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El 21 de Junio de 1837 Nace en
El 21 de Junio de 1837 Nace en
El 21 de Junio de 1837 Nace en
En la Cancillería alternó su trabajo con su vocación por las letras. Escribió tres
novelas en menos de cuatro años: Alfredo el sevillano (drama), Julia o escenas de
la vida de Lima (novela) y Edgardo o joven de mi generación (novela). Luego de
dirigir por algunos años la sección Continental del Ministerio, renunció para
viajar a París, donde siguió cursos voluntarios en la Universidad La Sorbona.
Dos años después fue nombrado cónsul en Le Havre, donde estuvo hasta 1872. A
su retorno fue inspector de Instrucción y luego gerente del Banco de Lima y de la
Compañía Salitrera del Perú (1878), pero ambas empresas quebraron como
consecuencia de la Guerra con Chile, y entonces nuestro personaje se vio en la
necesidad de partir nuevamente a Francia con el fin de asistir a la liquidación de
las dos empresas. A su retorno a la capital, volvió a la poesía, su primer amor.
Por esos años escribió la elegía A la muerte del rey don Alfonso XII, premiada
con medalla de oro en los Juegos Florales de La Habana (1886), y Aurora amor,
épica visión del progreso científico e industrial del siglo XIX.
En 1887, andando ya por los 50 años, el poeta fue víctima de una cruel parálisis,
cuyos intensos dolores en parte se vieron mitigados por su indoblegable entrega a
la creación poética y el cariño de sus compatriotas. Y así, adolorido y
rengueando, reemplazó interinamente al tradicionista como director de la
Biblioteca Nacional (1892). Y más tarde, bajo el gobierno de Piérola, aceptó la
dirección del Archivo Nacional hasta que la parálisis le impidió movilizarse.
Se puede tener la impresión que en París la cultura está al alcance de todos. Pero
la cultura a la que accede Cisneros, sin ponerla en tela de juicio, es la cultura
oficial, o académica. La literatura está a cargo del crítico universitario Saint-Marc
Girardin que “azota la literatura de su época, presentando a los románticos como
perniciosos materialistas”[7] y sobre todo confunde la ética con la estética. Para
Saint-Marc Girardin, la moral ha de tener un papel preponderante en la creación
literaria. Ese enfoque es el que Cisneros va a imponer en su primera novela, Julia
o escenas de la vida en Lima [8]. Todo lo que tiene que ver con las novedades
literarias y con la eclosión de una nueva escuela poética es altivamente ignorado
por la Sorbona y no halla eco en las cartas de Cisneros. Los autores que descubre
en París son los poetas grecorromanos y los santos varones de la Iglesia[9]. Estas
dudas metafísicas quedan momentáneamente de lado cuando llega a París José
Gálvez, líder de los liberales peruanos y objeto de la admiración de Cisneros
desde la adolescencia. La religión impregnará luego su poesía, singularizándolo
en medio de una generación anticlerical.
Al cabo de un año, la capital de Francia es celebrada como “el centro del amor a
la ciencia a al trabajo”[10] y nuestro autor parece haber superado las penas de
amor gracias a su devoción por el estudio, “ese amor que nunca antes se había
desarrollado tanto en mí”. Como contraparte a este acceso a la cultura y su
integración a la vida parisina, Cisneros censura la cultura en el Perú: “son muy
grandes la ignorancia, la negligencia, la pobreza de ciencia y la insolente
presunción con que nos educamos y vivimos en el Perú”[11].
París, capital del saber, aparece también como el lugar donde es factible imprimir
una obra literaria ya que siete meses después de llegar, Cisneros está por
publicar su primera novela, lo que significa un gran salto ya que en Lima, ni
siquiera la obra que le había valido los favores del Presidente Castilla había
llegado a ser editada.