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Alasdair MacIntyre El Patriotismo Como Virtud

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ALASDAIR MACINTYRE: EL PATRIOTISMO


COMO VIRTUD
El conocimiento y debate de su obra sería muy interesante a la hora de
plantear alternativas a la dinámica y a las contradicciones de la sociedad
española

Por Pedro Carlos González Cuevas (https://ideas.gaceta.es


/author/pcgonzalez/)
12 de noviembre de 2023

 

Nacido en Glasgow hace noventa y

cuatro años, Alasdair Chalmers

MacIntyre es uno de los

representantes más solventes y

carismáticos del comunitarismo, una

corriente �losó�co-política que

reprocha al liberalismo el haber creado

una sociedad demasiado individualista,

formada por individuos atomizados,

desarraigados y cada vez más exentos

de vínculos comunitarios y

tradiciones; una sociedad, en

de�nitiva, condenada a la amoralidad,

pues la moral es un conjunto de

criterios social-culturales —no


individuales— sobre la vida buena.

Aparte de MacIntyre, destacan en esta

tendencia �losó�co-política otros

autores como Charles Taylor,

Michael Sandel y Michael Walzer.

Comunista, próximo al marxismo e

in�uido igualmente por el positivismo

lógico y el existencialismo en su

juventud, MacIntyre evolucionó en su

madurez hacia el catolicismo, el

neoaristotelismo y el tomismo. Entre


sus obras, destacan Marxismo y

cristianismo,
 Tres visiones rivales de

la ética, Tras la virtud, Justicia y

racionalidad, Animales racionales y

dependientes. Por qué los seres

humanos necesitamos las virtudes,

Historia de la ética, Ética en los

con�ictos de la Modernidad sobre el

deseo, el razonamiento práctico y la

narrativa, etc.

Frente a liberales y socialdemócratas,

MacIntyre se muestra muy crítico

respecto al proyecto de la

Modernidad. Como ya hemos

adelantado, su comunitarismo tiene

por fundamento �losó�co las

aportaciones del aristotelismo y el


tomismo, y recoge algunos puntos de

la crítica marxista al individualismo y

al liberalismo. En ese sentido, advierte

que, si bien el marxismo puede ayudar

a detectar algunas carencias de la

Modernidad, su crítica no resulta

completamente adecuada, ya que

surgió en su contexto y tiene en sus

fundamentos algunos de sus supuestos.

Para MacIntyre, sin embargo,

Aristóteles y Tomás de Aquino


signi�caban una alternativa más

adecuada
 que el marxismo para la

crítica al orden social y cultural

surgido de la Modernidad. La tradición

aristotélico-tomista implica una

concepción de la naturaleza humana,

que exige una educación sistemática;

una serie de preceptos inherentes a

una ética racional, es decir, las

virtudes; y una visión de la naturaleza

humana que implica un telos, un �n, el

bien, la vida buena. Esta concepción

entra en crisis con la emergencia

del protestantismo y del

jansenismo, una crisis que culmina

con la Ilustración y el desarrollo del

proyecto de la Moderrnidad. El

�lósofo escocés llega a la conclusión

de que los defensores de la Ilustración

fracasaron en su intento de fundar una

moral racional, ya que carecía de

fundamentos teológicos y de una

concepción del telos, del �n, de la

�nalidad del ser humano. A ese

respecto, Nietzsche, para MacIntyre,

marcó la culminación del proyecto de

Modernidad: la moral no era ya

cuestión de razón, sino de voluntad.


Por ello, la cultura moral de la

Modernidad
 es una cultura, en

realidad, de desacuerdos, un

choque de voluntades; lo que

conduce a lo que MacIntyre denomina

«emotivismo», es decir, que los juicios

morales no son más que la expresión

de sentimientos personales y

subjetivos. En consecuencia, el

rechazo de cualquier pretensión de

objetividad. Su fundamento es un «yo

democratizado», carente de identidad

social. Según MacIntyre, la moral

moderna se pretende secular, no

religiosa; universal, independiente de

los contextos sociales y culturales; y,

en consecuencia, abstracta. Dados

estos contenidos y características, la

sociedad moderna tiene por base dos

aspectos en apariencia contradictorios

y, en realidad, complementarios:

burocracia e individualismo. Y es

que la burocracia garantiza que el “yo”

se comporte según los parámetros

«emotivistas». De ahí que los

personajes característicos de la

Modernidad sean el esteta rico, cuyo

único objetivo es lograr el triunfo de


sus intereses materiales; el gerente,

centrado
 en la e�cacia; el terapeuta,

que debe transformar los síntomas

neuróticos en energía dirigida; y el

moralista conservador, sinónimo en

realidad de liberalismo y que intenta

ocultar sus intereses bajo una retórica

ampulosa. Unido a todo ello, existen,

para el escocés, una serie de

conceptos clave dentro del esquema

moral moderno: “derechos humanos”,

en realidad, carentes de fundamento;

“protesta” y “desenmascaramiento”,

productos de la ausencia de modelo

racional de acuerdo entre las distintas

modalidades de la ética moderna.

A partir de este diagnóstico,


MacIntyre se muestra muy crítico con

la realidad social y política occidental.

En concreto, la democracia liberal

resulta ser, en la práctica, el

reinado de las fuerzas económicas.

Y es que el poder en las democracias

liberales se distribuye de forma

grotescamente desigual. Si bien existe

un cierto tipo de igualdad —cada

individuo es depositario de un voto—

la alternativa entre los que se eligen no


son determinadas ni por todos ni por

la
mayoría de los votantes. Al
contrario, la in�uencia de los partidos

políticos, los grupos de presión, los

expertos en política y economía, los

medios de comunicación y las

empresas �nancieras resultan

determinantes. Además, la propia

estructura de los mercados conlleva en

si misma desigualdades.

Como alternativa, MacIntyre

de�ende la tradición neoaristótelico-

tomista, basada en tres premisas

fundamentales: «bien común»,

«razonamiento práctico» y «felicidad».

El «bien común» descarta la

competencia extrema a �n de lograr


los propios bene�cios; lo cual supone

una ética comunitarista, en la que la

ética es parte de la política: el hombre

es ante todo un «animal político», no

un mero individuo. El «razonamiento

práctico» supone, en ese sentido, que

el criterio individual no tiene la última

palabra, sino la educación en

«virtudes», a la hora de corregir las

tendencias negativas características de

la naturaleza humana. Y la “felicidad”,


relacionada no tanto con los intereses

individuales
 como en llevar un tipo de

vida en el que las capacidades físicas,

morales, estéticas e intelectuales de la

persona sean desarrolladas de tal

manera que ésta alcance su «�n»

último. En esta concepción

�losó�co-política, la ética y la

moral se encuentran enraizadas en

los contextos sociales y culturales.

En ese sentido, son narrativas y, en

consecuencia, históricas. Para

MacIntyre, el patriotismo es una

«virtud», porque todas las personas

requieren la pertenencia a

comunidades históricas concretas,

tanto en la formación de identidades

personales y culturales como en el

desarrollo ético, sin por ello perder la

capacidad de juzgar como negativo

algunos aspectos de su nación o

cultura.

En España, el pensamiento de

MacIntyre es conocido y sus obras más

importantes, como Historia de la

ética, Tres versiones rivales de la

ética, Tras la virtud o Ética en los

con�ictos de la Modernidad,
traducidas a nuestro idioma. En más

de
una ocasión, me ha llamado la
atención las analogías entre sus

planteamientos y los defendidos

por Ramiro de Maeztu en su obra

La crisis del humanismo. Sin

embargo, no parece haber tenido un

impacto perceptible en los medios

políticos, intelectuales y culturales. Por

supuesto, para los partidos e

intelectuales de izquierda, sus

planteamientos y alternativas pueden

parecer peligrosos y reaccionarios; y,

para las derechas, básicamente

desconocidos, ya que en estos sectores

domina, hoy por hoy, el individualismo

y el liberalismo en sus versiones más

extremas. No obstante, resulta

evidente, en mi opinión, que el

conocimiento y el debate político-

intelectual de la obra de Alasdair

MacIntyre sería muy interesante a la

hora de plantear alternativas a la

dinámica y las contradicciones de una

sociedad, como la española, cada vez

más atomizada e invertebrada.


Pedro Carlos González Cuevas

(https://ideas.gaceta.es/author/pcgonzalez/)

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