Love">
Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Tio Vania v3

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 48

Tío Vania1

(Diadia Vania)

Anton Pavlovich Chejov

Escenas de la vida en el campo en cuatro actos

(1896)

PERSONAJES

ALEXANDER VLADIMIROVICH SEREBRIAKOV, profesor retirado.

ELENA ANDREEVNA, su mujer, veintisiete años.

SOFÍA ALEXANDROVNA (SONIA), su hija de un primer matrimonio.

MARÍA VASILIEVNA VOINITZKAIA, viuda de un consejero secreto y madre de la primera


mujer del profesor.

IVÁN PETROVICH VOINITZKII, su hijo.

MIJAIL LVOVICH ASTROV, médico.

La acción tiene lugar en la hacienda de Serebriakov.

Acto primero
La escena representa un jardín y parte de la fachada de una casa de campo en alguna
parte del sur de chile. Esta tiene un ala antigua que sobrevivió a los terremotos, y otra
moderna que es la realmente habitable. A lo lejos un lago y varios bosques. En la
alameda, bajo un viejo roble, está dispuesta la mesa del té. Sillas blancas, bancos de
metal también blancos y, sobre uno de ellos, una guitarra. A corta distancia de la mesa, un
columpio. Son más de las dos de la tarde. Es verano. Pasan velozmente las nubes.
MARIA, madre de Iván, viejecita tranquila, teje sentada junto al brasero en que se calienta

1 Diminutivo de Iván.
la tetera. ASTROV, un médico rural, buenmozo, pero entrado en carne y encanecido,
pasea a su lado por la escena.

Escena primera

MARÍA. - (sirviéndole una taza de té). ¿Un tecito, doctor?

ASTROV. - (cogiendo con desgana la taza). No se preocupe, estoy bien, señora Maria.

MARÍA. - Le podemos poner una poco de malicia Doctor, si quiere. Tengo un guindado
que hacemos en la casa, que despierta hasta los muertos.

ASTROV. - No, estoy bien... Ya tengo mi cuota por hoy... No sé qué me pasa, no me
siento bien… El aire, no sé, como que no puedo respirar.

(Pausa.)

¡Señora María... ¿Hace cuántos años nos conocemos usted y yo?

MARÍA (cavilando). - ¿Cuántos?... ¡Que Dios me dé memoria!... Usted vino aquí..., a


esta región... ¿cuándo?... aún vivía mi hija, eso debe ser hace unos once años. (Después
de meditar unos momentos.) Más quizás.

ASTROV. - ¿He cambiado mucho desde entonces?

MARÍA.- Igualito.

ASTROV: Ya pues, no me mienta. ¿Estoy muy distinto?

MARÍA: Un poco distinto. Bueno, antes eras joven….

ASTROV: Y ahora soy viejo.

MARÍA: Era tan guapo cuando joven... ahora se ve, como diría yo, más…más…

ASTROV. - Gordo.

MARÍA. - más señor diría.

ASTROV: El trago.

MARÍA.-Gordo no, doctor, entrado en carne no más.

ASTROV. -Trabajo demasiado, eso es lo que pasa, señora María... Esto no termina
nunca. A cualquier hora, de noche, de día, hasta cuando duermo aparece algún enfermo
que ir a sanar. Siempre lo mismo, las mismas quejas, gripes, cólicos, partos, reflujos,
piernas quebradas, siempre los mismos enfermos años tras años. Así ¿quién no va a
envejecer?

MARÍA.-Este pueblo es tan chico, nos conocemos de todos.


ASTROV. -Me vine aquí para tener una vida más tranquila, lejos de estrés de la cuidad,
quería tiempo para mí, pero en el fondo me aburro. ¿Para qué necesito tanto tiempo?
¿Quién necesita tanta tranquilidad? También me aburre la vida intranquila. Voy a la cuidad
y quiero salir arrancando. No sé, parece que me aburre la vida en el fondo.

MARÍA: La vida es como la salud, cuando uno la tiene no importa, pero cuando uno la
pierde es terrible.

ASTROV: Me deje bigote. ¿Se fijó? ¿Cómo me quedan?

MARÍA.- ¿Se dejo bigote? Bien, discreto.

ASTROV. - Nadie lo nota. Ese es el problema. En el fondo nadie mira a nadie aquí.
Uno se sabe las caras de memorias. Para eso se deja bigote uno, para ver si algo
cambia, pero no cambia nada. Uno empieza a molérsele el cerebro aquí. Habla con gente
tonta todo el tiempo de tonteras hasta que termina por volverse tonto uno también. No hay
grandeza aquí, señora María. Somos absurdo. Yo no quiero nada, no quiero a nadie. A
usted si la quiero señora María. (Le besa la cabeza.)

MARÍA.- Coma algo Doctor, no siga dándole vuelta a la cabeza, un traguito, eso le va a
hacer bien. No es bueno pensar tanto con el estómago vacío.

ASTROV. - No gracias, señora María. Lo que menos necesito es comer y tomar. A


todas las casas que llego, me dan comida y más comida. No puedo más de comida
casera se me atraganta en la garganta….

MARÍA.- Es la forma de demostrar el cariño.

ASTROV. -En la tercera semana de Cuaresma, durante la epidemia ¿se acuerda?, la


gente moría como moscas... ¡Suciedad..., pestilencia..., humo..., terneros por el suelo,
junto a los enfermos! Yo no descansé en toda esa semana, no había comido nada y volví
a casa y me trajeron desde el ferrocarril al guardagujas2 de la estación... Lo tendí sobre la
mesa para operarlo. Y ahí estaba abierto como un carnero, intentando respirar su último
suspiro, se me murió bajo el cloroformo. La conciencia me dolía como si le hubiera
matado, señora María. Y desde entonces que no puedo comer carne.

MARÍA.- Mejor para la salud, dicen.

ASTROV. - ¿Qué va a quedar de esto señora María? ¿En cien años, en doscientos
años, que van a decir de nosotros? ¿nos recordarán con una buena palabra?... ¡No, nos
recordarán!

MARÍA. -La gente no recordará, pero Dios, sí. No se preocupe.

2 Persona que por oficio se encarga de manejar las agujas en los cambios de vía de las líneas de ferrocarril
Escena II

Sale de la casa IVAN, un cuarentón, ligeramente gordo, vestido con cuidado descuido
y botas de montar y pantalones de huaso. Tiene aspecto de haber estado durmiendo
profundamente, sentándose en el banco, endereza su traje

ASTROV. - ¿Cómo dormiste?

IVAN. - Increíble. (Bosteza.) Estoy como nuevo. No dormía así desde…desde que
llegaron ellos...

ASTROV. - Ya pues, no le eches la culpa de todo a ellos, Iván.

IVAN. -Es terrible, no sé qué me pasa, mi vida se ha salido de su carril. ¡No hago nada
bien! Tengo todo patas arriba. No duermo en la noche, no almuerzo, de repente empiezo
a comer a cualquier cosa parado en la cocina, como un animal salvaje. Tomo mucho,
como carne, no soporto la verdura... Estamos en plena cosecha, están los temporeros,
tendría que ver la contabilidad, pero no me puedo concentrar. La pobre Sonia hace todo,
la pobre.

MARÍA. - (Moviendo la cabeza.) Que me dices a mí. Está el desayuno servido hace
como dos horas y nadie ha bajado para tomarlo, todo en sus camas como si se fuera
acabar el mundo. Luego, por la noche, el profesor se pone a leer y a escribir, y, de
repente..., a eso de las dos, la campanilla... ¿Qué se le ofrece, Alexander?... ¡El té!... Y,
por él, una tiene que despertar a la gente... ¡Vaya orden de casa!

ASTROV. - ¿Piensan quedarse mucho tiempo los invitados?

IVAN. -(Silbando.) Cien años... El profesor descubrió que ahora amaba el campo,
quiere venirse a vivir aquí.

MARÍA. -Pues ahora está pasando igual. La tetera lleva ya dos horas sobre el brasero
y ellos..., de paseo.

IVAN. -Ahí vienen ya, no te inquietes mamá.

Escena III

Se oyen primero voces y, después, surgiendo del fondo del jardín, entran en escena,
de vuelta del paseo, EL PROFESOR (setenta años, experto en ciencias, a primera vista
en mal estado pero en el fondo mucho más sano y enérgico de lo que parece), ELENA
(treinta años, una belleza ligeramente cansada, que parece distraída pero que en el fondo
no deja ni un minuto de mostrarse y seducir), SONIA (la hija del profesor, fea pero
voluntariosa, inocente y gentil).
PROFESOR. - Magnífico. Magnífico. Que paisajes tan maravillosos vimos por aquí,
Sonia. Que lindo todo.

SONIA. -Mañana vamos al bosque, papá. ¿Quieres?

IVAN. - ¡Señores! ¡A tomar el té!

PROFESOR. - ¡Amigos míos, perdonen, pero preferiría que me mandaran el té al


escritorio si es posible! ¡Hoy tengo todavía mucho trabajo que hacer!

IVAN. - De ninguna manera. El té, en esta casa, se sirve en la mesa.

PROFESOR. Bueno, entonces, como no estoy con ganas de discutir y tengo mucho
que hacer, voy a pasar del té.

SONIA. Te va a gustar el campo forestal, papá. ¿Vas a venir?

PROFESOR. Voy a ver. Ahora no sé. Ya no estoy tan bien, ahora me agarró algo acá.
(Se toma la rodilla)

(Salen ELENA, EL PROFESOR y SONIA)

IVAN. -Mírenlo ¡Con el calor que hace y nuestro gran sabio lleva abrigo, botas,
paraguas y guantes!

ASTROV. - Eso quiere decir que se cuida.

ASTROV. -Cuéntanos alguna cosa, mi querido Iván.

IVAN. -(En tono apático.) ¿Qué quieres que te cuente?...

ASTROV. - ¿No hay nada nuevo?

IVAN. -Nada... ¡Todo es viejo! Yo..., soy el mismo de siempre, tal vez me he puesto
peor, porque me he vuelto perezoso, no hago nada y gruño como un viejo cascarrabias...

ASTROV. - ¿Y el profesor?

IVAN. -El profesor, como siempre, se pasa el día, de la mañana a la noche, sentado,
escribe que te escribe... ¡Pobre papel! ¡Mejor debería escribir su autobiografía!... ¡Sería
un argumento magnífico!... Un profesor retirado, enfermo de gota, de reumatismo, de
jaqueca y con el hígado inflamado por los celos y la envidia... Durante veinticinco años lee
y escribe sobre lo que para la gente instruida hace tiempo es conocido y para los necios
no ofrece ningún interés... Lo que quiere decir que su trabajo ha sido en vano... No hay
alma viviente que lo conozca. Se le ignora completamente. Lo cual quiere decir que
durante veinticinco años ha estado ocupando un lugar que no le correspondía...Y, sin
embargo, que éxito, qué celebridad la suya.

ASTROV. - ¿No habrá un poco de envidia, mi querido Ivan?


IVAN. - Claro que le tengo envidia…Me dan lo mismo sus libros, sus títulos, sus
envidias, lo terrible es que le crean. Que le crean las mujeres, mujeres inteligentes y
bonitas que podrían dedicar su vida a cualquier cosa más interesante que escuchar las
quejas de un viejo avaro que vive de la bondad de todas ellas…

ASTROV. - No es tan simple, seguramente Iván, estas cosas nunca son tan simple.

IVAN. - Esta casa, Astrov, esta casa donde vive se la debe entera a mi hermana, su
primera mujer, una criatura maravillosa, inteligente, bonita, sabia, que lo sacrifico todo
para que terminara sus interminables estudios. Mi hermana que se desangró por él, hasta
que terminó muriendo de esperar un simple reconocimiento, un agradecimiento si quiera.
Nada, se murió y a los dos segundos ya estaba casado de nuevo con una más linda, más
joven, más astuta, más... Para que pierdo mi tiempo explicándote si tú la viste igual que
yo.

ASTROV. - ¿Elena?

IVAN. - Esa mirada que te hiela y al mismo tiempo te dan ganas de correr lo más lejos
posible y abrazarse hasta perderse. Ese porte soberbio, esa risa terrible. Un águila capaz
de caer de cien mil metros sobre su presa. Esa mujer, esa belleza, esa preciosura se casó
con el viejo profesor y sus estudios.

ASTROV. - ¿Y es fiel al profesor?

IVAN. -Desgraciadamente, sí.

ASTROV. - ¿Por qué desgraciadamente?… ... Si el la quiere, si ella lo quiere…

IVAN. - No lo quiere.

ASTROV. - ¿Cómo sabes?

IVAN. - No lo puede querer.

ASTROV. - ¿Ella que dice?

IVAN. -No importa que dice ella, no lo puede querer porque no hay nada que querer
ahí. Es solo una idea fatua y pasada de moda, el fantasma de un intelectual, un puro
discurso vacío y sin vida que no puede hacer feliz a nadie.

ASTROV. - Pero si le es fiel, algo le gustara de él.

IVAN. - No le es fiel a él, le es fiel a la idea de serle fiel a un viejo que no puede
soportar en el fondo.
MARÍA. -¡Jean3! ¡No me gusta oírte hablar así!... ¡El que engaña a su mujer o al marido
es un ser infiel!... ¡Capaz también de traicionar a la patria!

IVAN. -(Con enojo.) ¡Sirva el té mamá!

Escena IV

Entran SONIA y ELENA.

SONIA. -Yo me ocuparé del té.

(SONIA sirve el té. MARÍA, lee un libro, bebe el té sin alzar la vista del libro. ELENA
coge su taza, que bebe sentada en el columpio.)

ASTROV. - (A ELENA.) Vine especialmente del otro lado del lago a ver a su marido
preocupado por lo que me dijo ayer que tenía. Llegué aquí corriendo lo más rápido que
pude, y resulta que está sanísimo...

ELENA. -Perdone. Ayer, en la tarde, se sentía pésimo, se lo juro. Se quejaba de


dolores en las piernas atroces; pero hoy ya no tiene nada.

ASTROV. - ¡Bueno que se le va a hacer! ¡No es la primera vez que ocurre! Debería
aprender a esta altura.

SONIA. - Como recompensa, se podría quedar aquí, hasta mañana. Es tan raro que
se quede a dormir. Seguro que no comió, entonces coma con nosotros. Pero no
comemos hasta después de las seis. (Bebe.) El té está frío.

ELENA. - No importa, con este calor es mejor el té frio.

MARÍA. - ¡Ay!...

SONIA. - ¿Qué le pasa, abuela?

MARÍA. -He olvidado decir a Alexander -se me va la memoria- que he recibido hoy el
último artículo de Dora Suetanich. Lo leo y lo leo, pero todavía no llego a comprender que
quiere hacer esa pobre mujer.

ASTROV. - ¿Y es interesante?

MARÍA. -Sí, pero un poco extraño. Refuta lo que hace siete años atrás ella misma
defendía. Niega en el fondo la posibilidad del matriarcado, en resumen. En el fondo va
destruyendo caso a caso los pocos ejemplos de sociedades no patriarcales. Es un tema
muy técnico, no los quiero aburrir, pero en el fondo detrás de los datos hay una posición
terrible. ¡Es terrible!

IVAN. -No veo lo terrible por ninguna parte. Tómese el té, mamá, así se calla un poco
o váyase a dormir.

3 Jean (Iván), en francés.


MARÍA. - Pero, si quiero seguir hablando. Casi ni abrí la boca desde que ustedes
empezaron a hablar.

IVAN. -Desde hace cincuenta años no hacemos más que hablar, hablar y leer
artículos. ¡Ya no más por favor!

MARÍA. -No sé por qué no te agrada escuchar cuando yo hablo... Que te pasa Jean,
no sé, no te reconozco. ¿En qué te has convertido? Tú eras un joven con tantas
inquietudes. ¿Qué te pasó, mi amor? ¿Por qué ese desencanto?

IVAN. - Llevó quince años en este pueblo de mierda. Quince años día y noche, noche
y día invierno, otoño, primavera y verano, vigilando las cosechas, contratando y echando
temporeros, vendiendo y comprando semillas en el pueblo, año tras año mientras tus
investigadoras van descubriendo las posibilidades del matriarcado en una alguna tribu de
la amazona central.

MARÍA.-Vivir en el campo no te tiene por qué convertir en un campesino, mi amor.

IVAN. - ¿Qué quieres, que siga viviendo como si no estuviera aquí? ¿Quieres que siga
impermeable leyendo artículos que entiendo a medias como tú para convencerme de que
soy un intelectual yo también? ¿No te parece patético jugar a ser un estudiante a los 47
años? ¿No crees que es tiempo de resignarme a ser lo que soy?

SONIA. - ¡Tío Vania! ¡Ya pues tío Vania, lo estamos pasando bien, no vengas a
destruir el buen ambiente que hemos logrado crear en esta casa!

MARÍA. - (A Sonia) Déjalo. Tiene derecho a hablar. Prefiero a que lo diga a que se lo
guarde. (a Iván). Ya sé hijo, ya sé ¡Los libros te parecen una pérdida de tiempo! ¡Quieres
actuar! Entonces actúa, hijo. Haz algo con tu vida.

IVAN. – (con tono enojado) ¿Pero por dónde empiezo querida madre? ¿Dime tú que lo
sabes todo, que hago primero? Está la cosecha ahora, está la plantación, está la venta.
¿Qué cosa abandono primero? ¿Qué cosa dejo de hacer primero?

SONIA. - ¡Abuela!... ¡Ya pues tío Vania! ¡Abuela! Hay invitados por favor.

IVAN. -Me callo... Me callo y me disculpo...

(Pausa.)

ELENA. -La verdad es un lindo día. No mucho viento

(Pausa.)

IVAN. -Clima ideal para ahorcarse. Como se sabe no hay nada más terrible que
ahorcarse con mucho viento. (con la mano hace la mímica de un cadáver balanceándose
en el viento).

SONIA. -Ya pues tío.


IVAN. -Estaba bromeando, Sonia. Linda tarde. Ya no existe el invierno. Con el
calentamiento global, vamos a terminar todos en el trópico. Estoy esperando ver todo
este valle sembrado de palmeras.

ASTROV toca en la guitarra una tonada. Todos escuchan en silencio.


Escena V

ASTROV. - (Mira la hora) Tengo que irme.

SONIA. - ¿A dónde?

ASTROV. -A la fábrica, a ver un enfermo. ¡Qué se le va a hacer! (Buscando con los


ojos la gorra.) Parece que me tengo que ir... ¡Qué lástima ya estaba empezando a
animarme!

SONIA. - ¡Qué lástima, verdaderamente!... Cuando esté de vuelta de la fábrica,


vengáse aquí a comer.

ASTROV. -Imposible. Será demasiado tarde. Cómo voy a poder... (a VANIA.) ¡Oye,
amigo! ¡Tráeme una copita de vino! (Sale VANIA.) Fue lindo mientras duro..., tengo el
honor, señores, de saludarles. (A Elena.) Me proporcionará una sincera alegría si un día
va a visitarme con la señorita Sonia. Tengo al otro lado de la colina un par de hectáreas
de especies locales más o menos desaparecidas de la faz de la tierra. Yo creo que le
gustaría el paisaje.

ELENA. - Ya me contaron que usted tiene usted gran amor a los bosques, que es una
autoridad en la materia.

ASTROV. - Eso dicen las malas lenguas.

ELENA. - ¿Cómo le alcanza el tiempo para todo? Ser doctor es una pega de tiempo
completo. Cuidar el bosque también.

ASTROV. - Cuando a uno le gusta lo que hace, encuentra el tiempo hasta donde no
existe.

ELENA. - Es usted hombre de más de una pasión. Eso es peligroso.

ASTROV. - Pasa a veces, uno encuentra su verdadera pasión demasiado tarde


cuando ya se supone que uno tiene clara su vida. Uno no se puede quejar, hay gente que
no encuentra nunca su pasión, tengo la suerte por lo menos de no ser de esos.

ELENA. - ¿Realmente le apasiona plantar árboles? La mayoría van a crecer cuando


esté muerto y enterrado. A mí me desesperaría dedicarme a algo que no voy a ver crecer.
¿Y le resulta interesante?

ASTROV. - Es lo que más me gusta. Es un trabajo interesante.

IVAN. - (Entra VANIA y le entrega la copa a ASTROV. Con ironía.) ¡Muy interesante!

SONIA. – Sí… es muy interesante. El doctor todos los años planta nuevos bosques, y
ya ha sido premiado con una medalla de bronce y un diploma. Se preocupa también de
que no exterminen los viejos. Si ustedes lo escucharan, estarían completamente de
acuerdo con él. Dice que los bosques adornan la tierra que ahí nada es inútil, que todo lo
que se muere ahí resucita en nuevos árboles, que los arbustos son tan importantes como
los robles, que el liquen es tan monumental como los Alerces. El bosque nos enseña a ser
mejores personas dice el doctor, a comprender el mundo mejor, por eso los países que
respetan sus bosques tratan mejor a sus ancianos y a sus niños, son más dulces y
pacíficos porque saben que eres parte de algo más grande que va a durar más que tu
propia vida.

IVAN. -(Riendo.) ¡Bravo, bravo!... ¡Todo esto resulta encantador, pero nada
convincente!... Por tanto... (A ASTROV.) Permíteme, amigo mío, que continúe
encendiendo mis estufas con leña y construyendo mis cobertizos de madera.

ASTROV.- Podrías encender tus estufas con turba4 y construir los cobertizos de piedra
o cemento.

IVAN.-Perdona los tontos que creen que todavía hay demasiada gente con frío y con
hambre para preocuparnos de cómo se sienten los árboles...

ASTROV.—Admito que se corten por necesidad, pero destruirlos por destruirlos,


quemarlos por jugar a ver como se queman, cómo todos los años se transforman miles
de hectáreas en carreteras, suburbios, estadios, minas de oro como en la Amazonia (A
IVAN.) Ya pues amigo Ivan, no te hagas el cínico, yo sé que en el fondo estas de acuerdo
conmigo, el bosque no es un almacén de árboles, es un mundo aparte. (A ELENA) Un
árbol nunca es un árbol no más, es un nido de pájaro, es un río que lo alimenta, es la
tierra que se vuelve ácida y seca cuando se le extirpa de raíz. Un árbol menos es el
desierto que avanza irremediablemente. ¿No es ese nuestro único deber como seres
humanos, impedir el avance del desierto?.. ¿No venimos al mundo a eso, a parar de una
vez el avance del desierto? A todo esto... (Bebe) ya es hora de irme. Yo no voy a verlos
crecer, dice usted, Elena, pero esa es justamente la gracia, si dentro de mil años, el
hombre es feliz, será un poco por mi culpa... Esto, seguramente, es una tontera, pero es
mi forma torpe y provinciana de ser un poco inmortal. ¡Tengo el honor de saludarlos!...
(Se encamina hacia la casa.)

SONIA. - (Siguiéndole, le coge del brazo.) Vuelva después.

ASTROV. -No sé si pueda.

SONIA. - ¿Va a estar otro mes sin venir? No nos haga eso, no sea malo.

(Salen ASTROV y SONIA. MARÍA continúa al lado de la mesa y ELENA e IVAN se


dirigen a la terraza)

ELENA. - ¡El pobre doctor con sus bosques, su pobre mamá con sus artículos, no ha
dejado de discutir con todo el mundo, todo el día! Eso sin hablar de mi marido, mi pobre
marido que no deja ni un minuto de mirarlo con despreció infinito.

4 La turba es un material orgánico, de color pardo oscuro y rico en carbono. Está formada por una masa esponjosa y
ligera en la que aún se aprecian los componentes vegetales que la originaron. Se emplea como combustible y en la
obtención de abonos orgánicos.
IVAN. - Es que lo desprecio. ¿Cómo quiere que lo miré?

ELENA. - ¡Por favor, mi pobre Alexander es un hombre como todo el mundo, con sus
defectos y sus virtudes! ¡No le hace mal a nadie!

IVAN.- Ni bien tampoco.

ELENA.- Por lo menos trata de ayudar. Piensa, investiga, eso aquí no es poco.

IVAN.-Me da lo mismo, está acabado. No es un hombre es una reliquia. Que se muera


pronto y nos deje a todo libre de su sabia presencia.

ELENA.- Que cruel eres, por favor.

IVAN.- No voy a mentirle a usted. La respeto demasiado para eso.

ELENA.- No me respeta nada, ese el tema justamente. No piensas en mi ni un minuto.


No se te ocurre por ni un segundo pensar en lo que sufro. “¡Qué desgracia, pobrecita, tan
joven con ese un marido viejo!”... La mirada de todos, la sonrisa burlona, la sensación
permanente de que todos te vigilan. No sabes lo que es, no te puedes ni imaginar lo que
se siente.

IVAN.-Lo elegiste así, perdona pero nadie te obligo a nada.

ELENA.- Es tan fácil juzgar, es tan díficil tratar de comprender. La vida no es blanco o
negro. No me miré así. Es lo que dijo el doctor ahora mismo: El bosque es el bosque,
aquí todos caben, los árboles y los arbustos, los musgos y las piedras, los pájaros y las
lagartijas. Nada es de nadie en el bosque.

IVAN.- Lindo todo eso, pero yo no soy un pájaro, ni usted un árbol, ni el profesor un
musgo, somos humanos, con necesidades humanas. Muy humanas, demasiado
humanas quizás… (Pausa.)

ELENA.- Interesante ese doctor. Parece cansado y nervioso cuando una recién lo
conoce, pero después una se da cuenta que tiene sus misterio. Por lo visto, le gusta a la
Sonia. Está enamorada de él yo creo... Durante mi visita aquí, ya ha venido tres veces...
Debe pensar que soy muy fría. La gente a veces piensa eso de mi...¿Qué piensas tú…?
No me diga. Seguramente usted y yo, somos tan buenos amigos porque los dos somos
aburridos y tristes. Nacimos viejos, jugamos a que nos interesan los otros pero en el
fondo nos da lo mismo... No me mire de esa manera. No me gusta que me mires así,
Ivan.

IVAN.- ¿Y cómo voy a mirarla de otra manera, si lo único que me hace feliz en la vida
es mirarla?

ELENA.- Ya pues, Ivan. Ya lo hablamos. Yo te quiero de otra forma, yo te quiero como


hermanos. ¿Por qué no puedes mirar con indiferencia una mujer que no es tuya?

IVAN.- ¡Ya sé, ya sé, mis probabilidades equivalen a cero¡ Me lo ha dicho en todos los
tonos, pero no me importa. ¡Yo no pido nada Elena! Solo mirarla como la miró, sólo tener
ese sagrado derecho.
ELENA.- ¡Ya pues, cuidado! Nos van oír. Mejor me voy (Se dirige a la casa.)

IVAN (siguiéndola).- Déjame hablar no más de mi amor, déjame solo decirle todo para
no ahogarme por dentro. No me importa que responda, no me importa si es posible o
imposible, no quiero nada más que poder hablar, hablar hasta perder la voz. ¡Te amo,
Elena, siempre te amaré!

ELENA.- ¡¿Hasta cuándo, Iván, hasta cuándo?!

(Los dos entran a la casa. MARÍA anota algo en el margen del libro.)
Acto segundo
Comedor de la casa. Es de noche. Se oye el golpeteo del guarda a su paso por el
jardín. Canciones a lo lejos, voces de borracho en el jardín. El profesor, sentado en una
butaca ante la ventana abierta, dormita. Elena, a su lado, dormita también.

Escena primera

PROFESOR (espabilándose de pronto asustado).- ¿Quién está ahí?... ¿Eres tú,


Sonia?

ELENA (despertando ella también).- ¿Qué pasó? Tranquilo, Soy yo.

PROFESOR.- ¿Tú, mi amorcito?… Qué dolor más insoportable!

ELENA.- Si, soy yo. Sigue durmiendo. No te preocupes. Se te cayó la manta al suelo.
(Arropándole la pierna.) No te preocupes de nada, no te preocupes. Voy a cerrar la
ventana, hay que tener cuidado con las corrientes de aire mi amor.

PROFESOR.- No. Por favor déjala abierta. Me sofoco, no puedo respirar. Estoy
pésimo, Elena. Tuve una pesadilla terrible, soñé que mi pierna no era mi pierna. ¿Qué
hora es ya?

ELENA.- Las doce y veinte. (Pausa.)

PROFESOR.- Hay unos documentos que habría que pasar en limpio. Yo sé que es
una lata pero yo apenas veo. Son unos documentos antiguos. Yo puedo ayudarte, si
quieres. ¿Por qué me cuesta tanto respirar? Yo no se que tengo pero tengo algo. Yo sé
que ustedes creen que no tengo nada, pero sano, sano, no estoy, Elena.

ELENA.-¡Estás cansado!... ¡Ya es la segunda noche que no duermes! Si duermes una


noche entera te apuesto que se te quitan todos tus males.

PROFESOR.- No se que tengo, pero se que tengo algo…un dolor te empieza en la


pierna y te puedo tomar todo el pecho en cualquier momento. Los coágulos. Mi padre
murió de eso, trombosis, muerta cerebral. Imagínate quedar sin hablar, sin moverse. La
carga para todo, la molestia que sería. ¡Maldita y asquerosa vejez!…! Y a todos ustedes,
probablemente, les resulta repulsivo mirarme.

ELENA. -Hablas de tu vejez como si los demás tuviéramos la culpa de que seas viejo.

PROFESOR. -A ti es a la primera a quien le doy asco. (ELENA se levanta y va a


sentarse a alguna distancia.) ¡Claro!... ¡Tienes razón!... ¡No soy tonto y lo comprendo!
¡Eres joven, eres bonita, eres sana, pobrecita, estas casada con un anciano, un
moribundo, prácticamente un cadaver! Quieres vivir, tu pelo, tu piel, tus pupilas, todo
quiere vivir en ti, y yo estoy aquí muriéndome... ¿Tú crees que no me doy cuenta? Pero
no te preocupes, me queda poco, luego, muy luego los voy a dejar tranquilo a todos.
ELENA.- No sigas, no puedo más... ¡Por el amor de Dios, cállate Alejandro, descansa!
¿Qué te cuesta ir a tu cama a dormir o quedarte leyendo sin hablar, por favor, por favor te
lo ruego?

PROFESOR. -Ahora resulta que, gracias a mí, nadie puede más... Todos se aburren,
pierden la juventud, y solo yo disfruto de la vida y estoy contento... ¡Claro! viste, es lo que
te digo: soy un estorbo. El viejo profesor desatinado que no se muere nunca. El señor
que molesta con su sola presencia, casada con una joven esposa que trata de quererlo
pero no puede.

ELENA. -(Entre lágrimas.) ¡Cállate, por favor, es insoportable!... Dios mío... ¿Qué
quieres? Dime, ¿qué quieres que te diga y te lo digo?

PROFESOR.- Nada. No quiero que digas nada, ya esta todo dicho.

ELENA. -Bueno, entonces cállate...; te lo ruego.

PROFESOR. -Viste. Hasta mi voz te da asco. Soy un viejo, hace años que debería
estar muerto, pero estoy vivo no sé porque. ¿Qué puedo hacer? ¿Matarme, a mi edad?
¿Colgarme de la más alta viga para no molestarte más? Sucede que vivo, que sigo
viviendo, sucede que soy un ser humano, y yo creo que eso me da algunos derechos.

ELENA. -Nadie discute tus derechos. Habla lo que quieres, si quieres hablar, pero
déjame a mí el derecho de no escucharte aunque sea por una hora. Por favor, te lo
ruego, por favor, regálame una noche que sea de silencio total…(El viento golpea en la
ventana.) Se ha levantado mucho viento, voy a cerrar la ventana. (La cierra) Va a llover...
Nadie discute tus derechos.

PROFESOR. -¡Haberse pasado la vida trabajando para la ciencia!... ¡Estar


acostumbrado a un despacho, a un auditorio, a compañeros a los que se estima..., y, de
pronto, sin más ni más, hallarse en esta tumba!... ¡Ver un día tras otro gente necia, y
escuchar conversaciones insulsas!... ¡Quiero vivir! ¡Me gusta el éxito, la celebridad, el
ruido, y aquí se está como en el exilio, recordando con tristeza y constantemente el
pasado!... ¡Siguiendo los éxitos ajenos y temiendo la muerte!... ¡No puedo!... ¡Me faltan
las fuerzas! ¡Y, aquí encima, no quieren perdonarme mi vejez!

ELENA. -No te preocupes Alejandro, si sigo este ritmo en cinco años más yo también
voy a ser vieja y vamos a estar los dos juntos compartiendo remedios. ¿Sonia, eres tú?
¿Qué pasa Sonia?
Escena II

Entra SONIA.

SONIA. - Nada, los oí hablar. Estoy un poco insomne. Está lloviendo


desesperadamente afuera. ¡Papá, tú mismo mandas a buscar al doctor, y cuando llega, te
niegas a recibirlo!... ¡No es muy atento!... ¡Resulta así, que se le ha molestado
inútilmente!

PROFESOR. -¿Para qué necesito yo de tu Astrov?... ¡Entiende tanto de medicina


como yo de astronomía!
SONIA. -¡No vamos a llamar aquí por tu gota a toda la Facultad de Medicina!

PROFESOR. -Con ese chiflado no quiero ni cruzar palabra.

SONIA. -Como quieras. (Se sienta.) A mí me da igual.

PROFESOR. -¿Qué hora es?

SONIA. -Las doce pasadas.

PROFESOR. -¡Qué sofoco!... ¡Sonia!... ¡Tráeme las gotas que están sobre la mesa!

(Sonia se las da.)

PROFESOR. -(Con irritación.) ¡Ay, pero no éstas! ¡No se puede pedir nada!

SONIA. -¡Por favor, no seas caprichoso! ¡Puede que haya a quien eso le guste, pero a
mí, líbrame de ello, por favor! ¡No me agrada! Además, no puedo perder tiempo.
¡Mañana por la mañana tengo que levantarme temprano para la siega5!

(Se escucha un trueno, cae el relámpago. Elena se cubre la cabeza asustada. Entra
Ivan, envuelto en una bata y con una vela en la mano.)

IVAN. -Me parece que vamos a tener tormenta… ¿Qué hacen despiertas a esta hora?

ELENA.-El profesor no duerme. Lo estamos acompañando.

IVAN.-Váyanse a dormir todos, por favor, yo acompaño al viejo.

PROFESOR (asustado). - ¡Por favor, no me dejen con este demente! Me odia este
loco enfermo mental.

IVAN. -Pero ¡es preciso que descansen! ¡Esta es la segunda noche que se pasan en
vela!

PROFESOR. -¡Pues que se vayan a dormir, pero tú márchate también!...


¡Gracias!... ¡Te suplico, en nombre de nuestra antigua amistad, que no protestes! ¡Ya
habrá tiempo de hablar después!

IVAN. -(Con una ligera sonrisa.) ¡Nuestra antigua amistad!

SONIA. -¡Cállate, tío Vania!

PROFESOR. -(A su mujer.) ¡Querida! ¡No me dejes con él! ¡Me aturdirá!

IVAN. -¡Hasta resulta cómico!

(Entra MARIA, con una vela en la mano.)

5 Cortar la hierba o el cereal maduro y seco.


SONIA. -¿Qué haces, abuela, que no te acuestas? ¡Es muy tarde!

MARIA. -Esta toda la casa iluminada. ¡Que hacen todos despierto a esta hora!

PROFESOR. -¡Nadie duerme, todos están agotados, y yo soy el único que lo pasa
bien!

MARIA. -(Con ternura, acercándose al PROFESOR.) ¿Qué hay, Alexander? ¿Duele?...


¡A mí la pierna me hormiguea continuamente! (Arreglándole la manta.) ¡Esta
enfermedad..., hace tiempo ya que la tienes!... ¡Me acuerdo que mi hija..., se pasaba las
noches en vela!... ¡Cómo te quería! (Pausa.) ¡Los viejos son iguales a los niños!... ¡Les
gusta que se les mime..., pero a los viejos no les mima nadie! (Besa al PROFESOR en el
hombro.) ¡Vámonos, Alexander, a la cama!... Te haré un poco de tilo, te calentaré las
piernas y rezaré a Dios por ti!...

PROFESOR. -(Conmovido.) Vamos, Maria.

MARIA. -¡También a mí me hormiguean las piernas! (Le conduce, ayudado por


SONIA.) ¡Mi hija, se pasaba las noches en vela..., llorando!... ¡Tú entonces, Sonia, eras
todavía pequeña.!... ¡Vamos, vamos, Alexander! (Salen PROFESOR, SONIA y MARINA.)

ELENA. -¡Me ha dejado agotada! Apenas me sostengo.

IVAN. -Ya es la tercera noche que no duermo.

ELENA. -¡No puedo más! Estoy muerta, tan cansada que no puedo dormir. ¡Esta es
una casa de loco!... Su mamá a la que sólo le importa sus artículos de académicos
gringos y no le interesa nada más. Sonia que esta enojada con su padre y hace ya dos
semanas que no me habla a mí por culpa de él. Sin hablar de usted que detesta a mi
marido y desprecia abiertamente a su madre, y a mí.

IVAN. -Yo no la detesto, yo…

ELENA. -Usted, Iván, es inteligente, es bondadoso en el fondo, yo sé. ¿Qué le costaría


a usted evitar todo esta guerra una vez? Es su casa después de todo, que le costaría
parar de una vez esta maldita ironía, esta rabia constante, esa ansiedad de morder la
mano que te da de comer. Que le costaría madurar, dar el ejemplo, simplemente, y
dejarnos a todos nosotros, a su mamá, a su suegro, a mí, en paz. ¿No le suena esa
palabra? ¿No le interesa siquiera un poco tener algo de paz?

IVAN. -¡Reconcílieme primero conmigo mismo!... ¡Querida mía! (Le besa la mano.)

(suena el relámpago. La lluvia cae salvajemente.)

ELENA. -(Retirando su mano) ¡Déjeme! ¡Váyase!


IVAN.- ¡Mira la lluvia, Elena! Mira la tempestad. Mañana va a amanecer todo verde por
todo el campo. Todo nuevo como si el mundo se hubiera creado recién anoche para
nosotros, o para ti, da lo mismo yo.¡De día y de noche me angustia el pensamiento de
que mi vida está perdida para siempre!... ¡Mi pasado se consumió inútilmente en
puerilidades, y mi presente es de una terrible absurdidad!... ¡Aquí tienes mi vida y mi
amor! ¿Dónde los meto, qué hago con ellos? ¡Mi sentimiento se consumen inútilmente,
como el rayo de sol dentro de un hoyo, y yo me consumo con él!

ELENA. -No sigas. Oírte hablar de amor me da nausea. ¿Cómo no te das cuenta?
(Intentando marcharse.) Dejemos esto hasta aquí. Buenas noches.

IVAN (cerrándole el paso). - ¡Si supieras tú lo que me hace sufrir pensar que respiras
en esta misma casa que yo! Saber que existes tan cerca, que estas ahí y no poder
abrazarte. Elena, por favor ¿Qué maldita filosofía te entorpece? ¡Compréndame!
¡Compréndame!

ELENA (mirándole fijamente).- ¡Iván, por favor! No sigas. ¡Estas completamente


borracho!

IVAN. -¡Puede ser!

ELENA. -¿Dónde está el doctor?

IVAN. -Ahí dentro. Se queda a pasar la noche conmigo... ¡Puede ser..., puede
ser!... ¡Todo puede ser!

ELENA. -¿También hoy estuvo bebiendo?... ¿Por qué?

IVAN. -¡Al menos se parece a vivir! ¡No me lo impida, «Helène»!

ELENA. -¡Antes no bebías.., ni hablabas tanto! ¡Vaya a dormir! ¡Su compañía me


aburre!

IVAN. -(Besándole ardientemente la mano.) ¡Querida mía! ¡Encanto!

ELENA. -(Con enojo.) ¡Déjeme! Viene gente, déjese ya de tonteras Ivan. Yo me voy a
dormir mejor. (Sale)

(Entra ASTROV con la levita puesta, sin chaleco ni corbata, y un tanto alegre, con una
guitarra tocando.)

IVAN. -Silencio ¡todo el mundo duerme!

ASTROV. -¿Estás solo? ¿No hay señoras? (Con los brazos en jarras se pone a
cantar a media voz:) «No hay casa, ni estufa, ni donde se pueda acostar el amo...» Me
despertó la tormenta. ¡Vaya manera de llover! ¿Qué hora es?
IVAN. -¡El diablo lo sabrá!

ASTROV. -¿No estaba Elena aquí? Yo creo que escuche su voz.

IVAN. -Acaba de salir de aquí.

ASTROV. -¡Qué maravillosa de mujer! Que preciosura. (Examinando los frascos que
hay sobre la mesa.). Prometí volver, así que volvi. Vine a ver como esta nuestro
querido enfermo.

IVAN.- No se preocupe de él, lo que tiene es incurable. (Pausa.)

ASTROV. -¿Pero que te pasa Vania? Tienes una cara de tristeza terrible.

IVAN. -¡Déjame!

ASTROV. -¡Tal vez estás enamorado de la profesora!

IVAN. -Es mi amiga.

ASTROV. -¿Ya?

IVAN. -¿Qué quieres decir con ese «ya»?

ASTROV. -Pues que la mujer no puede llegar a ser amiga del hombre más que por este
orden: primero, camarada; después, amante, y luego..., amiga.

IVAN. -¡Filosofía cínica!

ASTROV. -¿Cómo?... Sí... He de reconocer que me estoy volviendo cínico... ¡Ya


estás viendo que también estoy borracho!... ¡Por regla general, solo me emborracho así
una vez al mes!… ¡Cuando me encuentro en este estado, mi descaro y mi frescura no
conocen límites! ¡Me atrevo con las operaciones más difíciles y las llevo a cabo
maravillosamente; trazo los más amplios planes para el futuro y, en tales momentos,
lejos de considerarme un chiflado, creo aportar a la Humanidad un beneficio inmenso!
¡Inmenso!... ¡En tales momentos me guío por mi propio sistema filosófico y todos
ustedes, hermanos, se me representan como unos insectos, unos microbios!¡ No
estaría mal beber un poco! ¡Vamos..., me parece que por ahí ha quedado todavía un
poco de coñac! Cuando amanezca, iré a casa. ¿Conforme? (Al ver entrar a SONIA.)
¡Perdone!... ¡Me coge sin corbata!... (Sale rápidamente)

SONIA. -¡Tío Vania!... ¿Otra vez has estado bebiendo con el doctor? ¡Vaya amistad
que han hecho!... ¡Él siempre fue así..., pero tú!... ¿Por qué razón, si se puede saber?...
¡A tus años no está nada bien!

IVAN. -Los años no tienen aquí nada que ver... Cuando se carece de verdadera vida,
se vive de espejismos... ¡Siempre es mejor eso que nada!
SONIA. -¡Tenemos sesgado el heno..., que esta lluvia diaria está pudriendo..., y tú
hablando de espejismos!... ¡Has abandonado los asuntos de la hacienda, y yo trabajo
sola y estoy agotada! (Asustándose.) ¡Tío!... ¡Tienes los ojos llenos de lágrimas!

IVAN. -¡Qué lágrimas ni qué tonterías!... ¡Es que ahora acabas de mirarme como
me miraba tu difunta madre!... ¡Querida mía!... (Le besa ansiosamente las manos y la
cara.) ¡Mi hermana! ¡Mi querida hermana!... ¿Dónde está ahora? ¡Si ella supiera!...
¡Ay, si ella supiera!

SONIA. -¿Qué? Tío, ¿si supiera qué?

IVAN. -¡No me encuentro bien!... ¡No es nada!... ¡Después!... (Sale.)

SONIA. -(Golpeando con los nudillos en la puerta.) Doctor ¿No está usted dormido?
¡Un minuto nada más!

ASTROV. -(Desde el otro lado de la puerta.) ¡Ahora mismo! (Entra, esta vez con el
chaleco y corbata puestos.) ¿Qué necesita?

SONIA. -Si quiere reventarse tomando, hágalo, pero no venga tentar al tío Vania.
Usted es fuerte, el no.

ASTROV. -No se preocupe, estaba yéndome justamente a mi casa.

SONIA. -Llueve mucho. Espere hasta mañana.

ASTROV. -La tormenta pasa de largo; me agarrará solo un borde... Me marcho y...,
por favor..., ¡no vuelva a llamarme para que visite a su padre! Le digo que lo que tiene es
gota, y él asegura que es reumatismo; le pido que se acueste, y sigue sentado... ¡Hoy, ni
siquiera ha querido hablar conmigo!

SONIA. -¡No le haga caso es un viejo mimado! ¿Quiere comer algo?

ASTROV. -Puede ser, una cosita poca por ahí para aguantar la lluvia mejor.

SONIA. -Me gusta comer por la noche. En el aparador me parece que hay alguna
cosa... Dicen que durante toda su vida tuvo gran éxito con las mujeres, y que son ellas
las que le mimaron... Tome queso. (De pie, junto al aparador, ambos comen.)

ASTROV. -Hoy, no he comido nada. No había hecho más que beber... Su padre tiene
un carácter difícil... (Cogiendo una botella del aparador.) ¿Puedo? (Bebe una copa.) Aquí
no hay nadie y, por tanto, es posible hablar claramente... ¿Sabe?... ¡Se me figura que yo
en su casa no podría vivir ni un mes!... ¡Me ahogaría en esta atmósfera!... ¡Su padre...,
sin más idea que su gota y sus libros; su tío Vania, con su melancolía, su abuela..., y, por
último, su madrastra!

SONIA. -¿Y qué le pasa a mi madrastra?


ASTROV. -¡Es maravillosa, linda, inteligente, graciosa, lo tiene todo ¿Pero para
qué?... Su vida se reduce a comer, a dormir, a encantarnos a todos y quejarse de la que
vida no ha sido justa con ella (Pausa.) Que importa, que me me meto yo también. Es su
vida. Yo quizás soy yo el que estoy mal y veo en los demás todo lo que me falta a mí.

SONIA. -¿Por qué va a estar mal usted doctor? Usted es el único que esta bien en
este pueblo. Sana a la gente, sana a los bosques. Una vida llena de pasiones que lo
llenan por entero

ASTROV.- Si supieras, en mi vida hay cualquier cosa menos pasión, querida Sonia.

SONIA.-Pero tiene un objetivo. Sabe hacía donde va. . En esta casa todos especulan,
todos hablan, escriben, leen, usted hace cosas concretas, reales, cosas que van durar,
cosas que importan.

ASTROV.- Sano gente, salvo bosques pero hace mucho que no quiero a nadie
realmente!... Camino en la oscuridad, sin saber hacía dónde voy. Si hay una luz al final
del túnel, es la de tren que se viene del otro lado para aplastarte mejor....

SONIA. -¿No quiere a nadie?

ASTROV.- A nadie. Sólo a su abuela despierta en mí cierta ternura….

SONIA.- ¿Y sus pacientes no los quiere?

ASTROV.- Son todos iguales. Gente de campo. Viven en la mugre preocupados de


puro sobrevivir. Aunque después de todos los prefiero a ellos que a los intelectuales. Los
que no son unos pobres repetidores de lecciones ajenas, son unos neuróticos enfermos
preocupados sólo de si mismo. Me mira con piedad porque no como carne ya y me
preocupo de los bosques. Me felicitan porque piensa que lo hago por el bien del
ecosistema o para dejarle un lindo paisaje. Pero no lo hago por ellos ni por nadie, lo
hago por mí, para perderme ahí en el bosque, para hablar con los árboles que no
mienten, que no exageran, que no piden nada, que no saben nada y saben todo. ¿Otra
copita? (Hace ademán de disponerse a beber otra copa.)

SONIA (impidiéndoselo).- ¡No!... ¡Por favor no tome más doctor! No le sienta en


absoluto... Usted es elegante..., su voz es sumamente dulce... Hasta podría decirle más:
de todas las personas que conozco, usted es la única maravillosa. ¿Por qué, entonces,
quiere parecerse a esas gentes vulgares que beben y juegan a las cartas?... ¡Oh!... ¡No
lo haga..., se lo suplico!... Suele decir que los hombres, lejos de crear, no hacen más que
destruir lo que les fue dado... ¿Por qué, entonces, se destruye usted a sí mismo?... ¡No
tiene que hacer eso! ¡Se lo suplico!

ASTROV. -(Tendiéndole la mano.) Ya no voy a tomar más.

SONIA. -Déme su palabra.


ASTROV. -Palabra de honor.

SONIA. -(Estrechándole fuertemente la mano.) Gracias.

ASTROV. -¡Basta!... ¡Recobré la sobriedad bruscamente!... ¿Me ve usted? Soy un


santo... (consultando el reloj.) ¿En que estábamos?... Como iba diciendo, mi tiempo
pasó... Ya es tarde... Trabajo demasiado. Me estoy volviendo cínico y gordo, tengo
atrofiados los sentimientos, y se me figura que ya no podría ligarme por el afecto a otra
persona... Ni quiero ni querré a nadie... ¿Por qué, entonces, ejerce todavía la belleza
sobre mí tanto poder?... No me siento en absoluto indiferente hacia ella... ¡Se me figura,
por ejemplo, que si Elena se lo propusiera, en un solo día podría enloquecer mi
cabeza!... ¡Claro que eso no es amor..., ni afecto!... (Tapándose los ojos con la mano, se
estremece.)

SONIA. -¿Qué le pasa?

ASTROV. -Nada. Durante la Cuaresma se me murió un enfermo bajo el cloroformo...

SONIA. -Pues ya es hora de que lo olvide. (Pausa.) Dígame Doctor... Si yo tuviera una
hermana menor y usted -supongamos- supiera que ella lo quiere... ¿Qué le diría?

ASTROV (encogiéndose de hombros).- No sé. ¿Qué le podría decir? Seguramente,


nada... La haría comprender que no puedo…que no… que no soy lo que parezco. No se
lo que se dice en esos casos. Termino la lluvia. Era como le dije, una tempestad breve.
Tengo que irme, perdona, es tarde, si seguimos hablando esto puede durar hasta
mañana. (Estrechándole la mano.) Fue un gusto como siempre. Me voy.

(Sale ASTROV. SONIA se queda parada en la cocina. Entra ELENA abriendo la


ventana.)

ELENA. -(Abriendo la ventana.) La tormenta pasó. ¡Qué aire tan agradable!...


(Pausa.) ¿Dónde está el doctor?

SONIA. -Se fue. (Pausa.)

ELENA. - Sonia querida…

SONIA. -¿Qué?

ELENA. -¿Hasta cuándo vas a estar enojada conmigo?... ¡No te hecho nada, ni tu
tampoco a mi! ¿Por qué, entonces, vivir como enemigas?

SONIA. -Yo también quería reconciliarme hace días contigo. No sabía como
empezar... (Abrazándola.)

ELENA. -¡Magnífico, entonces! (Ambas están nerviosas.)

SONIA. -¿Se ha acostado ya papá?


ELENA. -No; está sentado en el salón. Hace semanas enteras que no nos
hablamos, y sabe Dios por qué... (Viendo abierto el aparador.) ¿Qué es eso?

SONIA. -El Doctor tenía hambre.

ELENA. -Veo que también hay vino..., conque vamos a beber por nuestra
reconciliación.

SONIA. -¡Vamos, sí!

ELENA. -¡Y de la misma copita! (Llenando una.) ¡Así es mejor!... De manera que
entonces..., ¿de tú?

SONIA. -De «tú». (Beben, y se besan.)¡Hace tiempo que deseaba hacer las paces
contigo..., pero me daba vergüenza!... (Llora.)

ELENA. -¿Por qué lloras?

SONIA. -Por nada...

ELENA. -¡Bueno, bueno..., basta ya!... (Llora a su vez.) ¡Qué tonta soy! También me
puse a llorar (Pausa.) Tu enojaste conmigo porque piensas que me he casado con tu
padre por interés... Si crees en juramentos, te juro que me case con él por amor. ¡Me
atrajo que fuera sabio y célebre!... Aquel amor no era, desde luego, verdadero, sino
falso..., artificial..., pero a mí se me figuró verdadero... ¡No soy culpable!... Tú, desde el
día mismo de nuestra boda, no cesaste de condenarme con tus ojos inteligentes y
suspicaces.

SONIA. -¡Pues ahora, paz! ¡Paz! ¡Olvidémoslo todo!

ELENA. -No debes mirar así... No te va bien... Hay que tener fe en los demás; de
otro modo, es imposible vivir. (Pausa.)

SONIA. -Dime con franqueza..., como a una amiga..., ¿eres feliz?

ELENA. -No.

SONIA. -Lo sabía... Otra pregunta: dime francamente..., ¿te gustaría tener un marido
joven?

ELENA. -¡Qué niña eres todavía! ¡Claro que me gustaría! (Ríe.) Anda, pregúntame algo
más... Pregúntame...

SONIA. -¿Te gusta el doctor? (riendo) No digas nada, entiendo... ¡Se fue y sigo oyendo
su voz..., sus pasos... esta ahí hasta cuando no esta! Cuando miro a la ventana oscura lo
veo a el...

ELENA.- Yo no…
SONIA.-Déjame hablar por favor!... No puedo hablar con nadie más de esto. Es tan
raro, todo lo que hago y no hago se lo dedico a él, como si lo supiera, como si me
estuviera viendo ahora mismo. Te parezco tonta, ¿verdad? ¡Confiésalo!... ¡Dime algo!
¿Qué te parece? Tu eres de la cuidad, tú conoces hombres interesante de verdad. ¿Qué
te parece a ti?

ELENA.- ¿Qué puedo decirte? Es distinto.

SONIA.- ¡Es tan inteligente! ¡Todo lo sabe! ¡Todo lo puede!... ¡Cura a la gente y a la
tierra al mismo tiempo!. Esta solo peleando contra avance del desierto, como dice él. Y es
modesto. Tan modesto. Cree que es hasta malo. Estuvo aquí diciéndome lo malo que era.
No se, no se da cuenta que es único, que no hay nadie más así en este pueblo.

ELENA. ¿Pero de que sirve aquí? En este pueblo tener ideas propias es mal visto.
Pueblo de mierda, país de mediocre. Aquí nadie se preocupa de dejar nada para los
próximo diez años. Todo es para ayer, todo tiene que servir de algo, todos tienen que
ganar algo siempre. Cifras, balances. Tu doctor, no es de este planeta. Está perdido. Tan
perdido como tú, mi amor, delicada y terrible, preocupándose del avance del desierto en
pleno Sahara. (Besándola.) Te deseo de todo corazón la felicidad que mereces, linda
Sonia... (Levantándose.) ¡No digas nada! No necesito tus bendiciones de vuelta. Yo tengo
lo que merezco.... Soy como todos aquí. No tengo paciencia, no puedo esperar que
crezca ni un árbol, ni arbusto ni una flor. Soy como todos aquí, quiero resultado y no me
ha resultado nada. ¿Soy feliz? No. Pero no es culpa de nadie. Soy yo. Sería feliz si hiciera
lo que hiciera para tratar de serlo. Estoy condenada a pasar por ahí, a ser el fantasma de
un fantasma de alguien que pudo ser y no fue. ¿De qué te ríes tanto tú?

SONIA. -(Riendo y ocultando el rostro entre las manos.) ¡Me siento tan feliz! ¡Tan feliz!

ELENA. -Me gustaría tocar un poco el piano. De buena gana tocaría ahora algo.

SONIA. -(Abrazándola.) Toca, sí! ¡Por favor toca algo!

ELENA. -Ahora mismo. Sólo que..., tu padre está despierto, y cuando se encuentra
mal, la música le irrita. Ve a preguntarle y, si no se opone, tocaré. Ve.

SONIA. -Enseguida. (Sale)

ELENA. -Hace mucho que no toco. Tocaré y lloraré... Lloraré como una tonta...
(Asomándose a la ventana.)

SONIA. -(Volviendo a entrar.) ¡No se puede!

TELON
Acto tercero
Es de día en el salón de la casa. Tres puertas: una a la derecha, otra a la
izquierda y la tercera en el centro. Ivan, Sonia, sentada, y Elena, dando
vueltas por el escenario en actitud pensativa.

Escena primera

IVAN.- Ya es tarde. ¿A que hora dijo que nos juntáramos?

ELENA.- A la una.

IVAN.-Ya es menos cuarto... ¡Que gran verdad quiere revelarle al mundo el profesor
esta vez!

ELENA.- No sé, algo importante si nos junto a todos.

IVAN.- ¡Importante! No te preocupes, hace mucho año que no tiene nada importante
que decir.

SONIA (en tono de reproche).- ¡Ya pues tío, hasta cuando, no siga con lo mismo,
déjelo ser!

(Ivan se aparta al fondo del salón)

ELENA.- La una recién, el tiempo no pasa nunca en el campo. Aquí sobran las horas
del día. Me leí todos los libros que traía. ¡No sé qué hacer!

SONIA.- (Abrazándola.) ¡El aburrimiento no existe decía siempre mi mamá!

ELENA.-Siento desmentir a tu mamá. El aburrimiento es lo único que existe.

SONIA (encogiéndose de hombros). – ¡A mí me faltan horas del día para hacer todo lo
que tengo que hacer!...

ELENA.- ¿Supervisar vacas?

SONIA.- Claro, por ejemplo. Vigilar vacas y enseñarle a los niños del campo, hacer las
cuentas, supervisar la cocina, contratar trabajadores, administradores, cosechar, vender,
volver a plantar. No termina nunca, apenás terminaste con algo tienes que dedicarte a lo
que sigue.

ELENA.- Apasionante.
SONIA.- Si uno quiere aburrirse aquí, uno se aburre. El aburrimiento es contagioso,
decía mi mamá. Es una enfermedad como cualquiera otra, empieza de a poco y después
te toma entera y no te suelta más.

ELENA.-Y lo traje yo, seguro y se la estoy contagiando a todos. ¿No cierto?

SONIA.- Mira, como esta el tío Vania hace más que seguirte corno una sombra. Yo
deje todas mis labores para dedicarme a hablar con ustedes. El doctor rara vez venía
antes a vernos, había que rogarle para que viniera; ahora pasa su tiempo acá dejando
abandonado a sus bosques y su medicina.

ELENA.-¿Dónde está él ahora a propósito?

SONIA.- En el cuarto de tío Vania. Escribiendo algo...

Ivan no soporta su aislamiento y vuelve a primer plano.

IVAN.- (A Elena, un tono vivo.) ¡No puedo más! ¡No soporto ni un segundo más!
¡Cómo no te da cuenta Elena!... Terminemos esta farsa inútil de una vez. Un beso no
más, un abrazo y nos salvaríamos de todo. Es lo único que nos puede salvar, ¿no te das
cuenta? Amar aunque no haya esperanza, amar porque no hay esperanza.

ELENA (con ira).- ¡Por favor! ¡Déjeme en paz! ¡No aguanto más! ¡Siempre lo mismo!...
Hasta cuando, por favor, la misma musiquita siempre. ¿Cómo no te cansas de estar
siempre hablando de lo mismo?

IVAN.- ¿Me amas?

ELENA.- No seas ridículo, Ivan, por favor.

IVAN.-Me voy yo en entonces, no se puede respirar aquí, tengo que tomar aire sino me
voy a morir.

ELENA.- Un poco de paz por fin. Tu tío realmente es un niño. Cree que repitiendo la
misma cantinela va a lograr algo al final.

SONIA.- Me alegro de que se haya ido... Tengo que hablar contigo más o menos en
secreto, algo más o menos intimo.

ELENA.- ¿De Qué?

SONIA.- No sé como empezar. No sé, es una tontera, da lo mismo.... (Acercándose a


ella y reclinando la cabeza sobre su pecho.)

ELENA.- Tienes un pelo precioso. ¿Te lo habían dicho antes?.


SONIA.- Por favor Elena. Cuando una mujer es fea, se le dicen esas cosas: “Tiene
lindo pelo, eres inteligente, tienes personalidad”.

ELENA.- Eres linda, eso quiero decir, linda a tu manera Sonia querida.

SONIA.- ¡Hace ya seis años que estoy loca por él!...No resisto callarme más…Tengo
que decírselo a alguien… No es pasión, es amor, amor de verdad, Elena. ¡Le quiero más
que a mi padre, más que a mi tío, más que a mí misma!... Perdona. ¿Te debo estar
aburriendo hablando siempre de él?... Antes yo lo amaba a lo lejos, no tenía esperanza,
pero ahora que siempre esta aquí no puedo mirar una puerta sin esperar que este el al
otro lado. Pero él no me mira, no me ve... ¿Estoy haciendo el ridículo, dime la verdad
Elena?

ELENA.- ¿Alguien más lo sabe?

SONIA.- Le conté todo al tío Vania, todos los sirvientes los saben, todo el pueblo sabe
que estoy enamorada del doctor.

ELENA.- ¿Y él lo sabe?

SONIA.- No. Ya te dije, ni siquiera se fija en mí. No se como decirle. Tengo miedo,
tengo tanto miedo… .

ELENA (pensativa).- Es un hombre raro, no se fija en nadie mucho... Esta en su mundo


siempre, metido en sus cosas…

SONIA.- Yo no quiero interrumpirlo. Quiero que sea feliz. No se que hacer. Que
vergüenza Elena…que terrible vergüenza siento.

ELENA.- No puedes vivir así me querida Sonia. Necesitas un sí o un no.

SONIA.-¿Y si es no?

ELENA.- Va a dejar de deambular por aquí y hacerte sufrir.

SONIA.- Yo no puedo, no tengo fuerzas para preguntarle nada.

ELENA.- No te preocupes, yo me encargo. Yo soy buena para estas cosas.

SONIA (presa de fuerte agitación). - ¿Me contarás toda la verdad?

ELENA.- ¡Confía en mí, palomita! La verdad duele menos que la duda. Para eso estan
las amigas.
SONIA.- ¡Gracias, te adoro Elena!... ¡Voy ahora arriba a buscarlo, le voy a decir que
quieres ver sus planos!...

(Se dirige a la puerta; pero, antes de entrar, se detiene un momento.)

ELENA.- ¿Qué te pasa Sonia?

SONIA.- No saber es esperar. Saber es no esperar nada. ¿Y si no quiero saber? ¿Si


en el fondo de mi alma yo preferiría no saber?

ELENA.- Ahí viene, ándate, déjame todo a mí.

SONIA.- Que vergüenza, mejor me voy.

ASTROV (entrando con un cartograma en la mano).- Buenos días, Elena. ¿Qué tal?
(Le estrecha la mano) Se me acabo el té, voy a buscar la tetera.

ELENA.- Que bueno que aparece. Ayer vi los planos en la oficina de Iván y me quede
intrigada pensando. ¿Qué son todas esas manchas de colores que tienen a nuestro
doctor completamente vuelto loco trabajando?

ASTROV.- No se preocupe son distracciones de un hombre de provincia. Para usted


que viene de la capital le puede parecer un poco absurdo todo esto.

ELENA.- Al revés. Por favor. Me encantaría algo que no sea tejer y mirar el atardecer
llegar. Algún tipo de conversación medianamente intelectual me salvaría la tarde.

ASTROV.- Si insiste. (Extendiendo sobre la mesa el cartograma y fijándolo con


chinches.) Este es el distrito, región hace cincuenta años...

ELENA.- ¿Qué es el verde oscuro?

ASTROV.- Es el bosque. Como ve, viene a cubrir la mitad de la superficie total... Ahí
donde hay una red roja, había arces, cabras... Si se empieza a aburrir me avisa.

ELENA.- Siga, es apasionante.

ASTROV.- Si lo mira ves un ecosistema más o menos coherente. Ese marrón es la


vida salvaje, previa a los hombres El lago estaba lleno de cisnes, gansos, patos, y había
aves de todo tipo. Ese color azul es el ganado, los caballos, las vacas, las cabras, lo que
aportamos nosotros, la civilización. En este distrito, por ejemplo, donde el color se
intensifica, abundaban las yeguadas: tres caballos por casa. ¿Se entiende? ¿Es muy
confuso todo?

ELENA.-Se entiende perfectamente. Es lindo, como un cuadro abstracto.


ASTROV.- Ahora, mire más abajo. Esto es lo que existía hace veinticinco años. Aquí, el
bosque cubre solamente una tercera parte de la superficie. Ya no quedan cabras, pero sí
arces. Como ve, los colores verde y azul cielo van palideciendo... Pasemos ahora al
tercer cuadro que presenta nuestra región en la actualidad.

ELENA.- (coquetamente) Es otra cosa.

ASTROV.- El color verde del bosque ya no es una cosa unida, sino que esta esparcido
por aquí y por allá, presenta algunas manchas, y los arces, los cisnes y los gallos ya no
están... El cuadro, por tanto, presenta, en general, una paulatina pero real degeneración,
a la que faltarán seguramente unos diez o quince años para ser completa.

ELENA.-La civilización, la malvada civilización.

ASTROV.- Sería lo más fácil pensar eso. Para eso sirve justamente el mapa. Hay que
mirar bien, no es que hayan fabricas en lugar de los bosques, ni ferrocarriles, ni campos
cultivables siquiera. Ni pueblos, ni silos de trigo, es pura tierra abandonada, puros sitios
eriazos. Todo cambio en este mapa menos los pantanos, los mosquitos, los borrachos, los
suicidas, las mujeres golpeadas, eso se quedo igual... No es la civilización, no es la
barbarie tampoco, es la pobre lucha por la existencia de gente que no tiene ya la fuerza
para luchar. (Con frialdad.) Veo que volví a aburrirla con mis sermones.

ELENA.- ¡No, por favor! Es apasionante, sólo que todo eso me queda un poco grande
a mi... Mi cabeza esta ocupada en cosas más pedestres parece, doctor... Perdóneme...,
pero creo que tengo que someterle a un pequeño interrogatorio... No sé mucho cómo
empezar...

ASTROV. -¿A un interrogatorio?

ELENA ANDREEVNA. -A un interrogatorio, sí... Sólo que bastante inocente.


Sentémonos. (Ambos se sientan.) Se trata de un joven personaje. Hablaremos como
hablan las personas honradas, como amigos, sin rodeos. Hablaremos y olvidaremos
después lo que hemos hablado.

ASTROV. -De acuerdo.

ELENA. -Se trata de mi hijastra Sonia. ¿Le agrada?

ASTROV. -Sí. Siento gran estimación por ella.

ELENA. -¿Y como mujer..., le gusta?

ASTROV. -(contestando inmediatamente.) No.

ELENA. -Dos o tres palabras más, y hemos terminado: ¿no ha reparado usted en
nada?

ASTROV. -En nada.


ELENA. -(Cogiéndole una mano.) No la quiere usted. Lo leo en sus ojos. Ella sufre...
Compréndalo, y deje de venir por aquí.

ASTROV.- Lo siento. No puedo hacer nada.

ELENA.- No sea malo doctor, apiádese de ella, y deje de venir por aquí, permítale
que lo olvide, si no quiere nada con ella.

ASTROV.- No puedo prometer eso.

ELENA.- Es fácil, es cosa de no venir, como no venía antes.

ASTROV.- (Encogiéndose de hombros.) Soy viejo, no hago lo que quiero, hago lo


que puedo. Tenemos poco tiempo, tan poco tiempo Elena… (silencio incomodo.) ¿Qué
pasa? ¿Dije algo malo?

ELENA.- No nada, más bien todo. Todo esto se ha puesto tan desagradable. Siento
nausea, me da asco tragar. Yo pensé que se me quitaría un peso de encima hablando
con usted y es al revés, siento como si me aplastara cien kilos de ladrillos sobre los
hombros de una vez.

ASTROV.- No quise que se sintiera mal, lo juro. Usted quería la verdad, ahí la tiene.

ELENA.-No importa…. Dejemos esto hasta aquí... Es usted un hombre inteligente, y


comprenderá que no podemos seguir adelante con este tipo de conversación...
(Pausa.) ¡Hasta me he puesto roja, no se porque!

ASTROV. -Si hace unos dos meses me hubiera dicho esto..., quizá lo hubiera
pensado, pero ahora... (Encogiéndose de hombros.) ¡Claro que, si ella sufre...,
entonces!... Lo único que no comprendo es esto: ¿qué necesidad tenía usted de
interrogarme? (Mirándola a los ojos amenazándola con el dedo.) ¡Es usted taimada!

ELENA. -¿Qué quiere decir con eso?

ASTROV. -(Riendo.) ¡Taimada!... Supongamos que, en efecto, Sonia sufre, cosa que
estoy dispuesto a admitir. ¿Qué objeto tiene su interrogatorio? (Impidiéndole hablar y
avivando el tono.) ¡No ponga cara de asombro! ¡Usted sabe muy bien por qué vengo aquí
todos los días! ¡Por qué y para quién vengo, es algo que conoce usted perfectamente!...

ELENA. -(Asombrada.) ¡No comprendo en absoluto!

ASTROV. - ¡Somos viejos, usted y yo, no nos hagamos los tontos! Llevo aquí seis
meses sin trabajar, perdiendo días y más días, esperando no sé que, a no se quien. ¿Eso
es lo que gusta? ¿Eso la hace gozar? Aquí estoy, tómeme o déjeme pero déjese de jugar
al gato o el ratón, por favor, y comportemosnos como adultos.

ELENA ANDREEVNA. -¿ ¿Qué se cree? Soy una mujer casada. Más respeto, por
favor. Semejante patudez. Yo con un doctoricito de pueblo.

(Intenta marcharse.)
ASTROV (cerrándole el paso).- Me voy ahora mismo si quiere. No volveré nunca más
a esta casa, pero quiero un beso, ahora, eso no más, un beso... (Cogiéndole una mano y
mirando a su alrededor.) Eres maravillosa, Elena. Todo lo iluminas y todo lo oscurece,
como la luna en el bosque, todo lo que miras queda marcado como tu mirada para
siempre. ¿No te das cuenta de eso? ¡Un beso!

(ASTROV besa a ELENA que se resiste sin verdadera fuerza)

ELENA.- Por favor suélteme, por favor...

ASTROV (sin dejarla hablar).- Sin mentiras, Elena, sin mentiras, tus manos, tu cuello,
tus venas, la manera en que tiene de temblar hasta cuando estas tranquila. Esa inquietud
de pájaro, esa libertad terrible de la que estas presas, esas ganas ciega, Elena yo te
conozco, Elena yo….

(La besa. Ella se deja besar hasta que finalmente se separa del doctor)

ELENA.- ¡Ya basta, ya ... ¡Váyase! (Retirando sus manos.) ¡Está loco, no sabe lo que
dice, esta completamente loco!

ASTROV.- (Le rodea el talle con el brazo) No más rodeo, Elena. ¡Es así, nos guste o
no, es lo que tenemos, somos así! …¿Dónde nos vemos mañana?

(La besa en el preciso momento en que IVAN, que entra con un ramo de rosas en la
mano, se detiene ante la puerta.)

ELENA (Sin advertir la presencia de Ivan.).- ¡Tenga piedad! ¡Déjeme! (Reclinando la


cabeza sobre el pecho de ASTROV.) ¡No, por favor no más!... (Intenta marcharse.)

ASTROV (Reteniéndola).- ¿Mañana al campo forestal, a las dos?...

ELENA (reparando en IVAN).- ¡Suélteme! (Presa de fuerte turbación, se dirige a la


ventana.) ¡Oh, qué terrible, Ivan, perdóname!

IVAN (tras depositar el ramo sobre una silla y pasándose nerviosamente el pañuelo
por la cara y el cuello.) No importa... No... No importa nada ahora, ya nada importa más...

ASTROV (Tratando de hablar en un tono sobreactuadamente natural).- ¡Estimado


Iván, amigo mío. Que bueno verte. ¿Qué tal todo? ¿Las cosecha? ¿Los animales?... Va a
llover en cualquier momento. No se si es bueno o malo para lo que estan cultivando aquí.
El tiempo, terrible, ya no es lo que era. Estaba mirando mis mapas. (Enrollando el
cartograma, en forma de tubo.) …Justo me iba yendo, muchas cosas que hacer,
muchas... (Sale.)

ELENA (Avanzando rápidamente hacia Ivan.).- ¡Tenemos que irnos de aquí hoy
mismo! Dile a mi marido, por favor, a ti te escucha. Te tiene miedo, te tiene respeto, esto
no puede durar un minuto más.

IVAN (enjugándose el rostro).- ¿Qué no puede durar?... Elena, lo vi todo.


ELENA (nerviosa).- ¡Por eso, por eso mismo tengo que irme hoy mismo! Esto no
puede ser Ivan. Tienes que pararlo tú. Por favor, por favor…

Escena II

Entran PROFESOR, SONIA y MARIA

PROFESOR. -¿Dónde están los demás?… Quiero hablar con todos de una vez. Creo
que deje en claro eso.

ELENA. -Yo estoy aquí ya.

PROFESOR. -Tengan la bondad, señores, de sentarse. Seré breve.

SONIA (acercándose, impaciente a lado de Elena, a la que le susurra)- ¿Estás


temblando Elena?... ¿Qué te pasa, estás toda nerviosa?... ¿Pudo hablar con el doctor?
¿Qué dijo? ...

ELENA.- Después hablamos, Sonia querida, después por favor ...

SONIA.- (Escudriñándole el rostro.) ¿No va a volver, verdad? ¿Eso dijo? (ELENA hace
con la cabeza un signo afirmativo.)

PROFESOR .- ¡Siéntense, señores! ¡Se los ruego! (SONIA, sin oírle, permanece de
pie, con la cabeza tristemente bajada.) ¡Sonia tú también! (Pausa.) ¿No me oyes? (a
MARIA.) ¡Usted también, siéntese! (Esta, sentándose, empieza a tejer.)

IVAN (nervioso).- ¿Podría irme, Alejandro? Sonia puede contarme todo después. Hay
que seleccionar los novillos en campo de engorde, es mucho trabajo, prefiero empezar
temprano.

PROFESOR.- No. Por favor, tú eres el más importante aquí.

IVAN.- Entonces habla rápido, que no tenemos todo el día.


Escena III

PROFESOR. -He estado pensando…Meditando profundamente…Bueno, en resumen,


llevamos aquí unos meses, y al margen de mi trabajo que ha sido intenso he tenido
tiempo de pensar en muchas cosas… Soy un viejo y estoy enfermo. No soy una persona
práctica. Toda la vida me he preocupado nada más que de los libros, las teorías, la
investigación… No se vender o comprar nada, pero sé también que me queda poco
tiempo, y llego la hora de ordenar mis bienes y dejar a mis familia en buena posición. No
pienso en mí, yo apenas tengo fuerzas para terminar mis estudios, pienso en todos
nosotros. Pienso en como dejar todo ordenado las cosas cuando no este. (Pausa.)

SONIA.- Con calma, papá, con calma, están mejorando los precios, yo creo que este
año vamos a tener ganancias.

PROFESOR.- Sonia, deja, esta todo pensado, todo pensado… En conclusión, seguir
viviendo en el campo es imposible. No estamos hechos para el campo, Elena y yo. Ahora
bien..., vivir en la ciudad sólo con los ingresos que produce esta finca, tampoco es
posible. Podríamos vender el bosque, pero después de eso ¿Qué nos queda?
Necesitamos encontrar un medio que nos garantice una cifra de renta fija más o menos
segura los años que nos quedan de vida... Si vendiéramos el campo en cambio,
tendríamos a veinte años una renta mensual suficiente para sobrevivir más o menos
holgadamente todos. Sería cosa de invertir en acciones más o menos seguras. Más o
menos con los intereses usando una parte de lo que ganamos yo creo que no estaría
nadie mal. Quizás podríamos comparar una casa en la playa. Mirar el mar ayuda a
pensar mejor.

IVAN. -¡Espera!... ¡Me parece que el oído me engaña! ¡Repite lo que has dicho!

PROFESOR. -Yo no sé nada de plata, ya lo saben, pero hablé con un amigo mío que
sabe de finanzas. Yo creo que estaríamos todo más tranquilo así.

IVAN.- ¿Quieres vender el campo? ¿Eso es lo que quieres decir? ¡Magnífico! ¡Una
idea maravillosa!... ¿Y dónde dispones que me meta yo, con mi madre y con Sonia?

PROFESOR. -¡Eso ya se pensaría a su tiempo! ¡No puede hacerse todo de una vez!
Además es solo una propuesta, no es una decisión que pueda tomar solo, pero me
parece que no tenemos mucho más posibilidad después de todo si lo hacemos bien,
podemos solucionar varios problemas de una vez.

IVAN.- ¿Esta casa, los bosques, los prados, las vacas, todo habría que venderla, sólo
porque a ti no te gusta vivir en el campo?

PROFESOR.- No es ese el tema, no estoy pensando en mi, estoy pensando en


todos…

IVAN.- Perdona, corrígeme si me equivoco, pero esta casa es de Sonia. ¿Cierto?

PROFESOR.- No ese el tema aquí Ivan…

IVAN.- Ese es el tema justamente. ¡Mi difunto padre la compró él y sólo él, para
dársela como dote a mi hermana, tu difunta esposa! Esta casa siempre fue de mi
sobrina…
PROFESOR.- No digo la contrario Ivan, por favor. Esto es de Sonia, claro. Nadie
discute su derecho. Pienso en ella también cuando propongo lo que propongo... Por eso
lo propongo delante de todos, incluido mi hija en primer lugar, que como dices es dueña
de estas tierras en que todos vivimos.

IVAN.- ¡Increíble! ¡Increíble!...

MARÍA.- ”Jean”, hijo mío, ya pues, comprometa... No lleves la contraria al profesor...


Es un sabio, conoce le mundo mejor que todos nosotros. Créeme, él sabe mejor lo que
es bueno y lo que es malo para todos. Las cosas materiales no importa, importa el alma
de las personas. La vida interior

IVAN.- ¡Es la herencia que dejo papá, es tu casa mamá, donde vives, eso es lo que
quiere vender este tipo! ¿Qué clase de vida interior vas a tener mendigando una cama
donde caerte muerta en la cuidad?

MARIA.- Tu sabes que a mi no me interesan los bienes terrenales, tú sabes eso Iván.
Tu hermana era como yo, por eso se lo dejó todo a él. Si lo que tenemos le permite a él
dedicarse a las labores del espíritu, bien venido sea. Así pensaba tu hermana. Antes tú
también pensabas así, hasta que no se que locura te entró en el alma de repente.

IVAN.- ¡Renuncio! ¡Hagan lo que quieran con su vida, no me hablen mas!.

PROFESOR.- ¿No comprendo por qué te excitas tanto Ivan? Es un proyecto no más,
no tengo nada decidido todavía. Para eso estamos aquí, para discutirlo. A mi lo que me
importa es tener tiempo para pensar, más tiempo para pensar…

IVAN. -¡En aquel tiempo la tierra la compramos con las deudas. No la podríamos
haber comprado si no hubiera renunciado a mi parte de la herencia, que invertí entera en
esta tierra.

PROFESOR. -Lamento haber entablado esta conversación.

IVAN. -¡Si ahora la hacienda está limpia de deudas y va bien, es gracias solamente a
mi esfuerzo personal..., y he aquí que, de pronto, cuando soy viejo, pretenden echarme
de ella!

PROFESOR.- Te sería pagado por supuesto tu parte, Ivan.

IVAN.- No mientas, no tienes como Alejandro, yo sé cuanto vale este campo, no


tienes como pagarme lo que invertí en él.

PROFESOR.- Todo tiene una solución Ivan. Entre gente civilizada, entre gente de
buena intenciones todo se puede conversar.

IVAN.- ¡Conversemos entonces, si quieres, conversemos ahora entre gente


civilizada!
PROFESOR.- No creo que sea el momento. Estas muy exaltado querido Ivan.
Dejemos esto para cuando estemos más calmados todos.

IVAN.- Mi tiempo, el tiempo que invertí limpiando esta tierra de deudas. ¿Cómo me
los vas a pagar? Yo era joven cuando empecé a trabajar en este campo, tenía la vida
delante de mí, ahora soy un viejo, estoy acabado, no tengo más futuro que este pedazo
de tierra que quieres vender para irte a reflexionar frente al mar.

PROFESOR.- No entiendo que quieres decir con eso. La esperanza de vida es


mucho más larga ahora. Tienes apenas 40 y tanto, te queda todavía toda la vida por
delante.

IVAN.- ¡Veinticinco años, veinticinco años llevó aquí, Alejandro! Ni un día más ni un
día menos, llevó veinticinco años mandándote plata todos los meses como el más
concienzudo administrador. ¡Ni una sola vez durante ese tiempo me has dado las
gracias!

PROFESOR.- No nos quedemos en el pasado, Ivan, miremos al futuro. Hay tanto por
hacer.

IVAN.- Si las cosecha no alcanzaba, si la helada la destruía entera, te mandaba la


misma plata, ¿cómo lo hacía, crees tú? ¿Cuántos años crees que me quede sin sueldo
alguno sólo para que no te faltara nada a ti? ¿Cuántas veces tuve que pedir prestamos
sobre las ganancias inexistente del campo para que no te faltara nada, cuantas, a ver,
adivina, cuantas?

MARIA.- Basta Ivan, basta. Esas no son formas de hablar en esta casa.

PROFESOR. -¿Cómo podía yo saber eso, Iván? Estaba preocupado de mis estudios.
Podrías haberme mandado la mitad de la plata o el doble y no me habría dado cuenta.
Si lo necesitabas, si necesitabas la plata no necesitabas decirme nada, me podría haber
robado perfectamente sin que me diera cuenta.

IVAN. -¿Por qué no te robé si te daba lo mismo cuanto te mandaba? Pucha que fui
tonto. El ultimo de los idiotas me doy cuenta recién ahora…Pucha, eso debí haber
hecho, no, así me respetarían, así no me tratarían como un pobre peón del que todo se
burlan.

MARÍA. -(En tono severo.) “ ¡Jean!” Todos te queremos aquí. El enemigo esta en otra
parte. Yo sé que a ti te importan las mismas cosas que nos importan aquí a todos. No
juegues al cínico. Por favor, mi amor, por favor, vuelve en ti.

IVAN.- ¡Veinticinco años, como un topo ahorrando cada centavo!... Veinticinco años
muerto de frio, veinticinco años muerto de hambre pensando que estaba salvando a la
ciencia nacional, que estaba consagrando mi pobre vida al conocimiento del pueblo y
sus mitos. ¡De día hablábamos de ti, de tus trabajos, de tus progreso! Eso nos
consolaba de la helada, de la sequía, saber que lo hacíamos por algo más importante
que nosotros.... ¿Todo eso para quién? ¿Todo eso para que?

PROFESOR. -(Con ira.) - ¿Qué quieres que diga, Ivan? Te puedo pedir perdón, pero
no te puedo pedir permiso. Eso es lo que aprendí en la vida, eso lo único que se: La
vida es de lo que piden perdón, no de lo que piden permiso.

IVAN.- ¡Si tuvieras talento, al menos! Si tuvieras alguna especie de talento todo esto
tendría algún sentido. Pero no tienes nada que decir. Hablas del pueblo y no conoces al
pueblo. Quieres ser serio pero no tienes la fuerza para llegar a ninguna conclusión que
te mueva de tus prejuicios. Llenas páginas y páginas porque no tienes nada que decir
en concreto. Eres la pura pomposidad vacía de la academia, aunque ni siquiera en la
academia te toman en serio.

ELENA.- ¡Iván, por favor, si me quieres aunque sea un poco cállate ahora!

(El profesor intenta salir de la sala)

IVAN.- (Cerrando el paso al profesor.) ¡Espera, no te vayas! ¡Devuélveme mi vida


viejo cabrón! ¡Todos los años que perdí alimentando tu ego inservible, devuélvemelos
ahora! ¡Viejo inútil, viejo cornudo, devuélveme algo que sea! ¡Estafador de mierda,
quiero mi vida de vuelta!

PROFESOR.- Déjame pasar, Ivan. Déjame…Yo no te obligue a nada. Tú decidiste


ser lo que eres. ¿Tú crees que tú tienes algún talento más que para quejarte? ¿Tú crees
que podrías haber servido para algo más que esta porquería de casa, que esta nulidad
de vida, que elegiste solo? ¿Qué crees que podría haber sido, artista, sabio, mujeriego?
Mírate, mírate por favor.

ELENA.- ¡Ahora mismo me marcho de este infierno!... (Con un grito.) ¡No puedo
resistir más!

IVAN.- ¡Yo tenía todo, todo lo que me quitaste, viejo de mierda! Mírame, mírame,
podría haber estudiado, podría haber conocido a alguien en la cuidad y casarme y tener
hijos propios. Mis profesores, mis compañeros decían que eran una mente
prometedora. Me querían, yo quería también a los demás. Podría haber vivido mi vida
en vez de vivir la tuya. (arrastrándose hacia su madre). ¿No cierto mamá? No me mires
así. Di algo, por favor di algo.

SONIA (arrodillándose ante MARIA y estrechándose contra ella).- ¡Abuela!... ¡Abuela!

MARÍA (en tono severo).- ¡No Ivan, somos lo que somos! El profesor tiene razón, hay
talentos de primer orden y hay talentos de segundo ordenes. Los talentos de segundo
orden deben servir a los de primer orden. Es la ley de la vida. Así son las cosas.
IVAN.- ¡Mamá no seas cruel, mamá!... Soy tu hijo, ese señor es un extraño, un
estafador, un bolsero, un pobre parasito que se alimenta de nuestra sangre. ¿No lo ves?
¿No lo estas viendo? ¡No me lo diga, no respondas! ¡Ya sé! Da lo mismo… (Al
PROFESOR) No vas a ganar, Alejandro, no vas a ganar esta vez. (Sale por la puerta del
centro. MARíA le sigue.)

MARIA.- Ivan, entiende, Ivan…

PROFESOR.- ¡Se fue el demente, por fin! Esta loco, completamente loco este niño.
Hay que encerrarlo lo más luego posible en algún manicomio.

ELENA (a su marido).- ¡No vendamos nada, vamosno ahora mismo, ahora por favor,
ahora!...
PROFESOR.- ¡Demente, el inutil! ¿Con que cara viene a pedirme cuenta a mi? ¡El, el
un pobre administrador de campo hablarme a mi en ese tono!

PROFESOR. -¡Qué nulidad de hombre!

SONIA (a su padre, siempre de rodillas, nerviosa y entre lágrimas).- ¡Papá tienes que
comprender, papá por favor, Tío Vania y yo somos tan desgraciados! (Conteniendo su
desesperación.) ¡Hay que tener misericordia!... ¡Acuérdate de cuando eras joven y tío
Vania y la abuela se pasaban las noches traduciendo para ti libros... copiando papeles
toda la noche! ¡Todas las noches!... El pan lo hemos comido aquí con el sudor de
nuestra frente. No nos ha salido gratis nada, papá. ¡No es eso lo que quiero decir! ¡No
es eso..., pero tú tienes que comprender, papá!... ¡Hay que tener piedad, el tío es una
buena persona, te quiere en el fondo!

ELENA (nerviosamente a su marido).- ¡Alejandro!... ¡Pídele perdón a Vania y nos


vamos!

(Sale tras él.)

PROFESOR.- Tienen razón, el campo vuelve loco a cualquier, voy a despedirme de


Iván. Lo vamos a pensar más, lo vamos a pensar con calma, le voy a decir. Después de
todo nos conocemos de hace 40 años.

SONIA (estrechándose contra el ama).- ¡Abuela!... ¡Abuela!...

MARIA.- ¡Nada, nada..., hijita!... No se preocupe ¡Perro que ladra no muere!

SONIA.- ¡Abuela! Nada se calma últimamente, últimamente todo se pone siempre


peor.

MARINA (acariciándole la cabeza). - ¡Tiemblas como si estuviera helando!... Bueno,


preciosa, niña mía, no hay que preocuparse, Dios es misericordioso, siempre quiere lo
mejor para nosotros... Voy a hacerte una infusión de tila o de boldo y se te pasará... ¡No
te aflijas, mi niñita!... (Fijando con enojo la mirada en la puerta del centro.) ¡Vaya
nerviosos que se han puesto los muy gansos! (Detrás del escenario suena un disparo,
oyéndose después el grito lanzado por Elena. Sonia se estremece.)

SONIA.- ¿Qué pasó? ¿Qué es ese ruido?

PROFESOR (entrando corriendo y tambaleándose de susto).- ¡Sujentelo! ¡Sujentelo!


¡Se volvió loco!

(Elena e Ivan aparecen forcejeando en la puerta.)

ELENA (luchando por arrebatarle la pistola).- ¡Entréguemela! ¡Entrégueme la pistola,


Ivan!

IVAN.- ¡Déjeme Elena! ¡Déjeme! (Logrando soltarse de ella, entra precipitadamente y


busca con los ojos a Profesor.) ¿Dónde estás viejo cobarde, donde te metiste cerdo
asqueroso? ¡Ah! ¡Está aquí!

PROFESOR.-Perdona Ivan, no me mates, por favor no me mates. Hablemos como


dos personas civilizadas. ¿Que te cuesta, Ivan, que te cuesta? Nos conocemos hace 40
años, 40 años Ivan.

IVAN.- (Apuntándole y disparando. Pausa.) ¿Le di esta vez? ¿Me falló el tiro? (Con
ira.) ¡Que mierda, pistolas oxidada, por la puta!... Que mierda, que puta mierda de
mierda

(Golpea con la pistola sobre la mesa y se deja caer, agotado, en una silla. El
PROFESOR parece aturdido. ELENA, presa de un mareo, se apoya contra la pared.)

ELENA.- ¡Llévenme de aquí ¡Llévenme!... ¡Mátenme, pero no puedo quedarme un


instante más en esta casa! ¡No puedo, por favor sáquenme de aquí ahora mismo!

IVAN (con desesperación). - ¿Qué hice? ¿Qué es esto? ¿Qué cresta estoy
haciendo?...

SONIA (en voz baja).- ¡Abuela, sálvanos! ¡Sálvanos, Abuela!...

TELON.
Acto cuarto
Habitación de IVAN. Dormitorio que es la vez su despacho en la hacienda. Junto a la
ventana hay una gran mesa cubierta de libros de contabilidad y papeles de todas
clases; una mesita, escritorio, armarios y balanzas. Otra pequeña mesa -utilizada por
ASTROV- aparece llena de mapas, y cuadros estadísticos. A la izquierda, una puerta
conduce a las demás piezas; a la derecha, otra se abre sobre el pasillo. Es un
anochecer de otoño.

Por la puerta que da al exterior entran VOINITZKII y ASTROV.

IVAN.-¡Soy un imbécil! ¡Disparar dos veces y no apuntarle ni una sola vez!

ASTROV.- Tendrías que haber entrenado con tu propia cabeza, con eso habrías
matado dos pájaros de un tiro.

IVAN.- Soy un asesino en potencia, trate de matarlo podría haber llamado a la policía,
estaría preso ahora, pero estoy libre, libre como un pájaro.

ASTROV.- Un pájaro en su preciosa jaula de oro.

IVAN.- (Con risa sarcástica.) ¡Yo soy el loco! El pobre loco que no deja que un viejo la
arruine la vida a una mujer joven. El loco que no acepta que arruinen a su sobrina. El
loco que debería estar feliz de ver como su amigo se besuquea con el amor de su
vida…. Lo vi Astrov, lo siento, no pude dejar de ver como apretujabas a Elena sin
importarte nada ni nada más.

ASTROV.- No me estaba escondiendo. Es lo que viste, ni más ni menos de lo que


viste. No tengo que pedir disculpas ni permiso ni a ti ni a nadie, menos a ti que a nadie
estimado Iván.

IVAN (mirando a la puerta).- ¡No deberías poder respirar! No deberías poder mirarme
a los ojos después de lo que me hiciste.

ASTROV.- No seas tonto, por favor. No te hice nada, si algo malo hice lo se lo hice a
ella.

IVAN.- Estoy oficialmente loco tengo derecho a decir locuras!

ASTROV.- No estás loco, no te preocupes o más bien lo normal es estar loco en este
pueblo infesto.

IVAN (cubriéndose el rostro con las manos).- ¡Qué vergüenza!... ¡Si supieras este
agudo sentimiento de vergüenza insoportable que me asalta a toda hora! (Inclinando la
cabeza sobre la mesa.) No puedo pensar, no puedo respirar, quiero hundirme al fondo
de la tierra. ¿Qué hago?

ASTROV.- Nada. ¿Qué vas a hacer?

IVAN.- ¡Dime algo, por favor, cualquier cosa! ... No entiendes, ¿ como no te das
cuenta? ¡Tengo cuarenta y siete años, me quedan muchos años para arrastrar esta
estúpida vergüenza hasta el infinito!

ASTROV.- Puedes empezar de nuevo, aprender de los errores. Es lo que la gente


normal hace cuando se equivoca.

IVAN.- Por favor, Astrov, tengo 47 años, soy demasiado viejo para empezar de nuevo,
y demasiado joven para que me perdonen por anciano mi estupidez sin fin (Llora.) ¿Con
que cara, Astrov, con que cara ando en el mundo? No puedo más, no tiene sentido,
quiero morir… ¡Dame algo! ¿No eres doctor? ¿No es tu profesión salvar a la gente? ¡Me
quema aquí! Me estoy muriendo de a poco. (Llevándose la mano al corazón.) No tengo
paz. Dime cualquier cosa que me calme aunque sea un poco.

ASTROV (con un grito de enfado). - ¡Ya basta! Déjate de tonterías. ¿Qué te crees,
que cresta te crees por favor? Tienes una casa, tienes tus dos brazos, tus dos piernas.
Eres un puto privilegiado de mierda, Iván. (Apaciguándose.) Mírate, mírame. ¿Qué
somos Iván? Dos hombres que trataron de ser honesto, dos estudiantes que trataron de
leer libros buenos, de escuchar música importante, de vivir para algo más que la
cosecha, las cuentas, la gotera, los celos, las frases hechas y los lugares comunes.

IVAN.- Tu puedes seguir peleando, tienes tus bosques, tus pacientes, puedes
seducir a las señoritas, engañar con tu amor a la tierra, distraerte. Yo no tengo nada de
eso, yo fui derrotado delante de toda mi familia, que es lo único que tengo. Yo fui
humillado hasta el fondo mismo de los huesos. Soy un fantasma no más, una pura
sombra que camina.

ASTROV.- Mírame, mírame a los ojos. Vamos a morir Ivan, vas a morir tú como el resto.
Estamos muertos prácticamente ya. ¿Qué va a quedar de todo eso? ¿Qué va a quedar
de nosotros, Iván? Dos tumbas iguales cientos de tumbas en un cementerio de
provincia…Ya, dejemósnos de tonterías Ivan, devuélvame el frasco

IVAN.-¿Qué frasco?

ASTROV.- Ya pues, Iván. Devuélvemelo ya.

IVAN.- ¡Déjame! Déjenme todos no quiero ver a nadie más.

ASTROV.- Me voy feliz, cuando me devuelvas lo que me quitaste.

IVAN.- No te he quitado nada.


ASTROV.- Te estoy hablando en serio, Iván, no me obligues a usar la fuerza.
Devuélvemelo ahora antes que tengan que ponerme pesado de verdad.

IVAN.- ¿De que estas hablando?

ASTROV.- A mi me da lo mismo que te mates pero si te matas con mi morfina el que


no va a poder ejercer más la medicina soy yo. Yo vivo de eso Iván, devuélvame el frasco
y no hablamos más del asunto. (Entra Sonia.)

IVAN.- ¿No se de que estas hablando?

ASTROV (a Sonia).- ¡Sonia, tu tío Me robo mi frasco de morfina y no me lo quiere


devolver!

SONIA.- ¡Tío Vania!... ¿Le robaste la morfina al doctor? ¡Devuélvesela ahora! ¿Por
qué asustarnos? (Con ternura.) ¡Devuélvela, tío Vania!..
.
IVAN.- Sonia, no puedo más. Tú me entiendes, tú eres la única que me entiendes. No
puedo más Sonia, no tengo más fuerzas, me estoy muriendo vivo, ¿qué les importa si
me mató o no?

SONIA.-. ¡Devuélvele el frasco al doctor, por favor! (Besándole las manos.) ¡Mi tío
querido... mi amado tío... devuélvelo!... Hazlo por mí, por todos estos años aquí (a punto
de llorar.) Hay que vivir, tío. Es lo que nos toca a nosotros. Hay que resistir todo el
tiempo que nos quede fuerza. No somos quienes para tomar la decisión nosotros.

IVAN (cogiendo un frasco de la mesa y entregándoselo a ASTROV).- Toma... (A


SONIA.) Es tarde… Tengo que trabajar. Hay que renovar la casa, cambiar quizás la
quinta a árboles frutales. Se dan bien los guindos aquí. Hay un tipo de guindas
alemanas que dicen se dan bien en esa tierra… Las vacas ya no dan. No sé algo,
cualquier cosa para no pensar más en esto.

SONIA.- Eso vamos a hacer, vamos trabajar, cuando se vayan ellos a eso nos vamos
a dedicar, a trabajar tío, trabajar hasta que se nos acaben las fuerzas

(Removiendo nerviosamente los papeles.)

ASTROV (guardando el frasco en el botiquín).- Ya, parece que aquí no hay nada más
interesante que hacer.

ELENA (entrando).- ¿Está usted aquí, Iván?...

IVAN.- Estamos empezando la contabilidad con Sonia. Es delicado. Estamos


atrasados en los pagos, los compradores también se demoran a pagar, los bancos no
esperan ellos. Son lentos para darte los créditos y rápidos para cobrártelos.
ELENA.- Alejandro quiere hablar contigo antes de irse. Es importante dice. No se va
a quedar tranquilo hasta que lo haga.

SONIA.- ¡Anda, tío Vania, anda! (Cogiendo a Iván por el brazo.) ¡Anda, vamos! ¡Tú y
el papá tiene que hablar! ¡Es imprescindible, por favor, por favor! Yo te acompaño tío, no
te preocupes yo voy a estar solo.

(Salen SONIA y IVAN.)

ELENA.- Me voy, finalmente. ¿Y usted? Acuérdese que me prometió usted hoy que
se iría apenas yo me fuera.

ASTROV.- Mis maletas están hechas. Me voy ahora mismo. (Pausa.) ¿Qué le pasa?
¿Por que tiembla?

ELENA.- Nada, el frio.

ASTROV.- No hace frio. ¿Me tiene miedo acaso?

ELENA.- Un poco, parece.

ASTROV.- ¿Cuánto miedo?

ELENA.- Lo suficiente para irme lo más rápido que pueda de aquí.

ASTROV.- ¿Y si se quedara?

ELENA.-No hay lugar para mí aquí.

ASTROV.- No en esta casa…Yo tengo una casa también, allá al lado del bosque.

ELENA.- Sería una locura, doctor.

ASTROV.- Nadie nos obliga a ser cuerdos tampoco. Nadie espera de usted que lo
sea. Seria una desperdició que se le ocurriera ser seria. Es su vida, tiene derecho a
vivirla como quiera.

ELENA.- No. Está decidido…A veces hay que hacer los correcto, querido doctor. A
veces hay que hacer lo que cuesta también.

ASTROV.- El papel de mártir no le viene mucho, sinceramente querida Elena.

ELENA.-Yo sé que no hice mucho para ganarme su estima, pero me gustaría que
pensara que soy mejor de lo que usted piensa. Me gustaría que en el fondo supiera que
aunque no lo parezca soy una buena mujer.
ASTROV (con un gesto de impaciencia).- ¿Para que? Usted es mucho más que una
buena mujer. Usted es una mujer con todos los poderes, con toda la fuerza y el terror
que significa eso. Es una mujer no lo puede evitar, en cinco años más o diez va a
necesitar otro que le recuerde que es linda, que tiene un cuerpo que hay que adorar,
que tiene una sonrisa que hacer circular por el mundo. No voy a ser yo, va a ser otro
peor seguramente, uno de la cuidad, va a ser con ruegos, va a ser con lágrimas, va a
ser patético como es patético siempre tratar de ser joven por ultima vez.

ELENA.- Es divertido usted querido doctor. Hasta cuando se pone antipático no deja
de simpatizarme. Ya que me voy estoy en condición de confesarle que llego usted a
gustarme un poco.

ASTROV.- ¿Un poco?

ELENA.- Lo suficiente. Es raro usted, doctor. Hay algo en usted que no se encuentra
fácilmente. Como un perfume. Aunque quizás demasiado pasoso.

ASTROV (Después de cambiar con ella un apretón de manos).- Usted también me


gustó, querida Elena, aunque tampoco creo que termine de entenderla. Hay algo como
noble en usted y sin embargo arrastra ese marido lamentable. Sería tan fácil
despreciarla pero desde que llegaron con su marido mis pacientes se empezaron a
morir, las vacas engordaron sin que nadie las ordeñara, nos quedamos suspendido
todos como si estuviéramos viendo una obra de teatro infinita que no termina nunca.

ELENA.- Se equivocó de vocación, doctor, usted no nació ni para médico ni para


filántropo, usted nación para poeta (cogiendo de la mesa un lápiz y guardándoselo
rápidamente). Me llevo este lápiz como recuerdo suyo. ¿Qué quiere usted que le deje
de recuerdo mío.

ASTROV.- Un beso.

ELENA.- Ya pues, no sea fresco.

ASTROV.-¡Qué extraño!.. Nos conocimos, estuve a punto de cambiar mi vida entera


por usted, y de pronto, sin saber por qué, resulta que no hemos de volver a vernos
nunca más

ELENA.- Uno beso, cortito, que sea rápido.

ASTROV.- Antes que entre tío Vania con su ramo de flores en la mano.

ELENA.- Un beso de amigo.

(Astrov la besa en la mejilla.)


ASTROV.- ¿Es el final? ¿Eso es todo?

ELENA.- Le deseo mejor, dentro de lo posible. ¡Sea lo que sea! ¡Por una vez en la
vida seamos amigos!... (De un súbito impulso le abraza y besa en los labios,
separándose ambos en el acto rápidamente.) ¡Me tengo que ir!

ASTROV.- Váyase pronto, lleva horas amenazando. Como decía mi abuelo:


Terminemos luego con esta farsa inútil.

ELENA.-Adios.

Elena se va. Se queda solo ASTROV repitiendo:

ASTROV.- “¡Farsa inútil!”

Entran EL PROFESOR, IVAN, MARIA con un libro entre las manos, y SONIA.

PROFESOR (a IVAN).- Asunto olvidado, querido Iván. No se hable más. Somos


hermanos nuevamente, como si nada hubiera pasado. (EL PROFESOR e IVAN se
besan tres veces.)

IVAN.- Como si no hubiera pasado nada, seguirás recibiendo puntualmente lo de


costumbre.

PROFESOR.- Eso es lo que siento sinceramente querido Iván, soy otra persona
ahora, he vuelto a vivir, creo que le debo a usted este nuevo comienzo. Alguna día voy a
escribir sobre todo eso, lo que podría sacarse en limpio de una experiencia como puede
ser tan útil para otra gente. A nivel de sociedad, de país es una gran lección, como salir
de las crisis, como revivir después de ver la muerte de tan cerca. Elena, vamos,
despídete.

ELENA.- (abrazando a SONIA.) Linda, me voy.

PROFESOR (besando la mano a MARIA).- Querida María como siempre un gusto


hablar contigo.

MARÍA (besándole).- Manda noticias por favor de la cuidad, documentos, libros, aquí
estamos tan solos en este lugar alejado de la mano de dios, necesitamos con urgencia
alimentos espirituales.

TELEGUIN.- Adiós, excelencia. No nos olvide.

PROFESOR (después de besar a SONIA).- Adiós hija querida... Adiós a todos.


(Tendiendo la mano a ASTROV.) Se me olvidaba el doctor. Gracias por su grata
compañía. Aprecio su manera de pensar, sus aficiones ecológicas y sus ímpetus, ojalá
haya más como usted por estos lados, pero permita a este viejo añadir a esta despedida
solamente un consejo más de viejo que se sabio: ¡hay que trabajar en esta vida,
señores, hay que trabajar! Este país nos necesita con desesperación. Lo que no
hacemos hoy, lo que no hacemos nosotros, no lo va a hacer nadie después (Con un
saludo general.) ¡Fuerza a todos, no los voy a olvidar nunca! (Sale seguido de MARIA y
de SONIA.)

IVAN (besando apretadamente la mano de ELENA). - ¡Adiós! ¡Perdóneme yo he sido


un loco! Olvídese de todos lo que dije, estaba ciego…

ELENA (conmovida). -¡Adiós, querido amigo, que dios te bendiga! (Le besa la cabeza
y sale.)

ASTROV.- Voy saliendo. Ven conmigo Iván hasta la entrada del campo, ahí te
aseguras que no vuelva sobre mis pasos y no siga molestándote.

IVAN (completamente emocionado).- No puedo!... ¡Me da demasiada pena!... ¡Hay


que trabajar como dice el profesor! ¡Trabajar! Es la única salida...

SONIA (entrando y secándose los ojos)- ¡Se fueron!... ¡Que Dios les proteja!... (A su
tío.) Bueno... Tío Vania, hagamos la cuenta. Los libros son un desastres, hace semanas
que nadie los revisa.

IVAN.- ¡A trabajar, como dijo el profesor, a trabajar!...

IVAN se sienta en la mesa frente a SONIA que a empezado a revisar los libros de
contabilidad. De a poco empieza el mismo a revisar las páginas.

SONIA.- Hace mucho que no nos sentamos el uno frente al otro en la misma mesa, lo
echaba de menos. Los números tranquilizan el espíritu. Son los que son, uno no puede
mentir demasiado con ellos. No sé, me distraen de mis cosas. ¡Me da pena igual que se
hayan ido! Hay mucho silencio en esta casa sin ellos.

MARÍA (entrando lentamente).- ¡Se fueron! Que cantidad de lecturas pendientes. A


ver (Sentándose, se sumerge en la lectura.) …Mal escrito pero interesante, muy
interesante….

SONIA (levantándose de la mesa y hojeando el libro de las facturas).Haremos


primero las facturas, tío Vania. Lo tenemos todo en un atraso terrible. Los sueldos...
Escribe... Escribiremos una tú y otra yo.

IVAN (escribiendo).- “Factura a nombre del señor”... (Ambos escriben en silencio.)

MARIA (Bostezando).-Tengo ya ganas de irme a la camita.

ASTROV.- Que paz de repente. ¡Dan ganas de quedarse para siempre, pero me voy.
No me queda otra. Me voy.
(Mete en la carpeta los cartogramas.)

MARIA.- ¿Y por qué tan apurado? ¿Por qué no se queda a cenar, doctor?

ASTROV.- No puedo.

IVAN (escribiendo). -“Y las dos setenta, y cinco de la deuda anterior.” (Entra el
MOZO.)

ASTROV.- Bien... me voy

(Se dispone a despedirse.)

SONIA.- ¿Cuando vuelve, entonces?

ASTROV.- Antes del fin del verano seguramente no... Tampoco en invierno a no ser
que pase algo. Cualquiera cosa avísenme. (Estrechándoles la mano.) ¡Gracias por su
hospitalidad, ha sido inolvidable!... (Yendo hacia el MARIA, la besa en la cabeza.)
¡Adiós, vieja querida!

MARIA.- ¿Y se va así..., sin el té?

ASTROV.- No tengo ganas, señora María.

MARINA.- ¿Puede ser con malicia? Hay una botellita dando vuelta por ahí.

ASTROV (indeciso). – Quizás una para el camino... (MARIA sale. Después de una
pausa.) Adiós entonces... (A MARINA.) No me acompañes. No hace falta.

SONIA.- Yo lo acompaño.

ASTROV.- No se preocupe.

SONIA.- Insisto.

(ASTROV, seguido de SONIA que ilumina la noche con una linterna, sale. MARIA se
sienta en su butaca.)

IVAN (escribiendo).- “Veinte libras de aceite, el dos de febrero... Otras veinte libras, el
dieciséis... Granos de sarraceno...”

(Pausa. Se oye un ruido de motor.)

MARIA.- Se fue el doctor. (Pausa.)


SONIA (volviendo a entrar y depositando la vela sobre la mesa).¡Se fue!

IVAN (apuntando después de hacer la cuenta en el ábaco).- “Total..., quince...,


veinticinco...” (Sonia se sienta y empieza a escribir.)

MARIA (bostezando).- ¡Ay, pecadores de nosotros! Dios santo, que sueño más
grande. Dios te salve Maria, llena eres de gracias y el señor es contigo…

IVAN (a Sonia y acariciándote el cabello con la mano).- ¡Niña mía, te quiero tanto mi
niña!... ¡No puedo respirar!... Esa angustia, no me deja...

SONIA.- ¡Hay que vivir, tio Vania! ¡Hay vivir! (Pausa.) ¡Eso es lo único que sabemos
hacer la gente como nosotros, vivir!... ¡Largos días..., con largos crepúsculos, con
noches más largas todavía, invierno, primavera, verano, otoño y denuevo invierno!... ¡Y
entre medio trabajar, trabajar para los demás, terminar la tarea cada día, hacer lo que
hay hacer, hasta que llegue nuestra hora y nos toque morir, sumisos, esperando que El
nos perdone todo lo que hicimos, mal, todo lo que no hicimos bien, tío Vania…Despues
todo va a ser luminoso, claro preciso. No vamos tener preocupación cuando ya dejemos
ese cuerpo que pesa, esos huesos que duelen los vamos a dejar atrás y vivir de verdad
la verdadera vida…

IVAN.- No sabemos nada, mi linda Sonia, no tenemos pruebas.

SONIA.- ¡Tengo fe, tío, yo sé que hay algo, que debe haber algo!... ¡No puede ser de
otra forma, no tendría sentido si no... (Con voz cansada, arrodillándose ante él y
apoyando la cabeza en sus manos.) Tenemos que trabajar, tío, es nuestro papel en este
mundo trabajar para los demás, pero yo sé que vamos a descansar después, yo sé que
vamos a tener nuestra recompensa, estoy segura. (TELEGUIN rasguea bajito, en la
guitarra, la misma canción del primer acto.) ¡Descansaremos después!... ¡con los
Angeles, con los santos, sin preocuparnos de nada más que estar con él, que disfrutar
de su presencia, ahí recién descansaremos.

IVAN.- Palabras, lindas palabras.

SONIA.- No son palabras tíos, yo lo siento así, yo lo veo en todas partes, no quiere
ese dios… (Secándole las lágrimas.) ¡Pobre Tío Vania! ... ¡Pobre tío Vania!... ¡Estás
llorando! (Entre lágrimas.) ¡Dios si te quiere, Tio Vania! Todo es para mejor tío Vania,
todo tiene sentido...,Trabajamos, trabajamos pero ya descansaremos, tío Vania, te lo
prometo, te lo prometo yo! (Abrazándole.) ¡Descansaremos algún día!

MARIA (anota algo en el margen del artículo que está leyendo).- Interesante, muy
interesante.

SONIA.- Ya vendrá nuestro tiempo tío Vania. Es cosa de esperar, ¡Descansaremos!


Tío Vania. Ahora hay que trabajar, trabajar tío Vania pero después nos va a tocar
nosotros descansar. Descansar de verdad, tío Vania. Descansar para siempre.
(EL TELON BAJA LENTAMENTE)

FIN.

También podría gustarte