener la unidad de la iglesia en medio de
la diversidad. Cada miembro tiene un don diferente; sin
embargo, todos han de funcionar juntos, así como el cuerpo
humano funciona con sus diversos miembros. En el cuerpo, el
ojo no puede hacer lo que hace el oído, ni el oído lo que hace el
ojo. Y cada uno debe actuar de acuerdo con su función
específica.
Nosotros, por medio del Espíritu Santo, somos colocados en el
cuerpo de Cristo. Y somos colocados allí para usar nuestro don.
Pablo dijo al final del capítulo 12 que debemos desear
intensamente tener los mejores dones y, sin embargo, añadió
que él les mostraría a los Corintios un camino más excelente. Y
ese camino era el amor. Y todo el capítulo 13 trató el tema del
amor. Y, después de mencionar a la fe, la esperanza y el amor,
concluyó que el más importante de los tres era el amor y
continuó diciendo que debíamos procurar seguir el camino del
amor. Leamos pues el versículo 1 de esta capítulo 14 de 1
Corintios, en un párrafo que abarca el tema de que
El don de profecía es superior al de lenguas
"Seguid el amor y procurad los dones espirituales, pero sobre
todo que profeticéis".
Aquí vemos que Pablo comenzó afirmando que deberíamos
seguir el camino del amor, pero que debíamos procurar tener
los dones espirituales. Pablo dice que uno debería desear los
dones espirituales. Creemos que sería algo fuera de lo común si
un creyente no deseara tener los dones espirituales. Y después
añadió: "pero sobre todo que profeticéis". El profetizar es
presentar la palabra de Dios, hacerlo de una forma sencilla e
inteligente.
Podemos apreciar que Pablo en esta ocasión hizo una distinción
entre los dones que concede el Espíritu y el fruto del Espíritu. El
fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, etc., lo cual, en realidad,
es más importante que los dones del Espíritu. Y en realidad, nos
gustaría ver mucho más fruto del Espíritu en las vidas de los
creyentes y en mí mismo. Y nos gustaría ver mucho más amor;
creemos que eso es lo más importante, y es el fruto del Espíritu
Santo. Sólo el Espíritu de Dios puede producir fruto en nuestras
vidas.
Se nos dice, pues, en la segunda parte de este primer versículo
del capítulo 14, de la Primera Epístola a los Corintios: pero
sobre todo, que profeticéis. Lo que Pablo realmente estaba
buscando aquí era lograr que los creyentes de Corinto dejaran
de tener una preocupación obsesiva con el tema de las lenguas,
considerándolo desde un punto de vista emocional que conducía
al fanatismo. Les aconsejó que consideraran el tema de los
dones en su debida proporción. En el capítulo anterior, el 13:8,
Pablo les había dicho que las lenguas cesarían. En ese sentido,
el profesor McGee, autor de este comentario Bíblico, de acuerdo
con la opinión del Dr. Robinson, especialista en griego, se inclina
por pensar que las lenguas cesarían antes que otros dones
espirituales. ( El otro punto de vista, que también alega tener
apoyo Bíblico, es que cuando el apóstol Pablo escribió el citado
versículo 8 del capítulo anterior, estaba diciendo que las lenguas
cesarían al mismo tiempo que la profecía y el conocimiento, es
decir, cuando la iglesia viviera la experiencia de la perfección del
encuentro con su Señor en Su venida. De acuerdo con este
punto de vista, las instrucciones dadas en este capítulo serían
aplicables a todas las etapas históricas de la existencia de la
iglesia en este mundo. )
El profesor McGee destacó que ningún registro histórico
mencionó que Jesús hablase en lenguas, ni tampoco los
apóstoles, después del día de Pentecostés. En el caso del
apóstol Pablo, por una parte, no ha quedado constancia de que
él pronunciase algún mensaje en alguna otra lengua aunque,
por otra parte, sabemos por el versículo 18, que Pablo habló en
lenguas, porque él mismo dijo: Doy gracias a Dios que hablo en
lenguas más que todos vosotros. El Profesor McGee cree que
aquí el apóstol se estaba refiriendo a idiomas conocidos y
manifestó que se dio cuenta de la importancia de esta
declaración cuando estuvo en Turquía y al visitar las ruinas de
las siete iglesias mencionadas en el Apocalipsis, recordó que
Pablo obviamente había predicado en todas ellas. Después, en el
interior de aquel territorio, en dirección a Anatolia, fue
consciente de que Pablo había viajado por esa región,
procedente de Tarso, su pueblo natal. En ese extenso recorrido
de cientos de kilómetros, al ver que en esa ruta han vivido
antiguos pueblos y tribus que hablaron diferentes idiomas, se
preguntó como habría hecho el apóstol Pablo para comunicarse
con ellos, llegando a la conclusión de que les habrá predicado tal
como hicieron los apóstoles en el día de Pentecostés, cuando
todos las personas allí presentes les escucharon proclamar el
Evangelio, cada una en su propio idioma.
Sabemos que en una ocasión, Pablo fue arrebatado hasta el
tercer cielo, y él dice que allí "oyó palabras inefables que no le
es dado al hombre expresar". El profesor McGee, consecuente
con su opinión de que las lenguas no constituyen un lenguaje
estático y misterioso, sino que son idiomas conocidos, como en
el caso de Pentecostés, creía que aquellas palabras que Pablo
oyó no pertenecían a un idioma desconocido, sino que se
trataba de palabras que al apóstol no se le permitió expresar.
(Otros expositores Bíblicos se inclinan por creer que las lenguas
mencionadas en este capítulo constituyen un lenguaje estático
desconocido.)
Observemos, pues, que el capítulo 14 constituye una extensión
del capítulo dedicado al amor. Dice el versículo 2 de este
capítulo 14 de la Primera carta a los Corintios:
"El que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios,
pues nadie lo entiende, aunque por el Espíritu habla misterios".
Como nadie las podía entender, aquellas personas no debían
hablar en una lengua que resultase desconocida para el grupo, a
menos que alguien pudiera interpretarla.
En este capítulo veremos que el apóstol les estaba dando un
énfasis especial a tres dones: la profecía, las lenguas y la
interpretación de las lenguas. Aquí cabría destacar que en la
Biblia se mencionan muy poco a las lenguas, excepto en estos
tres capítulos. Las referencias se encuentran en Marcos 16:17 y
Hechos 2:3-4, 10:46 y 19:6. Ya hemos hablado de lo que
ocurrió en el día de Pentecostés. En el hogar de Cornelio, él y su
familia hablaron en lenguas. Los discípulos de Juan, en Éfeso,
hablaron en lenguas después de que Pablo les predicara el
Evangelio. Podemos ver, por lo tanto, que las lenguas fueron
usadas en la institución de la época de la gracia. Y cada vez que
fueron utilizadas, fue en relación con ese aspecto. Así y
repasando las tres citadas ocasiones, se habló en lenguas en el
día de Pentecostés, cuando el Evangelio fue proclamado a la
nación de Israel. Se habló en lenguas en la casa de Cornelio
cuando el Evangelio fue presentado a los no judíos y en Éfeso,
cuando el Evangelio comenzó a extenderse hacia los confines de
la tierra. Notemos ahora que Pablo dijo en el versículo 3:
"Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación
espiritual, exhortación y consolación".
Pablo estaba enfatizando aquí el don de profecía, que les
permitiría edificar espiritualmente a la comunidad, animándola y
consolándola. Luego él dijo en el versículo 4:
"El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el
que profetiza, edifica a la iglesia".
Aquí da a entender que las lenguas, cuando eran ejercitadas por
el individuo, podían conducir a un uso egoísta del don. Pero el
profetizar, o enseñar, resultaba en la edificación espiritual de la
iglesia. Luego el apóstol dijo en el versículo 5, de este capítulo
14:
"Yo desearía que todos vosotros hablarais en lenguas, pero más
aún que profetizarais, porque mayor es el que profetiza que el
que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la
iglesia reciba edificación".
La profecía consistía en exponer la Palabra de Dios. El que
profetizaba, ensañaba. En ese sentido, tenía más importancia
para la comunidad, una reunión de Estudio Bíblico, que una
reunión en la que se diera toda la importancia a las lenguas.
(Debemos prestar atención a algo que en el día de hoy no se
está enfatizando y es que nadie debería hablar en lenguas, si no
estuviera presente una persona capaz de interpretar, para que
los que escuchen, puedan recibir una enseñanza.) Y leemos en
el versículo 6 de este capítulo 14 de la Primera Epístola a los
Corintios:
"Ahora pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en
lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablo con revelación,
con conocimiento, con profecía o con doctrina?"
Pablo estaba diciendo: "Si lo que digo yo no tiene ningún
sentido, porque nadie me entiende, ¿qué utilidad tendría mi
visita?" Y continuó diciendo en los versículos 7 y 8:
"Ciertamente, las cosas inanimadas que producen sonidos,
como la flauta o la cítara, si no dieran notas distintas, que se
pudieran distinguir ¿cómo se sabría lo que se toca con la flauta
o con la cítara? Y si la trompeta diera un sonido incierto, ¿quién
se prepararía para la batalla?"
Aun un instrumento, construido en un material que no tiene
vida, debe emitir sonidos que estén debidamente diferenciados
para transmitir un significado a los que escuchen. La trompeta,
por ejemplo, era utilizada para alertar a las tropas para la
batalla. En el día de hoy, debemos tener una presentación clara
del evangelio. Y Pablo dijo en el versículo 9:
"Así también vosotros, si por la lengua que habláis no dais
palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís?,
porque sería como si hablarais al aire".
Lo que Pablo estaba diciendo apelaba al sentido común. Y
continuó diciéndoles en los versículos 10 al 12:
"Tantas clases de idiomas hay seguramente en el mundo, y
ninguno de ellos carece de significado. Pero si yo ignoro el
significado de las palabras, seré como un extranjero para el que
habla, y el que habla será como un extranjero para mí. Así
pues, ya que anheláis los dones espirituales, procurad abundar
en aquellos que sirvan para la edificación de la iglesia".
Hay muchos idiomas en el mundo. Sin embargo, no puede
haber comunicación entre las personas que no hablan el mismo
lenguaje. Si alguien hablaba en un idioma que nadie en la
iglesia podía entender, ¿cómo podía esa actitud contribuir al
desarrollo espiritual de los miembros de la congregación? La
pregunta clave era: ¿Se edifica espiritualmente a la iglesia?
¿Contribuye al crecimiento espiritual de los creyentes? Y leemos
ahora el versículo 13 de este capítulo 14 de la Primera Epístola a
los Corintios:
"Por lo tanto, el que habla en lengua extraña, pida en oración
poder interpretarla".
O sea que todo lo que se dijera en otra lengua, debía ser
interpretado. De otra manera, no tendría sentido para nadie. Si
el que hablaba no podía interpretar, entonces tenía que haber
alguien presente que tuviera el don de interpretación. Y dice el
versículo 14:
"Si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi
entendimiento queda sin fruto".
Esta afirmación podría ir dirigida a quienes reconocieran hablar
en lenguas en sus devociones personales. Si el entendimiento
quedaba sin fruto, si no se beneficiaba, ¿podemos hablar de que
el Espíritu Santo estaba actuando en esas personas? ¿No
creemos que cuando el Espíritu actúa en un creyente, éste
recibe la bendición de un fruto espiritual? Y Pablo continuó
diciendo en los versículos 15 y 16:
"¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el
entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también
con el entendimiento, porque si bendices sólo con el espíritu, el
que ocupa lugar de simple oyente, ¿cómo dirá el Amén a tu
acción de gracias?, pues no sabe lo que has dicho".
En otras palabras, los creyentes debían decir algo provechoso a
lo cual las demás personas pudieran asentir diciendo "así sea",
deseando que se cumpliera la oración. Y en los versículos 17 al
19, continuó Pablo su exposición diciendo:
"Tú, a la verdad, bien das gracias; pero el otro no es edificado.
Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos
vosotros; pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con
mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil
palabras en lengua desconocida".
Creemos que lo que Pablo estaba diciendo es que él, como
misionero a otros pueblos, había hablado en prácticamente una
docena de lenguas diferentes o en más. Cuando estaba en un
territorio de misión, él les hablaba en su propio idioma, lo cual
tenía sentido para ellos porque le entendían, aunque el hablar
esa lengua no tenía sentido para el mismo Pablo. Ahora, cuando
él estaba en la iglesia, ante creyentes que hablaban su mismo
idioma, se dirigiría a ellos en ese idioma para que todos le
pudieran entender. Y dijo en el versículo 20:
"Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños
en cuanto a la malicia y maduros en cuanto al modo de pensar".
Otra vez les estaba hablando con severidad. Antes les había
llamado niños, carnales o inmaduros en el conocimiento de
Cristo. En este caso les estaba pidiendo que no actuaran como
niños. Y continuó diciendo Pablo en los versículos 21 y 22:
"En la Ley está escrito: En otras lenguas y con otros labios
hablaré a este pueblo; y ni aun así me oirán, dice el Señor. Así
que las lenguas extrañas son por señal, no a los creyentes, sino
a los incrédulos; pero la profecía es una señal, no a los
incrédulos, sino a los creyentes".
Otra versión lo traduce así: Por hombres de lenguas extrañas, y
por boca de extraños, hablaré a este pueblo. Podemos ver aquí
que él se refería a un lenguaje que podía ser entendido. El
apóstol usó una cita libre tomada de la ley, para mostrar que las
lenguas tienen como fin ser una señal de la presencia de Dios
también entre los no judíos. En Isaías 28:11, de donde se tomó
la cita, a los asirios se les llamó hombres de lengua extraña.
Como Israel se había negado a escuchar el mensaje de Dios
transmitido por los profetas, Isaías predijo que llegaría otro
mensaje. Este mensaje sería entregado por una lengua
extranjera, ininteligible para los israelitas, aunque claro y
evidente. La lengua extranjera simbolizó el rechazo de Dios, su
respuesta disciplinaria ante la obstinada rebelión contra Él
(Hechos 7:51). Un pueblo extranjero se convirtió
temporalmente en siervo de Dios, en lugar de Israel (Romanos
10:19-21) y su lengua extranjera fue para Israel una señal del
castigo por lo que había ocurrido. Éste parece ser el significado
que Dios atribuyó a las lenguas. Así, las lenguas no
interpretadas no tenían su lugar en la iglesia. Y el ejercicio de
ese don sería de beneficio a la asamblea de los creyentes,
únicamente si fueran interpretadas.
Leamos ahora el versículo 23, donde comienza un párrafo sobre
La importancia del orden en la iglesia local para el
ejercicio de cualquier don
"Si, pues, toda la iglesia se reúne en un lugar, y todos hablan
en lenguas extrañas, y entran recién convertidos o incrédulos,
¿no dirán que estáis locos?"
Si hay algo que necesitamos hoy, es una presentación lógica y
significativa de la Palabra de Dios. Las personas de nuestra
generación son inteligentes, bien preparadas, sofisticadas y
muchas de ellas, con ciertos conocimientos científicos. Y
necesitan escuchar un mensaje comprensible y coherente. La
Palabra de Dios necesita ser expuesta de manera que pueda ser
bien entendida. Ahora, leamos los versículos 24 y 25 de este
capítulo 14:
"Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o un recién
convertido, por todos es convencido, por todos es juzgado; lo
oculto de su corazón quedará al descubierto; y así, postrándose
sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente
Dios está entre vosotros".
En otras palabras, si usted está predicando la palabra de Dios, y
entra un no creyente, experimentará una convicción que le
conduzca a la conversión. Y avanzamos ahora leyendo el
versículo 26:
"Entonces, hermanos, ¿qué podemos decir? Cuando os reunís,
cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua,
tiene revelación, tiene interpretación. Que todo se haga para
edificación".
Si alguien iba a hablar en alguna lengua, tenía que haber
alguien que tuviera el don de interpretación, para que el
mensaje pronunciado resultara de provecho espiritual. Ahora,
los versículos 27 y 28 dicen:
"Si alguien habla en lengua extraña, que sean dos o a lo más
tres, y por turno; y que uno interprete. Y si no hay intérprete,
calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios".
No sólo tenía que haber edificación espiritual, pero la
intervención pública debía llevarse a cabo en orden. Si alguien
iba a hablar en una lengua, debía haber un intérprete, el
mensaje debía tener sentido en conformidad con la Palabra de
Dios. Si no era así, con toda seguridad, el Espíritu de Dios no
estaba actuando en ese caso. Si no había un intérprete, o si dos
o tres creyentes ya habían hablado, el que quería hablar en una
lengua, tenía que permanecer en silencio. También podía
retirarse en lugar apartado, y hablar para él mismo. Ahora, los
versículos 29 y 30, dicen:
"Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen
lo que ellos dicen. Y si algo le es revelado a otro que está
sentado, que el primero calle".
Es evidente aquí que en aquellos días en la iglesia había
personas que podían hablar proféticamente. Sabemos que las
hijas de Felipe, profetizaron, como se indicó en los Hechos 21:9.
Y en el mismo capítulo, alguien llamado Agabo profetizó.
Continuemos ahora con el versículo 31:
"Podéis profetizar todos, uno por uno, para que todos aprendan
y todos sean exhortados".
Cada uno podía tener algo que decir sobre la Palabra de Dios.
Puedo decir que en la actualidad, yo he recibido grandes
bendiciones al escuchar a ciertas personas hablando en
reuniones de testimonios y creo que muchos otros han sido
bendecidos también. Ahora, los versículos 32 y 33, dicen:
"Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas, pues
Dios no es Dios de confusión, sino de paz".
Vemos que el énfasis general continúa siendo que el culto o
servicio en la iglesia tenía que ser conducido en orden. Y
continuó diciendo el apóstol en el versículo 34 de esta Primera
Epístola a los Corintios que estamos estudiando:
Como en todas las iglesias de los santos, 34vuestras mujeres
callen en las congregaciones, porque no les es permitido hablar,
sino que deben estar sujetas, como también la Ley lo dice.
¿Ahora bien, de qué estaba hablando aquí? Pues de las lenguas.
Él no dijo que una mujer no debía hablar en la iglesia, sino que
no debía hablar en lenguas en la iglesia. Sigamos adelante, una
vez más, con los versículos 35 y 36:
"Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos,
porque no es correcto que una mujer hable en la congregación.
¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o sólo a
vosotros ha llegado?"
Por supuesto, que la Palabra de Dios les había llegado. Leamos
ahora los versículos 37 y 38:
"Si alguno se cree profeta o espiritual, reconozca que lo que os
escribo son mandamientos del Señor; pero si alguno no
reconoce esto, tampoco él será reconocido".
Ésa era la verdadera prueba y lo sería también hoy. Si una
persona en nuestros días dice que es profeta o que es espiritual,
porque puede hablar en lenguas, entonces tendría que
reconocer que lo que Pablo estaba diciendo aquí, era y es un
mandamiento del Señor. Y los versículos 39 y 40 dicen:
"Así que, hermanos, procurad profetizar y no impidáis el hablar
en lenguas; pero hágase todo decentemente y con orden".
Una vez más, somos estimulados para desear los mejores
dones. Evidentemente, enseñar la Palabra de Dios, es el mejor.
Y aquí encontramos un gran principio. El ejercicio de los dones
debe llevarse a cabo de una manera apropiada y en el orden
determinado por la enseñanza del apóstol Pablo.
Y esto nos trae al final de esta sección de la Primera Epístola a
los Corintios. En cuanto a la cuestión de la vigencia total o
parcial de los dones del Espíritu, hemos expuesto el punto de
vista del profesor McGee, así como la opinión diferente de otros
expositores de la Biblia. El profesor McGee, al terminar su
comentario de este capítulo se dirigió a los oyentes, con estas
palabras: "Si algunos no estuvieran de acuerdo conmigo, deseo
que las divergencias nos motiven a todos a realizar un estudio
más intenso de las Sagradas Escrituras. Y si consideran que
estoy equivocado, les rogaría que orasen por mí". De todos
modos, la falta de acuerdo en la práctica de los dones no
debiera disminuir el nivel del compañerismo y la comunión
cristiana. A veces, los expositores Bíblicos que aman la Palabra
de Dios y creen en su inspiración llegan, a conclusiones
diferentes en el tratamiento de algunos textos Bíblicos. Esas
conclusiones son sinceras y provienen de quienes aman y
respetan profundamente a la Palabra de Dios. Por lo tanto,
deben ser respetadas y contrastadas, bajo el principio regulador
del amor, con una actitud de humildad. De todas formas, las
divergencias de opinión no se refieren a aspectos básicos de la
fe, tales como, por ejemplo la inspiración de las Sagradas
Escrituras, la muerte y resurrección del Señor Jesucristo, y su
significado para la salvación de los seres humanos. En
consecuencia, nunca debieran ser un obstáculo para debilitar el
testimonio del Evangelio, tarea que une a todos aquellos que
han sido redimidos por la obra del Señor Jesucristo en la cruz.
En todo caso, resulta útil orar los unos, por los otros, para que
el Espíritu, que inspiró las Sagradas Escrituras, guíe a cada uno
en su enseñanza y proclamación de la Palabra, que las personas
de nuestra generación tanto necesitan. Estimado oyente, Dios
es un Dios de orden, y no de confusión. Las instrucciones de
este capítulo así lo han puesto de manifiesto. La luz de Su
Palabra disipa todas las tinieblas que invaden la mente de los
seres humanos. Bien dijo el escritor del Salmo 119:105,
"Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino".

1 Corintios 15:1-8
Continuamos hoy nuestro estudio en esta Primera Epístola del
apóstol San Pablo a los Corintios. Y llegamos a un capítulo que
bien puede clasificarse como uno de los más importantes y
cruciales de toda la Biblia. Si usted se pusiera a elegir diez de
los capítulos más destacados de la Biblia, como se ha venido
haciendo desde el comienzo de la era cristiana, usted verá que
el capítulo 15 de la Primera Epístola a los Corintios, aparece
prácticamente en todas las listas de preferencias. Así es de
importante. Y lo es porque constituyó una respuesta a la
primera herejía que se presentó en la Iglesia y que fue el negar
la resurrección corporal del Señor Jesucristo.
En este capítulo el apóstol Pablo llegó al tercero de los grandes
temas espirituales de su carta. Usted recordará que en la
primera parte él habló de las cuestiones carnales o referentes a
la naturaleza física, y trató esos asuntos que a los Corintios les
parecían tan importantes, y que son importantes también para
nosotros en el día de hoy. Después, Pablo pasó a hablar de los
temas espirituales. En esa sección pudimos apreciar lo
importante que es saber que cada creyente tiene un don del
Espíritu Santo. No podemos encontrar una experiencia más
emocionante que saber que Dios nos ha dado a usted y a mí un
don para ser útil ejercitándolo en este mundo, y que estamos
asociados a Jesucristo en la magna tarea de hacerlo conocer a
esta generación.
Luego Pablo escribió su gran capítulo del amor. Todos los dones
deben ser ejercitados en amor, y el amor es un fruto del Espíritu
Santo. Y es algo que no podemos desarrollar. Nos ha sido dado.
Por encima de todo lo demás, necesitamos ver el amor, este
fruto del Espíritu, en la vida de un creyente.
Ahora, llegamos al tercero de esos grandes temas espirituales y
es el de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo y nuestra
propia resurrección. La gloria de la fe cristiana es que nunca
piensa que la vida termina con la muerte, o que la vida lo es
todo. Siempre mira más allá del amanecer y del ocaso hacia la
eternidad. Y qué esperanza la que presenta. Yo espero,
estimado oyente, vivir una eternidad. Yo no tengo ninguna prisa
en llegar allí, de eso puede estar seguro. Quiero estar aquí en
esta vida lo más que pueda, porque creo que aquí es donde uno
puede servir, ser de utilidad y creo que también éste es un lugar
de preparación, y que la recompensa que recibiremos está
determinada por lo que estamos haciendo aquí en esta tierra.
Por lo tanto, quiero acumular algunas buenas obras en este lado
de la vida. Por ese motivo prefiero permanecer aquí todo el
tiempo que Dios me permita vivir.
Estimado oyente, nuestro deseo es que podamos tener esa
tremenda visión que debería tener todo creyente de la
resurrección del Señor Jesucristo. Hemos perdido de vista la
ascensión y tenemos nuestra mente ocupada con cosas sin
verdadera importancia, y eso por supuesto, agrega una tragedia
tras otra a las vidas de los que profesan ser creyentes.
Este capítulo 15, de la Primera Epístola a los Corintios como ya
hemos dicho, trata el tema del evangelio, y muestra que lo más
importante del evangelio es la resurrección de Cristo. Sin ese
hecho fundamental, todo lo demás, incluso la misma muerte de
Cristo, no tiene sentido. En el capítulo 4 de la epístola a los
Romanos, versículo 25 se nos dice que Jesús fue entregado a la
muerte por nuestros pecados y resucitado para declararnos
justos. En su muerte, Él quitó nuestro pecados, pero en Su
resurrección, Él nos dio una entrada segura y amplia en el cielo.
Podemos sentirnos firmes en Su justicia.
Lo mejor que podemos hacer al comenzar este capítulo es
definir y delinear claramente el significado de la resurrección. La
resurrección no es espiritual, sino física. La palabra utilizada
aquí es "anastasis nekron". Quiere decir levantar un cuerpo, un
cadáver. Quiere decir que estos cuerpos nuestros serán
levantados. La resurrección en las Escrituras siempre se refiere
al cuerpo. "Anastasis" quiere decir levantarse; "histemi", poner
en pie; "ana", significa levantar a un cuerpo, ponerlo en pie y no
puede referirse a una resurrección espiritual.
C. S. Lewis, ese extraordinario hombre de letras de la
Universidad de Oxford, puso en ridículo a los escépticos que en
su día decían que la resurrección era espiritual, y les
preguntaba: "¿En qué posición se pone un espíritu cuando se
levanta?" Está claro que las Sagradas Escrituras enseñan que la
resurrección es corporal.
En la época del apóstol Pablo, en Corinto y en el mundo romano
en general, había en realidad tres filosofías sobre la muerte, y
sobre la vida después de la muerte. Estaba el estoicismo. El
estoicismo enseñaba que el alma se unía a la deidad al morir.
Por lo tanto, tenía lugar una destrucción de la personalidad.
Semejante concepto, convertía a la resurrección en una nulidad,
en algo sin ningún valor. Después estaba la filosofía epicúrea,
que era materialista. Enseñaba que no había existencia después
de la muerte. La muerte era el final de la existencia. Y la tercera
corriente filosófica era el platonismo, que enseñaba la
inmortalidad del alma, y creía en un proceso parecido a una
transmigración, es decir, que era como pasar de un cuerpo a
otro. Uno puede encontrar esa clase de creencia en la India y en
los cultos de América. Niega la resurrección del cuerpo. A causa
de estas ideas filosóficas, cuando Pablo mencionó en Atenas el
tema de la resurrección, ellos pensaban que él estaba hablando
de un nuevo dios.
Tenemos que comprender muy bien que Pablo no estaba
hablando aquí de una resurrección espiritual. El alma, estimado
oyente, no muere. En el mismo momento en que el cuerpo de
una persona muere, esa persona va a otro lugar. Si es un hijo
de Dios, estar ausente del cuerpo implica estar presente con el
Señor (como podemos ver en 2 Corintios 5:6-8). Si el individuo
que muere no es un hijo de Dios, entonces va a un lugar de
tormento. El Señor Jesucristo lo describió de esa manera, no
nosotros.
Las divisiones naturales de este capítulo 15 de 1 Corintios, son
las siguientes:
1. La prominencia de la resurrección en el evangelio (vv. 1 al 4)
2. Las pruebas de la resurrección. (vv. 5 al 19)
3. La proclamación de la resurrección (vv. 20 al 28)
4. El programa y modelo de la resurrección (vv. 29 al 50)
5. El poder de la resurrección (vv. 51 al 58)
En primer lugar, veamos el párrafo que destaca
La prominencia de la resurrección en el evangelio
Pablo declaró que la resurrección formaba parte del evangelio;
de hecho, no había evangelio sin la resurrección. El Dr. Machen
dijo que la cristiandad no se apoyaba en un conjunto de ideas o
de credos, sino en hechos. El evangelio no es el Sermón del
Monte, tampoco lo son los Diez Mandamientos. El evangelio es
una serie de hechos relacionados con una persona, y esa
persona es Jesucristo. Escuchemos ahora lo que Pablo dijo en
los versículos 1 al 4 de este capítulo 15 de su Primera Epístola a
los Corintios:
"Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he
predicado, el cual también recibisteis, en el cual también estáis
firmes; por el cual también sois salvos, si retenéis la palabra
que os he predicado, sois salvos, a no ser que hayáis creído en
vano. Primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí:
Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las
Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día,
conforme a las Escrituras"
Ahora, algunas veces surgió la pregunta de si el evangelio se
había originado con Pablo. El dijo: "os he enseñado lo que
asimismo recibí". ¿De quién lo recibió, y dónde? Pues, lo recibió
allá en el desierto de Arabia, porque allí fue donde el Señor lo
llevó y le enseñó. Cuando Pablo fue confrontado por el Señor en
el camino de Damasco, no sabía que Jesús había regresado de
los muertos, ya que, como vemos en los Hechos 9:5, le
preguntó: "¿Quién eres, Señor?" Pablo no pensaba que "el
Señor" fuera Jesús. Pablo tuvo que convencerse del hecho de la
resurrección de Jesucristo. Él no elaboró esa idea ni se la
inventó. Sino que la recibió como una revelación.
De modo que Pablo dijo que él les había predicado el evangelio.
Ahora, ¿cuál era el evangelio? Pues era la siguiente declaración:
"Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las
Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día,
conforme a las Escrituras". Éste es el Evangelio. Éstos son los
hechos. Estimado oyente, no hay ningún evangelio aparte de
esos tres hechos: Cristo murió, fue sepultado y resucitó. Éste es
el Evangelio, y es una buena noticia.
El Evangelio no nos habla de algo que nosotros debamos hacer,
de algo en lo cual debamos ocuparnos en llevar a cabo, con
nuestro propio esfuerzo y actividad, de algo que podamos
intentar conseguir en el futuro. El Evangelio nos informa de lo
que Jesucristo ya ha hecho por nosotros, expresado en su
muerte, sepultura y resurrección.
Se nos dice que Jesús murió. Su muerte fue un hecho histórico.
Pocos se atreverían a negarlo. Y hay que añadir que fue
sepultado. ¿Por qué es importante este detalle? Porque prueba
que Él no desapareció simplemente. Nicodemo y José de
Arimatea, y los otros que le vieron crucificado, le conocían bien
y sabían que se trataba de su cuerpo y le sepultaron. El hacer
constar su sepultura fue importante, porque confirmó Su
muerte.
Ahora bien, Jesús resucitó al tercer día de acuerdo con las
Escrituras. La resurrección es, pues, una parte del evangelio. La
tumba estaba vacía. Ésta fue la prueba. Entonces el Evangelio
consiste en estros tres hechos: Jesús murió, fue sepultado y
resucitó. Ésta fue la primera prueba.
Hubo otra prueba de la resurrección y ésa fue la experiencia de
los Corintios, que vemos en los versículos 1 y 2 que ya hemos
leído: "1Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he
predicado, el cual también recibisteis, en el cual también estáis
firmes; 2por el cual también sois salvos, si retenéis la palabra
que os he predicado, sois salvos, a no ser que hayáis creído en
vano". O sea que la misma existencia de la iglesia era una
prueba de la resurrección de Jesús.
Había en Jerusalén y en sus alrededores, once hombres
desanimados, los discípulos de Jesús. Estaban dispuestos a
volver a practicar su antiguo oficio de la pesca. Ya habían
pasado por bastantes problemas. Si Jesús estaba muerto, no
querían que su cuerpo estuviera fuera de la tumba. Querían que
permaneciera allí. Ellos no iban a violar el sello romano que
había sido estampado sobre la tumba, no se enfrentarían con la
guardia romana para robar un cuerpo, lo cual les traería más
problemas. Pero entonces, ¿qué sucedió? ¡Llegó la noticia de
que Jesucristo había resucitado de los muertos! Ese
acontecimiento transformó las vidas de aquellos hombres y
culminó en la formación de la iglesia. Por veinte siglos millones
de personas han estado proclamando que Cristo vive.
Realmente, no se puede explicar la iglesia aparte del hecho de
la resurrección. Yo he sido salvo por la muerte y resurrección de
Jesús. Sin Su resurrección, no tendría ni el Evangelio, ni un
Cristo vivo, ni un Salvador. Entonces, la existencia del cuerpo de
creyentes, que llamamos la iglesia, es la segunda gran prueba
de la resurrección.
Pero hay otra prueba más. Observemos que el texto que leímos
dice que Jesús murió por nuestros pecados conforme a las
Escrituras, que fue sepultado y resucitó al tercer día conforme a
las Escrituras. Ahora, ¿qué Escrituras? Las Escrituras del Antiguo
Testamento. Me hubiera gustado estar con el apóstol Pablo
cuando llegó a Europa y se dirigió hacia Filipos, Tesalónica,
después a Atenas, y luego a Corinto. Pienso que llevaría consigo
un pergamino que contendría el texto del Antiguo Testamento.
Me imagino que cuando fue a la sinagoga y mencionó la muerte
del Señor Jesús los judíos le dijeron: "Pero esto no se encuentra
en nuestras Escrituras Sagradas". Entonces, el apóstol les
mostró el libro del Génesis, diciéndoles: "Me gustaría recordaros
el ofrecimiento de Isaac y cómo Abraham, en cierto sentido, le
recibió como si regresara de los muertos, porque estaba
dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac. De la misma manera, Dios
no perdonó a Su propio Hijo, sino que le entregó a la muerte por
todos nosotros". Entonces, imagino que Pablo se habrá referido
al sistema mosaico de los sacrificios, a las cinco ofrendas del
libro de Levítico, y les habrá mostrado como ilustraban a la
persona y obra de Cristo. Luego, también les habrá hablado del
Gran Día de la Expiación y de los dos machos de cabra, que
describían la muerte y resurrección de Cristo. También es
posible que citase la vara de Aarón que retoñó y al libro de
Jonás, cuya experiencia simbolizaba la resurrección. Después,
les habrá mencionado los Salmos 22 y 16, así como también los
capítulos 25 y 53 del profeta Isaías, que destacaron que Él fue
traspasado por nuestras rebeliones y molido por nuestras
maldades. Y que todos nosotros nos descarriamos como ovejas,
nos apartamos cada cual por su camino, y el castigo por nuestra
paz cayó sobre Él. Así, de esa manera, el apóstol Pablo les pudo
demostrar desde las Escrituras del Antiguo Testamento que
Jesucristo moriría y resucitaría de los muertos. La expectativa
del Antiguo Testamento no se dirigía solamente hacia esta vida
sino también hacia la vida futura, la vida eterna.
Hay personas que dicen que no creen en una religión para el
más allá, sino en una religión para aquí y ahora. Aquí debo
aclarar que mi fe y mis creencias abarcan ambas, para aquí y
ahora, y para el más allá.
Continuamos con las
Pruebas de la resurrección
diremos que la cuarta prueba que tenemos es la proporcionada
por una lista de testigos. Y uno no puede dejar de lado a los
testigos. Cualquier abogado que tuviera que presentar un juicio,
estaría muy contento de tener tantos testigos para apoyar su
presentación como los que Pablo enumeró aquí como prueba de
la resurrección. Leamos entonces el versículo 5 de este capítulo
15 de 1 Corintios:
"y que apareció a Cefas, y después a los doce".
El mencionó a Cefas primero que era, por supuesto, Simón
Pedro, y a quién Jesús se le apareció en privado. Él se le
apareció a Cefas en forma privada. Y usted podría preguntarse:
¿Qué sucedió? Y eso no nos incumbe a nosotros realmente. Los
detalles del encuentro no han quedado registrados. Jesús
apareció a Pedro, y recordemos que, después de todo, él había
negado conocer a Jesús. Pedro tenía que restaurar su relación
con el Señor. Y al ver los resultados de aquella entrevista,
podemos decir que el Señor aún estaba ocupándose de la tarea
de lavar los pies de sus discípulos.
Después, el Señor resucitado fue visto por "los doce". ¿Y
quiénes eran los doce? Había aparecido a Pedro en privado y
después apareció ante los 11 (porque Judas ya estaba muerto
en aquel momento). La frase "los doce" era un término colectivo
para referirse al grupo de los discípulos y por lo tanto no implica
que estuvieran los 12 discípulos presentes. Sin embargo, si uno
los reúne a todos y añade al apóstol Pablo, eran 12 hombres.
Ahora, leamos el versículo 6:
"Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de
los cuales muchos viven aún y otros ya han muerto".
Quinientos de ellos vieron a Jesús en una misma ocasión.
Creemos que esto pudo haber tenido lugar en Galilea, cerca del
mar de Galilea. Recordemos que Él les dijo que se encontraría
con ellos en Galilea. Creo que Sus verdaderos seguidores se
dirigieron a Galilea para encontrarse con Él allí. Pensamos que
cuando estas personas estaban viajando hacia ese lugar, los
amigos o vecinos les preguntarían: "¿Adónde vais? Ahora que
Jesús murió, ¿volveréis a trabajar en la pesca?" Entonces,
seguramente habrán respondido: "No, Jesús ha resucitado de
los muertos y vamos a reunirnos con Él". Imaginemos entonces,
a este numeroso grupo de 500 creyentes, dirigiéndose con
ilusión y entusiasmo al encuentro de Jesús. Y, finalmente por
hoy, leamos los versículos 7 y 8, de este capítulo 15 de la
Primera carta a los Corintios:
"Después apareció a Jacobo y después a todos los apóstoles.
Por último, como a un abortivo, se me apareció a mí".
La aparición a Santiago fue probablemente una entrevista
privada. Y después fue visto nuevamente por todos los
apóstoles. Finalmente, el Señor resucitado fue visto por el
apóstol Pablo. Y aquí también vemos que Pablo consideró haber
nacido de forma anormal, porque no había pasado por el
período de gestación de haber estado con Cristo durante Su
ministerio terrenal. Tenemos que reconocer que si estuviéramos
allí en aquellos días, nos resultaría muy difícil contradecir a
hombres y mujeres que le habían visto y habían hablado con
Cristo resucitado.
Y podemos comprender el tremendo impacto que debió
significar para aquellos hombres y mujeres ver al Cristo
resucitado frente a ellos, y escuchar sus palabras. A partir de
aquellos días y a través de los siglos, hasta llegar a nuestro
tiempo, un número casi incontable de personas de todos los
pueblos y culturas ha tenido, por la fe, un encuentro personal
con el Señor resucitado, que había muerto en la cruz por sus
pecados. Le han recibido como su Salvador y han recibido de Él
el perdón y la vida eterna. Ese encuentro les ha transformado
para comenzar a vivir en esta tierra una nueva vida. Ha sido
como nacer otra vez y, por la obra del Espíritu Santo en sus
vidas, hoy disfrutan de la compañía y dirección de aquel Señor
que les prometió estar con ellos todos los días hasta el final de
los tiempos. De un estado de esclavitud del pecado, de la
maldad, han pasado a disfrutar de la gloriosa libertad de los
hijos de Dios. Como dijo el mismo Pablo, "si alguno está unido a
Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron; han sido
hechas nuevas". Estimado oyente, ¿no querría ser usted uno de
ellos?

1 Corintios 15:9-38
Continuamos hoy con nuestro estudio del capítulo 15 de la
Primera Epístola del apóstol San Pablo a los Corintios. Éste es
un gran capítulo que trata sobre el interesante tema de la
resurrección. También es uno de los capítulos más destacados
de la Biblia y hemos visto que aquí también se presenta el
evangelio, o quizás diremos, una parte del evangelio. Pablo les
dijo que él les había comunicado lo mismo que había recibido. Y
su revelación era la siguiente: "Que Cristo murió por nuestros
pecados. . . que fue sepultado y que resucitó al tercer día".
Jesús no se esfumó o desapareció simplemente. Su cuerpo fue
colocado en una tumba. Él fue resucitado, y la realidad
fundamental del cristianismo es que Cristo vive hoy. Éstos son
hechos históricos; el evangelio no es una teoría simplemente, ni
ideas, ni una religión. La resurrección es parte del evangelio, y
esto es lo que Pablo predicaba. Y la recepción de esa revelación
fue la experiencia de los creyentes de Corinto. Comencemos
pues nuestra lectura leyendo los versículos 8 y 9 de este
capítulo 15 de 1 Corintios:
"Yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de ser
llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por
la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano
para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; aunque
no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo".
Pablo dijo que era el más insignificante de los apóstoles. Aquí él
estaba siendo muy modesto. La inspiración garantiza que esa
declaración salió de su propio corazón. Pablo se consideraba a sí
mismo como el más grande de los pecadores pero sin embargo
era el trabajador más incansable de los apóstoles. Pero, con una
gran sinceridad, manifestó que era la gracia de Dios la que le
había permitido llevar a cabo sus actividades. Y continuó
diciendo en el versículo 11:
"Sea yo o sean ellos, así predicamos y así habéis creído".
Nos causa perplejidad encontrar a algunos que profesan ser
cristianos y niegan los hechos fundamentales del evangelio. No
es posible que alguien se defina como cristiano y niegue la
muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Por supuesto que
cualquiera tiene el derecho a negar tales hechos, si así lo desea,
pero en ese caso no tiene derecho a identificarse como cristiano.
En este pasaje se nos dice que los Corintios oyeron el Evangelio,
que incluye los hechos básicos mencionados, creyeron, y fue
entonces que se convirtieron en cristianos.
La aceptación de estos hechos es crucial y por eso lo
enfatizamos, porque constituye la esencia del cristianismo. ¿Qué
es el Evangelio? Pues son las buenas noticias que anuncian que
Cristo murió, fue sepultado, y resucitó al tercer día. Su tumba
quedó vacía. Y en consecuencia, Cristo vive hoy. Éstos son los
hechos históricos. Éste es el Evangelio que Pablo predicó. No es
simplemente una experiencia subjetiva que tuvo el apóstol. Fue
un acontecimiento histórico. En el versículo 1 de este capítulo se
nos dijo que los Corintios recibieron el Evangelio y lo creyeron.
Ahora, ¿qué quiere decir esto de recibir a Cristo? La explicación
la tenemos en el capítulo 1, del evangelio según San Juan,
versículos 11 al 13; dice allí: "A lo suyo vino, pero los suyos no
le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, es decir, a los
que creen en su nombre, les dio el derecho de llegar a ser hijos
de Dios. Y son hijos de Dios no por la naturaleza ni los deseos
humanos, sino porque Dios los ha engendrado". Recibir a Cristo
significa creer en Su nombre. El primer versículo del capítulo 15
decía del Evangelio en relación con los Corintios: "en el cual
también perseveráis, o estáis firmes". Ése era su estado
presente. Ellos estaban apoyados en una relación con el Cristo
viviente, por medio de una fe viva.
En el versículo 2 "por el cual sois salvos". El evangelio no salva
si se trata solamente de un conocimiento intelectual. No debe
ser simplemente un asentimiento a los hechos del Evangelio. Es
Aquél de quien el Evangelio habla, es decir, Cristo, el que salva.
Cuando usted acepta los hechos del Evangelio, cuando usted
deposita completamente su fe en Cristo, entonces usted es
salvo. O como dijo Spurgeon: "No es el gozo en Cristo el que lo
salva, ni es la esperanza en Cristo lo que lo salva; es Cristo
mismo. No es ni aun la fe en Cristo, aunque ése es el
instrumento. Es la sangre y los méritos de Cristo lo que salva".
O sea, que el Evangelio fue predicado a los Corintios. Pablo dijo,
"lo recibisteis, en el cual también perseveráis, y sois salvos".
Pero el apóstol añadió: "si no creísteis en vano". Y eso quiere
decir creer sin causa. Si su fe no se apoyaba en los hechos
históricos de la muerte y resurrección de Cristo, no había ningún
resultado, y la de ellos no había sido una conversión genuina. Es
que la fe en sí misma no tiene ningún mérito. Lo importante es
el objeto de la fe, es decir, en quien cree uno. Estimado oyente,
¿ha confiado usted en un Salvador que murió, que fue sepultado
y que resucitó de los muertos?
En nuestro programa anterior hablamos del significado del
testimonio de las Escrituras del Antiguo Testamento como una
evidencia de la Resurrección. Luego mencionamos a los testigos
que aún estaban con vida cuando Pablo estaba escribiendo:
Cefas, los apóstoles, quinientos creyentes, Jacobo y finalmente,
él mismo. Todos ellos vieron al Jesucristo resucitado. Y de sí
mismo el apóstol Pablo dijo: "como un abortivo, como uno
nacido fuera de tiempo", porque no había pasado por el período
de gestación de haber estado con Cristo durante Su ministerio
en la tierra.
Continuemos leyendo el versículo 12:
"Pero si se predica que Cristo resucitó de los muertos, ¿cómo
dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de
muertos?"
Algunas de estas personas que tenían antecedentes de las
escuelas filosóficas del estoicismo, de los epicúreos, y del
platonismo, estaban negando la resurrección. No era que
estaban negando específicamente la resurrección de Cristo, sino
que estaban negando la resurrección en general.
Pablo incluyó en este pasaje una serie de declaraciones que
comienzan con la conjunción si, que denota una suposición en
virtud de la cual un concepto depende de otros. Por ejemplo él
comenzó su lista de suposiciones diciendo: si Cristo no ha
resucitado. No se trata de evitar hablar del asunto porque haya
dudas. Estimado oyente, yo tengo una base, y ese fundamento
es la Roca. Y la Roca es Cristo Jesús. Él regresó de entre los
muertos. Y entonces el apóstol enumeró estas suposiciones
como una demostración de la importancia de la resurrección de
Jesucristo. Leamos el versículo 13:
"porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo
resucitó".
Ambas partes de esta suposición están estrechamente
relacionadas. Y fue en base a la resurrección de Cristo, Pablo
diría más adelante, que Jesucristo fue como el primer fruto de
una cosecha. Lo cual quería decir que después de Él se
recogerían más frutos. Jesús fue el primer fruto y más tarde,
cuando Él regrese, tendrá lugar la resurrección de los suyos. Y
dijo el apóstol Pablo aquí en el versículo 14:
"Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación y
vana es también vuestra fe".
No sabemos si usted ha tenido contacto con quienes niegan que
el Señor Jesucristo fue levantado de entre los muertos. Ahora, si
Cristo no fue resucitado en forma corporal, nuestra predicación
entonces no sirve para nada. Y no sólo nuestra predicación, sino
que también nuestra fe es inútil. ¿De qué sirve entonces asistir
a una iglesia para escuchar un sermón, si Cristo no ha
resucitado de los muertos? Y continuó diciendo Pablo en el
versículo 15:
"Y somos hallados falsos testigos de Dios, porque hemos
testificado que Dios resucitó a Cristo, al cual no resucitó si en
verdad los muertos no resucitan".
Es decir que todos los apóstoles eran mentirosos, si Cristo no
había resucitado. Y cada uno de ellos era un testigo falso, si
Cristo se encontraba aún en la tumba. Y aquí tenemos algo para
pensar. ¿No ha notado usted que las personas no mueren por
aquello que ellos saben que es realmente una mentira? Ahora,
las personas que murieron por una mentira, fue porque
pensaban que era la verdad. Por ejemplo, muchos millones
murieron por dictadores en guerras, porque creyeron en ellos.
En nuestro caso, los apóstoles testificaron que habían visto al
Cristo resucitado, y estuvieron dispuestos a morir por causa de
esa declaración. Usted mismo puede juzgar si ellos estaban en
lo cierto, o equivocados. Pero las personas no mueren por lo
que ellos saben que es una mentira. Veamos ahora lo que dicen
los versículos 16 y 17, de este capítulo 15 de la Primera Epístola
a los Corintios que estamos estudiando:
"Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; 17y si
Cristo no resucitó, vuestra fe es vana: aún estáis en vuestros
pecados".
O sea que, usted estimado oyente, es un pecador perdido,
destinado a la condenación, eso es todo lo que podrá ser en el
futuro, si Cristo no ha resucitado. Y todos nosotros estamos aún
cargando con nuestros pecados. Y dice el versículo 18:
"Entonces también los que murieron en Cristo perecieron".
Hay millones de creyentes que han muerto creyendo en Cristo
como su Salvador. Si Cristo no ha resucitado, entonces cada
uno de ellos ha perecido. Entonces, todos estos millones de
personas del pasado, han perecido en realidad. Y continuamos
con el versículo 19:
"Si solamente para esta vida esperamos en Cristo, somos los
más dignos de lástima de todos los hombres".
Debemos decirle, estimado oyente, que el cristianismo es una
religión para aquí y para ahora. Pablo aclaró esta idea en el
capítulo 6 de su epístola a los Romanos. Pero el cristianismo es
también una religión para el futuro. Pero si Cristo no ha
resucitado, hemos sido engañados y somos las personas más
miserables de este mundo. ¡Pero, gracias a Dios, ese no es el
caso y tenemos todos los motivos para alegrarnos! Y aquí
finalizó esa serie de suposiciones que Pablo había estado
presentando para demostrar que la familia humana estaría
perdida y sin esperanza si Cristo no hubiera resucitado de los
muertos.
Leamos ahora el versículo 20, porque llegamos a un nuevo
párrafo en el texto, titulado
La proclamación de la resurrección
"Pero ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de
los que durmieron"
Es decir, que Cristo ha sido el primer fruto de la cosecha, el
primero en resucitar. En el Antiguo Testamento celebraban el
festival de las primicias o de la primera cosecha, cuando ellos
presentaban la primera gavilla de grano ante el Señor. Esto
significaba que cosecharían más, de otra manera no podrían ser
los primeros frutos. El cumplimiento de esa fiesta tuvo lugar en
la resurrección de Jesucristo. Él regresó de los muertos con un
cuerpo glorioso. Es el único que ha resucitado de los muertos
con un cuerpo eterno y glorioso. Leamos a continuación los
versículos 21 y 22:
"pues por cuanto la muerte entró por un hombre, también por
un hombre la resurrección de los muertos. Así como en Adán
todos mueren, también en Cristo todos tendrán vida".
Después de la fiesta de las primicias, venía la fiesta de
Pentecostés, que se celebraba unos cincuenta días después.
Esta fiesta encontró un primer cumplimiento en el día de
Pentecostés, en el Nuevo Testamento, cuando comenzó su
existencia la iglesia. Pero su cumplimiento total culminará
cuando Cristo venga a buscar a los suyos y ellos resucitarán
para encontrarse con Él. Entonces tendrá lugar el verdadero
Pentecostés. Entonces Cristo, que fue el primer fruto de la
cosecha, vendrá a recoger la totalidad de los frutos de esa
cosecha. Ése será el Pentecostés futuro y final que todos
esperamos, que ocurrirá cuando Él venga a buscar y a recoger a
Su iglesia de este mundo. Leamos ahora el versículo 23:
"Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego
los que son de Cristo, en su venida".
Es hermoso leer en el versículo 20 que Cristo al resucitar fue el
primer fruto de todos los que durmieron, es decir, de los que
pasaron por el descanso y el sueño de la muerte. Leíamos antes
la frase en Adán todos mueren. Es decir, que la prueba de que
pertenecemos a la familia de Adán es que todos vamos a morir,
a menos que el Señor nos recoja con su iglesia. Y la frase, en
Cristo todos tendrán vida, nos recuerda nuestra esperanza firme
porque Jesús, como Él mismo dijo, es la Resurrección y la Vida.
El versículo 23 continúa con la frase: Pero cada uno en su
debido orden. O sea, que no habrá una resurrección general
única. Es interesante notar que los reformadores recuperaron
mucho de la verdad Bíblica, pero no toda. Creemos que estamos
viviendo en un día en el que existen muchos estudios Bíblicos en
el área de la escatología, es decir, de la doctrina de las últimas
cosas, o sea, la profecía. Pero en las épocas en que las grandes
verdades se desarrollan, surge la herejía, muchas creencias
absurdas y falsas enseñanzas sobre la profecía, principalmente
por ignorancia del ámbito general de la enseñanza de la Biblia.
Creemos firmemente que el libro de Apocalipsis no debiera ser
enseñado, a menos que uno haya estudiado primero los otros
libros de la Biblia. La profecía es importante, pero no es el todo,
e incluye la enseñanza de que cada uno será resucitado en su
debido orden, en el orden que le corresponda, y que no habrá
un día para una resurrección general. Y destacamos la mención
del versículo 23, de que Cristo resucitó en primer lugar, y
después, en el momento en que Cristo vuelva a buscar a Su
iglesia, resucitarán los que le pertenecen. Luego dice el
versículo 24:
"Luego llegará el fin, cuando entregue el Reino al Dios y Padre,
cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y todo
poder".
¿El fin de qué? El fin de las edades. ¿Cómo finalizará esta era?
Llegará una gran tribulación y luego será establecido un reino
por mil años en la tierra. Satanás será liberado una vez más,
por un breve tiempo y después será echado para siempre en lo
que el Apocalipsis llama el lago de fuego; y luego Cristo
establecerá Su reino para siempre. Ése será Su reino eterno. En
realidad, el reino eterno será, en cierta forma, una proyección
del reino milenial, sólo que el reino de mil años será como un
tiempo de prueba.
Dice aquí: Luego llegará el fin, cuando entregue el reino al Dios
y Padre. ¿Cuándo ocurrirá esto? Al final del reino milenial,
cuando Cristo derrote a todos los señoríos, autoridades y
poderes. Ahora, el versículo 25, dice:
"Preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus
enemigos debajo de sus pies".
Aquí se estaba refiriendo a Satanás. Ahora, el versículo 26, dice:
"Y el último enemigo que será destruido es la muerte".
Y después de anunciar esa gran victoria, dice el versículo 27:
"Porque Él ha puesto todo en sujeción bajo sus pies. Pero
cuando dice que todas las cosas le están sujetas, es evidente
que se exceptúa a aquel que ha sometido a Él todas las cosas".
Parecería indicar que Cristo no estará sujeto a Dios. Pero el
siguiente versículo aclara este punto; en el versículo 28;
leamos:
"Y cuando todo haya sido sometido a Él, entonces también el
Hijo mismo se sujetará al que sujetó a él todas las cosas, para
que Dios sea todo en todos".
Está diciendo que cuando Cristo complete Su reino milenial aquí
en esta tierra, y haya establecido Su reino eterno regresará a
ocupar Su lugar allí donde mora la divinidad, en los cielos,
donde Él se encontraba al principio. Y así, como finaliza el
versículo, Dios será todo en todos.
Leamos ahora el versículo 29, que inicia un párrafo titulado,
El programa y modelo de la resurrección
"De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos,
si de ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se
bautizan por los muertos?"
Recordemos lo que dijimos anteriormente sobre el significado de
la palabra bautismo, que significa identificación con alguien, o
con algo. Ahora, en este caso Pablo estaba hablando de
identificación con una persona muerta. Él preguntaba: "¿Por qué
lo hacen, o qué conseguirán los que se bautizan por los
muertos, si éstos no resucitan? ¿Por qué, pues, se identifican
como muertos? Esto no implica que los creyentes de Corinto se
estaban bautizando por sus familiares o amigos muertos. Sino
que significa que se estaban bautizando o identificando con
Jesucristo, que había muerto por ellos, y que después había
resucitado de los muertos. Así que ellos estaban como muertos
para el mundo, pero vivos para Cristo. Luego dicen los
versículos 30 y 31:
"¿Y por qué nosotros nos exponemos a peligros a toda hora? Os
aseguro, hermanos, por la satisfacción que siento por vosotros
en nuestro Señor Jesucristo, que cada día estoy en peligro de
muerte".
Pablo estaba diciendo que si Cristo no había resucitado de los
muertos, entonces ellos serían insensatos al poner sus vidas en
peligro. Sin embargo, ya que Cristo había resucitado, los
creyentes estaban identificados con Él. Como les dijo el apóstol
a los creyentes en Roma, en el capítulo 6 de Romanos,
versículos 3 y 4: "¿O no sabéis que todos los que hemos sido
bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su
muerte? Por tanto, hemos sido sepultados con Él por medio del
bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de
entre los muertos . . . así también nosotros andemos en
novedad de vida". Nosotros estamos unidos a un Cristo
resucitado y vivo. Ahora, si Cristo no resucitó, dijo Pablo, "estoy
soportando sacrificios inútilmente, porque mi vida está en
peligro de muerte constantemente". Luego dijo en el versículo
32, de este capítulo 15 de la Primera carta a los Corintios:
"Si como hombre batallé en Éfeso contra fieras, ¿de qué me
sirve? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos,
porque mañana moriremos".
Es como si Pablo hubiera dicho: "¿Por qué permito ser
encerrado en una jaula con leones a causa de mi fe en Cristo, si
Cristo no resucitó de los muertos? Yo estoy identificado (o
bautizado), con Su muerte. Identificado como un hombre
muerto, porque estoy unido a un Cristo viviente". O sea, que el
estar identificado con Cristo en Su muerte y resurrección era un
hecho tremendo. Ahora, si Cristo no había resucitado y los
muertos no resucitarían, entonces deberíamos adoptar la
filosofía hedonista de los epicúreos, que decían: Comamos y
bebamos, porque mañana moriremos. Luego, Pablo dijo en los
versículos 33 y 34, de este capítulo 15:
"No os engañéis: Las malas conversaciones corrompen las
buenas costumbres. Sed sobrios, como conviene, y dejad de
pecar, porque algunos no tienen conocimiento de Dios. Para
vergüenza vuestra lo digo".
Los creyentes de Corinto estaban siendo engañados por aquellos
que cuestionaban la resurrección. Estaban escuchando a
quienes tenían mucho que decir, pero demostraban no tener
conocimiento de Dios. Pablo decía que si ellos recibían
información errónea, actuarían mal. Y les reprendió para que
dejasen de pecar, porque sí, habría una resurrección. Y dice el
versículo 35:
"Pero preguntará alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con
qué cuerpo vendrán?"
Los seres humanos han fracasado en distinguir la diferencia
entre la resurrección del cuerpo y la inmortalidad del alma.
Platón y Cicerón defendieron la inmortalidad del alma. Pablo
argumentó a favor de la resurrección del cuerpo. Y los Saduceos
negaban cualquier resurrección, cualquier vida después de la
muerte. Y Cristo mismo les respondió, en Mateo 22:31, 32: "Yo
soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. ¡Y Dios no es Dios
de muertos, sino de vivos!" Y a la pregunta sobre cómo podía
un cuerpo que moría, resucitar y permanecer el mismo, les
respondió que aprendemos de la naturaleza que los cuerpos
serán los mismos, pero no idénticos. Dice el versículo 36:
"Necio, lo que tú siembras no vuelve a la vida si no muere
antes".
Pablo respondió aquí a la primera pregunta: el cómo. En una
semilla sembrada, hay disolución y continuidad. Producirá
semillas que esencialmente son las mismas que aquella
sembrada. Pero aquella semilla ha muerto y se ha desintegrado,
así que la nueva semilla producida no será exactamente la
misma que murió. Será como aquella, pero no la misma semilla.
O sea que en toda semilla sembrada hay una desintegración y,
sin embargo, hay también una continuidad. Será un misterio
pero no es una imposibilidad.
¿Y qué es la muerte? Es una separación. Pero no es el final del
espíritu. El espíritu pasa a estar con el Señor, si uno es un hijo
de Dios. Lo que se desintegra es el cuerpo. Así que la muerte es
la separación del cuerpo, del individuo, de la persona. Y el
cuerpo se desintegra, decae, se descompone. La frase de Dios
polvo eres, y al polvo volverás se refiere al cuerpo. Luego Pablo
respondió a la segunda pregunta: ¿Qué cuerpo resucitaría?
Leamos el versículo 37:
"Y lo que siembras no es el cuerpo que nacerá, sino el grano
desnudo, sea de trigo o de otro grano".
Aquí la ilustración fue la siembra de un grano. Cristo es el
primer fruto de la cosecha, y después vendrán los demás. Por
ello tenemos la esperanza del arrebatamiento de la iglesia,
momento en el cual los creyentes que hayan muerto, serán
resucitados. Si algunos estuviéramos entonces con vida,
seremos arrebatados y transformados. Es que la semilla misma,
no producirá un nuevo cuerpo, ni tampoco el sembrador, pero
Dios lo proveerá. Y dice el versículo 38:
"Y Dios le da el cuerpo que él quiere, y a cada semilla su propio
cuerpo".
Y luego Pablo se refirió a otra área. Todo esto forma parte del
misterio de la vida. Y en realidad, el misterio de la vida es
mayor que el misterio de la muerte. Estimado oyente, le
invitamos a confiar en Aquél que por su muerte en la cruz y su
resurrección, es el único que puede dar a quien crea en Él, la
vida eterna, esa vida que va más allá de la muerte.

1 Corintios 15:39-58
Continuamos hoy nuestro estudio en la Primera carta del apóstol
Pablo a los Corintios, y nos encontramos en el capítulo 15. A
modo de repaso, comenzaremos nuestro estudio retrocediendo
un poco en el texto, en el versículo 35, donde se plantearon
algunas preguntas sobre la resurrección.
"Pero preguntará alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con
qué cuerpo vendrán?"
Los seres humanos han fracasado en su intento por distinguir la
diferencia entre la resurrección del cuerpo y la inmortalidad del
alma. Platón y Cicerón defendieron la inmortalidad del alma.
Pablo argumentó a favor de la resurrección del cuerpo. Y los
Saduceos negaban cualquier resurrección, cualquier vida
después de la muerte. Y Cristo mismo les respondió, en Mateo
22:31, 32: "Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. ¡Y
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos!". Y a la pregunta
sobre cómo podía un cuerpo muerto, resucitar, les respondió
que aprendemos de la naturaleza que los cuerpos serán los
mismos, pero no idénticos. Dice el versículo 36:
"Necio, lo que tú siembras no vuelve a la vida si no muere
antes".
Pablo respondió aquí a la primera pregunta: el cómo. En una
semilla sembrada, hay disolución y continuidad. Producirá
semillas que esencialmente son las mismas que aquella
sembrada. Pero aquella semilla ha muerto y se ha desintegrado,
así que la nueva semilla producida no será exactamente la
misma que murió. Será como aquella, pero no la misma semilla.
O sea que en toda semilla sembrada hay una desintegración y,
sin embargo, hay también una continuidad. Será un misterio
pero no es una imposibilidad.
¿Y qué es la muerte? Es una separación. Pero no es el final del
espíritu, que no muere y pasa a estar con el Señor, si uno es un
hijo de Dios. Lo que se desintegra es el cuerpo. Así que la
muerte es la separación del cuerpo, del individuo, de la persona.
Y el cuerpo se desintegra, se descompone. La frase de Dios
"polvo eres, y al polvo volverás" se refiere al cuerpo. Más
adelante Pablo respondió a la segunda pregunta: ¿Qué cuerpo
resucitaría? Leamos el versículo 37:
"Y lo que siembras no es el cuerpo que nacerá, sino el grano
desnudo, sea de trigo o de otro grano".
Aquí la ilustración utiliza la metáfora de siembra de un grano.
Cristo es el primer fruto de la cosecha, y después vendrán todos
los demás. Por ello tenemos la esperanza del arrebatamiento de
la iglesia, momento en el cual los creyentes que hayan muerto,
serán resucitados. Si algunos estuviéramos entonces con vida,
seremos arrebatados y transformados. Es que la semilla misma,
no producirá un nuevo cuerpo, ni tampoco el sembrador, pero
Dios lo proveerá. Y dice el versículo 38:
"Y Dios le da el cuerpo que él quiere, y a cada semilla su propio
cuerpo".
Y luego Pablo se refirió a otra faceta que forma parte del
misterio de la vida. Y en realidad, el misterio de la vida es
mayor que el misterio de la muerte. Así que el pequeño grano
que se forma en la planta es como el que se había sembrado, no
idéntico, pero ciertamente, muy similar.Ahora, veremos que él
desplazó su atención del área de la botánica a la zoología.
Iniciemos nuestra lectura de hoy con el versículo 39:
"No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de
los hombres, otra la de las bestias, otra la de los peces y otra la
de las aves".
La diferencia que existe entre un cuerpo muerto y el cuerpo
resucitado es mayor que la diferencia que hay entre el hombre y
las bestias, los peces y las aves. Pablo estaba diciendo que no
todos los cuerpos eran iguales. Leamos los versículos 40 y 41:
"Hay cuerpos celestiales y cuerpos terrenales; pero una es la
hermosura de los celestiales y otra la de los terrenales. Uno es
el resplandor del sol, otro el de la luna y otro el de las estrellas,
pues una estrella es diferente de otra en resplandor".
Aquí vemos que el apóstol había desplazado su atención al
ámbito de la astronomía, diciendo que tampoco todos los
cuerpos celestes eran iguales. El material que componía el sol
no era el mismo que el de la luna, ni que el de las estrellas. Las
estrellas diferían unas de otras. Existe un sistema solar, uno
estelar, planetas y soles. Luego Pablo continuó en el versículo
42, diciendo:
"Así también sucede con la resurrección de los muertos. Se
siembra en corrupción, resucitará en incorrupción".
Es que Adán no habría muerto, si no hubiera pecado. Sin
embargo, en la resurrección tendremos un nuevo cuerpo que
será incorruptible. Y dice el versículo 43:
"Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en
debilidad, resucitará en poder".
Así que con el nuevo cuerpo de resurrección, tendremos
características maravillosas, como gloria, color, belleza y poder.
Y añade el versículo 44:
"Se siembra cuerpo natural, resucitará cuerpo espiritual. Hay
cuerpo natural y hay cuerpo espiritual".
Ahora, es el cuerpo el que se conserva o continúa en la
resurrección. Es una clase de cuerpo cuando muere, es un
cuerpo natural. Y será resucitado como un cuerpo, pero un
cuerpo espiritual, controlado por el espíritu, pero todavía un
cuerpo. Ahora, Pablo continuó diciendo aquí en el versículo 45,
de este capítulo 15, de su Primera carta a los Corintios:
"Así también está escrito: «Fue hecho el primer hombre, Adán,
alma viviente»; el postrer Adán, espíritu que da vida".
Aquí podemos apreciar que el primer Adán era fue materia física
con vida. Eso quiere decir que fue un ser físico y emocional. El
postrer hombre (o sea Cristo) es espiritual. Ahora, los versículos
46 y 47, dicen:
"Pero el espiritual no es primero, sino el natural; luego el
espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo
hombre, que es el Señor, es del cielo".
Se dice en el versículo 47 que "El primer hombre es de la tierra,
terrenal". La palabra aquí utilizada es "coicus" ? o sea tierra,
barro. Hoy en día escuchamos hablar mucho de la ecología, y
¿quién es el que produce el deterioro en esta tierra, en sus
recursos naturales, en sus reservas químicas y biológicas que
son vitales para la supervivencia? El hombre. Porque el hombre
ha sido formado de la tierra, procede de la tierra. Y todos los
residuos que deja el hombre, por su propia naturaleza, podrían
calificarse como basura y desperdicios. El es el que llena los
cubos y vertederos de basura. Pero el segundo hombre es el
Señor del cielo. Leamos a continuación los versículos 48 al 50:
"Conforme al terrenal, así serán los terrenales; y conforme al
celestial, así serán los celestiales. Y así como hemos traído la
imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
Pero esto digo, hermanos: que lo que es de carne y hueso no
puede heredar el reino de Dios, ni lo que se corrompe hereda lo
incorruptible".
Nosotros somos todos terrenales, Procedemos de Adán y esa es
nuestra condición. Pero también estamos unidos a Cristo, y por
lo tanto, tenemos una esperanza, la esperanza de la
resurrección de un cuerpo eterno que estará con Cristo para
siempre. En la actualidad llevamos la imagen de lo terrenal,
pero aguardamos con expectativa el día en que llevaremos la
imagen de lo celestial.
Aquí se dice que cuerpos de carne y hueso no pueden tener
parte en el Reino de Dios. Podemos pues alegrarnos de que
nuestros cuerpos actuales no irán al cielo. Dios no se va a
ocupar de reparar los defectos o debilidades actuales de
nuestros cuerpos, porque la corrupción no puede tener parte
con la incorrupción. Por ello, el cuerpo actual necesita ser
sembrado en la tierra, como una semilla. Y resurgirá entonces
un cuerpo nuevo, una nueva tienda en la cual podremos vivir.
No será idéntica al viejo cuerpo, pero sin embargo será como el
viejo cuerpo, similar a él, manteniendo su identidad.
De acuerdo con las costumbres actuales, los cuerpos muertos
son enterrados, en donde sufren un deterioro natural, o son
cremados, o sea, convertidos en cenizas. Algunos dudan,
entonces, en cuanto a cómo se recompondrán los cuerpos en el
momento de la resurrección. Nuestros cuerpos están
compuestos por algunos elementos químicos. La mayor parte
del cuerpo está formada por agua, hidrógeno y oxígeno y otros
átomos. ¿Acaso Dios no puede reunir todos estos átomos, o
quizás usar otros átomos nuevos? Realmente, un argumento
que descarte el hecho de la resurrección porque,
supuestamente, Dios no pueda reagrupar todos esos átomos, no
es válido. Por empezar, El es el Creador de la vida y del cuerpo,
y ciertamente puede formar otro cuerpo como el que
desapareció en la muerte. El es Dios y puede reunir los
elementos que forman el cuerpo del polvo de la tierra, de las
cenizas, o puede incluso, utilizar nueva materia para hacer un
nuevo cuerpo que mantenga la misma identidad del anterior.
La primera herejía que surgió en la iglesia fue la negación de la
resurrección corporal de Cristo. Hemos visto cómo Pablo ha
expuesto la verdad de la Resurrección. Habló en contra de las 3
filosofías principales de su tiempo. El estoicismo decía que en el
momento de la muerte, el alma se fundía con la deidad, se unía
a ella, y que tenía lugar una destrucción del alma. Pablo dijo
que nuestros cuerpos resucitarían. El epicureísmo dijo que no
había existencia alguna tras la muerte. Aquí Pablo dijo que
Jesucristo resucitó de los muertos y que también nuestros
cuerpos resucitarán. Y el platonismo creyó en la inmortalidad del
alma, pero negó la resurrección corporal. Y frente a esto, Pablo
dijo que nuestros cuerpos físicos resurgirán a la vida como
cuerpos espirituales.
Leamos ahora el versículo 51, que nos lleva a un párrafo que
trata sobre
El poder de la resurrección
"Os digo un misterio: No todos moriremos; pero todos seremos
transformados"
¿Qué es un misterio? Ya lo hemos considerado varias veces. Es
algo que no se había revelado en el Antiguo Testamento, pero
que ahora se revela en el Nuevo Testamento. Es algo que usted
no puede aprender ni por la vista, ni por el oído. Es algo en lo
cual los seres humanos ni siquiera han pensado o imaginado. Se
trata de un hecho que debe ser revelado por Dios.
Como bien dice este versículo, no todos nosotros vamos a pasar
por las puertas de la muerte pero, dice Pablo: "todos seremos
transformados". Ahora, muramos o no, de todas formas, vamos
a ser transformados. Hay mucha gente que dice que espera
estar viva cuando Cristo venga, para poder estar en Su
presencia. Usted, estimado oyente, antes de entrar en Su
Presencia, igual que todos los creyentes, tendrá que ser
transformado. Continuemos leyendo el versículo 52:
"en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final
trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán
resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados"
"En un momento", dice aquí. Eso expresa la partícula más
pequeña del tiempo. La palabra de donde viene es "atomao". De
allí nosotros hemos formado la palabra átomo. Los científicos se
equivocaron en forma cuando llamaron a esa partícula átomo.
Porque ellos pensaron que habían encontrado la partícula más
pequeña de la materia; y ahora los mismos científicos pueden
dividir el átomo en muchas partes. Sería mejor que lo hubieran
llamado usando la palabra griega "stoicheion" que quiere decir
bloque de construcción, o sea, figurativamente hablando, un
elemento esencial, un componente básico. Simón Pedro la usó
en su segunda carta en el tercer capítulo, cuando dijo que "los
elementos (stoicheion) ardiendo serán desechos". Y él no era ni
siquiera un científico, sólo un pescador. Pero el Espíritu de Dios
sabía algo sobre ciencia.
Dijo Pablo que seríamos transformados "en un abrir y cerrar de
ojos". ¿Cuánto dura ese momento? ¿Es el instante en que el
párpado baja o sube? Bueno, simplemente significa que todo
ocurrirá en un momento, rápidamente, en una fracción de
segundo. Así que en ese momento, en ese período de tiempo,
uno no podría decir: "Aquí viene, o Él está aquí".
Y el apóstol añadió a la final trompeta". ¿Qué será eso? Será la
última llamada. La trompeta será el sonido de Su voz. Juan dijo
en el primer capítulo de Apocalipsis, versículo 10: "Oí detrás de
mí una gran voz como de trompeta". ¿Y de quién era? Era del
Señor Jesucristo. En Su último llamado a la humanidad, Él
llamará a los muertos para que regresen a la vida. Recordemos
que, como leímos en Juan 11:43, cuando estaba en esta tierra
levantó a Lázaro de entre los muertos, diciéndole: "Lázaro, ven
fuera". Y algún día, El me llamará a mí, me despertará del
sueño de la muerte, pronunciando mi nombre. Veamos ahora el
versículo 53:
"pues es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción
y que esto mortal se vista de inmortalidad".
Observemos el énfasis de la frase "es necesario". Nosotros no
podemos ir al cielo en nuestra condición actual. No podemos
entrar allí con los cuerpos naturales que tenemos. No podríamos
ni siquiera contemplar aquel lugar ni escuchar las voces ni la
música. Nuestros cuerpos actuales son bastante limitados.
Incluso aquí en la tierra nuestra visión del espectro luminoso es
limitado, así como la percepción de las ondas sonoras. Si
fuéramos al cielo en estos cuerpos desgastados, perderíamos
una gran parte de lo que allí tendrá lugar. Y, seguramente,
cuando lleguemos allí, no querremos perdernos ni un solo
detalle. En consecuencia, necesitaremos un cuerpo nuevo. Por
eso dice aquí que nuestra naturaleza corruptible se revestirá de
lo incorruptible, y nuestro cuerpo mortal se revestirá de
inmortalidad. Veamos ahora, el versículo 54:
"Cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción y esto
mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la
palabra que está escrita: Devorada ha sido la muerte por la
victoria".
Esa es la victoria de la resurrección, estimado oyente. Ahora, los
versículos 55 al 57 dicen:
"¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde, sepulcro, tu
victoria?, porque el aguijón de la muerte es el pecado, y el
poder del pecado es la Ley. Pero gracias sean dadas a Dios, que
nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo".
Esto es lo que yo siento en cuanto a la muerte física. Hace ya
algún tiempo, un maestro de la Biblia dijo que, ya que a la
muerte se le había quitado el aguijón, era como la abeja a la
que se le había quitado el aguijón. Sí, estimado oyente, la
muerte ha perdido su aguijón porque nosotros podemos mirar
más allá de la muerte. Es como una puerta que se abre a las
vastas regiones de la eternidad. Es la entrada, no a un período
de tiempo, sino a la eternidad. Con todo, a mí no me gustaría
cruzar esa puerta.
También dijo Pablo: "¿Dónde está, sepulcro, tu victoria?"
Pareciera que el sepulcro va a obtener su victoria. Muchos han
obtenido éxito, triunfos en esta vida, y han acumulado mucho
dinero y recursos, pero en realidad la muerte al final los
conquistó. Muchos políticos han sido elegidos para ocupar altos
puestos, a veces, la más alta magistratura, y luego han muerto
en el ejercicio de sus funciones. Subieron hasta el más alto
nivel, pero al muerte les aplastó, reclamando la victoria. La
muerte es un monstruo tremendo, ¿verdad? Pero Cristo ya ha
pasado por ese camino. Así como en el Antiguo Testamento el
arca del pacto pasó por el río Jordán hacia la otra ribera, Cristo
ha cruzado las aguas de la muerte por mí. Y me dice: "Yo soy tu
pastor. Recuerda que no sólo te he guiado por esta vida, sino
que también te guiaré al cruzar las profundas aguas de la
muerte y te llevaré conmigo a la eternidad". Así es que, como
un niño pequeño, tengo miedo ante la temible presencia de la
muerte, pero pondré mi mano en la mano que ha sido
traspasada por los clavos en la cruz, y Él me llevará hacia el
lugar seguro, en la otra ribera. Por eso los creyentes podemos
preguntar triunfantes. "¿Dónde está, sepulcro, tu victoria?"
El aguijón de la muerte es el pecado. El pecado es el elemento
aguijoneador, y la antigua ley dio al pecado su poder. La ley es
el espejo que nos muestra que somos pecadores. "Mas gracias
sean dadas a Dios, que nos da la victoria". ¿Cómo? ¿Gracias a
que somos más inteligentes, más sabios y por eso somos
vencedores? No, estimado oyente. Tenemos "victoria por medio
de nuestro Señor Jesucristo". Hablando de los creyentes que
vivirán en la gran tribulación, en el libro de Apocalipsis, capítulo
12, versículo 11, se dice: "Y ellos le han vencido por medio de la
sangre del Cordero". Esa es la única forma por la cual cualquiera
de nosotros podrá vencer. Leamos, finalmente el versículo 58:
"Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes,
creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro
trabajo en el Señor no es en vano".
Al leer eso pensamos en el versículo 9, del primer capítulo,
donde del apóstol dijo: "Fiel es Dios" (y así es, Él es fiel) "por
medio de quien fuisteis llamados a la comunión con su Hijo
Jesucristo, nuestro Señor". Yo he sido llamado a la comunión
con Su Hijo Jesucristo, y Pablo ya nos lo había dicho antes en
esta epístola: que todas las cosas son nuestras. Él había dicho
que Pablo, Apolos y Cefas, y también el mundo, la vida y la
muerte, las cosas presentes y las futuras, son nuestras, y que
nosotros pertenecemos a Cristo. Y como la vida es nuestra, yo
quiero disfrutar de la vida. La muerte es nuestra, porque
tenemos a Aquel que ha triunfado sobre la muerte. ¿No le
parece maravilloso, estimado oyente? Las cosas del tiempo
presente, las cosas que vendrán más adelante en el futuro,
todas esas son nuestras. Por lo tanto, podemos decir con
verdadera convicción, que somos más que vencedores por
medio de Aquel que nos amó. ¿No querrá usted hacer suya esta
declaración de triunfo? Le invitamos a participar de esta
proclamación de júbilo y de victoria, al aceptar por la fe la obra
que Cristo realizó a favor suyo en la cruz, y apropiarse de la
victoria que El alcanzó para usted en Su resurrección de los
muertos.

1 Corintios 16:1-24
Llegamos hoy a nuestro último estudio en esta Primera Epístola
a los Corintios, y vamos a analizar el capítulo final, el capítulo
16. El tema son las exhortaciones finales del apóstol Pablo. No
es en realidad un capítulo muy largo. Nos pasamos tres días
estudiando el capítulo 15, el capítulo anterior, y allí el tema
estaba relacionado con la resurrección; en particular, con la
resurrección del Señor Jesucristo.
Ahora, al llegar a este capítulo 16, veremos que su contenido es
variado, abarcando asuntos diversos. En primer lugar, Pablo
trató sobre una colecta para los creyentes pobres en Jerusalén,
pero después pasó a considerar otros asuntos como, por
ejemplo, las oportunidades y la oposición, sobre velar y orar, la
conducta en la iglesia, la prueba decisiva de la doctrina, y sobre
asuntos eclesiásticos. En este capítulo se tiene una perspectiva
de la totalidad de la iglesia. Los versículos 3 y 4 tratan sobre la
colecta; los versículos 5 al 9 tienen un carácter personal y en
ellos Pablo habla de sus planes personales. En los versículos 10
al 24, se mencionan diferentes personalidades, es decir,
creyentes que caminaron por las calles de la corrupta ciudad de
Corinto, y que dedicaron sus vidas a Cristo. Ellos supieron
conservarse sin mancha en medio de una sociedad abiertamente
entregada a la inmoralidad, y permanecieron fieles al Señor.
Leamos el primer versículo del capítulo 16, donde se comienza a
hablar de
La colecta u ofrenda
"En cuanto a la ofrenda para los del pueblo santo, haced
vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de
Galacia".
Así es como comenzó Pablo este capítulo; ¡hablando sobre una
ofrenda o colecta! Uno podría haber pensado que después de
que Pablo hablara de la resurrección, la doctrina más gloriosa de
la fe cristiana, hubiera continuado en las alturas, por así decir,
tratando esos hermosos temas espirituales. En cambio,
repentinamente pasó a descender a uno de los temas más
terrenales que existen, como era pensar en una colecta para los
creyentes pobres de la ciudad de Jerusalén.
Algunos creyentes parecen adoptar la actitud supuestamente
piadosa de evitar hablar de un asunto tan material como el
dinero y prefieren ocuparse de temas que, supuestamente
también, parecen más espirituales. Este tema del dinero, pues,
les parece embarazoso. Sin embargo Pablo iba a establecer en
este pasaje Bíblico un método para que los creyentes
presentasen sus ofrendas.
Ahora, Pablo dijo que la colecta que se enviaría a los creyentes
pobres de Jerusalén, debía ser recogida según las instrucciones
que había dado en tal sentido a las iglesias de Galacia. Hay
personas que preguntan cómo debe dar el creyente. Prestemos
atención al método que Pablo recomendó para aquella ocasión,
leyendo el versículo 2 del capítulo 16 de la Primera Epístola a los
Corintios:
"Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros ponga
aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que
cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas".
Aquí debemos destacar un detalle importante: "Cada primer día
de la semana". Ahora, si usted no se iba a reunir el primer día
de la semana a adorar a Dios, entonces usted debería ir ese día
a presentar su ofrenda, que era parte de la adoración. Esto sería
ridículo, por supuesto. Porque cuando Pablo habló de presentar
la ofrenda en el primer día de la semana, vemos que ése era el
día en el cual la iglesia se reunía regularmente para recordar al
Señor Jesús en Su muerte y Resurrección. Él había resucitado
en el primer día de la semana, es decir en un día domingo.
Ahora, Pablo dijo: "Cada uno de vosotros ponga aparte algo,
según haya prosperado". Aquí no se dice nada sobre diezmos y
ofrendas. Sino que uno tiene que separar una cantidad de
dinero según lo que Dios le hubiera permitido ganar. Pablo no
quería que su reunión con ellos sufriera la presión ni el apremio
de estar recogiendo apresuradamente una colecta, desviando
así la atención de la iglesia de otros asuntos como, por ejemplo
las cuestiones internas de la congregación, o la evangelización.
Ahora, Pablo dijo aquí en los versículos 3 y 4, de este capítulo
16 de la Primera carta a los Corintios:
"Y cuando haya llegado, enviaré a quienes vosotros hayáis
designado por carta para que lleven vuestro donativo a
Jerusalén. Y si es conveniente que yo también vaya, irán
conmigo".
Lo que Pablo estaba diciendo es que él quería que ellos eligieran
un comité, un grupo de personas que llevaran la ofrenda a
Jerusalén con él. Era una buena medida la de no tener a una
persona sola que tuviera la responsabilidad total de administrar
y controlar las ofrendas en la iglesia, porque si no, podrían
presentarse situaciones de riesgo y desconfianza. ¿Era que
entonces había dudas sobre la honestidad de una persona para
controlar las finanzas? Bueno, podría haber sido ese el caso.
Porque incluso si una persona es honesta, la situación es
propicia para sentir alguna tentación. Por ello Pablo propuso una
manera adecuada para llevar el control de una colecta. Y su
método se parecía a prácticas comerciales normales muy
prácticas y ordenadas.
Pablo habló aquí del donativo o la contribución de ellos. Es
interesante analizar las palabras que se utilizan para diferentes
palabras para los donativos de los cristianos. En algunos casos
se usa la palabra "logia" que quiere decir "colecta". También
está la palabra "karis", que es la palabra que se usa para
"gracia" y que también se traduce como "liberalidad", que es
una disposición de bienes a favor de alguien, sin ninguna
prestación suya. En su carta a los Romanos, capítulo 15,
versículo 26, Pablo la llamó una contribución, y la palabra usada
allí fue "koinonía" que es una muestra de comunión. En su
segunda carta a los Corintios, capítulo 9, versículo 5, la llamó
"eulogía", que quiere decir "bendición". Y allí el texto usa la
palabra generosidad. En el mismo capítulo 9, de esa Segunda
carta a los Corintios, versículo 12, la llama "diakonía", que
significa "administración", "ministerio" y allí se tradujo como
servicio. Y el libro de los Hechos, capítulo 24, versículo 17, habló
de "eleemosune", que es un acto de bondad y que fue traducido
como limosnas. Todas estas palabras tienen que ver con el dar
al Señor y uno puede usar cualquiera de estos términos.
La palabra interesante aquí es "liberalidad", que debe ser dar de
gracia, que es dar sin recibir nada a cambio. Ahora, ¿cómo ha
sido bendecido usted por Dios, estimado oyente? ¿Puede ser
considerada la forma como usted da como una liberalidad?
Creemos que en nuestra época, cuando Dios ha prosperado a
una persona, ella no solamente debería dar una décima parte, o
sea, el diezmo, sino mucho más. No queremos volver a ponerlo
bajo la ley, pero si usted va a utilizar el método o la forma del
Antiguo Testamento, entonces tendrá que notar que no era
simplemente una décima parte. En el libro de Levítico, se dieron
instrucciones para que el pueblo de Dios en el Antiguo
Testamento presentara sus ofrendas. Al principio, la nación de
Israel era una teocracia, o sea una nación gobernada
directamente por Dios. Así que los diezmos entregados por los
israelitas sostenían económicamente al gobierno y al templo. En
total contribuían con tres décimas partes, es decir que llegaban
aproximadamente a un treinta por ciento de sus ingresos
totales. Esto nos indica cuál era la contribución que los israelitas
daban en el Antiguo Testamento en la época de la ley de Moisés.
¿Cuál diríamos entonces que sería una "liberalidad" adecuada
para la época de la gracia, en la que vivimos nosotros?
Leamos ahora los versículos 5 y 6, que dan comienzo a un
párrafo sobre
Comentarios personales
"Iré a visitaros cuando haya pasado por Macedonia, (pues por
Macedonia tengo que pasar), y puede ser que me quede con
vosotros, o aun pase el invierno, para que vosotros me
encaminéis a donde haya de ir".
Nos llama la atención la frase a donde haya de ir, porque nos
indica que Pablo no sabía hacia donde debía ir. ¿Quiere decir
que el gran apóstol Pablo no tenía un plano o un mapa de
carreteras provisto por el Señor detallándole los lugares por los
que tenía que ir? Pues si. Pablo estaba dando a entender que el
Señor le iba conduciendo y guiando paso a paso, en el momento
oportuno y según Sus planes divinos. Pablo estaba en una
hermosa posición de dependencia total, diríamos "gloriosamente
indeciso". No estaba seguro de lo que iba a hacer. Lo cual nos
recuerda que hay algunos creyentes que aparentan saber ya de
antemano cuáles serán sus planas a medio y largo plazo. Y esta
actitud de Pablo, a pesar de ser un siervo tan destacado de
Dios, nos estimula, nos anima, porque nos permite sentirnos
identificados con él. Porque muchas veces hemos pasado por la
experiencia de sentir que no es siempre posible ver la voluntad
del Señor para nuestra vida en el momento en que lo deseamos,
y tomar decisiones importantes para el futuro. Leamos ahora el
versículo 7:
"No quiero veros ahora de paso, pues espero estar con vosotros
algún tiempo, si el Señor lo permite".
Aquí Pablo estaba diciendo que planeaba ir a Corinto, pero sólo
si el Señor se lo permitía. ¿Quiere decir esto que no debemos
hacer planes? Por supuesto que no. Es importante hacer planes,
pero con una actitud de sensibilidad y sumisión a la voluntad de
Dios. Debemos estar dispuestos a cambiarlos. Cuando Pablo
salió, no tenía un programa rígido para sus viajes misioneros.
Se fue dejando guiar por el Señor. En el libro de los Hechos
vemos que el Señor prácticamente le cambió la ruta en su
segundo viaje misionero. Recordemos que él estaba viajando en
dirección a Asia, pero el Espíritu de Dios le envió a Europa. Él no
sabía que iba a ir a Europa, ni había hecho previsiones para ese
viaje. Pablo iba donde el Espíritu Santo le guiaba. Ahora, en el
versículo 8, dijo el apóstol:
"Pero estaré en Éfeso hasta Pentecostés"
Ese era su plan, y la razón es la siguiente; leamos el versículo
9:
"porque se me ha abierto una puerta grande y eficaz, aunque
muchos son los adversarios".
Ahora, este es un versículo maravilloso que colocamos junto con
el que se mencionó en Apocalipsis, capítulo 3:8, dirigido a la
iglesia de Filadelfia, donde el Señor dijo: "he puesto delante de
ti una puerta abierta". Y Pablo dijo: "se me ha abierto una
puerta grande y eficaz". He encontrado que estos dos versículos
se han cumplido en el ministerio que el Señor me ha
encomendado. También es cierto que hoy hay, como entonces,
muchos adversarios. Cualquiera que en la actualidad quiera
difundir la Palabra de Dios hallará enemigos y oposición. Ésa fue
la experiencia de Pablo y también la mía. Sin embargo, el Señor
abre una puerta, entonces, nadie puede cerrarla. Y le doy
gracias a Dios por ello.
Así que vemos a Pablo, inmensamente feliz, alegrándose en el
cumplimiento de la volunta de Dios. Si el Señor quería que fuese
a Corinto, estaba dispuesto a ir.
El próximo párrafo, en los versículos 10 al 24, menciona a
diversas
Personalidades
Éstas son las personas que mencionamos antes; aquellos que
vivieron en aquella ciudad corrupta y caminaron por sus calles.
Corinto, con sus variadas formas de sensualidad, estaba
totalmente entregada a la inmoralidad. Sus habitantes sabían
más del sexo ilícito que muchas generaciones de nuestra época.
Sin embargo, estas personas, que conocieron al Señor Jesús y
vivieron para Él, se mantuvieron puras en aquella sociedad.
Leamos los versículos 10 y 11:
"Si llega Timoteo, procurad que esté con vosotros con
tranquilidad, porque él hace la obra del Señor lo mismo que yo.
Por tanto, nadie lo tenga en poco, sino encaminadlo en paz para
que venga a mí, porque lo espero con los hermanos".
¿Por qué podrían despreciarle? Bueno, Pablo le había dicho a
Timoteo en el capítulo 4:12, de su primera carta, que no
permitiese que le despreciaran por ser joven. Y aquí le estaba
diciendo a la iglesia en Corinto que aceptara a Timoteo, aunque
fuera joven. Porque era un predicador de la Palabra de Dios. Y
continuemos leyendo el versículo 12:
"Acerca del hermano Apolos, mucho le rogué que fuera a
vosotros con los hermanos, pero de ninguna manera tuvo
voluntad de ir por ahora; pero irá cuando tenga oportunidad".
Recordemos que la iglesia en Corinto tenía divisiones producidas
por las preferencias sobre Pablo, Apolos y Pedro. Pablo sentía
mucho afecto por Apolos, y dejó bien en claro que ambos
estaban juntos sirviendo al Señor. Y les aseguró que Apolos, iría
a visitarles dentro de un tiempo. Y continúan diciendo los
versículos 13 y 14:
"Manteneos alerta, permaneced firmes en la fe, sed valientes y
fuertes. Todas vuestras cosas sean hechas con amor".
Ésa es una palabra de aliento magnífica para el día de hoy. Y
continuamos con los versículos 15 y 16:
"Hermanos, ya sabéis que la familia de Estéfanas fueron los
primeros convertidos de Acaya, y que ellos se han dedicado al
servicio de los hermanos en la fe. Os ruego que os sujetéis a
personas como ellos, y a todos los que ayudan y trabajan".
Aquí Pablo les rogó que se sometiesen a aquellos que habían ido
a servirles. Y el versículo 17, dice:
"Me regocijo con la venida de Estéfanas, de Fortunato y de
Acaico, pues ellos han suplido vuestra ausencia"
Aparentemente estas personas, o sea Estéfanas, Fortunato y
Acaico, formaron parte de la delegación que había llevado una
carta de la iglesia de Corinto a Pablo, y Pablo les estaba diciendo
a los de Corinto, que estos tres creyentes realmente habían sido
tan especiales para él, que habían suplido lo que el resto de la
iglesia no podía darle. Ahora, el versículo 18, nos dice:
"porque confortaron mi espíritu y el vuestro; reconoced, pues, a
tales personas".
Como ellos le habían dado ánimos, lo mismo que a todos los
demás, les pidió que reconociesen su labor cuando regresaran.
Continuamos con el versículo 19:
"Las iglesias de Asia os saludan. Aquila y Priscila, con la iglesia
que está en su casa, os saludan mucho en el Señor".
Allí fue donde muchas de estas personas habían llegado a
conocer a Cristo. Ahora, pasemos al versículo 20:
"Os saludan todos los hermanos. Saludaos los unos a los otros
con beso santo".
Fue principalmente una expresión simbólica de amor, perdón y
la unidad que existía entre los cristianos. Como tal, estuvo
asociado a la celebración de la Cena del Señor, como un
preludio a la misma. Ahora el versículo 21, dice:
"Yo, Pablo, os escribo esta salutación de mi propia mano".
O sea que, él había dictado la carta y la firmó. Ahora,
escuchemos lo que Pablo dijo en el versículo 22:
"El que no ame al Señor Jesucristo, quede bajo maldición. ¡El
Señor viene!"
Recordemos que en Juan 21:17, el Señor le había preguntado a
Pedro: "¿Me amas?" Él ni siquiera le preguntó si lo negaría otra
vez, Él sólo le preguntó: "¿Me amas?" Y estimado oyente, ésa es
la prueba decisiva en estos días. ¿Ama usted al Señor
Jesucristo? La severa advertencia de este versículo fue
probablemente dirigida a los falsos maestros. Pablo invocó la ira
de Dios sobre ellos, apelando al regreso del Señor. Y luego,
Pablo finalizó esta Primera carta a los Corintios, diciendo en los
dos versículos finales, versículos 23 y 24, de este capítulo 16:
"La gracia del Señor Jesucristo esté con vosotros. Mi amor en
Cristo Jesús esté con todos vosotros. Amén".
Y, estimado oyente, si usted ama al Señor Jesucristo, usted
amará a los que creen en Él. La Epístola finaliza con una elevada
nota de amor, por parte del apóstol.
Y así, estimado oyente, concluimos nuestro estudio de esta
Primera epístola del apóstol San Pablo a los Corintios. Dios
mediante, en nuestro próximo programa, volveremos al Antiguo
Testamento y comenzaremos a estudiar el libro de Esdras. Será
también un estudio muy interesante, de modo que le invitamos
a que nos acompañe. Al despedirnos hoy, le recordamos las
últimas palabras del apóstol, antes de sus saludos finales. Dijo
Pablo: "¡El Señor viene!". Estimado oyente, ¿está usted
preparado para encontrarse frente a Él? Si es así, para usted Su
regreso será el acontecimiento más feliz. Pero si aún no ha
establecido usted una relación con Dios aceptando por la fe la
obra de Jesucristo al morir en la cruz en su lugar, y la victoria
que logró al resucitar y que hoy está a su alcance, le rogamos
que lo considere, pensando que estamos aún en el día de la
gracia de Dios. Y así podrá apropiarse personalmente de esta
frase de la despedida de Pablo: "La gracia del Señor Jesucristo
esté con vosotros".

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