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¿Cómo Afrontar La Culpa y La Vergüenza

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¿CÓMO AFRONTAR LA CULPA Y LA 

VERGÜENZA?

Dios tiene un propósito con la culpa —nos guía al arrepentimiento para que podamos ser limpiados.
Pero los sentimientos de vergüenza y culpa con frecuencia son mal enfocados, mal manejados y no
tienen fin. O son enterrados, racionalizados e ignorados.
Un borrador previo de este artículo revelaba el momento más embarazoso que he tenido —una
experiencia de la cual me avergüenzo tanto que no hablo acerca de ella. Afortunadamente, para
ajustarme a la longitud permitida para el artículo, quité esa historia.
Probablemente, usted también tiene cosas de las cuales se siente avergonzado o culpable. Algunas de
ellas no fueron realmente su falta. Algunas sí. En algunas usted trata de no pensar, pero lo
atormentan de todas formas. Algunas pueden pesar sobre usted porque los demás se lo reprochan,
en un cruel juego de poder.
Los sentimientos de culpa y vergüenza pueden ser confusos
Podemos sentir lo mismo por cosas que no podemos controlar. Podemos sentirnos culpables aunque
no hayamos hecho nada erróneo. Podemos sentirnos manipulados por alguien que es un experto en
inyectarnos sentimientos de vergüenza y culpa en nuestra mente.
Y en el otro extremo, hay casos en los cuales alguien (¿podría ser yo?) no se siente culpable por algo
que en verdad sí ha hecho mal. Algunas veces es por ignorancia o por una conciencia equivocada.
Algunas veces es por una conciencia cauterizada —o tan ignorada y pisoteada que ya no es sensible a
la culpa.
Satanás, nuestro enemigo, tiene muchas formas de usar estas armas en contra nuestra. Él quiere que
sintamos tanta vergüenza y culpa (aun cuando no hayamos pecado) que nos sintamos desanimados,
sin esperanza, débiles. Él quiere que digamos: ¿esto para qué?
Satanás también quiere que sintamos que no hay forma de salir de la culpa cuando es merecida. Él
quiere que busquemos justificarnos, que nos enojemos con aquellos contra los cuales hemos pecado
y con Dios. Él quiere que busquemos distracciones peligrosas, que nos automediquemos y nos
sintamos cortados de Dios sin forma de regresar a Él.
O, él quiere que no nos sintamos culpables —cuando en realidad sí deberíamos.
Hay un momento y una ocasión correctos para la culpa. Dios nos creó con la habilidad de aprender
acerca del bien y el mal y sentir la culpa por lo malo. Él quiere que la culpa que sentimos por pecar
nos guíe a cambiar. Él quiere que nos arrepintamos y lavemos nuestra culpa —no que volvamos a
hacerlo.
¿Cómo podemos saber cuándo deberíamos sentirnos culpables?
Aunque los sentimientos de vergüenza y culpa pueden ser equivocados y nuestra conciencia puede
estar desenfocada, hay una forma en que podemos saber con certeza.
Dios define el bien y el mal claramente en la Biblia. El esquema básico está resumido en 10 cortas
reglas llamadas los Diez Mandamientos.
Para saber si usted realmente se debería sentir culpable, haga lo siguiente:
Estudie la ley de Dios. Todos han pecado y “están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:19, 23),
y el pecado es la causa de los problemas y males de este mundo. Al estudiar los Diez Mandamientos y
los principios relacionados enseñados en la Biblia, esto nos enseña dónde hemos pecado para que así
podamos cambiar. Los primeros cuatro mandamientos nos muestran cómo amar a Dios de la forma
en que Él quiere ser amado y los últimos seis nos muestran cómo amar a los que nos rodean. La
desobediencia a estas leyes es lo que nos hace verdaderamente culpables.
Pida. Si todavía no estamos seguros si hemos pecado, podemos pedirle a Dios que nos ayude a ver las
cosas como Él las ve. También podemos preguntarles a las personas que hemos herido. Esto no sólo
nos puede educar nuestra conciencia acerca de cómo afectan a otros nuestras acciones, sino que
además nos puede ayudar a reconciliarnos con ellos (tal vez no hayamos pecado, pero aun así es
posible que hayamos herido a otros con nuestros errores.
Tal reconciliación —aplicando los principios de Dios (Mateo 5:23-24), puede ser efectiva para
reconstruir las relaciones.
Sin embargo, esto no significa que usted tiene que darle a una persona manipuladora entera libertad
para que continúe haciéndole sentir avergonzado o culpable cada vez que quiera. Las relaciones sanas
pueden crecer por medio de las disculpas y el perdón, pero la provocación y el continuo
avergonzamiento pueden ser algo muy tóxico. Por supuesto, también debemos evitar manipular a los
demás con sentimientos de culpa.
Cómo limpiar la culpa
Nuestra culpa por el pecado es parte de cómo Dios nos guía al arrepentimiento. Cuando vemos cuán
malo es nuestro pecado, nos “compungimos” (Hechos 2:37). Seguiremos entonces la exhortación de
Pedro: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los
pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (v. 38).
Cada parte de este proceso de conversión es esencial. Dios quiere que estemos motivados a cambiar
y, después, Él nos ofrece la ayuda sobrenatural necesaria para hacer posible el cambio espiritual.
El arrepentimiento es más que un remordimiento temporal. Como el apóstol Pablo dice, éste
demanda un dolor profundo, diligente, según Dios (2 Corintios 7:10-11) El perdón de nuestros
pecados y la remoción de nuestra culpa sólo es posible por el increíble amoroso sacrificio de
Jesucristo. Él dio su vida para pagar nuestra pena de muerte por nosotros. Su sangre derramada lava
nuestros pecados y la culpa (1 Juan 1:7; Apocalipsis 1:5).
Después de arrepentirnos genuinamente, podemos aceptar el perdón de Dios y no continuar
cargando la culpa, sabiendo que: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros
nuestras rebeliones” (salmo 103:12). Podemos estar sin mancha ante los ojos de Dios y seguir
adelante con nuestra vida.
Cómo enfrentar la culpa y la vergüenza inmerecida
La Biblia muestra que aun Jesucristo soportó una vergüenza inmerecida (Hebreos 12:2). En ocasiones,
los apóstoles fueron avergonzados por servir a Cristo y ellos le dieron otro enfoque a su situación,
“salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta
por causa del Nombre” (Hechos 5:41). Más tarde, Pedro escribió: “Pero si alguno padece como
cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello” (1 Pedro 4:16).
Si tenemos que enfrentar una vergüenza o una culpa inmerecidas, ¿qué podemos hacer?
Recordarnos a nosotros mismos que no es merecida es algo que puede ayudar. Buscar consejo sabio
acerca de cómo tratar con la persona o las personas que nos avergüenzan también es una buena idea.
Y le podemos pedir a Dios que nos ayude para no permitir que los ataques injustos nos afecten
demasiado.
En el Sermón del Monte, Jesús dio algunas claves para tratar con las ansiedades y preocupaciones. Es
cuestión de enfocarnos en las prioridades de Dios y llevarle nuestras preocupaciones a Él. Esto nos
ayuda a minimizarlas. Veamos estas instrucciones de Jesús:
“Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga
tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. [Le damos a Dios y su Reino la
prioridad más alta.] El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. [Ponemos nuestras necesidades y
cuidado en las manos de Dios.]
“Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. [Sólo Dios
puede perdonar nuestra deuda espiritual del pecado.] Y no nos metas en tentación, más líbranos del
mal [nuestro acusador espiritual]; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos.
Amén” (Mateo 6:9-13).
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así
que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su
propio mal” (Mateo 6:33-34).
El continuo proceso de conversión
Por supuesto no debemos asumir que nuestros sentimientos de culpa son siempre inmerecidos. Aún
después de nuestro arrepentimiento y conversión iniciales, cuando pecamos, debemos aplicar las
instrucciones de Juan:
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y
limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:8-9).
Entonces podremos estar completamente limpios de pecado y de culpa. Como Dios dijo por medio de
Isaías: “Lavaos y limpios; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer
lo malo; aprender a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano,
amparad a la viuda. Venid luego, dice el Eterno, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como
la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como
blanca lana” (Isaías 1:16-18).

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