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Cuadernillo 2023 1a.parte
Cuadernillo 2023 1a.parte
Cuadernillo 2023 1a.parte
Música
Cuadernillo de trabajo
1ª CUATRIMESTRE
2.Anàlisis de
Forma
Inicio : 3.El efecto
Fin : Mozart
Inicio: 4.Zonas
Fin: Folklóricas
Argentinas
5. Análisis de
Artìculos
6. Análisis de
Partituras
7.Audición y
A. de Forma
8. Audición y
A.de Forma
9. Anàlisis de
Artìculos
10. Análisis de
Partituras
ANÁLISIS DE FORMA
Escuchar atentamente la obra o canción; separar cada sección con una Letra Imprenta Mayúscula.
Luego de completar la FORMA, completar con:
1. Voces:
2 . Instrumentos:
3 . De qué trata la letra (si es canción):
4. Género:
5. Estilo:
6. Zona: (si es una obra folklórica):
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ANÁLISIS DE PARTITURAS
1- Título
2- Autor
3- Fecha
4- Estilo
5- Género
6- Tipo de Comienzo
7- Compás
8- Cantidad de Sistemas
9- Cantidad de Compases
10- Cantidad de Voces
11- Célula Rítmica Preponderante
12- Elementos de Dinámica Y Expresión
13- Fraseo
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NEUROCIENCIA
EL SONADO "EFECTO MOZART"
La sonata K448 de Mozart puede ser "música para los oídos", pero también para el cerebro.
Desde que en la pasada década se detectó por primera vez un aumento de ciertas habilidades tras
escuchar su melodía, numerosas investigaciones han tratado de desmentir o confirmar la
existencia del llamado "efecto Mozart".
En la habitación suena la Sonata para Dos Pianos en Re Mayor de Wolfgang Amadeus Mozart, también
conocida como K448. Un grupo de 36 estudiantes la escucha, tal y como les indican los investigadores,
durante 10 minutos. Inmediatamente después les someten a unos tests para evaluar su razonamiento
espacio-temporal. En las salas contiguas otros dos grupos de compañeros realizan idénticas pruebas, con
la única diferencia de haber pasado esa decena de minutos escuchando cintas de relajación unos, y en
absoluto silencio otros.
Pero, curiosamente, esa mínima diferencia había influido, y las puntuaciones, traducidas para su
evaluación a la escala del Coeficiente Intelectual, resultaron ser de 8 a 9 puntos superiores después de
escuchar a Mozart frente al resto de las situaciones. La psicóloga Frances Rauscher y el neurobiólogo
Gordon Shaw, de la Universidad de California, sacaron a la luz aquellos sorprendentes resultados en
1993, en la revista Nature, sugiriendo por primera vez que la música del compositor austriaco podía
incrementar algunas capacidades del cerebro humano. Aquel hallazgo, desde entonces apodado como
"efecto Mozart", era muy breve -de apenas 15 minutos tras la escucha-, pero lo suficientemente
importante para no dejar indiferente a ningún investigador.
Dos años más tarde, Rauscher y Shaw ampliaban sus resultados publicando un estudio en el que 79
jóvenes eran sometidos a una nueva prueba. En esta ocasión debían averiguar qué forma tendrían ciertos
pedazos de papel después de doblarlos y cortarlos de determinada manera. Una vez obtenidas las
respuestas, los estudiantes se dividían en 3 grupos en los que se les exponía, durante 10 minutos, a la
música minimalista de Phillip Glass, la sonata K448 de Mozart y silencio respectivamente. Cuando se
repitió el test, el grupo que había escuchado a Mozart logró predecir un 62 por ciento más de las formas
que la vez anterior, mientras los otros dos grupos sólo mejoraban en algo más del 10 por ciento de sus
respuestas.
REQUIEM PARA MOZART
La controversia estaba servida, y las críticas no tardaron en llegar. Varios investigadores trataron de
reproducir aquel efecto sin éxito, lo que les hizo dudar de la fiabilidad del trabajo de Rauscher y Shaw.
Otros, por el contrario, tuvieron ocasión de comprobar los resultados positivos con sus propios ojos,
aumentando así el interés por las repercusiones de la música de Mozart sobre el cerebro humano.
Quienes negaban la validez de los resultados argumentaron que se trataba de una interpretación errónea,
un artefacto, de los efectos de lo que ellos entendían como un simple deleite musical. Para el profesor
Christopher Chabris, quien en 1999 había emprendido una investigación de los resultados de 16 estudios
sobre el efecto Mozart, esa acción sobre el estado de ánimo daría una explicación neurofisiológica al
aumento de la destreza en tareas espacio-temporales, sin que se produjera en ningún momento un
estímulo de las funciones superiores. Así, por ejemplo, un experimento había mostrado que escuchar a
Mozart y escuchar un pasaje de Stephen King parecían aumentar por igual la habilidad de los sujetos en la
prueba de doblar y cortar folios, aunque sólo en quienes disfrutaban escuchándolos... A la vista de este y
otros resultados, Christopher Chabris y Kenneth Steele anunciabanen agosto de 1999 el réquiem del
efecto Mozart.
Pero la doctora Rauscher también rebatió estos argumentos. Sus experimentos con ratas, que habían
escuchado la melodía de Mozart antes de su nacimiento y durante los primeros sesenta días tras el parto,
parecían reafirmar sus primeros hallazgos de 1993 a través de estos animales, pese a que en ellos no había
respuesta emocional ante las melodías. Además, por entonces Rauscher acababa de concluir nuevos
experimentos con estudiantes en los que se comparaban los efectos de la música de Mozart con la del
compositor alemán Félix Mendelssohn y, a pesar de que gran parte de los sujetos manifestaron su
preferencia por este último, fue Mozart quien logró estimular sus capacidades cognitivas. Parecía que,
después de todo, no hacía falta disfrutar con las sonatas para que el compositor diera su "golpe de efecto".
"No hay nada de malo en que la gente joven escuche música clásica, pero eso no les hará más
inteligentes", había afirmado Chabris. Para Rauscher era evidente que el efecto Mozart existía, aunque
por supuesto limitado al razonamiento espacio-temporal, sin ningún efecto sobre la inteligencia o la
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memoria. Partidarios y detractores del efecto Mozart estaban de acuerdo en algo: escuchar a Mozart no
aumentaba la inteligencia general.
ESPECULACIONES Y EXPICACIONES
Sin embargo, fuera del entorno científico, la interpretación fue algo diferente... "Cuando se publicó el
estudio por primera vez todos los medios se hicieron eco en las noticias", recuerda Lois Hetland,
investigadora en la Universidad de Harvard. Los resultados abrieron paso a la aparición de afirmaciones y
especulaciones alejadas de toda base científica. En 1998, el gobernador de Georgia (EE.UU.), Zell Miller,
ponía en marcha un proyecto para regalar música clásica a todos los recién nacidos en su Estado. "Nadie
pone en duda que escuchar música a edades tempranas afecta al razonamiento temporal y espacial que
subyace bajo las matemáticas, la ingeniería e incluso el ajedrez", argumentaba en aquel momento el
gobernador. También el mercado discográfico hacía su agosto con la venta de "Music for the Mozart
Effect - Strengthen the Mind", que ha encabezado durante largo tiempo las listas de música clásica.
Mientras, los científicos seguían siendo conscientes de que aún quedaba mucho camino por recorrer antes
de extraer conclusiones definitivas sobre el "efecto Mozart". Las investigaciones continuaron, desde
entonces y hasta ahora, con el escepticismo necesario ante aquello de lo que apenas se sabe aún,sin que
eso reste la fascinación a sus trabajos.
Una de las líneas de estudio se ha centrado en tratar de dar una explicación anatómica y fisiológica para
los resultados positivos obtenidos tras la escucha de las piezas musicales de Mozart. Según algunos
científicos, los efectos positivos de estas melodías podrían descansar sobre la forma que tienen la música
y la imagen espacial de procesarse en nuestro cerebro. Gordon Shaw, uno de los 'padres' del efecto
Mozart, había desarrollado a principios de los años noventa la hipótesis de que la actividad musical
refuerza las vías neuronales implicadas en las habilidades espacio-temporales de la corteza cerebral.
Posteriormente, han sido muchos los estudios que han tratado de situar la percepción musical en este
órgano empleando la Resonancia Magnética Funcional, la Tomografía de Emisión de Positrones y los
estudios en sujetos con lesión cerebral. Y, como ocurre en tantas otras funciones superiores, la escucha de
música parece activar no una sino varias áreas cerebrales. Entre ellas, los componentes necesarios para la
apreciación musical como el ritmo, la métrica, la melodía, el tono y el timbre se reparten por zonas del
cerebro que se solapan, en muchas ocasiones, con las implicadas en la formación de la imagen mental.
Esto explicaría la posible relación 'anatómica' entre el razonamiento espacial y la escucha musical. En
1999, el doctor Shaw y el neurobiólogo Marc Bodner usaron imágenes obtenidas por Resonancia
Magnética para crear mapas de la actividad del cerebro en su respuesta a tres tipos de música: pop de los
años 30, "Para Elisa" de Beethoven y, por supuesto, Mozart. Y de sus experimentos concluyeron que
solamente Mozart parecía activar ciertas áreas involucradas en la coordinación motora fina, la visión y
otros procesos superiores, todos con un papel supuestamente destacado en el razonamiento espacial.
MÚSICA
Y no es la única incógnita por resolver. Los experimentos originarios en adultos expuestos a las melodías
de Mozart mostraban sólo los efectos de corta duración de escuchar su música. Consciente de esta
limitación, la doctora Rauscher ponía en marcha, en 1997, nuevos experimentos relacionados en los que
se estudiaban los efectos de la música en grupos de preescolares con edades comprendidas entre los 3 y
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los 4 años, a los que se impartieron clases de música en teclado durante 6 meses. A lo largo de ese tiempo
estudiaron intervalos de tonos, técnicas dáctiles, lectura visual, notación musical y reproducción de
melodías de memoria. Al final del 'entrenamiento' musical, los niños eran capaces de interpretar melodías
sencillas compuestas por Mozart y, otro gran genio, Beethoven. Cuando alcanzaban este nivel, los
preescolares eran sometidos a tests de razonamiento espacio-temporal adaptados a su edad, obteniendo un
rendimiento un 30 por ciento mejor al de sus compañeros de similar edad, que o bien habían recibido
lecciones de informática durante el mismo tiempo o bien no habían sido sometidos a ningún
entrenamiento especial. Los efectos en estos niños permanecían inalterables 24 horas después de concluir
sus lecciones musicales. Esta mayor duración de los efectos frente a los experimentos anteriores (sólo 10
minutos) fue atribuida a la mayor plasticidad del cerebro infantil y a la larga exposición a la música.
La diferencia de los efectos de la música entre quienes tocaban algún instrumento y quienes sólo la
escuchaban de forma pasiva era algo que ya había sospechado la doctora Rauscher desde sus primeras
investigaciones. "Como los músicos podrían procesar la música de forma diferente a quienes no lo son,
sería interesante poder comprobar estos dos grupos", concluía en su publicación de 1993 junto a Shaw. En
1995, la investigadora concretaba aún más al apuntar que, quizás, "hacer música podría tener mayores
beneficios para la inteligencia espacio-temporal que solamente escucharla". Por su parte, Gordon Shaw ha
dirigido también algunas de sus investigaciones en este sentido. En marzo de 1999 publicaba su último
estudio, en el que se describía como los estudiantes de segundo grado que tocaban el piano mostraban
puntaciones de un 27 por ciento por encima de lo normal en tests de matemáticas y fracciones frente al
resto de sus compañeros. Y es que, para este neurobiólogo, las matemáticas guardan una relación directa,
ya que "al aumentar la habilidad espacial aumenta, a su vez, la destreza en matemáticas".
COSA DE GENIOS.
Junto a la melodía escuchada o los conocimientos musicales de cada sujeto, han ido surgiendo a lo largo
del tiempo otras variables, como la atención y la edad, que plantean nuevas incógnitas acerca del efecto
Mozart. Para Lois Hetland ha llegado el momento de que "la investigación avance de forma más
sistemática hacia el mecanismo", dejando a un lado la preocupación sobre la mayor o menor intensidad
del efecto.
Si, finalmente, se demuestra la relación entre el razonamiento espacio-temporal y la escucha de algún tipo
de música, su consecuencia más inmediata sería, previsiblemente, su utilización en la educación infantil y
en el entrenamiento de profesionales como pilotos, ingenieros o arquitectos, todos ellos necesitados de
una potente capacidad de “abstracción espacial”.
En cualquier caso queda mucho por investigar antes de poder asegurar la existencia de un verdadero
"efecto Mozart"... Mientras tanto, no son pocos los que prefieren, por si acaso, ir practicando la escucha
de las melodías de este genio de la música clásica. Después de todo, tienen un excepcional ejemplo al que
imitar: el creador de la teoría de la relatividad y de la concepción actual del espacio y el tiempo, Albert
Einstein. De él decían sus profesores que, en sus comienzos como estudiante, mejoró notablemente su
rendimiento cuando empezó a tocar el violín. Además, el propio Einstein, que se declaraba abiertamente
como un asiduo oyente de la música de Mozart, aseguraba que en más de una ocasión la inspiración le
había llegado mientras escuchaba una pieza musical del compositor austriaco
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ZONAS FOLKLORICAS
ARGENTINAS.
La zona noreste argentina es la denominada del litoral (fluvial), y comprende las provincias de Misiones, Chaco, Formosa,
Corrientes y Entre Ríos; y presenta marcadas influencias en la de Santa Fé.
En Misiones, que limita con tres países, se funde lo guaraní con algunos rasgos brasileros (provenientes de Río Grande, al sur
de Brasil, que presentan sorprendentes analogías con las formas litorales y Bonaerenses de la Argentina). En este lugar se
mezclan los resultados de varias influencias: la inmigración europea; que trajo el schotis, al que se le agregó la casi obligada
deformación lugareña, convirtiéndose así en el ritmo más popular; se complementó con elementos provenientes de un país
vecino como el Paraguay, que aportó la galopa, el baile que ocupaba el segundo lugar en las preferencias populares.
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La zona centro - noroeste comienza en la mediterránea provincia de Santiago del Estero. Presenta ritmos tradicionales como la
chacarera, el gato o el escondido, que son interpretados indistintamente por solistas, dúos o conjuntos que utilizan guitarras o
el bombo legüero -un instrumento de percusión santiagueño. También existen variantes de ocasional difusión, como el remedio
y la arunguita, todos bailables. En la zona de Salavina, debido a lo arraigada que está la lengua quichua, la expresión es
bilingüe; allí, en las formaciones musicales, entra también el violín y la vidala; se canta preferentemente a dúo y no tienen
coreografía.
En La Rioja predominan la chaya y la vidalita riojana y en Tucumán la zamba, de gran difusión en todo el país, y cuyo baile es
considerado como danza nacional.
En Salta se halla el epicentro de la zamba, aunque también es importante allí la baguala, que se canta a dúo y en contrapunto.
Finalmente, en la provincia de Jujuy, la Puna se continúa con el altiplano boliviano, estableciéndose una corriente de indudable
simpatía musical.
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Bailarines con caja de Matilde Grant, Jujuy. Charango, Jaime Torres, Purmamarca, Jujuy.
De esta última región debemos destacar el huayno, la cueca, el yaraví, el triste, el bailecito y el carnavalito; todas estas
composiciones son interpretadas indistintamente por solistas, dúos o conjuntos. Se utilizan guitarras, bombos y los
instrumentos eminentemente folklóricos como la caja, y los aerófonos como la quena, el pincullo, la anata y el erke. En la forma
bailada son todas danzas de pareja suelta.
La zona "cuyana" comprende las provincias de San Juan, Mendoza y San Luis, y su influencia se extiende sobre el sur de
Córdoba, Catamarca, La Rioja y el norte de La Pampa. Además, se comunica musicalmente con Chile y los cantables más
difundidos son la tonada, el gato (en esta región con dos giros en la danza), la cueca (también presenta una forma regional
distinta a la norteña) y el vals. Todas estas composiciones son bailables, de pareja suelta, a excepción de la tonada, que es
prácticamente la única especie lírica que no tiene coreografía. La modalidad es el canto a dúo y el instrumento fundamental es
la guitarra, con la que el cuyano hace gala de una excepcional capacidad interpretativa. También tiene difusión el llamado
requinto cuyano, una variedad de la guitarra, pero con más cuerdas. Se destacan los solistas, y los temas de las letras que
acompañan la melodía son casi siempre de amor, aunque nunca faltan los históricos y los religiosos
La zona Patagónica abarca el extremo sur de nuestro territorio, desde el río Colorado. Comprende a las provincias de
Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
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Izq.: Ceremonia ejecutando el kultrun, Agupación Millaqueo. Der.: Danza del Lonkomeo.
El material fotográfico ha sido gentilmente cedido por la casa de Neuquén.
Autor: Horacio Alberto Agnese
La zona sureña o bonaerense abarca toda la provincia de Buenos Aires, La Pampa, sur de Santa Fé y sur de Entre Ríos. El
canto es aquí introspectivo y sentencioso. El cantor, generalmente solista, se acompaña solamente de la guitarra. Las letras
ponen de manifiesto la problemática social-rural, aunque también abundan los temas amorosos o picarescos, que se presentan
en ritmo de milonga, huella, cifra, estilo y otros de menos difusión.
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