El comandante Farragut y su tripulación buscaban un enorme cetáceo que había sido avistado en el océano. A bordo iba Ned Land, un experto arponero que no creía en la existencia del monstruo marino. Tras meses de búsqueda infructuosa, la tripulación comenzó a desmoralizarse. Finalmente, Ned Land avistó una extraña luminiscencia en el océano y descubrieron al gigantesco cetáceo que habían estado persiguiendo.
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El comandante Farragut y su tripulación buscaban un enorme cetáceo que había sido avistado en el océano. A bordo iba Ned Land, un experto arponero que no creía en la existencia del monstruo marino. Tras meses de búsqueda infructuosa, la tripulación comenzó a desmoralizarse. Finalmente, Ned Land avistó una extraña luminiscencia en el océano y descubrieron al gigantesco cetáceo que habían estado persiguiendo.
El comandante Farragut y su tripulación buscaban un enorme cetáceo que había sido avistado en el océano. A bordo iba Ned Land, un experto arponero que no creía en la existencia del monstruo marino. Tras meses de búsqueda infructuosa, la tripulación comenzó a desmoralizarse. Finalmente, Ned Land avistó una extraña luminiscencia en el océano y descubrieron al gigantesco cetáceo que habían estado persiguiendo.
El comandante Farragut y su tripulación buscaban un enorme cetáceo que había sido avistado en el océano. A bordo iba Ned Land, un experto arponero que no creía en la existencia del monstruo marino. Tras meses de búsqueda infructuosa, la tripulación comenzó a desmoralizarse. Finalmente, Ned Land avistó una extraña luminiscencia en el océano y descubrieron al gigantesco cetáceo que habían estado persiguiendo.
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Lee atentamente el siguiente fragmento de novela:
20.000 LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO
Julio Verne, Fragmento (1869) El comandante Farragut era un buen marino, digno de la fragata que capitaneaba. Su navío y él formaban una unidad, en la que él era el alma. Sobre el asunto del cetáceo no tenía ninguna duda y no permitía que abordo se pusiera en entredicho la existencia del animal; el monstruo existía y él iba a liberar a los mares de su presencia. Los demás oficiales de la fragata compartían la opinión de su jefe. Había que oírlos hablar; calcular las probabilidades de un encuentro y verlos observar la vasta extensión del océano. El único desvelo de la tripulación era encontrar al unicornio marino, arponearlo, subirlo a bordo y descuartizarlo. Además, el comandante Farragut había prometido una recompensa de 2.000 dólares al primero que viera al monstruo… La Abraham Lincoln iba equipado con el más moderno utillaje de pesca y no carecía de ningún medio destructivo. Y, además contaba con una baza muy especial: a bordo iba Ned Land, el rey de los arponeros. Este canadiense nacido en la provincia francesa de Quebec, poseía una destreza sin par en su poderoso oficio. A su gran habilidad en el manejo del arpón se unían otras cualidades: audacia, astucia y sangre fría. Aunque no era comunicativo, pronto me cobró un gran afecto. Poco a poco, empezó a disfrutar de la charla en nuestra lengua común. A mí me agradaba escuchar sus aventuras en los mares polares. Estos relatos nos acercaron hasta convertirnos en grandes amigos. Sin embargo, algo nos separaba. Durante una magnifica velada, tres semanas después de nuestra partida, me confeso que él no estaba convencido de la existencia del cetáceo… -Ned-le dije- , ¿Cómo es posible que un ballenero como usted no pueda aceptar la existencia de los cetáceos gigantes? - Que el vulgo crea en monstruos antediluvianos que campan por el interior del globo, pase. Pero que tales quimeras las admita el astrónomo o el geólogo no es comprensible- y Ned siguió su explicación-. De igual manera, un ballenero no puede creer semejantes patrañas. Entonces recurrí a los datos matemáticos y dije: -Si existen vertebrados gigantescos de varios metros de longitud y un grosor proporcional a ese tamaño, debemos concluir que su estructura ósea y la potencia de su organismo son capaces de soportar la presión de las grandes profundidades. -Según eso- respondió Ned-, esos gigantes marinos deberían estar fabricados con planchas de acero de ocho pulgadas de grosor. Así es, Ned. Piense en los destrozos que puede producir una masa semejante, lanzada con la velocidad de un expreso contra el casco de un navío. -Si… en efecto… quizá…-contestó el canadiense, abrumado por la explicación, pero sin querer dar su brazo a torcer. – Pero, si no existen, testarudo arponero, ¿Cómo explica usted el accidente del Scotia? – Pues… ¡Que no es verdad!- exclamo el canadiense. Aquel día no insistí más. El agujero en el casco del Scotia no se podía negar. Y como no se había hecho solo ni lo habían producido rocas submarinas ni otros ingenios, había que atribuirlo, necesariamente, al arma perforante de un animal. … El 20 de Julio atravesamos el trópico de Capricornio y el 27 del mismo mes la línea del Ecuador. La fragata se internaba así en los mares centrales del Pacífico y en el escenario donde el gigante había actuado últimamente. Ya no se vivía a bordo. Ya nadie comía ni dormía. Toda la tripulación, durante tres meses, observó incesantemente el océano. Pero el esfuerzo fue inútil. Nada vimos que se pareciera al narval gigante. Y, entonces el desaliento se apoderó de todos los ánimos. Los hombres de abordo se sentían estúpidos y estaban furiosos. El 2 de Noviembre, el comandante tuvo que prometer que, si en el plazo de tres días, el monstruo no había aparecido, el timonel daría tres vueltas de rueda y la fragata regresaría al puerto. La promesa revitalizó los ánimos de los marineros, pero llegó la noche del 4 de Noviembre y, al dar las ocho en medio del silencio general, se alzó una voz, era la voz de Ned Land que gritaba: -¡Eh, eh! ¡Allí está la cosa! ¡A sotavento! La tripulación entera se precipito hacia el arponero. Todos divisamos el objeto que señalaba con la mano. El mar aparecía iluminado desde el fondo. El monstruo sumergido, a varias toesas de la superficie, desprendía un resplandor muy intenso. Aunque la fragata se alejó a toda máquina del monstruo, el gigante marino se acercó a la fragata a una velocidad superior, envolviéndonos en su polvareda luminosa.
1. ¿Qué opinas del texto que acabas de leer?
Me pareció muy entretenido porque había drama amistad. 2. Escribe algunas palabras desconocidas del texto búscalas en el diccionario y escribe su significado. Ninguna 3. Describe el lugar en donde ocurren los hechos. Hace mucho frío hay nieve paramos | 4. Inventa un posible final para esta novela, resúmelo aquí. Y ned land ve el monstro y le dan 2.000 dolares 5. Realiza un cartel invitando a tus amigos a leer esta novela completa.