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Manual Misión Provincial 2019 Parrq. San Juan Bautista Jalupa

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OBJETIVO
MISIONES PROVINCIALES 2019

Propiciar la Evangelización en la realidad pastoral de la Diócesis


tabasqueña, mediante el encuentro fraterno de los diferentes
grupos de seminaristas de la Provincia Eclesiástica de Yucatán, a
fin de consolidar la respuesta a la vocación a que somos
llamados.

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- CONTENIDO –

* Lineamientos y sugerencia para realizar la misión parroquial *

Primera Parte
Artículos sobre la Comunión Eclesial

1. La Koinonia o comunidad eclesial


2. La unión con cristo y la unidad eclesial
3. La pequeña comunidad: la familia
4. La comunidad cristiana responsable de la misión
5. ¡Aprendamos a formar comunidad!
6. La Eucaristía y la comunión eclesial
7. Construcción de comunión eclesial es clave para la misión, recuerda
Benedicto XVI

Segunda Parte
Mensajes del Papa Francisco sobre la Iglesia

1. El aire de la Iglesia
2. El agua que corre en la Iglesia
3. Para qué se va al templo
4. Entre Cristo y la iglesia ninguna dicotomía
5. Cristianos sin maquillaje
6. La comunidad cristiana en tres pinceladas
7. Quien tiene sitio en la Iglesia
8. ¿Cristianos? Sí, pero...
9. Un encuentro para cada uno
10. La unidad no se hace con pegamento
11. ¿A qué grupo pertenecemos?
12. Huérfanos o discípulos
13. La Iglesia no es de los tibios
14. Dio a luz la Iglesia
15. Como una Familia

Tercera Parte
Catequesis sobre los Sacramentos

1. Sacramentos
2. Bautismo
3. Confirmación
4. Eucaristía
5. Matrimonio

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6. Orden Sacerdotal
7. Unción De Enfermos

Tercera Parte
Temas sobre el KERIGMA

1. El amor del Padre


2. El pecado y sus consecuencias
3. Acepta a Jesús como tu Salvador
4. El Señorío de Jesús

Cuarta Parte
Temas Misioneros Juveniles

1. Ser discípulos misioneros hoy


2. El joven misionero escucha y contempla
3. Seréis mis testigos (Hch 1,8)

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ESTA ES UNA SUGERENCIA PARA REALIZAR LA MISIÓN
KERIGMÁTICA PARROQUIAL CASA POR CASA, EN LA NUEVA
EVANGELIZACIÓN DE NUESTRA DIÓCESIS DE TABASCO.

La guía deberá ser adaptada a las particularidades de cada parroquia. La misión


debe ser realizada

La Misión consta de cuatro Etapas:

I-. Preparación (Sectorización) del lugar de misión, formación de los misioneros y


su envío.
II-. Visiteo casa por casa
III-. Cuatro encuentros en Casa-Misión
IV-. Proyectos post-misión.

¿Quiénes serán los misioneros?

Todos los Agentes de Pastoral de la Parroquia, es decir, los miembros de grupos,


movimientos, ministerios, pequeñas comunidades, iniciaciones cristianas y otras
realidades eclesiales presentes en la parroquia (Incluidos los religiosos y
religiosas):

La idea es que toda la comunidad parroquial se vea involucrada en la misión.


· Primero por medio de la oración. Para ello se propone la oración de la Misión
continental, la cual puede ser adjuntada al boletín parroquial o impresa, para ser
entregada a los fieles. La oración se encuentra en el Anexo 2.
· Segundo, serán los agentes de pastoral de la Parroquia quienes tendrán a su
cargo realizar los visiteos y los encuentros correspondientes.

I Etapa: Preparación (Sectorización) del lugar de misión, formación de los


misioneros y su envío.

Pasos a seguir:
1-. Elección del sector o zona de misión.
2-. Mapeo del sector o zona.
3-. Aviso e invitación a las personas del sector o zona.
4-. Encuentros preparatorios para los misioneros.
5-. Envío de los misioneros.

1. Elección del sector o zona de misión. El Consejo Pastoral Parroquial (CPP)


deberá:
a. Escoger el sector (es) o zona (s) donde inicia la Misión.
b. Designar una Comisión Parroquial de Misión (CPM) conformada por miembros
del mismo CPP y algunas otras personas que a criterio del mismo Consejo se
considere conveniente incluir .
c. Nombrar un encargado por sector o zona de entre los miembros de la CPM La

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Coordinación General de la Misión estará a cargo de la CPM.

2. Mapeo del sector o zona. Es necesario:


a. Elaborar un croquis con la ubicación y número de casas;
• Para esta parte funcionan muy bien los mapas elaborados por el gobierno, o la
Municipalidad del lugar.
b. Identificar si en el sector o zona viven agentes de pastoral y marcar sus casas.
c. Escoger una casa como casa-misión, que será el lugar de reunión y contacto
para los misioneros;
• Es recomendable identificar esta casa con un afiche u otro signo externo
llamativo. Puede aprovecharse el afiche de la Nueva Evangelización Diocesana
con algún letrero grande que diga casa-misión.
d. Calcular un máximo de 10 casas por pareja de discípulos misioneros.

3. Aviso e invitación a las personas del sector o zona.


A. Quince días antes del visiteo, se va casa por casa con una carta personal del
párroco, avisando e invitando a participar en la misión parroquial.

Ejemplo:
Invitación a la Misión Parroquial ―Nueva Evangelización Diocesana‖.

Muy queridos hermanos y hermanas: Paz en el Señor Jesús, deseándoles


abundantes bendiciones a ustedes y su familia. Me alegra comunicarme con cada
uno de Ustedes para hacerles una invitación muy especial en nombre del Señor.

Durante estas dos semanas realizaremos la Misión de Verano en su Comunidad


Parroquial en este sector donde ustedes viven. ―Alegraos siempre en el Señor. Os
lo repito, ¡alegraos!‖ (Flp 4,4; EG 18) esta cita biblicase trata de una invitación a
tener una experiencia especial de encuentro con Nuestro Señor Jesucristo que
fortalezca nuestra vida.

Durante la Misión escucharemos la Palabra del Señor, oraremos juntos y


dejaremos que Él nos hable como a los apóstoles y nos diga: Ven y sígueme
(Marcos 1, 17).

Es Jesús quien nos dice a cada uno y a cada una: Mira que estoy a la puerta
llamando. Si uno escucha mi llamada y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré
con él y él conmigo (Apocalipsis 3, 20). Por eso, les invito a abrir de par en par su
corazón a Cristo, ya que Él no nos quita nada, al contrario, nos lo da todo. Sólo Él
es el Camino que nos conduce a la Verdad y nos da Vida plena. Les espero a
todos y todas con su familia para que vivamos juntos estos días de gracia y
bendición.

Con mucha alegría, gracia, paz y bendiciones espirituales, físicas como


materiales, me despido de ustedes.

B. Conviene que en el templo parroquial, y demás capillas, se tenga un signo

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alusivo a la misión.

4. Encuentros preparatorios para los misioneros.


Conviene realizar tres encuentros preparatorios con los misioneros para que no
quede ninguna duda.
a. Primer encuentro: Orientación para los Discípulos Misioneros de Jesús.
b. Segundo encuentro: Orientaciones para los Discípulos Misioneros que van a
anunciar el kerigma: eje de la misión, eje de la vida cristiana.
* ¿Qué es el kerigma?
* ¿Cuáles son sus contenidos?
* ¿Cómo se realiza el anuncio?
- partir del diálogo de la vida (situaciones existenciales de hoy) al diálogo de
salvación (anuncio) - estudiar el folleto para el visiteo casa por casa. Nueva
Evangelización y Kerigma
c. Tercer encuentro: • Entrega de materiales y explicación de la dinámica de
trabajo durante la misión y los encuentros en la casa-misión.

II Etapa: Visiteo casa por casa.

III Etapa: Encuentros en Casa-Misión.

Sugerencias para los encuentros en la Casa-Misión:


1. Con anterioridad se asignan las personas encargadas de dirigir los encuentros.
Se pueden designar a los grupos, movimientos, ministerios u otras realidades
eclesiales. a. Es importante que los que dirijan los encuentros sean personas
acogedoras, cálidas e imparciales. Es esencial que los participantes se sientan
bienvenidos y cómodos.
2. Colocar en un lugar visible la siguiente oración (no es necesario rezarla juntos,
sino que es para que cada uno de los que llega la haga personalmente): • ―Señor,
me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy para
renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame
una vez más entre tus brazos redentores‖.
3. Se sugiere como dinámica básica para cada encuentro la siguiente: el
ABCDOR como preparación previa, es decir: • Ambientación: crear un clima
acogedor, que con signos externos dé pistas con relación al tema central del día.
Puede incluirse un pequeño refrigerio de inicio: refresco, galletas, etc. •
Bienvenida y saludo: es recomendable que el primer día se identifique a cada
participante con un gafete y el resto de los días se invite a pres entarse a las
personas nuevas que lleguen. • Canto o Dinámica • Oración: debe tenerse
presente que habrá personas poco habituadas a la oración e incluso personas no
creyentes o alejados. Por lo que se recomienda utilizar el principio de la
gradualidad y hacer oraciones cortas.
• Resumen del encuentro anterior: no todos los días llegarán las mismas personas,
por lo que es recomendable hacer un breve resumen de las conclusiones del
encuentro anterior. En el caso del primer día, se puede iniciar con la explic ación
de las actividades y hacer un recuento de la misión como tal. Posteriormente se
desarrollará el tema (Se sugieren los del kerigma) según sea la naturaleza del

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mismo. El resumen y los puntos clave son ayudas para los encargados de dirigir el
encuentro:

IV Etapa: Proyectos post-misión

Cada parroquia invitará a todos los fieles a buscar espacios de diálogo y acogida
que continúen con su Formación del Itinerario Cristiano para la madurez de la fe.

“Misión Para Compartir Nuestra Fe, a todos con Alegría”.

Misa de envío para los misioneros.


La Eucaristia puede tomarse de la misa por la evangelización de los pueblos o
utilizar la del día. Sin omitir la segunda lectura, que es el texto guía de la misión,
pueden ser utilizados otros textos e incluso los de la misa del día.
Primera lectura Isaías 40, 1-5 Salmo 144, 8-9. 13cd-14. 17-18 Segunda lectura
Hechos 3, 1-10 Evangelio Lc 10, 1-12
Monición inicial.
Procesión de entrada:
• Incensario • Cruz Alta • Evangeliario • Parejas llevando el nombre del sector o
zona de Misión (pueden ser los mismos contactos de sector) • Presbítero • Obispo
( o Delegado del Obispo).

Liturgia de la Palabra;
· monición a la primera lectura
· Salmo
· monición a la segunda lectura
· monición a la presentación de los discípulos misioneros

Presentación de los Discípulos misioneros:

El Párroco se dirige al Obispo o su delegado (en ausencia de ellos, esta parte la


dice un miembro de la Comisión Parroquial de Misiones o del Consejo Pastoral
Parroquial al párroco) con estas u otras palabras.

Pónganse en pie los que van a ser enviados a anunciar el Kerigma a las casas de
muestra Parroquia.

Conforme se llaman por nombre se ponen en pie y dicen (en el caso de tratarse de
muchos, se pueden llamar por sector o zona de misión, se ponen de pie y a una
voz dicen):

Aquí estoy Señor, envíame.

Párroco (dirigiéndose al Obispo o su delegado; en ausencia de ellos, esta parte la


dice un miembro de la Comisión Parroquial de Misiones o del Consejo Pastoral
Parroquial al párroco):

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Monseñor/Padre, estos son los Discípulos Misioneros, que nuestra Parroquia le
pide que sean enviados para anunciar el Kerigma.

El Evangelio que se proclama en esta casa de Dios anúncienlo de palabra y de


obra a todo el.

Y todos responden: Amén.

Monición al Evangelio.
Canto del Aleluya
Homilía
Credo en preguntas

Oración de bendición de los discípulos misioneros.


Los que van a ser enviados permanecen en pie, el resto de la Asamblea puede
tomar asiento.

Presidente impone las manos hacia los discípulos misioneros y dice:


Te bendecimos y te alabamos, oh Dios, porque, según el designio inefable de tu
misericordia enviaste a tu Hijo al mundo, para librar a los hombres, con la efusión
de su sangre, de la cautividad del pecado, y llenarlos de los dones del Espíritu
Santo. Él, después de haber vencido a la muerte, antes de subir a ti, Padre, envió
a los Apóstoles como dispensadores de su amor y su poder, para que anunciaran
al mundo entero el Evangelio de la vida y purificaran a los creyentes con el baño
del bautismo salvador.

Presidente toma el Evangelio en sus manos y dice:

Te pedimos ahora, Señor, que dirijas tu mirada bondadosa sobre estos servidores
tuyos que, fortalecidos por el signo de la cruz, enviamos como mensajeros de
salvación y de paz. Con el poder de tu brazo, guía Señor sus pasos, fortalécelos
con la fuerza de tu gracia, para que el cansancio no los venza. Que sus palabras
sean eco de las palabras de Cristo para que sus oyentes presten oído al Kerigma.
Dígnate, Padre, infundir en sus corazones el Espíritu Santo para que, hechos todo
para todos, atraigan a muchos hacia ti, que te alaben sin cesar en la Santa Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Todos: Amén.
Entrega de la cruz:
Se reparten las cruces. Cada discípulo misionero toma su cruz en las manos y la
levanta:
El presidente bendice las cruces diciendo:
Señor, Padre santo, que hiciste de la cruz de tu Hijo fuente de toda bendición y
origen de toda gracia, dígnate bendecir estas cruces y haz que quienes las lleven
a la vista de los hombres se esfuercen por irse transformando a imagen de tu Hijo.
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Todos: Amén.

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El presidente pasa asperjando con agua a los discípulos misioneros, y luego de
nuevo en la sede dice:

Reciban este signo del amor de Cristo y de nuestra fe; prediquen a Cristo, y éste
crucificado, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.

Los discípulos misioneros responden:


Amén.

Y luego cada uno besa la cruz y se la coloca. En este momento se canta ―Alma
misionera‖.

Oración de los fieles

Liturgia eucarística
Avisos
Bendición final: * Dios Padre, que en Cristo ha manifestado su verdad y amor, les
haga mensajeros del Evangelio y testigos de su amor en el mundo. R/ Amén. *
Jesús, el Señor, que prometió a su Iglesia que estaría con ella hasta el fin del
mundo, dirija sus pasos y confirme sus palabras. R/ Amén. * El Espíritu del Señor
esté sobre ustedes, para que, recorriendo los caminos del mundo, puedan
anunciar el Evangelio a los pobres y sanar los corazones desgarrados. R/ Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda


sobre Ustedes. R/ Amén

«El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14); « ¡Ay de mí si no anunciara el


Evangelio!» (1 Co 9,16). (EG 9)

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COMPENDIO DE ARTICULOS SOBRE

- LA COMUNIÓN
ECLESIAL-

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1. LA KOINONIA O COMUNIDAD ECLESIAL
El libro de los Hechos de los Apóstoles, en los capítulos II y IV, narra la vida de las
primeras comunidades cristianas surgidas del paganismo y del judaísmo gracias al
kerigma de los Apóstoles y educadas, luego, en la fe mediante la catequesis de
los Satos Padres. San Lucas nos dice al respecto: Acudían asiduamente a la
enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las
oraciones. Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común;
vendían sus posesiones y repartían el precio de la venta entre todos. (Hechos
2.42). La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma.
Nadie llamaba suyos sus bienes porque todo era común entre ellos (Hech 4.32).

Con el correr de los días, esta espiritualidad de comunión fue perfilando en


aquellos cristianos, el concepto teológico de Iglesia, es decir, de la comunidad de
los convocados por Dios y hechos discípulos de Jesucristo por los sacramentos de
iniciación. Desde entonces, en el lenguaje cristiano, la palabra "koinonía‖=
(comunidad=iglesia) designa no sólo la asamblea litúrgica (cf. 1 Co11, 18; 14, 19.
28. 34. 35), sino también la comunidad local (cf. 1 Co 1, 2; 16, 1), la comunidad
universal de los creyentes (cf. 1 Co 15, 9; Ga 1,13; Flp 3, 6) y el espíritu que debe
caracterizar a todos los discípulos de Jesucristo. Estas características son
inseparables del hecho Iglesia. La Iglesia, en efecto, existe en las comunidades
locales y se realiza como comunidad de fe, como comunidad litúrgica y como
comunidad misionera (Cf CIC 752).

Creo en la comunión de los santos


El espíritu de koinonía en que vivieron los primeros cristianos fue definido por el
primer Concilio Ecuménico de Constantinopla (año 325) como la ―comunión de los
bautizados‖. Y los obispos que se reunieron en aquel Concilio, queriendo hacer un
compendio de los misterios de la fe, redactaron el ―Credo‖ y propusieron, como
verdad de fe que todos debemos aceptar, la expresión: ―Creo en la comunión de
los santos‖. Esta afirmación completa la anterior del Credo: ―Creo en la santa
iglesia católica‖. Ambos artículos del Credo expresan el sentido de pertenencia y
de fraternidad de los cristianos considerados como el pueblo de la Nueva Alianza.
Recordemos que el pueblo de la Antigua Alianza celebraba su fe cantando el
salmo 133, que ahora nosotros repetimos con el salmista: ―¡Miren qué hermoso es
que los hermanos vivamos unidos y en armonía‖, ―Me alegré cuando me dijeron,
vamos a la casa del Señor‖ (Salmo122). Ambos salmos manifiestan el espíritu
comunitario que animaba, tanto la vida religiosa de Israel, como el que animó a las
primeras comunidades cristianas y como el que debe animar ahora la vida de los
discípulos de Jesucristo.

Koinonía sinónimo de comunidad


La comunión entre personas se logra con la presencia física y la participación
activa de todos; así lo expresa el libro de Hechos: ―los creyentes vivían unidos‖.
Sabían ellos que la koinonía es compromiso comunitario y certeza de que, en
todas las circunstancias de la vida se puede contar con los amigos. Es lamentable

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que el espíritu de comunión y participación, característico de los primeros
cristianos, sea hoy tan extraño entre los cristianos y que en la sociedad actual
predomine el individualismo; que la expresión ―Acción comunal‖ disocie en vez de
asociar debido a los intereses egoístas de tantos y que hacer comunidad resulte
algo extraño porque el individualismo y el anonimato se convirtieron en
paradigmas de la cultura urbana.

Sin embargo, la expresión ―los creyentes vivían unidos‖ continúa viva, no sólo en
el libro de los Hechos, sino en los verdaderos discípulos de Cristo. ―Vivir unidos‖,
es signo de la bendición divina que produce tantos y tan buenos resultados en las
familias y en el pueblo, como signo distintivo de su identidad ―para que el mundo
crea‖ (Jn 17, 21) y la sociedad se pueda realizar en paz y armonía.

―Hacer koinonía‖ es hacer Iglesia, es practicar el amor comunitario, es pensar y


sentir como el Maestro. Sabemos por la experiencia que la Iglesia no se siembra
de arriba hacia abajo por decretos, ni se instala en un lugar como sucursal de una
empresa; que tampoco es un supermercado a donde se va a comparar según las
preferencias de cada uno, ni menos una estación de servicio para cumplir, a las
carreras, con un precepto; la Iglesia tampoco es una organización, una ONG
aunque su acción en la ―diaconía‖ (servicio) se oriente en obras sociales; la Iglesia
es el Cuerpo Místico de Cristo que siendo UNO y ÚNICO tiene muchos miembros
orgánicamente unidos.

La iglesia es koinonía, es comunidad que marcha hacia la construcción del Reino


de Dios. En la Iglesia, como en la familia, los hermanos no se escogen
caprichosamente. Somos hermanos porque somos hijos de un mismo Padre,
porque el Dios que nos engendró, nos convocó en familia y a los que convocó, los
justificó, y a los que justificó los glorificó por la acción del Espíritu que nos integra
a imagen de la Trinidad (cf Rom 8, 29).
Bases cristológicas de la koinonía

―Si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, mi Padre que está en el
cielo se lo concederá. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí
estoy yo en medio de ellos‖ (Mt 18,19-20).

La koinonía en la Nueva Alianza la inició y la perfeccionó Jesús con sus discípulos


desde cuando los eligió, los instruyó en los valores del Reino durante tres años,
los formó para la misión y les envió al Espíritu Santo. San Juan quien, desde el
capítulo primero de su evangelio nos habla de su vocación y de su formación en la
escuela de Jesús, en los capítulos 15, 16 y 17, nos presenta la culminación de
este proceso, con la alegoría de la vid y los sarmientos en el capítulo 15, y con el
anuncio del Espíritu que lo guiará unido a sus compañeros hasta la verdad plena.

En el capítulo 17 nos presenta los hechos realizados por Jesús la tarde anterior a
su pasión: lava los pies a sus discípulos, ora por ellos para que sean UNO como lo
son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y cumple lo que les había prometido: la
institución de la Eucaristía, el Pan de vida. ―El que coma de este pan permanece
en mí y yo en él‖ (Jn 6, 56).

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San Mateo, en el capítulo 16 de su evangelio, dice que la Iglesia debe ser en el
mundo una ―novedad‖ siempre actual a partir del reconocimiento de Jesucristo
como el Hijo de Dios (16,13-20). Para Mateo, no se trata de dar ideas sobre lo que
es comunidad, ni de hacer planes sobre lo que deben ser y hacer las personas de
una comunidad en el desempeño de la misión; lo que a Mato le interesa es
precisar la visión que Jesús tiene sobre la Iglesia. La koinonía sólo puede
realizarse con una visión cristológica: los seguidores de Jesús debemos vivir la fe
en un Dios que es amor, misericordia, perdón, comunidad. Cuando Mateo
reflexiona sobre la comunidad a la que él pertenece y para la que escribe su
evangelio, ha experimentado las dificultades de la vida comunitaria. Por eso, les
da normas en relación con el ―servir‖ y el ―compartir‖. Para alcanzar estos
objetivos, les señala el siguiente itinerario:

 Acoger a los pequeños. La koinonía que es respuesta a la iniciativa


amorosa de Dios, acoge a los pequeños y en ellos, a Jesús colocándolo en
el centro de su compromiso evangelizador y de su oración.
 Dejar la búsqueda de privilegios y preferencias por personas de alto
rango social excluyendo a los humildes.
 Amar al hermano y corregir al que se equivoca, porque la Iglesia está
formada por justos y pecadores, y por quienes son las dos cosas a la vez.
El amor cristiano rechaza el ―amiguismo‖ carente de caridad que sólo lleva
a una coexistencia pacífica.
 Hacer presente a Jesús en medio de la comunidad. La presencia del
Resucitado en la humanidad se inicia con la Encarnación, se prolonga en la
Iglesia como signo visible del Reino y alcanza su culmen en la Pascua.
 La oración debe caracterizarse por el amor a Dios y a los hermanos
sabiendo que sin la oración no puede haber koinonía.
 Disponibilidad para PERDONAR. El perdón libera al perdonado de su
falta y al que perdona, de su rencor. Perdonar es característica de los
discípulos de Jesús; negarse a hacerlo es negarse a merecer el perdón de
Dios. La frase tan común: ―yo perdono, pero no olvido‖ es lo más contrario a
la koinonía.
 La Iglesia es koinonía de fe, de servicio y de fraternidad que busca
vivir según los postulados de Jesús quien la propuso como la
espiritualidad propia de sus discípulos. Sin esta espiritualidad, la Iglesia se
queda en normas de conducta, se distorsiona en abusos de poder, vive
según las categorías del mundo de los privilegios, ambiciona el poder y el
tener y seguir a Cristo pero sin la cruz. Sin la espiritualidad de koinonía que
se expresa en perdón, la comunidad desconoce la presencia de Jesús en
medio de ella, deja de ser signo del Reino y se resiste a acogerlo.

Espiritualidad de comunión
―La comunión es la manifestación del amor que surge del corazón del Padre y se
derrama en nosotros a través del Espíritu de Jesús resucitado‖ (cf. Rom 5,5); la
comunión hace de nosotros ―un solo corazón y una sola alma‖ (Hech 4,32)‖. La

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koinonía, es ante todo un DON de Dios que debemos implorar y acoger individual
y comunitariamente como lo expresó Jesús en su oración sacerdotal:

―Como tu, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para
que el mundo crea que tú me enviaste‖ (Jn 17,21).
El camino de la comunidad pasa siempre cerca del hermano y sus necesidades. El
catequista que hace de su vida un ―servicio‖, una diaconía, es el más grande en el
Reino de Dios. No se trata de una actitud servil, sino del amor que conlleva
preocupación, interés vigilante y atención solícita por el bien físico y espiritual de
los demás. Se trata de servir al hermano en todas las circunstancias, así me caiga
bien o mal. El discípulo de Jesús integra a los excluidos, está al lado de los
pobres, de los marginados, comparte con cariño sus problemas, recibe a los
necesitados (ver Mc 1,40-45). De igual manera, la comunidad cristiana debe estar
abierta para recibir al hermano o a la hermana ignorantes de Dios, al enfermo o al
anciano.

La Iglesia en sus primeros años también vivió esta espiritualidad en pequeñas


comunidades y tanto el libro de los Hechos, como los evangelios y las cartas de
San Pablo nos describen el impacto que producía en el mundo pagano el
testimonio de los primeros discípulos (ver Hech 2,42-47; 4,32-35). No por
casualidad la renovación del Concilio Vaticano II se ha expresado en América
Latina con el surgimiento de tantas Comunidades Eclesiales, particularmente en
los sectores rurales y urbanos populares.
Cuatro rasgos característicos de la espiritualidad de comunión:
1) ―Una mirada del corazón hacia el misterio de la Trinidad que habita en
nosotros‖, que nos hace permanecer en el Señor, purificar nuestra
capacidad de amar y contagiarnos del amor de Cristo, que acoge al otro sin
tener en cuenta la diversidad.
2) ―Sentir al hermano como un miembro vivo del Cuerpo Místico, y, por lo
tanto, como alguien que me pertenece‖. Tener una mirada de fe sobre la
Iglesia, con sus luces y sus sombras.
3) ―Capacidad de ver lo positivo en el otro para acogerlo y valorarlo como un
regalo de Dios‖. Se requiere una gran madurez de fe para gozar con los
dones y con el éxito de los demás y para no sentirnos mal porque yo no
tengo esos dones o porque al otro le va mejor.
4) ―Acoger al hermano y ayudarlo a llevar sus cargas‖. Hacernos cargo de las
dificultades del hermano o de la hermana, de sus defectos y, a veces, de su
lentitud para crecer en espíritu de koinonía, es imitar al Maestro; es brindar
a los demás la posibilidad de demostrar y desplegar sus cualidades,
asumiendo los riesgos que conlleva todo aprendizaje.

Según esto, la espiritualidad de comunión es la respuesta que el Evangelio da a


tres necesidades humanas básicas:

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1. Necesidad del otro: todo ser humano es un yo que anda en búsqueda de un
tú.

2. Necesidad de crecimiento: la persona crece y llega a la madurez en su


relación con los demás, por identificación o por contraste.
3. Necesidad de superar el anonimato que tiende a provocar soledad,
aislamiento, incomunicación y fobias en el ser humano.

Conclusión. (DA 161 a 163).


 La Iglesia es comunión en el amor. Esta es su esencia y el signo por la
cual debe ser reconocida como seguidora de Cristo y servidora de la
humanidad.
El ―nuevo mandamiento‖ une a los discípulos entre sí como hermanos y hermanas,
obedientes al Maestro, miembros unidos a la Cabeza y llamados a cuidarse los
unos a los otros (1Cor 13; Col 3, 12-14).

 La diversidad de carismas, ministerios y servicios abre horizontes para


el ejercicio cotidiano de la comunión a través de la cual los dones del
Espíritu son puestos a disposición de los demás y circule la caridad (cf. 1
Cor 12, 4- 12).

Cada bautizado debe desarrollar en unidad y complementariedad los dones


recibidos de Dios con los de los otros, a fin de formar el único Cuerpo de Cristo,
entregado para que el mundo creyendo, tenga vida. La vivencia de la unidad
orgánica y la diversidad de funciones asegura siempre la vitalidad misionera y es
signo e instrumento de reconciliación y paz para nuestro pueblo. Cada comunidad
está llamada a descubrir e integrar los talentos escondidos y silenciosos que el
Espíritu regala a cada uno.

 En el pueblo de Dios ―la comunión y la misión están profundamente unidas


entre sí.
La comunión es misionera y la misión es para la comunión‖. En la familia, en la
pequeña comunidad y en la iglesia local, todos los miembros, según los carismas
de cada uno, estamos convocados a la koinonía, a la santidad en la comunión y a
la misión.

http://espac.org.co/wp-content/uploads/2013/11/KOINONIA-O-COMUNIDAD-CRISTIANA.pdf

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2. LA UNIÓN CON CRISTO Y LA UNIDAD ECLESIAL
Catequesis de SS Juan Pablo II. Enero 21 de 1987.
Por: SS Juan Pablo II. | Fuente: Catequesis de SS Juan Pablo II.

1. Es el lema escogido este año para la "Semana de Oración por la unidad de los
cristianos" que se está celebrando en todo el mundo. La anual "Semana de
Oración" implica cada vez más a los cristianos: católicos, ortodoxos, anglicanos y
protestantes se reúnen en asambleas comunes para invocar el perdón por el
pecado de la división, y el don de la unidad. Esta celebración común resulta
espiritualmente dinámica; anima desde dentro el movimiento hacia la unidad; lo
sostiene en los momentos difíciles; lo mantiene constantemente orientado al justo
fin. El tema elegido para este año pide que nos fijemos en la raíz última de la
unidad eclesial: la unión en Cristo.

Por el sacrificio de Jesucristo, muerto y resucitado por la salvación del mundo,


Dios nos ha reconciliado consigo. Hemos sido redimidos por la sangre de Cristo.
Incorporados a Él, participamos de su vida. Por consiguiente, estamos llamados a
una vida nueva (cf. Rom 6, 4).

A los primeros cristianos de Corinto, afligidos por divisiones internas, San Pablo,
en su segunda Carta, recuerda con fuerza que lo viejo ha pasado. Y lo viejo es: el
odio, el antagonismo, las divisiones, el pecado. Pablo también les recuerda que ha
nacido lo nuevo: la reconciliación, la caridad, la solidaridad, la unidad. Y añade
una frase lapidaria y densa: "El que es de Cristo se ha hecho una criatura
nueva” (2 Cor, 5, 17).

2. El Concilio Vaticano II ha basado su reflexión en el "vínculo sacramental de


unidad"(Unitatis redintegratio, 22) que existe entre los católicos y los demás
cristianos sobre el acontecimiento del bautismo.

Por el sacramento del bautismo, debidamente administrado y recibido con la


requerida disposición de alma, "el hombre se incorpora realmente a Cristo
crucificado y glorioso y se regenera para el consorcio de la vida divina... El
bautismo, por tanto, constituye un poderoso vínculo sacramental de unidad entre
todos los que con él se han regenerado"(Unitatis redintegratio, 22).

Este vínculo profundo, que permanece a pesar de cualquier división, es el


fundamento sólido de la unidad. Pero no se trata de un fundamento estático. Pues
del bautismo común emana una exigencia muy urgente de la realización plena de
la unidad, en la comunión eclesial, de toda la comunidad cristiana, sin ninguna
división de fe, aun en la variedad de expresiones legítimas de tradiciones litúrgicas
y disciplinares (cf. Unitatis redintegratio, 1).

La unidad radical en Cristo exige la plena comunión de fe y de vida para que la


comunidad cristiana pueda dar un testimonio cada vez más convincente de la
nueva creación, a la que el Señor llama a toda la humanidad.

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3. La "Jornada de Oración" que celebramos en Asís con el fin de impetrar para el
mundo -en el contexto de un proyecto más amplio- dio también ocasión para una
oración común entre los cristianos. Esta se basaba en la fe común en Jesucristo,
Salvador del mundo y Príncipe de la paz. Junto a los creyentes de las demás
religiones que, también ellos, rezaban por la paz, la oración común entre los
cristianos expresaba lo específicamente cristiano que nos une en la fe
fundamental y en la vocación común. Constituía casi la experiencia anticipada del
día en que no habrá ya divisiones.

Al mismo tiempo, manifestaba el servicio común que los cristianos pueden y


deben dar juntos en favor del hombre de nuestro tiempo.

El último Sínodo Extraordinario de los Obispos ha declarado que el ecumenismo


está inscrito profunda e indeleblemente en la conciencia de la Iglesia. Y añade
que "el diálogo ecuménico hace que se vea a la Iglesia más claramente como
sacramento de unidad. La comunión entre los católicos y otros cristianos, aunque
sea incompleta, llama también a todos a la colaboración en muchos campos y
hace así posible, de alguna manera, un testimonio común del amor salvífico de
Dios hacia el mundo necesitado de salvación" (Relación final, II, C, 7).

La presencia en Asís de numerosos representantes de las Iglesias y Comuniones


cristianas de Oriente y de Occidente manifestó sin lugar a dudas un fruto de las
nuevas relaciones instauradas entre los cristianos, y al mismo tiempo constató la
posibilidad y la urgencia de dar nuevos pasos hacia la reconciliación plena, el
testimonio y el servicio común a toda la humanidad.

Desde las perspectivas surgidas del encuentro de Asís, la oración por la unidad de
los cristianos puede recibir un nuevo impulso y un reforzado compromiso.
4. Para desarrollar en nuestro tiempo el ministerio de la reconciliación (2 Cor 5, 18)
hace falta estar plenamente reconciliados con Dios y con el prójimo, y antes que
nada con los que compartimos la fe en el Dios Trino y estamos unidos por el único
bautismo.

Concluimos estas reflexiones, dirigiendo a Dios nuestra oración por todos nuestros
hermanos en la fe:
Oh Dios, que por medio del agua y del Espíritu Santo, nos has hecho renacer a la
vida eterna en la nueva creación, continua, con tu bondad, derramando tus
bendiciones a tus hijos y a tus hijas; mantennos siempre y en todas partes
miembros fieles de tu pueblo, unidos por un bautismo común, y confesando juntos
la única fe heredada de los Apóstoles, para que demos testimonio en un mundo
dividido y busquemos la unidad plena que Cristo quiso para su Iglesia.
Él es Dios, y vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por todos los
siglos de los siglos. Amén.
https://es.catholic.net/op/articulos/17242/cat/684/la-union-con-cristo-y-la-unidad-eclesial.html#modal

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3. LA PEQUEÑA COMUNIDAD: LA FAMILIA
Es un grupo de 8 a 15 personas o miembros de la familia, quienes se reúnen
regularmente a compartir la fe.

Por: Yolanda García | Fuente: Diócesis de Oakland

Es un grupo de 8 a 15 personas o miembros de la familia, quienes se reúnen


regularmente a compartir la fe en un dialogo de confianza, reflexionando sobre la
Palabra de Dios y aplicándola a su vida diaria.

Por medio de las pequeñas comunidades nos encontramos con nosotros mismos,
con los demás y con la realidad de nuestras vidas. Nos ayudan a descubrir
quiénes somos en éste país.

¿Por qué existen Las Pequeñas Comunidades?


o
Para apoyo mutuo
o
Para un aprendizaje y formación en la fe
o
Para reflexionar en las escrituras y en las enseñazas de la Iglesia, y
discernir las respuestas del Evangelio, aplicándolas a situaciones concretas
de la vida
o
Para animar y comprometerse a tener una acción en defensa del Evangelio
o
Para oración y alabanza

¿Quiénes pertenecen?

Grupos de Pequeñas Comunidades compuestas por hombres y mujeres de todas


las edades.

¿Qué dice la Iglesia acerca de Pequeñas Comunidades?

―Parece por tanto oportuno la formación de comunidades y grupos eclesiales de


tales dimensiones que favorezcan verdaderas relaciones humanas. Esto permitirá
vivir mas intensamente la comunión, procurando cultivarla no sólo ―ad intra‖, sino
también con la comunidad parroquial a la que pertenecen estos grupos y con toda
la Iglesia diocesana y universal. En este contexto humano será también más fácil
escuchar la Palabra de Dios, para reflexionar a su luz sobre los diversos
problemas humanos y madurar opciones responsables inspiradas en el amor
universal de Cristo.‖ (Ecclesia in America , Pope John Paul II, 1999).

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Viviendo el Reino de Dios en Pequeñas Comunidades

La pequeña comunidad es fermento del Reino porque su desarrollo es integral.

Ahí crece la calidad humana a la vez que la calidad de vida. Ahí encontramos un
balance, sintiéndonos queridos, útiles con sentido de pertenencia, y esto nos da
estabilidad emocional. El crecimiento espiritual ocurre cuando estudiamos el
Evangelio para conocer más a Jesús y desarrollar una relación más íntima con El,
al mismo tiempo que lo aplicamos a la vida diaria, respetando a nuestros
semejantes y al medio ambiente.

El método de pequeñas comunidades (Ver, Juzgar, Actuar) nos lleva por un


proceso de transformación personal y social. Al sentirnos cada vez más
completos, tratamos de superarnos buscando el bién común. Aprendemos a morir
a nosotros mismos, ya no decimos como puedo "YO" sino como podemos como
comunidad sacar adelante a nuestras familias y ayudar a nuestros vecinos para
que todos vivamos una vida mejor. Así todos juntos comenzamos la construcción
del Reino de Dios, promoviendo todo aquello que mejore la calidad de vida de los
niños, jóvenes, adultos y ancianos.

http://es.catholic.net/op/articulos/13333/la-pequena-comunidad.html#modal

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4. LA COMUNIDAD CRISTIANA RESPONSABLE DE LA
MISIÓN

El mandato claro y directo de Cristo


Por: P. Gustavo Vélez mxy | Fuente: Catholic.net

La comunidad cristiana, responsable de la misión universal

1) Los Doce y la comunidad cristiana


Ante una pregunta de elemental Eclesiología: ¿Tuvo Jesús intención expresa de
fundar la Iglesia?, podemos responder: No, Jesús no fundó la Iglesia con las
estructuras de hoy. Dios Padre ―dispuso convocar a los creyentes en Cristo en la
santa Iglesia‖. Esta familia de Dios se constituyó gradualmente a lo largo de las
etapas de la historia humana, es decir, la Iglesia fue prefigurada desde el origen y
preparada en la Antigua Alianza, constituida en los últimos tiempos, manifestada
por el Espíritu y llegará a su plenitud al final de los tiempos. (CIC n. 759, LG n 2).

Pero sí tuvo voluntad directa de reunir un grupo, que contara a toda la tierra: ―lo
que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y
tocaron nuestras manso acerca del Verbo de la vida‖ ( 1, Jn, 1-1). Y este grupo se
inició con Los Doce y otros más, a quienes Jesús escogió, llamó, preparó y envió.

La razón numérica de Los Doce, tiene que ver con toda la historia de Israel. Desde
la reconquista de la Tierra Prometida, aquel pueblo peregrino se organizó
geográfica, social y religiosamente en torno a las doce tribus, nacidas de los hijos
de Jacob.

Llegada la plenitud de los tiempos, cuando Dios habló al pueblo por medio de su
Hijo (Hb 1, 1-3), quiso el Maestro significar que empezaba una época nueva, una
Nueva Alianza. De allí el llamado a doce hombres, sobre los cuales iba a
fundamentarse toda la Iglesia. Los apóstoles tuvieron conciencia de esto, de tal
modo que cuando Judas se fue a su lugar, como dice san Pedro, (Hch 1,25)
decidieron completar el grupo y echando suertes entre José apellidado El Justo y
Matías, salió éste elegido ( Hch 1, 15-26).

El grupo de Los Doce tenía un objetivo: Compartir la experiencia de Jesús con


quienes no le habían conocido, de acuerdo con el mandato del Señor antes de su
Ascensión: ―Id pues y haced discípulos de todas las gentes‖ (Mt 28,19).

2) El término Misión

Conviene aclarar que el término Misión puede significar:

a) El envío. Jesús ordenó a sus discípulos ir por toda la tierra.


b) El encargo. Aquí se trata de enseñar y bautizar.

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c) La tarea. El libro de Los Hechos nos cuenta las diversas misiones realizadas
por los apóstoles.

d) El lugar: A través de la historia de la Iglesia, se ha hablado de ―territorios de


misión‖.

Sin embargo, el significado geográfico ha girado poco a poco hacia una


connotación antropológica: Grupos humanos de aquí y de allá que no han recibido
el Evangelio.
Del mismo modo, el término Misión ad Gentes no se agota en un concepto
jurídico. Por el hecho de afiliarme a una institución que tenga el apellido misionero,
no me constituyo en agente de la misión. Se requiere una actitud pastoral. La
preocupación diaria y acuciante por aquellos que no conocen a Cristo.

3) La misión una y trina

La encíclica Redemptoris Missio en su número 33, nos explica que la Misión de la


Iglesia es única, pero se diversifica en razón de quienes reciben el anuncio del
Señor Jesús.
“Las diferencias en cuanto la actividad dentro de esta misión de la Iglesia, nacen
no de razones intrínsecas a la misión misma, sino de las diversas circunstancias
en que se desarrolla. Mirando al mundo actual, desde el punto de vista de la
evangelización, se pueden distinguir tres situaciones.
En primer lugar, aquella a la cual se dirige la actividad misionera de la Iglesia:
Pueblos, grupos humanos, contextos socioculturales donde Cristo y su Evangelio
no son conocidos, o donde faltan comunidades cristianas suficientemente
maduras, para encarnar la fe en el propio ambiente y anunciarla a otros grupos.
Esta es propiamente la Misión Ad Gentes.

Hay también comunidades cristianas con estructuras eclesiales adecuadas y


sólidas; tienen un gran fervor de fe y de vida; irradian el testimonio del Evangelio
en su ambiente y sienten el compromiso de la misión universal. En ellas se
desarrolla la actividad o atención pastoral de la Iglesia. Pastoral de
acompañamiento.
Se da, por último, una situación intermedia, especialmente en los países de
antigua cristiandad, pero a veces también en las Iglesias más jóvenes, donde
grupos enteros de bautizados han perdido el sentido de la fe, o incluso no se
reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de
Cristo y de su Evangelio. En este caso es necesaria una Nueva Evangelización, o
reevangelización”.

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4) La Expresión “Misión Ad Gentes”
Mandato claro y directo de Cristo. Se menciona en Los Hechos y se utiliza durante
el encuentro de San Pablo con otros apóstoles.

De Los Doce escogidos por el Señor, once provenían del norte de la provincia de
Galilea. Solamente el Iscariote venía de Judea. Eran los galileos gentes buenas,
muy conservadores en política. De ahí los grupos de celotes armados contra la
invasión romana, muchos de ellos nacidos en aquella región. En lo religioso eran,
por lo contrario, abiertos. Su comarca había merecido el nombre de Galilea de los
gentiles, como anota san Mateo (4,15). En parte por la apertura de sus habitantes
hacia los vecinos del norte, como Tiro y Sidón. En parte por su cercanía a las
ciudades gentiles próximas a próximas al Genesaret.
Desde esa mentalidad era lógico que, luego de la resurrección, los apóstoles
guiados por Pedro, recelaran de cuantos venían de la gentilidad. Por lo tanto, a
quienes aceptaban a Jesús, los obligaban a ciertos ritos judíos antes de
integrarlos a la Iglesia.
En este momento es llamado por Dios Pablo de Tarso, judío piadoso, pero a la vez
ciudadano romano. Nacido en Tarso de Cilicia, actualmente Turquía, pero formado
a los pies del gran rabio Gamaliel en Jerusalén, e integrante además del grupo de
los fariseos.

Pablo, luego de su conversión, ―habiendo recibido el Evangelio, no de hombre


alguno sino por revelación de Jesucristo‖, (Ga 1,12) comenzó a comprender que
no era correcto aquel procedimiento de los apóstoles frente a los gentiles que
deseaban integrarse a la comunidad cristiana.

En el capítulo 13 de los Hechos leemos: Pablo y Bernabé, dirigiéndose a un grupo


de judíos, dijeron: ―Era necesario anunciaron a vosotros (los judíos) en primer
lugar la Palabra de Dios; pero ya que la rechazáis...mirad que nos volvemos a los
gentiles‖ (Hch 13,46 –47).
En aquella ocasión, como dice Pablo a los Gálatas, ―me enfrenté con Cefas que
había venido de Antioquía cara a cara, porque era digno de represión‖ (Ga 2, 11).

Entonces decidieron los apóstoles y presbíteros, de acuerdo con toda la Iglesia,


enviar a Antioquía a Pablo y Bernabé, con esta política acerca de quienes venían
del paganismo: ―Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más
cargas que estas indispensables: Abstenerse de los sacrificado a los ídolos, de la
sangre de los animales estrangulados y de la impureza‖ (Hch 16, 28 - 29).
Pablo empieza a ser, desde ese momento, el apóstol de los gentiles. Como quien
dice, el enviado a los no judíos. Desde entonces circula en el vocabulario cristiano,
la expresión la Ad Gentes.

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5) Etapas históricas de la Misión Ad Gentes

Desde Pentecostés los apóstoles iniciaron la tarea de la Misión Ad Gentes, luego


que los signos del fuego y del viento, los impulsaron a un anuncio ferviente y
comprometido.

Concluimos entonces que la Iglesia fue fundada primordialmente para la Misión Ad


Gentes. En otras palabras: La Iglesia es misionera por naturaleza.

Esta labor fundamental de la comunidad cristiana es: a) La más antigua. b) La que


presenta mayor número de destinatarios. c) La que purifica el mensaje cristiano,
contaminado día a día con tantos elementos sociológicos, culturales,
circunstanciales. d)La que transforma la Iglesia de una transnacional religiosa en
una comunidad de servicio desde el Evangelio.

Leemos también en Los Hechos (2, 14-41), que luego de aquel discurso de Pedro,
―los que acogieron su palabra fueron bautizados. Aquel día se les unieron una tres
mil personas‖. Más tarde, el mismo apóstol toma la palabra en el sanedrín, ―y el
número de los creyentes creció hasta cinco mil‖ (Hch 4, 4).

Nacía entonces para la Iglesia una tarea no menos obligante: Acompañar a este
numeroso grupo, hacia una madurez en la fe. Así se explica que los apóstoles
tuvieran necesidad de llamar a siete jóvenes, los llamados diáconos, para el
servicio de la comunidad (Hch 6, 1-7).
Este nuevo programa hacia los ya convertidos no obstaculizó, sin embargo, el
anuncio a quienes no conocían al Señor, lo cual llevó a cabo la primitiva Iglesia
por todo el mundo conocido entonces.
Nace pues la Iglesia con una auténtica vocación Ad Gentes, la cual realiza durante
varios siglos, con la intervención casi visible del Espíritu Santo. Aquel que san
Lucas llama el Espíritu de Jesús, es entonces el gran protagonista de la Misión Ad
gentes. Es Él quien llama, envía, orienta, ordena.
Luego, durante las persecuciones, la Iglesia ese primer anuncio del Señor se hizo
por el testimonio de la sangre. Un himno litúrgico, en la fiesta de los Santos
Inocentes, resalta que aquellos niños predicaron a Cristo, no con sus labios, sino
entregando su vida. Estas son entonces las primeras etapas de la Misión Ad
Gentes, en la historia de la Iglesia: La Misión del Espíritu y la Misión de la Sangre.

Llegamos al siglo IV, cuando Constantino da a la Iglesia carta de ciudadanía y aún


poder político, perdiendo el entusiasmo de los primeros tiempos. Se dio entonces
una alianza entre lo civil y lo religioso. Desde ese esquema se llevó a cabo la
evangelización de mucha parte de Europa y luego de las remotas Indias de
Oriente y Occidente. Era la Misión de la Espada.

Hacia el siglo VI, cuando nace en occidente la vida monástica, son enviados por
los papas los discípulos de san Benito a evangelizar en Irlanda y en el norte de

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Europa. Tarea que luego fue casi exclusiva de las órdenes religiosas, desde el
siglo XIII con los franciscanos y en adelante, los dominicos, los carmelitas, los
jesuitas y otros más.

Llamamos esta etapa la Misión de los Institutos religiosos. Siglos más tarde
enriquecieron a la Iglesia muchas otras familias, entre cuyos variados carismas
estaba también aquel del Primer Anuncio.

Ya en el siglo XVI, cuando avanza la contrarreforma católica cuyo punto


culminante es el Concilio de Trento (1545 – 1563), los institutos religiosos,
reformados también ellos mismos, toman a su cargo la recristianización de
Europa.

Nació así la tarea de la Nueva Evangelización, o de reevangelización, de la cual


nos habla el No. 33 de la Redemptoris Missio. En 1983, Juan Pablo visita Haití y
lanza para América Latina un programa de preparación ante el quinto centenario
de la llegada del Evangelio a nuestro continente. Allí nos habla de Nueva
Evangelización y señala que ha de ser ―nueva en el ardor, nueva en sus métodos
y nueva en sus expresiones‖.

La misión de la Iglesia Particular


Pero desde el Concilio Vaticano II, cuando la Iglesia ha tratado de volver a sus
cauces las desbordadas aguas de su historia, redescubrimos que el sujeto propio
y genuino de la Misión Ad Gentes no es otro que la Iglesia Particular. Es decir la
comunidad cristiana presidida por un sucesor de los apóstoles. Comunidad que se
concreta además en cada iglesia local y en todas las comunidades cristianas que
la componen.

6) Reubicación de los Institutos Misioneros y de las Obras Misionales


Pontificas

¿Qué va a acontecer con los Institutos Misioneros dentro de esta perspectiva de


misión de Iglesias Particulares? ¿Habrán perdido su razón de ser? ¿Se deben
despojar de aquello que creían era su propio carisma? ¿Deberán considerarse
desplazados y desobligados frente a su valioso historial misionero?

En manera alguna. Ha llegado la hora en que los Institutos Misioneros realicen


una reflexión seria y serena, en orden a redescubrir su identidad, de cara a la
nueva eclesiología y al sentido de la misión del Vaticano II.

Algunas pistas para dicha reflexión


a) Los Institutos Misioneros conservan en toda su plenitud su razón de ser y
su campo específico de trabajo, fortalecido por el actual resurgimiento
misionero (RM, 65 y 66).
b) Los Institutos Misioneros han de afirmar y potenciar su condición, como
avanzada eclesial en el campo específicamente ad Gentes.

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c) Deben, sin embargo, adecuarse su papel de suplencia total en la tarea del
Primer Anuncio.

Ante una Iglesia que madura misioneramente, han de reconocer el lugar teológico
que le corresponde a la Iglesia Particular, como responsable primordial de la
misión hacia todas las naciones de la tierra.

d) También estos Institutos han de adoptar, como uno de sus quehaceres


peculiares, motivar a las Iglesias Particulares para que asuman el deber
misionero, e impulsar, apoyar y acompañar ese compromiso.
e) Corresponde además a los Institutos misioneros, en su calidad de
especialistas, ser los impulsadores de la reflexión teológica acerca de la
inculturación del Evangelio.
f) Deben así mismo, poner sus estructuras y medios operativos al servicio de
todas aquella instancias eclesiales que se comprometan con la misión Ad
Gentes.
g) En las diversas actividades, pero muy especialmente en el campo de la
promoción vocacional, deben tomar actitudes abiertas y universalistas.
h) En fin, evitarán todo paralelismo entre los objetivos de los Institutos y los
proyectos de la Jerarquía. A todos nos debe animar el ideal único de ser
operarios del Reino: "Un solo rebaño bajo solo Pastor".

Es apenas lógico que - desde un nuevo concepto de misión y desde el papel


asumido por cada Iglesia particular y ante el nuevo perfil de los llamados Institutos
Misioneros- la Sagrada Congregación para la Evangelización de los Pueblos
descubrirá una nueva tarea que le es propia, a saber:
La coordinación de las iniciativas misioneras de todas las Iglesias particulares y el
apoyo logístico efectivo a dichos proyectos.
Las Obras Misionales Pontificias

Nacidas durante el siglo XIX, por el celo de unas seglares en Francia (La
Propagación de la fe, San Pedro Apóstol, La Santa Infancia) y en el siglo XX en
Italia, la Unión Misional del Clero por iniciativa del padre Pablo Manna), fueron
desde su inicio las más eficaces despertadoras de celo en servicio de los no
cristianos.
Hoy también ellas han buscado resituarse frente al despertar misionero de las
Iglesias Particulares. Dependen, a nivel universal de la Congregación para la
Evangelización de los Pueblos y, a nivel local de cada obispo, (RM, 84) y deberían
ser ellas las mejores animadores del pueblo de Dios en cuanto a la Misión Ad
Gentes, a las vocaciones misioneras ad vitam, sin quedarse como
superestructuras aisladas, en la vida de las diócesis.

7) Palabra del Papa hoy a la comunidad eclesial

Cada comunidad cristiana en sus diversas formas y su variados nombres ha de


sentirse entonces responsable del anuncio a toda la tierra. ―La misión de Cristo
Redentor, nos dice el Papa Juan Pablo II, está aún lejos de cumplirse; se halla

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todavía en sus comienzos y hemos de comprometernos con todas nuestras
energías en su servicio‖ (R.M. 1). ―Esta misión atañe a todos los cristianos a todas
las diócesis, a todas las parroquias, a las instituciones y asociaciones eclesiales‖.
(RM, 2).

―La evangelización misionera constituye el primer servicio que la Iglesia pueda


prestar a cada hombre, y a la humanidad entera en el mundo actual‖ (RM,3). ―Las
multitudes tiene derecho a conocer las riquezas del misterio de Cristo, dentro del
cual creemos que toda la humanidad puede encontrar con insospechada plenitud,
todo lo que busca a tientas acerca de Dios, del hombre y su destino, de la vida y
de la muerte, de la verdad. Por esto, la Iglesia mantiene vivo el empuje misionero
e incluso desea intensificarlo en un momento histórico como el nuestro‖ (RM, 8),
añade la encíclica, haciendo eco a la Evangelii Nuntiandi de Paulo VI.
Toda comunidad cristiana ha de sentirse entonces responsable destinataria de un
envío universal.

Hasta el presente, parece que nos hubiéramos dividido aquellos tres compromisos
evangelizadores que nacen del mandato de Cristo:

1) La pastoral de acompañamiento la hacían los obispos, los sacerdotes


diocesanos, los religiosos en su mayoría y también algunos grupos apostólicos.
2) La Misión Ad Gentes era privilegio y tarea de algunos institutos que llevaban
con cierta exclusividad el nombre de misioneros.
3) La Nueva Evangelización se encomendaba a otras familias religiosas, que se
habían capacitado en devolver al redil las ovejas extraviadas.

Pero desde una auténtica teología, es necesario volver a la Iglesia de Los Hechos ,
donde cada uno de quienes recibían el bautismo sentía la necesidad de anunciar
aquí y más allá el mensaje de Jesús. Podemos leer el capítulo 16 de la carta a los
Romanos. San Pablo se refiere allí a veintisiete personas: Jóvenes y adultos,
hombres y mujeres, soldados, esclavos y libres, pobres y ricos, que una vez
conocieron a Jesucristo, se comprometieron con todas sus fuerzas, a compartir su
experiencia con otros hermanos.

Una comunidad que no sea misionera, ha dicho Juan Pablo II, no es ni siquiera
cristiana.

8) Mecanismos para dinamizar la comunidad cristiana hacia la Misión Ad


Gentes
Se perfila aquí el giro enorme que ha de realizar cada comunidad creyente.

I. De acuerdo con la enseñanza del papa en la Redemptoris Missio, ―el


hombre contemporáneo cree más a los testigos que los maestros, cree más
en la experiencia que en la doctrina, en la vida y los hechos que en la
teoría. El testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de
la misión‖ (RM. 42) En la medida en que los bautizados y las comunidades

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cristianas vivamos a fondo nuestra identidad desde la caridad, la honradez
y el servicio a todos, iniciamos una proyecto misionero de insospechables
consecuencias.

Del mismo modo, el diálogo ecuménico, que brota de la experiencia de Jesucristo,


se fortalece por la presentación amable, sencilla de la persona de Jesús y sus
valores, hacia una Iglesia de comunión y fraternidad.

II. La pastoral tradicional examinada, no desde la Iglesia establecida, ni desde


la teología tradicional, sino desde la Misión, se ve afectada de inmediato.
Ya no habrá por ejemplo, ―obispos misioneros‖ y otros que no lo son. Cada
proyecto pastoral, en una comunidad convertida a la Misión Ad Gentes,
tendrá un nuevo sabor. El espíritu misionero no ha de estar como una
vianda más en el plato, sino como la sal en la sopa.

Se evitará entonces cierto maniqueísmo religioso en el cual hemos vivido, por el


enfrentamiento de la pastoral tradicional y la Misión Ad gentes, para emprender el
anuncio de Jesucristo a los de cerca y a los de lejos.

III. En la preparación de los sacramentos, y en su mismo sentido salvífico, los


niños, los padrinos, los padres de familia, encontrarán aquella nueva Iglesia
que crece por los signos sacramentales, rebosante de ardor misionero.

Urge que todos los bautizados identifiquen los grupos humanos que existen a su
alrededor, donde el mensaje de Jesús no ha empezado a transformar las
personas y los grupos. Del mismo modo, conozcan la obra misionera de la Iglesia
en toda la tierra y se responsabilicen con ella por el acompañamiento fraterno, la
oración y la financiación de proyectos.
IV. Así mismo, una comunidad cristiana donde florece el espíritu misionero,
procura por todos los medios despertar, cultivar, preparar, enviar y
acompañar vocaciones específicas para la Misión Ad Gentes, bien sea
dentro de los institutos misioneros, o en equipos propios de cada Iglesia
Local.

V. Programa Iglesias Hermanas

El proyecto misionero surgido en América Latina, no es el esfuerzo de una Iglesia


rica que da y una Iglesia pobre que recibe, o de una Iglesia madre que engendra a
una Iglesia hija. De una Iglesia que adopta y otra que es adoptada.
La iniciativa surgió y se puso en marcha a nivel nacional en el Brasil y
posteriormente el Demis se propuso impulsarla.
El programa de "Iglesias Hermanas", se sintetiza en los siguientes pasos:

a) Una nación, una diócesis, o una parroquia, toma la decisión de asumir el


programa y con el sentido de intercambio de mutuos servicios misioneros.

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b) Se realiza un trabajo de motivación en toda la comunidad cristiana, tanto a
nivel de personas como de instituciones, llevándolas a comprometerse con
el programa y seleccionando a quienes han de ser enviados.
c) Se establece contacto con otra comunidad del mismo nivel (conferencia
episcopal, provincia eclesiástica, diócesis), del propio país o de otra nación,
pero preferentemente de otro continente, en atención al pedido del Papa.
Se busca que en la otra comunidad se lleve a cabo la misma motivación…
d) Se identifican los servicios que pueden ser intercambiados, sea de orden
espiritual, de recursos humanos, de ayudas institucionales, económicas,
pastorales, ligas de oración, de información, de estudio, etc.
e) Se conforma el equipo o los equipos que han de ser enviados y que ojalá
estén integrados por sacerdotes, religiosas y laicos, como expresión de
toda la Iglesia.
f) Quienes han de ser enviados reciben una esmerada y adecuada
preparación, de acuerdo con la tarea programada y su lugar de destino.
g) Se elabora el convenio, en el cual se especificará el tipo de servicios que
han de prestarse recíprocamente las dos comunidades y se inicia un
programa de interacción permanente. De comunicación, de intercambio de
ayudas espirituales materiales y pastorales.
h) Se celebra el envío de los misioneros y la acogida en la Iglesia a donde son
enviados, con la participación de las instituciones comprometidas.
i) Se planea y se realiza el retorno, lo mismo que la reubicación y tareas de
quienes regresan a su lugar de origen.

VI. Sacerdotes Diocesanos Ad Gentes


El anterior programa, fundamentado en los actuales documentos de Iglesia, tiene
como centro y guía otro que sería su raíz: Equipos de sacerdotes, ojalá
acompañados de laicos, que prestan un servicio temporal en una territorio
propiamente de Misión, lo cual puede ser de forma independiente, o asociados a
un Instituto Misionero.

Las ventajas de esta experiencia, más allá de las propias fronteras, serían entre
otras:

a) Renueva la vivencia cristiana del presbiterio.


b) Despierta la capacidad evangelizadora de los agentes pastorales.
c) Quiebra la rutina del ministerio, presentando nuevos horizontes.
d) Muestra al pueblo de Dios una nueva imagen de Iglesia.
e) Expresa la madurez de una Iglesia particular.
f) Promueve las vocaciones específicas.
g) Actualiza la formación de los candidatos al sacerdocio.

En síntesis: Dinamiza la nueva Evangelización en la Iglesia que envía en actitud


de dar y recibir.

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29
9) El Sermón de “Los Cinco Todos”
Toda esta reflexión no ha de entenderse como una divagación, más o menos
acertada, sobre el tema misionero.

La vocación y el deber misionero tienen un hondo fundamente bíblico, en el


llamado Sermón de los Cinco Todos, que se construye con los versículos finales
de san Mateo y de san Marcos: ( Mt 28, 16 –20 Mc 16, 15):

1) ―Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra‖. Descubrimos aquí


una dimensión cristológica del anuncio misionero. Cuando Pedro y Juan
suben al templo y encuentran junto a la Puerta Hermosa aquel paralítico
que les pide limosna, Pedro le dice: ―No tengo plata ni oro, pero lo que
tengo te doy. En nombre de Jesucristo Nazareno, levante y anda (3, 6). Ese
poder de Cristo lo encontramos en todos los rincones de la tierra, donde un
creyente diga: ―Jesús es el Señor‖. Ese poder ha realizado ―cosas grandes
y maravillosas‖, a través de la gesta misionera de todos los siglos.

2) ―Id por todo el mundo‖. Es un mandato que nos proyecta sobre la geografía
del mundo. En un comienzo Jesús había ordenado a sus discípulos no
franquear ciertas fronteras (Mt 10,5). Pero al subir al cielo, los envía a toda
la tierra, el mundo conocido hasta entonces. Luego de las grandes
expediciones de Magallanes, Sebastián de Elcano y Cristóbal Colón, ese
mundo amplió sus dimensiones. Y hoy, por los medios electrónicos, es
posible hacer llegar el mensaje de Cristo a todos los hombres.

3) ―Proclamad la Buena Nueva a toda creatura‖. Descubrimos aquí el sentido


antropológico de la misión. El Evangelio ha de llegar a todos los hombres,
de todas las razas, de todas las culturas. ―Ya no hay judío ni gentil, bárbaro,
escita, esclavo o libre‖ (Col 3,11). La no inculturación del evangelio le resta
dimensión al anuncio.

4) ―Enseñándoles a guardar todo lo que yo os he enseñado‖. Es el sentido


pastoral de la Misión. Hacer que todos cuantos reciban el mensaje del
Señor puedan dar razón d e su esperanza (1Pe, 3-15), como adultos en la
fe y responsables de la Iglesia, cada uno desde su propia condición.

5) ―He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo‖.
Una dimensión escatológica. Mientras avanza por los siglos la historia de la
salvación, el Señor Jesús está presente por su Palabra, por la Eucaristía y
por la comunidad creyente, en todos los rincones del mundo. Toca a
nosotros hacer más viva y consciente esa presencia.
http://es.catholic.net/op/articulos/8891/la-comunidad-cristiana-responsable-de-la-
mision.html#modal

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5. ¡APRENDAMOS A FORMAR COMUNIDAD!
Es necesario que nuestros fieles se sientan realmente miembros de una
comunidad eclesial y corresponsable en su desarrollo. Eso permitirá un mayor
compromiso y entrega en y por la Iglesia

Por:| Fuente: Catholic.net

226. […] Nuestros fieles buscan comunidades cristianas, en donde sean acogidos
fraternalmente y se sientan valorados, visibles y eclesialmente incluidos. Es
necesario que nuestros fieles se sientan realmente miembros de una comunidad
eclesial y corresponsable en su desarrollo. Eso permitirá un mayor compromiso y
entrega en y por la Iglesia.

278. No puede haber vida cristiana sino en comunidad: en las familias, las
parroquias, las comunidades de vida consagrada, las comunidades de base, otras
pequeñas comunidades y movimientos. Como los primeros cristianos, que se
reunían en comunidad, el discípulo participa en la vida de la Iglesia y en el
encuentro con los hermanos, viviendo el amor de Cristo en la vida fraterna
solidaria. También es acompañado y estimulado por la comunidad y sus pastores
para madurar en la vida del Espíritu.

Familia

302. La familia, ―patrimonio de la humanidad‖, constituye uno de los tesoros más


valiosos de los pueblos latinoamericanos. Ella ha sido y es espacio y escuela de
comunión, fuente de valores humanos y cívicos, hogar en el que la vida humana
nace y se acoge generosa y responsablemente.

Para que la familia sea ―escuela de la fe‖ y pueda ayudar a los padres a ser los
primeros catequistas de sus hijos, la pastoral familiar debe ofrecer espacios
formativos, materiales catequéticos, momentos celebrativos, que le permitan
cumplir su misión educativa. La familia está llamada a introducir a los hijos en el
camino de la iniciación cristiana [...]

Ella ofrece a los hijos un sentido cristiano de existencia y los acompaña en la


elaboración de su proyecto de vida, como discípulos misioneros.

303. Es además un deber de los padres, especialmente a través de su ejemplo de


vida, la educación delos hijos para el amor como don de sí mismos y la ayuda que
ellos le presten para descubrir su vocación de servicio, sea en la vida laical como
en la consagrada. De este modo, la formación delos hijos como discípulos de
Jesucristo, se opera en las experiencias de la vida diaria en la familia misma. Los
hijos tienen el derecho de poder contar con el padre y la madre para que cuiden
de ellos y los acompañen hacia la plenitud de vida.

La ―catequesis familiar‖, implementada de diversas maneras, se ha revelado como


una ayuda exitosa a la unidad de las familias, ofreciendo además, una posibilidad

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31
eficiente de formar a los padres de familia, los jóvenes y los niños, para que sean
testigos firmes de la fe en sus respectivas comunidades.

Parroquia

304. […] Las Parroquias son células vivas de la Iglesia y lugares privilegiados en
los que la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y de su
Iglesia. Encierran una inagotable riqueza comunitaria porque en ellas se encuentra
una inmensa variedad de situaciones, de edades, de tareas. Sobre todo hoy,
cuando la crisis de la vida familiar afecta a tantos niños y jóvenes, las parroquias
brindan un espacio comunitario para formarse en la fe y crecer c omunitariamente.

293. La parroquia ha de ser el lugar donde se asegure la iniciación cristiana y


tendrá como tareas irrenunciables: iniciar en la vida cristiana a los adultos
bautizados y no suficientemente evangelizados; educar en la fe a los niños
bautizados en un proceso que los lleve a completar su iniciación cristiana; iniciar a
los no bautizados que habiendo escuchado el kerygma quieren abrazar la fe. En
esta tarea, el estudio y la asimilación del Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos
es una referencia necesaria y un apoyo seguro.[...]

306. Si queremos que las Parroquias sean centros de irradiación misionera en sus
propios territorios, deben ser también lugares de formación permanente.

174. Los mejores esfuerzos de las parroquias en este inicio del tercer milenio
deben estar en la convocatoria y en la formación de laicos misioneros. Solamente
a través de la multiplicación de ellos podremos llegar a responder a las exigencias
misioneras del momento actual.

175. […] La Eucaristía, en la cual se fortalece la comunidad de los discípulos, es


para la Parroquia una escuela de vida cristiana. En ella, juntamente con la
adoración eucarística y con la práctica del sacramento de la reconciliación para
acercarse dignamente a comulgar, se preparan sus miembros en orden a dar
frutos permanentes de caridad, reconciliación y justicia para la vida del mundo.

176. […] La inmensa mayoría de los católicos de nuestro continente viven bajo el
flagelo de la pobreza. Esta tiene diversas expresiones: económica, física,
espiritual, moral, etc. […] Cada parroquia debe llegar a concretar en signos
solidarios su compromiso social en los diversos medios en que ella se mueve, con
toda ―la imaginación de la caridad‖. […]

Comunidades pequeñas

178. En la experiencia eclesial de algunas iglesias de América Latina y de El


Caribe, las Comunidades Eclesiales de Base han sido escuelas que han ayudado
a formar cristianos comprometidos con su fe, discípulos y misioneros del Señor[...].

179. Las comunidades eclesiales de base, en el seguimiento misionero de Jesús,


tienen la Palabra de Dios como fuente de su espiritualidad y la orientación de sus

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Pastores como guía que asegura la comunión eclesial. Despliegan su compromiso
evangelizador y misionero entre los más sencillos y alejados, y son expresión
visible de la opción preferencial por los pobres. Son fuente y semilla de variados
servicios y ministerios a favor de la vida en la sociedad y en la Iglesia.[...]

180. Como respuesta a las exigencias de la evangelización, junto con las


comunidades eclesiales de base hay otras válidas formas de pequeñas
comunidades, e incluso redes de comunidades, de movimientos, grupos de vida,
de oración y de reflexión de la Palabra de Dios. Todas las comunidades y grupos
eclesiales darán fruto en la medida en que la Eucaristía sea el centro de su vida y
la Palabra de Dios sea faro de su camino y su actuación en la única Iglesia de
Cristo.

Movimientos eclesiales

311. Los nuevos movimientos y comunidades son un don del Espíritu Santo para
la Iglesia. En ellos, los fieles encuentran la posibilidad de formarse cristianamente,
crecer y comprometerse apostólicamente hasta ser verdaderos discípulos
misioneros. [...] Convendría animar a algunos movimientos y asociaciones que
muestran hoy cierto cansancio o debilidad e invitarlos a renovar su carisma
original, que no deja de enriquecer la diversidad con que el Espíritu se manifiesta y
actúa en el pueblo cristiano.

313. Para aprovechar mejor los carismas y servicios de los movimientos eclesiales
en el campo de la formación de los laicos deseamos respetar sus carismas y su
originalidad, procurando que se integren más plenamente a la estructura originaria
que se da en la diócesis. A la vez, es necesario que la comunidad diocesana acoja
la riqueza espiritual y apostólica de los movimientos. [...] Conviene prestar especial
acogida y valorización a aquellos movimientos eclesiales que han pasado ya por el
reconocimiento y discernimiento de la Santa Sede, considerados como dones y
bienes para la Iglesia universal.

Seminarios y casas de formación

316. Un espacio privilegiado, escuela y casa para la formación de discípulos y


misioneros, lo constituyen sin duda los seminarios y las casas de formación. El
tiempo de la primera formación es una etapa donde los futuros presbíteros
comparten la vida a ejemplo de la comunidad apostólica en torno a Cristo
Resucitado: oran juntos, celebran una misma liturgia que culmina en la Eucaristía,
a partir de la Palabra de Dios reciben las enseñanzas que van iluminando su
mente y moldeando su corazón para el ejercicio de la caridad fraterna y de la
justicia, prestan servicios pastorales periódicamente a diversas comunidades,
preparándose así para vivir una sólida espiritualidad de comunión con Cristo
Pastor y docilidad a la acción del Espíritu, convirtiéndose en signo personal y
atractivo de Cristo en el mundo, según el camino de santidad propio del ministerio
sacerdotal.

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33
Escuelas católicas

335. De este modo, estamos en condiciones de afirmar que el proyecto educativo


de la escuela católica, Cristo, hombre perfecto, es el fundamento, en que todos los
valores humanos encuentran su plena realización, y de ahí su unidad.[…]
Precisamente por la referencia explícita, y compartida con los miembros de la
comunidad escolar, a la visión cristiana […] la educación es católica, ya que los
principios evangélicos se convierten para ellos en normas educativas,
motivaciones interiores y al mismo tiempo en metas finales. [...]

336. Por lo tanto, la meta de la escuela católica se propone respecto de los niños y
jóvenes, es la de conducir al encuentro con Jesucristo vivo, [...] Lo hace
colaborando en la construcción de la personalidad de los alumnos, teniendo a
Cristo como referencia en el plano de la mentalidad y la vida. [...] Como
consecuencia, maduran y resultan connaturales las actitudes humanas que llevan
a abrirse sinceramente a la verdad, a respetar y amar a las personas, a expresar
su propia libertad en la donación de sí y en el servicio a los demás para la
transformación de la sociedad.

Universidades católicas

341. [...] Las actividades fundamentales de una universidad católica deberán


vincularse y armonizarse con la misión evangelizadora de la Iglesia. Se lleva a
cabo a través de una investigación realizada a la luz del mensaje cristiano, que
ponga los nuevos descubrimientos humanos al servicio de las personas y de la
sociedad. [...]

342. Las universidades católicas, por consiguiente, habrán de desarrollar con


fidelidad su especificidad cristiana, ya que poseen responsabilidades evangélicas
que instituciones de otro tipo no están obligadas a realizar. Entre ellas se
encuentra, sobre todo, el diálogo fe y razón, fe y cultura y la formación de
profesores, alumnos y personal administrativo a través de la doctrina social y
moral de la Iglesia, [...]

Para ello es indispensable que se cuide el perfil humano, académico y cristiano de


quienes son los principales responsables de la investigación y docencia.

343. Es necesaria una pastoral universitaria que acompañe la vida y el caminar de


todos los miembros de la comunidad universitaria, promoviendo un encuentro
personal y comprometido con Jesucristo, múltiples iniciativas solidarias y
misioneras. [...]

https://es.catholic.net/op/articulos/23458/cat/789/aprendamos-a-formar-
comunidad.html#modal

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6. LA EUCARISTIA Y LA COMUNIÓN ECLESIAL
Un solo pan, un solo cuerpo

20. Pero la especial intimidad que se da en la «comunión» eucarística no


puede comprenderse adecuadamente ni experimentarse plenamente fuera de
la comunión eclesial. Esto lo he subrayado repetidamente en la Encíclica
Ecclesia de Eucharistia.

La Iglesia es el cuerpo de Cristo: se camina «con Cristo» en la medida en que


se está en relación «con su cuerpo». Para crear y fomentar esta unidad Cristo
envía el Espíritu Santo. Y Él mismo la promueve mediante su presencia
eucarística. Es precisamente el único Pan eucarístico el que nos hace un solo
cuerpo. El apóstol Pablo lo afirma: «Un solo pan y un solo cuerpo somos, pues
todos participamos de un solo pan» (1 Co 10,17).

En el misterio eucarístico Jesús edifica la Iglesia como comunión, según el


supremo modelo expresado en la oración sacerdotal: «Como tú, Padre, en mí y
yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que
tú me has enviado» (Jn 17,21).

21. La Eucaristía es fuente de la unidad eclesial y, a la vez, su máxima


manifestación. La Eucaristía es epifanía de comunión. Por ello la Iglesia
establece ciertas condiciones para poder participar de manera plena en la
Celebración eucarística.[18] Son exigencias que deben hacernos tomar
conciencia cada vez más clara de cuán exigente es la comunión que Jesús nos
pide. Es comunión jerárquica, basada en la conciencia de las distintas
funciones y ministerios, recordada también continuamente en la plegaria
eucarística al mencionar al Papa y al Obispo diocesano. Es comunión fraterna,
cultivada por una «espiritualidad de comunión» que nos mueve a sentimientos
recíprocos de apertura, afecto, comprensión y perdón…

Fuente:
Carta Apostólica Mane Nobiscum Domine, Juan Pablo II, 2004.
(http://elsacramentodelaeucaristia.blogspot.com/2014/10/eucaristia-y-comunion-
eclesial.html)

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7. CONSTRUCCIÓN DE COMUNIÓN ECLESIAL ES CLAVE
PARA LA MISIÓN, RECUERDA BENEDICTO XVI
Redacción ACI Prensa

El mensaje del Papa Benedicto XVI para la 84° Jornada Misionera Mundial que
este año se celebra el domingo 24 de octubre bajo el lema: "La construcción de
la comunión eclesial es la clave de la misión".

En el texto del Papa Benedicto XVI fechado el 6 de febrero y dado a conocer


también por Radio Vaticano, se señala que esta jornada "invita a vivir
intensamente los caminos de la liturgia de la catequesis, de la caridad y de la
cultura mediante los cuales Jesucristo nos convoca a la mesa de su Palabra y
de la Eucaristía".

"Sólo a partir del encuentro con el Amor de Dios, que cambia la existencia –afirma
el Papa– podemos vivir en comunión con Él y entre nosotros. Y ofrecer a los
hermanos un testimonio creíble. Una fe adulta, capaz de confiar totalmente en
Dios con postura filial, nutrida por la oración y el estudio de la verdad de la fe, es
condición para poder promover un humanismo, fundado sobre el Evangelio de
Jesús".

Benedicto XVI explica luego que es "el Padre, quien nos llama a ser hijos amados
en su Hijo, el Amado, y a reconocernos todos hermanos en Él, don de salvación
para la humanidad dividida por la discordia y el pecado".

"Queremos ver a Jesús", es la petición en el Evangelio de Juan, que algunos


griegos llegados a Jerusalén en peregrinación pascual, presentan al apóstol
Felipe. Es la misma, señala el Papa, "que resuena en nuestro corazón en este
mes de octubre, y que nos recuerda como el compromiso y la tarea de anuncio
evangélico le corresponde a toda la Iglesia ‗misionera por su naturaleza‘ y nos
invita a hacernos promotores de la novedad de vida, hecha de relaciones
auténticas, en comunidades fundadas en el Evangelio".

"En una sociedad multiétnica en la que cada vez más hay formas de soledad y de
indiferencia preocupantes, los cristianos deben aprender a ofrecer signos de
esperanza y de hermandad, cultivando los grandes ideales que transforman la
historia", dice el Santo Padre.

Como los peregrinos griegos de hace dos mil años, también los hombres de
nuestro tiempo, piden a los creyentes no sólo hablar de Jesús, sino "hacer ver a
Jesús", hacer resplandecer su rostro Redentor, ante las generaciones del nuevo
milenio. Y especialmente ante los jóvenes de todos los continentes destinatarios
privilegiados y sujetos del anuncio evangélico.

"La conciencia a la llamada a anunciar el Evangelio estimula no solo a cada uno


de los fieles, sino a todas las comunidades diocesanas y parroquiales a una

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renovación integral y a abrirse siempre más a la cooperación misionera entre las
Iglesias, para promover el anuncio del Evangelio en el corazón de todas las
personas de todos los pueblos, culturas, razas, nacionalidades y latitudes".

"Una conciencia –indica el Papa– que nos alimenta a través de la obra de los
sacerdotes fidei donum, los consagrados, los catequistas, los laicos misioneros en
una búsqueda constante de promover la comunión eclesial.

"La Iglesia se convierte en comunión a partir de la Eucaristía, en la que Cristo


presente en el pan y en el vino, con su sacrificio de amor edifica la Iglesia
como su cuerpo, uniéndonos a Dios uno y trino y entre nosotros". Pero "no
podemos tener sólo para nosotros el amor que celebramos en el Sacramento",
advierte el Papa.

"Tiene que ser comunicado a todos". Es por ello "que la Eucaristía no es sólo
fuente y culmen de la vida de la Iglesia, sino también de su misión: una Iglesia
auténticamente eucarística es una Iglesia misionera".

Al final de su mensaje el Pontífice expresa su particular afecto que dirige a todos


los misioneros y misioneras que dan testimonio de la fe con su entrega en los
lugares más remotos y más difíciles, a menudo arriesgando su propia vida. A ellos
que representan la vanguardia del anuncio del Evangelio, el Papa expresa su
amistad, su cercanía y el apoyo de todos los creyentes.

https://www.aciprensa.com/noticias/construccion-de-comunion-eclesial-es-clave-para-la-mision-
recuerda-benedicto-xvi

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COMPENDIO DE MENSAJES DEL
PAPA FRANCISCO SOBRE

- LA IGLESIA-

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1. EL AIRE DE LA IGLESIA
S.S. Francisco -Lunes 30 de septiembre de 2013

El Papa Francisco se detuvo en la atmósfera que se respira cuando la Iglesia sabe


percibir la presencia constante del Señor. Una atmósfera de paz, precisamente,
donde reina la alegría del Señor.

Los episodios de referencia proceden del libro de Zacarías (8, 1-8) —con la
profecía de las calles de Jerusalén que se llenarán de ancianos apoyados en el
bastón, para manifestar el valor de su longevidad, junto a jóvenes que juegan
felices, para mostrar la alegría del pueblo de Dios— y del pasaje del Evangelio de
Lucas (9, 46-50) que narra la disputa surgida entre los apóstoles sobre quién era
el más grande entre ellos.
En los dos pasajes el Pontífice ve una especie de discusión, o mejor, un
intercambio de opiniones sobre la organización de la Iglesia. Pero —recordó — «al
Señor le gusta sorprender» y así «desplaza el centro de la discusión»: toma a un
niño a su lado y dice: «El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí. El
más pequeño de vosotros es el más importante». Y los discípulos no entendían.

«En la primera lectura —especificó el Papa— hemos oído la promesa de Dios a su


pueblo: Voy a volver a Sión, habitaré en Jerusalén. Llamarán a Jerusalén Ciudad
fiel. El Señor volverá». Pero «¿cuáles son los signos de que el Señor ha vuelto?
¿Una bonita organización? ¿Un gobierno que va adelante limpio y perfecto? », se
preguntó. Para responder el Santo Padre volvió a proponer la imagen de la calle
de Jerusalén llena de ancianos, de niños.

Así que «los que dejamos aparte cuando pensamos en un programa de


organización —comentó— serán el signo de la presencia de Dios: los ancianos y
los niños. Los ancianos porque llevan consigo su sabiduría, la sabiduría de su
vida, la sabiduría de la tradición, la sabiduría de la historia, la sabiduría de la ley
de Dios; y los niños porque son también la fuerza, el futuro, los que llevarán
adelante con su fuerza y con su vida el futuro».

El futuro de un pueblo —recalcó el Papa Francisco— «está precisamente ahí y


ahí, en los ancianos y en los niños. Y un pueblo que no se ocupa de sus ancianos
y de sus niños no tiene futuro, porque no tendrá memoria ni tendrá promesa. Los
ancianos y los niños son el futuro de un pueblo».

Lamentablemente es una triste costumbre —añadió— dejar de lado a los niños


«con un caramelo o con un juego». Igual que lo es no dejar hablar a los ancianos y
«prescindir de sus consejos». Sin embargo, Jesús recomienda prestar máxima
atención a los niños, no escandalizarles; igual que recuerda que «el único
mandamiento que lleva consigo una bendición es precisamente el cuarto, el de los
padres, los ancianos: honrar».

Los discípulos querían naturalmente «que la Iglesia fuera adelante sin problemas.
Pero esto —advirtió el Pontífice— puede convertirse en una tentación para la

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Iglesia: la Iglesia del funcionalismo, la Iglesia de la buena organización. Todo en
su lugar ». Pero no es así, porque sería una Iglesia «sin memoria y sin promesa »,
y esto ciertamente «no puede funcionar».

«El profeta —prosiguió el Santo Padre — nos habla de la vitalidad de la Iglesia. No


nos dice en cambio: yo estaré con vosotros y todas las semanas tendréis un
documento para pensar; cada mes haremos una reunión para planificar». Todo
ello, como añadió el Papa, es necesario, pero no es el signo de la presencia de
Dios. Cuál es este signo, lo dice el Señor: «De nuevo se sentarán ancianos y
ancianas en las calles de Jerusalén, todos con su bastón, pues su vida será muy
larga. Y sus calles estarán llenas de niños y niñas jugando ».

«El juego —concluyó el Obispo de Roma— nos hace pensar en la alegría. Es la


alegría del Señor. Y estos ancianos sentados con el bastón en su mano nos hacen
pensar en la paz. Paz y alegría. Este es el aire de la Iglesia».

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2013/documents/papa-
francesco_20130930_aire-iglesia.html

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2. EL AGUA QUE CORRE EN LA IGLESIA
S.S. Francisco -Sábado 9 de noviembre de 2013

Es necesario rezar para que la Iglesia pueda siempre hacer correr el agua de la gracia,
esté siempre fundada en Cristo y le sea fiel, y sus miembros se dejen convertir cada día
por Jesús. Lo recomendó el Papa Francisco a los fieles que participaron en la misa
celebrada el sábado 9 de noviembre.

El Pontífice hizo referencia al significado de la celebración litúrgica de la dedicación de la


basílica lateranense, catedral de Roma, que tiene el título de «madre de todas las iglesias
de la urbe y del orbe»: se trata —dijo— de la fiesta de la ciudad de Roma, de la Iglesia de
Roma, de la Iglesia universal. Luego tomó de las lecturas tres imágenes que hablan de la
Iglesia.

De la primera lectura (Ezequiel, 47, 1-2.8-9.12) y del Salmo 45, la imagen del río que
brota del Templo y que alegra a la ciudad de Dios, figura de la gracia que sostiene y
alimenta la vida de la Iglesia. De la segunda lectura (I Corintios, 3, 9-11.16-17), la imagen
de la piedra, que es Jesucristo, fundamento sobre quien está construida la Iglesia. Del
Evangelio de la purificación del Templo (Juan, 2, 13-22), la imagen de la reforma de la
Iglesia: Ecclesia semper reformanda, la Iglesia siempre tiene necesidad de renovarse
porque sus miembros son pecadores y tienen necesidad de conversión.

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2013/documents/papa-
francesco_20131109_agua-iglesia.html

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3. PARA QUÉ SE VA AL TEMPLO
S.S. Francisco -Viernes 22 de noviembre de 2013

El templo existe «para adorar a Dios». Y precisamente por esto es «punto de


referencia de la comunidad», compuesta por personas que son ellas mismas «un
templo espiritual donde habita el Espíritu Santo». Una meditación sobre el
«verdadero sentido del templo» propuesta por el Papa Francisco en la homilía de
la misa que celebró el viernes 22 de noviembre, por la mañana, en la capilla de la
Casa de Santa Marta.
Como de costumbre la reflexión del Pontífice se inspiró en la liturgia de la Palabra,
en particular, en el pasaje tomado del primer libro de los Macabeos (4, 36-37. 52-
59) —que habla de la nueva consagración del templo realizada por Judas— y del
pasaje evangélico de Lucas que relata la expulsión de los vendedores del templo
(19, 45-48).

La de Judas Macabeo —explicó— no fue la primera consagración y purificación


del templo, que, en las vicisitudes de la historia, fue también «destruido» durante
las guerras, tal es así que «recordamos cuando Neemías reconstruye el templo».
Y así Judas Macabeo, después de la victoria, piensa en el templo: «Nuestros
enemigos están vencidos; subamos, pues, a purificar el santuario y a restaurarlo».
Una purificación y una nueva consagración necesarias «porque los paganos
habían utilizado el santuario para su culto». Por lo tanto «se debía purificar y
volver a consagrar».

Para el Papa Francisco el mensaje de fondo «es muy importante: el templo como
un lugar de referencia de la comunidad, lugar de referencia del pueblo de Dios». Y
en esta perspectiva el Pontífice hizo también revivir «el itinerario del templo en la
historia», que «comienza con el arca; luego Salomón realiza su construcción;
después llega a ser templo vivo: Jesucristo el templo. Y terminará en la gloria, en
la Jerusalén celestial».
«Consagrar de nuevo el templo para que se le dé gloria a Dios» es por
consiguiente el sentido esencial del gesto de Judas Macabeo, precisamente
porque «el templo es el lugar donde la comunidad va a orar, a alabar al Señor, a
dar gracias, pero sobre todo a adorar». En efecto, «en el templo se adora al
Señor. Este es el punto más importante» ratificó el Papa. Y esta verdad es válida
para todo templo y para toda ceremonia litúrgica, donde lo que «es más
importante es la adoración» y no «los cantos y los ritos», por bellos que sean.
«Toda la comunidad reunida —explicó— mira al altar donde se celebra el sacrificio
y adora. Pero creo, humildemente lo digo, que nosotros los cristianos tal vez
hemos perdido un poco el sentido de la adoración. Y pensamos: vamos al templo,
nos reunimos como hermanos, y es bueno, es bello. Pero el centro está allí donde
está Dios. Y nosotros adoramos a Dios».

El Papa Francisco invitó, por eso, a aprovechar la ocasión para repensar en la


actitud que hay que tener: «Nuestros templos —preguntó— ¿son lugares de

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adoración? ¿Favorecen la adoración? Nuestras celebraciones, ¿favorecen la
adoración?». Judas Macabeo y el pueblo «tenían el celo por el templo de Dios
porque es la casa de Dios, la morada de Dios. E iban en comunidad a encontrar a
Dios allí, a adorar».

Como relata el evangelista Lucas, «también Jesús purifica el templo». Pero lo


hace con el «látigo en la mano». Se pone a expulsar «las actitudes paganas, en
este caso de los mercaderes que vendían y habían transformado el templo en
pequeños negocios para vender, para cambiar las monedas, las divisas». Jesús
purifica el templo reprendiendo: «Está escrito: mi casa será casa de oración» y
«no de otra cosa. El templo es un lugar sagrado. Y nosotros debemos entrar allí,
en la sacralidad que nos lleva a la adoración. No hay otra cosa».

Además, prosiguió el Pontífice, «san Pablo nos dice que somos templos del
Espíritu Santo: yo soy un templo, el Espíritu de Dios está en mí. Y también nos
dice: no entristezcáis al espíritu del Señor que está dentro de vosotros». En este
caso, precisó, podemos hablar de «una especie de adoración, que es el corazón
que busca al Espíritu del Señor dentro de sí. Y sabe que Dios está dentro de sí,
que el Espíritu Santo está dentro de sí y escucha y le sigue. También nosotros —
afirmó— debemos purificarnos continuamente porque somos pecadores:
purificarnos con la oración, con la penitencia, con el sacramento de la
reconciliación, con la Eucaristía».

Y así, explicó el Santo Padre, «en estos dos templos —el templo material lugar de
adoración y el templo espiritual dentro de mí, donde mora el Espíritu Santo—
nuestra actitud debe de ser la piedad que adora y escucha; que ora y pide perdón;
que alaba al Señor». Y «cuando se habla de la alegría del templo, se habla de
esto: toda la comunidad en adoración, en oración, en acción de gracias, en
alabanza. En oración con el Señor que está dentro de mí, porque soy templo; en
escucha; en disponibilidad».

El Papa concluyó la homilía invitando a orar para que «el Señor nos conceda este
sentido auténtico del templo para poder ir adelante en nuestra vida de adoración y
de escucha de la Palabra de Dios».

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2013/documents/papa-
francesco_20131122_templo.html

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4. ENTRE CRISTO Y LA IGLESIA NINGUNA DICOTOMÍA
S.S. Francisco -Jueves 30 de enero de 2014

El sensus Ecclesiae —que nos salva de la «absurda dicotomía de ser cristianos


sin Iglesia»— se apoya en tres pilares: humildad, fidelidad y servicio de la oración.
Lo afirmó el Papa Francisco en la misa del jueves 30 de enero, por la mañana, en
la capilla de la Casa Santa Marta.

Le sugirió la reflexión la lectura del salmo 132 (131) que, dijo el Pontífice, «nos
abre la puerta para reflexionar sobre la Palabra de Dios en la liturgia de hoy». Dice
el texto: «Señor, tenle en cuenta a David todos sus afanes». Por lo tanto, explicó
el Papa, he aquí «el rey David como modelo; el rey David como el hombre que
trabajó mucho, que se entregó en gran medida por el reino de Dios».
Un pensamiento que se relaciona con el «pasaje del segundo libro de Samuel (7,
18-19.24-29) que hemos escuchado hoy, continuación del de ayer», destacó el
Santo Padre. El texto relata el pensamiento de David, que reflexiona: «yo vivo en
un palacio, pero el arca del Señor está aún en una tienda: hagamos un templo».
La respuesta del Señor es negativa: «No, tú no, lo hará tu hijo». Y «David acepta,
pero acepta con alegría», presentándose ante Dios y hablándole «como un hijo a
un padre».
David empieza así: «¿Quién soy yo, mi Dueño y Señor, y quién la casa de mi
padre, para que me hayas engrandecido hasta tal punto?». Él, destacó el Papa,
ante todo se pregunta: «¿Quién soy yo?». Recuerda bien haber sido «un joven
pastor de ovejas, como dice en otro pasaje, tomado de entre las ovejas» y que se
convirtió «en rey de Israel». He aquí, entonces, el sentido de la pregunta de David:
«¿Quién soy?».
Una pregunta, afirmó el Pontífice, capaz de revelar que «David tenía precisamente
un sentimiento fuerte de pertenencia al pueblo de Dios». Y esto, dijo, «me hizo
reflexionar: sería hermoso preguntarnos hoy cómo es nuestro signo de
pertenencia a la Iglesia: el sentir con la Iglesia, sentir en la Iglesia». En efecto,
continuó, «el cristiano no es un bautizado que recibe el bautismo y luego sigue
adelante por su camino». No es así, porque «el primer fruto del bautismo es hacer
que pertenezcas a la Iglesia, al pueblo de Dios». Por lo tanto, precisó, «no se
comprende un cristiano sin Iglesia. Por ello, el gran Pablo VI decía que es una
dicotomía absurda amar a Cristo sin la Iglesia; escuchar a Cristo pero no a la
Iglesia; estar con Cristo al margen de la Iglesia. Es una dicotomía absurda».
En efecto, añadió el Papa Francisco, «el mensaje evangélico lo recibimos en la
Iglesia y nuestra santidad la hacemos en la Iglesia. Nuestro camino está en la
Iglesia». La alternativa, dijo, «es una fantasía» o, como decía Pablo VI, «una
dicotomía absurda».
El Pontífice profundizó luego el significado «de este sentir con la Iglesia. En latín
se dice sensus Ecclesiae: es precisamente sentir, pensar y querer dentro de la
Iglesia». Y «reflexionando en este pasaje de David, sobre la pertenencia al pueblo

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de Dios, podemos encontrar tres pilares de esta pertenencia, de este sentir con la
Iglesia»: humildad, fidelidad y servicio de la oración.

En cuanto al primero, el obispo de Roma explicó que «una persona que no es


humilde no puede sentir con la Iglesia: sentirá lo que a ella le gusta». La auténtica
humildad, precisamente, «se ve en David», quien pregunta: «¿Quién soy yo,
Señor Dios, y qué es mi casa?». David tiene «consciencia de que la historia de
salvación no comenzó conmigo y no acabará cuando yo muera. ¡No! Es
precisamente una historia de salvación», a través de la cual «el Señor te toma, te
hace ir adelante y luego te llama; y la historia continúa». Humildad es, por lo tanto,
ser consciente de que «la historia de la Iglesia comenzó antes de nosotros y
seguirá después de nosotros». Porque «somos una pequeña parte de un gran
pueblo que sigue el camino del Señor».
La fidelidad, el segundo pilar, está «relacionada con la obediencia». Al respecto, el
Papa Francisco volvió a proponer la figura de David que «obedece al Señor y
también es fiel a su doctrina, a su ley»: por lo tanto «fidelidad a la Iglesia, fidelidad
a su enseñanza, fidelidad al Credo, fidelidad a la doctrina y custodiar esta
doctrina». Así, «humildad y fidelidad» van juntas. «También Pablo VI nos
recordaba —dijo— que nosotros recibimos el mensaje del Evangelio como un don.
Y debemos transmitirlo como un don. Pero no como algo nuestro. Es un don
recibido que damos». Y «en esta transmisión» es necesario «ser fieles, porque
nosotros hemos recibido y debemos dar un Evangelio que no es nuestro, es de
Jesús. Y no tenemos que convertirnos en dueños del Evangelio, en dueños de la
doctrina recibida para usarla a nuestro gusto».
Con humildad y fidelidad, «el tercer pilar es el servicio: servicio en la Iglesia. Está
el servicio a Dios, el servicio al prójimo, a los hermanos», explicó el Santo Padre,
«pero yo aquí hago referencia sólo al servicio a Dios». Punto de partida es una
vez más la actitud de David: cuando «termina su reflexión ante Dios, que es una
oración, ora por el pueblo de Dios». Precisamente «éste es el tercer pilar: rezar
por la Iglesia».
Se lee en el pasaje del Antiguo Testamento: «Tú, mi Dueño y Señor, eres Dios,
tus palabras son verdad y has prometido a tu siervo este bien». También a
nosotros, comentó el Papa, el Señor nos aseguró que «la Iglesia no será
destruida» y las puertas del infierno no prevalecerán «contra ella». El pasaje del
segundo libro de Samuel sigue así: «Dígnate, pues, bendecir esta casa de tu
siervo, para que permanezca para siempre ante ti». Son palabras que sugieren
una pregunta: «¿Cómo es nuestra oración por la Iglesia? ¿Rezamos por la
Iglesia? En la misa, todos los días, ¿y en nuestra casa? ¿Cuándo recitamos
nuestras oraciones?». Se debe orar al Señor por «toda la Iglesia, por todas la
partes del mundo». He aquí la esencia de «un servicio ante Dios que es oración
por la Iglesia».
Por lo tanto, resumió el Pontífice, la humildad nos hace comprender que «estamos
integrados en una comunidad como una gracia grande» y que «la historia de la
salvación no comenzará conmigo, no acabará conmigo: cada uno de nosotros

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puede decir esto». La fidelidad nos recuerda, en cambio, que «hemos recibido un
Evangelio, una doctrina» a los cuales hay que ser fieles y custodiar. Y el servicio
nos impulsa a ser constantes en la «oración por la Iglesia». Que el Señor, fue su
deseo como conclusión, «nos ayude a seguir por este camino para profundizar
nuestra pertenencia a la Iglesia y nuestro sentir con la Iglesia».

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2014/documents/papa-
francesco_20140130_cristo-iglesia.html

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5. CRISTIANOS SIN MAQUILLAJE
S.S. Francisco -Martes 18 de marzo de 2014

El cristiano que piensa que puede salvarse por sí solo «es un hipócrita», un
«cristiano maquillado». La Cuaresma es el tiempo propicio para cambiar de vida y
acercarse a Jesús pidiendo perdón, arrepentidos y dispuestos a testimoniar su luz
ocupándose de los necesitados. Una nueva reflexión cuaresmal propuso el Papa
Francisco el martes 18 de marzo en la misa celebrada en Santa Marta.
«Esto es la Cuaresma —así, en efecto, introdujo la homilía—, es un tiempo para
acercarnos más al Señor». Por lo demás, explicó, lo dice la palabra misma, ya que
Cuaresma significa conversión. Y precisamente con una invitación a la conversión,
destacó refiriéndose al pasaje de Isaías (1, 10.16-20), «comienza la primera
lectura de hoy. El Señor, en efecto, llama a la conversión; y curiosamente llama a
dos ciudades pecadoras», Sodoma y Gomorra, a las que dirige la invitación:
«Convertíos, cambiad de vida, acercaos al Señor». Esta, explicó, «es la invitación
de la Cuaresma: son cuarenta días para acercarnos al Señor, para estar más
cerca de Él. Porque todos nosotros necesitamos cambiar la vida». Y es inútil decir:
«Pero, padre, yo no soy tan pecador...», porque «todos tenemos dentro alguna
cosa y si miramos en nuestra alma encontraremos alguna cosa que no funciona,
todos».
La Cuaresma, por lo tanto, «nos invita a ajustar, a acomodar nuestra vida» indicó
el Pontífice. Es precisamente esto lo que nos permite acercarnos al Señor.
Al respecto, el Papa citó una vez más las palabras de la primera lectura: «Aunque
vuestros pecados sean como escarlata, quedarán blancos como nieve». Y
continuó: «―Yo te cambio el alma‖: esto nos dice Jesús. ¿Y qué nos pide? Que nos
acerquemos. Que nos acerquemos a Él. Dios es Padre; nos espera para
perdonarnos. Y nos da un consejo: ―No seáis como los hipócritas‖». Para
explicarlo, el Papa Francisco luego hizo referencia al pasaje del Evangelio de
Mateo (23, 1-12) poco antes proclamado: «Lo hemos leído en el Evangelio: este
tipo de acercamiento el Señor no lo quiere. Él quiere un acercamiento sincero,
auténtico. En cambio, ¿qué hacen los hipócritas? Se maquillan. Se maquillan de
buenos. Ponen cara de estampa, rezan mirando al cielo, haciéndose ver, se
sienten más justos que los demás, despreciando a los demás». Y presumen de
ser buenos católicos porque tienen conocidos entre bienhechores, obispos y
cardenales.

«Esto es la hipocresía —destacó—. Y el Señor dice no», porque nadie debe


sentirse justo por su juicio personal. «Todos necesitamos ser justificados —repitió
el obispo de Roma— y el único que nos justifica es Jesucristo. Por ello debemos
acercarnos: para no ser cristianos maquillados». Cuando la apariencia se
desvanece «se ve la realidad y éstos no son cristianos. ¿Cuál es la piedra de
toque? Lo dice el Señor mismo en la primera lectura: ―Lavaos, purificaos, apartad
de mi vista vuestras malas acciones. Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el
bien‖». Esta, repitió, es la invitación.

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Pero, «¿cuál es la señal de que estamos en el buen camino? Lo dice la Escritura:
socorrer al oprimido, cuidar al prójimo, al enfermo, al pobre, a quien tiene
necesidad, al ignorante. Esta es la piedra de toque». Y aún más: «Los hipócritas
no pueden hacer esto, porque están tan llenos de sí mismos que son ciegos para
mirar a los demás». Pero «cuando uno camina un poco y se acerca al Señor, la
luz del Padre hace ver estas cosas y va a ayudar a los hermanos. Este es el signo
de la conversión».

Cierto, añadió, esta «no es toda la conversión; porque la conversión —explicó—


es el encuentro con Jesucristo. Pero la señal de que estamos con Jesús es
precisamente esta: atender a los hermanos, a los pobres, a los enfermos como el
Señor nos enseña en el Evangelio».

Por lo tanto, la Cuaresma sirve para «cambiar nuestra vida, para ajustar la vida,
para acercarnos al Señor». Mientras que la hipocresía es «el signo de que
estamos lejos del Señor». El hipócrita «se salva por sí mismo, al menos así
piensa», continuó el Santo Padre. Así, la conclusión: «Que el Señor nos dé a
todos luz y valor: luz para conocer lo que sucede dentro de nosotros y valor para
convertirnos, para acercarnos al Señor. Es hermoso estar cerca del Señor».

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francesco_20140318_cristianos-sin-maquillaje.html

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6. LA COMUNIDAD CRISTIANA EN TRES PINCELADAS
S.S. Francisco -Martes 29 de abril de 2014

Armonía, testimonio, atención a los necesitados: «tres pinceladas» de la imagen


que representa a una comunidad cristiana, obra del Espíritu Santo según el
modelo del «pueblo nacido de lo alto», personas «que aún no se llamaban
cristianos» pero sabían dar testimonio de Jesucristo. Es la imagen presentada por
el Papa el martes 29 de abril, por la mañana, durante la misa en Santa Marta. Se
refirió a un pasaje de los Hechos de los Apóstoles (4, 32) para subrayar cómo la
Iglesia, tras recordar durante toda la semana de Pascua el sentido del «renacer de
lo alto», presenta ahora la imagen de lo que era «la comunidad de los nuevos
cristianos»: un «pueblo recién nacido», formado por personas que «aún no se
llamaban cristianos».

«La multitud de aquellos que se habían convertido en creyentes —destacó— tenía


un solo corazón y una sola alma: y este es el primer rasgo». El segundo lo
constituye el hecho de que se trataba de una multitud que «con gran fuerza daba
testimonio del Señor Jesús». El tercero es que entre ellos «nadie pasaba
necesidad».

Son las «tres peculiaridades —explicó el Santo Padre— de este pueblo renacido:
la armonía entre ellos, la paz; el testimonio fuerte de la resurrección de Jesucristo
y los pobres». Sin embargo, «no siempre funcionó así», añadió. En efecto, con el
paso del tiempo «llegaron las luchas internas, las luchas doctrinales, las luchas de
poder entre ellos. Incluso en la relación con los pobres surgieron problemas; las
viudas se lamentaban de que no se las atendía bien»: en resumen, no faltaban
dificultades.

Sin embargo, esta imagen muestra cómo deber ser realmente «el modo de vivir de
una comunidad cristiana», de quienes creen en Jesús. Ante todo, destacó el Papa
Francisco, es necesario construir un clima en el que reine «la paz y la armonía.
―Tenía un solo corazón y una sola alma...‖. La paz, una comunidad en paz. Esto
significa —añadió— que en esa comunidad no había espacio para las
murmuraciones, las envidias, las calumnias, las difamaciones», sino sólo para la
paz. Porque «el perdón, el amor, lo cubría todo».
Para calificar a una comunidad cristiana de este modo —especificó el Papa
Francisco— «debemos preguntarnos: ¿cuál es la actitud de los cristianos? ¿Son
mansos, humildes? ¿En esa comunidad hay luchas entre ellos por el poder,
conflictos por la envidia? ¿Se critica? Entonces no van por la senda de
Jesucristo». La paz en una comunidad, en efecto, es una «peculiaridad muy
importante. Tan importante porque el demonio trata de dividirnos, siempre. Es el
padre de la división; con la envidia, divide. Jesús nos hace ver este camino, el
camino de la paz entre nosotros, del amor entre nosotros».

Pasando luego a explicar el segundo rasgo característico de esta imagen, el Santo


Padre invitó a preguntarse si la comunidad cristiana «da testimonio de la
resurrección de Jesucristo: esta parroquia, esta comunidad, esta diócesis, ¿cree

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de verdad que Jesucristo ha resucitado?». En el caso en el que la respuesta no
sea explícita y decidida, «el corazón tal vez está lejos» de esta certeza. Es
necesario, en cambio, «dar testimonio de que Jesús está vivo, entre nosotros»:
sólo así se puede verificar cómo va una comunidad.

Por último, el Pontífice habló de los pobres y del lugar que ellos ocupan entre
nosotros. Al respecto se debe hacer un examen de conciencia que, precisó, se
puede subdividir en dos partes: «¿Cuál es tu actitud, o la actitud de esta
comunidad hacia los pobres?»; y después, «¿es pobre esta comunidad? ¿Pobre
de corazón y pobre de espíritu? ¿O pone la confianza en las riquezas, en el
poder?».

Como conclusión, el Papa reafirmó las tres características que identifican a una
comunidad cristiana: «Armonía, testimonio, pobreza y estar atentos a los pobres».
Precisamente esto —recordó— es lo que Jesús explicaba a Nicodemo»,
destacando que todo es obra del Espíritu Santo, «el único que puede hacer esto».
Porque «el espíritu construye la Iglesia. El Espíritu construye la unidad; el Espíritu
te impulsa hacia el testimonio; el Espíritu te hace pobre, porque Él es la riqueza; y
lo hace para que tú puedas ocuparte de los pobres. Por ello Jesús dice: «El viento
sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene y adónde va».
Así es quien ha nacido del Espíritu.

«Pensemos —fue la invitación final— en nuestras comunidades, en nuestras


parroquias, en nuestros movimientos, en nuestros colegios, en nuestras diócesis.
Nos hará bien compararnos un poco con esto: ¿mi comunidad está en paz y en
armonía o está dividida? ¿Mi comunidad da testimonio de Jesucristo o sabe que
Cristo ha resucitado, lo sabe intelectualmente pero no hace nada, no lo anuncia?
¿Se ocupa mi comunidad de los pobres? ¿Es una comunidad pobre?». Que el
Espíritu Santo, fue el deseo del Santo Padre, «nos ayude a ir por este camino, el
camino de quienes han renacido en el bautismo».

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2014/documents/papa-
francesco_20140429_tres-pinceladas.html

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7. QUIEN TIENE SITIO EN LA IGLESIA
S.S. Francisco -Lunes 5 de mayo de 2014

En la Iglesia no hay sitio para quien sigue a Jesús sólo por vanidad, por deseo de
poder y por deseo de acumular dinero. Sólo hay sitio para quien lo ama y lo sigue
precisamente porque lo ama.

Ha sido muy claro el Papa Francisco al reafirmar la actitud justa del cristiano que
se pone en camino por la senda del Señor. Y el lunes 5 de mayo, por la mañana,
en la misa que celebró en la capilla de Santa Marta, pidió que nos preguntemos de
qué modo seguimos a Jesús.

El Pontífice partió del pasaje de san Juan (6, 22-29) en el que se dice que la
multitud, que comió gracias al milagro de la multiplicación de los panes y de los
peces realizado por Jesús, al no verlo ya, lo va a buscar «a la otra orilla del mar».
Jesús, dijo el Papa, «llama la atención de la gente sobre algunas actitudes que no
son buenas y, es más, hacen mal».

Después de la multiplicación de los panes «la gente estaba alegre» por lo que
había hecho Jesús, hasta el punto que «querían convertirlo en rey». Pero Él
«huyó, solo. Fue a rezar al monte. Luego, esta gente, que lo seguía con el
corazón, lo amaba, al enterarse que Jesús estaba en la otra orilla, fueron a
buscarlo. Jesús los reprende por esta actitud: ―En verdad os digo: vosotros me
buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta
saciaros‖». Es como si dijese: «Vosotros me buscáis por un interés». Y «creo —
añadió el Pontífice— que nos hace siempre bien preguntarnos: ¿por qué busco a
Jesús? ¿Por qué sigo a Jesús?».

«Nosotros somos todos pecadores», explicó el Santo Padre. Y, por lo tanto,


siempre tenemos algún interés, algo «que purificar al seguir a Jesús; debemos
trabajar interiormente para seguirlo, por Él, por amor».

Pero también la gente de la que habla el Evangelio lo amaba. «Lo amaba de


verdad», destacó el Papa, porque «hablaba como uno que tiene autoridad». Sin
embargo había también ventajas. Y «en mi seguimiento de Jesús —se preguntó
de nuevo el obispo de Roma— ¿busco algo que no es precisamente Jesús?
¿Tengo rectitud de intención o no?». La respuesta se puede encontrar en las
enseñanzas mismas de Jesús, el cual «indica tres actitudes que no son buenas al
seguirlo a Él o al buscar a Dios».

La primera es la vanidad, en relación a la cual el obispo de Roma hizo referencia a


las advertencias de Jesús contenidas en el Evangelio de Mateo (6, 3-5; 16-17). Y
esto, destacó, «lo dice sobre todo a los dirigentes, que querían hacerse ver,
porque les gustaba —para decir la palabra justa— darse importancia. Y se
comportaban como auténticos pavos reales. Pero Jesús dice: no, esto no
funciona. La vanidad no hace bien».

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Algunas veces también «nosotros hacemos cosas buscando sobresalir» por
vanidad. Pero, advirtió el Pontífice, la vanidad es peligrosa porque puede hacernos
resbalar hacia el orgullo, la soberbia. Y cuando sucede esto, «todo se acaba». Por
ello, sugirió, siempre debemos preguntarnos: «¿Cómo hago las cosas? Las cosas
buenas que hago, ¿las hago a escondidas o para que me vean?». Y si Jesús dice
esto a los dirigentes, a los jefes, es como si «lo dijese a nosotros, a nosotros
pastores. Un pastor que es vanidoso no hace bien al pueblo de Dios». A esos
dirigentes de los que habla Jesús en el Evangelio les gustaba vestirse con trajes
de lujo, destacó entre otras cosas el Papa. Y confesó que cuando ve «a un pastor,
a un sacerdote, a un obispo que va por la calle vestido majestuosamente, como si
fuese a una fiesta mundana», se pregunta: «¿Qué piensa la gente de esto? Que
ese pastor no sigue a Jesús; sea sacerdote u obispo, no sigue a Jesús. Luego le
sigue un poco pero le gusta la vanidad».

Esta es una de las cosas que Jesús reprocha. Y del mismo modo reprende a
quien busca el poder. «Algunos siguen a Jesús porque inconscientemente buscan
el poder», explicó el Santo Padre. Y recordó las peticiones de Juan y Santiago, los
hijos de Zebedeo, que querían un sitio de poder cuando llegase el reino prometido.
«En la Iglesia hay trepadores, y son muchos...», comentó el Papa. Pero sería
mejor, añadió, que fuesen «hacia el norte e hicieran alpinismo. Y más sano. Pero
no vengan a la Iglesia para trepar». Jesús, recordó también, «reprende a esos
trepadores que buscan el poder. A Santiago y a Juan, a quienes tanto quería, que
buscaban el poder, les dijo: pero vosotros no sabéis lo que pedís, no lo sabéis».

El deseo de poder por parte de los discípulos de Jesús, recordó una vez más el
Santo Padre, se prolongó hasta el último instante, hasta el momento en el que
Jesús estaba a punto de subir al cielo. Ellos pensaban que estaba casi llegando el
momento del reino y su pregunta al Señor era: «¿Ahora llega el reino, el momento
de nuestro poder?». Sólo cuando desciende sobre ellos el Espíritu Santo, explicó,
los discípulos comprenden y cambian de actitud. En nuestra vida cristiana, sin
embargo, «el pecado —destacó el obispo de Roma— permanece. Y por ello nos
hará bien hacernos la pregunta: ¿cómo sigo yo a Jesús? ¿Sólo por Él, incluso
hasta la cruz, o busco el poder y uso a la Iglesia, a la comunidad cristiana, a la
parroquia, a la diócesis para tener un poco de poder?».

La tercera cuestión «que nos aleja de la rectitud de intención es el dinero». Están,


en efecto, «los que siguen a Jesús por el dinero —afirmó sin medias tintas el
Papa— y con el dinero. Buscan aprovecharse económicamente de la parroquia,
de la diócesis, de la comunidad cristiana, del hospital, del colegio... Esta tentación
existió desde el inicio. Y hemos conocido muchos buenos católicos, buenos
cristianos, amigos, bienhechores de la Iglesia, incluso con varias honorificencias,
muchas. Y que luego se descubrió que hicieron negocios un poco oscuros. Eran
auténticos especuladores e hicieron mucho dinero. Se presentaban como
bienhechores de la Iglesia, pero acumulaban mucho dinero y no siempre era
dinero limpio».

Y aquí el Santo Padre repitió las preguntas: «¿Cómo sigo yo a Jesús? ¿Hay
vanidad en mi seguimiento de Jesús? ¿Hay deseo de poder? ¿Hay deseo de

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dinero? Nos hará bien —exhortó— examinar un poco nuestro corazón, nuestra
conciencia sobre la rectitud de intención en el seguimiento de Jesús. ¿Lo sigo sólo
por Él? Y este es el camino de la santidad. ¿O lo sigo por Él pero también para
tener alguna ventaja para mí?». Y esto no es cristiano. Por lo tanto, concluyó,
«pidamos al Señor la gracia de enviarnos el Espíritu Santo para seguirlo con
rectitud de intención: sólo por Él, sin vanidad, sin deseo de poder, y sin deseo de
dinero».

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francesco_20140505_quien-tiene-sitio-iglesia.html

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8. ¿CRISTIANOS? SÍ, PERO...
S.S. Francisco -Martes 24 de marzo de 2015

¿Cuántos se dicen cristianos pero no aceptan «el estilo» con el cual Dios quiere
salvarnos? Son a quienes el Papa Francisco definió como «cristianos sí, pero...»,
incapaces de comprender que la salvación pasa por la cruz. Y Jesús en la cruz —
explicó el Pontífice en la homilía de la misa que celebró en Santa Marta el martes
24 de marzo— es precisamente «el núcleo del mensaje de la liturgia de hoy».
En el pasaje evangélico de san Juan (8, 21-30), Jesús dice: «Cuando levantéis en
alto al Hijo del hombre...» y, anunciando su muerte en la cruz, recuerda la
serpiente de bronce que Moisés hizo elevar «para curar a los israelitas en el
desierto», como se lee en la primera lectura tomada del libro de los Números (21,
4-9). El pueblo de Dios esclavo en Egipto —explicó el Papa— había sido liberado:
«Ellos habían visto verdaderos milagros. Y, cuando tuvieron miedo, en el momento
de la persecución del faraón, cuando estuvieron ante el mar Rojo, vieron el
milagro» que Dios había realizado para ellos. El «camino de liberación» comenzó
con la alegría. Los israelitas «estaban contentos» porque fueron «liberados de la
esclavitud», contentos porque «llevaban consigo la promesa de una tierra muy
buena, una tierra sólo para ellos» y porque «ninguno de ellos había muerto» en la
primera parte del viaje. También las mujeres estaban contentas porque tenían con
ellas «las joyas de las mujeres egipcias».

Pero a un cierto punto, continuó el Pontífice, en el momento que «se alargaba el


camino», el pueblo ya no soportó el viaje y «se cansó». Por ello comenzó a hablar
«contra Dios y contra Moisés: ¿por qué nos han sacado de Egipto para morir en el
desierto?». Comenzó «a criticar: a hablar mal de Dios, de Moisés», diciendo: «No
tenemos ni pan ni agua, y nos da náuseas ese pan sin sustancia, el maná». Es
decir, a los israelitas «les daban náuseas las ayudas de Dios, el don de Dios. Y,
así, la alegría del comienzo de la liberación se convirtió en tristeza, en
murmuración».
Probablemente preferían «un mago que con la varita mágica» los liberase y no un
Dios que les hiciese caminar y que «en cierto modo» les hiciese «ganar la
salvación» o, «al menos, merecerla en parte».
En la Escritura se ve «un pueblo descontento» y, destacó el Papa Francisco, «la
crítica es una vía de salida de ese descontento». En su descontento «se
desahogaban, pero no se daban cuenta de que con esa actitud envenenaban su
alma». He aquí, entonces, la llegada de las serpientes, porque «así, como el
veneno de las serpientes, en ese momento el pueblo tenía el alma envenenada».

También Jesús habla de la misma actitud, de «ese modo de ser no contento, no


satisfecho». Refiriéndose a un pasaje que encontramos en los Evangelios de san
Mateo (11, 17) y de san Lucas (7, 32), el Pontífice dijo: «Jesús, cuando habla de
esta actitud dice: ―¿Quién os entiende a vosotros? Sois como esos niños en la
plaza: hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; os hemos cantado
lamentaciones, y no habéis llorado. Entonces, ¿nada os satisface?‖». Es decir, el

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problema «no era la salvación, la liberación», porque «todos la querían»; el
problema era «el estilo de Dios: no gustaba el sonido de Dios para bailar; no
gustaban las lamentaciones de Dios para llorar». Entonces, «¿qué querían?».
Querían, explicó el Papa, obrar «según su pensamiento, elegir el propio camino de
salvación». Pero ese camino «no conducía a nada».

Una actitud que encontramos aún hoy. Incluso «entre los cristianos», se preguntó
el Papa Francisco, ¿cuántos están «un poco envenenados» de esta
insatisfacción? Oímos decir: «Sí, verdaderamente, Dios es bueno, pero cristianos
sí, pero...». Son los que, explicó, «no terminan de abrir el corazón a la salvación
de Dios» y «piden siempre condiciones»; los que dicen: «Sí, sí, sí, yo quiero ser
salvado, pero por este camino». Es así que «el corazón se envenena». Es el
corazón de los «cristianos tibios», que tienen siempre algo de qué lamentarse:
«―pero el Señor, ¿por qué me ha hecho esto?‖ –―pero te ha salvado, te ha abierto
la puerta, te ha perdonado muchos pecados‖– ―Sí, sí, es verdad, pero...‖». El
israelita en el desierto decía: «Yo quisiera agua, pan, eso que me gusta, no esta
comida tan ligera. Estoy hastiado». Y también nosotros «muchas veces decimos
que estamos hastiados del estilo divino». Destacó el Papa Francisco: No aceptar
el don de Dios con su estilo, ese es el pecado, ese es el veneno; lo que envenena
el alma, quita la alegría, no deja seguir».
Y «¿cómo resuelve todo esto el Señor? Con el mismo veneno, con el mismo
pecado»: es decir, «Él mismo toma sobre sí el veneno, el pecado y es elevado».
Así sana «esta tibieza del alma, ese ser cristianos a medias», ese ser «cristianos
sí, pero...». La curación, explicó el Papa, llega sólo «mirando la cruz», mirando a
Dios que asume nuestros pecados: «mi pecado está allí». Sin embargo, «cuántos
cristianos mueren en el desierto de su tristeza, de su murmuración, de su no
querer el estilo de Dios». Esta es la reflexión para cada cristiano: mientras Dios
«nos salva y nos muestra cómo nos salva», yo «no soy capaz de tolerar un poco
un camino que no me gusta mucho». Es «ese egoísmo que Jesús reprochaba a su
generación», la que decía acerca de Juan Bautista: «No, es un endemoniado». Y
la que cuando vino el Hijo del hombre lo definió como un «comilón» y un
«borracho». «¿Pero quién os entiende?» dijo el Papa añadiendo: «También yo,
con mis caprichos espirituales ante la salvación que Dios me da, ¿quién me
entiende?».
He aquí entonces la invitación a los fieles: «Miremos a la serpiente, el veneno ahí
en el cuerpo de Cristo, el veneno de todos los pecados del mundo y pidamos la
gracia de aceptar los momentos difíciles; de aceptar el estilo divino de salvación;
de aceptar también esta comida tan ligera de la que se lamentaban los judíos»: la
gracia, o sea, «de aceptar los caminos por los cuales el Señor me conduce hacia
adelante». El Papa Francisco concluyó deseando que la Semana Santa «nos
ayude a salir de esta tentación de llegar a ser ―cristianos sí, pero...‖».

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2015/documents/papa-francesco-
cotidie_20150324_cristianos-si-pero.html

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9. UN ENCUENTRO PARA CADA UNO
S.S. Francisco -Viernes 24 de abril de 2015

Cada hombre tiene un encuentro personal con el Señor. Un encuentro verdadero,


concreto, que puede cambiar radicalmente la vida. El secreto no está sólo en
darse cuenta de ello, sino también en nunca perder la memoria del mismo, para
conservar su frescura y belleza. Lo afirmó el Papa en la misa que celebró el
viernes 24 de abril, por la mañana, en la capilla de Santa Marta. Con alguna
«tarea para hacer en casa» y dos sugerencias prácticas: rezar para pedir la gracia
de recordar y luego releer el Evangelio para reflejarse en los numerosos
encuentros de Jesús.
La primera lectura (Hch 9, 1-20), destacó inmediatamente el Papa Francisco,
relata precisamente «la historia de Saúl-Pablo», el hecho de estar «convencido de
su doctrina, incluso acérrima». Pero «este celo lo llevaba a perseguir este nuevo
camino que había nacido allí, es decir, a los cristianos». Así Saúl «pidió las cartas
para las sinagogas de Damasco con el fin de ser autorizado para llevar
encadenados a los cristianos». Y «esto lo hacía con el celo de Dios».

Luego, explicó el Papa, «sucedió lo que hemos escuchado y que todos sabemos:
la visión, y él cayó del caballo». En ese punto, recordó el Papa Francisco, «el
Señor le habla: ―Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?‖ —―¿Quién eres, Señor?‖—
―Soy Jesús‖». Se da así «el encuentro de Pablo con Jesús».

Hasta ese momento Pablo «creía que todo lo que decían los cristianos eran
historias». Pero «he aquí que se encuentra con Él y jamás olvidará ese encuentro:
le cambia la vida y lo hace crecer en el amor al Señor que antes perseguía y ahora
ama». Un encuentro, añadió el Papa, que lleva a Pablo «a anunciar el nombre de
Jesús al mundo como instrumento de salvación». Así es como sucedió y lo que
significó «el encuentro de Pablo con Jesús».

«En la Biblia —afirmó el Papa Francisco— hay muchos otros encuentros».


También «en el Evangelio». Y son «todos distintos» entre sí. Verdaderamente
«cada uno tiene su encuentro con Jesús». Pensemos, sugirió el Papa, «en los
primeros discípulos que seguían a Jesús y permanecieron con Él toda la tarde —
Juan y Andrés, el primer encuentro— y fueron felices por esto». En tal medida que
«Andrés fue al encuentro de su hermano Pedro —se llamaba Simón en ese
tiempo— y le dijo: ―Hemos encontrado al Mesías‖». Es «otro encuentro entusiasta,
feliz, y condujo a Pedro hacia Jesús». Siguió, luego, «el encuentro de Pedro con
Jesús» que «fijó su mirada en él». Y Jesús le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan.
Te llamarás Cefas», «es decir piedra».

Los «encuentros», recordó el Papa Francisco, son verdaderamente muchos. Está,


por ejemplo, «el de Natanael, el escéptico». Inmediatamente «Jesús con dos
palabras lo tira por los suelos». De tal modo que el intelectual admite: «¡Tú eres el
Mesías!». Está también «el encuentro de la Samaritana que, a un cierto punto, se
encuentra en una situación difícil e intenta ser teóloga: ―Pero este monte, el
otro…‖». Y Jesús le responde: «Pero tu marido, tu verdad». La mujer «en el propio

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pecado encuentra a Jesús y va a anunciarlo a los de la ciudad: ―Me ha dicho todo
lo que he hecho; ¿será tal vez el Mesías?‖».

El Papa Francisco quiso también que se reviviera «el encuentro del leproso, uno
de los diez curados, que regresa para agradecer». Y, además, «el encuentro de la
mujer enferma desde hacía dieciocho años, que pensaba: ―Si al menos lograra
tocar el manto estaría curada‖ y encuentra a Jesús». Y también «el encuentro con
el endemoniado del que Jesús expulsa tantos demonios que se dirigen hacia los
cerdos» y después «quiere seguirlo y Jesús le dice: ―No, vete a casa con los tuyos
y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo‖».

Así, resumió el Pontífice, «podemos hallar muchos encuentros en la Biblia, porque


el Señor nos busca para tener un encuentro con nosotros» y «cada uno de
nosotros tiene su propio encuentro con Jesús». Quizá, destacó el Pontífice, «lo
olvidamos, perdemos la memoria» hasta el punto de preguntarnos: «Pero ¿cuándo
yo me encontré con Jesús o cuándo Jesús me encontró?». Seguramente, precisó
el Papa Francisco, Jesús «te encontró el día de tu Bautismo: eso es verdad, eras
niño». Y con el Bautismo, añadió, «te ha justificado y te ha hecho parte de su
pueblo».

«Todos nosotros —afirmó el Papa— hemos tenido en nuestra vida algún


encuentro con Él», un encuentro verdadero en el que «sentí que Jesús me
miraba». No es una experiencia sólo «para santos». Y «si no recordamos, será
bonito hacer un poco de memoria y pedir al Señor que nos dé la memoria, porque
Él recuerda, Él se acuerda del encuentro». Al respecto el Papa Francisco hizo
referencia al libro de Jeremías donde se lee: «Recuerdo tu cariño juvenil, el amor
que me tenías de novia». Habla, por lo tanto, de «aquel encuentro entusiasta del
inicio, aquel encuentro nuevo: Él jamás olvida, más bien nosotros olvidamos el
encuentro con Jesús».
Una «buena tarea para hacer en casa» sugirió el Papa Francisco, sería
precisamente volver a pensar «cuando sentí verdaderamente al Señor cerca de
mí», «cuando sentí que tenía que cambiar de vida y ser mejor o perdonar a una
persona», «cuando sentí al Señor que me pedía algo» y, por ello, «cuando me
encontré al Señor».

Nuestra fe, de hecho, «es un encuentro con Jesús». Precisamente «este es el


fundamento de la fe: he encontrado a Jesús como Saúl» tal y como lo relata el
pasaje de los Hechos de los apóstoles propuesto por la liturgia.

Y así, prosiguió el Papa Francisco, si uno se dice a sí mismo «no me acuerdo» del
encuentro con el Señor, es oportuno que pida la gracia: «Señor, ¿cuándo fui
consciente de encontrarte? ¿Cuándo me dijiste algo que cambió mi vida o me
invitaste a dar aquel paso hacia adelante en la vida?». Y, recomendó el Papa,
«esta es una bonita oración, hacedla cada día». Y cuando después «te acuerdes,
regocíjate en ese recuerdo que es un recuerdo de amor».

«Otra bonita tarea», propuso el Papa, «sería tomar los Evangelios» y releer las
muchas historias que existen para «ver cómo Jesús encuentra a la gente, cómo

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elige a los apóstoles». Y darse cuenta, quizá, de que alguno de los encuentros se
«asemeja al mío», porque «cada uno tiene su propio» encuentro.

He aquí entonces las dos sugerencias prácticas y concretas del Papa, «que nos
harán bien». En primer lugar «rezar y pedir la gracia de la memoria» y
preguntarnos: «¿Cuándo, Señor, fue ese encuentro, ese primer amor?». Para «no
escuchar el reproche que el Señor hace en el Apocalipsis: ―Pero tengo contra ti
que has abandonado tu amor primero‖».

La segunda sugerencia del Papa es, precisamente, «tomar el Evangelio y ver los
numerosos encuentros de Jesús con muchas personas diversas». Resulta
evidente, explicó, que «el Señor quiere encontrarnos, quiere que la relación con
nosotros sea cara a cara». Seguramente «en nuestra vida hubo un encuentro
fuerte que nos guió a cambiar un poco la vida y a ser mejores».

Precisamente la celebración eucarística, concluyó el Pontífice, es «otro encuentro


con Jesús, para realizar lo que hemos escuchado» en el Evangelio (Juan 6, 52-
59): «El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él». Sí,
precisamente para permanecer así «en el Señor, vamos ahora hacia este
encuentro cotidiano».

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2015/documents/papa-francesco-
cotidie_20150424_encuentro-cada-uno.html

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10. LA UNIDAD NO SE HACE CON PEGAMENTO
S.S. Francisco -Jueves 21 de mayo de 2015

La unidad de la Iglesia estuvo en el centro de la reflexión del Papa Francisco en la


misa del jueves 21 de mayo. Al releer el pasaje del Evangelio (Jn 17, 20-26)
propuesto por la liturgia del día, el Pontífice destacó ante todo cómo «consuela
escuchar esta palabra: ―No sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en
mí por la palabra de ellos‖». Es lo que dijo Jesús al despedirse de los apóstoles.
En ese momento Jesús ora al Padre por los discípulos y «ora también por
nosotros».

El Papa Francisco hizo notar que «Jesús rezó por nosotros, en ese momento, y lo
sigue haciendo». Se lee, en efecto, en el Evangelio: «Padre, ruego por ellos pero
también por los muchos otros que vendrán». Un detalle no irrelevante hacia el
cual, tal vez, no estamos lo suficientemente atentos. Y sin embargo, reafirmó el
Papa, «Jesús rezó por mí» y esto «es precisamente fuente de confianza».
Podríamos imaginar a «Jesús ante el Padre, en el cielo», que ruega por nosotros.
Y «¿qué ve el Padre? Las llagas», o sea el precio que Jesús «ha pagado por
nosotros».

Con esta imagen el Pontífice entró en el corazón de su reflexión. En efecto, se


preguntó, «¿qué pide Jesús al Padre en esta oración?». «¿Dice acaso: Ruego por
ellos para que la vida sea buena, para que tengan dinero, para que sean todos
felices, para que no les falte nada?..». No, Jesús «ruega para que todos sean uno:
―Como tú, Padre, en mí, y yo en ti‖». En ese momento Él ruega «por nuestra
unidad. Por la unidad de su pueblo, por la unidad de su Iglesia».

Jesús, explicó el Papa Francisco, sabe bien que «el espíritu del mundo, que es
precisamente el espíritu del padre de la división, es un espíritu de división, de
guerra, de envidias, de celos», y que esto está presente «también en las familias,
incluso en las familias religiosas, en las diócesis, en toda la Iglesia: es la gran
tentación». Por ello «la gran oración de Jesús» es «asemejarse» al Padre: o sea,
«como tú, Padre, en mí, y yo en ti», en la «unidad que Él tiene con el Padre».

Alguien podría decir entonces: «Pero, padre, con esta oración de Jesús si
queremos ser fieles, ¿no podemos hablar mal del otro? O bien: «¿No podemos
etiquetar a este de..., este es así, este es...?». ¿Y «ese otro, que fue tachado
como revolucionario...?». La respuesta del Papa fue clara: «No». Porque, añadió,
«debemos ser uno, uno solo, como Jesús y el Padre son uno». Y este es
precisamente «el desafío de todos nosotros los cristianos: no dar lugar a la
división entre nosotros, no dejar que el espíritu de división, el padre de la mentira
entre en nosotros». Debemos, insistió el Papa, «buscar siempre la unidad». Cada
uno, naturalmente, «es como es», pero debe buscar vivir en la unidad: «¿Jesús te
ha perdonado? Perdona a todos».

El Señor rogó para que lográramos esto. Explicó el Pontífice: «La Iglesia tiene
mucha necesidad de esta oración de unidad, no sólo la de Jesús; también
nosotros tenemos que unirnos a esta oración». Por lo demás, desde los orígenes

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la Iglesia manifestó esta necesidad: «Si comenzamos a leer el libro de los Hechos
de los Apóstoles desde el inicio –dijo el Papa Francisco– veremos que ahí
empiezan las riñas, también los engaños. Uno quiere engañar al otro, pensad en
Ananías y Safira...». Ya durante los primeros años existían las divisiones, los
intereses personales, los egoísmos. Crear la unidad fue y es una auténtica
«lucha».

Es necesario darse cuenta que «solos no podemos» conseguir la unidad: esta, en


efecto, «es una gracia». Por ello, destacó el Pontífice, «Jesús reza, rezó en aquel
momento, reza por la Iglesia, rezó por mí, por la Iglesia, para que yo vaya por este
camino».

La unidad es tan importante que, destacó el Papa, «en el pasaje que hemos leído»
esta palabra se repite «cuatro veces en seis versículos». Una unidad que «no se
construye con pegamento». No existe, en efecto, «la Iglesia construida con
pegamento»: la Iglesia se hace una con el Espíritu. He aquí, entonces, que
«debemos hacer espacio al Espíritu, para que nos transforme como el Padre está
en el Hijo, en uno solo».
Para alcanzar ese objetivo, añadió el Papa Francisco, existe un consejo dado por
el mismo Jesús: «Permaneced en mí». También esta es una gracia. En su oración
Jesús pide: «Padre, este es mi deseo: que los que me has dado están conmigo
donde yo estoy» para que «contemplen mi gloria».

De esta meditación emerge un consejo: el de releer los versículos 20-26 del


capítulo 17 del Evangelio de san Juan y pensar: «Jesús ruega, ruega por mí, rogó
y aún ruega por mí. Ruega con sus llagas, delante del Padre». Y lo hace «para
que todos nosotros seamos uno solo, como Él es con el Padre, por la unidad».
Esto «nos debe empujar a no hacer juicios», a no hacer «cosas que van contra la
unidad», y a seguir el consejo de Jesús «de permanecer en Él en esta vida para
que podamos permanecer con Él en la eternidad».

Estas enseñanzas, concluyó el Papa, se encuentran en el discurso de Jesús


durante la Última cena. En la misa «nosotros revivimos» esa cena y Jesús nos
repite esas palabras. Durante la Eucaristía «dejamos espacio para que las
palabras de Jesús entren en nuestro corazón y todos nosotros seamos capaces
de ser testigos de unidad en la Iglesia y de alegría en la esperanza de la
contemplación de la gloria de Jesús».

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2015/documents/papa-francesco-
cotidie_20150521_unidad-pegamento.html

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11. ¿A QUÉ GRUPO PERTENECEMOS?
S.S. Francisco -Jueves 28 de mayo de 2015

Los cristianos de salón —que son egoístas, especuladores, mundanos o


rigoristas— alejan a la gente que busca a Jesús. Acerca de esta tentación puso en
guardia el Papa Francisco al celebrar la misa, el jueves 28 de mayo, en la capilla
de la Casa Santa Marta. Invitando a cada uno a «un examen de conciencia», el
Papa recordó que los cristianos deben saber escuchar «el grito de ayuda» de la
gente y sostenerla en el camino para acercarse al Señor.

El Papa Francisco inició la homilía hablando el episodio relatado por san Marcos
en el pasaje evangélico (10, 46-52) propuesto por la liturgia. «Jesús estaba con
sus discípulos y con la gente —dijo— que lo seguía porque Él hablaba como un
maestro, con autoridad propia». Bartimeo, un hombre ciego, «escuchó bullicio y
preguntó: ―¿Qué sucede?‖. Era Jesús». Y así Bartimeo «comenzó a gritar, y
gritaba con fuerza haciendo un acto de fe: ―Jesús, Hijo de David, ten piedad de
mí‖». Sus palabras son «precisamente un acto de fe», destacó el Pontífice.

Pero «entre la gente que estaba allí con Jesús, cada uno tenía su personalidad, su
modo de ver la vida, de sentir la vida», explicó el Papa. Y, así, ante todo, «había
un grupo de gente que no escuchaba el grito» del hombre ciego. Es «ese grupo de
gente que, incluso hoy, no percibe el grito de los muchos que tienen necesidad de
Jesús». En definitiva, es «un grupo de indiferentes: no escuchan, creen que la vida
es sólo el grupito allí; están contentos, son sordos al clamor de tanta gente que
necesita salvación, que necesita ayuda de Jesús y de la Iglesia». Pero, destacó el
Papa Francisco, «esa gente es egoísta, vive para sí misma» incapaz «de escuchar
la voz de Jesús».

«Luego están los que escuchan ese grito que pide ayuda, pero quieren
silenciarlo», continuó el Pontífice. Y, en efecto, san Marcos en su Evangelio dice
que muchos reprendieron a Bartimeo para hacerlo callar, diciéndole que «no
gritase» y que dejase al maestro «tranquilo». Lo hicieron «también los discípulos».
Y el Papa recordó además «cuando los discípulos alejaron a los niños»,
precisamente «para que no incomodaran al maestro». Así, pues, también los
discípulos trataron de hacer callar a Bartimeo «porque el maestro estaba con ellos,
era para ellos, no era para todos». Actuando así «esta gente aleja a Jesús de los
que gritan, que tienen necesidad de la fe, que tienen necesidad de salvación».

Existe también, afirmó el Papa Francisco, otro grupo, formado por los
«especuladores: eran religiosos, parece, pero Jesús los expulsó del templo porque
hacían sus negocios allí, en la casa de Dios». Se trata de personas «que no
escuchan, no quieren escuchar el grito de ayuda, sino que prefieren hacer sus
negocios y usan al pueblo de Dios, usan a la Iglesia, para hacer sus propios
negocios». También «estos especuladores alejan a la gente de Jesús» y no
permiten que las personas «pidan ayuda».

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«Otro grupo que aleja a la gente de Jesús —dijo también el Papa— son los
cristianos sólo de nombre, sin testimonio, que no dan testimonio de cristianos». Sí,
«son cristianos de nombre, cristianos de salón, cristianos de fiestas, pero su vida
interior no es cristiana, es mundana». Y «uno que se llama cristiano y vive como
un mundano aleja a quienes piden ―ayuda‖ a Jesús».

Y, también, «están los rigoristas», añadió el Papa: «aquellos a los que Jesús
reprende» porque «cargan muchos pesos sobre los hombros de la gente». Y
«Jesús les dedica a ellos todo el capítulo 23 de san Mateo». Les dice «¡hipócritas,
explotáis a la gente!». En efecto, «en lugar de responder al grito que pide
salvación alejan a la gente».

El «primer grupo», resumió el Pontífice, está formado por «los que no escuchan».
Del segundo, en cambio, forma parte «mucha gente diversa, diferente» que
«escucha la llamada, pero aleja» de Jesús. Y «está también un tercer grupo», son
«los que ayudan a acercarse a Jesús» y que dicen a Bartimeo: «―Ánimo, levántate,
te llama‖». Es «el grupo de los cristianos que son coherentes entre lo que creen y
lo que viven» y ayudan a acercarse a Jesús «a la gente que grita pidiendo
salvación, pidiendo la gracia, pidiendo la salud espiritual para su alma».

Precisamente a la luz de esta reflexión, el Papa Francisco propuso «un examen de


conciencia» que «nos hará bien», a través de una serie de preguntas directas:
«¿En qué grupo estoy? ¿En el primero, entre los que escuchan los numerosos
gritos que piden ayuda de salvación? ¿Me ocupo sólo de mi relación con Jesús,
cerrada, egoísta? ¿Pertenezco al segundo grupo, entre los que alejan a la gente
de Jesús, por la falta de coherencia de vida, falta de testimonio, así como por estar
muy apegados al dinero o por la rigidez?». Y también: «¿Alejo a la gente de Jesús
o pertenezco al tercer grupo, el de los que escuchan el grito de tantas personas y
les ayudo a acercarse a Jesús?». A estas preguntas, concluyó el Papa, «cada uno
de nosotros puede responder en su corazón».

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2015/documents/papa-francesco-
cotidie_20150528_grupo-pertenecemos.html

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12. HUÉRFANOS O DISCÍPULOS
S.S. Francisco -Martes 19 de abril de 2016

Con la oración del Padrenuestro Jesús entrega a cada uno el certificado de


paternidad: nadie es huérfano, pero existe el riesgo de llegar a serlo cerrando el
corazón y no dejándonos atraer por el amor de Dios.

Lo recordó Francisco en la misa celebrada el martes 19 de abril, por la mañana,


en Santa Marta. Y el Papa sugirió también recurrir a una oración humilde, con
espíritu de hijo: «Padre, atráeme hacia Jesús; Padre, condúceme a conocer a
Jesús». Precisamente para no tener la actitud de aquellos doctores de la ley que
incluso ante los milagros de Jesús y su resurrección hacían de todo con tal de
negar su evidencia.

Para la meditación, Francisco partió del pasaje de san Juan (10, 22-30) propuesto
por la liturgia. «Jesús se confronta otra vez con los sacerdotes, los doctores de la
ley», destacó de forma inmediata. Y «ellos le hicieron la pregunta: ―¿Hasta cuándo
vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente‖». Por lo demás,
aquellos doctores «volvían siempre al mismo tema: ¿quién eres tú? ¿Con qué
autoridad haces esto?‖».
El Evangelio nos dice que «Jesús les respondió: ―Ya os lo he dicho, pero no me
creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de
mí; pero vosotros no creéis‖».

No creen, sin embargo «han visto muchas cosas, muchos milagros». Y es así que
«cuando Jesús curó al ciego de nacimiento —en el noveno capítulo del Evangelio
de Juan— hicieron todas las investigaciones posibles e inimaginables: llamaron a
los padres, llamaron a los que lo conocían, lo llamaron a él, y luego otra vez...».
En definitiva, «estaba claro que era un ciego de nacimiento, pero no creyeron».

Y fue entonces que «Jesús dijo dos palabras sobre la ceguera espiritual: ellos, que
creían poder ver, los ilustres que sabían todo —toda la ley—, no veían porque
eran ellos los ciegos, los ciegos de nacimiento».

«Pero vosotros no creéis» dice Jesús a los doctores de la ley. Y explica por qué:
aquí está también «la novedad de este pasaje del Evangelio» afirmó el Papa.
«Vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas» dice el Señor. En esencia,
continuó Francisco, alguien podría pensar que «para creer debo decir ―creo‖ y así
entro a formar parte de las ovejas de Jesús». En cambio no, «es al revés: sólo
aquellos que forman parte de las ovejas de Jesús pueden creer».

Lo confirman las palabras de Juan en el Evangelio: «Mis ovejas escuchan mi voz;


yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y
nadie las arrebatará de mi mano».

Pero, dijo el Pontífice, «¿estas ovejas estudiaron para seguir a Jesús y luego
creyeron? No». La respuesta definitiva la da Jesús mismo: «El Padre, que me las

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ha dado, es más grande que todos». Es precisamente «el Padre quien le da las
ovejas al pastor; es el Padre quien atrae los corazones hacia Jesús». Es el Señor
quien lo confirma con claridad: «Nadie viene a mí si el Padre no lo atrae».

«En cambio —puso de relieve Francisco— los doctores de la ley tenían el corazón
cerrado, se sentían dueños de sí mismos, pero, en realidad, eran huérfanos
porque no tenían una relación con el Padre». En verdad, «hablaban de sus padres
—nuestro padre Abrahán, los patriarcas— pero como figuras lejanas». Pero «en
su corazón eran huérfanos, vivían en una condición de huérfanos y preferían esa
condición antes de dejarse atraer por el Padre».

Estamos ante el «drama del corazón cerrado de esta gente —afirmó el Papa—:
creían haber sido creados por ellos mismos porque lo sabían todo, y, por esto, su
corazón era incapaz de creer, porque no se dejaban atraer por el Padre hacia
Jesús y, así, no formaban parte de las ovejas de Jesús».

Este «drama sigue adelante hasta el Calvario». Luego «también el día de la


resurrección: cuando los soldados van a informar acerca de lo sucedido, ¿qué
hacen ellos? Dan un buen consejo: ―Vosotros decid que estabais dormidos y que
los discípulos robaron el cuerpo‖». Y «ponen la mano en el bolsillo», según «el
principio de la tangente: ―Tú callas y yo te pago por callar‖».

Por ello «ni siquiera ante esa prueba, los testigos que habían visto la resurrección
—destacó Francisco— se dejaron atraer por el Padre hacia Jesús». Por esto «no
pueden creer, porque no son de las ovejas de Jesús: son huérfanos», porque
«renegaron de su Padre».
Refiriéndose a la primera lectura, tomada de los Hechos de los apóstoles (11, 19-
26), el Papa destacó cómo se puede reconocer «la actitud opuesta: los discípulos,
después de la persecución que se había desatado en Jerusalén tras de la muerte
de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, y proclamaban la palabra a
los judíos: algunos creían, otros no, pero la fe seguía adelante». Y «algunos de
ellos comenzaron a predicar, a anunciar a Jesucristo también a los paganos, a los
griegos, y esto era un cambio muy fuerte: era una transformación de su
concepción del acceso a la salvación».

Por ello, continuó el Pontífice, «los discípulos que habían permanecido en


Jerusalén sintieron un poco de miedo y mandaron a Bernabé a Antioquía». Y
cuando Bernabé «llegó allí por la gracia de Dios, se alegró y exhortaba a todos a
permanecer con corazón firme, fieles al Señor. Aceptó la novedad, porque se dejó
atraer por el Padre hacia Jesús que quería esto».

«Jesús nos invita a ser sus discípulos —explicó el Papa— pero para serlo
tenemos que dejarnos atraer por el Padre hacia Él».
Y «la oración humilde del hijo, que nosotros podemos hacer, es: ―Padre, atráeme
hacia Jesús; Padre, condúceme a conocer a Jesús‖». Y «el Padre enviará al
Espíritu a abrir nuestro corazón y nos llevará hacia Jesús». En efecto, «un

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cristiano que no se deja atraer por el Padre hacia Jesús es un cristiano que vive
una situación de huérfano; y nosotros tenemos un Padre, no somos huérfanos».

Como conclusión, Francisco sugirió dirigirse «al Padre como nos enseñó Jesús —
―Padre nuestro, que estás en el cielo...‖— y pedir la gracia de ser atraídos hacia
Jesús».

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13. LA IGLESIA NO ES DE LOS TIBIOS
S.S. Francisco -Martes 23 de mayo de 2017

La Iglesia no debe ser nunca «tibia» y está llamada, así como cada cristiano, a un
camino de «conversión diario». Es necesario de hecho prestar atención a no
adecuarse a un estado «tranquilo», «mundano», y estar siempre abiertos al
«anuncio alegre que Jesús es el Señor». Como hizo, por ejemplo, el arzobispo
Óscar Arnulfo Romero, recordado por el Papa Francisco en el segundo aniversario
de la beatificación, durante la misa celebrada en Santa Marta el martes 23 de
mayo.
El Pontífice tomó la primera lectura (Hechos de los Apóstoles 16, 22-34) y,
explicando de que se trata del pasaje final de una historia más amplia, resumió
toda la evolución. Es un momento importante de la predicación de Pablo y Silas
que, llegados a la ciudad de Filipos, encuentran «una esclava que practicaba la
adivinación» y que gracias a su actividad hacía ganar mucho a sus amos. Esta
mujer, al ver a los dos que «iban a rezar», comenzó a gritar: «¡Estos son siervos
de Dios!».

Aparentemente, hizo notar el Papa, se trataba de una «alabanza». Pero, sus


palabras, repetidas «todos los días» tuvieron una consecuencia. Se lee en los
Hechos que «un día Pablo se cansó». El apóstol, explicó el Pontífice, «tenía el
espíritu de discernimiento y sabía que esta mujer estaba poseída del mal espíritu»,
por eso «se dirigió a ella» y «expulsó al espíritu malo». La inmediata consecuencia
fue que «esta señora, esta esclava ya no puedo adivinar y sus amos viendo
desvanecerse sus ganancias —ganaban mucho— tomaron a Pablo y Silas y les
llevaron ante las autoridades». Empezó así una serie de acusaciones.

Y precisamente en este punto se inserta el pasaje propuesto por la liturgia del día
en la cual se lee que «los pretores les hicieron arrancar los vestidos y mandaron
azotarles con varas. Después de haberles dado muchos azotes, los echaron a la
cárcel y mandaron al carcelero que los guardase con todo cuidado. Éste, al recibir
tal orden, los metió en el calabozo interior y sujetó sus pies en el cepo». Pero a
este punto, dijo el Papa, «intervino Dios» y así, mientras «hacia media noche
Pablo y Silas cantaban, alababan a Dios y los otros prisioneros escuchaban»,
llega un «fuerte terremoto y se abren todas las puertas». Y frente a un evento tan
excepcional, el carcelero, temiendo la fuga de los reclusos, quería matarse porque
«la ley de aquel tiempo» preveía que cuando los prisioneros escapan se juzgaba
al custodio.
Entonces «Pablo gritó: ―No te hagas ningún mal, que estamos todos aquí‖. Y ese
no entendió: ―Pero ¿cómo sucede esto? ¿Estos delincuentes en vez de
aprovechar la oportunidad de escapar están aquí?‖. El carcelero, dándose cuenta
que había sucedido «algo extraño y que era algún signo de Dios, tanto el temblor
como las puertas abiertas y que ninguno de ellos había escapado», se pr ecipitó
dentro «y temblando cayó a los pies de Pablo y Silas y después les llevó fuera y
dijo: ―señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?‖». Evidentemente, señaló
Francisco, era «un hombre al que el Espíritu había tocado el corazón». La

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respuesta de los dos fue: «―Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa‖. Y
proclamaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa. Él los tomó
consigo a esa hora de la noche, les lavó las heridas y enseguida fue bautizado, él
con todos los suyos; después les hizo subir a casa, preparó la mesa y se llenó de
alegría‖; festejaron esta gracia». Se trata, dijo el Papa concluyendo la narración,
de «una bonita historia que nos hace pensar».

De aquí partió la reflexión que sobre todo destacó cómo en la situación s e


encuentra un «pasaje». Se inicia, de hecho, con «un estado de predicación
tranquila porque Pablo y Silas tenían que estar contentos porque esta esclava que
tenía tanta autoridad, esta maga, esta adivinadora, dijera que ellos eran hombres
de Dios». El hecho es que esa «no era la verdad». Y «¿por qué?», se preguntó el
Pontífice. «Porque Pablo —fue la respuesta— movido por el Espíritu, entendió que
esa no era la Iglesia de Cristo, que ese no era el camino de la conversión de esa
ciudad, porque todo permanecía tranquilo, no había conversiones. Sí, todos
aceptaban la doctrina: ―Qué bonito, qué bonito, estamos todos bien‖».

Una situación, subrayó el Papa, que «se repite» más veces «en la historia de la
salvación»: de hecho, «cuando el Pueblo de Dios estaba tranquilo o servía a la
mundanidad, no digo a los ídolos, no, a la mundanidad y estaba en la
mediocridad», el Señor «enviaba a los profetas». Es más: «a los profetas les
sucedió lo mismo que a Pablo: eran perseguidos, golpeados, ¿por qué? Porque
incomodaban».

Algo hecho igualmente por Pablo, «hombre de discernimiento», comprendiendo


que el espíritu que poseía la magia, «era un espíritu de mediocridad, que hacía
tibia a la Iglesia», entendió el engaño y expulso al espíritu malo. Y la verdad se
supo».
Es una dinámica, dijo el Pontífice, que sucede todavía hoy en la Iglesia: «cuando
alguno denuncia tantos modos de mundanidad es mirado con malos ojos, esto no
va, mejor que se aleje». Y añadió: «yo recuerdo en mi tierra, muchos, muchos
hombres y mujeres, consagrados buenos, no ideológicos, pero que decían: ―No, la
Iglesia de Jesús es así...‖», de aquellos dijeron: «¡Este es comunistas, fuera!‖, y
les echaban, les perseguían.

Pensemos en el beato Romero». Y esto sucedió a «muchos, muchos en la historia


de la Iglesia, también aquí en Europa». La explicación se encuentra en el hecho
de que «el mal espíritu prefiere una Iglesia tranquila sin riesgos, una Iglesia de
negocios, una Iglesia cómoda, en la comodidad de la mediocridad, tibia».
Para comprender mejor este razonamiento, el Papa recordó dos palabras que se
encuentran en el pasaje de la Escritura tomado en consideración, una «al inicio de
la historia» y otra «al final». Si se lee con atención, de hecho, se ve que «los amos
de este señora, esclava, adivinadora, se enfadaron porque habían dejado de
ganar dinero». Esta es la palabra: «dinero».

De hecho, «el mal espíritu siempre entra por el bolsillo» y, sugirió el Pontífice
«cuando la Iglesia es tibia, tranquila, toda organizada, no hay problemas, mirad

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dónde están los negocios, enseguida». Hay después otra palabra que surge al
final de la narración: «alegría». De hecho se lee que el carcelero, después de
haber sido bautizado, «preparó la mesa y se alegró con toda su familia por haber
creído en Dios». Así está claro, dijo Francisco, «el camino de nuestra conversión
cotidiana: pasar de un estado de vida mundano, tranquilo sin riesgos, católico, sí,
sí, pero así, tibio, a un estado de vida del verdadero anuncio de Jesús, a la alegría
del anuncio de Cristo. Pasar de una religiosidad que mira demasiado a los
beneficios, a la fe y a la proclamación: ―Jesús es el Señor‖». Y esto, añadió, «es el
milagro que hace el Espíritu Santo».

Por eso el Papa sugirió a los presentes releer el capítulo 16 de los Hechos de los
Apóstoles, para comprender mejor «este recorrido» y cómo «el Señor con sus
testigos, con sus mártires, hace ir adelante a la Iglesia». Nos daremos cuenta que
«una Iglesia sin mártires da desconfianza; una Iglesia que no corre el riesgo da
desconfianza; una Iglesia que tiene miedo de anunciar a Jesucristo y expulsar los
demonios, los ídolos, al otro señor, que es el dinero, no es la Iglesia de Jesús».

Concluyendo la meditación, Francisco recordó cómo en la liturgia del día hay una
oración en la que se da gracias «al Señor por la renovada juventud que nos da
con Jesús». También la Iglesia de Filipos, dijo, «fue renovada y se convirtió en una
Iglesia joven».

Por tanto, debemos rezar para que «todos nosotros tengamos esto: una renovada
juventud, una conversión de la forma de vivir tibios al anuncio alegre de que Jesús
es el Señor».

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2017/documents/papa-francesco-
cotidie_20170523_no-de-los%20tibios.html

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68
14. DIO A LUZ LA IGLESIA
S.S. Francisco -Viernes 15 de septiembre de 2017

María bajo la cruz de Jesús es un icono para «contemplar»: no son necesarias


muchas palabras para reconocer la esencial del testimonio de «una mujer» que es
«madre de todos nosotros». Lo afirmó el Papa celebrando el viernes por la
mañana 15 de septiembre, memoria de la Beata Virgen María de los Dolores, la
misa en la capilla de la Casa Santa Marta.
«Este pasaje del Evangelio es más para contemplar que para reflexionar» confió
Francisco refiriéndose al pasaje de Juan (19, 25-27), propuesto en la liturgia del
día, que presenta a María bajo la cruz de Jesús. Sí, explicó, «contemplar a la
madre de Jesús, contemplar este signo de contradicción, porque Jesús es el
vencedor pero en la cruz». Y esta, añadió, «es una contradicción, no se entiende:
es necesaria la fe para entender» o «al menos para acercarse a este misterio». Y
la madre de Dios «sabía», afirmó el Papa, «porque toda la vida vivió con el alma
atravesada, lo dijo Simeón». Y «seguía Jesús y escucha las palabras que la gente
decía: ―¡qué grande!‖ — ―¡Pero esto no es de Dios!‖— ―¡Este no, no es un
verdadero creyente!‖». María «escuchaba todo: todas las palabras a favor y en
contra» de Jesús.

Por otro lado, María, hizo presente Francisco, estaba «siempre detrás de su Hijo:
por esto decimos que es la primera discípula». Y «siempre con la inquietud que
hacía nacer en su corazón este signo de contradicción». Siempre, insistió el
Pontífice, hasta «el final está allí, de pie, mirando al Hijo». Y «quizá, ella escuchó
los comentarios: ―Mira, esa es la madre de uno de los tres delincuentes‖». Pero se
quedó «callada: es la madre, no renegó del Hijo, dio la cara por el Hijo».

«Esto que yo digo ahora —confió el Papa— son pequeñas palabras para ayudar a
contemplar, en silencio, este misterio: en ese momento, ella nos dio a luz a todos
nosotros, dio a luz a la Iglesia». Y repitiendo las palabras del Evangelio de Juan, el
Pontífice hizo notar que Jesús llama a su madre «mujer» y le dice «ahí tienes a tus
hijos». Sí, Jesús «no dice ―madre‖, dice ―mujer‖». Y María es una «mujer fuerte,
valiente: una mujer que estaba allí para decir ―este es mi Hijo: no lo reniego‖».

En conclusión Francisco invitó «solamente, en silencio, a contemplar, a mirar: que


sea el Espíritu Santo —deseó— a decir a cada uno de nosotros lo que
necesitamos».

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2017/documents/papa-francesco-
cotidie_20170915_dio-luz-iglesia.html

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15. COMO UNA FAMILIA
S.S. Francisco -Martes 26 de septiembre de 2017

Es «familiaridad» la palabra clave de la homilía pronunciada por el Papa Francisco


durante la misa celebrada en Santa Marta el martes, 26 de septiembre. El centro
es la perspectiva que cada cristiano debe «sentirse familia de Jesús», vivir en
«cercanía» con Él cada momento del día, incluso aquellos aparentemente más
banales.
Fue precisamente Jesús quien ofreció esta oportunidad a cada hombre, haciendo
lo mismo —dijo el Pontífice— «un paso más en la cercanía que tiene con
nosotros». Es lo que emerge claramente del evangelio del día (Lucas, 8, 19-21),
en el que se lee que «Jesús estaba predicando con tanta multitud» mientras «llegó
su familia» a encontrarlo. «Y cuando le dicen que allí está su madre, sus
parientes, su familia», Jesús «alarga el concepto y dice: ―Esta es mi familia, ellos,
es esta, todos, todos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en
práctica‖». He aquí, explicó el Papa, el «paso más» que da Jesús, que afirma: «Yo
tengo una familia más grande que pequeña, en la cual he venido al mundo». De
este modo Él «nos hace pensar a nosotros que somos su familia», es decir,
aquellos «que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica».

Un gesto, aquel de Jesús, que restituye «el concepto de familiaridad con Dios, de
familiaridad con Jesús». De hecho, dijo Francisco, «nosotros podemos ser
discípulos, podemos ser amigos, pero ser familia es aún más». Es un salto de
calidad si se piensa en el «primer mandamiento que hemos recibido en la persona
de nuestro padre Abraham», o sea: «Camina en mi presencia y sé irreprochable».
Hoy aquel mandamiento «ha crecido y es más grande y largo: ―Escucha la palabra
de Dios. Ponla en práctica, así serás mi familia, tendrás familiaridad conmigo‖».

De aquí, sugirió el Pontífice, cada uno puede valorar su propia relación con Jesús
y preguntarse: «¿Es una actitud formal, educada?. Yo voy a rezar, después voy
con mis cosas, me olvido de Jesús y hago mis cosas, vuelvo a rezar». ¿Es, por
tanto, una actitud diplomática»? O ¿«es una actitud familiar», en la que se siente
«familiaridad con el Señor»? Para responder hay que comprender «qué significa
esta palabra que los padres espirituales en la Iglesia han usado tanto y nos han
enseñado: la familiaridad con Dios». A este respecto, el Papa dio indicaciones.
Antes de nada, significa «entrar en la casa de Jesús: entrar en esa atmósfera, vivir
aquella atmósfera que hay en la casa de Jesús. Vivir allí, contemplar, ser libres,
allí». De hecho, aquellos que «habitan la casa del Señor», ya que son «hijos» y
«tienen familiaridad con Él», son también «libres». Hay una diferencia sustancial
con quien no tiene esta familiaridad: Francisco reclamó una expresión bíblica, o
sea «los hijos de la esclava» y la aplicó a aquellos que «son cristianos pero no
osan acercarse, no osan tener esta familiaridad con el Señor y siempre hay una
distancia que los separa del Señor».

Por tanto, y es el segundo aspecto a considerar, «familiaridad con Jesús significa


estar con Él, mirarlo, escuchar su palabra, buscar practicarla, hablar con Él». Un
diálogo simple, explicó el Pontífice en el que se habla con el Señor de las cos as

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70
de cada uno, con «aquella oración que se hace también de camino: ―Pero, Señor,
¿qué piensas?‖». Se trata, por lo demás, de aquella familiaridad que tenían los
santos. El Papa recordó, por ejemplo a Santa Teresa, «que encontraba al Señor
en todas partes, era familiar con el Señor en todas partes, incluso entre las
cazuelas en la cocina».

Pero más allá de «estar con el Señor», añadió Francisco, es importante «quedarse
con el Señor», como Él mismo aconsejó en «el discurso de la última cena». El
pensamiento, dijo el Pontífice, va al inicio del Evangelio, cuando Juan indica: ―este
es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo‖. Y Andrés y Juan fueron
tras Jesús: ―Maestro, ¿dónde estás?‖ —―venid y veréis‖» Los dos discípulos lo
siguieron y, dice el Evangelio con una «frase hermosa: ―se quedaron con él todo el
día y toda la noche‖».
Por tanto, concluyó el Papa, hay que, proceder «con esta actitud de familiaridad
con el Señor» y no quedarse como cristianos que se conforman con tener una
«actitud buena con el Señor, pero tú allí y yo aquí». La invitación del Señor está
clara y es más atrayente: «Somos familia, vosotros sois mi familia si escucháis mi
palabra y si la ponéis en práctica».

Hay que tener el estilo de quien, con sus problemas, durante el día «va en el bus,
en el metro e interiormente habla con el Señor o al menos sabe que el Señor lo
mira, le es cercano: esta es la familiaridad, es cercanía, es sentirse de la familia de
Jesús».

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2017/documents/papa-francesco-
cotidie_20170926_como-una-familia.html

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71
CATEQUESIS SOBRE LOS

- SACRAMENTOS-

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72
1. LOS SACRAMENTOS
Qué queremos

de Dios.

conocerlos, valorarlos y vivirlos en la Iglesia como un regalo del Señor.

El jarro familiar
Es un jarro de aluminio, de aquel aluminio antiguo, bueno y brillante; tiene rota el
asa, pero esto mismo le da cierto aire de vejez. En él bebieron los once hijos,
desde pequeños hasta grandes, porque acompañó a la familia en todas sus
mudanzas: del campo a la aldea, de la aldea al pueblo, del pueblo a la ciudad…

Hubo nacimiento y muertes y el jarro participó de todo, estuvo siempre al lado de


todos. Permaneció en la continuidad del misterio de la vida, en la diferencia de
situaciones vitales y mortales. Siempre brillante, siempre antiguo, porque sin
dudas lo era ya cuando entró a casa; viejo con esa vejez que es juventud, porque
genera y da la vida. El jarro de aluminio, pieza central de la cocina…

Todo lo que se bebe en el jarro es agua… pero es la frescura, la familiaridad, la


dulzura, la historia familiar, la reminiscencia de la infancia, lo que sacia la sed.
Puede ser cualquier clase de agua, en ese jarro sabe siempre buena y fresca. Qué
bueno es beber en este jarro, cómo sabe el agua. ¿Por qué el agua del jarro de
aluminio es buena y dulce, saludable y fresca? Porque el jarro es un signo: es una
especie de jarro-sacramento y esto le confiere al agua bondad, dulzura, frescor y
salud.

Conversemos

evos elementos les hace descubrir?

Sacramento
Si buscamos en la Biblia la palabra "sacramento" no la encontraremos, por lo
menos en el sentido que hoy le damos. Pero, a pesar de eso, su fundamento es
bíblico. Más aún los sacramentos fueron instituidos por el Señor Jesús. La palabra
sacramento es de origen latino, los cristianos la usaron desde los primeros años
para significar lo que se refería a los signos litúrgicos, celebraciones eclesiales y a
los hechos sacros. Es decir, a los actos de culto.

Con el correr del tiempo, esta palabra se dejó para referirse exclusivamente a los
signos sagrados instituidos por Jesucristo. San Agustín, que vivió en el siglo IV,
fue quien más contribuyó a la clarificación del concepto de "sacramento" y en el
siglo XII, se fijó el número de sacramentos como siete.

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El sacramento concibe la realidad no como cosa, sino como un signo, un símbolo.
El símbolo surge del encuentro del ser humano con el mundo, al que le da sentido.
La visión de la vida humana, en cuanto humana, se llena de signos. Cuanto más
se relaciona el ser humano con las cosas del mundo y con los demás, tanto más
se le presenta el horizonte de lo significativo, de lo simbólico, de lo sacramental.

Toda religión posee una estructura sacramental. La religión nace del encuentro del
ser humano con la Divinidad, que se realiza y se celebra en el mundo, en una
piedra, en la montaña, en una persona. El medio del encuentro se torna
sacramental. En la tradición judeo-cristiana, la historia es el lugar principal del
encuentro con Dios. La historia es historia de salvación o de perdición. Y toda la
historia, desde Adán hasta el último elegido es considerada como signo
sacramental. Jesucristo, punto culminante de la historia de salvación, es por
excelencia… ―el sacramento primordial de Dios‖. La Iglesia, prolongación de
Cristo, recibe el nombre de Sacramento universal de Salvación.

Si la Iglesia es sacramento, todo lo que hay en ella y todo lo que ella hace, posee
un significado sacramental.

Dentro de este sacramento que es la Iglesia, juegan un papel esencial los siete
sacramentos. Son signos que significan y realizan la gracia de Dios a través de la
fe. Jesucristo es el autor de los sacramentos; El les da eficacia a los mismos. Hay
en cada sacramento una presencia infalible de la gracia. Ese sí de Dios no corre
peligro por la indignidad humana, sino que es definitivamente victorioso. La gracia
del sacramento solamente se torna eficaz cuando el ser humano tiene el corazón
abierto y preparado a través de la fe. ¡Cuidado! Todo signo s e puede transformar
en anti-signo.

El sacramento sólo es sacramento en el horizonte de la fe. La fe implica


conversión y el sacramento es eficaz cuando convierte, cuando salva, cuando
produce la gracia de Dios.

―La conversión es la respuesta inicial de quien ha escuchado al Señor con


admiración, cree en El por la acción del Espíritu Santo, se decide a ser su amigo e
ir tras de El, cambiando su forma de pensar y de vivir, aceptando la cruz de Cristo,
consciente de que morir al pecado es alcanzar la vida.‖ (Aparecida 278b)

Los siete sacramentos son: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia,


Unción de los enfermos, Orden sacerdotal y matrimonio. Cada sacramento tiene
su significado especial en la vida cristiana:

a: el Bautismo

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74
Confirmación
Reconciliación
Eucaristía
Matrimonio
rarse al servicio ministerial de la comunidad cristiana: el Orden
Sacerdotal
Unción de los enfermos

―Los siete sacramentos corresponden, pues, a todas las etapas y todos los
momentos importantes de la vida cristiana: dan nacimiento y crecimiento, curación
y misión a la vida de fe de los cristianos. Hay aquí una cierta semejanza entre las
etapas de la vida natural y las etapas de la vida espiritual.‖ (Cat. 1210) En el
fundamento de la vida cristiana están los sacramentos de iniciación, que son el
Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía.

Conversemos

sacramental (Dónde y cuándo fueron bautizados, recibieron la primera comunión y


la confirmación, qué saben de los otros sacramentos…).

Celebremos
-5

Durante la semana
Durante la semana los miembros del grupo harán un listado de signos usados en
la vida diaria y sus significados. ¿Qué valor tienen?

Para recordar
 Los sacramentos son signos eficaces de la gracia de Dios, expresión de su
amor. Ellos acompañan los momentos importantes de la vida, dando
nacimiento, crecimiento y sustento, curación y misión para el servicio a la
comunidad, fortaleciendo la fe, la esperanza y el amor con la fuerza del
Espíritu Santo.
 Los sacramentos son siete: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia,
Matrimonio, Orden Sagrado y Unción de los enfermos.
 Los sacramentos confieren la gracia de Dios, pero también preparan para
recibir con fruto la gracia del Señor.
 Los sacramentos presuponen la fe personal y comunitaria, pero al mismo
tiempo la alimentan, la robustecen y expresan.
 Los sacramentos son signos que, al mismo tiempo que simbolizan, realizan
lo que en ellos se significa.

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2. EL BAUTISMO
Qué queremos
Queremos que los jóvenes descubran el significado del Bautismo y lo valoren,
para que puedan apreciar la vida cristiana como don de Dios y al mismo tiempo se
comprometan como testigos misioneros de Jesucristo.

¿Qué piensa la gente del Bautismo?


En la cultura dominicana, ¿Cómo valora la gente el Bautismo? ¿Qué piensan del
Bautismo?
Entrevistadas algunas personas en torno a esta pregunta recibimos las siguientes
respuestas, entre otras. El Bautismo es:

re, pues en mi familia todos se han bautizado.

una comida y un brindis.


ener unos padrinos que me ayuden.

¿Pueden los miembros del grupo añadir otras respuestas?

Qué es el Bautismo
El Catecismo de la Iglesia Católica define de la siguiente manera este sacramento:
―El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida
en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el
Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios;
llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos
partícipes de su misión.‖ (No. 1213).

El Catecismo explica además el significado de la palabra Bautismo:

―Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del


rito central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa
sumergir, introducir dentro del agua; la inmersión en el agua simboliza el acto de
sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de donde sale por la resurrección
con Él como nueva criatura.‖ (No. 1214)

El bautismo, más que un rito, es un compromiso que involucra toda la vida. Es una
alianza que me libera de todas las ataduras y pasiones que amarran a los seres
humanos y al mismo tiempo me capacita para ser agente de liberación al romper
con el pecado que se ha hecho cultura de la muerte en el mundo.

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Nos constituye en criaturas nuevas, porque somos injertados en la misma vida de
Cristo, al revelarnos el misterio de su propio ser, de tal manera, que su Espíritu
nos anima a la auténtica fraternidad humana (Gál 4,4-7).

Por este sacramento surge el hombre y la mujer nueva, creados, amados y


redimidos por Dios en Cristo al participar de su misterio pascual (muerte y
resurrección). De esta manera todo cristiano vive una vida nueva capaz de
reproducir en el barrio, en la escuela, en la familia, en el trabajo la imagen de
Cristo Resucitado ( Gál. 3, 27).

El bautismo no es un momento que empieza y termina en el templo donde fuimos


bautizados, sino la expresión de una fe que va madurando de día en día,
construyendo una sociedad impregnada de los criterios y valores del Evangelio
(Gál. 5,1; 1Jn 5,4-6).

―En el Bautismo y en el sacramento de la Reconciliación, se actualiza para


nosotros la redención de Cristo.‖ (Aparecida 278b)

Reflexión Bíblica:
Romanos 6,1-6

Breve Celebración:

a un sacerdote o a un diácono para que presida este momento.

el centro de ella un cirio encendido. Se buscan cantos adecuados para la ocasión.

Oración del Padrenuestro


.
Se rocía con agua bendita a los miembros del grupo.

Oración:
Señor, renueva en nosotros nuevos deseos para que, como bautizados podamos
vivir los valores del Reino, de tal modo, que seamos promotores de la justicia,
especialmente entre los más pobres y débiles. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Abrazo de la Paz.

Compromiso
Visitar en grupo un hospital, cárcel u orfanato con los cuales compartan la alegría
de la vida cristiana que engendra el bautismo. Esto lo pueden hacer con
canciones, oraciones experiencias personales de fe....

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Para recordar
 El Bautismo es el pórtico de la vida cristiana e inicio de la vida en el Espíritu
Santo, y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos, ya que los
otros sacramentos sólo se pueden recibir después del Bautismo.
 Por el Bautismo somos nuevas criaturas, nacidos en el Espíritu, hijos e hijas
de la luz y luz del mundo.
 El bautismo es un morir al pecado y todo lo que este genera.
 Es establecer unas relaciones de libertad con los hermanos, capaz de
generar la civilización del amor.
 Por el Bautismo participamos del misterio pascual, por lo que establecemos
con el Señor una alianza de amor para siempre.
 Por el Bautismo nuestras actitudes, sentimientos y acciones siguen la
animación del Espíritu Santo que se nos da como don gratuito del Padre.
 Es bueno bautizar a los niños, pero sólo si los padres y familiares
garantizan que les van a educar en la vida cristiana.
 La fórmula sacramental para realizar el Bautismo es: ―Yo te bautizo en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.‖
 El Bautismo se administra derramando agua sobre la cabeza de la persona
(infusión) o sumergiéndola en el agua (inmersión) y pronunciando la fórmula
sacramental. Fuera de caso extremo, primero se bendice el agua de
acuerdo al ritual.
 El ministro ordinario del Bautismo es el Obispo, el sacerdote o el diácono.
En caso de necesidad extrema y que no haya un ministro ordinario,
cualquier hombre o mujer puede bautizar teniendo la debida intención de
hacer lo que hace la Iglesia.
 El padrino o la madrina deben estar bautizados, haber sido confirmados y
haber recibido la Eucaristía. Deben tener una conducta adecuada.

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3. LA CONFIRMACIÓN

Qué queremos
Queremos comprender el significado del sacramento de la Confirmación, para vivir
de acuerdo a las inspiraciones del Espíritu Santo y comprometernos como testigos
misioneros del Señor, para que en El nuestro pueblo tenga vida en abundancia.

Dialoguemos
El grupo responde a las siguientes preguntas:
Qué relación tiene con la confirmación?
recibimos el Espíritu Santo cuando fuimos bautizados?
testigos misioneros de
Jesús?
Cuáles dones da el Espíritu Santo?
Qué hay que hacer con esos dones del Espíritu Santo?

La Confirmación
La Iglesia nace del Espíritu Santo y es El quien la va fortaleciendo e iluminando a
través de la historia. Como miembro de la Iglesia, cada cristiano debe caminar en
el Espíritu, dejándose guiar por sus divinas inspiraciones. Jesús quiso quedarse
en la Iglesia para siempre y por eso envió el Espíritu de la Verdad sobre ella.

Hay un momento en la vida cristiana en que, tras una adecuada catequesis de


preparación, el cristiano se acerca al sacramento de la Confirmación. A través de
este sacramento los cristianos son confirmados en la fe y reciben el Espíritu de
fortaleza que viene de lo alto. Para comprender bien qué es la Confirmación es
necesario tener en cuenta que:

cristiana

de pertenencia a ella.
obligamos con mayor compromiso a ser testigos misioneros de Jesucristo
de palabra y de obra.
.

¿Cómo se administra el sacramento de la Confirmación?


Los signos sensibles de esta realidad espiritual son la imposición de las manos y
la unción con el crisma. La imposición de las manos significa un llamamiento a la
espera de lo divino y una consagración para Dios. Mediante este gesto los
apóstoles comunicaban el Espíritu Santo a los cristianos. Pedro y Juan ―les iban
imponiendo las manos y recibían el Espíritu Santo‖ (Hechos 8,17).

Hoy también, siguiendo esa tradición apostólica, el obispo impone las manos
sobre la cabeza del cristiano e invoca y comunica el Espíritu Santo. El obispo unge

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también la frente del confirmando con el crisma, que es símbolo del buen olor del
Espíritu que lo penetra. A través de esta unción el cristiano entra a formar parte
del ―sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido por Dios‖. (1 Pedro, 2,9).

La Confirmación, junto con el Bautismo y la Eucaristía forman los sacramentos de


la iniciación cristiana. La confirmación es nuevo Pentecostés que corona el
bautismo. La confirmación confiere al cristiano una misión de testimonio y servicio
de la palabra. Lo introduce en el camino de la madurez cristiana. Una vez recibida
la confirmación el cristiano debe ir creciendo en la vida espiritual, siendo testigo
comprometido de Cristo Resucitado. El sacramento de la Confirmación le da al
cristiano la capacidad y la fortaleza para caminar en el espíritu.

El Signo: La Materia y la Forma


Dijimos que la materia del Bautismo, el agua, tiene el significado de limpieza, el
signo de la Confirmación es la ―unción‖. Desde la antigüedad se utilizaba el aceite
para muchas cosas: para curar heridas, a los gladiadores se les ungía con el fin de
fortalecerlos, también era símbolo de abundancia, de plenitud. Además a la unción
va unido el nombre de ―cristiano‖, que significa ungido.

La materia de este sacramento es el ―santo crisma‖, aceite de oliva mezclado con


bálsamo, que es consagrado por el Obispo el día del Jueves Santo. La unción se
hace en la frente. La forma de este sacramento, palabras que acompañan a la
unción y a la imposición de las manos es ―Recibe por esta señal de la cruz el don
del Espíritu Santo‖ (Catec. no. 1300). La cruz es elarma con que cuenta un(a)
cristiano(a) para defender su fe.

Dialoguemos
1- ¿Quiénes en el grupo han sido confirmados? ¿Cuál ha sido su experiencia?
2- ¿Cuáles son las características de quien camina bajo la inspiración del Espíritu
Santo?
3- ¿Cómo hacer para prepararse a recibir el sacramento de la Confirmación?
4- Leer y comentar Hechos 8, 14-25.

Breve celebración
El grupo tendrá un momento de oración, con cantos, lecturas (1 Cor. 2, 6-16) y
plegarias espontáneas, invocando la fuerza del Espíritu Santo.

Compromiso
El grupo realizará una pequeña encuesta para ver cuándo celebran en las distintas
parroquias de la localidad el Sacramento de la Confirmación. Los que no están
confirmados es bueno que se comprometan a recibir este Sacramento.

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Para recordar
 La Confirmación es la plenitud de la gracia bautismal, que intensifica la
acción del Espíritu Santo, capacita para extender y predicar la fe, y el Reino
de Cristo con la palabra y el ejemplo.
 La Confirmación enriquece con el don del Espíritu Santo y vincula más
perfectamente a la Iglesia, comprometiendo a ser testigos y misioneros(as)
de Jesucristo para que en El nuestro pueblo tenga vida.
 El ministro ordinario de la Confirmación es el Obispo o algún sacerdote al
que el obispo delegue.
 De ser posible, quienes van a contraer el Sacramento del matrimonio deben
estar confirmados.

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4. LA EUCARISTÍA
Qué queremos
Cristiana

como un
regalo del Señor.

Amor a la Eucaristía
Oigamos este testimonio de Van Thuan, Arzobispo de Vietnam que estuvo desde
1975 hasta 1988 prisionero por defender su fe en el Señor:
"Cuando me arrestaron, tuve que marcharme en seguida, con las manos vacías.
Al día siguiente me permitieron escribir a los míos, para pedir lo más necesario:
ropa, pasta de dientes... Les puse: Por favor, envíenme un poco de vino como
medicina contra el dolor de estómago. Los fieles comprendieron en seguida.
Me enviaron una botellita de vino de misa, con la etiqueta: medicina contra el dolor
de estómago, y hostias escondidas en una antorcha contra la humedad.
La policía me preguntó:
– ¿Le duele el estómago?
–Sí.
–Aquí tiene una medicina para usted.

Nunca podré expresar mi gran alegría: diariamente, con tres gotas de vino y una
gota de agua en la palma de la mano, celebré la misa. ¡Éste era mi altar y ésta era
mi catedral! Era la verdadera medicina del alma y del cuerpo: Medicina de
inmortalidad, remedio para no morir, sino para vivir siempre en Jesucristo, como
dice Ignacio de Antioquía.

A cada paso tenía ocasión de extender los brazos y clavarme en la cruz con
Jesús, de beber con Él el cáliz más amargo. Cada día, al recitar las palabras de la
consagración, confirmaba con todo el corazón y con toda el alma un nuevo pacto,
un pacto eterno entre Jesús y yo, mediante su sangre mezclada con la mía. ¡Han
sido las misas más hermosas de mi vida!"

La Eucaristía es la mayor manifestación de amor. Entre las expresiones de amor,


todas se quedan cortas comparadas con la Eucaristía. Las cartas de dos personas
que se quieren, el teléfono, besar una foto, cogerse de la mano, mirarse,
abrazarse, no tiene la fuerza de la Eucaristía, donde Cristo se da como alimento
en el pan y el vino‖ Él es el Pan de vida.

La belleza de la Eucaristía
Los documentos de Aparecida, en la sección que se refiere a la juventud invita a
―implementar una catequesis atractiva para los jóvenes que los introduzca en el
conocimiento del misterio de Cristo y buscar mostrarles la belleza de la Eucaristía
dominical, que los lleve a descubrir en ella a Cristo vivo y el misterio fascinante de
la Iglesia.‖ (No. 446d)

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De entrada cabría preguntarnos:

stra cultura juvenil católica,


la participación en la Eucaristía los domingos como parte importante de nuestro
compromiso cristiano?

participar en la Eucaristía, ¿qué haríamos?


rase: LA EUCARISTIA ES PARA MI…

Sentido de la Eucaristía
Para comprender el sentido de la Eucaristía es conveniente tener en cuenta los
siguientes puntos:

eucharistein‖, que significa


(―eu‖) buena y (charis, que se lee ―jaris‖) gracia. La Eucaristía es acción de
gracias por excelencia.
es el tercer momento de la iniciación cristiana. Una vez
recibido el Bautismo y configurados más profundamente en Cristo a través de la
Confirmación, los cristianos participan con la comunidad en la Eucaristía, Pan de
vida.
es un banquete, el banquete o la cena del Señor, memorial de la
cena celebrada por Jesús con sus discípulos la víspera de su pasión. Es también
anticipación del ―banquete de las bodas del Cordero‖ en la Jerusalén celestial,
anunciado en el libro del Apocalipsis (19,9).
es “Fracción del Pan”. Así la llamaron los primeros cristianos.
Fraccionar el pan para compartirlo era parte del rito de la cena pascual y Jesús
también lo utilizó. Ese gesto les permitió a los discípulos de Emaús reconocer a
Jesús después de la resurrección.
es asamblea litúrgica, expresión de la vida de la Iglesia. Es santa
y divina liturgia.
es memorial de la pasión y resurrección del Señor. Como nos
dice el canto:‖ Cada vez que comemos de este Pan y bebemos de este Cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, proclamamos tu resurrección.‖
es sacrificio, porque actualiza el sacrificio de Cristo. Es sacrificio
de alabanza, espiritual, puro y santo, que completa y supera todos los sacrificios
de la Antigua Alianza.
es comunión, porque a través de ella nos unimos a Cristo,
participando de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo.-
es Santa Misa, porque la liturgia con que se la celebra termina
con el envío (misión) de los fieles a vivir la vida cristiana y a evangelizar.

Texto bíblico para reflexionar: 1 Corintios 11, 17-35

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Nos comprometemos
El grupo se compromete a participar en la misa dominical, a ser posible, todos
juntos. Asume también el compromiso de hacer de esa participación un ejercicio
irrenunciable de expresión de la vida cristiana.

Para recordar
Quien recibe a Jesús en la comunión:
 Debe estar bautizado
 Estar en gracia y amistad con Dios
 Acercarse a comulgar con mucha dignidad, alegría y recogimiento espiritual
(con un vestido decente, sin masticar chiclets, con un silencio respetuoso,
con el celular apagado…). El momento de los saludos están contemplados
en la misma liturgia, no es bueno aprovechar el momento de la comunión
para hacerlo. Tampoco proceden los saludos cuando se llega tarde a la
celebración, pues son origen de distracción de la comunidad.
 Si está unido en matrimonio, debe estar casado por la Iglesia.
 No debe vivir en unión libre o concubinato.
 Es importante comulgar cada vez que vamos a la celebración eucarística. Ir
a un banquete y no comer no tiene sentido completo.
 Si no se puede comulgar por cualquier razón y no es posible resolver la
dificultad que lo impide, es mejor ir a la Misa que no hacerlo. Tiene mucho
valor compartir la fe con la comunidad, escuchar la Palabra de Dios y orar
al Señor unidos en una misma fe, esperanza y amor.
 Es importante asumir el compromiso de participar todos los domingos (Día
del Señor) en la Eucaristía. También es bueno hacerlo algún otro día de la
semana.

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5. EL MATRIMONIO
Qué queremos
comprometernos en
su renovación.
on sentido de
conciencia y para orientar a los demás sobre el mismo.

Para pensar
Analicemos en el grupo los siguientes pensamientos sobre el matrimonio:

aquella sin la cual no puedas vivir. – James C. Dobson


brimiento más importante
que el hombre puede emprender. – S. Kierkegaard.

cuando marchan a la batalla. – Heinrich Heine.


mpre ignoran, es la
de envejecer juntos. – Herman Keyserling

El matrimonio es algo serio


El Código de Derecho Canónico, que recoge las normas de la iglesia, define el
matrimonio como ―la alianza, por la que el varón y la mujer constituyen un
consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los
cónyuges y a la generación y educación de la prole‖.

Esta alianza o unión entre el hombre y la mujer fue elevada por Cristo Nuestro
Señor a la dignidad de sacramento. Dos propiedades esenciales del matrimonio
son la unidad y la indisolubilidad; es decir, que sólo es posible el matrimonio con
una persona y, una vez realizado, debe permanecer para siempre. Sólo hay
matrimonio entre un hombre y una mujer; unión entre personas del mismo sexo
puede ser cualquier cosa menos matrimonio. Se trata de cosas aberrantes que se
nos quieren hacer pasar como si fueran un derecho.

Por su gran significado el matrimonio no debe ser improvisado, tanto bajo el punto
de vista de la maduración psicológica como de la firmeza en la fe. Hay personas
que se preparan con grandes esfuerzos y por muchos años (a veces más de
quince años) para ser médicos, abogados o cualquier otra profesión. Pero cuando
se trata del matrimonio lo resuelven en cuestión de una noche, de días o de
algunos pocos meses.

Una pareja que no se conozca bien, lo cual sólo se logra a través de un tiempo
prudencial y un trato razonable, no puede garantizar el éxito en el matrimonio. Las
parejas deben preparar su matrimonio, tomando conciencia de sus futuros
deberes y dejándose orientar por personas prudentes. La celebración del
matrimonio debe ser anunciada en la parroquia correspondiente con bastante
tiempo de anticipación, para que se puedan tener los cursillos y charlas
preparatorias de lugar y se hagan las amonestaciones o proclamas, a través de

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las cuales se le hace saber a la comunidad la intención de la pareja de contraer
matrimonio.

Conversemos
1- ¿Cuáles son los elementos más importantes del sacramento del matrimonio?
2- ¿Cómo debe ser el noviazgo y la preparación del matrimonio?
3- ¿Qué importancia tiene la fe en el matrimonio?
4- Qué quiere decir la expresión: ―Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre‖
(Mc. 10, 9).
5- ¿Qué quiere decir que el matrimonio es uno e indisoluble?

Celebremos:
Los miembros del grupo invitarán a una pareja de la comunidad con más de diez
años de casados por la Iglesia, para compartir un poco su experiencia y renovar al
final su consagración matrimonial.

Comuniquemos el mensaje
Los jóvenes del grupo promoverán una pequeña campaña de visita a las familias
de la parroquia para hablarles sobre el sentido cristiano del matrimonio y la familia.

Para recordar:
 El sacramento del matrimonio se realiza entre un hombre y una mujer
bautizados.
 Es indispensable el consentimiento, libre de violencia o de temor,
voluntario, consciente, sin coacción.
 El sacerdote o el diácono asisten a los esposos y reciben su
consentimiento, bendiciendo en el nombre del Señor esa unión
sacramental.
 La celebración del sacramento del matrimonio es una acción litúrgica
pública de la Iglesia.
 Quienes contraen matrimonio deben estar bautizados, confirmados y haber
hecho su primera comunión. Previo a la celebración es recomendable
acercarse al sacramento de la reconciliación.
 Previo a la celebración del matrimonio es muy importante que los novios
reciban una adecuada catequesis preparatoria.
 El matrimonio es uno e indisoluble. La pareja debe guardarse fidelidad
mutua, siendo uno para el otro. Es preciso también perseverar en el
compromiso matrimonial asumido, sin romper la unión realizada en el
nombre del Señor.
 El matrimonio cristiano debe estar abierto a la fecundidad, aceptando los
hijos como un regalo de Dios.
 En la Iglesia no hay divorcio, es decir ruptura voluntaria de la unión
matrimonial. Sólo en casos en que haya fallado alguna de las condiciones
necesarias para la realización del matrimonio, puede la Iglesia anularlo,
para lo cual existen los tribunales eclesiásticos.

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6. EL ORDEN SACERDOTAL
Qué queremos
belleza de
entregar la vida al servicio de los demás a través de la consagración sacerdotal.

entreguen
con generosidad al servicio del Señor y de la Iglesia.

Carta a Peter
Querido Peter: ¡Cuánto me alegró tu carta ¿Sabes? Me hizo hasta llorar de
alegría, de sorpresa. ¡Qué sorpresa!

Bueno te diré que no puedo entender eso de que algunas amistades tuyas no
pudieron entender tu decisión de hacerte sacerdote; a mí me causa admiración,
respeto, orgullo tener un amigo que esté tan cerca del Señor.

Peter, yo pienso que tu decisión es buena. Lo único que importa es que estés
seguro del paso que vas a dar y que siempre cuentes con la gracia de Dios que no
te va a faltar. Aquello de que debas privarte de tantas cosas no te debe preocupar,
en su lugar tendrás otras tantas satisfacciones.

¡Qué cosa más linda es ser feliz teniendo a Dios cerca y ser útil ayudando a los
necesitados ¡Sigue adelante! No le tengas miedo a las dificultades. Cuenta con mi
apoyo y con mi oración sincera. En mí siempre tendrás una amiga.
(Francia)

Al servicio del Señor en la Iglesia


Todo bautizado está consagrado a Dios, o más bien es el Señor quien lo consagra
por la unción de su Espíritu. Sin embargo, en la Iglesia hay muchas formas de
consagrarse al Señor, entre las cuales sobresalen la consagración a través del
matrimonio, en la vida consagrada o en el sacerdocio ministerial.

Si bien todo el pueblo de Dios es pueblo sacerdotal, el Señor escoge algunos


entre el pueblo para que realicen el ministerio sacerdotal en la Iglesia. Por el
sacramento del 0rden se confiere un sacerdocio ministerial distinto del sacerdocio
común del que participan todos los fieles por el sacramento del Bautismo (LG. 10)
y quienes reciben el orden sagrado quedan constituidos, según sus funciones, en
pastores de la Iglesia. Es indiscutible que todo bautizado está llamado a vivir la
experiencia de Dios en la imitación y seguimiento de Cristo. El Consagrado se
compromete públicamente dentro de la Iglesia a vivir esta vida de manera radical.
Él está ―reservado para Dios, pero la consagración no es un aislamiento del
mundo, sino una inserción en él a nombre de Dios. El consagrado es un enviado
por Dios con una misión peculiar.

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¿En qué consiste este carácter sacerdotal del ministro ordenado? ¿Qué tiene de
específico que no tenga ya por su participación del sacerdocio común del pueblo
de Dios?

En primer lugar este carácter del sacerdote hay que entenderlo en cuanto a
participación, presencialización y continuación del mismo y único sacerdocio de
Cristo, que continúa realizándose en la historia.

En segundo lugar lo que le da sentido al sacerdocio ordenado es la misma


salvación de Cristo. La novedad del sacerdocio de Cristo es haber suprimido las
barreras y separaciones entre Dios y el pueblo, entre el pueblo y el sacerdote. El
sacerdote no debe estar separado del pueblo. La función del ministro ordenado no
es solamente ofrecer el sacrificio de la Eucaristía y perdonar los pecados, sino el
cumplimiento de la misión integral recibida de Cristo, por medio de los apóstoles y
sus sucesores en orden a la edificación, santificación y dirección del pueblo de
Dios.

Así el ministerio ordenado no es un poder o privilegio que se recibe, sino la


capacidad para prestar un mejor servicio a Cristo y a la Iglesia. El carácter
particular es ―la configuración con Cristo sacerdote, cuyo objetivo es obrar como
en persona de Cristo cabeza‖. Sus funciones son la gloria de Cristo y la edificación
de la Iglesia.

Conversemos
- ¿Cómo describirían ustedes la vocación sacerdotal?
- ¿Qué es lo específico del sacramento del 0rden?
- Enumeren diez cualidades positivas que debe tener el sacerdote.
- ¿Cómo debe tratar el sacerdote a la gente y cómo debe la gente tratar al
sacerdote?

Reflexión bíblica
Leer las siguientes citas: tratando de ver que al origen de toda vocación está Dios,
que es quien llama. La vocación luego se construye, así de don pasa a ser tarea.
Es don y tarea a la vez…

- 1 Sam. 3, 1-10
- Jer. 1, 4-10
- Is 6, 5-9
- Lc. 18, 18-23

Trabajemos
- Escenificar actitudes positivas de un sacerdote (uno del grupo hace el papel
del sacerdote).
- Escenificar uno de los pasajes anteriores.
- Expresar un testimonio positivo de algún sacerdote conocido.

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Celebremos:
Oremos juntos por los sacerdotes que conocemos, y por todos los que sufren. De
manera especial por los sacerdotes de nuestra diócesis.

Nos comprometemos
unidad para orar por los sacerdotes
y por las vocaciones sacerdotales.

Para recordar
 El Orden Sagrado es un sacramento de servicio a la comunidad, es el
Sacramento del ministerio apostólico, porque continúa en la Iglesia la
misión confiada por Cristo a sus apóstoles.
 El sacramento del Orden Sagrado se ejerce en tres grados: Obispos,
presbíteros y diáconos.
 Los obispos participan de la responsabilidad apostólica y la misión de toda
la Iglesia en comunión con el Papa, sucesor de Pedro.
 Los presbíteros (=sacerdotes) realizan su servicio pastoral en comunión con
los obispos y forman en torno al Obispo el presbiterio que asume la
responsabilidad de la Iglesia particular.
 Los diáconos son ministros ordenados para diferentes servicios en la Iglesia
(predicar, bautizar, celebrar matrimonios).

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7. LA RECONCILIACIÓN
Qué queremos:

Reconciliación, para motivar en los jóvenes la vida de amistad con Dios, con los
demás y con la naturaleza.

y con los vicios que rompen la armonía con Dios e impiden la acción de su Gracia.

Soneto a Cristo Crucificado


No me mueve, mi Dios, para quererte que aunque no hubiera cielo, yo te
el cielo que me tienes prometido, amara,
ni me mueve el infierno tan temido y aunque no hubiera infierno, te
para dejar por eso de ofenderte. temiera.

Tú me mueves, Señor, muéveme el No me tienes que dar porque te


verte quiera,
clavado en una cruz y escarnecido, pues aunque lo que espero no
muéveme ver tu cuerpo tan herido, esperara,
muévenme tus afrentas y tu muerte. lo mismo que te quiero te quisiera.
(Santa Teresa)
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal
manera,

Analizar el contenido de este soneto. ¿Qué quiere decir? ¿Qué es el pecado?


¿Por qué hay que amar al Señor?

Leamos el Evangelio
Leer Lucas 15,11-32

ofrece el Evangelio de San Lucas.

ayudar a ubicar el personaje con el que se siente más identificado cada uno y
pedirle que explique por qué se identifica más con ése.

Algunas preguntas
¿Qué les merece este hecho relatado por Jesús? ¿Conocen algún caso parecido
que haya sucedido en su vecindario en el barrio?

De acuerdo a este relato, ¿Qué es el pecado?


¿Qué les parecieron las actitudes diferentes de los hermanos (hijos del padre)? De
acuerdo a su opinión ¿Cuál de los dos actuó correctamente y por qué?

¿A quién se parece el personaje del ―padre bueno‖, que perdona y acoge a su hijo
cuando decide regresar a su casa, después de malgastar todos los bienes? ¿Con
quién identificarías ese personaje? ¿Por qué?

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90
¿Cómo se restablece la armonía y amistad con Dios nuestro Padre?

Analicemos el tema del pecado


El cristiano, por el bautismo, ha sido incorporado al misterio pascual de CRISTO, e
integrado a la comunidad de los santos ―Quién ha nacido de Dios, no PECA‖ (1
Juan 3,9). Pero mientras vive en el tiempo presente, el cristiano continúa sujeto a
la tentación de ―Todo lo que hay en el mundo‖ (1 Jn 2,16) y de hecho peca. Al
pecar, no queda excluido automáticamente de la comunidad de los hijos e hijas de
Dios pero se aleja, marcha lejos de la casa paterna (Lc. 15, 1, 3). Por su acto
personal que sigue lo malo, sus relaciones con el Padre se ROMPEN, se degrada,
y su pecado perturba y debilita la comunicación eclesial o sea, con los demás
cristianos.

El Señor dio a la Iglesia el poder de perdonar en su nombre. El sacramento de la


reconciliación es signo eficaz del poder de Dios, que perdona y restablece la
armonía perdida. Todo pecado grave rompe la unión con la comunidad de la
gracia, la Iglesia. Y un pecado menos grave daña esta comunión, pues en lo que
de nosotros depende, hacemos a la Iglesia menos santa. El perdón de los
pecados significa, pues, también un restablecimiento de la unión con la comunidad
del Espíritu, la Iglesia.

No se puede comulgar cuando con una culpa grave se ha roto la unión con la
Iglesia y la amistad con Dios. La Iglesia desempeña un papel irreemplazable en el
perdón de los pecados. A ella le fue dado el poder; ―A quienes ustedes perdonen,
queden perdonados‖ (Juan 20,22).

Por este poder los apóstoles y sus sucesores (los obispos y sacerdotes) poseen
una particularísima plenitud del Espíritu Santo para perdonar los pecados en el
nombre del Señor. ―En el sacramento de la penitencia los fieles que confiesan sus
pecados a un ministro legítimo, arrepentidos de ellos y con el propósito de
enmienda, obtienen de Dios el perdón de los pecados cometidos después del
bautismo, mediante la absolución dada por el mismo ministro, y, al mismo tiempo,
se reconcilian con la Iglesia, a la que hirieron al pecar.‖ (CDC 959).

Celebración
Preparar una celebración penitencial con los miembros del grupo, con la
posibilidad de acercarse al Sacramento de la Reconciliación.

Compromiso

ven y valoran el Sacramento de la Penitencia o Reconciliación.

Para recordar
 Al confesar nuestros pecados en forma arrepentida, recibimos del
sacerdote la absolución

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 y con ella la gracia de Dios, que es rico en piedad y misericordia y que no
quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.
 Los elementos necesarios para realizar una adecuada confesión son: el
examen de la propia conciencia, el arrepentimiento por los pecados,
manifestar los pecados al sacerdote, cumplir la penitencia que nos indique
el confesor y el propósito de enmienda.
 La Iglesia recomienda acercarse a la confesión al menos una vez al año,
durante el tiempo de Pascua.
 El sacramento de la reconciliación nos confronta con la norma más
elemental inscrita en la razón humana que nos dice ―Haz el bien y evita el
mal‖, pero al mismo tiempo nos confronta con la palabra de Dios que nos
llama a ser santos como el Padre Celestial es santo.
 El pecado es transgredir ese mandato de la conciencia que dice que hay
que hacer el bien y evitar el mal, al mismo tiempo es adoptar actitudes de
comportamiento contrarias a la Palabra de Dios.

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8. EL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE ENFERMOS
Qué queremos

pastoral de los enfermos.

significado en el misterio de la salvación, así como el amor compasivo del Señor


hacia quienes se encuentran aquejados por la enfermedad.

Vivo sin vivir en mí


Lean y comenten esta poesía de San Juan de la Cruz (1542-1591):

Vivo sin vivir en mí, a mi vivir lastimero,


y de tal manera espero, pues si más vivo, más muero?
que muero, porque no muero. Cuando me empiezo aliviar
de verte en el Sacramento,
En mí yo no háceme más sentimiento,
vivo ya, el no te poder gozar:
y sin Dios vivir no puedo, todo es para más penar,
pues sin él, y sin mí quedo, y mi mal es tan entero,
¿este vivir qué será? que muero, porque no muero.
mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero, Y si me gozo, Señor,
muriendo, porque no muero. con esperanza de verte,
en ver que puedo perderte,
Esta vida, que yo vivo se me dobla mi dolor,
es privación de vivir, viviendo en tanto pavor,
y así es continuo morir, y esperando, como espero,
hasta que viva contigo: me muero, porque no muero.
oye mi Dios, lo que digo,
que esta vida no la quiero, Sácame de esta muerte,
que muero, porque no muero. mi Dios, y dame la vida,
no me tengas impedida
Estando ausente de ti, en este lazo tan fuerte,
¿qué vida puedo tener, mira que muero por verte,
sino muerte padecer, y de tal manera espero,
la mayor que nunca vi? que muero, porque no muero.
Lástima tengo de mí,
pues de fuerte persevero, Lloraré mi muerte ya,
que muero, porque no muero. y lamentaré mi vida,
en tanto, que detenida
El pez que del agua sale, por mis pecados está:
Aún de alivio no carece, ¡oh mi Dios, cuándo será,
que la muerte que padece, cuando yo diga de veras
al fin la muerte le vale; vivo ya, porque no muero!
¿qué muerte habrá que se iguale

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93
Conversemos
¿Qué les parece la poesía?
¿Cuáles efectos produce en una persona enferma la oración y el Sacramento de
la ―UNCIÓN DE LOS ENFERMOS‖?

Un Dios que da vida


―Dios no es un Dios muertos, sino de vivos‖ (Mt. 22,23). Jesús ha venido para que
los seres humanos tengan vida y la tengan en abundancia. La Iglesia continúa
esta obra de Jesús y, como sus primeros apóstoles, se inclina ante la humanidad
adolorida, para, en nombre del Jesucristo, levantarla y hacerla caminar (Hechos
3,6).

Cristo santifica todos los momentos más importantes de nuestra vida a través de
los sacramentos. Hay también un sacramento para las personas enfermas que
caen en peligro de muerte o para quien tiene una edad avanzada. Este
sacramento se llama ―Unción de los Enfermos‖. Tan pronto como se ve que la
persona está gravemente enferma, se debe llamar al sacerdote para que le
administre la Santa Unción. A veces se dilata demasiado para no impresionar al
enfermo.

Pero la administración de este sacramento no quiere decir que le aguarde la


muerte inmediatamente. Sólo quiere decir que hay peligro de muerte, aunque sea
ligero. La recepción de este sacramento infunde a menudo nuevo ánimo y alivio; y,
así, además de preparar para la muerte, puede preparar a veces para nueva vida,
según la voluntad de Dios. Es bueno no diferir demasiado la recepción de este
sacramento. Siempre hace bien al enfermo el recibirlo con plena lucidez de
conciencia. Le infundirá calma y consuelo. Naturalmente, a la administración del
sacramento es bueno que asista la familia y los que viven en casa.

Se hace referencia a este sacramento en la carta de Santiago 5, 14-15. Se unge


con aceite porque el aceite es como el bálsamo en las heridas, la caricia que
expresa la ternura, la consagración del enfermo para ser testigo del Evangelio.

Tenemos que lograr que nuestra persona, nuestro estar junto a la persona
enferma, especialmente en las situaciones más delicadas, sea expresión y fiel
imagen de Jesús, el Señor, de quien nuestra presencia también es sacramento.
Como los demás sacramentos, también el de la unción de los enfermos tiene una
relación íntima con la eucaristía. De ahí que se recomienda que, de ser posible,
después de la unción, reciba la persona enferma la sagrada Eucaristía. Esta
comunión, tal vez última de la vida, se llama ―viático‖, es decir, provisión para el
viaje hacia la casa del Padre.

Oremos por las personas enfermas


Los miembros del grupo dedicarán un rato a la oración por los enfermos. Si es
posible, visitarán la casa de una persona enferma de la comunidad para hacer la
oración.

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Es bueno que los miembros del grupo visiten a personas enfermas de la
comunidad y les motiven a recibir el Sacramento de la Unción de los Enfermos.

Para recordar
 Con la Unción, la Iglesia recomienda al Señor a las personas que están
gravemente enfermas, para que los alivie y salve. Las unge con óleo y les
dice: ―Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia te ayude el
Señor con la gracia del Espíritu Santo. Para que libre de tus pecados te
conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad.‖
 Las personas a quienes se administra la Unción son los enfermos graves,
las personas de edad avanzada, los niños y niñas enfermas con uso de
razón. También se administra a personas adultas que han perdido el uso de
los sentidos y que se presume que la recibirían con agrado.
 El ministro de la Unción es el sacerdote
 Es importante aprovechar el momento de la Unción para dar una oportuna
catequesis a la persona enferma sobre el sentido del Sacramento que se
administra.
 Es conveniente algunas veces administrar este sacramento en una
celebración común para enfermos y personas ancianas.
 Con el cuidado pastoral de los enfermos la Iglesia sigue el ejemplo de
Jesús, manifestando una especial gracia de Dios a quienes están
atribulados por la enfermedad, para que no desfallezca su ánimo y se
fortalezcan en la fe, la esperanza y el amor.

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95
TEMAS SOBRE EL

- KERIGMA-

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96
1. EL AMOR DEL PADRE

Objetivo: Este tema es parte importantísima del anuncio evangelizador. Con él se


busca que las personas que lo escuchan se abran al amor de Dios. Es como una
declaración de amor, como si Dios le pidiera al evangelizador que fuera en su
nombre a declararle el amor a los oyentes.

Reglas prácticas
El tema no tiene que durar más de media hora, veinte minutos es suficiente. Es
muy testimonia, ya se porque se narren cortos hechos, testimonio o porque la
manera como se habla es testimonial: se nota que se está viviendo el amor de
Dios. Son importantes las citas bíblicas como palabras del que ama y que
trasmitimos fielmente. No importa si se es repetitivo, pues toda declaración de
amor lo es.

Presentación del tema


“DIOS TE AMA PERSONALMENTE”
¡Dios te ama y quiere lo mejor para ti!...
Por amor Dios crea al hombre a su imagen, infunde en él espíritu de vida y lo
destina a la felicidad.

Lo coloca en el paraíso de delicias, símbolo de la armonía y felicidad plenas. El


hombre puede gozar de toda la creación, dominar a todo cuanto existe sobre la
tierra y es invitado a una relación personal con el Creador. El hombre se comunica
con Dios con toda espontaneidad y plena libertad. Como consecuencia de la
comunión íntima con Dios, todo es armonía, equilibrio y felicidad. Como todo el
que ama, Dios quiere lo mejor para el hombre, y con su omnipotencia le puso todo
en sus manos.

Dios ama a cada uno personalmente, lo llama por su nombre a la existencia y lo


quiere llevar a la realización plena de su plan de amor y así saciar los anhelos más
profundos del hombre. Te ama a ti personalmente, como si no hubiera nadie más
en el mundo y de manera incondicional. “Así dice Yahvé, tu Creador: “No temas, te
he llamado por tu nombre, tú eres mío. Eres precioso a mis ojos, eres estimado y
yo te amo. No temas, que yo estoy contigo”. Isaías 43, 1-5. “Con amor eterno te he
amado, por eso he reservado gracia para ti”. Jeremías 31, 3 Estas palabras de
ternura por parte de Dios deben penetrar nuestro corazón y transformar nuestra
vida.

“Abre tu corazón a su amor”


“Dios me ama a mí personalmente y quiere lo mejor para mí”.
Si dejáramos penetrar esta verdad en nuestro corazón, bastaría eso solo para
transformarnos. ¡Dios me ama… a mí personalmente…de manera incondicional!..;
todo en mi vida está en el plan de amor que Él tiene para mí... ―Con amor eterno te
he amado‖. ―Mi amor no se apartará de tu lado…‖ ―Eres mío, eres precioso a mis
ojos, eres estimado y Yo te amo. No temas que Yo estoy contigo. Dios está

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hablando directamente a cada uno personalmente con estas palabras. Dejarás
penetrar en tu corazón. “Dios es amor y en esto se manifiesta el amor que nos
tiene en que envió al mundo a su Hijo único para que tengamos vida por medio de
Él”. 1 Juan 4, 8-9. “Yo he venido a que tengan vida, y que la tengan en
abundancia”. Juan 10, 10

“Es tiempo de preguntarte”


¿Cómo podremos experimentar ese amor de Dios y la vida abundante que Jesús
nos ofrece? ¿Por qué yo no experimento el amor de Dios?

Puede haber básicamente tres causas:

(Luego de esta pregunta – respuesta se les pide a las personas que mediten un
rato buscando en su propia vida la respuesta e interiorizando esta declaración de
amor que Dios les ha hecho).

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2. EL PECADO Y SUS CONSECUENCIAS

Objetivo: El tema pretende descubrir la realidad del pecado como situación de


separación de Dios y de la imposibilidad de todo hombre de solucionar esa
situación. En el tema no se trata de los pecados, sino de pecado en singular. Se
trata de conocer las consecuencias del pecado de origen, consecuencias que se
siguen viviendo porque en las personas bautizadas no se ha desarrollado el
germen del bautismo.

Reglas prácticas:
Debe evitarse carga la tinta melodramáticamente en el pecado como separación
de Dios. La vida que se vive es suficientemente confirmadora de lo que dice la
palabra de Dios.

Presentación del tema


“Todos han pecado”
―Todos han pecado y por eso están privados de la Gloria de Dios‖. Rom 3, 23

No podemos experimentar el amor de Dios y la vida abundante que Jesús nos


promete, porque por el pecado nos hemos separado de Dios, única fuente de vida.
El hombre ya, desde el comienzo, rechazó el amor de su Dios. No tuvo interés por
la comunión con El. Quiso construir un reino de este mundo prescindiendo de
Dios. En vez de adorar al Dios verdadero, adoró ídolos; las obras de sus manos,
las cosas de este mundo; se adoró a sí mismo. Por eso Creyéndole más al
Enemigo, rechaza el hombre el Árbol de la Vida, y prefiere alimentarse con el fruto
del árbol del conocimiento, caminando con sus luces y sus fuerzas propias,
teniendo como consejero a Satanás.

Se siente autónomo, rechaza toda dependencia con respecto a Dios y el hombre


se mira a sí mismo como su propio fin, el único artífice y creador de su propia
historia.

“Algo que llevas por dentro”


Comió el hombre ese fruto y se le abrieron los ojos…y conoció…que estaba
desnudo; despojado de los dones gratuitos y herido gravemente en su naturaleza.
Entonces se produce una profunda división en el hombre. Toda su vida, individual
y colectiva, se presenta como una lucha dramática entre el bien y el mal, entre la
luz y las tinieblas.

El ser humano, mirando dentro de su corazón y contemplando su vida, se


descubre inclinando hacia el mal y sumergido en múltiples males. Experimenta el
hombre que es incapaz por sí mismo de vencer eficazmente los asaltos del mal y
se siente cargado de cadenas “El salario del pecado es la muerte, pero el don
gratuito de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro”. Rom 6, 23.

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“¿Quién es el responsable?”
Dios no es responsable de este mal, ni lo quiere ni lo manda. El responsable de
este desorden es el hombre mismo que, rechazando a Dios, prefirió el árbol del
conocimiento y la esclavitud de Satanás, provocando el caos, la enfermedad, el
desequilibrio, la injusticia y la muerte. “El mundo entero yace en poder del
Maligno”. 1 Juan 5, 19.

“Buscamos soluciones vanas”


El hombre, deteriorado por el pecado y sometido al Maligno, se empeña en
soluciones vanas:
Algunas legítimas, por la ciencia y la técnica, pero son parciales, superficiales,
provisorias y muchas veces sólo aparentes.
Huidas falsas, hedonismo, erotismo y sexualismo desenfrenado, alcoholismo,
drogadicción, activismo automatizante y deshumanizador.
Falsos mesianismos, materialismo sin trascendencia, racionalismo sin fe,
humanismo sin Dios, vanas promesas de paz; yoga, meditación trascendental.
Ídolos engañosos de sabiduría y poder; satanismo, esoterismo y ocultismo,
poderes extrasensoriales, control mental. “Te daré el poder y la gloria; la doy a
quien yo quiero. Lo tendrás todo si me adoras”. Dice el Maligno. Lc 4, 6-7.

Nos hemos alejado de la casa del Padre, hemos despilfarrado nuestra herencia y
estamos bajo el poder del príncipe de ese mundo que nos manda a cuidar
puercos. Lc 15, 11-32

“Solo Dios tiene la respuesta”


“Me dejaron a Mí, manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas agrietadas
que el agua no retienen”. Jeremías 2, 13.

“Vuestras iniquidades han hecho una separación, vuestros pecados hacen que El
oculte su rostro”. Isaías 59, 2
Sólo Dios tiene la solución al problema del hombre; ya la ha dado y nos la ofrece a
cada uno, ahí encontraremos la salvación. La solución de Dios es la única, porque
sólo esta es total, radical, definitiva y auténtica.

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3. ACEPTA A JESÚS COMO TU SALVADOR

Objetivo: Descubrir que esa salvación se hace nuestra en un "sí" al Salvador.


Jesús es una persona vida y la vida cristiana empieza con un aceptación de Él. El
tema es una invitación a una respuesta: se invita a las personas que den un "si" a
Jesús.

Reglas prácticas:
El tema dura media hora. A las personas debe quedarles claro que el Cristianismo
no son ideas, sino relación con una persona viva, y toda relación comienza con un
momento de encuentro y de aceptación. Es distinto conocer a alguien que conocer
sobre alguien.

Presentación del tema


“Fe como encuentro con Cristo”
“Esta es la palabra de la fe que proclamamos: “Si confiesas con tu boca que Jesús
es Señor, y crees en tu corazón que Dios lo resucitó serás salvo. Porque todo el
que invoque el nombre del Señor encontrará salvación”. Rom 10, 8-9. 13. Fe no es
sólo el reconocimiento de la existencia de Dos o la aceptación de las verdades
reveladas por El, sino el encuentro con el Señor resucitado, como el de Pablo en
el camino de Damasco; encuentro que cambie totalmente el sentido y el curso de
nuestra vida.

Ya hemos sido bautizados de pequeños, llevamos quizás una vida cristiana de


rectitud moral y de cumplimiento religioso; pero es necesaria una fe viva como
encuentro personal con Jesús; que lo reconozcamos, lo aceptemos, lo
confesemos y lo recibamos en nuestro corazón y en nuestra vida como Salvador.

“¿Quién es Jesús para ti?”


El Cristianismo no es sólo una doctrina, es un ante todo entrar en una relación
personal con Jesús vivo como Dios y Señor. Parte de un encuentro real con
Jesús, se mantiene y desarrolla en una íntima comunicación y comunión con El.
Como a los discípulos, Jesús nos hace a cada uno de nosotros esta pregunta:
“¿Para ti…quién soy yo?”. ¿Cuál es nuestra respuesta personal? Respuesta que
brote de nuestra experiencia propia y no como repetición de una lección
aprendida.

“¿Qué es el cristianismo para ti?”


Para muchos el cristianismo se ha reducido a: Una religión de prácticas exteriores
como comercio espiritual o para tener acepto a Dios. Prácticas a las que se les da
valor por sí mismas, de donde se saca una ilusión vana de haber cumplido o una
satisfacción de tranquilidad de conciencia, o que se cumplen con cierto sentido
mágico y supersticioso de carácter utilitario o de temor a lo divino.

Este tipo de religiosidad es muchas veces alienante porque no se entrega el


corazón, sino sólo lo exterior; se piensa sólo en el cielo sin hacer reinar a Dios en

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este mundo; se encierra en la individualidad sin interesarse ni preocuparse de la
comunidad humana, de tal manera de hacer un mundo mejor por la instauración
del amor, de la justicia y la paz. Una moral restrictiva, un código de normas
predominantes negativas, que limitan la libertad e impiden vivir la vida a base de
prohibiciones. Un cristianismo de legalismo sin vida, o una vida triste, apagada,
con alma de esclavos.

Una ideología humanista que ven en Cristo sólo un hombre extraordinario y al


Evangelio como un ideal y un programa de rectitud, justicia o liberación social.
Humanismo sin Dios, racionalismo sin fe auténtica, visión e ideales que terminan
en la tierra y en el tiempo sin trascendencia a valores de eternidad y resurrección.
El cristianismo y la fe es más que todo esto y anterior a ello Por eso el Papa nos
dice: “A veces vuestra sintonía de fe es débil y yo les propongo esto para reavivar
su fe, un encuentro personal, vivo, de ojos abiertos y corazón palpitante con el
Señor resucitado”.

“¿Cómo comenzar la vida cristiana?”


La auténtica vida religiosa comienza con un encuentro vivo con Jesús,
acogiéndolo y recibiéndolo en nuestro corazón y en nuestra vida, a la que entra
salvando, liberando, sanando y transformando. Es necesaria una experiencia
personal de encuentro y de salvación, donde queda comprometido nuestro ser
entero y todos los niveles de la existencia.

A partir del encuentro vivo con Jesús, comienza una vida nueva que se expresa y
manifiesta en un comportamiento moral y en una vida cultural y religiosa como
fruto y consecuencia normal de la presencia viva de Jesús y de la acción poderosa
del Espíritu.

Es urgente que la fe del Evangelio sea proclamada a toda criatura, que la


mediocridad de los que dicen creer se cambie en una fe viva y operante en lo
personal, familiar y social; que la tibieza en el servicio del Señor ceda ante el
fervor de la caridad, en la oración constante, en la frecuencia e intensidad de la
vida sacramental sobre todo en la Eucaristía, en la entrega generosa y valiente a
la salvación integral de nuestros hermanos, y que el desaliento y el pesimismo
sean superados por una esperanza que no falla porque el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.

Se hace necesaria una evangelización de los bautizados para llevarlos a un


compromiso personal con Cristo y a una entrega consciente en la obediencia
de la fe. DM 8, 9 ―El primer anuncio se está volviendo cada vez más necesario
para gran número de personas que recibieron el bautismo, pero que viven al
margen de toda vida cristiana‖. EN 52 ―A menudo la primera evangelización no ha
tenido lugar y, cierto número de niños, bautizados en su infancia, llega a la
catequesis parroquial sin haber recibido alguna iniciación en la fe, y sin tener
todavía adhesión alguna explícita y personal a Jesucristo‖. CT 19. La
evangelización debe orientarse hacia la formación de una fe personal, adulta,
interiormente formada, operante y constantemente confrontada con los desafíos

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de la vida actual, Evangelización que se debe realizar a través del testimonio
personal y comunitario de los ya evangelizados, expresado de manera especial,
en el contexto del mismo compromiso temporal. DM 7, 13 “Tienes una respuesta
que dar” Fe es un ―sí‖ a la presencia y acción salvadora de Dios a través de
Jesús. Un ―Sí‖ lúcido y consciente que se da una vez y se renueva
permanentemente. Adhesión libre y responsable de nuestro ser entero a Jesús y a
la totalidad de su mensaje y de su obra. Hemos conocido la doctrina cristiana
antes de un encuentro personal con Jesús. Cumplimos con el código moral y con
la práctica religiosa antes de una experiencia personal de salvación y liberación.

―Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo‖. Ap. 3, 20 Escuchemos el
llamado que nos hace Jesús y abrámosle la puerta; recibámoslo en nuestro
corazón para que nos salve. Cristo es el que está a la puerta y llama al corazón de
todo hombre, sin coartar su libertad, tratando de sacar de esa misma libertad el
amor. DM 5, 8 Es un acato de la voluntad que dice ―sí‖ a Jesús y a su salvación.
Se necesita una invitación explícita a que entre a nuestro corazón y a nuestra vida.
Es una opción lúcida por Cristo, una adhesión personal a Jesús como Salvador.

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4. “EL SEÑORÍO DE JESÚS”

Objetivo: El tema pretende que la persona de Jesús, aceptada como Salvador,


sea ahora reconocida y aceptada como Señor. Es a l mismo tiempo un hacer
descubrir lo que significa hacer a Jesús Señor, y por otra parte, invitarlos a que lo
hagan Señor.

REGLAS PRÁCTICAS:
No es fácil que quede claro en las personas el Señorío de Jesús. Es este tema ya
no se trata solamente de dejar hacer lo malo y hacer lo bueno, sino que de entre
eso bueno debemos tratar de descubrir lo que Él quiere.....
No significa tampoco que dejaremos nuestro trabajo o familia, para hacer cosas
religiosas, sino lo que Él quiera. Lo importante no es tanto qué vamos a hacer,
sino, si soy capaz de aceptar lo que el quisiera darme, ya sea lo mismo o
diferente. Es importante describir ejemplificando un poco el Señorío de Jesús en
las diferentes áreas: trabajo, descanso, vocación, etc.

Presentación del tema


“Jesús es el señor”
“Sepa con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor a Jesús a
quien habéis crucificado”. Hechos 2, 36.

“Que toda lengua confiese que Jesús es Señor para Gloria de Dios Padre…
Y al nombre de Jesús se doble toda rodilla. Porque Dios lo exaltó y le otorgó el
Nombre que está sobre todo Nombre”. Fil 2, 9-9 63

“Exulta sin medida, hija de Sion, lanza gritos de júbilo, hija de Jerusalén! He aquí
que viene tu Rey a ti, victorioso, humilde y montado sobre un asno! Zac 9, 9.

“Tomaron ramos de palmas y salieron a su encuentro aclamando: ¡Hosanna!


Bendito el que viene en nombre de Yahvé, el Rey de Israel”. Juan 12, 13.

Después de su resurrección y de su exaltación a la derecha del Padre, Jesús


recibe el Nombre que está sobre todo Nombre; de Kyrios, El Señor, nombre dado
únicamente a Yahvé. Es su título propio en el Nuevo Testamento. “Si confiesas
con tu boca que Jesús es Señor, serás salvo”. Romanos 10, 9

“Pero nadie puede decir: “Jesús es Señor!, sino por influjo del Espíritu Santo”. 1
Cor. 12, 3.

Rey ySeñor significa jefe, centro, cabeza, punto de referencia y


convergencia, principio y fin, alfa y omega. “El designio amoroso de Padre es
poner todo bajo una sola cabeza. Cristo”. Ef. 1, 10.

“¿Es Jesús tu Señor?”

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Muchos han encontrado a Jesús, han experimentado el nuevo nacimiento y tienen
vida nueva. Jesús es su Salvador, pero es necesario que sea también su Señor.
Jesús, para nosotros, ya está dentro de su vida, ya lo han aceptado y lo conocen,
pero no es el centro, no es el Señor.

¿Está Jesús dentro o fuera de tu vida? Si ya está dentro, ¿quién es el centro de tu


vida, tú y tus intereses o Jesús como Señor? Analiza cuál es el centro de interés
de tu vida, el motivo fundamental de todas tus aspiraciones, empresas y acciones.

A veces podemos engañarnos pensando muy simplistamente que Jesús está en el


centro de nuestras vidas. Porque Dios nos protege, nos cuida ciertamente, pero,
en ocasiones, sólo es eso: El que nos cuida, nos ayuda, está a nuestro servicio.
¿Qué piensas obtener en esta evangelización? ¿Qué te estás preguntando en
estos momentos? ¿De qué me va a servir esto a mí o de qué manera voy a servir
yo a Jesús? “No habrá para ti otros dios delante de Mí”. Éx 20, 3 “Yo soy Yahvé,
no hay ningún otro; fuera de Mí ningún Dios existe. Todo es nada fuera de Mí”.

“Así dice el Señor Yahvé: Que cada uno vaya a destruir sus ídolos; después Yo
juro que me escucharéis”. Éxodo 20, 39

Hacer a Jesús centro de nuestra vida es la manera concreta de amar a Dios sobre
todas las cosas.

Sólo el Espíritu Santo nos hace capaces de reconocer y proclamar a Jesús como
Señor; y sólo el Espíritu Santo hará que esto vaya siendo más y más real en
nuestra vida.

“¿Cómo hacer de Jesús tu señor?”


Primero reconocerlo como Señor, después de haberlo aceptado por la fe y una
sincera conversión. Reconocer que es Dios, que es el centro y el jefe, el Camino,
la Verdad y la Vida; la clave de la historia y de la realización del hombre, el único
Salvador de la Sociedad y del Mundo.

Aceptarlo como Señor para ti, en tu corazón y en tu vida.


Invitarlo expresamente a que sea el Señor y el centro de tu vida.
Consagrar y rendir cada área de tu persona y de tu existencia a su Señorío.
Es entregarle las llaves de cada apartado de tu persona y de tu vida. “Os exhorto
hermanos a que ofrezcáis vuestro ser entero como víctima viva, consagrada,
agradable a Dios, y que tal sea vuestro culto interior”. Rom 12, 1

Ofrenda de nuestro ser en unión con la oblación sacerdotal de Cristo,


ofrecida al Padre impulsados por el Espíritu Santo.

Consagración y entrega de cada área; salud y enfermedad, penas y alegrías,


trabajo y descanso, vida
conyugal y familiar, dinero y posesiones, vida relacional, cuerpo, alma y espíritu,
vida y muerte. (Lumen Gentium 34).

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Consagración y entrega total. Nada debe quedarnos sin entregar. En ocasiones
tememos que Dios pueda quitarnos aquello que entregamos. Pero Dios nunca
obra así. Él sabe y busca nuestro mejor bien. Sin embargo, una entrega auténtica
y sincera es la que toma en cuenta esta posibilidad y aun así sigue adelante.
Hacer a Jesús Señor no significa necesariamente que dejemos lo que estamos
haciendo y cambiemos hacia una actividad exclusivamente religiosa. Si no,
generalmente, Dios busca que le demos sentido de eternidad a lo que hacemos y
que animemos con espíritu cristiano las realidades temporales.

Cuando Jesús es mi Señor yo ya no trabajo, por ejemplo, para sostener a mi


familia, sino para extender el Reino de Dios y construirlo allí en ese trabajo. Yo ya
no busco únicamente que mis hijos sean felices, sino que se realicen en esta vida
para que puedan vivir en la otra. Yo busco alabar al Señor en todas y cada una de
mis actividades y que otros, porque ven mi vida, también le alaben y bendigan. Mi
vida entonces, quiere ser feliz, profunda, amorosa, porque quiero contagiar a otros
el amor a mi Señor. No ponemos por encima de las contingencias cotidianas
porque tenemos un objetivo más alto, que da sentido y unidad a nuestra
existencia.

“Ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí
mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos.
Así que, ya vivamos, ya muramos, del Señor somos. Porque Cristo murió y volvió
a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos”. Rom 14, 7-9.

“Una doble respuesta de entrega”


Para que Jesús sea más y más el Señor de nuestra existencia no basta haber
renacido sacramentalmente una vez por el agua del bautismo, ni haberlo aceptado
inicialmente en un acto explícito y consciente como el Señor. Es necesario dar
muerte al egoísmo y el pecado todos los días y permitir que Él sea de hecho el
centro de todo. Debe haber un momento explícito en que expresemos nuestra
conversión, confesemos nuestra fe, aceptemos a Jesús y consagremos nuestro
ser entero a Él cómo Señor.

Hay un momento inicial, pero todo esto debe seguir como actitud permanente y
como realización progresiva a la luz y bajo la moción del Espíritu Santo.
Con la luz del Espíritu Santo iremos abriendo y descubriendo cada área, cada
rincón y cada aspecto de nuestra vida, y con su poder seremos capaces de
entregárselo y consagrárselo, haciendo a Jesús realmente Señor de todo.
Analicemos cada aspecto de nuestro ser y nuestra vida, individual, familiar y
social, y veamos cuáles son las motivaciones de nuestra actuar, cuál el centro de
intereses y cuál la meta de nuestros anhelos.

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TEMAS MISIONEROS

- JUVENIL-

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1. SER DISCÍPULOS MISIONEROS HOY

Objetivo: Sensibilizar a los jóvenes sobre la realidad en la que viven hoy para que
descubran los desafíos que se plantean en la Misión y se comprometan, como
bautizados, a colaborar en la comunicación de su fe en Jesucristo, rostro de Dios
Padre que nos ama, nos perdona, nos acoge y da sentido a nuestras vidas, y en la
respuesta comprometida a ese amor en la construcción de un mundo mejor, según
su voluntad.

Preparación
En el salón de reunión, disponer de periódicos, revistas, tijeras y pegamento; con
estos materiales, invitar a los jóvenes a elaborar un mural sobre la cultura de la
vida y la muerte.

Oración
Padre Bueno, vivimos en un mundo donde la vida está diariamente amenazada
por la violencia, el hambre, la destrucción de la naturaleza. Te pedimos que abras
nuestros ojos y oídos a esta triste realidad que vivimos para que podamos ver,
escuchar y discernir tu llamado a ser servidores de la vida. Amén.

Canto: Color esperanza.

Escuchemos nuestra voz juvenil

En dos grupos elaborar el mural, ilustrando:


Primero, la cultura de la vida.
Segundo, la cultura de la muerte.

Reflexionemos y Dialoguemos
¿Cuáles son, a su parecer, los signos de cultura de la vida y de la cultura de la
muerte que descubrimos en nuestro país y luego en el mundo?
¿Cómo podemos compartir valores auténticos de una cultura de la vida? y ¿Cómo
podemos luchar para superar una cultura de la muerte en nuestras comunidades o
barrios?
¿Qué tiene que ver la fe en todo esto?
Comentar cómo el hecho de conocer la realidad que estamos viviendo nos permite
valorar lo que somos para colaborar en la construcción de un mundo mejor.

Aprendamos de la Palabra, Fuente de Vida del Discípulo


Leamos: Lucas 4, 14-22.

ILUMINACIÓN
El grupo juvenil es ciertamente un espacio de acogida, de cariño, de
intercambio, de crecimiento personal, de encuentro con Cristo y de profundas
relaciones de amistad y de amor.

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Sin embargo, los grupos juveniles de nuestras parroquias, comunidades,
movimientos apostólicos, universidades, no pueden ser un refugio para personas
que huyen de la realidad. En el momento de la transfiguración, los discípulos
deseaban poner allí su tienda: ―Maestro, que bueno es estar aquí‖ (Marcos 9, 5).

Frente a esta tentación surge del envío que Jesús hace a sus discípulos
para anunciar y proclamar la Buena Nueva (Mt 10,5-8). Estamos en procesos de
catequesis, de grupos, de movimientos porque hemos conocido al Señor y
deseamos saber más de Él y estar con Él, pero esto que vivimos y sentimos no
puede quedarse cerrado en el grupo y en la sala de catequesis…. Tenemos que
ANUNCIARLO, CONTARLO, TRANSMITIRLO a todos… y en el ―todos‖ está
incluida nuestra familia.

Jesús los devuelve al valle, allí donde están los paralíticos, los que sufren,
los excluidos. El valle es el lugar de la misión. Jesús no evadió la realidad de la
pobreza, de la exclusión, y de muerte que vivía su pueblo. Él asumió la misión de
liberar. ―El Espíritu del Señor me envió a traer la Buena Nueva a los pobres, a
anunciar a los cautivos su libertad y a los ciegos que pronto van a ver‖ (Lc. 4, 18).
El Reino de Dios acontece cuando las víctimas de una cultura de muerte logran
participar de la vida.

―Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia‖ (Juan 10,10).
Jesucristo es la plenitud de la vida. Desde nuestros grandes anhelos, podemos
participar en la obra misionera de Jesús y colaborar a la renovación del mundo.

―Los jóvenes están llamados a ser centinelas del mañana,


comprometiéndose a la renovación del mundo a la luz del Plan de Dios‖.

Viviendo en coherencia con los valores que Jesús nos enseña y asumiendo
nuestra vocación de transmitir a otros jóvenes la abundancia de vida obtenida por
Jesucristo, podremos ser ―columna‖ del mundo nuevo: Mundo sin pobreza, ni
exclusión, y donde todos se podrán beneficiar de la vida en plenitud.

Joven anuncia
Durante estos días, observa la vida alrededor, lee los periódicos y mira las
noticias. Haz una lectura cristiana de lo más te llame la atención y cómo eso te
está afectando a ti o a quienes te rodean. Conviértelo en oración. Y luego
comparte con otros jóvenes tu reflexión por medio de una entrada en Factbook, o
frase en twitter, o fotografía y mensaje en wasapt, etc.

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2. EL JOVEN MISIONERO ESCUCHA Y CONTEMPLA

Objetivo: Promover un encuentro con Cristo a través de la Palabra de Dios,


escuchando su voz y contemplando sus obras para llegar a ser un verdadero
discípulo misionero.

Preparación
Una Biblia, una vela, una imagen de Cristo, unas semillas y una Cruz. Colocar los
signos en distintas áreas del salón o lugar de reunión.

Oración
Señor, queremos escuchar tu Palabra. Permite que ella llegue no solamente a
nuestra mente, sino hasta lo más profundo de nuestro corazón para que podamos
conocerte cada día más. Amén.

Escuchemos nuestra voz juvenil

El vendedor de semillas.
Un joven soñó que estaba en un supermercado recién inaugurado y, para
su sorpresa, descubrió que Jesucristo se encontraba detrás del mostrador. ―¿Qué
vendes aquí?‖, le preguntó.- ―Todo lo que tu corazón desee‖, respondió Jesucristo.
Sin atreverse a creer lo que estaba oyendo, el joven emocionado decidió pedir lo
mejor que un ser humano podía desear; ―Quiero tener amor, felicidad, sabiduría,
paz de espíritu y ausencia de todo temor. Deseo que en el mundo se acaben las
guerras, el terrorismo, el narcotráfico, las injusticias sociales, la corrupción y la
violaciones a los derechos humanos‖. Cuando el joven terminó de hablar,
Jesucristo le dijo: ―Amigo creo que no me has entendido, aquí no vendemos frutos;
solamente vendemos semillas‖, ―convierte en frutos las semillas que hay en ti‖.

Reflexionemos con miras a un diálogo


¿Qué aprendemos de esta historia?
¿Qué buscamos hoy nosotros como jóvenes?

Aprendamos de la Palabra, Fuente de Vida del Discípulo


Pedir a cada uno que tome en su mano una semilla. Dejando su mano
abierta que la mire mientras se lee y comenta el evangelio.
Juan 12, 20- 26
―Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere da mucho
fruto. El que ama su vida la destruye; y el que desprecia su vida en este mundo, la
conserva para la vida eterna‖ (24-25).

ILUMINACIÓN
El vendedor de semillas… se hizo semilla de un mundo nuevo. ―He venido
para que tengan vida en abundancia‖ (Juan 10.10). Jesús desea que lo sigamos
para que nos convirtamos en semillas del Reino.

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―El que quiera servirme, que me siga‖ (26). Esta es nuestra vocación como
jóvenes discípulos misioneros: seguir a Jesús para que como él convirtamos en
frutos las semillas que hay dentro de nosotros.
La imagen de Jesús que tenemos en el ejemplo anterior no es la de un vendedor
de recetas, ni de soluciones milagrosas. Se asemeja a la del que nos ofrece lo que
necesitamos para trabajar en la misión de la Iglesia, para hacer que la vida brote y
produzca frutos de vida.

Jesús quiere convertirnos en semillas para el Reino. Él nos invita a seguirlo,


a escuchar su Palabra y a dejarnos formar como discípulos misioneros y a tr abajar
para que la vida fluya abundante para todos.
Viendo a unos jóvenes llenos de ideales, Jesús los llama para que sean sus
discípulos. ―Las ovejas escuchan mi voz‖ (Jn 10, 3). Nosotros también hemos sido
llamados a participar en la comunidad y en nuestros grupos juveniles, Él nos va
formando para transformarnos en misioneros de su Palabra de vida, para
enseñarnos a convertir en frutos las semillas que Él nos ofrece.
La contemplación de los signos que están en el salón de reunión nos invita a
dejarnos seducir por ese amor que Dios nos manifiesta en Cristo,

Joven anuncia

Jesucristo… agregado como amigo¡¡¡¡ Se trata de una representación sencilla de


la Vida de Cristo por medio de escenas en las que se intercalan diálogos,
imágenes y música.

La actividad necesita de un monitor que tenga clara la estructura y anime a los


chicos a la participación. No necesita de muchos recurso materiales y puede
adaptarse a cada parroquia según sus necesidades. En una reunión previa se
pedirá a los jóvenes que hagan un repaso de las escenas de Cristo que más les
gusten y se aprovecha para dialogar sobre la escena. Se les propone
representarlo de una manera sencilla. Con la ayuda de un proyector de imágenes,
una música apropiada y algunos signos se puede hacer una representación digna
que ayude a los jóvenes a ofrecer y presentar algo a los demás en lo que ellos
serían los protagonistas.

El Secretariado de pastoral juvenil puede ofrecer un acompañamiento para dicha


actividad, aportando los recursos humanos y materiales que cada parroquia
necesite. En un par de sesiones durante la semana de misión parroquial se puede
preparar la actividad y al final de la misión pueden representarla a todos en un
festival misionero.También puede hacerse una coreografía de baile de alguna
canción con mensaje religioso.

ORACIÓN FINAL
Terminamos con una oración espontánea con Padre Nuestro… Ave María…
Gloria al Padre…Canto Final: Envíame a mi.

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3. SERÉIS MIS TESTIGOS (HCH 1,8)

Objetivo: Cuando Jesús y el evangelio, desde una experiencia de encuentro y


relación con él, se convierten en fuente de alegría en nuestra vida, en aquello que
nos da sentido, también ardemos en deseos de contárselo a otros. Toda nuestra
vida se puede convertir en anuncio de una manera diferente de estar en el mundo.
Aquel al que amamos se vuelve el centro de todo y le da sentido a todo.
Deseamos que todos puedan conocer al Jesús que nosotros hemos conocido.
Que compartan con nosotros nuestra alegría.

Preparación
Fotografías de las diversas vocaciones y actuaciones de jóvenes laicos en el
mundo y en la Iglesia. En el salón a vista de todos, colocar estas fotografías.

Oración
Padre, en tus manos me pongo.
Haz de mi lo que quieras; por todo lo que hagas en mi, te doy gracias.
Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo con tal que tu voluntad
se haga en mí y en todas tus criaturas.
No te pido más, Dios mío. Amén.

Canto: Alma misionera.

Escuchemos nuestra voz juvenil


Preguntas para reflexionar en el grupo:
1. ¿En qué consiste eso de la vocación cristiana?
2. ¿conocemos al Señor tanto como para desear hablar a los demás de
Él?
3. ¿Dónde nos podemos encontrar con Jesucristo?
4. ¿Con quién hablamos de nuestra fe? ¿familia, amigos, compañeros…?
5. ¿Somos misioneros con nuestra forma de vivir y actuar? ¿En qué notan
los demás que nosotros creemos en Jesús?

Aprendamos de la Palabra, Fuente de Vida del Discípulo


Con la Palabra, aprendo a ser, sin miedo ni complejos, testigo de Cristo

Leer: Efesios 1, 4-5.

ILUMINACIÓN
Dios en su infinito amor nos ha elegido desde toda la eternidad. Hoy Jesús
nos llama como lo hizo a sus discípulos: ―Sígueme y te haré pescador de
hombres‖ (Marcos 1,17). A los que llama, Jesús les exige desapegarse y un
desprenderse hasta de sí mismo: ―si alguno quiere venir en pos de mi, que
renuncie a si mismo, que cargue con su cruz y que me siga‖ (Marcos 8, 34).
Jesús nos llama para estar con él ―Para andar en el amor y estar en su
presencia‖ (Ef 1,4). Somos ―elegidos‖, antes de nada, para unirnos íntimamente en

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112
amistad con Jesucristo. Sea la que sea nuestra vocación particular, el verdadero
discípulo descubre pronto dos cosas importantes en su relación con Jesús: en
primer lugar, que no fue él quien escogió al Maestro y, en segundo lugar, que no
fue convocado para purificarse, aprender la Ley, etc., sino para vivir con Él y ser
enviado para servir.
Como bautizados, todos somos llamados a la misión cristiana cada uno
según su vocación particular y su condición de vida. Llevamos a cabo la misión de
la Iglesia como laicos, sacerdotes o religiosos, como jóvenes, adultos o ancianos.
Como jóvenes misioneros hemos el encuentro verdadero con Jesús ha de
darse en la oración, los sacramentos y en el servicio a los más necesitados.
Nuestro camino juvenil como seguidores de Jesús y testigos suyos ha de
pasar, pues, por varias etapas en un proceso de afirmación de nuestra fe:

1. El encuentro con Jesucristo.


2. La conversión.
3. El discipulado.
4. La comunión.
5. La misión.
¡Joven, Jesús te elige para estar con Él y para hacer presente el Reino de
Dios en tus ambientes de vida e incluso más allá de tus fronteras!

Joven anuncia

1. Estudiar entre todos los del grupo la forma de realizar un vídeo en el que
se refleje lo que la fe en Jesucristo nos aporta a nuestra vida de jóvenes:
en nuestra realidad del pueblo, de relaciones, de impulso a la
solidaridad, de amistad, etc. Elaborarlo y subirlo a Youtube.
2. (Para los de ciudad o poblaciones grandes) Preparar la Convivencia
Juvenil Misionera.

Oración Final
Tómame, Señor, con todo lo que soy y lo que tengo, lo que hago, lo que
pienso y lo que vivo. Toma mi espíritu para que yo me adhiera totalmente a ti y así
en lo más íntimo de mi corazón te amé sólo a ti y te sirva en la misión de tu Iglesia.
Amén.

Parroquia San Juan Bautista, Villa Jalupa, Jalpa de Méndez, Tab.


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