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Poetas Portugal: Arthur Vieira

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A R T H U R V I E I R A

POETAS
DE

PORTUGAL
Conferencia p r o n u n c i a d a en la Univer-
sidad de Chile el 5 de O c t u b r e de 1921.
Editada y divultfada el 5 de Octubre
de 1932 p o r A . Ferreira d'Almeida.

E D I T O R I A L N A S C I M E N T O
SANTIAGO CHILE
1932
EDICIONES DE PROPAGANDA
debidas al Sr. Dr. Ferreira d'Almeida

CAMPOAMORIANA—Madrid, 1917

MUJERES. AMOR, ETC.—Copenhague, 1923.


(en danés)

CENA DE LOS CARDENALES.—Copenhague, 1925.


(en danés)

SONETOS PORTUGUESES,-Copenhague, 1927.


(en danés)

EL PORTUGAL HEROICO.—Santiago, 1928.

SAN ANTONIO DE LISBOA.—Buenos Aires, 1931.

POETISAS DE PORTUGAL.—Santiago, 1932.

LEYENDAS D E PORTUGAL.—Santiago, 1932.

SAN ANTONIO D E LISBOA.—Santiago, 1932.

(2. a edición)

NUEVA CONTITUCION PORTUGUESA.—Santiago, 1932.

POETAS DE PORTUGAL.—Santiago, 1932.

E N p r e p a r a c i ó n :

SANTOS DE PORTUGAL.
(Artliur Vieira)

FISONOMIA ESPIRITUAL D E LA RAZA PORTUGUESA.


(Tomás Gativ-a Martínez)

SONETOS D E PORTUGAL.
(A. Ferie ira d'Almeida)
«Ante un auditorio tan selecto cuanto numeroso,
que llenaba enteramente la sala Universitaria, dió ayer
una hermosa conferencia sobre La Poesía Portuguesa,
Don Arthur Vieira, uno de los mejores conocedores del
Arte y Literatura portuguesas y a quien debe la noble
tierra de Camoens una obra de difusión que nunca
agradeceremos lo bastante.
Publicamos in extenso el texto de esta interesante
conferencia y las poesías recitadas por la señora Vera
Zourroff.»
«El M e r c d b i o » .

Santiago de Chile, 6 Octubre 1921.


DE ESTA EDICIÓN SE HA
HECHO UNA TIRADA D E
15 EJEMPLARES NUME-
RADOS DE 1 A 1 5 E N P A -
PEL INGLÉS ESPECIAL.

1 m p r e s o en los talleres de
la Editorial N a s c i m e n t o
N.° 1211 =Ahumad» 1 2 5 =
Santiago de C h i l e . 1932.
MI PATRIA

«Meu Portugal, meu bêrço de inocente;


«lisa estrada que andei debil infante;
«variado jardi.n de adolescente,
«meu laranjal em flôr sempre odorante,
«minha tarde de amor, meu dia ardente,
«minha noite de estrêlas rutilante,
«meu vergado pomar dum rico outôno:
«sê meu bêrço final no último sôno;

«Jardim da Europa à beirarfnar plantado


«de louro3 e de acacias olorosas...

Tomáz Ribbiro.—-<D. Jayme».

La psicología nacional portuguesa se caracteriza por


una sensibilidad atávica y perenne, transparentada en casi
todas las manifestaciones artísticas y literarias. Grabó el
destino en nuestra nacionalidad el signo inconfundible de
un idealismo arrobador, en que el alma vibra al compás
del lirismo ancestral. Despertada a la vida en un escaso
aunque próvido territorio, frente a la braveza del Atlán-
tico, por donde más tarde navegarían sus intrépidos ca-
6 Ar. hur Vieira

pitanes hacia la conquista de los mundos desconocidos, se


modeló el carácter de nuestro pueblo, poeta y trovador,
en la aventura y en la ensoñación. Y las modalidades inhe-
rentes al espíritu de la raza se mantuvieron incólumes a
través de las edades, conservando las típicas facetas del
sentimentalismo idiosincrásico.
í]l niño aprende en la cuna la plegaria del verso. Adoles-
cente, modula en el amor la endecha de sus ternuras.
Hombre hecho, mirando al porvenir con las pupilas em-
bebidas en un miraje de infinito, labora y canta, y sueña
ilusiones, tornadas en realidades por el prisma de su fe
patriótica. Cuando, viejo ya, revé en el pasado sucesos
y gallardías en los cuales la gloria marcó su huella luminosa,
piensa en que las generaciones venideras, por la fuerza de
la savia histórica, generarán heroísmos y grandezas. Y se
va al túmulo acariciado por la dulce visión de una patria
fuerte y respetada, que marcha en la vanguardia de los
siglos hacia el triunfo incontenible de las ríobles ideas que
alimentó.

* * *

Portugal es, en efecto, el «jardín de Europa» que nues-


tro poeta del romanticismo diseñó en la cálida belleza de su
magnífico poema.
Tierra del mosto áureo de las viñas del Duero, de los
vergeles edénicos de Miño, de las armiñadas sierras de
Beira, de los almendrales floridos de Algarve; tierra de las
riberas fértiles del Tajo caudaloso, del pino y del olivo, de
la encina patriarcal y del castaño secular; tierra cuyas
Poetas de Portugal 7

entrañas palpitan con la riqueza del antimonio, del cobre,


del marmol y del hierro; tierra del hombre recio y la mu-
jer amante—Portugal, llamado a ser el muelle de todo un
continente—señor de un clima envidiable, puede bien
clasificarse entre los países mejor dotados por la naturale-
za para florecer, con especial realce, en el conjunto de las
naciones privilegiadas.
Forjó su independencia en el temple de la lucha indómita.
Ha cruzado los tiempos batallando por ideales de libertad
y de progreso. Perturban su vida presente enconados anta-
gonismos políticos y sociales, on que religiosos y descreí-
dos, reaccionarios y demagogos, enarbolan la enseña de
sus especulaciones con el arrebato de los convencidos.
Pero el alma colectiva permanece intangible, inspirando los
actos de los que desean cimentar la grandeza futura sobre
las glorias del pasado.
Y los que, lejos del hogar natal, en esta época memorable
de traásición histórica, asistimos, conmovidos, a la jorna-
da prodigiosa de la patria remozada, vislumbramos, con
los ojos del espíritu, entre el pasado y el futuro, una tra-
yectoria monumental de radiosas esperanzas, por la cual
la juventud—los grandes hombres de mañana—conduce
en sus brazos hercúleos el patrimoriio sagrado, para que
fulgure, eternamente victorioso, sobre los supremos des-
tinos de la raza imperecedera.
LOS PORTUGUESES GUERREROS Y TROVADORES

«No se gloríe el Griego ni el Troyano


«de las navegaciones que emprendieron;
«ni tampoco Alejandro ni Trajano
«de las grandes victorias que obtuvieron;
«pues yo canto al ilustre lusitano
«a quien Neptuno y Marte obedecieron;
«cese cuanto la antigua musa canta
«que otro valor más alto se levanta.

(Lusiades, canto 1, oct. 3)».

Algunos historiadores, para resumir sus impresiones


sobre las tradiciones y costumbres de Portugal, le llaman
tierra de guerreros y trovadores.

* * *

¿Es, o fué Portugal tierra de guerreros?


Ya siglo y medio antes que el sol espiritual del cristia-
nismo irradiase en los senderos humanos destellos lumino-
sos de nuevas concepciones de la vida, llenaba de homéri-
cos resplandores la historia lusitana aquel fiero pastor del
monte Herminio, Viriato, terror y espanto de las legiones
10 Ar. hur Vieira

invasoras, que se sirven de la traición para poder aplastar


la arrogancia patriótica del indomable caudillo.
Luego después, a los estériles esfuerzos de Sertorio, su-
cédense largos períodos de guerras sin cuartel: Primero
la conquista por parte de Roma y su política de extermi-
nio o de asimilación, la cual, a pesar de la rebeldía idiosin-
crásica de las tribus indígenas, consigue transformar a
Lusitania en una provincia del gran imperio; más tarde
la irrupción de las hordas bárbaras del norte, de los suevos,
de los alanos y de los vándalos, arrollados después por los
visigodos, quienes desvastan horrorosamente la actual pro-
vincia de Miño y siguen su obra de destrucción descendien-
do hacia Lisboa como un oleaje de sangre huracanado.
Y esto duró hasta que Tarik, el Califa de Bagdad, cruza
en 711 el estrecho de Gibraltar y derrota a Rodrigo en la
batalla del Guadalete, abriendo paso al caudaloso torrente
arábico, cuyo dominio se mantenía aun en casi toda la
península, cuando, en los albores del siglo X I I se esbozaron
los vislumbrantes signos de la nacionalidad independiente.
Los primeros monarcas hubieron de formar el cuerpo
integral de la nación, conquistando, palmo a palmo, el
territorio a los moros, a costa de ingentes sacrificios, y
continuaron por mucho tiempo sosteniendo luchas tena-
ces e incesantes contra las acechanzas de los reinos vecinos,
a las cuales puso término, bajo el reinado del Gran M'aes-
tro de Aviz, el condestable Nuño-Alvarez, afirmando el
14 de Agosto de 1385, sobre los campos de Aljubarrota, la
soberanía lusitana.
Los sesenta años de cautiverio, que empezaron en
1580, cuando Felipe II, señor omnímodo de un Estado po-
Poetas de Portugal 11

deroso y grande, ordenó a las huestes del duque de Alba


que aplastasen la altivez ingénita de un pueblo celador
impertérrito de sus altos destinos, no son más que un lap-
so de historia ensombrecido por traiciones y corruptelas,
que sirve sin embargo para dar relieve a algunos episodios
impresionantes; Febo Monii, el anciano procurador, apos-
trofando la cobardía del cardenal D. Enrique, quien pro-
piciaba la entrega de Portugal a la extranjera potestad;
Felipa de Vilhena y Mariana de Lencastre armando ca-
balleros a sus hijos adolescentes para que se sacrificasen
por la independencia de la patria; el reducido grupo de
conjurados que el 1.° de Diciembre de 1640 soltó el grito
de la revolución libertadora, obligando a que un Braganza
aceptara la corona casi por la fuerza; y los veinte y ocho
años de guerra para asegurar, con la victoria de Montes
Claros, el tratado que debía poner fin a las pretensiones de
España, de quien dijo el Poeta:

«en cuyo señorío y gloria extraña


«la fatal rueda vueltas mil ha dado;
«pero nunca podrá con fuerza o maña
«la fortuna dejar su honor manchado,
«sin que la limpie el brío y valentía
«de los guerreros pechos que en sí cría,

y con la cual los portugueses vienen forjando la hermandad


espiritual, capaz de practicar, en un porvenir no lejano,
doctrinas comunes de ejemplar libertad.
Arthur V/eirá

Posteriormente, la invasión francesa, que conoció en


Bussaco, con Massena, la primera derrota seria en la pe-
nínsula para los ejércitos de Napoleón; a seguir las luchas
civiles por la implantación del régimen constitucional—
ráfagas de democracia desencadenadas por la tempestad
del 89—esas luchas que duraron, con pequeñas intermi-
tencias, desde 1820 hasta la convención de Evora-Monte
en 1834, despertando, aun después, las iras populares,
cada vez que la hidra del absolutismo intentaba asomar su
cabeza fósil; y, en nuestros días, las fogosas campañas del
nuevo régimen, con su primera escena trágica en la fraca-
sada revuelta de Oporto, el 31 de Enero de 1891, y que cul-
minaron en la proclamación de la república, el 5 de Octubre
de 1910, están probando indiscutiblemente que la vida de
Portugal se ha desarrollado siempre en un ambiente
pletòrico de conmociones guerreras, muchas veces por su
libertad y otras muchas por el perfeccionamiento de sus
instituciones, modelando el carácter indómito de aquel
pueblo que no reconoce esclavitudes en ninguna de las fa-
ses de su acción ciudadana.
Cuenta Duarte Nunes de Leño que siendo D. Alfonso
IV, que reinó de 1291 a 1357, más aficionado a las distrac-
ciones de la caza que a las tareas del gobierno, le dijeron
los del Consejo: —«Señor, debéis enmendar el orden que
« lleváis y acordaros que nos sois dado como rey para re-
« girnos, y por eso os damos nuestros tributos y os mante-
« nemos en la honra en que estáis; y vos tomáis a la caza
« por oficio y al gobierno de vuestro reino por pasatiempo,
« siendo cierto que Dios no os ha de pedir cuenta de los
« jabalíes o venados que no matasteis, sino de las partes
Poêlas de Porlugfil 13

« que no oísteis y de los negocios de vuestra obligación


« que no despachasteis, como ahora hicisteis, que habiendo
« de por medio cosas tan importantes para la república,
« dejásteis el Consejo, en que erais tan necesario, fuisteis
« de caza por tantos días, y nosotros aquí ociosos, espe-
« randoos a vos! Llevad otro camino, sino... » —Y el rey,
« que con razón recibió de la posteridad el apodo de «El
«Bravo», interrogó: —«¿Sino?»... Y le respondieron:
« —«Sino buscaremos rey que nos gobierne en justicia y
« no deje de gobernar a sus vasallos por ir en pos de las
« bestias fieras» Y replicó el soberano indignado: —«¿De-
cirme a mí sino?» «¿A mí sino?» —«A vos—contestaron—
todas las veces que hiciereis lo que no debeis».

Dijo el Poeta:

«y juzgareis lo que es más excelente


«si el ser señor del mundo o de tal gente.

La parte más admirable de la historia portuguesa es la


que se refiere al período áureo de los grandes descubri-
mientos.
El espíritu de aventura, tradicionalmente característico
en lös hijos de Iberia, y proveniente sin duda de la amal-
gama de fenicios, cartagineses y griegos con las razas
aborígenes, tuvo en Portugal una influencia étnica que
podemos considerar fundamental y que debía promover,
con el correr de los tiempos, la conquista de un dilatado
imperio ultramarino, conservado en su mayor parte, a
12Ar.hur Vieira

despecho de todas las vicisitudes políticas, y que es toda-


vía el orgullo de aquella nacionalidad.
Los primeros indicios de las investigaciones marítimo-
comerciales alcanzan al siglo XIII, pero solamente cuando
el Infante D. Enrique, ¿El Navegante», después de ayudar
a su padre D. Juan I, en la conquista de Ceuta, fundó la
escuela náutica de Sagres, comenzaron a florecer esas bri-
llantes generaciones de osados marinos que, con Gongalves
Zarco y Tristáo Vaz Teixeira, dieron a la patria Madeira y
Puerto Santo; las Azores con Vélho Cabral; llevaron a
Gil Eanes a pasar más allá del cabo Bojador y a Bartolomeu
Días el de las Tormentas; y legaron a la posteridad, entre
la enorme falange de arrojados nautas, los nombres de
Vasco da Gama, descubriendo el camino marítimo de la
India; de Pedro Alvares Cabral, las Tierras de Santa Cruz,
que fueron más tarde el gran imperio del Brasil; y el de
Fernando de Magallanes, circumnavegando el globo por el
estrecho que lo recuerda.
En estos hechos homéricos se inspiró el vate nacional:

«Las armas y Varones señalados,


«que dejando la playa lusitana,
«por mares antes nunca navegados
«pasaron más allá de Taprobana; (1)

«por todo el mundo elogiará mi canto


«si el ingenio y el arte pueden tanto.

(1) La actual isla de Ceilán.


Poetas Je Portugal 15

Jf: * *

¿Es o fué Portugal tierra de trovadores?


Los portugueses mantienen devotamente la tradición
de un exuberante, romancesco e ideológico lirismo, y son
tantas y tan hermosas, en la solidez del concepto y en la
ternura de la frase, las trovas que germinan y brotan con
rauda espontaneidad de la fértil imaginación del pueblo,
peculiarmente inventivo en música de palabras, que tal vez
ninguna otra nación puede enorgullercerse de poseer un
caudal más rico de poesía tradicionalista, basada en el
folklore nacional.
El primer romancero de habla lusitana se atribuye a
D. Dionisio, rey a quien la historia señala un puesto de
relieve en el movimiento literario de los siglos X I I I y XIY.
A su claro y recto entendimiento y a su inclinación para el
cultivo de las bellas letras, se debió la fundación de la pri-
mera Universidad, y en los documentos oficíales, en los
cuales se empleaba el latín vulgar de la edad media, él
hizo adoptar el idioma patrio, al cual se tradujeron por su
mediación, muchas obras de notable merecimiento, dando
comienzo y desarrollo a los rudimentos de la literatura
portuguesa.
Dominaba entonces la escuela juglaresca, en que sobre-
salieron no pocos porta liras, entre ellos Alfonso Sdnches,
hijo bastardo del mismo D. Dionisio, y una pléyade de
bardos que nos legó copioso manantial de romances y
leyendas, barcarolas, canciones pastoriles y excelentes
composiciones de los géneros árabe, provenzal y bretón.
14Ar.hur Vieira

Cuando la escuela llamada española imprimió normas


peninsulares a las orientaciones poéticas del siglo XV, se
inició naturalmente la era pródiga de los romances caballe-
rescos, de las glosas, el cantarcillo, la tonadilla y la copla,
conociéndose como modelos de sentimiento y original
factura el «Romance de Blanca Flor» y el villancico:

«Abaix'esta serra
«verey minha térra»

Griegas y romanas las fuentes inspiradoras del vocabu-


lario en embrión, es sin embargo admirable la belleza lu-
gareña, la gracia nativa que dimanan de las composiciones
trovadorescas en estos primeros tiempos de la vida lusita-
na como nación independiente, sin que las posteriores inves-
tigaciones históricas consiguieran arrancar a la penumbra
del olvido los nombres de muchos autores ignorados.
El período denominado «quinientista», revela ya el
empleo de una lengua vernácula y define con caracteres
propios los rumbos culturales. Bernardin Ribeiro deleita
con sus madrigales las tertulias palaciegas. Camoens luce
sus galas de poeta erudito, llenando el alma nacional y el
mundo civilizado con las estrofas magistrales emanadas
de su talento imponderable. Sá de Miranda aparece otor-
gando ciudadanía a la poesía del renacimiento, y se cul-
tivan profusamente el soneto, las baladas y las églogas.
Toman desarrollo los «Autos» en que primó Gil Vicente,
conceptuado como el fundador del teatro portugués, de-
jando muchos imitadores de sus farsas rimadas, varias de
las cuales, sacras o pastoriles, son todavía hoy, en las fies-
Poetas de Portugal 17

tas populares de ciertas regiones, el tema consagrado de


singulares espectáculos al aire libre en que actúan sencillas
gentes del campo, encarnando tipos de leyenda con el en-
canto peculiar de las almas primitivas acariciadas por el
hálito de las rosas silvestres.
Es en el curso del siglo XVII, con los «seiscentistas»
que se nota cierta decadencia en las formas del verso, des-
virtuadas por un culteranismo excesivo en el uso de imá-
genes y ditirambos y el abuso retórico, pero aun así de valor
primacial para la corrección de las locuciones populares.
Hasta que en la segunda mitad del siglo XVÍIII un valioso
núcleo de descollantes personalidades literarias, a imitación
de los poetas de la antigua Grecia y usando de sobrenom-
bres caprichosos, fundó la «Arcadia», renombrada acade-
mia que tuvo durante algún tiempo, influencia decisiva
en el predominio de un pseudo-clasicismo, basado esencial-
mente en el purismo del idioma y sujetando el verso a
reglas que hoy nos parecen detestables.
Surgen después el ciego Antonio Feliciano de Castilho,
maestro de la lengua; Almeida Garrett, iniciador del roman-
ticismo, en que hubo cantores deliciosos; y, entre las gene-
raciones renovadoras, Antera de Quental y Guerra Jun-
queiro, sobre todo Junqueiro, el poeta-ciudadano de «Pa-
tria», poema que puede considerarse como el testamento
político de la última dinastía.
Pero de la inmensa y asombrosa cohorte de trovadores
que engrandeció elocuentemente, en todas épocas y bajo
el influjo de todas las escuelas literarias, a la poesía lusi-
tana, abulta como una eminencia de glorias acumuladas
en siglos de lucha de pensamiento y de acción, Luis de
2
16
Ar. hur Vieira

Camoens, el rimador-galante, pendenciero y gentilhombre,


poeta y soldado, reuniendo en su múltiple personalidad
todas las modalidades inherentes a la raza valiente y so-
ñadora; el autor de «Los Lusiadas», biblia sacrosanta del
patriotismo, que todo portugués lleva junto a su corazón
para sentir con arrobamiento las fuertes palpitaciones del
alma gigante que la inspiró.
Eí alma portuguesa es infinitamente lírica. Y en Coimbra,
la Atenas lusitana, sede de la universidad majestuosa y
secular, se vacían casi todas las tradiciones poéticas de la
raza¿ que una ardorosa juventud desparrama después por
tierras de Portugal, en el esplendor de sus versos floridos
de ilusiones, en trovas sentimentales, en las cadencias me-
lancólicas del «fado».
.. ^ Brilla la luna apacible. Se oyen guitarras. Ujha voz
masculina se alza en el silencio de la noche quieta. Se
abre una ventana. Un busto femenino se dibuja en la som-
bra difusa. Y se detiene la caravana de mozos noctámbulos.
Cesa el ruido de los pasos en las piedras de la calzada. Gi-
men arpegios los instrumentos heridos. La voz suspira
canciones, mezcla de risa y de llanto. Luego.. . una seña.
Y, lentamente, prosigue la caravana con la imprecisión de
sombras movedizas que se van diluyendo en lontananza,
como una evocación de ensueño, como un eco apagado de
nuestras mocedades que se fueron para no volver...
Portugal habrá sido tierra de guerreros, pero lo es y lo
será, perennemente, de trovadores, es decir, de poetas.
Y si bajo este aspecto lo ausculta el mundo, siente el cre-
pitar de una hoguera, cuyas llamaradas en estos tiempos de
derrumbe moral, evidencian energías suficientes para so-
Poetas de Portugal 19

brevivir a la desorientación politica, de cuyas conse-


cuencias surgirá, estamos seguros de ello, el nuevo acero
de la justicia social, templado en el atávico idealismo de
la raza.
Y terminaremos parodiando al poeta:

«Amor de patria oísteis, no movido


«de premio vil, sino alto y casi eterno,
«que no es vil premio hacerse conocido
«ennobleciendo su solar paterno».
POETAS D E PORTUGAL

Al amparo de la hidalga hospitalidad que nos brinda esta


docta Institución, en el día consagrado a la dulce patria de
la inefable «saudade», perennemente evocada por nuestros
íntimos recuerdos, la colonia portuguesa de Santiago
habría deseado transmitiros un tenue reverbero de belleza
que fuera el trasunto fiel y puro, suave y cristalino, de la
ternura poética de nuestra raza, en la impresionante aus-
teridad de este recinto, cien veces augusto, porque en él
perduran los ecos vibrantes de las generaciones que a cada
paso dejan fluir bajo sus bóvedas, por el verbo sublime
del pensamiento humano, el caudal majestuoso del intelec-
to de Chile, de esta nuestra segunda patria, risueña espe-
ranza de nuestros hijos.
Me incumbiría, para llenar cumplidamente los propósi-
tos de mis compatriotas, deleitaros con las acariciadoras
melodías de la frase rimada, que algunos artistas del ver-
so enhebraron en la filigrana de oro de la inspiración lu-
sitana.
Pero, ante tamaña responsabilidad, he creído indispen-
sable apoyarme en la gentileza de una distinguida chilena,
quien os dirá, con el sentimiento hecho oración por el mi-
22 Ar. hur Vieira

lagro de sus labios, algunas composiciones de los eternos


soñadores que en nuestra literatura marcaron la huella
indeleble de sus raudas armonías. Y juzgaréis, por la su-
maria exposición que vais a oír, si la poesía portuguesa es
digna de merecer un lugar de aprecio en vuestras almas
sensibles a toda emoción artística.

* # *

Portugal posee un tesoro precioso de romances tradi-


cionales, con el añejo colorido juglaresco y provenzal de
la lldad Media, cuando nuestros monarcas hacían esfuer-
zos desesperados por cimentar los fundamentos de la na-
cionalidad, y los regios alcázares se abrían con restriccio-
nes, como academias incipientes, a los devaneos embrio-
narios de los trovadores.
Modelo anónimo de los más populares, es

LA NAVE CATRINETA

¡Ved la nave Catrineta!


¡Mucho os pudiera contar!
Oíd su historia, señores,
que es historia de pasmar.
Hacía más de año y día
que andábamos por el mar.
No quedaba que comer,
no quedaba ni un manjar.
de Portugal

Dejamos a la ventura
quien se había de matar;
luego fué a caer la suerte
al capitán general.
«Sube, sube, marinero,
sube a ese mástil real ;
vé si ves tierras de España
o playas de Portugal».
«No veo tierra de España
ni playas de Portugal,
mas siete espadas desnudas
que están para te matar».
«Arriba, arriba, gaviero,
súbete al tope real;
vé si descubres España
o arenas de Portugal».
«Albricias, mi capitán,
mi capitán general,
ya veo tierras de España
y arenas de Portugal.
Allí descubro tres niñas
debajo de un naranjal:
La una sentada a coser,
la otra a la rueca a hilar,
la más hermosa de todas
está en el medio a llorar»
«¡Son mis hijas! Hijas mías!
¡Quién me las diera a abrazar!
La más hermosa de todas
contigo se ha de casar».
24 Ar. hur Vieira

«No quiero la vuestra hija


que harto os costó la criar».
«Daréte tanto dinero
que no lo puedas contar».
«No quiero vuestro dinero
que harto os costó lo ganar».
«Daréte el caballo blanco
que nunca tuve otro igual».
«Guardaos vuestro caballo
que harto os costó lo domar».
«Daréte esta misma nave
para en ella navegar».
«Guardaos también la nave
que no la sé gobernar».
«¿Qué quieres, mi marinero,
qué albricias te puedo dar?»
«Capitán, quiero conmigo
el alma tuya llevar».
«Reniego de tí, demonio,
que me querías tentar;
mi alma tan sólo es de Dios
y el cuerpo lo doy al mar».
Tomóle un ángel en brazos
y no dejóle se ahogar;
castigó luego al demonio;
calmáronse viento y mar.
Y la nave Gatrineta
pudo a la noche varar.
Poetas de Portugal 25

* * *

Desde entonces, se afianzó el culto de la trova en la


imaginación exuberante del pueblo portugués, formando
actualmente, con el gracioso ritmo musical del fado, la
expresión genuina de nuestro atávico sentimentalismo,
que nos diferencia ostensiblemente del expansivo carác-
ter español, hermano nuestro en la esencia aborigen,
pero distinto en las manifestaciones ideológicas de ocho
siglos de historia.
Anónimas también, verdadero ejemplo del lirismo fol-
klórico, son las trovas que vais a oír:

Yo tengo en mi corazón
dos escaleras de flores:
por una suben suspiros,
por otra bajan amores.

Triste suerte es el nacer;


después de nacer, pecar;
después de pecar, morir,
después de morir, penar.

Cuando digo que te adoro,


dices siempre que te miento;
las penas que por tí sufro
Dios las sabe y yo las siento.
26 Ar. hur Vieira

¡Oh, mar alto, oh, mar revuelto,


oh, mar bravio y profundo!
Más vale andar en tus aguas
que en las bocas de este mundo.

A la fuente fui por agua,


hallé un ramo de flores.
Quien lo perdió tiene sed,
quien lo encontró tiene amores.

Soy triste como la noche,


nada me alegra el sentido.
Nadie sabe el bien que pierde,
sino después de perdido.

Tus ojos son negros, negros


como la noche cerrada,
pero a pesar de tan negros,
sin ellos no veo nada.

Amor es como la sombra


que en esa muralla da,
que siempre se hace más grande
cuando más lejos se está.
* **

Hasta el siglo XVI es absolutamente rudimentario el


movimiento literario portugués, fruto de los tiempos bru-
mosos de leyenda, en que los pueblos del occidente vertían
Poetas de Portugal 27

en las cruzadas lo mejor de su sangre, llevando como es-


tandarte el emblema de la cruz. Fué solamente cuando se
abrieron los mares desconocidos al genio intrépido de
nuestros marinos, que los bardos nacionales, bajo el influjo
de las conquistas de ultramar, se inflamaron en heróicos
episodios, cantando las glorias de la patria en estrofas
enardecidas de visiones esplendorosas.
Con resabios aún de la época medioeval, ya Gil Vicente,
fundador del teatro lusitano, Bernardim Ribeiro, el artífi-
ce de las églogas, y Sá de Miranda, iniciador de la escuela
renacentista, derramaban la simiente propagadora de un
nuevo lirismo, cuando nació en 1524 Luis de Camoens,
nuestro vate nacional, figura representativa de toda una
civilización.
Dice el célebre poeta y filósofo alemán Federico Schlégel,
muchas veces citado por nuestro gran humanista Teófilo
Braga: «Hechos memorables, grandes sucesos y amplios
destinos, no bastan para cautivar nuestra atención y de-
terminar el juicio de la posteridad. Para que un pueblo
tenga este privilegio, es necesario que él pueda dar cuenta
de sus acciones y de sus destinos».
Pues bien. Con los navegantes de los siglos XV—XVI,
creó Portugal la granítica epopeya de los monumentos
manuelinos; y, en la literatura, junto con historiadores
(•orno Juan de Barros, Damián de Gois y Diogo do Couto,
el poema monumental de «Los Lusíadas».
Luis de Camoens, de noble ascendencia, después de es-
tudiar humanidades en Coimbra, bajo la égida tutelar de
un tío monje, aparece en Lisboa con la arrogancia de su
juventud, enamorándose perdidamente de Catalina de
28 Ar. hur Vieira

Ataíde, hermosa dama de la corte de D. Juan III. Si bien


inspiraron sus primorosas líricas, fueron esos amores, y las
intrigantes mediocridades empeñadas en anular los ímpe-
tus de su genio, la fuerza incontrastable de sus desdichas,
que lo obligaron a batallar en Africa, donde perdió uno de
los ojos, y a vagar después por la India, peleando como sol-
dado ejemplar, sufriendo privaciones sin cuento, hasta
encontrar refugio propicio en la célebre gruta de Macao,
donde compuso casi toda la obra que debía inmortalizarlo.
Ya rehabilitado y glorificado, falleció pobremente en
1579, cuando se dibujaba en los horizontes nacionales la
dominación castellana, que le hizo exclamar en la agonía:
«Por lo menos muero con la patria».
Harto conocido su poema épico, servios escuchar dos de
sus impecables sonetos:

Amor es fuego que arde sin arder;


una herida que duele, sin lamento;
un gran contentamiento sin contento;
un dolor que maltrata sin doler.

Es un querer tan sólo bienquerer;


es andar solitario entre la gente;
es un no encontrar nada que contente;
es creer que se gana con perder.

Es estar prisionero a voluntad;


es servir a quien vence al vencedor;
tener con quien nos mata lealtad.
Poetas Je Portugal

Mas ¿cómo encontrar puede su favor


del muerto corazón conformidad,
siendo en sí tan contrario al mismo amor?

Siete años de pastor Jacob servía


al padre de Raquel, serrana bella;
mas no servía a él, servía a ella,
que a ella sola por premio pretendía.

Los días, esperando el feliz día,


pasaba, contentándose con vella.
Mas Laban cauteloso en lugar de ella,
faltando a su palabra, le dió a Lía.

El, viendo que le quitan con engaños


a la que tantos años ha que espera,
como si no estuviera merecida,

volvió a servir de nuevo otros siete años,


y aun serviría más, si no tuviera
para tan largo amor tan corta vida.

ENDECHAS A BARBARA, ESCLAVA

Aquella cautiva,
por quien soy cautivo,
porque en ella vivo,
no quiero que viva.
Yo nunca vi rosa
en suaves abrojos,
que para mis ojos
fuese más hermosa.

Ni en el campo flore»
ni en el cielo estrellas,
me parecen bellas
como mis amores.
Rostro singular,
ojos sosegados,
negros y cansados,
mas no de matar.

Una gracia viva


que en ellos le mora,
para ser Señora
de quien es cautiva.
Negros los cabellos
donde el parecer
se pierde, de ser
los rubios más bellos.

Negrura de amor,
tan dulce figura,
que la nieve pura
trocara el color.
Leda suavidad
que el juicio acompaña
parecerá extraña,
Bárbara, no en verdad.
Poetas de Portugal 31

Presencia serena
que tormenta amansa;
en ella descansa
ya toda mi pena.
Esta es la cautiva,
de quien soy cautivo;
pues en ella vivo,
es fuerza que viva.

Muerto Canioens, desaparecida la genei ación de sus


precursores y, luego, la de sus imitadores, comenzó para
Portugal, con el dominio de los Felipes, un largo período
de decadencia literaria, que ni el grito restaurador de 1640
consiguió despertar de su apatía aletargada. No se olvida-
ba en modo absoluto la conciencia de patria ni el espíritu
de nacionalidad, mas pesaba sobre el alma colectiva la
enseñanza dogmatizada por la Compañía de Jesús, con
todos los horrores de la inquisición, ahogadas las expan-
siones del ingenio por el «Index librorum». Y, en medio
de una falange de gongoristas que viciaban las tradiciones
estéticas, sólo Rodrigues Lobo y Francisco Manuel de
Meló brillan como destellos luminosos de la poesía na-
cional.
«La inteligencia humana, encerrada en un círculo es-
trecho, no se contiene, delira1», según la frase de Renán; y
esta sentencia del genio francés puede aplicarse al desarro-
llo de nuestra literatura en el siglo XVII. Fueron, en ver-
dad, productos del delirio culteranista, los mórbidos re-
32 Ar. hur Vieira

sultados de las lucubraciones poéticas hasta mediados del


siglo XVlIT.
Pero, entonces, comienza a germinar el negativismo de
los enciclopedistas, simbolizado en las ironías de Voltaire
y en el misantropismo de Rousseau. Y, por efecto de esta
reacción vivificante, se fundó en Lisboa la «Arcadia Ulis-
siponense» que imponía las formas pseudo-clásicas de la
cultura helénica, aún desventajosas para el vuelo sin tra-
bas de la imaginación.
De esta escuela, en que florecieron algunos talentos de
mérito, como el poeta Pedro Antonio Correa Gargao,
muerto en las cárceles inquisitoriales, se desprendió Ma-
nuel Maña Barbosa du Bocage, espíritu inquieto, bohe-
mio incorregible, perseguido siempre por la «mala fortuna»
de Camoens, como veréis por el soneto que le dedica:

Gamoens, grande Camoens, ¡cuán semejante


encuentro mi hado al tuyo! Igual trabajo
nos costó a tí y a mí, al perder el Tajo,
afrontar al sacrilego gigante.

Gomo tú, junto al Ganges susurrante,


de cruel penuria en el horror me veo;
como tú, por ser vano mi deseo,
también gimiendo estoy, aciago amante.

Cual tú, ludibrio de la suerte dura,


mi fin demando al cielo, en la certeza
de que mi paz está en la sepultura.
Poetas de Portugal 33

Imagen tuya soy... Mas ¡oh tristeza!.. .


Si la suerte me dió tu desventura,
no así tus don'es la naturaleza.

Fué Bocage el poeta de la escuela clásica que dejó de


su inspiración los rasgos más sugestivos. Es el que,
después de Camoens, el pueblo portugués más admira y
recuerda con cariño, no sólo como lírico envidiable, sino
como improvisador genial, anecdótico, picaresco, dos
veces acusado al tribunal de la inquisición como pedrero
Ubre, preso en Agosto de 1797 por sus ideas francesas y por
sus «papeles impíos y sediciosos», según palabras textua-
les de nuestro Scarpia, el intendente de policía Pina Ma-
nique.
Fallecido en 1805, su obra inconexa retrata fielmente la
vida turbulenta del poeta, y se os leerá el soneto «Senti-
mientos de Contrición» que es un significativo documento,
como asimismo una «Oda anacreóntica», atribuida a la
improvisación, en que fué pródigo:

SENTIMIENTOS DE CONTRICIÓN

Mi ser se consumió en la lucha insana


del tropel de pasiones que me instaba.
¡Ah ciego, ah torpe, ah mísero! Soñaba
en mí casi inmortal la esencia humana.

2
31Ar.hur Vieira

¡Con qué atractivos la esperanza ufana


la falaz existencia me adornaba!
Mas ya sucumbe mi natura esclava,
y me muestra un tristísimo mañana.

Placeres, mis amigos, ¡mis tiranos!


¡Cuán sumidos os deja en desengaños
esa alma que, sedienta, en mí no cupo!

Cuando Cruce en el pecho al fin las manos,


gane un instante los perdidos años:
¡Sepa morir el que vivir no supo!

ODA ANACREONTICA

En torno de áurea colmena


aleteaba Amor un día,
e introduciendo la mano
frescos panales cogía.

La abeja más fuerte que él,


pues de Amor no tiene miedo,
del muchachuelo goloso
castiga el hurto en un dedo.

Chúpase el tierno dedito


Cupido, y se echa a llorar,
y con enojo a su madre
volando se va a quejar.
32
Poetas de Portugal

Venus, cariñosa y bella,


dice al mecerle en sa pecho:
«Disculpa lo que te hicieron
«Recordando lo que has hecho.

«El aguijón de la abeja


«no duele cual tus arpones.
«Lo que ella te hizo en un dedo
«lo haces tú en los corazones».

La revolución francesa tuvo en Portugal, como en todos


los pueblos civilizados, una repercusión de consecuencias
decisivas en las orientaciones políticas y literarias. Las
luchas que a principio del siglo X I X se desarrollaron en
mi país por la implantación del régimen constitucional de
Gobierno, encontraron entre sus paladines a Juan Bau-
tista de Almeida Garretl, quien, forzado a emigrar a causa
de sus ideas liberales, adquirió en las andanzas por Francia
e Inglaterra los gérmenes de Ir. escuela romántica, que ini-
ció después en su patria, revelándose jefe de una nueva
literatura nacional.
Orador meritorio, dramaturgo de aliento, escritor de
alta reputación, *aé también Garrett un poeta delicioso,
basándose en las fuentes tradicionales de la poesía popu-
lar, como veréis por los ve-sos:
36 Ar. hur Vieira

NO ERES TÚ

Tenía el mismo mirar,


la misma gracia al andar,
la misma linda color,
aquella visión que vi
cuando soñaba de amor,
cuando en sueños me perdí.

Tenía tu porte altivo,


tu albo rostro pensativo;
y una süjave tristeza,
que sobre ella descendía,
como un velo la envolvía
suavizando su belleza.

Tenía en aquel su hablar


ingenuo, casi vulgar,
el poder de la razón
que hechiza con su fulgor.
No era fuego, era claror,
que' cedía al corazón.

Sus ojos, tu transparencia,


su seno, tu misma esencia;
tu olor a rosas celestes,
rosas puras y ambarinas,
lozanas como boninas,
sencillas sin ser agrestes.
Poetas de Portugal 37

Mas aquella ya pasó.. .


Tú no eres aquella, no.
no eres aquella que* vi.
puesto que aquella visión
albergaba un corazón,
corazón que no hay en tí!

Pero, al romanticismo, durante cuyo dominio sobre-


salieron cultores suavísimos, tales como Juan de hemos,
Mendos Leal y Tomás Ribeiro, sucedió un período ultra-
romántico, en el cual la muerte era la suprema y única
razón de la vida, en que la elegía lloraba lágrimas amar-
gas, y el corazón humano, tabernáculo del ensueño, se
ofrecía en holocausto a la pasión exacerbada.
Soares dos Paésos es el poeta más aventajado de esa
época enfermiza. Espíritu reconcentrado, sensibilidad de
incomprendido, confinado en la «Turris ebúrnea» de su
lirismo personal, vivió en un constante desaliento pesimis-
ta, falleciendo en 1860, a los 34 años de edad. Sus poesías
están todas impregnadas de un fuerte poder emocional,
y en muchas de ellas se transparentan dudas y éxtasis
metafísicos que las tornan interesantes y revelan sólida
inspiración principalmente algunas estrofas de:
Arthur Vkira

EL FIRMAMENTO

Estrellas que alumbrais esas moradas


¿Cuál es vuestro destino?
¿Sois acaso las lámparas sagradas
del bello umbral divino?
Pululando del seno omnipotente,
por fin sumidas en la eternidad,
sois las centellas de su carro ardiente
rodando por la azul inmensidad.

¡Oh, tierra, que engendraste en tus entrañas


mi pobre ser humano!
¿Qué eres con tus volcanes, tus montañas,
y tu vasto océano?
Sólo un grano de arena arrebatado
por ese torbellino de los mundos,
en redor de su tron^ levantado
en los senos del orbe más profundos.

Y tú, el hombre, ¿qué eres, ser mezquino,


cuando altivo te encumbras,
queriendo abrirte sin cesar camino
por tus densas penumbras?
Poeten de Portugal

¿Qué eres con tus impulsos y progresos?


Un átomo sutil, un flaco aliento;
vives solo un instante y de tus huesos
quedan cenizas que sacude el viento!...

* * *

Se nota después una formidable reacción en los procesos


estéticos de la poesía lusitana. A las forzadas declamacio-
nes retóricas del siglo XVÍI, a la petulante erudición del
clasicismo y a las plañideras imágenes del período románti-
co, sobreviene la simplicidad de la forma revestida con los
colores multiformes de la naturaleza sobre un fondo ar-
mónico de sencillez, religioso y enternecedor, en que se
cantan las dulzuras apacibles del hogar, el delicado encan-
to de los niños, la lozanía de los vergeles, los matices po-
lícromos de la tierra-madre, pródiga y generosa, a los ra-
yos fecundantes de nuestro sol. Una generación de poetas
surgía de la llamada «escuela de Coimbra», ahondando los
problemas de la vida en una filosofía sana, de sugestiva
resignación.
Y del derrocamiento de los viejos convencionalismos,
aparece Joao de Deus en su «Campo de Flores» producien-
do efectos maravillosos con el empleo tan sólo de las locu-
ciones populares, como lo demuestra el trozo de su poesía:
40 Ar. hur Vieira

LA VIDA

La vida es tiempo que fluye;


la vida es ¡ay! que nos hiela;
la vida es sueño que huye;
la vida es nube que vuela.
La vida es sueño tan leve
que se derrite cual nieve.
La vida es sombra que atrae.
La vida dura un momento
más breve que el pensamiento;
la vida llévala el viento.
¡La vida es hoja que cae!
La vida es flor en corriente;
la vida es soplo süave;
la vida es astro candente,
la vida es volar del ave.
Nube que el viento, al soplar,
onda que el viento, en el mar,
una tras otra lanzó,
la vida—pluma caída
del ala de un ave herida—
de valle en valle impelida,
el viento se la llevó.
Poetas de Portugal *]_

La corriente innovadora arrastra a la juventud a bus-


car en la preocupación filosófica del siglo nuevas expresio-
nes de ideal artístico, ensanchando los horizontes de la
sociología. Antero de Quental rompe lanzas de amarga-
do en las justas psicológicas con sus ardientes Odas Mo-
dernas, que hicieron explosión atronadora en medio de los
rancios prejuicios aferrados aún a una parte apreciable de
la conciencia nacional. Socialista teórico, en la concepción
magna de su espíritu de ilusionado, termina por debatirse
en una intensa crisis moral que lo lanzó en la desespera-
ción y de ahí en la muerte. Pero son los sonetos el momento
supremo de su genio. Oíd dos de ellos:

SUEÑO ORIENTAL

Sueño a veces, por rara maravilla,


que soy rey de una isla del Oriente,
do la noche es balsámica y fulgente,
y en sus aguas la luna plena brilla.

La esencia de magnolia y de vainilla


perfuma el aire puro, adormeciente;
lame un orla de bosque vagamente
el mar con finas ondas de espumilla.

Y cuando a la baranda de marfil


me asomo, absorto en pensamientos mil,
tú a la luna divagas, dueño amado.
39Ar.hur Vieira

por el bello jardín, donde me esperas;


o descansas debajo las palmeras,
y un león familiar yace a tu lado.

A LA VIRGEN SANTISIMA

En un sueño forjado de ansiedad


nocturna y de inefable sutileza,
vi tu mirada henchida de piedad
Y (más que de piedad) aun de tristeza...

No era el brillo vulgar de la belleza,


ni la vehemencia de la mocedad;
Era otra luz, era otra suavidad,
que no sé si hay en la Naturaleza...

Un místico sufrir.. . una ventura


formada de perdón y de ternura
Y de la paz de nuestra hora postrera.. .

¡Oh, visión inmortal, triste y piadosa'.. .


Mírame así callada, así llorosa...
¡lí déjame callar la vida entera!...
* **

Y nace Guerra Junqueiro en 1850. Toda la obra de este


genial intérprete del alma soñadora de la raza se compendia
en su célebre aforismo: «La poesía es la verdad transfor-
mada en sentimiento». Muy joven, llena los ámbitos de la
Poetas tie Portugal

nación con el vibrante clamor de sus cantos a Polonia


oprimida, a la libertad unificadora de la Italia grande,
a la redención de Ejspaña en el puente de Alcolea y a la
Francia vencida, pero republicana, en el desastre del 70.
Luego, penetra en las cuestiones sociales y políticas, hi-
riendo denodadamente, con el látigo de su candente ins-
piración, las añejas concepciones entronizadas sobre el
pedestal de un falso constitucionalismo. Toma parte,
como símbolo de libertad glorificadora, en los comicios
republicanos del país, entona loas de grandeza épica a los
albores de la democracia y es el eje espiritual de los movi-
mientos cívicos culminados el 5 de Octubre de 1910, en la
proclamación de la República Portuguesa. La fuerza de su
dialéctica es cortante y avasalladora, como veréis por un
fragmento de:

LA MUERTE DE D. JUAN

arremanga la canalla sus brazos


coge el trabuco, afronta los tremendos problemas,
y hacen detonación las cóleras supremas.
Oye la sociedad crujir sus fundamentos;
cadenas, arsenales, palacios, monumentos,
todo se desmorona. Pasan las verduleras
hambrientas; se vacían las iglesias enteras:
la guillotina apoya su planta en los sagrarios;
rien en las tiniéblas monstruos patibularios.. .
La sociedad entonces levántase indignada,
severa como un juez, fría como una espada:
44 Ar. hur Vieira

«Mis bravos generales, católico-romanos,


mis burgueses leales, mis viejos pretorianos,
¡corred; ¡asesinadme, barredme esa canalla!
¿Quieren más luz? prisiones. ¿Quieren más pan? metralla.
¡El Problema Social! gritan de todas partes;
esta inscricpión incendia todos los estandartes.
¡Soldados, resolvedme problema tan oscuro!
¡Sujetadle las manos, arrimádmelo a un muro
y haced una descarga! ¡Cínicos asesinos!
Me obligan a cerrar teatros y casinos,
me insultan, me han dejado los almacenes mondos,
encarecen el pan, hacen bajar los fondos
no dejan dormir en paz mi burguesía!
Soldados, mucha cuenta con vuestra puntería!
¡

Y después de lanzar a los vientos de la publicidad las


tormentas implacables de La Vejez del Padre Eterno,
una ola mansa de serena filosofía desciende sobre la cálida
imaginación del poeta eminente, en el bucolismo de Los
Simples, como rocío sedativo para sus exaltaciones de hi-
giene social y de redención patriótica de los primeros años.
Lo veréis, por algunos versos de su poesía:
Poetes Je Portugal

IN PÜLVIS

¡Oh, qué negra noche! ¡qué hosquedad de hiena!


Ni una estrella en la alta soledad quedó...
Llora el viento su triste cantilena,
como cuando dicen que lloró de pena,
todo el santo día que Jesús murió.

Vienen sanguinosos gritos moribundos


de las oquedades del torvo horizonte.
Por los yermos andan lobos vagabundos
y los ríos llenos,, tornan furibundos,
en diluvio de aguas, desde el mar al monte.

Eh serrana choza quema el castañero,


lámpara de pobres del relente grato;
y están, medio corro formando al brasero,
la abuela, el abuelo, la moza, el arriero,
la mujer, los hijos, el perro y el gato.

Quémase el gigante, rudo centenario


que ya de los astros no saldrá al encuentro:
y aquel resplandor de enorme incensario,
hace de la choza casi un relicario
con un alma de oro que le ríe dentro.

El espíritu del poeta evoluciona luego hacia una nueva


fase panteista y cristiana. Y el pueblo portugués lo sigue
46 Ar. hur Vieira

adorando a través del perfume místico de sus «Oraciones»,


cuya esencia se refleja en estas palabras del autor: «El ar-
te vale más o menos, según la porción de amor que abarca
y que revela. El arte soberano es el que conjuga la naturale-
za toda: hombres y monstruos, aguas y árboles, piedras
y nubes, soles y nebulosas—con verbo infinito y perfecto,
el único verbo creador, que es el verbo AMAR». El «Oremus»,
de la «Oración a la luz», puede daros idea de su arte ob-
jetivo:

ORACIÓN A LA LUZ

Cándida luz del astro matutino,


lágrima argéntea del amor divino
¡abrásame los ojos en tu altar!

Viva luz de las albas luminosas,


dora mi sieñ, inúndame de rosas
¡para cantar!

Luz calcinante, luz que torna llama,


arde en mi sangre, mi vigor inflama,
¡para luchar!

Luz del ocaso que las aguas pueblas,


da a mis montañas un vapor de nieblas,
¡para soñar!
Poetas de Portugal 47

Luz de la luna, de color de nieve,


en tus dolores mi dolor embebe,
jpara llorar!

Luz de los astros, vaga luz silente,


cae, de las llagas del misterio ardiente,
sangra calvarios infinitamente,
¡para hacerme rezar!

¡Y cantando
y luchando
y soñando
y llorando
y rezando,
haré de esta luz ciega que se expande,
la luz espiritual del Día grande,
la luz de Dios, la luz de Amor, la luz del Bien,
luz de la eterna Gloria, luz de la luz, amén!
• **

Lo que habéis oído está muy lejos de siquiera llamarse


esbozo del movimiento poético de mi país. Con los nombres
que he citado, muchos otros y muy ilustres florecieron en-
grandeciendo la literatura portuguesa, y la actual genera-
ción constituye una colmena irisada de cerebraciones pro-
digiosas que dejará muy en alto la cultura lusitana. Sólo
os he hablado de los que mi devoción guarda cariñosa-
mente en el sagrario del alma. Disculpad si faltó a mis
Arthur Vieira

palabras en galanura, lo que les sobre en sinceridad pa-


triótica.
Y gracias os doy por haber venido a escuchar, en co-
munión de espíritu y de sentimientos, a los que rendimos
hoy el tributo de nuestros recuerdos a la dulce patria de
la inefable « S A U D A D E » .

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