La Formación de La Cultura Virreinal, Vol. II El Siglo XVII by Karl Kohut Sonia v. Rose (Eds.)
La Formación de La Cultura Virreinal, Vol. II El Siglo XVII by Karl Kohut Sonia v. Rose (Eds.)
La Formación de La Cultura Virreinal, Vol. II El Siglo XVII by Karl Kohut Sonia v. Rose (Eds.)
)
La formación de la cultura virreinal
n . El siglo x v n
teci
Textos y estudios coloniales
y de la Independencia
Editores:
Karl Kohut (Universidad Católica de Eichstätt)
Sonia V. Rose (Universidad de Paris-Sorbonne)
Vol. 8
Karl Kohut
Sonia V. Rose (eds.)
La formación de la
cultura virreinal
II. El siglo XVII
2004
Secretaria de redacción: Verena Dolle
Composición tipográfica: Vera Schubert
© Iberoamericana, Madrid 2 0 0 4
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decir, Lima y México, y en otras que fueron focos irradiadores de cultura, tales
como Santa Fé de Bogotá y Potosí. Algunos artículos, sin embargo, están dedi-
cados a voces como las de Núñez de Pineda y Bascuñán y de Bernardo de
Balbuena, quienes desarrollaron su actividad literaria alejados de los centros
culturales. Hemos intentado, pues, recuperar algo de la visión geopolítica del
siglo XVÜ según la cual tanto el Perú como la Nueva España eran provincias o
reinos del extendido imperio hispánico: ignorando las separaciones establecidas
en el siglo XIX, consecuencia del establecimiento de las diferentes naciones,
pretendemos volver a unir lo que fue separado por los creadores de las historias
nacionales, y restaurar las "connected histories", para usar el término reciente-
mente acuñado por Sanjay Subramayan. A esta idea responde la inclusión del
Brasil, demasiado a menudo dejado de lado, al cual están dedicados tres traba-
jos.
La preeminencia que han adquirido los llamados estudios (pos)coloniales
—surgidos bajo la égida de los "Cultural Studies", de génesis británica— en la
academia norteamericana, hacen difícil, en un volumen centrado en las socieda-
des de Antiguo Regimen, no tratar la cuestión de la orientación teórica. A pesar
de que nuestra visión es historicista, en nuestro papel de organizadores no
priorizamos ningún ángulo teórico, más aun, al reunir investigadores de las
Américas y de Europa, formados y desarrollando su labor en academias diferen-
tes, la pluralidad de los enfoques es casi de rigor. Quien busque teorizaciones
poscoloniales, sin duda las encontrará en varios de los artículos. En cuanto a los
"Atlantic Studies", su práctica y su extensión a campos no estrictamente históri-
cos son demasiado recientes como para que aparezcan de modo explícito en este
volumen. Su propuesta parece pertinente en Historia, pues presentan una alterna-
tiva a la historia regional y a la microhistoria, que han dominado el campo en las
últimas décadas. Cabe sin embargo anotar que, en Literatura o Filología hispá-
nica, los enfoques han sido y suelen ser (casi inevitablemente) "transatlánticos",
en cuanto que autores, obras y movimientos son estudiados en un contexto
amplio que reúne lo americano con la tradición europea y grecolatina, y ésto no
sólo en literatura comparada. En este sentido, los estudios transatlánticos vuel-
ven explícita una tendencia que ha preexistido implícitamente desde los comien-
zos de la crítica literaria.
RECEPCIÓN, CIRCULACIÓN
I
Gran momento ha sido el del contacto español con Italia, ya notable en la época
medieval, especialmente en el siglo XV1, y del todo extraordinario durante el
reinado en Nápoles de Alfonso el Magnánimo, rey de Aragón, Sicilia y Cer-
deña, quien en 1442 entraba en la ciudad partenopea y hasta su muerte, ocurrida
en 1458, hizo de la corte napolitana un centro fecundo de encuentro para las dos
culturas. Un poco ingenuo y provinciano en sus entusiasmos literarios lo consi-
deraba, con pretensiones de literato, Benedetto Croce, en su conocido libro
sobre La Spagna nella vita italiana durante la Rinascenza, sin dejar de poner de
relieve, sin embargo, que fue quien "amicò gli spagnuoli con l'umanesimo
italiano e più forse ancora l'umanesimo italiano con gli spagnuoli" (Croce 1949,
34).
En otra ocasión hablé, por lo que se refiere a la literatura italiana en su
trayecto hacia América, de una "comunidad" ítalo-hispano-americana rena-
centista (Bellini 2000), lo que confirmaba una vez más la unidad de las culturas
europeas procedentes del mundo romano-cristiano, a pesar de su fragmentación,
como bien puso de relieve Franco Meregalli (1974, 2), y su proyección en los
territorios coloniales.
1
La conquista de Sicilia en 1282, después del Vespro, por parte de Pedro m de Aragón y
la presencia en Roma de cardenales y pontífices españoles, hasta Alejandro VI, los matrimo-
nios políticos entre princesas españolas e hijas de papas con príncipes italianos reinantes
favoreció enormemente las relaciones culturales ítalo-hispánicas. Ya el Marqués de Santillana
era un perfecto italianista en sus 42 sonetos fechos al itálico modo; Dante dominaba en la
poesía alegórica de Juan de Mena y Francisco Imperial, pero ya había asomado en el elogio de
doña Endrina en el Arcipreste de Hita. Dante, Petrarca y Boccaccio eran conocidos y leídos en
el primer Renacimiento español. Enrique de Villena traduce al catalán y al castellano en 1427
la Divina Comedia; Ausias March el Decameron al catalán en 1429. La conocida conversación
del embajador de la república de Venecia, Andrea Navagero con Juan Boscán, intensificará el
italianismo en España, con la difusión de la obra de Petrarca y de tantos poetas italianos.
Boscán será el traductor del Cortegiano de Baldassar Castiglione. Boscán y la residencia en
Nápoles darán en Garcilaso el mayor poeta del Renacimiento español. Sin hablar del teatro y
del influjo determinante del ambiente cultural de la corte papal romana en autores como Torres
Naharro. La historia es bien conocida.
22
1
En torno a Paoli véase Millares Cario 1953.
3
Cf. ibíd. Méndez Planearte (1942, I, XVI) propone el aito 1581. Millares Cario (1993,
145) aclara, haciendo referencia a Félix de Ugarteche (1943), que en 1581 Ricciardi tuvo que
aplazar su actividad hasta obtener la autorización que correspondía de parte de la Real Audiencia.
23
can siempre su tierra de origen: "de Bressa" o "brixiensis" Paoli; "de Turín"
Ricciardi.
En el àmbito más propiamente literario dos centros de italianismo relevantes
se dan en México y más tarde en Lima. En la capital de la Nueva España la
influencia de la poesía italiana entra oñcialmente en 1546, con el poeta Gutierre
de Cetina en su primer viaje, estancia breve a la que seguiría otra más larga, que
concluyó con su misterioso asesinato, en junio de 1577. La joven poesía novo-
hispana dio pronto poetas significativos: Pedro Trejo, Hernán González de
Eslava y Francisco de Terrazas, a quien Cervantes alaba en la Galateo. Es el
momento de la difusión del petrarquismo, que a Terrazas le llegaba a través de
Herrera y de Camoes. También hay que recordar a Lázaro Bejarano, amigo de
Cetina, quien difundió en México los metros italianos. Poetas todos reunidos en
la anónima antología Flores de baria poesía, cuyo manuscrito está fechado
1577".
Estos son los nombres conocidos, a los que se solía aludir tratando del italia-
nismo en México, pero últimamente ha ido tomando importancia, a través del
trabajo de investigación de Jaime J. Martínez Martín, otro poeta del período,
Eugenio de Salazar (Madrid 1530-Valladolid 1602), un español que se movió
desde Santo Domingo hasta Guatemala y México por sus cargos oficiales y cuya
inédita Silva de varia poesía obliga a plantear desde nuevos fundamentos la
historia de la difusión del petrarquismo en América (cf. Martínez Martín 2000).
Ante todo se nos proporcionan nombres de poetas hasta ahora desconocidos
—como sor Leonor de Ovando en Santo Domingo, Pedro de Liévana en Guate-
mala, Juan de Cigondo en México, entre otros— y una compleja influencia de
Petrarca, Sannazaro, Garcilaso, Bembo y otros poetas italianos, en la elabora-
ción original, competitiva, de un cancionero "matrimonial", en el que el poeta
celebra a su esposa en vida. Se trata de una revolución con respecto a Petrarca
y hay que tenerla muy en cuenta, puesto que inaugura una veta en la que pode-
mos insertar hasta los nerudianos Gen sonetos de amor.
Importante es también el sentido del paisaje americano, que Salazar manifies-
ta en otras composiciones, églogas y poemas de circunstancia, en ello también,
si bien se piensa, precursor de las que serían más tarde la Grandeza mexicana de
Balbuena, la Rusticatio mexicana de Landívar, las Odas de Bello, los Cantos
materiales de Gabriela Mistral, las Alturas de Macchu Picchu de Neruda.
En Lima la difusión del petrarquismo se debe al portugués Enrique Garcés y
a un grupo entusiasta de poetas que se reunían en la Academia Antàrtica. Garcés
difundía sus traducciones del poeta italiano entre sus amigos ya a partir de 1570
4
Cf. la edición de Peña 1980.
24
5
Núflez 1968, 21. Acerca de Garcés cf. D'Agostino 1993.
6
En torno a Castellanos y sus Elegías cf. Meo Zilio 1972.
25
II
En el siglo XVII el cambio del gusto, pasando del Renacimiento al Barroco,
determina un progresivo abandono, en el ámbito de la épica, del modelo forma-
do por el Orlando furioso, pero marca el éxito de otro modelo italiano, el de la
Gerusalemme liberata de Tasso, de acuerdo con el programismo religioso del
Concilio de Trento.
En una etapa intermedia se sitúa la obra del obispo Bernardo de Balbuena,
autor de La Grandeza mexicana (1604) y del poema épico Bernardo (1624),
además de la novela pastoril el Siglo de Oro en las selvas de Enfile (1608). El
resto de su obra desapareció cuando el asalto de los piratas al palacio obispal de
Puerto Rico.
El Bernardo es cronológicamente la primera obra de este autor en orden de
composición, a pesar de ser la última publicada. Largo fue el período de su
elaboración y, como lo indica Giovanni Meo Zilio (1967, 274), es probable que
cuando decidió pasarlo a la imprenta, Balbuena lo adecuara al nuevo clima
poético. Don Marcelino Menéndez y Pelayo, sin embargo, definía al autor, por
el Bernardo, como un "segundo Ariosto", a pesar de subrayar sus límites, que
se hacían concretos si se comparaba el poema con el Orlando furioso. En parti-
cular, el crítico le reprochaba al novohispano que no poseyera el alto sentido
poético del italiano y la "blanda" ironía con que éste en su poema "corona de
flores el ideal caballeresco en el momento mismo de inmolarle" (1948,1, 51).
A pesar de ello, es precisamente a través de la lección del poema ariostesco
que Balbuena refuerza sus disposiciones inventivas y esa nota "muy alta de
color, muy aventurera e impetuosa" a la que el sabio santanderino aludía, mien-
7
Véase la edición de Trinidad Barrera (Mexía 1990).
26
tras destacaba la "risueña fantasía" de Ariosto, "en cuyo filtro mágico diríase
que se adormece la naturaleza en un perpetuo sueño de amor" (ibíd., 50s.).
El Bernardo abluida en elementos y figuras que tienen su origen en el mundo
de Ariosto. Oreste Macrí ha puesto de relieve como el ariostismo de Balbuena
no consiste solamente en lo que subraya don Marcelino, sino también en la
manera desenfadada y leve con que trata la antigua leyenda castellana del vence-
dor de Roncesvalles, de manera que, nacido héroe nacional, Bernardo se asimila
a las figuras de Alcina, Ferraú, Angélica... (1952, 525).
La presencia de la literatura italiana en el poema no se limita, naturalmente,
a Ariosto, sino que se extiende a Boiardo y se funde con la de los Amadises y
los Palmerines, con la de Homero, Virgilio y Ovidio. Con los héroes homéricos
Balbuena hace directas comparaciones desde el prólogo y de Virgilio, según
acertadamente señala José Rojas Garcidueñas, proceden los episodios de Proteo
y la figura del joven que, como Ascanio, combate en Roncesvalles (1958, 145).
Por encima de toda influencia se impone, de todos modos, la inspiración
genuina de un notabilísimo poeta. Pfandl ha visto en el Bernardo —que, en
contraste con Horne considera plenamente barroco, no renacentista—8, la encar-
nación de las ideas de grandeza y dominio hispánicas, llegando a definirlo como
"fantástico canto triunfal sobre la historia y la grandeza de España, penetrado
del paisaje español en todas las descripciones de tierras fabulosas, impregnado
de ideas españolas de dominación universal en todos sus personajes y episodios
fantásticos y legendarios" (Pfandl 1933, 575).
Sin embargo, él mismo ha subrayado las presencias ariostescas y clásicas,
mientras el citado Rojas Garcidueñas ha llamado la atención sobre el hecho de
que Balbuena escribió su poema antes de que conociera los paisajes españoles
(1958, 145, n. 135), y que si bien se inspira en Ariosto y toma del Furioso gran
arte del tema, varios personajes y el tono general del poema, no oculta nunca sus
fuentes, antes las denuncia con orgullo (ibíd., 145).
Por su parte, Giovanni Meo Zilio afirma que en el Bernardo encontramos, en
particular, la sustancia de la postura de Ariosto, la ironía, la fantasía, el estudio
sicológico de los personajes femeninos, la sensualidad, la técnica de la interrup-
ción de la narración, para acentuar el interés en el lector. La lección está bien
asimilada por Balbuena, pero con algunos límites: el moralismo "pretextuoso y
condicionador de la época, el alegorismo de las sentencias convencionales, el
' Pfandl 1933, 575, n. 1. John van Horne dedicó varios estudios a Balbuena y su poema;
Pfandl se refiere a "El Bernardo" of Bernardo de Balbuena, a Study ofthe Poem (1927). A
Balbuena y su poema van Horne dedicó otros estudios relevantes, entre ellos "Bernardo de
Balbuena y la literatura de Nueva España" (1945).
27
9
Cf. a este propósito Rojas Garcidueñas 1958, 96s.
10
Cf. de Fucilla: "Bernardo de Balbuena" (1960), y por las relaciones entre el Siglo de
Oro y la Arcadia, pero también con los poetas españoles citados y Virgilio, "Bernardo de
Balbuena's Siglo de Oro and its sources" (1947), luego con leves cambios y añadidos en Re-
laciones hispanoitalianas (1953). No aporta novedades al argumento el, por otro lado intere-
sante, estudio de Rogelio Reyes Cano, La Arcadia de Sannazaro en España (1973).
28
dible del mundo barroco de la Nueva España. Existe también una diferencia
estructural entre el Siglo de Oro y la Arcadia, que ya señalara Rojas Garci-
dueñas (1958, 105s.): el hecho de que, al contrario de Sannazaro, en su novela
Balbuena no habla nunca en primera persona, sino que se oculta detrás de sus
personajes. La Arcadia es, pues, punto de partida y de referencia desde el cual
el autor del Siglo de Oro desarrolla su originalidad y se luce al mismo tiempo al
imitar una obra de gran belleza, a pesar de haber sido ya algo superada en su
tiempo por la Diana de Montemayor, pero que había gozado de gran favor; se
trata pues de un modelo que enriquece en su creación acentuando el artificio".
El Siglo de Oro se remonta en su composición al período 1580-1585, pero
Balbuena sigue elaborando su obra y probablemente este trabajo continuado de
revisión acentúa la huella de la Arcadia. La celebración de la vida pastoril sigue
el modelo italiano, pero tiene en cuenta, al mismo tiempo, una larga tradición
hispánica de exaltación de la vida del campo: es suficiente pensar en el libro de
Antonio de Guevara, Menosprecio de corte y alabanza de aldea. En la "Egloga
m " del Siglo de Oro se afirma, en efecto, que "todo lo que desta primer sim-
plicidad del mundo se desvía más a su dañosa muerte se llega" (Balbuena 1821,
65); luego Balbuena se contradice celebrando la ciudad de México, a la que más
tarde dedicará todo un poema, la Grandeza mexicana, intención anunciada en el
Siglo de Oro.
Según Rojas Garcidueñas la idea de celebrar a México le vino a Balbuena de
la Arcadia, aunque en el poema se concretizó en forma distinta desde el comien-
zo (1958, 105s.). Es posible que la prosa XII de la novela de Sannazaro, donde
se celebra la ciudad de Nápoles, inspire la "Egloga VI" del Siglo de Oro, donde
Balbuena exalta la ciudad capital de la Nueva España, aunque, al contrario de su
probable modelo, Balbuena presta atención a detalles menudos, de notable efecto
artístico, que atestiguan la íntima sugestión que sobre él ejerció la extraordinaria
ciudad. En su texto se repite el estupor de los conquistadores a la vista de la
ciudad lagunar, como lo había manifestado Bernal Díaz del Castillo acudiendo
a la evocación de las maravillas del Amadís (1968,1, LXXXVÜ, 260). Escribe
Balbuena: "Mas luego que sentada encima de sus delicadas ondas vi una sober-
bia y populosa ciudad, no sin mucha admiración dije en mi pensamiento: esta
ciudad es aquella Grandeza mejicana, de quien tantos milagros cuenta el mundo"
(1821, 132).
11
Editó hace algunos años el texto José Carlos González Boixo (1989). En torno a la
poesía épica véanse además de los autores ya citados: Avalle Arce 1974; López Estrada
1974 y 1970.
29
m
A medida que nos adentramos en el siglo XVII se va afirmando la tendencia a
considerar el poema, siguiendo los principios de la Contrarreforma, como medio
de edificación; por consiguiente, se repudia el predominio de la fantasía, la
ironía en favor de una seriedad esencial, la libre sensualidad por una castidad de
acentos, bajo la que se oculta, sin embargo, a veces, una fuerte tensión erótica.
Esta orientación tiene su origen primero en la Cristiade (1535) de Gerolamo
Vida, y con mayores consecuencias en la Gerusalemme liberata (1575) de
Torquato Tasso, traducida al castellano en 1587, pero ya conocida en el mundo
30
u
Meo Zilio 1967, 210. En torno a la sola presencia de Tasso en España cf. Arce 1973.
31
IV
Con la Christíada (1611) del dominico Diego de Hojeda, el argumento religioso
domina en la épica americana. En el proemio el autor declara su intención:
"Canto al Hijo de Dios, humano y muerto/ con dolores y afrentas por el hom-
bre", su pluma se bañará en el costado del crucificado y halagando con sus
32
versos los oídos hará que su poema "asombre/ al rudo y sabio, y el cristiano
gusto/ halle provecho con un deleite justo".
Hojeda vivió en el ambiente culto de Lima, formó parte de la Academia que
se reunía en torno al virrey, marqués de Montesclaros, a quien dedica el poema,
y luego al nuevo virrey, príncipe de Esquilache, él también poeta, conocedor de
la poesía italiana, autor del épico Nápoles recuperada. La Christíada es el
mayor poema épico-religioso en lengua castellana y su influencia en la sucesiva
épica religiosa americana fue grande. Fuentes inspiradoras fueron los Evange-
lios, los Padres de la Iglesia, una extensa literatura religiosa y hagiográfica, San
Agustín, Santo Tomás, el padre Suárez y por la parte literaria propiamente
dicha, la Cristiade de Vida; amplias lecturas, no solamente de Homero y Virgi-
lio, sino del Dante de la Divina Conmedia, de Tasso y su Gerusalemme libera-
ta, sin olvidar por supuesto a Ariosto y su Orlando furioso, a poetas épicos
como Ercilla y Ofla. Naturalmente a Hojeda le eran familiares también los
poetas españoles del Renacimiento y los del gongorismo, Góngora in primis.
Fundamentalmente la Christíada sigue los cánones de la nueva orientación
impuesta a la épica por la Gerusalemme liberata: acción in medias res, héroe
central, unidad de acción, lugar y tiempo, programismo de índole religiosa, que
se manifiesta en una atmósfera mística, sin que por eso falte una nota de sensua-
lidad, "en aras de la acostumbrada tolerancia preceptista de la época", como
señala Meo Zilio (1967, 268).
En el libro VE Dante preside, con Vida, la concepción del infierno, repartido
en "grandes calabozos" en los que están penando, según su culpa, los condena-
dos ("Las mazamorras de horror y presos llenas"), mientras que Judas, como
traidor de Cristo, reúne sobre sí todas las penas. Procede de la influencia dantes-
ca el sentido apocalíptico de las representaciones: la ciudad infernal "que en
vivas llamas arde", evoca la ciudad de Dite, el canto X del Inferno, y dantescos
son los calabozos de los condenados, variación de los "gironi" de Dante, y el
"sulfúreo fuego". Se acerca, al contrario, a la Gerusalemme liberata —aunque
Tasso mismo se inspira en Virgilio, al De rapto Proserpinae de Claudiano, a
Dante, a Ariosto, a Vida— la descripción de las "mil furias y quimeras/ bravas
y oscuridades verdaderas" y sobre todo la representación del suelo, envenenado
y ponzoñoso. En la quinta octava del canto IV, en efecto, Tasso, siguiendo a
Vida, presenta los monstruos horrendos del infierno, y lo mismo hace, autóno-
mamente y simplificando, Hojeda. Porque el poeta verdadero, y lo era Hojeda,
nunca se deja dominar por sus modelos. Lo podemos observar también en la
poderosa descripción de la demora de Lucifer, horrible al estilo dantesco, pero
plenamente original por las imágenes y la estructura.
33
Tasso está presente también en otros detalles sobre los que es inútil insistir.
Contribuciones de gran valor al argumento ha dado Frank Pierce (1950), siem-
pre destacando la originalidad de Hojeda por encima de sus fuentes inspiradoras.
V
Siguiendo la corriente ya indicada, la épica barroca produce toda una serie de
poemas dedicados a ensalzar la figura y la vida de San Ignacio de Loyola,
empezando por el Ignacio de Cantabria (1639), de Pedro de Oña, donde el
ariostismo que triunfaba en el Arauco domado es sustituido por el programismo
religioso. En lugar de lo "deleitable" el poeta hace profesión de buscar el "bien
honesto", dirigiéndose hacia éxitos artísticos indudablemente inferiores. Lo
mismo había ocurrido con el Vasauro (1635), donde un improviso sentido del
pecado le quita vida a los episodios de amor, hasta en la descripción de los
castos amores entre Fernando y la mora Fatima, personajes que nos llevan a
Rinaldo y Armida de la Gerusalemme. De vez en cuando, sin embargo, asoma
alguna sensualidad artísticamente vitalista, como cuando Fernando le desabrocha
el corpiño a Fatima, desmayada. Pero, volviendo al Ignacio, éste representa el
momento más comprometido de Oña en sentido religioso, siendo sus fuentes
inspiradoras Dante y Tasso, pero más directamente Hojeda.
Igualmente documento de una cultura en la que entran Dante, Ariosto y
Tasso es el San Ignacio de Loyola, poema heroico, de Hernando Domínguez
Camargo, publicado en 1666. Otro testimonio, a pesar del enjundioso estudio
que le ha dedicado Giovanni Meo Zilio (1967), de las maravillas y los estragos
del Barroco en la épica americana. El jesuíta conocía seguramente la Araucana,
además del San Ignacio de Loyola (1617) de Antonio de Escobar y Mendoza, y
otro poema homónimo de 1613, obra de Alonso Díaz. Es probable que Camargo
absorbiera en Tunja la influencia del italianismo local en ámbito jesuita, en
evidente contacto con la limeña Academia antàrtica. Directas debieron de ser las
lecturas de Tasso, a cuyo programa se adhiere. Y sin embargo no debía de
quedar indiferente frente al derroche de fantasía de Ariosto, aunque todo acaba
en su poema por fundirse en los esquemas aristotélico-tasescos que ya prevale-
cían (cf. ibíd., 204).
El triunfo del Barroco acaba, no por anular, mas sí por atenuar en gran parte
la influencia italiana en América. La poesía de Italia ha pasado a ser definitiva-
mente fondo de cultura. Sor Juana Inés de la Cruz conocía no solamente a
Maquiavelo, a quien condenaba por sus ideas políticas expresadas en II Principe,
sino que tampoco desconocía a Petrarca. En su rica biblioteca, donde abundaban
los textos del mundo clásico y medieval, la monja debía de poseer, según opina
Octavio Paz (1983, 325-328), textos de Garcilaso, de Polo de Medina, Alarcón,
34
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O Pe. Antonio Vieira e a defesa da liberdade dos indios na
missào jesuítica no Maranháo e Grào Pará (1652-1661)
Joào Adolfo Hansen
Nesta comunicado, vou tratar da defesa da liberdade dos indios das missoes do
Maranháo e Grào Pará pelo Pe. Antonio Vieira, entre 1652 e 1661. Nesse
tempo, o dominio colonial portugués na América era composto de dois Estados,
o Estado do Brasil, correspondente à Bahia e capitanías do Sudeste, como o
Espirito Santo, o Rio de Janeiro e Sào Vicente, e o Estado do Maranháo e Grào
Pará. Este tinha sido criado por um decreto real no tempo de Felipe n i de
Espanha, em 13/6/1621, e correspondía aproximadamente ao territorio dos atuais
Estados do Ceará, Piauí, Maranháo, Pará e partes de Tocantins e do Amazonas.
Na pràtica de Vieira, ambos os Estados transcendem os limites político-adminis-
trativos regionais e metropolitanos, pois sào regiòes espirituais, concebidas como
o espa?o-tempo de urna pràtica missionària de caráter profético fundamentada na
metafísica neo-escolástica (cf. Santos 1997, 12). Como chefe da missào, Vieira
conta com o favor da Coroa, mas tem seu poder limitado pela disciplina da
Companhia de Jesus e condicionado por suas alianzas com faenes da aristocra-
cia portuguesa, pela oposifào do Santo Oficio da Inquisito e de algumas ordens
religiosas do Maranháo, como os carmelitas e os mercedários, além de go-
vernadores inimigos da sua pràtica. Eia é ordenada segundo a teologia-politica
neo-escolástica que fundamenta a razào de Estado da política católica portu-
guesa. A doutrina prescreve que, para a conservalo e a amplialo do poder, é
necessària a tranqüilidade da alma dos individuos como concordia das ordens e
paz do bem-comum do Reino. No caso da liberdade dos indios, como fun-
damento dessa concordia, Vieira opòe a nofào de "interesse", do jesuíta Giovan-
ni Botero (Della raggiane di Stato, 1588), ao principio maquiavélico e hob-
besiano da "guerra de todos contra todos". Conforme Vieira, é pela concordia de
todos os individuos do Reino que se obtèm a coincidència dos interesses particu-
lares como totalidade jurídico-metafísica do todo do corpo mistico do Impèrio.
Os interesses particulares devem subordinar-se à paz do "bem comum", enfim,
como condifào para realizarem proporcionalmente seus fins particulares. A
liberdade dos indios é um dos meios para realizar virtuosamente o "bem comum"
do Reino. É dessa perspectiva que Vieira define a escravidào indígena como
vicio moral e político dos colonos escravistas, propondo que a desordem das
partes individuáis acarreta a ruina do todo do "bem comum". Vieira defendeu os
indios no Maranháo e Grào Pará, entre os anos de 1652 e 1661; em 1694,
interveio novamente contra os bandeirantes paulistas que atacavam as missoes do
40
1
Defendendo a versào católica oficial, os ¡nacíanos definem o (odio como ser humano
criado por Deus e dotado da luz natural, mas concedem que é um homem desmemoriado da
verdadeira lei, a lei eterna. Logo, defendem a urgència de salvar-lhe a alma imortal, forne-
cendo-lhe a memòria dajustifa e do Bem por meio de leis positivas justas. O projeto catechèti-
co é homólogo da conquista da terra, pois ocupa espiritualmente o vazio que é constituido pela
carència de Bem e pela producilo de almas assim como o vazio pressuposto do territòrio é
ocupado militarmente. O que significa disciplinar os corpos por meio de práticas que produzem
outra percepito para ele, como o aldeamento ao lado das vilas portuguesas, a proibito do
nomadismo, das guerras intertribais e dos rituais antropofágicos, o encobrimento da nudez com
roupas que evidenciam o senso cristáo do pecado, a obriga?3o à monogamia, a audifáo repetida
da palavra de Deus e a descontextualiza^áo da lingua do indio em novas formas. É o caso da
poesia em tupi do Pe. Anchieta, no século XVI, que imprime ao tupi urna métrica e acentuado
que ele náo conhece, fazendo o indio que recita os poemas respirar católicamente. Principal-
mente, implica subordinar o tempo dos catequizados ao traballio proposto como categoría
transcendente ou, como dizia Horkheimer, como ideologia ascética em que religiào e poder se
fundem intimamente. Aqueles que nào aceitam a catequese e tentam impedi-la sito eliminados,
caso dos karaiba tupis, xamás que iam de tribo em tribo fatando de Mair Moñan, a terra sem
mal, dizendo que era preciso ouvir a voz dos morios exigindo a carne dos inimigos; que a água
do batismo matava; que os portugueses só queriam roubar as térras, violentar as mulheres e
escravizar os homens. Segundo o imaginário da cafa às bruxas que entáo campeia na Europa,
os karaiba tupis sáo "feiticeiros" e, sempre que necessàrio ad maiorem Dei gloriam, elimina-
dos pelo brago da justi^a secular dos govemadores.
2
Na reconstituido da pràtica de Vieira, devemos considerar as relafoes da Companhia de
Jesus com Roma, com a Coroa portuguesa e com a sociedade colonial. O exame das várias
interpretables dessas retardes evidencia que o sentido da a(üo missionària está subordinado às
posi(des ideológicas dos estudiosos do papel da Igreja Católica na Colònia. Desde a expulsSo
dos jesuítas pelo Marqués de Pombal, em 1759, sáo polémicas. Autores do século XIX, como
41
Capistrano de Abreu, Joaquim Nabuco, Rui Barbosa, Eduardo Prado e Afrânio Peíxoto, sâo
geralmente apologéticos da pràtica jesuítica. No século XX, a perspectiva de religiosos
historiadores do clero, como Lugon, Hoornaert, Serafini Leite, também é apologética, com
algumas ressalvas. No Brasil, a partir da década de 1930, a antropologia relativiza o uni-
versalismo cristáo (Lévi-Strauss, Métraux, Baldus, Pierre Clastres, Hélène Clastres, Baeta
Neves, Viveiros de Castro). Estudiosos marxistas associam a açâo da Companhia diretamente
ao projeto colonialista. Florestan Fernandes cunhou a expressào "destribalizaçâo" para signifi-
car a destruiçâo dos padrôes culturáis indígenas pela catequese jesuítica.
3
No Brasil, este traballio vem sendo feito pelo Professor Alcir Pécora, do Instituto de
Estudos da Linguagem, Universidade Estadual de Campiñas (UNICAMP), que é hoje um dos
maiores conhecedores de Vieira. Pécora acaba de organizar urna ediçâo crítica de 50 sermôes
42
de Vieira (2000). Um segundo volume deverà editar a obra profética e um terceiro, de que sou
responsivel, publicará as cartas de Vieira. Tanto o livro principal de Pécora, Teatro do
Sacramento (1992a), como seu ensaio "Vieira e a conduco do indio ao corpo místico do
Impèrio" sáo fundamentáis para o tema desta comunicafáo, pois neles o autor trata das
conceituafóes neo-escolásticas de "liberdade" e "justifa" correntes na argumentado teológico-
política de Vieira. Também deve ser lembrado o magnífico trabalho da professora Adma Fadul
Muhana, que editou os textos do processo de Vieira na Inquisito Portuguesa (1995), pondo
ao alcance dos pesquisadores as fontes primárias que sáo a condifáo primeira da critica aos
anacronismos correntes sobre o jesuíta na historiografía e ñas letras.
4
Em abril de 1639, em Camutá, na Amazònia, Vieira redigiu a carta que enderefou a seu
amigo, o padre jesuíta André Fernandes, eleito Bispo do Japáo. A carta, que fícaria conhecida
como a "Carta do Bispo do Japáo", é urna exposifáo detalhada das idéias de Vieira sobre as
Trovas de Bandarra. Aníbal Pinto de Castro (1997, 125) propOe que Vieira as converte "[...]
no fundamento de urna nova concepito de sebastianismo, segundo a qual o regresso do
Encoberto n2o traria já D. Sebastiáo, mas significava o advento de D. Joáo IV, e fazendo délas,
por conseguirne, a base essencial da sua crenfa no Quinto Impèrio e na inevitabilidade da
ressurreifáo do Rei".
43
tese reformada, afirmando que Deus certamente é origem do poder, como causa
universali ou causa universal da natureza e da bistòrta, mas nSo causa direta do
mesmo, pois o poder decorre do pacto de sujei(2o. Logo, é útil considerar a
concepto de Direito Natural que estrutura a forma mentis dos súditos no pacto
de sujeifào, pois é a mesma concepto que define o estatuto jurídico de "pessoa
humana" que Vieira aplica aos indios do MaranMo contra as pretensdes es-
cravistas dos colonos. Como demonstrou António Manuel Hespanha, a no^lo
corrente de Direito em Portugal, no século XVII, postulava neo-escolasticamente
que, antes de ser urna vontade {voluntas), o Direito era urna razáo {ratio, pro-
portio, commensuraíio, ordo, ius, juízo, prudéncia) (Xavier e Hespanha 1993,
124s.). A teoria fundamentava o Direito ou as leis positivas do reino na luz
natural da Gra?a inata, que tem por modelo a lei eterna de Deus, por isso o dito
"direito comum " ou "ordinàrio" {ius commune, opinio communis, "praxística")
tradicionalmente escapava ao arbitrio da razio de Estado absoluta, que era a
esfera pròpria da vontade da personafictaou mystica do rei. Era consensual que
o direito ordinàrio existia independentemente, antes da sua voligào pelo rei;
também era consenso que o conhecimento e a aplicafào do Direito dependiam de
um saber específico, que devia ser repetido por urna categoria também específica
de letrados formados no curso de Cánones ministrado pelos jesuítas na Uni-
versidade de Coimbra e repetido nos cursos superiores de Teologia de seus
colégios e seminários do Brasil e do Maranháo. Em urna carta de 1659 para o rei
D. Afonso VI, Vieira afirma que "os primeiros e maiores instrumentos da
conservalo e aumento dessa monarquía sáo os ministros da pregatilo e
propagalo da Fé, para que Deus a instituiu e levantou no mundo"5. E no seu
texto "Defesa do livro intitulado 'Quinto Impèrio'", de 1665-1666, afirma que
o Papa e os pregadores evangélicos enviados pelo Papa que agem na América
s&o "instrumentos ¡mediatos" da conversilo do mundo que contam com o apoio
de um "instrumento temporal e remoto", um "imperador zelosíssimo", que
protege os pregadores (cf. Mendes 1989, 100).
Essa forma mental é organizada como urna jurisprudéncia de "bons usos", ou
seja, um sistema de juízos legáis de cunho casuista e virtualmente polémico. Seu
fundamento é a auctoritas dos textos canónicos e da traditio reconfirmados no
Concilio de Trento. Tal forma mentis inclui-se naturalmente na concepgáo
corporativa da sociedade fundada na teologia-politica de um telos ou causa final,
que determina a hierarquia de suas espécies criadas segundo a analogia de
proporlo. Santo Tomás de Aquino definiu a mesma hierarquia como unidade de
integrado ou unidade de ordenado —unitas ordinis— prevendo, por comparadlo
5
Carta LXXXVI - Ao rei D. Afonso VI, 28/11/1659. Em: Vieira 1925,1, 570.
45
com as diversas partes do corpo humano, urna fiingáo diversa para cada estamen-
to ou ordem do todo político, em conformidade com sua natureza postulada de
parte. Esse é o modelo que Vieira atualiza, quando defende os indios da
escravidao ilegítima. Santo Tomás prevé a impossibilidade de haver um poder
concentrado totalmente na cabera mandante. No século XVII, na doutrina
política da monarquía portuguesa, é central a nofào referida de "bem comum".
O "bem comum" é definido como a paz social que nasce da tranqüilidade da
alma das ordens, estamentos e individuos do reino. A doutrina do "bem comum"
implica a necessidade da repressáo de partes do corpo místico que tendem à
autonomia, mesmo quando a parte insubordinada é o rei, que pode ser deposto
ou morto. Depois da Restaurarlo, quando a Coroa portuguesa passa a mono-
polizar a violència militar, fiscal, legai e judicial, a doutrina do "bem comum"
é reforjada por dispositivos sócio-culturais de interiorizaf ào da violència, que
vinham sendo aplicados desde a segunda metade do século XVI, como o ensino
e as maneiras sistematizadas pela etiqueta. A catequese dos indios é pautada por
esses mesmos principios teológico-políticos. Na luta contra os colonos do
Maranhào, Vieira afirma que a escravidao dos indios é ilegal e ilegítima, pois
contraria a lei natural, desobedece às leis positivas, como "heresia" maquiavélica
que destrói a paz do "bem comum".
Quero ainda lembrar alguns dos condicionamentos da a?ao de Vieira no
Maranhào e Grào Pará. Pressuponho que a obra de um homem da devotio
moderna nào se dissocia dos acontecimentos de urna vida inteiramente orientada
para a agáo. Em 1641, aos 33 anos, voltou a Portugal pela primeira vez. Como
disse, levava o apoio do governador-geral do Brasil, o Marqués de Montalvào,
ao Duque de Braganga, D. Joào IV, na guerra contra Castela. Sua fama de ora-
dor sacro o antecedía e o rei o nomeou pregador da Capela Real. Em 1/1/1642,
aniversário de D. Joào IV, pregou o sermào dos Bons Anos. Na peroralo,
quando comenta o versículo do Pai Nosso, adveniaí Regnum Tuum, profetiza que
o rei vivo e presente, D. Joào IV, dà continuidade ao rei morto e ausente, D.
Sebastiào, cumprindo a promessa feita por Deus a D. Afonso Henriques na
batalha de Ourique. No momento em que prega, afirma, já chegou o Reino que
Portugal já foi, mas aínda está para chegar o Reino que Portugal há-de ser,
depois dos impérios caldeu, persa, grego e romano, como Quinto Impèrio do
mundo. Para seu advento, como afirma em outras obras, as verdadeiras minas do
Brasil e do Maranhào sào as almas dos selvagens, negros e colonos, pois a
salvagào délas pela missào da Companhia de Jesus está prevista pela Providéncia
como fundamento da redengào da historia universal a ser realizada por Portugal.
Segundo o cristianismo, a obra da criagào nào terminou. Para colaborar na
livre escolha dos futuros contingentes, era necessàrio libertar o Brasil dos calvi-
46
e objetos de ferro (cf. Marchant 1943). Os autos teatrais e as cartas do Pe. José
de Anchieta, que atuou no Brasil entre 1553 e 1597, evidenciam que os franceses
que tentaram ocupar o Rio de Janeiro e partes do Norte e do Nordeste foram
aliados dos tupinambás, tamo ios, caetés e potiguaras, tornando-se inimigos dos
inimigos desses grupos, tupiniquins e tabajaras, que foram aliados dos portu-
gueses. No comércio com as tribos e na disputa territorial, os contatos iniciáis
capitalizaram o dado cultural nuclear da memoria social dos grupos tupis do
litoral, a vingança e a guerra intertribal. A obra de Jean de Léry, Voyage au
Brésil (1580), informa que os huguenotes franceses se dedicaram às trocas
esporádicas, ao contràrio dos portugueses, que desde cedo se dedicaram à
agricultura extensiva. As relaçôes dos franceses com os indios foram geralmente
pacíficas e, devido à crença calvinista na predestinaçâo, os textos de cronistas
reformados que fizeram contato com as tribos demonstram certa isençâo de juízo
quanto às práticas dos selvagens, como a guerra, a antropofagia, a poligamia e
a nudez, considerando-os parceiros comerciáis. Villegagnon, contudo, classifica
o indígena de bête portant la figure humaine e Le Testa faz do desconhecimento
de Deus a razào da existéncia do sauvage. Nos primeiros tempos da conquista
territorial, entre 1500 e 1530, o padrâo de contato e de trocas esporádicas dos
portugueses com os indios foi semelhante ao dos franceses, mas seu catolicismo
interpretava a cultura indígena de modo diverso. Principalmente depois de 1549,
quando chegou a primeira missáo da Companhia de Jesus comandada pelo Pe.
Manuel da Nóbrega, acompanhando o primeiro Governador-geral, Tomé de
Sousa, a negaçào da presença da luz natural da Graça inata no selvagem passou
a ser um dos principáis argumentos dos colonos ñas disputas com os jesuítas. As
capitanías hereditárias adotadas pela Coroa até 1534 como modelo colonizador
tinham fracassado devido às enormes distancias e ao descentramento dos núcleos
colonizadores, que eram um alvo fácil da resistência indígena. É só a partir de
1549 que ocorre a mudança efetiva da estratégia colonizadora com o estabeleci-
mento do Governo-geral. O novo modelo de colonizaçâo baseava-se em très
frentes: exploraçào e defesa militar do territorio, agricultura extensiva e conquis-
ta espiritual. A grande propriedade açucareira, estabelecida inicialmente no
Nordeste, onde as terras de massapé sào extremamente férteis e nâo existe a
barreira da Serra do Mar do Sudeste, produziu a escravizaçâo sistemática dos
indios, acompanhada das "guerras justas" de exterminio e escravizaçâo das tribos
declaradas bárbaras e inimigas6. As polémicas sobre a escravidào e a "guerra
6
Mas sabe-se que já nos primeiros anos do século XVI várias expedifOes portuguesas e
espanbolas foram enviadas ao Atlàntico Sul, como as de Américo Vespúcio (1501); Solis (1512;
1515); JoSo de Lisboa (1515); Fernáo de MagaMes (1520); Loyasa (1525): SebastiSo Caboto
49
(1526); Diego García (1526); Martini Afonso de Sousa (1530). Quase todas elas aprisionaram
e escravizaram indios que habitavam o atual territòrio do Brasil.
7
O historiador Taunay afirma que, no século XVI, para uma populaçâo de mais ou menos
4.000 almas livres, havia cerca de 70.000 escravos indios na capitanía de Sao Vicente. No
inicio do século XVII, segundo os jesuítas, uma só bandeira ou expediçâo paulista teria
capturado 300.000 guaranis ñas terras do Guairá, no atual Paraguai, que estavam reduzidos a
20.000 quando a bandeira regressou a SSo Paulo (citado por Rodríguez Molas 1985, 33).
50
da fé crista. Desde o inicio, a escravidao dos negros foi definida como "guerra
justa" ou guerra contra infléis. Com o desenvolvimento das colonias americanas,
o tráfico se tornou um magnífico negocio para a Coroa e as pilhagens do inicio
foram substituidas pela sistematicidade do comércio com os sobas, chefes africa-
nos que vendiam escravos capturados em guerras intertribais. Como presa obtida
numa guerra classificada como "guerra justa", segundo o imaginário da cruzada
ou como mercadorias trocadas e compradas, os negros sao definidos como
escravos nos papéis portugueses. Muitas vezes, por meio de argumentos teológi-
cos: sao descendentes de Cam, o filho amaldi^oado de Noé. Neste sentido, os
jesuítas, como Nóbrega, Anchieta e Vieira propóem a importado de africanos
para a América em substituido dos escravos indígenas: "Sem negros, Pernam-
buco nao existe, e, sem Angola, náo existem negros", dizia Vieira em 1648. Isso
porque, como afirma, "o Brasil tem o corpo na América e a alma na África"
(Vieira 1925,1, 243). Lembro que, nos séculos XVI e XVII, a instituido portu-
guesa do padroado conferia á Coroa poder ¡mediato sobre o clero, pois o rei
nomeava os bispos das dioceses e podia vetar o nome dos religiosos que as ocu-
pariam. Nesse sentido, desde a missáo de Nóbrega, em 1549, a Companhia de
Jesús foi um dos principáis agentes na execugáo das determinafoes políticas,
religiosas e económicas da Coroa. Entre elas, a escravidao negra.
Quanto aos indios, poderíamos dizer, com Foucault, que o fato brutal da
invasáo e da ocupadlo dos territorios habitados pelos povos classificados como
"selvagens", invasáo e ocupafáo sempre acompanhadas de massacres e espantosa
variedade de atrocidades, antecede lógica e cronológicamente toda discussáo
jurídica sobre a legitimidade da escravizafáo deles ou sobre a "guerra justa"
contra eles (Foucault 1997 , 24). As discussoes de Vitoria, Molina, Oviedo,
Acosta, Gomara, Las Casas, Sepúlveda, na área espanhola, e de Nóbrega,
Anchieta, Cardim e Vieira, na portuguesa, adaptam-se objetivamente aos aconte-
cimentos, sendo produzidas por eles ou pela mediafao deles, nao importa a
intenfáo particular dos agentes, que muitas vezes é admiravelmente justa. As
discussoes tém necessariamente que também incluir como determinado do seu
sentido o dado primeiro, bruto e objetivo da invasáo. A defesa da liberdade
indígena é acompanhada da regulagáo do direito de escravizá-lo ou de fazer a
guerra contra ele, determinando as condifóes e os momentos em que seria "gue-
rra justa" ou situafáo de excefáo. Também é preciso dizer que, nos séculos XVI
e XVII, nos dois Estados portugueses da América, quando a perspectiva da
verdade religiosa divulgada pelos jesuítas produz urna alma para o indígena, que
é classificado, no ato, como " inconstante", "bo?al", "animal", "cáo", "perro",
"porco", "gentío", "selvagem" e "bárbaro", produz a carencia do Bem das insti-
tui?oes portuguesas que cabe á Companhia de Jesús suplementar.
52
dar-lhes terrras suficientes para viverem entre cris tíos com os padres da Com-
panhia para os doutrinarem (Nóbrega 1954, 450).
No Maranháo, Vieira usa a oratoria deliberativa tentando persuadir os colo-
nos a obedecerem a essas leis. Um de seus principáis argumentos, que repete nos
sermoes, propoe urna inver sao: sao os colonos que devem servir aos indios,
demonstrando o amor e a caridade de verdadeiros cristaos para com os que nao
conhecem a Cristo. No Sermáo da Primeira Dominga da Quaresma, que pregou
em Sao Luís, em 16/1/1653, e que ficou conhecido como Sermáo das Tentagóes,
usa o mesmo argumento e tenta intimidar os colonos com o medo da perdigáo da
alma, usando urna demonstrado silogística perfeita:
Todo o homem, que deve servido, ou liberdade alheia, e podendo-a
restituir, nao restituí; é certo que se condena; todos, ou quase todos
os homens do Maranháo devem servidos, e liberdades alheias, e
podendo restituir, nao as restituem; logo, todos, ou quase todos se
condenam (Vieira 1959, III, 13).
No mesmo sermáo, Vieira propóe organizar o cativeiro indígena: só podem ser
escravizados os indios que estáo "em corda", ou seja, os prisioneiros de outros
indios que sao resgatados pelos colonos para impedir que sejam comidos. Tam-
bém podem ser escravizados os indios que já sao escravos de seus inimigos e os
que sao aprisionados em "guerra justa". Nos casos em que essas condi^oes náo
se aplicassem, os indios seriam libertados e postos ñas aldeias sob a jurisdifáo da
Companhia de Jesús. Obviamente, os colonos nao concordaram. Nos novos
conflitos, os jesuítas sáo amea^ados de morte, sofrem violéncias físicas e moráis,
sao expulsos dos aldeamentos ou impedidos de realizar a catequese. Numa carta
de 1656 para seu amigo, o Pe. André Fernandes, Vieira afirma que os jesuítas
vivem "um inferno abreviado". Em 20 de maio de 1653, expóe a D. Joáo IV o
que chama de "causas de até agora se ter feito táo pouco fruto" a missáo je-
suítica, dizendo que escreve "em nome de todas as almas que nestas vastíssimas
térras de V. M. estáo continuamente descendo ao inferno, por falta de quem as
doutrine" (Vieira 1925,1,314). A carta evidencia o principal móvel da presenta
jesuítica no Maranháo: converter os indios e integrá-los ao corpo místico do
Império. Na conversáo, o pressuposto de que tém alma que nao conhece Cristo
e que, portante, deve ser salva, fundamenta o sentido de dever cristáo da missáo.
Importa ao padre antes de tudo salvar-lhes a alma. Ainda em 23 de maio de
1653, escrevendo ao Provincial, Vieira relata procedimentos dos jesuítas quanto
ao cativeiro dos indios, dizendo que uma vez por semana os padres tomam ligáo
da língua da térra (o tupi) para se fazerem hábeis na conversáo (ibíd., 327).
Além disso, duas vezes por semana, propóem-se linóes de casos de consciéncia.
Nelas, ele e os outros discutem o seguinte: qual obriga^áo tém os padres acerca
54
8
Cf.: "E se as letras deste abecedário se repartissem pelos Estados de Portugal, que letra
tocaría ao nosso MaranMo? Nao há dúvida que M. M. Maranháo, M. murmurar, M. motejar,
M. maldizer, M. malsinar, M. mexericar e sobretudo M. mentir: mentir com as palavras,
mentir com as obras, mentir com os pensamentos, que de todos, e por todos os modos aqui se
mente. Novelas, e novelos sáo as duas moedas correntes desta terra; mas tém urna diferenfa,
que as novelas armam-se sobre nada, e os novelos armam-se sobre muito, para tudo ser moeda
falsa" (1959, IV, 156).
9
"Como eu fui o que criei esta miss3o por ordem de V. M., e assisti a tudo o que sobre
eia se dispòs; eu só tenho as noticias fundamentáis de tudo, e só posso informar e alegar das
razóes por que se ordenaram os particulares déla, e os gravíssimos danos que do contràrio se
seguem" (Carta de 1661 ao rei D. Alfonso VI, em: Vieira 1925,1, 589).
55
haveria urna feira onde os indios venderiam seus produtos; somente os jesuítas
poderiam entrar no sertào para fazer contato com as tribos selvagens; urna única
ordem religiosa, a ser nomeada pelo rei, seria responsável pelos indios; nenhum
deles poderia ser trazido do sertào sem antes haver plantafòes e aldeias para
eles; os indios de corda seriam resgatados etc.10. As violèncias dos colonos
contra os padres se intensifícavam e Vieira decidiu ir a Lisboa para tentar in-
fluenciar favoravelmente a Corte. Antes de viajar, pregou em 13/6/1654 o
sermáo de Santo Antonio. Conta-se que dramáticamente, pois teria saído da
igreja para falar ao mar. No sermáo, as várias espécies de peixes alegorizam as
várias espécies de corruptos e corrupgòes do Maranhào. Data da Quaresma de
1655 o sermáo da Sexagésima, que pregou na Capela Real de Lisboa. Nele,
Vieira critica os "estilos cultos", as agudezas gongóricas usadas no pùlpito pelos
seus rivais dominicanos, que controlavam a Inquisirlo, como o mais famoso
deles, Frei Domingos de Sao Tomás. Novamente, o sermáo alegoriza a grande
questào politico-econòmica do reino, os capitais judaicos. Vieira fundamenta sua
argumenta?ào no conceito predicável extraído de Mateus, XIII, 3, Ecce exiit qui
seminai, seminare, "Eis saiu o que semeia a semear", desenvolvendo-o palavra
por palavra e acrescentando-lhe semen suum, "a sua semente". Se o leitor do
sermáo da Sexagésima nào considera a situalo polèmica do Maranhào e Grao
Pará, pode ser levado a crer que Vieira trata apenas do pregador evangélico e da
doutrina retórica da oratoria. Mas efetivamente fata de si mesmo e dos jesuitas
das missòes para atacar o Santo Oficio da Inquisito quando critica o estilo do
seu maior pregador, Frei Domingos de Sao Tomás. Afirmando que há duas
espécies de pregadores, "os que ficam" e "os que saem", pergunta ironicamente
o que acontecerá aos pregadores no Dia do Juízo e afirma que "Os de cá achar-
vos-eis com mais paco; os de là, com mais passos" (Vieira 1959,1, 4). Ou seja,
"os que ficam" e pregam na Corte, como os dominicanos da Inquisito contra-
rios ao projeto de funda?áo de companhias de comercio financiadas pelos capi-
tais judaicos, serào julgados pelo seu apego às coisas do mundo; "os que saem"
a pregar ñas missòes, como os jesuítas do Maranhào, com afòes virtuosas e
sofrimentos, serào julgados por suas obras. No domingo seguinte, a Quinquagè-
sima, Frei Domingos de Sào Tomás respondeu. Mas Vieira nào retomou a
diatribe. Em 9/4/1655, Vieira obteve urna provisào règia com medidas
favoráveis aos jesuítas e aos indios dos Estados do Brasil e do Maranhào e Grào
Pará. Em 16/4/1655, voltou para o Maranhào e pòs ¡mediatamente em pràtica a
ordem real. A provisào règia determinava que os colonos nào mais podiam
10
Carta LXIX. Ao Rei D. Joao IV (6/4/1654) (ibíd., 431-441).
56
11
"Quem havia de crer que em urna colonia chamada de Portugueses se visse a Igreja sem
obediencia, as censuras sem temor, o sacerdócio sem respeito, e as pessoas, e lugares sagrados
sem imunidade? Quem havia de crer que houvessem de arrancar violentamente de seus claus-
tros aos Religiosos, e levá-los presos entre beleguins e espadas nuas pelas rúas públicas, e té-
Ios aferrolhados, e com guardas, até os desterrarem? Quem havia de crer que com a mesma
violéncia e afronta lanfassem de suas cristandades aos pregadores do Evangelho, com escánda-
lo nunca imaginado dos antigos cristáos, sem pejo dos novamente convertidos, e à vista dos
gentíos atónitos e pasmados? [...] Náo falo dos autores, e executores destes sacrilégios, tantas
vezes, e por tantos títulos, excomulgados, porque lá lhe ficam Papas que os absolvam. Mas
que será dos pobres, e miseráveis indios, que sáo a presa, e os despojos de toda esta guerra?
[...] E que a tudo isto se atrevessem, e atrevam homens com nomes de Portugueses, e em
tempo de Rei portugués?" (Vieira 1959, II, 12).
62
Comparando os jesuítas à estrela dos reis Magos, Vieira aplica urna analogia de
proporlo: assim como a estrela conduziu os Magos a Cristo, os jesuítas condu-
zem a quarta por?5o do mundo, os nào-cristàos da América, para a Igreja
missionària. Depois de estabelecer outras concordancias entre os Magos, a
estrela e os jesuítas, diz admiravelmente: "Mas vamos seguindo a estrela" (ibíd.,
25), afirmando que nào vai apenas acusar o pecado dos colonos portugueses
contra os jesuítas portugueses na América. É pecado gravissimo, mas todos os
homens do reino devem seguir a lifào crista do "Amai-vos uns aos outros",
perdoando-se os colonos12 em nome da paz e da concordia do "bem comum"13.
12
Antes de propor os "remédios" para os pecados, Vieira defende a Companhia de Jesús
das acusaf5es dos colonos. Os colonos afinnam que a defesa da liberdade dos fndios é inter-
esseira e injusta: interesseira, porque os jesuítas pretenderiam ter os indios a seu servido
exclusivo; e injusta, porque impedem que prestem servidos a outros. Vieira defende a Compa-
nhia afirmando que sito os padres que servem aos indios, assim como Cristo, que náo veio para
ser servido, mas para servir. Outra acusado afirma que os jesuítas defendem os indios porque
náo querem que sirvam ao povo. Aqui, Vieira reafirma sua concepto neoescolástica de
"liberdade": "Nio é minha tenfáo que náo haja escravos; antes procurei nesta corte, como é
notório e se pode ver da minha proposta, que se fizesse, como se fez, urna junta dos maiores
letrados sobre este ponto, e se declarassem como se declararam por leí (que lá está registrada)
as causas do cativeiro lícito. Mas porque nós queremos só os lícitos, e defendemos (proibimos)
os ilícitos, por isso nos n3o querem naquela térra, e nos lanfamdéla" (ibíd., 45). Vieira ainda
propSe "remédios": "O primeiro e fundamental de todos era que aquelas térras fossem povoa-
das com gente de melhores costumes, e verdaderamente cristá". Aqui, critica a colonizado
com degredados e fala da contradigo de o regimentó dos Governadores determinar que a vida
dos portugueses deve ser honesta para servir de exemplo na conversáo dos indios e, ao mesmo
tempo,"[...] os povoadores que se mandam para as mesmas térras sáo os criminosos e malfeito-
res tirados do fiindo das enxovias, e levados a embarcar em grilhóes" (ibíd., 49). Outro
"remédio" é "[...]a boa eleigáo dos sujeitos a quem se comete o governo" (ibíd., 50). Outro,
ainda, "[...] é que as Congregantes eclesiásticas daquele estado sejam compostas de tais
sujeitos, que saibam dizer a verdade e que a queiram dizer" (ibíd., 53). O último "remédio" "é
que todos (os remédios) que forem necessários para a boa administrado e cultura daquelas
almas, se lhes devem náo só conceder, mas aplicar efetivamente, sem os mesmos gentíos, ou
novamente cristáos (nem outrem por eles) o pedirem ou procurarem" (ibíd., 56).
13
Em Vieira, o tempo progride em linha reta, porque é o tempo da ortodoxia católica, mas,
diferentemente da temporalidade progressista do Iluminismo, é a história humana que está
subordinada ao tempo criado por Deus como urna de suas figuras. O tempo é finito porque é
criado, mas ainda náo está acabado e, por isso, exige a participafáo dos homens que, no
presente, colaboram no seu aperfeifoamento rumo ao Apocalipse e á salvafáo da alma. A idéia
de que os homens constroem a história com a substancia do tempo participado pela substáncia
metafísica de Deus faz com que Vieira afirme que há, certamente, um modelo para essa
construfáo. Gsse modelo é o passado, que retorna continuamente sobre o presente. O retorno
náo é, porém, simples repetido do que já houve. O tempo náo é cíclico, como no mito, porque
63
náo é, porém, simples repetido do que já houve. O tempo nào é cíclico, como no mito, porque
cada época do passado é sempre pròpria, particular, histórica e nunca se repete. Mas algo se
repete na história subordinada ao tempo, quando o passado retorna sobre o presente: é o Idén-
tico, Deus, que faz o passado e o presente ser ñguras temporais da sua Vontade. O passado é
um tempo gasto, por isso, mas a interpretalo da sua ruina revela as várias repetifòes da iden-
tidade do conceito indeterminado de Deus que já ocorreram. Obviamente, como os tempos n3o
se repetem, eles nunca sào idénticos, mas apenas semelhantes, ou seja, diversos e diferentes.
A semel hanga deles decorre do fato de que em todos eles Deus é presente, pois é eterno,
aconselhando em todos eles a a^áo justa para o livre-arbítrío dos homens. Ñas obras de Vieira,
por isso, o discurso da história é definido e operado como um ornato da identidade divina,
segundo a oposito complementar definito/infinito que caracteriza as práticas portuguesas do
século XVn. Assim, também em Clavis Prophetarum, ele define a natureza e a história como
sendo um efeito criado e um signo reflexo da Causa primeira que também é sua Causa final.
Com essa concepto, quando interpreta os textos da Biblia, os textos dos comentaristas canóni-
cos, as Trovas de Bandarra e vários outros, ele estabelece concordáncia analógica entre os
homens e os acontecimentos do passado e os homens e os acontecimentos do presente do
Impèrio Portugués, interpretando uns e outros como antitipos e tipos, ou seja, como figuras
especulares dos futuros contingentes em que pela segunda vez virá o Protòtipo, Cristo, que os
cria e recebe de volta. Por isso, Vieira unifica a monstruosa multiplicidade dos negócios
políticos, económicos e religiosos de Portugal por meio do sentido transcendente que propóe
como causa e sentido de todos eles. A unificalo decorre do fato de interpretar a circunstáncia
histórica como um signo ou urna causa segunda da vontade de Deus, pesquisando a presenta
da esséncia divina praticamente, ñas múltiplas espécies de suas figurantes históricas. A
interpretado metafísica do tempo nao se separa nunca do sentido político da afào e podemos
definir a representado de Vieira como um dispositivo aplicado para levar as vontades indivi-
duáis do Impèrio, os escravos negros, os indios bravos, os indios catequizados, os colonos, os
plebeus, a nobreza e os príncipes da Casa Real, a se tornarem urna única vontade unificada
como o corpo místico de urna nafáo universalizadora da verdadeira fé.
64
ele era tratar as Trovas de Bandarra como texto canónico. Mas havia várias
outras razSes que se acumulavam desde o tempo de suas viagens à Holanda e à
Franga. Entre elas, a defesa profética da liberdade dos indios do Maranhào e do
Brasil também punha o Santo Oficio contra ele. Depois de cinco anos e meio de
humilhafòes e sofrimentos físicos, a sentenza foi proferida. Vieira nao saina em
auto-da-fé porque se retratara de todos os seus erros, mas teria de ouvir a senten-
za em pé frente aos Inquisidores e outros religiosos e autoridades. Era a véspera
do Natal de 1667.
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Mendes, Margarida Vieira. 1989. A oratòria barroca de vieira. Lisboa: Editorial
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65
' Que este problema debió de haber interesado particularmente en el siglo que considera-
mos, nos los demuestra Lope de Vega en una de las epístolas de "La Circe" (poema barroco
de 1624) en el que escribe a un receptor desconocido explicándole la íntima relación de poética
y retórica y le dice que don Francisco de Quevedo estaba escribiendo un discurso sobre cómo
los retóricos ejemplifican con poesía. Precisamente el ejemplar de la Retórica de Aristóteles
anotado de puño y letra de Quevedo que tuve la enorme suerte de encontrar, es una prueba de
ello, pues don Francisco escribe en la portada del ejemplar: "Advertido en todos los lugares
que pertenezen a la Poética i a los Poetas i en algunos anotados. Por don Francisco de Quevedo
Villegas" (en: López Grigera 1998, 101).
68
como los de Rivas Sacconi (1949) para Colombia, de hace medio siglo; y los de
Osorio Romero (1979; 1980) para México tres décadas posteriores. De hace
apenas un lustro es el libro de Abbott (1996) en el que presenta cómo influyó lo
que podríamos llamar la tradición retórica en los dos grandes virreinatos: México
y Perú, desde comienzos de su establecimiento hasta fines del siglo XVII. El
primer tratado de Osorio sólo se ocupa de la enseñanza de la retórica en los
colegios de la Compañía de Jesús, pero, si recordamos que desde el último
cuarto del XVI en la misma España los jesuítas se ocuparon casi exclusivamente
de la enseñanza de la gramática y la retórica, absorbiendo —tras largas polémi-
cas— los cursos de las escuelas menores, conocer lo que ellos hicieron nos ofrece
un punto de observación valioso. Del libro de Abbott sólo los dos últimos
capítulos caerían dentro de nuestro interés ya que se refieren al siglo XVII: al
Inca Garcilaso de la Vega y al jesuíta José de Arriaga. El moderno enfoque de
Abbott organizado en función de la oposición "uno mismo"/ "el otro" recuerda
otro punto que, si bien no podremos tratarlo aquí, debemos advertir que merece
estudios futuros: en el capítulo dedicado a fray Bernardino de Sahagún, presenta
al misionero escuchando "al otro" en los indígenas y tratando de captar sus
procedimientos de persuasión, para ofrecerle luego su propio mensaje construido
con la persuasividad del que va a ser persuadido. Claro que este hecho tan
moderno es muy antiguo también porque era uno de los requisitos del "decoro"
retórico: adecuar el discurso al emisor, al receptor y al objeto mentado. Ese
interés retórico por el receptor del mensaje nos abre una puerta para el conoci-
miento actual de lo que podríamos llamar la retórica indígena2.
Quisiera poder trazar un esquema de las principales corrientes que siguió la
retórica española en el siglo XVII, ya que los ecos de esas corrientes llegaron a
los distintos centros del Nuevo Mundo, que durante los primeros cuarenta años
del siglo se extienden desde el Río de la Plata hasta más allá del Rio Grande.
Debo aclarar que a veces uso —se me escapa— el término "barroco"3, término
equívoco procedente de las artes plásticas, aunque difícilmente podría delimitar
ni sus características ni su extensión. Con todo debo empezar recordando los
últimos años del XVI porque en la retórica como en todas las cosas los movi-
2
Así es como se interesa y recoge los métodos de los aztecas en el arte de los discursos de
sus jefes políticos y religiosos conservados por tradición oral, llamados Huehuehtlahtolli.
Abbott (1996) estudia el sistema de estos discursos a través de los que fray Bernardino insertó
en su Historia General de Nueva España, lo que le lleva a concluir que la retórica es una
disciplina que se da en todas las sociedades, orales o letradas.
3
Como decía mi maestro Diego Angulo Iñiguez, el término "barroco" es una muleta que
usamos mientras no somos capaces de caminar por nuestros propios pies.
69
4
Hay que recordar que si bien fray Luis de Granada es español por su nacimiento y porque
escribió casi toda su obra en español, vivió desde 1556 hasta su muerte en 1588, en Portugal.
70
1. Enseñanza de la retórica
Al hablar de enseñanza de la retórica en los siglos XVI y XVII, tanto en Europa
como en América, se sobreentienden varias disciplinas: los preceptos —el arte—
que generalmente los enseñaba un profesor joven, no siendo la mayoría de los
manuales conservados más que eso. Mientras que la clase del catedrático tenia
la mayor importancia: en ella comentaba los textos clásicos griegos y latinos,
mostrando a sus estudiantes cómo se habían usado en ellos los preceptos de
retórica y de poética, tanto los relativos a la inventio, como a la dispositio, y a
la elocutio. La tercera parte de estos estudios eran las ejercitaciones, los famosos
trabajos que llevaban el nombre griego de progymnasmata, por medio de los que
el estudiante aprendía a escribir distintos tipos de textos breves, que más tarde se
combinaban formando una obra extensa5. Los estatutos de las universidades
establecen estas diferencias de cursos, y la Raíio Studiorum de los jesuítas,
construida sobre los modelos de las universidades europeas, muestran claramente
su distribución, incluso de las horas del día, para ello. Como es bien sabido la
Ratio —que empieza a aplicarse en América a principios del XVII— establecía un
ciclo de tres cursos de gramática latina y griega, uno de humanidades y otro de
retórica (oratoria y poética). En los tres cursos de gramática se empezaban a
enseñar las figuras de elocución y la composición de cartas. Pero los estudios
propiamente retóricos comenzaban en el cuarto curso, el de Humanidades, cuyo
objetivo era "poner los fundamentos de la elocuencia [...], con triple base: el
conocimiento de la lengua, una moderada erudición y una breve información
sobre los preceptos relativos a la oratoria. [...] En cuanto a preceptos, se expli-
cará una breve suma de la retórica de Cipriano" (Labrador 1986, 99s.). Los
ejercicios de composición en este nivel consistían en
componer versos, cambiar un poema de un género en otro, imitar
algún pasaje, escribir en griego y otros ejercicios parecidos.
[...] en el primer semestre [...] escriban los discípulos de propia
cosecha, después de explicarles algún género epistolar e indicarles
como modelo las cartas de Cicerón y Plinio. En el segundo semestre
deben estimular el ingenio y componer primero chrías, luego ex-
5
Obras como ei Quijote, el Guzmán de Alfarache, están formadas por una serie de
pequeños ejercicios de progymnasmata ensamblados en una historia mayor.
72
6
Osorio Romero reconstruye igualmente la lista de profesores de retórica en varias ciudades
de la Nueva España. Sólo para la ciudad de México contamos en la primera década del XVII
con una veintena de profesores dedicados a la enseñanza del latín, de las humanidades y de la
retórica (Osorio 1979, 20, 32, 47s.).
73
7
Véase la carta del Padre Morales al Padre Mercuriano (Carta 1579), de la cual hay un
ejemplar en la Biblioteca de la Universidad de Harvard. Osorio (1979, 32-44) publica varios
de los textos latinos con que decoraban arcos, emblemas, etc.
8
Véase Mínguez 1997. Para el ámbito germánico, véase Wimmer 1982.
74
Guatemala, sabemos que dichos estudios existían en forma privada aun antes de
contar con universidad. Tenemos datos interesantes en este sentido en la obra de
Fuentes y Guzmán, de la que ya hablaremos.
Del enorme territorio del entonces virreinato del Perú, sabemos que en la
universidad se enseñaba latín y retórica en los colegios menores, hasta que los
jesuítas en sus propios colegios reemplazan, como había sucedido en España, la
enseñanza del latín por la universidad. Así, ésta se dedica a la medicina, el
derecho y la teología. De los colegios de jesuítas podemos deducir que también
se hacían estudios similares a los de México, con ejercicios prácticos de trascen-
dencia social en las ciudades. Por otro lado están las fiestas, por ejemplo la de
la definición del dogma de la Inmaculada, 1619, fue celebrada en Lima con
carros triunfales, representaciones, poesías de diverso tipo, sermones, etc. Esto
no sólo organizado por los jesuitas sino por todas las órdenes religiosas con
estudios.
En el estilo y la invención de todos los escritores coloniales de los que
conservamos algo se advierten sin ninguna duda sus preocupaciones temáticas al
día, lo mismo que sus gustos y modas estilísticas. El estilo historiográfico del
Inca Garcilaso ya hace muchos años que Menéndez y Pelayo demostró procedía
de la imitación de Tácito. Por otro lado sabemos los intereses en materia retórica
del Inca: el jesuíta cordobés Francisco de Castro le dedica su De arte rhetorica
(Córdoba, 1611), manualito que lleva un poema encomiástico en latín escrito por
don Luis de Góngora. Otro mestizo jesuita, Blas Valera, escribía en un latín
impecable y, según Garcilaso, habría compuesto una historia del antiguo Perú en
dicha lengua. De Lima saldrán valiosos eruditos como Antonio de León Pinelo
y su hermano Juan Rodríguez de León, al que veremos más adelante en México.
Todavía conviene insertar, en el punto disciplinar que le corresponde, un
trabajo que todos conocemos, el Apologético en favor de D. Luis de Góngora,
príncipe de los poetas líricos de España, contra Manuel de Faria y Sorna,
caballero portugués (Lima, 1662) de Juan de Espinosa Medrano. Tardío comen-
tario del arte y estilo de las Soledades, de gran mérito por los acertados juicios
y la finura de sus análisis, que revela el interés por las teorías poéticas que se
tenía en puntos tan alejados.
En su obra El latín en Colombia, Rivas Sacconi (1949) ha mostrado que los
estudios de latín empiezan desde 1563 en el convento de los dominicos. El
arzobispo Zapata de Cárdenas instaló en 1580 el seminario de San Luis con un
"preceptor de latín y de retórica" (ibíd., 42s.). Los jesuitas se instalan a princi-
pios del XVH y establecen un colegio con enseñanza prioritaria de la latinidad.
Como es bien sabido la universidad —Colegio mayor de Nuestra Señora del
Rosario— es fundación de 1653 del dominico fray Cristóbal de Torres, amigo de
75
9
El profesor Joaquín Pascual Barea prepara una edición anotada de esta poética casi
desconocida.
76
10
Ms. 17.667, titulado "Varios de Lima". Los textos limeños son del XVII, pero hay una
"Descripción de las grandezas de Santiago de Chile", de 1740.
78
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La apropiación de modelos discursivos europeos en la
prosa hispanoamericana del siglo XVII
Carmen de Mora
1
Véase mi libro Escritura e identidad criollas. Modalidades discursivas en la prosa his-
panoamericana del siglo XVII (2001). Aquí, con objeto de no extenderme demasiado, rae
centraré sólo en El Camero y el Cautiverio feliz.
82
ca, que solía enunciarse en los prólogos desde el siglo XII hasta Cervantes
(Pabst 1972, 185). Y ello debido a la censura rigurosa que alejaba a las novelas
cortas españolas de la libertad que desde Boccaccio había logrado la novella
italiana, cuyo trasplante a España conoció no pocas dificultades. Podría decirse
que Rodríguez Freile y Núñez de Pineda constituyen dos muestras diferentes de
ejemplaridad. El contenido moralmente dudoso y anti-ejemplar de los casos
contemporáneos referidos en El Camero lo aproximan al espíritu más moderno
de la novella. En cambio, en el Cautiverio feliz la presencia avasalladora de lo
ejemplar histórico, bíblico-religioso o moral, la mirada constante al pasado, lo
aproximan a los escritos religiosos y doctrinales de la prosa medieval. Esto, en
términos generales, porque no sólo Rodríguez Freile, sino también el autor
chileno empleaban recursos que se utilizaban en las novellas del Siglo de Oro.
Es justo reconocer, además, que, junto al ejemplo retórico tradicional, Núñez de
Pineda recurre a las técnicas amplificatorias que llevarían al ejemplo a con-
vertirse en auténticas narraciones de carácter cuentístico o novelesco, y, que
tanto éxito tuvieron a partir del Renacimiento. Así dos textos coincidentes en
tantos puntos —principalmente en el ataque a las instituciones coloniales y en la
conciencia criolla— revelan la coexistencia, todavía en el siglo XVH, de esas dos
tendencias en pugna que aún presentará bajo otra faz la primera novela hispano-
americana, Periquillo Sarniento.
El Carnero
En las líneas que siguen propongo algunos ejemplos textuales que demuestran la
utilización y apropiación de formas discursivas y, sobre todo, narrativas, por
parte de estos autores criollos para construir obras de naturaleza supuestamente
historiográfica. Empezando por Rodríguez Freile, traeré a colación un fragmen-
to muy citado, "la metáfora de la doncella huérfana", una especie de alegoría
que el autor introduce en el capítulo V para justificar las digresiones y citas eru-
ditas y, sobre todo, para explicar la estructura del libro:
Paréceme que ha de haber muchos que digan: ¿qué tiene que ver la
conquista del Nuevo Reino, costumbres y ritos de sus naturales, con
los lugares de la Escritura y Testamento viejo y otras historias anti-
guas? Curioso lector, respondo: que esta doncella es huérfana y
aunque hermosa y cuidada de todos, y porque es llegado el día de
sus bodas y desposorios, para componerla es menester pedir ropas y
joyas prestadas, para que salga a vistas; y de los mejores jardines
coger las más graciosas flores para la mesa de sus convidados: si
alguno le agradare, vuelva a cada uno lo que fuere suyo, haciendo
84
con ella lo del ave de la fábula: y esta respuesta sirva a toda la obra
(Rodríguez Freile 1968, 82).
Raquel Chang propone la siguiente interpretación: la doncella es Nueva Grana-
da; huérfana porque su historia carece de conquistas y hazañas famosas:
Para realzarla es imprescindible decorarla con "joyas prestadas" que
no son otras que las referencias bíblicas, al mundo antiguo y a la
patrística, que desembocan en los razonamientos filosófico-morales.
Ellos apoyan las opiniones de Rodríguez Freile, adornan el relato de
los acontecimientos neogranadinos y los ubican en un marco cristia-
no católico (1974, 180s.).
Por su parte, Susan Hermán (1983) distingue dos planos en la metáfora de la
doncella; uno, las ropas y joyas prestadas para vestir a la doncella; otro, las más
graciosas flores para la mesa de los convidados, es decir, para (os lectores
curiosos. Por tanto, las más graciosas flores de los mejores jardines no se refie-
ren a las reflexiones moralizantes sino a los casos. Así en el capítulo IX se lee:
"En ínterin que llega el primer presidente de este Reino, quiero coger dos flores
del jardín de Santa Fe de Bogotá, Nuevo Reino de Granada; y sea la primera lo
sucedido al señor obispo don fray Juan de los Barrios con la Real Audiencia"
(Rodríguez Freile 1968, 137). Y más adelante:
La segunda flor nació también en esta plaza, que fue aquel papel que
pusieron en las paredes del Cabildo de ella, los años atrás, que
trataba de las muertes de los dos oidores Góngora y Galarza, pérdi-
da de la Capitana, su general y gente, sobre el paraje de la Bermu-
da, que pasó así (ibíd.).
La alusión a las flores era muy frecuente en los títulos y dedicatorias de las
obras literarias en el siglo XVI. Por citar un par de ejemplos, Antonio de Tor-
quemada publicó un Jardín de flores curiosas (1570), y en la Dedicatoria al
lector de la Floresta Española de Melchor de Santa Cruz se dice: "De aquesta
Floresta, discreto lector,/ donde hay tanta copia de rosas y flores,/ de mucha
virtud, olor y colores,/ escoxga el que es sabio, de aquí lo mejor" (1966, 117).
Habría que distinguir entonces dos planos en la metáfora de la doncella: uno,
las ropas y joyas prestadas para vestir a la doncella; otro, las más graciosas
flores para la mesa de los convidados, es decir, para los lectores curiosos. Se
trata en este segundo caso del topos del regalo, bastante usual en los prólogos
novelísticos. La asociación entre alimento o comida y palabra —sugerida en el
texto de Rodríguez Freile en el término "mesa"— posee un carácter ritual que
sirve de introducción al relato o al poema. En los cuentos de tradición oral se
85
1
Menéndez Pelayo 1943, ÜI, 11. La influencia de Boccaccio en los cuentos y asuntos dra-
máticos españoles fue mayor en el siglo XVII que en el siglo XVI. Romera Castillo (1981) ha
comentado extensamente la enorme repercusión del texto de Boccaccio en la literatura española
y analizado las semejanzas y diferencias entre la novela X-10 del Decamerón, la historia de
Griselda, y la segunda Patraña de El Patrañuelo, basada en la novela de Juan de Timoneda, y
El ejemplo de casadas y prueba de paciencia de Lope de Vega.
86
"A lo que dizes que lleve conmigo mi dote, ya sabes, sennor, que no traxe ál
sino la fe, y desnuda sallí de casa de mi padre y vestida de tus pannos los quales
me plaze desnudar ante tí" (1943, 9s.).
La idea fundamental de la metáfora, es decir la doncella pobre que debe ser
vestida para casarse y a la que en un momento dado se le puede obligar a resti-
tuir lo que recibió porque no le pertenecía, está en la novella de Boccaccio. Lo
que no aparece en él y sí en Rodríguez Freile es que la doncella es huérfana;
pero puesto que con esa historia el escritor santafereño estaba alegorizando la
situación de Nueva Granada con respecto a la Metrópoli, y de su propia obra, no
es extraño que hiciera huérfana a la doncella; por lo demás, tratándose de una
historia tan popular, si la versión que conocía era oral pudo haber sufrido cam-
bios. Este detalle refuerza la idea de un escritor aficionado a las narraciones y la
intertextualidad de El Carnero con otras obras ficticias o de tradición oral3.
Si atendemos al componente más perdurable de este libro, los casos, pueden
distinguirse dos grandes variantes: en primer lugar, los judiciales reales protago-
nizados por representantes de la Corona española en el Nuevo Reino de Granada
(presidentes, gobernadores, oidores, arzobispos y otras personalidades), basados
en el discurso forense, que están narrados con las características de la novella.
Y no sólo en la estructura de las acciones y funciones, analizadas por Benso
(1977), sino en otros aspectos más complejos. En segundo lugar, están los casos
más bien anecdóticos, en los que intervienen personajes poco representativos y
que coinciden con la novella en la utilización de fuentes muy diversas inspiradas
en formas narrativas breves fronterizas con aquélla (farsas jocosas, facecias,
vidas de santos, leyendas o anécdotas). A semejanza de lo que sucede con las
citas eruditas, las fuentes utilizadas por el autor para las historias más imaginati-
vas permanecen silenciadas, y su adaptación guarda no pocas afinidades con la
llevada a cabo por Juan Timoneda en El Patrañuelo: "unir a un sistema de
amptificatio y abbreviatio cambios situacionales del lugar en que se desarrolla la
acción, de los personajes, y de la acción en sí misma de las historias narradas"
(Cuartero Sancho 1990, 15s.). Otro recurso que comparte Rodríguez Freile con
el valenciano es el "sistema de incrustación", esto es, "la introducción dentro de
un esquema argumental de elementos de otras historias" (ibíd., 16). Es lo que
sucede, por ejemplo en el caso denominado "El indio del Pirú" que será analiza-
do más adelante.
Dentro de los episodios anecdóticos tenemos, por ejemplo, el de Bustamante,
escribano de Mompox, que fue seducido por el diablo en forma de mujer (cap.
3
Para Pupo-Walker "el signo primordial de El camero reside concretamente en la inter-
textualidad creativa y en su sentido paródico" (1978, 358).
87
4
La asociación de la mujer con el diablo y el deseo es un tema bíblico de enorme fortuna
y particularmente fértil en la literatura fantástica del siglo X V m (Lewis, Cazotte, Potocki).
88
El Cautiverio feliz
En cuanto a los modelos literarios adoptados por el Cautiverio feliz, se ha reco-
nocido el de la literatura política, de los tratados sobre el gobierno de principes
o de regimine principum, para las numerosas reflexiones políticas y sociales que
recorren este libro (discurso deliberativo). La parte propiamente novelesca, que
narra el cautiverio de Francisco Núñez de Pineda a manos de los araucanos tras
haber sido apresado en la batalla de las Cangrejeras en 1629, está escrita sigui-
endo el modelo del exemplum y de la novella. No obstante, la narración del
cautiverio, a pesar de constituir el eje estructural del libro, se halla interrumpida
de forma sistemática porque no es lo que verdaderamente le interesa al autor; es
más bien una cantera de argumentos para la causa que defiende: explicar las
razones de la prolongación de las guerras en el reino de Chile.
En otro lugar5, ya he desarrollado la importancia del exemplum en esta obra,
en particular, en la narración del cautiverio, casi toda ella construida con arreglo
a un criterio de ejemplaridad. La trama de la historia, en efecto, se subordina a
un orden establecido a partir de una concepción moral cristiana. Lejos estamos
del criterio unitario y lógico propuesto por Aristóteles; aquí todo se reduce a si
se actúa o no de acuerdo con unos principios morales de ejemplaridad cristiana.
De ello dependerá que las consecuencias de los hechos sean buenas o malas; que
haya paz o haya guerra; que los indios se conviertan en amigos o enemigos; de
ello resulta, en fin, el positivo desenlace de la trama más que de las gestiones del
gobernador.
Por otra parte, la utilización de modelos novelescos en la obra es evidente, en
particular el de los relatos de cautiverio, aunque también hay que señalar el
precedente de un texto historiográfico del siglo XVI igualmente emparentado
con ese género: los Naufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca. En primer
lugar, se trata también de una narración autobiográfica; el autor es personaje de
su obra, vive como cautivo entre los indios, describe sus costumbres, ejerce de
curandero y se preocupa con religiosidad extraordinaria de adoctrinar a los
indios en el cristianismo. No obstante, las diferencias entre los dos autores en las
5
Me refiero a la ponencia que presenté en el XXXm Congreso del Instituto Internacional
de Literatura Iberoamericana, celebrado en junio de 2000 en Salamanca, con el título de "El
estatuto del exemplum en el Cautiverio feliz". Dicho texto ha sido publicado en Anales de
Literatura chilena (2000).
91
El título
Una característica de la novella es su tendencia a explicitar en el título el conte-
nido de la acción dramática, que queda de esa manera anunciado antes de co-
menzar el relato (Laspéras 1987, 211). El título dual del libro de Núñez de
Pineda, Cautiverio feliz, y razón de las guerras dilatadas de Chile liga dos
elementos de diferente naturaleza, uno personal y otro de interés público. Puesto
que con la novella sólo se relaciona la primera parte del título "Cautiverio feliz"
me centraré exclusivamente en ella. El título oximorónico —que no era extraño
en las novellas del Siglo de Oro— constituye una irónica llamada de atención al
92
lector, cuando no una provocación, pues los cautiverios felices son los más
asombrosos por lo raro; pero a la vez desdramatiza el contenido, ya que, desde
el pinito de vista del lector, las situaciones narrativas de felicidad no crean
expectativas ni interés. A mi ver, en un autor tan dado a la reflexión y a la
argumentación, el título —Cautiverio feliz— sería uno de los elementos de una
antítesis —el otro elemento queda ausente— que quedará desvelada a lo largo del
libro: cautiverio feliz entre los indios vs. cautiverio infeliz entre los españoles
(esclavitud). En buena parte, el libro de Núñez de Pineda es una protesta razona-
da y fundamentada contra la esclavitud de los indios en Chile legalizada por Real
Cédula en 1608.
El narrador
La historia del Cautiverio feliz está contada en forma de relato autobiográfico;
aparentemente el narrador continúa, pues, la tradición historiográfica en que la
veracidad de los hechos se sostenía a partir de "lo visto y lo vivido" erigiéndose
en testigo presencial o protagonista de los mismos. Pero no hay que olvidar que
en el siglo XVII fueron bastante comunes las relaciones autobiográficas de
excautivos, soldados y clérigos:
Si en los novelistas menores del siglo XVII el motivo tiene casi
siempre su origen en Cervantes y Haedo, la modalidad auto-bio-
gráfica parece espontánea, aunque siempre queda la posibilidad de
que su primer impulso fuera el resultado de la moda impuesta por
los numerosos relatos de cautivos en Haedo, los cuales son, de
hecho, pequeñas biografías "cautiverescas" (Camamis 1977, 202).
Muchas de estas narraciones referían una triste experiencia de cautiverio (Spa-
daccini/Talens 1988) marcada por el deseo de libertad, por soportar crueles
castigos a manos de los captores6 y acogerse a la esperanza de una intervención
milagrosa propiciada por las continuas oraciones; tales características aparecen
también en los dos textos comentados. Otro rasgo era la falta de información
sobre los protagonistas a expensas de los hechos. Refiriéndose a esta cuestión se
pregunta Margarita Levisi:
Thus we are confronted head on with the problem of the autobiogra-
phical genre in this period: if this soldier only narrates adventures
6
A pesar de que el cautiverio de Núñez de Pineda fue feliz, según se indica en el tftulo de
la obra, no dejó de padecer el sufrimiento de convivir con extraños, lejos de su ambiente
familiar, ni la angustia de saberse amenazado por los caciques cordilleranos.
93
Sermocinación
Uno de los recursos que se utilizan en la narratio, en el Cautiverio, es la sermo-
cinación (sermocinatid), lo que la aproxima a la novella y la comedia del Siglo
de Oro por la interpolación de diálogos entre los personajes8, aunque conviene
recordar que, más que diálogos se trata de discursos que Núñez de Pineda pone
en boca de los caciques indígenas, que asumen en esos momentos la íunción
enunciativa mientras que el cautivo Núñez de Pineda se convierte en receptor
interno de esos discursos. No olvidemos que la técnica de cifrar el mensaje de la
obra en discursos atribuidos a los principales personajes fue una forma muy
utilizada por los humanistas italianos como Bruni, heredera, a su vez, de los
historiadores clásicos (Tucídides, Tácito y Tito Livio). El Inca Garcilaso fue uno
de los principales seguidores de esta tendencia. La función de ellos no sólo
consiste en darle variedad a la narración mediante la mezcla de lo oral y lo
escrito, sino que tiene que ver fundamentalmente con el carácter persuasivo del
discurso de Núñez de Pineda. Antes de que, en las crónicas y obras literarias, se
presentara a los indios dotados de notable capacidad retórica y de expresión,
dentro de un estilo elevado, o, al menos medio, ya se venía haciendo algo
parecido con moros y turcos desde la Edad Media. Dada la identiñcación que se
solía hacer en las crónicas de Indias entre indígenas, por un lado, moros y
turcos, por otro, por tener en común el ser infieles, el tratamiento que tanto los
cronistas de Indias como los escritores de ficción daban a los indios en la litera-
tura bien podría estar inspirado en la presencia turca en la tradición literaria
8
Como es sabido, desde el siglo XVI surge en España una tendencia a la literatura dialo-
gada que se mantiene en el siglo XVII. El diálogo representaba una marca de cultura y
erudición que mostraba la capacidad dialéctica del personaje, y, por extensión, se empezaron
a introducir diálogos retóricos en boca de personajes habitualmente excluidos de ellos, como
los turcos o los indígenas.
95
Micro-relatos especulares
En la narrativa española del siglo XVII el relato especular era una de las estrate-
gias manejadas por los novelistas para encauzar la interpretación de sus obras;
así señala Laspéras que "L'idée de récit spéculaire inaugurée dans la nouvelle
par Cervantes ne restera pas sans écho. Antonio Liñán y Verdugo, Alonso J.
Salas Barbadillo, Alonso de Castillo Solórzano et María de Zayas se la sont
appropiée tour á tour" (1987, 223).
En el Cautiverio feliz encontramos numerosos ejemplos de representaciones
en abismo con distintas funciones; varias vienen dadas a través de los sueños.
Cuando el cautivo Núñez de Pineda se encontraba en casa del cacique Colpo-
che les cuenta a los niños un sueño, donde se combina lo alegórico con lo
chistoso en la solución ñnal, que simboliza su propia situación y la fortaleza de
ánimo de que hace gala:
les conté algunas patrañas y ficciones, como filé decirles que habia
visto venir un toro bravo y feroz echando fuego y centellas por la
boca, y encima de él uno como huirica, que quiere decir un hombre
español; y que el toro embravecido procuraba echarlo abajo con los
cuernos, haciendo muchas dilijencias por matarlo, dando por una y
otra parte vueltas a menudo y espantosos bramidos; y el que estaba
encima dél con gran sosiego y humildad, firme como una roca se
tenia. Quedaron admirados los muchachos de haber oido sueño tan
notable, y el hijo de mi camarada me preguntó cuidadoso, que quién
era el huinca o español que estaba sobre el toro encaramado; a
cuyas razones entre chanza y burla respondí diciendo: andad, ami-
go, vos y preguntádselo al toro que lo traia a cuestas, que yo no le
pude conocer ni saber quién era (Pineda y Bascuñán 1863, 60).
9
Esta corriente iría desde los romances de frontera hasta las novellas de gusto morisco y
los romances nuevos de fines del siglo XVI; Ginés Pérez de Hita favoreció la moda que se
impuso a todos los géneros literarios del siglo XVII (Mas 1967, II, 358).
96
Conclusiones
Existe en las obras tratadas un cruce entre modelos muy distintos tomados de la
historiografía, de novelas y obras de entretenimiento, de textos religiosos (hagio-
grafías y Acta Sanctorum) y políticos, y de la dramaturgia del Siglo de Oro;
pero, sobre todo, los escritores tuvieron en cuenta aquellos paradigmas narrati-
vos que más favorecían el propósito didáctico y moralizante, muy barroco, que
guiaba a los autores: el exemplum y la novella. Aquí me he ceñido exclusivame-
ne a los rasgos emparentados con la novella, pero igualmente pueden identificar-
se los de otros modos discursivos. Este uso de la tradición literaria a base de
motivos y de técnicas, no obedece a un deseo de simple imitación de modelos
europeos, sino a la asimilación de unos parámetros culturales que les sirvieron
para hablar de forma más amena y a tono con el gusto literario imperante sobre
las tensiones y conflictos de la sociedad de la época en las regiones americanas
y hacerse comprender mejor ante los posibles lectores metropolitanos.
Bibliografía
Aragüés Aldaz, José. 1999. Deus Concionator. Mundo predicado y retórica del
exemplum en los Siglos de Oro. Amsterdam/Adanta: Rodopi.
Benso, Silvia. 1977. La técnica narrativa de Juan Rodríguez Freyle. En: The-
saurus 32, 1, 95-124.
Camamis, George. 1977. Estudios sobre el cautiverio en el Siglo de Oro. Ma-
drid: Gredos.
Cayuela, Anne. 1996. Leparatexte au siècle d'or. Prose romanesque, livres et
lecteurs en Espagne au XVIIe siècle. Génève: Librairie Droz.
Chang-Rodríguez, Raquel. 1974a. Apuntes sobre sociedad y literatura hispano-
americana en el siglo XVII. En: Cuadernos Americanos 4, 131-144.
97
1
Adoptamos la fórmula empleada por Francisco Mateos en su edición de las obras de
Acosta (1954) quien, bajo el título de "escritos menores", reunió varias cartas, informes y rela-
ciones del jesuíta, junto con la Peregrinación.
100
encabeza ciertos manuscritos, podemos saber que el texto fue mandado a Roma
en el mes de mayo de 1586, poco después de haber sido elaborado. Fue el inicio
de una amplia transmisión manuscrita. Tanto los bibliógrafos de la Compañía
(Backer/Sommervogel 1890,1, 38; Uriarte/Lecina 1925,1,29) como los prime-
ros editores de la Peregrinación (Fernández Duro 1899 y Arrom 1982, XLII-
XLIH) mencionan la existencia de varias copias en archivos europeos, restos
probables de los numerosos ejemplares que circularon en la Compañía durante
el siglo XVÜ según informa el padre Andrade (1666, 759b); la atención de los
estudiosos se ha centrado en particular en las dos copias que se conservan
actualmente en los fondos de la Real Academia de la Historia en Madrid, ambas
procedentes de antiguos fondos jesuíticos, y que sirvieron para ediciones moder-
nas2. Paralelamente a esta transmisión en Europa, cabe rastrear una transmisión
en el Perú a través de las historias de la provincia peruana de la Compañía
elaboradas en el siglo XVII: tanto la Crónica anónima de 16003 como la Historia
redactada por el padre Giovanni Anello Oliva (1998)4 incluyen entre los casos
dignos de memoria y admiración un breve relato de la vida del hermano Bartolo-
mé Lorenzo; y si bien estas versiones difieren bastante de los manuscritos madri-
leños, no dejan de atestiguar que la memoria de este hermano permanecía viva
y se transmitía. Según testimonio de Torres Saldamando (1882, 148-153), el
padre Ignacio de Arbieto (1585-1676), al redactar una historia también inédita de
la Compañía recogió a su vez el relato de la vida del hermano Lorenzo. Pero en
todos los casos mencionados, se trataba a las claras de una difusión interna ya
que ninguna de estas historias llegó a editarse en el siglo XVII5. De hecho las
2
La primera copia (Jesuítas 189) está incluida en un tomo de copias sacadas en el siglo
XVÜ; fiie editada por Mateos quien describe el manuscrito (Acosta 1954, XLm, 304-320). El
segundo manuscrito (Muñoz 91) es una copia sacada en 1778 por Juan Bautista Muñoz a partir
de otra "escrita a principios del reinado de Felipe IV por un jesuita de la provincia de Castilla"
según explica al final (fol. 46r.). Lo editó Fernández Duro (Acosta 1899).
3
Anónimo 1944,1,461-463. Se trata de una versión muy abreviada de la vida del hermano
Lorenzo; evoca tan sólo el viaje y estancia en La Española y Jamaica, pero añade una evocación
de la vida de Lorenzo después de ingresar en la Compañía.
4
Hemos manejado la edición dada por Gálvez, edición basada en el manuscrito conservado
en Londres. La vida de Bartolomé Lorenzo no figura en esta copia; pero según las tablas que
sí figuran al final, nos enteramos de que ocupaba el cap. 9 del libro IV (Oliva 1998,297). Una
"tabla general de cosas notables de toda la historia" permite hacerse una idea de los episodios
recogidos por Oliva (ibíd., 305, 310).
3
La Crónica anónima fiie publicada por primera vez en 1944 por Mateos; la Historia de
Oliva [1631] se edito en 1895 a partir de un manuscrito existente en Lima y en 1998 fue editada
por Gálvez a partir del manuscrito conservado en Londres. La Historia del Perú y de las
fundaciones que ha hecho en él la Compañía de Jesús [1665] de Ignacio Arbieto, conocida sólo
101
por la cita que hacen de ella los historiadores de la Compañía y los bibliógrafos, sigue sin
publicarse. En el estudio preliminar a la Crónica anónima, Mateos presenta un panorama de
las primeras historias de la provincia del Perú de la Compañía de Jesús, examinando la filiación
entre los diferentes textos (Anónimo 1944,1, 64-76).
6
Se suele considerar que la redacción de estas historias es consecuencia de la directiva dada
por el general Aquaviva hacia 1600 pidiendo que se reunieran los materiales necesarios en cada
provincia.
7
Los dos manuscritos conservados en la Academia de la Historia presentan diferencias que
afectan esencialmente la formulación. No es aquí el lugar de analizar estas diferencias, trabajo
que reservamos para otra ocasión. Por razones de comodidad citamos según la edición ofrecida
por Mateos en la BAE (1954).
102
8
Acosta 317b; el subrayado es nuestro.
9
Son trece ocurrencias, presentes en todos los episodios y etapas del viaje.
104
de los padres del desierto: al arribar a esta parte de la costa, Lorenzo y sus
compañeros de viaje encuentran a un clérigo, "un viejo venerable, con barba y
cabello largo como era forzoso tenerlo en este desierto" (ibíd., 313a). Después
de compartir algunos días la vida del clérigo, Lorenzo se instala en un lugar
apartado que le permite hacer vida solitaria, pero bastante cercano para que
pueda reunirse con el clérigo los domingos para oír misa, lo cual no deja de
evocar a los anacoretas de Egipto; el trabajo manual al que se dedica Lorenzo,
su habitación, su dieta, vestido y aseo se asemejan a las austeridades de los
padres del desierto; tanto es así que, al surgir de improviso un barco en aquellos
parajes a los ocho meses de instalarse él allí, los navegantes descubren una
visión que les extraña, pero que no deja de ser sugestiva para un lector conoce-
dor del monaquisino primitivo:
espantáronse extrañamente de ver un hombre en aquel traje y figura;
la barba le había crecido más abajo de la cinta, el cabello, como de
un salvaje, crecido y muy descompuesto; vestido y tocado casi todo
de hojas de biaos (ibíd., 314b).
Pero es evidente que, por muy sugestivos que sean, estos elementos no dejan de
ser alusivos e incluso irónicos. En el episodio que estamos comentando, si bien
se establece entre Lorenzo y el clérigo viejo una relación de novicio a abad que
recuerda las costumbres de los cenobitas de Egipto, éste último sigue preso de
las ataduras mundanas: tiene un barco, negros, cultiva maíz y no se resuelve en
abandonar estas posesiones; en cuanto a Lorenzo, si bien llega a tener el aspecto
físico, el atuendo y las costumbres de un asceta del desierto, todas estas remi-
nisciencias aparecen como disfrazadas bajo elementos exóticos, típicos del Nue-
vo Mundo (el mayor tormento que sufre son los mosquitos, no le achacan las
niguas, su vestido es de hojas de biaos, se alimenta con maíz, etc.).
Otro tanto podemos observar si examinamos la organización global del relato:
a diferencia de San Antonio, modelo por antonomasia de los ascetas del desierto,
Lorenzo no eligió la vida eremítica y su exilio no resulta de una respuesta
generosa al llamamiento divino. Salió de Portugal por motivos mundanos y con
una meta mundana, ir a las Indias; a los pocos meses de dejar su tierra, apenas
llegado a La Española, siente un gran desprendimiento de las cosas mundanas y
desprecio de la hacienda; lo cual no impide que prosiga su ruta hacia Tierra
Firme y que, llegado a Nombre de Dios, decida pasar al Perú, sinónimo en
aquella época de tierra riquísima, sin que el lector pueda comprender por qué se
obstina así; parece llegar al desierto de manera fortuita, y tampoco se puede
decir que su itinerario espiritual corresponda con la búsqueda consciente y
voluntaria del conocimiento de Dios. Su devoción, sincera y constante por
cierto, es espontánea: no sabe decir lo que siente, usa oraciones no aprendidas,
106
etc. Desde luego siempre media la posibilidad de que se nos muestre aquí cuán
difícil resulta para los hombres desprenderse del mundo y elegir una vida virtuo-
sa. De hecho todo el itinerario de Lorenzo parece obedecer a dos fuerzas con-
tradictorias que alternativamente le atraen y le rechazan: en cada etapa de su
recorrido, para escapar de la agitación y peligros de la vida en sociedad o del
brazo de la justicia, huye hacia algún lugar apartado, y se encuentra en el cam-
po, que por lo demás le gusta; pero la naturaleza indiana a su vez le hostiga y el
fugitivo vuelve a su primera estancia entre los hombres que también vuelven a
actuar como un adefesio. Esta tensión se produce en La Española, en Jamaica,
en Panamá y en Puerto Viejo. Es evidente que esta estructura se presta a una
serie de cuadros de la vida colonial no desprovistos de fuerza satírica que la
crítica literaria ha comentado destacando entre otras cosas la presencia de temas
de resonancia lascasiana (Arrom 1978), o de elementos exóticos parecidos a las
curiosidades transmitidas por las cartas edificantes. Y es verdad que, reuniendo
todas estas estampas sería posible formar un cuadro bastante nutrido de la
sociedad colonial en aquellos tiempos. Pero también es evidente que, al trazar
estos cuadros, el cronista introduce una serie de inversiones en la temática del
desierto. Es así como, durante su estancia en La Española, Lorenzo pretende ir
a buscar la soledad y recogimiento trasladándose a unas minas; en cuanto a la
naturaleza en la que peregrina, corresponde por su aspereza y violencia con la
naturaleza que pone a prueba la resistencia de los anacoretas; pero es todo lo
contrario de un desierto por lo menos de la imagen del desierto que se desprende
de las obras de Filón10.
Es muy posible que el padre Andrade se haya percatado de estos límites ya
que añade al relato acostiano dos series de elementos, indicando claramente que
se trata de unas añadiduras: por una parte introduce en el relato unos intertítulos
que lo dividen en cinco capítulos, y por otra parte, después de transcribir la
Peregrinación, la completa con una evocación de la vida que llevó el hermano
Lorenzo después de ingresar en la Compañía11.
Tratándose de los intertítulos, Andrade explica que los puso para dividir la
relación "en cinco párrafos que sean como los descansos de una escalera larga
10
La bibliografía relativa a la elaboración literaria del tema del desierto por Filón es
abundante. Hemos utilizado en particular los estudios de Guillaumont (1979).
11
Bajo el título de "Vida y peregrinaciones del venerable hermano Bartolomé Lorenzo de
la provincia del Perú", Andrade publica: un pequeño prólogo (1666, 759b-760a), la carta de
Acosta al padre Aquaviva (760b-761a), la relación de Acosta (761a-781a), un comentario final
y la evocación de la vida ejemplar de Bartolomé Lorenzo después de entrar en la Compañía
(781a-784b).
107
para evitar prolijidad" (Andrade 1666, 760). Y efectivamente las divisiones así
marcadas corresponden con los diferentes escenarios de la trayectoria de Loren-
zo (Viaje de ida y estancia en la Española; Jamaica; traslado a Tierra Firme y
viaje de Nombre de Dios a Panamá; costa de Panamá; viaje hasta Perú por las
tierras de Quito)12; pero cabe preguntarse si la comparación con la "escalera" no
iba destinada a sugerir que la peregrinación de Lorenzo había sido como la
subida hacia una vida espiritual plena, imagen muy acorde con las temáticas de
la literatura ascética pero no muy conforme con la evolución de Lorenzo, que no
sigue un progreso regular.
En cuanto a la segunda añadidura ("la vida ejemplar que hizo este bendito
hermano" en la Compañía) ofrece unos elementos muy sugestivos. Según esta
relación, el hermano Lorenzo habría vivido "en una granja o cortijo" del colegio
de Lima, dedicándose durante el día a la labor del campo en ayuda de sus herma-
nos, y retirándose después del anochecer en una "choza o casa pajiza sin género
de reparo", donde se entregaba a prácticas austeras dignas de algún anacoreta.
Esta descripción se caracteriza por su carácter compuesto. Todos los elementos
relativos a la actividad agrícola del hermano Lorenzo concuerdan con los datos
que los catálogos de la Compañía en el Perú ofrecen: los catálogos de 1583 y
1595 lo definen como "labrador" (Egaña 1961, 236; 1970, 759), y Plaza, en el
catálogo de 1576, explicaba: "ayuda en la huerta" y "tiene talento para hortela-
no" (1958, 130); no así las prácticas austeras de Lorenzo que ninguno de estos
catálogos menciona13. Es de notar que esta descripción, Andrade no la inventa:
se encuentra ya en la Crónica anónima de 1600 y hasta donde puede saberse en
la Historia de Oliva; lo cual parece sugerir que Andrade recoge una imagen ya
tradicional en la Compañía. Al proceder así se muestra fiel al método que
anunciaba en el prólogo al lector (1600, fol. 6r.): utilizar las relaciones solicita-
das de las diferentes provincias para acercarse en la medida de lo posible a la
realidad histórica. Pero no se contenta con reproducir los datos contenidos en la
12
He aquí los intertítulos: 1. Peregrinación del hermano Lorenzo antes de entrar en la
Compañía, su patria y padres, y la ocasión con que salió de su tierra y se embarcó para las
Indias; 2. Passa de la isla de Santo Domingo a la de Xamaica, peregrina por ella con nuevos
riesgos de la vida; 3. Passa a Panamá, padece enfermedades, cae en manos de ladrones y tiene
otras aventuras; 4. Haze vida ermitaña en una soledad, vuelve a embarcarse, hiérenle de muerte
y llega a pueblo de Espaftoles adonde cobra salud; 5. Sale forzado a la guerra contra los Indios,
huye de la milicia y llega a Lima después de varias aventuras.
13
No será de más citar lo que dice el P. Plaza: "El hermano Bartolomé Lorenzo [...] ayuda
en la huerta, tiene mediana salud, mediano ingenio y juizio; talento para hortelano. Es humilde
y obediente, es aplicado al exercicio de la oración, está quieto y consolado en la vocación de
la Compañía" (Egaña 1958, 130).
108
14
Para una situación de la obra de San Jerónimo en la literatura del movimiento monástico,
véase el estudio de Vogüé (1991-93).
110
peligros que Lorenzo tiene que enfrentar están también las enfermedades que le
achacan: originadas por la naturaleza, o consecuencia de la violencia de los
hombres, éstas someten de manera recurrente su paciencia y valor a dura prueba;
otra analogía con la vida de Paulo, aunque también encontramos aquí un eco de
un tema tópico de las crónicas de Indias: la mención recurrente de que la tierra
prueba a los conquistadores.
Además de estos temas que afectan la organización misma del relato, otros
detalles aluden al modelo de Jerónimo: esto se puede observar en particular en
dos secuencias curiosas, el encuentro con los cimarrones y la experiencia ere-
mítica en Nata. Como se sabe, la llegada de Lorenzo a Nata es fruto del azar;
Lorenzo quería pasar a una de las islas próximas a la costa de Panamá a hacer
vida en "el campo"; pero el barco en que iba fue echado a la costa por la tem-
pestad y por culpa de la impericia de los marineros. Es evidente que el relato
aquí se basa en elementos reales, tanto geográficos (presencia de islas en estos
parajes) como humanos (el gusto de Bartolomé Lorenzo por la vida en el campo
y las condiciones difíciles de la navegación en esta parte están ampliamente
documentados). En el relato de Acosta, sin embargo, el proyecto de Lorenzo
surge de improviso y el lugar elegido para realizarlo puede parecer curioso. La
lógica de esta elección aparece más clara si, en vez de buscar un fundamento en
la realidad (¿qué tipo de vida se podía llevar en las islas del Pacífico?), intenta-
mos situar la empresa de Lorenzo en la tradición monástica primitiva. En la
primitiva Iglesia romana, después del tiempo de los mártires vino el tiempo de
los ermitas que, a falta de suplicio, daban testimonio de su fe abrazando la vida
solitaria a imitación de los padres del desierto; para ello buscaban refugio en las
islas del Mediterráneo que se fueron poblando de ermitas. Es una experiencia
evocada por San Ambrosio en su comentario al tercer día de la creación (Hexa-
meron, III), y de la que también hace mención San Jerónimo al evocar la figura
de Bonosio (AdRufinum, Ep. ni, 4-5; Ad Chromatium, Jovinum, Eusebium, Ep.
VII, 3-4). Al intentar retirarse a una isla, Lorenzo sigue pues un ejemplo ascéti-
co antiguo y perfectamente acuñado. Pero el relato de Acosta es alusivo y las
diferencias son obvias: Bonosio estaba solo en una isla cercada por un mar
violento (símbolo del mundo) y, en este ambiente hostil que San Jerónimo com-
para con el paraíso, se dedicaba a hacer lecturas piadosas y dar alabanzas a Dios.
Lorenzo no logra alcanzar la isla deseada; víctima de tempestades, tiene que
arribar a la costa de Panamá, cerca de Nata, y hace vida solitaria en una especie
de islote semejante a una prisión, un espacio cercado por una vegetación tupidí-
sima, que Acosta evoca diciendo:
informándose Lorenzo del clérigo de la calidad de esta tierra se halló
muy atajado, porque estaba entre dos ríos grandes que el uno no se
111
13
Para captar mejor las coincidencias y analogías es preferible consultar el texto no censu-
rado, que aparece precisamente en el manuscrito de Salamanca (1576) y la edición del Corpus
Hispanorum de Pace. Hemos estudiado esta censura en un artículo (1985) y en nuestra tesis
(1989).
114
16
Historia natural y moral de las Indias, Lib. III, caps. 15 y 27; Lib. IV, caps. 20 y 30.
Además de estas referencias explicitas habría que destacar algunas analogías en la descripción
de plantas (mamey, ceibas), alimentos (pan cazabi) y animales (puercos, vacas).
17
Para este apartado hemos utilizado los estudios del padre Guibert (1941 y 1933).
115
divina, no sabe decir lo que siente, ya lo hemos notado; y cuando empieza a usar
la oración de manera más específica, Acosta se limita a indicar que esta devoción
coincide con el momento en que viene a su conocimiento el jubileo que traían
"unos padres de la Compañía". Esta discreción se comprende si pensamos que
ya en tiempos del P. Borja y durante el gobierno del P. Mercuriano, predeceso-
res de Aquaviva, se había desarrollado en la Compañía un debate en torno al uso
de la oración mental, y que se dieron varios casos de jesuítas atraídos por la vía
contemplativa que solicitaron permiso para pasar a la Cartuja. El debate fue
zanjado por Aquaviva algunos años más tarde; en la carta de 8 de mayo de 1590,
éste recordó que, efectivamente, para los hijos de San Ignacio, la oración debe
siempre tender a una meta práctica; pero que si los jesuitas deben estar dispues-
tos a dejar los halagos de la contemplación cuando el servicio de Dios lo requie-
re, no por eso les está vedado dedicarse a la oración y contemplación en los
momentos que el trabajo apostólico deje libres. Pero esta directiva intervino sólo
en 1590; cuando el P. Acosta escribía la Peregrinación, la cuestión estaba toda-
vía pendiente. Como provincial que había sido, Acosta estaba perfectamente in-
formado de la prudencia necesaria frente a este tipo de problema, así como pudo
conocer directamente el caso de algunos jesuítas propensos a esta forma de
oración. Citaremos tan sólo dos ejemplos: el del padre Álvarez de Paz en Lima,
y el de Alonso Sánchez, cuya afición a la vida ascética inquietaba a los superio-
res y con quien Acosta regresó a España en 1587. Al pasar por alto la evocación
de las devociones que pudo observar en Lorenzo, da pues una muestra más de su
conocida prudencia y nos sugiere al mismo tiempo que por su parte se sentiría
poco adicto a la devoción contemplativa y totalmente convencido de que la joven
provincia peruana necesitaba ante todo obreros dispuestos a actuar.
Las relaciones relativas al hermano Lorenzo elaboradas en el siglo XVÜ se
insertan en un contexto muy diferente. Emitidas entre 1600 (Crónica anónima),
1631 (Oliva) y 1665 (Arbieto), en época posterior a la directiva de Aquaviva de
1590, son contemporáneas de la aparición de una abundante literatura espiritual-
jesuita específica (Guibert 1941 y 1953), y de la elaboración de las primeras
historias de la Compañía que debían incluir capítulos dedicados a recordar la
santidad y virtudes de los padres más insignes que murieron en cada colegio o
provincia, así como los casos de vocaciones insignes de los religiosos. En este
contexto es lógico que hayan reelaborado el relato de la vida del hermano Loren-
zo con vistas a la edificación de los miembros de la orden y del público poten-
cial, seleccionando los episodios que podían convenir para la redacción de una
vida edificante como se estilaba en los necrologios de la orden (difusión interna)
y poniendo énfasis en los episodios más curiosos y sugestivos de la intervención
divina como los encuentros con sierpes y tigres (difusión externa). En cuanto al
116
18
Sabido es que Andrade es autor de varias vidas de santos y religiosos ejemplares algunas
de las cuales ñguraban en la biblioteca del colegio de San Pablo de Lima (Jesuítas, 363-J).
117
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Como quiera que se la llame: "literatura colonial" o —dicho de otro modo más
cauto— "la literatura de la época colonial", la noción de "literatura" se torna
problemática. Desde nuestra perspectiva actual, la existencia de una literatura
supone el funcionamiento de la misma como institución social. Es precisamente
la institución literaria la que contribuye a establecer convenciones y tradiciones
literarias que al mismo tiempo se traducen en el éxito y la pervivencia de deter-
minados géneros literarios. Cuando miramos lo que queda de la producción
literaria del siglo XVII en las Indias Occidentales, nos enfrentamos con una
elevada cantidad de textos de inspiración y finalidad muy distintas a los que no
es fácil contextualizar o integrar en esquemas evolutivos. Sabemos que ciertos
grupos de textos son la expresión de determinadas prácticas culturales, vigentes
en los virreinatos, sin que podamos captarlas bien en cuanto a su intensidad,
difusión y duración. Así, sabemos que ya a mediados del siglo XVI hubo en
Santo Domingo círculos cultos cuyos miembros escribían e intercambiaban entre
sí poesías (véase Henríquez Ureña 1936, 89ss. y 145ss.). Juan de Castellanos,
por su parte, nos ha contado de la tertulia que se había formado en su casa de
Tunja. Por otro lado, tenemos suficientes datos para hacernos una idea aproxi-
mada de las diversiones y fiestas en las cortes virreinales, que incluían lecturas
y juegos poéticos. Es una lástima que solamente una parte muy limitada de estas
obras fuese guardada en forma manuscrita o incluso legada a la posteridad en
forma impresa. Es el caso de las obras cortesanas de Sor Juana Inés de la Cruz,
que forman una isla firme dentro de un mar de producciones similares, des-
graciadamente perdidas. La obra de Sor Juana nos da al mismo tiempo acceso a
la práctica teatral de aquella época y a la función religiosa de gran parte de la
producción poética en las ciudades más grandes de América. Las obras y textos
que conocemos están estrechamente ligados a estas prácticas culturales cuya
continuidad estaba asegurada únicamente en las cortes de Nueva España y Perú
y en algunas sedes catedralicias1. Fuera de estas producciones literarias, encon-
tramos o bien obras aisladas, difíciles de clasificar, o bien lo que quisiera llamar
galaxias literarias. Se trata de conjuntos de textos heterogéneos estimulados por
un mismo núcleo histórico y textual, cuyo entramado literario y cultural sólo
descubre la mirada atenta del crítico literario. Trataré de presentar y explicar esta
1
Para el caso de México véase Recchia 1993.
122
2
La expresión "materia de Arauco" es un calco de la terminología medievalista francesa
que, por ejemplo, resumió la tradición multifacética originada en el ciclo del rey Arturo en la
fórmula "matière de Bretagne". En el caso de las Indias, hay otro grupo de textos inspirado por
Hernán Cortés.
123
La materia de Arauco3
1550-1560 La crónica y
relación copiosa...
Gerónimo de Vivar
(?)(1558)
3
En esta tabla he considerado únicamente las obras aparecidas hasta el aflo 1630. La lista de las obras no es
completa. Una descripción casi exhaustiva que tiene en cuenta particularmente la producción teatral se encuentra en el
libro de Lerzundi 1996, 12-17.
124
5
La relación de los textos de Ercilla, Vivar y Mariflo de Lobera ya fue estudiada por
Durand (1978) y Antei (1986,29ss.) Antei insiste, con buenos argumentos, en que Ercilla tenía
conocimiento del manuscrito de Vivar. Ello, sin embargo, no prueba, como él mismo reconoce,
la "fidelidad etnohistórica" de la prueba del madero.
126
6
Los romances son fácilmente accesibles en la edición de Lerzundi 1978. El editor, en su
Introducción, ha resumido las investigaciones anteriores (José Toribio Medina, José María de
Cossío y Antonio Rodrfguez-Mofiino).
7
Ercilla (1979, n, 359) describe los preparativos de la segunda elección en el canto XXXIV
de su obra, destacando una vez más el papel conciliador de "Colocolo, sagaz y cauto viejo",
sin volver, sin embargo, al tema de la prueba del madero. Usa después el artificio de la di-
gressio para apartarse del escenario de la elección del nuevo general araucano.
127
La cifra es exacta y prueba que el autor del romance ha leído bien el canto II de
Ercilla, aun cuando se apartara después del contexto ercillano.
Con ello no se agota aún la fortuna literaria de la prueba del madero, porque
ha sido precisamente a esta escena dramática a la que Lope de Vega ha dado un
tratamiento a lo divino en su auto sacramental La Araucana. El editor y autor de
las observaciones preliminares de la edición de la Biblioteca de Autores Espa-
ñoles, Marcelino Menéndez Pelayo, tildó la obra de "pieza disparatadísima",
impresión que el lector moderno ratificará sin problema (Vega 1963, 239). Es
una invención desmesurada que introduce a Colocolo como eremita y bautista.
Se lo presenta como "cacique que tiene potestad divina". Este anuncia al que va
a ser el redentor de Arauco:
La luz
que ilumina los distritos
de Arauco, es Caupolicán,
y yo soy quien la publico:
decir quiere el poderoso
en nuestra lengua, y se ha visto
esta verdad en el santo
Caupolicán con prodigios
y señales milagrosas (ibíd., 419).
Cuando se levanta un altercado entre Rengo, Tucapel y Colocolo acerca de
quién, entre los caciques araucanos, merece la mayor gloria, llega —acompañado
por canciones solemnes— el propio Caupolicán como el salvador prometido al
Arauco. Se repite, en forma alegórica, la lucha por la preeminencia entre los
caciques que no quieren reconocer sin más la autoridad de Caupolicán. Rengo
invita a la prueba del madero:
Eso no, que ser espero
su capitán, y así quiero
que rija Arauco y su gente,
el que más tiempo sustente
en sus hombros un madero (ibíd., 425).
Con la respuesta de Caupolicán se anuncia la transformación a lo divino de esta
prueba, ya que bajo la apariencia del cacique indio se esconde el propio Cristo.
Mío el gobierno ha de ser;
que Isaías, con asombros,
lo puso sobre mis hombros,
y mi reino y mi poder,
128
8
Ferreccio Podestá ha desvirtuado la propuesta de Medina y otras hipótesis, sin lograr, por
su cuenta, resolver el enigma de la autoría. Véase el Prólogo a su reedición de la obra
(Anónimo 1996, 14-22).
129
Es difícil entender por qué Medina dice que el autor de Guerras de Chile no tuvo
modelos. Tenía, ante todo, un gran modelo: La Araucana de Alonso de Ercilla.
Lo menciona elogiosamente en la sexta estrofa del canto primero como aquel
autor que hizo la primera descripción de Chile, citando in extenso la séptima
estrofa del poema de Ercilla, que también es la séptima de La guerra de Chile:
"Es Chile norte sur de gran longura"12.
Pero el autor de La guerra de Chile se propone ir más lejos que Ercilla
ampliando el cuadro geográfico trazado por Ercilla y suministrando al mismo
tiempo una descripción más completa de su gente. En la estructura de La guerra
de Chile se repiten muchos rasgos del poema ercillano. El autor del poema no
sólo reconoce su deuda para con el modelo admirado, sino que toma abiertamen-
te partido por él frente a la actitud severa de Don García Hurtado de Mendoza:
Tras éste vino a prueba don García
de la braveza indómita chilcana,
de cuyos claros hechos no es vacía,
aunque calló su esfuerzo, El araucana:
tuya, marqués, la culpa fue aquel día
d'escurecer tu gloria soberana,
pues con tan raro autor así te hubiste,
que su sublime voz enmudeciste (canto I, oct. 61).
Es opinión común de la crítica que tanto el poema épico de Pedro de Oña,
Arcaico domado, como la comedia de Lope de Vega que lleva el mismo título,
constituyen el desagravio literario de García Hurtado de Mendoza a instancias de
su familia (véase Dixon 1993).
Merece destacarse sobre todo la observación moralista de los excesos y
errores de los dos partidos beligerantes. Al igual que Ercilla, el autor de La
guerra de Chile resume sus juicios en agudas sentencias que concluyen a menudo
las octavas. Valga como ejemplo una cita del canto II:
morir quieren vengados, no rend[id]o[s],
que mal se va a la muerte sin vengarse:
12
"Es Chile norte sur de gran longura,/ costa del nuevo Mar del Sur llamado;/ tendrá de
leste a oeste de angostura/ cien millas por lo más ancho tomado;/ bajo del polo antàrtico en
altura/ de veinte y siete grados prolongado,/ por donde el Mar Océano y Chileno/ mezclan sus
aguas por angosto seno". Esta cita y las que siguen corresponden a la edición crítica de
Ferreccio Podestà. En estos versos de La guerra de Chile se notan ligeras modificaciones del
texto ercillano.
131
13
En su libro, Nicolopulos (2000) ha demostrado la influencia de CamOes en la elaboración
de la Segunda Parte de la Araucana.
132
A modo de conclusión
Como se ha podido observar, las obras que se inspiran en la "materia de Arau-
co" pertenecen a géneros textuales y tradiciones literarias muy diversas. Lo que
justifica estudiarlas en conjunto, cruzando las fronteras de los dominios cul-
turales y sociales en los cuales están insertas, es, en primer lugar, el hecho de
que proceden todas de una experiencia histórica concreta, perfectamente definida
en cuanto al momento y al espacio. La memoria testimonial vertida en el molde
del relato escrito ha dado lugar, partiendo de un punto cero, a una ramificación
literaria sorprendente. Es la variedad poética inscrita en el poema heroico de
Ercilla la que ha posibilitado la adaptación de determinados episodios y motivos
a géneros "literarios" tan distantes como el romance, el auto sacramental o la
comedia.
El lazo que une todas las obras del corpus araucano es la conciencia y activi-
dad literaria de la época, que explota la materia de Arauco según los intereses
ideológicos dominantes. Esta explotación obedece a la estilización literaria y
formal requerida para la presentación pública de los mensajes ideológicos de la
sociedad española de aquel período: la visión imperial, la gloria de las armas
españolas, el poder de la fe cristiana, la excelencia de la poesía española, el
prestigio de las familias de alta nobleza. Cada texto del corpus araucano se
subordina de algún modo a estos fines distintos pero coherentes. Estas obras
—inspiradas, en última instancia, en los sucesos bélicos de la región antàrtica—
pertenecen por lo tanto a un espacio literario único y homogéneo. No es posible,
según mi criterio, atribuir algunas de ellas a la literatura española y otras a la
literatura hispanoamericana (o chilena) naciente. Dicha observación hace surgir
la pregunta de cuándo y dónde se sitúan los comienzos de una genuina diferen-
ciación entre las letras españolas y las americanas.
133
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Algunas reflexiones en torno a una relación literaria:
Juan del Valle y Caviedes y Francisco de Quevedo
Pedro Lasarte
1
De los muchos estudios que notan diversas relaciones textuales entre los autores (y
también ciertas diferencias) se destacan Carilla 1949, 222-229 y Bellini 1966, 107-122.
2
Mi comprensión de la poesía "satírico-burlesca" se basa en las ideas de Arellano, para
quien en este tipo de poema coexisten la intención de censura moral y el estilo burlesco (es de-
cir, el que se orienta hacia la "diversión risible que procede del alarde estilístico") (1987, 37).
3
Así lo ha mostrado Chevalier, quien advierte, por ejemplo, que al calor de las figuras y
los textos 'fáciles' de la tradición oral "brotó una literatura aguda al que pertenece buena parte
de la obra quevediana" (1992, 9).
136
4
Vidal 198S, 126. De modo semejante, Johnson, por ejemplo, aboga por el carácter sub-
versivo de ia sátira, y a través de ella, nos dice, el poeta "expresa [...] reservas hacia la estabili-
dad de la sociedad virreinal y aun más, de las posesiones españolas ultramarinas en general"
(1993, 39. Traducción mía).
5
Higgins estudia a Valle y Caviedes bajo una aproximación semejante. Por ejemplo, uno
de sus estudios concluye con las siguientes palabras: "Caviedes' discourse moves continually
between the axes of transgression and regulation, and the very ambivalence of his satirical
poetry illustrates how colonial power is not only expressed overtly in the various kinds of
official texts, such as the crónica and the relación, but is also woven into the fabric of
apparently critical modes of discourse" (1999, 117).
137
6
Cito de la edición de María Leticia Cáceres et al. (1990). El número del poema, según su
edición, va seguido de la numeración de versos.
138
7
"Fueron entrando unos médicos a caballo en unas muías [...] guantes en infusión, doblados
como los que curan; sortijón en el pulgar con piedra tan grande, que cuando toma el pulso
pronostica al enfermo la losa" (1972, 187-189).
' Las categorías de la medicina eran: físico o doctor en medicina, cirujano latino, cirujano
romancista, fiebotomista y boticario o farmacéutico (García Cáceres 1999,52).
139
' García Cáceres (1999) nos recuerda que "durante el virreinato de don Luis Jerónimo
Fernández de Cabrera y Bobadilla, mejor conocido como el conde de Chinchón, en la primera
mitad del siglo XVII, décadas antes de la maduración de Caviedes, se estableció la obligación
de los doctores en medicina de vestir con ciertos atuendos". Y añade que esto fue descrito por
Valdizán en La Facultad de Medicina de Lima, 1811-1911 (ibíd., 143, n. 44). Véase también
Reedy 1964.
10
Según Arellano, "el grupo de 'sátiras personales' de la edición de Blecua apenas alcanza
un 3,5% del total burlesco" (1987, 122).
140
se debería explorar más, pero no es esa aquí mi intención. Lo que sí hay que
enfatizar es que Ossera y Bermejo efectivamente fueron médicos coetáneos del
poeta y que el evento satirizado sí ocurrió. Ahora, ¿quiénes eran estos persona-
jes? Felizmente el infatigable Guillermo Lohmann Villena nos proporciona los
datos pertinentes.
Don José Miguel de Ossera y Estella, nacido en Zaragoza, había sido médico
de don Juan José de Austria antes de llegar al Nuevo Mundo —hacia 1688— con
el séquito del virrey conde de la Monclova; ésto en calidad de Médico de
Cámara. Ossera hizo uso de su cercanía al virrey para lograr una serie de benefi-
cios o puestos, algo que no fue bien visto por algunos de sus contemporáneos.
Lohmann Villena documenta el hecho, por ejemplo, que el virrey tuvo que hacer
grandes contribuciones a la hermandad del Hospital de San Andrés para que se
permitiera que Ossera prestase allí sus servicios. Y es importante notar que los
hermanos del hospital se opusieron al nombramiento del peninsular Ossera
porque dudaban de su capacidad profesional e intelectual, ya que "desconocía el
temperamento de la tierra y la virtualidad de los fármacos locales" (Valle y
Caviedes 1991, 865). No obstante, el virrey logró salirse con las suyas— favor
éste, entre otros, que Ossera responde en un certamen poético con un largo
romance de alabanza. Ossera, finalmente, a instancias del virrey, en 1690, es
nombrado a la facultad de la Universidad de San Marcos; ésto a pesar de carecer
de las credenciales necesarias: ñie graduado de Zaragoza y no de Salamanca,
Valladolid, Alcalá, o Bolonia, como se hallaba estipulado en la Recopilación de
Leyes de las Indias (ibíd., 866). Pero el conde de la Monclova, su virrey,
nuevamente logra que el Fiscal de la Audiencia subsane tal requisito, apelando
a la "pericia" del postulante, pero claro, enfatizando que esto no quedaría como
"precedente". De allí pasa a ser protomèdico, puesto que al morir en 1692 deja
vacante y que de inmediato ocupa nuestro otro personaje, Bermejo.
Este otro fue Francisco Bermejo y Roldán, hidalgo criollo, quien, como
hemos visto, asume la Cátedra de Prima y recibe el título de Protomèdico en el
año 1692 (ibíd., 837), algo que, nuevamente según documentación de Lohmann
Villena, venía pretendiendo desde 1672. Ahora, éste, por su estrecha relación
con el arzobispo (virrey entonces) Melchor Liñán y Cisneros, de quien era
Médico de Cámara, casi es nombrado al cargo en 1678 cuando el puesto se
hallaba vacante. Pero a pesar de la insistencia del virrey no se logró el nom-
bramiento porque Bermejo no era titular de la Cátedra de Prima de Medicina de
la Universidad de San Marcos, puesto para el que tuvo que esperar hasta 1692,
año en el que, con la muerte de Ossera, reemplaza a este último como Protomè-
dico del virreinato del Perú. Cabe añadir que Bermejo también ejerció la rectoría
de la Universidad de San Marcos. Es decir, era un personaje de importancia
141
Y que luego,
Hinchándose de Galeno,
de Hipócrates embutido,
disfrazó en sabia corteza
su rudo centro nativo (44, 34-37, subrayado mío).
Creo que estas dos estrofas encierran otra referencia interesante a las encontradas
relaciones entre criollos y peninsulares. Recordemos que Bermejo, quien ha
heredado el puesto del peninsular Ossera, era un criollo, un criollo representante
de la élite local que por su propio lado competía por situaciones de control o
poder. Si miramos de cerca el texto de Valle y Caviedes veremos que recoge,
143
veladamente, una creencia muy divulgada en la época, que servía para denigrar
al criollo (y cito nuevamente de Lavallé 1993, 110):
en repetidas ocasiones —todavía a finales del siglo XVII— eminentes
'especialistas' españoles se preguntaban sin rodeos si, con el tiempo,
bajo los efectos de la naturaleza americana conjugada con condi-
ciones de vida particulares y con influencias astrales específicas, los
criollos no vendrían a ser un día semejantes, en todo, a los indios.
Y, claro está, al indio se le consideraba como ser inferior en muchos aspectos,
entre ellos el intelectual. Un ejemplo temprano de estas denigraciones sería la
queja de Bernardino de Sahagún, para quien los hijos de peninsulares nacidos en
América "en el aspecto parecen españoles y en las condiciones no los son;" y
añade que se cría una gente "así española como india, que es intolerable de regir
y pesadísima de salvar" (1981, III, 160). De modo semejante, hacia 1602, el
dominico Juan de la Puente, en su Conveniencia de las dos monarquías, escribía
que "los cielos de América inducen la inconstancia, la lascivia y la mentira:
vicios característicos de los indios y que las constelaciones hacen también
características de los españoles que nacen y se crían aquí" (en: Brading 1991,
299. Traducción mía). Pero regresemos, entonces, al poema para ver cómo esta
otra posición —de queja hacia la inferioridad del criollo— también se inserta en
esas dos estrofas del poema de Valle y Caviedes.
Bermejo, se nos dice, "de su natural, la herencia/ se espetó de aforismos"; es
decir, literalmente, por haber heredado el puesto hace suyo el discurso propio
del médico (los aforismos). Pero si acudimos al Diccionario de Autoridades,
hallamos allí otra lectura posible. El vocablo natural significó también "genio
índole, o inclinación propia de cada uno", y heredar fue "metaphoricamente [...]
las costumbres y propriedades que tiene la persona como naturales; y así se dice
heredó de sus padres el valor, heredó la mala condición, heredó el nombre".
Esos versos que hemos visto, entonces, además de referir en un sentido literal al
reemplazo del protomedicato, conllevan una reflexión en torno a la supuesta, y
ya mencionada, inferioridad intelectual del criollo, la cual es "heredada" por su
propia "naturaleza"13. Esto último se reitera en la siguiente estrofa al aludirse al
"rudo centro nativo" de Bermejo. Hay que ver que nativo, en el Diccionario de
13
Cabría observar que la puntuación de los versos citados es, en este caso, una conjetura
editorial de Cáceres et al. 1990. La edición de García-Abrines Calvo (1993-94), por ejemplo,
entrega una puntuación algo diferente. Allí se lee "de su natural la herencia,/ se espetó más de
aforismos". En general, sobre los problemas de lectura y crítica textual en las obras de Valle
y Caviedes, consúltese el artículo reciente de Arellano (2000).
144
14
Cabe notar que la edición de Cáceres el al. (1990) a ratos se equivoca en la numeración
de los versos del poema, y parece errar al separar las cuartetas entre los versos 63 y 64.
14«
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El impacto de la tipografía europea
en el Barroco hispanoamericano
Carlos Alberto González Sánchez
1
Sobre la eclosión de las ideas europeas en Indias son de sumo interés las iniciativas edi-
toriales, derivadas de los encuentros académicos que organizan, llevadas a cabo por K. Kohut
y S. V. Rose (1997 y 2000). También es muy útil otra obra colectiva compilada por Hampe
Martínez (1999).
152
2
Esta información la obtuve en dos fuentes especialmente útiles a los fines planteados. Se
trata de las series Registros de Ida de Navios, memorias de todo lo que transportaban las flotas
de la Carrera de Indias, y Autos de Bienes de Difuntos o documentación derivada de la repatria-
ción de las propiedades, convertidas en numerario, de los españoles que fallecían en el Nuevo
Mundo sin herederos. Ambas pertenecen a la sección de Contratación del Archivo General de
Indias: la primera cubre los legajos 1.080 a 1.450, 1.451 a 1.785 y 2.835 a 2.839; y la segun-
da, del 197 al 584, 920 a 984 y 5.575 a 5.709. Con la intención de ahorrar espacio, para una
descripción y valoración crítica de las dos en el campo de la historia cultural, remito a mi
trabajo al respecto (1999). Además de Leonard, también se refieren a dichos repertorios Torre
Revello (1940), Leal (1987) y Hampe Martínez (1996). Si bien, el mejor conocedor de la
exportación de productos tipográficos al Nuevo Mundo es Rueda Rámirez (1999), autor de la
tesis de licenciatura inédita: El comercio de libros con América en los inicios del siglo XVII:
el registro de ida de navios en los años 1601-1610, Universidad de Sevilla, 1998. Este último
investigador, a quien además debo agradecer el suministro de información cuantitativa im-
prescindible en este trabajo, realiza su tesis doctoral, de próxima lectura, sobre el envío de
libros a América en la primera mitad del siglo XVII.
153
3
Una magnífica introducción al Barroco, y a la que remito para una revisión historiográfica
más amplia y estados de la cuestión, es la que hacen Rodríguez San Pedro y Sánchez Lora
(2000). La cronología que incluyo es la que ofrece Maravall (1975); sin embargo, cabría una
posibilidad más dilatada que cubriría el último tercio del siglo XVI y la primera mitad del
XVm. En España su fase de plenitud coincide con el reinado de Felipe IV, aunque puede tener
desde 1570, cuando se invierte la coyuntura económica y al calor de la Contrarreforma, una
etapa temprana, y de 1680 a 1750 otra tardía, extremada y de lenta disolución. Al igual, su
geografía cultural, algunos la restringen a Europa occidental, con resonancias en la oriental,
y a las regiones del mundo (América) especialmente conectadas a ella. Es más, y como
veremos, Braudel lo vincula directamente a la Contrarreforma y a los países que la lideraron:
Italia y España. También sonde interés D'Ors (1934), Díaz-Plaja (1983), García Cárcel (1999),
Rodríguez de la Flor (1999 y 2002), Rodríguez San Pedro (1988) y Valverde (1980).
154
4
El neoestoicismo es uno de los frentes del pensamiento político dominantes en el siglo
XVH, que tuvo en Indias una repercusión notoria y poco conocida. Una buena aproximación
al tema es la de Schmidt (1997). No dejan de ser valiosos Abellán (1981) y Maravall (1984).
155
5
La obra que Emilio Orozco dedicó al Barroco, como puede apreciarse en la bibliografía
final, es extensísima. En ella, de suma utilidad, porque recoge una colección de artículos del
autor difícil de consultar en sus publicaciones originales, es su Introducción al Barroco (1988),
en la que está la respuesta a la tesis de Maravall: "Sobre el Barroco, expresión de una estructura
histórica. Los determinantes socio-políticos y religiosos" (I, 247-268).
156
4
Muy parecidas son las conclusiones a las que, tras examinar un interesante conjunto de
bibliotecas privadas coloniales, llega T. Hampe (1996). La tendencia también la confirman los
estudiosos del libro en Indias que cité al principio. No obstante, una información autorizada
procede de Nicolás Antonio (1696), concretamente del análisis estadístico al que García Cárcel
(1999) sometió su Bibliotheca Hispana Nova, en la que el insigne bibliófilo recoge la produc-
ción tipográfica española entre 1S00 y 1684, periodo de tiempo donde se contabilizan 3.918
autores, de los que 3.407 son clérigos.
7
Me refiero al negocio de un vendedor de libros y ropas viejas, de nombre Cristóbal Hernández,
Mecido en Lima en 1619. Se trata de un mercader que trabaja con libros de una comprobada
popularidad y consumo no especializado, algo que resulta del mayor interés frente a la información,
normalmerae referida a las élites letradas, de la documentación al uso. Todo lo relativo a este per-
sonaje puede verse en mi estudio sobre la circulación del libro en el Nuevo Mundo (1999,117-152).
8
Para el caso español, y con objeto de no enumerar una larguísima lista de autores y obras,
remito al estado de la cuestión que destacados expertos pusieron al día en un encuentro cien-
tífico que tuvo lugar en la Casa de Velázquez de Madrid, recogido en el número monográfico
del Bulletin Hispanique 99, 1 (1997), titulado Les Livres des Espagnols á l'Époque Modeme;
también al realizado por Peña Díaz (1996 y 1997). Para Europa, aunque necesita actualización,
Petrucci (1990). Nicolás Antonio (1696), de nuevo nos ofrece un índice muy sugerente;
efectivamente, el apartado, uno de los más suculentos, que denomina "Ascética sive Spiritualia"
recoge unos 600 autores y unas 750 obras. El gran conocedor de la materia en la actualidad,
M. Andrés (1994), elaboró un inventario con 1.200 títulos de 1485 a 1750.
157
9
Las gentes sin profesión definida o indeterminados suelen ser inmigrantes aventureros con
poco tiempo de estancia en Indias, circunstancia que explica el que no tengan asiento ni trabajo
estable. Normalmente, y mientras encontraban acomodo, laboraban en lo que podían y les
rendía mejores beneficios; por ello, e iniciando así su ascenso económico o simplemente su
supervivencia, es habitual verlos como mercaderes ambulantes o haciendo valer su condición
superior en los pueblos de indios. Sus libros podían ser otra de la mercadería con la que
negociaban. De otro lado, los militares, la mayoría grados superiores, son todos hidalgos y,
muchos, mercaderes y propietarios rurales. Para una caracterización más precisa de los grupos
sociales remito a mi libro (1995, 153-165).
158
10
Sobre este género literario religioso se ha escrito mucho, pero, que no haya mencionado,
voy a destacar a Bataillon (1983), Andrés (1976 y 1994), Marcos (1980), Cuevas (1980), Sainz
Rodríguez (1983), Caro Baraja (1985), Sánchez Lora (1988) y Certeau (1993).
160
ta), Luis de León (De los nombres de Cristo), Juan González de Critana (El
perfecto cristiano), San Pedro de Alcántara (Tratado de la oración), Alonso de
Madrid (Arte de servir a Dios), Felipe Meneses (Luz del alma cristiana), Rodri-
go de Solís (Arte dada del mismo Dios), Pedro de Valderrama (Ejercicios espiri-
tuales), etc. Sin duda, destaca esta partida por ser la aportación hispana más
brillante y original a la literatura religiosa de la Europa moderna, consecuencia,
para Bataillon (1983), del impacto que tuvieron las ideas de Erasmo en España.
No obstante, y como puntualiza García Cárcel (1999), haríamos mal en conside-
rarla al completo una herencia directa de las propuestas del gran humanista
holandés, pues ya en el siglo XV se observan destellos de la devotio moderna,
ansias de reforma de la Iglesia y críticas a la escolástica11.
Al lado de los anteriores aparece un conjunto diverso en el que van a ir
despuntando autores del primer tercio del Seiscientos, algunos de los cuales se
publicarán en Indias: Luis de Rebolledo, Juan de Pineda, Héctor Pinto, Ludovico
Blosio, Alonso de la Veracruz, Juan de Bonilla, Miguel de Comalada, Pedro
Sánchez de Acre, Alonso de Ledesma, Lorenzo Zamora, Pedro de Oña, Antonio
Álvarez, Pablo José de Arriaga, Pedro Maldonado, Pedro Calderón de Carranza,
Antonio Rojas, Jerónimo de Segorbe, José de Jesús María, Baltasar Pacheco,
Alonso de Herrera, José Luquián, Alonso Rodríguez, Luis de la Puente, Martín
de Lanaja, Tomás de Jesús, Gaspar de los Reyes, Nicolás de Arnaya, Juan
Jiménez, Antonio de Torres, Onofrio Menescal, Diego de Retana, Juan de la
Fuente y Diego Pérez. Como ocurría en la relación de arriba, las órdenes reli-
giosas predominantes son las de San Francisco, Santo Domingo y, menos, San
Agustín; aunque, a medida que avanza el siglo va aumentando el número de
jesuítas. Esta riada de nombres, muy superior a la hallada en la documentación
del siglo XVI, muestra a las claras la eclosión de la espiritualidad ascética
durante el Barroco hispanoamericano; sin embargo, es de advertir que avistamos
el momento en el que se produce su inflación y adquiere los distintivos, medio-
cres, de un género de "masas" o alta difusión y vulgarización, los que, a la vez,
caracterizan su decadencia estilística en el último tercio del XVII. Poco tiene que
ver la pericia literaria de los maestros del Quinientos, incluso atendiendo a su
segmento menos competitivo, con el discurso desmesurado, manierista, hiperbó-
lico y tópico del libro devocional barroco. Ahora bien, en todos son preferentes
11
Del éxito de los autores y textos enumerados dan una prueba irrefutable el número de
ediciones que merecieron en su época. As(, la Guía de pecadores de fray Luis de Granada tuvo
81; el Libro de la vanidad del mundo de Diego de Estella, 26; sus Meditaciones devotísimas,
19; los Discursos del Credo de Esteban de Salazar, 8; los Triunfos del amor de Dios de Juan
de los Ángeles, más de 5 (véase Andrés 1994, 54).
161
unos mensajes destinados a organizar, mediante la posesión y uso del texto, las
pautas de conducta cotidiana de los fieles y los gestos que la cúpula eclesiástica
veía convenientes y necesarios en la práctica piadosa. El franciscano Diego de
Estella emplea un topos repetido hasta la saciedad:
La lección de los santos libros nos enseña el camino derecho de
vivir, los exemplos nos provocan a imitación y do ha de ser el ánima
recreada, en los quales más has de buscar la consolación espiritual
que la sabiduría: no leas por ser tenido por docto, sino por ser devo-
to12.
Mas nadie logró la resonancia del dominico fray Luis de Granada. Me atrevo a
afirmar que, gracias al efecto multiplicador de las prensas tipográficas, fiie el
escritor, considerando cualquier apartado temático de la muestra, más difundido
en las Indias de los siglos XVI y XVII; baste decir que, de 1583 a 1650, hemos
podido contar, en registros de navios e inventarios de bienes de difuntos, una
cantidad de ejemplares de su exitoso Libro de la oración y meditación que supera
ampliamente los 10.000. Incluso nuestro librero ambulante Cristóbal Hernández,
un humilde negociante curtido en las plazas de villas y ciudades, cara a la
generalidad del público lector, en 1619 depositaba en su efímero local mercantil
de Lima 325 unidades; tal vez por ello, los expertos lo consideran el libro, con
229 ediciones en castellano, más leído en el mundo hispánico durante la alta
Edad Moderna. Este texto, tras ser prohibida por Valdés en 1559 la edición
lisboeta de 1554, apareció corregido y revisado en 1566, año a partir del cual se
va a convertir en el manual más divulgado de la ascética postridentina. Su prosa
sencilla, elegante y colorista, cargada de efectismo emocional, le aseguró un
éxito muy prolongado entre eclesiásticos y laicos, una acogida, como sucedió
con las demás obras del ilustre dominico (especialmente la Introducción al
Símbolo de la Fe y el Memorial de la vida cristiana), que Sainz Rodríguez
(1983) achaca a su excelente estilo retórico, solidez doctrinal y, sobre todo, a la
dignificación de la oración vocal y del ritual externo, formas de la religiosidad,
aconsejables y asequibles al común de los fieles, promovidas en el Barroco y la
Contrarreforma. M. Andrés (1994), por su parte, incide en una divulgación
teórico-práctica de la oración mental y las virtudes cristianas ejemplares, cardi-
nales y teologales, cuya finalidad consiste en acrecentar la caridad y la gracia y,
11
1597, 96. A la lectura espiritual ha dedicado dos números monográficos la revista portu-
guesa Via spiritus (1997 y 1998). Sobre la importancia del libro religioso en el Barroco debe-
mos destacar a Álvarez Santaló (1989, 1990 y 1999a y b) y F. Bouza (1995).
162
en última instancia, conducir al cielo almas sin distinción de estados. Las pala-
bras del ilustre dominico son del todo explícitas:
Finalmente, si quieres desarraigar de tu ánima todos los vicios y
plantar en su lugar las plantas de las virtudes, seas hombre de ora-
ción. Y demás de esto, si quieres subir a la alteza de la contem-
plación y gozar de los dulces abrazos del esposo, ejercítate en la
oración [...] y vemos cada día muchas personas simples, las cuales
han alcanzado todas estas cosas susodichas y otras mayores mediante
el ejercicio de la oración13.
Resina Rodrigues (1988); en Perú, Miró Quesada (1982). Para Europa, véase Petrucci (1990).
163
14
También debemos tener en cuenta la formación retórica de los autores, quienes recurrien-
do a la "inventio", buscando más persuadir que demostrar, componían figuras, de tradición
clásica (de Cicerón por ejemplo), para mover los afectos; por ello era del mismo modo habitual
la "evidentia": expresar las cosas como si fueran pintura. Para estos derroteros de la retórica,
una disciplina básica en la enseñanza media y superior de la época, y en la de cualquier escritor,
es imprescindible López Grigera (1994, 133-139).
165
15
Al respecto es muy esclarecedor E. Orozco: "Sobre la teatralización del templo y la
función religiosa en el Barroco: el predicador y el comediante" (1988,1, 269-294). También
Maravall (1990), Sánchez Lora (1995) y J. L. Bouza Álvarez (1990).
166
16
En: Sánchez Lora 1988,290. Recientemente ha aparecido publicada la tesis doctoral de
Núñez Beltrán (2000) sobre la oratoria sagrada en el Barroco.
167
textos devocionales del Barroco. Milagros y portentos sirven a las gentes para
huir de un complejo y difícil avatar vital cotidiano y acariciar efectos sobrena-
turales, los del poder divino, portadores de esperanza o de la confirmación de su
pérdida. Pero este continuo anhelo del trasmundo dio lugar a las extravagancias
y los esoterismos vistos con recelo y suspicacia por algunos de los defensores de
la ortodoxia católica. Apariciones, revelaciones, arrobos, estigmas, alucinacio-
nes, magos, brujas, acciones del demonio y una diversa suerte de intercesores
celestiales y sus referentes simbólicos (reliquias, imágenes, rezos, etc.) estu-
vieron a la orden del día, no sólo en la creencia de los sectores populares sino
también en la de las élites, incluso las eclesiásticas que, a menudo, las fomenta-
ban. Sin embargo, hubo quienes las negaron y, en mayor medida, quienes, como
los inquisidores, quisieron diferenciar lo verdadero de lo falso, las acciones
divinas de las demoniacas; porque, normalmente, los que las rechazaban lo
hacían no por ser invenciones sino por tratarse de artimañas del maligno. En
efecto, en el Barroco el demonio sale del infierno y se transforma en un ser
físico que actúa sobre los hombres y las cosas cotidianas.
Pues bien, y para comprender mejor una opinión común en torno a este
entramado mágico, quiero traer a colación unos comentarios del benedictino
Leandro de Granada, escritor de un tratado sobre apariciones y visiones de gran
aceptación durante el siglo XVII que, en principio, concibió a modo de estudio
introductorio para la traducción que hizo de la Vida y revelaciones de Santa
Gertrudis la Magna. En él advierte:
Y si alguno dixere que esto de revelaciones y tratos espirituales,
apartados del sentido ordinario, no conviene que ande en romance,
porque los flacos no tomen ocasión de cayda [...] advierta que aun-
que no es justo que las revelaciones falsas salgan a la luz, a las
verdaderas, como son las que se pretenden declarar en este libro, les
es debido el manifestarlas, reverenciarlas y estimarlas (1607, 6).
Más adelante, y tras aceptar que la melancolía (depresión) es madre de muchos
engaños, justifica su decisión de la manera siguiente: "porque en los libros de
mystica ay muchas cosas que no se pueden entender, no teniendo noticia desta
materia de revelaciones" (ibíd.).
En las claves irracionales y mágicas de la religiosidad está la fuga barroca,
deseo y experiencia que Sánchez Lora (1988, 145) define como el conjunto de
prácticas transgresoras de la norma que, sin violentar el sistema de creencias, lo
desarrollarán de modo diferente al establecido. Este piélago de supersticiones, o
frontera, en las fechas imperceptible, entre lo racional y extrarracional, en los
impresos a los que nos referimos es accesible gracias a la atrición, al castigo
eterno y a la represión institucional que transmite la meditación, repulsiva,
168
las autoridades españolas de las dos orillas y los distintos grupos sociales del
Nuevo Continente, sobre todo los de las gentes activas y descontentas que ya se
sentían americanas (criollos) y querían manifestar una identidad propia, mediante
unos símbolos y un lenguaje específicos, frente a la metrópoli, y los peninsula-
res. Sus deseos e inquietudes se van a plasmar en una literatura, sin desechar las
raíces comunes con la importada, distinta y de la pluma de escritores y pensado-
res autóctonos.
Aquel Barroco de las Indias, del mismo modo, ofrecía una extremosidad
exuberante, en colores, imágenes y fantasías, a mestizos, negros y naturales,
quienes encontraron en las extravagancias de la religiosidad, en la fuga y el
trasmundo de la espiritualidad, cauces para las reminiscencias de sus creencias
y ritos ancestrales. La religión, inevitablemente, se convierte en el principal
factor de cohesión social, más en unos inabarcables e inmensos territorios donde
la cristianización todavía es una empresa en marcha que amplía, sociológicamen-
te hablando, y refuerza la razón de ser de la Contrarreforma, un plan estratégico,
para la comunidad en su conjunto, que pretendía la imposición de la ortodoxia
y el credo oficial y el disciplinamiento, para dirigirla y gobernarla mejor, de la
sociedad. De ahí la urgente necesidad de vidas piadosas ejemplares y santas, y
sus referentes simbólicos, pruebas de la presencia de Dios (ciudades, santuarios,
reliquias, milagros, fiestas, etc.), que demostraran y propagaran los logros de la
misión, la equiparación a la devoción europea y la madurez de una novedosa
civilización cristiana. En cualquier caso, el Barroco marcó un hito más, desme-
surado, teatral y paradójico, como no podía ser de otra manera en el extremado
ser hispánico, en la historia de nuestros amores y odios o, si quieren, de nuestras
pasiones compartidas.
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174
Y (AUTO)REPRESENTACIÓN
La otra literatura novohispana:
textos en lenguas indígenas en escritura alfabética
Elke Ruhnau
1
León-Portilla 1980, 94; Ruhnau 1999a, 423s.; 1999b, 32s.; 2000, 334s., 338ss.
2
Romero Galvánen: Chimalpahin 1983, 44ss.; Ruhnau 1998, 198s.
183
dramas propios que eran representados solamente por sus habitantes; en el caso
de que el drama tratase de la leyenda del patrono del pueblo, se lo ponía en
escena cada año en su día (Lockhart 1992, 407, 409).
Los rasgos específicos de la literatura náhuatl que se van formando a partir
del año 1600 no pueden ser considerados sin tener en cuenta el desarrollo litera-
rio del siglo XVI. Ya en los primeros años después de la Conquista, varios
escribas nahuatlatos empezaron a redactar textos en escritura alfabética —por
ejemplo, el documento titulado "Ordenanza del Señor Quauhtemoc" del año
1528—, pero no llegaron a producir textos en el nuevo modo de escritura en gran
escala antes de los años cuarenta. En esta etapa temprana de la nueva literatura
náhuatl, los autores usaban ambos sistemas de escritura, el alfabético europeo y
el pictográfico indígena. Algunos redactaron documentos solamente en el modo
pictográfico mientras que otros usaban la escritura tradicional y la "nueva" una
al lado de la otra. En el caso de que el mismo asunto fuera explicado utilizando
ambas formas, el texto alfabético era más o menos una transcripción del picto-
gráfico (Lockhart 1992, 348; Ruhnau 2000, 336). La mayoría de los textos de
esta etapa son anales, listas de tributos y tributarios, así como registros catas-
trales.
A partir del año 1570, el componente pictográfico de los documentos indíge-
nas comienza a disminuir sucesivamente al mismo tiempo que el número de
textos escritos solamente en escritura alfabética aumenta rápidamente. Un nuevo
género textual redactado exclusivamente en el modo alfabético aparece por
entonces: las cartas, de carácter tanto privado como oficial (Lockhart 1992,
366s.). Para finales del siglo XVI, los autores de los anales han ido perdiendo
cada vez más el interés por la historia precolombina y centrando su atención en
la época colonial. Los anales muestran hasta qué punto sus autores sabían exac-
tamente cómo funcionaba el régimen colonial español y el grado de integración
de los jefes de las comunidades en el aparato administrativo colonial (Ruhnau
2000, 333ss., 341s.).
En el siglo XVII, la escritura pictográfica perdió casi por completo la función
de transmitir informaciones. Lo más importante se comunicaba exclusivamente
por el modo alfabético y muchas veces los pictogramas se convertían en meros
elementos decorativos (Lockhart 1992, 351, 357). Las exhortaciones a los here-
deros, que constituyen un rasgo típico de los testamentos de indígenas y que no
se encuentran en los de criollos, ya no se expresan sino por fórmulas estan-
darizadas (Lockhart 1992, 369). Todos los anales redactados a partir del año
1600 tratan, aparte de la historia prehispánica, la contemporánea o exclusiva-
mente la historia temprana novohispana. Queda claro en ellos —en particular
cuando se trata la historia precolombina— la distancia mental de los autores hacia
185
esta época y hacia el siglo XVI. Se encuentran en los anales, además, simpli-
ficaciones léxicas y estilísticas de la lengua náhuatl, evidentes, entre otros, en el
amplio uso de hispanismos en lugar de neologismos en náhuatl o perífrasis
(Lockhart 1992, 386s.). Los títulos de tierras ya mencionados constituyen, por
su parte, un nuevo género textual nacido a mediados del siglo XVÜ.
En último lugar, queremos ocuparnos de las informaciones comunicadas
mediante la literatura náhuatl a los indígenas en particular. Cabe señalar que no
fueron sólo los anales, dramas y poesía los redactados en lengua indígena, sino
también textos dirigidos a las autoridades coloniales españolas, que habría sido
más apropiado redactar en español. Es éste un aspecto en el que valdría la pena
indagar.
Los analistas indígenas no intentaban explicar al público hispanoparlante la
historia precolombina o la interpretación indígena de ella— tal como había sido
el caso de autores españoles que, en los siglos XVI y XVÜ, habían compuesto
obras sobre la historia prehispánica, como es el caso de la Monarquía indiana
del franciscano Juan de Torquemada, de la Historia de las Indias de Nueva
España del dominicano Diego Durán y de la Historia ecclesiástica indiana del
franciscano Jerónimo de Mendieta. Los analistas indígenas tampoco tenían la
intención de mostrar a los españoles la percepción de los indígenas de la historia
colonial: los anales en náhuatl se dirigían exclusivamente al público indígena con
la intención de determinar y afirmar la identidad indígena y fortalecer la concien-
cia colectiva. Dado su objetivo, los autores no tenían escrúpulo alguno en
interpretar acontecimientos históricos y contemporáneos desde una perspectiva
propangadística (Ruhnau 2000, 333s., 338ss.). En su mayoría, los analistas se
centraban en la historia de sus pueblos natales, pretendiendo que éstos eran de
suma importancia y reclamando para ellos una posición de autoridad, no sólo en
la época prehispánica sino también en la colonial4. Al sugerir un paralelismo
entre el régimen colonial español y el precolombino, los autores intentaban pro-
bar que el sistema político-social indígena continuaba existiendo, aun cuando
fuera bajo otra forma. Los relatos sobre la época prehispánica tenían por objeto
mantener viva la conciencia de la propia historia entre los indígenas. Además,
servían para legitimar el derecho de la élite indígena a participar en el régimen
colonial, por lo menos a nivel municipal, y el derecho de la gente autóctona a
conservar sus costumbres políticas, sociales y económicas. Los derechos que los
jefes de las comunidades indígenas hicieron valer se basaban en su pertenencia
a dinastías prehispánicas. Los anales en náhuatl, incluso los que se redactaron en
el siglo XVII en escritura alfabética y que tratan tanto de la historia prehispánica
4
León-Portilla 1980, 93s.; Lockhart 1992, 384; Ruhnau 1999a, 421, 423s.
186
5
Lockhart 1992, 413ss.; Robertson 1973, 254, 259ss.
188
de los herederos, sus parientes y sus vecinos, representantes del cabildo indígena
y a veces acreedores del testador podían actuar como testigos (Lockhart 1992,
368, 370). La lectura del testamento a estas personas debió de confirmar el
derecho de propiedad del testador, que le permitía disponer de la herencia (ibíd.,
370s.).
Finalmente, los contratos de compraventa y los documentos de cesión fueron
redactados en náhuatl aunque tenían la calidad de documentos legales para mos-
trar a los respectivos habitantes de comunidades indígenas los derechos de
propiedad de los nuevos dueños (ibíd., 371).
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190
Para comienzos del siglo XVII, la historiografía del Brasil apenas si abarca el
tiempo transcurrido desde el descubrimiento de la "Tierra de Santa Cruz", en
1500. En general, es la obra de reináis, naturales del reino, de religiosos y
misioneros —algunos extranjeros— o de colonos letrados, que en los trances
difíciles de la colonización ponen por escrito noticias de las "cosas memorables".
Observaciones personales y descripciones del país constituyen la relación suma-
ria del pasado o la crónica de la actualidad vivida y presentan, en cierto modo,
una "América abreviada", título muy significativo del informe modesto de Joao
de Sousa Ferreira sobre el Marañón. Historia moral e historia natural se juntan
y se complementan tradicionalmente.
Un ejemplo magnífico lo ofrece el franciscano fray CristóvSo de Lisboa
(1583-1652), hermano de Manuel Severim de Faria. Como misionero y defensor
de los indios en el Marañón y Gran Pará, redactó su Historia dos animaes, e
arvores do Maranháo en 1627, libro ilustrado con dibujos anteriores a Willem
Piso y Georg Marggraf, que permaneció inédito hasta nuestros días (2000). A
diferencia de los virreinatos hispanoamericanos ningún libro referente a las
"cousas do Brasil" fue impreso en el territorio colonial. En el llamado Estado del
Brasil, por ley, toda la producción de libros tenía que pasar a las imprentas
establecidas exclusivamente en la metrópoli bajo el control de la censura. No es
éste el lugar de someter al análisis detallado el valor documental y socio-político
de los escritos historiográficos que abundan a lo largo del siglo XVII, cuando no
sólo avanza el proceso de la exploración de los inmensos espacios interiores y su
ocupación, sino que también aumentan los conflictos internacionales entre las
potencias europeas con sus aspiraciones hegemónicas en el mundo extraeuropeo.
Huelga decir que la formación de la cultura iberoamericana colonial se funda y
se refleja visiblemente, por un lado, en el fuerte desarrollo de la historiografía
como justificación de la empresa misionera y colonizadora, y, por otro lado,
como afirmación de la naciente conciencia criolla. Aquí nos interesan en particu-
lar algunos aspectos de la elaboración literaria y retórica de obras historio-
gráficas, y no tanto su dimensión documental, más o menos fidedigna en cuanto
a la (re)construcción de la historia. Sirvan de ejemplo algunas obras luso-brasi-
leñas del siglo XVII, que demuestran hasta cierto grado la nivelación entre
historiografía y literatura, o, dicho de otra manera, no manifiestan una clara
diferenciación metódica y genérica entre la narración histórica y su realización
formal literaria.
Entre la voluminosa producción de los historiadores y cronistas, tanto ecle-
siásticos como profanos, hemos escogido una obra de fray Manuel do Salvador
Calado (1584-1654), de la Orden de San Pablo Ermitaño, que ya por su título
llamativo O Valeroso Lvcideno, e Trivmpho da Liberdade (Lisboa, 1648) rebasa
los límites tipológicos del género, es decir, entre poesía épica y "tratado" histó-
rico en prosa.
Contexto histórico
El establecimiento de la Nueva Holanda y la guerra con las Provincias Unidas de
los Países Bajos (1624-1654) y su Compañía de las Indias Occidentales, fundada
en 1621, polarizaron violentamente la atención durante buena parte del siglo
XVII y constituyen el tema central de la historiografía luso-brasileña de la época.
La obra del monje es una de las primeras sobre el asunto, publicada en 1648 con
el visto bueno del Cronista mayor del Reino de Portugal, padre Doctor Francisco
Brandáo, abad bernardino, pero puesta en el índice en 1655. Con un nuevo
frontispicio salió otra vez en 1668. Después de haber vivido más de veinte años
en el Brasil (1624-1646), el religioso escribió su obra de regreso a Portugal.
Solamente llegó a la imprenta la primera parte, la continuación se conserva
inédita en la Biblioteca Municipal do Porto y hay otra copia en la Biblioteca Na-
cional en Río de Janeiro.
Es curioso observar, tanto por la fecha de publicación como en el empeño
épico-panegírico y en el propósito apologético, las coincidencias de la obra de
fray Manuel con el ámbito holandés. Frans Plante, pastor en el séquito del conde
de Nassau-Siegen, había compuesto la Mauritias. Hoc est rerum ab illustrìssimo
Heroe locarne Mauritio, Comité Nassoviae et in Occidentali India gestarum
descriptio poetical, y el erudito Caspar Barlaeus había redactado su Rerum per
octennium in Brasilia, et alibi nuper gestarum, sub praefectura illustrissimi
Comitis I. Mauritii [...] historia (Amsterdam, 1647), libro de lujo tipográfico
adornado de espléndidos grabados del artista Frans Post.
Fray Manuel do Salvador fue un apasionado testigo de los acontecimientos
que narra y comenta, prácticamente en primera persona, introduciéndose entre
los protagonistas bajo su nombre de fraile. Por un lado, hace alarde de sus
1
Leiden, 1647. La epopeya ya estaba terminada dos años antes (ver Eekhout 1979).
193
2
De la serie de comentarios, diarios, memorias e historias sobre la "guerra santa" contra el
régimen de la Compañía Comercial de las Indias Occidentales cabe destacar las siguientes obras
portuguesas: Duarte de Albuquerque Coelho: Memorias diarias de la guerra del Brasil [...]
empegando desde MDCXXX (Madrid, 1654); Francisco de Brito Freire: Nova Lusitania, Historia
da guerra brasilica (Lisboa, 1675); fray Rafael de Jesús: Castrioto Lusitano ou Historia da
guerra entre o Brasil e a Holanda (Lisboa, 1679), del cual hablaremos más adelante; Diogo
Lopes de Santiago, Historia da guerra de Pernambuco (publicada sólo en 1943) y el carmelita
portugués frei Joao José de Santa Teresa, en italiano: Istoria delle guerre del Regno del Brasile
accadute tra la Corona di Portogallo, e la República di Olanda (Roma, 1698). Véase para el
conjunto Moraes 1983; Rodrigues 1949; Herkenhoff 1999.
3
Sobre Calado, véase Mello 1954.
4
Edición moderna por Maria da Gra^a Pericáo y comentario de Jorge Couto en Albu-
querque 1989.
194
5
Edición comentada de Albuquerque 1989.
6
La História do Brasil del fraile franciscano es el primer intento de un autor portugués de
resumir el acontecer histórico en tierras brasileSas. El libro fue redactado en 1627.
7
Salió por primera vez en versión inglesa con el título A Treatise ofBrasill written by a
Portugall which had long lived there en Samuel Purchas, Pvrchas his pilgrimes. The Seventh
Booke, Londres 1625. Para la edición moderna, véase Cardim 1997. Es también muy interesan-
te, pero poco conocido, el tratado del jesuita Joto António Andreoni, Cultura e opuléncia do
Brasil por suas drogas e minas, publicado bajo el pseudónimo de André Joáo Antonil. La
edición fue confiscada y destruida (para una edición moderna, véase Antonil 1989).
8
Brandáo 1943; véase también Dicionário de história de Portugal s.a., t. 1, 373-382, y
Serráo 1973, 337-340.
195
9
En un arranque de exaltación patriótica Calado le caracterizó como "Indio Brasiliano, o
mais leal vassalo, que Sua Magestade tem nesta America, e o mais amigo dos Portugueses que
todos os que ate agora tem auido, nem de presente ha em toda a térra do Brasil, e o mais vale-
roso e ardiloso na guerra" (164s.). Sobre Joáo Fernandes Vieira véanse Mello 1956 y 1967.
10
Cito por la edición de 1648, colocando el número de página entre paréntesis después de
cada cita. Para una descripción de dicho ejemplar véase Koppel 1986.
196
de erudición. Por otra parte, Plante, en su Mauritias, aspira igualmente a dar una
descriptio poética de los hechos de Juan Mauricio conde de Nassau-Siegen.
Calado no sigue un criterio funcional ni estructural preciso al alternar prosa
y metro. Los versos que señalan esta transición son muy pedestres en su recurso
al principio de variatio delectar, "me pareceo cousa justa o tornarla [historia] a
escreuer em uerso, para maior entretenimento dos leitores, e para dar mais
alentó aos nossos soldados" (326). En otro momento da fin a la narración versifi-
cada de los sucesos con una anti-invocación irónica a las Musas:
Descansemos hum pouco, amada Musa,
Porque temos jornada trabalhosa,
E quem anda por breñas n2o escusa
Gozar de alguma hora deleitosa
Deixemos da cabera de Medusa
A cabeleira falsa, e portentosa,
E para andar por todo o Vniverso
Fale a prosa, e descanse hum pouco o verso (212);
o se le ocurre terminar abruptamente el canto
Agora, amada Musa, descansemos
Porque já nao me atreuo a cantar tanto,
Outras ocasiones cedo feremos,
Ñas quaes come?aremos nouo canto.
Agora os parabens, e as grabas demos (231).
Tales versos poco inspirados confirman la impresión de que el metro es para
Calado un mero ejercicio formal y un elemento puramente decorativo que imita
la técnica épica. Cantando la "milagrosa victoria" de Tabocas, Calado afirma:
"para que ao curioso leitor seja mais agradauel o quero escreuer por maior em
verso refrescando na memoria a curiosidade da poesia, a que no principio de
minha mocidade fui algum tanto inclinado" (207). Así, el verso sirve de puro
recurso mnemotécnico.
Calado inaugura el libro primero con una declarada retractación de la tópica
invocación de las Musas, que son reemplazadas por otras instancias ortodoxas:
Das phantasticas Musas eu nao quero Fauor (2).
Sin embargo, el inicio épico imita el ejemplo clásico:
A Liberdade restaurada canto,
Obrada por a espada Portuguesa,
Guiada pela luz do Polo Santo, [!]
(terrena obra, mas celeste empresa).
pero sigue diciendo que no se asombra
Circes, e Medea [!]
Transformares de sem fingido encanto.
Nem de Homero enuejo a fértil vea,
Nem Sirenas me causáo grande espanto;
Porque quem canta ao certo, nao recea
E quem pura verdade estima tanto
Bem pode escreuer glorias, e mais penas,
Tendo a intacta Virgem por Mecenas (1).
Por consiguiente, en su fervor religioso-patriótico invoca a la Virgen, su Mece-
nas, como única fuente de inspiración "Vos escolho por minha amada Musa".
Cantemos pois (ó Musa) os bens que achei
No arriscado discurso desta guerra,
Tu farás o compasso, eu cantarei
Marauilhas do ceo, feitas na térra.
Tu serás o Piloto, e eu serei
A nao, que da mentira se desterra,
Tu leuarás o leme, e a bandeira,
E eu nauegarei desta maneira (2).
Calado aparentemente relaciona la poesía con ficciones, acordándose del famoso
dicho "los poetas fingen" o mienten. Insiste en que su obra de historia, tanto en
prosa como en verso, no es sino "verdad pura" y "evidencia":
Relatarei aquí verdades puras,
Porque aprendi por larga experiencia
A náo julgar já mais por conjeituras (ibíd.).
Tal propósito está de acuerdo con las atestaciones censorias que anteceden al
libro. En ellas Duarte de Conceifáo certifica que el autor "conta, e escreue com
toda a certeza, e verdade, como testimunha de vista".
A pesar de las revocaciones tajantes al marco mitológico del poema épico,
Calado se empeña en artilugios como la composición de versos bilingües mixtos
en latín y en portugués —de moda desde el siglo XVI— que pone en boca de
Antonio Felipe Camaráo como plegaria en acción de gracias después de la
victoria (306-309).
La poesía épica de fray Calado adolece no sólo del servilismo estilístico y de
una forma híbrida poco lograda, sino que también, por su falta de inspiración y
pobreza conceptual carece de atractivo y valor estético. Pero, con todo, la vena
épica constituye un rasgo importante de la literatura colonial brasileña. Los
200
11
Para la edición del texto véase Anchieta 1992. Sobre la cuestión del autor véase Leite
1963 y Briesemeister 2002.
201
12
Para el éxito europeo de la historia de Skanderbeg, véase Frenzel 1988, 699-702. Juan
Pérez de Montalbán escribió un auto sacramental Escanderbech (ca. 1630) sobre la recon-
versión del héroe.
202
del Castrioto lusitano existe en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro una libre
adaptación latina, probablemente de finales del siglo XVII.
Conclusión
Aunque el libro de fray Manuel do Salvador Calado, escrito por un testigo
presencial, ciertamente posee un valor documental, no es una obra de calidad
literaria. No sin falsa modestia el fraile admite en su prólogo al lector, "que esta
empresa da liberdade da Patria, em defensáo da Fe de Christo, pedia outro
Escritor mais defecado, e mais docto", pero a éste le faltaría la "evidencia" que
posee un testigo, puesto que establece una gran diferencia entre "o que escreue
como testimunha de vista, e o de ouuida". Calado toma la pluma movido por el
patriotismo más acendrado, que hace de su "Tratado" triunfalista un texto
fundacional para el futuro discurso de la brasilianidad con su propia armazón
ideológica. Es una de las crónicas escritas desde Indias que afirma la naciente
conciencia criolla y la de una "Brasilica America". En forma híbrida y desmaña-
da, Calado ensalza con su Valeroso Lvcideno la gesta impactante de los nordesti-
nos en su lucha por la libertad e independencia. Comparándolo con los resulta-
dos historiográficos y científicos del erudito Caspar Barlaeus (Rerum per octenni-
um in Brasilia, et alibi nuper gestarum [...]historia, Amsterdam, 1647), para no
hablar del médico Willem Piso y Georg Marggraf, cartógrafo y naturalista de
Sajonia (Historia naturalis Brasiliae, Leiden, 1648), se hace patente la distancia
no sólo en cuanto a la esmerada presentación tipográfica con profusión de
grabados artísticos, sino sobre todo en lo que se refiere al rigor científico y arte
de escribir. Barlaeus, Piso y Marggraf representan los mejores resultados de las
investigaciones que se desarrollaron durante el episodio del gobierno de Juan
Mauricio conde de Nassau-Siegen. Ellos echan los cimientos del saber enciclopé-
dico europeo sobre el Brasil y forman el canon en el campo de la geografía,
ciencia natural e historia colonial hasta que, a principios del siglo XIX, las
grandes expediciones (Spix-Martius, Langsdorff y Maximiliano de Wied-Neu-
wied) inauguran una nueva fase de la exploración. Para el ámbito de la "Nova
Lusitania", el Valeroso Lvcideno es un paso expresivo en el lento proceso identi-
tario y un augurio modesto de la vena épica que brotará plenamente en el siglo
XVni con el Uraguay de José Basilio da Gama (Lisboa, 1769), el Caramu.ru de
fray José de Santa Rita Duráo (Lisboa, 1781) o Vila Rica de Cláudio Manuel da
Costa. Calado está articulando un espíritu de creciente regionalización y una
conciencia de la particularidad no sólo frente a las grandes divisiones territoriales
y administrativas del Brasil colonial, sino también con respecto a la lejana
metrópoli europea cuyo auxilio tarda mucho en llegar. Si Calado vacila entre
historia y epopeya, Sebastiao da Rocha Pitta (1660-1738) de Salvador, logró con
203
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Brasil en la encrucijada de la modernidad:
el período holandés (1630-1654)
Ineke Phaf-Rheinberger
No fue sino a partir del siglo XX que los estudios de historia cultural en el Brasil
comenzaron a indagar el proceso de formación de una modernidad brasileña,
concibiéndola como reacción a la colonización holandesa (1630-1654) en el
Nordeste del país. Los ejemplos abundan. En el catálogo de la XXIV Bienal de
Sáo Paulo, Luis Pérez Oramas celebra al paisajista holandés Frans Post como
descubridor del paisaje americano (Herkenhoff 1998). Un año después, Paulo
Herkenhoff (1999) editó una serie de artículos ilustrados sobre los aspectos ico-
nográficos, científicos y literarios del período holandés. Por su parte, José Ra-
mos Tinhoráo (2000), ha estudiado el contraste existente entre la organización de
fiestas y celebraciones de holandeses y brasileños en esta época. Estas referen-
cias dan ya una primera impresión de la importancia que los brasileños atribuyen
al período de la colonización holandesa. También fuera de Brasil existen in-
vestigadores sobre la misma, tales como José van den Besselaar, Ernst van den
Boogaart, Frits Smulders, Peter Whitehead y Marinus Boeseman, cuyas obras
brindan información indispensable acerca de esta experiencia. No es sin embargo
de sorprender que se observe una diferencia de perspectiva. En el caso de los
estudios brasileños, se trata de una contextualización de los sucesos ocurridos en
la zona holandesa en relación con los del Brasil portugués, un tema en el que los
especialistas extranjeros no suelen profundizar con el mismo rigor. La curiosidad
por el período holandés puede sintetizarse en una pregunta, centrada en la
cuestión de la modernidad, es decir, en la percepción sociocultural del medio
ambiente urbano: ¿en qué medida contribuyó la intervención holandesa al proce-
so de la modernidad brasileña, tanto en lo que hace a su dinámica histórica como
a su representación simbólica? Estos factores están estrechamente conectados con
la expansión y el sistema colonial europeos del siglo XVII, de allí que sea
interesante explorar las reflexiones sobre la modernidad a partir de los planteam-
ientos brasileños. Es esto lo que me propongo hacer, centrándome para ello en
tres personajes claves en este sentido: 1) Frans Post (1612-1680); 2) Joáo Fer-
nandes Vieira (ca. 1602-1681); y 3) el padre Antonio Vieira (1608-1697).
en 1933. Roberto Ventura (2001), en un ensayo con el mismo título, recuerda las
reacciones inmediatas a esta primera edición. Al citar observaciones que hablan de
una revolución o del efecto del cometa Halley por un lado y, de pornografía,
subversión o comunismo por otro, Ventura arguye que con la obra de Freyre se
inició una larga tradición de estudios sobre el fenómeno de la plantación en el
Nordeste de Brasil. De acuerdo con Freyre, la "casa grande" y la "senzala"
constituyen el núcleo dinámico, dentro de la colonia portuguesa, de una sociedad
patriarcal desarrollada como modelo. Este argumento fue ampliado y cuestionado
por una larga lista de publicaciones muy bien documentadas, entre las que destacan
las de José Antonio Gonsalves de Mello, primo y amigo de Freyre y, como él, del
estado de Pernambuco. Cabe notar que, a proposición de Freyre, Mello aprendió
el holandés y trabajó durante mucho tiempo en los archivos en Holanda.
El libro más famoso de Mello es Tempo dos flamengos. Influencia da ocupa-
gao holandesa na vida e na cultura do norte do Brasil, cuya primera edición data
de 1947. En él, el autor traza una distinción muy clara entre los dos polos urba-
nos del Brasil: el patriarcal "Bahía-Olinda" de la aristocracia rural y el moderno
"Recife-Mauricia" de los holandeses. Estos últimos, que residieron en Recife y
en Mauricia, la nueva ciudad construida por ellos en la isla de Antonio Vaz, no
lograron extender su influencia hacia el interior. Su estrategia fue aprovecharse
económicamente de las fuentes de la riqueza, es decir de la madera (pau), y del
producto de las plantaciones, cuya infraestructura habían encontrado ya im-
plantada al llegar al país. Mello concluye en una obra más reciente que: "E
assim a vida rural continuou na inteira dependencia dos luso-brasileiros, embora
por todo os holandeses fosse proclamada a [má fé dos portugueses]" (2000,47).
Basándose en el estudio meticuloso de documentos en archivos holandeses,
Mello logra reconstruir el panorama de una sociedad moderna sitiada, que vive
de las importaciones y exportaciones sin tener un hinterland para alimentar a sus
propios ciudadanos. Observa que la palabra "hambre" se repite con frecuencia
en los manuscritos, además de constatar las crueldades cometidas durante las
expediciones o las defensas armadas.
El historiador de Pernambuco ilustra las páginas de su libro sobre el período
de dominación flamenca con láminas que reproducen fragmentos de las obras del
pintor holandés Frans Post, quien vivió en Brasil entre 1637 y 1644 como pintor
de la corte del gobernador, el conde Johan Maurits van Nassau-Siegen (1604-
1679). Actualmente, no hay en Brasil otro pintor del siglo XVII que sea más
popular que Frans Post. El interés por su obra es enorme y el valor que se le
confiere contrasta con su recepción en Holanda, donde se lo considera uno más
entre los paisajistas de la época. Este entusiasmo por Post comenzó con Joaquim
de Sousa-Leáo, representante diplomático de Brasil en La Haya en los años
209
holandesa en los lienzos que Post pintara durante los 36 años que vivió en su
ciudad natal holandesa después de su regreso del Brasil. Couto celebra, pues, la
"brasileñidad" de Post y a su obra como una fuente de gran riqueza para la
memoria histórica del Nordeste. Irónicamente, señala que el conde de Nassau,
al referirse a las obras que Post pintara en Brasil, lo hizo "negligentemente [...]
[como] de 'Africa'" (ibíd.).
Luego de los trabajos anteriores, se han descubierto una serie de datos y
obras desconocidas de Post1. A Beatriz y Pedro Corréa do Lago debemos una
investigación reciente (1999), en la cual se esfuerzan por reconstruir el contenido
de los lienzos que Post pintara en Brasil. De acuerdo con sus cálculos, deben de
haber existido 18 lienzos pequeños, todos del mismo tamaño (ca. 15 x 88 cms.),
donados por el conde de Nassau al rey de Francia poco antes de su muerte. De
estos 18 lienzos se conocen siete: cuatro se encuentran en el Louvre, en París,
y tres en colecciones privadas. Los Corréa do Lago sostienen que
De fato, os sete quadros hoje conhecidos deixam claro que a serie de
18 (dézoito) deve ter representado um dos conjuntos de obras mais
fascinantes dentre as produzidas no seculo XVII (1999, 244).
La comparación de los grabados y acuarelas que realizara en Brasil con las
copias de sus obras llevadas a cabo en Francia en el siglo XVIII, les permiten
establecer que Post documentó los lugares estratégicos conquistados por los ho-
landeses: Itamaracá, Castrum Mauritii, Fortaleza Ceulen, Puerto Calvo, Fortale-
za Frederik Hendrik, Ciudad Frederica, etc.2. La técnica pictórica que Post
1
En 1953 se organizó una exposición en la Mauritshuis en La Haya, en colaboración con
la Casa Real de Holanda y con el mismo Sousa-Leäo, bajo la dirección del director del museo,
Bob de Vries. Otra actividad importante, realizada en La Haya, fue la documentación hasta
aquella fecha más completa de las obras del arte, ciencia y arquitectura del conde Johan
Maurits, bajo la dirección de Ernst van den Boogaart (1979). Whitehead, por su parte, escribió
con Boeseman otro volumen abarcador sobre el tema (1989).
2
El conde Johan Maurits regaló los dieciocho lienzos pintados en Brasil al rey de Francia
en 1678. El pintor francés Thiery los copió en su integridad en 1721. A partir de entonces, once
cuadros pasan por perdidos. Los siete cuadros conocidos son: 1) Vista de Itamaracá con
Fortaleza Orange, 1631, Mauritshuis / La Haya; 2) El Río San Francisco con Castrum Mauritii,
1638, Louvre; 3) El Carro de Bueyes con Vila Formosa de Serinhaem, 1638, Louvre; 4)
Fortaleza Ceulen con el Río Grande, 1638, Louvre; 5) Puerto Calvo, 1639, F. Correo, Louvre;
6) Ciudad Frederica en Paraíba, 1638, New York; 7) Fortaleza Frederik Hendrik en la Isla de
António Vaz, 1640, New York. Las tres obras, probablemente pintadas por Post y copiadas por
Thiery, son: 8) Alagoas do Sul; 9) Cabo de Santo Agostinho; 10) Recife. Las ocho obras
posiblemente pintadas por Post y, en este caso, copiadas por Thiery, son: 11) Olinda; 12)
Igarassu; 13) Siara = Ceará; 14) Parayba; 15) Arx Principis Guilielmi; 16) Maranháo; 17)
211
Friburgum; 18) Boa Vista. Los Corréa do Lago distinguen entre obras probables y obras
posibles basándose en sus informaciones y en documentación al respecto.
212
Plata, Chile y el Perú. Los detalles que brinda sobre las batallas y expediciones,
la economía, los ingresos, la estrategia de los enemigos, etc. revelan que debe de
haber estado muy bien informado sobre la situación en las Indias Occidentales.
Su biógrafo Worp señala que, para 1622, Barlaeus poseía 21 volúmenes sobre el
tema en su biblioteca privada, los cuales vendió entonces a la recién fundada
Compañía. Además, es sabido que la obra en cuatro volúmenes de Jan de Laet,
Iaerlyck verhael van de verrichtinghen der geoctroyeerde West Indische compa-
gnie o Verdadera relación de las acciones de la Compañía de las Indias Occi-
dentales, legítimamente autorizada (La Haya, 1644) también le habrá proporcio-
nado material actualizado sobre el tema (Phaf-Rheinberger 2002).
De acuerdo con la argumentación de Mello, la obra historiográfíca de Bar-
laeus y la pictórica de Post pertenecen al polo urbano "Recife-Mauricia". Sin
embargo, no son ellos los únicos en manifestar su punto de vista pues igualmente
lo hacen los representantes del polo señorial "Olinda-Bahía". El historiador
pernambucano enfatiza, en este sentido, la importancia de O Valeroso Lucideno
e triumpho da liberdade (1648), de fray Manuel Calado (1584-1654): "I would
go so far as to say that Calado's account should be placed on a level with the
work of Barlaeus, as a basic text on the history of the Dutch presence in this part
of the New World" (Mello 1979, 255). El conde de Nassau le había permitido
a este fraile portugués decir misa y vivir en la ciudad Mauricia, donde los
muchachos holandeses le gritaban por la calle: Rut Papa ("véte, partidario del
Papa"), esquelmen ("picaro", en el sentido de ladrón), jurquent ("hijo de puta")
o deduvel ("demonio") (ibíd.).
El protagonista de la obra de fray Calado es el héroe Joáo Fernandes Vieira,
el capitán de infantería y líder de la Rebelión de Pernambuco contra los ho-
landeses en 1645. Probablemente mulato e hijo ilegítimo, nacido en Funchal
(Madeira), llegó a Brasil a los once años sin medios propios. En su libro más
reciente, Mello (2000) investiga la vida de Vieira tomando el volumen de Calado
como una de sus fuentes más fidedignas:
A Pernambuco chega humilde e pobre [...]
E assim para buscar a honesta vida
Serve a um mercador por a comida. [...]
Sai-se do Arrecife incontinenti [...]
Busca a um mercador rico e honrado
Que tinha o trato grosso em demasia,
E logo sente o peito afeigoado
Ao modo agencial da mercancía:
Na arte se faz mui destro e consumado,
Nota as grandes ganancias que ali havia,
213
3
"The recovery of Brazil was the salvation of Portugal. The sugar and slave trades provided
it with resources for continuing the struggle with Spain, and helped to stimulate foreign interest
in its survival as an independent State" (Elliot 1966, 351).
215
Antonio aos peixes (1654), Rodrigues Lapa (Vieira 1940) concluye que el
problema de los conversos se convirtió en una verdadera obsesión para el padre.
En este sentido, cabe destacar una de sus cartas, dirigida desde La Haya al ya
mencionado embajador portugués ante Francia, el marqués de Niza. El 3 de
febrero de 1648, el padre informa que los Estados Generales holandeses acaba-
ban de entregarle un documento de protesta sobre un auto de fe, en el cual la
Inquisición había condenado a tres judíos de Recife a abjurar de su religión. Es
probable que se tratara del caso del mártir Isaac de Castro y sus correligionarios,
quemados vivos en la hoguera en diciembre de 1647, caso analizado por Günter
Boehm (1992). Apoyándose en otros estudios de Mello, Boehm traza la trayecto-
ria de Castro, que había nacido en Francia y emigrado a Pernambuco vía Ams-
terdam. De allí pasó a Bahía, el "país de la idolatría" para los judíos de Ams-
terdam, donde fue apresado y enviado a Lisboa para ser procesado por la
Inquisición. Boehm cita una de las declaraciones hechas por Castro durante el
interrogatorio, en la cual declara que "estaba seguro de que la prosperidad de
Holanda se originaba en el hecho de que allí habían sido acogidos los judíos, que
tenían para ellos la bendición de Dios" (1992, 195).
Es interesante detenerse en la información que proporciona el libro de Boehm
sobre JoSo Fernandes Vieira, mencionado en tres ocasiones. La primera es en el
contexto del cobro de impuestos de la Compañía de las Indias Occidentales.
Dicha tarea estuvo en manos de particulares, el 70% de los cuales fueron, en un
momento dado, judíos, disminuyendo este porcentaje al 9,7% sólo en 1641. Por
aquel entonces, según Boehm, "casi dos tercios del total ofrecido, la consi-
derable suma de 193.000 florines, fueron adjudicados a Joáo Fernandes Vieira"
(1992, 78). La segunda mención es en el marco de la aversión de los rebeldes
lusobrasileños hacia los judíos de Recife. Boehm recuerda la denuncia de algu-
nos conversos portugueses —entre ellos un Moses de Cunha— a los holandeses
después de la toma de Maranháo, en febrero de 1644:
A éste [De Cunha] llamó vivamente la atención el que algunos re-
sidentes, como JoSo Fernandes Vieira, hubieran enviado sus joyas y
platería a Bahía y estuvieran vendiendo sus esclavos y bueyes, cosa
que obviamente perjudicaría la marcha de sus propiedades agrícolas
(1992, 29).
Por último, al consultar la información en el Inventario portugués sobre la Con-
gregación "Zur Israel" en Recife, Boehm descubre que la sinagoga fue traspasa-
da al matrimonio Vieira en septiembre de 1656. A su vez, Joáo Fernandes Vieira
y su esposa María Cesar donaron la casa de la anterior Rúa dos Judeos a los
padres de la Congregación del Oratorio de Santo Amaro en 1679, a fin de que
este lugar
217
4. El discurso de la modernidad
Es posible que la rivalidad entre los judíos de Recife y la aristocracia rural
brasileña fuera mucho más pronunciada de lo que Mello sugiere en sus estudios.
4
2000, 192. "Por mais simpatia que tenhamos, corno temos, à figura de Sousa Coutinho
(e basta ter lido a sua correspondência para sentir a sua inteligência e para perceber que, mais
do que epistològrafo, deve ter sido um fino causeur), que de si mesmo dizia ser 'Portugues
velho, mas nâo dos que chamam o bom tempo', força é reconhecer que aqueles sentimentos lhe
escureceram, e ao Padre Vieira, a visâo, a ponto de perderem a noçâo do interesse de sua
pàtria" (ibid.).
218
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año 6, 1888: 87-102, 241-274; año 7, 1889: 89-128.
El proceso de formación textual en las crónicas eclesiásticas
novohispanas. Apuntes para una revisión crítico-literaria*
Rolando Carrasco Monsalve
"La historia eclesiástica es una rama que debe estudiarse por separado": con esta
observación, Walter Mignolo, en su ya célebre ensayo "Cartas, crónicas y
relaciones del descubrimiento y la conquista" (1982), habría de enunciar una de
las tareas que en el campo de los estudios literarios sobre el período colonial,
aún resta por explorar. La historiografía religiosa colonial, dentro de una amplia
variedad de formas discursivas (crónicas, relaciones misionales, diarios de
viajes, historias generales, relatos hagiográficos, sermones, etc.), requiere de
nuevos esfuerzos de investigación, tendientes a profundizar en estos repertorios
bibliográficos. Desde el pionero trabajo de Ernest Burras (1973), la agrupación
de amplios sectores de la producción espiritual americana, de acuerdo a su
pertenencia a las diferentes órdenes (franciscanos, dominicos, agustinos, je-
suítas), como también según el tratamiento de las culturas prehispánicas y la
realidad geográfica americana, ha resultado determinante para la investigación
histórica y antropológica que, en los últimos decenios, se ha visto incrementada
por nuevos aportes bibliográficos, especialmente referidos a la vida religiosa del
México colonial (Rubial/García 1991).
Las crónicas eclesiásticas, representan una fuente de relevancia para la com-
prensión del surgimiento de la Iglesia indiana y la aculturación espiritual de los
pueblos prehispánicos1. Sin embargo, la tarea de reflexión en torno a este amplio
corpus documental de crónicas americanas escritas por religiosos —destacando
entre otros, los ensayos de Rosa Camelo (1984), Asunción Lavrin (1989), José
Rabasa (1996), Luque Alcaide (1999)—, aún permite advertir la enunciación de
aspectos teóricos incipientemente analizados, sobre todo, en relación con el
proceso de formación textual de una parte representativa de la producción ecle-
siástica de origen novohispano en los orígenes de la cultura virreinal. Dicho as-
* Quisiera expresar mis agradecimientos al Dr. Dietrich Briesemeister por sus sugerencias
al presente ensayo, asimismo al Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD), que
hiciera posible esta investigación en el Ibero-Amerikanisches Institut de Berlín (2000-2002).
Finalmente, a la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, por su
constante apoyo durante el desarrollo de mi estancia doctoral en Alemania.
1
Para una contextualización de este proceso durante el siglo XVI en Nueva España, cabe
destacar la obra de Ricard 1986.
224
2
Cf. Mignolo 1981. La importancia de esta consideración "crítico-literaria" debe ser entendi-
da más bien desde el punto de vista del cambio de paradigma propuesto por Mignolo y Adorno,
en relación a una sustitución del término "literatura colonial" por "discurso colonial". De esta
forma, la posibilidad de una reconceptual ización retórico-discursiva de las crónicas franciscanas
novohispanas, debe atender a la constitución de las redes textuales que confluyen en un proceso
de formación discursiva —con alcances para la tradición oral y los sistemas de representación
pictográficos—, en el cual conviene distinguir la perspectiva de enunciación que asumieron los
cronistas en torno a la narración de la conquista espiritual de los pueblos prehispánicos.
225
3
Para la presente revisión, se ha confrontado la segunda edición del Epítome (1737), a
cargo de D. Andrés González de Barcia Carbillado y Zúñiga, con la edición de 1629 (Millares
Cario 1958).
226
Mendieta (1596), Torquemada (1615). Por otro lado, crónicas provinciales que
narran la historia de la evangelización en un territorio determinado, con énfasis
en la finalidad edificante y apologética de las principales figuras de su misión:
De la Rea (1635), Medina (1682), Vetancur (1697). Las limitaciones que impone
esta clasificación, plantean un primer problema teórico en torno al corpus evan-
gelizador novohispano, ya advertido por Elsa Cecilia Frost:
Cabe señalar que esta división padece —como todas— del grave
defecto de ser artificial. Los temas se entrelazan y en ocasiones la
colocación de las obras es más que dudosa. Así por ejemplo, fray
Jerónimo de Mendieta y fray Juan de Torquemada escribieron cróni-
cas generales sobre los trabajos de su orden en tierras novohispanas
con un sesgo apologético muy marcado, pero en Mendieta se en-
cuentra también, mucho más elaborada que en Motolinía, una teolo-
gía de la historia y en Torquemada —que recoge por orden superior
lo escrito por sus hermanos de hábito— no sólo se mantiene cla-
ramente la visión providencialista del acontecer humano, sino que se
añaden datos sobre la historia y las costumbres indígenas [...]. Por
otro lado, las noticias de Motolinía o de Mendieta sobre la cultura
indígena son indispensables para el etnohistoriador. Los ejemplos
podrían multiplicarse, pues no existe escrito alguno que pueda consi-
derarse "puro"4.
Sin pretender agregar nuevas clasificaciones a las ya existentes, se advierte una
jerarquización operante sobre la base de constataciones textuales, que restringen
el vocablo "historia" al ámbito de las acciones (res gestae), sin poner suficiente-
mente de relieve la especificidad del nivel narrativo (rerum gestarum) de las
diferentes tipologías, sean éstas "crónicas", "relaciones" o "historias"; como
tampoco el grado de vinculación que éstas poseen con la preceptiva historiográfi-
ca y las modalidades retórico-discursivas de los siglos XVI y XVII5. Este aspecto
nos remite a una segunda observación en relación a la obra de Nicolás Antonio.
4
1983, 289s. Elsa Cecilia Frost en esta cita comenta su clasificación de las fuentes histo-
riográficas franciscanas en tres tipos: "circunstanciales" (Torquemada), "etnográficas" (Saha-
gún) y de "especulación teológica" (Motolinía).
5
En relación con este aspecto, Mignolo señala que hasta finales del siglo XVI y principios
del XVH, la ambigüedad del vocablo historia se mantiene, ya sea para designar el dominio de
los objetos y la narración que debe dar cuenta de ellos. Será hasta principios del siglo XVII en
que la formación discursiva acoge este nuevo vocablo "histórica" y con ello un nuevo nivel de
consideración, el correspondiente a la preceptiva (metatexto) que se equipara a la poética y a
la retórica (Mignolo 1981, 366-372).
228
6
Deberíamos incluir en estas referencias no sólo a preceptistas, sino también a teólogos
como Melchor Cano con su De loas theologici (1562), cf. Popán 1957.
229
7
En relación a la concepción de código de producción textual desde el punto de vista retóri-
co, cf. López Grigera 1989.
230
8
Tal como señala el texto de la "Obediencia del General de la Orden, transmitido a fray
Gerónimo de Mendieta, a fin de que cumpla con su labor cronística, habría de ser" [...] tomado
de cualquiera de las provincias de España un compañero a vuestro gusto, pero que vaya de su
voluntad [...] volváis a la dicha provincia del Santo Evangelio. Y porque en los años pasados
han obrado los santos religiosos de nuestra Orden en la conversión de los gentiles, muchas cosas
dignas de memoria, os mandamos que hagais una historia en lengua española". Cf. Mendieta
1973,1, 260-262.
231
9
La Relación de Oroz, encargada por el ministro general, fray Francisco de Gonzaga, ha
sido atribuida también a fray Gerónimo de Mendieta y Francisco Suárez (cf. Oroz 1973). Cabe
señalar que la Obedientia fue una forma de carta en la que se insertaban los nombres de las
personas y lugares a quienes iba remitido el mandato del ministro general; mientras la Alenitio,
consistía en un conjunto de instrucciones que —al igual que las SO preguntas que integran la
Instrucción y Memoria que regularon la naturaleza compositiva de las Relaciones de Indias
(Paso y Troncoso 1905)—, debían servir como código de producción textual para la elaboración
de los relatos de la conquista espiritual. Los seis puntos que caracterizan la alenitio pueden
verse en Pérez-Lila 1973, 254s., apéndice I, nota 3.
10
No sólo cabe mencionar en esta línea el texto de fray Pedro Oroz, fray Jerónimo de
Mendieta y fray Francisco Suárez, sino también la Descripción de la Provincia de los Apóstoles
de San Pedro y San Pablo en las Indias de ¡a Nueva España (1581) de fray Diego Muñoz.
232
acto que Mendieta definiera en el Prólogo del Libro II, como un "sacar lo que
está contenido en los libros"11, además de traducir una metodología histórica de
carácter intertextual constituye la base para una nueva dispositio narrativa refe-
rida a la conversión de los indios de Nueva España y los primeros tiempos de la
Iglesia indiana, desde una perspectiva de enunciación crítica frente al orden
metropolitano.
Según ha planteado John Leddy Phelan, la vinculación del fraile con la
tradición mística de los franciscanos, que desde el siglo x m estaban imbuidos de
profecías apocalípticas y mesiánicas, transforma su obra en un instrumento de
controversia que tiene sus consecuencias mediante el silenciamiento del manus-
crito. El hecho de que esta crónica general no llegara a publicarse, plantea la
teoría de una prohibición emanada del Consejo de Indias o de los superiores de
su propia orden, como resultado de sus revelaciones apocalípticas y la crítica a
las condiciones políticas y eclesiásticas de la Nueva España durante el reinado de
Felipe ü (Phelan 1972, 157).
11
Mendieta 1973,81s. Las referencias precedentes corresponderían a los diversos tratados
elaborados por Andrés de Olmos y fray Toribio de Benavente o Motolinla, los que han sido
analizados por Baudot 1983, cap. IV y VI.
12
El texto aquí mencionado corresponde a la Carta Nuncupatoria de fray Bernardo Salva
(comisario general de Indias) a la Monarquía indiana, Madrid, 6 de abril de 1609. Cf. Torque-
mada 1975-1983,1, XXIs.
233
13
Tal como me advirtiera el Dr. Joáo Adolfo Hansen durante el desarrollo del Simposio,
la discusión de los modelos retórico y teológico-políticos de representación durante el siglo
XVII, plantea una nueva perspectiva de análisis que exige reconsiderar conceptualmente
diversas categorías, tales como "emulación" e "imitación", referidas al contexto de producción
de las crónicas eclesiásticas novohispanas.
235
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242
Un conocido refrán chino reza: "Una imagen vale por mil palabras". Quizá
imbuidos por este saber milenario difundido en el Occidente a través de las
memorias de Marco Polo, quienes escribieron sobre América se percataron de la
importancia de la imagen para dar a entender el nuevo mundo a los habitantes
del viejo. Sea por ésta u otras razones, las crónicas y relaciones sobre las Indias
Occidentales frecuentemente muestran el cruce de imagen y letra. Comenzó a
ocurrir esto cuando los autores, ansiosos de dejar constancia de los aconteci-
mientos, tomaron la pluma para contar y dibujar la singularidad americana, o la
describieron a grabadistas y pintores europeos quienes la representaron de
acuerdo con parámetros de la época, marcados por un imaginario deseoso de
confirmar en América los mitos clásicos.
En la representación del aborigen americano, por ejemplo, hallamos imágenes
sumamente impactantes en la colección de Viajes [Collectiones peregrinationum
In Indican Orientalem et Indican Occidentalem (Frankfurt 1590-1634)] ilustrada
por Theodore de Bry (1528-98). Allí el amerindio aparece dibujado conforme a
los patrones clásicos de la representación del cuerpo humano— la otra alternativa
hubiera sido pintarlo como un ser monstruoso y, por tanto carente de humani-
dad1. En otras crónicas encontramos imágenes ambivalentes: algunas se atienen
a la realidad y otras llevan la impronta del imaginario europeo, como sucede en
* Llevé a cabo la investigación resumida en este trabajo con el apoyo de la beca # 668140
otorgada por la PSC-CUNY Research Foundation de la City University of New York cuyo
patrocinio agradezco. Le doy las gracias a Juan M. Ossio por compartir conmigo la imagen de
la Coya Chimpu Urma en versión del manuscrito Poyanne (1590), así llamado por haber
reposado por un tiempo en el colegio jesuíta de Poyanne, Francia, y actualmente en manos del
coleccionista irlandés Sean Galvin. Agradezco asimismo los comentarios de los colegas
reunidos en febrero de 2001 en el simposio auspiciado por la Universidad Católica de Eichstätt,
y a Karl Kohut y Sonia Rose, los organizadores del evento, la invitación que permitió un fluido
intercambio de ideas en torno a la cultura colonial iberoamericana del siglo XVII.
1
Ilustraciones de este grabadista se incluyeron en la traducción al latín de la Brevísima
relación de la destrucción de las Indias (1552), la Narralio regionum indiarum per Hispanos
quosdam devastatarum verissima del fraile dominico Bartolomé de las Casas, publicada en
Frankfurt (1598). Es notable la ñgura de la reina Anacaona, de miembros estilizados, cabellos
largos, frente ceñida con corona aun en el momento de la muerte. Para un análisis de estas
imágenes, véase Bücher 1981.
244
2
He consultado el original sevillano y la edición de Amberes (1554) en los fondos de la
Hispanic Society of America. Como era común entonces, ninguna de estas ediciones consigna
el nombre del artista encargado de los grabados, repetidos con algunas variantes en la edición
de Amberes. Cf., por ejemplo, el dedicado a las tentaciones, presidido por el demonio.
3
Cline 1972, 191. Se pueden clasificar en cuatro apartados: 1) las enderazadas a detallar
las ciudades espaflolas; 2) las dirigidas a informar sobre los asentamientos indígenas; 3) las
orientadas hacia los hábitos y costumbres de sus habitantes; y 4) las encaminadas a describir
puertos e islas (ibíd.).
4
La pregunta 10 solicitaba la descripción del "sitio y asiento" de los pueblos y la "traça de
ellos" (Jiménez de la Espada 1965, I, 87; Cline 1972, 235); la 42 pedía una descripción de
puertos y desembarcaderos "y la figura y traça de ellos en pintura, como quiera que sea en vn
papel, por donde se pueda ver la forma y talle que tienen"(en: Jiménez de la Espada 1965,1,
89); la 47 pide "los nombres de las islas pertenecientes a la costa, y porque se llaman assi, la
forma y figura de ellas en pintura (si pudiera ser) y el largo y ancho..." (en: ibíd.).
245
Religión y representación
Como la Corona, la Iglesia, conocedora de la importancia de la imagen, la
empleó en la catequización de los neóñtos americanos. Para obviar las dificulta-
des lingüísticas y facilitar la comprensión de los puntos teológicos más com-
plejos, los religiosos se valieron de representaciones escénicas de carácter devo-
cional y de estampas y óleos. Los esfuerzos catequéticos y los métodos para ha-
cerlos llegar por las vías más efectivas a los neófitos americanos se multiplicaron
a raíz del Concilio de Trento (1545-47, 1551-52, 1562-63), cuando se decretó el
aprovechamiento de medios visuales para divulgar aspectos claves del dogma
católico. Acatando la orden de Felipe II, el texto de estas ordenanzas se leyó
desde el púlpito en todo su vasto imperio; específicamente en Lima estos decre-
tos se divulgaron en 1565 y 1566 (Vargas Ugarte 1954, III, 26s.)7. Como con-
5
El mapa de Cholula (1581) por ejemplo, presenta el trazado de damero, con dibujos de
iglesias y montañas; a la vez, encontramos en el centro un decorado nativo y descripciones en
lengua náhuatl. En otros, como el de Meztitlan (1579), la ciudad y sus alrededores (montañas,
caminos, campos) nos recuerdan los paisajes europeos de estampas devocionales de frecuente
tráfico en la catequización de neófitos indígenas, y de los óleos religiosos que por entonces
comenzaban a adornar iglesias, capillas y conventos (Gutiérrez-Witt 1992, 63). Sobre las
Relaciones véase Mundy 1996.
6
Sobre el tema en la zona andina, véase Adorno 1991.
7
En lo referente a la comunicación visual, las estipulaciones de la Sesión XXV de estas
ordenanzas son notables: los religiosos deben instruir en el "uso legítimo de las imágenes"; que
"por medio de las historias de los misterios de nuestra redención contenidas en pinturas y otras
representaciones, la gente se instruya y se forme en los artículos de la fe..." (en: Tord 1989,168).
246
' El texto del Sínodo quítense. Constituciones para curas de indios (1570), instruye a los
sacerdotes que les expliquen a sus feligreses indígenas que las imágenes son un tipo de escritura
(López-Baralt 1988, 173).
9
Es representativa de estos esfuerzos la obra de Diego Quispe Tito (1611-81) y de Basilio
Santa Cruz Pumacallao, dos artistas indígenas.
10
Conviene notar que, además de las pinturas especialmente creadas para el culto, circu-
laron libros con grabados, grabados sueltos (Estabridis, s.n.p.) y estampas distribuidas a la
población iletrada por sacerdotes ansiosos de afirmar el mensaje evangelizador (López-Baralt
1988, 178).
11
Yanaca, Poco Uanca, Pacica, Pichiua (Adorno 2000, liv).
12
Para 1585 Guarnan Poma ya había comenzado la redacción de su obra (véase la
cronología en Adorno et al. 1992).
247
13
El cronista indica que la terminó para 1590. Constantino Bayle publicó en 1946 una ver-
sión del manuscrito Poyanne, basada en una copia de éste que reposaba en los fondos biblio-
gráficos del colegio jesuíta de Loyola, España. Esta copia se conoce como manuscrito Loyola.
14
Citamos la versión Wellington por la edición de Ballesteros Gaibrois (1980). El manuscrito
Wellington se encuentra en los fondos del J. Paul Getty Museum en Los Angeles, California.
" Mendizábal Losack 1963; Murra 1992. Murra ha hecho énfasis en la clasifición de la
población andina en diez "calles" hecha tanto por Murúa como por Guarnan Poma, semejanza
señalada por Rowe (1958).
248
16
Su tamaño era: 4,25 varas x 3,75 varas [3,55 m x 3,13 m]; 4,33 varas x 3,75 varas [3,62
m x 3,13 m]; 4,75 varas x 3,75 varas [3,97 m x 3,13 m] (Julien 1999, 76). No sería desacer-
tado suponer que los soberanos podían haber figurado de cuerpo entero.
17
Medía 6,67 varas x 1,83 varas [5,58 m x 1,53 m] (Julien 1999, 76).
18
Gisbert 1980, 117; Julien 1999,61s. Gisbert afirmó que para pintar los lienzos, Toledo
utilizó indígenas pues el virrey explicó que éstos se habían hecho "conforme a los oficiales de
esta tierra" (1980, 117). Julien confirma el aserto (1999).
19
Gisbert 1980; Cummins 1994; Julien 1999. Para un resumen de estos comentarios, cf.
Iwasaki Cauti (1986).
20
"y para mayor verificación y demonstración embiaron pintado en vara y media de tafetán
blanco de la China el árbol real, descendiendo desde Manco Cápac hasta Huaina Cápac y su
hijo Paullu. Venían los Incas pintados en su traje antiguo. En las caberas traían la borla colo-
rada y en las orejas sus orejeras; y en las manos sendas partesanas en lugar de cetro real;
249
venían pintados de los pechos arriba, y no más" (1943, vol. 2, IX, xl, 295s.). En cuanto a una
matización de la actuación de Paullu, véase Lamana (2001).
21
Gisbert 1980, 118s. Igualmente se ha comentado que otra copia de ese lienzo base tole-
dano, con veinticuatro medallones de los reyes y reinas del Incario, fue entregada en el siglo
XIX a un viajero francés, Paul Marcoy, por una familia cuzquefia descendiente de la antigua
realeza incaica (ibíd.).
22
La distinción entre los dos estilos, el formal asociado con el Incario y el libre influido por
la colonia, la hizo Rowe (1961).
23
Sobre el tema véase Chang-Rodríguez 1999c.
250
24
Figura en el Libro I, capítulo xci y xcii de la Historia (cf. la edición de Ballesteros
Gaibrois). Fue analizada por Arrom (1973), desde una perspectiva literaria.
25
La ilustración de la Coya Chimpo pertenece al manuscrito Poyanne; las citas corres-
ponden a la edición de Bayle (1946), basada en el manuscrito Loyola, copia del Poyanne. Como
nos recordó Miguel Zugasti en el diálogo que siguió a mi presentación, en la época, "desnudo"
no implicaba necesariamente sin ninguna ropa.
251
Poma en Primer nueva coránica (1980, I, 123) para describir el traje de esta
reina: la manta es de color amarillo y con listas, la faja "de uerde muy entonada"
y la falda encarnada; en la versión Poyanne figura sin las rayas pero con tres
hileras de tucapus. Por tocado Chimpo lleva una vincha o corona roja con
adornos triangulados, de la cual parece desprenderse un velo. Todo ello refuerza
la hipótesis, aproximada primero por Mendizábal Losack (1963, 161-163) y
avanzada después por Rolena Adorno (2000, 47) de que Guarnan Poma parece
describir a incas y coyas recordando imágenes ya vistas; esto se hace evidente
por sus referencias a las piezas de la vestimenta de cada reina y el detalle de los
colores de la indumentaria.
Si bien la descripción del cronista mercedario no registra la preferencia de la
Coya por las flores, la reina mira detalladamente a lo que parecería ser la flor de
la cantuta o "flor del Inca", pose por otro lado no infrecuente en los retratos de
damas de la nobleza europea donde flores o animalitos (perros, gatos, por
ejemplo) figuraban frecuentemente. En pose de corte manierista, la mano iz-
quierda de Chimpo, desde nuestra perspectiva, descansa sobre la cadera mientras
la rodilla parece ligeramente doblada e inclinada hacia la derecha. Tal postura
nos recuerda a la de las vírgenes que figuraban en estampas y óleos coloniales,
y en particular una pintura de Bernardo Bitti de fines del siglo XVI, "La Virgen
y el niño"26.
26
La reproduce Teresa Gisbert (1992, 81).
27
Ibid., 144. Sobre el tema, véase Chang-Rodríguez (2001).
252
Sabemos, además, que su marido la amaba mucho, que era celosa, que fue muy
rica, y que murió eo el Cuzco a la edad de ochenta años28. Según explica Gua-
rnan Poma, durante el gobierno de esta pareja, nació, falleció y resucitó Jesucris-
to; por gracia del Espíritu Santo, los apóstoles comenzaron a predicar y San
Bartolomé llegó al Tahuantinsuyu.
En cuanto a la representación icónica, Chinbu Vrma está ubicada en el centro
del espacio pictórico y así lo refuerza la pequeña alfombra. Por su disposición
plana y pose rígida, asociamos la imagen de esta soberana29 a las figuras huma-
nas que adornan los keros coloniales30. No obstante, llaman la atención ciertas
disonancias: las flores en ambas manos, las macetas que recalcarían esta prefe-
rencia y el enlosado del piso para darle perspectiva al dibujo, ligan la imagen al
interés de pintores renacentistas en singularizar el ambiente de acuerdo con la
persona retratada (Mendizábal Losack 1963,163). ¿Se percató Guarnan Poma de
estas preferencias europeas en talleres pictóricos cuzqueños y las empleó en sus
dibujos para hacer más atrayentes y familiares a las reinas del Incario?
28
Sobre los vínculos de estas descripciones con crónicas españolas y con el retratismo de
la época, véanse Adorno (2000) y Chang-Rodríguez (2001).
29
Esta aseveración vale para la representación de la genealogía real en Primer nueva
coránica y buen gobierno.
30
Mendizábal Losack ya notó la similitud de esta coya con la de Mama Huaco en el
manuscrito Wellington de Murúa (1963, 163).
253
31
Estenssoro 1994. Son nueve retratos: ocho de incas (Mayta Capac, Inca Yupanqui, Manco
Capac, Viracocha Inca, Lloque Yupanqui, Pachacutec, Inca Roca, Yaguar Guaca), y uno de
coya (Chimpo Urma, la segunda coya). Estas acuarelas formarían parte de un libro sobre dioses
y gobernantes paganos que por entonces compilaba el nuncio (ibíd., 405-409).
32
Por la descripción de los gobernantes y los colores empleados, Estenssoro opina que las
representaciones aparentemente encargadas por el nuncio apostólico italiano están ligadas a
Primer nueva coránica y plantea la hipótesis de una fuente común tanto para los dibujos a tinta
de Guarnan Poma como para los de la colección Massimo— ¿los "paños" toledanos?
254
33
Por el inventarío de bienes de Toledo, sabemos que trajo a la Península otras imágenes
pinceladas en los Andes, por ejemplo, de la descripción del cerro de Huancavelica, de un Inca
con un sol o una estrella, de Guamanga y la rebelión de Manco Inca. Ver el inventario de sus
bienes en Julien 1999, 86-89.
34
En feliz caracterización de Mercedes López-Baralt (1993).
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259
LASBfiWDH COÍA
CHIl/IBOVRMA
t a
El monstruo antàrtico
En primer lugar, la palabra "antàrtico", mucho más antigua que "Perú", emerge
en el virreinato hacia finales del siglo XVI. Es vocablo de la cultura clásica que
había llegado a América con las armas y las letras de la conquista. Hasta ese
entonces, varios nombres —"Perú", la "Nueva Castilla" y los más comprensivos:
"Indias", "Nuevo Mundo" y "América", éste último usado generalmente fuera
del mundo español— designaban la vasta región sudamericana bajo el dominio
político de España. Los diferentes nombres compiten y coexisten, pero no con
la misma capacidad evocativa ni intensidad de uso.
Además, los mismos escritores de la época percibían que los diferentes nom-
bres correspondían también a distintos géneros discursivos y tenían diferentes
266
registros de uso. Así, en esos mismos años el jesuita mestizo Blas Valera, citado
por el Inca Garcilaso de la Vega, señalaba:
Muchos huvo que no se agradaron del nombre Perú, y por ende le
llamaron la Nueva Castilla. Estos dos nombres impusieron a aquel
gran reino y los usan de ordinario los escrivanos reales y notarios
eclesiásticos, aunque en Europa y otros reinos anteponen el nombre
Perú al otro (1943,1, VI, 22).
En esos mismos años, un grupo de escritores peninsulares establecidos en el
Perú, conocedores de su naturaleza y costumbres, verdaderos baquianos, discu-
tían el origen de los indios del Perú1. En ese momento aparece en la superficie
de los debates el adjetivo "antàrtico", como un nombre quizá alternativo, aunque
de breve duración, para designar los vastos territorios del Perú2.
Cabello de Balboa escribe en el Perú su Miscelánea antàrtica e inserta este
adjetivo y toda su tradición en la cultura virreinal. Entre 1S86 y 1610, otros
escritores peninsulares establecidos en la colonia utilizan también la palabra
"antàrtico" en los títulos de sus libros: así en el Parnaso antàrtico (1608) de
Diego Mexía y en las Armas antárticas (ca. 1609) de Juan de Miramontes Zuá-
zola. Además, se publica en Lima en 1602 la Miscelánea austral de Dávalos y
Figueroa, una variante de la misma geografía; y aparecen impresos en 1596 y
1608 dos sonetos a nombre de la "Academia Antàrtica". La actualidad de este
adjetivo en el mundo colonial peruano se hace evidente, además, con la apari-
ción de un "Caballero antàrtico" en las sierras andinas, quien desfila disfrazado
junto con don Quijote en 1607, en una fiesta en el pueblo minero de Pausa. El
propio Inca Garcilaso de la Vega, hijo de un conquistador y una palla o princesa
incaica, cuando escribe en 1596 su genealogía paterna, se llama a sí mismo
"Yndio Antàrtico" (Garcilaso 1951,41). Curiosamente, después de 1610 el tér-
mino desaparece de los lugares visibles de las letras coloniales3.
' Me refiero, básicamente, a los textos de José de Acosta, sus dos primeros libros en De
procurando indorum salute (1577), incluidos después en su Historia natural y moral de ¡as
Indias (1590); Pedro Sarmiento de Gamboa, Historia índica (1572) y Miguel Cabello de Bal-
boa, Miscelánea antàrtica (1586).
2
He desarrollado los probables sentidos de la palabra "antàrtico" en otro trabajo (Firbas 2000).
3
El libro más comprensivo sobre los "escritores antárticos" es el ya clásico de Alberto
Tauro (1948). La bibliografia sobre Cabello de Balboa es escasísima. Es imprescindible el
reciente trabajo de Sonia Rose (2000), a quien le agradezco el envío de una copia de su
artículo. Hasta donde he podido investigar, el último uso de "antàrtico" en el título de un libro
escrito en el virreinato del Perú se encuentra en la Segunda parte del Parnaso antàrtico, obra
de Diego Mexía Fernangil, escrita en Potosí en 1617, pero que realmente continúa la titulación
267
de su libro de 1608. Una selección de los poemas de esta Segunda parte fue publicada por
García Calderón (1938). Sobre la obra de Miramontes y Zuázola puede consultarse Firbas
2001.
268
4
Para el estudio de la cartografía inglesa de la época en relación con el Estrecho, véanse
además los trabajos de Pariy, Wallis y Quilín en: Trower 1984; y Skelton 1972.
269
5
Rodríguez de la Flor 1995,255. El mapa de América como un gigante recuerda también
ciertas figuras retóricas clásicas, como la prosopopeya. En el tratado de retórica de Benito
Arias Montano, Tractatus de figuris rhetoricis, hasta hace poco inédito, se da un ejemplo de
prosopopeya en que Cicerón hace hablar a Sicilia. Arias Montano explica que la prosopopeya
atribuye "a cosas inanimadas personalidad y palabra, como cuando inventamos que los países,
ríos o algo de ese género hablan", y luego da la cita de Cicerón: "Si Sicilia toda hablase con
una sola voz, diría esto: 'Todo el oro, la plata y las riquezas [...] que tenía tú me las robaste'"
(1995, 143). Podemos preguntarnos qué diría el gigante monstruoso de Cabello de Balboa si
pudiera levantarse de su reposo. En la figura llamada somatopeya se le atribuye cuerpo a una
cosa incorpórea, como cuando se representa a la Justicia, la Paz, etc. (ibíd., 149).
6
Véase el capítulo quinto, "The Human Microcosmos", en: Heninger (1977, 144-158) y
el clásico libro de Rico (1970).
271
no, y las jerarquías entre sus partes, sirvieran para expresar las relaciones y
problemas entre los diferentes miembros del cuerpo político7. El cuerpo humano
—en su totalidad o en partes; en su superficie o en sus misteriosas cavidades e
interioridades— constituye un lugar de significación primordial, vehículo de
comunicación, objeto de deseo; y no sorprende que aparezca como símil y mo-
delo de estructura para pensar y resolver diferentes problemas.
Sin embargo, merece especial atención el hecho de que Cabello de Balboa
imagine el continente sudamericano como un "monstruo" o un deforme gigante
que yace de pecho, decapitado por el estrecho de Magallanes, cuya cabeza mal
peinada representa la Tierra Austral. Se trata de una forma que rompe con la
armonía universal, y en la cual la misma separación del tronco y la cabeza
cuestiona su carácter de "cuerpo". El texto emplea los adjetivos "degollado" y
"destroncado" en la descripción de la "monstruosa figura", como si el territorio
mismo hubiera sido víctima de una violencia titánica. En esta imagen reverbera,
entre muchas otras cosas, la mítica época de los gigantes, tan cercana siempre a
los primeros relatos sobre la Tierra del Fuego y la Patagonia8.
En 1537 el cartógrafo Johann "Bucius" Putsch publicó un grabado del conti-
nente europeo como una virgen reina, Europa Prima Pars Terrae in Forma
Virginis, cuya cabeza coronada por Carlos V dibujaba la forma de la Península
ibérica y llevaba el rótulo de "Hispania". Este mapa de Europa con forma de
mujer fue luego copiado y popularizado en la Cosmographia de Sebastian Müns-
ter y en el Itinerarium Sacrae Scripturae del alemán Heinrich Bünting (1587),
libro de viajes según las sagradas escrituras, tema cercano al de la Miscelánea
7
Véase, por ejemplo, el estudio de Archambault (1967, 26, 41, 53).
8
También en la descripción de la costa ecuatorial, en la Provincia de Las Esmeraldas,
Cabello de Balboa menciona un pasado poblado de gigantes: "y habiéndonos detenido en la Punta
de Santa Elena, hasta haber curiosamente mirado y considerado las notables memorias que allí se
ven de los robustos gigantes que allí habitaron en los siglos antiguos, nos hicimos a la vela"
(1945, I, 32). El adjetivo "robusto" aparece aquí también antepuesto a "gigante", como en la
descripción del mapa de América, lo que bien puede ser un lugar común o epíteto. Lo que debe
señalarse es la compleja correspondencia entre un espacio imaginario —el mundo antàrtico— visto
desde una perspectiva de cosmógrafo y la edad mítica de los gigantes. En su mapa verbal de
América, aunque parece que Cabello de Balboa describe un territorio contemporáneo, la forma
del gigante transporta a los lectores a otro lugar, marcado por la distancia temporal. Por otra
parte, en varias crónicas escritas en el XVI se pueden leer las descripciones de los huesos de
antiguos gigantes, supuestos pobladores del Perú (Busto 1977, 50).
272
antàrtica9. Es posible que Cabello de Balboa haya visto alguno de estos mapas
de Europa, y que su conceptualización del mundo antàrtico como un gigante
monstruoso sea, de alguna manera, una respuesta al orden y buena apostura de
la reina virgen (véase ilustración 1, p. 286).
Conviene, por lo tanto, citar en extenso la descripción de este gigante pos-
trado. No se trata aquí de ilustrar el cuerpo social ni sus jerarquías y gobiernos,
sino de informar sobre un espacio que la Miscelánea ha hecho habitable desde
épocas bíblicas, pero que aún no posee la estructura de una "casa" conocida, de
un espacio domesticado:
Resta ahora que con la más claridad (y brevedad) que nos fuere
posible (en tanto que la parte del mundo que dijimos se acaba de
henchir de gentes, y darnos materia que tratar), digamos de la forma
y apostura en que el Soberano Criador la formó (a lo menos en la
que nuestra nación la halla cuando pasó a ella). Y no hallo artificio
para expresar esto mejor que imaginarla un corpulento y robusto
Gigante acostado en el mundo sobre sus pechos, cuya disforme y
mal peinada cabeza cae hasta en 55 grados de altura al Polo
Antàrtico, y de esta cabeza degollado el cuello por los 52 y 2 [me-
dio], que es lo que llamamos Estrecho de Magallanes, cuya longitud
corre leste oeste. De este celebro (destroncado de su lugar) nace el
grande y osudo espinazo que con mal parejos nudos va haciendo y
formando la gran cordillera que el Sagrado Testo (según [Arias]
Montano) llama Sephar, y los nuestros los Andes. El brazo izquierdo
de este monstruo (que le cae a la parte de el Levante) lo tiene esten-
dido, y en sus músculos y coyunturas escondidas infinitas naciones
bárbaras, y son sus venas grandes y espaciosos ríos que desaguan en
el gran Mar Océano. Todas las ijadas de este inmenso cuerpo (que
caen al lado izquierdo) están humidísimas y montosas lavadas en el
agua de el mar, y Río de la Plata Paraguai [...] Sus gruesas costillas
son las cordilleras que de el ñudoso espinazo de su cordillera nacen,
entre las cuales se hacen hondos y húmedos valles que con canales
profundas llevan innumerable suma de agua a el Mar del Norte.
Deja estender su pierna izquierda hacia el Septentrión, y de su rodi-
lla hace el cabo de San Agustín (que de aquesta tierra es la parte más
9
El libro de BQnting fue traducido al alemán, inglés, danés, sueco y holandés. No he visto
la edición de la Cosmographia de Münster que lleva el mapa en cuestión, sino la edición de
Basel de 1544, pero el mapa fue copiado con ligeras variantes en varios impresos. Véase el
curioso libro de Tooley (1963) en donde se reproduce el mapa.
273
10
1951,192-194. Cito siempre la Miscelánea antàrtica por la edición de 1951, y me tomo
la libertad de darle cierta regularidad a la puntuación y ortografía.
" Margarita Zamora en su libro Reading Columbus (1993) dedica un subcapítulo a discutir
la diferencia entre los portolanes medievales, mapas que servían a los fines prácticos de los
viajeros y el comercio, y los mapamundis cristianos, cuya función es hermenéutica (102-117).
274
adjetivo antàrtico a finales del XVI y principios del XVII nos permite ahora
repensar los proyectos de formación de una cultura local a partir del traslado y
resemantización de antiguas tradiciones y palabras del Viejo Mundo.
En principio, conviene recordar dos cosas: 1) que el nombre del Perú está
asociado desde sus primeros usos a la imaginaria línea equinoccial y está, por lo
tanto, vinculado a un saber cosmográfico más que a los accidentes geográficos
visibles por los conquistadores12; y 2) que "Perú" (o "Pirú"), hasta donde sabe-
mos, jamás fue un término autodescriptivo de ningún grupo étnico americano ni
se usó como topónimo en ninguna lengua aborigen. Esta palabra vino a borrar
diferencias y a reemplazar una multitud de nombres y de gentes detrás de otros
nombres. En este sentido, despojar a los nativos de su propia adscripción étnica
para hacerlos "indios peruanos" significa reinventarlos e inscribirlos en otras
genealogías13.
Antes de entrar a explicar los probables contactos de la palabra Perú con las
tradiciones del mundo antàrtico, conviene revisar críticamente el trabajo de Raúl
Porras Barrenechea sobre el nombre del Perú, publicado en 1951 en la revista
Mar del Sur.
En su estudio, Porras repasa las diversas hipótesis sobre el origen del nom-
bre, las cuales se pueden esquematizar en dos grandes grupos. El primero deriva
el nombre del patriarca bíblico Ophir, como puede leerse en el humanista sevi-
llano Arias Montano, y a partir de esa autoridad, en Cabello de Balboa, Gre-
gorio García y Francisco Montesinos. El segundo grupo, más nutrido y hetero-
géneo, lo conforman todos aquellos autores que derivan Perú de alguna palabra
12
En 1598 fray Luis Jerónimo de Oré escribe brevemente sobre la geografía del Perú:
"Pues toda esta tierra comienza desde la línea equinoccial adelante hazia el mediodía" (1992,
fol. 27v.).
13
El uso del topónimo "Birú" en la Relación de Pascual de Andagoya debe leerse con
cuidado. Andagoya escribe en 1S42 su viaje de 1522, en el cual, según nos dice, navegó hacia
el sur de Panamá y llegó a la "provincia que se dice Birú" (1971, fol. 277r.). El uso de este
topónimo podría bien tratarse de una "reconstrucción" de Andagoya después de la conquista
del Perú. M. Maticorena ha revelado un documento de 1523 en donde se lee "Pascual de
Andagoya, que fue a la provincia del Perú..." (1979, 39). Por otra parte, no he encontrado
ninguna mención en los textos del XVI o XVII de ningún pueblo con el nombre "Virú". La
localidad que hoy lleva este nombre en la costa Norte del Perú parece haber recibido el
topónimo a finales de la colonia. Este es un asunto que aún no he podido aclarar. Por otra
parte, sobre la alternancia entre "Perú" y "Pirú", José Durand señaló que la forma más antigua
en los escritos del Inca Garcilaso era "Perú" (véase Durand 1949). En general, los usos de
"Pirú" antes del 1550 son muy escasos. En los primeros impresos europeos no castellanos
sobre el Perú, así como en la primera cartografía, se usa invariablemente "Perú".
276
indígena, generalmente del río "Birú" o de una tribu o un cacique del mismo
nombre, ubicados imprecisamente entre la zona del golfo de San Miguel, en la
actual Panamá, o en la región ecuatorial. Los autores que proponen estas etimo-
logías son López de Gomara, Fernández de Oviedo, Garcilaso y Martín de
Murúa, entre otros.
No es mi intención entrar aquí en las filiaciones entre las diversas teorías
sobre el nombre "Perú". El trabajo de Porras Barrenechea cumple ese objetivo.
En cambio, quiero detenerme en el Inca Garcilaso, quien elabora su hipótesis en
España hacia 1596 —época en que se llama por única vez "indio antàrtico"— y
la publica en 1609 en sus Comentarios reales™. Garcilaso explica el nombre del
Perú con una breve narración. Porras, preocupado por las esencias y la verdad,
despacha el relato de Garcilaso calificándolo de "conseja infantil digna de figurar
en los textos menores de historia" (1951, 18), sin advertir que esa "conseja" es
una reflexión sobre el acto de nombrar en el contexto de la conquista.
Garcilaso cuenta el origen de la palabra Perú con una narración breve sobre
el contacto entre los españoles y un indio, ocurrido más de diez años antes de la
conquista de los territorios andinos. El Inca relata que ese primer indio tenía por
nombre propio "Berú" y que en su lengua, hablada por los "indios bárbaros que
habitan entre Panamá y Huayaquil" la palabra "Pelú" significaba río. Al ser
capturado e interrogado por los españoles, Garcilaso especula que el indio habría
contestado: "Si me preguntáis cómo me llamo, yo me digo Berú, y si me
preguntáis dónde estava, digo que estava en el río" (1943,1, IV, 18).
La respuesta "estaba en el río" parece un sin sentido. Los españoles encuen-
tran y capturan al indio justamente en la orilla del río, desde donde él miraba
"abobado" el paso de una embarcación española, puesta allí como celada para
capturarlo. Garcilaso se demora en la descripción de esta imagen primigenia
entre Berú y sus captores:
El indio, viendo en la mar una cosa tan estraña, nunca jamás vista
en aquella costa, como era navegar un navio a todas velas, se admi-
ró grandemente y quedó pasmado y abobado, imaginando qué pu-
diesse ser aquello que en la mar veía delante de sí. Y tanto se embe-
veció y enajenó en este pensamiento, que primero lo tuvieron abra-
cado los que le ivan a aprender que él los sintiesse llegar, y assi lo
llevaron al navio con mucha fiesta y regozijo de todos ellos (ibíd.).
Esta presa humana, el primer indio "peruano" en el relato de Garcilaso, es un
ser enajenado e incapaz de actuar ante la visión del barco. Su lenguaje se reduce
14
Para la cronología de los escritos del Inca, véase Durand 1962.
277
15
La obra de Macrobio Comentarius ex Ciceroms in Somnium Scipionis fue escrita pro-
bablemente hacia el año 430 d.C. Los manuscritos más notables son los que se conservan en
París y el Escorial. Véase la introducción de Stahl a su edición y traducción (1990, 3-65).
16
En el texto latino se lee: "iam vero ipsa terra ita mihi parva vista est, ut me imperii
nostri, quo quasi punctum eius attingimus, paeniteret" (Cicerón 1989, 22s.). En su excelente
edición y traducción inglesa de los Comentarios de Macrobio, Stahl incluye también el texto
de Cicerón. Stahl traduce: "From here the Earth appeared so small that I was ashamed of our
empire, which is, so to speak, but a point on its surface" (Stahl 1990, HI, [7], 72). He utili-
zado preferentemente la edición de Stahl para los textos de Cicerón y Macrobio.
280
17
Sanz lista 39 ediciones del Comentario publicadas entre 1472 y 1607, de las cuales al
menos quince llevan un mapa impreso. Este "famosísimo mapa del mundo", señala Sanz, "sin
duda alguna debió repercutir en el desarrollo, y tal vez en la propia iniciación de los grandes
descubrimientos transoceánicos que cronológicamente coinciden con la máxima expansión de
este libro precioso del que no sabemos que haya sido traducido aún a nuestra lengua caste-
llana" (1966, 13).
282
Finalmente, creo que en esa forma particular de leer la tradición del Viejo
Mundo, para adaptarla a la experiencia concreta de la vida americana, podemos
situar la formación de la cultura colonial, desde el punto de vista del grupo
social dominante. Se trata de una cultura ejercida por un grupo de españoles y
criollos asentados en América, atentos a las tradiciones más prestigiosas del
imperio y, al mismo tiempo, interesados en la naturaleza y las costumbres del
"Nuevo Mundo". De alguna manera, lo que llamamos "Hispanoamérica" puede
así pensarse como una forma de leer y producir textos, desde un lugar excén-
trico y con una mirada doble.
Bibliografía
Acosta, Joseph de. 1940 [1590]. Historia natural y moral de las Indias. Estudio
prelimiar de Edmundo O'Gorman. México: Fondo de Cultura Económica.
Andagoya, Pascual de. 1971. Relación irná circunstanciada de los sucesos de
Pedrarias Dovila en el Reino de Tierra Firme o castilla del Oro. En: Martín
Fernández de Navarrete. Colección de documentos y manuscriptos compila-
dos por Fernández de Navarrete. Edición facsimilar. Prólogo de Julio Gui-
llén Tato. Vol. 13. Nendeln, Liechtenstein: Kraus-Thomson, 277-325.
Andrews, K. H. 1984. Drake and South America. En: Trower, 49-59.
Archambault, Paul. 1967. The Analogy of the Body in Renaissance Politicai
Literature. En: Bibliothèque d'Humanisme et Renaissance 29, 21-53.
Arias Montano, Benito. 1995. Tractatus de figuris rhetoricis, cum exempli ex
sacra scriptum petitis. Edición y traducción de Luis Gómez Canseco y
Miguel A. Márquez. Huelva: Universidad.
Bajtín [Bakhtin], Mikhail. 1981a. Epie and novel. En: id. The Dialogic
Imagination. Traducción de Caryl Emerson y Michael Holquist. Austin:
University of Texas Press, 3-40.
—. 1981b. Forms of Time and of the Chronotope in the Novel. En: id. 1981a,
85-258.
Busto Duturburu, José Antonio del. 1977. Historia marítima del Perú. Siglo XVI
- historia intema. Lima: Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perù,
t. in, vol. 1.
Cabello de Balboa, Miguel. 1951 [1586]. Miscelánea antàrtica. Introducción de
Luis E. Valcárcel. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Ins-
tituto de Etnología).
283
1
No obstante, el texto ñjo o "canónico" mayoritariamente manejado por la comunidad
científica es el de la esmerada edición de Richard Hakluyt, De Orbe Novo Petri Martyrís
Anglerii Mediolanensis, Protonotarij, et Caroli quinti Senatoris Decades octo, diligenti te
rum obseruatione, et utilissimis armotationibus illustratae, suoque nitori restitutae, labo
industria Richardi Hakluyti Oxoniensis Angli, París, Guillermo Awrey, 1587. De aquí proce-
den las traducciones a las lenguas modernas.
2
Vespucio 1985,55s.: "Días pasados muy ampliamente te escribí sobre mi vuelta de aque-
llos nuevos países [...], los cuales Nuevo Mundo nos es licito llamar, porque en tiempo de
nuestros mayores de ninguno de aquéllos se tuvo conocimiento".
291
3
Citaré apenas un par de ejemplos: Martín Fernández de Enciso publica en 1519 la Suma
de geografía que trata de todas las partidas e provincias del mundo (Sevilla, Jacobo Crom-
berger), donde abunda en detalles sobre las Indias, aunque permanece apegado a la antigua
tripartición del mundo. Alonso de Santa Cruz, en el manuscrito de su Islario general (hacia
1540), dibuja el Nuevo Mundo como una gran isla, pero sin otorgarle la entidad de un nuevo
continente, aferrado también a la idea medieval de la tripartición del planeta. Por otro lado, a
la altura de 1535 las sospechas de Pedro Mártir ya habían prendido en Gonzalo Fernández de
Oviedo, que era de la opinión de que las Indias estaban separadas de Asia. Ver su Historia
General y Natural de las Indias, primera parte, proemio al libro I (1959, 7): "Quiero significar
y dar a entender por verdadera cosmografía, que aquí yo no tracto de aquestas Indias que he
dicho [las Indias Orientales], sino de las Indias, islas e tierra firme del mar Océano, que agora
está actualmente debajo del imperio de la corona real de Castilla".
4
Agradezco muy sinceramente a mis colegas Monique Mustapha y Louise Bénat-Tachot el
aviso de la existencia de este mapa, así como el haberme proporcionado una copia a color del
mismo reproducida por la Biblioteca Nacional de París en 1992, donde se halla el original (Rés.
1
fol. O {912, p. 4s.).
292
5
Antei 1988,176, nota 3, donde remite a la Lettera di M. Pier Francesco Giambullari, al
molto Magnifico M. Giovarmi Bandirti, Florencia, 1539, aparecida en// Commodo. Véase tam-
bién Antei 1989.
4
Giorgio Vasari en su obra Le vite de' più eccellenti pittori, scultori, et architettori
(Florencia, 1568), hace una Descrizione dell'apparato per le nozze del principe D. Francesco
di Toscana, donde refiriéndose a una de las telas que decoraban el acto comenta: "Eravi ancora
nelle navigazioni il peritissimo e fortunatissimo Amerigo Vespucci, poiché sì gran parte del
mondo per essere stata da lui ritrovata ritiene per lui il nome di Ameriga" (en: Antei 1988,
186).
293
las otras tres partes del mundo (Europa, África y Asia), generándose el prototipo
iconográfico de las cuatro partes del orbe. Una ajustada representación de este
cuaternario —y sin duda alguna la que mayor difusión alcanzó en el Barroco— se
halla en la Iconología de Cesare Ripa7. Los cuatro continentes aparecen siempre
bajo figuras femeninas:
— Europa es la primera, principal y dominadora del mundo. Está sentada sobre
dos cornucopias, con una corona regia en la cabeza y varios cetros y coronas
a sus pies. Posee un caballo, armas, instrumentos musicales y una lechuza
sobre un libro, todo lo cual muestra su supremacía en las armas, letras y artes
liberales. En su diestra sostiene un templo, simbolizando que en ella radica
la verdadera religión. A veces se sigue la versión mitológica del rapto de
Júpiter y está montada sobre un toro.
— Asia se dibuja con una corona trenzada de flores y frutos, vestida con rico
traje y joyas, portando en una mano un ramillete de especias y en la otra un
humeante incensario. A su lado suele ponerse un camello.
— África se representa mediante una mujer negra y desnuda (por no ser tierra
rica), de cabello rizado, con collar y pendientes de corales según uso de sus
habitantes. En su diestra porta una cornucopia repleta de espigas, semejando
su fertilidad frumentaria. Junto a ella un león y varias serpientes, además de
un escorpión en la mano izquierda, recordando la gran cantidad de fieras que
la habitan.
— América es de piel oscura y está asimismo desnuda, según usanza de sus
aborígenes. Es de rostro fiero, con el cabello largo y esparcido, llevando
sobre la cabeza un ornamento de plumas de colores. En las manos porta arco,
flechas y un carcaj, y con sus pies aplasta un cráneo humano, lo que apunta
a su belicosidad y canibalismo. Tras ella suele haber un caimán o lagarto,
animal frecuente en su tierra (véase lámina I, p. 321).
Una de las imágenes más antiguas y conocidas de la alegoresis de las cuatro
partes del mundo, cuya principal novedad es la inclusión de América, la hallamos
en el frontispicio del Theatrum Orbis Terrarum de Abraham Ortelio (véase
lámina II, p. 322), cuya primera edición data de mayo de 1570, y donde Adolph
Mekerch en su "Frontispicii explicado" la describe así:
La ninfa que ves en la parte inferior se llama América, de la cual no
ha mucho se apoderó el audaz Vespucio cruzando el mar y abra-
zándola con tierno amor. Ella, olvidada de sí y de su casto pudor,
7
Ripa 1987, n, 102-109. Recordar que la primera edición de la Iconología salió en Roma
en 1593, sin ilustraciones, y la primera edición ilustrada es de 1603.
294
está sentada, desnuda por completo, excepto por la cinta con que ata
las plumas de sus cabellos, la gema con que señala su frente, o las
tintineantes ajorcas con que ciñe sus piernas. En la mano derecha
tiene una clava de madera con la que sacrifica a los hombres obesos
y bien cebados que ha capturado en la guerra, cuyos cuerpos
desmembra y quema a fuego lento o cuece en una caldera. Mas
cuando le aguijonea el hambre devora los miembros crudos recién
cortados, todavía chorreando negra sangre y estremeciéndose bajo
sus dientes: su alimento es la carne de los vencidos y su oscura
sangre, crimen tan espantoso de ver como de contar. ¡Qué represen-
tación de bárbara impiedad y desprecio a los dioses! En la mano
izquierda ves una cabeza humana recién cortada. He ahí asimismo el
arco y las veloces flechas con las que, tensando bien el arco, inflige
fatales heridas a los hombres y los mata. Después, cansada por la
caza del hombre, quiere entregarse al sueño en su merecido lecho,
hecho, cosa rara, como una red, y sujeto por un clavo en sus
extremos; sobre él reclina la cabeza y los miembros8.
El mundo de la pintura y el grabado se suman también a la nueva corriente
cultural. Es posible que a partir de este frontispicio se elaborasen importantes
cuadros y grabados alegóricos sobre América, tales por ejemplo "La pesca del
corallo" (también conocido como "El descubrimiento de América") de Jacobo
Zucchi (ca. 1575-1580), o "América", de Stradano, diseñador de la serie Nova
8
Traducción libre. El original latino del frontispicio reza asi: "Inferiore solo quam cernis
AMERICA dicta est:/ Quam nuper vectus pelago Vespucius audax/ Vi rapuit, tenero nympham
complexus amore./ Illa oblita sui, castique oblita pudoris/ Nuda sedet totum corpus, nisi vitta
capillos/ Pluraea vinciret, frontem nisi gemma notaret,/ Ambirent teretes nisi tintinnabula
suras./ Lignea clava olii in dextra: qua mactat obesos/ Atque saginatos homines, captivaque
bello/ Corpora, quae discissa in frusta tremenda lentis/ Vel torret flammis, calido vel lixat
aheno./ Vel, si quando famis rabies stimulat mage, cruda/ Et iam essa recens, nigroque fluentia
tabo/ Membra vorat, tepidi pavitant sub dentibus artus,/ Carnibus & miserorum & sanguine
vescitur atro:/ Horrendum facinus visu, horrendumque relatu./ Quid non impietas designai
barbara? quid non/ Contemptus Superum?/ Adspicis in laeva foedatum caede recenti/ Humanum
caput. En arcum celeresque sagittas,/ Queis solet, adducto dum flectit cornua nervo,/ Vulnera
certa viris certamque infligere mortem./ Mox defessa hominum venatu tradere sonino/ Membra
volens, ledum contextum rarius instar/ Reticuli, gemino a palo quem fixit utrimque,/ Conscen-
dit, textoque caput reclinat & artus".
295
Reperta, siendo los grabadores Teodoro y Felipe Galle (1589)®. Otras imágenes
famosas fueron por ejemplo la de Felipe Galle {ca. 1581-1600), quien dedica a
América el número 43 de sus Personificaciones (véase lámina ni, p. 323), o la
diseñada por Martin de Vos para decorar el arco triunfal de los Genoveses,
levantado en Amberes en 1594 para la magna entrada en la ciudad del Ar-
chiduque Ernesto, gobernador de los Países Bajos10.
Con el enorme desarrollo del libro y el arte del grabado (en papel, madera,
cobre...), estas imágenes proliferarán en Europa en el último cuarto del siglo
XVT y a lo largo de todo el XVU, pasando a formar parte de la cultura popular11.
Su natural prolongación a América va a ser mera cuestión de tiempo, y muy
poco, por cierto, pues como recuerda Stastny pinturas y tapices flamencos cru-
zaron el Atlántico en fecha temprana12. Las series iconográficas de las cuatro
partes empiezan pronto a divulgarse, siendo las más conocidas las de Étienne
Delaune, Jost Ammán, Gerard Groenning, Jan Sadeler el Viejo, Teodoro Galle,
Crispin de Passe el Viejo, Marcus Gheeraerts, Cornelis Visscher, Jacob van
Meurs, Nicolaes Berchem, Paolo Farinati, Stefano della Bella y otros13. Se había
necesitado casi un siglo para que Occidente asimilase y entreviese la importancia
de la cuarta parte del mundo, para que se formase una imagen de esa nueva
realidad, retraso que no deja de sorprender a los estudiosos de hoy día (Elliot
1970, 28-53).
9
En primer término aparece América, mujer desnuda que se incorpora de su hamaca ante
la repentina llegada de Américo Vespucio; éste porta en la mano derecha un estandarte con una
cruz y en la izquierda un astrolabio. Ambos se miran con sorpresa, simbolizando el encuentro
de dos mundos diferentes. El paisaje agrega nuevos elementos alegóricos: los bergantines se
asocian al descubridor; los caníbales, la flora (grandes árboles), fauna (varios extraños anima-
les), y la maza brasileña para sacrificar hombres se asocian a América.
10
Jan Sadeler hizo el dibujo y Adrián Collaert fue el grabador. En este caso América es una
mujer que cabalga desnuda sobre un armadillo, en actitud guerrera, con hacha, arco y carcaj
lleno de flechas. En el paisaje del fondo hay animales extraños, indios cazando y luchas con los
españoles.
11
Un estudio muy completo de la iconografía de las cuatro partes del mundo en el arte nos
lo ofrece Poeschel 1985. Interesan también los trabajos de Zavala 1981 y 1994 y López-Baralt
1990. Para el caso español véase Morales y Marín 1992, especialmente el capítulo II: "Alegoría
de América", 17-25.
12
Stastny 1965 y 1999, 229s.
13
Véase un listado más completo, con sus reproducciones y comentarios, en Kohl 1982,326
y ss. Se trata del catálogo de la exposición celebrada en Berlín Occidental en 1982 con motivo
del segundo Festival de las Culturas Mundiales. Para estos aspectos iconográficos son muy
útiles los libros de Honour 1975a y 1976, sobre todo 89-98 de este último.
296
14
Muchos fueron los que se opusieron a dar por buena tal denominación (el P. Las Casas,
Juan de Solórzano, fray Pedro Simóa..), creándose una polémica de alcance internacional. Ver
el apasionado estudio de Levillier 1948.
15
Gaspar Lucas Hidalgo, Diálogos de apacible entretenimiento, que contiene unas Carnes-
tolendas de Castilla. Dividido en las tres noches del domingo, lunes y martes de antruejo,
Barcelona, Sebastián de Cormellas, 1605. Manejo edición de la BAE, 1919.
297
16
La fuente primaria es la Relación de una máscara que erare otras fiestas se hizo en
Segovia a la de la beatificación de nuestro Padre San Ignacio; la cita Alenda y Mira en su
catálogo (1903, núm. 521).
17
Los dos santos a los que refiere son San Ignacio y San Francisco Javier, fundadores de
la Compañía de Jesús y los primeros de ella en ser canonizados. La descripción de los fastos
se halla en un papel suelto de Manuel Ponce titulado Relación de las fiestas que se han hecho
en esta corte a la canonización de cinco santos, Madrid, Viuda de Alonso Martín, sin año (pero
de 1622). Cito por la edición moderna de Simón Díaz 1982, 175. Otra versión antigua de las
celebraciones la ofrece Fernando de Monforte y Herrera en la Relación de las fiestas que ha
hecho el Colegio Imperial de la Compañía de Jesús de Madrid en la canonización de San
Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, Madrid, Luis Sánchez, 1622.
298
18
Fray Martfn de León, Relación de las exequias que el [...] virrey del Perú hizo a la muerte
de la reina nuestra señora doña Margarita, Lima, Pedro de Merchán y Calderón, 1613. Para
la localización de éste y otros festejos limeños remito al excelente libro de Ramos Sosa 1992;
interesan ahora las páginas 144-154.
19
Ramos Sosa 1992,162. La relación original corrió a cargo de Gonzalo Astete de Ulloa,
Pompa fúnebre y exequias [...] en la muerte de la reina nuestra señora doña Isabel de Borbón,
Lima, 1645.
20
Ramos Sosa 1992,158. No se imprimió la relación esta vez, sino que quedó manuscrita
de mano del agustino fray Fernando de Valverde, Relación de las exequias y honras fúnebres
hechas [...] a don Philipo Tercero.
21
Ramos Sosa 1992, 168. La fuente primaría es el impreso de Diego de León Pinelo
titulado Solemnidadfúnebre y exequias a la muerte del rey [...] don Felipe cuarto, Lima, Juan
de Quevedo, 1666.
299
erigido para Carlos II en 1701 (véase lámina VI, p. 326): sobre los entablamen-
tos del primer cuerpo se alzan cuatro imágenes de bulto alusivas al consabido
cuaternario alegórico; América, que se puede apreciar en la parte derecha del
grabado, aparece semidesnuda, con piel oscura, corona de plumas negras y
amarillas, arco y carcaj22. Además, en la parte central del segundo cuerpo se
dibujaron dos bolas del mundo que sostienen una corona real, significando el
dominio de Carlos n sobre el Viejo y el Nuevo Mundo.
Pero no sólo en monumentos funerarios, también en festejos de mayor
regocijo se echa mano del lenguaje alegórico. En febrero de 1672 se inauguró en
Lima la hoy desaparecida iglesia de los Desamparados, muy promocionada por
los jesuitas y el virrey conde de Lemos. Se organizó una solemne procesión que
iba pasando junto a distintos altares y arcos triunfales, construidos por autorida-
des civiles, religiosas y el concurso de los gremios. Así, en la calle de los
Mercaderes hallamos de nuevo el cuaternario iconográfico de los continentes, sin
olvidarnos de que en la procesión desfilaron cuatro carros triunfales con las
respectivas partes del mundo23. Otro ejemplo al caso fue la procesión que, en pro
de la tesis inmaculista, discurrió por las calles de Lima en 1617: salió una
cuadrilla de nidos disfrazados que llevaban a la Fama, la cual iba "guiando a ciu-
dades, países y continentes por los que se extendía la creencia de la concepción
inmaculada de la Virgen. Aparecían Lima, Francia, Italia, España, América,
África, Europa y Asia"24.
Este último testimonio nos muestra un hecho fácilmente predecible: si la
alegoresis de los continentes ya estaba fijada en la retina de nuestros clásicos a
finales del siglo XVI o principios del XVII, por lógica tal procedimiento alegori-
zante habría de alternar con el referido a otras entidades geográficas menores
como pueden ser los dos virreinatos o algunas de sus ciudades más destacadas,
casos de México, Lima, Cuzco, Potosí, etc. Ejemplos de esta natural prolonga-
ción artística volvemos a hallarlos en las relaciones de fastos populares. En 1590
se levanta en Lima un arco triunfal para dar la bienvenida al virrey marqués de
Cañete: en una de sus paredes interiores se pintó a
22
Ramos Sosa 1992,182. El libro de referencia es el de José de Buendía, Parentación real
al soberano nombre e inmortal memoria del [...] serenísimo señor don Carlos II, Lima, José de
Contreras, 1701.
23
Ramos Sosa 1992, 245. Esta vez no hay libro impreso que relate los fastos, pues su
edición se vio truncada por la cercana muerte del virrey (diciembre de 1672). Noticias dispersas
facilitan José de Buendía (s.a.) y José de Mugaburu (1935).
24
Ramos Sosa 1992, 252. Pormenores coetáneos del festejo facilita Antonio Rodríguez de
León en la Relación de las fiestas que a la inmaculada concepción de la Virgen nuestra señora
se hicieron en la real ciudad de Urna, Lima, Francisco del Canto, 1618.
300
23
Ramos Sosa 1992, 78. Existe una relación manuscrita de los fastos hecha por Antonio
Román de Herrera Maldonado, Relación de la proclamación de Felipe TV en Lima; hay además
un impreso del agustino Fernando de Valverde, Relación de las fiestas que se hicieron en la
Ciudad de los Reyes en el nuevo reinado de don Felipe IV, Lima, 1622.
26
Ramos Sosa 1992, 87. La fuente primaría es el impreso de Diego de León Pinelo
Aclamación y pendones que levantó la [...] Ciudad de los Reyes, Lima, Juan de Quevedo y
Zárate, sin año (pero de 1666).
301
y la ciudad de Lima
en forma de una dama puesta encima,
adornada de perlas y collares
con otras infinitas piedras bellas
(que al no ser ella sol, fueran estrellas),
con un cofre de plata allí delante
abierto que ofrecía
cuantos metales en sus minas cría
a la humana deidad del nuevo infante,
para que al turco haga viva guerra
con los ricos tesoros de su tierra27.
Como se sabe, el joven heredero muere en 1646 malogrando todas expectativas.
El reino espera el nacimiento de otro hijo de Felipe IV que asegure la sucesión.
Así, en 1657 nace el príncipe deseado, Felipe Andrés Próspero. La noticia llega
a América con cierto retraso y, ya en 1659, Lima se apresta a celebrar la buena
nueva. Los profesores de las nobles artes como son la pintura, escultura y
arquitectura confeccionan un carro alegórico del Perú semejante a una nave, que
contenía dos montes, uno en proa y otro en popa: en el primero había un león
coronado descansando a la sombra de un limo, y en el segundo un gigante
sosteniendo sobre sus hombros la esfera terrestre; algunas venas de este Atlante,
en tensión permanente, estallan y discurren hasta los pies del león en suaves hilos
de plata. El significado alegórico es transparente: es el servicio que rinde el Perú
con su plata a la corona española, la cual no se personifica esta vez en el rey,
sino en el león coronado que se cobija junto al árbol del limo, que —recuérdese—
remite emblemáticamente a la ciudad de Lima. Días después fue el gremio de
plateros el que confeccionó nueve carros simbolizando a otros tantos reinos
españoles; aparecían Granada, Navarra, Portugal, Castilla... pero antes que todos
ellos salió el del Perú, representado en la figura de un avestruz que ofrenda sus
coloreadas plumas a los reyes, nobles y capitanes españoles. La elección del ave
no es casual, pues al ser todas sus plumas iguales se convirtió —desde los
Jeroglíficos de Horapolo— en emblema de la justicia, la cual imperaría en el
Nuevo Mundo tras la llegada de España. Otros elementos presentes en este carro
fueron un cerro del Potosí dándose con sus vetas de plata abiertas al joven
27
La descripción de los fastos corrió a cargo de Rodrigo de Carvajal y Robles, Fiestas que
celebró la Ciudad de los Reyes del Pirú al nacimiento del serenísimo príncipe don Baltasar
Carlos de Austria nuestro señor, Lima, Gerónimo de Contreras, 1632. Cito, modernizando
grafías y puntuación, por la edición de López Estrada 1950, 71-73.
302
24
Ramos Sosa 1992, 101-105. Los fastos fueron referidos por el mercedario fray Agustín
de Salas y Valdés en su Diseño historial de los gozos ostentativos con que la regia ciudad de
Lima celebró el deseado nacimiento de [...] Felipe Andrés Próspero, Lima, Juan de Quevedo
y Zárate, 1660.
303
19
Manejo la edición crítica de Mariscal Hay 2000, cita en p. 56.
304
30
Véase un pormenorizado estudio iconográfico de este túmulo en Morales Folguera 1991,
200-209 y Mínguez Cornelles 1995, 89-95. Interesa también el estudio de Alio Mañero 1981.
31
Morales Folguera 1991,210-217. La fuente clásica es Agustín de Mora, El sol eclipsado
antes de llegar al cénit, México, 1711.
305
32
Los autos son: Los hermanos parecidos (Tirso), La semilla y la cizaña, El valle de la
Zarzuela, El nuevo hospicio de pobres, La protestación de la Fe y A Dios por razón de estado
(Calderón). Las loas son las escritas para La primer flor del Carmelo, Llamados y escogidos,
Los encaraos de la culpa y ¿Quién hallará mujer fuerte? (todas de Calderón).
33
José de Arroyo, Festejo y loa en el [..J feliz arribo de la reina nuestra señora Doña
Mariana de Neoburg (1690); Bances Candamo, auto de El primer duelo del mundo y loa para
la comedia Duelos de Ingenio y Fortuna; Antonio de Zamora, Loa del Non plus ultra; loa
anónima para la comedia El alcázar del secreto.
307
producción de Sor Juana se inserta sin violencia en el contexto festivo que vengo
trazando, llegando incluso a idear el arco triunfal que levantó la catedral
mexicana en 1680 para recibir al virrey marqués de la Laguna, arco que describe
en su Neptuno alegórico34. No hay en este caso alegorizaciones americanas, pero
sí recurre a ellas en las dos loas citadas, ejemplos máximos del género en la colo-
nia, donde la autora vuela por encima de modelos previos para presentar una
visión personalísima de la conquista.
La mejor y más comentada de estas loas es la de El divino Narciso35. Al decir
de Hernández Araico: "Mayor dignidad visual y retórica que en esta loa no se les
otorga a personajes indios en ningún otro texto alegórico conocido" (1999a, 327).
Sor Juana expone su particular concepción dramática desde la inicial configura-
ción de los personajes. Ya no aparecen los tres continentes clásicos a quienes se
agrega la joven América36; ahora las dramatis personae van a estructurarse por
parejas, equilibrando el tablado: salen primero Occidente, "indio galán, con
corona" y su esposa América37, "india bizarra, con mantas y cupiles", que parti-
cipan de un tocotín junto a otros indios, todos ellos con "plumas y sonajas en las
manos, como se hace de ordinario esta danza"; después saldrá la pareja oponente
formada por Religión cristiana y Celo, vestidos de "dama española" y de "capitán
general, armado" respectivamente. Hay, pues, dos mundos opuestos, el primitivo
americano y el español que, partiendo de posturas antagónicas, confluyen al final
en un mismo discurso38.
Es una loa con un argumento muy bien definido, donde las alegorías no son
estereotipos, sino que actúan, reflexionan y varían sus puntos de vista. Sor Juana
34
Sor Juana Inés de la Cruz 1982, 365-447; interesa la introducción de Sabat de Rivers al
Neptuno alegórico (ibíd., 63-71), así como su ensayo "El Neptuno de Sor Juana: fiesta barroca
y programa político" (Sabat de Rivers 1992, 241-256; también en 1998, 243-261).
33
La bibliografía que gira alrededor de esta magistral pieza de algo menos de 500 versos
es apabullante: Bénassy-Berling 1983, especialmente el capítulo "Sor Juana y los indios";
Daniel 1985; Hill 1985; Glantz 1990; Zwack 1991; Zanelli 1994; Hernández Araico 1996;
Galván 1997; Sabat de Rivers 1998, especialmente el capítulo "Apología de América y del
mundo azteca en tres loas de Sor Juana", 265-307.
36
Hernández Araico (1994,78s.) ya apunta este cambio sustancial en el arranque de la acción.
37
Occidente es personificación de México; recuérdese cómo Sigüenza y Góngora en su Teatro
de virtudes políticas expresa lo siguiente: "La imperial nobilísima ciudad de México, cabeza de
la occiseptentrional América". La alegoría de América identifica al resto del continente.
38
Por cierto que este equilibrado pulso alegórico entre dos mundos que se va a desarrollar
en la loa nos recuerda bastante a la ilustración madrileña del tomo Fama y obras póstumas del
fénix de México, décima musa, poetisa americana, Sor Juana Inés de la Cruz (1700), donde
aparece el retrato de Sor Juana en el centro de una compleja arquitectura barroca, flanqueado
a los lados por las alegorías de Europa y América (véase lámina XI, p. 331).
308
39
Véase al respecto Glantz 1990, 69-71.
40
Vv. 250-260. Cito por las Obras completas de Sor Juana Inés de la Cruz, m (1955). Los
cambios en la puntuación son mfos.
309
guaje de los sentidos. En unos pocos versos se concentran los rudimentos del
cristianismo puestos en paralelo con el rito nahua del teocaulo: el Dios verdadero
también se da a sí mismo en carne y sangre para ser comido (Eucaristía, eje de
la ñesta sacramental), puede ser tocado por los sacerdotes en el sacrificio incru-
ento de la misa, se le puede ver tras la purificación del bautismo. Es tal la efica-
cia persuasiva de Religión al exponer estas noticias, que América ya siente que
una "inspiración divina/ me mueve a querer saberlas" (ibíd., w . 396s.). La
conversión total tendrá efecto por la vía del sentido visual, pues en giro típico del
género de la loa, los personajes pasan a ser espectadores del auto El divino Nar-
ciso, donde volverá a verse otra identificación entre el Narciso mitológico y la
figura de Cristo. La loa termina en canto y danza, pero de naturaleza opuesta al
tocotín inicial: ahora bailan juntos América y Occidente con Celo, anunciando
que ya "conocen las Indias/ al que es verdadero/ Dios de las semillas" (ibíd., vv.
490-492).
En la loa para El cetro de José vuelve a surgir el tema de la adaptación o
sublimación de ciertos ritos prehispánicos a los postulados del cristianismo. Las
alegorías salen también al tablado en parejas, primero Fe y Ley de Gracia,
después Ley Natural y Naturaleza. En la cronología interna de la pieza se detalla
un avance respecto a la loa anterior: hace un tiempo que los españoles están en
Indias y ya se ha iniciado el proceso de cristianización, de ahí que el período de
la Ley Natural ceda el paso al de la Ley de Gracia. Aun así, la conversión de
todos los indios no es todavía un hecho, pues quedan restos de la "era natural"
que han de ser depurados por la Fe y la intervención de la Gracia: tales por ejem-
plo los sacrificios humanos, el canibalismo que de ellos se deriva y la poligamia.
Expuestas así las cosas sale a escena Idolatría, vestida "de india", en lo que es
transparente alegoría de América, pues desde los autos y loas calderonianos
América e Idolatría son personajes estrechamente relacionados41. El eje del
problema son los sacrificios humanos que Idolatría quiere seguir practicando,
bajo el sofisma de que se ofrendarán a un solo dios y no a multitud de ídolos. Fe
inicia entonces su tarea persuasiva para reducir con razones a Idolatría: si nece-
sita una víctima humana que se sacrifique por los demás y les dé dilatada vida,
esa víctima es Jesucristo. Para explicar en detalle el proceso de cómo Cristo se
da en cuerpo y sangre a los hombres en la Eucaristía, se propone contemplar el
auto de El cetro de José. Idolatría queda satisfecha y se termina la loa.
Un último texto sorjuaniano que puede aducirse, aunque de naturaleza muy
distinta, es el Sarao de cuatro naciones, pieza breve que sirve de fin de fiesta o
41
Ver Parker 1983 y Zugasti 1998a, 465-468.
310
cierre para el conjunto celebrativo de Los empeños de una casa42. Esta clase de
obras cortas, con profusión de cantos y danzas cortesanos, eran muy del gusto
español (Hernández Araico 1999b), destacando entre ellas las de tema nacional o
étnico (Cotarelo 1911, XXXVIs.), pues permitían la exhibición de variados trajes,
disfraces o instrumentos que identificaban a los pueblos. El texto de Sor Juana,
enteramente cantado, es un digno ejemplo de sarao: la música se ordena en tres
coros, saliendo a escena representantes de cuatro naciones (españoles, negros,
italianos y mexicanos) que ensalzan las prendas de los virreyes y su joven vástago,
receptores privilegiados del espectáculo. Cada nación baila y canta a su estilo,
distinguiéndose entre sí por la diferente métrica y música; al final todas se unirán
en las danzas del turdión y la jácara, que imprimen movimiento al conjunto.
A destacar en este Sarao la presencia de México (o los mexicanos), portador
del elemento americano que vuelve a combinarse en grupo de a cuatro con las
viejas naciones de los españoles, italianos y negros (africanos). Como es lógico,
en el ámbito novohispano la alegorización de México es muy anterior a Sor
Juana; un ejemplo primitivo es el Desposorio espiritual del pastor Pedro con la
Iglesia Mexicana, de Juan Pérez Ramírez, representado ante el arzobispo Pedro
Moya de Contreras en 1574. Es un texto de profunda raigambre catequética
donde ya se halla una definida alegoría de la Iglesia Mexicana. A este mismo
arzobispo, revestido ahora con la autoridad de primer inquisidor de Nueva
España, y a este mismo tema de sus desposorios con la Iglesia Mexicana, con-
sagra Fernán González de Eslava el tercero de sus Coloquios. Esta vez aparece
la alegoría de Nueva España ofreciendo su corazón amoroso como presente de
bodas43. Centrándonos en el siglo XVII, cabe mencionar la obra de Francisco
Bramón Los sirgueros de la Virgen, publicada en México en 1620, en lo que es
una de las más tempranas manifestaciones de la novela colonial. El libro se
concibe como un alegato más, de los muchos que hubo en la época, en pro de la
inmaculada concepción de María; el autor crea el clima festivo adecuado valién-
dose de elementos dispares como lo bucólico o pastoril, cantos líricos, simbolo-
gías diversas, arcos triunfales o una representación dramática. Dicha representa-
ción es el auto de El triunfo de la Virgen y gozo mexicano, pieza con que acaba
esta curiosa miscelánea de Los sirgueros de la Virgen. El auto arranca con un
Prólogo o loa, al que le sigue una exposición de las asechanzas del Pecado. A
continuación una apariencia muestra a la Virgen pisando la cabeza del Pecado,
el cual no ha podido mancharla. Tras una mutación sale a escena la alegoría del
Reino Mexicano, "gallardo mancebo [...], con galas [...], acompañado de algu-
41
Sobre la compleja estructura de este festejo dramático ver Zugasti 1998b.
43
Pueden localizarse ambos textos en el volumen recopilatorio de Solórzano (1993).
311
nos indios" (Bramón 1994, 86). Habla de sus minas de oro y plata ("de mis
riquezas/ ofrezco parte al ínclito Felipo", ibíd.), a la vez que describe un locus
amoenus en donde va a sentarse. Dialoga con el Tiempo y éste le comunica la
gozosa noticia de la concepción inmaculada de María; sobreviene otra apariencia
de la Virgen triunfante en su trono; Tiempo, antes de irse, insta al Reino
Mexicano a que participe del gozo general:
Triunfo tan alto celebra,
gran señor, que no eres menos
que las primeras Españas
que dan a Dios grato incienso (ibíd., 91).
En efecto, Reino Mexicano afirma que "el alma desea/ celebrar tan sacro triunfo"
(ibíd.), opinión a la cual se agregan dos ciudadanos que mantienen un breve
diálogo. El auto concluye con una apoteosis festiva de complejo aparato esceno-
gráfico: salen varios zagales vestidos "con el ropaje mexicano" portando flores
e instrumentos musicales autóctonos, les siguen seis caciques "con preciosísimas
ropas", y tras ellos el Reino Mexicano "riquísimamente vestido con una tilma de
plumería y oro, costosamente guarnecida" (ibíd., 95). Todos rinden acatamiento
a la Virgen y, a los sones de la música y el canto, inician "una vistosa danza que
llaman los mexicanos netotiliztle, y en nuestro vulgar mitote o tocotín" (ibíd.,
96).
Caso especial es el de Agustín de Salazar y Torres; como se sabe, este autor
nació en Almazán, Soria, en 1642, viajando a México a los cinco años de edad.
Allí se educó y empezó a escribir, hasta que regresó a España hacia 1660, con
dieciocho años. En 1664 fue el encargado de componer un festejo dramático
conmemorativo del tercer cumpleaños del joven príncipe (el futuro Carlos II a
partir de 1665); redacta la comedia Elegir al enemigo y su pertinente loa. En la
loa hallamos la alegoría de América como una más de las cuatro partes del
mundo. A pesar de ser un texto escrito por un español y para la corte madrileña,
la crítica suele incluir a Salazar y Torres en la nómina de autores novohispanos
dado que fue en México donde adquirió la base de su formación cultural. Su loa
para la comedia Elegir al enemigo delata claras influencias calderonianas, sobre
todo en el gusto de ordenar las dramatis personae a base de varios cuaternarios
que se complementan entre sí. El motivo rector es cantar la dicha por la onomás-
tica del regio heredero, asunto alrededor del cual se congregan las cuatro horas
del día, las cuatro estaciones, los cuatro continentes y los cuatro elementos.
Compárese por ejemplo con el auto de Calderón La semilla y la cizaña, donde
en cuatro carros salen las cuatro partes del mundo, cada una cabalgando un
animal diferente (elefante, león, toro y caimán); intervienen después cuatro
mayorales (Judaismo, Paganismo, Gentilidad e Idolatría) y cuatro males (Cierzo,
312
Ira, Niebla y Cizaña) que emponzoñan la tierra. Tanto Calderón como Salazar
explotan el número cuatro a base de paralelismos y asociaciones. En la loa de
este último América se relaciona con la Noche, el Invierno y el Agua:
La Noche el pardo occidente
a la América señala,
al frío Invierno sus nieves
y su cualidad al Agua44.
Su principal aportación, tal y como se ha visto en anteriores ocasiones, es la de
abrir un nuevo espacio por el que se propaga la religión católica eliminando
falsas idolatrías.
44
Cito por el tomo recopilatorio de Maldonado Maclas (1992, 79).
313
son las que posee el escudo de Lima, tomadas de los tres Reyes Magos por el día
de su fundación). Luego le toca el turno a México, que dona su corazón. Pero el
movimiento dramático prosigue, pues Día Natalicio le devuelve la "fineza" a
Lima otorgándole un escudo con una estrella:
Dar a Lima pretendo
(para paga de este timbre
que me ha ofrecido su anhelo)
mi estrella, con este escudo
de el invicto dios guerrero,
para que así mejorado
desde hoy se admire su pecho45.
El efectismo teatral es patente: a partir de ahora la estrella pasará a formar parte
central del escudo limeño, en lo que es un claro ejemplo de cómo los elementos
heráldicos y emblemáticos se ponen al servicio del juego dramático, con todo el
poder de su visualidad y puesta en escena.
No repetirá Llamosas estas ni otras alegorías americanas en su teatro, pero
quizás merezca la pena citar su Manifiesto apologético, en prosa, a favor del
virrey duque de la Palata, publicado en 1692. Este virrey había fallecido en 1691
y nuestro autor escribe el apologético para airear sus virtudes como gobernante
(Zugasti 2000); a su muerte —acaecida en Portobelo— no hubo túmulos ni
homenajes populares, por eso Llamosas construye literariamente un Templo de
la Fama donde reposaría una urna con sus restos: no falta ningún elemento
arquitectónico (mármol negro, pedestales, columnas, cúpula, dosel...), incluidas
dos estatuas alegóricas:
Las gradas que conducen hasta el centro son los pasos de su religión
y su lealtad. Las estatuas son ecos de sus heroicidades. Dos ninfas,
que en el tarjón del frontis detienen por los rayos a un sol que se les
esconde en el océano, son Europa y América, que ambiciosas le
pleitean para norte de los mares en que le vieron con luces tan
benignas (Llamosas 1692, 20).
Concluiré citando un par de ejemplos del siglo XVIII. En 1720, en el marco del
cumpleaños del virrey y arzobispo Diego de Morcillo, estrena Pedro de Peralta
Barnuevo su festejo Afectos vencen finezas, compuesto de loa, comedia larga,
baile de El Mercurio galante y fin de fiesta. La loa es un testimonio más de plei-
tesía y aplauso al homenajeado, adonde concurren cantando variados personajes
45
Cito el texto de la loa por la edición de Zugasti (1997, 585).
314
46
Sobre esta princesa incaica y su mención en la loa ver Chang-Rodríguez 1996.
315
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in
AGENTES SOCIALES Y
COYUNTURAS POLÍTICAS
La universidad en la cultura novohispana del siglo XVII
Enrique González González
En 1974, Lawrence Stone hacía un urgente llamado a realizar una historia de las
universidades capaz de "casar" a la historia social con la intelectual1. Muchos
estudios verdaderamente renovadores han aparecido desde entonces en torno a
universidades particulares y a grupos de éstas. Gradualmente se ha abandonado
la acartonada historia institucional, interesada sólo en hacer la apología de
determinado establecimiento, examinándolo de puertas adentro, y con base en
documentos legales, en especial estatutos. Pero, no obstante el actual auge de los
estudios sobre las universidades2, los especialistas de campos afines como la his-
toria de la cultura, las mentalidades o la literatura, siguen dándoles la espalda.
A mi modo de ver, los estudiosos de la cultura letrada de las colonias ibero-
americanas podrían sacar gran provecho de la historia de las universidades, por
varios motivos. Ante todo, porque era en las universidades donde se formaban
los letrados seculares y no pocos miembros de las órdenes regulares. Por otra
parte, el modelo universitario de clasificación del saber en las cinco facultades
clásicas (teología, derecho eclesiástico y civil, medicina y artes) permeó a las
principales instituciones de enseñanza, siendo admitido incluso en los estudios
propios de las órdenes religiosas. Por lo mismo, quien desconoce el estilo uni-
versitario de cultivo e impartición de los saberes, tendrá dificultades para enten-
der la formación escolar e intelectual de los principales autores coloniales3. En
segundo lugar, las universidades, en tanto que cuerpos privilegiados con el mo-
nopolio para otorgar grados académicos, eran importantísimos agentes de promo-
1
En "The Size and Composition of the Oxford Student Body 1580-1910"; la afirmación,
referida a esa universidad en particular, tenía un alcance más vasto: "The most urgent necessity
in modern research strategy is to marry intellectural history to social history" (Stone 1974, 3).
2
La revista History of Urdversities publicada (»anualmente por la Oxford University Press,
recoge regularmente una amplia bibliografía sobre la materia.
3
Al hablar de cultura en este trabajo, no remito a la llamada "cultura material" de un
pueblo o civilización, ni al concepto que liga este término con el cultivo de las "bellas artes".
Sin encerrarme en una definición rígida y excluyeme, me referiré ante todo a la producción oral
(sermones, discursos, actos públicos de conclusiones, etc.) y escrita de los letrados, individuos
que, habiendo recibido una formación escolar superior a la elemental, además de conocer el
latín, dominaban una de las cinco disciplinas o "facultades" impartidas por las universidades
y otras instituciones docentes; en un sentido más lato, por cultura letrada entiendo aquí el
conjunto de actividades, especialmente públicas, realizadas habitualmente por esos individuos
en su comunidad en tanto que profesionales de dichas disciplinas.
336
ción social para sus graduados. Quienes carecían del apoyo colegiado de una
orden religiosa, podían valerse del que la corporación universitaria brindaba a
sus miembros. Por último, los archivos universitarios son auténticas minas de
información biográfica acerca de personajes mal documentados fuera de ese
ámbito. En ellos es factible encontrar datos sobre sus estudios y posibles grados,
las fechas en que fueron estudiantes y, con suerte, alguna relación de méritos.
En las páginas que siguen, luego de una visión más que panorámica de la
Nueva España del siglo XVII, me referiré a la universidad como un espacio
donde se dirimían numerosos conflictos derivados de la diversidad de intereses
entre la población hispana del virreinato. En la tercera y última, sugeriré algunos
aspectos de la cultura novohispana cuyo tratamiento se beneficiaría de ponerse
en contacto con la historia de la universidad.
4
Por ejemplo, en la Historia general de México. Versión 2000, reeditada varias veces por
El Colegio de México, desde 1976, el capítulo correspondiente a dicho período, de Andrés Lira
y Luis Muro, se intitula "El siglo de la integración". Ocupa 54 páginas de las 1003 del
volumen, y el capítulo siguiente arranca en 1750, con la declaración de que el siglo XVII se
prolongaba hasta la primera mitad del XVIII. Seguimos careciendo de estudios globales sobre
el XVII, más allá del clásico de Israel (1980). Para una bibliografía más actualizada, ver la
incluida en su obra por Chocano Mena (2000).
337
tranjeros, carecía de espacio jurídico propio frente a españoles e indios. Sin más
opción que ganarse la vida en profesiones manuales, a modo de asalariados, o de
vagos y delincuentes, la élite criolla y peninsular los veía como una permanente
amenaza.
Durante toda la centuria, numerosas ciudades de españoles, no sólo las cabe-
ceras episcopales, vivieron una inagotable fiebre edificatoria: en torno a la plaza
central se alzaban catedrales o iglesias parroquiales, soportales, edificios para la
administración civil, instalaciones para la provisión de agua, la colecta de gra-
nos, mansiones vivienda de las familias pudientes; mientras surgían nuevos con-
ventos de monjas, se expandían los de frailes, a costa de las casas vecinas; se
fundaban colegios y, en la capital del virreinato, la universidad real concluyó su
sede durante la primera mitad de la centuria. Pero así como en las comunidades
de indios era raro no encontrar a algunos españoles, en villas y ciudades, al lado
de los blancos coexistían incontables indios, mulatos y castas.
En esa compleja sociedad, donde todo estaba en ebullición, donde incontables
conflictos irrumpían violenta y brevemente o permanecían soterrados largo tiem-
po, también iban configurándose regiones, mecanismos de poder e instituciones.
Es ahí donde se sitúa la universidad, erigida en 1551 para que "los naturales y
los hijos de los españoles fuesen instruidos en las cosas de la Santa Fe Católica
y en las demás facultades"5. Sin embargo, ya en 1554, a unos meses de abiertas
las aulas, el virrey escribió al monarca que, dada la insuficiente madurez de los
indios para la fe, no convenía, "de momento", permitirles tales estudios6. Seme-
jante exclusión, que nunca sería de derecho, se mantuvo, con pocas excepciones,
a todo lo largo del período colonial. Así, la universidad fue, desde sus orígenes,
un coto restringido para provecho de la casta de origen peninsular, para la
república de españoles. Ésta es una de las características centrales de la cultura
letrada novohispana: en la práctica, el acceso a las letras y a los beneficios que
de ellas derivaban quedó restringido para un solo estrato de la población, minori-
tario en número, pero el de mayor poder y más alta consideración social. Y si en
el siglo XVI se intentó dar educación superior a los indios de la élite indígena a
través del colegio de Tlatelolco, apenas abierta la universidad, el rector Bravo de
Lagunas escribió al rey solicitando el cierre del colegio o, mejor, que sus rentas
dejaran de aplicarse a los indios y aquél se destinara a hijos de españoles7.
Reconvertido Tlatelolco hacia 1600 en una escuela de primeras letras, hay que
5
Las cédulas de fundación, de 21 de septiembre de 1551, en Lanning 1932, 293s.
6
Archivo General de Indias (AGI), México, 19, documento 13.
7
Carta del 5 de mayo de 1556, en AGI, México, 68. Ver González González 1990, 82s.
339
esperar a mediados del siglo XVIII para asistir a nuevos intentos de dar estudios
superiores a los naturales.
Pero si el estamento español constituía como tal el grupo dominante, puertas
adentro se trataba de un colectivo enormemente estratificado, con no pocas
tensiones en su seno.
8
González González 1995b, en especial, 309-317.
340
(los seminarios tridentinos nunca la suplantaron y los frailes contaban con estu-
dios propios para formar a sus candidatos), los arzobispos tenían indudable inte-
rés por mantenerla en su ámbito de influencia, lo que ocasionaba frecuentes con-
flictos con los vicepatronos laicos.
El dominio real sobre la Iglesia americana era tan fuerte, que la corona se
interponía entre los prelados y el papa, su autoridad jerárquica inmediata. Como
se sabe, ningún mandato de Roma podía aplicarse sin el pase real9. Los prelados,
en tanto que funcionarios delegados por el rey para la tutela del patronato,
debían consultar al Consejo de Indias antes de cualquier medida tocante a edifi-
cación de iglesias, manejos financieros o remoción de individuos indeseables.
Los virreyes consideraban un aspecto primordial de sus funciones cuidar que el
clero regular y secular se sujetasen al patronato. En consecuencia, a cada paso
interferían en las actividades de los obispos y demás eclesiásticos, muy en
particular sustrayendo numerosos procesos a los tribunales episcopales en nom-
bre de la justicia real. De su parte, la jerarquía secular vigilaba estrechamente a
las autoridades laicas, no incurriesen en desacatos al regio patronato, sobre todo
por la frecuencia con que eximían de muchas disposiciones reales a los frailes.
Siendo la universidad una institución real, ambas autoridades contendían en celo
por garantizar que en ella se observara la real voluntad.
En esa permanente disputa entre autoridades civiles y eclesiásticas por el
control de la universidad en nombre del rey, los clérigos dieron la pelea de-
finitiva a lo largo del siglo XVII. Virreyes como el marqués de Villena (1640-
1642) y el duque de Alburquerque (1653-1660) sometieron la corporación a sus
designios sin el menor miramiento por las normas escritas o consuetudinarias,
pero, a la larga, los clérigos ganaron. Ya en 1586 el arzobispo Moya de Con-
treras había logrado ser nombrado visitador real de la Universidad, ordenando
nuevos estatutos mediante los cuales frenar en alguna medida la omnipresencia
de los oidores en el Estudio General. Estableció mecanismos de funcionamiento
interno con reglas claras para la provisión de las cátedras, que en adelante sólo
se adjudicarían mediante voto estudiantil. Así pretendía evitar la discrecionalidad
con que las autoridades laicas tendían a nombrar los lectores de las cátedras. Los
nuevos estatutos también ponían en manos de la propia universidad —y no de las
autoridades virreinales, como hasta entonces— el manejo y distribución de sus
rentas. De forma análoga, proveyó una serie de medidas que gozaron de gran
apoyo interno por favorecer la institucionalización del Estudio General, pero
fueron vetadas por la audiencia. Con todo, los estatutos del arzobispo pervi-
5
El derecho de pase lo aplicaban los reyes de Castilla y Aragón, aun sin gozar del patronato
sobre las iglesias de sus reinos; he discutido el asunto en González González 1995b, 306-309.
342
10
Con todo lo que requiere de revisión, el trabajo clásico sigue siendo el de Ricard (1986).
343
11
Ramírez 2001. Ver también Pavón Romero/íd. 1993.
344
una cátedra12. Ese precario equilibrio se venía al traste a poco que un poder
externo se inmiscuyera en cualquier proceso. De ahí el interés estudiantil porque
los oidores se abstuvieran de intervenir, y porque los frailes no pusiesen enjuego
todo el poder de su orden para sacar una cátedra a costa de los aspirantes que
habían participado largo tiempo de los rituales universitarios. Y siendo en su
mayoría nacidos en la tierra, los criollos veían con descontento que un recién
llegado de Castilla obtuviese a la primera lo que a ellos iba costando tantos años
y reiterados intentos.
Para desdicha de los estudiantes sin medios, las oportunidades de promoción
interna se fueron acortando conforme avanzaba el siglo XVII. En México se
adoptó, con notables restricciones, el modelo universitario de Salamanca13. A
diferencia de la ciudad del Tormes, donde el cargo rectoral recaía siempre en un
estudiante, en México se asignaba a un miembro de la élite: canónigos de la
catedral, oidores, altos dignatarios de las órdenes religiosas... En México y
Salamanca, junto con la designación anual de rector, se elegía a ocho consiliarios
estudiantiles, con la doble función de coordinar las provisiones de cátedras y de
elegir, al término de su mandato, al nuevo rector y a los subsiguientes consilia-
rios. En Nueva España, desde la segunda mitad del XVII, las consiliaturas
fueron copadas por los doctores; paralelamente, los estudiantes fueron privados
del derecho a votar las cátedras, pasando la designación a la mencionada junta
presidida por el arzobispo y controlada por el cabildo. De ese modo empezó a
menguar el poder de los oidores, transferido a las altas autoridades eclesiásticas.
También a partir del último tercio del siglo XVII, frailes y oidores dejan, en
definitiva, de ser rectores, cargo que ya no escaparía de las manos del cabildo
eclesiástico. Y si los estudiantes continuaron llenando las aulas, su presencia
quedó despojada de todo poder corporativo.
Aparentemente, hacia el último cuarto del siglo XVII muchas tensiones
internas de la universidad quedaron resueltas en favor del partido liderado por la
alta jerarquía eclesiástica, la mayor parte de cuyos miembros eran clérigos
criollos con grado doctoral y activa participación en los claustros académicos.
Nuevos estudios permitirán confirmar o negar esta sospecha. La pérdida de pro-
tagonismo del virrey y la audiencia, uno de los bandos que tradicionalmente
compartían y disputaban espacios de poder, habría acentuado un proceso de
12
Pavón Romero (1995) realiza una excelente explicación de los mecanismos internos de
promoción. Ver también, Aguirre Salvador (1998).
13
La tesis del "trasplante" de Salamanca al nuevo mundo expuesta por Rodríguez Cruz
(1977) sufrió importantes matices en Peset (1985), y ha sido revisada más recientemente por
varios estudiosos, como Ramírez (2001-2002).
345
reservar a los peninsulares unos cargos que, a juicio de los criollos, les pertene-
cían tanto como la tierra. Tampoco tenían éxito los alegatos de León Pinelo,
Sigüenza y Góngora, Eguiara —entre tantos otros— contra el desdén europeo
que, lejos de admitir el esplendor de las academias americanas y la cantidad y
calidad de sus sabios, insistía en ver al Nuevo Mundo como el reino de las
tinieblas cimerias (Papy 2001). Por ello también la frustración ante sus inútiles
esfuerzos por exaltar los frutos de santidad que tan generosamente producía la
patria. No bastaban empeños ni dádivas para que Roma refrendara las virtudes
heroicas de los venerables indianos, con excepciones tan señaladas como Rosa
de Lima o Felipe de Jesús (Rubial García 1999 y Hampe Martínez 2000).
¿Cuándo y cómo fue surgiendo la conciencia criolla en el Nuevo Mundo? Sin
duda a partir de los primeros memoriales que daban cuenta de la peculiaridad y
vastedad de aquella geografía natural y humana, y de las primeras peticiones de
los conquistadores a la corona. Se trata de una cuestión actualmente de moda14,
pero, aparte de generalizaciones y de estudios centrados en aspectos específicos,
estamos lejos de haber reconstruido la compleja trama de manifestaciones orales
—si por tales admitimos los sermones pronunciados—, escritas y artísticas. Como
siempre, las grandes figuras y los más obvios monumentos se imponen con luz
propia, pero esa misma luz estorba la visión de los otros árboles del bosque.
Seguimos en espera de una periodización convincente para ese lapso tres veces
centenario, durante el cual decenas de generaciones tomaron parte en la configu-
ración de tan intrincadas formaciones sociales y culturales; nos limitamos a
hablar de siglos, y aun éstos se alargan o acortan al gusto del historiador. Tam-
bién carecemos de censos aceptables de la enorme producción escrita y artística
generada en cada uno de los dilatados territorios. Y si los escritos que alcanzaron
la letra impresa han sido objeto de una atención bastante irregular y asistemática,
¿qué se puede decir de la infinidad de manuscritos que yacen en bibliotecas,
archivos públicos y colecciones particulares, de los que con frecuencia no existe
siquiera un mediano inventario?
Quien haya tenido algún contacto con la producción escrita virreinal, hallará,
con la discutible excepción de la novela, la presencia de casi todos los géneros
habituales entonces al otro lado del océano: poesía latina y castellana, comedias,
tratados sobre muy variados asuntos: teológicos, especulativos, de carácter moral
y político, acerca de cuestiones naturales y tocantes a asuntos prácticos, como la
extracción de minerales o el aprendizaje de lenguas indígenas. Asimismo, ma-
nuales académicos para las distintas facultades, al lado de tesis y avisos de actos
14
Aparte de Rubial, véase Alberro (1992 y 1999). Asimismo, para una perspectiva más allá
de la Nueva España, el volumen editado por Mazzotti (2000), todos con bibliografía.
348
18
Hubo una sola excepción, el criollo Alonso de Cuevas Dávalos, quien tomó posesión del
gobierno en noviembre de 1664 y falleció el siguiente septiembre.
351
u
Para restringirme al ámbito hispanoamericano, menciono sólo a Hampe (1996), González
Sánchez (1999) y Castañeda (2002).
23
En las primicias de un estudio sobre los "Libros en venta en el México de Sor Juana y
de SigOenza y Góngora" Enrique González y Víctor Gutiérrez (en prensa) encontraron que,
conforme avanzaba el siglo XVII, los libreros dejan casi de ofrecer libros latinos (impresos
predominantemente en Venecia y Lyon) de asuntos sobre todo teológicos jurídicos y científicos,
para dejar paso a impresos madrileños y en castellano.
353
producido en las prensas americanas. Por lo mismo, el estudioso que opinara que
basta con estudiar los títulos emanados de las prensas locales estaría muy lejos
de conocer el universo de las lecturas de los letrados criollos.
Otro de los asuntos por definir en torno a la cultura de los letrados novohispa-
nos es el de quiénes producían obra escrita, más allá de actas notariales y regis-
tros burocráticos. Un dato a destacar, y sin duda por explicar, es el notable
predominio, a lo largo del siglo XVII, de autores frailes frente a miembros del
clero secular y laicos, ya se tratara de libros impresos en América o importados
de ultramar. Durante el siglo XVI, uno de los tópicos más difundidos del huma-
nismo europeo fue el de la ignorancia de los frailes, a los que Erasmo llegó a
definir como simples "vientres". Es cierto que muchos religiosos aceptaron la
influencia renovadora del humanismo, pero gran número de los promotores y
seguidores de ese movimiento cultural fueron laicos (no pocos, casados) o
clérigos seculares. Además, debido a su pasión por las letras, los humanistas
promovieron una cultura más abierta a lo secular, fundada en el cultivo de los
autores clásicos, y para difundirla, dieron a las prensas una exorbitante cantidad
de literatura destinada a las escuelas. Parece que, a lo largo del siglo XVII, si no
antes, ese mundo se fue desdibujando, así en Indias como en la península.
¿Cómo entender, entonces, el evidente predominio de libros producidos en
conventos y centrados en asuntos religiosos y morales, como si la oleada secula-
rizadora del siglo anterior no hubiera tenido lugar?
En Nueva España, como se indicó, a lo largo del siglo XVII se fue consoli-
dando la preeminencia del clero secular sobre el regular. Los frailes abandona-
ron su papel protagónico en tanto que evangelizadores de los naturales, y paso
a paso cedieron al empuje de los obispos, que les arrebataron numerosas doc-
trinas o, cuando menos, los constriñeron a ejercer como párrocos sólo mediante
licencia expresa del diocesano. También acabaron por pagar diezmos del produc-
to de sus haciendas y aceptar la jurisdicción de los tribunales diocesanos incluso
en las parroquias encomendadas a frailes. La universidad también creció y se
consolidó durante el siglo XVII, y si todavía a mediados de la centuria fue regida
por frailes en varias ocasiones, durante los últimos treinta años, el predominio
del clero secular fue casi completo. En esas circunstancias, ¿cómo se entiende
que los seculares no tomaran la delantera también como autores de libros im-
presos? Es cierto que las órdenes, a medida que perdían terreno en la adminis-
tración eclesiástica, aumentaban sus posesiones materiales y ensanchaban sus
conventos en las grandes ciudades con el consiguiente aumento de numerario, en
la mayoría de los casos, criollo. ¿Gracias a su riqueza y a los nexos de los
provinciales con las principales familias criollas, las órdenes aumentaron su
influencia política en la corte? En su imprescindible estudio sobre los letrados
354
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355
Introducción
Uno de los instrumentos más eficaces de aculturación y propaganda empleados
por las autoridades españolas en los virreinatos americanos fue la fiesta pública.
Frente a las ceremonias y los festivales de las culturas indígenas prehispánicas,
los españoles imponen durante el siglo XVI en el Nuevo Mundo el modelo
festivo renacentista, brillante y refinado, basado en la cultura humanista surgida
en Italia. A lo largo de trescientos años las celebraciones públicas contribuyeron
notablemente a la occidentalización cultural de las nuevas ciudades. A través de
la fiesta los súbditos criollos, mestizos e indios conocieron y asimilaron los
lenguajes artísticos europeos, sus códigos simbólicos, las ceremonias y rituales
del viejo continente, sus creencias y su cosmovisión y, en definitiva, contem-
plaron la práctica del poder. La fiesta en América se convirtió en un grandioso
espejo en el que la nueva sociedad miró hacia Europa y se miró a sí misma.
En el siglo XVII la fiesta barroca se adueña de los edificios, calles y plazas
de las ciudades hispanoamericanas, transformando los espacios urbanos e impac-
tando en la población, una población predispuesta a contemplar con gusto el
ostentoso espectáculo que altera agradablemente su habitual vida monótona.
Existen dos universos festivos distintos aunque intensamente relacionados: la
fiesta religiosa y la fiesta política. Ambos universos son instrumentos de cohe-
sión social y de propaganda y ambos cuentan habitualmente con los mismos
promotores, pues las autoridades políticas y eclesiásticas forman parte de la
misma elite dirigente y sus referentes culturales y sus lealtades a la monarquía
hispánica y a la Iglesia católica son comunes. Para aprovechar mejor mi tiempo
y mi espacio yo voy a referirme exclusivamente a la fiesta política, donde los
mensajes ideológicos son más evidentes.
En el virreinato de la Nueva España la fiesta política ofrece dos variantes
fundamentales: las entradas de los virreyes y las exequias reales (Mínguez 2000).
En estas celebraciones cortesanas el arte y el espectáculo se ponen al servicio de
la ideología y de la propaganda. Los jeroglíficos, esculturas, poemas y pinturas
que decoran los arcos de triunfo y los catafalcos efímeros son los elementos
plásticos y literarios que transmiten dicha ideología. Decoraciones y ceremo-
niales construyen una puesta en escena deslumbrante y persuasiva cuya principal
360
1
La bibliografía sobre el túmulo imperial de México es abundante, destacando los pioneros
estudios de Francisco de la Maza (1946, 29-40) y Santiago Sebastián (1977). También yo me
he ocupado del catafalco imperial de la catedral mexicana (Mínguez 1999b).
363
y también "el amor, que se le deve a la Patria es causa de que despreciando las
fábulas se aya buscado idea mas plausible conque hermosear esta triumphal
portada" (Sigüenza 1680, 5). Estas referencias a los reyes de México y al amor
debido a la patria son un claro preludio del sentimiento criollo que a partir de
ahora buscará en el pasado precolombino las raíces de la todavía lejana nación
mexicana.
De entre el abundante número de relaciones de entradas selecciono una que
nos sirva de ejemplo de lo que fue este modelo celebraticio: la entrada del virrey
don Antonio Sebastián de Toledo y Salazar, marqués de Manzera, en 1664,
primero en la ciudad de Puebla de los Angeles y luego en la ciudad de México2.
2 Conocemos estas entradas gracias a dos relaciones impresas. La primera es anónima 1664;
3
Perseo fue también el protagonista del arco triunfal levantado para la entrada del virrey
don Pedro Colón de Portugal y Castro en la ciudad de México (Perea/Ribera 1673).
4
José Miguel Morales Folguera ofrece un esquema iconográfico de las dos fachadas de este
arco, reconstruido a partir de las descripciones del cronista (1991, 120s.).
367
crónica es la única de todas las entradas del siglo XVII que aparece ilustrada con
jeroglíficos. Se trata de dos curiosas composiciones, alejadas de la habitual
estructura emblemática —lema, cuerpo y letra—, que recuerdan ligeramente un
jeroglífico ideográfico que Polifilo descubre en el pedestal del elefante de piedra
negra, en la conocida novela renacentista (Colonna 1499). El cronista los llama
"coplas mudas", y los define "al modo de los pegmas, que vsavan los Egypcios"
(Anónimo 1697,10). Cada jeroglífico está dividido en varios registros horizonta-
les en los que se han pintado diversos motivos. Cada uno de estos registros
transforma en imágenes uno de los versos de la copla que acompaña al jeroglí-
fico. Estos dos jeroglíficos decoraron el arco de triunfo diseñado por el capellán
mercedario Juan de Bonilla, que eligió como motivo central al dios Jano.
5
Ribera Flores 1600. La descripción del túmulo y sus decoraciones fue transcrita por
Francisco de la Maza (1946, 41-46).
6
No se ha podido localizar el libro que en 1623 publicó el poeta Arias de Villalobos
describiendo las exequias de Felipe III. La única documentación conocida es una breve relación
manuscrita, escrita en romance por el poeta Juan Rodríguez Abril y conservada en el Archivo Ge-
neral de la Nación. Véase el título en la bibliografía que acompaña este trabajo (Rodríguez s.a.).
7
José Pascual Buxó reproduce la descripción de las exequias catedralicias del príncipe
Baltasar Carlos (1975, 83-96). Citado por Guillermo Tovar de Teresa (1988, 138-148).
369
8
He analizado el túmulo catedralicio de Felipe IV en Mínguez 1990 y 1999b.
9
Uribe/Núñez s.a. He estudiado este programa iconográfico en Mínguez 1990, 20-26.
10
He analizado este catafalco en Mínguez 1990, y en Mínguez 1995, 59-85. Sobre la
metáfora solar aplicada a los reyes de España trata mi último libro, Los reyes solares.
Iconografía astral de la monarquía hispánica (2001).
370
11
Además de las dos exequias isabelinas mencionadas se conocen otros dos impresos que
describen las honras fúnebres organizadas por el Convento de religiosas de Jesús María en
honor de esta reina. Fueron recogidos por Guillermo Tovar de Teresa (Tovar 1988, 136s.).
371
Bibliografía
Alemán, Mateo. 1613. Sucesos de D. Frai García Gera arcobispo de Méjico
[...]. México: Viuda de Pedro Balli.
Anónimo. 1645. Histórico compendio de las lagrimas, qve lloró la piedad de los
sentimientos, que formó la lealtad, de los svspiros, qve alentó la gratitud: de
las virtvdes, que acclamò la eloqventia: en la mverte de la reyna nvestra
señora Doña Ysabel de Borbon qvando el santo tribvnal de la Inqvisición en
esta civdad de Mexico, con Magestuosos aparatos, y funeral Pompa le
celebro honras, y le eternico la Memoria. México: luán Ruyz.
—. 1647a. Pyra sacra, memoria ardiente, real mausoleo, qve en las exeqvias. Y
funeral pompa del Señor D. Balthasar Carlos de Austria. Principe Iurado de
las Españas, erigió el Tribunal Santo de la Inquisición de Mexico, en el muy
Religioso y real convento de Santo Domingo de esta Ciudad. En 23 y 24 de
Mayo de 1647. S.l.s.e.
—. 1647b. Real mavsoleo, y fvneral pompa, qve erigió el excellentissimo Señor
Conde de Salvatierra, y la Real Avdiencia, desta civdad de Mexico. A las
memorias del serenissimo Principe de España Don Baltassar Carlos. México:
Viuda de Bernardo Calderón.
372
La tarde del 3 de febrero de 1631, la plaza mayor de una ciudad del imperio
hispánico aparece cubierta de tablados y de tiendas de campaña; en su centro
cuelga una tela que representa la ciudad de Troya, con sus almenas y su gran
puerta. La multitud se agolpa alrededor de la plaza intentando ubicarse, las
autoridades, presentes en pleno y acompañadas de sus familias, se acomodan en
los balcones de palacio para presenciar el espectáculo que está a punto de iniciar-
se. Ingresa entonces el primer carro triunfal, cuya hechura busca imitar el
marfil, el oro y el jaspe, portador de la efigie de Felipe IV, de la del conde-
duque de Olivares y de la de otros Grandes de España. A continuación, un carro
en forma de navio, ingeniosa y ricamente construido, da vuelta a la plaza. De él
descienden París y Elena y su hija Polisena y son recibidos por el rey Príamo
quien, rodeado de troyanos, ha salido de Ilión a darles la bienvenida. Otros
carros, otros personajes se suceden en la plaza: durante ése y los próximos días,
la ciudad en pleno disfrutará de las justas y los combates entre griegos y troya-
nos, conocidos protagonistas de la historia del rapto de Elena. Y al cuarto día,
verán ingresar por las puertas de Ilion al gigantesco caballo de madera y
presenciarán la caída de la ciudad: arderán la tela y las carpas, en medio del
estallido de innumerables cohetes anidados en las almenas, y desfilarán los
carros triunfales al son de las chirimías llevando a los griegos vencedores y,
delante de ellos, a los vencidos troyanos. Finalmente, la fiesta, que forma parte
de las celebraciones por el nacimiento del príncipe Baltasar Carlos, se cerrará
con corridas de toros.
Justas, toros y cañas, carros triunfales, personajes mitológicos y quema de
castillos: todos los elementos de la fiesta hispánica desplegados con la ostenación
y gasto propios de la época de Felipe IV. Hasta aquí, nada que llame la atención.
Sólo que estas fiestas no se llevan a cabo en la corte de Madrid, sino en la de la
Ciudad de los Reyes, capital del reino del Perú, y que sus protagonistas no son
nobles o miembros de los gremios peninsulares, sino mulatos peruleros que las
ofrecen en honor a su lejano príncipe.
El nacimiento de Baltasar Carlos (1629-1646), primer heredero varón de
Felipe IV, fue ampliamente celebrado a lo largo y ancho de la entonces extendi-
1
En lo que concierne al reino del Perú, tenemos noticia de las fiestas de Potosí y de Buenos
Aires. Véase, respectivamente, Arzáns de Orsúa y Vela 1965, Libro XVII, cap. IX; y Archivo
de la Nación Argentina, Actas del Cabildo, tomo VII, años 1629-1635.
2
Maravall 1986,453-498. Véase también Bonet Correa 1983. No trato aquí la teoría de la
carnavalización elaborada por Mijaíl Bajtín —muy utilizada en el Hispanismo hasta hace
relativamente poco— pues la misma va en una dirección diferente a la que alienta este estudio.
Véase Bajtín 1984.
3
Son numerosos los estudiosos cuyo trabajo, explícita o implícitamente, está alentado por
esta visión, siendo Ángel Rama uno de los más notables (véase, por ejemplo 1984).
377
4
Dos de los trabajos que conozco las presentan como prueba de la segregación en la que
era mantenida la población de origen africano en la sociedad llamada colonial (véase Garcia
Morales 1987 y Jouve Martín 2003). Ciertamente, los ejemplos de frases discriminatorias y
denigrantes hacia los negros y mulatos en las fuentes que hemos utilizado abundan, pero no más
que las que se encuentran en cualquier obra de la época con respecto al "vulgo" y a los "rústi-
cos" plenamente hispánicos. La actitud de desprecio no está, pues, basada en una cuestión bio-
lógica, sino estamental, y responde a una visión de la sociedad propia del Antiguo Régimen.
Me he ocupado de las fiestas desde un ángulo diferente en otra oportunidad (Rose 1999).
5
Fernando de Montesinos les dedica un párrafo de pocas líneas (1906 [1642], I, 244).
378
6
En el presente trabajo cito por la edición de Francisco López Estrada (Carvajal 1952).
Sobre Carvajal, véase más adelante.
7
La "Relación diaria/ de lo sucedido en la ciudad de/ Lima/ desde 15 de mayo de 629/ hasta
30 de mayo de 639/ hecha por el/ Doctor Antonio Suardo/ clérigo" fue hallada manuscrita por
el padre Vargas Ugarte (gracias a la indicación de Torre Revello) en el Archivo General de
Indias (legajos Lima 45, 46, 47, 48) y editada por él. Todas las citas del presente artículo
provienen de dicha edición (Suardo 1936). Sobre Suardo, véase más adelante.
* Las fiestas de los mulatos son narradas por Carvajal en la Silva IX ( w . 1-639) y por Suar-
do entre las pp. 137-141 de la edición citada. En el primer caso, doy después de la cita el núme-
ro de silva en romanos y el de los versos en arábigo; en el segundo, la página.
' Contrariamente a lo que ocurrirá con otras fiestas —tal el caso de las celebradas por el
nacimiento de Felipe Próspero—, los indígenas no organizan una celebración corporativa. Es
decir, no participan en tanto que grupo, sino (al igual que los mestizos) a través de los gremios
dentro de los cuales se hallan insertos, como puede verse explícitamente en la fiesta de los
sastres (15 de noviembre de 1630).
10
La fiesta que ofrecen los negros al príncipe consiste en una corrida de toros, bufonesca,
realizada el 14 de enero de 1631 y juegos de cañas al día siguiente. Suardo la resume en un
párrafo (133) mientras que Carvajal le dedica sendas estrofas (Vm, w . 233-283).
379
tela de torneo. Hacia las casas arzobispales (lado Este de la plaza), habían
instalado dos tiendas de campaña, una grande y otra más pequeña y otras dos
más hacia las casas del Cabildo (lado Oeste); en el centro de la plaza, junto a la
fuente, habían colocado una tela que representaba a la ciudad de Troya, con una
apertura para significar la gran puerta (Suardo, 137, Carvajal, IX, w . 30-37).
A continuación, doy el detalle del primer día y del cuarto, obviando el segundo
y tercero pues repiten el esquema de la jornada inicial.
11
Es gracias a Carvajal que sabemos que se había preparado lo que se conoce con el nombre
de "castillo de fuego", es decir, una "armazón vestida de varios fuegos artificiales" (RAE):
"Mas las fuertes almenas/ parecieron alli propias colmenas,/ no de miel, que de poluora
preñadas,/ parían a vandadas,/ por enxambres de auejas susurrantes,/ mil globos de cohetes
formidantes" (IX, w . 576-581).
12
En la Baja Edad Media circulan traducciones a lenguas vulgares de dos textos inspirados en
las falsificaciones que, de la historia de la guerra de Troya, hicieran Dares y Dictis en el siglo IV,
se trata de: (1) las traducciones castellana (1350) y gallega del Román de Troie de Benoit de
Sainte-Maure de 1160 y, (2) las traducciones castellanas de la obra de Guido delle Colonne (1287):
la Historia troyana (1443) de Pedro de Chinchilla y la Crónica troyana del Canciller de Ayala.
Esta última habrá de editarse con adiciones en el siglo XVI, y dará lugar a una versión versificada
titulada por Menéndez Pidal Historia troyana Polimétrica. Sabemos igualmente que Juan de Mena
había traducido la Itias latina en su Omero romaneado (aunque conocía la litada de Homero), y
que el marqués de Santillana había encargado a su hijo le tradujera del griego la Iliada. Véase Lida
1975,132. La materia troyana se difundió igualmente a través del romancero en versiones ju-
glarescas y eruditas como "El juicio de Paris" o "El robo de Elena", difundidas en pliegos y colec-
ciones de romances del siglo XVI, tales como el Libro de los cincuenta romances (ca. 1525). En
cuanto al rapto de Elena, el episodio se ha mantenido en la tradición oral sefardita de Oriente, de
Marruecos y de las Islas Canarias. Véase Catalán 1986,1, 51 y 115. Agradezco a Cécile Iglesias
la información sobre la difusión a través del romancero.
381
13
Pantasilea y las Amazonas, por ejemplo, llevaban"[...] las caras/ con inuenciones raras/
de mascaras hermosas y hebras de oro [...]" (Carvajal, IX, w . 345-47).
14
Aunque no sea ideal, por razones prácticas, paso a utilizar esta denominación general que
incluye: negros bozales, ladinos y criollos, mulatos y zambos, ya sean esclavos o libertos.
13
En gran medida, y a pesar del importante trabajo que se ha hecho sobre el tráfico de es-
clavos, no son muchos los estudios centrados en las poblaciones de origen afiricano en las Indias
en la época del dominio ibérico. Para el caso del Perú, contamos con los aún válidos trabajos
de Lockhart 1982 [1968] y de Bowser 1974, además de los de Tardieu (entre otros, 1993) y el
volumen editado por Ares Queija/Stella 2000. Véase también Clément 1987, Bernand 2000 y
la síntesis de del Busto 2001.
382
12.79016. En 1600, el censo del virrey Velasco arroja 6.621 "negros y mulatos"
sobre una población de 14.262 almas17. En 1613 el censo del marqués de Mon-
tesclaros revela la presencia de unos 10.386 negros y de 744 mulatos sobre una
población de 25.154 almas18. En 1619 se cuentan 11.997 negros y 1.166 mulatos
sobre una población total de 24.27519. En una época más cercana a la celebra-
ción del nacimiento de Baltasar Carlos, el virrey conde de Chinchón estima que
hay unos 22.000 esclavos en Lima20. Por su parte, Varona de Encinillas, fiscal
de la audiencia de Lima en 1629, estima en 3.000 los mulatos en la ciudad con
licencia para portar armas (ibíd.). En 1636, se calcula había 13.620 negros y 861
mulatos sobre una población total de 27.39421. Bowser considera estas últimas
cifras artificialmente bajas y calcula la población de origen africano en Lima
para 1640 en 20.000 personas. A pesar de las inexactitudes inherentes a las
fuentes, las mismas se muestran relativamente estables en lo que hace a la pro-
porción de población de origen africano en la ciudad, la cual habría sido, en la
primera mitad del siglo XVII, de un 40%22.
Mas, ¿cuál fue la relación entre la población de origen africano y la de origen
europeo? La misma fue, desde un comienzo, estrecha (véase Bowser 1974, 7).
Ambos grupos, aunque de modo muy diferente, extranjeros en tierra americana,
se vieron unidos por la necesidad. Esta situación obligó a los españoles a recon-
siderar su relación con los esclavos que habían traído o adquirido y llevó a éstos
a identificarse rápida y profundamente con todo lo europeo. Esto fue particular-
16
"Carta del arzobispo de Lima a la corona de 8 de mayo de 1593" (en: Bowser 1974,339).
Bowser ha dedicado un apéndice a la cuestión (ibíd., 337-341: "The colored Population of
Lima").
17
El dato proviene de las "Reflexiones históricas y políticas sobre el estado de la poblacion
de esta Capital", editadas en Mercurio peruano, 3 de febrero de 1791, 91 (Anónimo 1964,1).
" Véase Cook 1968 y Durán Montero 1992.
" "Censo eclesiástico hecho por orden del arzobispo de Lima" (en: Bowser 1974, 340).
20
Bowser 1974, 182. La cifra propuesta por el virrey (nótese que habla exclusivamente de
esclavos) sólo puede ser plausible si se incluyen las chacras aledañas a la ciudad.
21
"Estimación del arzobispo de Lima, entregada al conde de Chinchón y remitida por éste
a la corona" (en: ibíd., 341).
22
En el censo realizado entre 1604-1610 en Trujillo y las haciendas aledañas (que arroja un
total de 3.192 habitantes), la población de origen africano supera el 33% y la indígena alcanza
el 37 %, siendo el 29% restante blancos y mestizos (Lavallé 1999,143). La relativa proporción
(en la costa) entre la población de origen europeo y la de origen africano parece mantenerse en
el tiempo: el censo mandado ejecutar por el virrey Francisco Gil de Taboada y Lemos en 1790
(en: Anónimo 1964, I, s.p.) arroja para Lima las siguientes cifras: sobre una población de
47.796, 8.960 son negros, 5.972 mulatos y 5.986 entre zambos, cuarterones y quinterones, es
decir, que un 40% de la población es de origen africano.
383
13
Como lo apunta Lockhart: "Cuando los españoles conocían muy bien personalmente a los
esclavos, les otorgaban el tipo de confianza absoluta que de otra manera se extendía sólo a los
parientes más cercanos" (1982, 240).
384
Sin embargo, Bowser señala, refiriéndose a los esclavos, que éstos rara vez
se levantaron contra sus amos24. Es verdad que las revueltas de magnitud, o
casos particulares como el de las Esmeraldas (véase Rueda Novoa 2001), en la
audiencia de Quito, o el caso de Yanga en la Veracruz25, fueron contadas durante
toda la época colonial. Empero, los ataques de los cimarrones en bandas de hasta
cuarenta personas (principalmente contra mercaderes y quienes transitaban los
caminos reales) eran una realidad tangible.
Al temor concreto a los asaltos, se unía el miedo más amplio a una alianza
entre cimarrones y piratas. Tales alianzas eran un hecho y habían dado a los
cimarrones establecidos en palenques el control de ciertas zonas en la costa
atlántica de México y de América Central. Fue Drake el primero que selló una
alianza con los cimarrones, con quienes llevó a cabo un ataque contra Venta de
Cruces. Le seguirá en 1576 Oxenham quien, ayudado por los cimarrones del
golfo de Urabá, construirá un navio con el cual atacará un barco español que
venía sin guarda alguna de Guayaquil. El virrey Francisco de Toledo envía a
Diego de Frías Trejo con una armada y Oxenham (quien ya ha sido hecho
prisionero por Pedro de Ortega Valencia) será traido a Lima y quemado en 1580;
los cimarrones serán, en este caso, devueltos a sus amos o repartidos. El 13 de
febrero de 1579 Drake (luego de bordear el Cabo de Hornos y saquear Valparaí-
so) ataca barcos que se hallan frente al Callao, con lo cual se suma, a la posibili-
dad de agresiones por el norte, la amenaza de ataques por el sur. A partir de
enero de 1587 Cavendish merodea por las costas del Pacífico llegando a Lima,
luego de lo cual ataca y saquea Paita y Guayaquil; posteriormente, Hawkins se
apodera de una serie de navios frente al puerto de Valparaíso. Cavendish muere
en Pernambuco y Hawkins es capturado y traído a Lima, pero sus correrías
representan la virtual pero siempre presente posibilidad de una alianza entre
piratas y cimarrones en territorio peruano26. El 17 de julio de 1615, el pirata
Speilbergen se enfrenta en batalla naval a la armada que ha preparado el virrey
24
Bowser: "the fact is that in this whole period, blacks took up arms against their masters
only on very rare occasions" (1974, 177).
25
Como es sabido, la revuelta acaba con la disolución del palenque en 1609 por las fuerzas
del virrey luego de haberse llegado a un acuerdo: los cimarrones se comprometen a entregar
a los negros fugitivos y a fundar un pueblo que funcionaría como baluarte de los españoles en
aquellas serranías. Es así como, en 1618, se fundó el poblado de San Lorenzo de los Negros
en las cercanías de Córdoba (actual México). Para la revuelta de las Esmeraldas ver Rueda
Novoa 2001.
26
Los piratas traían cartas de manumisión, siendo parte de su política la de cerrar alianzas
con la población indígena y de origen africano. Véase Vargas Ugarte 1966, n , 297 y 348-51
y Bradley 1989, 4-6.
385
27
Véase Vargas Ugarte 1971, ID, 145-47; Bradley 1989, 30-48.
28
Así lo señalará el próximo virrey, príncipe de Esquilache, en carta al rey (Vargas Ugarte
1971, m , 147 y Bowser 1974, 179s.).
29
Para citar un caso concreto, en 1629 (precisamente en la época que nos ocupa), Varona
de Encinillas, fiscal de la audiencia, señala la existencia en Lima de 3.000 mulatos armados con
permiso del virrey, en un momento cuando se cuentan en 3.500 los españoles armados (Bowser
1974, 182).
30
Durante el período de desarrollo de las ñestas, por ejemplo, una mulata da de palos, por
celos, a una española en la iglesia de la Merced, hiriéndola de gravedad, el 9/XI/1630; el
28/XH una mulata dio una bofetada a una española en la iglesia de Santo Domingo; el 7/1/1631
un esclavo del Santo Oñcio es prendido por haberse resistido a un alguacil de la ciudad (todo
en Suardo 1936,1, 114, 129 y 131 respectivamente).
386
31
Muerto (de gota) L'Hermite, sus hombres abandonan el Callao, saquean Guayaquil y se
dirigen finalmente hacia las costas del Brasil (Vargas Ugarte 1971, m , 205ss.; véase también
Bradley 1989, 49-71).
32
Bowser 1974, 179s.; Vargas Ugarte 1971, m , 56-61; 144-152.
33
"Los negros la ocasión consideraron/ y acuerdan entre si un ardid famoso,/ los frenos a
sus amos les hurtaron,/ ardido subtil de guerra y peligroso,/ entre ellos el concierto fabricaron/
con ánimo maldito y alevoso,/ pensando que Francisco allí viniera/ y en libertad a todos les
pusiera". La Argentina y Conquista del Río de ¡a Plata, canto XXII (en: Vargas Ugarte 1966,
D, 246).
387
bienen a ser la gente más peor y vil que en aquellas partes hay; de
los cuales y de los mestizos, por haber tantos, vienen á estar algunas
partes en peligro de desasosiego y rebelión (en: Ares Queija 2000,
83).
La ambigüedad (temor y necesidad) marca la postura de la población de origen
europeo hacia la de origen africano, pero (como se ha notado en los testimonios
anteriores) existe un recelo particular hacia los de sangre mezclada en general34.
34
En las piezas de teatro, la mulata suele desempefiar el papel de confidente de la dama, sin
embargo, ésta no puede confiar en la lealtad de aquélla y hacerlo suele tener consecuencias
desastrosas (Fra Molinero 2000, 126).
33
Utilizo "mulatos" por ser esa la denominación que se le da al grupo que celebra las fiestas
por Baltasar Carlos en las fuentes de que me sirvo. Sin embargo, la mayoría de ellos eran
zambos (véase nota 37).
36
Este hecho ha sido enfatizado por Ares Queija. Un ejemplo claro de confusión es el de
Juan López de Velasco al sostener que "hay muchos mulatos, hijos de negros y de indias, que
se llaman zambaigos" (Ares Queija 2000, 83s.).
388
probable que muchos fueran zambos37, al igual que es probable que hubiera
algunos mulatos y zambos dentro del grupo denominado "negro" o "moreno".
Es posible, por otra parte, que el grupo de mulatos incluyera en su mayoría
personas libres: no hay ninguna referencia a los amos, como sí es el caso en la
fiesta de los negros relatada por Carvajal (Vm, w . 308-312).
El vocabulario, pues, expresa la falta de rigor que existía en la categorización
de los individuos desde un punto de vista biológico, categorización que la corona
intentaba llevar a cabo —tan obsesiva como infructuosamente— a través de un
cuerpo de leyes, cuya aplicación fue en extremo limitada. Ya a fines del XVI se
nota la imposibilidad de una separación en grupos por criterios biológicos. Dice
así el jesuíta José de Teruel, rector del colegio del Cuzco, en una carta de 1585:
"En todo este reino es mucha la gente que hay de negros, mulatos, mestizos y
otras muchas misturas de gentes y cada día crece más el número de déstos" (en:
Ares Queija 2000, 84). Como lo comprueba Ares Queija, la pertenencia de una
persona a un grupo depende, en la realidad,
del contexto, de la finalidad perseguida, de la necesidad de especifi-
cación o particularización (p.e., en el caso de disposiciones legales
que afecten a unos u a otros), etc. [...] Estamos [...] ante la cons-
trucción de una misma otredad, indiferenciada entre sí, donde lo
meramente biológico, aunque referente ineludible, parece muy
velado por la primacía de lo socio-cultural (ibíd., 84s.).
Lo biológico, pues, es el referente ineludible que sobrevive en la nomenclatura
de los distintos grupos pero no es —aunque más no sea por la imposibilidad real
de clasificación— el criterio de aglutinación, siendo éste el de la pertenencia
social o los aspectos culturales (usos y costumbres) de la persona.
37
Ares Queija señala que el término "mulato", configurado por la experiencia portuguesa
y castellana en Africa, aparece en la documentación tanto para referirse a euroafricanos como
a indoafricanos; "zambaigo", por su parte, comienza a utilizarse a partir de 1560 pero de
manera tan esporádica, que lleva a pensar que denominaba a un grupo minoritario, cuando por
los registros estudiados por la autora revelan que era todo lo contrarío: "al menos en el siglo
XVI, su número [el de los indo-africanos] era bastante superior al de los euro-africanos" (2000,
83). Igualmente, los datos publicados por Horacio Urteaga (que atañen a los primeros registros
de bautismo de la catedral de Lima, 1538-48) permiten concluir, como lo hace Tardieu, que los
zambos eran muy numerosos, puesto que de 80 niños considerados como negros, unos 50 son
hijos de negro e india, siendo sólo muy pocos los que lo son de blanco e india (1987, 192). El
ya citado López de Velasco indica que "mulatos hijos de españoles y de negras no ay tantos"
(en: Ares Queija 2000, 83).
389
38
Recordemos que, al menos para el caso de Tnijillo estudiado por Lavallé (1999) los
cimarrones eran en su gran mayoría bozales (70%), y, minoritariamente, negros criollos (20%)
y mulatos (10%). La razón que da Lavallé para estos porcentajes es que la población negra
criolla, "más integrada a la sociedad colonial [...] sin duda gozaba de mayores complicidades
dentro de la esclavitud misma y podía entender cómo utilizar a su favor los resquicios del
sistema que padecían" (ibíd., 147).
390
39
En el caso de Trujillo, entre 1604 y 1610, la población de origen africano es esencial-
mente urbana y esclava: sobre 1.973 personas, sólo 96 trabajan en las haciendas y sólo 121 son
libres (Lavallé 1999, 142s.).
40
Sirviéndose del censo de 1613, Durán Montero (1992) ha establecido la repartición de los
distintos grupos por etnia y oficio dentro de la ciudad de Lima, trazando un mapa que permite
ver la convivencia física de todos ellos en el espacio urbano.
391
del grado de imbricación cultural en la que viven los distintos grupos que com-
ponen esta sociedad.
Dicha transmisión, adaptación y apropiación de toda una tradición fue en
gran medida posible gracias a la existencia del sistema de cofradías y gremios,
a través de los cuales la población participaba en las fiestas, tanto eclesiásticas
como seculares. Como es sabido, la población (en nuestro caso, la de origen
africano) se agrupaba, dentro de las diferentes parroquias, en cofradías, medio
que permite, por su estructura misma, aceptar las diferencias de grupos particu-
lares dentro del todo universal que es la gran familia cristiana. El padre Bernabé
Cobo menciona 25 cofradías de españoles, 13 de indios y 19 de negros y mulatos
(de las cuáles tres exclusivamente de estos últimos), repartidas entre práctica-
mente todas las órdenes que estaban instaladas en la ciudad41. La participación de
las cofradías de negros y mulatos en lasfiestasreligiosas limenses está documen-
tada desde los inicios de éstas y es muy activa durante el siglo XVII42. En cuanto
a las fiestas seculares o monárquicas, su participación se hacía a través de los
gremios dentro de los cuales se permitía a los artesanos mulatos afiliarse. Sin
embargo, y sin quitar que hubiera personas de origen africano dentro de las
fiestas de los otros gremios43, las fiestas por Baltasar Carlos son la primera
ocasión en que los mulatos organizan, como cuerpo separado, una celebración.
Y lo hacen a través de un gremio.
Así, al narrar la última salida del carro real al final de la celebración, Carva-
jal señala: "con que dió fin dichoso/ a susfiestasel gremio deste vando" (IX, vv.
625s.). El Diccionario de Autoridades (1726) dice que "se llama [gremio]
también el cuerpo de algunas personas de un mismo exercicio" y da como
ejemplos "el grémio de los Mercadéres, de los Sastres". Podría, pues, pensarse
que Carvajal utiliza "gremio" en un sentido muy amplio, como sinónimo de
"cuerpo", pero no es así: a partir de 1620, se ha permitido a los mulatos libres
(y tal vez a los negros horros) organizarse en gremio44. El mismo debía respon-
41
Cobo 1956, cap. XXXVI: "De las cofradías y demás obras pías que hay instituidas en esta
ciudad". Véase también Garland Ponce 1994.
42
Aparte de su participación mediante las cofradías, negros y mulatos tomaron parte activa
como músicos en fiestas y representaciones teatrales. Tal el caso, entre otros muchos, en las
fiestas realizadas en el Colegio de San Pablo de los jesuítas (véase Martin 1968, 47).
43
Así, "diez y seis negros, bestidos en forma de salvajes" desfilan alrededor de uno de los
carros presentados por el gremio de los mercaderes (Suardo, 130).
44
"It is not clear if the guild was to include only mulattoes strictly defined or all free
persons of African descent" (Bowser 1974, 412, nota 20). Su información proviene de AGI,
Escribanía de Cámara 1023b, Pedro Martín Leguisamo v. gremio de mulatos, 1632, passim,
documento que no hemos podido consultar.
392
49
Real Cédula del 18 de mayo de 1572: "Que los hijos de negros e indias han de tributar
como indios, aunque se diga que no son indios".
46
"Real Cédula mandando que todos los negros y negras, mulatos y mulatas libres paguen
tributo", Madrid, 15 de abril de 1574 (en: Bowser 1974,368-374). La real cédula incluye a los
zambaigos (en cuanto que son 50% indígenas) y a los cholos (75% indígenas). Otras cédulas
repiten lo anterior, entre ellas la del 19 de abril de 1577: "Que los negros y mulatos libres vivan
con amo conocido para que paguen tributo, descontándoseles de su salario".
393
es sentido como una vejación: el tributo es pagado por quienes fueron vencidos
en la guerra, no por quienes no lo fueron. A pesar de que la real cédula será
refrendada en 1590 y de los esfuerzos del virrey Luis de Velasco por cobrar el
tributo47, la población de origen africano se resiste. La situación en Lima es
particularmente álgida. Los intentos de cobro dan ciertos frutos entre 1604-06,
cuando se logra recoger una cantidad sustancial, pero la resistencia es tenaz,
llegando los tributarios a atacar a los recaudadores. El cobro se interrumpe por
falta de contratista48. En 1612 el virrey marqués de Montesclaros logra hacer
pagar el tributo, más sólo hasta 1613, cuando expira el contrato del contratista,
no pudiendo encontrarse quien lo reemplace.
El virrey príncipe de Esquilache intenta remediar la situación e imponer el
pago del tributo, para lo cual comienza eximiendo en 1619 a los cuarterones y
mestizos, que eran quienes más problemas habían causado y otorgando mayor
autoridad a los recolectores, lo que le permite conseguir contratista por tres años.
Sin embargo, las quejas son tan numerosas que el virrey se ve obligado, en
1621, a interrumpir el pago del tributo para investigar las mismas (Bowser 1974,
306). Ese mismo año, la audiencia sugiere que sea una contribución semivolunta-
ria, en parte en vista de las quejas, en parte como consecuencia de un donativo
de 557 pesos solicitado por la corona y efectuado por negros, mulatos y zambos
libres. En 1626 el Consejo de Indias devuelve la propuesta al virrey y a la
audiencia, quienes, antes la imposibilidad de encontrar un contratista, dejan estar
la cuestión.
En los años siguientes, las autoridades continuaron, de vez en cuando, exi-
giendo el pago del tributo, pero sin demasiado entusiasmo. Como lo señalaba el
virrey príncipe de Esquilache en el informe que dejó al nuevo virrey, la cantidad
que se puede colectar de la población de origen africano en el país es mínima; en
el caso de Lima, donde valdría monetariamente la pena hacerlo no es posible,
debido a la resistencia y lo que se logra cobrar no compensa el revuelo que la
idea de pagar tributo provoca (Bowser 1974, 306).
Es bastante claro que la resistencia al pago del tributo tiene su raíz, no tanto
en una cuestión económica sino en el estatuto que la población de origen africano
47
En 1596, Velasco logra imponer el tributo en Arequipa y en lea (lugar este último donde
sólo se pudo cobrar ese año). En 1604 la imposición alcanza a Trujillo y en 1609 a Arica. Sin
embargo, el éxito del cobro es en extremo limitado, prefiriendo las personas concernidas dejar
la zona antes que pagar (véase Bowser 1974, 303s.).
48
Domingo de Luna se niega, en 1606, a suceder en la tarea de recaudar el tributo a José
de Rivera, alegando que los cobradores han sido atacados a punta de cuchillo por la población
de origen africano que debía tributar (Bowser 1974, 304s.).
394
49
"A primero de Noviembre [...] tubo su Excelencia dos avissos despachados por el
Corregidor de Cañete, el confirmación [...] que se avian visto doce velas de enemigo sobre el
Puerto de Chincha y de San Gallan" (Suardo, 110). "Y el felice de treinta/ traxo la nueua por
los vagos vientos,/[...] si bien estaua el Conde cuidadoso/ en preuenir la tierra,/ para esperar
la guerra/ del Olandes tyrano,/ que del Brasil se hallaua vitorioso" (I, w . 113-130). Cabe
recordar que, como alférez del valle de Majes, Carvajal había contribuido a los preparativos
que se hicieran en Camaná contra el pirata Olivier de Noort, y desempeñado funciones en Arica
(1605); había igualmente participado en la defensa del Callao contra Jacques L'Hermite (1624).
30
Carvajal: "y vsando de un desden artificioso,/ por aliento de impulso soberano/ a todos
alentaua/ con lo que despreciaua,/ y lo que despreciaua, preuenia,/ porque la valentía/ que
arguye mas denuedo,/ es la que nunca dá portillo al miedo" (I, w . 131-138). La misma idea
se halla en el testimonio dado por el mayordomo del virrey, don Diego Pérez Gallego, en la
"Relación que hizo del gobierno del virrey" (publicada en 1945). Dicha relación muestra, por
otra parte, la tensión existente entre el virrey y el cabildo en lo que hace a la celebración de las
fiestas. Hemos comentado esta cuestión en el artículo de 1999.
51
Al peligro de un ataque de los piratas se unía la presión ejercida por las avanzadas portu-
guesas en el río Ñapo y por la situación en el Reino de Chile. Véase Vargas Ugarte 1971, m ,
223-252.
32
Aunque la publicación de una relación de fiestas era corriente en la Península, cabe recal-
car el esfuerzo que la misma significa para Lima, sobre todo dado el elevado costo del papel.
La imprenta de la ciudad (cuyos inicios al amparo de los jesuítas databan de 1583) había sacado,
para 1630, unos 138 impresos. El número de relaciones de fiesta y exequias publicadas en lo
que resta del siglo XVII será comparativamente importante. Véase Medina 1964 [1904-07], I.
395
53
Debía su renombre principalmente a su Poema heroico de ¡a conquista y asalto de
Antequera (Lima: Gerónimo de Contreras, 1627), en octavas reales; fue además autor de
poesías líricas y de circunstancias.
54
Lo que sabemos de su vida proviene de una información de servicios (AGI, Lima, 159)
publicada en su totalidad por López Estrada (19S2).
55
Poco sabemos de la vida de Suardo, interesa para nuestra argumentación el hecho de que
fuera un clérigo cuya labor se desarrolla en el ámbito de la curia y la corte límense. Dos docu-
mentos que cita el padre Vargas Ugarte en su edición de Suardo (1936, ix) permiten determinar
que, alrededor de 1630, ejercía en Lima el cargo de Procurador ante el Arzobispado y que, para
1633, fiiera probablemente cura doctrinero entre los indios Chocorbos, Yauyos y Vilcanchos.
Las últimas 18 fojas del manuscrito (que abarcan del 1° de junio de 1637 al 30 de mayo de
1639) se deben a la pluma de Diego de Medrano.
396
sean, tanto estructural como estilísticamente, muy parecidas unas de otras36. Sin
embargo, si dejamos de lado la cuestión de su valor como género literario,
encontramos que las relaciones nos dicen mucho de una sociedad determinada en
cuanto a que son su autorretrato, la imagen que voluntariamente desea proyectar
de sí misma. Se trata de una imagen fugaz que, a la vez, se quiere permanente:
a la arquitectura efímera de los edificios celebratorios corresponde el libro, que
hace perdurable a través de la letra escrita y, a menudo, de la iconografía, lo
pasajero. Como lo ha señalado Bonet Correa, las relaciones tienen "la pretensión
de ser por sí mismas un monumento más, una arquitectura literaria levantada
para la sempiterna memoria de tan señalado acontecimiento del que siempre el
sujeto era el príncipe o monarca" (1983, 51). Sin embargo, la memoria perpe-
tuada, más que del acontecimiento, es de la ciudad misma; la relación permite a
las autoridades, a los estamentos que la componen verse actuar en la ceremonia,
desplazándose por su ciudad que los contiene y de quienes es emblema: la
relación es representación de una escenificación y de un orden ideal que se
quiere real. Escrita para ser leida ("vista") una y otra vez por los participantes
locales, fijos en toda su gloría en el espacio y en el tiempo, igualmente les
permite "mostrarse" ante los otros reinos: al hacer duradero el instante fugaz,
sirve tanto para rememorar como para dar testimonio a los contemporáneos y a
las generaciones futuras de lo que esa sociedad fue— o quiso o creyó ser. La
relación tiene, además, un destinatario real y a menudo explícito: el rey, la
corte, el Consejo de Indias, ante los cuales la sociedad virreinal muestra sus
calidades, sus valores y presenta sus reclamos.
En el caso que nos ocupa, ambas relaciones consagran, proporcionalmente,
un espacio generoso a la narración de las fiestas de los mulatos, lo cual revela la
importancia que se le da a las mismas37.
Los mulatos son presentados en la primera estrofa de la obra de Carvajal,
poniéndose de relieve aquéllo que es su esencia, la mezcla:
A esta fiesta siguió la de la gente
en quien Naturaleza
de mezcla se vistió, mas que de gala,
por lo que se señala
54
"Obras de literatura laudatoria, en prosa unas y otras en verso y salvorarasexcepciones de
autor de talla, al igual que los sermones, las loas y los panegíricos, sus volúmenes forman un
centón de apretados conceptos, expresados con fórmulas estereotipadas" (Bonet Correa 1983,49).
37
Como lo hemos visto, Carvajal dedica (como lo hace para las fiestas de los gremios), una
silva completa de 639 versos (nueve folios) a la narración de la ñesta de los mulatos; Suardo,
cuyas noticias son generalmente de pocas líneas, les consagra cuatro páginas.
397
58
Véase Gerbi 1978, 15-24; Lavallé 1993a y 1993b.
398
w
Para un análisis de la visión del negro en la literatura hispánica, véase Fra Molinero
(1995). Su posterior trabajo sobre los mulatos (2000) adolece del problema de tomar como una
realidad las leyes emitidas (y repetidas dado su incumplimiento) por la corona.
60
El escenario está levantado "con tanta propiedad en la tramoya" (Carvajal, IX, v. 26);
uno de los carros —en forma de navio— es "muy curioso y ricamente formado" (Suardo, 137);
Ulises pide la paz "con unos verssos muy al propósito" (ibíd.); los músicos son"[...] vna tropa/
de tan suaues músicos clarines,/ que reclamar pudieran los delfines" (Carvajal, IX, w . 38-40).
399
61
Así, en el primer día, Héctor trae una tarja con una letra que dice: "De griegos soy cruda
muerte/ y de quien niega que el Rey/ de España, por justa ley, es mas poderoso y fuerte",
mientras que en la de Aquiles se lee: "Solo a mi robusta mano/ obedeció aquesta lanza/ y yo
y ella, con pujanza,/ oy, al Principe cristiano" (Suardo, 138). En el último día, Príamo trae
pintado en su escudo "al Principe Nuestro Señor con corona Imperial en la cabeza y cetro en
la mano y a sus pies muchas coronas de Reyes" diciendo la letra: "Todos los Reyes del mundo/
oy al principe español/ se rinden por rey y sol/ y el no conoze segundo" (ibíd., 140s.).
y de la ilustre, con fauor mirados
y todos admirados
celebraron la prospera largueza
de su leal franqueza,
digna de que la estime el Rey de España
por singular hazaña,
pues de gente tan pobre como aquesta,
los gastos que hizieron a su fiesta,
fueron aualiados
en mas suma, que valen de ducados (ibíd., w . 627-639).
El elogio de Carvajal va más allá de una autocomplacencia: acentúa la admi-
ración que la generosidad de los mulatos despierta en la ciudad en pleno —todos
sus estamentos aunados—, interpreta dicha generosidad como signo de lealtad a
la corona e insta a los destinatarios finales del discurso (las autoridades peninsu-
lares) a reconocerla y recompensarla.
En 1627, aludiendo a la lealtad demostrada por las milicias de negros y mula-
tos en las situaciones de amenaza ya mencionadas, el gremio, respaldado por el
fiscal real y por la Audiencia, solicita a la corona la condonación del tributo62.
Lo lograron. Por real cédula de Madrid, a 16 de diciembre de 1631, es decir,
algunos meses después de la celebración63, les es otorgado a las milicias el esta-
tuto de no tributarios.
Las autoridades locales habían llegado a pedir que la condonación afectara a
toda la población de origen africano, pero la corona no estuvo dispuesta a ir tan
lejos, limitándose a los miembros de las milicias. El apoyo por parte de la elite
fue coyuntural, pero no por ello lo fue menos y dice mucho de la complejidad de
las relaciones entre los diferentes grupos de las sociedades de Antiguo Régimen.
La serie de prohibiciones con respecto a la población de origen africano libre no
hacen sino apoyar el punto que he deseado demostrar. Su promulgación revela
a
Bowser 1974, 307s. Véase la petición del 18 de marzo de 1627 de quienes sirven en las
compañías de milicias en AGI, Lima 158 y AGI, Lima 584.20, 365v.-366v.
63
Por decreto del 3 de diciembre de 1621 ya se había exceptuado del pago del tributo a las
milicias de negros y mulatos de Piura y Paita (Bowser 1974,413, nota 32). Hasta aquí llegarán
las concesiones de la corona, que se habrá de negar, en 1648, a la petición de las milicias para
la obtención el fuero, es decir, el derecho de ser juzgados por una corte militar (véase Bowser
1974, 433s.).
401
Conclusión
El nacimiento del príncipe Baltasar Carlos proporciona una oportunidad a los
mulatos de Lima de participar en las celebraciones de la ciudad por primera vez
de forma corporativa y demostrar así su lealtad a la corona. Les permiten recor-
darle al monarca su integración al imperio en calidad de vasallos libres del rey
y reclamar por ende la excención del pago de tributo, reservado a las poblacio-
nes conquistadas. La cuestión del tributo es, pues, central dentro de sus intentos
de afirmarse como grupo diferenciado del resto y de labrarse un espacio propio
dentro de la sociedad. La elite límense apoya este reclamo tal como lo muestra
el permitir la participación de los mulatos en las fiestas y el que la misma fuera
plasmada positivamente en las relaciones oficiales.
Las fiestas, por otra parte, nos permiten comprobar el grado de imbricación
de la población mulata urbana de Lima y la eficacia con que los "subalternos"
aprenden a utilizar los instrumentos de los "hegemónicos"; muestran, además,
la posibilidad que proporciona dicha sociedad a grupos "subalternos" de integrar-
se dentro del cuerpo social a través de instituciones como los gremios, las cofra-
días o las milicias, medio este último, como hemos visto, privilegiado para el
ascenso social. Dejan igualmente ver que la relación entre "hegemónicos" y
"subalternos" está marcada por una constante negociación y por el intercambio
de favores, lo que lleva a la creación de nuevas lealtades entre distintos grupos.
Las fiestas de los mulatos revelan que, al empeño constante por parte de la
corona de separar a los grupos étnicos en categorías y de regular las relaciones
entre sus componentes, se opone una realidad heterogénea y cambiante y una
sociedad urbana ciertamente no igualitaria pero en la cual están integrados y en
la cual conviven los distintos grupos no peninsulares, surgidos de la expansión
europea.
64
Algunos ejemplos: en 1615 se emite una real cédula prohibiendo a los negros y mulatos ser
tintoreros (en: Konetzke 1958, vol. n, tomo I, 189); por cédula del 7 de junio de 1621, ser
escribanos y notarios (ibíd., 259). Las prohibiciones más notorias son las de portar armas (para
mulatos y zambaigos) (18 de diciembre de 1568) y las suntuarias que atañen a las mujeres (por
ejemplo, la del 12 de febrero de 1571: "Que las negras y mulatas horras no traigan oro, sedas,
mantos ni perlas". Si son libres y casadas con españoles se les permite "unos zarcillos de oro con
perlas y una gargantilla, y en la saya un ribete de terciopelo"). Estas dos últimas ordenanzas serán
repetidas y ampliadas numerosas veces, por el ejemplo, por Real Cédula del 14 de abril de 1612.
402
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La Antigüedad desfila en Potosí:
las fiestas de la Villa Imperial (1608,1624,1716)
Carmen Salazar-Soler
A partir del análisis de las fiestas que se celebraron en la Villa Imperial de Potosí
en el siglo XVTI e inicios del XVIQ nos proponemos estudiar la traslación de
ideas y formas culturales provenientes de la Antigüedad así como también su
recepción en la ciudad industrial más importante de América y Europa de la
época.
Preocupados por la historia cultural de la Villa Imperial de Potosí nuestro
enfoque estará basado no sólo en una etnografía de las fiestas sino sobre todo en
un examen de los elementos culturales de ellas que permiten analizar su papel de
vía de transmisión de conocimientos y de difusor de ideas. Es por ello que nos
interesa también estudiar el lugar que ocupó este bagaje clásico en el conjunto de
la fiesta así como su relación con representaciones referentes a la historia local
y con la sociedad colonial potosina.
Hemos escogido para el análisis tres fiestas en cuyo desarrollo encontramos
elementos de la Antigüedad, que se llevaron a cabo durante el siglo XVII y
principios del siglo XVIII, son fiestas tanto religiosas como civiles. La primera
de ellas tuvo lugar en 1608 y se trata de un desfile de "nobles criollos", la
segunda ocurrió en 1624 para festejar la canonización de San Ignacio de Loyola,
por último trabajaremos con las festividades que se llevaron a cabo por la en-
trada del arzobispo virrey Morcillo en 1716. Hemos utilizado como fuente
principal la Historia de la Villa Imperial de Potosí de Arzáns de Orsúa y Vela,
sobre todo para las descripciones, aunque hemos trabajado con otras fuentes de
la época para poder comparar y completar nuestro análisis. Por ejemplo, en el
caso de la entrada del virrey Morcillo, hemos estudiado el cuadro que el pintor
Melchor Pérez Holguín hizo de este acontecimiento.
Situemos el Potosí del siglo XVII en donde tienen lugar estas fiestas.
1
Sobre la historia del Cerro Rico ver para los siglos XVI y XVII el libro de Bakewell
(1984), y para el siglo XVII ver el estudio de Tandeter (1992).
2
Utilizaremos en este trabajo la edición de 1962.
409
Las fiestas
La fiesta de los nobles criollos en 16083
Arzáns de Orsúa y Vela nos dice que después de haberse celebrado las fiestas de
Corpus, se realizaron seis días de comedias "cuyo teatro se hizo en el cementerio
de la iglesia mayor", luego se corrieron toros por espacio de otros seis días y
hubo cuatro otros de torneos, justas y saraos. Asimismo "los gallardos criollos
hicieron seis máscaras, dos de día y cuatro de noche". El autor continúa des-
cribiendo las entradas de los nobles criollos y sus cuadrillas, los juegos de sortija
y nos dice:
No se tardó mucho cuando por la calle de los Mercaderes oyeron
gran ruido, y viendo lo que sería al punto entraron 20 centauros que
parecía (muy al natural) la mitad de hombres y la otra de caballos:
éstos traían arcos yflechasen las manos y estaban vestidos de pieles
de animales guarnecidos con cercos de perlas; las colas de los caba-
llos adornados con cintas y lazos de oro; en las cabezas traían unas
guirnaldas de yerbas verdes. Tras de éstos venía un valeroso mance-
bo vestido de pieles de animales fieros, pues era la ropilla de piel de
tigre (Arzáns de Orsúa y Vela 1965,1.1, lib. VI, cap. IX, 271).
Luego sigue el cronista contándonos las aventuras de este valiente que en dos
ocasiones se enfrentó a fieras, en la primera luchó contra un tigre, al cual venció
y obtuvo su piel y la vistió para la fiesta, y en otra a un oso:
saliendo un día a cazar se encontró con un fiero oso, y [...] este
caballero no rehusó a acometerle con el caballo y lanza, con tan
buena suerte que de dos golpes le hizo dejar la vida a sus pies. De la
piel de éste también quiso el valiente caballero hacer ostentación
como despojo de su fuerte brazo, y así en las fiestas cubrió con
dicha piel parte de sus espaldas y cabeza, y por encima de ella se
puso la piel de la cabeza del oso (ibíd.).
Como sabemos, los centauros son seres monstruosos, mitad hombre, mitad caba-
llo. Tienen el busto de un hombre y a veces las piernas, pero la parte trasera de
su cuerpo a partir del busto pertenece a la de un caballo, y al menos durante la
época clásica, tienen las cuatro patas de caballo y dos brazos de hombre. La
3
Véase la descripción de estas fiestas en: Arzáns de Orsúay Vela 1965,1.1, lib. VI, cap. IX:
"En que se refiere la grandeza y riqueza de unas famosas fiestas que hicieron en esta Imperial
Villa sus nobles criollos".
413
4
El hecho de que en el caso de la Nueva España se trate de un pueblo minero confirmaría
el carácter de difusor de cultura que tenían los centros mineros coloniales.
414
elemento del aire estaba el del fuego, formado con tal industria y
artificio que todo él ardía como un volcán, de cual salían y se oían
truenos y relámpagos que caían al mundo. Fue cosa de grandísima
admiración el artificio, que con cohetes y pólvora hacían que obra-
sen tan apreciados efectos. De las nubes que sobre el mundo estaban
caía con maravilloso concierto un granizo hecho de azúcar que
parecía natural. Admiró a todos la invención, la cual dio vuelta a la
plaza sin cesar los elementos de hacer sus propios efectos, y parán-
dose enfrente de los miradores del cabildo se abrió el mundo por
cuatro partes y se descubrieron muchos hombres de diferentes esta-
dos (a lo que parecía) unos como que cultivan la tierra, otros cavan-
do minas, y otros en varios entretenimientos. Estaba también un
cerro de plata, que era del Potosí, sobre el cual venía sentado un
caballero mozo armado de todas armas, y sobre la cola un peto
cubierto de muchas joyas y perlas; las botas bordadas con mucho
alfójar. En la mano diestra una lanza y en la siniestra un escudo, y
en él pintado un hombre cercado de fieros animales, peñas y elemen-
tos, la letra decía "Cuan desgraciado nací, pues cielo y tierra es con-
tra mí" (Arzáns de Orsúa y Vela 1965, t. I, lib. VI, cap. IX, 272).
Estamos frente a una representación de los cuatro elementos. A este respecto,
recordemos que fue Empédocles de Agrigento (490-435 A.C.) quien afirmó que
el mundo estaba hecho de cuatro elementos que son las raíces de todas las cosas.
Tierra, aire, agua y fuego se unen bajo el imperio del Amor y se separan bajo el
régimen del odio. La función principal de estos elementos, eternos, es garantizar
la permanencia bajo el cambio y la unidad en la variedad. Aristóteles va afirmar
que estos elementos no son primarios pues son el resultado de la combinación de
dos cualidades contrarias. En De la generación y la corrupción, Aristóteles
expone la formación de los cuatro elementos a partir de dos pares de cualidades
tangibles —una de las cuales es activa (el calor y el frío) y la otra pasiva (lo seco
y lo húmedo). El fuego es así caliente y seco; el aire caliente y húmedo; la tierra
fría y seca y el agua fría y húmeda. Esas propiedades determinan las cualidades
intrínsecas de los elementos. El fuego y el aire poseyendo una tendencia a subir,
el agua y la tierra a descender; Aristóteles {Las metereológicas) asigna a cada
uno de estos elementos una zona específica de arriba a abajo del mundo sublunar
(Bensaude-Vincent 1999, 327).
Sabemos la difusión que tuvo esta idea de los cuatro elementos entre los
humanistas, como lo demuestra la Historia natural y moral de Acosta, ya estu-
diada por numerosos especialistas y en particular por Mustapha (1989). Pero no
nos alejemos de nuestras tierras altoperuanas, y pensemos en el manual de
415
5
Véase la descripción de Arzáns de esta fiesta: t. I, lib. Vü, cap. XVI "De cómo se
hicieron solemnísimas fiestas por la canonización del gran patriarca San Ignacio de Loyola, con
otros sucesos dignos de referirse en esta Historia".
6
Véase sobre esta guerra por ejemplo el libro de Crespo 1975.
419
10) En el hospital de San Juan de Dios, San Agustín, patrón del Cerro Rico.
11) En la esquina del juego de pelota:
Adonde estaba un hermosísimo teatro, y en él Apolo con su cítara en
las manos y las nueve musas sentadas en ricas sillas. Todas estas
hermosas ninfas estaban con instrumentos músicos en las manos, y
en unas tarjas que a sus pies estaban iban escritos sus nombres con
letras de oro, y en verso se declaraban los regocijos en que cada una
preside. Sus nombres eran Terpsícore, Polimnia, Euterpe, Urania,
Calíope, Clío, Melpómene, Talía y Erato (Arzáns de Orsúa y Vela
1965,1.1, lib. VII, cap. XVI, 391).
Una revisión de la tradición clásica echa luces sobre el por qué de la elección de
esta representación. Esta tradición dice que las musas son hijas de Mnemosine y
Zeus, y son nueve hermanas fruto de nueve noches de amor. Según otras tradi-
422
ciones son hijas de otros personajes. Estas diversas genealogías son simbólicas
y se refieren a las concepciones filosóficas sobre la primacía de la música en el
Universo. Las musas, nos dice Grimal (1951, 304), no son sólo las cantantes
divinas, sino que presiden al Pensamiento, bajo todas sus formas: elocuencia,
persuasión, sabiduría, historia, matemáticas, astronomía. Hesíodos pondera sus
cualidades: son ellas que acompañan a los reyes y les dictan palabras persua-
sivas, las necesarias para apaciguar las querellas y restablecer la paz entre los
hombres. Ellas les dan el don de la dulzura, que los hace ser amados por sus
sujetos (ibíd.). El canto más antiguo de las musas es aquél que entonaron des-
pués de la victoria de los Olímpicos contra los Titanes, para celebrar el naci-
miento de un nuevo orden. Éste quizá sea también el mensaje que se quiso enviar
representándolas en Potosí7.
Existían dos grupos principales de musas (Grimal 1951, 304): las de Tracia,
y las de Beocia situada sobre las pendientes del Helicón. Las primeras están
relacionadas con el mito de Orfeo y el culto a Dionisios. Las musas de Helicón
son consideradas como directamente dependientes de Apolo, es éste que dirige
sus cantos alrededor de la fuente de Hipocrene. Esta es la escena representada en
la fiesta que nos ocupa.
A partir de la época clásica, se impuso el número de 9 (que son las que apa-
recen en la representación potosina) y se admite por lo general la lista siguiente:
Calíope, a quien se le atribuye la poesía épica; a Clio la historia; a Polimnia la
pantomima; a Euterpe la flauta; a Terpsícore, la poesía ligera y la danza; a Erato
la lírica coral; a Melpòmene la tragedia; a Talía la comedia; a Urania la astrono-
mía (ibíd.).
12) En la otra esquina de la pelota, San Pedro Nolasco.
13) En la esquina de los Herreros en "cuyo crucero estaba un teatro y en él
cuatro bellísimas estatuas que representaban a las tres diosas de la preten-
sión de la hermosura sobre la manzana de oro, que eran Palas, Venus y
Juno, y la cuarta era del rey Paris, constituido por juez de la contienda"
(Arzáns de Orsúa y Vela 1965,1.1, lib. VII, cap. XVI, 391). Se trata pues
de la representación del Juicio de Paris, juicio que se encuentra en el
origen de la guerra de Troya.
7
Encontramos también una representación de las musas en la procesión organizada por la
Universidad de San Marcos en 1656 cuando celebró el patronazgo y la jura de la Ciudad de los
Reyes a favor de la pura y limpia Concepción de Nuestra Señora, celebración estudiada por
Mujica (1999, 210).
423
Años más tarde, durante las fiestas por el príncipe Baltasar Carlos que se
llevaron a cabo en Lima en 1630-1631, encontramos también el desfile de carros
con dioses de la Antigüedad y sus atributos; sólo que en el caso limeño cada dios
424
8
Véase la descripción de estas fiestas de Juan Antonio de Suardo (1936 [1629-1639]) y de
Rodrigo de Carvajal y Robles (1632). Han sido estudiadas por García Morales 1992 y Rose
1999 y el artículo en este mismo volumen.
9
Estos autores se preguntan también qué fue de las representaciones paganas, pues han
desaparecido, en cuanto a las religiosas se supone irían a parar a los templos potosinos.
425
Riva-Agüero (1962), fue un hombre que viajó ampliamente por Indias: en 1593
recorrió la ruta que llevaba hasta Potosí; en 1596 lo encontramos embarcándose
rumbo a la Nueva España; volvió a Potosí en 1600, en 1602, en 1605 y definiti-
vamente en 1612. Como "mercader de libros" estuvo asociado con Juan de
Sarria, el librero de Alcalá de Henares, así como con su hijo. Fue traductor de
la las Heroídas de Ovidio y autor de poesía mística. Al parecer se embarcó para
ir a la Península en 1608 para activar personalmente la impresión del Parnaso
Antàrtico, cuya licencia de impresión había sido extendida en 1604 (Lohmann
Villena 1999, 126s.).
10
Arzáns de Orsúa y Vela 1965, t. III, lib. X, cap. 41: "De cómo se continuaban las cala-
midades de esta villa en varias maneras, solemnidad bautismal que en esta villa se hizo de unos
indios convertidos a nuestra santa fe. Recibe con lucidas y costosas fiestas al ilustrísimo, reve-
rendísimo y excelentísimo señor virrey arzobispo de La Plata, y los voltarios sucesos en la
prosecución de su viaje hasta recibirse en la Ciudad de los Reyes".
426
En lo que se refiere a la pintura, se trata del óleo sobre lienzo de 230 x 600
cms. que sobre la entrada del virrey Morcillo por encargo pintó el célebre ma-
estro Melchor Pérez Holguín, y que se conserva actualmente en el Museo de
América en Madrid". La identidad de los comitentes figura en la leyenda in-
ferior, aunque parcialmente borrada, es posible inferir que se traba de los
miembros del cabildo potosino. Aparentemente la obra se realizó para remitirse
a España y específicamente a Toledo, cuyo nombre aparece inscrito en la parte
superior, debajo del escudo y la mitra de Morcillo (1999-2000, 146-148).
Según Wuffarden (ibíd.), no debe descartarse la intervención del propio
Morcillo o de su entorno inmediato en esta obra. Se conoce, según el autor, la
afinidad de Morcillo hacia manifestaciones locales de la cultura visual: en 172S
por ejemplo, cuando éste desempeñaba el Arzobispado de Lima, alentó el pro-
grama iconográfico del clérigo Alonso de la Cueva sobre la sucesión de los reyes
incas y españoles. Esto, además de estar ya familiarizado con la iconografía
incaica colonial gracias en parte a su amistad con el marqués de Valleumbroso,
aristócrata cuzqueño que le obsequió, siendo todavía virrey, una serie de retratos
de incas y ñustas pintados por Agustín Navamuel.
En el cuadro de Holguín, sin embargo, no aparecen las comparsas incaicas,
que conocemos a través de la obra de Arzáns, y privilegia el lado español de la
fiesta (Wuffarden 1999-2000, 147). El eje argumental del cuadro es el paso del
cortejo por la actual calle de Hoyos, delante de la iglesia parroquial de San
Martín. Esta es la escena que podemos leer en la crónica de Arzáns cuando este
comienza su descripción diciendo:
Estando ya medianamente las prevenciones hechas, pues en tan corto
tiempo no pudo esta magnífica Villa desempeñarse como quisiera, el
día sábado 25 de abril a las 3 de la tarde llegó a esta Villa el ilus-
trísimo excelentísimo señor fray Diego con gran acompañamiento de
los señores oydores don Gregorio Núñez, don Baltasar de Lerma,
don Francisco de Sagardía, y don Juan Bravo; el Conde del Portillo;
don Juan de Ocampo, secretario de despachos que nombró su
Excelencia Ilustrísima con otros muchos caballeros y los corregi-
dores de varias provincias, y juntamente del venerable estado ecle-
siástico muchos doctores y maestros y los curas de varios pueblos
(Arzáns de Orsúa y Vela 1965, t. ni, lib. X, cap. 41, 46).
" El pintor Mechor Pérez Holguín nació en Cochabamba hacia 1655-1660, aunque pasó la
mayor parte de su vida en Potosí y allí desarrolló su vida artística hasta su muerte en 1732
probablemente. Sobre la vida y obra de este gran pintor véase Mesa/Gisbert 1977.
427
Estos personajes que con el virrey llegaron son los que están colocados junto al
arco (parte baja derecha) en el cuadro.
Sobre los arcos dice Arzáns:
Teníanle hecho dos arcos triunfales, se fabricaron con indecible
presteza, aunque grandísima fortuna por la brevedad del tiempo [...]
el primero y principal una cuadra más arriba de la parroquia de San
Martín fuera ya del poblado al oriente desta Villa en el mismo cami-
no y entrada de las provincias de arriba de orden y obra compósita,
pues se vieron en ella las otras cuatro juntas como ser corintia,
jónica, dórica y toscana, aunque las cuatro columnas principales
eran salomónicas. A un lado (que fue el derecho) de una de las na-
ves colaterales estaba la silla y cojín para descanso de su Excelencia,
y al otro lado dos niños con vestiduras a propósito que significaban
la Unanimidad y Liberalidad, virtudes muy propias de esta Imperial
Villa (ibíd., t. III, lib. X, cap. 41, 47).
Luego, nos dice Arzáns, venían hasta ciento veinte arcos de plata labrada. Y
después otro arco triunfal.
Volvamos al cuadro de Holguín, en la entrada de Morcillo se ven escenas
mitológicas y profanas en lienzos colgados al paso del virrey y que dentro del
lenguaje cultista de la época, aludían a los méritos políticos y personales del
nuevo virrey (Wuffarden 1999-2000, 147). Los cuadros son siete. La caída de
ícaro, Eros y Anteros, Mercurio y Argos, la fábula de Endimión, el Coloso de
Rodas, la muerte, Eneas y Anquises escapando de Troya.
Se puede interpretar la caída de ícaro como una advertencia contra la
soberbia, el cuadro de Mercurio y Argos como la necesidad de ser diligentes y
estar siempre vigilantes. El lienzo sobre Endimión evoca quizás el amor. El
cuadro de Eneas y Anquises alude probablemente al amor filial y a la protección
de lo más preciado en la vida. Los otros temas no son tan fáciles de interpretar
y los historiadores del arte Mesa y Gisbert (1977, 306) nos dicen que quizá el
Coloso de Rodas aluda a la necesidad de actividad edilicia12.
12
Recordemos las leyendas. ícaro era el hijo de Dédalo y de una esclava de Minos llamada
Naucrate. Dédalo y su hijo ícaro fueron encerrados por Minos en un laberinto por haber
enseñado a Ariadne el medio por el cual Teseo podía encontrar su camino en el laberinto. Pero
Dédalo fabricó para él y su hijo unas alas, que fijó con cera en ambas espaldas. Luego los dos
volaron. Antes de partir Dédalo recomendó a su hijo no volar muy bajo pero tampoco muy alto,
ícaro, lleno de orgullo, no escuchó los consejos de su padre, y subió tan cerca del sol que la
cera se derritió y el imprudente cayó al mar, que desde ese entonces se llama Mar Icáreo
(Grimal 1951, 224).
428
dos recuadros que remiten a otros momentos de la fiesta: la recepción del virrey
en la plaza mayor y la "mascarada" que por la noche ofrecieron allí los mismos
mineros.
Detengámonos en la mascarada, Arzáns la describe así:
Esta misma noche le hicieron los famosos minadores del Cerro una
lucida y costosísima máscara [...]. Venía por delante don Andrés de
la Torre Montellano, alcalde mayor de minas, [•••] con 20 pajes de
hacha y galanas libreas, y don Domingo Serrano, excelente minador,
natural de esta villa [...]. Luego se les seguía la Fama en un
arrogante caballo con paramentos y cimeras muy vistosos, preciosa
gala y clarín en la mano. Tras de ella se seguían los 12 famosos hé-
roes que celebra la Fama, entrando en este número el césar Carlos
V, don Juan de Austria y el Cid, todos armados con petos y morrio-
nes acerados, lanzas y adargas en las manos, preciosas bandas,
sobrevestas y plumas que les volaban, sobre briollos caballos y
plateados jaeces. Luego se seguían las 12 sibilas con trajes de
riquísimas telas muy propias, sacados de antiguas pinturas, con
tarjas en las manos y en ellas sus nombres y profecías, y las cubier-
tas de los caballos de brocados y cintas de tela, y como escogieron
mancebos de hermosos rostros pareció muy a lo natural, brillando a
la luz de tanta hacha [...], sus galas y joyas, preciosas piedras y
perlas. Seguíanse luego algunos de la casa otomana, con riquísimos
turbantes, almalafas y demás traje apropiado, sobre caballos
ricamente encubertados. Luego se seguían señalados héroes de la
ilustre casa de Austria, que sobre caballos ricamente enjaezados
venían de dos en dos [...]. Seguían después los etíopes con su rey
coronado, con muy preciosas galas y jaeces. Tras ellos venían otras
muchas ninfas, galanes y damas con muy ricos vestidos, y tras de
ellos un carro triunfal con agradable música de varios instrumentos.
Debajo del dosel estaba un hermoso niño que hacía a su excelencia
con vestiduras preciosas, sentado en su silla con bastón en las
manos. En el carro a sus pies estaba el Cerro de Potosí con sus
propios colores, y en el resto seis niños vestidos de ángeles y otro en
figura de niña indiana, o princesa de los ingas, con ricas vestiduras
a su uso (Arzáns de Orsúa y Vela 1965, t. III, lib. X, cap. 41,49s.).
Continúa relatando como llegó el carro casi enfrente del virrey y las autoridades:
se detuvo aquel hermoso carro y entonó la música con gran destreza
y melodía, y en particular el que hacía papel de princesa indiana ala-
430
como los alquimistas afirmaban que la intervención del firmamento era necesaria
en la generación de los metales y creían en la existencia de una relación estrecha
entre los planetas y los metales. El filósofo neoplatónico Proclus escribía ya
entonces:
el oro natural, la plata o cada uno de los metales, así como las otras
substancias, son engendradas en la tierra bajo la influencia de ciertas
divinidades celestes y sus emanaciones. El Sol produce el oro, la
Luna la plata, saturno el plomo y marte el fierro (en: Hutin 1951,
75. La traducción es mía).
Los alquimistas distinguieron siete metales, dos perfectos o inalterables —oro y
plata— y cinco imperfectos —cobre, hierro, estaño, plomo y mercurio (argén
vivo)—, simbolizados respectivamente por Venus, Marte, Júpiter, Saturno y
Mercurio. Durante la Edad Media esta idea cobró mucha importancia y se man-
tuvo en vigencia durante los siglos posteriores:
El Berbüchlein (1505) recuerda las tradiciones según las cuales los
astros rigen la formación de los metales. La plata crece bajo la
influencia de la Luna. Y los filones son más o menos argentíferos
según su situación en relación a la dirección "perfecta" marcada por
la posición de la Luna [...]. El mineral de oro crece por supuesto,
bajo la infiiencia del Sol: "Según la opinión de los sabios, el oro es
engendrado de un azufre el más claro posible y bien purificado y
rectificado en la tierra, bajo la acción del cielo, principalmente del
sol, de manera que no contenga más ningún humor que pueda ser
evaporado por el fuego..." [...]. El Berbüchlein explica igualmente
el nacimiento de los minerales de cobre bajo la influencia del planeta
Venus, el del fierro por la influencia de Marte, y el del plomo por la
influencia de Saturno13.
Esta idea sobre la influencia de los astros en la generación de los metales es
aceptada por algunos españoles en el Nuevo Mundo, tal como el padre Cobo,
autor de la Historia del Nuevo Mundo (1653) quien afirmaba a propósito de los
minerales:
13
Eliade 1977,40. El Bergbüchlein es un texto atribuido a Colbus Fribergius y publicado
en Ausburgo en 1505. Se trata de un libro importante que da cuenta del conjunto de tradiciones
mineras de finales de la Edad Media y que es citado por Agrícola, el gran médico y químico
del siglo XVI, en su Re Metallica (1530-1550).
432
tantos años no e visto grandeza tamaña". Son tipos callejeros y sus frases
provienen del habla coloquial local. Wuffarden (1999-2000, 148) señala que su
papel recuerda al de los "grasiosos del teatro español, cuyo ingenio, en aparien-
cia espontáneo, contribuía a reforzar algún aspecto del argumento". El autor nos
dice también que el recurso había sido usado antes por los pintores cuzqueños
del Corpus, a través de aquella colorida picaresca que, ocasionalmente, lanzaba
vítores a los curacas indígenas en medio de la procesión.
Por último, Holguín decidió incluir un autorretrato que aparece en el primer
plano inferior; está de pie, sosteniendo la paleta y pincel como si estuviese en
plena labor. A su lado, dice Wuffarden, una pluma y un pliego escrito parecen
sugerir un cierto paralelo entre la pintura y la escritura, "lo que complementa
con la actitud perfectamente compuesta de Holguín" (ibíd.).
Como ya lo hemos mencionado, hay que recordar que el contexto de las
festividades en honor del virrey Morcillo es uno de crisis. Ello se traduce en las
fiestas y podemos apreciarlo si comparamos la entrada del virrey con las
festividades de 1624. En la entrada del virrey ya no vemos la multiplicidad de
arcos y teatros de 1626, aunque en el desfile están presentes algunos temas como
el de las Sibilas, los reyes Incas, los reyes de España, y la representación del
Cerro Rico. Sin embargo, hay algunas modificaciones que como lo han señalado
Mesa y Gisbert (1977, 305), son más bien de forma. Tomemos el caso de las
Sibilas, en 1624 el grupo es estático, levantado en una esquina, en 1716 es una
cabalgata. Además sabemos que los trajes de las Sibilas, representadas en esta
ocasión por mancebos a caballo, estaban sacados de "antiguas pinturas" (Arzáns
de Orsúa y Vela 1965, t. III, lib. X, cap. 41, 49).
Comentario final
A través del análisis de las fiestas en Potosí en el siglo XVII, poniéndolas en
relación con la historia local y los otros componentes de la cultura que se desa-
rrolló en la Villa Imperial, vemos cómo la Antigüedad opera como uno de los
ejes mayores del pensamiento del Renacimiento que se trasladó al Perú en el
siglo XVI. La Antigüedad funciona como un núcleo, una configuración alrede-
dor de la cual se condensan, se cristalizan y se organizan una multitud de inter-
pretaciones y se generan obras de arte.
En nuestro análisis del traslado de la Antigüedad a Potosí no nos hemos limi-
tado a estudiar las formas o representaciones que desfilaban en la Villa Imperial
al momento de las fiestas, sino que hemos recurrido al estudio de pinturas, textos
literarios o científicos que permiten dar cuenta de la globalidad del fenómeno.
Numerosos son nuestros vacíos, si bien para algunas ideas o conceptos podemos
retrazar las raíces y seguir las huellas de su introducción en el virreinato peruano
434
Bibliografía
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Eliade, Mircea. 1977. Forgerons et alchimistes. Paris: Flammarion.
436
1. Introducción
El poco leído poema Santuario de Nuestra Señora de Copacabana en el Perú,
publicado en Lima en 1641 por el agustino Fernando de Valverde, es mucho más
que la simple continuación de una tradición glorificadora de las virtudes y mila-
gros de la Virgen erigida a orillas del lago Titicaca. Ya en 1621 otro agustino
criollo, fray Alonso Ramos Gavilán, había exaltado la gesta redentora de la
madre de Cristo en Copacabana, y poco después la segunda parte póstuma de la
Crónica moralizada (1653), del también agustino fray Antonio de la Calancha,
a cargo de Bernardo de Torres, se dedicaría con análogo fervor a relatar los orí-
genes del culto mañano en el altiplano andino. Sin embargo, las operaciones dis-
cursivas de Valverde exceden largamente la mera documentación histórica y la
apología religiosa, según veremos.
Mi lectura del extenso y enigmático poema estará orientada, por un lado, a
examinar cómo en la conformación del texto se dan desplazamientos simbólicos
y perspectivas más complejas que las de las crónicas agustinas; por el otro, in-
tentará encuadrar su representación del espacio y la sociedad andinos como parte
de un movimiento más particular, el de la llamada militancia criolla. Este último
tema, como ya sabemos, ha sido desarrollado en detalle por Bernard Lavallé
(1993) para explicar los conflictos en el interior de diversas órdenes religiosas
entre criollos y peninsulares. Se constata nuevamente en el proceso de canoniza-
ción de Santa Rosa de Lima, en que se hace visible toda una estrategia de
autoafírmación criolla, paralela a la del poder económico y político que ese
grupo llegó a tener durante el siglo XVII, como ha demostrado Hampe Martínez
(1998). Mi lectura, sin embargo, no intenta sólo reconstruir los avatares externos
al poema de Valverde que sirvan para su contextualización. Más bien, este
producto singular de las letras virreinales será, sobre todo, objeto de un análisis
interno de sus figuras y perspectivas. Me interesará especialmente exponer la
forma en que el imaginario criollo se desarrolló en una lengua de prestigio y en
un registro, el de la poesía mística, aparentemente vinculado sólo a una experien-
cia de carácter íntimo e individual.
440
2. Misticismo y criollismo
Sería muy difícil hacer aquí un recuento de la poesía mística escrita en tiempos
virreinales en el Perú, no sólo por la complejidad de algunas de las obras conoci-
das (la Cristiada de Diego de Hojeda, por ejemplo, o la inédita Segunda Parte
del Parnaso Antàrtico, de Diego Mexía), sino debido también al carácter frag-
mentario de esa producción, agravado por su mayoritaria condición incógnita en
archivos conventuales. La selección hecha en 1938 por Ventura García Calderón
bajo el título Los místicos, dentro de su Biblioteca de Cultura Peruana, que
incluye fragmentos desde Hojeda hasta José Manuel Valdés, cubre parcialmente
la necesaria recopilación del caso, pero no agota el conjunto por su obvio
carácter de antología. Asimismo, la relación entre criollismo y misticismo es aún
tema que presenta numerosos vacíos, aunque en los lustros recientes algunos
historiadores han podido echar luz sobre personajes y obras específicas (véase
Iwasaki 1993, 1994, 1995; Millones 1993), ampliando nuestro conocimiento
sobre la compleja red de negociaciones políticas y discursivas entre fuero civil
y religioso para la expresión cultural de un sobrepujante grupo de criollos que a
lo largo del XVII alcanzaron cierto grado de poder económico y administrativo
en el contexto virreinal.
No es mi intención agotar aquí la vastedad del problema. Sobre todo porque
Fernando de Valverde es ya por sí solo un caso problemático en tal sentido. Fue
considerado por Bravo Morán como "el segundo escritor peruano de la colonia
[después del Inca Garcilaso] y uno de los más ilustres de la literatura española"
(en: Mendiburu 1935,200), y se le suele recordar más por su magistral Vida de
Nuestro Señor Jesucristo, Dios y Hombre, Maestro y Redentor del Mundo,
impresa en Lima en 1657 e incluida como obra paradigmática del género en el
Diccionario de Autoridades de 1725, que por cualesquiera de sus otras obras.
Sin embargo, su misticismo abarca no sólo la elección de un género am-
pliamente establecido y prestigioso, como es el de las vidas de Cristo (género en
el cual, ya en verso, Hojeda había contribuido en 1611). También abarca la
exploración por un género poético híbrido, el de la épica pastoril, según él la
llama, en el poema sacro Santuario de Nuestra Señora de Copacabana, que
ahora nos ocupa1. Y dentro de él, la presentación de diversos seres de la mitolo-
1
Declara Valverde en su "Prólogo" al poema que, al volver a Lima en 1637 de su ex-
periencia en Copacabana el año anterior, se vio en el dilema de conjugar acciones grandiosas,
como el establecimiento de la imagen mañana y sus milagros, con personajes vulgares, como
los campesinos que protagonizan el poema. Opta parcialmente por el modelo de la Égloga V m
de Virgilio, donde se "hallará entre pastoriles sencillezes elogios de Octaviano los mayores"
(1641, f.s.n.). Sin embargo (aunque la Égloga Vm está dedicada realmente en sus primeros
441
gía clásica, como tritones, sirenas y gigantes, para representar divinidades andi-
nas. Curiosamente, según veremos, algunas de estas representaciones mitológi-
cas coinciden con formas del imaginario colla sólo recientemente estudiadas
desde la iconografía, como en el último libro de Teresa Gisbert (1999, esp. 117-
148), pero merecedoras también de un análisis desde la perspectiva de los
estudios literarios.
Para comenzar, aclaremos que la trama del poema es relativamente sencilla.
A lo largo de dieciocho silvas o cantos, los pastores indígenas Graciano, Adamio
y Megerino, junto con otros, se van acercando a la imagen de la Virgen de
Copacabana en accidentado itinerario. Como es de suponer, el ascenso hacia el
santuario a orillas del Titicaca será el correlato geográfico de la purificación
espiritual que los pastores irán experimentando al aproximarse a la imagen divina
y al mejor conocimiento de la "verdadera" fe. Hay una obvia intención celebra-
toria del triunfo de la religión cristiana sobre la idolatría indígena. Los ya men-
cionados Ramos Gavilán y Calancha incurren en gestos parecidos al proclamar
la santidad de la orden agustina desde que tomó a su cargo la doctrina de Copa-
cabana, sustituyendo a los dominicos en 1589 (Villarejo 1965, 75; Salles-Reese
1997, 134). De este modo, se proclaman fieles guardianes y difusores de la fe en
tierras donde el paganismo campeaba hasta no hacía mucho. Y, sin llegar a la
paranoia, esos criollos bien podían sospechar que muchas ceremonias idolátricas
seguirían practicándose debido a los indicios continuos que en la primera mitad
del siglo ofrecía la gran escalada extirpadora. De hecho, Ramos Gavilán nos
cuenta cómo aun poco antes de 1621 se seguían realizando sacrificios humanos
en la región (Ramos Gavilán 1976, 49-51 y 65).
La imagen de la Virgen, originalmente de la Candelaria y luego ya simple-
mente identificada con el lugar de su culto, fue labrada en 1583 por Francisco
Tito Yupanqui, un indio humilde que luego de empeñosos esfuerzos, aunados a
los de su cacique Alonso Viracocha Inga, logró convencer a las autoridades
eclesiásticas de la viabilidad de establecer una cofradía en Copacabana y de la
idoneidad de su escultura (ibíd., 115-120). Ese dato no debe sernos indiferente.
No sólo es un indígena peruano el autor material de la imagen, sino que el lugar
versos al elogio de Cayo Asinio Polion, protector de Virgilio, y no de Octavio, según anota
Hidalgo (en: Virgilio 1897, 319), Valverde deslinda entre personaje insigne y acciones
insignes, que son las que propiamente ocuparán las preocupaciones del poema. Así, su
Santuario será "como vna quinta essencia de lo Epico, y Bucolico" (1641, f.s.n.): épico por la
acción de la Virgen de "fundar en el Perú el Imperio de la Fé, y la Gracia" (ibíd.), y pastoril
por ser Adamio, el protagonista, un simple campesino colla, que convierte y salva a sus
idólatras compañeros de peregrinaje, Adamio y Megerino, gracias a la mediación de la Virgen.
442
2
Ramos Gavilán ofrece la etimología de "lugar donde se ve la piedra [sagrada]" (1976,
102). Describe el (dolo como una piedra con rostro humano, sin cuerpo ni extremidades.
Gisbert propone, por su lado, una identificación de Copacabana con alguna divinidad de origen
puquina identificable como pez-mujer (1999, 101s.).
3
Se suele afirmar que el gongorismo tiene su primera manifestación escrita americana en
el Poema de las Fiestas [...] de ¡os Veintitrés Mártires del Japón [...], publicado en Lima en
1630, bajo la pluma del franciscano criollo Juan de Ayllón. Desgraciadamente, el único
ejemplar conocido del poema de Ayllón se perdió en el incendio de la Biblioteca Nacional de
Lima en 1943.
443
solamente con las primeras lluvias de agosto y setiembre (ibíd., 91-93). Así, su
relación con el rayo, las tormentas y otros fenómenos naturales es sinecdótica
por naturaleza. Dichos fenómenos se vinculan a su vez con seres superiores
como Illapa y Wiracocha. Este último dios, si recordamos lo ilustrado por
Ramón Mujica (1996,108ss.), aparece constantemente rodeado de seres alados,
según se puede apreciar en los grabados de la llamada Puerta del Sol del centro
arqueológico principal de Tiahuanaco. La mención viene al caso por los ángeles
que Valverde incluye en su poema a manera de intermediarios entre la Virgen y
los peregrinos. Incluso se le otorga el rango de protector del Perú a Haniel.
Dentro del tratamiento de este tópico, hay que entender que los seres alados no
eran completamente extraños a la iconografía indígena prehispánica.
Ahora bien, tales paralelismos entre seres mitológicos andinos y seres de la
tradición occidental nos hacen pensar en un programa alternativo de sincretismo,
que no es extraño a las prácticas de evangelización de algunas órdenes religiosas
desde su llegada al Nuevo Mundo. No entraré en detalles sobre dichas prácticas,
pues ya existe abundante bibliografía en relación con el tema (Ricard 1995,414-
417; Alberro 2000; Borges 1960, 156; Gisbert 1980, cap. 2). Interesa más cen-
trarnos en determinados pasajes del poema que pueden iluminar aun mejor sus
sinuosas relaciones con el movimiento general del criollismo militante y a la vez
con la constitución de una subjetividad colectiva que bien merecería recibir el
nombre de nacionalismo étnico pre-ilustrado, con el sentido limitado y selectiva-
mente ancestral que el concepto de nación tenía en la época. Me baso aquí en la
diferenciación que Anthony Smith (1986, Introducción) propone entre un nacio-
nalismo moderno, hijo de la Ilustración, proveniente del desarrollo de las bur-
guesías en Europa occidental, en contraposición con un nacionalismo dinástico
y de prolongadas solidaridades intra-étnicas, como habría ocurrido con la identi-
dad colectiva de la Europa oriental y algunas sociedades asiáticas.
Salvando las distancias y pasando al Perú y otra vez al poema que nos ocupa,
observemos que dos indicios para la revelación de un imaginario americanista y
criollista en Valverde consisten, por un lado, en los modelos literarios asignados
al poema y, por el otro, en la noción de una peculiar forma de entender la trans-
latió deorum. Valverde se encarga desde su "Prólogo" de dilucidar la dificultad
de narrar acciones grandiosas "no en Roma, no en Madrid, no en Lima, ni en
otra ciudad populosa, sino en Copacauana, vn desdichado pueblo de Indios
Collas, que son de los mas barbaros, y torpes del Perú" (Valverde 1641, f.s.n.).
Por eso, dada la altura de los acontecimientos narrados y la humildad de los
protagonistas, Valverde se decide por el género de la épica bucólica, aunque
confiesa que guardará rasgos más cercanos a la épica debido a la acción particu-
lar de la trama. Ésta no es otra que la fundación "en el Perú del Imperio de la
444
4
La alusión es explícita en la Silva Décima: "Espacios no pequeños de el camino/ ya con
sus huellas consagrado auian/ los de vellón mas áureo sacros Tyfes/ graue teatro haciendo de
sus ansias/ en metro aprissionadas, lago y montes" (Valverde 1641, f. 144).
5
La consideración de Pizarra como Eneas hispano merecedor de un canto épico se da por
lo menos desde Buenaventura de Salinas en 1630. En su Memorial de historias del Nuevo
Mundo Pirú exclama a los catedráticos de San Marcos: "De Pifarro, que nauegd por entre
perlas del Sur, y corrió por sedientos arenales dado fuerza a sus trabajos, y possession a su
esperanza, y animosamente se arrojó a quitar de la frente, y manos de Atagualpa el supremo
señorío de la America, arroxandola a los pies del cetro, y sobre los ombros Católicos de
España. Apenas se oye su nombre en el Pirú, apenas se cuentan sus hazañas, ni se pondera su
coraje, y valentía. [¿JQuien a sabido referir las singulares, y no creydas hazañas destos
Conquistadores, a quienes la desecha fortuna del mar, y tierra hizo exploradores de los frutos,
y riquezas del Pirú? [¿]Que Virgilio Español a tomado a su cargo esta nauegacion, como el
otro, que cantó la de Eneas, por el Mar Tirreno? [¿JQue Valerio Flaco de aquesta insigne
Vniversidad de los Reyes a querido celebrar el bellozino de oro, que hallaron tantos Iasones,
y mares nauegados por tantos Argonautas valerosos?" (Salinas 1630, f. s. n.). El reclamo es
atendido por Pedro de Peralta en su Lima fundada de 1732, forjando a partir de ella la imagen
de un Eneas fundador de la Ciudad de los Reyes, que implícitamente se convierte así en la
Roma del Nuevo Mundo.
445
6
El debate sobre el estatuto demoniaco del antiguo paganismo europeo se consolida con la
doctrina agustiniana, que propone que los oráculos e (dolos de la antigüedad eran herramientas
del demonio, los cuales, como ángeles caídos, aún guardaban algunos conocimientos vedados
a los hombres, y por eso los mantenían confundidos. Véase, por ejemplo, la Ciudad de Dios
(Agustín 1614, n, 1 y EX, 22). Los mismos criterios se extienden al siglo XVI, en que encon-
tramos demonizaciones del panteón incaico desde Pedro de Cieza hasta José de Acosta, por lo
menos.
446
3. Serpientes y gigantes
Las serpientes descomunales, los monstruos azules y la alegoría del lago Titicaca
como anciano cerúleo (llamado Terebino por Valverde, quizá en alusión al Valle
Terebinto en que David venció a Goliat, hoy nombre de una ciudad en Bolivia)
son parte de un imaginario que no excluye a otros gigantes. Me referiré especí-
ficamente a dos pasajes en que el ideario criollista revela su jerarquización de la
totalidad social del virreinato.
Los ejemplos que pueden servirnos para ilustrar estas ideas son las Silvas
Decimoquinta y la Decimoctava, en que aparecen, respectivamente, Túpac Inca
Yupanqui y un "Rey Perú", alegorización este último del territorio andino en
forma de gigante cobrizo7.
En la Silva quince, los peregrinos se encuentran con el gigante Túpac Yupan-
qui, quien habría mandado edificar el Templo del Sol en el lago Titicaca y orde-
nado la adoración al demonio a través de la imagen del astro celeste. El monó-
logo de Túpac Yupanqui se prolonga por numerosos versos en los cuales se
ufana de las conquistas territoriales realizadas durante su mandato, para luego
confirmar que al Sol "fúndele Adoratorio el mas costoso,/ que el mismo Sol á
visto en los passeos,/ que han dado sus gallardos deuaneos" (Valverde 1641, f.
237). A partir de tal confesión de idolatría comienza la disminución moral de los
incas a la que el texto apunta:
Yo dediqué a sus aras la alta Huaca
de aquel isleño monte Titicaca:
alli en rojas corrientes
almas le daba en sangre de inocentes:
que si a millares nos influye vidas,
con el Sol compitió mi asunto heroico,
en holocausto nueuo
virgines vidas consagrando a Febo (ibíd., f. 237v.).
De modo que los sacrificios humanos aparecen de manera multitudinaria y como
causa de orgullo, lamentándose el gigante de la suerte que ha corrido el culto al
sol en tiempos coloniales:
¿Como de pesadumbre no reuiento:
como siendo Iupangue, Inga, consiento,
que en las Aras de el Sol una hembra flaca
mande en Copacauana, y Titicaca? (ibíd., f. 236)
7
Extraigo los siguientes párrafos, editándolos, de Mazzotti 1996, 181-186.
447
virreinato. De Lima dice la voz poética central como primera descripción: "sus
ñilgores/ en candidos albores/ mejoró de la nieue Castellana/ nacida en Cordi-
llera Peruuiana" (ibíd., f. 280v.). Más adelante, el Rey Perú se encarga de pre-
sentar a su hija, la princesa Lima, ante la Virgen María, y la describe en las si-
guientes palabras:
Esta Princesa, que a mi diestro lado
se te postra, es aquella Ínclita Lima
Metropoli opulenta de mi clima:
su alabanza mas propia
es que en la gran ciudad Madrid se copia:
sucedele el blasón de Corte mia,
despues que mejor[é] de Monarquía (ibíd., f. 287v.).
La comparación con Madrid, si bien coloca a Lima en condición de émula de la
capital de la corte española, al mismo tiempo la hace ciudad principal y centro
del nuevo reino. Es justamente esta condición la que facilita la referencia a su
clima y a sus habitantes en los siguientes elogiosos términos:
Halaga a su gentío
de el apacible clima el blando zelo,
donde el calor regala, adula el frió:
ingenios le destila el cielo puro
enfrenando aun al fiero Arturo:
con tan benignas nobles influencias
hijos produce fértil generosos,
que a sus padres retratan belicosos (ibíd.).
Estos "hijos" de Lima, es decir los criollos, herederos también de los fieros
conquistadores a quienes antes, sin embargo, el Rey Perú había criticado, son
presentados más adelante como "de galantes Dioses hijos suyos/ de astros reful-
gentes/ honras [que] al cielo acrecentó lucientes" (ibíd.), con lo cual se reafirma
la superioridad y mejoramiento de los criollos en relación con sus ancestros
peninsulares. Esto se explica, además, por la tendencia a "elevar" a los perso-
najes de un poema a fin de otorgarles carácter heroico y, por lo tanto, dignidad
en el tratamiento épico8.
' Para aquellos aftos, el sentido de un poema "heroico" se definía por la colocación de los
personajes principales en las esferas aéreas de la divinidad, según decía fray Jerónimo Román
(1595, f. 293v.). Concepto similar expresa Diego Mexía en la Primera Parte del Parnaso
antártico (1608, f. 7v.).
449
4. Conclusiones
Como muchos criollos de su momento, vemos que Valverde propone una
evidente focalización pro-criolla y anti-incaica, que utiliza esta vez no documen-
tos ni crónicas explícitamente citadas, sino los caminos de la alegoría religiosa
y las hipérboles propias del Barroco. En esa formulación del imaginario criollo,
sin embargo, es donde mejor puede verse la eficacia del lenguaje tropológlco,
que se desliga del prurito documentalista de historiadores como Ramos Gavilán
y Calancha para declarar a través de otras formas de conocimiento los alcances
de su propia autodefinición como grupo dentro del conjunto social.
Por eso la abundancia americana, expresada por el letrado huanuqueño
Francisco Fernández de Córdoba en el prólogo de la Historia de Ramos Gavilán,
9
Ibíd., f. 289v. Palanteo o Palante: hijo de Evando, rey legendario del Lacio, y compañero
de Eneas, muerto por Turno, rey de los rótulos.
450
copabanesco dentro de los estudios literarios. Esperamos, así, poder dar mayor
lugar a esa reconsideración en trabajos futuros.
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452
A fines de 1690, tras haber ejercido durante seis años el cargo de virrey del
Perú, el duque de la Palata, Melchor de Navarra y Rocafull, dejaba las costas
del territorio que había gobernado para volver a España. Junto a él se embarcaba
un joven criollo a quien el saliente virrey había ofrecido su protección: Lorenzo
de las Llamosas. El duque de la Palata no volvería, sin embargo a ver su tierra
de origen: al llegar a Portobelo fue aquejado de unas fiebres altas y falleció
pocos días después. Tampoco el joven criollo volvería a ver la suya, pues sigui-
endo a la familia del difunto duque continuó su rumbo hacia Madrid.
La temprana salida del Perú, cuando tenía aproximadamente veinticinco años
de edad, y el carácter marcadamente cortesano de su producción son probable-
mente la causa del escaso interés que la figura y los escritos de Lorenzo de las
Llamosas han despertado entre los investigadores del periodo colonial peruano.
Si bien las primeras referencias a su producción teatral por Lohmann Villena en
1941 y luego la publicación de algunos de sus textos por Vargas Ugarte en 1945
permitieron que el nombre de Lorenzo de las Llamosas ocupara un modesto (y
no siempre bien considerado) lugar en los manuales del teatro hispanoamerica-
no, hubo que esperar prácticamente hasta la década de 1990 para que aparecie-
ran nuevas contribuciones de interés sobre él.
El hecho de que la mayor parte de su producción haya sido escrita en el
Viejo Mundo y de que sólo una de sus obras trate directamente de asuntos vin-
culados al Perú (el Manifiesto apologético, relación del gobierno del virrey
duque de la Palata) podría hacer dudoso el lugar de Lorenzo de las Llamosas
dentro de la historia de las ideas del Perú colonial. Sin embargo, en este trabajo
intentaré mostrar que tanto esta obra como la comedia También se vengan los
dioses, escrita en Lima en 1689, son un testimonio principal de la posición de la
elite criolla frente al poder virreinal en las últimas décadas del siglo XVII.
Un rápido recuento de la producción de Lorenzo de las Llamosas permitirá
situar la peculiaridad de las dos obras en que pretendo detenerme. Aunque el
propio autor recordaba haber escrito en su juventud un poema en homenaje a los
años del rey Carlos n por encargo del virrey duque de la Palata, no hay vestigios
456
1
Llamosas se refiere en dos oportunidades a esta composición: en el prólogo "Al que
leyere" del Manifiesto apologético (1692), donde declara que la obra fue compuesta por orden
del duque de la Palata, y en un pasaje de la Ofrenda política (1695, 3), donde declara que tenía
"poco más de veinte años" cuando la escribió. De este par de datos se deduce que tal poema
debió de escribirse entre los años de 1682 y 1688, que son aquellos en los que el duque de la
Palata pudo presidir como virrey del Perú un homenaje a Carlos II en el día de su nacimiento.
Por tanto, la fecha del nacimiento de Llamosas podría situarse aproximadamente entre 1661 y
1667. Lohmann Villena (1945) da como fecha aproximada el año de 1665, pero esto sólo
puede aceptarse como un cálculo promedio.
1
El único ejemplar conocido por mí de esta obra se encuentra en la Biblioteca Nacional de
Lisboa y está mutilado. Aparece mencionado por primera vez en Zugasti (2000, 73).
3
Véase al respecto el estudio bibliográfico efectuado por Zugasti (2000).
457
4
Se conserva en manuscrito en la Biblioteca Nacional de Madrid, Ms. 9989.
5
La reseña bibliográfica más completa de la producción de Lorenzo de las Llamosas se
halla en Zugasti 1999, 403-405, complementada en 2000 con la inclusión del Epitalamio. Los
datos sobre la biografía de Llamosas proceden de Lohmann Villena 1945, 296-303 y Vargas
Ugarte 1950, V-XXXI. Zugasti 1997, 556-563 (resumido en id. 1999, 400-403) recoge y
amplía las noticias proporcionadas por estos autores. Fuera de la edición de las piezas breves
458
de las Llamosas emprendida por Zugasti (1997 y 1999), la obra de las Llamosas que más
atención ha merecido recientemente por parte de la crítica es su comedia Destinos vencen
finezas, sobre el mito de Dido y Eneas: Riña Walthaus estudió la adaptación realizada por
Llamosas del episodio de la Eneida en su festejo palaciego; por su parte, Juan José Carreras
ubicó la edición extraviada de la música de Juan de Navas para esta comedia y efectuó su
estudió bibliográfico e histórico. Esta comedia ha sido reeditada recientemente como parte de
una antología del teatro virreinal peruano (Silva-Santisteban 2000, 411-S59).
6
Citado en Vargas Ugarte 1950, XXXs.; en general sobre los manuscritos ubicados del
Demofonte y Filis, véase ibíd., XXIX-XXXI. Otro de los problemas es que sólo uno de estos,
el denominado Velasco (por su original poseedor, el Padre Juan de Velasco), lleva fecha, y
esta resulta bastante tardía: 13 de noviembre de 1730. Llamosas dejó Lima a fines de 1690 y,
por tanto, de ser el autor del Demofonte, este debió de ser escrito antes de ese año. Respecto
de los criterios editoriales practicados por Vargas Ugarte, hay que seflalar que son más que
discutibles. Además de la carencia de cualquier intento de establecer lafiliaciónde los testimo-
459
nios, suprime a su gusto octavas del poema (cf. 1950, XXXI). Lamentablemente los cuatro
manuscritos que Vargas Ugarte consigna son de difícil acceso y, por tanto, al tener que basarse
en su dudosa edición, toda afirmación crítica sobre el texto de esta obra resulta, por el momen-
to, necesariamente provisional. Antonio Alatorre se manifiesta también en contra de la atribu-
ción del poema a Llamosas sobre la base del "abrumador testimonio de los incontables manus-
critos, portugueses sobre todo, en quefigurael nombre de su verdadero autor, frei Antonio de
Chagas (llamado en el siglo Antonio da Fonseca Soares)" (1980, 463 n.). Según informa
Vargas Ugarte, el Padre Juan de Velasco consigna en el manuscrito que poseía la atribución
del Demofonte a este autor (a quien llama fray Antonio de las Llagas), pero se declara con-
trario a esta opinión (1950, XXI). El asunto, como se ve, es complejo y exige un estudio
filológico más detallado. Por su parte, el Telémaco en la isla de Calipso de Bermúdez de la
Torre ha sido editado por primera vez en afios recientes por César A. Debarbieri, a partir del
manuscrito único que se conserva en la Biblioteca Nacional de Lima. Además del mencionado
artículo de Hopkins Rodríguez, es de interés sobre esta obra el trabajo de José Navarro
Pascual. La presentación de Debarbieri a su edición es, en cambio, de escasa utilidad. Particu-
larmente su explicación sobre las coincidencias entre los poemas de Llamosas y de Bermúdez
(en: Bermúdez 1998, 14) resulta particularmente abstrusa.
7
El Telémaco debió de ser compuesto después de esta fecha y antes de setiembre de 1705,
cuando muere en Lima el conde de la Monclova, a quien se dedica la obra como virrey del
Perú; sin embargo, el manuscrito conservado está fechado en 1728.
460
tituye algunas palabras por sinónimos o efectúa cambios menores que mantienen
el sentido original; en otros casos, escribe versos nuevos, pero aún así, mantiene
a veces las palabras que marcan la rima en el poema de Llamosas8.
Lo que me interesa aquí resaltar de estas relaciones textuales es que sin duda
el manuscrito de También se vengan los dioses y seguramente también el de
Demofonte y Filis formaban parte del archivo con el que un autor como Bermú-
dez de la Torre trabajaba en Lima a inicios del siglo XVIII. No sabemos si el
nombre de Llamosas, quien había partido hacia España en 1690, se había borra-
do de la nómina de escritores criollos del Perú por olvido o por envidia9. En
cualquier caso, sus obras, conservadas seguramente en la biblioteca del palacio
virreinal, fueron vistas como piezas de interés y aprovechadas por un autor co-
mo Bermúdez, miembro de la elite de escritores criollos del entorno de la corte
virreinal. Ello invita a reconsiderar la obra de Llamosas en ese contexto.
10
Susana Hernández Araico (1996, 1998, 2001) ha dedicado varios trabajos al estudio de
la teatralidad y la significación histórica de esta comedia y su respectiva loa. La autora pone
en duda que la obra de Llamosas haya sido representada en el Perú (1996, 323s.). Discuto su
opinión sobre este tema en mi libro sobre el teatro cortesano en Lima durante el virreinato, de
próxima aparición.
462
" He analizado en otras oportunidades los recursos simbólicos de que se sirven autores
criollos como Pedro de Peralta en el contexto de las celebraciones imperiales.
463
12
£1 texto de la loa de También se vengan los dioses ha sido publicado por Zugasti (1997),
quien prepara una edición completa del festejo teatral. Remito en las citas a esta edición de la
loa, aunque cotejo el texto con el del manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid. Algunos
errores de lectura que aparecen en la edición de 1997 (el más grave de ellos, la transcripción
de "rimar" en lugar de "Rímac", nombre del río que atraviesa la ciudad de Lima, en el verso
80) han sido corregidos por él mismo en su edición en curso de preparación, la cual he tenido
la oportunidad de consultar. También Zugasti anuncia la edición del Manifiesto apologético.
Véase su estudio sobre esta obra (2000). Esta obra se halla también incluida en el tomo de
obras de Llamosas preparado por Debarbieri.
13
Resumo a continuación parte de un texto más amplio sobre la comedia También se
vengan los dioses, que procede de mi libro sobre el teatro cortesano en Lima entre ñnes del
siglo XVH e inicios del siguiente, de próxima publicación. El espacio aquí disponible me
obliga a reducir aquí mi argumentación al análisis del motivo solar en la loa de También se
vengan ¡os dioses y en el Manifiesto apologético, y a dejar de lado, por el momento, un
estudio más pormenorizado tanto de la comedia como de las dedicatorias que encabezan el
manuscrito, así como de otros elementos simbólicos (la correspondencia entre el escudo de la
ciudad de Lima y la autoridad del virrey sobre todo) en estas obras.
464
14
El propio duque de la Palata reseña la controversia y expone sus argumentos en su
Relación (en: Hanke 1979-80, VI, 32-63).
467
13
Se menciona esta circunstancia en la carta del propio conde de la Monclova a la que
aludo de inmediato (en: Moreyra y Paz-Soldán /Céspedes del Castillo 1954,1, 29).
468
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—. 1950a. Obras. Edición de Rubén Vargas Ugarte. Lima: Studium (Clásicos
Peruanos, 3).
- . 1950b. También se vengan los dioses. En: id. 1950a, 139-215.
—. 2000. Obra completa y apéndice. Edición de César A. Debarbieri. Lima:
César A. Debarbieri.
471
—. 1999. Edición crítica del teatro cómico breve de Lorenzo de las Llamosas:
"El astrólogo" (saínete) y "El bureo" (baile). En: José Antonio Rodríguez
Garrido; Ignacio Arellano (eds.). Edición y anotación de textos coloniales
hispanoamericanos. Navarra: Universidad de Navarra/Madrid: Iberoamerica-
na/Frankfurt: Vervuert, 399-439.
—. 2000. La literatura al servicio de la historia: el 'Manifiesto apologético'
(1692) de Lorenzo de las Llamosas al duque de la Palata, virrey y mecenas.
En: Ignacio Arellano; José Antonio Mazzotti (eds.). Edición e interpretación
de textos andinos. Pamplona: Universidad de Navarra/Madrid: Iberoamerica-
na/Frankfurt: Vervuert, 65-86.
¿"Añoranza de la metrópoli" o expresión de una
conciencia criolla? El Bernardo o Victoria de Roncesvalles
de Bernardo de Balbuena
Verena Dolle
1
El tema del presente artículo es parte de mi tesis de habilitación en preparación sobre la
temática de la conquista en la épica americana.
2
Pitterò Ramírez 1998, Peña 2000 y Avalle Arce 2000 ofrecen, aunque sin un plantea-
miento específico de la cuestión, una visión de conjunto de las obras pertenecientes a la épica
americana.
3
Sobre la relación entre ambas, véase el libro de Nicolopulos 2000. Cf. el artículo de
Dieter Janik en este mismo volumen sobre la "materia de Arauco".
4
Cf. la visión de conjunto en Avalle Arce 2000, 45s.
5
Así, Giuseppe Bellini niega rotundamente la pertenencia del Bernardo a la épica
americana: "Sea como fuere, el poema no tiene nada que ver con la épica americana" (1997,
127), opinión ésta de la que disiento, como se verá a continuación.
6
Cuando se toma en consideración la fecha de publicación, las cifras se reducen un poco:
fueron publicadas en la época las siete obras de temática religiosa, dos de temática fantàstico-
medieval y 14 de temática histórica, el resto se ha conservado en manuscrito.
474
7
Además de El Bernardo, existen el Poema del asalto y conquista de Antequera, poema de
ciudad liberada inspirado en Tasso del antequerano Rodrigo de Carvajal y Robles (1627) y El
Vasauro, poema de linajes de Pedro de Oña, conservado en manuscrito fechado en 1635; cf.
Piñero Ramírez 1998,183. La epopeya fantástica de Balbuena (24 cantos, 5000 octavas) narra
la historia de Bernardo del Carpió —persona ya mencionada en las crónicas medievales— desde
su primera aparición en el Canto III como un joven valiente y bravo hasta la batalla de Ronces-
valles y la victoria sobre Rolando y sus paladines en el último canto. El poema contiene
innumerables héroes además de los protagónicos, una acción principal entretejida de numerosos
argumentos secundarios, con luchas, encantamientos, diferentes escenarios como grutas,
castillos bajo tierra, un viaje en nave aérea a América, etc. El hecho se sitúa temporalmente
—excepto la visión prospectiva al tiempo de la conquista— en la época de soberanía de Alfonso
el Casto (791-842). Cf. asimismo los resúmenes sumario y detallado de Van Horne 1927,34-44
y 45-101.
* Así lo dejaron traslucir los autores de las primeras obras españolas basadas en el Orlando,
Espinosa (Segunda parte de Orlando, Zaragoza, 1555) y Garrido de Villena {El verdadero
successo de la famosa batalla de Roncesvalles, Valencia, 1555). En este proceso y dentro del
ámbito de la producción de las epopeyas rolandianas en España se manifiesta la estilización
progresiva de Bernardo del Carpió, conocida figura de las crónicas y del Romancero (sobre
Bernardo del Carpió como héroe en el Romancero cf. Primavera y flor de romances 1945,93-
102 y el agrupamiento de varios romances en el Romancero General 1945, 417-439; sobre el
papel ya sobresaliente que le está asignado en las crónicas (el Tudense, el Toledano, Primera
Crónica General) cf. Milá y Fontanals 1959, 209-240). Este personaje aparece durante el
transcurso del siglo XVI cada vez más elaborado, tipificando claramente las rencillas bélicas
entre Francia y España de la segunda mitad de siglo XVI (cf. sobre la temática del Bernardo
y la relación con el contexto contemporáneo Chevalier 1966, 122-127). Resulta interesante
observar, opina Chevalier, que el número de víctimas francesas aumenta durante el siglo XV
y la primera mitad del XVI, el encuentro entre ambas naciones se torna más importante y la
475
identidad de los guerreros más precisa, al mismo tiempo que la historia del vasallo rebelde va
desapareciendo progresivamente (1966, 124). El punto culminante de la producción sobre
Bernardo se alcanza en la década de 1580 con Agustín Alonso, Barahona de Soto y un
desconocido licenciado de nombre Castro Gallo (cuyo texto no se conservó), pues, según
Chevalier: "Plus que jamais, le Léonais exerce un attrait profond sur les imaginations poétiques
dans les années 1580. [...] Les exploits de Bernard préfigurent la grandeur de l'Espagne
moderne" (ibíd., 203). En las Hazañas de Bernardo (1585, cf. ibíd., 196s.) de Alonso,
Bernardo se convierte en el personaje principal, sin que le sea asignado ningún descendiente
ilustre, lo cual sucede por primera vez en la obra de Barahona de Soto, Las lágrimas de
Angélica de 1586, en la cual Bernardo pertenece a los Girones (ibíd., 221). Sobre el tema de
la genealogía en Balbuena y del elogio de los Castras, que, no obstante, no ocupa un gran
espacio, cf. ibíd., 371.
9
Eso no quiere decir que estas obras no contienen referencias contemporáneas según la
tradición del género, sino que las mismas no se refieren al Nuevo Mundo. Así, por ejemplo,
se pueden observar saltos temporales entre la Edad Media y la época contemporánea en la obra
de Espinosa, el elogio de soberanos contemporáneos y una mención a la unión de Felipe II con
María Tudor por Garrido de Villena (cf. Chevalier 1966, 107-129). Ariosto se refiere al
descubrimiento de América y a las hazañas de Carlos V en el Canto XV, 18-36 del Orlando
Furioso, canto añadido en la edición de última mano de 1532, siendo ésta la primera mención
de dicho evento en la épica (cf. Kristal 1999).
10
"Aquel por tantos mares venturosos/ En pequeños bajeles engolfado,/ Es Hernando
Cortés, quien en mil colosos/ Su nombre ser merece eternizado:/ Descubrirán sus ojos
venturosos,/ Y rendirá su esfuerzo afortunado/ Otro mundo, otro cielo y otro polo;/ Que es
poco para él un mundo solo" (Lib. II, 165a, 1); también Lib. IV, 179a, 5, donde el ángel
custodio de España anuncia a los demonios que quieren destruirla que ésta obtendrá un nuevo
mundo en recompensa por su fe católica: "Antes á su católico monarca/ Un nuevo mundo ha
dado, y nueva gente/ Donde corra su ley, y ponga marca/ Desde el alba á las sombras del
poniente;/ Y una ignota nación, que ahora embarca/ El feo Carón sobre su lago ardiente,/
Despierte con su luz á nueva vida,/ Del mortal sueño en que la veo dormida". Las citas del
Bernardo provienen de la hasta ahora única edición completa de 1945 (BAE, 17). La única
476
2. referencias dentro de la trama de acción del viaje aéreo por el mundo hasta
América que hace el mago francés Malgesí junto con tres guerreros, el rey persa
Orimandro, el paladín francés Reinaldos y el gigante Morgante.
El viaje empieza en el Lib. XV (302b, 6); interesantes para nuestra perspectiva son los libros
XVI (descripción de Francia y España, anunciación del descubrimiento de un mundo nuevo
(313a, 7; 315a, 5s.) tanto como la "monarquía mundial" (311b, 7); discusión de concepciones
del mundo actual y futura (314b, 8-315a, 4), XVm (viaje a América de paso por la Luna,
donde se nombran una serie de lugares desde Patagonia, Brasil, los Andes, Potosí, Chile,
Cuzco, Quito, Panamá, Nicaragua, Tabasco y Guatemala (331b, 3-7) hasta el territorio de
México donde las menciones se hacen un poco más detalladas (ibíd., b, l-8-332a, 2) y referen-
cias al lugar de redacción de la obra por el yo-poético (ibíd., a, 3-5). El viaje se termina con
un aterrizaje forzado por las fuerzas mágicas de un mago residente en un volcán entre "Tlasca-
la y Méjico", Tlascalan(ibíd., 332a, 5-b, 6). Aquí empieza el episodio "mexicano" del poema
propiamente dicho, con descripciones de la cueva del mago, de la subida a la cumbre del
volcán, una referencia a autóctonos que bailan y un monólogo del mago Tlascalan (ibíd. 332b,
7-335b, 4). En el Lib. XIX (336a, l-340b, 5) este último presenta partes de la historia precorte-
siana tlaxcalteca, la Conquista (esas 18 octavas comprenden una unidad bastante completa cuyo
tema central son las hazañas de Cortés, 336a, 4-337a, 3), la futura historia de España hasta los
Reyes Católicos, y después, el descubrimiento por Colón (otra unidad bastante completa de 16
octavas con referencias a la fortuna tornadiza de Colón, 339b, 3-340a, 8). Después de haber
mencionado a Carlos V ("Un sol que al mundo dé en vuelta prolija/ Lumbre y amor, honor y
miedo al suelo,/ Y a su ley santa en riendas de oro atilde/ Al soberbio aleman y al indio
humilde". Ibíd., 340a, 9) el episodio (y con eso, las referencias a América) se termina abrupta-
mente con la muerte de Tlascalan —sea por las fuerzas mágicas de Malgesí, sea por un
terremoto (ibíd., 340b, 2-5)— y el despegue del grupo.
Lo que propongo a continuación, es una relectura del Bernardo dedicada a las
cuestiones siguientes: ¿Qué se puede deducir de los pasajes del Bernardo relati-
vos al Nuevo Mundo y su conquista sobre la formación de la cultura virreinal a
principios del siglo XVII? ¿Qué imagen de España, de su proceder en el Nuevo
Mundo y de las relaciones entre ambos se ofrece? Para ello, me serviré —par-
cialmente— de la terminología de los estudios coloniales recientes, centrándome,
primero, en la presentación de la Conquista (O) y, segundo, en la relación entre
Nuevo y Viejo Mundo, entre periferia y metrópoli (III). Por último, quisiera
plantear la cuestión del motivo que tuvo el autor para tratar este tema, aparente-
mente tan exótico y, en relación a ello, lo que se puede derivar de eso en cuanto
a una posible expresión de una conciencia criolla (IV).
Antes de pasar al poema que nos ocupa, quisiera esbozar brevemente el
estado actual de la investigación sobre Balbuena. A pesar de que el aspecto de
edición más moderna es la de Jitrik 1988, pero sólo comprende extractos. Cito indicando libro,
número de página, columna y estrofa de la correspondiente columna.
477
11
Excepto por algunas páginas de las monografías sobre Balbuena de Van Horne y Rojas
Garcidueñas. Cabe advertir que, al indicar las ideas principales del Bernardo, Van Home ni
siquiera menciona la palabra clave Indias ni América ni Conquista, pero sí se refiere varias
veces a México como lugar de residencia del autor (por ej. bajo "Science" y "Nature" 1927,
120s.; 127) aunque le denomina "truly Spanish poet", ibíd., 123). Rojas Garcidueñas (19S8,
146-149) sólo se refiere a las vistas panorámicas de México y deja de lado las referencias a
Colón, Cortés y los autóctonos.
12
Cf. Chevalier 1966, ver nota 8 arriba; Triviños 1981a, 102; Avalle Arce 2000, 91.
13
Triviños 1981b, 116s. Triviños (1981a y b) supone que el carácter estabilizador del
sistema del Bernardo, que propugna los mitos imperiales de dominio y grandeza imperial, es
el causante del poco interés que ha despertado la obra en la investigación moderna. No obstante,
esto no puede resultar decisivo, pues dicha intención puede ser atribuida también a la Araucana
y en principio a toda epopeya sobre hazañas nacionales y héroes (sobre la tematización de la
grandeza imperial en la Araucana cf. por ejemplo Goic 1996 y Kristal 1999).
14
Sobre esto, cf. Picón Salas 1944, Pascual Buxó 1993, 21 ls., sobre Manierismo y
Barroco, Triviños 1981a/b, Sabat-Rivers 1994, Roggiano 1998, Pierce 1968, Chevalier 1966,
Rojas Garcidueñas 1958, Rodilla 1996, Van Horne 1927. Bechara (1998, 141) se declara en
contra de la idea de un estilo barroco americano. Sobre imitatio y emulatio de modelos euro-
peos, cf. Moraña 1994b.
478
15
Existe una cierta tendencia (cf. Mazzotti 2000c, 157, n. 8; Sabat-Rivers 1994,64) a ver
como criollo a Balbuena a causa de su prolongada estancia en las Indias y por haber estado
relegado —como lo estuvieron en ciertos aspectos los criollos— y no haber alcanzado un cargo
relevante. Empleado de esta manera, la acepción del término "criollo" tiene un fundamento
"más bien social y legal, antes que estrictamente biológico" (Mazzotti 2000b, 11).
16
Moraña (1994c, 32-35) postula una conciencia criolla para la Grandeza mexicana de
Balbuena y habla en general de una conciencia de originalidad y heterogeneidad como
características identificadoras de una conciencia criolla. Cf. para este tema también Sabat-
Rivers (1994, 62s.) quien constata cierta conciencia de ser americano y de identificación con
México —rasgos de un discurso "anti-hegemónico"— en la Grandeza mexicana y el Compendio
apologético de Balbuena, pero admite al mismo tiempo su carácter "ambiguo y contradictorio".
Ya Menéndez Pelayo habló en relación a la Grandeza mexicana del "nacimiento de la poesía
americana" (1948,1, 52); cf. también Mazzotti (2000b, 14), quien apunta que las "descrip-
ciones superlativas de ciudades o territorios americanos revelan más bien el perfil psicológico
de sus autores, su locus subjetivo de enunciación, y, consecuentemente, su constitución como
sujeto de discurso y como sujeto social".
17
En cuanto a algunas descripciones de montañas españolas, Van Horne anota (1927,127):
"It is tempting to assume here that Balbuena had in mind the Mexican mountains by which he
was surrounded. If so he furnishes an exception to the general practice followed by poets who
lived in the New World, but were impressed by human activity and classical or renaissance
convention, rather than by the virgin nature around them". Los datos biográficos sobre la vida
del autor son muy escasos hasta 1610, fecha de su llegada a Jamaica. A partir de entonces, y
hasta su muerte en 1627 como obispo de Puerto Rico (cargo ejercido desde 1623), la
documentación es más abundante. Consecuencia del carácter indirecto de la documentación en
la primera etapa son las dos diferentes versiones de su traslado a Nueva España: los dos
esbozos biográficos más recientes, basándose en estudios anteriores, sostienen que llegó cuando
tenía dos o 20 años (González Boixo 1989, 9s. y Jitrik 1988, 12 respectivamente). Hay
concordancia en cuanto al viaje a España en 1606, donde se quedó hasta 1610. Fue nombrado
abad de Jamaica el 29 de abril de 1608, había obtenido el grado de doctor en Sigttenza hacia
1607/08 y trató entonces de publicar el Bernardo por primera vez.
18
Ménendez Pelayo 1948,1,48. Pfandl: "El Bernardo es un fantástico canto triunfal sobre
la historia y la grandeza de España, penetrado del paisaje español en todas las descripciones de
tierras fabulosas" (1952, 575). Sin embargo, Rojas Garcidueñas advierte que se trata de un
479
paisaje deliberadamente imaginado, más o menos arbitrario y que Balbuena visitaría España
por primera vez después de haber acabado el Bernardo <1958, 145, n. 135). Balbuena repre-
senta para Bechara (1998, 147) una "naturaleza importada", no un paisaje americano. Picón
Salas es partidario de la tesis de un barroco americano y ve a Balbuena como su mayor repre-
sentante, lo llama su "Ariosto tropical", con características típicas como exotismo y exuberan-
cia, también referidas a sus representaciones de la naturaleza (1944, 146s.).
480
19
Los moros bajo el rey de Argel, Rodamonte, son "codiciosos de saco y partija" (Lib. I,
149a, 2).
20
En el consejo de guerra de losfrancosseñala el sabio Malgesf que lasriquezasde Espafía,
su "rico y fértil suelo/ [...] puede con sus venas de oro/ Dar codicia" (Lib. m , 173a, 7). Este
objeto de codicia se traslada al presente contemporáneo del Nuevo Mundo, cuya riqueza el
mago autóctono enfatiza una y otra vez (ver abajo).
21
"Tú [Juan de Austria] solo á mil regiones poderosas/ Pusieras yugo y freno concertado,/
Desde donde se hiela el fiero escita,/ Adonde el abrasado mauro habita" (Lib. n, 165a, 6).
481
II, 157), se refiere el origen de los godos en España —de cuyo linaje desciende
el héroe principal, Bernardo del Carpió—junto con la apreciación explícita de su
proceder como "justo".
En el primer pasaje, el consejo de guerra de Francia aconseja sobre las
medidas a tomar contra España tras un sueño de Carlomagno cargado de presa-
gios negativos. En ese momento hace su aparición Montesinos, enviado del
emperador español Alfonso I a la corte francesa, quien ya había puesto de relieve
anteriormente su identidad española22. Él desaconseja claramente la guerra contra
los españoles, pues ésta significaría "dar rendida España á Berbería" (ibíd., a,
9). Si debe haber guerra, que sea entonces contra los infieles23. En seguida,
Montesinos esboza el ideal del soberano sabio y bueno que no debe dejarse
dominar por sus afectos ni su ambición:
El desnudar el alma de ambiciones,/ Mostrar la saña y cólera medi-
da,/ Y en freno de oro gobernar pasiones,/ Dando á las leyes con la
suya vida,/ Es propio de cesáreos corazones,/ Del pecho real la
senda mas sabida:/ Esto es ser rey, reinar en sí primero,/ O sea el
reino un lugar ó el mundo entero (ibíd., a, 10, cursivas mías).
El autocontrol del Emperador, según Montesinos, es esencial e independiente de
que el reino sea minúsculo y fácil de abarcar o bien comprenda un imperio
entero. Con ello se hace referencia no sólo a Carlomagno, a Francia y al sobera-
no francés de aquella época, Enrique IV (1589-1610), sino a todo soberano,
incluido el español y su pretensión de soberanía mundial.
Además del comportamiento adecuado del buen soberano, Montesinos
esboza también algunas reglas de expansión y conquista, reglas que están dentro
de las referencias a la política actual y contemporánea y que son muy francas:
22
Eso es un hecho esencial para el mensaje ideológico del Bernardo: se advierte que
Montesinos encuentra, luego de regresar a España, a Dios, y con ello, implícitamente, la fe
verdadera, y que él se reconoce en esa patria: "aunque de Flándes vengo/ De España soy, por
español me tengo" (Lib. XXII, 371a, 3). El anacronismo de la declaración, en cuanto al plano
de la acción, acentúa los problemas que España tuvo con F1 andes a finales del siglo XVI y
principios del XVII; de modo que en el momento de ser amenazada la unidad del imperio español
europeo, evidentemente pareció necesario evocar esa unidad y enfatizar la cualidad de España de dar
y asegurar una identidad común. Asimimo, cabe destacar que este pasaje no deja traslucir ninguna
toma de posición que sería explícitamente novomundana, sino que la idea superior de la patria
española permanece más bien intacta.
23
Ibíd., a, 8. Van Home (1927,96) indica que este punto de vista —la preferencia de luchar
contra árabes antes que contra cristianos—, ya se encuentra en Ariosto (Orlandofurioso, c. XV,
99).
482
24
Ibíd., b, 1. Resultaría exagerado, sin duda, suponer una critica explícita a las numerosas
guerras de España en Europa en las octavas citadas porque, como mostraremos más adelante,
se atribuyen a la patria intereses superiores y una misión espiritual. No obstante, no quisiera
descartar esta posible lectura —que hace evidente el vacío en la argumentación de Balbuena—
porque, de hecho, la referencia al destinatario "España" podría verse a través de la expresión
"mundo entero", pues España era en aquella época la única potencia mundial europea.
25
La idea de una contraconquista española del reino árabe, que resonaba en el elogio de
Juan de Austria y la queja por su muerte prematura (ver nota 21), caería también bajo esta
crítica de la expansión que hace Montesinos, pero no vuelve a ser mencionada.
483
26
Para un esbozo de esta discusión iniciada por fray Antonio de Montesinos en 1511 hasta
las discusiones universitarias sistemáticas en los años 1530 cf. los artículos en La ética de la
Conquista de América 1984; para el tratamiento de esta cuestión por los humanistas y los
escolásticos españoles véase Kohut (en prensa).
27
"Que no habrá guerra injusta si la abona/ La grave autoridad de tal persona [ = César]"
(Lib. XXH, 371b, 9). Según Maquiavelo, ciertas características son importantes para un
gobierno exitoso, pero no es necesario poseerlas, sino que es suficiente fingirlas. El exitoso
tratado antimaquiavélico español, más cercano a los ideales cristianos y que se opuso a esta
idea, fue el de Ribadeneyra (en varias ediciones en latín (1595) y en romance (1601): Tratado
de la religión y virtudes que debe tener el príncipe cristiano para gobernar y conservar sus
estados (cf. sobre la mesura de los afectos auténtica o fingida Maquiavelo 1981, cap. XVIII,
68s. y Ribadeneyra 1601, 459s.).
28
Fisch (1984, 170) señala que a principios del siglo XVII, Grotius (De jure belli, 1625)
aúna en gran parte teoría política y práctica y sustituye el concepto de guerra justa por el de
guerra formal, en cuanto que los requisitos de esta última son el liderazgo de un soberano y la
entrega de una declaración bélica formal. En torno a la discusión española sobre la posición
jurídica internacional de los territorios transatlánticos, cf. Fisch 1984, 209-246.
484
de conquista, sino con intentos pacíficos al oeste europeo (es decir, la Península
Ibérica) en busca de una nueva tierra —"región prometida por el cielo" (ibíd., a,
2)—, como lo sugiere el pasaje siguiente:
No salieron con pechos ambiciosos/ A solo hacer alarde de valien-
tes; Mas con la paz pidiendo, aunque briosos,/ En que habitar luga-
res suficientes: No guerra, campos piden anchurosos,/ Del gran
derecho usando de las gentes;/ Que el pueblo que en su tierra no
cabia,/ Que se llegue permite á la vacia.// Negó el Imperio la de-
manda justa J Y la inquietud parió desasosiego;/ Que es hacer guer-
ra justa de la injusta,/ Negar lo justo de un humilde ruego29.
Cabe destacar aquí los epítetos de demanda y guerra, a saber, justa e injusta, y
la nominalización "lo justo", pues legitiman la expansión gótica al oeste pasando
por alto cualesquiera aspectos violentos que hubo en la realidad y destacando
más los aspectos del sistema federativo romano en cuanto a la toma de tierra30.
Este pasaje, que designa un proceder justo y bien fundado, empezando por el
léxico utilizado, está, a mi modo de ver, estrechamente relacionado con el citado
anteriormente y determina los límites entre una guerra injusta de conquista —que
se atribuye a los franceses— y una guerra, o, dicho de una manera más neutral,
un "proceder justo" —que se atribuye a los españoles. Esta relación con la época
contemporánea resulta aún más evidente cuando se tiene en cuenta que los reyes
castellanos se entendían como causahabientes de sus precursorses godos, con
derechos jurídicos derivados de ellos31. Merece destacar el hecho de que este
pasaje contiene otra referencia a la actualidad española: el argumento alegado en
el texto para justificar el proceder godo (pedir tierra para poblarla) es obviamen-
te muy similar a la argumentación de Francisco de Vitoria sobre los títulos
legítimos de la Conquista de América. En sus Relectiones de Indis de 1539,
Vitoria cita la libertad de asentamiento y comercio como primer título jurídico
29
Lib. n, 157a, 3, cursivas mías. Sobre los ensayos de explicar y legitimar el éxito
visigodo, es decir la instalación de su reino, a pesar de no ser católicos sino, al prinicipio,
arianos, cf. Bronisch 1998, 47-52. Cabe destacar que Balbuena emplea este mismo motivo de
la valentía de los visigodos como ya lo hizo Isidoro de Sevilla, pasando por alto la cuestión de
su religión.
30
Cf. sobre la idealización de los godos también Messmer 1960.
31
Cf. Fisch 1984, 47 con más referencias bibliográficas.
485
32
Cf. Fisch 1984, 216 y Vitoria 1967, 78 (De Indis I 3, 1): "Hispani habent ius peregri-
nandi in illas provincias et illic degendi" ("derecho a recorrer aquellos territorios y a per-
manecer allí") y en cuanto al comercio ibíd., 80 (De Indis I 3, 2): "Licet hispanos negotiari
apud illos".
33
"[El cielo] Hará volar con soberanos fines/ Del ligurio Colón los pensamientos,/ Que,
mudando los hombres en delfines,/ Domará el mar y enfrenará ios vientos; A llegando á las playas
y confines/ Que á este incógnito mundo dan cimientos,/ Alegres,viendo su encubierta gente,/ Della
cargados volverán á oriente" (339, 2,3). La primera tematización de Colón como héroe de una
epopeya (en lengua latina) aparece, según Gil (1983,230s.), gracias al italiano Gámbara en el año
1581 (De nauigatione Christophori Colitmbi libri quattuor), y posteriormente en la Columbeide d
Julio César Stella (1589, cf. Yruela Guerrero 1992, 187). Pascual (1992, 182s.) supone que los
españoles no tenían interés en elevar a Colón, un extranjero, a la categoría de héroe, siendo como
es la epopeya un género patriótico casi por definición. La alusión al destino cambiante y a la
ingratitud hacia Colón (Balbuena 1945, Lib. XIX, 339b, 9) se torna más comprensible con la
referencia al "merecido" sucesor del descubridor, su bisnieto Ñuño Colón, duque de Veragua y
marqués de Jamaica en la época en que Balbuena residió en la isla (cf. ibíd., 340a, 4s.) y se revela
pues comoreferenciaautobiógráfica. Ñuño Colón, conde de Gelves, era el nieto de Isabel, hermana
del primer duque Diego Colón, hijo de Cristóbal, y casada con Jorge Alberto de Portugal.
486
34
Del mismo modo ocurre en el intertexto más importante de la obra de Balbuena, el
Orlando furioso (c. XV, estr. 27). Sobre las representaciones literarias de Cortés en el siglo
de oro cf. Reynolds 1978.
35
"Barrenar de su flota el frágil leño/[...] hecho fué osado.// [...] ni el abrir ciego postigo/
Al mejicano pantanoso cieno/ Con bergantines y chalupas puestas/ De diez mil hombres en las
corvas cuestas:/ [...] Desta hazaña [ = captura de Moctezuma] iguala el fundamento" (ibíd.,
336b, 8; 10-337a, 1). El episodio del barrenar las naves es retomado por muchos escritores de
la época (cf. Reynolds 1978, 105-114), mientras que el de los bergantines no ha sido tratado
tanto. Para el tratamiento de este episodio en las crónicas y los poemas épicos hasta Balbuena
véase mi articulo (en prensa).
34
"Ya de un Cortés caudillo el pecho honroso/ Premio á mis ricas esperanzas siento,/ Y la
gloria del hecho mas famoso/ Que caber pudo en cuerdo atrevimiento:/ Insigne hazafla de ánimo
brioso/ Será dar velas al mudable viento,/ Y embestir bravo, desde el mar profundo,/ Con un
tasado campo los de un mundo" (Lib. XIX, 336b, 7).
17
Cf. Ariosto 1991, IX, estr. 88-91. Muirá (1994) investiga la relación de las epopeyas
renacentistas con el mundo militar de la época, es decir, en qué medida éstas tematizan las técnicas
de lucha, los avances en armamento etc. o permanecen estancadas en un ideal heroico anacrónico.
487
M
Cf.:" ¡Bella osadía, con campo tan pequeño/ Quererse quedar solo y desarmado" (ibíd., b, 8).
39
"En medio de enemigos tan esquivos/ Que se suelen comer los hombres vivos!" (ibíd.).
Hay que recordar que este hábito sirve para justificar un proceder en contra de los indios que
lo pratican en la Relectio de Indis de Vitoria (cf. 1967, 93, quinto título legítimo).
40
Cf. Maquiavelo 1981, cap. VI, 29s. IIprincipe de 1513 (primera impresión póstuma, en
1532) desempeñó un papel decisivo en el concepto de virtud que debe poseer el soberano
durante el siglo XVI, a saber, combinar virtud y fortuna, aprovechando la ocasión ofrecida por
esta última.
41
Sabat-Rivers critica en este contexto que las hazañas de Cortés fueran descritas como
elaboraciones de la imaginación y ve ahí una devaluación de la persona histórica. Al mismo
tiempo, supone —en el pasaje citado arriba— algo ambiguo e inconscientemente irónico a través
de la pregunta retórica en la descripción de Cortés. Sin embargo, descuida el topos de la
sapientia et fortitudo como características importantes en la descripción literaria de un héroe
(1994, 67s. y Curtius 1993, 179-184); cf. por el contrario la tesis de Triviños, según la cual
todas las hazañas españolas citadas sirven para demostrar la grandeza española: "las hazañas
de Hernán Cortés en el Nuevo Mundo, por ej., evidencian que el heroísmo no es privativo de
Bernardo, sino cualidad típica de los guerreros españoles" (1981b, 111).
488
42
Este pasaje es el segundo lugar en el cual el narrador incluye el elogio de Cortés y la
necesidad de recordar sus actos. (El primer pasaje se encuentra en el Lib. II, 165a, 1: "Aquel
[...]/ En pequeños bajeles engolfado/ Es Hernando Cortés, que en mil colosos/ Su nombre ser
merece eternizado").
43
"Leyes dió al Nuevo Mundo de su mano" (Lib. XIX, 336a, 8). Esta motivación de un
grupo precolombino y su paralelismo con los españoles recuerdan la descripción de la expansión
inca como proyecto civilizador que prefigura el de los españoles en los Comentarios reales del
Inca Garcilaso.
489
44
Cf. Fernández de Oviedo 1992, 46s., e id. 1959, V, 413-418 y las observaciones de
Bénat-Tachot 1996, II, 434-439.
45
Cabe recalcar que esta imagen positiva y global del "otro" cambia considerablemente con
el contacto directo del autor con éste, lo que dejan traslucir los pasajes con tintes
autobiográficos; así en el Lib. XIX (340a, 5) el narrador se refiere a las ventajas materiales de
Jamaica, pero critica las malas cualidades de sus habitantes, "ociosa y descuidada gente".
46
Cf. Adorno 1988 y Morafla 1994c.
490
47
Lib. XIX, 336a, 6. Las intercalaciones entre paréntesis deben ser entendidas como
comentarios del yo-poético, como en el episodio del águila, donde el narrador imagina su fama
poética ("¡extraño c a s o ! L i b . XX, 347b, 3). De ahí podemos concluir que Tlascalan y el yo-
poético no se encuentran muy alejados el uno del otro y que: 1. el yo-poético se identiñca (o
se puede identificar) con la posición del mago autóctono, 2. el yo-poético adopta una postura
crítica no sólo en relación con la conquista, sino también en relación con la codicia material de
España. Merece añadir el hecho de que en esta estrofa se encuentra la única referencia explícita
general a los sucesos violentos durante el proceso de conquista, la "mudable guerra", referen-
cia normalmente suprimida como acabamos de ver.
491
48
Lib. XVI, 315a, 6, cursivas mías. Cf. también Lib. XVm, 331b, 3: "segundo [orbe]/
Que hoy á España tributa y da barata/ La sangre de sus venas vuelta en plata".
49
"Cuando tu patria en nuevas opiniones/ La religión verá que ahora profesa,/ Y en la fe
sospechosa y sus razones,/ Muchas confesará que hoy no confiesa,/ De España los católicos
pendones,/ Y el primer papa en ellos por empresa,/ En señal que es el agua de su fuente,/ A
dar luz bajarán á nuestra gente" (Lib. XIX, 336a, 5). Cabe mencionar el hecho de que en este
pasaje encontramos la Conquista eufemizada: no se habla de individuos como actantes, sino de
la nación española en general como sujeto, y esto desplazado metonímicamente a los "católicos
pendones".
30
Aparte del pasaje ya citado, cf. Lib. XIX, 339b, 2: "Y ambos [Isabel y Fernando],
deshecho ya el morisco bando,/ Del todo limpia su española silla:/ Y por tan santos medios
acribando/ El cielo su católica semilla,/ Su luz abrirá el alba á nuestra gente,/ Y el sol dará en
los mundos del poniente" (cf. también la referencia al final de la Reconquista, Lib. XVI, 315a,
4: "Entonces se verá que, aunque colgada/ La tierra tenga el aire [...] en firme globo de igual-
dad perfeta;/ Y llegará esta edad de oro cargada/ El día que España a hierro y fuego meta/ La
grave carga que ahora le hace guerra/ Y de una ley y un Dios haga su tierra"). Los numerosos
pasajes que destacan la limpieza religiosa de España ponen en duda la tesis de Triviños según
la cual el contraste entre Francia y España en el Bernardo no radica en la fe, sino en la
ambición, los vicios y la virtud (cf. 1981b, 110).
51
En lugar de una crítica de la Conquista de América y una huida de la situación actual
hacia una época precolonial —como supone Sabat-Rivers (1994,65)— El Bernardo presenta más
bien una advertencia de las tentaciones a las que los europeos podrían sucumbir a la vista de las
riquezas materiales del nuevo continente.
492
52
Como modelos literarios para la cueva de Tlascalan (Lib. XVin, 139-146) menciona
Chevalier 1966, 386 los dos siguientes: la Farsalia de Lucano (VI, 670-680) y la Araucana de
Ercilla (XXm, 49-54). El viaje en navio mismo está inspirado naturalmente en el de Astolfo
y el de San Juan a la Luna en el Orlando furioso (XXXIV, 68-72) y en el viaje de Renaud,
Richardet y del demonio Astaroth en el Morgante de Pulci (XXV, 200-288). Cf. además el viaje
de Eneas al submundo de Virgilio. Un estudio detallado del paralelismo con Ariosto y Boiardo
lo ofrece Van Horne 1927, 87-89. Sobre la interpretación alegórica de los participantes como
Entendimiento, Memoria y Voluntad cf. Pierce 1948-1950, 208-211 y Chevalier 1966, 384s.
Chevalier constata al final el fracaso de las interpretaciones alegóricas del sentido (ibíd., 385):
"Le sujet du B. ne permettait à vrai dire [...] qu'une perspective d'ordre nationaliste et
providentialiste: l'identification du combat franco-espagnol avec une lutte entre le Bien et le
Mal". Rodilla (1996b) se dedica a las "representaciones medievales de trasmundo" en el
Bernardo, las moradas encantadas de hadas etc. y no considera, pues, el viaje a América.
53
Ver abajo, p. 495.
493
Cuando sus golfos abrá el mar profundo"54. Esta relación entre lo conocido y lo
exótico se hace patente en el diálogo sobre las diversas concepciones del mundo:
en las preguntas de Orimandro a Malgesí y en las respuestas de este último se
tematizan las concepciones medieval y futura (desde el punto de vista de la
fábula) de la tierra, así como las zonas que se consideran habitables (cf. Lib.
XVI, 314b, 6) y los seres fabulosos:
Y para hacer mas mundo en lo restante/ Otras varias quimeras com-
ponia [¿"otro sabio"?],/ De sombríos centauros y dragones,/ Pigme-
os menudos, y anchos patagones (ibíd., 315a, 2).
Las representaciones de seres fabulosos son, no obstante, según la respuesta de
Malgesí, "fábulas del vulgo [...],/ Que tiene por error verlas dudadas;/ De
ignorancia engendradas [...]/ Y con la larga edad acreditadas" (ibíd., 315a, 3).
Lo exótico y lo fantástico, como resultado de un imaginario (europeo) y de una
mala información, se hacen evidentes en dicha respuesta33 y se deja traslucir la
imagen de América como lugar donde ambos aspectos se sitúan36. Además, en
esta respuesta se insinúa la superioridad del sujeto colonial en cuanto a la verda-
dera concepción del mundo. Este pasaje está basado, a mi modo de ver, en las
experiencias del autor residente en las Indias, que se distancia de esas representa-
ciones no fundadas en la realidad. En cierto modo, se trata de la inversión de la
relación entre la Europa/España científica, lugar tradicional del saber, y la peri-
54
Lib. XV, 302b, 9. Al constituir el grupo de esas nacionalidades, Balbuena duplica y
concretiza, a mi modo de ver, los destinatarios de su mensaje ideológico: ya en el primer nivel
de la acción los actores franceses son confrontados con la futura grandeza e imperio mundial
de España, los cuales no ponen en duda.
55
En este punto cabe tomar en cuenta un comentario de Zamir Bechara (1998,149s.) en el
que indica que el supuesto 'exotismo' del Nuevo Mundo no aparece en las obras de poetas de
las colonias como Balbuena o Domínguez Camargo —quienes hacen caso omiso de los temas
americanos tales como lo indígena, lo negro, lo mestizo, la naturaleza— sino en las de poetas
europeos como Góngora. Bechara concluye: "lo que para Góngora y muchos autores del siglo
de oro español es exótico, carece de ese peculiar sentido para los habitantes de la América
Hispánica". Si aplicamos esta idea al campo americano, el exotismo estaría entonces
representado por Europa, exotismo que Balbuena presenta en forma de la epopeya fantàstico-
medieval.
56
Cf. también este pasaje al respecto: "Volverá a renacer el siglo de oro,/ Con el que
sudará el suelo fecundo, Y de sus ricas naves el tesoro/ Gemir el golfo hará del mar profundo;/
Y estos dioses sin alma, que hoy adoro [Tlascala habla],/ Piedra á ser volverán en nuestro
mundo [= América],/ Y en el suyo las nuevas maravillas/ Nuevos asombros parirá el oillas"
(Lib. XIX, 339b, 5). Sobre el topos del siglo de oro que aparece ya en la primera descripción
de América por Colón cf. Gil 1989, 186-191.
494
57
La conciencia de un sentimiento de inferioridad —postulada por Mazzotti para el ser
criollo— o de diferencia aparece como indicadora de una relación de hegemonía vs.
subalternidad. Cf. en este punto Bechara (1998, 147): "Parece que, inicialmente, muy pocos
de nuestros escritores coloniales son conscientes de pertenecer a un mundo distinto al penin-
sular, de formar parte de otra realidad y de poseer una visión del mundo totalmente diferente
a la óptica de los españoles y europeos".
495
38
Peña entiende la poesía épica del siglo XVI como afán de "reivindicación del criollo, y
de su adalid Cortés, imitando paradigmas clásicos", y como mezcla de la "pretensión artística
y la intención pragmática" (2000, 42), sosteniendo además que "adquiere identidad propia al
tratar el fenómeno de la Conquista y recrear el personaje del caballero transmutado en con-
quistador" (ibíd., 45).
39
Cf. en este asunto Moraña 1994c, 40, que ve un "retardo" como "marca de marginalidad"
característica del discurso criollo —y también de Balbuena—, no sólo desde la perspectiva
temporal sino también espacial. Sin entrar en la temática de la posible diferencia entre la
metrópoli y la periferia novohispana y en base a las características inmanentes al género,
Chevalier (1966, 395s.) ya había señalado que el Bernardo estaba pasado de moda en 1624 y
que los "valeurs épiques" del Ariosto habían sido superados.
496
60
"Es un modo de colocar al mundo americano anterior a la Conquista por encima de ésta,
rasgo evasivo concurrente al que señalamos antes al hablar de El Bernardo' (1994, 70).
61
Así lo sugiere el texto de Balbuena que se refiere más bien a la situación en la
Mesoamérica precortesiana desde la segunda mitad del siglo XV (y no a la en el siglo VIII)
hasta la llegada de los españoles, cuando Tlaxcala era independiente, aunque amenazada
permanentemente por los aztecas (cf. Prem 1989, 39-44).
62
Cf. el prólogo de Balbuena, en el cual el autor concede prioridad absoluta a la imagina-
ción y se aleja decididamente de la "historia verdadera" en obras de ñcción porque eso "no es
sugeto de poesía" (1945, 141). Asimismo, escribe Tasso en el primer Discorso (1594, 1587,
497
presentado antes del 1570 en Ferrara): "Ma l'istorie de' tempi né molto moderni né molto
remoti non recano seco la spiacevolezza de' costumi, né della licenza di fingere ci privano. Tali
sono i tempi di Carlo Magno e d'Artù e quelli ch'o di poco successero o di poco precedettero"
(1964, 10). Del mismo modo, Tasso se deslinda claramente de la osadía y del peligro de
pretender escribir sobre las acciones de Carlos V, por ejemplo, de otra manera que vistos y
experimentados por los testigos oculares e históricos. Eso restringe, según él, de modo notable,
la imaginación, tan importante y decisiva para la epopeya.
a
"Veggio Hernando Cortese, il quale a messo/ nuove città sotto i cesarei editti,/ e regni
in Oriente si remoti,/ ch'a noi, che siamo in India, non son noti" (1991, c. XV, estr. 27).
498
Bibliografía
Adorno, Rolena. 1988. El sujeto colonial y la construcción cultural de la alteri-
dad. En: Revista de crítica literaria latinoamericana 14, 28, 55-68.
Ariosto, Ludovico. 1991 [1532], Orlando furioso. Edición de Marcello Turchi.
Milano: Garzanti.
Avalle Arce, Juan Bautista. 2000. La épica colonial. Pamplona: Ediciones Uni-
versidad de Navarra.
Balbuena, Bernardo de. 1945 [1624], El Bernardo o Victoria de Roncesvalles.
En: Poemas épicos. Vol. I. Madrid: Adas (BAE, 17), 137-399.
—. 1988. El Bernardo. Estudio introductorio y selección de Noé Jitrik. México:
SEP.
499
La fama y la obra
Hoy en día, cuando las olas de las teorías poscoloniales han inundado la crítica
literaria latinoamericana, tal vez no carece enteramente de interés volver la
mirada hacia atrás e indagar en los comienzos de la teoría colonial. Haciendo
esto, inevitablemente nos topamos con la obra jurídica indiana de Juan de
Solórzano Pereira que consta de dos volúmenes latinos (De Indiarum iure de
1629 y De iusta Indiarum Occidentalium gubernatione de 1639) y de una ver-
sión española posterior, aparecida an 1647 bajo el título de Política indiana
Esta obra monumental goza de una fama sólida como el documento más impor-
tante del pensamiento imperial y colonial español. "The most outstanding work
of Spanish colonial jurisprudence", escribe John H. Parry; "the most systematic
juridical formulation of the problems of legitimisation of dominion in the seven-
teenth century [...], which enjoyed an unrivalled prestige in the ofñcial and legal
circles in the Indies for a century and a half', Mario Góngora. James Muldoon,
por su parte, subraya la extensión temporal y espacial de la fama de Solórzano
al escribir que su obra "remained a standard authority on the problems of impe-
rial governance as late as the early nineteenth century", tanto en Europa como
en los aún jóvenes Estados Unidos. José Antonio Maravall, finalmente, —para
terminar con un autor español— ve en Solórzano al escritor más importante en
relación con la teoría política del estado español en Indias en el ámbito del siglo
XVII2. En vista de esta fama, llama la atención la escasez de estudios dedicados
a la obra solorciana. "[...] Solórzano is not widely known in the twentieth
1
En este artículo, cito la primera parte de De Indiarum iure según la edición de 1994-2001
en cuatro tomos, indicando tomo y página; hay que advertir que el 2° tomo consta de dos
partes. Puesto que se trata de una edición bilingüe que hace fácil el cotejo con el original, cito
generalmente la traducción española y sólo excepcionalmente el original latino. Cito la Política
indiana (en adelante PI) según la edición en la BAE, 1972. La portada interior de la edición
original de la Política indiana lleva la fecha de 1648 (Torre Revello 1929, VIIIs.).
2
Parry 1966, 276; Góngora 1975, 62; Muldoon 1994, 9; Maravall 1948/1953, 421;
podríamos añadir los juicios de Hanke 1959, 92 y García Añoveros 1999, 19s. Cf. Muldoon
(ibíd.), quien menciona algunos de estos juicios.
508
century", escribe James Muldoon3, cuyo libro puede considerarse como precur-
sor de un renovado interés en la obra del eminente jurista, siendo la expresión
más importante de éste la edición bilingüe de la primera parte de su obra en los
años 1994 a 2001. Puesto que generalmente se leía y citaba solamente la versión
española, esta edición recupera la versión latina y reivindica de modo particular
la importancia de su primera parte que es —según Jesús Bustamante García
(2001, 17)— "la más original y también la más ignorada actualmente".
La obra, como lo recuerda Solórzano en la dedicatoria a Felipe IV de Políti-
ca indiana, se debe a un preciso encargo real:
Por mandado del Rey D. Phelipe m. nuestro Señor, Padre de V.M.
(que está en gloria) pasé á las Indias Occidentales con plaza de
Oidor de la Real Audiencia de Lima en el Perú, el año de M.DC.X.
y se me ordenó, que atendiese, y escribiese todo lo que juzgase con-
cerniente, y conveniente á su Derecho, y Govierno, fiando del buelo
de mi humilde pluma, empresa que requería otra que le tuviese más
levantado4.
Solórzano se dedicó fielmente, en los años de su estadía en el virreinato del
Perú, entre 1610 y 1627, a la tarea que el rey le había encargado. Así escribe,
en un memorial dirigido al Rey desde Huancavelica, el 8 de abril de 1618, que
ha "trazado y compuesto", en sus ratos libres, "unos libros Latinos, en que a mi
parecer, se juntan y tratan todos los puntos dignos de consideración que se
suelen y pueden ofrecer en las materias del govierno y justicia destas Indias
Occidentales". Para la redacción de estos libros ha revisado "las cédulas, provi-
siones, cartas, instrucciones y ordenanzas, que V. Magestad y los señores Reyes
sus antecessores han mandado librar y despachar para estas provincias"3.
3
1994, 8. Aparte del libro de Muldoon, cabe señalar las publicaciones de Torre Revello
1929, Ayala 1946, Leturia 1948, Levene 1948, Malagón/Ots Capdequí 1965, Pérez de Tudela
1971 y Barrero García 1992, así como el estudio preliminar de Miguel Ángel Ochoa Brun a la
edición de la Política indiana (1972) y los ocho estudios preliminares a la edición 1994-2001
del De Indiarum iure, de Baciero, Barrero García, Bustamante García, Cantelar Rodríguez,
García Añoveros 1994 y 1999, García y García, y Pereña.
4
PI, I, 5; cf. Pereña 1994, 20-22 con más datos.
5
Cf. la impresión del Memorial en III, 50s. Paralela a la obra de Solórzano es la de
Antonio León Pinelo quien publicó, en 1623, un Discurso sobre la importancia, forma y
disposición de ¡a Recopilación de Leyes de las Indias Occidentales [...]. Entre los estudiosos
no hay un consenso en cuanto a la autoría de la Recopilación de 1680/81, es decir, si es el
ñuto de la colaboración entre ambos hombres, o si, por el contrario, se trata de dos empresas
paralelas, cayendo el mérito de la compilación de 1680, según unos, exclusivamente en
509
Solórzano y, según otros, en León Pinelo (Almeyda 1956, VIII-XI); ver, además, Lohmann
Villena 1953, LIX-LXVI; 1956, 57, 99, 101, 332; Medina 1956 y Ochoa Brun 1972,
XXXVII-XXXLX. Según Manzano Manzano, habría habido en los comienzos una cierta
rivalidad entre los dos; en los años posteriores, sin embargo, Solórzano habría abandonado la
recopilación para dedicarse a su propia obra jurídica, para reaparecer en 1635/36 como revisor
de la obra de León Pinelo (1973, 19a y 35-37). Por eso, "todas las cébalas de algunos moder-
nos historiadores sobre la continuación por Solórzano de sus anteriores trabajos recopiladores
(los hechos en Lima), son completamente gratuitas, carecen en absoluto de fundamento"
(1973, 32a nota). Para la historia de las leyes en la América Hispana en general, ver Tau
Anzoátegui 1992a y b.
6
Para los detalles de la impresión ver Ochoa Brun 1972, XXVÜI-XXXII y Perefla 1994,
20-28.
7
"Así pues, por exigencia en la organización de la materia, vamos a establecer un discurso
nomocanónico (es decir, mezcla de Derecho Civil y Derecho Canónico) y también en gran
parte teológico" (II, 1, 35).
' En la versión española, Solórzano da prioridad a la materia de la segunda parte, resu-
miendo brevemente el contenido de la primera. Para una comparación más detallada de las
distintas versiones, ver Ochoa Brun 1972, XXXÜ-XXXVI.
510
Lecturas
El carácter histórico, político e ideológico del primer volumen abre el camino a
diferentes lecturas. En un largo artículo de 1971, Juan Pérez de Tudela y Bueso
presentó una "aproximación a un tema jurídico desde la metodología del histo-
riador general". Por mi parte, lo que presento en este artículo es una lectura
basada en la metodología de la crítica literaria en el sentido amplio que incluye
la historia de las ideas.
En principio, un acercamiento a Solórzano desde el punto de la crítica litera-
ria en el sentido estricto es justificable en cuanto que lo literario no es ajeno a su
obra ni a su persona. En efecto, ha caído en un olvido casi completo el hecho de
que este autor gozó, en su época, de una sólida fama literaria, lo que atestigua
el lugar que le concede Lope de Vega en su Laurel de Apolo, donde escribe del
" doctor Solórzano":
9
Para la situación internacional de este momento, ver Strading 1981 y Elliott 1986.
511
10
Lope de Vega 1950 [1630], 209.
11
Chang-Rodríguez 1983, 44. El cancionero, que contiene tres poemas más relacionados
con Solórzano, fue encontrado por Antonio Rodríguez Moñino en 1947 en el Rastro madrileño
y editado por Raquel Chang-Rodríguez en 1983.
512
Cuestiones de método
Antes de entrar en la materia de los tres libros mismos parece oportuno analizar
brevemente el método de Solórzano. Este es dialéctico en tanto que el autor
discute los argumentos en favor y en contra de un problema, terminando con la
síntesis. Este esquema, que parece ser auténticamente escolástico, sin embargo
no lo es, por lo menos no en el sentido tradicional de la escuela —es suficiente
comparar la obra de Solórzano con la de un predecesor ilustre en materias
jurídicas, Domingo de Soto. La argumentación de Solórzano es extensiva y dis-
12
Llamo "primera parte" de la obra al primer tomo del De Indiarum, aparecido en 1629.
Esta primera parte se divide en tres libros, "De inquisitione", "De acquisitione" y "De reten-
tione Indiarum".
13
García Añoveros 1999, 19; cf., entre otros, Muldoon 1994, 25. Los dos trabajos son
—haciendo abstracción de su extensión—, hasta la fecha, los estudios más importantes sobre
este libro; cf., además, Baciero 1994, 69-90.
14
En el cap. 8 del tercer libro de la primera parte, Solórzano esboza el contenido y la
estructura de la segunda que aparecerá en 1639 (10, 469-473).
513
15
Barrero García 2000, 15; la investigadora ha contado, sólo en el libro segundo, "cerca
del millar de nombres propios a cuya autoría corresponden algunos centenares más de títulos"
(ibíd.); para el tercer libro, han sido identificados 538 autores de 702 obras (Pereña 1994,32).
16
Para el manejo que hace Solórzano de sus fuentes, cf. Perefla 1994, 35s. y Barrero
García 2000 quienes sostienen que este manejo no satisface las exigencias modernas.
514
17 "Con el beneplácito y ayuda de Dios voy a hablar de ia justicia y derecho, que asistieron
a nuestros poderosos al par que católicos reyes de las Españas y señores nuestros, merecedores
siempre de ser nombrados con títulos de gloria y alabanza, para poder descubrir y adquirir y,
una vez adquiridas, retener las provincias occidentales y meridionales de este así llamado Nue-
vo Mundo y sus reinos de dimensiones amplísimas. Hablaré también de las leyes y ordenanzas
particulares, con que se tutelan y gobiernan estos mismos reinos adquiridos por disposición
divina" (I, 44/5).
516
608/9); pero los reyes quedan impolutos por estas calumnias motivadas por la
envidia (I, 606/7-612/3). Por eso, "no debe parecemos extraño que Dios Óptimo
Máximo haya ensalzado la majestad y el poder de los reyes españoles" (I, 604/5)
que pudieron considerar, justificadamente, las ventajas temporales por "cosa
accesoria" (I, 608/9).
Empero, Solórzano no se contenta con la aserción teórica de la "llamada
divina" de España, sino que la cimienta con argumentos sacados del Antiguo
Testamento, basándose en aquel que sostiene que Dios suele "echar mucho
tiempo antes los fundamentos de los grandes acontecimientos" (1,564/5). Puesto
que el descubrimiento de las Indias constituye un acontecimiento de suma impor-
tancia para la historia de la Iglesia (argumento que recuerda la frase jubilosa del
prólogo de López de Gomara), "no es creible que la Escritura Divina [...] no
haya vislumbrado algo, por los oráculos de los profetas, del descubrimiento,
conversión y sometimiento de un mundo tan grande" (I, 542/3). Así, Solórzano
enumera y discute una serie de pasajes del Antiguo Testamento que profetizarían
la elección de los españoles, y se precia de ser el primero en haberlos expuesto
todos y "examinado uno a uno" (I, 564/5). Así cita pasajes del salmo 71 y de los
profetas Isaías, Abdías y Sofonías (I, 542/3-564/5), sin olvidarse de la historia
de Tubal que anexa a un pasaje de Isaías (I, 559). Solórzano va tan lejos como
para pretender que estas profecías fueron el principal motivo por el cual Dios
dispersó a los judíos entre todas las naciones: "para que al leer los gentiles en
los libros de los judíos los vaticinios de los profetas que expusieran los cristianos
al predicar el Evangelio, entendieran que no se trataba de puros inventos de los
cristianos" (I. 564/5).
Solórzano descarta la muy discutida hipótesis de que el evangelio haya sido
predicado antes de la venida de los españoles, empezando con los apóstoles
mismos. El capítulo 14, dedicado a esta cuestión, constituye el último en una
serie de cuatro capítulos en los que trata de probar que los españoles fueron los
primeros en llegar a las Indias. Esta argumentación racional complementa la
ideológica, destinada a probar la legitimidad de las aspiraciones de la corona
española. Solórzano discute detalladamente y descarta los argumentos que sos-
tienen que los antiguos tuvieron noticias del Nuevo Mundo, al igual que aquéllos
que sostienen que la Biblia lo mencione explícitamente, negando, de modo parti-
cular, la identificación de Ophir o Ophira, por parte de Arias Montano, con
éste18. Ya antes Solórzano había descartado la leyenda del piloto ignoto (I,
170/ls.) para dejar incólume la fama de Colón. De este modo, Solórzano puede
"afirmar con razón que la gloria de los españoles en el primero y verdadero
19
Para la discusión extensa de los títulos, ver Muldoon 1994 y, más brevemente, Baciero
1994 y García Aftoveros 1999 . En cuanto a las discusiones del siglo XVI, sobre todo Vitoria
y Soto, me sirvo de mis artículos de 1997 y [2004].
20
"Deus omnium rerum est auctor et actor, aeterna et providamens, quae caelorum
perennes orbes, quae syderam inaequaeles cursus, quae elementorum alternas vices, quae de-
nique omnes res superas, inferas temperat, moderatur, gubernat" (II, 1, 58/59).
519
—que había sido declarado ilegítimo por Vitoria21 y la mayoría de los teológos de
la Escuela de Salamanca— que remata el edificio argumentativo de Solórzano. El
mismo se basa en la llamada teoría de las dos espadas, es decir, del supremo
poder espiritual y temporal del Papa que defiende contra sus detractores:
Pero yo todavía, ellos no obstante, estimo con mucho más ajustada
a la verdad y generalizada la opinión contraria afirmativa que esta-
blece en el Romano Pontífice la autoridad y el poder de las dos
espadas, me refiero a la espiritual y a la temporal; no sólo el poder
indirecto sino también el directo. Y por lo mismo le concede supre-
mo poder y jurisdicción en todos los reinos y provincias de fieles e
infieles, cuando lo exige una causa justa (II, 2, 350/1).
Dudar del poder y jurisdicción temporal del Papa es, pues, herético22. Como
prueba del poder temporal del Papa, Solórzano menciona dos episodios históri-
cos. En 1569, Pío V
quitó a la Reina Isabel, mediante la constitución que empieza Reg-
nans in excelsis, el Reino de Inglaterra por sus detestables herejías
y errores y dio poder a los príncipes cristianos para someterlo por
las armas y ocuparlo. Después Sixto V el año 1588 adjudicó este
mismo Reino y el de los Bretones a Felipe ü, el Rey católico de
España (II, 2, 316/7).
Raras veces el carácter ideológico de la argumentación solorciana se trasluce tan
visiblemente como en este lugar. ¿Era consciente Solórzano del abismo que se
había abierto entre las aspiraciones de la corona española y la realidad política?
Sea como fuere, para el jurista nunca hubo una acumulación parecida de
"justas y legítimas causas" como en la conquista de las Indias (II, 2, 410/1).
Unidas, las bulas papales constituyen una base jurídica inquebrantable que los
heréticos atacan sin perspectiva de éxito (II, 2, 412/3 y 470/1). Para dar fuerza
a su argumento, Solórzano cita in extenso las bulas de Alejandro VI, Adriano VI
y Calixto ni, así como el requerimiento (II, 2, 412/3-438/9). Los reyes espa-
ñoles pudieron, pues, someter "por las armas las tierras de los infieles [...] con
licencia y autoridad del Pontífice" (II, 2, 356/7).
21
Cf. la Sectio secunda. De titulis non legitimis (Vitoria 1580, 218-247).
22
II, 2, 290/1-292/3 y 446/7. Solórzano repite varias veces su firme convicción del poder
temporal del Papa (II, 2, 440/1, 442/3 , 448/9, 450/1, 458/9). A pesar de este "papismo-
extremo, el segundo volumen de su obra fue puesto al índice en 1642; cf. Leturia 1959.
520
23
Santo Tomás, Secunda secundae, quaestio X, art. 8; Cayetano 1593, 29r.; Soto 1564,
vol. m , 430b-431b. Me refiero en este punto a mis artículos de 1997 y [2004].
521
poder gobernar también y contener a sus propios españoles residentes entre los
indios". Por otra parte, los indios de esta clase "deberían permanecer libres y
dueños de sus haciendas" (II, 1, 336/7-338/9).
En lo que toca a los indios de la tercera clase, Solórzano se aparta de —e
incluso se opone a— la opinión común de los teólogos y juristas del siglo anterior.
Sería difícil encontrar pasajes similares al citado en las discusiones del siglo XVI,
sobre todo cuando Solórzano compara a los indios de esta clase con hombres
"enteramente locos o dementes" (ü, 1, 342/3). A pesar de que la barbarie de los
indios habría justificado que los reyes españoles hubieran recurrido a medidas
drásticas, insiste en "lo mucho que ha brillado la piedad de nuestros reyes y su
celo y caridad en proteger a los indios" (II, 1, 346/7). Es instructivo notar que el
jurista Solórzano apoya este juicio en la obra del cronista Herrera que de este
modo se convierte en filtro y se interpone entre el autor y la realidad.
En oposición a la barbarie, la infidelidad no le parece a Solórzano ser causa
legítima para atacar y someter a estos pueblos con el uso de la fuerza. Después
de una extensa discusión de los argumentos en pro y en contra, concluye con el
juicio anterior, que remonta a Inocencio III (II, 366/7 y 396/7). Se trata, sin
embargo, de una conclusión vacilante en tanto que las reflexiones del autor dejan
entrever una cierta perplejidad e incertidumbre de las cuales parece ser cons-
ciente al admitir que la causa es ambigua ("in re adeo ambigua"), de modo que
no se puede criticar ni a los partidarios de un juicio ni a los del otro, ni a los que
quedan indecisos (II, 1, 384/5). Empero, la negación de la infidelidad como
causa legítima queda invalidada cuando Solórzano llega a la predicación de la fé
y la obligación de los infieles de escucharla, lo que discute en los títulos siete y
ocho. A pesar de que admite que la misión "por las armas y el terror" provoca
"la blasfemia y el terror", concluye que se puede "declarar guerra justa" si los
infieles ponen obstáculos a los misioneros (II, 2, 120/1 y 232/3). Puesto que la
Iglesia tiene el poder y la obligación de llevar el evangelio a todos los pueblos,
"se volvería por lo mismo inútil o imposible este poder y esta obligación, si no
se pudiera presionar a todos los infieles a escuchar los pregoneros del mismo
Evangelio" (II, 2, 218/9). Empero, ¿qué implica "presionar"? La palabra admite
una vasta gama de interpretaciones.
Con la tercera causa, las infracciones al derecho natural, Solórzano vuelve a
pisar terreno más firme. Como tales, enumera la tiranía, la violencia, la homo-
sexualidad, la antropofagia y, como vicio mayor, la idolatría (II, 1, 414/5-
450/1). La inclusión de la idolatría lo lleva a mezclar este título con el anterior,
como queda claro cuando cita la doctrina de muchos teólogos quienes sostu-
vieron que "todo idólatra se ha de considerar hereje" (II, 1,454/5). Resumiendo
los vicios de los indios escribe:
522
u
n, 1, 552/3. Solórzano repite su veredicto varias veces, cf. 560/1, 572/3, 574/5, insis-
tiendo en la legitimación eclesiástica (cf. 466/7, 560/1 y 572/3).
523
15
n, 2, 280/1; cf. 268/9 y 278/9.
524
26
Así aparece en m, 286/7. Un fuerte indicio para la sospecha que Solórzano no tenía el
libro de Grocio en sus manos es el hecho de que lo cita siempre como "autor desconocido", a
pesar de que el nombre del autor aparece en la portada de la edición de 1618. Grocio, por su
parte, habría seguido las huellas de Fernando Vázquez de Menchaca, tal como subraya
Solórzano varias veces.
27
m, 290/1. Cf. Grocio 1978 [1618], 24-27. Grocio defiende sobre todo el derecho de los
holandeses al libre acceso a los mares para su comercio con las Indias Orientales contra los
portugueses.
28
m , 292/3, 296/7, 304/5, 310/1.
525
29
ni, 372/3, 378/9, 398/9. Para un estudio comparativo de las diferencias ideológicas
entre las naciones europeas, ver Seed 2001.
30
Ver en especial el cap. 2 (m, 248/9-276/7) y m , 440/1-446/7 y 460/1. Otra vez
Solórzano cita in extenso cédulas reales.
" Cf. la discusión extensa de la visión solorciana del indio por García Añoveros 1994.
32
m , 472/3; cf. 476/7-484/5.
526
33
Solórzano es "teórico del Imperio espafiol y defensor de la posición privilegiada de
España en el mundo", escribe Ayala (1946, 492).
527
Los hay explícitos e implícitos. En cuanto a los primeros, es uno solo: la evan-
gelización y, en segundo lugar, la civilización y la cultura que constituyen una
unidad indisoluble. "Solórzano encuentra en la acción civilizadora y salvadora
(evangélica) de la expansión europea su máxima y más pura legitimación",
escribe Jesús Bustamante García (2001, 25). Una vez más Solórzano remonta a
los romanos, elogiados por San Agustín y otros autores "por haber domado con
la guerra a pueblos bárbaros y haberlos traído a la ley natural y a una norma
civilizada de vida" (II, 1, 244/5). En cuanto a los motivos implícitos, sobresale
el económico, el cual no cabe dentro de la concepción altamente ideologizada de
la expansión española. Es importante notar que este motivo aparece sólo raras
veces a lo largo del volumen. La explotación de las Indias y de los indígenas
aparece sólo en tanto que abominable pecado de los españoles (que, desde luego,
va en contra de la política real). "Las ventajas temporales" fueron "cosa acceso-
ria" de la propagación de la fe (I, 608/9), y en la Política indiana incluso
sostendrá "que muchas mayores fueron las expensas, y gastos de estas con-
versiones, que sus provechos"34. De este modo, España aparece como sucesora
legítima del Imperio Romano, sucesora que supera a su modelo en tanto que
Roma llevó la ley natural y la civilización a los pueblos dominados, mientras que
España llevó además y en primer lugar la fe católica.
Queda la cuestión de si la obra está escrita desde una perspectiva metropoli-
tana o si, por el contrario, muestra signos de una conciencia criolla —al fin y al
cabo, Solórzano pasó más de tres lustros en el virreinato del Perú, y fue durante
ese largo período que redactó la obra. Al parecer, el oidor había ganado rápida-
mente la estima de las autoridades locales, tal como lo revelan las palabras del
virrey marqués de Montesclaros en una carta del 20 de abril de 1611 dirigida al
rey: "le tengo por sugeto de muchas letras, de extraordinario caudal, y capaci-
dad de entendimiento, ajustado en su proceder y deseoso de acertar"35. Los poe-
mas del cancionero limeño citados al comienzo hacen ver la estima de que goza-
ba en los círculos literarios. Además, se casó con Clara Paniagua de Loaysa y
Trexo, hija de una ilustre familia local. A pesar de estos indicios, que hacen
suponer que estaba bien insertado en la sociedad limeña, nunca dejó de añorar la
patria lejana, y se quejó de que el rey no apreciara suficientemente sus méritos,
34
PI, I, 119. Esta discrepancia entre la concepción ideológica y la realidad económica ya
era un rasgo recurrente de las discusiones españolas del siglo XVI sobre la conquista.
35
Cit. según Torre Revello 1929, 16s.; cf. Ayala 1946, 46, y Miró Quesada 1962, 146s.
528
36
I, 220/1-222/3. Ayala (1946, 47) menciona "algunos desagradables incidentes" que
harían más comprensibles el deseo de Solórzano de volver a España.
37
PI, I, 444; para la aparición de la conciencia criolla en el virreinato del Perú, ver
Lavallé 1982.
529
38
II, 1, 320/1; cf. "un modo de vida cristiano y verdaderamente civilizado" (II, 1, 334/5).
39
"Por tanto, una vez que la república de indios y españoles comenzó a tener una existen-
cia conjunta a instalarse un modo de vida cristiano y verdaderamente civilizado, fue también
conveniente y necesario establecer que el gobierno fuera de nosotros sobre ellos y no de ellos
530
sobre nosotros, toda vez que todos los indios, como hemos indicado, no sólo los de la tercera
clase, sino también los de la segunda, son mucho más débiles y menos ilustrados que los
espafioles, aunque den alguna muestra de juicio" (II, 1, 334/5).
40
m , 484/5; cf. "la república de indios y espafioles" en la cita de la nota anterior. El concep-
to de las "dos repúblicas" debe haber sido común a principios del siglo XVII, lo que hace intuir
el memorial que el virrey marqués de Montesclaros redactara para su sucesor, el principe de
Esquiladle, con fecha del 12 de diciembre de 1615, amonestándolo "que todo el cuidado de su
gouiemo se a de emplear en bien de las dos repúblicas indios, y españoles" (16v.); cf. la in-
troducción de Rolena Adorno a la publicación en internet del manuscrito de la Biblioteca Real de
Copenhague (GkS 589,2°; «www.kb.dk/elib/mss/mendoza/note-esp.htm»). Debo este dato a un
artículo reciente de Raquel Chang (2003, nota 27); cf. Latasa Vassallo 1997, 257-321.
41
m , 432/3. Solórzano discute el problema de la esclavitud extensamente en el cap. 7 del
tercer libro (m, 412/3-462/3).
42
PI, libro 2, cap. 28 a . 417-429). Cf. García Afloveros 1994, 175: "Para Solórzano el
indio es un hombre distinto e inferior al español, no por su naturaleza humana, que es la
misma, sino por su barbarie, miseria y falta de madurez cristiana". Cabe señalar en este
contexto que la segunda parte de 1639 fue censurada "por exagerar [sic] el libro los malos
tratos que los españoles hacían a los indios" (Pereña 1994, 39).
531
43
Cf. Magnus Mörner y Renate Pieper/Iris Luetjens en el Handbuch 1994, 464 y 581.
532
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Giuseppe Bellini
* 1923 en Isorella (Italia). Libero Docente en Literatura Hispanoamericana y
sucesivamente catedrático de la misma disciplina en la Universidad de Venecia,
más tarde en la de Milán y encargado de cursos en la Universidad Católica de la
misma ciudad. Doctor honoris causa por las Universidades de Salamanca y Per-
pignan. Director de varias revistas. Obras recientes: Amara America meraviglio-
sa. La cronaca delle Indie tra storia e letteratura (Roma 1995); Nueva historia
de la literatura hispanoamericana (Madrid 1997); Re, dame e cavalieri, rustici,
santi e delinquenti. Studi sul teatro spagnolo e americano del Secolo Aureo
(Roma 2001).
Dietrich Briesemeister
* 1934 en Altena (Westfalia, Alemania), Profesor Emérito de la Universidad de
Jena. Ex-Director del Instituto Iberoamericano de Berlín y ex-Presidente de la
Asociación Alemana de Hispanistas (1987-99) y de la de Lusitanistas. Numero-
sas publicaciones sobre literatura portuguesa, española, iberoamericana y neola-
tina colonial, entre ellas "El latín en la Nueva España", en: Historia de la litera-
tura mexicana, vol. 2: La cultura letrada en la Nueva España del siglo XVII, ed.
Raquel Chang-Rodríguez, México: Siglo XXI/UNAM 2002, 524-548.
Raquel Chang-Rodríguez
Catedrática Distinguida de Literatura y Civilización Hispanoamericanas en la
Gradúate School y en el City College de la City University of New York
(CUNY). En 1992 fundó la revista interdisciplinaria Colonial Latin American
Review. Publicaciones recientes: Hidden Messages. Représentation and Résis-
tance in Andean Colonial Drama (Bucknell University Press, 1999) y la edición
de La cultura letrada en la Nueva España del siglo XVII (Siglo XXI/UNAM,
2002), a la cual contribuyó con el capítulo sobre lírica.
540
Verena Dolle
* 1964 en Meschede (Alemania). Cursó estudios defilologíarománica, literatura
comparada y musicología en Aquisgrán, París (Sorbonne Nouvelle), Bonn y
Bochum. Se doctoró con la tesis Tonschrifi. Die Romane Robert Pingets in der
Spannung zwischen Stimme und Schrift (Tübingen 1999). Actualmente es Profe-
sora Asistente en la Universidad Católica de Eichstätt y prepara su tesis de habi-
litación sobre el tema de la conquista de la Nueva España en la épica "america-
na".
Paul Firbas
* 1968 en Lima (Perú). Se graduó en letras por la Pontificia Universidad Católi-
ca del Perú (1992), obtuvo su maestría en la Universidad de Notre Dame (1995)
y el doctorado en la Universidad de Princeton (2001), con una tesis sobre el
poema Armas antárticas de Juan de Miramontes Zuázola. Próximamente pu-
blicará una edición crítica y anotada de este poema. Sus artículos sobre el mun-
do colonial han aparecido en distintas publicaciones. Desde el año 2001 es Pro-
fesor Asistente de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Princeton.
Dieter Janik
* 1939 en Neudek (Bohemia). Catedrático de Literaturas Románicas de la Jo-
hannes Gutenberg-Universität Mainz. Sus campos de investigación son las litera-
turas hispanoamericanas. Ha publicado, entre otros: Die spanische Eroberung
Amerikas: Akteure, Autoren, Texte. Eine kommentierte Anthologie von Original-
zeugnissen (con Wolf Lustig, Frankfurt 21992); Die Anfänge einer nationalen
literarischen Kultur in Argentinien und Chile. Eine kontrastive Studie auf der
Grundlage der frühen Periodika (1800-1830) (Tübingen 1995) y editado La
literatura en la formación de los Estados hispanoamericanos (1800-1860)
(Frankfurt 1998).
Karl Kohut
* 1936 en Olmütz (Moravia). Catedrático de Filología Románica y director del
Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Católica de Eichstätt.
Editor (con Hans-Joachim König) de las publicaciones de este centro, americana
eystettensia y (con Sonia V. Rose) de la colección Textos y estudios coloniales
y de la Independencia. De 1992 a 1998 fue presidente de la Asociación Alemana
de Investigación sobre América Latina (ADLAF). Sus campos de trabajo son el
humanismo español y portugués de los siglos XV y XVI, la cultura iberoameri-
cana de los siglos XVI-XVIII y la literatura latinoamericana del siglo XX.
Pedro Lasarte
Peruano, se doctoró por la Universidad de Michigan en 1982, y actualmente es
Profesor Asociado en la Universidad de Boston. Es autor de Sátira hecha por
Mateo Rosas de Oquendo a los cosas que pasan en el Pirú, año de 1598. Estu-
dio y edición crítica (Madison: Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1990).
Es miembro de la junta directiva de la Society for Renaissance and Baroque
Hispanic Poetry y pertenece a los comités editoriales de la Revista Iberoamerica-
na y Colonial Latin American Review.
542
Victor Mínguez
* 1960 en Valencia (España). Doctor en Historia del Arte por la Universidad de
Valencia y Profesor Titular de Historia del Arte en la Universidad Jaume I. Es
Vicepresidente de la Sociedad Española de Emblemática y Secretario del Centro
de Investigaciones de América Latina de la Universidad Jaume I. Sus campos de
investigación son el análisis de la fiesta y el arte efímero, la imagen del poder,
la cultura emblemática y la iconografía colonial. Es autor de numerosos libros y
artículos sobre estas materias y ha participado en más de treinta congresos y
simposios nacionales e internacionales.
Carmen de Mora
Española, Catedrática de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de
Sevilla. Sus investigaciones se centran en Literatura Hispanoamericana Colonial
y Contemporánea. Ha editado numerosas obras, entre ellas Las Siete Ciudades
de Cíbola. Textos y documentos sobre la expedición de Vázquez Coronado
(1992) y La Florida del Inca Garcilaso; su libro más reciente se titula: Escritura
e identidad criollas. Modalidades discursivas en la prosa hispanoamericana del
siglo XVII (Amsterdam 2001).
543
Monique Mustapha
Francesa, Catedrática de Literatura y Civilización Hispanoamericanas en la Uni-
versité de Nice-Sophia Antipolis. Sus campos de trabajo son el Humanismo his-
panoamericano y la Historia de mentalidades. Doctorada con una Tesis de Esta-
do sobre el pensamiento político, religioso y científico del padre Acosta (Uni-
versité de la Sorbonne Nouvelle, Paris III), ha publicado varios estudios sobre
instituciones coloniales y sobre el Perú en tiempos del virrey Toledo, así como
sobre historiografía indiana. Está preparando actualmente con otros colegas una
edición critica de la Historia general de las Indias de F. López de Gómara.
Ineke Phaf-Rheinberger
Neerlandesa, su enseñanza e investigación se han desarrollado en Leiden (Países
Bajos), Berlín (Alemania) y en el College Park (Maryland, EE.UU.). Ha publi-
cado Novelando La Habana (1990); editado La presencia criolla en el Caribe y
América Latina (1996); y coeditado A History ofCaribbean Literature, vol. 2:
Dutch-speaking area (2001).
Sonia V. Rose
Peruana. Doctorada por la Universidad de la Sorbonne-Nouvelle (1991) con la
tesis Afin qu'il y ait mémoire de moi. Sens et structure dans /'Historia verdadera
de la conquista de la Nueva España de Bernai Díaz del Castillo. Fue Profesora
Titular en la Universidad de Leiden (Países Bajos) y se desempeña actualmente
como Profesora Titular en la Universidad de Paris-Sorbonne. Es coeditora de la
colección Textos y estudios coloniales y de la Independencia. Su investigación
se centra en la historia intelectual española e indiana durante el Antiguo Régi-
men, en particular en la cultura letrada y su relación con el poder. Ha editado
Discurso colonial hispanoamericano (Amsterdam 1992) y, con K. Kohut Pen-
samiento europeo y cultura colonial (Madrid 1997) y La formación de la cultura
virreinal. I. La etapa inicial (Madrid 2000).
544
Elke Ruhnau
* 1951 en Bad Godesberg (Alemania). Antropóloga y nahuatlata. Encargada de
cursos de lengua y etnohistoria nahuatl en la Universidad Libre de Berlín. Ha
publicado Die politische Organisation im vorspanischen Chalco (Hamburg
1988); con Claus Deimel: Jaguar und Schlange. Der Kosmos der Indianer in
Mittel- und Südamerika (Berlin 2000); y traducido, editado y anotado Domingo
de San Antón Muñón Chimalpahin Quauhtlehuanitzin, Diferentes Historias Ori-
ginales, 2 vols. (2001).
Carmen Salazar-Soler
Peruana, antropóloga, investigadora en el Centro Nacional de Investigación
Científica de Francia (CNRS), especialista en la historia del mundo minero
andino. Sus investigaciones se sitúan tanto en el campo de la antropología social
y religiosa como en el de la historia de las ciencias y técnicas. Principales publi-
caciones: Diccionario de términos mineros en América española (siglos XVI-
XIX) (en colaboración con F. Langue, París 1993); Visions baroques, visions
indiennes: les métissages de l'inconscient (en colaboración con S. Gruzinski, A.
Molinié-Fioravanti y J.M. Sallmann, Paris 1992).
Miguel Zugasti
* 1962 en Vidaurre (Navarra, España). Doctorado en Filología Hispánica por la
Universidad de Navarra donde enseña actualmente. Miembro fundacional del
GRISO (Grupo de Investigación del Siglo de Oro) de la misma universidad. Su
lista de publicaciones comprende libros (en su mayoría ediciones críticas de
textos áureos) y artículos sobre autores como Tirso de Molina, Calderón de la
Barca, Lope de Vega, Vélez de Guevara, Alonso Remón, Juan Cortés de Tolo-
sa, etc. Otros temas de interés: cuentística medieval, presencia de América y lo
americano en la cultura hispánica, con trabajos sobre Lorenzo de las Llamosas,
Sor Juana Inés de la Cruz, Juan de Palafox y César Vallejo.
índice de ilustraciones
(frontispicio) 322
Felipe Galle, "América", serie de Personificaciones, núm. 43, ca. 1581 323
Cabrera de Córdoba, Luis 228, 238 Carvajal y Robles, Rodrigo de 301, 305,
Cáceres, María Leticia 137, 143, 145, 375, 377-381, 387, 388, 391, 394-
149 400, 402, 403, 424, 435, 474
Calabar, Domingos Feraandes 197 Carvalho, Luís de 203
Calado, Manuel do Salvador 191-203, Castañeda, Carmen 352, 354, 355
212, 213,217, 218,220 Castellanos, Juan de 24, 36
Calancha, Antonio de la 439, 441, 449, Castiglione, Baldassar 21, 24
451,453 Castillo, Francisco del 314-316
Calderón de Carranza, Pedro 160 Castillo Solórzano, Alonso de 95
Calderón de la Barca, Pedro 289, 306, Castoreña y Ursúa, José Ignacio de 457
309, 311, 312, 317, 319 Castro, Adolfo de 317
Calixto m , papa 519 Castro, Aníbal Pinto de 42, 64
Camamis, George 92, 96 Castro, Antonio de 369
Camanzas, Juan de 410 Castro, Bernardino de 162
Camaráo, António Felipe 195, 197, 199 Castro, Francisco de 74
Camelo, Rosa 223, 235,240 Castro, Isaac de 216
Camilli, Camillo 364 Catalán, Diego 403
Camòes, Luís de 23, 131-133, 473 Caupolicán 124, 126-129, 133
Campbell, Ysla 316, 317, 470 Cavendish, Thomas 268, 384
Cáncer y Velasco, Jerónimo de 147 Cayetano [véase Vio, Tommaso di]
Cano, Melchor 159, 228, 241 Cayuela, Anne 94, 96
Cautelar Rodríguez, Francisco 508, 534 Cazalla, Juan de 159
Cantú, Francesca 256 Cazotte, Jacques 87
Cañete, García Hurtado de Mendoza, mar- Certeau, Michel de 146, 148, 159, 172
qués de 130,299, 386 Cervantes Saavedra, Miguel de 23, 24,
CSo, Diogo 50 34, 35, 71, 83, 91, 92, 95, 97, 169
Cappa, Ricardo 101, 118 Cervantes de Salazar, Francisco 259, 362
Caracciolo, Angela 22 Céspedes, Baltasar de 70, 228
Cardim, Fendo 40, 50, 194, 203 Céspedes, Valentín de 306
Carilla, Emilio 135, 148 Céspedes del Castillo, Guillermo 467,471
Carlomagno 368, 481, 497 Cetina, Gutierre de 23
Carlos n 93, 299, 300, 303, 304, 311, Cevallos-Candau, Francisco Javier 148
326, 327, 330, 360, 369, 373, Chacón, Mario 410, 418, 421, 435
455-457, 460, 465,471 Chagas, Antonio de [Antonio da Fonseca
Carlos V 22, 163, 271, 319, 339, 360, Soares] 459
361, 367-369, 373, 429, 430, 476, Chang-Rodríguez, Raquel 13, 84, 96,
497, 523 249, 251, 252, 255, 256, 314, 316,
Carmack, Robert 188 511, 530, 532, 534, 539
Caro, Miguel Antonio 453 Chartier, Roger 172, 237, 240
Caro Baraja, Julio 159, 171, 172 Chávez, Angélico 238
Carranza, Bartolomé de 159 Cheffontaines, Cristóbal de 230
Carrasco Monsalve, Rolando 13,191,539 Chevalier, Maxime 98, 148, 474, 477,
Carrasco Urgoiti, María Soledad 255 492, 495, 499
Carreras, Juan José 458, 470
Carro, P. Venancio Diego 533
551
Felipe m 39, 251, 296, 298, 324, 368, Francisco de Paula, San 423
373, 508 Francisco de Toscana 292
Felipe IV 100, 153, 298, 300, 301, 303, Franco, Hernando 183, 189
325, 328, 329, 366, 368-370, Freire, Francisco de Brito 193
372-375, 424, 465, 508 Freitas, Serafín de 524
Felipe V 457, 459 FrenzeI, Elisabeth 201, 203
Felipe Andrés Próspero 301, 305, 360, Freyre, Gilberto 207, 220
378 Frías Trejo, Diego de 384
Felipe de Jesús, San 347 Friede, Juan 230, 240
Felipe Neri, San 297 Frost, Elsa Cecilia 227, 234, 240
Fénelon, François Salignac de la Mothe Fucilla, Joseph G. 27, 35
458 Fuente, Juan de la 160
Fermo, Antonio Lelio 535 Fuentes y Guzmán, Francisco Antonio de
Fernandes, André 42, 46, 53, 57, 58 74, 77, 78
Fernandes, António 214
Fernandes, Florestan 41 Galeno, Claudio 139, 142, 351
Fernández de Castro, Jerónimo 302, 316 Galilei, Galileo 432
Fernández de Córdoba, Francisco 449 Galle, Felipe 295, 323
Fernández Duro, Cesáreo 100, 101, 117, Galle, Teodoro 295
118 Galván, Felipe 307, 316
Fernández de Enciso, Martín 291 Galve, conde de 365
Fernández de Lizardi, José Joaquín 83 GálvezPeña, Carlos 100, 119
Fernández de Oviedo, Gonzalo 14, 51, Galvin, Sean 243
276, 291, 316, 489, 500 Gama, José Basilio da 202
Fernández Talavera, Miguel 511 Gamarra, Gregorio 410
Fernando VI 314, 315 Gámbara, Lorenzo 485
Fernando de Aragón, el Católico 424, 491 Gàndavo, Pedro de Magalhàes de 193,
Ferrâo, José E. Mendes 204 194, 204
Ferreccio Podestà, Mario 128-130, 133 Garcés, Enrique 23, 35
Ferreira, Gaspar Diaz 213, 218 Garcés, Julián 34
Ferreira, Joäo de Sousa 191 García, Diego 49
Filón 103, 104, 106, 108, 118 García, Gregorio 275
Fiore, Joaquín de 242 García, Rodolfo 203, 204
Firbas, Paul 14, 266, 267, 283, 540 García-Abrines Calvo, Luis 135, 143,149
Fisch, Jörg 483, 484, 500 García Añoveros, Jesús María 507, 508,
Flores Espinoza, Javier 249, 256 512, 518, 525, 530, 534
Flores, Pedro 123 García Ayluardo, Clara 223, 241
Florescano, Enrique 435 García Cáceres, Uriel 138, 139, 141, 148
Fonseca, Cristóbal de 159, 162 García Calderón, Ventura 267, 283, 440,
Fonseca, Isaac Aboab da 218 451
Fornell Lombardo, José M. 203 García Cárcel, Ricardo 153, 156, 160,
Foucault, Michel 51, 64 172
Fox Morcillo, Sebastián 228 García y García, Antonio 508, 534
Fra Molinero, Baltasar 389, 398, 403 García Guerra, Francisco 364, 371
Francisco Javier, San 297 García Icazbalceta, Joaquín 232
554
García Morales, Alfonso 377, 403, 424, González Echevarría, Roberto 501
436 González Enciso, Agustín 372
García Villoslada, Ricardo 173 González de Eslava, Fernán 23, 310
Garcilaso de la Vega 21, 23, 25, 27, 30, González González, Enrique 16, 338,
77 339, 341, 343, 348, 352, 355-357,
Garcilaso de la Vega, Inca 8, 13, 24, 25, 540
33, 34, 68, 74, 94, 249, 256, 259, González Sánchez, Carlos Alberto 12,
266, 275, 276, 278, 283, 440, 488 152, 156, 157, 172, 352, 355, 540
Garibay K„ Ángel María 149, 183, 188, González Stephan, Beatriz 225, 240
189 Grá, Luís da 50
Garland Ponce, Beatriz 391, 403 Granada, Leandro de 167, 172
Garrido de Villena, Francisco 474, 475 Granada, Luis de 69, 70, 159-161, 163,
Garza Cuarón, Beatriz 241 165, 168, 172, 174
Gattinara, Mercurino Arborio de 22 Graniela, Magda 99, 118
Gembero Ustárroz, María 183, 189 Grañén Porrúa, María Isabel 363, 364,
Geraldino, Alessandro 25 372
Gerbi, Antonello 397, 403 Green, Otis H. 364
Gerii, Michael 97 Gregorio Xm, papa 302
Gerson, Jean 159, 162 Gregorio XV, papa 419
Gheeraerts, Marcus 295 Grenville, Richard 268
Gibson, Charles 189 Grimal, Pierre 413, 422, 427, 436
Gii, Juan 485, 493, 500, 501, 503 Groenning, Gerard P. 295
Giménez López, Enrique 175 Große, Sybille 203, 500
Girón, Gilberto 30 Grotius, Hugo 483, 523, 524, 531, 535
Gisbert, Teresa 246, 248, 249, 251, 256, Groult, Pierre 173
257, 410, 420, 421, 424-427, 430, Gruzinski, Serge 413, 421, 436, 437
433, 436, 437, 441-443, 451 Guarapaúba, Lopo de Sousa 57
Glantz, Margo 307, 316 Guchte, Maarten van de 244, 257
Glass, John B. 189 Guerra de Chile 128-130, 132, 133
Goic, Cedomil 477, 500 Guerra, Francisco 410
Gómez Cañedo, Lino 234, 240 Guevara, Antonio de 28
Gómez Canseco, Luis 282 Guibert, Joseph de 114, 115, 118
Góngora, Mario 507, 534 Guibovich, Pedro 424, 436
Góngora y Argote, Luis de 32, 34, 74, Guillaume-Alonso, Araceli 405, 437
139, 493 Guillaumont, Antoine 106, 118
Góngora Marmolejo, Alonso de 123 Guillén Tato, Julio 282
Gonzaga, Francisco de 230, 231, 238 Gutiérrez Rodríguez, Víctor 348, 351,
Gonzalbo Aizpuru, Pilar 349, 355 352, 355
González, Serafín 316 Gutiérrez-Witt, Laura 245, 257
González, Tomás 76
González de Barcia Carbillado y Zúfiiga, Haedo, Diego de 92
Andrés 225 Hakluyt, Richard 268, 283, 284, 290
González Boixo, José Carlos 28, 29, 34, Hampe Martínez, Teodoro 151,152,156,
478, 499, 500 173, 230, 240, 318, 319, 347, 352,
González de Crítana, Juan 160 356, 424, 436, 438, 439, 452
555
Hanke, Lewis 402, 409, 435, 436, 457, Hoffmann, Conrado 502
466, 467, 470, 507, 535 Hojeda, Diego de 31-35, 37, 440
Hanrahan, Thomas 308, 317 Holguín Callo, Oswaldo 258
Hansen, Joäo Adolfo 11, 14, 234, 541 Homero 26, 27, 32, 199, 380, 423
Hawkins, Richard 384 Honour, Hugh 295, 317, 323
Hegel, Georg Friedrich Wilhelm 195 Hoornaert, Eduardo 41
Heliodoro 104, 108, 118 Hopkins Rodríguez, Eduardo 458, 459,
Helmer, Marie 411, 436 470
Hetlinger Jr., S. K. 270, 283 Horacio Flaco, Quinto 82, 108, 125, 514
Henrique, rey de Portugal 50 Horapolo 301, 362, 364
Henriques, Afonso 45 Horkheimer, Max 40
Henriques, Isabel Castro 203 Huáscar, Inca 251
Henríquez Ureña, Max 31, 35 Huayna Capac, Inca 248
Henríquez Ureña, Pedro 121, 133 Huerta Calvo, Javier 471
Herkenhoff, Paulo 193, 204, 207, 218, Hundt, Christine 203
220
Hermán, Susan 84, 97 Ibáñes de Segovia, Gaspar 78
Hernández, Cristóbal 156, 161 Ignacio de Loyola, San 33, 36, 102, 115,
Hernández Araico, Susana 307, 310, 317, 164, 296, 297, 407, 418, 424
461,470 Imperial, Francisco 21
Hernández Blasco, Francisco 162 Inca Roca 253
Herodoto 69 Inca Yupanqui 253
Herrera, Alonso de 160 Inés Huaylas Yupangui 315
Herrera, Antonio de 249, 514, 521, 528 Inocencio IH, papa 521
Herrera, Arnulfo 320 Isabel de Borbón 298, 370-372
Herrera, Bernabé de 369, 372 Isabel de Castilla, la Católica 22, 491
Herrera, Fernando de 23 Isabel I, reina de Inglaterra 268, 519
Herrera Maldonado, Antonio Román de Iser, Wolfgang 93
300 Isidoro de Sevilla, San 483
Hesíodo 422 Isidro de Madrid, San 297
Hespanha, António Manuel 44, 65 Israel, Jonathan I. 336, 356
Hess, Rainer 179, 189 Iwasaki Cauti, Fernando 248, 257, 440,
Hidalgo, Félix M. 441, 453 452
Hidalgo, Gaspar Lucas 296, 317
Hidalgo Pego, Ménica 348, 351, 356 Jacquot, Jean 319
Higgins, Antony 136, 148 Janik, Dieter 11, 473, 541
Hilarión 108, 111 Jerónimo, San 101, 103, 104, 108, 110,
Hill, Eladia L. 307, 317 111, 116, 118
Hill Boone, Elizabeth 256 Jesús, Rafael de 191, 193, 200-202
Hinz, Eike 183, 189 Jesús, Tomás de 160
Hipócrates 139, 142 Jesús María, José de 160
Histórico compendio de las lágrimas 370, Jijón y Caamaflo, Jacinto 283
371 Jiménez, Francisco 231, 233
Hobbema, Meindert 209 Jiménez, Juan 160
Hoetink, Hendrik R. 203
556
Leonard, Irving A. 151, 152, 173, 319, López de Gómara, Francisco 51, 259,
364 276, 516
Lerma, Baltasar de 426 López Grigera, Luisa 11, 67, 77, 78,
Lerner, Isaías 283 149, 164, 173, 229, 241, 542
Léry, Jean de 48 López-Guadalupe Muñoz, Miguel Luis
Lerzundi, Patricio 123, 126, 133 171
Leturia, Pedro de 508, 519, 535 López-Portillo, Carmen Beatriz 320
Levene, Ricardo 508, 535 López Toro, José 318
Levi de Barrios, Miguel Daniel 218 López de Velasco, Juan 386-388, 404
Lévi-Strauss, Claude 41 Lorenzana de Iñiguez, José 418
Levillier, Roberto 296, 317 Lothrop, Samuel K. 259
Levisi, Margarita 92, 97 Loyola, Martín de 314
Lewis, Matthew Gregory 87 Lucano 424, 492
L'Hermite, Jacques 386, 392, 394 Luetjens, Iris 531
Liberato, Maria Càndida 204 Lugon, Clovis 41
Licurgo Espartano 423 Luis I 302, 316, 471
Lida, María Rosa 380, 404 Luis XIV, rey de Francia 457
Lienhard, Martin 99, 119 Luisa de Gusmäo 41, 56
Liévana, Pedro de 23 Luna, Domingo de 393
Lineoya 126, 129 Luna, Lorenzo Mario 355
Liñán y Cisneros, Melchor de 140, 466 Luque Alcaide, Elisa 223, 241
Liñán y Verdugo, Antonio 95 Luquián, José 160
Lipsio, Justo 69, 76, 514, 518 Lutero, Martín 43, 52, 517
Lira, Andrés 336, 356
Lisboa, Cristóváo de 191, 204 Macrí, Oreste 26, 36
Lisboa, Joäo de 48 Macrobio, Teodosio 279-281, 283, 284,
Llamosas, Lorenzo de las 16, 312, 313, 287
318, 320, 455-472 Madrid, Alonso de 160
Llanos, Bernardino 75 Madrigal, Luis Iñigo 241, 500, 502
Lloque Yupanqui, Inca 253 Maestre, José María 500, 501, 503
Lobo Lasso de la Vega, Gabriel 497 Magalhäes, Fernâo de 48, 269
Lockhart, James 180, 182-185, 187, 189, Malagón, Javier 508, 535
381, 383, 404 Maleo 108, 109
Lohmann Villena, Guillermo 140, 149, Maldonado, Felipe C. R. 149
300, 318, 424, 436, 455, 457, 471, Maldonado, Pedro 158, 160, 173
509, 535 Maldonado de Buendía, Alonso de 239
López, Baltasar 76 Maldonado Macías, Humberto 312, 318
López, Gerónimo 166 Malferitus, Petras 513
López, Santiago Sebastián 471 Malón de Chaide, Pedro 159
López de Ayala, Pero, el Canciller 380 Maluenda, Jacinto Alonso 148
López-Baralt, Mercedes 245, 246, 254, Mama Huaco 252
258, 295, 318 Manassés [Menasseh] ben Israel 42, 46,
López de Castro Gallo, Diego 475 218, 220
López Estrada, Francisco 28, 35, 316, Mancebo, María Fernanda 351, 357
378, 395, 403, 404
558
Meo Zilio, Giovanni 25, 26, 30, 32, 33, Montalväo, marqués de 45
36 Montemayor, Jorge de 28
Mercator, Gerhard 291 Montero Díaz, Santiago 228, 238, 241
Mercuriano, Everardo 73, 78, 115, 303, Montesclaros, Juan de Mendoza y Luna,
318 marqués de 31, 32, 382, 385, 386,
Meregalli, Franco 21, 36 392, 393, 527, 530, 534, 536
Merle, Alexandra 500, 535 Montesinos, Antonio de 483
Mesa, José de 410, 420, 421, 424-427, Montesinos, Fernando de 377, 404
430, 433, 436, 437 Montesinos, Francisco 275
Messmer, Hans 484, 501 Montpensier, mademoiselle de 46
Mestre Sanchis, Antonio 175 Montúfar, Alonso de 159
Metge, Bernat 85 Mora, Agustín de 304, 369, 373
Métraux, Alfred 41 Mora, Carmen de 11, 14, 81, 90, 542
Meurs, Jacob van 295 Moraes, Rubens Borba 193, 204
Mexia de Fernangil, Diego 25, 36, 266, Morales, Francisco 240
284, 411, 424, 437, 440, 448, 452 Morales, Pedro de 73, 78, 303, 318
Mignolo, Walter D. 223, 224, 227, 241, Morales Folguera, José Miguel 303, 304,
256 318, 328, 330, 366, 373
Mila y Fontanals, Manuel 474, 501 Morales y Marín, José Luis 295, 318
Milhou, Alain 18 Morales Valerio, Francisco 235, 241
Miliares Carlo, Agustin 22, 36, 225, 238 Moraña, Mabel 477, 489, 495, 501, 502
Millones, Luis 440, 445, 452 Morcillo Rubio de Auñón, Diego 313,
Mills, Kenneth 445, 452 407, 421, 425-428, 433, 434, 438
Minguez Cornelles, Victor 16, 73, 78, Moreto y Cabaña, Agustín 147, 306
304, 305, 318, 329, 359, 362, 369, Moreyra y Paz-Soldán, Manuel 467, 471
372, 373, 465, 471, 542 Morínigo, Marcos A. 124
Miramontes y Zuàzola, Juan de 31, 36, Motecuhzoma 486-488
266, 283 Motolinía, Toribio de Benavente 13, 225,
Mirò Quesada S., Aurelio 162, 174, 527, 226, 231-234, 236
536 Moya de Contreras, Pedro 310, 341
Mistral, Gabriela 23 Münster, Sebastian 271, 272, 284, 286
Moctezuma [veàse Motecuhzoma] Mugaburu, Francisco de 318, 385, 404
Mörner, Magnus 531 Mugaburu, José de 299, 318, 385, 404
Molina, Antonio de 51 Muhana, Acima Fadul 42, 65
Molina, Cristóbal de 248 Mujica Pinilla, Ramón 422, 424, 437,
Molina, Luis de 522 443, 453
Molina, Tirso de 306 Muidoon, James 507,508,512,518,531,
Molinié-Bertrand, Annie 405, 437, 500, 536
535 Mundy, Barbara 245, 258
Moncayo, Pedro 123 Muñoz, Diego 231, 238
Monclova, Melchor de Portocarrero y Muñoz, Juan Bautista 100
Lasso de la Vega, conde de la 140, Muro, Luis 336, 356
141, 312, 456, 459-461, 466-468 Murra, John V. 247, 257, 258
Moner, Michel 85, 97 Murrin, Michael 486, 501
Monforte y Herrera, Fernando de 297
560
Murúa, Martín de 13, 243, 246, 247, Oña, Pedro de 24, 25, 30, 32-34, 123,
250, 252, 254-256, 258, 276 128, 130, 134, 160, 163, 474
Mustapha, Monique 11, 113, 119, 291, Ordenanza del Señor Quauhtemoc 184,
414, 437, 543 188
Muzquiz de Miguel, José Luis 405 Oré, Luis Jerónimo de 275, 284
Oré Caballero, Fernando 404
Nabuco, Joaquim 41 Oroz, Pedro de 225, 230, 231, 234, 238
Nader, Helen 67, 79 Orozco, Alonso de 163
Naja, Martín de la 166 Orozco, Emilio 155, 163, 165, 174
Nassy, David Isaac de Cohen 218, 221 Ors, Eugenio d* 153,172
Natividade, Estéváo da 57 Ortega Montañéz, Juan de 365
Navagero, Andrea 21 Ortega Valencia, Pedro de 384
Navamuel, Agustín 426 Ortelio, Abraham 293, 322
Navarro, Bernabé 85 Orwell, George 529
Navarro Pascual, José 459,471 Osorio Romero, Ignacio 68, 72, 73, 79,
Navas, Juan de 457,458 81,97
Negreiros, André Vidal de 56 Ossera y Estella, José Miguel de 140,
Neruda, Pablo 23 142, 144
Nestares, Francisco de 411 Ossio, Juan M. 243, 246, 247, 249, 250,
Newbury, Susan L. 257 258, 260, 262
Nicolás V, papa 50 Osuna, duque de 379
Nicolopulos, James R. 131,134,473,501 Osuna, Francisco de 159
Nieremberg, Eusebio 101 Ots Capdequí, José María 508, 533, 535,
Nisa, Vasco Luís de Gama, marqués de 536
215, 216 Ovando, sor Leonor de 23
Nóbrega, Manuel da 40, 41, 48, 50-52, Ovando-Sanz, Guillermo 418, 437
65 Ovidio Nasón, Publio 26, 413
Noort, Olivier de 394 Oviedo, Juan Antonio de 101, 119
Núñez, Estuardo 24, 34, 36 Oxenham, John 384
Núñez, Gregorio 426
Núñez, Pedro Juan 69, 75, 79 Pablo, San 526, 529
Núflez Beitrán, Miguel Ángel 166, 174 Pabst, Bernhard 197, 204
Núñez de Miranda, Antonio 369, 374 Pabst, Walter 83, 97
Pachacutec, Inca 253
Ocampo, Juan de 426 Pachacuti, Juan de Santa Cruz 249
Ocaña, Diego de 410,437 Pacheco, Baltasar 160
Ochoa Brun, Miguel Ángel 508,509, 536 Padilla, Juan de (el Cartujano) 162
Ochoa de la Salde, Juan 201 Palacin, Luís 213, 219, 221
Octaviarlo 440 Palafox, Juan de 339, 342
O'Gorman, Edmundo 282, 289,291, 318 Palamedes 423
Oliphant, Dave 257 Palata, Melchor de Navarra y Rocafull,
Oliva, Giovanni Anello 100, 115, 119 duque de la 313, 455, 461, 463,
Olivares, Gaspar de Guzmán, conde- 465-468, 472
duque de 375, 379, 534 Palma, Bernabé de 159
Olmos, Andrés de 232 Palma, Ricardo 278
561
Paniagua de Loaysa y Trexo, Clara 527 Pérez Puente, Leticia 342, 343, 351,
Paoli, Giovanni 22 355-357
Papy, Ian 347, 356 Pérez Ramírez, Juan 310
Paredes, conde de 365, 374 Pérez de Tudela y Bueso, Juan 508, 510,
Pareja, Francisco de 343, 356 536
Parker, Alexander A. 309, 319 Pérez de Vargas, Garci 283
Parks, George B. 284 Pericäo, Maria da Gra^a 193, 204
Parry, John H. 268, 284, 507, 536 Périssat, Karine 416, 419, 420, 437
Pascual Barea, Joaquín 501 Peset, José L. 357
Pascual Buxó, José 320, 368, 373, 470, Peset, María Fernanda 351, 357
471, 477, 500-502 Peset, Mariano 344, 351, 357
Paso y Troncoso, Francisco del 231, 239 Petrarca, Francesco 21, 23, 24, 27,
Passe el Viejo, Crispin de 295 33-35, 85
Paullu, Inca 248, 249 Petrucci, Armando 156, 162, 174
Paulo 108-111 Pfandl, Ludwig 26, 36, 478, 501
Pavón Romero, Armando 343, 344, 348, Pfeiler, Barbara 190
349, 351, 356-358 Phaf-Rheinberger, Ineke 14, 212, 221,
Paz, Octavio 33, 36 543
Pease G. Y., Franklin258 Phelan, John Leddy 232-234, 241
Pécora, Antonio Alcir Bernárdez 41, 43, Pichardo Moya, Felipe 30
65 Picinelli, Filippo 372
Pedro m , rey de Aragón 21 Picón Salas, Mariano 477, 479, 502
Pedro de Alcántara, San 160, 164, 170 Pieper, Renate 531
Pedro Nolasco, San 422 Pierce, Frank 33, 37, 477, 492, 502
Peixoto, Afránio 41 Pietschmann, Horst 535
Pelayo 142 Pimpäo, Alvaro Julio da Costa 133
Pelentaro 129 Pineda, Juan de 160
Peña, Margarita 23, 36, 473, 495, 501 Pineda y Bascuñán, Francisco Núñez de
Peña Díaz, Manuel 156, 174 9, 11, 14, 81-83, 90-97
Peralta Barnuevo, Pedro de 313, 319, Pinto, Héctor 160
444, 462, 469, 471 Piñero Ramírez, Pedro 473 , 474, 496,
Perea Quintanilla, Miguel 366, 373 502
Pereña, Luciano 117, 503, 508, 509, 514, Pío V, papa 519
526, 530, 536 Piso, Willem 191, 202
Pérez, Diego 160 Pitta, Sebastiäo da Rocha 194, 202
Pérez de Alesio, Mateo 246, 410 Pizarra, Francisco 277, 315, 444, 447,
Pérez Gallego, Diego 394, 405 517
Pérez de Hita, Ginés 95 Plante, Franciscus 192, 198, 203
Pérez Holguín, Melchor 407, 411, Platón 415
425-428, 433, 437 Plaza, Juan de 107, 111
Pérez-Lila, Francisco 231, 233, 241 Plinio Segundo, Cayo (el Viejo) 71, 228
Pérez de Montalbán, Juan 201 Plutarco 147
Pérez Oramas, Luis 207, 221 Poe, Edgar Alian 494
Pérez Prendes, José Manuel 503 Poeschel, Sabine 295, 319
Polion, Cayo Asinio 441
562
Robertson, Donald 182, 187, 189 Rueda Novoa, Rocío 384, 405
Robles, Juan de 70 Rueda Ramírez, Pedro 152, 175
Rodilla, María José 477, 492, 502 Rufino 108, 110, 118
Rodrigues, José Honório 193, 204 Ruhnau, Elke 13, 179, 182, 184, 185,
Rodríguez, Alonso 160 190, 544
Rodríguez, Pedro 410 Ruijsdael, Jacob van 209
Rodríguez, Salvador 171, 175 Ruiz de Alarcón, Juan 33, 316
Rodríguez Abril, Juan 368, 373 Ruiz Barrionuevo, Carmen 403
Rodríguez Cruz, Águeda María 344, 358 Ruiz de Portillo, Jerónimo 102
Rodríguez Fernández, Mario 128, 129, Ruscelli, Girolamo 364
133, 134
Rodríguez de la Flor, Fernando 153, 174, Sá, António de 196
270, 284 Sá, Mem de 200, 203, 204
Rodríguez Freile, Juan 11,13, 14, 81-90, Saavedra Guzmán, Antonio de 497
98 Sabat-Rivers, Georgina 307, 316, 317,
Rodríguez Garrido, José Antonio 16,463, 319, 477, 479, 487, 491, 496, 503
471, 543 Saboya, Emanuele de 22
Rodríguez de León, Antonio 299 Sadeler, Jan (el Viejo) 295
Rodríguez de León, Juan 74, 76 Sáenz de Santa María, Carmelo 78, 259
Rodríguez Molas, Ricardo 49, 65 Sáez-Godoy, Leopoldo 124, 134
Rodríguez Moftino, Antonio 126, 511, Sagardía, Francisco de 426
536 Sahagún, Bernardino de 13,68, 143,145,
Rodríguez San Pedro, Luis E. 153, 174 149, 233
Roggiano, Alfredo A. 477, 502 Sahuaraura, Justo Apu 249, 256
Rojas, Antonio 160 Sainte-Maure, Benoit de 380
Rojas, Ricardo 256 Sainz Rodríguez, Pedro 159, 161, 175
Rojas Garcidueñas, José 26, 28, 29, 37, Sajonia, Ludolfo de 159
477, 478, 502 Salas, Pedro de 76
Román, Jerónimo 448, 453 Salas Barbadillo, Alonso J. 95
Romano, Ruggiero 169, 174 Salazar, Esteban de 159, 165, 168, 175
Romero, Silvio 203 Salazar, Eugenio de 23
Romera Castillo, José 85, 87, 98 Salazar, Juan Gaspar 410
Romero Galván, José Rubén 182, 188 Salazar-Soler, Carmen 16, 415, 430,432,
Rosa de Lima, Santa 347, 356 437, 544
Rose, Sonia V. 16, 151, 173, 175, 190, Salazar y Torres, Agustín de 311, 312
243, 258, 259, 266, 284, 377, 394, Salcedo Izu, Joaquín 534
405, 424, 437, 501, 543 Salinas y Córdoba, Buenaventura de 142,
Roseli, Cayetano 533 145, 149, 397, 444, 453
Rosenblat, Ángel 256 Salles-Reese, Verónica 441, 442, 453
Rossi, Paolo 41 Salva, Bernardo 232
Rovira, José Carlos 31, 37 Salvador, Vicente do 194, 197, 204
Rowe, John H. 247, 249, 259 Sambucus, Johannes 364
Rubens, Pedro Pablo 319 Sánchez, Alonso 115
Rubial García, Antonio 223, 237, 241, Sánchez, Cristóbal 102
347, 358 Sánchez, Luis Alberto 31, 37
564