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La Oración Elemento Indispensable de La Vida Cristiana
La Oración Elemento Indispensable de La Vida Cristiana
La Oración Elemento Indispensable de La Vida Cristiana
espiritual1
La oración mental, una obra de un anónimo monje de Monte Athos escrita durante
el siglo pasado comienza diciendo esto: “Nuestro Señor Jesús Cristo dice en Su divino
y santo Evangelio, ´Aquel que cree en mí, de su interior correrán ríos de agua viva´.
Entonces, quien desee que esta agua viva del Espíritu Santo salga de su corazón como de
una fuente perpetua, que se esfuerce por adquirir en su corazón la oración que dice: Señor
Jesús Cristo, Hijo de Dios, ten piedad de mi”2.
Esta oración que nace del corazón es llamada “oración de Jesús”, porque consiste
esencialmente en la invocación del nombre de Jesús, y también recibe el nombre de
“oración monologa”, porque puede ser resumida a una sola frase. Y, debido a que
esta frase hace recordar la oración del publicano de la conocida parábola 3, es
también llamada la “oración del publicano”.
La invocación del nombre de Cristo es natural que existiera desde la era apostólica.
Pero no se sabe cuándo llegó a tener la forma que conocemos. Sin embargo,
tenemos menciones de su uso para mediados del siglo VI en su forma actual 7.
1
Es una traducción del artículo “Mental Prayer”, en Orthodox Spiritual Life, Mantzarides, Giorgios, Holy
Cross Orthodox Press, 1994, pp. 125-131.
2
Tesalónica 1979, p. 17 en Griego.
3
Lc 18:13.
4
Véase: Archimandrita Sofronio, Su Vida es mi vida, Tesalónica, Edición II, 1983, p. 152-4.
5
Lc 18:38, Mc 10:48.
6
Jn 16:24.
7
Ver Un monje de la Iglesia Oriental (Archimandrita Lev Gillet), La oración de Jesús, Crestwood, NY,
1987; B. Schultze “Untersuchungen ubre des Jesús-Gebet”, Orientalia Cristiana Periodica 18 (1952) 319-
43. Archimandrita Sofronio, idem., p. 133 etc. Kallistos Ware (Obispo de Diokleia), El poder del nombre, 2da
ed., Oxford 1986.
La práctica de la oración de Jesús comienza con la audible repetición de la frase
“Señor Jesús Cristo, Hijo de Dios, ten piedad de mi”, que puede ser más larga o un
poco más abreviada.
La versión abreviada habitualmente ocurre cuando decimos “Señor Jesús, ten piedad
de mí” o “Señor Jesús”, mientras que se la alarga sumando la palabra “pecador” y así
suele quedar la oración como “Señor Jesús Cristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí,
pecador”. Habitualmente se piensa que abreviar la oración a unas pocas palabras se
debe al hecho de poder mantener la concentración y buscar un ininterrumpido
acercamiento a Dios.
Como San Juan de Sinaí (Clímaco) escribe, la invocación del nombre de Jesús
constituye el arma principal de los creyentes en su lucha contra el demonio:
“Atormenta a tus enemigos con el nombre de Jesús, porque no hay otra arma ni en el cielo
ni en la tierra”10. Con ésta oración el cristiano confiesa su fe y su esperanza en
Cristo, mientras confirma simultáneamente su amor y su dedicación. Con ella, en
fin, purifica su corazón, confronta las tentaciones y combate sus pasiones. Así la
oración de Jesús tiene un valor terapéutico y renovador. Cuando ésta oración
hecha raíces en el corazón, las pasiones son desarraigadas de él y el hombre
realmente alcanza la libertad. “Porque si sucede que la oración mental no habita en el
lugar de donde las pasiones salen, las mismas no se cortan”.11
”Porque solamente cuando (el Espíritu Santo) viene y habita en nosotros es que Él une
nuestras virtudes y deberes muertos –como miembros sin vida separados los unos de los
otros- por medio de tendones de poder espiritual. Él los une con el amor por Dios, y
entonces nos muestra jóvenes entre los ancianos y vivos entre los muertos; el alma no
puede vivir de otra manera”12.
Así, a la inspiración corresponde al “Señor Jesús Cristo (Hijo de Dios)”, mientras que
la expiración corresponde al “ten piedad de mí, pecador”. Al mismo tiempo, el monje
trata de despegar su mente de cualquier distracción y concentrarse en las palabras
de la oración, hasta que la existencia toda del hombre ore y viva la oración.
12
San Simeón el Nuevo Teólogo, Tratados Éticos 7, 327-332, J. Darrouzes, (ed.), Traités théologiques et
éthiques, “Sources Chrétiennes” 129, Paris 1967, p. 178.
13
Triadas en defensa de los Santos Hesicastas 1, 2, 12, Erga 2, p. 142.
14
Ver Hausherr, “La méthode d´oraison hésychaste”, Orientalia Cristiana 9,2 no. 36, Roma 1927, y “Note
sur l´inventeur de la méthode d´oraison hésychaste”, Orientalia Cristiana 20, no. 66, Rom 1930, pp. 179-82.
H. G. Beck, Kirche und theologische Literatur im Byzantinischen Reich, Munichen 1959, pp. 586 y 693.
15
Cf. Ps. Dionisio el Areopagita, Sobre los divinos nombres 4.9, PG 3, 705A.
también desfigurarla en una especie de “yoga cristiano” o una “meditación
trascendental”16.
Sin embargo, más allá de toda atención humana y ejercicio, la “oración mental” es
un don de Dios. San Gregorio Palamás observa que esta oración se hace posible al
hombre cuando acepta dentro de él el don de la oración. Este don es ofrecido por
Dios a aquellos que son constantes en la oración con humildad y disciplina. De esta
forma, el Espíritu de Dios mora y actúa sin cesar dentro de ellos: “Porque desde que
ellos se han convertido en partícipes de la gracia perpetuamente emocionante e incansable,
tienen la oración enraizada en sus almas y actúan sin cesar de acuerdo con aquel que dijo: ´
Duermo pero mi corazón se mantiene despierto”18.
16
Véase: Archimandrita Sofronio, Idem., p. 176.
17
1 Tim 4:7.
18
Triadas en defensa de los Santos Hesicastas, 2, 1, 31, Erga 2, 318 Citando el Canto de Salomón 5, 2.
19
En relación con el ejercicio de esta oración por parte de los fieles, San Gregorio Palamás decía: “ Todo
cuanto lleva el nombre cristiano debe ejercer la oración sin cesar, según el mandamiento apostólico ´orad
sin cesar´… no solo los monjes o aquellos que viven fuera del mundo, sino que también el hombre, la mujer,
los niños, los sabios y los idiotas, de modo que todos pongan sus fuerzas en ejercerla”. Filoteio de
Constantinopla, Elogio a San Gregorio Palamás, PG 151, 573CD.
viven en todo el mundo. El constante crecimiento de la comunicación entre los
fieles con los monjes de Monte Athos u otros contribuyó grandemente a esto. Estos
monjes como padres espirituales o consejeros influencian sus vidas espirituales y
las dirigen en la oración mental.
Así, los fieles encuentran el camino para llevar a cabo el mandato del apóstol Pablo
de “Orad sin cesar”20, un mandato no dado solo a los monjes o a alguna categoría
especial de fieles sino a todos los cristianos.
Esta sagrada oración, la invocación a nuestro Salvador diciendo “Señor Jesús Cristo,
Hijo de Dios, ten piedad de mi”, es oración, bendición y confesión de fe. Ella es fruto
del Espíritu Santo, la que otorga los dones divinos, la que purifica el corazón, la
que ahuyenta a los demonios y hace habitar a Jesús Cristo, la fuente de los
pensamientos y las reflexiones espirituales. Ella es el perdón de los pecados, una
enfermería para el cuerpo, la que dispensa la iluminación divina, la fuente de la
misericordia de Dios, la que recompensa a quien vive en la humildad con
revelaciones e iniciaciones divinas, y la única salvación. Porque incluso la
salvación lleva en sí misma el nombre de nuestro Dios que es el único nombre que
se invoca sobre nosotros, el de Jesús el Cristo, el Hijo de Dios; y en ningún otro hay
salvación, como lo dice el Apóstol (Hech 4:12).
Por lo tanto es necesario que todos los fieles sin cesar confiesen este Nombre, tanto
para proclamar la fe y el amor por nuestro Señor Jesús Cristo, de quien nadie debe
separarnos nunca, por la gracia que viene de su nombre, para el perdón, la
remisión y la sanidad, para la bendición, la iluminación y por sobre todo para la
salvación.
Si puedes lee algo de la Biblia, especialmente del Nuevo Testamento o los Salmos.
Lee con el deseo de recibir la iluminación espiritual inclinando tu corazón hacia la
humildad. Lee un poco, después medita, luego sigue leyendo, atendiendo a lo que
Dios le inculca a tu corazón.
Esfuérzate aunque sea un cuarto de hora para meditar sobre las verdades de la fe y
sobre lo que has leído de provechoso para tu alma.
Siempre agradece a Dios el no haber perecido en los pecados, y que El se preocupa
por ti y siempre te lleva hacia el Reino de los cielos.
Predisponte cada mañana de tal manera como si recién te hubieses decidido a ser
cristiano y vivir según los mandamientos de Dios.
Comenzando tus tareas procura realizar todo para Gloria de Dios.
No inicies ningún trabajo sin oración, porque lo que realizamos sin oración termina
siendo innecesario o perjudicial. Son ciertas las palabras de Dios: "Sin Mi no puedes
hacer nada."
Trata de parecerte al Salvador quien se esforzó, ayudando a José‚ y a su purísima
Madre.
Todos tus esfuerzos hazlos con bondad en el alma esperanzado la ayuda de Dios.
Es bueno repetir constantemente la oración: "Señor Jesús Cristo, Hijo de Dios, ten
piedad de mi pecador."
Si tus esfuerzos se realizan con éxito, agradécele a Dios, y si no son satisfactorios,
entrégate a la voluntad de Dios, pues él piensa en nosotros y encamina todo hacia
lo mejor.
Todo lo difícil tómalo, para el perdón de los pecados con espíritu de obediencia y
mansedumbre.
Reza antes de comer, para que Dios bendiga la comida y la bebida y después de
comer agradécele y ruega no perder los bienes espirituales. Es bueno levantarse de
la mesa sin haberse saciado totalmente. Los miércoles y viernes ayuna siguiendo el
ejemplo de los primero cristianos.
No seas avaro teniendo comida y ropa, se feliz con eso pareciéndote a Jesús Cristo
que se humilló por nosotros.
Trata de ser agradable a Dios en todo, para que tu conciencia no te haga padecer
remordimientos. Minuciosamente controla tus pensamientos, sentimientos y los
movimientos de tu corazón recordando que Dios te observa en todo lugar
Elude hasta los pecados menores, para no caer en los más grandes. Cualquier
pensamiento especialmente el impuro, que te aleja de Dios inmediatamente
expúlsalo de tu corazón, como a una chispa de fuego que cae sobre tu vestimenta.
Si no quieres que los malos pensamientos te acosen, recibe con tranquilidad la
humillación de la gente.
No hables en exceso, recordando que por cada palabra daremos explicaciones a
Dios. Mejor es escuchar que hablar, ya que con las palabras es fácil caer en el
pecado. No seas curioso en las novedades pues, ellas distraen el espíritu. No
juzgues a nadie y piensa que tú eres el peor. Quien juzga a alguien se carga con sus
pecados. Mejor reza por el pecador para que Dios por sus sendas lo enderece.
Si alguien no te hace caso contigo, no entres en discusión con el, pero si su actitud
perjudica a otros, entonces toma las medidas necesarias, porque el bien común es
más importante que el bien personal.
Pídele a Dios que elimine de ti todo lo que alimenta el amor propio, aunque para ti
sea amargo. Evita ser frío, dubitativo, suspicaz, falso, competidor, abatido... Debes
ser franco y sencillo en el trato con el prójimo. Con humildad recibe las órdenes de
otros a pesar de que tú seas más inteligente y tengas mayor experiencia.
Lo que no deseas para ti, no se lo hagas a otro, y haz a otros lo que quieres para ti.
Se amable con quien te visita, se humilde y juicioso, y cuando las circunstancias lo
requieran, se ciego y sordo.
Que el Señor Jesús Cristo sea tu maestro en todo. Constantemente dirige tus
pensamientos a Dios y pregúntale cómo hubiera procedido él.
Antes de dormir reza sincera y fervientemente y medita sobre los pecados
cometidos durante ese día. Debes arrepentirte con dolor en el corazón y lágrimas
en los ojos para no repetir los mismos pecados. Cuando te acuestas, persígnate,
besa la cruz y encomiéndate a Dios, tu Buen Pastor, pensando que tal vez esa
noche deberás presentarte ante Él.
Acuérdate del amor de Dios hacia ti y ámalo con todo tu corazón, alma y
pensamiento.
Si te comportas como lo indican estas reglas piadosas, alcanzaras la vida
bienaventurada en el reino de la luz eterna.
Que la gracia de nuestro Señor Jesús Cristo este contigo. Amén.