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LENGUAYLITERATURA 7° y 8°
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Concepto de héroe
El héroe del mundo clásico o el del mundo medieval es un modelo de los valores que la
sociedad entiende como positivos. En el héroe se encarnan las virtudes a las que los hombres
aspiramos en cada momento de la historia. De igual manera, las obras literarias también ofrecían
ejemplos de lo que no se debía hacer, modelos para que, con su contemplación, los hombres
comprendieran lo errado de sus actos.
El héroe es siempre una propuesta, una encarnación de ideales. La condición de héroe, por
tanto, proviene tanto de sus acciones como del valor que los demás le otorgan. Esto permite que la
dimensión heroica varíe en cada situación histórica dependiendo de los valores imperantes. La
sociedad engendra sus héroes a su imagen y semejanza o, para ser más exactos, conforme a la
imagen idealizada que tiene de sí misma.
El héroe es el gran ausente, el que entra en la Leyenda y, por lo tanto, escapa de la realidad. El
héroe es el que ya no está o nunca ha estado, el desaparecido o el que sólo ha vivido en los sueños y
ficciones. La distancia permite ennoblecer a los personajes históricos y olvidar su auténtica
existencia. Hace mejores a los amigos y peores a los enemigos. Purifica las intenciones de los
hombres desvistiéndolas de los ropajes de la ambición y el deseo.
Cuando nos planteamos qué tiempos han sido mejores, miramos a sus héroes. En ellos
tratamos de ver lo mejor de cada época, aunque sólo veamos sus deseos de ser de una forma o de
otra y nuestras propias carencias.
Extraído del artículo “Héroe y sociedad...”
Por Joaquín María Aguirre.
Revista espéculo
Rasgos del héroe en diferentes épocas
Antihéroe:
3. Guardián del umbral: el que no permite al héroe acercarse a su meta, puede ser
antagonista o enemigo.
5. Camaleón: un personaje que no tiene lado estable puede ser negativo o positivo, que
cambia de lado según la circunstancia.
Medusa y Perseo
Cuentan que hace mucho, pero que mucho tiempo, vivían en el monte de Atlas, en
Grecia, unas hermanas realmente malvadas. Las conocían como Gorgonas, pero la
más terrible de las dos, se llamaba Medusa, una joven muy hermosa pero con una
extraña maldición.
Medusa en lugar de cabellos tenía serpientes que salían de su cabeza. Sus ojos eran
terriblemente hipnóticos, y cada vez que miraba fijamente a un ser vivo, hombre o
animal, este se transformaba en estatua de piedra de inmediato.
Fueron muchos los que intentaron matarla. Guerreros muy valientes que subieron el
monte Atlas en busca de Medusa. Pero ninguno lo consiguió. Y toda la ladera de la
montaña estaba llena de estatuas de piedra.
– Yo la mataré- dijo un buen día el hijo del dios Zeus, Perseo.
– Hijo, es muy peligroso. Ningún guerrero ha conseguido librarse del maleficio de esa
mujer- le advirtió su padre.
– Iré bien preparado, padre.
Perseo estaba decidido a terminar con la espantosa Medusa. Para ello, llevó todo
lo necesario, regalos que había recibido de los dioses para ayudarle: una
espada curva y muy afilada que le regaló el dios Mercurio, y un escudo de bronce de
una sola pieza que le regaló la diosa Atenea, , capaz de detener terribles golpes sin
abollarse, y tan pulido, que parecía un espejo.
Y por último, lo más importante, Perseo tenía unas pequeñas alas en los tobillos que
le permitían volar.
El plan trazado por Perseo para derrotar a Medusa
– Lo más importante es que nunca debo mirarla a los ojos directamente- se decía una
y otra vez Perseo.
Así que decidido, ascendió volando el monte Atlas y en lugar de llegar al lugar donde
estaba Medusa, se quedó un poco apartado. Desde allí podía observarla. Para no
mirarla directamente, Perseo usó su escudo como espejo. Así podía observar sus
movimientos indirectamente.
Medusa vio a Perseo e intentó asustarle. Se movía de un lado a otro, soltando
terribles gritos. Sus serpientes no dejaban de retorcerse y de mirarle con sus
horribles ojos amarillos. Pero Perseo no se movía de donde estaba. Y no miraba a
Medusa, a pesar de los movimientos que hacía para persuadirle. Simplemente
esperó, sin dejar de observar a través de su escudo.
Medusa cada vez estaba más y más enfadada y se movía y gritaba más y más. Hasta
que, muerta de cansancio, fue apagando su furia hasta caer dormida. Sus serpientes
también fueron cerrando los ojos una a una. Y justo cuando se durmió la última de
ellas, Perseo salió con mucho cuidado y se acercó en silencio hasta ella. Y de un solo
golpe, le cortó la cabeza. Del cuerpo de la mujer nacieron entonces Pegaso, el
caballo alado, y un gigante, Crisaor.
Y así es cómo el hijo de Zeus consiguió acabar con la terrible Medusa. Dicen que
conservó la cabeza, que usaba contra sus enemigos de vez en cuando, para
convertirlos en estatuas de piedra.