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Octavio Campero Echazú Poesia Reunida 1

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OCTAVIO

CAMPERO
ECHAZÚ
P O E SIA R E U N I DA
Octavio Campero Echazú
Poesía reunida
1ª edición, Tarija, 2017
Biblioteca Tarijeña del Bicentenario (BTB)
1200 ejemplares; 162 p; 21x30 cm
Diciembre 2017
DL 9-1-4139-17
ISBN 978 - 99974 - 79 - 02- 0

Adrián Oliva Alcázar


GOBERNADOR DEL DEPARTAMENTO DE TARIJA
PRESIDENTE DEL COMITÉ DEPARTAMENTAL DEL BICENTENARIO DE LA BATALLA DE LA TABLADA

Sergio Lea Plaza Dorado


DIRECTOR DE LA COMISIÓN TÉCNICA DEL BICENTENARIO

Pablo Pizarro Guzmán


COORDINADOR DE LA COMISIÓN TÉCNICA DEL BICENTENARIO

Edición: Pablo Pizarro Guzmán


Cuidado de edición: Sergio Lea Plaza
Diseño tapa: José Mujika
Investigación bibliográfica: Juan Ticlla Siles
Fotografía de libros: José Luis Arias Guzmán

© Familia Campero Zabalaga


Los derechos morales de las obras contenidas en el presente libro pertenecen a los autores, herederos, causahabien-
tes y/o cesionarios, según sea el caso.

Imprenta: Corpografrika Ltda.


• Calle Virginio Lema/Ramón Rojas Nº 785 2º Piso • Teléfono: 66-43315 • Email: grupocorpografikagmail.com

Esta licencia permite crear y distribuir obras derivadas a partir de la presente obra de modo no comer-
cial, siempre y cuando se atribuya la autoría y fuente de manera adecuada.

Impreso en Tarija – Bolivia


5

Presentación
Adrián Oliva Alcázar

Octavio Campero Echazú es el poeta del paisaje y la tierra. Su poesía describe la esencia de Tarija, como
el murmullo del agua que corre por la sequia, el vibrar de los arboles sacudidos por el viento, el verdor
de los campos, la gracia de nuestras mujeres, la copla que expresa el sentimiento de los corazones y las
aspiraciones del espíritu.

Un espíritu marcado por la “ternura” y el “placer”, que son realidad y provocación desde los árboles, el
agua, la mujer, el cielo, la casa, los hijos, la fiesta y los amigos que lo llevaron a aventuras interiores. Allí,
raíces de vida y de destino gozan de perfección a medida que se desarrollan y se llenan los encuentros
con los “otros”.

En homenaje a los 200 años de la batalla de la Tablada, que determinó el principio del final del dominio
colonial español sobre lo que hoy es el departamento de Tarija, se propone la creación de la Biblioteca Ta-
rijeña del Bicentenario BTB, con el objetivo central de seleccionar, reeditar y difundir las obras literarias
e históricas icónicas del pensamiento del departamento, promover la lectura, el estudio y la investigación
de lo regional, fortalecer el sistema educativo local, la digitalización de libros, reflexionar sobre nuestra
identidad y su transitar por el tiempo. En definitiva, una colección de libros que nos permita instalar un
debate sobre el futuro de la región.

Para el año del Bicentenario de la batalla de La Tablada (2017) queremos seguir la misma huella de aque-
llos años de lucha, soñar con una nueva época, agregando nuevos desafíos acordes a los tiempos que
corren. Abriendo las ventanas para elevar a través de los campanarios la mirada hacia el cielo y hacia la
tierra con las semillas que se multiplican en nuestro valle, chaco y altiplano tarijeño.

El libro que depositamos en sus manos retrata la pluma tarijeña con rasgo local y universal, prolífico, sen-
cillo y a la vez recóndito. Palabras que recuerdan a la tierra mojada y al canto de los pájaros enamorados,
al amor y al otoño de la vida.

Felicidades al equipo de la Comisión Técnica del Bicentenario y gracias a la familia Campero Zabalaga
por hacer posible esta obra. Esperamos que el presente texto sirva para continuar la brega de difundir
para la memoria la musa de nuestros escritores.

Gobernador del Departamento de Tarija


Presidente del Comité Departamental del Bicentenario de la batalla de La Tablada
P O E S Í A R E U N I D A 7

Prólogo
Gonzalo Lema

A diversos estudiosos y divulgadores de la poesía boliviana debemos la memoria positiva y alegre que
tenemos de Octavio Campero Echazú. Ha sido una fortuna y debemos congratularnos. El destino del
poeta es incierto y el olvido lo acecha desde un principio en nuestras sociedades.

No es su caso.

He leído opiniones críticas sobre la obra de este poeta tarijeño. Todas están de acuerdo en definirlo como
un cantor de su tierra. Indican que canta y nombra ese espacio pequeño del sur de nuestro país donde sus
gentes se jactan del cielo diáfano y profundo, de los ríos gruesos que renacen con el verano y del colorido
de los frutos en sus valles ocultos y remotos.

De ellos mismos, lo cual es harto notable y lo cifro.

Campero Echazú canta a la vida en su tierra, es cierto. Celebra como ninguno la dicha de haber nacido
en Tarija. Haber vivido y trajinado todos sus rincones, muchos de ellos maravillosamente sumidos en
un tiempo sin tiempo. Es decir: un tiempo inmóvil. Con la sorpresa intacta ha paseado por sus paisajes.
Y ha vuelto con sus palabras. Con sus sentimientos. También con sus sabores. Lo sabe el atento lector de
sus poemas.

Yo me aproximé con timidez al nombre inmenso del poeta. Quise ir en busca de cuanto la vida me había
otorgado y luego, caprichosamente, negado. Su esencial y único cobijo de nido de pájaros. Sus piedras
gigantes y los arroyos propios para el simple brebaje de las mariposas amarillas. Quise enredarme en la
cintura cimbreante de su habla. En sus sueños con copa profundamente enterrada y raíces flotando en
los cielos.

Quise amar, en sus poemas, a la mujer chapaca.

Todo el derrotero de mi nostalgia por la tierra donde nací se lo debo a Campero Echazú. Mi lectura de su
obra ha sido siempre un paseo. Acaso aquí interese diferenciarlo del viaje. Aferrado a la ternura sencilla
del poeta he ido y he vuelto por mis sentimientos. Debo decirle que le agradezco.

La amancaya de sus versos reposa en mi mesa

(Tarija 1959. Premio Guttentag de Novela 1984. Premio Nacional de Novela 1998. Finalista Casa de las Américas 1993.
Premio Nacional de Cultura 2014. Premio Internacional de Novela Negra LH Confidencial 2017).
8 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Palabras preliminares
Jorge Antonio Quirós Barrenechea

Tratar de encasillar a Octavio Campero Echazú dentro del título de poeta es imposible, los vates son eté-
reos como los espíritus e inmensurables en la grandeza de su alma, sin embargo, los que no alcanzamos
a hilar la lírica con el terruño, de la mágica manera con que lo hizo Campero Echazú, nos quedamos con
poeta pues sería más difícil entender los galimatías de su sortilegio.

El amante de la tierra tuvo la grandiosidad de escribir, en la trama y urdimbre de sus sutiles percepciones,
el soplo asombroso de su sensibilidad y en esa dimensión fantástica, que alcanza sin dudar las tallas de
otros grandes rimadores, jamás dejó de lado el amor por su tierra a la cual vio plena de vida, con añoran-
za, nostalgia, pena, crítica y respeto.

En ese entretejido de sentimientos y pasiones, junto a un manejo costumbrista, pero siempre cuidadoso
y exquisito del lenguaje, se le fue el corazón de entre sus manos y nos entregó su rica obra, de la cual,
lamentablemente, las nuevas generaciones no conocen casi nada.

Esa divina chispa que Dios prendió entre nosotros, a través de Campero Echazú, le permitió al poeta
describir con tinta de greda, la riqueza lírica del sentir chapaco.

Más allá de las tradicionales loas a los grandes escritores, que sin duda merece Campero Echazú, este
libro busca un rencuentro del bardo con sus lectores, con los viejos seguidores, pero sobre todo con los
jóvenes que en su gran mayoría ignoran su paso por este mundo; esta es quizá la más importante parti-
cularidad de este trabajo pues, además de llenar una sentida necesidad ante la carencia de escritos de tan
tremendo personaje, se busca un rescate de su grandiosidad para todos los hijos de esta tierra que aún
son huérfanos de su pluma.

Ojalá que esa oscilante llama de la vida en que casi se ha convertido la obra de Campero Echazú para
muchos, se reavive con el impulso de sus coterráneos. Lo contrario causaría que el rescate cultural de
nuestra tradición tarijeña y de nuestra cultura nos deje como cuando muere el árbol y debamos quedar-
nos como fuertemente vaticinó el poeta, que se quede el hombre sin sombra y sin perfume, ojala que
esto no nos suceda.

El poeta ha partido, hace más de diez años que dejó su tierra, su madre y su molle, será tal vez esta la
causa de que todos queramos conocerlo (y reconocerlo) y llevarlo como una estrella en el alma en vez de
mirarlo con ojos de ausencia.

Yo creo que no, que está más cerca desde que se ha ido para siempre y tenemos la oportunidad de unir-
nos a él, a través de su obra, con más fuerza que la muerte y el olvido.

(Periodista tarijeño (1968 - 2017). Fundador de la Asociación de Periodistas de Tarija).


P O E S Í A R E U N I D A 9

Contenido
ARIAS SENTIMENTALES ................................................................................................................................................. 13
Mis versos
I
II
Estrofas de lucha
I
II
III
Orgullo
Ojos
Ojos azules
Ojos negros
Ojos verdes
Canciones de otoño
I
II
III
IV
V
De invierno
No te vayas primavera
Tarde
Impresiones
Pasionales
Amada ven así…
Yo quisiera
Chiquitina
Bibelot
Madrigales
I
II
III
IV
Intimas
A la virgen
A mi madre
A mi padre
Entre los pinares
Es muy bella la casita
Lo que dice la serenata....
Claro de luna

VOCES ...................................................................................................................................................................................... 35
Voces
Navidad
En el alba de reyes
Misa campestre
Primavera
Rueda
Moza de Entre Rios
Lluro roto
¡Vos me daris otro!
Por los caminos de sol
10 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Copla chapaca
El coplero anónimo
Por los bueyes
Sequia
Evocaciones
Don Tomas
Árbol
Madre
Perfume
Lluvia
El retorno
Mensajes
A estrella genta
A Juan Capriles
Guitarra del oriente
Mientras cae la lluvia
Carta a tres amigos

AMANCAYAS.......................................................................................................................................................................... 63
Amancaya
De camino
Porque van diez años
Canción a la zagala ausente
En la fiesta del rosario
En un domingo de verano
En pascua florida
En la fiesta de San Roque
Antes de que fine el año
Agua arisca
Irá mi corazón
Balada del asedio
Anillo chapaco
La caída de la noche
Soaja de noche buena
Caja chapaca
Invitación a la copla
Zampoña de vocales chapacas
Martirios del trigo chapaco
Bajo el churqui grande
La creciente
Villita chapaca
Canto del hombre árbol

AL BORDE DE LA SOMBRA..............................................................................................................................................85
Siega
La siega
Ruth
Pastorela
Rutas de amor
Alba nueva
Corazón de estrella
Desborde
Caricia imaginaria
Balada del amor imposible
Copla
P O E S Í A R E U N I D A 11

Arboles
La encina
Tres cipreses
El álamo
El viejo parque
Eventos
El ofendido río
La niña en pena
Trance
Siembras
Hermano ve a la tierra
La hija
Remanso
Refugio
Pebetero de octubre
El cardo
Preludio
A la musica
De año nuevo
Otoño
Presagios
Plaga
Pesebre
La vieja casa
Plegaria del rosal
El tinajero
Hacia la sombra
Ser como el arroyo
La última primavera
Mariposas de lluvia
Adoro a Dios
Tu vida
Transito

AROMA DE OTRO TIEMPO........................................................................................................................................... 115


La musica
Sus manos
La voz de sor esther
La simiente
De primavera
El viejo arbol
El camino
Genoveva
La fiesta…
Alba de leche
Fiebre
La senda del milagro
Un aire de golondrinas
I
II
III
IV
V
VI
12 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

POESIA DISPERSA...............................................................................................................................................................131
El Amor que pasa
Celosa
Miriam
Huraña
Canto a la Ciudad de los Cuatro Nombres
Adoración
La Santidad del Agua
Tu Risa
Suplicio
A Nataniel Aguirre
El Escultor de Nubes

GLOSARIO..............................................................................................................................................................................145
ANÁLISIS LITERARIO : EL CORAZÓN COLECTIVO (EDUARDO MITRE) ................................................147
BIOGRAFÍA............................................................................................................................................................................149
BIBLIOGRAFÍA.....................................................................................................................................................................155
A R I A S S E N T I M E N T A L E S 13

“Leyendo Arias Sentimentales, se experimenta una emoción completa de entu-


siasmo estético; en sus páginas vive la belleza, con sus contornos esculturales de un
cabal concepto”. (José Espada Aguirre)
14 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

MIS VERSOS
I
Se abrieron las puertas de la mente loca
Que es jaula de encantos y es prisión de ensueños
Volaron mis versos como mariposas,
Como golondrinas………..volaron buscando
Las pálidas rosas, las flores divinas,
Entre los jardines de mis soñaciones.

Los unos, son blancos: suspiros de novias,


- Miradas de niños, sonrisas de amor…
Son golas de llanto, son copos de espuma,
Son flecos de plata, que tiene la luna,
Son pétalos, hojas, fragancias y aromas,
De flores liliales, de ramos de azahar.

Los otros azules: ensueños de poetas,


Caricias de ninfas, promesas de Dios.
Campánulas tristes, estrellas lejanas,
Jirones del cielo y azuritas pálidas .
Son lágrimas tenues que lloran las nube»,
Fulgores que tienen los -mágicos tules;.
Záfiros, turquesas pupilas celestes,
Del pálido Vesper, del niño querub.

¡Y aquellos tan rojos! no son mariposas


Que buscan las rosas; cantáridas son;
Que llevan la sangre de mis sufrimientos,
Que llevan el fuego de mis rebeldías,

Y van por el mundo, buscando las almas,


Las fibras vibrantes de algún corazón…
Se abrieron las puertas de la mente loca,
Que es jaula de encantos y es prisión de ensueños.
Volaron mis versos como mariposas,
Como golondrinas...... volaron buscando
Las pálidas rosas, las flores divinas,
Entre los jardines de mis soñaciones.

II
Yo tengo aquí en la mente muchos cantos
Sin palabras, sin voces, sin sonidos;
Cantos rojos, ardientes y encendidos,
Que aun ignoran el mundo y sus quebrantos

Desposeídos de formas y de galas


Volar en vano quiere por las cimas:
Cual enjambre de cánticos sin rimas,
A R I A S S E N T I M E N T A L E S 15

Cal miríada de cóndores sin alas......


¡Oh los cantos inquietos y sin calma!
¡Oh los sueños que viven dentro, el alma!

ESTROFAS DE LUCHA
A Gustavo A. Navarro
Fraternalmente
I
Yo tengo hoy el acero de mi pluma
Para luchar con ansia en el combate:
La tristeza del mundo, no me abruma,
Y el dolor de la vida, no me abate.

Yo tengo hoy el clarín de mis canciones


Para entonar el himno de la brega,
Con las rojas y ardientes vibraciones
De un corazón que nunca se doblega.

Y las voces heroicas de los bardos,


Como flechas sangrientas, como dardos,
En la constante rebelión sonora.

En la constante rebelión sin calma,


Anunciando una lidia redentora,
Se clavan con furor dentro del alma.

II
Lucharé si es preciso en los humanos
Embates de la vida y de la suerte;
Hoy quiero redimir a los profanos,
Y hoy puedo combatir: me siento fuerte!

Lucharé ya sin mengua y sin tardanza


Despreciando las iras y las mofas;
Hoy quiero castigar con mi venganza,
Y hoy puedo yo humillar con mis estrofas

Pero busco una meta, busco un cielo,


En mi ruta de pena y de tristeza,
En mi ruta de amargo desconsuelo;
Porque lejos, muy lejos de la escoria,
Se encuentran mis delirios de grandeza,
Se encuentran mis ensueños de victoria.
16 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

III
Así rebelde y sólo por Ia senda.
Que tiene ya marcada mi carrera,
Llevando voy altivo una bandera:
Mi bandera de lucha y de contienda,

Y lucho, porque encuentro como ofrenda


En el mundo, la adversidad entera;
Henchido el corazón de ansia guerrera,
Henchido y palpitante ¡ay del que ofenda!
Y la busco en mis versos solamente;
Que son rayos de sol en la penumbra,
Que son copos de espuma en el torrente,

ORGULLO

Que me importa el dolor; yo sufro y vivo,


Y la frente orgullosa, no doblego;
Porque en mi pecho el corazón es fuego,
Y es fuego el corazón, porque es altivo,

Que me importa el dolor, si el dolor muere


Cuando estalla la tempestad del alma
Que me importa por fin, ni no se calma,
Yo he de luchar can él, porque no Impera

Mas ¡ay! las penas siempre se han juntado


Con el rebelde corazón humano,
Con el rebelde corazón gigante;

Pero nunca, jamás lo han humillado,


Porque el hombre que lucha es soberano,
Porque el hombre que lucha es un gigante,

OJOS
OJOS AZULES

Ojos azules
Son lagos dormidos
sus ojos azules…
Dormidos y tristes en noche de luna,
sobre las violetas
que enfermas y mustias,
entreabren su cáliz
de nívea blancura.
A R I A S S E N T I M E N T A L E S 17

Son lagos tranquilos


que tienen reflejos
de cielo y zafiro,
Son lagos de azur…
O tal vez sus ojos
son poemas celestes,
que arrulla fulgentes
la gloria de Dios?...

Son lagos dormidos


sus ojos azules …
Son lagos dormidos,
que en noches de luna,
evocan tristezas,
y extraños recuerdos
de amor y ventura;
sus ojos azules
o lagos dormidos
en noche de luna….

OJOS NEGROS

En sus negros ojos


yo encuentro la luna,
que noches de sombra
desde el cielo alumbra…
Yo encuentro la duda,
la pena, el misterio,
y el trágico incendio
de un ardiente amor.

En sus negros ojos,


tristes y sombríos,
enfermos y locos,
hay algún dolor,

Y hay muchas tristezas,


y hay hondos pesares,
que tal vez anidan
en su corazón. .

En sus negros ojos


dos almas palpitan.
Dos trágicas almas
que son sus pupilas.
Sus pupilas grandes,
sus pupilas brunas,
en donde escondida
se encuentra la luna…
18 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

En sus negros ojos,


yo encuentro la luna,
que en noches de sombra
desde el cielo alumbra.
Yo encuentro la duda,
la pena, el misterio,
y el trágico incendio
de un ardiente amor.

OJOS VERDES

Miraba sus ojos


extasiado, loco,
creyendo mirar
lagos encantados,
selvas misteriosas
abismos del mar.

Miraba sus ojos


extasiado, loco,
y creí mirar:
allí mis ensueños
color de esmeralda,
y mis esperanzas
en país de ultramar…

Y al mirar sus ojos


extasiado, loco,
por fin creí estar;
bogando…bogando…
en las aguas claras
de un límpido mar…

CANCIONES DE OTOÑO

I
Fue una noche.
Noche pálida y enferma, noche triste, noche amarga,
La luz flébil de la luna… de esa luna enorme y blanca,
que en el ciclo es la odalisca, bebedora de morfina
demacrada,
alumbraba,.......
triste y solo yo en el parque de las rosas contemplaba
la tristeza de las cosas y la muerte de las hojas;
de las hojas desmayada, temblorosas, mustias, rotas....
A R I A S S E N T I M E N T A L E S 19

El otoño,
Con sollozos, con suspiros, con sus quejas y sus lagrimas
en aquella noche enferma, noche triste, noche amarga,
de repente había llegado.........
Y a lo lejos se escuchaba, sus sollozos en las frondas,
sus suspiros en las hojas, y sus quejas y sus lágrimas,
en las fuentes plañideras,
que surcaban el sepulcro de la selva funeraria.........
Y en la brisa,
y en la brisa fugitiva que venía,
se sentía
que las rosas moribundas exhalaban,
el postrer aliento triste de sus almas
Y hasta las violetas castas
expiraban,
bajo el pálido sudario de la lúgubre hojarasca

¡Primavera! te morías…………….
Yo sentía tus dolores, yo escuchaba
que las hojas
que las hojas
susurraban;
Que las hojas desmayadas, temblorosas, mustias, rotas,
susurraban la elegía de la muerte descarnada.......
Hoy he vuelto a ver el parque de las rosas exhalaban
el postrer aliento triste de sus almas
Y escuchando solamente
que las hojas
que las hojas
susurraban;
que las hojas desmayadas, temblorosas, mustias, rotas,
susurraban la elegía de la muerte descarnada,
he llorado en el sepulcro de la selva funeraria.

II
Hay en la tarde enferma, desolación suprema;
hasta el cielo sin luces languidece de pena.
Y en el jardín silente,
bajo la sombra de los viejos y altos cipreses,
todas las rosas mueren,
porque el otoño liega, porque el otoño viene....
Ya no hay tálamos ni hay nidos entre la espesura,
todo, todo es nostalgia, tristeza y amargura.
Ya no hay flores olorosas para tí ¡oh amada!
la primavera ha muerto, la selva está enlutada.
Callan los surtidores, calla también la alondra,
solo se escucha el viento llorar entre las frondas…
20 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Y hasta los sátiros que se decían cosas raras,


están sepultados ya y fríos, bajo las talas.

Sobre la tierra árida, gimen las hojas secas;


tal vez si son sus almas dolientes que se quejan,
Y a lo lejos, muy lejos,
una campana acaba de balbucear sus rezos

Hay en la tarde enferma, desolación suprema;


hasta el cielo sin luces languidece de pena.
Y en el jardín silente,
bajo la sombra de los viejos y altos cipreses,
todas las rosas mueren;
porque él otoño llega, porque el otoño viene....

III
Oyes?......Llorando caen las hojas
amarillentas del saucedal;
mientras el viento gime en las frondas;
un aria triste, bruma, otoñal…

Sientes? Las rosan que están marchitas,


dan a las brisas su último olor;
y en tanto mueren todas las lilas.
con un suspiro postrer de amor.

Piensas? La muerte que es el otoño,


llega hasta el parque. Por eso están
mudas las fuentes; la voz de Eolo
se escucha sólo murmurar ya.

Y ya que hay tanta, tanta tristeza,


vamos adentro, toca Chopín;
tus manos finas de lirio y nieve,
que hagan al piano llorar también......

¡Calla! Tus notas arrancan lágrimas,


lágrimas tristes, al corazón.
Yo estoy enfermo, tú estás tan pálida,
mas bien hablemos de nuestro amor.

Beso tus labios, pero están fríos;


Busco tus ojos no alumbra ya;
Dormida quedas, mueren los cirios,
A mí me abruma la soledad
A R I A S S E N T I M E N T A L E S 21

IV
Modula el torrente;
su canción doliente :
de amor…
Mientras en el cielo,
muere tras un velo
de nubes, el sol........
Pasa el viento, gime,
entre, los pinares......
—Voz del viento, dime
todos tus pesares—

Y entonces murmura,
parece que cuenta
con honda amargura,
que otoño atormenta
las flores…..

¡Oh enfermos amores!


Dolores
de rosas que han muerto,
tristezas, pesares;
os llora en concierto
de notas, el viento.’
Lo siento
entre los pinares................

La tarde obscurece...
el viento enmudece,
la alondra, el torrente,
su canción doliente de amor;
porque ya en el cielo
murió tras un velo
de nubes, el sol  

V
Melódica pavana
del clavicordio arrancan,
sus manos enjoyadas,
tan pálidas y blancas.
En el salón las damas
ceremoniosamente,
con sus parejas bailan......
Y entonces vagamente,
reflejan esas danzas,
las viejas cornucopias,
antiguas y empolvadas.
22 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Susurran los encajes


de las sedosas faldas,
rimando con los trajes
de tules, y de gasas.
En tanto que los búcaros
de flores otoñales,
esparcen sus fragancias,
debajo de las llamas
que tiemblan en las lámparas.

Melódica pavana
del clavicordio arrancan,
sus manos enjoyadas
tan pálidas y blancas.

DE INVIERNO
NO TE VAYAS PRIMAVERA
A Luis Ávila

No te vayas primavera,
no te alejes viejo sol;
el invierno trae consigo
las nostalgias y el dolor.

Es por eso que en las noches


ya no canta el surtidor;
es por eso que ha callado
su romanza el ruiseñor....

En el parque suspirando
queda el mustio saucedal;
y el Dios Eolo ha deshojado
hasta el último rosal.

¡Primavera, primavera!
redentora de los bosques,
no te vayas, vuelve ya:
con tu traje de esmeraldas,
de perfumes y de flores,
las campiñas a alegrar.
Y tú, sol, que entre sendales
de niebla, viajas así;
llorando gotas de sangre,
cada una como un rubí;
¿a dónde vas y te alejas,
dejando el dombo turquí?...
A R I A S S E N T I M E N T A L E S 23

Primavera, no te vayas,
no te alejes viejo sol;
el invierno trae consigo
las nostalgias y el dolor.
Es por eso que en las noches
ya no canta el surtidor,
es por eso que ha callado
su romanza el ruiseñor.

TARDE

Es la tarde opaca y fría,


tarde pálida invernal.
Va cruzando la neblina,
en su lecho muere el sol;
vierte sangre su pupila,
y su labio dice ¡adiós!
Llora el viento en la enramada
acariciando el pinar,
donde una alondra desgrana,
su postrer canción de amor……

Yo en la sala recitando
voy un tierno madrigal;
y es que fluyen las divinas
soñaciones en las rimas…
La mirada entre la bruma,
aún divaga sin cesar,
y ella arranca con sus manos
que son rosas de cristal;
al teclado murmurios
las rapsodias de Mozart.

Y qué tristes son las notas…


Es que el piano gime y llora;
es que cuenta algún dolor;
porque tiene la que toca,
sufrimientos como yo.
Y esos ritmos y cadencias
son cual aves fugitivas,
que aleteando entre las sombras,
han buscado ya sus nidos
en las almas pensativas.
24 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

¡Oh! mi artista, yo le dije;


es muy triste lo que tocas,
no prosigas la canción;
en el alma de esas notas
se está yendo el corazón…
y ella escucha al fin mi queja
porque cesan en el piano
las nostalgias y el dolor;
y el silencio en cada tecla
sollozando se posó

Después....pálida la niña,
sus amores me contó;
y en su tez dé lirio enfermo,
una lágrima rodó......
Así lué el primer idilio,
en un banco del salón;
en aquella tarde fría,
tarde pálida invernal,
cuando el sol en la neblina
lentamente se murió.......

IMPRESIONES

El sol que va muriendo en la callada


Tarde triste, invernal, de remembranza,
Tiñe como con sangre la nevada
Cumbre del Illimani en lontananza

La tarde ha muerto ya; y el negro velo


De la noche se extiende lentamente
La luna pálida que está en el cielo,
Besa a la montaña, su blanca frente,

Yo quiero estar allí, allí en la cumbre,


Donde el sol languidece su pupila,
Donde la luna se sonríe tranquila

Hoy quiero el tono gris ya no la lumbre,


¡Talvez allá en la nieve y en la bruma,
El fuego de esta mi alma se consuma!
A R I A S S E N T I M E N T A L E S 25

PASIONALES
AMADA VEN ASÍ…

Amada ven así.... Tus negros ojos


Cual astros de pasión enardecidos;
Entreabiertos de amor tus labios rojos,
Como tersos capullos encendidos.

En cascadas de bucles y de rizos,


Desbordado el undívago cabello; .
Que seduce y atrae con sus hechizos
Sobre el mármol tan blanco de tu cuello.

Descubiertas tus formas y tus flancos


Y las curvas pentélicas del seno;
Para adormirme entre tus brazos blancos,
Y soñar con tu amor de dicha lleno.

Amada ven así...... rendida, loca,


Sin temor, sin recelo, sin sonrojos:
A embriagarme en el néctar de tu boca,
A incendiarme en la hoguera de tus ojos.

YO QUISIERA

Para implorar tu amor ¡dulce ventura!


Yo quisiera mi frente voluptuosa
Reclinar con pasión y con locura,
En tus senos bellísimos de diosa.

Para aspirar fragante primavera


De azucenas, de lirios y jazmines,
Yo quisiera morder tu cabellera,
Y tu rostro de púdicos carmines.

Para calmar la sed de mis antojos


Yo quisiera tus ojos devorar....
Juntar con los míos tus labios rojos,
Y así, ebrio de pasión, sin fin, besar…

Para atenuar por fin tantas querellas


Que en el pecho mantiene esta pasión,
Yo quisiera tomar tus manos bellas,
Y con ellas ahogar mi corazón.
26 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

CHIQUITINA

Inconstante chiquitina,
mariposa, golondrina,
por qué buscas otro amor?
Te ha ya acaso disgustado
la pasión que hubo jurado,
vuestro amante soñador?...
O es que tú como paloma,
buscar quieres ya otro aroma,
en las flores del vergel?...
Cantarina, ágil, traviesa,
coges una y otra fresa,
dejas una y otra miel.

Chiquitina veleidosa,
perla fina, lila, rosa,
donde vas?
Porque dije mi querella,
Ya te vas como una estrella resentida.
¡¡Es muy triste tu partida!!
Volverás?......

Chiquitina, chiquitina!
No te vayas, ven tontina,
de tu viejo pabellón. •
Yo que soy como tú: niño,
con deleite, con cariño,
te daré mi corazón.
Junio 18 de 1918.

BIBELOT

Princesita de rubios cabellos,


Princesita con tez de jazmín;
Son tus ojos dos astros muy bellos,
Y es tu boca una flor de carmín.

Princesita, de traje violeto,


Adornado con flores de lis;
Tu eres chic y elegante; Musetta,
No ha tenido tu gracia en París.

Princesita, chiquita, muy bella,


La que quiere con cándido amor;
¿Tu no sabes quizá, que una estrella,
Tiene envidia de verte mejor?.
A R I A S S E N T I M E N T A L E S 27

Princesita, yo quiero cantarte,


Porque sabes amar y sentir;
Princesita, yo quiero besarte
Y después en tus brazos morir......

MADRIGALES

I
A Miguel Villegas
Si tus labios me besaran
Como se besa un clavel,
Todas mis penas cesaran,
Y si tu beso de miel,
Alimentara mis dolores,
Se marchitaran las flores
Que perfuman el vergel
Así le dije. Y un día,
La que fue mi dulce bien,
La que amaba y sonreía
Me miró ya con desdén,
Y es que el amor siempre ha sido
Un precursor del olvido,
Porque se olvida también.

II
Son tus dientes chica hermosa
Un collar de perlas finas,
Que se ocultan, cristalinas,
En el cáliz de una rosa.

III
A mi amigo Alberto Azurduy
Era el campo una esmeralda
Y aquel cielo era un fulgor.
Los dos novios en la falda
Aun parlaban de su amor...
Y sus labios se juntaban
En un beso embriagador,
Cada vez que se miraban
O que hablaban de su amor....
28 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

IV
Son tus ojitos sedeños
Pedazos de terciopelo;
Son tus miradas los sueños
Que me llevan hasta el cielo
Y tu boca chiquitina,
Roja así como un clavel,
Perfumada, ceralina,
Que al besar regala miel,
Es la copa do se escancia
Ese divino licor,
De perfumes, de fragancia,
Que algunos llaman amor...

INTIMAS
A LA VlRGEN

Eres ¡oh Virgen! cándida y bella,


Como una estrella, sobre el altar;
Do va mi madre a rezar sus preces,
Llorando a veces algún pesar......

Tu cabellera: rubio tesoro


De bucles de oro, cae en raudal;
Vertiendo suave, grata fragancia,
Que el alma escancia, con tierno amor.

Lucen tus labios, tus glaucos ojos.


Y tus sonrojos en esa faz;
Donde la nieve puso blancura,
Donde hermosura puso la flor…

Y entre tus manos, manos chiquitas


De margaritas, juega Jesús:
Riendo, hablando de sus amores,
Con unas flores marchitas ya,

Virgen, ¡oh Virgen! diré mi anhelo?


Lleva tú al cielo mi corazón....
Miro tus ojos que me bendicen...
Mis labios dicen una oración. .......
A R I A S S E N T I M E N T A L E S 29

Eres ¡oh Virgen! cándida y bella,


Como una estrella sobre el altar;
Do va mi madre a rezar sus preces
Llorando, a veces algún pesar.

A MI MADRE
Así como las rosas
fragantes del estío,
reciben temblorosas
las gotas de rocío,
así mi alma de niño
¡oh madre idolatrada!
recibe en su dorada
corola, tu cariño......

¡Cariño bendecido!
que unido con mi amor,
será cual es el nido
de un tierno ruiseñor.

Será la mariposa
que busca la azucena,
inquieta, temblorosa,
por aliviar su pena.

Será la blanca estrella


de Géminis, unida
con otra blanca estrella
fulgente y parecida.

Y aquí en mi alma de niño,


“de blancura de armiño”
¡oh madre, idolatrada!
por fin en su dorada
corola, tu cariño,
será dulce canción,
que eternamente, siempre,
module el corazón.
30 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

A MI PADRE

Sin él ¡oh que triste!


yo paso la vida:
escasa de flores,
cubierta de espinas…

Lloran mis pupilas,


mi pecho suspira,
y en mis labios nunca
florece una vaga
y alegre sonrisa.
Sin él ¡oh que triste!
se pasa la vida…

Pensando, sintiendo
su ausencia,
las horas me dejan;
los días pasan.... pasan…
las noches tan negras. .
—Mi madre en su alcoba,
también llora y reza…

Si a veces leyendo,
tomo un libro suyo
de pálidos versos,
libro que las huellas
de sus manos guarda,
turbias y enfermizas
en su blancas páginas
se esparcen mis lágrimas....

Y entonces con pena,


¡pobre padre mío!
mis labios le gritan,
mi pecho suspira......
Sin él ¡oh que triste!
se pasa la vida...,
A R I A S S E N T I M E N T A L E S 31

ENTRE LOS PINARES


A Jesús Ávila

La avenida obscura
de los pinos verdes
que surcan el prado,
ha dejado sombras,
en las aguas mudas
de este lago claro.

Y las rosas mustias


y los lirios blancos
desde su rincón,
exhalan aromas,
perfumes del alma
y del corazón.

Las fuentes lejanas


murmuran y dejan
poblado el espacio
de rítmicos, sones;
de suaves murmurios
de ignotas canciones.

La luna viajera
detieno su marcha,
quizás porque quiere
mirar el paisaje;
paisaje de frondas,
verdor del ramaje.

Y en el banco exiguo
de la plazoleta,
descansa muy triste
la bella griseta,
que suspira y gime
que tiembla y se agita.

Y en su cabellera,
que fulge cual rayos
de un ardiente sol,
la rosa enfermiza
se muere de pena,
se muere la flor…
32 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Rompiendo el silencio
con el pentagrama
de sus carcajadas,
vinieron, pasaron,
las mujeres vagas
las mujeres locas,

Y la pobre niña
al sentir las risas
detrás los rosales,
se aleja llorando
por bajo las sombras
de viejos pinares.....

¿Qué tiene la pobre


muchacha perdida?
Qué llora, qué siente,
que así busca siempre
la avenida obscura
de los pinos verdes?

ES MUY BELLA LA CASITA

Es muy bella la casita


Con su huerto de palmeras;
Florece la “Santa Rita”
Entre mil enredaderas.

Y en un surco de rosales,
Sobre la fuente musgosa,
Entonando madrigales
Cae el agua bulliciosa.

El jardín siempre rodeado


Por multitud de macetas,
Tiene el aire embalsamado
De jazmines y violetas.
Y es allí donde a la sombra
De los naranjos frondosos,
Sirve la grama de alfombra
A lirios blancos y hermosos.

Es de noche...y en la fronda,
Del solitario paisaje,
La luna suelta su blonda
Cabellera entre el ramaje.
A R I A S S E N T I M E N T A L E S 33

Reina la calma infinita


Que yo adoro y reverencio,
Tan sólo una rana grita
Interrumpiendo el silencio..

Y en la iglesia polvorienta
Que a la casa está vecina,
El reloj las doce cuenta
Y la campana rechina…

¡Oh belleza indefinible,


De la casa en aquella hora;
Citando te siente el sensible
Corazón, o canta o llora!

LO QUE DICE LA SERENATA....


A Francisco Lazcano

Murió la tarde y allá en el cielo,


Rasgando el velo de un nubarrón,
La luna triste, la reina vieja,
Marcha y se aleja rumbo al ideal

La noche es triste porque a lo lejos


Entre los viejos rosales hay,
Música ignota, vagos lamentos
De los tormentos de un corazón.

La noche es grata porque el torrente


Cae en la fuente murmurador;
La noche es grata y en las palmeras
Aves viajeras durmiendo están.

La noche es bella porque hay amores


Entre las flores y entre los dos:
El nardo besa la margarita
Y ella se agita por el rubor.

Con un sollozo el aire dilata


La serenata del trovador;
Pasa gimiendo por la calleja
Y tras la reja se oye cantar:
Paloma blanca ¿por qué me dejas?
¿No oyes las quejas de mi pasión?
Me estoy muriendo porque en tu alma
No existe calma, ni existe amor.
34 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Oyeron esto los dos amantes


Que aún anhelantes besabansé
Sintió la joven no se qué pena
Y una azucena se desmayó.

¿Porqué mi amada, preguntó el vate,


¿Por qué te abate la serenata?....
Y ella le dijo, es que en mi alma,
No existe calma, ni existe amor.

CLARO DE LUNA

Cerúleo peplo el ciclo de pálidos diamantes


Cobija entre sus pliegues la noche sideral
En el jardín suspiran las tórtolas errantes
Y parla una fontana sus arias de cristal,

La luna blanca… luna borracha de morfina


Con su toca luminoso, con su velo de tul,
Asoma la cabeza detrás de una colina
Y se refleja en el lago enfermizo y azul…  

¡Silencio! escucha el alma la música de una


Sonata que a lo lejos solloza con langor,
Alguna mano blanca toca el claro de luna
Evocando tristezas, dolor, recuerdo, amor.

Languidecen las lilas, desfallecen las rosas,


Deliquios misteriosos de férvida pasión;
¿Por qué también desmayan las blancas tuberosas?
¿Por que también se oprime mi pobre corazón?......

Cerúleo peplo el cielo de pálidos diamantes


Cobija entre sus pliegues la noche sideral;
Ya en el jardín no gimen las tórtolas errantes
Pero aún llora a lo lejos la música arpejial......
V O C E S 35

... “Cantor de fuerte acento poético, al conjuro de sus versos Bolivia se revela hasta mostrar
su acendrada raíz americana, acercándonos un modo de ser, una manera de vivir que con-
serva en su más pura ingenuidad valores eternos de hispanidad y cristianismo”.
(La Época. Buenos Aires. 1950)
36 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

VOCES

La noche, madura
de estrellas, ahonda
con ecos de voces
ausentes, con sombras
de voces, mi intima
“soledad sonora”.

Una voz distante


se deslíe en gotas
de agua, y me arrulla
con las viejas rondas
y los mismos cuentos
que escuché en mi aurora…
Pero, poco a poco,
esa voz se borra.

Junto al frágil barco


de mi vida, soplan
fieros vendavales
y ladran las olas
de la sangre ...
¡Ah, cómo —sin rumbo en las sombras-
pude hacer aquella
travesía heroica,
y arribar al puerto
de una tierra incógnita!

Es la primavera.
Un aire de alondras
me trae las dulces
tonadas eglógicas
del amor. Muchachas
de floridas bocas
cruzan por la vega,
y su voz me roza
como una quemante
caricia melódica...
Y tras la vendimia
del beso y la copla,
un viento amarillo
suspiró en mis frondas.

Maduro de vida,
el árbol retoña
en cantares. Voces
de mi sangre entonan
las frases del alba,
debajo mi copa.
V O C E S 37

(¡No muere del todo


quien su voz prolonga!)
Y al són de las limpias
canciones de ronda,
se puebla de voces
y estrellas mi sombra.

NAVIDAD

Pastora, la contradanza
que tejes sobre la tierra
con los pies desnudos, huele
a pastos de Nochebuena.

Te enlazan dos zagalones,


y entre sus manos labriegas
—arbolito de diciembre—
tu talle se balancea.

Detrás vienen seis pastores


con tres zagalas cimbreñas,
como siguiendo el aroma
de tus huellas.

Y cantan un villancico
—són crecido entre las hierbas-
iniciado por el viento
de las quenas.

Desde el portal de sus voces,


la tuya, como una estrella,
los encamina hacia un verde
retablo de Nochebuena ...

Ya los gallos campaneros


dan las doce; y es la tierra,
bajo el viento de los astros,
cuna que se balancea…

¡El Niño Dios ha nacido!,


—mies de luz sobre la vega.-
Y tus canciones, pastora,
se tiñen de un alba nueva.
38 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

EN EL ALBA DE REYES
A Enrique Sánchez Narváez

Con las manos juntas, digamos ahora


las mejores preces
por la tierra tatuada de surcos
y henchida de gérmenes;
por la fresca sonrisa del agua
sobre el campo verde;
por el sol que pinta las uvas de enero
y grana las mieses;
por el pan nativo
con lunares de anises silvestres;
por todos los dones,
por todos los bienes:
la paz de estos valles
y la vida que Dios nos concede.

Echemos ahora,
jubilosamente,
las claras campanas de los corazones
al día que viene.
Ya llegó el aguinaldo de oro
con el sol de Reyes;
el incienso se quema en los vahos
que del valle ascienden;
y en los pebeteros de los churquis arde
la mirra de Oriente.

Es verdad. Los Magos vinieron anoche


con sus silenciosas sandalias de césped;
y, más clara que nunca, la Estrella
nos dio un beso de luz en las sienes.

Y ahora, pastores
de esta alba de leche,
¡venid y adoremos
al Rey del Pesebre!

Despertad en las rústicas flautas


el suave murmullo de los villancetes.
Que la trémula voz del abuelo
con la firme y clara del nieto se trence,
en el mismo coral conmovido
del Día de Reyes.
V O C E S 39

Hoy hasta la tierra,


como un gran corazón, se enternece;
y es canción de cuna
su pulso celeste.
¡Hoy canta la vida,
y el cantar encadena a la muerte!

MISA CAMPESTRE
A Guert Cónitzer y Yolanda Bedregal de Cónitzer

Cuando repican al viento


del alba las campanitas,
salta la luz de su lecho
de sombras para la misa.

El sendero viborea
por la empinada colina,
y va a enroscarse en el atrio
con musgo de la capilla.

A cuestas, por el atajo,


los cardos siguen el Vía
Crucis, con la cruz al hombro,
mascullando letanías.

Desde el púlpito del monte


-predica que te predica—,
un árbol echa en rumores
su corazón a la brisa ...

De pronto, los bronces vierten


la luz de la Eucaristía;
y en el cáliz de la aurora
comulgan las golondrinas.

Hermano de Jesucristo,
cae un cardo de rodillas,
y ulalas de sangre brotan
de su corona de espinas.

¡Ah, feligreses del alba


— ojos de azoradas niñas—,
mirad bien cómo se truecan
en pétalos las heridas!
40 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

PRIMAVERA
A Cesar Mentastti

Ya viene la primavera
por los caminos del agro,
trayendo un nuevo rebozo
de hierba para los campos.

Finos collares de lluvia


desgranan a su paso,
y echa su mejor aroma
el búcaro de mis pagos.

Chispea el sol, de repente,


en el ala de los pájaros,
y pródiga de ilusiones
se abre la flor del durazno.

Las curvas ramas floridas


se distienden como brazos
de mujeres por la vega,
río arriba y río abajo,
Y el valle es como una inmensa
sinfonía en rosa y blanco.

La chulupía se ha puesto
a ensayar, desde temprano,
el tema del amor nuevo
en claves de sol y orvallo.
Y el iris brilla en el agua
primaveral de su canto.

¡Ay, primavera, a la altura


del corazón, ponme un gajo
de renovadas corolas:
que yo también soy un árbol!

RUEDA
A José Federico Delós

Con sus ráfagas sonoras


levanta el erke un revuelo
de ponchos multicolores
y de polleras de fuego.

Y esbelta como una fina


vara en flor del membrillero,
sale a bailar en la rueda
la moza de “San Lorenzo”.
V O C E S 41

Sus ágiles pies redoblan


sobre la caja del suelo,
mientras se quiebra en el aire
la mocedad de su cuerpo.

Ella ondula con el baile


por las cimas del deseo,
y queman el aire zarco
las dos chispas de sus senos.

La pollera de sol gira


bajo el rebozo de cielo.
Gira y gira hasta que sale
la ronda de los luceros

Así danza la mocita


en el valle del recuerdo ...
Y—riacho azul—yo la ciño
cuando vadea mis sueños.

MOZA DE ENTRE RIOS


A Heriberto Trigo Paz

¡Velay que esta guapa


moza de Entre Ríos
se trajo los suaves
collados nativos
—como dos palomas—,
debajo el corpiño!

Pajareando soles
por valles y riscos
se trajo en la manta
los campos floridos,
y en la enagua, fimbrias
de espuma del río.

¡Adelante, moza:
viento enardecido,
polen de la selva,
savia de dos ríos!
¡Que respire el pueblo
tu olor primitivo!

De juro, el más macho


de este pueblo chico,
gritará al toparse
con tu barro arisco:
42 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

—¡Bendita la madre
que te echó al camino!

Y tu carne agreste
—tierra de sembríos—
echará retoños
como esos altivos
lapachos que crecen
de cara al abismo.

Héroes de tu sangre,
alzarán al filo
de las tempestades
su perfil bravío.
¡Qué bosque sonoro
formarán tus hijos!

LLURO ROTO
A Federico Ávila y Ávila

—¡Ay, mama! ¿Se acuerda


cómo era la Lola?
Jirmes las caderas,
la cintura angosta,
y ese par, tan alto,
de jrutas pintonas.

Los ojos llenitos


de risa, y la boca
como si acabara,
de probar las moras.
Con una’e sus cimbas
-cascada de aromas -
me cortó el camino
y enlazó mi potra.

¡Ay, mama, qué pena!


Si la viera agora,
diriya, de juro:
—¡Ya no es ni su sombra!...
Yo estaba en la cancha
vendiendo mazorcas.
Y en eso la vide
llegar, medio coja,
con unos aprietos
zapatos de chola.
V O C E S 43

En el cinto estrecha
la pollera, y corta
por delante... ¡Ay, mama,
si viera qué gorda!
Pa’ ver si aun teniya
jresca la memoria,
me puse a silbarle
esa mesma copla
con la que jaciamos
despuntar la aurora...

Volvió la cabeza,
y al verme, la zonza
como una granada
se puso de roja.

Se le chusquió hay mesmo


el lluro de aloja,
y a priesa, renguiando,
dejó la recova.

¡Qué vale su lluro,


si yo llevo rotas
las telas cordiales
y amarga la historia!

Ella era, en mi campo


de trigo, amapola...
¡Y un ladrón del pueblo
viene y se la roba!

¡VOS ME DARIS OTRO!

-¡Por qué sois tan malo!


¡Por qué sois tan zonzo!
Velay, sin motivo
te has puesto celoso.

Cierto que en el pueblo


me han mirao los cholos
(pero yo no puedo
mandar en sus ojos);
que algunos me han dicho
que soy…¡no sé cómo!,
y han seguiu jadiando
mis pasos miedosos.
(Detrás la cordera
así van los zorros...)
44 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

¡Velay!, dende entonces


pa mí ya no hay modo
de darte contento:
te ponís juríoso,
y jabláis zonceras
de nada y por todo.

Si en cuanto amanece
me voy al arroyo,
pa’ lavar el sueño
que aún queda en mis ojos,
aliso mis trenzas
y priendo un cogollo
de albahaca en mi oreja,
decís que me enfloro
pa’ tentar, ¡de juro!
a unos y a otros.

Si bailo en las ruedas,


que soy como un trompo;
si me quedo quieta,
que aguaito a los mozos;
si canto, que en coplas
de amor yo los nombro;
me callo, cansada de oír tus rezongos,
y entonces, ¡mal hombre!,
pensáis que te odio.

¡Me tenís ya jarta


con tus malos modos!
Mejor es el ñudo
Se rompa del todo:
jacé tus alforjas
encillá tu potro,
seguí ese camino
por donde el Demonio
te trujo un mal dia.
Que el viento de Tojo
jinche la tormenta
debajo tu poncho,
¡y que el primer rayo
te deje redondo!

En eso la guagua,
ajogada en lloro,
despertó, y la magre
—voz jecha sollozo -
deciya: -¡Mal hombre!,
si por tu alboroto
V O C E S 45

resulta que el crío


se me hai d’ ir al joyo,
entonces, ¡mal hombre!
vos me darís otro.

POR LOS CAMINOS DE SOL


A Franz Ávila del Carpio

Con el erke por bocina


y el poncho por gonfalón,
va el poeta, tierra adentro,
por los caminos de sol.

Y como la tierra huele


a carne de moza en flor,
se le sube a la garganta
la sangre del corazón.

¡Qué agrestes coplas, entonces,


repica al viento su voz
de campana campesina,
por los caminos de sol!...

Endomingada de espigas,
la tierra aguarda al cantor.
Y el cielo se vuelca en oro
para esta cita de amor.

COPLA CHAPACA
A Fernando Ortiz Sanz

-Qué vientos trajeron


el polen del ritmo
hasta el verde tálamo
del surco nativo?...

¡Ay, la tierra—grávida
de música—quiso
cantar, y la copla
voló del sembrío!

Y trazó una fuga


de cinco suspiros
sobre el pentagrama
del val: los caminos.
46 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Voló bajo el cielo


voló sobre el limo,
con las alas húmedas
de aurora y rocío.

Fué tan alto, a veces,


que del vuelo lírico
tornó con un gajo
de sol en el pico.
Y lánguidamente
-pájaro cansino—
se posó en la copa
de un churqui florido.

Y bebió en la copa
un vino amarillo:
¡qué zumos del valle,
qué olor campesino!

Hasta que embriagada


de aromas y ritmos,
del són de las frondas
y el reír del río
—ave de los vientos
que añoraba un nido—,
se albergó en tu breve
corazón arisco...

Cántame esa copla,


mocita de Pinos,
-risa que se quiebra
de pronto en gemido-
la que amamantaron
tus pechos huidizos
con leche de penas
y alegres suspiros

Cántame esa copla


de tono impreciso,
-mitad epigrama,
mitad viejo idilio-
Ia que tras los besos
de miel del cariño,
esgrime el agudo
puñal del mordisco.

Deshoja en la copla
tus cinco sentidos,
con las cinco notas
del cantar nativo...
V O C E S 47

¡Tú eres la tonada,


mocita de Pinos:
corazón de copla,
música del limo!

EL COPLERO ANONIMO
A Roberto Prudencio

¡Ese sí que fué un coplero


concebido por el valle:
verbo de Hispania en la rústica
tonada de nuestra sangre!

Su clara voz—río en fuga


por la vega lujuriante—
copiaba, como un espejo,
la gracia en flor de los cármenes.
Cada copla entre sus labios
era un eco del paisaje.

El llevó, de fiesta en fiesta,


por los caminos fragantes,
la ternura de sus pagos
deshilachada en el aire.

Cuando cantaba una pena


al herido són del parche,
dizque la voz le salía
como teñida con sangre . . .
Y el corazón colectivo
asomaba a sus cantares.

Y así, cantando, cantando


breve dicha y pena grande
-porque más que de alegrías
la copla es flor de pesares-
forjó el lírico tesoro
de las canciones del valle.

Esas canciones mecieron


la cuna de nuestros padres;
y aunque entonces ya tenían
el sabor de otras edades,
yo las bebí como nuevas
con la leche de mi madre.
48 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

¡Vino inmortal de las coplas:


haga Dios que se amamante
con ese vino hasta el último
retoño de nuestra carne!

Mas, ya tus coplas, coplero


-golondrinas de este valle—,
van en un viento de olvido
emigrando hacia otros lares.
-Qué va a ser del val, mañana,
sin el agua del romance?. . .

Ya no habrá espejo que copie


el alma en flor de los cármenes.
Y tú serás sólo polvo
aventado en tempestades…

POR LOS BUEYES


A Víctor Varas Reyes

Los bueyes patriarcales


uncidos al arado,
pasan abriendo surcos
de dolor por el campo.

Cuando, a veces, convulsos, vacilantes


se detienen en medio del trabajo,
la picana los urge
a redoblar el paso.

Debieran sudar sangre…


¡No sé por cual milagro
Bajo la cruz del yugo
no les estalla el cráneo!

Y se alejan midiendo la llanura


por siglos de cansancio,
mientras morosamente en sus pupilas
se desangra el ocaso ...

Después, cuando el boyero los desunce,


roturan con sus cuernos el espacio,
y hacen rodar desde el celeste surco
estrellas sobre el agro.

Y las estrellas ruedan


como tractores blancos...
Tractores, ¡y ya nunca más los bueyes,
sino toros en celo por el campo
V O C E S 49

SEQUIA

¡San Juan, el río de tu nombre


ya sólo es una charca!
Se lo ha bebido el sol de este verano
en la copa de arena de las playas.
Hasta los manantiales,
ojos de luz de la montaña
que lloraban la sangre del crepúsculo
y las linfas del alba,
se han quedado sin llanto
con las cuencas vaciadas.
¡San Juan, las tierras de tu nombre,
en surcos laceradas
(¡ah, los surcos resecos
son como bocas ávidas!),
al rescoldo brutal del mediodía
tienen hambre de trigo y sed de agua!

Inútilmente van los campesinos


en rogativa por la ruta en llamas,
pidiendo el don celeste de la lluvia
para la tierra cárdena.

Verdad, a veces sopla el húmedo


viento de la esperanza,
y al fuete de un relámpago
llega una nube obscura y ancha
cofre del que se escurren,
como quintos de plata,
unas gotas inmensas,
sonoras y metálicas,
que de la tierra seca
rebotan hasta el alma.

Pero el viento se lleva


el olor de la lluvia entre sus alas;
a fuetazos la nube huye tras la montaña,
y el sol atiza el fuego del verano
en el chirrido hostil de las cigarras.

¡Ah, no llueve, no llueve,


ni lloverá mañana!
No será pan el trigo que arrojamos
en surcos de esperanza.
Arar, sembrar, orar...
¡y todo para nada!
50 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Ya los maizales son en los sembríos


sólo cruces de caña,
y el sol, pesadamente,
cae como una lápida.

Lloran los campesinos


y su llanto resbala
sobre la tierra muerta
como una inútil agita.

¡Ah, que lloren, que lloren,


porque, también, mañana
han de secarse en vetas
de sal sus propias lágrimas!

EVOCACIONES
DON TOMAS

En esa casa habían tres cipreses,


el mayor se llamaba Don Tomás,
¡Ah, qué trágicos vientos lo mecieron
de tempestad en tempestad!

Dialogaban los tres bajo la luna


y les fluía el diálogo en cantar:
¡que ya soplaron todas
las ráfagas del mal!

Entre sus nobles brazos, las palomas


anidaban en paz.
Y era un temblor de alas y de arrullos
el huerto al despertar.

Hasta el glo-gló del enmohecido caño


uníase al bullicio matinal,
cual lo haría un abuelo
en trance de cantar.

Después, como a traición, sobre la casa


se cirnió el huracán,
y abatió el más egregio de los árboles:
¡lira de la ciudad!

Desde entonces los otros dos cipreses,


¡qué mudos se han quedado en la heredad!,
como un par de plegarias silenciosas
elevadas a Dios por Don Tomás!
V O C E S 51

ÁRBOL
A Guillermo Francovich

Aquí un árbol de América,


con sus piadosos brazos
extendidos en súplica a los cielos,
nos dió su sombra antaño.

Era como una inmensa


catedral del ocaso,
con órganos tañidos por el viento
y corales de pájaros.

A veces, en su copa
se dormían los astros;
o lo rozaban el ala de una nube
como un ensueño blanco.

Nosotros lo llamábamos “La Escuela”,


porque a su sombra, entre sus brazos
—columpios mañaneros—, aprendíamos
la música del campo.

El entregó a los hombes,


con un gesto magnífico y magnánimo,
vigas para la casa,
olorosos maderos para el tálamo,
el diminuto esquife en que venimos
o el fúnebre bajel en que nos vamos

Desde entonces, los hombres


— leñadores de ensueños y de cánticos-
volvieron día a día
con el hacha en la mano.

Volvieron día a día...


Hasta que, al fin, el árbol
—al que nunca pudieron
derribar las tormentas del verano,
ni el látigo del viento,
ni el machete del rayo—,
con un gran alarido
se desplomó en el campo.

Hoy he vuelto al paraje en que tañían


las campanas de antaño
-¡oh, voces de los niños
trenzadas , al repique de los pajaros!-:
sólo quedaba un yermo
inmensamente mudo y solitario…
52 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Y me asaltó el recuerdo de un aroma,


eco errante y vago
de un antiguo murmullo:
era el alma del árbol.

MADRE

Se han dormido tus ojos para siempre.


Para siempre, cansados de buscarme.
—Tus ojos en que ardía la suprema
nostalgia de los mundos siderales.—
¡Despiértalos, Señor, en las estrellas
que me miran piadosas por la tarde.

Se ha deshecho en ceniza
tu corazón, cansado de esperarme
-Tu hermoso corazón:
pasta de rosas que amasaron los ángeles.—
¡Haz, Señor, que florezca en el capullo
de las rosas más rojas de tus cármenes!

Se ha apagado tu voz en la alta noche,


cansada de llamarme.
—Tu voz que acariciaba como una
melodía de sedas musicales.—
¡Haz, Señor, que la escuche en las sutiles
vibraciones del aire!

Con los brazos en cruz, crucificado


entre el día que muere y el que nace,
yo haré una antena viva de mis nervios
para captar, ¡oh madre!,
en el viento de Dios un signo tuyo,
una palabra tuya que me salve.

¡Oh, dime, dime, dime


en dónde he de encontrarte!
En la tierra que aguarda la madura
cosecha de la carne,
o en el remanso azul del firmamento
terriblemente mudo e insondable?...

Desgarrará mi grito el infinito...


Y al evocar tu imagen,
bajo el polvo de oro de los astros
en que tu polvo es polen que renace
aspiraré tu alma en el perfume
de los nocturnos cálices ...
V O C E S 53

Con un escalofrío de ternura


sentiré el inefable
aroma de tu vida
desleído en mi sangre . ..
Y asomará tu espíritu a mis ojos
como un lirio de aguas de mi valle.

PERFUME

Cuando tras años pude


retornar a mi pueblo,
y penetré en la casa
ya anochecida, huérfano,
me entregaron la llave de un gran cofre de cedro.

Lo abrí como quien sabe


que hay un tesoro dentro.
Y al oprimir las ropas
que ciñeron su cuerpo,
sentí que un tenue aroma
enredaba en mis nervios.

Era como el perfume


exprimido de un sueño
en no sé qué alquitaras
de música y silencio.
Era, en verdad, la última
fragancia de sus besos.

Su espíritu ascendía
por el perfume etéreo
—¡oh, pétalo escapado
de un rosal de otro tiempo!-;
su espíritu ascendía
como un ala en el cielo..

¡Inefable caricia
deshojada en recuerdos!
El perfume es un alma
que se nos va en el viento
para aromar la casta
desnudez de un lucero
Y avaro del tesoro,
cerré el cofre de cedro.
54 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

LLUVIA

Están llorando los vidrios


de las ventanas del pueblo…
Y por las calles, descalzo,
el día corre a su término.

(Ella siguió ese camino


en otro ocaso de invierno...
¡Cómo la lloró la lluvia
y la rezaron los vientos!)

A través de los cristales


con llanto, se esfuma el pueblo;
y con un roce de seda
me sobrecoge el silencio....

Afelpada entre las sombras


de la noche, como un eco
del pasado, su voz triste
resucita en mi recuerdo.
Me dijo: — “Cuando yo muera,
te querré como hoy te quiero”
¡Ella está muerta y me quiere
como me quiso otro tiempo!

Por eso, cuando estoy triste,


sus labios rozan mis sueños.
Es verdad: si los amamos,
¡cómo nos aman los muertos!..

Están llorando los vidrios


de las ventanas del pueblo...
Y por las calles, descalza,
viene la noche a mi encuentro.

EL RETORNO
A Delina Campero de Ardiles

--“Esos dos que van juntos”


camino del recuerdo,
cogidos de la mano
como dos niños viejos,
son hermano y hermana
que se quedaron huérfanos...
V O C E S 55

Así dirán las gentes


campesinas, al vernos
medir con nuestro agobio
la ruta del regreso,
y llegar—¡si llegamos!—
con la noche en el cuello.

Ya será tarde, hermana.


La sombra de los cerros,
prolongada en el lúgubre
aullido de los perros,
nos pondrá en la garganta
las tórtolas del miedo ...

Entre el mar de las viñas


—¡oh, isla del silencio!—,
emergerá el fantasma
del caserón desierto,
donde hicimos la ronda
de los primeros juegos.

No habrá una voz que salga


a decirnos: — “Ya es tiempo
de que entréis: os aguardan
la comida y el lecho”...
De la voz de esos días
no quedara ni un eco…

Y llorarás conmigo
junto al hogar sin fuego
Si el llanto es como lluvia
cuatro arroyos fraternos
mojarán las raíces
más profundas del huerto…
Y cuando el sol enjugue
los tristes ojos nuestros
-¡ah, qué prodigio!-, un árbol
de carcomidos leños
con entraña de madre,
retoñará de nuevo.

Al pulso de su savia,
nos subirá hasta el pecho,
en ascensión de pájaros,
la aurora de otro tiempo …,
y nos dará un abrazo
de estrellas el crucero.
56 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

¡Tendrá tál voz el árbol,


cuando lo pulse el viento,
y esparcirá un aroma
tán de antes, que, cierto:
será como si alguien,
de pronto, hubiese vuelto!

Se hincharán las cortinas


de tul de tu aposento.
Y unos ojos de agua
nos mirarán de nuevo,
desde el verde remanso
de azogue del espejo.

MENSAJES
A ESTRELLA GENTA

Yo no era un labrador,
sino el amante de la tierra
Y aunque el barro en mis dedos se hizo música
al oprimir las ánforas de greda,
yo tenía las manos
hundidas en la gleba.

Aunque mi corazón
-campana en vísperas de fiesta—
a veces dió el sonido
más puro de la orquesta
de Dios, repicó siempre
la canción de la sangre en primavera.

Por eso es que en los vados aceché


el paso de las mozas de la vega...
Y aunque en el agua azul de mis pupilas
vadeó—como un astro—la Belleza,
mis ojos se quemaron al rescoldo
de la carne morena.

Pero una tarde, al toque de oración


—que fué más bien un alba nueva—,
recibí tu mensaje
de luz, Estrella Genta,
y vislumbré el enigma
de las cosas eternas...
V O C E S 57

Con el primer temblor


de una lejana estrella,
vi en la “Constelacion
del Sueño” tu presencia:
era el iris de un “prisma
de amor” sobre la tierra.
Después, para captar el són
de tu palabra iluminada y bella,
tendí mi corazón
al viento, por antena;
y me llegó tu voz como una nota
de las altas esferas.

¡Que te bendiga Dios


por todo, Estrella Genta;
por la lírica cruz
de tus alas abiertas
y la mano de luna
que me diste en la senda!

A JUAN CAPRILES

Falta en la primavera
de aquel lírico huerto
—donde hasta ayer soñaste—,
una flor: tu soneto.

Sólo queda el aroma


de sus catorce pétalos
esparcido en el aire
musical del recuerdo.

Están tristes los arboles


esos hermanos buenos
que escoltaban tus pasos
por las sendas del sueño.

Vestida de paisaie
que abrochan los luceros
va la acequia llevándote
la ofrenda de mis predios.

Y el agua se adelanta
con ademán fraterno,
como si fuera un brazo
tendido hacia tu encuentro.
58 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Sobre el muro se empina


Ia rosa (¡blanco seno
de virgen olvidada!)
para espiar el sendero.

Y como tú no vuelves,
se deshoja en el viento. . .
Y yo aspiro el perfume
de la rosa y tus versos.

GUITARRA DEL ORIENTE


A Raúl Otero Reiche

Cuando la lluvia lava mi campiña,


y luego sale el sol a sonreírle
amanece tu voz en mi recuerdo,
constelada de símiles:
“Verde es la caja de la tierra
para encordarla de arco-iris” ...

Tú encordaste la tuya con tus versos:


hebras de luz, bordones de áureo timbre;
y surgió la guitarra
de luminoso llano en que naciste.

Después, como a una hembra,


entre tus grandes brazos la oprimiste;
y ella dejó sortijas de sonidos
en tus dedos de artífice.

Desde entonces, del cuenco de su pecho,


—¡oh, desgarrado corazón de aljibe’ —
fluye un río de música
por entre selvas vírgenes.

Copia imágenes tuyas la corriente


desmelenada y libre:
noches que se desgajan en luceros,
albas que se deshojan en jazmines.

Y con el agua dulce de las coplas


que la guitarra exprime
pasa empujando el horizonte
el alma caudalosa de tu estirpe
V O C E S 59

MIENTRAS CAE LA LLUVIA


A Delia

Tú coses, y la sombra de tus dedos


pasa como una fuga
de pájaros nocturnos
sobre ropas de luna.

Más que coser, tus manos maternales


esbozan en el aire partituras
de inefables caricias que no alcanza
a interpretar el canto de la aguja.

Y tras un rítmico vaivén de hilvanes


sobre ropas minúsculas,
poco a poco tus manos se apaciguan
y lánguidas se juntan,
como si oraran sobre
la cabecita rubia
y la otra tan morena
de nuestras dos criaturas.

Yo sé lo que tus manos,


trenzadas en la música
de esa oración, le piden
al Señor: Que la lluvia
roce el cristal del sueño de los niños
como un canto de cuna;
que cada aurora entre sus labios
tenga un sabor a frutas;
que el sol que forja el vaso de los días
los colme, para ellos, con las puras
linfas de la salud, de la belleza
y el amor… ¡Aleluya!

Tú rezas sin palabras, y en silencio


mi corazón te ayuda:
(¡oh, lámpara votiva en que se quema
el óleo de tu súplica!)
echa un fulgor de ruego en la alta noche
mientras cae la lluvia.

Después, en sus abismos


el sueño te derrumba.
¡Así hemos de volver, amada mía
a la tierra desnuda!
60 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Pensar que entonces que nuestros hijos


-la cabecita rubia
y la otra tan morena,
¡tan igual a la tuya!-.
llevarán nuestro sueño de horizontes

por diferentes rutas...


Para verlos pasar el camino,
bajo el sol o la luna,
echará el cuenco de tus ojos
dos flores diminutas,
y la cal de mis dedos una rama
curvada de ternura,
para darles la postuma
bendición. ¡Aleluya!

CARTA A TRES AMIGOS

Me escribisteis:—“Iremos a las vegas


morenas y sensuales de ese Río
San Juan del Oro, cuando al talle ciñan
un ondulante pollerín de trigo.
O cuando rasguen su pollera a un viento
de ichunas y cuchillos,
para entregar, desnudas y medrosas,
su morenez al río. . .”

“Y por el verde aroma de ese valle


donde vegas y mozas son mismo
por el buen pan del agro
y una ración de vino,
cosecharemos las espigas de oro,
vendimiaremos todos los racimos…
y en ronda fraternal con los pastores,
al son de un coral bíblico
pisaremos las uvas
sobre el lagar retinto.
Y habrá que trasegar el mosto nuevo
a las viejas tinajas de hace un siglo
pisaremos las uvas sobre el lagar retinto.
Después, sólo seremos
tres sauces junto al río”.

¡Y no sé qué otras cosas


decía el pliego lírico!
V O C E S 61

Con linternas de luna


y antorchas de crepúsculos festivos,
inútilmente os aguardé en diciembre
por todos los caminos:
por las verdes laderas
y los vados rojizos,

¡Ay, amigos, las cosas que perdisteis


echadlas ya al olvido!

Alberto, a las zagalas


de los ojos de vincho,
que fugan por los rústicos atajos
llevándose un racimo
pintón, oculto apenas
junto al seno florido.
Y en uno de esos rústicos atajos,
como un lecho imprevisto,
hay una parva de oro: cómplice
de amores campesinos

¡Ay, Alberto, qué amores


los que pudieron ser... y que no han sido!

Y usted, el que enhebro en la rueda agraria


trece hualckas morenas, mi buen Guido
(las mozas son las hualckas
de ese collar nativo),
y las dejó esperándolo en la rueda
de todos los domingos,
ya no tendrá para el desnudo talle
de la tierra, aquel cinto
de danzas que tejían las pastoras
de tres romancillos

Ni este silencio azul en que dialogan


con idénticos signos
estrellas y luciérnagas
(¡rima, en tono menor de su mutismo!)
cuando vira la tarde hacia la noche,
y el mástil del espíritu
apunta a las estrellas,
en un viaje de ensueño al infinito..

¡Ay, Guido, cuántos viajes


quisimos emprender... y no pudimos!
62 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Y usted, mi caro Alfredo


—hortelano de niños—,
por qué no vino a ver, con ojos nuevos,
las cosas más ingenuas de este Río?

Cerros de Navidad, rojos y azules,


que son como el telón decorativo
de este verde retablo de mi valle,
donde se adora a Dios, recién nacido.
Cerros de Navidad que el viento barre
con su escoba de silbos,
y que las lluvias lavan para el juego
de arena de los niños.
con su escoba de silbos, y que Jas lluvias lavan para el juego
de arena de los niños.

Y como en esas claras y risueñas


estampas de los libros
de cuentos, anchas frondas,
es decir, canastillos
de frutos y de flores que saquean los chicos.
Y acequias bulliciosas,
y un patriarcal molino
que juega con las mozas y les echa,
en mañanas de sol, polvos de trigo.

En fin, usted que oculta bajo el pecho


un melodioso “corazón de grillo”,
por qué no vino a oír—desde una mata
de musicales pastos amarillos—
como la humilde mies se trueca en flauta
y la flauta florece en villancico?...
(Aquí las coplas brotan de las hierbas,
cuando las mece un viento sanjuanino.)

¡Ay, Alfredo, qué rústicas tonadas


pudimos aprender. .. y no aprendimos!

Mas, ya no vengáis nunca,


mis queridos amigos:
¡que estas vegas morenas y sensuales
se me fueron anoche con el río!...
A M A N C AYA S 63

... “Con este libro, se coloca en la vanguardia de la nueva poesía. Siendo un libro boliviano señero, se
incorpora al arte americano con una nota propia que crece el caudal de la sinfonía cultural”.
(El Diario. 1942)
64 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

AMANCAYA…

Amancaya, amancayita,
-lámpara de la alborada-,
en tu cáliz una estrella
se ha quedado rezagada.

Ya en los ojos de los bueyes


-pozos de paz de la casa-,
amancaya, amancayita,
despierta la madrugada,
y la vida en los corrales
ordeña leche de vaca.

Amancaya, amancayita
-primera copla del alba-,
no hay mocita que no lleve
tu perfume en la garganta,
cuando te cuelga en su oreja
por confidente del alma.

Amancaya, amancayita
-frescura de la mañana-,
cántaro al hombro, las mozas
se van al río por agua,
y en el aire flota un limpio
olor de ropa lavada.

Amancaya, amancayita
-urna de esencias chapacas-,
¡bendita sea la tierra
que te nutre con su savia!

DE CAMINO
A Guido Villa-Gomez

Con un temblor de aguacero


-perenne son de mi patío-,
me despidieron al viento
Ios pañuelos de los álamos.

(Ya el alba azul se iba en sangre


picoteada por los gallos.)

Y me fui por el camino


de tus pagos,
desgrane que te desgrane
una mazorca de cánticos...
A M A N C AYA S 65

Mediodía. Por la cuesta


iba a gatas mi caballo,
bajo el resuello de fuego
del verano.

Con los brazos polvorientos


tendidos al cielo raso,
en rogativa de nubes
se retorcían los cardos.

¡Ni la sombra de una nube!


¡Ni la del ala de un pájaro!
¡Ni el rumor de un hilo de agua
en las quiebras del barranco!

Quieto el sol. Dormía el viento


en un profundo letargo,
como un chapaco tendido
a la sombra de los tackos

Y mordiendo sol y polvo


yo soñaba con tu rancho;
y con el agua de lluvia
de tu cántaro,
bebida a sorbos febriles
en el vaso
oloroso a hierbabuena
de tus manos

¡Y velay que te veía


con los pies desnudos –gajos
de margaritas silvestres
en el vado-
cruzar la acequia dormida
bajo el temblor de los álamos!

Y correr por los viñedos


entre alfalfares morados,
propicios para la cita
de los amores del campo.

¡Qué deliciosos racimos


de tentación bajo el sayo!
¡Y qué vino el de las coplas,
en el lagar de tus labios!...
66 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Después, cayó la tormenta


de tu cabello en mis manos…
y en la noche campesina
de tus ojos asomaron
estrellas humedecidas,
como lirios del verano...

Pero el camino era rudo


y el caminar sin descanso.
Con el poncho del sol iba
cuesta arriba y cuesta abajo.

Caminé todo aquel día,


caminé diez años largos;
y aún me encuentro en el camino,
caminando, caminando...

PORQUE VAN DIEZ AÑOS…


Para Alfredo Vargas

Porque van diez años


que dejé mi tierra,
ya nadie me quiere
conocer siquiera

es cierto, he cambiado,
mi madre está muerta,
la casa vendida, y el molle –coplero
de notas de pájaros- convertido en leña.

Porque van diez años


que dejé mi tierra,
las gentes me miran
con ojos de ausencia.

Ayer una moza del campo


-ánfora de greda
colmada de soles y lluvias:
¡olor de la tierra!,
amancaya rosa, que invertida es una
lírica pollera-,
no quiso conmigo
bailar a la rueda,
porque van diez años
que dejé mi tierra.
A M A N C AYA S 67

¡Pensar que yo pude colgarle zarcillos


de dulces tonadas de Cella;
enflorar con rosas y risas
la flor de su oreja;
trenzarme en sus largos cabellos
color de tormenta,
y aventar el trigo de sus sensaciones
en doradas eras!...

Pero aquella moza,


fragante y huidiza como agua de acequia,
se me fue con otro, con otro...
-¿malhaya mi sed de querencia’.-,
porque van diez años
que dejé mi tierra.

CANCION A LA ZAGALA AUSENTE


Para Mario Estenssoro

EN LA FIESTA DEL ROSARIO

Campanitas octubreñas
risa y rezo, voz y cántico;
repicad, que yo os allego
mi corazón por badajo.

Repicad, que hoy es la fiesta


de la Virgen del Rosario;
y que venga la zagala,
risa y rosa de los campos.

La anuncia un olor a rosas


de primavera, un presagio
de lluvia sobre las rosas
y el vuelo azul de los pájaros.

¡Ven, zagala, zagalilla!


Ponte el más vistoso sayo.
¡Rivaliza con las rosas,
con la lluvia y con los pájaros!
68 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

¡Apúrate, ven a prisa


en las ancas del caballo
de tu dueño, que ya sale
la procesión del Rosario!...
Pero no vienes... Y el día,
como un amante nostálgico,
deshoja la última rosa
y se va por el ocaso.

EN UN DOMINGO DE VERANO

Campanitas del estío,


aleteos y aletazos
de palomas en la seda
del silencio provinciano:

¡Llamad a prisa a la misa,


voces húmedas de orvallo,
y que venga la zagala
con el fervor de otros años
Con el fervor de otros años!

La anuncia el erke sonoro


por donde sopla el verano
la canción de la abundancia
La tierra huele a duraznos...

Ven, zagala, a oír la misa


del domingo, que es pecado
no ofrendar a Dios la humilde
hierbabuena de los campos.

Legiones de malas hierbas


devorarán tus almácigos.
Y en los frutos, el granizo
descargará sus guijarros.

¡Ven, zagala, y rogaremos


por tus huertos y sembrados;
por la miel de los racimos,
por el oro de los granos!

Te espero
con sol y lluvia... Y de paso,
veré tus piernas desnudas
cuando cruces por el vado.

Pero no vienes... Y el río,


ríe al ver mi desengaño.
A M A N C AYA S 69

EN PASCUA FLORIDA

Campanitas del otoño


de ecos íntimos y lánguidos;
¡Tocad a gloria este día,
que Cristo ha resucitado!
Y hablad de Dios a las cosas,
con músicas de milagro
que hagan florecer las rosas
y melifiquen los labios.

De juro que la zagala,


mientras enflora los arcos
de Pascua Florida, canta
a imitación de los pájaros.

La anuncia la melodía
que un violinista chapaco
degüella bajo la luna
con la cuchilla del arco…

¡Ven, zagala, y cantaremos


en la verbena del sábado
- ruede que ruede a la rueda¬-
las tonadas de tus pagos!

¡Arda en tu boca la dulce


embriaguez de un vino rancio,
al abrevar en la copa
del romancero chapaco!

Y antes de que el alba asome


por la cresta de los gallos,
muéstrame la luz del día
en tus ojos azorados.

¡Apúrate, que ya sale


la procesión por los arcos!...
Pero no vienes...Y sólo
pasa un cortejo de ancianos.
70 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

EN LA FIESTA DE SAN ROQUE

Campanitas de San Roque,


tonadilleras del barrio:
Echad al viento de agosto
las coplas que añoro tanto.

Y llamad a la más lírica


De las zagalas del campo,
para que prenda en el coro
el toronjil de su canto.

La anuncia el eco profundo


de un sollozo lento y largo
que ulula en la caña, al viento,
como la voz del pasado.

¡Ven, zagala, a ver la fiesta


más pintoresca del año!

Como una larga serpiente


que se va desenroscando,
la procesión viborea
por las calles tras el Santo.

Arden los rústicos ponchos


bajo el sol del meridiano,
y entre el clamor de las cañas
van los pendones del agro.

Con las plumas encendidas


de sus rítmicos penachos,
los chunchos barren las nubes
y pintan el aire claro.

¡Ven, zagala, a ver el baile


de los chunchos en el atrio!

Ponte la pollera rosa


color de flor de durazno;
y una manta azul que rime
con el ciclo y el remanso;

y una camisa, tan limpia,


que huela a jabón y riacho.
¡Tú serás la nota viva
de la paleta del campo!
A M A N C AYA S 71

Y ¡velay!, que no has venido.


De repente se ha nublado.
La caña ulula en las sombras
como un lúgubre presagio...

ANTES DE QUE FINE EL AÑO

¡Ay, zagala, zagaüiia,


risa y rosa de los campos!
Las ingenuas campanitas
del domingo se han callado

Ya no cantan, ya no rien
ya no rezan. Es en vano…
Antes de que el año fine
se ha hecho trizas el badajo

AGUA ARISCA

Hunde el sol, traviesamente,


sus dedos de oro en la acequia…

Y arisca como una moza


de la vega,
huye el agua bajo el curvo
ramaje de las higueras,
haciendo crujir su enagua
musical entre las hierbas.

Vanamente el sol alarga


sus dedos para cogerla...
Y sólo coge el aroma
de la ausencia.

IRÁ MI CORAZON

Vierte en mi corazón, -vaso de greda


quemado por el sol-,
en esta roja siesta del verano,
la lluvia campesina de tu amor.

Mi agreste corazón, lleno de música,


tendrá entonces la voz
del torrente pluvial que se desborda
de los montes de Dios.
72 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

E irá por los sedientos terrizales


con eglógico son,
hilando para el surco dolorido
una venda de espuma tornasol.

Se curvarán los ciclos como un gajo


de glicinas en flor
para oírlo cantar por los caminos
detrás del sembrador.

Largos picos de sed vendrán del viento


A beberse el arroyo y la canción
y enredado en las nubes y los pájaros
irá mi corazón.

BALADA DEL ASEDÍO


A Wolfang Hirsch

Mocita del valle,


Colmena de coplas:
mis abejas liban
la miel de tu boca.

- ¿Que huirás por el vado?


¡Ay, el río copia
mis ojos de acecho
en todas sus ondas!...

Mocita del valle,


lluro de una arcilla de auroras:
en tus frescas aguas
mis soles sedientos se mojan.

-¿Qué echarás el agua


del ánfora roja?
¡Ay, mi tierra aguarda la primera lluvia
para darte rosas!...

Mocita del valle,


rueca de las danzas redondas:
mis sarmientos ciñen y curvan
tu talle en la sombra.

-¿Que huirás por el campo?


¡ Ay, mis vientos soplan,
y es liviano el ruedo
de tu pollerín de amapola!...

-¿Qué huiras por los cerros?


¿Qué seras de roca?
A M A N C AYA S 73

¡Ay sobre tus suaves colinas


irán a nidar mis palomas!...

Ya ves, no hay escape,


mocita mimosa:
¡mejor es que hagamos
a tiempo las bodas!

ANILLO CHAPACO
A Octavio O´connor D’ arlach

Con la plata de mis pagos,


hazme, platero, un anillo
que me encadene a mi moza
fragante a sol y membrillo.
Ella lo quiere más firme
que la muerte y el olvido,
y del color de una luna
de bodas por el camino.

Pon sobre el yunque sonoro


el claro metal arisco;
y amorosamente caiga.
suba y caiga, con el ritmo
de mi corazón, la comba
musical de tu martillo.

Y después, en letras de oro


con el buril del destino,
graba en el aro esta dulce
tonada de mi cariño:
Rosalinda de la Vega.
¡Ay, Rosalinda, qué lindo
suena tu nombre chapaco
al trenzarse con el mío!

Alrededor de tu dedo
-cogollo recién florido-
remacharé con mis besos
-pájaros que van al trigo-
un aro de amor más firme
que la muerte y el olvido.

¡Platero, con esta plata


vas a forjar mi destino!
Ella me espera lavando
su ropa blanca en el río.
74 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

LA CAIDA DE LA NOCHE
Para Alberto Azurduy Estenssoro

Me trae el viento de octubre


una lírica tonada,
y la tonada, en el viento,
un aroma de nostalgia...
salgo al camino. La noche
florida de jamancayas,
con su pollera de luna
y sus zarcillos de plata,
esboza curvas de rueda
alrededor de las parvas.

Redobla un grillo en los parches


del silencio un son de caja.
Los grillos y las estrellas
ritman la misma tonada.

En el ruedo de las eras


la noche rueda sin pausa,
y yo persigo el columpio
de sus caderas elásticas.

Ebria de ritmos redondos,


de repente se desgaja
por el talle sobre un lecho
de espigas recién cortadas.

Yo le desciño el corpiño
de estrellas. (Los grillos callan.)
Y muerdo en su carne obscura
el sabor de mis nostalgias....

Ahora la noche enhebra


tres gargantillas de lágrimas
que enjuga el viento de octubre
con la punta de sus alas.

¡Ay, noche, noche morena,


conmorenez de zagala!:
¡Qué diría quien te viera
tan ojerosa y tan pálida!...

Ya los gallos picotean


el trigo de tus abarcas.
¡Huyamos por un camino
por donde no llegue el alba!
A M A N C AYA S 75

SONAJA DE NOCHE BUENA

Canasmoreña morena,
canasmoreña moruna:
¡Hila el vellón de tu pena
en la rueca de la luna!...

Y échate sobre la arena


a gritar a la fortuna:
-“Tras nueve lunas, ¡ahijuna!,
que venga la nochebuena”
Ya el pastor la llama en una
tonada de bombo y quena
¡Velay la guagua moruna!,
-¡Cogollito de verbena,
brote de rosa valluna!
que ha de llevar por la arena
de los caminos, ¡ahijuna!
con el soi y con la luna,
nuestra dicha y nuestra pena...

Ya el crío llora en la cuna:


sonaja de nochebuena.
¡Córtale un pañal de luna
y arómalo en hierbabuena!

CAJA CHAPACA
¡Qué trémolo de estrellas
pone el violín del grillo
en la canción de cuna
que adormece a mi niño!

Lejos ruedan las ruedas


cansadas del molino,
mientras el agua pulsa
un acorde infinito...

La batuta del viento,


con caprichosos signos,
marca a veces el forte
y a veces un pianissimo
en que todo se calla;
agua, estrellas y grillos.
76 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Todo, menos el guapo


corazón de mi niño:
¡cajachapaca donde
se duplica el latido
musical de mi sangre,
con renovados bríos!...

Y aunque todo enmudece,


y el valle está en el tibio
regazo de la noche
como un niño dormido,
te despierta tu propio
corazón, ¡hijo mío!,
redoblando en las sombras
-tum-tum; tum-tum -el ritmo
del tambor de insurgencias
de mi pueblo nativo!

INVITACIÓN A LA COPLA
A Francisco Lazcano Soruco

Amor, deshoja al viento


feliz de la mañana
los cinco pétalos sonoros
de una copla chapaca.

Y la copla, redonda como el seno


de una moza cellana,
esparcirá en el viento matutino
un aroma de mentas y de albahacas
recién humedecidas
por la lluvia del alba.

¡Oh, aroma de la lluvia


Sobre la tierra cálida!
¡Sendas en flor!... ¡Canciones que se enredan
con el rumor del agua!
¡Risotadas del río
cuando cruzan el vado las zagalas!...

Preludia, amor, al lírico


modo de Celia, una canción de Pascua:
mi corazón palpitará en los broncos
latidos de la caña,
o en obstinados giros
rodará con la rueda de chapacas.
A M A N C AYA S 77

También la mañanita,
como una campesina trasnochada,
hará girar su pollerín celeste
al ritmo de los cánticos de Pascua.

ZAMPOÑA DE VOCALES CHAPACAS


A Eduardo Calderón Lugones

Moza de Cella
De tentación: ¡me enajena
el olor a resolana
que arde en tu carne morena!

Moza de Cella, la endrina


cabellera tuya es lona
de mi tienda campesina
donde tu amor me traiciona.

Por el olivar, ¡ahijuna!,


con mi cuchilla de luna
yo persigo a la hortelana
de los ojos de aceituna.

¡Ay, los ojos de aceituna


ya no se abrirán mañana!...
¡Qué olor de sangre villana
tiene esta noche la luna!

MARTIRIOS DEL TRIGO CHAPACO


A Enrique Zeballos

Siembra
¡Nacido de tantas muertes,
va a morir por nuevas vida
Hermano buey: cava el surco,
y que el Señor lo bendiga.

Siega
Media luna de diciembre:
hoz de plata en la colina.
Tiembla de pavor la carne
madura de las espigas

Trilla
Centauro pasa de fuga
por las eras campesinas;
y van sus cascos de estrellas
descabezando gavillas.
78 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Avienta
Las cuatro bocas del viento
resoplan sobre la trilla.
(¡Así resuella la muerte!...)
Y el trigo se escalofría.
Troje
Y luego, en su calabozo
profundo como una cripta,
sufre al añorar el verde
columpio de las espigas.

Molienda
Al son del agua del cerro,
la luna redonda gira
como rueda de molino...
Y la simiente agoniza.

Amasijo
Manos brutales profanan
la carne en flor de la harina,
mientras el sol, como un horno,
abre su boca amarilla.

Pan
Viene a inmolarse en el ara
de tu mesa campesina,
por renovar en tu sangre
la canción de cada día.

Hostia
¡Trigo del Sagrario,
cuerpo de Dios en la Eucaristía!
¡Tú aseguras, tras la muerte,
el milagro de la vida!
A M A N C AYA S 79

BAJO EL CHURQUI GRANDE


A Carlos Lazcano Márquez

¡Vamos a la casa!
¿No vis que ya es tarde?
¡Malhaya el marido
que me dio mi magre!

¡Pa qué me diriya:


-“Rosario, casate!
Yo‘stoy ya muy vieja,
lo mesmo que el sauce
que mira los joyos del patio,
ya doblau de achaques,
tantiando la tierra
donde ha de acostarse.
¡De juro muy pronto
tendrís que enterrarme!
“Y entonces, solita en el mundo,
quedarís sin naide:
hoja echada al viento
de las tempestades.
Aqui jaita un hombre que te cuide mucho
como a mí tu pagre...

“¡Y velay que el Pegro te quiere’.


Rastriando tus pasos se vino hasta el Valle
como viene el riyo, jinchau de aguaceros,
abriéndose cauce.
¡Dejá que en su orilla retoñen
mis raíces!
Ya no me dís penas,
Rosario, ¡casate!”
¡Ay, qué me jariyan
aquellas palabras que dijo mi ma
Sesguió un rejusilo
de miedo en mi carne.
Perdí la cabeza.
El sol del verano
me quemó la sangre...

Y ese mesmo diya,


al cayer la tarde,
enguelta en el oro
del churqui coposo más grande,
cayó la doncella
que agora ya es magre...
80 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

¿Ma miren al perro


que debe cuidarme?
Se pasa las noches de tuna;
los diyas, comiendo de balde...
-¿Te ganáis siquiera
con sudor los ríales
que gastáis en chicha
toriando a las mozas del Valle?

¿Quién es esa imilla


que te llama al baile?
¿Y la que en la rueda
te dijo: “Compagre”?
¿Y la que te muestra los dientes agora,
al volcar el mate?...

¡Vamos a la casa,
tei dicho, ya‘s tarde;
que si no te pongo
las mesmas señales
que tuvo en la cara
el jinau tu pagre!...

(Yo‘staba sentau en la pirca,


detrás los mollares;
y vide que el hombre, dejando la jiesta,
se jué por delante.
Detrás, la Rosario
gritaba: “¡Aguardame!”.

Y en vez dir camino a la casa,


los dos se perdieron entre los churquiales...
¡Ay, qué olor más gueno
daba el churqui grande!
¡Cómo se meciyan los trigos maduros
al tibio resuello del aire!
Y el riyo, a lo lejos,
doblando las chilcas fragantes,
más macho que nunca
iba por su cauce...)
A M A N C AYA S 81

LA CRECIENTE
A Germán Quiroga Galdo

¡Agora ya nada
me queda en la vida!...

De balde en invierno
me pasé los diyas a
briendo en la tierra
surcos de fatiga.
Desyerbé las melgas
cuasi de rodillas,
y alzando los brazos al cielo
jeché la semilla.

Es cierto, brotó la simiente,


con sol y llovizna;
los verdes retoños crecieron,
jinchaus ya de vida,
y el oro del sol de verano
cuajó en las espigas.
¡Ay, cómo doblaban sus cabezas rubias
las altas gavillas,
cuantito soplaba su quena la brisa!:
¡Nunca p‘Año Nuevo
vide a las imillas
cimbriarse en la rueda
con tanta alegriya!...

Pero redepente,
del lau de Salinas,
el viento -tropero de nubes-
resolló con ira.
Viborió un relámpago
por las serraniyas.
La ruda carreta del trueno
rodó tuito el diya.

¡Y velay que ciega de espumas,


bramando como una tropilla
de toros en celo,
llegó 1‘avenida
por las anchas playas
de Calamuchita!

¡Entuaviá me acuerdo
de aquella creciente maligna!...
Lamiendo la tierra
se acercó a las miscas,
tumbó los trigales,
82 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

embistió a las pircas,


y después, de un solo pechazo,
se llevó las viñas.

¡Agora ya nada
me queda en la vida!...
Y como p‘al pobre
las penas no llegan solitas,
también se me aguaron las bodas
con la Primitiva.
¿A que naides creye lo que en ese trance
me dijo la imilla,
soltando su voz como un chorro
de agua cristalina?...
-“Damián, ya no quiero casarme;
tomá tu sortija”.

Rodó el aro‘i plata


por entre mis manos vaciyas,
como un ojo ciego
quemau con ceniza.

¡Y en vez de ajorcarla
con sus mesmas cimbas,
de arrancarle el sucio corazón a tajos,
como una granada podrida,
me quedé jaciendo
rodar la sortija!

VILLITA CHAPACA

La villa chapaca
forjada con limos
olorosos, viste
como una mocita de Pinos:
rebozo de cielo,
pollera de churquis floridos,
y en la enagua un blanco ribete
de espumas de río.

Se baña en los vados del alba


con pudor antiguo;
y son como senos
desnudos sus dos campanarios altivos.

Villita chapaca:
¡zambulle en el río,
o hazte con la niebla
del alba un corpiño!
A M A N C AYA S 83

¡Vela tus campanas cristianas;


no llames ya a misa el domingo!
que por tus fragantes
y claros caminos,
floridos de coplas
y ponchos nativos,
por donde llegaba la ofrenda
del pan y del vino,
-antaño traída en las árganas
de un manso borrico-
se acercan, ahora,
los males del siglo...

La guerra galopa en el ebrio


corcel del instinto...
Y vendrán soldados, soldados, soldados,
al son de un tambor de exterminio,
a violarte el alma
después de exprimir tus racimos...

Villita chapaca:
¡que te lleve el río,
o que se desplomen los cerros
sobre tu bautismo!

¡Bórrate del mapa!


¡Retoma a tus limos
olorosos! ¡Vuelve
sin mácula al polvo de donde salimos!

CANTO DEL HOMBRE ÁRBOL

Amada, no me digas
que me vaya del pueblo.
Me quedaré en el último
recodo del sendero
por donde se marcharon
los que jamás volvieron...

Ya sólo soy un árbol.


El terruño moreno
me nutre con la savia
profunda del recuerdo,
mientras cantan los pájaros
del alba en mis cabellos
84 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Para atisbar el mundo


me alargaré hasta el cielo,
y apoyaré mi altiva
cabeza en los luceros;
aunque es mejor, a veces,
no ver nada...ser ciego.
Me enredaré en los cuatro
pentagramas del viento,
para anotar la música
que sopla desde lejos;
aunque es mejor ser sordo,
como el mejor coplero.

Verdad diré mis coplas.


columpios lugareños,
tejidos con el caito
de cinco tonos lentos,
en que se mece el ancho
corazón de mi pueblo.

-¿Que ha de venir un día,


hacha al hombro, el labriego,
-aquél a quien di el fruto
maduro de mis versos-
para talar de un golpe
la fronda de mis sueños?...

Verdad, un dia el árbol,


despedazado en leños,
será -después de llama-
humo y ceniza...pero,
¡no me digas, amada,
que me vaya del pueblo!

Me quedaré en el último
recodo del sendero,
¡arañando la tierra
y bebiéndome el cielo!,
erguido y solitario
como el postrer ejemplo…
¡Ah, tú diras que labro
Mi cruz en mi madero!...

Verdad, pero mis brazos


en cruz sobre los muertos,
arrojarán el germen
de los árboles nuevos.
A L B O R D E D E L A S O M B R A 85

... “Altísimo poeta, ahora señor de perfecciones líricas. Este es el poeta que ofrenda una obra
de aquellas que uno guarda en la avarienta selección de sus libros”.
(Porfirio Díaz Machicao. (Presencia. 1964)
86 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

SIEGA
LA SIEGA

Los hombres se arrodillan


para iniciar el vía crucis de la siega,
y avanzan silenciosos, ritualmente,
en desigual hilera.

De las curvadas hoces


brotan breves relámpagos. Caldea
el sol. Y las obscuras frentes campesinas
se aljofaran de estrellas.

Cae un rubio horizonte de gavillas


al filo de la siega;
el aire se azucara
con el olor de las melladas hierbas.

Rondas de golondrinas
enguirnaldan la bíblica faena,
y con el tenue viento de sus alas
enjugan las estrellas.

RUTH

Las mujeres, curvadas como gajos


en flor sobre la tierra,
recogen las primicias del tesoro
que el segador les deja.

Después, cuando en sus hombros doloridos


la tarde se recuesta,
retornan con un lio
de sol, como escapadas de las églogas.

Sólo una espigadora


—mies de amor de la vega,
olvidada del tiempo y de la muerte-
se rezaga en la senda.

Desde un lecho de parvas,


el amo del rastrojo la contempla:
¡El quisiera ligar con sus miradas
los finos pies de greda!
A L B O R D E D E L A S O M B R A 87

Un encendido pulso de su sangre


campana en són de fiesta
le augura el dulce arribo del amor
a las nocturnas eras …

La noche fluye como un ancho río


de sombras. A su vera,
cansado de esperar, un hombre triste
encanece de estrellas.
Y, en vez de Ruth, asoma
el alba por la sierra.

PASTORELA

Tu pan tiene el aroma de loa surcos


donde madura el trigo;
tu copa, la fragancia del viñedo
cargado de racimos;
el sol de la vendimia
reverbera en tu vino

El cedro de tu mesa huele a bosque;


La fresca espuma del mantel, a río;
a nube de aguacero las cortinas
me mece el aire perfumado y tibio.

Todo lo que tú tienes


—la fuente, el colmenar, la paz del nido
la bandera de humo que flamea
sobre tu techo, al margen del camino—
viene de antiguas églogas,
en vuelo de paloma y són de grillo.

Pero tú misma traes


del más lejano idilio,
frescor de mentas en los pies desnuda
y en la alta frente, suavidad de olivo.
88 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

RUTAS DE AMOR
ALBA NUEVA

Recogida en la noche de tu pena,


Olvidaras la flor, el astro…
¡Abre ya las ventanas de tu alcoba,
de par en par, al sol del campo!

Deja que la pupila del espejo,


Tanto tiempo velada por tu llanto,
Se aclare con la nívea
Copa de los naranjos.

Que te embriague la brisa mañanera


con el jugoso aroma de los pastos,
y se adentre la voz de la quebrada
a cantar en tu alcoba como un pájaro.

¡Vuelve a salir! Por los caminos


te asaltará el abrazo
fecundo de los árboles,
en una primavera de milagro.

Y volverá tu risa
a ser agua, de nuevo, por el campo.
¡Qué sedientas palomas
perseguirán tus labios!

CORAZÓN DE ESTRELLA

Vengo por los caminos de la música,


mis nervios se enredan
las puras y fragantes melodías
que flotan por la vega.

Tañe un violín... Desgrana


el collar de sus ritmos en la rueda
pascual, y son tus pasos
las notas más alegres de mi senda.

Vengo por los caminos del otoño


con sed de primavera,
y florece en el junco de tu talle,
donde la brisa duerme y se despierta.
Cómo afluye la sangre de la aurora
al rosal de tus venas!
A L B O R D E D E L A S O M B R A 89

Después, como la noche de mis pagos,


cae tu cabellera,
perfumada de lluvia,
y ardida de luciérnagas.

Vengo por los caminos de la noche,


con sed del alba, y a mi sed allegas,
en la copa de arcilla de tu cuerpo
un corazón de estrella.

DESBORDE

Ella vino a mi valle, de repente.


Con bullicio y aroma de quebrada
se deslizó cantando,
tumultuosa y fresquita como el agua.

Yo le opuse el reparo de mi pechoi,


del fuego de mi sed
hice una valla, para que se virtiera
en el ávido cuenco de mi alma.

Mas la quebrada indómita no quiso


ser remanso de amor. . . Y, despeñada
por todos los atajos, fue su música
a extinguirse en la arena de las playas.

No resurgió en la chispa del rocío,


ni la exprimió la nube en una lágrima.
Sólo mi corazón escucha, en sueños,
la extinta voz del agua.

CARICIA IMAGINARIA

Amo como el espejo de las fuentes


su belleza desnuda.
Canta para los ojos
esa línea que ondula
en las piernas de mármol de la diosa
y en su cadera augusta.

Amo como el arroyo


La flor de su cintura,
que rima con el breve
ceñidor de la espuma.
¡Oh, ese rasgo de ala en que se quiebra
el talle de la guzla!
90 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Amo como los pájaros


las pomas diminutas
que pinten sobre el gajo de su cuerpo
rubor de aurora sobre nieve pura

Y su garganta heráldica,
su boca jugosa, ¡ya madura
para catar el vino de los besos
que no he de darle nunca!
Desde el arco del pie, morosamente
hasta la comba excelsa de la nuca,
se enreda la caricia imaginaria
como nube de incienso en mórbida columna.

BALADA DEL AMOR IMPOSIBLE

-… Gitana, por la siringa


De su nombre ya en mis labios.
-Escúchalo en las campanas
De la lluvia sobre el campo.

—¿En el agua de su voz


pican sonidos los pájaros?
—Su voz se afelpa en silencios
como en el musgo el orvallo.

—¿Anuncia la primavera
o el despertar del verano?
—Ya en el tallo de su cuerpo
la flor trasciende a durazno...

—¿Brisas del alba aligeran


la música de sus pasos?
—Ella vendrá cuando el vino
del sol madure en sus labios.

—¡Ah, qué vendimia de besos


bajo el fuego de mis pámpanos!
—Yo sólo veo ceniza,
polvo y ceniza en tu mano...

¿Gustará mi polvo, al menos,


la caricia de sus rastros?
—Ya las escobas del viento
lo habrán barrido del pago.
A L B O R D E D E L A S O M B R A 91

-Pero, ¡he de verla, he de verla


Desde mas allí del barro:
Seré la luz que ilumine
Las pupilas de mis vástagos!

COPLA

¿Qué dicha es esta que llora,


y qué pena la que canta?
Dicha de amar, y la pena
de amarte sin esperanza. ..

Yo camino hacia la noche,


mientras tú llegas del alba.
Entre tu luz y mi sombra
hay una inmensa distancia.
Y sin embargo, te llevo
como una estrella— en el alma

Tú traes la primavera
y eI cielo azul en la faldas;
en mis hombros doloridos
se recuestan las montañas.
Entre tu cielo y mi piedra
se me han trizado las alas.
Y sin embargo aligeran
mi corazón tus miradas.

Verde espiga en aúreo surco,


a ti la vida te aguarda;
maduro para la siega,
a mí la muerte me llama.

Entre la vida y la muerte,


cabe todo en una lágrima:
¡dicha de amar, y la pena
de amarte sin esperanza!...
92 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

ARBOLES
LA ENCINA

La encina da al camino
su sombra y su perfume.
¡Qué palio de frescura
cuando la fiera lumbre
del sol prende en la arena
sus cegadoras luces!
¡Y qué lluvia de cósmicas
favilas, qué derrumbe
de estrellas por la criba
de su nocturna cúspide!

Hospeda al peregrino
bajo su reciedumbre;
es cobijo de amantes
en las noches azules;
ancho albergue de vida
y estación de ataúdes.

Canta con el que goza,


llora con el que sufre.
Su fronda, estremecida
por el viento, difunde
un murmullo de besos
o de plegarias fúnebres.

La encina da al camino
su sombra y su perfume.
¡Tan de pan es su aroma,
frescor, tan de nube!,
que el camino, cansado
de tanto errar inútil,
como un perro, a la sombra
se recuesta de bruces.

I Ah, que grave pecado


de la encina: interrumpe
el paso del camino,
lo embriaga y lo seduce!
A L B O R D E D E L A S O M B R A 93

Antes de que el hachazo


del verdugo la tumbe,
¡que la cercene un rayo,
que el viento la desnude,
que los voraces soles
del estío trituren
sus resinosos leños
en una inmensa lumbre,
y que se quede el hombre
sin sombra y sin perfume!

TRES CIPRESES

El mayor de los tres, el que esparcía


Su corazón en líricos rumores
—arpa de golondrinas,
salterio de tormentas y ciclones—,
se derrumbó en la hora de la
como un titán del bosque.

Los otros dos quedaron


cual extáticos monjes,
entregando plegarias y plegarias
al viento de la noche.

No en la tromba de Dios cayó el segundo,


sino al hacha del hombre:
La médula del rezo fue vendida
en olorosos leños y tablones.
¡Vendida la plegaria
por monedas de cobre!

Flecha de savia disparada al cielo


Para ensartar estrellas, alta torre
Del coral de los pájaros -¡oh, mástil
En que la aurora izaba sus pendones!.—,
ya el último ciprés no apunta al cielo,
y es de una nueva casa el horizonte.
¿Por qué junto al ejemplo de los arboles
-beatitud de ciprés, vigor de roble,
gracia de ceibo en flor o paz de olivo—
no ha de morar ni ha de morir el hombre?
94 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

EL ALAMO

De todos los guardianes de la casa,


ninguno tan hermoso como el álamo.
Es cuatro veces bello
Alrededor del año.

Se le cae la seda azul del cielo


entre los fríos y desnudos brazos:
cordaje en el que anotan, al posarse,
su silenciosa música los pájaros.

Y cuando, en primavera,
su corazón de miel estalla en gajos
de perfumadas yemas,
se torna en incensario.
de perfumadas yemas,
se torna en incensario.

La verde copa en que mitigan


su larga sed los vientos del verano,
finge un rumor de agua, una salmodia
¡Oh, cúpula de oro! . . . Ya la brisa
pascual agita el frágil campanario.
Cada hoja de sol repica al viento:
-¡Cristo ha resucitado!

EL VIEJO PARQUE

Ei viejo parque donde ayer alzaban


su perfumada copa los naranjos,
ya es cemento, no más, y sol a plomo,
en vez de fronda y flor y cántico.

Los árboles cayeron uno a uno


—como los nobles sándalos
que perfuman el hacha que los hiere-
salvajemente mutilados.

Algunos se aferraban a la tierra,


defendidos, quien sabe, por las manos
crispadas en raíces,
de quienes los plantaron.
A L B O R D E D E L A S O M B R A 95

Nadie dijo al hachero:—«No degüelles la sombra que cobija a los ancianos;


aquí aguardan los niños el prodigio
del sol fructificado;
pliega el amor sus alas
entre floridos gajos,
y al rumor de los besos se deshoja,
en azahar, el nimbo de los astros»...

Hubo un silencio cómplice,


más brutal y dañino que el hachazo
¡Y ya sólo es cemento y sol a plomo
el naranjal romántico!

Aquí estampó el galope del progreso


Sus rutilantes y sonoros cascos,
pero, ¿en dónde—¡Dios míol—
van a cantar los pájaros?

EVENTOS
EL OFENDIDO RÍO
A Malisa Moretti Canedo de Briglia

Sed de riego del sembrío


¡Terrible sed!... Ya las chacras
se retuercen en los surcos,
inútilmente sembradas.

Tras de vanas rogativas


Y de estériles plegarias,
se escaparon, «desde el cerco
de los dientes», las palabras,
para maldecir al río,
trocado en mísera charca.

Un hortelano le dijo,
arrojándole pedradas;
Otros años descendías,
como un dios, de la montaña,
trayendo para el sembrío
la canción vital del agua.
¡Ahijuna, que hoy se te pudre
la canción en la garganta!
96 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Y trajo el viento una copla,


con el despuntar del alba:
¿Te acuerdas de cuando fuiste
ceñidor de las zagalas,
espejo de lavanderas,
de estrellas, nubes y alas?
Hoy, en tu lecho de lodo
hasta las sombras se manchan.

Con su cántaro sediento


de lluvia, bajo la calda
del mediodía, una moza
vino hasta e] pujío por agua
En los ojos de la arena
ni la humedad de una lágrima,
Entonces le dijo al río:
¡Cualquier mujer te cabalga!...

De pronto, como un asalto


de perros con mal de rabia
(hirsutos lomos de arena
belfos de espumas amargas)
llega el río y arremete
contra el campo, a dentelladas.

Y se quedó el hortelano
sin su tierra y sin su chacra;
le quitó al cantor la viña,
y a la mocita, las faldas.

¡Ay, de la pollera nueva


-globo azul en la avalancha
del vado por donde huía-!
¡Naufragio de las abarcas!
Y de un empellón el río
la echó desnuda en la playa.

LA NIÑA EN PENA

Tiene una pena tan honda,


que por ser muda es tan india;
no encuentra efugio de lágrimas
ni palabras de evadida.

Para que ignoren las gentes


Cómo quema, a llama viva,
la agazapa en sus entrañas,
tras un velo de sonrisas.
A L B O R D E D E L A S O M B R A 97

Pero la pena, ¡tan pena!,


luna tras luna se iba
transformando en un venero
de ignoradas alegrías…

No importa ya que las gentes


se digan lo que se digan:
ahora, ríe la pena
y tiene llanto la dicha.

¿Para quién teje esas blancas


madejas de sus cantigas?
En sus impacientes manos
aletean las caricias. . .

De la orilla de la noche
a la ribera del día,
por el puente de su entraña
llorando llega la vida.
Toda la leche del alba
colma sus pechos de arcilla,
y el corazón se le expande
en llamarada divina.

¡La luz del alumbramiento


te iguala a Dios, clara niña!

TRANCE

Un hombre sopla en la quena


el más dulzón de los vientos,
y una fosa pequeñita
cava, a golpes, el pandero.

En las manos del padrino,


sumergidas en el cielo,
gira como un ala rota
la caja del niño muerto.

Trotan hombres y mujeres


mascullando un canturreo.
Soga de polvo, el camino
se les anuda en el cuello.

Cae del sol una asfixia


como de fiebre, un flagelo
como de peste, una angustia
como de muerte en el pecho.
98 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

A la sombra de una encina


se apelotona el cortejo,
para beber aguardiente
y recobrar el resuello.
Y otra vez, tras la flauta
danza y cántico. Mareo. ..
Y el corazón del tambor
rebotando entre los cerros.

SIEMBRAS
HERMANO VE A LA TIERRA

Hermano, vé a la tierra.
Tatúala de surcos.
Que tu sudor la torne
de erial en tálamo fecundo.

Ella pondrá en tu sangre envejecida


un renovado pulso.
Será como una amante:
calor vital y penetrante efluvio
de primavera tiene
su regazo desnudo.

Echa al voleo, hermano, la simiente,


como si fueras Dios sembrando mundos.
¡Por el don de tus manos,
cuna será la tierra y no sepulcro!

Hermano, ve a la siega.
Prolonga en hoz la fuerza de tus músculos
¡Tuya será la gloria
de cosechar el sol en áureos frutos!
Después vendrá la fiesta de la trilla.
Bajo un temblor de cascos inseguros
redoblarán los parches de las eras,
desde el alba al crepúsculo.
Y aventarás el trigo polvoriento
en las heladas ráfagas de junio

Hermano, ve al molino.
Ese patriarca músico
copla de piedra y agua
en natal contrapunto—
demolerá cantando
el trigo del terruño.
A L B O R D E D E L A S O M B R A 99

Hermano, da a tu pueblo,
con el pan de tu harina, paz y júbilo
¡Tu primera moneda será un beso
escurrido del sol hasta tus puños!

LA HIJA
A Carlos Lazcano Márquez

Tu sangre, con hervor de primavera,


anhelaba una hija. Por la nieve
de un camino de almendros llegaría,
como un aroma, a refrescar tus sienes.

Te vi con mano temblorosa


acariciarla, anticipadamente,
en la flor de las uvas
en Ia temprana espiga de septiembre.

¡Cómo no prolongar el talle de la madre


en la mies de las mieses,
mecida por el viento de una estrella,
sobre la tierra verde!

¡Ah, la hija, la hija:


cuna de amaneceres!...
En sus tiernas pupilas aguardabas
un mensaje celeste.

Y fue no más que un sueño


(yo sé cómo te obsede),
el aroma de un sueño,
desvanecido siempre.

Pero un día, tus hijos


—¡oh, musicales ráfagas que crecen!-
soplarán en los surcos de la vida
la flor de tu simiente.

Y será espiga y flor el grito de tu sangre,


sobre la tierra verde.
¿No escuchas cómo zumban las abejas
en un alba que adviene?
100 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

REMANSO
REFUGIO

La casa aguarda, en la vera


del camino, al caminante
Y le da la bienvenida
con los brazos de los sauces.

Tiene, de noche, una lámpara


cuya lumbre va alargándose,
a través de las tinieblas,
como una mano, en su alcance.
Tino, bebido con sed,
y pan, comido con hambre;
blando lecho para el sueño
que sueña en sus propios lares.

Y al amanecer, la venda
del agua fresca en la carne
gozosa del que se marcha,
con la venia de los sauces.

Eso fué ayer, en los tiempos


generosos de mi madre.
Después, la casa no quiso
saber ya nada de nadie

Ciega estaba sin su lámpara,


muda sin su voz de antes,
sorda desde que asaltaron
a balazos, los saguanes.

Pero fieles, como perros,


se quedaron los umbrales,
esperando que unos hombres
viniesen con mi cadáver.

Mas, yo llegué con mis hijos


—¡crecidas sabias, cantares!
y mi mujer: lumbre nueva
en el hogar y en mi carne.

Y la casa volvió a ser


-pasara lo que pasase-
a la orilla del camino,
refugio de caminantes.
A L B O R D E D E L A S O M B R A 101

PEBETERO DE OCTUBRE

El martillo del rayo


Golpea sobre el yunque
de la montaña; prende
llamaradas de azufre,
y echa a rodar las cimas,
trizadas en aludes.

Los sordos estampidos


del trueno repercuten
lejanamente; luego,
se aduermen en las cumbres

La lluvia—como un álamo
enraizado en las nubes—
se deshoja en rumores
sobre la tierra; fluye
por los surcos sedientos
y exhala su perfume.

Es el copioso aroma
de la vega, la múltiple
fragancia de los huertos,
el olor limpio y dulce
de elementales búcaros
que el agua pluvial funde
en un solo sahumerio
de volutas azules.

La tierra es como un calido


pebetero de octubre;
una oración que asciende,
evadida en perfume.

EL CARDO

El cardo polvoriento,
con trazas de rufián y de mendigo
no va a pedir limosna
a la orilla del áspero camino.
Sale a ofrecer a los romeros
El agua que custodian sus espinos.

Pero hay que hender sus erizados leños


a tajos de cuchillo,
para que mane el agua
del venero escondido.
102 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Parece que al saciar la sed ajena,


el cardo compasivo
mitigara de un solo sorbo amargo
su propia sed de amor y sacrificio.

Después, torna a exprimir la tierra avara;


a chupar la humedad de mata y guijo;
a lamer, en el viento,
briznas de escarcha y gotas de rocío.

Y cuando se desgaja
la lluvia en primavera, de improviso
el cardo milagrero se corona
de sangrientas ulalas de prodigio.

En el aire recién lavado flota


Un perfume eucarístico;
y sólo entonces llegan hasta el cardo
mariposas de luz, alas y trinos

PRELUDIO
A LA MUSICA

¡Qué hacedora virtud la de la música!


El aliento de Dios sopla en el órgano,
levanta catedrales de sonidos
y reedifica el cosmos.

¡Qué milagro inmortal el de la lira!


Con nuevos sones órficos,
Anfión construye aún para el ensueño
un lejano país maravilloso.

Como el amor, la música,


esa delicia astral de ritmo y ósculo,
proyecta al infinito
el corazón absorto.
¡Qué embriaguez de lo eterno
en tan fugaz arrobo!
¡ Qué evasión la del alma
aventada del polvo!
En los celestes pechos de la diosa,
helamos vida y muerte, pena y gozo.
A L B O R D E D E L A S O M B R A 103

Y cuando descendemos
del éxtasis sonoro,
marchamos como amantes desterrados
sobre rutas de plomo.
Nuestra pasión de música
pide música a todo:
a la siringa de las primaveras,
y a los sistros de cobre del otoño;
y al piano matutino del arroyo.

Y cuando, al fin, el grillo enhebra nuestros sueños


a su violín eglógico,
esa divina chispa
que Dios prendió en nosotros,
retorna a las estrellas
un breve relámpago de oro

DE AÑO NUEVO

Con anillos de lluvia


y abanicos de alondras
golpea en el cristal de de tu ventana
la mano de la aurora.

¡ Y qué lírica diana


la que te tocan
gargantas húmedas de cielo,
alas y frondas!

Aprende el himno nuevo


que te enseñan las cosas
humildes de la tierra:
el cardo en flor, la hormiga labradora.

i Ah, la vida, la vida esta mañana


canta como una gota
de agua! Pero, a veces,
sus lágrimas perforan
el corazón . . .
De sencilla se torna
en rudo laberinto; repta
debajo de las rocas.
Tiene de todo:
Miel de luz, hiel de sombra.

Hoy, la dicha en tus manos porque oprimes


el apretado seno de las rosas
porque siembras el trigo y acaricias
el tierno recental y la paloma.
Después, mordiscos de serpientes,
quemaduras de pólvora…
104 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Y con todo, la vida es un milagro:


una celeste antorcha
hurtada a las estrellas
por esta carne tímida y heroica.
No vivirás dos veces,
¡ hay que vivir ahora!

Brindemos sobre rusticos manteles


el encendido vino de las moras.
Da tu pan al hambriento
y al que haya sed, tu copa.
¡ Vuélcala sobre el mundo
—ebrio de sangro, a la redonda-;
melifica su entraña
y embriágalo de cánticos y aromas!

OTOÑO

Este vago crepúsculo de otoño,


tenues celajes de amatista
difunde por el cielo de la tarde
una honda y sutil melancolía.

Como a través de un tul se desvanece


El lejano paisaje en la neblina.
Sobre el perfume azul de las violetas
se deshojan las frondas amarillas.

La brisa del otoño,


entre los arboles,
una balada de Chopin musita,
mientras las hojas huyen en bandadas
de suspiros y notas imprecisas.
Y el soplo musical del viento finge
el eco de las voces de otros días,
de aquéllas que con lánguida ternura
dijeron nuestros nombres en la vida.
De aquellas voces muertas que, por suaves,
ahora se transforman en caricias
de labios invisibles, cuando el viento
nos da un beso de seda en las mejillas.

Lentamente, la tarde se extenúa


bajo el sudario de la noche fría,
Y, más tristes que nunca, las estrellas
-como los ojos que la muerte vidria-
a ratos nos parece que se apagan,
y a ratos, que se encienden y nos miran...
A L B O R D E D E L A S O M B R A 105

PRESAGIOS
PLAGA

Ya el largo sueño de la tierra


Se evapora en neblina,
y en la afilada ráfaga del viento ,
la niebla se acuchilla.

Sale el sol. Sube un pájaro


como una tensa aspiración de dicha;
con la cruz de sus alas
el día se santigua.

Por el camino azul de las acequias,


llega la primavera a la campiña.
Del verde pentagrama de los surcos,
asciende la callada melodía
de las huertas en flor. Tempranamente
canta el maizal el canto llano de la vida,
mientras se eleva al cielo
la cándida oración de las espigas.

¡Qué promesa de oro


para la troj desnuda! ¡ Y qué vendimia
para el lagar sediento!
Dios granará las uvas a medida
que del collar del tiempo se desgranen
las luminosas cuentas de los días ...

De improviso, en el campo
la sombra de la muerte se desliza.
Ciego se ha vuelto el sol. Y crepitantes
alas de pesadilla,
agobiando los árboles, invaden
tierra estremecida…

Después, no queda nada. Ni el aroma


de una olvidada flor entre las ruinas.
la plaga ha triturado
con sus agudas sierras la campiña.

—¿En qué rastrojo espigarán los hombres


Su doloroso pan de cada día?

Dan ganas de gritar una terrible


palabra sin orillas,
una sorda blasfemia que rebote
del fango hasta las cimas
de Dios… Pero los niños tañen
las campanas de plata de su risa...
106 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Y, en vez de maldecir, hinco mi pena


sobre el tapiz del valle ya en cenizas.
Y alabo al cielo porque aún nos deja
esta oscilante llama de la vida.

PESEBRE

-¿Cómo haremos el retablo


de Navidad, si la muerte,
con sus sierras de langosta,
ha trizado el campo verde?

Lo oprime, en vano, la acequia


como un abrazo celeste:
ya no brotará de nuevo
la atormentada simiente.

Para la cuna divina,


no queda un brote de césped
Sólo en el recuerdo flotan
los aromas de Diciembre.

—¿En qué espigas va a soplar


el aire sus villancetes?
Los labios del viento añoran
su caramillo de mieses.

Pero una voz de milagro


—humo de incienso silvestre—
sube de la tierra como
cuando en el valle amanece:
—Yo soy pobre: nada tengo,
Niño Dios, para ofrecerte;
y aunque desnudo, te allego
mi corazón por pesebre.

Y así acunado
de villancicos agrestes,
nacerá en los corazones
el Salvador de la muerte.
A L B O R D E D E L A S O M B R A 107

LA VIEJA CASA
¡Cómo la roe el tiempo!
Una inminencia trágica
de tempestad final, la hunde en el polvo,
al pie de la montaña.

Alguien la llora: en sus ruinosos techos


hay goteras de lágrimas,
y el carcomido barro de los muros
retorna a la quebrada.

De tan vetusta, a veces,


tiene un aire de infancia,
cuando la arrulla y acaricia
el alto sauce con sus verdes ramas.
Las palomas que rozan los aleros
casi le prestan alas.

Por los rotos postigos


se precipita el alba
con aroma de huerto.
Y de estancia en estancia
va rebotando el tibio
mugido de las vacas.

Aquí crecimos, todos,


de mayor a menor, como las cañas
de una breve siringa,
al soplo musical de las mañanas.

Aprendimos la música del río


y el canto de la lluvia en la montaña
¡Qué vibración de estrellas nos traía
la brisa perfumada l

Éramos cuatro ecos


de la misma plegaria
que nuestra noble madre repetía
en la paz de la casa.
Pero un día, el más tierno de los tubos
-caño con luz de sol y voz de agua-
se nos quebró... Y ya, ¡nunca!, ningún soplo
volvío a tañer la flauta.

En cristal hecho trizas


se extinguió la plegaria,
y un viento de tormenta
nos barrió de la casa.
108 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Ella también se hunde


como buscando, al pie de la montaña,
el polvo de las manos campesinas
que alzaron sus murallas.

PLEGARIA DEL ROSAL

No tuve más pecado


que enraizarme en la tierra y florecer.
Me entregaba en perfume:
era mi modo de querer.

No tuve más pecado


que amanecer
con el alba en mis pétalos,
y un asomo de luna al atardecer.

Pero un día mis rosas se empinaron


al viejo y alto muro, para ver
las cosas de la calle. . .
(Toda rosa es, al fin, una mujer).

¡Qué brutal el saqueo!


En cada innoble vi crecer
el garfio y la cuchilla. Mis espinas
no me pudieron defender.

Y fue un deshojamiento
de estrellas, un caer
de pétalos del alba
y cercenados pechos de mujer.

¡ Derríbame, Señor, con tus tormentas


sobre la tierra que me vió nacer,
que también me robaron las espinas
que Tú llevaste ayer!
Señor, ¡ a ras del suelo!
Pequeño, tan pequeño
que me ignoren las gentes si yo vuelvo
en otra primavera a florecer
A L B O R D E D E L A S O M B R A 109

EL TINAJERO

Aunque ya había transpuesto


los límites del otoño,
conservaba este alfarero
la luz de Dios en los ojos,
y en el garfio de dedos
un tacto maravilloso.
Yo quise un cántaro suyo
para el mejor de mis mostos,
y dijo que me lo haría
«pulido a punta de gozo»,
de una arenilla dorada
y un limo obscuro y remoto.
y un limo obscuro y remoto.

Modelado, al fin, el cántaro,


después de un año redondo,
lo cocieron una noche
bajo los astros de oro.
Y como un seno desnudo,
se fué esponjando al rescoldo.

Luego, lo colmé de un vino


musical. El amplio chorro
cayó cantando una fácil
escala de cinco tonos
hasta que, ronco de espuma,
quedó al borde, silencioso.

Tapé la ánfora exquisita,


y luego, a modo de rotulo,
grabé una cifra y el nombre
del alfarero, al contorno.
Y, escondida en la bodega
se fue cubriendo de polvo.

Un mal año, el tinajero,


ávido de un limo cósmico
se marchó con la tinaja
de la muerte sobre el hombro.
iQué vino predestinado
correría en su velorio!
Cuando baje a la bodega
a trasegar mi tesoro,
el ánfora rezumaba
sangre de vid por los poros
—¡sangre añeja!—, pero dentro
ya no quedaba ni un sorbo.
110 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

HACIA LA SOMBRA
SER COMO EL ARROYO

Ser como el arroyo


una voz tan simple
de canción que llora
llanto que ríe

Llanto en la montaña
de heroicos perfiles,
donde al primer rayo
de sol, se deslíen
las nubes en lágrimas;
risa en el declive
del agua; chasquido de espuma
despeñada en iris.

Y luego, en el valle, canción de fugaces


notas infantiles;
música del sueño;
campana del alba, deshecha en repiques.

Ser como el arroyo:


vida de la humilde
y encorvada higuera;
jugo de las vides.

Brotar, dispararse
en flecha de espuma sobre el campo virgen;
rodar sobre lascas y arenas de fuego,
y, al fin, extinguirse.

Ser como el arroyo:


¡Qué cosa tan simple!

LA ÚLTIMA PRIMAVERA

Los últimos rumores de septiembre


se apagan con el día.
Solo la vaga música
del arroyo se afina
para trocar en són de llanto
el murmullo del agua que reía.

No en vano, en el pañuelo
de seda de la brisa,
el enjugado aroma de las lágrimas
trasciende mucho más que el de las lilas.
A L B O R D E D E L A S O M B R A 111

Presintiendo la noche, huye un pájaro,


fugaz como la dicha.
Y ha de segar la luna
lo poco que me queda ya de risa.

Un árbol de carbón hace en el viento


signos de despedida.
¡Qué prematura paz y qué silencio
tan hondo me anticipa
la tierra! Está llorando el agua
la última primavera de mi vida?

MARIPOSAS DE LLUVIA

Mariposas de lluvia
revolotean bajo el cielo agreste.
El viento, como un niño, las persigue,
y con el viento van y vuelven.

De la tierra, trenzándose a los árboles,


sube un incienso verde.
A través de la niebla ríe el alba,
al paso de septiembre.

¡Qué pena la de irse


cuando todo amanece:
el sol en la garganta de los pájaros,
y la flor en la piel de las mujeres!
Y voy por un camino de campanas
perdiéndome en el éter ...
(Los latidos de bronce
me asordan para siempre.)

Soy la espira de humo de la vega,


que el viento en lágrima disuelve:
mariposa de lluvia
aventada en el soplo de la muerte.

Y voy y vuelvo, y voy y vuelvo


A los labios del polvo nuevamente…
¿Se evadirá mi alma
como un aroma leve?
112 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

ADORO A DIOS

Adoro a Dios en el maduro


milagro de la espiga:
semillero de soles
en que el sol se renueva y multiplica;
moreno pan del pueblo,
inmaculada harina
de redención, que en el Sagrario
torna la noche de la muerte en día

Adoro a Dios en el creciente


prodigio de las viñas:
amargo zumo de la tierra
que la luz de los astros cristaliza
en opulentas gotas
de almíbar;
embriaguez del lagar que da a la pena
un breve sorbo de alegría;
sangre de Cristo, siempre renovada
aunque siempre vertida.

Lo adoro en el celeste fuego del amor


que torna el triste barro en lámpara divina
en el pomar de nieve de las vírgenes,
y en la nieve mordida
por donde sangra
la leche de la vida.

En todo y nada
En la ceniza
de lo que fue un relámpago
de dicha;
en las eras sin parvas
y el lagar sin vendimia;
en el sagrado polvo de los muertos
donde me voy hundiendo de rodillas,
y en la noche final, que de repente
cegará mis pupilas,
para que otros vean el milagro
del racimo y la espiga.
Mas ya en la cruz de mis vencidos brazos
chispea el sol de un nuevo día.
A L B O R D E D E L A S O M B R A 113

TU VIDA

Tu breve y frágil vida


es sólo un débil eco
de la lira de Dios,
el pálido reflejo
de una luz inmortal;
son y chispa en el viento.

Todo lo que atesoras


—la gracia de tu cuerpo,
la fuerza de tus músculos,
tu propio pensamiento—,
es efímero dón
que tienes sólo en préstamo.

Tú viniste desnudo
y volverás desnudo al frío lecho
de la tierra. ¿Qué hiciste, como el árbol,
para acercarte al cielo ? ...

¿ Te elevaste tan alto que en tu copa


dormía, junto al pájaro, el lucero?...
¿ Fué tu sombra cobijo de los hombres;
tu mansa voz de hermano, su sosiego?
¿Qué mensaje de amor o de belleza
les entregó tu verbo ? …

¿Con quienes compartiste


las pomas de tu huerto,
el fulgor de tu lámpara,
el vino de tu ensueño?...

Hora tras hora corre,


fatalmente, a su término
tu pobre corazón,
como el tic tac de un invisible péndulo.
Alguien vendrá, una noche
—más alerta que un perro—,
de ronda por los muros de tu casa.
Con los soplos del cierzo
se filtrará en el quicio de las puertas
y apagará tu lámpara y tu aliento.

¡Te quedarás tan mudo,


tan a solas, tan ciego!
¿Qué luz en las tinieblas,
qué voz en el silencio,
te acercará hacia Dios, cuando te llame
en la terrible noche de los muertos?
114 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Y puede que de estrellas y de canticos


nunca oídos, se aclare tu sendero;
que se encienda tu lámpara
con un fulgor eterno:

Si tu vida obradora
se prodiga en lo bueuo
contigo irá la escolta
de tus mejores hechos,
y tendrás el regazo
de Dios para tu sueño.

TRANSITO

La cadena de las horas


nos encadena a los días;
la de los días, al año.
Y así se pasa la vida.

De pronto, desde espejo,


una mirada marchita
—¡ última luz ¡—nos anuncia
que la noche se aproxima.

Como en un sueño, evocamos


dolor, amor, alegría ...
¡ Ah, qué constante la pena,
y qué pérfida la dicha!

Y de la gloria de amor,
de esa llamarada viva
de otro tiempo, ¿qué nos queda?
Sólo humareda y ceniza.

Mañana descenderemos
a la inevitable sima.
Grabarán, tal vez, en piedra,
nuestros nombres y una cifra.
Pero, hasta el más duro mármol
también en polvo termina.
Vano polvo sobre el polvo
Que desparrama la brisa
Nadie sabrá que pasaron
nuestras sombras por la vida:
breve relámpago en una
obscuridad infinita.
¡Que a la luz de una plegaria
Dios nos acoja en su orilla!
A R O M A D E O T R O T I E M P O 115

…”Ahora son recuerdos de una sensibilidad que todavía subsiste con el paso de los años. Versos
teñidos por la previsión de las separaciones. Lucidez y disposición al alejamiento terrenal
agradecen a la vida”… (P. Lorenzo Calzavarini. 1998)
116 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

LA MUSICA

Asoma, en la alta noche,


por el piano la Música
— un viento enamorado
le desgarra la túnica —,
y difunde su hechizo
como un claro de luna.

Es una luz que canta,


un canto que perfuma
de eternidad el ala
de las horas en fuga.

Un soplo azul nos lleva


del abismo a la altura
- ¡cómo se identifica
con el amor la música!-,
y en la celeste copa
nos embriaga la espuma
del vino de los astros..

De improviso, en la tumba
del piano, bajo un velo
de lágrimas, sepulta,
como en lóbrega nube,
su desnudez la luna.
Y cae el corazón
sobre la tierra muda…
Vuelve la mariposa
del alma a ser oruga.

SUS MANOS

Se le fue el corazón de entre las manos,


en dones y caricias...
Gotas de luna y lágrimas de estrella,
apresadas en fúlgidas sortijas,
rodaron de los dedos de su dueña
sobre la tierra mísera.

Y fue como si el oro de los astros


la enjoyase de espigas:
hubo pan en la mesa de los pobres
y sabor de vendimia.

De tanto dar sus generosas manos


quedáronse vacías.
A R O M A D E O T R O T I E M P O 117

Sólo el aro de oro de las nupcias,


gastado por el roce de la vida,
iluminaba como un débil rayo
de sol, la mano ya marchita.

Reposaron después bajo la tierra,


grávida de semillas.
Y en un mágico albor de primavera
— para volver a dar como otros días —
florecieron de pronto, y pasó el viento
del amor, deshojando margaritas.

LA VOZ DE SOR ESTHER

La voz de Sor Esther, gozosamente,


a través de las rejas de su claustro,
cae en el corazón como la lluvia,
después de la sequía, sobre el campo.

Y corre fresca y pura,


lo mismo que un arroyo desbordado,
con aroma vital de cielo y tierra,
y un revuelo de pájaros.

Sor Esther, la palabra ilumina


que borbota en tus labios,
es agua de la bíblica cisterna,
para la sed del alma de tu hermano.

Yo sé de aquél que ayer venía


a beberla, mezclada con su llanto.
— ¡Qué desigual trasiego,
Sor Esther, hacedora de milagros!—
Te dejaba su pena y con él iba
todo el cielo del pozo de tu claustro.

Pero un día no pudo retornar…


Se durmió como un niño en el regazo
de Dios. Tenía el ala
de tu voz para el tránsito.
118 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

LA SIMIENTE

En verdad, hijos míos,


no sólo por mi júbilo
esparcí la simiente,
fue un mandato del surco:
apremio de mi estirpe,
reclamo del futuro.
Vosotros me gritasteis
— ¡inmenso grito mudo! —
que os trajera a la vida
desde el no ser obscuro.

Ya estabais en mi sangre
como en la flor, el fruto;
y hallasteis en la entraña
maternal un refugio.

Y cuando, al fin, llegasteis


al umbral de este mundo,
¡qué campanas de gloria
tañeron en mi pulso!...

La vida no sería
ya evento de un minuto
—el débil eco apenas
de un cántico inconcluso;
vana chispa en el viento,
signo de polvo y humo —,
sino perenne cauce
de auroras y crepúsculos.

Y como ya me invade
la sombra, es vuestro turno
— ¡que la celeste antorcha
del amor os dé el rumbo! —:
esparcid la simiente
haced eterno el surco.
A R O M A D E O T R O T I E M P O 119

DE PRIMAVERA

La primavera enreda
su verde velo en los
árboles del camino,
y la aurora, teñida de arrebol,
estalla entre los gajos
del duraznero en flor.

¡Primavera nupcial de cielo y tierra,


lírica confusión:
hoy perfuma la estrella y da la rosa
no sé qué resplandor!

La música del sueño de los pájaros


amanece en canción.
Nunca tuvo el arroyo
más encanto en su voz,
ni más perfume el aire:
hálito del Amor.

¡Qué fresco se me pone


de pronto el corazón!
Como una abeja liba
nueva miel bajo el sol.
¿He amado yo antes
o solamente hoy ? …

EL VIEJO ARBOL

Ya pudo ser ceniza,


después de llamarada...
Pero el embrujo de la primavera
volvió a reverdecer su vieja savia,
y se pobló de susurrantes hojas,
de trinos y de alas.

Hoy la brisa le trae, entre murmullos,


mensaje del agua;
Y sol de octubre, como un áureo vino.
reverbera en su copa de esmeralda.

Otra vez el amor halla el refugio


de su cómplice sombra perfumada;
tornan los besos a encender estrellas
y a preludiar la música del alba
120 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

¡Qué embriaguez la del árbol!...


De entre sus frescas y anchurosas ramas
enjoyadas de nidos,
vuelve la vida a desplegar el ala
sedienta de horizontes... Y se queda
como en suspenso el hacha.

EL CAMINO

Corno un delgado cinturón de plata,


ceñido al verde talle
de la tierra gozosa, iba el camino
entre opulentos surcos y alfalfares,
y al llegar a la casa, bruscamente,
se echaba en los portales.

Por él vinieron y se fueron


—¡qué pronto! — nuestros padres.
Y vinimos nosotros
a remozar su sangre;
y, luego, nuestros hijos, como asoma
la aurora por el valle.

Por él los campesinos


— con sus cestas fragantes
de frutos de la tierra, — discurrían
desde el alba a la tarde;
y pasaban las mozas, deshojando
sus coplas en el aire.

Después llegó la prédica del odio.


Cayó la casa, vino el hambre...
Por el que fue camino del trabajo
ya no transita nadie.
Ha perdido su rumbo:
no va a ninguna parte.
A R O M A D E O T R O T I E M P O 121

GENOVEVA

No tienen por qué llamarla


Geneviéve, a la francesa.
La agreste flor de este valle,
simplemente, es Genoveva.

¡Y qué simil peregrino


el del coñac de sus crenchas!
¿No dora el sol de diciembre
las espigas de sus trenzas?
Se azora cuando le dicen
que la verde incandescencia
de sus ojos es de absintio,
y no de llamas de menta;
que las curvas de sus pechos
evocan firmes rodelas,
en vez de las duras pomas
que penden sobre la cerca.
Si ella entiende sólo el nombre
de las cosas de esta tierra
—el claro nombre del agua,
el de la flor y la estrella —,
¿a qué decir que su risa
es un scherzo de perlas?

No en vano espera el arroyo


ser comparado con ella.
Cuando deslíe sus notas
de cristal entre las piedras,
no canta, en verdad imita
la risa de Genoveva.
122 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

LA FIESTA…

La fiesta ya no es aquélla
de mi mocedad. . .Antaño,
llegaba con los jinetes
de la aurora hasta mi pago,
y era un pandero la tierra,
al tropel de los caballos.

Alas de ponchos nativos


embanderaban el rancho,
y traían las mocitas
la acuarela de los campos:
surcos en flor sus polleras,
pomar en fruto los sayos.

¡Y qué dicha la de alzar


el corazón como un vaso
henchido de melodías!. . .
A modo de un vino rancio,
iba la lírica copla
enardeciendo los labios.

Al són pascual de la rueda,


se encadenaban las manos
— eramos un pueblo unido
por eslabones de cánticos —
y redoblaba la tierra
como un tamboril chapaco.

Hoy las gentes se avergüenzan


de las prendas de otros años:
echan tras la barda el poncho
y el corazón de sus pagos,
y va un pueblo gris y mudo
a perderse en el ocaso.
A R O M A D E O T R O T I E M P O 123

ALBA DE LECHE

Con la última estrella se deshojan


los pétalos del alba en la campiña.
Un leve soplo de aire en los trigales
bosqueja una sonrisa.

Se estremecen las frondas. Roces de alas


y vagan melodías
del coro de los pájaros salmodian
la primera plegaria matutina.

Con el lluro de leche en la cabeza


y la pollera alzada hasta la orilla
de los tostados muslos, una moza
se interna por el vado rosa y lila.

Cuando llega la moza a los umbrales


de la ciudad dormida
— trayendo entre los pliegues del rebozo
olor de tierra arada y de semilla —,
despiertan las campanas y sus cánticos
de bendición le dan los buenos días.

FIEBRE

Por los muros de plomo


de mi alcoba rezuma
el terror de la noche...

Vuelvo a sentir la absurda


timidez de mi infancia.
La noche me estrangula
con sus garras de sombra…

¡Insomnio y sed!. . . ¡Angustia


de las horas sin término!. . . De pronto,
¡que vaso de frescura
y de sueño me alarga
la mano temblorosa de la lluvia!
La sombra de mi madre está llorando
estrellas en mi cuna.
124 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

LA SENDA DEL MILAGRO

En el ala de seda del recuerdo,


de la nube y el pájaro,
por las doradas sendas de mi infancia
retorno a un mundo mágico.

Retroceden las horas. Llega un soplo


de la brisa de antaño...

Pone un tinte de sangre en las montañas


el agresivo cornetín del gallo,
y me apremia la vaga voz del viento,
cernida entre los álamos.

Es mi primera cita
— ¡siempre fue la primera! — conel campo
Una dicha sin nombre
filtra en mi sangre tumultuosa el hálito
de las húmedas hierbas,
tendidas a mi paso.

Juego a izar la bandera de la nube


en el mástil del árbol;
vuela mi corazón en la cometa
del celaje que apreso con un rayo
de sol — ¡todo el prodigio de la aurora
aletea en mis manos!-,
y despido a mi infancia en el barquito
de papel que se aleja por el riacho…

En los juegos de arena de la playa,


me sorprende el ocaso.
Por donde voy serpea, ya entre sombras,
la ruta del milagro.

Hago que viertan lágrimas las rocas


y echo a volar estrellas sobre el pasto;
extiendo las cortinas de la lluvia
y agito el banderín de los relámpagos.. .

Pero si estalla un trueno y hiende el monte


la cuchilla del rayo,
huyo en pos de mi madre y en su seno
me refugio, llorando.
A R O M A D E O T R O T I E M P O 125

UN AIRE DE GOLONDRINAS

Un aire de golondrinas
mece el gajo de tu cuerpo,
mientras hincha el sol de octubre
los jazmines de tus senos.

A tus pies, gozosamente,


el río — brazo de cielo —
por estrechar tu cintura
se queda como en suspenso.

Más que el río, el sol y el aire


te asedia mi pensamiento.
¿No sientes cómo te oprime
el cinturón de mis besos?

Mas tú te das al remanso,


y desnuda bajo el velo
del agua, tienes la lírica
lejanía de un lucero.

Y ardido de tu belleza,
quemándose a fuego lento,
te aguarda mi corazón
a la orilla del ensueño.

I
Te extraviaste en las sombras de la noche,
como un niño en el bosque de los cuentos
En vano eché a rodar, de grito en grito,
mi corazón por todos los senderos.
Ya el agua de tu voz era un afluente
del río del silencio.

Y fui por los atajos de la noche,


con la obsesión de oír siquiera el eco
de una palabra tuya. La esperaba
en un roce de hojas; en el dejo
de no sé qué campanas; en las cosas
más tristes; en el viento
que mora en los cipreses...
Y sólo oí el jadeo
— onda amarga y sedienta —
de la muerte en mi pecho.
126 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Después, la luz del nuevo día,


como a través de un sueño
rozó mis sienes con temblor de alas,
y fue tuyo aquel beso.

Tu invisible presencia me cercaba,


cual redivivo aroma de otro tiempo,
y en el clavel de sangre amanecía
tu corazón, de nuevo.

Algo tenía de tu voz la brisa


que erraba por mi huerto,
a modo de una ronda de suspiros,
llegados desde lejos.

De ti me hablaba el índice del árbol


al apuntar el cielo
—ese cielo de Sucre: esa mirada
de Dios sobre tu pueblo —,
y la flecha de sol que hendía el surco
era tu pensamiento.
Así en perfume, luz y cantico
-¡oh, triple don del verbo
que trajo hacia los muros de tu escuela
palomas y luceros! —,
salvando los umbrales de la muerte,
retornaste a mi encuentro.

II
La curva
de tu sonrisa
— puente de amor, tendido
entre dos márgenes distintas —
me lleva de la orilla de la noche
a la feliz ribera donde surge el día.

Del cielo
de tus pupilas
llega a mi corazón
la luz recién amanecida
de tus miradas, como llega el sol
a iluminar el fondo de la obscura sima

Del alba
—leche en que liban
su música las tórtolas —
vienes, fugaz como una brisa
de primavera, a perfumar mi estancia
con el nevado aroma de tus frescas viñas.
de primavera, a perfumar mi estancia con el nevado aroma de tus frescas viñas.
A R O M A D E O T R O T I E M P O 127

Y escucho
la melodía
—¡oh, música inefable,
radiante fuga de la línea,
maravilloso adagio de la forma! —
que la belleza tañe en tu desnuda arcilla.

III
Quiero acendrar mi verso
en los ríos del alba:
que sea como guija
bajo el velo del agua.

Las tijeras del viento


podarán la hojarasca
de sus marchitas hojas:
palabras y palabras. . .
Y quedará tan sólo
la esencia de su sabia.

Si canta, que dé al aire


un puro són de flauta;
si llora, que condense
su pena en una lágrima.
Quiero para los versos
que he de espigar mañana,
la eglógica frescura
de la tierra mojada
por la lluvia, el aroma
del sol sobre las parvas.

Y un reflejo de nube,
y la sombra de un ala,
y el temblor de una estrella
para el pozo del alma.
i De sobra cabe el cielo
en una gota de agua!

IV
Como un río de música, a la vera
de la eglógica tierra prometida,
vuelve a cantar mi voz, ya atardecida,
en un largo crepúsculo de espera.

Aquí el milagro de la primavera


atiene el sol. Y el agua de la vida,
cansada de correr, queda dormida
como un lago de amor en la ribera.
128 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

¡Qué próximas de Dios están las cosas!


Se puede asir el cielo con la mano,
cortar estrellas al igual que rosas.

¡Qué recóndita paz!. . . Casi se advierte


cómo crece la hierba, y ya cercano
el roce de los pasos de la Muerte.

V
Aunemos a la copla solitaria,
que ritma apenas el pausado toque
del tambor campesino,
la caudalosa afluencia de otras voces;
que la canten a un tiempo
todos los corazones;
que se inicie en los cármenes del valle;
que la montaña, en ecos, la prolongue,
y haremos el coral de nuestro pueblo,
con ritmo de cristal y són de bronce.

Se elevará del pecho de los niños


como un ala del cáliz de las flores;
trenzada irá la voz de las mujeres
a la voz de los hombres
—lo mismo que la hiedra enamorada
se enreda al duro roble —,
y haremos una lírica guirnalda
de versos y canciones
en loor de los héroes del pasado
y los futuros próceres.

Será un coral de pascua,


con aroma de campo y sol de monte;
el júbilo sagrado de la vida
triunfará en sus acordes.

Como un río de estrellas


cauces de la noche,
y volverá las alas de la aurora
a vibrar la gloria de los bronces.

Más allá del silencio de la muerte


cantarán nuestras voces.
A R O M A D E O T R O T I E M P O 129

VI
A Guido Villa-Gómez
¿A qué sonoro viento de la noche,
o a qué soplo recién amanecido,
le confiaré, estrujadas por la pena,
las cosas que le escribo? ...

¡Adiós a todo lo que más amaba!


Al lay del val y la canción del río;
al cinturón de mieses de la tierra
que usted laudó en sus áureos romancillos.
Me dormiré en el seno de la tierra
como en los brazos de la madre, el niño.
Y aunque después no sea
más que un puñado mísero
de polvo siempre hollado
por rudos campesinos,
me velará el temblor de las estrellas
y la aguda plegaria de los grillos.

¡Adiós a todo! A toda fiesta


de amor y arrebatado ritmo.
A la amada sin par que obró el milagro
de hacer brotar, en árbol ya marchito,
pomas de miel y yemas de rocío.
A todas las mujeres que pasaron
por nuestra vida como un himno
de juventud: fugaces melodías,
sorbos de miel en copas de suplicio.

Adiós a nuestras pláticas nocturnas


que tenían el íntimo
perfume de los versos,
alas de música y sabor de vino.

¡Cuántas veces surgieron, al conjuro


del recuerdo, los nombres más queridos!
Y hablaba con nosotros, desde el alma,
la voz de los amigos . . .

Al són de nuestro verbo de insurgencias


— clarín del alba, látigo de Cristo —
amanecía el pueblo liberado
de su noche de oprobio y de martirio.

¡Y cómo se murieron nuestros sueños


antes de haber vivido! . . .
130 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

También nosotros
inexorablemente nos morimos.
Digo nosotros, porque yo lo llevo
— ancla de oro — en mi cariño.

Si de mi roto cáliz
se ha de verter la sangre de Dioniso,
para engendrar la poma de mañana
y el futuro racimo,
¿en qué vaso de Dios arderá luego
el óleo de mi espíritu? . . .

Veré, tal vez, paisajes nuevos


por las claras pupilas de mis hijos.
Me llevarán sus plantas
por todos los caminos.
Seré en su corazón ala de pájaro,
y en sus puños, martillo.
Si así fuera, mi lámpara de muerto
echaría más luz sobre el abismo
que la débil antorcha con que marchan
— ¡ tan a ciegas! — los vivos.

Y adiós, ahora.
¡Voy a dormirme, Guido!
P O E S Í A D I S P E R S A 131

POESÍA DISPERSA
132 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

EL AMOR QUE PASA

Ayer cuando la vi pasar de luto,


cual una leve sombra por la calle,
no sé qué extraña música en mi espíritu
dejó el fru fru de seda de su traje.

Sobre el lírico riel de una mirada


loco de ensueño la seguí anhelante,
y en las húmedas ráfagas de viento
respire su perfume hasta embriagarme.

Esfumándose a lo lejos la silueta


en la vaga penumbra de la tarde,
quise correr tras ella, ser el viento…
pero apenas pude arrodillarme.

Y mis labios dijeron la plegaria


del amor, con el ritmo tenue y suave
de un mirífico nombre cuyas notas
en alado tropel llevóse el río

¡Toda la tierra se pobló de cánticos,


todo el cielo de rosas siderales,
y mi ser, transportado al infinito,
en dicha eterna se anegó un instante!

¿Qué voz del alma incógnita y secreta,


qué extraño magnetismo de la carne,
reveláronme a un tiempo que era ella
la amada presentida e inefable?

Pero pasó fugaz y sin retorno…


como todo lo bello: sombra errátil,
melodía, perfume, loco ensueño
que nunca ha de llegar a realizarse.
P O E S Í A D I S P E R S A 133

CELOSA

Es absurdo, nena, que sufras por eso;


jamás, te lo juro, quise a tal mujer.
Es verdad que un día yo le robé un beso,
pero fue de un modo tan loco y travieso,
que no pude nunca tu amor ofender.

Además, un beso, no tiene importancia


cuando es sólo un fino juego embriagador.
¿Cómo puede, dime, pecar de inconstancia,
quien percibe, apenas, la leve fragancia
de una boca en flor?

Deja, que en la vida, me brinden las rosas


su lírica ofrenda de aroma, al pasar;
que respire el polvo de las mariposas,
que me embriague el néctar de todas las cosas;
¡Deja, si yo nunca te puedo olvidar¡…

Ya ves no hay motivo para que tú sigas


juzgándome aleve, pérfido, traidor,
tal como te han dicho, que soy tus amigas,
al urdirme intrigas
por no sé qué oculto despecho de amor…

Disimula, nena, tus crueles enojos,


no exageres tanto tu rencor por mí;
no muerdas la herida de tus labios rojos;
no frunzas el ceño, no tuerzas los ojos.
¡Qué fea te pones mirándome así¡

Pero, ¿estás llorando?...no llores tontina


¡Cálmate, ya está¡
Te daré una bella muñequita fina,
que cierre los ojos y que parlanchina
te diga: “mamá”

¿Quieres las estrellas?...tuyas serán todas;


Forjaré en tu frente la diadema astral
¡vaya¡, te incomodas…
ve a comprar entonces, el traje de bodas,
y el aro de oro, y el velo nupcial…
¿Te alegras?... ¿Me quieres?...

Ya ves que no es tanta mi frivolidad.


Cierto que me gustan todas las mujeres,
pero de entre todas la única eres
a quien ¡mi celosa¡ yo amo de verdad.
134 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

MIRIAM

¡No sé qué extraño parecido tienes,


chiquilla, con tu madre¡
Como en un claro espejo su hermosura
Se copia en tu semblante.

Ella tenía en sus pupilas húmedas


la luz del ensueño que en tus ojos arde,
y en la flor entreabierta de su boca,
de dónde huyó la vida, cual un ave,
para colgar el nido en las estrellas,
esa dulce sonrisa inolvidable
que se pliega en tus labios como el ala
del céfiro en los cálices

¡No sé qué extraño parecido tienes,


chiquilla con tu madre¡
Hay algo de ella en ti que bien pudiera
venir desde los mundos siderales,
algo fúlgido, etéreo y misterioso
que se infiltra en tu cuerpo y en tu sangre.

¿No percibes, acaso, la dulzura


de otra vida inefable,
que palpita en la tuya y reflorece
en el gajo de rosas de tu carne?

Algo de ella te circunda


con las sutiles ráfagas del aire.

Por eso hasta su voz vibra en la tuya,


apagada, distante,
como la vaga música de un beso
que el viento de la noche a veces trae…

En la azul transparencia de tu espíritu,


míralo bien, hay una dulce imagen.
¿No vislumbras, acaso, a flor de linfa,
la sombra de tu madre?

¡Ella alienta en tu ser¡, yo te lo digo.


Pero el secreto enigma de ese enlace,
de esa unión misteriosa de dos almas,
¡Tan solo Dios lo sabe¡
P O E S Í A D I S P E R S A 135

HURAÑA

Tu amor es como el fuego del martirio,


en cuya lenta llama me consumo…
Crece mi fiebre y crece mi delirio
por la sed de ternura en que me sumo.

¡Ah¡ si pudiera besar yo tus ojos,


bajo el negro fulgor de tus cabellos.
Si pudiera morder tus labios rojos,
y todo el corazón, sorberte en ellos¡…
Pero es en vano todo, mientras vivo
este inútil afán que me tortura,
sonriendo tu labio, finge esquivo,
ignorar de mis ansias, la amargura…

¿Cómo es posible ¡oh Dios¡ si tú me quieres,


que a mis ruegos te muestres tan extraña?
alejada de mí, vivir prefieres,
indiferente siempre y siempre huraña.

Y mientras más te busco, más te escondes,


y mientras más te escondes más te adoro,
si te llamo con fuerza, no respondes,
y si respondes, niegas lo que imploro…
¡Oh¡ déjame sufrir…¿qué importa eso?...
Mi tristeza es rebelde y altanera,
no pide compasión, quiere en un beso,
Transformar a tu invierno en primavera.

CANTO A LA CIUDAD DE LOS CUATRO NOMBRES

A modo de una fuga de centauros


por el friso de un mármol de Carrara,
irrumpen los guerreros de Castilla
en el solar de Charcas.

Al épico piafar de los bridones


la tierra retrocede amedrentada:
pero el arquero audaz que osó batirse
con la legión de un Inca, se adelanta…

Las férreas armaduras


Resuenan y se abollan a pedradas.
136 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Se oye un fragor de secos estampidos


que a intermitencias trágicas
esbozan breves rúbricas de fuego.
Las flechas signan su fatal parábola…

De pronto, los guerreros de la tribu


con un ronco alarido se desbandan.
Y entre nubes de polvo y exterminio,
en lívido corcel Santiago pasa…

El noble capitán don Pedro Anzúrez


llega después. La vega verde y clara,
en su trémulo engarse de sol, fulge
como una enorme y límpida esmeralda.
Cada arroyo en su fuga de zafiros
por el perfil declive, copia un ala,
una flor, una estrella…!Y son tan rubios
los astros que palpitan en el agua¡

La luna en el cedazo de la noche


¡tanto polvo de argento desparrama¡
que, codicioso, Pedro Azúrez funda
la villa de La Plata.

La ciudad infantil, como una niña,


con leche azul del cielo se amamanta:
Y son como dos senos las redondas
colinas que la nutren con sus aguas.

Despierta al primer beso de la brisa,


en sus grandes pupilas azoradas
amanece la vida con el trémulo
fulgor de la mañana.

Rompe a llorar… Sonríe


a través de sus lágrimas,
porque rozan sus rizos
los pájaros del alba.

Y así pasan los días luminosos


de su precoz infancia,
entre risas y lloros, mientras juega
a tocar las campanas…

(En las calles los hombres se asesinan


Por su Dios, por su rey y por su dama)

Virgen de trenzas de oro,


adolescencia en flor, celeste y lánguida.
La luna, su madrina,
P O E S Í A D I S P E R S A 137

en la ebúrnea garganta
anúdale collares de suspiros
y de invencibles ansías.

Suspira sin motivo,


se acongoja por nada.
Sus ojeras se azulan con la fiebre
de una ternura extraña

Para aliviar su mal deshoja al viento,


como un gajo de rosas, sus nostalgias…
Se trueca su ternura en misticismo,
y su silencio en inefable plática
con Dios…vibran los bronces…
y exhubera en sus labios la plegaria.

Luego se torna tornadiza, alegre,


presuntuosa, mundana.
Rivaliza con Lima, la Virreina
de los ojos de maga.

Cuando en el hondo azul la noche prende


sus trémulas arañas.
Y toca un surtidor la melodía
de rítmicas pavanas
ceñida en tenues velos
de luna, danza y danza
hasta caer rendida
en los brazos del alba.
La aplauden sus gentiles caballeros.
El mismo Rey la aclama
y extiende, antes los pies de la mimosa
ciudad que sueña y danza;
a modo de un tapiz de gobelinos,
de mar a mar, riquísimas comarcas.

(Así rezan las Cédulas


De aquel viejo Monarca)

Después la ciudad crece


con la vida del alma.
Ora, medita, piensa.
Como Atenas se empapa
de honda sabiduría…
Por sus ojos se filtra la mirada
azul, clarividente
de los ojos de Palas.
138 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Escruta las estrellas


y en sus celestes páginas
descifra una ley de oro:
la libertad humana.

Su espíritu vibrante,
como una antena capta
mensajes luminosos…
ideas que germinan en su alma
como un polen de sus estrellas…
embriagadora ráfagas
de rebelión que encienden
su corazón en llamas

Y la egregia ciudad enardecida


con el vino sutil de la esperanza,
prende en la noche vieja un lampo nuevo:
una pira inmortal que se propaga
por el cielo de América,
como una aurora humana…

Así la altiva Musa, que antes fuera


pomposamente heráldica,
hace trizas sus viejos pergaminos
y enarbola el pendón de Chuquisaca

Es la criolla genial, gonfaloniero


de la celeste llama,
que prodiga su sangre generosa
desde el recio vivac de la montaña…

Vidente con los sueños de Bolívar,


con las glorias de Sucre, Mariscala ella,
en su ardiente corazón arrulla
la cuna de la Patria.

Después cae la nieve de cien años


Sobre su frente pálida…
Heroicamente triste
la vieja Mariscala,
hoy sueña con los días luminosos
de su remota infancia.

¡Cuántas cosas evoca¡


Rosas de juventud, laureles, palmas…
Sus pupilas pueblan
de visiones románticas.
P O E S Í A D I S P E R S A 139

Y entonces, junto al clave


con sus trémulas manos enjoyadas,
despierta los acordes imprecisos
de una antigua romanza
Su voz, entre suspiros,
tiembla como una llama…
se enternece…vacila
de improviso apaga,
porque los nietos dicen:
“Oíd, la abuela canta!”

¡Canta o cuenta sus cuatros grandes nombres


Con cuatro enormes lágrimas!
Y como se hace niña
De tanto ser anciana,
Se consuela jugando con las cuentas
Del rosario de nácar,
Mientras la arrulla un lento
Tañido de campanas

ADORACIÓN

¡Perdón, gentil señora, la del gallardo talle,


la de los negros ojos y el lánguido mirar…
Perdón, si cuando pasas altiva por la calle,
Turbado me detengo tu garbo a contemplar…!

¡Qué quieres!... de tu calle yo adoro la elegancia


Y de tus negros ojos, el cálido fulgor.
Adoro de tus hondas miradas la fragancia,
una fragancia exótica de sueños y de amor…

Adoro de tu trato la dulce aristocracia


y de tu vida lírica, fantástica y azur,
adoro las sonrisas, los juegos y la gracia,
como si fuera una marquesa Pompadur.

Adoro tus hechizos, tu porte que cautiva


con los suaves y locos efluvios de París…
y adoro tu alma tenue, sutil y sensitiva
forjada por la luna, como una flor de lis

Cuando tu mano blanca, de leve terciopelo,


Tembló junto a la mía porque te conocí,
En mi alma visionaria surgió un extraño anhelo,
Surgió en extraño enigma que no lo comprendí.
140 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Acaso en ese instante de sentimentalismo


Y al comprimir tu mano, nuestras almas se unieron.
Ungidas de tristeza y ungidas de idealismo,
Se unieron rumorosas, porque se comprendieron

Perdón ¡oh gran señora! Por el atrevimiento


de haberte confesado mi loca adoración:
rebosa y se despeña si es mucho el sentimiento,
estalla y se destroza si es grande el corazón

¡Cómo decirle al astro, que apague sus fulgores


Y al cráter que detenga la lava del volcán?…
Así el amor divino y humano en sus ardores,
Es cráter y astro a un tiempo, y es ola y huracán

¡Cómo decirle al árbol fecundo: no des flores,


Y al agua rumorosa. acalla tu canción?...

¡Cómo decirle a un alma que sufro: tú no llores,


Y a un corazón que late: no latas corazón?...

Amar es el secreto de la naturaleza


Y el viento es el aliento secreto de ese amor.
La luna, porque no ama, padece la tristeza
De estar abandonada, sin fuego y sin calor.

En lágrimas la nube diluye su ternez,


el pétalo en perfumes y en trinos el gorrión,
amar es el secreto de la naturaleza,
la tierra es un enorme y amante corazón…

Y así, gentil señora, que mi melancolía


derrame el agua fresca de todo tu querer.
Verás como el oculto rosal de la alegría,
comenzará en mi pecho de nuevo a florecer.
P O E S Í A D I S P E R S A 141

LA SANTIDAD DEL AGUA

Predicaré, a lo fraile, la santidad del agua.


Gritaré: sin el baño, perdida está tu alma.

No dejes que tu cuerpo huela a sudor y polvo:


por esa pestilencia te atrapará el demonio.

Hay que sudar, es cierto…pero que Dios nos salve


de asir con sucia mano nuestro pan de la tarde.

¡Sumérgete en las puras linfas del arroyuelo,


para que no se queme tu carne en el infierno!

El agua es un regalo de Dios en tu camino;


practica, pues, la diaria ablución del bautismo.

Ya ves, cuando la lluvia cae en el campo ardiente


La tierra lavadita ¡qué buen aroma tiene!:

Madurando los sembríos, fructifican las huertas,


y el oro de las parvas no cabe ya en las eras.

Pero en los secadales, por donde va el demonio,


sólo crecen sus rastros: la ortiga y el abrojo.

¡Sé tú como la tierra de Dios, que huele a limpio,


y abrocha en tu cintura el ceñidor del río!

Dirán cuando tu pases de procesión chapaca:


“ha surgido se cuerpo como una flor de agua”

Y del zagal - amigo de la acequia del huerto -:


“pasa a modo del viento que anuncia el aguacero”

¡Quitaos ya las botas, oh heroicos milicianos,


y con los pies desnudos atravesad el vado!...

Que en sus piadosas ondas comiencen y rematen


las sacras procesiones, los desfiles marciales…

Y las gentes del pueblo se dirán jubilosas:


¡Ah, qué olor de lavanda despide nuestras ropas!

No ingresaréis al templo de Dios, ¡oh peregrinos,


si del cristal del riacho no hacéis vuestro cilicio!...

Después en vuestras almas, la absolución del cura


caerá gloriosamente con en el val, la lluvia.
142 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

TU RISA
Lola Ruck de Ostria Reyes

Quiero hacer un madrigal


que sea para la gama
de tu risa musical
un lírico pentagrama

En el aire se derrama
un retintín de cristal…

¿Trina el pájaro en la rama


del árbol primaveral,
o en el jardín desparrama
su murmullo el manantial?

No es la fuente ni el turpial
es tu risa que reclama
la ofrenda de un madrigal.

SUPLICIO

Sobre tu boca de color de fresa


posánrose las alas del cupido
y desde entonces tiene, cuando besa
un cálido sabor desconocido.

Cada sonrisa tuya es la traviesa


provocación del Dios enardecido
mientras brilla en tus ojos de diabla
con magnética llama lo prohibido

Así, sensual y frágil, tu hermosura


me tientan con el bíblico impudor
de la edénica poma, ya madura.

Pero en vez de ceder ante el amo


tu carne con cilicios se tortura
y triunfa en ti la gracia del Señor.
P O E S Í A D I S P E R S A 143

A NATANIEL AGUIRRE

Después, tomó la pluma


con el gesto de un príncipe
de las letras de América,
y la sopó en el iris
para evocar las glorias
más puras de su estirpe.
Y así “Juna de la Rosa”
(de aquella rosa triste
que devolvió su aroma
al cielo de la Virgen).

EL ESCULTOR DE NUBES

Hoy he amanecido escultor. De la noche a la mañana, como a través de un sueño mara-


villoso, asisto a la revelación providencial de mi genio. Soy, en verdad, el creador de una
nueva estética del espacio, el pontífice de un nuevo ideal escultórico, adivinado, quizá por
aquel raro artista del Gog de Papini, que modelaba en humo, pero jamás realizado antes de
mí. Este es mi orgullo.

Sin embargo, debo confesar que mis verdaderos maestros han sido los niños. Esos niños,
de ojos soñadores y vagos, que se tienden boca arriba sobre la clara hierba del campo, para
contemplar, con morosa delectación de artistas, el paso de las nubes bajo el gran arco de
cristal del firmamento. Ellos me enseñaron a renovar la técnica y los arcaicos procedi-
mientos de todas las escuelas que me precedieron.

Es así como yo no trabajo en mármol, ni en bronce, ni en marfil, ni en cera, ni en humo...


El material de que dispongo encarna mejor las imágenes de mi fantasía, y es, por lo mismo;
algo más sutil, más delicado y más tenue. Con un poco de imaginación creadora, por cin-
cel, y unas cuantas nubes rosadas o blancas, por materia, tengo lo suficiente.

Desde el marco de mi ventana, donde el cielo se recorta en cuadro, yo las veo flotar sobre
la seda azul del horizonte, y me abismo en la amorosa contemplación de la euritmia plás-
tica, en la callada música de las formas ideales... Luego escojo las nubes que me convienen;
tal como lo haría un escultor de la antigua escuela, al seleccionar sus bloques de mármol
en las canteras de Paros o Carrara. Las hay de todas las formas, de todos los tamaños, de
todos los colores. Unas, las más bajas, son cúmulos gigantes de resplandeciente locura que
sólo podrían utilizarse por los arquitectos afiliados a la escuela, para la construcción de las
obras de aliento; escaleras grandiosas, catedrales medioévicas alcanzan al cielo - como un
atormentado coral místico - el vaporoso oleaje de sus aireas cresterías.

Más arriba, sobre los níveos picachos de las primeras, extrañas y biformes - se encabritan
otras nubes en las que he tallado colosales grupos de Centauros de ancho tórax y fornidos
bíceps. Uno de ellos el más joven, ha raptado una ninfa, una rosada ninfa del séquito de
Diana, y huye veloz con las salvajes crines al viento y las patas delanteras en alto, bajo el
polvo de oro de los caminos del poniente…
144 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Otras, las más altas, son anchos celajes de color, de azafrán, orlados de fuego, en los que he
cincelado primorosamente, para recrearme, gigantescas mariposas de alas traslúcidas que
chispean al sol.

Las hay ovaladas, redondas, pequeñas y suaves en las que he modelado adorables cabezas
de estudio, rostros serenos y augustos de vírgenes y diosas.

Otras, en fin, compactas y duras como trozos de mármol, me han servido para esculpir los
bustos apolíneos de más héroes, torsos rudos de gladiadores y atletas que muestran a través
de la piel, en vigoroso relieve la potente trabazón de los músculos.

Ahora trabajo - sin modelo – mi obra maestra. En una nube armoniosa y esbelta de color
de alabastro, he logrado esbozar, a golpes mágicos de cincel, los impecables contornos de
una mujer desnuda. Sólo me falta perfilar aún más las heráldicas líneas de la garganta y
del rostro; redondear los pechos de eréctil pezón; dar relieve a los gráciles pliegue del talle;
realizar la opulenta curva de las caderas; desarrollar, en fin, en melodioso declive, toda la
prodigiosa gama de líneas serpentinas y elásticas que ondulan a lo largo del muslo y de las
pantorrillas, hasta rematar en el arco perfecto y flexible del pie. En medio minuto he reali-
zado el ideal de la belleza plástica.

Todavía un ambarino rayo de sol viene a reflejarse en mi estatura hasta infundirle el calor
y el tono de la carne animada y viviente ¡Estoy maravillado!.... Cierro largamente los ojos,
ebrios de belleza, y en mi alma se alza de nuevo, como en un templo pagano, la imagen
sobrenatural, impalpable, rítmica y luminosa de la deidad desnuda. Después, cuando los
abro, ya el viento ha deshecho el encanto. De la augusta visión sólo queda un incoherente,
boceto deshumanizado, una silueta borrosa, líneas truncas, miembros mutilados, un en-
sueño roto… ¡Ah, no por eso mi estatua será menos eterna que los mármoles de Fidias!...

Y ahora que el cielo es como un inmenso taller abandonado, una voz interior me repite
melancólicamente estás palabras de Shakespeare: -”Ahora nuestras diversiones han ter-
minado. Esos seres, nuestros actores, eran todos espíritus; se han convertido en aire, en
aire sutil... Semejantes al edificio sin base de esa visión, las torres coronadas de nubes, los
suntuosos palacios, los templos solemnes, este gran globo mismo y todo lo que contiene se
disolverán un día, y como se ha disipado esa insubstancial fantasmagoría, se desvanecerán
sin dejar siquiera en pos de sí una nube de vapor. Estamos hechos del mismo paño de los
sueños y nuestra pobre y pequeña vida está rodeada de sueño. ¡Señor, estoy un poco entris-
tecido; excusad mi flaqueza; mi cerebro está alterado!...”.
P O E S Í A R E U N I D A 145

Glosario
Ahijuna: interjección.
Ajogada: ahogada.
Aguaito: acecho.
Amancay, amancaya o jamancaya: azucena silvestre.
Caito: hilo de lana.
Caja: tamboril con el que los campesinos se acompañan para cantar coplas o bailar la rueda.
Calamuchita: valle en las cercanías de Tarija.
Canasmoreña: de Canasmoro.
Canasmoro: un lugar pintoresco de Tarija.
Cancha: recova.
Caña: gigantesca trompa originaria de los valles de Tarija, fabricada con dos o más trozos de
caña indígena unidos uno al extremo del otro, de modo que formen un solo tubo con una
embocadura lateral en una de las puntas y un pabellón en el extremo contrario. (Campesinos
tarijeños la introdujeron en el norte argentino donde se la conoce con el nombre de erke).
Cella: vallecito en las proximidades de Tarija.
Cellana: de Cella.
Cimba: trenza.
Contradanza: baile de Navidad.
Crío: niño de pecho.
Chapaca: de la campiña tarijeña.
Chapaco: campesino de Tarija.
Chicha: bebida alcohólica hecha de un fermento de harina de maíz.
Chilca: mata que crece en la orilla de los ríos.
Cholo: nombre que da el campesino al ciudadano.
Chulupía: mirlo.
Chunchos: bailarines disfrazados que evocan ritos paganos de una tribu ya extinguida.
Churqui: espino indígena de flores amarillas muy aromáticas.
Chusquió: resbaló, deslizó.
Cuantito: a penas, luego que.
Dende: desde.
Dir: ir.
Entre Ríos: valle de la provincia O’Connor.
Entuaviá: todavía.
Erke: instrumento de viento hecho con un cuerno y una cañita con lengüeta. (En el norte argen-
tino: erkencho).
Guagua: criatura de pecho.
Hualckas: cuentecillas de vidrio.
Imilla: moza, mocita.
Joyo: fosa.
De juro: de seguro, ciertamente.
Lapacho: árbol americano.
Lluro o yuro: cantarito de barro.
Malhaya: expresión de desprecio, maldición.
Mate: vasija hecha de calabaza.
Melga: amelga.
Misca: primicia.
146 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

Naides o nadie: nadie.


Nidar: anidar.
Ñudo: nudo.
Pa: apócope de para.
Pago: lugar donde nace y vive una persona.
Picana: aguijada.
Pinos: un lugar de Tarija.
Pirca: pared de piedras.
Quena: flauta de caña.
Recova: mercado de comestibles.
Redepente: de repente.
Rejusilo: relámpago.
Rueda: baile en círculo, de movimientos monótonos, que ejecutan los campesinos tomándose de
las manos, al son de la caja del erke, del violín o de la caña.
Salinas: comarca al sudeste de Tarija.
San Lorenzo: valle de la provincia Méndez.
Tacko: algarrobo.
Tojo: valle de la provincia Aviléz.
Toriando: enamorado.
Ulala: la flor del cardón.
Velay: he aquí, ahí está.
Velay: interjección: he aquí, ahí está.
Vincho: piedra brillante de color azulado o negro.
P O E S Í A R E U N I D A 147

El corazón colectivo
Eduardo Mitre

Si en la poesía boliviana Jaimes Freyre y Tamayo, especialmente, encarnan una estética abierta,
dominada por un impulso centrífugo, Campero Echazú y Alfaro inician el movimiento de re-
torno a los orígenes, a las raíces autóctonas -no en balde la metáfora hombre - árbol es común y
recurrente en ambos poetas. La diferencia de actividades se refleja en el lenguaje: al culto, lleno
de neologismos y de referencias culturales de los modernistas le sucede otro, llano y directo, que
rescata la espontaneidad del lenguaje coloquial y el sabor de los vocablos y giros del habla verná-
cula. Asimismo el amplio abanico de formas que desplegaron los modernistas, se reduce a unas
cuantas, casi todas de arte menor, emparentadas con el romance y la copla de la poesía tradicional
española (los sonetos, rarísimos en Campero Echazú, son prácticamente inexistentes en Alfaro).
La tradición de la ruptura iniciada por el modernismo cesa o se repliega para dar paso a la con-
tinuidad de la tradición. El arte no es más invención original y personal sino recreación de una
herencia colectiva. Cambia también la figura del poeta: éste, para decirlo con Hegel, no es sino “él
órgano por el que se expresa la vida nacional en su sentimiento lírico y en su manera de concebir
la existencia”.

Pero tanto como eso tales imágenes conjugan la erótica con la retórica o poética, estableciendo,
por relaciones metonímicas, una causalidad entre los pechos femeninos y el canto. Esta causali-
dad ya diseñada en “El coplero anónimo” cuando, al referirse a las copias de su infancia, el poeta
decía “yo las bebí como nuevas / con la leche de mi madre”, se reitera en otros poemas pero ahora
en un espacio pasional, cuyo centro móvil, danzante, es el cuerpo de la muchacha chapaca: “¡Que
deliciosos racimos / de tentación bajo el sayo / y qué vino el de las coplas / en el lagar de tus la-
bios!”. En “La copla chapaca” la misma relación se enuncia de modo igualmente nítido: “Cántame
esa copla / mocita de Pinos, / la que amamantaron / tus pechos huidizos”. Aliada de la naturaleza,
la mujer es transmisora de la vida y, asimismo, fuente del canto y la poesía: de ella emanan, simul-
táneamente, la leche primigenia y la música primera de las nanas infantiles.

Fundador de una poética de la provincia en la literatura boliviana, como R. López Velarde en la


mexicana, Octavio Campero testimonia a su vez la transformación del paisaje en que germina su
palabra. En la constatación del cambio se inscribe la faceta nostálgica y sombría de su obra. La
historia y sus mutaciones representaron para él la fractura del orden, el comienzo de la desacrali-
zación de la naturaleza y la caída en la alienación. En el poema “fiesta”, a una colectividad consa-
grada por la magia del canto, le sucede otra que, avergonzada de su verdadera tradición cultural,
ha perdido sus raíces y, con ellas, su propia identidad: “y va un pueblo gris y mudo / a perderse en
el ocaso”. En rigor, la añoranza de una Arcadia rural extinguida se manifiesta ya en “Voces” (uno
de cuyos ciclos se llama “Evocaciones”) y se acentúa en los dos últimos libros de títulos de por sí
reveladores: “Al Borde de la Sombra” (1963) y “Aroma de otro tiempo “ (1971). La obra de Octavio
Campero encarna una poética doblemente cerrada; espacialmente, por su rechazo a la moderni-
dad urbana; temporalmente, por su negación del progreso. Entre esos dos libros y el inaugural
“Amancayas” (1942) medio un tiempo largo, pero más que el tiempo los separa la historia o dos
acontecimientos históricos: la Revolución del 52 y la Reforma Agraria del 53. Anteriormente a
una y a otra, francamente feudales, son la provincia y el campo presentes en la obra de Campero
Echazú. Ambos, campo y provincia, plasman una visión que ignora el sistema de explotación que
los caracterizaba. Lejos de siquiera aludir a la servidumbre impuesta entonces al campesino, en el
poema “El camino”, a una colectividad actual dominada por el encono y el apetito destructivo, se
contrapone la evocación de la sociedad de otrora, basada en el colmo de la justicia y la abundan-
cia, y sumida en una suerte de domingo perpetuo.
148 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

El alejamiento, el éxodo y el imposible retorno se hallan también en el origen de esa poesía de la


añoranza por la provincia natal. Varios poemas la expresan desde una persona poética autobio-
gráfica que no es otra que el propio autor; me refiero a la secuencia conformada por “Madre”, “Per-
fume”, “Lluvia”, y “El retorno”. La conciencia de la pérdida de los seres entrañables nace justamente
con el regreso a la provincia. Sin embargo, si ostensiblemente elegíacos en su inicio y desarrollo;
todos estos poemas desembocan en una suerte de instante poético en el cual los ausentes y los
muertos vuelven, a través de las cosas que tocaron, a despertar sensaciones y sentidos: Basta el mí-
nimo fetiche como el cofre de la esposa muerta en el poema “Perfume” para trasmutar el pasado
en un tiempo recuperado y reencarnado. Así, Octavio Campero nunca se anega en el desamparo
ni las angustias radicales. Aparte de esa memoria afectiva que le restituye el aroma del tiempo ido,
siempre le asiste una fe religiosa inquebrantable; ésta, en el peor de los casos, de jubilosa y celebra-
toria, se hace clamorosa pero no mengua ni se extingue. Si ante la inminencia del acabamiento el
poeta siente que la vida es un tránsito fugaz (“un breve relámpago / en una obscuridad infinita”),
de inmediato apela a la providencia: “Que a la luz de una plegaria / Dios nos aco¬ja en su orilla”.
Esta religiosidad vital ya afirmativa, de un misticismo esotérico (“Adoro a Dios en el maduro /
milagro de la espiga”) y alejado de las purgaciones ascéticas como de la misantropía negadora de
la solidaridad, hace de Octavio Campero un poeta singular en nuestra literatura.

(Oruro 1943. Ensayista y profesor de español y literatura latinoamericana, doctor por la


universidad de Pittsburgh. Profesor en Saints Johns University, Queens, Nueva York).
P O E S Í A R E U N I D A 149

BIOGRAFÍA
Marcel Campero Zabalaga

Don Octavio Campero Echazú nació en Tarija el 21 de noviembre de 1900. Fueron sus padres
Don Manuel Campero de la Peña, nieto del ultimo Marques de Tojo y Doña Mercedes Echazú
Suarez, descendiente de ilustre y tradicional familia tarijeña.

Realizó sus estudios de primaria y secundaria en Tarija. Durante su niñez y adolescencia, alternó
sus periodos de estudios con dulces vacaciones en su finca Escapana, donde la hermosa campiña
y la moza del valle tocaron profundamente su espíritu delicado y sensible.

En el Colegio Nacional San Luis, despuntó su ansia de cultura y su vocación por la poesía. Uno
de sus primeros trabajos, cuando era todavía un niño, fue un soneto intitulado “La Quilla”, que
despertó la admiración de sus maestros. A lo largo de sus años de adolescencia, fue incursionan-
do cada vez más en su trabajo poético, hasta dar a luz “Arias Sentimentales”, publicado en La Paz
en 1918, cuando el poeta contaba con apenas 17 años. En sus versos se siente el despertar de “un
temperamento combativo…” y un alma ávida de emociones fuertes”. Pero Octavio los llamaba
“pecados de su juventud”.

En unos versos deja brotar la pasión:

“Amada ven así... Tus negros ojos


Cual astros de pasión enardecidos;
Entreabiertos de amor tus labios rojos,
Como tersos capullos encendidos”.

En otros el “orgullo”:
“Que me importa el dolor; yo sufro y vivo,
y la frente orgullosa no doblego;
Porque en mi pecho el corazón es fuego
Y es fuego el corazón, porque es altivo”.
150 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

En “Estrofas de Lucha” muestra su temple juvenil, cuando dice:

“Yo tengo hoy el acero de mi pluma


Para luchar con ansia en el combate;
La tristeza del mundo, no me abruma
Y el dolor de la vida, no me abate”.

Comentando esta obra, el escritor José Espada Aguirre escribe en el prólogo: “Leyendo Arias
Sentimentales, se experimenta una emoción completa de entusiasmo estético; en sus páginas vive
la belleza, con sus contornos esculturales de un cabal concepto”.

Al concluir sus estudios de secundaria, marchó para Sucre donde ingresó a la Universidad San
Francisco Xavier y obtuvo su Licenciatura en Derecho y Ciencias Políticas y Sociales en 1931.
Su Tesis intitulada “Génesis, Evolución y Porvenir del Matrimonio”, escandalizó a la vieja socie-
dad sucrense, que se mantenía en esa época rígidamente subordinada a sus ancestrales costum-
bres morales.

En su visión futurista sobre la relación afectiva, preveía que: “toda reforma social de importancia,
es el resultado de una lenta y larga evolución”… “De ahí por qué la institución del Amor Libre, sea
considerada todavía como un ideal muy lejano”… “El primer postulado del amor Libre, se funda
en la igualdad jurídica y social de los dos sexos”…

“Así será como, con la supresión del matrimonio, desaparecerá el dogma medieval e impuro del
pecado, que mancha el acto fisiológico y fatal de la reproducción. En consecuencia, toda unión
sexual será libre y se concertará sobre la base del amor mutuo y del consentimiento recíproco,
precisamente entre seres independientes responsables de sus actos. Quedará suprimida toda re-
glamentación inútil, toda ceremonia absurda, sin que la religión, ni la ley, puedan arrogarse el
derecho de legislar los sentimientos “… Recordaba a Ellen Key que decía: “en las sociedades futu-
ras, dos seres que se aman serán esposos” y continuaba con su tesis: “La fidelidad, no será como
hasta ahora, una formula sacramental obligatoria, aunque frecuentemente violada, mediante la
complicidad del adulterio y la industria lícita de la prostitución legal reglamentada por el Estado,
sino que dependerá en lo absoluto de los sentimientos altruistas de la sinceridad, de la simpatía y
de la duración del amor”…

Este era el joven Campero Echazú, defensor de los sentimientos más profundos y fuertes del ser
humano.

Durante el período de estudiante universitario fue Presidente del Ateneo Carolino de Sucre en
los años 1921, 1923 y 1924. Presidente de la Federación de estudiantes de Sucre en 1926, desde
donde luchó férreamente contra las medidas dictatoriales del Presidente Saavedra y a favor de
la autonomía universitaria. Una vez más se proyectaba con un espíritu de lucha, pero al mismo
tiempo sensible y poético.

En esta misma época, escribió casi un centenar de poesías que fueron sucesivamente publicadas
por periódicos y revistas. En ellas se vislumbra su “sed de ternura” y el “fuego de su corazón”. En
“El Amor que pasa”, decía:
P O E S Í A R E U N I D A 151

“Ayer, cuando la vi pasar de luto,


cual una leve sombra por la calle,
no sé qué extraña música en mi espíritu
dejó el fru-fru de seda de su traje.

Sobre el lírico riel de una mirada


loco de ensueño la seguí anhelante,
y en las húmedas ráfagas del viento
respiré su perfume hasta embriagarme.

Esfumándose a lo lejos la silueta


en la vaga penumbra de la tarde,
quise correr tras ella, ser el viento…
pero apenas pude arrodillarme”…

“Celosa” fue un poema que marcó época. En toda reunión donde Octavio estaba presente se le
pedía con entusiasmo para recitarla y así lo hacía:

“Es absurdo nena, que sufras por eso;


Jamás, te lo juro, quise a tal mujer
………”
Viviendo aun en Sucre, fue:
• Profesor de literatura del colegio Nacional “Junín” durante mas de 12 años
• Profesor de Filosofía Jurídica de la Facultad de Derecho de la Universidad San Francisco Xavier,
en 1931
• Profesor de Literatura y Castellano de la Escuela Normal de Sucre en 1934, 1935 y 1936
• Miembro de la Asociación Internacional de Escritores de Buenos Aires
• Corresponsal de revistas y diarios de Santiago y Buenos Aires

El 1937 contrajo matrimonio con la Srta. Delia Zabalaga Canelas, con quién retornó a Tarija y
aquí le dedicó su amor y ternura hasta el último día de su vida.

Delia nos relata este inicio de su vida con Octavio: “Cuando nos casamos pensábamos radicar
en La Paz o Sucre, pero antes fuimos a Escapana, ese maravilloso vallecito donde nuestro buen
Dios derramó tanta belleza para el hombre, una esmeralda verde rodeada de grandes montañas,
circundada por el gran río San Juan del Oro, con hermosos viñedos, alfalfares floridos, mucha
vegetación, árboles frondosos, hermoso clima, noches de luna, maravillosas, con lluvia de estrellas
y raras constelaciones. Ese vallecito que tanto amaba Octavio desde su niñez, me encantó, me
embrujó y resolvimos quedarnos en Tarija. Allí comenzó Octavio a escribir algunos poemas de
su libro “Amancayas”, inspirado en su tierra y en su gente. Cuando volvimos a la ciudad siguió
escribiendo, adentrándose más a su tierra y a su gente tan maravillosa, llena de afecto, que brinda
su corazón a todo el que la visita”.

En Tarija fue Director del Colegio Nacional San Luis, de 1937 a 1948; fue uno de los fundadores
de la Universidad Juan Misael Saracho, donde dictó la cátedra de Derecho Constitucional, de
1950 a 1969.

En 1938, con su poema “Canto a la Ciudad de los Cuatro Nombre”, ganó la Violeta de Oro, en los
Juegos Florales de Sucre. Al respecto, “El Diario” en su edición del 11/01/39, publicó lo siguiente:
152 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

“Octavio Campero Echazú, ha cantado desde las sonrientes vegas de Tarija, un fervoroso poema
de amor a Sucre. Abandonando la contextura exclusivamente lírica de sus versos anteriores,
Campero Echazú ha adoptado resueltamente la metáfora, realizando aciertos que son de veras
logrados. El vigor enérgico y audaz de las imágenes, constituye una nueva revelación de este
poeta, llamado a realizar una obra grande y bella”.

En 1940 “La Prensa” de Cochabamba, escribía respecto a su obra: “Entre los poetas jóvenes de
Bolivia, ocupa Campero Echazú un lugar de preferencia al que lo hace acreedor su dulzura tan
plena de dignidad y de belleza, con que nos regala en cada uno de sus poemas”.

En 1942 publicó “Amancayas”. Muchos fueron los comentarios de la prensa; Fernando Ortiz Sanz
en “La Razón” decía: “Amancayas… “En frente a este magnífico joyel de poesía, uno no sabe si
elogiar primero la exquisita intención del poeta o de la belleza agreste y soleada de las imágenes
campesinas. En la esencia de los versos de Octavio Campero Echazú, gran poeta y gran amoroso,
hay un resplandor de finas sensaciones, una quinta esencia de sentimientos que pertenecen a
todos los hombres, pero que apenas unos cuantos –los verdaderos poetas- atinan a expresar tan
delicada e intensamente”.

En este libro se publicaron joyas literarias como: “Porque Van Diez años” “Anillo Chapaco”, “Bajo
el Churqui Grande”, “La creciente”, “Canto al Hombre Árbol” y “De Camino”.
En este mismo año, se realizaron los Juegos Florales de Cochabamba, donde Octavio Campero
Echazú ganó el primer premio: Flor Natural y Banda del Gay Saber, con su poema “Carta a Tres
Amigos”.

Añorando su ausencia él decía:

“¡Ay amigos, las cosas que perdisteis echadlas al olvido!


Alberto a las zagalas
de los ojos de “vincho”
que fugan por los rústicos atajos
llevándose un racimo
pintón, oculto apenas
junto al seno florido …….”

En 1945 fue invitado por el Ministerio de Educación para dar un recital de sus últimos poemas,
en La Paz. Así se manifestó “El País” de Cochabamba, al comentar este acontecimiento: “Por
cierto que nunca, en la historia de la poesía boliviana se dio una más feliz coincidencia entre la
materia artística y la vocación del artista que debía obrar en ella. Campero Echazú ha sido, pues, el
poeta perfecto para la sugestión poética de Tarija. Espigó las gavillas y vendimió los racimos de la
temática regional, y elaborando con alta técnica sus elementos puros y sencillos, logró una poesía
nobilísima, de esencia vernácula, pero de categoría universal.”

Durante la década del 40 fueron innúmeros los comentarios sobre su obra “Amancayas”. Domin-
go Alberto Blunno escribió en “La Razón” del 3 de agosto de 1947, sobre el título “Comentarios
Extranjeros”: “Es un poemario escrito en versos fáciles, emotivos, plenos de luz y armonía, en el
cual el autor urde sus estrofas cantándole a la vida y a las cosa que le rodean.”

En 1950 publica su libro “Voces”. “La Razón” lo anunció de la siguiente manera: “Allá en las tierras
del Sur vive un poeta, un poeta que ha descubierto el mágico secreto de las palabras sencillas. Que
ha escrito un nuevo libro, Voces y que se llama Octavio Campero Echazú”.
P O E S Í A R E U N I D A 153

En “La Época” de Buenos Aires se leía: “El autor de este libro es, sin duda, alta expresión lírica de
la Bolivia actual. Cantor de lo auténtico, de lo nacional, su poesía se nutre en el pueblo y de él
capta lo perenne, lo eterno”…

Yolanda Bedregal, en un artículo de prensa intitulado “Valores de la Poesía Boliviana”, decía: “otro
poeta importante”… “es Octavio Campero Echazú, voz del alma chapaca: paisaje, figura, parla,
sentimiento estrictamente lírico; escribe en claro, en fresco, igual cuando es el valle o la moza, o el
sentimiento: poesía apaciguante de un cantar”.

En “Voces” publicó su poema “Lluro Roto”, donde canta la añoranza de un amor perdido.
- “Ay mama! ¿Se acuerda como era la Lola?
……..”

En 1961 ganó el Primer Premio Nacional de Poesía.

El 1962, la Universidad Juan Misael Saracho, le tributó un homenaje que le otorgó una Medalla de
Oro y fue proclamado “Maestro de la Juventud Tarijeña”. En el mismo año la Honorable Alcaldía
Municipal le rindió un homenaje en representación del pueblo de Tarija y lo declaró “Hijo Ilustre
de Tarija”.

En 1963, publicó su libro “al Borde de la Sombra”. En una entrevista que le hizo don Carlos Cas-
tañón Barrientos, se registró la opinión del autor sobre esta obra: “Mi última obra, me parece más
otoñal que las demás. Diría que ella es un poco más honda”… Mi tema predilecto es el localista o
nativista a condición de estilizar lo nuestro, lo nativo, lo propio del país”…

El 15 de abril de 1966, por su destacada labor cultural y docente, se le confirió la condecoración


del “Cóndor de los Andes”, en el grado de Oficial.

En 1967, el IX Congreso Médico, realizado en Tarija, le rindió un homenaje por su labor cultural
y lo condecoró con el “Cóndor de Plata”.

En este mismo año la Unión Internacional de Poetas Laureados, con sede en Filipinas, le otorgó
el título de “Poeta Laureado de la Naturaleza” y le confirió un Diploma de Honor, una guirnalda
de laureles de oro y una Medalla de Oro.

A sugerencia de los organizadores del Primer Congreso Nacional de Poetas, realizado en Sucre,
en junio de 1967, el Gobierno le confirió la Insignia de la “Gran Orden Boliviana de la Educación”
en el grado de Oficial.

Por “su valiosa contribución literaria a la cultura boliviana”, el Ministerio de Cultura, Informa-
ciones y Turismo, le otorgó la Medalla al Mérito, que le fue impuesta por el Excmo. Presidente de
la República Gral. René Barrientos Ortuño, el 15 de diciembre de 1968, en acto solemne que se
realizó en Tarija.

En agosto de 1970, el Ministerio de Educación y Cultura, le confirió el “Gran Premio Nacional de


Literatura”, correspondiente a 1970, como reconocimiento a su obra literaria y como homenaje
póstumo. El galardón, una hermosa medalla tallada en oro y plata fue entregada a su esposa, por
la Sra. Carmen de Baptista, esposa del Ministro, en Tarija el 14 de septiembre de 1970.
154 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

En noviembre de 2000, centenario de su nacimiento, la Prefectura de Tarija le confiere la máxima


condecoración del Departamento: La Medalla de Oro Moto Méndez.

Octavio Campero Echazú muere el 5 de julio de 1970, cuando contaba con 69 años de una vida
predestinada a cantar la belleza. Un día le preguntaron a doña Delia, su esposa, ¿Cómo era don
Octavio?.“Octavio Campero Echazú fue un hombre admirable y admirado, no solo en nuestra
nación, sino fuera de ella, era un caballero perfecto, culto, delicado, fino, chispeante, oportuno;
inspiraba simpatía en todos los círculos que frecuentaba, cuando hablaba, todos lo escuchaban
con deleite. Amaba la música por sobre todas las manifestaciones del arte, era parte de su vida,
el piano le encantaba, lo tocaba, tal que en su adolescencia había compuesto unas piezas que el
gran musicólogo Mario Estenssoro las aplaudía, conocía mucho de pintura, escultura. El no solo
conocía bastante el arte, también sabía mucho de ciencias. Fue un autodidacta, leía mucho, el
libro era su compañero inseparable hasta su muerte”… “tenía una cultura amplia. Se publicaron
en libros sólo sus versos y no así su prosa que era muy buena”…

La muerte lo sorprendió cuando escribía un libro.

Algunos poemas ya estaban concluidos y a otros les faltaba el nombre. Doña Delia resolvió com-
pilarlos e hizo una edición póstuma a la que intituló de “Aroma de Otro Tiempo”, como la estrofa
de uno de sus versos. Se publicó en 1971.

El último poema, dedicado a Guido Villa-Gómez, es la premonición de su muerte y un canto de


adiós a la vida.

“¿A qué sonoro viento de la noche,


o a qué soplo recién amanecido,
le confiaré, estrujadas por la pena,
las cosas que le escribo?...
…..”
(Tarija 1940. Ingeniero Geólogo).
P O E S Í A R E U N I D A 155

Bibliografía preliminar de
Octavio Campero Echazú (1900-1970)
Juan Ticlla Siles

a. Bibliografía de
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Misael Saracho»).
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29. “Celosa”: [Poesía]: 3. (Lr, 11).
30. “Coplillas de Proclamación de la Reina de Canasmoro”: [Poesía]. La Razón. (La Paz). (Lr, 70).
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156 O C T AV I O C A M P E R O E C H A Z Ú

36. “Myriam”: [Poesía]. (Lr, 12).


37. “Ofrenda”: [Poesía]. La Razón. (La Paz): 3. (Lr 8).
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