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Acompañar A Morir.

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Martínez Sánchez Fátima.

Lic. en Psicología.

Acompañar a morir
Una mirada de amor

Es cierto que la vida sobrepasa nuestra razón y nuestras razones; la vida es


misterio rompedor de límites, como lo es el amor, se mire por donde se mire, y
como lo es el dolor allá donde se sienta. La vida es germen de una existencia
que supera que supera los mismos límites del tiempo, es tensión que aspira
hacia una plenitud que no siempre alcanzamos y, paradójicamente también tiene
su ocaso natural.
Mantener la esperanza en la vida, también cuando esta se acaba exige un precio:
poner los propios talentos al servicio de causas más grandes que nosotros
mismos. Así la vida recobra su sentido. Este planteamiento es el que nos
presenta Elisabeth Kübler-Ross.
Elisabeth Kübler-Ross nació en Zurich en 1926 con muy pocas posibilidades de
sobrevivir: -tercera melliza en la Suiza de los años veinte-; estudió Medicina, a
pesar de la negativa de su familia, y luchó para ser reconocida como mujer
médico, primero, en su país y, después, como psiquiatra en los EEUU y ha sido
una de las mayores expertas mundiales en la muerte, los moribundos y los
cuidados paliativos. Con un enfoque humano y cercano, Elisabeth lo dio todo
para desestigmatizar la muerte y por mejorar el tratamiento de las personas que
sufren enfermedades crónicas. Es la primera psiquiatra que describió las fases
de la muerte: pánico, negación, depresión, pacto y aceptación, que se convirtió
en un clásico de la psiquiatría. Mostró también que son los niños los más
valientes en el momento de enfrentarse a la muerte. Sus últimos días los pasó
en retiro en el desierto; mayor y cansada, esperando su propia muerte acaecida
en el 2004. Su trayectoria es el objeto del documental "Elisabeth Kübler-Ross:
acompañar a morir", que hilvana con fluidez y hondura imágenes de época,
Martínez Sánchez Fátima.
Lic. en Psicología.

entrevistas también a familiares y amigos de la doctora. Tal como señala J.J.


Martín, el tono es hagiográfico, pero suficientemente objetivo como para mostrar
también las sombras del personaje, así como su insuficiente formación
antropológica y teológica, que le llevó a una ecléctica visión del más allá:
inicialmente calvinista, cercana después al espiritismo y, finalmente, en la línea
de un sincretismo panteísta, un punto anticlerical y alejada del catolicismo en
cuanto al juicio particular y al infierno, realidades que ella no aceptaba.
En todo caso, resultan valiosas las reflexiones de Elisabeth Kübler-Ross sobre
el valor de la trascendencia en la atención a enfermos terminales y, sobre todo,
sus emotivas entrevistas con algunos de ellos, que ponen de manifiesto su
sensibilidad y su respeto por la dignidad de cada vida humana. Un respeto en
las antípodas del ensañamiento terapéutico y del cruel materialismo
individualista en que se sustenta la propaganda actual a favor de la eutanasia.
El trabajo de la doctora Elisabeth Kübler-Ross nos confirma que la muerte es un
pasaje hacia otra forma de vida, y nos hace comprender que la experiencia de la
muerte es casi idéntica a la del nacimiento, puesto que se trata del inicio de otra
existencia, el paso a un nuevo estado de conciencia en el que también se
experimenta, se ve y se oye, se comprende y se ríe, y en el que existe la
posibilidad de continuar el crecimiento espiritual. Gracias a ella sabemos que
una luz brilla al final del camino, y que a medida que nos aproximamos a esa luz
blanca, de una claridad absoluta, nos sentimos llenos del amor más grande,
indescriptible e incondicional que podamos imaginar.

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