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Sanchez Albornoz
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Por otro lado, la abundante población originaría había propios mitayos redimiesen los serviCIOS personales mediante
disminuido. Las autoridades habían percibido la reducción el pago de una suma en numerario que el capitán de la
continua. La atribuían a la huida de los indios, lejos del mita entregaba en coinpensación al azoguero.
alcance de caciques y oficiales reales, así como también a
los efectos disruptivos de la mita potosina. Fugas y mita "Y poco a poco ha ido descaeciendo tanto el entero per-
causaban por cierto, junto con otras razones, el despobla- sonal de los indios que se ha introducido el suplirlos en
miento de las comunidades del Altiplano. plata y el reducirse las provincias a imposibilidad noto-
Desde temprano, la corona había procurado cerciorarse ria de poder continuar con la carga que padecen necesi-
de la magnitud de la contracción. El virrey conde de Chinchón tando de pronto temedio, en alivio de los indios y en se-
ordenó en 1633 al presidente de la Audiencia de La Plata, guridad del número competente para tantear los ingenios
Juan de Carvajal y Sandi, que ejecutara un nuevo recuento de minas",
de los aborígenes. Este halló el tercio de los cómputos pri-
mitivos (Crespo Rodas, 1955-56: 169-182). De resultas de informaba el expediente del acuerdo de la Junta General de
esta averiguación, el conde disminuyó a 3,100 el número de Lima de 1665 sobre la mita de Potosí (AGN, 13, 23.10.2).
indios con que las provincias "obligadas" habían- de contri- Los titulares de las minas no siempre vieron con malos
buir, o sea un millar menos que los asignados al turno ojos la sustitución de trabajadores manuales por dinero, de
de la mita por el virrey Toledo3 • Como era de esperar, las mitas personales por los indios de plata o de faltriquera.
los azogueros de la villa se opusieron, primero en Lima y Disfrutaban así de una renta segura sin los inconvenientes
luego en la corte de Madrid, a que los datos en que se de la mineración, o por lo menos les entraba numerario
fundaba la resolución obtuvieran sanción oficial. Años más para reclutar indios de minga -más efectivos- quienes se
tarde, en 1660, un nuevo virrey, don Luis Enríquez de contrataban a cambio de un salario. La mita comenzaba, pues,
Guzmán, conde de Alba de Liste, mandó levantar otro a tornarse un tributo pecuniario en favor de un grupo eco-
empadronamiento no sólo de las dieciséis provincias sujetas nómico privilegiado o una contribución de las comunidades
a la mita sino también de las trece liberadas. Los resultados indígenas al abaratamiento de los costos de producción del
arrojaron un total de unos 16,000 indios en las primeras y cerro de Potosi. De esa manera se cubría parte de los sala-
de unos 60,000 en las restantes •
4 rios insumidos por la explotación5 .
Ante la incapacidad de proporcionar los indios repar-
tidos, apareció la costumbre de que las comunidades o los 5 Según el virrey príncipe de Esquilache, el mitayo se
convertía en indio de faltriquera "conmutando el azoguero o
soldado en plata el trabajo del indio, de suerte que pagándole
3 Expediente del acuerdo de la Junta General de Lima la cantidad en que se convienen, no le obliga a trabajar",
del 25 de setiembre de 1665 sobre la mita de Potosí, Archivo Colección de memorias, I: 223. "Más de la tercia parte de los
General de la Nación de Buenos Aires (en adelante AGN), 13, indios que están repartidos para la labor de las minas de
23.10.2. Véase, en particular, el Apuntamiento general hecho dicho cerro dejan de subir a trabajar a ellas -precisa el fis-
por Dionisio Pérez Manrique (sin fecha). cal Juan Bautista Moreno-, porque los mineros a quien están
4 En carta dirigida al rey, el presidente de la Audiencia repartidos los relevan de ello por cobrar a siete pesos de a
de Charcas, Bartolomé Salazar, manifestaba que las 16 pro- ocho reales cada semana por cada indio de los que se quedan,
vincias en que se hallaron 16,000 indios en 1662 tenían 81,000 diciendo que con esta plata alquilan otros indios que tra-
un siglo atrás cuando comenzó la mita: Crespo Rodas, "La mi- bajan, y, aunque es verdad que algunos lo hacen, los más en
ta ... ". Entre el Virrey Toledo y el de Alba de Liste, el Alti- general se quedan con la plata, no llevan quien trabaje en
plano había perdido, según esto, el ochenta por ciento de sus lugar de los indios". En otro informe, Bartolomé de Salazar,
tributarios. Véase también sobre la numeración de 1663 la oidor de la Audiencia de Lima, distingue entre indios de plata
correspondencia del Presidente de Lima, Pedro Vázquez de y de faltriquera. "Cuando viene la mita -dice-, todos los
Velasco, con el Fiscal Nicolás Polanco, AGN, 13, 23.10.2. Ez- indios vienen en lo escrito como si viniesen en persona, pero,
querra Abadía, "Problemas de la mita", se refiere también a en la verdad, al entero, unos son en persona y otros en plata,
esta estimación: 486. de los que redimieron con ella el no venir en persona. Estos,
72 · Sánchez-Aibornoz 3 1 El indio a fines del XVII 73
La contracción progresiva del número de naturales no
permitió que el arreglo prosperara. Si bien éste habría man- '/' modarse a la situación. La deserción no suponía una merma
forzosa del tributo pues, aunque el virrey Toledo había
tenido la carga financiera sobre el indígena, al menos lo
fijado las tasas de la comunidad tomando en cuenta el núme-
habría liberado de una servidumbre física. Los indios seguían
disminuyendo "porque están escondidos en los huaicos y es- ro de varones hábiles domiciliados, la imposición no gravaba
a los individuos sino al ente colectivo. Por consiguiente, la
tancias de españoles", aseveraba el Presidente de Lima Vás-
quez de Velasco. Los indígenas escapaban a los cerros o recaudación no disminuía en el acto porque hubiera más o
menos indios en una parcialidad. Claro está que la desapa-
hasta tierra de infieles más allá de los Andes en la selva,
rición continua finalmente le restaba capacidad económica
o alquilaban sus brazos en las haciendas de españoles, en
y en este sentido los recursos de la Hacienda Real se halla-
plena expansión económica en los valles más feraces. En
ban a la larga amenazados. En contrapartida, la deserción
una u otra forma dejaban vacante su puesto de trabajo y
proporcionaba el enjambre de indios de servicio sin el cual
sus obligaciones en el ayllu, agravando la suerte de por sí
no hubiera podido funcionar la economía urbana. La coro-
dura de quienes se resignaban a permanecer en él. Y a fuera
na, aunque lamentara en general la migración, había de feli-
alentando las deserciones, ya atrayendo mediante ofertas
citarse por uno de sus destinos, pues ganaba con la prospe-
más tentadoras a aquellos aborígenes que, en su defecto,
ridad de las haciendas y ciudades de españoles.
hubieran buscado empleo en el mineral, las haciendas habían
Sobre estos sentimientos entrecruzados de la burocracia
abierto por lo tanto una competencia por la mano de obra
convergía la conveniencia de muchos a quienes el desbarajuste
que no dejaron de resentir con encono el gremio de mineros
era beneficioso. Con su conducta, los indios forasteros am-
y los oficiales reales. El fisco se hallaba, desde luego, inte-
bulantes o los asentados ya en calidad de agregados habían
resado de modo especial en la bonanza del cerro por las
abierto las puertas del mercado de trabajo, cuyo acceso res-
rentas del quinto; pero además, todo tributario huido signi-
tringía una gama de privilegios. Los excluidos del reparto
ficaba un par de brazos menos en su comunidad.
inicial acogían con buenos ojos el éxodo y se oponían a
El ausentismo indígena no constituía novedad. La ad-
cualquier medida que volviera a cegar el manantial. El
ministración española había deplorado de tanto en tanto el
virrey príncipe de Esquilache propuso a principios del siglo
hecho, por cuanto rompía el buen ordenamiento de la po-
que se efectuaran empadronamientos periódicos en los que
blación aborigen sujeta; pero había hallado manera de aco-
se asentara con precisión el número de forasteros ambulan-
tes, idea que tropezó con la contra cerrada de quienes apro-
al distribuirles al mineraje conforme los indios que cada uno vechaban de manera subrepticia la mano de obra indígena
tiene, se enteran parte en persona y parte en plata, para que
el minero que la recibe alquile otro que sirva en su lugar, y (Lohmann Villena, 1957: 272). Esta vicisitud ilustra una
éste llaman indio de plata. Pero si el minero no alquila otro, vez más, después de lo dicho a propósito del censo del conde
que llaman mingas, y se queda con la plata, se llama indio
de faltriquera". Los textos de Moreno y Salazar pertenecen de Chinchón, de cómo los colonos temían el relevamiento de-
al expediente del Auto de la Junta General de Lima de 25 mográfico y se oponían sistemáticamente al recuento de los
de setiembre de 1665, AGN, 13, 23.10.2. En su relación de go- naturales, contra el deseo e intentos de la Corona de realizarlo
bierno, el virrey Alba de Liste calculaba que cada indio de \, con frecuencia.
faltriquera que redimía su obligación por siete pesos permitía
al minero pagar el salario del indio que satisfacía la mita en La disputa por la mano de obra entre los dos estratos
persona y le dejaba aún un beneficio líquido de 4 pesos 4 rea- dominantes de la economía, ponderada y arbitrada por las
les. Colección de memorias, 2: 246. Sobre los indios de minga,
Capoche, "Relación": 173-174. "Demás de los indios de mita, autoridades coloniales, no había dado lugar sino a escarceos
repartimiento, cláusula, que por todos tres nombres se habla
de los que trabajan en el Cerro por obligación -define el ~ esporádicos mientras las lesiones no eran graves. Pero el
virrey Montesclaros-, andan otros de su voluntad y con más caudal amenazaba agotarse. La mortandad debió ser grande.
crecido jornal a quien llaman mingados que quiere decir ha- Además, las fugas habían diezmado las comunidades. Algunos
bidos por alquiler". Colección de memol'ias, 1: 160. naturales se desvanecieron por completo entre montañas y
74 Sánchez-Aibornoz 3 1 El indio a fines del XVII 75
_,
selva, pero otros reaparecían no muy lejos como forasteros {c. . asunto de la mita de Potosí, materia que venía arrastrándose
o yanaconas. Una minería competitiva hubiera ofrecido a desde hada medio siglo y que el tiempo había agravado.
esta mano de obra móvil el señuelo de jornales remunera- Por real cédula del 15 de octubre de 1680 le fueron en-
dores, pero el descenso de la productividad no le permitió tregadas al virrey designado copias de todas las cédulas y
atraer de esa manera un flujo suficiente de indios de minga. actuaciones que constaban en poder del Consejo de Indias
El duque de La Palata subraya en su Memoria que los dueños para que, a la vista de esta información y de los pareceres
de minas se vieron a la sazón en la necesidad de recurrir al de los arzobispos de Lima y Charcas, del presidente de la
indio de mita por falta del de minga (Memorias Il: 224). Audiencia de La Plata y de la Junta general que debía
La redención pecuniaria no bastaba ya. Volvían a importar celebrarse, dictaminase a este respecto 6 •
los brazos. Debido a la carencia de una tecnología avanzada, Consultadas las personalidades mencionadas, más el co-
la producción pendía del empleo de fuerza muscular. rregidor de Potosí, Pedro Luis Enríquez de Guzmán7 y su
A medida que el tiempo transcurría, el debate tomaba predecesor, Luis de Oviedo y Herrera, que residía a la sazón
ribetes más apremiantes. A nadie se le ocurría sin embargo en Lima, el duque dispuso, a poco de su arribo a Indias,
que las contradicciones de la sociedad colonial no tenían como paso previo a cualquier decisión concerniente a la
por qué recaer sobre los indígenas. A nadie se le cruzaba mita, la confección de una nueva numeración de indígenas.
por la mente restringir la expansión de las haciendas agro- El acuerdo fue tomado el 21 de junio de 1683 y comunicado
pecuarias al no sobrar mano de obra aborigen o cerrar al rey por despacho del 21 de agosto. Su ejecución sería
minas, ni tampoco aplicar innovaciones tecnológicas que inmediata, a partir del 1? de octubre siguiente. En esta
ahorraran el empleo de hombres. Lo habitual -y no falla- actuación no hacía sino conformarse a lo que las R.C., diri-
ron entonces a la costumbre- era pedir que se arbitrasen los gidas al conde de Castellar en 14 de mayo y 8 de junio de
medios para que la sociedad indígena supliera de una u otra 1676, habían estipulado ya. El rey había reiterado la vo-
forma, y a riesgo de sí misma, las necesidades de fuerza de luntad de que se levantara un censo, en varias comunicaciones
trabajo de los dominadores. La relación entre "la república dirigidas luego a La Palata8 •
de naturales" y la "república de españoles" no estaba, de- So pretexto de que los naturales de las dieciséis pro-
más está decirlo, establecida sobre un pie de igualdad. En vincias obligadas a mítar podrían haber huido a las exentas,
el tira y afloja de intereses a lo sumo cabía esperar una el duque resolvió que la numeración fuera general y que
actitud de prudencia, interesada, como la que el sagaz duque incluso comprendiera el reino de Quito, por más que los
de La Palata recomendaba en frase. colorida, escrita al final habitantes del Altiplano difícilmente habrían buscado refugio
de unas famosas advertencias sobre la ejecución de las en ese tramo distante de la cordillera andina. Con buen
tasas: "si cada uno tira de la manta del indio para cubrirse,
sólo lo harán pedazos y quedarán todos desnudos". (Memo-
rias II: 224). 6 Memorias, II: 238. Los antecedentes de la numeración
del duque de La Palata los expone Ezquerra Abadía, "Proble-
mas de la mita": 489-491. Sobre el gobierno de La Palata,
l. La numeración y retasa del duque de La Palata véase Vargas Ugarte. Virreinato: 359-384.
7 El apellido del corregidor figura escrito en muchas
y la Información Testimonial de 1690 partes como Henríquez. La grafía más común es sin embargo
la usada en el documento que se publica a continuación. Cual-
quiera sea la forma, se trata de la misma persona.
Cuando el duque de La Palata, Melchor Navarro y Ro- s El despacho del 21 de agosto ocupa las páginas 233 a
cafull, fue nombrado para suceder al arzobispo de Lima, M. 252 de la memoria impresa. Las instrucciones dirigidas a los
Liñán y Cisneros, el rey estableció como comisión principal corregidores y curas para la ejecución de la visita fueron pu-
blicadas por José Toribio Medina. Nosotros hemos tenido a la
del nuevo empleo que el duque tomara resolución en el vista la copia manuscrita de AGN, 9, 14.8.10.
3 i El indio a fines del XVII 77
76 Sánchez-Aibornoz
el descanso de dos a que los indios de mita tenían derecho peñar el cargo en Nueva España y la institución de la mita,
después de cada turno de trabajo, los despachos podían ajena a su experiencia de gobernante, lo dejaba perplejo:
reducirse en un tercio. Ahora bien, durante el período que
holgaban en Potosí, los naturales aprovechaban para min- "condoliéndome de encontrar en este reino la mita de
garse. Por consiguiente, al disminuir su tiempo libre de dos Potosí -decía-, porque vengo de la Nueva España
semanas de cada tres a una de cada dos, la población flotante donde no la hay, gozando también de ricas y abundantí~
y el mercado de trabajo mermaban en proporción. simas minas de plata, porque, Señor, sea indio y de la
Por lo demás, en su mente burocratizada, los curacas nación que fuere, cualquier hombre destruye y acaba más
y corregidores alegaban por su lado que la modalidad de su naturaleza por trabajar forzado un mes que por su
percepción introducida les envolvería en disputas con los jornal y voluntario un año" 13 •
oficiales de la Hacienda Real, aunque es de sospechar que
vieran asimismo lesionado algún trato ilegal al que estaban Por doctrina se hallaba mal dispuesto a continuar o perfeccio-
dados. Los curas, en fin, se mostraban preocupados por sus nar el servicio de la mita.
indios de servicio y los sínodos. Está claro que los estratos El conde de la Monclova oyó que la numeración general
dominantes mostraban conciencia de que su posición descan- dispuesta por su predecesor estaba plagada de defectos y
saba sobre abusos consuetudinarios e injustificables, de modo que las resoluciones se basaban, por ende, en una información
que cualquier novedad en este campo corría el riesgo de falsa. También era evidente que las últimas actuaciones, en
desbaratar las ventajas que ostentaban. lugar de aquietar los ánimos, los habían soliviantado y que
Acosado por las alegaciones -parece que los corregido- los indios habían huido en número crecido desde la última
res y caciques alentaron interesados una campaña de opo- revisita14 • Monclova se prestó a servir de cauce a las quejas
sición entre los indígenas-, el duque de La Palata hubo de contra el virrey anterior y las elevó a la corte (Crahan 1971:
verter sobre el papel sus propios argumentos en favor del 389-412); por otro lado, abrió información sobre el modo
cambio. Estos figuran pormenorizados en las Advertencias en que se había llevado a cabo la revisita.
mencionadas, escritas para corregidores e indios.
a. El conde de Canillas de Torneros
A falta de consentimiento, la reforma podría haber
triunfado a fuerza de autoridad, si al menos su autor hubiera El conde de la Monclova encargó al de Canillas que
tenido la oportunidad de aplicarse a ella con constancia. efectuara una encuesta entre los capitanes de mita de las
Cuando promulgó sus ordenanzas, el duque de La Palata se provincias sujetas al servicio que en ese momento se encon-
hallaba a punto de terminar su mandato. Legaba su traban en la Villa de Potosí. Las preguntas concernían a la
plan a su sucesor. Al dejar su puesto, vio sin embargo con ejecución del relevamiento ordenado por La Palata y a las
clarividencia el riesgo que sus innovaciones corrían. Descon- prácticas corrientes en punto a cobranza de tasas y concierto
taba la presión general que se ejercería sobre su reemplazante de los rescates de mita, así como a los abusos y malos tratos
"porque la naturaleza de los súbditos inclina siempre a es- ejercidos por los corregidores y caciques. Las respuestas pre-
perar y desear que se varíen y alteren todas las disposiciones sentan una visión poco frecuente de la economía y de la
de un gobierno en otro" (Memorias, 11: 266). Los temores sociedad indígenas del altiplano, con exclusión del sector
no resultaron infundados. dedicado a la minería.
El conde de la Monclova, Melchor Portocarrero, el
nuevo virrey, era una personalidad más opaca que su sucesor, 13 De la carta al rey dando cuenta del estado general en
que se halló el Perú fechada el 15 de marzo de 1690. Moreyra
según el perfil que de él se ha trazado12 • Acababa de desem- y Céspedes, Virreinato Peruano: 18.
14 Colín, Le Cuzco ... 31. El propio auto en que el conde
12 Céspedes del Castillo, "Virreinato del conde de la Mon-
de la Monclova ordena la encuesta, confirma la impresión.
clova", prólogo a Moreyra y Céspedes, Virreinato Peruano. Véase más adelante el texto editado.
80 Sánchez·Aibornoz 3 / El indio a fines del XVII 81
El conde de Canillas de Tornetos, Pedto Luís Emíquez establecido en el Darién. Quien cumplió el cometido fue
de Guzmán, eta un familiar del antiguo viney Alba de Liste, en realidad el gobernador de Cartagena de Indias, Juan
cuyos apellidos llevaba, así como, en segundo tétmino, el Díaz Pimienta, pero Enríquez se adelantó a comunicar la
mismo nombte de pila -Luis-. El curdculum del atistó- victotia a la corte, presentando los hechos desde un ángulo
ctata, de novel título -según se ha dicho antes-, es el que le favorecía. El rey premió su actuación colmando sus
caractel"Ístico de un alto funcionario impetial de la época. ambiciones (Mendiburu, 1933, VI: 233-234). Lo elevó a
Pot gtado milítat lucía el de genetal y había actuado de virrey del Perú (1701) en sustitución del propio Monclova.
visitadot de las cajas reales de la ciudad de La Paz, donde Este se había excedido en el plazo de su gobierno, pero no
dejó pésima memoria entte los oficiales teales -ejecutó a se le había podido reemplazar hasta el momento por muerte
cuatto de ellos pot desfalco-, aunque ganó ctédíto de del primero designado a este propósito, el conde de Cañete,
rectísimo en el setvício del Estado, opinión sin embargo y pot renuncia del segundo, conde 'de Eril, en 1695 y 1699
empañada pot algún que otro rumot sobte su codicia por respectivamente. El tercero, el de Canillas, tampoco llegó
bienes ajenos (Arzans de Orsúa y Vela, 1959, II: 198-303). ciettamente a hacerse del mando, pues murió camino de su
Por designación teal fue nombtado corregidor de Potosí, nuevo destino (Céspedes 1954; Lohmann 1941: 119).
villa que lo recibió oficialmente con una colotida cetemonia, Su actuación al frente del cortegimiento de Potosí con-
descrita por Arzans con lujo de detalles. Enríquez ocupó firma las notmas que, la biografía tevela, tigieton su con-
así el número 23 en la lista de los corregidores que gober- ducta personal. Como gobernante con ambición de escalar
naron Potosí, y ostentó el cargo desde 1678 hasta 1693, un posiciones, ptocutaba estar bienquisto de sus superiotes y,
lapso mucho más largo del reglamentario. en patticular, del monarca. Y lo logtó. Su carteta sigue una
Su permanencia en el puesto denota el favor que se le dis- linea ascendente nítida: visitadot de las cajas reales, cone-
pensaba y explica la influencia política creciente que adquirió gidor, ptesidente de la Audiencia, viney, sin contat el gtado
durante esos años. Desde su posición de corregidor, justicia militar y el título nobíliatio. Con vistas al ascenso, subrayaba
mayor, visitador de las cajas reales y juez privativo de la ante la cotona sus métitos guetretos o sus setvicios en
mita de Potosí, vio desfilar ttes virreyes, mientras su predi- mateda de hacienda, dando tesonancia a su actuación -v.g.
camento crecía en Lima y en la corte. El conde de la la ejecución de los oficiales de La Paz-, o distotsionando el
Mondova lo distinguió. Al dejar el conegimiento de la relato de Jos acontecimientos en su ptovecho -Datién-.
Villa, Enríquez permaneció cetca del virrey y consiguió de él Subotdinado ante sus jefes, se manifestó en cambio dominan-
una recomendación ante el soberano para que fuera designado te ante sus infetiotes, a quienes no tespetaba desde su al-
presidente de Panamá, territorio sujeto al virreinato del Perú. tanera posición aristoctática y, pata remate, tanto más si
Como la tirantez aumentara en el istmo, Monclova se ade- etan ameticanos. Cuando, en función de visitadot de las
lantó a reemplazar al titular de la Audiencia, marqués de cajas de Potosí, hizo catgos al factot Baltasat de Guzmán,
Mina, y nombró por despacho del 29 de agosto de 1696, pre- peruano de nacimiento, y al tesoteto Jacinto de Pita Castri-
sidente, gobemador y comandante general de Panamá a su llón, tecién llegado de España, la reacción de las gentes
candidato (Moreyra y Paz Soldán, Céspedes del Castillo contra la prisión decretada adquitió un tono nacionalista.
1954: 143 y 206). Tal era la fama del conegidot que los vecinos temían que
Por donde pasaba, el conde de Canillas conseguía con- ejecutata al ctiollo e impusiera una pena más leve al ultra-
citar la hostilidad de los vecinos ctiollos. Tres años después matino, supuestamente más tesponsable15 •
de pisar Tiena Firme, en 1699, eta relevado del mando por 15 Arzans de Orsúa, Historia ..., II: 351. El incidente
el marqués de Villa Rocha debido a los clamores levantados constituye un ejemplo más de los ánimos tensos que distan-
en su contra. Seis meses después volvió, sin embargo, a su ciaban entonces a españoles y criollos, y coincide con las
disputas contemporáneas por la "alternativa" en el clero del
puesto con orden de desalojar a los escoceses que se habían Cusca. Colin, Le Cuzco ...: 139-141.
83
82 Sánchez-Aibornoz 3 1 El indio a fines del XVII
Cuando el asunto de la mita volvió sobre el tapete a Enríquez fue reemplazado a la cabeza del regimiento en
comienzos del gobierno de Monclova, el conde de Canillas 1693 por el también general Fernando de Torres Mesía. El
aceptó la comisión del gremio de azogueros de abogar por juicio de residencia que se formó a su partida de Potosí
su causa ante el virrey a cambio de 30,000 pesos de ayuda consta de unos 2,000 folios que darán cuenta más detallada
de costas, más entrega a su esposa, que permaneció en Po- de su empeño. El legajo se encuentra, según Gunnar Men-
tosí, de 200 pesos semanales abonados durante todo el tiempo doza, en el Archivo de Indias, Escribanía de cámara (Arzans
en que su gestión lo retuviera en la ciudad de Los Reyes. de Orsúa y Vela, 1959, II: 364).
Los azogueros pretendían que la mita se satisficiera como
había sido establecida antaño y, en suma, que se anulara lo
actuado por el duque de La Palata. El ánimo de Monclova b. La encuesta
se inclinaba en cambio por la supresión lisa y llana de la
mita, como se ha visto. Las presiones que sobre él se La información testimonial dispuesta el 11 de marzo de
aplicaron, entre ellas la de Enríquez, fueron tales que la de- 1690 por el conde de Canillas, conforme a la orden descrita
cisión final retuvo el servido, aunque en una versión suavi- del virrey, y realizada en el curso de una semana, del 13
zada que mejoraba la suerte de los indígenas • Estos
16 al 20 del mismo mes, reviste características especiales por
recibieron la noticia con júbilo, pero los azogueros, varios el tipo y forma de actuación.
de los cuales perdían así las gangas de que disfrutaban, se Las respuestas resultan condicionadas pues el interro-
enfurecieron. Su rabia se canalizó en contra de Canillas, gatorio es de carácter cerrado. La pregunta presupone en
por quién se sentían defraudados, y a alto costo. Al volver gran medida la contestación y sólo pretende que se confirme
el corregidor a su Villa en 1692, los azogueros le infligieron la opinión sustentada de antemano o, a lo sumo, que se
frecuentes desaires. agreguen elementos ilustrativos. El documento final es una
Conocida la forma desaprensiva con que aceptó y trató pieza más en una argumentación ya establecida y no una
la comisión anterior, no sorprende que llegara a acumular inquisición libre sobre las cuestiones a averiguar. En este
fortuna en la docena de años que rigió Potosí. Arzans la sentido, el conde de Canillas aparece envidando temprano
estima en 450,000 pesos, entre los cuales cuenta 100,000 en un juego cuyas cartas se habrían distribuido de manera
recibidos por su esposa en obsequios en plata, joyas y distinta de seguir el duque de La Palata en el poder.
alhajas 17 • Enríquez, puntilloso en materia de caudales con La posición de autoridad desde la cual el encuestador
los oficiales al servicio del rey -agréguense a los incidentes interroga al testigo, así como la intervención de intérpretes
señalados, la persecución del alguacil mayor de Potosí, Juan más la síntesis que el escribano hace en su prosa procesal,
de Vivar y Quevedo-, no se sentía igualmente obligado filtran además las declaraciones de los naturales. Demasiados
con los particulares. intermediarios para gustar el pleno sabor de la espontaneidad.
Durante su gobierno tuvo ocasión de participar en No obstante estos rasgos, que conviene no ignorar, la en-
acciones bélicas. En 1680 partió a la costa del Pacífico al cuesta es reveladora. La polémica pone al descubierto am·
frente de 200 soldados. En la defensa de Arica repelió a plios paños de la realidad altoperuana.
los piratas que acosaban al puerto de entrada al Alto Perú Debido a urgencias del tiempo y a comodidad, la indaga-
(Mendiburu 1933: 233). ción no se efectuó sobre el terreno. Los testigos, en número
1 de ciento seis, constituían, en cierto modo, la representación
lG La provisión general del conde de la Monclova sobre 1 de cada provincia y hasta de cada parcialidad en el mundo
los indios de mita del 8 de mayo de 1692, AGN, 9, 14.8.10, fols.
50 a 145 va. abigarrado e integrador de Potosí.. No se trataba de indíge-
17 Arzans de Orsúa, Historia ..., II: 363-364. De esta su- nas del común, sino de los más ilustrados y de mayor
ma de ingresos habría que descubrir en verdad los gastos in-
curridos durante su residencia en Potosí. autoridad en plaza, capitanes de mita u otro cargo, residentes
84 Sánchez-Aibornoz 3 1 El indio a fines del XVII 85
Palata, salía al paso de las críticas que había merecido la \ ..--- -------\
~
~ ~o'<> / ' S1ca5Ka ,.. \
numeración en que las tasas y los repartimientos nuevos se .,o _/cv~ •; PACAJES '1 ( COCHA,BNYI~,A
w
basaban. He aquí las palabras del duque reptoducidas in
'>,-·~~~-;~-~~~~~);\\~~::~~---.::~1'~~~.
~
.m
extenso para contrastar sus opiniones, con conocimiento de ~
;;¡
causa, con cuanto se desprende de la respuesta a la pregunta / ~ P.!.ria
.
\ CHAYANTA
número 1 del interrogatorio. La Palata decía así: \...........!,\.:.. ~.1~-~=-.. -l@ LA Pl,ATA
cuando se numeraron.
Si esto se dijera de una u otra numeración pudiera
hacerse creíble, pero suponiéndolo de todas generalmen-
MAPA 1-PROVINCIAS DE LAS QUE TRATA LA Er-JCUESTA DE 1690
22 De los cañaris, el virrey príncipe Esquilache dice en
su relación de gobierno: "los indios que llaman cañares están
relevados de mitas y tributos; éstos eran soldados de la guar-
da del inga y hoy se conservan en muchas partes, ocupándose
en asistir a las justicias, ejecutando lo que les ordena así en
hacer presiones como en otros ministerios de este género",
Colección de memorias, 1: 239-240. En el Alto Perú se encon-
traban además cañaris en la ciudad de La Plata, al servicio
naturalmente de la Audiencia.
88 Sánchez-Aibornoz 3/ El indio a fines del XVII 89
te se manifiesta que no tiene otro fundamento que el El duque otorga un voto de confianza a sus subordi-
que se busca para rehusar la ejecución. nados, los corregidores y, en segunda instancia, a los curas
Estas numeraciones las hicieron los corregidores, y caciques. Supone que todos ellos habían cumplido con
cada uno en su provincia teniendo ya conocimiento de el mayor esmero las instrucciones recibidas. Al empezar la
ella, con asistencia de los caciques y de los curas, con aplicación de la reforma no era, desde luego, el momento de
reconocimiento de los libros de bautismos, matrimonios mostrar recelos en contra de aquéllos a quienes se había
y entierros. Pues por donde se ha de juzgar que todos encargado la ejecución; sin embargo, la inclusión posterior
estos ministros que intervinieron, y que todos podían del texto en una justificación histórica como es la Memoria,
tener conveniencia en ocultar indios, y ninguna la sugiere que tal vez la fe fuera sincera.
tenía en aumentarlos o fingirlos, por donde pues se El virrey no llegaba a la ingenuidad de suponer que
podrá juzgar que conspiraron todos en hacer esta fic- no había errores ni omisiones. A este respecto, hacía una
ción. distinción entre el recuento de los originarios y el de los
Que unos mismos indios se hallen numerados en forasteros, acreditando que el segundo debía ser más defi-
diferentes pueblos es muy posible, sin culpa de los ciente. Pero el duque de La Palata estimaba además, no del
que lo hicieron, porque como los apellidos de estos todo sin juicio, que al operar con grandes números se pro-
naturales son casi los mismos, y su rudeza es tan gran- ducían ciertas compensaciones. Concluía que los resultados
de que ni preguntados saben responder a propósito, generales eran satisfactorios.
no será mucho que se hubiese recibido este engaño, y La respuesta unánime de todos los interrogados es, sin
ya se ha ordenado en algunas partes que verificando la embargo, bien distinta. Los únicos que llevabán cuenta pun-
identidad en la persona quede empadronado en el pueblo tual de los indios eran los caciques o gobernadores con miras
donde se halla y se borre de las otras numeraciones "'a la percepción de la tasa y al reparto de la mita. Los <;:orre-
de esta calidad. gidores, cuando confeccionaban padrones, se limitaban a
De los fotasteros es más fácil de creer que hayan transcribir las memorias que les daban sus subordinados. El
faltado muchos, pero no todos los que quieren dar a alcalde mayor de Chuquiabo, Pascual Chuquitopa y Navarro,
entender, porque si todos los forasteros hubiesen de- refuerza la acusación de incuria con la de corrupción:
samparado los pueblos donde se numeraron, podrán
haber variado, pero no pueden dejar de estar poblados "que no se puede remediar, porque en tiempo que este
en alguna parte, y aquellas poblaciones adonde se hayan testigo asistió en el pueblo de Copacabana, de donde ha-
retirado habrán crecido o recompensádose la falta que brá cinco años que falta, los corregidores han sido siem-
les hicieron sus propios forasteros, si se les hubieran pre huéspedes del gobernador de aquel pueblo y como se
asentado, como se supone géneralmente. hallaba gratificado de él no hacían más de lo que el go-
Esta falta, que en el todo es afectada, se hace bernador quería y todos los gastos que éste hace con di-
creíble en alguna parte por la naturaleza y condición cho corregidor es a costa de los indios" (fol. 30v").
tan vaga de los indios, y por esta causa en el cómputo
que se ha hecho de la gtuesa de los forasteros para el En estas condiciones, los caciques se hallaban bien si-
repartimiento de la mita, pero más o menos en cuanto tuados para ocultar a cuantos quisieran. Asi hicieron, según
a la paga de los tributos, que es lo que causa temor sostienen en términos genéricos todos, pero algunos testigos
a los caciques y corregidores, porque han de dar cuenta avanzan testimonios precisos, como los que esgrimen los
de ellos. Tienen expediente de justicia y seguridad los capitanes de Pacajes en contra de los caciques Martín Ma-
indios, que cada uno no ha de pagar más que aquella maní del pueblo de Guaqui, Martín Isidro del de Cura-
cantidad que le toca por su tasa". guara, Juan Antonio Marcatola del de Julloma y Bernardo
90 Sánchez-Aibornoz 3 / El indio a fines del XVII 91
Marcatola del de Callapa. Según estas declaraciones, los ca- para nada. Ello no va en demérito de La Palata pues al
ciques disimularon 22 indios originarios en Guaqui, 17 en menos tuvo la valentía de encarar un plan que, con todos
Julloma y 5 en Curaguara. En Cabana y Cabanilla, la oculta- sus defectos, hacía medio siglo que sus predecesores aspira-
ción de 20 indios se hizo por colusión entre el cacique de ban a llevar a cabo. Los intentos de los virreyes condes de
Lampa, Antonio Ticona, y el teniente de corregidor del pue- Chinchón y Alba de Liste no tienen punto de comparación
blo~ Tomás de Vargas Machuca. Si se pudieran cotejar estas en amplitud e incluso en precisión con el de La Palata23 .
cifras con los cuadernos de la revisita cabría establecer la
importancia numérica de las omisiones.
, En Pacajes, la ocultación fue descarada, pues los indios 2. Los mecanismos de explotación
permanecían en el pueblo a la vista de todo el mundo; en
del indígena
Sicasica, el cacique Bartolomé Paticallisaya por lo menos
mandó a los 22 que quería descartar a un paraje recóndito; Desechada la numeración, los declarantes contestaron a
en Cochabamba, en fin, Pedro Pascual Catacora pasó por alto las cinco preguntas restantes del interrogatorio, tres de las
indios que estaban en las estancias, pero acabada la enume- cuales tratan de cuestiones generales como la cobranza
ración, levantó una lista privada mediante la cual se pro- de la tasa y el reparto del turno de la mita por los caciques,
ponía percibir las tasas en provecho propio. Esta es la la huida de los indios a las haciendas de españoles y la mala
única mención que aparece en el documento sobre la con- conducta de los caciques. Finalmente, las dos últimas se re-
fección de un segundo padrón al estilo de los descritos por fieren a figuras específicas, los trajinantes y los colquehaques.
Lohmann (1957: 269). En su conjunto, las respuestas informan sobre el estado
En tres provincias, el decreto de La Palata obligó al de la economía y de la sociedad rurales a fines del siglo XVII
corregidor a formar por primera vez registro propio pues, en el área sujeta a la mita. Los aspectos sobresalientes ver-
según se dice, sólo los caciques llevaban cuenta de los habi- san sobre los diversos mecanismos empleados para la explo-
tantes. Así ocurrió en Azángaro, Chucuito y Catangas, don- tación del indio, la configuración de estratos dentro de la
de los respectivos corregidores, los generales Francisco Fausto sociedad aborigen y la progresiva descapitalización de la
de Cantabrana, Francisco de Indavidaurre y Juan Bautista de economía indígena que lleva por corolario a la desintegración
Cohorcos, no se excedieron en sus tareas y se limitaron, como humana y económica del ayllu y a la expansión de las hacien-
los demás, a copiar las memorias que les dieron los gober- das españolas. Estos dos últimos fenómenos, si bien forman
nadores indígenas, pero al menos eran los primeros en sus parte de un amplio proceso de desestructuración (Wachtel
respectivos corregimientos que se tomaban el trabajo de for- 1973, cap. 3; 1976) y expropiación, que se inicia con la
mar estas listas. Conquista y se prolonga a lo largo de la Colonia y la Repú-
La confianza que el duque de La Palata mostraba tener blica, revisten unas características y una dinámica particu-
a los corregidores no se justificaba. No obstante estar pro- lares al momento, bien distintas por cierto a las de la época
nunciándose ante uno del gremio, los indios no se mordieron de las encomiendas o a la de la posterior a 1781.
la lengua al respecto. La numeración de 1,683 no fue obvia- 1,-··
a. La presión fiscal cargo de hilacata era codiciado pues, aparte de las ventajas
pecuniarias que implicaba, libraba del servicio de la mita.
En la base del sistema que condicionaba por entero el
desenvolvimiento de la sociedad indígena se hallaba la ne- "Como es de grande conveniencia también esta ocupa-
cesidad impuesta de que los aborígenes concurrieran al sos- ción para los tales cobradores, porque se quedan con
tenimiento de la Hacienda Real por medio de tributos y a algunas porciones de las que cobran y de más a más el
la provisión de mano de obra para las minas. tiempo que andan en estas cobranzas no tienen las obli-
En la intención del legislador que fijó estas normas, el gaciones de servir la mita, hay muchos pretensores para
virrey Toledo, la tasa y la mita debían ser moderadas pero, el dicho cargo",
al cabo de más de un siglo, se habían tornado insoportables
para los naturales que permanecían en las comunidades. A manifestó el alcalde mayor de Chuquiabo (fol. 32). Esto sin
causa de la despoblación, su peso recaía sobre un núcleo muy tener en cuenta los medios extralegales de enriquecerse que
reducido, y el modo de percepción y repartimiento había da- tenían, según el testimonio de Diego Guaguachani, de la pro-
do lugar a abusos gravosos. La tasa se elevaba a siete pesos vincia de Canas y Canches. Dijo el testigo:
anuales por tributario, pero los testigos se quejaban de que
los caciques percibían a razón de treinta. En Azángaro protes- "que siendo la tasa que deben pagar conforme a la re-
taban de que cada tributario pagaba cada tercio de doce a tasa siete pesos cada año, cobran los dichos hilacatas a
catorce pesos. El exceso suplía lo que los muertos y ausentes treinta pesos de cada indio y, después de enterados los
habían dejado de contribuir. siete al teniente de corregidor se quedan con los demás".
Los curacas procuraban mitigar la suerte de las comu-
nidades persiguiendo a los miembros ausentes hasta su para- Guaguachani concluía con suspicacia justificada: "y respecto
dero. A ellos enviaban sus hilacatas o cobradores, ya sea de que siendo esto público no lo remedia el teniente, presume
con instrucciones propias (como señalaba el alcalde mayor este testigo irán a la parte con dichos hilacatas" (fol. 6ra·)
Pascual Chuquitopa y Navarro), ya con comisión del corre- En ocasiones, los cobradores salen del anonimato para
gidor (caso de Canas y Canches). Todas las declaraciones convertirse en personajes concretos. El capitán general de
atestiguan la costumbre establecida, salvo dos excepciones de Omasuyos, Miguel de Ancostopa, declara haberse topado en
menor importancia. Por más lejos que estuviera, el indígena el camino, al venir al entero de la mita, con los hilacatas de
permanecía vinculado a la comunidad y sujeto a las obliga- su cacique portadores de la plata de los rezagos percibidos.
dones contraídas con ella, en particular su contribución al Por su parte, los capitanes de Catangas se habían encontrado
pago de la tasa y al turno de la mita. Hasta donde tuviera en la Villa Imperial con los personajes respectivos, venidos
noticias el cacique, ahí le seguían las reclamaciones. Los ca- a hacer efectivas las obligaciones de los comprovincianos re-
pitanes de Pacajes suponían, en efecto, que los caciques seguí- sidentes. Pero el ejemplo más cercano es el del propio tes-
dan hasta, sus escondrijos a quienes les habían sido asignados tigo Pablo Alanoca, capitán chico del pueblo de Laja de
por la última reforma y habían vuelto a fugar, aunque fueran Omasuyos, quien había hecho de cobrador por cuenta del
antiguos forasteros ajenos a la parcialidad originaria. cacique Fernández en las haciendas de españoles (fol. 36).
La costumbre de seguir la pista de los ausentes. animó Los tentáculos de los caciques apretaban a los huidos
las rutas del altiplano y tejió una densa red de comtÍnica- con distinta fuerza, según el dominio que sobre ellos con-
ciones orales y materiales. Los hilacatas cruzaban el país de servaron. De Porco no se escapaba ninguno de la vigilancia
un extremo al otro a pie y traían la faltriquera llena de mo- del curaca, decía el testigo Domingo Salvador. Esta regla
nedas de plata a su regreso. Los más de los indios pagaban distaba de ser general en el altiplano. Los capitanes de
en especies sonantes las tasas o los rescates de la mita. El Paucarcolla y de Canas y Canches sostenían al contrario que
3 1 El indio a fines del XVII 95
94 Sánchez-Aibornoz
Estas exacciones sublevaban el ánimo de los aborígenes más gítimos hacen muchos agravios a los indios sobre su cobran-
que el pago del tributo ordinario o el servido de la mita, za" (fol. 6JVa).
que por comparación salían bien parados. "Se huyen y quie- Malversación aparte, los entuertos mediante los cuales
ren venir más a la mita, donde tienen que comer y vestir, los corregidores y sus tenientes se enriquecían a expensas
que no asistir en sus pueblos a la vista del corregidor que .;
de los indios eran principalmente cuatro: repartimientos, tra-
los tiene destruidos", (fol. 75va) dicen los capitanes de Quis- jines, confiscación de tierras y alquiler de peones. De ellos,
picanche. el más común era el primero. Los detalles, mencionados al
Representantes del poder real, de quien recibían el nom- pasar, puesto que las preguntas no concernían este punto, no
bramiento, los corregidores obraban de agentes del fisco y es- modifican cuanto se ha dicho de este abuso tantas veces.
taban obligados por ley a gobernar con mano paternal a los Los artículos que los corregidores obligaban a los indios
naturales y a administrar justicia. Sin embargo, habían tor- a comprarles eran por lo general mulas chúcaras, ropa de la
cido todos los recaudos decretados por la corona a estos tierra, vino y, ocasionalmente, coca (Paria), aperos de la-
efectos, y explotaban sin recato el trabajo y los recursos de branza (Chayanta, Sicasica) y hasta maíz (Cabana y Caba-
los indígenas a ellos sometidos. Enlaces entre la sociedad nilla) y harina (Tinta), amén de mercaderías inútiles. Los
dominante y las comunidades indígenas, los corregidores se testigos se quejan de que los precios resultaban excesivos
habían convertido, ante la tolerancia de las autoridades su- y, en alguna parte, se detienen a indicarlos: mulas entre 60
periores, en un segundo engranaje de la expoliación. Cómo y 66 pesos el par, en Paucarcolla y en Cabana, y a 80 en
obraban en provecho propio es sobradamente conocido, so- Quispicanche; una carga de maíz o una botija de vino a 12,
bre todo a raíz de las evidencias recogidas con motivo de de nuevo en Cabana o en Quispicanche. Los repartimientos
la sublevación de 1780 en contra de sus desmanes. Aunque se hadan tres veces por año (Paria) o el cobro de la venta
aplastada, la violencia de la reacción forzó entonces a elimi- tenía procedencia sobre el abono de los tributos (Chayanta,
nar la institución y a instalar nuevos funcionarios (Spalding Sicasica), circunstancia que los naturales subrayan con la es-
1974: IV). peranza de malquistar a los corregidores con la Hacienda.
Los testimonios de esta encuesta no develan novedad Las referencias a confiscación de tierras y ganado o al
alguna, pero precisan las prácticas de fines del siglo XVII. alquiler de trabajadores indígenas a hacendados españoles
Tienen la virtud de haber sido pronunciados con franqueza por parte de los corregidores o sus tenientes proceden sobre
ante un corregidor y otros funcionarios reales, aunque tal todo del valle del Vilcanota o de sus inmediadones24 • Gran-
vez el desahogo no haya alcanzado toda la latitud que hubiera des haciendas se estaban constituyendo allí y los brazos es-
tenido en condiciones de mayor espontaneidad. Las acusacio- caseaban. Los hacendados, incapaces de atraer de grado peo-
nes de los naturales contra los corregidores se extienden a nes, requerían del representante de la corona que se los pro-
sus tenientes en los pueblos (testimonios de Tinta, Canas y porcionase. .La compulsión y tirantez prevalecientes apare-
Canches, Cabana y Cabanilla). La denuncia más gravé lan- cen en varias ocasiones. Los testigos de Tinta de los Canas
zada contra un teniente de corregidor, por cuanto implicaba acusan a los tenientes de los pueblos que "quitan las tierras
prevaricato y malversación de fondos públicos, la sostuvo el
capitán de la mita del pueblo de Pichigua, situado en la pro- 24 La concentración de noticias de esta zona no excluye
vincia de Canas y Canches (fol. 67 y va.). Al parecer, el te- naturalmente que ocurrieran hechos de la misma índole en
otras partes: en Cabana y Cabanilla el corregidor se quedaba
niente tenía la costumbre de no designar allí cacique para que- todos los años con una porción de vacas y ovejas, las mismas
darse con el salario y, a la hora de percibir tributos, operaba quizá que luego vendía en Lima y Potosí (fol. 64 va.); de San-
por medio de cuatro hilacatas que -según comentaba Diego tiago del Paso, provincia de Cochabamba, Juan Francisco Payza
atestiguó que el corregidor había quitado cuarenta años atrás
Guaguachani, el mencionado capitán- "son indios advene- las tierras a su padre y las había entregado al español Gre-
dizos y no descendientes de caciques .. , y como no son le- gario Méndez (fol. 50 va.).
3 1 El indio a finas del XVII 99
98 Sánchez-Aibornoz
los corregidores. Seguramente, también, que alguien del pro- servicio. También esgrimieron que se hallaban empeñados
pio grupo infligiera daño irritaba más. Un tercer elemento que en dilapidar el patrimonio colectivo. De vez en cuando, to-
discernimos es el profundo rencor acumulado en contra de davía se filtraban ecos del antiguo respeto por la institución
los curacas por los capitanes de la mita, los testigos llamados en la forma de una invocación a la nobleza del cargo. La
a informar. En varias partes se quejan de que sus goberna- declaración de Pacajes reza que los corregidores nombraron
dores los despacharon a Potosí sin auxilios y que no les en- caciques:
viaron luego siquiera "una carga de maíz, ni chuño para que
coman" (Chayanta). En conocimiento de cómo se enrique- "en indios que no son originarios ni les toca por su no-
dan algunos jefes comunales es legítimo que se dolieran, bleza ni descendencia y, como obran con tiranía por no
tanto más cuanto que a veces se llenaban los bolsillos a expen- tener amor a sus pueblos, ni ser originarios, cobran la
sas de las tierras y rebaños de propiedad colectiva. Precisa- tasa hasta de los reservados, haciendo otras muchas in-
mente unas y otros estaban para proveer, entre otras cosas, al justicias"27.
buen sustento de los mitayos. Tal fue sin duda el sentimien-
to transparente de Bias de Alarcón, capitán chico de Asillo, Cualquier identificación de estirpe con rectitud estaba
corregimiento de Azángaro, quien:
sin embargo de más. Los mismos testigos reconocen: "Lo
propio hacen algunos caciques de los originarios por su ma-
"dijo que la comunidad de su pueblo tiene veinte mil la conciencia y codicia" (fol. 27va).
ovejas y que, siendo los frutos de ellas para ayudar a La consideración que los miembros de la comunidad
pagar las tasas y venir bien aviados los indios a la mita habían extendido a sus caciques se había perdido. Acosado
de esta Villa, el cacique se queda con todo el multiplico por requerimientos premiosos, es natural que el indio del
y sólo paga una porción a don Pablo Costilla, su enco- común reaccionara con gesto crítico. Para el buen entendi-
mendero" (fol. 47).
miento de los hechos no conviene sin embargo abrazar al pie
de la letra cuanto se alega. Mucho de lo que podía parecer ·
La indignación soltó la lengua de los capitanes para provecho acto deliberado al individuo afectado, era cometido en reali-
de los historiadores actuales. dad a impulso de la presión fiscal y de los grupos dominan-
La posición que ocupaba el cacique o curaca dentro del tes. Si ordenaban a los cobradores reclamar cuotas de tribu-
sistema colonial era de lo más delicada e ingrata. Cabeza por tos superiores a las marcadas en la tasación, si convocaban
vía hereditaria de la parcialidad y, por consiguiente, deposi- a los ausentes para que prestaran el servicio de la mita, si
tario natural de las expectativas de los indígenas en lo que toca arrendaban las tierras vacas a los forasteros o, en rigor, a
a preservación de la tradición y liderazgo, era al mismo tiem- los vecinos españoles, todas estas medidas tenían por fina-
po el agente de percepción fiscal e instrumento de que se lidad principal allegar recursos para que el pueblo, que las
valía la sociedad dominante para presionar sobre la masa muertes o fugas habían colocado en virtual estado de falencia,
aborigen con variado propósito. El cacique se hallaba en el hiciera frente a sus obligaciones. De haber entrado el siste-
nudo de la comunicación entre, por un lado, la administra- ma de comunidades en bancarrota entonces sin los apaños de
ción (y subsidiariamente los hacendados españoles) y, por el los caciques, la suerte del indio no hubiera mejorado como lo
otro, la comunidad. Según las circunstancias, el mismo indi- atestigua la historia posterior del siglo XIX. Los caciques
viduo tenía que actuar de portavoz de los indios y de herra-
mienta de la explotación de los blancos.
27 Estas palabras tienen su equivalente en la prosa de
Los testigos protestaron al unísono porque los caciques F. Guamán Poma de Ayala, Nueva Corónica... : "que en la
perseguían duramente a los indios para percibir el tributo, conquista de estos reinos se perdieron los señores principales
despachar el turno de la mita o para extraer el rescate del de casta y sangre y por ellos se eligieron de indios muy bajos.
Estos dichos dañan la tierra y se pierden los dichos pobres así".
103
102 Sánchez-Aibornoz 3 1 El indio a fines del XVII
libraban en verdad una batalla en retaguardia, papel nunca de que sólo los pobres terminaran por estar sujetos a la
muy popular. mita29 •
Uno de los procedimientos ideados para incrementar los La costumbre de hacer tales afectaciones no fue generaL
fondos de la caja de la comunidad fue la institución de los En las provincias del norte no se conocía la práctica, salvo
colquehaques. El alcalde mayor del distrito de La Paz, tantas en el pueblo de Ñuñoa, en Tinta, y en circunstancia excep-
veces traído a colación, relata cómo se individualizaba a cional; en Porco, tampoco, porque los mitayos se las arre-
quienes entraban en esa categoría. Dice así: glaban para alquilar por cuenta propia indios de minga. El
cacique se quedaba así sin asidero para ejercer su extorsión.
"que don Lope José Atauche, gobernador que fue del En el resto de los distritos del sur, el valor pagado por la
pueblo de Copacabana, nombraba para la mita cuarenta eximición variaba según las zonas entre 80 y 120 pesos por
indios y demás de éstos nombraba otros diez de los que vez, y en el centro iba de 130 a 232, es decir más bajo
30
llaman colquehaques que estaban retirados del pueblo y cerca de la Villa, más alto a cierta distancia y nada lejos •
tenían algún ganado o posible para rescatarse del ser- El motivo, y también el pretexto, de la imposición era
vicio de dicha mita, y de éstos iban sus hilacatas y co- alimentar la caja de la comunidad. Sin embargo, los indios
bradores a cobrarles la dicha suma a razón de ciento y dudaban del destino final del dinero. La expresión más cate-
sesenta pesos por cada uno, los cuales traían en plata górica salió de la boca de Diego Felipe, del pueblo de Cura-
o en carneros de la tierra" (fol. 3 3va) . guara, en Catangas: "que lo que importa lo que cobran de
dichos colquehaques enteran la mitad a las tasas y se quedan
La proporción de designados en relación con el total de con la otra mitad" (fol. 44va).
mitayos remitidos es demasiado alta en este caso. En los Sí los vínculos que ataban al originario con su ayllu se
demás, el número seleccionado oscila de uno a cuatro por debilitaron al punto de que muchos buscaron futuro en otras
pueblo (Pacajes, Omasuyos, Cochabamba). partes, el propio cacique de la comunidad sintió en lógica
El colquehaque era, por consiguiente, un indio acaudala- correlación menos responsabilidades hacia su grey. No fue
do del que se extraía una contribución so capa de la mita. A sólo sujeto involuntario de la acibarada posición que el régi-
diferencia del caso del ausente que optaba por pagar o no men colonial le había asignado; al contagio de la sociedad
rescate al hilacata, el cacique era quien nombraba al colque- dominante, se convirtió a su vez en explotador. Algunas
haque y lo elegía tanto entre quienes permanecían en el pruebas están más allá de cualquier interpretación malévola
31
pueblo como entre quienes lo habían abandonado 28 • Como y demuestran la corrupción de algunos curacas .
muestra la anécdota narrada por Diego Potosí, del pueblo
de T apacarí, en Cochabamba, quisiera o no el elegido debía 29 Otras injusticias denunciadas son la imposición con-
abonar una suma crecida para librarse del servicio, y esto tinua del servicio, ·las cobranzas indebidas, la no entrega de
recibos de descargo y, particularmente irritante, la percepción
le tocara o no legítimamente el turno de la mita. El sistema de tributos a reservados y viudas, exentos por ley. Sobre este
era harto atrabiliario tal como lo pintan, cualquiera sea el último punto, véase Sicasica, respuesta 2, Azángaro, 4, y Pa-
ángulo desde el que se lo mire: por un lado resultaba casi cajes, 6.
30 Por centro se entiende en este caso la región que com-
confiscatorio, por el otro castigaba al pobre por tal. En efec- prende La Paz, Pacajes, Omasuyo, Chucuito y Paucarcolla. Con
to, los declarantes no se cansan de subrayar la injusticia el empobrecimiento de los indígenas, el monto percibido por
este concepto en Chucuito bajó de 426 pesos, en 1596, a 250, en
1655. Rowe, "The Incas": 176. La tarifa se redujo a 232 en 1690.
aunque la de algunos lugares del corregimiento era aún más
28 En Paria no existió la costumbre de designar colque- baja. Los pueblos de Pomata y Yule sólo pagaban 150 y 130,
haques, pero sí la del rescate de la mita por parte de los según el respectivo testimonio de J. Flores y J.A. Sapana.
31 El cura de Andamarca y Urinoca (Carangas) atestigua-
ausentes. La tarifa a pagar por una y otra exención parece
que fue la misma. rá años más tarde: "tal vide yo en el pueblo de Achacache,
104 Sánchez-Aibornoz 3 1 El indio a fines del XVII 105
El cacique sacó ventaja, en efecto, del trabajo de los La tierra constituía el norte de la conducta de muchos
indios. So pretexto de inscribirlos en la categoría de reserva- curacas que, por medio de arbitrios incluso intemperan-
dos, les hizo hilar su lana, fabricar su chicha y pacer su tes, conseguían redondear sus posesiones y transformarse en
ganado (Sicasica). Esta última tarea fue la más comúnmente terratenientes. Los testigos de Tinta, Chuquiabo, Chayanta
encomendada. En Cabana, por ejemplo, el cacique ocupaba y Paria acusan categóricamente a sus caciques de maltratar
doce indios en cuidar otros tantos rebaños de ovejas suyas a los originarios hasta provocar su huida, momento en que
que pacían en tierras comunales. El empleo de estos hombres se apoderaban de ranchos y tierras. Estas pasaban en el
no se fundaba ya, como ha intuido Karen Spalding32 , en las acto a ser sembradas por sus servidores o a ser pastadas
normas primitivas de' intercambio de prestaciones o de preemi- por sus ganados3 ±.
nencia nobiliaria, sino en una deliberada actitud de lucro. El intento más acusado de ascenso y asimilación al es-
Cuando menos así lo percibían los declarantes, y esto es lo trato superior lo ejemplifican los caciques de Ayo Ayo, pueblo
que importa, pues revela cuán profundamente se habían que- de Sicasica. Según los declarantes, éstos quitaron a la co-
brantado los valores de la población indígena. munidad cuatro estancias cuyos nombres mencionaron, y se
Es interesante notar que los testigos no atribuyen el las entregaron a blancos casados con la hija de uno y la
desgobierno a la borrachera e incontinencia de los caciques hermana del otro. Los dos caciques ambicionaban conver-
en la forma en que lo hizo Guamán Poma de Ayala a co- tirse en cabezas de linajes españoles y dotaban a su futura
mienzos del mismo siglo. Faltan alusiones de esta espeCie. familia de los medios para sostener esa dignidad. "Los cu-
La argumentación gira en torno de factores económicos, como \ racas son enemigos domésticos desde que el indio nace hasta
si la actitud de estos personajes hubiera cambiado de una que mueren" (Cuevas Herrera, s.f, Memorial tercero, fol.
desesperanza, ahogada en la sensualidad, a un proyecto frío 252).
de ascenso individual por medio de la riqueza33 • Este viraje "Quien fuere cacique principal, matiza Guamán Poma,
representaría una modificación sustantiva de su visión de la ha de tener miel y hiel y ha de ser león y cordero" (Nueva
sociedad dominante y de las posibilidades de inserción en Coránica: 779). Frente al corregidor, cura o hacendado, debía
la misma. presentarse manso a satisfacer sus deseos. Ante el indio tenía
que ser exigente y duro. En este papel bifronte, el cacique,
prevaricador por añadidura, era el cauce apropiado por cuyas
manos habría de transcurrir la transferencia del suelo del
obispado de Chuquiabo, que si algún indio de Potosí o de otra
parte se volvía al pueblo a palos lo ahuyentaron de él con que un poder de los indios al de los españoles. En las respuestas
pueblo que tenía 2800 indios tributarios, hoy no tiene veinte ... 4 al cuestionario, los capitanes de la mita acumulaban testi-
que el indio que vive en el pueblo no le es de provecho al caci- monios de ese reacondicionamiento.
que, el ausente de todo lo que se sigue; sale a buscar donde sabe
que está o en los valles hecho labrador o en los lugares fríos La modalidad más elemental fue el simple arriendo de
que llaman punas, criando ganado". Cuevas Herrera, Memo· parcelas, previamente desahuciadas, o de lotes de tierras de
rial tercero, fol. 252v•.
32 Más ejemplos de prestaciones en provecho del caci-
que: Azángaro, Canas y Canches, Chayanta, respuestas a la pre-
34 En general los caciques reivindicaron tierras con me-
gunta 4. En los pueblos de Macha y Capoata de ese último
corregimiento la negativa a someterse a la exacción se pagaba nos premura a principios del siglo XVII, según el relato de
con agresión física. En cuanto a los uros del pueblo Pucaraní, Guamán Poma. Antes que procurar el desahucio del indio
Omasuyos, pescaban para el beneficio particular de los curacas. pobre exigían el pago de arriendos (pág. 933). Cuevas Herre-
aa En justa reciprocidad debe mencionarse cómo hubo ra (Memorial tercero, fol. 253va) recalca en el siglo siguiente:
caciques o enteradores de mita quienes, incapaces de recaudar "en las tierras que casi todos los pueblos tienen en los valles
las sumas o juntar los hombres exigidos, pagaron con su vida. tienen los caciques sus gentes, siembran y cogen, llenan sus
El enterador de Moromoro, Martín Brusiri, y el principal del graneros que llaman privas. Los particulares y común en nada
pueblo de Puna se vieron acosados al suicidio, según afirma participan de ésta que llaman comunidades, si no es algunas
Cuevas Herrera, Memorial cuarto, fol. 258v•. y muchas veces del trabajo".
106 Sánchez-Aibornoz 3 1 El indio a fines del XVII 107
la comunidad. Así ocurrió en Pacajes, Sicasica, Paucarcolla,
efecto de hacer frente a la tasa anual, habían quedado, pues,
Azángaro, Cabana y Cabanilla, y Canas y Canches. Del aserto
desprovistas del amortiguador que, mal que bien, las tierras
general, algunas referencias van al dato preciso, con lo que
la denuncia cobra peso35 • comunales habían representado durante siglo y medio. La
agonía entraba en una fase más decidida. ¿Acaso no es
El arriendo no fue sino el primer paso de la apropia-
por esta razón por la que se planteaba, más acuciante a la
ción. De la posesión de la tierra por alquiler a la propiedad
sazón que nunca, la urgencia de una retasa general?
sólo había un trecho, fácil de transponer y que se cruzó con
frecuencia. El texto de Canas y Canches no deja dudas sobre
3. Los estratos de la sociedad indígena
el resultado del proceso: el gobernador actual nombrado (de
Combapata), don José Caguaitapa Arqui Guamán "les ha
quitado todas las tierras y las ha arrendado a diferentes El antagonismo que preside necesariamente las relacio-
españoles quienes se han apoderado de ellas diciendo que las nes entre dominador y dominado en la sociedad colonial, no
han comprado del Rey" (fol. 68va). Los intrusos explotaron llegó a disimular los conflictos que enfrentaban a los estratos
naturalmente la confusión entre tierras de realengo y de indígenas entre si. La tensión fundamental dentro del sector
·comunidad. aborigen era la que oponía a pobres y ricos, división harto
ordinaria, pero que adquiría aquí un cariz particularmente
La intensa redistribución del suelo que estaba aconte-
ciendo en Paucarcolla ofrece un ejemplo de usurpación aún ingrato por la agudización de los contrastes sociales al tiempo
de una compresión demográfica y económica general.
más crudo. Los ocupantes, Barrueta, Heredia y Torres, ni se \
molestaron en pretextar compra, como en el caso de Comba- Por tradición, la inserción en una comunidad indígena,
pata, "diciendo que (los indios) no tienen nada y que todo la mancomunidad de títulos y obligaciones, no acarreaban
es de los españoles" (fol. 61). Estos hechos ocurrían a ojos igualdad. Ciertos funcionarios se eximían de determinados
vistas de los curacas que, para escarnio de sus goberna- compromisos. Unos miembros gozaban de mayores bienes que
dos, cooperaban en la expropiación y, a río revuelto, sacaban otros. Pero los correctivos disponibles contra las diferencias
marcadas eran numerosos.
su tajada, aunque no fuera sino en la forma del cobro de los
arriendos iniciales. A fines del siglo XVII, la superimposición de una so-
El acoso a la propiedad aborigen concluyó con la despo- ciedad extraña que había introducido el dinero y con él
blación del ayllu, consecuencia extrema y ocasional, pero que pautas de prestigio y riqueza diferentes, y la fijación de una
aparece mencionada aquí en dos ocasiones. Según expresan las gama de tributos, habían delineado nuevas áreas de privile-
declaraciones, en ambos casos fue obra intencional de los ca- gio. La fortuna regulaba más que antes las vías de acceso
a los niveles superiores.
ciques respectivos. Jerónimo Caxiamarca carga con la respon- .
sabilidad de la destrucción de una parcialidad de Macaví Los ricos, tal como en el caso de los colquehaques, se
(Tinta); el José Caguaitapa recién mencionado con la de la eximían del servicio personal; sólo se despachaban pobres a
anansaya de Combapata (Canas y Canches).Segundo corolario: la mita, clamaron los capitanes36 . La amistad o el parentesco
las ciento setenta estancias que las comunidades del pueblo libraban de ciertas derram:;~s y permitían compartir los bene-
de Omasuyos tenían para alivio de la tributación personal ficios de ciertas exacciones (Pacajes). El cargo permitía re-
ya habían pasado también a poder de los españoles. Al dondear una fortuna y ascender un peldaño hasta entroncar
eventualmente con los bajos niveles de la capa alta. Otras
veces, el trato asiduo con el español se convertía en fuente
Sfi Así en Pacajes se informa que los arriendos tienen lu-
gar en los pueblos de Huaqui y Tiahuanaco; en Sicasica, en los de enriquecimiento y privilegio.
pueblos de Calamarca y Mohosa (arrendatarios Diego Ruiz y
Lorenzo Núñez; nombres de las tierras: Hinchupalli, Caque-
cha, Hanco Oma, Mamanin y Chacari), etc. 36 Véanse las respuestas, entre otras, de Chuquiabo, Chu-
cuito, Chayanta y Carangas a la pregunta 6.
108 Sánchez-Aibornoz 3/ El indio a fines del XVII 109
A la inversa, la no pertenencia al grupo en ascenso por del temporal y riego a un indio originario" (fol. 58), Pedro
vía pecuniaria suponía que todas las cargas fiscales y perso- Chirinos, y las entregó en arriendo a extraños. La causa de
nales se aplicaban agravadas e incluso que ni siquiera cabía la confiscación fue la deuda contraída por el propietario con
esperar que se respetaran los derechos concedidos por la la caja de la comunidad.
ley. Las menciones al cobro de tributos a viudas y reser- En la competencia por el arriendo, el forastero estaba
vados, exentos del pago en todas las ordenanzas, son fre- sin embargo en desventaja. Excepto en Paucarcolla, donde
cuentes. Cada turno de mita indebido, cada imposición exa- se hallaba en curso un profundo reacondicionamiento de la
gerada, cada usurpación, hundían sin remedio a la víctima y propiedad de la tierra, los demás parajes donde se registra
ensanchaban la brecha que separaba su porvenir del de los su presencia parecen ser zonas menos codiciadas por los
privilegiados. En estas condiciones, la única alternativa abier- españoles. El proceso común parece haber sido más bien
ta al indio pobre para escapar a tantas opresiones era poner el siguiente: primero un vecino blanco pone pie en la tierra
distancia. en calidad de arrendatario y sólo luego acude el indio de
Los destinos del que huía variaban. Por extraño que agregado, no ya de la comunidad, sino del amo de la ha-
parezca, la Vill~ de Potosí ejercía una fuerte atracción. Por cienda constituida en pertenencias comunales. Al quedar el
más duro que fuera el trabajo en las minas, mingarse resul- hacendado, andando el tiempo, con la propiedad de la finca,
taba más remunerador y parecía más digno que el ingreso el subinquilino se transforma sin sentirlo en arrendatario.
y el trato recibidos en el pueblo (Chucuito, Canas y Canches). Posiblemente la capa de los forasteros, agregados y
La gran mayoría se instalaba, sin embargo, como es natural, peones fuera más igualitaria que su contraparte de origina-
en el campo. O entraba a servir en una hacienda y allí rios. Si por casualidad alguno detentaba buena posición en
quedaba atado de por vida, a menos que la dureza del tra- su parcialidad de origen, al emigrar perdía rango y riqueza.
tamiento lo forzara a escapar de nuevo; o salía de la pro- Por lo demás, sujetos al dominio directo de los españoles,
vincia y reaparecía en otra alquilando una parcela en un las posibilidades de diferenciarse entre sí serian más limita-
pueblo. Junto al español, el ausente se transformaba, según das. La relativa homogeneidad social compensaba el origen
los casos, en yanacona, arrendero o agregado; en comunidad ecléctico del grupo.
ajena, en forastero. Al romper con el ayllu, los forasteros salían ganando
De este modo llegó a constituirse en el altiplano y ale- matetialmente. No estaban obligados a mitar. La tasa la
daños la extendida capa de indios jurídica y económicamente abonaban moderada y si querían -o casi-, en el lugar de
aparte de la de los originarios. Los testimonios de la en- origen. Ya hemos indicado además cómo en las provincias
cuesta no dejan dudas sobre este punto: los no originarios del norte ni siquiera se avenían a satisfacer la mayor parte
se hallaban por todas partes (véase capítulo precedente). de sus obligaciones. Nada extraño tiene, pues, que aco-
No sólo se reconoce la dispersión profusa de los ausen- gieran de uñas la reforma de La Palata que eliminaba el
tes en parajes recónditos o en valles y haciendas de espa- privilegio de facto de que gozaban; su reacción fue la natural
ñoles -salvo la contradictoria negación de los capitanes de en ellos: volver a huir.
Quispicanche-, sino que se registra la presencia de foraste- Además de la progresiva diferenciación vertical dentro
ros en las tierras del pueblo propio. Los testigos de Porco, de la comunidad, la sociedad indígena experimentó por lo
Pacajes, Paucarcolla, Tinta y Quispicanche manifiestan así tanto una escisión en su capa inferior. En ésta, los grupos
con un dejo de disgusto que aquéllos ocupaban tierras aban- marginados, crecidos en número, resultaron a la postre aven-
donadas que los caciques les habían arrendado. Sólo en un tajados.
caso la expropiación precede a la instalación del colono. El Para completar el cuadro social del altiplano indígena
locuaz Diego Potosí, de Cochabamba, da pelos y señales de extendemos el examen hasta el núcleo de los mestizos. En
cómo el cacique de Tapacarí, Salvador Ala, confiscó "tierras Copacabana, 70 de ellos se habían apoderado de tierras, se-
110 Sánchez-Aibornoz
3/ El indio a fines del XVII 111
gún declara el alcalde mayor de Chuquiabo. Más al sur, en
Omasuyos, las usurpaciones de esta naturaleza se repiten. En La falta. de un sistema administrativo ágil se paga ade-
Catangas su expansión había sido temperada. El cacique más con una modalidad de percepción que deja abierta la
Diego Quispe había desalojado a indios para dar tierra en puerta a la concusión de caciques y corregidores, y que de
arriendo a mestizos que casaron con mujeres del pueblo. esta manera acrecienta la aflicción de los naturales. Por todo
Finalmente, en Chucuito, habían escalado al cacicazgo (véase ello, la suma a tributar no guarda proporción con los ingre-
nota 33). El fenómeno no había alcanzado todavía enverga- sos individuales. La colectividad se endeuda: se grava a
dura. La mayor concentración de gente de mezcla aparecía los ricos -colquehaques--; se carga a los exentos -reser-
en el tramo central. vados y viudas-; se reiteran los turnos en unas mismas
Sería injusto cerrar este punto sin mencionar, aunque personas; se llega a alquilar indios en los asientos para be-
sea brevemente, que la creciente complejidad social del pueblo neficio de la parcialidad. Las declaraciones enumeran una
altoperuano venía compensada por una tendencia unificadora. lista de estas irregularidades que nada tienen que ver con
Potosí, la mita, la dispersión llevaban a compartir experien- la corrupción de las autoridades, sino con la cortedad de las
cias e intereses, y suscitaban velis nolis la identificación con cajas. Claro que el favoritismo y la codicia ponen una nota
una entidad mal definida aún, pero que iba más allá de las irritante sobre estas presiones. Cuando tales medidas no
antiguas parcialidades y comarcas. bastan, se recurre entonces al arriendo de pequeñas parcelas
a forasteros o españoles y se acaba por enajenar gradualmen-
4. Comunidad y hacienda te las tierras del común. La comunidad y sus miembros se
descapitalizaron al tiempo que se incorporaban a la economía
Pasando de los estratos a un ámbito social más amplio, monetaria; pocos serán los enriquecidos que salven la fortuna
ligado a las transformaciones económicas en curso, destaque- reunida en tan ásperas circunstancias. Si el término no so-
mos dos fenómenos esenciales en la historia del mundo an- nara anacrónico, podría decirse que el indio se proletariza.
dino: la declinación de las comunidades indígenas y la expan- Lo único que le queda por ofrecer son sus brazos.
sión de las haciendas serranas. La encuesta del conde de Precisamente, no lejos de los pueblos los españoles se
Canillas encierra ricas indicaciones para entender estos mo- hallan empeñados en erigir sus haciendas. Lo interesante del
vimientos complementarios. documento comentado es observar cuántas de estas propieda-
Al fenecer el siglo XVII, la comunidad se perfila aco- des tienen su origen no en mercedes o demás concesiones
sada en sus bienes, desde fuera, por la exigencia de tributos graciosas, ni siquiera en usurpaciones. Las más de las opera-
y las usurpaciones de tierra y, por dentro, por la progresiva ciones consignadas revisten carácter oneroso por arriendo o
apropiación de los· recursos comunes en el beneficio particu- por compra. Naturalmente, la índole del manuscrito dirige
lar de quienes detentan en ella el poder. En el orden humano, la atención hacia tales hechos antes que a la ocupación de
la población disminuye por contracción natural o por deser- baldíos, por ejemplo, que no vienen al caso en el contexto
ción de los habitantes. Las respuestas mencionan varios lu- del interrogatorio. El arriendo de bienes comunales es sin
gares despoblados, principalmente en el alto valle del Vilca- embargo una figura más frecuente de lo esperado. Como se
nota. La reducción demográfica afecta por lógica a la capa- ha dicho antes, tal contrato no es más que un paso. Una
cidad económica del pueblo. Menos originarios cargan con vez puesto un pie sobre el suelo, comienza la tarea de zapa
iguales tasas y cupos de mita. La presión fiscal se torna para modificar el título y expandir los dominios.
intolerable, no porque haya crecido, sino porque en la derra- Las haciendas requerían brazos; los indios necesitaban
ma a cada individuo le toca pagar más. Lo imputable a la empleo y seguridad. Las referencias a arreglos entre españo-
Hacienda Real es su actitud recalcitrante, su inadaptación les y corregidores o caciques sobre provisión de mano de
a las circunstancias. obra son esporádicas y se dan más que nada en zonas poco
habitadas (Quispicanche). Más bien parece que los indios
112
Sánchez-Aibornoz 3 1 El indio a fines del XVII 113
acudieron espontáneamente en procura de ocupación, tierra
Apéndice 2
y protección. Si cupiera hablar aquí de enfeudamiento nada
tendría que ver el hecho con cualquier figura jurídica del INFORMACION TESTIMONIAL TOMADA POR EL CORRE·
régimen feudal que haya cruzado de Europa a Indias. El GIDOR DE POTOSI EN 1690
fenómeno habría de ser comparado tal vez con procesos si-
Fol. 21 En la Villa de Potosí, en once días del mes de
milares de la Alta Edad Media (sobre el carácter féudal de marzo de mil y seiscientos y noventa, Su Señoría, el ·señor
las haciendas, consúltese Macera, 1971). El forastero con- general don Pedro Luis Enriquez, caballero del Orden de Ca-
seguía tierra, y ocupación no habría de faltar a cualquiera latrava, conde de Canillas de Torneros, corregidor y justicia
mayor de esta villa, visitador de las Cajas Reales de ella y
cuando menos en los asientos y villas; pero lo que otro no juez privativo de la Mita, dijo que el excelentísimo señor
podía darle era lo que el hacendado le ofrecía: protección conde de la Monclova, virrey y gobernador y capitán general
de estos reinos, se ha servido de participar a Su Señoría en
contra las exacciones del fisco, del corregidor y del cacique, algunas cartas los repetidos instrumentos y diligencias que se
a cambio, naturalmente, de las propias37 • han remitido a Su Excelencia de las provincias que mitan a
Este esquema, aplicable quizá por extrapolación a otras esta villa, ponderando las fugas que han hecho los indios des-
de la numeración general, por cuya causa se excusan de re-
regiones andinas, presenta como es natural variantes según mitir las mitas asignadas a esta villa en el último repartimien-
tiempo y lugar. El norte del área sometida a la mita, gana- to y porque los motivos de la experiencia que tiene de las
dero y una pizca mercantil, dejado además de la mano de provincias pasen judiciales a la noticia de Su Excelencia man-
dó que los capitanes generales, gober /21 va jnadores y caciques
los -cliciftles reales, se encontraba en 1690 en medio de las que se hallaren en esta dicha villa de las provincias que mitan,
mayores coñvulsion,e&~ En los páramos de Catangas, Paria, declaren lo que supieren debajo de juramento al tenor de las
preguntas siguientes:
Porco y parte de Chayanta, al sur, el terreno no se prestaba L Primero, si saben que en los pueblos los caciques y go-
para la constitución de haciendas y, por consiguiente, arrien- bernadores, para los padrones que hacen los corregidores, les
dos y usurpaciones fueron raros. Sin rebosar pujanza, la dan memorias de los indios que quieren, ocultando de ellas
los que les parecen, y de estas memorias simples forman los
comunidad se defendía por falta de competencia cercana. Si corregidores los dichos padrones, sin hacer otra averiguación,
emigraban, los aborígenes marchaban a los valles orientales, ni tener conocimiento de los indios, pues éste no le pueden
alcanzar en dos años que sirven el corregimiento.
donde los establecimientos de españoles prosperaban, como 2. Si saben que de los indios ausentes de las provincias
atestigua la información de Cochabamba. El centro, en fin, han cobrado hasta ahora la tasa y repartido el turno de la
ocupaba en lo social, igual que en la geografía, una posición mita, los dichos gobernadores y caciques a los indios que han
querido, como consta de algunos de los padrones y listas de
a caballo de los extremos. El agro era, por lo general, pobre, la mita que remiten a esta villa, diciendo en ellos fulano y
mas en el horizonte se divisaba allí alguna hacienda de tanto zutano que están en tal parte, para las cuales diligencias de
en tanto. Un grupo intermedio también, el mestizo, comen- la cobranza de tasa y mita, cuando les reparten el turno, des-
pachan sus hilacatas y cobradores /fol. 22/ a la diligencia.
zaba a acaparar algunas tierras. 3. Item, si saben que, en las haciendas de españoles y
valles, los indios que de las provincias de la mita asisten en
ellos, rescatan el turno de dicha mita en plata, dándosela a
los dichos hilacatas y cobradores porque dejen a los indios
en las dichas haciendas o valles donde están trabajando, o por
arrendamiento en tierras de los españoles o alquilados como
jornaleros, y todos éstos faltan en persona así de sus pueblos
37 "Unos indios se han muerto, otros se han ausentado como de la mita o de esta villa.
a provincias tan distantes que no se sabe de ellos, otros, y 4. Item, si saben los malos tratamientos que algunos de
los más, los ocultan los mismos interesados que los detentan los caciques y gobernadores hacen en sus pueblos a los indios
en sus chacaras, estancias, obrajes y trajines, cuyos dueños originarios, con fin de que se ausenten de ellos, consiguiendo
son tan poderosos que no valen los corregidores, ni los capi- por este medio el que las tierras que tienen los dichos indios
tanes de la mita a poderlos sacar de su poder; y éstos lo más originarios las dejen, para arrendarlas los dichos caciques y
que consiguen es enterarlos en plata porque no se los saquen gobernadores a otros indios forasteros, logrando con esto el
ni traigan a la mita". Bartolomé de Salazar, oidor de la Audien- percibir los arrendamientos de dichas tierras de los forasteros,
cia de Lima, informe de 1~ de marzo de 1664, AGN, 13, 23.10.2. y de los originarios que se han ausentado cobrar la tasa y los
turnos de la mita, según a los tiempos que quieren los dichos