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Hannah Arendt - Ética Resumen

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HANNAH ARENDT

Contexto histórico, filosófico, social y cultural.

La filosofía de Hannah Arendt se desarrolla a lo largo del siglo XX: una época de carácter
convulso donde tienen lugar numerosos acontecimientos sociales e ideológicos, de los que
la filósofa será testigo y por los que se verá influenciada.

Tres guerras tienen lugar durante el siglo XX. Comenzamos con la Primera Guerra Mundial
de 1914 a 1918, que además de dar inicio a la historia contemporánea se caracteriza por
el debilitamiento de Europa y el alzamiento de Japón y Estados Unidos como nuevas
potencias. Continuamos con la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), un conflicto
consecuencia del enfrentamiento entre ideologías durante los años de entre guerras. Por
un lado el ascenso al poder del alemán Adolf Hitler en 1933, personaje que establece la
política nazi en un régimen totalitario y absolutista. Por otro lado el totalitarismo
soviético instaurado por Joseph Stalin de 1917 a 1939. A pesar de que la filosofía de la
autora se basa el totalitarismo de esta época, no es un pensamiento encerrado en esta
situación, sino que plantea cuestiones que siguen preocupando al hombre actual. Y por
último, la Guerra Fría, que enfrento hasta 1991 a los dos grandes bloques: EE.UU y la
Europa comunista. Del periodo cabe también destacar la reconstrucción de Europa con la
ayuda norteamericana (Plan Marshall) así como los comienzos de la misma con los
Tratados de Roma (1957) y el desarrollo del neocapitalismo.

Además de por estos hechos históricos, la sociedad del siglo XX se ve determinada


radicalmente por los grandes avances tecnológicos y científicos, entre los que subrayamos
el desarrollo de la industria y la mecánica cuántica, así como el estudio de la luz, la energía
y los elementos subatómicos, de gran importancia en la Segunda Guerra Mundial. Se trata
de una sociedad de consumo, muy globalizada y económicamente desarrollada, con
mayores comodidades gracias a la revolución de los electrodomésticos y la de las
telecomunicaciones. Se trata igualmente de una sociedad que da pie a movimientos
revolucionarios (mayo del 68 en Francia) y a movimientos «contraculturales». Estas
alteraciones sociales se reflejan también en la cultura donde numerosos “ismos” se
suceden: en la literatura encontramos el romanticismo, el realismo y el naturalismo y en la
pintura el surrealismo y el expresionismo.

Si hablamos de filosofía las corrientes más importantes que surgen tras la Segunda Guerra
Mundial son: el existencialismo, el estructuralismo y la filosofía posmoderna. Mientras que
el estructuralismo era un método que se centraba en el estudio de las ciencias sociales, el
lenguaje y la cultura, el existencialismo de Heidegger defiende que la esencia del hombre
se reduce a su existencia. Este pensamiento existencialismo influencia a la filosofía
posmoderna que asume la superación de los valores ilustrados y critica la tradición de la
Modernidad occidental. Otras corrientes de relevancia serán el vitalismo de Nietzsche; el
relativismo de Kant; el psicoanálisis de Freud; y el pensamiento de Hannah Arendt,
considerada como una de las personas más influyentes del este siglo.

Biografía

Hannah Arendt nació en 1906 en Hannover, Alemania. Con tan solo tres años se mudó a
Könisberg en Prusia, donde su madre se ocupó de darle una educación muy liberal y
desligada de la religión. A los diecisiete años se vio obligada a abandonar la escuela por
temas disciplinarios, y un año más tarde, en 1924, inició en Maburgo sus estudios de
filosofía con Heidegger. Este último junto con Kant y el pensamiento republicano de
autores como Maquiavelo, constituyeron sus principales influencias. De origen judío, la
filósofa sufrió el ascenso del nacional-socialismo y las políticas antisemitas. Hannah
defendió la libertad de su pueblo: fue directora de la oficina de la juventud Aliyah,
encargada de repatriar niños judíos a Israel y de 1944 a 1950, ya con la nacionalidad
norteamericana, trabajó para la Reconstrucción de la Cultura Judía Europea. En su etapa
en Estados Unidos se dedicaba principalmente al periodismo y a la docencia, ejerciendo
como profesora de filosofía en la Graduate Faculty of the New School for social Research
en Nueva York.

Sus obras más importantes fueron Los orígenes del totalitarismo en 1951 y Eichmann en
Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal en 1961. Ambos libros generaron polémica
y gran controversia: el primero equipara el totalitarismo nazi con el comunismo
estalinista lo que provoco la oposición de los intelectuales de la izquierda occidental y la
segunda obra es fruto de su trabajo como reportera en la revista “The New Yorker” en el
proceso contra Adolf Eichmann. En esta última demuestra que la moralidad y la cultura no
siempre van unidas. La condición humana (1958) y La vida del espíritu. El pensar, la
voluntad y el juicio en la filosofía política en 1985 son ejemplos de otras de sus obras.

Finalmente Hannah murió de un infarto en 1975. Durante su vida Hannah no perteneció a


ningún grupo en concreto, iba por libre e incluso rechazaba ser clasificada como “filosofa”.
De hecho como veremos a continuación, su pensamiento filosófico, especialmente su ética,
podría ser catalogado igualmente como teoría política.
La ética de Hannah Arendt.

Hannah Arendt, una de las pensadoras más influyentes del siglo pasado, abordó
cuestiones relacionadas con la filosofía práctica, es decir, con la rama de la filosofía que
trata temas de la ética y la política. Aunque se ha destacado sobre todo su vertiente
política, lo cierto es que sus reflexiones tienen también aspectos e implicaciones éticas,
que iremos viendo en los siguientes párrafos.

Antes de empezar, es necesario señalar que Arendt es crítica de la modernidad, y del


proyecto político que se desarrolló a partir de los ideales occidentales sustentados por
pensadores ilustrados como Locke y Marx. A ambos les critica que no distinguieran
adecuadamente entre el trabajo y la labor, más aún, que pensaran el primero a partir de la
segunda, haciendo de esta última la actividad fundamental de la vida humana.

Para formular sus propuestas (situadas en el marco histórico del totalitarismo), la filósofa
recurre a modelos políticos propios de la antigüedad (la polis griega), dando lugar a una
concepción de la política entendida como una acción que solo se puede dar en el espacio
público. Hannah Arendt distingue entre la esfera privada, que  hace referencia a la
organización doméstica común a todas las especies animales; y la esfera pública, se trata
una organización creada por el hombre considerada como una característica humana
fundamental y diferencial. Hannah concibe la política como algo fenoménico (del mundo
de las apariencias) y particular de la experiencia humana, que solo puede darse en esta
esfera pública. La política, al igual que la acción, son de ámbito común: se trata de la
manifestación de un individuo frente a los demás. Con esta reflexión la filósofa defiende la
deliberación de los asuntos públicos mediante la acción y el discurso, así como la decisión
basada en la pluralidad y en el acuerdo de los otros. Es entonces cuando entramos en el
aspecto ético de la política: se trata de una moral práctica identificada con lo cívico, lo
político y la democracia. En resumen, la política desarrollada dentro del espacio común
defendida por Arendt, es sinónimo de alcanzar la libertad. Una libertad, que no es
inherente al ser humano sino que por el contrario es algo que debe ser alcanzado por los
hombres, como así lo indica el modelo republicano de la autora que veremos a
continuación.

El republicanismo cívico es la idea que parte del principio universal republicano y que
afirma que el hombre es capaz de auto gobernarse, así como de participar de la virtud
política en la concordia civil. Esta virtud republicana y búsqueda del bienestar mana del
comportamiento racional del hombre. Debemos matizar que le filosofa distingue entre
república y democracia: toda república es una democracia, pero no todas las democracias
son repúblicas. Estos dos conceptos pueden degradarse dando lugar a la demagogia, a la
degradación del hombre y a la manipulación de las masas, elementos característicos del
totalitarismo.

El totalitarismo, totalmente opuesto al republicanismo cívico, fue analizado por Arendt,


quien dedicó su obra a estudiar las causas y orígenes de la existencia de estos fenómenos
(principalmente los regímenes de Hitler y Stalin), así como sentar nuevas bases dentro del
pensamiento político que impidieran que el autoritarismo y el totalitarismo fueran
experiencias que volvieran a repetirse en la historia de la humanidad. Para la pensadora, el
totalitarismo es una forma de gobierno que se diferencia del resto de gobiernos tiránicos
por su utilización particular del terror. En un régimen totalitarista confluyen diferentes
elementos que veremos a continuación, entre ellos: la sustitución del sistema de partidos
por un movimiento de masas; el terror como mecanismo de dominación; la progresiva
abolición de las libertades y derechos; y el uso de la propaganda y del sistema educativo
para adoctrinar...
En el totalitarismo el poder se encuentra en continuo movimiento, controlando,
amoldando y aprovechándose de las masas. Arendt utiliza el concepto masa para referirse
a personas que por su número, indiferencia, o por ambas razones, a pesar de constituir la
mayoría, no se hallan integradas en ninguna organización basada en el interés común. Se
trata de individuos que habían sido apáticos con respecto a la militancia política. Arendt
explica cómo se llega a producir un hombre masa y para ello toma el ejemplo de Stalin, que
debilitó el sentimiento de auto conservación de sus ciudadanos haciendo que se sintieran
como prescindibles, transformándolos así en una masa : “uno mismo no importa”. Para
llegar a este sentimiento el líder comunista siguió un proceso. En primer lugar liquidó a los
Soviets que le impedían la dominación absoluta, y posteriormente eliminó a las clases
sociales (propietarios, clases medias, campesinos, clase obrera) rompiendo con la
solidaridad y la conciencia de las mismas. Por último Stalin eliminó todo tipo de
burocracia que se hubiera podido desarrollar durante las fases anteriores. Finalmente
consiguió que nadie fuera hostil al régimen, pero que tampoco nadie estuviese cómodo.
Además alcanzo la lealtad total por parte de los ciudadanos gracias a la uniformidad de
las personas, cuyo contenido moral había sido vaciado. Y es que la fuerza de los gobiernos
totalitarios depende completamente de la magnitud de las masas y de la fidelización de las
mismas. Así el éxito del totalitarismo entre las masas durante los años 30 y 40, significó el
final de dos espejismos de los países democráticos: creer que el pueblo había tomado
parte del gobierno y suponer que las masas no importaban.

Estas masas, caracterizadas por ser heterogéneas, son presas de la propaganda totalitaria
utilizada como instrumento del sistema para reforzar su poder, así como la lealtad total e
incondicional de sus seguidores. La fuerza de la propaganda se encuentra en la capacidad
que esta tiene en aislar a las masas del mundo real: el terror se genera a través de la
ficción. La evasión de la realidad de las masas, es un veredicto contra el mundo, en el que
estas últimas se ven forzadas a vivir. Las masas se encuentran predispuestas a la
ideología del régimen, preparadas para asumir cualquier cambio dictado por el líder, es la
propaganda la encargada de mantenerlas en una incertidumbre constante. En efecto, las
masas son del mismo modo víctimas del discurso de un líder, que dictamina las pautas y al
que no pueden oponerse. Decimos que la propaganda totalitaria es superior a cualquier
otra ya que la gente no puede opinar, sino que se les impone una única ideología. Un
ejemplo es la propaganda nazi, basada en el antisemitismo y la conservación de “la sangre
germánica”, y que al igual que la propaganda comunista, se basaba en doctrinas
seudocientíficas (nazis: genética; bolcheviques: economía). Estas doctrinas que
constituyen las leyes y fundamentos de un régimen totalitario, se desarrollan
supuestamente a partir de leyes naturales. Retomando el caso del nazismo, las leyes
raciales toman como argumento la evolución de Darwin agilizando las leyes de
“supervivencia al más apto” y la selección natural. Lo que ocurre con este tipo de procesos
es que no tienen fin ya que siempre hay elementos que el régimen considera perniciosos y
que por lo tanto deben ser eliminados.

Como ya hemos mencionado en el totalitarismo el poder se concentra el líder, y su origen


no es otro que la organización. Una vez el totalitarismo alcanza el poder, existe el peligro
de que este último pueda cosificarse y limitarse. Para evitar este peligro los totalitarismos
buscan la dominación y la hegemonía total y mundial: el objetivo nazi era conquistar el
mundo acabando con los pueblos “racialmente extraños”. Para lograr este objetivo se
debía construir una élite que reflejase al líder y que a su vez sirviese de unión para las
masas. En la lucha por la dominación, la conquista total de la población y la eliminación de
cualquier realidad no totalitaria, el totalitarismo utiliza el Estado como instrumento para
sus fines. Y uno de estos fines totalitarios es aislar a los individuos pertenecientes de las
masas y eliminar a todo aquel que se presente como sospechoso y presente una amenaza
para el régimen. En el totalitarismo lo que hace sospechoso a un ser humano es su
capacidad de pensar, por lo que toda la población puede encontrarse es este rango y la
atmósfera de la sospecha es omnipresente en toda la sociedad. Es aquí cuando entra en
juego unos de los factores más importantes del totalitarismo: el terror y su aplicación en
la sociedad mediante la policía secreta. La SS o el NKVD, fueron la policía secreta de
Alemania y la URSS (respectivamente), cuyo objetivo era eliminar toda esfera pública y
privada del individuo, consiguiendo así que la única preocupación de las masas fuera el
régimen. Este proceso suponía la supresión de toda libertad, la detención de inocentes,
además de la eliminación de individuos que eran trasladados a campos de concentración.
Estos sucesos y operaciones policiales conocidos y banalizados por la población y por los
miembros del partido, constituían sin embargo el único secreto estrictamente guardado
por los sistemas totalitarios. El hecho de que esta información constituyese un
conocimiento general pero que a la vez fuera individualmente guardado, hace que pierda
su realidad y se convierta en una simple pesadilla donde todo es posible. Los campos de
exterminio se utilizan como laboratorios con el fin de alcanzar la pluralidad y una
identidad inmutable en un mundo propio creado. Hannah Arendt analizara e intentara
comprender el comportamiento tanto de la policía secreta (en concreto las SS), como el de
los individuos internados en los campos de concentración. A estos últimos se les trata
como si no existieran y ya estuvieran muertos, se trata de una destrucción en un primer
lugar psicológica que da lugar a un hombre inanimado. La destrucción de la existencia
misma de la vida se lleva a cabo en las denominadas “Fabricas de la muerte”, que designan
las diferentes máquinas de matar de los soviéticos y alemanes. Arendt distingue tres tipos:
el Hades la forma menos brutal y donde los individuos sobrevivían; El Purgatorio con los
campos de concentración soviéticos; y El Infierno con los campos de exterminio Nazis.
Todas estas formas consiguen destruir al ser humano así como todos sus derechos civiles,
mediante un complejo sistema que veremos a continuación. En primer lugar se mata a la
persona jurídica, sacando a los individuos fuera de la ley. Son los inocentes elegidos de
manera arbitraria quienes son detenidos, internados y divididos el grupos, tratando de
impedir cualquier tipo de solidaridad entre ellos. De esta manera el régimen asesina a las
personas morales del hombre. Una vez alcanzada esta etapa, en la que no hay lugar para el
dolor y el recuerdo, es el momento de destruir la identidad del individuo, aquello que lo
diferencia del resto. Para ello se utiliza el rasurado de cabeza, los uniformes o las torturas,
que hacen ver a todos los individuos coño iguales. Este duro proceso que consigue acabar
con la dignidad humana y destruye sistemáticamente a los individuos, tiene como
resultado unos hombres superfluos que no se resignan ni reaccionan ante su propia
muerte.

Todo esto demuestra que el totalitarismo tiene un poder ilimitado porque controla en
todos los aspectos de su vida a la población. Arendt dirá que estos regímenes procedentes
de razones ideológicas, establecen un mundo sin sentido que a su vez funciona. Por ello no
podemos basarnos en nada para comprenderlo, aunque destruya todo lo que conocemos:
en primer lugar el espíritu psicológico, y posteriormente lo físico.

Arendt introduce la noción de “mal radical” para describir estos crímenes atroces de los
regímenes totalitarios, donde todos los hombres son igual de superfluos. Sin embargo la
filósofa pasa de la idea del “mal radical” a la noción controversial de “la banalidad del mal”.
Esta noción se le ocurrió en su cubrimiento del juicio de Adolf Eichmann, uno de los
mayores responsables del genocidio judío. Arendt describe con la noción de “la banalidad
del mal” como el agente burocrático que realiza actos atroces sin la presencia de algún
motivo maligno o fervor ideológico. Así pues Eichmann había actuado sin reflexionar pero
sin maldad alguna, cumpliendo órdenes de superiores y aspirando al ascenso. Estas
razones sumadas al aumento de la población, que puede tornarse en una masa superflua
hacen afirmar a Hannah Arendt que el peligro del totalitarismo sigue existiendo hoy en
día.
En conclusión, Hannah Arendt sostiene un discurso muy crítico contra cualquier
totalitarismo donde introduce términos tales como “mal radical” y “banalidad del mal”,
además de abogar por un pensamiento político basado en la pluralidad, la paz y el respeto,
ya que defiende que cualquier acto de violencia es contrario al discurso.

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