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Madame de Staël. La Literatura y Su Relación Con La Sociedad - Discurso Preliminar

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PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN 1

Me he visto obligada a contestar mediante notas puestas en la segunda


edición de dicha obra a ciertos comentarios dirigidos contra las opi-
niones que contiene. Con ello he procurado hacer este libro más
digno de la aprobación que los ilustrados le han querido reconocer
hasta el día de hoy.
He citado en las notas añadidas a la obra las autoridades sobre las
2
cuales he fundamentado las opiniones literarias que han sido atacadas:
me limitaré, pues, en este prefacio, a hacer algunas reflexiones gene-
rales sobre las dos maneras de considerar la literatura, que hoy cons-
tituyen algo así como dos partidos distintos, y sobre el extrañamiento
que produce en ciertas personas el sistema de la perfectibilidad de la
especie humana.
Se me ha reprochado haber dado preferencia a la literatura del norte

1 El traductor es responsable de todas las notas al pie, salvo que en ellas se indique
que han sido puestas por la autora.
2
Estas notas contienen las pruebas de que: l. Los romanos estudiaron filosofía y
tuvieron historiadores conocidos, oradores célebres y grandes jurisconsultos antes
de tener poetas. 11. Sus autores trágicos se limitaron a imitar a los griegos. 111. De-
sarrollo un hecho que me parece demasiado auténtico para que deba ser explicado:
que los cantos de Ossian ya eran conocidos en Escocia e Inglaterra por hombres
de letras que sabían el idioma gaélico antes de que Macpherson los convirtiera en
~n poema, y que las fábulas islandesas y las poesías escandinavas, prototipo de la
literatura nórdica en general, están estrechamente relacionadas con el carácter de
la poesía de Ossian. Pueden encontrarse todos los detalles que permiten conocer
las poesías escandinavas en la excelente introducción de Mallet a la Historia de Di-
na';larca. Finalmente, en una nota a la segunda parte de mi obra, trato de señalar
cuales son las reglas que hay que seguir a la hora de adoptar palabras nuevas en
una lengua. (Nota de la Autora.)

3
sobre la del sur, y esta opinión ha recibido el nombre d
· b
nueva». Es conocer m al m1 o ra suponer que he intent
e <<una ,
Poetiea
1 . , . adoba
h ceruna
Poética. He die o ya en a pnmera pagina que Volt .
y La Harpe no dejan nada que desear en este extrem0 lllonte]
·, 1 0 que ",o he
querido ha sido mostrar 1a re1ac1on que existe entre la l't
·
. d d . 1 , I eratura 1
instituciones sociales e ca a s1g o y cada pa1s, un tema sob Yas
no se ha escrito hasta hoy libro alguno. He intentado tamb· , re el cua]
Iendemo
trar que la razón y la filosofía no han cesado de adquirir nu s-
. . . evasfuer-
zas gracias a los 1nfortun1os innumerables por los que ha p d
asa ola
especie humana. Mis gustos sobre poesía importan poco al lado de
esos resultados. Los versos de Thompson me emocionan más que los
sonetos de Petrarca y las poesías de Gray más que las canciones de
Anacreonte. 3 Sin embargo, esta manera de sentirse afectada por estos
autores sólo tiene una relación muy indirecta con el plan general de
mi obra, y los que sostengan opiniones completamente contrarias a
las mías sobre los placeres de la imaginación, pueden darme la razón
sobre las comparaciones que he hecho entre la constitución política
de los pueblos y sus literaturas. Cabe, pues, que estén de acuerdo con-
migo en mis observaciones filosóficas y el encadenamiento de ideas
que me han servido para trazar la historia del progreso del pensa-
miento desde Homero hasta nuestros días.
Observamos hoy dos opiniones contrapuestas entre los auto~es
franceses que podrían acabar determinando, si se exageran, la
dida del gusto por el genio literario. Unos quieren añadir ene~gia
. t'rnunos y
estilo llenando sus escritos de imágenes incoherentes Y e
expresiones altisonantes. Esos autores hacen daño al arte Yahog~
. . al pensa
los dones de naturaleza sin añadir nada a la elocuencia ni

, dd
3 J r o escoces
. ames lhomson o Thompson (1700-1748) fue un poeta Ydramatu g ns) (1730),
siglo xvm. Su obra más destacada es el poema Las Estacianes (The SeasodespiertaJI
en el que de ·b d · tales que ,
sen e ca a estación y las evocaciones sentimen
en el poeta Je a
. WalPº '
Thomas G (l , . d f{orace 51 de
.
qu1en ray 716-1771) fue un poeta ingles amigo e . 1•ónell 17 i)le
acomp - 6 . • bhcac '"
su Ele ía ~n en sus viajes a Italia y a Francia (1739). La pu , churchY\de
valio. , g escrita en un cementerio rural (Eleuy Written in a Count yd transi' º
1
una fam 6. , odo e
la lírica .
1
ª europea. Fue el poeta más significativo del peri ,tiCº·
ing esa entre el clasicismo formal y el romanticismo tema

4
e

. to Otros escritores, en cambio, pretenden convencernos de que


nuen · . .
buen gusto consiste en un estilo exacto, pero vulgar, que utilizan
el revestir ideas mas ' vu1gares to d avia.
'
para
Este segundo sistema se halla menos expuesto a la crítica. Esas fra-
ses conocidas desde hace mucho tiempo son como los amigos y cono-
cidos de una casa: se les deja entrar sin preguntarles nada. Pero no
existe un solo escritor o pensador elocuentes cuyo estilo no contenga
expresiones que sorprenden al que las lee por primera vez.
Cuando Bossuet4 escribe esta frase soberbia: «Advertido por mis
cabellos blancos de mi obligación de conservar el rebaño que debo
alimentar mediante las palabras de los restos de una voz que declina y
de un ardor que se extingue», no han faltado los críticos incompeten-
tes que se han preguntado qué significaban «los restos de una voz que
declina y de un ardor ... » o «Advertido por mis cabellos blancos ... ».
5
Cuando el mismo orador exclama, al hablar de madame Henriette,
«Aquí la tenéis tal como la muerte nos la ha hecho ... », ¿qué autor de
entonces hubiese podido criticar o mejorar esta expresión soberbia?
Cuando Pascal escribe «el hombre es la caña más frágil de la natura-
leza, pero es una caña pensante ... », un crítico hubiese podido decir,
separando la primera frase de la segunda: ¿Sabéis que Pascal llama al
hombre caña pensante? Racine, el más perfecto de nuestros poetas,
es el que se ha ganado más reprimendas de nuestros censores, y el
6
autor del Emilio y de Eloísa, el más elocuente de nuestros escritores,
es quien podría ser criticado con mayor dureza por su espíritu insen-
sible al encanto de la elocuencia. ¿Quién reconocería el espíritu de
Rousseau si partiéramos sus frases en dos, si desmontáramos su pro-

--
gresión, si les quitáramos su interés y movimiento, y borráramos de

4
Jacques Bénigne Bossuet (1627-1704) fue un destacado clérigo, predicador e inte-
1ectual fr anees · •ficar
· d efensor de la teoría del origen divino del poder rea1para JUStl
1absolutismo de Luis XIV. Actuó decisivamente en la Asamblea del Clero Francés
Fel682q . ue sustento, la doctrina del predominio del rey sobre la Ig1esia · cato·1·ica en
rancia
. . ' el 11 amado gahcanismo. Pasó gran parte de su vida luc an d o contra e1
• · h
quietismo que d efendía Fénelon.
5
En el elo giO f'unebre de la duquesa de Orléans.
6 J
laseanJacq
b ues Rousseau. Mme. de Stael había publicado en 1788 unas Cartas so b re
o ras y el caracter
, de J. J. R., al que admiraba mucho.

5
sus escn•tos algunas palabras, sorprendentes por sí solas, Pero
poderosas colocad~s e~ el lugar que ocupan?? , llluy
Lo repito: un estilo impersonal nunca ternera este tipo de ata u
S bdividid las palabras de este estilo tanto como queráis y q es.
u que lo componen se acoplaran Ias Pala
, solas, porque estarán acostu
bras b·
. , . h tn ra.
das a andar juntas, pero mngun ~scntor a conseguido expresar los
sentimientos que le embargan m desarrollar sus pensamientos m,
íntimos sin dotar a su estilo de un carácter original, el único capaz:
atraer y cautivar el interés y la imaginación de los lectores. e
Las paradojas son también ideas vulgares. Basta casi siempre con
darle la vuelta a una idea banal para crear una paradoja. Lo mismo
ocurre con una manera de escribir exagerada: las expresiones frías se
corresponden con las expresiones falsas. Pero no hay que trazar alre-
dedor del pensamiento del hombre un círculo del cual tenga prohi-
bido salir, porque no hay talento donde no hay creación en la idea o
en el estilo.
Voltaire, que sucedió al siglo de Luis XIV, buscó en la literatura
inglesa algunas ideas nuevas que supo adaptar al gusto francés.8 Casi
todos los poetas de este siglo han imitado a los ingleses. Saint Lam-
bert ha enriquecido sus obras con imágenes de Thompson, Delille ha
7

Quizá valga la pena subrayar que los hombres que, desde hace algún tie~po,
t
forman nueS ro tribunal literario, al citar a los mejores autores franceses evitan
el n~mbre de J. J. Rousseau. No es probable, sin embargo, que hayan olvidado al
escntor que ha dado más calor, vida y fuerza a la palabra, al hombre que_ ha des-
pertado en sus lectores las emociones más profundas. Resulta imposible Juzgarlo
como un autorcillo más. Arrastra a sus lectores como un amigo, un seduct~r 0
lun maestro
.
•Es 'bl b r gracia a
· t posi e que el esplendor de su talento no pueda o tene
os OJos de ciert . , d d que un
l
ª ma altiva d' por su amor ardiente a la libertad? ¿Sera ver ªeriofl'dªd'
. e indos Jueces
sól d b epen iente, aunque esté dotada de una indudab1e sup . ¡o?
o e e esperar de 1 d . , . . t· ·a o s1 ene
• puesto q os, ª 1versanos de sus ideas filosoficas IIlJUS 11' 1ia Jo 1coJoca
InJ·ust·ic1a,
por encim d °
ue aun pueden atacar. Silencio, cuando su g or
s Volt . ªh e todos sus pobres esfuerzos. (N. de la A.) ure,
aire ubiese d . . el Mere
que parece falt d esmentido, creo, esta afirmación, aparecida en studiado
su literatura• e verdad a todos los ingleses y a todos los que ha; e eare no
creció, inclu~~< es;lta asombroso comprobar cómo la fama de Sha ~psus elo-
gios». .Addiso e; nglaterra, hasta que Voltaire le hubo hecho objeto ea]abaron , ¡
ª Shakespear;,en?~:n ! los autores más célebres de la literatura inglesade él. (Ñ·
de la .A.) us1asticamente mucho antes de que Voltaire hablara

6
romado prestadas de la literatura inglesa algunas de sus descripciones
más hermosas. Ciertamente no desconocía El cementerio de Gray, que
también sirvió de modelo a Fontanes para una de sus mejores piezas:
El día de difuntos en un pueblo. ¿Por qué hemos de quitar méritos a
obras que nuestros mejores autores han imitado?
Parece indudable (y no he cesado de repetirlo a lo largo del libro)
que ninguna belleza literaria perdura si no ha estado sometida a un
gusto perfecto. He empleado por primera vez una palabra, vulgari-
dad, porque, a mi entender, no teníamos aún bastantes términos para
proscribir para siempre las formas que suponen poca elegancia en
las imágenes o poca delicadeza en la expresión. El talento consiste
en saber respetar los verdaderos preceptos del gusto introduciendo
en nuestra literatura cuanto hay de hermoso, sublime y emotivo en
esta naturaleza oscura que tan bien han sabido pintar los autores del
norte. Y si supone ignorar el arte querer adoptar en Francia todas las
incoherencias de los teatros inglés y alemán,9 es preciso hallarse pri-
vado del genio de la elocuencia y del talento de conmover las almas
para no admirar cuanto hay de apasionado en los afectos y de pro-
fundo en los pensamientos que los habitantes del norte saben sen-
tir y transmitir.
Es imposible ser un buen autor sin haber estudiado a los autores
antiguos y sin conocer las obras clásicas del siglo de Luis XIV. Pero
sería renunciar en Francia a tener grandes nombres de literatos si se
critica cuanto pueda conducirlos a nuevos géneros abriendo caminos
inéditos al espíritu humano. El pensamiento se merece un futuro Y
el francés no tardaría en perder su espíritu de emulación si se le pre-
sentase perpetuamente el siglo de Luis XIV como modelo de perfec-
ción inamovible por encima del cual ningún pensador ni escritor elo-
cuentes podrán elevarse jamás.
He distinguido cuidadosamente a lo largo de mi obra lo que per-
tenece a las artes de la imaginación y lo relativo a la filosofía. He afi.r-

9 Cuando escribe De la Littérature .. . (1800), Mme. de Stael aún sigue defendiendo


la doctrina de las tres unidades clásicas (de acción, tiempo y lugar) que eran regla
1810 1813
de oro en el teatro clásico francés. Más tarde, en De l'Allemagne ( - ) se
burlará de ellas.

7
mado que estas artes no eran susceptibles de un pe e .
indefinido mientras que no se puede poner un límiter1ecc1ond .
ªmiento ,·
miento deba detenerse. Se h a dieh o que no he tributado ndeel
0
un Pensa.
justo a los antiguos. Sin embargo, he repetido varias veces homenaje
.
ría de las invenciones , . nos Vienen
poetlcas . de Grecia, quequelarna\¡;
la ,,o.
. l ada por los rn Poes1a
los griegos no hab,ia si'do so brepasa da ni. igua d de
.
pero no he dicho nunca que, despues , de tres mil años de histor'O ern05·.io
hombres no hub.1esen adqwn . 'do muna
. so1a 1'dea nueva ).,fepa ia,Ios
• iVl rece un
grave error del espíritu condenar a la especie humana al supllcio de
Sísifo, obligándola a volver a caer una y otra vez tras haberse elevad
¿Por qué razón este sistema de la perfectibilidad de la especieO,
humana desencadena ahora tantas pasiones políticas? ¿Qué relación
hay entre una cosa y la otra? 11

10
He sostenido que en las obras modernas la expresión del amor ha adquirido
mayor delicadeza y profundidad que en las antiguas porque hay un tipo de sensi-
bilidad que aumenta en proporción a las ideas. Las objeciones que se me han hecho
me sirven nuevos argumentos a favor de mi opinión. Citaré dos a guisa de ejemplo:
el resto está en la obra. Algunos se han preguntado si la expresión del amor había
hecho algún progreso desde las cartas de Eloísa del siglo xn. Las epístolas latinas
que nos ha conservado la tradición no pueden compararse ni remotamente alma·
ravilloso lenguaje que Pope ha puesto en su boca (en la epístola Eloisa to Abela,d,
de 1717).

Otros se han preguntado si había escena más emotiva que el encuentro de


Eneas y Andrómaca en la Eneida (III v 312) donde Andrómaca gnta . ªI volver..a
verle: «Hector ubi est?» («Héctor, ¿dónde está?»). He dicho en m1 hbro que VirgI
> • > • •
. 1ue10
fue el mas , sens1'ble de los poetas, pero, aun aceptando la ob.JeCI.ón, debo decir q
d nti·
d R
cuan ° acme . puso a Andrómaca en escena, creyó que la d e1·icadeza e se·sela
. . exigía atribuirle la decisión de estar d1spueS
. atarse si
mientos
0
de la muJer t a ª m. d spués
ªª
bl·igab casarse con Pirro. Virgilio atribuye a Andrómaca d os ma ndos • epueda
d e l.ª muerte de Héctor: Pirro y Heleno, sin pensar que esta circu_ · nstanciaJosque
Per d'
JU icar e Interés que despierta el personaje. Si se unen a eS t os e1emp1osobras de
1 ·
se encuentran a lo largo del libro y se examinan detenidamente tod~s 1~~ad de ]os
la Antigü d d 1 supenori ro
e ª , se verá que no hay ninguna que no confirme ª bre florne
roma b · -ro so ·e
l nos so re los griegos, de Tibulo sobre Anacreonte, de Virgi 1 que Racind,
en o que t •fiesto • e
V . a ane a sensibilidad; y se pondrá también de mam especie
olta1re Pop R con una . sa
d l. ' e, ousseau, Goethe etc han pintado el amor ente aJen0
e 1cadeza d 1 ' ·• pletam
1 ' e cu to, de melancolía y de devoción que son com .A)
as
11 costumbr l 1 (N de 1a · • 10
es, as eyes y la personalidad de los antiguos. · rne sie11d
Este sistem h d b rdas que b)ar e
ob11· d ª ª ado lugar a tantas interpretaciones ª su ar alba
ga a a dar el 'd ·mer 1ug '
senti o exacto que tiene en mi obra. En pn

8
Los que piensan que sus opiniones políticas les obligan a combatir
la perfectibilidad del espíritu humano hacen, creo, una gran acto de
modestia. Tanto los partid~rios de la monarquía como los de la repú-
blica deben pensar que su sistema de gobierno preferido es el más ade-
cuado para la mejora de la sociedad y el progreso de la razón: ¿si no
estuvieran convencidos de ello, cómo podrían sostener su opinión en
conciencia? La idea de la perfectibilidad de la especie humana aparece
en todos los filósofos ilustrados a lo largo de los últimos cincuenta
años: la han apoyado en relación con todas las formas de gobierno
posibles. 12 Los profesores escoceses, Ferguson en particular, han desa-
rrollado este sistema en relación con la monarquía democrática de
Gran Bretaña. Kant también sostiene su validez para los regímenes
más feudales que hallamos en Alemania. Turgot la defendió bajo el
gobierno arbitrario de nuestra última dinastía y Condorcet hizo lo
propio incluso cuando una tiranía sanguinaria 13 que por fuerza lo
hizo desesperar de la república lo había proscrito. En el colmo de su
infortunio, Condorcet escribía todavía a favor de la perfectibilidad de
la especie humana. ¡Hasta tal extremo los pensadores han subrayado
la importancia de este sistema que promete a los hombres los be~e~-
cios de una vida inmortal, un futuro sin limitaciones Yuna contmm-
dad ininterrumpida! 14

· e los modernos tengan


la perfectibilidad del espíritu humano, no preten
. °
d d ecir qu
. ólo que «la masa de I'deas
un potencial intelectual superior a los antiguos, smo s 1h blar de
d d 1 · 1 En segundo 1ugar, a a
e todas clases» aumenta con el paso e os sig os. _ . d algunos
1 1 d a las ensonac1ones e
a perfectibilidad de la especie humana, no ª u O d las clases y en
. d 1 1• 1·1· ción entre to as
pensadores, sino al progreso sucesivo e a c v iza
todos los países. (N. de la A.) •, ública
12 . . f, sobre la instrucc10n P
El cmdadano Talleyrand escribió en su m orme , t'cas más sorpren-
( , de las caractens 1
pag. 7, de 10 de septiembre de 1791) que ~na h bre como individuo,
1
dentes del hombre es la perfectibilidad. Y si se nota en e om uizá no sea posible
má • , ., · Porque aunque q ,
s se aprecia aun en relac1on con 1a especie. d 1 que era capaz, si
afi 1 do el punto e .
rmar que un hombre concreto haya a canza . t al y moral crece sm
d · ueza mte1ec u )
. ue e predicarse de la especie entera, cuya nq
P . nteriores. (N. de la A.
int ., . d 1 s generaciones a
errupc10n gracias a las aportac10nes e ª t mático revo-
13 • icidio del gran ma e , ,.
Se ha considerado responsable del posible su C 1'té de Salud Publica de
lu · • d' d ra del om
Rciona~10 girondino y politólogo a la icta u .
obesp1erre (1792-1794). , . (1793) defiende el mismo
14 T . · · pohtica '
ambién Godwin, en su obra sobre la JUS t icia

9
Dicho sistema no puede ser contrario a las ideas re1ig1os
. .
dicadores ilustrados
. han representado
. siempre la m oral relias.. Los pre.
un medio de meJorar la especie humana, y me he Ocupadoglosa d c0,,,o ,,,
trar que los preceptos del cristianismo han contribuid e delllos.
. . , al ( al o eficazlll.
su progreso. N o h ay op1mon guna s vo una que prohib· entea
leer y escribir) ni ningún gobierno (salvo uno despótico) iera Pensar,
declararse contrarios a la perfectibilidad humana. ¿Qué eJue puedan
hallar un espíritu razonable e independiente para tem/r este gro~ puede
s1ste
¿Se dirá que los monstruos bárbaros han hecho de esta O • . ,ma?
pretexto de sus delitos? ¡Se dirá que la Noche de San Barto::" d
recomienda el ateísmo? Y los crímenes de Tiberio y de Carlos;
¿han cerrado el paso a la posibilidad del gobierno de un solo hombr;
en todos los países? ¿De qué no han abusado los hombres? Elaire y
el fuego les sirven para matarse y la naturaleza entera se ha conver-
tido, entre sus manos, en un medio de destrucción. ¿Resulta de ello
que no debamos reconocer en el que ha obrado bien el mérito que le
es debido? ¿Y hay que degradar siempre la entera especie humana si
abusa de una idea generosa? Ante un tratamiento tan severo de la filo-
sofía, la libertad y la razón, se diría que las mentiras, los prejuicios y
las bajezas no han hecho mal alguno a nuestra especie.
Creo que los detractores del sistema de la perfectibilidad de la espe-
cie humana no han meditado lo suficiente sobre las auténticas bases
de esta idea. Están de acuerdo en que las ciencias progresan conti·
nuamente pero niegan que también progrese la razón. Olvidan q~e
. . d ., , . 1 'deas que deternu·
1as ciencias guar an una conexion mt1ma con as 1
ha parecido
sistema, pero, aunque sea un hombre de gran esprit, su razón no~~0 4ueheei·
lo suficientemente recta como para citarlo como autoridad. ,Sedolo
ha die 1
'd abso utaJJlente, 1
trai o, algunas ideas de su Political Justice. Respondo negan b que aparezca en 0ª
O
Desa
, f10l a todos
. a que me muestren una sola idea de esta t raece tanto a JllÍ coJ1lro
mia, sa vo el sistema de la perfectibilidad humana que per en 1 neratura,Pe
ª
d h ·
t
l fi}óso
ª !
Godwin. Pienso que he sido la primera en aplicar este siS ema ª 105 respetables 5 ne·
oy mue a importancia
· al hecho de que han sido muchos
. · os·ón en térrnino gedora
que me h an precedido y que han sostenido esta misma opini . a encallta la
rales Y · h ya sido un I•d a de
. · no pienso, como hace cierto literato de hoy, que ª dado la 0e 5ehO

perf~ctíbilidad de la especie y que contenga el extracto de


escrito en re ¡aczon
1
· , con las largas teorías sobre esta pe r•'ectzbl
¡d,
obnta en verso de Voltaire titulada El Mundano, la que nos ha t de ,r1e) ' 1 p. )
(r,¡, de ª ·
"'
J'

10
nan la situación moral y política de las naciones. Gracias al descubri-
1:
miento de ~rújula ha descubierto el Nuevo Mundo, y la Europa
moral y pohtica ha v1V1do desde entonces cambios considerables. La
imprenta es un invento de las ciencias. Si un día se inventara la nave-
gación aérea, ¿acaso no cambiarían las relaciones de la sociedad?
La superstición resulta a la larga irreconciliable con el progreso y
las ciencias positivas. Los errores se rectifican gracias al espíritu de
cálculo. En fin, ¿cabe imaginar que las ciencias vivan al margen del
pensamiento y que la razón humana no reciba influencia alguna de
las inmensos progresos que hace todos los días el arte de observar
la naturaleza física? ¿Acaso las luces de la experiencia y de la obser-
vación no existen también en el orden moral y no contribuyen a los
sucesivos desarrollos de toda clase de reflexiones? Diré más todavía:
el progreso de las ciencias hace necesario el progreso de la moral,
puesto que, al incrementar el poder del hombre, hay que endurecer
el freno que le impide abusar de él. El progreso de las ciencias lleva
consigo el progreso de la política. Exige un gobierno más ilustrado
que respete más todavía la opinión pública en el seno de las naciones
donde los conocimientos crecen sin parar. Y aunque cabría oponer
los desastres vividos algunos años atrás 15 a mil razonamientos secu-
lares, no es menos cierto que hoy ninguna región de Europa toleraría
la larga sucesión de tiranías bajas y feroces que tuvieron que soportar
los romanos. Por lo demás, importa distinguir entre la perfectibilidad
de la especie humana y la del espíritu humano. Una de ellas se mani-
fiesta de forma más contundente que la otra. Siempre que una nación
nueva como América o Rusia progresa hacia la civilización, la espe-
cie humana se perfecciona; siempre que una clase inferior abandona
la esclavitud o el envilecimiento, la especie humana sigue perfeccio-
nándose. Las luces ganan en extensión, aunque podría discutirs~ ~i
también crecen su elevación y su profundidad. Habría que _escnbir
un libro entero para refutar cuanto algunos se permiten decir en un
tiempo en el que los intereses personales se hallan todavía tan sen-

--
sib l · · l'b
1 ro, Y la poste-
1 IZados. El tiempo se encargará de escnbir este

IS L . , · tos de la revolución
ª autora se refiere obviamente a los episod10s mas sangnen
francesa.

11
ridad no tendrá más en cuenta el furor q
ue todav'1
ciertas ideas filosóficas que los atroces senti .
miento 8
ª hoy desp1e.
16
pasado el terror. que gene , ttan
roen1
• el
Los hijos son más altos que sus padres
y sus corazones no sienten celos.

Estos versos, aplicados con justicia a hazañas m'l•


I itares de 1
somos contemporáneos gloriosos, también dicen la v d as que
er aden
al progreso de la razón. ¡Y desgraciado el que no descub cuanto
raensuc
zón un noble presentimiento de este futuro! ora.
¿Cómo explicar que los espíritus distinguidos cualquier
' a que sea
su carrera, no hayan juntado todos sus esfuerzos para sostener cuan.
tas ideas contienen en germen la grandeza y la elevación? ¿Acaso no
perciben en todas partes cómo los sentimientos más viles y la avidez
más rastrera se apoderan cada día que pasa de una personalidad nueva
sin otra finalidad que la de degradar aquellos hombres que hasta ayer
fueron objeto de la estima y el respeto generales? 17 Hoy atacan la filo-
sofía: pronto la echarán de menos. Pronto reconocerán que, al <legra·
dar el espíritu, debilitan este mecanismo del alma que nos hace amar
la poesía y nos lleva a compartir su generoso entusiasmo.
Cuando los vicios se conjuran, los talentos deberían unirse. De
hacerlo, harían triunfar el mérito personal. Si se atacan los unosª
los otros, los calculadores, felices al ver sus discrepancias, se coloca·
, 1 1 ntiJIÚentos
ran en primera fila y convertirán en objeto de bur a os se mu·
desinteresados, el amor a la verdad, la ambición de gloria Yla :rfec·
ladón que inspira la esperanza de ser útiles a los hombres Yp
donar su razón. 18
•óo fraoce·
16 L h"1 d l d la rev0Juc1 .11·da!
sa
ª Jª e Necker sigue defendiendo la bondad genera e
d · garla coll
0 bjet1
' aunque reconoce que está demasiado cerca para po er JUZ ]1/ecker,
17 E . M. Jacques JllÍ
mpezando por el «mejor de todos»: el padre de la autora, .. •do contra
18 De , bao d1ng1 ote:se
spues de haber refutado las diversas obieciones que se rpetuaJJle -~o
ob ra re · ' tirse pe l be¡,v
' conozco que l;tay un tipo de ataque que puede repe uJ· er por e 5de
t rata de tod 1 b . . . oJllO ro "erso
.
d e escribir as as o servac1ones dirigidas a cnticarme e estos
y íticas eO
M ¡·e pensar. Me anticipo y resumo todas esas cr
o l re que traigo a colación:

12

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