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A Heller Vida Cotidiana
A Heller Vida Cotidiana
A Heller Vida Cotidiana
Barcelona, 1994.
B. BRECHT
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Para evitar malos entendidos, diríamos en que sentido utilizamos aquí las categorías de intentio recta y de intentio
obliqua. Por la primera entendemos todo el saber que se forma .simplemente mediante el registro, la agrupación, la
sistematización de las experiencias cotidianas o bien mediante su «elevación» y su unificación en una teoría
homogénea. El registro, la agrupa0ción y la sistematización constituyen un pensamiento subcientífico o subfilosófico: la
«elevación» y la teorización pueden representar ya un -pensamiento filosófico o científico. No obstante, en ambos
casos persiste la posibilidad de retrotraer los resultados a la experiencia. En la categoría de intentio obliqua
comprendernos todo saber que no sea «elevado» de la experiencia cotidiana, pero que surja a través de la única
estructura de pensamiento, ya formada de las objetivaciones genéricas Un primer tipo de teoría producido a través de
la intentio obliqua puede ser retrotraído a la experiencia a pesar de que no pueda ser «elevado» a partir de ella, un
segundo tipo por principio no admite feedback, salvo en sus consecuencias. Ambos tipos de teoría representan la paja
en el ojo del common sense.
razonamiento que procede por preguntas, de su «arte mayéutico». Sócrates hace
«crecer» a teoría filosófica los hechos presentes en el pensamiento cotidiano, y puede
tratar de teoría relativa a las «ciencias naturales», a la metafísica, a la gnoseología, a la
ética, a la estética o a la política. Tal crecimiento es posible por el carácter estático de la
sociedad comunitaria, carácter que se manifiesta en todo el conjunto social. Apenas la
sociedad se vuelve dinámica, este crecimiento se hace cada vez más problemático;
grosso modo a partir del Renacimiento: primeramente en la acumulación originaria,
después a niveles superiores, con el inicio del proceso infinito de la producción, donde
el ritmo de desarrollo se hace cada vez más rápido. Las nuevas posibilidades (en la
producción, en la política, etcétera) exigen día tras día reacciones nuevas, ya no existen
comunidades naturales que con su jerarquía estable de valores ofrezcan una base fija a
las decisiones morales. La intentio obliqua, la teoría y el modo de actuar que impugnan
las experiencias cotidianas se convierten en una necesidad vital, una necesidad vital de
la sociedad. En el curso de la desantropomorfización de las ciencias naturales, incluso
en este campo la intentio obliqua se hace corriente e incluso alcanza en él su
culminación. Pero el pensamiento cotidiano no puede nunca superar la intentio recta, en
caso contrario ésta se separaría de la radio recta (de la estructura del pensamiento
cotidiano) y de ese modo dejaría de ser cotidiano.
LA HOMOGENEIZACIÓN
Uno de los caracteres principales de la vida cotidiana es, por
consiguiente, la heterogeneidad, que se refleja en las relaciones entre esferas
heterogéneas, en el mundo de los diversos tipos de actividad, y es requerida por la
relación recíproca entre capacidades y habilidades heterogéneas. En la vida cotidiana
participa -repetimos- el hombre entero. Las esferas y las objetivaciones entre las que el
particular desarrolla su actividad en la vida cotidiana, son recíprocamente heterogéneas.
Pero esto no excluye –mas bien lo presupone- que existan esferas y objetivaciones mas
o menos homogéneas; cuanto más objetivamente genérica es una objetivación, tanto
más es homogénea. Incluso la relación con la objetivación genérica más homogénea
puede formar parte de una vida cotidiana ampliamente heterogénea, cuando el
particular entra en relación con ella en su actividad cotidiana. El derecho, por ejemplo,
es una objetivación relativamente homogénea de la estatalidad; sin embargo, la relación
con el derecho (con la estatalidad) puede ser un momento de la vida cotidiana sin que
ésta pierda su heterogeneidad.
La relación entre homogeneidad y heterogeneidad es también relativa
respecto a las capacidades, habilidades o pasiones del particular. Hemos mencionado ya
la heterogeneidad recíproca de las capacidades, habilidades y pasiones. Sin embargo, a
medida que se desarrolla la individualidad, cuanto más unitario se hace el particular que
actúa en la vida cotidiana, tanto más homogéneas se hacen sus capacidades y
habilidades: la personalidad unitaria es una estructura homogénea. Pero queda siempre
el hecho de que los diversos -heterogéneos- tipos de actividad ocupan cada vez
facultades, habilidades y pasiones diversas, por lo que la vida cotidiana permanece
siempre heterogénea hasta para el individuo más homogéneo.
No obstante, a pesar de esta relatividad, podemos hablar, con Lukács,
del proceso de homogeneización como de una categoría de la «salida» de la
cotidianidad. En este caso homogeneización no significa que el individuo actúe en
referencia a una estructura homogénea (lo cual también sucede, como hemos visto, en la
vida cotidiana), y ni siquiera que se hace a sí mismo homogéneo, sino, por el contrario,
que un individuo «se sumerge» en una sola esfera u objetivación homogénea, concentra
su actividad en una sola esfera objetivamente homogénea. En este caso el particular se
refiere inmediatamente a la genericidad, su intención está dirigida a la genericidad
incorporada en la esfera homogénea determinada. Repetimos que, para que esto suceda,
no es en absoluto necesario conocer el concepto de genericidad; es suficiente que el
objeto o esfera que se considera sea objetivamente vehículo del desarrollo genérico. En
este caso, la acción del hombre es no sólo indirectamente, sino directamente parte
integrante de la praxis humana en su conjunto; el sujeto, por citar de nuevo a Lukács, ya
no es el «hombre entero», sino el «hombre enteramente comprometido». El «hombre
enteramente comprometido» es una individualidad que concentra todas sus fuerzas y
capacidades en el cumplimiento de una sola tarea incorporada en una esfera
homogénea. La acción humana que surge en el proceso de homogeneización es siempre
actividad (no sólo psicológica, sino también cognoscitiva y moral), es decir, un producir
y reproducir.
La homogeneización es el criterio que indica la salida de la
cotidianidad pero, hay que subrayarlo, no es un criterio subjetivo. Del mismo modo que
la vida individual sin las necesarias formas de actividad heterogéneas no sería una vida
cotidiana que se reproduce, así las objetivaciones genéricas no son reproducibles por sí
mismas, sin el proceso de homogeneización, Es precisamente el proceso de
reproducción de las esferas y objetivaciones homogéneas el que exige categóricamente
la homogeneización. Si una sociedad necesita del Estado y del derecho, no podrá
subsistir ni siquiera un día si no existen personas que, por un cierto período de su vida o
durante toda ella, estén inmersas en el trabajo sobre la estructura homogénea del
derecho y hayan aprendido a pensar sobre tal base. Si una sociedad necesita de las
ciencias naturales, debe tener un cierto número de personas que dominen los sistemas
homogéneos de las disciplinas particulares y aprendan a moverse en este ámbito,
situándose así al margen de la vida y del pensamiento cotidiano, Si una sociedad
necesita acciones que se eleven por encima de la moral usual en la vida cotidiana, que
requieran virtudes inmediatamente genéricas, debe contar con miembros que puedan
definirse como «genios morales», que guiados por motivaciones morales se eleven a las
objetivaciones morales. Si estas homogeneizaciones no se verifican en el número y en la
medida necesarios, las necesidades objetivas de la sociedad quedan insatisfechas y las
objetivaciones no llegan a reproducirse. He aquí por qué la homogeneización no es un
criterio subjetivo, y no lo sería ni siquiera si observásemos este fenómeno -que ahora
hemos considerado en comparación con la vida cotidiana- desde la perspectiva del
particular.
Más adelante estudiaremos el proceso de homogeneización en
referencia a las objetivaciones particulares genéricas para-sí. Basta decir aquí que el
proceso de homogeneización, según la objetivación homogénea en la que nos introduce,
será de medida, de tipo y de intensidad distintos. Por lo tanto, en la enumeración de sus
criterios debemos tener presente que estos criterios en su conjunto no son válidos para
todo proceso de homogeneización ni intervienen con la misma intensidad.
¿Cuáles son, pues, los criterios? Ante todo, una relación inmediata
con una objetivación genérica homogénea. La cual debe ser consciente y activa. Y
además es necesaria la concentración sobre una única tarea. En este caso la unicidad
puede ser literal (por ejemplo la producción o el goce de una obra de arte), Pero Puede
ser también entendida en un sentido más amplio y referirse a «un solo tipo» en conexión
con «una sola tarea». En lo referente a la concentración, ésta puede afectar a todas las
energías y capacidades del hombre, o solamente a algunas de ellas, las requeridas por
la objetivación, mientras que las otras son simplemente suspendidas. Un ulterior criterio
es el «tamizado» de la particularidad. En este caso también puede darse la suspensión
de todas las motivaciones particulares (como en algunas actividades genéricas morales),
o bien la suspensión del punto de vista particular (como en la producción artística o
científica), o finalmente la suspensión de las singulares aspiraciones particulares que
impiden al particular «sumergirse» en la objetivación determinada (como, por ejemplo,
en el proceso de trabajo). A estos criterios se añade después la generalización de nuestra
personalidad, de nuestro pensamiento, de nuestras experiencias interiores, deseos y
capacidades (cuáles de entre ellas son homogeneizadas, depende en gran medida de la
esfera a la que nos aplicamos). Llegados a este punto debemos observar cómo el
elevarse por encima de las intenciones de la vida cotidiana no significa necesariamente
elevarse por encima del pensamiento cotidiano, y viceversa.
El proceso de homogeneización es, por consiguiente -según la
objetivación y según la medida de la homogeneización-, realmente un proceso. Debería
quedar claro además que los tipos de actividad no pueden ser catalogados sin más bajo
el rótulo de «cotidiano» o «no cotidiano». No obstante, la presencia de tipos intermedios
no hace mella en la validez del criterio de «homogeneización».
Entre la vida cotidiana y las actividades y formas de pensamiento no
cotidianos no existe, en efecto, una muralla china. Las objetivaciones genéricas para-sí
provienen siempre de la cotidianidad y vuelven siempre a desembocar en ella. Y lo que
es válido para el desarrollo de la, sociedad en su conjunto, lo es también para el
desarrollo del particular: también el particular está en constante movimiento entre sus
actividades cotidianas y sus actividades genéricas. En este perenne bascular (que, no se
verifica solamente en la cotidianidad) se conforman al mismo tiempo el mundo del
hombre y el hombre mismo.
EL TRABAJO
El trabajo ††††††work»
†
†ecesidad social y encarnar el tiempo de trabajo socialmente necesario para fabricarlo.
Si un producto no satisface ninguna necesidad social o es fabricado en un tiempo de
trabajo superior al socialmente necesario, no se puede hablar de work7 sino sólo de
labour.
Pero detengámonos un momento. Hemos dado la definición marxiana
de work, pero si quisiésemos partir de aquí para catalogar las diversas actividades
sociales corno trabajo y no trabajo, nos encontraríamos en el caos más completo. La
definición de Marx se refiere al trabajo en sentido económico, como producción, como
intercambio orgánico entre la sociedad y la naturaleza. Es decir, se trata del «concepto
fundamental» del trabajo dado que la actividad productiva es el fundamento de
cualquier otro trabajo.8 Incluso en el plano sociológico (o lo que es lo mismo en el plano
de nuestro discurso) éste es el punto de partida obligatorio (como también veremos más
adelante), pero que no agota todos los aspectos. Según ese criterio la actividad de un
contable empleado en una fábrica habría que catalogarla como trabajo (es cierto que no
es productiva, pero promueve indirectamente la producción de valor), mientras que no
sería trabajo la actividad de un inspector escolar. Estaríamos, por lo tanto, obligados a
adentrarnos en una jungla de infinitas (e inútiles) reagrupaciones y clasificaciones.
Ahora intentaremos, en una segunda aproximación, relacionar la
categoría work con la estructura de la división del trabajo. De modo que sería definible
como trabajo toda acción u objetivación directamente social que sea necesaria para
una determinada sociedad. En este punto podemos mantener (en sentido traslaticio) la
conclusión sacada en la primera aproximación, que es definible como work sólo aquel
tipo de trabajo que resulta «útil» a otros, en cuanto que en la sociedad determinada
cumple una función necesaria, y además en cuanto sea ejecutado de acuerdo (en el
tiempo y en el nivel) con la norma social (en sustitución del concepto de tiempo de
trabajo socialmente necesario). En tal caso se incluye también la actividad del
funcionario de la administración pública así como la del artista, la del científico,
etcétera. (En lo referente al artista hay que hacer de inmediato una distinción: su trabajo
es work cuando satisface una necesidad social, trátese de una obra maestra o de un best-
seller; y no lo es cuando produce literatura de cordel.)
Por lo tanto, este criterio nos parece adecuado para nuestros fines,
pero presenta un punto débil. Si el concepto económico de trabajo se ha demostrado
demasiado estrecho, el sociológico resulta demasiado amplio. De este modo tendríamos
que incluso el rey desarrolla un trabajo cuando reina, y llevado a la exageración, sería
también trabajo la actividad de la aristocracia que combate contra los campesinos en
rebelión. (El ejemplo en el fondo no es tan exagerado; en la división del trabajo del
Medioevo clásico el oficio de la guerra concernía precisamente a la aristocracia.) Es una
definición que acaba por identificar excesivamente la actividad de las clases que
producen las bases materiales de la sociedad con la de aquellas clases que no participan
en su producción material. Pero hemos intentado operar con este concepto incluso
sabiendo que, dada su excesiva amplitud, es impreciso y puede dar lugar a errores.
Contra esta interpretación del work se rebela ante todo nuestra
consciencia cotidiana. El concepto cotidiano de trabajo está muy lejos del que acabamos
de sintetizar. Si preguntamos a cualquiera qué es el «trabajo», muy probablemente
obtendremos la siguiente respuesta: «lo que se debe hacer». Las experiencias y el
pensamiento corrientes en la vida cotidiana no distinguen entre «lo que alguien debe
hacer» y «lo que debe ser hecho necesariamente». Una representación artística de esta
concepción cotidiana la encontramos en el Tom Sawyer de Mark Twain: barnizar la
cerca es trabajo, pero cuando hay que pagar por tener el derecho de barnizar, se
8
convierte en un privilegio (y en un juego). Y ello aunque se trate de barnizar del mismo
modo la misma cerca (el producto objetivo del trabajo no varía).
Sin embargo, en la consciencia cotidiana el trabajo no significa
solamente constricción: el concepto contiene también la causa de esta constricción.
Trabajo es «ganarse el pan», «ganar dinero», es una actividad que debe ser cumplida
para poder vivir. Finalmente, el pensamiento cotidiano entiende también por trabajo
consumo, gasto. El trabajo no solamente debe ser hecho, no solamente debe ser hecho
para mantenerse con vida, sino que es algo que sistemáticamente, día tras día, dura por
un cierto período de tiempo, por lo cual el trabajo consume y gasta la energía, la
capacidad del hombre.
Este concepto de trabajo puede ser juzgado como empírico, parcial,
pero no como estúpido.9 Indudablemente no coincide con el concepto de work
económico o sociológico, por no hablar del concepto filosófico. Describe simplemente
lo que el trabajo significa de hecho en la vida de los hombres. Tal descripción empírica
puede contrastar en alguna ocasión con el concepto científicamente reflexionado (por
ejemplo, el trabajo doméstico es considerado como trabajo, a pesar de que en la visión
sociológica no lo es), pero a menudo expresa su contenido. Cuando se dice que «el
trabajo es lo que se debe hacer», se habla también de la construcción objetiva de la
división social del trabajo; la expresión «ganarse el pan» ilustra desde el punto de vista
del particular el hecho de la producción de valor; el consumo, el gasto (del cerebro, de
los nervios, de los músculos durante el funcionamiento de la fuerza de trabajo) era
considerado ya por Marx una característica importantísima del trabajo. El «empirismo»
del concepto cotidiano de trabajo deriva simplemente de que el work es considerado
desde el punto de vista del labour.
En el curso de nuestra tentativa por fijar en el plano económico y
sociológico la categoría work, se ha visto claro que work es una objetivación
inmediatamente genérica, cuyo fundamento es el proceso de producción, el intercambio
orgánico entre naturaleza y sociedad, y cuyo resultado es la reproducción material y
total de la sociedad. Los productos del trabajo llevan siempre el sello de la universalidad
en sí y no dice nada sobre el productor particular. (Si esto sucede -por ejemplo, un
puente artístico- ello no afecta a la objetivación trabajo.)
1
atavío, y en cambio en sus funciones humanas se siente como animal.» 12 Por ello el
proceso de trabajo sigue siendo una actividad fundamentalmente genérica del hombre;
pero, en el momento en que el trabajo como actividad genérica que trasciende la
cotidianidad llega a ser totalmente alienado, la ejecución de un trabajo pierde toda
forma de autorrealización y sirve única y exclusivamente para la conservación de la
existencia particular, o sea, por decirlo con palabras nuestras, para la conservación de la
particularidad. Efectivamente, ¿qué otra cosa es la necesidad -privada de su contenido
genérico- de comer, beber, generar sino la necesidad vital primaria de la particularidad?
Por lo tanto, la actividad de trabajo produce y reproduce cada vez el particular, la vida
particular; la actividad de trabajo alienada produce y reproduce por el contrario
solamente la particularidad. El labour como actividad laboral alienada y la actividad
laboral de la particularidad, parte de su especifica vida cotidiana.
La intención relativa a la vida personal está presente en cada tipo de
actividad de trabajo, de otro modo ésta no podría ser parte de la vida cotidiana. Sin
embargo, tal intención no concierne solamente al «comer, beber y generar», no está
necesariamente al servicio de la simple conservación de la vida. Pero el hecho de que
aquélla no se refiera solamente a la conservación de la vida no significa que la
alienación no exista. Hemos dicho ya que las necesidades vitales del trabajador
productivo en la sociedad moderna -también en la capitalista- se hacen cada vez más
variadas. Pero estas necesidades no son necesariamente indicios de individualidad;
pueden indicar también el «hinchamiento» de la particularidad. Actualmente el obrero -
por ejemplo en América- trabaja no solamente para poder vivir, sino también para
satisfacer el conjunto de necesidades que corresponden a la media del nivel de vida en
cuestión: quiere un aparato de radio, un televisor, un automóvil, una casa unifamiliar,
seis hijos, etcétera. Pero mientras que las necesidades se reduzcan a poseer, mientras
que la necesidad de tener domine sobre las necesidades vitales, la particularidad seguirá
siendo sujeto de la vida cotidiana y hasta el trabajo es llevado a cabo en función de la
conservación de la particularidad. No podemos detenernos aquí en la correlación
concreta entre alienación de la actividad laboral y concentración de las necesidades en
el poseer, en el interior de la estructura social en su conjunto.
La alienación del labour no disminuye obligatoriamente ni siquiera
cuando el trabajador se siente a gusto en el trabajo. La ciencia manipulada de las human
relations que intenta precisamente dar una fachada agradable al labour, pretende
remover solamente el sentido de la alienación y no la alienación propiamente dicha. O
sea, la alienación del labour no puede ser eliminada a través del proceso de trabajo, sino
solamente con la transformación (en dirección al comunismo) de la estructura social en
su conjunto.