Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Trabajonro 5 Elretratorobado

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 3

Reflexión sobre el lenguaje

Trabajo Nro 5: El retrato robado

1) Leer el siguiente:
El retrato robado

La señora entró sin golpear, vio que yo me metía un dedo en  la nariz, se tapó la boca con la mano, horrorizada, y
volvió a  salir. Esta vez golpeó. Así van aprendiendo. 
Un minuto después estaba sentada al otro lado de mi escritorio. Me mantuve callado. Siempre dejo que mis clientes 
hablen primero. 
—Me robaron —dijo al fin, con el tono de que seguramente yo podría haber hecho algo para evitarlo. 
Asentí con la cabeza. 
—Uno de mis cuadros más valiosos —agregó. Se dio cuenta enseguida de que esa afirmación bien podía aumentar
mis  honorarios, así que quiso enmendarla—: Valor emotivo, claro.  Me lo dejó mi abuelo. 
Respondí con elocuencia: 
—Ajá. 
La mujer se echó hacia atrás en la silla. 
—Usted es detective, ¿no? Quiero que recupere mi cuadro. Abrí el cajón, saqué una copia de mi tarifario, la puse
delante de los ojos de la señora y señalé una línea en la que cierto  número brillaba en tinta roja. La señora parpadeó
varias veces  pero acabó haciendo que sí con la cabeza. 
Pronto caminábamos juntos hacia su casa. 
El cuadro robado era un retrato en carbonilla sobre papel,  hecho por un artista del siglo diecinueve. Representaba a
Edgar Allan Poe, el escritor al que en mi profesión admiramos  pero fingimos desdeñar, porque es quien inventó el
relato de  detectives. 
Una vez que estuvimos en el living de mi clienta, desde  paredes enormes me contemplaron próceres con bigote, 
damiselas en corceles blancos y frutas al óleo. En medio,  un pequeño hueco en el que se distinguía la forma de un 
cuadro ausente. 
El ladrón había descolgado el retrato, había desarmado el marco y se había llevado el papel. Los restos del marco y
el  vidrio intacto estaban en el piso. 
Mi clienta se balanceaba de atrás para adelante, con impaciencia. 
—¿No va a investigar? —reclamó. 
La miré como si estuviera considerando una respuesta, pero no se la di. 
—¿Hay alguien más en la casa? —pregunté en cambio. —Mis hijos.
Alcé las cejas, incliné la cabeza y moví una mano en el gesto  universal de “primero usted”, señalando al interior
de la casa. —¿Es necesario? —quiso saber. 
Asentí. 
Cada hijo tenía su habitación. Andaban entre los diez y los  catorce años, día más, día menos. Por suerte, todos
estaban  en casa y cada uno se ocupaba de sus asuntos. 
La madre abrió la puerta de Claudio, el mayor. Salió un vaho  de notas electrónicas, que provenían de un
amontonamiento  de aparatos negros con botones. 
—¿Te acordaste del nuevo sintetizador? —preguntó Claudio  en cuanto vio a su madre. 
—Todavía no, querido —dijo ella—. Más tarde hablamos. Ahogó las protestas tras la puerta cerrada. 
En la habitación siguiente estaba Cristal, la única hija mujer.  Se movía entre pilas de libros, con una tablet en la
mano. Buscaba algo. 
—No me trajiste la enciclopedia —le recriminó a la madre. —No, mi amor —dijo ella—. Mañana sin falta. 
Cerró la puerta rápido, para evitar que un libro de tapas duras,  que voló repentinamente hacia nosotros, diera en
el blanco. El hijo menor, Ciro, tenía un escritorio cubierto de pequeñas  formas blancas, que se habían propagado al
piso y del piso a  la cama. Eran origamis, figuras de papel plegado. —¿Me trajiste papel? —preguntó Ciro. 
—Ay, tesoro —dijo mi clienta—, tengo tanto en que pensar. Ciro nos dio la espalda, tal vez para ocultar la tristeza. Al
final de un largo pasillo estaba la habitación de Cristóbal, el último. Cristóbal, sentado frente a su escritorio,  movió un
libro para esconder algo que estaba mirando y  se dio vuelta para enfrentarnos. La habitación estaba prácticamente
vacía. Nada en las paredes, nada en el placard  entreabierto. 
—Quería saber si necesitabas algo —dijo la madre. Cristóbal negó con la cabeza. No dijo palabra. 
—Te dejo en paz, entonces. 
Cerró la puerta. Volvimos al living. De haber tenido ganas de hablar, le habría dicho lo raro que era que no
me presentara a sus hijos, y que ninguno de ellos preguntara quién era yo. 
—No veo para qué perdimos este tiempo precioso —se quejó—, en vez de... 
Dejó que la frase muriera en un suspiro. Fui al grano: —Caso resuelto. Le explicaré en mi oficina. No olvide la 
chequera. 
Sorprendida, la señora me siguió hasta que estuvimos de  nuevo instalados a ambos lados de mi escritorio. —
Dígame, dígame —exclamó. 
Hablo poco porque me reservo para el momento dorado de  una investigación, que es cuando explico mis
observaciones  y la conclusión final. 
Así, fue con placer y cuidando el detalle que le describí a mi  clienta cómo la pasión por algo puede hacer que uno
deje de  lado la prudencia y cometa actos que, para los demás, llegan  a resultar delictivos. Cómo las necesidades
de los hijos son  tan importantes como las de uno, a veces más, y lo terrible  que es desatenderlas. Y por último,
cómo un papel de hace  casi dos siglos, aunque enmarcado y detrás de un vidrio, pudo  envejecer y ponerse
amarillo, hasta destacar aún más la textura diferente propia de su época. 
—Vaya a recuperar su valioso retrato —dije—. Está a la vista, disfrazado de grulla. Lo reconocerá entre los otros
papeles  por el color y la textura, como le expliqué. Unos pliegues no le  habrán hecho mayor daño. 
Esta vez era la mujer quien había enmudecido. 
—Pero no lo rete a Ciro —continué—. Estaba sin materia  prima para sus origamis, y usted no hacía nada para
resolver el problema. Le propongo algo mucho mejor que retarlo  —agregué. Saqué del cajón lo necesario para
terminar con el caso como correspondía y lo deposité frente a ella. 
Poco después yo caminaba rumbo al banco, con un cheque fresco y gordo en el bolsillo. Mi clienta, por su parte,
regresaba a su casa cargada con una resma de papel carta de  ochenta gramos. 

Con la lupa en los detalles: las pistas 


2) El detective, después de recorrer la casa y observar las habitaciones de la hija y los hijos, descubre el enigma:
Ciro se había llevado el retrato. ¿Cómo se dio cuenta?  
a. Seleccionar una opción:  
• La tristeza de Ciro evidenciaba su culpabilidad. 
• Reconoció entre los origamis algunos de un color  y textura distintos.  
• Vio en los origamis de Ciro algunos trazos de carbonilla del retrato. 
b. Para corroborar su respuesta, vuelvan al texto y marquen el  fragmento en el que el detective le indica a la
señora dónde está  el retrato y cómo reconocerlo.

¿Y por qué? El móvil del delito 


3) El detective le explica a la señora el motivo del delito y  agrega: 

—Pero no lo rete a Ciro… Estaba sin  materia prima para sus origamis, y usted no hacía nada para resolver el
problema. 

¿Qué otras soluciones podría haber encontrado Ciro para ha cer sus origamis? ¿Qué papeles podría haber usado?
Escribir  algunas sugerencias en sus carpetas.

Ficha del detective


4) Volver a leer los siguientes  fragmentos del cuento: 

 La señora entró sin golpear, vio que yo me metía un dedo en la  nariz, se tapó la boca con la mano,
horrorizada, y volvió a salir.  Esta vez golpeó. Así van aprendiendo. 
 Respondí con elocuencia: 
—Ajá. 
 —¿No va a investigar? —reclamó. 
 La miré como si estuviera considerando una respuesta, pero no  se la di. 
 —¿Hay alguien más en la casa? —pregunté en cambio. —Caso resuelto. Le explicaré en mi oficina. No
olvide la chequera. 
 Hablo poco porque me reservo para el momento dorado de una  investigación, que es cuando explico mis
observaciones y la  conclusión final. 
 —Pero no lo rete a Ciro —continué—. Estaba sin materia prima para  sus origamis, y usted no hacía nada
para resolver el problema.  

a) A partir de lo que dice, lo que piensa, lo que hace, ¿qué palabras elegirían para caracterizar a este nuevo
detective?. 

Inteligente-pensativo-astuto-desinteresado-irónico-soberbio-solitario-inseguro-mentiroso-locuaz-impulsivo
observador-pensativo-sensible-simpático 

b) Agregar todas las palabras, expresiones u  observaciones que consideren pertinentes para describir a este 
detective. 

5) Escribir sinónimos de las siguientes palabras:

 Enigma

 Inteligente

 Observar

 Pensar

 Mentir

 Pista

6) Los sinónimos son aquellas palabras que tienen el mismo significado pero se escriben distinto. ¿Qué son
los antónimos? Buscar y explicar con tus palabras.

También podría gustarte