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Dos Psicologias Jaime Bernstein
Dos Psicologias Jaime Bernstein
Dos Psicologias Jaime Bernstein
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gía que se sitúa entre las ciencias del espíritu y procura ser
comprensiva, según la distinción del Dilthey (1883).
En "Ideas acerca de una psicología descriptiva y analíti-
ca" Dilthey formuló su célebre antinomia entre explicación y
comprensión. Los métodos de las ciencias naturales (Naturwis-
senschaft) no son aplicables a las ciencias del espíritu (Geist-
eswissenschaft), porque la fragmentación de la vida psíquica en
elementos —por analogía con el método científico experimental,
especialmente de la física— es contrario al "carácter integra-
tivo y global de la vida psíquica". En ciencias naturales se ope-
ra con relaciones causales, pero en psicología tratamos con "re-
laciones motivacionales", "relaciones de sentido", fundadas en
la estructura teleologica de la vida psíquica, a las que sólo po-
demos comprender. "Explicamos la naturaleza, comprendemos
la vida psíquica".
Windelband en "Historia y ciencia natural" (1904), clasi-
ficó las ciencias en nomotéticas, de leyes generales, e icliográfi-
cas, que se ocupan del caso particular. Allport (1937) trasladó
la dicotomía a la psicología y sostuvo que también en este cam-
po al lado de una psicología nomotética (general) debe hacerse
lugar a una psicología idiográfica (psicología de la persona-
lidad individual), pues ambas son necesarias y pueden y de-
ben apoyarse mutuamente en el conocimiento del hombre (3,
cap. X X ) .
Esta psicología de la personalidad individual —desde
tiempo atrás segregada de la ciencia como dudoso arte de gra-
fólogos y caracterólogos— se venía gestando paso a paso desde
el interior de la psicología experimental con Galton ("Biomè-
trica", 1901), Cattell ("Mental tests", 1890), Binet ("Psicolo-
gie individuelle", 1893), Stern ("Psicología diferencial, 1911)
y con el método psicopatológico de Ribot (1881) y sus conti-
nuadores (Janet, Dumas, Charcot). Hace un rápido crecimien-
to con Freud y con Adler (que precisa e intencionadamente ha-
bla de una "Psicología del individuo"), y sale a la acción en la
clínica psicológica (Witmer, 1896). Allport le da su carta de le-
gitimidad de disciplina independiente (1937).
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En su "Psicología de la personalidad" (1937), Allport de-
fiende el carácter científico, legal, del enfoque idiográfico:
7
con aspectos aislados: es atomística; esto es (2) con variables abs-
traídas: es abstractiva; (3) estudia esas variables en situaciones
inducidas y controladas: es experimental; (4) somete sus datos
a tratamiento matemático: es cuantitativa; (5) su objetivo es
lograr leyes o principios generales: es reductiva.
Nomotética Idiográfica
Atomística Holística
Abstractiva Concreta
Experimental Clínica
Mecanicista Dinámica
Cuantitativa Cualitativa
Reductiva Fenomenológica
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se, dice Beck, desde el ángulo nomotético (sub y suprapersonal)
o idiográfico (personal) (*) y la diferencia entre la ciencia psi-
cológica tradicional nomotética y el enfoque idiográfico contem-
poráneo puede describirse así: la ciencia psicológica se propo-
ne averiguar cuánto de un cierto rasgo de la personalidad —he-
roísmo, orgullo, h u m o r . . . — hay en los miembros de una po-
blación, es decir, la incidencia y distribución de un rasgo dentro
de una población, y lo lleva a cabo mediante sinnúmeras medicio-
nes y comprobaciones de resultados. La psicología de la persona-
lidad quiere, en cambio, averiguar cuánto de ese rasgo —heroís-
mo, orgullo o h u m o r . . . — tiene una persona dada; aquí se exa-
minan las diferentes conductas de una persona, las mutuas in-
teracciones de esas conductas y los efectos de esa conducta to-
tal de una personalidad particular.
La psicología idiográfica es la psicología centrada en la
personalidad individual, en tanto tal: es decir, unitaria, sin-
gular, dinámica. Stephenson (1952) las contrasta con estas pa-
labras :
9
sobre el "individuo como un universo de rasgos" (Stephenson),
de rasgos variables en interjuego mutuo, afectándose unos a
otros. Esta es la tarea del método idiográfico.
Allport, Frank, "VVyatt, Beck, Wellek, Rapaport, Kutash...,
en el apoyo de la psicología idiográfica coinciden en cinco
ideas básicas que podemos enunciar así: 1-) es ilegítima la ex-
pulsión de la personalidad del campo de la ciencia; 2) es ile-
gítimo restringir el concepto de ciencia y de objetividad al
atomismo y la cuantificación; 3") la psicología tiene derecho de
utilizar el método que le es propio; 4 9 ) la nomotesis peca de
presunción excesiva de exactitud; y 5°) una metodología rigu-
rosa pero poco fecunda hace peligrar la creatividad psicológica.
10
En enfoque nomotétieo es, pues, científico a expensas de
la personalidad individual; en tanto el enfoque idiográfico
quiere lograrlo haciendo el enlace entre ciencia y personalidad.
Frente al atomismo y estatismo de la nomotesis, Beck asu-
me así su posición:
La ciencia nomotética observa las variables una por una.
Cada individuo es medido en un rasgo por vez, con prescinden-
cia de las interacciones internas entre esos rasgos.
11
La cuestión es harto controvertida; H. Webster señala las
dificultades de la medición en el campo de la psicología gene-
ral a causa de las dificultades de la medición misma y tam-
bién de las discontinuidades de las variables psicológicas (*).
Beck piensa que la ciencia de la personalidad no ha hecho tan-
tos progresos como para lograr una descripción matemática de
la personalidad. (6, p. 358).
Para los partidarios del enfoque experimental la objetivi-
dad se ha identificado con la cuantificación. Eysenck se formu-
la una idea de ciencia según el modelo de la ciencia natural,
y consecuente con su deseo de hacer de la psicología una cien-
cia quiere desembarazarla de todo cuanto no cabe en ese mar-
co estricto. En suma, acaba definiendo la ciencia por el método
que utiliza y ello suscita la protesta de los psicólogos idiográ-
ficos: No es de ningún modo aceptable —dice Wyatt— que "la
cuantificación sea lo único que puede proporcionar normas ad-
misibles para la psicología"... "Hasta ahora es muy poco lo
que sabemos de nuestro tema para declarar ex cathedra cuál es
el método que permitirá arribar a resultados seguros" (39 p.
327). Esto no ha sido probado nunca por nadie: el postulado
de la objetividad no indica cómo se la habrá de lograr, "ya que
esto debe depender obviamente del método de investigación uti-
12
lizado, lo que a su vez depende de las circunstancias específi-
cas del problema que se ha de investigar" (39, p. 327 a 333).
Por ello, los idiográficos reclaman para la psicología una más
amplia definición de ciencia, J. McV. Hunt, al hacerse cargo
de la presidencia de la A P A expresó (1952) que la ciencia
también ha sido caracterizada como un método, pero que "se
ha estrechado tanto las connotaciones de la palabra método
hasta hacerla casi irreconocible" (19, p. 453).
13
Ese método propio de la psicología idiográfica está defini-
do por el carácter unitario, total y singular de la personalidad,
que reclama un enfoque guestáltico y comprensivo. Allport lo
expresa con una figura acertada:
14
sanamente erróneo. Debemos conocer la función de esc pun-
taje y ello depende de su colocación. Debemos conocer, pues,
esta colocación, en su totalidad, para predecir su conducta (6,
p. 335).
15
el concepto es más importante que el método; que las técnicas
son sólo auxiliares de las ideas, que el "método halla sólo
aquello que se busca". Para Allport, como para Cari Rogers
—que como veremos luego vivió en sí mismo el conflicto nomo-
tética versus idiográfica— concluye que, finalmente, el positi-
vismo lógico, el diseño de investigación, la verificación no tie-
nen sentido por sí mismos, sino en su condición de auxiliares en
el intento de comprobar la intuición o la hipótesis preexisten-
tes (2, p. 20). Esta misma idea la reencontramos en Heidbre-
der: "El descubrimiento casi siempre precede a la evidencia
sistemática; más que sugerido es confirmado por ella... Los
éxitos científicos obtiénense a menudo mediante el uso de con-
jeturas aún no verificadas por los hechos..." (17, p. 27).
Wyatt, Kutash, Beck, desarrollan una línea de argumen-
tación semejante: el progreso de la ciencia psicológica podría
ser detenido y perjudicado por esta pretensión de constreñir el
estudio de la personalidad y de la conducta compleja sólo por
cierto camino, pues cualquier otro sería no científico:
16
Psicoanálisis dinámico .y dramático.
17
3. DOS TIPOS DE PSICOLOGOS: CIENTIFICOS Y CLINICOS
E . HEIDBREDER
18
con variables abstraídas y opera desde afuera de la situación.
Allport lo describe agudamente:
"Actualmente la formación científica de los psicólogos los
lleva a buscar los procesos universales comunes a la especie y
a descuidar la pauta dialectal del proceso de evolución. Mien-
tras pueden decir que su objeto es la personalidad humana, sus
hábitos los conducen a estudiar la mente en general antes que
la mente-en-particular.
No se trata de que los psicólogos no estén interesados en
Juan, en la persona. Se trata, simplemente, de que sus hábitos
de pensamiento los llevan a separar de la naturaleza de Juan
un segmento particular para su estudio. La cirugía se realiza
por medio de la inserción de algunos instrumentos cortantes
universales sobre el cuerpo de Juan. Una incisión se refiere,
podríamos decir, a la "necesidad de éxito", otra al "cociente de
inteligencia". No se considera que estas incisiones se entrecru-
zan dentro de Juan, sino que se las ve como propiedades equi-
valentes que se entrecruzan en distintas personas. El resultado
es que habitualmente percibimos la personalidad de Juan como
un diagrama dibujado en un conjunto de coordenadas exter-
nas, carentes de interrelaciones, de duración en el tiempo, de
movimiento, de vida, de variabilidad, sin singularidad. Nues-
tros métodos de análisis no nos dicen nada de lo que es pe-
culiar de Juan". (4, p. 28).
El clínico —el psicoanalista, el psicólogo comprensivo, el
fenomenólogo, el existencialista, al nivel teórico; el clíni-
co "client centered", el psicoterapeuta, el operador de técnicas
proyectivas, al nivel profesional— se centra en el individuo
concreto y total, en una situación en la que él es un "observa-
dor participante" de complejas interrelaciones que escapan al
análisis estadístico. Su interés está puesto en la asistencia —tra-
tamiento, cura, orientación— del individuo más que en los prin-
cipios o leyes. Se siente, pues, a sí mismo viviendo la realidad
concreta. Para él sus resultados no necesitan otra comproba-
ción que la que él mismo hace en la convivencia con el indivi-
duo y en la coincidencia con sus colegas.
19
Naturalmente median entre unos y otros diferencias en la
forma de ser —en el temperamento, dice Beck—; en las habili-
dades y conocimientos y, en fin, en la manera de pensar:
"esprit de geometrie" en unos, "esprit de finesse" en otros,
según los tipos que Pascal discernía en la humanidad y que
los clínicos como Lagache y Wyatt también reconocen entre
los psicólogos.
La elección entre naturalismo y humanismo —dice Laga-
che— puede no tener sino motivaciones personales y depen-
der del propio espíritu abstracto o concreto, analítico o sinté-
tico. "Más profundamente, la elección entre naturalismo y hu-
manismo responde a las necesidades afectivas y a una tentati-
va de solución de problemas personales" (20, p. 7 y 8).
Wyatt piensa eso mismo: que las orientaciones intelectua-
les "son al fin de cuenta compromisos personales... El siste-
ma que uno elija estará determinado, generalmente, desde mu-
cho tiempo antes de que se aduzcan buenas razones para ello".
El expediente de la racionalización le servirá para tranquili-
zarse y condenar aquello que no le gusta, o que no es capaz
de enfrentar, proclamando "que eso no es otra cosa que 'arte' y
no "ciencia" (39, p. 329).
Esa diferencia de espíritu y de motivación entre un psicólo-
go y otro la encontramos "proyectada" en el instrumental que
crean, adquieren y manejan. La atención focalizada hacia la can-
tidad en la investigación estadística, es también al gasto y a la
economía de tiempo, según se refleja en la técnica de autoad-
ministración y colectivización de la administración del test,
en la limitación de la respuesta del sujeto (elección por res-
puesta múltiple), en la puntuación por una máquina IBM que
lee el registro, calcula los errores e informa sobre los aciertos
y otros aspectos del rendimiento —todo ello a un ritmo de 500
protocolos por hora (1930-1940); y si la máquina es más mo-
derna— como la de la Universidad de Iowa, que funciona con
una célula fotoeléctrica combinada con un computador elec-
trónico, puede puntuar hasta casi un millar de ítems (el registro
de toda una batería) e inclusive el nombre del examinado, y
20
brindar no sólo puntajes directos sino también ponderados...
todo ello a un ritmo de 6000 por hora. Los clínicos se han dado
técnicas de trabajo que reclaman presencia continua, trabajo
personal e individual, de contacto cara a cara, demorado, aten-
to y paciente, que necesita con el máximo de "rapport" y co-
municación y un mínimo de cosas que puedan interferir esa
relación (*).
En este litigio entre tipos humanos diferentes, no se dis-
cuten solamente ideas, sino también los propios modos de ser y
el propio status profesional. De allí que más de una vez se
lanzan acusaciones resentidas por las recíprocas ofensas infe-
ridas.
En el contexto de la disputa los términos descriptivos co-
mo intuición, atomismo, holístico... se hacen adjetivos ofensi-
vos. P. E. Meehl, en su "Clinical versus statistical prediction"
(24, p. 4-5) enumera el doble vocabulario que suele aplicarse
al "método" clínico: para sus cultivadores es "dinámico, glo-
bal, significativo, holístico, sutil, simpático, configuracional, or-
ganizado, rico, profundo, genuino, sensible, real, vivo, concre-
to, natural, auténtico y comprensivo". Para los críticos es "mís-
tico, trascendente, metafísico, supermundano, vago, confuso, sub-
jetivo, no científico, crudo, privado, inverificable, cualitativo,
primitivo, precientífico, borroso, incontrolado, negligente, ver-
balístico, intuitivo".
Los resentimientos que declara Eysenck contra los psicó-
logos clínicos deja ver algunos aspectos de la motivación emo-
cional subyacente en la "querella de métodos". Expresó (14)
estas quejas:
Que en virtud de la gran cantidad de información que
pueden recoger y relacionar en su mente por vía de la intuición,
los clínicos pretenden manejar un número de datos tal que es-
capan a las posibilidades de la máquina de calcular: Es inadmi-
sible —dice— que la mente del psicólogo puede captar y orga-
21
nizar una cantidad de información —determinantes— que so-
brepasan las posibilidades de la máquina de calcular. Y se re-
mite aquí a la "prueba matemática" de que dado cierto núme-
ro de hechos (por grande que sea) es dable demostrar que
existe una combinación óptima de estos hechos que proporcio-
na la mejor exactitud posible a los fines de la predicción, y
que esta combinación puede alcanzarse mediante los métodos
estadísticos ortodoxos de la correlación múltiple, en tanto el
cerebro intuitivo, en el mejor de los casos, podrá igualar, pero
nunca mejorar esa predicción (14, p. 23).
Que pretendan poder penetrar intuitivamente en aspectos
tan escondidos y complejos de la personalidad que el investiga-
dor experimental esté incapacitado para someter sus hallazgos
a verificación, "Se trate del método de validación de que se
trate, los psicólogos tratan de persuadirse a sí mismos y a los
otros, que las criaturas de su cerebro personal contienen efecti-
vamente, en realidad, algo de enigmáticos misterios de la per-
sonalidad humana". Y en este intento de persuadir acerca de
la validez de sus "técnicas favoritas", "proveen un capítulo
muy interesante de la historia de los tests de personalidad" (13,
p. 232).
22
muladas por otros psicólogos y que podrían contradecir sus afir-
maciones.
Allport encuentra justificada esta objeción de Eysenck,
y atribuye esa desvalorización del otro a los prejuicios escolás-
ticos y nacionales:
23
fin dos criterios muy diferenciados para decidir cómo se debe
proceder en la validación de las técnicas proyectivas. La con-
traposición de las dos psicologías tradicionales remata en una
antinomia de criterios de evidencia: el criterio de la observa-
ción y la intuición, de la cualidad, sustentado por los clínicos;
y el experimento y la estadística, la cantidad, sustentado por
los experimentalistas.
Veamos, en forma esquemática, como se formulan esos
criterios.
24
significar que tienen una utilidad real para el diagnóstico"
(33, p. 8).
En suma, para el clínico en general, las técnicas proyecti-
vas están sólidamente convalidadas por los fundamentos, en los
que creen, los estudios descriptivos que demuestran su aptitud
discriminativa, la práctica diaria que les revela su utilidad, y
la aceptación general de los competentes que lo ratifican.
25
ce Pichot— gozó de la estima de distinguidos hombres de cien-
cia. En los términos de Cattell:
26
tests proyectivo opera, en cambio, sobre una personalidad indi-
vidual identificada. Y así como en medicina, más que las des-
viaciones de una norma lo que importa es el juicio clínico del
síndrome que evalúa las variabilidades que se dan en el mis-
mo paciente, el método proyectivo se valida por la concurren-
cia y recurrencia de los datos obtenidos dentro de la Gestald
del examinado. La comprobación de su valor se establece aquí
por la obtención de una "configuración intrapersonal congruen-
te", así como por la coincidencia entre los informes de diversos
tests y examinadores de un mismo individuo. Si se desean prue-
bas de confiabilidad, puede sometérselos a la contrastación de in-
tercalificadores operando a ciegas, que es el procedimiento apro-
piado para las técnicas proyectivas. "La congruencia entre va-
rios hallazgos, que se aprecia en la similitud o equivalencia de
tipos o procesos revelados por diferentes examinadores, indica
su confiabilidad" (15, p. 65). Con los niños y adolescentes tam-
bién puede procederse a la validación temporal (contrastando el
informe con la conducta ulterior), por vía de observación direc-
ta o experimento (por ejemplo, de frustración, como en los es-
tudios de frustración y regresión de Lewin-Berker). Este crite-
rio de validación temporal es el que debe finalmente resolver
en casos de discrepancia entre el informe del test y la opinión
de un juez lego (oficial de ejército, por ejemplo).
Según veremos (*) para el criterio experimental estos
procedimientos globales de control Tío ofrecen suficiente garan-
tía. Pero, a su vez, el criterio clínico (Frank) responde así a
esta objeción:
27
Esta posición se ha mantenido hasta el presente. Así, Be-
llak (18, 1955) (1, 1959) ha manifestado que aun cuando las
técnicas proyectivas puedan proveerse de normas para contro-
lar la interpretación con patrones interindividuales, tal vez su
validez deba reposar siempre en la comparación intratest e in-
trapersonal (17, 557). La declaración de Abt, es más termi-
nante :
28
preciso hacerse cargo de "la disparidad que existe entre el más
favorable estudio de validez y el monto de fe —y utilizo aquí
deliberadamente el término teológico— depositado por un am-
plio número de examinadores en los métodos corrientes" (25,
p. 271).
29
foque nomotético e idiográfico, de la cuantifieación y de la in-
tención. Jung, creador de uno de los primeros tests proyecti-
vos, representó para Freud la esperanza de que lograse tender
un puente entre el psicoanálisis y la psicología experimen-
tal (*). Y en efecto, las técnicas proyectivas inspiradas en la
psicología de la personalidad individual, con fundamentación
predominante dinámica, muchas de ellas inventadas por psico-
analistas y aplicadas por clínicos, han adoptado, no obstante, en
buena medida, los marcos de operación de la psicología experi-
mental (provocación de comportamientos, cuantifieación) y de
la estadística (estandarización y validación). Por otra parte,
las técnicas proyectivas se aplican igualmente a la investiga-
ción básica (nomotética) como el estudio del caso (idiográfico).
Algunos instrumentos son cuantitativos, otros cualitativos, y
otros, como precisamente el Rorschach, mixtos. Y son, en fin,
utilizados tanto por los psicólogos de enfoque métrico como por
los psicólogos de enfoque clínico. Pero es la vertiente "holísti-
ca" y comprensiva y el sector clínico, los que en definitiva, im-
pusieron su sello (**). De ahí que esa doble incorporación —no
integración— de líneas contrapuestas traiga a las técnicas pro-
yectivas tantas contradicciones que divide a los psicólogos en
proyectivistas y antiproyectivistas y lleve en ocasiones a en-
frentar a los mismos que las emplean.
Esas contradicciones también se dan en el instrumen-
30
to (*) y el clínico. En la intimidad del psicólogo suele pro-
mover vacilaciones y desorientación. Así como el choque de
orientación se instala alguna vez dentro del clínico mismo y
suscita la lucha interior, como la que confesó Cari Rogers (en
"Persons or Science? A Philosophical Question", 1955), del
mismo modo, en otros casos el conflicto irrumpe en la relación
psicólogo instrumento proyectivo como un problema de ubica-
ción y eficiencia profesional. Pichot cita esta referencia ilus-
trativa de Bleuler: "Compilando millares de protocolos, yo tam-
bién traté durante años de contar el número de veces que se
dieron ciertas respuestas. Al final de ese gran trabajo, tuve
que darme cuenta que, prácticamente, no existen dos respuestas
idénticas... Ahora bien, tanto para juzgar una sola respuesta
como para apreciar la interpretación en su conjunto, se nece-
sita intuición y no solamente cálculos" (30, p. 90).
Una inadecuada correspondencia entre psicólogo e instru-
mento, ha incidido más de una vez sobre la eficiencia profesio-
nal, y esa violación de la propia modalidad provoca sentimien-
tos de inadecuación y frustración hasta que el psicólogo se re-
ubica (**).
— El modelo de comparación: el test de inteligencia.
Ajustados al modelo experimental y estadístico, de la estanda-
rización y la validación rigurosa, los psicometristas construye-
ron instrumentos para la medición de la inteligencia que pro-
porcionan informaciones escuetas pero precisas y de satisfac-
toria seguridad
Este "espíritu de los tests psicométricos" se ha constitui-
do para muchos, a su vez, en un modelo para el test proyecti-
vo. Así, una de las más importantes condiciones que se exige
31
de los tests en general, la objetividad —regularidad de las in-
formaciones entre los diversos examinadores e independencia de
las capacidades diagnósticas de quien lo administra y evalúa—
se le reclama sus resultados también a los tests proyectivos. Tie-
ne razón Pichot cuando dice:
32
bién lesiona sus hábitos mentales y de trabajo con los tests de
inteligencia, es que en el instrumento proyectivo una misma
respuesta pueda recibir diferentes interpretaciones según el re-
gistro en que se halle, y que en un mismo registro un dato
•acepte —y necesite— más de una interpretación. En tanto, pa-
ra los psicólogos de la línea idiográfiea la personalidad es algo
demasiado complejo y no espera lograr un encasillamiento, el
psicometrista ve en esa apertura una mera arbitrariedad en la
elaboración y en los resultados.
Naturalmente, median aquí decisivamente diferencias en
el marco referencial de base del psicólogo. En el psicometrista
subyace la idea atomística de la posibilidad de aislar rasgos o
funciones y medirlas; en el proyectivista la idea contraria de
que ningún rasgo tiene un significado inherente a él sino infini-
tamente variable según el contexto (persona) donde se halle in-
serto (Concepto de "función proposicional" de Rapaport). Es-
ta discrepancia en las bases genera muchas otras en la metodo-
logía y en la evaluación de los tests proyectivos, que puede ha-
cer difícil el entendimiento. Un proyectivista responderá con
sorpresa y desdén ante una declaración como esta de un psico-
metrista: "Es difícil aducir que las técnicas proyectistas sean
una contribución al conocimiento de la personalidad. Por ejem-
plo, si un individuo llama a una mancha de tinta "mariposa", no
hay razón para creer que esta respuesta represente algo acer-
ca de su personalidad, a menos que se suministren pruebas de
que es así. Consecuentemente, la validez de las técnicas proyec-
tivas sólo puede ser determinada correlacionando las interpre-
taciones con conductas importantes ajenas a la situación de
test" (26, p. 350). Y, aunque en menor grado, también se ve
sorprendido si un psicólogo (Wayne H. Holtzman) en el in-
tento de darle objetividad al Rorschach, "sin violentar, no obs-
tante, su naturaleza", propone como una "nueva solución" creav
otra serie mucho más numerosa de manchas de tinta.
Median, pues, sensibles diferencias metodológicas (premi-
sas, criterios de evidencias y técnicas) y de personalidad en-
tre los adictos de una y otra posición. Unos amantes del rigor
33
y la precisión, ajustados a la preocupación de la objetividad y
verificabilidad, se consideran a sí mismos científicos y "artis-
tas" (Macfarlane) a los otros. Estos, amantes de la interpreta-
ción y de la sutileza para descubrir ocultas relaciones, se con-
sideran a sí mismos "dinámicos" y a los otros como operarios de
corto alcance, atados a herramientas que más que no conducir
desvían del verdadero camino para penetrar en la personali-
dad. Los criterios de evidencia de unos y otros son pues incon-
ciliables. Lo evidente para los proyectivistas puede ser capricho-
so, "intuitivo" para el científico; lo inequívocamente evidente
para el científico, superficial y estrecho para el proyectivista.
La controversia
34
mismo modo como los hay entre los de inteligencia (Binet, Ter-
man Merrill, Wechsler, Goodenough). Por otra parte, hay tests
proyectivos que cuentan con su propia teoría de base (TAT,
Blacky, PFT, Szondi, D u s s . . . ) . En cualquier caso todos ellos
se asientan sobre una "psicología proyectiva", punto de coin-
cidencia de las más importantes escuelas psicológicas contem-
poráneas (Psicoanálisis, Gestalt, Teoría del campo). Las técni-
cas proyectivas están contribuyendo al desarrollo de la psico-
logía de la personalidad, pero en cualquier caso no corresponde
imputarle a ellas el grado de desarrollo y de validación que la
teoría de la personalidad ha podido lograr hasta el presente.
— Carecen de estandarización adecuada. Excepto unos
pocos instrumentos como el Rorschach y en menor medida el
TAT, la mayoría de los instrumentos no cuentan con normas
de población para evaluar sus resultados. Por otra parte, para
el Rorschach y el TAT existen diversos sistemas de adminis-
tración (consignas y conducción de la prueba), puntuación y
evaluación. Esta es la crítica en la que más insisten los psicó-
logos de orientación psicométrica.
Réplica. — En el campo de las técnicas proyectivas abun-
da la investigación, por otra parte compleja. Los instrumentos
van adquiriendo poco a poco normas de población. En todo ca-
so, en esta evaluación el cotejo interindividual es menos deci-
sivo que el cotejo intraindividual.
— La respuesta del sujeto varía con el examinador. El
examinador influye en la producción del examinado, según su
sexo, edad y personalidad en su conjunto, y según la manera
de conducir la situación de prueba, que a menudo varía entre
los operadores.
Réplica. — Los clínicos de orientación psicoanalítica y los
psicólogos de campo aceptan que, en efecto, entre examinador
y examinado se produce una interacción que incide en la pro-
ducción y en la interpretación. Pero que lejos de interferir en
los resultados, esa interacción debidamente interpretada (jue-
go de la transferencia y la contratransferencia), constituye
una fuente adicional de información. Hay proyectivistas que,
35
en cambio, desdeñan la cuota de influencia que el examinador
pueda ejercer sobre el contenido de la producción del exami-
nado.
— Operan sobre tm material de extensión inadecuada: a)
Excesiva. El material excesivamente abundante que suminis-
tran estas técnicas (caso, por ejemplo, del TAT, particularmen-
te si se lo puntúa con el sistema de variables de Tomkins, Wel-
lish) y del Rorschach gráfico, conspira contra la agilidad y
economía que hacen a la razón de ser del test, b) Reducida.
Otros autores, en cambio, consideran que para lograr una ma-
yor validez se deberían obtener registros más ricos y por tanto
ampliar el material estímulo (llevar, por ejemplo, el Rorschach
a 50 láminas y el TAT a 100).
Réplica. — a) La cantidad de material que se recoge es-
tá en relación con la "amplitud de banda" de las técnicas pro-
yectivas. El instrumento multidimensional necesita un caudal
de datos mayor, forzosamente, que el instrumento unidimen-
sional. En cualquier caso, hay también instrumentos económi-
cos (Duss, Machover, Completamiento de frases), o variantes
económicas (Reducción del TAT a 10 láminas, por ejemplo;,
b) Si el registro es adecuado, 10 láminas en el Rorschach y 20
en el TAT son suficientes. Si un intérprete no puede extraer
con ellas la información necesaria, tampoco lo conseguirá aun-
que disponga de una masa de datos mayor.
— Carecen de objetividad en la evaluación. Falta cons-
tancia entre los calificadores y entre los intérpretes, en espe-
cial en el análisis cualitativo de ciertos tests (Machover, por
ejemplo), aunque ocurre igualmente en tests de puntuación co-
mo el Rorschach y el Rother, que, no obstante, dejan un an-
cho margen librado al juicio del psicólogo.
Réplica. — En rigor, el Rorschach fue el primer esfuerzo
realmente amplio de aplicar "objetivamente en el diagnóstico
y la investigación los principios holísticos con los cuales la psi-
cología puede prestar servicio hoy" (Munroe). Una completa
objetividad sólo se podría lograr limitando la espontaneidad del
examinado a fin de lograr el control rígido y la estandariza-
36
ción de todo el proceso, como en los inventarios de personali-
dad. Pero ello entraña pagar un elevado precio, pues, entre
otras cosas priva, en alto grado, de la posibilidad de saber por
qué y cómo el examinado produce su respuesta. Finalmente, y
esto es lo decisivo, los operadores competentes han demostrado
una alta coincidencia entre sus puntuaciones.
— Carecen de objetividad en la interpretación. La in-
tuieión personal del psicólogo desempeña un papel desmedido,
al punto que una interpretación es más una creación artística
que una tarea científica. Es frecuente que la interpretación
produzca esa impresión de obra de magia y no de razonamien-
to (Esta crítica se dirige en especial a la interpretación psico-
analítica de contenido, más frecuente en el TAT, el Borschach
y el Machover). El test proyectivo es el instrumento que sobre
la proyección del examinado produce la proyección del exami-
nador :
"Un punto de vista —dice Goodenough— que se deja casi
siempre de lado, es que la proyección constituye un arma que
corta por ambos lados. No sólo la persona observada proyecta
sus sentimientos y actitudes sobre la situación a la que respon-
de. También la persona que observa hace lo mismo. Los psicó-
logos son seres humanos y como tales no escapan a las leyes
que gobiernan la humanidad. Así el psicólogo examinador pro-
yecta su propia personalidad sobre el sujeto observado en el
transcurso de un "experimento proyectivo". Ve, por lo tanto,
las actividades del sujeto y sus productos a la luz de sus pro-
pias creencias preconcebidas, sus propios sentimientos y acti-
tudes. Los interpreta en el lenguaje de su propio mundo pri-
vado. Es sobre todo a causa del hecho de que muchog de los
métodos proyectivos le dan al examinador un amplio margen
para proyectar sus propias creencias y actitudes sobre el fenó-
meno, q u e . . . estos métodos han sido considerados con tanto
escepticismo por muchos experimentadores y clínicos" (16,
p. 440).
— Falta de coincidencia entre los intérpretes. De un
mismo registro distintos psicólogos pueden derivar interpreta-
37
ciones diversas y aun contradictorias. Esta crítica implica la
negación de la confiabilidad intercalificadores e interintér-
pretes.
— Peculiaridad y subjetividad semántica de los informes.
Muchos instrumentos, particularmente el Rorschach, el TAT,
el PFT y el Szondi, utilizan un vocabulario propio, ajeno al
de la psicología misma y en relación con un sistema conceptual
no validado. "La necesidad de interpretación —dice Macfarla-
ne— segrega a los tests proyectivos del campo científico, ya
que la interpretación requiere operaciones subjetivas y no ex-
plícitas y un vocabulario tan vago y tan carente de precisión,
que excluye toda posibilidad de comprobación o refutación"
(23, ps. 55 y 56).
Réplica. — Los proyectivistas por su parte no aceptan
esta imputación al menos con esa implicación de arbitrariedad.
Sus réplicas afirman, básicamente lo siguiente: a) Los tests
proyectivos no son "subjetivos" en el sentido cognoscitivo de
relación con el objeto; b) el test proyectivo es legítimamente
diferente porque debe adecuarse a un objeto diferente; y c)
los tests psicométricos no tienen la objetividad que pretenden,
ni en el sentido cognoscitivo ni en el técnico.
a) Los tests proyectivos no son "subjetivos". Si se exi-
ge de los tests proyectivos que sus datos sean cuanti-
ficables y sus informaciones finales constantes cual-
quiera sea el operador, estos dos requerimientos son
satisfechos por los instrumentos proyectivos que fun-
cionan por vía de puntuación, como por ejemplo el
Rorschach y el Rotter. Pero si bien, en general, los
tests proyectivos, incluso los cuantificables no operan
sobre un puntaje final único resultado de una simple
operación de adición de créditos parciales, logran no
obstante, aun evaluando la inteligencia —como el Ror-
schach— brindar un informe más veraz —completo y
cierto— que un puntaje cuantitativo único como el
C. I. (18, p. 34). Sus informaciones son, además, co-
mo se ha comprobado, altamente constante entre exa-
38
minadores competentes que operen sobre un mismo
sistema de referencia.
b) El test proyectivo requiere su propia metodología para
adecuarse a su objeto. El test proyectivo opera, en
definitiva, sobre una configuración de datos no reduc-
tibles a puntaje y que no pueden evaluarse por una
mecánica reducción a baremos. El test proyectivo es
un testimonio "poderoso para demostrar que en cada
ciencia los objetivos y los métodos no hay que buscar-
los en otros campos sino fijarlos de acuerdo con el pro-
pio objeto y las propias posibilidades" (32 p. 113).
c) Los tests psicométricos no son, en definitiva, tan obje-
tivos como pretenden. Se da por supuesto que la
situación de prueba en los tests psicométricos es neu-
tra y no afecta la producción del examinado. Pero los
factores de rapport y de motivación escapan a codo
control, por muy estandarizada que sea la administra-
ción e inciden en el rendimiento. Por otra parte, las
diferencias entre tests proyectivos y psicométricos, tan
manifiestas al nivel de la administración y evaluación,
se diluyen al nivel decisivo del informe clínico final.
En efecto —excepción hecha de los exámenes colecti-
vos de clasificación— el proceso de elaboración psico-
lógica no termina con el cómputo; el puntaje debe ser
evaluado, y para ello, integrado en el contexto del es-
tudio del caso (historia, entrevista, etc.), es decir, in-
terpretado. En suma, al nivel del diagnóstico psicoló-
gico, test psicométrico y test proyectivo se emparejan
como meras fuentes de datos para la elaboración final
del psicólogo (33).
39
derecho del escepticismo. Esta es la objeción principal de los
psicólogos de orientación experimental y estadística. La evalua-
ción de Eysenck, ya mencionada en otra parte, es radical: Las.
"técnicas proyectivas han fallado en establecer su valor en to-
dos los campos en que han sido empleadas". Para las opiniones
extremas como ésta, las técnicas proyectivas estarían, por la
menos al presente, segregadas del campo científico (*).
Réplica.— Contra esta objeción adelantemos ahora sólo el'
argumento de que esas investigaciones experimentales y esta-
dísticas violentan la naturaleza del instrumento proyectivo y
lo colocan en una situación artificial que no es pertinente co?i
el empleo que se hace de él en la práctica clínica. Es probable
—dice Kutash— que los métodos utilizados por "el culto de
la seudoobjetividad" destruya lo que se quiere investigar y
"confundan más de lo que eluciden los problemas básicos"
(19 p. 455).
— Están en permanente proliferación. Los tests proyec-
tivos no han probado su validez... pero siguen apareciendo
más y más instrumentos nuevos. Muchos de ellos —especial-
mente los TAT para niños— introducen variantes en el mate-
rial sin haberse investigado antes si importan un incremento-
de eficacia. Además, de un mismo test se derivan otros o modi-
ficaciones (como el TAT) o cobija diversas variedades que co-
mo el Rorschach se constituyen en escuelas.
(*) La crítica masiva del sociólogo ruso Pitirim Sorokin alcanza un-
encono llamativo: pava él los instrumentos proyectivos "se basan en teo-
rías no probadas y en presunciones dudosas" (como las de la existencia
de un nivel consciente y el determinismo) y "las interpretaciones de sus
resultados son completamente arbitrarios". "Incluso las interpretaciones
de sus devotos son tan contradictorias y tan diferentes unas de otras,
que únicamente una persona muy crédula puede aceptarlas como revela-
ciones exactas de los principios que prueban". Las informaciones que
brindan "no tienen más valor que las viejas creencias en la eficacia ver-
dadera y agorera de los naipes cortados al azar, de los dados, de los.
granos de café extendidos al azar, de la hoja de té, de la configuración
de las nubes o del pato volando... Prácticamente, no encuentro ni un
solo moderno test proyectivo que en forma parecida no se haya usado
hace milenios por los curanderos y brujas...". Y agrega: "Si no cree-
mos en la validez de aquellos antiguos tests proyectivos, no tenemos ra-
zón para creer en sus modernas y ligeras variantes" (34, págs. 133 a 137)..
40
Réplica.— La evidencia, clínica del valor de estos instru-
mentos explica la pujanza y el entusiasmo con que se está tra-
bajando en este campo. Los instrumentos que finalmente no
logran justificar su existencia, quedarán abandonados, pero-
liabrán dejado, igualmente, la contribución de esa experiencia.
— Carecen de una definición y delimitación precisa. A.
favor de la desmedida amplitud concedida al término proyec-
ción, prácticamente cualquier test de personalidad cae en la
clasificación de proyectivo, y se incorporan a su órbita tests
de otras estructuras y finalidades (Inventarios de personali-
dad (*) e incluso tests mentales).
Réplica.— También hay varias acepciones del concepto de
inteligencia, y ello no ha impedido que se construyesen tests
mentales eficaces. Por otra parte todos los esfuerzos de los in-
vestigadores por ensayar nuevos caminos y enriquecer el ins-
trumental deben ser bienvenidos.
II
41
Qué puede esperarse del futuro.
42
talidad. La psicología de la personalidad está aún en sus co-
mienzos y los métodos proyectivos no pueden estar más allá.
Pero la psicología ha progresado y los métodos proyectivos
con ella. En muy pocos años se han inventado numerosos ins-
trumentos que han prestado múltiples servicios. Basta compa-
rar los primeros materiales como el que utilizó Binet para
su test de descripción de un cuadro, con los del TAT, creado
nada más que cuatro décadas después, y cotejar luego esta ga-
lería con la de Phillipson (1955), para que de inmediato se nos
imponga el larguísimo trecho que en tan escaso tiempo se ha
avanzado en profundidad, penetración y sutileza.
¿ Cuánto más cabe exigir, finalmente, de un método que de
vida realmente activa apenas tiene unos treinta años? Todo
hace esperar que las técnicas proyectivas seguirán progresan-
do. Beck, como la mayoría de los proyectivistas, es optimista
con respecto al futuro. Piensa que los instrumentos actuales,
podrán ser buenos o malos, pero no los últimos:
43
de comentar las críticas dirigidas contra las técnicas proyecti-
vas, termina con una concisa advertencia: "sin embargo, na-
die podrá decir qué vendrá después" (37, p. 14). Y a propósi-
to de las defectuosas validaciones del diagnóstico clínico de las
técnicas proyectivas, dice Kutash (1954):
44
promover el progreso de la psicología; qué hacer para que
madure? ¿Qué hacer para verla ya adulta?.
45
factorial, necesitan de la verificación y la interpretación de la
fenomenología. Ningún sistema de psicología es posible si no
se hacen concordar estos dos métodos o aspectos" (38 ps. 278 a
279). Beck considera (1953) necesario y posible una integra-
ción nomotético-idiográfica. Su argumento es una pregunta tan
simple como clara: "¿cómo podemos saber en el test de Rors-
chach, por ejemplo, si una productividad de por 30 o 50 res-
puestas es alta o baja?... No se puede hasta que no se obten-
ga un criterio midiendo cómo se distribuye cada variable den-
tro de la población. Esto es volver al enfoque nomotético, que
debe preceder al idiográfico":
46
dos con el buen resultado de una validación del TAT con la
técnica Q— coinciden (1957) en la necesidad de combinar la
evaluación cuantitativa y cualitativa, la holística y subjetiva
con la estadística: ambas, dicen, "son necesarias y deben con-
servarse e integrarse". Inclusive hay quienes piensan como
MacClelland (22), que el conflicto entre los enfoques ya es
demasiado viejo. Lagache, en verdad lo da por superado: "¿Qué
significa el conflicto entre experimentalistas y clínicos? En la
perspectiva de una unificación de la psicología, no puede co-
rresponder sino a un momento superado de la historia de las
ideas" (20).
47
ficación autoritaria y dogmática, al precio de la imposición de
un método universal —como parece interpretar Allport que lo
quisiera Eysenck—, es rechazado enérgicamente por él. Allport
acepta la controversia entre las dos grandes líneas de la psi-
cología :
48
Y permítasenos todavía otras citas más. Esta de Kurt Le-
win (1951), para quien:
49
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52