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ORTIZ
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ORTIZ
Resumen
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A continuación intentaré exponer la importancia de la recuperación de un estado
similar a “la preocupación maternal primaria” en el espacio terapéutico, ejemplificando
a través de un caso. Como no se trata de una madre con un infante, en la clínica
analítica propongo hablar de una experiencia de preocupación maternal secundaria
(consciente), donde el analista pone todos los recursos de disponibilidad afectiva sobre
el consultante. En los comienzos del análisis, se requieren ciertas condiciones básicas
para el establecimiento de una interacción de confianza y aseguramiento, ello en el
contexto de una dialéctica entre los aspectos más básicos del paciente y los recursos más
elaborados del analista. Para el establecimiento de esa confianza, la detección de las
necesidades del paciente, la identificación de su lenguaje, su modo, su estilo promueve
la generación del espacio potencial que se requerirá para el logro del re-conocimiento y
los procesos de simbolización fundamentales para “hacer análisis”.
Así también, siguiendo la obra de Freud, que plantea que para que un análisis se
pueda realizar, debe combatir y sortear las resistencias del paciente, entonces debemos
generar las mejores condiciones para que ello ocurra. No podemos olvidar que son
precisamente las resistencias con que se encuentra en la práctica clínica las que lo hacen
cambiar su teoría sobre los impulsos. Si la condición básica para que exista análisis es
que se despliegue la transferencia, debemos suponer que el paciente tendría que ser
capaz de establecer una relación de objeto con el analista. Sin embargo, las condiciones
en que esto se pretende, muchas veces son adversas y contradictorias. No siempre el
paciente llega con las condiciones básicas logradas para establecer una relación de
confianza que le permita exponer sus falencias y dolores. Muchas teorizaciones han
surgido en los últimos años que presentan esta dificultad frente a pacientes no
neuróticos por ejemplo. De ahí han surgido también muchas modificaciones técnicas,
incluso nuevas corrientes teóricas, que se enmarcan en el psicoanálisis, pero que tienen
grandes diferencias con los postulados originales freudianos.
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en que la relación comienza a establecerse. “En general las madres se identifican de un
modo u otro con el bebé que crece dentro de ellas, y así llegan a tener una sensación
muy intensa de las necesidades de la criatura. Se trata de una identificación proyectiva.
Esta identificación dura un cierto tiempo después del parto, y a continuación va
perdiendo gradualmente importancia.” (Winnicott, 1993, p. 69). A diferencia de la
madre, el analista despliega en forma consciente lo que la madre hace intuitivamente.
No sólo debe atender y entender el motivo de consulta manifiesto que el consultante
formula, sino que debe ser capaz de “leer” las necesidades y otros motivos que se ponen
en juego al establecer un vínculo con otro. Una vez establecida la confianza, pueden
aparecer los aspectos más elaborados que se requieren para el análisis de los aspectos
inconscientes del paciente, para el cambio y el desarrollo de un proceso analítico.
Entonces el paciente es capaz de tomar la mente del analista y sintonizarla con los
aspectos que hagan eco en su self, es decir en el contexto de una relación objetal. Las
intrusiones del medio pueden ser toleradas, y utilizadas para el desarrollo de los propios
recursos.
La identificación del analista con el paciente, que planteo aquí, se relaciona o es
un símil con el estado de “sensibilidad exaltada” que Winnicot considera en las madres
y que define como “aquello que les permite adaptarse delicada y sensiblemente a las
necesidades del pequeño en el comienzo.” (Winnicott, 1958, p. 400). Este símil se
refiere a una disposición psíquica y emocional más que una adaptación al paciente de
sus deseos, demandas o impulsos inconscientes. Hacer esa diferencia no resulta fácil en
la clínica, muchas veces podemos diferir o dudar, pero el propio análisis y la
supervisión pueden siempre contribuir a ir afinando las distinciones de ese tipo. Si lo
anterior se cumple sutilmente, la hipótesis de este trabajo plantea que no será advertido
por el paciente como una técnica de trabajo; pero si esto no está dentro de la capacidad
del analista, ya sea por su propia historia o por su trabajo de análisis personal, es
probable que nunca aparezca lo que Winnicott llama el “gesto espontáneo”. El paciente
se sobre adapta a la situación terapéutica, probablemente como lo ha hecho toda su vida,
llevándolo a éxitos relativos. O puede ocurrir que se produzca una sobre reacción ante la
realidad, haciendo que sienta como ataques las intervenciones del analista, o que lo
lleve a un desarrollo sordo de defensas que exacerben las resistencias.
Winnicott plantea que en el cuidado materno se ponen en juego una serie de
condiciones básicas para el normal desarrollo del infante, de su potencial heredado y la
sensación de continuidad del ser.
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“Durante la fase de sostén se inician otros procesos; el más importante es el
alborear de la inteligencia y el comienzo de la mente como algo distinto de
la psique. Allí se inicia la historia de los procesos secundarios y del
funcionamiento simbólico, así como de la organización del contenido
psíquico personal, que da la base del soñar y a las relaciones de vida.”
(Winnicott, 1993, p. 58).
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traumática aparece en su relato otro trauma: un par de años antes, su mejor amigo había
muerto en un accidente de autos.
Su relato acerca de la violación aparece entrecortado, no se entiende, no parece
tener un hilo conductor, sino más bien frases entrecortadas, como flashes de recuerdos.
No había hablado el tema con nadie, lo bloqueó (según sus propias palabras) y ahí
había quedado hasta que comenzó su nueva relación de pareja. Los flashes back de la
violación no le permiten concentrarse en los estudios, tiene insomnio y angustia
flotante. No puede dejar que su novio la toque aunque se siente muy acompañada y
querida por él. En la relación con la analista pide perdón cada vez que habla, o cuando
se atrasa mínimamente. Parece temerosa de hablar, de lo que yo puedo pensar de ella. El
recuerdo la deja en un estado extraño de confusión. A veces intenta llorar, sin embargo,
sólo sale un ruido raro de su boca. Muchas veces se coloca en posición fetal sobre el
sillón, y queda haciendo esos ruidos. “Llevo demasiado tiempo tratando de actuar que
estoy bien”. “Tengo ganas de escapar, partir de cero, como cuando nos cambiábamos de
país”… En esta etapa C. va completando cuadros del momento traumático y la relación
con el ex novio. Paralelamente habla de su relación con la madre, con quien no puede
comunicarse, es un vínculo de falsedad, celos y envidia de parte de la madre, emociones
que C. no puede entender y que la sorprenden o más bien la invaden constantemente.
Siempre parece como si fueran la primera vez. La violencia con el ex novio aparece
como un continuo de violencia de la madre hacia ella. Con su padre dice (en este
momento del análisis) que es más fácil porque no chocan, aunque tampoco hay un
vínculo honesto.
Así, se constituye una primera etapa del trabajo analítico: de “sostén”. En esta
etapa, las condiciones del trabajo eran anteriores a cualquier interpretación, no había
mente para ello. La paciente estaba encapsulada en relaciones y experiencias
traumáticas. Y en un falso self que se evidenciaba en una tremenda falta de
espontaneidad, un temor a ser.
El trabajo de la analista se centra en la escucha y el intento de ordenar sus
recuerdos. Aún cuando no entiendo bien los contenidos del relato, ni porqué el nivel de
traumatización, intuitivamente, en varias ocasiones, me acerco a abrazarla, y
permanecer así en silencio. Éste fue un trato sólo dedicado a ella, no existía en el
vínculo con mis pacientes, un trato similar. A veces se quedaba más allá de su hora, se
levantaba para irse, pero no se iba, se quedaba ahí parada, como esperando algo. A
veces coincidía que no tenia nadie después y yo podía acompañarla en silencio, otras
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veces la acompañaba (o llevaba) al baño a lavarse la cara, para que pudiera reponerse
porque había alguien más esperando.
Se trataba de recuperar en ella un estado básico de equilibrio, después de años de
sentir el mundo de suma “intrusión”. Se requería una neutralidad benevolente, puesta al
servicio de ella, que sostuviera sus angustias y miedos, así como sus recuerdos
aterradores. Su necesidad era ser contenida, escuchada, sin juicio, crítica o
manipulación. Esta etapa duró aproximadamente 4 meses, dos veces por semana sin
interrupción.
Este periodo de sostén, en el proceso analítico de C. posibilitó un posterior
periodo de mayor simbolización, de utilización del espacio potencial como lugar de
experimentación de sentimientos, ambivalencias, miedos, y aparición del verdadero
trauma.
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la pregunta “concebiste esto o se fue presentado desde fuera?” (Winnicott 1972, p. 30).
La realidad interna de la paciente fue tratada como su objeto transicional. Su
creatividad, puesta en sus escritos fue respetada y cuidada.
La acumulación de recuerdos de cuidado, su introyección y el desarrollo de la
confianza en el ambiente setting posibilitan poco a poco la independencia emocional de
la paciente así como la comprensión intelectual. Estos aspectos fueron reforzando en C.
la idea de sí misma, reparando su experiencia traumática y posibilitando la integración
de un sí mismo central. “Puede decirse que el self central es el potencial heredado que
experimenta una continuidad del ser y adquiere a su propio modo y a su propia
velocidad una realidad psíquica y un esquema corporal personales.” (Winnicott, 1993,
p. 59). La confianza en el medio que le proveía el análisis posibilitó el surgimiento de
los primeros símbolos de la separación (de la madre) y al mismo tiempo de la relación
con su analista, y el reforzamiento de su relación de pareja a través de la liberación de
ciertas áreas de conflicto. Durante el año que dura esta etapa, se trabajó la ambivalencia
de la relación con la madre, el maltrato y los golpes (sin razón aparente). La vivencia de
C. acerca de su madre es de una impredictibilidad constante, un lenguaje pre- psicótico
violento y de no reconocimiento del “otro”. Todas características propias de una
relación con una madre intrusiva. El lugar del análisis se constituye en una experiencia
completamente opuesta a la intrusión: la analista es una persona predecible y confiable,
no atacante, que es capaz de seguir atenta los tiempos que necesita para ser y hacer. La
paciente ha experimentado el despliegue de su self sin recibir retaliación. En esa etapa
ya no hay posición fetal, ni súplicas de perdón ansiosas y sin razón, aparece un lenguaje
más directo aunque a veces titubeante, mejora su vocabulario en español incluso.
C. se debate entre “salir al mundo”, como dice, o quedarse encerrada en la casa
del “terror” en que vive su familia. Tiene miedo a comprobar que su madre tenga
razón…”que soy una inútil…que me doy aires de superioridad, pero que no soy nada
sin ellos”2.
III) En esta fase, C. afianza una actitud nueva relacionada con “salir
creativamente al mundo”. Se cambia a una universidad de su gusto, toma todos los
electivos que tengan relación con la literatura, los debates, la escritura (esto ya había
comenzado en la etapa anterior); y sigue produciendo poemas, ensayos y cuentos cada
vez más imaginativos. Se pone a trabajar part time y participa en grupos de acción
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La paciente refiere en múltiples ocasiones su miedo a ser una perdedora. Los padres se ríen de ella. Una
vez una profesora les mostró un escrito de C. y ellos le preguntaron a quién se lo había copiado. Nunca le
creyeron. Por otra parte, era deportista destacada, los padres nunca fueron a verla competir.
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social de la universidad. Recupera algo así como lo que Winnicott (1972) llama la
creatividad propia del que está vivo, inserto en la sociedad, recupera un sentido de vida.
Esta etapa también está marcada por el cambio de objeto del análisis. Aparece el
conflicto con el padre que había sido acallado durante mucho tiempo, toda su vida…y
que sólo en este momento es posible que aparezca como contenido en el análisis.
“En un análisis se producen cambios cuando los factores traumáticos entran
en el material psicoanalítico a la manera del paciente, y en el seno de la
omnipotencia del paciente. Las interpretaciones que producen cambio son las
que pueden realizarse en términos de proyección”. (Winnicott, 1993, p. 47-
48).
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mimos localizados de la madre, que enmiendan la estructura del yo.”
(Winnicott, 1972, p. 112-113).
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los propios recursos y la propia experiencia de haber sido maternado, junto con la
capacidad de centrarse en ese hijo (paciente) en particular y su potencial de desarrollo.
Estos aspectos radican especialmente en la persona particular del analista, los cuales en
vez de eliminarlos, serían deseables de potenciar a través del propio análisis y la
identificación teórica de ellos.
Bibliografía
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