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El Pájaro Que Quería Ser Libre

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El pájaro que quería ser libre 

es uno de los cuentos cortos para


reflexionar de la escritora María Alejandra Torigino sugerido para
adolescentes, jóvenes y adultos.

El pájaro que quería ser libre

Había una vez en la india, un pájaro de plumaje multicolor, que tenía


muchas ganas de ser libre. Vivía hace muchos años con su dueño, un
viejecito de barba blanca, que siempre lo cuidó con mucho cariño. Se
hacían compañía, vivía en su jaulita con su comedero y el agüita fresquita
de todos los días.

Un buen día el anciano, recibió en su casa a un viejo amigo a tomar él te,


y éste quedó sorprendido al ver a ese hermoso pajarito moverse de un
lado a otro como desesperado queriendo su libertad. Al visitante le dio
mucha pena y sabía que todas las aves son felices siendo libres, volando
por el cielo azul.
De repente, se le ocurrió ayudarlo, y al día siguiente cuando el anciano
salió de compras con su bastón, su amigo se escondió detrás de unos
arbustos, y entró por una ventana abierta a la casa.

Al llegar hasta la jaula, vio al pajarillo dormido, pero al abrir su puertita vio
como el pajarillo horrorizado se despertaba y al verlo, se aferraba con
fuerza a los barrotes de su jaulita, no queriendo salir de ninguna manera.

A este pajarito, le pasó lo que a muchas personas que quieren ser libres,
cumplir todos sus sueños y ver el mundo, pero están tan acostumbrados a
las comodidades que no tienen la valentía de probar.

l hombre cerró la puerta y se fue por donde vino, contento por lo menos
de haberle dado una oportunidad al pajarito.

Fin.

El pájaro que quería ser libre es uno de los cuentos de la


escritora María Alejandra Torigino © Todo los derechos reservados.

Sobre María Alejandra Torigino


María Alejandra es una escritora argentina, especialista en Literatura
Infantil y Embajadora de la Paz. Tiene un Posgrado de cuentos
terapéuticos y fábulas en educación, Máster en Arteducación e instructora
de arte terapia infantil y de adultos mayores. y es autora de varios libros
entre los que se encuentran «A mis locos bajitos«, «Cuentos para el
kinder» y «Cuentos con chocolate». Tiene varios Premios nacionales por
sus obras, participó en antologías y programas de lectura en
Latinoamérica, y es Arte terapeuta.

El Cojo y el Ciego
En un bosque cerca de la ciudad vivían dos vagabundos con tripofobia. Uno era
ciego y otro cojo; durante el día entero en la ciudad competían el uno con el otro.
Pero una noche sus chozas se incendiaron porque todo el bosque ardió. El ciego
podía escapar, pero no podía ver hacia donde correr, no podía ver hacia donde
todavía no se había extendido el fuego. El cojo podía ver que aún existía la
posibilidad de escapar, pero no podía salir corriendo - el fuego era demasiado
rápido, salvaje- , así pues, lo único que podía ver con seguridad era que se
acercaba el momento de la muerte.

Los dos se dieron cuenta que se necesitaban el uno al otro. El cojo tuvo una
repentina claridad: "el otro hombre, el ciego, puede correr, y yo puedo ver".
Olvidaron toda su competitividad.

En estos momentos críticos en los cuales ambos se enfrentaron a la muerte,


necesariamente se olvidaron de toda estúpida enemistad, crearon una gran
síntesis; se pusieron de acuerdo en que el hombre ciego cargaría al cojo sobre sus
hombros y así funcionarían como un solo hombre, el cojo puede ver, y el ciego
puede correr. Así salvaron sus vidas. Y por salvarse naturalmente la vida, se
hicieron amigos; dejaron su antagonismo.

El elefante encadenado
Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los
circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me
llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacia
despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su
actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto
solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una
pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo
pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la
cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar
un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y
huir.

El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando


tenía 5 o 6 años yo todavía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a
algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de
ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice
entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No
recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide
del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba
con otros que también se habían hecho la misma pregunta.

Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante
sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no se escapa porque
ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y
me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en
aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de
todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría
que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y
al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal
aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree
-pobre- que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de
aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se
ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a
prueba su fuerza otra vez...

Lecturas breves para reflexionar


Cuento Budista: Tú Gobiernas tu Mente, no tu
Mente a ti
Un estudiante de zen, se quejaba de que no podía meditar: sus pensamientos no
se lo permitían. Habló de esto con su maestro diciéndole: “Maestro, los
pensamientos y las imágenes mentales no me dejan meditar; cuando se van unos
segundos, luego vuelven con más fuerza. No puedo meditar. No me dejan en
paz”. El maestro le dijo que esto dependía de él mismo y que dejara de cavilar.
No obstante, el estudiante seguía lamentándose de que los pensamientos no le
dejaban en paz y que su mente estaba confusa. Cada vez que intentaba
concentrarse, todo un tren de pensamientos y reflexiones cortas, a menudo
inútiles y triviales, irrumpían en su cabeza…

El maestro entonces le dijo: “Bien. Aferra esa cuchara y tenla en tu mano. Ahora
siéntate y medita”. El discípulo obedeció. Al cabo de un rato el maestro le
ordenó: ”¡Deja la cuchara!”. El alumno así hizo y la cuchara cayó obviamente al
suelo. Miró a su maestro con estupor y éste le preguntó: “Entonces, ahora dime
¿quién agarraba a quién, tú a la cuchara, o la cuchara a ti?.

Aprendizaje del Zen


-Maestro, sildenafil comencé a estudiar el zen y no me siento mejor. Sigo sin
poder hacer contacto con la divinidad que hay en mí, sigo sin conocerme; mis
dudas aumentan. ¿Por qué?
-Hijo, porque no te das cuenta de que sí te estás conociendo; de otra forma no
estarías inquieto y lleno de dudas. Eso forma parte del proceso. El zen es un
método, no es el camino; es la escoba que saca los guijarros de tu camino. No
busca hacerte mejor, busca hacerte sereno.

La Mecha
Un hombre oyó una noche que alguien andaba por su casa. Se levantó y, para
tener luz, intentó sacar chispas del pedernal para encender su mechero. Pero el
ladrón causante del ruido, vino a colocarse ante él y, cada vez que una chispa
tocaba la mecha, la apagaba discretamente con el dedo. Y el hombre, creyendo
que la mecha estaba mojada, no logró ver al ladrón.

También en tu corazón hay alguien que apaga el fuego, pero tú no lo ves.

Rumi

Acuérdate de soltar el vaso


Un psicólogo, en una sesión grupal, levantó un vaso de agua. Todo el mundo
esperaba la típica pregunta: “¿Está medio lleno o medio vacío?” Sin embargo,
preguntó: - ¿Cuánto pesa este vaso? Las respuestas variaron entre 200 y 250
gramos. El psicólogo respondió: "El peso absoluto no es importante. Depende de
cuánto tiempo lo sostengo. Si lo sostengo un minuto, no es problema. Si lo
sostengo una hora, me dolerá el brazo. Si lo sostengo un día, mi brazo se
entumecerá y paralizará. El peso del vaso no cambia, es siempre el mismo. Pero
cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado, y más difícil de soportar se vuelve."

Y continuó: "Las preocupaciones, los pensamientos negativos, los rencores, el


resentimiento, son como el vaso de agua. Si piensas en ellos un rato, no pasa
nada. Si piensas en ellos todo el día, empiezan a doler. Y si piensas en ellos toda
la semana, acabarás sintiéndote paralizado, e incapaz de hacer nada." ¡Acuérdate
de soltar el vaso!

Busca Dentro de ti
Cuentan que un día estaba Mullah en la calle, en cuatro patas, buscando algo,
cuando se le acercó un amigo y le preguntó: - Mullah, ¿qué buscas? Y él le
respondió: - Perdí mi llave. - Oh, Mullah, qué terrible. Te ayudaré a encontrarla.
Se arrodilló y luego preguntó: - ¿Dónde la perdiste? - En mi casa. - Entonces,
¿por qué la buscas aquí afuera? - Porque aquí hay más luz. Aunque les parezca
cómico, ¡eso es lo que hacemos con nuestra vida! Creemos que todo lo que hay
que buscar está ahí afuera, a la luz, donde es fácil encontrarlo, cuando las únicas
respuestas están en el propio interior. Salgan a buscarlas afuera, que jamás las
hallarán... de Leo Buscaglia, libro: "Vivir, amar y aprender".

Todo Acto Genera Consecuencias


Ese año las lluvias habían sido particularmente intensas en toda la región. Una
gran corriente del río se  llevó la choza de un campesino, pero cuando cesaron,
habían dejado en la tierra una valiosa joya. El buen hombre vendió la alhaja y
con la suma que le entregaron reconstruyó su choza y el  resto se lo regaló a un
niño huérfano y desvalido del pueblo. La riada había arrasado también  otro
poblado y un campesino, para salvar la vida, tuvo que encaramarse a un tronco de
árbol que  flotaba sobre las turbulentas aguas. Otro hombre, despavorido, le pidió
socorro, pero el campesino se lo negó, diciéndose a sí mismo: “Si se sube éste al
tronco, a lo mejor se vuelca y me  ahogo”.

Los años pasaron y estalló la guerra en ese reino. Ambos campesinos fueron
alistados. El campesino bondadoso fue herido de gravedad y conducido al
hospital. El médico que le atendió con gran cariño y eficacia era aquel
muchachito huérfano al que  él había ayudado. Lo reconoció y  puso toda su
ciencia y amor al servicio del malherido. Logró salvarlo y se hicieron grandes
amigos de por vida.

El campesino egoísta tuvo por capitán de la tropa al hombre a quien no había


auxiliado. Le envió a primera línea de combate y días después halló la muerte en
las trincheras.

Las consecuencias siguen, antes o después, a los actos. La generosidad engendra


generosidad y  el egoísmo, egoísmo. Debemos cultivar los cuatro bálsamos de la
mente: amor, compasión, alegría  por la dicha de los otros y ecuanimidad.

Historias para reflexionar con moraleja


La Rosa y el Sapo
Había una vez una rosa roja muy bella, se sentía de maravilla al saber que era la
rosa mas bella del jardín. Sin embargo, se daba cuenta de que la gente la veía de
lejos. Se dio cuenta de que al lado de ella siempre había un sapo grande y oscuro,
y que era por eso que nadie se acercaba a verla de cerca. Indignada ante lo
descubierto le ordenó al sapo que se fuera de inmediato; el sapo muy obediente
dijo: Está bien, si así lo quieres.

Poco tiempo después el sapo pasó por donde estaba la rosa y se sorprendió al ver
la rosa totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos. Le dijo entonces:

Vaya que te ves mal. ¿Qué te pasó?

La rosa contestó: Es que desde que te fuiste las hormigas me han comido día a
día, y nunca pude volver a ser igual.

El sapo solo contestó: Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas
hormigas y por eso siempre eras la mas bella del jardín.

Moraleja: Muchas veces despreciamos a los demás por creer que somos mas que
ellos,mas bellos o simplemente que no nos “sirven” para nada. Todos tenemos
algo que aprender de los demás o algo que enseñar, y nadie debe despreciar a
nadie. No vaya a ser que esa persona nos haga un bien del cual ni siquiera
seamos conscientes.

Fábula de la Rana Sobre el Ánimo


Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un
hoyo profundo. Todas las demás ranas se reunieron alrededor el hoyo. Cuando
vieron cuan hondo era el hoyo, le dijeron a las dos ranas en el fondo que para
efectos prácticos, se debían dar por muertas ya que no saldrían. Las dos ranas no
hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera
del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras seguían insistiendo que sus esfuerzos
serían inútiles.

Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió.
Ella se desplomó y murió. La otra rana continuó saltando tan fuerte como le era
posible. Una vez más, la multitud de ranas le gritaba y le hacían señas para que
dejara de sufrir y que simplemente se dispusiera a morir, ya que no tenía caso
seguir luchando. Pero la rana saltaba cada vez con más fuerzas hasta que
finalmente logró salir del hoyo. Cuando salió las otras ranas le dijeron: "nos da
gusto que hayas logrado salir, a pesar de lo que te gritamos".

La rana les explicó que era sorda, y que pensó que las demás la estaban animando
a esforzarse más y salir del hoyo. Moraleja: 1. La palabra tiene poder de vida y
muerte. Una palabra de aliento compartida a alguien que se siente desanimado
puede ayudar a levantarlo. 2. Una palabra destructiva dicha a alguien que se
encuentre desanimado puede ser lo que acabe por destruirlo. Tengamos cuidado
con lo que decimos. 3. Una persona especial es la que se da tiempo para animar a
otros.

El Ratón Guía 
Un ratón se apoderó un día de la brida de un camello y le ordenó que se pusiera
en marcha.
El camello era de naturaleza dócil y se puso en marcha.

El ratón, entonces, se llenó de orgullo.

Llegaron de pronto ante un arroyo y el ratón se detuvo.

- ¡Oh, amigo mío! ¿Por qué te detienes?- ¡Camina, tú que eres mi guía!

El ratón dijo: - Este arroyo me parece profundo y temo ahogarme.

El camello: - ¡Voy a probar!

Y avanzó por el agua.- El agua no es profunda.- Apenas me llega a las corvas.

El ratón le dijo: - Lo que a ti te parece una hormiga es un dragón para mí.-

Si el agua te llega a las corvas, debe cubrir mi cabeza en varios cientos de metros.

Entonces el camello le dijo: - En ese caso, deja de ser orgulloso y de creerte un


guía.- ¡Ejercita tu orgullo con los demás ratones, pero no conmigo!

- ¡Me arrepiento! dijo el ratón- ¡en nombre de Dios, ayúdame tú a atravesar este
arroyo!

*Un cuento de Rumi

El Asno con la Piel de León


Cuando Bramadatta reinaba en Benarés, había un viejo mercader que viajaba de
pueblo en pueblo, llevando sus mercancías a lomos de un asno. Este mercader se
valía de un ingenioso ardid para alimentar a su burro. Tan pronto como llegaba a
un pueblo, lo descargaba y lo cubría enseguida con una piel de león; luego lo
soltaba en un campo de arroz o alfalfa. El asno comía hasta hincharse y los
dueños de los campos no se atrevían a echarle, ya que creían que se trataba de un
león verdadero.

Un día el mercader llegó a un pueblo, y como había hecho en los otros, soltó al
asno en un campo de verde alfalfa. El dueño, al ver lo que él suponía un león
huyó, aterrorizado, al pueblo, y contó a sus convecinos lo que estaba ocurriendo.
Sin vacilar un momento, todos se armaron hasta los dientes y corrieron al
encuentro del falso león.
Este, al ver acercarse a tanta gente lanzó un sonoro rebuzno que descubrió a los
campesinos su disfraz, y que tuvo además por consecuencia irritarlos mucho más.
En un momento cayeron todos sobre él y lo molieron a palos de tal manera, que
cuando al fin el mercader logró rescatarlo, estaba moribundo.
El hombre se tiró de los pelos al ver que por su avaricia había perdido a un
compañero fiel y útil, y mientras el pollino moría, el viejo iba diciendo:
– No es la piel lo que hace temible al león.

Ni tú ni yo Somos los Mismos


El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió
el sufrimiento humano, así es como desarrolló la benevolencia y la compasión.
Entre sus primos, se encontraba el perverso Desvadatta, siempre celoso del
maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo. Cierto día
que el Buda estaba paseando tranquilamente, Desvadatta, a su paso, le arrojó una
pesada roca desde la cima de una colina, con la intención  de acabar con su vida.
Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Desvadatta no pudo conseguir
su objetivo. El Buda se dio cuenta de lo sucedido y permaneció impasible, sin
perder la sonrisa de los labios. Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo
saludó afectuosamente. Muy sorprendido, Desdavatta preguntó:
-¿No estás enfadado, señor?

-No, claro que no.

Sin salir de su asombro, inquirió:

-¿Por qué?

Y el Buda dijo:

-Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando
me fue arrojada.

El Miedo del León


En una lejana sabana africana, andaba perdido un león. Llevaba más de veinte
días alejado de su territorio y la sed y el hambre lo devoraban. Por suerte,
encontró un lago de aguas frescas y cristalinas. Raudo, corrió veloz a beber de
ellas para así, paliar su sed y salvar su vida.

Al acercarse, vio su rostro reflejado en esas aguas calmadas.


– ¡Vaya! el lago pertenece a otro león – Pensó y aterrorizado, huyó sin llegar a
beber.

La sed cada vez era mayor y él sabía que de no beber, moriría. A la mañana
siguiente, armado de valor, se acercó de nuevo a lago. Igual que el día anterior,
volvió a ver su rostro reflejado y de nuevo, presa del pánico, retrocedió sin beber.

Y así pasaron los días con el mismo resultado. Por fin, en uno de esos días
comprendió que sería el último si no se enfrentaba a su rival. Tomó finalmente la
decisión de beber agua del lago pasara lo que pasara. Se acercó con decisión al
lago, nada le importaba ya. Metió la cabeza para beber … y su rival, el temido
león ¡desapareció!

La gran mayoría de nuestros miedos son imaginarios. Cuando nos atrevemos a


enfrentarlos acaban desapareciendo. No dejes que tus pensamientos te dominen
y te impidan avanzar con tus propósitos.

Historias Para Reflexionar Sobre la Vida


La Ventana del Hospital
Dos hombres, seriamente enfermos, ocupaban la misma habitación en el hospital.
A uno de ellos se le permitía estar sentado una hora todas las tardes para que los
pulmones drenaran sus fluidos. Su cama daba a la única ventana de la habitación.

El otro hombre tenía que estar tumbado todo el tiempo. Los dos se hablaban
mucho. De sus mujeres y familiares, de sus casas, trabajos, el servicio militar,
dónde habían estado de vacaciones.

Y todas las tardes el hombre que se podía sentar frente a la ventana, se pasaba el
tiempo describiendo a su compañero lo qué veía por la ventana. Éste, solamente
vivía para esos momentos donde su mundo se expandía por toda la actividad y
color del mundo exterior.

La ventana daba a un parque con un bonito lago. Patos y cisnes jugaban en el


agua mientras los niños capitaneaban sus barcos teledirigidos. Jóvenes amantes
andaban cogidos de la mano entre flores de cada color del arco iris. Grandes y
ancestros árboles embellecían el paisaje, y una fina línea del cielo sobre la ciudad
se podía ver en la lejanía.
Mientras el hombre de la ventana describía todo esto con exquisito detalle, el
hombre al otro lado de la habitación cerraba sus ojos e imaginaba la pictórica
escena.

Una cálida tarde el hombre de la ventana describió un desfile en la calle. Aunque


el otro hombre no podía oír la banda de música- se la imaginaba conforme el otro
le iba narrando todo con pelos y señales. Los días y las semanas pasaron.

Una mañana, la enfermera entró para encontrase el cuerpo sin vida del hombre al
lado de la ventana, el cual había muerto tranquilamente mientras dormía. Se puso
muy triste y llamó al doctor para que se llevaran el cuerpo. Tan pronto como
consideró apropiado, el otro hombre preguntó si se podía trasladar al lado de la
ventana. La enfermera aceptó gustosamente, y después de asegurarse de que el
hombre estaba cómodo, le dejó solo.

Lentamente, dolorosamente, se apoyó sobre un codo para echar su primer vistazo


fuera de la ventana. Finalmente tendría la posibilidad de verlo todo con sus
propios ojos.

Se retorció lentamente para mirar fuera de la ventana que estaba al lado de la


cama. Daba a un enorme muro blanco. El hombre preguntó a la enfermera qué
había pretendido el difunto compañero contándole aquel maravilloso mundo
exterior.

Y ella dijo: - Quizás sólo quería animarle.

Reflexiones Cortas
El Cielo y el Infierno
En un reino lejano de Oriente se encontraban dos amigos que tenían
la curiosidad y el deseo de saber sobre el Bien y el Mal. Un día se acercaron a la
cabaña del sabio Lang para hacerle algunas preguntas. Una vez dentro le
preguntaron:
Anciano díganos: ¿qué diferencia hay entre el cielo y el infierno?... El sabio
contestó:   - Veo una montaña de arroz recién cocinado, todavía sale humo.
Alrededor hay muchos hombres y mujeres con mucha hambre. Los palos que
utilizan para comer son más largos que sus brazos. Por eso cuando cogen el arroz
no pueden hacerlo llegar a sus bocas. La ansiedad y la frustración cada vez van
a más. Más tarde, el sabio proseguía: - Veo también otra montaña de arroz recién
cocinado, todavía sale humo. Alrededor hay muchas personas alegres que sonríen
con satisfacción. Sus palos son también más largos que sus brazos. Aun así, han
decidido darse de comer unos a otros.

En Busca de la Aguja Perdida


Una tarde, en un pueblo pequeño donde todos se conocían, un grupo de jóvenes
vio a anciana Rabiya buscando desesperadamente algo en el jardín frente a su
choza. Todos se acercaron a la pobre anciana para ver si la podían ayudar

Rabiya, ¿Qué le pasa? ¿Qué ha perdido? ¿Le podemos ayudar? -le preguntaron.

La anciana con  tono triste contestó – perdí mi aguja de oro…

Al oírla, los jóvenes  se pusieron a buscar, pero de repente uno de los jóvenes
dijo:

Rabiya, el jardín es muy extenso y por contra, la aguja es muy pequeña; además
pronto anochecerá, ¿Puedes decirnos más o menos por donde se le cayó y así
poder centrarnos en esa zona?

La anciana levantó la mirada, señaló hacia su casa y le contesto: Sí tienes razón.


La aguja se me cayó allí, dentro de casa.

Esto enfadó al grupo de jóvenes- Rabiya, ¿te has vuelto loca? Si la aguja se te
cayó dentro de casa, ¿Por qué andamos buscándola aquí afuera?

Entonces Rabiya sonrió y les dijo- Es que aquí afuera hay luz, cosa que dentro de
la casa no hay.

El joven que no entendía nada y pensaba que la anciana definitivamente había


perdido la cabeza dijo: Pero aun teniendo luz, si estamos buscando donde no has
perdido la aguja, ¿Cómo pretendes encontrarla? ¿No es mejor llevar una lámpara
al interior de la casa y buscarla allí, donde la ha perdido?

La anciana volvió a sonreír y contestó: sois tan inteligentes para ciertas cosas….
¿por qué no empleáis esa inteligencia?

Y continuó diciendo: Sois tan inteligentes para las cosas pequeñas ¿cuándo vais a
emplear esa inteligencia para vosotros mismos, para vuestra vida interior?. Miles
de veces os he visto a todos vosotros buscando desesperadamente afuera.
Buscando aquello que se os ha perdido en vuestro interior. ¿Por que buscáis la
felicidad alrededor vuestro? ¿Acaso la habéis perdido allí, o realmente, la habéis
perdido en vuestro interior?

Esto es lo que nos suele pasar habitualmente en nuestras vidas, estamos tan
inmersos en buscar fuera de nosotros que nos olvidamos que la esencia del
bienestar está dentro de nosotros y nada más. Nuestra felicidad o bienestar
auténtico no pueden estar en el exterior, ni en dependencia de las circunstancias,
de otras personas o las relaciones que mantenemos. Este bienestar auténtico para
que sea real, ha de estar por encima de todo esto. Solo se puede mantener y ser
equilibrado si permanece dentro de nosotros.

El Problema
Un gran maestro y un guardián compartían la administración de un monasterio
zen.Cierto día el guardián murió, y había que sustituirlo.

El gran maestro reunió a todos sus discípulos, para escoger a quien tendría ese
honor. "Voy a presentarles un problema dijo-. Aquel que lo resuelva primero será
el nuevo guardián del templo".

Trajo al centro de la sala un banco, puso sobre este un enorme y hermoso florero
de porcelana con una hermosa rosa roja y señaló: "Este es el problema".

Los discípulos contemplaban perplejos lo que veían: los diseños sofisticados y


raros de la porcelana, la frescura y elegancia de la flor... ¿Qué representaba
aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál era el enigma? Todos estaban paralizados.

Después de algunos minutos, un alumno se levanto, miró al maestro y a los


demás discípulos, caminó hacia el vaso con determinación, lo retiró del banco y
lo puso en el suelo.

"Usted es el nuevo guardián -le dijo el gran maestro, y explicó-: Yo fui muy
claro, les dije que estaban delante de un problema. No importa qué tan bellos y
fascinantes sean, los problemas tienen que ser resueltos.

Puede tratarse de un vaso de porcelana muy raro, un bello amor que ya no tiene
sentido, un camino que debemos abandonar pero que insistimos en recorrer
porque nos trae comodidades. Sólo existe una forma de lidiar con los problemas:
afrontarlos. En esos momentos no podemos tener piedad, ni dejarnos tentar por el
lado fascinante que cualquier conflicto lleva consigo".
Afilar el Hacha
En cierta ocasión, un joven llegó a un campo de leñadores con el propósito de
obtener trabajo. Habló con el responsable y éste, al ver el aspecto y la fortaleza
de aquel joven, lo aceptó sin pensárselo y le dijo que podía empezar al días
siguiente.

Durante su primer día en la montaña trabajó duramente y cortó muchos árboles.

El segundo día trabajó tanto como el primero, pero su producción fue


escasamente la mitad del primer día.

El tercer día se propuso mejorar su producción. Desde el primer momento


golpeaba el hacha con toda su furia contra los árboles. Aun así, los resultados
fueron nulos.

Cuando el leñador jefe se dio cuenta del escaso rendimiento del joven leñador, le
preguntó:

-¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha?

El joven respondió:

-Realmente, no he tenido tiempo... He estado demasiado ocupado cortando


árboles...
Garrik

Juan de Dios Peza


Viendo a Garrik actor de la Inglaterra
el pueblo al aplaudirle le decía:
«Eres el mas gracioso de la tierra
y el más feliz…»
Y el cómico reía. Víctimas del spleen, los altos lores, en sus noches más negras y
pesadas, iban a ver al rey de los actores y cambiaban su spleen en carcajadas.Una
vez, ante un médico famoso, llegóse un hombre de mirar sombrío: «Sufro le dijo,
un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.
»Nada me causa encanto ni atractivo; no me importan mi nombre ni mi suerte en
un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única ilusión, la de la muerte».
Viajad y os distraeréis.

¡Tanto he viajado!
Las lecturas buscad.
¡Tanto he leído!
Que os ame una mujer.
¡Si soy amado!
¡Un título adquirid!
¡Noble he nacido! ¿Pobre seréis quizá?
Tengo riquezas
¿De lisonjas gustáis?
¡Tantas escucho!
¿Que tenéis de familia?
Mis tristezas
Vais a los cementerios?
Mucho... mucho... ¿De vuestra vida actual, tenéis testigos? Sí, mas no dejo que
me impongan yugos;
yo les llamo a los muertos mis amigos; y les llamo a los vivos mis verdugos. Me
deja agrega el médico perplejo vuestro mal y no debo acobardaros; Tomad hoy
por receta este consejo:
sólo viendo a Garrik, podréis curaros.
- ¿A Garrik?
- Sí, a Garrik... La más remisa y austera sociedad le busca ansiosa; todo aquél
que lo ve, muere de risa:
tiene una gracia artística asombrosa.
- ¿Y a mí, me hará reír?
- ¡Ah!, sí, os lo juro, él sí y nadie más que él; mas... ¿qué os inquieta? Así dijo el
enfermo no me curo;
- ¡Yo soy Garrik!... Cambiadme la receta. ¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio, hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio! ¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora! ¡Nadie en
lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora, el alma gime cuando el rostro ríe! Si se
muere la fe, si huye la calma, si sólo abrojos nuestra planta pisa, lanza a la faz la
tempestad del alma,
un relámpago triste: la sonrisa. El carnaval del mundo engaña tanto, que las vidas
son breves mascaradas; aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.

Cuentos Zen para Reflexionar


Los Dos Esclavos
Una vez el sultán iba cabalgando por las calles de Estambul, rodeado de
cortesanos y soldados. Todos los habitantes de la ciudad habían salido de sus
casas para verle. Al pasar, todo el mundo le hacía una reverencia. Todos menos
un derviche harapiento.
El sultán detuvo la procesión e hizo que trajeran al derviche ante él. Exigió saber
por qué no se había inclinado como los demás.

El derviche contestó:

– Que toda esa gente se incline ante ti significa que todos ellos anhelan lo que tú
tienes : dinero, poder, posición social. Gracias a Dios esas cosas ya no significan
nada para mí. Así pues, ¿por qué habría de inclinarme ante ti, si soy dueño de dos
esclavos que para ti son tus señores?.

La muchedumbre contuvo la respiración y el sultán se puso blanco de cólera.

– ¿Qué quieres decir con eso?! yo soy sultán indiscutible de todas estas tierras,
todo está bajo mis dominios y todos responden ante mi!– gritó.

– Mis dos esclavos, que para ti son los señores que dominan tu vida, son la ira y
la codicia.

Dándose cuenta de que lo que había escuchado era cierto, el sultán se inclinó ante
el derviche.

La Tristeza y la Furia
En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde
los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas.
Había una vez... un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y
pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las
tonalidades del verde se reflejaban permanentemente... Hasta ese estanque
mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la
tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.   La
furia, apurada (como siempre esta la furia), urgida -sin saber por qué- se baño
rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua... Pero la furia es ciega, o por
lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se
puso, al salir, la primera ropa que encontró... Y sucedió que esa ropa no era la
suya, sino la de la tristeza... Y así vestida de tristeza, la furia se fue. Muy calma,
y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la
tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del
paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla se
encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al
desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la
furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega,
cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien,
encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz
de la furia, en realidad..., está escondida la tristeza.

Todos Tenemos Grietas


Cuento tradicional de la India
Un hombre cargador de agua de India tenía dos grandes vasijas que colgaban a
los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas
tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba todo el agua al
final del largo camino a pie desde el arroyo hasta la casa de su patrón; en cambio
cuando llegaba, la vasija rota solo tenía la mitad del agua.

Durante dos años completos esto fue así diariamente, desde luego la vasija
perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines
para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada
de su propia imperfección, y se sentía miserable porque solo podía hacer la mitad
de todo lo que se suponía que era su obligación.

Después de dos años, la tinaja quebrada le hablo al aguatero:

-“Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas


solo puedes entregar la mitad de mi carga y solo obtienes la mitad del valor que
deberías recibir.”

El aguatero le dijo compasivamente:

-“Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a
lo largo del camino”. Así lo hizo la tinaja. Y en efecto, vio muchísimas flores a lo
largo del trayecto. Sin embargo se sintió apenada porque solo quedaba dentro
suyo, la mitad del agua que debía llevar.
El aguatero le dijo entonces:

-“¿Te diste cuenta de que las flores solo crecen en tu lado del camino? Siempre
he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de
flores a lo largo camino por donde vas y todos los días las has regado y por dos
años yo he podido recoger estas flores. Si no fueras exactamente como eres, con
todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.”

Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas y en nuestra educación y


experiencia las pulimos. Todos somos vasijas agrietadas, pero debemos saber
que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener
hermosos resultados.

Diferencia Entre Querer y Amar -Anónimo-


 -“Te amo” - dijo el principito…
-“Yo también te quiero” - dijo la rosa.

-“No es lo mismo” - respondió él…

"Querer es tomar posesión de algo, de alguien. Es buscar en los demás eso que
llena las expectativas personales de afecto, de compañía…Querer es hacer
nuestro lo que no nos pertenece, es adueñarnos o desear algo para completarnos,
porque en algún punto nos reconocemos carentes.

Querer es esperar, es apegarse a las cosas y a las personas desde nuestras


necesidades. Entonces, cuando no tenemos reciprocidad hay sufrimiento. Cuando
el “bien” querido no nos corresponde, nos sentimos frustrados y decepcionados.

Si quiero a alguien, tengo expectativas, espero algo. Si la otra persona no me da


lo que espero, sufro. El problema es que hay una mayor probabilidad de que la
otra persona tenga otras motivaciones, pues todos somos muy diferentes. Cada
ser humano es un universo. Amar es desear lo mejor para el otro, aún cuando
tenga motivaciones muy distintas. Amar es permitir que seas feliz, aún cuando tu
camino sea diferente al mío. Es un sentimiento desinteresado que nace en un
donarse, es darse por completo desde el corazón. Por esto, el amor nunca será
causa de sufrimiento.

Cuando una persona dice que ha sufrido por amor, en realidad ha sufrido por
querer, no por amar. Se sufre por apegos. Si realmente se ama, no puede sufrir,
pues nada ha esperado del otro.

Cuando amamos nos entregamos sin pedir nada a cambio, por el simple y puro
placer de dar. Pero es cierto también que esta entrega, este darse, desinteresado,
solo se da en el conocimiento. Solo podemos amar lo que conocemos, porque
amar implica tirarse al vacío, confiar la vida y el alma. Y el alma no se
indemniza. Y conocerse es justamente saber de vos, de tus alegrías, de tu paz,
pero también de tus enojos, de tus luchas, de tu error. Porque el amor trasciende
el enojo, la lucha, el error y no es solo para momentos de alegría.
Amar es la confianza plena de que pase lo que pase vas a estar, no porque me
debas nada, no con posesión egoísta, sino estar, en silenciosa compañía. Amar es
saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos.

Amar es darte un lugar en mi corazón para que te quedes como padre, madre,
hermano, hijo, amigo y saber que en el tuyo hay un lugar para mí.

Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver


tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar.”

-“Ya entendí” - dijo la rosa.

-” No lo entiendas, vívelo” -dijo el principito.

Un Camino Embarrado
Tanzan Y Ekido iban un día por un camino embarrado. Caía una fuerte lluvia. Al
llegar a un recondo, se encontraron a una joven encantadora con kimono y faja de
seda, que no podía atravesar el cruce.

“Vamos, muchacha”, dijo Tanzan enseguida, y alzándola en brazos la pasó.

Ekido no volvió a hablar hasta la noche, cuando llegaron a alojarse en un templo.


Entonces no pudo contenerse más. “Nosotros los monjes, no debemos acercarnos
a las mujeres”, le dijo a Tanzan, “especialmente a las jóvenes y bonitas. Es
peligroso. ¿Por que hizo usted eso?”.

“Yo dejé a la chica allá atrás”, dijo Tanzan. “¿Usted todavía la está cargando?”.

Muchas veces resulta difícil distinguir entre un problema real y uno mental. El
problema real es aquel que a ojos de mil personas, todos ellos coincidirían que
efectivamente nos encontramos ante un problema, como es el caso de una
enfermedad terminal. En el otro caso probablemente, muchas de esa mil personas
no lo considerarían como tal, pero a ojos de uno, puede llegar a ser un infierno
difícil de superar.

Aprende a diferenciar lo que tus ojos ven, de lo que tu mente quiera que veas y
recuerda. No permitas que un dolor, no te deje ver las alegrías que, día a día,
la vida te vuelve a regalar.

Vivir el Presente
“Un hombre se le acercó a un sabio anciano y le dijo: -Me han dicho que tú eres
sabio…. Por favor, dime qué cosas puede hacer un sabio que no está al alcance
de las demás de las personas. El anciano le contestó: cuando como, simplemente
como; duermo cuando estoy durmiendo, y cuando hablo contigo, sólo hablo
contigo. Pero eso también lo puedo hacer yo y no por eso soy sabio, le contestó el
hombre, sorprendido.
Yo no lo creo así, le replicó el anciano. Pues cuando duermes recuerdas los
problemas que tuviste durante el día o imaginas los que podrás tener al
levantarte. Cuando comes estás planeando lo que vas a hacer más tarde. Y
mientras hablas conmigo piensas en qué vas a preguntarme o cómo vas a
responderme, antes de que yo termine de hablar. El secreto es estar consciente de
lo que hacemos en el momento presente y así disfrutar cada minuto del milagro
de la vida.”

Discípulo Ananda
https://www.youtube.com/watch?v=eK4YaqCwZb0
El paquete de galletas. Había una vez una señora que debía viajar en tren.
Cuando la señora llegó a la estación, le informaron de que su tren se retrasaría
aproximadamente una hora. Un poco fastidiada, se compró una revista, un
paquete de galletas y una botella de agua. Buscó un banco en el andén central y
se sentó, preparada para la espera. Mientras ojeaba la revista, un joven se sentó a
su lado y comenzó a leer un diario.
De pronto, sin decir una sola palabra, estiró la mano, tomó el paquete de galletas,
lo abrió y comenzó a comer. La señora se molestó un poco; no quería ser grosera
pero tampoco hacer de cuenta que nada había pasado. Así que, con un gesto
exagerado, tomó el paquete, sacó una galleta y se la comió mirando fijamente al
joven. Como respuesta, el joven tomó otra galleta y, mirando a la señora a los
ojos y sonriendo, se la llevó a la boca. Ya enojada, ella cogió otra galleta y, con
ostensibles señales de fastidio, se la comió mirándolo fijamente.
El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora estaba
cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, ella se
dio cuenta de que sólo quedaba una galleta, y pensó: "No podrá ser tan caradura"
mientras miraba alternativamente al joven y al paquete. Con mucha calma el
joven alargó la mano, tomó la galleta y la partió en dos. Con un gesto amable, le
ofreció la mitad a su compañera de banco. -¡Gracias! -dijo ella tomando con
rudeza el trozo de galleta. -De nada -contestó el joven sonriendo, mientras comía
su mitad. Entonces el tren anunció su partida. La señora se levantó furiosa del
banco y subió a su vagón.

Desde la ventanilla, vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó: "¡Qué


insolente y mal educado! ¡Qué será de nuestro mundo!" De pronto sintió la boca
reseca por el disgusto. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó
estupefacta cuando encontró allí su paquete de galletas intacto.

Reflexión: Cuántas veces nuestros prejuicios y decisiones apresuradas nos


hacen valorar erróneamente a los demás y cometer graves equivocaciones.
Cuántas veces la desconfianza, ya instalada en nosotros, hace que juzguemos
arbitrariamente a las personas y las situaciones, encasillándolas en ideas
preconcebidas alejadas de la realidad. Por lo general nos inquietamos por
eventos que no son reales y nos atormentamos con problemas que tal vez nunca
van a ocurrir.  
Dice un viejo proverbio: "Peleando, juzgando antes de tiempo y alterándose no
se consigue jamás lo suficiente; pero siendo justo, cediendo y observando a los
demás con una simple cuota de serenidad, se consigue más de lo que se espera".

La Casa Imperfecta
Un maestro de construcción ya entrado en años estaba listo para retirarse a
disfrutar su pensión de jubilación. Le contó a su jefe acerca de sus planes de dejar
el trabajo para llevar una vida más placentera con su esposa y su familia. Iba a
extrañar su salario mensual, pero necesitaba retirarse; ya se las arreglarían de
alguna manera.

El jefe se dio cuenta de que era inevitable que su buen empleado dejara la
compañía y le pidió, como favor personal, que hiciera el último esfuerzo:
construir una casa más. El hombre accedió y comenzó su trabajo, pero se veía a
las claras que no estaba poniendo el corazón en lo que hacia. Utilizaba materiales
de inferior calidad, y su trabajo, lo mismo que el de sus ayudantes, era deficiente.
Era una infortunada manera de poner punto final a su carrera. Cuando el albañil
terminó el trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y le extendió las llaves de la
puerta principal. "Esta es tu casa, querido amigo ---dijo-. Es un regalo para ti". Si
el albañil hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, seguramente la
hubiera hecho totalmente diferente. ¡Ahora tendría que vivir en la casa
imperfecta que había construido!

Reflexión: A veces construimos nuestras vidas de manera distraída, sin poner en


esa actuación lo mejor de nosotros. Muchas veces, ni siquiera hacemos nuestro
mejor esfuerzo en el trabajo. Entonces, de repente, vemos la situación que hemos
creado y descubrimos que estamos viviendo en la casa que hemos construido. Sí
lo hubiéramos sabido antes, la habríamos hecho diferente.
 Sería interesante conseguir actuar como si estuviésemos "construyendo nuestra
casa". La vida es como un proyecto de "hágalo-usted-mismo". Tu vida, ahora, es
el resultado de tus actitudes y elecciones del pasado. ¡Tu vida de mañana será el
resultado de tus actitudes y elecciones de hoy!  

Un Valor Perdido en la Sociedad Competitiva


Un antropólogo propuso un juego a los niños de una tribu Africana. Puso una
canasta llena de frutas cerca de un árbol y le dijo a los niños que aquel que
llegara primero ganaría todas las frutas. Cuando dio la señal para que corrieran,
todos los niños se tomaron de las manos y corrieron juntos, después se sentaron
juntos a disfrutar del premio. Un valor perdido en la sociedad competitiva.
Cuando él les preguntó por qué habían corrido así, si uno solo podía ganar todas
las frutas, le respondieron: "Ubuntu", ¿cómo uno de nosotros podría estar feliz si
todos los demás están tristes? Ubuntu, en la cultura Xhosa significa: Yo soy
porque nosotros somos. ¿Qué reflexión te deja a ti esta manera de comportarse?

La Parábola del Árbol de Manzanas


Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un pequeño niño lo
amaba mucho y todos los días jugaba alrededor de el. Trepaba al árbol hasta el
tope y él le daba sombra. Él amaba al árbol y el árbol amaba al niño. Paso el
tiempo y el pequeño niño creció y el nunca más volvió a jugar alrededor del
enorme árbol. Un día el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo.
- Estoy muy triste. - ¿Vienes a jugar conmigo? Pero el muchacho contestó: - Ya
no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles. - Lo que ahora
quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos. Lo siento, dijo el árbol. -
Pero no tengo dinero - Te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas.
De esta manera tú obtendrás el dinero para tus juguetes.
El muchacho se sintió muy feliz. Tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero y
el árbol volvió a ser feliz. Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el
dinero y el árbol volvió a estar triste. Tiempo después, el muchacho regresó y el
árbol se puso feliz y le preguntó. - ¿Vienes a jugar conmigo? - No tengo tiempo
para jugar. - Debo de trabajar para mi familia. - Necesito una casa para compartir
con mi esposa e hijos. - ¿Puedes ayudarme? - Lo siento, pero no tengo una casa,
pero... - Tú puedes cortar mis ramas y construir tu casa. El joven cortó todas las
ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol, pero el joven nunca mas
volvió desde esa vez y el árbol volvió a estar triste y solitario. Cierto día de un
cálido verano, el hombre regresa y el árbol estaba alegre. - ¿Vienes a jugar
conmigo? -le preguntó el árbol. El hombre contesta. - Estoy triste y volviéndome
viejo. - Quiero un bote para navegar y descansar. - ¿Puedes darme uno? El árbol
contesta. - Usa mi tronco para que puedas construir uno y así puedas navegar y
ser feliz. El hombre cortó el tronco y construyó su bote.

Luego se fue a navegar por un largo tiempo. Finalmente regresó después de


muchos años y el árbol le dijo. - Lo siento mucho, pero ya no tengo nada que
darte ni siquiera manzanas. El hombre responde. - No tengo dientes para morder,
ni fuerza para escalar. - Ya estoy viejo. Entonces el árbol con lágrimas en sus
ojos le dijo. - Realmente no puedo darte nada... - La única cosa que me queda son
mis raíces muertas. Y el hombre contestó. - Yo no necesito mucho ahora, solo un
lugar para descansar. - Estoy tan cansado después de tantos años... - Bueno… las
viejas raíces de un árbol, son el mejor lugar para recostarse y descansar. - Ven
siéntate conmigo y descansa. El hombre se sentó junto al árbol y este feliz y
contento sonrió con lágrimas. ¿Sabes qué? Esta puede ser la historia de cada uno
de nosotros. El árbol son nuestros Padres.

Cuando somos muy jóvenes, los amamos y jugamos con Papá y Mamá... cuando
crecemos los dejamos... solo regresamos a ellos cuando los necesitamos o
estamos en problemas... no importa lo que sea, ellos siempre están allí para
darnos todo lo que puedan… y hacernos felices. Ustedes pueden pensar que el
muchacho es cruel contra el Árbol, pero es así como “NOSOTROS” tratamos a
nuestros Padres... Valoremos a nuestros Padres mientras los tengamos a nuestro
lado y si ya no están, que la llama de su amor viva por siempre en tu corazón…

El Guerrero Samurai
Cerca de Tokio vivía un gran samurai ya anciano, que se dedicaba a enseñar a los
jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que todavía era capaz de
derrotar a cualquier adversario. Cierta tarde, un guerrero conocido por su total
falta de escrúpulos, apareció por allí. Era famoso por utilizar la técnica de la
provocación. Esperaba a que su adversario hiciera el primer movimiento y,
dotado de una inteligencia privilegiada para reparar en los errores cometidos,
contraatacaba con velocidad fulminante. El joven e impaciente guerrero jamás
había perdido una lucha. Con la reputación del samurai, se fue hasta allí para
derrotarlo y

aumentar su fama. Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea,


pero el viejo aceptó el desafío. Todos juntos se dirigieron a la plaza de la ciudad
y el joven comenzaba a insultar al anciano maestro. Arrojó algunas piedras en su
dirección, le escupió en la cara, le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo
incluso a sus ancestros. Durante horas hizo todo por provocarlo, pero el viejo
permaneció impasible. Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y humillado,
el impetuoso guerrero se retiró.

Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y


provocaciones, los alumnos le preguntaron:

-¿Cómo pudiste, maestro, soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usaste tu


espada, aún sabiendo que podías perder la lucha, en vez de mostrarte cobarde
delante de todos nosotros? El maestro les preguntó: -Si alguien llega hasta
ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio? -A
quien intentó entregarlo, respondió uno de los alumnos. Lo mismo vale para la
envidia, la rabia y los insultos. -Dijo el maestro, cuando no se aceptan, continúan
perteneciendo a quien los llevaba consigo.

Maten al Amor
Hubo una vez en la historia del mundo, un día terrible en el que el odio, que es el
rey de los malos sentimientos, los defectos y los vicios, convocó a una reunión
urgente de todos ellos.

Todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos del corazón
humano llegaron a esta reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito...
Cuando estuvieron todos habló el odio y dijo: "Los he reunido aquí a todos
porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien"... Los asistentes no se
extrañaron mucho pues era el odio el que estaba hablando y el siempre quiere
matar a alguien... Sin embargo, todos se preguntaban entre sí quién sería tan
difícil de matar como para que el odio los necesitara a todos.

"Quiero que maten al Amor", dijo. Muchos sonrieron malévolamente, pues más
de uno le tenía ganas. El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo:"Yo
iré y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto... Provocaré tal discordia y
rabia que no lo soportará". Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar
el reporte del Mal Carácter, quedaron muy decepcionados. "Lo siento", dijo "lo
intenté todo, pero cada vez que yo sembraba una Discordia el Amor la superaba y
salía adelante"..

Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición, quien haciendo


alarde de su poder, dijo: "En vista de que el Mal Carácter fracasó, iré yo.
Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso
nunca lo ignorará." Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima quien,
efectivamente, cayó herida. Pero después de luchar por salir adelante, renunció a
todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.

Furioso el odio por el fracaso de la Ambición, envió a los Celos, quienes


burlones y perversos, inventaban toda clase de artimañas y situaciones para
despistar al Amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. Pero el Amor,
confundido, lloró y pensó que no quería morir, y con valentía y fortaleza se
impuso sobre ellos y los venció. Año tras año el odio siguió en su lucha enviando
a sus más hirientes compañeros.

Envió a la Frialdad, al Egoísmo, al Reproche, la Indiferencia, la Pobreza, la


Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se
sentía desfallecer, tomaba nueva fuerza y todo lo superaba. El odio, convencido
de que el Amor era invencible, les dijo a los demás: "Nada que hacer: El Amor
ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos".

De pronto, desde un rincón del salón se levantó un sentimiento poco conocido y


que vestía todo de negro y con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no
lo dejaba ver. Su aspecto era fúnebre como el de la muerte. "Yo matare al Amor",
dijo con seguridad. Todos se preguntaron quién era ese que pretendía hacer por si
solo lo que juntos ninguno había podido. El odio dijo, "ve y hazlo"

Tan sólo había pasado algún tiempo cuando el odio volvió a llamar a todos los
malos sentimientos para comunicarles que, después de tanto luchar, por fin el
AMOR HABÍA MUERTO. Todos estaban felices, pero sorprendidos. Entonces,
el sentimiento del sombrero negro hablo: "Ahí les entrego el Amor totalmente
muerto y destrozado". Y sin decir más, se marchó. "Espera", dijo el odio, "en tan
poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor
esfuerzo por vivir... ¿¡quien eres?! El sentimiento levantó por primera vez su
horrible rostro y dijo: "SOY LA RUTINA".........

La Leyenda del Verdadero Amigo


Dice una linda leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en un
determinado punto del viaje discutieron. El otro, ofendido, sin nada que decir,
escribió en la arena: HOY, MI MEJOR AMIGO ME PEGO UNA BOFETADA
EN EL ROSTRO.

Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había


sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo.
Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra: HOY, MI MEJOR
AMIGO ME SALVO LA VIDA. Intrigado, el amigo preguntó: ¿Por qué después
que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra? Sonriendo,
el otro amigo respondió: Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir
en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y
apagarlo; por otro lado cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la
piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá
borrarlo.

Eres una Joya Única


-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer
nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante
tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo: -Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte,


debo resolver primero mi propio problema. Quizás después...- y haciendo una
pausa agregó Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más
rapidez y después tal vez te pueda ayudar. -E...encantado, maestro -titubeó el
joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas. -
Bien-asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la
mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allí
afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que
pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero
no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo
más rápido que puedas. El joven tomó el anillo y partió.

Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con
algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el
joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara
y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que
una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En
afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre,
pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y
rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el
mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, monto su caballo y
regresó.

Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría
entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y
recibir entonces su consejo y ayuda. Entró en la habitación. -Maestro -dijo- lo
siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o
tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del
verdadero valor del anillo. -Que importante lo que dijiste, joven amigo -contestó
sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo.
Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que
quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que
te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo. El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y
luego le dijo: -Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo
darle más que 58 monedas de oro por su anillo. -58 monedas??!-exclamó el
joven. -Sí -replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él
cerca de 70 monedas, pero no sé... si la venta es urgente... El Joven corrió
emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido. -Siéntate -dijo el maestro
después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y
como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la
vida pretendiendo que cualquier ignorante descubra tu verdadero valor? Y
diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano
izquierda.

A veces, las circunstancias de la vida, hacen que nos sintamos desmoralizados, o


devaluados, pero si miramos nuestro interior, descubriremos nuestro verdadero
valor y que el hecho de que a algunas personas se sientan opacadas por tu luz y
quieran extinguirla, no significa que valgas menos, solo se logrará si tú lo
permites. Una ofensa es como un regalo, de ti depende aceptarlo o rechazarlo,
simplemente diciendo: Tú podrás pensar de mí de esa manera, yo no pienso
así de mí mismo. Tú decides si te tomas la copa que te ofrecen con veneno y
envenenarte, o suavemente rechazarla y no contaminarte.
Uno no puede evitar que los pájaros vuelen sobre su cabeza, pero si que
hagan nido en ella.
Anónimo

Sabia Naturaleza
Un hombre encontró un capullo de una mariposa y se lo llevó a su casa para
poder ver a la mariposa cuando saliera del capullo. Un día vio que había un
pequeño orificio y entonces se sentó a observar por varias horas, viendo que la
mariposa luchaba por poder salir del capullo.

El hombre vio que forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del
pequeño orificio en el capullo, hasta que llegó un momento en el que pareció
haber cesado de forcejear, pues aparentemente no progresaba en su intento.
Pareció que se había atascado. Entonces el hombre, en su bondad, decidió ayudar
a la mariposa y con una pequeña tijera cortó al lado del orificio del capullo para
hacerlo más grande, y así fue que por fin la mariposa pudo salir.

Sin embargo la mariposa tenía el cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y
dobladas. El hombre continuó observando, pues esperaba que en cualquier
instante las alas se desdoblarían y crecerían lo suficiente para soportar el cuerpo,
el cual se contraería al reducir lo hinchado que estaba. Ninguna de las dos
situaciones sucedieron y la mariposa solamente podía arrastrarse en círculos con
su cuerpecito hinchado y sus alas dobladas.

Nunca pudo llegar a volar.... Lo que el hombre en su bondad y apuro no entendió,


fue que la restricción de la apertura del capullo, y la lucha requerida por la
mariposa para salir por el diminuto agujero, era la forma en que la naturaleza
forzaba fluidos del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, para que estuviesen
grandes y fuertes y luego pudiese volar.

La libertad y el volar solamente podrán llegar luego de la lucha. Al privar a la


mariposa de la lucha, también le fue privada su salud y su fuerza. La lucha es
necesaria en nuestra vida. Si Dios no confiara en nuestras habilidades para salir
adelante no nos pondría obstáculos. Y si no encontráramos obstáculos no
podríamos crecer y ser tan fuertes como podemos llegar a Ser.

¡Cuanta verdad hay en esto! Cuantas veces hemos querido tomar el camino fácil
para salir de dificultades, tomando esas tijeras y recortando el esfuerzo y la lucha.
Necesitamos recordar que todo lo que sucede en nuestra vida es una lección y
una oportunidad. Y que a través de nuestros esfuerzos nuestros triunfos y en
ocasiones nuestras caídas, somos fortalecidos, así como el oro es refinado con el
fuego.

Anónimo.

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