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Géneros Al Desnudo Rev. AAPPG 1999
Géneros Al Desnudo Rev. AAPPG 1999
Géneros Al Desnudo Rev. AAPPG 1999
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Trabajo presentado al XIII Congreso Latinoamericano de Psicoterapia Analítica de Grupo. Federación
Latinoamericana de Psicoterapia Analítica de Grupo (FLAPAG): LatinoaméricaÑ Procesos y Transformacines en
los Vínculos. Montevideo, Uruguay, 19 al 22 de noviembre, 1998.
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Profesión y cargos institucionales: Psicoanalista. Investigadora UBACyT. Profesora Titular de las Cátedras de
“Teoría y Técnica de Grupos I” e “Introducción a los Estudios de la Mujer”, Facultad de Psicología, Universidad de
Buenos Aires. Directora del Programa de Postgrado de Actualización en el Campo de Problemas de la Subjetividad,
Facultad de Psicología, U.B.A.
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" LOS GENEROS AL DESNUDO: SUBJETIVIDAD, PODER Y PSICOANALISIS"
Autora: Lic. Ana María FERNANDEZ
RESUMEN:
En esta ponencia se presentan las diferencias de género, más que como diferencias esenciales biológicas
o
inconscientes, como diferencias en los modos históricos de subjetivación de hombres y mujeres. Esto implica:
- Historizar al Hombre de deseo como un modo histórico de subjetivación y no como sujeto universal.
- Acotar la idea de deseo como carencia al pensamiento hegemónico de dicho momento histórico: Hegel.
- Considerar pertinente al Psicoanálisis la noción de género, en tanto género es lo que obstaculiza que el
sujeto de deseo advenga.
- Revisar las nociones psicoanalíticas sobre femineidad, en función de la de-construcción de las categorías
de la diferencia y el análisis genealógico de la idea de pasividad y los conceptos derivados de ella.
- Considerar una dimensión política de la subjetivación de género: adquisición de autonomía para mujeres,
de-construcción de poder para varones.
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I. Subjetividad y Diferencias
De qué tipo de diferencia hablamos cuando hablamos de diferencias de género? Aquello que organiza
diferentes modalidades de subjetividad en hombres y mujeres ¿se deben a esencias femeninas y masculinas
diferentes?. ¿Puede decirse que sus diferencias esenciales son de orden biológico o son debidas a que ambos
poseen modalidades inconscientes diferentes? Hasta los '70 estos eran los términos del debate.
El criterio que aquí se sustenta es que los diferentes modos con que hombres y mujeres organizan sus
posicionamientos son diferencias socio-históricas que responden a que unos y otras han constituido diferentes
modos de subjetivación.
La noción de modo socio-histórico de subjetivación implica retomar el desafío foucaultiano (Foucault,
1988) de poder pensar la subjetividad sin apelar a un sujeto trascendental, ni a un sujeto psicológico, es decir
instituir una suerte de escepticismo metódico frente a universales antropológicos. Esta caución que ha llevado a
M. Foucault a interrogar en su constitución histórica -es decir a desesencializar- dichos universales permite, por
ejemplo pensar la constitución histórica del sujeto de deseo. Genealogizar al hombre de deseo implica por lo
menos dos operaciones deconstructivas:
- Articular la noción de deseo como fundante de la subjetividad con un momento particular del
histórico-social: la Modernidad
- Acotar la idea de deseo como carencia al pensamiento hegemónico de dicho momento histórico:
Hegel.
En síntesis, historia del Hombre de Deseo y no sujeto universal de deseo (Foucault, 1994). En tal
sentido historizar, genealogizar los conceptos es una operatoria inseparable de la de-construcción de las
categorías desde donde se piensa la diferencia.
La importancia de abrir visibilidad y por ende crear condiciones de enunciabilidad de las dimensiones
socio-históricas de la subjetividad y sus nociones derivadas permite diseñar abordajes desde criterios
multirreferenciales (Fernández, 1996). Estamos en un momento donde se hace patente el agotamiento de los
enfoques unidisciplinarios. Por otra parte, permitiría pensar de otro modo la relación entre "lo individual" y "lo
social", intentando superar los impasses históricos de esta antinomia.
Esto último resultaría saludable al campo "psi" que hasta ahora parece no demostrar demasiada premura
en interrogar sus narrativas, particularmente aquellas que han colocado la subjetividad como interioridad. Lo
que aquí está en juego es otro modo de entender la subjetividad. El término subjetividad, suele usarse de modo
poco preciso, a veces indistintamente como sinónimo de sujeto, otras como sinónimo de psíquico, otras como
subjetivo -opuesto a objetivo.
Como noción teórica implica la revisión de aquellas narrativas"psi" que vuelven sinónimos psiquismo y
subjetividad; para ello han colocado la subjetividad como interioridad, en oposición a un mundo o realidad
pensados como exterioridad.
El modo de pensar la noción de subjetividad que aquí se presenta forma parte de un modo de
pensamiento que intenta repensar:
a) Las oposiciones binarias clásicas: interioridad-exterioridad, profundidad-superficie, sujeto-objeto,
individuo-sociedad, consciente-inconsciente, estructura-acontecimiento, etc.
1
b) Los dominios de objeto unidisciplinarios y sus territorializaciones profesionales. Se observa la
tendencia a constituir espacios transdisciplinarios, donde las teorías intervinientes aportan problemas, más que
sistemas.
c) Plantea la necesidad de teorizar sobre la diversidad de modos de subjetivación: históricos, de género,
de clase, de etnias y pone en interrogación la existencia de un modo universal de estructuración del sujeto.
d) Pone en interrogación crítica nociones como origen, causa, estructura, representación.
e) Intenta pensar la subjetividad en la articulación social e histórica de los procesos de las
identificaciones tempranas que clásicamente hemos estudiado, con las prácticas de sí que el paso por las
sucesivas instituciones constituyen. Las instituciones -no sólo la familia- producen subjetividad.
f) Los diferentes modos históricos de subjetivación han sido y son elementos estratégicos en el
disciplinamiento de cada sociedad. Dicho disciplinamiento no se logra sólo a través de cómo los integrantes de
una sociedad piensan, sienten y actúan, sino también marcando sus cuerpos.
g) El análisis de un modo histórico de subjetivación es inseparable de la indagación de las estrategias de
poder que en él intervienen.
h) Donde hay poder hay resistencia. Por tanto el análisis de las estrategias de poder en la producción de
subjetividad es inseparable del análisis de los focos de resistencia a las mismas. Las resistencias también suelen
pasar por los cuerpos.
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Lo inconsciente no es destino. Repensar la noción de causalidad inconsciente no implica abogar por la
indeterminación, sino revisar los necesarios deslizamientos teológicos en el modo estructural de plantear la
determinación causal (De Brasi, 1996).
Es sintomática la necesidad de fijar a un destino la sexuación femenina en las teorías psicoanalíticas. Si
Freud pudo desdibujar la noción de series complementarias a la hora de pensar en las mujeres y colocar allí
ideas tan poco freudianas como anatomía es destino o la roca viva, Lacan no es menos sorprendente cuando da
por sentado que habría una falta -en la mente del niño y de allí a la cultura- de significante del genital femenino y
pasa a considerar dicha falta como una invariante inconsciente, quedando así "La Mujer" definida como falta,
vacío, ausencia.
La mujer No-Toda, no toda en el orden simbólico, por lo tanto un poco fuera de la ley. Desde este
reducto corporal fuera de la ley de lo simbólico, del falo, del padre, la mujer tendría acceso a un goce
suplementario, a un plus de goce. Pero al no ser subjetivable, la mujer goza pero no se entera y su goce
transcurre y se agota en el sí-del cuerpo, sin pasaje por el fantasma.
Reintroduce el destino, ahora no a través de una anatomía, sino a través del lenguaje, en un naturalismo
no biológico sino simbólico. Naturalismo en tanto el orden del lenguaje está planteado como condición fija que
no puede ser de otra manera, está por fuera de la historia y sella su destino (Dío-Bleichmar, 1991).
Si hay destino no hay sujeto. Una vez más parece insistir aquel curioso debate platónico-medieval sobre
si las mujeres tendrían alma. Encore.
Goza pero no se entera. Más que característica esencial de la condición femenina, efecto histórico-
político del lugar de muchas mujeres en el dispositivo de la sexualidad. Lugar que ha obligado a desalojar todo
hábito de registro de sus deseos. Esta no es una cuestión menor en el orden social. Ha garantizado y garantiza
su monogamia. Dispone un modo de erotismo: la pasividad femenina, el goce místico, que sólo permite poner
en juego un tipo de virilidad fálica excluyendo necesariamente de dicha escena erótica muchas formas de
potencialidad de los placeres de las mujeres y otras tantas formas de placeres de los varones. Goce siempre hay.
El "baño de lenguaje" en el que nacemos más que un orden estructural, es un magma de significaciones
que no es otra cosa que el modo de ser de lo histórico-social (Castoriadis, 1989). Por lo tanto, más que
estructura, clinamen.
Suponer que el género es una categoría sociológica y por tanto nada tiene el Psicoanálisis que
interrogarse al respecto, es renunciar a pensar la articulación entre deseo y poder. El psicoanálisis clásicamente
ha teorizado la articulación deseo-ley. Deseo-poder no es sinónimo de deseo-ley, ya que la ley (prohibir-
permitir) es sólo uno de los recursos del poder. Es por tanto, renunciar a teorizar un impensado, encore del
psicoanálisis: la dimensión política de la subjetividad, terreno que complejiza más que anula la teorización ya
realizada de la relación deseo-ley. Teorizar dichi impensado implica pensar las relaciones de poder en la
constitución misma del psiquismo.
Según M. Foucault lo que distingue la teoría de las pulsiones de la ley del deseo es el modo en que
ambas teorías del psicoanálisis conciben la naturaleza y dinámica de las pulsiones, pero no la manera de concebir
el poder. Ambas parten de una representación común del poder. Ambas imaginan "un poder pobre en recursos,
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que sólo sabe decir no", y cuyo modelo sería esencialmente jurídico: centrado "en el solo enunciado de la ley y
en el solo funcionamiento de lo prohibido". (Foucault, 1977 y 1980).
Es también rehuir un desafío. Aquel que permitiría abrir interrogación a algunas cuestiones de suma
importancia. En primer lugar supone hacer sinónimos psiquismo y subjetividad. Si por género entendemos los
universos de significaciones imaginarias -que son construcciones histórico-sociales- que delimitan lo femenino y
lo masculino; si aceptamos que estas significaciones imaginarias sociales son el lenguaje que precede a la
constitución de los sujetos de una cultura, sostener que es una categoría por fuera del campo, es rehusar pensar
las articulaciones entre significante y significación. Si de devenir sujeto se trata, el género -masculino o
femenino- produce un particular desfondamiento del sujeto de deseo. ¿Cómo puede ser, entonces una
problemática por fuera del Psicoanálisis?
Para un tratamiento más extenso de este punto, ver Fernández, 1997. Para el análisis de la tensión autonomía individual-
1
Meler, Irene: Comentarios en Mesa Redonda "Trabajar y amar en varones y mujeres", Foro de Psicoanálisis y Género,
2
Este planteo se asemeja bastante al planteado por Norberto Inda (Inda, 1996).
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5
BIBLIOGRAFIA.
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- DE BRASI, J.C.: La monarquía causal, Ed. Multiplicidades, Montevideo, 1996.
- DELEUZE, G.: -Lógica del sentido, Ed. Barral, Barcelona, 1970.
-Conversaciones, Ed. Pre-Textos, Valencia, 1996.
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- La voluntad de saber, Ed. Siglo XXI, México, 1977.
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- MOUFFE, CH. (Comp.): Desconstrucción y Pragmatismo, Ed. Paidós, Bs.As., 1998.