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Dos Psicologias Jaime Bernstein

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DOS PSICOLOGIAS

1. DOS CONCEPCIONES DEL HOMBRE: NATURALISMO


Y CULTURALISMO

Allport (2, 4) ha distinguido en el desarrollo del pensa-


miento psicológico una visión del hombre como realidad pasi-
va y molecular (tradición de Locke, que sigue en Hume, Hamil-
ton y más recientemente en la psicología angloamericana que
se denomina científica: asociacionismo, conductismo, psicología
del E-R, operacionismo), y otra que lo ve como una realidad ac-
tiva y molar (tradición de Leibniz y Kant, con la que se rela-
cionan la psicología de Gestalt, el personalismo de Stern, el
psicoanálisis, la psicología existencial). Con estas posiciones se
vinculan las líneas del naturalismo y del humanismo, entre las
cuales Muller-Freienfels y Wallon (1931) repartieron las psico-
logías según sus respuestas a la cuestión "nature versus cul-
ture".

2. DOS METODOLOGIAS: NOMOTETICA E IDIOGRAFICA

Con esas dos concepciones naturalista-atomística y huma-


nística-molar se corresponden dos concepciones acerca del mo-
delo a que debe ajustarse la psicología: por un lado, una psi-
cología que quiere ubicarse junto a las ciencias naturales (We-
ber y Fechner) y se hace explicativa; por la otra una psicolo-

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gía que se sitúa entre las ciencias del espíritu y procura ser
comprensiva, según la distinción del Dilthey (1883).
En "Ideas acerca de una psicología descriptiva y analíti-
ca" Dilthey formuló su célebre antinomia entre explicación y
comprensión. Los métodos de las ciencias naturales (Naturwis-
senschaft) no son aplicables a las ciencias del espíritu (Geist-
eswissenschaft), porque la fragmentación de la vida psíquica en
elementos —por analogía con el método científico experimental,
especialmente de la física— es contrario al "carácter integra-
tivo y global de la vida psíquica". En ciencias naturales se ope-
ra con relaciones causales, pero en psicología tratamos con "re-
laciones motivacionales", "relaciones de sentido", fundadas en
la estructura teleologica de la vida psíquica, a las que sólo po-
demos comprender. "Explicamos la naturaleza, comprendemos
la vida psíquica".
Windelband en "Historia y ciencia natural" (1904), clasi-
ficó las ciencias en nomotéticas, de leyes generales, e icliográfi-
cas, que se ocupan del caso particular. Allport (1937) trasladó
la dicotomía a la psicología y sostuvo que también en este cam-
po al lado de una psicología nomotética (general) debe hacerse
lugar a una psicología idiográfica (psicología de la persona-
lidad individual), pues ambas son necesarias y pueden y de-
ben apoyarse mutuamente en el conocimiento del hombre (3,
cap. X X ) .
Esta psicología de la personalidad individual —desde
tiempo atrás segregada de la ciencia como dudoso arte de gra-
fólogos y caracterólogos— se venía gestando paso a paso desde
el interior de la psicología experimental con Galton ("Biomè-
trica", 1901), Cattell ("Mental tests", 1890), Binet ("Psicolo-
gie individuelle", 1893), Stern ("Psicología diferencial, 1911)
y con el método psicopatológico de Ribot (1881) y sus conti-
nuadores (Janet, Dumas, Charcot). Hace un rápido crecimien-
to con Freud y con Adler (que precisa e intencionadamente ha-
bla de una "Psicología del individuo"), y sale a la acción en la
clínica psicológica (Witmer, 1896). Allport le da su carta de le-
gitimidad de disciplina independiente (1937).

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En su "Psicología de la personalidad" (1937), Allport de-
fiende el carácter científico, legal, del enfoque idiográfico:

"Cabe afirmar (con profunda exactitud) que cada perso-


nalidad es la ley de sí misma, en el sentido de que una sola vi-
da, si se la comprendiera plenamente, habría de revelar su pro-
pio proceso de crecimiento necesario y sistemático. El curso de
cada vida es un hecho ordenado y sujeto a leyes, aun cuando
difiera de todos los demás miembros de su clase" (3).

Así tenemos ya frente a frente, una psicología experimen-


tal nomotética y una psicología de la personalidad individual
idiográfica. Por un lado el método experimental y estadístico
y por el otro el método clínico. La psicología experimental —na-
cida del propósito que se había perfilado en el pensamiento
occidental a partir de 1750, aproximadamente, de lograr para
el conocimiento del hombre una ciencia de una precisión, exac-
titud, rigor y eficacia operativa igual a la que habían elabo-
rado Galileo y Newton para la naturaleza— veía en esta psico-
logía una peligrosa interferencia en sus objetivos ( * ) .

La psicología científica nomotética puede caracterizarse,


esquemáticamente por las siguientes notas básicas: (1) trata

(*) Este enfrentamiento toma cuerpo en la polémica que sus dos


grandes representantes contemporáneos, Allport y Eysenck, vienen man-
teniendo a través de casi veinte años.
En The Scientific Study of Personality (1952), quince años después
que Allport hiciera aquella defensa de una ciencia psicológica del indi-
viduo, Eysenck responde en forma abrupta y despectiva: "En efecto, es
perfectamente innegable que el profesor Windelband es absolutamente
único, igual que mi zapato viejo. En realidad, cada uno de los objetos
que existen es único en el sentido de que difiere de todos los demás ob-
jetos. Y esto vale tanto para las ciencias físicas como para las biológi-
cas, las sociológicas y las psicológicas". (14, p. 19). Tres años más tar-
de, en Becoming. Basic Considerations for a Psychology of Personality
(1955), Allport contesta: No "es útil refugiarse en el ejemplo de otras
ciencias... La analogía no es convincente. Piedras, zapatos viejos, ba-
rras de hierro son cosas puramente reactivas... Sólo el hombre tiene la
capacidad de variar ampliamente sus necesidades biológicas, añadiendo
a ellas innumerables necesidades psicogénicas que reflejan, en parte, su
cultura... y en parte su propio estilo de vida...". Deberíamos "recha-
zar el trasplante de la indiferencia de otras ciencias frente al problema
de la individualidad" (4, ps. 29 a 31).

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con aspectos aislados: es atomística; esto es (2) con variables abs-
traídas: es abstractiva; (3) estudia esas variables en situaciones
inducidas y controladas: es experimental; (4) somete sus datos
a tratamiento matemático: es cuantitativa; (5) su objetivo es
lograr leyes o principios generales: es reductiva.

La psicología idiográfica se le opone punto por punto:

Nomotética Idiográfica

Atomística Holística
Abstractiva Concreta
Experimental Clínica
Mecanicista Dinámica
Cuantitativa Cualitativa
Reductiva Fenomenológica

Muchos psicólogos clínicos de orientación idiográfica no se


consideran excluidos del método experimental. No aceptan el
mantenimiento del viejo y restrictivo concepto de experimen-
to. Tal como sus predecesores, los psicopatólogos franceses, en-
tienden que además del fenómeno artificialmente provocado,
en las ciencias del hombre es necesario ensanchar el marco y
dar cabida al experimento natural (post-factum), como el que
se presenta en la clínica, como un método experimental de no
menor legitimidad científica.
De todos modos, las contraposiciones entre ambas líneas se
centran, en especial, sobre las antinomias atomismo-guestaltis-
mo y cuantificación-cualificación, que ha suscitado una de las
más apasionadas —a menudo enconadas— polémicas de la psi-
cología actual.
Samuel J. Beck, el conocido rorschachista de la Universi-
dad de Chicago, ha hecho un expresivo planteo de esas contra-
posiciones en "The science of personality. Nomothetic or idio-
graphic" (6).
La personalidad total, dato básico de la conducta humana
y "única razón de ser de la ciencia psicológica", puede estudiar-

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se, dice Beck, desde el ángulo nomotético (sub y suprapersonal)
o idiográfico (personal) (*) y la diferencia entre la ciencia psi-
cológica tradicional nomotética y el enfoque idiográfico contem-
poráneo puede describirse así: la ciencia psicológica se propo-
ne averiguar cuánto de un cierto rasgo de la personalidad —he-
roísmo, orgullo, h u m o r . . . — hay en los miembros de una po-
blación, es decir, la incidencia y distribución de un rasgo dentro
de una población, y lo lleva a cabo mediante sinnúmeras medicio-
nes y comprobaciones de resultados. La psicología de la persona-
lidad quiere, en cambio, averiguar cuánto de ese rasgo —heroís-
mo, orgullo o h u m o r . . . — tiene una persona dada; aquí se exa-
minan las diferentes conductas de una persona, las mutuas in-
teracciones de esas conductas y los efectos de esa conducta to-
tal de una personalidad particular.
La psicología idiográfica es la psicología centrada en la
personalidad individual, en tanto tal: es decir, unitaria, sin-
gular, dinámica. Stephenson (1952) las contrasta con estas pa-
labras :

"La nomotesis fue considerada durante mucho tiempo 'la


psicología sin sujeto' — y en efecto, lo es— en tanto que la
idiografía trató de ocuparse ella misma de un algo" (6, pá-
gina 358).

Lo esencial del método idiográfico es que enfoca su lente

(*) El hombre puede ser estudiado a tres niveles: subpersonalidad,


personalidad y suprapersonalidad. El nivel svibpersonal es investigado por
la neurología, fisiología, psicología experimental y tests psicométricos;
para dar sólo algunos ejemplos, entran aquí las investigaciones del tipo
EEG, reflejos, procesos psicofísicos, localizaciones cerebrales, algunos ex-
perimentos de percepción. El nivel suprapersonal es investigado por la
antropología, la sociología, el trabajo social, los estudios de grupos y cul-
turas, los estados del desarrollo psicológico, los estudios sobre la neurosis
y psicosis, las construcciones psicoanalíticas, rasgos de conducta (celos,
sugestibilidad, masculinidad, conducta sexual, etc.), conductas complejas
(delincuencia, actitudes morales, sistemas religiosos, etc.), el individuo en
sus relaciones industriales y comerciales, en su conducta política, en su
servicio militar. El nivel personal es el estudio de las diferentes conduc-
tas de una persona como unidad.

9
sobre el "individuo como un universo de rasgos" (Stephenson),
de rasgos variables en interjuego mutuo, afectándose unos a
otros. Esta es la tarea del método idiográfico.
Allport, Frank, "VVyatt, Beck, Wellek, Rapaport, Kutash...,
en el apoyo de la psicología idiográfica coinciden en cinco
ideas básicas que podemos enunciar así: 1-) es ilegítima la ex-
pulsión de la personalidad del campo de la ciencia; 2) es ile-
gítimo restringir el concepto de ciencia y de objetividad al
atomismo y la cuantificación; 3") la psicología tiene derecho de
utilizar el método que le es propio; 4 9 ) la nomotesis peca de
presunción excesiva de exactitud; y 5°) una metodología rigu-
rosa pero poco fecunda hace peligrar la creatividad psicológica.

I9) Es ilegítima la expulsión de la personalidad del campo de


la ciencia.

"En algún lugar entre los intersticios de sus leyes nomo-


téticas, la psicología ha perdido a la persona humana que cono-
cemos en la vida cotidiana". Este aserto de Allport (3, p. 568),
recibe de Beck la explicación siguiente:
Cuanto más consecuente es con sus principios, menos ade-
cuado resulta el enfoque nomotético para la exploración del
funcionamiento total de la unidad humana. Pues a mayor nú-
mero de observaciones de una variable en los diferentes indivi-
duos, menores son los efectos de los otros rasgos del individuo
sobre esa variable particular. De este modo se consigue un da-
to susceptible de describirse independientemente de las formas
o distorsiones en que se dan en cada persona total. A mayor nú-
mero de individuos considerados, mayor objetividad. De esta
suerte

"hemos eliminado las influencias extravariables sobre la va-


riable-extravariable, pero intrapersonal: quiere decir que hemos
eliminado la persona... Sacamos la persona del dato observa-
do y nos concentramos solamente en el hecho extrapersonal.
Esto es lo que está logrando con éxito la psicología científica :
sacar al ser humano de la investigación". (6, p. 358).

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En enfoque nomotétieo es, pues, científico a expensas de
la personalidad individual; en tanto el enfoque idiográfico
quiere lograrlo haciendo el enlace entre ciencia y personalidad.
Frente al atomismo y estatismo de la nomotesis, Beck asu-
me así su posición:
La ciencia nomotética observa las variables una por una.
Cada individuo es medido en un rasgo por vez, con prescinden-
cia de las interacciones internas entre esos rasgos.

"Atomiza al individuo y se detiene en el estudio del áto-


m o . . . la falla de este método reside en que obliga a dar la
espalda al dato de la unidad" (6, p. 356).

La nomotética sólo puede unirse a la ciencia a expensas


de la personalidad. Y en rigor, cuanto más científicamente, es-
to es más aisladamente, se estudia la variable, menos aprehende
de la personalidad.

2*) Es ilegítimo restringir él concepto de ciencia y de objeti-


vidad al atomismo y la cuantificación.

La abstracción, el atomismo y el estatismo son supuestos


previos necesarios de la cuantificación psicológica, en la que
vienen a rematar y a perfeccionarse.
La cuantificación, modelo de pensamiento exacto y viejo
ideal de la psicología desde Herbart y Fechner (Psicofísica) en
su aspiración a constituirse en ciencia rigurosa, es un atributo
sobresaliente en la psicología nomotética, y dominante en los
factorialistas (Spcarman, Thurstone, Eysenck...). Boring lo
aprueba definiendo la psicología como un "cuerpo de conoci-
miento exacto cuantitativo", y Eysenck brinda un ejemplo de
estricta adhesión al ideal metrológico asegurando la mensural i-
dad de cualquier aspecto de la personalidad (*).

(*) Desde luego que no todo psicólogo experimental comparte este


supuesto en esa medida. Así Cronbach, gran figura de la orientación psi-

11
La cuestión es harto controvertida; H. Webster señala las
dificultades de la medición en el campo de la psicología gene-
ral a causa de las dificultades de la medición misma y tam-
bién de las discontinuidades de las variables psicológicas (*).
Beck piensa que la ciencia de la personalidad no ha hecho tan-
tos progresos como para lograr una descripción matemática de
la personalidad. (6, p. 358).
Para los partidarios del enfoque experimental la objetivi-
dad se ha identificado con la cuantificación. Eysenck se formu-
la una idea de ciencia según el modelo de la ciencia natural,
y consecuente con su deseo de hacer de la psicología una cien-
cia quiere desembarazarla de todo cuanto no cabe en ese mar-
co estricto. En suma, acaba definiendo la ciencia por el método
que utiliza y ello suscita la protesta de los psicólogos idiográ-
ficos: No es de ningún modo aceptable —dice Wyatt— que "la
cuantificación sea lo único que puede proporcionar normas ad-
misibles para la psicología"... "Hasta ahora es muy poco lo
que sabemos de nuestro tema para declarar ex cathedra cuál es
el método que permitirá arribar a resultados seguros" (39 p.
327). Esto no ha sido probado nunca por nadie: el postulado
de la objetividad no indica cómo se la habrá de lograr, "ya que
esto debe depender obviamente del método de investigación uti-

cométrica actual, disiente notablemente con el factorialista inglés en ese


respecto. La discrepancia se hace especialmente nítida por una casual
coincidencia en el ejemplo que ambos utilizan para ilustrar sus ideas
contrarias:

Eysenck Cronbach (1955)


("The Uses and abuses of ("Les exigences de la validation
Psychology") des techniques projectivcs")
1953 "Si tuviésemos una perfecta
"Podemos medir la ansiedad ca- medida de la ansiedad podría ser-
si tan exactamente como podemos vir de criterio... pero natural-
medir la inteligencia..." (12, p. mente, semejante criterio no exis-
39). te en absoluto" (11, p. 249).
Cronbach hizo la anterior declaración precisamente en un simposio
celebrado en Londres, en 1955, que presidía Eysenck.
(*) H. WEBSTER, Dynamic hypothesis in psychology. Psychol. Re-
view, 1952, pág. 168. (6, p. 358).

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lizado, lo que a su vez depende de las circunstancias específi-
cas del problema que se ha de investigar" (39, p. 327 a 333).
Por ello, los idiográficos reclaman para la psicología una más
amplia definición de ciencia, J. McV. Hunt, al hacerse cargo
de la presidencia de la A P A expresó (1952) que la ciencia
también ha sido caracterizada como un método, pero que "se
ha estrechado tanto las connotaciones de la palabra método
hasta hacerla casi irreconocible" (19, p. 453).

39) La -psicología tiene derecho de utilizar el método que le es


propio.

Definir la psicología o sus métodos con la vara de la fí-


sica, es arbitrario y conduce a desconocer todo cuanto le es
esencial a la psicología, dice Wellek (38, p. 280). Por ejemplo
Eysenck quiere excluir de ella la comprensión. "¿Por qué ha-
bría de excluirse a la comprensión de la psicología?" Wyatt
contesta irónicamente: "Si la comprensión tiene importancia
en la vida, la vida (uno se ve inclinado a pensar) podría lle-
gar a tener importancia también para la psicología; quizás
fuera mucho más práctico que la comprensión fuera parte de
la psicología" (39, p. 332). Y McClelland se pregunta: "¿Le
corresponde a la ciencia preocuparse por cuestiones tales como
psicología explicativa versus psicología comprensiva? No, por
cierto que no. No hay nada en la descripción de procesos cientí-
ficos que exija que adoptemos un punto de vista particular,
como psicólogos, frente a esas cuestiones". La respuesta depen-
de de la postura filosófica, positivista o no, que se asuma (22,
p. 362).
La resistencia de los idiográficos a la metodología experi-
mental y cuantitativa se multiplica en sus argumentos, porque
está persuadida, como Frank que "la psicología progresará, co-
mo lo ha hecho la física, utilizando métodos y criterios diferen-
tes, con arreglo a la metodología apropiada al problema que
enfrenta". (15).

13
Ese método propio de la psicología idiográfica está defini-
do por el carácter unitario, total y singular de la personalidad,
que reclama un enfoque guestáltico y comprensivo. Allport lo
expresa con una figura acertada:

"Cada persona es un idioma en sí misma, una aparente


violación de la sintaxis de la especie. Un idioma se desarrolla
en su contexto peculiar y propio, y este contexto debe ser com-
prendido a fin de entender el idioma".

Y luego, hace este agregado, donde reconoce, como la ge-


neralidad de los psicólogos de esta corriente, la necesidad de
completarse con la nomotética:

"No obstante, los idiomas no son enteramente anárquicos


ni arbitrarios; en efecto, ellos pueden ser conocidos por lo que
son sólo comparándolos con la sintaxis de la especie" (4, p. 28).

De un modo notablemente semejante describe Rapaport el


enfoque idiográfico.
Los conceptos de Rapaport (1952) sobre el método de com-
prensión idiográfica, parecieran destinados a completar la me-
táfora de Allport: En psicología, como en el lenguaje, debemos
conocer la "función proposicional" de un elemento para poder
interpretarlo. Si decimos "el hombre es valiente", parece una
proposición lógica, pero por sí misma no puede ser considerada
verdadera ni falsa. Sólo podrá decidirse sobre su verdad cuan-
do se entre en conocimiento de qué significa, qué función tie-
ne, el predicativo "valiente". El hombre puede ser valiente en
la batalla...; puede rehuir el ataque corporal y no obstante
ser capaz de sobrellevar sin flaqueza la más difícil situación.
Esto mismo ocurre —dice Beck— cuando se debe dictaminar
en un test multivariado que explora la personalidad total, co-
mo el Rorschach. Cualquier afirmación concerniente a cualquier
variable del test de Rorschach debe ser examinada por su "fun-
ción proposicional". Lo que encontramos de una persona en
cualquier puntaje no es necesariamente verdad y no es nece-

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sanamente erróneo. Debemos conocer la función de esc pun-
taje y ello depende de su colocación. Debemos conocer, pues,
esta colocación, en su totalidad, para predecir su conducta (6,
p. 335).

4°) La nomotesis peca de presunción excesiva de exactitud.

Los científicos están exigiendo de los conocimientos obteni-


dos por otros métodos diferentes a los que ellos emplean un
grado de perfección que tampoco tienen los suyos, al menos
en la medida en que se pretende. "Aun en nuestro tiempo —di-
ce Wyatt— mucho tendrá que ocurrir antes de que estemos
en condiciones de aproximarnos a un segmento determinado
de investigación de manera exacta y sistemática". No sólo a
los enfoques cualitativos, también a los cuantitativos les ocu-
rre que "después que uno raspa la hermosa superficie numéri-
ca" se encuentra con proposiciones inciertas" (39, p. 329).

5") Una metodología rigurosa pero poco fecunda es una ame-


naza contra la creatividad psicológica.

Está muy bien que la metodología experimentalista y cuan-


titativa —viene a decir Allport— controle la creación, pero no
lo está en cambio, que con su censura asfixie la creación misma,
porque, hasta el momento, esa metodología no ha permitido
crear nada original de importancia. Después de todo, en el
campo de la psicología de la personalidad el "ideal científico"
se ha mostrado infecundo; en rigor "no ha proporcionado prác-
ticamente nada de la sustancia de las teorías actuales de la
personalidad" (2, p. 19). En efecto, en el campo de la verifi-
cación experimental de los conceptos del psicoanálisis, en ge-
neral no ha hecho hasta ahora otra cosa que comprobar o no
ideas preexistentes, y en el de las técnicas proyectivas a for-
mular sus juicios de convalidación o invalidación.
No podía, pues, dejarse de señalar en esta polémica la idea,
por lo demás reiterada, de que en el desarrollo de toda ciencia,

15
el concepto es más importante que el método; que las técnicas
son sólo auxiliares de las ideas, que el "método halla sólo
aquello que se busca". Para Allport, como para Cari Rogers
—que como veremos luego vivió en sí mismo el conflicto nomo-
tética versus idiográfica— concluye que, finalmente, el positi-
vismo lógico, el diseño de investigación, la verificación no tie-
nen sentido por sí mismos, sino en su condición de auxiliares en
el intento de comprobar la intuición o la hipótesis preexisten-
tes (2, p. 20). Esta misma idea la reencontramos en Heidbre-
der: "El descubrimiento casi siempre precede a la evidencia
sistemática; más que sugerido es confirmado por ella... Los
éxitos científicos obtiénense a menudo mediante el uso de con-
jeturas aún no verificadas por los hechos..." (17, p. 27).
Wyatt, Kutash, Beck, desarrollan una línea de argumen-
tación semejante: el progreso de la ciencia psicológica podría
ser detenido y perjudicado por esta pretensión de constreñir el
estudio de la personalidad y de la conducta compleja sólo por
cierto camino, pues cualquier otro sería no científico:

En el campo de la psicología, "la personalidad del hombre


y la comprensión de la conducta humana fueron inaccesibles
a través de la investigación científica de laboratorio y los mé-
todos de investigación exaltados como métodos científicos, has-
ta que hizo su entrada en escena de los nuevos enfoques holís-
ticos de la personalidad, como la psicología de la Gestalt, psi-
coanálisis, psicología transaccional, teoría del campo y sus apli-
caciones prácticas a las técnicas proyectivas" (19, p. 454).

Podemos ya cerrar esta reseña de la controversia. Al seve-


ro ataque de los experimentalistas, los grandes representantes
de la psicología idiográfica defienden con firme convicción y
abundantes razones sus derechos de permanencia en el campo
de la ciencia, utilizando su propia metodología. Las posiciones
se mantienen, y dirimen incluso dentro del área idiográfica
misma.
En efecto, estos modos de operar nomotético e idiográfi'-o
penetran y dividen también en las disciplinas y en las escuelas,
inclusive dentro del psicoanálisis y de la psicología clínica.

16
Psicoanálisis dinámico .y dramático.

El francés Georges Politzer reclama (9) la constitución


de una psicología concreta, la que hace del drama, de la ex-
presión de la vida interior y de la conducta, su objeto propio, en
lugar de una psicología y un psicoanálisis abstractos centrados en
la vida interior. Una psicología concreta, capaz dé interpretar
al hombre al nivel fenoménico. Siguiendo el planteo de Polit-
zer? José Bleger (9), distingue entre el enfoque dinámico de
la teoría psicoanalítica, que al operar con los conceptos de fuer-
zas instintivas, procede por vía reductiva y abstractiva, y el
enfoque dramático del análisis que opera comprensivamente
sobre el hombre en situación real.

Clínica "client centered" y "test centered"

También dentro de la práctica clínica, la terminología de


Rogers ha servido para distinguir dos tipos de clínicos: el client-
centered, centrado en la persona del examinado, y el test cen-
tered, centrado en el rigor estadístico y formal del material.
Esta descripción de Allport conviene muy bien a la psico-
logía clínica de esta última orientación psicométrica: Si de la
psicología experimental vamos hacia la psicología clínica en
busca de la personalidád individual, a menudo "descubrimos
solamente que Juan está en el décimo percentil en cuanto a la
"necesidad de éxito", en el cincuenta en cuanto a la capaci-
dad de "manipulación espacial", en el percentil ochenta y uno
en cuanto a "respuestas comunes" al test de Rorschach. Tales
trozos de información componen la mayoría de los informes
clínicos" (4, p. 29).

17
3. DOS TIPOS DE PSICOLOGOS: CIENTIFICOS Y CLINICOS

"Los sistemas de psicología 110 son construcciones


enteramente imparciales e indiferentes, sólo determi-
nados por la lógica y la evidencia. No es en modo al-
guno prudente examinar los sistemas con independen-
cia de las situaciones particulares que le dieron ori-
gen, de las tradiciones, convenciones, normas, prejui-
cios y, en ocasiones, de los fuertes sentimientos perso-
nales que constituyen su fundamento".

E . HEIDBREDER

La psicología experimental provoca una situación, contro-


la todos los factores, aisla uno, los somete a cambios y observa
qué ocurre con ese factor aislado del conjunto, a fin de poder
luego explicar ese comportamiento por un principio o ley. La
psicología clínica en su estudio del caso toma el "universo de
rasgos" del individuo tal como se presenta, en forma global e
inmediata y procura considerarlos todos en su conjunto diná-
mico a fin de comprender esa realidad total y, sobre ese con-
texto, el papel que cumple cada uno de los factores partici-
pantes. La psicología clínica "no se satisface con la circunstan-
cia de que los hechos acontezcan o no, sino que quiere compren-
der también el sentido de esos hechos" (39, p. 320).
Estos dos tipos de psicología tienen cada una su propio
tipo de psicólogo: el "científico" y el "clínico", como viene
llamándoselos genéricamente.
El científico —el conductista, el operacionista, el atomis-
ta, al nivel teórico; el investigador experimental, el estadígra-
fo, el psicometrista, el clínico "test centered", al nivel profe-
sional— centran su interés en los principios y leyes generales,,
obtenidos por un tratamiento objetivo; esto es, por experimen-
tos realizados según una metodología precisa y en un procesa-
miento cuidadosamente controlado, susceptible de ser repetida
y comprobado por otros investigadores, y en cuyos resultados:
interviene el exacto lenguaje matemático. Este psicólogo trata.

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con variables abstraídas y opera desde afuera de la situación.
Allport lo describe agudamente:
"Actualmente la formación científica de los psicólogos los
lleva a buscar los procesos universales comunes a la especie y
a descuidar la pauta dialectal del proceso de evolución. Mien-
tras pueden decir que su objeto es la personalidad humana, sus
hábitos los conducen a estudiar la mente en general antes que
la mente-en-particular.
No se trata de que los psicólogos no estén interesados en
Juan, en la persona. Se trata, simplemente, de que sus hábitos
de pensamiento los llevan a separar de la naturaleza de Juan
un segmento particular para su estudio. La cirugía se realiza
por medio de la inserción de algunos instrumentos cortantes
universales sobre el cuerpo de Juan. Una incisión se refiere,
podríamos decir, a la "necesidad de éxito", otra al "cociente de
inteligencia". No se considera que estas incisiones se entrecru-
zan dentro de Juan, sino que se las ve como propiedades equi-
valentes que se entrecruzan en distintas personas. El resultado
es que habitualmente percibimos la personalidad de Juan como
un diagrama dibujado en un conjunto de coordenadas exter-
nas, carentes de interrelaciones, de duración en el tiempo, de
movimiento, de vida, de variabilidad, sin singularidad. Nues-
tros métodos de análisis no nos dicen nada de lo que es pe-
culiar de Juan". (4, p. 28).
El clínico —el psicoanalista, el psicólogo comprensivo, el
fenomenólogo, el existencialista, al nivel teórico; el clíni-
co "client centered", el psicoterapeuta, el operador de técnicas
proyectivas, al nivel profesional— se centra en el individuo
concreto y total, en una situación en la que él es un "observa-
dor participante" de complejas interrelaciones que escapan al
análisis estadístico. Su interés está puesto en la asistencia —tra-
tamiento, cura, orientación— del individuo más que en los prin-
cipios o leyes. Se siente, pues, a sí mismo viviendo la realidad
concreta. Para él sus resultados no necesitan otra comproba-
ción que la que él mismo hace en la convivencia con el indivi-
duo y en la coincidencia con sus colegas.

19
Naturalmente median entre unos y otros diferencias en la
forma de ser —en el temperamento, dice Beck—; en las habili-
dades y conocimientos y, en fin, en la manera de pensar:
"esprit de geometrie" en unos, "esprit de finesse" en otros,
según los tipos que Pascal discernía en la humanidad y que
los clínicos como Lagache y Wyatt también reconocen entre
los psicólogos.
La elección entre naturalismo y humanismo —dice Laga-
che— puede no tener sino motivaciones personales y depen-
der del propio espíritu abstracto o concreto, analítico o sinté-
tico. "Más profundamente, la elección entre naturalismo y hu-
manismo responde a las necesidades afectivas y a una tentati-
va de solución de problemas personales" (20, p. 7 y 8).
Wyatt piensa eso mismo: que las orientaciones intelectua-
les "son al fin de cuenta compromisos personales... El siste-
ma que uno elija estará determinado, generalmente, desde mu-
cho tiempo antes de que se aduzcan buenas razones para ello".
El expediente de la racionalización le servirá para tranquili-
zarse y condenar aquello que no le gusta, o que no es capaz
de enfrentar, proclamando "que eso no es otra cosa que 'arte' y
no "ciencia" (39, p. 329).
Esa diferencia de espíritu y de motivación entre un psicólo-
go y otro la encontramos "proyectada" en el instrumental que
crean, adquieren y manejan. La atención focalizada hacia la can-
tidad en la investigación estadística, es también al gasto y a la
economía de tiempo, según se refleja en la técnica de autoad-
ministración y colectivización de la administración del test,
en la limitación de la respuesta del sujeto (elección por res-
puesta múltiple), en la puntuación por una máquina IBM que
lee el registro, calcula los errores e informa sobre los aciertos
y otros aspectos del rendimiento —todo ello a un ritmo de 500
protocolos por hora (1930-1940); y si la máquina es más mo-
derna— como la de la Universidad de Iowa, que funciona con
una célula fotoeléctrica combinada con un computador elec-
trónico, puede puntuar hasta casi un millar de ítems (el registro
de toda una batería) e inclusive el nombre del examinado, y

20
brindar no sólo puntajes directos sino también ponderados...
todo ello a un ritmo de 6000 por hora. Los clínicos se han dado
técnicas de trabajo que reclaman presencia continua, trabajo
personal e individual, de contacto cara a cara, demorado, aten-
to y paciente, que necesita con el máximo de "rapport" y co-
municación y un mínimo de cosas que puedan interferir esa
relación (*).
En este litigio entre tipos humanos diferentes, no se dis-
cuten solamente ideas, sino también los propios modos de ser y
el propio status profesional. De allí que más de una vez se
lanzan acusaciones resentidas por las recíprocas ofensas infe-
ridas.
En el contexto de la disputa los términos descriptivos co-
mo intuición, atomismo, holístico... se hacen adjetivos ofensi-
vos. P. E. Meehl, en su "Clinical versus statistical prediction"
(24, p. 4-5) enumera el doble vocabulario que suele aplicarse
al "método" clínico: para sus cultivadores es "dinámico, glo-
bal, significativo, holístico, sutil, simpático, configuracional, or-
ganizado, rico, profundo, genuino, sensible, real, vivo, concre-
to, natural, auténtico y comprensivo". Para los críticos es "mís-
tico, trascendente, metafísico, supermundano, vago, confuso, sub-
jetivo, no científico, crudo, privado, inverificable, cualitativo,
primitivo, precientífico, borroso, incontrolado, negligente, ver-
balístico, intuitivo".
Los resentimientos que declara Eysenck contra los psicó-
logos clínicos deja ver algunos aspectos de la motivación emo-
cional subyacente en la "querella de métodos". Expresó (14)
estas quejas:
Que en virtud de la gran cantidad de información que
pueden recoger y relacionar en su mente por vía de la intuición,
los clínicos pretenden manejar un número de datos tal que es-
capan a las posibilidades de la máquina de calcular: Es inadmi-
sible —dice— que la mente del psicólogo puede captar y orga-

(*) Han debatido, y por lo general rechazado, el empleo del graba-


dor en el registro de las sesiones.

21
nizar una cantidad de información —determinantes— que so-
brepasan las posibilidades de la máquina de calcular. Y se re-
mite aquí a la "prueba matemática" de que dado cierto núme-
ro de hechos (por grande que sea) es dable demostrar que
existe una combinación óptima de estos hechos que proporcio-
na la mejor exactitud posible a los fines de la predicción, y
que esta combinación puede alcanzarse mediante los métodos
estadísticos ortodoxos de la correlación múltiple, en tanto el
cerebro intuitivo, en el mejor de los casos, podrá igualar, pero
nunca mejorar esa predicción (14, p. 23).
Que pretendan poder penetrar intuitivamente en aspectos
tan escondidos y complejos de la personalidad que el investiga-
dor experimental esté incapacitado para someter sus hallazgos
a verificación, "Se trate del método de validación de que se
trate, los psicólogos tratan de persuadirse a sí mismos y a los
otros, que las criaturas de su cerebro personal contienen efecti-
vamente, en realidad, algo de enigmáticos misterios de la per-
sonalidad humana". Y en este intento de persuadir acerca de
la validez de sus "técnicas favoritas", "proveen un capítulo
muy interesante de la historia de los tests de personalidad" (13,
p. 232).

Asimismo rechaza se lo considere a él atomista: "Decir que


la psicología ortodoxa es "atomista" y sólo le interesan las par-
tes, en detrimento de las relaciones que existen entre ellas, es
ostensiblemente inexacto; las técnicas de regresión curvilínea, de
la adecuación de la curva y del análisis de tendencias, revelan
claramente la preocupación de los psicólogos estadísticos por
la forma precisa de la relación prevalente entre los diversos
entes estudiados" (14, p. 21).

Y en fin, que los psicoanalistas hagan como si ignorasen


las objeciones documentadas que él les formula invalidando sus
hipótesis. Señala en los psicólogos clínicos una tendencia a me-
nospreciar al adversario. Particularmente a los psicoanalistas,
que muestran un "tranquilo desdén" frente a las hipótesis en
alternativa e inclusive frente a las evidencias penosamente acu-

22
muladas por otros psicólogos y que podrían contradecir sus afir-
maciones.
Allport encuentra justificada esta objeción de Eysenck,
y atribuye esa desvalorización del otro a los prejuicios escolás-
ticos y nacionales:

"Algunos europeos muestran una actitud de perdonavi-


das ante el Nuevo Mundo. Específicamente, en psicología, sue-
le crearse un villano profesional, que es un mecanicista sin al-
ma, adicto a las contracciones musculares, a las matemáticas
y a la carne cruda. Por lo común el villano es norteamericano,
pero también puede ser inglés" (2, p. 16).

Pero, con razón, pregunta: "¿No encontramos la misma


tendencia en la invectiva de Eysenck?", cuando acusa a la ca-
racterología y fenomenología alemanas de "vagas", "filosóficas"
y "acientíficas". Este prejuicio se advierte también, señala All-
port, en los departamentos de psicología de los EE. UU., don-
de las revistas de la Europa continental que llegan quedan ce-
rradas porque no se espera encontrar en ellas nada que
aprender.
Hemos creído necesario entrar a considerar la controversia
nomotética versus idiográfica también al nivel humano cientí-
ficos versus clínicos porque de algún modo contribuirá a com-
prenderla mejor al nivel de la discusión teórica en torno a las
técnicas proyectivas. Esta observación de Watson, advierte cla-
ramente acerca de la pertinencia de considerar todos los facto-
res en juego:

"En gran medida, se ven a las técnicas proyectivas con sim-


patía o irritación. Se impone revaluar y ampliar nuestro sentido
de la objetividad" (37, p. 14).

4. DOS CRITERIOS DE VALIDACION: EXPERIMENTAL Y


CLINICO

Naturalismo y culturalismo, nomotesis e idiográfica, psi-


cología experimental y psicología clínica, derivan finalmente

23
fin dos criterios muy diferenciados para decidir cómo se debe
proceder en la validación de las técnicas proyectivas. La con-
traposición de las dos psicologías tradicionales remata en una
antinomia de criterios de evidencia: el criterio de la observa-
ción y la intuición, de la cualidad, sustentado por los clínicos;
y el experimento y la estadística, la cantidad, sustentado por
los experimentalistas.
Veamos, en forma esquemática, como se formulan esos
criterios.

El criterio clínico de validación.

Los clínicos se atienen a lo que consideran cuatro eviden-


cias suficientes para convalidar las técnicas proyectivas: 1)
Los fundamentos en que se apoyan los tests proyectivos, a los
que ellos adhieren por considerarlos ciertos. 2) Los estudios
descriptivos de individuos y grupos diferenciales llevados a
cabo por los autores e investigadores que demuestran la sensi-
bilidad del instrumento para discriminar los cuadros psicoló-
gicos y psiquiátricos y 3) el decisivo: la práctica diaria, prue-
ba la eficacia de los instrumentos proyectivos suministrando,
muy ágilmente, informes de la personalidad, de conflictos y de-
fensas, que permiten un rápido pronóstico y planeamiento de
una eventual terapia; sirven para el control del paciente. La
contrastación ulterior en el trato con el sujeto y con el juicio
de otros colegas, muestra su acierto, ¿qué más habría de ser
necesario para justificar su empleo? ¿Qué agregará la valida-
ción objetiva y estadística a esta evidencia de la utilidad prác-
tica? En cualquier caso, si se desea una justificación pública,
o fortalecer esa confianza, el clínico apela en ocasiones —sobre
todo en las controversias— al criterio de la aceptación general:
al testimonio que brinda el enorme movimiento proyectivista
—autores, literatura, instrumental, colegas— en crecimiento y
expansión a través del tiempo. Vienen a decir: "La difusión de
los tests proyectivos continúa aumentando, lo que sólo puede

24
significar que tienen una utilidad real para el diagnóstico"
(33, p. 8).
En suma, para el clínico en general, las técnicas proyecti-
vas están sólidamente convalidadas por los fundamentos, en los
que creen, los estudios descriptivos que demuestran su aptitud
discriminativa, la práctica diaria que les revela su utilidad, y
la aceptación general de los competentes que lo ratifican.

El criterio experimental de validación.

Para el enfoque experimental ninguno de esos cuatro he-


chos pueden servir de criterio: los fundamentos deben ser com-
probados experimentalmente; los estudios descriptivos no va-
lidan sino que deben ser validados. Menudean los casos —dice
el francés Perse— que el autor del test no aporta otra prueba
de validez "que una afirmación, o algunos ejemplos clínicos
que no resisten siquiera un examen serio (29, p. 93). Goode-
nough expresa así la crítica experimental típica:

"Casos seleccionados no constituyen una prueba como tam-


poco lo son las páginas de pequeñas historias y anécdotas. El
camino de la ciencia no es el camino fácil de la impresión. Es
un camino trabajoso, con muchos escollos que sólo pueden pa-
sarse gracias a una ardua labor" (16, p. 440).

También es frecuente se rechace el informe clínico como cri-


terio, porque comprende tanto al test como al intérprete y, por
lo tanto, no sirve para validar el test en sí mismo.
En cuanto a la utilidad práctica y a la aceptación de los
competentes, el criterio experimental ve en ellas nada más
que "hechos" que significan que hay muchos instrumentos y
mucha fe en ellos, pero no pruebas reales de su validez. No
acepta que esté demostrada su utilidad en la clínica ni tam-
poco lo demuestra el que sean universalmente utilizados, ni
tampoco lo valida ese medio siglo de empleo y difusión de las
técnicas proyectivas que se aduce. También la frenología —di-

25
ce Pichot— gozó de la estima de distinguidos hombres de cien-
cia. En los términos de Cattell:

"El hecho de que el empleo de los tests proyectivos se ha-


ya difundido tanto en tan poco tiempo no debe engañarnos
respecto a una verdad indiscutible, a saber, que en el aspecto
científico siguen en su más tierna infancia" (10, p. 88-9).

El criterio experimental exige, si ha de ser científicamen-


te aceptable, una validación rigurosa y pública, esto es, proce-
samiento experimental y estadístico, que establezca los corres-
pondientes coeficientes de confiabilidad y validez.
Así queda formulada la primera posición del planteo. Vea-
mos ahora, en forma sumaria y descriptiva, el desarrollo ul-
terior de esta controversia (*).

La controversia de los criterios.

Réplica del criterio clínico de validación.

Esta exigencia del criterio experimental es extemporánea


para el criterio clínico. L. K. Frank a quien se debe el concep-
to de "métodos proyectivos" expresa (1948) el punto de vista
idiográfico de esta declaración representativa del pensamiento
clínico:

"Estos criterios de validez y confiabilidad son apropiados


para los tests estandarizados, pero de dudosa aplicabilidad pa-
ra los métodos proyectivos..." (15, p. 62).

Los tests psicométricos miden seres anónimos, no identifi-


cados excepto en edad y eventualmente el sexo, y se los mide
en relación con los individuos de un grupo igualmente anóni-
mo para establecer su colocación cuantitativa en ese grupo:
por ello, necesitan comprobar su validez y confiabilidad. El

(*) Véase el capítulo Historia y Geografía de la validación.

26
tests proyectivo opera, en cambio, sobre una personalidad indi-
vidual identificada. Y así como en medicina, más que las des-
viaciones de una norma lo que importa es el juicio clínico del
síndrome que evalúa las variabilidades que se dan en el mis-
mo paciente, el método proyectivo se valida por la concurren-
cia y recurrencia de los datos obtenidos dentro de la Gestald
del examinado. La comprobación de su valor se establece aquí
por la obtención de una "configuración intrapersonal congruen-
te", así como por la coincidencia entre los informes de diversos
tests y examinadores de un mismo individuo. Si se desean prue-
bas de confiabilidad, puede sometérselos a la contrastación de in-
tercalificadores operando a ciegas, que es el procedimiento apro-
piado para las técnicas proyectivas. "La congruencia entre va-
rios hallazgos, que se aprecia en la similitud o equivalencia de
tipos o procesos revelados por diferentes examinadores, indica
su confiabilidad" (15, p. 65). Con los niños y adolescentes tam-
bién puede procederse a la validación temporal (contrastando el
informe con la conducta ulterior), por vía de observación direc-
ta o experimento (por ejemplo, de frustración, como en los es-
tudios de frustración y regresión de Lewin-Berker). Este crite-
rio de validación temporal es el que debe finalmente resolver
en casos de discrepancia entre el informe del test y la opinión
de un juez lego (oficial de ejército, por ejemplo).
Según veremos (*) para el criterio experimental estos
procedimientos globales de control Tío ofrecen suficiente garan-
tía. Pero, a su vez, el criterio clínico (Frank) responde así a
esta objeción:

"El punto crucial en estas cuestiones de confiabilidad y


validez es el criterio de credibilidad que se adopte. Mientras se
acepte como necesario el criterio utilizando generalmente en
los tests estandarizados (se refiere a los psicométricos), nos pa-
rece difícil, si no imposible, resolver las controversias corrien-
tes" (15, p. 65).

(*) En el capítulo dedicado a la teoría y metodología de la valida-


ción consideramos las objeciones que se formulan a estos procedimientos
globales de validación.

27
Esta posición se ha mantenido hasta el presente. Así, Be-
llak (18, 1955) (1, 1959) ha manifestado que aun cuando las
técnicas proyectivas puedan proveerse de normas para contro-
lar la interpretación con patrones interindividuales, tal vez su
validez deba reposar siempre en la comparación intratest e in-
trapersonal (17, 557). La declaración de Abt, es más termi-
nante :

"Yo soy de la creencia —dice Abt— que los tests proyec-


tivos se han desarrollado de un clima de opinión tan radical y
diferente de aquellos que hicieron posible otras aportaciones de
procedimientos de la personalidad que "su validez y confiabi-
lidad no podrán jamás establecerse en el mismo camino. Pedir
esas cosas de los métodos proyectivos significa requerir algo
que simplemente no puede darse" (1, p. 64).

La razón decisiva que se aduce como dificultad insalvable


para satisfacer las exigencias del criterio experimental es la
naturaleza guestáltica del material que recoge el instrumento
proyectivo:
Es probable que el empleo de métodos adecuados en la va-
lidación de los tests no proyectivos fracasen frente a la per-
sonalidad, conjunto complejo e interactuante de variables or-
ganizadas en una Gestalt, y que el método de experimentación
controlada destruya esa Gestalt inserta en otra más amplia
(19, p. 455).
Para Frank la salida consiste en desprenderse de la rigi-
dez de los viejos criterios a la luz de los nuevos hechos y las
nuevas ideas.
Los psicólogos experimentales no aceptan masivamente esa
respuesta. Sin embargo, en los últimos años, se han producido
ciertos cambios en ambas líneas, en el sentido de un ablanda-
miento en las posiciones originales. Así, por ejemplo, Paul E.
Meehl ataca la

"infortunada tendencia... a rechazar todo diseño experi-


mental o estadístico que se ofrezca, sobre la base de que es ar-
tificial o que no concuerda con la práctica clínica real". Es

28
preciso hacerse cargo de "la disparidad que existe entre el más
favorable estudio de validez y el monto de fe —y utilizo aquí
deliberadamente el término teológico— depositado por un am-
plio número de examinadores en los métodos corrientes" (25,
p. 271).

También, en efecto, en los últimos años se ha producido


una mayor flexibilización en el criterio de validez de muchos
psicólogos experimentales. No obstante ese cierto acortamiento
de distancias en algunos sectores de representantes de ambos
campos, las líneas se conservan en general enfrentadas (*).

5. DOS POSICIONES: PROYECTIVISMO Y ANTIPROYECTIVISMO

La controversia entre proyectivistas y antiproyectivistas


debe considerarse a la luz de las dos psicologías y de los dos
tipos de psicólogos, pues, como hemos dicho ya, no ha sur-
gido ahora y en este campo. Comenzó en la psicología gene-
ral, y aún antes, en las variedades "geométrica" y "fina" del
ser humano. Se comprende, entonces, que sea difícil prede-
cir su duración y su final. En este momento es posible que
las técnicas proyectivas provean el campo más adecuado pa-
ra que el tradicional litigio se libre aquí más enérgicamente,
creando una nueva dicotomía psicológica: proyectivismo ver-
sus antiprovectivismo.

Factores del enfrentamiento

Hay diversos factores que hacen de las técnicas proyecti-


vas el campo apropiado para librar la batalla.
—La duplicidad contradictoria de su naturaleza. En las
técnicas proyectivas se mueven profundas contradicciones. Es-
te instrumental es, precisamente, un emergente del encuentro
de la psicología experimental y de la psicología clínica, del en-

(*) Ello lo veremos en los capítulos de Historia y geografía de la


validación y en Teoría y metodología de la validación.

29
foque nomotético e idiográfico, de la cuantifieación y de la in-
tención. Jung, creador de uno de los primeros tests proyecti-
vos, representó para Freud la esperanza de que lograse tender
un puente entre el psicoanálisis y la psicología experimen-
tal (*). Y en efecto, las técnicas proyectivas inspiradas en la
psicología de la personalidad individual, con fundamentación
predominante dinámica, muchas de ellas inventadas por psico-
analistas y aplicadas por clínicos, han adoptado, no obstante, en
buena medida, los marcos de operación de la psicología experi-
mental (provocación de comportamientos, cuantifieación) y de
la estadística (estandarización y validación). Por otra parte,
las técnicas proyectivas se aplican igualmente a la investiga-
ción básica (nomotética) como el estudio del caso (idiográfico).
Algunos instrumentos son cuantitativos, otros cualitativos, y
otros, como precisamente el Rorschach, mixtos. Y son, en fin,
utilizados tanto por los psicólogos de enfoque métrico como por
los psicólogos de enfoque clínico. Pero es la vertiente "holísti-
ca" y comprensiva y el sector clínico, los que en definitiva, im-
pusieron su sello (**). De ahí que esa doble incorporación —no
integración— de líneas contrapuestas traiga a las técnicas pro-
yectivas tantas contradicciones que divide a los psicólogos en
proyectivistas y antiproyectivistas y lleve en ocasiones a en-
frentar a los mismos que las emplean.
Esas contradicciones también se dan en el instrumen-

(*) Se ha señalado que M. Bleuler (1950) ve los orígenes de la»


técnicas proyectivas en el encuentro de la corriente globalista nacida en
Lavater y en Carus con los métodos propios de la psicología experimental
y en Jung la figura que concreta ese enlace con su Test de asociación
de palabras. Anzieu cree ver un signo de que también Wundt lo reconocía,
así, en el hecho de que en su "Tratado de psicología fisiológica" (1911),
ataca duranmente a Freud —"reencarnación de Schelling"—, pero tiene
palabras de encomio para Jung.
(**) Max Lewin por ejemplo, señala que existen "dos tests en el
Rorschach", "paradoja que no ha sido reconocida o no ha sido discutida
públicamente". Este autor denomina así al hecho de que la puntuación
de los determinantes en el Rorschach se apoye sobre el informe intros-
pectivo del examinado. "Es sorpresivo realmente —comenta Lewin—
que el test de Rorschach, proveniente del pensamiento psicoanalítico, des-
canse en una técnica introspectiva por otra parte tan cuestionable para,
el psicoanálisis y más afin a los perceptualistas teóricos y prácticos""
(2, p. 471).

30
to (*) y el clínico. En la intimidad del psicólogo suele pro-
mover vacilaciones y desorientación. Así como el choque de
orientación se instala alguna vez dentro del clínico mismo y
suscita la lucha interior, como la que confesó Cari Rogers (en
"Persons or Science? A Philosophical Question", 1955), del
mismo modo, en otros casos el conflicto irrumpe en la relación
psicólogo instrumento proyectivo como un problema de ubica-
ción y eficiencia profesional. Pichot cita esta referencia ilus-
trativa de Bleuler: "Compilando millares de protocolos, yo tam-
bién traté durante años de contar el número de veces que se
dieron ciertas respuestas. Al final de ese gran trabajo, tuve
que darme cuenta que, prácticamente, no existen dos respuestas
idénticas... Ahora bien, tanto para juzgar una sola respuesta
como para apreciar la interpretación en su conjunto, se nece-
sita intuición y no solamente cálculos" (30, p. 90).
Una inadecuada correspondencia entre psicólogo e instru-
mento, ha incidido más de una vez sobre la eficiencia profesio-
nal, y esa violación de la propia modalidad provoca sentimien-
tos de inadecuación y frustración hasta que el psicólogo se re-
ubica (**).
— El modelo de comparación: el test de inteligencia.
Ajustados al modelo experimental y estadístico, de la estanda-
rización y la validación rigurosa, los psicometristas construye-
ron instrumentos para la medición de la inteligencia que pro-
porcionan informaciones escuetas pero precisas y de satisfac-
toria seguridad
Este "espíritu de los tests psicométricos" se ha constitui-
do para muchos, a su vez, en un modelo para el test proyecti-
vo. Así, una de las más importantes condiciones que se exige

(*) Sin embargo, es frecuente —por ejemplo en nuestro país— que


los analistas profesionales prescindan en general de las técnicas proyec-
tivas, en cuyo trasfondo creen ver un espíritu atomístico, cuantitativo y
estático contrarios al enfoque dinámico.
(**) Ilustra este caso lo que nos cuenta la psicóloga española
Pertejo que trabajó con el Rorschach por la vía de codificación tra-
dicional con insatisfacción, hasta que finalmente pasó a la interpreta-
ción analítica de contenido (27).

31
de los tests en general, la objetividad —regularidad de las in-
formaciones entre los diversos examinadores e independencia de
las capacidades diagnósticas de quien lo administra y evalúa—
se le reclama sus resultados también a los tests proyectivos. Tie-
ne razón Pichot cuando dice:

"Las discusiones sobre la validez de las técnicas proyecti-


vas reposan a menudo sobre un mal entendido. Unos no quieren
ver en los tests proyectivos sino tets como los otros, buscando
interpretarlos y validarlos según los principios y los métodos
de la psicología experimental clásica, que en su esencia es ana-
lítica" (28 p. 239).

Ahora, de los diversos atributos de los tets psicométricos,


este tipo de objetividad es, precisamente, el que menos puede
exigirse a estos instrumentos. Los tests proyectivos requieren
interpretación y su eficacia depende en grado decisivo de la
competencia del intérprete. En su administración e interpre-
tación, ha de haber, indispensablemente, un psicólogo y no un
testista. Esa frustración de la expectativa de objetividad y uni-
formidad de los resultados acaso constituya una de las motiva-
ciones de muchas de las críticas dirigidas contra estos instru-
mentos.
— Diferencias de pensamiento y de personalidad entre los
psicometristas y los proyectivistas. Entre psicometristas y pro-
yectivistas median diferencias de intereses, aptitudes y limita-
ciones. También interviene aquí el hecho de que "los experimen-
talistas hallan difícil el aprendizaje correcto de las técnicas
proyectivas; los clínicos, el aprendizaje correcto también, de las
técnicas estadísticas" (5, p. 190). Y también de expectativas
como acabamos de decir.
Al psicometrista le cuesta, en efecto, admitir que un test,
un recurso que debe suministrarle información objetiva, en
lugar de hacerlo le exija una intervención activa y decisiva de
su parte; que en lugar de medir al examinado, muchas veces
en rigor lo mide a él.
Otro hecho chocante para el psicometrista, porque tam-

32
bién lesiona sus hábitos mentales y de trabajo con los tests de
inteligencia, es que en el instrumento proyectivo una misma
respuesta pueda recibir diferentes interpretaciones según el re-
gistro en que se halle, y que en un mismo registro un dato
•acepte —y necesite— más de una interpretación. En tanto, pa-
ra los psicólogos de la línea idiográfiea la personalidad es algo
demasiado complejo y no espera lograr un encasillamiento, el
psicometrista ve en esa apertura una mera arbitrariedad en la
elaboración y en los resultados.
Naturalmente, median aquí decisivamente diferencias en
el marco referencial de base del psicólogo. En el psicometrista
subyace la idea atomística de la posibilidad de aislar rasgos o
funciones y medirlas; en el proyectivista la idea contraria de
que ningún rasgo tiene un significado inherente a él sino infini-
tamente variable según el contexto (persona) donde se halle in-
serto (Concepto de "función proposicional" de Rapaport). Es-
ta discrepancia en las bases genera muchas otras en la metodo-
logía y en la evaluación de los tests proyectivos, que puede ha-
cer difícil el entendimiento. Un proyectivista responderá con
sorpresa y desdén ante una declaración como esta de un psico-
metrista: "Es difícil aducir que las técnicas proyectistas sean
una contribución al conocimiento de la personalidad. Por ejem-
plo, si un individuo llama a una mancha de tinta "mariposa", no
hay razón para creer que esta respuesta represente algo acer-
ca de su personalidad, a menos que se suministren pruebas de
que es así. Consecuentemente, la validez de las técnicas proyec-
tivas sólo puede ser determinada correlacionando las interpre-
taciones con conductas importantes ajenas a la situación de
test" (26, p. 350). Y, aunque en menor grado, también se ve
sorprendido si un psicólogo (Wayne H. Holtzman) en el in-
tento de darle objetividad al Rorschach, "sin violentar, no obs-
tante, su naturaleza", propone como una "nueva solución" creav
otra serie mucho más numerosa de manchas de tinta.
Median, pues, sensibles diferencias metodológicas (premi-
sas, criterios de evidencias y técnicas) y de personalidad en-
tre los adictos de una y otra posición. Unos amantes del rigor

33
y la precisión, ajustados a la preocupación de la objetividad y
verificabilidad, se consideran a sí mismos científicos y "artis-
tas" (Macfarlane) a los otros. Estos, amantes de la interpreta-
ción y de la sutileza para descubrir ocultas relaciones, se con-
sideran a sí mismos "dinámicos" y a los otros como operarios de
corto alcance, atados a herramientas que más que no conducir
desvían del verdadero camino para penetrar en la personali-
dad. Los criterios de evidencia de unos y otros son pues incon-
ciliables. Lo evidente para los proyectivistas puede ser capricho-
so, "intuitivo" para el científico; lo inequívocamente evidente
para el científico, superficial y estrecho para el proyectivista.

La controversia

Hay buen número de cuestiones que dirimir entre los psi-


cólogos experimentales y estadísticos y los clínicos, psicometris-
tas y proyectivistas, clínicos "client centered" y clínicos "test
centered". Todos los aspectos del instrumento y del proceso en-
tero de su aplicación, desde los fundamentos del test hasta el
informe final de un caso, han sido objeto de críticas, a veces
tan enconadas como apasionadamente rebatidas por los defen-
sores del instrumental. Pasaremos revista a los argumentos de
las objeciones y réplicas corrientes.
— Carecen de fundamentos teóricos de validez probada.
Tanto los tets de base empírica —como el Rorschach—, pero es-
pecialmente los escolásticos —como el Blacky, el Duss, el TAT,
el P. F. T., el Szondi, el Machovar— se apoyan en supuestos
teóricos —psicoanalíticos, guestálticos, tipológicos, etc.— cuya
validez científica está por probar. El concepto mismo de pro-
yección es multívoco, e inclusive hay discrepancias acerca de la
apropiada denominación genética del instrumental (Bellak
propone llamarlos "tests de apercepción distorsionada"; Cattell
"tests de dinamismos", Eysenck "tests interpretativos"). Esta
es una de las objeciones que acentúan los científicos.
Réplica. — Hay tests proyectivos, empíricos en efecto, del

34
mismo modo como los hay entre los de inteligencia (Binet, Ter-
man Merrill, Wechsler, Goodenough). Por otra parte, hay tests
proyectivos que cuentan con su propia teoría de base (TAT,
Blacky, PFT, Szondi, D u s s . . . ) . En cualquier caso todos ellos
se asientan sobre una "psicología proyectiva", punto de coin-
cidencia de las más importantes escuelas psicológicas contem-
poráneas (Psicoanálisis, Gestalt, Teoría del campo). Las técni-
cas proyectivas están contribuyendo al desarrollo de la psico-
logía de la personalidad, pero en cualquier caso no corresponde
imputarle a ellas el grado de desarrollo y de validación que la
teoría de la personalidad ha podido lograr hasta el presente.
— Carecen de estandarización adecuada. Excepto unos
pocos instrumentos como el Rorschach y en menor medida el
TAT, la mayoría de los instrumentos no cuentan con normas
de población para evaluar sus resultados. Por otra parte, para
el Rorschach y el TAT existen diversos sistemas de adminis-
tración (consignas y conducción de la prueba), puntuación y
evaluación. Esta es la crítica en la que más insisten los psicó-
logos de orientación psicométrica.
Réplica. — En el campo de las técnicas proyectivas abun-
da la investigación, por otra parte compleja. Los instrumentos
van adquiriendo poco a poco normas de población. En todo ca-
so, en esta evaluación el cotejo interindividual es menos deci-
sivo que el cotejo intraindividual.
— La respuesta del sujeto varía con el examinador. El
examinador influye en la producción del examinado, según su
sexo, edad y personalidad en su conjunto, y según la manera
de conducir la situación de prueba, que a menudo varía entre
los operadores.
Réplica. — Los clínicos de orientación psicoanalítica y los
psicólogos de campo aceptan que, en efecto, entre examinador
y examinado se produce una interacción que incide en la pro-
ducción y en la interpretación. Pero que lejos de interferir en
los resultados, esa interacción debidamente interpretada (jue-
go de la transferencia y la contratransferencia), constituye
una fuente adicional de información. Hay proyectivistas que,

35
en cambio, desdeñan la cuota de influencia que el examinador
pueda ejercer sobre el contenido de la producción del exami-
nado.
— Operan sobre tm material de extensión inadecuada: a)
Excesiva. El material excesivamente abundante que suminis-
tran estas técnicas (caso, por ejemplo, del TAT, particularmen-
te si se lo puntúa con el sistema de variables de Tomkins, Wel-
lish) y del Rorschach gráfico, conspira contra la agilidad y
economía que hacen a la razón de ser del test, b) Reducida.
Otros autores, en cambio, consideran que para lograr una ma-
yor validez se deberían obtener registros más ricos y por tanto
ampliar el material estímulo (llevar, por ejemplo, el Rorschach
a 50 láminas y el TAT a 100).
Réplica. — a) La cantidad de material que se recoge es-
tá en relación con la "amplitud de banda" de las técnicas pro-
yectivas. El instrumento multidimensional necesita un caudal
de datos mayor, forzosamente, que el instrumento unidimen-
sional. En cualquier caso, hay también instrumentos económi-
cos (Duss, Machover, Completamiento de frases), o variantes
económicas (Reducción del TAT a 10 láminas, por ejemplo;,
b) Si el registro es adecuado, 10 láminas en el Rorschach y 20
en el TAT son suficientes. Si un intérprete no puede extraer
con ellas la información necesaria, tampoco lo conseguirá aun-
que disponga de una masa de datos mayor.
— Carecen de objetividad en la evaluación. Falta cons-
tancia entre los calificadores y entre los intérpretes, en espe-
cial en el análisis cualitativo de ciertos tests (Machover, por
ejemplo), aunque ocurre igualmente en tests de puntuación co-
mo el Rorschach y el Rother, que, no obstante, dejan un an-
cho margen librado al juicio del psicólogo.
Réplica. — En rigor, el Rorschach fue el primer esfuerzo
realmente amplio de aplicar "objetivamente en el diagnóstico
y la investigación los principios holísticos con los cuales la psi-
cología puede prestar servicio hoy" (Munroe). Una completa
objetividad sólo se podría lograr limitando la espontaneidad del
examinado a fin de lograr el control rígido y la estandariza-

36
ción de todo el proceso, como en los inventarios de personali-
dad. Pero ello entraña pagar un elevado precio, pues, entre
otras cosas priva, en alto grado, de la posibilidad de saber por
qué y cómo el examinado produce su respuesta. Finalmente, y
esto es lo decisivo, los operadores competentes han demostrado
una alta coincidencia entre sus puntuaciones.
— Carecen de objetividad en la interpretación. La in-
tuieión personal del psicólogo desempeña un papel desmedido,
al punto que una interpretación es más una creación artística
que una tarea científica. Es frecuente que la interpretación
produzca esa impresión de obra de magia y no de razonamien-
to (Esta crítica se dirige en especial a la interpretación psico-
analítica de contenido, más frecuente en el TAT, el Borschach
y el Machover). El test proyectivo es el instrumento que sobre
la proyección del examinado produce la proyección del exami-
nador :
"Un punto de vista —dice Goodenough— que se deja casi
siempre de lado, es que la proyección constituye un arma que
corta por ambos lados. No sólo la persona observada proyecta
sus sentimientos y actitudes sobre la situación a la que respon-
de. También la persona que observa hace lo mismo. Los psicó-
logos son seres humanos y como tales no escapan a las leyes
que gobiernan la humanidad. Así el psicólogo examinador pro-
yecta su propia personalidad sobre el sujeto observado en el
transcurso de un "experimento proyectivo". Ve, por lo tanto,
las actividades del sujeto y sus productos a la luz de sus pro-
pias creencias preconcebidas, sus propios sentimientos y acti-
tudes. Los interpreta en el lenguaje de su propio mundo pri-
vado. Es sobre todo a causa del hecho de que muchog de los
métodos proyectivos le dan al examinador un amplio margen
para proyectar sus propias creencias y actitudes sobre el fenó-
meno, q u e . . . estos métodos han sido considerados con tanto
escepticismo por muchos experimentadores y clínicos" (16,
p. 440).
— Falta de coincidencia entre los intérpretes. De un
mismo registro distintos psicólogos pueden derivar interpreta-

37
ciones diversas y aun contradictorias. Esta crítica implica la
negación de la confiabilidad intercalificadores e interintér-
pretes.
— Peculiaridad y subjetividad semántica de los informes.
Muchos instrumentos, particularmente el Rorschach, el TAT,
el PFT y el Szondi, utilizan un vocabulario propio, ajeno al
de la psicología misma y en relación con un sistema conceptual
no validado. "La necesidad de interpretación —dice Macfarla-
ne— segrega a los tests proyectivos del campo científico, ya
que la interpretación requiere operaciones subjetivas y no ex-
plícitas y un vocabulario tan vago y tan carente de precisión,
que excluye toda posibilidad de comprobación o refutación"
(23, ps. 55 y 56).
Réplica. — Los proyectivistas por su parte no aceptan
esta imputación al menos con esa implicación de arbitrariedad.
Sus réplicas afirman, básicamente lo siguiente: a) Los tests
proyectivos no son "subjetivos" en el sentido cognoscitivo de
relación con el objeto; b) el test proyectivo es legítimamente
diferente porque debe adecuarse a un objeto diferente; y c)
los tests psicométricos no tienen la objetividad que pretenden,
ni en el sentido cognoscitivo ni en el técnico.
a) Los tests proyectivos no son "subjetivos". Si se exi-
ge de los tests proyectivos que sus datos sean cuanti-
ficables y sus informaciones finales constantes cual-
quiera sea el operador, estos dos requerimientos son
satisfechos por los instrumentos proyectivos que fun-
cionan por vía de puntuación, como por ejemplo el
Rorschach y el Rotter. Pero si bien, en general, los
tests proyectivos, incluso los cuantificables no operan
sobre un puntaje final único resultado de una simple
operación de adición de créditos parciales, logran no
obstante, aun evaluando la inteligencia —como el Ror-
schach— brindar un informe más veraz —completo y
cierto— que un puntaje cuantitativo único como el
C. I. (18, p. 34). Sus informaciones son, además, co-
mo se ha comprobado, altamente constante entre exa-

38
minadores competentes que operen sobre un mismo
sistema de referencia.
b) El test proyectivo requiere su propia metodología para
adecuarse a su objeto. El test proyectivo opera, en
definitiva, sobre una configuración de datos no reduc-
tibles a puntaje y que no pueden evaluarse por una
mecánica reducción a baremos. El test proyectivo es
un testimonio "poderoso para demostrar que en cada
ciencia los objetivos y los métodos no hay que buscar-
los en otros campos sino fijarlos de acuerdo con el pro-
pio objeto y las propias posibilidades" (32 p. 113).
c) Los tests psicométricos no son, en definitiva, tan obje-
tivos como pretenden. Se da por supuesto que la
situación de prueba en los tests psicométricos es neu-
tra y no afecta la producción del examinado. Pero los
factores de rapport y de motivación escapan a codo
control, por muy estandarizada que sea la administra-
ción e inciden en el rendimiento. Por otra parte, las
diferencias entre tests proyectivos y psicométricos, tan
manifiestas al nivel de la administración y evaluación,
se diluyen al nivel decisivo del informe clínico final.
En efecto —excepción hecha de los exámenes colecti-
vos de clasificación— el proceso de elaboración psico-
lógica no termina con el cómputo; el puntaje debe ser
evaluado, y para ello, integrado en el contexto del es-
tudio del caso (historia, entrevista, etc.), es decir, in-
terpretado. En suma, al nivel del diagnóstico psicoló-
gico, test psicométrico y test proyectivo se emparejan
como meras fuentes de datos para la elaboración final
del psicólogo (33).

— Carecen de validación experimental y estadística. Los


tests proyectivos no han sido sometidos a la evaluación rigu-
rosa exigible; por lo tanto no han probado aún que sus infor-
mes sean exactos y dignos de confianza. Mientras no prueben
su validez no pueden ser considerados científicos y existirá el

39
derecho del escepticismo. Esta es la objeción principal de los
psicólogos de orientación experimental y estadística. La evalua-
ción de Eysenck, ya mencionada en otra parte, es radical: Las.
"técnicas proyectivas han fallado en establecer su valor en to-
dos los campos en que han sido empleadas". Para las opiniones
extremas como ésta, las técnicas proyectivas estarían, por la
menos al presente, segregadas del campo científico (*).
Réplica.— Contra esta objeción adelantemos ahora sólo el'
argumento de que esas investigaciones experimentales y esta-
dísticas violentan la naturaleza del instrumento proyectivo y
lo colocan en una situación artificial que no es pertinente co?i
el empleo que se hace de él en la práctica clínica. Es probable
—dice Kutash— que los métodos utilizados por "el culto de
la seudoobjetividad" destruya lo que se quiere investigar y
"confundan más de lo que eluciden los problemas básicos"
(19 p. 455).
— Están en permanente proliferación. Los tests proyec-
tivos no han probado su validez... pero siguen apareciendo
más y más instrumentos nuevos. Muchos de ellos —especial-
mente los TAT para niños— introducen variantes en el mate-
rial sin haberse investigado antes si importan un incremento-
de eficacia. Además, de un mismo test se derivan otros o modi-
ficaciones (como el TAT) o cobija diversas variedades que co-
mo el Rorschach se constituyen en escuelas.

(*) La crítica masiva del sociólogo ruso Pitirim Sorokin alcanza un-
encono llamativo: pava él los instrumentos proyectivos "se basan en teo-
rías no probadas y en presunciones dudosas" (como las de la existencia
de un nivel consciente y el determinismo) y "las interpretaciones de sus
resultados son completamente arbitrarios". "Incluso las interpretaciones
de sus devotos son tan contradictorias y tan diferentes unas de otras,
que únicamente una persona muy crédula puede aceptarlas como revela-
ciones exactas de los principios que prueban". Las informaciones que
brindan "no tienen más valor que las viejas creencias en la eficacia ver-
dadera y agorera de los naipes cortados al azar, de los dados, de los.
granos de café extendidos al azar, de la hoja de té, de la configuración
de las nubes o del pato volando... Prácticamente, no encuentro ni un
solo moderno test proyectivo que en forma parecida no se haya usado
hace milenios por los curanderos y brujas...". Y agrega: "Si no cree-
mos en la validez de aquellos antiguos tests proyectivos, no tenemos ra-
zón para creer en sus modernas y ligeras variantes" (34, págs. 133 a 137)..

40
Réplica.— La evidencia, clínica del valor de estos instru-
mentos explica la pujanza y el entusiasmo con que se está tra-
bajando en este campo. Los instrumentos que finalmente no
logran justificar su existencia, quedarán abandonados, pero-
liabrán dejado, igualmente, la contribución de esa experiencia.
— Carecen de una definición y delimitación precisa. A.
favor de la desmedida amplitud concedida al término proyec-
ción, prácticamente cualquier test de personalidad cae en la
clasificación de proyectivo, y se incorporan a su órbita tests
de otras estructuras y finalidades (Inventarios de personali-
dad (*) e incluso tests mentales).
Réplica.— También hay varias acepciones del concepto de
inteligencia, y ello no ha impedido que se construyesen tests
mentales eficaces. Por otra parte todos los esfuerzos de los in-
vestigadores por ensayar nuevos caminos y enriquecer el ins-
trumental deben ser bienvenidos.

II

"Nosotros estamos ahora en el medio de una nue-


va era de progresos en la psicología dinámica cientí-
fica, debida en parte al advenimiento de las técnicas
proyectivas que acaso lleven a la psicología al nivel
de otras ciencias, como la física, química, astronomía
y biología. Tal vez también nuestra ciencia esté fi-
nalmente rompiendo las cadenas metodológicas que la
aprisionaban y esté emergiendo al estudio de la mente
y de la personalidad humana mediante el empleo de
métodos aptos para responder a los importantes y cru-
ciales problemas que enfrenta".
KUTASH

(*) Cattell ha construido "tests de mecanismos de defensa", que


aun cuando por su estructura y modo de operar se asemejan más a in-
ventarios tradicionales de personalidad de respuesta cerrada —él incluye
entre los tests proyectivos y a éstos entre los objetivos—, Cattell lo jus-
tifica así: "Para progresar en este campo hay que reconocer que tales
tests se integran en el enfoque de la personalidad a través de los tests-
objetivos. En efecto, requieren las mismas normas científicas, el mismo
interés por las técnicas de elaboración y validación y la misma inte-
gración de las hipótesis en un sistema psicológico, que las... técnicas,
objetivas expuestas anteriormente" (10, ps. 92-3).

41
Qué puede esperarse del futuro.

Los tests proyectivos no han logrado una validación expe-


rimental y estadística satisfactoria. ¿Puede imputarse ello a
una deficiencia inherente al método? Su eficacia clínica demues-
tra, en cambio, incontrovertiblemente, sus bondades.
Se han realizado investigaciones experimentales y estadís-
ticas con los tests proyectivos. Hubo comprobaciones favorables
y desfavorables. A primera vista, las conclusiones impresionan
como inciertas y contradictorias. Para el científico, el saldo fi-
nal se expresa así:

"En los tests proyectivos se encuentra generalmente una


molesta confiabilidad, pero es más difícil encontrar una eviden-
cia consistente de validez" (35).

La revista general de la validación de las técnicas proyecti-


vas ha mostrado que muchos instrumentos, incluso los más
acreditados por la clínica, son discutidos en su validez en uno
o más respectos; otros acusan resultados contrastantes e impre-
cisos, y muchos no han sido comprobados. También se discu-
te la validez de sus fundamentos y la motivación personal en
el juicio.
Todo ello muestra, en última instancia, que los instrumen-
tos proyectivos son aún jóvenes (*). Pero también es joven la
psicología de la personalidad, e incluso la psicología misma. En
la evaluación de un producto de la ciencia y de la sociedad no
puede prescindirse del criterio histórico. En este caso, al eva-
luar los instrumentos proyectivos se los debe juzgar como un
emergente del momento de desarrollo de la psicología en su to-

(*) Los instrumentos psicométricos se remontan —por lo menos— a


1905 (Escala métrica de Binet), en tanto los proyectivos, aun cuando
también nacen, como hemos señalado en otro lugar (8), contemporánea-
mente con el test de descripción de cuadros de Binet (1893), el comienzo
de trabajo activo con ellos no puede retrotraerse más allá de 1905 con
el Test de Asociación de Palabras de Jung. Pero, en rigor, el trabajo
realmente activo comienza bastante después.

42
talidad. La psicología de la personalidad está aún en sus co-
mienzos y los métodos proyectivos no pueden estar más allá.
Pero la psicología ha progresado y los métodos proyectivos
con ella. En muy pocos años se han inventado numerosos ins-
trumentos que han prestado múltiples servicios. Basta compa-
rar los primeros materiales como el que utilizó Binet para
su test de descripción de un cuadro, con los del TAT, creado
nada más que cuatro décadas después, y cotejar luego esta ga-
lería con la de Phillipson (1955), para que de inmediato se nos
imponga el larguísimo trecho que en tan escaso tiempo se ha
avanzado en profundidad, penetración y sutileza.
¿ Cuánto más cabe exigir, finalmente, de un método que de
vida realmente activa apenas tiene unos treinta años? Todo
hace esperar que las técnicas proyectivas seguirán progresan-
do. Beck, como la mayoría de los proyectivistas, es optimista
con respecto al futuro. Piensa que los instrumentos actuales,
podrán ser buenos o malos, pero no los últimos:

"Posiblemente alguna nueva clase de test, aún no creada,


tendrá más éxito. Lo que sucede con los tests actualmente en
uso no es lo más importante" (15, p. 355).

En cualquier caso ese progreso no lo realizarán las técni-


cas proyectivas por sí solas. Deberán recibir ayuda, como la
psicometría dice Beck; y necesitará que la psicología acepte su
crecimiento y le permita desprenderse de la metodología tradi-
cional en busca de otras posibilidades de desarrollo.
En efecto, creemos que cuando se tenga una psicología de
la personalidad más elaborada y una metodología más elaborada,
podrá esperarse del instrumental proyectivo niveles más altos
de eficiencia, no antes. Pero cabe esperarlo de un método que
es ahora intensamente trabajado por un amplio y creciente nú-
mero de investigadores.
Esta expectativa optimista pesa finalmente en el ánimo de
los críticos. En el momento del dictamen final, resolutivo, se ve
asomar la circunspección y la espera. Robert I. "Watson, luego

43
de comentar las críticas dirigidas contra las técnicas proyecti-
vas, termina con una concisa advertencia: "sin embargo, na-
die podrá decir qué vendrá después" (37, p. 14). Y a propósi-
to de las defectuosas validaciones del diagnóstico clínico de las
técnicas proyectivas, dice Kutash (1954):

"Es cierto que muchos de esos estudios están abiertos a


la crítica metodológica. Como hemos visto, las modificaciones
en los métodos se han ido produciendo lenta pero seguramente,
por ello puede esperarse que éstos estudios se hagan más cientí-
ficamente válidos en el futuro" (19, p. 458).

Gleser al concluir su revisión de la literatura proyectiva


de 1960 a 1962, dice:

"Si no del presente, hay algunas razones para ser optimis-


ta con respecto al futuro".

Funda su expectativa en las variadas señales de preocu-


pación y de progreso, que ve aquí y allá: el señalamiento de
Lindzey acerca de la necesidad de tener presente el factor cul-
tural en la determinación de la respuesta; las investigaciones
experimentales en la línea de Cronbach, etc.
Y Cronbach mismo participa de esa confianza. Refiriéndo-
se precisamente a su metodología analítica de validación (Va-
lidez de construcción), expresa:

"En el curso de los últimos años se ha visto un número ca-


da vez mayor de investigaciones conforme a esos principios, y
recogemos poco a poco los hechos necesarios para asentar las
pruebas proyectivas corrientes y las teorías correspondientes"
(11, p. 252).

Hay razones suficientes, pues, para creer que entre los


factores que concurren a determinar la situación paradojal de
las técnicas proyectivas, en definitiva el principal es la juven-
tud misma de esta técnica, y más precisamente, la juventud de
la psicología de la personalidad individual. ¿En tal caso, cómo

44
promover el progreso de la psicología; qué hacer para que
madure? ¿Qué hacer para verla ya adulta?.

El ideal de la integración psicológica.

Más de una vez se ha creído ver en la diversidad de las


escuelas y de los métodos de la psicología una causa de malgas-
te de fuerzas y de retraso.
Contemplando la multiplicación de escuelas psicológicas en
1936, Claparede exclama: "¡No existen muchas físicas, ni mu-
chas químicas. Del mismo modo, no existe, o no debería existir si-
no una psicología!" Diez años más tarde, también Lagache
(29) quería "l'unité de la psychologie". Y otros diez años des-
pués (1957), a propósito de un libro "cosmopolita" que él pro-
loga (2) Allport piensa también en el "retardo que sufre la
integración de la ciencia psicológica". Ese libro colectivo inter-
nacional sería un testimonio de la posibilidad de integración,
cierto, pero al mismo tiempo, la aguda controversia que allí se
entabla muestra vivo aún el enfrentamiento entre la "tradición
de Leibnitz" y la "tradición de Locke".
La aspiración de progreso lleva a muchos psicólogos a pro-
mover la integración e inclusive a verla ya próxima. Lagache
piensa que la psicología de 1947 "se encuentra en una posición
más favorable (que la de 1936) para discernir qué es o lo que
podría ser la unidad de las.ciencias psicológicas" (20, p. 2 ) ;
por ejemplo: las dos formas tradicionalmente antagónicas de
trabajo, la psicométrica y la clínica, no tienen, en el fondo, tan-
tas oposiciones y discrepancias, y en cambio se necesitan y apo-
yan en rigor, "el conflicto entre psicología experimental y psico-
logía clínica es un momento superado de la historia de la psicolo-
gía" (20, p. 57). Albert Wellek, adherente a la psicología feno-
menológica, muestra el camino de la integración con el enfo-
que operacionista: "El fenomenólogo no sólo puede y debe sa-
tisfacer al operacionista proporcionándole evidencias experi-
mentales y estadísticas, sino que el operacionista también debe
admitir que sus resultados, tales como los derivados del análisis

45
factorial, necesitan de la verificación y la interpretación de la
fenomenología. Ningún sistema de psicología es posible si no
se hacen concordar estos dos métodos o aspectos" (38 ps. 278 a
279). Beck considera (1953) necesario y posible una integra-
ción nomotético-idiográfica. Su argumento es una pregunta tan
simple como clara: "¿cómo podemos saber en el test de Rors-
chach, por ejemplo, si una productividad de por 30 o 50 res-
puestas es alta o baja?... No se puede hasta que no se obten-
ga un criterio midiendo cómo se distribuye cada variable den-
tro de la población. Esto es volver al enfoque nomotético, que
debe preceder al idiográfico":

"Es por el empleo integrado de los dos métodos que pro-


gresaremos. De tal síntesis provendrá una ciencia de la perso-
nalidad que efectivamente conservará ambos términos de esta
proposición: personalidad y ciencia" (6, p. 356 a 358).

En rigor hay, en efecto, más de un signo de integración:


al nivel teórico muchos conceptos psicoanalíticos, guestálticos
y del campo coinciden en una "Psicología proyectiva" (1) co-
mo la que propuso Abt (1959); integración de psicoanálisis
freudiano y psicología del individuo de Adler en las escuelas
neoanalíticas (¿o neoadlerianas?); integración al nivel de la
investigación de psicología dinámica y método experimental en
la Psicología profunda experimental de Wolff y en la escuela
perceptualista del New Look. Lagache, Abt, y como dice Reu-
chlin (31, p. 81), muchos ven en la clínica de integración entre
los dos viejos enfoques y metodologías antagónicos de la psico-
logía. Abt (1959) precisamente en las técnicas proyectivas ve
el lugar donde esa integración se concreta:

"Los tests proyectivos han puesto completamente en claro


—dice Abt hacia 1959— que debemos prepararnos para aban-
donar la espuria distinción entre datos cuantitativos y cualita-
tivos" (1, p. 64).

Autores como L. D. Eron e Ira Friedman —entusiasma-

46
dos con el buen resultado de una validación del TAT con la
técnica Q— coinciden (1957) en la necesidad de combinar la
evaluación cuantitativa y cualitativa, la holística y subjetiva
con la estadística: ambas, dicen, "son necesarias y deben con-
servarse e integrarse". Inclusive hay quienes piensan como
MacClelland (22), que el conflicto entre los enfoques ya es
demasiado viejo. Lagache, en verdad lo da por superado: "¿Qué
significa el conflicto entre experimentalistas y clínicos? En la
perspectiva de una unificación de la psicología, no puede co-
rresponder sino a un momento superado de la historia de las
ideas" (20).

El ideal de la libertad creadora.

Sin embargo, hay historiadores y psicólogos que, en cam-


bio, justamente estiman esa fragmentación de la psicología con-
temporánea como una necesidad y un factor de promoción y
progreso:

"Quizás —dice Reuchlin— el camino no haya que buscar-


lo en una reacción contra la diversificación de los problemas y
los métodos. Quizás, por el contrario, sea necesario ir tan lejos
como sea posible en esa diversificación, de manera que en ca-
da campo aparezcan los problemas fundamentales y las formas
de pensamiento más adaptados para resolverlos. Quizás enton-
ces se comprueben ciertas comunidades de contenido o de for-
m a . . . " (31, p. 123).

También Edna Heidbreder en su Seven Psychologies se-


ñala que la variedad de escuelas psicológicas cumple una fun-
ción positiva, porque ese enfrentamiento problematiza la va-
lidez de las construeciones ajenas y opera como una criba an-
tes de que una nueva idea pueda imponerse. Además la ciencia
no vive sólo de hechos e ideas "necesita también del goce del
combate y la esperanza de la realización" (17, p. 28).
En cualquier caso, muchos piensan que la integración no
debe hacerse a cualquier precio o de cualquier modo. Una uni-

47
ficación autoritaria y dogmática, al precio de la imposición de
un método universal —como parece interpretar Allport que lo
quisiera Eysenck—, es rechazado enérgicamente por él. Allport
acepta la controversia entre las dos grandes líneas de la psi-
cología :

"Nuestra censura debe reservarse para aquellos que que-


rrían cerrar todas las puertas menos u n a . . . El dogmatismo
determina la anemia científica" (4, p. 20).

Allport cree también en la integración, pero condicionada.


Y parece dirigirse a proyectivistas y antiproyectivistas respec-
tivamente, cuando declara:

"Nadie desea la adecuación de la perspectiva, si el sistema


resultante ha de ser un tejido de afirmaciones inverificables;
pero tampoco puede nadie obtener satisfacción de la mera exac-
titud si sus producciones guardan muy poca relación con los
problemas de base" (14, p. 27).

Dice Beck que la lógica nomotética ofrece el éxito pero se


cobra un alto precio: sus promesas halagüeñas atan, capturan
y "puede impedir pensar... y bloquear una imaginación nue-
va interfiriendo el progreso" (6, p. 354 y 355). La psicología
de la personalidad necesita y debe buscar su camino de des-
arrollo independiente en una nueva lógica idiográfica.
En esto mismo debía pensar Allport cuando, contemplan-
do la diferencia entre capacidad de creación de la psicología
de la Europa continental y la actividad centrada en el control
de la psicología anglonorteamericana, se formula esta pregun-
ta: "¿O quizás existe cierto mérito en la tradición del pensa-
miento sin ataduras y "acientífico", que proporciona nuevas
comprensiones, las cuales pueden ser luego verificadas en los
países que tienen una tradición empírica más rigurosa?" (2,
p. 20). Esto lo lleva a formular esta advertencia: "Una excesiva
pureza metodológica, tal como la propician algunos anglosajo-
nes, puede terminar en el fanatismo y la esterilidad" (2, p.
21).

48
Y permítasenos todavía otras citas más. Esta de Kurt Le-
win (1951), para quien:

El carácter básico de la ciencia es el "intento eterno de


ir más allá de lo que se consideró como científicamente accesible
en cualquier tiempo específico. Para ir más allá de las limita-
ciones de un nivel dado de conocimiento, el investigador por
regla general debe romper tabúes metodológicos que condenan
como "no científicas" o "ilógicos" los métodos o conceptos que
más tarde son básicos para el próximo progreso".

Por ello, finalmente Allport hace la defensa de la diversi-


dad de pensamiento y de la libertad de trabajo:

"Puesto que la psicología es nueva en su trabajo, debemos


esperar que prevalezca un activo espíritu de controversia... Es
probablemente una buena cosa tener a partidarios de Locke y de
Leibnitz, a positivistas y personalistas, a freudianos y neofreu-
dianos, a objetivistas y fenomenologistas; a quienes postulan
modelos matemáticos, modelos mecánicos, modelos psiquiátri-
cos o ningún tipo de modelos. No pueden estar en lo cierto
en todos los aspectos, pero es esencial que tengan libertad para
trabajar a su modo" (4, p. 26).

En esta fecunda controversia las técnicas proyectivas es-


tán desempeñando su parte: contribuyendo a abrir nuevos ca-
minos y a descubrir nuevos hechos que antes escapaban del
campo de la investigación científica. Al fin de cuentas, hacien-
do ella hoy lo que en su momento hizo la psicología experimen-
tal; cumpliendo ella hoy el papel rebelde e iconoclasta que en
su momento cumplió la psicología de laboratorio. Tal vez no
sea del todo caprichoso pensar que las técnicas proyectivas es-
tén adquiriendo, también así, una forma no clasificada de va-
lidez : la validez histórica.
JAIME BERNSTEIN
Arcos 1254, Baenos Aires

49
BIBLIOGRAFIA

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Bellak: Projective psychology. New York, Grave Press, la. edic.r
1959, pág. 33 a 65.
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cología de la personalidad. Buenos Aires, Paidós, 1963.
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