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MARIÑO PÉREZ, Lucía - Historia de España - Dos Puntos de Vista Sobre La Guerra Civil

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MARIÑO PÉREZ, Lucía - Grupo 32 de Periodismo (Historia de España - Práctica 2 - Dos puntos de

vista sobre la Guerra Civil

Discurso del bando REPUBLICANO - Miliciano anarquista, influenciado por la figura de


Buenaventura Durruti y la CNT-FAI - 28 de abril de 1937

¡Camaradas! ¡Hermanos proletarios! ¡El bravo pueblo español lucha en estos momentos de
grave temor por sus libertades! Esas libertades que el invasor faccioso nos intenta arrebatar.
No olvidemos nuestro arduo esfuerzo por acabar con el yugo opresor de la alta burguesía
déspota y la Iglesia corrompida por su vil codicia. Así, ensuciando el mensaje de solidaridad
de Cristo quisieron pudrir nuestros corazones y ensuciar las mentes de nuestro futuro con la
educación de excusa. Hace años despertamos de un largo y penoso letargo para reclamar
nuestros derechos y construir una nueva España basada en el trabajo, la modernidad y las
libertades. Ahora, esos militares sin honor que traicionaron los ideales del pueblo español,
quieren encadenarnos al pasado tan favorable para las clases altas. ¿Acaso creen que
viviendo en el atraso recuperarán el prestigio que perdieron en el desastre del 98? ¿No fue
ese el motivo por el que fueron derrotados? El fascismo se autorretrata como progreso
cuando no es más que una prolongación del capitalismo que nos infravaloró por más de un
siglo.

¡Hombres del Pueblo! ¡Tened listos vuestros fusiles para asestar con ellos el golpe de la
muerte al mal que nos quiere arrebatar nuestra patria! Nuestra verdadera patria, aquella en
la que prevalece la igualdad y el respeto, aquella en la que los sindicatos obreros sustituyen
los engaños del capitalismo. Los facciosos os hablarán de la gloriosa España mancillada por
los ‘rojos’; mientras, mancillan ellos nuestras tierras al teñirlas de ese mismo ‘rojo’ de
españoles inocentes. Porque sabed que aquellos que se hacen llamar ‘nacionales’ no son
otra cosa que nazis, fascistas italianos y moros. Ya que tanto rememoran la historia de
España, recordemosla nosotros. Recordemos la Guerra de Independencia, recordemosla
porque no dista tanto de la que libramos ahora contra los reaccionarios. La voluntad
popular se levantó y se levanta ahora frente a la invasión extranjera.

Así, nuestras heroicas gestas serán recordadas como las salvadoras de España. Con nuestros
fusiles, la valentía de nuestras mujeres y la bravura de nuestros hombres acabaremos con esa
bestia reaccionaria que alimentan los eclesiásticos desde el Vaticano y los fascistas desde
Alemania e Italia. No olvidemos que esos monstruos metálicos que arrasan con nuestros
hogares son producto de sus retorcidas mentes. Para ellos no somos más que un laboratorio
donde probar sus armas de destrucción.

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Mientras mujeres y niños sufren esta cruenta guerra, los traidores que se sublevaron contra
la República se empeñan en llamar ‘cruzada’ a su movimiento insurreccionalista,
autoproclamándose ‘defensores de la fe’. Perecen almas indefensas y nos quieren hacer creer
que es por el bien de España. ¿Qué pueden saber del bien unos despiadados que roban,
queman y asesinan en el nombre de Dios?

Por todo esto, la República que defendemos no debe distinguir entre clases, en el frente
deben estar también los políticos. Si nos representan, entonces deben defender nuestros
mismos valores, compartir nuestro objetivo de aplastar el fascismo. No pueden permanecer
como los dirigentes facciosos, que envían a soldados con el único apoyo del ardor efímero de
sus palabras vacías. La disciplina que se necesita en la guerra es aquella de los sindicatos en
los que todos están implicados, no la del ejército reaccionario. Ante su deseo de imponer una
sociedad jerarquizada no podemos, no debemos, detenernos en nuestro empeño libertador.
Antes de caer en las garras del fascismo, la muerte como liberación.

Discurso del bando NACIONAL - Soldado falangista, influenciado por la figura de José
Antonio Primo de Rivera y la Falange Española, ahora integrada dentro del nuevo partido
único del bando sublevado: la Falange Tradicionalista y de las JONS (en la que,
forzosamente, se incorporaron cedistas, falangistas, carlistas y alfonsinos) - 28 de abril de
1937

La decadencia moral de los rojos perturba a los españoles. Iglesias y conventos incendiados,
tumbas profanadas, tierras arrebatadas de sus legítimos propietarios, mujeres privadas de la
protección de sus maridos y obligadas a abandonar su feminidad, niños que ahora son
huérfanos, abandonados a la suerte del destino en una España condenada al caos por un
gobierno ilegítimo, corrupto y comunista, esbirro de la URSS y sordo a las súplicas de su
pueblo. Nos llaman traidores pero, ¿quién fue el que engañó al proletariado? ¿Aquel que le
prometió una utopía y le dio, en cambio, el valle de las sombras o el que buscó desde un
principio el fortalecimiento de sus sindicatos y quiso acabar con la lucha de clases? Los
comunistas que se llaman defensores de la democracia, esos que gobiernan la República e
imponen su voluntad egoísta al pueblo, son los mismos que instauraron el terror en Rusia; no
nos dejemos engañar creyéndolos españoles, porque un verdadero español no hubiese
llevado a su país y a sus compatriotas al averno bélico. Nuestro Fundador, que en paz

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descanse, ya nos avisaba, antes de ser asesinado por estos malhechores, del bolchevismo de
los privilegiados, amenaza a la que nos enfrentamos ahora, ya no por medio del debate
político del que nos privaron en su autodenominada ‘democracia’ sino a través de las armas.

Las tierras españolas sufren la enfermedad de los complots estalinistas cuyo germen se
insertó en la política ya desde el comienzo de la República. Los enemigos de España han
mostrado por fin su verdadera naturaleza con el estallido de la guerra. Se despojaron del
manto de la demagogia y abrieron sus fauces. Su bestialidad es indiscutible y, por ella,
también nuestro deber de liberar a los atormentados españoles es irrefutable.

Esta masa depravada atenta contra la dignidad humana. Los enemigos no envían a soldados
a combatir, no, envían a civiles. Ahora por lo menos sabemos a qué se refería exactamente
Azaña con su ‘civismo’. Mujeres, si así se las puede llamar, matan de la misma forma
despiadada que sus equivalentes masculinos. Masa, nada más que masa. Ya no se distinguen
siquiera hombres de mujeres.

Dejados de la mano de Dios, yerguen sus puños cerrados que no simbolizan otra cosa que la
pretensión comunista de universalizar su violencia desmesurada. Se ven pinturas y carteles
de su propaganda inmoral en las poblaciones que recuperamos de sus garras. Aseguradas
tras nuestras líneas, sus gentes por fin pueden descansar de la pesadilla bolchevique. Las
tropas del Caudillo ofrecemos alimento a los hambrientos españoles cuyos corazones nos
reciben jubilosos al ver su Patria recuperada. El generalísimo continúa con la labor del
Fundador. En sus palabras, la opinión del patriota, en sus acciones, la valentía del falangista
y la resistencia de aquellos que, como los generales Varela y Moscardó, aguantan impávidos
ante la amenaza del enemigo.

Tras la batalla, los cadáveres de los enemigos, al igual que los cuerpos de los fieles que
fueron profanados, se blanquean al sol y se produce en ellos el fenómeno inverso al de los
cristianos perturbados en su descanso: sus almas podridas parecen purificarse en lo que no
es más que un espejismo porque, como no puede ser de otra forma, para los rojos no hay
salvación. Ese mismo sol que presencia hoy día escenas tan macabras es el que, cuando
venzamos al invasor, podrá iluminar nuestra Patria nueva que ya “en España empieza a
amanecer”. Así pues, ¡caminemos unidos! ¡Avancemos juntos para hacer frente al invasor
comunista! ¡Debemos impedir que su dictadura conquiste España!

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Ideología de los bandos republicano y nacional a través de su propaganda (documentales y


carteles) y el contraste con la realidad (fotografías y análisis de dichas ideologías).

La guerra civil española, como cualquier otro conflicto de este carácter, fue una
enfrentamiento fratricida. Quizás por este motivo ambos bandos se empeñaron en negarle la
españolidad al enemigo, rechazando la idea de que aquellos contra los que combatían eran, en
realidad, sus compatriotas. No obstante, a pesar de que compartiesen patria, refiriéndonos con
ello a España, su concepto de la misma distaba con creces. Los nacionales veían en el
gobierno del Frente Popular la decadencia moral del país y los republicanos veían en las
pretensiones de los sublevados el impedimento a los avances que podían lograr sus políticas.
El apoyo extranjero que ambos bandos recibieron no hizo más que incrementar el uso de la
palabra ‘invasor’ para referirse al contrario. Así pues, la propaganda y la simbología se
convirtieron en pilares fundamentales de cada bando: era su forma de mantener alta la moral
de los soldados y también la de convencer a la población civil y a los países no beligerantes
de a quién tenían que apoyar. “La Guerra Civil Española nos ofrece un contexto de
beligerancia y de profunda estilización de la vida política a través de la propaganda y el arte”
(Urralburu García 2020, p. 278). Como parte de dicha propaganda, nos centraremos en el
nacionalismo que se puede contemplar en los carteles y documentales de la época. Sin
embargo, antes de comenzar me gustaría destacar la siguiente frase: “La degradación moral
del entorno produce una elevación moral del individuo como actor del cambio histórico y
político” (Urralburu García 2020, p. 280).

El 1 de enero de 1935 José Antonio Primo de Rivera pronunciaba las siguientes palabras:
“The movement we are initiating in Spain is not a copy of any other movement.” De esta
forma quiso desvincular a la Falange Española del fascismo. No obstante, iniciada la Guerra
Civil, sin estar su figura presente desde el 20 de noviembre de 1936, el bando nacional hizo
uso del término falangista como sinónimo de fascista para conseguir así el apoyo de otras
potencias como la italiana o la alemana. A pesar de la tendencia tanto actual como de aquella
época de englobar a todo los integrantes de un bando bajo un mismo término, sabemos que
precisamente la cuestión del fascismo fue un tema delicado dentro del bando nacional.
El apoyo del nazismo era motivo de preocupación, y grave, para la Iglesia (al fin y al cabo los
católicos eran perseguidos en la Alemania de Hitler). El 13 de agosto de 1938, el cardenal
Gomá declaró en el periódico L’Époque: “En ce qui concerne l´hérésie naziste proprement
dite, je ne puis que le condamner et en avoir peur” (en lo que respecta a la herejía nazi

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propiamente dicha, solo puedo condenarla y temerla). Esa era la postura de la Iglesia católica
frente al nazismo, un movimiento con el que se relacionó el falangismo (es decir, el fascismo
español), provocando la desconfianza del cardenal Gomá y abriendo con ello una
desavenencia de no escasa importancia. “En efecto, Pío XI se decidió al reconocimiento del
Gobierno de Burgos, precisamente para evitar esa progresiva influencia.” (Dionisio Vivas
2018, p. 287). La prevención del cardenal a la hora de apoyar a Franco no fue ni mucho
menos desacertada puesto que la Iglesia debía estar pendiente de “la posible futura
organización del sistema político” (Dionisio Vivas 2018, p. 279). Y, efectivamente, aunque en
España la Iglesia nunca llegó a ser perseguida por el gobierno franquista, este último sí tuvo
una etapa inicial en la que su apoyo al fascismo derivó también en una alianza con la
Alemania nazi. Ante los hechos, contrasta la imagen unificada que el bando nacional quiso
presentar. Esa “cruzada moderna” con la que “siguieron adelante estos defensores de la fe,
salvadores de su gloriosa nación” no contó con el apoyo incondicional del Vaticano. Por
supuesto, las discrepancias no se dieron exclusivamente entre falangistas y eclesiásticos sino
también entre carlistas y alfonsinos, cedistas y falangistas. Por eso mismo, el 20 de abril de
1937, Franco promulgó el Decreto de Unificación por el cual se estableció el partido único
del bando sublevado: la Falange Tradicionalista y de las JONS. La división de sus fuerzas
hubiese imposibilitado su victoria. Esta amenaza de fragmentación también estuvo presente
en el bando republicano. Los nacionales no fueron los únicos en arremeter contra el Frente
Popular antes del comienzo de la guerra. En febrero de 1936, en la revista Solidaridad
Obrera (publicación anarquista) se leían las siguientes palabras: “El obrero que vota es
siempre conejillo de Indias de los partidos […] No puede ni debe interesarle ni la República
del 14 de abril ni la del 19 de noviembre.” (Villa García 2014, p. 174). Vemos, por lo tanto, la
oposición a la República de aquellos que luego la defendieron tan fervorosamente durante la
guerra (en el Reportaje del movimiento revolucionario en Barcelona de 1936, editado por la
CNT y la FAI se escuchaba: “La traición de unos militares sin honor se alza tronadora contra
la República y los guerrilleros de la libertad.”).
Muchos creen que en la Guerra Civil se enfrentaron las dos Españas (la progresista y la
conservadora) de las que nos hablaba Antonio Machado en el proverbio LIII de sus Campos
de Castilla (1912):

Ya hay un español que quiere


vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere

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y otra España que bosteza.


Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

No obstante, mientras que ambos bandos se empeñaron en demostrar que el enfrentamiento


se producía entre España y el invasor (bien fuese comunista o fascista), en la actualidad, si
analizamos a cada uno de los oponentes nos encontramos con algo mucho más complejo que
un mero dualismo. El bando nacional defendía una España conservadora pero, ¿no eran los
falangistas los que nos hablaban de una Patria nueva y se posicionaban en contra del
conservadurismo de los partidos de derechas?. Y el bando republicano defendía, como indica
su nombre, la República, ¿no? El 26 de junio de 1936 el titular de Solidaridad Obrera era:
“Repitámoslo de nuevo, pues parece que se haya olvidado: se podrá gobernar sin la C.N.T.;
pero no contra ella, enfrentándose con ella, nunca. Entiéndalo bien el Gobierno de Casares
Quiroga”. Los anarquistas que luego lucharon por la República protagonizaron tensiones con
la misma hasta el estallido del conflicto. No la quisieron reconocer hasta que se encontraron
con un enemigo común. Quizás de ahí la generalización realizada por ambos bandos: lo
importante no era si sus enemigos conformasen una masa homogénea, lo importante era que
servían de elemento unificador, al igual que el Eje para los aliados durante la Segunda Guerra
Mundial.

Los republicanos conglomeraban a todos los sublevados dentro de aquel fascismo invasor
que, según aseguraban grupos como el anarquista, llevaba tiempo acechando para arrebatarle

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al pueblo español sus libertades. En el documental de la CNT anteriormente mencionado, se


narra: “La revolución provocada por el fascismo”, “La CNT y la FAI, vanguardia de este
vasto movimiento, junto con otros organismos obreros y con los representantes del poder
oficial, organizan, encauzan y articulan la vida social [...] desde los mismos centros en que la
alta burguesía y el capitalismo faccioso tramaban sus complots de miseria y de hambre contra
el pueblo productor, contra el proletariado que ha roto definitivamente sus cadenas
precisamente cuando el fascismo pretendía añadirle unos eslabones más.” Así pues, la
sublevación del 18 de julio de 1936 fue para los republicanos la insurrección de unos
militares sin honor puesto que habían traicionado a la República a la que en su momento
juraron lealtad.
No podían permitirle al fascismo invasor el paso a España. No debían dejar que el país cayese
en sus garras y así nos encontramos con la siguiente imagen del célebre ¡No pasarán!. Con
esta frase rescatada de la batalla de Verdún de la Primera Guerra Mundial en la que los
franceses se enfrentaron a la invasión alemana, los republicanos dejaban clara su percepción
de esta guerra.

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Este nacionalismo en la propaganda republicana hizo uso también de la Guardia Mora para
retratar al fascismo como lo opuesto a la civilización de la misma forma que el
conservadurismo de derechas era el antagónico del progreso. Aquel hombre de tez oscura,
aquel bárbaro que venía a violar y matar a las mujeres de España era el fascismo.

No obstante, para aquellos dirigidos por el general Franco, su ‘alzamiento nacional’ era la
respuesta inevitable a la opresión de un gobierno corrupto, ilegítimo (debemos recordar que

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ya desde el principio los integrantes del bando sublevado no apoyaron la Constitución del 31
y quienes sí, lo hicieron ‘a regañadientes’) y, aún más importante, comunista. De la misma
forma en que los republicanos tacharon a los nacionales de facciosos invasores, marionetas de
Italia, Alemania y el Vaticano, los nacionales acusaron a los republicanos de títeres
estalinistas. El documental Defensores de la Fe de 1938, dirigido por Russell Palmer,
comienza de la siguiente forma: “Destrozada por la lucha entre facciones opuestas, la
Segunda República Española, establecida en 1931, estuvo condenada desde un principio. [...]
Se destrozaron periódicos, se quemaron iglesias y miles de pacíficos ciudadanos fueron
atacados y cientos, asesinados.” Así pues, según los nacionales, España estaba siendo víctima
del comunismo y por eso la guerra estaba justificada, porque su causa era impedir la
propagación de un sistema de gobierno que atentaba contra las libertades de los españoles. En
ese mismo documental se narra: “Para salvar a España de la ruina, los conservadores se
unieron bajo el liderazgo del general Francisco Franco, un veterano de las campañas de
Marruecos, a quien se le encomendó la tarea de restaurar la ley y el orden, poniendo así fin al
caos reinante. ”

En ese mismo documental, mientras graban cadáveres de republicanos muertos en combate,


hablan de las atrocidades cometidas por los rojos, de los “destrozos [...] que fueron la maligna
obra de hombres que no creen en Dios ni en la vida después de la muerte”. Pronuncian estas
palabras mientras, insisto, nos muestran los cuerpos sin sepultar, esqueletos putrefactos sobre
los que ironizan de la siguiente manera: “El brazo del conductor de un tanque surge de entre
los arbustos, en lo que bien pudiera ser una plegaria al cielo. Muy cerca, los restos de otro
soldado, cuyos huesos se blanquean al sol”. La guerra que vemos desde el punto de vista de
los nacionales es cruenta, repulsiva, te hace apartar la mirada. Día y noche, contemplamos el

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sufrimiento de los soldados: “A veces el paciente yace tumbado en el suelo para mantenerlo a
salvo de los disparos mientras el cirujano busca en su cuerpo restos de metralla.” La guerra
civil española llega a nosotros como una novela en la que los rojos nunca dejan descansar a
los patriotas, ni civiles ni militares, que, sin embargo, mantienen su valentía. En Castellón de
la Plana, después de que “las victoriosas tropas nacionales entrasen en la ciudad y fuesen
recibidas con los brazos abiertos por la población civil”, “aviones rojos vuelven para
bombardear la ciudad que acaban de perder. Tras su ataque solo queda muerte y destrucción”
Así, nos enseñan que para que la pesadilla acabe hay que aplastar al comunismo invasor por
completo puesto que de no ser así, volverá para causar aún más dolor al inocente pueblo
español.
“Los casos de mutilaciones faciales son espeluznantes.” Así, horrorizando al público con las
brutalidades de la guerra, denunciaban a los rojos como únicos responsables. Trataban de
convencer, por medio del impacto visual, de la legitimidad de su causa. Precisamente hay una
serie de imágenes del documental que me gustaría destacar.

A la dcha.: La gallina ciega de Goya


(1789)

Debajo: El baño del caballo de Sorolla (1909)

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En Defensores de la Fe la narrativa se centra principalmente en el desarrollo del conflicto y


en la comparación entre las poblaciones bajo dominio nacional y las que estaban en manos de
los republicanos. “El ambiente reinante en Burgos contrasta fuertemente con el de Madrid. Es
una ciudad vibrante que bulle con la actividad de civiles y militares. La vida transcurre dentro
de la normalidad.” Al comienzo del documental nos muestran imágenes del idilio de los
falangistas y tras el combate, el descanso bucólico de los soldados en el Mediterráneo. Así,
pasan de enseñar el horror bélico a presentar la utopía nacional. La muerte y los cuerpos
mutilados son consecuencia de los terribles actos de los republicanos, mientras que los
nacionales son gente pacífica que se ve obligada a ir a la guerra para exterminar el
comunismo invasor. De ahí lo que podemos ver en el siguiente cartel que nos presenta a una
familia unida y alegre, pacífica, cuya ‘justicia’ la obliga a luchar contra el opresor (el
monstruo comunista asestado por una de las flechas de la Falange).

“En Castellón las tropas nacionales hicieron miles de prisioneros. La mayoría parecen
extranjeros. [...] Las marcas en las cajas de embalaje indican que la munición procedía de
México, Checoslovaquia y Francia.” De esta forma, el documental de Palmer trataba de
convencer al espectador de que los rojos a los que se enfrentaban eran, en su mayoría,
extranjeros, es decir, invasores extraños a España. Sin embargo, el apoyo que recibe el bando

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nacional de Alemania e Italia no cuenta como agente invasor: “Ambos bandos utilizan
aviones extranjeros, ya que en España no se fabrican todavía, pero estos pilotos son españoles
de pura cepa”. Su labor no era de invasión, sino de reconquista. Sin duda los nacionales
rescataron la idolatría propia del falangismo (y del fascismo). Así, el Caudillo providencial
que antes había sido José Antonio Primo de Rivera lo era ahora Franco, el generalísimo, y
episodios de la historia de España se convertían en mitos. En el documental se narra: “Estos
prisioneros enfatizan el verdadero significado de la guerra civil española, que no es otro que
evitar que esta primera tentativa rusa de imponer por la fuerza el comunismo en un país de
Europa occidental tenga éxito.” Así, la figura de Franco se engrandecía y se cubrían las calles

con pinturas como la aquí presente.

Volviendo a las referencias artísticas pasadas y a modo de conclusión me gustaría comentar lo


siguiente: frente al caballo que gime, corceles que limpian su suciedad; frente al toro
desconcertado por la masacre, tradición española que sobrevive al conflicto (“El amor por
este espectáculo está tan firmemente enraizado en la cultura española, que ni siquiera la
guerra pudo con él.” dicen en Defensores de la Fe); frente a la flor que surge esperanzada de
los restos mutilados de un soldado, “los campos aragoneses parecen compartir el gran

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patriotismo de sus gentes, pues se cubren de rojo y amarillo, los colores nacionales”
(Defensores de la Fe).

Guernica de Picasso (1937)

Bibliografía
● URRALBURU GARCÍA, Marcelo Iraultza, “Anatomía del Lenguaje Fascista”, en
Tropelias: Revista de teoría de la literatura y literatura comparada, 2020, nº 33, pp.
276-292.
● DIONISIO VIVAS, Miguel Ángel, "'Condenarla y tener miedo': El cardenal Gomá
frente a la ideología nazi-fascista", en Revista Universitaria de Historia Militar, 2018,
nº 13, pp. 279-296.
● HERNÁNDEZ LUIS, José Luis, "El nacionalismo español en la propaganda
republicana y su difusión en pares: las hojas de propaganda del CDMH", en
Aportación interdisciplinar a los restos de la comunicación y la cultura en el siglo
XXI, 2018, pp. 246-262.
● Discurso de José Antonio Primo de Rivera del 1 de enero de 1935 disponible en
RTVE Play
● Defensores de la Fe (1938) de Russell Palmer
● Reportaje del movimiento revolucionario en Barcelona de 1936, editado por la CNT y
la FAI

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