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Yaira Monologo

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11- Afrodita, diosa de la pasión y el amor

Afrodita, como representación que era


del amor pasional y desmedido, tuvo una enorme importancia en la Antigüedad
clásica. Como una de las divinidades más veneradas del Mediterráneo, tuvo
numerosos templos y santuarios en los que hombres y mujeres hacían
sacrificios y plegarias a esta diosa muy antigua cuya historia dentro de la
mitología griega siempre ha resultado problemática.

Una de las partes más complejas del mito de Afrodita es su origen y nacimiento.
La mayor parte de los autores relacionan el nacimiento de Afrodita con una
etimología relacionada con su nombre. Dado que “aphros” significa espuma, es
probable que esto haya hecho que los poetas relacionaran a la diosa del amor
con el mar. El poeta Hesíodo cuenta que cuando Cronos arrancó los testículos
de su padre Urano y los lanzó al mar, de la mezcla de la sangre, el semen y la
espuma surgió una diosa ya adulta que llegó a tierra flotando en una concha. A
pesar de que este mito ha sido, debido a su plasticidad, muy repetido por los
artistas de diversas épocas, Homero cuenta otra versión según la cual Afrodita
sería hija de Zeus y una diosa menor llamada Dione.
Como ya narramos al hablar del dios Hefesto, Afrodita fue entregada en
matrimonio al dios de la fragua como pago para que éste liberara a Hera del
trono de oro en el que estaba atrapada. Afrodita transigió en las órdenes de
Zeus, pero no tardó en ser infiel a su contrahecho marido, escogiendo a su
hermano Ares como objeto de su deseo adúltero. Cuando el dios Helios reveló a
Hefesto esta infidelidad, el herrero atrapó a los amantes en una red
indestructible para que todos los dioses pudieran observar la impudicia de su
esposa y la maldad de su hermano.
Ares no fue el único objeto del amor de Afrodita, sino que ésta también amó a
varios mortales de forma apasionada. El más importante fue Adonis, un joven
nacido fruto de la relación incestuosa entre Mirra, princesa de Chipre, y su
propio padre. Adonis era un hombre hermoso y fornido, además de un hábil
cazador que amaba la vida en los bosques. Afrodita se enamoró perdidamente
de él y lo convirtió en su amante y protegido. El dios Ares, celoso, envió a un
enorme jabalí para que quitara la vida a Adonis durante una cacería, y el joven
murió víctima de la bestia.

Afrodita tuvo un papal esencial en el estallido y la evolución de la guerra de


Troya, el conflicto bélico más importante de la mitología griega. Al no ser invitada
a las bodas de Tetis y Peleo, la diosa Eris, divinidad de la discordia y el odio, se
presentó en las celebraciones y, como venganza, arrojó en medio de los
presentes una manzana de oro en la que podía leerse: “Para la más bella”. De
inmediato, todas las diosas comenzaron a disputar para saber a quién
correspondía por derecho aquella manzana. La pelea entre Atenea, Afrodita y
Hera estaba a punto de llegar a un enfrentamiento violento cuando Zeus
intervino para poner orden. El señor de los dioses decidió que fuera un mortal
quien mediara en aquella decisión, y ordenó al dios Hermes, mensajero del
Olimpo, que llevara la manzana al pastor Paris, que apacentaba los rebaños en
la región de la Troade. Hermes entregó la manzana a Paris y le indicó que
debería escoger a la diosa que a su juicio fuera la más bella de cuantas se
presentaran ante él. Las tres diosas se aparecieron ante Paris, y le ofrecieron
entregarle sus dones si resultaban elegidas. Atenea le prometió la sabiduría,
Hera el poder y la estabilidad familiar, mientras Afrodita le ofreció el amor de la
mortal más bella del mundo. Paris, seducido por la belleza de la diosa del amor,
escogió a Afrodita y le entregó la manzana de oro. Atenea y Hera, irritadas,
juraron odio eterno a Paris y a la estirpe de los troyanos a la que el pastor (que
en realidad era un príncipe hijo del rey de Troya) pertenecía. De este modo.
Afrodita se convirtió en la protectora de Paris y de la ciudad de Troya.
Años después, Paris fue reconocido por el rey Príamo como su hijo perdido en la
infancia, y ya como príncipe de Troya fue enviado en una embajada a la ciudad
de Esparta. Allí, Paris conoció a Helena, esposa del rey Menelao y la mujer que
para muchos era la mortal más bella que jamás había existido. De este modo se
cumplió la promesa de Afrodita: Helena se enamoró de Paris y escapó con él.
Menelao juró venganza contra los troyanos y gracias a su hermano Agamenón,
rey de Micenas, movilizó a todos los ejércitos de la Hélade para que atacaran
Troya. Comenzaba así una guerra que duraría varias décadas y que tendría
como protagonistas a los héroes más célebres de la Antigüedad. Durante el
conflicto, Afrodita se mostró siempre como firme defensora de Paris y los
troyanos. De hecho, el príncipe troyano salvó la vida en más de una ocasión
gracias a la intervención milagrosa de la diosa, que lo sacó del campo de batalla
y lo depositó con cariño en sus aposentos para que siguiera gozando del amor
de Helena.
La relación de Afrodita con los troyanos fue más allá de su devoción por Paris.
La diosa se enamoró profundamente de un hermoso troyano, Anquises, del cual
tuvo un niño al que llamaron Eneas. Al envejecer Anquises la relación se enfrió,
pero la diosa Afrodita continuó cuidando de su hijo y se aseguró de que en la
destrucción de Troya, Eneas, junto con parte de su familia y amigos, lograran
escapar de la masacre y se embarcaran para buscar nuevas tierras. Tras un
largo periplo, Eneas llegó hasta Italia, donde se estableció de forma defini

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