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La Compañía de Elíyahu

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LA COMPAÑÍA DE ELÍYAHU

Una vez más, alguien en el planeta aparece para definir y


desmitificar figuras humanas de alto prestigio ministerial y darle
la gloria al único que la Biblia dice que debemos darle: a
Jesucristo. Partiendo desde esa base casi elemental, llegarás en
el final a una conclusión que indefectiblemente cambiará tu vida.

(Lucas 3: 1) = En el año decimoquinto del imperio de Tiberio


César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes
tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la
provincia de Traconite, Y Lisanias tetrarca de Abilinia,
(2) y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de
Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
(3) Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el
bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados,
(4) como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías,
que dice: Voz que clama en el desierto: preparad el camino del
Señor; enderezad sus sendas.

El pasaje de arriba menciona a los gobernantes religiosos y políticos


que reinaban en Israel durante el ministerio terrenal de Cristo, el
resumen completo de los gobiernos de ese día. Esta pequeña clase
privilegiada representaba todo lo que el mundo consideraba noble,
poderoso y sabio.
Comparativamente, aunque te cueste trabajo imaginarlo, es como
si hoy estuviéramos hablando de presidentes, ministros,
legisladores, jueces y todo ese andamiaje que en los países, más
allá de sus diferencias tradicionales o culturales, también
conforman una clase privilegiada.
Sin embargo, la palabra del Señor se saltó a tronos de emperadores,
palacios reales, atrios de tetrarcas y dinastías de familias
sacerdotales, para venir a un personaje enigmático, vestido con pelo
de camello en el desierto. Vemos claramente la ironía divina en todo
esto. Después de nombrar Lucas a todos estos hombres de rango,
dice, “la palabra de Dios vino a Juan en el desierto”.
Sigamos con las comparaciones porque allí es donde apunta este
trabajo, aunque por respeto, cuidado, precaución o cualquier otra
razón, no se diga con claridad. Imagínate que hoy ocurra lo
mismo. ¿Alguien podrá prestarle atención, invitarlo a su iglesia o
aceptar un consejo de pastores a un moderno Juan el Bautista?
¿Verdad que no?
A diferencia de los gobernantes del día, Juan no reclamaba ningún
título para sí. Vivió como un indigente además de tener reputación de
personaje extraño. Rechazó el orden religioso y el orden religioso lo
rechazó a él, pero es a Él a quién la Palabra de Dios le fue revelada.
A mí nunca terminaron de cautivarme demasiado las frases con
algún grado de espectacularidad o de contenido pontificio. Sin
embargo, esto que los autores dicen aquí, me ha estremecido de
sólo contemplar las realidades.
En cuanto a los hombres, era marginado de marginados. Y sin
embargo es a este hombre a quién Dios escogió para preparar el
camino para Su Hijo. Este mismo espíritu estaba en Pablo cuando
dijo, “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro
Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo
al mundo.” (Gál. 6:14).
Poco sabemos de Juan el Bautista. Sus primeros años los pasó en
silenciosa preparación para este tiempo en el desierto. Era un
mensajero preparado y enviado por Dios. No hablaba por sí mismo.
Cuando le preguntaron quién era, su respuesta era: “Soy la voz de
uno que clama…” Juan no vino a preparar un ministerio sino a
preparar el camino para Cristo. Era una voz, y ESA voz hablaba por
Dios.
No voy a explayarme demasiado al respecto porque quiero llegar
al final de este trabajo para hacerlo, tal como es el estilo de esta
sección. Sin embargo, no puedo menos que ver con claridad la
inalterabilidad de los principios de Dios. Esto fue ayer, pero es lo
mismo en el hoy…
Juan fue un misterio para todos menos para Cristo. La mayor parte de
lo que conocemos sobre él se extrapola de las enseñanzas de Jesús.
Fue una representación profética de los mensajeros de los últimos
tiempos que Dios va a enviar en el espíritu y el poder de Elías. Cada
detalle respecto de su vida y ministerio es significativo, como veremos
en breve.
¿Qué salisteis a ver al Desierto?
Jesús preguntó a las multitudes un número de preguntas reveladoras
sobre Juan. “¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida
por el viento? ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de
vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras
delicadas, en las casas de los reyes están. Pero ¿qué salisteis a
ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.” (Mateo 11:7-
9).
En su típica forma de actuar, Jesús formulaba preguntas que
penetraban los corazones de sus oidores. ¿Habían salido a ver a un
profeta? ¡Si! ¡Pero Juan era “más que profeta”!
Juan era un mensaje ilustrado viviente y andante. Todo lo
concerniente a él era profético, apuntando tanto hacia el pasado como
hacia el futuro. Era una ayuda visual para el entendimiento de los
eventos proféticos de los últimos tiempos.
Cabe aclarar que un profeta, en los tiempos de Juan, era alguien
con autoridad suficiente como para no permitir dudas, pero
también alguien que hablaba del Reino para gente del Reino.
Nada que ver con conocer a una rubia en la iglesia de la otra calle
con la cual te casarás. ¿Estás entendiendo?
¿Qué es lo que habían salido a ver? Sus ropas, el lugar donde
ministraba, el río donde bautizaba, el pueblo y el mensaje que
predicaba, todo ello hablaba del espíritu en el que vino. Todas estas
cosas eran parte del mensaje que Juan trajo.
La vestimenta de Juan fue la primera cosa que Jesús mencionó. Sus
ropas eran parte muy fundamental de su mensaje. En lugar de llevar
las suaves vestiduras de un rey, llevaba un áspero atuendo estético
semejante al de Elías
(2 Reyes 1:8) Y ellos le respondieron: un varón que tenía vestido
de pelo, y ceñía sus lomos con un cinturón de cuero. Entonces él
dijo: es Elías tisbita.
Y probablemente tenía una larga barba. Hoy Juan sería considerado
probablemente uno de esos vagabundos y locos que suelen ser
expulsados de nuestras iglesias antes de llegar siquiera a tomar
asiento. No sería la clase de persona que te pararías a recoger
vagando por la autopista.
Porque en lugar de andar en el espíritu, como nos ha sido
ordenado, andamos en la carne. Así que no es extraño que a la
hora de evaluar a las personas, lo hagamos conforme a lo
externo, a lo que vemos. Así nos va…
Tenemos una dieta. Las langostas son comida kosher
(Levítico 11:22) = …estos comeréis de ellos: la langosta según su
especie, el langostín según su especie, el argol según su especie,
y el hagab según su especie.) y eran consumidas por la gente más
pobre. Juan nació en una familia sacerdotal y pudo haber vivido
comparativamente un estilo de vida medio-alto.
Pero en lugar de eso escogió la vida y la dieta de los pobres. No se
preocupó en absoluto por las cosas por las que vive la gente corriente,
“qué comerás, qué vestirás”. Su vida estaba dedicada por completo a
un solo propósito-el crecimiento de Cristo. Su auto-renuncia fue una
reprimenda visible de la mundanalidad de su día.
Perdona: ¿Yo he oído mal o mayoritariamente nos ha sido
predicado y enseñado que los cristianos debemos comer de lo
mejor y vestir de lo mejor porque somos hijos del Rey de Reyes?
Juan, entonces, evidentemente era de otra religión, ¿No es
cierto?
También la ubicación de su ministerio fue significativa. El valle del
Jordán tiene 100 millas de largo, siendo una depresión geográfica de
10 por 15 millas de ancho sobre la superficie de la tierra, alcanzado su
profundidad más grande en el Mar Muerto (1300 pies-
aproximadamente 39,50 m por debajo del nivel del mar). El Río
Jordán, donde Juan bautizaba al pueblo, fluye del Mar de Galilea, al
sur del valle del Jordán hasta el Mar Muerto, siendo una parábola
geográfica de las cosas espirituales.
Habla del carácter y del ministerio de Juan. Jordán (Yaden), significa
“el que desciende”, “el que baja”, y también, “el que se postra”. El Río
Jordán, hería el valle más profundo en el centro del país, siempre
hacia abajo, siempre menguando.
Sin lugar a dudas, Juan era el que descendía. Como el Río Jordán, él
siempre estaba menguando. Nos encanta citar sus famosas
palabras, “Es necesario que Él (Jesús) crezca, pero que Yo
mengüe” (Juan 3:30).
Juan preparó el camino para Cristo y después se salió de él por causa
de Cristo. Nunca promocionó su propio ministerio, como es tan común
hoy día incluyo entre los que se llaman a sí mismos profetas.
Totalmente cierto. Y además, bien vale examinar el significado del
Jordán, conjuntamente con el acto simbólico de introducir a la
gente en sus aguas para perdón de pecados. Luego de realizado
ese examen, procura comparar todo eso con nuestro bautismo
por inmersión actual.
Dios siempre ha escogido a los humildes y a los desechados para
manifestarse al mundo. Él escoge el telón de fondo de la muerte para
apartar la manifestación de la vida de Su Espíritu. El Espíritu de Dios
atrajo las multitudes hacia Juan porque era solo un humilde mensajero
que apuntaba el camino a propio Hijo de Dios.
Jerusalén y toda Judea “salieron a él… y fueron bautizados por él
en el Jordán, confesando sus pecados.” (Lee Mateo 3:5-6). Las
multitudes salieron a Juan. Pero él no envió folletos, ni alquiló
estadios, ni hizo campañas en las ciudades más grandes y opulentas
en las que hubiera sido fácil reunir multitudes.
Nadie le invitó para ser el conferenciante principal en conferencias
especiales. De hecho, jamás fue a la ciudad. Si querías ver y escuchar
a Juan, tenías que irte al desierto. Porque la palabra del Señor vino a
Juan en el desierto, y ahí es donde él escogió quedarse.
Atención con eso que dicen los autores porque, desde lo
simbólico, es básico. Si Juan representa a la palabra auténtica,
está claro que sólo se la puede hallar en medio de un desierto
personal, que es como se denominan nuestras crisis.
Juan el Bautista no tuvo ninguno de los engaños externos de cualquier
ministro respetable de su día, ni tampoco empleó ninguno de sus
métodos. Tampoco dispuso de edificios atractivos para que sus
seguidores se congregaran en ellos.
Ni túnicas ostentosas que le apartaran de las masas, ni podios o
púlpitos altivos, ni títulos sacerdotales, ni ancianidad reconocida, ni
cobertura humana, ni estructura de autoridad que le enviara, ni
acreditación (¡cosas a las que se aferran los hombres que están en el
ministerio hoy día!). Jamás obró ningún milagro que sepamos, pero las
noticias sobre él se expandían a todo lo ancho, y la gente de toda la
región alrededor de Jerusalén y del Jordán, vino a verle y a
escucharle.
(Me pregunto que respondería Juan cuando le preguntaban
adonde se congregaba)
Juan fue un hombre humilde pero su humildad nunca se midió por un
sometimiento al sacerdocio de su día. Con los estándares de hoy día,
su discurso sería clasificado como rebelde. Si él estuviera hoy día
aquí, sería acusado de tener una raíz se amargura.
(Está claro: humildad nunca fue ni será sinónimo de esclavitud)
Con frecuencia recurría a la denuncia cuando los líderes religiosos no
arrepentidos venían para espiar su ministerio a los pobres. Viéndolos,
decía, “¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir del juicio
venidero!”
Juan el Bautista fue el mensajero que vino en el prototipo de Elías.
Dios honró a Juan llamándolo “mi mensajero”. Juan salió
repentinamente del desierto de Judea, de forma muy parecida a como
Elías salió del desierto de Galaad.
Tenía el mismo aspecto que su predecesor; su mensaje era muy
parecido al de Elías, “Si Jehová es Dios, seguidle; pero si es Baal,
seguidle a él.” La historia de Juan el Bautista fue el cumplimiento de la
de Elías “en la consumación del tiempo”. Pero aún hay un
cumplimiento por llegar.
“Mi mensajero”… preparando el camino
Jesús siguió hablando de Juan citando el Antiguo
Testamento. “Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo
envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino
delante de ti.” (Mateo 11:10).
Estaba citando al profeta Malaquías, “He aquí, yo envío mi
mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá
súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el
ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho
Jehová de los ejércitos” (Malaquías 3:1).
Fíjate que hay dos mensajeros predichos aquí. El primero prepara el
camino para el segundo. Con la venida de Juan en el desierto, el
pueblo de Israel esperaba que el Mesías apareciera pronto. Y lo hizo.
Juan fue enviado para preparar el camino para Cristo llamando a
Israel al arrepentimiento tal y como Isaías había profetizado
setecientos cuarenta años antes diciendo:
“Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová;
enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea
alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y
lo áspero se allane.” (Isaías 40:3-5; Lucas 3:3-6).
Este pasaje revela la naturaleza del ministerio de Juan y define el
arrepentimiento que Dios está buscando hoy. Del mismo modo que
hubo necesidad de un precursor para preparar el camino del Señor
antes de su primera venida, así también lo es antes de que regrese
otra vez. Dios es el gran allanador.
El suelo alrededor de la cruz esta perfectamente nivelado. ¡Fíjate que
el camino de nuestro Dios se halla en los lugares baldíos del desierto!
No lo encontrarás en los palacios y templos de hombres que se han
exaltado a sí mismos.
Juan comparó a los más grandes con lo más bajo de las bestias al
llamarlos serpientes y víboras. Este tema de la igualdad es el destino
de Dios, que se opone a los soberbios y da gracia a los humildes. El
arrepentimiento según Dios es muy bien descrito por las
palabras, “Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado.”
¿Cómo se construye una carretera? Bajas los montes, y llenas los
valles. Enderezas los lugares torcidos, pero aún no es suficiente.
Tienes que apartar la capa superior de tierra para llegar a tocar algo
sólido.
Solo entonces se puede comenzar a poner el lecho de la calzada para
la nueva carretera. No puedes construir una carretera para Cristo sin
quitar el humus de los reinos de los hombres. Todos esos montes
altivos que se exaltan a ellos mismos y los valles abatidos y
pisoteados tiene que ser nivelados.
Jesús vino como siervo sufriente para poder romper todo yugo y dejar
libres a los cautivos. ¿Libres para qué? Libres para servirse unos a
otros y al Padre en toda humildad como familia de Dios. Los montes
que están por encima de tal servidumbre deben ser bajados. Los
valles abatidos y devaluados serán exaltados.
Esta es una inexorable y grande verdad. Tan verdad como que en
muchos lugares, gente que dice seguir y servir a Jesucristo, se
conduce de modo tal que quita, cercena y anula esa libertad
ajena, cambiándola por servicio personal y propio.
El Espíritu de Elías
Juan el Bautista fue tanto un cumplimiento de la profecía como un
cuadro profético, prediciendo eventos del futuro. Jesús habló de este
misterio en Mateo 17:11-13. “Respondiendo Jesús, les dijo: A la
verdad, Elías viene primero, (tiempo futuro) y restaurará todas las
cosas. Mas os digo que Elías ya vino (pasado), y no le conocieron,
sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo
del Hombre padecerá de ellos.”
Aquí Jesús habla de la venida de Elías, tanto en futuro como en
pasado, aún por venir, por habiendo venido ya. Vino la primera vez
como Elías. La segunda vez como Juan el Bautista. Y aún vendrá otra
vez en el futuro para restaurar todas las cosas.

Cuando el ángel del Señor vino a Zacarías y le informó que su esposa,


Elisabet, tendría un hijo al que llamarían Juan, también citó una
profecía de Malaquías 4:5-6, revelando el Espíritu en el que Juan
ministraría. “El hará volver el corazón de los padres hacia los
hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres.” (Lucas 1:14-17).
Juan fue el cumplimiento de la profecía de Malaquías. En Mateo
11:13-14, Jesús quitó toda duda en cuanto a quién era este
Elías. “Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.
Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir. ”
La palabra espíritu con frecuencia se usa para describir el carácter, la
disposición, la naturaleza o la pasión de una persona. Juan vino en el
espíritu, en la pasión de Elías. Es ese espíritu y pasión lo que le
motivaba y empujaba.
Está buena y necesaria esta explicación final, porque no son
pocos los oportunistas, mercenarios de la religión falsa, que han
creído ver en este texto una habilitación teológica a la falsa
creencia de la reencarnación.
Amigo del Esposo
El siguiente pasaje revela la actitud del corazón de este mensajero
que fue enviado de Dios. En los últimos días del ministerio de Juan,
algunos judíos crearon un conflicto con los discípulos de Juan en
cuanto al bautismo. Esto es lo que siguió:
Los discípulos de Juan vinieron a Juan y le dijeron, “Rabí, mira que el
que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste
testimonio, bautiza, y todos vienen a él. Respondió Juan y dijo:
No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo.
Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el
Cristo, sino que soy enviado delante de él. El que tiene la esposa,
es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le
oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi
gozo está cumplido. 30 Es necesario que él crezca, pero que yo
mengüe. El que viene de arriba. El que de arriba viene, es sobre
todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla;
el que viene del cielo, es sobre todos…” (Juan 3:25-36).
Juan el Bautista es el mensajero ideal. Su fidelidad no es menos que
para inspirar. Sus famosas palabras, “que Él crezca, pero que yo
mengüe” describen su única pasión, el espíritu en el que él vino.
¿Conocemos de verdad lo que significan estas palabras? ¿Las
conocemos al nivel que las conoció Juan? Esta es la declaración de la
misión de Juan. Fue su objetivo desde el principio. Jamás entró en su
mente la idea de establecer y mantener un ministerio de gran perfil.
Fue simplemente una voz que clama en el desierto. Él encontró su
identidad en Cristo, no en su llamado y ni en su ministerio. Desde las
orillas del Jordán, donde por primera vez vio a Aquel de quien no era
digno de desatarle los cordones del calzado, Juan nunca dejó de ser
un heraldo, nunca dejar de apuntar; nunca dejó de dirigir los ojos y los
corazones de sus oyentes hacia Jesús. Nunca dejó de decir, “He aquí
el Cordero de Dios.”
Pero incluso llegó un día en el que él tendría que menguar aún más.
Su obra fue completada y vio la necesidad de desaparecer. Había
preparado el camino para Jesús y ahora llegaba el momento de
preparar el camino para el esposo. Sabía que si se quedaba, se
encontraría a sí mismo compitiendo con Jesús.
Los seguidores de Juan aún no le habían dejado para seguir a Jesús,
pero ahora le estaban tentando. Sus palabras estaban llenas de celos
contra Cristo. “El que estaba contigo al otro lado del Jordán, de
quien tú diste testimonio, bautiza, ¡y todos vienen a él!”
Para que tengas una idea más clara de tu propia naturaleza
humana, piensa que nunca habías prestado atención a esa
expresión como portadora de celos ministeriales, esos que hoy
tanto abundan. Sin embargo así fue. Sólo Juan tenía clara su
misión.
Querían que Juan siguiera con el programa; competir precisamente
con aquel a quien él estaba llamado a servir. ¿Es que Juan no podía
ver que su ministerio se estaba haciendo pedazos? ¿Es que no se
daba cuenta que la gente estaba dejando de venir a él?
Quizás estaban intentando de conseguir que Juan tuviera más
reuniones, o seguir haciendo lo mismo que había funcionado para él
en el pasado. ¡Levántate! ¡Haz algo! ¿Es que no te das cuenta de
que todos van a Él?
La respuesta de Juan rebosaba de significado. Recordó a sus
discípulos que “el hombre no puede recibir nada a menos que le
sea dado del cielo”.
Juan reconocía que había (pasado) sido enviado delante de Cristo,
pero el tiempo se había acabado. Juan recordó a sus discípulos sobre
el significado de su ministerio cuando dijo, “el que tiene a la esposa
es el esposo”.
En el contexto de la ceremonia de boda tradicional hebrea, Juan se
veía a sí mismo como el amigo del esposo, que ayudaba por todos los
medios para presentar a la esposa casta, como una virgen pura, al
esposo.
El acto final del amigo del esposo era en esa tan esperada noche
cuando el esposo venía a llevarse a la esposa. Cuando escuchaba el
clamor, “el esposo viene, sal a recibirle”, ella era escondida en la
casa que el Esposo había preparado durante mucho tiempo.
Conforme a la tradición judía, el amigo del esposo seguía la procesión
nupcial a distancia. Cuando el esposo introducía a la esposa en la
habitación nupcial, escuchaba el murmullo del amor y ante la primera
nota de gozo en la voz del Esposo, el amigo del Esposo danzaba y
gritaba de alegría. Su trabajo había terminado, el amigo del Esposo se
daba la vuelta y se marchaba.
De manera que en Juan vemos a un mensajero perfecto con un
corazón perfecto. ¡Que Dios nos ayude a ser tales amigos y
mensajeros del Esposo hoy, y a apartarnos de cualquier clase de
protesta conforme a nuestra propia ganancia bajo la guisa del
ministerio!
No sé como será en tu tierra, tú país, tu nación, ya que nuestras
culturas suelen diferir en muchas cosas aunque vivamos en un
mismo continente. Pero puedo decirte que aquí en Argentina,
pensar en alguien que comienza un proceso destinado a darle
paso a otro más importante que él, es prácticamente ilusorio; solo
Dios puede hacerlo.
Somos, mayoritariamente, (Y no interesa si yo personalmente no
lo soy), tremendamente egoístas y egocéntricos. Bien; debo
advertirte una vez más que nuestro evangelio es Cristocéntrico o
no es el evangelio que debemos predicar. Cualquier otra cosa, es
imitación falsa y babilónica.
El fiel Siervo de Abraham
En Génesis 24, leemos la historia de un siervo parecido, con las
mismas pasiones. También era el amigo del esposo. Fue enviado por
Abraham a su tierra para conseguir una esposa para su hijo Isaac.
Abraham dio a este hombre la carga de diez camellos en riquezas, el
precio de la esposa, para comprarla para su hijo. El hombre es solo un
siervo, es decir, no tiene riquezas propias ni nada que ganar
personalmente. (Ten presente esto, porque si retornara con el
deber cumplido, será considerado amigo, mientras que mucho
tiempo después, de seguir así, tendrá status de hijo adoptado,
pudiendo heredar a su Señor. ¿Te suena conocido?)
Y sin embargo viaja un largo trayecto (algunos dicen de más de 750
kilómetros) y semanas de viaje con un rescate de rey y sin supervisión
para tomar una esposa para Isaac. Cuando llega allí, cae sobre su
rostro y clama a Dios para poder escoger a la mujer correcta para el
hijo de su señor.
Puso una prueba y Rebeca la pasó con honores. El siervo dio toda la
riqueza a Rebeca y su padre, y la tomó para llevarla a Isaac. Nunca
tuvo nada que ganar del viaje aparte del conocimiento que Dios había
dado al hijo de su señor una esposa de Su elección. ¡Y solo se
regocijó en eso! (Lee Gén. 24:10-22).
Al acercarse a Beer Lahai Roj, vinieron a Isaac. Cuando Rebeca vio a
Isaac, se bajo del camello y dijo al siervo, “¿Quién es el hombre que
camina en el campo hacia nosotros?”. El siervo presentó la esposa al
esposo como una virgen casta identificando al esposo. “Es mi señor”.
(Lee Gén. 24:61-65).
Como Juan el Bautista, este siervo fiel supo que la esposa pertenece
al esposo. Vemos también este corazón en el apóstol Pablo, que
escribió, “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado
con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a
Cristo” (2ª Cor. 11:2).
¡Qué tremenda lección nos dan estos siervos! Dios está buscando que
tales siervos sirvan al Cuerpo de Cristo hoy. Él busca a aquellos que
traigan un Esposa digna del Hijo—una esposa sin manchas ni
moretones producidos por el maltrato de ministros presuntuosos.
Él busca siervos que no se gasten el precio de la Esposa en ellos
mismos, o que mancillen a la esposa para obtener su propio placer.
Dios busca a aquellos que no levanten su propio reino con la riqueza
del Padre, sino que sean buenos administradores de todo lo que les
ha sido entregado en sus manos, dejándolo donde corresponda.
Porque para esos siervos que comparten el corazón del Padre, traer
una Esposa para el buen placer del Hijo, es recompensa más que
suficiente. En esto es cumplido el gozo de ellos.
Esta es la verdad de Dios escrita con sencillez y contundencia.
Nadie podrá oír esto y pensar que es un mensaje “muy duro” o
muy fuerte. Es el mensaje del evangelio de la cruz. Todo lo
demás, es Babilonia pura y sin escrúpulos.
En la economía de Dios, con frecuencia Él nos da un prototipo del
Antiguo Testamento (como hemos visto antes) que expone las
características esenciales de un tipo tardío. Y después da el
cumplimiento neotestamentario en Cristo. Pero no se queda ahí.
Porque la obra continua del Espíritu Santo es formar, llenar y cumplir
todas las cosas que el prototipo pre-figuraba. Es el caso de Elías, de
Juan, y de la compañía de Elías de los últimos tiempos. Elías y Juan
son proféticos de una compañía en los últimos tiempos que Dios va a
enviar para restaurar todas las cosas.
La Compañía de Elías en los Últimos Tiempos
Pero, ¿de qué manera vendrá Elías en estos últimos tiempos? ¿Será
una entidad única destacada? ¿O será todo un conjunto de santos
amados que están absolutamente enamorados de Jesús y que quieren
ver que Él consigue lo que se merece como Salvador y Señor?
Creemos que Apocalipsis muestra esta venida final de Elías como un
grupo de personas, no un solo hombre. Esto es lo que describen los
“dos testigos” (una señal de pluralidad). El Nuevo Testamento
completo apunta a la unción del Espíritu, estando sobre un cuerpo de
creyentes, no sobre uno o dos solamente llenos de poder (lee Hechos
4:31-33, 20:32; 26:29; Rom. 8:32; 1ª Cor. 3:21-23; 12:5-7; 11-13;
14:31; Gál. 3:28; Efe. 1:22-23; 3:8-11; 17-19; 4:10-16;25; 1ª Juan
2:20,27).
¿De qué forma es este grupo de los últimos tiempos semejante a Elías
y a Juan el Bautista? ¿De qué manera resumirá o consumará esta
compañía de Elías los ministerios de estos predecesores? El corazón
de su mensaje será el mismo. (Toma nota de esto: el corazón de su
mensaje será el mismo)
Cada palabra que Juan proclamaba apuntaba el camino a ese
Príncipe que no era de este mundo, a ese reino que había de venir. Su
mensaje de apertura en el Río Jordán fue, “Arrepentíos, porque el
Reino de los Cielos se ha acercado”.
Cuando Jesús vino a ser bautizado, Juan apuntó a Él y dijo, “¡Éste es
Él!” Cuando sus discípulos rehusaron seguirle a Él, él les reprendió.
Dijo: “Nada puede recibir el hombre si no le es dado del
cielo.” Juan apuntaba al Esposo e insistió que la esposa pertenecía a
Jesús, no a él mismo. (Quiero repetirlo, a riesgo de resultar senil o
peyorativo para con tus cualidades intelectuales, pero lo
considero básico y vital: la esposa es de Jesús, nunca de hombre
alguno. Está claro, líder?)
¿Quién puede ser parte de esta compañía de Elías? ¿Podemos
hacernos parte de este ministerio profético de los últimos tiempos?
¿Podemos ir a alguna escuela de profetas y aprender las técnicas
necesarias para caminar en las pisadas de estos grandes hombres?
¡NO! Nada puede recibir el hombre a menos que le sea dado del cielo.
El llamamiento, la preparación, la separación de este mundo, el
mensaje, y finalmente la obra, todo ello viene del cielo. Dios sigue
siendo soberano y es Él quien escoge, prepara, llena de poder y envía
a Sus mensajeros. Él busca corazones que busquen solo al
Hijo. (Corroboro: nada puede recibir el hombre a menos que le sea
dado del cielo)
Los que pertenecen a la compañía de Elías, como Elías y Juan, se
hallarán también en directa confrontación con los sistemas políticos y
religiosos de este mundo. Como podemos ver de las vidas de estos
mensajeros, TODOS los reinos de los hombres los rechazaron y
buscaron finalmente su exterminio.
Está más que claro, ¿Verdad? Si todavía hay gente que cree que
somos una horda de conflictivos, resentidos, amargados, o
enojados porque no nos permitieron tocar la guitarrita en el culto,
allá ellos; la verdad es otra. Concretamente, la que acabas de leer
y no escrita por mí.
En el libro de Apocalipsis, los dos testigos predican el reino de Dios en
las calles de la apóstata Jerusalén y prevalecen durante un tiempo.
Pero cuando finalmente son matados, se celebra una gran fiesta por
su desaparición. (Horror; ¡Fiesta por la desaparición de
prominentes ministros! ¿Va a ser así?)
Este es de nuevo un tipo del antagonismo que existe entre los reinos
del príncipe de este mundo y el reino de Dios. Como Jesús dijo tan
bien: “El que viene de arriba, está por encima de todo; el que es
de la tierra es terrenal y habla cosas terrenales. El que viene del
cielo, está por encima de todo. Y lo que ha visto y oído, eso
testifica; y nadie recibe Su testimonio.”
¿Cuál es la pasión que inspira y empuja a estos escogidos de la
compañía de Elías? ¿Edificar un gran ministerio? ¡NO! Solo quieren
ver crecer el Reino de Jesús. Y entienden que para que esto suceda,
deben menguar. Deben perder sus vidas e identidad, no sea que sean
hallados apartando la atención de la Esposa sobre el Esposo, y de
este modo, yendo en contra de sus propios llamamientos.
Por favor; lean esto con suma atención todos aquellos que me
piden que publique fotos mías con mi familia y todo eso que
vemos masivamente en otras páginas Web. Tengo una sola y
sincera respuesta con mucho amor: ¡Déjenme cumplir con mi
llamamiento! ¡¡No me obliguen a imitar a Babilonia!!
Dios busca a aquellos que como el fiel siervo de Abraham, estén
dispuestos a negarse a sí mismos para traer una esposa sin mancha
ni arruga, apta para el Hijo. Los individuos que tienen un deseo en el
corazón por edificar un ministerio en su propio nombre y para su
propia gloria, nunca pueden ser amigos fieles del esposo. (Toma nota,
saca muchas fotocopias y distribúyelas en todas las iglesias
evangélicas que conoces)
Intentan cortejar y poseer a la esposa para su propia gratificación. A
tales siervos infieles, las siguientes palabras de Juan son una hirviente
reprimenda: “El que tiene a la esposa es el esposo; pero el amigo
del esposo, que está con él y le escucha, se goza grandemente
por la voz del esposo. Por eso, este gozo mío es cumplido. El ha
de crecer pero yo tengo que menguar.” (parafraseado).
Por otro lado, los verdaderos amigos del esposo esperan
ardientemente esos tiempos de intimidad, cuando el esposo toma a la
esposa en Sus aposentos. Se gozan cuando la esposa sigue a su
esposo, llena de pasión, y cuando la lleva a ese lugar de comunión
íntima.
En esto el gozo de ellos es cumplido. Viven para la satisfacción del
esposo. Escuchar Su voz satisfecha es el deleite de sus oídos.
Danzan y gritan de gozo con el mero pensamiento de la unión de la
esposa con el esposo, incluso sabiendo que eso indica el fin de su
trabajo. Sus vidas han sido gastadas preparando ese preciso
momento.
Han terminado con su trabajo. Habiendo preparado el camino de
Cristo, ahora es el momento de apartarse del camino por causa de
Cristo. Solo el fiel amigo del esposo se dará la vuelta y se marchará.
El siervo infiel trata de mantener su lugar y su ministerio a toda costa.
Luchará por conseguir la esposa para él mismo. Este es el mismo
tema al que Juan apuntaba al decir a sus discípulos, “El que tiene a la
esposa es el esposo.” Solo esa clase de amigos entregaran una
esposa casta al Esposo. Solo esos amigos pueden gozarse
completamente en esa unión. ¡Ese es el Espíritu de Elías!
El poder de Elías
Algunos pueden preguntar, “¿Y que hay del poder de Elías? ¿No
vendrá esta compañía de Elías en los últimos tiempos en el poder de
Elías?” Así lo creemos, pero solo será cuando su pasión esté
completamente aliada con la pasión del Espíritu.
Esto confirma, además, otra cosa que hemos enseñado hasta el
hartazgo: si al evangelio no se lo sirve y predica con pasión, no
es el evangelio de Jesucristo. En él, no hay espacio para
académicos, fríos o ultra profesionales de la teología. ¡¡Es vida!!
Es Dios.
El Espíritu no despilfarra Su poder sobre los que tienen ambiciones
privadas. Las Escrituras ni por un instante ceden en cuanto a que Dios
ordene a alguien que busque el poder. Los hombres carnales quieren
el poder, pero pocos tienen la pasión por el Esposo que esté detrás
del poder de Elías y de Juan. (Cierto. Hay una enorme mayoría que
no conoce a Cristo, sólo tiene más o menos información acerca
de Él.)
Los corazones de estos dos hombres fueron altares sobre los que
descendía el fuego celestial. Era la oración efectiva desde los
corazones y bocas de estos mensajeros lo que movía la mano de
Dios. El deseo de ellos no era milagros, sino que los corazones se
volvieran a Dios. (En tú lugar, yo, ya estaría preparando ese altar)
Elías no buscó el poder independientemente, sino que el poder vino
sobre él al buscar él la restauración de todas las cosas. ¿Qué nos
hace distintos de Simón el mago, que intentó comprar el poder de
Pedro, si nuestra búsqueda es una búsqueda de poder? ¿No nos
estaremos colocando a nosotros mismos bajo maldición? (Totalmente
en coincidencia; por ese motivo es que muchas congregaciones
aptas para tener victoria, están en derrota por causa de esa
maldición)
Hoy vemos a hombres de grandeza en el ministerio postulando y
vendiendo “poder”. Llevan a cabo seminarios caros para los
ministerios apostólicos y proféticos “para que ellos también puedan
recibir el poder”. (En el mejor de los casos, error. En el peor,
herejía)
Con frecuencia prometen a sus seguidores que si los apoyan, a
cambio recibirán el poder de ellos en su ministerio. Incluso hemos visto
profecías personales vendidas al módico precio de setenta y cinco
dólares. Querido cristiano, ¿No es tiempo de llorar entre la entrada y el
altar? (Lee Joel 2:17)!
El Espíritu de Dios trae una pasión desinteresada por la exaltación de
Jesús antes de traer ningún poder a los que son llamados. Primero a
“querer”, LUEGO a “hacer”, primero la pasión, luego el poder.
Sin la cruz en las vidas de estos llamados fuera, nunca habrá una
impartición de pasión o de poder. El hombre natural no puede recibir
las cosas del Espíritu o del Reino de Dios, de modo que el poder del
Reino no puede ser ejercido por ambición carnal. (¡Pum! Golpe
mortal a la ambición humana religiosa)
Al ver el cristianismo de hoy día, tan permeado de ambición privada, y
peor aún, al ver el residuo de esa misma ambición en nuestros propios
corazones, tendemos a volvernos cínicos. Cuestionamos si la pureza y
la pasión de corazón que había en Elias y en Juan el Bautista podrá
alguna vez ser hallada en el cristianismo contemporáneo.
A pesar de nuestras dudas, ¡Dios lo está haciendo otra vez! Él está
saltándose a los académicos y futuros reyes. Para desilusión de
muchos, Él también está saltándose a los que se sientan en los
asientos del poder eclesiástico. (Amén. ¿Amén? ¡¡¡Si!!! ¡¡¡Amén!!!)
¿Quién es esa que sube del desierto recostada sobre su amado?
¿Qué es este fuego que brilla en la noche del desierto? Son los
humildes y bajos moradores del desierto, una compañía que está
preparando el camino. ¡No tienen nombres! ¡Son voces que claman!
No buscan identidad, ministerio ni fama. ¡Vienen llenos de pasión,
pasión por ver al Esposo recibiendo a Su esposa! ¡Vienen también con
el poder de Elías!
Simplemente añado, como cierre formal de esta sección, que soy
uno más de los tantos, (gracias a Dios), que se sienten totalmente
identificados con esta palabra. No es sólo confirmación de la
nuestra, sino emblema y rutina a seguir. ¿Me acompañas o eliges
quedarte a la sombra y abrigo del poder eclesiástico?

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