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Sermón Pentecostés 2020

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Pentecostés: Soplo de paz, testimonio y apostolado

Juan 20 19-231

Por Dan González-Ortega

Cuando venga Parácletos a quien yo les enviaré desde el Padre,


Espíritu de la Verdad que proviene del Padre,
dará testimonio de mí.
-Juan 15:26

«O vous qui êtes!


L'Ecclésiaste vous nomme Toute-Puissance,
les Macchabées vous nomment Créateur,
l'Epître aux Ephésiens vous nomme Liberté,
Baruch vous nomme Immensité,
les Psaumes vous nomment Sagesse et Vérité,
Jean vous nomme Lumière,
les Rois vous nomment Seigneur,
l'Exode vous appelle Providence,
le Lévitique Sainteté,
Esdras Justice,
la création vous nomme Dieu,
l'homme vous nomme Père,
mais Salomon vous nomme Miséricorde,
et c'est là le plus beau de tous vos noms.»
-Les Misérables, Víctor Hugo2

El evangelista Juan nos presenta su pentecostés el mismísimo día de la resurrección de Jesús.


Siendo ya de tardecita Jesús se presenta a sus temerosos amigos mostrando evidencia de quien es,
a través de las marcas de su cuerpo lastimado… los estigmas y la herida de su costado dan
testimonio de ser quien dice ser… pero, sobre todo, ese saludo que inequívocamente evocaba su
presencia: “¡Paz a ustedes!”

1
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar
donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de
ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!».
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría
cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los
envío a ustedes»
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que
ustedes se los retengan».
2
"Oh, Vos, ¿quién sois? El Eclesiástico os llama Todopoderoso; los Macabeos os nombran
Creador; la Epístola a los Efesios os llama. Libertad; Baruch os nombra Inmensidad; los Salmos os
llaman Sabiduría y Verdad; Juan os llama Luz; los reyes os nombran Señor; el Éxodo os apellida
Providencia; el Levítico, Santidad; Esdras, Justicia; la creación os llama Dios; el hombre os llama
Padre; pero Salomón os llama Misericordia, y éste es el más bello de vuestros nombres".

1
Oremos

Y es que no hay nada más espiritual que el cuerpo. Jesús había aprendido bien, al cultivar una
espiritualidad en el desierto, que después del silencio y el dolor y el luto de las cenizas, debe venir
el habla… pero, sobre todo, el testimonio (μαρτυρία). Jesús da testimonio a sus amistades a través
de su propio cuerpo. Jesús porta en su carne los signos elocuentes de la pax, aunque el evangelista
nos dice en griego ειρήνη, desde ya, Jesús usa el tradicional saludo hebreo-arameo con una fuerza
revolucionaria tremenda… Jesús se opone a la pax/ειρήνη (violenta/indiferente) a través del dos
veces pronunciado: ‫שלום‬.

‫ שלום‬es más que un saludo, es casi palabra profética. Es un grito-clamor-bienaventuranza donde la


justicia es el respaldo. Y lo maravilloso es que se pronuncia esta palabra casi como una visión en
medio del miedo que sentían aquellas amistades de Jesús, ese pavor de quienes se habían
convertido en seguidores y tenían asumido el discipulado, las mismas personas que en este
momento tenían las puertas cerradas a “piedra y lodo” gracias a ese pánico (φόβος) que sentían
por la amenaza de los violentos (representados por los judíos).

Seguramente que esa misma experiencia era la del cristianismo primitivo, ante las amenazas de
persecución y muerte violenta, el miedo podía sólo superarse cultivando la esperanza de que el
espíritu dado por Jesús era el que les animaba a seguir dando testimonio/martirio. La iglesia
primitiva comprendía que la resurrección no podía ser “espiritualoide”, no hay nada más espiritual
que el cuerpo, así que quienes habían recibido el apostolado, la instrucción de anunciar a Jesús
resucitado, debían ser capaces de llevar en sus propios cuerpos los estigmas del resucitado. A
donde quiera que fueran, debían llevar la paz/‫ שלום‬que, como signo de resistencia ante el miedo y
la injusticia, es una afrenta a la violencia y la muerte a través de la justicia.

Jesús se presenta con este mensaje de buen vivir encomendando una nueva tarea a aquellas
personas discípulas, ahora deben asumir el apostolado. Muy importante que este llamado viene,
en el evangelio de Juan, inmediatamente después de la imponente figura de Magdalena quien fue
esa primera enviada/Απεσταλμένα, la primicia del apostolado, la mímesis de la relación entre el
Πατέρας (‫ )אבא‬y Jesús. Este también es un dato muy político del evangelio en razón del envío que
hace Jesús. Al nazareno lo habían acusado las élites jerosolimitanas por decirse a sí mismo: “Hijo
de Dios”. Esta clase política judía había logrado, gracias al sistema clientelar romano, que se
condenara a Jesús. Aunque las argucias legaloides lo colgaron en una cruz por sedición, el título
trilingüe en aquel madero era, desde el punto de vista de Pilatos, un sarcasmo: “Rey de los judíos”.

Jesús estaba en el medio de sus ahora apóstoles para abrirles las puertas de la esperanza, no en un
mundo sin problemas, sino en una realidad adversa, pero con su compañía. Se tenían unos a otros,
unas a otras, y le tenían a él. El signo sublime de esta presencia eterna será su ενεφυσησεν (lit.
respiró). Jesús les respiró encima. Nos da la idea de que Jesús les compartió su respiración, les dio
de su espíritu, les alentó porque les compartió su aliento. En este pentecostés, el de Juan, no es
necesario que Jesús se vaya para que su espíritu pueda permanecer. Jesús tiene este gesto
maravilloso de “Ternura”.

Tal vez por esta razón, cuando Jesús anuncia que dejará como herencia su Παράκλητος (Jn 15), ya
anticipaba que ese sería el principal de los testimonios de la pertenencia y permanencia del Padre
con Él y de Él con los suyos/as. Jesús anunciaba allá, que este Espíritu transmitido acá, es una
manifestación de “La Verdad” porque irrumpe en la historia concreta de la vida de sus discípulos y

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apóstoles y apóstolas. Jesús anunciaba ayer, que el mismo Espíritu que nos es transmitido hoy, es
quien nos sostiene cuando debemos dar testimonio de la verdad con nuestros cuerpos…
mostrando nuestro costado y nuestros estigmas en las manos. Ese soplo de Jesús sobre nosotras
también es fuerza en medio de la tribulación. Seguimos siendo, como discípulos y discípulas del
siglo I, sujetos del pecado de otros y otras más poderosos. A veces está en nuestras manos
concederles el perdón, en otras ocasiones no, sus errores les acusan y no podemos hacer nada al
respecto.

Hoy es pentecostés, este grupo que conforma Misión DF, más allá de que aglutina a personas que
venimos de distintas tradiciones y herencias cristianas (o no), es una congregación adscrita a la
Iglesia del Pacto. Históricamente a esta facción del protestantismo se le ha conocido irónicamente
como el “pentecostalismo luterano sueco”. Así que hoy celebramos doble, por un lado, la
celebración cristiana del día de “Pentecostés” particularmente la mirada “laocrática” del cuarto
evangelio, por otro lado, la reivindicación de ser una comunidad donde la piedad no hace una
realidad distinta del mundo corriente sino que, por el contrario, le comunica del Espíritu de Jesús a
través de la presencia discipuladora de quienes nos construimos como apóstoles y apóstolas
contemporáneos. No nos confundamos, no somos agoreros de la justicia retributiva expresada en
alguna herejía de la prosperidad. Somos apóstoles y apóstolas porque seguimos el llamado de
Jesús a ir y soplar espíritu como Él lo comunicó a nosotros y nosotras. Recibimos el apostolado
para animar en medio de la desesperanza. Vamos por el mundo alentando al sofocado y
reconociendo como héroe a quien hoy se estigmatiza. Somos apóstoles y apóstolas del perdón.
Somos apóstoles y apóstolas, enviados y enviadas por Jesús, a través de su Espíritu, para
comunicar la esperanza.

Somos apóstoles y apóstolas del Espíritu, que quiere consolar, que apremia a consolar.

Llevamos el Espíritu de Cristo que, en medio del miedo y la zozobra, pone el cuerpo para dar
testimonio de la Vida.

Y aunque este cuerpo no se libra de ser lastimado, con las heridas de la vida, confiamos en la
resurrección porque Jesús nos sigue soplando de su Espíritu diciéndonos:

¡Paz a Ustedes!

¡Shalom!

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