Libro Violencias y Feminismos Antología Versión Digital
Libro Violencias y Feminismos Antología Versión Digital
Libro Violencias y Feminismos Antología Versión Digital
Desafíos actuales
Antología
S E C R E TA R Í A D E C U LT U R A
CENTRO DE INVESTIGACIONES
INTERDISCIPLINARIAS EN
CIENCIAS Y HUMANIDADES
Primera edición: octubre 2019
ISBN: 978-607-8732-00-5
Esta publicación se realizó con apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Patricia Ravelo Blancas y Montserrat Bosch Heras
Violencia de género
1 Agradecemos a Dennis Bixler Marquez, director del Programa de Estudios Chicanos de utep el apoyo
fornia Sur, se analizan diferentes formas de violencia laboral que enfrentan mayori-
tariamente las mujeres. Olivia Tena presenta una investigación dentro de un espacio
laboral poco conocido como es el ámbito institucional de las policías. Tras analizar
cómo las mujeres policía pueden devenir sujetos políticos del feminismo, muestra la
relación que ellas mantienen con la autoridad y tres tipos de poder que reflejan formas
de apropiación/expropiación del cuerpo de las mujeres. Finaliza el escrito presentan-
do una iniciativa de ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia laboral de las
mujeres en la policía de la Ciudad de México.
De modo diferenciado es la propuesta que expone Silvia Jurado con referencia a
las mujeres productoras de café y su relación con las organizaciones autónomas. Ella
lleva a discusión la relación que guarda el trabajo productivo de las mujeres, con su
participación política y las diferentes formas de violencia que se presentan en estos
espacios; reclama la visibilización no sólo del trabajo doméstico y laboral, sino la
participación de las mujeres desde el ámbito privado como relevante políticamente.
A dos manos, con dos plumas e imbricado genéricamente, escriben Patricia Torres
y Sergio Gallardo sobre mujeres y masculinidades en Baja California Sur. La narra-
tiva comparativa que presentan revela diferentes finalidades, una es mostrar cómo la
violencia económica se constituye a través de los mandatos de género que articulan
subjetivamente las búsquedas y maneras de pensar el trabajo. Otra, pensar las mascu-
linidades construidas también a través de procesos y relaciones de poder que se dan
en negociación con las mujeres.
Finaliza este apartado otro texto escrito también a dos manos y que, por su temá-
tica, nos aproxima al siguiente bloque. Patricia Ravelo y Sergio Sánchez nos hablan
de la explotación sexual en la era del ciberespacio y cómo éste puede propiciar el
tráfico sexual y la precarización de sujetos. Las redes sociales sirven para enganchar
y explotar sexualmente a las mujeres, pero también pueden servir para protegerse y
denunciar. Los autores en su texto presentan prácticas de “desmantelamiento de la
ciudadanía” y procesos de “re- ciudadanización”.
Sobre desapariciones, trata de personas y violencia feminicida trata el siguien-
te apartado. María Eugenia Covarrubias y Patricia Ravelo exploran algunos de los
elementos que inciden en el comportamiento violento de hombres maltratadores de
mujeres y feminicidas. Elementos socioculturales y de género, psicológicos como el
narcisismo patológico o los deseos erótico-afectivos destructivos, así como otros ele-
mentos de origen psicoanalítico, son algunos de los significantes que las autoras in-
tegran para intentar comprender estas prácticas perversas, crueles y deshumanizadas.
Otras pistas sobre los feminicidios las aportan la investigación realizada por Al-
fredo y Myrna Limas. Ellos analizan distintas variables que se conjugaron en los
diferentes periodos en que se dieron feminicidios en Ciudad Juárez, mostrando los
perfiles de las víctimas, los cuales indican datos precisos en términos de edad, clase,
referencias socioculturales, color de piel y zonas de residencia. Concluyen el texto
con los déficits institucionales y las brechas en el acceso a la justicia, que perpetúan
la vulnerabilidad para padecer trata y, en ocasiones, el consiguiente feminicidio. Si-
Presentación 13
guiendo la reflexión sobre feminicidios May-ek Querales, a través del relato de dos
hermanas, muestra cómo la búsqueda de una persona desaparecida no sólo se ve
limitada por la violencia estructural e institucional, que propician las condiciones
para que la desaparición de una persona se produzca, sino también la importancia
del capital social que la familia de la víctima tiene a su alcance para poder realizar
la búsqueda.
Terminamos el apartado con un artículo sobre el esclavismo moderno. La trata de
personas, la cual va de la mano con las desapariciones forzadas, es la temática que
presenta el texto de Silvia Chávez y Eva Moya. Tras darnos algunas pinceladas sobre
la salud y la trata de mujeres a nivel fronterizo, abogan por el reconocimiento de ésta
como una cuestión de salud, pública e individual, por lo que debe asegurarse el acceso
oportuno a la salud en ambos lados de la frontera. El artículo termina presentando
diferentes acciones realizadas, así como recomendaciones para la prevención, identi-
ficación y denuncia de trata de personas.
La última sección está compuesta por diferentes propuestas feministas frente a las
violencias que se han expuesto en las páginas anteriores. En este apartado, algunas
autoras ponen el acento en los derechos humanos y otras consideran que el arte, más
allá de ser una forma artística de expresión, aporta elementos para la reflexión e,
incluso, la sanación. Marcela Lagarde presenta un breve texto que explica la génesis
del término feminicidio, a partir de femicide, palabra de origen, fundante de una
nueva epistemología feminista, y cómo éste ha acabado constituyéndose en un nuevo
paradigma para las ciencias sociales que articula nuevas perspectivas epistemoló-
gicas, analíticas y políticas. Su hipótesis de que el feminicidio sucede por una gran
tolerancia social y del Estado que genera condiciones propicias a la violencia, como
la impunidad y la injusticia, subyace en cada uno de los artículos que componen esta
antología.
Margarita Dalton, en una somera genealogía sobre los derechos humanos, los
derechos de las mujeres y sobre el feminismo, manifiesta cómo, más allá de las
diferencias, “a las mujeres feministas nos une el reconocimiento de la triada patriar-
cado, violencia y exclusión, sus múltiples hilos, visibles e invisibles, descubiertos y
por descubrir”. Su artículo es un tejer destejiendo, deshilachando y reconstruyendo,
para mostrar el lugar desde donde las mujeres y las feministas partimos para llegar a
la realidad actual.
Propuestas feministas respecto a la violencia de género y feminicida desde una
no violencia activa nos las presentan Patricia Castañeda, Patricia Ravelo y Leticia
Sánchez. Su reflexión conjunta desde el feminismo y el pacifismo, su apuesta por
redimensionar este último como propuesta de vida y esperanza ante la violencia de
género y feminicida representa nuevas pautas y prácticas para una colaboración dialó-
gica feminista. Concertar iniciativas feministas de académicas, activistas y políticas,
diferentes voces de la sociedad civil, en la defensa de los derechos humanos de las
14 Violencias y feminismos. Desafíos actuales. Antología
2 Entre las diferentes actividades que se realizaron en el Seminario Internacional del proyecto, se
contó con la participación de poetas, pintoras, videastas y literatas, entre otras artistas, quienes aportaron
elementos de reflexión para abatir la violencia de género y feminicida en torno de los dispositivos artístico-
culturales que propusieron (véase la página Web del ciesas). En particular agradecemos a Héctor Domín-
guez, Beatriz Hernández, Rafael Bonilla, Cristina Fuentes, Michel Ríos, Manuel Amador y Alba González
por sus valiosos aportes para esta reflexión.
3 En particular agradecemos el apoyo logístico y administrativo de María Gladys Castillo, Patricia
Rentería, Edith Díaz, Leticia Sánchez, Varinia Loya, Armando Alcántara, Alejandro Matalí, Héctor Arce,
Lourdes Joaquina Llorente, Víctor Méndez y Wendy Gallardo (Depto. de Audiovisuales del ceiich, se
encargaron de la transmisión en vivo).
4 Agradecemos a Ma. Elena Ortiz, Gabriela Ruiz, María Teresa Rodríguez, Gloria González, Roxana
Volio, Guadalupe López y Marta Torres Falcón. Esta última, junto con Marcela Lagarde y Susana Báez,
impartió el taller “Alerta de Violencia de Género”, propuesto en la primera sesión del seminario.
5 Agradecemos a Célica Cánovas, Griselda Martínez, Javier Melgoza y Carolina Robledo.
Presentación 15
6 Nuestro agradecimiento a Magdalena Barros, Margarita Dalton, Sergio Sánchez, Patricia Torres,
Hiroko Asakura, Sergio Gallardo, Leticia Sánchez, Mercedes Campiglia y May-ek Querales.
7 Especialmente a Paula Flores Bonilla, Araceli Osorio Martínez y Rosa Itzel Meza Espinosa.
8 Véanse las transmisiones en vivo de estas conferencias en la pág. Web del ceiich. https://www.ceiich.
unam.mx/0/71TraPas.php.
VIOLENCIA DE GÉNERO
INEQUIDAD DE GÉNERO Y SALUD MENTAL
DE LAS MUJERES. EL EJEMPLO DE LA VIOLENCIA INFLIGIDA
POR LA PAREJA ÍNTMA
Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su
familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda,
la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los
seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de
pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad
(onu, 1948).
Con ello se establecía el compromiso de los Estados miembros de extender las con-
diciones relacionadas con aspectos sociales que hacen posible la salud a todas las
personas sin distinción de raza, sexo, nacionalidad, origen étnico, lengua, religión o
cualquier otro factor diferencial. Desde entonces, el derecho humano a la salud ha
sido ratificado en una multiplicidad de instrumentos internacionales.1
1 Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, 1965:
art. 5 e) iv), Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer,
1979: arts. 11 1) f), 12 y 14 2) b), Convención sobre los Derechos del Niño, 1989: art. 24, Convención
Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Famili-
ares, 1990: arts. 28, 43 e) y 45 c), Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, 2006:
art. 25. En América Latina tenemos la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre
(1948) art. 11, y el Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Económicos, Sociales
y Culturales (1998) art. 10, etc.
Inequidad de género y salud mental de las mujeres... 21
89. La mujer tiene derecho a disfrutar del más alto nivel posible de salud física y mental.
El disfrute de ese derecho es esencial para su vida y su bienestar y para su capacidad de
participar en todas las esferas de la vida pública y privada. La salud no es solo la ausencia
de enfermedades o dolencias, sino un estado de pleno bienestar físico, mental y social.
La salud de la mujer incluye su bienestar emocional, social y físico; contribuyen a deter-
minar su salud tanto factores biológicos como el contexto social, político y económico
en que vive. Ahora bien, la mayoría de las mujeres no goza de salud ni de bienestar […]
22 Teresa Ordorika Sacristán
92. Es preciso lograr que la mujer pueda ejercer el derecho a disfrutar el más alto nivel
posible de salud durante todo su ciclo vital en pie de igualdad con el hombre. Las muje-
res padecen muchas de las afecciones que padecen los hombres, pero de diferente mane-
ra. La incidencia de la pobreza y la dependencia económica en la mujer, su experiencia
de la violencia, las actitudes negativas hacia las mujeres y las niñas, la discriminación
racial y otras formas de discriminación, el control limitado que muchas mujeres ejercen
sobre su vida sexual y reproductiva y su falta de influencia en la adopción de decisiones
son realidades sociales que tienen efectos perjudiciales sobre su salud (Plataforma de
acción de Beijing, párrafos 89 y 92).
2 La Recomendación General #24, titulada Sobre la mujer y la salud, amplía y operacionaliza el artículo
12 de la cedaw.
Inequidad de género y salud mental de las mujeres... 23
primordial tomar en consideración los efectos que tienen las inequidades de (micro-
meso-macro) y las condiciones socioeconómicas de género, así como los efectos de
la violencia en la salud física y mental de las mujeres, las niñas y las adolescentes.
Este planteamiento trascendió el aspecto puramente clínico –la simple falta de enfer-
medad– y el ámbito de lo médico, mostrando que para hacer efectivo el derecho de
las mujeres a la salud es necesaria la aplicación de la perspectiva de género tanto en
los análisis y estrategias como en los programas y proyectos de los Estados dirigidos
a los sectores médico, legislativo, administrativo y la distribución de presupuesto,
entre otras.
Los problemas de salud mental de las mujeres constituyeron el tema de tres reportes
publicados por la oms en esa misma década. Psychosocial and Mental Health Aspects
of Women’s Health (1993) versó sobre aspectos relacionados con el ciclo reproductivo
de las mujeres, abordando brevemente aspectos concurrentes con la violencia física
y sexual. En A Focus on Women (1999) se analizó el papel de la violencia doméstica
(que luego se denominará violencia infligida por la pareja íntima) y sexual como
causa de los trastornos mentales, en particular la depresión y la ansiedad, problema
que debe ser reconocido por los sistemas médico y penal. El tercer reporte, Gender
Differences in the Epidemiology of Affective Disorders and Schizophrenia (1997),
anuncia la transición de mujeres a género como concepto central que desde entonces
ha guiado estos trabajos, alertaba sobre la importancia de los trastornos mentales en
general y el de la depresión en particular, en la carga de la enfermedad. Curiosamente,
si bien se reconocieron las diferencias de prevalencia entre mujeres y hombres, éstas
se adjudicaron más a causas biológicas que sociales. Ello es muestra de las diferentes
visiones y tensiones que existen entre el modelo médico psiquiátrico y los modelos
sociales de explicaciones de los trastornos mentales que se tratarán más adelante.
La confluencia de las agendas de los derechos humanos, de género y de la salud
mental que comenzó en las últimas décadas del siglo xx se consolidó cada vez más
en el nuevo milenio. Tras el fracaso de los programas implementados para resolver la
inequidad sanitaria, se adoptó el modelo de los determinantes sociales que explica
la pobreza médica como resultado de la distribución desigual del poder y de los
insumos materiales y simbólicos requeridos para enfrentar los riesgos en salud. Con
este modelo se afianzó aún más la importancia otorgada al orden de género en la
distribución de la salud. En 2002 la oms estableció su primera política de género afir-
mando que éste era un factor importante por sí mismo. Tres años más tarde iniciaron
los trabajos de la Comisión de Determinantes Sociales de la Salud que declaró que:
Para reducir la inequidad sanitaria entre los países y dentro de los países es necesario
ir más allá de las causas inmediatas de la enfermedad. La Comisión se interesa por las
“causas de las causas”, los factores sociales que determinan el crecimiento, la vida, el
trabajo y el envejecimiento de la población. Los determinantes que subyacen a las in-
equidades sanitarias están interconectados y, por consiguientes, es necesario abordarlos
24 Teresa Ordorika Sacristán
3 “[…] personal académico y clínico de todo el mundo, acopiaron datos sobre políticas e intervencio-
nes que pueden mejorar la salud y reducir las inequidades sanitarias en diversos ámbitos, por ejemplo,
el desarrollo infantil temprano, las condiciones laborales, la mundialización, la condición de la mujer
y la equidad de género, los entornos urbanos, la exclusión social, los sistemas de salud, la mediciones, y
la afecciones prioritarias para la salud pública (https://www.who.int/social_determinants/thecommission/
finalreport/about_csdh/es/).
Inequidad de género y salud mental de las mujeres... 25
4 Por su parte, el abuso de sustancias, que actualmente concita gran preocupación y esfuerzos, tiene
mente por la oms y la ops para referirse a la violencia que ejerce un compañero (ex
compañero) íntimo, misma que se caracteriza por:
agresiones físicas, por ejemplo abofetear, golpear, patear o pegar. Violencia sexual, por
ejemplo, relaciones sexuales forzadas y otras formas de coacción sexual.
En todo el mundo, casi un tercio (el 30%) de todas las mujeres que han mantenido una
relación de pareja han sido víctimas de violencia física y/o sexual por parte de su pareja.
En algunas regiones, esta cifra puede llegar a ser de hasta el 38%. Tanto éste como otros
estudios muestran la correlación entre este tipo de violencia y los problemas de salud
mental (oms, 2013).
Existe amplia evidencia de que en la mayoría de los casos las mujeres son las víctimas
de los ataques y los perpetradores son varones. Se sabe que las mujeres que sufren
violencia física y sexual padecen niveles más altos de ansiedad, depresión, depresión
mayor, tendencias suicidas, hipervigilancia, estados de disociación, falta de autoes-
tima, somatización, alcoholismo y otros problemas psicológicos asociados al estrés
postraumático (Gülçür, 2000). Asimismo, de 60 a 70% de las mujeres internadas por
razones psiquiátricas han sufrido violencia física y sexual antes del internamiento.
Las consecuencias de la violencia y la violación son tan incapacitantes que el Banco
Mundial estima que en mujeres en edad reproductiva ésta representa 5% de la carga
de enfermedades en países en vías de desarrollo y 19% en países industrializados.
Las mujeres sometidas a este tipo de abuso presentan un mayor riesgo de incremento
de visitas a salas de emergencia de hospitales y de hospitalizaciones. En particular,
la violencia sexual severa es un elemento de predicción de trastornos psiquiátricos
28 Teresa Ordorika Sacristán
De las [345] mujeres, 19% señaló haber sido objeto de tocamientos sexuales contra su
voluntad al menos alguna vez en su vida, en tanto 11% habían sido violadas y 5% fueron
forzadas a tocar los órganos sexuales de otra persona contra su voluntad. Una de cada
cinco mujeres reportó haber experimentado alguna violencia sexual dentro de la relación
de pareja. Se encontró una asociación significativa entre algunas formas de violencia
sexual y la depresión, la ideación e intento suicida y el uso de psicofármacos (Ramos-
Lira et al., 2000: 187).
El artículo “Mental and Physical Health and Intimate Partner Violence against Wo-
men: A Review of the Literature” (Dillon et al., 2013) presenta el análisis de setenta
investigaciones desarrolladas en diferentes países sobre la relación entre la violencia
infligida por la pareja íntima y los problemas de salud física y mental de las mujeres,
mismos que no se limitan únicamente al periodo en el que se sufre la violencia, sino
que deja secuelas de largo alcance. Los trastornos mentales comúnmente reconocidos
incluyen la depresión, el estrés postraumático, la ansiedad, la ideación suicida y los
daños auto-infringidos, la salud mental autopercibida, el sufrimiento psicológico, el
impacto en la calidad del sueño y los trastornos del sueño. A continuación, se resumen
los resultados más relevantes presentados en dicho artículo.
En este y otros trabajos se menciona la depresión, trastorno que ha concitado el
mayor interés en relación con la violencia de pareja íntima dado que es el que produce
una mayor carga de enfermedad en mujeres que padecen la violencia de su pareja
íntima (34.7%) y que se reporta con mayor consistencia en las diferentes investiga-
ciones (Dillon et al., 2013). Este trastorno está relacionado con el abuso físico, sexual
y emocional/psicológico, y las posibilidades de presentarlo, así como su severidad,
se incrementan cuando más de un tipo de violencia está presente, lo cual aparece
reportado en una cantidad importante de los casos.
Si bien todos los tipos de abuso contribuyen a incrementar los riesgos de padecer
síntomas depresivos, la violencia sexual es la que afecta de manera más acuciante.
Finalmente, un dato preocupante es que la recuperación tarda más en mujeres que han
sufrido violencia que aquellas que no, por lo que concluyen que las primeras presen-
tan mayores riesgos de tener trastornos mentales de larga duración. La ansiedad es
el segundo trastorno más común padecido por mujeres en este tipo de relaciones de
violencia, mismo que con frecuencia se presenta en comorbilidad con la depresión.
Inequidad de género y salud mental de las mujeres... 29
5 El artículo “Cross-national Associations between Gender and Mental Health Disorders in the who
World Mental Health Surveys” analiza los datos obtenidos de la encuesta de epidemiología psiquiátrica
aplicada de la oms aplicada en varios países, incluyendo México. Sorprendidos por la reducción de la
brecha de género en el rango de población más jóvenes en el trastorno depresivo mayor y en los trastornos
relacionados con el alcohol construyeron un índice de roles en tradicionales de género en lo que consider-
aron la diferencias entre los sexos de experiencia laboral antes de los 35, los niveles de educación, la edad
del matrimonio y el acceso a anticonceptivos seguros, llegando a la conclusión de que en las sociedades
menos tradicionales donde se habían dado cambios en la salud mental de las mujeres.
Inequidad de género y salud mental de las mujeres... 31
las vidas de las mujeres. Las mujeres invitan entonces a cambiar el paradigma patriarcal
(Fries, 2000: 52).
Conclusiones
Cada vez resulta más evidente el peso en la carga global de enfermedad y las proyec-
ciones sobre el aumento de los trastornos mentales y del comportamiento, al punto
que hoy en día es común hablar de una epidemia. Por tanto, no es extraño que conci-
ten hoy una gran preocupación entre las agencias internacionales de salud a tal grado
que por primera vez ocupan un lugar prioritario en la agenda de los Objetivos del
Desarrollo Sostenible. Sin embargo, reducir la carga de enfermedad que implican los
trastornos mentales sólo puede lograrse aplicando el modelo de los derechos humanos
de las mujeres y la perspectiva de género en las investigaciones, planes y programas
que se implementen por el hecho de que el género es un elemento fundamental en
producción y distribución de los mismos. Si bien existen dificultades para establecer
con certeza los mecanismos por medio de los cuales los determinantes estructurales
se traducen en inequidades de salud, dado que éstos operan de forma multicausal,
existe hoy suficiente literatura que muestra que las disparidades de género, clase,
raza, etc., se correlacionan con peores situaciones de salud física y mental. La litera-
tura dedicada a estudiar las inequidades de género es tan contundente que las propias
agencias internacionales, tales como la oms, los consideran un elemento fundamental
sin el cual no es posible entender los patrones de distribución de la salud ni construir
modelos exitosos para lograr la equidad. Esto requiere de una estrategia intersectorial,
de múltiples niveles, que permita reducir los riesgos específicos de género.
Si bien existen diversas causas que impactan negativamente en la salud mental de
las mujeres, mismas que tienen que ser analizadas en sus particularidades, desde los
años ochenta del siglo pasado la agenda de las mujeres ha otorgado un papel funda-
mental a la violencia como práctica que afecta profundamente en todos los aspectos
de sus vidas. Esta afirmación se tradujo en el reconocimiento de que la violencia de
género constituye un serio problema de salud pública. Terrible en todas sus formas,
las cuales se concatenan en la vida de muchas mujeres, la violencia perpetrada por
las parejas íntimas (actuales o anteriores), del tipo que sea, ha sido tema de múltiples
investigaciones que han mostrado su efecto negativo en su salud mental, agravándose
en relación con su severidad y su duración. Más preocupante aún son las secuelas que
deja aún después de terminada.
32 Teresa Ordorika Sacristán
La violencia y los riesgos y problemas de salud que ésta conlleva atentan contra los
derechos humanos de las mujeres a la salud, al tiempo que interfieren con el disfrute y
ejercicio de otros derechos traduciéndose en una ciudadanía incompleta y de segunda.
En el ámbito de la salud pública, resolver esta inequidad requiere de la implementa-
ción de investigaciones, políticas y programas sobre salud mental con perspectivas
de género que ubiquen e incidan en los riesgos específicos de las mujeres, así como
de servicios que las traten de manera integral y que cuenten con especialistas cono-
cedores de las problemáticas las aquejan. Asimismo, como se ha discutido a lo largo
del texto, las causas de la desigualdad sanitaria exceden el ámbito de la salud, por lo
que es necesaria la articulación con otros sectores y políticas (por ejemplo, en materia
laboral y de vivienda) que operen sobre otros ámbitos en donde el género también
se traduce en inequidad. Finalmente, es necesario tener claro que “las causas de las
causas” residen en diferencias de poder sistémicas propias del orden patriarcal y, por
tanto, resolverlas requiere de la construcción de la equidad de género en la sociedad.
Se trata de desarticular relaciones de opresión estructurales que operan entre mujeres
y hombres, así como a nivel de las instituciones y los Estados. Sin este objetivo fun-
damental, el llamado enfoque de género en salud no será más que una buena intención
y los alcances de los programas se verán limitados.
Referencias
Astbury, Jill (2001). Gender Disparities in Mental Health, Geneva, World Health
Organization.
Busfield, Joan (2011). Mental illness, Malden, MA, Polity Press.
Dennerstein, L., Jill Astbury, C. Morse and World Health Organization (1993).
Psychosocial and mental health aspects of women’s health, Geneva, World
Health Organization.
Dillon, Gina, Rahman Hussain, Deborah Loxton, and Sulfur Rahman (2013). “Mental
and physical health and intimate partner violence against women: A review of
the literature”. En International Journal of Family Medicine, 313909.
Fries, Lorena (2000). “Los derechos humanos de las mujeres: aportes y desafíos”. En
Las fisuras del patriarcado: reflexiones sobre feminismo y derecho, editado por
Gioconda Herrera pp. 45-66. Flacso, Ecuador.
Gülçür, Leyla (2000). “Evaluating the Role of Gender Inequalities and Rights Vio-
lations in Women’s Mental Health”. En Health and Human Rights, Vol. 5, No.
1, pp. 46-66.
Krug, Etienne, James A. Mercy, Linda L. Dahlberg, Rafael Lozano and Anthony Zwi
(2002). “The World Report on Violence and Health”. En The Lancet, 360(9339),
pp. 1083-1088.
O’Campo, Patricia, Joan Kub, Anne Woods, Mary A. Garza, A. S. Jones, A. C. Gie-
len, and J. Campbell (2006). “Depression, ptsd, and Comorbidity Related to
Inequidad de género y salud mental de las mujeres... 33
World Health Organization (2000). Women’s Mental Health: An Evidence Based Re-
view, Geneva, World Health Organization. http://www.who.int/gender/en/.
XXXVII Consejo Directivo de la Organización Panamericana de la Salud (1993).
Resoluciones. http://www1.paho.org/Spanish/GOV/CD/ftcd_37.htm#R19.
Bibliografía
Sen, Gita, Asha, George y Piroska Ôstlin (2005). “Incorporar la perspectiva de género
en la equidad en salud: un análisis de la investigación y las políticas”. En Revista
Panamericana de la Salud Pública, 7.
Organización Panamericana de la Salud (2013). Comprender y abordar la violencia
contra las mujeres. Violencia infligida por la pareja, Washington, DC, Organi-
zación Panamericana de la Salud. ops.
World Health Organization. Department of Gender, Women and Health (2004). Gen-
der in Mental Health Research, Geneva, World Health Organization.
VIOLENCIA VELADA, VIOLENCIA DESNUDA
Y ABANDONO EN LA ATENCIÓN DEL NACIMIENTO
Una mujer en trabajo de parto ingresa en un hospital público del Estado de México; se
la pone a pujar antes de que su dilatación esté completa para acelerar el proceso dila-
tando manualmente el cérvix mientras se le dice: “Te voy a ayudar a pujar”. El proceso
resulta extremadamente doloroso para la mujer que se lamenta abiertamente mientras la
doctora encargada del nacimiento saca la mano ensangrentada de su vagina y se acerca
a decirle: “Aquí se va a ver qué clase de madre eres. ¿Cómo vas a educar a tu hijo si
ni siquiera puedes pujar para que nazca?” Después de un largo rato de practicar esta
maniobra la mujer es trasladada finalmente al área de expulsión pues se considera que
el proceso de dilatación ha concluido. Se decide que una médica interna en formación
atienda el parto para entrenarla mientras la médica adscrita y una residente le dan
indicaciones a los gritos: “Córtale… ahora córtale del otro lado. ¡Ahora sí ya le arrui-
naste el piso pélvico. A ver si para la otra!”. La interna es removida de su puesto y la
adscrita retoma a su cargo la atención del nacimiento. La mujer pregunta: “¿Por qué
me están haciendo esto? ¿Por qué me están lastimando así?” La médica se vuelve para
mirar a la doula de un voluntariado presente en la escena y le dice: “Señorita, relájela
¿No está para eso?” Finalmente, tras una episiotomía doble su bebé termina naciendo
y ella pregunta: “¿Fue niña?” A lo que la doctora responde: “Hasta al rato te van a
decir”. Al parto sigue una serie de empujones para extraer la placenta y una revisión
manual del útero en busca de restos desprendidos a causa del jaloneo. Cuando la mujer
ensangrentada es trasladada al área de recuperación la enfermera que la recibe pregun-
Violencia velada, violencia desnuda y abandono... 37
En esta clase de relatos resulta claro cómo el despliegue de sadismo de algunos suje-
tos queda encubierto por la institución que decide callar los abusos y disfrazarlos de
rutina. Valga señalar que las episiotomías dobles no están registradas como procedi-
miento recomendado en ninguna guía de práctica clínica y que el uso de anestesia es
recomendable cuando se decide cortar con una tijera, para luego coser, la vagina de
una mujer, pues evidentemente la maniobra comprende un elevado grado de dolor.
Y si la violencia contra las mujeres que dan a luz es evidente en las instituciones
de salud, la que experimentan aquellas que acuden a interrumpir un embarazo es aún
más descarnada. En su texto Cuerpos enajenados, en el que refiere la experiencia de
mujeres atendidas en una maternidad pública de la provincia de Santiago del Estero,
Cecilia Canevari (2011) da cuenta de legrados practicados sin anestesia “por comodi-
dad” de los profesionales, que evitan así la complicación de llamar a un anestesiólogo
que no necesariamente forma parte del plantel de la institución.
En la Ciudad de México, donde la interrupción del embarazo ha sido despenali-
zada desde 2007, diferentes asociaciones de la sociedad civil se han dado a la tarea
de acompañar a quienes deciden practicarse un aborto para proteger a las usuarias de
la violencia que frecuentemente acompaña al procedimiento. Una activista de la Red
por los Derechos Sexuales y Reproductivos (ddeser) relata:
Tras la interrupción de un embarazo, una mujer se recupera en la misma sala que las
madres que acaban de parir: “Ve, ellas sí los tuvieron”, comenta una enfermera del
turno mientras le señala a las madres que acunan a sus hijos en las camas de enfrente.
A otra que acude al hospital reportando un sangrado espontáneo a los cuatro meses de
gestación, tras realizar el legrado, le ponen al feto sin vida sobre el pecho y le dicen:
“Toma a tu bebé” (Comunicación personal, 3 de febrero, 2015).
La estructura jerárquica y vertical que articula las relaciones al interior del apara-
to biomédico (Menéndez, 2005; Castro, 2014) ofrece un terreno fértil para que los
abusos de poder ocurran y para que el personal los encubra. Si bien no todas, la
mayor parte de las historias de maltrato –de lo que hemos llamado “violencia des-
nuda”– ocurren en el ámbito público. Sus protagonistas suelen ser mujeres de bajos
recursos, de rasgos indígenas, de corta edad; es decir, aquellas que se encuentran en
condición de mayor vulnerabilidad. La discriminación forma parte del tejido social y
se manifiesta en diferentes espacios de la vida colectiva, pero en el ámbito obstétrico
pareciera circular sin filtro, lo cual está directamente relacionado con características
específicas del dispositivo que facilitan el libre tránsito de la violencia a través de la
estructura.
38 Mercedes Campiglia Calveiro
Revisamos a un bebé porque la señora decía que estaba mojado. Y no es que estuviera
mojado, es que estaba lleno de sangre todo atrás. Nosotros nos asustamos porque pen-
samos que era del bebé, pero no, cuando le dijimos a la señora: “Levántese, déjenos
revisarla”. No, la que tenía toda la cama llena de sangre era ella. Y le dijimos: “¿Qué,
no te has bañado?” Ya llevaba un día de que había nacido su bebé y no se había ido
a bañar, para nada. Y no le habían cambiado camas, y no le habían hecho todas esas
cosas. Hay veces que hasta van y les dicen: “Aquí están tus sábanas, cámbiate tu cama”
(Comunicación personal, 20 de agosto, 2015).
El aseo, al no ser considerado una necesidad primaria, puede parecer irrelevante para
el personal, siempre que no esté asociado con la evitación de contagios; pero para
la mujer una atención limitada a cubrir sus necesidades orgánicas, poniendo entre
paréntesis su condición humana, puede producir una profunda herida. En las salas de
partos del sector público las mujeres están rodeadas de personas, pero aún así suelen
sentirse abandonadas.
La biologización de los sujetos propia del Modelo Médico Hegemónico (Menén-
dez, 2005), sumada a la institucionalización de la atención característica del sector
público, puede llevar a desestimar el pudor, el miedo, la tristeza, la soledad, el su-
frimiento, como si se tratara de aspectos ajenos a la competencia del proveedor de
salud: “No eres la única, así que no te puedes estar quejando. En la tarde nadie puede
quejarse; en la mañana sí, pero en la tarde no”, le dice una médica que llega con
el cambio de guardia vespertino a una mujer que expresa dolor durante una de sus
contracciones (Comunicación personal, 22 de febrero de 2018).
Los intercambios entre personal y pacientes en las instituciones de salud suelen
reducirse al mínimo indispensable. Se orientan, principalmente, a la comunicación
de instrucciones y la recolección de datos para el llenado de expedientes clínicos,
hojas de parto o estudios estadísticos con fines diversos; de manera que una mujer
a punto de parir puede ser sometida a interminables interrogatorios, aun durante sus
contracciones, en los que se le pregunte, entre otras cosas, cuántas veces al día se
lava los dientes, por ejemplo. Pero a la par del barullo incesante de los intercambios
funcionales, hay un silenciamiento de las voces que dan cuenta de la dimensión emo-
cional de la experiencia o que apuntan al establecimiento de lazos entre los actores. A
la palabra se le confiere, en este contexto, un carácter meramente técnico. Guadalupe
Trueba, doula que realizaba acompañamientos en el sector público en el marco de un
voluntariado, narra la siguiente escena:
El médico se sienta en un banco frente a los genitales de la madre que ha sido depositada
en la mesa de partos por un camillero. Asea sus genitales sin decir una palabra. Pone
toda la atención en la cabeza del bebé naciendo y trata de no fallar porque lo están
observando y enseñando; entrega el bebé al de pediatría. Manipula, jala y recibe pla-
centa. Revisa cavidad del útero sin ver siquiera el rostro de la mujer, revisa que no haya
40 Mercedes Campiglia Calveiro
lesiones, retira campos, se para, se quita los guantes y la bata y se va a llenar reportes.
La mamá dice en voz alta: “Gracias… gracias a todos”. Nadie responde (Comunicación
personal, 19 de septiembre de 2017).
Por cooperación se entiende una entrega solícita a las indicaciones del personal
de salud en la que se priorice el bienestar del bebé frente al propio. Está fuertemente
arraigado en el colectivo el imaginario de que la mujer debe cooperar y, cuando no
lo hace, es juzgada como una madre inadecuada. Cuando la mujer coopera resulta
“premiada” por medio de la atención del personal de salud que le ofrece un poco
de su valioso tiempo, pero cuando, por el contrario, la mujer se resiste a ser dócil y
someterse a los lineamientos institucionales, se la domestica mediante la desatención
deliberada. Una mujer que atendió su parto en el Hospital Materno Infantil de Cuaji-
malpa, narra el siguiente relato:
Una señora se alivió enfrente de mí y ya ella pedía a gritos que la atendieran y los doc-
tores se burlaban de ella, los doctores y los enfermeros [...] Le decían que se esperara.
Es que la señora se subía a la cama, se bajaba… O sea, de la desesperación, del dolor.
Supongo que no toleraba el dolor tanto. Pedía a gritos y me pedía por favor que le ha-
blara a los doctores para que la atendieran [...] Y los doctores nada más se le quedaban
viendo, igual los enfermeros, se le quedaban viendo y se reían de ella; el cómo ella
desesperada del dolor se subía, se ponía de espaldas [...] Hasta que llegó un doctor, lo
vi más humano, y la atendió. Dijo que ya tenía la cabecita casi afuera. Y la señora, así
como que: “Por favor” [...] Yo me dolía mucho pero calladita [...] porque no quería que
a mí me trataran mal [...] Me dijo mi hermana: “Mira, no te quejes tanto porque si no,
no te van a atender. Quéjate cuando de verdad lo necesites” [...] Yo llegué así como que
decidida: “No me voy a quejar, no me voy a quejar, voy a aguantar, voy a aguantar”.
Y pues sí aguanté gracias a Dios. Yo no recibí malos tratos, no sé si fue porque era mi
primer hija y estaba más grande que las demás o porque no me quejé tanto. Esperé,
hice lo que ellos me dijeron [...] No quería que trataran mal a mi bebé (Comunicación
personal, 11 de julio de 2014).
18 miembros del personal de salud rodeaban a dos mujeres en trabajo de parto el día
en el que ocurrió un fuerte terremoto en la Ciudad de México. Un par de ellos estaban
sentados en la cama, con máquinas de escribir sobre las piernas, tecleando una historia
clínica interminable. En el momento en que la tierra comenzó a moverse, los 18 salie-
ron corriendo de la sala sin siquiera considerar que dejaban atrás a una chica de 17
años y otra mujer que ya estaba pujando. Sólo la jefa de enfermeras y dos doulas de un
voluntariado permanecieron en el hospital. Los médicos y las enfermeras se fueron sin
mirar atrás, no porque resultara imposible movilizar entre todos a las parturientas, sino
porque sencillamente no pudieron verlas; eran la tarea del día, que quedaba compren-
siblemente suspendida frente a la contingencia (Diario de campo, 19 de septiembre de
2017, CDMX).
En el análisis de las rutinas hospitalarias para la atención del parto puede observarse
un sinnúmero de intervenciones que se llevan a cabo de forma cotidiana aun cuando
está demostrado, por las mismas instancias de regulación de la práctica médica, que,
lejos de procurar salud, generan daño. Ejemplo de ello son el uso generalizado de oxi-
tocina sintética durante el trabajo de parto, el corte en los genitales en el momento del
nacimiento (episiotomía), el uso de posiciones contraindicadas por la Organización
Mundial de la Salud para el pujo como la supina (acostada sobre la espalda con las
piernas en estribos), la revisión rutinaria de cavidad uterina tras el parto, la separación
de la madre y el bebé.
Desconociendo los lineamientos que dicta la Medicina Basada en Evidencia
(mbe), se llevan a cabo rutinariamente procedimientos que atentan contra la salud de
las mujeres y sus hijos. Una partera que trabaja en un servicio privado en la ciudad
de Buenos Aires comenta: “Es una bola de nieve. Empezás haciendo algo chiquitito
y terminás haciendo desastres. He visto todo tipo de complicaciones, producto de la
intervención” (Comunicación personal, 22 de julio, 2016).
El uso de recursos diseñados para la atención de complicaciones con un objetivo
diferente al cuidado de la salud ha conducido a la hipermedicalización del parto.
En las instituciones se les emplea cotidianamente para alterar procesos fisiológicos
desconociendo los criterios que dictan las guías de práctica clínica y respondiendo a
demandas propias del funcionamiento institucional. Una de las enfermeras del Centro
de Investigación Materno Infantil (Cimigen) narra la siguiente historia que permite
entender cómo al acelerarse artificialmente el proceso del parto, práctica frecuente en
la obstetricia, se puede afectar la salud de madre e hijo.
Yo, cuando me fui, la dejé con oxi [oxitocina], pero cuando llegó la gíneco de la tarde le
inició Misoprostol1 [...] Y lógicamente que horas después le empezó a dar polisistolia.2
1 Dos hormonas sintéticas para estimular la actividad uterina que está contraindicado usar de forma
simultánea.
2 Exceso de actividad uterina: más de cinco contracciones en un periodo de 10 minutos.
44 Mercedes Campiglia Calveiro
Empezó a hacer seis contracciones en diez [minutos], intensas [...] Es como si te echaras
ahorita tequila y al rato te echaras cerveza y en un rato te echaras, no sé, algo más…
te bloqueas ¿no? Tu mismo cuerpo se bloquea, se ataranta. Y entonces ella estuvo así
mucho tiempo, toda la noche [...] Yo creo que los nacimientos no deben de ser así. Yo
creo que tu experiencia, tu trabajo de parto, no debe ser la cosa más horrible del mundo
[...] Tú lo piensas como profesional, tú piensas: Si yo estuviera en su lugar, yo le habría
dicho “Hazme una cesárea, una cesárea porque mi hijo no va a pagar los platos rotos
del desmadre” [...] Todos quieren a fuerza utilizar Misoprostol, ¿no? [...] y los mismos
estudios lo dicen: son bebés que tienen riesgo de polisistolia [...] y la mamá en el puer-
perio te va a sangrar (Comunicación personal, 18 de agosto, 2015).
La formación cuando yo estudié, hace 20 años, y hoy sigue siendo más o menos igual,
era la intervención. Vos eras una muy buena partera si sabías conducir con oxitocina, si
eras rápida para hacer el trabajo de parto, el expulsivo dirigido, para hacer una buena
episiotomía, una buena sutura. No había otra forma. Yo en toda mi carrera no vi un solo
parto natural. Y yo hacía lo mismo, reproducía lo que me habían enseñado (Comunica-
ción personal, 22 de julio, 2016).
incrementa también el riesgo de afectación de esfínteres. Existe la posibilidad de que la mujer presente
dolor crónico en el ejercicio de la sexualidad una vez practicado este procedimiento.
Violencia velada, violencia desnuda y abandono... 45
4 Diminutivo de episiotomía, incisión quirúrgica en la zona del perineo –comprendiendo piel, mucosa
El modelo médico de atención del parto ha sido objeto de creciente escrutinio debido a
su tratamiento hospitalario y a la utilización rutinaria e innecesaria de procedimientos
médicos que, además de ser incómodos para la mujer, pueden llegar a alterar su salud o
la del recién nacido [...] En las últimas décadas se ha producido una expansión en el de-
sarrollo y uso de prácticas ideadas para iniciar, aumentar, acelerar, regular o monitorizar
el proceso del parto con el propósito de mejorar los resultados para la madre y su recién
nacido con prácticas habituales, sin disponer de la suficiente evidencia en relación con
su seguridad y eficacia. Por ello, en los últimos años se han realizado investigaciones de
las mismas, tales como el efecto que el tipo de atención tiene en la madre y en sus hijos
a corto y largo plazo (ssa, 2014: 12-14).
Concluyendo
Referencias
Belli, Laura (2013). “La violencia obstétrica, otra forma de violación de los derechos
humanos”. En Redbioética, Volumen 1, Número 7 (enero-junio). Coordinada
por unesco Uruguay.
Berrio Palomo, Lina (2013). “Entre la normatividad comunitaria y las instituciones
de salud. Procesos reproductivos y salud materna en la Costa Chica de Guerre-
ro”. Tesis de doctorado en antropología, Universidad Autónoma Metropolitana-
Iztapalapa (uam-I), México.
Canevari Bledel, Cecilia (2011). Cuerpos enajenados. Experiencias de mujeres en
una maternidad pública, Argentina, Barco Edita.
Castro, Roberto (2004). Violencia contra mujeres embarazadas. Tres estudios socio-
lógicos, México, Editores Cuernavaca, Universidad Nacional Autónoma de Mé-
xico (unam) y Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (crim).
Castro, Roberto (2014). “Génesis y práctica del habitus médico autoritario en
México”. En Revista Mexicana de Sociología, Volumen 76, Número 2 (abril-
junio), Coordinado por Universidad Nacional Autónoma de México. Instituto
de Investigaciones Sociales.
Castro, Roberto y Joaquina Erviti (2015). Sociología de la práctica médica autori-
taria, México, Universidad Nacional Autónoma de México (unam) y Centro
Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (crim).
Freyermuth, Graciela y P. Sesia (coords.) (2009). La muerte materna, acciones y
estrategias hacia una maternidad segura, México, Comité Promotor por una
Maternidad sin Riesgos/ciesas/Instituto Nacional de las Mujeres.
García, Guadalupe (2013). “Rutinas médicas y estandarización: Reflexiones etno-
gráficas sobre la institucionalización de la prevención de la transmisión madre-
hijo del VIH en un centro obstétrico del sur de la ciudad de Buenos Aires”. En
Cuadernos de Antropología Social, Número 37, Coordinado por Universidad de
Buenos Aires.
Violencia velada, violencia desnuda y abandono... 49
Presentación
2 El término “securitización” se refiere a “una práctica política que permite a las élites, que actúan en
nombre del estado, reclamar derechos especiales de defensa al señalar algo como una amenaza” (Waever,
1995 en Tickner, 2004: 14). Sus referentes son la seguridad nacional y la seguridad institucional que, ante
las amenazas reales, imaginarias o posibles, instrumenta políticas de incremento de vigilancia policíaca
y militarización, con la consecuente criminalización de aquellos sujetos o grupos sociales que considera
portadores y posibles ejecutores de las acciones consideradas amenazantes. “El término de securitización
de la migración hace referencia a la apropiación de un modelo epistémico sobre la seguridad nacional,
construido desde la criminología y el campo de estudio de las relaciones internacionales”. En concreto, es
un término acuñado y progresivamente densificado por la Copenhagen School of Critical Security Studies,
que propone entenderlo como un proceso epistémico en el que la ‘óptica securitaria’ se inserta como para-
digma en la gubernamentalidad de diferentes fenómenos sociales contemporáneos. Para el jurista italiano
Giussepe Campesi, “[…] la securitización es el proceso mediante el cual una cuestión viene transformada
en un problema de seguridad, con total independencia de su naturaleza objetiva, o de la relevancia especí-
fica de la supuesta amenaza. La óptica securitaria es un concreto frame (campo) teórico-político, mediante
el que se tematiza una creciente pluralidad de cuestiones” (Varela Huerta, 2015: 3).
3 Investigación diagnóstica para la elaboración de un modelo de unam Segura. Proyecto papiit
a) Sexo
En un cuestionario administrado en aulas, los resultados dieron una mayor respuesta
por parte de las mujeres con casi seis puntos porcentuales respecto a la participación
de los hombres. Cabe resaltar, por otra parte, que, si bien se expresó con un valor
muy poco significativo, hubo quienes afirmaron ser transexuales con 0.3% y otro
porcentaje similar no respondió.
53.1%
46.4%
0.3% 0.3%
b) Edad
Por lo que respecta a la edad de las personas entrevistadas, al ser nuestro universo
población estudiantil, fundamentalmente de nivel licenciatura, aunque también, en
menor medida, de posgrado, las edades se concentraron en los segmentos de “menos
de veinte años” y de “20 y 22”, disminuyendo las concentraciones para ambos sexos
conforme la edad aumentaba.
Topografías de la seguridad en ciudad universitaria... 57
Mujeres Hombres
23.8
22.9
18.2
13.2
6.5
4.7
c) Escuela o Facultad
Las encuestas se levantaron a estudiantes de 16 escuelas y facultades, incluyendo
también a quienes asisten al posgrado. Al analizar los resultados y clasificar el uni-
verso según la pertenencia a los espacios académicos, se observan algunos resultados
coincidentes con datos oficiales e investigaciones que reconocen la prevalencia en la
Universidad de pautas genéricas por las cuales persisten espacios feminizados y, en
sentido inverso, masculinizados. En este ejercicio se obtuvo que el porcentaje mayor
de mujeres que respondieron el cuestionario pertenecen a la Facultad de Derecho,
16.5%, mientras la mayor concentración de hombres que hicieron lo mismo se en-
cuentra en la Facultad de Ingeniería, 17.6%.
d) Turnos
La mayor parte de los cuestionarios se recogieron en el turno vespertino, por lo que
el grueso de mujeres y hombres afirmaron pertenecer a ese turno, el grupo de las
mujeres en ese segmento es mayor que el de los hombres por 7 puntos porcentuales.
Pero en el turno mixto, los hombres superan en 8 puntos a las mujeres. Este dato
podría indicar cómo los hombres aparentemente disponen de una mayor posibilidad
de armar horarios flexibles si los comparamos con las mujeres estudiantes, una capa-
cidad más amplia de hacer elecciones de grupos, de docentes, así como entrecruzar
actividades no académicas.
58 Castañeda, Jarquín y Olivos
66.5
59.1
30.2
22.0
8.8 8.2
2.7
.5
1.9
Matutino Vespertino Mixto A distancia No contestó
creciente, de vincular la seguridad con una lógica policiaca centrada en dotar a los
espacios de sofisticados mecanismos de vigilancia, de regulación de los accesos y, por
supuesto, la aplicación de la ley como las formulaciones para desalentar los delitos,
la violencia y las amenazas a la integridad y la seguridad. Esta respuesta muestra
cómo, al menos a nivel de la percepción, un importante número de mujeres y hom-
bres identifican las condiciones de seguridad con los sitios ocupados, dispuestos para
caminarlos, convivirlos con un menor riesgo.
Por otro lado, cabe mencionar que los razonamientos que refieren a la vigilancia
contemplan la presencia de personal de vigilancia capacitado, de automóviles patru-
llando, casetas y postes de auxilio. Este tipo de respuestas se convirtieron el segundo
tópico que concentró el mayor número de porcentajes, 21.4% entre las mujeres y
25.2% de hombres.
En un lejano tercer lugar, las respuestas que bajo la denominación “Comunidad
Universitaria” agrupan aquellas expresiones que encontraron en el sentido de comu-
nidad, en el formar parte de un colectivo diferenciado por condición de estudiar y tra-
bajar en una institución de educación superior, la razón que posibilitaba la seguridad
en el campus, en estas mismas se incluyen aquellas manifestaciones que apelaron a
la identidad universitaria, es decir, a la pertenencia a esta instancia como el elemento
que les hacía sentir seguridad. Una respuesta próxima a esta última, elegida por 7% de
las mujeres, refiere al tamaño pequeño, manejable y, por lo mismo, aquellos espacios
en los que las personas se pueden reconocer como parte de un mismo grupo.
Por otra parte, es interesante mencionar que las Islas, particularmente entre las
mujeres, fue señalado como uno de los lugares con esta cualidad negativa, con 13.2%
de menciones de ellas y 9.4% de los hombres. Como se hizo alusión con anterioridad,
esta tendencia contraria a aquella que afirma la seguridad de la zona, da cuenta de la
diversidad de percepciones existentes en torno a un mismo espacio, mismas que están
moduladas por las condiciones que portan las y los sujetos, aquí lo relevante es cómo
la condición de género marca una diferencia sutil pero significativa en la percepción
de inseguridad, misma que habla de experiencias particulares respecto a los riesgos y
amenazas que se viven cuando se es mujer y que para los hombres pasan inadvertidos.
Otros lugares mencionados son la zona en donde se encuentran los frontones, dentro
del área deportiva, misma que recibió un porcentaje significativo de menciones 5.5%
de mujeres y 11.3% de hombres, y la Zona Cultural, señalada por 11% de ellas y
10.7% de ellos.
Mujeres Hombres
resultó un motivo que convocó a 25.8% de las mujeres, 7 puntos porcentuales por
encima de lo que significó para los hombres. La siguiente respuesta con el mayor
número de referencias fue la presencia de personas ingiriendo bebidas alcohólicas,
drogándose o comprando y vendiendo estupefacientes. En este caso, el 20.8% de los
hombres reconocen un elemento de inseguridad en esta situación, mientras el 10.4%
de las mujeres opina lo mismo. El consumo de drogas y la ingesta de bebidas alco-
hólicas constituyen una situación usual en distintos lugares del campus; si bien cada
vez con mayor frecuencia las mujeres participan de estas actividades, sigue siendo
predominante la presencia de hombres. En ese sentido, la relación más acusada que
los hombres hacen de la inseguridad cuando observan estas actividades abre una línea
para explorar en torno a aquello que provoca temor entre ellos.
Otra respuesta que igualmente presenta una diferencia relevante entre el porcen-
taje respondido por mujeres y hombres es aquel que relaciona la inseguridad con
“la falta de vigilancia a pie o en automóviles, casetas y postes de emergencia”. De
nueva cuenta, son los hombres quienes en mayor cantidad acusan esta situación con
17%, mientras 8.2% de mujeres lo observan. Por último, dos respuestas que vale la
pena mirar con detenimiento presentan a la inversa una precupación más extendida
entre las mujeres que entre sus campañeros varones. La primera de ellas refiere a la
presencia de personas ajenas a la institución como la causa de la inseguridad, rubro
que congrega las respuestas de 11% de las mujeres y 8% de los hombres. La segunda
explica la inseguridad en los lugares así mencionados por experiencias directas e in-
directas de riñas, agresiones, robos, acoso sexual. Aquí la diferencia es de dos puntos
porcentuales, siendo las mujeres con 9.9 quienes así lo manifiestan.
Una vez que obtuvimos datos sobre la percepción en torno a lugares seguros e inse-
guros dentro de la Ciudad Universitaria y exploramos las razones por las cuales las y
los estudiantes así los consideran, nos propusimos saber la valoración de la seguridad
dentro y fuera del campus. La respuesta que obtuvo un porcentaje mayoritario, tanto
en mujeres como en hombres, refirió a la CU como el lugar más seguro con respecto
de las zonas donde transitan habitualmente, 79.7% de las primeras y 82.9% de ellos.
No obstante, casi 9% de hombres y 8% de las mujeres consideran que fuera de CU es
donde sienten mayor seguridad. Pero será la respuesta que indique que ni dentro ni
fuera es seguro, en la cual se expresa una diferencia relevante en términos de género.
Es notable que para 5% de las mujeres la inseguridad sea la misma dentro que fuera de
CU. Esta percepción es consistente con otros datos que a lo largo de la investigación
hemos obtenido, mismos que apuntan hacia un continuo de experiencias directas e
indirectas que marcan la vivencia del espacio público entre las mujeres como situa-
ción insegura
Nuestra propuesta
6 Siguiendo nuevamente a Amelia Valcárcel, “Perfeccionar la democracia quiere decir tratar de modo
diferente situaciones que necesitan afrontarse de modo diferente, en recursos y apoyo especiales, en cui-
dado y atención especial” (2009: 282).
64 Castañeda, Jarquín y Olivos
digitales incluya una formación crítica respecto al uso de las redes sociales, de manera
que sean recursos pedagógicos en los que los temas abordados sean transformados
por las usuarias en mecanismos de expresión de lo que implica una vida libre de
violencia (y, por tanto, segura) tanto en los espacios “reales” como en los “virtuales”.
Apuntamos, pues, hacia la construcción de nuevas formas de seguridad pensadas
desde, por, para y con las mujeres, sustentadas en imaginarios anticipatorios en los
que el miedo sea sustituido por la afirmación de las mujeres en tanto que ciudadanas
universitarias que sostienen relaciones de género en condiciones de igualdad y cuyos
derechos son resguardados por la institución educativa a la cual pertenecen.
Referencias
Introducción
1 Tasa global de fecundidad: es el número promedio de hijos que tendría una mujer a lo largo de su vida
número de nacidos vivos de las mujeres de 15 a 19 años en un año y área específica, dividido entre la
población de mujeres de 15 a 19 años estimada a mitad del periodo en esa área. El resultado se multiplica
por mil, de modo que se interpreta como el número de nacimientos por cada mil mujeres de 15 a 19 años
de edad.
66 Georgina Martínez Canizales
3 De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, se considera bajo peso al nacer cuando el bebé
pesa menos de 2,500 gramos. El bajo peso al nacer incrementa el riesgo de morir en los primeros meses
y años de la vida de un niño. Quienes sobreviven tienen más probabilidades de sufrir problemas de salud,
de tener menores habilidades cognitivas y coeficiente intelectual en el curso de sus vidas, así como menor
fuerza muscular y una mayor incidencia de diabetes y problemas del corazón (unicef, 2016).
Violencia estructural en el embarazo adolescente... 67
Objetivos
Los objetivos de este trabajo son, a partir de la Encuesta Nacional de la Juventud 2010
(Enjuve, 2010: 1), caracterizar la maternidad adolescente y 2) Identificar la relación
que guarda la deserción escolar y la participación en el mercado laboral de las ado-
lescentes mexicanas con la experiencia de maternidad. Por las diferencias respecto a
causas y consecuencias del embarazo adolescente por grupos de edad que se plantean
líneas arriba, se analiza únicamente a las adolescentes de 15 a 19 años.
Perspectiva teórica
Metodología
señalan que ésta podría ser la única fuente de reconocimiento social para mujeres que
no tienen perspectivas educativas o laborales o como un elemento en la construcción
de identidad o medio para la búsqueda de autonomía. Medina y González (2018)
señalan que en las adolescentes de las zonas marginadas podría ser el embarazo la
única opción a su alcance para construir un proyecto de vida. Las adolescentes de
algunos contextos sociales desfavorecidos ven en el embarazo la posibilidad de subir
de estatus y validarse en el mundo adulto (Díaz-Sánchez, 2003), puede ser también
un medio de realización personal porque no tienen acceso a otras posibilidades como
el estudio o el trabajo (Stern, 2004); en algunos grupos sociales es un camino usual
hacia la vida en pareja, o pudiera ser una “falsa” salida a una situación de violencia
en el hogar (Stern, 1997).
Algunos autores señalan la intersección de clase y género en contextos de pobreza
como factores que desvalorizan y desempoderan a las adolescentes, promueven la
maternidad como modelo de vida y les dificulta prevenir embarazos no deseados
(Geldstein y Pantelides, 2001; Medina y González, 2018).
El cuestionamiento principal de este grupo de estudios es que se duda que la pos-
tergación de la maternidad en jóvenes de contextos empobrecidos, pueda cambiar
significativamente de forma positiva su futuro si no se hacen cambios estructurales
(Binstock y Näslund-Hadley, 2013) que disminuyan la pobreza, garanticen el acceso
a la educación y provean de alternativas de desarrollo a estas poblaciones.
La Enjuve 2010 nos permite revisar algunas características del embarazo adolescente
(Cuadro 1). De acuerdo con esta fuente, 11.8% de las jóvenes de 15 a 19 años en Mé-
xico ha experimentado un embarazo. Si consideramos únicamente a las adolescentes
sexualmente activas, esta cifra se incrementa a 40.9%. Más de la mitad de los embara-
zos se concentran en las edades de los 16 y 17 años. Un 11.5% de las adolescentes que
han estado embarazadas ha tenido más de un embarazo. No existe una gran diferencia
entre la edad a la que debutan sexualmente las que han experimentado un embarazo
a la de que quienes no, aunque las que ya son madres debutan medio año antes en la
sexualidad. Un 67.6% de quienes son madres viven en pareja, lo que significa que
32.4% es madre soltera.
Si revisamos los porcentajes de embarazo por nivel socioeconómico entre las jóve-
nes sexualmente activas, encontramos grandes diferencias (Gráfica 2). Conforme se
asciende en el nivel socioeconómico, desciende el porcentaje de quienes han tenido
un embarazo. En el nivel socioeconómico más bajo, seis de cada diez adolescentes
con actividad sexual se han embarazado, mientras esto sólo ocurrió en dos de cada
diez adolescentes en el nivel socioeconómico alto.
Cuadro 1
Características de las jóvenes 15 a 19 años con y sin maternidad adolescente
de acuerdo a la ENJUVE 2010
Adolescentes
Madres
sin materni-
adolescentes
dad
%
%
Considerando al total de las mujeres de 15 a 19 años 11.8 88.2
Considerando sólo a las sexualmente activas de 15 a 19
40.9 59.1
años
Edad al embarazo
12 0.7
13 1.3
14 8.2
15 15.3
16 30.6
17 25.7
Continúa...
Violencia estructural en el embarazo adolescente... 73
Adolescentes
Madres
sin materni-
adolescentes
dad
%
%
18 15.4
19 2.9
Embarazada más de una vez 18.7
Edad media de inicio a la relación sexual 15.5 16
Ha vivido en pareja 77.4 4.09
Actualmente vive en pareja 67.6 3.3*
¿Deseaba el embarazo?
Sí 58.2
No 10.6
No en ese momento 31.2
Edad media de inicio al trabajo 15.1 14.8
Comenzó a trabajar antes del embarazo 34.7
Comenzó a trabajar misma edad que ocurrió el
8.8
embarazo
Comenzó a trabajar después del embarazo 56.5
Trabaja actualmente 29.6 48.7
Sin escolaridad 0.3 0.23
Actualmente estudia 14.2 71.1
Edad media a la que dejó de estudiar 15.2 15.5
¿Cuándo desertó de la escuela?
Antes del embarazo 49.9
A la misma edad en que ocurrió el embarazo 27.5
Después del embarazo 22.5
* Incluye a las que no han iniciado vida sexual.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la ENJUVE 2010
Gráfica 1
Porcentaje de adolescentes de 15 a 19 años sexualmente activas que tuvieron
un embarazo, según nivel socioeconómico
70
60
62.05
50
40 46.7
30 34.62
20
19.92
10
0
Muy bajo Bajo Medio Alto
Al revisar estos datos por nivel socioeconómico, encontramos que los niveles más
bajos de deseabilidad se encuentran en el nivel socioeconómico alto, ya que sólo 35%
dijo haber deseado el embarazo, comparado con el resto de los grupos cuya deseabi-
lidad va de 55 a 68%. La tendencia parecería ser que a mejor nivel socioeconómico
menor el porcentaje de deseabilidad del embarazo; sin embargo, el nivel socioeconó-
Gráfica 2
Porcentaje de adolescentes de 15 a 19 por nivel socioeconómico y deseabilidad
del embarazo
100
80
60
40
20
0
Muy bajo Bajo Medio Alto
Sí No No en este momento
Fuente: cálculos propios a partir de la Encuesta Nacional de la Juventud, 2010.
Violencia estructural en el embarazo adolescente... 75
mico medio rompe con esa tendencia, ya que la deseabilidad reportada en ese grupo
es aún mayor que el del nivel más bajo.
Los resultados en cuanto a la participación laboral señalan que la mayoría comen-
zó a trabajar después del embarazo (56.5%), quizá debido a las nuevas necesidades
económicas que implica una nueva vida. Sin embargo, casi la mitad de las jóvenes
se incorporaron al mercado laboral antes del embarazo, lo cual pudiera ser señal de
las malas condiciones económicas del hogar. El porcentaje de quienes trabajan es
mucho mayor entre quienes no son madres, lo cual confirma los hallazgos previos en
otras poblaciones respecto a que la maternidad limita su ingreso al mercado laboral.
La exploración del ingreso al mercado laboral en relación con el embarazo por nivel
socioeconómico no muestra ningún patrón de comportamiento, por lo que se omite
la gráfica.
Respecto a la escolaridad (Cuadro 1), como era de esperarse, de acuerdo con lo
que se ha venido planteando respecto a las dificultades de compaginar la maternidad
y otras responsabilidades, encontramos que 71.1% de las jóvenes que no son madres
sigue asistiendo a la escuela, mientras entre las madres sólo 14.2% asiste a la escuela.
La revisión de la deserción escolar y el momento del embarazo por nivel socioeconó-
mico (Gráfica 3) muestra que la deserción escolar que se presenta antes del embarazo
disminuye conforme se avanza en el nivel socioeconómico y las diferencias entre
el nivel más bajo y alto son contrastantes, donde seis de cada diez adolescentes del
nivel muy bajo con experiencia de embarazo dejaron la escuela antes de embarazarse,
mientras esto sólo ocurrió en dos de cada diez de las del nivel alto.
Más de la mitad de las adolescentes que dijeron ser madres dejaron la escuela antes
de embarazarse, en el nivel socioeconómico bajo y muy bajo, por lo que el embarazo
como principal factor expulsor se ve cuestionado, dando lugar a otras interpretaciones
que tienen que ver con las explicaciones sobre las dificultades económicas y limita-
ciones culturales (poca valoración del estudio, cultura de género, que prioriza otros
roles para las mujeres antes que el estudio) que impiden a las jóvenes mantenerse en
la escuela. Sin embargo, tampoco hay que soslayar el hecho de que una buena parte
deja la escuela en el año del embarazo y posterior a éste. Es decir, es verdad que el
embarazo adolescente tiene un rol como factor expulsor del sistema educativo, pero
no es el único ni parece ser el más importante, lo que lleva a reconocer que las jóvenes
con embarazo temprano de bajo nivel socioeconómico atraviesan por otras condicio-
nes estructurales que las lleva a abandonar la escuela a edades tempranas.
Al revisar la asistencia a la escuela por nivel socioeconómico y experiencia de em-
barazo (Gráfica 4) vemos, como era de esperarse, que a mejor estrato socioeconómico
mayor asistencia; sin embargo, la diferencia entre niveles de asistencia por estrato
76 Georgina Martínez Canizales
Gráfica 3
Porcentajes de deserción escolar por nivel socioeconómico
según el momento de la deserción
70.0
60.0
50.0
40.0
30.0
20.0
10.0
0.0
Muy bajo Bajo Medio Alto
Gráfica 4
Porcentajes de asistencia a la escuela por experiencia de embarazo
y nivel socioeconómico
70.0
60.0
50.0
40.0
30.0
20.0
10.0
0.0
socioeconómico entre grupos extremos es más acentuada; las diferencias por estrato
son mayores para las jóvenes con experiencia de embarazo adolescente.
Conclusión
Violencia estructural en el embarazo adolescente... 77
Referencias
Oviedo, Myriam, and María Cristina García Vesga (2011). “El embarazo en situación
de adolescencia: una impostura en la subjetividad femenina ”, Revista Latinoa-
mericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 9, 929-43. http://dialnet.uni-
rioja.es/servlet/articulo?codigo=3750842&info=resumen&idioma=ENG.
Pantelides, Edith Alejandra, and Georgina Binstock (2007). “La fecundidad adoles-
cente en la Argentina al comienzo del siglo xxi”, Revista Argentina de Sociolo-
gía. http://132.248.9.34/hevila/Revistaargentinadesociologia/2007/vol5/no9/2.
pdf [accessed 8 September 2017].
La Parra, Daniel, and José María Tortosa (2003). “Violencia estructural: una ilus-
tración del concepto ”, Documentación Social, 131, 57-71. https://www.ugr.
es/~fentrena/Violen.pdf [accessed 14 September 2019].
Ramos Rangel, Yamila, Deyanila Borges Caballero, and Anais Marta Valladares
González (2017). “Particularidades sociodemográficas de la maternidad en ado-
lescentes”, Revista Humanidades Médicas,17, 1. http://scielo.sld.cu/pdf/hmc/
v17n1/hmc04117.pdf [accessed 2 September 2019].
Reyes-Pablo, Adelmo Eloy, Eduardo Navarrete-Hernández, Sonia Canún-Serrano,
and Javier Valdés-Hernández (2015). “Porcentaje de nacimientos y tasas de fe-
cundidad en adolescentes de México (2008-2012): estratificación y priorización
de municipios con alto riesgo”, Ginecologia y Obstetricia de Mexico, 83.
Rosales-Silva, José Gerardo, Sofía Lemoine-Loredo, Carlos Vicente Rodríguez-Pé-
rez, and Héctor de Jesús Andrade-Rodríguez (2013). “Características sociode-
mográficas de adolescentes embarazadas menores de 16 años de una unidad de
medicina familiar en San Luis Potosí, México”, Atención Familiar, 20, 103-5.
https://doi.org/10.1016/S1405-8871(16)30103-1.
Secretaría de Educación Pública (2012). Embarazo adolescente y madres jóvenes en
México: una visión desde el Promajoven, sep, Ciudad de México. http://www.
promajoven.sep.gob.mx/files/materiales/Embarazo_Adolescente.pdf [accessed
14 September 2017].
Stern, Claudio (1997). “El embarazo en la adolescencia como problema público: una
visión crítica”, Salud Pública de México, 39, 137-143.
unicef (2016). “Low Birthweight-unicef Data”.
Varea, Soledad (2008). Maternidad adolescente: entre el deseo y la violencia, Flac-
so-Ecuador. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=323827304006 [accessed 6
September 2019].
Vignoli, Jorge Rodríguez (2014). “Fecundidad adolescente en América Latina”, en
Comportamiento Reproductivo, Serie e Investigaciones, alap, Río de Janeiro.
Villalobos-Hernández, Aremis, Lourdes Campero, Leticia Suárez-López, Erika E.
Atienzo, Fátima Estrada, and De la Vara-Salazar (2015). “Embarazo adolescente
y rezago educativo: análisis de una encuesta nacional en México”, Salud Pública
de México, 57, 135-143.
TRABAJO Y VIOLENCIA LABORAL
VIOLENCIA LABORAL EN MUJERES POLICÍAS. ALGUNAS
REFLEXIONES SOBRE LO POLICIAL COMO OBJETO
DE ESTUDIO DEL FEMINISMO
Introducción1
¿Por qué estudiar a las mujeres en las instituciones policiales? Esta es una pregunta
que con frecuencia se me formula cuando expongo el trabajo que vengo realizando en
este campo desde hace poco más de diez años. Se ha argumentado que las policías son
instituciones violentas que no merecen ser estudiadas desde el feminismo, que no son
un objeto de estudio válido a partir de esta perspectiva ética y política. Yo entiendo el
punto, pues muchas de nosotras hemos sido violentadas de muchas maneras por hom-
bres uniformados y, en ocasiones, últimamente, también por mujeres pertenecientes
a corporaciones policiales.
Incluso, en últimas fechas, en el mes de agosto de 2019, ha habido una serie de mo-
vilizaciones en la Ciudad de México y en otros estados, encabezada principalmente
por mujeres feministas jóvenes que se han reconocido en el movimiento denominado
de la cuarta ola, que a nivel mundial ha tenido a la violencia sexual como cuerpo
vindicativo (Cobo, 2019). Convocadas bajo el hashtag #NoMeCuidanMeViolan, esta
movilización explotó con furia a raíz de la violación sexual de dos mujeres jóvenes,
en diferentes momentos recientes, por parte de policías de la Ciudad de México (Ani-
mal Político, 2019).
Ante esto, más que evitar a lo policial como objeto de estudio del feminismo,
habría que analizar su importancia, bajo el entendido de que el sujeto político del
1 La investigación sobre mujeres policías y sobre formación en género del personal policial, la he
feminismo son las mujeres en cualquier posición y situación vital y que su objeto de
estudio por antonomasia son el orden de género y sus expresiones en un entorno de
histórico de poder. ¿Qué significa esto? Que la investigación feminista debe respon-
der a las necesidades de las mujeres, siempre desde una mirada situada, es decir, bajo
la convicción de que tanto la posición de la investigadora como de las personas con
quienes se pretende construir conocimiento implican puntos de partida desde situa-
ciones particulares que definen nuestra cotidianidad.
Sin embargo, aun partiendo de situaciones diferenciadas, las mujeres compartimos,
en tanto tal, una condición de género como eje primario de opresión, que histórica-
mente nos equipara y nos permite compartir intereses comunes. Éstos están basados
en necesidades vitales y problemas específicos (Lagarde, 2012) que experimentamos
en diferentes escenarios, entre los cuales las instituciones policiales como espacios
laborales fuertemente generizados no son la excepción.
En este texto pretendo aproximarme al que considero que es el problema que de
manera más reiterada hemos compartido las mujeres de diferentes latitudes a lo largo
de la historia, el que nos pone en contacto, independientemente de nuestras diferen-
cias y que entonces, no es de extrañar, está en la base del movimiento que detona la
llamada cuarta ola del feminismo en diferentes países, hoy en pleno siglo xxi. La
violencia de género contra las mujeres es ese problema que me ocupa, particular-
mente aquella que se expresa en un escenario que difícilmente ubico en lo llamado
público o privado, ya que está fuera del ámbito doméstico, pero tampoco se ubica en
las calles o zonas de tránsito público. La violencia en el ámbito laboral, es decir, la
que se presenta en el lugar de trabajo de las mujeres, se encuentra en una especie de
limbo espacial, en un sentido metafórico.
Esta condición de violencia propia del ámbito laboral o del trabajo remunerado,
independientemente de que se lleve a cabo dentro o fuera de los hogares, con fre-
cuencia ha llevado a su invisibilización, máxime en el tipo de actividades donde la
mayoría de quienes las ejercen son varones, como en el caso de las policías. Es, por
tanto, en este espacio donde me ubico para exponer, a partir de una revisión de resul-
tados publicados en otros textos y de experiencias recientes, a la violencia laboral que
experimentan las mujeres en las policías, como un espacio emergente de atención y
acción política feminista.
Inicio la exposición con una reflexión sobre lo policial como objeto de estudio de
las Ciencias Sociales, en el entendido de que, mientras no se percibe una situación o
institución como problemática, ésta difícilmente será reconocida como objeto de es-
tudio en la academia. Tal es el caso (pretendo también mostrar) de la violencia laboral
contra las mujeres en relación con el feminismo académico; las violencias vividas
por las mujeres policía han permanecido en el ostracismo durante el breve tiempo en
el que ellas han incursionado en esta actividad, aún considerada por muchos como
exclusiva de varones. Termino el texto con algunas propuestas que pudieran tener
repercusiones interesantes en el bienestar de las mujeres en las policías.
Violencia laboral en mujeres policías... 85
Lo policial deviene objeto de estudio de las Ciencias Sociales a partir de que la actua-
ción de quienes integran las fuerzas de seguridad se experimenta como problemática
desde diferentes perspectivas y contextos sociopolíticos, es decir, cuando se desmi-
tifica a la institución como garante del orden y se genera alejamiento, miedo y des-
confianza ciudadana. De acuerdo con el rastreo hecho por la argentina Alina Lis Ríos
(2014), la institución policial como objeto de estudio surge no hace mucho, apenas
en los años sesenta, cuando ésta se hace visible por sus actos represivos en respuesta
a las luchas por los derechos civiles en Estados Unidos.
Estos movimientos involucraban diversas causas, manifestándose en contra de la
discriminación racial y de las guerras como la de Vietnam; la represión policial se
hizo evidente por su difusión a través de los medios televisivos (De los Ríos, 1998) y
así fue que, ante la impugnación social desatada por las formas de represión, vigilan-
cia y control de las fuerzas de seguridad, la academia respondió “descubriendo” a lo
policial como objeto de estudio de las ciencias sociales.
Así, a mediados del siglo xx, y por motivaciones diferentes, se replantea la fun-
ción policial, no ya como el mantenimiento del orden ante el desorden, sino como el
garante de la seguridad ciudadana y humana, y se instala como tópico fundamental
la “reforma policial”. Transformar a las instituciones policiales fue desde entonces la
justificación para su estudio desde diferentes aristas.
Sin embargo, el tema de las mujeres en este proceso indagatorio y de propuestas de
reforma, como ha ocurrido en todas las áreas del conocimiento, quedó fuera. Quedó
fuera tanto su papel como activistas y su especificidad como víctimas de la represión,
documentadas por las propias feministas; y quedó fuera también su incorporación a
las fuerzas de seguridad, que en los países iberoamericanos con regímenes militares
se presenta justo al término de éstas, como una forma de limpiar su imagen ante la
ciudadanía en su proceso de democratización, como lo señala Susana Duräo en re-
lación con la policía portuguesa y como lo documentan Daverio (2017) y Donadio
(2017) en relación con la policía Argentina.
De hecho, en países como España, Portugal y otros más en América Latina, emer-
gió lo policial como objeto de investigación social justo a partir de la salida de los
regímenes dictatoriales y de “la necesidad política de repensar el papel de las fuerzas
policiales en términos democráticos” (Ríos, 2014: 90). En este caso, el interés de las
Ciencias Sociales en el estudio de las instituciones policiales se fue dando de manera
paralela con el interés de los estudios de género por comprender el ingreso de las
mujeres en las policías como parte de estos procesos de democratización, como una
estrategia para cambiar la imagen de la policía violenta que había caracterizado los
regímenes dictatoriales en los países citados (Donadio, 2017; Duräo, 2017).
En México, estos estudios emergieron más tarde, quizá porque, como bien dice
Dante Jaime Haro (2014), “la Policía como institución fue una de las bases más im-
86 Olivia Tena Guerrero
portantes y fuertes del régimen autoritario que caracterizó a nuestro país durante la
mayor parte del siglo xx” (2014: 261) y tal vez por ello la dificultad de acercarse a
su estudio. Quizá por ello también en México empezamos más tarde a estudiar a las
mujeres en estos espacios e incluso a documentar las condiciones de su ingreso, con
lo que hoy nos enfrentamos con lagunas de conocimiento enormes en ese sentido.
El rechazo hacia lo policial en México parece haber sido un sentir generalizado por
la población, incluyendo a la academia, desde donde se prefirió atender otros asuntos
también problemáticos en la época, como son los temas de democracia electoral y
las sucesivas crisis económicas que azotaban a nuestro país. Algo similar pudo haber
sucedido en el rechazo feminista, o más bien su indiferencia por la incorporación de
lo policial como objeto de estudio y de indagación empírica.
En México, el estudio de lo policial por parte de las Ciencias Sociales inició, me
atrevería a decir, muy a finales del siglo xx y al inicio del xxi, cuando se daba la
transición a un régimen de mayor representatividad democrática y representación
ciudadana. Las mujeres, sin embargo, se mantuvieron fuera de este campo de estudios
emergente como sujetos de estudio, a excepción de los trabajos pioneros de Nelson
Arteaga (2000) y de María Eugenia Suárez de Garay (2006) sobre la policía en el
Estado de México y de Guadalajara respectivamente.
En la última década en nuestro país, el estudio de lo policial y la urgencia de la
transformación de sus prácticas han cobrado más importancia ante la ola no sólo de
inseguridad sino de violencia descarnada en diferentes estados y la evidente incapa-
cidad policial para hacerle frente, además de la infiltración del crimen organizado en
sus filas.
Esta violencia se ha visto aumentada en frecuencia y extensión a partir de la lla-
mada guerra contra el narcotráfico, emprendida a partir del año 2006 por el gobierno
de Felipe Calderón, cuya crudeza, según refiere Nelson Arteaga en relación con la
práctica de las decapitaciones, no se había presentado desde la Guerra Cristera en los
años veinte en México. No es de extrañar, por ello, que la investigación en el campo
policial en nuestro país haya iniciado en relación principalmente con la desconfianza
de la ciudadanía hacia el ejercicio policial, con la propia actuación y abuso policial y
con las reformas al modelo policial entre otras.
¿Qué tendrían que ver aquí las mujeres? Dirían algunos: ¿Por qué las feministas
tendríamos que adentrarnos en este tipo de institución con todo lo aquí dicho? Por
un lado, el escenario narrado trajo consigo una mayor violencia de género contra las
mujeres, donde el crimen organizado actuaba de manera más notoria, pero también
trajo una mayor participación de éstas en actividades vinculadas con el uso de armas,
ya sea por su ingreso y mayor protagonismo en las policías o por su mayor visibilidad
también en los grupos de delincuencia organizada (Tena, 2016).
De hecho, en relación con el tema que nos ocupa, Moloeznik, Shirk y Suarez
(2011) y Suárez (2011) han documentado el ingreso de mujeres en las policías, como
la de Ciudad Juárez, Chihuahua, resaltando que, mientras éste era uno de los munici-
Violencia laboral en mujeres policías... 87
pios más conflictivos en términos de violencia, ante la depuración masiva como po-
lítica de gobierno y la consecuente salida de muchos hombres de sus filas, el ingreso
de mujeres aumentó considerablemente, llegando incluso algunas a ocupar puestos
jerárquicos (Tena, 2016).
Tanto en el municipio de Ciudad Juárez como en el resto del país, trabajar en la
policía se convirtió en una opción laboral disponible, la mayoría de las veces como
forma de supervivencia, de superar situaciones de violencia y en otras, incluso o tam-
bién, como vocación o forma de ganar estatus (Tena y López, 2017). Sin embargo, el
ingreso a las instituciones policiales como opción laboral cada vez más recurrente en
las mujeres también las expuso a otro escenario de violencia que se ha vivido muchos
años en secrecía: la violencia laboral.
Quiero cerrar este apartado diciendo que, el interés, o por lo menos mi interés
por continuar con la investigación sobre mujeres en la policía ha sido a partir de que
ellas mismas se descubrieron como objeto de múltiples violencias en sus espacios
laborales. En los intentos por mejorar la imagen de las corporaciones policiales y sus
acciones, se crearon algunos tenues canales que ellas, aunque sólo algunas pocas,
aprovecharon para mostrarse y denunciar públicamente sus experiencias de hostiga-
miento sexual. A partir de ahí surgió mi interés político y académico por posicionar a
lo policial también como objeto de estudio de la investigación y la acción feminista y
a las mujeres policía como sujetos políticos del feminismo.
Era el año 2009, Monserrat Delgado y yo llegamos a las oficinas en la calle de Lon-
dres de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal. Después de una re-
visión rigurosa a nuestras pertenencias, nos dejaron pasar una vez que dijimos que
nuestro objetivo era entregar una carta y pedir una cita con el secretario, que en ese
entonces era el doctor Manuel Mondragón y Kalb, pero, sobre todo, al decir que ve-
níamos de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Monserrat era mi estudiante de la licenciatura en Psicología y yo era su asesora de
tesis sobre el tema de empoderamiento de las mujeres en la policía (Delgado, 2010);
yo, debo reconocer, nunca había tenido un particular interés en lo policial y nunca
había estado en contacto con este campo de estudio, pero accedí a asesorarla dado que
mi línea de investigación era sobre las mujeres en el trabajo.
Monserrat no había podido acceder a mujeres policía para la aplicación de un
cuestionario que habíamos adaptado de una investigación previa con mujeres acadé-
micas de la unam (Castañeda y Ordorika, 2013; Tena y Macotela, 2012) en la que
no explorábamos de manera explícita la violencia laboral contra las mujeres, aunque
sí analizamos diferentes formas de discriminación que constituyen tipos de violencia
ejercidas en el ámbito aboral. Al respecto, cabe señalar que cualquier forma de dis-
criminación en el empleo se vive y se tipifica como violencia laboral en el sentido
88 Olivia Tena Guerrero
de que, en su definición, la Ley General de Acceso de Las Mujeres a una Vida Libre
de Violencia (lgamvlv) contempla “todo tipo de discriminación por condición de
género” en el empleo (Cap. II, Art. 11).
Pero la aplicación del cuestionario adaptado tardó más de lo que esperábamos y
ahí nos percatamos de que el trabajo de campo en escenarios policiales nunca está
bajo nuestro control (Sirimarco, 2012). Se respiraba la desconfianza ante las intrusas
universitarias que visitábamos con frecuencia las oficinas de Londres para conocer la
respuesta a nuestra solicitud. La cita con el secretario nunca fue atendida, pero sí nos
enviaron a diferentes oficinas desde donde se coordinaría nuestra investigación. Nos
desalentaba el tiempo transcurrido.
Mariana Sirimarco (2012) lo dice con acierto cuando señala, en relación con sus
estudios etnográficos en la Policía Argentina, que el trabajo de campo en la policía
se enfrenta siempre a una continua negociación de los límites de la investigación y,
podemos añadir, también se negocian repetidamente los tiempos. Esto lo hemos expe-
rimentado en sucesivas aproximaciones a la Policía Federal en 2017 y actualmente en
la policía Municipal de Naucalpan en el Estado de México y, antes, como vemos, en
la Policía de la Ciudad de México. Lo que parece estar de fondo, entre otras cosas, es
la endogamia característica de las instituciones policiales y la secrecía como principio
asociado a esta subcultura organizativa.
Este estado de cosas que hoy comprendemos, aunque no deje de afectar el cauce
de cualquier proyecto que emprendamos, explica también la experiencia silente de la
violencia laboral contra las mujeres policía y su invisibilidad ante nuestra mirada fe-
minista. Es como si ante nuestros ojos, aun sin reflexionarlo con tal claridad, el hecho
de que las mujeres porten un uniforme de policías rompiera nuestras representaciones
de género y las volviera idénticas a sus compañeros. Sin embargo, no es así.
En las investigaciones realizadas por el Grupo de Investigación en Mujeres Poli-
cías (gimp) encontramos que un factor de protección contra diferentes tipos de vio-
lencia laboral era el hecho de ser jefa. Pero no es solamente por el rango, aunque por
supuesto es un dique que atenúa la violencia y discriminación (Lagarde, 2011; Tena,
2016; Tena y López, 2017).
Concluí que, además del rango y lo que éste implica en términos de recursos,
autoridad y poder, lo que protegía a las mujeres jefas de la violencia en la institución
tenía que ver con lo que ellas tuvieron que hacer para obtenerlo y, con ello, no me
refiero a los favores sexuales de los que entre mujeres se acusan por haber cedido
como medio para ascender, como me lo contaron algunas mujeres de la Ciudad de
México en una conferencia impartida en 2013,2 en la que hablaron abiertamente, pero
sin ponerle nombre, del hostigamiento sexual, que es tema común en la corporación.
2 “Un camino hacia la igualdad de género en la policía del Distrito Federal”. Conferencia de clausura
dictada, por invitación, en el marco del Seminario Internacional “Seguridad humana y democracia: la con-
strucción de modelos de intervención a favor de los derechos humanos, la igualdad y la no discriminación”.
4 de septiembre de 2013.
Violencia laboral en mujeres policías... 89
[…] luego les hablaba yo con cariñitos […], un compañero me dijo: ¡no, no, no, no!, no
mira, así no se les habla a los compañeros. Le digo ¿no? ¿entonces cómo? –Ve–. Y me
formó unos compañeritos que allí teníamos en una oficina y les dijo hasta de lo que se
iban a morir […] y luego este, ya me dijo: “así es como se les habla” […] como hombre
sí, sí, sí, te digo que aprendí a ser grosera, majadera, el léxico que ellos hablan porque,
porque si no, no te ven como su similar.
familiar, definidos como dos de las modalidades o espacios en los que se expresa la
violencia contra las mujeres. Por eso es que antes señalé a la violencia laboral como
un espacio en el que se viven violencias características del ámbito que fue definido
como privado. Estos tipos de violencia que se expresan en el ámbito laboral, al igual
que en el familiar, suelen mantenerse en secrecía y naturalizadas.
Un enorme avance a partir de la lamvlv fue que muchas mujeres adquirieron con-
ciencia de que lo que vivían en su trabajo tenía nombre y estaba tipificado por la ley;
que no eran casos aislados, sino que la experimentaban más mujeres sólo por serlo
y, aunque no tuvieran aún los cauces para denunciar, han sido capaces de buscar las
fisuras del patriarcado para hacerlas visibles, es decir que gracias a esta ley más mu-
jeres han adquirido conciencia de género y de su titularidad como sujetos de derecho.
Lo anterior lo he corroborado en nuestras investigaciones con mujeres policía y en
entrevistas informales con mujeres de diferentes corporaciones, que me han buscado
para contarme sus historias. A partir de ahí hemos podido identificar diferentes tipos
de violencia laboral, muchas veces experimentadas de manera sucesiva o simultánea
por las mujeres, lo cual hemos interpretado como una forma en que el patriarcado,
corporizado en hombres uniformados, pretende la apropiación del cuerpo y la subje-
tividad de las mujeres.
El cuerpo y la jerarquía de quienes laboran en la policía configuran dinámicas de
poder, generativo y de dominación, basadas en diferentes propósitos o efectos po-
tenciales (Rowlands, 2005); en el caso de las mujeres, la jerarquía les permite ganar
poder para resistir el poder de otros, para negarse ante peticiones indeseadas e incluso
para transformar. En el caso de los varones, la representación genérica de su cuerpo
les otorga poder como forma de dominación para apropiarse del cuerpo de ellas que,
junto con la apropiación de los recursos, ideas y creatividad de las mujeres (Lagarde,
2012).
La apropiación del cuerpo y subjetividad de las mujeres, en este sentido, constituye
uno de los “nodos de articulación patriarcal”, como les llamamos Tovar y Tena (2017)
en un estudio realizado en otro espacio y con dimensiones particulares, pero que
interpretamos como base de la dominación masculina. En la policía, he identificado
cuando menos tres dimensiones del poder ligado a la apropiación, que se encuentran
en el sustrato de la violencia laboral y que presentamos a raíz del análisis de entrevis-
tas a mujeres con mando (Tena, 2016):
1. Poder para transformar su cuerpo en cuerpo policial como cuerpo útil con el cual
establecer pactos misóginos. Las mujeres que son objeto de este tipo de apropia-
ción son quienes normalizan o actúan la violencia para mostrarse como “policías
de verdad”; de este modo, ellas son aceptadas como cuerpos pactables con jerar-
quía institucional y llegan a ejercer violencia laboral contra otras mujeres como
una forma de mantenerse y mantener el pacto. Un ejemplo de esta apropiación lo
mostramos antes, en el relato de una jefa policial.
Violencia laboral en mujeres policías... 91
2. Poder para controlar y poseer el cuerpo de las mujeres como cuerpo utilizable.
Esta clase de poder literalmente pretende controlar a las mujeres policías a partir
de la apropiación de sus cuerpos, de su sexualidad, desde el acoso más cotidiano
y normalizado hasta la violación sexual o el ofrecimiento de cargos a cambio de
favores sexuales. Ante el chantaje sexual algunas mujeres terminan cediendo como
medio de supervivencia y otras más lo resisten o lo enfrentan abiertamente con los
riesgos que esto implica por falta de cauces adecuados para su denuncia.
Bajo este escenario, las mujeres que logran ascender en la jerarquía viven bajo sos-
pecha de sus propias compañeras, quienes con frecuencia deslegitiman sus logros en
la institución. Este tipo de apropiación no es ingenuo y contribuye a romper los lazos
sociales entre las propias mujeres obstaculizando cualquier indicio de sororidad como
posible pacto político entre mujeres y, más bien, promueve rivalidades y divisiones
muy favorables para el mantenimiento del orden patriarcal (Lagarde, 2009).
Este poder se expresa, como dije, a través del acoso y hostigamiento sexual, los
cuales son frecuentes en los ámbitos laborales con mayoría masculina (De Haas y
Timmerman, 2010; Lee, 2018), como es el caso de las corporaciones policiales que,
al contar con un número aún mínimo de mujeres en sus filas, las hace proclives de
experimentarlos. Lo anterior ha sido documentado en estudios realizados en dife-
rentes países, en los que se ha mostrado de manera consistente que más de la mitad
de las mujeres policías ha sido acosada por colegas u hostigada sexualmente por
sus mandos (Brown y Heidensohn, 2000; Somvadee y Morash, 2008; Tena, Aldaz y
Espinosa, 2015).
3. Poder para excluir o marginar a las mujeres como cuerpos fuera de lugar. Esta
forma de poder, me atrevo a decir, es una síntesis de las otras dos formas de apro-
piación y es una forma de poner las mujeres “en su lugar”, metáfora precisa para
hablar del lugar de intrusas que siguen ocupando en las corporaciones policiales,
al ser, como digo en otro texto, “las otras de los otros” (Tena y López, 2017). Esto
significa ponerlas en el lugar que les corresponde desde una ideología patriarcal y
que, por supuesto, es ya sea fuera de la corporación o en lugares donde se imposi-
bilite su desarrollo profesional, o bien dificultando su relación familiar.
Esta forma de apropiación del cuerpo de las mujeres para ubicarlas en el espacio no
decidido por ellas perfila tipos de violencia económica y psicológica de mucha grave-
dad y, es de resaltar, suele expresarse cuando las mujeres se resisten o confrontan las
otras dos formas de apropiación. Es decir, las mujeres son marginadas o excluidas,
cuando se niegan a asumir los códigos de comportamiento que definen a un “policía
de verdad”, negándose a ser cuerpos pactados o cuando se resisten o confrontan ante
el acoso y hostigamiento sexual, negándose a ser cuerpo utilizable.
92 Olivia Tena Guerrero
En lo que sigue, y para cerrar este apartado, presento un caso que sintetiza estas
tres formas de poder, en el que se ejemplifica la violencia laboral a la que están ex-
puestas las mujeres en la policía y que, como dije antes, contiene diferentes tipos de
violencia experimentadas de forma sucesiva o simultánea. La siguiente narrativa fue
reconstruida de mis notas a partir de una entrevista informal no grabada, realizada en
2018 a una policía tercero (de bajo rango), quien fue víctima de hostigamiento sexual
con intento de violación por parte de su jefe. Por razones de confidencialidad omito
su nombre, su corporación y algunos detalles de los hechos relatados.
Ella me platicó sobre algunos hechos recientes, en los que su nuevo jefe le propu-
so condiciones laborales privilegiadas para contar con un horario que le permitiera
estar con sus hijos y con mejores ingresos a cambio de favores sexuales, mismos que
él intentó tomar de manera forzada. Después de eso y, al no haber un protocolo de
atención para estos casos, ella acudió a las instancias institucionales donde pensó que
podría interponer su denuncia:
Acudí con la directora jurídica, me dice que conoce al comisionado y que no cree que
se fijara en alguien como yo, que no me meta en problemas […] Acudo con la jefa de
igualdad, me recibe muy linda y me pide que le cuente, ¡qué difícil!, yo lloraba y le conté
todo. “¿Qué quieres?”, “Que lo cambien”, “Aquí también hay hombres violentados y hay
mujeres que vienen como tú; y es que cuando ven la de a de veras ya no quieren”. “Mira,
soy maestra en derecho y no hay forma de comprobar nada de lo que dices. Te voy a
recomendar que quites la denuncia y te dediques a lo importante”.
Este proceso concluyó con una amonestación a la institución por parte de ins-
tancias externas por las violencias vividas y ella fue trasladada a un sitio donde se
encuentra aislada y sin ejercer realmente una función policial como lo hacía antes.
Ella me dijo que en este nuevo departamento nadie le habla, pues dicen que ella es
agresiva y conflictiva, que es una persona de cuidado; ha sido estigmatizada por
transgredir el orden establecido, por atreverse a denunciar la violencia laboral de la
que ha sido objeto.
Al principio –cuenta–, se sentía muy mal por el aislamiento social en su centro de
trabajo, pero ha aprendido a aprovechar el tiempo estudiando para poder ascender
por sus propios medios en la jerarquía institucional. Este es sólo un caso de los que
recientemente me han relatado algunas mujeres que, al conocer de las investigaciones
que realizamos en el gimp y actualmente en el giiffpol de la unam, se han acercado
con el único fin de contar su historia y ser escuchadas.
autónomo, para prevenir y atender todos los tipos de violencia contra las mujeres y
contra personas con diversas orientaciones o identidades sexo-genéricas.
En este sentido, es de central importancia que se trate de un órgano civil que no
esté conformado por policías, para que las mujeres puedan ser escuchadas en sus
denuncias y se les dé acompañamiento con base en un protocolo de atención que dé
seguimiento a las denuncias de acoso y hostigamiento sexual. Esto dado que, como
hemos visto en este texto, si quien recibe las denuncias es una persona de la propia
institución, se verá limitada en sus posibilidades de acompañamiento, ya sea por
temor a una sanción o por haber sido incluida en la estructura policial como cuerpo
pactado. Quien dirija esta unidad, por otro lado, deberá ser mujer con experiencia en
derechos humanos y género, además de tener formación académica feminista. Actual-
mente, y me satisface mucho decirlo, existen ya varias generaciones de mujeres que
reúnen estos perfiles y que han sido formadas por la doctora Marcela Lagarde y por
quienes a la vez hemos sido formadas por ella.
La reforma busca también establecer la obligatoriedad de formación en perspecti-
va de género y prevención, atención, sanción y erradicación de la violencia de género
contra las mujeres para todo el personal policial. Esto contribuirá a una lenta pero
constante incidencia en la cultura policial. De no erradicar la violencia desde adentro
de las propias instituciones policiales, de nada servirán los protocolos policiales para
atender las violencias presentes en las familias y en las comunidades.
Esto último fue demostrado por Ana Leticia Hernández en su investigación de tesis
de maestría (2019) que se llevó a cabo con la policía de León, Guanajuato. Los po-
licías, aun capacitados en la aplicación del protocolo de atención a mujeres víctimas
de violencia, eran incapaces de brindarles una atención adecuada, pues el principal
obstáculo con el que se enfrentaban era su propia subjetividad masculina, que mante-
nía las mismas creencias y valores hegemónicos que desvirtúan las denuncias de las
mujeres y tienden a pactar con los agresores. El resultado en este estado ha sido un
aumento desmesurado de los feminicidios.
Finalmente, y ante los nuevos retos que enfrentamos las mujeres y que están revi-
talizando el activismo en las redes y en las calles, en esta llamada cuarta ola feminista
por su expresión colectiva global, cabe recordar que lo personal sigue siendo político
y lo policial también, y aceptar la invitación a la acción que nos hace Germaine Greer
cuando declara enfática que hoy “es hora de enfurecerse de nuevo”.
Referencias
Introducción
Yo regresaba toda golpeada, y todavía tenía que cuidar mis ovejas. Asear mi casa, ir a
cortar leña, trabajar en la milpa, levantar la cosecha […] Cuando lloraba mi hijo, tenía
la canasta bien amarrada y todavía daba a mi niño de mamar, primero de un lado y des-
pués del otro. Los hombres terminaban sus tareas antes porque no tenían distracciones
(Bartra et al., 2011: 106).
Por su parte, en Oaxaca, “el decaimiento del mercado de la grana dio paso a la intro-
ducción del café, que se convirtió en poco tiempo en el nuevo medio de explotación
de comunidades zapotecas, chatinas, chontales y mixes del sur y la costa” (González,
2012: 132), este mismo autor documenta que fueron los mismos comerciantes, otrora
de grana cochinilla, quienes comenzaron a introducir el cultivo del café.
Y fue la región de la costa en donde los primeros cafetales se establecieron tenien-
do una dinámica un tanto diferente a la del estado vecino, ya que en Oaxaca, debido
a las condiciones físicas, la inversión de capital extranjero fue menor en proporción
a la de Chiapas. No obstante lo anterior, no hubo mayor impedimento para que la
inversión privada en el café se estableciera en Oaxaca, consolidándose diversas fincas
familiares que, con mano de obra indígena procesaban el grano que sería consumido
en diversos puntos del mundo. En Oaxaca, la dinámica del trabajo en el café estuvo
más relacionada con el acaparamiento de tierras en unas cuantas manos; no obstante,
a diferencia de Chiapas, la producción del café se mantuvo en números menos os-
tentosos, y algo que comparten ambos estados es la reconversión productiva de sus
tierras, en donde el aromático se impuso como monocultivo imperante, trabajado
por mano de obra familiar e indígena. Pero es hacia los años setenta cuando se tiene
1 Así se conoce a aquel proceso en el cual los patrones a través de otros trabajadores enganchaban
a los campesinos por medio de diversas deudas, las cuales se pagaban con el trabajo de toda la familia
en los cafetales. Huelga decir que esa deuda se hacía impagable a lo largo de los años y se extendía por
generaciones.
100 Silvia Jurado Celis
Las mujeres han estado involucradas todo el tiempo en las actividades productivas, y
el cultivo del café no es la excepción. Ya sea desde la dinámica de principios del siglo
xx, en donde las familias enteras eran trasladadas al trabajo en las fincas cafetaleras,
o en la fase de los movimientos campesinos de los setenta y ochenta, las mujeres
han estado presentes desde diversos frentes. No sólo en el trabajo productivo como
tal, sino además desde el desempeño del trabajo doméstico, que es crucial para la
reproducción social.
La organización que es referente del presente análisis (uciri) se conformó en los
agitados años setenta y ochenta, aglutina a más de mil familias de pequeños producto-
res y productoras de café pertenecientes a las etnias mixe, zapoteca, chontal y chatina
del estado de Oaxaca, además de ser considerada pionera en la alternativa comercial
conocida como comercio justo.2
Uno de los caminos abordados para esta investigación fue rescatar, por una parte,
las historias locales de ese tiempo con productores y productoras de café, para con-
trastarlas con la información que salía a la luz pública en los principales periódicos de
2 Para mayores referencias a este tema es posible consultar los trabajos de Armando Bartra, Carlos
esos años, con el objetivo de tener una visión sincrónica entre lo que puede ser consi-
derado el espacio público, es decir la prensa escrita, y el espacio privado, referido en
este caso a las historias locales en los pueblos cafetaleros. Se consultaron los diarios
estatales durante 1978-1989, periodo muy agitado del movimiento campesino y en el
que se conforman muchas de las organizaciones autónomas en el afán de apropiarse
de la cadena productiva.
Se hicieron también entrevistas semiestructuradas a las mujeres campesinas de la
uciri que estuvieron presentes en el proceso de conformación de la organización, con
el objetivo de conocer y analizar la manera en que participan de los acontecimientos
sociales y políticos de la época, con miras a entender su participación política en la
actualidad.
Así, corría el final de la década de los setenta y principios de los ochenta y el des-
contento generalizado en el sector campesino era evidente, así lo demuestran algunas
notas periodísticas:
En ese entonces uno de los coyotes más fuertes era ese señor de Guigovelaga,3 no se
podía andar por esos rumbos porque cargaba siempre pistola, nosotros vivíamos más
lejos de ese pueblo pero mi marido andaba con el acarreo del café, así que de todos
modos por ahí pasábamos […] y sí pasábamos con miedo (Testimonio de una productora
originaria de Santiago Lachiguiri, Oaxaca).
Sí es cierto que íbamos a la iglesia, nosotras íbamos a veces con todo y los chamacos,
pero no todas podían asistir, especialmente cuando los hombres empezaron a estar más
[…] (Testimonio de una campesina originaria de Guevea de Humboldt).
Se reconoce, por parte de las productoras cafetaleras, que fue un tiempo de mucha
incertidumbre, y que el café sólo podían venderlo a través de los intermediarios que
eran los caciques al mismo tiempo, en ese entonces la información pública hacía re-
ferencia solamente a las acciones gubernamentales traducidas en créditos:
Sin embargo, esos créditos tan anunciados nunca llegaban a las y los productores
de la zona serrana del Istmo de Tehuantepec; el proceso local consistía en el en-
De múltiples violencias. Una mirada desde las mujeres cafetaleras... 103
deudamiento con los intermediarios, quienes eran además dueños de los medios de
transporte tanto del café como de las personas.
Por eso, ya hacia 1987, cuando la uciri se encuentra conformada legalmente, lo-
gra obtener unos autobuses para solucionar el problema del transporte en la zona, la
respuesta de los caciques fue violenta: en varias ocasiones les pincharon los neumáti-
cos, “varios dirigentes campesinos fueron asesinados por sicarios entre 1985 y 1992.
Recuerdo que, finalizada una fiesta de aniversario de uciri, dispararon sobre los par-
ticipantes desde la montaña con fusiles de gran calibre” (Van der Hoff, 2002: 66).
Una de las participantes en esa fiesta cuenta que:
Todo estaba muy bonito, pero también estábamos nerviosas, sobre todo por los maridos,
los hijos, nosotras trabajamos mucho para hacer la comida para toda la fiesta y cuan-
do oímos los disparos pues algunas sí salieron, pero también muchas de nosotras nos
quedamos a esperar noticias, y para avisar lo que estaba pasando, al otro día teníamos
que organizar todo de nuevo.
Otra comenta:
Fueron tiempos en que salíamos y de veras no sabía una si iba a regresar, porque luego
asaltaban los autobuses y ya no sabías si te iban a matar a ti también (Testimonios de
productoras de Santiago Lachiguiri y Guevea de Humboldt).
Al mismo tiempo, las noticias en el espacio público daban cuenta, sólo como un aso-
mo, del descontento de las y los productores de café:
Cuando me enteré que los habían agarrado en la montaña pensé que los iban a matar,
en ese tiempo había que caminar mucho para llegar, no había otra forma de llegar, pero
así y todo me fui hasta Guigo, cuando llegué ya todo estaba más tranquilo […] pero de
todas formas llevaba comida para los que estaban ahí encerrados (Testimonio de mujer
zapoteca de Santiago Lachiguiri).
Lo privado de lo privado.
La participación política de las productoras de café
4 Categoría que coloca Marcela Lagarde para definir que “Ser madre y esposa consiste para las mujeres
en vivir de acuerdo con las normas que expresan su ser –para y de– otros, realizar actividades de reproduc-
ción y tener relaciones de servidumbre voluntaria, tato con el deber encarnado en los otros, como con el
poder en sus más variadas manifestaciones” (Lagarde, 2011[1990]: 280).
5 A raíz de la baja producción y precio del café en los últimos cinco años, las mujeres de la zona serrana
del istmo han incrementado su presencia en actividades comerciales, al ofertar sus productos en los centros
urbanos más cercanos como Ixtepec o Juchitán.
106 Silvia Jurado Celis
En uciri, a pesar de que en la mayoría de los casos son hombres los que representan a las
familias en las reuniones de la Unión, la mujer participa de manera intrínseca en la toma
6 El tequio se refiere al trabajo colectivo realizado para un fin específico, en este caso en la uciri, el
tequio fue indispensable para que se pudieran construir las instalaciones en donde se lleva a cabo hasta la
fecha el procesamiento del café para su venta.
De múltiples violencias. Una mirada desde las mujeres cafetaleras... 107
de decisiones. A este respecto, Francisco Van der Hoff explica: “Los zapotecas siguen
teniendo ciertos rasgos claros de matriarcalidad, más en el valle que en la sierra, por
cierto. Que los hombres estén en la asamblea, no significa que ellos tengan la última pa-
labra. El origen de las asambleas de dos días – y esto lo descubrimos después- fue debido
exactamente a que los marianos y gueveanos ‘consultaban’ a sus mujeres y regresaban
al segundo día con la decisión que, de vez en cuando, era contrario a lo sugerido el día
anterior” (Waridel, 2004: 51).
Reflexiones finales
importancia política que reviste su trabajo. Esto último fue manifestado también por
la prensa estatal en los agitados años del movimiento campesino, ya que no se hace
alusión alguna a su presencia en los espacios productivos del café y, por lo tanto, del
movimiento autónomo campesino.
Así, las múltiples violencias se manifiestan como mecanismos que merman la par-
ticipación política de las mujeres cafetaleras, si bien en la actualidad la manifesta-
ción de la represión armada ya no está presente, lo que impera al interior de muchas
organizaciones son los mecanismos de invisibilización, que no se cuestionan en su
total dimensión. Es cierto que se han abierto algunos espacios para las campesinas;
se tiene dentro de la uciri un proyecto de mujeres que es parte del que hacer de la or-
ganización en general, ellas están presentes también en comités locales7 y en algunos
espacios dentro de la organización; sin embargo, no se encuentran presentes aun en
los más altos espacios de la toma de decisiones.
Cabe recalcar que existe otra dimensión que deberá ser objeto de otra investiga-
ción: la violencia doméstica en la vida cotidiana de estas mujeres, que se sabe que
existe, pero no se manifiesta de forma explícita.
Así, el trabajo y la participación de las mujeres cafetaleras se desarrolla en medio
de diversas violencias, de las cuales la más presente hasta el momento es la invisibili-
zación en el espacio político de toma de decisiones, en una suerte de “invisibilización
de sí misma cuando se despliega” (Falquet, 2017), de tal forma que si anteriormente
se manifestaron en contra de las balas y la cárcel; en este momento, el no estar no es
cuestionado en su totalidad, el restarle el valor político a su trabajo productivo no es
reconocido a cabalidad. En ese sentido, uno de los principales retos que se plantean
para las productoras de café son, por una parte, el reconocer las violencias explícitas
y simbólicas como punto de partida para la justicia política, que pueda traducirse no
sólo en el reconocimiento, sino en la participación sustantiva de ellas en la toma de
decisiones como sinónimo de valoración del trabajo y los espacios en los que ellas
se desenvuelven.
Referencias
Aranda, Josefina (2000). “Respuestas campesinas a la crisis del café. Las mujeres
cafetaleras se organizan”. En: Aranda, Josefina. Botey, Carlota. Robles, Rosario,
Tiempo de crisis, tiempo de mujeres. México: Universidad Autónoma Benito
Juárez de Oaxaca/Centro de Estudios de la Cuestión Agraria Mexicana.
Bartra, Armando, Cobo Rosario, Paz-Paredes, Lorena (2011). La hora del café, dos
siglos a muchas voces. México: Conabio.
7 Para mayores referencias al respecto es posible consultar el artículo de la autora: “De la parcela a la
mesa. El trabajo de las mujeres en torno a la pequeña producción de café en Oaxaca, México”, publicado
en 2016 en la Revista Internacional de Antropología del Trabajo.
110 Silvia Jurado Celis
De 1965 a 1990, Baja California Sur recibió 37,777 personas y emigraron 14,338,
dando una tasa bruta de migración neta (por 1,000) de 13.36 (inegi, 2013).
La aridez de su geografía enmarcada por los litorales del Pacífico y el Golfo de Ca-
lifornia sitúan su territorio peninsular en una aparente isla desconectada del territorio
mexicano, particularidad que hizo pensar y representar su territorio en los mapas de
1604 a 1767 como una terra incognita isleña entre los mares del Pacífico y pensarla
como un “otro México” (Jordan, 1980: 23).
Sin embargo, la geografía y lugar no determinan el género, como tampoco las
identidades y asignaciones de género se amoldan u ordenan al mismo, pero sí las
dotan de significado en el quehacer diario de vivir, estructurando las posibilidades de
vida de acuerdo con los modos de producción posibles dado una amalgama particular
de recursos naturales, herramientas y tecnologías, así como saberes y tradiciones que
van constituyendo el paisaje no como un plano contemplativo, sino como una manera
de habitar la “tierra que permanece”. En este sentido, partimos de pensar las dimen-
siones espaciales del desierto sudcaliforniano, donde se ubican Los Cabos y Santa
Rosalía, como paisaje delimitado por fronteras regionales, pero también económicas,
que afectan directa o indirectamente las exigencias de género de los sujetos que la
habitan. En ambas poblaciones, se han dado procesos de apropiación o monopoliza-
ción tanto de la fuerza de trabajo como de los recursos económicos, conllevando una
centralización del mercado de trabajo en torno a una actividad: en el caso de Santa
Rosalía la minería y en Los Cabos el turismo.
Así, elegimos cuatro casos de personas que viven fuera de su localidad de naci-
miento y comparten, sin conocerse, y que, a través del narrar su experiencia vivida
como trabajadores y trabajadores en estas localidades, evocan frustraciones tempra-
nas de no poder ser hombres o mujeres según manda su cultura generizada. A con-
tinuación, las presentamos brevemente para posteriormente enunciar los tramos de
complejidad e indicadores de su feminidad y masculinidad en contraste al cumplir
con sus “mandatos” o “valores”.
Presentaciones
Las entrevistas a las cuatro personas inician de la misma manera, preguntando sobre
su primer trabajo, para que nos vayan guiando cómo fueron acercándose al oficio o
trabajo que desempeñan actualmente y tener una trayectoria que nos dejara ver los
Trabajar en el desierto sudcaliforniano: miradas de género... 115
Ya cuando cumplí 16 años quería trabajar, ella [su mamá] me decía que yo estaba chi-
quita, pero como vio que yo quería comprarme cosas, pues me dio permiso, luego iban
otras personas para que me diera permiso de ir a trabajar, para que fuera a ayudar. Yo
me iba porque me acostumbré. […]
Le ayudé a mi mamá en temporadas, ya luego me iba con una señora a la Ciudad
de México a ayudarle a vender flor, porque la flor allá también se da la dalia, la flor de
cempasúchil, la nube […] estaba en Jamaica [Martha, 2014].
Elizabeth, por su parte, realizaba tareas del hogar y labores domésticas, pero nunca
las concibió como trabajo. Su primer empleo fue cuando inició sus prácticas profe-
sionales como parte de su educación como maestra a los 18 años.
Las mujeres siempre han trabajado, nos recuerda Marcela Lagarde, pero gran parte
de su trabajo son extensión de la procreación y de la reproducción en tanto que se les
juzga a partir de la definición histórica del trabajo como natural, como característica
sexual; segundo, porque una parte de su trabajo le ocurre y lo hace, y en la mediación
de su cuerpo y no es diferenciada de él como una actividad social creativa; tercero,
porque el resto del trabajo de la mujer, por asociación, es derivado naturalmente del
trabajo no concebido como tal (Lagarde, 1997: 116).
Por contraste, para la vida de los infantes varones tienen incursiones laborales con
tareas masculinas que deviene, en muchos casos, de sus padres, de quienes aprenden
un oficio. Ángel y Fermín trabajaron en el campo, criando cabras y sembrando maíz y
frijol respectivamente. El primer empleo laboral de los varones se experimenta como
una liberación del apoyo familiar al padre; no hay ayuda a los padres.
[Se regresó a casa de sus padres] Porque él andaba con otra persona, me enteré, pues,
que andaba con otra, y ya no quise tener más hijos con él, porque estaba muy chica
cuando me vine con él, y ya andaba en esas cosas, no quisiera que mi hijo se llevara
esa educación. […]
Mientras yo estuve allá [con sus suegros], me trataban bien. A ellos no les importaba
lo que él hacía. Entonces yo me voy y él se queda, y al poco tiempo él se junta con la otra
[…] se desentendió, cuando el bebé cumplió un año, me dejó de dar dinero. [Martha,
2014]
Por otro lado, la maestra Elizabeth a los 22 años se casa con un joven maestro del
cual se separa a los tres años. “Él no se llevó nada, como estábamos jóvenes en ese
tiempo, pues no teníamos nada, sólo la casa en donde vivíamos, pero él me la dejó”.
Curiosamente no hace referencia que también la deja al cuidado de su hijo, sin pen-
sión. Después se junta con un señor padre de tres hijos.
Queremos remarcar que, al separarse, la mujer se queda sin el ingreso y se vuelve
proveedora, el trabajo para sustentarse se vuelve una necesidad; aunque ellas cum-
plen sus mandatos de género, pierden privilegios cuando el hombre deja de hacerlo,
a menos que se lo exija la ley.
Es interesante, al leerlos en contraposición desde los estudios feministas, que los
mandatos de género que cumplen las mujeres son privilegios para los varones. Aquí
la importancia de Lagarde para destacar cómo el deber ser femenino se subvertirse,
devela cómo la inexistencia de paralelismos en los mandatos, la masculinidad exige
y se hace exigir múltiples repertorios de valores/mandatos cuando hay una equidad
femenina. Mientras aparece como un orden general y ambiguo de mandato: provee-
dor/mantener. Para Marcela Lagarde, la identidad de las mujeres, construida desde
la privación de sí misma y para los otros/otras, hace posible que parezca natural que
sean ellas las que se ocupen de manera casi exclusiva de las tareas del cuidado, de la
reproducción de la vida o de las tareas domésticas (Volio, 2011: 191).
Al ser las mujeres cautivas y privadas de sus derechos, su obligación sería atender.
La mujer está obligada al cuidado de los otros, sobre ella misma, no a ella, como una
relación de poder. Esto al hombre le da el privilegio de ser atendido, siempre y cuando
se mantenga como proveedor.
Mientras que Guillermo Núñez Noriega (2013) considera que hay un binomio de
exigencias, que entiende como valoraciones dentro de un marco de dispositivos de
poder, que otorgan a la masculinidad la obligación condicionada de proveer los bienes
y recursos materiales para asegurar la subsistencia siempre y cuando reciba de parte
Trabajar en el desierto sudcaliforniano: miradas de género... 117
¡Para mantenerla, loco! Ese fue el pedo. Yo pensé que la iba a mantener, que la iba ar-
mar en la sierra y no. De ahí nos fuimos a un rancho cerquita de la sierra que se llama
San Andrés, ya estaba embarazada ella. Agarraba vacas, por cada vaca que agarrara
me daban 500 pesos. Agarré varias vacas y pues de ahí nos venimos aquí a Santa Ro-
salía porque ella no aguantó la vida de rancho, estaba acostumbrada a otras cosas y
yo no se lo podía dar, porque no tenía el dinero. Ella quería pasear, quería que zapatos,
que ir a tiendas. Yo le daba techo y comida, pero apenas la hacíamos, no era suficiente
para ella. [Ángel]
La pareja de Ángel renuncia a mantener una relación con él; Ángel queda sin la
responsabilidad de cuidar de ella o su hijo. Es decir, al romper su relación afectiva
se exime de su mandato de proveedor, justificado en su narrativa por su abandono.
Para José Olavarría (2000: 36), el modelo de masculinidad permite a los varones
caer en prácticas contradictorias y ser justificadas como responsables al inscribir en
sus narrativas biográficas nociones de honorabilidad, respeto o dignidad a sus propias
decisiones. Responsablemente no asumen una paternidad de la que tienen duda o en
la que su prestigio está en juego.
Hay una injerencia ideológica de que las mujeres se dediquen al trabajo doméstico
por su responsabilidad y “deber ser”: “del cuidado de los niños y de la procreación;
es decir, del conjunto de actividades de reproducción que realiza la madre-esposa para
la sobrevivencia de los otros” (Lagarde, 1997: 119-120).
Su pareja lo deja para regresar con sus padres a Bahía Asunción, a unos 300 kiló-
metros de Santa Rosalía, al otro lado de la península, del lado del mar del Pacífico.
Como él relata, su paternidad quedó en suspenso por la separación: “yo nunca le
mandé pensión en los cuatro meses, ya no hablamos ni nada, no sabía nada del plebe”.
Ella regresa, nos dice Ángel, cuando consigue un trabajo fijo y una casa que había
hecho su padre, en un rancho:
Pero de ahí yo que ya andaba tomando pues me gustó la chingadera, salía y llegaba
pedo. ¿Y qué mujer te aguanta eso? Ninguna, ninguna. Encima que era violento, me
desconocía con el alcohol y sí llegué a pegarle. Así seis meses, cumplió un año el niño
y me dejó.
118 Patricia Torres M. y Sergio Gallardo G.
No pues ni pedo, dije, me dejó por pedo, no por otra cosa. No la atendía a ella, al
niño. Ahí sí lo reconozco, me dejó por andar valiendo madre.
A partir de que hay una pareja y un vínculo emocional, los varones, en tanto provee-
dores, marcan el destino de las mujeres. Marcela Lagarde (1997) insiste en “Cauti-
verios de mujeres […] que los mandatos de género se traducen en la centralización
de limitaciones: expropiación de la sexualidad, del cuerpo, de los bienes materiales y
simbólicos de las mujeres y, sobre todo, de su capacidad de intervenir creativamente
en el ordenamiento del mundo” (Lagarde, 1997: 37-39).
Martha no es explícita en cuanto a su satisfacción sexual, pero resalta que se ena-
mora, tiene dos relaciones afectivas en Cabo San Lucas. Su segunda pareja, al perder
su trabajo en el enclave turístico, decide regresar a casa de su madre en Tenancingo
(Estado de México), donde él posiblemente conseguirá trabajo, y decide seguirlo. Ya
tenía dos hijos y estaba embarazada. “Ella, la mamá, decía: ‘¿para qué te la agarraste?,
no vale igual’, aunque el muchacho sí me quería” (Martha, 2014).
El cuerpo de Martha y su valencia queda comprometida por su capacidad repro-
ductiva, la cual es rechazada. A los tres meses, cuando su hijo nace y su esposo no
consigue trabajo, decide trabajar en un restaurante:
Me fui de mesera […] porque él no trabajaba, era muy flojo. Entonces yo tenía que
trabajar para sacar adelante a mis hijos, con el sudor de mi frente, no robando. Bueno,
entonces él sí se molestó, por llegar con los dos muchachos [con quienes trabajaba], me
Trabajar en el desierto sudcaliforniano: miradas de género... 119
dijo que yo andaba con ellos, pero Dios sabe que eso no fue cierto. Cuando eso pasó, él
ya no me ayudaba en nada, se quedaba al cuidado de los niños, pero yo tenía que salir
a trabajar para tener qué comer. [Martha, 2014].
Un hombre por ejemplo te quiere, tú eres joven, todavía tienes que ofrecer y tarda hasta
tres meses en tener relaciones, uno de mujer de antemano trata de investigar qué pasa,
y el hombre pone pretexto como que está cansado, tres meses, dos meses, él desde hace
tiempo es bígamo, pero yo todavía creía en él. […] Por lo menos ahorita ya sé, ya na-
die me está engañando, ya sólo es cuestión de trabajar yo, que tengo que soltar a esa
persona. […]
Pues no, discúlpame, aun así, a mis 54 años, yo todavía menstrúo, todavía ovulo,
yo todavía necesito una pareja, si toda mi vida he tenido pareja. Es como al niño que
le quitan el juguete, va a querer repetirlo, es que yo todavía tengo necesidades, pues yo
estoy esperanzada a que tú lo entiendas y tu pues es que cualquier hombre comete una
infidelidad, hay veces que hasta se casan con otra mujer y vuelven con la mujer y no hay
problema, todo sigue bien, pero él no quiere, pues, dice que no quiere ya. [Elizabeth]
[…] como dicen por ahí, ‘el hombre es hombre y busca satisfacer su deseo’ y pues ahí
en ese caso pienso que igual, van a empezar los problemas por eso. Yo la verdad, en mi
caso no, porque, como todo, no es lo mismo tus deseos de 20 años a los 40 años que yo
ya tengo.
Todo como por lógica, va bajando de intensidad, pienso igual que el cuerpo de la
mujer también, sí tenemos sexo, pero ya no es de una manera tan intensa, yo con mi
esposa somos de la misma edad, tenemos nuestros momentos pero también sí tienes que
entender, si tuvo mucha chamba o no sé, igual hay que darle su espacio. No obligar,
sería mucho pasarme de [hace un gesto alusivo a los testículos]… de decir ‘no, ahora
me cumples’. No cabrón, hay que ser conscientes y respetar también. Todo eso tiene que
ver yo creo para construir un matrimonio y seguir bien. [Fernando, trabajador minero,
18 de agosto 2019]
Te digo, yo cuando me vine para acá estuve siete meses y pues ni modo, por eso te
digo, tienes que estar muy bien en la relación para que todo esté bien. Tener mucho
120 Patricia Torres M. y Sergio Gallardo G.
temple, aguantar por más que uno quiera […] y si por ahí, un lo que sea, vas a hacer
tus cosas, tener mucho cuidado, cuídate muy bien, porque ahorita es chiquito el mundo.
[A partir de aquí Fermín habla con un tono paternal, aleccionándome sobre mi relación
de pareja por lo que comparto con él]
Como te decía, el hombre pues es […] ya sabes cómo es, pues igual si te vas a dar tu
escapada, bien tapadito. Bien tapadito y con protección, ahorita está cabrón, que te
enjarren un chamaco, que me embarazaste. [Fernando Farfán, trabajador minero, 18 de
agosto 2019]
La sexualidad queda bajo una estructura familiar que marca las relaciones sociales
de la pareja, relegando el cuidado del hogar como una obligación para la mujer, se
normaliza las tareas del cuidado de los niños y la limpieza. En el caso de los entre-
vistados, su imposibilidad de cumplir el mandato por la necesidad de salir a trabajar
subvierte la lógica del mandato y genera consecuencias en tensión.
Cuando vio él que empezaba a haber mucho dinero [con el negocio que pusieron jun-
tos], comenzó a hacerme la vida pesada, por ejemplo, que si no cocinaba bien, que
estaba insípido, que los perros, como tenía arriba mis perros, cercado todo allá en Los
Cabos. Yo trataba de ser lo más limpia, siempre tuve una señora que me ayudaba, no
olía a perro mi casa.
Antes, los fines de semana me veía a mí con los tendederos llenos, y pues me buscaba
una persona para limpiar la casa a fondo para organizar cada cosa en su lugar; 25 años
de una casa limpia. [Elizabeth, 2014].
Yo en esos tres meses la verdad me porté al cien con ella. [Pero la relación] Se fue dis-
minuyendo hasta que un día iba saliendo del turno de noche y cuando llegué a casa ahí
andaba y nada más se reía. Llegué y sin abrirme me empezó a tirar la ropa a la calle,
Trabajar en el desierto sudcaliforniano: miradas de género... 121
en costales de harina, tenía poquitas cosas yo, pero así me las tiró. Las botas las aventó
por allá.
—No, yo no sé cómo le vas a hacer, pero yo te quiero fuera de mi vida. Y la pensión
de los niños la quiero viernes tras viernes. Va a correr de este viernes al que sigue.
—Pues este viernes no te voy a dar nada porque primero tengo que ver dónde voy
a dormir.
investidura, el hombre está investido del ser hombre como privilegio, pero, por otro
lado, hay una imposición, condiciones para mantener esa investidura, una duplicidad,
una ambigüedad (un sometimiento) que no queda tan claro en todo momento y unas
pautas de socialización en el trabajo y la casa, porque se vive como privilegio y se
normaliza.
Los regímenes o exigencias masculinas de acuerdo con el contexto sociohistórico
en el que se sitúan los sujetos (virilidad, negar emociones/afectaciones, mostrar y
habitar una insensibilidad como manera de posicionarse en su vida cotidiana como
muestra de control) aparecen como expresiones necesarias de aparecer en tanto que
hay una ruptura con otros mandatos claves como el ser proveedor.
Lo que para la mujer es un mandato de género implica una condición de privile-
gio para el hombre. Dichos privilegios se traducen en mandatos si y sólo si hay una
exigencia y condición de feminización o subordinación frente a otros hombres o en
condiciones de igualdad con mujeres (por ejemplo, se apropian de otras prácticas
que rebasan sus mandatos), implicando la emergencia de manifestaciones y valores
exigidos de probarse hombre: desde la virilidad y el deseo sexual, del ser padre, etc.
Pero resaltamos que estos dependen a una (de)condición de privilegio, que implica
gozar el cumplimiento del mandato de la mujer.
Los mandatos de género producen violencia cuando son alterados en espacios
laborales tradicionalmente masculinos, en violencias directas, dada la presencia de
mujeres al cumplir sus propios mandatos de género, ocupando espacios tradicional-
mente asignados a varones. Emerge así una violencia reparadora que es la reivindi-
cación que hacen los hombres, por tratar de vigorizar sus puestos y sus privilegios,
aumentando la violencia focalizada hacia las mujeres:
Cuanto más laxo y permeable es el ascenso de las mujeres y los feminizados [varones
que ocupan trabajos desvaluados al aparecer la presencia femenina] a lugares más equi-
tativos o jerárquicamente valorados, tanta más violencia a los individuos singulares;
defensores tácitos y portavoces de la “masculinidad hegemónica” perdida o en vías de
perderse (Femenías, 2011: 98).
La violencia reparatoria lo es en tanto que alude a una violencia física y simbólica que
busca reparar ¿qué?: la masculinidad perdida, del mandato de jerarquía de poder que
se pierde ante la presencia femenina, ante su feminización. Por otra parte, Femenías
sugiere entender la violencia de hombres feminizados, como “violencia reparatoria”,
en tanto que buscan el orden jerárquico natural desafiado por los cambios orden eco-
nómico (Femenías, 2011: 98).
124 Patricia Torres M. y Sergio Gallardo G.
Reflexiones finales
Bajo esta perspectiva, a la luz de las narrativas de casos, consideramos que sólo cuan-
do el entorno cuestiona la masculinidad se genera la especificidad o visibilidad del
mandato masculino. La masculinidad se reconoce a través de la violencia; es en sí una
estructura, un sistema sexo-género específico que se entrelaza en otras violencias; en
este caso, es la violencia económica la que genera o resalta ciertos mandatos o exigen-
cias al varón ya sea como proveedor, como esposo, padre, etc. La lógica económica
va marcando estas rutas de género en sus narrativas, sus inscripciones y prácticas de
ejercer su masculinidad y feminidad.
La fragilidad de la masculinidad radica en su dependencia de los mandatos de gé-
nero femeninos. Si la mujer los cumple, sigue sin tener valencias positivas para ella,
sólo si el hombre cumple las suyas. Los mandatos masculinos, pues, se cumplen en
función y valiéndose de las prácticas sociales de lo femenino. De ahí que aparezca la
violencia ante la ausencia de poder.
Para el ejercicio realizado, será de interés acercarnos al trabajo de Teresa Valdés
(1988) sobre relatos de vida de mujeres en función de figuras masculinas, para presen-
tar de manera sintética los casos bajo una matriz de análisis y no desbordar el capítulo
en presentaciones de caso sino en evocaciones reflexivas sobre que elementos de su
trayectoria laboral nos hacen poder argumentar esta propuesta teórica de los man-
datos masculinos como valores y privilegios puestos en tensión/negados/frustrados.
Dejar en claro que ante dicha dificultad de cristalización subyace una base material
de su posibilidad.
De esta manera, queremos concluir que en los estudios feministas y de género
debemos de romper la “ilusión de simetría”: incluir a hombres y masculinidades en
un análisis de género no se puede hacer sin tener en cuenta la relación entre género y
poder (traducido en privilegios).
El género es una forma primaria de significar las relaciones de poder, como indica
Joan Scott sobre la interdependencia mutua entre diferencia e igualdad en las relacio-
nes de género (Scott, 1988: 38). Se trata de historizar el lugar de los hombres, pero
no por separado, pues pueden ocultar las divisiones de género y redificar su hegemo-
nía, así que esta narrativa comparativa nos ayuda a pensar la masculinidad no como
un fenómeno aislado de construcción exclusivamente entre varones, sino construida
también a través de procesos y relaciones de poder que se dan en negociación con
las mujeres.
La retórica de los costos de “cumplir con la masculinidad” enunciar que aun bajo
una serie de exigencias sociales y culturales, subyace un monopolio de los hombres
–socialmente construido– sobre ciertos instrumentos, saberes prácticos y dominios de
la vida social. Las consecuencias de los mandatos de la masculinidad, las diferencias
de clases, etnicidad y edad atraviesan la categoría de hombre que en última instancia
Trabajar en el desierto sudcaliforniano: miradas de género... 125
se benefician de las ganancias que tienen como grupo –asegurados por la sociedad
patriarcal– que obtienen de la subordinación de las mujeres.
El mandato de género de la mujer se traduce en privilegios masculinos, pero no
al revés: hay una dominación patriarcal que aunque asegura al hombre bajo una es-
tructura de género que también lo sujeta y violenta, ésta no se conduce o traduce en
privilegios hacia la mujer.
El estudio de las masculinidades deja entrever nuevas aristas para entender las
relaciones de género dentro del ámbito laboral y en contextos de movilidad, donde
los cambios y transformaciones tienen mayor repercusión en la manera en que los
varones cumplen sus mandatos de género, que ante su imposibilidad (emasculación,
humillación, discriminación, etc.) emergen diversos dispositivos de violencias para
“recuperar la hombría” (Femenías, 2011). La violencia masculina ocurre no ante la
ausencia de poder, sino ante su previa existencia y desvanecimiento.
El trabajo, la sexualidad y el derecho a un hogar son cuestiones centrales en las
identidades de los varones, no así de las mujeres; son referentes de masculinidad en
los que son socializados los varones en tanto que apelan a mandatos orientados a una
heteronormatividad como sistema sexo-genérico. Las incongruencias, imposibilida-
des o propias libertades tomadas por los varones y mujeres para romper o no cumplir
el mandato generan cambios significativos en las relaciones de género dentro de sus
espacios laborales, la vida doméstica y su propia sexualidad.
Referencias
Fuentes primarias
Elizabeth, maestra jubilada en San José del Cabo originaria de Guadalajara, realiza-
da en El Centenario, La Paz a tres días de su llegada, noviembre 2014.
Martha, migrante originaria de Domingo Arenas, Puebla, realizadas en la cárcel (de-
tenida) federal de La Paz, marzo 2017 y en Cabo San Lucas, febrero 2018.
Ángel, trabajador minero de superficie de San Francisco de la Sierra, realizada en
Santa Rosalía el 29 de agosto del 2019.
Fernando, trabajador minero técnico químico de Michoacán, realizadas en Santa Ro-
salía el 25 de octubre del 2018 y el 18 de agosto del 2019.
Bibliografía
Introducción
En este trabajo se analizará la información sobre las formas en las que las redes de cri-
minales han reclutado a mujeres y menores de edad para fines de explotación sexual
a través del mundo virtual, cibernético, globalizado. Plantearemos algunas dimensio-
nes relevantes con relación a las plataformas digitales que destacan en esta era del
capitalismo (Canclini, 2018), desde las cuales se ha propiciado el tráfico sexual y la
precarización de sujetos. Reflexionaremos sobre el tráfico de mujeres y la violencia
sexogenérica reforzada por las llamadas “nuevas” tecnologías y el ciberespacio. Al
final, plantearemos algunas cuestiones en torno a este trabajo, con el fin de continuar
desarrollando futuras investigaciones, sin dejar de pensar en posibles soluciones a la
compleja cuestión de la explotación sexual y el tráfico de seres humanos, en este caso,
de mujeres, las cuales también son migrantes.
La violencia en esta etapa del capitalismo se caracteriza por los excesos en las formas
y modos de infligir sufrimiento y crueldad. El feminicidio es una muestra contundente
de ello. En efecto, el proceso de globalización de las décadas recientes, en particular
en el ámbito económico, incidió en una serie de cambios culturales en torno a las rela-
ciones humanas y sexogenéricas. Uno de esos cambios se observa en la manera como
son ahora reclutadas las mujeres y niñas para abastecer el mercado erótico-sexual. Es
130 Patricia Ravelo B. y Sergio G. Sánchez D.
a través del mundo cibernético que se comercializan sus cuerpos. Ellas primero son
engañadas por los tratantes de mujeres, y enseguida son forzadas a prostituirse y a
vivir en condiciones de precariedad económica y moral-afectiva. Ellas son forzadas a
vender sus cuerpos durante extenuantes jornadas de trabajo. Son esclavas modernas
de redes del crimen organizado, que muchas veces tienen vínculos y acuerdos con
sectores gubernamentales y con el sistema capitalista en su conjunto.
La tecnología es una herramienta que sirve para que el Estado-Nación organice la
expansión global y los propietarios de este capital obtengan millonarias ganancias,
como ocurre en el mercado erótico-sexual. Sean bailarinas, escorts, ficheras o pros-
titutas, ellas contribuyen a la economía global, porque están atrapadas en redes de
trata de personas para ser sometidas y explotadas sexualmente, redes que, es preciso
decirlo enfáticamente, son trasnacionales.
La globalización económica ha afectado la capacidad de los Estados-Nación para
sostener lo que conocemos como “el Estado de derecho”, el cual constituiría una
barrera para aminorar al menos los problemas de violencia de género, entre ellos, el
de la trata de mujeres o el del feminicidio. Los principios establecidos en las consti-
tuciones, en las leyes, en los códigos (los cuales, desde luego, no son perfectos), son
hechos a un lado por los cárteles, por las redes del crimen organizado, incluso por
los Estados y sectores de la ciudadanía, aumentando la inseguridad y la delincuencia,
contribuyendo a la desigualdad social y al delito, entre ellos, los crímenes (Weissman,
2011).
Las políticas globales han desencadenados distintos paradigmas que coinciden en
reconocer que la rivalidad entre las superpotencias continua e, incluso, se exacerba.
Los conflictos entre esas superpotencias (Estados Unidos, China, Rusia) ya no sólo se
explican a partir de criterios económicos, sino por cuestiones culturales. Los Estado-
Nación pierden autoridad, se debilitan, intensificándose los conflictos entre naciones,
grupos étnicos y religiosos. Ante las migraciones cada vez más masivas, ante los mi-
llones de desplazados de manera forzada o que buscan asilo en otros países huyendo
de la violencia de los cárteles y del crimen organizado, se recrudece la xenofobia y
el racismo, el peligro de guerra nuclear está presente, el terrorismo, las masacres,
las llamadas limpiezas étnicas, se encuentran muy extendidas, mientras el fascismo
vuelve a levantar la cabeza en Europa y Estados Unidos, aunque no sólo ahí (López,
Uribe y Vázquez, 2005).
La globalización contemporánea ha profundizado la división internacional del
trabajo. Las mercancías se elaboran en distintos países, los procesos de trabajo se
dispersaron por el mundo, debilitando la organización sindical de los trabajadores.
La industria que produce placer, erotismo, libido, lujuria, éxtasis y otras manifesta-
ciones afectivo-culturales-sexuales, en esta época de globalización, se cotizan alto en
el mercado transnacional, más si son acompañadas de violencia y de actos sádicos.
Valencia (2012) visualiza esto en lo que llama capitalismo gore, caracterizado
por la producción y consumo de cuerpos desechables que corresponden a grupos
Explotación sexual en la era de las plataformas digitales 131
estado mental donde hay un autoengaño, pues no son conscientes del mal, aunque no
dudamos de que haya destellos de sufrimiento.
La violencia feminicida no es nueva, sabemos que existe desde hace muchos años.
En América Latina hay muchas formas de esclavitud sexual de mujeres. Por ejemplo,
está documentado que mujeres colombianas viajan a Europa y ejercen la prostitución,
supuestamente por cuenta propia (Hurtado, 2009), pero no se considera que ellas son
obligadas estructuralmente a esta práctica y a la explotación sexual, debido a la pre-
cariedad de las condiciones de vida y de trabajo que tienen en sus países de origen.
En México son conocidos los casos de esclavitud sexual de mujeres. Se encuentran
casos muy arraigados en comunidades como las de Tlaxcala, donde se acepta y se
lleva a cabo el tráfico de mujeres, sin ningún cuestionamiento por parte de pobladores
y autoridades, incluso es bien visto el papel de los hombres, conocidos popularmente
como padrotes, porque este tipo de prácticas realmente son culturales.1 Ese es uno de
los casos más conocidos, pero en todas las ciudades del país, incluida la progresista
Ciudad de México, existen la prostitución y la explotación sexual. En esta ciudad, en
zonas comerciales como La Merced y otras más, actúan redes de prostitución. Aquí
se encuentra gente joven que proviene de otros estados del país y de otros países,
siendo muchas de estas mujeres migrantes pobres que buscan una “vida mejor”, gente
vulnerable, pobre, expuesta a las peores crueldades que se puedan imaginar.
No nos extenderemos más sobre esta situación. Diremos que en meses recientes
se ha difundido en México la situación de mujeres que provienen de Sudamérica que
han caído en estas redes y han sido asesinadas en diversos puntos del país, sobre todo,
en la Ciudad de México, el Estado de México, y Puebla, colindante con la Ciudad de
México.
Ellas eran originarias de Sudamérica, Venezuela, Colombia, Argentina y Uruguay,
según ha documentado la prensa. Advertimos que no incluimos en esta reflexión la to-
talidad de los crímenes de mujeres que ejercen la prostitución en México. Asesinatos
que, desde luego, tampoco son nuevos, pues sabemos que han ocurrido reiteradamen-
te en los últimos años de este siglo, en lugares como la Ciudad de México, Estado de
México, Puebla y Cancún.2
Por supuesto, tampoco incluimos aquí los crímenes de odio hacia miembros de
las comunidades gay, lésbicas, transexuales y transgénero, los cuales también son de
larga data. Son crímenes de odio homofóbico y lesbofóbicos que continúan dándose
en el mundo y el país.
1 Son figuras masculinas encarnadas en hombres de estas comunidades a los que por tradición las niñas
y las mujeres jóvenes son entregadas por sus familias, o incluso ellas mismas los buscan, para ser mercan-
tilizadas en redes locales, nacionales e internacionales. Véase Hernández (2015).
2 Véase el libro de Lydia Cacho Esclavas del poder. Un viaje al corazón de la trata sexual de niñas y
mujeres en el mundo (2013), donde destaca la prostitución forzada y las sistemáticas violaciones sexuales
en redes nacionales e internacionales.
Explotación sexual en la era de las plataformas digitales 133
Para concluir esta introducción, debemos advertir que esta situación no es fatal,
que de hecho hay fuerzas importantes que se oponen a este capitalismo depredador
y que buscan su cambio en otros frentes, como los de la corrupción, la explotación
desmedida de la fuerza de trabajo, la impunidad, y en México podríamos estar vi-
viendo un cambio progresista a partir del resultado de las elecciones presidenciales
del primero de julio de 2018. Más abajo retomamos esta cuestión, así sea de manera
muy general.
Capitalismo electrónico-informativo
y dimensiones cibernéticas en el tráfico de mujeres
3 Como ocurre, por ejemplo, en Ciudad Juárez, en donde desaparecen y son asesinadas mujeres y niñas
desde 1993. Véase el artículo periodístico de Luz del Carmen Sosa, “Alertan por ofertas de empleo en
redes de trata de persona”, El Diario, http://diario.mx/Local/2016-06-09_f393ff87/alertan-por-ofertas-de-
empleo-en-redes-para-trata-de-personas/ (consultado el 8 de abril de 2018).
4 Erica Fink y Laurie Segall, CNN, “Los proxenetas usan las redes sociales para reclutar esclavas se-
xuales”, http://cnnespanol.cnn.com/2013/02/27/los-proxenetas-usan-las-redes-sociales-para-reclutar-escla
vas-sexuales/ (consultado el 28 de marzo de 2018).
134 Patricia Ravelo B. y Sergio G. Sánchez D.
Entre 2016 y 2018 se han contabilizado 11 crímenes de las llamadas escorts (an-
glicismo que se usa en países de habla hispana para referirse a las mujeres que son
5 Una bebé sustraída del vientre de su madre en Veracruz fue nombrada Jenny del Milagro, al ser
rescatada con vida después de ser asesinada su madre y entregada a sus abuelos. Por la Redacción, en Sin
embargo, https://www.sinembargo.mx/11-04-2018/3406597 (consultado el 15 de abril de 2018).
6 Estas prácticas sociales se producen generalmente entre grupos de jóvenes, e incluso menores de edad
que apenas cursan la educación básica, quienes se intercambian su pack, o sea su paquete de fotos, donde
exhiben sus cuerpos en espacios diversos incluidos los de la intimidad. Por lo general, se les solicitan estas
imágenes a mujeres, la mayoría menores de edad, quienes a través de celulares o de otros espacios ciber-
néticos reciben estas solicitudes de hombres mayores que ellas (Pérez, 2018).
7 Tal es el caso de Keylanny Boo, famosa “instagramer”, quien estaba vinculada a redes del narcotráfico
en la Ciudad de México, al igual que su padre, en cuyas fotos aparece exhibiendo armas, y fue asesinada el
16 de julio de 2019. https://www.la-prensa.com.mx/policiaca/la-muerte-de-keylanny-boo-al-parecer-fue-
por-intentar-extorsionar-a-un-diputado-4001550.html (consultado el 13 de septiembre de 2019).
8 Seguir a Winter Claire, Facebook: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=1021342166387073
7&set=pcb.10213421668070842&type=3&__tn__=HH-R&eid=ARCjWGbyfwMoIUpdb6pRYk2MTfw
zxsLSNcorBXEBuLsERJ98Hq_car7dbTdruAG4IctkEVb6GqxlTf7f (consultado el 20 de abril de 2018).
9 El aviso legal de este portal regulaba el “uso voluntario y libre” de usuarios, en el cual se incluía un
inciso referido al delito de trata de personas. En el portal también se decía que era un portal “serio” y de
los más visitados del país (México) y tenía un vínculo de Skype con la escort de más ranking. Este portal
fue cerrado en abril de 2018, después de que la administradora del mismo fue detenida en un operativo de
inteligencia cibernética de la Procuraduría General de Justicia la República porque su uso estaba supues-
tamente vinculado con la trata de personas. En ese operativo fueron rescatadas 18 jóvenes de diferentes
nacionalidades de Centro y Sudamérica (Laura Jiménez y Sandra Hernández, “Cierran página de ZonaDi-
vas”, periódico El Universal, sec. Metrópoli, C1, 21 de abril de 2018).
Explotación sexual en la era de las plataformas digitales 135
10 Los casos más relevantes son los de las escorts que se anunciaban en ZonaDivas, las cuales fueron
asesinadas en 2018, como Génesis Uliannis, modelo venezolana de 24 años, quien apareció torturada en
un hotel de la Ciudad de México; Karen Ailén, argentina de 23, quien tenía un año de vivir en México y
fue asesinada con arma de fuego, y Keny Finol, venezolana de 26 años, quien se anunciaba como “la mu-
ñequita más kara de la vitrina”, que fue violada, desfigurada del rostro, asesinada y tirada en la vía pública
en Ecatepec (Estado de México), entre otras escorts. En 2019 han continuado estos asesinatos, como son
los casos de la colombiana Laura Cristina, de 31 años, y la uruguaya Fatimih Dávila (Gustavo Pineda,
“El feminicidio de Karen Ailén, otra modelo asesinada en México”, 3 de enero de 2018, https://news.
culturacolectiva.com/mexico/asesinan-a-modelo-karen-ailen-en-mexico-detienen-actor-por-presunto-
feminicidio/, consultado el 20 de abril de 2018. Daniel Shoer, “Joven venezolana que anunciaba servicios
sexuales es violada, desfigurada y asesinada en México”, https://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/
america-latina/venezuela-es/article203129459.html, consultado el 19 de abril de 2018. “Torturadas, viola-
das y desfiguradas, las 7 ‘edecanes VIP’ asesinadas en México”, https://elmanana.com.mx/torturadas-vio-
ladas-y-desfiguradas-las-7-edecanes-vip-asesinadas-en-mexico/, consultado el 13 de septiembre de 2019).
11 Véase, Cultura Colectiva, 2 de marzo del 2018.
136 Patricia Ravelo B. y Sergio G. Sánchez D.
Podemos pensar que de esa manera se establece el contacto con la mujer, casi
siempre joven, para acordar su traslado hacia México. Toda la información indica
que estas mujeres se encuentran en situación de pobreza o, incluso, de pobreza ex-
trema, por lo que aceptan embarcarse en esta arriesgada aventura. Esa condición
indica que estas mujeres son, además, vulnerables, es decir, que se encuentran des-
provistas de alguna defensa y protección. La familia no parece intervenir, tampoco
alguna “pareja” que pudiese salir en su defensa. Parecen desconocer los riesgos que
estas “convocatorias” implican, sin descartar que pudiera haber en ellas cierto espí-
ritu “aventurero”, por decirlo de alguna manera, pues ante la pobreza y las carencias
puede existir el ánimo de “aventurarse” en busca de un destino mejor en otro país,
en este caso, México. Pero, sin duda, lo que prevalece es la situación de pobreza que
empuja a estas mujeres en busca de “una vida mejor”.
El mismo comunicador, Héctor de Mauleón, ofrece pistas en sus entrevistas a
mujeres que han estado en estas redes de trata trasnacionales, de cómo estas redes,
aunque “clandestinas”, en realidad son avaladas y protegidas por autoridades, en
particular las llamadas “autoridades de migración”, sobre todo las mexicanas, sin
descartar la participación de las autoridades migratorias en los países de origen de
estas mujeres.
En el artículo de El Universal, del 9 de abril de 2018, De Mauleón indica claramen-
te cómo hay un evidente contubernio entre esas autoridades y aquellos que confor-
man la red de trata. Desde que arriban a México, las mujeres ya tienen instrucciones
precisas para superar las barreras aduanales e internarse en el país. Ellas saben que
deben vestirse de cierta manera para ser reconocidas por los agentes de migración;
deben ubicarse en el aeropuerto de la Ciudad de México en determinado módulo de
migración, donde un agente que es parte de la red debe de revisar su pasaporte. Esto
garantiza que no haya ningún problema para que la joven mujer ingrese al país, pro-
bablemente con un pasaporte de turista o con un permiso de estancia de seis meses.
Al ser trasladadas a un departamento por los integrantes de la red, es cuando em-
pieza la pesadilla para estas mujeres, como puede leerse en los reportajes de Héctor de
Mauleón. Es entonces que estos hombres y mujeres que integran la red les anuncian a
las jóvenes mujeres recién arribadas al país las condiciones para trabajar en México,
no son precisamente las que les habían planteado para atraerlas: como modelos, ede-
canes o escorts, sino como prostitutas, como veremos enseguida.
llevar a cabo un número determinado de “servicios” sexuales. Los costos del “servi-
cio sexual” varían mucho, pero, según los testimonios de las mujeres entrevistadas
por De Mauleón, por hora suelen cobrar unos 2,500 pesos, en promedio. Claro, si el
“servicio” dura más horas o si se incluyen servicios más “sofisticados” por parte de
estas mujeres (como el sexo anal o el sexo en grupo), el costo del sexoservicio subirá
proporcionalmente, todo depende del uso de sus cuerpos, o sea, de esta fuerza de
trabajo prostituida por sujetos ávidos de este “servicio”.12
Pero eso no es lo peor. Lo infame es que ellas quedan obligadas a dar una parte
importante de su trabajo a la red, para ir pagando su boleto de avión, la habitación en
la que vivirán (casi siempre compartida con un buen número de mujeres jóvenes que
han llegado al país a través de la red), el alimento, y para pagar el contrato que van a
llevar a cabo con algún sitio de internet en el cual ofrecerán sus servicios.13
Aquí es donde, de nuevo, aparecen las redes sociales en torno al trabajo de escla-
vitud sexual de estas mujeres. Como parte del trabajo que van a realizar, ellas serán
obligadas a promocionarse en las redes. Para ello, hay que pagar fotógrafo, ropa y la
página electrónica en la que se anunciarán, una renta mensual, alimentos, todo ello
de manera forzada.14
Al final de cuentas, estas mujeres, “enganchadas” a través de las “redes sociales”,
serán “sobreexplotadas” por la red de trata, viéndose obligadas a entregar una pro-
porción muy alta de sus “ingresos”. Algunas han manifestado que realizan varios
“servicios” al día, cobrando, en promedio, de 2,500 a 3,000 pesos la hora de servicio.
Ellas retendrán, si acaso, una cuarta parte del total de esos “ingresos”, lo demás se lo
queda la red de trata, para cubrir los supuestos adeudos que contrajeron estas mujeres
en su desplazamiento por la red, hasta llegar a algún departamento de la Ciudad de
México, donde, además, vivirán hacinadas con otras mujeres, igualmente obligadas
a prostituirse.
co), el taxista nos comentó que el día anterior había llevado a una escort que se anunciaba en ZonaDivas.
com a un lugar para dar este servicio a un grupo de funcionarios del gobierno de ese estado. Ella le dijo
que le iban a pagar 20 mil pesos y le dejó su número de celular para que se lo diera a posibles clientes, a
quienes les cobraría 2,500 pesos por sus servicios sexuales.
13 Ellas adquieren una deuda de hasta 300 mil pesos (Davis Fuentes, “Engañan a escorts con viviendas
de 12 mil pesos para tener acceso al supuesto departamento de lujo; además, les cobran hasta 50 mil pesos
por la sesión fotográfica, retoques y la promoción en la página electrónica (ZonaDivas.com), con todo y
su cartera de clientes, que son más de un millón de personas suscritas que pagan una cuota mensual para
el servicio que se denomina “Platino” (David Fuentes, periódico El Universal, sec. Metrópoli, C1, 21 de
abril de 2018).
138 Patricia Ravelo B. y Sergio G. Sánchez D.
concluido. Nuestra postura, por lo pronto, es que, en tanto desaparece la prostitución por la denigración
que representa para las mujeres, reconocemos que la mayoría de ellas se ven obligadas a trabajar como
“sexoservidoras” por necesidades económicas; por ello la consideramos, al igual que ellas, como una
actividad laboral, puesto que les permite obtener ingresos para su subsistencia. Esto obliga al Estado y a
la sociedad a crear medidas de protección por los riesgos que esta actividad implica, incluida la sanción
a las redes de trata.
Explotación sexual en la era de las plataformas digitales 139
Sobresalen los chats en redes muy populares, como el WhatsApp, en donde es muy
fácil y rápido que la gente entre en contacto. Como sabemos, este tipo de contactos
también se llevan a través del Facebook. Ahí se difunden fotos y el tipo de servicios
sexuales que estas mujeres ofertan; igualmente pueden verse los costos por hora de
esos servicios.
Además de esa especie de red de solidaridad entre ellas y algunos individuos invo-
lucrados en actividades vinculadas a las de “sexoservicio” (hombres que, sin ser,
aparentemente, miembros de la red de trata, organizan fiestas donde estas mujeres
ejercen sus actividades), quienes cobraron conciencia del riesgo en que estas mujeres
se encontraban y decidieron apoyarlas en sus denuncias en las diversas plataformas
digitales, tenemos que comentar aquí la participación de algunos organismos del Es-
tado mexicano en el combate a la trata y las redes que la manejan a nivel trasnacional.
En efecto, su intervención es en busca de la aplicación de la ley y de la procura-
ción de justicia para las mujeres atrapadas en la red de trata. Al respecto, debemos de
señalar que desde el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012), del Partido de Acción
Nacional (partido de derecha, podríamos incluso ubicarlo como de ultraderecha), se
recuperó una ley anterior y se expidió la Ley General para Prevenir, Sancionar y Erra-
dicar los Delitos en Materia de Trata de Personas y Para la Protección y Asistencia a
las Víctimas de Estos Delitos, la cual fue publicada el 14 de junio de 2012. Esta ley
fue reformada el 18 de enero de 2018, durante el gobierno de Enrique Peña Nieto,
del Partido Revolucionario Institucional (ya desde hace décadas transformado en un
partido de derecha, abiertamente inclinado al neoliberalismo).
En general, esta ley, de extenso nombre, permite tipificar el delito de trata por
motivos sexuales o debido a la explotación laboral que significa, estableciendo sus
principales elementos, y le brinda un marco a la autoridad judicial para intervenir,
brindando protección a las víctimas y respetando sus derechos humanos al momento
de ser rescatadas y deportadas a su país de origen.
No detallaremos este instrumento legal, el cual constituyó un paso importante
para enfrentar este delito, el cual, como hemos visto, se ha extendido ampliamente
en México. Pero ha sido sólo un paso. Como sabemos, uno de los problemas de la
impartición de justicia en México es que cuenta con muchas y magníficas leyes para
prevenir y sancionar casi todos los delitos que en él se cometen, la cuestión es que
son leyes que no se aplican, los aparatos de impartición y administración de justicia:
ministerios públicos, procuradurías, agentes federales, municipales y estatales, y, en
general, el poder judicial, todos ellos, son muchas veces incapaces de aplicar y hacer
respetar las leyes, o están rebasados por tanto procedimiento penal que tienen que
140 Patricia Ravelo B. y Sergio G. Sánchez D.
atender diariamente, sin dejar de mencionar que muchos funcionarios y cuerpos po-
liciacos están penetrados por el crimen organizado.
Otro organismo muy importante en la prevención de este delito de trata de perso-
nas lo constituye la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y sus instancias
a nivel estatal. Debemos decir que este organismo autónomo del Estado mexicano
viene cumpliendo con sus atribuciones para intervenir en la vida pública del país para
señalar problemas de violaciones graves a los derechos humanos por parte de diver-
sos actores sociales, incluyendo el mismo Estado mexicano, o para prevenir algunos
de estos delitos, entre ellos el de trata de personas. Al respecto puede consultarse la
página oficial de esta Comisión, la cndh, por sus siglas, y acceder a los folletos que
edita, como el que se titula precisamente La Trata de Personas, de 2012.
No nos extenderemos en las acciones de estas instancias de procuración e imparti-
ción de justicia en México. Sólo mencionaremos que, en el caso de las escorts que nos
ocupa, algunas de ellas fueron liberadas en 2018 de la red de trata por la intervención
de la Procuraduría General de la República, la cual llevó a cabo una investigación
cibernética. Luego del asesinato de una de ellas, rastreó el sitio en internet de Zona-
Divas, ya mencionado, y logró dar con los departamentos en los que estas mujeres se
encontraban. El sitio de ZonaDivas fue clausurado y las mujeres liberadas retornaron
a sus lugares de origen, mientras los individuos, hombres y mujeres, que controlaban
el sitio y el departamento, fueron llevados ante la justicia sujetos a proceso penal y
condenados a prisión en 2019. Cabe recordar que varias de estas escorts ya habían
denunciado las amenazas de muerte recibidas por sujetos pertenecientes a grupos de
la delincuencia organizada y redes del narcotráfico en la Ciudad de México.
A lo largo de los reportajes y la información hemerográfica que consultamos, los
testimonios de las mujeres liberadas indicaban que algunas de ellas habían logrado
escapar de esos departamentos en los que se encontraban recluidas. Simplemente ha-
bían salido a comprar algún producto a alguna tienda cercana del departamento y ya
no volvieron. Algunas de ellas, se supone, viajaron a otras ciudades, principalmente
del norte del país, buscando internarse en Estados Unidos. Al parecer, varias alcanza-
ron ese objetivo, y de otras no se volvió a saber su paradero. Lo que sí es un hecho es
que, por sus propios medios, algunas de ellas escaparon del encierro y de esta forma
contemporánea de esclavitud.
Referencias
Cacho, Lydia (2013). Esclavas del poder. Un viaje al corazón de la trata sexual de
niñas y mujeres en el mundo. México, Grijalbo/Proceso.
Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión (2018). Ley General para Preve-
nir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata de Personas y Para la
Protección y Asistencia a las Víctimas de Estos Delitos, México, Diario Oficial
de la Federación, 19 de enero.
Canclini, Néstor (2018). “Cómo investigar la era comunicacional del capitalismo”,
Desacatos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 56, pp. 60-107.
Comisión Nacional de los Derechos Humanos (cndh) (2012). La Trata de Personas,
México.
Domínguez, Héctor y Patricia Ravelo (2011). Desmantelamiento de la ciudadanía.
Políticas de terror en la frontera norte, México, Colección Diversidad sin Vio-
lencia, núm. 6, Ediciones Eón.
Franco, Jean (2016). Una modernidad cruel, México, Fondo de Cultura Económica.
Fromm, Erich (2013). El corazón del hombre. Su potencia para el bien y para el mal,
Fondo de Cultura Económica, México.
Explotación sexual en la era de las plataformas digitales 143
1 En otros trabajos hemos abordado el tema de la pornografía sádica y la tortura sexual, pero falta
seguir explorando estas dimensiones relacionadas con el sexo violento y la muerte violenta (Ravelo, 2017
y 2019).
148 María E. Covarrubias H. y Patricia Ravelo B.
2 Al respeto véase el documental de Everardo González, “La libertad del diablo” (2017), donde se
algún tipo de violencia, pero las condiciones en que ello ocurre depende de cada
individuo y de las características de los vínculos que establece, así como de los apren-
dizajes y acatamiento de las normas sociales y culturales. Por tanto, la violencia no
es patrimonio exclusivo de los hombres, las mujeres también suelen relacionarse a
través de formas muy variadas de violencia.
Sin embargo, vemos que los hombres se constituyen como sujetos violentos a
partir de haber asimilado una identidad masculina que permea su subjetividad para
ser, actuar y relacionarse ejerciendo dominio y control sobre los otros. En su relación
con las mujeres, se refiere al control de sus decisiones, sus cuerpos, en suma, sus
vidas. Y lo hacen cobijados por la sociedad patriarcal que es la que dicta, mantiene y
promueve este deber ser sexogenérico, reforzado no sólo social y culturalmente, sino
también biológicamente, por el poder que da la propia fuerza física masculina y por
la incapacidad de contener la energía sexual para no lastimar ni asesinar. Todo esto
en conjunto constituye el poder masculino y patriarcal para ejercer dominio y control
a través de prácticas misóginas que se tornan crueles y criminales.
Pero a lo anterior se suman los factores psíquicos con los que todos estamos dota-
dos desde el nacimiento, es decir, la forma en que aprehendemos desde los vínculos
primarios las emociones básicas de apego, amor o desamor y la repetición de éstas
en los posteriores vínculos. Claro está que no es una formula idéntica para todos, son
muchos los recursos que entran en juego, entre ellos la capacidad simbólica y el uso
del lenguaje para metabolizar las experiencias de formas no destructivas.
En este mismo sentido se encuentran los elementos neurológicos que desde
hace algunos años se están explorando, pero que todavía no arrojan suficientes re-
sultados. En la exposición plástica Asesinos Seriales, que en los últimos seis años,
aproximadamente, ha tenido diferentes temporadas en la Ciudad de México, se observa
una constante en la biografía de estos asesinos, ya sea de abuso sexual por parte de
su padre o de violencia física y psicológica por parte de su madre, así como una clara
fascinación por los pensamientos criminales, practicar crueldad contra animales y
cultivar un narcisismo enfermizo por la atención y sobreprotección que demandan de
madres, parejas y familias. Al respecto, Robert Ressler, a partir de las entrevistas que
realizó a varios asesinos seriales, destaca como características generales que éstos
habían sido niños inteligentes, tenían algún familiar cercano con alguna enfermedad
mental, sus padres tenían antecedentes criminales y un historial familiar de abuso en
el consumo de alcohol y drogas, todos habían sufrido maltrato psicológico grave en
su infancia y eran incapaces de mantener una relación madura y consentida con otra
persona (Ressler, 2005).
Además, neurológicamente también hay una influencia en la mente del perpe-
trador, en la medida que las neuronas son células del sistema nervioso que liberan
y reciben neurotransmisores como la dopamina, serotonina, endorfina y oxitocina,
Reflexiones en torno de los perpetradores de violencia feminicida... 155
entre otros,3 alteran en ocasiones los estados mentales donde la razón prácticamente
se vuelve inexistente y, por tanto, los niveles de conciencia son inestables. Cada
individuo tiene su propia estructura neurológica, las energías y las conexiones son
distintas y las capacidades son diferentes, más aún si vivimos en una sociedad pa-
triarcal, donde prevalece la idea de que las mujeres neurológicamente son inferiores
que los hombres, cuando lo único que hay son diferencias que influyen en distintos
mapas neuronales.
Lo anterior se sustenta en estudios de neurobiología de la agresión, los cuales han
encontrado que numerosos neurotransmisores, factores de crecimiento, hormonas, así
como la observación en diversas regiones cromosómicas entre otros aspectos, influ-
yen en la impulsividad y están vinculados a la agresión (Mattson, 2003).
Las mujeres y los hombres se conectan desde su propia naturaleza y cultura, como
sujetos histórico-biológicos y culturales, pero falta entender cómo afectan las altera-
ciones neurológicas en los afectos y las emociones de mujeres y hombres, tomando
en cuenta todos los elementos enunciados y algunos factores más, derivados de los
ciclos vitales, los ciclos hormonales, el flujo de energía sexual y los cambios afectivos
y emocionales.
en perjuicio de sí mismas a la vez que enfrentan una respuesta reactiva del patriarcado
con formas inéditas de violencia.
Estas nuevas formas de violencia son parte de un proceso de renaturalización de
las mujeres, en el que se legitima el discurso misógino pretendiendo que éstas acepten
que no pueden desarrollarse fuera de la familia y sin protección de un hombre. Peor
aún, en la época contemporánea estas violencias son muy deshumanas y crueles,
como lo señala Cobo (2011) al hablar de globalización de la violencia para referirse
a los actos de violación colectiva, feminicidio, venta de mujeres, feticidio, voluntad
de control y propiedad de mujeres, compra de novias, poliandria, maquila, vinculado
a la dote y desfiguración del rostro. Estas manifestaciones son la respuesta patriarcal
que “oscila entre el resentimiento misógino de los nuevos bárbaros del patriarcado
a la resistencia técnica de políticos e intelectuales que no desean cambios emancipa-
dores en las vidas de las mujeres” (Cobo, 2011: 12). Situación política que merece un
amplio debate y acciones contundentes.
La violencia está relacionada con la crueldad,4 término que para Jean Franco
(2016) sugiere la intención deliberada de lastimar y dañar a otros y que se manifiesta
entre otras formas a través de la tortura. Atinadamente la autora advierte que ni la
crueldad ni su explotación son algo nuevo, lo que es nuevo es el levantamiento del
tabú, la aceptación y la justificación de la crueldad, así como las razones detrás de
actos crueles que constituyen una característica de la modernidad. Hay crueldad en
las matanzas de miles de personas en guerras civiles, dictaduras, masacres, actos
genocidas, violaciones, feminicidios, desapariciones, así como formas explícitas de
tortura, entre mutilaciones, decapitaciones, desmembramientos y la exhibición de los
cuerpos en lugares públicos, por mencionar algunos. La crueldad no tiene límites y
subyace en la muerte perpetrada con odio.
Si bien el resultado final de las atrocidades y la tortura es la muerte de las víctimas,
éstas responden a impulsos diferentes, pues el acto atroz suele ser orgiástico, mientras
que la tortura es premeditada; sin embargo, en ambos casos el torturador experimenta
placer, como lo explicita Segato. Además, “Las atrocidades sólo pueden ocurrir cuan-
do se han eliminado los interdictos morales y religiosos, y cualquier conciencia de
la humanidad del otro se ha erradicado por completo en el proceso de degradación”
(Franco, 2016: 138). Es decir, se está ante una moral que atraviesa todo, la pérdida de
lo humano, la devaluación y degradación de las personas, no solo con su muerte sino
también con su cuerpo, un proceso de individuación del ser individuo de derechos
en un colectivo y un colectivo genérico (en el caso de las mujeres). De nueva cuenta,
Referencias
5 En el documental de Everardo González, “La libertad del diablo” (2017), los sicarios exponen la
frialdad con la que asesinan y la total ausencia de compasión, salvo en el caso de menores de edad, pero
aun así los matan.
160 María E. Covarrubias H. y Patricia Ravelo B.
Documentales
González, Everardo (2017). La libertad del diablo. El abismo mira dentro de ti, Ani-
mal de Luz. Films, Artegios, Bross al Cuadrado y otras, 74 min. subtítulos en
inglés, 2017.
LA VIOLENCIA FEMINICIDA: DESAPARICIÓN Y TRATA
COMO FACTORES DE VULNERABILIDAD.
EL CASO JUÁREZ, MÉXICO, EN LA DÉCADA 2010
Este texto presenta algunos resultados de las conclusiones generales de una investi-
gación mayor sobre factores de vulnerabilidad a la violencia feminicida en Juárez, en
asesinatos no íntimos. El proyecto tuvo financiamiento del Fondo Sectorial del Insti-
tuto Nacional de las Mujeres/Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Inmujeres-
Conacyt) en la convocatoria del año 2015. El propósito de este capítulo es indicar
ciertos factores de vulnerabilidad de niñas y jóvenes mujeres víctimas de este tipo de
feminicidio; se observa que fueron sujetas a trata y desaparición, con algunos perfiles
de edad, al referirse a casos de niñas y jóvenes mujeres de condición social especí-
fica, de familias de poco ingreso económico y residentes de zonas con bajos nive-
les de desarrollo urbano. Estos perfiles son similares a casos de desaparición vigentes
de niñas y mujeres jóvenes y con circunstancias de peligro de padecer la trata, por
presentar elementos comunes con el perfil de aquellas víctimas de asesinatos referidas
en principio. En esos feminicidios las mujeres o niñas no conocían a sus asesinos,
de ámbitos fuera de su familia. Otros elementos constantes son las limitaciones para
garantizar los derechos a la libertad, a la seguridad, a la integridad personal y a la vida
y débiles acceso a la justicia, con irregularidades del debido proceso legal. Todo esto
nos da indicativos de las circunstancias en que acontecen ese tipo de feminicidios.
Los apartados de este texto son: i) La violencia feminicida en la región; ii) Desapa-
riciones vigentes en Juárez y factores de vulnerabilidad ante el feminicidio; y iii)
Anotaciones para la prevención de violación de derechos humanos de niñas y mujeres
jóvenes en el caso juarense.
164 Alfredo Limas H y Myrna Limas H.
Con base en fuentes oficiales, periodísticas y cívicas sobre violencia de género hacia
las mujeres en Juárez, en feminicidios no íntimos en particular, se acredita que esta
victimización ha aumentado de manera continua en la ciudad, que se ubica en las
primeras posiciones de tasas de feminicidios en el país. Desde los primeros casos do-
cumentados en el lustro 1990-1995 y a lo largo de la década de 2010 se observan dos
grandes fases de ese crimen, con una trayectoria de 1995 a 2007, y otra desde 2008
a 2018. Dos grandes fases en cada una de las cuales pueden distinguirse momentos o
acontecimientos particulares que ayudan a distinguir escalas, subfases o etapas par-
ticulares que configuran la historia reciente de la violencia feminicida en la ciudad
para estos casos extrafamiliares.
El lapso de tiempo inicial, de 1995 a 2007, es la fase que comprende las primeras
evidencias de feminicidios en Juárez, como los cementerios clandestinos del llamado
Lote Bravo (1995) o Lomas de Poleo (1996), como momento de “emergencia” de
1993 al 2000. En esa fase larga, se observa otra etapa de “continuidad” de asesinatos
a mujeres, que se apreció de 2001 a 2007, a partir del caso Campo Algodonero (2001),
en esa primera fase de más de una década en la trayectoria feminicida en Juárez. Con
el caso de Campo Algodonero se observa que, aunque ya se contaba con un área
de investigación legal especializada, los crímenes no fueron investigados de manera
adecuada, lo que derivó en la sanción a México por parte de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos. De igual manera, se diseñaron múltiples instancias para las
cuestiones legales y de políticas públicas, pero los crímenes no se erradicaron.
El segundo periodo, del año 2008 en delante, se integra con dos etapas/aconte-
cimientos de los feminicidios en Juárez, el de “consolidación”, entre 2008 y 2015,
y el momento que definimos como de la “impunidad”, de 2015 hasta fines de dicha
década, en relación con los feminicidios del caso Valle de Juárez. Los asesinatos de
este caso pudieron prevenirse de haberse investigado los hechos de las desapariciones
de las víctimas, asesinatos y desapariciones, de los que no hay conclusiones finales
en cuanto a investigación y sanción de responsables. La definición del momento de
impunidad tiene que ver con las limitaciones de la autoridad para impartir justicia y
garantizar los derechos de las mujeres, como una política que no es que estimule la
criminalidad, sino que es incapaz de contenerla, por lo que el poderío feminicida y
delictivo tiene patente para victimizar.
En esta segunda fase se acreditó por las autoridades lo que no se destacó de forma
oficial en los años previos, para la primera fase que comprende entre 1993-2007, en
cuanto a las siguientes cuestiones: a) perfiles de vulnerabilidad para niñas y jóvenes
mujeres; b) que en un inicio fueron desaparecidas; y c) mantenidas en situación de
privación de la libertad, padeciendo trata sexual y múltiples violencias, que concluye-
ron en los asesinatos. Esto ante el incremento de crímenes de violencia de género en
el espacio público con más victimizaciones, una Fiscalía Especializada en Atención
La violencia feminicida: desaparición y trata... 165
a Mujeres Víctimas del Delito por Razones de Género en el fuero local. Se apreció
que las autoridades mexicanas multiplicaron instituciones para la atención de los
derechos de las mujeres, con Centros de Justicia o Institutos para las Mujeres, por
ejemplo, en el nivel municipal, no sólo a nivel de la entidad federativa.
En la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (2007) se
define a la violencia feminicida como:
Esta violación de derechos humanos a las mujeres y niñas que se aprecia en Juárez
desde hace varios lustros es evidente en el caso Valle de Juárez, feminicidios que
expresan la política de impunidad que prevalece en el sistema sexo-género de esta
ciudad-región. Es una política porque evidencia que en la urbe es posible la desa-
parición de mujeres y niñas y sus asesinatos, sin que exista un poder que evite las
múltiples victimizaciones tras diversos casos grupales o seriales por más de veinte
La violencia feminicida: desaparición y trata... 167
años, hasta llegar a crímenes como los del Valle de Juárez. Por esa razón se indica en
la legislación citada que “pueden conllevar impunidad social y del Estado”.
Esos asesinatos tuvieron un momento de inicio en las desapariciones de niñas
y mujeres jóvenes desde 2008. Las autoridades no realizaron las diligencias para
localizarlas con vida y eso sucedió con las vidas de más de veinte mujeres jóvenes y
niñas. Dicho cementerio se localizó en los primeros años de la década de 2010 y se
realizó un juicio a mediados de las mismas décadas para once de las víctimas, sin que
dicho proceso legal favoreciera el conocimiento global de lo que sucedió, tampoco
la sanción de todas las personas responsables de los múltiples delitos en perjuicio de
esas mujeres y niñas.
Los nombres y edades de esas víctimas, así como los datos conocidos de su desa-
parición, son los siguientes:
Tabla 1
Víctimas del Caso Valle de Juárez
Nombre y Edad Fecha y hechos: Nombre y Edad Fecha y hechos:
ocupación años desaparición ocupación años desaparición
1 Adriana 15 18/01/2008 2 Hilda Rivas 16 25/02/2008
Sarmiento Iba del centro de la Campos Fue al centro en
Estudiante ciudad a su casa Desempleada* busca de empleo
3 Lidia Ramos 17 01/12/2008 4 Brenda Bere- 17 06/01/2009
Mancha Iba del centro a la nice Castillo Fue al centro en
Estudiante Universidad García busca de empleo
Desempleada
5 María Gua- 17 31/01/ 2009 6 Marisela Ávila 22 18/03/2009
dalupe Pérez Cuando iba al Hernández Falta información
Montes centro de regreso del Sin data
Estudiante bachillerato hacia su
domicilio
7 Mónica 18 26/03/2009 8 Lizbeth Avilés 17 21/04/2009
Janeth Alanís Falta información o García Estaba en el centro
Esparza es confusa. Salía de Desempleada
Estudiante clases de universidad
9 Esmeralda 14 19/05/2009 10 Perla Ivonne 15 20/07/2009
Castillo Fue al centro urbano. Aguirre Gon- Iba rumbo al centro
Rincón Cursaba la secun- zález
Estudiante daria Empleada
11 Jazmin 17 07/02/2010, 12 Idaly Juache 19 27/02/2010
Taylen Celis En Tierra Nueva, al Laguna Falta información
Murillo sur de la ciudad Desempleada
Sin data
Continúa...
168 Alfredo Limas H y Myrna Limas H.
El periodo de gobierno estatal de César Duarte, 2010-2016, fue el sexenio en que ocu-
rrieron más desapariciones tanto de hombres como de mujeres y niñas, periodo que
coincide con el gobierno federal bajo la presidencia de Enrique Peña Nieto. En este
lapso se observó menos acceso a la justicia y respeto a los derechos humanos de estas
víctimas y sus familias que en cualquier otro momento. De todas las desapariciones
de niñas y jóvenes ocurridas desde 1995 en Juárez, más de 50% se presentaron en la
década de 2010, por lo que en un trienio desaparecieron más mujeres que a lo largo
de 15 años. Eso se muestra en la siguiente gráfica.
Gráfica 1
Desapariciones de niñas y mujeres en Juárez, Chihuahua, 1995-2014
(Datos absolutos)
Con experiencia de embarazo
Fuente: Elaboración propia con base en Fiscalía General del Estado de Chihuahua. Formato para el Re-
porte de desaparición de Mujeres y Niñas. http://fiscalia.chihuahua.gob.mx/pdf/reporte/informeznorte.pdf.
Los años más críticos de esa trayectoria de violencias feminicidas fueron de 2008
a 2011. Los testimonios de las víctimas son contundentes en los casos de hijas desa-
parecidas cuyas madres enfrentan a diario la espera desesperada de su hija, como una
de ellas, quien expuso:
Todos los días se vive con incertidumbre, se espera el regreso, la buena noticia y en
ocasiones, hasta la mala puede significar un descanso, porque a veces, es preferible
tener la conciencia de la muerte a no saber qué ha sido de ellas (madre de víctima, 20
octubre de 2018).3
3 Entrevista a madre de víctima. Acervo del Proyecto 268020, Observatorio de Violencia Social y de
Género.
La violencia feminicida: desaparición y trata... 171
trienio referido, pero del total de 81 se obtuvo que 71% de las desapariciones son
registros de los últimos diez años (2008-2018), de un periodo de casos registrados en
prácticamente dos décadas.
Tabla 2
Desapariciones de mujeres en Juárez, Chihuahua. Periodo 1995-2018
(Datos absolutos y relativos)
Núme-
Año de Número Año de Número Año de Número Año de ro de
desapari- de desa- desapari- de desa- desapari- de desa- desapari- desapari-
ción pariciones ción pariciones ción pariciones ción ciones
1995 3 2002 1 2009 9 2015 1
1996 2 2004 1 2010 2 2016 5
1997 1 2005 1 2011 18 2017 3
1998 3 2006 1 2012 3 2018 5
Sin
1999 1 2007 1 2013 1 especificar 5
2000 3 2008 8 2014 3 Total 81
Fuente: Elaboración propia con base en Archivos Observatorio de Violencia Social y de Género.
El año 2011 es el que registró más desapariciones que continúan vigentes, con
dieciocho casos, y una cifra muy cercana en 2008 y 2009, con ocho y nueve casos,
respectivamente. El 2010 presentó dos desapariciones vigentes, aunque fue el año con
más víctimas de feminicidio que fueron reportadas como víctimas de desaparición en
meses previos a la localización sin vida de la niña o mujer. Como se destacó, la cifra
de desapariciones fue muy alta ese año, igual que muy alta la cifra de mujeres y niñas
víctimas de feminicidio para ese año de 2010; pero, al localizarse sin vida las jóvenes
en el cementerio clandestino del caso Valle de Juárez, el crimen de desaparición se
redujo a dos en 2010.
La desagregación de los datos por periodos quinquenales, contemplando 1995 a
2018, nos muestra en la Gráfica 2 que la trayectoria de la desaparición de mujeres a
lo largo de los años presentó tendencia creciente de 2005 a 2014, y a partir de 2015
hasta 2018 hubo una caída considerable en el número de desapariciones. De 1995 a
2004 tuvieron lugar 18.5% de las desapariciones, prácticamente 2 de cada 10 casos.
De 2005 a 2014 ocurrieron 58% de las desapariciones, equivalentes a 6 de cada 10, y
en 2015 a 2018 tal porcentaje se redujo a 17.3%, o sea, 2 de cada 10. El resto de las
desapariciones, no especificaron el año de ocurrencia.
172 Alfredo Limas H y Myrna Limas H.
Gráfica 2
Desapariciones de mujeres en Juárez, Chihuahua,
por quinquenio de 1995-2018
(n=81, Datos relativos)
33.3
24.7
17.3
12.3
6.2 6.2
10.00
6.17
5.00
0.00
Primer Segundo Tercer Cuarto Sin especificar
trimestre trimestre trimestre trimestre
ene-Mar abr-jun jul-sept oct-dic
Fuente: Elaboración propia.
La violencia feminicida: desaparición y trata... 173
Gráfica 4
Desapariciones de mujeres en Juárez, Chihuahua, por mes. 1995-2018
(n=81, Datos absolutos y relativos)
14 13
12
12
10
8 8
8 7
6
6 5 5 5 5
4
4
2
2 1
0
il
r
lio
sto
e
o
ro
o
zo
e
e
ro
ica
br
br
br
ay
ni
br
br
e
re
ar
Ju
go
A
iem
Ju
En
iem
ctu
cif
M
m
b
A
Fe
tie
pe
O
ic
ov
p
es
D
Se
n
Si
En síntesis, en las décadas recientes, 1995 se identifica como el año en que se inició
un registro de desapariciones de mujeres en Juárez, Chihuahua, y a partir del cual
esa condición de vulnerabilidad no ha cesado. El año 2008 representa un punto de
174 Alfredo Limas H y Myrna Limas H.
Gráfica 5
Desapariciones de mujeres en Juárez, por edad registrada. 1995-2018
(n=81, Datos absolutos y relativos)
20.00 18.52
18.00
16.00
14.00 12.35
12.00 11.11
9.88
10.00
7.41
8.00
6.00 4.94 4.94
3.70 3.70 3.70 3.70
4.00 2.47 2.47 2.47 2.47
2.00 1.231.231.23 1.231.23
0.00
0 9 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 30
La agrupación de datos de las víctimas por grupo de edad sugiere el siguiente com-
portamiento. Las mujeres en mayor riesgo de desaparición son aquellas que contaban
de 15 a 29 años de edad en el momento del siniestro (Gráfica 6). De ese grupo, las
que contaban de 15 a 19 años representan 56.7%; las que tenían 20 a 24 años ocupa-
ron el segundo sitio al equivaler a 17.2% del total y en el tercer sitio se posicionaron
las víctimas de 25 a 29 años de edad, representando 14.8% de las 81 víctimas. Estas
circunstancias sugieren que las mujeres desaparecidas presentan rasgos de juventud
en razón de la edad, por lo que son atractivas para su cautiverio con “periodo de vi-
gencia”, para ser víctimas de trata y proporcionar servicios vinculados con el ejercicio
de la prostitución, bailes en centros nocturnos, entretenimiento para adultos, compra
o venta de drogas, “servicios sexuales”, ser fuentes de información, cumplir servicios
particulares “especiales”, entre otros, que diversos grupos pueden ofrecer al interior
de las fronteras nacionales o en el extranjero donde, vale insistir, las protagonistas son
las mujeres desaparecidas, víctimas de crímenes de violencia feminicida.
176 Alfredo Limas H y Myrna Limas H.
Gráfica 6
Desapariciones de mujeres en Juárez, Chihuahua,
por grupo de edad. 1995-2018
(n=81, Datos absolutos y relativos)
30 1.23
25 - 29 14.81
20 - 24 17.28
15 - 19 56.79
10-14 7.41
5-9 1.23
0-4 1.23
La violencia de género daña las vidas y el mundo de las mujeres y es ejercida desde cual-
quier sitio y con cualquier objeto material o simbólico que pueda causarles tortura, daño
y sufrimiento. Las repercusiones de la violencia a las mujeres son variadas e incluyen
desde la lesión de su integridad como persona, la pérdida de libertad (de posibilidades),
hasta la pérdida de la vida. Es evidente que la finalidad de la violencia de género cumple
funciones políticas para lograr la dominación de las mujeres y mantenerla cada día, al
debilitar a las mujeres y menguar así su capacidad de respuesta, de defensa y de acción.
La violencia genérica produce en cantidad de mujeres uno de los recursos más impor-
tantes del control patriarcal: el miedo (13).
Juárez es una sociedad con miedo. Abatir la violencia feminicida implicará abatir el
miedo. La urgencia es definir cuáles son los déficits institucionales para reducir estas
circunstancias de inseguridad y las brechas en el acceso a la justicia, que perpetúan
la desaparición y configuran formas de vulnerabilidad para padecer la trata asociada
a ese crimen permanente y continuado, y la posibilidad de que se concluyan esos he-
chos en feminicidios. En ese universo de feminicidios documentados, la gran mayo-
ría de los casos se caracterizan por: víctima sin relación con su victimario, acumu-
lación de otras violencias hacia esas mujeres y/o niñas, y falta de conclusiones judi-
ciales finales.
En muchos casos, a la privación ilegal de la libertad y/o un cautiverio para fines
de tortura sexual, según indicios varios, sobrevino el asesinato como punto final de
violencia, con la inhumación clandestina o el abandono de la(s) víctima(s) en algún
punto de la mancha urbana o el territorio municipal. Esto ha sido tanto para casos
individuales o aislados como para casos de grupos de víctimas, desde 1995 hasta la
actualidad. Es persistente una voluntad política de no esclarecimiento ante el “asesino
corporativo” que comete estos crímenes de género. La desaparición y el cautiverio, y
lo que sucedía a las víctimas entre esos momentos y el asesinato no era documentado
ni objeto de investigación legal. Sólo el asesinato se observó en lo legal, sin visibilizar
eventos concatenados en estos crímenes.
En los registros de desapariciones vigentes de que se dispone desde 1995, se cuenta
con una cifra superior a cien mujeres y niñas desaparecidas, cuyas edades se encuen-
tran en el promedio de 17 años. Por tal razón, se destaca la edad como un elemento
del perfil de vulnerabilidad. Al respecto, de los 107 casos de mujeres registradas como
desaparecidas a inicios de 2019, se observa que son 81 mujeres menores de 30 años de
edad, en concordancia con el perfil de vulnerabilidad destacado. Esta cifra es la que
178 Alfredo Limas H y Myrna Limas H.
Referencias
Bibliografía
1 Entendido como la red de relaciones sociales que pueden movilizarse para resolver dificultades. “El
capital social está constituido por la totalidad de los recursos potenciales o actuales asociados a la posesión
de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento y reconocimiento
mutuos. Expresado de otra forma, se trata aquí de la totalidad de recursos basados en la pertenencia a un
grupo” (Bourdieu, 2000).
182 May-ek Querales Mendoza
ellas entre 2014 y 2015, durante el trabajo de campo para mi investigación doctoral.
Cuando las conocí, Gabriela tenía 13 años y Diana 15 años, hoy las dos están en sus
veintes; cada una es madre de dos hermosas bebés y viven en un pequeño pueblo rural
de Texas con el estatus migratorio precario que les brinda su caso de asilo político,
cerrado administrativamente mientras procede la petición de ciudadanía que realizó
su abuelo paterno, proceso que, a su vez, puede durar hasta diez años debido a la
saturación de casos que tienen las oficinas migratorias estadounidenses.
Si bien Diana y Gabriela Murguía forman parte de Mexicanos en Exilio, una or-
ganización no gubernamental con sede en El Paso, Texas, que tiene como objetivo
denunciar las violaciones a derechos humanos que se han producido en el marco de
la guerra contra el narcotráfico en México, dicha organización no tiene como tarea
la localización de personas desaparecidas y, aun cuando han participado activamente
en denunciar frente al consulado mexicano que ocho personas de su organización
están desaparecidas, el estatus migratorio de los integrantes de la organización no les
permite realizar un seguimiento puntual a los expedientes judiciales o participar en
los rastreos que se han realizado en campo durante los últimos años.
Ser solicitante de asilo es un estatus que coloca a las personas en un limbo jurídico.
Como tal, la solicitud de asilo es sólo un permiso migratorio que evita la deportación
de las personas hacia el lugar del cual huyeron para salvar su vida. En Estados Uni-
dos las personas deben esperar hasta que un juez revise y decida sobre su caso, y la
espera puede ocurrir en espacios de encierro denominados centros de detención; de
ahí la insistencia de la Agencia de la onu para los Refugiados (acnur por sus siglas
en español) y las organizaciones pro-migrantes para que los procedimientos en el
ámbito administrativo no sean prolongados ni se realicen en condiciones de encierro.
De manera adicional, la solicitud de asilo no asegura el acceso a ningún derecho, an-
tes bien, restringe la movilidad de las personas y su capacidad de autosuficiencia; en
Estados Unidos los solicitantes tienen que acudir a firmar ante su oficial de asilo una
vez al mes y los operadores del sistema pueden negar el derecho al trabajo hasta por
seis meses cada año que su solicitud esté en revisión, aunque en 2018 se modificó el
trámite y ahora el permiso de trabajo se emite por dos años.2
Diana nació, acompañada por una partera, el 4 de marzo de 1996 y recuerda Guadalu-
pe como un lugar hermoso y tranquilo en el que “la mayoría de la gente del pueblo era
2 Para más información véase: Querales Mendoza, May-ek (2013). “Desde el Valle de Juárez: Procesos
de Exilio hacia El Paso, Texas, entre 2008 y 2012. Experiencias de la violencia política contemporánea
en México”, tesis para obtener el grado de Maestría en Antropología social, ciesas. Querales Mendoza,
May-ek (2017). “Mexicanos en Exilio: experiencias de búsqueda de refugio en Estados Unidos entre 2008
y 2014. Performances políticos y jurídicos desde las periferias del Estado mexicano”, tesis para obtener el
grado de Doctora en Antropología, ciesas.
Diana y Gaby Murguía: reflexiones en torno a las desapariciones... 183
de ahí, toda la gente del pueblo se conocía”, no fue sino hasta que cumplió los 13 años
cuando empezó a darse cuenta de la violencia que la rodeaba; “llegábamos a escuchar
que desaparecían gente, pero cuando éramos chiquitas no nos preocupábamos de eso”
(Murguía, comunicación personal). Fue 2011 el año que cambió radicalmente la vida
de Diana, ese año celebró sus 15 años en el mes de mayo
[Pero] también en ese tiempo ya había mucha violencia en el pueblo, ya era una etapa
en la que no podías salir como antes a la calle, tampoco estar a altas horas en la calle.
Había rumores de que si estabas en la calle a altas horas de la noche te iban a matar
porque no querían a nadie fuera a altas horas de la noche. Había personas halconeando
en el pueblo, que están mirando nomás qué pasa en el pueblo, quién entra, quién sale,
quién no es de ahí. Los rumores corrían bien rápido y cuando alguien andaba mal ya
sabíamos, si alguien andaba mal de la familia el pueblo se enteraba. Ya escuchábamos
“se llevaron a tal persona” o “se llevaron a fulanita”, si fue mucha gente a la que la
levantaron […] hubo varias mujeres que se llevaron, a una vecina mía, era policía y a
ella la mataron; era bastante gente que conocíamos, pero a nosotros nunca nos había
pasado nada. Mi familia trabajaba en el campo, mi papá trabajaba en la maquiladora.
Cuando los cárteles se empezaron a pelear la plaza empezaron a correr a las familias
que ya no querían ahí, estaba feo, pero no pensamos que nos fuera a pasar nada (Mur-
guía, comunicación personal).
El 14 de agosto fue el día que cambió todo para la familia Hernández, “ese día fue un
día que nunca se nos va a olvidar”. Era domingo por la tarde y, después de haber ido
a la iglesia, Isela, su hermana Romelia, una de sus cuñadas, Diana y su hermana Gaby
tomaban el fresco y charlaban bajo la sombra de un árbol frondoso cuando llegó un
grupo de hombres encapuchados y, con armas en mano, exigieron a las mujeres co-
locarse pecho tierra. Las mujeres gritaron que fue cuando Miguel Murguía, padre de
Diana, salió de su hogar para ver qué ocurría, los hombres se dirigieron hacia él y lo
golpearon hasta dejarlo inconsciente. Cuando los hombres dijeron que se llevarían a
una de las mujeres, Isela decidió levantarse e irse con ellos para que no hicieran daño
a sus hijas, “nunca se me olvidan sus palabras, les dijo que ella se levantaba sola, que
ella caminaba sola” (Murguía, comunicación personal).
El comando buscaba a uno de los hombres de la familia Hernández para que les
diera información de los panaderos.3 El objetivo era llevarse consigo a uno de los
jóvenes integrantes de la familia Reyes Salazar y, al no dar con él, la violencia fue
desplazada hacia el núcleo familiar de Gaby y Diana; su padre y su madre se con-
3 Palabra con la que los oriundos describen a la familia Reyes, activistas reconocidos en el Valle de
Juárez (nombre que se le da a la región conformada por los poblados de los municipios Guadalupe y Praxe-
dis G. Guerrero, localizados al oriente de Ciudad Juárez, justo sobre la frontera con Estados Unidos) amen-
azados de muerte desde 2010 y a quienes les habían asesinado a cinco miembros de la familia en el proceso.
184 May-ek Querales Mendoza
Decidimos reunirnos en el gimnasio, que en ese tiempo estaban ahí los soldados y cuan-
do llegamos mi abuelito les dijo lo que estaba pasando; que por favor nos ayudaran a
llevar a mi papá para Juárez porque estaba muy mal. El que estaba al mando de los
soldados en ese lugar, le dijo a mi abuelito que nos metiéramos todos para adentro del
gimnasio porque si llegaban a rafaguearnos o a dispararnos ahí, ellos no podían hacer
nada y no iban a hacer nada que porque para que ellos pudieran empezar a buscar a
mi mamá tenían que tener una orden de alguien más arriba de ellos, que ellos no po-
dían hacer nada. Mi abuelito les volvió a decir que nos ayudaran a llevar a mi papá al
hospital y nos dijeron que no, que tampoco podían, que porque no tenían dinero para
echarle diésel a las trocas. No pudieron o no quisieron hacer nada por nosotros (Mur-
guía, comunicación personal).
Como pudo, cada núcleo familiar reunió los documentos mínimos para irse de su
casa, de su pueblo y de su país. Uno de los más jóvenes llegó a narrar con dolor en-
trar corriendo al patio de su casa, pasar entre los pollitos que criaba y sentir mucha
tristeza por abandonarlos, mientras hurgaba entre los cajones para encontrar su acta
de nacimiento.
Ese día como a las 6 de la tarde estábamos esperando a la familia para cruzar, cruzamos
en el puente de Caseta. Nos venimos todos en caravana y los últimos primos en llegar
nos dijeron que venían siguiéndonos… los soldados no quisieron hacer nada para ayu-
darnos (Diana, comunicación personal).
Recordemos que Ciudad Juárez ingresó en la narrativa de los derechos humanos por
la alta incidencia de feminicidios ocurridos en su territorio y esto ha sido propiciado
por la desigualdad de género y las condiciones socioeconómicas estructurales de la
ciudad (Monárrez, 2013).
Muchos de los especialistas que han realizado investigación sobre los femincidios
en Ciudad Juárez coinciden en señalar la importancia que tuvo el Programa de Indus-
trialización Fronteriza de 1965, para reorganizar la ciudad y aprovechar las diferen-
cias de clase y género que se fortalecen alrededor del orden productivo internacional
(Monárrez, Pimentes y García, 2013). Con esto suelen ubicar la producción de una
nueva geografía de la marginalidad en la que las mujeres que migraron a Ciudad
Juárez para trabajar en la industria maquiladora fueron convertidas en víctimas po-
tenciales por la posición de desventaja en el ejercicio de sus derechos; sin embargo,
la mayoría de estas miradas suele depositarse específicamente sobre la ciudad y sólo
se menciona el Valle de Juárez para referirse a los espacios en donde los homicidas
depositaron los cuerpos sin vida de las mujeres.
En 1993 se registró en Ciudad Juárez el primer feminicidio y, de acuerdo con la
revisión realizada por Patricia Ravelo, en 1994, Janeth Fierro Vargas de 12 años fue
localizada sin vida en la carretera Juárez-Povernir –único camino pavimentado que
conecta Ciudad Juárez con el resto del Valle–; ese mismo año se localizó, en el mu-
nicipio de Guadalupe, el cuerpo sin vida de una menor que fue incinerada. En 1995,
nuevamente en la carretera Juárez-Porvenir, esta vez en el ejido El Sauzal, se localizó
la osamenta de una persona del sexo femenino, de entre 14 y 17 años; ese mismo
año, Cecilia Covarrubias Aguilar, de 18 años, fue localizada en Loma Blanca, “había
desparecido mientras llevaba a su hija de veinticuatro días de nacida a consulta. Su
cuerpo tenía dos balazos en la espalda y la menor le fue robada”. En 1996, nueva-
mente en El Sauzal, se localizó el cuerpo sin vida de una mujer de entre 19 y 25 años.
Cuatro años después, en 2010, el cuerpo de Idaly Juache fue localizado en el Arroyo
del Navajo, en el Valle de Juárez (Ravelo, 2017).
Las madres organizadas en Ciudad Juárez para localizar a sus hijas desaparecidas
encontraron incluso uno de los patrones de violencia que consumía los cuerpos de
sus hijas y los conducía hacia los municipios de la región, en palabras de Malú Gar-
cía, “las raptan, nunca las sacan del lugar (del centro), ahí las ponen a trabajar. Si la
familia difunde el caso se abre el perímetro (se llevan a la víctima) al Valle de Juárez,
a un bar a Guadalupe […]” (Turati, 2013).
El 16 de septiembre de 2009, la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictó
sentencia contra el Estado mexicano por el feminicidio de Claudia Ivette González,
Esmeralda Herrera Monreal y Laura Berenice Ramos Monárrez, cuyos cuerpos fue-
ron encontrados en un campo algodonero en Ciudad Juárez el 6 de noviembre de 2001
(caso conocido como “campo algodonero”). En la sentencia se responsabiliza al Esta-
do por la falta de medidas de protección a las víctimas y la falta de prevención de los
crímenes; pese al conocimiento del patrón de violencia de género en la región, la falta
Diana y Gaby Murguía: reflexiones en torno a las desapariciones... 187
Mis tías fueron a Ciudad Juárez a poner una denuncia por desaparición forzada para
mi mamá, nosotros no podíamos porque nos estaríamos deportando.7 Los que tomaron
la denuncia nos llamaron por teléfono para tomarnos la declaración por lo que había
pasado con mi mamá.
Mis tías siguieron yendo a ver y uno de mis primos, que aún vivía en Juárez, fue a ver
qué estaba pasando con la búsqueda de mi mamá y le dijeron que no podían hacer nada
porque tenía que poner la denuncia en Guadalupe, que porque el hecho había sucedido
mujeres, permitió visibilizar que, desde 1993 Ciudad Juárez ha sido escenario de una sistemática violencia
contra las mujeres. Esta violencia, manifestada de diversas formas, ha encontrado su máxima expresión en
los aproximadamente 400 homicidios de mujeres y niñas que desde esa fecha hasta 2009 había tenido lugar
en esa ciudad, con por lo menos 264 víctimas hasta el año 2001 y 379 hasta el 2005. Más allá de las cifras,
sobre las cuales no existe firmeza, la sentencia afirmó que “es preocupante el hecho de que algunos de estos
crímenes parecen presentar altos grados de violencia, incluyendo sexual, y que en general han sido influen-
ciados, tal como lo aceptó el Estado, por una cultura de discriminación contra la mujer”. (CIDH, 2009).
190 May-ek Querales Mendoza
A manera de cierre
Judith Butler (2010) nos dice que la precariedad subraya el anonimato en el que
acontece la muerte de muchas personas, y para el caso mexicano quiero agregar la
desaparición, de manera que lo que les ocurre no suscita condolencia. Hablamos
entonces de que el sufrimiento humano de ciertos grupos sociales no provoca una
reacción moral ni política y cae en un circuito de invisibilidad que se produce cuando
amplios grupos de personas son excluidas del Estado de derecho y a esto se agrega la
erosión de lazos de pertenencia producida por la violencia. La posibilidad de que el
caso de Isela Hernández resuene y se investigue judicialmente depende, entonces, no
sólo de las capacidades institucionales, sino de la red de relaciones sociales y políticas
que puedan activarse alrededor de ella y de su familia.
Es en este tenor que en la reflexión social contemporánea, en México y en Amé-
rica Latina, la imagen del familiar ha adquirido un estatuto teórico y político para
pensar las nuevas formas de construcción de ciudadanía frente a los procesos de
precarización que multiplican los espacios de desigualdad y exclusión, en los cuales
se producen vidas y muertes que no importan. “Los familiares ‘aparecen’ y plantean
el problema de la justicia como cosa pública […] los familiares organizados pueden
ofrecer una lectura de los acontecimientos, identificar a presuntos responsables y
establecer conexiones de impunidad” (Pita, 2004).
Diana y Gaby Murguía: reflexiones en torno a las desapariciones... 191
Uno sabe que los papás se van primero que nosotros, pero no de esta manera, pero al
final del día me ha ayudado a comprender a muchas personas que están pasando por lo
mismo. Hay muchas muchachas que se quedaron sin su mamá como yo.
Mis dos hijas ahorita son mi fortaleza, gracias a Dios. Trato de ser una mamá
excelente como mi mamá lo fue con nosotras, intento que el ejemplo que ella nos dejó
como mamá se lo demos nosotros a nuestras hijas. Gracias a los valores y al ejemplo
que ella me dio sigo adelante para que ella donde quiera que esté se sienta orgullosa
de nosotras, hemos sabido salir adelante con todo lo que ella nos enseñó (Murguía,
comunicación personal).
En los esfuerzos que hacen las hermanas Murguía, su hermano y su padre podemos
ver el ejercicio de disputa que intentan a entablar frente a la invisibilización; sin
embargo, la plataforma de denuncia construida desde el exilio ha sido insuficiente
para convertir en emblemático el caso de Isela Hernández. Como podemos observar
a través de este caso, la búsqueda de las personas desaparecidas se encuentra condi-
cionada por los capitales (social, económico y cultural) que las familias tienen a su
disposición. Lamentablemente, la violencia en México no sólo ha tomado nuestros
cuerpos, en ciertos sectores sociales ha pulverizado también sus capitales llegando
a imposibilitar procesos cruciales para la rearticulación comunitaria, entre ellos la
búsqueda y localización de las personas desaparecidas.
Bibliografía
La frontera de Estados Unidos y México se encuentra entre las regiones más com-
plejas y vibrantes del mundo. La frontera es única en demografía, contexto social,
cultura, economía y política, lo que influye en la salud de sus residentes. Funciona
como una comunidad internacional, donde los desafíos y oportunidades de salud se
enfrentan a una creciente globalización (Moya, Chávez-Baray y Monroy, en impren-
ta). Geográficamente definimos a la frontera entre México y Estados Unidos como
el territorio que se extiende a lo largo de 2,000 millas desde el Golfo de México al
Océano Pacifico e incluye 100 kilómetros, o 62.5 millas, al norte y al sur de la frontera
internacional de cada país. Esta zona cuenta con 48 condados en cuatro estados en
Estados Unidos (Texas, Nuevo Mexico, Arizona y California), 80 municipios en seis
estados en México (Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua, Sonora y Baja
California) y 15 ciudades hermanas. La región tiene una población aproximadamente
de 15 millones de habitantes.
Problemas de salud
personas hacia Estados Unidos. Actividades que forman parte de una economía in-
ternacional y mercado laboral que fusiona elementos legales e ilegales imbricados
de manera que no siempre es clara su división (Peña y García-Mendoza, 2019). Mi-
llones de personas que radican en la frontera vivencian un aumento de inseguridad
por diversas formas de explotación y esclavitud debido a problemas económicos,
conflictos sociales, migración, delincuencia y diferentes tipos de violencias, así como
por desastres naturales y otros factores adversos, siendo el género también un factor
de vulnerabilidad.
En un ambiente multicultural como el de Estados Unidos, la atención de salud
suele ser inadecuada e inoportuna entre las minorías étnicas y raciales, aun cuando las
condiciones de cobertura médica e ingresos sean suficientes. Aun y con cobertura mé-
dica, la población se enfrenta a obstáculos financieros, geográficos, de autogestión,
lingüísticos y culturales. Estados Unidos es el único país desarrollado que no provee
de cobertura universal. Es común que se haga menos prevención y se dé más trata-
miento. En Estados Unidos no existe un derecho nacional a la salud. Muchas personas
se trasladan diariamente entre Estados Unidos y México, y viceversa, por cuestiones
laborales, de vivienda y para hacer uso de los servicios médicos y dentales a un bajo
costo, así como acceder a productos farmacéuticos y medicamentos. En México la
salud es un derecho universal (Moya, Chávez-Baray y Monroy, en imprenta); sin
embargo, falta mucho por hacer para contar con programas o servicios especializados
para sobrevivientes de trata en ambos lados de la frontera.
De acuerdo con Frontera Saludable 2020, una iniciativa binacional de la Comisión
de Salud Fronteriza México-Estados Unidos, los principales temas relacionados con
la salud pública, los cuales representan desafíos del trabajo interdisciplinario en am-
bos lados de la frontera son: acceso a los servicios de salud; cáncer de mama y cérvi-
co uterino, diabetes mellitus, enfermedades crónico-degenerativas, vih, tuberculosis,
violencia, salud mental, adicciones y mortalidad infantil. Para hacer frente a los retos
de salud pública en la región fronteriza se requiere de esfuerzos de cooperación entre
los gobiernos locales, estatales y federales, así como de organizaciones no guberna-
mentales (usmbhc, en imprenta).
Las lesiones graves en el trabajo, tales como cortes profundos, lesiones en el cuello
o la espalda, autolesiones e intentos de suicidio, así como condiciones de salud men-
tal como la depresión, ansiedad y trastorno de estrés postraumático, y embarazo son
comunes entre las personas que han sido víctimas de la trata para trabajos forzados o
explotación sexual (Zimmerman et al., 2014). Hay poca evidencia sobre la salud y el
bienestar de las sobrevivientes de trata de personas. La reintegración en la sociedad
y con sus familias no siempre es un proceso sencillo. Las y los sobrevivientes de la
trata necesitan acceso a la atención de salud para hacer frente a sus necesidades y la
salud mental debe de ser un componente esencial de ésta. Es importante reconocer a
la trata de personas como una cuestión de salud y asegurar que se cuenta con el acceso
oportuno a la salud en ambos lados de la frontera.
Problemas de salud fronteriza y trata de personas... 195
La violencia de género contra las niñas y mujeres en todas sus expresiones es im-
portante atenderla, pues se trata de la mitad de la población mundial y que además
recibe formas particulares de violencia (Castañeda Salgado, Ravelo Blancas y Vás-
quez, 2013). Esta violencia responde a una devaluación social generalizada por el
lugar que ocupan dentro de la estructura social patriarcal y a las condiciones de sobre
explotación debido a un modelo económico neoliberal sostenido por los procesos de
globalización. La violencia de género se respalda en las condiciones sociales, políti-
cas, culturales, económicas e ideológicas que articulan los procesos macro y micro-
sociales de la subordinación de las relaciones cotidianas, lo que provoca que la mujer
perciba su situación como personal y única, sin poder identificar que es un producto
de una compleja construcción socio histórica de poder y dominación (Amorós, 2008;
Cobo, 2011).
Una violencia hacia las niñas y las mujeres es el esclavismo moderno o la trata de
personas, la cual va de la mano con las desapariciones forzadas. Existen variaciones
en cuanto al destino de la víctima. El secuestro es una de las modalidades que cons-
tituyen el “reclutamiento” donde existe una gran diversidad de víctimas, desde bebés
(de ambos sexos) hasta personas adultas. En México, las adolescentes son mayor
blanco de trata sexual, mientras que las adultas de trata laboral; por su parte, niñas
y niños son víctimas de comercio ilícito: prostitución, pornografía, mendicidad y
también de la venta de órganos y, en menor medida, la adopción ilegal (López Ma-
rroquín, 2019).
196 Silvia M. Chávez B. y Eva M. Moya
Las estimaciones mundiales para 2016 indicaron que en las Américas la preva-
lencia de la esclavitud moderna fue mucho más elevada para las mujeres; 2.4 de
cada 1,000 mujeres fueron víctimas de esclavitud moderna o victimas de trata, en
comparación con 1.5 de cada 1,000 hombres. Sin embargo, se considera que estas
estimaciones son moderadas debido a limitaciones en la metodología de recolección
de datos (Estimación Mundial sobre el Trabajo Infantil y la Esclavitud Moderna de
2017). La Organización Internacional del Trabajo en 2018 estimó que hay 40.3 mi-
llones de víctimas de la trata de personas en el mundo, donde 81% corresponde a tra-
bajos forzados, del cual 25% son niños y 75% son mujeres y niñas (Polaris, Freedom
Happens Now).
El género se constituye en una forma histórica para el ejercicio del poder y de la
violencia, con mandatos que despojan a las niñas y mujeres a través de la violencia,
propiciando un dominio patriarcal el cual se cree necesario para el orden social, donde
los hombres adquieren un estatus superior al de las mujeres. Con este antecedente la
trata de mujeres se instituye como un negocio originado en la lógica patriarcal, donde
se dispone de las mujeres como un objeto para su tráfico y explotación (Moya, 2019).
Marcela Lagarde y de los Ríos profundiza sobre el origen y arraigo del patriarcado
en su libro Claves feministas para la negociación en el amor (2001), donde menciona
cómo en las diferentes culturas y épocas el sujeto simbólico del amor es y ha sido
el hombre y también los amantes han sido los hombres; mientras que la mujer cau-
tiva del amor, simbolizando mujeres cautivas y cautivadas por el amor. Desde esta
realidad, cuando se experimenta el amor patriarcal, la mujer le pertenece al hombre,
cosificándola, y esto se vuelve una fuerza opresiva. A la mujer se le limita la indepen-
dencia y se le anula la potencialidad de la autonomía. La autonomía es un conjunto de
hechos concretos, tangibles, materiales y prácticos, y a la vez un conjunto de hechos
subjetivos y simbólicos (Lagarde y de los Ríos, 2013; 2001).
Para muchos hombres el amor es poder, y el amor y poder lo viven en un conti-
nuum donde se va aumentando su megalomanía y narcisismo. El amor como posesión
cosifica a las mujeres, convirtiéndolas en un objeto apropiable que da estatus y pres-
tigio a muchos hombres instalando su virilidad y poder patriarcal lleno de jerarquía y
propiedad hacia las otras personas. La violencia es una manifestación de este sistema
patriarcal que justifica el ejercicio de poder, dominio y autoridad sobre la persona
(Cánovas Marmo, 2014).
Trata de personas
La trata de personas es una grave violación a los derechos humanos, y las medidas
adoptadas hasta el momento para combatirla no han tenido éxito. La trata de personas,
lejos de constituir un delito aislado, se presenta mundialmente como una práctica
frecuente y está entre las actividades ilícitas más lucrativas. Esta problemática se ha
Problemas de salud fronteriza y trata de personas... 197
• Trata sexual: en la que un acto sexual comercial es inducido por la fuerza, el fraude
o la coacción, o en el que la persona inducida a realizar tal acto no ha alcanzado
los 18 años de edad;
• Reclutamiento, alojamiento, transporte, la provisión u obtención de una persona
para trabajo o servicios, por medio de la fuerza, el fraude o la coacción con el
propósito de someter a servidumbre involuntaria, peonaje, servidumbre de deuda
o esclavitud, donde la víctima no necesita ser transportada físicamente de un lugar
a otro.
Sin embargo, hay una definición más amplia por las Naciones Unidas (2007):
por las bajas inversiones de capital y los bajos costos de operación asociados con esta
actividad (Organización Internacional del Trabajo, 2019).
El Paso, Texas, frontera con Ciudad Juárez, Chihuahua, por sus buenas carreteras
que conectan con todo el país y sus fronteras norte, está identificado como uno de los
tres principales lugares para el tráfico sexual y una de las 20 principales regiones de
tráfico humano en el país por el Departamento de Justicia de Estados Unidos (Diario
El Paso, 2017). Documentado por el gobierno de Estados Unidos, México está entre
los cinco países donde se originan más víctimas de trata de personas; al identificar sus
rutas, se evidencia que éstas coinciden con las rutas migratorias, y hay seis estados
fronterizos que manejan una doble dinámica: Tijuana, Mexicali, Nogales, Ciudad
Juárez, Nuevo Laredo y Matamoros, los cuales son centros de destino de trata interna
y también estados transitorios para transportar a las víctimas a través de la frontera y
llevarlas a Estados Unidos, siendo los principales destinos de explotación sexual las
ciudades de Nueva York, Georgia y Florida (Vargas Ramos, 2017).
Niños, niñas y adolescentes en Ciudad Juárez, cerca de 30%, están expuestos a
rezagos en educación, salud, cultura y recreación, por lo que es común que se inserten
en trabajos ilegales y de alto riesgo (Derechos Humanos Integrales en Acción, 2017)
como el tráfico de personas y de drogas, dando como resultado que los traficantes
sean menores de edad, en su mayoría hombres entre 7 y 12 años, los llamados ni-
ñas, niños y adolescentes de circuito, quienes ya son usuarios de sustancias y viven
en la región (Peña, y García-Mendoza, 2019). Los traficantes pueden ser miembros
de la familia, reclutadores, empleadores o extraños que explotan la vulnerabilidad
y las circunstancias para obligar a las víctimas a participar en relaciones sexuales,
comerciales o engañarlas para que hagan trabajos forzados. Cometen estos crímenes
alejando a las víctimas a cientos de kilómetros de sus hogares o de las comunidades
donde nacieron.
La trata de personas es un crimen que afecta la dignidad humana y causa daños
a personas, familias y comunidad, donde los traficantes obligan a personas de todas
las edades y géneros, niveles educativos, nacionalidades y estatus migratorio según
el servicio a trabajos lícitos como ilícitos. La trata de personas se ha mantenido como
la tercera actividad delictiva más rentable del crimen organizado, después del tráfico
de drogas y el tráfico ilegal de armas en México (undoc, 2017). Este crimen es un
reto para las naciones. Centroamérica, México y Estados Unidos constituyen un área
donde el tráfico de mujeres para la prostitución tiene raíces profundas. Honduras y
Nicaragua son lugares de origen y tránsito de mujeres y menores que son llevadas a
países de mayor desarrollo económico dentro de la región de América del Norte por
las redes de tráfico sexual. El Salvador, Guatemala, Belice, México y Estados Unidos
son espacios de origen, tránsito y destino tanto de mujeres como de menores de edad
para la industria de la prostitución (Traffincking in Persons Report, 2019).
En Estados Unidos los patrones de trata se asemejan más a un país en desarrollo
que a uno desarrollado, a pesar de la ausencia de una corrupción generalizada y de
Problemas de salud fronteriza y trata de personas... 199
El uso indebido del teléfono celular en niños y adolescentes trae como consecuencia el
ponerlos en riesgo al punto de llegar a ser víctima de algún delito ya que en estas redes
proporcionan información de ellos o de su familia, de lugares que visitan, direcciones
de su domicilio, escuela, compartir archivos y fotos, etc.; asimismo se encuentran vulne-
rables de personas desconocidas que los contactan por estos medios sin percatarse los
padres de a quienes tienen de contactos y las malas intenciones que tengan estas per-
sonas hacia ellos, derivando de esto por ejemplo: delitos de trata, pornografía infantil,
privación ilegal de la libertad entre otros (Ciudad Juárez, mujer, septiembre de 2019).
El Centro Paso del Norte de la Esperanza (Paso del Norte Center of Hope) fue creado
para proteger a víctimas de trata de personas y liderar los esfuerzos antitráfico de perso-
200 Silvia M. Chávez B. y Eva M. Moya
Unos de los componentes para poder estabilizar a las sobrevivientes de trata es cu-
brir sus necesidades básicas como son vivienda, salud, alimentación, ropa, empleo,
además de enfocarse en dar apoyo emocional a través de terapeutas especializados
en trauma. Sin embargo, es importante que la sobreviviente tenga protección y esté
dispuesta a trabajar y más importante que la comunidad esté lista para responder.
Para abordar esta problemática es crítico escuchar las voces e historias de las víctimas
y sobrevivientes. Sus historias no son solo advertencias y testimonios. La resiliencia en
sus vidas da grandes lecciones de cómo construir mejores programas y servicios con las
menos barreras posibles para apoyar a las personas que lo necesitan. El trabajo comuni-
tario con las organizaciones locales y las coaliciones de instituciones de otras disciplinas
permiten ofrecer apoyos a las victimas más allá de las necesidades básicas.
Cuando las victimas están listas para denunciar, la comunidad debe estar preparada
para apoyar y proteger. Las autoridades al igual que las instituciones que están al frente
de la respuesta de atención a víctimas entienden la complejidad de la trata laboral y
sexual, así como el valor y agallas que le toma a la víctima denunciar y participar en el
proceso de persecución del delito y traficantes.
Cada persona y cada sistema juega un papel importante en la identificación de víc-
timas y su liberación. Frecuentemente se utiliza la metodología de atención informada
Problemas de salud fronteriza y trata de personas... 201
en trauma (Trauma Informed Care) para trabajar con esta población. Es importante re-
conocer la complejidad del trauma que las víctimas han vivido y entender que solo los
y las sobrevivientes de estos crímenes pueden entender lo que estas experiencias repre-
sentan y como han marcados sus vidas. Sin embargo, por muy buenas intenciones que
se tengan al ofrecer servicios de apoyo, se debe contar con la autorización de la víctima
para acompañarla en su recuperación respetando sus decisiones (El Paso, Texas, Elke
Cumming, septiembre 2019).
Derechos Humanos Integrales en Acción lleva más de 10 años laborando con trabajado-
res sociales en un programa de niños, niñas, y adolescentes migrantes en programas de
educación y prevención en el tema de la trata de personas, participando en proyectos en
conjunto con otras organizaciones a nivel binacional. En 2011 con el apoyo de la Coali-
ción para la Abolición de La Esclavitud y la Trata de Personas (cast) por sus siglas en
inglés se implementó un proyecto llamado “Todos y Todas Contra la Trata” cuyo objeti-
vo fue desarrollar una campaña de difusión preventiva sobre el tema de trata de personas
con alumnos y maestros en escuelas de nivel primaria y secundaria en Ciudad Juárez.
En dicho proyecto gracias a la colaboración de dos practicantes de la Licenciatura
en Trabajo Social de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez crearon el guion para
una presentación de teatro guiñol itinerante para llevarlo a escuelas. A raíz de esto se
realizaron presentaciones de sensibilización en diversas escuelas y espacios públicos.
Para dhia la sensibilización sobre la trata en los niños, niñas y adolescentes es de
suma importancia por lo que con ayuda de cast se retomó el proyecto en el 2013 con la
intención de beneficiar a más personas proveyéndolos de herramientas para la detección
del delito y su debida actuación, e identificación de factores de riesgo (Ciudad Juárez,
Chihuahua, Diana Rodríguez, septiembre de 2019).
Recursos
Recomendaciones
Para lograr el empoderamiento de las mujeres hay que modificar las pautas políticas
que coartan la vida personal y colectiva y crear condiciones para eliminar los poderes
personales y sociales que las oprimen. El lograr que cada mujer consolide los poderes
personales que ya tiene, y cada día se haga de más poderes vitales y los conecte de ma-
nera integral es esencial para lograr la equidad (Lagarde y de los Ríos, 2000).
Bibliografía
Águila Gutiérrez, Y., Reyes, H., Enrique, V. y Hernández Castro, V. H. (2016). “Las
consecuencias de la violencia de género para la salud y formación de los adoles-
centes”, Revista Médica Electrónica, 38(5), 697-710.
Amorós, Celia (2008). Mujeres e imaginarios de la globalización. Reflexiones para
una agenda teórica global, Homo Sapiens Ediciones, Madrid.
Blue Champaign. Recuperado el 15 septiembre de 2019. https://www.dhs.gov/blue-
campaign/tools.
Cánovas, Célica (2014). “Reseña: Miradas etnológicas. Violencia sexual y de géne-
ro en Ciudad Juárez, Chihuahua: Estructura, política, cultura y subjetividad”,
Nueva Antropología, 27(80), 179-183. Recuperado de http://www.scielo.org.
mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-06362014000100009&lng=es&t
lng=es.
Castañeda Salgado, P., Ravelo Blancas, P. y Pérez Vásquez, T. (2012). “Feminicidio
y violencia de género en México”. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades
74, 11-39.
Cerqueira, M. T. (2012). “Salud y seguridad humana en las zonas fronterizas”, Revis-
ta Panam Salud Pública 31(5).
Cobo, Rosa (2011). Hacia una nueva política sexual. Las mujeres ante la reacción
patriarcal, Los Libros de la Catarata, Madrid.
Comisión de Salud Fronteriza México Estados Unidos. Recuperado el 14 de sep-
tiembre del 2019. http://www.saludfronterizamx.org/2017/en/repository/
publicaciones-y-estudios/estudios/actividades-comision/frontera-saludable-
Problemas de salud fronteriza y trata de personas... 205
2020-una-iniciativa-enfocada-en-la-prevencion-y-la-promocion-de-la-salud/
detail.
Derechos Humanos Integrales en Acción (2017). “Neither «criminals» nor «illegals»:
Children and adolescents in the migrant smuggling market on the US-Mexico Bor-
der”,
utep 1(12), 1-11.
Departamento de Estado de Estados Unidos (2019). “Trafficking in Persons Report”.
Recuperado de https://www.state.gov/reports/2019-trafficking-in-persons-re-
port/.
El Diario (2017). “El Paso, ruta de tráfico sexual”. Recuperado de http://diario.mx/
El_Paso/2017-07-12_747e636a/el-paso-ruta-de-trafico-sexual/.
Estimación Mundial sobre el Trabajo Infantil y la Esclavitud Moderna de 2017. Re-
cuperado de https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/@ed_norm/@ipec/do-
cuments/publication/wcms_597881.pdf.
Jackson, J. (2019). Rosa: Interactive Active Graphic Narrative as a Tool for Teaching
about Human Trafficking.
Lagarde, y de los Ríos M. (s/f). “La multidimensionalidad de la categoría género y
del feminismo”. http://capacitacion.hcdn.gob.ar/wp-content/uploads/2015/12/
lagarde.pdf.
Lagarde y de los Ríos, M. (1996). “Identidad de género y derechos humanos”. En
Guzmán, L. y G. Pacheco, Estudios básicos de derechos humanos, Tomo IV,
San José de Costa Rica, Instituto Interamericano de Derechos Humanos. http://
capacitacion.hcdn.gob.ar/wp-content/uploads/2015/12/lagarde.pdf.
Lagarde y de los Ríos, M. (2000). “Autoestima y género”. Cuadernos Inacabados 39,
Claves feministas para la autoestima de las mujeres.
Lagarde y de los Ríos, M. (2013). El feminismo es mi vida. Hitos, claves y topias.
Instituto Nacional de las Mujeres, México D.F.
Lagarde, M. y Vigil, M. L. (2001). Claves feministas para la negociación en el amor.
Puntos de encuentro.
López Marroquín, Scherezada (2019). “Desaparición, esclavitud y trata de perso-
nas: situación de las mujeres en México”. Cuicuilco. Revista de ciencias an-
tropológicas 26(74), 163-181. Recuperado de http://www.scielo.org.mx/scielo.
php?script=sci_arttext&pid=S2448-84882019000100163&lng=es&tlng=es.
Moya, J. N. (2019). “La trata de mujeres en Las Elegidas: género, poder, violencia y
dueñidad”, Estudios, 484-504.
Moya, E. M., Chávez-Baray, S.M., Monroy, M. S. (en imprenta). “Health Institutions
at the U.S.-México Border. In Binational Institutional Development on the U.S.-
México Border”. Payán, A. (Ed.), Border Institutional Development Project.
Rice University’s Baker Institute México Center. University of Arizona Press.
Naciones Unidas (2007). “Manual para la lucha contra la trata de personas”. Recupe-
rado de https://www.unodc.org/pdf/Trafficking_toolkit_Spanish.pdf.
206 Silvia M. Chávez B. y Eva M. Moya
Zimmerman, C., Kiss, L., Pocock, N., Naisanguansri, V., Suos, S., Pongrungsee, N.,
Sirisup, K., Doan, D., Dickson, B., Dhavan, P., Rathood, S. y Borland, R. (2014).
La salud y la trata de personas en el Mekong. Resultados de un estudio sobre
hombres, mujeres y menores en Tailandia, Camboya y Vietnam. Organización
Internacional para las Migraciones y la London School of Hygiene and Tropi-
cal Medicine. Recuperado de https://same.lshtm.ac.uk/files/2015/07/STEAM-
Spanish.pdf.
DIÁLOGOS SOBRE LOS FEMINISMOS ACTUALES
LA VOZ FEMINICIDIO, UNA CLAVE PARADIGMÁTICA
Cuando digo la palabra voz sintonizo con Franca Basaglia, la feminista que definió
para la Enciclopedia Enaudi, de Ciencias sociales y Humanidades, la voz mujer. Y
lo hizo desde una perspectiva política y su impacto en la condición de la mujer. Si se
trata de la voz feminicidio, la conecto con la voz mujer y con un sentido foucaultiano
de la voz poder. No se trata de otros sujetos, el feminicidio está habitado por mujeres
víctimas de violencia feminicida y por mujeres lastimadas, cuyas vidas han estado
en riesgo. Y del lado de los agresores, por hombres y otros actores supremacistas
patriarcales; por normas, leyes, instituciones; tradiciones, usos y costumbres, modos
de vida, creencias; la moral y la cultura dominantes, que permiten, incluso, el con-
senso de mujeres a la violencia sistemática que reproduce el poder y la dominación/
subordinación de género, así como instrumentalizar mujeres que, al no sentirse víc-
timas, no identifican la enajenación patriarcal con el género y confunden experiencia
vivida con prueba objetiva. Con esta voz conecto con Simone de Beauvoir, al definir
la experiencia vital para conocer y hacer comprensible la subjetividad diversa de las
mujeres, quienes a pesar de la violencia vivida, regresan con el o los agresores por
dependencia vital.
Es posible también que haya mujeres que no han vivido violencia feminicida o
piensan que sólo cuando es física es violencia, sobre todo porque no conocen los
términos, y la mayoría que sí la ha vivido no está en los espacios de pensar y del
pensamiento crítico.
Hay una tendencia a decir que no tienen conciencia de género a pesar de estar fuera
de los círculos del conocimiento especializado. Coexisten con mujeres y grupos con
acciones críticas, con logros en la crítica a la naturalización y normalización de esa
212 Marcela Lagarde y de los Ríos
Definiciones de feminicidio
Diana Russell sostiene que la mayor parte de las feministas, incluso aquellas que
se dedican a trabajar sobre violencia contra las mujeres, han guardado silencio sobre
esta última forma: el feminicidio. “Fue la necesidad de romper este silencio la que nos
motivó a Jill y a mí para trabajar en este libro”. Femicide the politics of woman killing
lo tradujimos en México y fue publicado por la Comisión Especial de Feminicidio
de la Cámara de Diputados. Feminicidio. La política del asesinato de las mujeres.
Al leer ese texto, me sentí parte del mismo interés y dije textualmente lo que sucede
en Juárez es feminicidio, ya no femicidio, sino feminicidio, usando la misma voz que
ellas, pero un poquito diferente en el contenido. Veamos en qué cambió la categoría.
Parte de mi agenda política personal y de la agenda del Grupo parlamentario del
prd era la consigna de penalizar el feminicidio. En unos días nos dimos cuenta de
que era muy limitada la penalización y sus alcances serían mínimos, además de que
no nos bastaba con penalizar, queríamos explicar y trabajar para ir a las causas del
fenómeno y eliminarlo. Entonces nos propusimos hacer una ley que contuviera una
política de Estado transformadora, al cambiar al Estado, por lo menos en lo concer-
niente a la violencia contra las mujeres, lograríamos eliminar el feminicidio. Arduo
camino, primero por el desconocimiento institucional, social y académico de la pa-
labra, aunque fue bien recibida, pues al siguiente día la prensa y las ong ya usaban
el término sin comprender sus implicaciones y su significado, aún sin tener la episte-
mología de la palabra, que como se ha visto contiene un nuevo paradigma, una nueva
epistemología. En eso nos hemos llevado más de diez años. Y, como era de esperar,
salvo especialistas feministas, las demás no tienen ni idea, incluso por no reconocer
la validez de las concepciones feministas.
y surgió la Red de Investigadoras por la Vida y la Libertad de las Mujeres para conti-
nuar impulsando los cambios jurídicos.
Pero había una dificultad para desarrollar una visión democrática sobre la defi-
nición y la erradicación del feminicidio, y sobre las normas. Durante décadas, tener
la posición de estar en contra del Estado impedía recolocarse desde otro lugar que
no fuera una cultura que pondera la movilización con marchas, plantones y rituales
político-religiosos, el activismo frente y contra el trabajo teórico y legal, y la inves-
tigación para impulsar transformaciones jurídicas y políticas. Hay que asumir que la
investigación científica debe fundamentar las propuestas jurídicas y que la sociedad
civil tiene un papel central en el cumplimiento de la ley, de una ley que recoge una
visión de género en el análisis de la violencia y su erradicación. Se trata, además,
de un nuevo paradigma jurídico no punitivo, sino transformador, que armonice los
resultados de la Investigación Diagnóstica sobre Violencia feminicida, con la cedaw
y, fundamentalmente, con Belém Do Pará y la Cumbre de Viena. Para tener más clara
la diferenciación, esta ley está enmarcada en la filosofía de los derechos humanos y
lleva el nombre del primero de ellos, en concordancia con la Cumbre de Viena y la
vindicación de humanidad para las mujeres, para las humanas: Ley de Acceso de las
Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Y digo Ley de Acceso y me conecto con la
voz mujer de Franca Basaglia y el reconocimiento de la primera diversidad, la que
se da entre mujeres y hombres. La ley protege los derechos humanos de las mujeres
frente a la violencia de género en cualquiera de sus tipos y modalidades. Obliga, por
tanto, a cambios sociales de rechazo a la violencia y cambios en los hombres y las
instituciones hacia la igualdad. Hace una década, el argumento contrario fue que no
puede haber leyes específicas sólo para mujeres, que habría que hacer una ley que
protegiera a los hombres de la violencia de las mujeres. Demostramos que las mujeres
son las víctimas de feminicidio y de violencia feminicida y logramos la aprobación
de un paradigma jurídico crítico, necesario para comprender fenómenos que atañen
sólo a mujeres, que hay un sistemático daño a las mujeres, además de que, por ejem-
plo, la mortalidad materna está enmarcada en la violencia feminicida. Se trata de la
perspectiva de género que sólo más o menos quince años después de aprobada la
Ley de Acceso, ya no únicamente está en la ley, sino que ha llegado a conformar la
perspectiva analítica y política para elaborar el Plan Nacional de Desarrollo, los pla-
nes locales y está vigente en las instancias institucionales como los institutos de las
mujeres municipales, locales y nacional. Es de aplicación transversal y multisectorial
y debe ser fundamento institucional de cualquier cambio y creación de instancias de
violencia como Conavim.
Hoy hay en México centros e institutos de género, diplomados de género, presu-
puestos con perspectiva de género, etc. Hemos pasado de posiciones desdeñosas con
insuficiente apoyo institucional a esta mirada y a esta política feminista. En diversos
ámbitos se ha comprendido que sin perspectiva de género no hay democracia del
siglo xxi.
La voz feminicidio, una clave paradigmática 215
viraje paradigmático, aunque las palabras pueden ser las mismas los contenidos no
lo son: la diferencia en torno a la violencia de género es reconocer que toda violencia
contra las mujeres es política y contribuye a la dominación de las mujeres por los
hombres y las instituciones. Erradicar dicha violencia implica desmontar las relacio-
nes socioeconómicas, así como las instituciones y la cultura que legitiman dicho or-
den social y político, eliminar los mecanismos de la desigualdad y en su lugar, edificar
una conciencia crítica y de los derechos humanos de las mujeres.
La filosofía de los derechos humanos se articula por el principio pro persona. Por
esto, estos derechos son de ejercicio individual y universales, intransferibles, irre-
nunciables y progresivos. Hemos avanzado en la identificación de los contenidos de
la violencia, su articulación para poder erradicar todo aquello que obstruye el goce
y disfrute de nuestros derechos. Optamos por una vía constructivista y no punitiva y
mucho menos violenta. Optar por la voz feminicidio para mí subraya el carácter social
y por ende con patrones sociales de repetición y de enseñanza aprendizaje.
Ejercer o recibir cualquier violencia de género es un proceso político, parte del
orden político patriarcal y la aculturación de cada persona y de cada grupo etario,
generacional y de otros, para cumplir con los cánones de género. Se enseña a violentar
tanto como a recibir la violencia y a no defenderse, al grado de no huir y siempre jus-
tificar al agresor. La cultura es misógina y machista, lesbófoba, homófoba, transbófo-
ba, y además de racista, clasista, etaria, discriminatoria de la diversidad de personas
discapacitadas o simplemente diferentes. El esquema es muy amplio y la pedagogía
política de género constante.
Con todo, dirimir nuestros principios y valores es parte de procesos culturales
críticos también. En la cultura se gestan las alternativas y la creación de opciones,
las utopías y las topías que se ponen en marcha. Por eso optamos por tendencias,
corrientes, procesos culturales libertarios, solidarios pacíficos, como el feminismo
en su diversidad.
¿Por qué opté por la voz feminicidio? Es algo muy simple y muy complejo.
Actualmente hasta en inglés se dice feminicide. La ni de feminicidio es un pequeño
cambio que me permitió innovar la categoría y diferenciarla de la categoría femicide.
Diana Russell es bastante anti Estado y autárquica como para incluir al Estado en su
análisis de la violencia contra las mujeres; o, en todo caso, a pesar de las diferencias
en relación con el género, el Estado no era objeto de su interés. Entendí que, para ella,
todo Estado es igual y no confía ni en las normas, ni en las instituciones; por tanto, no
lo incluye mas que como una constante negativa para las mujeres.
Yo, en cambio, en mi definición incluí como parte del fenómeno al Estado que no
es neutro, ni está exento de responsabilidad. Dije: la violencia contra las mujeres y las
niñas cuenta con una gran tolerancia social y del Estado. Esa fue la diferencia, y ella
estuvo de acuerdo en que en las publicaciones se usara la voz feminicidio. La Corte
Interamericana de Derechos Humanos subrayó esa visión teórica al dictar sentencia
y considerar que el Estado mexicano es culpable al no dar condiciones de seguridad
218 Marcela Lagarde y de los Ríos
para la vida a las tres jóvenes víctimas de feminicidio en Ciudad Juárez, conocido
como el “Caso Algodonero”, porque fueron encontradas en un campo algodonero, en
la zona Dorada de la ciudad. Sabemos que gran parte de la violencia es generalizada
y sistemática, por ende las recomendaciones de la Corte son particulares y generales.
La Corte juzgó con perspectiva de género, lo que fortalece mi definición original de
feminicidio.
En la ley aparece la violencia feminicida asociada a la Alerta de Violencia de
Género, otro concepto génesis. Ha habido una constante confrontación en torno a la
alerta de género, pero, a pesar de todo, se ha solicitado para todas las entidades y se
ha declarado en la mitad. No se ha entendido que se trata de una política de emer-
gencia y, sobre todo, que es una medida de gobernanza democrática que podría dar
avances en la erradicación de la violencia y podría salvar vidas. Se hace resistencia,
tortuguismo, se forman comisiones y organismos con profesionales que no siempre
tienen formación adecuada, a pesar de que está señalado por la ley y por el reglamento
que quienes participen como especialistas deben serlo.
En la actualidad, a pesar de la enorme oposición a la visión feminista cifrada en
el enfoque o perspectiva de género, en México y en otros países se ha avanzado con
legislación a favor de erradicar la violencia y el feminicidio. Aunque se desarrollan
con una gran simulación, ineficacia y falta de profesionalismo, políticas públicas
derivadas de la ley, el feminicidio está en el campo semántico de los derechos hu-
manos de las mujeres. Funcionarios van y vienen, diputadas y diputados igual, y hay
conflictos entre organizaciones feministas. Tampoco había tantos cambios personales
afectivos y cambios de género como ahora. Se regatea el presupuesto indispensable
para impulsar cambios imprescindibles, si en verdad se quiere actuar para erradicar
la violencia contra las mujeres y avanzar a la igualdad entre mujeres y hombres y en
el impulso a la democracia.
Pero, a pesar de la simulación, nunca antes había habido tanto esfuerzo intelec-
tual y político para enfrentar la violencia con investigaciones y políticas públicas.
Ya es parte de la administración pública, también de programas y agendas de or-
ganizaciones, partidos políticos y de la planificación desde los municipios hasta el
Plan Nacional de Desarrollo. La Ley no es suficiente para cambiar las cosas, pero
es indispensable. Su hechura contiene en su articulado, en su exposición de motivos
y en sus transitorios, un tratamiento integral de la violencia y de las vías para crear
condiciones de igualdad, seguridad y bienestar de las mujeres.
Alda Facio
La tríada patriarcado, violencia y exclusión ha sido denunciada por las feministas del
mundo que demandan sus derechos humanos. Considerando que la tríada es como
una trenza que cuando la deshilamos nos encontramos con múltiples hilos, que en
acciones concretas la tejen. Y es que el patriarcado, la violencia y la exclusión son
la trama sostenida por una urdimbre que, de manera dialéctica, forma la estructura
misma del patriarcado. Imaginemos, entonces, cómo se teje este tapete de violencia y
exclusión a través del patriarcado. Deshacerlo es un reto mayor, mas no imposible. El
sistema patriarcal ha atribuido la definición de su existencia a causas naturales.1 Des-
de la teoría feminista, en filosofía, sociología, historia y psicología, se ha demostrado
que este sistema, por inamovible que parezca, no es natural, es un constructo social
basado en la dominación de un grupo humano de varones. De múltiples formas, se
ha tratado de deconstruir esta idea, probando sus aberraciones lógicas. Las mujeres
de orígenes muy variados se han opuesto al sistema patriarcal y han luchado por sus
derechos.
La lucha de las mujeres contra la violencia y por sus derechos humanos fue, du-
rante los siglos xix, xx y xxi, la punta de lanza de demandas justas.2 Las feministas
pensaban entonces, como ahora, que en un sistema democrático es importante que las
mujeres participen en la toma de decisiones.3
Después de la Segunda Guerra Mundial, el conocimiento de las atrocidades contra
los judíos, los gitanos, homosexuales y todos aquellos que eran considerados seres
inferiores por los nazis movió consciencias y se pensó en el derecho a la existencia de
todas y todos seres humanos vivos. Hubo un rechazo a la idea de que la raza humana
podría estar estratificada en una escala de superiores e inferiores. Esto fue el origen
para elaborar una Carta de los Derechos Humanos (cdh) en 1948. Al interior de
Naciones Unidas se crea una comisión de la Condición Jurídica y social de la Mujer
(csw), que desde un inicio lucha por la incorporación de los temas que conciernen a
las mujeres en las reuniones de la Asamblea General de Naciones Unidas.4
La primera Declaración de los Derechos Humanos dejaba fuera a algunas y algu-
nos, era una declaración androcéntrica. El pensar en masculino obvió la idea de que
las mujeres eran humanas y tenían derechos. Las feministas analizaron el texto de la
cdh y llegaron a la conclusión de que el genérico neutro en masculino, aun cuando
aparentemente incluye a las mujeres, no es así. De la teoría del genérico neutro a la
práctica hay un sesgo patriarcal muy grande. Y cuando se utiliza el género masculino
se piensa en hombres y no en mujeres.
En los años setenta, el movimiento feminista resurge con un nuevo pensamiento
crítico sobre los derechos políticos, sociales, económicos y culturales de las muje-
res. En Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, las feministas denuncian la dis-
criminación y el maltrato hacia las mujeres. Y no sólo ellas, muchas mujeres de los
movimientos sociales se hacen eco de estas denuncias. La fuerza del movimiento de
las mujeres y el feminismo impulsan a Naciones Unidas a convocar a una serie de
reuniones internacionales para conocer y dar a conocer la situación de discriminación
contra la mujer y proponer acciones, para 1975, Año Internacional de la Mujer en la
Ciudad de México. Asisten 6,000 mujeres. Y a partir de esta reunión se establece el
decenio de la mujer.
El nuevo pensamiento feminista, la fuerza crítica y las múltiples manifestaciones
de mujeres de varios países aparecen en los medios de comunicación, se hacen eco de
ellas. Y se empieza a diseminar la semilla de la igualdad como indispensable en una
sociedad democrática. Gracias al cabildeo racional y lógico de las feministas se logra
2 Dalla Costa (1978). El voto, el reconocimiento al trabajo no pagado de las mujeres en la casa, a la
igualdad de salarios en trabajos similares, el derecho al propio cuerpo y la participación de las mujeres en
la toma de decisiones, tanto en el espacio privado como en el público, han sido algunas de las demandas.
3 Después de lograr el voto para la mujer, en la mayoría de los países de América Latina se presentan
5 cedaw, por sus siglas en inglés (Convention for the Elimination of Discrimination Against Women)
utilizó en los años setenta y era para “países subdesarrollados”. Más que la violencia y la exclusión, para
quienes determinaban las políticas sociales y económicas, el desarrollo era lo más importante.
8 Y se establece en el articulado 1: “que existe un Comité para la eliminación de la Discriminación
contra la Mujer (‘el Comité’) para recibir y considerar las comunicaciones presentadas con el artículo 2”.
Y el artículo 2 dice: “el comité recibirá las comunicaciones de personas que aleguen ser víctimas de una
violación por el Estado parte de cualquiera de los derechos enunciados en la Convención. Una vez que se
presente alguna comunicación de este tipo”. El art. 5 dice: “el Comité se la hará llegar al estado miembro
para que aporte las medidas provisionales necesarias para evitar posibles daños irreparables a la víctima
o las víctimas de la supuesta violación. Y en seis meses ese Estado Parte presentará al Comité por escrito
explicaciones o declaraciones en las que se aclare la cuestión y se indiquen las medidas correctivas que
hubiere adoptado el Estado Parte, de haberlas”.
222 Margarita Dalton Palomo
nistas crean una red internacional para estudiar las leyes que soportan los Derechos
Humanos (Facio, 2010).
Al comprobar que no se cumplen los acuerdos, a pesar de que se firmen los con-
venidos, cuando se realiza la Conferencia sobre Derechos Humanos en Viena, 1993,
las abogadas y activistas feministas, empiezan a revisar los tratados firmados por
Naciones Unidas, para analizar si en ellos se consideraban los derechos humanos de
las mujeres y de otros sectores de la población global.
El cabildeo de mujeres feministas en los organismos internacionales consiguió el
reconocimiento de los Derechos humanos de las Mujeres. Alda Facio dice que final-
mente se logró, en Viena, que las mujeres seamos seres humanos: “La mayoría de las
personas desconocen la razón del estribillo tan sonado en la década de los noventa:
“Los derechos de las mujeres son derechos humanos” y efectivamente se pensaba que
dentro de la “neutralidad del lenguaje” en masculino, cuando se hablaba de derechos
universales, todos los seres humanos, incluyendo a las mujeres, éramos parte de esa
universalidad, pero no era así, y por eso fue tan importante señalar que los derechos
de las mujeres son derechos humanos. La Conferencia de Viena fue el antecedente
de los adelantos en la toma de decisiones certeras sobre los Derechos humanos. La
importancia de este acuerdo dio la oportunidad para diversos pueblos y culturas de to-
mar conciencia de sus derechos. Y el feminismo, que fue en gran medida el detonador
de estos cambios, también ganó con el reconocimiento de las mujeres sin importar las
diferencias físicas, sociales, las opciones sexuales y culturales que existan.
La batalla constante contra el lenguaje patriarcal lleva a recordar lo que Yadira
Calvo (1993) escribió en su libro Las líneas torcidas del derecho: “La visión andro-
céntrica del derecho ha producido incluso problemas legales que ponen a las leyes en
contradicción”. La forma en que está construido el lenguaje esconde una ideología
patriarcal que invisibiliza a las mujeres y a otras comunidades humanas que se han
conceptualizado como subalternas.
Vida Libre de Violencia, vigente desde 2007. Como ideóloga feminista, académica y
activista ha aportado mucho a los derechos de las mujeres.
En México, Feministas académicas han plantado también la semilla en la con-
ciencia del pensamiento de muchas mujeres, entre ellas Marta Lamas (1996), que
ha editado y publicado un libro sobre el género y la diferencia sexual, del cual han
abrevado muchas jóvenes mujeres para entender el concepto de género. A partir de
los años noventa del siglo xx y en las primeras dos décadas del xxi, una pléya-
de de académicas feministas ha producido un acervo importante de estudios de la
mujer, en temas de antropología, sociología, psicología, economía e historia, a través
de instituciones de investigación y enseñanza superior que deja constancia de los
avances y posicionamientos del tema. Sólo por mencionar algunas, Elizabeth Maier,
con su libro sobre los avances del feminismo en América Latina, Martha Patricia
Castañeda, Laura Valladares, Paloma Bonfil, Patricia Ravelo, Patricia Ponce, Elsa
Muñiz, Eli Bartra, Ana Lau Jaiven, Dalia Barrera Bassols, Elena Azaola, Lourdes
Arizpe, María Teresa Fernández, Gabriela Cano.9
Otra actividad que ha impulsado el feminismo en América Latina han sido los en-
cuentros feministas latinoamericanos y del Caribe. En 1978 se inicia la posibilidad de
que se realizara el primer encuentro en Venezuela, de parte del grupo “La Conjura”;
sin embargo, no pudo hacerse en ese país. En 1981 se realiza en Colombia el Primer
Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe.10 El encuentro se realiza cada dos
o tres años. Y hasta 2017 se han realizado 14 encuentros, se tiene planeado para 2020
realizar el decimoquinto en El Salvador. Sin el empuje y gestión, global y multilateral
de las feministas, no se podrían realizar. Estos encuentros han sido un detonador para
el pensamiento y la acción de la lucha feminista. Los encuentros se han realizado
en Colombia, Perú, México, Argentina, Brasil, Chile, República Dominicana, Costa
Rica, El Salvador y Uruguay.
9 Maier and Lebon (2010), Castañeda (2012), Valladares (2007), Bonfil, Barrera y Aguirre (2014),
Ponce (2002), Muñiz (2004), Bartra, Fernández y Lau (2012), Azaola (1997), Arizpe (2006), Ravelo et al.
(2015), Fernández (2014), Cano (2012).
10 “El 19 y 20 de abril de 1980, se llevó a cabo una reunión en Sopó, Cundinamarca, para coordinar
a los distintos grupos de todo el país. Allí se acordó que el encuentro se realizaría en diciembre de ese
año, y estaría abierto a feministas, que seria amplio y que el temario consistiría en los siguientes puntos:
feminismo y lucha política; sexualidad y vida cotidiana; la mujer y el trabajo y la mujer, la comunicación
y la cultura” (Navarro, 1982).
224 Margarita Dalton Palomo
cambiar las mentalidades de hombres y mujeres hacia una relación humana más justa
donde se cumplan las leyes de forma democrática no ha sido fácil. Y cuando se trata
de avanzar con leyes y acuerdos nacionales e internacionales que favorezcan la justi-
cia y los derechos de las mujeres, ha sido difícil.
La lucha feminista incluye a todas las mujeres, aun a las que no estaban en la lucha.
La estigmatización del concepto o la palabra feminista, en los años ochenta y noventa,
hizo que muchas mujeres no se reconocieran como feministas por temor a perder el
reconocimiento de sus colegas varones, especialmente en los partidos políticos. Pero
sí luchaban por sus derechos y por eso, durante algunos años, también se habló del
“movimiento de las mujeres” a la par que del “movimiento feminista”
Feminismos múltiples
1) Las mujeres tenemos derecho a exigir que se cambien las malas costumbres que nos
afectan, por lo cual serán castigados quienes discriminen, se burlen o abusen de las mu-
jeres. 2) Ninguna mujer, por ningún motivo, podrá ser maltratada insultada o golpeada
por su esposo. 3) Las costumbres que tengamos no deben hacer daño a nadie. Es mejor
que haya papeles donde digamos las mujeres que las costumbres que hay no nos respetan
y queremos que cambien. No está bien la violencia (golpes, violación). 4) No es justo
que nos vendan por dinero, éstas eran las costumbres de antes pero también tenemos
que cambiar.14
Noemí Sanz Merino tiene un extraordinario ensayo sobre el tema (véase bibliografía).
12 Chandra Mohanty, Bajo los ojos de Occidente: academia feminista y discursos coloniales. El texto
es una versión actualizada y modificada del artículo publicado en 2, 12, núm. 3/13, 1 (primavera/otoño de
1984), y reimpreso en Feminist Review, núm. 30 (otoño de 1988). Traducción de María Vinós.
13 Algunas de sus obras: Balún Canan, Oficio de Tinieblas y Los convidados de agosto, son novelas y
Estos cuatro puntos del manifiesto hablan claramente contra la violencia y la dis-
criminación. Ellas no se declaran feministas, mas sus planteamientos coinciden con
deshilachar la triada del patriarcado, violencia y exclusión… que es la discriminación
dentro de las costumbres.
Otro ejemplo del mismo grupo de mujeres del ezln es el discurso de la coman-
dante Esther en el Congreso de la Unión en la Ciudad de México: “Mi nombre es
Esther, pero eso no importa ahora. Soy zapatista y eso tampoco importa. Soy mujer y
soy indígena y eso es lo único que importa ahora […] Nosotras sabemos cuáles son
buenos y cuáles malos los usos y costumbres. Malas son pegar y golpear a la mujer,
de venta y compra, de casar a la fuerza sin que ella quiere, de que no puede participar
en asamblea, de que no puede salir en su casa”.15
Sencilla y clara, Esther fue la vocera directa de este movimiento revolucionario.
Se esperaba que quien hablaría en el Congreso fuera el Subcomandante Marcos, pero
en lugar de eso se presentó la comandante Esther. Sus planteamientos son similares a
los presentados en el Manifiesto de las mujeres del ezln en 1994.
Laura Valladares
A partir del siglo xxi, pensadoras indígenas en América Latina han hablado sobre “el
feminismo hegemónico” por considerar que los planteamientos que se hacen desde
afuera no proyectan los sistemas de organización comunitaria de los distintos países
de América Latina, lo que en Sudamérica llaman el Abya Yala, ni las necesidades y
demandas de mujeres del tercer mundo, de mujeres indígenas y de diferentes culturas.
Hay lugares en América Latina donde las mujeres han alzado la voz desde media-
dos de los años cincuenta del siglo xx. Una de ellas fue una mujer de las minas de
Bolivia, Domitila (Viezzer,1977), que denunció las atrocidades del capitalismo contra
los mineros y el trato despiadado y cruel contra ella, cuando, por protestar junto a
muchas mujeres, esposas de los mineros en huelga, fue hecha prisionera, estando
embarazada de ocho meses, y tras la tortura perdió a su hija. Según Eduardo Galeano,
ella con cuatro mujeres, desde el comité de “amas de casa del siglo xx”, inició una
Recuperando la memoria de la lucha feminista anti patriarcal, anti neoliberal y anti racis-
ta de los años 90s en Bolivia, y la lucha de las abuelas de nuestros pueblos, el feminismo
comunitario plantea la necesidad de construir pensamiento para alimentar este proceso
de cambio, ha significado y significa, hoy más que nunca, darle forma y consistencia a
una propuesta cuyo horizonte es la comunidad. Pero esta comunidad no es la comunidad
que hoy existe, sino aquella que queremos construir, sin violencia, sin explotación, sin
discriminación y en suma sin patriarcado.19
triarcalización. https://www.youtube.com/watch?v=C6l2BnFCsyk.
20 El desafío de la despatriarcalización. Entramado para la liberación de los pueblos. Feministas
Este pensamiento alberga la idea de que “se puede hacer funcionar la revolución […]
la utopía es ese instrumento que nos permite ser felices hoy, aquí y ahora […] La
memoria nos permite identificarnos”. Julieta Paredes, manifiesta, el pensamiento del
feminismo comunitario y el peso que le da a la memoria. Esta es una nueva corriente
feminista que aporta nuevos cánones.
En una conversación entre Julieta Paredes y Adriana Guzmán Arroyo, grabada
y colocada en YouTube, señalan: “Nosotras proponemos el feminismo comunitario
como una teoría social, como una herramienta de lucha. El patriarcado es el sistema
de todas las opresiones, todas las discriminaciones, todas las violencias que vive la
humanidad”, y cuando se habla de identidad, Julieta dice: “no a la pureza indígena,
no existe gente pura, ni en el norte, ni en el sur, ni en el este o el oeste. Lo único que
existe es la memoria de nuestros pueblos y esa es nuestra identidad”.22
Al preguntarle a Adriana Guzmán qué es la comunidad, contesta: “La comunidad
es un proyecto social y una forma de vida”.
watch?v=C6l2BnFCsyk&t=33s.
22 Conversando Julieta Paredes y Adriana Guzmán en https://www.youtube.com/watch?v=C6l2Bn
FCsyk&t=33s.
Derechos humanos de las mujeres y feminismos múltiples 229
Reflexiones finales
23 https://politica.expansion.mx/cdmx/2019/08/16/marcha-feminista-cdmx-contra-agresion-sexual-
https://politica.expansion.mx/cdmx/2019/08/16/marcha-feminista-cdmx-contra-agresion-sexual.
230 Margarita Dalton Palomo
Refrencias
Facio, Alda (2011). “Viena 1993, cuando las mujeres nos hicimos humanas”. En Mar-
cela Lagarde y Amelia Valcárcel, Feminismo, género e igualdad. Pensamiento
Iberoamericano.
Gargallo, Francesca (2014). Feminismos desde Abya Yala; Ideas y proposiciones de
las mujeres de 607 pueblos de nuestra América. México. http://www.quimantu.
cl/libro/feminismo-desde-abya-yala/.
Gayatri Chakravorty, Spivak (1993). Pueden hablar los subalternos, traducción y
edición crítica de Manuel Asensi Pérez, Museu D’Art Contemporani de Barce-
lona.
Guzmán Arroyo y Julieta Paredes, ¿Qué es el feminismo comunitario? Bases para la
despatriarcalización. https://www.youtube.com/watch?v=C6l2BnFCsyk.
Guzmán Arroyo y Julieta Paredes (2016). El desafío de la despatriarcalización. En-
tramado para la liberación de los pueblos. Feministas Comunitarias de Abya
Yala (FeCAY), La Paz, Bolivia.
Heller, Agnes (1972). Historia y vida Cotidiana: Aportaciones a la Sociología socia-
lista. México: Grijalbo.
Hernández Castillo, Rosalva Aída (coord.) (1998). Mujeres y violencia en Chiapas,
antes y después de Acteal. México: ciesas.
Ki-Moon, Ban, en la introducción a la declaración y Programa de Acción de Viena,
onu, 2010.
Lagarde, Marcela (1990). Cautiverios de las mujeres, madres, esposas, monjas, pu-
tas, presas y locas. México: unam.
Lagarde, Marcela (2011). “Sinergia por nuestros derechos humanos. Ante la violen-
cia contra las mujeres en España, Guatemala y México”. En Marcela Lagarde
y Amelia Valcárcel, Feminismo, género e igualdad. Madrid: Pensamiento Ibe-
roamericano.
Lamas, Marta (Comp.) (1996). El género: la construcción cultural de la diferencia
sexual. México: Miguel Ángel Porrúa, Programa Universitario de Estudios de
Género.
Lebon, Natalie y Elizabeth Maier (2006). De lo privado a lo público: 30 años de
lucha ciudadana de las mujeres en América Latina. México: Latin American
Studies Association, Unifem, Siglo XXI editores.
Lerner, Gerda (1986). The Creation of Patriarchy, New York, Oxford University
Press.
Lerner, Gerda (1981). The majority finds its past: placing women in history. New
York: Oxford University Press.
Lerner, Gerda (1997). Why history matters: life and thought. New York: Oxford Uni-
versity Press.
Ley indígena para los pueblos indios de Oaxaca, 1998.
Derechos humanos de las mujeres y feminismos múltiples 233
López Estrada, Silvia, Elizabeth Maier, María Luisa Tarrés, Gisela Zaremberg
(Coords.) (2015). El Colegio de la Frontera Norte, El Colegio de México y Flac-
so México.
Madrid Fernández, María Teresa (2014). Mujeres en el cambio social en el siglo xx
mexicano. México, ciesas-Siglo Veintiuno Editores.
Maier, Elizabeth and Nathalie Lebon (Eds.) (2010). Women’s Activism in Latin Ame-
rica and the Caribbean. Engendering Social Justice, Democratizing Citenzen-
ship. New Jersey/London/México: Rutgers University Press/El Colegio de la
Frontera Norte Tijuana.
Mohanty, Chandra T. (2008). “Bajo los ojos de occidente: academia feminista y dis-
cursos coloniales”. En Liliana Suárez Navaz y Rosalva Aída Hernández (Eds.).
Descolonizando el feminismo: Teorías y Prácticas desde los Márgenes, pp. 117-
163. Madrid: Ediciones Cátedra, Universitat de València, Instituto de la Mujer.
Mohanty, Chandra T. (2008). “De vuelta a Bajo los ojos de Occidente: descoloniza-
ción de los estudios académicos feministas, 1984”. En Liliana Suárez Navaz
y Rosalva Aída y Hernández (Eds.), Descolonizando el feminismo: Teorías y
Prácticas desde los Márgenes, pp. 407-464. Madrid: Ediciones Cátedra, Uni-
versitat de València , Instituto de la Mujer.
Montarano, Ana Marcela (2016). “Hacia el feminismo decolonial en América Lati-
na”, Universidad Carlos III de Madrid.
Muñiz, Elsa (2004). “Hacia la construcción de una historia cultural del género”, Vo-
ces Disidentes: Debates contemporáneos en los Estudios de Género en México,
México, Cámara de Diputados, Ciesas y Miguel Ángel Porrúa.
Navarro, Mariza (1982). El Primer Encuentro Latinoamericano y del Caribe, https://
ideasfem.wordpress.com/textos/i/i21/.
Pateman, Carol (1996). “Críticas Feministas a la Dicotomía Publico/Privado”. En
Carmen Castells (Comp.), Perspectivas feministas en teoría política. Barcelona:
Paidós.
Ponce, Patricia (2002). Sueños de transgresión. Historias femeninas: Trabajo, amor
y placer en un rincón del agro veracruzano, ivec/sev.
Ravelo, Patricia, Sergio G. Sánchez, María Laura Torres, Susana Báez Ayala, Dennis
Bixler, Silvia Chávez, Héctor Domínguez, Georgina Martínez, Javier Melgoza,
Eva M. Moya, (Coords.) (2015). Tácticas y estrategias contra la violencia de
género. México: Ediciones Eón, conaculta-fonca.
Saenz, Noemí (2011). “Donna Haraway. La redefinición del feminismo a través de
los estudios sociales sobre ciencia y tecnología”, Eikasia. Revista de Filosofía,
año V, 39, julio. http://www.revistadefilosofia.com 38.
Scott, Joan W. (1990). “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, His-
toria y género: las mujeres en la Historia Moderna y contemporánea, 23-56.
Scott, Joan W. (2006). “El eco de la fantasía: la historia de la construcción de la iden-
tidad”, Revista Ayer, 62 (2), pp. 111-138.
234 Margarita Dalton Palomo
República Mexicana”, dirigida por Marcela Lagarde y de los Ríos cuando era Diputada Federal en la LIX
Legislatura del Congreso de la Unión de 2003 a 2006, y presidió la Comisión Especial para Conocer y Dar
Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la República Mexicana y a la Pro-
curación de Justicia Vinculada. Participamos en esta Comisión y en el Comité Científico (Patricia Casta-
ñeda), y en coordinar la investigación en el estado de Chihuahua (Patricia Ravelo). El segundo proyecto
en el que participamos de 2010 a 2013 fue el de: “Aplicación de los Protocolos de Actuación en materia
de Violencia de Género”, coordinado por Alicia Elena Pérez Duarte, Ex Fiscal Federal para los casos de
feminicidio. Participamos en la coordinación de la región Sur Sureste (Patricia Ravelo) y en la formación
de académicas, estudiantes, legisladoras, activistas, personal gubernamental y comunicólogas, entre otras.
También recuperamos para estas propuestas, la experiencia de la investigación doctoral que realiza Leticia
236 Castañeda, Ravelo y Sánchez
Lo que pretendemos destacar es que la búsqueda de justicia no está reñida con la paz
y la no violencia, en consonancia con la pauta marcada por mujeres feministas que
desde el siglo xix han planteado que el movimiento feminista requiere ser pacifista.
El capítulo está dividido en cinco partes en las que se abordan: 1) Consideraciones
generales sobre el vínculo entre feminismo y no violencia; 2) Propuesta dialógica de
no violencia; 3) Prácticas feministas para el reconocimiento y ejercicio de los dere-
chos humanos de las mujeres, 4) Sinergia feminista de mujeres que impulsan la alerta
de violencia de género en la CDMX y Oaxaca, y 5) Comentarios finales.
Una de las expresiones más crudas de la desigualdad de las mujeres y las inequidades
de que son objeto es la violencia de género que se ejerce sobre ellas. Aun cuando cada
una de las vertientes de los feminismos la coloca en lugares de prioridad diferentes, la
conceptualice con distintos referentes teóricos o proponga distintas formas de actuar
en sociedad para erradicarla, en lo que todos ellos coinciden es en reconocer que es
una constante en la vida cotidiana de las mujeres que condiciona su existencia misma.
En esta heterogeneidad de planteamientos, es posible identificar al menos dos ten-
dencias notables: por una parte, las que se centran en las violencias directas que tienen
lugar contra mujeres en sus contextos de interacción inmediatos, con especial énfasis
en las relaciones de género de las que participan y, por otra parte, las que colocan es-
tas violencias directas en el contexto más amplio del conjunto de violencias sociales,
institucionales y estructurales. En consecuencia, las propuestas de solución también
recorren caminos que pueden llegar a ser divergentes, entre la atención a los casos
y las medidas de carácter macrosocial, con énfasis propios en los aspectos físicos,
psicológicos, económicos, políticos y legislativos.
En México se han expresado todas estas tendencias desde la década de los setenta,
cuando la confluencia del movimiento amplio de mujeres y el movimiento feminista
iniciaron el largo camino de denuncia de la violación sexual y de la violencia padeci-
da por mujeres y niñas en el ámbito familiar. De entonces a la fecha, la comprensión
de la violencia de género contra las mujeres se ha ampliado y complejizado, dando lu-
gar a una sinergia de movilizaciones sociales, diseño de políticas públicas y cambios
legislativos. Como parte de este proceso, también se han venido perfilando posturas
críticas al ejercicio institucional y al punitivismo, así como posturas filosóficas y
políticas que vindican la erradicación de la violencia (en general y de la violencia de
género en particular) con un profundo cambio civilizatorio para el cual se afirma que
Sánchez García, en el posgrado del ciesas, “Sinergia feminista como estrategia para impulsar la Alerta de
Violencia de Género en la Ciudad de México y Oaxaca: un estudio comparativo”.
Propuestas feministas para erradicar la violencia de género... 237
nes en las que hemos participado, junto con otras académicas feministas, en torno
al feminicido como un hecho social complejo han abierto las puertas a la búsqueda
de soluciones igualmente complejas e integrales, lo que nos ha llevado a desarrollar
propuestas de intervención feminista y darle mayor continuidad al trabajo, iniciado
por Marcela Lagarde, quien afirma que la erradicación del feminicidio forma parte
de un cambio civilizatorio resultado de una transformación radical en la cultura y la
sociedad en pos de una sociedad real y plenamente igualitaria. Las acciones que des-
cribiremos a continuación se inscriben en la topía-utopía, propuesta por esta feminista
mexicana.2
2 María Luisa Femenías, filósofa feminista argentina (2011: 54), aborda el análisis de Raymond Trous-
son sobre las utopías y el pensamiento utópico, destacando que las primeras refieren a sociedades imagi-
narias, elaboradas como resultado de la crítica a las sociedades contemporáneas (particularmente europeas)
para proponer “un orden perfeccionado, anticipatorio y liberador”. Mientras que Marcela Lagarde (2012:
12), plantea que en la base de la utopía está la topía, es decir, de “el aquí y el ahora en cada paso, en
nuestros afanes y los logros realmente conseguidos”. De ahí que ambos elementos deban formar parte de
una misma formulación.
Propuestas feministas para erradicar la violencia de género... 239
Quienes empezaron esa lucha firme ante el secuestro y la muerte fueron unos pocos que,
de forma silenciosa, se manifestaban aguantando todas las provocaciones, pidiendo sen-
cillamente paz, ahora son miles, somos cientos de miles los que creemos que el silencio
suena más fuerte que los disparos (Aberasturi, 2001: 7).
Creemos que el pensamiento derivado de los distintos feminismos, aunado a las ac-
ciones de los movimientos pacifistas, promueve una conciencia social de paz, la cual
no es suficiente para incidir en prácticas de sociabilidad y convivencia pacífica, pues
hemos aprendido social y culturalmente a producir y reproducir actos de violencia
ante cualquier situación sexogenérica amenazante, violenta e insegura. Por ello, cuan-
do asesinan a una mujer, no se imparte justicia y menos se respetan sus derechos, se
provoca tanta indignación, enojo y coraje en las mujeres.
Algunas acciones que han tomado las generaciones jóvenes de mujeres y feminis-
tas en México, como la marcha del 16 de agosto de 2019 en la Ciudad de México,
están guiadas por estos sentimientos y pueden verse como violentas, pero están jus-
tificadas porque, si bien afectaron algunos lugares históricos con pintura, evidencia-
ron que las vidas y los cuerpos de las mujeres y las niñas importan tanto o más que
cualquier otra cosa.
[…] es necesario detenerse y reflexionar, sobre todo para evitar, en tiempos confusos
como estos que vivimos, cualquier tentación de creer que sólo la violencia es capaz de
terminar con la violencia o que la llamada sociedad civil no puede hacer otra cosa que
esperar pasivamente a que alguien le resuelva los problemas (Aberasturi, 2001: 8).
Tampoco podemos seguir creyendo que la sociedad civil es la única que tiene que
seguir asumiendo las funciones del Estado para resolver situaciones de inseguridad y
violencia, aunque sabemos que desde hace muchos años ha tenido que allegarse de re-
cursos públicos y privados que alivien un poco las carencias estructurales de pobreza
3 Véase el documental “La batalla de las cruces. Una década de impunidad y violencia contra las
mujeres” (2005).
240 Castañeda, Ravelo y Sánchez
4 Para Gandhi, la no violencia era más que una táctica política, es un medio para lograr la unidad interna
entre amor y paz, es una realización interna de unidad espiritual en sí mismo, es alcanzar una renovada
conciencia espiritual (Merton, 1998: 20-21). Esta implica una práctica constante para detener la violencia.
Propuestas feministas para erradicar la violencia de género... 241
5 Como ocurrió con la marcha de celebración del Día V Hasta que la Violencia Termine, realizada en
Ciudad Juárez, el 15 de febrero de 2004, donde participaron las actrices pacifistas Jane Fonda y Sally Field
(Ravelo, 2011).
6 Véase la sentencia del “Caso González y otras (Campo Algodonero) contra México”, http://www.
corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_205_esp.pdf, 17/10/2019.
242 Castañeda, Ravelo y Sánchez
El reconocimiento de las mujeres como humanas con pleno derecho es producto del
movimiento feminista por el respeto, la defensa y el disfrute de los mismos. Sin
embargo, es hasta la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre Derechos
Humanos celebrada en Viena en 1993 –finales del siglo xx– cuando se explicitó que
los derechos de las mujeres son derechos humanos (Facio, 2011; Organización de las
Naciones Unidas, 1993).
7 En Lomas de Poleo, una comunidad del norponiente en Ciudad Juárez, nuestra intervención se logró
2016).
Propuestas feministas para erradicar la violencia de género... 243
9 El activismo propiamente dicho no será abordado en este trabajo por cuestiones de espacio y porque
afrontar el problema, y que el nuevo gobierno de izquierda de Andrés Manuel López Obrador todavía no
responde como la situación lo amerita.
11 Coincidimos con Guadalupe Huacuz al señalar que tendríamos que preguntarnos a qué tipo de Estado
estamos interpelando las mujeres cuando solicitamos una vida libre de violencia, si estamos frente a un
Estado criminal (Domínguez, 2015). Esta es una cuestión que amerita discutirse en profundidad, pues,
aunque efectivamente, como señala Huacuz, el eslogan de “una vida libre de violencia” puede tener otras
connotaciones políticas y cierta ambigüedad al ser difundido masivamente por los organismos interna-
cionales (2015: 62), consideramos que esto no le resta su fuerza, como la que sigue teniendo el eslogan
feminista de “lo personal es político”, entre varios más, que se han creado de manera estratégica para
acompañar las acciones.
Propuestas feministas para erradicar la violencia de género... 245
Es preciso que quienes concordamos con visiones feministas del mundo y de la vida que
nos hemos dedicado a temas, niveles de análisis, prácticas políticas, ámbitos y redes di-
versas, tratemos de articular visiones y acciones en pos de superar lo fragmentario y ex-
cluyente. Es la sinergia del encuentro en el que fluyan entre nosotras, desde la diversidad
y la pluralidad, capacidades creativas, imaginación colectiva, voluntad de conocimiento
y decisión de acción conjunta (Lagarde, 2012: 3).13
En el caso de las Alertas de Violencia de Género en las entidades que estamos es-
tudiando (Ciudad de México y Oaxaca), son mujeres quienes principalmente im-
pulsan y dialogan sobre el mecanismo. En su mayoría, su participación oscila entre
el activismo académico, institucional, en organizaciones de la sociedad civil, como
ciudadanas, madres y familiares de víctimas de feminicidio; y en ocasiones pasan de
un campo a otro. Las trayectorias personales, sus posturas feministas y experiencias
políticas influyen en la fuerza que le dan a dichos procesos.
Son ellas quienes están monitoreando constantemente los avances de la alerta de
violencia de género. Los márgenes de su participación, en cierta medida, se definen
por los ámbitos académicos, de la sociedad civil, estatales o municipales a los cuales
se adscriben. No obstante, su agencia posibilita la articulación de una serie de estra-
tegias como voces críticas ante la impunidad del estado patriarcal.
Entonces, entre las mujeres que están impulsando la alerta de violencia de género
destacan aquellas que han reflexionado sobre su condición y vivencia genérica en el
mundo: algunas son madres preocupadas por el contexto que vivirán sus hijas, espo-
12 En este apartado retomamos la idea de sinergia feminista, propuesta por Marcela Lagarde (2012).
13 Como ocurrió en la experiencia colaborativa, en la sinergia feminista para investigar la violencia
feminicida en el país y proponer una ley general, cuando esta destacada académica y ex diputada presidió la
comisión legislativa que se hizo cargo de esta investigación, logrando unir a mujeres de todos los partidos
políticos para juntas elaborar y proponer la lgamvlv.
246 Castañeda, Ravelo y Sánchez
sas que han cuestionado el papel tradicional de la mujer en el matrimonio, hijas in-
dignadas por las desigualdades y violencias vividas en el hogar, indígenas conscientes
de las desigualdades que esto implica, mujeres tansgénero y lesbianas que salen de la
heteronormatividad establecida. Por otro lado, son funcionarias públicas en institu-
ciones y áreas de género, académicas que han trabajado temas de violencia contra las
mujeres, entre las que nos incluimos; voces de la sociedad civil por la defensa de los
derechos humanos de las mujeres, madres, familiares y sobrevivientes de violencia
feminicida y feminicidios cuyas vivencias están marcadas por estos eventos. Ellas
constituyen un universo de identidades diversas que frecuentemente se enuncian des-
de el campo que representan: institucional o de la sociedad civil. Ellas generan prác-
ticas y estrategias que permiten impulsar y operar la alerta de violencia de género.
Ellas fueron partícipes importantes en el llamado triángulo de terciopelo donde las femi-
nistas dentro de la administración estatal (femócratas), las organizaciones de movimien-
tos de mujeres (incluida la organización de partidos políticos de mujeres) y las expertas
de género cooperaron para promover la igualdad de género (Holli citado por Kantola,
2019: 5).14
14 “They were important parthers in the so called velvet trangles where feminist within state adminis-
tratiton (femocrats), women’s movement organizations (including women’s organization of political par-
ties), and gender experts cooperated to advance gender equality”.
Propuestas feministas para erradicar la violencia de género... 247
pues éstos no son reconocidos como tales o, en su defecto, las mujeres que viven
algún tipo de violencia no denuncian. Incluso son las organizaciones de la sociedad
civil las que han tenido que crear bancos estadísticos. Además, las formas de vio-
lencia contra las mujeres en años recientes se ha caracterizado por la crueldad que
se visibiliza en sus cuerpos: mutilaciones, exhibición pública, violaciones sexuales
tumultuarias, por mencionar algunas. Las solicitudes de alerta de violencia de género
en Oaxaca y la Ciudad de México expresan esta preocupación.
La alerta de violencia de género es uno de los pocos mecanismos para operar la
agenda de violencia contra las mujeres en el país y así erradicarla. Solicitarla en
más de 80% del territorio mexicano,15 señala tanto la gravedad de la violencia de
género y feminicida como las renuencias del Estado para atender la problemática de
feminicidios; por ello, proponemos articular las acciones políticas con intervencio-
nes feministas en distintos campos, como el legislativo, el académico-científico y el
artístico-cultural, como lo hemos llevado a cabo en nuestras investigaciones, para
continuar impulsando la alerta de violencia de género como mecanismo de protección
de los derechos humanos de las mujeres.
Comentarios finales
Los aspectos relatados en este capítulo son algunos ejemplos de los esfuerzos que
se dan en México por concertar las iniciativas de feministas académicas, activistas y
políticas, así como de hombres comprometidos con el desmontaje de la naturalización
del ensamblaje entre masculinidad y violencia.16
Nuestra propuesta de no violencia implica reforzar prácticas feministas que inci-
den en la construcción de una sociedad incluyente, democrática, pacifista y ecológica,
siguiendo la tradición del feminismo clásico, pero contextualizado en la época con-
temporánea, la cual se caracteriza por el desarrollo tecnológico y la globalización.
Esto muchas veces no favorece la erradicación de la violencia de género y la violencia
feminicida, debido a que el sistema patriarcal permea las plataformas y redes sociales,
por ejemplo, para ser usadas como medios de cooptación de mujeres para la trata de
personas y de violencia de género en los espacios cibernéticos, aunque no negamos
15 Hasta octubre de 2019, entre las entidades federativas en las que se había solicitado la alerta de gé-
nero, la situación era la siguiente: con alerta de género declarada: Colima, Campeche, Chiapas, Durango,
Estado de México, Guerrero, Michoacán, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo,
San Luis Potosí, Sinaloa. En proceso: CDMX, CDMX2, Estado de México2, Guerrero. Negadas: Tabasco,
Tlaxcala, Yucatán, Coahuila, Guanajuato, Baja California y Querétaro (www.conavim.gob.mx).
16 Como señala María Cristina Fuentes, estamos ante “un tema de poder, de cambio, no de adaptación”.
La reflexión de la autora corre por distintos veneros, pero vale la pena recuperar su invitación a “Deten-
ernos para salirnos del yo actual y aprender de la calma, de la prudencia, de la templanza, y convocar a la
confianza para detener el miedo” (2017: 111).
248 Castañeda, Ravelo y Sánchez
17 Véanse tres textos clave en la obra de Marcela Lagarde: Cautiverios de mujeres, madre esposas,
monjas, putas, presas y locas (2014 [1990]); Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia (2018,
[1996]) y El feminismo en mi vida (2012).
Propuestas feministas para erradicar la violencia de género... 249
Bibliografía
Lagarde, Marcela (2012). “Sinergia Feminista. Por los derechos humanos de las mu-
jeres”. El feminismo en mi vida. Hitos, Claves y topias, pp. 593-612. México,
Inmujeres.
Lagarde y de los Ríos, Marcela (2012). El feminismo en mi vida. Hitos, claves y to-
pías. México, Instituto de las Mujeres de la Ciudad de México.
Lagarde y de los Ríos, Marcela (2014). Cautiverios de mujeres, madre esposas, mon-
jas, putas, presas y locas, México, Siglo XX1, unam.
Magallón Portolés, Carmen (2007). “De la reclamación de la paz a la participación
en las negociaciones. El feminismo pacifista”, Feminismo/s, núm. 9, pp. 15-30.
Mernissi, Fátima (2004). Un libro para la paz. El Aleph.
Merton, Thomas (1998). Gandhi y la no-violencia. Selección de textos del gran maes-
tro espiritual. Madrid, Oniro.
Organización de las Naciones Unidas (1993). Declaración y programa de acción de
Viena, 20 años trabajando por tus derechos.
Puleo, Alicia (2014). Ecofeminismo para otro mundo posible. Madrid, Cátedra.
Ravelo, Patricia (2011). Miradas etnológicas. Violencia de género en Ciudad Juárez,
Chihuahua. Estructura, política, cultura y subjetividad. México, Ediciones Eón,
uam-I, utep, ciesas.
Ravelo, Patricia (2019). “Feminicidio y experiencia de intervención educativa”. En
Covarruvias, María Eugenia, Perspectivas actuales del feminicidio en México,
uacm, en prensa.
Sémelin, Jacques (2001). La no-violencia explicada a mis hijas. España, Plaza y Ja-
nés.
Shiva, Vandana (2004). Las guerras del agua: contaminación, privatización y nego-
cio. Icaria, Barcelona.
Valencia, Sayak (2016). Capitalismo gore. Control económico, violencia y narcopo-
der. México, Paidós.
Documentos
Sentencia del “Caso González y otras (Campo Algodonero) contra México”, http://
www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_205_esp.pdf.
Fuentes audiovisuales
Documental (2005). “La batalla de las cruces. Una década de impunidad y violencia
contra las mujeres”, Dir. Rafael Bonilla, ciesas, Conacyt y Campo Imaginario.
Sitios web
www.conavim.gob.mx
PERFORMANCE FEMINISTA EN LA FRONTERA: DE YO SOY
TEATRO A YA BASTA! DESENMASCARANDO LA VIOLENCIA
DE GÉNERO EN LA FRONTERA ESTADOS UNIDOS-MÉXICO
A TRAVÉS DEL TEATRO COMUNITARIO
Introducción
1 Agradezco la colaboración de Liz Chavez, Nancy Green, Lucia Carmona, Cemelli de Aztlan, Karla
Corral, Sofia Valenzuela, Annel Mena, Elena Vargas, Mayra Gutierrez y Angeles Piza, Jessica Uriarte y
Kadiri Vaquer en la realización de este proyecto.
254 Guillermina Gina Núñez-Mchiri
el vestuario adecuado y los artículos necesarios para desempeñar sus papeles y darles
vida a sus personajes en forma de teatro o performance en los escenarios comunita-
rios. Asimismo, hemos creado puentes entre la academia y la comunidad a través del
teatro comunitario como un arte creativo y transformador. De esta manera, hemos po-
dido conectar la historia de estas mujeres con el público en albergues para mujeres en
situaciones de violencia, museos, congresos feministas, espacios comunitarios donde
se reúnen activistas y bibliotecas públicas.
Cada una de las participantes de Yo Soy Teatro buscó formas para conectarse con
sus personajes en alguna forma personal. Al aprender sobre las contribuciones de
estas líderes, se aprenden y se absorben las lecciones y la energía de las palabras
habladas y compartidas con el público. El compartir sus historias es reconocer sus
contribuciones a la historia y a nuestra sociedad. Cada monólogo empieza con una
afirmación declarativa que es “Yo Soy”, siguiéndose con la historia y un relato de
las contribuciones de cada personaje. Aunque tal vez en sus países de origen han
tenido más reconocimiento, históricamente se han excluido las contribuciones de las
mujeres en los libros de historia y de los relatos culturales contemporáneos en Esta-
dos Unidos, y por consecuencia también se han dejado fuera de nuestra memoria y
conocimiento colectivo femenista. El Teatro Yo Soy brinda una contribución signifi-
cativa para nuestra comunidad fronteriza al hacer el esfuerzo de conocer, reconectar
y recordar a las mujeres líderes ancestrales y contemporáneas de nuestra cultura para
informar y empoderar al público para que reclamen su alto valor histórico y sus con-
tribuciones hacia la justicia social. Al presentar este teatro de monólogos de mujeres
líderes, también compartimos las lecciones y afirmaciones de fortaleza, resiliencia y
motivación para el empoderamiento de nuestra comunidad. De esta forma el Teatro
Yo Soy ha establecido un antecedente para el desarrollo de un nuevo grupo de teatro
llamado ¡Ya Basta!, que presenta monólogos sobre la violencia interpersonal, vio-
lencia doméstica y violencia socioeconómica en la frontera El Paso-Ciudad Juárez.
Este capítulo inicia con una discusión del origen de Yo Soy Teatro: mujeres de las
Américas como una iniciativa basada en un formato de teatro comunitario que emer-
gió de un enlace entre una organización de Latinas en El Paso, Texas, Wise Latina
International, que se dedica al empoderamiento de la mujer a través del arte y el en-
tretenimiento en la comunidad, y estudiantes y profesoras de la Universidad de Texas
en El Paso. Como participantes del Teatro, nos hemos preparado en la pedagogía y
prácticas comunitarias para aprender cómo utilizar el poder de las historias y narrati-
vas de mujeres líderes como una forma de aprender a reclamar nuestros testimonios
en forma de performance. De acuerdo con Diana Taylor (2016), el performance es
un concepto transnacional, transdisciplinario, multilingüe y tiene varios significados
que nos permiten conectar el pasado con el presente, dentro de una práctica con-
temporánea. En este proceso, llamamos y reclamamos el conocimiento ancestral y
reconocemos la riqueza cultural de mujeres en nuestra historia que han luchado por la
justicia social. En este capítulo, hemos incluido las narrativas y reflexiones de nues-
Performance feminista en la frontera: de yo soy teatro a ya basta!... 255
tras artistas participantes quienes han compartido sus experiencias de qué las motivó
participar en el teatro, cómo le dieron vida a sus personajes y las formas en las cuales
ser partícipes en el teatro les ha transformado sus vidas. En esta forma polivocal, este
capítulo contribuye a la interseccionalidad de voces feministas en nuestro pasado y
en nuestro presente en la frontera de El Paso y Ciudad Juárez.
Las lecciones aprendidas a través del Teatro Yo Soy han servido como una base
para desarrollar otro grupo de teatro llamado ¡Ya Basta! que se dedica a dar voz a
las experiencias de violencia interpersonal, doméstica y estructural de nuestra región
fronteriza. Reconocemos que no es fácil hablar sobre la violencia y, por lo mismo,
incorporamos varias voces y reflexiones de nuestras actrices sobre los retos y vul-
nerabilidades para hablar abiertamente de experiencias personales con la violencia
como sobrevivientes. Algunas historias que hemos escrito aún cargan el peso y el
estigma social que no permiten que se compartan con el público. Hemos respetado
este silencio de nuestras compañeras con la esperanza de que algún día en el futuro
se sientan listas para compartir sus historias al sanar el miedo y el susto que les ha
quitado el sueño y la paz. Una de nuestras compañeras nos comentó “aún no estoy
preparada para compartir mi historia, aún vivo con el susto que no ha desaparecido
de mi vida”. Comprendemos que cada persona tiene su trayectoria personal y colec-
tivamente apoyamos su sanación y transformación. Con este respeto, admiración y
sororidad, compartimos nuestras experiencias con nuestras lectoras y lectores al com-
partir nuestras historias, nuestro dolor y las huellas de la violencia en nuestras vidas a
través del teatro. Al contar nuestras historias, nos hemos dado cuenta que no estamos
solas y en este espíritu, compartimos la fortaleza, conocimiento y compromiso de
desenmascarar la violencia a través de nuestros testimonios para crear conciencia,
educación y cambio social como aboga la antropóloga feminista Marcela Lagarde y
de los Ríos (2012), “hacia una vida libre de violencia para las niñas y mujeres” en
nuestras comunidades.
Recuerdo cuando nos reunimos en la casa de Cemelli y ella empezó a sacar el vestuario
que me iba a prestar. Ella empezó a tocar el tambor y al oírlo, empecé a llorar. No sé si tú
lo sabes, pero yo crecí en la religión mormona y recuerdo que cuando sentía al espíritu
santo sentía calor en mi cuerpo. En ese momento que oí el tambor, volví a sentir ese
calor que una vez sentí de niña. Pensé “el tambor me está llamando. El ritmo y el latido
del tambor me está llamando”. Me sentí validada para poder desempeñar el papel de la
Mujer Mexica. El teatro me dio, no sé cómo explicarlo, el teatro me dio a mí misma.
La primicia del teatro era destacar el papel de mujeres en la historia que generalmente
nunca son mencionadas como Carmelita Torres y Dolores Huerta, al honrarlas a ellas,
me dio la oportunidad de decir yo no tengo porque estar ocultada tampoco. El teatro me
dio a mí misma.
Cuando la primera vez que nos reunimos con la idea del Teatro Yo Soy, inmediatamente
pensé […] cuando digo “Yo Soy” te abre el mundo porque no es nada más el nombre del
personaje que uno desempeña, o como te conoce el público, es tu historia y todo lo que
traes atrás de tus abuelas y tus ancestros. Cada personaje que podía interpretar era yo. El
Yo Soy también es hacia adelante, lo que aún no se ha creado, cada minuto nos estamos
transformando. Me voy redefiniendo, es una línea que no termina.
El Teatro Yo Soy nos ha transformado a varias de nosotras por los personajes que he-
mos desempeñado, por las interacciones entre nosotras y las interacciones con nues-
tro público. La sección que sigue proporciona un relato histórico de cómo emergió
el Teatro Yo Soy y cómo se unieron esfuerzos para llevar a cabo este proyecto en
El Paso, Texas. Tenemos la esperanza de que el formato del Teatro Yo Soy motive
a otras comunidades a que identifiquen las líderes de sus comunidades y que logren
compartir sus historias en forma de monólogos y performances en forma de tea-
tro comunitario. Narrar el desarrollo del Teatro Yo Soy también es importante para
comprender cómo evolucionó este grupo, para poder emprender una nueva iniciativa
llamada ¡Ya Basta! No Estás Sola, que es un performance en forma de testimonios
presentados por mujeres que han sobrevivido la violencia de género en la frontera.
De esta forma nos hemos unido para desenmascarar la violencia y dar voz a mujeres
que han sobrevivido experiencias para poder contarlas y motivar a otras personas a
que busquen el apoyo necesario para sanar.
El teatro feminista en forma de performance forma parte de una larga tradición
del uso de performance en América Latina y en comunidades chicanas en Estados
Unidos. El teatro es una herramienta para dar voz a los procesos de violencia en
nuestras comunidades en una ciudad que aún no consigue articular y dar razón a
tanta violencia en nuestra región. Teóricas como Marcela Lagarde han nombrado
feminicidio a acciones de odio tomadas contra niñas y mujeres y el performance nos
permite nombrar los disparates que se cometen y se silencian en nuestra sociedad.
Una de nuestras actrices, Angeles Piza, indica que “los griegos antiguos identificaban
temas que no tenían nombre y que se usaba el teatro como base a un analfabetismo de
la violencia”. Retomamos esa práctica de hablar y murmurar las voces de las mujeres
de esas cosas de las que no se hablan en público. Tal vez para muchos estas palabras
y voces habladas son un murmullo, para otras son gritos y para otras son lecciones
de historias orales donde se encuentran los códigos de conducta, de ética social y de
estrategias de sobrevivencia y resiliencia como una táctica de seguridad que nos arma
de valor al representar esas historias de las que no solemos hablar.
Performance feminista en la frontera: de yo soy teatro a ya basta!... 259
La próxima sección del capítulo narra cómo emergió el Teatro Yo Soy en El Paso,
Texas. Al principio la meta del teatro fue abrir una cumbre de mujeres latinas que
honraría a líderes locales y que abordaría temas contemporáneos socioeconómicos,
políticos y de liderazgo que impactan a la comunidad latina. En el momento que
iniciamos el teatro no nos imaginamos cómo esta experiencia con el teatro nos trans-
formaría personalmente y profesionalmente. A través de los años, hemos incorporado
a más mujeres y personajes para crecer el teatro que empezó con diez personajes y
creció a diecisiete personajes históricos. Hemos tenido a más de veinte actrices par-
ticipando en el Teatro Yo Soy en diversos espacios comunitarios y académicos en los
últimos cinco años. En los últimos dos años, el teatro nos ha servido como base para
desarrollar un grupo nuevo llamado ¡Ya Basta! No estás Sola, con diez participantes
que narran sus experiencias de resistencia y resiliencia como sobrevivientes de la
violencia.
El 11 de mayo de 2019, Liz y Gina se reunieron para recapitular el origen del teatro
al “hacer memoria” sobre el origen del teatro. Usando minutas de reuniones, agen-
das, notas, volantes de eventos e imágenes de la presentación. Liz Chávez aportó una
carpeta de materiales que pudimos utilizar para hacer un análisis de materiales. Entre
los documentos, tenemos listas de los personajes del teatro con las personas que in-
terpretaron estos personajes en diversas fechas.
Una de nuestras primeras reuniones tuvo lugar en un restaurante mexicano cerca
de la Universidad de Texas en El Paso. Ahí nos reunimos con Liz Chávez, Presidenta
de Wise Latina International, y Nancy Lorenza Green, una escritora, poeta y terapista-
educadora, que convocaron una reunión para que un grupo de teatro se presentara en
una cumbre de latinas en El Paso, Texas. Cada una de las participantes aportó a la reu-
nión sus experiencias personales y profesionales. Liz Chávez tenía experiencia como
productora, Nancy Green es poeta y escritora y Gina Núñez es antropóloga cultural
y profesora en la Universidad. Liz Chávez, presidenta de Wise Latina International,
recuerda una reunión que tuvo con Nancy Green, en marzo de 2014, para hablar sobre
la cumbre latina programada para el junio de 2014. Liz recuerda:
Sabíamos que queríamos crear conciencia, empoderar a las mujeres, y hablar sobre la
importancia de la educación en este evento para que las mujeres latinas se motiven a
ser más auto-suficientes y auto-determinadas. Pensamos que para la apertura de este
evento sería importante honrar y brindar tributo a las mujeres íconos que fueron líderes
al quebrar las barreras de su época. Hicimos una lluvia de ideas para hacer una lista de
mujeres líderes en El Paso que fueron pioneras en sus profesiones y en la comunidad.
260 Guillermina Gina Núñez-Mchiri
Este formato es importante porque queríamos que cada monólogo estuviera dentro de
un minuto para que fuera corto y poderoso.
Después de identificar el primer grupo de personajes históricos que queríamos
presentar, empezamos a identificar a las mujeres en nuestra comunidad que las pu-
dieran representar. Sabíamos que había talento en nuestra comunidad y mujeres con
experiencias creativas y en sus experiencias como líderes. Gina recomendó a Tiffany
A. Devez para que representara a la curandera Teresita Urrea, Selfa nominó a la poeta
Celia Aguilar para que desempeñara el papel de la organizadora laboral Lucy Talcot
Parsons; Mayra Gutiérrez, quien en su momento era alumna de Gina Núñez en una
clase de antropología y estudiante de historia, se comprometió a hacer el papel de una
mujer ancestral como la Mujer Mexica. Invitamos a Cemelli de Aztlan, que tiene una
Maestría en Estudios de la Divinidad de Harvard y es líder en la comunidad, a que hi-
ciera el papel de la Malinche. La doctora Selfa Chew es una historiadora de utep y se
dio al compromiso de escribir y desempeñar el papel de Herlinda Wong Chew, quien
organizó a la población China en El Paso, Texas. A la escritora y poeta Griselda Flores
se le pidió representar el papel de Frida Kahlo basado en un monólogo que escribió
Gina después de que ella publicó un relato de la vida de la artista (Núñez, 2013). La
fotógrafa y productora de documentales Jennifer “Jen” Lucero se comprometió a ser
Sor Juana Inés de la Cruz. Lucía Carmona, organizadora en las colonias y de trabaja-
dores agrícolas, acordó hacer el papel de una soldadera de la Revolución Mexicana.
También se comprometió a tocar la guitarra y cantar la música de fondo para el tea-
tro. Gina Núñez, como hija de padres migrantes agrícolas, se comprometió a hacer
el papel de la líder de campesinos Dolores Huerta. Selfa Chew tomó el liderazgo al
enviar los primeros diez monólogos para que se publicaran en una revista literaria
de la frontera, Paso del Rio Grande del Norte (2014), como una creación colectiva.
escribí mi historia por miedo de nunca tener la oportunidad de compartirla con alguien
más. Pensé ¿Qué si algo me pasa? Si las cosas en Juárez siguen empeorando yo por lo
menos tengo la oportunidad de compartir mi historia con alguien e inspirar el cambio. Mi
experiencia con escribir y compartir mi monologo se puede describir como liberadora y
empoderadora. Tuve la oportunidad de ser escuchada y de oír mi propia voz. Al asistir
Performance feminista en la frontera: de yo soy teatro a ya basta!... 267
a reuniones con el teatro Yo Soy se me abrieron los ojos al oír las conversaciones, los
testimonios de mujeres fuertes. Ya me cansé de pensar que yo era una mujer débil por
tener el miedo de ser secuestrada o violada, que era falso. Esto me motivó a escribir y
compartir mi historia. Pude compartir las voces de las mujeres de Juaréz sin tener miedo
sabiendo que no estoy sola.
Como lo indica Sofía, el contar nuestras historias con el público nos hace recordar
que no estamos solas y que no somos las únicas luchando por un mundo libre de
violencia. Juntas en el teatro nos hemos dado la oportunidad de compartir, de sanar,
de llorar y de compartir el apoyo, la compasión y el amor para sanar y poder seguir
adelante como mujeres fronterizas en la lucha. A través del performance y el teatro
en comunidad, podemos recrear nuestras experiencias y volvernos a reinventar al
reclamar nuestras historias.
Aunque tenemos menos tiempo haciendo performance con el Teatro Ya Basta, sa-
bemos que ya hemos podido tener un impacto en las comunidades donde nos hemos
presentado. Hemos formado una comunidad de practicantes (Wenger, 2018), como
actrices, estudiantes, investigadoras y activistas feministas abogando y luchando por
una vida libre de violencia. Hemos identificado la necesidad de conectar a las perso-
nas que han vivido la violencia con los recursos disponibles en nuestra comunidad.
Hemos podido desarrollar talleres después de nuestro performance para invitar a que
otras personas también escriban y compartan sus testimonios y hemos respetado el
silencio y la privacidad de las personas que aún no están listas para compartir sus
historias. Sabemos que existe una brecha entre las personas con necesidad de apoyos
emocionales y mentales y las agencias que prestan servicios. Seguimos creando redes
de colaboración, investigación y abogacía para poder conectar a las personas a que
busquen y encuentren los servicios necesarios para ser escuchadas y poder sanar.
Nuestra meta es llevar el Teatro Ya Basta a diferentes comunidades para desestig-
matizar la violencia y traer atención a las necesidades y realidades de nuestras comu-
nidades. Al usar nuestros testimonios podemos compartir historias y estrategias que
nos puedan ayudar a atacar la violencia sistemática e interpersonal en nuestras vidas y
en nuestra región (Smigelsky y Neinmeyer 2018). Una de nuestras integrantes, Annel,
indicó que el narrar su historia le permitió hablar y poder sobrepasar sus sentimientos
de culpabilidad y coraje por permitir que alguien le hiciera daño. Por el escuchar del
público sabemos que el teatro tiene un gran poder de abrir la curiosidad y el interés
de querer tomar acción para frenar la violencia. Como nos comentó Karla, “al ver el
performance fue algo poderozo. El performance de historias personales me tocaron
el alma. Me dieron escalofrios al escuchar esos testimonios y no podía detener mis
lágrimas. No lloré por lástima. Lloré por rabia al saber que tantas mujeres han sufrido
violencia. Se que mi proposito de vida es hacer algo para educar y ayudar a sanar el
dolor”.
El teatro trae consigo beneficios de crear conciencia y beneficios terapéuticos para
nuestras participantes y para nuestra comunidad. Somos muchas y sabemos que no
268 Guillermina Gina Núñez-Mchiri
estamos solas. El teatro nos permite ser vulnerables al contar nuestras historias y abre
la oportunidad de que otras personas se conecten con nosotras emocionalmente y cog-
nitivamente. Tenemos la oportunidad de comunicar, educar, compartir y conectarnos
con nosotras mismas y el público que escucha nuestros testimonios.
En este capítulo, hemos relatado como emergieron dos grupos de teatro feminista
de chicanas/latinas en el El Paso, Texas. Nuestro teatro, como este capítulo, representa
una diversidad de experiencias y voces de mujeres fronterizas y transfronterizas que
han cruzado muchas barreras para salir adelante. Esperamos poder seguir compartien-
do nuestras historias con el afán de invitar a que seamos escuchadas y apoyadas con
los recursos y las herramientas necesarias para juntas sanar y crear un mundo libre de
violencia. Invitamos al diálogo con las personas interesadas en el teatro comunitario
feminista para que se compartan las historias de las mujeres líderes de su comunidad
y las que han sobrevivido para contar sus historias en forma de testimonio y en forma
de performance. Sabemos que formamos parte de una larga tradición de mujeres en el
mundo, y en América Latina y la frontera de México y Estados Unidos en particular,
que lucha por desenmascarar la violencia en un esfuerzo colectivo para abordar el
cambio en nuestras vidas y comunidades. Sabemos que levantando nuestras voces en
grupos colectivos femenistas podemos tener un impacto local y global, como lo ha
demostrado el Peformance Un Violador en tu camino, que ha recorrido por diferentes
paises en el mundo. Nos sumamos a esta denuncia sobre la violencia de género en
nuestros cuerpos, mentes, almas y comunidades.
Bibliografía
Spivak
Abordar la dramaturgia del norte de México nos ubica en ámbitos liminales de todo
tipo. Si por un parte la referencia inmediata es la frontera entre nuestro país y Estados
272 Susana Báez Ayala
Unidos; por otro lado, emergen fronteras culturales, políticas, económicas, étnicas,
raciales, sexuales, de género, siendo la constante el desplazamiento en las connota-
ciones de los sucesos que favorecen el ser y estar en la deixis Ciudad Juárez-El Paso.
Una de esas tenues líneas divisorias interesa abordar aquí: la dramaturgia escrita por
mujeres en el siglo xxi. Si bien la nómina es breve, no así la relevancia que posee su
presencia en la panorámica de la región, por cuanto son voces que van configurando
un coro en su diversidad, pero una constelación en la región. Sumando su presencia a
los aportes de dramaturgos de suma relevancia en el panorama cultural: Víctor Hugo
Rascón Banda, Edeberto Castillo, Antonio Zúñiga, Manuel Talavera, entre otros,
siendo el interés aquí contribuir a decolonizar los saberes culturales literarios de su
filón sexista al privilegiar la crítica literaria que abordan en su mayor parte los textos
escritos por hombres; aquí me interesa partir del estudio de las dramaturgas que por
razones distintas han vivido o viven en esta frontera, de esta manera ensayos con un
enfoque feminista como este buscan incidir en hacer política de la alteridad, es decir
de la enunciación de los aportes de las mujeres.
De acuerdo con Braidotti, el feminismo logra enlazar la subjetividad con los dere-
chos y el poder; interseca, además, la política con la epistemología, promoviendo así
el empoderamiento de las mujeres (2004: 15); esto desde una política de la ubicación
(Rich, 1999), es decir se parte de la experiencia vivida; no carente de una mirada
autocrítica, descentrada de la mismidad, con el propósito de saberse parte del plu-
riversalismo, identificando los privilegios desde la teoría de la interseccionalidad o
aquellas circunstancias que vejan la dignidad humana de las mujeres. El feminismo
propone que “para hacer acotaciones teóricas generales […] se toma conciencia de
que uno está localizado en algún lugar específico” (Braidotti, 2004: 16). ¿Qué tan
sencillo es lograr este desplazamiento epistémico? La autora nos invita a localizar el
cuerpo, destacando su “entidad socializada, codificada culturalmente” (16).
Si partimos de un descentramiento epistémico en el que se aprecie un desplaza-
miento de los centros culturales hegemónicos con bases occidentales, blanqueadas y
patriarcales, interesa que la mirada focalice las microhistorias regionales y en ellas
destaque la participación de otros sujetos descentrados: las mujeres en su complejo
vínculo con lo cultural y la cultura patriarcal. El norte de México de la década de los
ochenta del siglo xx emerge en la panorámica nacional por temáticas vinculadas a la
migración o al narcotráfico, entre otros asuntos que en el presente siglo han adquirido
dimensiones de suma complejidad. En ese contexto, a la vez, la autoría de quienes
desde esta zona del país interpelan los cambios socioculturales que impactan a esta
parte de nuestra nación consiguen que se torne la mirada hacia esta frontera geográ-
fica y política.
Algunas voces de suma relevancia aparecen en un marco nacional o incluso in-
ternacional: Víctor Hugo Rascón Banda, dramaturgo chihuahuense, quien ingresó a
la Academia Mexicana de la Lengua (2007), Carlos Montemayor, poeta, narrador,
ensayista, Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lengua y Literatura (2009), Jesús
Feminidades nómadas en El jardín de las granadas... 273
Gardea, poeta y narrador, Premio Xavier Villaurrutia (1980). Las obras de estos au-
tores insertan en sus cosmos ficcionales elementos regionales que les otorgan pecu-
liaridades estilísticas y de contenido arraigadas en la región chihuahuense, que nacen
de hechos históricos o sociales tomados de sus entornos familiares o comunitarios;
incorporaron formas lingüísticas, elementos multiculturales de la región, entre otros
rasgos. Por ejemplo, Rascón Banda aborda la problemática de la comunidad rarámuri
en su obra La mujer que cayó del cielo, en donde la protagonista es una mujer tarahu-
mara. Carlos Montemayor nos lega Las armas blancas y Las mujeres del alba, textos
que ahondan en el hecho histórico del asalto al cuartel de Ciudad Madera, Chihuahua;
mientras que Jesús Gardea en su libro de cuentos Los viernes de Lautaro ambienta sus
relatos en el desierto chihuahuense. No obstante, no figura a nivel nacional una voz
femenina. Habrá que preguntarse las razones por las cuales se da este vacío.1
Siguiendo a Braidotti, la identidad “se construye en el gesto mismo que la postula
como el punto de anclaje para ciertas prácticas sociales y culturales” (2004: 206), de
donde es pertinente señalar que la identidad cultural de la región chihuahuense se ha
constituido dentro de los parámetros hegemónicos en donde ha privado la figura del
creador masculino con base en una sociedad reproductora de paradigmas sexistas y
excluyentes. Esto basado en una sociedad que afirma que “la autoridad masculina
fundada y encarnada en la familia patriarcal, en la heterosexualidad compulsiva y en
el intercambio de mujeres” (2004: 207).
Rompiendo con un destino impuesto, las mujeres en la región fronteriza con Esta-
dos Unidos emergen en los escenarios culturales intersectando con los autores mas-
culinos en un interés por ficcionalizar en sus textos acontecimientos o problemáticas
locales. Y aun dando a conocer sus trabajos, pocas veces la crítica literaria se detiene
en analizar su presencia en la historia regional, ya no aspiremos a la nacional. De
ahí la importancia de realizar un acercamiento a estos procesos desde un enfoque
feminista decolonial, ya que desde este posicionamiento se ponen en cuestión las
relaciones “centro/periferia” (Braidotti, 2004: 207) en términos geográficos y meta-
fóricos. Por tanto, aquí partimos desde el posicionamiento de la experiencia situada y
una “política de localización: ha llegado la hora de mirarnos a fondo y con frialdad”
(Braidotti, 2004: 209).
Una manera de hacer política desde los estudios literarios es potenciar “figuracio-
nes imaginarias acordes con nuestra historicidad” (Braidotti, 2004: 209), si detecta-
mos el poco esfuerzo por documentar y analizar los aportes de las mujeres a la cultura
1 No desconocemos algunos trabajos que han procurado romper ese silencio. Uno pionero es el de
Socorro Tabuenca, Mujeres y fronteras. Una perspectiva de género (1998), en donde estudia la narrativa
de Rosina Conde (Baja California) y de Rosario Sanmiguel (Chihuahua). Los trabajos de Miguel G. Ro-
dríguez Lozano son importantes de citar: Escenarios del norte de México: Daniel Sada, Gerardo Cornejo,
Jesús Gardea (2003) y Sin límites imaginarios. Antología de cuentos del norte de México (2010). Enrique
Mijares Verdín, a través de la colección Teatro de Frontera que inicia en 1996, ha difundido a dramaturgos
y dramaturgas del norte de México. Esto entre otros esfuerzos.
274 Susana Báez Ayala
regional, es necesario apuntalar esta praxis como un acto de ética feminista desde los
principios de la sororidad académica. Ser un sujeto nómade significa estar en tránsito,
señala Braidiotti (2004: 213); por tanto, aquí nos avocaremos a destacar que el imagi-
nario cultural androcéntrico se va desestructurando al visibilizar la presencia de suje-
tos femeninos en el panorama cultural chihuahuense, en particular en Ciudad Juárez,
en lo que va del siglo xxi. Comencemos con un muy breve pero necesario bosquejo
de algunas autoras en la dramaturgia regional del siglo xxi que en la polifonía de sus
textos nos permiten mostrar que el panorama de creadores se desplaza, dando lugar
a la difusión de sus autoras.
Por lo anterior comienzo con un breve recuento de aquellas autoras que han publi-
cado al menos un texto dramático del 2000 a la fecha. Sin ánimos de extenderme en
ello, aquí datos breves de cada una. Comencemos con la actriz, directora de teatro,
activista cultural y defensora de los derechos humanos en Ciudad Juárez: Perla de la
Rosa, quien ha publicado “El enemigo”2 (2011) y “Antígona, las voces que incendian
el desierto”3 (2005). Selfa Chew, profesora universitaria en El Paso, Texas-Estados
Unidos, derecho humanista, autora del libro Cinco obras de teatro (2015) y los tex-
tos: “Los expedientes del odio”, “Mi hermano siames”4 (2008), “Los Reyes Salazar”
y “La sal de la tierra” (2016). Virginia Ordóñez, directora de la compañía de teatro
Candilejas en el Desierto de la uacj en Ciudad Juárez, actriz y dramaturga, tiene dos
obras: “Laceraciones” (2008) y “El Circo” (2016). Micaela Solís, poeta, narradora,
dramaturga, actriz, cantante y promotora cultural; su obra inédita: “Maquila” (s/f) y
“Estación deseada” (2005). Norma Montoya, narradora, dramaturga, poeta, cuenta
con “Vampiro del medio día” (2011) y “Noches terrenales” (2016). Ysla Campbell,
profesora universitaria, poeta, actriz; ha escrito y presentado dos obras: “San Lorenzo
o la persecución de los cristianos”5 (2014) y en coautoría con la directora de teatro
Jissel Arroyo “De cuando no sabía reír”6 (2019). La joven dramaturga Valeria Loera
ha escrito dos obras: “El elefante”7 y “Midnight Snack” (s/f); Cecilia Bueno, actriz y
promotora cultural, escribió “Hartazgo” (2011). La última autora que he de mencio-
2 Puesta en escena por la compañía de teatro Telón de Arena, bajo la dirección de Perla de la Rosa, en
julio 2011.
3 Puesta en escena por la compañía de teatro Telón de Arena, bajo la dirección de Perla de la Rosa.
4 Esta obra se llevó a la escena a través de la compañía de teatro Telón de Arena, dirigida por Perla de
2018.
Feminidades nómadas en El jardín de las granadas... 275
nar aquí es Guadalupe de la Mora; sin embargo, al ser uno de sus textos el objeto de
estudio en este ensayo, ahondaré en sus trabajos en el siguiente apartado.
Braidotti apunta que “El feminismo funciona como una contramemoria, como un
sentido diferente de la genealogía” (2004: 65), bajo esta idea, aludir a las autoras
arriba señalada va en la línea de contribuir a una política de la enunciación y abonar
en la importancia que para una comunidad que aspira a una sociedad en donde prive
la equidad en la historiografía cultural se requiere reconfigurar las genealogías y, por
tanto, es necesario integrar los aportes de las mujeres.
Guadalupe de la Mora Covarrubias (Ciudad Juárez, 1969) narra cómo el teatro
se le develó, en su adolescencia, al observar en la Biblioteca Antonio Tolentino a un
grupo de jóvenes ensayar:
Una cuñada me iba a apoyar, porque ella vivía allá; pero, ni siquiera fue por mí a la
estación de autobuses. Entonces me fui en metro a su casa, llegué aterrada. Hice el exa-
men de admisión en el Estadio Azteca y lo pasé; pero con franqueza, me dio miedo irme
de mi ciudad, por la experiencia que tuve en el D.F. Regresé y fue una decisión difícil en
ese momento. Ayudó que estaba enamorada, que tenía el grupo de teatro, hubo muchas
cosas que me jalaron a quedarme en Juárez (Guadalupe de la Mora, junio de 2018).
8 No se tome esta cita en detrimento de la relación entre la madre y la autora; esta última refiere, en la
entrevista, a su madre como una mujer que estuvo siempre acompañándola y potenciando a su hija en todo
aquello que le interesaba.
276 Susana Báez Ayala
Fue caótico, al inicio, porque nada más discutimos mi obra. Nunca más se volvieron a
llevar ninguno otro texto. Duramos no sé cuántas sesiones hablando de mi obra. Todos
contra mí. Yo decía: “Bueno, así son los talleres, al rato vamos a hablar de otra”. No,
nunca pasamos a otro texto. Me salí cuando ya habían hecho pedazos mi obra, pero yo
la fui mejorando (Guadalupe de la Mora, junio de 2018).
sujetos que han dejado de existir. Junto a estos aparece el amor (filial), la injusticia”
(Báez, 2002: 19). Al preguntarle quiénes son y qué desean los personajes de texto De
la Mora, ella respondió: son el desierto (2002: 23, las cursivas son mías).
Una siguiente obra, escrita en los talleres de Dramaturgia Hipertextual, del drama-
turgo duranguense Enrique Mijares, es Amor impune (2008); en la introducción lee-
mos: “escribió […] para emprender la exploración del alma humana desde la atalaya
del sicario que irónicamente se llama Salvador […] Se sabe el mismo instrumento
gradual de su suicidio gradual, el padre incestuoso que seduce a su hija Isabel con-
tándole por la noche sus añas del día” (Mijares, 29).
Dando continuidad a la trayectoria como autora de De la Mora, conozco su texto
El jardín de las granadas, que escribe en 2011 en el Taller de Teatro Hipertextual que
imparte Enrique Mijares en Ciudad Juárez. El maestro anota de este texto: “la autora
compone una extraordinaria partitura en que la mujer es el leit motiv, la luz destellante
que se descompone en fragmentos al chocar […] con ese muro de azogues” (Mijares,
2011: 13). Más adelante me avocaré a esta obra por lo que no ahondo más aquí.
Po último, hasta ahora, ha publicado “La Batalla de Ciudad Juárez. Tentativa de
guion sobre una Revolución fallida” (2016). De nueva cuenta con la asesoría de En-
rique Mijares, quien ofrece estos comentarios: “complejo ejercicio de recuperación
de la memoria que se plantea como juego electrónico y que por ello mismo implica
[que] los lectores o espectadores, quienes de forma volitiva se responsabilizan de ac-
tivar los hilos e interpretar acciones” (15). Esto en relación con el abordaje de De la
Mora acerca de la toma de Ciudad Juárez en la Revolución.9 Los asuntos con los cua-
les intersecan las obras de De la Mora no han sido tratados sólo por ella; sin embargo,
como destaca Braidiotti: “Necesitamos un saber situado: necesitamos la integridad,
el coraje de aceptar perspectivas parciales y llevarlas a la práctica” (Braidiotti, 2004:
60) Y en eso deseamos contribuir en datar la perspectiva de De la Mora en relación
con las mujeres que habitan un gineceo.
El jardín de las granadas es, en palabras de su autora, “un universo femenino que
quiero mostrar”,
Yo plasmé ahí esa relación intrincada entre las hermanas, las primas, las tías, las abue-
las, las hijas; somos cada una diferentes, y entonces esa relación es la que nos hace ser y
estar de una manera, por lo menos a mí. Tengo una gran riqueza a través de las mujeres
9 El guion previo de esta obra se representó, bajo la dirección de César Cabrera, con dos títulos dife-
rentes: “El fulgor de la Batalla. La toma de Ciudad Juárez” (2011, 2015, 2016), en las calles del centro de
Ciudad Juárez, el espectáculo ofrecido a la comunidad fue con caballos en escena, emulando la contienda
revolucionaria, con juego de luces y sonidos que buscaban transportar al público a las gestas libertaria.
278 Susana Báez Ayala
de mi familia, a las cuales les debo mucho: la enseñanza, los enojos, las frustraciones,
el tiempo maravilloso, el amor, la pasión (Guadalupe de la Mora, junio, 2018).
Las palabras de la autora nos permiten destacar el acto de contramemoria desde la es-
critura; si bien la literatura constituye un discurso que, en ocasiones, parte de modelos
concretos, en la realidad ficcional corresponde a un ejercicio de virtualización de esos
paradigmas: “dado que mirar es virtualizar el mundo, apropiárselo” (Mijares, 2015:
34). La contramemoria, a decir de Braidiotti (2006), se enlaza con la resistencia, los
saberes situados y una política de localización. En este caso Guadalupe de la Mora
se propuso reconfigurar las microhistorias de las mujeres de su familia, favoreciendo
que las y los receptores entablen un proceso de identificación con lo representado
en la obra. Cada persona hallará en El jardín de las granadas los fractales de las
historias de las mujeres de su familia. A partir de estos procesos en la construcción
de los imaginarios se coloca a los personajes femeninos en el foco de la recepción,
deconstruyendo la mirada androcéntrica, en donde la experiencia vivida de las mu-
jeres, sus vínculos intergenéricos y las subjetividades femeninas ocupan el primer
plano discursivo. El acto de resistencia al silencio, al olvido, a la nebulosa en la que
han habitado nuestras ancestras obedece a estos saberes situados, a esta política de la
enunciación de lo femenino y su compleja realidad. Adentrémonos entonces en las
micromemorias de la obra en cuestión, y quizá cada una cada uno, en la de las mujeres
de nuestras familias biológicas y simbólicas.
“Toda mi vida ha estado construida con esta relación de frontera, pero no solamente
física, es decir, yo creo que el vivir en frontera nos hace percibir de cierta manera el
mundo como la gente que vive en la selva” (Guadalupe de la Mora, junio 2018). La
frontera, ese límite inasible, constructo sociocultural y político se interseca con las
identidades de quienes las habitan.
El jardín de las granadas, como el fruto, se abre en un sinfín de posibilidades de la
experiencia vivida de las mujeres de esta obra o de cualquier otro entorno femenino
signado por el constructo de la hegemonía patriarcal que incide en las visiones feme-
ninas e inter e intragenéricas. La obra aparece en cuadros que poseen una autonomía
semántica, enlazados figuran como rizomas que pincelan las experiencias de vida
de tres generaciones de mujeres cuyos vínculos articulan y desarticulan las compli-
cidades, desavenencias, afectos, rencillas, habilidades para el afrontamiento de las
circunstancias personales o colectivas, los prejuicios o las rupturas con los mandatos
hegemónicos. La obra no parte de una visión moralista, sino de una pluriversalidad
de formas de estar y ser de sus personajes.
Si bien la obra aparece escrita en cuadros, es un texto que puede leerse a la manera
en que Julio Cortazar propone adentrase en Rayuela; es decir, acorde al interés de los
Feminidades nómadas en El jardín de las granadas... 279
lectores. Aquí los subtítulos de las catorce escenas: Azogues, La boda, La mudanza,
Historias, El adagio, Infiernos, Esperanza, Funeral violeta, Sentido de justicia, Las
dolorosas, Levedad, Silenciosidad, Una manzana en el mar, Epitafios.
Cada apartado invita a los lectores a correr la cerradura o el tenue velo que activa
la memoria, el recuerdo, las vivencias de siete mujeres que en sus diferencias genera-
ciones mantienen lazos indisolubles al tener vivencias comunes en donde se tejen y se
destejen las narrativas de lo vivido. La historia de Amanda potencia las microhistorias
de las otras mujeres, los receptores no tienen certeza de si lo que se despliega en las
escenas (o en el escenario que configuran en su imaginario) corresponde a aconte-
cimientos ficcionales de la realidad literaria o si, como en el caso de Juan Rulfo, lo
que se nos ofrece pertenece a una ficción dentro de la ficción. No sabemos si los
personajes habitan la realidad concreta de la ficción o si habitan el mundo de Comala.
Uno de los rasgos de estilo que prevalece en la obra de De la Mora es el lenguaje
poético, aunque sus textos suelen partir de un hecho concreto. Al preguntarle acerca
de este rasgo en su escritura: “tengo un problema con los géneros, nunca me afiancé
ni en el guion ni en la poesía, pero decidí que la dramaturgia me interesaba y enton-
ces he seguido escribiendo teatro” (Guadalupe de la Mora, junio 2018).
De la Mora comparte, en la misma entrevista citada, su experiencia en dos talleres
de creación literaria, a partir de su estilo en la escritura. En el de dramaturgia, con
Pilo Galindo, le sugirieron: “Es que es muy narrativo lo que estás haciendo, es como
poético, entonces quizá tu rollo es escribir poesía”. Mientras en el de narrativa con
Adriana Candia: “Es que tus cuentos son como muy dramáticos, ¿por qué no escribes
teatro?” Ya en un acercamiento a su obra, escribí que un rasgo singular es el manto de
un lenguaje poético, metafórico, simbólico que nos adentra con gran sutileza y tino
a las doloras realidades que sus textos abordan: migrantes que mueren el desierto de
sed, sicarios que además son violadores sexuales de sus propias hijas, relaciones de
engaños, traiciones y actos de solidaridad entre mujeres de una misma familia, vio-
lencias socioculturales en hechos históricos. Estos peculiares rasgos son parte de ese
nomadismo estilístico propio de la autora, una ruptura con el canon literario.
La condición genérica de las mujeres está estructurada en torno a dos ejes fundamenta-
les: la sexualidad escindida de las mujeres, y la definición de las mujeres en relación con
el poder —como afirmación o como sujeción—, y con los otros. Socialmente, la vida de
las mujeres se define por la preponderancia de algunos de estos aspectos, lo que permite
definir grupos diversos de mujeres (Lagarde, 2005: 35).
Lagarde explora cómo es que las mujeres construyen su felicidad con base en “la
realización personal del cautiverio que, como expresión de feminidad, se asigna a
cada mujer […] de ahí que todas las mujeres están cautivas por el solo hecho de ser
mujeres en el mundo patriarcal” (2005: 36). Varios dilemas humanos colocan en una
encrucijada a los personajes de la obra. Uno de ellos, el acceder a la condición de
mujer casada, tener hijos y asumir la condición de opresión cultural a la que se supo-
ne están destinadas. Si bien el texto no ofrece un dato temporal o un contexto social,
sabemos por la autora que la obra refiere a historias que sucedieron en una casa en
Feminidades nómadas en El jardín de las granadas... 281
El Paso, Texas, a principios y mediados del siglo xx. La escena titulada La boda se
detiene en un diálogo entre Iris y Amanda, tía y sobrina; la segunda a punto de con-
traer matrimonio y la primera en su condición de soltería, cargando el estigma de ello:
Siguiendo a Lagarde, las instituciones sociales en las que se insertan las mujeres
tienen la función de reproducir el sistema de la división genérica del mundo y sus
cautiverios. De donde el matrimonio, noviazgo, amasiato, maternidad, entre otros
requieren de mujeres que acepten la dominación que las determina en una condición
de sujeción perenne (2005: 159). Amanda convoca a través de sus recuerdos a las mu-
jeres de su familia, de su entorno. Mediante sus testimonios monologados o ríspidos
diálogos entre ellas, plasma las violencias económicas, sexuales, patrimoniales, cul-
turales que signaron a este grupo de siete mujeres. El fragmento Historias nos ofrece
la experiencia vivida de la abuela, la que ejemplifica la de otras mujeres:
Vivíamos en las viejas vías del tren. Las mujeres la pasábamos muy mal. Muchos tra-
bajos. Tu abuelo venía a hacerme hijos, yo pensaba que eso era así […] Yo trabajaba
en una cooperativa de costureras, a escondidas, porque eran tiempos en que no se veía
bien que la mujer ganara dinero, era como dejar ver que el marido no podía con su res-
ponsabilidad.
Marga: … Me fui al convento… huí a otro infierno. En la celda me acordaba de ti, del
río, tu piel lisita… me arrepiento tanto de no habértelo dicho a tiempo… nos bañábamos
desnudas, disfrutaba sentirte, aunque fueras ajena a mis fantasías… olías a tersura… en
el pasto, tu cabello húmedo se derramaba sobre mis muslos, sobre mi sexo, me excitaba
[…] te daba besitos en los pies, un poquito más arriba, más arriba… cuando dejabas de
sonreír me detenía (186).
Amanda, relajada, los ojos cerrados, se baña en la tina. Claudia entra sigilosamente, la
observa sin que Amanda reaccione, luego le lava el cabello, la espalda. Poco a poco sus
acciones se convierten en caricias. Amanda cede al placer… extiende los brazos para
abrazarla. Claudia sale. Amanda, en el éxtasis, deja escapar un susurro.
Amanda: No quiero estar sola (188).
Dice Lagarde que “las mujeres son objeto de disputa política” (2012: 153). Se trata
de dictar leyes que determinen el derecho sobre sus cuerpos, su subjetividad, su vida.
Hoy mismo se busca el respeto a las comunidades LGTTTB+, entre otras formas, a
través de que accedan a los derechos de las humanas y los ciudadanos que como per-
sonas tienen, respetando su orientación sexual. No obstante, Amanda establece una
relación heterosexual, en donde la violencia física se halla a la orden del día: “Por
menos de esto lo podrías meter a la cárcel” (184). El marido alcohólico además, en
su rol de privilegio masculino, decide ejercer su supuesto derecho de pernada. Siendo
esposo de Esperanza lleva una relación sexual con Esperanza. En un diálogo que no
queda claro si se dio antes del suicidio de Esperanza o si es un sueño o una pesadilla
de Iris, en el fragmento titulado Una manzana al mar, leemos:
Referencias
Dramaturgas
Referencias críticas