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Introducción A La Interpretación de Daniel

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Introducción a la Interpretación

de Daniel
LA CORRECTA comprensión o interpretación de las diversas profecías que
comprende el libro de Daniel se ha ido formando progresivamente con el correr de los
siglos. En realidad, comenzó en el tiempo de Daniel, quien fue el primer expositor de
ciertos elementos básicos de las profecías que son como un bosquejo anticipado de
la historia, que Dios dio a la humanidad por medio de él. De allí en adelante, tan
pronto como los sucesos históricos han cumplido las principales épocas o
acontecimientos de los grandes bosquejos proféticos, los piadosos estudiantes de la
profecía han reconocido los sucesivos acontecimientos mayormente a medida que se
han ido sucediendo. Este desarrollo ha sido progresivo e impresionante.

Y si bien es cierto que a veces ha habido grandes perversiones y se han repudiado


los principios correctos y las interpretaciones específicas previamente reconocidas, y
ha habido períodos de descuido y abandono del interés y la confianza en las profecías
mismas, ningún verdadero principio de interpretación jamás se ha perdido
permanentemente. Siempre, en el transcurso del tiempo, se los ha recobrado y
reafirmado, y aun se ha logrado una comprensión todavía más clara y más completa
de ellos. Así ha sucedido desde los días de Daniel hasta nuestro propio tiempo. Por
ese motivo, la historia de la interpretación profético de este libro inspirado (2 Ped. 1:
19-21) ha sido la historia del esfuerzo humano por comprender el verdadero
significado del gran bosquejo anticipado de los siglos hecho por Daniel, tan
rápidamente y hasta donde podía ser entendido, dentro de la norma general
expresada por Jesús acerca de tales predicciones: "Os lo he dicho antes que suceda,
para que cuando suceda, creáis" (Juan 14: 29; cf. 13: 19; 16: 4).

Teniendo ante nosotros esta declaración general introductoria, notemos ahora una
serie de hechos y acontecimientos históricos que proporcionarán la base y el marco
esenciales para el desarrollo de las interpretaciones específicas que se trazarán. Una
visión panorámica general de esta naturaleza hará que sean más claras y más
significativas las exposiciones de los temas particulares.

El libro de Daniel debe ser comprendido.

Al enunciar su maravillosa profecía registrada en Mat. 24 y pasajes paralelos, Cristo


mismo dijo del profeta Daniel: "El que lee, entienda" (vers. 15). Esto justifica
ampliamente el estudio de este libro profético y da la seguridad divina de que puede
ser comprendido.

Sólo estaba sellada una parte del libro.

Consta por declaración escrita -plenamente confirmada por la historia de la exposición


progresiva de Daniel- que "el libro que fue sellado no fue el Apocalipsis, sino aquella
porción de la profecía de Daniel que se refiere a los últimos días" (HAp 467). E
históricamente no fue sino cuando en realidad ya había comenzado el "tiempo del fin"
-a comienzos del siglo XIX- cuando surgieron simultáneamente numerosas
exposiciones del más largo de los períodos proféticos: el de los 2.300 días. Sin
embargo, las etapas previas abarcaron siglos.

Comienzo del bosquejo profético de Daniel.

El mismo Daniel proporciona el punto de partida, aceptado como axiomático por la


larga sucesión de intérpretes, con la declaración inspirada de que el gran bosquejo
profético -revelado y repetido al profeta por la Inspiración- comenzó con el Imperio
Neobabilónico. Dice: "Tú [el Imperio Babilónico, con Nabucodonosor como su
gobernante] eres aquella cabeza de oro". Pero "después de ti [el Imperio Babilónico]
se levantará otro reino inferior al tuyo" (Dan. 2: 38-39). Después, en pasajes paralelos,
Daniel señala la identidad de los imperios segundo y tercero por sus nombres
específicos: el Imperio Medo-Persa y el Imperio Griego (Dan. 5: 28, 31; 6: 12, 15, 28;
8: 20-21). De modo que, fuera de toda duda, tanto el punto de partida como los
sucesos que siguen inmediatamente a la profecía coherente de Daniel, quedan
establecidos por la Inspiración en un grandioso bosquejo. En esta forma el mismo
Daniel se constituye en el primer expositor de su libro. A partir de ese momento, los
estudiantes de la profecía habrían de comparar el cumplimiento histórico con la
predicción a medida que aconteciera, para determinar el cumplimiento progresivo de
las etapas que se fueran sucediendo. Y buena parte del Apocalipsis es interpretación
y complemento de Daniel.

Entre los intérpretes se contaron los hombres más capaces.

Los registros atestiguan que entre los intérpretes de Daniel se han contado muchos
de los más conspicuos y respetables eruditos de los siglos. No hay motivo alguno
para avergonzarse en cuanto al origen de la interpretación históricamente establecida.

Cumplimientos reconocidos por muchos.

Cada una de las principales aplicaciones de la profecía ha sido discernido, no por una
sola persona, sino por una cantidad de hombres, generalmente de diferentes países,
los cuales han dejado para la posteridad el registro de lo que entendieron, y esto en
diferentes idiomas. Dios siempre ha tenido una cantidad de personas que han dado
testimonio del desarrollo de la verdad divina.

El tiempo y los acontecimientos corrigen inexactitudes.

El tiempo, junto con la perspectiva histórica que proporciona, ha permitido que los
investigadores posteriores corrigieran las inexactitudes propias de las primeras
exposiciones, aquejadas de limitaciones inevitables. Pero esos primeros expositores
deben recibir la debida honra por esa obra inicial que hemos recibido como herencia.
Y es sumamente conveniente conocer ese marco histórico y esos antecedentes.

Se reconoce el cumplimiento de las profecías cronológicas.

Hace mucho tiempo se reconoció que las 70 semanas representaban "semanas" de


años; pero el tiempo para la comprensión de las 2.300 tardes y mañanas y su relación
con las 70 semanas estaba entonces en un futuro muy distante. Y el tiempo para que
se entendieran los períodos que atañen a nuevos acontecimientos en la subsiguiente
era cristiana -es decir los 1.260 días-años de la gran apostasía y su equivalente de
tres tiempos (años) y medio, o 42 meses- no llegaría hasta que en realidad se hubiera
desarrollado esa gran desviación de la fe cristiana, y hasta que la perversión predicha
y la represión de la verdad y de sus paladines, hubieran aumentado lo suficiente como
para que se las discerniera con claridad. Por eso, el cuerno pequeño de Dan. 7 no fue
reconocido hasta siglos después de que surgió.

Se eclipsa la exposición de la iglesia primitiva.

La clara exposición de los primeros siglos de la era cristiana fue progresivamente


tergiversada y mal aplicada a medida que aumentaba la apostasía. Las profecías
comenzaron a ser consideradas como alegorías o verdades espirituales debido a la
Influencia de Orígenes (c. 185-c. 254), el ilustre teólogo y filósofo de Alejandría.
Ciertamente, en ese tiempo toda la Escritura fue sometida a este mismo proceso de
interpretación en forma espiritualista, alegórico y mística.

La resurrección también fue espiritualizada por Orígenes, al convertirla en una serie


de reencarnaciones. El reino de Dios fue considerado como material y terrenal por
Eusebio Pánfilo (c. 265-c. 340), obispo de Cesarea e historiador eclesiástico, después
de la supuesta conversión de Constantino el Grande y de su consecuente
reconocimiento y protección de la iglesia cristiana, a la cual enriqueció materialmente.

A las desviaciones de Orígenes y de Eusebio se añadió un tercer concepto


revolucionario, popularizado por Agustín (354-430), influyente obispo de Hipona.
Agustín sostenía que la primera resurrección era espiritual, o sea, que las almas
muertas resucitaban a vida espiritual; afirmaba que el reino de Dios no era otra cosa
que la Iglesia Católica, la piedra de Dan. 2: 34, 45, que entonces se hallaba en
proceso de convertirse en el monte destinado a llenar toda la tierra; que el diablo ya
estaba atado y la humanidad ya vivía en el período de los mil años del Apocalipsis.
Todo esto se convirtió en la creencia de la iglesia predominante en la Edad Media.

Estos falsos conceptos derivados de la tendencia a la alegorización casi extinguieron,


durante siglos, la luz de la verdadera interpretación.
La Correcta Interpretación de
Daniel
El reavivamiento medieval de la interpretación histórica no surgió con los valdenses y
otros grupos que estaban fuera de la Iglesia Católica -y que no reconocían la
supremacía del obispo de Roma-, sino que procedió de intrépidos católicos, algunos
de los cuales se sintieron constreñidos a clamar contra las perversiones inconcebibles
de esa iglesia y a aplicarle algunos de los símbolos proféticos de las Escrituras.
Aplicaciones similares también fueron hechas por ciertos escritores judíos. El número
creciente de disidentes, a partir del Renacimiento, casi siempre fundamentó las
críticas que hacía a la iglesia en las profecías de Daniel y Apocalipsis. En la mente de
hombres pensadores, estas profecías fueron recuperando gradualmente el lugar que
les correspondía.

La Reforma se basó en las profecías.

Todos están de acuerdo en que la gran Reforma protestante fue un redescubrimiento


de las verdades evangélicas de la iglesia primitiva, las cuales predominaron en el
tiempo de su mayor pureza. Pero esto pudo lograrse gracias a un nuevo énfasis en el
propósito de las profecías bíblicas acerca del anticristo. Durante dos siglos antes de
Lutero, hombres de inclinación espiritual habían dado énfasis, con creciente claridad,
a la salvación por medio de Cristo, protestando por las grandes perversiones de
Roma, entre tanto que permanecían dentro de la Iglesia Católica. Pero cuando Lutero
captó la verdad de la identidad profética del anticristo, esto lo alentó a él, y a
centenares más en diferentes países, a romper con Roma. A la luz de las repetidas y
explícitas representaciones y admoniciones proféticas, se sintieron impelidos a "salir"
de la Babilonia papal. Estuvieron dispuestos a ir a las mazmorra o a la hoguera antes
que claudicar en su obediencia a los designios divinos que ahora discernían
claramente. Y esto fue usado como un grito de guerra, porque las descripciones
proféticas fueron predominantes en el pensamiento de la Reforma, y ahora se
discernían y aplicaban con claridad.

La contrarreforma estimula interpretaciones contrarias.

La acusación virtualmente unánime de que el papado es el anticristo de la profecía,


acusación lanzada por todos los grupos protestantes en todos los países, indujo a los
dirigentes católicos romanos a procurar que se desviara el dedo acusador, y que se
alejara la atención de los protestantes del sistema católico medieval. En esto
alcanzaron mucho éxito. Francisco Ribera y Luis de Alcázar jesuitas españoles del
siglo XVI, se levantaron para hacer frente al desafío, formulando interpretaciones
aparentemente razonables, aunque contrarias a las de la Reforma.

Ribera sostenía que el anticristo era un individuo aún por aparecer, un gobernante
impío de Jerusalén que ejecutaría sus designios al fin de los siglos en tres años y
medio literales. En esto contaba con el pleno apoyo del gran polemista católico, el
cardenal Roberto Belarmino. Esta interpretación que coloca al anticristo en el futuro,
recibe con justicia el nombre de futurista. Esta idea futurista pronto se convirtió en la
interpretación habitual católico-romana en cuanto al anticristo, y es ahora la más
difundida entre los católicos.

Por otra parte, Alcázar sostenía lo que recibió el nombre de preterismo, con lo cual se
afirma que prácticamente todas las profecías terminaron con la caída de la nación
judía y con la destrucción de la Roma pagana; y que el anticristo había sido algún
emperador romano como Nerón, Domiciano o Diocleciano. La enunciación de estos
dos puntos de vista -futurismo y preterismo- mostraba el espectáculo anómalo de dos
explicaciones opuestas y mutuamente excluyentes que surgieron de la misma Iglesia
Católica; pero lograron su propósito: confundir la interpretación profético protestante.

El restablecimiento provocado por la Reforma, dañado por desviaciones posteriores.

La interpretación antagónica del jesuita Alcázar comenzó a ser adoptada por


protestantes declarados como Hugo Grocio (1583-1645) de Holanda y Henry
Hammond (1605-1660) de Inglaterra, lo cual causó división y pérdida de confianza en
el enfoque histórico continuo de las profecías por parte de muchos protestantes. El
resultado fue una segunda desviación de la interpretación correcta, esta vez entre los
protestantes. Sin embargo, hubo algunos como Joseph Mede, que no sólo
permanecieron firmes frente a las perversiones, sino que fueron impelidos a estudiar
de nuevo todo el campo de la profecía, y a introducir de nuevo el milenarismo futuro y
la escuela histórica de interpretación. Esto dio como resultado una exposición cada
vez más clara y correcta. El preterismo penetró en la escuela racionalista de los
teólogos alemanes del siglo XVIII; el futurismo halló cabida entre los protestantes del
siglo XIX, y en décadas recientes generalmente ha sido aceptado por los
fundamentalistas

El Cuerno Pequeño y el Siglo III


La aplicación profético, hoy frecuente, del cuarto reino de Dan. 2 y 7 al período
helenístico, y por consiguiente del cuerno pequeño de Dan. 7 a Antíoco Epífanes,
generalmente se remonta a Porfirio (233-c. 304), neoplatónico y defensor del
paganismo. Alarmado por la difusión creciente del cristianismo, y comprendiendo que
la profecía ocupaba un puesto clave en el pensamiento de los cristianos primitivos,
Porfirio trato de contrarrestar la fuerza de la profecía de Daniel argumentando que el
libro no era una profecía escrita por Daniel en el siglo VI a. C., sino un bosquejo
histórico engañoso, redactado por un autor posterior al tiempo de los Macabeos. Esto
es, Porfirio afirmaba que el libro había sido fraguado después de que los sucesos
históricos tuvieron lugar, pero que habían sido puestos en tiempo futuro como una
predicción.
Esta interpretación antagónica no fue aceptada por los cristianos de Occidente, sino
que su aceptación se limitó a unos pocos del Cercano Oriente. En términos generales,
la teoría de Porfirio quedo latente hasta los tiempos posteriores a la Reforma, cuando
fue exhumada de su oscuridad por Hugh Broughton (1549-1612) de Inglaterra. Pero
desde entonces se Ira difundido mucho (sin duda por ignorarse su origen y verdadero
propósito) en el Viejo y en el Nuevo Mundo, para contrarrestar la escuela de
interpretación histórica que afirma que el cuerno pequeño de Dan. 7 es el papado
histórico que surgió de entre las diez divisiones del cuarto poder - el romano-, y que
floreció durante la Edad Media. Esta teoría de Antíoco Epífanes se ha difundido
mucho ahora entre los modernistas y se encuentra en la mayoría de los comentarios
críticos.

La interpretación del Nuevo Mundo con frecuencia es más clara.

Los que emigraron al Nuevo Mundo trajeron consigo la interpretación de Daniel,


común entre los protestantes del siglo XVII en Gran Bretaña y el continente europeo.
La profecía ocupó un lugar prominente en el pensamiento de los colonizadores desde
el tiempo en que llegaron a Norteamérica. Surgieron expositores de todos los estratos
sociales. El primer comentario norteamericano acerca de Daniel -publicado en 1644-
fue obra de Efraín Huit, The Whole Prophecie of Daniel Explained (Toda la profecía de
Daniel explicada). El alejamiento físico del escenario del Viejo Mundo y de sus
relaciones dio como resultado un tipo de exposición independiente, con frecuencia
más clara que algunas interpretaciones de los círculos del Viejo Mundo, porque el
preterismo, el racionalismo, etc., todavía no habían hecho impacto en Norteamérica.

El despertar del siglo XIX.

En un tiempo cuando el postmilenarismo prevalecía en las iglesias y el preterismo iba


ganando el favor de la crítica erudita, y antes de que se desarrollara el futurismo, ya
florecía el premilenarismo histórico.

La interpretación profético histórica ha tenido predominio en tres períodos: primero, en


los comienzos de la era cristiana; después en los períodos de la Reforma y de la
época posterior a la Reforma; y finalmente, a comienzos del siglo XIX. En su conjunto,
éste es el marco de fondo del despertar del siglo XIX en el Viejo Mundo y del
movimiento de la 2da venida de Cristo del Nuevo Mundo, en los cuales muchos
expositores independientes fueron pioneros en la presentación de interpretaciones
paralelas.

Antecedentes de la interpretación del siglo XIX.

Las interpretaciones de 25 siglos demuestran que nuestra tarea es la de recuperar y


continuar las honrosas y ortodoxas exposiciones proféticas mantenidas a través de
los siglos, las cuales se han ido acumulando y desarrollando, y ahora han sido
restauradas y perfeccionadas y han adquirido una nueva importancia a la luz de estos
últimos tiempos. Es lógico y natural que nuestro énfasis especial se enfoque ahora
sobre estos segmentos de las profecías que atañen a los últimos días y que hasta
ahora no se habían percibido o hecho resaltar. En el pasado aún no había llegado el
tiempo para su cumplimiento y reconocimiento natural, su aplicación y énfasis.

Interpretaciones básicas recibidas de otros.

Todas nuestras interpretaciones básicas de hoy, correspondientes a todas las


grandes profecías cronológicas (tales como la terminación, en 1844, de los 2.300
años de Dan. 8: 14, y su comienzo que coincide con el de las 70 semanas de Dan. 9:
25), pueden remontarse hasta distinguidos expositores de antaño. De modo que
nosotros, los adventistas del séptimo día, tan sólo estamos en la misma corriente de
los expositores correctos de los siglos, y reconocemos, agradecidos, nuestra deuda
con los nobles pioneros. Somos los herederos de las verdades proféticas de los
expositores del pasado y los heraldos especiales de los cumplimientos de los últimos
días.

Teniendo tal marco histórico ante nosotros, nos hallamos preparados para seguir el
desarrollo progresivo y específico tanto de la interpretación de la simbólica estatua de
metal de Dan. 2, como de las cuatro bestias, de los diez cuernos, del cuerno pequeño
de la cuarta bestia y de los tres tiempos y medio de la profecía de Dan. 7; así como
también del carnero, del macho cabrío y sus cuernos respectivos, y del más largo
período profético de Daniel, cap. 8; de las 70 semanas que llegan hasta el Mesías
Príncipe de Dan. 9, a la vez que de la profecía paralela y literal de los cap. 11 y 12 del
libro de Daniel .

Amplitud progresiva de los bosquejos cronológicos de Daniel.

A medida que avanzamos debe tenerse en cuenta un punto: las profecías de Daniel
son únicas en el AT. Los escritos de los profetas anteriores no suministraron una
cronología de sucesos futuros. A veces el primer advenimiento de Cristo y su segunda
venida parecían presentarse juntos sin indicar el tiempo que habría de separarlos y
sin hacer una diferencia entre los triunfos espirituales de la iglesia en el mundo
presente y las glorias del reino eterno de Dios en la tierra renovada. Por otro lado, los
bosquejos proféticos de Daniel presentan la secuencia y continuidad cronológica del
plan divino de los siglos.

Cubren las centurias en ininterrumpida progresión desde el tiempo de Daniel hasta el


establecimiento del reino de Dios y la tierra nueva. Presentan el marco del reino,
dentro del cual se lleva a cabo el glorioso plan divino de la redención, en la primera y
la segunda venida de Cristo. Este itinerario inspirado de los siglos revela el tiempo del
primer advenimiento, y el "tiempo del fin" que precede al segundo advenimiento. Las
profecías de Daniel revelan claramente la mano decisiva de Dios en la historia y su
dominio de los asuntos mundiales; presentan la filosofía divina de la historia y su
significado; despliegan el proceso del gran plan de redención de Dios, con la
terminación catastrófica de los siglos en el futuro; y por último presentan la única
esperanza del mundo y su final glorioso. Lo que fue revelado a Daniel en visión podría
compararse con una película cinematográfica silenciosa, pues Daniel veía transcurrir
la sucesión de los hechos, como en el caso de la piedra que fue arrojada y golpeó a la
imagen metálica de Dan. 2, pulverizando sus componentes y convirtiéndose en una
montaña que llenó para siempre toda la tierra. En otros casos, sus visiones podrían
compararse con una película con sonido o una transmisión por televisión, en las
cuales Daniel escucha las palabras blasfemas pronunciadas por el cuerno pequeño
del cap. 7, o contempla la sucesión de las bestias simbólicas, el surgimiento de los
diez cuernos, el desarraigo de tres de éstos y el crecimiento desafiante del cuerno
pequeño, a lo cual siguen las escenas del juicio. De modo que Daniel proporciona un
nuevo tipo de profecía: el bosquejo profético cronológico con sus diferentes períodos.
Ahora nos ocuparemos de esta serie de cuadros proféticos de Daniel, en la forma
como sus diversos elementos fueron comprendidos por los expositores a través de los
siglos

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