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C.C.Armida Ante El Altar

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ANTE EL ALTAR

Presentación

Nos encontramos ante un libro que, debido a sus numerosas


ediciones, ya se puede llamar clásico en la espiritualidad. En sus
diversos capítulos aparecen los trazos más relevantes de la
doctrina espiritual de Concepción Cabrera de Armida ("Conchita"),
modelada toda ella en el encuentro con Jesucristo presente en la
Eucaristía. El lector conocerá probablemte algunos trazos de esa
vida gastada por amor a Jesucristo y a su Iglesia. Sus datos
biográficos esenciales transparentan una vida llena de la
"perfecta alegría" de compartir la misma vida del Señor.(*)

Este libro no está escrito para "saber", sino para vivir la


experiencia del encuentro con Cristo, sin prisas en el corazón.
Quien quisiera resumir las ideas de este libro sin vivirlas
experimentalmente ante Jesús Ecuaristía, no encontraría más que
expresiones del lenguaje de una época. Es un librito
contemplativo, vocacional y misionero. Muchas personas han
encontrado a Cristo y le han seguido para siempre, gracias al
contenido de esta perla de la literatura espiritual. Son "almas
generosas", que han seguido al Señor "sin vacilar".

El libro tiene mucho contenido: todo el mensaje cristiano


sobre la vida espiritual. Y tiene también mucha capacidad de
comunicación, porque se mueven todos los resortes del corazón para
suscitar una respuesta que sea de entrega sin reservas. Ante Jesús
Eucaristía, presente, inmolado o comunicado, aparecen todos los
temas evangélicos. Su misterio de Encarnación y de Redención, está
en la base de todas las afirmaciones.

Ya puede ver el lector, sin necesidad de muchas


explicaciones, que se trata de unos coloquios con Jesús
Eucaristía. El creyente expone al Señor sus deseos y espera del
Señor una respuesta. Con un poco de atención, el lector se dará
cuenta que se trata de entrar en el evangelio y vivirlo desde
dentro, de corazón a corazón. Porque el evangelio sigue
acontenciendo cuando se lee así.

Esos coloquios tienden a hacerse evangelio vivo, "cruz viva",


como dice Conchita. Son temas asequibles, como la doctrina de los
santos y de los buenos escritos de espiritualidad (que cita con
frecuencia), a partir de una vivencia que sirve de invitación para
que cada uno tenga la suya, siempre irrepetible. El lenguaje es
típicamente cristiano y, por tanto, algo al margen de otras
categorías sujetivistas y consumistas de nuestros ambientes
secularizados. En el fondo y más allá de las expresiones
circunstanciales, siempre mejorables, se encuentra el lenguaje del
amor; porque el amor sólo tiene una regla: la totalidad de entrega
por medio de la totalidad de la renuncia. "La Cruz santifica, y yo
quiero ser santa". Así es la Cruz del misterio pascual.
Hemos dicho que van apareciendo todos los temas cristianos, a
partir del coloquio con Jesús Eucaristía. Efectivamente, si el
misterio eucarístico es presencia, sacrificio y comunión, el
creyente se siente llamado para un coloquio que se hace
seguimiento y desposorio o amistad profunda. Ahí están, pues, los
temas de la vocación, contemplación, perfección y misión.

Hay una dinámica interna fácil de captar por quien no pone


rebajas al amor: el creyente, ante Cristo Eucaristía, se siente
amado, acompañado y capacitado para amar. De ahí nace:

- un profundo conocimiento de sí mismo, sin miedos al amor,


- una confianza sin límites en el amor del Señor,
- una decisión de amarle del modo más perfecto posible.

Pero todo ello es "gracia", don e iniciativa suya. Por esto


los temas cristianos se "aprenden" sólo orando, de corazón a
corazón ante el Sagrario.

El proceso de vida espiritual que aparece en estos coloquios


eucarísticos es mmuy claro:

- que reine sólo Jesús en el corazón ("sólo Tú eres y serás


siempre mi único amor"),
- vaciándolo de todo lo que no sea él ("me vaciaré yo para
que Tú aparezcas"),
- con el deseo profundo de salvarle almas ("millones de almas
para consagrártelas", "sed de almas", "ese es el grito de mi
corazón").

Como puede verse, se trata de vaciarse del todo, para poseer


sólo a Jesús: "Cuanto más pobre sea, más enterneceré tu Corazón".
Y entonces se descubre el propio nombre escrito en el Corazón del
Señor.

Es verdad que hoy no se insta tanto a ese coloquio personal


con Cristo. A veces se prefiere sólo reunirse para discutir temas
de actualidad y resolverlos del "mejor" modo posible. A mí ne da
la sensación de que dejamos a mucha gente indefensa ante la
realidad actual, porque no la ayudamos a progresar en el diálogo
vivencial con Cristo, que es la fuente de todo verdadero
compromiso de caridad y de misión. Los coloquios con Jesús
Eucaristía, escritos por Conchita, enseñan a estar con el Señor
sin prisas en el corazón, porque es el único modo de estar con una
persona amada de verdad. El tiempo se encuentra siempre para quien
uno ama. Y quien ama al Señor encuentra también tiempo para
escuchar sus quejas por nuestro poco amor. La reparación es
cuestión de enamorados.

Se nota también en todos los coloquios y temas, una acción


del Espíritu Santo, el gran desconocido y olvidado, que guía al
creyente en todo un proceso de vaciarse de sí mismo, es decir, de
todo lo que no sea amor, para llenarse de Cristo y hacerse, como
él y con él, donación al Padre y a los hermanos. En realidad, la
celebración eucarística y la adoración eucarística son un momento
privilegiado de la comunicación del Espíritu, quien, de algún
modo, hace, en cada creyente, una especie de "reproducción" de la
Encarnación,"un nuevo Pentecostés", una "esposa amadísima del
Espíritu Santo".

El tema de la Cruz, a la luz del coloquio con Cristo, ya no


aparece con la frialdad de una "cosa" o de un sufrimiento que se
rehuye, sino que es un compartir la misma suerte o "copa" del
Esposo, que ofrece ser, como él y con él, "Cruz viva", porque la
Cruz es "Jesús mismo transformado en ella". Al fin y al cabo se
trata de hacer de la propia vida una donación sacrificial: "yo soy
feliz con estas astillas de tu Cruz". Porque "la medida del
renunciamento es el amor". Ser "víctima" con Jesús significa
dejarle vivir en el propio corazón. "Que tu Cruz sea mi Cruz".

El coloquio eucarístico se hace en un clima de confianza,


relación amistosa, intimidad-unión, donación mutua,
transformación, imitación. Las exigencias son muchas, pero ya son
las que derivan de un enamoramiento. El amor de Cristo ya se
descubre con una perspectiva nueva:

- él ama porque es bueno, no por nuestros méritos,


- "con más deseos de darnos sus gracias que nosotros de
recibirlas",
- suscitando en nosotros una confianza plena: "Tú no me
necesitabas... quisiste necesitar de mi amor".

¿Y el tema de la contemplación? Tiene el sentido de una


mirada sencilla o de una búsqueda que deja la sensación de
ausencia: "¿Dónde estás que no te encuentra mi alma deseosa?" Esa
búsqueda es ya encuentro. Pero, a partir del coloquio, hay que
aprender el "silencio" que no es vacío, sino lleno de una
"presencia" que se descubre más allá de lo que parece ausencia. A
Jesús "se le deletrea en el silencioso albergue de sus Sagrarios",
más allá de lo que podemos pensar, decir, sentir. La vida se hace
búsqueda y encuentro: "En todos mis latidos te busco". "No
olvidarnos mutuamente jamás...: yo, contemplar tus amores, y Tú,
compadecerte de mis miserias". "De Dios a Dios se encierra mi
vida... de El vine y a El voy; pero ¿hasta cuándo?" Hay que dejar
que Jesús siga siendo sorpresa en nuestra vida.

Ahí está, pues, toda la vida espiritual: el Señor habla para


declararnos su amor; nosotros le escuchamos decididos a amarle del
todo y hacerle amar de todos. En ese coloquio nadie nos puede
suplir, porque cada uno tiene su nombre escrito en ese Corazón.
Entonces toda la vida se hace profundamente relacionada con Cristo
("se encuentra a mi lado"), gastada en un amor de totalidad ("yo
muero sin el que es mi Vida"). Jesús Esposo no hace rebajas al
amor: "Hija, dame tu corazón". Así se aprende a "mirar como El
miraba".

La realidad que hay que afrontar podrá ser dura en su


superficie, pero toda la vida es ya hermosa, porque Jesús es el
Camino: "mi camino... es el mismo Jesús; por eso entro en él sin
vacilar, espinándome". El gozo sobre todo gozo será el de vivir
según el modo de pensar, sentir y amar de Jesús. Las "astillas" de
la Cruz, que Cristo nos comunica, son una participación en el
cáliz de su bodas, para compartir también con él su fecundidad
evangelizadora, "desde un extremo a otro del mundo".

Todo tema que aparece en los coloquios es una frase o un dato


evangélico, presentado y motivado, para hacerlo carne propia. Y
como se trata de "meditarlo en el corazón" (Lc 2,51), se presenta
siempre a María como Madre, modelo e intercesora. María vivió
también "crucificada... para que fuera más parecida a su Jesús".
Por esto, los temas evangélicos descritos en los coloquios se
quieren vivir con María y como María: "Jesús de María y también
mío", amar a Jesús "como Tú le amaste", "con tus mismos latidos",
con un "amor de mártir", porque "jamás dejaba tu corazón de orar",
"entre El y yo estás Tú". "¡Oh María! Tú que verdaderamente amaste
a tu Jesús con amor insuperable, inseparable, singular e
insaciable, danos tu corazón para con él amar al que es Amor".

Jesús nos espera en la Eucaristía para asumir, desde ella,


nuestra realidad de limitación y pobreza. Cada coloquio de "Ante
el altar" nos deja a solas con el Señor. Al reconocer ante la
Eucaristía nuestra realidad limitada, nos encontramos con la
sorpresa de que Jesús nos espera precisamente en ella, para
hacerse solidario nuestro. El texto del coloquio va dejando lugar
al mismo Jesús que habla a cada uno de modo irrepetible, de
corazón a corazón.

A partir de esta experiencia evangélica y eucarística,


aprendemos que la vida se hace encuentro permanente con Cristo. Le
encontramos en su palabra, en su Eucaristía, en los hermanos, en
los acontecimientos, en nuestra soledad y en nuestro trabajo,
siempre hacia el encuentro definitivo del más allá. Mientras
tanto, la oración continúa siendo una mirada sencilla y un
coloquio confiado: "Señor, enséñame lo que quieres que te diga".
La vida de entrega se estrena todos los días, con la decisión de
vivir relacionados con Cristo para encontrarle y amarle en todos
los hermanos. Entonces la vida es hermosa porque se vive sólo para
El.

Juan Esquerda Bifet

_________________________________________
(*) Datos cronológicos esenciales (ver los de Philipon, Diario
espiritual de una madre de familia, pp.282-283)

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