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Resumen Hacia Una Teoría Latinoamericana Del Desarrollo
Resumen Hacia Una Teoría Latinoamericana Del Desarrollo
Resumen Hacia Una Teoría Latinoamericana Del Desarrollo
Dados los pobres resultados económicos y sociales obtenidos en las tres últimas décadas
por la modalidad neoliberal del capitalismo en América Latina, existe en buena parte de
los pueblos de la región un evidente y creciente rechazo al neoliberalismo impuesto en
nuestros países desde los años 70 y 80 del siglo pasado, cuando se iniciaron los ajustes
estructurales de orientación al mercado sustentados en las recomendaciones del
Consenso de Washington1. La modalidad neoliberal, aunque cuestionada severamente,
se mantiene vigente hasta la fecha en países como Colombia, Perú y México.
En la reconceptualización del desarrollo, sin duda, resulta indispensable remontarse a las
formulaciones teóricas del devenir histórico de América Latina con el fin de estar en
condiciones de enfrentar el presente neoliberal y empezar a trazar el camino que lleve a
superar los problemas estructurales por los que atraviesan las sociedades capitalistas
latinoamericanas, que han llevado a nuestra región a ser la más desigual del mundo.
América Latina, sin duda, ha sido importante fuente de creación teóricavsobre su propia
realidad y las vías de su transformación, todas ellas –el funcional–institucionalismo, el
estructuralismo cepalino o el marxismo–,son las fuentes indispensables para construir un
concepto de desarrollo que mantenga la añeja tradición latinoamericana de hacerlo
pensando en la transformación de una sociedad que, hoy como nunca, requiere ser
radicalmente transformada para empezar a resolver sus problemas seculares: la pobreza,
la desigualdad y la falta de democracia.
El tercer periodo, corresponde a la era neoliberal en América Latina que se inicia en los
años setenta, específicamente con la instauración violenta del régimen militar encabezado
por Augusto Pinochet, que contó con la asesoría de un grupo de economistas, de la
Escuela de Chicago, encabezado por Milton Friedman para iniciar la política económica
neoliberal en la región, que entre otras cosas se caracterizó por una rápida disminución
de la intervención del Estado de la economía.
Desde el comienzo de la década de los ochenta cobró carta de naturalización en América
Latina una política económica que postula como meta principal reducir significativamente
la inflación sosteniendo que para ello era necesario lograr el equilibrio de las finanzas
públicas (Vidal y Guillén, 2007: 11).
La crisis fiscal y de la deuda del Estado de Bienestar a principios de la década de los
ochenta del siglo pasado, facilitaron el discurso anti estatista y permitieron someter a las
naciones latinoamericanas a los postulados neoliberales impuestos por el “Consenso de
Washington” y que ahora, entrando al siglo XXI después de dos décadas y media de
inoperancia y fracasos han empezado a provocar el ascenso y reorganización del
movimiento popular de masas.
El punto de partida para avanzar en esa perspectiva, es, en primer término, reconocer que
el desarrollo no tiene que ser guiado necesariamente por el aparato gubernamental del
Estado. En realidad, resulta una enorme concesión a la ideología neoliberal dominante
admitir que el gobierno es el único lugar donde reside el poder. Por el contrario, partimos
de que éste –como relación social que es– se extiende por la sociedad civil, los
movimientos populares, la educación y el mundo del arte y de la cultura, procesos
sociales que originan nuevos modos de pensar, de sentir y de actuar, modificando valores
y representaciones ideológicas que pueden permitir la modificación de la correlación de
fuerzas que determina quiénes y cómo ejercen el poder en cada momento histórico y
como se somete a ese poder al resto de la población.
Una nueva visión del desarrollo como teoría y práctica en la etapa de transición que
actualmente viven buena parte de los países de América Latina, deberá ser una
construcción participativa que al mismo tiempo de ser la más severa crítica a la sociedad
basada en la relación subordinada del trabajo al capital, ofrezca un camino viable por
donde transite la transformación de la sociedad capitalista latinoamericana. En otras
palabras, una nueva concepción del desarrollo deberá partir de la siguiente convicción: el
capitalismo, como modo de producción histórico, sólo puede ser transformado, más allá
de cualquier plazo fatal, mediante la dirección social de los procesos sociales que exigen
la participación creciente de la población que siempre ha sido excluida de los beneficios
del desarrollo, aunque también se haya dicho siempre que era ella la beneficiaría de las
políticas puestas en marcha por el aparato gubernamental y el capital.
El punto de partida para avanzar en esa perspectiva, es, en primer término,reconocer que
el desarrollo no tiene que ser guiado necesariamente por el aparato gubernamental del
Estado. En realidad, resulta una enorme concesión a la ideología neoliberal dominante
admitir que el gobierno es el único lugar donde reside el poder. Por el contrario, partimos
de que éste –como relación social que es– se extiende por la sociedad civil, los
movimientos populares, la educación y el mundo del arte y de la cultura, procesos
sociales que originan nuevos modos de pensar, de sentir y de actuar, modificando valores
y representaciones ideológicas que pueden permitir la modificación de la correlación de
fuerzas que determina quiénes y cómo ejercen el poder encada momento histórico y
como se somete a ese poder al resto de la población.
Se trata, entonces y en buena medida, de rechazar la idea que sostiene que el control del
aparato gubernamental es la precondición necesaria para transformar la sociedad. Antes
de eso, antes de arrebatar el poder a quienes lo mantienen en el neoliberalismo, la
sociedad puede empezar a ser transformada –a desarrollarse– con la participación
ciudadana en la construcción de las nuevas formas democráticas de dirección, gestión y
acción que serían la respuesta a la vocación antipopular, antidemocrática y excluyente del
modelo neoliberal en particular y del capitalismo en general.
Esta convicción supera, esencialmente, la idea de que el desarrollo
Se trata, entonces y en buena medida, de rechazar la idea que sostiene que el control del
aparato gubernamental es la precondición necesaria para transformar la sociedad. Antes
de eso, antes de arrebatar el poder a quienes lo mantienen en el neoliberalismo, la
sociedad puede empezar a ser transformada –a desarrollarse– con la participación
ciudadana en la construcción de las nuevas formas democráticas de dirección, gestión y
acción que serían la respuesta a la vocación antipopular, antidemocrática y excluyente del
modelo neoliberal en particular y del capitalismo en general.
Esta convicción supera, esencialmente, la idea de que el desarrollo necesariamente
requiere el crecimiento económico. Por supuesto, que lograrlo puede ser necesario pero
no es suficiente, mucho menos si se persigue como el único propósito de la acción
gubernamental. La experiencia muestra que el crecimiento económico de ninguna manera
implica mejorar las condiciones de vida de la población, más bien ocurre que el
crecimiento se acompaña en el neoliberal de mayores niveles de concentración del
ingreso a favor de los sectores que tradicionalmente lo ha acaparado en mayor medida.