En 3 oraciones:
La estructura administrativa colonial española en América se organizó en virreinatos, audiencias y cabildos para controlar los territorios y pueblos. La Iglesia católica también desempeñó un papel importante en la administración colonial bajo el derecho de patronato de la corona española. La explotación de la plata en México y Perú generó grandes riquezas para la corona española pero también llevó a problemas económicos y una creciente independencia de las colonias respecto a la metró
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La estructura administrativa colonial española en América se organizó en virreinatos, audiencias y cabildos para controlar los territorios y pueblos. La Iglesia católica también desempeñó un papel importante en la administración colonial bajo el derecho de patronato de la corona española. La explotación de la plata en México y Perú generó grandes riquezas para la corona española pero también llevó a problemas económicos y una creciente independencia de las colonias respecto a la metró
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La estructura administrativa colonial española en América se organizó en virreinatos, audiencias y cabildos para controlar los territorios y pueblos. La Iglesia católica también desempeñó un papel importante en la administración colonial bajo el derecho de patronato de la corona española. La explotación de la plata en México y Perú generó grandes riquezas para la corona española pero también llevó a problemas económicos y una creciente independencia de las colonias respecto a la metró
En 3 oraciones:
La estructura administrativa colonial española en América se organizó en virreinatos, audiencias y cabildos para controlar los territorios y pueblos. La Iglesia católica también desempeñó un papel importante en la administración colonial bajo el derecho de patronato de la corona española. La explotación de la plata en México y Perú generó grandes riquezas para la corona española pero también llevó a problemas económicos y una creciente independencia de las colonias respecto a la metró
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Instituto de Educación Superior N° 6047-CACHI
Profesorado de Educación Especial con orientación en Discapacidad Intelectual
Cátedra: Historia argentina y Latinoamericana Profesora: Mariela Alejandra Aguaysol Integrantes: Aparicio Lourdes, Cardozo Sofía, Cárdenas Braian, Burgos Elias.
Capítulo I: España y América en los siglos XVI y XVII.
Con la conquista de América, el reinado de los monarcas españoles toma una dimensión imperial, pero siguen denominándose como Rey de España y sólo en algunos casos como emperador de las indias. La clase alta de Alejandro VI, propone los dominios americanos como una asociación a la Casa y familia real de Castilla, al darse gran parte de las concesiones comerciales y derechos en las Américas a estos. Cosa que se moderniza con la Casa de contratación de Sevilla (1503) como centro del comercio europeo, y control del flujo económico dentro de la monarquía. Otro aparato de control se establecerá con el Consejo de Indias creado en 1523, que en adición a los de Castilla y Aragón, permiten una estructuración de la burocracia y administración de los nuevos territorios, así llegando con frecuencia al monarca de turno. Esto presentaba problemas en cierta medida, ya que la mayoría de los funcionarios instruidos en la península, no tenían experiencia en los asuntos americanos, por lo cual se aplicaban políticas mediante el prisma trasversal de la situación peninsular, sin tener en cuenta el contexto. La estructura administrativa en América se dio en primera instancia con las gobernaciones, donde era instaurado mediante un tiempo fijo de 3 a 8 años. Esta pasa de su labor de conquista, a la de administración lo que hace que se burocratiza, hecho que se amplifica con la caída en jurisdicción frente a la nueva unidad administrativa, el Virreinato (1535), siendo esta última una especie de alter cargo del rey. El virrey al ser el personaje administrativo donde recae la centralización del poder en Las Américas, se encargaba de la supervisión y planificación de todos los aspectos de las colonias, recibiendo delegaciones y haciendo listas de tareas por hacer, al contrario de la situación en la Peninsula, donde le feudalismo y la burocratización eran más prominentes. Pero las cargas de un virrey no terminaban aquí. Sus manos estaban atadas desde el comienzo por las instrucciones que recibía de rey al ser nombrado, y continuaba recibiendo nuevas órdenes desde Madrid, muchas de las cuales eran totalmente inaplicables a la situación en que se encontraba. Esto último, se complejiza al tener el aparato administrativo central tan lejos de las colonias, donde tanto el rey como el Consejo de Indias. Las Audiencias, constituyen el segundo organismo colonial más importante, siendo el máximo tribunal Supremo de justicia en el Nuevo Mundo, sus funcionarios en gran medida estáticos y con abundante experiencia, lo que permitió su competencia en además áreas administrativas que eran exclusivas del virrey, que se podían plantear como consultivas y en algunos casos directas. Sin embargo, sus funcionarios estaban obligados a no intervenir en el comercio, tierra, ni casarse; caso que se fiscaliza mediante "visitas" de funcionarios del poder central con tal de evaluar la situación en Las Américas en la capa tanto administrativa central como burocrática. Los cabildos constituyen el organismo más próximo de administración en el entorno local de las localidades urbanas con extensión rural, compuesta por funcionarios judiciales y regidores, y encargándose de la administración municipal y supervisión. Uno de los elementos más prominentes para garantizar el poder del Estado en las indias corresponde al derecho de patronato, controlando las bases eclesiásticas como una extensión de la jurisdicción real en territorio americano, donde el poder de ambas estaba en una relación reciproca y complementaria en sus respectivas aspiraciones y tareas; en este caso poniendo la totalidad de la jurisdicción eclesiástica americana en manos del monarca de Castilla, apartando en consecuencia a Roma. El rol de la Iglesia en las Indias, fue por naturaleza de origen misionero y evangelizadora, pero aun así ampliaron sus facultades al desarrollar una estructura administrativa interna integrada a los asuntos de la colonia. Pero se ve regulada en 1574 con la Ordenanza del Patronazgo, restringiendo las misiones y facultades de la Iglesia en las américas, subordinados a la corona La plata de las Indias, que la corona quería explotar al máximo para engrosar sus ingresos, fue considerada como un regalo de Dios que permitiría a los reyes de Castilla cumplir sus obligaciones a escala mundial de defender y propagar la fe." Se da el debate las acciones de los colonos en América para someter a los pueblos indigenas (1550), critica surgida de las crueldades y abusos cometidos en Las Américas. La primera postura plantea, la bestialidad y barbarismo de los indios, como justificación de la esclavitud e imposición de servidumbre. Por otro lado, planteando que las misiones se deben hacer pacíficamente y no aplicando la violencia. El tributo es una imposición fundamental que se da en la colonia, en producto y dinero. Esta se pagaba a la corona o a los encomenderos, era forzosa y solo se aplicaba a los indígenas, al principio se dio solo a las castas bajas, pero pronto también a la nobleza. Se crean los corregidores de indios, funcionarios reales que se encargaban de dicha tarea, además de administración de justicia, organizar mano de obra indígena para las obras públicas, sin embargo nada se podía hacer para evitar la corrupción. Con la caída en picada de la población de América, por distintos factores, se hizo común la reclutación forzada de los indígenas para los campos activos de la economía colonial como: obras publicas, produccion de ropa, cosechas y principalmente minería. Frente a estas nuevas relaciones de dominio en la colonia, las comunidades desarrollan metodologías de resistencia frente a la explotación adaptándose al sistema monetario español. Se apropiaron de técnicas europeas de agricultura y ganadería lograron mantener parcialmente sus estructuras administrativas dentro de la comunidad, desarrollando mecanismos como "cajas de comunidad" como un ahorro común para pagar los tributos de las comunidades, adaptarse también a los trámites legales en relación a la tenencia de tierra. Las comunidades criollas y de descendientes de los conquistadores, se lograr alianzas mediante lazos matrimoniales y estrechas relaciones con las esferas administrativas de la colonia, caso que se expande al tráfico de influencias y asegurar puestos para los miembros de la casta, al menos en los cargos que se podía, creando progresivamente una oligarquía criolla en los planos locales de las comunidades. Este proceso se intensifica y da en paralelo a la muerte de Felipe II en 1598, en la tendencia de burocratizar las cuestiones de la corona y la creciente brecha de los monarcas con sus obligaciones en la administración del imperio. Esto se puede evidenciar con la expulsión del Virrey Gelves (1621) de su posición en Mexico. Este intento reducir los precios del grano controlado por los terratenientes locales y la administración criolla local, en adición de intentar implantar las reformas impuestas por Madrid, caso que lleva a meterse con todas las capas de la aristocracia y burocracia. Europa centra principalmente su atención en Américas tras el descubrimiento de las reservas de oro y posteriormente, la plata. Entre 1521 y 1544 los territorios de los Habsburgo, tras los descubrimiento de los yacimientos de plata en México y Perú, principalmente Potosi en 1545, esta tendencia se invierte, constituyendo a los territorios americanos en el principal exportador de plata al mercado europeo. Hecho que mantiene en curso el interés de los banqueros europeos para solventar los gastos fiscales de la monarquía española. Con el desarrollo de tanto la ganadería y agricultura en América, especialmente el trigo, las exportaciones desde España en estos productos bajan, en paralelo a un aumento de la demanda de productos manufacturados a América, sin poder suplir dichas demandas y adaptarse al nuevo contexto económico; finalmente serian los productos extranjeros lo que entraron al nuevo mercado americano. Estas necesidades toman otras dimensiones a finales del Siglo XVI con el establecimiento del comercio entre México y Filipinas, permitiendo el influjo de telas y textiles desde Asia hacia América, caso que aumenta la exportación de plata americana hacia dicho continente y no al mercado europeo en 1597. Hecho que significó nuevos problemas para la monarquía, quien se ve obligada a imponer restricciones en el comercio entre los territorios coloniales, como sucedió con la reexportación de productos chinos de México a Perú en 1631. Esta progresiva independencia de América de los productos castellanos, obliga al imperio español a implementar de las tasas aduaneras. Las arcas españolas tomaron un fuerte golpe durante todo el Siglo XVI en paralelo al aumento de producción en América, los compromisos en el norte de Europa, las deudas incurridas en la administración y los esporádicos ataques de otras flotas europeas a los tesoros en el Atlántico. Este último, obligó a la monarquía española a reforzar el sistema de defensa marítima del transporte de riquezas, Instaurando verdaderas flotas de escolta. A mediados del siglo XVIl, tanto en materias de migración donde cada vez mas españoles van hacia América y el estancamiento del mercado con respecto al aumento de los compromisos de la corona, no solo financieramente, sino con la defensa de dicho continente. Dicha situación, crea cada vez más un ambiente de distanciamiento entre las colonias y las autoridades metropolitanas, estos se intensifica dejando la protección naval del Atlántico con cuotas pagadas desde los recursos americanos, mediante contribuciones anuales, separando cada vez más la relación entre los 2 sectores. Para 1650, se van agotando con rapidez las reservas de plata en las operaciones mineras en América y aumenta el costo de llevarlas a cabo. Lo cual, como consecuencia género la pérdida de valor de la plata en Europa, bajando la expectativa de la minería en América como una industria remunerativa. "La relación entre España y las Indias experimentó, de este modo, un cambio decisivo como resultado del conflicto internacional desde los años 1620 a 1650, España misma resultó tremendamente debilitada el Caribe se hizo internacional y se convirtió en una base desde la cual el comercio ilícito podía realizarse a gran escala con la tierra firme americana; y las sociedades coloniales de las Indias se vieron dependientes de sus propios recursos, inclusive en la importante área de organización militar."
Capitulo II: España y América, el comercio Atlántico, 1492-1720.
Con el establecimiento del comercio entre ambos continentes, aunque subordinado a las áreas manufactureras y financieras de Europa en lo que se refiere a prioridades extractiva: Las flotas traían a Europa maiz, patatas, azúcar y tabaco, así como oro y plata. A su vez, Europa enviaba, al tiempo que gente y manufacturas, trigo, cerdos, ovejas y ganado bovino que afectaron grandemente la dieta y paisaje americano. España y Portugal tenían una amplia ventaja en lo que respecta tanto a salida hacia el Atlántico, como puertos habilitados en estas rutas; destacando a Galicia, Asturias y en País Vasco, pero principalmente Lisboa y Sevilla. Seguido a esto, venía la importancia de las Islas en que estaban en el camino de las rutas, tanto Azores que estaban adentradas en el Atlántico como las Canarias en la costa africana, se convirtieron en puntos estratégicos para la mantención de los viajes, en temas de suministros como reparaciones. Entre los barcos destacamos primero a la carabela como medio de comercio y transporte, pero rápidamente fue reemplazada por versiones mas pesada y con mas espacio de carga como el Galeón y la Nao, siendo la carabela relegada a comercio marítimo local y de poca distancia. Además, al igual que como se plantea en el capítulo anterior, con el paso del tiempo excluyendo los productos, las embarcaciones progresivamente comenzaron a construirse fuera del territorio peninsular, siendo reemplazado por Holanda y las Indias ya en 1650. Con la construcción a mediados del Siglo XVI de cada vez más embarcaciones para el comercio Atlántico, España intenta dejar de depender de las fundiciones del norte de Europa en las localidades de Amberes, Suecia, y el norte de Alemania. La parada por excelencia que debían hacer las embarcaciones españolas hacia territorio colonial correspondía a Sevilla, si bien era una ciudad de tierra adentro y solo con un rio de acceso; su punto fundamental recae en la Casa de contratación establecida allí, pero sobre todo un mercado bien establecido, población consumidora y era un lugar de aprovisionamiento prominente por las abundantes tierras agrícolas vecinas. No fue hasta que Sevilla comenzó a tener más responsabilidades administrativas en materias de regulación y centralización de los asuntos de las Indias, que se debían sacar las embarcaciones de ahi, terminando para la segunda mitad del Siglo XVII Cadiz el puerto por excelencia. Mientras, en las posesiones coloniales serían Mexico y Lima, mediante Sus puertos de Veracruz y El Callao respectivamente, los puertos coloniales por excelencia. Con respecto al flujo del comercio a localidades remotas como lo fueron Chile y el Perú, gran parte de los productos alimenticios no aguantan los viajes debido a su duración. Es por ello, que en es las localidades se tuvo menos oposición al desarrollo de ciertas industrias por parte de los monopolistas de Andalucía, siendo pronto estas localidades grandes productores de vino y aceite, entre otros; se abrió el paso a la sustitución de importaciones en América. Gran parte de los permisos de producción en definitiva, estaban subordinados a los estándares y necesidades del comercio en las metrópolis, y viceversa, es mucho más rentable producir alimentos en el Atlántico próximo, que el Atlán. Lejano, convirtiéndose estos últimos los más importantes bastiones de extracción de minerales. La caña de azúcar, un producto voluminoso que necesitaba un detenido proceso de elaboración según los conceptos de la época, podía, si se plantaba en Cuba, por ejemplo, seguir dando beneficios en Sevilla tras un viaje de 70 dias, mientras que si crecia en las tierras bajas de Mėxico, cerca de Veracruz, después de un viaje hasta Sevilla de 130 dias era mucho menos probable que fuera rentable." Uno de las cargas principales que se llevaba hacia Las Américas constituía a las personas, solo durante mediados del S.XVI se trasladaron desde 200.000 a 300.000 personas, en el S.XVI| 450.000 y asi progresivamente, lo que fue a la larga un problema para la monarquía. -Se podría decir que la violencia colonial y de conquista de los territorios de América estaban fuertemente determinados por los ciclos del oro durante la primera mitad del S.XVI, cuando se acababa alguna localidad, se procedía a buscar en algún otro lugar, y por ende, a conquistar ya para 1550 se entró en una pequeña depresión económica por la escasez de oro. Asi, la producción de oro en el medio siglo aproximadamente de descubrimiento y conquista pasó por una serie de ciclos interrelacionados, cada uno un poco más largo. Cuando Santo Domingo empezó a agotarse al rededor de 1510. Puerto Rico, Panamá y Cuba empezaron a producir. Cuando la producción disminuye, hacia 1520, o un poco despues, Mexico y Centroamerica entran en escena, y Cuando decaen empieza Peru. Los españoles del continente vivían principalmente de los excedentes obtenidos de la sociedad india, mediante 2 mecanismos: la encomienda y el tributo. Ya que en parte esta última se podía pagar o en plata/oro o productos, la corona apetecía principalmente las primeras, es por ello que se desarrolla el sistema de subastas donde los productos (trigo, maíz o cualquier sea) se vendía y redirigir a la población (en regiones) que se necesitaba a cambio de plata u oro, para asi embarcarse hacia España, en el caso de que esta última no necesitará dichos productos. Por otro lado, la plata en su totalidad no fluirá hacia España, sino que la mayoría del sistema colonial de pago, intercambios financieros y circulación monetaria se haga con dicha monedo. Siguiendo a esto desde 1567 las exportaciones orientales hacia Las Américas ocuparon un lugar importante en el gasto de plata, dirigidas principalmente a México y Perú, así habiendo un recorte importante hacia España. Sin embargo, también como se planteaba anteriormente, si bien el precio de la plata y su cantidad producida aumenta exponencialmente durante el S.XVI, gran parte iba dirigida hacia banqueros y es por ello que anuncia la monarquía en múltiples ocasiones la bancarrota como en 1596: En el siglo XVI casi toda ella fue empleada en pagar primero a los banqueros alemanes y luego a los genoveses. El influjo de metales no afectó solamente en España en localidades de acuñamiento como Andalucía, sino que la inflación de los precios por la utilización de la moneda como medio de intercambio nuevamente causó una oleada hacia múltiples países europeos, estandarizando el intercambio monetario. Otro producto importante de exportación desde América fue los tintes, producto que solo se podía encontrar en el Lejano Oriente. Ahora, con los embarques de Centroamérica de cochinilla (tinte rojo) y el indigo, abastecieron en grandes cantidades al creciente mercado burgués de Europa, quitando parcialmente el monopolio al comercio portugués. La mayor fluctuación de comercio entre América y España correspondió en el periodo de 1580 a 1620, evidentemente con el auge de la extracción de plata en el continente. En el transcurso de 1570 a 1592 ocurrieron una serie de epidemias, caso que ya venía afectando desde antes a la población indigena reduciendo así su población, lo que afectaba la producción de bienes en América; caso que justo en paralelo se produce ya para 1592 una escasez de plata por la explotación, sino también por la falta de mercurio para tratar los metales. Hechos, que finalmente obligan a los colonos ya para 1630 a comenzar a retener plata para pagar los productos domésticos en inflación. Caso que también llevó a los habitantes de América sustituir sus importaciones, que llevó progresivamente a la decadencia del comercio entre las metrópolis y América. Con la decadenciaa del comercio en América desde mediados del S.XVII, la corona española seguía costeando con creces lo producido con respecto a sus finanzas llevando las confiscaciones de productos y metales de las Indias a ser una práctica comun ya para 1650. Las monarquías de Carlos V, Felipe I y sus primogénitos, prometen favores y devolver el valor con intereses, pero la monarquía española en casi siempre en bancarrota poco podía hacer. Caso que finalmente, desentiva no solo la inversión extranjera, sino toda materia de cooperación con los privadoS en el desarrollo económico. Otros fueron importantes para la desaceleración del comercio americano ya para 1650, primero fueron las prohibiciones del comercio entre las colonias en pos de evitar el contrabando y posteriormente fue el aumento de la pirateria, quienes ya no atacaban las grandes ciudades y cargamentos, sino que arrasaban con el comercio local y de pequeñas ciudades como Trujillo, Campeche, etc. La pirateria influyo en el comercio marino, en la medida que este se iba reemplazando por el comercio a pie, más costoso por el temor de toparse con los piratas, caso que era bastante importante en América por su complicada geografía. La carrera de Indias venía sufriendo un proceso de desprestigio y decadencia durante, al menos, 30 o 40 años. Cuando la flota lograba salir, su llegada a Sevilla podría atraer a una ávida corona en bancarrota que confiscó los cargamentos y premiaba años de esfuerzo con <sjuros>> sin valor. Esto se daba en varios planos, con las confiscaciones y con las devaluaciones obligatorias de monedas dentro de América (como paso con la moneda peruana), que desestabilizan el comercio y por ende el incentivo. Como planteamos anteriormente, los piratas y corsarios tuvieron un impacto importante, pero también en poca medida fueron positivos, ya que destacamos a los corsarios y flotas holandesas que no solo venian a capturar las flotas españolas, sino que tenian un rol suplementario de establecer comercio desde el resto de Europa con Las Américas, caso que incentivo cada vez más la capación de tierra firme. (74-75) Ya durante las décadas de 1630 y 1640, los corsarios y flotas extranjeras, lograron ocupar varias de las islas de menor importancia dentro del Caribe y la costa de Venezuela. Sin embargo, fueron pocos los éxitos de estos, gracias no solo a las principales flotas y fortalezas españolas, sino en gran parte a las enfermedades tropicales que con cada ejército o flota extranjera que llegaba tenía que afrontar dicho desafío. El lema del conflicto dentro del Caribe refleja la idiosincrasia de las relaciones entre las potencias y el comercio. Para que comerciar con el enemigo si se puede arrebatarle sus bienes. Ya para la década de 1680, la actividad de la piratería en el Caribe comenzó a disminuir, la clase comerciante comenzó a tener más importancia en las pequeñas colonias extranjeras a raiz de la oferta y demanda que se daba en el comercio internacional, reemplazando cada vez más a los piratas e incluso a perseguirlos. Posteriormente, dichos esfuerzos llevaron a entablar relaciones con los criollos españoles de América, resultando en un aumento del comercio con los enemigos de España. Bastante cambia al llegar los Borbones al trono español, introdujo el apoyo de la flota francesa en los esfuerzos legales del comercio entre ambos continentes, incluso dio el monopolio del comercio de esclavos. También se dieron concesiones. Ya para 1713 con el fin de la Guerra de Sucesión española a los ingleses, enérgicos aliados que conspiraron por repartirse el Imperio español durante las disputas, lograron obtener un limitado comercio de esclavos pero sin duda alguna legal y como pie para involucrarse cada vez más como intermediario entre ambos continentes. El siguiente intento para cambiar la dinámica del comercio entre la colonia y metrópolis vendría con las Reformas Borbónicas. Capitulo III: La España de los Borbones y su imperio Americano El precio de una corona fue la guerra civil, la invasión extranjera y la muerte de Carlos II en 1700 provocó una guerra general europea, cuyo premio principal era la sucesión al trono de España. La subida al trono de Fernando VI (1746-1759) marcó el abandono de la ambición dinástica en favor de una politica de paz. El fin del período del asiento inglés en 1748 seguido de un tratado de límites con Portugal (1750), que estableció las fronteras entre los virreinatos de Perú y Brasil, eliminó fuentes potenciales de fricciones internacionales. Sin embargo, sólo con la llegada de Carlos II (1759-1788) dispuso España, las ambiciones y la personalidad de los monarcas borbónicos influyó sin duda en las directrices de la política, era, sin embargo, la élite ministerial la que introdujo lo equivalente a una revolución administrativa. La mayoría de los ministros eran gente principal venida a menos o del común. El estado absolutista fue el instrumento esencial de la reforma. Como consecuencia de ello, resultaban profundamente sospechosos los intereses provinciales o los privilegios corporativos. El nuevo énfasis en la autoridad real la aristocracia fue simplemente excluida de los consejos de Estado, por contra, se atacó severamente a la Iglesia. La tradición regalista del derecho canónico, con su insistencia en los derechos de la iglesia nacional frente a las demandas de la monarquia papal y su afirmación del papel eclesiástico del rey como vicario de Cristo, obtuvo una señalada victoria en el concordato de 1753, en el que el papado cedía a la corona el derecho de nombramiento de todos los beneficios clericales de España. Sin embargo, la principal preocupación de la élite administrativa era el gran problema del progreso económico. Del Cómo iba España a recobrar su antigua prosperidad, Se impuso como solución preferida la promoción de la ciencia y el conocimiento pragmático. El gobierno llevó a cabo un censo nacional que compilaba un amplio cuerpo de estadisticas relacionadas con todos los aspectos de la vida económica. Más concretamente, se construyeron canales y carreteras para abrir nuevas rutas al comercio. Y, del mismo modo que en el siglo XVII Francia e Inglaterra, enfrentadas a la hegemonía comercial de Holanda, habían utilizado medidas proteccionistas para defender y promover su navegación, industria y comercio, ahora los ministros de la dinastía borbónica en España intentaron aplicar el mismo tipo de medidas para librar a la península de su dependencia de las manufacturas del norte de Europa. El fracaso del gobierno se ha convertido en objeto de vivos debates. Sin embargo, el gran logro de la nueva dinastía fue la creación de un estado absolutista, burocrático, abocado al principio del engrandecimiento territorial. A la cabeza del nuevo régimen estaban los ministros. los secretarios de Estado, Hacienda, Justicia, Guerra, Armada e Indias que reemplazaron a los antiguos consejos de los Austria como la principal fuente de la acción ejecutiva. A nivel provincial el intendente era la figura clave, el símbolo del orden nuevo. Empleados al principio con fines específicos, fue en 1749 cuando estos funcionarios fueron nombrados en toda España, encargándoseles la responsabilidad de recolectar los impuestos, dirigir el ejército, la promoción de obras públicas y el fomento general de la economía. Aunque la formación, expansión y mantenimiento de un ejército y una armada permanentes eran objeto de atención prioritaria para el estado borbónico, aún se dispone de una cantidad notablemente escasa de información acerca de la organización y operatividad de estas fuerzas. El reclutamiento se hacía por el sistema de levas. Además, al menos un tercio de los oficiales eran de extracción popular. Sin embargo, fue la formación de esta oficialidad, que contaba con cierta educación, habituada a la disciplina y dependiente del servicio real para conseguir su medio de vida, lo que proveyó al estado dinástico de sus indispensables agentes de gobierno. Desposeída de sus posesiones europeas por el Tratado de Utrecht, España dependía ahora, sin embargo, de su vasto imperio americano para asegurarse un lugar. En el Nuevo Mundo el estado borbónico demostró tener un éxito notable, durante el reinado de Carlos III fue. en gran medida, una consecuencia del florecimiento del comercio con las Indias y del aumento de hora de salvaguardar sus fronteras como al explotar los recursos coloniales. El renacimiento del poder español las rentas que el mismo producía. Durante las primeras décadas del siglo XVIII España consolido su posesión sobre fronteras amenazadas. Donde en cada provincia del imperio, la administración había llegado a estar en manos de un pequeño aparato de poder colonial, compuesto por la élite criolla letrados, grandes propietarios y eclesiásticos unos pocos funcionarios de la península con muchos años de servicio y los grandes mercaderes dedicados a la importación. El poder de la corona sobre los recursos de la sociedad estaba limitado por la ausencia de sanciones efectivas. Si la nueva dinastía quería obtener beneficio de sus vastas posesiones de ultramar, tendría primero que volver a controlar la administración colonial y crear entonces nuevas instituciones de gobierno. Sólo entonces podría introducir las reformas económicas. El primer paso de este programa fue la provisión de una fuerza militar adecuada, como salvaguarda contra ataques extranjeros y levantamientos internos. La caída de La Habana y Manila en 1761 y la virtual eliminación del poder francés en tierra firme marcó la magnitud de la amenaza exterior. Este interés en la fuerza militar produjo frutos sustanciosos. En 1776 una expedición de 8.500 hombres atravesó el Río de la Plata, recobró Sacramento por tercera y última vez, expulsó a los portugueses de toda la Provincia Oriental, victoria ratificada por el tratado de San Ildefonso (1778). Poco después, durante la guerra- de independencia americana (1779-1783), otro destacamento invadió Pensacola, la franja costera que estaba unida a Luisiana, y esta iniciativa llevó a la subsiguiente cesión inglesa de aquel territorio junto con Florida. En esta decisión de afianzar de su imperio americano desplegó la monarquía borbónica, por fin, una operación expansionista propia de una verdadera potencia colonial. La monarquía reivindicó su poder sobre la iglesia de forma dramática cuando, en 1767, Carlos III siguió el ejemplo de Portugal y decretó la expulsión de todos los jesuitas de sus dominios. Después, en 1771, se convocaron concilios eclesiásticos provinciales en Lima y México con la finalidad tanto de estrechar la disciplina clerical, como de enfatizar la autoridad real sobre la Iglesia. De mayor alcance y eficacia fue la reforma radical de la administración civil. En 1776 se estableció un nuevo Virreinato con capital en Buenos Aires. El resultado fue un cambio trascendental del equilibrio geopolítico del continente, puesto que Lima, que ya había visto roto su monopolio comercial por la apertura de la nueva ruta comercial del Cabo de Hornos y que había sido la antigua capital de todo el imperio de Sudamérica, sufrió una severa pérdida de categoría. En otros lugares, el impacto de los cambios fue menos radical. Carlos III reactivó también la antigua solución de los Austrias para el mal gobierno colonial. Además, tuvo tanto éxito José de Gálvez como visitador general de Nueva España (1765-1771) que, primero Perú (1776) y después Nueva Granada (1778), se vieron sujetas a una parecida revisión de la maquinaria del gobierno. Gálvez supervisó la expulsión de los jesuitas, reprimió brutalmente las revueltas populares contra esta medida y después condujo una expedición para pacificar y colonizar Sonora. Llevó a cabo la revolución en el gobierno colonial.. Pero el precio fue la enajenación de la élite criolla. Las nuevas tendencias de la administración impacto en el cambio de composición de las audiencias, los altos tribunales de justicia, cuyos jueces aconsejaban a los virreyes en todas las cuestiones importantes de estado. En 1776-1777 se decidió a ampliar el número de miembros de la mayoria de las audiencias y después, mediante una verdadera política de traslados, promociones y retiros, a acabar con el predominio criollo. Pieza central de la revolución en el gobierno fue la introducción de los intendentes, funcionarios que encarnaban todas las ambiciones intervencionistas y ejecutivas del estado borbónico. El momento clave de la reforma llegó en la década de 1780 y comenzó en 1782 con el nombramiento de 8 intendentes en el virreinato de La Plata, seguido, dos años más tarde, por otros 8 en Perú y coronándose con el establecimiento en 1786 de 12 intendencias en Nueva España. Además, se asignaron 5 de estos funcionarios a Centroamérica, 3 a Cuba, 2 a Chile y 1 a Caracas, mientras que quedaban fuera Nueva Granada y Quito. Los intendentes, reclutados entre militares y oficiales de Hacienda, y peninsulares en su inmensa mayoría, lograron un moderado éxito, sin llegar a alcanzar las expectativas de los reformadores en ningún sentido, ya que la introducción de un rango de gobernadores provinciales no corrigió las deficiencias del gobierno local. En las capitales de Lima, Buenos Aires y México, Gálvez instaló superintendentes subdelegados de Real Hacienda, funcionarios que relevaron a los virreyes de toda responsabilidad en cuestiones de Hacienda. Además, se estableció una Junta Central de Hacienda para supervisar la actividad de los intendentes y para revisar cualquier cuestión que surgiera en la recaudación de las rentas, muy pocas efectivas por reformulaciones anteriores. Las innovaciones clave fueron el nombramiento de una burocracia fiscal asalariada y el establecimiento de nuevos monopolios de la corona. En efecto, el nombramiento de una burocracia asalariada, respaldada por un considerable ejército de guardias, permitió a la monarquía española recoger una extraordinaria cosecha fiscal como consecuencia de la expansión de la actividad económica producida por sus reformas en el comercio y su fomento de las exportaciones coloniales. La influencia de la Iglesia, hasta entonces el principal baluarte de la corona, fue atacada. Se debilitó el poder económico de las grandes casas importadoras. Y si los nuevos ejércitos facilitaron la sanción armada contra los disturbios populares, los títulos y privilegios, participación en los beneficios económicos o en el poder. Las economías de exportación Muchas colonias americanas estaban naciendo de nuevo. Hacia el siglo XVIII el equilibrio regional de la actividad comercial se había desviado desde las zonas nucleares de las culturas mesoamericanas y andinas hacia árcas fronterizas que habían sido habitadas antes por tribus nómadas, o hacia las costas tropicales y las islas del Caribe y del Pacifico. Las regiones que registraron un rápido crecimiento de población y de producción fueron las pampas del Rio de la Plata, las zonas de haciendas del centro de Chile, los valles cercanos a Caracas, las plantaciones de Cuba, y las minas y haciendas de México, al norte del río Lerma. La fuerza de trabajo la formaban trabajadores asalariados libres reclutados en las “castas” o en la comunidad criolla o, alternativamente, esclavos importados de Africa. Aunque los estadistas borbónicos se apresuraron a recibir la expansión del comercio atlántico tras el “comercio libre” como la consecuencia de las medidas de la corona, la burocracia aquí, como en otros sitios, simplemente sacó provecho del esfuerzo y la ingenuidad de otros hombres. La corona llevó a cabo casi las mismas medidas que en México -se redujo el precio del mercurio, se envió, una misión técnica y se establecieron una asociación y un tribunal de minería-, pero ciertos elementos claves no llegaron a materializarse. La incapacidad de la administración de Huancavelica para ampliar la producción de hecho, ésta declinó a partir de 1780 impuso severos límites a la cantidad de mercurio que llegaba a la industria andina. Al mismo tiempo, la mayoría de las minas siguieron siendo pequeñas, y empleaban sólo un puñado de trabajadores, a lo que se añade que la industria andina se quedó atrás respecto a su rival del norte en cuanto a la aplicación de la tecnología disponible. Tras esta respuesta limitada a las nuevas oportunidades de beneficio creadas por la iniciativa gubernamental se encuentra el déficit del capital destinado a la inversión. Los grandes comerciantes de Lima habían perdido su posición predominante en el comercio sudamericano y carecían de los recursos necesarios para emular a sus equivalentes de México. Aparte de las plantaciones tropicales en las que trabajaban esclavos, el restante comercio de exportación dependía del capital mercantil que financiaban diversos productores, desde campesinos indios y pequeños propietarios mestizos hasta mineros chilenos y estancieros de las pampas argentinas. En el cono sur, en Chile y a lo largo del Rio de la Plata, los comerciantes de Buenos Aires y Santiago financiaban a los estancieros de las pampas y a los mineros del norte de Chile. Es dificil señalar una causa definitiva para el crecimiento de la exportación en estas regiones, a no ser la simple apertura de rutas comerciales por el Río de la Plata y el Cabo de Hornos, combinada con un crecimiento de la población suficiente como para aportar la fuerza de trabajo. Una expansión tal fue importante para la economía local, aun cuando no tuviera mucho peso en el mercado internacional. Las otras corrientes principales del comercio de exportación de Hispanoamérica consistían en productos tropicales del Caribe y oro colombiano. La fuerza de trabajo de todas estas zonas se surtía de la importación de esclavos de África. El de la última época borbónica fue Cuba, porque, aunque la isla había producido azücar y tabaco desde el siglo propuso seriamente luchar el modelo de producción que se seguía en las posesiones francesas e inglesas. La economía interior El valor estratégico y el crecido beneficio del comercio atlántico llamó la atención tanto de estadistas contemporáneos como de historiadores posteriores. Por contra, las monótonas transacciones del mercado interno americano pasaron virtualmente desapercibidas, con el resultado de que ciclos enteros de actividad económica, tanto industrial como agrícola, se quedaron en el olvido. Todas las evidencias afirman la existencia de un vigoroso círculo de intercambios que, en su extremo más bajo, consistían en relaciones basadas en el trueque dentro de los pueblos o entre ellos; al nivel medio, se centraban en la demanda urbana de alimentos; y en sus lineas más rentables incluían la distribución interregional y a larga distancia de manufacturas, ganado y cosechas tropicales. Lo que han reconocido sin lugar a dudas las recientes investigaciones es que la clave de este crecimiento económico y esta prosperidad fue el aumento de la población. El siglo XVIlI experimentó una significativa, aunque limitada y desigual, recuperación de la población india en Mesoamérica. El grueso de esta población colonial encontraba empleo y sostén en la agricultura e impuso también el cultivo intensivo de alimentos básicos. Al mismo tiemp0, el sector doméstico mantenía su propio ritmo de producción. La tendencia de las haciendas era a depender de un pequeño núcleo de peones residentes y contratar trabajo estacional de los pueblos vecinos o de los mismos aparceros de la propiedad. Había también un gran número de familias, residentes en las ciudades principales, en los campamentos mineros y en las regiones fronterizas. En resumen, la postración de España, combinada con el firme crecimiento de la población colonial, permitió la aparición de una economia claramente americana, basada en el intercambio interregional y a larga distancia de alimentos, metal precioso y manufacturas, y con Ciudad de México y Lima actuando como los centros predominantes de esta red comercial. La época borbónica constituyó un período relativamente breve de equilibrio entre los sectores exterior e interior de la economía, en el cual, aunque la curva creciente de la producción de plata ayudó desde luego a financiar el renacimiento del poder militar de la corona y permitió a las colonias importar gran cantidad de tejidos finos de Europa, también creó una notable proporción de empleo que, a su vez, constituyó un activo mercado para la industria doméstica y la agricultura. De hecho, fue la existencia de esta compleja y variada economía interna la que permitió la aparición de una sociedad colonial igualmente compleja y definida. Los últimos años del imperio El renacimiento borbónico de la monarquía española había dependido siempre de la protección prestada por el equilibrio de poderes en Europa. A pesar de lo efectivos que pudieran ser en las guerras fronterizas o en acciones auxiliares, ni la flota española ni el ejército español eran rivales para sus principales contrincantes en el Viejo Mundo. A fines de 1795, España se vio forzada a firmar la paz.
Capítulo VI: LA IGLESIA CATÓLICA EN LA HISPANOAMÉRICA COLONIAL
EL ESTABLECIMIENTO DE LA IGLESIA CATÓLICA EN EL NUEVO MUNDO
A fines de la Edad Media, los reinos ibéricos habían sufrido una experiencia decisiva: la reconquista de los antiguos territorios cristianos de manos del invasor árabe. Es posible argumentar, con Américo Castro, que los castellanos que participaron en la Reconquista habían absorbido algunas ideas y creencias —sobre todo el mesianismo religioso— de sus adversarios musulmanes. Dentro de sus territorios los gobernantes de los reinos hispánicos habían practicado durante muchos siglos una relativa tolerancia hacia sus subditos no cristianos. Sin embargo, desde principios del siglo xv en adelante se aprecia una creciente insistencia en la asimilación de estos elementos no cristianos en el seno de la cristiandad. En 1492, los judíos españoles tuvieron que escoger entre el bautismo o la expulsión de los dominios de Fernando e Isabel. Los moros se enfrentaron con la misma disyuntiva en Castilla en 1520, y en Aragón en 1526. El naciente estado moderno requería, al menos, la apariencia de una uniformidad de creencias. Al mismo tiempo ganaban aceptación cada vez más las ideas propugnadas por juristas italianos, desde el siglo XIV, acerca de la justificación civil de la comunidad política, por la cual la autoridad estatal tenía que controlar todas las fuerzas de la sociedad, incluida la eclesiástica. No dejaban lugar, particularmente, a la opinión de que el papa era dominus orbis. En el siglo xv, en ausencia de una poderosa clase burguesa, las propias coronas de Portugal y Castilla tomaron la iniciativa de la expansión de sus dominios más allá de la península: la primera, en Madeira, las Azores y en la costa occidental de África; la segunda, en las islas Canarias. Estos fueron los lugares donde se ensayaron soluciones a problemas que la conquista de América traería consigo más tarde. En la época de la primera llegada de Colón a las Antillas, el papado había estado interviniendo durante más de medio siglo en las expediciones de exploración y conquista tanto de Portugal como de Castilla. El papado centraba su interés en los problemas humanos y religiosos de las poblaciones conquistadas, al mismo tiempo que confería legitimidad a las conquistas. Otorgadas a la corona castellana, determinaron la estructura esencial del trabajo de evangelización católica en América. Los Reyes Católicos estaban obligados a promover la conversión de los habitantes de las tierras recién descubiertas y a proteger y mantener a la iglesia militante bajo el Patronato Real. La política eclesiástica se convirtió en un aspecto más de la política colonial, coordinada a partir de 1524 por el Consejo de Indias. La corona se reservaba el derecho de presentar candidatos para los nombramientos eclesiásticos en todos los niveles y se responsabilizaba de pagar los salarios y de construir y dotar catedrales, iglesias, monasterios y hospitales con los diezmos de la producción agrícola y ganadera. La corona también se reservaba el derecho de autorizar el traslado del personal eclesiástico a las Indias, y en 1538 ordenó explícitamente que todas las comunicaciones entre Roma y las Indias tendrían que llevarse al Consejo para su aprobación. La Iglesia de América tenía asignada una misión práctica: activar la sumisión y la europeización de los indios y predicar la lealtad a la corona de Castilla. Las razones, entre las que destaca son: la preocupación de los mundanos papas renacentistas, especialmente Alejandro VI, el papa Borja de Valencia, por el engrandecimiento familiar, la política europea y, después de 1517, la ola creciente de protestantismo; la carencia de medios de Roma para organizar y financiar la propagación de la fe en el Nuevo Mundo. El primer conflicto de conciencia sufrido por las autoridades fueron las Antillas. En 1509 el rey Fernando había legalizado la encomienda, el sistema por el que los indios se repartían entre los colonos, quienes podían ejercer derechos sobre ellos prácticamente de por vida, aunque no fuesen, de hecho, oficialmente esclavos. La primera batalla entre el Evangelio y el colonialismo. La primera reacción del Estado fue aprobar las Leyes de Burgos en 1512, para mediar entre estos dos intereses incompatibles. El primer escenario en América da cuenta de una contradicción, si las bulas papales hacían de la conversión de los nativos la justificación de la soberanía española, justamente las personas encargadas de esta tarea se veían obligadas a censurar los fines económicos y sociales de la empresa colonial. La expansión territorial significó el descubrimiento de sociedades complejas, sus estructuras religiosas estaban arraigadas funcionalmente en la vida de aquellas sociedades. Se dio cuenta la Iglesia de la labor evangelizadora que se le pedía en el Nuevo Mundo. Una vez que se hubo establecido la autoridad española, entraron en escena las órdenes misioneras para evangelizar los pueblos conquistados. Primero vino la conquista militar y política, a la que siguió después la conquista espiritual. Durante la segunda mitad del siglo XV y la primera mitad del XVI los hombres que eligieron para obispos estaban profundamente versados en teología y observaban celosamente la disciplina de la Iglesia: los prototipos fueron Alfonso Carrillo, Hernando de Acuña y Pedro González de Mendoza. Más tarde, Hernando de Talavera, Diego de Deza y, sobre todo, Francisco Jiménez de Cisneros, cardenal de Toledo y confesor de Isabel, conformaron el ideal del episcopado español. También se intento restaurar la convocatoria de sínodos diocesanos, como los de Aranda de Duero en 1473 y Sevilla en 1478, así como insuflar nueva vida a la práctica cristiana. En el ámbito de la actividad misionera en América, las ideas reformistas de la península ya habían confluido con las corrientes del milenarismo y del uto-pismo. Para muchos, el Nuevo Mundo era la oportunidad ofrecida por la Providencia para establecer el verdadero reino evangélico o pura cristiandad. Los jesuítas, creados en 1540, eran en sí el fruto del ideal reformista. También lo fue su intervención en América. Estaban desembarazados de la carga del pasado. Soñaban con implantar un cristianismo libre de los errores que desfiguraban la fe en Europa. Su impulso utópico floreció plenamente en el siglo XVII, con lo que ellos llamaron las “reducciones indias”. Desde luego, la evangelización de las Indias se vio afectada en sentido negativo por las tendencias que ratificó el Concilio. Así, la liturgia siguió siendo en latín, con lo que se restringía el acceso de los fieles a la palabra de Dios. En América, las procesiones, la veneración a los santos, las devociones a las ánimas del purgatorio y las indulgencias, por ejemplo, eran características destacadas del cristianismo en la Indias. En cierta medida se exaltaban los cargos externos e institucionales sobre la experiencia personal. Así, la Iglesia del Nuevo Mundo fue el producto de la fusión de dos corrientes. Una fue el traslado de las características de la Iglesia de la península Ibérica en la era de los descubrimientos; la otra fue la ratificación de estas características por parte del Concilio de Trento. Hispanoamérica puede presentar un distinguido grupo de hombres firmemente dedicados a extender el evangelio en las circunstancias menos propicias. Eran pobres, devotos, de sólida formación teológica, conscientes de sus deberes y poco inclinados a dejarse impresionar por el poder civil. No es casual que las circunstancias coloniales hicieran mostrarse a la mayoría de ellos como defensores de los indios. La importancia de los sínodos es al mismo tiempo mayor y menor que la de los concilios. Menor, porque solían aplicar la legislación decidida al nivel provincial correspondiente. Mayor, porque tomaban decisiones sobre un área específica y porque una gran parte del clero responsable de aplicar tales decisiones tomaba parte en ellos. La Iglesia, como institución, en Hispanoamérica como en España, funcionaba a través de sus obispados. Las diócesis se establecían como consecuencia de las conquistas militares. La primera diócesis, Santo Domingo, se creó en 1504; hacia mediados del siglo xvi. Buenos Aires, se fundada la primera sede en 1620. Un obispado en la sociedad colonial constituía un centro administrativo autónomo: sacramentalización, nombramientos, función judicial de la Iglesia, etc. También era responsable del trabajo misionero, de la legislación sinodal y de la formación de los seminaristas. En relación con la autoridad civil, presentaba candidatos para los nombramientos, actuaba junto con la estructura administrativa civil en todos los niveles y estaba encargado de ejecutar las leyes que emanaban de las autoridades políticas —el Consejo de Indias, el virrey y la Audiencia—.En cada diócesis, el obispo asumía la administración en caso de una vacante prolongada; esto ocurría a menudo en las sedes americanas por causa de muerte o traslado del prelado. Otro órgano central de la diócesis eran colegio-albergue para estudiantes universitarios de humanidades y teología y como seminario para la formación del clero. La pieza clave de la organización de la Iglesia era la parroquia. La parroquia tuvo que adaptarse a las condiciones americanas: los misioneros doctrinas para la evangelización. Las primeras eran, en su mayor parte, rurales, las últimas, totalmente urbanas. Estos enseñaba la doctrina cristiana a adultos y menores, restringir algunos sacramentos, vigilar ciertas prácticas idolátricas y reprimirlas, organizar la vida social de los conversos, y otras actividades parecidas. Las parroquias asumieron el trabajo de trasplantar y conservar la fe de la comunidad española. Hablar de los mendicantes en la evangelización de América es hablar de las cuatro grandes órdenes franciscanos, los primeros en llegar a México (1524) y Perú (1534), dominicos, agustinos y mercedarios, cuya labor era visible en la estructura de cualquier ciudad de la Hispanoamérica colonial. Cada orden tejía rápidamente gran cantidad de lazos a todos los niveles de la sociedad local órdenes terceras, cofradías, legados testamentarios, arriendos del patrimonio conventual, capellanías, escuelas, familias cuyos hijos profesaban en la orden, culto en el templo, festividades patronales. A estas cuatro órdenes se les sumaron pronto los jesuítas (1568-1572): habían sido fundados recientemente en Europa, pero tenían una enorme movilidad y su importante contribución en el campo de la educación. Los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios estuvieron presentes en América desde 1602 y se extendieron notablemente, tanto por Nueva España como por Perú. También aparecieron los hipolitanos (desde 1594 en adelante), los antoninos (desde 1628) y los betlemitas (desde 1655), todas órdenes fundadas en suelo americano, en Nueva España. Otras órdenes se ocuparon de una tarea pastoral parecida los carmelitas, Jerónimos, trinitarios y mínimos. Pero aun así, Felipe III les ordenó que regresaran a España porque no tenían autorización real para estar en América. Por otra parte, desde la segunda mitad del siglo XVII los capuchinos arraigaron profundamente en varias misiones de Venezuela (Cumaná, Llanos de Caracas, Gua-yana y Maracaibo). Por la misma época los oratorianos fundaron casas en Panamá, Lima, Cuzco y, a finales del siglo XVII, en Chuquisaca.6 A causa de su carácter excepcional, podría mencionarse aquí la limitada presencia de los benedictinos de Montserrat. Se encuentran en Lima desde 1592 y en Ciudad de México desde 1602. Pero se limitaron a fomentar el culto de la Virgen negra de Montserrat, a quien debían su advocación. Desde la segunda mitad del siglo XVI en adelante las congregaciones abaladas por la corona operaban dentro de una estructura organizada para reemplazar las vacantes en el ámbito misional. El lado americano de la empresa de dotar de personal a las misiones se basaba (él mismo) en una misión: envío de uno o más representantes de la orden en América para encontrar hermanos de religión en Europa que quisieran viajar a las Indias y trabajar allí. A través de un permiso para la migración una vez que quienes lo desearan hubieran solicitado debidamente su partida. Tan pronto como se ratificaba la decisión de los misioneros, éstos viajaban a Sevilla más tarde a Cádiz—o al Puerto de Santa María, a Jerez de la Frontera o Sanlúcar de Barrameda, donde esperaban la autorización de la Casa de Contratación para embarcar. También tenían que esperar el barco que iba a transportarlos al Nuevo Mundo. Este período de espera podía durar casi un año, los misioneros se hacían a la mar bajo el mando del procurador que había viajado a Europa a reclutarlos. En la península Ibérica se fundaron colegios misioneros con la intención de formar jóvenes que desde el principio de su carrera religiosa planeaban trabajar en América o África. Un ejemplo era el colegio de Escomalbou, fundado en 1686 por el gran misionero de Nueva España Antoni Llinás. Algunos intentos iniciales de crear un clero nativo (indio) para Nueva España no dieron buenos resultados. La mayoría de los frailes misioneros adoptaron una posición absolutamente negativa acerca de la cuestión de la aptitud de los indios para el sacerdocio católico. De esta forma se excluyó virtualmente a los indios de las sagradas órdenes. En 1576, el papa Gregorio XIII otorgó a los candidatos mestizos una dispensa de este impedimento, teniendo en cuenta «la gran carencia de sacerdotes que sepan la lengua indígena»; sin embargo, en la práctica, persistió la exclusión y la vía que había abierto el papa siguió sin usarse. Sólo en la segunda mitad del siglo XVIII, siguiendo una serie de directrices reales, podemos identificar cantidades significativas de sacerdotes indios o mestizos en muchos obispados, siendo algunos, incluso, canónigos de las catedrales, relegado a remotas parroquias rurales y que contaba con escasas perspectivas de promoción Las órdenes religiosas femeninas nacieron, al menos en muchos casos, en suelo americano. Se producen auténticas refundaciones de órdenes, sin filiación jurídica, tan sólo con inspiración espiritual, de las casas de la península. Todas las órdenes clarisas, agustinas, carmelitas fueron de vida monástica, contemplativa y no eran ni misioneras ni educadoras. Los conventos para mujeres tuvieron un papel educativo y caritativo de considerable importancia para las hijas del sector criollo de la sociedad. Preparaban a las muchachas para la vida matrimonial y acogían como miembros permanentes a las que no querían, o no podían, casarse. Se admitía en ellos a algunas nativas, pero constituían un nivel más bajo que se dedicaba a las labores manuales dentro del convento. Dos de las mujeres americanas que alcanzaron la canonización oficial pertenecen a esta categoría: Santa Rosa de Lima (1586-1617) y Santa Mariana de Jesús (1618-1645). Los jesuítas establecieron universidades en Santiago de Chile, Córdoba, La Plata, Cuzco, Quito, Bogotá y Mérida (Yucatán); los dominicos, en Santiago de Chile, Quito y Guatemala; los franciscanos, en Cuzco. En cambio, en el siglo XVII la mayoría de las universidades Santiago de Chile, Caracas, Mérida (Maracaibo), La Habana, Guadalajara, León (Nicaragua). La mayor parte proporcionaban instrucción únicamente en filosofía y teología; sólo unas pocas poseían cátedras de cánones o derecho civil; menos aún tenían cátedras de lenguas clásicas o indígenas; y las universidades que ofrecían instrucción en el campo de la medicina o de las ciencias naturales. Existe una gran cantidad de datos que evidencian lo que podría considerarse un fracaso parcial de los métodos de evangelización empleados. La época de los grandes misioneros fue quedando atrás y la reemplazó una pastoral conservadora y rutinaria. Se tomó la decisión de destruir todo lo que pudiera poner en evidencia errores pasados. Persistían ciertas prácticas paganas desató una lucha a muerte, concebida según el método inquisitorial: se predicaba sistemáticamente contra la idolatría en todos los pueblos; los sospechosos de ella eran denunciados y llamados hechiceros. Los indios quedaron aterrorizados. Exteriormente eran cristianos, mientras que en su interior seguían observando las creencias religiosas indígenas. Los jesuitas tienen el mérito histórico de haber puesto en práctica, en gran escala, un modelo evangelizador alternativo al de la predicación colonizadora y castellanizate, correa de transmisión del mecanismo de integración.