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La Resonancia de La Dominación

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UNIVERSIDAD DEL VALLE

FACULTAD DE HUMANIDADES
SEMINARIO HISTORIA DE LA FILOSOFIA I
PROFESOR: DIEGO BERNAL
ESTUDIANTE: JORGE IVAN ARIAS CASTRILON COD 0538582

Trabajo final.

La resonancia de la dominación

El presente trabajo pretende de algún modo, exaltar el hecho de que el poder ejercido
por los hombres en algunas de sus manifestaciones dentro de la historia, siempre ha
buscado la dominación y con ello cometer cierto tipo de atrocidades en nombre del
bienestar y el control social, bajo el manto de lo legal aceptado, como medio para
reproducir el terror y así mantener el poder, en este caso, centrándome en el capitulo la
resonancia de los suplicios, del libro vigilar y castigar de Michele Foucault. E intentar
mostrar que el poder más que algo productor, es algo destructor.

Podría empezar diciendo que: “el hombre es un lobo para el hombre” y si esto es así,
cruel destino el que siempre le espera. Pues su naturaleza si es que hay una, lo muestra
como un devorador, una fuerza que intenta dominar otra fuerza, como una pelea de
fuego contra fuego, en la que el poder se muestra insostenible, pues no es sino que giren
los intereses de los hombres y la lucha por el poder se acrecienta.

La barbarie comienza, y la atrocidad se hace notar, es el orden que se impone, con dolor
y con sangre, el estupor agita las muchedumbres y los vuelve morbosos, pero también
los aterroriza, les enseña que a la menor falta, su sentencia es el suplicio y luego la
muerte, es lo que mostrara Foucault cuando habla de la resonancia del suplicio, por ser
sin duda una de las practicas donde más se muestra lo desmedido del poder, donde la
brutalidad contra la carne, se convierte en placer, pues podría decirse, que la crueldad es
el placer mas antiguo de la humanidad “ la muerte - suplicio es el arte de retener la vida
en el dolor, subdividiéndola en mil muertes y obteniendo con ella, antes de que cese la
existencia, la más exquisita agonía” es sin duda un arte, una ceremonia, un ritual
cuantitativo del sufrimiento, sometido a reglas, pero es sin duda una cuestión jurídico
política, donde la ley la hace cumplir el soberano y este a su ves la revindica cuando ha
sido quebrantada. Si bien esta practica en un tiempo tuvo su legalidad, no fue en nombre
de restablecer la justicia, sino para reactivar el poder, y es en nombre del poder, que la
muerte vuelve y triunfa, no es sino, que la vista se pliegue sobre la historia, para darnos
cuenta de que la injusticia ronda desde siempre, como martillo que azota sin parar y con
ello arrastrando la muerte, y no solo es necesario mostrar la era del suplicio, para
encontrarnos con esta, pues en tiempos más antiguos, la sed de poder ya hacia estragos,
sometía, doblegaba, aniquilaba, corrompía las mentes, y moldeaba hombres corruptos,
en este sentido el poder, es ambivalente, por un lodo ejerce la dominación y por el otro
el control, pues no quiere dejar nada suelto, nada que ponga en riesgo su autoridad, si es
así, podríamos decir: “que es mejor cometer injusticia que padecerla”.

Es lo que de algún modo Foucault en este capitulo nos muestra, en el fondo no se trata
de ver simplemente el hecho de impartir una pena, la cual como dice él buscaba la
verdad por medio del suplicio, sino más bien, de hacer notar, que el poder es
desmedido, brutal, no importa si hay inocentes o culpables, pues la pregunta es ¿acaso
no es mas brutal el castigo que se impone al supliciado, que el mismo acto que este
cometió? Sin duda la respuesta es que si, pero dadas las circunstancias y el contexto,
Foucault manifiesta:

“El hecho de que la falta y el castigo, se comuniquen entre si y se unan en la forma de


la atrocidad, no era la consecuencia de la ley del talión oscuramente admitida. Era el
efecto, en los ritos punitivos de determinada mecánica del poder; de un poder que se
vale de las reglas y las obligaciones como de vínculos personales cuya ruptura
constituye una ofensa y pide una venganza; de un poder para el cual la desobediencia
es un acto de hostilidad, un comienzo de sublevación, que no es en su principio muy
diferente de la guerra civil; de un poder que no tiene que demostrar por qué aplica sus
leyes, sino quienes son sus enemigos y que desencadenamiento de fuerzas lo amenaza;
de un poder que, a falta de un vigilancia ininterrumpida, busca la renovación de su
efecto en la resonancia de sus manifestaciones singulares; de un poder que cobra nuevo
vigor al hacer que se manifieste ritualmente su realidad de sobrepoder” Foucaul, vigilar y
castigar, cap II la resonancia de los suplicios, pag 62.

Aun así y con la legalidad que tenia este ceremonial, no deja de ser una apología al
terror, que si bien, sigue resonando hasta los días de hoy, solo es mirar con atención y
nos damos cuenta, que en una época clásica en la que era legal, paso a la ilegalidad,
como subterfugio, de toda clase de grupos al margen de la ley y los mismos que
representan la ley, es el caso de las masacres en escala, en pises como África, donde la
población civil es siempre la más afectada, esto por mencionar algún lugar, en nuestro
país, donde la historia demuestra, que el hierro empuñado, desangro esta patria en
nombre del bienestar y el bien común, que no es más que pretexto para dominar y
desterrar, y hoy esta practica sigue vigente, pero del lado oscuro, lejos de ser jurídica y
política, ahora se le llaman, la practica de la muerte extra judicial. Muertes
acompañadas por rituales iguales o peores que los mencionados, por el capitulo de
Foucault, donde el verdugo es o son los grupos de coacción (el estado, los paramilitares,
la guerrilla y cualquier cantidad de poderes que subyacen en torno a la idea de
dominación) y pareciera que no importa si han cambiado los dispositivos de poder, la
realidad no parece mejorar mucho, antes podríamos decir, que seguimos siendo lobos
devoradores de carne, lobos al asecho, poder contra poder, fuerzas que chocan, como
partículas de un lugar a otro, ejerciendo fuerzas opuestas, que reclaman su puesto,
queriendo ocupar los espacios vacíos.

Y que es el poder en este sentido, es una disposición a la guerra; y cual es la diferencia


entre la guerra y la muerte, en que la primera es una disposición en el hombre y la
segunda es una experiencia física corporal, es un padecimiento de la carne en un
espacio, en un lugar. Entonces podemos decir que el poder genera un contra poder, una
resistencia en contra de lo establecido, en contra de la injusticia, en contra de la
dominación, pero esto es solo un espejismo, pues no hay quien siendo sometido, en
algún momento quiera someter a otros, los llamados juegos de poder, relaciones de
poder y saber, y es a partir de estas posturas sobre la naturaleza y funcionamiento del
poder que somos victimas y victimarios del poder. Todos nos movemos en un terreno
dualistas con respecto al poder, siendo parte de el, y estando sometidos al mismo.

Lo difícil es intentar dimensionar de igual modo las diferentes manifestaciones de poder


que se producen en el ceno de la sociedad, aun admitiendo el hecho de que el poder se
encuentra en todos y cada uno de nosotros, y que hagamos de el algo creador, como una
obra de arte, habría que resaltar el hecho de que hay poderes de menor fuerza, y esa idea
de el cuidado de si, no es más que un paliativo, un cura momentánea para librarnos de
las ataduras, de las instituciones, de un saber constituido, es intentar como dijo
Nietzsche, tras - valorar todo lo establecido, pero la pregunta es hasta que punto
podemos, dejar de estar permeados, por un saber constituido, es decir unas categorías,
las cuales han hecho de nosotros el objeto, y nos determinan como sujetos.

Hasta que punto, somos vigilados sin que nos demos cuenta, pues si bien hemos pasado
de una época de suplicios, legalmente aceptada a una sociedades disciplinarias y de
control, la dominación sigue siendo la misma, la fuerza que ejerce el uno contra el otro,
estamos siendo observados por un ojo, que vigila todo lo que hacemos decimos y el cual
evita que nos desordenemos, vivimos en un panotismo, sin que nos demos cuenta,
donde las instituciones como la escuela, el ejercito las cárceles, lo que hacen es moldear
cuerpos dóciles, es decir cuerpos útiles y competentes, una maquina a la que hay que
mover y dirigir.

A modo de síntesis podemos decir que la escuela, en la concepción foucaultiana, como


representante genérica de la educación formal, es el gran aparato disciplinador de la
sociedad. Si analizamos los instrumentos tradicionales: el ejército, el hospicio, la cárcel
y la escuela, esta última cuenta con la ventaja de ser el espacio por el que pasan todas
las personas. Todos de una manera u otra llevamos impresas en nuestro cuerpo y mente
las huellas dejadas por la escuela. El modo de hablar de pensar, de leer el mundo, es
fruto del papel disciplinador desplegado por la escuela. "... la disciplina ejercida sobre la
persona, con el fin de producir cuerpos dóciles (es interesante señalar que dócil tiene su
propia connotación educativa, pues proviene del latín docilis que significa enseñable) de
modo pues que asistimos a un ritual, el ritual del pan y circo para el pueblo, es la
practica hecha objeto, es lo inventado para dominarnos, es una ficción grotesca, es la
carne puesta en escena, pero si valor. Es el suplicio o el precio, que tenemos que pagar
por el simple hecho de existir, el hombre es un lobo para el hombre y el poder su más
grande perdición.

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