Thurner Mark - El Nombre Propio Del Pais de Los Incas - 121-166
Thurner Mark - El Nombre Propio Del Pais de Los Incas - 121-166
Thurner Mark - El Nombre Propio Del Pais de Los Incas - 121-166
y antropología cn la Universidad dc
Fiuridi. Sus ensayo* sobrr historia
per tMiaa lian aparecido cn revistas
internacionales tales corru' History
and Theory, Pi*stialontal Studies.
Hispanur American H iuoriatl Review,
Latin American Research Rsvu'w y
lournal o f Uttin American Studies.
EntTC -'us libros se destacan
After Spanish Rule; poslcolontnl
predicaments o f the Americas
(Puke University Pres*. 2003)
Y Republicanas andina* <IEP, 2006k
)
EL NOMBRE DEL ABISMO
MEDITACIONES SOBRE LA HISTORIA DE LA HISTORIA
El nombre
del abismo
meditaciones sobre la historia de la historia
FLAC50 - Biblioteca
Mark Thurner
T raducción de
J uan C arlos C al lir g o s
Titulo original: History’s Peru: The Poetics o f Colonial and Postcolonial Historiography. Publicado
originalmente por University Press o f Florida, 15 N W 15th Street Gainesville, FL 32611
© M ark Thurner
:_ * i _ jv / Á “ Í ^ h . ' J o O "1-A-
IEP I n s t i t u t o d e E s t u d i o s P e r u a n o s ,,, t i A - O <o - _____ ________
Horacio Urteaga 6 94, Lima 11
Telf.: (51-1) 332-6194/ 424-4856
r $ M j X l ................................
www.iep.org.pe Proveedor:
C a n j e . . . . . . . . . . . ----------------------------
ISBN: 9 78 -9 9 7 2 -5 1-3 4 0 -4
ISSN: 10 19 -4 4 8 7 D o n a c i ó n . ........................................... .. ...........
Impreso en Perú
Thurner, Mark
El n o m b r e d e l a b ism o. M e d ita cio n es so b r e la h istoria d e la h istoria . Lima, IEP,
2 012 (Fuentes e Investigaciones para la Historia del Perú, 20)
W /01.04.03/F/20
Capítulo 4
Hipólito Unanue, “Geografía física del Perú”, Mercurio Peruano, n.° 106 (1792)
C lim a y suelo
1. Lovejoy, Arthur O. The Great Chain o f Being. Cambridge, Estados Unidos: Harvifl
University Press, 1978 [1936], caps. VI-IX.
4 , El nombre propio del p aís de los In c a s 123
natural del Nuevo Mundo. Los escritos sobre el Perú de Gonzalo Fernández
¿c Oviedo (1478-1557), el estudioso jesuita José de Acosta (1539-1600) y
Antonio León Pinelo (1590-1660) formaron una impresionante y erudita
dición que combinaba reflexiones teológicas y filosóficas, con historia na
tural Acosta había sugerido que el interior del Perú era el lugar más cercano
a l paraíso terrenal y León Pinelo lo superó al afirmar que el Perú era el au
Perú había generado su propio “genio”, que a su vez había creado leyes so
ciales, sagaces y benevolentes, de origen indígena.
No existía nada que el Perú no tuviera. Su riqueza natural era incom
parable, pues contenía todos los climas del mundo en su territorio. De igual
form a, su diversidad humana desafiaba y excedía los esquemas europeos de
clasificación que intentaban fijar el potencial civilizatorio sobre la base de
la predominancia de un tipo racial y de un clima, puesto que todo tipo de
h u m an o (toda raza y toda mezcla posible de razas) habitaba en sus diversos
climas. El Perú no solo era un “microcosmos” natural y humano del globo;7
en la mente de Unanue, era más universal que cualquier otra tierra del mun
do, y esta universalidad revelaba el provincialismo de Europa y de la mente
europea.
Aunque Unanue era un calificado estadístico que luego ocuparía el
puesto de ministro de Hacienda del Perú independiente, tanto bajo José
de San Martín como bajo Simón Bolívar, su pensamiento histórico es más
patriótico y fisiológico que republicano y revolucionario. Durante buena
parte de su vida productiva, Unanue trabajó bajo los virreyes borbónicos del
Perú. Su visión historicista y naturalista del Perú estaba influida por el an-
ticuarianismo, la medicina y las ciencias experimentales, y por aquello que
Cañizares-Esguerra ha denominado la “epistemología patriótica criolla”.8
La epistemología patriótica en la América del siglo XVIII era un discur
so histórico científico que privilegiaba las observaciones de primera mano
de artefactos materiales o culturales nativos (glifos, códices, artefactos mne-
motécnicos como los quipus, monumentos, costumbres, etc.), y relatos de
primera mano de nobles nativos o sabios con acceso a idiomas nativos. EsrJI
fuentes nativas eran superiores a las impresiones hechas de pasada por vid
jeros europeos no hispanos ya las especulaciones de gabinete de filósofos y]
naturalistas europeos. La mayor parte de los más conocidos “epistemólogoj
patrióticos” peruanos e hispanoamericanos eran jesuítas criollos exilados (lj!
Compañía de Jesús fue expulsada del reino español en 1768). El más famosol
entre los peruanos fue Juan Pablo Viscardo y Guzmán, quien hizo un llamjí
do por la independencia americana de España en 1792. Pero los académictj
laicos también contribuyeron fuertemente a la defensa histórica de la civil ■
zación y naturaleza “americana”.9
Unanue fue uno de los principales artífices de la revista histórica, lite-
raria y comercial más importante del Perú, el M ercurio Peruano d e Historia,1
Literatura y N oticias pú b licas (1791-1794). Aunque algunos historiadores
y científicos sociales hayan considerado que este medio fue el “periódico”
en el que se incubó el nacionalismo criollo y la “esfera pública” peruana, y]
aunque fuera luego leído en el Perú como un “precursor de la peruanidadÍT
10. El nombre de la revista tendría gran atractivo para las futuras generaciones de peruanos,
que lo han considerado una bandera íntima, expresiva de la identidad nacional y, por
ello, “precursora”. Mercurio era un nombre común de publicaciones francesas que, desde
el siglo XVII, aspiraban a convertirse en aquel mensajero de los dioses que transmitía las
palabras verdaderas al universo de los hombres. De hecho, el Mercurio Peruano no solo
reconocía su deuda con el Mercure Français, sino también al oficial Mercurio de España.
Existe también una diferencia, pues la revista peruana no era meramente el “Mercurio
del Perú” (es decir, la versión local de la gaceta oficial española), sino un Mercurio que
hablaba desde una subjetividad íntima marcada por el adjetivo “peruano”. Al respecto,
véase: Clement, Jean-Pierre. El Mercurio Peruano, 1790-1795. Vol. I: “Estudio”. Madrid
y Francfort del Meno: Iberoamericana y Vervuert, 1997, vol. I, pp. 52-59.
11. En 1791, el Mercurio Peruano era la voz de una sociedad académica inicialmente llama
da la Sociedad Académica de Amantes de Lima. El nombre fue luego cambiado por el
de Amantes del País.
12. Mercurio Peruano, 2 de enero de 1791.
128 Mark Thu,ir r * “
13. Viscardo y Guzman, Juan Pablo. Obras completas. Lima: Banco de Crédito del Perú,
1988, p. 206.
14. Mercurio Peruano, 2 de enero de 1791.
130 M ark Thurr^
IV Ibíd.
16. Ulloa, Antonio de y Jorge Juan. “Resumen histórico”. En su Relación histórica del I
a la América meridional. Madrid, 1748, iii.
17. Ibíd., clxiii.
4 / El nombre propio del país de tos In c a s 13 1
18. Para un análisis de este discurso colonial, véase: Cañeque, Alejandro. The King’s Living
Image: The Culture and Politics o f Viceregal Power in Mexico. Nueva York: Routledge,
2004.
19. El estatus poscolonial de Unanue como “peruano” se vio discutido cuando la provincia
de Arica, como consecuencia de la Guerra del Pacífico, se hizo parte de Chile. Esta
132 m 'x ih u rJ
provocación se respondió con una campaña cultural para convertirlo en la figura prin
cipal de la “Ilustración peruana”.
20. Llano Zapata había incursionado tempranamente en este campo, pero su trabaia per-l
maneció inédito.
21. Es notable que Unanue no reprodujera la visión de la conquista de la leyenda nepiA
Para él, fue Gonzalo Pizarro y su banda de traidores a la Corona quienes saquearon H
tumbas incas y no los nobles sirvientes de esta. El primer emisario y virrey, Pedro de I*
Gasea, mantuvo el honorable nombre de España.
22. Unanue, Hipólito. “Idea General de los Monumento del Antiguo Perú, e IntroducdaJ
a su Estudio”. En Mercurio Peruano 22, 1791.
23. Ibíd.
4 / El nombre propio del país de los Incas 133
24. Ibíd.
25. Ib íd .
134 M ark Thum*
leyes sabias, y sobresalir bajo de ciertos aspectos en las artes y las ciencias; pared
indispensable examine el suelo sobre el que yacen las ruinas [...].
26. Unanue, Hipólito. “Geografía Física del Perú”. Mercurio Peruano 4, 1792.
27. Ibíd.
28. Sobre los conceptos neoplatónicos y aristotélicos de gradación, diversidad y plenil
véase: Lovejoy, Arthur O. Ob. cit.
4 / 0 nom bre propio del p aís de los In ca s 13 5
los objetos observados sobre el cerebro, dotando así a los peruanos con pgj
deres imaginativos extraordinarios y desconocidos entre los europeos.
La teoría sensorial de Unanue sobre la imaginación sudamericana cir-
cunecuatorial constituía una crítica de las nuevas certidumbres raciales de la|
Europa noroccidental del siglo XVIII y tenía claras implicancias en relación <
con el misterioso origen del primer inca, Manco Cápac, y de su civilización.
Algunos prestigiosos académicos europeos — como William Robertson,
Abbé Gillaume Raynal y Alexander von Humboldt— habían considera-1
do que las afirmaciones del Inca Garcilaso de la Vega estaban teñidas por]
aquel pecado cardinal del pensamiento histórico iluminista, conocido como 1
“amor propio”, y especulaban que Manco probablemente no había sido ni
siquiera “peruano”.
El brillante contemporáneo de Peralta, Giambattista Vico (1668-17Í4) j
había sostenido en su Nueva cien cia que las naciones occidentales o europeaj
casi siempre habían sido fundadas por “héroes hercúleos”. Más aún, estos
héroes gigantes no eran necesariamente “hijos de la tierra”, es decir, no eran I
nobles locales (el significado original, nos dice Vico, de la palabra “indíge-1
na”). Aunque parece que Peralta no leyó a Vico (pocos lo hicieron, pues suj
textos no circularon), desarrolló nociones similares. En su historia de Espa
ña, Peralta sostiene que, en tiempos antiguos, el “Hércules de Egipto” había
fundado “Hispania” o “España”, sentando así las bases occidentales para Su
primer “rey” nativo, apropiadamente llamado “Hispano”.
La lectura “crítica” de Vico de la “poética” de los antiguos anales había
sugerido que las naciones orientales no eran usualmente fundadas por héroa]
hercúleos, sino por “sabios zoroastrianos”.29 El pensamiento histórico e ilus
trado renacentista e ilustrado sobre los orígenes culturales — incluyendo el del
Inca Garcilaso y Peralta— se derivaba en parte de estas formulaciones clásicas]
de la oposición este/oeste. ¿Qué tipo de fundador tuvo la “nación peruana^H
¿Fue un héroe occidental o un sabio oriental? ¿O quizá ambos? ¿Nació en el
“Perú” o se trataba de un errante de alguna tierra “foránea” de otro nombre? <
Si había sido foráneo, ¿de qué gran “civilización madre” habrá provenido?
Influido por el orientalismo británico y alemán del siglo XVIII, el cosí
mopolita Humboldt había especulado que Manco Cápac y su lengua que
chua eran orientales “en espíritu” y, por ello, eran probablemente de orige«
29. Vico, Giambattista. New Science. Nueva York: Penguin, 2001 [1725].
4/ El nom bre propio del p a ís de los In c a s 13 7
oriental. Humboldt sugería que Manco Cápac había traído “leyes asiáticas”
benignas, bien adaptadas al Perú, pero, sin embargo, despóticas.30 Utilizan
do las tradiciones e interpretaciones registradas en los C om entarios reales y
en otras crónicas tempranas, el barón de Prusia escribiría que “hombres bar
budos y menos bronceados que los indígenas de Anahuac, Cundinamarca y
el altiplano de Cuzco, surgen, sin que se pueda indicar el lugar de su naci
miento. Grandes sacerdotes, amigos de la paz y de las artes que esta favorece,
modifican, de pronto, el estado de los pueblos que los acogen con venera
ción. Quetzalcoatl, Bochica y Manco Cápac son los nombres sagrados de
estos entes misteriosos”. Para Humboldt, “la historia de esos legisladores está
s e m b r a d a de maravillas, de ficciones religiosas, y de rasgos que revelan senti
do alegórico”. En referencia a Raynal, Humboldt anota que “algunos sabios
han querido reconocer en estos extranjeros, a algunos europeos náufragos”,
pero concluye “que por poco que se reflexione sobre la época de las prime
ras emigraciones Toltecas, sobre las instituciones Monásticas, los ritos del
culto, el calendario, la forma de los monumentos de Cholula, Zogamoso, y
Cuzco, se infiere, que no fue del Norte de la Europa de donde Quetzalcoatl,
Bochica y Manco Cápac han sacado el código de sus leyes; que todo parece
conducirnos más bien hacia el Asia, y a los pueblos que han tenido contacto
con los Tibetanos, los Tártaros, Shamnistas y los Ainos barbudos de las Islas
de Fesso y Sachalin”.
Humboldt luego anota que “nada es más difícil que comparar naciones
que han seguido caminos diferentes en su perfeccionamiento social. Los
mexicanos y los peruanos no podrían ser juzgados según los principios ex
traídos de la historia de los pueblos a los que nuestros estudios nos acercan
sin cesar”. Es interesante que Humboldt se niegue a hacer la comparación,
no por relativista, sino porque considera que el antiguo Perú es esencial
mente “Oriental”. Así, los peruanos y mexicanos “están tan alejados de los
griegos y los romanos como, en cambio, muestran una cercana afinidad con
los etruscos y el pueblo del Tibet”.
Es notable que este “alejamiento” era la distancia que el orientalismo
europeo había erigido entre sí mismo — el refinado y laico Occidente— y
30. Humboldt, Alexander von. Researches Concerning the Institutions dr Monuments o f the
Ancient Inhabitants o f America, with Descriptions & Views o f Some o f the Most Striking
Scenes in the Cordilleras. Traducido del original francés por Helen Maria Williams. Lon
dres: Longman, 1814, pp. 29-33.
I
138 M a r k T h u rn ^ B
32. Pero esto era solo parcialmente cierto. Humboldt ubicaba a los aztecas en “vistas” o
escenarios naturales románticos, con figuras mitológicas grecorromanas. La imagina
ción orientalista estuvo siempre relacionada con imágenes, críticas y proyecciones de la
cultura europea, y Humboldt no podía ser la excepción al respecto.
33. Raynal, Abbe Guillaume. H istoire ph ilosophiqu e et politiq u es des établissm ents e t du com m er
ce des Européens dans les D eux Indes. Ginebra: Chez Jean-Léonard Pellet, 1783, pp. 19-20.
34. Para una crítica devastadora de la vision orientalista de Humboldt de los indios perua
nos, véase: Olaguer Feliu, Manuel. “Discurso del Señor Feliu en que hace la Apología de
los indios contra las imputaciones del Baron de Humboldt”. En N oticias d e l P erú, 1 8 1 1 ,
t. V I I I , p . 8 3 .
á nuestra pasiones, y en los que grabadas profundamente recurren perpetua
é involuntariamente, casi forzándonos á obrar como á los brutos, sin delibe-
ración, ni reflexión”, sino “el poder de percibir con rapidez las imágenes de
los objetos, sus relaciones y cualidades, de donde nace la facilidad de com
pararlos, y exprimirlos con energía”. De esta manera, Unanue continuaba,
“se iluminan nuestros pensamientos, las sensaciones se engrandecen, y se
pintan con vigor los sentimientos”. Esta imaginación tropical, acelerada yl
aguda, era la fuente de “esta eloquencia asombrosa con que suelen explicarse]
los salvajes de América: las comparaciones naturales, pero fuertes de sus
discursos, y la viveza en sus sentimientos. Despues que hemos oido alguna^
de las arengas de los guerreros de Arauco, estamos persuadidos que Colocolo
no fue menos digno del razonamiento de Ercilla, que Néstor del de Homero
[...]. De aquella misma preciosa fuente nace la destreza y pericia en la escuk
tura y pintura, sin mas enseñanza que su génio”.
En claro contraste con el pensamiento racial de Humboldt, para Una
nue la supuesta “distancia” estética entre Europa y Sudamérica era solo cues
tión de instrucción. Por ello, en el arte de “expresar nuestras imágenes é
ideas, hay en México, Quito, y el Cuzco una multitud de artistas capaca
de competir con los mas proyectos de Europa, y también de superarlos, si
tuvieran la instrucción que éstos reciben”. En el Colegio del Príncipe de
Lima, concluye Unanue,
[...] suelen verse muchachos indios aprendiendo á leer, que con un lápiz copian
las estampas de Klauver tan perfectamente, que es difícil descubrir un rasgol
de diferencia [...]. Me persuado que la imaginación, este precioso don de la
naturaleza difundido en América, brilla en especial en los lugares circunvecina
al equador. Pocos legisladores ha habido, dice un escritor, que pudiesen como
Manco Capac percibir las inclinaciones de sus vasallos, compararlas con sus
necesidades, y convertirlas en su propio provecho, por constituciones llenas dej
sagacidad y benevolencia.35
35. Unanue, Hipólito. Observaciones sobre el clima de Lima y sus influencias en los seres oijp
nizados, en especial el hombre. Lima: Imprenta de los Huérfanos, 1806, pp. 97-98.
4 / El nombre propio del país d e loa Incas 141
[...] rostros de las naciones, manifestará, que los Europeos ocupan el primer
orden, formando la mensura de sus caras ángulos de 90 á 80°; que los Asiáti
cos están en 2° lugar, resultando un ángulo de 80 á 75° [...]. Los AmericanoJ
[...] solo dan ángulos de 75 á 70°, así están en tercer lugar. Finalmente esta’
proporciones van decreciendo en los Africanos, en cuyos negros por la com-
planación de sus frentes los ángulos son de solo 70 a 60 grados, [...] ya saltan
las caras de los cuadrúpedos.
europeo eran contradichos por “la vicisitud de las cosas humanas” y la his
toria universal de genio y belleza. Para Unanue, Asia y Africa, y no Euro-
eran la cuna de las artes y ciencias, y “como echar los fundamentos de
£ ciencias arguye más talento que el adelantarlas, no sé por donde hagan
mayores ventajas las almas que animan los cuerpos que tienen las frentes
arqueadas á las de los que las tienen planas”.38 Más aún, los europeos del
norte eran, simplemente, ingratos: “Los imperios se abisman en unas partes
bajo de su mismo esplendor y cultura, dejando apenas rasgos imperfectos de
su existencia; al mismo tiempo que se levantan otros en el centro de nacio
nes rústicas, que olvidando en su felicidad el origen de sus luces, destrozan
com o niños ingratos el seno que las ha alimentado”.
El juicio de Unanue de las vicisitudes de la historia universal antigua y
moderna permitía una lectura crítica de la historia europea moderna que le
daba a los árabes y a los españoles roles clave en la conservación y la difu
sión de la ciencia y la ley. En efecto, fue en el siglo VI que “las luces que del
Asia y el África se habían difundido por la Grecia y España en Europa, se
eclipsaron”. Durante ese eclipse, “dos pueblos vinieron á sojuzgar las bellas
provincias del imperio Romano. El uno salió del Norte de Europa, el otro de
Arabia; el primero introdujo la barbarie hasta lo sumo; el segundo empezó á
disiparla, y á elevar la Europa por grados en alto en donde hoy se halla”. París
no era el centro del aprendizaje y la cultura. Para Unanue “Bagdad era enton
ces el centro de la política y cultura; y también Córdova, y Sevilla, colonias
que habían adquirido sus armas vencedoras”. Fue necesario que “viniesen los
hombres de Francia, Italia y Alemania que querían tener algún conocimiento
en ciencias naturales”. Después de haber bebido el conocimiento impartido
en las célebres escuelas españolas, regresaban a sus lugares de origen, donde,
añadía sarcásticamente Unanue, eran “reputados en su patria por brujos y he
chiceros”. Finalmente, Unanue se preguntaba retóricamente, ¿qué se hubiera
entonces juzgado sobre esta comparación de rostros como indicios de que
unas almas eran más capaces que otras de las ciencias?39
Unanue, entonces, le da vuelta al nuevo “Tribunal” de Europa, em
pleando sus propias formas de medir en contra de sus alegatos de innata
superioridad intelectual y estética. Bien, dice, “muy enhorabuena que las
bellas facciones, bajo el plan que las caracterizan los europeos, sean las seña-
les mas ciertas de la nobleza de los espíritus; en este caso en todas ellas hay;
pueblos capaces de competir, y exceder a la propia Venus”.40 Las fuentes de
Unanue sobre la impresionante belleza de las mujeres y hombres de Asia y
Africa son, por supuesto, los propios relatos de los viajeros europeos. “En
ninguna parte, dice Mr. Bougainville, pueden encontrarse modelos más bi
zarros de un Hércules ó de un Marte que en Tahiti. Las mujeres tienen
facciones no manos agradables que las de Europa, y en la simetría y bella
proporción de sus miembros pueden disputársela á la más aventajada”.41
Pero Unanue también es testigo ocular de belleza y genio. “En esta
América meridional son comunes los ojos grandes negros y animados de
fuego, de que se pagaban tanto los artistas griegos como un gran punto de
belleza en ambos sexos, que en todos sus bustos y medallas los ojos son ma
yores que en los de los antiguos romanos”.42 Unanue resalta con orgullo que
los ojos de las llamas andinas tal vez sean más grandes, tengan pestañas más
gruesas y sean, al menos, tan bellas como los legendarios antílopes con los
que a menudo se comparaba a las mujeres africanas hermosas. ¿Quién podía
negar la afamada belleza de la limeña? ¿No eran sus ojos oscuros y grandes,
como los de la llama, signo de esa belleza?
La historia global de las rutas culturales del genio y la belleza, elaborada
por Unanue, le da a Asia y África (principalmente a los árabes) los roles pri
mordiales en el cultivo de las artes y ciencias de la civilización en el mundo
mediterráneo posromano y en Europa, y su teoría de una percepción sensoJ
rial compensatoria en los Andes ecuatoriales restaura a Manco Cápac y a la
civilización inca a sus raíces indígenas americanas. Las reivindicaciones del
papel del mundo árabe como transmisor de la civilización moderna no eran
poco comunes en el discurso español e hispanoamericano del siglo XVIII,I
cuando los intelectuales hispanos luchaban por rechazar la “cada vez más
altisonante crítica nor-europea del pensamiento español” y su imperio.43 I
Desde Montesquieu en los años de 1740, a Hegel en los de 1820, “Eu-I
ropa” había sido reducida a dimensiones francocéntricas y germanocéntricas,]
44. Al respecto véase: Dainotto, Robert M. Europe (In Theory). Durham: Duke University
Press, 2007.
146
Marl< Thum.
45. Rivero, Mariano Eduardo de y Johann Jakob von Tschudi. Antigüedades peruanas. Vie-
na: Imprenta de la corte y del Estado, 1851, vol. I, pp. 256-257.
46. Ibíd., p. 210. Asimismo, véase: La Condamine, Charles-Marie de. Relation abrégéed'u*
voyagefa it dans l ’interieur de VAmérique méridionale. Paris: Pissot, 1745.
47. El examen de Rivero de las “antigüedades peruanas” fue publicado primero en la brevr
edición de la primera parte de Antigüedades peruanas (1841). Esta barata primera edi-|
ción incluye un desesperado pedido de ayuda financiera para cubrir los costos de iraprc-l
sión de los grabados. El texto de la edición peruana es similar a la versión definitiva qui
aparecería en el primer volumen de la edición de Viena de 1851.
4 g nom bre propio del país de lo s In c a s 14 7
los c o n d u je r a a llí. En Vue des Cordilleres, et M onum ens des Peuples indi-
^UC de l ’A merique, Humboldt (1803: 199) llamaba a “un viajero instruido
f^ue] p u d ie ra visitar las orillas d e l lago Titicaca, la provincia del Collao y la
m eseta d e T ia h u a n a c o e s p e c ia lm e n te , que vienen a ser e l c e n tr o d e una a n t i
c iv iliz a c ió n e n América meridional” para verificar l a c r ó n ic a d e Cieza.48
Lconce A n g r a n d , Alcide D’Orbigny, Jacob von Tschudi y Ephraim George
Squier estuvieron entre los que respondieron al llamado y publicaron relatos
de viaje o informes científicos con bosquejos de las ruinas. En todos estos
dibujos, sobresale un monumento: la Puerta del Sol de Tiahuanaco. Parece
que S q u ie r tomó las primeras fotografías d e este monumento, las mismas
que sirv ie ro n de modelo para el dibujo que apareció como ilustración en
su Perú: Incidents ofT ravel a n d Exploration in the L and o ft h e Incas (1877)
(véase la imagen 9).
Squier había sido un aplicado estudiante del historiador yanqui del Im
perio español, William Prescott, y había escrito notables libros sobre restos
funerarios de los indios del Mississippi y sobre antigüedades nicaragüen
ses. Desde su punto de vista, Tiahuanaco era nada menos que el “Baalbek
del Nuevo Mundo”.49 Por supuesto, “Baalbek” era fenicia, y la analogía de
Squier sugería el origen foráneo y preinca de la “civilización peruana”.
Muchos eruditos sospechaban que Tiahuanaco había sido el centro de
una civilización preinca muy antigua, que había sido la cuna de la dinas
tía inca y de su afamado culto solar. La propia Puerta generaba interés en
parte porque se creía que era un monumento temprano de este antiguo
culto, pues llevaba grabada la que parecía ser una deidad solar, con varas
de serpiente en sus manos y rodeada de figuras que parecían representar
cóndores. El trabajo en piedra en el sitio era monumental y mayormente
considerado superior a la famosa arquitectura en piedra de los incas en el
Cuzco. Las tumbas ubicadas en las cercanías contenían restos de antiguos
entierros, algunos de los cuales fueron excavados y examinados. Dándole
una confirmación dinástica a las sospechas arqueológicas, el Inca Garcilaso
había sostenido que los testimonios de nobles nativos indicaban que Manco
Cápac había provenido de estas regiones.
48. Humboldt, Alexander von. Vue des Cordilleres, et Monumens des Peuples indigenes de
l'Amerique. París, 1803.
49. Baalbek o Heliopolis fue una ciudad fenicia.
148
MarkThurng
51. Mortimer, Golden W. Peru: History o f Coca “the Divine Plant” o f the Incas. Nueva York:
JH Vail & Co, 1901, pp. 29-33.
52. Córdova y Urrutia, José María de. Las tres épocas del Perú o compendio de su historic.
Lima: Imprenta del Autor, 1844, pp. 1-3.
4 / 0 nom bre propio del p aís de los In c a s 15 1
53. Asimismo, véase: Thurner, Mark. “Peruvian Genealogies o f History and Nation”. En
Thurner, Mark y Andrés Guerrero (eds.). After Spanish Rule: Postcolonial Predicaments o f
the Americas. Durham: Duke University Press, 2003, pp. 141-175.
54. Véase: Badia, Sara; Carmen María Pérez-Montes y Leoncio Lopez-Orcon. “Una galería
iconográfica”. En Leoncio López-Orcon y Carmen María Pérez-Montes (eds.). Marcos
Jiménez de la Espada (1831-1898): tras la senda de un explorador. Madrid: Consejo Su
perior de Investigaciones Científicas, 2000, figs. 52-53 y 149.
152
M a rk Thum»
Como muchos otros, Morton cita las observaciones de Cieza de León so- I
bre Tiahuanaco, de manera que los edificios eran preincas y los primeros incas I
habían tenido allí su corte y habían modelado las paredes del Cuzco a partir I
de las estructuras de Tiahuanaco. Asimismo, cita al Inca Garcilaso y a “un 1
autor anónimo de un artículo que apareció en el M ercurio P eruano”, que era I
Unanue, para validar su afirmación. Sin embargo, en el punto sobre los “An- I
tiguos Peruanos”, Morton finalmente se apoya en las entonces recientemente I
publicadas observaciones del inglés Pentland, “quien ha visitado las provincias I
altas del Perú. Este caballero sostiene [que] ha descubierto, que en las cercanías 1
del Lago Titicaca, innumerables tumbas, cientos de las cuales ha penetrado y 1
examinado. Estos monumentos son de un gran tipo de arquitectura, semejan
tes a los restos de los cíclopes y que merecerían incluirse con los de la antigua I
Grecia o Roma. Son señales de una alta condición de civilización”.59
Pero para Morton “el hecho más extraordinario sobre ellos es que in- I
variablemente contienen los restos mortales de una raza de hombres, desde I
la más temprana infancia hasta la madurez y la vejez, la formación de esos I
cráneos parece probar que se trata de una raza extinta de nativos que habi- ,
taban el Perú hace unos mil años y que eran diferentes a todos los mortales 1
que hoy habitan nuestro globo”.60 Así, este frenólogo divide a los peruanos 1
entre los “Antiguos Peruanos” (los collas) y los “Peruanos Inca o Modernos”. I
Esta familia “moderna”, sin embargo, también estaba dividida en dos razas, I
una “Tolteca” y otra “Americana”. Los fundadores de la dinastía inca eran I
“Toltecas” que habían migrado del sur de México en el siglo XII.
En palabras que se adelantaban a las de Mortimer, Morton señala que I
“el origen de los Incas del Perú está envuelto en fábula”. Estos orígenes “re- 1
presentaban en sus tradiciones a dos personajes celestiales, un hijo y uñad
hija del mismo sol, que habían sido enviados desde el cielo para instruí
y civilizar un pueblo elegido [...] Manco Cápac, el primer Inca, y Coya ■
Mama, que era tanto su hermana como su esposa. Ellos aparecieron primero ■
en una isla en el Lago Titicaca, y tomando a la gente bajo su jurisdicción, 1
empezaron a reformar todas las instituciones del país”. De manera simila^B
a sus predecesores, el Inca Garcilaso y Ulloa, Morton luego caracteriza esta i
59. British Association. Report o f the Fourth Meeting o f the British Association fo r the Advam
cement o f Science. Londres: John Murray, 1835, p. 624. Morton también cita “informd
adicionales que fueron publicados en el Journal o f Belles-Lettres de Waldie, 1834’ .
60. Morton, Samuel G. Ob. cit., p. 101.
4 / El n o m b re p rop ia del país de los incas 15 5
61. Ib íd ., p p . 1 1 3 - 1 1 5 .
este frenólogo norteamericano exclama: “¡Cuán vana es la afirmación del
Dr. Robertson, de que América no tenía monumentos más antiguos que la
conquista! ¡Cuán llenas de ignorancia son las afirmaciones de Pinkerton y
De Pauw! Dos de estos autores, que escribieron expresamente sobre historia I
americana, son imperdonables por tales groseras distorsiones. Parecen haber
tapado la verdad para apoyar una hipótesis”. Apoyándose en la “epistemo
logía patriótica”, Morton declara que “es en vano tratar de seguir luchando!
contra los hechos, pues no importa cuán difícil sea explicarlos, son incontro
vertibles. Puede que la pregunta sobre de dónde derivaron los peruanos su
civilización siga siendo debatida por mucho tiempo; pero no puede negara!
que la poseyeron”.62
A pesar de esto, los criollos peruanos como Mariano de Rivero apoyaran
la posición del versátil antropólogo suizo Jacob von Tschudi, un peruanist
temprano en todo el sentido de la palabra. Tschudi había llevado a cabo ex
tensas investigaciones de campo y lingüísticas en el Perú (llegando a dominar
el quechua), y había también visitado el lugar de la Portada del Solen Tiahua-1
naco. A diferencia de Morton, este antropólogo suizo sostenía que la eviden
cia ósea y lexicográfica sugería que tres “razas” (las que, siendo un lingüista
de escuela germana, llamó “aymara”, “quechua” y “chincha”), dotadas más o
menos equitativamente, habían habitado el Perú. Su análisis sugería que la
“raza” en el Perú era el producto de fenómenos culturales y de la geografía,ir
que no tenía nada que ver con la “civilización” per se, ya que las tres “razas*
peruanas habían alcanzado la civilización en diferentes regiones del Perú.63 I
En su resumen de las múltiples especulaciones sobre el origen de los
incas, Mortimer declaraba que Rivero seguía la hipótesis de Humboldt. El
peruano, decía, “considera que no existe duda de que Quetzalcoatl, Bochial
y Manco Cápac fueron sacerdotes budistas, y que los dioses peruanos Coa
70. En términos estrictos, Rivero y Tschudi no eran coautores. El último escribió dos capí
tulos técnicos sobre materiales óseos e idiomas nativos, mientras que el primero escribid
el resto. Rivero es autor del texto nacional y del mensaje republicano. La adición Oí
Tschudi le dio prestigio a la publicación y, lo más importante, sirvió para conseguir®
auspicio de la Academia Imperial de Ciencias de Viena, para producir las numera
litografías en la imprenta imperial.
4 / 0 nom bre propio del p aís de los In c a s 159
71. Rivero, Mariano Eduardo de y Johann Jakob von Tschudi. Ob. cir., vol. I, pp. 286-28B
72. Ibid., p. i.
4 / El nom bre propio del p a ís de lo s In c a s 16 1
nuestros Incas. La historia de las naciones [...] no solo interesa por saber á qué
grado de poder y cultura llegaron estas [...] sino también, para instruirnos de
sus progresos [...] y preparar á los pueblos para que el goze [sic] de una libertad
racional [...] Babilonia, Egipto, Grecia y Roma, no son los únicos imperios
que merecen servir de pábulo á una imaginación generosa.73
73. Rivero, Mariano Eduardo de y Johann Jakob von Tschudi. Ob. cit., vol. II, p. iii.
74. Sobre la “logoización” de las ruinas en la imaginación nacional, véase Anderson Bene
dict. Im a gin ed C om m u nities: R eflection s on th e origin a n d S pread o f N ationalism (Lon
dres: Verso, 1991, p. 182). La Puerta del Sol en Tiahuanaco se convirtió en el logo más
celebrado de la civilización peruana en el Perú. No fue sino hasta mediados del siglo XX
que la imagen fotográfica de las ruinas de Machu Picchu se convirtió en el nuevo logo
del Perú, desplazando así a la portada.
75- Sobre los arcos efímeros coloniales como “espejos del príncipe” o del virrey en la Amé
rica hispana colonial, véase Caneque, Alejandro. Ob. cit.y Osorio, Alejandra. In ven tin g
Lima: B aroque M od ern ity in P eru ’s South Sea M etropolis. Nueva York: Palgrave Macmi
llan, 2008.
4 / El nom bre propio d s i p aís de lo s In c a s 16 3
76. Durante el siglo XIX, unos pocos intelectuales extranjeros también argumentaron en
contra de los orígenes foráneos. Entre ellos, tal vez el más el más vigoroso fue el caballero
y explorador inglés Clements Markham. Sus argumentos no eran republicanos, sino
imperiales y patriarcales (Markham 1862 y 1892).
Transportándose en prosa al lugar, Prescott escribió que “nos llenamos de ■
asombro al considerar que el pueblo que sacaba estas masas enormes de I
las canteras y les daba forma ignoraba el uso del hierro [...] sin conocer las 1
herramientas y maquinaria de los europeos. Dícese que 20.000 hombres se I
ocuparon de la construcción de este gran edificio, y que tardaron en hacerlcH
cincuenta años”. El historiador yanqui continuaba en un tono más sobrio; I
“descubrimos aquí la acción de un despotismo que disponía absolutamente I
del caudal y de la vida de sus vasallos, y que, por suave que fuese en su carác-H
ter general, no daba más precio a estos vasallos cuando estaban empleado« j
en su servicio que a los animales cuyo trabajo desempeñaban ”.77
Al elaborar este argumento, Prescott pensaba que aceptaba la autoriza- M
da evidencia frenológica de Morton. Así, el historiador sostenía que los incas 1
eran de “una raza superior” que gobernaba a nativos primitivos y tribales, i
pero, como hemos visto, este no era el argumento del frenólogo. Ademi^ 1
Prescott añadía que a él no le interesaban los orígenes de esta “raza superior’,®
pues esos eran asuntos de “anticuarios especulativos”, no de verdaderos his- *
toriadores. Al final, para el historiador, ciego y apegado a los documentos, 1
los orígenes de esta “raza superior” se encontraban en una “región oscurísi^B
ma [...] más allá de los dominios de la historia”.78 Pero algunos lectores de
Morton y Prescott en el Perú republicano tomaron esta “región oscurísima"
muy en serio. Para ellos la pregunta sobre Manco Cápac era cuestión nacio
nal y, por lo tanto, era completamente fundadora e indispensable.79
A diferencia de la “región oscurísima” y “producto de la vana especula- I
ción”, de Prescott, el Manco Cápac de Sebastián Lorente vestía la luminc^H
luz del “espíritu nacional”. El relato de Lorente también difería de la historia
dinástica del Inca Garcilaso, en la que Manco Cápac es el héroe-rey sin pre
cedentes que funda la civilización peruana. En la historia republicana de Lo- M
rente, Manco Cápac no forma parte de una dinastía, sino es un “reformaiior*
77. Prescott, William H. History ofthe Conquest ofPeru. Filadelfia: J. B. Lippincott & Ca.,1
1874 [1847], vol I., p. 20.
78. Ibíd., p. 14.
79. Lorente, en una obvia referencia a la expresión de Prescott, escribió lo siguiente:
ra inferirse que los antiguos tiempos del Perú en parte tenebrosos y en parte ra 'i -
están fuera del dominio de la historia [...]. No podemos por lo tanto renunciar á
historia tan instructiva como interesante [...]” (Lorente, Sebastián. Historia antiguaM
Perú. Lima: Poissy, 1860, pp. 15-16).
^ y 0 nom bre propio del país de ios Incas 165
83. Rancière, Jacques. The Names o f History: On the Poetics o f Knowledge. Traducción dn
original francés de Hassan Meletry. Mineápolis: University o f Minnesota Press,
p. 6 6 .