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Un Drama Singular TOMO III

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UC-NRLF

$ B 467 889
1
Lastenia Larriva de Llona

Obras completas - Tomo III

UN DRAMA SINGULAR

(HISTORIA DE UNA FAMILIA)

NOVELA

LIMA - PERÚ

1920
OBRAS COMPLETAS

DE

LASTENIA LARRIVA DE LLONA

Tomo I Cartas a mi Hijo . - Psicología de


la mujer. (Agotada ) .

Tomo II - Cuentos ( Ilustraciones de Cárdenas Castro)

Tomo III - Un drama singular - Novela.

Tomo IV - Mirando hacia atrás ..... - Artículos -


(EN PRENSA ).

Tomo V - Fulgores del Ocaso . ― Versos. ―――― ( EN PRE


PARACIÓN) .
Un drama singular
Lastenia Larriva de Llona
//
Obras completas — Tomo III

UN DRAMA SINGULAR

(HISTORIA DE UNA FAMILIA)

NOVELA

LIMA - PERÚ

1920
LOAN STACK

•• SERVICIO GRAFICO DEL MINISTERIO DE GUERRA


‫میرے‬
71 temer Laszi ‫سو‬
Flong
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WEL MPHS * 32
Lastema Lasciva
de Llona,
:
PQ8497

L3D7

AL LECTOR

Obra de mi primera juventud , y casi po


dría decir que mi primer trabajo literario , es
esta novela.

Compréndese fácilmente que, fruto de una


imaginación ardorosa pero aún por completo
ineducada, adolezca ella de muchos más de
fectos que mis actuales producciones , que no
los tienen pocos . Sin embargo , salvo algunas
correcciones de lenguaje y de estilo , que no
afectan en nada al plan general de la novela
la publico hoy como la concebí y ejecuté en
esa época ya remota ; pues pienso que así co
mo es, refleja, no sólo mi modo de ser literario
individual , sino el modo de ser literario en
general de nuestros escritores en ese tiempo .
No entra, en mi ánimo , al decir que esta
obra la escribí muy joven , el deseo de que ella

sea juzgada con la benevolencia que suele pe


dirse para los ensayos artísticos de los niños y
los adolescentes , pues yo opino que esas de

- - I -――

933
mostraciones de precoces talentos , que la ma
yor parte de las veces no llegan a realizar las
esperanzas que hicieron concebir, no deben
salir del círculo íntimo del hogar.

Todo aquel que ofrece al público las pro


ducciones de su entendimiento , al fallo justi
ciero de aquél debe someterse , y de ninguna
manera impetrar su clemencia .
Pertenece Un drama singular , a ese géne
ro romántico tan en boga en los años de mi
juventud , como desdeñado al presente . Nues
tros cerebros estaban entonces llenos de las
hermosas ficciones de poetas y novelistas que,
amantes idólatras de la belleza en todas sus

manifestaciones , y no encontrándola siempre


en la realidad, se creaban otro mundo fantás

tico , y en él se encerraban y hacia él atraían ,


con la seducción de sus ideales y la magia de
su estilo , a la soñadora juventud .
Es claro que la humanidad siente y pien
sa, en lo sustancial, del mismo modo desde

que fué echada al mundo hasta nuestros días ;


y así nos lo comprueban de consuno la Tradi
ción y la Historia ; pero va cambiando , con
las diversas épocas, la manera de expresar
esas ideas y esos sentimientos ; y en lo litera

rio como en lo moral , privan unas veces el


disimulo y la hipocresía, y otras el cinismo y
la impudicia.
En el primer caso, todo se le presenta al
lector a través de un prisma que embellece lo
más feo y repugnante; en el segundo , no sólo
se le muestra tal como es , lo deforme y
v ho

― - II·
rrible , sino que aun se le exageran esas mons
truosidades .
Tal vez el último sistema, aunque más
crudo en la forma, sea menos inmoral en el
fondo que el otro . « La dama de las Camelias»>

de Dumas, suscitó a su aparición , una epide


mia de pasiones amorosas por las extraviadas ;
como antes había engendrado el «Werther>>
de Goethe, una peste de suicidios . ¡ Cuántos
Armandos Duval soñaron con ser los reden

tores de otras tantas Margaritas Gautier! En


cambio la « Nana» de Zola , sólo puede inspirar
asco y horror aun en las naturalezas más de

pravadas.
Pero Alejandro Dumas , hijo , era muy jo

ven cuando escribió su ya citada célebre no


vela y es tan natural en esa edad , tan propio
de ella, querer poetizarlo todo , hasta lo más
impoetizable! ....... En esa época dichosa de la
vida, predomina más que en ninguna otra el
instinto estético : se adora lo bello y se aborre
ce lo feo en todo orden de cosas .
---
Por ello tal vez, y volviendo al objeto
principal de estas líneas , del que no quiero
apartarme para entrar en disquisiciones filo
sóficas sobre los diversos sistemas literarios ,
todos los personajes que figuran en mi nove
la son hermosos en lo físico y en lo moral; y
si algunos de ellos adolecen de defectos o vi
cios, hállanse estos atenuados, hasta cierto
punto , por la pasión o por el temperamento
de los mismos . Por lo demás , en este, como en
otros muchos puntos, se ve de manifiesto la
- III -
incipiencia y candorosidad literarias de la au
tora .
Sea como fuere , y apesar de que Un dra

ma singular , ― soy la primera en reconocerlo


--se halla tan distante de la perfección , aun
relativa , en el género novelesco tan poco cul
tivado hasta hoy en nuestra América , ha sido
esta obrita afortunadísima entre las mías , me

reciendo siempre los más favorables sufragios


de los círculos en que la he hecho conocer; y
sobre todo de la parte femenina que, ya se sa
be, juzga con el corazón más que con el cere
bro.
L. L. de Ll.
Lima ▬▬▬▬▬▬▬▬▬ 1920.
I

Ojenda retrospectiva

La calle del marqués de Val de Flores es una de


las calles más centrales y hermosas de esta renom
brada capital del antiguo Virreinato del Perú (1).
Debe la citada calle su nombre, al noble propietario.
de una magnifica casa solariega, cuya majestuosa y
sólida arquitectura ha resistido los embates de dos
siglos , descollando aún hoy erguida entre los moder
nos edificios que la circundan.
Aunque según la forma de Gobierno, que, des
de que nos emancipamos de la madre España nos
rige, han caducado forzosamente los títulos nobilia
rios y con ellos todas las prerrogativas de que goza.
ban aquellos privilegiados personajes , existe aún
en la ciudad de los reyes alguna que otra familia a
cuyo favor ha hecho excepción la costumbre y que
continúa gozando , aunque privadamente , del dere
cho de llevar un título , que halaga siempre el amor
filial o la vanidad de aquellos que le heredaron , sin
mancha, de sus abuelos .
A este corto número pertenecía la familia de
Val de Flores .
El fundador de la casa en el Perú, D. Lope de

(1) Innecesario parece advertir que el nombre de esta calle es su


puesto por la autora.

- 1 .- 2
L. Larriva de Llona

Larruzátegui , vizcaíno de buena cepa, llegó a Lima


por el año de mil seiscientos y tantos, junto con el
Excmo . Señor Don Pedro Fernández de Castro y An
drade, Conde de Lemos , nombrado en aquella época
Virrey del Perú por Su Majestad Doña María Ana
de Austria , Regente por esos tiempos de la soberbia
y floreciente España, si no nos engañan nuestros re
cuerdos históricos.
La esposa de D. Lope, joven andaluza de una
belleza poco común , realzada por esa gracia innata
en las hijas de la Península, y muy especialmente
en las Provincias del Mediodía, gracia que, según
es pública voz y fama, han dejado por herencia a las
seductoras limeñas, se sintió tan bien hallada en la
por entonces fantástica y misteriosa capital del
Virreinato , llamada en todos tiempos la ciudad de
los placeres, que, sin extrañar en lo más mínimo su
poética Granada con los floridos y deliciosos cárme.
nes , entre cuyas perfumadas calles de naranjos y
de limoneros creciera, determinó sentar aquí sus
reales y el complaciente esposo hizo edificar para
ella la suntuosa casa de que hemos hablado , y que
mereció el honor de dar nombre a la calle que ador
nó con su soberbia fachada y elevados miradores
de estilo morisco.
En esta calle y en esta casa tuvieron lugar los
principales acontecimientos de la historia que va
mos a referir, y a ellas conduciremos, por lo tanto ,
a nuestros lectores , aunque salvando el espacio de
dos siglos , desde la llegada de D. Lope y su esposa
a Lima.
Por consecuencia inevitable de este largo trans
curso de años , el antes espléndido palacio aparecía
ahora pesado y casi tétrico , aunque conservaba
siempre aquel sello de grandeza que el tiempo , le
jos de borrar, va acentuando más cada día; y , ten
diendo la vista por sus espaciosos corredores y con
templando con detenimiento sus afiligranadas ven
tanas , se encontraba que podía sostener dignamen
te, y quizás con ventaja, la competencia con sus
modernas y coquetonas rivales, que el gusto menos

- 2-
Un drama singular

severo de la arquitectura contemporánea levantaba


diariamente a su alrededor.
Don Alberto de Larruzátegui , el último mar
qués de Val de Flores, había muerto el año de 1831
algunos años antes de la época en que damos co
mienzo a nuestra narración , siguiéndole al poco
tiempo al sepulcro su segunda esposa; y al presen
te, sólo quedaban por herederas de su nombre y
de su fortuna, que apesar de algunos contrastes era
aún bastante crecida, tres niñas nacidas de los dos
matrimonios de D. Alberto , niñas cuya manera de
vivir, poco conforme con los usos de la sociedad li
meña, especialmente cordial y comunicativa, y con
su propio rango, llamaba con justicia la atención
general , haciéndolas objeto de los más diversos co
mentarios y aun de acerbas censuras.
Después de la muerte de sus padres, habitaban
las tres, solas , con un reducido número de criados
ese inmenso caserón que había visto sucesivamen
te nacer y morir a sus antepasados ; y , como conse
cuencia precisa del extraño aislamiento en que vi
vían desde hacía algunos años , eran completamen
te desconocidas en los altos círculos de la sociedad
las dos menores de las tres hermanas; y la mayor,
fruto de las primeras nupcias del marqués , y una
de las más celebradas hermosuras limeñas algunos
años atrás , era un astro eclipsado prematura y vo
luntariamente, con gran dolor de sus numerosos ad
miradores, los cuales después de luchar en vano por
arrancarla a su misterioso encierro , habían concluí
do por desistir de tal propósito , abandonando el cul
to de la desdeñosa deidad.
Sin embargo, en el fondo , la curiosidad pública
se hallaba fuertemente excitada por tan raro proce
der, circulando infinitas versiones sobre los moti
vos que pudieran darle origen . Los unos, atribuían
esta excentricidad a incomprensible orgullo , y algu
nas familias, de suyo malévolas, que se sentían he
ridas en su amor propio por semejante suposición ,
habían propalado mil calumnias que , aunque absur
das, eran recogidas con avidez por el vulgo, que se

- 3-
L. Larriva de Llona

complace siempre en atribuir a causas indignas lo


que su estrecha inteligencia no alcanza a compren
der.
Otras personas que tenían algunas razones pa
ra creerse más instruídas en los secretos de esta fa
milia, que la generalidad de las gentes, encontraban
úna, aparentemente lógica y justificativa , para ese
voluntario retraimiento.
La daremos a conocer a nuestros lectores.
Cuando Estela de Larruzátegui, la hija primo
génita del difunto marqués, la que a la sazón , y
siguiendo los cálculos de sus antiguos amigos , po
dría tener treinta años , - contaba sólo dieciocho
primaveras y brillaba en los salones con todo el es
plendor de su belleza , no había caballero en Lima
cuyas prendas le hicieran ostensiblemente digno de
tal dicha, que no pusiera en juego todos los medios .
imaginables a fin de lograr el afecto de la maravi
llosa beldad; pero hacía dos o tres años que Estela
había entregado su corazón a contentamiento gene
ral de su familia.
El bienaventurado novio de la encantadora ni
ña era merecedor, bajo todos conceptos , de tal pre
dilección . Gustavo de Peñablanca, que tal era su
nombre, reunía en sí todas las cualidades que la mu
jer más exigente soñara para el hombre a quien
hubiera querido hacer dueño de su amor y de su
mano . El único inconveniente que habría podido
hallársele era el de ser viudo y padre de un niño de
cuatro años de edad ; pero este no lo era en reali
dad para Estela, a quien le constaba que el pri
mer matrimonio de Gustavo , realizado cuando ape
nas contaba él , veinte años , había sido un enlace de
pura conveniencia social , arreglado exclusivamente
por las familias de ambos contrayentes , y en el que
el corazón del joven no habia tomado parte alguna.
Y por lo que tocaba al pequeño e inocente fruto .
de esa unión , Estela le amaba ya como si hubiese
sido hijo suyo . Todo parecía, pues, sonreir a la di
chosa pareja .
Doquiera se veía a la familia Larruzátegui allí

--4
Un drama singular

estaba el enamorado Gustavo . Cuantas personas se


cruzaban en su camino , tántas se detenían para ad
mirar la belleza y gallardía de los futuros esposos.
Y no era solamente el grupo que ambos forma
ban el que llamaba la atención de los curiosos : las
miradas se dividían entre esa interesante pareja y
la del marqués y su joven esposa .
El padre de Estela no era aún viejo . Tendría a
lo sumo cuarenta y dos años y gracias a su hermo
sura varonil, a su natural arrogancia y a la esbeltez
de su talle, aun representaba menos . Nadie podía
extrañar, por lo tanto, que hubiera merecido el afec
to de la bella y delicada criatura que caminaba a su
lado .
Y en efecto , Margarita Noble se había casado
por amor, a pesar de mediar entre ella y su esposo
una considerable diferencia de edad; puesto que
Margarita sólo contaba tres o cuatro años más que
Estela, fruto como ya lo hemos dicho , de las prime
ras nupcias de don Alberto de Larruzátegui y ami
ga y compañera de aquella que , con gran contenta
miento de ambas, pasó un día a reemplazar a su la
do a la madre que en muy temprana edad habia
perdido .
Cuando al grupo que formaban estas cuatro
personas se unían las dos hijitas gemelas de Marga
rita y el hijo de Gustavo , no se podía menos que
alabar a la Provi lencia que había juntado en un co
mún y feliz destino a algunas de sus privilegiadas
criaturas .
Ya estaba fijada definitivamente la fecha de la
boda. El personal de servicio de la casa se había au
mentado con algunas costureras encargadas de con
feccionar el ajuar de la novia; y la riqueza y elegan
cia del espléndido canastillo, al que cada día se aña
dían nuevos primores, obsequiados ya por el padre ,
ya por el futuro de la dichosa Estela , era el tema
obligado de las conversaciones entre todas las mu
chachas casaderas de la aristocracia limeña .
De pronto , circuló una extraña nueva por toda
la ciudad.

― -5
L. Larriva de Llona

¡ Se había deshecho el compromiso matrimo


nial entre la señorita de Larruzátegui y el señor de
Peñablanca!
¿Cómo? ¿Por qué? Nadie era capaz de adivi
narlo.
Por espacio de muchos días prestó suceso tan
violento, como incomprensible, ocasión para infini
tos y contradictorios comentarios; y fuera interés
verdadero, por los simpáticos exprometidos , fuera
simple curiosidad, y, aun en no pocos casos, cierto
espíritu de malevolencia, ello es que se pusieron en
juego cuantos ardides puede sugerir la más refina
da astucia, para sorprender la causa de tan inespe
rado acontecimiento; pero todos los esfuerzos resul
taron estériles , pues un velo impenetrable parecía
encubrir los motivos de la brusca y fatal ruptura.
Las conjeturas más o menos desfavorables pa
ra ambas familias se multiplicaban , sin conseguir
acertar con la clave del enigma.
Naturalmente, no se echó en olvido el medio
de interrogar a los criados; pero tampoco dió el re
sultado apetecido , pues ellos que no conocían el se
creto de sus amos , no pudieron hacer otra cosa que
contribuir con sus relaciones mentirosas, a enredar
más y más el hilo de la madeja y a aumentar la
curiosidad de los indiscretos o malévolos que a tan
reprobados medios recurrían .
He aquí, en resumen, lo que llegó a averiguar
se por los fámulos , descartando los cuentos absur
dos:
-Que en casa del marqués no había habido es
cena violenta alguna, lo que inducía a creer que el
rompimiento se había verificado por medio de car
tas. Y en cuanto a esto , sí les constaba a los criados
que se habían cruzado algunas. - Que la señorita Es
tela debía de sufrir mucho, a juzgar por su notable
enflaquecimiento en pocos días; pero no exhalaba
una queja, ni se le había visto derramar una lágrima.
-Que la señora estaba desesperada y era la que me
nos trataba de ocultar su aflicción, y que el señor
Augusto Noble su hermano y casi hermano también

---- 6 -
Un drama singular

de Estela, era el angel consolador de ambas. - Que


sólo D. Alberto parecía conservar su habitual indife
rencia y dejaba, como de costumbre, errar por sus
delgados labios una sonrisa irónica que le era
peculiar.
En cuanto a Gustavo, el pobre joven se hallaba ,
al decir de sus domésticos , entregado a la más cruel
desesperación , de la que en vano intentaban sacarle
sus amigos. Encerrado en un absoluto mutismo, se
conocía, sin embargo , que una terrible tempestad ru
gía en el fondo de aquel corazón despedazado : y los
que le conocían íntimamente temían una catástrofe.
Una circunstancia que no dejaba de ser nota
ble, contribuía a aumentar el misterio de esta histo
ria, y por ende, la curiosidad de los extraños . Había
desaparecido súbitamente de la casa del marqués ,
sin que nadie pudiera dar razón de su paradero,
una muchacha llamada Carmen , hermana de leche
de Estela y, aunque mulata, dotada de una belleza
singular; muchacha que, por el afecto con que siem
pre la habían distinguido sus señores, era considera
da casi como un miembro de la familia.
Bien podría ser, y aun parece lo más natural
creerlo asi , que nada tuvieran de común entre sí,
ambos sucesos; pero el criado noticioso que, a falta
de mejores informes , entretenía con estos ligeros
apuntes la chismografía de la vecindad, debía de te
ner sus razones aunque él mismo no las viera muy
claras, para no considerarlos enteramente agenos el
uno del otro .
Entregado se hallaba aún el público a estas in
dagaciones que llamaremos de escaleras abajo, cuan
do se difundió, llenando de consternación a la ciu
dad entera, la siguiente funesta noticia:
-¡Gustavo de Peñablanca ha sido muerto en
duelo por don Alberto de Larruzátegui !
La nueva circuló con la velocidad del rayo y no
hubo persona en Lima que permaneciera indiferen
te al saber tal desgracia. Gustavo era universal
mente conocido, y, en verdad, bastaba conocerle pa
ra amarle y estimar en lo que valían sus raras cua

--
-7
L. Larriva de Llona

lidades . Si algunos le envidiaban , se arrepintieron


de ese innoble sentimiento ante su sepulcro , abier
to tan prematura y trágicamente .
Conducido a su casa después del fatal suceso
con una herida mortal, sobrevivió, sin embargo , a
ella, en el completo uso de sus facultades intelec
tuales, por espacio de algunas horas , negándose , en
el transcurso de ese tiempo , a ver a toda persona
extraña, con la única excepción del Padre Bernardo,
muy conocido y respetable sacerdote de la orden
franciscana , y en cuyos brazos , consolado por la san
ta religión cristiana, exhaló Gustavo el último sus
piro.
La justicia trató de mezclarse en el asunto le
vantando al efecto, el correspondiente sumario , pe
ro el marqués , emparentado con los personajes más
influyentes de los altos círculos sociales y políticos ,
tenía poco que temer de esas gestiones que podemos
llamar de pura fórmula.
Ademas, el pariente más cercano de Gustavo era
un hermano, adolescente todavía, que desde su más
tierna edad estaba educándose en Europa y a cuyo
lado había enviado el pobre joven a su pequeño hi
jo, desde que se hizo pública la ruptura del matri
monio; y los demás miembros de su familia habían
recibido el encargo expreso de la víctima de no tra
tar de vengar su muerte por ningún medio.
Luego, el desafio había tenido lugar delante de
testigos respetables , y todos ellos a una declararon
que el señor Larruzátegui se había portado en él
con arreglo estricto a las leyes del honor.
El motivo de este desgraciado lance había sido ,
según se les hiciera comprender, una terrible acusa
ción formulada por don Alberto contra su futuro
yerno y que éste rechazó como una infame calum
nia, exigiendo que su acusador se retractara de ella.
El marqués mantuvo su dicho y el duelo tuvo lugar.
La opinión pública , que siempre había favore
cido a Gustavo con sus simpatías, se puso aun más
abiertamente de su parte después del luctuoso des
enlace de la cuestión , tanto porque siempre nos ha

Cance 8 ―
Un drama singular

llamos dispuestos a dar la razón al que ha muerto,


cuanto porque Larruzátegui , a pesar de su aparente
bondad, pasaba por ser, en realidad , un hombre de
corazón seco, gastado y egoísta , para el cual no
existían más goces que los materiales, y capaz de
sacrificarlo todo en aras de su orgullo o de su grose
ro sensualismo.
Pero ¿cuál podía ser la calumnia de que se
quejara Gustavo? He aquí el escollo contra el
que se estrellaban todas las conjeturas. Porque
aun suponiendo a don Alberto , capaz de cualquiera
acción reprobable, ¿era creíble que sólo a la satis
facción de un mal ínstinto hubiera sacrificado la fe
licidad de su hija y su propia conveniencia?
Por otra parte, los amigos de Gustavo se levan
taban en masa contra el de Val de Flores , aseguran
do que era imposible que aquél hubiese cometido la
menor acción que no fuera digna en todo y por todo
del más cumplido caballero .
Al fin , como todo pasa en este mundo , pasó
también la agitación producida por ese trágico inci
dente. Se calmaron los ánimos con el transcurso del
tiempo , y al cabo de algunos meses todo pareció ol
vidado . Sólo sobrevivió a ese olvido real o aparente,
una general y profunda antipatía , en que se con
fundió sin excepción de persona , a toda la familia
Larruzátegui .
La bella Estela no se dejó ver más en público .
Al decir de los mismos criados que proporcionaron
los datos que más arriba apuntamos ; el marqués,
antes siempre jovial y aparentemente comunicativo ,
se había vuelto taciturno y hasta sombrío, y pasaba
ahora la mayor parte de su tiempo en la calle . Pare
cía además, como si tratara de evitar cuidadosa
mente la vista de su hija mayor ; y ésta por su par
te, permanecía indefectiblemente encerrada en sus
habitaciones particulares todo el tiempo que su pa
dre estaba en casa .
Sin embargo, a pesar de la especie de sanción
moral o de sentencia tácita que , tal vez injustamen
te, pesaba sobre su cabeza , continuó frecuentando

-9- 8
L. Larriva de Llona

el marqués, en compañía de su esposa , aunque con


menos asiduidad que antes , una sociedad que no se
atrevió a rechazarle de su seno , ni aun a manifes
tarle claramente ese odio , hasta cierto punto gratui
to, que el deplorable acontecimiento , que a grandes
rasgos hemos referido , le hiciera concebir hacia él .
Pero la fatalidad se encarnizó pronto en esta
familia dando pretexto a la gente sencilla para decir
que era la mano de Dios.
En efecto, un año después de la muerte de Gus
tavo falleció el marqués de Val de Flores de una ma
nera violenta , y a los pocos meses le siguió al se
pulcro su esposa , según hemos dicho al comienzo de
este capítulo , dejando a cargo de Estela, las dos ni
ñas fruto de esa unión , interesantes criaturas lin
das y rubias como dos ángeles, a cuyo cuidado se
consagró desde entonces su hermana con el cariño y
la abnegación de la más tierna de las madres.
En la época en que da principio esta narración ,
es decir , hacia el año de 1844 y unos catorce des
pués del duelo referido , se esperaba en Lima que el
largo encierro de las hermanas tocaría a su fin pues
las gemelas , que al decir de las pocas personas que
las conocían , eran bellisimas, se acercaban ya a las
doradas puertas de la juventud, y no podía creerse
que renunciaran también, continuando en tan ex
traña soledad , a la legítima esperanza de contraer
un ventajoso enlace , al que la misma Estela podía
aspirar aún .
Contribuía a alimentar esta suposición , la cir
cunstancia de hallarse próximo a llegar de Europa ,
en donde había permanecido varios años, Augusto , el
hermano de Margarita y tío por consiguiente de las
niñas menores , al cual por sus brillantes dotes per
sonales y aventajada posición social , tanto como
por los lazos de parentezco ya mencionados , era a
quien correspondía presentar en el mundo a sus so
brinas .
Nos hemos detenido más de lo que pensábamos
en estos retrospectivos apuntes, cuyo objeto ha sido
poner al corriente al lector de los motivos a que se

-10―
Un drama singular

atribuía, en general , el aislamiento en que vivían


las señoritas de Larruzátegui , e indispensables ade
más, para la perfecta inteligencia de los sucesos que
han de desarrollarse en el curso de esta historia ;
y una vez llenado nuestro propósito, introducire
mos sin más preámbulos , a los que gusten seguir
nos, en la casa del marqués de Val de Flores , para
darles a conocer más intimamente a algunos de
nuestros principales personajes .
II

Las gemelas

Las diez de la noche , sobre poco más o menos ,


sería la hora en que, en uno de los espaciosos salo
nes de la antigua y suntuosa casa tantas veces nom
brada en el capítulo anterior, y en uno de los pri
meros días del año ya citado, se entretenían dos
graciosas niñas en una labor de mano que , al pare
cer, las traía muy afanadas. En la posición que en
ese momento ocupan , sentadas la una al lado de la
otra, con la cabeza inclinada sobre la tapicería y
los ojos bajos , sería difícil distinguirlas , tan pare
cidas son . Las dos tienen la misma pureza de lí
neas, igual delicadeza de contornos , a juzgar por la
parte del rostro que ilumina con su suave luz la
lámpara de alabastro que pende de la artesonada
techumbre .
-¡Te gané ! -exclamó de pronto una de ellas
dejando oir una vocesita clara y agradable , pero
con poca firmeza en el tono , como de quien sale
apenas de la infancia, y levantando hacia su her
mana dos hermosos y aterciopelados ojos negros ,
que hasta entonces había mantenido fijos en su
labor.
- Pues ya lo creo que me habías de ganar, ---

le contestó esta, echando una ojeada sobre el tra
bajo de su compañera, y poniendo de manifiesto al

- 13 ―
L. Larriva de Llona

hablar que las voces de ambas eran tan semejantes


como sus rostros , con la sola diferencia de que la
segunda pronunciaba las palabras con alguna más
lentitud que su hermana .
-¿Cuándo no eres tú más lista que yo en to
do? -prosiguió .
-¿En todo? .... ¡Ah picaruela! No lo fuí,
por cierto, esta mañana que estuve más inocente
que una paloma mientras que tú ....
-¿Qué?
-¿Quieres que te lo diga más claro? Pues que
yo oí la misa muy devotamente sin desviar la mi
rada del altar, para dirigirla de tiempo en tiempo a
cierto joven elegante y buen mozo que se hallaba
apoyado en una de las columnas de la nave , cerca
de donde nos encontrábamos nosotras.
-¡Jesús! ¡Qué cosas tienes !
-¿Y de qué te asustas?
-¡Pero María!
-¡Pero Celia ! ....
-¡Si alguien te oyera! .....
¿Y qué habría de malo? ¡Vaya! No te ha
gas la mosquita muerta y mírame frente a frente.
Celia alzó la cara , dejando ver dos lindos ojos
azules cuyo color parecía ser la única señal que la
naturaleza pusiera en su rostro para distinguirla
de su hermana; pero casi al mismo tiempo los vol
vió a ocultar bajo sus grandes párpados, mientras
un suave color de rosa se extendía por sus mejillas .
- Pues sí ........ es verdad ........ murmu
ró en voz tan queda que sólo parecía un suspiro ,
es verdad que nunca he visto una figura tan intere
sante como la de ese joven.
-¡Acabáramos! Así me gusta hija. La fran
queza ante todo . Mira : en pago de tu confianza
voy a ayudarte, puesto que ya acabé mi parte de
trabajo, y así estará terminada más temprano la
obra. Acércate más: bien. Ahora te diré, -- pues
la labor de las manos no impide hablar , - que ya
estaba yo muy enojada contigo ; sí, muy enojada,
por tu extraña reserva. ¡Tontuela! ¡Como si tú

- 14 ―――
-
Un drama singular

pudieras ocultarme a mí el menor de tus senti


mientos!
- Pero ¿y qué querías que te dijera?
- Que tus ojos color de cielo habían robado el
corazón de un apuesto caballero, y que tú por tu
parte, tampoco habías permanecido indiferente a
sus miradas.
-Tú adelantas mucho .....
-Yo estoy en lo cierto .
-Y bien, aceptando todo eso que dices , igual
queja podría yo tener de tí.
-¿De mi?
-Sí, porque el « apuesto caballero » , no estaba
solo, le acompañaba otro no menos arrogante y ....
- Acaba.
-- Nada, sino que éste no me miraba a mí .
-— Nó , por cierto; pero si
has creído que se di
rigía a mí estás en un gran error.
-¿Pues a quién?
-¡Esta sí es buena! ¿Pues no estaba Estela
con nosotras?
-Si , pero ......
-¿No es bellísima Estela?
- Es cierto, pero ........
-¿No es muy joven aún y está tan fresca como
nosotras?
-¿Quién puede negar eso? Pero ....
-Entonces ¿qué cosa más natural que el que
atraiga las miradas de todos los hombres que halla
a su paso?
- Pero como ella no se fija en nadie ....
Eso no impide el que ellos se fijen en ella :
y no me atrevería a asegurarlo, pero me parece que
la vista de esos sujetos ha producido en nuestra
hermana una impresión particular.
-¿De veras?
- Sí: a pesar de que se cubrió el rostro con la
mantilla , yo veía su mirada fija en ellos intensa
mente a través del negro encaje . Cuando subió al
carruaje tuvo que apoyarse en mi brazo pues la do
minaba no sé qué extraña emoción y sentí que su

― - 15
-
L. Larriva de Llona

mano temblaba . Luego, al llegar aquí la he visto


muy pálida y aun he creído advertir en su sem
blante huellas de lágrimas . Además ha pasado to
do el día encerrada en sus habitaciones como si
quisiera ocultarnos la alteración que sufría.
-Si , sí: tienes razón . Ahora recuerdo yo tam
bién todo aquello en que no había parado mientes.
¿Qué será?
I
- Eso es lo que no puedo adivinar; pero créeme :
la vida de nuestra hermana encierra algún doloroso
misterio.
-Sin duda . A no ser así ¿por qué este inex
plicable retraimiento en que vivimos? Esta tarde
le pregunté que si cuando llegara nuestro tío cam
biaríamos de género de vida y me contestó con
una triste sonrisa : - Por lo que a mí hace , nó , mi
querida Celia, pues he renunciado por completo.
y desde hace mucho tiempo, a los goces que ofre
ce el mundo . En cuanto a vosotras que sois jóve
nes y lindas, sí brillaréis en él con todos los atrac
tivos de que os ha dotado la Providencia y yo gozaré
desde mi retiro con vuestros triunfos .
--¿Y tú qué le respondiste?
--Que ella parecía tan joven como nosotras y
que era en realidad mucho más linda .
--¿Y ella? ....
--Me dió un beso en la mejilla diciéndome:
¡aduladora! y luego inclinó la cabeza como para
ver mi bordado, pero creo que no fué sino para ocul
tar una lágrima .
Las dos niñas callaron un momento , embarga.
das por la emoción y algunas gotas de llanto se ba
lancearon en sus pestañas rociando en seguida sus
blancas manos .
--Celia, alcánzame la seda que tienes a tu lado ,
dijo al fin María .
Transcurrieron algunos minutos , durante los
cuales volvió a reinar el silencio ; María le interrum
pió de nuevo .
--¿Has oído tú hablar, le preguntó a su her
mana en voz baja cual si temiera escuchar sus pro

- 16 -
Un drama singular

--
pias palabras has oído tú hablar del duelo verifica
do entre nuestro padre y Gustavo de Peñablanca y
en el que éste perdió la vida?
-Sí . Ya sabes que cuando éramos niñas , oíamos
algo de eso a los criados ; pero también recordarás
que Estela se deshacía indefectiblemente a aquel de
ellos a quien sorprendía en tales conversaciones; de
suerte que por fin salieron todos los antiguos , y al
presente, si no es ella misma, a quien por cierto no
hemos de interrogar sobre tan penoso asunto , no hay
persona alguna que pueda darnos luz sobre el parti
cular.
-¿Y Fermín ?
-Ah, sí: también Fermín debe saberlo todo
pues Estela , tiene ilimitada confianza en él ; pero se
calla como un muerto . Y dime : ¿Por qué me hablas
ahora de ese lejano acontecimiento?
-¿Acaso ignoras tú que Gustavo era el prome
tido esposo de Estela?
- No por cierto .
-Pues siendo así, ¿no concibes que pudiera
tener origen en aquella catástrofe su secreta melan
colía?
-Pero cuando nuestro padre se batió con aqué!
alguna grave causa habría y no ha de haber estado
la razón de parte de Gustavo , porque papá no era
capaz de una mala acción , —dijo con acento profun
damente convencido Celia.- La misma Estela, -
continuó, - nos ha enseñado a amar y respetar su
memoria sobre todas las cosas de este mundo .
-También es verdad .
- Y como nuestra hermana - prosiguió la can
dorosa niña, - no podía haber amado a un hombre
indigno de su afecto hasta el punto de hacerse des
graciada para siempre si no lograba ser su esposa ,
resulta que de ningún modo es admisible tu suposi
ción.
-Cierto pero .... entonces .... en fin , ello es
que no podemos desentrañar este misterio: mas de
lo que estoy segura, es de que alguna causa justa

- 17 ―
-―
L. Larriva de Llona

tendrá esa perenne tristeza , porque Estela es un


ángel .
--Eso sí: no cabe duda .
El reloj que se hallaba sobre una de las mesas
dió las once .
--¡Oh, Dios mío !, exclamó Celia, -¡las once ya!
--Sí, las once : pero hemos concluído . Estoy
dando la última puntada ..... Ya está.
Y la alegre criatura se puso en pie de un salto
y cogiéndolo de dos esquinas, mostró a su hermana
con aire de triunfo el precioso almohadón bordado
sobre raso azul que tantos desvelos les costaba a
ambas.
Una guirnalda de flores artísticamente matiza.
das, se destacaba sobre ese fondo de color de cielo
y en medio de ella se leía con letras de oro :

A SU AMADO TÍO

AUGUSTO NOBLE

Celia y María de Larruzátegui

-¡Qué lindo está - exclamó Celia , juntando las


manos con ademán de infantil admiración . — Lo gra
cioso sería que después de tantos afanes, nos diera el
tío un buen chasco quedándose por allá.
-Ni lo digas. ¡Qué rabia me daría!
-Y a mí, y a Estela, porque ella le quiere
mucho .
- Es natural : se ha criado con él .
-- Así quería también a mamá .
-- Y mamá a ella. ¿Te acuerdas que en sus últi
mos momentos nos encargó que la quisiéramos y la
respetáramos como a ella misma?
-Sí, sí; estábamos muy pequeñas y sin embar
go recuerdo perfectamente todas las circunstancias
de esas tristes horas.
-¡Y qué bonita era mamá! .... Oye, María ¿Se
parecerá a ella el tío Augusto?

-
--18
Un drama singular

-Tal vez: Fermin dice que es muy buen mozo .


-¿Buen mozo? Buen viejo, querrás decir, por
que debe de tener cerca de cuarenta años .
- También hay viejos hermosos: nuestro padre ,
por ejemplo .
- Sí, sí.
Celia se levantó y como para probar la verdad
de su afirmación , descorrió los velos que cubrian dos
retratos al óleo , de tamaño natural, colocados en la
testera del salón donde ella y su hermana se encon
traban. El uno de los cuadros representaba a un hom
bre joven aún y bastante herinoso , efectivamente;
pero en cuyo rostro al examinarlo con detenimiento,
se notaba cierta expresión de dureza y de cinismo .
al mismo tiempo que hacía antipática esa fisonomía
a pesar de la indisputable belleza de sus facciones ,
El otro retrato era el de la segunda esposa del mar
qués: tan joven se veía , y era tan parecida a sus
hijas, que sin dificultad se habría creído que esa
imagen era el retrato de Celia, pues tenía como ésta
los ojos azules.
-Así, con los párpados entornados, eres igua
lita a nuestra madre , María — dijo aquella .
- Y tú lo eres de todos modos .
-Me parece que para recibir a tío Augusto
debemos dar a la casa un aire de fiesta : voy a dejar
los retratos descubiertos . Mañana nos levantaremos
temprano y cogeremos todas las flores del jardín . Es
menester que se alegre algo esta morada que tiene
siempre un aire tan sombrío.
- Acostándonos esta noche tan tarde, será difí
cil estar de pie mañana temprano.
-¡Ah ! encargaremos a Estela que nos llame .
Ella se levanta siempre con la aurora.
-¿Estará aún despierta?
- Sí , porque hace pocos momentos la he sentido
hablando con Fermín .
-Pues vamos a su aposento .
- Vamos.
Y risueñas y ligeras como dos pajarillos se lan`

―――
- 19
L. Larriva de Llona

zaron ambas niñas por la puerta que daba a la gale


ria exterior, en busca de su hermana.
Volvamos nosotros atrás una hora y penetremos
a la habitación de Estela a la misma en que hemos
sorprendido en su charla íntima , a las interesantes
gemelas.
III

Estela de Larruzátegui

Estamos en un aposento de medianas dimen


siones, decorado y amoblado con un lujo imponde
rable unido al más delicado gusto artístico.
Cortinajes de tul ricamente bordados a los que
sirven de viso, otros de damasco azul , sostenidos
ambos por gruesos cordones de seda , que remataban
en pesadas borlas, adornaban todas las puertas y
ventanas de este encantador retrete que parecía la
mansión de una hada o el santuario de una diosa y
estaban destinados a mantener la habitación en esa
media luz tan apetecida por las almas melancólicas
y que han puesto en moda los escritores románticos .
De una hada o una diosa hemos hablado, y a la
verdad que sí, separando la mirada de los accesorios
la dirigimos hacía una mujer, que en pensativay lán
guida actitud se apoya en un velador, hallaremos
muy acertada tal suposición .
Imposible sería, en efecto , imaginar, en el orden
natural, nada más bello y seductor. Procuraremos
describir a esta mujer aunque, el intentarlo , parezca
una profanación .
Uniendo a las más puras líneas esculturales
esa gracia particular, ese atractivo inexplicable ,
cuyo influjo se siente sin poder definirse; mezcla
inefable y misteriosa de lo divino y lo humano , de lo
ideal y lo real, de lo abstracto y lo concreto , del
espíritu y la materia , la admiración que a primera
vista causaba su prodigiosa belleza iba unida a la

- 21 ―
L. Larriva de Llona

simpatía y a la seducción , y según la expresiva frase


de sus amigos de felices tiempos, tras ella se iban
los ojos y los corazones.
Ya hemos dicho que está sentada . Fácil es com
prender a pesar de ello, que su estatura es más que
mediana sin llegar a ser demasiado alta . Un vestido
de encaje negro, sobre raso del mismo color cubre
sus formas incomparables .
¿Qué edad podrá tener esta mujer? Por su talle
un si es no es grueso , y por su seno ya en su com
pleto desarrollo, se comprende que ha pasado de la
adolescencia, pero sería muy difícil determinar
cuantos años han corrido desde entonces . Su frente ,
pequeña como conviene a su perfil griego , está som
breada por las ondas de un cabello rubio ceniciento
que, prendido descuidadamente con un peine de dia
mantes en la parte posterior de la cabeza, desciende
luego de allí en sedosos y profusos bucles que van
a acariciar la desnuda garganta, o se destacan con
áureos cambiantes sobre el negro vestido . Los ojos ,
de un azul profundo, grandes, húmedos, melancóli
cos, expresivos y soñadores , sólo se dejan ver medio
velados por las largas pestañas que , como las cejas ,
son mucho más oscuras que el cabello . Su pequeña
boca, es el estuche de perlas y corales citado infali
blemente en tales casos por los poetas eróticos , y
su bien delineada barba ostenta un gracioso hoyuelo
que contribuye a dar a su rostro cierta expresión
dulce e infantil . Tiene la mirada de una mujer y la
sonrisa de una adolescente , e imposible sería afirmar
si su mayor encanto consiste en el atractivo de esta
candorosa sonrisa, o en la seducción de aquella pro
funda mirada.
Apoyado el codo izquierdo sobre la mesa, y la
mano perdida entre la cabellera , deja al descubierto.
un brazo; el otro pende a lo largo del cuerpo en des
cuidado abandono.
Sobre la mesa hay una bugía encendida cuya
suave luz se proyecta sobre los muebles y las colga
duras y difunde por todo el aposento un color ténue
e indeciso . Esta luz, da de lleno sobre la garganta y

S - 22 -d
-
Un drama singular

la parte inferior del rostro de nuestra heroína , dejan


do el lado hacía el que se inclina , en la penumbra,
lo que le da una apariencia aún más ideal .
Esta mujer es Estela de Larruzátegui , la hija
primogénita del marqués de Val de Flores.
Largo rato hace que se halla inmóvil en tal posi
ción, y a no ser por el estremecimiento nervioso que
de vez en cuando recorre todos sus miembros , habría
podido tomarsela por una estátua , tan profunda era
su abstracción .
De pronto se escapó de su pecho un hondo sus
piro. El cansancio de la inmovilidad la volvía a sí
misma.
Desprendió el peine que sujetaba sus cabellos
y sacudió la linda cabeza , cual si necesitara librarse
de aquel peso para poder dar solución al enigma
que revolvía en su mente desde hacía algunas horas.
-¿Será posible? - murmuró, interrogándose a
sí propia con ansioso afán : ¿será posible?
Y alzando luego la voz , aunque siempre conte
niéndola como si tuviera miedo de dar forma con
las palabras a sus extraños pensamientos, continuó,
cruzando las manos a la altura del rostro en ademán
de temerosa súplica :
-¡Si no fuera todo esto sino una quimera for
jada por mis sentidos ! ...... Pero nó , nó : mi cora
zón también ha hablado y mi corazón no puede en
gañarse .... sin embargo , no me he atrevido a ver
su retrato desde esta mañana, porque temo que des
aparezca la dulce ilusión y gozo tánto alimentán
dola ! .... ¡ Ah , es que sería horrible despertar de un
sueño tan hermoso!
Estela escondió el rostro entre las manos y per
maneció callada por unos momentos . Cuando alzó
de nuevo el semblante lo tenía bañado en lágrimas .
-- Vamos , dijo sonriendo melancólicamente a
través de ellas, soy todavía una niña. Y lloro, lloro,
cuando creía que el raudal de mi llanto se había ya
agotado. ¡ Ea, hagamos un buen ánimo. Quiero con
vencerme de la realidad de este prodigio que al des

w - 23-
L. Larriva de Llona

vanecerse me hará sufrir más , mientras por más lar


go tiempo lo haya acariciado mi alma.
f Con apresuramiento febril sacó del pecho un
pequeño medallón que pendía de su cuello pasado
por un delgado cordón de oro: era una miniatura .
El más grande asombro, la emoción más profun
da, se pintaron en el rostro de Estela al contem
plarla.
-¡Ah, nó, nó me había engañado , - exclamó
nó nó: era verdad . ¡ Pero esto es incomprensible! ¡Dios
mío , Dios mío , haced que no me vuelva loca,
porque sin vuestro auxilio no podría resistir mi
corazón tamafia dicha! ¿Quién es este hombre tan
maravillosamente semejante a mi Gustavo, que no
parece sino que la Providencia, después de ha
berme probado tan severamente se apiada al fin de
mí, y le vuelve a la vida y a mi amor? ¿Con que
tengo todavía un corazón y lo siento palpitar aquí,
en el pecho, bajo la presión de mis manos? No es
taba muerto, nó, para estas inefables emociones, só
lo ha estado dormido por espacio de largos años! Y
qué dulce despertar, Dios de misericordia , qué dulce
....... ¿Con que he vuelto a ver esa mi
despertar ....
rada, a ninguna otra parecida que inundaba mi al
ma de ventura en otro tiempo y que ahora ha te
nido el poder de conmover deliciosamente las fibras
todas de mi sér , después de tan largos días de amar
gura y desesperanza? ......... Esto es un prodigio ,
un verdadero prodigio ! ¿Quién es este hombre? Un
fantasma acaso? Por qué me mira así? ¿Qué recuer
dos ha evocado en mi pecho? ¿Será verdad aquello
de la transmigración de las almas? ¡Volver a amar!
¿Será volver a sufrir? ¡ Nó! es volver a vivir! El
tiempo transcurrido desde aquella horrible desgra
cia, ha sido sólo un paréntesis en mi existencia: du
rante él he vegetado únicamente. Hoy vuelvo a ser,
pues que vuelvo a amar ¡ Bendito sea Dios! ....
Al mismo tiempo que este extraño monólogo,
que pinta la agitación de su alma salía en entre
cortadas frases de su boca, acercaba Estela más y
más a la luz el retrato , a fin de contemplar mejor,

24
Un drama singular

con sus ojos abiertos cuan grandes eran, y que cada


momento reflejaban mayor asombro , la figura que el
pintor había trazado magistralmente sobre el pe
queño óvalo de marfil .
Era ésta la de un joven de veintiseis años ;
blanco y pálido , con ojos y cabellos oscuros , frente
despejada en la que dibujaban las cejas sus arcos
perfectos; nariz aguileña, boca que sonreía bajo el
sedoso bigote ....Tal era en conjunto la imagen del
que debió ser yerno de D. Alberto de Larruzátegui :
imagen que temblorosa y palpitante , con expresión
de supremo anhelo , miraba en esos momentos Es
tela.
Largo espacio permaneció así, sumergida en
sus pensamientos o embebida en la contemplación
del rostro varonil y hermoso de su malogrado no
vio; y así habría seguido quién sabe por cuanto
tiempo más, tratando de resolver el problema que
la agitaba, a no haber sonado a la puerta unos dis
cretos golpes.
Sin duda le era familiar la manera de anun
ciarse, pues guardando nuevamente el retrato en su
seno, preguntó sin inmutarse:
-¿Eres tú, Fermín?
—Sí , amita Estela , contestaron desde afuera.
- Entra, amigo mío .
La puerta se abrió dando paso a la persona que
había llamado a ella.
IV

¿ Quién será Carmela ?

El que apareció en el umbral de la habitación ,


era un mulato como de unos cuarenta y cinco años ,
en cuyo rostro moreno y de pronunciadas faccio
nes, se leían a primera vista la lealtad y la fran
queza.
- Buenas noches , mi amita Estela, dijo al en
trar, descubriéndose la cabeza, cuyo rizado cabello
empezaba a blanquear.
- Buenas noches , Fermín ; pasa adelante y to
ma asiento.
- Estoy bien así , mi ama.
-No lo estoy yo mientras no hayas hecho lo
que te mando.
- Pero, amita ...
-Vamos ¿será preciso que me enoje?
-Oh, nó; ya obedezco .
El antiguo criado cumplió el mandato de Es
tela, pero sentándose a conveniente distancia de su
ama.
-¿Qué ocurre, Fermín? ¿Qué significa esta vi
sita tan a deshora? preguntó ella con no disimula
da inquietud .
- Es que debe haber fondeado esta tarde en el
Callao el vapor del norte .....
-¡Ah! tienes razón; ya me había olvidado.
-Y como según me dijo su merced , el niño
Augusto debe llegar en él ......

- 27-
----
L. Larriva de Llona

-Cierto .... ¡ Dios mío ! - murmuró Estela que


había palidecido intensamente .
-
- Vengo a avisar a su merced que en cuanto
amanezca, me pondré en camino para el vecino.
puerto a fin de recibirlo y acompañarlo hasta acá.
-Sin duda.
Todas las crueles preocupaciones que la agita
ban, y que durante un momento parecían haberse
ahuyentado , volvieron a extender sus sombras so
bre la frente pura de Estela, quien contestaba pe
nosamente a Fermín y sólo por frases entrecor
tadas.
El, por su parte, se mostraba en extremo gozoso
por la noticia que traía a su señora y daba expansión
a sus sentimientos con exclamaciones de alegría:
-Yo voy a volverme loco de placer cuando es
treche al niño Augusto entre mis brazos ....
pronto hará catorce años que no le veo ¡ y le quiero
tánto ! ....... Su merced , amita Estela, estará sin
duda contentísima de que al fin vuelva a su patria
y al seno de su familia, porque le quiere mucho
también ¿ no es verdad?
- Sí , Fermín ; sería una ingrata si no le quisie
ra: él ha sido siempre para mí el mejor de los her
manos.
- Y más que un hermano .

- Augusto es el más noble y el mejor de los
hombres.
-Lo mismo digo yo , niña , y por eso ..
por eso me extraña tánto que ......
-¿Y qué es lo que te extraña? -interrumpió
con acento de inusitada severidad , Estela .
-Nada , nada , si su merced se enoja , no ha
blaré, pero.... • es que me parece que cualquiera
otra en el caso de su merced .......... perdone mi
ama tal atrevimiento , pero si hasta un ciego habría
visto lo que padecía el niño Augusto.
-Calla, calla , Fermín , que me hacen mal tus
palabras ¿Crées acaso que él solo ha padecido? ¿Te
has olvidado ya de .....
- De nada, no me he olvidado de nada, pero

-28
Un drama singular

creo que es ya tiempo de echar una losa sobre el


Pasado y de que los inocentes sean felices .
-¡Ser feliz! ¡ser feliz ! ¿Y será verdad que aún
puedo serlo? ...... Tienes razón , amigo mío , tiem
po es ya de abrir el alma a nuevas ilusiones .... ¡ Si
supieras, tú, qué sueños pasan por mi cerebro de al
gunas horas acá! ....
Al pronunciar estas palabras , Estela había
echado hacia atrás la cabeza y sus ojos irradiaban
en la semi oscuridad que la envolvía.
-¿No lo decía yo? - exclamó Fermín batiendo
- ya sonó la hora de la re
alegremente las manos ,
compensa. Apostaría algo a que mi amita Estela es
quien ha llamado al niño Augusto . ¡ Seguro! Cuan
do él viene ....
Por el rostro de Estela volvió a pasar una som
bra de tristeza.
-¡Augusto - murmuró- Augusto! ....
Pronto recobró sin embargo la serena y dulce
expresión que le era habitual .
-Hablemos de otra cosa , Fermín , dijo .
-Sf, amita, hablemos de otra cosa . Con tanta
mayor razón , cuanto que tengo algo de grave que
comunicar a su merced . Carmela ......
-¿Qué tiene? ¿Ha ocurrido algo de particular
en los pocos días que he dejado de verla?
- Mucho me temo que sí .
-¿Temes? ¿Luego es algo de malo?
- Según y conforme. No se alarme su merced .
Para decirlo de una vez, he creido adivinar que Car
mela está enamorada.
-¿Qué dices? pero si apenas cuenta catorce
años.
- - Carmela es moral , y físicamente , superior a
su edad .
-Cierto que desde hace dos años es una mujer
perfectamente formada y, a la verdad , muy her
mosa.
- ¡Demasiado hermosa! - dijo Fermín con un
acento que más bien revelaba pena que gozo al ha
cer tal afirmación .

29―
L. Larriva de Llona

Ambos interlocutores callaron por espacio de


algunos minutos . Por el rostro de Estela , fiel espejo
en que se reflejaban los menores sentimientos de
su alma iban pasando , a manera de nubes sobre un
cielo límpido, las penosas emociones que la agita
ban. Pareció reflexionar un rato y luego preguntó:
-¿Estás seguro de no equivocarte respecto de
los nuevos sentimientos que atribuyes a Carmela?
-Seguro, nó, porque ya he dicho a su merced
que no es más que una suposición , aunque bastante
fundada, a mi modo de ver; y para que su merced
pueda juzgar por sí misma, voy a ponerla al co
rriente de las circunstancias que han dado orígen
a mis sospechas .
Yo he dicho siempre a Carmela, por manda
to de su merced, -- continuó Fermín , - que sus pa
dres habían sido dependientes de la hacienda del
señor marqués , y que habiéndola dejado a ella huér
fana desde muy niña, quedó encomendada exclusi
vamente a las bondades de su merced, como ahija
da suya. A pesar de que nunca ha podido sorpren
derme en la menor contradicción a este respecto,
noto que desde hace algún tiempo , duda Carmela de
la veracidad de tal historia y no desperdicia oportu
nidad de dirigirme preguntas maliciosas con el obje
to , sin duda, de encontrar algún fundamento a sus
sospechas. Por fortuna, he podido salvar airosamen
te hasta ahora, todas las dificultades que me ha
propuesto, mas hace algunos días que sus dudas .
van tomando proporciones alarmantes y .... perdo
ne su merced, mi ama, pero su merced tiene alguna
culpa de ello .
-¿Yo?
-Sí, mi niña. Su merced no ha sido tan pru
dente como debía .
-No te comprendo .
-El excesivo cariño que profesa a Carmela, y
que no ha cuidado de ocultarle, ha engendrado en
ella una idea que será muy difícil desvanecerle, a
menos que se emplearan medios extremos.
-Habla más claro .

- 30
Un drama singular

- Es que no me atrevo. Su merced va a moles


tarse seguramente ....... y .. mire su mer
ced ...... la pobrecita no tiene la culpa ......
-¿Enojarme yo con ella? ¡Vamos, Fermín ,tú no
piensas lo que dices ! ¿No te consta cuánto la amo?
¡Si supieras que a veces me echo en cara el quererla
más que a estos otros ángeles! ......
Y Estela, que había pronunciado las últimas
palabras con voz sumamente conmovida, extendió
su pequeña y mórbida mano hacia la puerta que
daba al corredor y en dirección al aposento en que
suponía se hallaban sus hermanas .
-Pues bien, prosiguió Fermín , va a saberlo
todo , mi ama.
- Hace cuatro días , serían las siete de la ma
ñana, y aún estaba yo en el lecho , cuando entró
Carmela a mi habitación y , sentándose al borde de
mi cama y haciéndome todas las caricias de una hi
ja mimada que desea obtener algo de su padre, me
preguntó entre dos besos: -¿Me quieres mucho
Fermin? A pesar de sus zalamerías infantiles se
traslucía algo grave en su acento y en la supresión
de la palabra taita que antepone siempre a mi
nombre.
La miré fijamente antes de contestarle . Estaba
extraordinariamente pálida y sus grandes ojos ne
gros rodeados de un círculo oscuro, revelaban una
noche de insomnio. Por lo demás , su fisonomía era
impenetrable . Traté de disimular mi inquietud y le
respondí en el tono más jovial que pude . -¿Que si
te quiero? vamos : se trata de interceder con tu ma
drina a fin de que te compre algunas nuevas galas?
¿Qué capricho tenemos ahora?
Su rostro se bañó con un tinte aun más som
brío, y me dijo con un tono tan serio que llegaba a
ser glacial : - Nó, no has acertado . No se trata hoy de
niñerías . Tú sabes que aunque no tengo aún mas
que catorce años , sé ya pensar como una mujer. »
- Sí, la respondí , tratando de dar otro ses
go a la conferencia que, según el giro que iba to
mando , me causaba miedo. -Sí, lo sé y tú no igno

―- 31 .-
L. Larriva de Llona

ras cuán orgulloso me siento cuando oigo celebrar


justamente tu discreción e inteligencia.
-Pues bien no te parece que ha llegado el
momento de hablarme con entera franqueza respec
to de mi nacimiento? Me es absolutamente preciso
saber la verdad, la verdad . Lo quiero; ¿oyes , Fermín?
-¿La verdad? No te comprendo .
Una amarga sonrisa contrajo sus labios , habi
tualmente rojos como la flor del granado y empali .
decidos entonces y temblorosos por la emoción .
-Sí , Fermín , continuó con firmeza . - Hasta
hoy he aparentado creer cuanto tú y ....... la se
ñorita de Larruzátegui habéis tenido por conve
niente contarme acerca de mi orígen, pero ha llega
do el instante de que se aclare el misterio que yo
he adivinado a través de vuestros relatos ; y ahora ,
entiéndelo bien , ahora mismo , quiero saber cuanto
me concierne sobre el particular .
Su merced que no la conoce tanto como yo ,
niña Estela , no podrá formarse una idea siquie
ra aproximada del tono con que fueron dichas estas
palabras: el acento , el ademán , la mirada, todo or
denaba imperiosamente . Se había puesto de pie y
su estatura ya bastante alta parecía haber crecido
algunas pulgadas . Con los brazos cruzados y los ojos
en los que brillaba un fuego insólito, fijos en los
míos, aguardaba mi respuesta .
Confieso que me quedé cortado . Por vez prime
! ra veía en ella la mirada de la mujer. Y era una mi
rada que me hacía temblar; una mirada que me traía
a la memoria otra que he dejado de ver hace mu
chos años; pero cuyo recuerdo existe y existirá vivo
en mi corazón hasta el último instante de mi vi
da ...... No sé cómo tuve fuerzas para arrostrarla,
pero ello es que al fin la mujer desapareció y quedó
sólo la niña: Carmela bajó los ojos . Yo no había
pronunciado aún una palabra.
-¿Era ésta , dije al fin , como respondiendo a mi
propio pensamiento y no a sus interpelaciones , -
¿era ésta la recompensa que debía esperar de una
críatura a quien he considerado hasta aquí como hi

- 32 -
Un drama singular

ja mía, tras largos años del amor más acendrado y


la más grande abnegación?
Carmela se puso a temblar a impulsos de una
conmoción nerviosa ; vaciló por espacio de breves
instantes y luego se arrojó sollozando en mis brazos ,
diciéndome :
- Perdóname mi buen padre, confieso que he
sido injusta y violenta , pero te aseguro que estoy
loca, que no puedo vivir por más tiempo en esta in
certidumbre. Te ofrezco solemnemente , no contar a
nadie en el mundo lo que me reveles , si es necesa
rio guardar el secreto . Y, por lo demás ¿quién ha de
tener más interés que yo en callar lo que debe per
manecer oculto? Oye , yo tengo una sospecha: díme
si he acertado .
-¿Una sospecha? ¿Y qué es ello?
Carmela se acercó más a mí todavía, rodeó mi
cuello con sus brazos y me preguntó al oído :
-¿Soy hija de Estela?
Puede su merced imaginar mi sorpresa y mi
indignación al oír semejantes palabras .
-¡Calla infeliz! -exclamé sellando sus labios con
-
mis manos! ¡ Tú , hija de mi ama Estela! ¿Qué es lo
que ha podido dar margen a tu atrevida suposición ,
¿es, acaso , el amor con que ella se digna honrarte? ...
-¡Fermín, Fermín , hiciste mal en hablarla
con tal dureza, interrumpió Estela , cuyos ojos es
taban arrasados en lágrimas.
—Sí, es verdad que estuve duro y bastante he
sufrido yo mismo por ello , pero confieso que cuando
la oí hablar de esa manera perdí la razón .
-
Pues ya ves que yo tengo mayor sangre fría
y sufro estóicamente los golpes del Destino . ¡Bah!
¿ Crees tú que la sociedad entera no ha lanzado con
tra mí los más absurdos juicios? Pero ¡ qué hacer!
La lucha era imposible y me resigné a ser el blanco
de la maledicencia.
―-Su merced es una santa y una mártir, pero
no sé qué voz secreta me dice que ha pasado el
tiempo de la prueba y llega el de la recompensa.
Estela tendió a Fermín una mano que éste se

- 33 -
L. Larriva de Llona

atrevió a llevar a sus labios , y exclamó con un


acento que salía de lo íntimo del alma:
-¡Ah, si dijeras verdad!
Luego como si temiera haber cedido a una in
fundada esperanza , repuso en tono más tranquilo :
- Prosigue tu relación , Fermín . ¿Sufrió mucho
con tus palabras la pobre Carmela?
-Debió de sufrir muchísimo , pero gracias a la
energía de su carácter y a su indomable orgullo ,
supo disimular su dolor y me preguntó fríamente :
-¿Quiere decir que mi madre era infinitamente
inferior a ...... mi madrina; puesto que la idea que
ha cruzado por mi mente , y de que acabo de hacerte
la confidencia, es un inconcebible atrevimiento?
- Ahora menos que nunca me hallo en dispo
sición de contestarte a semejantes cuestiones , pues
to que no lo mereces, le dije, tratando de eludir de
esta manera una respuesta categórica que ya pare
cía inevitable. Lo único , que por el momento puedes
saber, es que debes a la noble señora que te prote
je, todo el amor y respeto a que tendría derecho la
mejor y más tierna de las madres . Ella se desvive
por hacerte feliz , ¿por qué, pues, no darle gusto?
Quienes quiera que hayan sido tus verdaderos pa
dres, ¿no es cierto que tienes otros que te aman en
trañablemente?
Carmela movió tristemente la cabeza .
- He llegado ya a la edad del amor , dijo en to
no melancólico; ¿qué rumbo deberá tomar mi cora
zón? ¿hasta dónde me es lícito aspirar? A despecho
de la probable humildad de mi cuna, tengo dema
siada elevación de sentimientos, para fijarme en un
hombre de baja esfera, y soy muy orgullosa para
amar a uno que pudiera ser superior a mí. Por eso
quisiera medir la extensión del horizonte en que
podrán volar mis ensueños. Aún es tiempo de cor
tarles las alas, si han subido demasiado y tendré
valor para hacerlo . ¡ Me asaltan tan tristes presenti
mientos de algún tiempo a esta parte! ......
Yo me eché a llorar como un chiquillo . ¿Pues
acaso me había imaginado nunca que dejaría un día

- 34 -
Un drama singular

Carmela de ser niña , y que su inocente corazón lle


garía también a ser presa de las pasiones? ¿Que ama
ría alguna vez , en fin , a otro hombre que no fuera su
viejo taita Fermín?
-Guarda tu corazón , hija de mi alma, la dije
cubriendo de besos su hermosa cabeza . Guarda tu
corazón libre el mayor tiempo que puedas. Aún eres
muy jóven y yo también tengo un extraño temor de
que tu primera hora de amor, sea la última de tu
dicha. Por lo demás , tú eres digna de un rey , por
que, quién te supera en belleza y bondad?
Carmela sonrió a través de sus lágrimas con
un aire de dulce satisfacción y me preguntó con
candorosa coquetería :
-¿Verdad que soy bonita?
- Como un ángel de Dios.
-¡Zalamero! Pero buena, nó. Ya ves cómo te
he hecho enojar esta mañana.
– Nó , hija mía , no me he enojado . Ha sido un
ligero resentimiento que ha pasado ya , y no por ha
bérmelo causado has dejado de ser buena. Sólo hay
una persona que te aventaja en virtudes y esa es tu
madrina; ténlo presente .
-Yo soy la primera en reconocerlo , y por eso
mismo había acariciado con tanta alegría la idea de
que fuera ella mi madre!. . . . . .
Todo pareció terminado aquí . La llevé a pa
seo aquel día, con el objeto de que se distrajera y
borrar por completo de su mente la penosa impre
sión que de nuestra conferencia pudiera haberle
quedado ; pero es lo cierto que ella no ha recupera
do su antigua alegría . Frecuentemente la sorprendo
taciturna y pensativa y cuando nota que la obser
vo, se pone encendida como una amapola . Créame
su merced: Carmela tiene algún secreto .
Fermín calló.
Estela pareció meditar profundamente por al
gunos instantes. Era evidente que el relato de Fer
mín la había impresionado sobre manera.
- Será preciso tomar una determinación , dijo
al fin; pero revelarle la verdad , nó ; sólo en caso ex

- - 35 -
L. Larriva de Llona

tremo ¡sufriría tánto al saberla con el carácter que


tiene!
-Carácter que ha sido imposible docilitar: es
tá en su sangre .
- Es su sangre, también , la que le ha dado esa
delicadeza y esa noble altivez, que tanto amo en
ella . Trataré de ir a verla mañana, y mientras tan
to que arbitramos la manera de conjurar la tempes
tad que nos amenaza ahora por ese lado , mucha
dulzura y mucha prudencia, Fermín .
—¿Duda su merced de mi cariño hacia ella , de
mi adhesión a su merced?
- Nó, Fermín; ni dudo tampoco de tu bien pro
bada discreción . Cónstanme a la par los elevados
sentimientos de tu alma y las singulares dotes de
tu cultivada inteligencia y sé estimarte en lo que
vales.
En este momento empujaron suavemente la
puerta y dos lindas cabecitas rubias asomaron por
ella.
V

La llegada

- Hemos acabado, Estela , y venimos a ense


ñarte nuestra obra.
-¿Verdad que está muy linda?
- Hasta este instante hemos estado en la tarea.
-
-Y no tenemos ni pizca de sueño .
-Yo querría que fuera ya de día .
-Y yo lo mismo .
-¿Llegará tío Augusto?
-¡Pues no ha de llegar!
-¿Y por qué ha estado tanto tiempo ausente?
¡Como que no supiera que nos hacía tanta
falta!
- Pues eso será porque no nos quiere.
-Le obligaremos ahora a querernos .
-Y no lo soltamos mas .
- Nó señor .
Estela, que había escuchado sonríendo y co
mo embelesada , ese rápido diálogo en que sus jóve
nes hermanas se arrebataban sucesivamente la pa
labra, pasó cada uno de sus brazos , al rededor de
sus gráciles cuellos , y atrayendo hacia su cabeza ,
las de las gemelas , les dijo :
-No ha sido falta de amor lo que ha tenido
separado a Augusto de sus encantadoras sobrinas .
Yo os ofrezco que en adelante no os volverá a faltar

- 37―――
L. Larriva de Llona

ese tierno apoyo , mientras elegís otro que os dure


toda la vida.
María sonrió maliciosamente al oír estas últi
mas palabras , y con la viveza propia de su edad y
de su carácter dijo , señalando con una picarezca
mirada a Celia:
- Por parte de cierta personita, no habrá que
aguardar mucho tiempo .
- ¡ Callarás, por Dios , María ! - dijo muy apura.
da la aludida.
- Bueno , bueno, me callaré ahora , pero para
empezar de nuevo mañana . Estela , tengo muchas
cosas que contarte, y cosas muy interesantes, -con
tinuó levantando un dedo en señal de cómica ame
naza .
-¿Nos vamos a dormir, María?
- Vamos; no tengas miedo : ya no hablo.
- Nos despertarás temprano , Estela.
-Si, perded cuidado .
--
- Pues hasta mañana .
Las niñas besaron cariñosamente a su hermana
mayor y se dirigieron a la puerta, gritando ambas
a una voz:
-- Buenas noches, Fermín .
De pronto regresaron .
-No sabemos bien el duo , - dijo María con
acento desolado .
-- Ni la pieza a cuatro manos -- agregó Celia .
-Tiempo habrá aún de estudiarlos , dijo Estela.
-¿No quieres que ensayemos ahora?
- Nó , nó , de ningún modo ―― contestó riendo
aquélla. ― Son ya las doce. Hay que dormir algunas
horas a fin de no estar mañana demasiado fatiga
das. Id a descansar.
- Otro beso.
- Otro a mí .
Por espacio de algunos segundos resonó aún
por las galerías, en el silencio de la noche, el eco
argentino de la charla y de las alegres risas de am
bas niñas ; eco que a los oídos de Estela, parecía ser

- 38
Un drama singular

más agradable que la más deliciosa música, a juz


gar por la atención que le prestaba .
Cuando se hubo extinguido todo rumor, dijo
con acento del más profundo cariño :
-¡El cielo las bendiga!
Y volviéndose en seguida a Fermín , que por
su parte, había seguido también con indecible ter
nura los detalles de toda la precedente escena y
que ahora aguardaba en silencio la orden de reti
rarse:
-Hasta mañana, amigo mío , le dijo . Noso
tros necesitamos igualmente algunas horas de re
poso .
– Hasta mañana , mi amita Estela, - contestó el
fiel criado con el acento de cariñoso respeto con que
siempre hablaba al dirigirse a su antigua ama, sa
liendo de la habitación .
No hay inayor consuelo en las tribulaciones del
alma que la oración . Cuando, volviendo los angus
tiados ojos en derredor nuestro, no encontramos
auxilio en lo humano, sentimos la necesidad de al
zarlos hacia donde mora la Divinidad ; cuando ni de
nosotros mismos ni de nadie en la tierra, podemos
alcanzar el remedio a los males que nos afligen , nos
dirigimos a Aquel que todo lo puede, al Dios de la
misericordia infinita, que ve nuestra pena, pero que
quiere que lo imploremos , para concedernos la gra
cia de que habemos menester.
¡Desgraciados de aquellos que no saben orar!
¡ Desgraciados de aquellos que sólo creen ciegamen
te en la Fatalidad , esa Diosa indiferente y cruel , cu
yo fallo es inapelable y que permanece muda e im
pasible como una esfinge , ante los ruegos de la hu
manidad doliente! ¡Y dichosos , mil veces dichosos ,
los piadosos corazones, para los que la fe religiosa
es inagotable fuente de consuelos y de esperanzas!
Estela pertenecía al número de estos últimos .
Acostumbrada a sufrir desde muy joven , debía
la excepcional fortaleza de su alma para el dolor y
para las luchas de la existencia , a su piedad acen

39
L. Larriva de Llona

drada, y en los momentos de más terrible prueba , se


refugiaba en la oración .
Aquella noche, pues, debía orar con más fervor
que nunca.
A pesar de los hábitos de lujo en que había si
do educada, como Estela amaba la soledad , se ha
bía acostumbrado desde hacía mucho tiempo, a
bastarse a sí misma para los cuidados de su persona.
Cuando se quedó sola, reemplazó en breves
instantes el vestido que llevaba, con una bata de
noche adornada de finos encajes y cerrada hasta la
garganta; metió sus pequeños pies en unas babu
chas de raso encarnado, y arrojándose de rodillas
ante una artística imagen del Crucificado hecha en
marfil, cuyas blancas formas se destacaban sobre
un medallón de terciopelo granate, colocado a la ca
becera del lecho , dejó correr libremente el raudal de
sus plegarias y de sus lágrimas.
Sumergida se hallaba aún en su fervoroso re
cogimiento, cuando se oyeron fuertes y precipita
dos pasos en el corredor.
Tres recios golpes sonaron un instante después
a la puerta del departamento de Estela, y se escu
chó la voz de Fermín , que gritaba con emoción no
reprimida:
-Abra su merced, abra su merced, amita Es
tela, que ha llegado , que ya está aquí el niño Au
gusto.
Estela arrojó un grito de sorpresa y de verda
dera alegría y se lanzó a la puerta abriéndola preci
pitadamente, sin fijarse en lo ligero del vestido que
llevaba . Uno de los hombres que allí aguardaban ,
abrió los brazos , y Estela se dejó caer en ellos . Ven
cida al fin , por tantas y tan diversas emociones , co
mo durante ese día la habían agitado, perdió el co
nocimiento .
Augusto Noble, pues era él , el que había reci
bido en sus brazos a nuestra heroína, arrojó al
suelo apresuradamente el sombrero y la ancha capa
española que envolvía su cuerpo ; levantó entonces
fácilmente a Estela en alto y la condujo al diván .
VI

Pasión

Era Augusto Noble un hombre como de treinta


y ocho años que considerado plásticamente, tal vez
no habría podido llamarse hermoso, pero en quien
la nobleza del continente y la no afectada dulzura
de la expresión , reemplazaban con ventaja la belle
za y corrección de las líneas.
Con dificultad hubiera podido encontrarse , en
efecto, una fisonomía que revelara más claramente
todos los bellos sentimientos que adornaban su co
razón excepcionalmente formado para el bien.
La persona menos observadora podía leer en su
rostro fácilmente, una historia escrita con caracte
res indelebles por la mano de la Desgracia; pero
también , a la primera ojeada se convencía el que lo
miraba, de que el dolor no había logrado malear nin
guna de las dotes características de esa naturaleza
privilegiada .
Su frente, ancha como para contener grandes
pensamientos , y ahora más elevada de lo que primi
tivamente debió ser, estaba surcada por tres rayas
verticales que nacían de una ligera y habitual con
tracción de las cejas . No era esta contracción una
señal de mal carácter como generalmente sucede , si
no el efecto de un contínuo y doloroso ensimisma
miento, así es que daba a su semblante un aire gra
ve sin llegar a ser severo y melancólico sin llegar a
ser triste .
Bajo esas cejas oscuras y bien delineadas se ha
llaban dos grandes ojos pardos de una dulzura infi

―― 41 7
L. Larriva de Llona

nita y cuya mirada vagaba casi siempre por las Al


turas , como de quien frecuentemente implora el fa
vor del Cielo o desdeña mirar las miserias de la tie
rra. Esta mirada era siempre límpida y serena aun
que en las profundidades de su alma, levantaba a
veces el dolor, tempestades potentísimas y terri
bles . Así suele aparecer límpida y serena la super
ficie del mar, que tan furiosas borrascas esconde , sin
embargo, en su seno .
El cabello obscuro, partido en mitad de la fren
te le caía en sedosos bucles y más largo de lo que la
moda lo exigía, formando una especie de marco a
su rostro, un tanto tostado por efecto de sus cons
tantes viajes. Bajo su nariz recta y fina se veía una
boca de labios delgados que contenía dos hileras de
blanquísimos dientes, los que rara vez se mostra
ban, pues Augusto había perdido la costumbre de
reir: y si por casualidad una débil sonrisa ilumina
ba por fugitivos momentos su semblante, eran sus
ojos, más que sus labios, los que principalmente lle
naban lo que llamaremos un deber de cortesía.
Había una cosa notable a primera vista en su
rostro . Su barba cortada a lo nazareno , era oscura
como el cabello y las cejas, pero no así el poblado
bigote , de un color dorado que tiraba a rojo .
En fin, hablando en conjunto, y para terminar
este retrato , no podía darse una figura que intere
sase más , pretendiéndolo menos .
Era ciertamente , un cuadro digno de un pincel
inspirado, el que formaban aquella hermosa mujer
desmayada, medio desnuda, con los cabellos sueltos
y los brazos caídos, que las amplias mangas deja
ban al descubierto , pero en cuya frente se revelaba
tánta pureza que su vista no habría inspirado un
pensamiento liviano ni al más depravado libertino ,
y aquellos dos hombres , joven aún el uno , arrodilla
do ante ella cubriendo de besos sus manos, abra
zándola con una mirada resplandeciente de amor y
casta sin embargo como habría podido ser la de un
hermano ; mientras el otro, por cuyas mejillas se
deslizaban algunas lágrimas que iban a perderse

- 42 ―――
Un drama singular

entre su bigote gris , de pie , mudo y tembloroso ,


contemplaba este desahogo de un corazón amante ,
con religioso recogimiento .
-¡He llegado -exclamaba Noble, - la vuelvo
a ver, no es sueño , no es delirio , es ella , ella misma ,
y estoy a su lado , y la miro, y la toco y beso sus
manos y no me rechaza! ¡ Tan pura , tan bella , tan
adorable como siempre! ¿Es verdad que han pasado
catorce años? Ya no me acuerdo . ¿Qué importa
cuanto he sufrido? ¿Qué importa el tiempo que
transcurrió? Todo eso está ya muy lejos. Creo que
no ha pasado en realidad ese inmenso número de ho
ras. No ha sido mas que una pesadilla de la que por
fin despierto . Este solo instante borraría una eter
nidad de dolores ! ..... ¡Ah, Fermín , déjame llorar
delante de tí. Este llanto es de gozo ; durante cator
ce años han permanecido secos mis ojos y Dios sabe
si he sufrido , sin embargo! ....... Debo estar muy
viejo, pero ¿qué importa si ella no me ha amado jo
ven? .... Déjame , déjame contemplarla así. ¡ Está
tan hermosa! Y de esta manera puedo mirarla con
más libertad ! ........ ¿Comprendes tú, Fermín , lo
que es querer a una mujer por espacio de largos
años sin esperanza de ser correspondido? Poner en
tre uno y el objeto amado el océano, y las monta
ñas, y el desierto, y no poder sin embargo borrar su
imagen del corazón ; verla siempre, a través del tiem
po y de la distancia ; verla despierto , verla dormido ,
tenerla constantemente dentro del pecho como una
llama que os abrasa, que os devora, que os consu
me , y que a pesar de todo no querríais apagar aun
que lo pudiérais; y lo que es peor aún, saber que
ella también es desgraciada y no poder ofrecerle la
felicidad, ni aun a costa de la nuestra? ....
¿Lloras, Fermín? Ah , sí ; tú también sabes lo
que es todo eso; tú puedes comprenderme; pero lo
que no sabes, pobre amigo mío, lo que no compren
derás nunca, es la dicha inmensa de que con unas
pocas palabras ha podido inundar mi alma esta
mujer: « Vuelve, Augusto, si deseas aún ser mi

- 43 GRAND
L. Larriva de Llona

esposo" -- > este es el contenido de la carta que llevo


siempre sobre mi corazón .
¡Que vuelva! ¡que si la quiero aún por esposa!
¡Como quien no dice nada! Y estas palabras caben
en un pedazo de papel como cualesquiera otras; y
han caminado hasta mí , y las he leído y no me he
vuelto loco! ¿Concibes tú, Fermín , que ocho palabras
puedan cambiar así la suerte de un hombre? ¡Cuán
largos me han parecido los días desde que recibí su
carta! ¡ Eternos! Y eso que yo no vivía en mí , sino en
ella.
He pasado los días y las noches paseándome so
bre la cubierta del buque sin mirar a nadie , sin ha
blar con nadie , envuelto en mi capa, y tiritando de
frío, aunque por dentro me abrasaba la fiebre ....
¡ Oh, Estela, Estela, si fuera posible conservarte
así por una eternidad, sería capaz de desearlo , tal es
el miedo que tengo de oír una palabra cruel de tus
labios adorados ! ....
En esos momentos, cualquiera habría tomado a
Augusto por un loco. Había tenido fuerzas para re
primir su amor y su pena durante largos años , pero
llegada la hora de la dicha, no era capaz su corazón
de contenerla sin desbordarse.
Sin embargo, a los primeros indicios que dió
Estela de volver en sí, hizo esfuerzos por dominarse,
y cuando por fin abrió ella los ojos , pudo contem
plar el rostro de su amante perfectamente tranqui
lo. Sólo tocando su frente que ardía, y sus manos
heladas, habría podido hallarse rastros de la tor
menta anterior. Pero Estela estaba demasiado con
movida ella misma , para fijarse en aquello .
-Augusto, mi buen Augusto, hermano mío
querido, le decía estrechando sus manos cariñosa
mente, ya no te separarás más de nosotras . Es pre
ciso que vivas al lado de tus sobrinas, que seas el
protector, el padre, de las hijas de tu pobre Marga
rita. Ya las verás: son dos hermosos querubines .
¡Si supieras cuán afanadas las ha tenido tu llegada!
Es menester hacerlas felices ¿no es cierto? Que no
encuentren más que flores en el camino de la vida

-44
Un drama singular

que tantos abrojos ha tenido para nosotros ....


Pero estoy entristeciéndote . Ven, ven a verlas , las
besarás en la frente como lo hiciste al partir. Ya se
han hecho mujeres , pero aun no han dejado de ser
ángeles.
Estela se levantó, y sólo entonces paró la aten
ción en lo ligero del vestido que llevaba. Serena
mente , sit aspavientos de pudor alarınado , tomó un
abrigo de armiño que tenía cerca de sí y se cubrió
con él: luego cogió de la mano a Augusto para lle
varle consigo .
El parecía haber perdido la voluntad: la mira
ba extasiado y en ese momento era completamente
dichoso .
Para llegar a la habitación de las huérfanas , era
preciso atravesar el salón de los retratos . Al pene
trar en él, la luz que Fermín llevaba en alto , dió
de lleno sobre las imágenes del marqués y de su es
posa, que, como recordarán nuestros lectores , ha
bían dejado descubiertos las gemelas esa misma
noche.
La mirada de Estela, se fijó en su padre y un
ligero estremecimiento recorrió todos sus miem
bros . Soltó la mano de Augusto y retrocedió un pa
so teniendo que apoyarse en un mueble para no
caer; Augusto no se fljó en esa emoción algo ex
traña en verdad , pues se hallaba absorvido por
completo , en la contemplación del retrato de la
hermana aquien había amado entrañablemente . Su
pecho dejó escapar un suspiro y calló de rodillas ,
murmurando una plegaria.
Como un eco de su caída , resonó la de Estela
tras él; sólo que ella tenía la cabeza inclinada y
los labios cerrados , aunque según su actitud y la
expresión de su rostro, parecía orar, también , men
talmente .
Cuando se levantaron , ambos se mostraban se
renos , pero Estela no volvió a alzar la cabeza , has
ta que hubieron traspuesto la sala.
Con el puro y descuidado sueño de la adolescencia
dormían ambas hermanas, cuando entraron Augus

--45――――
L. Larriva de Llona

to y Estela en su habitación . Por una cariñosa cos


tumbre conservada desde la infancia, ocupaban el
mismo lecho . Ya hemos dicho que estando con los
ojos cerrados , era casi imposible distinguirlas , a
quien no las conociera íntimamente . Celia dormía
sobre el brazo de Maria, y ésta, cuya cabeza se ha
llaba más elevada , escondía su rosada mejilla, en
tre la rubia cabellera de su hermana. Estaban a la
verdad encantadoras .
Augusto las contempló en silencio y enterne
cido por un corto rato; dió a cada una un beso , sua
ve como el de una madre , sobre los rizados cabellos ,
y dijo en voz baja a Estela:
- Guardémosles para mañana , el placer de mi
llegada y no turbemos ahora su reposo; el sueño de
la adolescencia debe ser respetado.

Serían las tres de la mañana, cuando Augusto


entró en el departamento que años antes había
ocupado y el que le había sido cuidadosamente
conservado por Estela.
Lo más natural, atendidas las circunstancias
excepcionales en que se hallaban , habría sido ter
minar la noche en vela e instruyéndose mútuamen
te de todo lo ocurrido a ambos , durante tan larga
ausencia; pero Estela parecía temer el momento de
quedarse a solas con Augusto y lo rehuía por cuan
tos medios estaban a su alcance . El lo notó así, y
era en extremo delicado para pretender imponerle
su presencia. Se comprende, sin embargo, que ni
el uno ni la otra , pudieron conciliar el sueño en lo
que restaba de la noche.
Los dejaremos por cortas horas y el lector nos
seguirá en busca de otros personajes no menos in
teresantes en esta historia.
VII

Complicaciones

- Y bien , Carlos , te lo confieso : esa mujer ad


mirablemente bella ha producido en mi alma, una
impresión singular.
Estas palabras fueron pronunciadas por un ga
llardo joven , que reclinado indolentemente en un
sofá, y con un libro en las manos, cuyas páginas
pasaba distraídamente, parecía responder con ellas
más bien a su propio pensamiento que a una pre
gunta que se le hubiera hecho .
Si el amable lector recuerda el retrato que he
mos visto hace poco entre las manos de Estela , nos
ahorrará una descripción .
Era, efectivamente, el mismo sujeto de rostro
pálido , con los mismos negros y expresivos ojos , e
idéntica corrección de perfiles, que representaba,
muy pocos años más que el original del retrato .
—¡Acabáramos ! le contestó en tono alegre otro
joven que, de pie ante un espejo, concluía su toca
do haciéndose un elegante nudo a la corbata .
Era éste casi un niño, pues no podría contar
más de diez y ocho años . Tenía el cutis blanco y
sonrosado como el de una mujer, sombreado apenas
el labio superior por un fino y dorado bozo . Su ros
tro de forma un poco aguda hacia la barba, y sus
ojos grises y pequeños pero muy vivos, daban ex
traordinaria animación a su fisonomía y a toda su
figura que era por demás simpática y agraciada .
-¡Acabáramos ! ¿Con que por fin se humaniza

-47――
L. Larriva de Llona

mi desdeñoso y escéptico señor tío? ¿Con que ese


pedazo de hielo que hasta ahora ha tenido por co
razón , comienza a derretirse al calor de las miradas
de una limeña? Pues, amigo mío , todo lo que siento
es no poder dar fe de la belleza de esa maga que tal
prodigio ha operado , porque mi atención se la lleva
ron por completo sus dos compañeras. ¡ Esas sí que
son lindas!
--Ciertamente . Y lo que hay de más asombro
so es su parecido . Tal es este, que si estás enamo
rado, presumo que sea de las dos.
- Pues no lo estoy mas que de una: de la de
ojos azules . Tiene la mirada más dulce que la otra.
¡Es una criatura divina!
-¡Hum! Creo, sin embargo, que no siempre
estás por las miradas dulces; traslado si nó a Carmela .
-¿Qué quieres? Cada una tiene sus atractivos;
y luego, es preciso variar. A la verdad que no sé por
cuál decidirme. Cierto que Carmela es soberbia; pero
la rubia de ayer es encantadora y esa mirada, esa
mirada se me ha entrado hasta el alma!
-¡Cuidado, Carlos, cuidado!
-Pues , ¿ qué podría suceder de malo? ¿que me
enamorara seriamente? Me casaría , en tal caso . La for
tuna que tengo me permite, a Dios gracias , hacer la
felicidad de una muchacha pobre y oscura como Car
mela, o unir mi suerte a una señorita rica y distin
guida, como parecen ser las que ayer hemos visto .
Hace varios meses que estamos en Lima , pero aún no
conocemos a nadie, ni nadie nos conoce, personal
mente; pues en cuanto a nuestro apellido , no ha de
haber sido olvidado . Ausentes ambos del Perú desde
nuestros más tiernos años , puede decirse que somos
extranjeros en nuestra patria . Tú has querido que
guardáramos el incógnito, y yo , obedeciendo a tu
carácter excéntrico y misantrópico; yo , que no tengo
más voluntad que la tuya, que siempre he deferido
a tus gustos, aun contrariando abiertamente los
stand
míos, he aceptado tu modo de vivir .... Pero , hijc
mío, es preciso que te convenzas de que no tengo
vocación de anacoreta . ¡ Qué diantre ! Somos jóvenes ,

― - 48 -
Un drama singular

ricos , bien parecidos .... Sí , señor, bien parecidos lo


afirmo, aunque te burles de mi inmodestia, ¿por qué
no hemos de frecuentar la sociedad?
Aquí tienes una invitación que acaban de en
viar las de Gonzáles para un magnífico baile que
darán el sábado próximo; ya ves que a pesar de tus
precauciones , comienza a saberse nuestra llegada y ,
por mi parte, te declaro que estoy formalmente deci
dido a ir a esa fiesta que promete ser espléndida y
a entrar en los aristocráticos círculos que presurosos
nos abrirán sus puertas . ¡Ay! lo malo es que presien
to que no va a bastarme un corazón . Imagínate , tío
de mi alma, estar ya enamorado , ardiente mente
enamorado de dos , y apenas conozco a las mujeres
de Lima! Luego si todas me corresponden ....
-Si te corresponderán , o al menos te lo harán
creer así, pero cuántas de aquellas que te ofrecerán
su amor, no verán en tí al mancebo de corazón sano
y lleno de ilusiones , de carácter digno y altivo , de
inteligencia bien cultivada, de costumbres irrepro
chables, sino tan sólo al descendiente de una antigua
y opulenta casa, al rico heredero Carlos de Peña
blanca.
-¡Eh ! ¿ No te ha hecho abjurar todavía de tus
desconfianzas , el encuentro con la hechicera desco
nocida de la iglesia? ¿Volvemos a las andadas ? Co
mienzo a creer que eres incorregible, Armando!
-¡Quisiéralo Dios! Por desgracia principio a
temer que no sea así. Esta noche pasada no he dor
mido ....
-¡Bravísimo! Pero eso no es sino romanticis
mo puro, querido tío. Por lo que hace a mí, he pa
sado una noche deliciosa , soñando con dos huríes , y
gozando alternativamente con las ardientes , amoro
sas miradas de Carmela y con las dulces y tímidas
de mi incógnita de ojos azules.
-Nó, no he podido dormir, -- continuó Arman
do, pasándose la mano por la frente y sin hacer
caso de las bromas de Carlos . -He tenido una noche
muy agitada y creo que hasta con fiebre. El recuer
do de mi hermano me atormentaba más que nunca,

― - 49G 8
L. Larriva de Llona

y cada vez que la imagen de esa bella mujer pasaba


ante mis ojos , como una promesa de amor y de dicha,
veía alzarse delante de mí, sangrienta y moribunda
la sombra de tu padre, de mi amado Gustavo , cual
si quisiera recordarme su trágica historia y protestar
enérgicamente contra mi debilidad . Y en el silencio.
de la noche, aquí , en esta habitación que fué la suya
y en donde exhaló el último suspiro, creía oír, no ya
con voz suave y suplicante como un cariñoso con
sejo, sino con acento vibrante y amenazador, como
un imperioso mandato , aquellas palabras : «No ames
hermano " .... Feliz tú , Carlos , que estabas todavía
en la infancia cuando ocurrió aquella terrible ca
tástrofe y a quien por lo tanto no causó la honda ,
imborrable impresión que a mí me produjo!
Carlos dejó caer el peine con que por vigésima
vez arreglaba aquel día sus cabellos y sentándose al
lado de su tío le cogió cariñosamente las manos .
—¡Ea ! -le dijo- tú me acusas de ser demasiado
niño, pero soy más razonable que tú. ¿No es una in
concebible locura renunciar al amor y al matrimonio
y condenar sin apelación a todas las mujeres , porque
hubo una tan ingrata como fementida?
- Y ¿cómo adivinar cuál es digna de nuestro
afecto, si aquella , modelo de distinción y de belleza
y a quien se tenía generalmente por el dechado de
todas las virtudes, fué capaz de tánta infamia y ale
vosía?
-¿Y no podrían mentir las apariencias que la
condenan?
-¡Ah, nó, bien clara está la carta de tu padre .
No la olvido yo .
Y Armando sacó de una cartera, que cerca del
pecho escondía, un pliego ajado y amarillo por el
tiempo, y leyó con voz que la emoción hacía tem
blar, las siguientes líneas:
"Mi amado hermano:
«Son las cuatro de la mañana . Dentro de una ho
ra debo batirme , en duelo a muerte , con don Alberto
de Larruzátegui , marqués de Val de Flores, padre de
la mujer a quien he amado sobre todo en el mundo.

- 50
Un drama singular

« En vano intentaría explicarte la causa de este


duelo . Yo mismo no la veo bien clara: sólo sé que
soy víctima de una trama infernal . Se me ha calum
niado villanamente . He pedido una satisfacción , ésta
no me ha sido dada y mi honor ultrajado exige una
sangrienta reparación .
«El resultado de este desafío será, a no dudarlo, BAS
mi muerte. Debemos disparar a un tiempo , pero yo
descargaré mi arma al aire , pues no tengo valor pa
ra matar al padre de Estela y, además, la vida me es
tan odiosa desde el desengaño sufrido , que lejos de
hacer sacrificio alguno en abandonarla , bendigo a las
circunstancias que me ofrecen el mejor desenlace
posible. ¡Que Dios tenga misericordia de mí!
"Pero ¡ qué infame ha sido ella conmigo, Arman
do! No tengo tiempo de referirte con detalles cuánto
he sufrido , porque la hora apremia y, luego , el pensar
en ese tejido de iniquidades es revolver el puñal en
la herida que tengo en el alma, pero voy a darte un
consejo: ¡No ames hermano! Cuando esta mujer me
ha engañado tan vilmente, no hay ninguna sobre la
tierra que merezca el amor de un hombre.
«Y sin embargo, voy a hacerte una confesión
que me avergüenza de mí mismo: la amo tánto aún ,
que el mayor sentimiento que llevaré a la tumba es
la idea de que mi muerte le causará atroces remor
dimientos.
"Adiós , adiós, hermano de mi alma. Yo he sido
un padre para ti : sélo tú para con mi pobre Carlos
que a reunirse contigo le he enviado ya . ¡Hijo de
mi vida! ¡Y ella, que acariciando sus blondos cabe
llos me ofrecía, llenos de lágrimas los engañadores
ojos, servirle de madre, le arrebata hoy a su pa
dre! .....
"Cuando esa infeliz criatura esté en edad de
comprender este trágico suceso , ruégale que me per
done el haberle pospuesto a una mujer y suplícale en
mi nombre que perdone, también , a esa desdichada.
« Adiós, por última vez. En esta carta que riego
con mis lágrimas te va toda mi alma. La cierro de

- - 51
L. Larriva de Llona
1
rodillas, enviándote mil besos y mil bendiciones ,
para tí y mi tierno y desgraciado hijo .
«Tu hermano
Gustavo" .
Armando estaba sumamente conmovido cuando
concluyó de leer esta carta, a pesar de haberla ya
leído infinitas veces .
Carlos, a quien sus pocos años y su carácter ale
gre no le permitían entristecerse por largo tiempo ,
enjugó pronto las lágrimas que no había podido re
primir al recuerdo de tan desgarradores aconteci
mientos, y trató de combatir la emoción de Armando
por todos los medios que su cariño hacia él le suge
ría.
-Vamos, dijo , has de concluír por afligirme
también; pero mira, a pesar de esa carta acusadora,
no sé qué voz secreta me dice que Estela fué ino
cente. Y esto no es sólo un deseo de verlo todo de
color de rosa. Nó, no es el afán de juzgar siempre
bien a la mujer, con un optimismo que te hace son
reír a ti , pesimista por sistema , escéptico incorregi
ble . Tengo yo , también , mis pruebas en contra de las
tuyas . ¿Te has olvidado ya del papel cuya dificil in
terpretación nos ha hecho cavilar por largas horas ,
desde nuestra llegada a esta casa ; papel que encon
tramos aquí entre los objetos de uso particular de
mi padre y que nos habían sido guardados tal como
él los dejó a su muerte?
Armando movió tristemente la cabeza. Parecía
poco dispuesto a mirar las cosas bajo el punto de
vista favorable y consolador con que se esforzaba
por mostrárselas su sobrino .
Este se había dirigido a un secretaire y de una
de sus comparticiones ocultas sacó un papel , roído
en partes por la polilla, que desdobló cuidadosa
mente y puso ante las miradas de Armando . Pocas
frases legibles habían dejado los insectos en el ma
nuscrito .

-¿Qué deducción favorable a tus ideas , sacas


tú de estas pocas palabras , que sé ya de memoria a

――――
-52――――――
Un drama singular

fuerza de leerlas, pero cuyo sentido se me presenta


siempre oscuro?-preguntó él a su joven interlocutor.
― «Armando ... Carlos » ... - dijo este último
,
leyendo sin hacer caso de la observación de su com
pañero . « Hijos míos: .... Padre Bernar .... Oh,
Dios mío, gracias .... confesión de Carmen .... Es
tela era .... ¿ Pues no ves, continuó volviendo a
doblar el papel , que tan fervoroso agradecimiento a
la Providencia , no podía ser producido sino por el
convencimiento de la inocencia de la mujer a quien
tanto amaba?
-También podía ser por la muerte que le en
viaba Aquella, único bien que ambicionaba ya, según
nos lo había dicho antes; y en cuanto a ese padre
Bernardo , que es el nombre que fácilmente se adi
vina ....
-Si existe aún, él podria darnos la luz que ne
cesitamos sobre el particular, interrumpió con viveza
Carlos. ¿Quieres que le busquemos?
-¿Para qué? Culpable o nó , Estela no ha de
restituirnos al hermano y al padre idolatrado . Ade
más, el marqués de Val de Flores no existe ya . No
habríamos de vengar la muerte de Gustavo en una
debil mujer, aunque su noble cuanto infortunado
amante no nos lo hubiera recomendado así expresa
mente. El padre Bernardo , fué, según sé, el sacerdote
que auxilió a Gustavo en sus últimos momentos . Tal
vez el mencionarle mi hermano en ese papel , no es
mas que el resultado de la confusión de sus ideas
producida por la fiebre ; o tal vez todas esas palabras
no son sino que un delirio vano .
-¡Quién sabe! .... Pero en fin , repuso Carlos ,
poniéndose nuevamente de pie, desecha todos esos
temores . Mira: son las cinco y media de la tarde ,
hora de mi cita con Carmela. Acompáñame: así
te distraerás .
Armando hizo un gesto de resignación por to
da respuesta, y se dispuso a seguir a Carlos hacia
la calle en donde vivía Carmela, en uno de los ba
rrios más excéntricos de la ciudad.
VIII

Ego te absolvo

Para la mejor inteligencia del lector, fuerza nos


es retroceder largo trecho y, usando del privilegio
concedido a los novelistas, salvar de un salto la dis
tancia que separa al año de 1844 , en que pasan los
sucesos narrados en los precedentes capítulos , del de
1831 .
Era una fresca y deliciosa mañana del mes de
Abril. La ciudad se hallaba aún envuelta , como en
diáfana gasa, en esa ligera niebla que precede siem
pre en Lima a la salida del sol . Las calles , casi de
siertas aún, estaban completamente mojadas por la
lluvia de la noche anterior, aguacero con que se ini
ciaba el otoño . No se conocen en nuestra capital , ni
en sus alrededores, las lluvias torrenciales ; pero las
ligeras garúas que la riegan durante los meses de
Abril a Setiembre y que a veces caen con una persis
tencia desesperante, bastan para poner intransita
bles sus vías de comunicación .
Las cocineras , negras viejas esclavas, en su ma
yor parte, salían de las casas para dirigirse al mer
cado volviendo a cerrar cuidadosamente las puertas
después de haberlas franqueado . Caminaban arrebu
jadas en raídos pañolones o mantones de bayeta de
Castilla, cesta al brazo y llevando en la boca , para
atenuar el friecillo penetrante y húmedo, una cola
de cigarro, arrojada sin duda por sus amos y que
ellas recogían y chupaban deleitosamente .
La débil claridad del alba , creciendo de momen

--
- 55
L. Larriva de Llona

to en momento , iba amortiguando más y más la de


suyo opaca luz de los escasos faroles que por enton
ces alumbraban la capital de Francisco Pizarro.
La brumosa cumbre del San Cristóbal , comen
zaba a destacarse por encima de las más elevadas
torres de la ciudad.
Dos hombres subían con paso apresurado las
calles que conducen al caserío del Cercado . Camina
ban en silencio y como dominados por graves preocu
paciones .
El uno, religioso descalzo de la orden de San
Francisco , según era fácil colegir por el humilde
hábito pardo que le servía de vestido, era alto , del
gado, huesudo y de un aspecto que infundía venera
ción a la simple vista . Las líneas severas y angulo.
sas de su rostro , demacrado por una larga vida de
abstinencia , revelaban la rectitud del carácter y la
firmeza de la voluntad.
Su elevada frente , tersa todavía apesar de su ya
avanzada edad, sobre la que caían algunos mecho
nes de cabello blanco , estaba medio oculta por la ca
pucha que resguardaba su cabeza del relente de la
madrugada. Se comprendía al mirarla que no había
albergado nunca sino pensamientos castos y que las
tempestades del mundo, no habían podido marcarla
con su sello candente .
Esos límpidos ojos, en los que no había mas que
miradas de mansedumbre , jamás debían haber refie
jado el fuego impuro y abrasador de las pasiones vio
lentas.
La nariz, larga y recta, habría dado , tal vez , al
semblante una expresión demasiado dura , si la boca
de labios delgados y un tanto hundida , más dispuesta
siempre a dejar oír palabras de indulgencia que de
reproche , y por la cual vagaba de continuo una son
risa bondadosa, no hubiera completado esa fisono
mía simpática para todos los que le conocían .
Este era el Padre Bernardo , ya mencionado en
esta historia; sacerdote español , modelo de todas
las virtudes evangélicas y el cual era recibido con
regocijo y altamente venerado en las más opulen

- - 56 ---
-
Un drama singular

tas casas , cuando a ellas le llevaban las funciones


de su sagrado ministerio ; y adorado por las gentes
del pueblo que le reverenciaban como a un santo y
acataban sus fallos como los de un vidente .
El hombre que marchaba a su lado, joven y
bien parecido, llevaba en sus gruesas, aunque bien }
delineadas facciones y en su atezado color , el sello
de su sangre mezclada , en uno de esos tipos a ve
ces muy hermosos , tan comunes en Lima.
Ya le conocemos : es Fermín , algunos años más
joven que cuando le presentamos a nuestros lecto
res en casa de Estela de Larruzátegui . Su simpá
tico rostro tenía en esa mañana una expresión de
angustia que revelaba un dolor supremo .
A pesar de que caminaban a buen paso , se ad
vertía bien, por la febril agitación de los movimien
tos del mozo , que sólo el respeto que le inspiraba
el Padre Bernardo detenía sus pasos a la medida de
los del sacerdote . Libre de esa traba , habría hecho
desaparecer el pavimento bajo sus pies con tanta
celeridad como lo exigía su impaciente deseo.
Llegaron por fin a la plazoleta de Las cinco es ·
quinas. Cruzáronla con paso cada vez más rápido , y
entraron al Cercado por la calle derecha .
A un lado y otro se veían las rústicas casas
medio ocultas entre jardines . El ambiente estaba
impregnado de los suavísimos perfumes de los jaz
mines, diamelas , claveles y madreselva . Los paja
rillos saltaban alegremente y lanzaban al viento
sus acordadas voces saludando al alba.
El Padre Bernardo, menos abstraído que Fer
mín, en sus pensamientos , aspiraba con delicia los
efluvios de las flores , regocijándose de pasar por
entre esos huertos y vergeles que le compensaban
de haber dejado los de su convento , que a esa hora
matinal semejaban paraísos en miniatura.
Algunos de los moradores de esas casitas , aso
maban por las puertas y ventanas los semblantes.
curiosos y aun medio adormilados , al escuchar los
fuertes pasos de ambos hombres.
Doblaron el Padre y Fermín por una callejuela

- - 57 ·
L. Larriva de Llona

lateral y se detuvieron ante una habitación de hu


milde aspecto , que casi desaparecía entre espe
sas y floridas enredaderas . Empujó el segundo la
entornada puerta tan suavemente como se lo per
mitió la impaciencia que le dominaba, y se hizo a
un lado para dejar pasar primero al Padre Bernar
do. En seguida entró él.
Cruzaron sin detenerse , el sacerdote delante y
Fermín detrás , por el patio y la primera sala y pe
netraron en la segunda habitación de la casa .
No había allí mas que dos seres vivientes o ,
por mejor decir, había un sér que concluía su vida
y otro que casi empezaba la suya .
Sobre un pobre , pero aseado lecho , una mujer
joven y bella, a pesar del estado de postración en
que se encontraba, bella con esa hermosura
enérgica y voluptuosa de la raza criolla, una mula
ta, parecía hallarse en los últimos instantes de su
existencia .
A los pies de la cama, en una cuna cuidadosa
mente mullida y aun relativamente lujosa , dormía
una niña que podría tener un año de edad , con el
tranquilo y descuidado sueño , con que sólo la in
fancia puede dormir al lado de la muerte .
A
Por entre los nevados encajes de su gorrito
asomaba la críatura su carita apacible , a cuyas re
dondas mejillas , aterciopeladas como el durazno ,
daban sombra las largas y pobladas pestañas . Sus
facciones , aunque mucho más finas que las de su
madre, tenían una gran semejanza con las de ella ,
semejanza que se notaba a primera vista , a pesar
de la diferencia de color, pues la niña , sin llegar a
ser muy blanca, lo era ciertamente, mucho más
que la infeliz que yacía en el lecho del dolor .
Al ruido que hicieron los que entraban , abrió
la mujer los ojos y dirigió al sacerdote una mirada
intraducible. Mil afectos encontrados podían leerse
a la vez en ella: la alegría, el temor, la gratitud ...
Quiso incorporarse , pero no pudo hacerlo y su ca
beza, que con gran esfuerzo se levantó unas pocas
líneas de la almohada, volvió a caer pesadamente

58 ―
Un drama singular

sobre los abundosos y negrísimos cabellos , que en


desordenados bucles estaban esparcidos sobre las
blancas ropas de la cama.
Trató de hablar y sólo pudo murmurar algunas
frases casi ininteligibles .
Sin embargo , por la expresión de sus ojos co
nocíase que se hallaba aún en el pleno uso de sus
facultades intelectuales . Las fuerzas físicas la ha
bían abandonado ya casi por completo , pero su enér
gica naturaleza moral, sobreponiéndose todavía a
las crueles dolencias del cuerpo , luchaba con la
muerte que se acercaba a pasos apresurados.
-Tranquilízate , hija mía, -— le dijo el Padre Ber
nardo, aproximándose al lecho y tomando asiento a
su cabecera, mientras cogía entre las suyas la enfla
quecida mano que arrollaban las sábanas con esos
movimientos peculiares de los moribundos - Tran
quilízate: me has hecho llamar, leo en tus ojos el
sincero arrepentimiento de tus pecados y sé que
has expiado voluntaria y largamente las culpas de
que, olvidada de tu Dios por algún tiempo , te hicis
te rea.
-Padre, dijo la enferma, -logrando al fin so
breponer su voluntad al terrible mal que la postra
ba - Padre, ¿habrá perdón para mí? .... - La tos y
la fatiga cortaron de nuevo su voz y sus ojos brillan
tes por la fiebre se clavaron con expresión de su
premo anhelo en el sacerdote.
Luego desvió de éste la mirada para dirigirla a
Fermín , que de pie frente al lecho, hacía esfuerzos
inauditos para dominar su emoción . El comprendió
ese mudo pero elocuente ruego , y salió de la habi
tación cerrando tras sí la puerta.
La pecadora quedó sola con el ministro del
Señor.

Una hora después llamó el Padre Bernardo a


Fermín .
El semblante de la moribunda aparecía transfi
gurado . Sus facciones antes contraídas por el re
mordimiento y la desesperación , habían tomado

- - 59 -
L. Larriva de Llona

una expresión de dulzura y de celeste conformidad


que las hacía aparecer tan bellas como en sus
mejores tiempos. Sus grandes y hermosos ojos ne
gros, pocos momentos antes inquietos y como azo
rados , parecían ya entrever la Eternidad. En sus
labios descoloridos , que se entreabrían dando paso
a la anhelosa respiración , dibujábase una sonrisa
de esperanza inmortal. Las manos cruzadas sobre
el pecho sostenían la imagen bendita del Crucifica
do , sobre la cual se fijaban sus miradas con amor
infinito . Su cuerpo que apenas se señalaba bajo los
cobertores, iba ya tomando la rigidez del cadáver.
Fermín lanzó un grito que en vano se esforzó
por sofocar y dirigió una mirada interrogadora al
anciano sacerdote . La moribunda , cuyo postrer des
tello de vida parecía haberse refugiado en los ojos ,
los dirigió entonces hacia Fermín , envolviéndolo en
una larga mirada en la que se adivinaban ternura y
gratitud inmensas . Los volvió después del lado de
su hija, y como si con ese esfuerzo se hubieran aca
bado de extinguir sus fuerzas vitales , exhaló el pos
trimer suspiro, volando al seno de su Creador esa
alma que parecía haber sido tan combatida por las
tempestades de la tierra , pero a la que el dolor y la
contrición habían purificado por completo .
El Padre Bernardo y Fermín cayeron de rodi
llas ante el lecho mortuorio y rezaron el oficio de
difuntos.
Cuando se levantaron , vieron a la chiquilla
despierta ya, que, como si alcanzara a comprender
lo solemne de la situación , se había incorporado en
silencio y miraba con sus grandes ojos asombrados
y melancólicos, más abiertos que de costumbre, a la
muerta que tenía los suyos vueltos hacía ella , y al
sacerdote y a Fermín . Cuando notó que éste último
la miraba , le tendió calladamente los bracitos .
Fué el Padre Bernardo quien la tomó en los
suyos y cual si se sintiera tocado por la Gracia di
vina dijo con voz grave y profética:
--¡Inocente criatura cuya existencia ha costa
do dos crímenes, ángel del Señor destinado tal vez

– 60 --
―――
Un drama singular

a expiar las faltas de tus padres, el cielo te dé las


fuerzas necesarias para cumplir tu difícil misión en
el mundo! ¡El te haga aceptar el martirio con valor
y alegría, si ha de tener por objeto fin tan santo!
¡Angel de redención , bendito seas!
La niña, como si escuchara atentamente esas
palabras, que , sin embargo no podía comprender, te
nía fijos en el sacerdote sus negros ojos y cualquie
ra al mirar su inteligente carita habría creído que
entendía y aceptaba el sublime sacrificio que se le
imponía.
--Mi misión ha terminado , - dijo el Padre Ber
nardo a Fermín , después de colocar de nuevo a la
niña en su cuna. Sólo me resta exhortarte a la re
signación .
Y con paso tranquilo y continente mesurado
sin que su rostro denunciara la menor alteración en
su espíritu por la escena que acababa de presenciar
y que sin duda era la última de algún terrible y
misterioso drama , abrió la puerta y salió del triste
recinto .
Fermín le miró salir, sin fuerzas para acompa
ñarle ni dirigirle la palabra y luego se dejó caer so
bre una silla baja al pie del lecho , donde permane
ció sentado con el codo derecho sobre la rodilla y
apoyada la mejilla en la mano , mirando con expre
sión intraducible de amor, de pena y de respeto, el
cuerpo ya inanimado de esa que fué hermosa mu
jer; y completamente insensible a todo el mundo.
exterior, aun a la niña que junto a él se mantenía
tranquila y silenciosa ...
IX

En la calle del Carmen Alto

Pocos días después de los acontecimientos re


feridos en el capítulo precedente , los vecinos de
la calle del Carmen Alto vieron , con no poca sor
presa, abrirse las pesadas puertas de un antiguo
caserón por largo tiempo abandonado, pertenecien
te al mayorazgo de Val de Flores y previa una lige
ra e indispensable refección , instalarse en ella a un
hombre con una preciosa niña y una mujer para el
servicio de ambos.
El aspecto de él fluctuaba entre la clase media
y el pueblo bajo : por sus modales parecía pertene
cer a la primera y por sus rasgos físicos al segundo .
La niña vestida de riguroso luto , y que daba
recién sus primeros pasos y balbuceaba sus prime
ras palabras, respondía al dulce nombre de Car
mela.
A todos interesó la criatura. Su rostro ovalado
y de correctas facciones tenía una expresión tan
suave y tan melancólica a la vez, que parecía pedir
amor a cuantos la miraban .
Cuando levantaba sus párpados adornados de
luengas y rizadas pestañas y dejaba al descubierto
dos ojos tan grandes y expresivos que parecían ilu
minar su cara, la atracción que ejercía sobre las
personas era irresistible . Sin embargo , como para
formar contraste con esa dulzura de la mirada , te
nía unas cejas más pronunciadas y unidas de lo

- 63 -
L. Larriva de Llona

que correspondía a su corta edad, y se había obser


vado que al menor capricho no satisfecho , se con
traían ellas cambiando por completo la expresión
de sus ojos que revelaban entonces una voluntad
incontrastable; sólo en esas ocasiones se advertía
un ligero tinte rosado a través de su fina epidermis.
Su color habitual era ese moreno pálido de la gran
mayoría de las limeñas .
La especie de misterio que la rodeaba, pues
Fermín no la dejaba jugar ni aun rozarse con las
niñas de la vecindad, acabó de hacerla interesante .
De vez en cuando , se veía detenerse a la puer
ta de la antigua casa , una lujosa calesa de la que
bajaba una elegante , y a no dudarlo , bella mujer,
y este hubiera sido probablemente un buen hilo de
qué asirse para desenmarañar la enredada madeja ;
pero la gente que ocupaba por entonces ese barrio ,
pertenecía, con pocas excepciones, a la clase traba
jadora, poco afecta a descifrar enigmas sociales y
que no se preocupaba de misterios de esa especie ,
harto comunes , por desgracia, y que suelen encerrar
entre sus sombras, la honra de alguna familia .
Carmela fué creciendo, pues, casi completa
mente aislada , como que sus relaciones se circuns
cribían a Fermín , su padre adoptivo, y a la señori
ta de Larruzátegui , su madrina .
De día en día se hacía más notable su belleza .
El desarrollo físico , precoz siempre en estos climas
meridionales, lo fué, aun más , en ella dotada de una
naturaleza vigorosa y por cuyas venas corría mez
clada la sangre de dos razas , que al unirse habían
dado un producto espléndido .
Carmela era a los catorce años , una mujer
completamente formada y soberanamente hermosa
como lo hemos oído decir a Fermín , en uno de los
primeros capítulos de esta historia . Tenía un tipo
particular; había recibido los mejores dones de los
diversos elementos que contribuyeron a crearla y
ninguna de sus malas cualidades . Cuerpo de sober
bias y exuberantes formas, espíritu delicado y sutil,
daban a veces ruda batalla en su naturaleza los

- 64 -
Un drama singular

contrarios instintos que la informaban , pero salían


triunfantes siempre los mejores, los más nobles .
La reflexión había ido modificando la impetuosidad
de su carácter y si todavía , a veces, trastornaba su
cerebro la hidra de la rebelión , pronto lograba apa
ciguarla. ¡ Y era tan grande la satisfacción de su
alma , después que lograba sobreponerse a las malas
tentaciones y vencerlas!
Aquel aire de suave tristeza que caracterizaba
su fisonomía desde niña , se había hecho mucho más
marcado desde que llegó a la edad de la razón . Era
que Carmela sentía, adivinaba , un terrible misterio
en su existencia; y el peso de no sabía qué tremen
das responsabilidades, la abrumaba .
En vano escudriñaba ella toda su vida tan cor
ta y que sin embargo le pesaba como si hubiera si
do ya muy larga. No hallaba en su pasado mas que
a Fermín, y a Estela, y ¿qué eran estos para ella?
Dos extraños en resumen . Ni padre , ni madre , ni
hermanos . ¿Se habían muerto todos? Pues ¿por qué
no se lo decían claro? ¿por qué no le hablaban de
ellos , sino con frases oscuras, que le inspiraban a
ella que no era cobarde, sin embargo , un vago te
mor, que le impedía formular todas las preguntas
que pugnaban por salir de sus labios ?
Se conocía inocente, se sabía pura y a pesar de
ello le subían ubores al rostro cuando por raras ex
cepciones se encontraba entre gentes extrañas. ¿Por
qué? ¿por qué era su suerte tan distinta de la de
las demás jóvenes que conocía? Si en su infancia
vivió aislada por mandato de Fermín , ahora lo es
taba más todavía por deseo propio.
Quería a Fermín , quería a la señorita de La
rruzátegui , pero los quería , sobre todo , por agradeci
miento , y ella suspiraba por otros cariños que no
había conocido; cariños naturales que fueran un de
ber en las personas que se los profesaran , que no
tuviera que agradecerlos como un beneficio , como
una limosna!
Después que pensaba esto , se acusaba de in
gratitud y se esforzaba por mostrarse más afectuo

- 65 - 10
L. Larriva de Llona

sa con las dos personas que constituían toda su fa


milia.
Por lo demás, no le faltaba nada de cuanto pu
diera apetecer una señorita rica y engreída: las dá
divas de su madrina iban hasta lo superfluo .
Fácil es de comprenderse que la hermosura po
co común de Carmela , su innata elegancia, y hasta
aquel aire melancólico que tan bien le sentaba, ha
bían producido su natural efecto en el apartado ba
rrio en que vivía.
Al contemplar ese rostro de tan puras líneas,
que hubiera podido servir de modelo a Murillo para
una de sus Vírgenes , la habían bautizado los veci
nos, - con ese instinto artístico que en tan alto
grado posee el pueblo, - con el sobre nombre de La
Dolorosa.
Tal era Carmela. Ya están nuestros lectores
impuestos de sus amores con Carlos de Peñablanca
y en una de sus cotidianas citas los veremos en
el capítulo siguiente .

J
1

2
X

Sigue el misterio

Algunos minutos después de la conversación


referida entre Armando y Carlos, apoyaba éste su
frente en la reja de Carmela , mientras aquél, grave
y meditabundo como siempre , se paseaba a lo lar
go de la calle.
Carlos se hallaba en una edad en que es difícil
darse exacta cuenta de los sentimientos del co
razón.
Hacía pocos meses que en una fiesta popular
conociera a Carmela; la extraordinaria belleza de és
ta , su aire a la vez candoroso y altivo , y más que
todo, la ardiente simpatía que él había despertado
en el alma de la adolescente y que ella no se cuidó
de ocultarle , le habían impresionado fuertemente .
Además a los diez y ocho años se sueña mu
cho con los amores novelescos y el misterio impe
netrable que envolvía la existencia de Carmela, era
un poderoso incentivo para su joven enamorado.
A pesar de todo esto, ya sabemos que la espiri
tual y delicada figura de Celia, produjo también una
profunda impresión en el alma de Carlos ; y al pre
sente, él mismo no habría podido hallar una res
puesta clara y satisfactoria en su conciencia si la
hubiera interrogado seriamente, acerca de los senti
mientos que ambas jóvenes le inspiraban .
Noble y generoso por naturaleza , libraban en
su alma un violento combate desde el día anterior

- 67 --
L. Larriva de Llona I

tan opuestas impresiones; y aunque según hemos


visto en su plática con Armando trataba de hablar
ligeramente sobre ello, quizás con el propósito de
engañarse a sí mismo , el hecho es que empezaba
ya a sentir remordimientos por ese doble afecto .
Aunque hacía casi un año que había regresado
de Europa a donde permaneciera desde muy niño,
según se lo oímos decir hablando con su tío , por
el casi completo alejamiento de la sociedad en que
por voluntad de éste había vivido durante ese tiem
po , no es de extrañarse que no supiera el nombre
de las señoritas, con quienes de una manera casual ,
se había encontrado . Pero a juzgar por su aire dis
tinguido y por el lujo de los vestidos y del carruaje,
comprendía que debían ellas de pertenecer a lo más
encumbrado de la sociedad limeña. Esta creencia
le hacía inclinarse un poco más por momentos a fa
vor de Carmela, pues con respecto a ésta se conside
raba como un protector, papel que halaga siempre
mucho a un hombre, con relación a la mujer amada.
-Tú no me quieres, Carlos , como yo a tí, -de
cía Carmela apretando entre las suyas las manos de
su amado a través de la reja. - Observo que estás
pensativo, preocupado , desde ayer tarde, y no me has
confiado la causa de tu preocupación o de tu triste
za. ¿Por qué esta reserva? ¿Acaso no me consideras
capaz de comprender lo que te mortifica? Mira , yo
soy muy niña por mi edad , pero he aprendido a pen
sar muy pronto , tal vez porque no tengo casi con
quien hablar; y luego , el amor la hace a una tan
perspicaz ! Es en vano que tú pretendas ocultarme el
menor de tus sentimientos , porque yo los he de adi
vinar todos.
-¿Triste yo y a tu lado? Nó , mi adorada Car
mela; ¿ podría tener razón para estarlo? Preocupado
sí, tal vez, y tú tienes la culpa de ello .
-¿Yo, Carlos?
-Sí, tú. ¿Por qué te opones tan tenazmente a
que hable a tu padre? ¿Por qué prefieres que nos
veamos tan sólo un momento cada día , entre dos
luces y llenos de zozobras , cuando podríamos ha

――― 68 ――――
Un drama singular

cerlo libres de todo sobresalto, delante del buen


viejo que, según tú misma me has dicho, te ama
tanto? Responde , Carmela mía.
Carlos subyugado en ese instante por las ar
dientes miradas de la hermosa niña a cuyo lado se
hallaba, se decía a sí mismo , que sólo ella era su ver
dadero amor y que el que había creído sentir por
Celia, no era más que una ilusión .
-Dime que sí, continuó después de una ligera
pausa, díme que consientes en ello y corro a pedir
tu mano y seremos felices como los ángeles del
cielo.
Carmela movió suavemente la cabeza en señal
de negativa .
- Nó , nó , Carlos mío , nó y mil veces, nó . Yo
no quiero aceptar ningún compromiso de tu parte
para conmigo, mientras no haya logrado aclarar el
misterio de mi nacimiento. Si llego a saber por di
cha mía, que soy digna de llevar tu nombre, te alar
garé la mano, ebria de felicidad , diciéndote: -Car
los, mi novio idolatrado , no hay nada que se opon
ga a nuestra dicha y soy tuya para siempre . Pero
si por el contrario, -- y aquí la voz de Carmela se
hizo tenue como un suspiro y sus negros ojos se ve
laron bajo sus grandes párpados, -si por el contra
rio, perteneciera yo por mi nacimiento a una esfe
ra inferior a la tuya, no habrá nada , ni nadie , ténlo
por seguro, que me haga acceder a llamarme tu es
posa. Me perderías para siempre.
-¡Y a eso llamas tú, amor? - exclamó impe
tuosamente Carlos , soltando sus manos de las de su
querida, ¿a eso llamas tú, amor, y te fijas en fútiles.
consideraciones de posición o de fortuna? ¿Te he
preguntado yo nunca , acaso, quiénes eran tus pa
dres, ni me importa nada el saberlo? ¿No basta , por
ventura, mi apellido para los dos? ¿No sabes que
me ha dado el cielo riquezas suficientes para hacer
la felicidad, en punto a materiales comodidades , de
la mujer a quien haga dueño de mi albedrío? ¡ Ah ,
Carmela, valdría más decirme francamente: - No te
amo, déjame en paz ! .... Pero nó, - continuó con voz

- 69
L. Larriva de Llona

más suave , advirtiendo que la niña lloraba silencio


samente al escuchar sus amargas quejas, - — tú no
eres capaz de lo que dices, eso no es más que para po
ner a prueba mi amor. Sin duda quieres oírme repe
tirte que lo mismo te amaría si fueras la hija de un
rey o la de un mendigo ....
Carmela miró fijamente a su amante a través de
sus lágrimas , como si quisiera leer en su semblan
te la verdad de la respuesta que aguardaba .
-¿Y si fuera hija de un crimen? - le preguntó.
Carlos vaciló un instante y contestó después
con mal segura voz:
- Siempre te amaría. ¿No
sería un crimen dis
culpado por el amor?
Carmela se quedó pensativa por un momento,
pero de pronto tomó su rostro una expresión singu
lar y dijo a su amigo:
-
- Escucha : te he hablado ya de la señorita cu
yos cuidados me acompañan desde la cuna , pero no
te he dicho su nombre, porque me está prohibido el
revelarlo . Todo lo que puedo decirte es, que es muy
bella y muy distinguida . Parece tan joven que cual
1 quiera diría que tiene sólo veintidos o veinticuatro
años , aunque según mis recuerdos, debe tener mu
chos más.
Carmela hizo una pausa y luego continuó :
-Desde que estuve en edad de comprender lo
estraño de mi situación y fué esto muy temprano,
te lo aseguro, - me perdía en conjeturas sobre mi
orígen y lo más verosímil me parecía suponer que
era hija de esa hermosa mujer a quien desde mi in
fancia he visto siempre al despertar, cobijándome
con una mirada de supremo cariño ; que velaba cons
tantemente sobre mí con la solicitud y la abnega
ción de la más tierna de las madres ....
¿Verdad que cualquiera otra hubiera pensado lo mis
mo? Sin embargo , ocurrió un incidente que tengo de
continuo en mi memoria , el cual me hizo dudar de
esa idea que yo con tanta complacencia acaricia
ba.... Atiende, Carlos mío, a lo que voy a referirte
y juzga de mi confianza en tu amor, cuando te reve

- 70
Un drama singular

lo una cosa que ha permanecido encerrada en mi co


razón por espacio de tan largos años y que al recor
darla me estremezco todavía.
La voz de Carmela temblaba al pronunciar es
tas palabras y con dificultad podía contener los so
llozos que hinchaban su pecho.
Carlos que sentía al escucharla una angustia
indefinible , estaba suspenso de sus labios.
La niña prosigió así:
- Una noche, - hará de esto seis años y estaba
yo ya recogida en mi lecho- cuando desperté al ru
nor de las voces de mi madrina y del buen hombre
a quien llamo padre. Sin duda hacía ya largo rato
que hablaban, pero yo sólo oí las últimas palabras
de su diálogo que han quedado grabadas en mi ima
ginación para siempre . ―― « Sí , Fermín, decía ella, las
apariencias me hacen cómplice de un crimen , por
evitar el cual habría dado sin vacilar la última gota
de mi sangre ; pero yo desprecio la opinión del mun
do entero, encerrándome en el sagrado refugio de mi
limpia conciencia" .
No podía yo comprender bien el sentido de
esas frases que aun hoy encuentro misteriosas , pe
ro me produjo tal impresión el tono solemne con
que ellas fueron pronunciadas, que permanecí in
móvil y conteniendo la respiración , con la esperan
za de que continuaran hablando y llegar a sorpren
der, tal vez, el secreto que sospechaba; pero ninguno
de los dos interlocutores añadió una palabra más
por el momento . Al fin se puso mi madrina de pie
para despedirse y sentí que se acercaba a mi lecho .
Descorrió con suavidad las cortinas y se inclinó ha
cia mí. Yo permanecí quieta y con los ojos cerrados
pero comprendí que me miraba atentamente . Acer
có su rostro al mío y depositó en mi frente un beso
y una lágrima. - «¡ Pobre inocente criatura , murmu
ró, a la que parece que debería yo aborrecer, y a la
que amo, sin embargo, entrañablemente ! "
• Con estas palabras se refería a mí, a no dudar
lo. Ahora bien : ¿por qué debe ella aborrecerme y
por qué, a pesar de eso, me ama? ¿Qué terrible mis

- 71 ----
Arde
L. Larriva de Llona

terio me rodea, Dios de piedad? Es indudable que


al secreto de mi nacimiento se halla unido algún
gran delito, pero ¿quién le ha cometido? ¿seré yo por
desdicha responsable de esas culpas que ni siquiera
me es dado adivinar? .... ¡ Carlos , Carios de ini alma ,
soy muy desgraciada! .....
Carmela echó hacia atrás su airosa cabeza y la
apoyó en el quicio de la ventana . Los últimos ra
yos crepusculares dieron de lleno sobre su rostro ,
bañándolo con su rosada luz y haciendo brillar co
mo puros diamantes, las lágrimas que lentamente se
desprendían de sus ojos y corrían por sus mejillas .
Carlos permaneció silencioso : el relato de Car
mela le había impresionado fuertemente . Su gene
roso corazón no podía rechazar a esa niña tan pura
y tan bella, cualquiera que fuese la falta que pesara
sobre su nacimiento ; pero a su pesar se sentía so
brecogido por cierto angustioso temor que no acer
taba a definir bien . Los austeros principios en que
había sido educado y sus propios delicados senti
mientos, le hacían aborrecer todo lo irregular o
anómalo, especialmente en puntos de honra; y luego
el recuerdo de su padre , que había muerto en la flor
de la juventud , víctima de un crimen cuyo origen
había quedado oculto, se destacaba ahora , con ma
yor viveza que nunca, en su imaginación , hiriéndola
con un fúnebre presentimiento .
Todo parecía en esos momentos ensombrecer
su espíritu y helar su corazón ; ese espíritu tan ri
sueño, ese corazón tan afectuoso que momentos an
tes fantaseaban unidos por los abiertos campos del
Futuro! ......
Hizo un esfuerzo para reaccionar sobre sí mis
mo y preguntó a su amada :
-¿Y no has hablado nunca con tu padre adop
tivo sobre el particular? ¿No le has pedido explica
ciones?
-Ayer, en la mañana me atreví a revelarle mis
sospechas referentes a mi madrina, tratando de ob
tener por todos los medios que están a mi alcance ,
que me revelase cuanto supiera acerca de mis pa

- 72 -
Un drama singular

dres verdaderos : pero, ruegos, lágrimas, indignación ,


todo ha sido inútil y no he conseguido más que aña
dir una nueva confusión a mis ideas. Si alguna vez
le he visto verdaderamente enojado conmigo, ha sido
cuando le pregunté si la señorita que había velado
sobre mí , desde mi infancia, era mi madre.
Carmela calló . Ambos jóvenes evitaban el mi
rarse: parecía que un muro de hielo se había inter
puesto de repente entre ambos. Por fortuna la no
che había cerrado ya casi por completo y ninguno de
los dos podía ver claramente el semblante del otro ,
ni leer en sus miradas sus recíprocos recelos .
- Ya es tarde, dijo ella de pronto : podría volver
mi padre. Será más prudente que te vayas; pero an
tes díme que no te ha impresionado muy desfavora
blemente respecto de tu pobre Carmela, cuanto aca
bo de contarte. Repíteme que me amas siempre co
mo antes ; repítemelo , Carlos , para que pueda dor
mir esta noche y soñar contigo como de costumbre,
desde que eres el dueño de mi albedrío .
-Sí, sí, Carmela mía, te repito que nada me
importa tu familia , que estoy convencido de que tú
eres un ángel y que te amaré mientras viva .
Pero aunque estas palabras fueron dichas , con
acento apasionado , se advertía un ligero temblor en
la voz de Carlos y sus manos al estrechar las de la
enamorada adolescente, no lo hicieron con su acos
tumbrada efusión .
-Pues, hasta mañana, amor mío.
--Hasta mañana, mi adorada.
Carmela se inclinó un tanto; Carlos se levantó
un poco sobre las puntas de los pies y un doble y
casto beso resonó en la solitaria calle .

11
XI

Expectativa

El día siguiente al de la llegada de Augusto ,


fué como es de suponerse, un día de fiesta para la
familia de Larruzátegui .
A las siete de la noche se hallaban todos los
miembros de ella reunidos en uno de los salones que
conocemos .
Augusto estaba sentado entre sus dos sobrinas
y Estela ocupaba un asiento frente a ellos .
Esta llevaba un vestido de tafetán color de ro
sa que se armonizaba perfectamente con su suave
rostro en el cual habían dejado algunas huellas las
emociones del día anterior.
-¿Con que está decidido que el sábado próxi
mo iremos al baile de la señora de Gonzales? -pre
guntó Augusto en tono festivo dirigiéndose a las ge
melas.
- Sí .
- Sí .
-¡Ay, qué dicha!
-Nosotras que jamás hemos asistido a un baile!
-
Pero es preciso que Estela vaya también!
-Por cierto : ¿qué se diría , si nó , de vernos a
nosotras solas? ....
-¡Cómo solas! Pues qué, ¿no soy yo nadie , se
ñoritas? ¿No os parezco suficiente compañía?
-No es eso lo que hemos querido decir, sino
que la gente podría creer que nuestra hermana tie
ne alguna razón oculta , para no presentarse jamás
en público y eso no está bien ....

-75―――
L. Larriva de Llona

-Sí señor, como que ya nosotras hemos oído


decir ....
-Y ¿qué es lo que habéis oído decir? - inte
rrumpió precipitadamente Augusto .
- Que es muy extraño que una joven del rango
y hermosura de Estéla , viva tan encerrada.
-Y ¿a quién habéis oído decir eso?
-Pues .... a muchas personas . Así, a veces al
subir al carruaje o al bajar de él .... El otro día na
da menos, se nos quedó mirando una señora y dijo a
otra persona con quien iba : -Son tan lindas como su
hermana -- fueron sus palabras - ¿Seguirán su mis
ma suerte?
- Pues para que no digan eso , interrumpió Es
tela , váis a presentaros en la sociedad . En cuanto a
mí, quizá me resuelva a hacerlo también ; pero aun
no estoy completamente determinada a ello: necesito
meditar despacio lo que me conviene hacer, antes de
tomar una resolución al respecto.
-– Pero , usted , tío -dijo María- ¿no nos ayuda a
convencerla?
-En primer lugar, -dijo Augusto eludiendo la
respuesta, te he advertido ya, que no quiero el
usted entre nosotros .
-Pero, contestó la niña , bajando los ojos ru.
borizada, - si es que me olvido ....
-¿Y cómo no me olvido yo? -repuso Celia-. Y
escucha, tío : anoche cuando estábamos las dos en
esta misma sala hablando sobre tu próxima llegada ,
éramos ambas de un sentir contrario al de hoy , con
respecto a tí. Yo me imaginaba que serías menos jo
ven y más adusto , y que me inspirarías, por lo tanto
más respeto que cariño .... Pues nó; ha sucedido
todo lo contrario , de lo que me alegro mucho , por
que es muy agradable tener un tío tan joven y tan
buen mozo.
Y la cándida niña rodeó la cabeza de Augusto
con sus brazos y le dió un beso en la frente .
-Ahora tú, -continuó dirigiéndose a su her
mana.- Haz como yo y verás cómo se te quita toda
vergüenza .... ¡Vaya! no seas tonta , parece que le

---- · 76
------
Un drama singular

tuvieras miedo .... ¿ pero , acaso es un extraño? ¡ Si


es el hermano de mamá! ¿ No tengo yo razón , Estela?
-Sí, por cierto , querida mía.
Mas a pesar de estas premiosas instancias , Ma
ría no se movió, ni levantó siquiera la cara en la que
el rubor esparcía más y más sus rosadas tintas.
-Será que no me quiere , -dijo Augusto, - pero
ya haremos que aprenda de tí, Celia. Por ahora seré
yo quien tome la iniciativa.
Y diciendo y haciendo, pasó un brazo al rededor
del fino talle de su linda sobrina y atrayéndola ha
cia sí, a pesar de la débil resistencia que ella le opo
nía, imprimió un cariñoso beso en sus dorados ca
bellos .
- Pues no creas , -continuó aturdidamente Ce
lia, que María sea más corta de genio que yo : todo
lo contrario . Si no me explico de dónde le ha salido
de repente tal timidez ....

Cuando esa misma noche al retirarse las dos ni


ñas , quedaron solos Augusto y Estela , permanecie
ron por largo rato silenciosos; ella descansando la
cabeza sobre la diestra y él contemplándola con
una ternura infinita . Parecía llegado el momento
decisivo de una explicación , pues era el primero en
que se hallaban sin testigos .
Al cabo de cierto tiempo, comprendiendo Au
gusto que esperaba en vano , y por un exceso de de
licadeza que le impelía a no parecer exigente, se le
vantó y cogiendo la mano que tenía libre Estela, la
llevó a sus labios , diciendo únicamente :
- Buenas noches , Estela .
Pero ella le retuvo con aquella misma mano .
El volvió a sentarse, haciéndolo esta vez algo más
cerca de su amada.
-Mi querido Augusto , tenemos que hablar,
comenzó ella
Augusto hizo una señal afirmativa con la cabe
za, invitándola a que empezara .
-No necesito preguntarte, si has recibido mi
última carta: tu venida es la mejor respuesta a ella.

- 77 .-
L. Larriva de Llona

-
– Aquí la tienes , dijo él sencillamente , llevan
do la mano derecha al lado del corazón : no se ha se
parado de mí un sólo instante.
- Esa carta es una promesa.

- Nó , Estela ; esta carta no es más que un refle


jo de la bondad de tu alma : ni yo la he tomado co
mo otra cosa. Presérveme el cielo de aprovechar en
mi favor, ni aun para la felicidad de toda mi vida ,
de un momento de exagerada generosidad , de noble
compasión de tu parte, hacia un desdichado .
- Gracias, hermano mío, ¿Qué menos podía yo
esperar de la grandeza de tu espíritu de la que tán
tas pruebas me has dado desde hace largos años?
Pero nó, es preciso que sepas que yo escribí esa car
ta con una entera convicción de lo que hacía: per
fectamente decidida a llevar a efecto un ofrecimien
to, que ya entreveía yo , también , como una dicha pa
ra los dos . ¿Debo confesarte que he sufrido un cam
bio en mis ideas y en mis sentimientos de ayer a
hoy? Sí, porque prefiero ser franca hasta la cruel
dad, a dejar de ser leal para contigo . ¿Por qué ha
querido la Providencia interponer nuevos obstácu
los entre nosotros? No lo sé. No puedo revelarte por
ahora, algo que para mí misma entraña un misterio ,
pero no sería digno de mí, dar cumplimiento a la
promesa que te he hecho , en el estado en que se ha
lla mi corazón. Te pido, pues, unos días de plazo pa
ra decidir del destino de ambos . ¿Me los quieres con
ceder, Augusto?
-¿No es, acaso, tuya toda mi vida, Estela? ¿No
puedes disponer de ella a tu antojo y como de una
cosa que de derecho te pertenece? ¿No soy yo siem
pre el que ha de quedarte debiendo , puesto que bas
ta una mirada afectuosa tuya, una palabra de espe
ranza que me dirijas , para inundar mi alma de fe
licidad?
-¡Oh! exclamó, Estela, no ha existido , ni exis
te mujer en el mundo, que sea amada de semejante
manera!

- 78 -
Un drama singular

Se levantó precipitadamente, cual si huyera,


para ocultar su confusión y se dirigió a sus habita
ciones, diciendo a Augusto sin mirarlo y con voz
que parecía un suspiro:
G - Hasta dentro de pocos días .
XII

Chismografía

La señora viuda de Gonzáles en cuya casa se


daba el suntuoso baile que había tenido preocupa
das por espacio de algunos días, a las damas lime
ñas pertenecientes a los altos círculos sociales , era
una de esas personas en quienes la cultura de las
formas y la distinción de los modales, innatas o ad
quiridas por el largo roce con gentes esclarecidas ,
ocultaban muy poco estimables prendas de corazón
y de carácter.
Había tenido esta señora la desgracia de nacer
fea, y las ventajas del rango y de la fortuna de que
desde su venida al mundo disfrutara, no la consola
ron nunca de la ausencia de ese don de la belleza que
es el más apetecido por el sexo femenino en general .
El convencimiento de su falta absoluta de atrac
tivos físicos , que adquirió desde muy temprano y
las decepciones que por ello sufrió, acabaron de
malear una naturaleza nada buena de suyo , y por
fin la convirtieron en la enemiga acérrima, aunque
a las callandas, de toda mujer hermosa , por la única
razón de ser ella fea.
Casóse ya madura con un infeliz que , sin me
dir probablemente la magnitud del sacrificio que se
imponía vendiéndose por algunos miles de doblones ,
consintió en ser la víctima constante, el souffre

-
– 81 -- 12
L. Larriva de Llona

douleurs, como dicen los franceses, de la despótica y


maligna señora, que poseía el arte de ocultar al pú
blico sus innobles defectos , bajo las apariencias más
dulces y las más delicadas fórmulas, guardando to
das las asperezas de su genio , para las intimidades
del hogar.
Felizmente para él, el esposo de la encopetada
dama murió a los pocos años de casado, dejando a
su viuda dos hijas , fruto de su matrimonio, que eran
el vivo retrato de su madre , tanto en lo físico como
en lo moral , pues no parecía sino que la personali
dad del poco envidiable marido había sido tan insig.
nificante que no alcanzó a imprimirse en sus vás
tagos.
Hecho este bosquejo a vuela pluma de unos ti
pos que sólo incidentalmente han de desfilar por es
tas páginas, seguiremos el hilo de nuestra narración .
La fiesta que se daba con ocasión del cumplea
ños de la mayor de las señoritas de Gonzáles era en
verdad espléndida .
A las diez de la noche , hora designada para la
llegada de los invitados, presentaba la casa un as
pecto deslumbrador, con sus salones iluminados
por cientos de bugías que se reproducían hasta lo in
finito en los numerosos y grandes espejos . Los artís
ticos marcos dorados de éstos y de los valiosos cua
dros al óleo , las hermosas arañas y los candelabros
de bronce y cristal, contribuían con sus brillantes
reflejos a dar un aspecto mágico al conjunto . El
ambiente se sentía tibio y saturado del perfume ex
quisito de las flores que se veían con profusión don
de quiera.
Pronto comenzaron a poblarse los salones de
mujeres en quienes la magnificencia del atavío, real
zaba las gracias naturales , y de elegantes y apues
tos caballeros.
Las armoniosas frases de la orquesta que diri
gía un hábil profesor, alternadas con los entusias
tas acordes de las bandas militares ; el brillo de
aquellas luces , el perfume de aquellas flores, y so
bre todo , esa agrupación de bellas criaturas , vesti

―xx 82 ---
Un drama singular

das de sedas y de encajes y cuyos cabellos y senos


y brazos resplandecían con los destellos que lanza
ban los diamantes de que la mayor parte de ellas se
hallaban cubiertas; y que se reían, hablaban y se mo
vían cadenciosamente al ritmo de la música, man
tenían los sentidos en constante arrobamiento .
La asistencia de las señoritas de Larruzátegui
a esta fiesta, era el acontecimiento más notable y
comentado de la noche.
En todos los grupos se hablaba de ello ; y las
personas impuestas, poco o mucho, de aquel terrible
lance en que había perdido la vida Gustavo de Pe
ñablanca, aguardaban con una curiosidad , mezclada
con cierto sobresalto , el instante en que hicieran su
aparición las jóvenes gemelas , pues sabíase ya, que
también debían asistir al baile , el hijo y el herma
no de Gustavo , lcs que , ausentes cuando ocurrió la
terrible desgracia y llegados a Lima hacía poco , iban
a presentarse por vez primera en uno de los más
aristocráticos círculos de su ciudad natal .
Fingiendo nna desazón que estaban muy lejos
de sentir, eran las señoras de la casa las que con
mayor ansia aguardaban el momento de ese dra
mático encuentro .
-Aseguran que son admirablemente lindas
esas niñas, decía un caballero que formaba parte de
un grupo en el que también se hallaba la señora de
Gonzáles.
- Pronto nos convenceremos de ello , contestó
ésta con una fina sonrisa .
- Conozco a Estela , dijo otro de los presentes ,
y si se parecen a ella , deben de ser en efecto bellí
simas.
-Quiera Dios que se le parezcan en el rostro
más que en el alma .
-¿Por qué?
- Porque de lo contrario , habría que temer para
alguno de vosotros , la suerte de Gustavo de Peña
blanca .
- Afortunadamente no existe ya el marqués ,
dijo otro de los presentes .

― · 83.―
L. Larriva de Llona

-¡Bah! a falta de un padre habrá un tío.


- Aquel suceso fatal ha quedado tan obscuro ,
que sería una injusticia fallar en contra de Estela ,
dijo el primer caballero que había hablado .
-El hecho es , que ella rompió su compromiso
de matrimonio con Gustavo, sin que él le hubiera
dado ningún motivo para esa ruptura .
-Dicen que le creyó arruinado y como Augus
to Noble era más rico ....
- Pero no se casó tampoco con Augusto Noble.
-Tendría miedo de la opinión pública .
-Lo cierto es que todo aquello fué muy ex
traño . Augusto se fué repentinamente a España y
no había vuelto a tenerse noticias suyas por acá
hasta su inesperado regreso por el último vapor .
-Ahora se casarán .
- Hay quien sospecha que
están casados en
secreto desde hace años .
-¡Qué absurdo!
-¿Y por qué sería un absurdo , señor defensor
de la interesante acusada?
-Yo he tratado íntimamente a Estela de La
rruzátegui y a Gustavo de Peñablanca , en los tiem
pos en que todo parecía augurarles la dicha más
completa y podría responder de los sentimientos de
ambos jóvenes , como de los míos propios. Se ama
ban con el cariño más profundo y verdadero y aun
que jamás he podido dar con la clave de aquel trá
gico enigma, mi alma rechaza , y rechazará siempre
con energía , toda suposición ofensiva para aquella a
quien he visto nacer y crecer tan bella de alma co
mo de cuerpo .
- Amigo mío, las apariencias ....
-¡Estamos tan expuestos a engañarnos juz
gando sólo por ellas!
-
- El hecho es que la familia de Gustavo no
podrá reconciliarse jamás con la de Lurruzátegui ,
-interrumpió la señora de Gonzáles, - y aseguro a
ustedes que me tiene en extremo desazonada la idea .
de que sean mis salones el lugar en que se encuentren
por primera vez , Armando y Carlos de Peñablanca

- 84
Un drama singular

con Augusto Noble y las hermanas de Estela . Pero ..


la sociedad impone ciertos deberes: he sido siempre
amiga íntima de ambas familias y me era imposi
ble no invitar a unos y a otros.
-¿No se conocen?
- Eso es lo que no sé; pero no seré yo , por cier
to , quien me encargue de presentarlos mutuamente.
- Dime, tú que las conoces, preguntaba en otro
círculo de jóvenes solteras , -una de éstas, a la ma
yor de las señoritas Gonzáles - ¿Son en efecto muy
lindas las de Larruzátegui?
—¡Psst! ..... así ..... bonitas ..... como se en
cuentran en Lima a cada paso : unas rubiecitas sin
alma .
-Como no tienen roce de gentes ....
-Dicen que Estela las mantiene encerradas , y
que jamás han pisado la calle , ni para ir a misa .
-
Será porque no quiere que les cuenten aque
lla historia .....
-Y entonces ¿cómo las conoces tú?
- Es decir, no las conozco yo tampoco ; pues
aunque mamá es de antiguo muy amiga de la fami
lia, se retiró de su intimidad desde aquellos escán
dalos . ¿Comprendes?
-
- Ya lo creo . Pero , entonces ¿por qué las habéis
invitado para esta noche?
-Pues por eso mismo; porque el misterio en
que están envueltas es lo que les da tan grande
prestigio. Una vez que las conozcan se acabará el :
¡tan lindas! ¡ tan lindas ! Hay muchas que sin tener
esa fama son mejores que ellas.
-- Por cierto ....
-Yo estoy impaciente por conocerlas . ¿Ven
drán?
-Así lo han asegurado .
-¡Qué buenas bromas le voy a dar a mi primo
Enrique, que dice que son unas divinidades.
- Así , divinidades, temo mucho que se queden
para vestir santos , como su hermana Estela ....
Un murmullo de admiración anunció en ese
instante la llegada de Celia y de María.

-85---
L. Larriva de Llona

Por muy dispuesto que estuviera el ánimo de


los concurrentes a esperar que la belleza de ambas
niñas correspondiera a la celebridad de que goza
ban , sobrepasó en mucho la realidad a esas espe
ranzas.
Con sus blancos y vaporosos vestidos , sus la
zos color de cielo y una rosa menos fresca que sus
mejillas, salpicada de menudos brillantes a manera
de rocío y colocada con artístico gusto entre sus ru
bios cabellos, estaban adorables .
Su aire modesto sin ser tímido , y la inocente
curiosidad y alegría que revelaba todo su semblan
te, acabaron de conquistarles las generales sim
patías.
Al distinguir a la dueño de la casa que con la
más amable de sus sonrisas se adelantaba a reci
birlas, avanzó Augusto , dando un brazo a cada una
y se las presentó con un aire de tan justa satisfac
ción , que cualquiera lo habría tomado por su padre .
Un momento después todos los caballeros se
disputaban el honor de serles presentados y obte
ner la promesa de un baile .
Armando y Carlos llegaron con los últimos
convidados.

Como hemos visto ya, la anterior entrevista


de Carlos con Carmela, había dejado en el ánimo
del joven muy triste impresión . Le agobiaba co
mo un fatal presentimiento: sentía un profundo mal
estar moral; acusábase a sí propio, y a la verdad no
le faltaba razón para ello.
Comenzaba a comprender que había adelanta
do sus relaciones con Carmela, más de lo que de
biera: conocía que ella lo amaba inmensamente y
esto le mortificaba sobre manera porque no podía
menos de confesarse que sus sentimientos estaban
divididos; ya que la incógnita de la iglesia se pre
sentaba a su atormentado espíritu , con tanta fuer
za de atracción , por lo menos, como la pobre Car
mela . Todas estas reflexiones que le asaltaban a
cada instante, le tenían disgustado, casi enfermo y

-
- 86
Un drama singular

sólo a última hora se decidió a concurrir a la fiesta


de la señora de Gonzáles .
Dejamos a la penetración del lector el imagi
nar la sorpresa , el temor, la alegría , todos los sen
timientos encontrados que invadieron el alma de
Carlos, cuando descubrió entre los concurrentes a
dos de sus bellas desconocidas y que, precisamente,
era una de ellas la poseedora de aquellos ojos azu
les cuyas miradas no había podido olvidar.
Hacia ella iba a lanzarse , con la irreflexión y
la impetuosidad propias de su carácter, pero se de
tuvo. ¿Cómo transgredir las fórmulas sociales? Era
menester buscar una persona que se encargara de
presentarlo . Paseó sus miradas en derredor suyo
pero no tenía un amigo de confianza . ¿Se valdría
de las señoras de la casa? nó; instintivamente le
eran antipáticas. Y luego por ese pudor inherente
a todo amor verdadero , le disgustaba la idea de que
los extraños pudieran adivinar sus incipientes sen
timientos por esa niña.
Resolvió, pues , tras algunas vacilaciones , pre
sentarse por sí mismo .
Seguramente no le animaba poco a esta reso
lución , la esperanza de ser bien acogido, fundada en
el gozo que revelaron los ojos de Celia al recono
cerle .
En el momento en que Carlos , poniendo por
obra su pensamiento, se acercaba a las señoritas de
Larruzátegui , se ponía de pie María, cogida del bra
zo de su pareja, y quedaba Celia , entre un animado
grupo de niñas de su edad .
El hijo de Gustavo se acercó a ella y le ofreció
en silencio el brazo para la contradanza que en esos
momentos preludiaba la orquesta .
Celia aceptó la invitación , teñidas de vivo ru
bor sus mejillas .
Intentar describir el asombro de todas las per
sonas instruídas de los sucesos que debían hacer
dos enemigos irreconciliables de Carlos y Celia , al
verlos atravesar el salón apoyados el uno en el bra

- 87--
L. Larriva de Llona

zo del otro , y sonríendose mutuamente con dulzu


ra, sería cosa imposible .
Un rumor nada benévolo iba levantándose a
su paso, mientras ellos , agenos por completo a la
impresión que producían , iban a tomar su puesto
en la contradanza.
Todos se deshacían en conjeturas, y nadie po
día comprender, cómo Carlos , olvidando el respeto
debido a la memoria de su padre, podía transigir
con las hijas del marqués de Val de Flores hasta el
punto de hacer alarde de su amistad y predilección
por ellas , ante lo más selecto de la sociedad limeña .
Pero quienes pudieron ocultar menos que na
die su desagrado, fueron las señoritas de Gonzáles ,
que habían concebido respecto a los jóvenes de
Peñablanca, ciertos proyectos para cuya consecución
organizaron principalmente ese baile, y los que te
mían fracasaran , al menos en parte, con la extraña
preferencia del sobrino de Armando .
Ya el extraordinario éxito alcanzado entre la
parte masculina de la concurrencia, por la indiscu
tible belleza de las gemelas, había despertado fuer
temente su envidia y sólo se necesitaba de este úl
timo golpe, para acabar de predisponerlas en con
tra suya .
Adivinando, con el perspicaz instinto femeni
no, que la situación en que se había colocado Car
los no podía provenir sino de ignorancia , resolvie
ron instruír inmediatamente a Armando de lo que
pasaba .
Al efecto, y después de haber dejado transcu
rrir algunos momentos a fin de que se hiciera más
público el incidente, se acercaron al pensativo jo
ven que, de pie y apoyado en un mueble, seguía
con afectuosa mirada a su sobrino y a la linda niña
que le servía de pareja.
Dejemos para más adelante el describir el efec
to que la maligna revelación produjo en el ánimo
de Armando, y escuchemos el diálogo que , en los
momentos en que las figuras del baile lo permiten ,
tiene lugar entre Carlos y Celia, sobre cuyas cabe
zas llenas de las risueñas ilusiones de la adolescen
cia, cernía ya la tempestad sus negras alas.
XIII

Fatalidad

-Bendigo mi estrella, comenzó diciendo el


enamorado joven , cuyas facultades , embargadas por
la emoción , no encontraban más que estas triviales
palabras para dar comienzo a la declaración ansia
da; - bendigo mi estrella, que me ha traído aquí es
ta noche, proporcionándome la dicha inefable de
ver a Ud. por segunda vez. ¿Quizás no recuerda Ud.
cuál fué la primera?
-¡Ah, sí!
Celia era demasiado inocente para hacer uso de
la coquetería que consiste en manifestarse indife
rente u olvidadiza en determinadas ocasiones.
-¿La recuerda Ud.? ¿Es posible? ¿Seré tan
afortunado que haya merecido fijar la atención de
Ud . en aquellos rápidos momentos en que la ví en
la iglesia?
-No tiene eso nada de extraño : también Ud .
se fijó en mí, según acaba de decírmelo.
- Es que para no ver a Ud . habría sido menes
ter estar ciego, y para no conservar eternamente su
recuerdo después de haberla mirado, sería necesa
rio no tener corazón .
Como se ve, la pobre Carmela se hallaba en ese
instante a cien leguas de la memoria de su amado .
En cuanto a Celia, eran esas las primeras pala
bras de amor que sonaban en sus oídos y , para dicha

- 89 - 18
L. Larriva de Llona

suya, le eran dirigidas , precisamente, por el hom


bre que tan honda impresión había causado en su
virgen alma , desde el primer instante en que le co
nociera .
Todos nuestros lectores , pues, y muy en espe
cial nuestras lectoras, se harán cargo de su arroba
miento al escucharlas y comprenderán que el exce
so de su alegría cortaba la voz en su garganta y ca
si le impedía responder.
-¡Caballero! ........ fué la única palabra que
pudo articular , ruborizada por completo bajo las ar
dientes miradas de Carlos .
Por fortuna, era llegado su turno en la contra
danza y tuvo tiempo mientras hacía la figura co
rrespondiente , de reponerse un tanto de su tur
bación.
-¡Oh ! no tome Ud . por Dios , mis frases como
una simple galantería , - continuó Carlos con vehe
mencia - nó , ellas son dictadas por un sentimien
to profundo; pero necesito una palabra de usted pa
ra alentar este amor que hará la felicidad de mi vi
da, si alcanza correspondencia . Dígame Ud . siquie
ra, que ha pensado en mí algunos momentos desde
aquél en que nos vimos por vez primera .... . .
-Sí que he pensado , y una de las razones que
me hacían desear el venir a este baile, era el presen
timiento de que había de encontrarle a Ud . en él .
Esta confesión hecha con tanto candor y es
pontaneidad , puso a Carlos en el colmo de la ale
gría. Ya no podía caberle la menor duda de que era
amado.
- Quiero conocer a sus padres , dijo . Muéstre
melos Ud . y yo mismo me presentaré a ellos .
Una sombra de tristeza pasó por la pura frente
de Celia.
- - Yo no tengo padres, contestó .
-¿No? pues esa es una nueva simpatía de
nuestro destino , porque tampoco los tengo yo . Pe
ro entonces .....
- Hemos venido con nuestro tío , - se apresuró
a decir Celia , adivinando la pregunta que Carlos no

- 90-
Un drama singular

había acabado de formular. Y ahora, es una doble


felicidad para mí la reciente llegada de él, porque
sin esta circunstancia no podríamos ver a Ud . en
casa; nuestra hermana mayor vive completamente
alejada de la sociedad , desde hace mucho tiempo y
nosotras solas no habríamos podido recibir visitas .
-¿Es también hermana de Ud . la otra señori
ta que las acompañaba esa feliz mañana? - conti
nuó Carlos anudando el interrumpido diálogo , des
pués de un corto silencio a que los obligó el baile.
-Sí, y casi nuestra madre; huérfanas desde
la más tierna infancia, Estela ha reemplazado desde
entonces a la madre que perdimos .
-¿Se llama Estela?
Y Carlos no pudo reprimir un gesto de sorpre
sa y de disgusto .
-¿No le agrada a Ud . ese nombre?
-No puede agradarme, contestó Carlos . Y
creyendo propicia la ocasión para decir, a su amada
su nombre y su rango , e inquirir a su vez los de
ella, que no había tenido tiempo de indagar, con
tinuó exhalando un suspiro, - la mujer causa de mi
mayor desgracia , la única a quien jamás podré mi
rar sin que una chispa de indignación brote en mi
pecho , se llama Estela .
Celia se sintió sobrecogida de un extraño te
mor al oír a Carlos . Un vago presentimiento le im
pedía preguntar qué clase de mal era el que aque
lla mujer, que tenía el mismo bello nombre de su
hermana, había causado a su amante y permane
ció muda y helada aguardando a que éste acabara
de esplicarse, con esa indefinible angustia que nos
abruma en los instantes supremos de nuestra exis
tencia.
El prosiguió con acento grave , en el que se tras
lucían a la vez la orgullosa satisfacción de revelar
su ilustre apellido y el sentimiento de indignación
y de tristeza que el recuerdo de la catástrofe de su
niñez había levantado en su alma:
- Podrá Ud . juzgar de la justicia de mi anti

G - 91 .-
L. Larriva de Llona

patía por ese nombre, cuando sepa que soy el hijo


de Gustavo de Peñablanca .
Un rayo que hubiera caído en ese instante a
los pies de Celia , no le habría causado , seguramente ,
tan terrible trastorno como las palabras de Carlos .
Un estremecimiento mortal recorrió todos sus
miembros , la sala entera comenzó a dar vueltas en
torno suyo y le pareció que quedaba en tinieblas .
Quiso hablar y las palabras se le ahogaron en la
garganta ....... Se creyó presa de una terrible pe
sadilla, porque ¿cómo imaginarse que aquellas fra
ses tan tremendamente acusadoras fueran dirigi
das contra esa hermana a quien ella estaba acos
tumbrada a considerar como un angel?
Hay momentos en la vida que deben contarse
por una eternidad, y éste fué uno de ellos para la
pobre criatura .
Por fortuna había terminado la contradanza y
Carlos , que notando el repentino malestar de Celia,
lo atribuyó a una ligera indisposición producida
por el calor y el punzante aroma de las flores , se
apresuró a llevarla a tomar un refresco .
Ella parecía haber perdido la conciencia de su
sér y se dejaba conducir como un autómata . Pero
cuando el joven , presentándole una copa la instaba
con dulces palabras a que la aceptara , pareció vol
ver a la razón y rechazándola con una mano y sol
tando al propio tiempo el brazo que le servía de
apoyo, dijo con voz alterada y acompañando sus
palabras con una firme mirada:
- Caballero , aquella Estela de la que tanto mal
acaba Ud . de decir, es mi hermana . Conozco el des
graciado acontecimiento que privó a Ud . de su pa
dre, pero ignoro las causas que le motivaron . Sin
embargo, sean ellas las que fueren , me atrevería a
jurar por la memoria del mío, que la antigua pro
metida de Gustavo de Peñablanca es inocente de
toda falta que la maledicencia pueda imputarle .
¡Bien se ve que no conoce a Estela de Larruzátegui ,
quien se atreve a afirmar lo contrario! ..... Por lo
demás, ――― continuó bajando la voz y dulcificando su

――
- 92
Un drama singular


acento , perdono a Ud . de todo corazón la injuria
que le infiere, porque el dolor suele hacernos injus
tos y perdono a Ud . , igualmente , el daño que me ha
hecho ...... ¿Por qué nos hemos encontrado en la
vida , si nuestro destino había puesto semejante mu
ralla entre nuestros corazones?
Y Celia, con una fuerza de ánimo de que no se
la habría creído capaz atendidos sus cortos años y
consiguiente inexperiencia, se despidió de Carlos ,
con una larga y elocuente mirada y fué a reunirse
con su hermana y Augusto que enterados ya de lo
que ocurría, venían a su encuentro y en cuya com
pañía abandonó pocos momentos después el baile ,
pretextando una ligera indisposición .
Por lo que hace a Carlos, permaneció por algún
rato clavado en el sitio en que le dejara Celia: pare
cía haberse convertido en estatua .
¿Qué fatalidad le había hecho enamorarse de
una mujer a la cual le estaba prohibido unir su
suerte? ¿Era acaso un castigo de la Providencia por
su infidelidad a Carmela?
- «Perdono a Ud . ," - le había dicho la hija del
marqués de Val de Flores, la hermana de la traido
ra Estela, y él la había dejado alejarse, sin fuerzas
para contestarle una palabra. - « ¡ Perdono a Ud . ! "
como si no fuera él el ofendido , como si no fuera él
el que podía hacer uso del derecho de perdonar a
toda esa familia! .....
Quién sabe hasta donde le habrían llevado sus
amargas reflexiones, a no haberse sentido tomado
por un brazo y arrastrado fuera de los salones , por
Armando.
Una vez en la calle, cuando el ambiente fresco
de la noche hubo calmado un tanto su agitación in
terna y oreado su abrasada frente, se detuvo , y po
niendo ambas manos sobre los hombros de su tío y
mirándole fijamente
-¿Sabes? .... le preguntó .
- Todo.
Fué cuanto se dijeron , continuando luego su
camino hasta llegar a su casa.
XIV

¡ Siempre Estela !

¿Quién será capaz de dar una idea , siquiera


aproximada , de los pensamientos que asaltaron du
rante las últimas horas de esa noche terrible, a Ar
mando y a Carlos de Peñablanca? ¿Qué pluma se
atreverá a describir las punzantes angustias , las
mortales ansias, de esos espíritus agobiados bajo
el peso de una desgracia tan fatal como inmerecida?
Muy poco conocimiento del corazón humano
demostraría aquel que supusiera que bastó a ambos
jóvenes saber el nombre de las mujeres a quienes
amaban, para que se borrara la impresión que en sus
pechos habían ellas producido .
Nó, nó es esa la condición de las pasiones del
hombre, las que suelen aumentar su intensidad en
proporción de los obstáculos con que tienen que
luchar, y he aquí la causa de los crueles sufrimien
tos del hermano y del hijo de Gustavo .
Mientras con mayor empeño , evocaba Armando
el recuerdo del antiguo novio de Estela como una
egida contra el amor que le abrasaba, con más fuerza
de atracción se ofrecía ante sus ojos la imagen celes
tial de aquella misma mujer en cuya frente creía él
ver irradiar la pureza de los ángeles .
Era ya entrado el día , cuando saliendo del dolo
roso ensimismamiento en que hasta entonces había
estado sumergido , interrogó a Carlos sobre los por
menores del incidente con Celia.

―― 95
――――
L. Larriva de Llona

-¿Y si en efecto fuera inocente Estela? -excla .


mó con inquieto afán, después de haber escuchado
atentamente el relato de su sobrino, -¿si fuera ino
cente?
-
Eso mismo pienso yo . ¡ Si fuera inocente! ¿No
pudieron engañar a todos las apariencias?
- Pues es preciso saber la verdad a toda costa .
-Sí , pero ¿qué medios emplear para conse
guirlo?
- Desgraciadamente esa historia ha quedado
envuelta en tan profundo misterio, que nosotros no
sabemos casi nada más de ella, que su horrible des
enlace, y las personas indiferentes se hallan aún me
nos instruídas .
- Por lo que hace al duelo, todos están acor
des en asegurar que el marqués se portó de un modo
irreprochable ....
-¡Y yo, yo, -continuó Armando con creciente
exaltación , -yo , que no había amado hasta ahora; yo,
que temiendo la suerte de mi pobre hermano, guar
daba mi corazón de la mujer como de una sierpe
venenosa, me encuentro de repente enamorado, pro
funda, ardientemente enamorado de la única de
quien debiera huír; de la única en quien me estaba
vedado poner los ojos ! .... Un fatal presentimiento
me advirtió de mi desgracia desde el instante en
que mis miradas se cruzaron con las suyas ; pero ha
sido en vano cuanto he luchado; en vano cuanto he
atormentado mi espíritu rebelde, pues desde que
ella se apoderó de mi albedrío no he logrado recon
quistarlo ni por un momento ...... Y hoy , Carlos,
hoy mismo, después de saber quien es, siento que la
amo de tal manera, que creo - ¡ Dios me perdone! -
que ni aun adquiriendo la certidumbre de que es
culpable, podría dejar de amarla .....
Armando calló un instante , y respiró con fuerza
como para ensanchar su oprimido pecho . Luego pro
siguió, tendiendo una mano a su sobrino por sobre
la mesa ante la cual se hallaban ambos sentados .
-Y tú, mi pobre Carlos, tú también .... pero
nó, tú amas a Carmela y por dicha tu afición a la

- 96 -
---
Un drama singular

hermana de Estela no puede ser sino una pasajera


ilusión ....
Carlos movió tristemente la cabeza .
-Mi verdadero amor es Celia , dijo; esta noche
pasada me he convencido de ello . En cuanto a Car
mela , no puedo definir el sentimiento que me inspira,
pero de seguro no es esa pasión profunda y avasa
lladora que llena todo nuestro sér y embarga todas
nuestras potencias . Quizá es sólo compasión porque
la sé desgraciada; tal vez es gratitud , porque no se
me oculta que ella me ama sincera y apasionada
mente ....
" —¡Una carta para mi amito Carlos ! —dijo , en es
te instante, entreabriendo una puerta y asomando
por ella su inteligente rostro , un negrito como de
doce años , vestido con lujosa librea.
-¡Una carta!, -exclamaron a un tiempo am
-
bos jóvenes , y se lanzaron simultáneamente a
cogerla con instintiva ansiedad .
---- Es de Carmela , dijo Carlos , reconociendo la
letra.
Abrióla y se dispuso a leerla con aire casi indi
ferente, aunque extrañando lo voluminoso de ella .
De pronto lanzó un grito , y sin decir palabra , se
puso de pie y colocó con mano trémula la abierta
carta ante los ojos de Armando . Juntos leyeron las
siguientes páginas con una emoción más fácil de
comprenderse, que de explicarse:

«Carlos, mi Carlos adorado :


«Si es verdad que me amas como tántas veces
me lo has jurado, si es verdad que tu corazón corres
ponde al mío tan tiernamente como me lo has hecho
creer, prepárate a sufrir un gran dolor.
«Carlos, mi buen Carlos , nuestro amor es impo
sible. Tal es la cruelísima sentencia que desde ano
che pesa sobre mí como la losa de un sepulcro.
«¡Nuestro amor es imposible! ¿Por qué? No lo sé;
pero te juro que yo descubriré este misterio, cuéste
me lo que me costare .
«Perdona la incoherencia de estas líneas . Al

- 97JON 14
L. Larriva de Llona

recibir el golpe que me ha herido de muerte , no he


pensado en más que en poner en tu conocimiento lo
ocurrido, y he tomado la pluma sin poder todavía
coordinar mis ideas.
"¿Conoces, amado mío , al padre Bernardo? Es
un anciano sacerdote que en su larga y virtuosa vida
ha conquistado el renombre de santo. Todos le aman,
todos le respetan . Me conoció en la cuna y acostum
brada yo desde que abrí los ojos a la luz de la razón
a considerarle como un oráculo , él ha dirigido siem
pre mi conciencia sin que jamás haya habido en ella
nada oculto para él , hasta el día en que te conocí y
te amé.
"Instintivamente callé mis sentimientos hacia tí.
¿Por qué? No lo sé; pero, mis labios se resistían a ha
cer esa confidencia al buen viejo que nunca había te
nido para mí, sino palabras de indulgencia y de cariño .
Tú sabes que tampoco he hablado jamás de
ello a Fermín , ni a mi madrina , pero tengo la convic
ción de que son éstos quienes , adivinando mi secre
to , lo han revelado al sacerdote.
"Ayer vino éste a verme y encontrándome sola
me amonestó con dulzura por mi poca confianza en
él , obligándome a abrirle por completo mi corazón .
«Se lo confesé todo .... ¿Qué es ello, pues?
Nuestro mutuo amor, tus sanos propósitos y, por
último , la resistencia que hallas en mí para formali
zar nuestras relaciones, fundada en la probable obscu
ridad de mi nacimiento .
-Siempre el maléfico orgullo ! - me dijo al ofr
mis escrúpulos; y tratando de dar a su voz , afec
tuosa siempre que a mí se dirige , un acento de seve
-
ridad, ya arreglaremos todo eso de la mejor mane
ra posible , aunque no lo merece Ud. , señora sober
bia, - agregó, dándome unas suaves palmadas en el
hombro . El parece digno de tí, según lo que me re
fieres .... Pero aún no me has dicho su nombre, hi
ja mía .
«Era verdad.
- « Carlos de Peñablanca , - le dije , animada por
sus anteriores frases , casi gozosa .

- 98
Un drama singular

"Imposible me sería describirte el cambio que


al oír tu nombre, tan caro a mi corazón , se operó en
la fisonomía del padre Bernardo . Se puso de pie vio
lentamente; intensa palidez cubrió su rostro y sus
facciones se demudaron por completo .
«Yo le observaba silenciosa y atemorizada.
«Después de algunos segundos en que no des
plegó los labios, pero durante los cuales expresó su
semblante la mayor consternación , elevó los ojos al
Cielo y juntando las manos exclamó :
- "¡Hágase, Señor, tu santa voluntad!
«Luego se volvió hacia mí, que seguía mirán
dole sobrecogida y estupefacta , sin acertar a com
prender lo que pasaba por su alma, y me dijo, to
mando mi cabeza entre sus manos y acercándola a
su pecho con más ternura aún que de costumbre:
- «Ese amor es imposible, hija querida.
-
"¿Imposible, padre mío? - murmuré con voz
desfallecida, y aguardaba una explicación , pero
aguardé en vano pues él se contentó con repetir,
mientras me apretaba más fuertemente contra su
seno cual si quisiera escudarme ante un inminente
peligro .
- «¡ Sí , imposible , Carmela , imposible! Si me
fuera lícito revelarte los motivos que se oponen a
tus amores con Carlos de Peñablanca, - continuó,
verías que existe un abismo insalvable entre ustedes
dos, y tú misma , estoy seguro de ello , retrocederías
horrorizada; pero no me es dado hablar, al menos
por ahora.
«Una terrible reacción se había operado en mí
durante sus últimas palabras . Al abatimiento pri
mero sucedió una desesperación estrepitosa . Lancé
un grito de inmenso dolor que resonó en mis oídos
con eco extraño y horrible , y me arrojé sobre un
sofá mesándome los cabellos y acusando fieramente
a Fermín, a mi madrina y al mismo padre Bernardo
de mi desgracia .
« Este último , ayudado de Fermín , que entró en
esos momentos , trataron en vano , por largo rato , de

99
L. Larriva de Llona

calmar un dolor que sólo cedió, aparentemente, cuan


do rendido el cuerpo a la fatiga, vino en su auxilio
el sueño ....
"A los primeros destellos del alba, desperté .
«¡Tú no sabes, Carlos, ¡y nunca lo sepas! - lo
que es un despertar así!
"¿Por qué no me he muerto durante el sueño?
Volví a cerrar los ojos y hundí de nuevo el rostro en
mi almohada, para no ver la claridad del día ....
Pero todos esos esfuerzos para alejar de mí la desga
rradora realidad fueron vanos, pues ella se presentó
a mi mente al instante y recordé con todos sus deta
lles la escena de la víspera ....
"¿Comprendes ahora mi desesperación? ¿Com
prendes lo que sufro, no sólo por mí, sino también
y más aún, por tí, adorado de mi alma? ¿Qué he he
cho yo para ser tan desgraciada? ¿Qué fatalidad pesa
sobre mí? ¿Qué puede haber habido de común entre
tu familia y la mía? ¿Qué misterio es este que me
rodea? ¿Por qué me mantienen en esta obscuridad , y
con qué derecho? ¿Es acaso mi madrina la que se
opone a que sepa yo la verdad?
« Mi cabeza es un caos que sólo ilumina un rayo
de luz: mi amor hacia tí . Mas alumbrada por él , yo
marcharé con pie seguro hasta el fin del camino des
conocido que voy a emprender. Pero tú, tú también
me ayudarás , Carlos mío , a penetrar en ese tene
broso abismo ¿no es verdad? Pues me quieren obligar
a que te olvide, sin darme siquiera una razón plau
sible para ello , yo me creo desde ahora desligada
para con los que así proceden , de todos los lazos que
hasta aquí nos unían .
«Como última tentativa, me propongo presen
tarme mañana mismo en la casa de los marqueses
de Val de Flores , cuyo acceso me ha estado siempre
vedado, y hablar a mi madrina, a Estela de Larru
--
zátegui , - no tengo ya por qué callar su nombre ,
con toda la firmeza de que soy capaz ..... ??
Al llegar aquí, la carta se cayó de manos de
Carlos y él mismo tuvo que apelar a toda su energía
para no caer desvanecido .

――――――――――- 100 -
Un drama singular

Armando, más blanco que la cera , recogió la


carta y volvió a leer las últimas líneas que de ella
hemos copiado, como si su razón se negara a com
prender lo que los ojos miraban estampado en esos
renglones.
-¡Siempre Estela! - exclamaron los dos a un
tiempo¿Estamos, pues, condenados a ver interpo
nerse la funesta sombra de esa mujer en todos nues
tros sueños de felicidad , como una visión maléfica?
dijo Armando.
-¿Qué lazos misteriosos son esos que la unen
a Carmela? ¿Tendrán ellos relación con la muerte de
mi padre?
- Seguramente, pues el nacimiento de esa niña
coincide con la fecha de aquel fatal suceso . Ella es
hija de Estela, a no dudarlo , Carlos . Así comienzo yo
a explicarme aquel horrible enigma .
Carlos bajó la cabeza como si no pudiera resistir
el peso de los pensamientos que la suposición de su
tío hacía surgir en su cerebro .
-¿Pero entónces? .... balbuceó , - ¿quién es su
padre? ¿Sería, por acaso , hermana mía Carmela? Nó;
me lo habría anunciado el corazón . No hay, por
cierto, nada de fraternal en el cariño que me ha
inspirado esa criatura . Te he dicho ya que ha sido
más bien una alucinación de los sentidos , produ
cida por su espléndida belleza .... la necesidad de
amar que existía en mi sér y que , al verla, se fingió
un ídolo; .... pero te repito que , conocí a Celia y
todo aquéllo desapareció como desaparece un fuego
fatuo ante los rayos del sol . Más todavía : desde hace
un momento, casi me siento dispuesto a aborrecer
a esa niña tan sólo porque un vago presentimiento
me hace ver en ella a la causa, aunque inocente, de
nuestra desgracia.
-Y.... ¿si fuera ella hija de Estela, pero no de
tu padre? Algo me insinuaron por entonces las car
tas de ciertos parientes y amigos , de un rival prefe
rido de Gustavo .... aún creo que sé su nombre ....
Augusto Noble, me parece ....
-¡El tío de sus hermanas! ¡ El tío de Celia! ¡Sí!

- 101 ――-
L. Larriva de Llona

Esa es la traición de que habla en su carta , mi pa


dre ....
-
- Pero por otra parte , asegura él en ese mismo
escrito, que ha sido calumniado; y que a dicha ca
lumnia debióse la ruptura del compromiso matrimo
nial y las fatales consecuencias que se siguieron . ¿Si
ella era la culpable ¿por qué calumniarlo a él? ¿Com
prendes tú ese refinamiento de maldad?
- He de confesarte que yo no comprendo nada ,
nada .... que mi cerebro se extravía ... y que ....
-Pues bien - dijo Armando, con tono resuelto
y asiéndose como el náufrago del primer objeto que
halla a su alcance , en su tremenda lucha con el feroz
elemento , - se me ocurre una idea : escribamos a Es
tela. A desesperado mal , desesperado remedio . Puede
ser que tenga pruebas que la justifiquen . Ella me ha
reconocido, sin duda . Ahora comprendo la razón del
vivo rubor que tiñó su semblante la primera vez que
sus ojos se fijaron en mí, y que yo , -¡insensato! —
traduje por la expresión de una súbita simpatía. Soy
tan parecido a tu padre que ella no ha podido menos
de reconocerme. Sí, no hay duda : Estela ha adivi
nado quien soy, pero lo que no ha podido adivinar,
seguramente , es la impresión que en mi alma ha
hecho su incomparable hermosura .... Carlos, estoy
decidido : le escribiré.
Como se ve , la resolución no podía ser más
absurda y descabellada : por eso la hemos comparado
a un asidero de náufrago .
He aquí la carta.
XV

Culmina el drama

«Señorita:

«Hace catorce años que el hombre a quien cir


cunstancias extraordinarias, obligan hoy a dirigir
a Ud . estas líneas, era muy joven , casi un niño . Pri
vado desde tierna edad de sus padres, recibía allen
de los mares, los beneficios de la ilustración en una
de las capitales de la civilizada Europa , y sólo tenía
sobre la tierra dos seres a quienes amaba con todas
las fuerzas de su alma : el uno era una criatura de
corta edad , el hijo de su único hermano , y el otro
era ese mismo hermano.
«Usted sabe, señorita , que este último era viu
do , que sólo contaba veintiseis años , que amaba con
todo su corazón , con toda su alma , con las fuerzas
todas de su sér , a una mujer bella como las concep
ciones de los poetas, y que se hallaba próximo a con
traer segundas nupcias , que por el amor eran las
primeras , con aquella a quien había elegido para
compañera de su vida y la cual parecía corresponder
a su afecto con igual pureza e intensidad .
«Todo eso lo sé yo también . ¡ Podría mostrar a
Ud . tantas cartas , en que me hablaba de sus amo
res, de sus esperanzas, de sus ilusiones , de su feli
cidad, en fin! ...
«Su hijo y yo amábamos asimismo a esa dulce
-
criatura en quien estaba cifrada toda su dicha — la
dicha de los tres porque nuestros corazones esta

-- 103 ―――
L. Larriva de Llona

ban tan estrechamente unidos por el cariño , que


puede decirse que no formaban más que uno para
el placer o para el dolor.
«Sí, para nosotros era también ella , el angel
de la ventura, como solía llamarla su apasionado
amante.
«¿Ha visto Ud . alguna vez surgir de repente
sin que ningún anuncio la preceda, una terrible.
tempestad en medio de un hermoso día de verano?
Tal es la imagen fiel de nuestra suerte: risueños ,
felices , llenos de halagadoras ilusiones , y sin con
suelo, dolorida el alma , desesperados, un momento
después .
«El padre de la mujer a quien tánto amaba él ,
el padre de Ud . , señorita , por causas que hasta aho
ra han quedado ocultas para todo el mundo, se ba
tió en duelo con Gustavo de Peñablanca y segó en
flor la vida del más noble y generoso de los hom
bres, dejando con esa muerte, sin apoyo ninguno en
la tierra a dos inocentes criaturas, que se encontra
ban muy lejos , allá, al otro lado del Océano ....
"Momentos antes de morir trazó mi infeliz her
-
mano algunas líneas, -su único testamento , — y
esas líneas que conservo siempre junto a mi cora
zón , la acusan a Ud . Pero como al mismo tiempo
implora en ellas el perdón para la mujer a quien
tanto amó, no habría Ud . oído jamás de nuestros
labios la menor palabra de reproche, si las circuns
tancias extrordinariamente excepcionales en que nos
hallamos, no nos forzaran a quebrantar nuestro pri
mer propósito.
"Lo que me resta que decir a Ud . me es tan di
fícil que si hubiera algún medio de que Ud . lo adi
vinara sin necesidad de confesarlo yo , me vería ali
viado de un gran peso.
«Desgraciadamente, no es esto posible y me re
signo a mi suerte.
"Hace ocho días que ví a Ud . por primera vez .
No sabía entonces su nombre, y estaba muy lejos
de adivinar que la mujer con rostro de angel que ,

- - 104 -
―――
Un drama singular

como una aparición celeste se presentó a mis asom


brados ojos, fuera Estela de Larruzátegui .
" Mi corazón desfallece y mi mano tiembla al
llegar a este punto ...... Y a Ud . , Estela , ¿qué im
presión le producirá la confesión que va a leer?
"Ver a Ud. y amarla fué obra de un segundo .
Mi alma, virgen hasta ese instante de todo senti
miento de ese género , se sintió avasallada por la
más intensa y profunda pasión de que puede ser
capaz un hombre.
« Durante una semana no he respirado más que
por Ud . ni he vivido más que de su recuerdo : todo
mi anhelo era volver a verla : anegar de nuevo mis
ojos, bañar mi sér entero en los resplandores de su
hermosura. La había convertido a Ud . en un ídolo
cuyo santuario era mi corazón ....... ¡ Juzgue Ud .
de mi dolor, cuando una fatal e inesperada casua
lidad me ha revelado anoche su nombre!
«Ya sabrá Ud. a estas horas el penosísimo in
cidente ocurrido en el baile de la señora de Gonzá
les; pero eso no es todo : falta aún el complemento
de esta historia que forjada por un novelista , pare
cería inverosímil parto de calenturiento cerebro .
Los concurrentes a la fiesta citada no han podido
ver todo lo que había de dramático en ese encuen
tro de los miembros de dos familias que, teniendo
motivos para odiarse, se acercaron los unos a los
otros en actitud afectuosa e inconscientes de lo que
hacían . Hay en este incidente algo que puede com
pararse a aquellas escenas de las tragedias antiguas
en las que eran los personajes, juguetes del ciego
e inexorable Destino, y que yo voy a hacer saber
a Ud.
-- «Carlos de Peñablanca , mi amado sobrino , he
redero del nombre y de la fortuna de su padre, como
lo es de su hermoso corazón y de su noble caracter ,
aquel bello niño, a quien Ud . acarició, más de una
vez, en sus horas de expansión amorosa, Carlos de
Peñablanca , transformado ya en un hombre , había
sentido latir su pecho a impulsos de un primer

― 105―
15
L. Larriva de Llona

amor y - fatal coincidencia la mujer por quien


suspiraba era hermana de Ud .
« El ignoraba su nombre y he aquí explicada la
predilección que justamente provocó el asombro de
la familia de Gonzáles y de sus invitados .
"Antes de conocer a Ud. y a sus hermanas , an
tes de que mi sobrino se sintiera irresistiblemente
atraído por la belleza de Celia de Larruzátegui ,
- que , como la de Ud . , que como la de todas las mu
jeres de su familia, parece un dón fatídico de la na
turaleza, conoció a una muchacha oscura y desva
lida, según las apariencias .
«Su voluptuosa hermosura , el poder que ejer
cen siempre la inocencia y la desgracia en un pe
cho bien nacido y sobre todo la vehemente pasión
que concibió ella por Carlos y que su candor casi
infantil no le permitió ocultar , arrastraron al pobre
joven con una ligereza disculpable en su edad , a fo
mentar unos amores que con su rectitud no des
mentida jamás, decidió cortar en cuanto conoció a
la hermana de Ud.
« Hoy , abrumados aún por el golpe sufrido en
el baile de la señora viuda de Gonzáles , sabemos
de repente, que Carmela se halla unida a Ud . por
lazos tan misteriosos, como es misterioso cuanto a
Ud. concierne .
"¿Qué creer? ¿Qué pensar? Por momentos me
he imaginado ser el juguete de una pesadilla ......
Mi desesperación no conoce límites, y al fin , des
pués de haber pasado una noche poblada de calen
turientas visiones , después de luchar conmigo mis
mo hasta sentir agotadas mis fuerzas físicas y mo
rales, sin poder alcanzar el triunfo que deseaba so
bre mis propios sentimientos, me he decidido a
adoptar el único medio que mi febril imaginación
me sugiere para salir de este caos: escribir a Ud.
pidiéndole que se justifique , si esto le es posible , de
los tremendos cargos que sobre Ud. pesan .
"¡De rodillas se lo suplico , Estela! .... Dígame
Ud. que es inocente; pruebe Ud . que las apariencias
nos han engañado a todos; que no ha sido Ud . ja

· 106 -
Un drama singular

más indigna del amor de mi hermano, y que yo


puedo amarla, también , sin ofender su memoria. Di
ga Ud. todo esto, y yo la creeré, a pocos esfuerzos
que haga, porque necesito creerla como necesito.
de la luz que me alumbra y del aire que respiro ,
puesto que es imposible arrancar de mi corazón es
te amor que por completo le tiene dominado!
«Cierro esta carta y la envío sin atreverme a
leerla, porque tengo miedo de ver lo que he escrito.
« Mi vida , mi razón , que es más que la vida , es
tán en manos de Ud . ¿Será Ud . el angel bueno que
me restituya la dicha y la tranquilidad perdidas , o
el mal genio encargado de castigar en nosotros , crí
menes cometidos por nuestros ascendientes?

"Armando de Peñablancan .

Puede juzgarse por la precedente carta, del es


tado de viva excitación , casi de delirio , en que los
singulares acontecimientos, referidos en los últi
mos capítulos , habían puesto al pobre Armando .
Su naturaleza , impresionable y nerviosa , terri
blemente sacudida por tan raros sucesos , por tan
fuertes y encontradas pasiones , comenzaba a sen
tir alarmante desequilibrio y en verdad no exage
raba nada, al decir que temía por su razón y por su
vida.
XVI

Explicaciones

Detengámonos un instante a examinar la si


tuación de Estela, a fin de poder comprender mejor
los acontecimientos que han de seguirse.
Suponemos que el lector , aunque no haya po
dido todavía desatar el nudo principal del drama
que narramos, se hallará a la hora presente perfec
tamente convencido de la inocencia de nuestra he
roína.
No insistiremos pues, sobre este punto ; pero
hay otros muy importantes que es tiempo ya de po
ner en claro .
¿Qué nueva y extraña lucha se libraba en esos
momentos en el espíritu de Estela? ¿Por qué, des
pués de haber llamado espontáneamente a Augusto
Noble, y ofrecidole de la manera más explícita y ter
minante la dicha a que el enamorado joven había
aspirado en vano , por tan largo tiempo, trataba
ahora, al parecer, de eludir ese compromiso?
Antes de responder a estas preguntas, narre
mos en pocas palabras , la historia de Augusto en
sus relaciones con Estela.
Hermano de Margarita Noble y, como ella, ami
go y compañero de infancia de la señorita de La
rruzátegui , había concebido por ésta desde muy ni
ño, un amor que el tiempo y la contemplación con
tínua de las prendas físicas y morales de la intere
sante niña, convirtieron en un culto casi idolátrico .
Estela , en cambio, sólo correspondía a sus ar

- 109-
L. Larriva de Llona

dientes manifestaciones, con el suave y tranquilo


afecto de una hermana.
El matrimonio del marqués de Val de Flores
con Margarita, que sirvió de nuevo incentivo a la
pasión de Augusto, por cuanto le multiplicó las
ocasiones de estar al lado del objeto de su predilec
ción , fué sólo para ella otro lazo que fortificó el fra
ternal cariño que por Augusto sentía.
Verdad es, que éste jamás había confesado su
amor a Estela con palabras . Si alguna vez se acer
caba a ella con la intención de desahogar en vehe
mentes frases el profundo sentimiento que llena
ba su alma , no pudieron nunca sus labios llegar a
formular las que, entre tumultuosos latidos , pugna
ban por salir de su pecho, porque en los serenos ,
límpidos ojos de Estela, en la franca e inocente son
risa de su boca, se leía tan claramente cuan distan
te se hallaba ella de corresponder a su pasión , que
el desaliento le invadía y trémulo y sollozante co
rría a esconder su emoción encerrándose en su apo
sento.
Sin embargo , mientras Estela se conservó exen
ta de todo afecto de esa naturaleza , pudo el herma
no de Margarita considerarse feliz hasta cierto pun
to, porque la esperanza halagaba aún por interva
los con sus dulces promesas su pecho enamorado;
pero sono una hora fatal para él : Estela amó a su
vez.
Ella que no supo adivinar la ternura del alma
de Augusto , abrió la suya sin reservas y desde el
primer instante , al afecto que le brindó Gustavo de
Peñablanca .
Augusto con la clarividencia que dan los celos,
conoció el primero esa simpatía que , por otra parte ,
fué bien pronto del dominio público , pues Estela ,
que era naturalmente expansiva y que se sentía
orgullosa; de su elección , no hizo un misterio de su
cariño; pero tuvo él la suficiente grandeza de alma
para sacrificar su propia ventura a la de la mujer a
quien había consagrado una adoración sin límites .
Encerró, pues, su amor en lo más recóndito de

- 110 -
Un drama singular

su pecho, como en un santuario, y nadie, ni aun su


propia hermana , pudo traslucir su secreto . Dedicóse
en seguida a estudiar a Peñablanca con la escrupu
losidad con que lo hubiera hecho el padre más amo
roso con el hombre que solicitara ser marido de su
hija; y cuando adquirió el convencimiento de que
era aquél digno de Estela , puso el sello a su sacrifi
cio, ofreciéndole a Gustavo con toda la lealtad de su
noble carácter, la amistad más franca y más cordial .
Cuánto sufrió durante aquel tiempo el enamo
rado mozo, no hay para qué decirlo . La dichosa Es
tela, inconscientemente cruel, le hacía el confiden
te de sus temores , de sus esperanzas , de sus ilusio
nes ....
Si llegada la hora de la cotidiana visita de
Gustavo, tardaba éste algo , podía estar seguro Au
gusto de ver aparecer a Estela en su aposento, con
la inquietud pintada en el semblante , y oírla pre
guntarle con su acento más cariñoso :
-¿Por qué no vendrá aún Gustavo? ¿Sabes tú
dónde podrá estar? ¿No le has visto hoy?
-Acabo de separarme de él , -le contestaba in
defectiblemente Augusto , -no tardará.
Otras veces se acercaba a él y a media voz y
ruborosa, le decía:
-¿Quieres que te cuente lo que me ha dicho
hoy Carmen?
-Alguna tontería.
- Que Gustavo ha tenido otros amores y que
sólo por despecho se casa conmigo.
-- No es cierto eso. Gustavo no ha amado ja
más sino a tí.
-Sí, sí: esa es la verdad . ¡ Qué dicha! ¿Pero
por qué no querrá bien Carmen a Gustavo, y por qué
se gozará en decirme esas cosas?
- Carmen es envidiosa y mala , no le hagas
caso.
-Tienes razón . Tú sí quieres a Gustavo ¿no es
verdad? ¡ El te quiere tánto también! .... Pues ¿y yo?
No sabes tú el cariño que yo te profeso , Augusto :
tánto, como si fueras mi hermano; y más cada día

―― -
- 111
L. Larriva de Llona

mucho más, desde que veo lo bueno que eres con


Gustavo y conmigo . Oye : Margarita me ha dicho
que papá tiene acordado se verifique la boda el día
de mi próximo cumpleaños ¡ mira si estaré contenta !
Y con la irreflexiva alegría de sus diez y ocho
años , Estela batía las palmas y a veces llegaba has
ta a abrazar efusivamente a Augusto, o bien salía
corriendo al oír de pronto el conocido rumor de los
pasos de su novio, dejando al que ella llamaba her
mano, con la palabra en los labios.
En ocasiones , y sobre todo cuando circunstan
cias fortuitas mantenían alejado a Gustavo del la
do de su prometida más tiempo que de ordinario ,
una nube de tristeza velaba la frente de Estela; do
lorosos presentimientos cruzaban por su mente y
entonces se acercaba también a Augusto en deman
da de consuelo .
-¿Sabes? - le dijo una de esas noches, volvien
do hacia él los bellos ojos angustiados, mientras
que sus dedos recorrían distraídamente el teclado
de su piano, -¿sabes que he tenido anoche un mal
sueño?
-¿Y tú crees en los sueños? No seas niña , Es
tela .
- Nó, no creo en ellos , pero a pesar mío siento
una vaga tristeza ...... Sólo a tí te digo esto , por
que los demás se burlarían de mí: Margarita me
trataría de loca; papá .... ya ves tú , .... papá no
comprende esas cosas ..... tú , eres distinto .......
-¿Con que crees que yo sí te comprendo?
-¡Ah, sí y además tú me conoces tan bien
que hasta adivinas lo que siento sin necesidad de
que yo te lo diga , sabes cuándo estoy alegre y cuán
do estoy triste ........ Pues mira: soñé que Gusta
vo se había muerto , que lo veía tendido por tierra
y ensangrentado .... ¡ qué horror! Al recordarlo no
más me pongo fría como el hielo ..... vé, toca mis
manos ....
..
--
- Pues no lo recuerdes.
- Augusto, yo me moriría también si Gustavo
.....
dejara de existir ....

- - 112 ―
Un drama singular

-¿Pero por qué pensar en eso? ¡ qué gusto de


atormentarte sin causa! Dejemos esta conversación
y canta algo.
-Bueno, pero algo triste: el aria de Sonámbula,
por ejemplo .
Y con su bella voz de mezzo -soprano se puso
Estela a tararear:

Ah, non credea mirarti ......


― – Nó , dijo de pronto , no cantaré el aria de So
námbula hasta que llegue Gustavo , porque esta es la
pieza que él prefiere; cantaré ahora la de Julietta de
Monteschi y Capuletti que es la que a tí te gusta ....

Cuando sobrevino la catástrofe a que tantas ve


ces nos hemos referido en el curso de esta historia,
se vió Augusto combatido por los más encontrados
afectos . Sentía repercutir en su alma la profunda
aflicción de Estela , sufriendo él mismo un inmenso
dolor; pero era hombre al fin y su naturaleza huma
na, aunque excepcionalmente buena, no podía des
prenderse por completo de las flaquezas cuya simien
te tomaron los hijos de Eva en la manzana prohibida.
No pudo librarse , por lo tanto , de que un des
tello de gozo penetrara en su corazón al ver rotos pa
ra siempre los lazos de amor que habían encadena
do a Estela a otro hombre haciéndola inaccesible pa
ra él.
Comprendiendo, sin embargo, con su innata
delicadeza que entonces , menos que nunca, debería
hablar, siguió callando y esperó ocasión propicia
para romper su silencio , limitándose por el momen
to a ser el confidente de Estela en su desgracia, como
lo había sido antes en su dicha.
Pero el pesar de Estela parecía tan duradero co
mo su vida, aunque no embargaba sus facultades
hasta el punto de que no llegara a apercibirse de la
sublime actitud de Augusto . Entonces , sólo enton
ces, - tal vez porque con el sufrimiento había ad
quirido su alma una sensibilidad más exquisita -

――― 113 16
L. Larriva de Llona

adivinó el amor que le profesaba aquel espíritu tan


tierno y noble. Entonces , sólo entonces , le fué dado
medir toda la generosidad , toda la abnegación de
que era capaz el hombre a quien sólo amaba ella co
mo a un hermano . Se echó llorando en sus brazos y
probó el amargo consuelo de depositar en aquel seno
amigo todas sus penas.
Augusto conocía el secreto que había traído co
mo consecuencia fatal la muerte de Gustavo , y Es
tela, que había decidido no revelarlo jamás a perso
na viviente, podía hablar con él de aquello sin que
brantar su propósito y daba así alivio a su aflicción
que habría sido mayor teniendo que devorarla en
silencio .
De esta manera pasó algún tiempo durante el
cual murieron , como ya sabemos , don Alberto y su
esposa.
Estela que siempre se había sentido inclinada
al misticismo , buscó con más ahinco en la religión
católica la calma que le negara el mundo.
Tal vez por propia inspiración , o quizas por in
dicaciones del padre Bernardo su confesor, comen
zó a comprender lo anómalo e inconveniente de su
situación con respecto a Augusto .
En efecto, pasada aquella tempestad producida
por la serie de dolorosos acontecimientos que con
movió todo su sér; restablecida al fin la paz en su
espíritu por la sedante acción del tiempo; relegado al
fondo del alma por la resignación cristiana , el re
cuerdo de su desgraciado amante , y consagrada ya
por completo al cariño y tiernos cuidados que de
ella reclamaban imperiosamente , sus pequeñas her
manas y otro sér, más desvalido aún , al que no po
día negar su protección y su cariño ; se hacían más
difíciles de día en día sus relaciones con Augusto ,
por lo mismo que iba sintiendo menos la necesidad
de expansión que en los primeros días de su desgra
cia la hacía buscar constantemente la compañía de
su amigo.
Luego , era demasiado exigir, en verdad , de un
hombre que amaba con todo el fuego de un prime

- 114-
Un drama singular

amor y con toda la impetuosidad de sus veinte y


tres años , ese sacrificio absoluto de su cariño , vi
viendo cerca del objeto amado .
Así hubo de comprenderlo , Estela .
La chispa que brotaba a veces de los ojos de
Augusto , suficiente para incendiar otro corazón que,
como el de Estela no hubiera estado aparentemente
reducido a cenizas, le hizo temer que un día u otro
estallara con ímpetu formidable aquel volcán cuyo
fuego se hallaba comprimido por tan largo tiempo ,
y resolviéndose al fin , a poner término a esa situa
ción anormal.
Sólo había un medio para conseguirlo : que se
alejara Augusto. Y así lo entendió éste, también ,
cuando Estela le manifestó la inconveniencia de se
guir viviendo bajo un mismo techo como hasta alli .
Tal idea, sin embargo, no pudo penetrar en la
mente del heroico joven sin producirle un hondo
estrago . En el primer momento sintió una impre
sión parecida, en lo moral , a la que debe experimen
tar en lo físico, aquél a quien arrancan los ojos
violentamente . Su cerebro quedó en tinieblas y
pasaron algunos segundos , durante los cuales fué
leyendo Estela, con indescriptible ansiedad , esa lu
cha interna en el pálido rostro de Augusto , antes
de que él pudiera responderle.
Por fin se serenaron sus facciones , volvió a
latir con regularidad el corazón , recobrando su cur
so habitual la sangre allí agolpada un momento
antes, y aún tuvo fuerzas para bosquejar una son
risa al responder con voz que procuró hacer firme :
-- Partiré, Estela .

El, también , había pensado más de una vez en lo


difícil de su situación ; él también se había sentido
desfallecer por instantes , en su propósito de silen
cio absoluto ; así es que pasado ese primer momento ,
en que herido por tan terrible golpe pareció haber
perdido todas sus facultades, se sintió aliviado de
un peso inmensísimo .
Sucedióle como al esclavo salido de las africa

-
― - 115
L. Larriva de Llona

nas selvas, que , abiertos ya sus ojos a la luz de la


religión y entre los portentos de una nación civili
zada adonde le llevara su caprichoso destino , no se
atreve, quizás , a pedir al cielo su libertad , si ella ha
de obtenerla a condición de ser separado de un
ama querida y vuelto a sus incultos bosques; pero
que da un suspiro de satisfacción , sin embargo , al
mirar abiertas de par en par las puertas de su
prisión.
Augusto amaba su esclavitud y no habría roto
nunca voluntariamente las cadenas que le sujeta
ban y que eran , a un mismo tiempo , su tormento y
su alegría; pero no siendo él quien las despedazaba,
no pudo menos que sentir ensanchado su ánimo
ante la perspectiva de un viaje que , por lo menos,
sería una tregua a sus sufrimientos .
Estela adivinó cuanto pasaba por aquella alma
y tuvo lástima de él y más lástima aún de sí propia
al pensar en lo que iba a perder, probablemente de
modo irrevocable. Sintió impulsos de desdecirse ,
pero un paso atrás, después de lo ocurrido , habría
agravado la situación.
Retuvo, pues , las palabras que iban a escapar
3 se de sus labios y dejó , sin atreverse a levantar los
ojos hacia Augusto , que éste estrechara una de sus
manos y saliera de la sala sin dirigirle una palabra
de despedida .....
Al siguiente día, muy de mañana , partió Au
gusto sin entrar en las habitaciones de Estela.
Esta, que había pasado la noche en vela , le vió des
de lejos despedirse de sus sobrinitas, atravesar las
galerías y bajar presurosamente las escaleras sin
volver la cabeza hacia atrás , como si quisiera sus
traerse a una tentación .
Estela corrió a una ventana que daba sobre la
calle. En la puerta de la casa aguardaba el carrua
je blasonado de los Larruzátegui . En el momento
en que ella se asomaba , abría el lacayo la porte
zuela y Noble ponía el pie en el estribo .
-¡Augusto ! -gritó Estela .

- 116 --
Un drama singular

El levantó los ojos y sus miradas se encontra


ron : la una revelaba amor incontrastable, en la
otra se veía eterna gratitud .....
Augusto subió al carruaje; el cochero azotó a
los caballos y éstos partieron al galope llevándose
al viajero con dirección al vecino puerto .
XVII

Luchas del corazón

Pasaron así catorce años . Augusto permanecía


ausente . Estela en voluntaria y casi completa re
clusión .
Durante este tiempo , las gemelas se habían
transformado, como hemos visto , en dos bellas jó
venes.
Augusto escribía constantemente y aunque
en sus cartas no se leía una sola palabra de amor,
Estela le conocía lo suficiente para abrigar la con
vicción, sin pecar de presuntuosa, de que su solo
recuerdo era bastante para alimentar perennemen.
te el fuego que, sin pretenderlo ni desearlo , encen
diera ella en el alma del joven .
De repente sintió que se operaba en su espíritu
una reacción . Transcurridos tantos años , llegó un
momento en que se preguntó si el alejamiento en
que vivía Augusto de sus sobrinas , a quienes por
mil razones debía protección y afecto, no debía pe
sar sobre su conciencia .
Alarmada por este escrúpulo , que iba tomando
mayores proporciones a medida que veía crecer y
desarrollarse a sus dos hermanitas que, faltas de
otro apoyo más fuerte se apegaban más a ella cada
día, llegó a persuadirse de que sería más meritorio
a los ojos de Dios , renunciar a esa especie de egoís
mo en que se había encerrado, y, llamando a Au
gusto ofrecerle, si nó los delirantes transportes de
un amor apasionado , por lo menos la pura y franca

- - 119 ―――――
L. Larriva de Llona

amistad de una tierna y fiel esposa. Así haría la


felicidad de los tres seres a quienes , con excepción
de Carmela, amaba más en el mundo .
Como todas las naturalezas vehementes, y más
aún si son devotas, cuando concebía Estela una
idea que creía dictada por el deber, no la abando
naba fácilmente . Así, acarició su proyecto durante
largos meses y cuando creyó que su malogrado
amor por Gustavo era ya sólo un dulce recuerdo
que dormía apaciblemente en el fondo de su alma,
puso aquel proyecto en ejecución , escribiendo a
Augusto la carta que conocen nuestros lectores.
Bastaron esas pocas palabras para decidirle a
él a regresar a Lima, al cabo de tan larga ausencia.
Por desgracia, el inesperado encuentro de Estela
con Armando, en vísperas de la llegada de Augus
to, lo había trastornado todo.
La mujer que durante tan largo espacio de
tiempo había vivido sólo de memorias, y cuyo cora
zón parecía imposible que volviera a albergar un
afecto análogo a aquél que fué la luz y la alegría
de sus primeros años , sintió en un instante, a la
vista de ese desconocido , disiparse las pesadas bru
mas que la envolvían , como una égida protectora
contra las pasiones . Encendióse de nuevo con la
centella de una sola mirada el fuego que ella creía
ya extinguido para siempre en su pecho. Era ver
daderamente el fénix, que renacía de sus propias
cenizas.
Es que el hombre que tuvo el poder de desper
tar esa alma que tan largo sueño dormía , era la
imagen viva de Gustavo.
Y Estela, que se creyó en un principio la vícti
ma de una alucinación de sus propios sentidos ,
cuando llegó a convencerse de la halagadora reali
dad, la aceptó con inmenso regocijo como una com
pensación de la Providencia a sus pasados sufri
mientos . Sólo el recuerdo de Augusto , llamado por
ella y que debía llegar a Lima de un momento a
otro, la acongojaba por instantes , vertiendo unas
gotas de acibar en la copa que la Felicidad acercaba

- - 120
Un drama singular

ya a sus labios , rebosando del nectar embriagador


de un amor correspondido .
Esta era la causa de la batalla que se libraba
en el espíritu de Estela en la noche que la presen
tamos por primera vez a nuestros lectores .
Sonreíala la idea de haber inspirado, a aquel
que tan súbitamente la había robado la voluntad,
el mismo afecto que ella sentía, pero al grito impe
rioso de esos nuevos sentimientos , se unía la voz
no menos imperiosa de su conciencia .
Aunque tuviera la fuerza suficiente para hacer
el sacrificio de aquéllos ¿cómo jurar ante los altares
7
eterna fidelidad a un hombre , precisamente cuando
sentía germinar en su pecho el amor hacia otro?
¿Cómo engañar de tal manera al sér más generoso
que había conocido; a aquél mismo que no había
vacilado jamás en hacerle los mayores sacrificios ;
que había antepuesto siempre la felicidad de ella
a la suya propia?
¡Imposible! El alma de Estela era refractaria
a toda doblez , a toda perfidia.
Abrumada por tan terrible, cuanto inesperada
complicación , la hija mayor del marqués de Val de
Flores, que un instante se había dejado arrullar
por tan dulces ensueños, no encontró por el mo
mento otro medio de conjurar la situación , que
pedir a Augusto un plazo para decidir de la suerte
de ambos.
Ganar tiempo , es ganarlo todo en determina
das ocasiones .
-Tal vez, pensaba ella , volviendo a perderse
en un laberinto de dudas y vacilaciones , ― todo es
obra de mi exaltada fantasía; tal vez ese asombroso
parecido físico entre ese joven desconocido y mi
Gustavo, no coincide con la semejanza moral que
sería necesaria para disculpar la resurección de mi
amor y que completaría esta especie de milagro...
Además ¿ por qué me imagino yo que él se ha fijado
en mí, como yo en él? He creído que me miraba
con singular atención , pero puedo haberme equivo.
cado ....... Y aunque me haya mirado , y aunque

- 121 -
-- - 17
L. Larriva de Llona

mi figura haya despertado su interés por un mo


mento ¿significaría esto , acaso, que se hubiera ena
morado de mí? Nó , por cierto . ¿Estoy segura si
quiera de volverle a ver en mi vida? ...... ¡ Esto es
un delirio, una locura! Dejemos pasar unos días y
conseguiré desechar estos absurdos pensamientos
que acaricio unas veces como una dicha suprema y
que rechazo otras , como una funesta tentación .....
¿Qué pasó por el alma de Estela al leer la carta
de Armando?
¡Era el hermano de Gustavo! ¿Cómo no lo ha
bía ella adivinado , desde el primer instante?
De esta manera quedaba perfectamente expli
cado el misterio del parecido con su antiguo novio.
¡El hermano de Gustavo ! ...... Luego el jo
ven que le acompañaba y en el cual apenas había
detenido ella sus miradas , absorta toda en la con
templación de Armando , no podía ser otro que
Carlos.
Estas fueron las primeras ideas que acudieron
a la mente de Estela al recorrer ávidamente la re
ferida carta .
Por una especie de alucinación , creyó volver a
sus diez y ocho años . Un panorama de luz y de
felicidad le dibujó el pensamiento con el extremo
de sus veloces alas , en ese instante fugitivo , y todo
su pasado , tan corto como dichoso , cruzó ante sus
ojos encantados causándole una fruición deliciosa
e inefable ......
Veía a Carlos , tan tiernamente amado por ella;
le miraba niño , sentía sus finos cabellos bajo la
suave presión de sus labios , oía el eco de su dulce
voz infantil ...... y al evocar esos recuerdos , el co
razón parecía querer saltársele del pecho . Después
se le aparecía ya hombre , tal como le había entre
visto hacía pocos días en la iglesia, y sentía impul
sos de ir a buscarle para estrecharle entre sus
brazos .....
En seguida , desviando la mirada de ese cuadro
mágico , arrebatadora mezcla del pasado y del pre
sente , se detenía en otro punto de la carta de Ar

- - 122
Un drama singular

mando; carta que como maravilloso cosmorama iba


presentando a su imaginación los mirajes más risue
ños , primero dejando tal vez para el fin alguna pers
pectiva aterradora ....
¡Misterios del corazón humano! Estela había
leído de una vez toda la carta; pero ofuscada su
mente por los extraños acontecimientos de esos
días, a los que agregaban nueva confusión las lí
neas que acababa de recorrer, sobrecogida por mil
afectos diversos , necesitaba no sólo leerla , sino des
menuzarla, por decirlo así, para poderla comprender
bien, y mientras tanto su alma impresionable se
dejaba seducir por lo que , encerraban de halagador
esas páginas apasionadas y contradictorias!
¡Pobre Estela! Es que era mujer y la mujer
tiene mucho del niño . La distancia que media
entre sus pueriles travesuras y el cumplimiento de
la amenaza del maestro , le parece siempre a él in
mensa y juega alegre y descuidado, sin amargar,
como el hombre, los cortos momentos de la dicha
presente , con el pavoroso fantasma del futuro .....
La segunda idea que se destacó clara y lumi
nosa del papel que tenía entre sus manos , fue el
amor de Armando .
Carlos le había ofrecido una felicidad retros
pectiva, si se nos permite la frase, pues , su recuer
do había tenido el poder de evocar los risueños
días de sus amores con Gustavo . Armando com
pletaba esa felicidad , ofreciéndole un presente y un
porvenir que ella no se habría atrevido a esperar
ni aun en sueños , tan prodigioso era el enlace de
los sucesos que en pocos días se habían desarro
llado.
Gozar nuevamente de la dicha de un amor
correspondido .... ¿Era esto posible? ¿Era verosímil
siquiera? Sí, lo era; y la prueba de ello la tenía
en esas páginas que apretaba nerviosamente contra
su corazón .
Largo rato permaneció Estela embebida en sus
pensamientos de ventura, bien así como el viajero
de los desiertos africanos , que perdida la dirección ,

- 123 ―
L. Larriva de Llona

se empeña en no salir de un pequeño oasis , recrean


do voluptuosamente sus sentidos en las flores que
le rodean y temeroso de dar un paso adelante.
Pero al fin tuvo que rechazar ese dulce desva
río; al fin abarcó el pensamiento de Estela toda su
situación de una vez y al comprender lo difícil y
anómalo de ella , quedó aterrada , sin fuerzas ya casi
para la lucha , perdida toda su energía moral , con
esta nueva burla de la suerte . Empero al cabo de
algunas horas se rehizo su grande espíritu .
- A grandes males, grandes remedios, se dijo.
Ya no se trata de mí sola . Se trata también de Celia
y de Carmela ...... ¿ Cuál es al presente mi deber?
¿Debo condenar a la desgracia a esas criaturas ino
centes? Nó: tal vez pesaría más el infortunio de
ellas , que la revelación que yo hiciera sobre aquella
alma por cuyo descanso ruego sin cesar ....
Consultaré al Padre Bernardo, y si él me dice que
debo hablar, hablaré ...... Pero aun así no quedará
remediado todo el mal ; porque si he de creer cuanto
dice esta carta , Carmela y Celia - ¡las dos ! - aman
a Carlos ...... ¡Carmela enamorada de Carlos ! Pero
1
esto es imposible, mi Dios, esto es imposible! ...
¿Cómo ha sucedido semejante cosa? Será preciso ,
pues, que ella lo sepa todo, y entonces ......enton .
ces ella misma desistirá de ese funesto amor. La
conozco lo bastante para tener la seguridad de ello
.... Pero ¡ cuánto sufrirá ! ...... el corazón se me
parte sólo al imaginarlo . Verdad es que Celia po
drá ser dichosa, ¿ pero a cuál de las dos quiero yo
más? Esta es hija de Margarita, de la buena e ino
cente Margarita: aquélla , aquélla es hija de Car
men , de la infortunada Carmen! ...... ¿Y qué? Yo
debería querer más a la primera ; pero la otra es más
desgraciada ........ y yo amo más a la otra, Dios
mío! ......
Estela interrumpió su agitado monólogo para
enjugar sus lágrimas y luego prosiguió :
-Y Augusto , Augusto también necesita saber
lo todo: aún hay, además de los contenidos en la
carta de Armando , otro secreto que sólo yo conoz

--- 124 -
Un drama singular

co y que he sorprendido en los puros ojos de un


angel . María también ama : con mejor instinto que
el mío, su virgen corazón ha adivinado los tesoros
de bondad y de ternura que encierra el alma de su
tío , y con la cándida inocencia de su edad , se ha
apegado a él como la tierna enredadera al tronco
que ha de sostenerla . Es preciso penetrar resuelta
mente en este laberinto tenebroso y resolver los
problemas de que depende el destino de todas las
personas a quienes más amo en el mundo. El Padre
Bernardo , iluminado por la divina Providencia ,
será el faro que nos guíe por en medio de esta lo
breguez aterradora...
Una vez firme en esta resolución se sintió ali 6
viada Estela . Envió a Fermin en busca del Padre
Bernardo y ella se encaminó a las habitaciones de
Augusto.
XVIII

Noble de apellido y noble de alma

¡Pobre Augusto ! Bien corta parte le había


cabido hasta entonces, de la dicha repartida entre ,
los humanos , por el Padre universal.
La felicidad había sido siempre para él una
especie de mito , un fantasma inasible. Aun al pre
sente, cuando más cerca se había creído de ella, la
veía huír como una sombra.
¡Pobre Augusto! También él pasaba por una
prueba dolorosa desde hacía algunas horas.
A él , también , le había llamado la atención so
bre manera la semejanza de Armando , a quien vió
por primera vez en el baile de la señora de Gonzá
les , con el malogrado novio de Estela, y él había
adivinado quiénes eran esos jóvenes , antes de que
se produjera el incidente que conocemos y que no
tuvo tiempo de evitar.
Un leal instinto le advirtió luego, que alguna
relación existía entre la estadía en Lima de los de
Peñablanca y la súbita irresolución de Estela para
decidir de su suerte . Y al comprender todo esto, y
al ver burladas sus esperanzas una vez más , sintió
como que se operaba una transformación en sus
ideas y en sus sentimientos y quiso colocarse fren
te a frente de sí propio, por decirlo así.
Una claridad hasta entonces desconocida para
él , surgió en su cerebro, y alumbrada por ella pudo
penetrar hasta lo más recóndito de su conciencia.
Sintióse cansado, al fin, de esa lucha tenaz e
infructuosa con su destino, y buscó y halló las fuer

- 127
L. Larriva de Llona

zas necesarias para afrontar serenamente la nueva


decepción que vislumbraba, proponiéndose , si no lo
engañaban sus tristes presentimientos , desligarse y
desligar a Estela de todo compromiso amoroso.
Una vez tomada esta determinación y decidi
do firmemente a llevarla a cabo, se encontró casi
tranquilo.
Como si aquel afecto, para el cual puede de
cirse que había vivido exclusivamente hasta enton
ces, hubiera sido un peso que le tenía abrumado se
sintió rejuvenecido al formar la resolución irrevo
cable de vencerlo; y una paz y un dulce gozo ente
ramente nuevos para él , inundaron su alma.
-No he hallado la dicha donde la busqué, -se
dijo, - pero no por eso debo creer que me está veda
da para siempre: la encontraré en otra parte . Voy a
cumplir treinta y ocho años . ¿Qué he hecho yo du
rante mi vida? ¿En qué he empleado toda mi viril
actividad? Se han consumido mis días estérilmen
te, llevándose mi adolescencia y mi juventud sin
dejarme siquiera la satisfacción de haberlas em
pleado en labrar la felicidad de mis semejantes ni
mi propia ventura . Una loca pasión ha llenado toda
mi existencia. Pero ¿ para eso me fué ésta concedi
da? ¿Es lícito elevar un afecto humano hasta el
punto que he elevado yo ese amor insensato? He
gastado todas mis fuerzas vitales en alimentar ese
fuego que iba devorando mi corazón y , -¡necio de
mí! -lo he creído inextinguible porque no me to
maba el trabajo de apagarlo. No soy viejo todavía,
y soy rico - ¿Por qué no probaría a amar a otra mu
jer? ¿ Acaso no existirá otra Estela en el mundo?
¿No habrá creado Dios un sér gemelo del mío, que
me comprenda y me ame, como no le ha sido dado
a ella comprenderme y amarine? Y ya que no supe
inspirar amor, ¿no podré inspirar , siquiera grati
tud? La caridad es amor en el que la practica: la
gratitud es amor en quien recibe esa caridad . Si por
un inexcrutable designio de la Providencia , me es
tuvieran vedados los puros y dulces goces de la fa

― - 128 -
Un drama singular

milia ¿no podré encontrar , haciendo el bien a los de


más, una compensación a esos goces que no llegaré a
conocer?
Si no he sabido labrar mi propia dicha, ensaya
ré la manera de hacer la de los otros .... El egoismo
es un vicio bien feo y bien estúpido , y yo he adole
cido de él durante mucho tiempo; a la obra, pues ,
con ánimo entero .....
Alcanzada sobre sus propios sentimientos la
gran victoria de que acabamos de hablar, pensó al
instante en Celia , cuyas misteriosas relaciones con
Carlos de Peñablanca le interesaban , sobre todo, por
la misma criatura cuya felicidad, tánto como la de
su hermana, le preocupaba hondamente.
Sorprendido Augusto , como todos , y más que
todos , como se comprenderá fácilmente, por las ma
nifestaciones de deferencia del hijo de Gustavo para
con Celia, seguía con ansiosa mirada el diálogo de
los jóvenes y cuando adivinó la angustiosa situa
ción en que se hallaba su sobrina , buscó a Maria y
ambos fueron a reunirse con Celia. Bien habría que
rido interrogarla inmediatamente sobre el particu
lar, seguro como estaba de que ella no intentaría
ocultarle nada; pero revelaba tal pena el angustia
do semblante de la niña, que resolvió dominar la
natural ansiedad de que se hallaba poseído y aguar
dar a encontrarse en la tranquilidad del hogar, para
inquirir lo que por muchos motivos le interesaba
saber ....
El hecho es, que, desde que algunos de nues
tros personajes se reunieron , por una fatal casuali
dad , en casa de la señora viuda de González , ningu
no de los actores del singular drama que vamos na
rrando, había podido consagrar al reposo sino breví
simos instantes .
Agitado cada cual por diversas emociones, es
peraba impacientemente , o trataba de apresurar, se
gún su carácter o sus circunstancias , el desenlace
de una situación que a cada momento se hacía más
grave e insostenible.

- - 129
18
L. Larriva de Llona

Ya sabemos que Estela había formado , por su


parte, el propósito de mostrar a Augusto la carta de
Armando y de confiarse por completo a él y al Pa
dre Bernardo para la solución de esos íntimos e in
trincados problemas.
A fin de que nuestros lectores pudieran compren
der mejor, y en todos sus detalles , la escena que va
a seguirse y que es decisiva en los destinos de todas
.
las personas que actúan en esta historia, hemos
tratado de bosquejar en los dos capítulos preceden
tes el estado de ánimo de Estela y de Augusto.
Ahora procuraremos continuar, sin más digre
siones, la relación de los sucesos que rápidamente
van a traer el anhelado desenlace .
XIX

Un rayo de sol y dos de esperanza

Augusto , que reclinado en una otomana, se ha


llaba entregado a las reflexiones que anteceden , se
puso de pie al ver aparecer a Estela.
Aunque pálida y ojerosa a consecuencia de la
lucha consigo misma, que hemos intentado descri
bir, la joven estaba bellísima .
Era aquel un hermoso día del mes de Enero y
el calor se dejaba sentir con toda su intensidad
en la capital de los Reyes; pero como a causa de la
noche pasada en vela sentía Estela cierto malestar ,
llevaba un traje de abrigo.
Una sencilla bata de cachemira blanca , borda
da de azul y oro cubría ampliamente sus delicadas
formas y una cinta , también azul , ceñía su cabeza
dejando escapar los ondulantes cabellos que ador
naban profusamente su espalda y brillaban a la luz
del medio día, con dorados reflejos.
-Augusto, - dijo al entrar, cogiendo las dos ma
nos que el joven le tendía , y estrechándolas cariño
samente entre las suyas, - Augusto, vengo a tí co
mo a una áncora de salvación . Seguramente extra
ñarás que te haga juez en causa propia, pero es que
conozco la rectitud de tus sentimientos y tu innata
generosidad y sé, por lo tanto , que tu fallo será im
parcial aunque al darlo hayas de sentir desgarrarse
tus entrañas . No me acuses de egoista . Si sólo se
tratara de mi felicidad, la sacrificaría sin pronun
ciar una palabra; pero se encuentra amenazada la de
algunos seres a quienes amo más que a mi vida , y

- 131 -
L. Larriva de Llona

este sentimiento y mi deber, a la par, me ordenan


dejar el papel pasivo en que hasta hoy, y durante
largos años, me he encerrado. Hermano mío, herma
no querido , ¿me habré equivocado al contar con tu
auxilio? ¿Haré mal en confiarme a tí?
Augusto se sonrió dulcemente. Ni un solo mús
culo de su rostro se había contraído al escuchar a
Estela . La tranquilidad perfecta de su espíritu se
reflejaba en su semblante, y hasta habría podido
creerse que adivinaba lo que ella iba a decirle .
-Siempre haces bien en buscarme, Estela , cuan
-
do necesitas de consejos o de consuelo , le respon
diú. - Las almas templadas en el infortunio son las
que mejor comprenden los dolores agenos . Comienza ,
pues , a hablar, porque presiento que nuestra confe
rencia ha de ser tan larga como trascendental .
Al decir estas palabras indicó a su interlocu
tora con un ademán , que tomara asiento en el sofá
y él se dispuso a ocupar un sillón al frente de ella .
Estela obedeció en seguida y sacando de su pe
cho la carta de Armando , la alargó silenciosamente
a su amigo de infancia.
La tomó este, desdoblola y comenzó a leer aque
llas páginas que parecian el desvarío de un loco , y
que ocupan el capítulo XV de este libro ; y las re
pasaba con tal calma y atención que se veía bien a
las claras el creciente interés que en su espíritu
iban despertando.
Pero, aparte de ese natural interés , nada más
revelaban las facciones de Augusto, que aparecían
más serenas aún que de costumbre .
En vano durante esa lectura mantuvo Estela
fijas en él sus miradas anhelantes , temerosa del
efecto que la declaración de amor de Armando pu
diera producirle : aquella serenidad no sufrió la me
nor alteración.
Por fin concluyó Augusto de leer. Volvió a do
blar lentamente la carta y reteniéndola aún en sus
manos .
-Hay algo , dijo, que aquí no se expresa pero
que yo adivino.

― 132 -
Un drama singular

-¿Y qué es ello?


-Que tú, también , amas a Armando.
Estas palabras fueron dichas con tal claridad,
acentuadas con tal firmeza, que Estela le miró
francamente sorprendida .
Entonces , al fijarse en que los leales ojos de
Augusto no reflejaban ya en el nítido espejo de sus
pupilas esa llama de amor ardiente que estaba acos
tumbrada a ver en ellas , empezó á comprender que
un cambio repentino y radical se había verificado
en los sentimientos de su antiguo amante.
Rara es la mujer que , aunque no corresponda
al amor de un hombre, no experimente una especie
de pena y aun de secreto despecho, al ver extinguir
se de repente ese amor; pero Estela no pertenecía a
la vulgar generalidad de su sexo , y además , las cir
cunstancias excepcionales en que se hallaba , hacían
que, lejos de dar acceso en su corazón a mezquinos
sentimientos , se regocijara profundamente de un
cambio que para todos debía de ser fuente de dicha .
Todo esto lo abarcó ella con la velocidad del
pensamiento y sintiéndose aliviada en gran parte ,
de sus preocupaciones, contestó con la misma sere
nidad y firmeza de que daba ejemplo su noble
amigo.
-Sí, Augusto , es verdad , le amo.
-¿Y quieres que yo te diga? ...
-Lo que debo hacer.
- Pues está muy claro : seguir los impulsos del
corazón .
- Pero ¿ no has visto que me creen culpable?
¿No has leído que me acusan?
- Dí la verdad , toda la verdad .
-¿Y la memoria de mi padre?
-¿Y la felicidad de Celia y la de Carlos? ¿Y la
tuya propia?
Estela calló un momento , como agobiada bajo
el peso de sus pensamientos y de los recuerdos que
ellos evocaban .

-¿Y Carmela? -dijo después -¿no has leído

- 133 -
L. Larriva de Llona

que para colmo de fatalidad, Carmela ama también


a Carlos?
Augusto no pudo reprimir un gesto de desde
ñosa repulsión .
-Sí: ya sé que tú no amas a Carmela, - prosi
guió Estela al notar aquel ademán , - no tienes por
qué amarla. No la conoces siquiera, y tal vez sin
conocerla la aborreces ...... Es natural ......
-¡Estela!
-Nó, perdóname. Es verdad que tú no puedes
aborrecer a nadie, ni aun a tus enemigos , si los tu
vieras. Te será indiferente; .... pero yo, yo la amo,
Augusto . Ha crecido en mis brazos : es hermosa,
inocente y pura ¿por qué hacerla responsable de
faltas que ella no ha cometido? Está dotada de un
gran corazón y el amor que siente por Carlos es el
primero y será el último de su vida.
- Pero Carlos sólo ama a Celia y tú sabes que
entre Carmela y él es imposible toda relación amo
rosa. Carlos , subyugado por su amor a Celia y por
el que ella siente hacia él, y teniendo en cuenta su
inocencia, podrá lograr que su conciencia transija
en lo que respecta a la memoria de su padre y po
drá también perdonar al tuyo ; pero aunque algunas
de esas razones pudieran obrar asímismo en favor
de Carmela , él no se decidiría jamás a llamar su es
posa a la mujer que debe su nacimiento a un cri
men origen de todas las desgracias que lamenta
mos. Desengáñate: Carlos de Peñablanca no puede
casarse con la hija de la mulata Carmen , de la mu
jer prostituída por satisfacer una venganza .....
Carmela es pura e inocente , dices , pues por eso mismo
tal vez , la destina la Providencia a ser la víctima
expiatoria de los pecados de sus padres ..... Espe
remos que estará dotada de tan buenos sentimien
tos, como malos fueron los de su infeliz madre, y
que sabrá aceptar con resignación su destino .....
-¡Mi pobre Carmela ! ...... Augusto , he hecho
llamar al Padre Bernardo , porque él está al cabo de
toda esta dolorosa historia . El me ha visto nacer;
él debía haber bendecido mi unión con Gustavo; él

-
- 134 --
Un drama singular

le asistió en sus últimos momentos y le consoló en


su agonía, dándole las pruebas de mi inocencia. El
visitaba, después, a mi padre manteniendo los dos 1
secretas y largas conferencias. Sé por Fermín que
también fué él quien escuchó la confesión de Carmen
moribunda; y, sobre todo, él ama entrañablemente
a Carmela y conoce a fondo sus sentimientos.Sus con
sejos deben, pues, ser muy útiles a todos . Como ven
drá de un momento a otro, quiero aprovechar de esta
hora para acabar de decirte cuanto es indispensable
que sepas.
-¿Hay más todavía, Estela?
-Sí , Augusto. Hasta aquí sólo hemos hablado
de Celia y de mí ; también tenemos que hablar de
María .
-¿De María?
-Sí, de María y de tí.
-No te comprendo ....
- Augusto - continuó Estela , acercándosele
más aún y mirándole fijamente como si quisiera leer
hasta el fondo de su alma- Augusto , ¿no has no
tado, tú, la impresión que has producido en el cora
zón de tu sobrina?
El semblante de Augusto habitualmente páli
do se tornó color de púrpura. Se puso en pie violen
tamente y retrocedió dos pasos murmurando con
voz ahogada :
-Te chanceas , Estela.
- Libreme Dios de ello . Nada es más cierto
que lo que te digo . Amo a mis hermanas como si
fueran mis hijas y estoy acostumbrada a leer en sus
almas como en un libro abierto . He seguido , instan
te por instante, la transformación que se ha opera
do en María desde tu llegada y una vez convertidas
mis sospechas en realidades, creo un deber mio el
participártelas .
Augusto no podia hablar. Temblaba como una
niña de quince años que oye por vez primera una
declaración de amor.
La especie de culto que había rendido siempre
a Estela, la fé inviolable que le había guardado des

– 135 -
-
L. Larriva de Llona

de que sintió nacer en su pecho el cariño hacia ella ,


le habían mantenido libre de esos fáciles lazos , de
esas uniones ilícitas e impuras , consideradas como
pecados veniales por la generalidad de los hombres
solteros , y aun por los que no lo son .
Había llegado , pues, a la edad que tenía sin
haber probado las delicias de un amor mutuo , y
puede decirse que se iba haciendo viejo sin haber
sido nunca joven . Se comprenderá fácilmente , por
lo tanto, que ese cariño, casto , espontáneo, nacido
en un alma virgen , que se le ofrecía de repente sin
haberlo él pretendido ni soñado , le conmoviera pro
fundamente .
-¿Con que, todavía puede haber dicha para mí
en la tierra? - balbuceó, cuando pudo dominar su
emoción.
Y luego, elevando los ojos al cielo, continuó
con expresión de inefable gratitud :
-¡Gracias , Dios mío ; no seré sordo a ese llama
miento de tu Misericordia! Bastaba a mi alma la sa
tisfacción del deber cumplido , y tú , Bondad Infini
ta, me ofreces la copa de la más pura de las felici
dades por las manos de un angel ...
Estela contemplaba en silencio a Augusto . Dul
ces lágrimas se deslizaban lentamente por sus me
jillas y caían sobre sus manos cruzadas .
Le pareció también a ella que un nuevo mun
do se revelaba a su espíritu . La alegría de Au
gusto , que tenía algo de infantil, repercutía delicio
samente en todo su sér, que abría por fin de par en
par sus puertas a la Esperanza , esa hija del cielo ,
esa dulce amiga de los mortales .
Quiso dejar por unos segundos, a Augusto ,
entregado a su emoción y se dirigió a una de las
ventanas del aposento ; descorrió las obscuras y pe
sadas cortinas que interceptaban la luz, y abrió por
completo las celosías.
Un hermoso y alegre rayo de sol se precipitó a
través del enrejado , llenando de luz la habitación
que hasta entonces había estado en una suave pe
numbra. Una fresca ráfaga de viento , de ese viento

G 136 --
Un drama singular

grato y refrigerante que suele sentirse en Lima des


pués del medio día en los ardientes meses del estío ,
penetró agitando al paso las matas de floridas y
olorosas enredaderas que adornaban la ventana y
llevando hacia esos dos dichosos seres, sus fragan
tes efluvios .
Un canario , encerrado en su jaula dorada, que
ocupaba el vano de la ventana, comenzó a gorjear
alegremente, olvidado, quizá , por cortos instantes
de su dura suerte , al ver los vivificantes rayos so
lares y al sentir la brisa perfumada que le recorda
ba sus nativos campos .
Augusto creyó que la naturaleza entera se aso
ciaba a su dicha .
Estela le sacó de su arrobamiento diciéndole :
Vamos al salón . No olvides que debe venir el
Padre Bernardo . Allí he encargado a Fermín que le
introduzca .

19
XX

Una tapada

En ese mismo hermoso día y en los momentos


mismos en que tenía lugar entre Estela y Augusto
la conferencia decisiva a que acabamos de hacer
asistir a nuestros lectores , salía de la antigua casa
de la calle del Carmen Alto que ya conocemos , una
mujer que, aunque avanzaba con paso firme y re
suelto , parecía desear vivamente el no ser recono
cida.
En ese año de 1844 , comenzaba ya a declinar
la moda del gracioso y originalísimo traje nacional ,
o por mejor decir, provincial , conocido hasta hoy
con el nombre de saya y manto; traje que según te
nemos entendido , se usó sólo en la metrópoli fun
dada por Pizarro y que tanto contribuyó a hacer fa
mosos el ingenio y la agudeza de las hijas del Ri
mac. Pero si bien triunfaban ya los modelos de ves
tidos europeos para salones y teatros , seguían la sa
ya y manto siendo las obligadas prendas para proce
siones, corridas de toros, y , en fin , para todas las fies
tas que podemos llamar clásicas ; y sobre todo , era
ella indispensable, siempre que se deseaba guardar
el incógnito .
Ateniéndonos a los auténticos relatos de nues
tras madres, puede decirse que se vivía entonces en
mascarada perpetua , pues la costumbre de poder
llevar el sexo femenino cubierto el rostro cada vez
que así se le antojara , se prestaba , como es de su

- 139 -―
L. Larriva de Llona

ponerse, a mil quid pro quos de que aún conserva


grata memoria la gente de aquel tiempo .
La alameda de Acho que conduce a la plaza de
toros , y la de los Descalzos , modernizada después ,
que comienza cerca del célebre Paseo de Aguas cons
truído para recreo de la seductora Perricholi por su
ilustre amante el virrey Amat, y que concluye en
el convento de los religiosos mencionados , - se veían
llenas de tapadas en las tardes así del Verano co
mo del Invierno . En la primera estación, para go
zar de la concurrencia que asistía a los toros , y en
la segunda, de la que iba a las pampas de Aman
caes, cuyos paseos se inauguran el 24 de Junio día
de San Juan y se cierran el 2 de Agosto, día de la
Porciúncula.
Allí , en los rústicos bancos , bajo los frondosos
y verdes sauces, que movían sus erguidas copas al
impulso de la brisa , produciendo gratísimo murmu.
llo , que se armonizaba dulcemente con el de los
arroyuelos que corrían bañando las plantas de aque
llos , se sentaban las limeñas a ver pasar la larga
hilera de carruajes ocupados por las damas más
aristocráticas de la ciudad , que preferían lucir descu
biertos los bellos rostros y ostentar elegantes ata
víos, y la de los más conspicuos representantes del
sexo masculino , ya a pie , ya caballeros en briosos.
corceles. En este último caso , era de rigor la mon
tura de cajón cuyos profusos adornos de plata , y
espuelas y estribos del mismo metal, brillaban a
los rayos del sol .
Para todos , hombres y mujeres, tenían las ta
padas alguna frase aguda , algún comentario chis
toso . Temible resultaba aquel paso por entre las
filas que formaban los asientos llenos de esas vela
das figuras que , a favor del manto , lanzaban sus in
geniosos dardos con toda desenvoltura y raro era el
hombre que se aventuraba a atravesar solo por en
medio de ellas.
Entre los mil curiosos lances a que daba lugar
ese cotidiano carnaval, acontecía que, seducidos
por los atractivos que adivinaban a través del tra

P 140-
Un drama singular

je , seguía a veces , sin conocerla y por largas horas ,


un marido a su mujer, o un padre a su hija, hasta
que rendidas ellas de cansancio, sin haber logrado
cansarlos a ellos , soltaban una alegre carcajada y
descubrían el picaresco rostro, dejando tan confu
sos y avergonzados, como es fácil imaginarlo , al
marido infiel, o al padre poco serio y cresupuloso .
Y no eran tan sólo incidentes cómicos, los que
ocurrían de continuo a favor del misterioso ropaje:
también nacían y se desarrollaban serias intrigas ,
dramáticos enredos, que traían por consecuencia , no
pocas tragedias en la vida de las familias .
Se comprende por todo lo dicho, que los jóve
nes, solteros en su mayoría, las mujeres de conduc
ta ligera y muchas otras que aun siendo de costum
bres irreprochables gustaban de emocionantes aven
turas, defendieran con el más grande ardor el pre
dominio de la saya y manto, mientras que las per
sonas serias de ambos sexos, las gentes de orden ,
hicieran cruda guerra a ese traje hasta obtener so
bre él la completa victoria de la indumentaria pa
risiense.
Volviendo a nuestro relato, la mujer de quien
hablamos al comenzar este capítulo y a la que , a la
usanza de aquellos galantes tiempos , nos permiti
remos seguir, era joven , a juzgar por la eshelta mor
bidez de sus formas mal disinuladas por el hechi
cero y singular atavío y por el andar garboso y apre
surado. También debía de ser bella, si la parte del
rostro que ocultaba el celoso manto, correspondía
debidamente a un hermosísimo ojo negro que , co
mo tentadora muestra, despedía rayos de luz a tra
vés de las espesas y largas pestañas y desde el fon
do de la obscura tela que le hacía sombra.
Vestía una saya de riquísimo raso negro que
descendía de la cintura en profusos pliegues hasta
la garganta del diminuto pie . Sobre ella , formaba
un contraste vistoso en extremo, el chal de la China ,
primorosamente bordado en varios colores , que ca
yendo desde los hombros , como una cascada de ga
yas flores, se cerraba con artístico broche sobre el

- 141
L. Larriva de Llona

turgente seno y seguía por delante cubriendo gran


parte de la falda hasta la orla de ella, en donde re
mataba en pesados flecos de los mismos vistosos
matices, flecos que se movían rítmicamente siguien
do el andar de la dama . El desnudo brazo , que aso
maba por entre el manto , así como la pequeña ma
no que le sujetaba por bajo del ojo izquierdo , irre
prochables por su forma y por su ebúrneo color , esta
ban adornados de pulseras y sortijas que deslum
braban la vista con todos los colores del arco iris , a
los menores movimientos de su dueño . Para com
pletar este retrato, precisa decir que los monísimos
pies, -- uno de los mayores atractivos de las limeñas
de esa época, - estaban primorosamente calzados
con medias de seda color de carne y zapatos bajos
de raso negro .
Caminaba nuestra desconocida con increíble
rapidez, y un inteligente observador habría adivi
nado por la indecisión con que se detenía tal cual
vez al doblar una esquina , que no tenía costumbre
de andar sola.
Durante el largo trayecto que recorrió , más de
uno de esos importunos galanteadores de oficio , que
suelen vagar de continuo a caza de alguna buena
fortuna, murmuró a sus oídos palabras lisonjeras ,
y aun hubo alguno que llevó el atrevimiento hasta
brindarle su compañía; pero se revelaba tan altiva
dignidad en todo el porte de la dama que , después
de observarla, se cambiaba la indiscreta curiosidad
en simpático interés y todos se apartaban respetuo
samente de ella , dejándola en libertad de continuar
su camino .
El fin de éste era, indudablemente , la calle del
Marqués de Val de Flores. Al llegar a la esquina de
ella se detuvo como para cobrar ánimo . Dirigió en
seguida una larga mirada a los ornamentados bal
cones de la casa de Estela, cual si temiera que al
guien la observara por entre las entornadas celo
sías ; exhaló un profundo suspiro y por fin se enca
minó resueltamente hacia allá .
Comprendiendo luego que, sin duda le sería más

– 142 -
-
Un drama singular

fácil penetrar en el suntuoso recinto sin que le opu


sieran resistencia los criados , si llevaba el rostro
descubierto , echó hacia atrás el manto , y entonces
pudieron verse las bellas y delicadas facciones de
Carmela.
La enamorada niña, estaba más interesante
que nunca, como quiera que su extraordinaria her
mosura se había idealizado, por decirlo así, con el
sufrimiento .
Por la admirable pureza de líneas de su rostro,
por la expresión de dolor que tenían sus miradas ,
y hasta por ese mismo manto que encuadraba su
semblante, parecía más que nunca , Carmela , el ori
ginal de una de esas imágenes con que los grandes
pintores españoles han representado a la Madre del
Redentor, en los momentos de sus angustias supre
mas.
De cuánto había sufrido en pocas horas esa
criatura de carácter tan vehemente y apasionado ,
daban claro testimonio , el quebrantamiento físico
que se notaba en su rostro y la resolución que la
vemos poner en práctica. Ella había dicho a Carlos ,
que estaba decidida a buscar a Estela y a interro
garla seriamente y cumpliendo este propósito se
dirigía a la morada de aquella a quien sólo conocía
como su madrina y protectora.
Carmela traspasó el umbral de la antigua casa
que hasta entonces no había visto sino de lejos , su
bió por las anchas escaleras y se aventuró luego por
los espaciosos corredores que circundaban el patio ,
como que había oído decir a Fermín repetidas ve
ces, que Estela ocupaba el piso alto del edificio.
Hasta allí, por una inesperada y feliz casuali
dad, no tropezó con persona viviente .
Algunas puertas entreabiertas o entornadas
simplemente, se ofrecieron a sus miradas y se deci
dió a entrar por la que tenía más próxima. Hallóse
en el gran salón adornado con los retratos de don
Alberto y Margarita.
Carmela se detuvo en medio de la habitación ,
sobrecogida por un sentimiento de curiosidad y de

143 -
L. Larriva de Llona

temor a un mismo tiempo, y comenzando a arre


pentirse de su audacia.
Y en efecto, ¿con qué derecho se presentaba en
una casa desconocida por completo para ella y se
proponía someter a su dueño a un odioso interro
gatorio? ¿La autorizaba a ello el sólo hecho de ha
ber sido desde su más tierna infancia el objeto de
los beneficios de la noble señorita, a quien según
todas las probabilidades, iba a ofender mortalmente
con sus indiscretas preguntas?
El amor insensato que la dominaba y que creía
amenazado , le prestó fuerzas para llegar hasta allí ,
pero la reflexión se iba haciendo campo en su claro
entendimiento que la pasión había ofuscado , y ya
se echaba en cara su proceder y comenzaba a pe
sarle la atrevida acción a que la indujera la violen
cia de sus sentimientos .
Sola, en ese vasto aposento adornado con seve
ro gusto , parecióle , al levantar los ojos hacia los re
tratos de los marqueses de Val de Flores , que estos
la miraban con enojo desde el fondo de sus cuadros
y le enrostraban , también , su audacia .
La turbación de que se hallaba poseída llegó a
su colmo cuando escuchó el rumor de ligeros pasos
que se acercaban , unido al murmullo de dos voce
cillas argentinas que hablaban acaloradamente .
Comprendió que no tenía tiempo para huír ni
valor para presentarse delante de quien quiera que
fuese. Afortunadamente se encontraba a pocos pa
sos de distancia de una puerta que daba al balcón ,
y sin detenerse a meditar lo que hacía , de una ma
nera casi instintiva , se lanzó hacia ella .
No bien se había ocultado bajo los espesos ta
pices, cuando aparecieron por el lado opuesto las
gemelas.
XXI

Una dalia y dos azucenas

El suave rostro de Celia estaba marcado por las


huellas que en él había impreso el primer dolor.
Sus hermosos ojos azules rodeados de un círculo
obscuro , tenían tal expresión de pena , que conmo
vía el mirarla.
María estaba menos triste, pero tampoco se
veía retozar en su rostro la juguetona , juvenil ale
gría de que hacía alarde pocos días antes . Reem
plazábala ahora , un aire de reflexiva gravedad que ,
no siendo , como no lo era , afectado , añadía un nue
vo atractivo a su semblante encantador.
Carmela, que gracias a los grandes cortinajes
que adornaban las puertas podía , sin ser vista , ob
servar a las jóvenes , quedó asombrada de tanta dis
tinción y belleza . Pero no era envidiosa y una viva
simpatía nació instantáneamente en su alma, hacia
esas dos criaturas angelicales de tan aristocrático
perfil y de expresión tan dulce y candorosa.
Seguramente eran algo mayores que ella , pero
tenían un cuerpo tan grácil y delicado , que Carme
la, con su belleza meridional y sus formas exube
rantes, habría hecho a su lado el efecto de una her
mosa dalia, junto a dos cándidas azucenas .
Las dos niñas hablaban en tono confidencial y
parecían muy preocupadas.
-¿Con que, eres de opinión que debo contárse
lo todo a Estela? -preguntó Celia, continuando el
diálogo.

-- 145 -- 20
L. Larriva de Llona

-Sin duda; si ella puede hacer luz en este mis


terio, de seguro que la hará. En tan singular histo
ria están empeñadas la memoria de nuestro padre,
su propia honra y tu felicidad ¿cómo no ha de tener
el mayor interés en que todo se esclarezca debida
mente?
- Sí, dices bien . Le referiré cuanto ha pasado
y si no puede remediar el mal , por lo menos yo ha
bré cumplido con los dictados de mi corazón y ali
viaré mi pena depositándola en su seno tan cariño
so para nosotras . Ella también ha amado, ella
también ha sufrido . Debe, pues, comprender mi
dolor.
Al pronunciar estas palabras, dos lágrimas bri
llantes se desprendieron de las pestañas de Celia y
rodaron por sus mejillas encendidas por la emoción .
-Según eso ¿le quieres mucho? - le preguntó
su hermana con un interés al que iba unida cierta
inocente curiosidad.
-¡Muchísimo!
Esta palabra la pronunció Celia rodeando con
sus brazos el cuello de su compañera y pegando los
labios a su oído , como si se ruborizara de hacer esa
confesión en alta voz , aunque ninguna otra perso
na más que María pudiera escucharla .
A pesar de ello , no se le escapó a Carmela que
con extraordinario interés seguía esa confidencia de
unos amores que alguna analogía parecían tener
con los suyos .
-
- Pero perdona mi egoísmo, prosiguió Celia ,
apartando un tanto su rostro del de María . - Aun no
te he interrogado sobre tus impresiones de anoche .
Abandonamos tan bruscamente el baile , que apenas
habrían tenido tiempo de admirarte los concurren
tes. ¿Qué te pareció la fiesta? ¿Con quién bailaste?
De seguro que se habrá enamorado de tí. Y a tí ¿te
gustó él?
-Basta, basta, - interrumpió María riéndose -
¿Adónde vas a parar con esa terrible andanada? Va
mos por partes . El espectáculo me aturdió y te con
fieso que no me hallaba muy contenta siendo el

-- 146 -d
Un drama singular

blanco de tántas miradas, aunque la mayor parte


de ellas revelaran sincera simpatía . Yo creo que no
volveré a asistir a una fiesta de esta especie. ¡Cuán
to más agradables me parecen las noches que pasa
mos en nuestro predilecto saloncito , donde acos
tumbramos reunirnos para cantar y tocar el piano,
las tres con Augusto , desde que él está aquí ! ....
Volviendo a lo de anoche, no bailé sino una con
tradanza , porque no hubo tiempo para más; y en
cuanto a mi pareja ....... pues .... sería uno
de tantos jóvenes elegantes y presuntuosos que allí
había. La verdad es que apenas le miré, y me ima
gino que yo le habré sido a él , del mismo modo , in
diferente.
-¡Eh! Pues no te creía tan desdeñosa . Y eso ¿es
modestia o vanidad?
María, que parecía preocupada por alguna idea
que no podía desechar, dijo , sin hacer caso de las
bromas de su hermana :
-Yo creía que por el hecho de ser Augusto tío
nuestro, no estaba impedido de bailar con nosotras .
Ya se ve, como es la primera vez que nos presenta
mos en público, no estamos bien instruídas en los
usos de la sociedad .... ¿No recuerdas que mien
tras nos dirigíamos a la casa de la señora de Gon
záles y que él nos estaba aleccionando sobre la ma
nera de conducirnos en ella, le dije ingenuamente:
- Por mi parte no quiero bailar sino contigo?
-
Pues parece que hice mal , porque se echó a reir
Eh, tontuela, me contestó , bailarás con todos aque
llos que te inviten y no te faltarán parejas, por
cierto; en cuanto a mí ¿cómo he de bailar contigo?
soy tu tío y no sería propio que lo hiciera . Además,
estoy ya viejo y no bailaré.
-Y decía bien . ¿Para qué habías de bailar con
él, cuando los salones estaban llenos de jóvenes ga
llardos? Aunque tal no parece ser la opinión de Ud . ,
señora descontentadiza.
-La verdad es, que a mí me parece Augusto
mejor mil veces que todos los hombres que ví ano
che, y aun que todos los que conozco .

- 147
L. Larriva de Llona

Al oír esta respuesta , que parecía haber subido


del corazón a los labios de María en un arranque
involuntario , Celia abrió cuanto pudo sus grandes
ojos, en los que se leía un franco asombro, y los fi
jó con escrudiñadora mirada en los de su interlocu
tora.
Esta bajó los suyos al adivinar la sospecha que
por la mente de su hermana había pasado, y sus
mejillas se tiñeron del más vivo carmín .
-Será, -dijo titubeando , - porque a él le quie
ro y a los otros, nó.
- Exacto, contestó Celia , con maliciosa inten
ción: por eso, también , me parece a mí Carlos supe
rior a todos los demás hombres .
--No
he querido decir eso ....
- Pero yo lo he comprendido , María ; y ahora
me explico tántas cosas que me parecían extrañas
en tí , de algunos días a esta parte ........ Ya no
soy yo sola quien tiene que hacer sus confidencias
a Estela .
-¿Qué dices? Me moriría de vergüenza si hu
biera de confesar .
-Silencio: ella viene. Yo empezaré, para darte
valor.
Efectivamente , Estela seguida de Augusto en
traba en el salón . Estaba pálida, pero serena. Las
dos niñas corrieron a abrazarla : Estela las besó en
la frente y una nube de tristeza pasó por su rostro
al observar el cambio , notable a primera vista , que
los sufrimientos de las horas precedentes habían
efectuado en esas fisonomías resplandecientes antes
de alegría .
-Tengo que hablarte , le dijo a media voz Celia,
en tanto que Augusto , que todavía se hallaba como
fuera de sí por las emociones sufridas, se había de
jado caer en un sofá, algo apartado del grupo que
ellas formaban.
- Nó ahora, hermanita mía . Sé lo que tienes
que decirme . Dentro de pocas horas hablaremos de
ese asunto que tan angustiada te trae y que no me

― - 148—
Un drama singular

preocupa a mí , menos que a tí . Quiera Dios que pa


ra entonces pueda decirte: eres feliz!
Celia se calló, pues estaba acostumbrada a obe
decer a su hermana sin hacer la más mínima obser
vación a sus mandatos, pero miró a María y creyen
do que debía hablar también por ella, que tan tími
da se había vuelto de repente .

- María tiene , asimismo, algo que revelarte


dijo .
-También sé su secreto .
Y aquí Estela no pudo menos de sonreírse al
observar la turbación y apuro de la graciosa niña.
-Si ella ha sido reservada conmigo, no ha fal
tado quien lo fuera menos , — agregó, mirando con
aire de maliciosa inteligencia hacia el lado de Au
gusto; pues por un sentimiento de delicadeza fácil de
comprenderse , quería Estela que María se persua
diera de que la iniciativa en el asunto había parti
do de él , -y hasta he sido objeto de una formal peti
ción ......... El momento no es tal vez muy opor
tuno , pero ¿deben aplazarse los instantes de dicha
tan raros en la vida? ....... Señor Augusto Noble ,
- continuó, dirigiéndose a éste en voz alta y en to
no ligeramente festivo , -¿no es verdad que me ha
pedido Ud . la mano de la señorita María de Larru
zátegui?
El interpelado que desde lejos había percibido
o adivinado todo el precedente diálogo , se acercó
entonces al grupo que formaban las tres hermanas ;
y, sin hablar, dirigió una mirada indefinible a María
que, encendida y temblorosa se hallaba a punto de
desfallecer de emoción .
¿Qué había en esa mirada? ¿Enternecimiento?
¿Gratitud? ¿Amor? .... Tal vez era una mezcla de
todos esos sentimientos y sobre todos ellos , gozo ,
ventura inmensa ........ La verdad es, que cuan
do María alzó el semblante hacia su tío al sentir
que en su diestra , que Estela había unido a la de él ,
caía una tibia lágrima , brilló igualmente en sus ojos
una celeste felicidad y sonriendo, como deben de

---- 149
L. Larriva de Llona

sonreír los ángeles , se echó en brazos de Estela


murmurando:
-¡Qué bueno es Dios , hermana mía!
Celia olvidó por un instante sus propias preo
cupaciones , para unirse al gozo de María y las dos y
Estela confundieron en un estrecho abrazo sus be
sos y sus lágrimas .
Augusto, con los brazos cruzados , dirigía al
ternativamente sus miradas a ese grupo que podría
haber servido para representar a las tres gracias, y
al retrato de su hermana Margarita, cuyo dulce
semblante parecía sonreírle cariñosamente desde
el fondo obscuro del cuadro.
Había otra persona, testigo invisible de esta
escena, que también lloraba en silencio.
Esa otra persona era Carmela, cuyo corazón
por un impulso que no acertaba a explicarse, parti
cipaba efusivamente de las penas y de las alegrías
de aquella familia en cuyo seno se había introdu
cido de un modo furtivo y de cuyos secretos más
íntimos se iba enterando sin derecho alguno y de
la manera más inesperada.
--
-Ahora, dijo Estela, despidiendo a sus her
manas con un ademán , - hasta luego . Tengo que
quedarme a solas con Augusto . Es para ocuparme
de vuestra felicidad; confiad en mí.
Las dos niñas salieron de la sala cogidas de las
manos, y con la sonrisa en los labios y la esperan
za en el corazón .
Estela y Augusto quedaron solos , esperando al
padre Bernardo y muy agenos de pensar que la im
prudente Carmela se hallaba a corta distancia de
ellos .
Pocos instantes tuvieron que aguardar.
XXII

El Padre Bernardo

Cuando apareció la figura venerable del padre


Bernardo, a quien Fermín seguía, en la puerta del
salón , se adelantaron hacia ella para recibirlo , Au
gusto y Estela, y después de besarle las manos ,
según la respetuosa costumbre contraída desde su
infancia, le condujeron al estrado haciéndole ocu
par el lugar de preferencia.
Han transcurrido algunos años desde la ocasión
en que presentamos a este ejemplar sacerdote a
nuestros lectores; pero ellos habían pasado sin traer
cambio alguno notable en la existencia del siervo
del Señor;y física y moralmente vuelve a aparecérse
nos tal cual lo describimos en el capítulo VII de
esta historia, cuando acompañado asimismo de
Fermín , subía , al amanecer de un triste y nebuloso
día, por las calles que conducen al Cercado , en bus
ca de una infeliz moribunda a quien iba a llevar en
nombre del Dios de las misericordias, los últimos y
sublimes consuelos de nuestra santa religión cató
lica.
Cumplida ya la misión que Estela le encargara ,
iba a despedirse Fermín , pero su antigua ama le
detuvo con un ademán .
Quédate , Fermín , le dijo, agregando a la pala
bra, la acción . Tú no eres un extraño entre nosotros .
Vamos a recordar acontecimientos que aunque ya
ya muy lejanos, son todavía dolorosos para cuantos
nos hallamos aquí reunidos, y que sólo extraordi

- 151―――
L. Larriva de Llona

narias circunstancias pueden obligarnos a traer de


nuevo a la memoria . Tú conoces perfectamente ese
triste pasado que para el mundo entero ha quedado
en las tinieblas; a tí , bueno y leal como nadie, te
tocó también tu parte de sufrimiento , y nó de las
más pequeñas , en aquella historia; justo es , pues ,
que asistas a esta conferencia , y más aún : que nos
des tu opinión en los trascendentales puntos que
vamos a discutir. Hace muchos años que no eres mi
criado, Fermín , sino mi amigo cariñoso y mi fiel
confidente . Toma asiento .
Fermín obedeció en silencio, sobrecogido a su
pesar por la solemnidad de las palabras de Estela y
del tono con que ellas fueron pronunciadas .
Carmela, que desde su escondite asistía , teme
rosa y atónita, a esta nueva escena , no menos sin
gular que la anterior, sintió acrecer su inquietud.
¿Qué conciliábulo misterioso era aquel? ¿De qué
iba a tratarse en esa especie de consejo de familia?
¿Qué iba a saber?
Si era, como le parecía seguro , un secreto con.
cerniente sólo a la familia de Larruzátegui , a la
cual se consideraba ella completamente extraña,
¿tenía el derecho de sorprenderlo? ¿No era una in
dignidad el permanecer allí cuando aquellas perso
nas ignoraban su presencia? La altivez y rectitud
de su alma se sublevaban ante este pensamiento y
sintió impulsos de mostrarse súbitamente , fin
giendo cualquier pretexto que justificara su esta
día en ese lugar, o confesando la verdad, si no había
otro remedio; pero una fuerza superior a su volun
tad, la retenía clavada en aquel sitio, y en la gar
ganta se le había formado un nudo que la impedía
gritar.
De las cuatro personas allí reunidas sólo una
le era completamente desconocida : Augusto Noble.
Las otras tres eran , precisamente, las más íntimas
suyas, las que constituían toda su familia, puede
decirse.
¿Tendría relación con ella, con su nacimiento ,

― 152-
Un drama singular

con su vida presente, con su destino futuro , lo que


allí iba a tratarse?
Carmela respiraba apenas .
-
-Me ha dicho Fermín , hija mía , comenzó el
-
padre Bernardo dirigiéndose a Estela que necesita
bas de mis consejos , suplicándome a tu nombre que
viniera a verte. Héme aquí . Los consejos de este
pobre anciano valen tan sólo, por la sana intención
que los dicta y por el paternal cariño que él te
profesa. Sé que sufres y mi deber y mi corazón de
consuno me ordenan que trate de consolarte . Ade
más, yo también deseaba verte porque tenemos que
hablar con respecto a Carmela.
El padre Bernardo miró a Augusto como si a
pesar de conocerle íntimamente vacilara en seguir
hablando delante de él . Pero a una tranquilizadora
seña de Estela, prosiguió:
- He visto ayer a nuestra querida niña y se
gún habíamos convenido con Fermín , la amonesté
suavemente por su reserva para con él , su padre
adoptivo, y para conmigo, su padre espiritual, y
tras una corta resistencia, logré saber el nombre de
aquel a quien ama.
- También lo sé yo , padre mío .
Estela hizo entonces al padre Bernardo , una
sucinta relación de los acontecimientos de los últi
mos días. Le contó de qué casual manera habían
ella y sus hermanas conocido a Armando y Carlos
de Peñablanca . Le expuso el recíproco amor de
Carlos y de Celia; refirióle el dramático encuentro
en el baile de la señora viuda de Gonzáles ; le dió
cuenta, hasta donde se lo permitían la presencia de
Augusto y de Fermín , de las luchas que consigo
misma había sostenido, y concluyó mostrándole
la carta de Armando .
Fermín escuchaba todo esto confuso y casi es
pantado . El respeto y el asombro sellaban sus labios ;
pero la desgracia de Carmela que presentía irreme
diable, le oprimía el corazón como una mano de hie
rro y casi le sofocaba . Amaba él mucho, es cierto, a
las gemelas; pero a este cariño se hallaba mezclado

- ――
153 21
L. Larriva de Llona

un sentimiento de respeto que en parte le restrin


gía; en tanto que a Carmela, a quien había criado
como si hubiera sido su propia hija , la quería con
una ternura sólo comparable a la ternura maternal :
1 era algo suyo, muy suyo , casi exclusivamente suyo .
Bien hubiera querido hablar; pero ¿ qué había de de
cir? Al comprender que su hermosa e inocente Car
mela amaba sin esperanza y estaba condenada, por
lo tanto , a eterna infelicidad , sintió elevarse en su
alma una enérgica protesta , pero no tuvo fuerzas
para formularla sino con un ahogado sollozo y al
zando al cielo sus manos juntas, crispadas por el
dolor.
En cuanto a la pobre niña, que oculta en el
balcón había escuchado todo ese diálogo mortal pa
ra ella , sintióse desfallecer con la revelación de que
todo aquel amor jurado por Carlos , y al que ella ha
bía vinculado la dicha entera de su existencia, se
desvanecía como el humo que esparce el viento ;
que aquella linda señorita , cuyas cándidas confiden
cias oyera con simpatía un momento antes , era su
rival preferida y , por último , que su amor y la in
constancia de su amante no eran ya un secreto pa
ra ninguna de aquellas personas.
Por un instante creyó Carmela que la vida la
abandonaba ; perdió la vista , sus arterias dejaron de
latir y un hielo mortal circuló por todo su cuerpo.
Pero la sangre agolpada por un instante en el cora
zón, recobró su curso ordinario pasada la primera
impresión . Sus trémulas manos se asieron a una
columna para no caer y como estaba dotada de una
fuerza de ánimo superior a su sexo y a su edad , se
dispuso a apurar hasta las heces aquel caliz de
amargura, y siguió escuchando atentamente .
El padre Bernardo opinaba como Augusto : pre
cisaba decir la verdad , toda la verdad . Y si necesa
rio era que hubiese una víctima , era Carmela la
víctima designada.
La palabra elocuente y persuasiva del digno
sacerdote acabó de convencer a sus oyentes . Estela
y Fermín lloraban , dominados por el mismo senti

-
-- 154
Un drama singular

miento. ¿Se prepararía , acaso , Abraham con los ojos


enjutos a realizar el sacrificio de su amado hijo
Isaac, que en prueba de obediencia exigió de él el
Señor?
---Yo me encargaré de hablar a los jóvenes de
Peñablanca , dijo el Padre Bernardo. Les diré que
asistí a Gustavo en su agonía y que también acom
Jañé a tu padre en esos supremos instantes en
que el alma se dispone a abandonar para siempre
el barro terrenal; les diré, y me creerán , porque
nadie ha dudado hasta ahora de mi palabra, que
murió sinceramente arrepentido de sus pecados,
alcanzando un perdón que ellos deben de confirmar,
puesto que no pueden ser jueces más inexorables
que el gran Juez universal e infalible. El Hijo de
Dios vino al mundo , para predicar el olvido de las
ofensas; para enseñarnos que al enemigo que nos
hiere en una mejilla , debemos presentar humilde
mente la otra; el rencor y el odio no deben perdurar
en el alma cristiana ; y la de aquel que un día
delinquió, será redimida , tal vez , por el ósculo de
paz que se den los que por culpa suya se odiaron .
Paz y amor, son las palabras que debéis oír de mis
labios .
El Padre Bernardo , se recogió un instante en sí
mismo y luego continuó :
- Tengo además un testimonio irrecusable de
tu inocencia , Estela: la confesión de una moribun
da . Del lecho de muerte de la madre de Carmela, y
por especial encargo de ella misma, recogí estos
papeles, -y sacó de su ancha manga un voluminoso
manuscrito enrollado y atado con una cinta negra .
--
Augusto , Estela y Fermín particularmente los
dos últimos , --- miraron el misterioso paquete con
una mezcla de curiosidad y de respeto .
--
—Sí , Estela , dijo el padre Bernardo golpean
do con el envés de la mano los papeles ――― aquí
está la prueba palmaria de tu completa inocencia.
Si no te he hablado nunca de este escrito ha sido
porque él no encierra , en resumen , nada nuevo pa
ra tí y a menos de un caso supremo como el presen

- 155 -
L. Larriva de Llona

te, no debía yo de hacer pública la revelación que él


contiene: deseaba dejar dormir en paz a los muer
tos . Pero hoy deben de cesar esas consideraciones
ante motivos de tan grande importancia y juzgo que
es llegada la hora de que os impongáis de su conte
nido . Prestadme atención.
El fraile se caló los anteojos, desdobló pausa
damente el manuscrito y se dispuso a leer. Los otros
tres actores de esta escena se acercaron más a él ,
dando muestras de la mayor atención .
Carmela llevó sus manos al pecho y se lo opri
mió fuertemente, pues temía que los latidos de su
corazón denunciaran su presencia.
-¡La confesión de mi madre! ¡ Ah! ¿Qué voy a
oír? -se repetía mentalmente con indefinible an
gustia.- ¿Qué voy a saber?
XXIII

La confesión de Carmen

«Sé que voy a morir.


"Siento que se acerca a pasos apresurados el su
premo instante en que debo dar cuenta a Dios de
todas mis acciones .
«Esta idea es aterradora, cuando al lado de ella
se nos presenta el cuadro de una vida criminal .
"¡Conciencia, juez implacable ! ¿ Por qué me
persigue hoy sin cesar tu acusadora voz? Si no fuis
te bastante poderosa para hacerte obedecer antes ,
de mi razón , ¿por qué me atormentas ahora sin tre
gua?
" Pero nó, Dios santo, perdona mi desvarío, per
dona mi impiedad . Harto luchó dentro de mí mis
ma, para hacerse oír, ese instinto del Bien de que
tu previsora misericordia ha dotado a cada sér hu
mano para que pueda vencer las tentaciones del pe
cado.
«Yo , sorda a su llamamiento , ofuscada la men
te por mis malas pasiones , me precipité en el horro
roso abismo de que sólo el arrepentimiento puede
sacarme ya, si no pura como antes de caer, al me
nos purificada por el saludable llanto de la contri
ción .
"¡Piedad sin límites ! ¡Bondad suprema! ¡Señor
omnipotente, padre de esta mísera criatura , véme
aquí postrada a tus pies y bañada en amargas lá

157
L. Larriva de Llona

grimas! ¡A ti recurro en esta hora terrible y angus


tiosa! Tú fuiste antes testigo de mis delitos , como lo
eres al presente de mi dolor. Pesa en la balanza de
tu justicia inquebrantable mis delitos y mis sufri
mientos; y si aun no se inclina el platillo en mi fa
vor, redobla tus rigores, que pronta estoy a padecer
mayores tormentos todavía, con tal de que al que
brarse el frágil barro que encarcela mi alma, pueda
ésta, por fin , volar a tu seno .
" Soy madre! ¡ Quiero velar por mi hija desde el
Cielo!
«Ella es inocente, quiero que sea buena . Y si
es tu voluntad que padezca durante su tránsito
por este mundo, que no sienta jamás, por lo menos ,
el punzante aguijón del remordimiento que es el
supremo martirio del alma .
«Yo fuí mala antes de ser madre ; pero desde
que he sentido respirar junto a mi corazón a este
angel bello , que duerme descuidado y sonriente al
borde de la orfandad y de la miseria, me he sentido .
regenerada.
"¡Soy madre! ¡ Qué inefable dulzura y qué in
menso dolor se encierran , a la vez , para mí en estas
dos palabras !
"¡Soy madre y debo morir dentro de breve pla
zo y abandonar a mi hija para siempre! ...
Nó, para siempre , nó. Yo creo en otra vida, yo me
arrepiento de mis culpas. ¡ No me separes, Señor,
de ella por toda la eternidad !"

"Son las diez de la noche . He pedido a Fermín


que me traiga al Padre Bernardo . Este sacerdote me
conoce desde niña , ha besado mi frente muchas ve
ces cuando ella resplandecía con el nimbo de la ino
cencia ...... Después ...... después me ha malde
cido , quizás , al saber que he sido yo la causante de
la desdicha de Estela. Por esto mismo , quiero que
sea él quien recoja mi postrimer suspiro ..
A él quiero confiar estas páginas . No me siento con
valor para ver a Estela y pedirle nuevamente per

-
-158
Un drama singular

dón , pero si el Padre Bernardo me bendice , creeré


que ella en la tierra, y Gustavo en el cielo, me han
perdonado y que Dios también me perdonará! .....
"Aunque Fermín no cree que mi fin está tan
próximo , me ha ofrecido cumplir mi encargo tan
pronto como luzca el nuevo día; pero yo temo que
no alcance mi vida hasta esa hora, y quiero aprove
char estos instantes de lucidez en mi cerebro y de
calma relativa en mis sufrimientos fisicos, para ha
cer mi confesión por escrito . De esta manera , aun
que llegara el Padre Bernardo tarde para oír de mis
propios labios el relato de mis culpas, podré morir
tranquila.
"¡Préstame fuerzas , Dios mío , para cumplir es
te propósito!

«Nací esclava; pues aunque mi padre había si


do un hombre blanco administrador de una de las
haciendas del marqués de Val de Flores , mi madre
fué una negra criolla perteneciente al mismo fundo .
« Aquél murió cuando aún estaba yo en el vien
tre materno, y ella fué mandada traer a Lima por
el amo, no bien abrí yo los ojos a este valle de mi
serias, para servir de nodriza a su hija Estela , naci
da pocos días después que yo , y la esposa del mar
qués , tan caritativa como hermosa , no consintió en
que se me separara del seno maternal .
«Todavía hizo más , nos concedió a ambas la li
bertad en pago del sustento que reclamaba para la
niña.
«Crecí, pues, en la casa a la par que mi her
mana de leche , su hija primogénita .
«Esta era un ángel, - debo confesarlo para ma
yor vergüenza mía , - y me amaba tan tiernamente.
que no acertaba a separarse de mi lado por largo
rato .
«Yo era, por lo tanto , la compañera obligada de
sus juegos y de sus estudios , pues habiendo los se
fores advertido que estaba dotada de clara inteli
gencia, decidieron completar sus beneficios para con

―- 159
L. Larriva de Llona

migo , educándome de una manera superior a mi


condición , en todo sentido . Vestíamos casi iguales y
Estela se complacía en oír ponderar mi talento y
ini hermosura, aun más que de los elogios que a
ella misma se dirigían.
"¡Cuán lejos estaba de pensar que abrigaba
una víbora en su seno! Sin embargo , pronto fué ma
nifestándose mi carácter atrabiliario, soberbio y en
vidioso.
«Una escena, entre otras , ha quedado presente
en mi memoria y me produce, aun hoy, vivos re
mordimientos . Quiero por lo mismo referirla.
«Se había organizado una representación in
fantil en una casa amiga de los marqueses de Val
de Flores, con motivo de las alegres fiestas de Na
vidad.
«Estela y yo , con varios otros niños pertene
cientes a las más aristocráticas familias, debíamos
representar las figuras del Gran Misterio y las de
más accesorias, en un cuadro vivo. Yo formaba par
te de un coro de pastores . Se nos había mandado
hacer vestidos adecuados, vistosos y lujosísimos.
«Sin embargo, yo no estaba contenta. En vez
de agradecer el honor que se me dispensaba, en ob
sequio de Estela , indudablemente , de alternar como
igual suya con niños de la más elevada clase social ,
traíame preocupada y taciturna la idea de que mis
compañeras eran más bonitas que yo , - sobre todo
más blancas y apesar de que mi vanidad se ha
llaba halagada grandemente ante la perspectiva de
presentarme ataviada con tanta elegancia ante un
público numeroso y escogido y de recibir sus entu
siastas aplausos, tentada estuve de fingir alguna
indisposición súbita para no tomar parte en la fun
ción.
"Llegó el día designado para el primer ensa
yo. Este debía tener lugar en nuestra casa , y a la
hora convenida llegaron todos los niños. Entre estos
se hallaban Margarita Noble y su hermano Augusto ,
íntimos amigos de Estela y a quienes yo profesaba

-- 160
Un drama singular

una antipatía invencible, tal vez por ese mismo ca


riño con que los distinguía mi hermana de leche.
«Margarita era algo mayor que nosotras: podría
contar a la sazón trece años , y sin ser de una belleza
tan notable como Estela, se distinguía por su perfil
aristocrático , por la esbeltez y elegancia de su cuerpo
y por sus maneras naturalmente señoriles . Tenía
fama de ser muy orgullosa y con efecto, había usado
siempre para conmigo un aire de desdeñosa indife
rencia que me irritaba sobre manera .
«No fué dueña de ocultar su desagradable sor-.
presa al saber que yo tomaba parte activa en la fiesta
y manifestó su disgusto , diciendo en alta voz que
ella no iría por nada en el mismo grupo en que a mí
se me colocara.
«Con esa crueldad inconsciente de la infancia,
siguieron el ejemplo de Margarita todos los niños ,
con la única excepción de Estela , quien al ver mi faz
{
lívida y desencajada y mis ojos que a duras penas
contenían las lágrimas, se abrazó de mí protestando
que si me separaban , se separaría ella también de la
representación .
« Augusto Noble , que la adoraba , se puso enton 1
ces de nuestro lado y medió en la cuestión , tratando
de acallar la orgullosa susceptibilidad de su hermana.
«Yo no había hablado una palabra, pero sentía
desencadenarse en mi pecho una tempestad horrible.
Sólo podré expresar lo que sentía diciendo que odia
ba con todas las fuerzas de mi sér a cuantos tenía
por delante . Y no sé qué me irritaba más: si el des
precio de Margarita, la intervención cariñosa de Es
tela o la compasión de Augusto; pero los aborrecía
a todos: a los que me herían y a los que intentaban
defenderme .
"Aún no se había logrado aplacar los ánimos
por completo , cuando , atraído sin duda por el rumor
del altercado , entró al salón en que nos hallábamos ,
un jovencito, como de unos quince o diez y seis años.

de edad, que por ser ya demasiado grande no debía
tomar parte en nuestra comparsa .
"Se llamaba Gustavo de Peñablanca y algunos

- - 161 ― 22
L. Larriva de Llona

años después había de ser el novio de Estela. Por


entonces, la consideraba sólo como lo que era: una
chiquilla .
――――― «Y bien ¿qué hay? - preguntó --
– ¿por qué re
ñís?
"Hablando acaloradamente y a la vez , los del
otro bando, le informaron de lo que pasaba.
- «¿Así es que todo es por ésta , en resumen?
-dijo volviendo hacia mí sus miradas y designándo
me con un gesto de supremo desdén.- ¿Y tú lloras
por eso , Estela? -continuó , tomando asiento entre el
anárquico grupo y colocándola sobre sus rodillas . -
¡Qué tontería! ¿No ves que tus hermosos ojos se van
a desfigurar con las lágrimas? ¡ Ea , Margarita , — pro
siguió dirigiéndose a ésta , —¿qué te importa a tí que
represente o no represente esta muchacha? ¿Quién
ha de fijarse en ella? Deja a la pobrecilla que haga
también su papel , puesto que Estela lo quiere así.
Mira: como es tan obscura , ni la han de ver. Se me
ocurre que el rol que debían haberle designado es el
de el Rey negro .
«Esta última frase tuvo el poder de hacer volver
las sonrisas a los ceñudos rostros y se decidió por
unanimidad , que se me dejaría tomar parte en la
fiesta .
«Pero las palabras de Gustavo habían llevado al
colmo mi desesperación y me juré a mí misma, que
antes me dejaría matar que concurrir a esa función
en la que se me aceptaba sólo por una gracia espe
cial concedida a Estela y con la esperanza de que mi
persona pasara desapercibida.
"No dejé de pensar, sin embargo , en la posibili
dad de eclipsarlos a todos , para lo cual , en verdad , no
me faltaban dotes ; pero tenía aún muy pocos años,
y la lucha me arredró.
«Determiné, eso sí, no sólo dejar de tomar par
te en la representación , sito impedir también que a
ella asistiera Estela ; y para ello contaba con mi as
cendiente sobre la suave criatura.
«Apenas se hubieron marchado los demás niños ,
dí rienda suelta a la ira que hervía en mi pecho e

– 162 -
Un drama singular

hice mil pedazos el lindo vestido que se me había


preparado y que tan ufana de lucir estaba pocas ho
ras antes; y declaré mi inquebrantable resolución de
permanecer en casa la noche de Navidad .
«Después de haberme desahogado un tanto con
estos actos de furor, sobrevino la reacción y me eché
a llorar amargamente .
-
- « Yo no quiero permanecer más en esta casa ,
dije a Estela. Tus amigos me han humillado cruel
mente y prefiero ir a mendigar por las calles , a ver
me expuesta de contínuo a semejantes ofensas, vi
viendo a tu lado .
"Yo decía todo esto sin sentirlo , pues si bien era
verdad que mi alma estaba llena de rencorosa rabia ,
no lo era menos que por mi mente no podía pasar la
idea de abandonar esa casa en la que gozaba de cuan
tas comodidades podía apetecer, y en la que man
daba yo con más imperio que la hija mimada de los
amos; pero sentía una luzbélica satisfacción en mor
tificar a la dulce niña que tan buena era para con
migo.
― - "¿Qué dices, Carmen? -exclamó ésta , ro
deando mi cuello con sus brazos - ¿tú abandonarme?
No digas eso .... ¿Y qué harías solita por el mundo ?
-
«Morirme. Eso es mejor que sufrir como he
sufrido hoy.
-
"Es que tú también tienes un genio ! .... ¿Por
qué te enfurruñaste tan pronto? Margarita es muy
buena en el fondo , y si tú la hubieras rogado ....
-¡Yo ! ¡ rogarla yo! Tú no me conoces, Estela .
Aunque soy pobre y .... obscura como dijo el otro ,
tengo más dignidad que todos ellos ¿qué me importa
a mí ir o no ir a su función? Tú asistirás porque eres
su igual ; de mí no te ocupes que ya tengo formada
mi determinación a ese respecto .
«Y volví a llorar más desconsoladamente aún .
« En fin , tales artes desplegué, a pesar de mi
corta edad, que conseguí que Estela me ofreciera.
formalmente que se excusaría de tomar parte en la
fiesta y aun de asistir a ella. Sólo a ese precio con

---
- 163 ―――
L. Larriva de Llona

sentí en deponer mi enojo y en no abandonar la casa


en busca de la buena ventura .
«Por desgracia para mí, se enteraron del caso
los padres de Estela , y al ver por los suelos , sucio y
destrozado , mi lindo traje de pastora y al saber la
promesa que había arrancado a aquélla , desplega
ron contra mí una severidad de que hasta entonces
no habían dado ejemplo , encerrándome por varios
días en mi habitación , a pesar de las súplicas y del
llanto de mi hermana de leche; e hicieron que ésta
cumpliera con sus amiguitos su compromiso de No
che Buena. Tuve , pues , que pasar aún por la morti
ficación de oír hacer el relato de la fiesta a todos los
amigos de la casa consecutivamente, y de escuchar
las alabanzas que a los niños que en ella tomaron
parte, se dirigieron por espacio de muchos días " .
XXIV

La confesión de Carmen

( Sigue )

"Hacia esa época murió la madre de Estela, lo


cual fué motivo para que ésta se apegara más a mí
por la soledad en que quedó a consecuencia de ese
triste acontecimiento , pues a su padre , que siempre
había sido muy poco afectuoso , apenas se le veía ya
en la casa cuyo gobierno se hallaba entregado, casi
por completo , a numerosos y antiguos criados de am
bos sexos .
"Por lo que hace a mí, yo era enteramente
huérfana desde hacía algunos años , pues mi madre
murió cuando sólo contábamos cuatro de edad , Es
tela y yo .
"Llegamos así a los quince años .
« La hija de D. Alberto , estaba dotada de una
belleza celestial ; belleza, que con ser tan grande, no
era sin embargo más que una imagen imperfecta de
la que resplandecía en su alma.
"Yo también era hermosa . Continuamente sor
prendía en los ojos de los aristocráticos jóvenes con
quienes, por mi especial condición en la casa del mar
qués y al lado de su hija, me rozaba en los salones
que frecuentábamos, miradas que equivalían a la
más expresiva declaración de amor.
"Mi espejo confirmaba estas lisonjas , y fuí in
fatuándome más y más, al mismo tiempo que nacía
en mi alma una loca ambición . Creí que mi hermo
sura y mi inteligencia , cualidades que el amor pro

- 165 -
L. Larriva de Llona

pio exageraba en favor mío , me daban derecho a to


do , y que por consiguiente podía aspirar a un ma
trimonio elevado .
«La soberbia me cegaba hasta el punto de ha
cerme olvidarpor completo que había nacido esclava ,
que mi madre había trabajado azuzada por el látigo
del caporal y que yo misma debía la posición de que
en la actualidad disfrutaba, a la generosidad de Es
tela y me consideré igual a ella.
"¡Fatal soberbia, fatal ambición , ellas me per
dieron! ¡Carmela , hija de mi alma , no des jamás ca
bida en tu pecho a tan funestas pasiones ! ..

«Escribo en una hora suprema. Esta es una


confesión que espero me ha de valer ante el Juez
soberano, ante Aquél que sabe leer en el fondo de
las conciencias, y delante del cual me presentaré
muy en breve; así es que no trato de disfrazar en lo
más mínimo, mis sentimientos.
"Creo que yo no era enteramente mala en el
fondo . Operábanse en mí una acción y reacción
continuas. Las malas pasiones de que he hablado
ya , luchaban constantemente dentro de mí misma
con cierto espíritu de equidad y de justicia que
me era ingénito; y de esta lucha resultaba que, yo
era buena o mala alternativamente , según que triun
faban en mi sér este instinto o aquellas pasiones .
«El dulce carácter de Estela, su generosidad
nunca desmentida para conmigo , me conmovían a
veces despertando remordimientos en mí y entonces
hacía sinceros propósitos de enmienda , sintiéndome
capaz hasta de actos de verdadera abnegación . Por
desgracia esas ráfagas de buenas intenciones pasa
ban demasiado pronto y a la menor contrariedad
que experimentara , al menor capricho no satisfecho ,
se sublevaban de nuevo todos mis malos instintos .
"He referido un incidente de mi niñez y ahora.
voy a narrar otro de mi adolescencia, porque a la
hora presente, me complazco en acusarme yo misma.
con la esperanza de que la pena que me impongo al

Com 166 -
Un drama singular

evocar estos recuerdos y la severidad con que me


juzgo, han de ser meritorias a los ojos de Dios.
«Estela tenía una linda voz y cantaba con sumo
gusto y aun con verdadera maestría . Además , dota
da de sentimiento artistico y deseosa de cultivarlo ,
desde muy pequeña había estudiado bajo la direc
ción de los mejores profesores que llegaban a
Lima. Yo había tenido a mi disposición los mismos
maestros, pero por una parte el temor de verme fácil
mente aventajada y por otra la natural frivolidad
de mi carácter que me inducía a ocuparme más del
cuidado de mi hermosura, que del cultivo de mi inte
ligencia , me impidieron dedicarme con seriedad al
estudio de la música .
«Sin embargo, como no carecía por completo de
voz ni de disposiciones para el canto , acompañaba a
Estela en algunas romanzas o cancioncitas fáciles ,
con lo cual me imaginaba que podrían creer los de
más y aun me hacía yo misma la ilusión , de que
si no había llegado a cierto grado de perfección en
este arte, era tan sólo porque había desdeñado con
sagrarme a su aprendizaje.
«No impedía esto el que me mortificara sobre
manera la superioridad de Estela en este punto , co- :
mo en todos aquellos en que me veía obligada a re
conocerla.
«Una noche cantó ella tan admirablemente y
fueron tantos los aplausos que recibió, que la ser
piente de la envidia me mordió en el corazón con
más fuerza que nunca y mal aconsejada por ella y
por la vanidad, conjuradas ambas para perderme,
quise también cantar sola.
«< Los elogios necios o interesados de algunos
jóvenes que me rodeaban , me alentaron y me acer
qué al piano .
«Estela, que sabía que yo sólo cantaba a duo
con ella, se puso de pie al mismo tiempo, pregun
tándome qué piezas elegía.

- «Voy a cantar sola - le contesté secamente ,
tú me acompañarás al piano .
-¿Sola? ¿y no tendrás miedo?

- 167 ·▬ ▬ ▬ ▬ ▬ ▬ ▬
L. Larriva de Llona

<< - Ciertamente que carezco de tu aplomo ; pe


ro quiero probar.
>>Estela me miró sorprendida por la acritud de
mis palabras, pero sin replicar se sentó delante del
instrumento y comenzó a preludiar la romanza que
yo le había colocado en el atril .
"A las primeras notas sentí que todo el valor
ficticio de que me había armado, desaparecía ante
la amarga convicción de mi impotencia. El corazón
me latió fuertemente, comenzó a temblarme la voz
y por fin se ahogó en mi garganta y no pude conti
nuar. Mi confusión y mi vergüenza no son , en ver
dad, para imaginadas. En vano la generosa Estela
se echó en alta voz la culpa de mi fiasco , diciendo
que ella no sabía el acompañamiento de esa cavati
na y que eso me había hecho turbar. En vano hizo
que ejecutáramos en seguida el duo en que yo me
desempeñaba menos mal : la herida que recibió mi
amor propio fué incurable y a partir de esa noche,
no volví a cantar en público .
"Hacia ese tiempo contrajo D. Alberto de La
rruzátegui , segundas nupcias, siendo su elegida es
posa aquella misma Margarita Noble, amiga de in
fancia de Estela y a la cual, desde la memorable
fiesta de Navidad de que ya he hablado , y del eno
joso incidente en ella ocurrido , conservaba yo ren
corosa ojeriza.
"Este acontecimiento me colocó, como es de
suponerse, en una situación por extremo desagrada.
ble. La secreta antipatía que había yo alimentado
hacia aquella que era ya la marquesa de Val de
Flores y por consiguiente la dueño de esa casa en
que tan sólo era yo una advenediza, se fué convir
tiendo en odio verdadero.
«Para colmo de mi martirio , Margarita y Este
la, que siempre se habían querido tiernamente, se
unieron más de día en día después del matrimonio
que hizo ocupar a la primera el lugar de la madre.
de su amiga; y aun me fué fácil comprender que la
nueva esposa del marqués , reconvenía cariñosa men

-
― - 168
Un drama singular

te a mi hermana de leche , por su excesiva bondad


y condescendencia para conmigo .
"No dejé yo de hacer esfuerzos por sembrar la
discordia entre esos dos corazones , pero mis tenta
tivas abortaron siempre ante la noble dignidad de la
una y la sinceridad afectuosa de la otra; y pronto
adquirí la desconsoladora convicción de que con mis
manejos conseguía tan sólo dañarme a mí misma ,
poniendo de manifiesto mis aviesos propósitos .
" Dos niñas gemelas que dió a luz Margarita , an
tes del año de su matrimonio, acabaron de estrechar
los lazos que la unían con la hija de su marido , por la
ternura entrañable que ésta demostró desde el primer
momento hacia sus pequeñas hermanas .
"Mi posición en la casa no había cambiado en
nada, sin embargo, al menos en la apariencia .
«Margarita , sin llegar a familiarizarse conmigo ,
me trataba generalmente con dulzura ; Estela con
tinuaba dándome inequívocas muestras de su cari
ño y D. Alberto , que era dadivoso con todo el mun
do , siendo este uno de los rasgos distintivos de su
carácter, y tal vez , el más apreciable, hacía gala de
esa liberalidad más y más cada día con respecto a
mí. Pero a pesar de todo , yo no estaba contenta .
Más aún , me consideraba desgraciada.
«Mi carácter imperioso y dominante, a cuyos
caprichos se sometía constantemente Estela desde
la época de nuestra niñez , tenía que ser violentado
ahora por las consideraciones que debía a la esposa
de D. Alberto . Ya no era mi voluntad la que rei
naba despóticamente en la casa, gracias a la con
descendencia de Estela y sentía hervir de ira la
sangre en mis venas , cada vez que en cosas gran
des o pequeñas me veía obligada a deferir al dicta
men de Margarita .
«Siéndome imposible la lucha en tales circuns
tancias, me sometí, aparentemente, al nuevo orden
de cosas, y de altanera y caprichosa que era antes ,
me volví disimulada e hipócrita.
«Un incidente inesperado, colmó la medida de
mis sufrimientos y puede decirse que fué el que
decidió de mi suerte.
23
XXV

La confesión de Carmen

(Sigue)

«Había en casa del marqués un joven de mi


misma raza, y al cual toda la familia tenía en gran
de estima, por sus buenas cualidades morales , pues
tas de relieve en particulares circunstancias.
" Aunque nos llevaba pocos años a Estela y
a mí, y por esta razón participó muchas veces de
nuestros juegos infantiles, jamás se creyó autorizado
a traspasar la distancia que le separaba de su seño
rita. Humilde , fiel y abnegado , era el modelo perfec
to del criado adicto a sus amos.
"Adoraba a Estela. Sus padres y él habían reci.
bido muchos beneficios de la familia de Larruzátegui,
y la gratitud que por ellos guardaba en su corazón
era inmensa.
«Don Alberto le había dado la libertad hacía al
gún tiempo, en recompensa de haberle aquél salvado
la vida con grave peligro de la suya, en un asalto
que le hicieron, de camino para una de sus hacien
das, cuatro famosos bandoleros; pero el noble joven
sólo aceptó nominalmente esa merced inestimable,
y no consintió nunca en abandonar la casa en que
había nacido y se había criado . El marqués le propor
cionó, entonces, los medios de cultivar su inteligen
cia naturalmente despejada , por manera que Fer
mín, excepción hecha del color atezado de su piel ,
era por los sentimientos y el carácter, un perfecto
caballero .
«Fermín me amaba desde nuestra infancia.

― 171 .-
L. Larriva de Llona

«¿Cuál es la mujer que no adivina el afecto que


inspira aunque no corresponda a él ? No era, por
cierto, para mí un secreto la pasión que había des
pertado en el corazón del joven mulato; pero como
ese cariño me ofendía en vez de halagarme, fingí
siempre no apercibirme de él e hice estudio especial
en impedir que se atreviera a declararme sus senti
mientos .
« El, atribuyendo , quizás, mi esquivez a modestia
más bien que a orgullo o antipatía, y alentado por
sus propios deseos y por las insinuaciones de Mar
garita que había adivinado su pasión , se atrevió un
día a confesar a ésta que sería muy dichoso si yo le
correspondiera ; y por su intermedio pidió formalmen
te mi mano a D. Alberto , antes de hablar conmigo
sobre el particular.
«Estela, que quería a Fermìn casi tanto como a
mí, fué la encargada de hacerme la proposición de
matrimonio.
«Conservo en mi memoria, grabados sus más
insignificantes pormenores con caracteres indele
bles, el diálogo en que se formuló aquella petición
que me humilló hasta lo más íntimo del alma .
1
"Si no hubiera estado acostumbrada desde ha
cía algún tiempo al disimulo , habría notado Estela
la cólera que se encendió en mi pecho, apenas com
prendí de lo que se trataba; pero logré ocultar mi
turbación , y con los ojos bajos para que no pudiera
leer en ellos mis impresiones, le contesté dulcifican
do mi acento cuanto me fué posible:
- «Yo no quiero casarme, Estela .
1 - «¿Que no quieres casarte? Será que no has
pensado en ello , tal vez por falta de ocasión . Mira :
Fermin es bueno como no hay dos y te ama como
jamás te amará nadie, pues según su propia confe
sión, hace años que suspira por tí. ¿No te lo ha dicho
nunca? ¿No lo has conocido , tú , en sus miradas? El
pobre muchacho no sabe disimular, y Margarita y
yo sabíamos su secreto desde hace mucho tiempo .
Esperábamos que tú no serías insensible a su cariño
porque a la verdad es bien parecido y simpático . Ya

- 172 --
Un drama singular

tú sabes que en casa ocupa un lugar preferente y que


le queremos tanto como a ti .... Vamos , mírame,
- continuó cogiéndome por la barba y obligándome a
levantar la cara hacia ella , - ¿ tal vez te da vergüen
za de confesarme tus secretos? ¿No tienes confianza
en mí?
«Te equivocas: no tengo secreto ninguno. No
amo a Fermin .
- « ¿ No le amas? .... Entonces haces bien en no
querer casarte , Carmen . Yo tampoco consentiría en
ser la esposa de un hombre a quien no amara . Pero
no te negaré que lo siento mucho, porque en ese pro
yecto de enlace entraba por algo mi egoísmo, pues
me decía que siendo tú la mujer de Fermín no te
separarías ya nunca de mi lado , como que él no ha
ría sino mi voluntad, y ya yo tenía un plan forma
do ....
---
«Al decir esto Estela , me parece estarla vien
-
do, se golpeaba la frente con el índice en un movi
miento lleno de ingenua gracia.
-
Pero ¡ qué hemos de hacer! - siguió dicien
do, puesto que no le quieres, no hay que pensar más
en ello. Y ahora , acércate más a mí que yo tengo
algo que contarte que te ha de interesar seguramen
te y aunque no es ya un secreto, me ruborizo de ha
blar de ello en alta voz.
Sin que pudiera explicar el por qué, el corazón
me dió un tremendo vuelco al oír las últimas pala
bras de Estela .
« Ella , sin notar mi turbación , rodeó mi cuello
con sus brazos, acercó su blonda cabeza a la mía y
me dijo al oído :
"Voy a casarme .
"Me sentí desfallecer.
-¿Con quién? -le pregunté anhelante .
- «Con Gustavo de Peñablanca.
"¡Con Gustavo de Peñablanca ! Sí , lo había adi
vinado yo antes de que ella lo dijese . Ese era el nom
bre que temblaba de oír pronunciar.
«Gustavo de Peñablanca que, por razones de
familia, se había casado muy joven , era viudo desde

- 173
L. Larriva de Llona

hacía cosa de dos años y frecuentaba nuestra casa


con la mayor asiduidad de algunos meses a la fecha .
"No podré explicar, cómo la antipatía que me
inspiraba este joven caballero y el rencor que le
guardaba desde la escena ya referida del ensayo
para la fiesta de Navidad, fuéronse borrando en mi
alma, dando lugar a sentimientos diametralmente
opuestos a aquellos .
«La verdad es, que quizá era Gustavo el único
entre cuantos hombres me conocían , que no había
rendido el homenaje de su admiración a mi belleza ,
y fué, tal vez , esa misma indiferencia la que encen
dió en mi alma una chispa de amor, que fué crecien
do hasta convertirse en devorador incendio.
"He dicho ya que por fortuna no advirtió Estela
mi emoción , o la atribuyó a causa muy distinta de la
verdadera .
- « Si supieras cuán dichosa soy! -continuó
diciéndome - Anoche ha hablado Gustavo a mi pa
dre y todo está ya arreglado. Desde que Gustavo me
declaró su amor, deseaba yo contártelo todo a tí,
Carmen, pero él me suplicó que no lo hiciera mien
tras papá no hubiera dado su aprobación a nuestro
enlace. Ahora no tengo ya por qué callar mi dicha y
tú eres la primera a quien se la participo , después de
Margarita. Mira su retrato : es una miniatura que ha
mandado hacer expresamente para mí. Está muy
parecido ¿no? Pero él es mejor, mucho mejor. No
creo que me ciegue el inmenso amor que le tengo,
pero la verdad es , que me parece todo un gallardo
caballero mi futuro esposo . Oye: cuando me case, te
vendrás tú conmigo , de todos modos ¿no es así? Si
no quieres aceptar a Fermín, no te faltarán otros
novios, que para eso eres bonita. ¡Pobre Fermín! La
verdad es , que me dá mucha pena. Gustavo me dice
siempre: « Sí tú no me amaras me moriría" . Y yo lo
creo. ¿No temes tú que se pueda morir Fermín ? …….. »
Pero ¿qué tienes, Carmen? ¿Por qué me miras con
tus ojazos negros tan fijos y tan abiertos? ¡ Me das
miedo!
-
— « ¿ Miedo? Já , já , já …….. Es que me asusté por

- 174 -
Un drama singular

un momento ante la suposición de que pudiera mo


rirse Fermín ; pero esa idea no pasa de ser una tonte.
ría porque las gentes no se mueren de amor sino en
las novelas .
- "O cuando se aman como nos amamos Gus
tavo y yo.
"Me sonreí irónicamente.
- «Si esa ilusión te hace feliz, no quiero quitár
tela, - le dije. --- Pero con respecto a mi enamorado,
no te preocupes: no peligrará su vida por la decep
ción que va a sufrir.
- «¿Con que decididamente le desahucias?
«Decididamente .
« Aquella tarde nos acompañó Gustavo a comer.
La felicidad parecía prestar nuevos encantos a Es
tela. Su rostro irradiaba .
"Yo me sentaba a la mesa con la familia de D.
Alberto. No asi Fermín , que jamás había querido
declinar la obligación de servir por sí mismo a su
amo, a pesar del puesto preferente que ocupaba en
la casa . Aquella prerrogativa de que yo gozaba des
de mi más tierna edad , me había de ser odiosa y hu
millante a partir de ese día , puesto que entre la ser
vidumbre miraba a ese Fermín que se me había pro
puesto para esposo .
«Mi corazón destilaba hiel.
«Cuando llegó la hora de los postres y se retira
ron los criados , se hizo la conversación más expan
siva .
«Estela, que tenía a su derecha a Gustavo, y a
cuya izquierda me hallaba yo, me cogió una mano y
estrechándomela afectuosamente, me dijo en voz
bastante alta, ya que el asunto de que se trataba no
merecía reserva alguna , a su modo de entender:
- «¿Con que no quieres ser tan feliz como yo?
«Sentí que una oleada de sangre afluía a mi
rostro y no pude evitar que mis ojos despidieran un
rayo de cólera. Sin embargo, contesté reprimiéndome
en cuanto me fué posible :
- "No todas hemos nacido predestinadas para
la dicha.

- -
- 175
L. Larriva de Llona

- «Sobre todo, -dijo la señora de Larruzátegui ,


en tono seco y perentorio, mientras me dirigía una
severa mirada, - sobre todo , cuando no tenemos la
cordura de limitar nuestras aspiraciones a nuestros
merecimientos .
! "No sé de lo que habría sido capaz si hubiera
podido en aquel momento dar rienda suelta a los
desatentados impulsos de rabia que me asaltaron ;
pero debía sofocarlos, y lo conseguí clavando las
uñas de mis crispados dedos en mis brazos, hasta
hacerlos brotar sangre .
«Dos lágrimas incontenibles se deslizaron de
mis párpados trazando un surco ardoroso a lo largo
de mis mejillas .
"Como según he dicho ya , me propongo consig
nar la verdad desnuda en este papel, por desfavora
ble que ella resulte para mí, correspóndeme hacer
justicia a la esposa del marqués.
«Margarita era una mujer buena y sensible. El
orgullo de que se la acusaba cuando niña, se trans
formó en grave dignidad desde que llegó a la juven
tud. Sinceramente religiosa , caritativa por natural
impulso y por educación y señorilmente afable con
sus inferiores, se hacía querer de cuantos la cono
cían. Amaba con pasión a su marido, no teniendo
I
ojos cuando de él se trataba más que para sus bue
nas cualidades; así es que le creía perfecto, lo cual
si bien hacía sonreir maliciosamente a algunas per
sonas, inspiraba mayor estimación y respeto hacia
ella, en la generalidad de sus amigos . Unicamente
se manifestaba severa para conmigo: tal vez conocía
mejor que nadie mis malas cualidades . Sea de ello
lo que fuere, yo no le perdonaba esa especie de pre
vención en contra mía que no desperdiciaba la oca
sión de manifestarse , como sucedió en aquella
tarde.
«Sin embargo, al mirarme llorar se conmovió y
me dijo suavizando su acento:

- « No creas por esto, Carmen , que yo pretenda
obligarte a que te cases con Fermín, si a lo que pa
rece, sientes hacia él marcada antipatía . Lejos de

- 176 ----
Un drama singular

mí semejante idea; pero no podré negar que todos


habríamos visto con placer el que hubieras acogido
favorablemente sus honradas pretensiones . Sabes
que él es un muchacho bueno a carta cabal y que
Alberto, Estela y yo le queremos como si formara
parte de la familia .
- «Carmen es aun muy joven y no hay necesi
dad ninguna de que proceda precipitadamente en
asunto de tamaña trascendencia . Luego, ella tiene
derecho a esperar partidos muy ventajosos , porque
para ello cuenta , a más de la dote que yo le daré,
con su belleza verdaderamente extraordinaria. No
hay pues, en realidad, por qué dar a esta cuestión
una importancia que no merece .
«Quien así hablaba era el marqués.
«Alcé los ojos para mirarle.
«Esta era la primera vez que escuchaba de su
boca semejante cumplido y la voz de D. Alberto ,
que tenía siempre cierta inflexión irónica , hacía ne
cesario el mirarle cara a cara para acertar con el
verdadero sentido de sus palabras.
"Decididamente en esa vez habían estado de
acuerdo sus sentimientos y sus frases: la expresión
de su rostro no dejaba lugar a la más ligera duda .
" Mi mirada se cruzó con la suya en un instante
veloz como el pensamiento , y no sé qué leí en sus
grandes y aun hermosos ojos, que me produjo una
extraña sensación . Fué aquello una mezcla inexpli
cable de placer y de susto .
"Esta especie de mudo diálogo , pasó con la ra
pidez del relámpago y nadie , excepto él y yo , pudo
darse cuenta de nuestras impresiones.
" Díle las gracias con no fingida turbación y pre
textando una repentina jaqueca , me retiré a mi apo
sento casi inmediatamente, porque necesitaba es
tar sola .

24
XXVI

La confesión de Carmen

(Sigue)

«Una vez lejos de todo testigo importuno me


dejé caer vestida sobre mi lecho , y lloré amarga
mente .
«El eco gozoso de las voces llegaba desde los
salones hasta mis oídos, produciéndome la más pe
nosa impresión . Imaginábame que a cada uno de los
asiduos contertulios íbanle dando la feliz nueva del
concertado enlace y que ella era recibida por todos
con entusiastas parabienes .
«Al cabo de tres o cuatro horas fué disminuyen
do el ruido . Los cotidianos visitantes se iban reti
rando sucesivamente.
"Los pasos de Gustavo fueron los últimos que
resonaron en los solados corredores . Hasta en el so
nido de sus pisadas me parecía encontrar el eco de
su felicidad , y ellas repercutían de un modo fúnebre
en mi alma.
"Todo quedó luego en silencio . Los criados ce
rraron las puertas y apagaron las luces.
«Estela, absorta en su dicha, no había vuelto a
acordarse de mí . Me felicité de ello .
"Las monjas del vecino convento de Jesús Ma
ría, tocaron las doce .
"Las campanas sonaron en mis oídos con acen
to lúgubre y tristísimo .
«El aposento que era bastante espacioso y que
quedaba escasamente alumbrado por la bujía que

---
- 179 -
L. Larriva de Llona

ardía sobre el velador, me pareció que iba poblando


se de negros fantasmas .
"Cerré los ojos para no verlos, hundiendo el
rostro entre las almohadas , pero inútilmente .
"Al fin traté de sobreponerme a ese temor pue
ril y levantándome, dije en alta voz, como para in
fundirme valor con el ruido de mis propias palabras :
"¡Bah! ¿Las apariciones negras me causan mie
do? Serán mi madre y sus antepasados que vienen
a hacerme compañía! ....
«Estas palabras que salieron de mis labios irre
flexivamente, me parecieron una blasfemia después
de pronunciadas .
«Entre mis malas cualidades , no había tenido
nunca la de renegar de mi madre . Nó; a pesar de que
apenas conservaba de ella un ligero recuerdo que
día a día se iba esfumando , veneraba su memoria y
sólo hablaba de ella con religioso respeto . Por eso
me atrevo a esperar ¡ Dios justiciero ! - que mi hija
no llegará nunca a maldecir a aquélla a quien debe
el sér, por más culpable que esta infeliz mujer ha
ya sido.
«Arrepentida de mi impiedad , me arrodillé y
quise orar por mi madre; pero el estado de sobre
excitación nerviosa en que me hallaba , me lo im
pidió.
« Me puse nuevamente en pie y comencé a pa
searme de un extremo a otro de la habitación para
ver si el ejercicio físico , calmaba un tanto la agita
ción de mi espíritu .
«De pronto me detuve frente a un espejo . Quise
ver si en realidad era tan hermosa como me lo ha
bían hecho creer.
«Encendí nuevas luces para contemplarme a
mi sabor.
"La gran luna veneciana ante la cual me halla
ba, y que me reproducía de cuerpo entero , ratificó ,
con muda, pero elocuente afirmación , las palabras
lisonjeras que hacía pocas horas habían brotado
de los labios del marqués, y cuyo eco resonaba aún

-
- 180
Un drama singular

en mis oídos , produciéndome, su solo recuerdo , una


impresión indefinible ......
"Un elegante , aunque sencillo vestido blanco,
ceñido al talle por un cinturón color de fuego , dibu
jaba perfectamente , merced a su irreprochable cor
te, los contornos de mis formas opulentas. Una gar
gantilla de encendidos corales , regalo de Estela ,
rodeaba con triple vuelta mi cuello, armonizándo
se perfectamente con el color moreno transparente
de mi cutis; y mis cabellos negros y lucientes como
el azabache, se escapaban en voladores rizos a pesar
de la cinta de terciopelo rojo que los sujetaba.
«Las fuertes emociones de que me hallaba po
seída , habían aumentado el brillo de mis grandes y
expresivos ojos negros .
«Una sonrisa de satisfacción iluminó mi rostro
y al entreabrirse mis frescos labios , dejaron ver dos
hileras de dientes menudos, apretados y blancos co
mo perlas de primer oriente.
«En ese instante, resonaron nuevos pasos en
la escalera.
«Era sin duda D. Alberto , que acostumbraba
salir siempre después de comer, recogiéndose ordi
nariamente a esas horas. Esperábanle , el portero
abajo , y en su departamento Fermín , a fin de aten
derlo en sus últimos arreglos nocturnos .
«Para llegar a sus habitaciones , tenía que pa
sar el marqués por delante de la puerta de la que yo
ocupaba. Yo estaba acostumbrada a sentirlo pasar,
pero esa noche experimenté un vago temor al escu
char sus pasos que se aproximaban . Instintivamen
te, dirigí mis miradas a la puerta y creció mi sobre
salto al ver que se hallaba sólo entornada.
« D. Alberto se detuvo , sorprendido quizás por la
insólita claridad que había en mi aposento , y quedó
un momento delante de la puerta , como si escuchara.
«Yo alentaba , apenas .
«De pronto, vi ceder aquella suavemente, y el
marido de Margarita penetró en mi dormitorio .
«Yo me hallaba de pie, en medio de él y mi so
-brecogimiento rayaba en el espanto; y, sin embar

- 181 ―-
L. Larriva de Llona

go, no había, aparentemente, razón para ello , pues


mil causas podían motivar esa visita que únicamen
te era extraña por lo avanzado de la hora .
"Más muerta que viva y sin atreverme a mi
rarle, permanecí cual convertida en estatua , aguar
dando a que él rompiera el silencio.
«Don Alberto avanzó resueltamente, cogió una
de mis manos y llevándome hacia el sofá , me hizo
tomar asiento en él , colocándose luego a mi lado .
«Por largo rato habló sin que yo lograra com
prender lo que decía, tan turbada me hallaba . Su
voz llegaba a mis oídos sólo como un confuso rumor
o como si se sirviera de un idioma completamente
desconocido para mí . Por fin conseguí serenar un
tanto mi espíritu y le presté atención .
«Los recuerdos de aquella noche fatal me ator
mentan de tal manera , aun en la hora presente ,
que no quisiera detenerme en ellos , pero fuerza me
es apurar hasta las heces el cáliz de amargura .
Prosigo pues .
"Don Alberto me hablaba de amor.
"No he dicho todavía qué clase de persona era
mi antiguo amo .
«Físicamente, era un hombre hermoso en toda
la extensión de la palabra, y como tal era citado
todavía por cuantos le conocían , a pesar de sus cua
renta años bien cumplidos . Verdad es que no con
tribuía poco a realzar la natural gallardía y distin
ción de su persona, el culto que por ella tenía , pues
difícilmente podrá encontrarse un hombre que ex
tremara tanto como él , los cuidados individuales .
Vestido siempre con gusto irreprochable, sus trajes
servían de modelo a la juventud aristocrática entre
la cual nadie se atrevía a disputarle el cetro de la
elegancia.
«En cuanto a su retrato moral , me sería tan
odioso bosquejarle que no lo intentaré, sino a gran
des rasgos .
"Ya he dicho , que era el ídolo de su mujer.
También su hija le amaba ciega, siendo para ambas
el prototipo de todas las perfecciones. Yo, que no

-
– 182 -
Un drama singular

tenía ante mis ojos la venda del cariño , le conocía


bien, y le juzgaba en lo que verdaderamente valían
sus prendas morales , casi todas negativas .
«Sectario ardiente de las doctrinas materia
1
listas, no tenía el marqués, más Dios ni más ley que
sus caprichos y todo lo supeditaba a su soberbia
voluntad y a sus sentidos sin freno .
«La virtud y el honor de las mujeres eran , pa
ra él, palabras completamente vacias de sentido ,
fantasmas forjados por los hombres, con los cuales
pretenden engañarse los unos a los otros , sin que
en el fondo crea nadie en ellos.
«Consecuente con estas ideas , abrigaba él la
convicción de que habíamos venido al mundo nada
más que para proporcionarnos todos los placeres y
satisfacer todas nuestras pasiones, sin detenernos
en los medios que para la consecución de tales fines ,
tuviéramos que emplear.
"Me expuso sin ambajes ni rodeos , estas teo
rías que él ocultaba del mundo , bajo una máscara
de bondad muy hábilmente llevada.
«Horroriceme de su cinismo , rechazando con
dignidad las proposiciones que se atrevió a hacer
me, pero no tuve la energía suficiente para despe
dirlo .
"El continuó hablando sin hacer caso de mis
repulsas .
"Había adivinado el secreto de mi amor por
Gustavo de Peñablanca.
- «¿Qué quieres? -- me dijo - hay exigencias
ante las que fuerza es doblar la cabeza . Gustavo
no puede casarse contigo , pero no por eso creas que
le es indiferente tu belleza . Los hombres sabemos
ocultar nuestros sentimientos según nos conviene.
Que te vea él en brazos de otro , soberbia y resplan
deciente de lujo y hermosura y verás cómo cae ren
dido de amor a tus plantas .
«Todo lo que quedaba aún en mí, de digno y
de noble, se sublevaba en el fondo de mi alma pro
testando contra ese lenguaje que denunciaba el más
grosero sensualismo y una ausencia completa de

--- 183 -
L. Larriva de Llona

sentido moral y hasta de todo respeto a los más


sagrados preceptos de la naturaleza, puesto que al
hablar así, ofendía el puro amor de su hija e inten
taba minar, por su base , la felicidad que ella aguar
daba . Pero .... fuerza es confesarlo : al cabo de un
rato , comencé a escucharlo sin repugnancia .
«El demonio de la vanidad y de los celos hacía
resonar en mis oídos sus tentadores consejos que
penetraban en mi cerebro y en mi corazón , junto con
las frases halagüeñas del marqués.
«Por otra parte , el deseo de vengarme de alguna
manera de Margarita , a quien más que nunca odia
ba, me inducía a escuchar favorablemente las pala
bras de amor de su infiel esposo ....
"¿Para qué seguir?
"Mi oprobio se consumó aquella horrible noche ,
y yo no encuentro en mi conciencia , cuando a su
obscuro fondo desciendo , nada que atenúe mi falta.
" No tuve ni aun la disculpa del amor!
XXVII

La confesión de Carmen

(Sigue)

«Pasaron los días.


"Pronto me convencí de que yo no había repre
sentado para el marqués sino el capricho de un mo
mento y de que importándole mucho el conservar
incólume su reputación de hombre formal , fuerza
era que nuestras fugaces relaciones quedaran ocul
tas para siempre, bajo el más impenetrable miste
rio; me había perdido , pues, inútilmente .
«Para colmo de mi desventura , al poco tiempo.
comprendí que llevaba en mis entrañas el fruto de
aquella hora de criminal locura .
"Un día, y viendo que él parecía haber olvida
do, cuanto entre nosotros había ocurrido , como si
todo ello no hubiera sido más que el sueño de un
sátiro , me resolví a hablar a Don Alberto sobre mi
situación y sobre el porvenir que a mí y a mi hijo,
nos aguardaba.
«Una sonrisa que me traspasó el corazón co
mo acerado puñal , fué su primera respuesta.
-66"No comiences hablándome en ese tono me
lodramático que yo aborrezco y que te sienta muy
mal , me dijo , en seguida , recostándose negligente
mente en su sillón y contemplando con voluptuosi
dad la blanca ceniza del rico habano que tenía en
tre los dedos de su mano derecha.- ¿Que , qué será
de tí y de tu hijo? - prosiguió entornando los ojos al

— 185 - 25
L. Larriva de Llona

mismo tiempo que sus labios dejaban escapar una


bocanada de humo; - pues lo que es de todas las
madres y de todos los hijos que se hallan en igual
situación . ¿O crees que eres tú la única mujer a
quien tal percance ha acontecido? Espero que no
j
pretenderás que confiese yo ante el mundo , que he
sido el seductor de una muchacha a la que precisa
mente debía protección , según las leyes que decan
tan los titulados moralistas , pero que nadie cum
ple ........ ¿ ni , acaso , estoy yo seguro de ser tu
único amante? -contiuó lanzándome al rostro es
´te horrible insulto ; - si cediste a mis insinuaciones ,
sin amarme ¿cómo no temer que te hayas entregado
también a Gustavo de quien estás locamente enamo
rada? Como eres hermosa, tu hermosura me tentó y
las malas pasiones que existen en tu alma y que por
el momento se encontraban exacerbadas , me dieron
fácil triunfo sobre tu poco sólida virtud . A la ver
dad, no soy el único culpable de los dos . Sin embar
go, no te asustes por tu porvenir. Tienes juventud
y belleza, dos tesoros inapreciables. ¿Que más pue
des desear? Luego, yo no te abandonaré mientras
necesites de mí .... Como comprenderás fá
cilmente, no puedes permanecer por mucho tiempo
en esta casa, porque tu estado se hará visible bien
pronto . Preciso es, pues, buscar un pretexto para
que salgas de ella, y creo que no te será difícil en
contrario ..... Todo lo que exijo de tí , es un si
lencio absoluto respecto de nuestras relaciones por
que, ya te lo he dicho , me conviene guardar las
apariencias. Además, aunque se te ocurriera decir
la verdad, nadie te creería , puesto que no tienes prue
bas en contra mía . Ahora, reflexiona y procede en
consecuencia : espero que serás prudente ......
«Sólo al oír estas palabras pude medir la pro
fundidad del abismo de vergüenza y de ignominia
en que había caído . Mi desesperación no conoció lí
mites entonces .
« Dos ideas se enclavaron en mi cerebro a par
tir de ese momento, dominándome por completo:

--- 186 -
Un drama singular

vengarme de Don Alberto , e impedir el matrimonio


de Gustavo y de Estela.
"Pasaba días y noches imaginando los medios
de conseguir este doble propósito .
«Creo que Gustavo había adivinado el fatal
amor que me había inspirado y se complacía en des
deñarme; o bien que un secreto instinto le adver
tía de los males que por mi culpa habían de sobre
venirle; el hecho es que muy difícilmente, y tal vez
sólo por complacer a Estela , disimulaba la aversión
que yo le inspiraba . Todo esto no hacía más que
violentar mis pasiones . Una cosa que a la vez me
indignaba y me producía un extraño gozo era el
pensar que efectivamente sentía Don Alberto celos
de Gustavo ; me indignaba por lo humillante que era
para mí tal sospecha y me hacía gozar comprendien
do que esos celos le habían de hacer sufrir a él , aun
que no fuera más , que porque lastimaban su orgullo .
"Los días pasaban mientras tanto y era ya ur
gente mi salida de la casa; pero tenía decidido no
salir sin poner antes por obra un proyecto infer
nal que había concebido durante los insomnios que
me atormentaban en mis calenturientas noches.
"Siete meses próximamente habían transcurri
do desde la noche fatal en que se decidió de mi
suerte .
"Estaba ya muy próxima la fecha del cumplea
ños de Estela, que era la fijada para la unión de los ›
dichosos novios , y yo tenía ya perfectamente ma
durado en mi cerebro , el horrible plan que debía
convertir en tragedia aquel poema de felicidad que
diariamente se desarrollaba ante mi vista , siendo la
infame suposición del marqués la que me lo hizo
concebir.
«No vacilé más . Escribí a Gustavo una carta
anónima en la que poco más o menos le decía lo
siguiente :
«Le engañan a Ud. del modo más miserable . Es
tela ama a Augusto Noble y con él unirá su suerte
porque este matrimonio es el que mejor conviene a
sus intereses de familia. Esto está perfectamente de
-
- 187 _-
L. Larriva de Llona

cidido y muy pronto verá Ud. que la que cree su no


via, asi como el padre de ella y su madrastra, se aco
gen a cualquier pretexto para romper el compromiso
contraído con usted» .
"Yo bien sabía que Gustavo haría pedazos el
papel sin darle importancia ninguna, apenas le re
cibiera, pues aunque , en verdad , había yo sorprendi
do la pasión de Augusto por mi hermana de leche,
pasión que ella misma ignoraba, sabía, también , que
ese joven generoso , sacrificando sus sentimientos en
bien de Estela , era el mejor amigo de Peñablanca .
Pero con esa carta preparaba el terreno para los
acontecimientos que, atraídos por mí, habían de
sucederse muy pronto.
"Inmediatamente después de haber enviado la
infame misiva a su destino , me dirigí a las habita
ciones de Margarita a la hora en que sabía la acom
pañaba siempre Estela.
«Ambas se ocupaban muy afanadas y risueñas
en alistar las galas de novia de mi feliz rival .
"Compuse la expresión de mi semblante de la
manera más adecuada a las circunstancias y, entre
lágrimas y sollozos , con la habilidad de la más con
sumada actriz, les referí mi desgracia, señalando
como autor de ella a Gustavo de Peñablanca .
« Estela dió un salto hacia mí y cogiéndome las
manos y sacudiéndome con una fuerza de que no la
habría creído capaz.
— «¡ La prueba! — exclamó , — la prueba de lo que
dices!
- «¿La tengo, acaso? - respondí , redoblando hi
pócritamente mis lágrimas. - Nuestros ojos se pro
metieron amor eterno desde hace mucho tiempo , pe
ro nuestros labios habían permanecido mudos has
ta el día en que me hablaste de las pretensiones de
Fermín con respecto a mí y de tu próximo matri
monio. Gustavo entró esa noche en mi aposento en
vez de ir a su casa , cuando se despidió de ustedes .
Me hizo la más ardiente declaración de amor, jurán
dome que sólo había pedido tu mano, para dar
algún pretexto a sus frecuentes visitas, las cuales

- 188
148
Uu drama singular

no tenían , en realidad, más fin que verme . Díjome


que esa tarde , había sufrido de tal manera al pensar
que podía yo casarme con Fermín y al ser testigo de
la humillación que se me había infligido , que había
tomado la determinación de hablar conmigo de una
manera definitiva; y me aseguró, por último , que
tan luego como obtuviera la aquiescencia de su fa
milia sería yo su esposa . Yo, enamorada y ciega
todo lo creí. ¡ Desdichada de mí, que me imaginé
que el amor podía borrar las diferencias de raza y
de fortuna! ¡ Demasiado tarde he conocido la perfi
dia de mi seductor y mi horrible e irreparable des
ventura!
«Estela parecía petrificada por la sorpresa y el
dolor. Me miraba con sus dulces y expresivos ojos
de una manera tal , mientras yo hablaba , que por un
fugitivo instante me sentí conmovida y esa mirada
que ha quedado impresa en mi alma indeleblemen
te, me ha perseguido después sin cesar, y, ni des
pierta ni dormida he podido olvidarla , como si ella.
fuera una de las formas del remordimiento ! ...
¡ Ahora mismo, cuando esto escribo, me parece ver
esos ojos de un azul profundo , clavados en los míos
con una expresión de dolor indefinible!
«La mortal palidez que cubrió su semblante y
el temblor de sus labios, denunciaban claramente su
sufrimiento.
«Margarita sin hablar una palabra me señaló la
puerta con un gesto imperioso . Yo salí de la habi
tación .
«La semilla de la discordia estaba lanzada.
«Yo conocía ya bastante a Don Alberto, para
estar segura que no se atrevería a desmentirme .
Luego , él no quería a Gustavo , - tal vez no quería a
nadie, y si había consentido en el matrimonio de
su hija con dicho joven, había sido únicamente por
que no encontró una razón plausible para oponerse
a él; pero existía completo antagonismo de senti
mientos , de ideas y de caracteres , entre los presun
tos suegro y yerno . El marqués ocultaba a duras pe
nas, bajo la careta de una viva cordialidad , la anti

CO - 189 - D
L. Larriva de Llona.

patía que le inspiraba Gustavo ; esa antipatía que


sienten los malos hacia los buenos, y que nace del
reproche constante de su conciencia, que les mues
tra crudamente la abrumadora diferencia que hay
entre sus ruines instintos y los sentimientos nobles
de los otros . Y como según las teorías de Don Al
berto, de que ya he hablado, y que eran la conse
cuencia lógica de aquellos instintos , el amor era
sólo una paradoja , y Estela podía elegir otro novio
entre la falange de sus adoradores, no debía él dar
una gran importancia a ese rompimiento del acor
dado enlace, cuyos fatales resultados no podía, por
otra parte, adivinar.
"Uno de mis propósitos estaba , pues, casi cum
plido . Me restaba vengarme del marqués a quien ya
odiaba profundamente.
"Lo que más urgía, por el momento, era salir
de la casa en la que, después de mi audaz declara
ción , no podía permanecer por un instante más .
XXVIII

La confesión de Carmen

(Sigue)

"Yo conocía a una pobre mujer a quien acos


tumbraba socorrer de tiempo en tiempo y la cual
vivía aquí en el Cercado , en esta misma casita que
hasta el presente ocupo .
"Me acordé de ella en tan apurado trance y re
solví pedirle hospitalidad, segura de que no me la
negaría, mientras decidía lo que me conviniera ha
cer para más tarde . Dirigíme, pues, hacia este apar
tado lugar .
«Conté a la buena vieja parte de mi historia,
lo preciso para interesarla en mi favor, callando lo
que me convenía ocultar y exornando el relato con
lágrimas que hubieron de parecerle muy sinceras ,
pues a la verdad, pocos esfuerzostenía que hacer
para que brotaran de mis ojos raudales de amargo
llanto; y compadecida ella de mi desdicha, convino
en darme un oculto albergue, que por otra parte,
podía yo pagarle generosamente .
«La mendiga salía todas las mañanas al ama
necer y no volvía sino muy entrada la noche.
«Yo pasé algunos días, enteramente desazona
da, pero mi huésped tenía relaciones entre la servi
dumbre de la casa de Larruzátegui y merced a ellas
aunque tomando las precauciones necesarias, a fin
de que no se sospechase el lugar en que me encon
traba, procuré informarme de lo que había ocurrido

- - 191 -
-
L. Larriva de Llona

allí después de mi partida, pues a un tiempo mismo .


deseaba y temía saber la verdad .
«Supe que Gustavo había dejado de visitar la
casa después de una escena violenta ocurrida entre
él y el marqués de Val de Flores . Habíanse luego .
cruzado algunas cartas entre ambos y por fin se hizo
público el rompimiento de Peñablanca con la familia
de Estela . Comprendí que los hechos iban cumplión
dose a medida de mis deseos .
«Mi primer impulso fué de loca alegría, pero
bien pronto se sobrepuso a ésta , el remordimiento .
"Mis días eran intranquilos y mis noches ho
rriblemente agitadas . Erame imposible conciliar el
sueño . Los sufrimientos físicos se unían a los su
frimientos morales.
"Acostumbrada al lujo desde mi niñez , me ho
rripilaba la miseria de que me veía rodeada .
«Una de esas noches, en que revolvía vana
mente mis fatigados miembros en el duro lecho que
debía a la gratitud de una pordiosera, sin que me
fuera posible hallar el descanso que tanto deseaba,
creí ver una forma blanca, de pie , a mi cabecera .
«Me incorporé en la cama, pero la extraña vi
sión lejos de desvanecerse , se animaba. Parecióme
reconocer en sus vagos contornos la figura de la
madre de Estela y me estremecí. Figuréme oír su
voz, pidiéndome cuenta de la felicidad de su hija,
destruída por mí, a quien ella había colmado de be
neficios .
« Me cubrí la cara con las sábanas cerrando los
ojos, y entonces la forma blanca se transformó en
un fantasma negro , que fijaba en mí dos ojos cente
llantes como dos carbunclos , y oí la voz de mi ma
dre que me maldecía .......
« Dí un grito agudísimo que despertó a la mu
jer que dormía a poca distancia de mí.
- - «¿ Qué es eso? - me preguntó asustada .
- - «Tengo miedo : he creído ver unos fantas
mas ...
- «¡Ave María purísima! No será extraño , hi
ja, porque has de saber que aquí penan mucho . Se

- 192 -
Un drama singular

rá un alma que necesita oraciones y viene a pedír


telas . Cuando una persona muere en pecado , vuel
ve su espíritu a este mundo en demanda de sufra
gios que le abran las puertas del Cielo. Esto lo per
mite el Señor en su infinita misericordia y por eso
no hay devoción más aceptable a sus divinos ojos
que la de las ánimas benditas . Reza , pues , por ellas
y verás cómo te tranquilizas. Yo me voy porque
quiero alcanzar la misa de cinco . La luna está como
el día . Hasta lueguito : regreso acabada la misa .
"¡Rezar! ¿Pero acaso podía yo rezar?
«Cuando me quedé sola se redoblaron mis an
gustias.
"Entreabrí la ventana y los rayos plateados del
hermoso astro de la noche, penetraron en la habi
tación disipando un tanto las sombras, pero sin al
canzar a ahuyentar mis temores .
"Yo tenía fiebre y a pesar de que nunca había
creído en aparecidos , mi imaginación exaltada po
blaba de ellos el aposento .
«De repente comencé a sentir ciertos dolores.
que poco a poco fueron haciéndose más intensos
hasta llegar a ser insoportables .
«Comprendí que mis fatigas y emociones de
esos días habían apresurado el instante en que de
bía ser madre : y el instinto de la conservación me
hizo volver en mí.
"Tuve miedo de morir y ante el fantasma de la
Muerte huyeron los otros fantasmas.
« Mi angustia crecía a medida que los dolores
iban siendo más y más agudos.
"¡Y estaba sola, enteramente sola, sin tener a
quién pedir el más insignificante auxilio en tan su
premo trance !
« Para hacer más tormentosa mi situación , el
amor maternal se reveló en mí en aquellos instan
tes; así es que sufría por mí y por mi hi
jo. Pensaba que si yo moría también moriría él y
me estremecía ante la idea de que tal vez no iba a
tener tiempo de estampar un beso en la frente de

- - 193
- 26
с
L. Larriva de Llona

ese angel puro .... ¡ puro , sí, a pesar de haber toma


do vida en mis entrañas malditas ! ....
" Al pasar tal pensamiento por mi mente , me
sentí regenerada . El arrepentimiento surgió por
primera vez en mi corazón .
«Quise vivir y ser buena por mi hijo y para mi
hijo.
«Y una dicha inefable inundó entonces mi al
ma, un momento antes anegada en intenso dolor.
«El marqués, Gustavo , Estela , Margarita , todos
desaparecieron de mi mente donde sólo se refleja
ba, en una esfera de luz, la imagen de un querubin,
hermoso y sonríente ....
"¿Qué podía importarme ya el mundo entero?
Ni los buenos ni los malos debían de temer nada de
mí en adelante. Ya no sentía odios , ya no abrigaba
rencores, ya no alimentaba deseos de venganza ....
todo lo remitía a Dios . Yo iba a tener a mi hijo y
con eso me bastaba ....
«¡Carmela, hija de mis entrañas, si alguna vez
llegas a saber las desdichas y los crímenes de tu
madre, compadécela, aunque todo el mundo execre
su memoria! Sólo, tú, no tendrás el derecho de mal
decirla! ....
XXIX

La confesión de Carmen

(Concluye)

«Dieron las cinco de la mañana .


«Estábamos en verano y ya la suave luz del
alba comenzaba a rayar en el horizonte , empalide
ciendo la de la luna y las estrellas que bajaban len
tamente hacia el ocaso .
"Acosada de nuevo por los dolores, que me ha
bían concedido breves momentos de tregua, me pu
se mis vestidos y con la esperanza de hallar quien
me socorriera , me dirigía a la puerta de la calle , que
la mendiga había dejado sólo entornada al salir.
«En ese mismo instante, sentí unos pasos preci
pitados que se detuvieron ante ella y la empujaron
luego con violencia.
«Una mujer y un hombre aparecieron ante mi
vista .
"A la débil luz crepuscular reconocí a Estela ,
seguida de Fermín , y retrocedí entre asombrada y
temerosa.
«Ella exclamó :
- «¡Gracias a Dios que te encuentro, Carmen!
Vengo a pedirte un favor que no me negarás , que
no puedes negarme: que te pagaré, si es preciso , a
precio de mi sangre! .. Pero ¿qué digo?
tú lo harás por tu sola voluntad ; porque más que
yo estás interesada en ello, como que lo que vengo
a pedirte es para tu propia conveniencia y es en bien

- 195 ――
-
L. Larriva de Llona

de tu amor ..... ¡ Carmen, la vida de Gustavo , la


vida del padre de tu hijo está en peligro!
"¡ Estela! ¿Qué dices?
- «Sí, se bate y se bate con mi padre ¿No es
verdad que esto es horrible?
- «¡Horrible! -repetí maquinalmente.
--
- « Carmen , él niega del modo más terminante
cuanto tú has afirmado . Pretende que todo es una
vil calumnia y ha tratado de infames a mi padre, a
Augusto Noble y a mí misma ..
Creo que está loco .... Yo tampoco tengo
mi juicio cabal ..... ¡Oh , Dios mío , haz que
sea un delirio de mi cerebro, no más, cuanto está
pasando ! ...... ... Gustavo ha escrito cartas
furibundas exigiendo una satisfacción plena , que
se desdigan de aquella historia vergonzosa, que ase
gura se ha forjado con el exclusivo objeto de bur
larse de él sangrientamente .. .. Pero
nadie cree en su inocencia, excepto yo ...
nó, yo tampoco creo , pues que tú afirmas que ...
¡Yo no sé qué es lo que yo creo , Carmen ! ....
«Yo estaba muda ante semejante explosión de
dolor.
- «No pudiendo obtener Gustavo la satisfac
ción que pide , ha desafiado a mi padre , - continuó
Estela -- diciendo al mismo tiempo, que no se batirá
con Augusto para que mi honor no sufra , ante el
público ..... .. Yo no sé, a la verdad , qué
papel hace Augusto en todo esto , ni comprendo por
qué está, también , Gustavo enojado con él .....
Pero lo más grave, lo único que importa ahora , es
que dentro de unos momentos tendrá lugar ese fa
tal duelo que, según la voluntad expresada por Gus
tavo , será a muerte ..... ... Tú, tú sola puedes
impedirlo, Carmen, y por eso vengo a buscarte.
- «¿Que yo puedo impedirlo , dices?
- « Sí, tú. Recoge tus palabras de aquel día. Dí
que todo ha sido una impostura . Forja una historia
cualquiera .... ... Inventa un nombre . Esto
que te pido es solamente por ganar tiempo . Des
pués se arreglará todo de la mejor manera para tí

- - 196
Un drama singular

y para tu hijo . Deja únicamente que se calmen los


ánimos . No necesito jurarte que yo no me casaría
ya con Gustavo , por más que él lo pretendiera aún .
Entre nosotros dos , ha concluído todo y yo no le
amo ya! ....... Aunque le amara, me sacrifica
ría sin vacilar por tu honra, por la felicidad de tu
hijo ....
"Estela se retorcía los brazos , desesperada.
"¡No lo estaba yo menos , en verdad ! En ese
instante se reavivaron los remordimientos en mi
alma con gran fuerza, mostrando ante ella , desnu
do y horrible, el espectro de mi delito, con todas
sus fatales consecuencias .
- «Además, si es cierto que te ama, - continuó
-
Estela, cada vez más angustiada , se conmoverá
al mirarte y estimará tu mentira como una nueva
prueba de amor hacia él. Cuando te vea, pensará en
su hijo y no querrá dejarlo huérfano antes de na
cer..... ¡ ven , Carmen , ven ! .... Pero ¡ Dios eterno !
¿No te mueves todavía? ¿Quieres que te suplique
de rodillas? ....
«Y uniendo la acción a la palabra, Estela cayó
a mis pies , regándolos con sus lágrimas y arras
trando sus hermosos cabellos rubios por los des
nudos ladrillos de la habitación .
"¡No era voluntad , ciertamente, lo que me fal
taba para complacerla ! Habría deseado volar y, aun
a costa de mi vida , borrar el daño que había causado ;
pero no podía moverme.
«Dominando mis atroces dolores , tuve fuerzas
apenas para decir:
« -Gustavo es inocente .... no necesito mentir
para afirmarlo .... yo soy una infame .... pero no
puedo ir .... no puedo moverme .... ¡ Estela , mi cas
tigo no se hará esperar, porque me siento morir!
«Estela dió un grito , grito de supremo gozo , y
de un salto intentó lanzarse hacia afuera, pero yo la
detuve cogiéndola por el vestido .
-¡No te vayas sin perdonarme , Estela! ¡ Si me
muriera ahora! ....
- « Sí, sí: te perdono ; pero suéltame!

―――- 197
L. Larriva de Llona

- «¡Nó, no te vayas, por la Virgen Santísima!


Mi hijo va a nacer y se morirá si no hay quien le
preste los cuidados de que ha menester .... A mí no
me importa morir; pero mi hijo ¡ mi hijo ! ¡ Estela , ten
compasión de éll .... ¡ Por piedad, no me dejes sola!
«Estela no me escuchaba . Había logrado desa
cirse de mis manos y ganaba ya la puerta .
- «¡Estela! -grité, haciendo un esfuerzo supre
mo - ¡ Estela! ¡ Este que va a nacer es tu hermano !
«Estela retrocedió y permaneció un instante
inmóvil, agitada el alma por encontrados senti
mientos.
« El amor a Gustavo y la caridad libraban , sin
duda , un serio combate en su corazón . La última
venció, al fin. Elevó sus ojos y sus manos al Cielo ,
como implorando la misericordia divina, y se vol
vía hacia mí , cuando oímos la voz alterada de Au
gusto Noble, que dirigiéndose a Fermín que se había
quedado en la puerta de calle durante la anterior
escena, le preguntaba por Estela.
"A su respuesta afirmativa , penetró en la habi
tación.
«El día había aclarado ya por completo .
"Augusto estaba extraordinariamente pálido y
demudado.
- «¡Estela! -exclamó ¡ Estela! ¿Tú aquí? Me
he vuelto loco , buscándote desde que nos aperci
bimos en casa de tu ausencia , temiéndolo todo del
estado de excitación en que te hallabas . ¡ Loado sea
Dios que al fin te encuentro , sana y salva !
«Hermano, - dijo Estela , recobrando por fin el
uso de la razon que parecía habérsele escapado por
un momento, - hermano ¿no ibas tú a ser testigo en
ese duelo fatal ? ¿cómo es que te hallas aquí? ¿es que
se ha efectuado ya? ¡ Responde , Augusto ! Tu silencio
me da miedo, porque parece indicarme que ha suce
digo algo irreparable .... ¿ Ha muerto alguno? ¡ Sí!
¿Cuál de los dos? ¿Gustavo? ¡ Gustavo ha muerto ! ...
- « Aún nó.
― "¿Pero está herido?
«El joven no respondió; mas su silencio confir


-198
Un drama singular

maba elocuentemente la desgarradora verdad pre


sentida por Estela .
«Esta no dió un solo grito ; pero sus ojos se cerra
ron, dobló la cabeza como una tierna flor tronchada
por la tempestad y habría caído al suelo a no haberla
sostenido Augusto ....
"Mi hija, mi Carmela , saludaba ya con su tierno
llanto la aurora del día infausto que la vió nacer ....

«Fermín volvió a mi lado después de ayudar a


Augusto a transportar al coche a la infortunada
joven que me había llamado su hermana desde la
cuna y cuyos beneficios pagué yo causando su eterna
desgracia; y ese noble joven que tan puro y grande
amor había abrigado por mí , al que yo en mi locura
había menospreciado y que era ahora testigo de mi
deshoura, y de mi vileza , sin decirme una sola pala
bra, prestónos a mi hija y a mí, ayudado por mi an
ciana huéspeda que llegó pocos momentos después ,
cuantos cuidados eran compatibles con su sexo ; y
cuando vió que no nos era ya necesaria su asisten
cia, colocó a la niña entre mis brazos y se dispuso
a salir.
"Parecía que obraba automáticamente .
-
"¡Hija del crimen , nacida en hora tan aciaga
y a la que nadie, excepto su madre, ha de amar en
-
el mundo , ¿quién velará por tí si yo me muero?
exclamé al apretarla contra mi corazón por la vez
primera .
"Fermín extendió una mano hasta tocar con
ella la cabeza de la criatura y dijo con voz firme :
- «¡Dios desde el Cielo, y yo en la Tierra!
«No me atreví ni a besar aquella mano ; pero alcé
mis ojos hacia él y en ellos debió de leer ese hombre
generoso como pocos, el eterno agradecimiento que
le juraba desde lo íntimo de mi alma.
"Ya podía morir tranquila con respecto a la
suerte de mi hija ………….

«Poco me resta que añadir; además van faltán

------ 199 -
L. Larriva de Llona

dome las fuerzas, y abreviaré este penoso relato lo


más posible.
"Ha pasado un año desde aquel día funesto .
«Gustavo murió de la herida.
« El marqués - ¡ Dios le haya perdonado , como
espero que me perdone a mí ! — bajó a la tumba hace
pocos días, atormentado por crueles remordimientos ,
que más intensos cuanto más tardíos, purificaron , así
lo creo,su alma. En la mía ,ha reemplazado ,desde que
falleció, al odio implacable que me inspiraba , una
sincera piedad , y ruego constantemente al Dios de
las misericordias, por su descanso eterno . ¿No nece
sitaré yo, también , cuando me encuentre ante el Juez
Supremo, que rueguen por mí?
«La pobre mendiga que me dió albergue , se
despidió de mí , para la eternidad, poco tiempo des
pués del nacimiento de mi hija , dejándome en he
rencia esta casita testigo de los mayores sufrimien
tos de mi vida.
"Yo , que creí morir en aquella suprema y an
gustiosa hora, les he sobrevivido , aunque atacada
por gravísima enfermedad , el tiempo necesario para
expiar por medio de mis acerbos padecimientos,
físicos y morales , los grandes delitos que he come
tido.
«No he vuelto a ver a Estela; pero ella atiende
a todas mis necesidades y las de mi hija, por inter
medio de Fermín ; y conociéndola como la conozco ,
abrigo la convicción de que será para este pobre
angel una cariñosa madre, así que yo desaparezca del
mundo de los vivos .

"La luz del alba comienza a penetrar por los


resquicios de la ventana .... Siento frío .... ¿Será
el frío de la muerte? .... Mis ojos se anublan ....
pero al mismo tiempo invaden mi alma una tranqui
lidad y un bienestar desconocidos ....¡Ya me llamas ,
Señor, a juicio ! .... Pronta estoy a comparecer ante

– 200 -
Un drama singular

tu Divina Presencia .... Fermín y el padre Bernardo


no pueden tardar .... De todas maneras si no alcan
zara a hacer mi confesión de viva voz, ya la tengo
escrita en este papel .... ¡ Gracias, Dios todopode
roso, que me has dado aliento para estampar en él
el testimonio de mis faltas , así como el de mi sin
cero arrepentimiento .... ¡ En tus manos, Señor, en
comiendo mi espirituln

27
XXX

Tempestad del alma

Calló el padre Bernardo .


En el semblante de cada uno de sus oyentes se
revelaba la profunda emoción producida por los re
cuerdos avivados con la lectura de esa confesión er
que la mano de una pecadora moribunda y arrepen.
tida había trazado, con rasgos hondamente conmo 1
vedores en su sencilla verdad , las terribles escenas,
del drama sangriento en el que todos ellos habían
sido inocentes actores .
El solemne silencio que sucedió a las últimas
palabras del manuscrito , fué más elocuente que to
dos los comentarios que hubieran podido hacerse en
semejante momento.
Durante la larga lectura de esas tristísimas me
morias, había avanzado el día hasta tocar casi a su
término .
El gran salón en que se encontraban nuestros
personajes, comenzaba ya a ser invadido por las
sombras. Ellos parecían no notarlo, tan abstraídos
se hallaban en sus cavilaciones y ningún criado
aparecía con luces temiendo, sin duda , ser impor
tuno.
Cada cual se hallaba engolfado en sus propios
pensamientos y todos, a no dudarlo, volvían a reco
rrer en su inente las mil peripecias de aquellos tor
mentosos días, cuyo amortiguado recuerdo sentían
resurgir al presente en sus cerebros , con viveza inu
sitada.

203---
L. Larriva de Llona

Y ¿qué diremos de Carmela?


¿Cómo podrá nuestra debil pluma alcanzar a
describir, aproximadamente siquiera , las horribles
angustias de ese corazón lacerado en todas sus más
delicadas fibras?
¿Con qué frases acertaríamos a explicar la tre
menda batalla que en esas horas de penosísima es
pectativa y de crueles revelaciones se libró en el
alma a la vez recta y sencilla, apasionada y orgu
llosa, de la hija del marqués de Val de Flores y de
la mulata Carmen?
Al escuchar la infeliz niña toda aquella histo
ria de vergüenza y de infamia que ella, en su casta
inocencia más bien adivinaba que comprendía; al
adquirir el amarguísimo convencimiento de que era
la hija desventurada del vicio y del crimen , ligados
en repugnante consorcio, sintió un desfallecimien
to mortal.
Su ingénita altivez, el amor ardiente y profun
do que alimentaba su alma, todas sus bellas espe
ranzas, todas sus juveniles ilusiones, todo el hermo
so edificio de su existencia futura , que su soñadora
imaginación había alzado sobre los cimientos de
sus virtudes, de su belleza y del amor de Carlos ,
caían por tierra para no levantarse más.
Carmela volvió la cara en derredor suyo y todo
lo miró negro .
¡Tinieblas en el pasado ! ¡Tinieblas en el pre
sente! ¡Tinieblas en el porvenir!
Creyó entonces que la abandonaba la vida , y
una alegría infinita , delirante, la inundó por espa
cio de unos segundos. Cerró los ojos e imploró del
Cielo , como la gracia mayor que pudiera concederle ,
el que se abriera el piso bajo sus plantas y la sepul
tara para siempre en las entrañas de la tierra , ocul
tándola así a las miradas de todo el mundo.
Pero el dolor moral rara vez mata por agudo
que sea. La naturaleza física, la naturaleza mate
rial , necesita casi siempre de un golpe , también ma
terial , para ser aniquilada , y como la organización

-204
Un drama singular

de Carmela era de las más vigorosas, pasó aquel


síncope instantáneamente.
Varias veces , durante esa cruel lectura se había
tapado ella los oídos , para no seguir escuchando;
pero luego volvía a prestar atención con ansia ver
daderamente febril al manuscrito fatal , como si qui
siera apurar hasta las heces el cáliz de amargura
que en hora tan aciaga había acercado a sus labios,
la voluntad arcana de Dios .
El padre Bernardo no hablaba ya, pero ella se
guía escuchando aún esa voz grave y reposada que
siempre le había parecido dulce y simpática y que
ahora resonaba en sus oídos , amenazante y pavo
rosa.
Ese padre y esa madre a quienes no había co
nocido , cuyos nombres no despertaban ningún re
cuerdo cariñoso en su pensamiento; y Estela, cuyos
sentimientos contradictorios hacia ella, no acertaba
a explicarse claramente todavía; y Gustavo y Au
gusto y Margarita; todos los personajes del drama
desgarrador que acababa de revelársele, pasaban y
repasaban por su mente, confundiéndose en su exal
tada fantasía lo real y lo ilusorio, y los seres vi
vientes que estaban a pocos pasos de ella, con los
que ya no existían y a los que ni siquiera había vis
to jamás.
Y por sobre todos esos fantasmas, se destaca
ban las figuras radiantes de Carlos y de Celia que
sonreían mirándose el uno en los ojos del otro, con
expresión de suprema felicidad ....
De pronto sufrió una especie de reacción . Una
chispa de satánico orgullo se encendió en su alma.
Irguió su hermosísima cabeza; echó hacia atrás
su espléndida cabellera naturalmente rizada y ne
gra como el azabache; y respirando con fuerza co
mo para desahogar un tanto su oprimido pecho.
-¿Qué a mí de toda aquella inicua trage
dia? -se dijo - Esa historia es abominable , pero yo
soy inocente, virtuosa y bella; aquel fango y aque
lla sangre no han podido salpicar la túnica de mi
pureza inmaculada ¿ Por qué habían de pesar sobre

― -205
L. Larriva de Llona

mí, los delitos cometidos por personas a quienes en


realidad nada debo , y cuyos nombres únicamente
ahora he oído pronunciar? ¡ Y alguien habla de sacri
ficio y de expiación ! ¿Por qué sacrificio? ¿Expiación ,
de qué? Yo no puedo ser responsable sino de mis
propias faltas y mi conciencia está limpia aún de
toda mancha. Que Carlos ama a otra y ¿por qué he
de creerlo? ¿Ayer, no más , no me ha hecho a mí los
más ardientes juramentos? ¿Puede valer acaso más
que el mío , el amor de otra mujer, quien quiera que
ella sea? ¡No! Y renunciar a él , renunciar a su cariño
que es mi única ventura, sería la mayor de las co
bardías ...... ¿Que hay que luchar? ¡ Pues lucharé!
No me arredra la batalla por fiera que haya de ser,
si al fin he de ver triunfante mi amor! ....
La voz del padre Bernardo sonó de nuevo y , co
mo si ese acento hubiera sido un conjuro que tuvie
ra el poder de ahuyentar los espíritus malignos que
trastornaban con sus perversas sugestiones el alma
de Carmela, sintió esta que se apaciguaba de un
modo instantáneo la tempestad de sus pasiones y
que una voz serena y poderosa, la voz de su con
ciencia, se armonizaba perfectamente con la de su
padre espiritual.
- Ya ves - decía el religioso , dirigiéndose a Este
-
la que Armando y Carlos de Peñablanca recono
cerán fácilmente tu inocencia. Yo completaré este
relato añadiendo que, a ruego tuyo , me dirigí a la ca
sa de tu prometido, y que allí, a la cabecera de su
lecho de muerte, cumplí una vez más mi misión de
paz y de concordia, dulcificando sus últimos instan
tes con la seguridad que de mis labios obtuvo , respecto
de tu inviolable fidelidad . La dicha que Carmen crimi
nal te arrebató , Carmen contrita te la devuelve . En
cuanto a Carmela , no será , quizás , en este mundo
en donde haya de encontrar la felicidad .
-¡Pobre Carmen ! ¡Pobre Carmela! - dijo Estela,
que parecía responder con esta doble exclamación ,
más a sus propios pensamientos, que a los que aca
baba de expresar el padre Bernardo , -¡Pobre Car

― - 206 -
Un drama singular

men ! ¡ Pobre Carmela! -y dos lágrimas se desliza


ron lentamente por sus mejillas .
Estas lágrimas y aquel grito, probaban de ma
nera elocuente que aun en el momento decisivo de
su vida, la hija primogénita del marqués de Val de
Flores , se preocupaba más de los agenos dolores que
de los propios .
-La misericordia de Dios es infinita, Estela ,
-
- continuó el padre Bernardo y a nosotros sólo
nos toca reconocerla y adorarla. Por amor a su hija,
se arrepintió de sus delitos esa mujer que tantos
males ocasionó con su luzbélica soberbia, y su hija
es buena. Si el alma de la pecadora necesita aún de
sacrificios , para obtener por completo la Gracia del
Juez Supremo , Carmela será su ángel de redención .
Yo la conozco y yo lo afirmo .......
Una especie de ahogado gemido respondió a la
última frase del sacerdote. Todos volvieron el sem
blante hacía el lado de donde él parecía haber par
tido.
Las cortinas que daban al balcón se movieron ,
separadas por la mano de Carmela , y la figura pálida
y desencajada de la adolescente, apareció en el um
bral de la puerta.
XXXI

La victima expiatoria

-¡Carmela! -exclamaron a un tiempo el padre


Bernardo , Estela y Fermín con un asombro que ra
yaba en el estupor; en tanto que Augusto , no menos
perplejo, contemplaba a aquella criatura cuyo sólo
nombre le había inspirado siempre un sentimiento
de repulsión , y que al mostrarse ahora súbitamente
ante sus miradas, producía en su ánimo , un efecto
diametralmente opuesto . En el primer instante , ha
bía creído ver a Carmen, pero a Carmen ennoblecida
e idealizada. Era que la hermana de leche de Estela ,
había poseído sólo la belleza fisica, y en Carmela se
juntaba a esa belleza , que habla únicamente a los
sentidos, la belleza espiritual que subyuga al alma .
Augusto a su pesar se quedó admirado .
Estela quiso adelantarse hacia ella, pero antes
de que lograra su intento, avanzó Carmela y fué a
caer a sus pies.
El manto de que hicimos mención al describir
su traje, se había desprendido de su cabeza y de sus
hombros y atado en la cintura, caía sobre el chal
bordado de colores . Su busto escultural, que sólo a
medias cubría el corpiño escotado, y sus desnudos
y mórbidos brazos , resaltaban con su blancura de
marfil, entre el obscuro ropaje y el negrísimo cabe
llo que descendiendo en ondulante cascada, en volvía
por completo su cuerpo y caía hasta el suelo .
Un rayo del sol poniente, penetrando a través
de las enrejadas celosías y por el entreabierto cor

- 209 - 28
L. Larriva de Llona

tinaje, bañó con su luz rosada , el interesante grupo


haciendo destacarse con suave nitidez sobre el fon
do sombrío del salón , el magnífico perfil de Carmela ,
que en ese instante, más que nunca, parecía la viva
encarnación de la Mater Dolorosa al pie de la Cruz .
- Todo lo sé, todo lo he oído , - comenzó a de
cir a media voz, abrazando las rodillas de Estela y
elevando hacia ella , su rostro inundado en llanto .
El despecho y el orgullo me condujeron a esta ca
sa .... pero nó, habrá sido más bien la mano
de Aquél sin cuya voluntad soberana no se mueve ni
la hoja de un árbol . ¡ Bendito sea El , que cambia el
mal en bien y se digna hacer a una miserable cria
tura, instrumento de sus designios providenciales!
He estado oculta allí por largas horas y todo lo he
escuchado . ¿Cómo no me he muerto? ...... La lucha
ha sido terrible , pero he salido vencedora de la
amarga prueba . Y ahora , protectora mía, madre mía
-¡hermana mia! -dame tu bendición con el beso
de la despedida . Mañana entro al Monasterio del
Carmen.
-¿Qué dices? ¿Y esa resolución tan repen
tina? ........
- Es irrevocable. Y si supieras ¡ qué dichosa me
siento desde que, hace un instante, ha iluminado
mi alma esta inspiración de lo Alto! Rogar por mis
padres, -- por ellos , ante todo , - por su salvación
eterna y rogar, también , por la dicha de todos uste
des .....
Estela levantó a la hija de Carmen y cubrió de
besos su frente y sus mejillas . Esta apoyó su cabe
za en el hombro de su hermana y deslizó en su oído
estas palabras , con voz tenue como un suspiro , y
que entrecortaban los sollozos:
Hay otra persona a quien no volveré ya a
ver en este mundo y cuya felicidad será mi perpe
tua imploración a los cielos ...... no necesito de
cir su nombre ........ no quiero que vuelvan
a pronunciarlo mis labios jamás .. . pero mi
alma lo dirá con acentos que sólo Dios podrá escu
char .....

- 210 -
Un drama singular

-¡Carmela mía!
- No me compadezcas: ya estoy tranquila; ya lo
estaré siempre. Estela , - prosiguió , en voz más alta,
antes de decir adiós a esta casa que he pisado por
primera y última vez , deseo una cosa .... si me es
lícito pedir algo.
-Habla, ― dijo Estela , haciendo heroicos es
fuerzos por serenarse y enjugando con su pañuelo
de encajes el rostro de la desventurada niña , -
habla.
-¡Quisiera abrazar a mis otras hermanas!
Augusto voló a cumplir este deseo, no bien hu
bo sido formulado, y las dos gemelas entraron al
salón a los pocos momentos , precedidas de unos es
clavos con luces.
-¿Nos llamas, Estela? - preguntaron desde la
puerta; mas luego se detuvieron un tanto cortadas.
al mirar a Carmela, que al verlas aparecer se ade
lantaba hacia ellas .
-Sí .... comenzó a decir Estela, que no
queriendo instruír a sus inocentes hermanas en la
dolorosa historia que ya conocemos y no sabiendo ,
por otra parte mentir, vacilaba para hallar una res
puesta conveniente .
Fermín acudió en su ayuda.
-Las ha hecho llamar, dijo , por encargo mío.
Quiero tomarme la libertad de presentar mi hija a
a sus mercedes .
-¿Es hija tuya esta señorita tan bella? - pre
guntó María?
--¿Y por qué no nos habías hablado nunca de
ella? - agregó Celia .
―- Pues ... aguardaba una ocasión . ¿No es
verdad que debo estar orgulloso de semejante hija?
Pero no me ama como yo la amo ..... quiere aban
donarme .... ¿Sabéis? Mañana toma el velo de no
vicia en un monasterio y ha venido a despedirse de
mi amita Estela , que es su madrina ..... Por eso
están ambas llorando ..... Vamos , si todos nos he
mos enternecido ..... Ea , abrácenmela , niñas mías ,

-- 211-
L. Larriva de Llona

abrácenmela , que sobre ser hermosa , es buena como


un ángel del Señor .....
Carmela, en cuyo pálido rostro brillaban aún
algunas lágrimas , que a la luz de las bugías pare
cían nítidos diamantes, pero a través de las cua
les resplandecían sus miradas con expresión de ine
fable gozo, abrió los brazos y María y Celia se pre
cipitaron en ellos por un movimiento simultáneo .
Pero el abrazo más estrecho, el beso más efusivo de
la abnegada hija de Carmen , fueron para la última ,
como si con esas caricias , misterioso lenguaje que
Celia no podía comprender, hubiera querido recomen
darla que hiciera la felicidad del hombre a quien
tánto había amado , a quien tánto amaba todavía ! ...
El padre Bernardo alzó su mano venerable y
bendijo aquel bello grupo .
El Padre universal de los desdichados y de los
felices, acogió, sin duda , con igual amor esa plega
ria de un justo , por tres criaturas igualmente ino
centes.
Epilogo

Un año después, y con no poco asombro de mu


chas personas de la alta sociedad limeña, entre las
que se contaban en primera línea , las señoras de
Gonzáles y su círculo íntimo, se celebraban , con
extremada sencillez, en la apartada iglesia de Nues
tra Señora del Carmen, los matrimonios de las seño
ritas Estela , Celia y María de Larruzátegui , con los
señores Armando y Carlos de Peñablanca y Au
gusto Noble, respectivamente.
Ese templo, que corresponde al convento de
monjas reclusas de igual nombre, - el mismo en que
había tomado el velo de novicia la amante infortu
nada del hijo de Gustavo, fué el designado para
las nupciales ceremonias a petición de la misma
Carmela.
En la mañana del día señalado para la triple
bendición y antes de que las puertas de la iglesia
se hubieran abierto al público , sor María de la Pu
rificación , -este era el nuevo nombre de Carmela -
se ocupaba en arreglar con sus propias manos el al
tar ante el cual seis felices seres iban a pronunciar
sus juramentos de amor eterno .
Cuando ya no quedó sitio donde colocar otra
flor ni otro cirio, la hermosa novicia se arrodilló en
las gradas del altar, a fin de contemplar su obra en
conjunto .
La capilla, cuan grande era, se hallaba literal
mente cubierta de rosas blancas, símbolo de la pu
reza de las desposadas , a la vez que de la inmacu
lada blancura del alma de aquella que acababa de

- 213 ―――
L. Larriva de Llona

arreglarla, ofreciendo el holocausto de su dicha por


la dicha de los otros.
La imagen de la Reina de Cielos y Tierra , con
su lujoso manto , bordado de oro y piedras preciosas ,
resplandecía desde su pedestal con majestad verda
deramente sobrenatural ; y su dulce rostro parecía
sonreir con inefable ternura a la nueva esposa del
Señor.
Así, a lo menos , lo creyó ésta, y su semblante ,
más bello que nunca , con las blancas tocas que le
servían de marco, dejó ver una expresión de grati
tud celestial .
Hundió en seguida sus manos en un cesto lle
no de flores que junto a sí tenía; y sacándolas a pu
ñados , exparciólas por el suelo, realizando esa nue
va tarea con una especie de ardor febril . Pronto se
vió el pavimento , desde el altar mayor hasta la
puerta que daba al átrio, cubierto completamente
por un espeso y perfumado tapiz de níveos azaha
res , que luego habían de hollar las novias con las
caudas de raso blanco de sus vestidos .....
Si pocos momentos después , - y mientras los
contrayentes , radiantes de felicidad , se arrodillaban
ante el anciano sacerdote que iba a consagrar su
unión , -- miradas profanas hubieran podido penetrar
a través de la doble reja del coro, ellas habrían con
templado a Sor María de la Purificación , pálida co
mo una muerta , pero serena como una estatua de la
Resignación Cristiana, que de rodillas en el suelo y
con los brazos cruzados entre las amplias mangas
de su hábito , miraba, con sus hermosos ojos muy
abiertos, en los que se leía una mezcla indefinible .
de profunda ansiedad , de suave tristeza y de íntima
satisfacción , todos los detalles de la triple ceremo
nia nupcial .
Concluída ésta , se repartieron entre los poco
numerosos concurrentes, primorosas pastillas de
briscado trabajadas por las hábiles manos de las
monjas, y del centro del azafate que las contenía,
sacó el padre Bernardo seis escapularios , verdade
ras obras de arte, hechos por Carmela, y que por es

- 214 ---
Un drama singular

pecial encargo suyo debía él colocar en el pecho de


cada uno de los nuevos esposos .
Al llegar a Carlos el turno de recibir la precio
sa reliquia, no fué dueño de contener un suspiro , e
involuntariamente volvió los ojos hacia la reja, a
través de cuyos gruesos barrotes se percibían con
fusamente las sombras de las monjas, y de cuyo
obscuro fondo se escapaban los acentos de un coro
formado por dulcísimas y bien acordadas voces .
No pudo él alcanzar a distinguir lo que , tal vez
inconscientemente , buscaba allí; pero a los anhelan
tes ojos de Sor Maria de la Purificación no se escapa
ron ni ese movimiento , ni esa mirada; y dos lágrimas ,
puras como dos perlas, se deslizaron de sus párpa
dos y corrieron a lo largo de sus mejillas . Ese fué el
último tributo pagado por su naturaleza humana a
laş pasiones de la Tierra, que apenas llegó a cono
cer su virgen alma , y que tan intensos dolores la hi
cieron padecer, sin embargo.

Los bienes del mayorazgo de Val de Flores se


destinaron , por voluntad expresa del hijo y del her
mano de Gustavo de Peñablanca , -a la que se ad
hirió Augusto Noble , - a obras piadosas; y la anti
gua casa descrita en el curso de esta historia y en
la que se verificaron algunas de sus principales esce
nas, fué convertida , bajo la dirección del padre Ber
nardo, en hospicio de mujeres desvalidas .
En la capilla de dicho edificio , se celebra todos
los días del año una misa por el alma de Don Alber
to de Larruzátegui , último marqués de Val de Flo
res, a cuyo nombre se fundó la piadosa casa .

FIN
3

INDICE

Página

Al lector... I
- 1
Capítulo I. Ojeada retrospectiva ..
Capítulo II- Las gemelas .... 13
Capítulo III - Estela de Larruzátegui .... 21
Capítulo IV - ¿Quién será Carmela?. 27
Capítulo V - La llegada .. 37
Capítulo VI- Pasión 41
Capítulo VII- Complicaciones . .. 47
Capítulo VIII- Ego te absolvo .... 55
Capítulo IX - En la calle del Carmen Alto .. 63
Capítulo X - Sigue el misterio 67
Capítulo XI- Expectativa ..... 75
Capítulo XII - Chismografía . 81
Capítulo XIII- Fatalidad .... 89
Capítulo XIV - ¡ Siempre Estela ! .. 95
Capítulo XV - Culmina el drama . 103
Capítulo XVI - Explicaciones ... .. 109
Capítulo XVII - Luchas del corazón .... 119
Capitulo XVIII- Noble de apellido y noble de
alma .. 127
Capítulo XIX - Un rayo de sol y dos de espe
ranza . ... 131
Capítulo XX- Una tapada ... 139
Capítulo XXI - Una dalia y dos azucenas ... 145
Capítulo XXII- El Padre Bernardo .... .. 151

-217 29
Página

Capítulo XXIII --- La confesión de Carmen ... 157


Capítulo XXIV - Id. id. (Sigue) 165
Capítulo XXV - Id. id. id ... 171
Capítulo XXVI Id. id . id ... 179
<
Capítulo XXVII Id. id. id ... 185
Gapítulo XXVIII- Id. id. id ... 191
Capítulo XXIX - La confesión de Carmen
(Concluye ) 195
Capítulo XXX - Tempestad del alma ...... 203
Capítulo XXXI - La víctima expiatoria ...... 209
Epílogo ....
.. 213
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