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7mo. Itinerario Formativo - 1ro. de Configuración 2021
7mo. Itinerario Formativo - 1ro. de Configuración 2021
7mo. Itinerario Formativo - 1ro. de Configuración 2021
II. Meta. Que el alumno de primero de teología se haga más consciente del valor del
sentido integral de su formación y que comprenda mejor algunas directrices o
ejercicios sobre el proceso de maduración de la dimensión humano-espiritual del
presbítero:
III. Contenido.
4. Y porque ha de estar libre de las solicitudes del mundo y consagrado por completo
al divino servicio, la Iglesia instituyó la ley del celibato, para que cada vez se
pusiera más de relieve, ante todos, que el sacerdote es ministro de Dios y padre de
las almas. Y gracias a esa ley de celibato, el sacerdote, lejos de perder por
completo el deber de la verdadera paternidad, lo realza hasta lo infinito, puesto
que engendra hijos no para esta vida terrenal y perecedera, sino para la celestial y
eterna.
5. La santidad perfecta requiere también una continua comunicación con Dios: y para
que este íntimo contacto que el alma sacerdotal debe establecer con Dios no fuese
jamás interrumpido en la sucesión de los días y de las horas, la Iglesia impuso al
sacerdote la obligación de recitar el Oficio divino.
1
Cfr. LAVANIEGOS GONZÁLEZ, E., Los itinerarios formativos en el seminario diocesano. Directorio para la formación
sacerdotal, México 2012, 454 - 457.
2
Cf. PP. PÍO XII, Exhortación Apostólica «Menti Nostrae», sobre la santidad de la vida sacerdotal, AAS 42 (1950) 657-702.
De ese modo, ella recogió fielmente el precepto del Señor: «Es preciso orar
siempre y no descansar» (Lc 18,1). Pero el Oficio divino es también un medio
eficacísimo de santificación. No es, en efecto, tan sólo una recitación de fórmulas ni
de cánticos que hayan de cantarse según cánones del arte: no se trata sólo del
respeto de ciertas normas, llamadas rúbricas, o de ceremonias externas del culto,
sino que se trata más bien de la elevación de la mente y del alma a Dios para que
se unan a la armonía de los espíritus bienaventurados que cantan sus alabanzas
eternamente. Por ello, el Oficio divino se ha de rezar, en todas sus horas, según lo
que en la introducción del mismo se hace notar: Digna, atenta, devotamente.
6. Mediten, por eso, atentos y solícitos, aquellas verdades fecundas que el Espíritu
Santo nos propone por las palabras de las Sagradas Escrituras y que los escritos de
los Padres y de los Doctores comentan. Alejen sin cesar y con cuidado todo cuanto
pueda distraerlos y recojan su atención y sus pensamientos de modo que los
consagren más fácilmente y con mayor fruto a la contemplación de las verdades
eternas.
8. Y como los sacerdotes pueden ser llamados por título singular «hijos de María», no
podrán menos de alimentar una ardiente devoción hacia la Virgen, de invocarla con
confianza, de implorar con frecuencia su poderosa protección. Todos los días, como
la Iglesia misma recomienda, rezarán el santo rosario, que, al poner ante nuestra
meditación los misterios del Redentor, nos conduce «a Jesús por María».
10. No omita el diario examen de conciencia, que es el medio más eficaz así para darse
cuenta de los progresos de la vida espiritual durante el día, como para remover los
obstáculos que entorpecen o retardan el progreso en la virtud, como, finalmente,
para conocer los medios más idóneos de asegurar al ministerio sacerdotal mayores
frutos e implorar del Padre celestial perdón para tantas debilidades.
11. Que no ocurra nunca que precisamente el ministro del sacramento de reconciliación
se abstenga de él. Aunque ministros de Cristo, somos, sin embargo, débiles y
miserables: ¿cómo podremos, pues, subir al altar y tratar los sagrados misterios, si
no procuramos purificarnos lo más frecuentemente posible?. Y en verdad que con
la confesión frecuente «se aumenta el justo conocimiento propio, crece la
humildad, se desarraigan las malas costumbres, se hace frente a la tibieza, se
purifica la conciencia, se robustece la voluntad, se lleva a cabo la saludable
dirección de conciencias y aumenta la gracia en virtud del Sacramento mismo»
Enc. Mystici Corporis - AAS 35 (1943) 235.
12. Con sencillez y docilidad, busquen y acepten la ayuda de quien con sabia
moderación puede guiar su alma, indicarles los peligros, sugerirles los remedios
idóneos, y en todas las dificultades internas y externas les puede dirigir rectamente
y llevaros a perfección cada vez mayor, según el ejemplo de los santos y las
enseñanzas de la ascética cristiana. Sin estos prudentes directores espirituales, de
modo ordinario, es muy difícil secundar convenientemente los impulsos del Espíritu
Santo y de la gracia divina.