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MECCIA - La Sociedad Una Soberana de Si Misma - Texto de Apoyo

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“La sociedad: una soberana de sí misma.

Reflexiones sobre Emile Durkheim y la elaboración de la


noción de hecho social” apareció publicado en:
Lifszyc, Sara (comp.) Sociología. Los hechos sociales, Ciclo Básico Común, Universidad de Buenos
Aires, Buenos Aires, Gran Aldea Editores, ISBN 987-98678-1-5.

ERNESTO MECCIA1

LA SOCIEDAD: UNA SOBERANA DE SI MISMA


REFLEXIONES SOBRE EMILE DURKHEIM Y LA ELABORACION DE LA
NOCION DE HECHO SOCIAL
“La concepción del medio social como factor determinante
de la evolución colectiva
es de la mayor importancia, ya que si se la rechaza,
la Sociología se encuentra en la imposibilidad de establecer
ninguna relación causal”
Emile Durkheim

1. INTRODUCCION.
Las ciencias humanas a lo largo de su historia están atravesadas por diversas disputas
teóricas y metodológicas que compiten para explicar con mayor grado de verosimilitud cómo
se conforma lo social. Es de esperar entonces que el investigador que tome alguna postura
tome en sincronía -respecto al trabajo posterior de obtención de datos empíricos y de
reelaboración teórica- posiciones apriorísticas que orientarán su investigación desde el
principio hasta el final. Una de las disputas más célebres en el terreno de la pensamiento
social es la entablada entre colectivistas e individualistas, es decir, entre aquellos que
consideran que la existencia de patrones sociales son previas a cualquier acción social y, en
este sentido, todo acto individual se inscribe dentro de una estructura ya existente; y
aquellos que sustentan que la sociedad no es más que el emergente de la agregación de
múltiples actos individuales desarrollados por actores que, si bien responden a los efectos
de una estructura, también pueden, a cada momento, alterarla. Late aquí un inmenso
interrogante filosófico acerca de la libertad de los hombres, pero también acerca de las
restricciones que les imponen las circunstancias. Aunque más inmenso aún, es nuestro
desafío de combinar ambas posturas a la hora de preguntarnos cómo es posible la
existencia del orden social.
El sociólogo francés Emile Durkheim (1858-1917) ha hecho de toda su obra una ocasión
para reflexionar profundamente sobre de estos temas. En ese fructífero trajín fue
elaborando y sosteniendo con notable coherencia una singular concepción de la sociedad
como una entidad superior con capacidad de imponerse sobre las acciones y los
pensamientos de los hombres individuales. Al hacerlo se vio lógicamente obligado a
separar el pensamiento social del pensamiento psicológico (al mismo tiempo que sus
métodos) ya que entendía que el objeto de estudio de las ciencias psicológicas no tenían en
absoluto relación con lo que debía darse como objeto la naciente ciencia de la sociedad. El
objetivo de este artículo es reflexionar e ir construyendo desde la letra del autor, la noción
de hecho social como el objeto de estudio específico de la Sociología.

2. LA ESTRATEGIA PARA DELIMITAR EL OBJETO: LA POLEMICA CON LA


PSICOLOGIA Y LA POLEMICA CON EL INDIVIUALISMO.
Suele escribirse sobre Durkheim como el primer pensador sistemático de la Sociología. En
los distintos prefacios a las ediciones de “Las reglas del método sociológico” (1895) señala
que a pesar de que en su tiempo ya existía una ciencia de las sociedades, la misma estaba
henchida de una serie de prejuicios propios del pensamiento vulgar. La queja se refería a
una nebulosa de opiniones que impedía contornear lo específicamente social de las
acciones de los hombres:
“Toda investigación científica versa sobre un grupo determinado de fenómenos
que responden a una misma definición. El primer paso del sociólogo debe ser,
pues, el de definir las realidades de que se ocupa, a fin de que se sepa de qué
se trata, y de que lo sepa bien él mismo. Esta es la primera condición de toda
prueba y de toda verificación , y la más indispensable; una teoría no puede ser
controlada más que si sabemos reconocer los hechos de que debe dar cuenta.
Además, como es por medio de esta definición inicial como se constituye el
objeto mismo de la ciencia, éste será o no una cosa según el modo de realizar
2
esta definición.”
El estado de confusión respecto al objeto había reducido el pensamiento social a una libre
especulación sobre fenómenos que -entendía- apresuradamente distintos estudiosos habían
considerado propios de la Sociología. El objeto que Durkheim se propuso construir debía
distinguirse lo más claro posible de la Filosofía Etica y de la Psicología:
“Antes de buscar cuál es el método adecuado para el estudio de los hechos
sociales conviene saber cuáles son los hechos así llamados. La cuestión es
tanto más necesaria cuanto que esta denominación es utilizada de modo
bastante impreciso. De ordinario se la emplea para designar casi todos los
fenómenos que ocurren en el seno de una sociedad, por poco que presenten,

1
Sociólogo, Universidad de Buenos Aires; Profesor Adjunto en “Metodología y Técnicas de Investigación Social” en
la Facultad de Ciencias Sociales e “Introducción a la Sociología” en el Ciclo Básico Común, Universidad de Buenos
Aires.
2
DURKHEIM, EMILE “Las reglas del método sociológico y otros escritos sobre filosofía de las Ciencias Sociales”,
Madrid, Alianza, 1988, pp 89.
junto a una cierta generalidad, algún interés social. Pero, si se consideran las
cosas de esa manera, no hay, por así decir, acontecimiento humano que no
3
pueda llamarse social”
Si el investigador, sin más, asocia todo lo que se repite con lo social, la ausencia de un
criterio divisor dejaría a la Sociología como una disciplina derivada de la Psicología o de la
Biología, sin objeto propio. Pero así como los psicólogos estaban embarcados en la tarea de
deslindar sus invetigaciones de las de los biólogos, Durkheim se propone emplear la misma
estrategia con los primeros: si lo esencial de los fenómenos psíquicos no encuentra su
origen en la constitución orgánica de las personas, es lícito pensar entonces que lo esencial
de los fenómenos sociales no puede derivarse de ninguna constitución psíquica individual o,
como nos acostumbraremos a entender: que los derivados de las conciencias individuales
no tienen ninguna capacidad explicativa de lo social:
“¿Acaso la esencia del espiritualismo no puede encerrarse enteramente en la
idea de que los fenómenos psíquicos no pueden derivarse directamente de los
fenómenos orgánicos?. Pues bien, nuestro método no es, en parte, otra cosa
que una aplicación de ese principio a los fenómenos morales. Al igual que los
espiritualistas separan el reino psicológico del reino social; nosotros
4
separamos al primero del reino social”.
Pero separar ambos reinos lleva al análisis sociológico a un punto de no retorno con
respecto a la dimensión de análisis individual, porque:
“... si descartamos al individuo, no nos queda más que la sociedad; será pues
en la propia naturaleza de la sociedad donde habrá que buscar la explicación de
5
la vida social.”
“La propia naturaleza de la sociedad” es su cualidad de ser algo muy distinto a la mera
suma de las partes que la componen. La sociedad es una totalidad supraindividual, se
presenta como una entidad superior que se impone a las partes; entendiendo que antecede
cronológicamente a la existencia de los individuos y que además les impone restricciones
de tipo cognitivo. Curiosamente, el autor que trata de dotar a la Sociología de un objeto y
método específicos recurre, para apuntalar su noción de la sociedad como una totalidad
supraindividual, a metáforas extraídas de las ciencias naturales. En su obra, podemos
darnos una idea de la relación individuo-sociedad si pensamos por un momento en la
constitución y el funcionamiento del organismo humano: si bien es cierto que funcionan una
serie de organismos que nos posibilitan la vida, ninguno de éstos funciona de forma
autónoma, por sí mismo, en extremo, todos están coordinados por un organismo superior,
una especie de “organismo de organismos” (el cerebro) que otorga coordinación y
coherencia al funcionamiento del resto de los que ahora podemos denominar “sub-

3
Op. Cit., pp. 56.
4
Op. Cit., pp 34.
5
Op. Cit., pp 159
organismos”. Pensemos, si no, en los efectos que la “muerte cerebral” produciría en las
funciones orgánicas. Haciendo gala del mismo estilo nos propone pensar el carácter errado
de la:
“...suposición de que cada aspecto de la vida, cada uno de sus caracteres
principales se encarne en un grupo de átomos diferente. La vida no podría
descomponerse así: es una y, por consiguiente sólo puede tener por sede la
sustancia viva en su totalidad. Está en el todo, y no en las partes. No son las
partículas no vivientes de la célula las que se nutren, se reproducen y, en una
6
palabra, viven; es la propia célula, y sólo ella”.
Aunque todavía nos cueste entenderlo, y parezca un antipático juego de palabras, podemos
decir que la vida social no depende de la vida de muchos individuos, sino que el carácter de
la vida de muchos individuos depende de la vida de la sociedad. La sociedad es una
realidad aparte con vida propia, que no extrae su aliento vital de nadie en particular, de
ninguna caduca personalidad por más extraordinaria que sea. Usando la metáfora del
organismo humano podemos pensar a la sociedad como un “organismo de organismos”
capaz de coordinar en beneficio de su reproducción las acciones y los pensamientos de los
hombres. La sociedad para Durkheim:
“sólo es posible si los individuos y las cosas que la componen se encuentran
repartidos entre diferentes grupos, es decir, clasificados y si esos mismos
grupos se encuentran clasificados unos en relación a otros. La sociedad
supone, pues, una organización conciente de sí, lo que no es otra cosa que una
clasificación. Esta organización de la sociedad se comunica de forma natural al
espacio que ocupa. Para prevenir todo roce, es preciso que se asigne a cada
7
grupo particular una porción determinada del espacio.”
Arrogante soberana de sí misma, la sociedad es siempre más que cualquier cosa, esta
suposición (sin la cual nada de la obra de nuestro autor podría entenderse) lo ha deslizado
hacia la elaboración de tesis polémicas como aquella que sostiene que si todo tiene un
rango menor que la sociedad, ésta entonces presentaría el carácter de la divinidad más
8
insuperable . Así, su rango de suprema majestad aparece en definiciones contundentes del
tipo: “la sociedad se erige ella misma en el género total fuera del cual nada existe”.
“Es el todo que comprende todas las cosas, la clase suprema que contiene todas las

6
Op. Cit., pp. 42.
7
DURKHEIM, EMILE “Las formas elementales de la vida religiosa”, Madrid, Akal, 1992, pp. 411.
8
En “Las formas elementales de la vida religiosa”, su última gran obra (1912), Durkheim estudió la religiosidad
totémica de las tribus australianas. Escribió: “Así el tótem es antes que nada un símbolo, una expresión material de
alguna ootra cosa. ¿Pero de qué?. Por un lado, el totem constituye la forma exterior y sensible de lo que hemos
llamado el principio o dios totémico. Pero, por otro lado, constituye también el símbolo de esa sociedad llamada clan.
Es su bandera; el signo por medio del cual cada clan se distingue de otros, la marca visible de su personalidad. (...).
Así pues, si es a la vez el símbolo del dios y de la sociedad, ¿no será porque el dios y la sociedad no hacen más
que uno? ¿Cómo habría podido convertirse el emblema del grupo en la representación figurativa de esa divinidad, si
el grupo y la divinidad fueran dos realidades distintas?.” (Op. Cit., pp. 194)
9
otras clases.” “Es una conciencia de conciencias. Situada por fuera y por encima de
las contingencias individuales y locales, no ve las cosas más que en su aspecto
permanente y esencial que ella fija en nociones comunicables. A la vez que más alto,
10
ve más lejos.” . “Una sociedad es el más poderoso conjunto de fuerzas físicas y
morales que nos ofrece la naturaleza. No resulta pues, sorprendente que de ella surja
11
una vida más elevada.”
Sobre el final de la introducción, habíamos señalado que el objetivo de este artículo es
entender a los hechos sociales como el objeto de estudio específico de la Sociología. Para
entender el próximo punto pensemos que el imperio de la sociedad sobre los hombres
produce incesantemente “hechos sociales”, nutriendo a la sociología de su campo de
estudio, y que esos hechos son al mismo tiempo representaciones y acciones de
carácter colectivo.

3. LOS HECHOS SOCIALES SON AQUELLOS FENOMENOS HUMANOS QUE


NECESITAN UNA EXPLICACION SOCIOLOGICA.
La sociedad, según la venimos presentando con Durkheim, parece un trompo que, puesto a
girar ilumina todo lo que la circunda o, si de iluminación hablamos, un sol que permite la
12
germinación de las semillas. ¿Qué hubiera sido de ellas sin la luz? . La analogía podrá
resonar graciosa pero hagamos un esfuerzo mental y cambiemos las plantas por los
hombres y la luz por la sociedad. Es claro que los hombres no son plantas, entre otras
cosas, porque pueden por propia voluntad resistirse a la imposición de moldes sociales, y
sin embargo, igual, fatalmente, la sociedad acabará por imponérseles. Los hechos sociales
tienen como cualidad principal la capacidad de imponerse a los hombres más allá de lo que
éstos piensen. Es en este sentido que las conciencias individuales, como señaláramos más
arriba, no tienen ninguna relevancia para explicar la dinámica específicamente social: más
allá de cualquier contingencia, la coerción de la sociedad existe. Para el autor, éste
pensamiento puede parecer totalitario, poco atento a la aptitud para la “libre elección” de las
personas:
“Desde luego al utilizar la palabra coerción para definirlos se corre el riesgo de
alarmar a los celosos partidarios de un individualismo absoluto. Como

9
Op. Cit., pp. 410.
10
Op. Cit., pp. 412.
11
Op. Cit., pp. 414.
12
La concepción de sociedad que sustenta el autor no representa un peso indeseado para los hombres.
Nuevamente, aquí ofrece otro paralelismo con la divinidad: “Pero un dios no es tan sólo una autoridad de la que
dependemos; es también una fuerza en la que nuestra fuerza se apoya. El hombre que ha obedecido a su dios y
que, por esta razón, cree tenerlo consigo, se enfrenta al mundo con confianza y con la sensación de una energía
incrementada. (...). Así, la fuerza colectiva se hace parte integrante de nuestro ser y, por esto mismo, lo eleva y
engrandece.” (Op. Cit., pp. 197)
proclaman que el individuo es perfectamente autónomo les parece que se le
13
rebaja cada vez que se le hace sentir que no depende solamente de sí mismo.”
Imaginemos algunos hechos de este tenor. Desde la perspectiva de Durkheim al
investigador le será irrelevante las ideas que un grupo de personas tenga acerca del pastor
que oficia la misa de los domingos, por el contrario, le interesará el hecho de que ese grupo
siga congregándose una vez por semana. Del mismo modo, el investigador deberá hacer
caso omiso de lo que un grupo de consumidores piense acerca del sistema de ventas que
tiene un shopping del Gran Buenos Aires, le interesará el hecho de que el sistema de
compra-venta con dinero (en efectivo o simbolizado en diferido por la tarjeta de crédito) se
reproduzca todos los días. Tampoco el investigador debe tomar por objeto lo que un hombre
devenido en ladrón piense acerca de lo que va a hacer (si roba porque la sociedad es más
o menos injusta, por placer, o porque se identificó cuando era niño con un héroe-ladrón de
una historieta), el investigador deberá tomar como objeto el hecho de que el ladrón oculte lo
que ante los ojos de los demás lo que los demás y él mismo, lo que la sociedad, en su
conjunto y definitivamente, entiende como un delito. ¿A quién se le impuso más la sociedad:
a aquella persona que roba o a aquel que no lo hace?. ¿Quién ha sido más coercionado por
los patrones sociales de conducta y pensamiento?. Es evidente que tanto a uno como a
otro, y ésto se ha dado diría Durkheim, independientemente de lo que ellos en tanto
individuos singulares hayan hecho o pensado, y es que, inexorables, por sobre las
contingencias individuales existen ideas sobre la “decencia”, sobre cómo hacer una compra-
venta o sobre porqué concurrir a las misas. El origen de esas ideas es, sin más social,
pertenece a todos los hombres sin pertener a nadie en particular: se trata de ideas
(representaciones) colectivas que se repiten con igual intensidad en la mayoría de los
hombres que entonces –con más o menos conciencia- arreglan sus acciones en base a
ellas. Lo social flota sobre nuestras conciencias como una inmensa nube a punto de mojarlo
todo en cualquier momento. Asimismo:
“Cuando llevo a cabo mi tarea de hermano, de esposo o de ciudadano o cuando
respondo a compromisos que he contraído, cumplo con deberes que están
definidos, fuera de mí y de mis actos, en el derecho y en las costumbres” (...)
“El sistema de signos de que me sirvo para expresar mi pensamiento, (...) los
instrumentos de crédito que utilizo en mis relaciones comerciales, las prácticas
aceptadas en mi profesión, etc., funcionan independientemente del uso que de
14
ellas hago”
Si prestamos atención a cada uno de los ejemplos que hemos citado podremos inferir que la
noción de hecho social abarca a todos los sistemas de creencias y modos de conducta
“medios” de una sociedad cualquiera, o que ellas estimen válidos, o que se inscriban en el

13
DURKHEIM,1988, Op. Cit., pp. 59.
14
Op. Cit., pp. 57.
orden de su idiosincracia. Los hechos sociales, sin dudas, refieren a todo lo que la
colectividad ha instituido como esencial a ella misma, por eso Durkheim afirma que:
“en tal caso, la sociología puede ser definida como la ciencia de las
15
instituciones, de su génesis y de su funcionamiento”.
Entonces: ¿qué es un hecho social?:
“Es hecho social todo modo de hacer, fijo o no, que puede ejercer una coerción
exterior sobre el individuo; o, también que es general en todo el ámbito de una
sociedad dada y que, al mismo tiempo, tiene una existencia propia,
16
independiente de sus manifestaciones individuales”.

4. SOBRE LAS CARACTERISTICAS DE LOS HECHOS SOCIALES.


Ha quedado claro, ahora, que no todo fenómeno social es inmediatamente un hecho social,
para serlo (y ser entonces de interés para la Sociología), esos fenómenos deben presentar
características bien definidas: a) ser exteriores a los individuos, b) coercionarlos
indistintamente, c) estar generalizados al interior de la sociedad y existir con
independencia de las manifestaciones individuales. De inmediato comenzaremos a
describirlas y probablemente enseguida veremos cómo la una llama a la otra, cómo ninguna
podría entenderse bien si no postulamos las otras. Es importante aclarar que estas
propiedades son solidarias de la gran propiedad de todo hecho social, ésta es su carácter
colectivo, lo que en nuestro autor a las claras significa obligatoriedad. La aclaración
puede parecer redundante: ¿existen realmente diferencias entre el carácter general y
colectivo de los hechos sociales? ¿acaso no estaremos refiriéndonos a la misma cosa?. Es
urgente contestar: no. Más arriba nos preguntábamos si la vida social depende de la vida
de muchos individuos o si el carácter de la vida de muchos individuos depende de la vida de
la sociedad y anclábamos la respuesta en la segunda alternativa: porque primero existe
una idea de la “decencia” es que después se es “decente” o se trata de ocultar que no se lo
es; porque primero existe una idea de lo que significa ser “buen alumno” es que después
se lo es o se esconde la condición contraria (¿quién se copia en un examen a la vista del
profesor?). Por supuesto que más allá de que todos tengan esas ideas, no todos los
hombres son “decentes” ni “buenos alumnos”, pero sí la generalidad de los mismos.
Vemos entonces que la generalidad no es ni mucho menos igual a lo colectivo: la
generalidad aparece derivada, como una consecuencia victoriosa de lo colectivo, aunque
los alumnos no soporten al profesor o aunque se piense que robar no está mal al existir
tanta miseria:
“Pero se nos dirá que un fenómeno no puede ser colectivo más que si es
común a todos los miembros de la sociedad o, al menos, a la mayor parte de

15
Op. Cit., pp. 50.
16
Op. Cit., pp. 68.
ellos y, por consiguiente, si es general. Desde luego, pero si es general es
porque es colectivo (es decir, más o menos obligatorio), lo que dista mucho de
que sea colectivo por ser general. Es un estado del grupo, que se repite en los
individuos porque se impone a ellos. Está en la parte por estar en el todo, lo
17
que es bien distinto de que esté en el todo por estar en las partes”.
Las caracrerísticas de los hechos sociales son:
a) Exterioridad: la sociedad es un dato exterior a los hombres singulares que viven en
sociedad: ¿en qué sentido?. “Exterior” significa “preexistente”: la sociedad es un todo que
incluye normas, valores, usos, costumbres, miles de objetos culturales forjados en un
pasado que los individuos no vivieron. Ningún hombre (mucho menos un recién nacido)
tiene capacidad para sustraerse a ellos y, al menos en principio, tampoco ninguna
necesidad. La exterioridad de los hechos sociales hace referencia al pasado o, mejor, a la
victoria del pasado sobre el presente de una sociedad. En todo el tramo histórico, la
biografía de ningún hombre ha podido dotar a la sociedad de las características que posee;
la sociedad (obstinada soberana de sí misma) expresa una continuidad que en nada
depende de la expiración de los individuos. En realidad, ellos son “colaboradores” de un
mundo de cosas hechas:
“La sociedad mantiene con nosotros la sensación de una perpetua
dependencia. Porque ella tiene una naturaleza que le es propia, diferente de
nuestra naturaleza de individuos, persigue fines que le son igualmente
específicos: pero como sólo puede alcanzarlos por nuestro intermedio, reclama
18
imperiosamente nuestra colaboración”.
b) Coerción: se trata de la presión que la sociedad ejerce sobre los hombres, presión que de
tan interiorizada que está puede no sentirse (¿quién de nosotros, antes de hoy, pensó que
nuestro idioma nos coerciona desde niños?). Otras veces la presión es visible, pudiendo
llegar a ser físicamente violenta. Coercionar alternativamente se encarna en diferentes
figuras como encauzar, contener, refrenar, sujetar, reprimir, coartar, restringir, aunque,
adquiera la figura que adquiera se reserva su carácter universal o colectivo. Los hechos
sociales:
“están dotados de un poder imperativo y coercitivo en virtud del cual se
imponen a él, lo quiera o no” (...) “La conciencia pública reprime todo acto que
la ofende por medio de la vigilancia que ejerce sobre la conducta de los
ciudadanos y las penas especiales de que dispone. En otros casos, la coerción
es menos violenta, pero no deja de existir. Si no me someto a las convenciones
de la sociedad, si en mi forma de vestir no tengo en cuenta en absoluto los
usos aceptados en mi país y en mi clase, la risa que provoco y el alejamiento
social en el que se me mantiene producen los mismos resultados que un

17
Op. Cit., pp. 64.
18
DURKHEIM, EMILE, 1992, Op. Cit., pp. 357.
castigo propiamente dicho, aunque de forma más atenuada. Por lo demás, la
coerción no es menos eficaz por ser indirecta. No estoy obligado a hablar la
misma lengua que mis compatriotas, ni a emplear las monedas de curso legal,
19
pero es imposible que actúe de otro modo”
La sociedad es implacable, el carácter coercionador de los hechos sociales, es decir, de lo
instituido, omnímodo, omnicomprensivo, abrazador. Puede que la sociedad duerma
tranquila el sueño de su propia gesta heroica y, en el interín, se pretendan burlar sus
normas: ¿qué ocurriría? ¿su disolución?. Esto es improbable, porque hasta las infracciones
a su majestad se convierten en el néctar de su reforzamiento y reproducción:
“Hasta puede darse el caso de que sean indisociables el carácter normal de una
cosa y los sentimientos de apartamiento que inspira. Si el dolor es un hecho
normal lo es con la condición de que no se encuentre a gusto con él; si el
crimen es normal, lo es a condición de que se le deteste. Así pues, nuestro
método no tiene nada de revolucionario. En cierto sentido hasta es
esencialmente conservador, pues considera a los hechos sociales como cosas
cuya naturaleza, por dúctil y maleable que sea, sin embargo no es modificable a
20
gusto de uno”.
c) Generealidad e independencia: éstos últimos dos atributos han sido puestos en escena
cuando intentábamos desarrollar el primordial carácter colectivo de los hechos sociales. No
debemos reconocer en la generalidad el efecto –si se nos permite la redundancia- posterior
de una azarosa agregación estadística, todo lo contrario: el que un hecho social esté
presente en todos o casi todos los miembros de una sociedad es consecuencia de su
carácter carácter colectivo, es decir, de la existencia previa de la obligatoriedad. Por eso es
que son como “moldes”, “patrones” o “paradigmas” de pensamiento y acción que,
impertérritos, existen más allá, independientemente de que los actos y pensamientos en la
realidad se desarrollen conforme, parecidos o contrarios a ellos.

5. LAS CORRIENTES SOCIALES Y LAS CORRIENTES DE OPINION TAMBIEN SON


HECHOS SOCIALES.
Ya hemos citado a Durkheim afirmando que al estudiar los hechos sociales, la Sociología se
convertía en una de “ciencia de lo instituido”, entendiendo por ello todo lo que cualquier
sociedad ha consagrado en los usos y las costumbres, pero también en los códigos escritos,
ya sea, civiles, penales, comerciales o religiosos, como parte esencial de sí misma,
imprescindible para su funcionamiento. Habíamos aclarado que el carácter “exterior” de los
hechos sociales hacía referencia a una especie de “puente” que el pasado tendía sobre el
presente, imponiéndose sobre él. Estos hechos sociales, de extendida existencia en el

19
DURKHEIM, EMILE, 1988, Op. Cit., pp. 58.
20
Op. Cit., pp. 33.
tiempo son, evidentemente, maneras de hacer “fijas”. Pero si nos fijamos en la definición del
autor que hemos citado, también se nos anuncia que existen otra clase de hechos sociales
que no presentan tal carácter. Durkheim los denomina “corrientes sociales” y “corrientes de
opinión”:
“Como todos los ejemplos que acabamos de citar (reglas jurídicas y morales,
dogmas religiosos, sistemas financieros, etc.) se refieren a creencias y a
prácticas instituidas se podría creer, según lo que hemos dicho, que no hay
hecho social más que donde hay una organización definida; pero hay otros
21
hechos que, sin presentar esas formas cristalizadas”
Efectivamente, de continuo, se producen fenómenos que podemos reconocer como “hechos
sociales” en la medida en que las acciones de ningún hombre en particular nos sirven para
explicar su origen, pero que, sin embargo, son inestables, vaporosos, de corta existencia (lo
cual no quiere decir que no vuelvan a repetirse). Podemos imaginar cualquier efemérides:
los judíos celebrando la huida de Egipto, o nuestros padres hace treinta años
conmemorando la muerte del general San Martín, o los jóvenes de hoy congregándose en
un recital de rock en contra de la represión policial e institucional. En todos los casos, es en
determinado lugar y sólo en esos momentos de reunión multitudinaria donde los
participantes experimentan una serie de sensaciones que no tienen cabida habitualmente
en la cotidianidad; como si una parte de ellos estuviera dormida y sólo, de golpe, pudiera
despertar en ocasiones como esas. Estos fenómenos no son extraños a la lógica de
pensamiento de nuestro autor: como los hechos que describiéramos anteriormente, no se
originan en ninguna conciencia en particular; al contrario, tales fenómenos sólo pueden
tener un origen grupal, expresar algo de la conciencia colectiva (“judía”, “argentina”, “joven”),
por más efímeros que sean. Las corrientes sociales:
“...tienen la misma objetividad y el mismo ascendiente sobre el individuo. (...)
Por ejemplo, los grandes movimientos de entusiasmo, de indignación o de
piedad que se producen en una asamblea no tienen como lugar de origen
ninguna conciencia particular. Llegan a cada uno de nosotros desde afuera y
22
son susceptibles de arrastrarnos a pesar nuestro”
23
Asimismo, si se advierte una variación en la tasa de divorcios, de nacimientos,
matrimonios, bautismos o suicidios, el fenómeno, que Durkheim llama “corriente de opinión”,
no podría derivarse de inmediato para que lo inspeccione la Psicología porque, como buen
hecho social, tampoco se origina en ninguna conciencia en particular y nos reenvía
nuevamente a determinado estado del alma colectiva, aquí también el sociólogo tiene algo
que decir:

21
Op. Cit., pp. 60.
22
Op. Cit., pp. 60.
23
La estadística juega un papel central en la sociología durkheiminiana, ya que su uso permitiría construir
científicamente la generalización de un fenómeno. Sobre todo, Durkheim la ha utilizado en su obra “El suicidio”
“Hay ciertas corrientes de opinión que, con desigual intensidad según las
épocas y los países, nos llevan, por ejemplo, al matrimonio o al suicidio, o una
natalidad más o menos fuerte, etc. Evidentemente son éstos hechos sociales. A
primera vista parecen ser inseparables de las formas que toman en los casos
particulares, pero la estadística nos proporciona un medio para aislarlos (...).
Pues, como cada una de esas cifras comprende indistintamente todos los
casos particulares, las circunstancias individuales que puedan tener cierta
influencia en la producción del fenómeno se neutralizan mutuamente y, por
consiguiente, no contribuyen a determinarlo. Lo que tal fenómeno expresa es
24
un cierto estado del alma colectiva.”

6. LA TESIS DURKHEIMINIANA: EL SUSTRATO DE LOS HECHOS SOCIALES SON


OTROS HECHOS SOCIALES.
En párrafos anteriores tratamos de hacer gráfico el pensamiento de Durkheim presentando
una analogía entre la sociedad y el organismo humano. Por cierto, se trata de una analogía
muy audaz, pero que, es necesario reconocer, mantiene su eficacia ilustrativa hasta el final
del análisis. Así como en el caso del funcionamiento del organismo humano debemos referir
a las funciones que cumplen los “sub-organismos” y entender que las causas de esos
funcionamientos no pueden buscarse en ninguno de ellos particularmente sino en las
necesidades del organismo para que su sobrevivencia no se vea comprometida; las
funciones que cumple todo hecho social encuentran su origen en las necesidades de la
misma sociedad que los produce:
“Por tanto, cuando se pretende explicar un fenómeno social hay que buscar por
separado la causa eficiente que lo produce y la función que desempeña. Nos
servimos de la palabra función antes que la de fin o de meta precisamente
porque de ordinario los fenómenos sociales no deben su existencia a los
resultados útiles que producen. Lo que hay que determinar es si existe una
correspondencia entre el hecho considerado y las necesidades generales del
organismo social y en qué consiste esta correspondencia, sin preocuparse por
25
saber si ha sido o no intencionada.”
Con frecuencia, los planteos de Durkheim tientan a sus lectores a emprender una
consideración retrospectiva del orden social, una retrospectiva ad infinitum, tal vez, con la

(1987). La estadística permite la neutralización mutua de componentes sociales e individuales implicados en ciertos
fenómenos que expresan estados del “alma colectiva”.
24
Op. Cit., pp. 63. Es de avdertir una especie de “jerarquización” de los hechos sociales en el autor. Los primeros
que hemos visto (maneras de hacer fijas, presentes en los códigos y en las costumbres) son el objeto primario del
sociólogo; en orden de interés luego están las “corrientes sociales”. Respecto de las “corrientes de opinión”: “No son
fenómenos propiamente sociológicos sino que dependen a la vez de dos reinos: se los podría llamar socio-
psicológicos. Interesan al sociólogo, sin constituir el objeto de estudio inmediato de la sociología.” (Op. Cit., pp. 63).
25
Op. Cit., pp. 152.
esperanza de poder hipotetizar sobre una situación en que la sociedad -al menos una vez,
en la circunstancia de su origen- pueda explicarse a través de sus elementos, es decir,
como si las causas que han determinado su formación fuesen de naturaleza individual o
psicológica. Nuestro autor descree del éxito de esa empresa intelectual, a no ser que el
lector tome la poco científica decisión de salirse de la historia:
“... por mucho que nos remontemos en la historia, el hecho de la obligación es
el más obligatorio de todos, pues es la fuente de todas las demás obligaciones.
(...). Como todas las sociedades han nacido de otras sociedades, sin solución
de continuidad, podemos estar seguros de que, en todo el curso de la evolución
social, no ha habido un momento en que los individuos hayan tenido
verdaderamente que deliberar para saber si entrarían o no en la vida colectiva.
(...). Para que se pudiera plantear la pregunta tendríamos que remontarnos
hasta los orígenes primeros de la sociedad. Pero las soluciones que se pueden
aportar a tales problemas, soluciones que son siempre dudosas, en ningún
caso podrían afectar al método según el cual deben ser tratados los hechos
26
dados en la historia.”
Ya no puede quedarnos lugar a dudas: para Durkheim lo social sólo puede explicarse por lo
social. Este es su principal legado: la tesis de que lo social es irreductible a cualquier
determinación extrasocial. Las causas de los hechos sociales y las funciones que cumplen
hay que buscarlas en las necesidades de la sociedad. La sociedad extrae su soberanía de
sí misma. Ella es su propio sustrato:
“Llegamos pues, a la siguiente regla: la causa determinante de un hecho social
debe ser buscada en los hechos sociales precedentes. (...). Por otra parte, lo
que acabamos de decir se aplica tanto a la determinación de la causa, como a la
de la función. La función de un hecho social sólo puede ser una función social,
es decir, consiste en la producción de efectos socialmente útiles. (...). Podemos
pues completar la proposición diciendo: la función de un hecho social debe ser
27
buscada siempre en la relación que mantiene con algún fin social.”

7. LOS HECHOS SOCIALES SON TANTO REPRESENTACIONES COMO ACCIONES


COLECTIVAS Y DEBEN SER TRATADOS COMO SI FUERAN COSAS.
En sus polémicas con los “espiritualistas” (los psicólogos) Durkheim adelantaba que su
proyecto era extender el racionalismo propio de las Ciencias Naturales a las Ciencias
Sociales. En este sentido, la ciencia de las sociedades estaría mucho más cercana a las
Ciencias Biológicas -por ejemplo- que a la Psicología. Este proyecto puede parecernos tan
sorprendente como contradictorio: ¿Cómo, quién dice querer hacer de la Sociología una

26
Op. Cit., pp. 161, 162.
27
Op. Cit., pp. 167.
disciplina autónoma y diferenciada piensa como si fuese un biólogo?. No podemos hacer de
éste un capítulo metodológico, pero de todas maneras es necesario aclarar que uno de
principios más polémicos de Durkheim era aquel en que pedía tratar a los hechos sociales
como si fueran “cosas”, entendiendo por cosa algo concreto que se ofrece a la observación
del investigador, con cuya existencia tiene que enfrentarse y no especular libremente. Es
muy interesante ver el esfuerzo que en aquellos años en que la Sociología se estaba
constituyendo hizo el autor para dotar de “objetividad” a su análisis de lo social. La
Sociología no podía constituirse en una “ciencia de las ideas”, debía ser una ciencia que
produjera conocimiento a partir del análisis de “observables”, pues el verdadero punto de
partida de la ciencia serían los datos y no las prenociones que los investigadores puedan
tener sobre los fenómenos bajo estudio:
“Los fenómenos sociales son cosas y deben ser tratados como cosas. Para
demostrar esta proposición no es necesario filosofar sobre su naturaleza y
discutir acerca de las analogías que presentan con los fenómenos de los reinos
inferiores. Basta con constatar que son el único datum que se ofrece al
sociólogo. En efecto, es cosa todo lo que se da, se ofrece o, más bien, se
impone a la observación. Tratar como cosas a los fenómenos es tratarlos en
calidad de data que constituyen el punto de partida de la ciencia.
Indudablemente los fenómenos sociales presentan ese carácter. Lo que nos es
dado no es la idea que los hombres se hacen del valor, pues es inaccesible: son
los valores que se intercambian realmente en el curso de las acciones
económicas. No es tal o cual concepción de la moral, es el conjunto de las
reglas que determinan efectivamente la conducta. No es la idea de lo útil o de la
28
riqueza; son todos los pormenores de la organización económica.”
No pensemos que el autor sustrae del análisis la dimensión de lo ideal, como ya vimos, los
hechos sociales son tanto representaciones como acciones y toda sociedad tiene un ideal
de sí misma. Lo que pretende significar es que el análisis sociológico no puede partir de las
ideas que una sociedad tenga de sí porque tales ideas no son de inmediato accesibles para
el investigador. Para que la Sociología sea objetiva:
“...tiene que expresar los fenómenos en función de propiedades que les sean
inherentes, y no de una representación mental. Tiene que caracterizarlos por un
elemento integrante de su naturaleza, no por su conformidad con una noción
más o menos ideal. Ahora bien, en el momento en que la investigación sólo va a
empezar y mientras los hechos aún no han sido sometidos a elaboración
alguna, los únicos caracteres de éstos que resultan accesibles son los que se
encuentran lo bastante al exterior como para ser visibles de modo inmediato.
Los que están situados a un nivel más profundo son, sin duda, más esenciales;
su valor explicativo es más alto, pero en esta fase de la ciencia son
desconocidos, y no pueden ser anticipados más que si se substituye la realidad
por alguna concepción intelectual. Por tanto, es entre los primeros donde debe
29
ser buscada la materia de esta definición fundamental.”
Los caracteres “más esenciales” que están situados en el “nivel profundo” de lo social, no
deben pensarse como algo inasible para el hombre de ciencia, ni siquiera como un
obstáculo para la investigación. Es propio de lo social la doble dimensión de lo observable
(acciones) y lo inobservable (representaciones, ideales colectivos), y es tarea del sociólogo
hacer inteligible la relación entre las dos:
“La formación de un ideal no constituye un hecho irreductible, extraño a la
ciencia; depende de condiciones que la observación puede determinar; es un
resultado natural de la vida social. Para que la sociedad sea capaz de adquirir
conciencia de sí y mantener, en el grado de intensidad necesario, el sentimiento
que tiene de sí misma, es preciso que se reúna y se concentre. (...). Una
sociedad no se puede crear ni recrear sin crear, a la vez, el ideal. Esta creación
no constituye para ella una especie de acto subrogatorio por medio del cual,
una vez ya formada, se completaría; constituye el acto por el que se hace y se
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rehace periódicamente.”
La Sociología no es una “ciencia de las ideas” porque ninguna sociedad es sólo la idea de sí
misma, la sociedad se manifiesta en actos, y estos actos (observables para el sociólogo)
permiten a sus participantes adquirir nítida conciencia de la sociedad que los ha formado y a
la cual pertenecen:
“... la sociedad no puede dejar sentir su influencia si no está en acto, y no está
en acto más que si los individuos que la componen se encuentran reunidos y
actúan en común. Es por medio de la acción común cómo adquiere conciencia
de sí misma y se hace presente. Es ante todo una cooperación activa. Las ideas
y los sentimientos colectivos sólo son posibles gracias a los movimientos
31
externos que los simbolizan.

Sobre el final, sería interesante que volvamos sobre nuestros pasos y leamos nuevamente
estas páginas. Ahora, es probable que la disputa entre colectivistas e individualistas que
mencionamos al principio haya tomado más consistencia: ¿los individuos forman la
sociedad o la sociedad forma a los individuos?. Durkheim ha avanzado en el análisis
cuestionando importantes aspectos de las tesis individualistas, y la elaboración de la noción
de hecho social la hemos entendido como un derivado de esta disputa. Mientras tanto, por
el momento, nosotros tratemos de no enmarcarnos ni en una ni otra. Démonos tiempo para

28
Op. Cit., pp. 82.
29
Op. Cit., pp 89.
30
DURKHEIM EMILE, 1992, Op. Cit., pp. 193.
31
Op. Cit., pp. 390.
pensar cuánto ha avanzado el individualismo en nuestra sociedad, pero también para
pensar qué sería de nosotros si ninguna norma, si ningún valor se nos impusiese. Si, más
allá de reconocernos liberados de numerosas convenciones sociales, también sentimos que
pertenecemos a una sociedad con determinados ideales (y por eso personas jóvenes que ni
siquiera se conocen se indignan por igual cuando por televisión ven un documental sobre
una sangrienta dictadura que no vivieron), estaremos en condiciones de pensar con
Durkheim que muchos fenómenos sociales no pueden explicarse en términos individuales y
que el pasado, a veces por fortuna, forma parte inconsciente del presente de nosotros
mismos.

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