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El Subterraneo Habitado o Los Letingbergs o Sea Timancio y Adela Novela Original

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EL SUB,TERRÀNEO HABITADO

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1TIMASGIO Y 'ABELA.
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^riq no .8 £ V bo ;'J H9 BOÌB’j ’. -

1
(
Esta novela, adornada con dos láminas, es
propiedad de D. Tomas Jordan, y se hallará
¿ 8 reales en rústica y iO en pasta, en su al­
macén de papel, calle de la Concepcion Ge-
rdnima, esquina á la plazuela de las Monjas.
En el mismo se hallarán también de venta
las siguientes:
La Celina, novela helveciana, con la de
-EZ Impío y Amelia, á 6 reales en rústica y
á 8 en pasta.
La Filósofa en el Tajo ó la Casita en la
Presa, á 6 reales eu rústica y á 8 en pasta.

1 J
P.aJS

TIMANCIO Y ADELA.
NOVELA ORIGINAL,
Óc). oi^úLiLue^ l/Lewito nAoqinttc.

Juna í ocíítSr^ 1830,


Jugrac/e.j tae/,os yue horror,’'un ea-daverfraJiote
Covano
en tierra <jr?/wr su- trago no tarde en, èonocer Plazuela de Afligidos,

era nu grog io Jadre, es eh,firtsrur ohgo/o eteseuhro


PROLOGO.

-El cuadro de las pasiones, el aspecto


de un amor puro, sus progresos y los
síntomas que aparecen con el tiempo
en el corazón penetrado por uno de sus
agudos dardos, y que dejándose llevar
del torrente de aquellas, precipita al
hombre en los mas horribles precipicios,
Apeles no dibujaría con mas propiedad
que mi pluma débil se esfuerza á ege-
eutarlo. El amor propio temo me prive
de ver con claridad sus bellos colori­
dos... Dudo que imparcialmente pueda
en este discurso manifestar la idea de
esta novela; pero sí, aseguro desde lue­
go, que tomando por principio los dog­
mas de moral cristiana, ha sido mi ob-
: /
jeto inclinar á mis lectores á que sigan
el camino verdadero de la virtud, pre­
sentándola siempre victoriosa de las
asechanzas de la intriga y de la emula­
ción , y desviarlos de la tortuosa senda
del crimen, siempre castigado.terrible­ Jun el ducado de fiornolf poseían mis pa­
mente por medios inesperados. dres algunas riquezas, con las cuales se man­
En el curso de esta novela se ven los tenían con una ostentación propia de un prín­
resultados de la buena y mala educa­ cipe. Á los cuatro anos de verificado su en­
ción. Se puede adquirir una idea de la lace fui yo el único fruto de su matrimonio,
diferencia que hay entre el hombre en mas a los siete de mi edad, cuando mi na­
estado natural, y el que se halla gozan ­ turaleza tenia algún vigor y mis o'rganos in­
telectuales podían egercer sus funciones ra­
do de los placeres de la sociedad ; y re­
ciocinando , ya que no con la madurez debi­
cibir algunas lecciones para saber cori-
da para premeditar acerca del modo de pre-,
«lucirse eptre unos y otros.
caver los riesgos que me amenazaban, basta­
ba a lo menos para conocerlos, y temer cada
momento mas y mas el funesto golpe que de­
bía poner fin a los dias de mis incautos pa­
dres, y dejarme sumergido en la horfandad
mas horrorosa, espuesto á cuantas desgracias
puede sufrir un mortal, y á caer en cuantos
escollos prepara el'mundo á un joven que en
6
por uno de sus domésticos á Jorge Klabell,
su infancia carece cíe unos directores tan in­
hombre de mal corazón, de un genio altivo é
teresados en su bien , cual sus propios pa­
incorregible , y que desde su niñez había da­
dres.
do rienda suelta á sus pasiones, cometiendo
Todos los dias oia yo que estos desgracia­
toda clase de escesos. Interin estuvo en casa
dos mutuamente se manifestaban el temor de
de mi abuelo, no pudo éste hacerle trabajar
que estaban poseídos j conocían lo arriesga­
en el cultivo, de sus campos , y se vio preci­
do que era en sus circunstancias habitar una
sado á encargarle del cuidado de sus caballe­
quinta aislada y destituida del auxilio de sus
rizas j pero Klabell correspondió á la indul­
convecinos, pues los mas cercanos distaban
gencia de mi abuelo, llegando á la cumbre
dos leguas de aquel sitio ; pero engolfados en
de su maldad. La casualidad hizo patente su
los placeres que Ies proporcionaban sus bie­
proyecto infame: su desenfrenada liviandad le
nes, y las delicias campestres de sus posesio­
dictó unos medios terribles para arrebatar del
nes, fácilmente se alejaba de su memoria la
seno paternal á mi madre que entonces ha­
idea de un fatal acontecimiento, que los re­
bía cumplido diez y seis anos, Se supo por
petidos avisos de sus amigos y domésticos les
otro criado de la casa que Klabell intentaba
pronosticaban.
decisivamente dar la muerte á mi abuelo, ro­
No tardo en realizarse estas sospechas ¡ó
barle las mejores alhajas, y huirse con la pre­
supremo Autor de la naturaleza! Imposible
sa inocente para sacrificarla á su pasión cri­
parece que entre racionales constituidos en
minal ; pues de otro modo le era imposible,
sociedad, entre seres de una misma especie,
poique la virtud de mi madre, y el celo de
puedan cometerse crímenes tan atroces cual
mis abuelos por la educación de su única hi­
el que voy á referiros.
ja , le presentaban un dique impenetrable á
En tiempo de mi abuelo Catamelk, tuvo
'8
<9
los depravados deseos de Jorge, cuyas espe­ so de sus dias , se verianl abismados en la nair
ranzas quedaron desdé luego frustradas. Ha­ seria ^ignominia?
biéndose asegurado mi abuelo, de que Kla- Desde el momento que mis padres tuvie­
beli era el verdadero autor del premeditado ron sucesión, se creían dichosos. Pusiéronme
rapto de su amada hija, le echó de su casa el nombre de Timancio, y todo su anhelo era
con la mayor ignominia, y dió parte á la cuidar de mi conservación para depositar con
justicia para que celase con eficacia la con­ el tiempo en mis manos sus riquezas, y que
ducta de este ingrato , y le apercibiese de su en su vejez Ies sirviese de báculo..... Uno de
enmienda. sus primeros cuidados , cuando mi edad lo
Pasáronse algunos años sin que nada fe permitía, fue instruirme en los dogmas mo­
supiese de positivo acerca de este sugeto, ni rales, é imprimir en mi corazón aquellos sen­
aun de su paradero, en cuyo intermedio arre­ timientos de humanidad, tan necesarios, y
glaron mis abuelos el casamiento de mis pa­ sin los cuales el hombre se asemeja á los bru­
dres, el que se verificó eon suma alegría de tos. Todas estas lecciones que yo escuchaba
todos. Unos y otros se prometian mil felici­ con mucho gusto y atención , produjeron des­
dades para si y sus descendientes j mas cuán de luego el efecto mas laudable. Yo no podía
poco vale el proyecto del hombré mientras no ver desgracia que no tratase de socorrer, em­
concurra en él la voluntad del Autor de la pleando mis ruegos y tiernas lágrimas para
naturaleza!..... ¿Cómo habían dé figurarse es­ conseguir que el ánimo de mi padre se inclir
tas familias qué fijaban sus esperanzas en los nase á remediarla.
bienes adquiridos, que no-dejaban de ser con­ Yá corrían rumores en la casa acerca dé
siderables , que al cabo de siete años unos no Klabell, y se decia que andaba no muy lejos
existirían, y otros próximos á terminar el cur- -conistiendo varias atrocidades, lo que hacia
IO ir
temer á mis padres la proximidad de su des- verse el sobresalto de que estaba poseído su
gracia. fiel corazón.... ¿Qué nueva me traes á esta
Una mañana, en que por ser muy tem­ hora, querido Romil?’(le dice con aquel tono
prano estaba yo entregado al mas dulce y de gravedad que le era característico). ¿No
apacible sueno, subid mi padre á arrancar­ sabes que cuando me hallo empleado en la
me de los brazos de Mcrfeo para dar princi­ educación de mi hijo, consagro todos mis sen­
pio á nuestras tareas. Reinaba en la atmo's- tidos á su instrucción, y no me es grato se
fera una serenidad encantadora, el gorgeo de perturbe el curso de nuestras taréas? ¡Ah se­
los ruiseñores y el murmullo de un arroyue- ñor!.... Un anciano venerable acaba de entre­
lo que servia de riego á las hermosas plantas garme esta esquela para vos; dice ser de la
que se cultivaban en nuestro jardin, las que mayor importancia para vuestra conservación
eran agitadas suavemente por el zéfiro mas de­ y la de vuestra familia, y me encargó no tar­
licado,. formaban un contraste delicioso y dig­ dase un instante en ponerla en vuestras ma­
no de la admiración del observador mas pro­ nos... Mi padre sin inmutarse nada, la abre y
fundo. Animados, pues, del deseo de disfru­ lee.
tar de aquel placer tan agradable, nos baja­ Un sugeto que se halla entrañablemente re­
mos al jardin , y colocándonos en medio del conocido á los favores que le habéis dispensa­
cenador sentados sobre un rústico sofá for­ do^ se apresura á deciros que Klabell^ al fren­
mado de verdes céspedes, dimos principio á te de una gran cuadrilla de vandidos^ se ha­
nuestras lecciones. Toda mi atención la tenia lla en estas inmediaciones cometiendo las ma­
fija en una fábula que me estaba refiriendo yores atrocidades. Este bárbaro inhumano
mi buen padre, cuando de improviso llega quiere verter vuestra noble sangre y la de
uno de los- criados, en cuyo semblante dejaba vuestra familia , arrasar vuestras propieda-
des-, y en fin estinguir totalmente hasta la tros muebles y arreglar eí equipage, por cuya
memoria de vuestro linage. Se' los favores á razón dispuso mi padre;, que después de ce­
queiéste tigre os es detldor-, me estremezco, y nar se acostasen los domésticos sin desnudar-'
hasta se me cae la plañía de la mano al ha­ se, y él lo verificó del mismo modo. A la' una
cer t esta comparación -.ya no puede formar de la noche, cuando reinaba en la quiiita el
mas caracteres; pero os lo aviso para que to­ mayor silencio, se oyó un estruendo que obli­
méis medidas prontas y eficaces para poneros go' á mi padre á ponerse en pie y llamará
en salvo. uno de los criados que tenia su lecho csnti-;
¿ Ya qué había que dudar? nuestra ruina guo: se incorpora éste igualmente, peínense'
era cierta. Mi padre lo conocía, y la juzgaba las espadas, y tomando cada uno un par de
como inevitable. En el momento nos retira­ pistolas permanecieron un rato indecisos por’
mos á casa para preparar lo necesario á fin de si acaso era ilusión el ruido que acababan! de
marcharnos aquel mismo dia á un pueblo in­ oir; pero al momento le sucedió otro'mayor...
mediato, en donde Klabell ya no podia rea­ Colérico entonces mi padre anima al criado á
lizar su proyecto; mas el Cielo, que tenia de­ la defensa, y se resuelven á impedir la en­
cretado nuestro destino, hizo que al medio trada á costa de su vida. Toda la familia $e‘
dia se formase un nublado terrible, que vo­ alborota. El uno despavorido corre á ocultar-:
mitando fuego , agua y granizo en abundan­ se; el otro mas animoso busca armas para de­
cia , no nos permitiese salir de la quinta para fender á su amo; otro pide favor al Cielo;
ponernos en salvo. Llego la noche, todo se aquel se vá arrojar por una ventana , y todos
bailaba dispuesto para marchar al amanecer dejan á mi desgraciada madre llorando sobré
del dia siguiente, nosotros estábamos rendi­ su lecho y estrechándome entre sus brazos.
dos de haber trabajado en empaquetar nues­ El horrible momento de ver á Klabell con
las manos ensangrentadas en el cuerpo de su declararle el sitio donde se hallaba mi desgra­
esposo se la representaba tan al vivo, que la ciada madre, lo que egecuté por el miedo que
obligaba á dar alaridos lastimosos que resona­ me infundía la presencia del asesino : al mo­
ban en aquella funesta mansión, y aumenta­ mento que sus criminales ojos la descubren,
ban la' confusión de la casa. Los sollozos la ya el malvado juzgaba cumplidos sus deseos;
abogaban, y ya una congoja la hace caer des­ trata en primer lugar de satisfacer su brutal
mayada en mis débiles brazos : sin saber cual apetito á costa de la pureza de mi madre
era mi situación trato de buscar quien la so­ prometiéndola libertar su vida y la mia con
corriese ; llamo gritando tal como me lo per­ tal que accediese á sus torpes designios. No
mitían los intermedios de mis sollozos á mi lo pienses, no... bárbaro, le replica mi ma­
padre, y nadie me responde... El estruendo dre... ¡Quiero mas bien que mi esposo llore mi'
de tres tiros disparados dentro de casa me ha­ muerte, que no que me diga infiel!..... Has
ce caer en tierra sin sentido. Cuando ya vol­ de saber que mas fácil te será quitarme la
ví de mi desmayo me encuentro en manos de vida. Al oir Iílabell estas palabras se avanza,
un desconocido, cuyo acero tenido en recien­ y tapando á mi madre la respiración con un
te sangre aun humeaba. El carácter de este pañuelo, se obstina en realizar su deseo; pe­
hombre me horrorizaba, su barba sin afei­ ro haciendo esfuerzos ésta para desasirse de su
tar y de un color bermejo, le llegaba al me­ opresor, puede hechar mano á un puñal que
dio del pecho. Sus ojos arrojaban miradas cen­ Jorge llevaba colgado de la cintura, y con él
tellantes que me hacian herizar Jos cabellos; le pasó el pecho; mas este monstruo, vién­
íus cejas arqueadas formaban un ceno horro­ dose mortalmonte herido, y hallándose bur­
roso, y su trage lleno de andrajos le caracte­ lado, tuvo todavía valor y animosidad para
rizaba del monstruo mas atroz. Me obligó ¡í arrancarse el acero y herir con él mismo á
ì6
mi desgraciada madre, que cayo bien pronto rír con él... sí... matadme hombres... quitad­
á sus pies. Klabeíl, juzgando sin duda que me la vida que no puedo apetecer lejos dé
podiaíaun salvarse, trato' de huir para acoger­ quien me did el ser! No os detengáis .... Sí,
se al auxilio de sus camaradas ; pero á poco concededme esta única gracia. ¡ No me atien­
entraron dos de estos al aposento donde yo den! ¡Ah crueldad! ¡bárbaros!.... nada me
me-hallaba; sin saber lo qué me sucedía , y importa lo que hagáis de mí, con tal que . .
entre varias palabras obscenas que proferian, pero dejadme abrazarle mas que después me
Ies, oí ¡decir « qué su espitan habia espirado, hagais pedazos .. A Dios, padre mió, tú de
y■ ¿jumera preciso no quédase :cosá!por ¡des­ mas cerca puedes pedir venganza al Ser Su­
truir en la casaw...’ Apenas me vieron, uno de premo contra los autores de estos delitos hor­
ellos me cogio' con indecible furor debajo del rorosos. Ellos desprecian mis lágrimas, mis
brazo, y me sacaba fuera de la quinta; pero súplicas y mis ruegos; me sacan de mí casa..?
jjqué espectáculo se presento á mi vista! La me privan de mis padres, y no me dejan ob­
débil luz de una lámpara suministraba á un jeto donde fijar mi vista para eneontrar con­
estremo del patio un escaso resplandor; pero suelo.
suficiente para que yo conociese el colmo de. Ya me habían conducido al campo donde
mi desgracia: ¡cadáver tendido eti tierra, estaba el cadáver del infame Klabell, y su
que. no tardé.en. conocer por Su trage-gue èra vista me horrorizó nuevamente.. En este si­
ini ppdre, es el' primer objeto que descubro ! tio se hallaban los restantes bandidos ocupa­
¡Sagrados Cielos ! ¡qué horror ! Su afable rps- dos en arreglar los efectos que habían tobado
tro, tenido en su propia sangre, estaba desfi­ de nuestra casa, cuando á poco rato uno de
gurado enteramente. ¡ Padre mio ! digo gri­ los centinelas que tenían puestos para evitar
tando... ¡ Padre I../; Padre!... Yo quiero mo- ser sorprendidos, disparó un tiro ,- cuya lefia
a
los obligó á huir.piip^pifademente, dqjápdonte simo á ella podía distinguir. Mi dolor se
por qn olvido s.olff. Apepa^ me Jiullé .^hre, aübientaba á proporción que nos alejábamos,
me sentía impqls^ip á ’internarme ,dq nuevo no obstante las instancias y arbitrios de que
eq la qqipta patq.^bfnzar los trios restos de se valia para consolarme este buen hombre. Si­
pii? (Jesgraciadqspaflíes;;pero al mismo tiem­ guió instándome para que le dijese la cansa
po que trataba de.pgner en práctica esta de» de mi agitación y sobresalto: se la esplique
terminación, una, fuerza superior que yo no como pude, y me contestó de esta manera....
conpcia helaba mis miembros, y no me de­ Yo fui, Timancio querido, aquel que condujo
jaba dar un paso. Ya fa fatiga- y el .cansancio á tu padre el aviso de su próesima desgracia:
habian rendido m.ia fuerzas, y mis, potencias yo sabia que Klabell estaba encarnizado con­
no se encontraban , en estado de egercer sus tra tus padres, y que erq. susceptible de co­
funeiones,; de modo, que el sueno sp apoderó meter toda clase de crímenes ; por lo mismo
bien pronto de todas ellas. , íí: le avise con tiempo para que se previniese á
Cuando yolv}..ífe qd letargoi me bailó aca- evitar esta catástrofe , y premeditando lo que
ballo en un borriquillo, y asido del cuerpo podía suceder, determinó reunir algunos de
por un anciano ^potable, Al pronto se me mis colonos (que son buenos tiradores), con
representó al yiy$ la, figura de Klabell, y di cuyo ausilio pudiese , llegando á tiempo,
uq alarido que bienhechor sorprendió sorprender á Klabell, y ya que no prender­
sobre manera Vi y; le obligó á preguntarme, lo, obligarle á huir vergonzosamente al me­
qqál era la causa,, de mi sorpresa; yo sin nos ; pero la tempestad de ayer tarde no nos
responderle procuraba ver la quinta, y de permitió salir con tiempo para llegar oportu-
ningún modo podía,conseguirlo; ni aun un najarante á la quinta. Ya el mal no tiene re»
jjpuasco bastante elevado que habia muy próc- inedia j antes de hallarte hemos reconocida
EQ
toda la casa y hé encontrado en ella los res­
pues has de persuadirte, que en el pueblo
tos mas dignos de mi memoria! Mis criados
adonde vamos, hay muchos niños de tu edad,
van delante y llegarán antes que nosotros al
que cada cual recibe distinta educación , tie­
pueblo. ¡ Que desgraciado serias, querido Ti­
ne diversos sentimientos y distintas inclina­
mando, si no fuese por el sencillo apoyo que
ciones ; pero conozco que tu imaginación no
te proporciona la suerte en tu padrino (es mi
se halla dispuesta á récibir las impresiones de
gusto que eñ adelante me distingas con este
mis consejos: á la verdad que no lo estrado.
cohonestado). Siempre roe he dedicado á ha­
¡Qué idea tan terrible:::! Te haré no obs­
cer bien á mis semejantes , y el placer que
tante una reflecsion que te obligará á tomar
recibo en mitigar las desgracias de las criatu­
cierta idea del corazón humano. ¿Qué te
ras que la Providencia Divina pone bajo mis
parece hubiera sido de tí después de la aciaga
auspicios, es mayor que los que suele repor­
muerte de tus padres ? Huérfano y sin bie­
tarme su agradecimiento después que han sa­
nes, serias el desprecio de cuantos observasen
lido por medio de mis beneficios de la mise­
tu situación. En este'mundo, hijo mió, suele
ria en que se hallaban sumergidos; pero esta
no hacerse caso del hombre, cuando se halla
¡dea jamás me retrae de continuar favorecien­
en la adversidad, al paso que todos le prodi­
do á los desgraciados, porque esperimento
gan mil alabanzas y ofertas á porfía cuando
que el Cielo por otro lado colma mi casa de
de ninguno necesita. El interés es eh princi­
mas felicidades que merezco. Hijo mío, qui­
pal móvil del corazón humano: todo se hace
siera desde este instante poderte imbuir cier­
impulsado por su fuerza: tal vez si recurrie­
tas ideas que te servirían de una suma uti­
ses á la puerta de un pariente te despreciaria
lidad para que supieses conducirte del mejor
sin prestar atención á tus desgracias, y aun
íiiodo posible con los demas que vas á ¿tratar,
te llenaría de improperios. Esta es la inmo
21 s3
arte. Creo será là Vislà del'' pueblo úná Cosà
ralidad de que es susceptible el corazón hu­
mano. Mas no estamos en este caso,hijo mió, muy ri béva pata tí, pues hunca has salido
no verás en mí á tu propio padre ; pero sí su del recinto de la quinta ¿'encontrarás niífos
fiel retrato en su afabilidad é interés por tu. de tu edad5, con lós cualé¿\ en lós ratos dé
educación, y quedará muy bien pagado mi tício , podrás entretenerte bri Sencillas diver­
celo, si consigo llenar el hueco de mis deseos. siones. Conmigo saldrás á rhéhüdo al cánipo,
Yo advertía, que no obstante la realidad de porque es el teatro rhas á'^ojSb’Síto pdrá re­
sus espresiones, no quedaba satisfecho entera­ presentar la escena de la Vida y estudiar la
mente, ni mis sentimientos calmaban; pues naturaleza.
Ío me llamo Pablo Cátaíbelk : mi esposa
no dejaba de conocer que eran insuficientes
sus consejos entonces, y que si alguna cosa Petra será tu segunda madre, y mi hijo Joa­
me ocultaba, era con cierto misterio que yo quin tu único hermánO; llegaremos muy eri
no podía comprender. Mas la idea de la es­
breve al pueblo, y en mi Casa nos esperarán
con impaciencia, ptiéS mis Colonos ya habrán
cena horrible, que por mi desgracia habia
llegado y etíterado á todos de lo acaecido. Ten­
presenciado, no se borraba de mi memoria
permaneciendo grabada en mi corazón con ca­ drán grande alegría cuátido te vean rescatado
racteres indelebles. del furor deKbbell,ahp'aWqúeel sentimien­
Vas á un pueblecíto miserable, me dice: to de la aciága múerté dé tus padres ocupará
hallarás en él muchas casas semejantes á la por algún tienspo el Corazon de aquellas al­
tuya; pero mas pequeñas y todavía mas rús­ mas inocentes. ■
ticas que si estuvieran en el campo, sin mas Con éstas y otráS'Yefiécsiónes y adverten­
adorno que la naturalezas desnuda, sin que cias, llegamos á deséiibrir él pueblo de Vile-
apenas haya intervenido en su formación el pinee. Jamás sé presentó á mi vista perspec­
tiva mas agradable. Situada en la superficie pero bien pronto se paralizó el curso de esta
de una elevada y escabrosa cumbre rodeada alegría : al referirles mi padrino el fin aciágo
de arbustos y plantas de mayor ó menor al­ de mis padres, un profundo sentimiento se
tura , por entre cuyas ramas se dejaban ver apoderó de sus almas, y desahogaron su opre­
raudales cristalinos que serpenteando llega­ sión en lágrimas.
ban á esconderse al fin de ella , formaban un En seguida mi padrino, su esposa y Joa-
contraste muy agradable. A larga distancia quinito rodeáronme, y cada uno me dirigía
se descubría la cueva llamada de San Rober­ las espresiones mas tiernas, nacidas del cariño
to, tan memorable en aquel país por las par­ mas cordial con el objeto de animarme é ins­
ticularidades que encierra. La torre de la pirarme cierta confianza que hiciera renacer
iglesia, de una elevación considerable y de una en mi corazón el amor filial de que antes
estructura, en la cual dejaba verse el orden eran dueños mis desgraciados padres. Jamás
corinto de mejor gusto, aumentaba un real­ el corazón humano se «halla mas sensible á la
ce a aquella belleza. Aun se notaban otras voz de la razón y de la 'sana doctrina, que
particularidades dignas de atención que omi­ cuando todavía conserva las cicatrices causa­
to referir por no dilatarme demasiado y dejar das por una grande desgracia que acaba de
de la mano el asunto principal. esperimentar; y así que yo prestaba una aten­
Llegamos por fin á Vilepinee, entramos ción estraordinaria á sus discursos y amones­
por la calle llamada de Levanta el pie, en taciones, al paso que éstos iban causando en
cuyo centro vivia mi padrino, que este nom­ mi alma los efectos que mi padrino se pro­
bre le daré en lo sucesivo á mi bienhechor. metía. ¿Que' desgracia, por pequeña que fuese,
Descansamos en los brazos de aquella familia habia yo de presenciar en aquel acto que no
que nos prodigaba las mas tiernas caricias; me enterneciese en términos que me fuese
imposible dejar de deríamar un torrenté d© nito procuraría entretenerme con sus piierilei
lágrimas y escitar el movimiento de niii fuer­ diversiones y juegos inocentes; pero que lue­
zas físicas y morales parà remediarlá eh lo go era necesario dar principio á la obra de
posible , ó hacerla mas soportable al infe­ mi instrucción. Yo accedí gustoso al pro­
liz que la sufriese? Veía en aquellas büé- yecto; mas enagenado en el sentimiento no
nas gentes una afabilidad encantadora , una tenia lugar en mí la distracción : procuraba
sencillez en sus acciones y modales inimi­ desechar tan melancólicas ideas ; pero una
tables y un carino hacia mí, de modo, que causa incomprensible , me las recordaba á
junto ésto á mis circunstancias , podia for­ cada instante. Traté de hacer un esfuerzo, y
marme el concepto ilusorio de que tenia á aunque violento, fue en vano. Tal era el aba­
mi vista mis propios padres; en efecto, que timiento de mi espíritu, que Joaquín se vio
si no lo eran realmente, ál menos no desde­ obligado á decir á su padre el estado de mi
cían unos de otros en otra cosa que en la va­ confusión; y este buen anciano recurrió al
riedad de que la naturaleza hace uso para punto á sos consejos, que amalgamados con
distinguirnos á primera vista, sin la cual rei­ su cariño, causaban el efecto de un famoso
naría una confusión general que nos pondría cordial: solo ellos eran capaces de restablecer
en el caso de desconocernos.. No obstante, las el equilibrio de mis potencias.
facciones de mi padrino tenían cierta seme­ Aquel dia lo pasamos en un estado de
janza con las de mi desdichado padre , seme­ perplexidad difícil de difinir,' y pasado el si­
janza que me infundía un respeto amoroso; guiente fuimos á la escuela. Mi padrino me
dignó del carino que él me dispensaba. • recomendó muy encarecidamente al maestro,
Me dijo después mi padrino, qué aijüéí que se llamaba don Pascasio Policeno : él
dia y el siguiente descansaríamos y Joaqui- prometió echar el resto de su ciencia para
instruirme en los rudimentos del estudio de basta la conjugación de verbos, escribían y
las primeras letras. Era de un semblante poco contaban correctamente.
agradable, el cual nunca se obserbaba sin un Muy satisfecho los primeros dias de mi
ceno cruel, capaz de intimidar al hombre mas aplicación, me daba parces y me presentaba
sereno. Vestía un gran levita que le tocaba a los demas como modelo de aprovechamien­
en los talones, calzón corto con gigantescas to; mas la criatura que nace con el signo de
hevillas, media blanca con babuchas negras, la desgracia, jamás prospera largo tiempo»
una gola muy ceñida y un gorro azul, que pues que la emulación y la intriga tiene lie-
casi le cubría los ojos, formaba su trage. Las ehad.as .raíces hasta en el corazón de los ñi­
cejas le sobresalían mucho, y cuando se in­ ños , que generalmente saben antes el modo
comodaba con alguno de nosotros, nos arro­ de dañar á sus semejantes, que el medio de
jaba miradas que denotaban su furor interior. precaverse de sus débiles maquinaciones. A
Lo primero que me preguntó el tal don poco tiempo la afabilidad que me demostraba
Pascasio fue por mi patria y el nombre de don Pascasio, se convirtió en un género de
mis padres. ... al contestarle sentí renovadas ódio implacable. Su rigor inconsiderado me
•las llagas que dejó' ipapresas en mi corazón el hacia temblar en su presencia, al paso que
sentimiento producido por su muerte, y ape­ su injusticia engendraba en mi pecho cierto
nas podía contener las lágrimas. En seguida rencorcilío que hubiese satisfecho por mí mis­
me’ hizo sentar á su lado para ecsaminar los mo si mis fuerzas se hallasen entonces en es­
conocimientos qué yo reunia, y determinar tado de poder competir con las suyas. Nada
la clase á que debía pertenecer. Me destinó ecsaspera al hombre abatido en tan alto gra­
á la de tercer año, la cual comprendía á to­ do , como el que otro de su especie , apro­
dos los que estudiaban gramática castellana vechándose de las circunstancias en que
reúne el poder á la arbitrariedad , le ani­ de mí corazón! No trataba dé emprender
quile , le sujete á sus mas infundados capri­ césai alguna sin que precediese su dictamen,
chos y le ponga en parangón con los brutos, con el cual, sirviéndome como de rodela, ca­
que insensibles á la razón, no ceden sino es minaba tan seguro á mi parecer , como si
al rigor del castigo. Decia yo á mis solas: ¿Y fuese resguardado de un muro inespugbable
podrá esto llamarse desear el bien de sus dis­ á todos los contratiempos. Muchas mas obser­
cípulos y el proporcionar á la sociedad sabios vaciones mç hacía á1 mí mismo 5 pero tengo
que la ilustren con el tiempo ? Policeno refe­ por conveniente omitirlas para no separarme
ria con frecuencia el antiguo adagio: La letra deihasiado de la ilación'de mi historia.
con sangre entra. ¿Dígame Policeno, si el te­ ■ Cada dia crecia el rencor del maestro Po­
mor es compatible con el cariño y con el res­ liceno contra mi inocencia; el cual llegó has­
peto ? El temor se engendra con el castigo, y ta el estremo de obligarme á romper los vín­
rara vez se presenta sin síntomas de un odio culos mas sagrados de agradecimiento á mis
concentrado. Por el contrario, puede asegu­ bienhechores dándoles un disgusto. La natu­
rarse que no liay cariño sin respeto, ni res­ ral inclinación á huir del mal que nos aqueja
peto sin cariño. Yo me acuerdo, que á mi pa­ cuando pende del arbitrio del hombre1, rae
dre amaba tiernamente al paso que le vene­ obligó á escaparme. Salí un dia de la escuela
raba con sumo respeto ; jamás empleo otros con todo mi cuerpo dilacerado por el furor
medios á este fin que la dulzura y la afabili­ de Policeno, y temiendo que mis padrinos,
dad ; todos sus consejos eran producidos por me obligasen á volver al dia siguiente, y que
una y otra, de modo que yo conocía que su si yo demostraba alguna repugnancia en ac­
objeto era procurar mi bien, y esto me esti­ ceder a ello, el maestro les informaria mal
mulaba á manifestarle hasta lo mas recóndito de mí suponiendo inaplicación e indocilidad,
3« ' an ..... ‘ 33
por cubrir dé este modo su inicuo proceder, a llegar al ocaso, y su resplandor únicamente
realicé el proyecto de marcharme á la falda se advertía en las cimas de los árboles mas
de la montaña que sirve de base al pueblo. elevados. Todos los objetos que se presenta­
Eran las once de la mañana, y al momento que ban a mí vista, habían perdido la viveza de sus
salí al campo brincaba de gozo y me parecía es­ colores, y ya se percibía en ellos una oscu­
tar en medio del paraíso; me entretuve por el ridad que me infundía tristeza. Los silvidos
pronto en coger algunas pequeñas particulari­ de algunas lechuzas y los graznidos de otras
dades que llamaban mi atención, y al momento aves nocturnas anunciaban la procsimidad de
me sugería la idea de presentarlas á mi madre; las tinieblas de la noche. Combatían al mis­
pero ¡ay de mí! la habia visto morir por mis pro­ mo tiempo con mi espíritu, el temor de ser
pios ojos ::: La alegria que me infundía el víctima de alguna fiera, el terror de la no­
verme libre de Policeno, tenia enagenado mi che, el sentimiento de estar léjos de mis
espíritu por entonces, y la tristeza no tenia bienhechores, a quienes consideraba sumergi­
lugar en mi corazón. Seguí mi determinación dos en las mas crueles meditaciones sobre mi
sin acordarme de comer, ni de que la noche ecsistencia, y derramando lágrimas por su ahi­
tardaría pocas horas en estender sobre aquel país jado : los veía en mímente buscarme- por todo
su negro manto, pues estábamos en el mes de el pueblo y sus alrededores, desconfiados de
diciembre. Permanecí largo rato vagando por hallarme ya aquella hora, y maldecir la en que
aquellos contornos basta que la hambre me me mandaron á la escuela. Porotra parte duda­
llegó á molestar demasiado. También mis dé­ ba si la cuadrilla de Kla.oell tendría su asilo en
biles fuerzas, poco ejercitadas hasta aquel aquella montana, lo qóe me parecía muy ve­
momento, me iban dejando á proporción que rosímil. Va era de noche enteramente é in­
trataba de violentarlas mi espíritu. El sol iba dispensable buscar asilo donde guarecerme de
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los peligros que me cercaban. Descubrí a lo observar á poco de internarme en la cueva
lejos un resplandor que* no parecía artificial: un depósito de pajas, colocadas con cierto or­
trato de llegarme á- él, guiado por la- antor­ den que formaban una especie de lecho rús­
cha de Ja inocencia, caía y me levantaba á tico ? Trato de aprocsimarme con el objeto de
cada paso, no obstante asirme á cada mo­ descansar, recostándome en él, lo ecsamino
mento á- las ramas de los- espesos^ arbustos mas de cerca, y veo cuatro cachorros que los
que allí vejetabam abundantemente , y por califique al instante de perros. Figurándose
último, al cabo de largo rato llego al sitio estos animalitos que su madre llegaba á traer­
que habia descubierto. Este era una gran ca­ les la presa que debían devorar, empezaron á
verna que despues!süpe ser- la misma-quó mi moverse, y yo les hice mil caricias, á que
padrino me indicó» desde el camino cuando reconocidos, repetidas veces correspondían fro­
nos dirigíamos á-Vilepinee , conocida-con el tando mis manos con sus suaves lenguas. Me
nombre de cueva-de-San-Roberto. -Sti embo- recosté en efecto, y ya iba el sueno á rendirme
cadura guarnecida de-plantas aromáticas , en­ á pesar de la hambre que me devoraba, cuan­
tre las cuales se criaban- un sin numero de do un ruido que llegué á percibir por entre
gusanos fosfóricos, parecía adornada comuna las matas, con dirección a la cueva, me puso
multitud, de diamantes- pulimentado^ que á alerta. Veo entrar en ella por fin dos anima­
lo. lejos dejaba verse como utt¡ fenómeno de les de la misma especie que los cachorros que
la naturaleza. Estos- fósforos luminosos- pres­ tenia á mi lado, y dirigiéndose hácia donde
taban á algunos pasos de lo- interior de la yo estaba, me decidí á llamarlos para que se
cueva una claridad que, aunque confusa, era acercasen mas; pero asombrados con el ruido
muy suficiente para distinguir lo que habia que hice y el sonido de mi voz, huyeron pre­
en ella. ¿Pero cuál seria mi admiración al cipitadamente dejando caer la presa que con-
dücian. Sentí mucho causarles esta vejación , iluminando aquellas escabrosas colipas. El
y me compadecía de lós>cachorros que, ám- soíq éfrfe' lanzaba sus rayos resplandecientes
brientós, esperaban el momento de satisfacer en la 'embocadura de la caverna, penetraba
sú apetito, Ea curiosidad, ó mas bien la ham­ Oblicuamente en, ella hasta herir mi vista. Me
bre , me precisó á coger lh presa que habían incorpóre7; y Habiendo salido á la parte afue­
dejado caer: y el regocijo ocupo7 el pequeño ra, quedé lleno de admiración al considerar
lügár que dejaba én mi corazón el senti­ lo inaccesible de sus inmediaciones, me es­
miento al convencerme'de que tenia en mis tremecía al ver su estraórdinaria elevaciop,
.manos un pedazo de queso y otro de, pan: y no atinaba mi vista con el camino que íne
sin reparar en que estaban llenos de babas, condujo áella. ¿Cómo era posible,decía, que
lOs devore con sumo gusto. Ibanse reani­ én este acto, á pesar de la claridad del día,
mando mis fuerzas’ con el alimento que había pudiese subir de nuevo!? Mil veces segura­
tomado, y ya me sentía con algún vigor para mente me hubiese'precipitado en los abismo,«
sufrir das incomodidades de mi habitación es- qüe se descubren .Volvime á la caverna,
puesta á tantos riesgos: la noche aciága de la y hallé dos de los cachorros, que habiendo
muerte de mis padres, se me representaba rédito á la hambre, acababan de ser víctima»
con el colorido • mas patente, y á pesar de de su opresión. Sentí en estremo esta desgra­
que estos recuerdos rechazaban el sueño que cia juzgándome en parte autor de ella , y
venia' á asaltarme! á cada instante, logró este por si sus padres hacían nuevas tentativas
bien pronto hacerse dueño de mis sentidos, para socorrer á los dos restantes, me oculté
sin despertar hasta que la aurora brillante es- en la misma cueva detrás de una gran piedra
tendiendo su dorado' manto sebre el dilatado que formaba á manera de un callejón: me in­
ofizonte, disipaba las tinieblas de la noche terné por él, y quedé lleno de admiración sil
notar particularidades preciosas de que estaba rebano de ovejas que se" apacentaba en.Jp
llena aquella gruta, y que no me fue dado hombría <de otta montana, situada a naedip
analizar por entonces. Toda la mañana pasé cuarto-de hora de distancia del punto dond^
entretenido en ecsaminar aquellos portentos yo míe hallaba. -Dedicado. en buscar el.fitiq
de la naturaleza, y en coger algunos de ellos, mas 4.-propósito para bajar, pude encontrar
sin acordarme de otra cosa. una Senda oculta , por la cual fácilmente di­
Volví después al sitio donde habia pasa­ rigí mis débiles pasos, hasta llegar al rebano
do la noche, y ya habían desaparecido los ca­ que -acababa de descubriri ¡Idegue en efecto,
chorros que aun alentaban cuando me inter­ y-las &véjas! huyeron precipitadamente de mi,
como si fuese de un lobo. .’. .Nadie las Ha-:
né en la caverna. Sin duda sus padres, por
el propio instinto que la naturaleza les con­ maba -ni precisaba á huir, lo que me hizo
cede , trasladaron los dos restantes á otro creer que ’el pastor tal vez se liabria dor-
sitio donde ios creyesen mas seguros. mido. Para enterarme de Ja certidumbre de
este penisamiento-, ecsaminé con detención va­
Volvía ya la necesidad á escitar mi ape­
rias matas y peñas sin hallar la menor señal;
tito, y no podía esperar que la casualidad se
valiese de un medio tan raro para socorrerme de su custodia , sigo mas adelante y horrori-r
de nuevo, como la noche anterior, por-cuya zado me detengo1...... indeciso permanecí al-
razón me determiné á discurrir por aquella ígunos segundos, sin atreverme a retroceder
escarpada montaña guiado por cierta especie ni á adelantarme. .. Un hombre, cuyo rostro
de confianza que me animaba á buscar al­ estaba lleno de heridas es el espectáculo que
guna sustancia vejetal con que mitigar la me -asombra..,-;. ¡Qué espanto! Sus vestidos
hambre que ya me incomodaba demasiado, empapados en su propia sangre á penas se por
Pude distinguir, aunque con dificultad, un dia decir de qué color- eran , y ¡>u frió cuerjiq
yacía en tierra ! Mé retiré haciendo'milpro- yaba en mi semblante los signos de mi tra­
pósitos de rio volvér á aquel sitio que no vesó ra.La primera persona que vi fue unq
podía mirar sin espanto. Todo se’ conjuraba de* mis condiscípulos ; me acerqué á él, y me
contra raí pareciéndome un castigo del cielq dió la noticia de que Pólicenó se hallaba pre­
por haber faltado á los deberes qtle me im­ so.; y aunque éste muchacho ignoraba*la'cau­
ponían el interés de' mis padrinos y el res­ sa , no deiaba yo de pensar sería mi fuga d al­
peto que debía tributarles. Estas considera­ guna crueldad que hubiese 'cometido con los
ciones me intimidaban demasiado y ocupa­ otros, condiscípulos. Atravesé las calles del pue­
ban mi imaginación.1 Después de haberme blo hasta llegar á descubrir la caáa de mis
alejado bastante de aquella montana!, me sen? padrinos: ya me encontraba muy cercá, y lo
té en el suelo reclinando el cuerpo sobre una primero que descubro es mi madrina, ¡que
piedra para deliberar á cerca de mi situación: recostada en una silla con el peló tendido
mil dudas combatían mis proyectos, y por y mal vestida estaba llorando, advirtiendo
último me decidí á abandonar áqüel género únicamente que’ entre sollozos pronunciaba
de vida restituyéndome á casa de mis padri­ mi- hombre.... entonces no pude contenerme..;
nos. Deseaba el momento de postrarme á Gorro apresurado á echarme á suá pies. Ella
sus pies y pedirles mil perdones: veía él ins­ ■se sorprende... rehúsa que la abrace creyendo
tante de regar sus plantas con mis lagrimas que era ilusión lo que presenciaba. Reflexio­
de reconocimiento y á toda la familia estre-r na. . recapacita... me mira con atención... me
¡citarme entre sui¡ brazos, reconoce al fin... Yo no podía pronunciar otra
Puse en práctica esta determinación, y me voz que perdón..;perdón;/..'mi querida: madri­
restituí á Vilepinee. Ño me atrevía á entrar na. Me estrecha una y mil veces entre sus
en la población, pues se me figuraba que lie- -brazos, cambiando las lágrimas que antes ergn
de sentimiento y desesperación, en gozo y: ale­ átomo de lo que te baya acaecido, seguro de
gría. ¿ Donde has estado, -hijo teio ? ¿ pero vi­ que yo reservaré lo que convenga, y solo re­
ves? ¿és -cierto lo que y«®? ¡Cíelos! ya uíe feriré lo necesario. Yo se lo prometí después
persuado1 de que -las 'noticias funestas -que acer­ de mil rodeos, y habiéndole hecho narración
ca de. tu ecsistetici-a nósbabian dado^.-fueron de lo que me pasaba en la escuela, trataba
ihecsactás. Tu padrino^con varios de, sus co­ de ecsagerar tal como podia la crueldad del
lonos,,. recorren «ou ¡esmero todos dos-alrede- maestro y su injusticia, hacie'ndole ver que
dores del pueblo ,•y ayer, hijo 'mío 3,-qyen.. el rigor de éste y el temor de que me obliga­
cop mil rodeos y tjisftacss mfc anunpiaroní, que sen en casa á volver á la escuela, bajo la fé­
habiendo hallado -vestigios de ¡tus rqpas,:era rula de aquel tigre, me habían puesto en ej
cierta ,tu muerte... ¡ Qué .pena -frap cruel ¡se caso de huir á aquella montaña. La referí
apodero de mí! En-todáíl# casa resonaban-sin todo lo que me habia sucedido en ella la no­
intermisión los gemidos-mas dol’onosos.jTn-par che anterior , y que habiéndome dirigido por
drino desesperado’corre-jen tubugoa¡,, y -oreo la mañana instigado por la hambre hácia un
no haya recibido la menor ¡noticia de'fru.ecsis- rebaño de ovejas que pacia á bastante distan?
tencia.;./ Cuántos danos'cadsa, querido. Timató- cia , hallé un hombre muerto, que vertiendo
■cio, un momento de indeliberación LLa fal­ sangre aun por sus recientes heridas, estaba
ta de precaución, y el .no conocer los -riesgos todo desfigurado. ¡Ay! esclama con un acen­
d que «os esponemos, nos- precipita -casi siem­ to agudo. ¡Dios mió!... ¿Qué oigo? mas di-
pre en medio de ellos. -¡ /7 . .......... me., ¿ pudiste distinguir algunas de sus fac­
Cuéntame, hijo mió, todo lo que te l>a ciones?... No , madrina mia, porque un ter­
pasado , y d-ime dual fue da causa que fe obU- ror pinico se apoderé de mí, y me obligó á
¡go á ausentarte dé -nuestra tíasa: no omitas un retroceder con espanto.. ¡Qué recelos tan fu-
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Tiestos! ¿Sería tu padrino? Que congojas tas ba perversidad de corazón. Llenos dé sátisfic
mortales perturban 'mi entendimiento..... no c.ion nos entregamos todos á la nias completa
puedo mas... Esposo mio.. Querido Pablo.... alegría, disponiendo un pequeño banquete en
Estando mi madrina en el mayor rigor de su obsequio de mi fia llazgo. He aquí un retrato
frenesí, llega mi padrino con su comitiva lie- del hijo pródigo. Instó mi madrina á su es­
tíos de sudor y polvo, desconfiados de encon­ poso qúe refiriese ios pasos que líabia dado en
trarme,'No hay palabras suficientes en nuestro mi busca y todo lo demás que le había suce­
idioma para espresar con exactitud el gozo de dido en este tiempo, y él dio principio a sa­
aqueìlà buena mugeír' al momento que los di* tisfacer nuestra curiosidad, diciendo. «Des­
visa... 'f Oh dia venturoso! esclámaqqué dicha de el momento que salimos de Vilepinee' nos
tan inesperada ! ¡ desaparecieron mis funestos empleamos en recorrer escrupulosamente to­
recelbs! Ven á mis brazos, Pablo , somos di* das estas cercanías para indagar el paradero
chosos... aquí está Timahcio... Veny hijo mio, de Timancio. Eran las doce de la noche, y no
dirigíe'ndose á mí. Ven, abraza á'tu padre..:. habíamos hallado el menor vestigio de su pa­
Toda està escena estaba presenciandd Joaquin radero; mas á poco rato , unos alaridos lasti­
sentado á un ángulo del patio con cierta se* mosos, que denotaban la opresión violenta, del
lenidad que anunciaba no muy buenos sen­ que los producía, nos pusieron en especta-
timientos, pero se atribuyo' por entonces á cion. ¡Que me matan! ¡que me matan!“
turbación de su espíritu/ Ace'rcate, Jé dice su ¡Dios mió!... favorecerme... Al momento mi
madre, toma parte también en nuestro rego­ imaginación , enagénada en la pe'rdida de Ti-
cijó. El rehusaba • hacerlo, mas sin duda por mancio, me persuadía de que solo esta des­
el temor de incomodar á sus padres,'accedió graciada; criatura podía ser la víctima que di­
mostrando siempre ana frialdad que'denota* rigió sus últimas deprecaciones al cielo. Guia-
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. .47
do por la desesperación y sentimiento, corro realizar completamente su proyecto. Abisma*
con mis criados al sitio donde me parecia eran dó en estas congeturás,, no paré en toda la
emanados aquellos gritos dolorosos: llegamos noche sin permitir qüé ninguno de los que me
al fin, y solo se presentó á nuestra vista el acompañaban descansasen un minuto.
espectáculo mas terrible... Un hombre atado Apenas el Sol disipó las tinieblas de la no­
de pies y manos, y tendido en el suelo con che , recorrimos de nuevo aquellos contor­
su cuerpo lleno de heridas mortales , apenas nos, y ya-desesperanzados de hallar á nues­
tenia ya el menor signo de vitalidad; articu­ tro hijo Timancio, me regresé con los criados
laba pocas palabras y con mucha pena. Uni­ penetrado del! dolor mas acerbo, hasta que
camente pudimos deducir de ellas que era llegando á casa he tenido la dicha de veros á
pastor, y había sido herido por unos ladro­ todos, sin que vuestra salud haya padecido
nes : espiró á poco en nuestra presencia sin alteración á la vista.
darnos tiempo á hacerle mas preguntas. De­ Después de haber oido la relación de su
jamos á aquel cadáver bañándose en su pro­ viage, mi madrina- le dice: ¿ Sabes querido
pia sangre, y disponiendo las armas para la Pabló, que Timancio también llegó á ver ese
defensa en caso necesario, resolvimos conti­ espectáculo horroroso que me dices? ¿Cómo,
nuar nuestras indagaciones, hasta entonces in­ es cierto ? Si.. no debió- estar muy lejos de
fructuosas , acerca de Timancio. Sospechó des­ nosotros en aquella ocasión. Pues vamos, una
de luego que los asesinos fueron algunos de vez que yo he satisfecho vuestros deseos, haz­
la cuadrilla de Klabell, y bajo este supuesto me ell gusto Timancio de decirme lo que te
era verosímil que habiendo hallado á Timan­ ha pasadó, y por qué causa. El respeto que
cio se lo hubiera llevado consigo, ya que la me infundía su presencia, y el conceptuarme
otra vez su precipitada fuga no les permitió en algún- modo delincuente, no me prestaban
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valoreara hacer lo que quería mi padrina, y oir lo que decía aquel noble aldeano, y no
tuvo su esposa que suplir, mi falta disculpán­ quedó uno que dejase de convencerse de Ia
dome en lo posible, y refiriendo lo mismo que veracidad de mi relación, compadeciéndome
yo la tenia manifestado. Mi padrino, asom­ cada vez mas.
brado al oir mis travesuras, dio principio á A pocos dias llegó á Vilepinee un sugeto
sus acostumbrados discursos, que se reducian instruido que se dedicaba á la enseñanza de
á darme sanos consejos y reconvenciones sen­ las primeras letras. Se le mandó á llamar, y
cillas. Desaprobaba también el proceder del habiendo examinado mis conocimientos, se
maestro Policeno, y prometía no mandarme obligó á transmitirme los suyos, que eran
en lo sucesivo á su escuela. bastantes para hacerle digno del renombre de
Estaba yo impaciente, no obstante por sabio.
saber la causa de la prisión de Policeno, y á Dimos principio á nuestras lecciones el
poco rato un vecino, que habiendo tenido no primero de enero del año siguiente: los rápi­
ticia de lo sucedido se interesaba en el éxito dos progresos que hacia yo en las matemáti­
de la ocurrencia, llegó á dar la enhorabuena cas y en el estudio de la física, no dejaban
á mis padrinos, y nos dijo que el maestro hueco alguno én los deseos de mi maestro y
estaba preso por haber sido denunciado á la de mi padrino. ¡Qué diferencia tan notable
justicia de infanticida, porque llevado de un se echaba de ver en el proceder de Policeno y
rapto de furor había herido á un niño en la ca­ en el de don Juan ! La afabilidad de éste era
beza y causadole la muerte, y que los padres un imán que arrebataba mis potencias al es­
de esta criatura inocente clamaban y pedian tudio. Su modestia , su virtud, su prudencia
venganza al Cielo y 4 los jueces contra aquel y fina educación me servían de un modelo,
bárbaro inhumano. Todos se estremecieron al que con solo observarle atentamente gravaba
en mi entendimiento hasta sus mas disminu» de mi hermano político Joaquiniío. Este mu­
tivas partes. Policeno me amenazaba, me re­ chacho, que nació' con un semblante que de­
prendía agriamente sin razón, y me martiri­ notaba lo perverso de su corazón, á cada mo­
zaba con crueldad. ¡ Bárbaro! ¿ Quién le con­ mento descubría por las obras rasgos de su
cedió ese poder arbitrario sobre mi persona? maldad, y no quiso de ningún modo estudiar
Sin duda Policeno estaba persuadido de que bajo la dirección de don Juan. La naturaleza
la necesidad de un director en la juventud le habia dotado de un talento superior; pero
que la instruya en los rudimentos de las le­ las riendas de su infancia fueron puestas en
tras, le constituía en verdugo de sus discípu­ manos de Policeno, hombre inepto para este
los. Cierto es que sin maestros no habría dis­ cargo; y así es queJoaquin distinguía lo bue­
cípulos ; pero no lo es menos que sin discípu­ no de lo malo; pero el torrente impetuoso de
los no habría maestros: he aquí la balanza sus pasiones, jamas contenido, rompía los di­
que sostiene el equilibrio de la sociedad. Pues ques de la razón, y le conducía al caos de
¿ qué derecho podía alegar este segundo Calí- todos los vicios.
gula para tratar á sus alumnos de aquella Las travesuras de Joaquín cada dia cobra­
suerte?¿No hay otros medios suaves que em­ ban un aspecto mas serio, y su mayor delei­
plear mas á proposito? Cierto que la política te se reducía á hacer mal cuando menos po­
absurda de Policeno hubo engendrado en mi día temer la venganza recíproca de aquel á
alma un odio á la escuela y una adversión al quien habia daíiado. Habiendo conocido su
estudio, ecstinguibles únicamente con los a- padre que el interés era el único resorte ca ­
tractivos de don Juan. paz de mover la máquina de mi hermano po­
Volvamos pues la vista, mi amado lector, lítico, se valió de este medio para obligarle á
hácia las costumbres , sentimientos y demás que estudiase conmigo bajo la dirección de
don Juan. Prohío conoció este sábio el nirí* lucioii á mis problemas, y admiraban en mi
gun fruto que se sacaría del talento de Joa­ edad un (ingenio tan ilustrado.
quín , y que el interés que se empleaba para Satisfechos todos de la diferencia que me,
atraerlo á la escuela, gravaría con el tiempo diaba: entre la bordonería de Joaquín y mis
en su corazón los funestos caracteres de la adelantamientos, resolvieron echar el resto
ambición, mas desordenada, atendiendo á su de su indujo para Convencerle y atraerle al
predisposición para todo lo malo. En efecto, estudio; mas todo fue en vano. De dia en dia
conservaba un odio terrible á los libros y á caminaba con mayor velocidad por la senda
todo lo que pudiese instruirle en lo que le del crimen. Se tomo el recurso de sujetarlo
convenia, y al mismo tiempo me acusaba á oprimiéndole, y el. resultado fue que habién­
cada momento de inaplicado; pero á pocos dose escapado un dia de casa, entró,en la de
dias se supo quien lo era efectivamente. un vecino cautelosamente, y robé á éste in¿
Por casualidad llegaron dos tios suyos á feliz el corto caudal que á costa del sudor de
Vilepinee, y queriendo saber nuestros ade­ su rostro había ahorrado en el discurso de tres,
lantamientos , señalaron el dia de nuestro anos. Salió su padre en su busca, y tuvo la
exámen, en el cual Joaquín se cubrid de opro­ desgracia de hallar á su hijo en el campo en­
bio , y yo rae llené de satisfacción y de glo­ tretenido en contar las monedas. Al momen­
ria- Todos premiaron mi mérito con algunas to se le representa su sangre manchada con
dádivas que recordasen la aplicación que me los mas negros borrones. Veía el cuadro de
las habia grangeado, y se entretuvieron aun su envilecimiento dibujado por su propio hi­
mas en sondear mis conocimientos, hallando jo con la propiedad mas criminal. ¡ Hijo des­
íatisfechos sus deseos superabundantemente; naturalizado, le dice : no, no soy tu padre^
pues á veces no hallaban ellos mismos la so- ¡ Eres indigno de que te reconozca por hijof
La naturaleza se estremece por los criminales le sirviese de freno á sus pasiones. Se lo lle­
golpes de tu perversidad. El Cielo pondrá vó á la ciudad en efecto, y quedó recomen­
término á tus maldades. ¿ Qué dinero es ese? dado á los directores y catedráticos del cole­
¿ de dónde te ha venido ? ¡ Ah! ya no te fal­ gio de humanidades que en ella habia. Ya
ta otro paso que dar hácia tu perdición. Con nuestra casa rebosaba en tranquilidad, y yo
la mayor serenidad oye la repulsa de su pa­ carecía gustoso, de la compañía de Joaquín
dre , y le contesta: re Que cuantas veces le sip temor de que me incomodase en las horas
oprimiese haría otro tanto, y que aquel di­ de mi estudio, ni martirizase mi corazón obli­
nero se lo había encontrado.55 Esta contesta­ gándome á presenciar á Cada paso escenas des­
ción, propia de un hombre acostumbrado á agradables; pero al cabo de dos meses se ha­
toda clase de delitos, irritó el ánimo de su lló mi padrino con la siguiente carta que le
buen padre, y lé condujo de nuevo á casa. dirigió el patrono dél colegio, concebida en,
Ya se pueden considerar los disgustos que estos términos:
este atentado de Joaquín reportaría á mi pa­ Señor de Catamelk : Con el mayor disgus­
drino. to me veo precisado á poner en noticia de N.
Aun este honrado padre quiso valerse de el ningún fruto que puede sacarse del talento,
otro recurso para educar á su hijo ; creyó que del cahallerit o Joaquín-. es cierto que antes de
conduciéndole á la ciudad, y dejándolo en un escribir ésta carta , me he puesto en el lugar
colegio donde se rozase solamente con jóvenes de padre. Considero á V. penetrado del mas
de buenos sentimientos y de arregladas cos­ vivo dolor; pero ya hemos apurado, todos los
tumbres, se le podrían imbuir las mácsimas recursos sin utilidad alguna. No estamos en
morales de que tan esausto estaba su corazón, el caso de mirar como- puerilidades las- trave­
haciéndole renacer algún rasgo de honor que suras de su hijo, que ni aun á la verdad, la
pertenece este título'. á proporción que crece no sabia que partido tomar, ni que determi­
en edad, van tomando un aspecto mas serio,' nación seguir; por fin resolvió mandar por eL
digno de la atención de los jueces mas rectos.' Llegó Joaquín á casa, y su padre no qui­
Este es un colegio de instrucción, no una ca- so verle para evitarse un disgusto. Noticia que
sa destinada á corregir hábitos adquiridos. á Joaquín le fue sumamente grata, pues de
El caballero Joaquín debe salir de esta corpo­ este modo eludía la reprensión y los golpes
ración. porque sus inclinaciones van esten- que debía prometerse de la cólera que habia
diéndose á algunos de sus condiscípulos, y la escitado su proceder en el a'nimo de su padre.,
honra que hasta ahora ha servido de divisa Mi madrina lo tomó por su cuenta, le re­
á este colegio, se convertiría en un negro bor­ prendió agriamente, pero como la debilidad
rón siho se tomase esta providencia. de las madres no las permite ser severas, lo,
V- conoce lo justo de mis razones', debe hecho mi hermano á burla y diversión. ;
tener al mismo tiempo una idea del fondo de A pocos dias debia pasar una partida en-;
su hijo, y por consecuencia no entrañará esta cargada de la conducción de vagos para la ma­
determinación. rina con destino á Ultramar. Casualmente •el{
En nombre de todos los individuos le rue­ que comandaba dicha partida era el brigadier
go ¿í, que á la mayor brevedad posible, ven­ Auspe, íntimo amigo de mi padrino, y con
ga á encargarse de su hijo. Compadecemos á este motivo trató desde luego de tomar una
V. sobremanera S. S. S. S. TV. TV. de N. N. , seria determinación para evitar que con el
tiempo Joaquín nos cubriese de oprobio é ig­
Nadie puede figurarse la impresión que nominia, Llegó Auspe, y se alojó en nuestra
causó á mi padrino esta carta. Una profunda casa, y al instante mi padrino trató seriamen?
melancolía se apoderó de su sistema, y ya te con ól sobre su hijo. Convinieron, y el
brigadier prometió encargarse de sa cuidado, ¡mi padrino, á instancias mías, mandarme á
y de proporcionarle ascensos en la marina, la ciudad de Viena para que' me instruyese
para lo que decía que el gènio de Joaquín era completamente.
muy á propósito. Se dispuso reservadamente Mucho disgusto les causó á todos mi via-
lo necesario, y llegado el dia de la partida, ge; pero los deseos de ser hombre útil á la
salió mi padrino con Joaquín y el brigadier, sociedad en un estudio tan sublime, amalga­
dejando, á mi madrina en la inteligencia de maba con el sentimiento la esperanza de me­
que aquel paso era únicamente para intimi­ recer con el tiempo elogios de los hombres
darle. Llégaron á un pueblo donde la tropa mas sábios, y me consolaba sobre manera.
hizo alto, y mi padrino se retiró á casa de­ Fui á casa del barón de Ruidelle, hombre
jando. á su hijo encargado al brigadier, con, muy fino en su producción y en todo lo que
ánimo de no volver á verle. Es claro que este pertenecía á su persona. Era un solieron de
buen padre estaría poseido de un grande sen­ 45 años, robusto, bien formado y de no ma­
timiento por espacio de algunos dias, como la fisonomía: particularidades que reunidas,
los demas de la casa luego que supieron la componían una figura algo interesante.,
verdad del hecho. Recibía muchas visitas que yo notaba se
Pasaron doce anos sin que nada acaecie­ internaban hasta su gabinete algunas de ellas;
se digno de la atención del lector en nuestra pero todas haciendo mil afectadas cortesías,
Casa. Ya era yo un perfecto fisico. El estudio que yo las miraba como acciones que envile­
de la naturaleza era la materia de mis medi­ cían á los que las egecutaban, acompañadas
taciones y discursos. Ya don Juan me liabia de varias espresiones de cumplimiento que
transmitido todos sus conocimientos, y no dicen mucho y nada significan, y que para
podiendo adelantar mas en Vilepinee resolvió ellos, á lo que yo comprendía, todas eran sj-
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nénimas entre sí. A estas ridiculas humilla­ tener pagado un maestro de ceremonias para
ciones contestaba el barón dando alguna que. que enseñe á Sus hijos á practicar toda esa di­
otras cabezadas á derecha é izquierda, y ellos versidad de movimientos, siendo tan indis­
quedaban muy pagados de su correspondencia. pensable su egecucion en la sociedad como
Si llegaba alguna señora se levantaba...... las mismas letras. Y ¿qué me diréis, querido
se ofrecía á sus pies.... la risa dejaba verse al baron, acerca de ese joven petrimetre que
momento en su semblante, y empleaba las acaba de dejarnos en paz, el cual ha vertido
voces mas suaves y las espresiones mas lison­ en su conversación una porción de voces mal
jeras en su obsequio. apropiadas y frases inconecsas, cuya signifi­
Después de marcharse las visitas, durante cación se halla en lo mas escondido de nues­
las cuales hacia yo el papel de convidado de tro diccionario? Creo que de ningún modo
piedra , preguntaba al barón ¿á qué se redu­ puede haber tenido tiempo para conjugar á
cían todas aquellas monadas y gestos mas pro­ ium es fui y mucho menos para haber estu­
pios para escitar la risa de un filosofo, que- diado la significación de las voces que nos ha
para llamar la atención de un sabio ? Y él me encajado sin venir á pelo, después de su aca­
contestaba que era un disfraz con que se ves­ dèmia de urbanidad. Una de las cosas que
tían todos los hombres en la corte; reglas de mas:me chocaron en su conversación fue lo
urbanidad las llamaba, reglas que se cuidan
que hablé acerca del paseo de Jas Lilas... ¡va­
de ensenar a los niños en la ciudad antes que ya, que disparates iguales iio sé oyen entre
á leer y escribir, y sin las cuales pasaría cual­ los rústicos patanes de una aldea ! Afectando
quier sUgeto por un hombre grosero, sin edu­ una voz muy melodiosa, decía : «Es un sitio
cación ni principios. Yo le repliqué , pues á muy delicuescente; su perspectiva, teniendo
la verdad que cada padre de familia deberá mucha semejanza con la de la Alameda d«í
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rio, forma una filarmonía digna de admira­ tudiarla, ó para jugar con alguno de sus tra­
ción : todo aquéllo está müy tónico, amigui- tados arrancando las ojas, y reduciéndolas á
to... Sobré todo las fuentes que le hermosean menudos pedazos para divertirse en verlas
parecen un torbellino artificial. Apolo con su «levarse por los aires? Seguramente no me
tridente se ve' tirado sobre su carro por dos he equivocado en mi último concepto. Y ¿ vea­
fogosos caballos-’1 ¡He, que' elocuencia! Ba­ mos, barón, veamos que haría ese miserable
rón ¿no te ries? no, que le compadezco...,, mozalvete, si por un incidente de aquellos
pero hay pocos que conozcan lo que nosotros, que el mundo nos presenta á cada paso se
y esta pequeña porción de hombres sensatos viese sin padres y sin bienes ? ¿ Podía desde
no hacen mas que oir, ver y callar. Pues aun te luego decir con Cicerón «que todos sus bie­
maravillarías mas, Timancio, si te dijese que nes los llevaba consigo, porque la sabiduría
ese jóven que acabas de oir es el marqués de de que estaba dotado, no se la robaría la in­
Ripampa Guidaguilve, mayorazyo muy pin­ triga ni la emulación, que son las principa­
güe , y que tiene gran partido entre los de­ les palancas que desquician en la sociedad los
mas de su clase. Con sus afectadas espresio- cimientos mas sólidos de los hombres eleva­
nes, que todos oyen y nadie entiende, es te­ dos ?s? ¿Iría de puerta en puerta haciendo
nido por un segundo Cicerón en la elocuen­ cortesías y gestos?¿no sería tenido por un es-
cia, y un segundo Séneca en sabiduría. ¡Qué travagante, y le despreciaría todo el mundo?
disparate tan clásico! ¿ Sabrá lo que quiere Y para hacer esto ¿ dónde había de dejar el
decir la palabra delicuescente ? ¿ entenderá lo orgullo de que se halla revestido ? Sus afemi­
que es filarmonía? ¿qué concepto habrá for­ nadas carnes ¿ resistirían un trabajo corporal?
mado del torbellino ? ¿La mitología debió ser­ No es posible,.... pues ¿ qué habia de hacer ?
virle de entretenimiento en su niñez para es­ Morir en medio de una calle pública acosado
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de la misèria, era muerte muy cochina para •entar un papel que antes criticaba; pero el
un señor de su clase, y la caridad de sus con­ tiempo me hizo conocer la necesidad de to­
vecinos no lo permitiría. Por providencia ha­ mar un maestro de fama para que me diese
bría que recogerlo y conducirlo á un hospital aquella segunda educación. En efecto , en
donde terminase sus dias mas tranquilo que poco tiempo aprendí á saludar con finura,
en medio del fausto y de la opulencia. quitarme el sombrero con gracia, colocar­
Me entretenía algunos ratos en hacer de me con mucha delicadeza en las visitas &c. &c.
estas observaciones al Barón , y conviniendo También se me instruyó en las modas, su
en mis razones no tenia reparo en decirme: nombre, usos y origen: algunas me eran bien
que él, prescindiendo de que cuando hablaba incómodas al principio; porque acostumbrado
sabia lo que se decía ; tenia, en cuanto á lo á mis calzones holgados, tenia que llevar un
demas, que producirse del mismo modo que pantalón largo y angosto, y una casaca tan
los otros, aunque no dejaba de resistírsele el ceñida al cuerpo, que los primeros dias me
ejecutar tantos gestos y monadas bien agenas parecía que, vistiendo cotilla, no me faltaba
de su carácter, pues sabia por esperiencia que otra cosa que los tirantes para que me ense­
la mejor política en todas partes es obrar, co­ ñasen á andar; hasta que poco á poco fui
mo los demas, y acomodarse á todas sus cos­ acostumbrándome á todas aquellas estrava-
tumbres; anadiendo, que si yo me determi­ gancias.
naba á permanecer en Viena largo tiempo, Me presentaba ya en las visitas en com­
debía tratar de instruirme en los pormenores pañía del Barón, y todos me obsequiaban y
necesarios para presentarme en las tertulias á prestaban atención, á pesar de que yo sola­
su lado y en las casas á que concurría. Por mente hablaba cuando se suscitaba una con­
el pronto no me acomodaba entrar á repre- versación científica. En este caso, me oían
todos con la boca abierta, : aunque no. dejaba jor amigo, es su frase favorita. ¡Y cuán dis­
de haber quien habiendo oido en el discurso tinto es lo que sienten! ¡ Qué chasqueado se
de su vida hablar alguna vez de lo, que son hallaría el que fiase en esta clase de ofertas
las ciencias aplicase alguna de sus difinicio- tan inútiles como fastidiosas!
nes mas que fuese, tomando una por qtra; Después del paseo y de haber dejado á las
porque el objeto era lucirse entre los igno­ señoritas en sus casas respectivas, nos retirá­
rantes de su clase. bamos al café de Africa, y allí encontrába­
Ibamos todas las tardes al paseo y acom­ mos á muchos, de los que rodaban la noria
pañábamos á varias señoritas á quienes ofre- dando vueltas en paseo, que puestos en corri­
ciamos el apoyo de nuestro brazo, y ellas lé llos, murmuraban á porfía de los demas. Los
aceptaban sin ceremonia. Durante esta distrac­ asuntos de política se trataban muy superfi­
ción no gustaban se les hablase de otra cosa cialmente, y todas sus conversaciones se re­
que del teatro, de las últimas modas, de fula- ducían al paseo , teatro y elegancia de tráges.
nita, de su queridito , y en todo había de Cada uno quería robar á Cupido su habilidad
manifestarlas uno el mas delicado gusto« y gracia : con el mayor esmero afinaba los
¡ Cuanto se afemina el hombre, decía yo para dardos de su amor, y depositábalos en el car­
mí, al separarse de lo natural para encontrar cax de su inconstancia para poder con opor­
con el artificio ! De este modo no se le cono­ tunidad clavar sus agudas puntas en el cora­
ce ni demuestra sus verdaderos sentimientos: zón de las jóvenes incautas , que prestaban
todos usan un mismo leuguage. ¡A cualquiera atención á sus fingidas ofertas, y yo veia, oia
que ven una sola, vez le ofrecen sus faculta­ y callaba, formando mi composición de lugar.
des., casa e intereses. Todo cuanto poseo está Fuimos un dia á casa de la condesa de
desde este instante á la disposición de mi me­ Vaulpride, á quien el Barón, mi amigo, reo­
dia sus obsequios. A poco rato entró una jó­ Al cabo de dos dias volvimos á casa de la
ven que bien pronto infundió en mi corazón Condesa , én ocasión que la bella Adela se ha­
el veneno del amor. Se mezclaba muy poco llaba también con otro jóven que al pronto me
en la conversación; pero su acento era tan infundió sospechas que hubieran desvanecido
puro, su voz tan persuasiva y lisonjera, y tal mis esperanzas á no haber sabido al instante
su espresion cuando hablaba, que para mí que era su hermano. Traté de entablar amis­
fue un pesar la sobriedad de sus palabras. Se tad con él á fin de tener libre entrada en su
retiró á poco rato llevándose consigo mi al­ casa. Sé me ofreció en efecto, como es de
ma. Pregunté quién era aquella joven y me costumbre, y yo la acepté sin rebozo.
dijeron que Madama Adela, huérfana, hija Cada vez admiraba más y mas los atrac­
del marques de Riobil, que su padre era ca­ tivos encantadores de Adela. A cuantas per­
pitán de fragata, pero habían recibido en su sonas había oido hablar de esta jóven debia
casa noticias positivas de que pereció en una los mayores elogios. Aunque algo irregular-en
batalla naval que dió contra los turcos , que sus facciones, tenia linda tez, mucha frescu­
en virtud de las pruebas auténticas que te­ ra, frente pequeña, labios encarnados, y be­
nían de su muerte, el hijo mayor, hermano llos dientes: su fisonomía noble , modesta y
de Adela, estaba en posesión de sus hacien­ penetrante, y su talle magestuoso. Era mu-
das, que eran considerables; y esta jóven se ger de talento profundo y luminoso; pero so­
mantenía únicamente de los alimentos que lamente lo mostraba en alguna conversación
judicialmente se la pasaba. Nos retiramos á importante ó con la pluma en la mano. Por
casa, y yo muy contento por haber adquirido último, al dia siguiente fui á su casa con el
estas noticias acerca de la señorita de Riobil, pretesto de visitar á su hermano , y tuve el
que aumentaron mi impaciencia. placer de verla de nuevo; pero sin atreverme
á declararla mi pasión que habla ya tomado ínfistá dé :lá sana lógica de' un sábio.-• >
un incremento insoportable. Me devolvió la Afinqúeinstriiidíslmá'-no tenia caprichos,
visita el marquesito de Riobil, y ya nos tra­ ni el humor que se 'atribuye á los literatos,
tábamos con alguna confianza; de modo que los cuales'ya se entregan á una locuacidad
íbamos siempre juntos. A pocos dias entraba yo importuna, ó ya se éñ'cierran en Un silencio
con toda libertad en su casa, y como jamás déspfetíiadür. Adela hablaba poco y escucha-
puede estar oculto largo tiempo un amor vio* ba'-müChó:, y citaba con-frecuencia la ma'csi-
lento, me determine7 á manifestar á Adela las he­ ma del filósofo Cenon; b Que la naturaleza
ridas de mi corazón. La halló inflecsible por em ú'ó's háí-dá'd'ódos vías auriculares, y una sola
touces, lo que me hizo sospechar que otro era bbeaf^>á'f’a demostrarnos qüe debemos oir mas
dueño de su voluntad; pero no desistí hasta sa' qué' hablar-.” y anadia: re que el silencio es el
berlo á punto fijo. Conocía yo no obstante, órn’améuto de las mugeres. ’ Era tan propensa
que Adela no miraba con. indiferencia mis ac­ á- haéef bien, que con tal que hubiese favo-,
ciones , ni oia sin conmoverse mis ruegos , lo recidó á alguno, no consideraba el dia per­
que me infundía alguna animosidad. Admi­ dido. El gozo de hacer bien, decia, es mas
raba en ella una sagacidad sin límites , y una dulce y más íntimo qué el de recibirlo. Con­
madurez inimitable. Díjela cierto dia, que viene practicarlo á menudo , porque es un
su juicio era superior á su talento, y esta ala­ placer que no se gasta. Cuanto mas un indi­
banza la lisonjeó mucho. Gustaba de lo ver­ viduo lo disfruta, mas digno se hace de dis­
dadero y de lo natural en todas las cosas. Era frutarle. Acostúmbrase el hombre á la pros­
én estremo astuta y de muy buen gusto en peridad y llega á ser insensible á ella; pero
conocer las bellezas y defectos de cualquier la complacencia de ser autor de la prosperidad
pbra, y en distinguir la bachillería de un de otro, siempre dura.
Sus inclinaciones eran tan sencillas co­ y todos mis proyectos eran infructuosos.
mo su alma. Amaba con pasión el campo Al cabo de dos meses, una mañana que
y las flores. Todo su adorno se reducía á un yo estaba estudiando en mi gabinete me en­
aseo estremado, En los libros quería pespica- traron el recado de que un criado de la seño­
cia, pureza de estilo, nobleza, ideas profun-i ra de Riobil deseaba hablarme en persona. Al
das, y mas verdad que imaginación. Un día momento di órden que le hiciesen entrar don­
arrojó uno encolerizada diciendo: ¡ malvado! de yo me hallaba. Entró al fin , -y me entre­
¡todo ¿1 es ingenio! La pregunté: ¿ cómo, po­ gó una esquela en estos términos :
día reunir los placeres y las obligaciones de Querido Timando: Os amo demasiado pa­
la sociedad al tiempo que empleaba en, el es­ ra ocultaros lo que os advierto. Mi hermano
tudio ? y me respondió: Timando, tres cosas tiene ofrecida mi mano al joven duque de Oslit.
arrojan por Ja ventana las mugares, de esta Es cosa muy rara que yo haya de prestar mi
ciudad, que son el tiempo , la salud y el di­ consentimiento para unirme á un hombre que
nero. Yo soy muy económica de estas, tres no conozco', mas las leyes de la nobleza en
cosas; pero en cuanto al tiempo, me gobierno este país eclipsan las naturales, y nos opri­
como aquellos que tienen medianos bienes, y men... Esta proposición forzosa es suficiente
que por medio de una economía interior, se causa para aborrecerle: Particularidades que
ponen al nivel de los mas opulentos. ahora conviene omitir, me pondrán en el caso
Hice nuevas tentativas para obtener de de rendir mi palabra aunque con cierta pro­
Adela una respuesta que pudiese lisonjear­ testa ; pero lo que importa es que sepáis que
me. Escribila villetes en que la declaraba Oslit vá á llegar dentro de dos dias á casa
mi situación : manifestábala ya mi amor de mi hermano. Tengo noticia de su altivez y
pon síntomas de una enfermedad peligrosa, de su orgullo, y es preciso no nos esponjamos
á esperimenbar un rasgo de su locura. Ya cor- dios para vengarme de sus opresores. Ya no
ren rumores entre los domésticos acerca de vos, pude contenerme; ápocos dias cometí la in­
y vuestra presencia sería una falta imperdo­ discreccion de ir á su casa. Antes de subir in­
nable de correspondencia á mis avisos.' Por lá dagué si el joven duque estaba allí, y ha­
demas, permaneced tranquilo, pues la que ha biéndome asegurado estar sola Adela, me deci­
tenido decisión para escribirá® este villete ten­ dí á verificarlo. Llego al cuarto de esta jóven...
drá ánimo y constancia para eludir las am­ llamo... sale á abrirme la puerta, y llena de
biciosas miras de sus opresores. — A. asombro retrocede. ¡Qué indiscreccion tan ra­
Nadie pu^ede formar una idea de la per­ ra! ¡Timancio esclama! ¿Os ha visto entraren
plejidad en que me dejó esta esquela precio­ casa alguno de mis criados?... Sí..... la dije.
sa. Despache al criado y me quedó recapaci­ Pues somos perdidos.... No bien habia acaba­
tando sobre el contenido de aquellas miste­ do Adela de pronunciar estas últimas pala­
riosas lineas. Adela ine aína.... no hay duda. bras , cuando el duque de Oslit nos sorpren­
¡Ella me dá un aviso importante que me su­ de con su presencia! La cólera le rebosaba por
ministra pruebas nada equívocas de un Ínte­ los ojos, y como frenético prorrumpe dicien­
res decidido! ¡El duqufe aspira á su mano!..'. do: r? ¡Pérfida! ¿qué haces? Bien pronto ha­
Ella lo rehúsa; pero ¿quién sabe si se verá béis quebrantado mis preceptos..... Sois una
precisada á acceder? ¡Justos Cielos, qué re­ ingrata... Os veo cubierta de deshonra y......
celos tan crueles me atormetan ! Seré dueño Pero decid, Adela pronto ¿quién es este hom­
de Adela, mas antes tengo que yencer obstá­ bre que ha osado traspasar los límites mas sa­
culos insuperables. grados que te fijó mi amor ?... ¡Vos á solas con
Impaciente, colérico y animado por la es­ un hombre desconocido!... ¡ Ah! conozco mi
peranza de poseer á Adela, premeditaba roe- desgracia y la vuestra”.,,—Duque, atended...-.
No, no quiero disculpas: tus razones no pue­ duque obstinado en su capricho ( aunque no
den convencerme de que he dejado de ver lo fuera de razón) sostenía furioso que yo era
que estoy presenciando—La razón no es quien su rival, y que lo sabia por personas á quie­
■os dicta esas espresiones tan indignas de un nes debían constar los pormenores de la casa.
labio amante. Duque , vos no me amais... y es Por mas que Adela apuraba su entendimien­
la mayor prueba que puedo recibir de vues­ to para convencerle de lo contrario, eran in­
tra inconstancia, el que me tratéis de esa útiles sus esfuerzos; pues la altanería de Oslit
suerte... ¡ Voces que no se emplean con una llegó al estremo de insultarme en los térmi­
miserable escla va, son las que acabais de usar nos mas groseros. Adela me indicaba que ca­
para conmigo! Este joven es uno de los ad­ llase; pero confieso que solo el amor y el te­
ministradores de las pequeñas haciendas que mor de perderla fueron capaces de contener
poseo en Vilepinee... jamas me habéis preve­ mi lengua y mis manos. Por fin, para evitar
nido. el que impida la entrada á alguno de un funesto resultado, resolví marcharme sin
mis criados, y por consiguiente mal puedo hablar palabra, y el duque no por eso cesaba
quebrantar un precepto que no ecsiste. Adela de llenarme de improperios, calificando mi
es fiel y virtuosa, pero:::Qué denota esa prudencia de cobardía vergonzosa.
suspensión? _ Mi desgracia, sí, duque. El Llegué á mi casa desesperado, y preme­
Cielo benigno escuchará mis ruegos; vivo con ditando medios de venganza contra el duques
esta esperanza, que es la única que me ali­ Al paso que Oslit redoblaba su vigilancia, yo
menta. Estas palabras ecsaltaron mi ánimo en me empeñaba mas y mas en hacer ilusorias
te'rminos, que hubiese dado de bofetadas al sus precauciones. Adela proporcioftd por me­
tal duque, sino me hubiese detenido el temor dio de uno de sus mas fieles criados entablar
de comprometer mas la opinión de Adela. El tana secreta correspondencia, único modo de
saber mutuamente nuestra situación, valién­ ge mudo de nuestras cartas ( porque aunque
dose de Itrno, quien se constituyó en nuestro Astas en parte nos consolaban, úo suplían dé
fiel mensagero. Este joven doméstico era el ningún modo la falta- de presencia de ambos,
único, que habiéndose grangeado la voluntad privaojon cruel para dos amantes) tratamos
del duque, podía internarse sin riesgo en la desde luego de estudiar el medio de vernos.
habitación de Adela y conversar con ella, á Adela trató el plan, y lo remitió á mi apro­
pesar de que Oslit no se separaba un momen­ bación : era su talento digno de la veneración
to de casa, y tenia dada orden de que no se de un sabio, y yo debía convenir en él, no
le permitiese á persona alguna la entrada sin obstante algunas pequeñas dificultades que
licencia espresa suya. Cuando el hado adver­ eché de ver al momento en su egecucion.
so se conjura contra nosotros presentándonos Todos los domésticos de Adela, encarga­
obstáculos insuperables á nuestras fuerzas pa­ dos de vigilar sus mas sensillas acciones, no
ra conseguir lo que apetecemos, se aumentan la perdían de vista noche y día. El duque les
los deseos de lograrlo: no se repara en los me­ amenazaba con la muerte si quebrantaban sus
dios que se han de emplear en destruir los preceptos, y les ofrecía premiarles su fideli­
óbices que se interponen, por criminales que dad si los observaban con exactitud. Esto so­
sean. Una cosa despreciable en sí, con tal que lo bastaba para conocer la imposibilidad tan
nos parezca imposible lograrla la apetecemos,- grande que liabia en la egecucion del plan.
y cada vez la miramos con mayor interés; se Me proponía Adela que todas las noches
presenta á nuestra vista como el objeto mas á las doce en punto acudiese delante de su
precioso, y hallarnos privados de poseerla nos casa. Una luz fosfórica, me dice, que verás
parece la mayor desgracia. No contentos Ade­ en uno de los ángulos de la ventana princi­
la y yo con hablarnos por medio del lengua- pal de mi aposento te servirá de sena! fija
para indicarte que acercándote á la puerta los pomposos álamos qué adornaban aquellos
falsa del jardín (en la que darás dos golpeci- contornos. El Cielo sereno, matizado con bri­
tos con pausa) bajará á proporcionarte fran­ llantes estrellas sin señad alguna tempestuosa,
ca entrada tu Adela. El tiempo es muy pre­ dismipiiia1 el terror que infunden en el áni­
cioso. A Dios, Timando. mo d'éí hombre las tinieblas de la noche. A
Muchas dudas combatían mis deseos, pe­ las once y media dejaba verse el resplandor
ro el amor todo lo vencej es un guerrero^ de la lana sobre el vasto horizonte anuncian­
cuyo brazo valeroso destruye cuantos obs­ do su llegada para alumbrar á aquel país;
táculos se le presentan, y allana cuantas di­ Como el Cielo estaba !fan despejado, la luz
ficultades se oponen á que tremolen sus han? de éste ástro luminoso, me puso á descubier­
deras sobre los inespugnables muros de la to de cualquiera que pudiese observarme^ y
constancia y de la fidelidad. Me determine7 al para evitarlo mé ocultó detras de un tronco
fin á egecutar puntualmente lo que Adela me de aquellos robustos árboles, desde cuyo pun­
prevenia en su último aviso. A las once de to podía divisar perfectamente la ventana de
aquella misma noche me salí de casa toman­ Adela. A poco rato oigo pasos, y para obser­
do la espada debajo del capote, y á las once var la persona que los producía y la direc­
y cuarto me hallaba delante de la de Adela, ción que les daba, me puse alerta; mas me
creyendo que cuanto mas me anticipase me­ juzgué perdido al descubrir dos hombres em­
jor écsito tendría nuestra entrevista, y me­ bozados que se encaminaban bácia mí, di­
nos dificultades habría que vencer para lo­ ciendo : es Sí, él será..... ¿Tú le observaste,
graría. Una calma admirable reinaba en la Milt?... ¿no es así? Pues seguramente se; ha­
atmósfera: el zéfiro mas delicado soplaba sin brá ocultado temiendo ser descubierto con Iá
intermisión, y agitaba suavemente las ojas do claridad de la luna j pero juro ál Autor de
mis dias que le he de pasar el corazón con la pronuncié, é irritado le respondí: «Soy
este acero.» caballero mas noble que vos ; pues no soy co­
Desde luego me persuadí que aquella? dos barde, y mi espada no se rinde jamas.« Estas
hombres no podían ser otros que el ¡duque y espresiones escitaron en el duque el orgullo y
su confidente, que habiéndome divisado poco la altanería que le caracterizaban, y dice: _
había (pues que no tuve la precaución de ¡Co'mo! ¿El duque de Oslit cobarde? ¿quién
ocultarme antes que el resplandor de la luna se atreve á darle este dictado ? — Os he dicho
diese en aquel sitio) me hice sospechoso y que un caballero—Decid vuestro nombre__
Venían en mi busca. Desenvainé*mí espada, y Jamas tuve porque ocultarlo, soy Timancio.--
puesto en actitud de defensa esperaba sereno ¡Timancio!... ¡Ah! ¿Sois mi rival?—No lo
la llegada. Conocía sin embargo qué el mejof dudéis, duque... Adela me ama, y..__ Pues
medio, seria ocultar la verdad; pero mi ima­ bien, infame, desenvaina tu acero —Jamas
ginación tan fecunda en otras ocasiones, no merecí este sobrenombre, duque... El aman­
me sugería en la presente ningún recurso pa­ te de Adela os arrancará el corazón para pre­
ra conseguirlo. Se acercan por fin á corta dis­ sentárselo en señal de la victoria que espero
tancia , y el duque me pregunta: _ ¿ Qué ha­ conseguir de su vil opresor: sacad pues vues­
ces á esta hora de la noche en las inmedia­ tra espada, duque... Sin mas razones dimos
ciones de mi casa? Tu no debes estar sin un principio al combate, y por fortuna de una
fin siniestro..... ¿Qué haces? ¿no respondes? fuerte estocada traspasé el pecho de Oslit ca­
Rinde, pues, facineroso las armas que tengas yendo muerto á mis pies, y su confidente Milit
en tu poder, y sacara's mejof partido. Esta huyó con precipitación quedando el campo
voz no pudo menos de infundir en mi alma por mió. Eran mas de las doce, pero la señal
un furor descomedido contra; el atrevido que permanecia aun en la ventana de Adela. La
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Vista del cadáver déOslit m'ehorrorízaba, pueí
to, aunque con mucho trabajo, porque todos
aunque no era el primero que Labia observa­ mis nervios estaban como convulsos, y- ella
do en mi vida , sí el único hombre muerto á me recibid en sus brazos: diciéndome: «Ama­
mis manos. Al fin yo me juzgaba homicida, do Timando, demos gracias al Cielo benefico
y esta idea me llenaba de espanto. Dudaba que nos concede este precioso instante para
que partido tomar, puesto que desde aquel esplayar mùtuamente nuestros sentimientos^
instante se me tendría por criminal, y como
mas te advierto no levantes la voz, de suerte
tal se me perseguiría de mil modos por la jus­ que el duque que siempre está velando mis
ticia, mayormente precediendo la declaración acciones pueda llegar á descubrirnos, y per­
de Milt, quien todo lo habia presenciado. damos en un instante las ventajas que hemos
Era preciso ausentarme inmediatamente de adquirido en muchos dias á costa de mi inge­
aquel pais para acogerme al pabellón de una nio, w—No temas al duque, Adela amada, la
de las naciones limítrofes, y eludir el castigo dije: estás ya libre de su opresión._ ¡Como!
á que me habia hecho acreedor; pero ante me replica asombrada._El duque ya no exis­
todas cosas debía ver á Adela y referirla lo te, amiga mia.—.¿Qué dices?—Acaba de mo­
acaecido. Me decidí por último: me acerqué rir á mis manos,— ¡Cielos! ¿es posible? —No
á la puerta del jardín, y habiendo dado do» lo dudes, Adela... Mira mi espada reciente­
golpecitos en ella con mucho cuidado, se mente tenida en su propia sangre._ ¡-Me hor­
abrió sin que yo descubriese la mano que lo rorizo, Dios mio! ¿Con que eres un homici­
egecutaba; mas apenas me halle' dentro ob­ da ? — Me he visto obligado, á defenderme.....
serve á Adela que desde el corredor me ha­ Adela.... ¡Parece que tu corazón, tan indife­
cia senas para que subiese por una escalera rente como se mostraba en corresponder al ca­
de mano que pendía del mismo: subí en efec- rino de Oslit, no puede menos de manifestar
el sentimiento que le oprime por la muerte practiquen las mas severas pesquisas én mi,
de mi rival! — j Timancio, no conoces la ver­ busca.—No temas, Timancio, tengo penetra­
dadera causa! Yo le aborrecía, es verdad...... do hien a fondo el carácter de Milt, y si te
te juro por lo mas sagrado de nuestro amor quo ha conocido no dará paso que pueda perjudi­
no es su muerte la que siento, si es que...— carnos en lo mas mínimo. Podemos contar
Desahoga tu pecho, habla, no redobles mis con sobrado tiempo para preparar y egecutar
pesares ni aumentes mi sobresalto. ¿Qué es nuestra fuga. Antes de rayar la. aurora sal­
lo que mas sientes? — ¡Ah, Timancio, fa'cil dremos de la ciudad llevando con nosotros á
te es conocerlo !,.. Siento únicamente que mi mi fiel criado Itmo, á cuyo fin encargaré á
amante se haya revestido del inicuo carácter éste que en el instante disponga tres de los
de homicida, y en ocasión que yo tenia pre­ caballos destinados al servicio del duque: yct
meditado un recurso honroso para libertarnos entretanto prepararé el dinero y ropa que-
del yugo de su pasión orgullosa. Mas ahora, pueda recoger: tú quédate en observación, para
sieúdo el objeto del odio de cuantas personas evitar una sorpresa; y diciendo esto se inter­
nos conocen, nos veremos precisados á poner nó Adela en su habitación, quedándome yo
en pra'ctica una fuga vergonzosa enlazada con solo en el corredor. Entonces noté por prime­
mil riesgos, calamidades y disgustos. Dime, ra vez los mas, crueles remordimientos. ¡ To­
Timancio, ¿ el duque por ventura se hallaba mar posesión de un'corazón humano á costa
solo cuando le privaste de la ecsistencia?_ •de- la sangre de otro!... ¡Qué barbaridad ! ¡Yo.
No, la repuse. Milt iba en su compañía—Y •podía haberlo conseguido por otros medios sin.
¿qué es de ese joven? —Dió á huir precipi­ necesidad de ponermef.en- el caso de dar muer­
tadamente , y temo que á esta ahora haya te al duque, y todo p’Odia haberlo evitado si
dado parte del suceso, y por consecuencia se yo no hubiese acudido hasta la hora qUe me
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señaló Adela!.... Yo me precipíte..... ¡yo soy estancia, que era el dormitorio de Adela;
culpable!.., En. estas melancólicas meditacio­ porque todas las demas puertas estaban cerra­
nes me .haliñba abismado, y comí) no dejaba das con llave. ¡ Qué situación la mia! A pe­
de ¡estar cansado, fui á sentarme en un ban­ sar de conocer á fondo los sentimientos de
quillo de madera que babia en el corredor, Adela, tenia ciertas dudas que aumentaban
en el cual Adela sin duda habia descansado mi tristeza. ¿ Cómo habia yo de huir en caso
poco antes esperando mi llegada: al tiempo necesario por donde habia subido que era la
de fijarme en él veo con indecible sorpresa Única salida, estando en mi fantasía ocupada
abrirse la puerta del jardín. Un terror pánico por las gentes que me pareció habian entrado?
se apoderó de mis sentidos: no habian mis Adela tardaba, y mis recelos no eran infun­
débiles ojos llegado á descubrir persona algu­ dados... En este estado pasé largo rato sin oir
na; pero mi imaginación acalorada se forja­ ruido alguno que llamase la atención; mas
ba legiones enteras. Me levanto precipitada­ luego que noté en las habitaciones interiores
mente , y á este tiéinpo se cierra la puerta que habrían cerraduras con mucho cuidado,
que aun permanecía abierta. A este nuevo me dispuse á otra aventura no menos peli­
golpe crece mi sobresaltó , y juzgaba ya aquel grosa. En un ángulo del gabinete, prócsimo
como el último instante de mi vida. Tal es el á la puerta, me coloqué esperando á pie fir­
trastorno que causa en el corazón del hom­ me con mi espada desnuda al que debia en­
bre sensible la idea del mas leve crimen....... trar.. Llegan á abrir á aquella puerta... la
Me introduzco en la habitación de Adela...... abren, y veo entrar dos hombres armados y
■la llamo ¡varias veces, y nadie me responde... cada uno llevaba un pequeño lio debajo del
Paso Oías adelante¡, grito de nuevo, y nadie brazo. No pensaba ya en Adela sino en lo
me contesta,.. Ya no podía pasar de aquella que. yeia , y ¿ quién me diría que pensando

en lo que veía pensaba en Adela ? Desde lue­ mi error, no quedándome la menor duda de
go juzgué serian algunos ladrones que aca­ que venia Adela disfrazada en trage de hom­
baban de robar en la casa , y estando indeci­ bre con su fiel criado. Me arrojo á sus bra­
so sobre si Ies acometería ó los dejaría mar­ zos , diciéndola: re Soy Timancio, querida
char , oigo que pronuncian en silencio estas njia.»_ ¡Oh Dios, esclama! Parece que. el
palabras: »¡El ha muerto, no hay que te­ Cielo esta noche nos conduce de precipicio en
mer!» No puedo esphcar la agitación que precipicio para hacerla mas horrorosa; .pero
causo en mi pecho esta conversación. ¿ Cómo al mismo tiempo la mano benéfica del Cria­
me habia yo de figurar que se referían al du­ dor nos saca felizmente de todos, sin duda
que ? Solo Adela y yo eramos sabedores de para sumergirnos en otros mayores. _ Me
su muerte, y de ningún modo unos hombres preguntó la causa que me habia conducido á
desconocidos podian tener la menor noticia... aquel sitio infringiendo sus medidas de pre­
Esto bastaba para que yo sospechase que aque­ caución. La referí todo lo que he dicho, y
llos fuesen asesinos de Adela, y esta la causa no dejó de ponerla en cuidado- la apertura de
de su tardanza. Me resulvo á acometerlos, y la puerta del jardín; mas al llegar al corre­
ellos no menos sobresaltados que yo , se sor­ dor , donde estaba la escalera, queriendo yo
prenden juzgando seria el marques, hermano, explicarla demostrativamente el suceso , voy á
de Adela, pues no creían que yo me hubie­ sentarme en el banquillo, y se abre de nuevo
se movido del corredor donde Adela me de­ la puerta... Yo me asusté, lo confieso, y me
jo; pero no obstante, sacan las espadas, y quedé como absorto al observar que Adela lo
uno de ellos se avanza, diciendo: u Adela tie­ echaba á risa... ¿ Por qué te ríes ? la pregun­
ne valor, y sabrá darte la muerte, atrevido... té — Necio, me contesta... levántate.... En­
Itrao, ánimo amigo mió.» Eutonces conocí tonces se cerró la puerta otra vez, y yo con*
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tinué asombrado, al paso que ella se reía ma»
de la ciudad Adela, Itmo y yo. Al amanecer
y mas. Mira Timancio, me dice, ¿no ves esta habíamos andado unas seis leguas, y á las
cuerda que desde la barandilla del corredor ocho de la mañana llegamos felizmente aí
pasa sobre el banquillo para atarse á este cla­ pueblo de Volbasi, donde tomamos el des­
vo ? pues esta atada al picaporte de la puerta
ayuno, y compramos algunas frioleras para
del jardín, y por consiguiente tirando de ella
comer en el campo.
se abre, y permanecerá sin cerrarse ínterin
Continuamos nuestra marcha precipitada,
este tirante. Guando tú te sentabas sobre ella y Adela no dejaba de estrañar su nuevo tra-
la hacías bajar con la gravedad de tu cuerpo,
ge, y le costaba mucho trabajo acostumbrar­
y esto era suficiente para abrir la puerta y se á fingir de otro secso.
que permaneciese abierta ínterin tú estuvie­ En seis dias de buen camino llegamos al
ses sentado. Conocí el trastorno completo de puerto donde casualmente el dia anterior ha­
mis potencias, que no daba lugar á reflecsion bía anclado una goleta española, que iba áha­
alguna. Me tranquilicé convencido de mi er­
cerse á la vela para Tenerife al dia siguiente.
ror, y á pesar de la melancolía de que esta­ No podíamos buscar cosa mas á proposito.
ba poseído, me reia interiormente de lo que Neniamos dinero abundante, y como no hay
me había obligado á hacer el sobresalto y el
mejor agente, bien pronto logramos saber el
miedo. Nada tenemos que temer, Timando
paradero del patrón de otro buque; y habién­
querido, me dijo Adela: bajemos por la esca­ dose encargado nuestro fiel Itmo de condu­
lera de mano al jardín , pues Itmo tiene pre­
cirle á nuestra posada, al cabo de dos horas los
venidos ya los caballos que nos deben condu­ vimos llegar á ambos. El patrón era mallor-
cir á la costa. Lo egecutamos en efecto, y quin, y su semblante no dejp de agradarme.
colocando nuestro pequeño equipage salimos Dimos principio á nuestro contrato , y se ofre­
ció ponernos en Tenerife por la cantidad de 15 marchar á bordo, lo qué ejecutamos á poco
libras de plata por cada uno, que son 675 rea­ Srato. El mar estaba en una calma tal, que
les al todo. Yo le dije si seria capaz de cum­ apénas se distinguían sus olas de las de un
plir su palabra, y me contestó de esta mane­ ño, cuya corriente no es precipitada, de mo­
ra con una sonrisa agradable.— Señor , si vos do que tardamos mucho tiempo para llegar á
jne prometéis formar una calzada de arrecife alta mar. Era ya medio dia y no habíamos
desde aquí á Tenerife, en este caso podré con­ perdido de vista el puerto. El patrón Bur­
tar con alguna seguridad 5 pero lo que sí os guets, el piloto y demas marineros admira­
aseguro por mi vida, es, que aunque tengáis ban una calma tan larga , pues ni aun apénas
la desgracia de caer en el camino que nos ha se percibía el viento, cosa seguramente muy
de guiar, no os romperéis la cabeza al dar en rara, y que les anunciaba la procsiinidad de
el suelo. Esta contestación me daba á cono­ una grande borrasca muy temible en aquellos
cer que su genio tenia algo de jocoso, y nos mares. Habríamos andado unas doce millas
proporcionarla un viaje divertido. Le pregunté cuando el centinela que habia en el gallar­
su nombre y me dijo, que Jaime Burguets. dete avisó de que se descubría un barco con
Volvamos al asunto principal. Era preciso pabellón sueco, el cual, habiéndonos divisa­
aprovechar el tiempo y se iba pasando insen­ do, parecía que trataba de darnos caza. Al
siblemente. Quedamos en que al dia siguiente, momento se tomaron precauciones de defen­
al rayar la aurora, dañamos velas al viento y sa, pues nosotros, sin el ausilio del viento
nos alejaríamos de aquella playa siguiendo el favorable no podíamos huir ni perseguirles,
rumbo a'cia N. para pasar el gran lago del y ellos podian batirnos á remo. No tardaron
mar Báltico. En efecto, antes de que amane­ en aprocsimarse á tiro de canon. El barco
ciese ya estábamos en el muelle dispuestos á contrario disparó el primer tiro, y habiéu-
dolé contestado con otro, se empezó el com­ mostraba mas serenidad y me cfeciad «que el
bate que hubiese terminado con la ruina de hombre debe dar á conocer su entendimiento
uno de los dos buques si no se hubiera le­ y su intrepidez, cuando necesite de su ausilio
vantado á media tarde un viento fuerte de. O. para salvarse de los riesgos que le rodean; y que
á N., al cual desplegamos todas las velas de­ el manifestar valor cuando nada debe temer,
jando el barco contrario muy detrás. es mas bien cobardía que espíritu : en la pros­
Adela, que desde entonces tomo' el nom­ peridad todos son fuertes: Adela, á pesar de
bre de Carlos, me contó los apuros que ha­ su sabiduría , no calculaba sobre lo futuro,
bía pasado durante la refriega, pues juzgaba cosa muy propia en las mugeres, y la idea de
que hubie'semos llegado á ser víctimas de la los trabajos á que nos esponiamos, y lo du­
ferocidad de aquellos piratas. Me recordaba doso del ecsito de nuestro viage, me obligaba
los grandes riesgos á que se espone el que na­ í manifestar cierta melancolía emanada de
vega , y al propio tiempo me hacia. ver que mis cabilaciones, que iban creciendo por ins­
éste era el único modo de librarnos del casti­ tantes. AI cabo de algunos dias de navega­
go que las leyes de nuestro pais nos imponi'an ción era en mí un mal de que dejaba verse
por haber causado la muerte del duque Oslit. con síntomas de contagio, y en efecto no tar­
Cuando el hombre llega á separarse dei dó Adela en sentirse asaltada por la misma
camino de la virtud ( bien entendida ) cae de enfermedad, aunque producida por causas
escollo en escollo hasta que se precipitaren muy diversas... Mil veces me decía: re Timan-
un abismo terrible, á no ser que la mano be­ cio tú no me amas., .se extinguió aquel fue­
néfica que lo produjo le desvie de este preci­ go que ardía en tu pecho atizado por la cons­
picio. Empezábamos á padecer y ya nos era tancia, cuyos rayos luminosos se introducían
hasta lo mas íntimo de mi corazón, seno de
muy molesto aquel género de vida. Adela
fidelidad. Ya no deja verse en tu semblante no de un carácter respetable, y que al pa­
aquella agradable sonrisa, aquella dulzura en recer era muy práctico en la marina - Muy
tus palabras, ni aquel placer que rebosaba en breve tomó cierta inclinación á nsootros,
en tu pecho al considerarte dueño de Adela; de suerte que siempre nos estaba dando con­
á cada paso repetías estas dulces espresiones... sejos cuando nos veia abatidos, y nos tenia
¡Ah! amigo mió, tu no eres el mismo... ¡Veo también por hermanos. Todos los de la tri­
en tí á Timando. >. sí; pero no á mi aman­
pulación estaban en el mismo error; pues
te...! ¿Con quien, dime, desahogarías me­ Adela permanecía con su trage varonil, al
jor tus remordimientos que conmigo? ¿Te cual se había acomodado de tal modo, que
he dado por ventura algún motivo de descon- disimulaba perfectamente y engañaba en la
fianza ? No hubieras omitido antes la mas pe­ apariencia á cualquiera que la mirase. Unica­
queña cláusula de tus sentimientos á Adela... mente pudimos saber de este anciano venera­
no. . . soy la mas desgraciada criatura... lo co­ ble, que había servido muchos años á su pa­
nozco.’’ Estas razones que alegaba Adela pro­ tria en la marina , y que habiendo naufraga­
baban en su concepto que mi cariño se había do poco había, fue acogido á bordo de aque­
ecstinguido totalmente. Lloraba, se irritaba... lla goleta, gracias á la protección generosa
y yo, absorto en mis meditaciones, la con­ del patrón que la comandaba. Ninguna otra
solaba bien poco con mis frívolas respuestas. noticia logramos adquirir acerca de la histo­
En este estado continuamos por espacio ria del viejo Robil (que así nos aseguró lla­
de unos ocho dias de feliz navegación , y to­ marse ) , pues no contesta ba jamas categórica­
dos los pasajeros deseaban coü ansia el mo­ mente á las preguntas que se le hacian sobre
mento de llegar á tierra firme. Entre ellos, este estremo: la esperiencia sin duda le había
que eran unos veinte, se hallaba un ancia­ enseñado á producirse de este modo entre los
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hombres. Nosotros tratamos de ocultarle núes-’ buque, arrebatado por la corriente, corría á
tra historia como que era un misterio, de flor de; agua ya vencido de un costado,'ya de
cuyo desenlace pendía nuestra ruina. otro. Montes espantosos de agua se levanta*
Una calma como la que esperimentamos han y precipitaban sobre nosotros. El buen
al salir del puerto, sufrimos toda aquella ro­ Robi nos consolaba, y á vista del peligro
che del dia octavo de nuestro viaje; mas al iba mi fragilidad á vencer los esfuerzos de la
amanecer del nueve, tin viento suave y frió razón para descubrirle eb enigma de nuestro
que jugueteaba con las velas del bajel, nos viaje, cuando conociéndolo Adela, lo impidió
llevaba ligeramente sobre las aguas. La ma­ anticipándose á hablar mostrando siempre se­
ñana era deliciosa. El sol, bien lejos del oca- renidad á pesar del peligro en que estábamos.
so todavía , y el aspecto del mar sosegado El piloto pálido y trémulo mandaba la ma­
y vastísimo, presentaban un cuadro magní­ niobra, y' llamaba en su socorro al timón. Los
fico y maravilloso. El piloto muy tranquilo marineros no se entendían y gritaban implo­
junto al timón, cantaba con agradable tono rando el ausilio del Todopoderoso. El intré­
el himno antiguo de los Argonautas, y toda pido anciano Robi los exhortaba y alentaba
la tripulación saltaba de alegría porque al­ sus ánimos agarrándose al remo unas veces,
canzaba á ver tierra. Pasamos todo el dia en y otras al timón. Itmo, tendido sobre un co­
esta situación, habiendo hecho unas veinte fre, callaba, y yo creo que estaba mas muer­
millas de camino. Pero súbitamente á eso de to que vivo: llevónos el viento hácia las cos­
media noche, al ponerse las playadas, se amon­ tas de Africa. Al amanecer creció la tempes­
tonaron las nubes, soplaron, silvaron y se en­ tad : las olas soberbias jugueteaban con nues­
trechocaron los vientos , desaparecieron las tra goleta, remontándola unas veces hasta las
estrellas, espesáronse las tinieblas , y nuestra nubes, y sumergiéndola otras en los abismos
de aquel fluido espantoso. Dos dias llevába­ sé lo que haría, pues mi imaginación no es -
mos de este temporal borrascoso, en cuyo in­ taba para pensar en la desgracia de otro. Adela
tervalo nadie habia cuidado de alimentarse, y yo nos colocamos en el tablón asidos fuer­
y descubrimos por fin tierra al amanecer del temente y esperando el instante de nuestro
tercero. Las furiosas olas espumaban y cho­ naufragio. No bien nos habíamos puesto so­
caban contra un basto monte de peñas. El bre él , cuando una ráfaga de viento muy
horrísono estruendo de éstas y el de los vien­ fuerte nos arrojó con violencia contra un enor­
tos: los clamores y gritos de los marineros: el me escollo. Partióse la nave, y el mar pene­
aspecto de un naufragio inevitable y el de la tró ,en ella enfurecido. Los sollozos, los ala­
muerte atemorizaba los corazones. Unas vece« ridos aumentaban los terrores. Adela y yo.
alternando, y otras todos á una, nos agarrá­ nos agarramos al tablón, que era nuestra úni­
bamos de los remos y hacíamos esfuerzos in­ ca esperanza- Ya empezamos á luchar mas
creíbles para alejarnos da aquellas peligrosa» de cerca con las olas que retrocedían con fu­
rocas; pero el mar y los vientos mas y mas ror después de estrelladas en las rocas, nos
impetuosos arrebataban nuestra nave como sumergian y nos levantaban. Una muy enor­
una paja ligera; ya el naufragio era cierto, y me descargó sobre nosotros, y nos precipitó
la muerte estaba encima. Yo nadaba muy seguramente cinco, ó seis varas, bajo de la su­
mal, porque habia descuidado esta parte de perficie de aquel elemento....Adela desma-.
mi educación. El viejo Robil, viendo el peli­ yada se suelta de mis brazos, á que estaba
gro tan cercano, nos aconsejó á Adela y á fuertemente asida, y quedó, luchando con la.
mí 5nos colocásemos en un gran tablón que muerte... ¡ Qué dolor tan acerbo ! ¡ qué mo­
habia sobre la cubierta, y que no tuviésemos mento tan horroroso ! No podía socorrerla
cuidado asiéndonos á él con fuerza. ítmo no de ningún modo.,,! La veia perecer, y no
Hie era pósible sacarla de entre las garras de fué alegria; pero luego la vista de los cadá­
la muerte?..! Despreciando mi ecsistencia veres de nuestros compañeros, que sobrena­
me decidí por fin á perecer con ella, voy á arro- daban , suscitó la lástima y el dolor y llora­
jarme... mas otra ola me echó á larga distan­ mos su desgracia.
cia y la perdí de vista... Me era indiferente vL Ya había vuelto Adela (óCarlitos) de su
vir cuando ya me hallaba en tierra. Poco lu- desmayo; pero todos estábamos desfallecidos,
/
gir ocupó después en mi corazón la alegría y apenas teníamos fuerzas para andar un
que debió infundirme la idea de verme libre paso. Robi decía que aquella isla debía estar
y salvo; porque ¿ qué hacia yo sin mi Adela? habitada por sálvages, y que no debíamos in­
La idea de su muerte me despedazaba el co­ ternarnos en ella no yendo prevenidos de ar­
razón. Pero á poco rato observo á corta dis­ mas. A poco rato ¡ó Providencia Divina! vi­
tancia, que el viejo Robi, nadando, traia asi­ mos fluctuar cerca de la orilla un cajón que,
do dé sus vestidas á un joven... ¡ Cuál fue sin duda, el agua había estraido del barco.
mi alegria al reconocer á Adela! Lleno de Pudimos, aunque con mucho trabajo, sacarlo
gozo saltaba y brincaba : fui á la orilla... lle­ fuera : pero ¡ que7 gozo ! le destapamos, y ha­
garon por último... ¡qué alegria! ¡Adela vi­ llamos en e'l un barril de atún, un poco de car­
ve...! ¡Cielos...! Vengan desgracias sobre ne salada, con lo que nos alimentamos y cobra­
Timaricio mientras viva Adela, Salieron del mos Tuerzas. También habia otro barril con
agua nuestros náufragos. Tiernos abrazos de pólvora, y una gran bolsa con balas, dos pares
una y otra parte nos dábamos sin intermisión; de pistolas, una hacha y un botiquín con va­
pero se interrumpieron para socorrer á Adela rios medicamentos , cuyo uso no me era des­
que se había desmayado de nuevo. Lo prime­ conocido. ¿ Podíamos desear cosa mas á propo­
ro que sentimos al mirarnos fuera del riesgo, sito? Seguramente: la mano benéfica que no3
«acaba de aquellos peligros, trataba de con­ como la mia, y era de temer le sobreviniese
servarnos para otros mayores. una enfermedad. Apurado lance era ; pero al
Después de habernos alimentado , fue' fin no pudo conseguirlo contentándose con
nuestro primer cuidado disponer las armas y decirnos que carecíamos de docilidad, y que
municiones, y encender fuego con la alga se­ ¿1 tenia mucha esperiencia y por eso nos
ca, que había en la orilla del mar para enju­ aconsejaba lo que nos convenia; que algún
gar nuestros «vestidos sin quitárnoslos de en­ dia nos acordaríamos de sus consejos. Poco
cima. Adela ni yo, á pesar de que el inocen­ después nos ocupamos en amontonar arena y
te Robil nos aconsejabafseria muy saludable el construir una especie de parapeto que nos
que nos despojásemos de ellos para que mas defendiese de la molestia del viento y de los
fácilmente se evaporase la humedad de que habitantes de aquella isla.
estaban impregnados. Yo lo hubiese hecho, Habían pasado unas ocho horas desde
desde luego 5 pero por no darle á Robil motivo nuestro arribo á la costa cuando observamos
de sospecha sobre el disfraz de Adela, me es- ¿ larga distancia en lo interior de la isla ocho
cusé diciendo que ambos nos habíamos criado tí diez hombres desnudos, armados de una es­
con cierta robustez y sin delicadeza alguna, pecie de azagayas muy largas, que cruzaban
y por consiguiente no debíamos temer las in­ de una parte á otra. La presencia de estos sal­
temperies, mayormente siendo preciso al que vages me causó mucha impresión, y a no ser
•viaja acostumbrarse á todo. No satisfizo al por las vigorosas razones de Robil, para quien
buen viejo mi contestación y siguió hacién­ no era desconocida aquella raza de hombres,
dome nuevas instancias, para que al menos á hubiese desfallecido cediendo al terror que
mi hermano Garlitos le obligase, puesto que me inspiraba. Adela al contrario, con la ma­
su naturaleza no aparentaba ser tan fuerte yor serenidad me decía: ceTimancio, no temas
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no te horrorices al ver esos individuos de la de que pensase de está suerte, pues con eso
especie humana ; creo deben juzgarse dignos podría contar con su serenidad y valor; pero
de lástima mas que de temor. Su origen fuá no manifestaba los temores de que se hallaba
el nuestro... y si el autor de la naturaleza Ies rodeado, pues conocía á fondo y por espe-
ha destinado un pais donde aun no hayan riencia las costumbres de aquellos habitantes.
podido salir del cáos de la ignorancia, ni go­ Todo aquel dia lo pasamos en el mismo
zar de los placeres de la »sociedad, sus altos estado sin atrevernos á internar en la isla.
juicios tendrán acaso deparado que con el Llegó la noche, y apenas hubo oscurecido,
tiempo se conviertan á la religión qué no co­ cuando por todas partes se descubrían hogue­
nocen, y que sus descendientes, en el seno de ras, y se oia una gritería, y algazara terrible
la sabiduría, lleguen á formar épocas en su
con aullidos y voces descompasadas, cuyo
siglo. Si son feroces, es porque la necesidad significado no pudimos comprender: no obs­
les obliga á serlo, y porque sus leyes Ies per­
tante, Robi nos aseguró debían ser caribes...
miten salvarse á costa de todo. Tengo con­ Al oir yo pronunciar su nombre me horrori­
sultado , acerca de los hombres que sé hallan zaba de nuevo , pues había oido hablar algo
en este estado con los hombres mas científi­ en la ciudad acerca de las costumbres de es­
cos , y todos han sido de esta opinión. De­ tos salvages, y de las atrocidades que come­
seaba hallar proporción de conocerlos, y ya
ten cuando llegan á apoderarse de un euro­
que el cielo me la ha concedido, sentiría nos
peo. Nada, acerca de estos temores, quise
viéremos en el caso de tener que recurrir á
manifestar á Adela, porque no me dijese que
un medio violento para libertarnos de su fe­ era un cobarde.
rocidad, Estas eran las palabras de Adela, á Puedo asegurar , que en toda la noche mis
quien oia con admiración, y Robi se alegraba ojos llegaron á cerrarse un solo minuto no
lio ni
obstante ser la cama bastante cómoda com­ una choza , habitación de algunos salvages,
parativamente con nuestra situación, pues se »os acercamos á ella, y yo fui el primero
reducía aquel rústico lecho á una porción de que, tratando de observarla por dentro, re­
alga seca bien distribuida que nuestros cuer­ trocedí con espanto.,. El espectáculo mas
pos no distinguian de los colchones mejor horrible se presentó á mi vista...vi desde
construidos de Europa. luego una Cabeza de hombre, que sobre Jas
Veia al propio tiempo con sumo gusto brasas de Una hoguera estaba asándose, sin
que Adela y Robil dormían apierna suelta, duda para que sirviese después de pasto á
y me consolaba en verlos descansar ya que aquellos salvages. También en el suelo habia
mi vigilia era continua, y mis sobresaltos no varios despojos de miembros humanos y hue­
tenían intervalo. Amaneció al fin y no tardó sos roídos con mucho esmero::: no puedo
el sol en esparcir sobre nosotros sus ardientes espliear el terror que me inspiró esta horrible
rayos. Dispertó Robil y á poco rato Adela, perspectiva... creía caer desmayado en el ins­
quedándose como asombrada. Habíamos apu­ tante que llegase á descubrir alguno de los
rado ya los escasos comestibles de que no« caribes , autores de aquel sangriento destrozo.
habia provisto la casualidad , y era preciso, ¿Cuánto mas feliz es el hombre, decía yo,
só pena de perecer de hambre, buscar alimen­ constituido en sociedad, que caminando por
to en la isla para sustentar nuestros desfalle­ el sendero que le marcan las leyes naturales
cidos cuerpos. A este fin repartimos nuestras y divinas puede respirar el aire libre de su
armas y municiones dándole á Adela una de patria , seguro dé que cualquiera de sus
las pistolas, cargada por mi propia mano y á semejantes que trate de perturbar el sosie­
mi satisfacción, la que aceptó con sumo gus­ go de su casa , ó usurpar alguna de sus
to, é internándonos en la isla descubrirnos propiedades , será castigado por Ja justicia
con la mas severa rectitud ? ¡ Qué feliz es el muerto. Los tres restantes, huyeron dando au-
hombre que alienta al abrigo de unas leyes líidos terribles, y soltando las lanzas; y con
sabias! ¡Nunca con mas razón puede llamar­ las manos puestas sobre la cabeza desapare­
se dichoso ! Lo que acababa de presenciar cieron de nuestra vista, dejándonos el campo
habia trastornado de tal suerte mis ideas, que espedito.
rara vez descubría la luz de la razón y ca­ Veis, nos dijo Robil, ya no hay .que te­
minaba como á ciegas. Robi y Adela me des­ mer, Estos salvages nos tienen por unos-iséres
pertaban á cada paso del letargo moral en superiores á ellos, y no osarán acercarse mas
que estaba abismado , con varias pregun­ donde nos encontremos nosotros.
tas que me hacían relativas á nuestra si­ Ya podemos discurrir por toda la ¡isla; sin
tuación. temor de ser acometidos nuevamente por 'aR
Empecé á temblar de nuevo al descubrir guna orda de estos caribes. Adela sentía un
cuatro salvages que corrían hacia nosotros con apetito estraordinario, y nos dijó que' se ale­
sus azagayas. Adela y Robi me animaban y graría mucho encontrar cualesquiera fruta con
ya habia cobrado algún valor cuando se acer­ que satisfacerlo algún tanto, álo que Robil la
caron á poca distancia. Nos cercaron, y pre­ contesto. « Amigo Garlitos, es necesario a'ni-
parando nuestras pistolas les apuntamos, y mo, que mas adelante hallaremos fruta y otros
ellos no desistían del proyecto de asegurar­ manjares: vengo en conocimiento de este pais
nos , lo que nos daba á conocer que no sa­ que no deja de ser fértil en producciones ve­
bían qué clase de armas eran las nuestras, no getales. Fuimos internándonos poco á poco en
el estrago que podian causarles. Ya era preciso la isla, y logramos matar varias aves de dis-
valernos de ellas; yen efecto, Robi, disparan­ bn¡tas especies, y coger unos hermosos dáti­
do un tiro al que se hallaba mas Gerca, cayó les» con lo que nos retiramos muy contentos;

/
pues eran muy suficientes para nuestro con­ al ver dos marineros que con el esquife se
sumo en dos dias á lo menos. Llegamos á la dirigían á nosotros ! Llegan en fin á la orilla,
orilla dónde estaba nuestro parapeto. Encen­ y nos ordenan que subamos á bordo... ¡ Con
dimos fuego nuevamente, las desplumamos, qué gusto dejamos aquella isla! Apenas nos
y quitándolas las tripas las asamos perfecta­ vimos dentro de la canoa empezamos á abra­
mente , y las comimos con sumo placet sin zarnos mutuamente y á darnos mil parabie­
echar de menos la sal y demas adherentes de nes. .El mar dulcemente agitado, guarnecía
nuestras cocinas. de blancas espumas todas aquellas playas dan­
Desde luego resolvimos elevar una de las do un vivo realce al color azulado de las on­
lanzas ó azagayas 'que dejaron caer los Caribes das. El sol con sus rayos formaba en la su­
al huir del pistoletazo y ver caer muerto su perficie de las aguas unas como estrellas, que
compañero; y al estremo de la lanza colocamos doradas y brillantes andaban como inquietas
un pañuelo blanco con el objeto de llamar la e iban siempre delante del esquifé que nos
atención de los viageros.que cruzasen aquellos llevaba á la nave. Llegamos al gran buque,
mares. y tuvimos muy buena acogida en la bondad
Tres dias pasamos en este estado, y ai del capitán. Desplegó el bagel todas sus ve­
principio del cuarto, descubrimos un navio. las al viento favorable, é iba rompiendo las
El capitán diviso' nuestra señal, y envió á aguas con soberbia magestuosa. Las ondas ar­
buscamos inmediatamente con su esquifé. rojaban espuma viéndose atropelladas de la
Era .veneciano, y hacia viages á la isla dé arrogante proa , y al abrigo del voluminoso
Chipre. ¡ Qué placer nos causó fa vista de buque venían murmurando quejosas á buscar
aquella nave! ¡qué alegría! ¡qué gozosa asilo en la popa, la que por contentarlas las
íntimo se hizo dueño de nuestros corazones dejaba espacio anchuroso. A poco rato nos
lió
mandó el capitan entrar èri SU cuarto, y nos
obligó á que le refiriésemos los pormenores nocido le arrebataba hácia el joven Carlitos,
de nuestro naufragio,lo que verificó Robi en en términos que le amaba como si fuese hijo
nuestro nombre. Nos preguntó si eramos hi­ suyo.' ¡ Este es el Iénguage mudo de la natu­
jos de Robi, y habiéndole contestado éste que raleza ! Bien lejos de conocer yo la causa que
no eramos parientes, le dijo que éi*se llama­ produbia esta inclinación1,1 iba cobrando ya
ba Pablo Robi, y nosotros Garlos y Timan- cierto odio, y olvidando los beneficios a que
cio. No pudo menos de chocar al capitan el èra deudor áRobi. Los celos se hicieron fuer­
que le ocultásemos nuestros apellidos, y nos tes* en mi corazón desde donde disparaban
preguntó la causa ; pero no le contestamos de dardos penetrantes que trastornaban toda mi
otro modo, que diciéndole que no habiamos máquina intelectual, y hacian desaparecér la
tenido noticia de nuestros padres, y que tiem­ razón dejándome á veces póseido de un deli-*
po llegaría en que le refiriésemos los porme­ rio cruel.
nores de nuestra historia; mas por entonces le Me determiné á reconvenir á Adela sobre
suplicábamos no nos obligase á hacerlo... Ad­ lo que había observado, y me contestó fran­
miró la firmeza de Adela, á quien como todos camente á los argumentos que la puse, di­
tenia por Garlos, y no obstante saber esta ciendo: cvTú solo eres dueño de mi alvedrio,
fingir perfectamente, concibió á poco tiempo de mi voluntad, de mi corazón, y de todas
el capitan sospechas vehementes, que dio á mis potencias: no te quede la menor duda,
conocer mas adelante. Timancio... ¡Los Cielos son buen testigo! pero
Cada dia crecia el carino que Robi mani­ te confieso que una afinidad recíproca é in-
festaba hacia Adela, no teniendo reparo en cOibprensible me arrebaté-hacia ese anciano:
decir delante de mí, que un impulso desco­ esta inclinación es puramente natural , y muy
diversa de la que nos ttpé á ambos. Oigo con
ixS
corazop ¡humanó con una sutileza impercep­
mucho gusto sus consejos , y todas sus pala­
tible., desde allí mueve nuestra máquina sin
bras suenan en mis oidos con una dulzura
que no?otro3 lleguemos á notar los esfuerzos
que me agrada sobre manera. No temas que
que hace para lograrlo; por esta razqn puede
yo sea frágil á pesar de todo en manifestarle
ser-amor lo que sientes, y solo falta para que
el enigma de nuestro viage. Podrá muy bien
produzca los estragos de una pasión,, darle
que llegue á concebir algunas dudas con el
buena acogida alimentándolo pon la corres­
tiempo acerca de mi disfraz; pero aseguro
pondencia recíproca. Adela apuraba los restos
que ahora cree que me llamo Carlos, y que
de su imaginación para e?nvencerme de lo
soy hermano tuyo: por esta misma razón no
contrario; pero no había, tazones Capaces de
le es estrado el que nos una la misma volun­
persuadir mi fantasía., . Ydeu.do que todos sus
tad y carino. Su edad avanzada es un obstá­
esfuerzos eran inútiles, prorumpia en lloros
culo que puede combatir hasta destrpir las
que no dejaron de conmover mi sensibilidad
dudas que te ocurran aperca de esta inclina­
por el pronto; ma§ obstinado en mi capri­
ción que advierto hacia el viejo Robi.
cho, llegué luego á cometer la indiscreción
A no haber tenido noticias positivas mi
de revestirme de cierto.airc.de gravedad , que
hermapo el marqués muchos anos ha de la
á Adela la costó muchos disgustos, y solo sir­
muerte de mi padre, el cual pereció en un
vió para ponerla en ej cas,o d.e. manifestarme
combate naval, dudaría... pero esta es ilusión:
alguna indiferencia producida también por los
dieron fé de su muerte...'Yo misma la he leí­
continuados desaires, con que pagaba yo sus
do, y no me queda la menor duda__ Yq la
ofert.as alagüenas. No obstante estar bien per­
replicaba á estas sencillas razones que no lle­
suadido de que ejía mp amaba, cabía en mi
gue á mirar bajo su verdadero aspecto, di-
imaginación la idea de que podía amar á otro.
cie'ndola: re Adela, el amor se introduce, en el
y éste tan absurdo recuerdo era tfii ‘veneno ¿ importunarme haciéndome ver que mi h'er^
que roía mis entrañas poniéndoine'en un es­ mano Cárlos era un jdven de muy bellas’
tado de frenesí, que me conducía al borde cualidades. Estas sencillas reflecsiones que de­
de los mayores precipicios. Entonces esperi- bían’ despertar mi agradecimiento , prodúciáii1
menté' el rigor de los celos, y después lloran^- el mas negro rencor contra Robi , quien me
¿lo sus inevitables estragos , conocí que es el parecía usaba de estos disfraces1 para ticültar
mal de peor especie que puede atacar á los el amor que tenia á Adela, y por consigdiéri-
mortales. Ellos nos infunden ideas bien age1- te dudaba también de la fidelidad de ésta.Mé
ñas de nuestros sentimientos; y ellos mismos encerraba bajo cubierta, y algunas veces mé
nos separan con estrepitosa violencia de lo iba á la bodega donde me acogía á la Oscuri­
que mas amamos. Perturban la razón; tras­ dad dé un rincón , y allí desahogaba midlma
tornan el juicio, y nos' porten al nivel de los de los remordimientos que la oprimían.
mayores desenfrenos. Mi rencor para con Ro- Pasaba una vida que era mas penosa que
bi crecia al paso que él se insinuaba mas en los horrores de la muerte: reducido al cortó
nuestro favor. Llegó á conocer este venerable recinto de nuestro buque, no podía separar­
ánciano la indiferencia tan notable qué yó le me del mal que me - aquejaba.. .Tenia ratos
mostraba, atribuyéndolo á estupidez, (bien de desesperación, cuya causa nadie compren­
que todo lo contrario habia esperimentado día ; ..solo Adela estaba enterada de todo; y
en muypocos dias antesjh Le decía á veces á á nadie podia manifestarlo. Venia á consolar­
¡Adela que , á pesar de sér mas joven , qué’ yo me cuando nadie nos veia, que era muy rara
manifestaba mayor talento, y que se persua­ vez, y yo desatendía con crueldad sus súpli­
día que con el tiempo seria un hombre mu­ cas. Todos admiraban la situación de los que
cho mas útil ¡i la sociedad. A mí venia á ratos nos tenían por hermanos; pero ninguno ati*
w
Vaba con los motivos que nos habiareducido
de que estaba sumamente cargado.,. Enfurecido
á ella. Unos juzgaban seria efect,o de d)s,en-
me levanto prorumpiendo en dicterios contra
alones sobre intereses de familia; otro?, senti­
Robi. •. se quedó inmóvil este y sin acertar á ar-
mientos por la pérdida de alguna, alhaja, en
ticular palabra en su defensa. Iba á pasarlo
nuestro naufragio y solamente el capitán
yo con mi espada... pero Adela detuvo , mi
concibió sospechas sobre lo verdadero. Para
j» saber positivamente el enigma que nos, uniq% brazo suplicándome con sus lágrimas mirase
B trazó una trama horrorosa... .Sin manifestar­ lo que hacía: entonces, Robi trató de eyitqr
Una catástrofe ausentándosé de mi vista,
nos cosa alguna acerca de .W pensamientos,
¡Cuánto mas hubiera valido que me manlfcSr
dispuso un narcótien,,. el c,ual, dljqelto ,ep
tase, el autor verdadero de aquel atentado
virio , debía suministrarnos para ,• satisfacer
¡Se hqbiera salvado sin duda Robi; y yq^
m criminal cnriqsida^.. Una; manapa |lamó 4
corriendo el velo de mi temeridad-, hubiese
Robi con g,rau. sigilo.encargándole, nos obse­
descubierto la razón.., 1 Mas su destino es-,
quiase cop una copa de aquel licor que hacia
taba decretado y nuestra, desgracia prevista,
¡fe i muchos anos tenia embotellado y era sumamen-
Esto me confirmaba mas y mas en las, sospe-
te esquisito. El buen viejo , sin oir mas ra-
chas vehementes que había- concebido contra,
!%}'• '. zones, tomó la copa y corrió presuroso, á ha­
este- buen viejo. Voy colérico al cuarto .def
cernos partícipes de aquel obsequio.,, bien
capitán y le hago relación de lo que habja,
ageno.dej veneno que contenia: llega á, no?o,*
sucedido. El me aseguró que castigaría con
tt°S y pos le ofreció qon el mayor encareci­
severidad aquel delito que debía mirarse á,
miento. Trató de quitarme el maf humor ha,’
bordo bajo el- aspecto de un homicidio. Man­
cióndoipe probarlo ej primero; mas, al m°*
dó en seguida arrestar y poner incomunicado
mentó qn®. lo, guste, conocí el-sabor del opio
SÍ inocente Robise le formó sumaria, y sen-
w4 tro barcos de piratas.. i Aquí principiaron los
terició á muerte.; Qué perfidia! ¡qué mal« remordimientos.. .los temores.. .los sobresal­
tíád tari ecsecrable...! El capitán, por ocultar tos... nuestra ruina era inevitable, y la suer­
su delito, hace cuípáhlé al inocente Robi¡y te del que sobreviviese muy desgraciada... 1
sin oiEsü defensa , le séritenCia á la última Un marinero se llega á mí y me entrega una
feria. Yo, creyéndole único autor dél críriien carta cerrada diciéndome que Robi, es.tando
qrie ababo de referir, y que confirmaba mis en la prisión cuando él se hallaba de centinela,
recelos, depuse contra su inocencin, y mi se la habia entregado previniéndole, que no
declábabion sirvió de apoyo á su infame juez. me la diese hasta el punto de separarnos. La
Al ottíbdia, llegada la noche, fué atado y dr- abro impaciente y leo con el mayor asombro!
rojadá al mar aquella inocente víbtinta sacri­ Amado Timando, muero inocente::: El
ficada al furor criminal del capitari y al espí­ éapitan es vuestro enemigo y quien me entregó
ritu terrible de mis celos. Adela, por no des­ la copa para que bebieseis, la cual os presenté
agradarme , sofocaba el sentimiento eri cuanto sin saber lo que contenia. Muero por salvaros
la era posiblej pero de cuando en cuando sd y porque el capitán no me deja defenderme...
le ibdn algunos sollozos profundos. El cielo, Unicamente os ruego, que cuidéis de vuestro
enojado, no tardó en cubrirse de nubes ne­ hermanito Cárlos á quien amo como si fuese
gras y espesas que nos amenazaban , ponien­ hijo mió. Si la casualidad os condujese á Vie-
do á nuestra vista el castigo á que éramos na, pasad á, casa del marques de Riobil...
áctéedores. Llegó lá noche, y una niebla Decidle que su padre , en los últimos alientos
muy densa nos rodeaba , de modo que no sa­ de su vida os lo dejó encargado: y á la nina
bíamos dónde nos; hallábamos. Así navegamos Adela, su hermana, que deje'á su cargo cuan­
largo trecho ', sin saber por dónde , hasta que do de orden de nuestro Emperador me separé
al amanecer nos hallamos rodeados por cua'

t
I2Ó
de ellos, C'otitadléiini desgracia, si es que aun
los piratas el gancho a* nuestro barco , hacían
iiive, y entregadla el adjunto retrato que es
úna carnéceria de los marineros... pedazos de
el de su desgraciado padre y vuestro mejor
sus miembros recien cortados brincaban sobre
amigo t=El marqués de Riobil.
las tablas y la sangre corría á mezclarse Con
Juzgad cómo me quedaría al leer esta fu­
las aguas de aquellos mares. Sin acordarme
nesta carta.. .Yo Labia sido, de un modo in­
de nada me precipito en medio de ellos...con
directo^ el asesino del padre de Adela priván­
mi espada á diestra y siniestra repartía tajos
dola del objeto mas digno de su carino. Yo la
y estocadas, haría que cargando 'sobre mí una
había martirizado antes con mis crueles rece­
turba de aqüellos asesinos me hicieron caer
los, y ya no me consideraba digno de ecsistir.
al agua. Entonces como no témia la muerte,
Si se lo manifestaba á Adela, que esperaba
y antes por el contrarío deseaba viniese áter­
/ impaciente saber el contenido de aquella car­
minar mis infortunios , me fuá mas fácil huir
ta , moriría de sentimiento en el mismo ins­
de sus garras» Un pedazo del palo de la me­
tante que lo Supiese, y era añadir otra vícti­
jana hapiá! íá corta distancia del barco... ya
ma á mis criminales desaciertos. Ella notaba
me sentía falto de respiración... las congojas de
mi confusión y mé hacia instancias para que
la muerte me asaltaban, y 'veía muy prdcsimo
se lo refiriese ; pero yo permanecía pensativo
elinátánte de espiar mis ceguedades... el agua
sin responderla y con la vista fija en el sue­
se me introducía por boca y narices; pero revoU
lo. Estando en este estado lamentable un rui­
cándome en Jas olas pude asirme a'l palo que
do estrepitoso , acompañado de una gritería
he dicho. Luchando con las oías sobre aquel
terrible, nos obligó á ecsaminar la causa que
madero bien pronto me oculté de la Vista dé
lo próducia: me asomo á la cubierta y veo
los piratas. Mas ¿ pata qué quería yo vivir?
con indecible sorpresa, que habiendo echado
Adéla, víctima indudablemente de aquéllos
128
\ ■■
hombres,. quienes destrozando sus delicadas «ústa opuesta que no tarde' én descubrir bien
Carnes... ¡ ay cielos 1 cogerían el fruto de su de acerca'.»; Arribé á ella, y en el momento
virginidad respetado por mí mismo! Oprimida, comencé á correr como frenético por aquel de­
y violentada por la monstruosidad de aque­ sierto. Ya no podía resistir á tantos vaibenes
llos hombres $ me parecia oirla que me lla­ de fortuna.» Confuso , afligido , desesperado
maba en su socorro! No me es posible pinta­ salgo por aquellos montes y bosques, abando­
ros los terrores de este suceso. ¿. A poco rato nado á la tristeza que me roia y despedazaba
un estruedo espantoso llamó mi atención, y las entrañas. Mi alma se hallaba en un caos,
luego vi una nube densa de humo que se ele­ tenebroso:: :1a luz de la razón se me había
vaba de aquel sitio. ¡ Que' me queda que es­ retirado del todo; y si alguna vez aparecía,
perar ! Probablemente habiéndose pegado lue­ era para hacer mas patentes los horrores
go al almacén de la pólvora todos han volado de que me hallaba cercado.. Las desgracias es­
por los aires. Adela,ya no ecsiste;: ñhDespe- taban tan fijas en mi memoria, que a cual­
did, Dios mió, un rayo fulminante que pon­ quier parte que volvía los ojos no veia delan­
ga te'rmino á la vida de este infeliz 1 Pero el te de mí otra cosa. Cual hombre solitario
ciel<¡> no me oia por mas que repetía estas es- que en campiña rasa y noche tempestuosa,
presiones. Ultimamente le rogaba, que hu­ perseguido, de la lluvia y de los vientos::.:
biese conservado la pureza de Adela hasta cercado de. lobos ... en medio de barrancos y
aquel mismo instante; y si alguna cosa me precipicios, cuando los relámpagos le ciegan,
tranquilizaba en parte, era el saber que su los truenos le atemorizan, los rayos conti­
trage podía defenderla de cualquiera tentativa nuamente llueven y los vé caer por uno y
por parte de aquellos bárbaros. Yo fluctuaba otro lado, y sin acabar de morir á cada mo­
sobre aquel madero que me conducía á la mento muere; así me veia yo .por estos valles
y montes. Los sitios mas escondidos y tristes me guardé unas y otras: me separé de la ori­
eran los que mas apetecía. Me bajé poco des­ lla del mar y seguí recorriendo aquellos va­
pués á la orilla del mar, y andando por la lles hasta que descubrí un bosque sumamente
costa, hallé á corto trecho un cadáver seco, espeso formado por los árboles dejados al des­
•denegrido y sus facciones tan desfiguradas, cuido. Allí me fui embreñando poco á poco
que no podía formarse idea de ellas ::: á un hasta lo mas interior de él. Allí creí que estaba
lado había un fusil muy sucio; ecsaminé uno la perpetua morada de la noche: la cuna de la
y otro con la mayor serenidad, pues los hor­ melancolía: el pais del pavor; y en la frase de
rores de que estaba poseída mi alma, eran su­ los poetas el reino de Pluton. Allí no se veian
periores á los que podían inspirarme el re­ sino fúnebres cipreses , matorrales espesos,
trato de la muerte en un sitio tan estraviado. selvas enredadas y una enmarañada breña.
Tomé el fusil por si me era útil en lo suce­ Allí se oía el mochuelo gimiendo á compás:
sivo, le registré y halle' estaba servible, pues el feo murciélago y la nocturna lechuza: gri­
lo mas puerco era lo esterior del canon. Re­ taban las ranas ; silvaban las serpientes y
gistré también el cadáver por ver si le hallaba hervían todas las demas sabandijas 5 y en me­
municiones y algún documento que me su­ dio de todos estos horrores mi corazón pal­
ministrase nociones acerca de su persona. En pitaba embalsamado en melancolía y no me
efecto, hallé en un bote de hoja de lata doce cabia en el pecho.
cartuchos muy bien acondicionados, los que A corta distancia distinguí una espaciosa
me reservé con mucho esmero. Le encontré gruta aue por el pronto me pareció morada
una cartera de hule que contenia varias apun­ de algunas fieras.... animado de mi desespe­
taciones, y entre ellas una, cuyo contenido ración , me interné en ella para buscar una
■ao pude entender , y llamo' mas mi atención: aventura que pusiese término á mi vida que
132 *33
la miraba como carga insoportable á mis fuer­ ticular, bien que mi entendimiento no estaba
zas morales, En efecto, sin reparar en los en disposición de conocer los . riesgos que ma
riesgos á que me esponia, andaba de priesa cercaban, y por otra parte el ir bien armado,
por encontrar el fin de aquella cueba: cuanto me daba cierto valor que aumentaba mi re­
mas adelantaba, tanto mas largo me parecía solución. Ya estaba cansado de andar por
aquel camino oscuro. Habría andado ya co­ aquella infernal caberna, pero resolví no pa­
mo media legua bajo de tierra cuando tube rar hasta encontrar el fin ; y á proporción
que trepar por un gran despeñadero que ha- que caminaba, la luz se iba haciendo mas
bia dentro de ¡a misma gruta, el cual for­ perceptible hasta que habiendo llegado á una
maba como una especie de tapia que inter­ pequeña altura que formaba la tierra en lo
ceptaba el paso á otro menos arriesgado. Solo interior de quel espacioso subterráneo, veo
distaba el corto espacio de una vara este pe­ con asombro una porción de hombres desnu­
ñasco del pavimento de la bo'beda que for­ dos y cubiertos de una mezcla que no me fue
maba la cueba, por cuyo estrecho pasé con dado analizar por entonces : al momento que
bastante apuro. El descenso de aquel enorme me divisaron, empezaron á gritar al rededor
peñasco por el otro lado, no fue menos ar­ de mí, y uno de ellos fue tan atrevido que
riesgado y peligroso: pero al fin mi temeridad me escupió' en la cara. Entonces yo irritado y
venció' todos los inconvenientes, y continué' sin temor alguno, le saludé con un terrible
mi camino sin ver desde alli mas que una bofetón á que me contestó con tan sober­
confusa luz á lo lejos. bio cachete en las espaldas que me obligó
Estoy seguro que aquel sitio hubiese ins­ á caer en.tierra. Me incorporé, y levantando
pirado espanto al hombre de mayor serenidad las barras de mi fusil disparé un tiro sin in­
pero yo lo miraba bajo un aspecto muy par- tención de herirle.... Lo mismo fue sentir este
J34
estrepitoso estruendo que resonó en todo el
subterráneo, que á porfía se postraban á mis
pies, poniendo la cabeza en el suelo y los
Brazos en el cuello. \Quépasmado y fuera de
mí me hallaba yo entonces! Conociendo que
aquella era una señal de veneración, les hice
varias demostraciones para que se levantasen
y á la primera que comprendieron, obedecie­
ron sin detención conduciéndome con el ma­
yor respeto hasta lo mas claro del subterrá­
neo en donde me cogieron sobre sus hombros
y me llevaron basta el lado opuesto de mi
entrada, desde donde dejaba verse por entre
un prolongado callejón formado por dos enor­
mes montanas de arena, un gran pedazo de
mar. En este sitio, la naturaleza habia for­
mado una gran claraboya que daba luz á Jo
restante del subterráneo, habia un estanque
de agua dulce rodeado de piedras de conside­
rable tamaño, y á la derecha un especie de
trono rústico, construido sin duda desde mu­
chos siglos antes. Me colocaron en e'l, y de
allí á poco vino un anciano cuyo rostro es-
’35
taba adornado con barbas que le llegaban
hasta el pecho, y postrándose á mis pies me
entregó una concha de gala'pago llena de un
licor que probé y no dejó de agradarme, el
cual reanimó mis sentidos , pues hacia ya
cerca de dos dias que no había tomado ali­
mento^ Este anciano después que le devolví
la concha vacía, me besó los pies y dando
brincos se retiró poniéndose al frente de los
demas que en gran número admiraban mi
presencia. Todos estos hombres eran de una
estatura de cuatro pies el mas alto, pero de
una fuerza muy superior á la de los europeos.
De alli á peco me trajeron unas como azana­
horias de esquisito gusto que devoré con pla­
cer; pero creció mi asombro al ver que el
mismo anciano que antes me había servido la
concha de aquel esquisito licor, se volvia á
postrar de nuevo en la base de aquel informe
trono, y llenando su concha de agua del es­
tanque, me roció con ella por tres ó cuatro
veces. A la verdad, que como yo no estaba
para burlas ni sufrir obsequios de esta espe-.
cié, callé de muy mala gana.... Un ademan De trecho en trecho habia grandes nichos,
involuntario que quise hacer levantando las donde dormían aquellas familias saivages. En
manos, fue para ellos una úrden que íes man­ cada una de estas celdillas, cabían únicamen­
daba retirarse.... En efecto , todos desapare­ te dos de ellos y yo de ningún modo podía
cieron dejándome en aquella situación que entrar sin hacer un esfuerzo violento. Todos
me parecía, parte de un suceso que estaba so­ estos habitantes estaban barnizados con una
nando. Mis remordimientos volvieron á asaltar especie de lodo, que una vez seco, les servia
me y mis desesperación era continua. A una de preservativo contra la inclemencia á que
distancia que no conocía de mi patria, no. estaban espuestos, y de la molestia de algunos
tenia lugar en mi imaginación las esperanzas insectos. Entre aquellos nichos dejaba verse
de volver á ella.... y ya era preciso olvidar lo uno muy superior á todos por su estraordina-
que habia sido y hacerme cuenta de que aca­ ria magnitud. Este era el sitio donde habi­
vaba de nacer en un mundo nuevo, á cuyos taba el Kagrrek ó encargado del gobierno del
habitantes debía poner la ley y hacerme res­ subterráneo. Estando ecsaminando esta con­
petar de todos ellos. Esta idea me obligaba á cavidad que parecía mas bien obra del arte que
formar nuevos planes y á hechar mano de- producto, de la naturaleza, me sorprendieron
mis conocimientos para captarme el amor y unas voces que oí muy de cerca. Dubek, Du-
el respeto de aquellos hombres que Iá divina bek deeian esforzándose, y al instante me
providencia ponía bajo mi dirección. Me bajé encontré rodeado de una multitud de hom­
del trono y empecé á andar por todo el sub­ bres de aquella raza , colocados en la ridicu­
terráneo; cuando hallaba alguno de aquellos, la posición acostumbrada. Después me guia­
séres particulares, se postraba inmediatamen­ ron á un espacioso recinto del mismo subter­
te en tierra hasta que yo me alejaba bastante. ráneo, al cual pasamos por debajo de un ares
natural muy magnífico del que pendían ver­ al trono de que tengo hablado. Me ofre­
des plantas con cierta simetría, que servían cieron con sumo respeto huevos de tortugn,
de un gracioso adorno. Aquel sitio era donde una concha con aquel licor de tan buen gus­
cultivaban sus azanahorias que conocían con to, y me volvieron á rociar con agua. No pa­
nombre de lebiegs, y donde en grandes oyos rece sino que ecsigian sacrificios de mi resig­
las depositaban para conservarlas frescas de nación en pago de la buena acogida que me
un ano para otro. Este era su principal ali­ dispensaban. Me era sumamente incomodo
mento , y algunos huevos de tortugas que este raro obsequio, Llegó la noche y habien­
cogian á la orilla del mar. Noté en aquel si­ do pronunciado en alta voz, el que hacia de
tio que no liabia árboles de ninguna especie gefe, estas palabras: Egrinelle las Kel, se
ni arbustos, bien que la mayor parte del retiraron todos á sus nichos respectivos sin
subterráneo carecía de la presencia del sol que mostrarse quejosos Este hombre era el mis­
es quien vivifica las plantas. A su lado cercado mo que me había servido el alimento, y el
de piedras, había un grande deposito de ca­ que hacia entre ellos oficios de sacerdote.
dáveres de su especie; unos carcomidos y Restablecido un admirable silencio en tocio
otros mas recientes. Estos restos de su espe­ el subterráneo , yo solo apetecía descansar
cie supe después que eran de los cuerpos que aunque me creía incapaz de conciliar el sue­
morían naturalmente , cuyas almas creian no por entonces. Aquel anciano me indicó
ellos que pasaban al estanque de que hablaré mi lecho que estaba contigüo al suyo, pero
después y se dejaban ver en forma de ranas. mas elevado; se componía de una porción de
Visto aquel sitio, al que suministraba no pieles muy finas, las que lo hacían bastante
muy abundante luz la claraboya principal, mullido, de modo que á pesar de las cavila­
nos retiramos y me condujeron de nuevo ciones que me mortificaban cedí al cansancio
140
141
y nte rendí al sueno. La noche, que allí du­
de este modo conservaban inalterable el res­
raba seis horas solamente, la pase' de un sue­
peto que me tenian.
ño del cual desperté como asombrado. Ya el
Poco á poco fui notando particularidades
6ol dejaba caer perpendicularmente sus ar­
siendo mi principal cuidado indigar los dog­
dientes rayos por la claraboya principal. y
mas de la religión que seguían, el orden
todos mis huéspedes estaban puestos boca
de su gobierno y todo lo demas que me pu­
abajo como adorándole. Cuando me presenté
diese ser útil para mis planes.
en medio de ellos, se levantaron y postraron
No tardé mucho en saberlo todo á punto
de nuevo. Después supe que á mi me tenían
fijo. Este sacerdote ó Kag-rrek, animado de
por hijo del sol. Acabada esta ceremonia que
una respetuosa obediencia me lo refirió' sin omi­
fue acompañada de varios gritos y saltos de
tir la mas pequeña clásula. Luego que estuve
alegría, me sirvieron nuevamente ios mismos
enterado de la pronunciación de su idioma,
alimentos que el dia anterior; y de este modo
le hacia varias preguntas como ecsigiendo sa-
continuamos por espacio de ocho dias, en
tisfacion del desempeño de los cargos que
cuyo tiempo pude comprender el significado
tenia. Me dijo que muchos soles habían pa­
de algunas de las voces que usaban y á pesar
sado sin que se cumpliese la gloria de ver al
que me costaba un trabajo ímprobo el pro­
hijo de su dios que era el sol: que vivían
nunciarlas , conseguí hacerme entender de
siempre con la esperanza de que bajase yo de
ellosde modo que me era ya mas llevadero
la región de mi padre: que muy gustosos se
su trato y menos molestas sus costumbres.
entregarían á la egecucion de mis preceptos,
Y o tenia mis conversaciones con el Kagrrek,
y que todos trabajarían para mantenerme- Yo
y por medio de éste hacia entender al pue­
le contestaba que tenia drden de mi padre
blo mi voluntad cuando llegaba el caso , y
para dejarlos luego; pero si ellos se portaban
14« , M3
con humildad y obedecían y ciegamente mis el momento en que nacían cuidaban sus ma­
órdenes, aun vería si mi padre quería acce­ dres de hacer una señal en el brazo derecho
der á sus ruegos. Esta esperanza le lisonjeó á sus hijos con el canto agudo de urja piedra
mucho y me miraba con un semblante ala- cada vez que al cabo de seis meses venia el
güeno: de modo que estendida esta voz entre sol á alumbrarles, y de este modo contando
ellos , creció el respeto que antes me te­ el número de las cicatrices, sabian fijamente
nían. cuando se hallaban en disposición de escoger
Yo les dejaba sumergidos en el error con el mugeres. Cada una de éstas, tenia el cuidado
objeto de que acostumbrados á obedecerme de alimentar sus hijos hasta que’ ellos por sí
pudiese en lo sucesivo hacerles conocer el podían hacerlo, en lo que se anticipaban so­
verdero Dios, autor de la naturaleza, é in- bremanera. Ninguna de ellas, sopeña de ser
nundar en sus corazones las mácsimas de mo­ castigada por el sol, podia cohabitar con otro
ral cristiana, que despojándoles déla ferocidad hombre no siendo su marido, ni éste con
que les caracterizaba, les constituyese en se­ otra muger que las suyas.
res cultos capaces de estender su industria a Ninguno debía tirar piedra ni inmundicia
países mas fértiles. Supe que su religión se al estanque donde se hallaban las almas de
reducía á venerar y respetar el sol, el cual sus compañeros difuntos. Debían creer todos
dejaba verse en aquel sitio seis meses al ano. que el sol mandaría su hijo á reconocer mas
Trabajaban todos cierto rato al cabo del de cerca aquel sitio, y según las faltas qu e
dia en el sitio donde cultivaban sus lebigs. hubiesen cometido, les privaría mas ó menos
'Era una de sus primeras obligaciones elegir tiempo de irse con él y estarían mas ó menos
cada uno dos mugeres cuando llegase á cum­ en el estanque lavándose de estas faltas - Que
plir treinta soles de edad, para cuyo fin desde éstas almas se retiraban con el sol y se iban
145
i44 ttel sol. Este sacerdote era el único que se
á las regiones de su Dios hasta qué volvía, y
distinguía en tener cuatro mugeres, las que
entonces ellas mismas lo anunciaban con sus
cultivaban la tierra para mantenerle.
graznidos en los que se percibían estas síla-
Todos los dias al salir el sol, llamaba el
vas: rag rag, que entre ellos significa per-
Kag-rrek á susLectingbers, diciendo en,alta
don.
voz Dubek, Dubek ges mak let; que quiere
En Europa también las ranas cantan de
decir el sol el sol; hijos, adoradle. Estas vo­
este modo, y como es prodiedad de este an­
ces corrían de uno á otro y todos llegaban á
fibio permanecer oculto mientras dura el
la claraboya principal donde se postraban se­
ivierno en que el sol aleja'ndose les priva del
gún costumbre. Después se entretenían en sa­
calor que las anima ; he aquí de donde dos
lir á buscar hasta la orilla del mar, por el
Letingbers deducían la ida de sus almas á la
estrecho callejón de que he hablado, huevos
región del sol cuando e'ste astro se ocultaba
de tortuga que había eu abundancia, y luego
de aquel, pais.
cultivaban toda la tierra, ya ahuecándola con
Lo mismo era llegar el tiempo de la ve­
unas piedras largas y estrechas que formaban
nida del sol, y que las ranas lo anunciaban
una punta muy delgada, ya cogiendo agua
saltando y sacando sus cabezas fuera del agua,
en la boca de la que filtraba en abundancia
que todos se preparaban á recibirlo y postra­
por un lado del subterráneo, la que deposi­
dos en tierra lo adoraban. Después tenían va­
taban en una oya que hacían al rededor de
rias danzas acompañadas de gritos con que
cada planta. Jama's hubo entre aquellas gen­
procuraban divertir al Dios. No les era per-
tes uno que repugnase el trabajo, ni que se
mido qíiitarse unos á otros las lebiegs que
escusase de contribuir á aumentar los bienes
habían tomado para su alimento. Todos de­
en que todos tenían igual parte. Todas su»
bían respetar al Kag-rrek como á un ministro
146
riquezas se reducían á la cosecha de los li-
hers el pudor, y todas sus acciones denotaban
bigs, á la provision de hukues ó huevos de
algunos rasgos de virtud que la naturaleza
tortuga y al licor que fabricaban mezclando
les imprimid sin duda.
estos dos artículos con agua y dejándoles fer­
Los hombres eran , como he dicho,
mentar, al que daban el nombre de Tayga.
de una estatura de cuatro pies y medio con
Las mugeres estaban enteramente desnu­
corta diferencia : su rostro del mismo color
das á escepcion de »un pequeño Blek ó delan­
qué él de las mugeres; tiraba á bazo, y aun­
tal que llevaban colgado de la cintura, y que
que no tan desproporcionadas sus facciones,
era fabricado con primor por ellas mismas
no eran nada agradables. Hubiesen sido fero­
de los cabellos de sus madres, hermanos y
ces con el que hubiese tratado de oprimirlos;
abuelos que conservaban como la joya mas
pero muy humanos conmigo que les trataba
rica de su herencia.
con afabilidad. Entre sí no tenían riñas, por­
Estas mugeres eran por lo general mas
que no había riquezas que disputar, y todos,
altas que los hombres : su cabeza estaba ador­
poseídos de un sumo respeto, obedecían a 1
nada con hermosos cabellos, que á la mayor
Kag-rrek. No usaban armas ofensivas ni de­
parte cuando estaban tendidos les cubría toda
fensivas, ni tampoco habia ocasión de valerse
ía /espalda: sus ojos eran hermosos y muy es-
dé ellas.
presivos, pero sus mejillas muy abultadas :
En los dias que ellos celebraban sus fies­
su nariz muy ancha y aplastada, y su barba
tas en obsequio del sol, presidia el Kag-rrek
sumamente angosta , formaba un conjunto
la función siguiente. Convocados todos por
estravagante : sus dientes eran semejante al
el mismo, según costumbre , se reunían bajo
marfil en la blancura, y se notaba en ellos
la gran claraboya donde los espectadores se sen­
mucha igualdad. Dejaba verse en las Leting-
taban én tierra con las piernas cruzadas co-
148
too hacen los chinos : formaban un círculo, de sus pies, apoyadas en las del con­
y en medio salían, los mas. jóvenes y robustos» trario , hacían esfuerzos terribles para ven­
daban principio á la función con un baile derle de mddo‘qüe llegaban á sudar y á aca­
tan estravagante, que no pude menos de pro- lorarse, hasta qúe! ¿1' toas valeroso decidía la
rumpir en risa la primer vez que lo presen­ contienda hecHándose sobre sí al otro con
cié. Saltaban, sin; orden ni concierto;unas ve-, qui ¡n peleaba. Aun no era ésta prueba sufi­
ces se tendían á la larga: otras formaban ca­ ciente para aclamarle victorioso, era preciso
denas que deshacían con mucha velocidad qué, poniéndose en píes, se decidiese á puñeta­
para ir á abrazarse unos con otros: ya se co­ zos V bajó el supuesto Üe qué no habían de
gían de las manos y daban algunas vueltas pegarse más que en la espalda; pites el que
en esta forma: ya salía uno] de ellos al cen­ ttiviése la poca precaución de dar en la cara
tro del círculo, y bailaba el solo al compás ó pecho de sn contrario, era tratado de ven­
del palmoteo que tocaban los otros, ejecu­ cido , aunque húbieré salido vencedor en la
tando tan raras cabriolas,, que por su estra­ primer lucha. Este último desafio duraba a
ñeza me divertían. Acabada esta danza salían veces larso rato, hasta que viendo elKag-rrek
las mugeres á ejecutar lo mismo que habían que se acaloraban demasiado , les mandaba
hecho los hombres, llevando siempre en bra­ separarse, á cuya orden obedecían puntual­
u zos á sus tiernos hijos. Jamás vi bailar una mente y se diferia la decisión de esta última
pareja de amh^íf seesos al mismo tiempo. Des­ prueba para el día siguiepte j mas cuando des­
pués de ,terminada esta segunda parte de la de luego se notaba el mas valeroso se les de­
fiesta salieron dos jóvenes á probar sus fuer­ jaba hasta que se viese rendido el contrario.
zas ; se colocaron en tierra frente uno de otro; De este modo ejercitaban sus fuerzas los Le-
se cogieron las manos, y poniendo el uno las tingbers en obsequio de su dios; y era lo mas
admirable, que acabada esta escena se halla­ se atreviese á poner un pie dentro del agua.
ban tan amigos como antes, y sin señal deí El mar le tenian muy de cerca y nunca osa­
mas pequeño rencor: tal era la, intención, con ron entrar en él; hé aquí la causa de que
que lo hacían, que sufrían gustosos los golpes permaneciesen reducidos á tan estrechos lí­
tremendos que se daban, creyendo estar obli­ mites. Guando había alguna borrasca y las
gados á divertir á su ídolo ryhae,fer en su ob­ olas furiosas dejaban verse mas de cercarse
sequio todos estos sacrificios. horrorizaban retirándose á lo interior de su
Cada vez que descubrían el sol después subterráneo, llamando al sol en su ausilio.
de los seis meses de ausencia echaban una ,. No conocian el fuego artificial ; y así es
piedra en un lado del subterráneo, de modo que las noches y la temporada que el sol se
que contando el número de éstas, podían sa-' absentaba de aquel pais, no tenian otra luz
ber los años que habían transcurrido desde, la que la eseasa que recibían de una aurora bo­
fundación de esta ceremonia. Lo, que puedo real , cuyo resplandor se introducía en el sub­
decir úuicamente en obsequio de la verdad es, terráneo por la parte del mar. Esta luz era
que había un gran número de ellas. , suficiente para que se pudiesen distinguir los
Las dos mugeres que cada hombre tenian, objetos por su volúmen y no por sus colores,
alternaban sumisamente y con la mayor ar­ y forma respectiva.
monía á disfrutar del lecho conyugal. Este La enfermedad que mas les mortificaba
placer lo miraban como propiedad á que ca­ era una calentura periódica, conocida entre
da una tenia igual derecho , y ambas amaban nosotros conel nombre de terciana. Esta fie­
á su esposo con suma ternura. bre era su mayor enemigo y la,que hacia gran­
No conocían ninguno de aquellos habi­ de, estrago en ellos, particularmente cuando
tantes el arte de nadar, y no había uno que habia mucha humedad en el subterráneo. No
conocían antídoto alguno para libertarse de lian de sus ahugeros los safes y se reunían éii
esta epidemia; y era bien raro el que llegaba el sitio donde se criaban las lebigs, y arran­
á una edad media sin haber sido asaltado dé1 cándolas las devoraban. Yo prometí á mis
la murec, nombre que le daban'S esta calen- huéspedes acabar con aquella raza de anima­
tuia; bien que aquel sitio carecía! de toda meí-1 les , á cuyo fin me puse en espera con mi fu­
dicina. En los demas dolores -que les acome­ sil. La primer noche, en solos dos tiros, iba-
tían procedían á su curación dé urí modo müy té ocho. Cuando los Letingbers vieron aque­
raro. Cogían la parte doliente / la compri- lla mortandad brincaban ’de contentos, se
raian fuertemente hasta que el dolor cal­ postíaban á mis pies, y talé besaban la rójiif,1
maba. 1 'í ¡ ¡ Sl-, dándome gracias porque les quitaba aqüelldá
También se criaban una especie de* ratcí- enemigos que infestaban su habitación y ro­
ries de una magnitud admirable; diabia baban él producto de ‘su trabajo. Los desh­
nos de una vara de longitud y unos tres pal -1 ilaron y me regalaron Sus pieles. De esta mis­
mos de diámetro. Los Letingbers los distin- ma espeéié eran las que mé Servían dé léclío;
guian con el nombre de safes. Estos animales y entre eíloFsé juzgaban como don precioso.
hediondos les hacian un grande éstrago ensos' Seguí exterminando los safes asquerosos. Al
lebigs ó azanaorias, y se comían los bultúes cabo de ocho dias había muerto utios treinta;
d huevos de tortuga que tenían prevenidos y no quedándome más que' dos cartuchos;
para su consumo.' Tenían grande aversión f me fue precisó recurrir á otro remedio.
estos sa es, y a pedradas solían matar algunos^ Ya habían pasado veinte dias que yo mé
pero se multiplicaban considerablemente y los hallaba en el subterráneo .y1 entendía'con al­
comían la mitad de sus provisiones. Por las guna facilidad el idioma dé aquellas gentes.
noches, ínterin dormían los Letingbers, sa- Su pronunciation era muy fuerte y daban
chasquidos con, la lengua para hablar , que algún tanto , y sentándose en tierra con las,
fue lo que mas repugnaba la mia al imitarles. piernas cruzadas, me esperaban impacientes.
Les ensene,a cazar las tortugas que salían Tratando yo de llevar adelante mi intento *
á depositar sus huevos fuera del , mar sobra bajé al valle que habia visto, y habiendo for­
aquellas piedras. Un día cogimos tres bas­ mado un acecito de leña seca , me volví á su­
tante grandes, y quise pasmarlos de nuevo bir por donde habia descendido; pero con la
tratando de encender lumbre q¡ara comerlas, precaución de no dejar jamás mi fusil y mis
Ciadas. A este fin, subiéndome-jjor, aquellas cartuchos. Apenas me divisaron de nuevo en.
montanas, de a ven qu e ellos consideraban co- lo alto de aquellas montarlas de arena, car­
mo j?,Wccesi^es y.;Tl¿e su Kag-rrek.no les gado de mi leña , empezaron á gritar y saltar
poftqitia pasar creyendo, que poj^í qtro lado de contentos : , todos se pusieron al pie de la
estaban rodeadas Ae^ar; Llegué á lo tpas ele» montaña, y con los brazos abiertos me espe­
vafio‘lo ellas, desde donde descubrí un pajs raban que llegase. Llegué al fin, y en sus
por todo alrededor , sumamente,, fértil,, y ame­ hombros me condujeron dentro del subterrá-i
no. Mis observadores me suplicaban que me neo. Mostraban cierta repugnancia a tocar la
bajase y qup no. fuese tan pronto al reino de leña que yo habia conducido dudándo lo qug
mi padre dejándolos á ellos cuando, mas rae seria. Por último, colocando mi leña en un
amaban. Ví con asombro que algunos de lado., hice traer las tortugas. Con un poco de
ellos se daban de puñetazos en la cabeza-para pólvora estregué un pedacito de uii camisa, el
demostrar su sentimiento. Esta accjon me es- cual pude encender colocándolo dentro de la
cit-o ,1a compasión y me obligó á, asegurarles cazoleta de mi fusil, y disparando un fogo-
que volvería al instante, que me esperasen en gonazo (¡qué admiración les causó la vista de,
aquel sitio. Con esta esperanza se serenaron este fenómeno!) veíanlo arder con compla-
cencía y recibían pTaceí al notar la impresión practicaban para criarlos. No usaban de los car-
del caíonco artificial. Todo lo que yo hacía rites que hay en Europa; donde colocando el
les daba motivo para admirar mas y’ mas mi niño cuando apénas puede sostenerse, gravita
poder y mi sabiduría. Encontraron todos de perpendicularmente sobre sus débiles piernas
un gusto ésquisito las tortugas asadas, y siem­ «oda la naole de su cuerpo, y las obliga á tor­
pre me estaban haciendo preguntas acerca del cerse de un modo irreparable.
fuego y sus propiedades, á que yo satisfacía Hecho cargo de las costumbres de los le-
Conciérte reserva. tingbers, traté ilustrarla con mis conocimien­
Las mugeres, durante su embarazó ', no' tos y sacarles del error en que estaban su­
pádeclah las incomodidades que’ías”de nues- mergidos. A ’este fia llamé al Kag-rrek, quien
, *r°..Pa’s.’ Jurilas dégó él caso cié que sé sus­ me pareció bastante racional y de un genio
citase fá cuestión de sP convendría" salvar e{ algo mas intrépido que el de los de su raza;
feto S costa de sii madre o' vice-vérsa.'No ha­ le creí mas á propósito para el caso, porque
bía parteras o comadres que las molestasen, era quien me demostraba mas amor, y con
y soló se las ausiliaba, con el alimentó para quien por su dignidad podía familiarizarme
darles'‘vigor. ' • 1,1,1 ' • '• °X '-'"i ■ ’ ' sin que á la vista de los demas se-degradase
CÍüarido sus hijos estaban ya en disposición mi potestad.
de ejercitarse en andar , los dejaban en tierra Empecé por decirle que si ellos querían
adonde ya á rastra, ya de rodillas ejercitaban les prometía llevarlos al reino de mi padre, y
sus fuerzas y daban elasticidad á siís nér- que para esto no tenían que hacer otra cosa,
♦ vios.Nó había un Legt/nberg contrahecho ;to- que seguirme. Al principie ine manisfestó
dos eran derechos y bien formados, yydétri- cierta desconfianza; pero no tardó en conve­
buía esta perfección al método que sus1 madres nir en lo que acababa de proponerle, que-


dando encargado de inclinar los ánimos de' man^cierón considerando la variedad de flores
sus amigos á que me siguiesen. Como estaban y. plantas; las diversas clases dé animales cua­
éstos obligados por sus leyes particulares* á drúpedos, volátiles y algunos reptiles. A esta
obedecer ciegamente al Kag-rrek, accedieron última producción de la naturaleza animada,
gustosos con tal que éste fuese delante. manifestaban cierto temor no infundado por
Al dia siguiente , puse en práctica mi un instinto particular.
proyecto , pues á no hacerles ver su equi* Bajamos al otro lado y recorrimos muy
voca rutina prácticamente, no hubiera po­ contentos aquellos rústicos jardines. Vimos á
dido yo desterrar de su entendimiento un er­ lo lejos una manada de gacelas, á las que dis­
ror de tanto siglos. Habiendo salido el sol y paré un tiro, y maté dos de ellas. En seguida
egecutado las ceremonias acostumbradas en su encendí luego, y habiéndolas asado, las co­
obsequio , les invité á que me siguiesen; su­ mimos con mucho gusto. Al Kag-rrek, que
bimos la montana de arena y yo parecía un era mi confidente, se le saltaron las lágrimas
pastor que llevaba tras sí por las cumbres de gozo; cosa en ellos tan rara, que el senti­
miento mas cruel, ni la alegría mas íntima,
mas escarpadas una manada de cabrás. Al
liabian conseguido hasta entonces.
descubrir'mis Letingbers aquellos valles tan
fértiles y amenos, creyéndose ya en la región Después de nuestro rancho tuve la opor­
del sol, gritaban y se abrazaban dando saltos tunidad de poder decir al Kag-rrek que el sol
de alegría...Veían un sinnúmero de objetos era solamente un ástro, al que el Dios ver­
desconocidos, y para su vista muy preciosos. dadero gobernaba y hacía venir á alumbrar
Notaron la gran estension del mar ; admira­ á los mortales: que este Dios regía la luna,
ban el verde colorido y la frondosidad de los las estrellas , y tenia dada su ley á los .hom­
bres: que éstos debían temerle, venerarle y
bosques de que no tenían idea. Absortos per-
i6o i6r
hacer en todo su voluntad. Les hice en todo á nuestro subterráneo precedido de mi comi­
una pintura en compendio de todas las*atri-
tiva, en cuyos entendimientos habia logrado
buciones del Todopoderoso. Quedo' el buen introducir el priiher rayo de la luz de la ver­
viajo atónito al oir mi esplicacion; mas co­ dad.
mo hasta entonces habían salido ciertas mis Todos los dias salíamos á la misma hora
promesas y vaticinios, no dudó en creer lo á hacer varias escursiones por aquellos val les
que yo le decía , y me preguntó, si po­ y bosques frondosos sin encontrar obstáculo
dría llevarlos á la mansión de este Dios, que nos lo impidiese , y .cada vez encontra­
cuya grandeza admiraba. A lo que le con­ ban los Letingbers objetos dignos de su ad­
testé que solo nos era dado gozar de su pre­ miración. Yo no descuidaba el principal, que
sencia después de muertos y purificados de era el de la instrucción de aquellos salvajes,
nuestras culpas. Desde entonces pasaba largos procurando sacarles de su miseria y de los lí­
ratos instruyéndole en la verdadera sabiduría; mites oscuros y pequeños de su patria , para
y este .anciano transmitía inmediatamente sus cuyo fin no cesaba de transmitirles mis co­
nuevos conocimientos á los Letingbers , en nocimientos para que adquiriesen una idea
quienes los deseos de disfrutar de este nuevo verdadera de. la religión, principal base de la
placer de llegar á participar de la presencia sociedad. Ya rendian sus cultos al verdadero
de Dios ( quien seguramente iluminó mi en­ Dios, y marchaban bajo el precepto que les
tendimiento para hacerles conocer su grande­ habia impuesto. Ninguna ceromonia de lasque
za ) Ies ponía en el caso de practicar ciega­ se hacían antes en obsequio del sol se practi­
mente todo aquello que yo les ordenaba en caban en el dia, y solamente les obligué á que
obsequio del Autor del Empíreo. puestos de rodillas y levantándo su vista al
Antes que el sol llegase al ocaso me retiré cielo, ofreciesen al verdadero Autor sus almas y
accioùes pidiéndole les iluminase con su di­ de muy buen gusto y bastante nutritivas, con
vina gracia. ¡Acaso á este ser incomprensible las que nos. alimeútámos prefiriéndolas á las
qué descubre desde su elevado trono hasta los lebigs y bukues con que antes se alimen­
arcanos mas recónditos de nuestros corazones, taban.
recibiría con mayor complacencia estas senci­ Trasladado nuestro campamento á aquel
llas ofertas de aquellas almas inocentes que desierto, cada uno habitaba su choza respec­
las golpes de pechos de alguuos hipócritas de tiva , y había formado un especie de aduar en
Alemania ! el que mandaba el Kag - rrek. Este anciano,
Por las varias correrías que hice por aque­ á pesar de que tenia el mando y recordaba mis
llas selvas, conocí que no había riesgo en pe­ órdenes ¡á los Letingbers, no les escedia en
netrar hasta lo mas escondido de ellas. 'Sala- riquezas, de modo que desde entonces se veía
menté nos retirábamos’¡al subterráneo ¡para obligado á trabajar para mantenerse como el
pasar ;en él la noche, y por las mañanas tíos mas infeliz. . r - ’
salíamos á buscar comida ¡y distraernos por Guando ya tenia yo en buen estado la
aquellos valles. Les hice.construir chozas don­ instrucción de aquella colonia y me prometía
de pudiesen guarecerse de las intemperies y ser el segundo autor de su felicidad, me sentí
de las pocas fieras que habitaban en aquel asaltado por los deseos de . volver á mi patria,
desierto. - Todos los dias subia á un pequeño cerro des­
Ya miraban con horror el subterráneo qué de donde se descubría una gran estension de
les había servido de cuna , y no apetecían mar por ver si alcanzaba mi vista á divisar
otra cosa que habitar en el nuevo país , <al alguna embarcación. A pocos dias de repetir
que sé-trasladaron de hecho todos los Leting- mis intentos descubrí ¡ qué gozo! un barco
bers. Allí descubrí unas especies de batatas con pabellón holandés. Mi alegría fue igual á
lá de mis Letingbers ctiando descubrieron su ron con sumo gusto. Nos embarcamos y los
nuevo mundo. Entonces, cuando mas cerca restantes se quedaron rogándome-que volvie­
estaba el buque, dispare' mi fusil, á cuyo se pronto y no les abandonse.
tiro fijando la atención el capitán, me descu­ Ya di principio á la última época de mi
brió', y como viese que le hacia señas para vida. Llegamos al bergantín desdo donde veía­
que abordase,> hecho la lancha al agua y tres mos á todos los Letingbers á la orilla del mar
marineros llegaron á la orilla, saltando uno con los brazos levantados y gritando. El ca­
de ellos en tierra. Mis Letingbers se ’asusta­ pitan nos recibió muy placentero asombrado
ron al pronto, mas viendo que yo abrazaba por la presencia de los jóvenes salvajes que
á aquel hombre, quisieron hacer ellos lo mis­ yo conducía. Me insto' á que le refiriese mi
mo con grande asombro del marinero, quien aventura, y qué casualidad me había propor­
no podia figurarse; que aquel país estuviese cionado encontrar con aquellos hombres in­
habitado entonces, pues jamas se había ad­ civilizados , de cuya eesistencia no habían
vertido vestigio alguno de racionales en él. dado noticia los viageros mas curiosos. Le re­
Me dispuse a partir, para cuyo fin les traté ferí esactamente mi último naufràgio con to­
de engañar diciendo que aquellos venían en do lo demas que dejo dicho á cerca de los
aquella casa ambulante que hábiamos des­ Letingbers, y manifesto el mayor gusto en
cubierto para decirme de parte de Dios lo oir mi narración prometiéndome toda su pro­
que debía hacer para el arreglo y felicidad tección hasta dejarme en las costas del mar
de todos los Letignbers. No quedaron muy Báltico, desde donde podía regresar á mi pa­
satisfechos de esta razón; pero por él temor de tria. Yo acepté su promesa y le manifesté mi
desagradarme, no me lo impidieron : invité agradecimiento.
ú dos jovenes á que me siguiesen; y lo hicie­ Ya renacían en mi pecho las esperanzas
del volver al seño de mí familia para pasar el tonces de tan considerables peligros, no me
resto de mis dias al lado de mis padrinos y abandonaría en lo futuro.
terminar mi esistencia cerca del túmulo de El cielo que tan irritado se mostró en mi
mis desgraciados padres. Esta era mi única es­ primer viaje, veia con placer mi regreso á Ale­
peranza y la que disminuía el sentimiento que mania, de modo que no tuvimos el mas pe­
por otra-parte oprimía mi corazón, al dejar queño contratiempo. Durante nuestro viaje,
aquellos infelices cuando mas útil podía ser­ el capitán se divertía en hacer varias pregun­
les mi dirección; pero acaso habie'ndoles seña­ tas á mis dos Letingbess, y yo no pensaba
lado el camino verdadero, la luz de la razón en Otra cosa que en la muerte de Adela y en
les guiaría por él hasta llegar á la perfección mis padrinos. Tardamos un mes en llegar al
de la obra, cuyos cimientos puse por mi pro­ golfo Báltico sin que en nuestro viaje sufrié­
pia mano y el ausilio del Criador. Si yo su­ semos la incomodidad mas pequeña. Saltamos
piera que asi habia sucedido, ¿ qué placer en tierra y sentí una violenta conmoccion al
podría competir con el mió, al considerarme poner el pie en el suelo de mi patria : ya
-autor de un beneficio tan grande hecho á la alentaba con libertad y mi corazón se desaho­
hümanidad ? gaba en alegría. Quería el capitán quedarse
Desplegó el bajel sus velas y caminábamos con uno de mis Letingbers., pero estos jóve­
con mucha ligereza sobre el líquido elemen­ nes se amaban en estremo y hubiese sido el
to. Pregunté ai capitán qué distancia nos se­ separarlos darles á ambos la muerte. Por úl­
paraba de Alemania, y me dijo que unas mil timo, me los dejó y le prometí el cuidar de
y quinientas leguas. Grande espacio era el ellos como si fuesen hijos míos. Este buen
que teníamos que atravesar y todo él un puro hombre que en nada se parecía al que manr
riesgo; pero quien me habia sacado hasta en­ daba la embarcación que ocasionó mi des-
gracia y la de Adela, asesinando impune­ sin separar sus ojos de mi semblante. Les.
mente al padre de ésta, me regaló un volsillo mandé de nuevo que le llamasen y que sino
con cien doblones para que pudiese regresar yo mismo me tomaría la libertad de penetrar
á Viena con mis dos salvajes, á los cuales ya en su gavinete. Entonces entraron con el reca­
les habíamos puesto traje europeo antes de do cuya contestación tardo en salir largo rato,
desembarcar. En fin, nos separamos del capitan durante el cual mis Letingbers me refirieron
y demas compañeros de tripulación dándonos la novedad que Ies causaba el ver la pobla­
repetidos abrazos deala mas ingènua amistad ción y las casas tan bien adornadas por den­
y deseándonos mùtuamente mil felicidades. tro, la habitaciones , los coches, los caballos
Mis Letingbers se admiraban á cada paso y "todo lo demas, de suerte que no sabían
que notaban particularidades nuevas, y cuan­ donde se hallaban ni lo que les sucedía. Sa­
do llegamos á Viena traté de buscar la casa lid Rindelle á la puerta del gavinete y al
de mi antiguo huésped, el barón de Rinde- momento que le observé , me arroje a sus
lie, y en efecto, habiéndola encontrado, lla­ brazos.... él lo reusaba, mas cuando pronun­
mé y pregunté por su señoría. Ninguno de cié mi nombre me abrazó prorrumpiendo en
los criados que antes tuve á mi servicio me sollozos que indicaban su sensibilidad a las
conocía, porque no me habia afeitado en seis impresiones del gozo de que estaba poseído,
meses, y la barba me desfiguraba bastante: ¿ Gomo es posible ? Timando.... Tiempo ha
mi traje era muy diverso, y mi pronuncia­ que para mí no ecsistias-... Tu tan repentina
ción se habia alterado. Encargué dijesen al como inesperada ausencia, me habia dictado
harón que un amigo suyo deseaba verle. Al las ideas mas funestas, las cuales han sido
oir los criados pronunciar este nombre á un corroboradas después por noticias acerca de tn
hombre de mi clase , se quedaron parados muerte. Pero aun te veo, aun tengo el pía-
cer de respirar en los brazos de mí mejor de la verdad me habia traído aquellos dos jó­
amigo.... ¿ Y esos jóvenes , son africanos? No venes que eran de los habitantes que pobla­
querido varón.... íe dije, te referiré la histo­ ban, aquel sitio. Acabada la relación de mi
ria de mis viajes y aventuras para que que­ historia me proporcionó nuevo traje , me ra­
des satisfecha tu curiosidad enteramente. Pues pé la barba y ya parecía otro hombre. Mi
bien, entremos en el gavinete y me darás fusil, mis vestidos, y mi cartera con los pa­
ese gusto. peles que estrage del volsillo de la chaqueta
En efecto., nos sentamos todos y yo ca­ del cadáver que hallé en la costa, se guar­
sualmente ocupé la silla en la que me apo­ daron con mucho esmero y la carta con el
yaba para escribir los villetes á Adela, En la retrato del desgraciado Riobi , que aun la
misma estaba sentado cuando recibí su últi­ conservaba yo con gran cuidado a pesar de
mo aviso causa de todos mis infortunios. Este que en mi último naufragio se desfiguró en­
recuerdo me inmutó, y el varón no dejó de teramente porque llegó á mojarse. A los dos
notarlo, pero no le di tiempo á que me pre­ jóvenes que jamás querían separarse de mi
guntase la causa, dando principio á mi his­ lado, también se Ies compuso lo mejor que
toria de la cual reservé lo que me pareció se pudo. Llegó la noche y cenamos tempra­
oportuno hasta que yo estuviese al corriente no perfectamente.
de la que debía interesarme. Se mostró asom­ ¿ Cómo podéis figuraros mi querido lector,
brado al oir sucesos que jamas habían llegado que yo dejase pasar mucho tiempo, sin tratar
de indigar la situación de mis padrinos, y lo
á su noticia. La descriocion del subterráneo
de los Letingbers la hubiese oido como fabu­ que habia ocurrido después de la muerte de
losa á no haberle asegurado ser yo mismo Oslit ? Esperaba con ansia el momento de
quien la había descubierto, y que en prueba tener proporción de preguntar al varón a
cerca de estos estrenaos; y por ultimo, des­ tiempo*él marqués, despechado por su des­
pués de la cena le dije ¿ que si sabia algo de honor, se había muerto de un pistoletazo, y
uai casa ? y me contestó que al cabo de me­ que sus haciendas se hallaban en poder de
dio año de mi ausencia, mi padrino había un familiar de la casa llamado Milt.
muerto de una fiebre pútrida, y que mi ma­ Mucho me alegré de que todos permane­
drina permanecía viuda en su casa. No dejó ciesen en una equivocación tan notable, y
de causarme sentimiento esta noticia, porque que itti honor no hubiese padecido alteración
después de haber perdido á mi Adela que era en su concepto para poderme presentar sin re­
el mayor tesoro que poseía, solamente podía bozo en todas partes, jactándome interiormen­
hallar consuelo en mi desgracia al lado de te de haber omitido al barón la primer parte
mis padrinos , y ya este consuelo no podía de mis aventuras cual fue el desafio con Os­
ser completo. lit; la fuga con Adela y todo lo demás. Lle­
Le insté rae dijera si estaba en Viena á gó la hora de acostarnos, y ordené que pusie­
la sazón el duque de Oslit, y si se había ca­ sen um colchón á lea .pies de mi cama para
sado con madama Adela la hermana del mar­ que se acostasen mis dos Letingbers, hasta que
ques de Riobil; a que me contestó que ca­ se fuesen familiarizando con los demas do­
sualmente cuando yo me ausenté, el duque mésticos. En toda la noche pude dormir dos
había también desaperecido con Adela y un minutos, estrañando la cama que era muy
criado llamado Itmo : que este suceso había buena. Catorce meses había que mi cuerpo
sido divulgado por toda la ciudad, siendo por no descansaba sobre cama de esta espe­
largo tiempo el objeto de las conversaciones cie. Al otro dia, salí á recorrer la ciudad
en las tertulias y paseos; y que nadie sabia con el barón, y cuantos conocidos hallábame
el paradero de unos ni otros. Que á poco daban parabienes por mi regreso, lo que me
confirmaba en lo que el varón me habiá dicho. Tal pérdida á llorar en él retiro
Ocho dias hacia que había llegado á Viena . Voy de una celda humilde y penitente,
y ya traté de marchar á Viiepine, á casa de Sin que por eso hallar alivio cuente
mj madrina para consolarla en su viudez,, y A la pena mortal en que suspiro.
servirla de apoyo en su avanzada edad. A Dios á Dios, ¡ohíSii Timancio amado,
Una tarde me salí solo á pasear , y diri­ Que para siempre te ha perdido Adela:
giéndome fuera de la ciudad, fui á sentarme Y solo el pensamiento la consuela
bajo unos cipreses qpe había junto al conven­ De morir presto, pues que la has dejado!
to conocido con el título de las Arrepentidas. r' /'..Qicyaíi jrn'):••••’. :;i ' . ,-i
Esta era una casa dedicada al culto de la Pu­ Oir esta canción , y no poder contener
rísima Concepción , dónde se retiraban algu­ án torrente de lágrimas que sobrevino á mis
nas señoras nobles á terminar sus dias sepa­ ojos, fué todo uno. Un impulso violento me
radas del. siglo. No profesaban, y podían sa­ arrebataba hacia aquel sitio, y aun mi cora­
lirse con la misma facilidad que habían entra­ zón me indicaba medios para entrar á ver la
do. Estando en aquel sitio elevado ini'espí­ alma angelical; que da producía. ¿ Qué será
ritu en mis melancólicas meditaciones, oí una esto 2 decid yo : jamás me he visto atacado de
voz que entonaba esta lúgubre canción con esta especie de sentimiento hasta ahora. ¡Qué
un estilo muy triste. sensación tan íntima, y qué temblor tan cruel
•se apodera dé; mis nervios! ¿Será posible que
Desde el aciago instante en que afligida, esta voz baya causado tal trastorno en mi
En el mar de mi suerte borrascoso naturaleza2 ¿Si el amor$ por medio de la
Mi bien perdí, mi amante y mi reposo, «simpatía, querrá perseguirme de nuevo? No,
Puedo decir que se acabo mi vida. ao le daré entrada : conozco, por desgracia,
prácticamente I03 estragos que causa en el sin que en ello tuviese parte mi voluntad.
corazón del hombre... Yo estoy fuera de mí... Salí fuera de la ciudad y ya descubría el con­
estoy loco... lo mejor será alejarme de este
vento... unos impulsos naturales me arrebata­
sitio... Me retiré en efecto á casa del barón,
ban hácia él con una fuerza irresistible.. Cedí,
y no quise manifestarle cosa alguna de lo que
en fin, á la voz de la naturaleza, y mis ace­
me liabia pasado porque no se me burlase.
lerados pasos me Conducían debajo de los ex­
Pasé lo restante del dia, según costum­
preses... Sentóme á meditar aquellos miste­
bre; y á la noche me encerré en mi cuarto
rios, cuyo desenlace esperaba; y á poco oiga
con mis dos Letingbers: allí me llevaron la
entonar la misma canción que la tarde ante­
cena, rae acosté, y el barón entró á darme
rior... Pero ¿cómo me quedaría al oir que
conversación un rato; pero se retiró luego y
era dirigida á mí la letra de aquellos versos
me dejó solo como yo apetecía. Una impa­
preciosos ? ¿ Es Adela quien los pronuncia
ciencia intolerable de que estaba poseído,, no
por ventura? No puede ser.;, no. .es ilusión.
me permitía conciliar el sueño, y solo miti­
¿Cómo haberse salvado de los piratas ni de
gaba esta agitación interior pensando en el
la esplosion del barco en donde la dejé? Pero
convento de aquella tarde , y en la voz que
tranquilízate corazón mió por un momento,
de él había salido y llegado á mis oidos para
para escuchar de nuevo la canción que repi­
causar tan vivas impresiones en mi alma.
ten ... ¡ Ah 1 con claridad percibo su nombre
Madrugué á la mañana siguiente sin ha­
y el mió...]Cielos! ella es: reconozco su
ber dormido en toda la noche. Mi impacien­
voz, y sin poder contenerme grito Adela... 1
cia- iba creciendo con el dia... Llegó la hora
Adela...! Entonces paró la voz por un rato,
en qúe la tarde anterior salí á paseo, y ya no
como para cerciorarse de si habían pronunciado
pude contenerme... Maquinalmente andaba
su nombre; y á poco , entonándola de nuevo,
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crecieron mis sospechas. Acabado el primes sirvió para desahogar algún tanto mi corazón,
verso 0/ que los sollozos no la dejaban prose­ y para llamar la atención de la hermana por­
guir : entonces sí que no me detuve... Fu­ tera preguntándome con un tono mas apaci­
rioso de contento, y sin saber lo que hacía, ble...¿quién es esa Adela? Iba á contestarla,
voy á la porteria y digo que me saquen á mi cuando una campanilla, tocada a toda priesa,
Adela. La que hacía de portera reprendió mi la ordenó subiese inmediatamente, lo que ve­
atrevimiento, y me dijo que me reportase y rificó dejándome con la palabra en la boca.
tratase aquella casa con mayor respeto. A lo ¡Cruel incertidumbre! La contestación pri­
que la repliqué, que aquella joven , creyendo mera de la portera me aseguraba que no ha­
que yo había muerto, se habia retirado al bía en aquel convento Adela alguna, y me
convento llena de pesar, y que no se detu­ daba á entender mi fatal equivocación; y la
viese un instante en anunciarla que su her­ pregunta que acababa de hacerme, vivificaba
mano Timancio estaba en la portería, y que mis recelos agradables. La buena vieja tar­
vería bien pronto como era cierto lo que le daba en bajar, y yo advertía un rumor inte­
acababa de decir. Qué hermano, ni qué dian­ rior en el convento que me llenaba de sobre­
tre , me respodió la vieja: vos, caballero, á saltos. El ruido crecía, los gritos se aumen­
habéis perdido el juicio, ó queréis burlaros taban, carreras de una á otra parte; alboro­
de mí por un medio tan estravagante... Idos to, chillidos', confusión, horror...! ¡Ay!
con Dios, y no volváis á perturbar la tran­ •muy poco me faltaba para desfallecer... Todo
quilidad de este retiro. Considerad cómo me el ruido cesa de repente , y yo absorto me
quedaria': inmóvil, sin levantar la vista per­ puse á contemplar sobre lo que habia oido
manecí algunos segundos no sabiendo lo que sin poder atinar con la causa verdadera. Ya la
me sucedía, y al fin prorumpí en llanto que portera bajaba con mucha lentitud y pensa-
í So

tiva; me anticipé á preguntarla ¿ por qué hát-


fuese Adela la que había oidó cantar; pero
bia sido aquel alboroto? y me contesto: Se­
tampoco me quedaban esperanzas de verla
ñor, la muger mas digna del cariíio de todas
viva : fqué momento tan fatal, y qué dia tan
las que han abrazado esta religión , y cuya
dic loso! Acababa de ser el mas feliz de los
vida ejemplar nos edificaba , se halla ata­
ínortales... ya iba la desgracia á descargar so­
cada en este momento de un accidente con
bre mí su mas terrible golpe! No bien había
síntomas tan funestos, que acaso ya... ¿qué
8dbido el paradero de Adela cuando recibia la
decís ... ? que seguramente ya habrá termi­
muérte! ¿Por qué, piadosos cielos, no me de­
nado su ecsistencia. Y decidme, venerable
jasteis perecer entre las furiosas olas del bor­
hermana, ¿quién es esa desgraciada ? ¿como
rascoso Océano? ¿Porqué las fieras del desier­
se llama ? Buen caballero, desde que esta se­
to no salieron a devorarme ? ¿ Esta felici­
ñora entró en el convento y me refirió algu­
dad me tenias deparada ? ¡Ah! si la ira me hu­
na de sus desgracias, la cobré tal inclinación...
biera despadazadó en aquel horrible bosque,
pero vos no satisfacéis mis deseos diciéndome
no vendria ahora ansioso á renovar niis llagas
su nombre. Sí os lo diré. Ella es hermana
y á ser testigo de la muerte de Adela! Estaba
del marquesito de Rio... Sin acabar de pro­
yo desesperado y profiriendo miles de desacier­
nunciar su apellido tuvo que echar á correr
tos, cuando observé que la portera bajaba
porque la campanilla la hizo señal de que su­
con un semblante placentero y sin poder re­
biese precipitadamente de nuevo, y yo oia
primir el gozo me dice : ya está fuera de pe­
que la pobre anciana iba diciendo entre so­
ligro la señora de Riobil! yá volvió en sí, y
llozos , ya habrá muerto ! ya habrá muerto.’
habla sin trabajo. ¡ Cómo! qué es lo que oi­
Cada vez crecía mi confusión y se aumenta­
go ! ¿La señora de Riobil habéis dicho...? ¡y
ban mis recelos...! ya apénas dudaba que
vive aun... { ¡ qué dicha! Guando mas abatí-
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mías corrían por sus sonrosadas megillas, y el
do y despechado me hallaba maldiciendo'mi
gozo la oprimid en términos que la hizo caer
suerte infausta, veo aparecer el mas claro ho­
desmayada; pero no tardo en volver en si y
rizonte de mi felicidad! Adela vive! aun vi­
de persuadirse que estaba en mis brazos, i.
ve! ¡qué repentina mutación! ¡ ó modelo de
Después de aquellos momentos deliciosos, pa­
virtud! Ven á que te estreche entre sus bra­
sado el primer impulso de nuestra alpgria,
zos tu Timando ! Ven ... mas que muera
no sabia hacerme otra pregunta, que si era
de alegría á tus pies. Al oir la vieja mi nom­
cierto que vivía ? Muchas de aquellas señoras
bre me dice, ¿con que vos sois Timando...?
acudieron al ruido, y conociendo desde luego
¡ Ah! todo lo sé... á mí es á quien única­
la causa que nos ponia en aquel estado , tra­
mente ha manifestado la virtuosa Adela al­
taron de contribuir á nuestra alegría, procu­
gunas de sus desgracias... Sé que no sois su
rando el medio de volvemos á nuestra caáa.
hermano; pero me consta que os ama aup
¡-Qué dicha! ¡qué placer, y qué gozo tan su­
con mas pasión que si lo fueseis... Voy , voy
perior estaba hecho dueño de nue’stros aman­
sin determe á participarle tan alegre nueva..,
tes'corazones!
¡Cuántas veces la infeliz ha llorado vuestra
' Dispusimos nuestra traslación, á cuyo fin
muerte! Diciendo esto, corre á encontrarla y
mando Adela á su casa por un coche. No tar­
me deja.*., ¿Qué es lo queme sucede?¿yosue­
do en venir con él, nuestro fiel Itmo. ¡Qué
ño? no: yo raciocino: ¡es posible lo que veoj
maravilla! Me conocid al instante.y me abra­
Adela en breve... mas ya llega,.. sí, trémula
zó "con 'suiha alegría.. . Dejamos el convento
y azorada baja los escalones y corre hacia mí.u
subiendo á nuestro carruage, en el qde no
Deposita en mis brazos tu hermosura... Gana
corriendo si no es volando, fuimos á casa de
dida Adela,y a no esperaba mayor dicha tu
Adela, No'podíamos espresar el gozo en que
Tunancio! Sus lágrimas mezcladas con la?
estábamos embalsamados , sin que las lá­ cías; pero habiéndole instado yo á Adela me
grimas corriesen por nuestras megillas. refiriese los pormenores de las suyas, lo hizo
Ya llegamos ai patio de la casa de Adela,, dicién Jome: re Habiendo saltado todos los pira­
en cuyas bóvedas resonaban las voces de ale­ tas á nuestro barco para hacer mayor sarra­
gría que Itmo daba. Salió á recibirnos Milt, cina y apoderarse de todos los efectos que en
y señalándole Adela, me dijo : re Este es el él había ; viendo que yo era el único que no
mas fiel de mis domésticos, quien tía conser­ les hacia resistencia, uno de ellos me saco y
vado con su astucia nuestro honor ileso, y á condujo á una pequeña lancha muy procsima
quien:: :• en fin, ya lo- sabrás t.odo Timaneioi á este buque, al cual estaba amarrada. Dejá-
por ahora entreguémonos á- la alegría, mas rojamp sola en el esquite , y a poco vi que
completa: córranse las negras nieblas que. sacaban cargado de cadenas á aquel pobre
nos impedían ver de cer,ca nuestra felicidad, anciano que tú perseguistes con la espada
y eclipsaban nuestras esperanzas. Dejo á la porque te dio' á probar aquel licor... ¿ Adela
consideración del lector nuestra situación qué dices? la interrumpi, si yo juzgaba hu­
Toda la casa rebosando en el «mas puro gozo, biese muerto ya á aquella hora! Pues no, Ti-
parecía ser un nuevo paraíso donde, en posesión madeiq. Tres de aquellos piratas lo sacaron y
d: todos los bienes apetecibles , no -se-temp condujeron á uno de sus buques, al cual no
ser asaltados de la desgracia. ¿Quién me había bien habían llegado cuando el nuestro reventó
de decir que,aquellas mansiones, que en otro poi; Ja pplvora inflamada, quedando todos
tiempo miré como horrorosas, habían de llegar, aquellos asesinos destinados á -ser pasto de los
a ser el teatro de mi.dicha y de mi gloria? peces.-,,.unos sin brazos, otros sin pies; pero aun
Ya estábamos impacientes tanto Adela vivos; y otros de quienes no se hallaba vesti­
como yo por saber nuestras ultimas ocurren* gio. ¡ Qué castigo tan patente! Al estruendo
espantoso efe aquella espío,sion, quedé sin sen­ un joven tan delicado se viese en tal situa­
tido , y cuando me despejé, me hallaba sola ción , y que se hubiese espuesto á los peligros
en la lancha fluctuando por aquéllos mares y. contratiempos de un viage tan largo por
con el mayor dolor y con el sentimiento mas mar. Me dijo también que hacia tiempo que
cruel, sin saber qué rumbo habla tomado un barco suyo habia cogido á bordo de otro
el barco donde quedo' Robi cargado de pri­ unjdven aleman, el cual se hallaba á la sazón
siones. Llegó la noche y me hallaba sin co­ entre el número de sus esclavos. Le suplique
mestibles de ninguna clase , ni de quien es­ me concediese el placer de verle; y habién­
domelo concedido, quedé pasmada al ver á
perar ausilio mas que en la divina Provi­
dencia. £pénas el sol se ausenté del ocaso Itmo. Me abrazo inmediatamente : yo fingí
dejo verse en la punta superior del palo prin­ que era hermano mió, y desde aquel momen­
cipal en la barquilla una llama azulada. Este to inyenté el medio de regresar á nuestra
fenómeno eléctrico, conocido entre los mari­ patria. A este fin todos los dias instaba al Ba­
já , para que nos permitiese á ambos volver á
neros con el nombre de Fuego de Santelmo,
me escitd nuevos temores , y pasé toda la Alemania: al principio permanecía ínecsora-
noche llorando en tan terrible situación ; mas ble á,mis ruegos; pero por fin logré ver cum­
a la manana siguiente me encontré eh una plidos mis deseos. Nos diú el pase el bajá, y
hermosa y espaciosa playa desde donde sé des­ ordepó se nos proporcionase un barco que
cubría la ciudad de Alejandreta: pronto me nos pusiese en Alemania. Tuvimos un, viage
halle en tierra y rodeada de espectadores' que muy feliz; y en el camino Itmo me refirió' su
luego me condujeron á presencia del bájá Me- naufragio. El cofre, donde estaba recostado,
hemet Ah. Este me interrogo acerca de mi fué el que por su volúmen y ligereza, salien­
viage, y me dijo que estrauaba mucho que do del buque, cuando en éste penetraron las
i 88
aguas, le condujo á larga distancia impulsado 189
por toda Iá ciudad con gran desmérito de la
por el aire fuerte hasta que un barco egipcio’
le recogid y llevó ante su Baja', el que lo des­ casa de Oslit.
Vuestro hermano el marqués, sufría se le
tino á aumentar el número' de sus esclavos.
Llegamos ya ¿ Viena , y Jo echase en cara por todas partes el inicuo
luce, fue mandar á Itmo á mi casa para ver proceder de su amigo , tratándole de cul­
pable por haberle dado entrada en su casa.
que novedades habían ocurrido durante nuestra
Estos disgustos continuados produjeron en él
ausencia , y si podia sin temor presentarme.
i- ue en efecto y tardó bien poco en vol­ una cruel melancolía que le puso en el caso
de cometer un suicidio. Al oir esta narración
ver acompánado de Miit, quien se alegró mu-
c jo de hallarme, disipando mis recelos dicien­ no pude menos de llorar la muerte desgracia­
do: señora, nada hay que temer; pero para da de mi hermano; y después le invité á Miit
wstruirros de todo lo que ha sucedido, no que prosiguiese. Esto es señora todo lo que
podré menos de haceros recuerdos que os lle­ ha pasado; ahora es necesario que veamos
el medio de quedar con honor diciendo que
naran de amargura. El cadáver de Oslit, á
fuisteis sorprendida por Oslit , y que éste
quien dió muerte vuestro amante, fue ocul­
tado por mí aquella misma noche; y como os arrebaté y condujo á paises remotos en
por la mañana no parecía Oslit , vos ni el donde él murió, hasta que viéndoos libre
criado todos creyeron que el joven duque ya desu opresión regresáis á vuestra Casa.
os fmbia arrebatado de la casa paterna , y se No me parece bien, querido Miit , tu plan
había fugado llevándoos en su compañía con aunque no respira otra cosa que integri­
Itmo, vuestro criado. Los rumores dé este su­ dad y buenos deseos.-Lo mas á propósito
será que sin darme á conocer de nadie, me
ceso imaginario, se esparcieron desde luego
ponga un traje decente; y busquemos el me-,
dio de entrar en un convento, donde retirada sieo. En efecto, al dia siguiente quedamos
del bullicio del mundo, pueda llorar mi des­ unidos con tan estrechos lazos. Se dispuso un
gracia y ofrecer mis penas al Criador. Asi lo magnífico banquete y algunas diversiones con
hicimos en efecto, y en aquel mismo dia que­ que aumentar el realce de aquel dia dichoso.
dé en el convento de las Arrepentidas de­ Serian las tres de la tarde cuando hallándo­
jando encargado de la administración de mis nos todos sobre mesa, entran una porción de
bienes á Milt, y del cuidado de la casa á -criados corriendo de tropel gritando : señora,
señora, un anciano que se halla en la antesala
-k Itmo.
Oida la relación de los últimos sucesos da quiere penetrar atrevido hasta encontraros,
Adela, mandé á Itmo que fuese á casa del no hace caso de razones y se halla como loco.
barón de Rindelle, y me trajese los dos Le­ Toda mi máquina se desconcertó en aquel
tingbers , y le dijese al barón que me hiciese momento. Adela se sintió asaltada del mismo
el favor de venir también, lo que verificaron temor.... Hasta entonces nos había sucedido
á poco rato todos juntos. Adela al ver mis siempre, que al ir á tocar la fortuna con nues­
dos Letingbers se sorprendió, y me pregun­ tras propias manos, el hado adverso la sepa­
taba si eran Caribes; pero la referí la última raba á larga distancia de nosotros.... y poco
parte de mi historia quedando pasmada. El después una fuerza desconocida y misteriosa
barón llego á conocer que era yo y no Oslit, nos la acercaba para que nos hiciésemos dueños
quien se babia fugado con Adela, y luego de ella...'! Salgo á la antesala.... las facciones
que le hube manifestado nuestros designios, de aquel anciano no me eran desconocidas...1
se interesó en que prontamente se realizasen, Pensativo se queda mirándome, apesas me
con cuyo objeto se encargó de prevenir lo ne­ divisa ... y por último me pregunta con un
cesario para que se verificase nuestro hime- ceno furioso, ¿ con que en este dia se celebra
el casamiento de ía señora de esta casa ? Sí me pregunta ; ¿ tuvisteis noticia por ventura
buen anciano, le dije, que yo he tenido ía de un tal Robi.. ? Aun conservo un retrato y
dicha de ser su esposo. .. ¡ Cómo! me respon- una funesta carta que.... ¡hay Dios mio! ¡si
de, ¿vos sois el criminal con quien se ha fuese tan dichoso...! Sí lo sois: confuso me
unido? A este tiempo viendo Adela que yo hallo y apenas puedo creer lo que veo. Ade­
tardaba en volver »salió á satisfacer sn curio­ la, ¡ven a los brazos de tu padre! Timancio,
sidad.,.. y como llegó á percibir el dictado acércate á mi seno y desahoga en él tu opre­
que acababa de darme, se acerca mas á él y sión. Adela... tu padre fue quien te salvó del
le dice • sois un insolente.... pero sabed para piimer naufragio, quien cargado de cadenas
que os abstengáis de proferir en lo sucesivo vistes salir de nuestro buque cuando yo me;
voces de esa naturaleza.... que Timancio es hallaba cercado de los horrores de la muerte,
el mas honrado de los hombres, el que ha y quien en el dia mas dichoso viene á coro­
padecido los mayores contratiempos por mí, nar vuestro himeneo.., ¡Padre mio! ¡Qué di­
y en tín, el que únicamente puede merecer cha... ! ¡Qué gozo.,.! A tus pies pido perdón
mi mano ... Entonces el viejo con trémula de algunos desaciertos...! ¡ Si hubiera tenido
voz me dice: os llamáis Timancio? sí, y vues­ la dicha de saber que erais mi padre cuando
tro semblante no me es desconocido..,. Ni á me sacasteis del primer riesgo de nuestro nau-
mí el vuestro amable joven. ¡ Qué recelos me fragio ! Pero tal vez no hubiera sido tan com­
circundan...! ¿Por ventura habéis viajado por pleta.... Ácaso no disfrutaríamos de este dia
mar alguna vez? Y sufrido dos horribles nau­ feliz.,.! Entrad,, tornad posesión mutuamente
fragios, buen anciano, le repuse,.. Timancio, de vuestra casa, y presidid la función mas
Timancio, dice quedando suspenso por un solenme: aumentad su fausto, y con vuestra
rato con las manos en la frente.... y luego presencia.,.. Le tomamos de la mano y en
trandole en la sala todos se sorprendieron al maldad con un asesinato... Yo mismo ignora­
yernos. Los criados repetían gritos de júbilo* ba mi destino. Llegó la hora en que debia'ar-
En toda la casa se respiraba la alegría mas rojarme al mar, y como era de noche le fue
completa.... Unos abrazaban al marqués.... fácil finjir la ejecución de ía Sentencia que él
Otros le daban la bien venida y todos nos mismo'promulgó contra, mi inocencia, y me
colmaban de enhorabuenas. ¡Qué momento dijo: que cargado de cadenas; permanecería en
tan dichoso! ,¡ Terminaron nuestras desgra­ Ja prisión mas oculta basta llegar á Chipre,
cias ! donde me daría libertad; que antes no lo ha­
Después de que se hubo serenado la al­ cia porque convenia á su conservación, re Pasé
gazara que produjo la llegada del padre de los mas crueles tormentos en aquel oscuro
Adela, continuó el banquete repitiéndose los calabozo, hasta que los piratas me sacaron
brindis á nuestra salud.... El viejo Riobil, y trasportaron á uno de sus barcos. Tres de
colocado en la cabeza , tenia á. su diestra á ellos solamente se salvaron conmigo de la es-
Adela, y á mi en seguida, y á cada instante plosion. Al instante descubrimos un barco de
nos decía que le parecia un sueiio lo que pre­ guerra, y nos fue preciso huir. Dos meses pasé
senciaba..., Preguntéle cómo se había liber­ en compañía de aquellos1,tres piratas , presen­
tado del furor del capitán, siendo asi que la cié los mas crueles atentados; y por fin pude
carta preciosa que me había dirijido desde su libertarme de ellos para regresar á mi patria.
prisión me anunciaba su procsima muerte, ¿ Adela era el jóven Carlitos ? ¡Ha! La na­
y antes el mismo capitán lo había divulgado turaleza me estaba ensenando por medio del
entre la tripulaciou, y me contesto: hijo mió, amor filial, lo que dudaba mi razón ..! Se a-
mi carta te dará á conocer la criminal inven­ cabó la comida y todo el dia pasamos em­
ción del capitán; pero no quiso coronar su belesados en el placer mas completo.
Después que se le refirió al marques Ite en mi compañía á Viena, dónde terminó sus
muerte de su hijo y todo lo demas , trata­ dias á nuestro lado con tranquilidad, y noso­
mos /de arreglar las cosas de la casa. Rio- tros continuamos en pacífica posesión de los
bil nos cedió todas sus haciendas reserván­ bienes que la Providencia nos tenia prepara­
dose una pequeña parte que junta con las gra­ dos al cabo de tantas penalidades y contra­
cias que esperaba de nuestro justo Emperador tiempos.
José' II, le proporcionase una vejez tranquila
á nuestro lado en pago de sus buenos servi­
cios en obsequio de su patria. j ; i
Milt quedó encargado de la administración
de nuestros bienes y mis Letingbers con
Itmo destinados, á nuestro.roas cercano ser­
vicio. l .ri.. , ! • . . ;
Ya estábamos en pacífica posesión de nues­
tros intereses y de 'todo lo que apetecíamos..
Teníamos á nuestro Jado nuestro buen.padre,
y. nada, nos restaba que desear. Invité á Adela,
á que me, acompañase á Vilepine' á visitar mi
madrina:, la cual encontramos muy apesá-
dúmbradaty llena dé Achaques!; la sorprendió
mi vista cuando ya' me lloraba, muerto, y-
era el único placer que le restaba .despues.de
haber perdido á su hijo y esposo. Me la llevé
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