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Libro Violencias y Feminismos Antología Versión Digital

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Violencias y feminismos.

Desafíos actuales
Antología

Patricia Ravelo Blancas


Montserrat Bosch Heras
(Coords.)

COLECCIÓN DIVERSIDAD SIN VIOLENCIA


A la memoria de María Elena
Esperanza Jarquín Sánchez
Violencias y feminismos.
Desafíos actuales
Antología

Patricia Ravelo Blancas


Montserrat Bosch Heras
(Coordinadoras)

S E C R E TA R Í A D E C U LT U R A

LLIL AS B E N S ON The University of Texas at El Paso


L ATIN AMERIC A N STUDIES A ND COLLEC TIO NS

CENTRO DE INVESTIGACIONES
INTERDISCIPLINARIAS EN

CIENCIAS Y HUMANIDADES
Primera edición: octubre 2019

Imagen de portada: Mujer Florecida, José Hernández Delgadillo, 1999.

Diseño de portada: Aura B. Ávila Ravelo

ISBN: 978-607-8732-00-5

© Patricia Ravelo Blancas

© Ediciones y Gráficos Eón, S.A. de C.V.


Av. México-Coyoacán, núm. 421
Colonia Xoco, Delegación Benito Juárez
México, D.F., C.P. 03330
Tels.: 56 04 12 04 y 56 88 91 12
administracion@edicioneseon.com.mx
www.edicioneseon.com.mx

Esta publicación se realizó con apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.

Impreso y hecho en México


Printed and made in Mexico
Índice

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Patricia Ravelo Blancas y Montserrat Bosch Heras

Violencia de género

Inequidad de género y salud mental de las mujeres.


El ejemplo de la violencia infligida por la pareja íntima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
Teresa Ordorika Sacristán

Violencia velada, violencia desnuda y abandono en la atención


del nacimiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
Mercedes Campiglia Calveiro

Topografías de la seguridad en Ciudad Universitaria.


Buscando alternativas feministas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
Patricia Castañeda Salgado, María Elena Jarquín Sánchez
y Leonardo Olivos Santoyo

Violencia estructural en el embarazo adolescente y sus vínculos


con la exclusión laboral y escolar. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
Georgina Martínez

Trabajo y violencia laboral

Violencia laboral en mujeres policías. Algunas reflexiones sobre lo policial


como objeto de estudio del feminismo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
Olivia Tena

De múltiples violencias. Una mirada desde las mujeres cafetaleras


de Oaxaca. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
Silvia Nuria Jurado

Trabajar en el desierto sudcaliforniano: miradas de género


entre un pueblo minero y un pueblo turístico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
Patricia Torres Mejía y Sergio Gallardo
Explotación sexual en la era de las plataformas digitales. . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
Sergio Sánchez Díaz y Patricia Ravelo Blancas

Desapariciones, trata de personas y violencia feminicida

Reflexiones en torno de los perpetradores de violencia feminicida.


Elementos para un debate desde el feminismo académico. . . . . . . . . . . . . . . . . 147
María Eugenia Covarrubias y Patricia Ravelo Blancas

Desaparición y violencia feminicida: factores de vulnerabilidad


ante la trata de mujeres. El caso Juárez, México en la década 2010. . . . . . . . . . 163
Alfredo Limas Hernández y Myrna Limas Hernández

Diana y Gaby Murguía: reflexiones en torno a las desapariciones


de mujeres en Chihuahua en el contexto de la guerra contra el narcotráfico. . . 181
May-ek Querales Mendoza

Problemas de salud fronteriza y trata de personas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193


Eva Moya y Silvia Chávez

Diálogos sobre los feminismos actuales

La voz feminicidio, una clave paradigmática. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211


Marcela Lagarde y de los Ríos

Derechos de las mujeres y feminismos múltiples. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219


Margarita Dalton Palomo

Propuestas feministas para erradicar la violencia de género y feminicida. . . . . 235


Martha Patricia Castañeda Salgado, Patricia Ravelo Blancas
y Leticia Sánchez García

Performance feminista en la frontera: de Yo Soy Teatro a Ya Basta!


Desenmascarando la Violencia de Género en la Frontera
Estados Unidos-México a través del Teatro Comunitario . . . . . . . . . . . . . . . . . 253
Guillermina Gina Núñez

Feminidades nómadas en El jardín de las granadas,


de Guadalupe de la Mora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271
Susana Leticia Báez Ayala

Sobre los autores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289


PRESENTACIÓN

El Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas),


el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (ceiich)
de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), la Universidad Autóno-
ma de Ciudad Juárez (uacj) y la Universidad de Texas en El Paso (utep) y de Austin,
entre otras, organizamos la Cátedra Internacional Marcela Lagarde y de los Ríos. Para
los estudios de la violencia de género, con el objetivo primordial de fortalecer los
compromisos institucionales de investigación, docencia y difusión, y su incidencia
política en torno a la violencia de género, específicamente contra las niñas, mujeres
y grupos en riesgo.
La propuesta de esta cátedra surge del trabajo colaborativo entre comunidades aca-
démicas de las instituciones referidas, quienes nos hemos enriquecido con la obra de
la antropóloga feminista Marcela Lagarde y de los Ríos a partir de sus contribuciones
en el campo de la ciencia y la política, la cual ha guiado el pensamiento feminista de
varias generaciones de estudiantes en innumerables instituciones de educación supe-
rior a nivel nacional e internacional. La doctora Lagarde fue Diputada Federal en la
LIX Legislatura (2003-2006) y fungió como Presidenta de la Comisión Especial para
Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios
en la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada. Fue integrante de
las Comisiones de Equidad y Género, de Justicia y Derechos Humanos y promovió e
integró el Comité del Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad
de Género.
Durante su función legislativa, promovió y coordinó la Investigación diagnóstica
sobre violencia feminicida en la República Mexicana, para la cual desarrolló la teoría
10 Violencias y feminismos. Desafíos actuales. Antología

del feminicidio y la violencia feminicida, acompañada de un abordaje metodológico


complejo e innovador. A la par, promovió con otras diputadas y diputados, la Ley
General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia y el Delito de femi-
nicidio en el Código Penal Federal. Esta Ley General está vigente en México desde
el 2 de febrero de 2007, y de ésta se desprenden las leyes estatales en todo el país,
las cuales han logrado concientizar a la sociedad sobre esta problemática e intervenir
legalmente para alcanzar mejores prácticas en el terreno de la atención, la prevención
y la procuración de justicia en materia de violencia de género y feminicida.
Gracias a su carácter itinerante, internacional e interdisciplinario, las actividades
convocadas por la Cátedra Internacional Marcela Lagarde y de los Ríos dentro y fuera
de la República Mexicana han sido muy relevantes. Todas las instituciones partici-
pantes como las mencionadas anteriormente, a las que se han sumado la Universidad
Autónoma de Aguascalientes (uaa), la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de
Oaxaca (uabjo), la Universidad Juárez Autónoma de Durango (ujad), la Fundación
Guatemala y la Universidad Rey Juan Carlos (urjc) de España, hemos impulsado
seminarios, coloquios y otros eventos académicos que han permitido un diálogo e
intercambio académico en torno a las problemáticas de la violencia de género y femi-
nicida, el feminismo, la paz, la justicia y los derechos humanos. Fue en Ciudad Juárez
donde surgió esta iniciativa y se hizo la Presentación Oficial de la Cátedra Marcela
Lagarde y de los Ríos, del 17 al 21 de agosto de 2015, de ahí continuaron realizándose
las actividades aludidas donde se firmaron convenios, cartas de intención y adhesión
en las instituciones señaladas.
La puesta en marcha de esta cátedra representa un cúmulo de esfuerzos colectivos
que desde el inicio ha permitido consolidar nuestros equipos de trabajo y estrechar los
lazos colaborativos entre nuestras comunidades epistémicas. De ahí que decidiéramos
dar un paso importante en la línea de publicaciones de los resultados de nuestros en-
cuentros, tomando como base la Reunión sobre Globalización, Violencias y feminis-
mos. Desafíos actuales, que organizamos el 24 y 25 de noviembre de 2016, entre el
Seminario Binacional Permanente Diversidad sin Violencia (de nuestro proyecto en
el ciesas), el ceiich y el grupo que integra la Cátedra Internacional Marcela Lagarde
y de los Ríos
El seminario binacional aludido inició en 2009 como una propuesta de interven-
ción educativa para fomentar relaciones de género basadas en la reciprocidad y el res-
peto. Desde entonces y hasta la fecha, nos hemos mantenido las mismas instituciones
mencionadas (ciesas, uacj y utep, entre otras),1 con una participación variada de
académicas y estudiantes de diversas procedencias universitarias y de organizaciones
de la sociedad civil.
Este 2019 cumplimos diez años de trabajo colaborativo de nuestro seminario bina-
cional, por lo que quisimos celebrar este aniversario con la realización del Seminario

1 Agradecemos a Dennis Bixler Marquez, director del Programa de Estudios Chicanos de utep el apoyo

permanente a este seminario.


Presentación 11

Internacional: “Antología. Violencias y Feminismos. Desafíos actuales”, aprobada


por el Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales, emisión 2018,
del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) y que formará parte, a la vez,
de la propuesta editorial que se ha venido desarrollando como parte de nuestro trabajo
colaborativo, la Colección Diversidad sin Violencia, en la cual se han publicado 10
libros, dos de ellos con el apoyo del Fonca, en promociones anteriores.
Esta antología, Violencias y feminismos. Desafíos actuales, pretende mostrar in-
vestigaciones, análisis y reflexiones que realizan un grupo de académicas feministas,
mujeres y hombres, que se reflexionan a partir de las ideas y teorías de Marcela
Lagarde y de los Ríos. Si bien estos escritos se fundamentan en diferentes autores,
ella es la referente que los unifica. Los textos que siguen a continuación se integraron
en diferentes apartados según modalidades de violencias: violencia de género; tra-
bajo y violencia laboral; desapariciones, trata de personas y feminicidio. Finaliza el
libro con un conjunto de artículos configurados a modo de diálogo entre feministas,
reflexionando sobre los actuales feminismos en torno del feminicidio, los derechos
humanos de las mujeres y la búsqueda de alternativas frente a las violencias que viven
las mujeres.
Sobre violencias de género escriben Teresa Ordorika, Mercedes Campiglia y Geor-
gina Martínez. Teresa Ordorika analiza las inequidades en salud de las mujeres, cen-
trándose en el campo de la salud mental. Tras realizar un recorrido histórico sobre
los derechos de salud de las mujeres, nos muestra cómo el género es un determinante
básico para la salud de las mismas y que la violencia, como la forma más acuciante de
inequidad, incrementa exponencialmente el riesgo de presentar trastornos mentales.
Mercedes Campiglia, a su vez, propone una tipificación que tiene el fin de visibilizar
las diferentes modalidades de la violencia obstétrica. El maltrato hacia las parturien-
tas, la desatención de sus necesidades o la hipermedicalización y el excesivo número
de cesáreas muestran la violación de unos derechos, los reproductivos, que quedan
velados u olvidados en ocasiones para una parte del personal médico.
Sobre adolescentes embarazadas reflexiona Georgina Martínez. A partir de la En-
cuesta Nacional de la Juventud 2010, ella identifica la relación que guarda la deser-
ción escolar y la participación en el mercado laboral de las adolescentes mexicanas
con la experiencia de maternidad. Muestra como determinante la existencia de vio-
lencia estructural, puesto que la desigualdad de acceso a la educación resulta en una
diferenciada ocurrencia del embarazo por nivel socioeconómico. Este apartado ter-
mina con el texto de Marta Patricia Castañeda, Ma. Elena Jarquín y Leonardo Olivos,
que exponen algunos datos de una encuesta realizada en la unam e ilustran la per-
cepción tanto de seguridad como de inseguridad en los espacios universitarios, según
el género de las y los participantes. El artículo termina con una propuesta que busca
potenciar las condiciones de seguridad dentro de la institución universitaria.
En el segundo apartado de la antología, en un recorrido imaginario por la geografía
mexicana desde Ciudad de México, pasando por Oaxaca para terminar en Baja Cali-
12 Violencias y feminismos. Desafíos actuales. Antología

fornia Sur, se analizan diferentes formas de violencia laboral que enfrentan mayori-
tariamente las mujeres. Olivia Tena presenta una investigación dentro de un espacio
laboral poco conocido como es el ámbito institucional de las policías. Tras analizar
cómo las mujeres policía pueden devenir sujetos políticos del feminismo, muestra la
relación que ellas mantienen con la autoridad y tres tipos de poder que reflejan formas
de apropiación/expropiación del cuerpo de las mujeres. Finaliza el escrito presentan-
do una iniciativa de ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia laboral de las
mujeres en la policía de la Ciudad de México.
De modo diferenciado es la propuesta que expone Silvia Jurado con referencia a
las mujeres productoras de café y su relación con las organizaciones autónomas. Ella
lleva a discusión la relación que guarda el trabajo productivo de las mujeres, con su
participación política y las diferentes formas de violencia que se presentan en estos
espacios; reclama la visibilización no sólo del trabajo doméstico y laboral, sino la
participación de las mujeres desde el ámbito privado como relevante políticamente.
A dos manos, con dos plumas e imbricado genéricamente, escriben Patricia Torres
y Sergio Gallardo sobre mujeres y masculinidades en Baja California Sur. La narra-
tiva comparativa que presentan revela diferentes finalidades, una es mostrar cómo la
violencia económica se constituye a través de los mandatos de género que articulan
subjetivamente las búsquedas y maneras de pensar el trabajo. Otra, pensar las mascu-
linidades construidas también a través de procesos y relaciones de poder que se dan
en negociación con las mujeres.
Finaliza este apartado otro texto escrito también a dos manos y que, por su temá-
tica, nos aproxima al siguiente bloque. Patricia Ravelo y Sergio Sánchez nos hablan
de la explotación sexual en la era del ciberespacio y cómo éste puede propiciar el
tráfico sexual y la precarización de sujetos. Las redes sociales sirven para enganchar
y explotar sexualmente a las mujeres, pero también pueden servir para protegerse y
denunciar. Los autores en su texto presentan prácticas de “desmantelamiento de la
ciudadanía” y procesos de “re- ciudadanización”.
Sobre desapariciones, trata de personas y violencia feminicida trata el siguien-
te apartado. María Eugenia Covarrubias y Patricia Ravelo exploran algunos de los
elementos que inciden en el comportamiento violento de hombres maltratadores de
mujeres y feminicidas. Elementos socioculturales y de género, psicológicos como el
narcisismo patológico o los deseos erótico-afectivos destructivos, así como otros ele-
mentos de origen psicoanalítico, son algunos de los significantes que las autoras in-
tegran para intentar comprender estas prácticas perversas, crueles y deshumanizadas.
Otras pistas sobre los feminicidios las aportan la investigación realizada por Al-
fredo y Myrna Limas. Ellos analizan distintas variables que se conjugaron en los
diferentes periodos en que se dieron feminicidios en Ciudad Juárez, mostrando los
perfiles de las víctimas, los cuales indican datos precisos en términos de edad, clase,
referencias socioculturales, color de piel y zonas de residencia. Concluyen el texto
con los déficits institucionales y las brechas en el acceso a la justicia, que perpetúan
la vulnerabilidad para padecer trata y, en ocasiones, el consiguiente feminicidio. Si-
Presentación 13

guiendo la reflexión sobre feminicidios May-ek Querales, a través del relato de dos
hermanas, muestra cómo la búsqueda de una persona desaparecida no sólo se ve
limitada por la violencia estructural e institucional, que propician las condiciones
para que la desaparición de una persona se produzca, sino también la importancia
del capital social que la familia de la víctima tiene a su alcance para poder realizar
la búsqueda.
Terminamos el apartado con un artículo sobre el esclavismo moderno. La trata de
personas, la cual va de la mano con las desapariciones forzadas, es la temática que
presenta el texto de Silvia Chávez y Eva Moya. Tras darnos algunas pinceladas sobre
la salud y la trata de mujeres a nivel fronterizo, abogan por el reconocimiento de ésta
como una cuestión de salud, pública e individual, por lo que debe asegurarse el acceso
oportuno a la salud en ambos lados de la frontera. El artículo termina presentando
diferentes acciones realizadas, así como recomendaciones para la prevención, identi-
ficación y denuncia de trata de personas.
La última sección está compuesta por diferentes propuestas feministas frente a las
violencias que se han expuesto en las páginas anteriores. En este apartado, algunas
autoras ponen el acento en los derechos humanos y otras consideran que el arte, más
allá de ser una forma artística de expresión, aporta elementos para la reflexión e,
incluso, la sanación. Marcela Lagarde presenta un breve texto que explica la génesis
del término feminicidio, a partir de femicide, palabra de origen, fundante de una
nueva epistemología feminista, y cómo éste ha acabado constituyéndose en un nuevo
paradigma para las ciencias sociales que articula nuevas perspectivas epistemoló-
gicas, analíticas y políticas. Su hipótesis de que el feminicidio sucede por una gran
tolerancia social y del Estado que genera condiciones propicias a la violencia, como
la impunidad y la injusticia, subyace en cada uno de los artículos que componen esta
antología.
Margarita Dalton, en una somera genealogía sobre los derechos humanos, los
derechos de las mujeres y sobre el feminismo, manifiesta cómo, más allá de las
diferencias, “a las mujeres feministas nos une el reconocimiento de la triada patriar-
cado, violencia y exclusión, sus múltiples hilos, visibles e invisibles, descubiertos y
por descubrir”. Su artículo es un tejer destejiendo, deshilachando y reconstruyendo,
para mostrar el lugar desde donde las mujeres y las feministas partimos para llegar a
la realidad actual.
Propuestas feministas respecto a la violencia de género y feminicida desde una
no violencia activa nos las presentan Patricia Castañeda, Patricia Ravelo y Leticia
Sánchez. Su reflexión conjunta desde el feminismo y el pacifismo, su apuesta por
redimensionar este último como propuesta de vida y esperanza ante la violencia de
género y feminicida representa nuevas pautas y prácticas para una colaboración dialó-
gica feminista. Concertar iniciativas feministas de académicas, activistas y políticas,
diferentes voces de la sociedad civil, en la defensa de los derechos humanos de las
14 Violencias y feminismos. Desafíos actuales. Antología

mujeres o para la declaratoria de la Alerta de Violencia de Género, son algunas de las


propuestas junto con temas educativos o artísticos que las autoras proponen.
Dos propuestas de acciones artísticas y teatrales frente a las violencias que viven
algunas mujeres nos las ofrecen los artículos con los que cerramos esta sección y el
libro. Guillermina Núñez-Mchiri, en forma de polifonía de voces, nos presenta la
evolución del grupo teatral Yo Soy Teatro, que presentaba monólogos basados en la
memoria colectiva y/o en lideresas comunitarias, a la configuración del grupo teatral
¡Ya Basta!, que se dedica a dar voz a las experiencias de violencia interpersonal,
doméstica y estructural en la región fronteriza. Susana Báez, desde el otro lado de
la frontera, se acerca a las dramaturgas de Chihuahua y, con el apoyo de autoras tan
dispares como Marcela Lagarde y Rosi Braidotti, analiza la obra teatral El jardín de
las granadas de Guadalupe de la Mora mostrando, con una mirada crítica, las inequi-
dades en que viven las mujeres a partir de las desigualdades de género, los cautiverios
y la lesbofobia.
Deseamos que esta colección de textos favorezca la reflexión, el análisis y una
multiplicidad de acciones desde la sinergia feminista, desde el arte en cualquiera de
sus expresiones,2 desde la educación, desde la no violencia y otras propuestas que
emanan de las autoras y autores que integran esta antología, para poder, entre todas y
todos, ir erradicando las múltiples violencias contra las mujeres.
Agradecemos al Fondo Nacional para la Cultura y las Artes el apoyo proporciona-
do para la realización de esta obra, al Centro de Investigaciones y Estudios Superiores
en Antropología Social, de las unidades Ciudad de México y Pacífico Sur, en especial
a Margarita Dalton, y al Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y
Humanidades (ceiich) de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam),
particularmente a Patricia Castañeda, por todas las gestiones y facilidades proporcio-
nadas para la realización del Seminario Internacional de este proyecto,3 a todas las
colaboradoras y participantes.4 Particularmente agradecemos la participación de las
comentaristas de los trabajos en este seminario y de las participantes en diferentes
actividades,5 así como a las profesoras, estudiantes y egresadas de nuestra línea de

2 Entre las diferentes actividades que se realizaron en el Seminario Internacional del proyecto, se

contó con la participación de poetas, pintoras, videastas y literatas, entre otras artistas, quienes aportaron
elementos de reflexión para abatir la violencia de género y feminicida en torno de los dispositivos artístico-
culturales que propusieron (véase la página Web del ciesas). En particular agradecemos a Héctor Domín-
guez, Beatriz Hernández, Rafael Bonilla, Cristina Fuentes, Michel Ríos, Manuel Amador y Alba González
por sus valiosos aportes para esta reflexión.
3 En particular agradecemos el apoyo logístico y administrativo de María Gladys Castillo, Patricia

Rentería, Edith Díaz, Leticia Sánchez, Varinia Loya, Armando Alcántara, Alejandro Matalí, Héctor Arce,
Lourdes Joaquina Llorente, Víctor Méndez y Wendy Gallardo (Depto. de Audiovisuales del ceiich, se
encargaron de la transmisión en vivo).
4 Agradecemos a Ma. Elena Ortiz, Gabriela Ruiz, María Teresa Rodríguez, Gloria González, Roxana

Volio, Guadalupe López y Marta Torres Falcón. Esta última, junto con Marcela Lagarde y Susana Báez,
impartió el taller “Alerta de Violencia de Género”, propuesto en la primera sesión del seminario.
5 Agradecemos a Célica Cánovas, Griselda Martínez, Javier Melgoza y Carolina Robledo.
Presentación 15

docencia “Géneros, violencia sexualidades y migraciones” del Posgrado de Antro-


pología Social del ciesas/cdmx, por su participación en el Seminario Internacional
del proyecto.6 También enfatizamos nuestro agradecimiento a las madres de mujeres
desaparecidas y asesinadas que participaron activamente en este seminario.7
Especial agradecimiento merece la doctora Marcela Lagarde y de los Ríos por las
dos conferencias magistrales que impartió en el ceiich como parte de este seminario.8
Ella es nuestra maestra de la vida, nuestra guía académica, nuestra fuente de inspi-
ración; es una gran feminista que sigue nutriendo nuestro pensamiento con su obra,
y sobre todo es una amiga maravillosa que siempre nos escucha, nos fortalece y nos
acompaña con su sentido humanista y sororal feminista.

Patricia Ravelo Blancas y Montserrat Bosch Heras


Ciudad de México y San Cristóbal de la Casas, Chiapas
22 de noviembre de 2019

6 Nuestro agradecimiento a Magdalena Barros, Margarita Dalton, Sergio Sánchez, Patricia Torres,

Hiroko Asakura, Sergio Gallardo, Leticia Sánchez, Mercedes Campiglia y May-ek Querales.
7 Especialmente a Paula Flores Bonilla, Araceli Osorio Martínez y Rosa Itzel Meza Espinosa.
8 Véanse las transmisiones en vivo de estas conferencias en la pág. Web del ceiich. https://www.ceiich.

unam.mx/0/71TraPas.php.
VIOLENCIA DE GÉNERO
INEQUIDAD DE GÉNERO Y SALUD MENTAL
DE LAS MUJERES. EL EJEMPLO DE LA VIOLENCIA INFLIGIDA
POR LA PAREJA ÍNTMA

Teresa Ordorika Sacristán

Actualmente, los trastornos de depresión y ansiedad constituyen dos de los problemas


de salud que producen mayor discapacidad, inciden de manera sustancial en la carga
global de enfermedad en el mundo y producen altos costos. Son también condiciones
con un claro predominio femenino cuyas causas tradicionalmente se adjudicaron a la
biología de las mujeres. Las dos últimas décadas del siglo pasado fueron testigos de la
lenta pero constante emergencia de un nuevo paradigma que ha reconocido la influen-
cia negativa del orden de género inequitativo como parte de “las causas de las causas”
que empujan a las mujeres hacia estos trastornos. Entre éstas, las distintas formas de
la violencia, de las cuales la violencia infligida por la pareja íntima constituye una de
las más severas, se han revelado como prácticas que inciden en la desigualdad en la
salud de las mujeres. Bajo esta perspectiva, lograr la equidad de género en salud se
concibe como un derecho humano que sólo puede ser cumplido con la construcción
de un orden social en el que prive la equidad a todos los niveles.
En este tránsito ha sido fundamental el trabajo de las teóricas y activistas feminis-
tas, muchas de las cuales participan en la construcción de los reportes y programas
de la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud.
Es difícil exagerar la importancia de estos avances en la comprensión, prevención y
tratamiento de los problemas de salud mental de las mujeres que se hizo posible con
la confluencia de tres agendas diferentes: el paradigma de los derechos humanos que
estableció el derecho a la salud de todas las personas, la construcción de la agenda de
la salud con enfoque de género y la emergencia de la agenda de salud mental, misma
que desarrollo en la primera parte de este capítulo. La imbricación de estas miradas ha
permitido transitar de una visión de los trastornos mentales cuyo locus era el cuerpo
20 Teresa Ordorika Sacristán

al reconocimiento de la influencia de desigualdades del orden social, en este caso del


género, como factores de riesgo para la salud. La lucha por la equidad de género en
la salud mental se inscribe en la perspectiva de los derechos humanos.
Posteriormente, describo cómo este planteamiento se ha aterrizado en investiga-
ciones que muestran la relación entre la violencia infligida por la pareja íntima y los
problemas de salud mental que más aquejan a las mujeres. El estudio de los trastornos
predominantemente femeninos y sus causas muestra claramente que la desigualdad
de género, producto de un orden social cruzado por relaciones de poder, influye de
manera negativa en la salud de las mujeres y se traduce en un gran sufrimiento mental.
Finalmente, planteo las contradicciones existentes entre dos modelos de explicación
de los trastornos mentales que se utilizan en estos programas, así como la falta de
políticas dirigidas a la construcción de la equidad de género a todos los niveles como
factor que dificulta la aplicación de estas agendas.

La confluencia de tres agendas y la salud mental de las mujeres

La concepción de la salud como un derecho humano fundamental emergió en el


contexto de la posguerra, enunciada por primera vez en 1946 por la Organización
Mundial de la Salud y retomada posteriormente en el artículo 25 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos de la onu:

Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su
familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda,
la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los
seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de
pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad
(onu, 1948).

Con ello se establecía el compromiso de los Estados miembros de extender las con-
diciones relacionadas con aspectos sociales que hacen posible la salud a todas las
personas sin distinción de raza, sexo, nacionalidad, origen étnico, lengua, religión o
cualquier otro factor diferencial. Desde entonces, el derecho humano a la salud ha
sido ratificado en una multiplicidad de instrumentos internacionales.1

1 Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, 1965:

art. 5 e) iv), Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer,
1979: arts. 11 1) f), 12 y 14 2) b), Convención sobre los Derechos del Niño, 1989: art. 24, Convención
Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Famili-
ares, 1990: arts. 28, 43 e) y 45 c), Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, 2006:
art. 25. En América Latina tenemos la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre
(1948) art. 11, y el Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Económicos, Sociales
y Culturales (1998) art. 10, etc.
Inequidad de género y salud mental de las mujeres... 21

Sin menospreciar la importancia de este instrumento internacional, cuya influen-


cia directa es la Declaración Derechos del Hombre y el Ciudadano, emanada de la
Revolución Francesa, lo cierto es que este derecho (y otros derechos) se enunciaron
utilizando un lenguaje general y abstracto que no daba cuenta de las diferencias que
existían en cuanto a las condiciones de salud y posibilidades de acceso a los servicios.
Como se verá más adelante, ello fue el blanco de críticas de distintos colectivos y
activismos, incluidos los grupos de mujeres y las feministas, cuyas condiciones eran
invisibilizadas por este universal sustitutorio. Los más de setenta años que han trans-
currido desde entonces han sido marcados por un lento pero creciente reconocimiento
de la existencia de inequidades estructurales –como el género, la clase y la raza– que
inciden en una distribución inequitativa de la salud. En reportes e instrumentos inter-
nacionales posteriores se reconocieron diferentes problemáticas de la salud –física y
mental– así como las condiciones y necesidades particulares de los distintos sectores
sociales, entre los que están las mujeres.
En relación con las distintas dimensiones de la salud, fue en el Pacto Internacional
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966) que se reconoció por primera
vez “el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física
y mental” (Observación general 14, artículo 12, 2000). Por su parte, a finales de los
años setenta, la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discrimi-
nación contra la Mujer (1979) planteó la existencia de desigualdades de género en
múltiples terrenos, incluyendo el de la salud, relacionadas con las diferencias en las
condiciones de trabajo, la necesidad de acceso a servicios médicos no discriminato-
rios ligados a la planificación familiar, la nutrición en el embarazo, el parto y el pos-
parto y para las mujeres rurales (cedaw, arts. 11 1. F., 12 y 14 2. b). La importancia de
este planteamiento es que adjudicó muchos de los problemas de salud de las mujeres
a la influencia negativa de un orden de género que las discriminaba, reconociendo
además que existían diferentes grados de marginación entre éstas.
Aproximadamente quince años después, la Declaración y Plataforma de Acción
de Beijing (1995) avanzó sustancialmente el derecho a la salud de las mujeres en-
marcándolo en una visión amplia que incluía el bienestar emocional, físico y social.
Asimismo, reconoció papel nocivo de la violencia de género en la salud concluyendo
que, en comparación con los varones, las mujeres carecían de este derecho (Declara-
ción de Beijing, art. 17, 27, 30).

89. La mujer tiene derecho a disfrutar del más alto nivel posible de salud física y mental.
El disfrute de ese derecho es esencial para su vida y su bienestar y para su capacidad de
participar en todas las esferas de la vida pública y privada. La salud no es solo la ausencia
de enfermedades o dolencias, sino un estado de pleno bienestar físico, mental y social.
La salud de la mujer incluye su bienestar emocional, social y físico; contribuyen a deter-
minar su salud tanto factores biológicos como el contexto social, político y económico
en que vive. Ahora bien, la mayoría de las mujeres no goza de salud ni de bienestar […]
22 Teresa Ordorika Sacristán

92. Es preciso lograr que la mujer pueda ejercer el derecho a disfrutar el más alto nivel
posible de salud durante todo su ciclo vital en pie de igualdad con el hombre. Las muje-
res padecen muchas de las afecciones que padecen los hombres, pero de diferente mane-
ra. La incidencia de la pobreza y la dependencia económica en la mujer, su experiencia
de la violencia, las actitudes negativas hacia las mujeres y las niñas, la discriminación
racial y otras formas de discriminación, el control limitado que muchas mujeres ejercen
sobre su vida sexual y reproductiva y su falta de influencia en la adopción de decisiones
son realidades sociales que tienen efectos perjudiciales sobre su salud (Plataforma de
acción de Beijing, párrafos 89 y 92).

Independientemente de la importancia de estas declaraciones, lo cierto es que abor-


daron el derecho de las mujeres a la salud física y mental en términos generales, sin
explicitar lo que ésta comprendía ni reconocer las formas en que las condiciones
culturales, sociales y económicas interactúan con las inequidades de género para pro-
ducir diferencias en la salud, tampoco quedaba claro cómo podía lograrse una igual-
dad en materia. Para ello hubo que esperar a la aparición de las Recomendaciones
Generales adoptadas por el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra
la Mujer (1999),2 donde se enfatizó no sólo la necesidad de garantizar el acceso
y la calidad de los servicios, sino también la importancia de analizar los efectos de las
inequidades de género a todos los niveles (micro-meso-macro). Se avanzó en varios
sentidos: la operacionalización de los artículos, la inclusión de las niñas y adolescen-
tes el énfasis en las consecuencias negativas de la violencia en la salud física y mental.
Retomar la segunda permitía evidenciar que el deterioro a su salud no se circunscribía
únicamente a su cuerpo, sino que afectaba otras dimensiones de su vida y su experien-
cia. Si bien las lesiones físicas eran graves, éstas se acompañaban de daños psíquicos
que, aunque menos visibles, también las afectaban. En ese sentido, la dimensión de
la salud mental ha sido fundamental para dar cuenta de la profundidad e integralidad
del daño a la salud de las mujeres que la violencia de género les produce.

La desigual relación de poder entre la mujer y el hombre en el hogar y en el lugar de


trabajo pueden repercutir negativamente en la salud y la nutrición de la mujer. Las dis-
tintas formas de violencia de que [la mujer] pueda ser objeto pueden afectar a su salud.
Las niñas y las adolescentes con frecuencia están expuestas a abuso sexual por parte de
familiares y hombres mayores; en consecuencia, corren el riesgo de sufrir daños físicos y
psicológicos y embarazos indeseados o prematuros (Recomendaciones, art. 12, inciso b).

En las Recomendaciones se argumentó que no bastaba con garantizar el acceso y


la calidad de los servicios –aunque, sin duda, ello era necesario–, sino también era

2 La Recomendación General #24, titulada Sobre la mujer y la salud, amplía y operacionaliza el artículo

12 de la cedaw.
Inequidad de género y salud mental de las mujeres... 23

primordial tomar en consideración los efectos que tienen las inequidades de (micro-
meso-macro) y las condiciones socioeconómicas de género, así como los efectos de
la violencia en la salud física y mental de las mujeres, las niñas y las adolescentes.
Este planteamiento trascendió el aspecto puramente clínico –la simple falta de enfer-
medad– y el ámbito de lo médico, mostrando que para hacer efectivo el derecho de
las mujeres a la salud es necesaria la aplicación de la perspectiva de género tanto en
los análisis y estrategias como en los programas y proyectos de los Estados dirigidos
a los sectores médico, legislativo, administrativo y la distribución de presupuesto,
entre otras.
Los problemas de salud mental de las mujeres constituyeron el tema de tres reportes
publicados por la oms en esa misma década. Psychosocial and Mental Health Aspects
of Women’s Health (1993) versó sobre aspectos relacionados con el ciclo reproductivo
de las mujeres, abordando brevemente aspectos concurrentes con la violencia física
y sexual. En A Focus on Women (1999) se analizó el papel de la violencia doméstica
(que luego se denominará violencia infligida por la pareja íntima) y sexual como
causa de los trastornos mentales, en particular la depresión y la ansiedad, problema
que debe ser reconocido por los sistemas médico y penal. El tercer reporte, Gender
Differences in the Epidemiology of Affective Disorders and Schizophrenia (1997),
anuncia la transición de mujeres a género como concepto central que desde entonces
ha guiado estos trabajos, alertaba sobre la importancia de los trastornos mentales en
general y el de la depresión en particular, en la carga de la enfermedad. Curiosamente,
si bien se reconocieron las diferencias de prevalencia entre mujeres y hombres, éstas
se adjudicaron más a causas biológicas que sociales. Ello es muestra de las diferentes
visiones y tensiones que existen entre el modelo médico psiquiátrico y los modelos
sociales de explicaciones de los trastornos mentales que se tratarán más adelante.
La confluencia de las agendas de los derechos humanos, de género y de la salud
mental que comenzó en las últimas décadas del siglo xx se consolidó cada vez más
en el nuevo milenio. Tras el fracaso de los programas implementados para resolver la
inequidad sanitaria, se adoptó el modelo de los determinantes sociales que explica
la pobreza médica como resultado de la distribución desigual del poder y de los
insumos materiales y simbólicos requeridos para enfrentar los riesgos en salud. Con
este modelo se afianzó aún más la importancia otorgada al orden de género en la
distribución de la salud. En 2002 la oms estableció su primera política de género afir-
mando que éste era un factor importante por sí mismo. Tres años más tarde iniciaron
los trabajos de la Comisión de Determinantes Sociales de la Salud que declaró que:

Para reducir la inequidad sanitaria entre los países y dentro de los países es necesario
ir más allá de las causas inmediatas de la enfermedad. La Comisión se interesa por las
“causas de las causas”, los factores sociales que determinan el crecimiento, la vida, el
trabajo y el envejecimiento de la población. Los determinantes que subyacen a las in-
equidades sanitarias están interconectados y, por consiguientes, es necesario abordarlos
24 Teresa Ordorika Sacristán

mediante políticas integrales e integradas, que respondan a los contextos específicos de


cada país y cada región (Comisión de los Determinantes Sociales en Salud, 2005).

Distintos determinantes sociales se estudiaron a través de la organización de redes


expertas,3 incluyendo la Women and Gender Equity Knowledge Network abocada al
análisis de “la condición de la mujer y la equidad de género” que tras tres años de tra-
bajo redactó el informe Unequal, Unfair, Ineffective and Inefficient- Gender Inequity
in Health: Why it Exists and How We can Change it. En este reporte se discuten los
efectos nocivos que tienen las relaciones de poder inequitativas en la salud física y
mental, principalmente en las mujeres y niñas, pero también en los hombres y los
niños. Abrevando de una gran cantidad de investigaciones realizadas desde los años
ochenta del siglo pasado se demuestra el impacto que el sistema patriarcal tiene en
la pobreza médica de las mujeres. El argumento central es que las desigualdades en
salud raras veces están únicamente determinadas por lo biología (lo genético, lo hor-
monal, lo anatómico, lo fisiológico) y lo psicosocial (la personalidad, capacidades de
enfrentamiento o superación, reportaje de síntomas); influyen también lo epidemio-
lógico (factores de riesgo basados en la población) y los sistemas sociales. Así pues,
el género interactúa con otros determinantes que se influyen entre sí y amplifican las
vulnerabilidades biológicas. Las vulnerabilidades, riesgos, prevalencias y enfermeda-
des específicas deben analizarse y tratarse desde una perspectiva de género que busca
comprender cómo éstas son producidas por formas específicas del orden patriarcal.
Siendo ese el caso, sostiene que la única manera de lograr equidad en salud de muje-
res y hombres es a través de la aplicación de la perspectiva de género interseccional
que permita reconocer cómo los diferenciales en poder inciden en riesgos, prevalen-
cias y necesidades de servicio específicas inter e intragenéricas (Sen y Ostlin, 2007).
Actualmente la afirmación de que la equidad de género constituye una de los deter-
minantes básicos de la salud es compartida por las diferentes agencias internacionales
(oms, Comité de Derechos Económicos Sociales y Culturales). Por lo mismo, si el
objetivo es mejorar la salud de las mujeres, es necesario construir la equidad de gé-
nero a nivel estructural. En ese sentido, un modelo efectivo de salud se debe abocar
no sólo al tratamiento de las enfermedades, sino trascender el ámbito médico pues
requiere la construcción de un orden de género igualitario, para lo cual son necesarias
las políticas sociales transversales basadas en la perspectiva de género en salud.
Finalmente, la agenda de la salud mental es la que ha tenido más dificultad en con-
solidarse y se mantiene como un sector que recibe un presupuesto insuficiente. Si bien

3 “[…] personal académico y clínico de todo el mundo, acopiaron datos sobre políticas e intervencio-

nes que pueden mejorar la salud y reducir las inequidades sanitarias en diversos ámbitos, por ejemplo,
el desarrollo infantil temprano, las condiciones laborales, la mundialización, la condición de la mujer
y la equidad de género, los entornos urbanos, la exclusión social, los sistemas de salud, la mediciones, y
la afecciones prioritarias para la salud pública (https://www.who.int/social_determinants/thecommission/
finalreport/about_csdh/es/).
Inequidad de género y salud mental de las mujeres... 25

en la década de los noventa se produjeron reportes que mostraron la incidencia de


estos trastornos en la carga global de enfermedad, así como los costos que conllevan,
no fue hasta 2001 que la oms dedicó su informe sobre la salud del mundo a estos tras-
tornos (oms, 2001). A pesar de haber enunciado la salud mental como un problema
y un derecho, en los hechos, las investigaciones, los modelos y políticas públicas, e
incluso los activismos dirigidos a este ámbito mantienen un lugar secundario frente
a otros problemas de salud. Los reportes en la materia comenzaron a proliferar con
el milenio impulsados en gran medida por el reconocimiento de que los trastornos
mentales contribuyen de forma fundamental a la carga global de enfermedad y son
responsables de una parte importante de discapacidad en mujeres y hombres de todo
el planeta. No fue hasta la emergencia de Objetivos del Desarrollo Sostenible, agenda
que dirigirá los esfuerzos durante el periodo 2015-2030, que la salud mental adquirió
un lugar preponderante. Específicamente, el punto 3.4 propone para 2030 “reducir
en un tercio la mortalidad prematura por enfermedades no transmisibles mediante
la prevención y el tratamiento y promover la salud mental y el bienestar” (oms, s/f).
Asimismo, se hizo un llamado a los Estados nacionales a darle un lugar central en las
políticas y programas de salud. Es particularmente interesante para la agenda del de-
recho a la salud mental de las mujeres el hecho de que en los ods confluyen el derecho
humano a la salud mental, la equidad de género y el empoderamiento de las mujeres
y el mejoramiento de la salud mental como metas fundamentales.
Una multiplicidad de investigaciones muestra que la perspectiva de género es par-
ticularmente necesaria en el estudio de estos trastornos dado que registran diferencias
consistentes y contundentes en las prevalencias a distintos problemas, aun en los
casos en que se controlan otros marcadores o gradientes socioeconómicos.4 Estas
diferencias comienzan a perfilarse desde la adolescencia, lo que supone que desde
jóvenes las mujeres presentamos dolencias altamente incapacitantes.

Actualmente, se considera que los porcentajes generales de trastornos mentales no mues-


tran importantes diferencias genéricas. Sin embargo, existen trastornos en donde las
diferencias de género son consistentes y prevalentes tales como la depresión, la ansiedad
y los trastornos somatoformos que afectan al 20% de la población en las economías
fuertes (who, 2001).

La depresión es particularmente preocupante pues produce la mayor proporción de


la carga de enfermedad asociada a los trastornos mentales y neurológicos, así como
8.6% de los años vividos con discapacidad. Un estudio de la oms publicado en 2017
estimó que en 2015 hubo 322 millones de personas, 4,4% de la proporción de la po-
blación mundial, que padecen este problema (ops/oms; 2017). Este trastorno presenta

4 Por su parte, el abuso de sustancias, que actualmente concita gran preocupación y esfuerzos, tiene

una prevalencia masculina.


26 Teresa Ordorika Sacristán

diferencias importantes de prevalencia entre mujeres (5.1%) y hombres (3.6%) que


se reproducen en casi todos los estudios realizados en diversas sociedades y contex-
tos sociales, donde los resultados arrojan que de los 15 años en adelante las mujeres
doblan a los hombres. Además, éstas padecen porcentajes mayores de comorbilidad
de tres o más desórdenes, siendo la depresión y la ansiedad las más comunes. Asi-
mismo, la comorbilidad se asocia con una mayor severidad, niveles de discapacidad
y utilización de servicios.
Sin embargo, como se destaca en Gender Disparities in Mental Health (Astbury,
2001), las inequidades de género no se expresan únicamente en las prevalencias, sino
que están también relacionadas con diferencias en el riesgo y la susceptibilidad, la
edad de presentación y desarrollo del trastorno, el diagnóstico, el tratamiento y la
capacidad de adaptación al trastorno. Asimismo, éstas se agravan cuando entran en
relación con otros determinantes macrosociales –como el estrato social y económico,
la raza, la clase, la edad– y con los mesosociales, que son los roles de género (con el
estatus que éstos confieren), el trabajo, el salario y la educación, el matrimonio, la
carga principal del cuidado y las responsabilidades domésticas, la inequidad dentro y
fuera del hogar, la dependencia económica, la falta de empleo, el subempleo, sueldos
menores y la falta de posibilidades de tomar decisiones, entre otros.
Por supuesto, la violencia, como la forma más acuciante de inequidad, incrementa
exponencialmente el riesgo de presentar trastornos mentales. Si bien esta práctica y
sus consecuencias negativas habían sido un tema largamente discutido por los femi-
nismos, no fue hasta 1993 que la ops la reconoció como una violación a los derechos
humanos de las mujeres y un problema de salud pública (Resolución CD37.R19).
Dado que la violencia de género se caracteriza y se expresa de diferentes maneras
–violencia infligida por la pareja íntima, agresión sexual, violencia física, violencia
emocional, violencia económica, etc.–, se torna necesario estudiarla en sus particula-
ridades para entender cómo cada una de sus diferentes manifestaciones marca la vida
y la salud mental de las mujeres.

Las consecuencias de la violencia infligida por la pareja


en la salud mental de las mujeres

Una revisión de la literatura muestra una creciente preocupación a lo largo de las


últimas dos décadas sobre los efectos en la salud de la violencia ejercida sobre las
mujeres por parte de sus parejas íntimas, destacando la violencia física y sexual en
su salud física y mental (Gülçür, 2000). Entre las distintas formas de violencia de
género resalta por su prevalencia y sus consecuencias aquella cometida por la pareja
actual o anterior, fenómeno que ha sido designado con diferentes términos: violencia
doméstica, violencia de género en pareja, violencia contra las mujeres en los hogares,
violencia conyugal o violencia infligida por la pareja. Este último es utilizado actual-
Inequidad de género y salud mental de las mujeres... 27

mente por la oms y la ops para referirse a la violencia que ejerce un compañero (ex
compañero) íntimo, misma que se caracteriza por:

La violencia en la pareja se refiere a cualquier comportamiento, dentro de una relación


íntima, que cause o pueda causar daño físico, psíquico o sexual a los miembros de la
relación. A continuación se enumeran algunos ejemplos:

agresiones físicas, por ejemplo abofetear, golpear, patear o pegar. Violencia sexual, por
ejemplo, relaciones sexuales forzadas y otras formas de coacción sexual.

maltrato emocional, por ejemplo, mediante insultos, denigración, humillación cons-


tante o intimidación (como al destruir objetos), amenazas de causar daño o de llevarse
a los hijos.

comportamientos controladores y dominantes, por ejemplo aislar a una persona de


sus familiares y amigos, vigilar sus movimientos y restringir su acceso a recursos finan-
cieros, empleo, educación o atención médica (ops, 2013).

Según el informe Estimaciones mundiales y regionales de la violencia contra la mu-


jer: prevalencia y efectos de la violencia conyugal y de la violencia sexual no conyu-
gal en la salud en relación con la violencia conyugal:

En todo el mundo, casi un tercio (el 30%) de todas las mujeres que han mantenido una
relación de pareja han sido víctimas de violencia física y/o sexual por parte de su pareja.
En algunas regiones, esta cifra puede llegar a ser de hasta el 38%. Tanto éste como otros
estudios muestran la correlación entre este tipo de violencia y los problemas de salud
mental (oms, 2013).

Existe amplia evidencia de que en la mayoría de los casos las mujeres son las víctimas
de los ataques y los perpetradores son varones. Se sabe que las mujeres que sufren
violencia física y sexual padecen niveles más altos de ansiedad, depresión, depresión
mayor, tendencias suicidas, hipervigilancia, estados de disociación, falta de autoes-
tima, somatización, alcoholismo y otros problemas psicológicos asociados al estrés
postraumático (Gülçür, 2000). Asimismo, de 60 a 70% de las mujeres internadas por
razones psiquiátricas han sufrido violencia física y sexual antes del internamiento.
Las consecuencias de la violencia y la violación son tan incapacitantes que el Banco
Mundial estima que en mujeres en edad reproductiva ésta representa 5% de la carga
de enfermedades en países en vías de desarrollo y 19% en países industrializados.
Las mujeres sometidas a este tipo de abuso presentan un mayor riesgo de incremento
de visitas a salas de emergencia de hospitales y de hospitalizaciones. En particular,
la violencia sexual severa es un elemento de predicción de trastornos psiquiátricos
28 Teresa Ordorika Sacristán

que llevan a la hospitalización en la vida adulta. La alta incidencia de la violencia


sexual contra las niñas y las mujeres ha llevado a las investigadoras a sugerir que las
víctimas femeninas constituyen el grupo más grande de las personas que sufren de
estrés postraumático.
Este es un problema prevalente también en nuestro país, como lo indica el artículo
“Violencia sexual y problemas asociados en una muestra de usuarias de un centro de
salud”:

De las [345] mujeres, 19% señaló haber sido objeto de tocamientos sexuales contra su
voluntad al menos alguna vez en su vida, en tanto 11% habían sido violadas y 5% fueron
forzadas a tocar los órganos sexuales de otra persona contra su voluntad. Una de cada
cinco mujeres reportó haber experimentado alguna violencia sexual dentro de la relación
de pareja. Se encontró una asociación significativa entre algunas formas de violencia
sexual y la depresión, la ideación e intento suicida y el uso de psicofármacos (Ramos-
Lira et al., 2000: 187).

El artículo “Mental and Physical Health and Intimate Partner Violence against Wo-
men: A Review of the Literature” (Dillon et al., 2013) presenta el análisis de setenta
investigaciones desarrolladas en diferentes países sobre la relación entre la violencia
infligida por la pareja íntima y los problemas de salud física y mental de las mujeres,
mismos que no se limitan únicamente al periodo en el que se sufre la violencia, sino
que deja secuelas de largo alcance. Los trastornos mentales comúnmente reconocidos
incluyen la depresión, el estrés postraumático, la ansiedad, la ideación suicida y los
daños auto-infringidos, la salud mental autopercibida, el sufrimiento psicológico, el
impacto en la calidad del sueño y los trastornos del sueño. A continuación, se resumen
los resultados más relevantes presentados en dicho artículo.
En este y otros trabajos se menciona la depresión, trastorno que ha concitado el
mayor interés en relación con la violencia de pareja íntima dado que es el que produce
una mayor carga de enfermedad en mujeres que padecen la violencia de su pareja
íntima (34.7%) y que se reporta con mayor consistencia en las diferentes investiga-
ciones (Dillon et al., 2013). Este trastorno está relacionado con el abuso físico, sexual
y emocional/psicológico, y las posibilidades de presentarlo, así como su severidad,
se incrementan cuando más de un tipo de violencia está presente, lo cual aparece
reportado en una cantidad importante de los casos.
Si bien todos los tipos de abuso contribuyen a incrementar los riesgos de padecer
síntomas depresivos, la violencia sexual es la que afecta de manera más acuciante.
Finalmente, un dato preocupante es que la recuperación tarda más en mujeres que han
sufrido violencia que aquellas que no, por lo que concluyen que las primeras presen-
tan mayores riesgos de tener trastornos mentales de larga duración. La ansiedad es
el segundo trastorno más común padecido por mujeres en este tipo de relaciones de
violencia, mismo que con frecuencia se presenta en comorbilidad con la depresión.
Inequidad de género y salud mental de las mujeres... 29

Otro trastorno común es el estrés postraumático, donde las mujeres en relaciones


de violencia de pareja íntima tienen 2.3% más posibilidades de padecerlo indepen-
dientemente de la raza, condición civil y sueldo (O’Campo et al., 2006). También es
recurrente la asociación entre experiencias de abuso a lo largo de la vida y la ideación
suicida y los intentos de suicidio, reportados en varios informes de la oms. Algunos
estudios muestran que éstos son más frecuentes en el caso del abuso emocional.
Las percepciones de afectación en la salud mental y psicológica también se han
trabajado; los resultados indican que aquellas mujeres que experimentan violencia
de pareja presentan resultados peores en pruebas relacionadas con la salud mental
y el funcionamiento social. Estas percepciones se incrementan en mujeres que han
experimentado abusos tanto físicos como sexuales a lo largo de su vida. Finalmente,
estudios relacionados con problemas y patrones de sueño muestran que la violencia
afecta de manera negativa tanto la calidad como la cantidad de sueño de las mujeres,
y se reportan problemas como dolores por dormir entumida y rechinido de dientes.
En síntesis, las mujeres que viven o han vivido violencia íntima de pareja presen-
tan riesgos y porcentajes más altos de trastornos mentales independientemente de sus
culturas y edades. En la medida que aumenta la severidad, la frecuencia y el tiempo
de exposición a la violencia, también incrementan los riesgos a padecer problemas de
esta índole. Sin embargo, no basta con poner el énfasis en los actos concretos, pues
ello puede llevarnos a desestimar el impacto que supone vivir en el clima de temor y
desasosiego en el que se desenvuelven las relaciones de violencia (Krug et al., 2002).
Las secuelas de este tipo de violencia, particularmente las relacionadas con trastornos
mentales, continúan afectando a las mujeres años después de haber concluido. La
consistencia de los resultados de las investigaciones muestra que violencia íntima
de pareja representa un problema serio a la salud y a los derechos humanos de las
mujeres (Dillon et al., 2013).

Tensiones y contradicciones de la agenda


de la salud mental de las mujeres

Si bien las agencias internacionales han introducido el modelo de los determinantes


sociales en salud, éste aparece contraintuitivo frente al modelo psiquiátrico que utili-
zan para la concepción y clasificación de los trastornos mentales, el anterior paradig-
ma. Entre ambos se establece una tensión de difícil resolución, dado que el primero
apunta a la influencia de lo social, el reconocimiento de las diferencias entre los
grupos sociales y la utilización de perspectivas interseccionales de género, mientras
que el segundo se caracteriza por la incorporación de un modelo de individuo racio-
nal burgués masculino. En la explicación y tratamiento de la enfermedad éste tiende
a centrarse en la producción y evaluación de la experiencia individual, en el cuerpo
particular y en la psique individual como un locus de autorreflexión y regulación. En
30 Teresa Ordorika Sacristán

el occidente moderno, la salud física y mental es concebida como un atributo de los


individuos y no como una característica de los grupos o comunidades. Esto, a su vez,
se traduce en la progresiva descontextualización de los síntomas de los contextos en
los que éstos emergen y se experimentan (Busfield, 2011).
Dicha descontextualización es siempre problemática, pero afecta de manera par-
ticular a aquellos grupos insertos en relaciones de opresión, explotación, subordina-
ción y exclusión, pues permite ignorar las condiciones sociales de inequidad –como
género, clase, etnia, edad, etc.– que inciden tanto en una proclividad al riesgo a los
trastornos como en los abordajes teóricos sobre los mismos, ubicando su problemati-
zación y resolución a nivel del sujeto. Como resultado, se deslegitiman y despolitizan
los agravios de los grupos sociales, al tiempo que se enfatizan las responsabilidades
y estrategias individuales en la búsqueda de la salud. Los enfoques centrados en las
personas trivializan la influencia de lo social, político, cultural y económico tanto en
la producción de los estados emocionales y anímicos de los sujetos como en el reco-
nocimiento de su legitimidad o de su patología.5
Un segundo, y quizá más preocupante, problema es que, tal como se mencionó
anteriormente, el modelo de los determinantes sociales sostiene que la equidad en
salud sólo puede ser obtenida a través de la implementación de “políticas integrales e
integradas”, mientras que el modelo psiquiátrico enfatiza la acción sobre las personas.
Lograr la equidad en salud mental de las mujeres requiere políticas dirigidas a desarti-
cular desde prácticas concretas como la violencia infligida por la pareja íntima, cuyas
repercusiones fueron mostradas, hasta las formas más amplias y estructurales de la
inequidad de género. Ello requiere la implementación de programas, reglamentos,
normas, sanciones cuya aplicación se vigile de manera constante.

Se requiere un conjunto de medidas que abarque los distintos ámbitos de la instituciona-


lidad, de manera que integralmente modifique los patrones culturales; que promueva una
reflexión y una práctica que permita pensar lo humano desde dimensiones que incorpo-
ren la diferencia femenina, no sólo para sumarse al estado de cosas, sino para participar
desde un lugar en el mundo, es decir, decidir sobre los hechos fundamentales de su vida y
participar en la construcción de la sociedad en que viven, alcanzar una plena ciudadanía
y acceder a la igualdad. Una cultura de Derechos Humanos va más allá de un concepto
formal de la igualdad y alude a una comprensión universal de los derechos que alcance

5 El artículo “Cross-national Associations between Gender and Mental Health Disorders in the who

World Mental Health Surveys” analiza los datos obtenidos de la encuesta de epidemiología psiquiátrica
aplicada de la oms aplicada en varios países, incluyendo México. Sorprendidos por la reducción de la
brecha de género en el rango de población más jóvenes en el trastorno depresivo mayor y en los trastornos
relacionados con el alcohol construyeron un índice de roles en tradicionales de género en lo que consider-
aron la diferencias entre los sexos de experiencia laboral antes de los 35, los niveles de educación, la edad
del matrimonio y el acceso a anticonceptivos seguros, llegando a la conclusión de que en las sociedades
menos tradicionales donde se habían dado cambios en la salud mental de las mujeres.
Inequidad de género y salud mental de las mujeres... 31

las vidas de las mujeres. Las mujeres invitan entonces a cambiar el paradigma patriarcal
(Fries, 2000: 52).

Mientras las mujeres sigan padeciendo desproporcionalmente de trastornos mentales


que las discapaciten, su derecho humano a la salud y, por lo tanto, su capacidad de
disfrute de otros derechos se verán vulnerados.

Conclusiones

Cada vez resulta más evidente el peso en la carga global de enfermedad y las proyec-
ciones sobre el aumento de los trastornos mentales y del comportamiento, al punto
que hoy en día es común hablar de una epidemia. Por tanto, no es extraño que conci-
ten hoy una gran preocupación entre las agencias internacionales de salud a tal grado
que por primera vez ocupan un lugar prioritario en la agenda de los Objetivos del
Desarrollo Sostenible. Sin embargo, reducir la carga de enfermedad que implican los
trastornos mentales sólo puede lograrse aplicando el modelo de los derechos humanos
de las mujeres y la perspectiva de género en las investigaciones, planes y programas
que se implementen por el hecho de que el género es un elemento fundamental en
producción y distribución de los mismos. Si bien existen dificultades para establecer
con certeza los mecanismos por medio de los cuales los determinantes estructurales
se traducen en inequidades de salud, dado que éstos operan de forma multicausal,
existe hoy suficiente literatura que muestra que las disparidades de género, clase,
raza, etc., se correlacionan con peores situaciones de salud física y mental. La litera-
tura dedicada a estudiar las inequidades de género es tan contundente que las propias
agencias internacionales, tales como la oms, los consideran un elemento fundamental
sin el cual no es posible entender los patrones de distribución de la salud ni construir
modelos exitosos para lograr la equidad. Esto requiere de una estrategia intersectorial,
de múltiples niveles, que permita reducir los riesgos específicos de género.
Si bien existen diversas causas que impactan negativamente en la salud mental de
las mujeres, mismas que tienen que ser analizadas en sus particularidades, desde los
años ochenta del siglo pasado la agenda de las mujeres ha otorgado un papel funda-
mental a la violencia como práctica que afecta profundamente en todos los aspectos
de sus vidas. Esta afirmación se tradujo en el reconocimiento de que la violencia de
género constituye un serio problema de salud pública. Terrible en todas sus formas,
las cuales se concatenan en la vida de muchas mujeres, la violencia perpetrada por
las parejas íntimas (actuales o anteriores), del tipo que sea, ha sido tema de múltiples
investigaciones que han mostrado su efecto negativo en su salud mental, agravándose
en relación con su severidad y su duración. Más preocupante aún son las secuelas que
deja aún después de terminada.
32 Teresa Ordorika Sacristán

La violencia y los riesgos y problemas de salud que ésta conlleva atentan contra los
derechos humanos de las mujeres a la salud, al tiempo que interfieren con el disfrute y
ejercicio de otros derechos traduciéndose en una ciudadanía incompleta y de segunda.
En el ámbito de la salud pública, resolver esta inequidad requiere de la implementa-
ción de investigaciones, políticas y programas sobre salud mental con perspectivas
de género que ubiquen e incidan en los riesgos específicos de las mujeres, así como
de servicios que las traten de manera integral y que cuenten con especialistas cono-
cedores de las problemáticas las aquejan. Asimismo, como se ha discutido a lo largo
del texto, las causas de la desigualdad sanitaria exceden el ámbito de la salud, por lo
que es necesaria la articulación con otros sectores y políticas (por ejemplo, en materia
laboral y de vivienda) que operen sobre otros ámbitos en donde el género también
se traduce en inequidad. Finalmente, es necesario tener claro que “las causas de las
causas” residen en diferencias de poder sistémicas propias del orden patriarcal y, por
tanto, resolverlas requiere de la construcción de la equidad de género en la sociedad.
Se trata de desarticular relaciones de opresión estructurales que operan entre mujeres
y hombres, así como a nivel de las instituciones y los Estados. Sin este objetivo fun-
damental, el llamado enfoque de género en salud no será más que una buena intención
y los alcances de los programas se verán limitados.

Referencias

Astbury, Jill (2001). Gender Disparities in Mental Health, Geneva, World Health
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VIOLENCIA VELADA, VIOLENCIA DESNUDA
Y ABANDONO EN LA ATENCIÓN DEL NACIMIENTO

Mercedes Campiglia Calveiro

Diversos trabajos han dado cuenta de la violencia que frecuentemente acompaña la


atención del parto en el dispositivo hospitalario del modelo biomédico (Castro, 2004
y 2014; Berrio, 2013; gire, 2013; Belli, 2013; García, 2013). Si bien la atención
médica del parto no tiene por objeto el ejercicio de la violencia, los abusos de auto-
ridad que ocurren cotidianamente bajo el cobijo del ámbito hospitalario hacen de la
ginecoobstetricia la especialidad médica con mayor número de quejas ante las comi-
siones de arbitraje (Castro, 2014), hecho que ha llevado a autoridades, académicos y
personal de salud a preguntarse cómo responder a este severo problema.
El camino andado hasta ahora permite constatar que ni la penalización de los ac-
tos violentos a partir de la tipificación de la violencia obstétrica como delito, ni las
campañas de sensibilización a personal de salud, ni las Normas Oficiales fijadas por
los gobiernos o los lineamientos de atención dictados por organismos internacio-
nales como la Organización Mundial de la Salud parecieran bastar para desmontar
el ejercicio de la violencia que cobra formas diversas en las rutinas de atención del
nacimiento.
Con el objeto de entender la naturaleza de la relación entre violencia y obstetricia,
este trabajo propone un acercamiento analítico que aspira, más que a señalar, a tratar
de comprender con miras a desarticular, la violencia que sistemáticamente se ejerce
contra las mujeres en el sistema de salud. Propone para ello una tipificación que tiene
el fin de visibilizar sus diferentes modalidades, así como los ejes que las articulan,
partiendo de la premisa de que entender es el primer paso para atender este mal que,
como un tumor canceroso, crece al interior del modelo biomédico de atención del
parto.
36 Mercedes Campiglia Calveiro

La violencia desnuda: el maltrato

La forma más evidente de violencia que se practica al interior de las instituciones


de salud es el maltrato. Relatos en contextos diversos dan cuenta de la gravedad del
problema en el ámbito de la salud reproductiva, y muchos de ellos han sido docu-
mentados por investigadores en el terreno de los estudios sociales. Tanto verbalmente
–por medio de amenazas, gritos y burlas– como físicamente –a través de la práctica
injustificada de procedimientos dolorosos– se violenta a las mujeres en los servicios
de salud.
En términos del maltrato verbal, no resulta extraño que frases ofensivas acompa-
ñen la atención de los nacimientos en las instituciones de salud: “¿Por qué gritas
ahora si cuando lo estabas haciendo no gritabas”. “Ya sabes a lo que vienes, ¿no?
¿Como qué te extraña o qué me dices de nuevo? Si tú ya sabes a lo que vienes y aun
así vienes otra vez” (Comunicación personal, Cinthia, Hospital General, 11 de julio,
2014).
En cuanto al maltrato físico, los médicos con “mano pesada” son actores que ac-
túan al cobijo del dispositivo hospitalario. El personal conoce y tolera la violencia
ejercida sistemáticamente por esta clase de personajes, pero los encubre, entre otras
cosas, por temor a las represalias que caracterizan a las estructuras verticales y jerár-
quicas como la biomédica:

Una mujer en trabajo de parto ingresa en un hospital público del Estado de México; se
la pone a pujar antes de que su dilatación esté completa para acelerar el proceso dila-
tando manualmente el cérvix mientras se le dice: “Te voy a ayudar a pujar”. El proceso
resulta extremadamente doloroso para la mujer que se lamenta abiertamente mientras la
doctora encargada del nacimiento saca la mano ensangrentada de su vagina y se acerca
a decirle: “Aquí se va a ver qué clase de madre eres. ¿Cómo vas a educar a tu hijo si
ni siquiera puedes pujar para que nazca?” Después de un largo rato de practicar esta
maniobra la mujer es trasladada finalmente al área de expulsión pues se considera que
el proceso de dilatación ha concluido. Se decide que una médica interna en formación
atienda el parto para entrenarla mientras la médica adscrita y una residente le dan
indicaciones a los gritos: “Córtale… ahora córtale del otro lado. ¡Ahora sí ya le arrui-
naste el piso pélvico. A ver si para la otra!”. La interna es removida de su puesto y la
adscrita retoma a su cargo la atención del nacimiento. La mujer pregunta: “¿Por qué
me están haciendo esto? ¿Por qué me están lastimando así?” La médica se vuelve para
mirar a la doula de un voluntariado presente en la escena y le dice: “Señorita, relájela
¿No está para eso?” Finalmente, tras una episiotomía doble su bebé termina naciendo
y ella pregunta: “¿Fue niña?” A lo que la doctora responde: “Hasta al rato te van a
decir”. Al parto sigue una serie de empujones para extraer la placenta y una revisión
manual del útero en busca de restos desprendidos a causa del jaloneo. Cuando la mujer
ensangrentada es trasladada al área de recuperación la enfermera que la recibe pregun-
Violencia velada, violencia desnuda y abandono... 37

ta: “¿Qué pasó aquí?” El camillero responde: “Paciente de la doctora Alameda”. A lo


que la enfermera comenta: “Siempre la doctora Alameda” (Comunicación personal, 9
de febrero de 2018).

En esta clase de relatos resulta claro cómo el despliegue de sadismo de algunos suje-
tos queda encubierto por la institución que decide callar los abusos y disfrazarlos de
rutina. Valga señalar que las episiotomías dobles no están registradas como procedi-
miento recomendado en ninguna guía de práctica clínica y que el uso de anestesia es
recomendable cuando se decide cortar con una tijera, para luego coser, la vagina de
una mujer, pues evidentemente la maniobra comprende un elevado grado de dolor.
Y si la violencia contra las mujeres que dan a luz es evidente en las instituciones
de salud, la que experimentan aquellas que acuden a interrumpir un embarazo es aún
más descarnada. En su texto Cuerpos enajenados, en el que refiere la experiencia de
mujeres atendidas en una maternidad pública de la provincia de Santiago del Estero,
Cecilia Canevari (2011) da cuenta de legrados practicados sin anestesia “por comodi-
dad” de los profesionales, que evitan así la complicación de llamar a un anestesiólogo
que no necesariamente forma parte del plantel de la institución.
En la Ciudad de México, donde la interrupción del embarazo ha sido despenali-
zada desde 2007, diferentes asociaciones de la sociedad civil se han dado a la tarea
de acompañar a quienes deciden practicarse un aborto para proteger a las usuarias de
la violencia que frecuentemente acompaña al procedimiento. Una activista de la Red
por los Derechos Sexuales y Reproductivos (ddeser) relata:

Tras la interrupción de un embarazo, una mujer se recupera en la misma sala que las
madres que acaban de parir: “Ve, ellas sí los tuvieron”, comenta una enfermera del
turno mientras le señala a las madres que acunan a sus hijos en las camas de enfrente.
A otra que acude al hospital reportando un sangrado espontáneo a los cuatro meses de
gestación, tras realizar el legrado, le ponen al feto sin vida sobre el pecho y le dicen:
“Toma a tu bebé” (Comunicación personal, 3 de febrero, 2015).

La estructura jerárquica y vertical que articula las relaciones al interior del apara-
to biomédico (Menéndez, 2005; Castro, 2014) ofrece un terreno fértil para que los
abusos de poder ocurran y para que el personal los encubra. Si bien no todas, la
mayor parte de las historias de maltrato –de lo que hemos llamado “violencia des-
nuda”– ocurren en el ámbito público. Sus protagonistas suelen ser mujeres de bajos
recursos, de rasgos indígenas, de corta edad; es decir, aquellas que se encuentran en
condición de mayor vulnerabilidad. La discriminación forma parte del tejido social y
se manifiesta en diferentes espacios de la vida colectiva, pero en el ámbito obstétrico
pareciera circular sin filtro, lo cual está directamente relacionado con características
específicas del dispositivo que facilitan el libre tránsito de la violencia a través de la
estructura.
38 Mercedes Campiglia Calveiro

El ejército, la iglesia, la prisión, el hospital son instituciones reguladas por una


normatividad diferente a la que regula el resto de los intercambios sociales. Se trata de
estructuras que operan bajo principios de autoritarismo y disciplina que propician la
naturalización del ejercicio de la violencia. El castigo, el sometimiento, la obediencia,
la estratificación por rangos son parte fundamental de su operatividad y conducen a
integrar al acto violento como parte del quehacer cotidiano.
Es importante señalar, sin embargo, que si bien esta clase de estructura ofrece un
terreno propicio para la propagación de la “violencia desnuda”, son sólo unos pocos
actores los que se muestran dispuestos a ejercerla. Se trata de personajes que expresan
su sadismo beneficiándose del sigilo al que conminan estructuras preocupadas por
preservar el hermetismo que las dota de poder. Habitan sus entrañas cobijados por la
hegemonía que mantiene alejado al escrutinio público, pero no puede pensarse, de
modo alguno, que su actuar sea representativo del conjunto.
La violencia desnuda resulta fácilmente identificable, puede señalarse sin dificul-
tad a los responsables de ejecutarla y, llegado el caso, sancionarlos. Pero no se limita
a ello el problema del ejercicio sistemático de la violencia en la obstetricia. Resulta
necesario comprender que, a la par de estas prácticas aisladas de maltrato explícito,
se ejercen cotidianamente otras violencias. Se requiere de un análisis más sutil para
dar cuenta de ellas y seguir su rastro en la vida institucional que cobrará modalidades
diferentes de manifestación en la atención pública y la privada.

El abandono como forma de violencia:


el mal de las instituciones públicas

Los requisitos de la burocracia institucional, las largas jornadas de trabajo y el enorme


volumen de consultas que se atiende en las instituciones de salud pública aparecen
comúnmente como justificación para la desatención de las necesidades de los sujetos
que asisten a los hospitales de gobierno. El abandono es una de las manifestaciones
de violencia más difíciles de atender porque no se puede levantar una demanda por
esta causa, no se puede localizar su marca en ninguna parte del cuerpo, pero la cicatriz
que produce es profunda pues está ligada con el sentimiento de humillación que se
experimenta ante el desconocimiento de la condición humana.
El abandono es una manifestación común de violencia que se ejerce cotidiana-
mente en los hospitales públicos. Cuando la institución se da a la tarea de manipular
un cuerpo para obtener determinados resultados, necesidades como la privacidad, la
dignidad, el respeto, el consuelo, el afecto, la solidaridad pierden relevancia. Esta
desatención, que comúnmente se justifica a partir del excesivo volumen de trabajo
que el sector público enfrenta, está presente en infinidad de relatos, como éste que
refiere una de las enfermeras del Hospital General de Iztapalapa:
Violencia velada, violencia desnuda y abandono... 39

Revisamos a un bebé porque la señora decía que estaba mojado. Y no es que estuviera
mojado, es que estaba lleno de sangre todo atrás. Nosotros nos asustamos porque pen-
samos que era del bebé, pero no, cuando le dijimos a la señora: “Levántese, déjenos
revisarla”. No, la que tenía toda la cama llena de sangre era ella. Y le dijimos: “¿Qué,
no te has bañado?” Ya llevaba un día de que había nacido su bebé y no se había ido
a bañar, para nada. Y no le habían cambiado camas, y no le habían hecho todas esas
cosas. Hay veces que hasta van y les dicen: “Aquí están tus sábanas, cámbiate tu cama”
(Comunicación personal, 20 de agosto, 2015).

El aseo, al no ser considerado una necesidad primaria, puede parecer irrelevante para
el personal, siempre que no esté asociado con la evitación de contagios; pero para
la mujer una atención limitada a cubrir sus necesidades orgánicas, poniendo entre
paréntesis su condición humana, puede producir una profunda herida. En las salas de
partos del sector público las mujeres están rodeadas de personas, pero aún así suelen
sentirse abandonadas.
La biologización de los sujetos propia del Modelo Médico Hegemónico (Menén-
dez, 2005), sumada a la institucionalización de la atención característica del sector
público, puede llevar a desestimar el pudor, el miedo, la tristeza, la soledad, el su-
frimiento, como si se tratara de aspectos ajenos a la competencia del proveedor de
salud: “No eres la única, así que no te puedes estar quejando. En la tarde nadie puede
quejarse; en la mañana sí, pero en la tarde no”, le dice una médica que llega con
el cambio de guardia vespertino a una mujer que expresa dolor durante una de sus
contracciones (Comunicación personal, 22 de febrero de 2018).
Los intercambios entre personal y pacientes en las instituciones de salud suelen
reducirse al mínimo indispensable. Se orientan, principalmente, a la comunicación
de instrucciones y la recolección de datos para el llenado de expedientes clínicos,
hojas de parto o estudios estadísticos con fines diversos; de manera que una mujer
a punto de parir puede ser sometida a interminables interrogatorios, aun durante sus
contracciones, en los que se le pregunte, entre otras cosas, cuántas veces al día se
lava los dientes, por ejemplo. Pero a la par del barullo incesante de los intercambios
funcionales, hay un silenciamiento de las voces que dan cuenta de la dimensión emo-
cional de la experiencia o que apuntan al establecimiento de lazos entre los actores. A
la palabra se le confiere, en este contexto, un carácter meramente técnico. Guadalupe
Trueba, doula que realizaba acompañamientos en el sector público en el marco de un
voluntariado, narra la siguiente escena:

El médico se sienta en un banco frente a los genitales de la madre que ha sido depositada
en la mesa de partos por un camillero. Asea sus genitales sin decir una palabra. Pone
toda la atención en la cabeza del bebé naciendo y trata de no fallar porque lo están
observando y enseñando; entrega el bebé al de pediatría. Manipula, jala y recibe pla-
centa. Revisa cavidad del útero sin ver siquiera el rostro de la mujer, revisa que no haya
40 Mercedes Campiglia Calveiro

lesiones, retira campos, se para, se quita los guantes y la bata y se va a llenar reportes.
La mamá dice en voz alta: “Gracias… gracias a todos”. Nadie responde (Comunicación
personal, 19 de septiembre de 2017).

Son abundantes en el ámbito de la obstetricia los relatos de voces ignoradas, llamados


que se lanzan al vacío, peticiones desatendidas, llantos que no resultan escuchados.
En los casos de mujeres que están esperando dar a luz a un bebé que ha fallecido
este hecho se evidencia de manera dramática. Al no haber un bebé que cuidar, a las
madres no se les brinda prácticamente ninguna asistencia a lo largo del proceso. El
personal no suele estar preparado para acompañar las pérdidas, por lo que el trabajo
de parto transcurre de manera solitaria y silenciosa, lo cual puede resultar devastador:
“Me dejaron arrinconada y sola cuando mi bebé murió a las 23 semanas. Estuve
sola en trabajo de parto 12 horas. Me vomité, me hice de la popó, de la pipí. Nadie
me vio. Decían: ‘No la chequen porque es óbito’” (Comunicación personal, 15 de
julio, 2014).
La jefa de enfermeras de uno de los hospitales del isem relata cómo, haciendo ron-
da por el área de tococirugía, encuentra a una mujer sola en un salón. Cuando se acer-
ca a ella para preguntarle cómo se encuentra, le contesta confundida que no lo sabe,
que le han dicho que no se va a poder volver a embarazar porque tendrá un “lobito”
y no entiende cómo es eso posible. Al parecer nadie se había tomado el tiempo para
explicarle lo que significaba que tendría un “óbito”; un bebé muerto (Comunicación
personal, 20 de marzo, 2015). La desatención de las necesidades propiamente huma-
nas de los sujetos, limitándolos a su condición orgánica, es un acto profundamente
violento.
Por otra parte, además del abandono en su modalidad de “desafecto” (Guadalupe
García, comunicación personal, agosto, 2016) las historias de las mujeres y sus par-
tos dan cuenta, con frecuencia, de otra clase de desatención que, siendo deliberada,
responde a una intencionalidad de contestar a la demanda con indiferencia. Paulina
relata cómo, siendo una mujer joven de 21 años, llegó a dar a luz a su primer hijo a
uno de los hospitales del imss: “Salí con las piernas rasguñadas. Yo les gritaba que
ya, que ya me hicieran caso y que ya me llevaran al quirófano para tener a mi bebé
porque yo ya no aguantaba, y todavía hasta escuché que dijeron: ‘Vámonos a desa-
yunar’” (Comunicación personal, 20 de junio, 2015).
Con los actos de desatención deliberada la mujer “indisciplinada” es corregida por
el sistema, el cual la llama a la obediencia. Se ejerce, por medio de esta clase de vio-
lencia, una suerte de domesticación de aquellas parturientas que se desmarcan de la
posición de sometimiento a la que las convoca una estructura que parte de la asimetría
en la relación médico-paciente. En el contexto del modelo biomédico de atención del
nacimiento se entiende que la mujer debe “cooperar” (Castro y Erviti, 2015), premisa
que comprende implícitamente que quienes realizan la tarea del parto son los profe-
sionales mientras la buena madre colabora simplificando su jornada.
Violencia velada, violencia desnuda y abandono... 41

Por cooperación se entiende una entrega solícita a las indicaciones del personal
de salud en la que se priorice el bienestar del bebé frente al propio. Está fuertemente
arraigado en el colectivo el imaginario de que la mujer debe cooperar y, cuando no
lo hace, es juzgada como una madre inadecuada. Cuando la mujer coopera resulta
“premiada” por medio de la atención del personal de salud que le ofrece un poco
de su valioso tiempo, pero cuando, por el contrario, la mujer se resiste a ser dócil y
someterse a los lineamientos institucionales, se la domestica mediante la desatención
deliberada. Una mujer que atendió su parto en el Hospital Materno Infantil de Cuaji-
malpa, narra el siguiente relato:

Una señora se alivió enfrente de mí y ya ella pedía a gritos que la atendieran y los doc-
tores se burlaban de ella, los doctores y los enfermeros [...] Le decían que se esperara.
Es que la señora se subía a la cama, se bajaba… O sea, de la desesperación, del dolor.
Supongo que no toleraba el dolor tanto. Pedía a gritos y me pedía por favor que le ha-
blara a los doctores para que la atendieran [...] Y los doctores nada más se le quedaban
viendo, igual los enfermeros, se le quedaban viendo y se reían de ella; el cómo ella
desesperada del dolor se subía, se ponía de espaldas [...] Hasta que llegó un doctor, lo
vi más humano, y la atendió. Dijo que ya tenía la cabecita casi afuera. Y la señora, así
como que: “Por favor” [...] Yo me dolía mucho pero calladita [...] porque no quería que
a mí me trataran mal [...] Me dijo mi hermana: “Mira, no te quejes tanto porque si no,
no te van a atender. Quéjate cuando de verdad lo necesites” [...] Yo llegué así como que
decidida: “No me voy a quejar, no me voy a quejar, voy a aguantar, voy a aguantar”.
Y pues sí aguanté gracias a Dios. Yo no recibí malos tratos, no sé si fue porque era mi
primer hija y estaba más grande que las demás o porque no me quejé tanto. Esperé,
hice lo que ellos me dijeron [...] No quería que trataran mal a mi bebé (Comunicación
personal, 11 de julio de 2014).

La desatención en las instituciones públicas se justifica bajo la premisa de que el


personal “no cuenta con el tiempo necesario” para llevar a cabo adecuadamente su
tarea. Sin embargo, ello ha sido puesto en duda por algunas investigadoras que se han
dado a la tarea de observar mediante etnografías los servicios de salud del Estado.
Guadalupe García, tras su análisis de la dinámica al interior de una institución de
gran volumen en la Provincia de Buenos Aires, asegura que la sobrecarga de trabajo
no existe. Afirma que a los obstetras se les encuentra más frecuentemente charlando
en el “estar médico” que en las salas de parto: “Al parto ni los residentes lo querían
atender”. Canevari (2011), por su parte, asegura en la misma dirección que “el hecho
de que la demanda no pueda ser satisfecha, no es por escasez de personal, sino porque
los/las médicos/as de planta dedican al hospital un tiempo escaso y marcan un límite
de turnos para atender, porque deben salir a trabajar en el sector privado. Usan lo
público y cuidan lo privado” (Canevari; 2011: 96).
42 Mercedes Campiglia Calveiro

Otra estampa etnográfica recuperada de un hospital de gran volumen en la Ciudad


de México permite dar cuenta de cómo la carencia de personal no puede ser entendida
como la causa principal del abandono:

18 miembros del personal de salud rodeaban a dos mujeres en trabajo de parto el día
en el que ocurrió un fuerte terremoto en la Ciudad de México. Un par de ellos estaban
sentados en la cama, con máquinas de escribir sobre las piernas, tecleando una historia
clínica interminable. En el momento en que la tierra comenzó a moverse, los 18 salie-
ron corriendo de la sala sin siquiera considerar que dejaban atrás a una chica de 17
años y otra mujer que ya estaba pujando. Sólo la jefa de enfermeras y dos doulas de un
voluntariado permanecieron en el hospital. Los médicos y las enfermeras se fueron sin
mirar atrás, no porque resultara imposible movilizar entre todos a las parturientas, sino
porque sencillamente no pudieron verlas; eran la tarea del día, que quedaba compren-
siblemente suspendida frente a la contingencia (Diario de campo, 19 de septiembre de
2017, CDMX).

Analizando detenidamente el tema, no pareciera ser la falta de personal la causa


del abandono, sino lo que se establece como prioritario o secundario tanto indivi-
dual como colectivamente. En las instituciones de salud al personal se le asignan,
a la par de la atención de los “pacientes”, una serie de labores administrativas que
ocupan gran parte de su quehacer cotidiano. Se le conmina a operar bajo la premisa
de la productividad, respondiendo puntualmente a cada una de las tareas que le son
conferidas, de manera que el tiempo disponible se organiza a partir de un criterio
de jerarquización que clasifica algunas labores como indispensables mientras otras
devienen accesorias.
En este contexto resulta evidentemente prioritario garantizar la supervivencia de
la madre y el niño, pero es también importante cumplir con las exigencias adminis-
trativas del sistema, que serán empleadas como mecanismo de evaluación de la vida
institucional, y agilizar el tránsito de las mujeres por el dispositivo con el fin de evitar
el congestionamiento del mismo. La institución espera de su equipo una actitud reso-
lutiva y evalúa su desempeño en esos términos, de forma que los actores responden
atendiendo la demanda implícita de operatividad. El director de una maternidad pú-
blica de la red del Instituto de Salud del Estado de México comenta reflexionando en
torno a la complejidad de mantener un estándar de calidad en los servicios de salud
pública:

¿Cómo quieres calidad si tienes un volumen tremendo de pacientes? [...] Y esto es


diario, diario [...] Y aparte son como 13 documentos que se tienen que llenar para
un expediente clínico. Y si no están llenos es una falta y una sanción administrativa, y
tienen que cumplir (Comunicación personal, 15 de enero, 2015).
Violencia velada, violencia desnuda y abandono... 43

La estructura misma de la institución conduce a la serialización, en aras de incre-


mentar la productividad. El resultado de ello es el desdibujamiento de la condición
humana de las usuarias de los servicios. La asistencia centrada en la vigilancia de la
evolución orgánica del evento convierte a la condición humana en un obstáculo que
demora el proceso productivo. En las instituciones de salud pública se suelen atender
la dilatación cervical, los signos vitales, el descenso de la cabeza en la pelvis, pero es
común que se desatiendan el dolor, el miedo, la ilusión, lo cual comprende un cierto
grado de abandono.

La violencia velada: la hipermedicalización

En el análisis de las rutinas hospitalarias para la atención del parto puede observarse
un sinnúmero de intervenciones que se llevan a cabo de forma cotidiana aun cuando
está demostrado, por las mismas instancias de regulación de la práctica médica, que,
lejos de procurar salud, generan daño. Ejemplo de ello son el uso generalizado de oxi-
tocina sintética durante el trabajo de parto, el corte en los genitales en el momento del
nacimiento (episiotomía), el uso de posiciones contraindicadas por la Organización
Mundial de la Salud para el pujo como la supina (acostada sobre la espalda con las
piernas en estribos), la revisión rutinaria de cavidad uterina tras el parto, la separación
de la madre y el bebé.
Desconociendo los lineamientos que dicta la Medicina Basada en Evidencia
(mbe), se llevan a cabo rutinariamente procedimientos que atentan contra la salud de
las mujeres y sus hijos. Una partera que trabaja en un servicio privado en la ciudad
de Buenos Aires comenta: “Es una bola de nieve. Empezás haciendo algo chiquitito
y terminás haciendo desastres. He visto todo tipo de complicaciones, producto de la
intervención” (Comunicación personal, 22 de julio, 2016).
El uso de recursos diseñados para la atención de complicaciones con un objetivo
diferente al cuidado de la salud ha conducido a la hipermedicalización del parto.
En las instituciones se les emplea cotidianamente para alterar procesos fisiológicos
desconociendo los criterios que dictan las guías de práctica clínica y respondiendo a
demandas propias del funcionamiento institucional. Una de las enfermeras del Centro
de Investigación Materno Infantil (Cimigen) narra la siguiente historia que permite
entender cómo al acelerarse artificialmente el proceso del parto, práctica frecuente en
la obstetricia, se puede afectar la salud de madre e hijo.

Yo, cuando me fui, la dejé con oxi [oxitocina], pero cuando llegó la gíneco de la tarde le
inició Misoprostol1 [...] Y lógicamente que horas después le empezó a dar polisistolia.2

1 Dos hormonas sintéticas para estimular la actividad uterina que está contraindicado usar de forma

simultánea.
2 Exceso de actividad uterina: más de cinco contracciones en un periodo de 10 minutos.
44 Mercedes Campiglia Calveiro

Empezó a hacer seis contracciones en diez [minutos], intensas [...] Es como si te echaras
ahorita tequila y al rato te echaras cerveza y en un rato te echaras, no sé, algo más…
te bloqueas ¿no? Tu mismo cuerpo se bloquea, se ataranta. Y entonces ella estuvo así
mucho tiempo, toda la noche [...] Yo creo que los nacimientos no deben de ser así. Yo
creo que tu experiencia, tu trabajo de parto, no debe ser la cosa más horrible del mundo
[...] Tú lo piensas como profesional, tú piensas: Si yo estuviera en su lugar, yo le habría
dicho “Hazme una cesárea, una cesárea porque mi hijo no va a pagar los platos rotos
del desmadre” [...] Todos quieren a fuerza utilizar Misoprostol, ¿no? [...] y los mismos
estudios lo dicen: son bebés que tienen riesgo de polisistolia [...] y la mamá en el puer-
perio te va a sangrar (Comunicación personal, 18 de agosto, 2015).

A pesar de que la hipermedicalización tiene un probado efecto negativo en la salud de


las personas, sigue siendo el paradigma que rige la formación de médicos, enfermeras
e incluso parteras. Miriam Olaizola, partera que actualmente atiende nacimientos
con el menor índice de intervención posible, relata cómo fue su propio proceso de
adiestramiento:

La formación cuando yo estudié, hace 20 años, y hoy sigue siendo más o menos igual,
era la intervención. Vos eras una muy buena partera si sabías conducir con oxitocina, si
eras rápida para hacer el trabajo de parto, el expulsivo dirigido, para hacer una buena
episiotomía, una buena sutura. No había otra forma. Yo en toda mi carrera no vi un solo
parto natural. Y yo hacía lo mismo, reproducía lo que me habían enseñado (Comunica-
ción personal, 22 de julio, 2016).

Las intervenciones que se practican en la atención del nacimiento no son en absoluto


inocuas. Se deberían emplear, por tanto, exclusivamente en escenarios en los que el
riesgo que representa realizarlas es menor que el de no hacerlo. La episiotomía, por
ejemplo, es una práctica cuyo uso rutinario en partos vaginales sin complicaciones
está desaconsejado por la oms. 3 Acorta el periodo expulsivo por un lapso de tres a
cinco minutos, tiempo que resulta insignificante en comparación con las horas des-
tinadas al trabajo de parto, pero puede que ser vital ante una emergencia, cuando la
frecuencia cardiaca del bebé baja dramáticamente y la oxigenación de su cerebro
puede resultar comprometida en cuestión de minutos. En las instituciones de salud,
sin embargo, se usan para agilizar los nacimientos.
Castro y Erviti recuperan el siguiente diálogo entre una enfermera y un obstetra:

3 Se asocia a la episiotomía un mayor índice de desgarros de tercer y cuarto grado. Al practicarla se

incrementa también el riesgo de afectación de esfínteres. Existe la posibilidad de que la mujer presente
dolor crónico en el ejercicio de la sexualidad una vez practicado este procedimiento.
Violencia velada, violencia desnuda y abandono... 45

—“¿Le va a hacer episio4?


—¡Claro, a todas, de castigo!” (Castro y Erviti; 2015: 107).

El intercambio pretende adoptar un tono humorístico que se diluye ante el hecho de


que el corte en los genitales de las mujeres es practicado sistemáticamente, la mayoría
de las veces sin hacer uso de anestesia y aun cuando su uso rutinario está desacon-
sejado en las guías de práctica clínica debido a su pobre eficacia y los severos daños
perineales que ocasiona. Puede suponerse entonces que, efectivamente, se realiza
como una suerte de castigo, pues carece de otra clase de sentido: “Es terrible cuando
te rasgan y te cosen así, a la viva México, o sea sin anestesia, y te enjuagan con agua
fría” (Comunicación personal, 11 de julio, 2014).
La cesárea, por su parte, es un recurso fundamental de la medicina. Redujo signifi-
cativamente los índices de muerte materna y neonatal al resolver el grave problema de
los bebés que, por una u otra causa, quedaban encallados en el cuerpo de sus madres.
Mientras esta cirugía se practicó de forma selectiva para atender las complicaciones
que ocurrían en 10% o 15% de los nacimientos, su utilidad resultó indiscutible. Sin
embargo, su crecimiento desmedido en años recientes ha generado serios cuestiona-
mientos. Graciela Freyermuth (2009), en su análisis sobre la mortalidad materna en
México, afirma que la cesárea es actualmente una de las principales causas de muerte
materna, señalando que la tasa de muerte materna de la cesárea es desde dos y hasta
siete veces mayor que la del parto. La propia oms asegura:

Ciertamente no es inocua y conlleva riesgos inherentes, quirúrgicos y anestésicos. Su


incremento va de la mano con una mayor morbilidad y mortalidad materna ya que se
eleva el riesgo de placenta previa y acretismo placentario,5 lo que condiciona una ma-
yor posibilidad de hemorragia obstétrica y por lo tanto mayor probabilidad de muerte
materna (gire, 2013: 136).

Otra de las intervenciones empleadas con frecuencia es el uso de oxitocina sintética


para desencadenar o acelerar el parto, lo cual podría tener efectos nocivos para el bebé
a largo plazo, señala Michel Odent, obstetra francés fundador del Instituto de Salud
Primal (Odent, 2011). La oxitocina que circula en cantidades abundantes en el torren-
te sanguíneo de recién nacidos cuyas madres han sido sometidas a procedimientos de
inducción o conducción llega al cerebro del bebé durante un “periodo crítico” en el
que no ha terminado aún de desarrollarse. Odent afirma que ello podría estar asociado

4 Diminutivo de episiotomía, incisión quirúrgica en la zona del perineo –comprendiendo piel, mucosa

y músculo– que se practica con la finalidad de abreviar el parto.


5 La cesárea está asociada con fallas en la implantación de la placenta de futuros embarazos, lo cual

incrementa el riesgo de complicaciones.


46 Mercedes Campiglia Calveiro

con el incremento en el índice de autismo, anorexia nerviosa y disfunciones en la vida


sexual adulta que puede observarse como tendencia epidemiológica.
Por su parte, la doctora Kerstin Uvnäs Moberg (2015), investigadora del Instituto
Karolinska de Estocolmo, ha demostrado que los organismos de las madres estimu-
ladas con oxitocina sintética durante el trabajo de parto tardan hasta un mes en recu-
perar niveles normales de secreción de la hormona. Uvnäs asevera que la oxitocina
juega un papel esencial en la creación del vínculo con el bebé por lo que el desequi-
librio en la producción de oxitocina endógena en los días posteriores al nacimiento
puede obstaculizar la relación madre-hijo y contribuir al desarrollo de cuadros de
depresión en el posparto.
Las instancias de regulación de la práctica médica, como la oms y las Secretarías
de Salud, elaboran normas y lineamientos que apuntan a regular el abuso en las inter-
venciones, ya que está demostrado que la mayoría de ellas, cuando son practicadas de
forma rutinaria, lejos de favorecer procesos reproductivos más seguros, incrementan
los riesgos a los que son expuestos madres e hijos:

El modelo médico de atención del parto ha sido objeto de creciente escrutinio debido a
su tratamiento hospitalario y a la utilización rutinaria e innecesaria de procedimientos
médicos que, además de ser incómodos para la mujer, pueden llegar a alterar su salud o
la del recién nacido [...] En las últimas décadas se ha producido una expansión en el de-
sarrollo y uso de prácticas ideadas para iniciar, aumentar, acelerar, regular o monitorizar
el proceso del parto con el propósito de mejorar los resultados para la madre y su recién
nacido con prácticas habituales, sin disponer de la suficiente evidencia en relación con
su seguridad y eficacia. Por ello, en los últimos años se han realizado investigaciones de
las mismas, tales como el efecto que el tipo de atención tiene en la madre y en sus hijos
a corto y largo plazo (ssa, 2014: 12-14).

El efecto iatrogénico de la hipermedicalización del nacimiento está ampliamente do-


cumentado. Cuando los recursos de la biomedicina se emplean para responder a las
demandas de productividad –propias de un modelo económico que impone la “ace-
leración” de los procesos–, aunque ello comprenda un impacto negativo en la salud,
la intervención se convierte en un acto violento. Aun cuando dicha violencia no sea
siquiera identificada por las mujeres que, la mayoría de las veces, interpretan la inter-
vención como sinónimo de cuidado, es un acto violento. Y lo es porque comprende la
violación de sus derechos reproductivos.

Concluyendo

El análisis de la circulación de la violencia al interior de las instituciones de salud


encargadas de la atención del nacimiento resulta interesante porque permite observar
algunas particularidades de la violencia en su conjunto y las formas que cobra en
Violencia velada, violencia desnuda y abandono... 47

la sociedad contemporánea. La violencia en la obstetricia no es otra cosa que una


manifestación más del problema añejo de la violencia de género que se ejerce siste-
máticamente contra las mujeres tanto fuera como dentro de los grupos domésticos.
La atención del parto es producto de un determinado orden de relaciones de po-
der y las instituciones de salud; como el resto de las instituciones de la sociedad,
reproducen las asimetrías vigentes en el sistema, materializando la dominación de
unos grupos sobre otros en una serie de prácticas de procesamiento de los cuerpos.
La violencia contra las mujeres en esta arena, como en todas las demás, se agudiza
en los casos de interseccionalidad en los que a la identidad de género se suman otros
factores de discriminación.
Las categorías desarrolladas en el marco de este trabajo –violencia desnuda, aban-
dono como modalidad de violencia y violencia velada– no son otra cosa que lentes
que aspiran a visibilizar no sólo la violencia evidente que cobra la forma del maltrato,
sino otras manifestaciones más sutiles que moldean la vida al interior de las institu-
ciones de salud. Violencias que pasan mayormente inadvertidas, incluso para quienes
son víctimas de ellas, pues con frecuencia han terminado por asumir que su cuerpo es
un objeto que deben poner a la disposición de quien lo solicite.
La premisa de que el cuerpo de la mujer es un objeto del que resulta legítimo
disponer subyace a las diferentes manifestaciones de violencia de género, desde el
feminicidio hasta el abuso sexual y las violencias en la atención del nacimiento. El
desconocimiento del otro en tanto sujeto de derecho es el principio en el que se basa
todo acto violento, pues comprende el desconocimiento de su condición de ciudada-
nía. El desdibujamiento de la condición de sujeto de las parturientas en el dispositivo
de atención del parto se ejecuta por medio de una serie de prácticas estandarizadas
que apuntan a la serialización de los procedimientos, reduciendo a la mujer a su con-
dición orgánica.
Un esquema de atención compartimentado en el que diferentes proveedores de
salud se ponen a cargo de las distintas etapas en que se fragmenta al proceso, una
espacialidad organizada colocando a las mujeres en la posición de cuerpos a ser ma-
nipulados priorizando la operatividad de la institución, una distribución inequitativa
del saber en la que se le niega a la parturienta toda posibilidad de decidir sobre su
devenir y se concentra el conocimiento sobre el nacimiento del lado de los expertos
son estrategias que apuntan al desconocimiento del carácter de sujeto de los actores.
Y, una vez desconocida su condición de sujetos, la institución se considera habilitada
para intervenir sobre los cuerpos apuntando a agilizar procesos y cumplir así con la
tarea que le ha sido socialmente encomendada.
La naturaleza jerárquica y autoritaria del dispositivo biomédico (Castro y Erviti,
2015), por su parte, favorece la circulación de la violencia. En una sociedad pola-
rizada, como la nuestra, la violencia se moldea para alinearse con las tendencias:
mientras en determinados grupos de la población adquiere la forma del abandono,
en otros aparece como la imposición a las mujeres del consumo de los insumos que
48 Mercedes Campiglia Calveiro

la industria farmacéutica genera en exceso, aun en detrimento de su salud y la de sus


hijos. En ambos casos es el desconocimiento de la mujer en tanto sujeto de derecho
lo que permite que se prioricen los principios de agilización y productividad frente
los de cuidado de la salud y respeto a los derechos reproductivos.
Y en éste, como en otros ámbitos de la vida colectiva, lo que pone freno al flujo
de la violencia es la reconstrucción de los tejidos sociales que sólo resulta posible en
el marco del reconocimiento de todos los actores como sujetos capaces de vincularse
entre sí. En un mundo de individualidades –aparentemente inconexas– la violencia
circula libremente. Las estrategias que apuntan a reconocer la capacidad de agencia
de los actores –a construir noción de ciudadanía– obstaculizan el tránsito de la violen-
cia que no puede fluir tan libremente como lo haría en un mundo sin sujetos.

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TOPOGRAFÍAS DE LA SEGURIDAD EN CIUDAD UNIVERSITARIA.
BUSCANDO ALTERNATIVAS FEMINISTAS

Martha Patricia Castañeda Salgado


Ma. Elena Jarquín Sánchez 
Leonardo F. Olivos Santoyo

Presentación

En los tiempos recientes, la preocupación en torno a las condiciones de seguridad en


los espacios universitarios en todo el país ha sido constante. Actividades delictivas,
acciones del crimen organizado, agresiones a estudiantes y personal académico, admi-
nistrativo o directivo, secuestros, así como violaciones sexuales dentro de los campus
son sólo algunas de las situaciones que han movido a las autoridades universitarias
a discutir y suscribir acuerdos para implementar medidas que apuntalen formas de
seguridad controlada tendientes a frenar todas aquellas prácticas que han convertido
a los espacios universitarios en ámbitos inseguros para quienes los habitan.1
Las características específicas de las universidades llevan consigo la necesidad de
un análisis profundo en torno a la definición misma de seguridad en sus diversas acep-
ciones, orientaciones, prescripciones y objetivos (seguridad institucional, seguridad
pública, seguridad controlada, seguridad creada, seguridad planificada, seguridad
ciudadana, seguridad humana, por mencionar algunas de ellas), así como a distinguir
a los actores relevantes en el diseño y aplicación de las políticas en la materia. El
análisis se ha enriquecido con las críticas feministas a las dimensiones normativas y

1 Ejemplo de ello es el documento de trabajo de anuies titulado La Seguridad en Instituciones de

Educación Superior. Estado actual y recomendaciones, https://revistas.uniandes.edu.co/doi/abs/10.7440/


colombiaint60.2004.01 (12 de noviembre de 2019).
52 Castañeda, Jarquín y Olivos

punitivas de la seguridad entendida como parte de una política de autoprotección del


Estado ante amenazas reales, veladas o ficticias.
Este artículo se integra por cuatro secciones, las dos primeras constituyen aproxi-
maciones sintéticas sobre los referentes teóricos y metodológicos de la investigación
diagnóstica en la que se basa este artículo. En las secciones tercera y cuarte se pre-
sentan algunos datos emanados de una encuesta, con los cuales se busca ilustrar la
generización de las percepciones tanto de seguridad como de inseguridad en los espa-
cios universitarios. A manera de cierre, hacemos referencia a la propuesta que hemos
elaborado para enfrentar y erradicar aquellas condiciones de inseguridad y violencia
que marcan la vida de las estudiantes en el campus central de Ciudad Universitaria
(UNAM), así como de otros colectivos, desde una perspectiva que hace énfasis en la
dimensión educativa.

Perspectivas feministas sobre la seguridad en las universidades

La perspectiva feminista crítica propone un viraje radical al colocar en el centro de su


preocupación el valor de las personas, en un sentido a la vez individual y colectivo,
subrayando que ese valor deberá estar fundado en la equivalencia humana (Lagarde,
1996) y en la certidumbre de que toda vida merece ser vivida. En ese orden de ideas,
evidenciar las formas particulares de existencia es una prioridad, en especial las que
atañen a las mujeres para demostrar su calidad de humanas, como siempre lo ha sos-
tenido Marcela Lagarde.
Trasladar estas ideas al contexto de la discusión colectiva respecto a la seguridad
en una institución tan compleja como la Universidad Nacional Autónoma de México
parte de detallar algunos elementos distintivos de la perspectiva feminista crítica, la
cual se ocupa de:

1. Identificar, poner en evidencia y desmontar los sesgos androcéntricos que subya-


cen a las pretensiones de generalización que plantea la noción estatista de seguri-
dad. Ejemplo de ello es, por un lado, analizar el lenguaje androcéntrico con el que
se enuncian sus contenidos: amenaza, enemigo público, combate a la inseguridad;
por otro, mostrar cómo en sus discursos y en sus prácticas reifica la asimetría, in-
equidad y desigualdad que existe entre mujeres y hombres, para lo cual basta con
mencionar que las primeras suelen ser consideradas como vulnerables en/por sí
mismas.
2. Estudiar las distintas maneras en que las relaciones de poder involucradas en la
seguridad impuesta, expresada en las relaciones desiguales entre las autoridades
que deben garantizarla y la ciudadanía, son atravesadas por los contenidos de gé-
nero que atañen a las distintas posiciones que ocupan ambas. Esto se debe a que
la cultura de género es una parte sustantiva de la cultura política, por lo que está
presente de forma permanente en el ejercicio de las medidas de seguridad que, en
Topografías de la seguridad en ciudad universitaria... 53

la práctica, establecen distinciones sexistas, clasistas, racistas y discriminatorias en


función de el o los sujetos en cuestión: mujeres, hombres, lesbianas, homosexua-
les, pobres, indígenas, personas con discapacidad, etcétera.
3. Demostrar que los espacios seguros o inseguros son espacios generizados. Esta
cualidad permite comprender por qué algunas mujeres perciben que hay espacios
permitidos, restringidos o negados para ellas, en contraste con los espacios que so-
cialmente se conciben como adecuados para los hombres. Identificar los procesos
de generización de los espacios ha llevado a desmontar la oposición entre espacios
públicos y privados, a partir de la constatación de que son vividos y significados
con claves de género en las que son de particular relevancia la sexualidad y las
múltiples manifestaciones de violencia de género, en particular las que se ejercen
en contra de las mujeres.
4. Analizar que el tiempo, los tiempos de mujeres y hombres también están generiza-
dos, lo que se potencia en su articulación con los espacios. Esta fusión de género,
espacio y tiempo, caracterizada por Teresa del Valle (2000) como “cronotopos
genéricos”, explica prácticas distintas de apropiación de un mismo espacio en dis-
tintas horas del día por parte de mujeres y hombres, lo que a menudo se traduce en
experiencias diferenciadas por género en torno a la seguridad o inseguridad que se
vive en él.
5. Otorgar una importancia relevante a la experiencia vivida por los sujetos en rela-
ción con la seguridad y la inseguridad, relación que está directamente vinculada
con la condición sexo-genérica. Su expresión más drástica es el temor a la vio-
lación sexual y al feminicidio por parte de las mujeres. Este temor sintetiza la
articulación entre seguridad y violencia, mediada por el miedo transmitido social
y generacionalmente debido a que forma parte de la experiencia histórica de las
mujeres. De acuerdo con Teresa del Valle (2006), esta articulación se manifiesta
en los imaginarios anticipatorios con los cuales las mujeres transitan por los es-
pacios, imaginarios en los que la seguridad ha quedado asociada con un conjunto
de estereotipos que las predisponen frente a personas conocidas o extrañas. Estos
imaginarios se expresan mediante metáforas de género que a menudo invisibilizan
las condiciones de inseguridad y violencia que afectan a las mujeres en esos espa-
cios.

Uno de los referentes de fondo de estas líneas de develación feminista es el pa-


radigma de los derechos humanos. En él, la seguridad es asumida como un derecho
individual y colectivo, imprescriptible, irrenunciable, intransferible y no negociable,
por lo que forma parte de la exigibilidad ciudadana. En las condiciones actuales, la
tríada seguridad-inseguridad-violencia de género es motivo de denuncia por parte de
las mujeres y los colectivos a los que pertenecen, debido a que refuerzan condiciones
sociopolíticas en las que sus libertades, autonomía, autodeterminación y autoestima
están limitadas o conculcadas.
54 Castañeda, Jarquín y Olivos

La perspectiva feminista crítica no se limita a mostrar las falencias de los modelos


de seguridad que se están implementando desde décadas atrás, propios del neolibera-
lismo y el Estado debilitado contemporáneos, ni se restringe tampoco a denunciar su
sesgo hacia la securitización2 y hacia lo que Michel Foucault llamó la economía gene-
ral del poder (2014: 27). La elaboración de propuestas de distinto orden –conceptual,
político, social, civilizatorio– es una de sus finalidades, retomando las aportaciones
que las propias mujeres, conocedoras de su entorno, vislumbran y enuncian para
erradicar la inseguridad y la violencia.

La Investigación diagnóstica para la elaboración


de un modelo de unam Segura

A la luz de las situaciones de inseguridad y violencia que se han vivido en la unam


en los años recientes y con base en los presupuestos descritos, conformamos un equi-
po de investigación interdisciplinario que llevó a cabo la “Investigación diagnóstica
para la elaboración de un modelo de unam Segura”,3 enfocada a identificar las con-
diciones que permiten el ejercicio del derecho a la movilidad libre y segura de las
jóvenes estudiantes en el campus de Ciudad Universitaria. Mediante la aplicación de
una metodología mixta, producto de la reelaboración de la propuesta en el Programa
Regional: Ciudades sin Violencia hacia las Mujeres. Ciudades Seguras para Todas y
Todos,4 pudimos conocer las experiencias y percepciones sobre la seguridad e inse-
guridad en el campus a partir de un enfoque relacional en el que, si bien se priorizó
a las estudiantes, se convocó también a otros sujetos universitarios. A partir de los
hallazgos, surgió la necesidad de redefinir la noción de seguridad con base en las
expresiones de las personas que participaron en la investigación, así como en las re-

2 El término “securitización” se refiere a “una práctica política que permite a las élites, que actúan en

nombre del estado, reclamar derechos especiales de defensa al señalar algo como una amenaza” (Waever,
1995 en Tickner, 2004: 14). Sus referentes son la seguridad nacional y la seguridad institucional que, ante
las amenazas reales, imaginarias o posibles, instrumenta políticas de incremento de vigilancia policíaca
y militarización, con la consecuente criminalización de aquellos sujetos o grupos sociales que considera
portadores y posibles ejecutores de las acciones consideradas amenazantes. “El término de securitización
de la migración hace referencia a la apropiación de un modelo epistémico sobre la seguridad nacional,
construido desde la criminología y el campo de estudio de las relaciones internacionales”. En concreto, es
un término acuñado y progresivamente densificado por la Copenhagen School of Critical Security Studies,
que propone entenderlo como un proceso epistémico en el que la ‘óptica securitaria’ se inserta como para-
digma en la gubernamentalidad de diferentes fenómenos sociales contemporáneos. Para el jurista italiano
Giussepe Campesi, “[…] la securitización es el proceso mediante el cual una cuestión viene transformada
en un problema de seguridad, con total independencia de su naturaleza objetiva, o de la relevancia especí-
fica de la supuesta amenaza. La óptica securitaria es un concreto frame (campo) teórico-político, mediante
el que se tematiza una creciente pluralidad de cuestiones” (Varela Huerta, 2015: 3).
3 Investigación diagnóstica para la elaboración de un modelo de unam Segura. Proyecto papiit

IN302214. 2014-2016. Responsable: Dra. Martha Patricia Castañeda Salgado.


4 Programa Regional: Ciudades sin Violencia hacia las Mujeres. Ciudades Seguras para Todas y To-

dos. (Red Mujer y Hábitat de América Latina y el Caribe. Unifem).


Topografías de la seguridad en ciudad universitaria... 55

flexiones llevadas a cabo en el seminario en el que se gestó y desarrolló el proyecto.


Ahora pensamos en una noción de seguridad universitaria basada en las posiciones y
relaciones entre universitarias y universitarios, que se cimienta en el reconocimiento
mutuo, los vínculos de confianza, las prácticas de cuidado compartidas, las acciones
institucionales basadas en el diálogo con la sociedad universitaria, por lo que consti-
tuye un bien común respecto al cual cada uno de los grupos que la conforman tienen
responsabilidades a desarrollar.
El objetivo central de la investigación fue proponer un modelo integral de in-
tervención institucional que es, básicamente, un modelo educativo, aplicable al es-
tudiantado, al personal académico, administrativo, manual y directivo,5 sustentado
en la convicción de que “una educación en democracia, una educación en el debate
[…], una educación en el buen uso de los argumentos, deflacta una gran cantidad de
violencia” (Valcárcel, 2009: 279). Si la universidad es una institución para la cual la
seguridad es un derecho vital, vinculado de forma indisoluble con el derecho a ser, la
educación que imparte debe estar orientada a ello.
En otra dimensión, la universidad es una representación a escala de lo que ocurre
en la sociedad a la que pertenece, pero al mismo tiempo es una institución genera-
dora de cambios. Las innovaciones que se introducen en la unam son un espejo de
posibilidades para el resto de la sociedad local y nacional. Por esas razones, el mo-
delo pretende impulsar una política institucional orientada a conformar una cultura
universitaria en la que la seguridad sea entendida de forma amplia; política decidida
a erradicar toda forma de violencia entre integrantes de la sociedad universitaria y a
resguardar el respeto de la vida de cada quien en condiciones de igualdad y dignidad.
Garantizar que se articulen los procesos, acciones y programas que garanticen el
desarrollo cotidiano de las y los universitarios en entornos seguros y confiables, en
los que las formas de sociabilidad estén en sintonía con la sustentabilidad ambiental,
propiciará que sean sujetos de cambio en cualquier ámbito relacional en el que se
encuentren.
Para generar propuestas en clave feminista que puedan transformar los espacios y
las relaciones que ahí transcurren, se requieren diagnósticos centrados en las expe-
riencias de quienes los habitan. En los siguientes apartados se describirán algunos
resultados relevantes de la encuestra que se levantó como parte del proyecto Inves-
tigación diagnóstica, con el objetivo de mostrar las especificidades de esas expe-
riencias en relación con la condición sexo-genérica, étnica, de discapacidad y de
diversidad sexual.

5 En términos formativos, el modelo incluye la impartición de cursos especializados en género, se-

guridad y derechos humanos, en conocimiento de la normatividad universitaria en materia de equidad de


género, teniendo como ejes las perspectivas: feminista, urbanista, de la diversidad social-sexual y de sus-
tentabilidad. Respecto a la intervención institucional, plantea la importancia de la articulación entre gestión
y relación con la comunidad a partir de la observación puntual de los preceptos de la Ley General de Ac-
ceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia en cuanto a prevención, atención, sanción y erradicación
de las condiciones en las que ahora se sustenta la relación seguridad/inseguridad-violencia de género.
56 Castañeda, Jarquín y Olivos

Características de los sujetos de la muestra

a) Sexo
En un cuestionario administrado en aulas, los resultados dieron una mayor respuesta
por parte de las mujeres con casi seis puntos porcentuales respecto a la participación
de los hombres. Cabe resaltar, por otra parte, que, si bien se expresó con un valor
muy poco significativo, hubo quienes afirmaron ser transexuales con 0.3% y otro
porcentaje similar no respondió.

Personas entrevistadas por sexo (%)

Mujer Hombre Transexual No contestó

53.1%

46.4%

0.3% 0.3%

Mujer Hombre Transexual No contestó

b) Edad
Por lo que respecta a la edad de las personas entrevistadas, al ser nuestro universo
población estudiantil, fundamentalmente de nivel licenciatura, aunque también, en
menor medida, de posgrado, las edades se concentraron en los segmentos de “menos
de veinte años” y de “20 y 22”, disminuyendo las concentraciones para ambos sexos
conforme la edad aumentaba.
Topografías de la seguridad en ciudad universitaria... 57

Edad por sexo (%)

Mujeres Hombres

23.8
22.9

18.2

13.2

6.5
4.7

1.8 1.2 1.8 2.1 1.8 1.5


0.3 0.3 0.3

Menos de 20 20 - 22 23 - 25 26 - 28 29 - 31 32 - 34 Más de 35 No contestó

c) Escuela o Facultad
Las encuestas se levantaron a estudiantes de 16 escuelas y facultades, incluyendo
también a quienes asisten al posgrado. Al analizar los resultados y clasificar el uni-
verso según la pertenencia a los espacios académicos, se observan algunos resultados
coincidentes con datos oficiales e investigaciones que reconocen la prevalencia en la
Universidad de pautas genéricas por las cuales persisten espacios feminizados y, en
sentido inverso, masculinizados. En este ejercicio se obtuvo que el porcentaje mayor
de mujeres que respondieron el cuestionario pertenecen a la Facultad de Derecho,
16.5%, mientras la mayor concentración de hombres que hicieron lo mismo se en-
cuentra en la Facultad de Ingeniería, 17.6%.

d) Turnos
La mayor parte de los cuestionarios se recogieron en el turno vespertino, por lo que
el grueso de mujeres y hombres afirmaron pertenecer a ese turno, el grupo de las
mujeres en ese segmento es mayor que el de los hombres por 7 puntos porcentuales.
Pero en el turno mixto, los hombres superan en 8 puntos a las mujeres. Este dato
podría indicar cómo los hombres aparentemente disponen de una mayor posibilidad
de armar horarios flexibles si los comparamos con las mujeres estudiantes, una capa-
cidad más amplia de hacer elecciones de grupos, de docentes, así como entrecruzar
actividades no académicas.
58 Castañeda, Jarquín y Olivos

Turno de los encuestados (%)


Mujeres Hombres

66.5

59.1

30.2

22.0

8.8 8.2
2.7
.5
1.9
Matutino Vespertino Mixto A distancia No contestó

Percepción de espacios seguros e inseguros

Como se señaló en líneas anteriores, conocer la percepción de seguridad e insegu-


ridad relacionada con los espacios universitarios y de éstos en comparación con las
sensaciones que despiertan otras zonas de la Ciudad de México se convirtió en uno
de los objetivos de este cuestionario.

a) La Ciudad Universitaria segura


Pedimos a las y los estudiantes que identificaran libremente dentro del campus cuál o
cuáles son las zonas que les parecen más seguras, además de otra pregunta abierta en
donde se exploraran las razones asociadas a dicha elección.
En el análisis se obtuvo que las respuestas más concentradas que identifican tanto
mujeres como hombres señalan al Casco Central o Histórico como aquel que brinda
la sensación de mayor seguridad (opción que concentra respuestas de 14.8% entre las
mujeres y 13.8% entre los hombres). Una variante que igualmente concentró un buen
número de respuestas ubicó con mayor precisión el sitio: las llamadas Islas, entre
las mujeres 11% y entre los hombres 15.1%. De igual forma, con menor porcentaje,
pero dentro de los lugares más mencionados, refirieron a la Torre de Rectoría con
6.6% entre las mujeres y 8.8% entre los hombres. Es decir, todas estas menciones
dan cuenta de un continuo espacial caracterizado por equipamientos arquitectónicos
de una notable calidad estética en donde tiene lugar un despliegue apropiaciones
Topografías de la seguridad en ciudad universitaria... 59

diversas y de intrincadas relaciones sociales que en conjunto ofrecen experiencias


y percepciones de seguridad. Paradójicamente, esta tendencia positiva convive tam-
bién con una valoración de ese mismo espacio que se expresa en sentido contrario,
tal como se observará en páginas subsecuentes. Por otra parte, en el mismo orden
de los espacios seguros, otra respuesta relevante señala que son “lugares con acceso
restringido” aquellos que proveen de mayor seguridad, aunque esta valoración tiene
el segundo lugar entre las mujeres (13.2%). Por último, cabe mencionar que las es-
cuelas o facultades de pertenencia representan otras de las opciones elegidas, entre las
que sobresalen la Escuela Nacional de Trabajo Social y Medicina para las mujeres, y
Economía y Medicina para los hombres.

Personas entrevistadas por sexo (%)


Mujeres Hombres
Metro CU (Zona del Metro) .6
Metro Copilco (Copilco) 2.2
3.8
Metrobús 0
1.3
Las Islas 11
15.1
Lugares de acceso restringido (instituto, bibliotecas,... 13.2
12.6
Casco Central de CU, Campus Central, Casco Viejo 14.8
Toda Ciudad Universitaria 1.1 13.8
1.9
Fac. de Ciencias .6 2.2
FCPyS .5
0
Fac. de Contaduría y Admon. 1.9 3.8
Fac. de Derecho 1.3
3.8
Fac. de Ingeniería 3.8 5.7
Fac. de Medicina 3.1
6.0
Fac. de Química .5 1.9
Fac. de Odontología .5
.6
Fac. de Economía 3.8
5.7
Fac. de Arquitectura 1.6
0
Anexo de Arquitectura 0 1.3
Escuela Nal. de Trabajo Social 8.8
0
Zona Deportiva .5
.6
Frontones 0
.5
Servicios Médicos 0
.5
Biblioteca Central 3.8
7.5
Zona y Centro Cultural 2.7
3.1
CELE 1.1
Unidad de Posgrado 0 .6
.6
Rectoría 6.6 8.8
Estadio Olímpico .5
0
Todos (sin especificar) 1.6
1.3
Ninguno 1.6 2.5
Otros 1.6
3.1
No contestó .5
.6

b) Las razones de la seguridad


Además de saber cuáles eran los sitios que procuraban una sensación de mayor segu-
ridad dentro de la Ciudad Universitaria, también se buscó explorar sobre el porqué
de esta elección. Una respuesta que merece subrayarse, no sólo por ser la que con-
centra los mayores índices de adhesión, sino además por los significados que pueden
extraerse, refiere a “la mayor afluencia de personas transitando” como la razón por la
que un sitio provee de mayor seguridad. Nos parece interesante revelar esta posibili-
dad debido a que puede interpretarse como una alternativa a la tendencia, al parecer
60 Castañeda, Jarquín y Olivos

creciente, de vincular la seguridad con una lógica policiaca centrada en dotar a los
espacios de sofisticados mecanismos de vigilancia, de regulación de los accesos y, por
supuesto, la aplicación de la ley como las formulaciones para desalentar los delitos,
la violencia y las amenazas a la integridad y la seguridad. Esta respuesta muestra
cómo, al menos a nivel de la percepción, un importante número de mujeres y hom-
bres identifican las condiciones de seguridad con los sitios ocupados, dispuestos para
caminarlos, convivirlos con un menor riesgo.
Por otro lado, cabe mencionar que los razonamientos que refieren a la vigilancia
contemplan la presencia de personal de vigilancia capacitado, de automóviles patru-
llando, casetas y postes de auxilio. Este tipo de respuestas se convirtieron el segundo
tópico que concentró el mayor número de porcentajes, 21.4% entre las mujeres y
25.2% de hombres.
En un lejano tercer lugar, las respuestas que bajo la denominación “Comunidad
Universitaria” agrupan aquellas expresiones que encontraron en el sentido de comu-
nidad, en el formar parte de un colectivo diferenciado por condición de estudiar y tra-
bajar en una institución de educación superior, la razón que posibilitaba la seguridad
en el campus, en estas mismas se incluyen aquellas manifestaciones que apelaron a
la identidad universitaria, es decir, a la pertenencia a esta instancia como el elemento
que les hacía sentir seguridad. Una respuesta próxima a esta última, elegida por 7% de
las mujeres, refiere al tamaño pequeño, manejable y, por lo mismo, aquellos espacios
en los que las personas se pueden reconocer como parte de un mismo grupo.

c) Los sitios inseguros


Por lo que respecta a la pregunta por los lugares inseguros, las y los estudiantes iden-
tificaron una gama diversa de espacios que dentro de Ciudad Universitaria despiertan
esa sensación. En primer lugar, con el mayor número de menciones se encuentra la
zona próxima al Metro Universidad, es decir el área comprendida por el paradero de
Pumabús y taxis (Centram Centros de Transferencia Modal, Entronques), así como el
espacio llamado Los Bigotes, éste es señalado como inseguro por 17.6% de mujeres
y 15.7% de los hombres. Curiosamente, es un lugar de alto tránsito durante todo el
día, quizá el acceso más utilizado para llegar y salir del campus, pero al mismo tiem-
po es uno en el cual la presencia de hombres es significativamente más alta que de
mujeres, de acuerdo con datos generados por nuestro conteo. Por detrás en el número
de referencias, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales se colocó como otro de
los lugares reconocidos como inseguros tanto por estudiantes de la propia institución
como de otras escuelas y facultades. A diferencia de cuando se indagó sobre la segu-
ridad en donde algunas de las escuelas fueron referidas como espacios seguros –como
Medicina o Trabajo Social–, la pertenencia y el conocimiento de lugar, motivos que
se argumentaron para referir a la seguridad no tuvieron el peso suficiente en este caso.
Los problemas de narcomenudeo, los episodios de violencia contra las mujeres y los
asaltos que han sido reportados probablemente fueron algunos de los elementos que
se incorporaron para que 13.2% de mujeres y hombres encuestados eligieran dicha
facultad como un lugar inseguro.
Topografías de la seguridad en ciudad universitaria... 61

Por otra parte, es interesante mencionar que las Islas, particularmente entre las
mujeres, fue señalado como uno de los lugares con esta cualidad negativa, con 13.2%
de menciones de ellas y 9.4% de los hombres. Como se hizo alusión con anterioridad,
esta tendencia contraria a aquella que afirma la seguridad de la zona, da cuenta de la
diversidad de percepciones existentes en torno a un mismo espacio, mismas que están
moduladas por las condiciones que portan las y los sujetos, aquí lo relevante es cómo
la condición de género marca una diferencia sutil pero significativa en la percepción
de inseguridad, misma que habla de experiencias particulares respecto a los riesgos y
amenazas que se viven cuando se es mujer y que para los hombres pasan inadvertidos.
Otros lugares mencionados son la zona en donde se encuentran los frontones, dentro
del área deportiva, misma que recibió un porcentaje significativo de menciones 5.5%
de mujeres y 11.3% de hombres, y la Zona Cultural, señalada por 11% de ellas y
10.7% de ellos.

Zonas de CU que se consideran inseguras %

Mujeres Hombres

Metro CU (Zona del Metro) 17.6


15.7
Metro Copilco (Copilco) 1.6
1.9
Metrobús .5.6
Las Islas 13.2
9.4
Lugares de acceso restringido (instituto, bibliotecas, facultades, recintos... .6
Casco Central de CU, Campus Central, Casco Viejo .6
Transporte PUMA .6
Jardín Botánico. Vivero Alto/Bajo 1.1
1.3
Fac. de Ciencias .5
.6 13.2
Fac. de Ciencias Políticas y Sociales 13.2
Fac. de Contaduría y Admon. 1.1
1.3
Fac. de Derecho .5
.6
Facultad de Filosofía 4.4
2.5
Facultad de Ingeniería .5
Anexo de Ingeniería .5
Unidad de Posgrado .5
Zona Deportiva 4.4
6.9
Frontones 5.5
11.3
zona y Centro Cultural 11.0 10.7
Rectoría .5
Estadio Olímpico 1.6
Todos (sin especificar)
Ninguno 2.7
3.1
15.4
Otros 18.2
No sabe .5
No contestó 1.1
.6

En sintonía con las respuestas sobre el porqué de la seguridad, la pregunta inversa


arrojó datos que guardan coherencia y al mismo tiempo permiten observar claramente
cómo la condición de género tamiza algunas de las consideraciones más significa-
tivas. La respuesta que mayor porcentaje concentró, en ambos sexos, refiere a la
“escasa o nula presencia de personas transitando” como la razón que explica la inse-
guridad de un espacio. En ésta existe una primera diferencia notable en las respuestas
que virtieron las mujeres, por un lado, y los hombres, por el otro. Para las primeras
62 Castañeda, Jarquín y Olivos

resultó un motivo que convocó a 25.8% de las mujeres, 7 puntos porcentuales por
encima de lo que significó para los hombres. La siguiente respuesta con el mayor
número de referencias fue la presencia de personas ingiriendo bebidas alcohólicas,
drogándose o comprando y vendiendo estupefacientes. En este caso, el 20.8% de los
hombres reconocen un elemento de inseguridad en esta situación, mientras el 10.4%
de las mujeres opina lo mismo. El consumo de drogas y la ingesta de bebidas alco-
hólicas constituyen una situación usual en distintos lugares del campus; si bien cada
vez con mayor frecuencia las mujeres participan de estas actividades, sigue siendo
predominante la presencia de hombres. En ese sentido, la relación más acusada que
los hombres hacen de la inseguridad cuando observan estas actividades abre una línea
para explorar en torno a aquello que provoca temor entre ellos.
Otra respuesta que igualmente presenta una diferencia relevante entre el porcen-
taje respondido por mujeres y hombres es aquel que relaciona la inseguridad con
“la falta de vigilancia a pie o en automóviles, casetas y postes de emergencia”. De
nueva cuenta, son los hombres quienes en mayor cantidad acusan esta situación con
17%, mientras 8.2% de mujeres lo observan. Por último, dos respuestas que vale la
pena mirar con detenimiento presentan a la inversa una precupación más extendida
entre las mujeres que entre sus campañeros varones. La primera de ellas refiere a la
presencia de personas ajenas a la institución como la causa de la inseguridad, rubro
que congrega las respuestas de 11% de las mujeres y 8% de los hombres. La segunda
explica la inseguridad en los lugares así mencionados por experiencias directas e in-
directas de riñas, agresiones, robos, acoso sexual. Aquí la diferencia es de dos puntos
porcentuales, siendo las mujeres con 9.9 quienes así lo manifiestan.

Personas entrevistadas por sexo (%)


Mujeres Hombres

Escasa o nula presencia de personas transitando 25.8

Falta de iluminación, luminarias en mal estado, 8.2


objetos que intefieren el paso de luz, oscuro 4.4
Falta o poca presencia de vigilancia a pie o en automóviles, 8.2
falta de casetas y postes de emergencia 17.0
Presencia de personas ingiriendo bebidas alcohólicas, drogas, 10.4
venta-compra drogas, camino huele a mariguana, megafiestas 20.8
Multitud, cantidad de personas que transitan por el lugar, 5.5
son la causa de que el lugar se viva como inseguro 2.5
Presencia de personas ajenas a la institución como razón de la inseguridad 11.0
8.8
Inexistencia de barreras, límites, condiciones que impidan 2.2
el libre acceso de todo tipo de personas a la CU .6
Deterioro de la infraestructura, descuido del lugar, maleza,
los desperfectos en senderos peatonales, sociedad y basura 2.5
Violencia. Experiencias directas o indirectas de robos, 9.9
riñas, agresiones, acoso, acoso sexual
Ubicación de los lugares alejados de otros edificios y otras facultades, 6.0
aislados de la zona central de CU o de Rectoría 5.7
Por estar cercano a lugares a los que se asocia con el riesgo 2.2
como la colonia Sato Domingo .6
Otros 8.2
7.5
No contestó 2.2
3.1
Topografías de la seguridad en ciudad universitaria... 63

Una vez que obtuvimos datos sobre la percepción en torno a lugares seguros e inse-
guros dentro de la Ciudad Universitaria y exploramos las razones por las cuales las y
los estudiantes así los consideran, nos propusimos saber la valoración de la seguridad
dentro y fuera del campus. La respuesta que obtuvo un porcentaje mayoritario, tanto
en mujeres como en hombres, refirió a la CU como el lugar más seguro con respecto
de las zonas donde transitan habitualmente, 79.7% de las primeras y 82.9% de ellos.
No obstante, casi 9% de hombres y 8% de las mujeres consideran que fuera de CU es
donde sienten mayor seguridad. Pero será la respuesta que indique que ni dentro ni
fuera es seguro, en la cual se expresa una diferencia relevante en términos de género.
Es notable que para 5% de las mujeres la inseguridad sea la misma dentro que fuera de
CU. Esta percepción es consistente con otros datos que a lo largo de la investigación
hemos obtenido, mismos que apuntan hacia un continuo de experiencias directas e
indirectas que marcan la vivencia del espacio público entre las mujeres como situa-
ción insegura

Nuestra propuesta

Para las universitarias, la seguridad es prioritaria. Nuestra propuesta contempla po-


tenciar un conjunto de condiciones de seguridad que favorezcan a todas y todos, pero,
de forma simultánea, que garanticen el derecho a la pluralidad, la heterogeneidad y la
diversidad de quienes habitan cotidianamente los espacios universitarios,6 caracterís-
ticas constitutivas de la universidad en sí misma. Cuando se plantea que una ciudad
debe ser habitable, vivible, se deriva que una ciudad universitaria debe serlo aún
más, pues es ahí donde se forman especialistas y profesionales de las distintas áreas
de conocimiento, a la vez que ciudadanas y ciudadanos que actúan como agentes
civilizadores, dentro y fuera del entorno universitario.
Con esos propósitos, elaboramos un modelo de intervención institucional que,
como se mencionó, incluye la impartición de cursos especializados en género, segu-
ridad y derechos humanos, en conocimiento de la normatividad universitaria en ma-
teria de equidad de género, teniendo como ejes las perspectivas feminista, urbanista,
de la diversidad social-sexual y de sustentabilidad.
Respecto a la intervención institucional, plantea la importancia de la articulación
entre gestión y relación con la comunidad a partir de la observación puntual de los
preceptos de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia
en cuanto a prevención, atención, sanción y erradicación de las condiciones en las que
ahora se sustenta la relación seguridad/inseguridad-violencia de género. Asimismo,
apunta a la generación de una cultura universitaria en la que el acceso a los recursos

6 Siguiendo nuevamente a Amelia Valcárcel, “Perfeccionar la democracia quiere decir tratar de modo

diferente situaciones que necesitan afrontarse de modo diferente, en recursos y apoyo especiales, en cui-
dado y atención especial” (2009: 282).
64 Castañeda, Jarquín y Olivos

digitales incluya una formación crítica respecto al uso de las redes sociales, de manera
que sean recursos pedagógicos en los que los temas abordados sean transformados
por las usuarias en mecanismos de expresión de lo que implica una vida libre de
violencia (y, por tanto, segura) tanto en los espacios “reales” como en los “virtuales”.
Apuntamos, pues, hacia la construcción de nuevas formas de seguridad pensadas
desde, por, para y con las mujeres, sustentadas en imaginarios anticipatorios en los
que el miedo sea sustituido por la afirmación de las mujeres en tanto que ciudadanas
universitarias que sostienen relaciones de género en condiciones de igualdad y cuyos
derechos son resguardados por la institución educativa a la cual pertenecen.

Referencias

Del Valle, Teresa (2000). “Procesos de la memoria: cronotopos genéricos”, en Teresa


del Valle (ed.), Perspectivas feministas desde la Antropología Social. Barcelona,
Editorial Ariel.
Del Valle, Teresa (2006). “El derecho a la movilidad libre y segura”, en Virginia
Maquieira (ed.), Mujeres, globalización y derechos humanos. Madrid, Ediciones
Cátedra, Universitat de València, Instituto de la Mujer. Pp. 245-291.
Foucault, Michel (2014). Seguridad, territorio, población. México, Fondo de Cultura
Económica.
Garnica Sosa, Angélica (2012). “La seguridad en instituciones de educación supe-
rior: estado actual y recomendaciones”, México, anuies.
Lagarde y de los Ríos, Marcela (1996). Género y feminismo. Desarrollo humano y
democracia. Madrid, Horas y Horas La Editorial.
Tickner, Arlene B. (2004). “La securitización de la crisis colombiana: bases con-
ceptuales y tendencias generales”, en Colombia Internacional, 60. Julio, 2004.
https://revistas.uniandes.edu.co/doi/abs/10.7440/colombiaint60.2004.01 (12 de
noviembre de 2019).
Valcárcel, Amelia (2009). Feminismo en el mundo global. Madrid, Ediciones Cáte-
dra, Universitat de València, Instituto de la Mujer.
Varela Huerta, Amarela (2015). “La ‘securitización’ de la gubernamentalidad mi-
gratoria mediante la ‘externalización’ de las fronteras estadunidenses a Meso-
américa”, en Con-temporánea. Toda la historia en el presente, no. 4 https://
www.researchgate.net/publication/286938159_La_securitizacion_de_la_gu-
bernamentalidad_migratoria_mediante_la_externalizacion_de_las_fronteras_
estadounidenses_a_Mesoamerica/link/5671955008ae3a5980e68f9e/download
(12 de noviembre de 2019).
VIOLENCIA ESTRUCTURAL EN EL EMBARAZO ADOLESCENTE
Y SUS VÍNCULOS CON LA EXCLUSIÓN LABORAL Y ESCOLAR

Georgina Martínez Canizales

Introducción

A pesar de que la fecundidad en México ha venido en descenso desde hace ya varias


décadas, la fecundidad adolescente se ha incrementado para años recientes. México
presentaba una Tasa Global de Fecundidad de 2.25 en 2009,1 para 2014 ésta se encon-
traba en 2.21, mientras que la fecundidad adolescente se situaba en 69.2 y 77.04 por
cada mil,2 respectivamente (Conapo, s/f). Datos recientes con la Encuesta Nacional
de la Dinámica Demográfica 2018 (enadid, 2018) señalan un descenso de la tasa a 70
por cada mil (inegi, 2019), pero aún así continúa por encima de la tasa media mundial
de fecundidad adolescente que era, para 2014, de 49 por cada mil mujeres (oms).
La fecundidad adolescente, no sólo en México, sino en varios países de América
Latina, se viene incrementando desde la década de los noventa (Flórez y Soto, 2007;
Naciones Unidas, 2007). Existe una gran preocupación por esta tendencia dado que
diversas problemáticas sociales se asocian al embarazo adolescente, con implica-
ciones no sólo para la adolescente y su familia, sino para la sociedad en general.

1 Tasa global de fecundidad: es el número promedio de hijos que tendría una mujer a lo largo de su vida

reproductiva (Conapo, n.d.).


2 Tasa de fecundidad adolescente o tasa de fecundidad específica para el grupo de 15 a 19 años es el

número de nacidos vivos de las mujeres de 15 a 19 años en un año y área específica, dividido entre la
población de mujeres de 15 a 19 años estimada a mitad del periodo en esa área. El resultado se multiplica
por mil, de modo que se interpreta como el número de nacimientos por cada mil mujeres de 15 a 19 años
de edad.
66 Georgina Martínez Canizales

Así también, el embarazo y la maternidad adolescente implica una falta de protec-


ción a los derechos reproductivos y la exposición a situaciones de riesgo de menores
de edad, ya que una parte de los embarazos adolescentes son no deseados y algu-
nos de ellos son resultado del abuso o coerción sexual. Además, en un buen porcen-
taje de los casos, los progenitores masculinos no se hacen responsables dejando sola
a la adolescente (Naciones Unidas, 2007).

El embarazo adolescente como problema social

El embarazo adolescente se considera problemático por las desventajas sociales y


complicaciones en la salud que conlleva para la madre y el bebé, como el mayor
riesgo de muerte prenatal o neonatal y un mayor riesgo de bajo peso al nacer.3 Estos
riesgos son más probables en las menores de 15 años, en el grupo de 15 a 19 años se
considera que el riesgo obstétrico parece estar asociado a factores sociales más que
con la edad materna (Minuzzi et al., 2010; Stern, 1997; Vignoli, 2014), así como una
mayor morbilidad y mortalidad infantil (Welti, 2000; unicef, 2007). Algunos estu-
diosos del tema consideran que el embarazo antes de los 15 años responde a circuns-
tancias y consecuencias distintas por las que ocurre entre las de 15 y 19 años, ya que
con frecuencia el embarazo en edades tan tempranas se debe a relaciones sexuales no
consentidas (Geldstein y Pantelides, 2003; Varea, 2008).
También se considera que el embarazo adolescente contribuye al círculo de enfer-
medad y pobreza. Un embarazo no planeado obligará a las adolescentes y sus familias
a lidiar con una serie de dificultades económicas, psicológicas y sociales para las
cuales pudieran no estar preparadas. Asumir las responsabilidades que implica un em-
barazo en la etapa de la adolescencia puede provocar desequilibrios y crisis en la vida
de las jóvenes, con repercusiones tales como disfuncionalidad en la familia, represión
y sensación de aprisionamiento (Secretaría de Educación Pública, 2012) y estigma,
por llevar a cabo una conducta sancionada socialmente (Climent, 2002). Las madres
adolescentes tienden a formar uniones inestables, ya que se ha encontrado que tienen
una mayor probabilidad de casarse más de una vez (Galindo, 2012). Esta inestabili-
dad puede afectar económica y emocionalmente a todos los miembros de la familia.

3 De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, se considera bajo peso al nacer cuando el bebé

pesa menos de 2,500 gramos. El bajo peso al nacer incrementa el riesgo de morir en los primeros meses
y años de la vida de un niño. Quienes sobreviven tienen más probabilidades de sufrir problemas de salud,
de tener menores habilidades cognitivas y coeficiente intelectual en el curso de sus vidas, así como menor
fuerza muscular y una mayor incidencia de diabetes y problemas del corazón (unicef, 2016).
Violencia estructural en el embarazo adolescente... 67

Objetivos

Los objetivos de este trabajo son, a partir de la Encuesta Nacional de la Juventud 2010
(Enjuve, 2010: 1), caracterizar la maternidad adolescente y 2) Identificar la relación
que guarda la deserción escolar y la participación en el mercado laboral de las ado-
lescentes mexicanas con la experiencia de maternidad. Por las diferencias respecto a
causas y consecuencias del embarazo adolescente por grupos de edad que se plantean
líneas arriba, se analiza únicamente a las adolescentes de 15 a 19 años.

Perspectiva teórica

Uno de los ejes teóricos en esta investigación es la teoría de la interseccionalidad


(Crenshaw, 1991) aplicada a la salud (Hankivsky, 2012). La interseccionalidad se en-
foca en examinar cómo interactúan las estructuras sociales macro y micro para deli-
near las experiencias de los individuos. Este enfoque implica reconocer las jerarquías
y sistemas de dominación que permean en una sociedad, por ello presta atención al
poder y los procesos sociales en los niveles macro y micro social que han dado lugar a
la formación de los sujetos. No sólo ayuda a mejorar nuestro entendimiento sobre los
grupos en desventaja social, sino que, en general, ayuda a conocer cómo las estructu-
ras sociales delinean nuestras vidas (Hankivsky, 2012). En el esfuerzo de incorporar
esta percepción se incorpora en el análisis el nivel socioeconómico y su interacción
con el momento de la deserción escolar y la asistencia a la misma.

Metodología

Este es un trabajo descriptivo y la fuente de información es la Encuesta Nacional


de la Juventud, 2010. Se analizan las preguntas relacionadas a la sexualidad y salud
reproductiva de las adolescentes de 15 a 19 años, así como sus datos relacionados con
escuela y trabajo. A través de los bienes duraderos y condiciones de la vivienda nos
aproximamos al estatus socioeconómico de las adolescentes. Para lo anterior se cons-
truyó un índice de bienes basado en tener: televisión, refrigerador, estar conectado
al drenaje de red, tener lavadora de ropa, regadera, bóiler, automóvil, computadora,
línea telefónica fija e internet, y no tener hacinamiento ni pisos de tierra (basado en
Vargas-Valle, 2015). El índice fue elaborado a partir del análisis de componentes prin-
cipales, donde se seleccionó el primer componente que explicó 37.7% de la varianza
del grupo de variables analizado. Con base en este índice la población, se categorizó
en cuartiles. Para el análisis de los datos se utilizó el paquete Stata versión 12. Todos
los cálculos se realizaron considerando el diseño muestral, por lo que se utilizaron los
comandos svy, específicos para muestras complejas.
68 Georgina Martínez Canizales

Embarazo adolescente, deserción escolar y trabajo

El rezago educativo está vinculado al embarazo en la adolescencia y puede ser un


factor para la reproducción de la pobreza, ya que limitará su capacitación para la vida
y para el trabajo productivo (Villalobos-Hernández et al., 2015; Reyes-Pablo et al.,
2015) y repercutirá en su bienestar y en el de su hijo/a en el corto y largo plazo. Esta
falta de capacitación tiene también un costo económico para el país, ya que se pierden
los ingresos anuales que una mujer joven hubiera ganado a lo largo de su vida si no
se hubiese embarazo en la adolescencia (oms, 2014).
Aunque algunos estudios identifican el embarazo adolescente como productor de
pobreza para la adolescente y su familia por el impacto negativo que la maternidad
adolescente tiene sobre las oportunidades educativas y de trabajo para las jóvenes,
otros señalan que es la pobreza y la falta de oportunidades laborales y educativas la
causa del embarazo adolescente y no su consecuencia.
Climent (2002) critica la postura que, desde la demografía, la medicina, la epide-
miología y la psicología social, atribuye a la maternidad adolescente la transmisión
intergeneracional de la pobreza. Desde esta perspectiva, el ser madres en la adoles-
cencia implica dejar de estudiar y una menor probabilidad de ingresar al mercado
laboral, lo que llevaría a la reproducción de la pobreza. A decir de la autora, esta
perspectiva pone la carga de la pobreza en el individuo y su familia y no en el sistema
social, ya que se asume que el embarazo adolescente es la variable independiente
que provoca el empobrecimiento, lo cual indicaría que si se previene el embarazo
adolescente se reduciría la pobreza, planteamiento muy en duda dadas las cifras de
empobrecimiento que enfrentamos en América Latina y particularmente en México.
Oviedo y García (2011) señalan que la maternidad adolescente se debe a la preca-
riedad en que viven las adolescentes pobres, lo cual les dificulta construir y realizar
la autonomía esperada por la sociedad. Señalan que, a diferencia de las jóvenes con
mejores ingresos, para las de bajo nivel socioeconómico es más fácil fallar en la es-
cuela por falta de recursos para la compra de materiales escolares y porque asumen
otras responsabilidades dentro del hogar (como las tareas domésticas y el cuidado
de hermanos) que les limita el tiempo que pudieran dedicar a estudiar. Las autoras
consideran que este contexto cultural influye en la construcción de la subjetividad
femenina promoviendo el embarazo, que para estas adolescentes sería la continuidad
de la única vida que conocen. Consideran que, por tanto, para limitar los embarazos
en la adolescencia habría que plantearse modificar las condiciones estructurales que
marcan una vida llena de carencias que enfrentan las adolescentes pobres, para que
otra perspectiva de vida les sea posible.
Algunos autores tratan de explicar la mayor presencia del embarazo en contextos
empobrecidos aludiendo a una conjunción de falta de oportunidades y factores cul-
turales. Pantelides y Binstock (2007) comentan que tratando de explicar el sentido
de la maternidad adolescente en contextos de vulnerabilidad social, algunos autores
Violencia estructural en el embarazo adolescente... 69

señalan que ésta podría ser la única fuente de reconocimiento social para mujeres que
no tienen perspectivas educativas o laborales o como un elemento en la construcción
de identidad o medio para la búsqueda de autonomía. Medina y González (2018)
señalan que en las adolescentes de las zonas marginadas podría ser el embarazo la
única opción a su alcance para construir un proyecto de vida. Las adolescentes de
algunos contextos sociales desfavorecidos ven en el embarazo la posibilidad de subir
de estatus y validarse en el mundo adulto (Díaz-Sánchez, 2003), puede ser también
un medio de realización personal porque no tienen acceso a otras posibilidades como
el estudio o el trabajo (Stern, 2004); en algunos grupos sociales es un camino usual
hacia la vida en pareja, o pudiera ser una “falsa” salida a una situación de violencia
en el hogar (Stern, 1997).
Algunos autores señalan la intersección de clase y género en contextos de pobreza
como factores que desvalorizan y desempoderan a las adolescentes, promueven la
maternidad como modelo de vida y les dificulta prevenir embarazos no deseados
(Geldstein y Pantelides, 2001; Medina y González, 2018).
El cuestionamiento principal de este grupo de estudios es que se duda que la pos-
tergación de la maternidad en jóvenes de contextos empobrecidos, pueda cambiar
significativamente de forma positiva su futuro si no se hacen cambios estructurales
(Binstock y Näslund-Hadley, 2013) que disminuyan la pobreza, garanticen el acceso
a la educación y provean de alternativas de desarrollo a estas poblaciones.

Perfil sociodemográfico de las madres adolescentes

En esta sección se intenta delinear un perfil de las madres adolescentes a través de la


revisión de algunos trabajos sobre este tema en América Latina.
Nivel socioeconómico. El embarazo adolescente se presenta con mayor frecuen-
cia en los grupos sociales más desfavorecidos, sea cual fuere la clasificación que se
use para identificar nivel socioeconómico (Climent, 2002; Stern 2004; Pantelides y
Binstock, 2007; Spindola y Freire 2009; Oviedo y García, 2011; Varela y Frostik,
2011; Rosales-Silva et al., 2013; Ménkes y Suárez, 2013; (Gálvez, et al., 2017). Stern
(2004) advierte que, en México, es probable que el embarazo temprano no planea-
do sea más visible en los niveles socioeconómicos bajos por la falta de acceso a la
interrupción del embarazo de manera segura. En el mismo sentido Menkes y Suárez
(2013) muestran que, en México, con datos de la Encuesta Nacional de la Juventud
2010, en los estratos socioeconómicos más altos el embarazo es mayormente no de-
seado y hay más posibilidades de que se recurra a la interrupción de éste.
Estado civil. Aunque la imagen de la madre adolescente nos remite a una mujer
sin pareja, en realidad la mitad o poco más de los embarazos adolescentes se dan en
una unión (Welti, 2000; Ramos, Borges y Valladares, 2017 ). Una buena parte de es-
tas uniones existe previa al embarazo, pero hay otras que se dan luego del embarazo
70 Georgina Martínez Canizales

precisamente para que el nacimiento se de en una unión conyugal. Aproximadamente


12% de las uniones en México se dan luego del embarazo, de acuerdo con datos en
estudio de Welti (2000), y entre 12% y 34% en América Latina, señalan Flórez y Soto
(2007). Esta unión posterior al embarazo es un fenómeno que se presenta con mayor
frecuencia en las adolescentes escolarizadas que en las que no, lo que pudiera expli-
carse como la necesidad de legitimar los nacimientos en contextos de mejor nivel
socioeconómico (Welti, 2000). Aunque resulta positivo para la madre y el hijo que
el nacimiento se dé en un contexto de vida en pareja, por el mayor apoyo y recursos
que esto implica, las mujeres en unión temprana tienden a formar uniones inestables
ya que tienen más probabilidades de casarse más de una vez (Galindo, 2012). Sin
embargo, una parte de las adolescentes enfrentan la maternidad sin pareja, entre las
adolescentes más jóvenes tiende a haber menor proporción de uniones, por lo que
serían éstas las más desprotegidas (Pantelides y Binstock, 2007). Algunos autores
hablan del madresolterismo como un fenómeno creciente en América Latina, donde
las madres adolescentes enfrentan la irresponsabilidad y ausencia del padre del bebé,
llevando la carga ellas y sus familias (Florez y Soto, 2007).
Escolaridad. Una de las relaciones más fuertes que se ha encontrado en los dife-
rentes estudios sobre el tema en América Latina es aquella entre embarazo adolescen-
te y bajo nivel de escolaridad por rezago, menor asistencia, abandono y, por tanto, con
un menor número de años de escolaridad acumulada (Welti, 2000; Varela y Frostik,
2011; Binstock y Nädslund-Hadley). La preocupación central es que el embarazo
adolescente provoca el rezago o la deserción escolar, disminuyendo las probabilida-
des de una mejor inserción laboral. Diversos estudios con encuestas indican que en
algunas regiones de Latinoamérica no es el embarazo adolescente la principal causa
para la deserción escolar, sino el factor económico, la desmotivación por la mala
calidad de la educación o la escasa relevancia de la educación para encontrar un em-
pleo bien pagado. Algunas jóvenes expresan la mayor importancia de las relaciones o
contactos sobre la educación para acceder a un buen puesto de trabajo (unicef, 2007;
Binstock y Näslund-hadley, 2010; Binstock y Näslund-Hadley, 2013). Algunos estu-
dios señalan que, antes del embarazo, 50-70% de las jóvenes se encontraban ya fuera
del sistema educativo (Climent, 2002; Ramos, Borges y Valladares, 2017; Varela y
Frostik, 2011; Bárcenas-Hernández et al., 2019). Sin embargo, otros hallazgos apun-
tan al embarazo como la causa de la deserción escolar (Binstock y Näslund-Hadley,
2013). No tener pareja conviviente y quedarse en la casa materna hizo más probable
el regreso o la permanencia en la escuela, debido al apoyo y estímulo de las madres
para estudiar y lograr una carrera profesional: “Mi mamá me apoyaba, ella decía
luego que el mejor marido es el título” (Viviana, madre a los 18 años) (Binstock y
Näslund-Hadley, 2013: 25).
Así también, sigue habiendo discriminación en algunas escuelas hacia las jóvenes
embarazadas, la cual funciona como mecanismo de expulsión (unicef, 2007; Bins-
tock y Näslund-Hadley, 2013). Las adolescentes que quisieron volver a la escuela
Violencia estructural en el embarazo adolescente... 71

encuentran dificultades para compatibilizar la asistencia a la escuela y el rol materno


o las responsabilidades familiares y del hogar y, en algunos casos, además, con el
trabajo extradoméstico, al que algunas se incorporaron por las nuevas necesidades
económicas que implica un nuevo miembro en el hogar (Binstock y Näslund-Hadley,
2013).
Fecundidad. Welti (2000) encuentra que quienes tuvieron embarazo adolescente
tienden a tener un mayor número de hijos. Casi una cuarta parte de quienes viven un
embarazo en la adolescencia lo repiten antes de alcanzar la adultez y, al parecer, es
un patrón que se presenta en México y otros países de Latinoamérica (Pantelides y
Binstock, 2007). Son las jóvenes que residen en localidades rurales o con menores
niveles de escolaridad quienes inciden mayormente en embarazos de segundo o tercer
orden en comparación con las adolescentes de localidades urbanas y con niveles de
escolaridad mayores (Welti, 2000).
Deseabilidad del embarazo. La vivencia del embarazo como deseado tiene am-
plias variaciones: mientras algunos encuentran una alta deseabilidad (Ramos, Borges
y Valladares, 2017), otros encuentran una muy baja deseabilidad (Varela y Frostik,
2019). En México se encuentra una menor deseabilidad del embarazo en los niveles
socioeconómicos altos, pero una gran deseabilidad, mayor a 50%, en los bajos y muy
bajos (Menkes y Suárez, 2013).
Participación laboral. Sobre la participación económica de las madres adoles-
centes cabe hacernos la misma pregunta respecto a escolaridad: ¿trabajaban antes
del embarazo o a raíz del embarazo es que se insertan en el mercado laboral? Varela
y Frostik (2011) encuentran, entre jóvenes uruguayas, que 38% comenzó a trabajar
antes de debutar en la maternidad, pero 54% se incorporó al mercado laboral luego
de la maternidad. Sin embargo, al realizar un análisis de Cox sobre la incorporación
al mercado laboral, encuentran que la maternidad disminuye la probabilidad de traba-
jar, esto implica que a cierta edad las adolescentes que no son madres se incorporan
también al mercado de trabajo.
Este parece ser el hallazgo de otros investigadores que reportan dificultades para
la participación laboral de las adolescentes embarazadas, ya que compatibilizar la
crianza y el trabajo o los estudios se torna una tarea difícil; la mayoría de las madres
viven con sus padres o suegros y se dedican a las actividades domésticas, y cuando
se incorporan al mercado laboral lo hacen en condiciones precarias (Kaplan y Faisod,
2001; Geldstein y Pantelides, 2007; Binstock y Näslund-Hadley, 2013). Comparadas
con quienes no fueron madres adolescentes, las que sí lo fueron mostraron un menor
interés en trabajar fuera del hogar y cuando lo hacen es en ocupaciones de menor ca-
lificación laboral y en condiciones laborales de mayor precariedad. Estas diferencias
se explican por las implicaciones del embarazo adolescente en las trayectorias edu-
cativas de las jóvenes y por la persistencia de patrones tradicionales de género donde
se asume al varón como el proveedor del hogar (Binstock y Näslund-Hadley, 2013).
72 Georgina Martínez Canizales

Las características del embarazo adolescente para México en 2010


de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de la Juventud 2010

La Enjuve 2010 nos permite revisar algunas características del embarazo adolescente
(Cuadro 1). De acuerdo con esta fuente, 11.8% de las jóvenes de 15 a 19 años en Mé-
xico ha experimentado un embarazo. Si consideramos únicamente a las adolescentes
sexualmente activas, esta cifra se incrementa a 40.9%. Más de la mitad de los embara-
zos se concentran en las edades de los 16 y 17 años. Un 11.5% de las adolescentes que
han estado embarazadas ha tenido más de un embarazo. No existe una gran diferencia
entre la edad a la que debutan sexualmente las que han experimentado un embarazo
a la de que quienes no, aunque las que ya son madres debutan medio año antes en la
sexualidad. Un 67.6% de quienes son madres viven en pareja, lo que significa que
32.4% es madre soltera.
Si revisamos los porcentajes de embarazo por nivel socioeconómico entre las jóve-
nes sexualmente activas, encontramos grandes diferencias (Gráfica 2). Conforme se
asciende en el nivel socioeconómico, desciende el porcentaje de quienes han tenido
un embarazo. En el nivel socioeconómico más bajo, seis de cada diez adolescentes
con actividad sexual se han embarazado, mientras esto sólo ocurrió en dos de cada
diez adolescentes en el nivel socioeconómico alto.

Cuadro 1
Características de las jóvenes 15 a 19 años con y sin maternidad adolescente
de acuerdo a la ENJUVE 2010
Adolescentes
Madres
sin materni-
adolescentes
dad
%
%
Considerando al total de las mujeres de 15 a 19 años 11.8 88.2
Considerando sólo a las sexualmente activas de 15 a 19
40.9 59.1
años
Edad al embarazo
12 0.7
13 1.3
14 8.2
15 15.3
16 30.6
17 25.7

Continúa...
Violencia estructural en el embarazo adolescente... 73

Adolescentes
Madres
sin materni-
adolescentes
dad
%
%
18 15.4
19 2.9
Embarazada más de una vez 18.7
Edad media de inicio a la relación sexual 15.5 16
Ha vivido en pareja 77.4 4.09
Actualmente vive en pareja 67.6 3.3*
¿Deseaba el embarazo?
   Sí 58.2
   No 10.6
    No en ese momento 31.2
Edad media de inicio al trabajo 15.1 14.8
    Comenzó a trabajar antes del embarazo 34.7
    Comenzó a trabajar misma edad que ocurrió el
8.8
embarazo
    Comenzó a trabajar después del embarazo 56.5
Trabaja actualmente 29.6 48.7
Sin escolaridad 0.3 0.23
Actualmente estudia 14.2 71.1
Edad media a la que dejó de estudiar 15.2 15.5
¿Cuándo desertó de la escuela?
    Antes del embarazo 49.9
    A la misma edad en que ocurrió el embarazo 27.5
   Después del embarazo 22.5
* Incluye a las que no han iniciado vida sexual.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la ENJUVE 2010

Respecto a si el embarazo fue o no deseado (Cuadro 1), sólo 58.2% contestaron


afirmativamente. Si sumamos quienes dijeron que no deseaban el embarazo en el
momento en que se embarazaron y quienes respondieron con un tajante no, tenemos
que 41.8% de las adolescentes tuvo un embarazo no deseado.
74 Georgina Martínez Canizales

Gráfica 1
Porcentaje de adolescentes de 15 a 19 años sexualmente activas que tuvieron
un embarazo, según nivel socioeconómico
70
60
62.05
50
40 46.7
30 34.62
20
19.92
10
0
Muy bajo Bajo Medio Alto

Fuente: cálculos propios a partir de la Encuesta Nacional de la Juventud, 2010.

Al revisar estos datos por nivel socioeconómico, encontramos que los niveles más
bajos de deseabilidad se encuentran en el nivel socioeconómico alto, ya que sólo 35%
dijo haber deseado el embarazo, comparado con el resto de los grupos cuya deseabi-
lidad va de 55 a 68%. La tendencia parecería ser que a mejor nivel socioeconómico
menor el porcentaje de deseabilidad del embarazo; sin embargo, el nivel socioeconó-

Gráfica 2
Porcentaje de adolescentes de 15 a 19 por nivel socioeconómico y deseabilidad
del embarazo
100

80

60

40

20

0
Muy bajo Bajo Medio Alto

Sí No No en este momento
Fuente: cálculos propios a partir de la Encuesta Nacional de la Juventud, 2010.
Violencia estructural en el embarazo adolescente... 75

mico medio rompe con esa tendencia, ya que la deseabilidad reportada en ese grupo
es aún mayor que el del nivel más bajo.
Los resultados en cuanto a la participación laboral señalan que la mayoría comen-
zó a trabajar después del embarazo (56.5%), quizá debido a las nuevas necesidades
económicas que implica una nueva vida. Sin embargo, casi la mitad de las jóvenes
se incorporaron al mercado laboral antes del embarazo, lo cual pudiera ser señal de
las malas condiciones económicas del hogar. El porcentaje de quienes trabajan es
mucho mayor entre quienes no son madres, lo cual confirma los hallazgos previos en
otras poblaciones respecto a que la maternidad limita su ingreso al mercado laboral.
La exploración del ingreso al mercado laboral en relación con el embarazo por nivel
socioeconómico no muestra ningún patrón de comportamiento, por lo que se omite
la gráfica.
Respecto a la escolaridad (Cuadro 1), como era de esperarse, de acuerdo con lo
que se ha venido planteando respecto a las dificultades de compaginar la maternidad
y otras responsabilidades, encontramos que 71.1% de las jóvenes que no son madres
sigue asistiendo a la escuela, mientras entre las madres sólo 14.2% asiste a la escuela.
La revisión de la deserción escolar y el momento del embarazo por nivel socioeconó-
mico (Gráfica 3) muestra que la deserción escolar que se presenta antes del embarazo
disminuye conforme se avanza en el nivel socioeconómico y las diferencias entre
el nivel más bajo y alto son contrastantes, donde seis de cada diez adolescentes del
nivel muy bajo con experiencia de embarazo dejaron la escuela antes de embarazarse,
mientras esto sólo ocurrió en dos de cada diez de las del nivel alto.
Más de la mitad de las adolescentes que dijeron ser madres dejaron la escuela antes
de embarazarse, en el nivel socioeconómico bajo y muy bajo, por lo que el embarazo
como principal factor expulsor se ve cuestionado, dando lugar a otras interpretaciones
que tienen que ver con las explicaciones sobre las dificultades económicas y limita-
ciones culturales (poca valoración del estudio, cultura de género, que prioriza otros
roles para las mujeres antes que el estudio) que impiden a las jóvenes mantenerse en
la escuela. Sin embargo, tampoco hay que soslayar el hecho de que una buena parte
deja la escuela en el año del embarazo y posterior a éste. Es decir, es verdad que el
embarazo adolescente tiene un rol como factor expulsor del sistema educativo, pero
no es el único ni parece ser el más importante, lo que lleva a reconocer que las jóvenes
con embarazo temprano de bajo nivel socioeconómico atraviesan por otras condicio-
nes estructurales que las lleva a abandonar la escuela a edades tempranas.
Al revisar la asistencia a la escuela por nivel socioeconómico y experiencia de em-
barazo (Gráfica 4) vemos, como era de esperarse, que a mejor estrato socioeconómico
mayor asistencia; sin embargo, la diferencia entre niveles de asistencia por estrato
76 Georgina Martínez Canizales

Gráfica 3
Porcentajes de deserción escolar por nivel socioeconómico
según el momento de la deserción
70.0
60.0
50.0
40.0
30.0
20.0
10.0
0.0
Muy bajo Bajo Medio Alto

Antes del embarazo En el mismo año Después del embarazo

Fuente: cálculos propios a partir de la Encuesta Nacional de la Juventud, 2010.

Gráfica 4
Porcentajes de asistencia a la escuela por experiencia de embarazo
y nivel socioeconómico
70.0
60.0
50.0
40.0
30.0
20.0
10.0
0.0

Muy bajo Bajo Medio Alto

Con experiencia de embarazo Sin experiencia de embarazo

Fuente: cálculos propios a partir de la Encuesta Nacional de la Juventud, 2010.

socioeconómico entre grupos extremos es más acentuada; las diferencias por estrato
son mayores para las jóvenes con experiencia de embarazo adolescente.

Conclusión
Violencia estructural en el embarazo adolescente... 77

Los hallazgos presentados van en el mismo sentido de lo que se ha venido exponiendo


en trabajos previos tanto en México como en Latinoamérica: el embarazo adolescente
se da en familias con condiciones donde hay ya de por sí una mayor precariedad y
refleja un menor acceso a la educación antes y después del embarazo y un menor
ingreso a un empleo luego del embarazo en comparación con sus coetáneas que no
han sido madres adolescentes. El análisis por nivel socioeconómico señala que hay
desventajas de origen para las adolescentes de estrato socioeconómico bajo en re-
lación con la deserción escolar antes del embarazo y con la asistencia a la escuela
luego del embarazo. Estos grandes niveles de deserción escolar de las jóvenes en los
estratos bajos pudiera interpretarse como violencia estructural, ya que este proceso
es sistemático. Esta desigualdad de acceso a la educación que resulta en una diferen-
ciada ocurrencia del embarazo por nivel socioeconómico remite a la revisión de los
derechos de las adolescentes a la educación y al ejercicio de una sexualidad libre e
informada.
Por otro lado, las adolescentes que señalan que el embarazo fue no deseado dan
cuenta de que su derecho a decidir cuándo y cuántos hijos tener ha sido vulnerado. El
hecho de que sea mayor el porcentaje de embarazos no deseados en el estrato alto y
mayor el deseo del embarazo en el estrato bajo pudiera dar cuenta de las diferencias
en las construcciones culturales en torno a la maternidad. La revisión de la literatura
señalaba la mayor aceptación del embarazo entre las jóvenes pobres por el hecho de
ser una de las opciones disponibles para su realización personal, porque la construc-
ción identitaria de las mujeres en sectores vulnerables gira principalmente alrededor
de la maternidad, mientras la realización mediante la educación y el ejercicio pro-
fesional se ve como algo lejano o ajeno. La menor deseabilidad del embarazo en el
estrato alto refleja que el embarazo no es una prioridad en esa edad y en ese grupo
social, quizá por las mayores oportunidades de desarrollo personal por otros medios.
Para las mujeres del nivel socioeconómico bajo pareciera que la maternidad es la
opción más accesible para la realización individual.
La no deseabilidad del embarazo muestra la vulneración al derecho del ejercicio de
su sexualidad con acceso y uso adecuado de métodos anticonceptivos y el derecho a
decir cuándo y cuántos hijos tener. Un trabajo de mayor profundidad debiera indagar
sobre las causas tras la falla del ejercicio de este derecho.
Es ineludible asumir que el embarazo adolescente involucra no únicamente deci-
siones individuales, sino también estructuras sociales que impiden a una parte de la
población el ejercicio de sus derechos.
El embarazo adolescente es multicausal, una parte de éste parece explicarse por
la violencia estructural que impide a una parte de las adolescentes mantenerse en la
escuela y construir una identidad alrededor de la educación. Pero, por otro lado, la
falta de agencia sexual, la falta de información sobre métodos anticonceptivos o la
falta de acceso a los métodos puede estar influyendo para la ocurrencia de una buena
parte de los embarazos adolescentes y, aunque estas situaciones permean todos los
78 Georgina Martínez Canizales

niveles socioeconómicos, es probable que se presenten con mayor intensidad en los


grupos socialmente más vulnerables.
Atender el embarazo adolescente implica un trabajo intersectorial e interinstitu-
cional que atienda las desigualdades del acceso a la educación, la información y a
la capacitación para el trabajo, así como programas para mantener a las jóvenes en
el sistema escolar y en programas de capacitación laboral. Así también, es necesario
implementar educación en género desde edades tempranas que permita cuestionar
los roles estereotipados sobre hombres y mujeres para reformular la identidad de
los jóvenes y sus posibilidades de desarrollo con la educación como medio para el
mismo; es indispensable también terminar con la violencia de género que involucra
el abuso sexual y la maternidad temprana en edades muy jóvenes, así como estimular
una mayor agencia sexual en las y los adolescentes que les permita ejercer su derecho
a decidir cuándo, cómo y con quién desean tener una relación sexual.
Existe en México un programa interinstitucional creado en 2015 con el objetivo de
abatir el embarazo adolescente: la Estrategia Nacional de Prevención del Embarazo
Adolescente (Enapea), que se ha planteado reducir el embarazo de menores de 14
años a cero y disminuir a la mitad el embarazo de 15 a 19 años para 2030. La baja en
la tasa de fecundidad adolescente que se presenta en 2018, reportada por la Encuesta
Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid), quizá pudiera señalar cierto éxito del
programa; veremos si éste logra abatir el rezago académico y las tasas de fecundidad
adolescente a largo plazo.

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TRABAJO Y VIOLENCIA LABORAL
VIOLENCIA LABORAL EN MUJERES POLICÍAS. ALGUNAS
REFLEXIONES SOBRE LO POLICIAL COMO OBJETO
DE ESTUDIO DEL FEMINISMO

Olivia Tena Guerrero

Introducción1

¿Por qué estudiar a las mujeres en las instituciones policiales? Esta es una pregunta
que con frecuencia se me formula cuando expongo el trabajo que vengo realizando en
este campo desde hace poco más de diez años. Se ha argumentado que las policías son
instituciones violentas que no merecen ser estudiadas desde el feminismo, que no son
un objeto de estudio válido a partir de esta perspectiva ética y política. Yo entiendo el
punto, pues muchas de nosotras hemos sido violentadas de muchas maneras por hom-
bres uniformados y, en ocasiones, últimamente, también por mujeres pertenecientes
a corporaciones policiales.
Incluso, en últimas fechas, en el mes de agosto de 2019, ha habido una serie de mo-
vilizaciones en la Ciudad de México y en otros estados, encabezada principalmente
por mujeres feministas jóvenes que se han reconocido en el movimiento denominado
de la cuarta ola, que a nivel mundial ha tenido a la violencia sexual como cuerpo
vindicativo (Cobo, 2019). Convocadas bajo el hashtag #NoMeCuidanMeViolan, esta
movilización explotó con furia a raíz de la violación sexual de dos mujeres jóvenes,
en diferentes momentos recientes, por parte de policías de la Ciudad de México (Ani-
mal Político, 2019).
Ante esto, más que evitar a lo policial como objeto de estudio del feminismo,
habría que analizar su importancia, bajo el entendido de que el sujeto político del

1 La investigación sobre mujeres policías y sobre formación en género del personal policial, la he

coordinado con el financiamiento del papiit in307810 y papiit it300118.


84 Olivia Tena Guerrero

feminismo son las mujeres en cualquier posición y situación vital y que su objeto de
estudio por antonomasia son el orden de género y sus expresiones en un entorno de
histórico de poder. ¿Qué significa esto? Que la investigación feminista debe respon-
der a las necesidades de las mujeres, siempre desde una mirada situada, es decir, bajo
la convicción de que tanto la posición de la investigadora como de las personas con
quienes se pretende construir conocimiento implican puntos de partida desde situa-
ciones particulares que definen nuestra cotidianidad.
Sin embargo, aun partiendo de situaciones diferenciadas, las mujeres compartimos,
en tanto tal, una condición de género como eje primario de opresión, que histórica-
mente nos equipara y nos permite compartir intereses comunes. Éstos están basados
en necesidades vitales y problemas específicos (Lagarde, 2012) que experimentamos
en diferentes escenarios, entre los cuales las instituciones policiales como espacios
laborales fuertemente generizados no son la excepción.
En este texto pretendo aproximarme al que considero que es el problema que de
manera más reiterada hemos compartido las mujeres de diferentes latitudes a lo largo
de la historia, el que nos pone en contacto, independientemente de nuestras diferen-
cias y que entonces, no es de extrañar, está en la base del movimiento que detona la
llamada cuarta ola del feminismo en diferentes países, hoy en pleno siglo xxi. La
violencia de género contra las mujeres es ese problema que me ocupa, particular-
mente aquella que se expresa en un escenario que difícilmente ubico en lo llamado
público o privado, ya que está fuera del ámbito doméstico, pero tampoco se ubica en
las calles o zonas de tránsito público. La violencia en el ámbito laboral, es decir, la
que se presenta en el lugar de trabajo de las mujeres, se encuentra en una especie de
limbo espacial, en un sentido metafórico.
Esta condición de violencia propia del ámbito laboral o del trabajo remunerado,
independientemente de que se lleve a cabo dentro o fuera de los hogares, con fre-
cuencia ha llevado a su invisibilización, máxime en el tipo de actividades donde la
mayoría de quienes las ejercen son varones, como en el caso de las policías. Es, por
tanto, en este espacio donde me ubico para exponer, a partir de una revisión de resul-
tados publicados en otros textos y de experiencias recientes, a la violencia laboral que
experimentan las mujeres en las policías, como un espacio emergente de atención y
acción política feminista.
Inicio la exposición con una reflexión sobre lo policial como objeto de estudio de
las Ciencias Sociales, en el entendido de que, mientras no se percibe una situación o
institución como problemática, ésta difícilmente será reconocida como objeto de es-
tudio en la academia. Tal es el caso (pretendo también mostrar) de la violencia laboral
contra las mujeres en relación con el feminismo académico; las violencias vividas
por las mujeres policía han permanecido en el ostracismo durante el breve tiempo en
el que ellas han incursionado en esta actividad, aún considerada por muchos como
exclusiva de varones. Termino el texto con algunas propuestas que pudieran tener
repercusiones interesantes en el bienestar de las mujeres en las policías.
Violencia laboral en mujeres policías... 85

Lo policial como objeto de estudio

Lo policial deviene objeto de estudio de las Ciencias Sociales a partir de que la actua-
ción de quienes integran las fuerzas de seguridad se experimenta como problemática
desde diferentes perspectivas y contextos sociopolíticos, es decir, cuando se desmi-
tifica a la institución como garante del orden y se genera alejamiento, miedo y des-
confianza ciudadana. De acuerdo con el rastreo hecho por la argentina Alina Lis Ríos
(2014), la institución policial como objeto de estudio surge no hace mucho, apenas
en los años sesenta, cuando ésta se hace visible por sus actos represivos en respuesta
a las luchas por los derechos civiles en Estados Unidos.
Estos movimientos involucraban diversas causas, manifestándose en contra de la
discriminación racial y de las guerras como la de Vietnam; la represión policial se
hizo evidente por su difusión a través de los medios televisivos (De los Ríos, 1998) y
así fue que, ante la impugnación social desatada por las formas de represión, vigilan-
cia y control de las fuerzas de seguridad, la academia respondió “descubriendo” a lo
policial como objeto de estudio de las ciencias sociales.
Así, a mediados del siglo xx, y por motivaciones diferentes, se replantea la fun-
ción policial, no ya como el mantenimiento del orden ante el desorden, sino como el
garante de la seguridad ciudadana y humana, y se instala como tópico fundamental
la “reforma policial”. Transformar a las instituciones policiales fue desde entonces la
justificación para su estudio desde diferentes aristas.
Sin embargo, el tema de las mujeres en este proceso indagatorio y de propuestas de
reforma, como ha ocurrido en todas las áreas del conocimiento, quedó fuera. Quedó
fuera tanto su papel como activistas y su especificidad como víctimas de la represión,
documentadas por las propias feministas; y quedó fuera también su incorporación a
las fuerzas de seguridad, que en los países iberoamericanos con regímenes militares
se presenta justo al término de éstas, como una forma de limpiar su imagen ante la
ciudadanía en su proceso de democratización, como lo señala Susana Duräo en re-
lación con la policía portuguesa y como lo documentan Daverio (2017) y Donadio
(2017) en relación con la policía Argentina.
De hecho, en países como España, Portugal y otros más en América Latina, emer-
gió lo policial como objeto de investigación social justo a partir de la salida de los
regímenes dictatoriales y de “la necesidad política de repensar el papel de las fuerzas
policiales en términos democráticos” (Ríos, 2014: 90). En este caso, el interés de las
Ciencias Sociales en el estudio de las instituciones policiales se fue dando de manera
paralela con el interés de los estudios de género por comprender el ingreso de las
mujeres en las policías como parte de estos procesos de democratización, como una
estrategia para cambiar la imagen de la policía violenta que había caracterizado los
regímenes dictatoriales en los países citados (Donadio, 2017; Duräo, 2017).
En México, estos estudios emergieron más tarde, quizá porque, como bien dice
Dante Jaime Haro (2014), “la Policía como institución fue una de las bases más im-
86 Olivia Tena Guerrero

portantes y fuertes del régimen autoritario que caracterizó a nuestro país durante la
mayor parte del siglo xx” (2014: 261) y tal vez por ello la dificultad de acercarse a
su estudio. Quizá por ello también en México empezamos más tarde a estudiar a las
mujeres en estos espacios e incluso a documentar las condiciones de su ingreso, con
lo que hoy nos enfrentamos con lagunas de conocimiento enormes en ese sentido.
El rechazo hacia lo policial en México parece haber sido un sentir generalizado por
la población, incluyendo a la academia, desde donde se prefirió atender otros asuntos
también problemáticos en la época, como son los temas de democracia electoral y
las sucesivas crisis económicas que azotaban a nuestro país. Algo similar pudo haber
sucedido en el rechazo feminista, o más bien su indiferencia por la incorporación de
lo policial como objeto de estudio y de indagación empírica.
En México, el estudio de lo policial por parte de las Ciencias Sociales inició, me
atrevería a decir, muy a finales del siglo xx y al inicio del xxi, cuando se daba la
transición a un régimen de mayor representatividad democrática y representación
ciudadana. Las mujeres, sin embargo, se mantuvieron fuera de este campo de estudios
emergente como sujetos de estudio, a excepción de los trabajos pioneros de Nelson
Arteaga (2000) y de María Eugenia Suárez de Garay (2006) sobre la policía en el
Estado de México y de Guadalajara respectivamente.
En la última década en nuestro país, el estudio de lo policial y la urgencia de la
transformación de sus prácticas han cobrado más importancia ante la ola no sólo de
inseguridad sino de violencia descarnada en diferentes estados y la evidente incapa-
cidad policial para hacerle frente, además de la infiltración del crimen organizado en
sus filas.
Esta violencia se ha visto aumentada en frecuencia y extensión a partir de la lla-
mada guerra contra el narcotráfico, emprendida a partir del año 2006 por el gobierno
de Felipe Calderón, cuya crudeza, según refiere Nelson Arteaga en relación con la
práctica de las decapitaciones, no se había presentado desde la Guerra Cristera en los
años veinte en México. No es de extrañar, por ello, que la investigación en el campo
policial en nuestro país haya iniciado en relación principalmente con la desconfianza
de la ciudadanía hacia el ejercicio policial, con la propia actuación y abuso policial y
con las reformas al modelo policial entre otras.
¿Qué tendrían que ver aquí las mujeres? Dirían algunos: ¿Por qué las feministas
tendríamos que adentrarnos en este tipo de institución con todo lo aquí dicho? Por
un lado, el escenario narrado trajo consigo una mayor violencia de género contra las
mujeres, donde el crimen organizado actuaba de manera más notoria, pero también
trajo una mayor participación de éstas en actividades vinculadas con el uso de armas,
ya sea por su ingreso y mayor protagonismo en las policías o por su mayor visibilidad
también en los grupos de delincuencia organizada (Tena, 2016).
De hecho, en relación con el tema que nos ocupa, Moloeznik, Shirk y Suarez
(2011) y Suárez (2011) han documentado el ingreso de mujeres en las policías, como
la de Ciudad Juárez, Chihuahua, resaltando que, mientras éste era uno de los munici-
Violencia laboral en mujeres policías... 87

pios más conflictivos en términos de violencia, ante la depuración masiva como po-
lítica de gobierno y la consecuente salida de muchos hombres de sus filas, el ingreso
de mujeres aumentó considerablemente, llegando incluso algunas a ocupar puestos
jerárquicos (Tena, 2016).
Tanto en el municipio de Ciudad Juárez como en el resto del país, trabajar en la
policía se convirtió en una opción laboral disponible, la mayoría de las veces como
forma de supervivencia, de superar situaciones de violencia y en otras, incluso o tam-
bién, como vocación o forma de ganar estatus (Tena y López, 2017). Sin embargo, el
ingreso a las instituciones policiales como opción laboral cada vez más recurrente en
las mujeres también las expuso a otro escenario de violencia que se ha vivido muchos
años en secrecía: la violencia laboral.
Quiero cerrar este apartado diciendo que, el interés, o por lo menos mi interés
por continuar con la investigación sobre mujeres en la policía ha sido a partir de que
ellas mismas se descubrieron como objeto de múltiples violencias en sus espacios
laborales. En los intentos por mejorar la imagen de las corporaciones policiales y sus
acciones, se crearon algunos tenues canales que ellas, aunque sólo algunas pocas,
aprovecharon para mostrarse y denunciar públicamente sus experiencias de hostiga-
miento sexual. A partir de ahí surgió mi interés político y académico por posicionar a
lo policial también como objeto de estudio de la investigación y la acción feminista y
a las mujeres policía como sujetos políticos del feminismo.

Las mujeres policía como sujetos políticos del feminismo

Era el año 2009, Monserrat Delgado y yo llegamos a las oficinas en la calle de Lon-
dres de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal. Después de una re-
visión rigurosa a nuestras pertenencias, nos dejaron pasar una vez que dijimos que
nuestro objetivo era entregar una carta y pedir una cita con el secretario, que en ese
entonces era el doctor Manuel Mondragón y Kalb, pero, sobre todo, al decir que ve-
níamos de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Monserrat era mi estudiante de la licenciatura en Psicología y yo era su asesora de
tesis sobre el tema de empoderamiento de las mujeres en la policía (Delgado, 2010);
yo, debo reconocer, nunca había tenido un particular interés en lo policial y nunca
había estado en contacto con este campo de estudio, pero accedí a asesorarla dado que
mi línea de investigación era sobre las mujeres en el trabajo.
Monserrat no había podido acceder a mujeres policía para la aplicación de un
cuestionario que habíamos adaptado de una investigación previa con mujeres acadé-
micas de la unam (Castañeda y Ordorika, 2013; Tena y Macotela, 2012) en la que
no explorábamos de manera explícita la violencia laboral contra las mujeres, aunque
sí analizamos diferentes formas de discriminación que constituyen tipos de violencia
ejercidas en el ámbito aboral. Al respecto, cabe señalar que cualquier forma de dis-
criminación en el empleo se vive y se tipifica como violencia laboral en el sentido
88 Olivia Tena Guerrero

de que, en su definición, la Ley General de Acceso de Las Mujeres a una Vida Libre
de Violencia (lgamvlv) contempla “todo tipo de discriminación por condición de
género” en el empleo (Cap. II, Art. 11).
Pero la aplicación del cuestionario adaptado tardó más de lo que esperábamos y
ahí nos percatamos de que el trabajo de campo en escenarios policiales nunca está
bajo nuestro control (Sirimarco, 2012). Se respiraba la desconfianza ante las intrusas
universitarias que visitábamos con frecuencia las oficinas de Londres para conocer la
respuesta a nuestra solicitud. La cita con el secretario nunca fue atendida, pero sí nos
enviaron a diferentes oficinas desde donde se coordinaría nuestra investigación. Nos
desalentaba el tiempo transcurrido.
Mariana Sirimarco (2012) lo dice con acierto cuando señala, en relación con sus
estudios etnográficos en la Policía Argentina, que el trabajo de campo en la policía
se enfrenta siempre a una continua negociación de los límites de la investigación y,
podemos añadir, también se negocian repetidamente los tiempos. Esto lo hemos expe-
rimentado en sucesivas aproximaciones a la Policía Federal en 2017 y actualmente en
la policía Municipal de Naucalpan en el Estado de México y, antes, como vemos, en
la Policía de la Ciudad de México. Lo que parece estar de fondo, entre otras cosas, es
la endogamia característica de las instituciones policiales y la secrecía como principio
asociado a esta subcultura organizativa.
Este estado de cosas que hoy comprendemos, aunque no deje de afectar el cauce
de cualquier proyecto que emprendamos, explica también la experiencia silente de la
violencia laboral contra las mujeres policía y su invisibilidad ante nuestra mirada fe-
minista. Es como si ante nuestros ojos, aun sin reflexionarlo con tal claridad, el hecho
de que las mujeres porten un uniforme de policías rompiera nuestras representaciones
de género y las volviera idénticas a sus compañeros. Sin embargo, no es así.
En las investigaciones realizadas por el Grupo de Investigación en Mujeres Poli-
cías (gimp) encontramos que un factor de protección contra diferentes tipos de vio-
lencia laboral era el hecho de ser jefa. Pero no es solamente por el rango, aunque por
supuesto es un dique que atenúa la violencia y discriminación (Lagarde, 2011; Tena,
2016; Tena y López, 2017).
Concluí que, además del rango y lo que éste implica en términos de recursos,
autoridad y poder, lo que protegía a las mujeres jefas de la violencia en la institución
tenía que ver con lo que ellas tuvieron que hacer para obtenerlo y, con ello, no me
refiero a los favores sexuales de los que entre mujeres se acusan por haber cedido
como medio para ascender, como me lo contaron algunas mujeres de la Ciudad de
México en una conferencia impartida en 2013,2 en la que hablaron abiertamente, pero
sin ponerle nombre, del hostigamiento sexual, que es tema común en la corporación.

2 “Un camino hacia la igualdad de género en la policía del Distrito Federal”. Conferencia de clausura

dictada, por invitación, en el marco del Seminario Internacional “Seguridad humana y democracia: la con-
strucción de modelos de intervención a favor de los derechos humanos, la igualdad y la no discriminación”.
4 de septiembre de 2013.
Violencia laboral en mujeres policías... 89

Otro elemento asociado al rango como atenuador de la violencia es el haber adquirido


o simplemente actuar con base en códigos de conducta no escritos que forman parte
del ser policial, como me lo contó una jefa policial de la Ciudad de México:

[…] luego les hablaba yo con cariñitos […], un compañero me dijo: ¡no, no, no, no!, no
mira, así no se les habla a los compañeros. Le digo ¿no? ¿entonces cómo? –Ve–. Y me
formó unos compañeritos que allí teníamos en una oficina y les dijo hasta de lo que se
iban a morir […] y luego este, ya me dijo: “así es como se les habla” […] como hombre
sí, sí, sí, te digo que aprendí a ser grosera, majadera, el léxico que ellos hablan porque,
porque si no, no te ven como su similar.

Ella misma, al hablar sobre situaciones de violencia vividas en la corporación, narró


algunos episodios experimentados a su ingreso en la policía cuando era muy joven
y sin jerarquía, pero en la actualidad la respetan, según ella misma explica: “porque
soy ruda”.
Finalmente, la institución nos abrió sus puertas para realizar la investigación, dado
que se había hecho evidente aquello de lo que no se hablaba abiertamente: el hos-
tigamiento sexual como un hecho más que aislado. El secretario Mondragón había
abierto un chat para estar al tanto de lo que las y los policías quisieran informarle,
y algunas mujeres aprovecharon esas fisuras que a mí me gusta llamar “fisuras del
patriarcado”, título que le dio Gioconda Herrera a su libro que coordinó en 1999 y
que lleva el mismo nombre. Entiendo las fisuras del patriarcado como una expresión
que sintetiza la capacidad de agencia y de resistencia de las mujeres para deslizarse en
los intersticios que se les abren para desmontar las normas de género que las dañan.
Las mujeres policía aprovecharon estas fisuras para denunciar ante el secretario de
Seguridad Pública a sus mandos policiales por perpetrar hostigamiento sexual en su
contra, el cual, cabe reiterar, es un tipo de violencia común en este espacio laboral.
De esta manera, como dije antes, las mujeres policía se descubrieron como sujetos
políticos y nosotras descubrimos a lo policial como objeto de estudio del feminismo.
Esta misma fisura nos abrió las puertas para trabajar en la corporación y analizar las
experiencias de violencia laboral contra las mujeres, incluyendo las relacionadas con
acoso y hostigamiento laboral.

La violencia laboral contra las mujeres en la policía

Un gran acierto de la lgamvlv impulsada por nuestra mentora feminista Marcela


Lagarde y aprobada por el Congreso de la Unión en 2017 fue el haber distinguido
entre tipos y modalidades de violencia. Entre los tipos de violencia están la violencia
psicológica, la violencia física, la violencia sexual y la violencia económica, prácti-
camente los mismos tipos de violencia que se encuentran en el ámbito laboral y en el
90 Olivia Tena Guerrero

familiar, definidos como dos de las modalidades o espacios en los que se expresa la
violencia contra las mujeres. Por eso es que antes señalé a la violencia laboral como
un espacio en el que se viven violencias características del ámbito que fue definido
como privado. Estos tipos de violencia que se expresan en el ámbito laboral, al igual
que en el familiar, suelen mantenerse en secrecía y naturalizadas.
Un enorme avance a partir de la lamvlv fue que muchas mujeres adquirieron con-
ciencia de que lo que vivían en su trabajo tenía nombre y estaba tipificado por la ley;
que no eran casos aislados, sino que la experimentaban más mujeres sólo por serlo
y, aunque no tuvieran aún los cauces para denunciar, han sido capaces de buscar las
fisuras del patriarcado para hacerlas visibles, es decir que gracias a esta ley más mu-
jeres han adquirido conciencia de género y de su titularidad como sujetos de derecho.
Lo anterior lo he corroborado en nuestras investigaciones con mujeres policía y en
entrevistas informales con mujeres de diferentes corporaciones, que me han buscado
para contarme sus historias. A partir de ahí hemos podido identificar diferentes tipos
de violencia laboral, muchas veces experimentadas de manera sucesiva o simultánea
por las mujeres, lo cual hemos interpretado como una forma en que el patriarcado,
corporizado en hombres uniformados, pretende la apropiación del cuerpo y la subje-
tividad de las mujeres.
El cuerpo y la jerarquía de quienes laboran en la policía configuran dinámicas de
poder, generativo y de dominación, basadas en diferentes propósitos o efectos po-
tenciales (Rowlands, 2005); en el caso de las mujeres, la jerarquía les permite ganar
poder para resistir el poder de otros, para negarse ante peticiones indeseadas e incluso
para transformar. En el caso de los varones, la representación genérica de su cuerpo
les otorga poder como forma de dominación para apropiarse del cuerpo de ellas que,
junto con la apropiación de los recursos, ideas y creatividad de las mujeres (Lagarde,
2012).
La apropiación del cuerpo y subjetividad de las mujeres, en este sentido, constituye
uno de los “nodos de articulación patriarcal”, como les llamamos Tovar y Tena (2017)
en un estudio realizado en otro espacio y con dimensiones particulares, pero que
interpretamos como base de la dominación masculina. En la policía, he identificado
cuando menos tres dimensiones del poder ligado a la apropiación, que se encuentran
en el sustrato de la violencia laboral y que presentamos a raíz del análisis de entrevis-
tas a mujeres con mando (Tena, 2016):

1. Poder para transformar su cuerpo en cuerpo policial como cuerpo útil con el cual
establecer pactos misóginos. Las mujeres que son objeto de este tipo de apropia-
ción son quienes normalizan o actúan la violencia para mostrarse como “policías
de verdad”; de este modo, ellas son aceptadas como cuerpos pactables con jerar-
quía institucional y llegan a ejercer violencia laboral contra otras mujeres como
una forma de mantenerse y mantener el pacto. Un ejemplo de esta apropiación lo
mostramos antes, en el relato de una jefa policial.
Violencia laboral en mujeres policías... 91

2. Poder para controlar y poseer el cuerpo de las mujeres como cuerpo utilizable.
Esta clase de poder literalmente pretende controlar a las mujeres policías a partir
de la apropiación de sus cuerpos, de su sexualidad, desde el acoso más cotidiano
y normalizado hasta la violación sexual o el ofrecimiento de cargos a cambio de
favores sexuales. Ante el chantaje sexual algunas mujeres terminan cediendo como
medio de supervivencia y otras más lo resisten o lo enfrentan abiertamente con los
riesgos que esto implica por falta de cauces adecuados para su denuncia.

Bajo este escenario, las mujeres que logran ascender en la jerarquía viven bajo sos-
pecha de sus propias compañeras, quienes con frecuencia deslegitiman sus logros en
la institución. Este tipo de apropiación no es ingenuo y contribuye a romper los lazos
sociales entre las propias mujeres obstaculizando cualquier indicio de sororidad como
posible pacto político entre mujeres y, más bien, promueve rivalidades y divisiones
muy favorables para el mantenimiento del orden patriarcal (Lagarde, 2009).
Este poder se expresa, como dije, a través del acoso y hostigamiento sexual, los
cuales son frecuentes en los ámbitos laborales con mayoría masculina (De Haas y
Timmerman, 2010; Lee, 2018), como es el caso de las corporaciones policiales que,
al contar con un número aún mínimo de mujeres en sus filas, las hace proclives de
experimentarlos. Lo anterior ha sido documentado en estudios realizados en dife-
rentes países, en los que se ha mostrado de manera consistente que más de la mitad
de las mujeres policías ha sido acosada por colegas u hostigada sexualmente por
sus mandos (Brown y Heidensohn, 2000; Somvadee y Morash, 2008; Tena, Aldaz y
Espinosa, 2015).

3. Poder para excluir o marginar a las mujeres como cuerpos fuera de lugar. Esta
forma de poder, me atrevo a decir, es una síntesis de las otras dos formas de apro-
piación y es una forma de poner las mujeres “en su lugar”, metáfora precisa para
hablar del lugar de intrusas que siguen ocupando en las corporaciones policiales,
al ser, como digo en otro texto, “las otras de los otros” (Tena y López, 2017). Esto
significa ponerlas en el lugar que les corresponde desde una ideología patriarcal y
que, por supuesto, es ya sea fuera de la corporación o en lugares donde se imposi-
bilite su desarrollo profesional, o bien dificultando su relación familiar.

Esta forma de apropiación del cuerpo de las mujeres para ubicarlas en el espacio no
decidido por ellas perfila tipos de violencia económica y psicológica de mucha grave-
dad y, es de resaltar, suele expresarse cuando las mujeres se resisten o confrontan las
otras dos formas de apropiación. Es decir, las mujeres son marginadas o excluidas,
cuando se niegan a asumir los códigos de comportamiento que definen a un “policía
de verdad”, negándose a ser cuerpos pactados o cuando se resisten o confrontan ante
el acoso y hostigamiento sexual, negándose a ser cuerpo utilizable.
92 Olivia Tena Guerrero

En lo que sigue, y para cerrar este apartado, presento un caso que sintetiza estas
tres formas de poder, en el que se ejemplifica la violencia laboral a la que están ex-
puestas las mujeres en la policía y que, como dije antes, contiene diferentes tipos de
violencia experimentadas de forma sucesiva o simultánea. La siguiente narrativa fue
reconstruida de mis notas a partir de una entrevista informal no grabada, realizada en
2018 a una policía tercero (de bajo rango), quien fue víctima de hostigamiento sexual
con intento de violación por parte de su jefe. Por razones de confidencialidad omito
su nombre, su corporación y algunos detalles de los hechos relatados.
Ella me platicó sobre algunos hechos recientes, en los que su nuevo jefe le propu-
so condiciones laborales privilegiadas para contar con un horario que le permitiera
estar con sus hijos y con mejores ingresos a cambio de favores sexuales, mismos que
él intentó tomar de manera forzada. Después de eso y, al no haber un protocolo de
atención para estos casos, ella acudió a las instancias institucionales donde pensó que
podría interponer su denuncia:

Acudí con la directora jurídica, me dice que conoce al comisionado y que no cree que
se fijara en alguien como yo, que no me meta en problemas […] Acudo con la jefa de
igualdad, me recibe muy linda y me pide que le cuente, ¡qué difícil!, yo lloraba y le conté
todo. “¿Qué quieres?”, “Que lo cambien”, “Aquí también hay hombres violentados y hay
mujeres que vienen como tú; y es que cuando ven la de a de veras ya no quieren”. “Mira,
soy maestra en derecho y no hay forma de comprobar nada de lo que dices. Te voy a
recomendar que quites la denuncia y te dediques a lo importante”.

En este relato se identifican diferentes tipos de violencia: primero, la violencia sexual


por parte del jefe, ante lo cual ella se negó a ser cuerpo utilizable y, al conocer sus
derechos, procedió a denunciar; después fue víctima de violencia psicológica por
parte de dos jefas policiales que debían haberla acompañado en el proceso de denun-
cia, pero que respondieron como cuerpos pactados, al no poner en juego sus propias
posiciones y protegiendo al perpetrador del primer tipo de violencia. Con ello, estas
mujeres se aliaron con los jerarcas de la corporación, mantuvieron el pacto de impuni-
dad y actuaron como vigilantes del orden de género prevaleciente en su corporación.
Finalmente, como esta joven policía continuó con su denuncia en instancias exter-
nas, fue suspendida temporalmente y también su pago, con lo que se ejerció contra
ella violencia económica, todo ello en el ámbito laboral. Estas secuencias de violencia
tienen un objetivo claramente acordado: evitar que las mujeres denuncien cuando se
enfrentan a situaciones similares y con ello mantener la secrecía, la normalidad de las
prácticas de violencia laboral y, por ende, apropiarse del poder político y económico
asociado con la masculinidad. Debo añadir que, en meses recientes, me entrevisté de
nuevo con esta oficial y me dijo que ella, a pesar de todo, decidió no renunciar a la
corporación –se negó a ser cuerpo excluido–, debido a que el trabajo como policía le
ofrece una seguridad laboral y social difícil de obtener en otros espacios, además de
que le sigue atrayendo la función policial.
Violencia laboral en mujeres policías... 93

Este proceso concluyó con una amonestación a la institución por parte de ins-
tancias externas por las violencias vividas y ella fue trasladada a un sitio donde se
encuentra aislada y sin ejercer realmente una función policial como lo hacía antes.
Ella me dijo que en este nuevo departamento nadie le habla, pues dicen que ella es
agresiva y conflictiva, que es una persona de cuidado; ha sido estigmatizada por
transgredir el orden establecido, por atreverse a denunciar la violencia laboral de la
que ha sido objeto.
Al principio –cuenta–, se sentía muy mal por el aislamiento social en su centro de
trabajo, pero ha aprendido a aprovechar el tiempo estudiando para poder ascender
por sus propios medios en la jerarquía institucional. Este es sólo un caso de los que
recientemente me han relatado algunas mujeres que, al conocer de las investigaciones
que realizamos en el gimp y actualmente en el giiffpol de la unam, se han acercado
con el único fin de contar su historia y ser escuchadas.

Algunas propuestas para concluir

La investigación feminista en corporaciones policiales que hemos venido realizando


durante estos años no sólo ha tenido la intención de obtener datos sobre la vida de
las mujeres en estos espacios, sino que desde el principio han estado encaminadas a
incidir en estas instituciones para transformar en lo posible la cultura policial que,
como explico en otro texto (Tena y López, 2017), está altamente generizada y pone
en situación de vulnerabilidad a las mujeres que habitan este espacio laboral. Sin em-
bargo, nuestras propuestas, que se incluyen en el texto citado y que fueron recibidas
por autoridades policiales en senda ceremonia, no fueron atendidas y las puertas no
son fáciles de abrir para instrumentarlas.
Por ello, y en la búsqueda de fisuras, solicité y fui aceptada para formar parte del
Primer Parlamento de Mujeres de la Ciudad de México, con un intenso trabajo de
enero a agosto de 2019, con el objetivo de incidir en diferentes áreas, pero particular-
mente de desarrollar una iniciativa de ley que la Comisión de Igualdad de Género se
ha comprometido a impulsar desde el Congreso. Dada la orientación académica-polí-
tica del texto que aquí presento, pienso que la mejor forma de concluirlo es hablando
de esta iniciativa y del impacto que puede tener para prevenir, sancionar y erradicar
la violencia laboral de las mujeres en la policía, en este caso, de la Ciudad de México,
donde llevamos a cabo nuestras primeras investigaciones.
La parte medular de esta iniciativa contempla la creación de un organismo autó-
nomo que reciba denuncias por acoso y hostigamiento sexual en la policía; estos son
los tipos más frecuentes de violencia laboral en estos espacios y, como hemos visto,
están en el centro de otros tipos de violencia que se presentan en cadena. La reforma
modificaría el artículo 43 de la Constitución de la Ciudad de México y propone que
la instancia que se cree sea una especie de Unidad de Género como órgano civil y
94 Olivia Tena Guerrero

autónomo, para prevenir y atender todos los tipos de violencia contra las mujeres y
contra personas con diversas orientaciones o identidades sexo-genéricas.
En este sentido, es de central importancia que se trate de un órgano civil que no
esté conformado por policías, para que las mujeres puedan ser escuchadas en sus
denuncias y se les dé acompañamiento con base en un protocolo de atención que dé
seguimiento a las denuncias de acoso y hostigamiento sexual. Esto dado que, como
hemos visto en este texto, si quien recibe las denuncias es una persona de la propia
institución, se verá limitada en sus posibilidades de acompañamiento, ya sea por
temor a una sanción o por haber sido incluida en la estructura policial como cuerpo
pactado. Quien dirija esta unidad, por otro lado, deberá ser mujer con experiencia en
derechos humanos y género, además de tener formación académica feminista. Actual-
mente, y me satisface mucho decirlo, existen ya varias generaciones de mujeres que
reúnen estos perfiles y que han sido formadas por la doctora Marcela Lagarde y por
quienes a la vez hemos sido formadas por ella.
La reforma busca también establecer la obligatoriedad de formación en perspecti-
va de género y prevención, atención, sanción y erradicación de la violencia de género
contra las mujeres para todo el personal policial. Esto contribuirá a una lenta pero
constante incidencia en la cultura policial. De no erradicar la violencia desde adentro
de las propias instituciones policiales, de nada servirán los protocolos policiales para
atender las violencias presentes en las familias y en las comunidades.
Esto último fue demostrado por Ana Leticia Hernández en su investigación de tesis
de maestría (2019) que se llevó a cabo con la policía de León, Guanajuato. Los po-
licías, aun capacitados en la aplicación del protocolo de atención a mujeres víctimas
de violencia, eran incapaces de brindarles una atención adecuada, pues el principal
obstáculo con el que se enfrentaban era su propia subjetividad masculina, que mante-
nía las mismas creencias y valores hegemónicos que desvirtúan las denuncias de las
mujeres y tienden a pactar con los agresores. El resultado en este estado ha sido un
aumento desmesurado de los feminicidios.
Finalmente, y ante los nuevos retos que enfrentamos las mujeres y que están revi-
talizando el activismo en las redes y en las calles, en esta llamada cuarta ola feminista
por su expresión colectiva global, cabe recordar que lo personal sigue siendo político
y lo policial también, y aceptar la invitación a la acción que nos hace Germaine Greer
cuando declara enfática que hoy “es hora de enfurecerse de nuevo”.

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Violencia laboral en mujeres policías... 95

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DE MÚLTIPLES VIOLENCIAS. UNA MIRADA DESDE
LAS MUJERES CAFETALERAS DE OAXACA

Silvia Jurado Celis

Introducción

El café como cultivo y producto de exportación es relevante para nuestro país, de


acuerdo con lo que reporta la Organización Internacional del Café (ico por sus siglas
en inglés), en el ciclo pasado (2017-2018), en México se produjo un total de cuatro
mil millones de sacos (de sesenta kilos cada uno), lo que indica una ligera recupera-
ción en comparación con ciclos anteriores. De acuerdo con la misma fuente, la canti-
dad de producto exportado corresponde a 76% del total producido, nos encontramos
entonces ante un producto que reviste relevancia económica para nuestro país.
Durante su devenir histórico, el café ha estado en manos principalmente de lo que
se conoce como pequeña producción, campesinos y campesinas en su mayoría indí-
genas con pequeñas parcelas (de entre 0.25 a 3 hectáreas), en donde cultivan, bajo una
dinámica familiar específica, el contenido amargo de cada taza que es consumida en
México y el mundo. Aunado a lo anterior es un cultivo en torno al cual la organización
campesino-indígena se ha consolidado.
Ante este panorama, el café implica dinámicas sociales específicas en donde las
mujeres están presentes, en especial las mujeres indígenas y en condiciones de po-
breza; en el caso de México, la producción del aromático se concentra principalmente
en el sur, en estados como Veracruz, Puebla, Guerrero, Chiapas y Oaxaca, que son,
además algunos de los que encabezan la lista de ser considerados los más pobres
del país de acuerdo con el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política Social
(Coneval).
98 Silvia Jurado Celis

Con base en lo anterior, el propósito principal de este documento es hacer un aná-


lisis de la participación de las mujeres productoras de café en el estado de Oaxaca, y
en la relación entre este trabajo y su correspondiente en la participación política, con
énfasis en las diferentes formas de violencia en las que este trabajo es realizado, lo
que trasciende a su participación en la toma de decisiones ya sea dentro o fuera de
sus organizaciones productivas.
Esto con base en un breve acercamiento histórico a la presencia de las mujeres en
el cultivo del café y las manifestaciones de la violencia en sus ámbitos locales, desde
los aspectos público y privado. El problema que coloco en el análisis principal es la
relación que guarda el trabajo productivo de las mujeres, con su participación política
y las diferentes formas de violencia que se presentan en estos espacios. Para ello tomo
como punto de referencia a las productoras de café de comercio justo en Oaxaca, a
través de la investigación conducida entre los años 2016 y 2018 en una organización
autónoma: La Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (uciri).
A través del presente escrito me interesa destacar los aportes de las mujeres en los
procesos políticos de sus organizaciones, analizando, por una parte, su participación
a través del trabajo y, por otra, los caminos que hace falta recorrer para lograr mayor
visibilidad, la consolidación de sus derechos políticos en el ámbito de sus organiza-
ciones. Asimismo, me interesa hacer énfasis en el hecho de que en cada uno de estos
espacios de participación se presentan diversas formas de violencia, que se plantean
distintas al tratarse de varones o mujeres. Para ello se hace un breve acercamiento
a la historia del café en Oaxaca, a partir de su ascenso comercial durante la década
de los ochenta. Más adelante se coloca un apartado sobre el trabajo de las mujeres
cafetaleras para, finalmente, hacer el análisis de su participación política en sus orga-
nizaciones tomando como caso de referencia a la uciri.
Se pretende con ello generar algunas pistas acerca de los pendientes que existen
actualmente para las mujeres que se encuentran organizadas en torno a la bebida
amarga que nos endulza los días.

La historia del café mexicano y la participación de las mujeres

El café es un cultivo marcado por la opresión desde su llegada a tierras mexicanas


“tras el amable arbolito de fresco follaje y frutos rojos se oculta una historia de ig-
nominia y explotación” (Bartra et al., 2011), puesto que, desde su introducción, este
cultivo estuvo marcado por la explotación de las y los campesinos. Traído a tierras
mexicanas por la inversión extranjera, consolidado en el sur de México hacia 1914,
el aromático fue motivo de esclavitud para las familias campesinas mexicanas, es-
pecialmente las indígenas. De tal manera que ha sido una producción de contrastes,
puesto que, si bien ha generado riqueza para algunos, especialmente para quienes lo
De múltiples violencias. Una mirada desde las mujeres cafetaleras... 99

comercializan, al mismo tiempo ha sido símbolo de miseria, pero también de espe-


ranza para quienes lo producen.
En estados como Oaxaca y Chiapas, la consolidación comercial de la producción
cafetalera se documenta hacia los años 1950 y 1970, aunque el cultivo data de prin-
cipios del siglo xx. El capital privado, especialmente extranjero, colocó su mirada en
las plantaciones del aromático, que desde sus inicios ha sido trabajado con mano de
obra familiar. En Chiapas, por ejemplo, en la región del Soconusco, la instauración de
fincas con capital alemán, prosperó bajo la dinámica del enganchamiento,1 mediante
la cual los hombres eran contratados a través de la obtención de una deuda y los
trasladaban al trabajo de las fincas junto con su familia. Se han documentado algunos
testimonios de la vida de las mujeres en las plantaciones cafetaleras chiapanecas a
principios de los años 1900:

Yo regresaba toda golpeada, y todavía tenía que cuidar mis ovejas. Asear mi casa, ir a
cortar leña, trabajar en la milpa, levantar la cosecha […] Cuando lloraba mi hijo, tenía
la canasta bien amarrada y todavía daba a mi niño de mamar, primero de un lado y des-
pués del otro. Los hombres terminaban sus tareas antes porque no tenían distracciones
(Bartra et al., 2011: 106).

Por su parte, en Oaxaca, “el decaimiento del mercado de la grana dio paso a la intro-
ducción del café, que se convirtió en poco tiempo en el nuevo medio de explotación
de comunidades zapotecas, chatinas, chontales y mixes del sur y la costa” (González,
2012: 132), este mismo autor documenta que fueron los mismos comerciantes, otrora
de grana cochinilla, quienes comenzaron a introducir el cultivo del café.
Y fue la región de la costa en donde los primeros cafetales se establecieron tenien-
do una dinámica un tanto diferente a la del estado vecino, ya que en Oaxaca, debido
a las condiciones físicas, la inversión de capital extranjero fue menor en proporción
a la de Chiapas. No obstante lo anterior, no hubo mayor impedimento para que la
inversión privada en el café se estableciera en Oaxaca, consolidándose diversas fincas
familiares que, con mano de obra indígena procesaban el grano que sería consumido
en diversos puntos del mundo. En Oaxaca, la dinámica del trabajo en el café estuvo
más relacionada con el acaparamiento de tierras en unas cuantas manos; no obstante,
a diferencia de Chiapas, la producción del café se mantuvo en números menos os-
tentosos, y algo que comparten ambos estados es la reconversión productiva de sus
tierras, en donde el aromático se impuso como monocultivo imperante, trabajado
por mano de obra familiar e indígena. Pero es hacia los años setenta cuando se tiene

1 Así se conoce a aquel proceso en el cual los patrones a través de otros trabajadores enganchaban

a los campesinos por medio de diversas deudas, las cuales se pagaban con el trabajo de toda la familia
en los cafetales. Huelga decir que esa deuda se hacía impagable a lo largo de los años y se extendía por
generaciones.
100 Silvia Jurado Celis

una producción comercialmente consolidada que ya forma parte de las exportaciones


nacionales.
Después de la reforma agraria, la dinámica del cultivo sigue siendo familiar, pero,
a diferencia de los inicios de siglo, esos espacios de trabajo se fueron haciendo pro-
picios para la organización autónoma de los pueblos y comunidades indígenas. La
segunda mitad de los setenta y principios de los ochenta son tiempos marcados por
la agitación campesina en México, derivada de manera importante de la crisis del
llamado capitalismo de Estado; en esos momentos la violencia tomaba una forma
explícita y estaba encarnada en los acaparadores locales.
En este punto es bien sabido que se tiene una transición importante en el que ha-
cer del Estado mexicano, se termina con una especie de “agrarismo de Estado” que
venía manteniendo a través de diversas instituciones mediante las cuales pretendía
controlar los diferentes brotes del descontento campesino. “Con la declaración de que
prácticamente ya no hay más tierra que repartir, el Estado no suprime la lucha por la
tierra, simplemente renuncia a su papel histórico de mediador” (Bartra, 2012: 173).
Este contexto marca la conformación de organizaciones de corte autónomo en el sur
del país, y, por supuesto, en Oaxaca, especialmente en torno a diferentes procesos
productivos como es el cultivo del café, y en donde las mujeres tienen un papel crucial
pero poco visible en lo público, lo cual se analiza en el siguiente apartado.

El trabajo de las mujeres cafetaleras


en Oaxaca en un contexto de violencia explícita

Las mujeres han estado involucradas todo el tiempo en las actividades productivas, y
el cultivo del café no es la excepción. Ya sea desde la dinámica de principios del siglo
xx, en donde las familias enteras eran trasladadas al trabajo en las fincas cafetaleras,
o en la fase de los movimientos campesinos de los setenta y ochenta, las mujeres
han estado presentes desde diversos frentes. No sólo en el trabajo productivo como
tal, sino además desde el desempeño del trabajo doméstico, que es crucial para la
reproducción social.
La organización que es referente del presente análisis (uciri) se conformó en los
agitados años setenta y ochenta, aglutina a más de mil familias de pequeños producto-
res y productoras de café pertenecientes a las etnias mixe, zapoteca, chontal y chatina
del estado de Oaxaca, además de ser considerada pionera en la alternativa comercial
conocida como comercio justo.2
Uno de los caminos abordados para esta investigación fue rescatar, por una parte,
las historias locales de ese tiempo con productores y productoras de café, para con-
trastarlas con la información que salía a la luz pública en los principales periódicos de

2 Para mayores referencias a este tema es posible consultar los trabajos de Armando Bartra, Carlos

Chávez-Becker, Marie Christine Renard y los propios de la autora.


De múltiples violencias. Una mirada desde las mujeres cafetaleras... 101

esos años, con el objetivo de tener una visión sincrónica entre lo que puede ser consi-
derado el espacio público, es decir la prensa escrita, y el espacio privado, referido en
este caso a las historias locales en los pueblos cafetaleros. Se consultaron los diarios
estatales durante 1978-1989, periodo muy agitado del movimiento campesino y en el
que se conforman muchas de las organizaciones autónomas en el afán de apropiarse
de la cadena productiva.
Se hicieron también entrevistas semiestructuradas a las mujeres campesinas de la
uciri que estuvieron presentes en el proceso de conformación de la organización, con
el objetivo de conocer y analizar la manera en que participan de los acontecimientos
sociales y políticos de la época, con miras a entender su participación política en la
actualidad.
Así, corría el final de la década de los setenta y principios de los ochenta y el des-
contento generalizado en el sector campesino era evidente, así lo demuestran algunas
notas periodísticas:

Fuente: Periódico Noticias Oaxaca, julio de 1979.

El caciquismo y la represión se traducían en la sierra zapoteca de Oaxaca por


medio del acaparamiento de la producción de café, como lo comenta una campesina
zapoteca:

En ese entonces uno de los coyotes más fuertes era ese señor de Guigovelaga,3 no se
podía andar por esos rumbos porque cargaba siempre pistola, nosotros vivíamos más

3 Guigovelaga es un pueblo ubicado en la sierra zapoteca de Oaxaca, es prácticamente el puente entre

la zona zapoteca y la zona mixe media.


102 Silvia Jurado Celis

lejos de ese pueblo pero mi marido andaba con el acarreo del café, así que de todos
modos por ahí pasábamos […] y sí pasábamos con miedo (Testimonio de una productora
originaria de Santiago Lachiguiri, Oaxaca).

El proceso de conformación de la uciri estuvo ampliamente relacionado con la teolo-


gía de la liberación y las mujeres estuvieron todo el tiempo presente en las reuniones
que se llevaban a cabo en las iglesias, esto alrededor de los años 1980 a 1983; “pa-
samos una semana entera reunidos en la pequeña iglesia de Guevea de Humboldt, la
comunidad principal de la zona” (Van der Hoff, 2002: 61).

Sí es cierto que íbamos a la iglesia, nosotras íbamos a veces con todo y los chamacos,
pero no todas podían asistir, especialmente cuando los hombres empezaron a estar más
[…] (Testimonio de una campesina originaria de Guevea de Humboldt).

Se reconoce, por parte de las productoras cafetaleras, que fue un tiempo de mucha
incertidumbre, y que el café sólo podían venderlo a través de los intermediarios que
eran los caciques al mismo tiempo, en ese entonces la información pública hacía re-
ferencia solamente a las acciones gubernamentales traducidas en créditos:

Fuente: Periódico Noticias de Oaxaca, julio de 1980.

Sin embargo, esos créditos tan anunciados nunca llegaban a las y los productores
de la zona serrana del Istmo de Tehuantepec; el proceso local consistía en el en-
De múltiples violencias. Una mirada desde las mujeres cafetaleras... 103

deudamiento con los intermediarios, quienes eran además dueños de los medios de
transporte tanto del café como de las personas.
Por eso, ya hacia 1987, cuando la uciri se encuentra conformada legalmente, lo-
gra obtener unos autobuses para solucionar el problema del transporte en la zona, la
respuesta de los caciques fue violenta: en varias ocasiones les pincharon los neumáti-
cos, “varios dirigentes campesinos fueron asesinados por sicarios entre 1985 y 1992.
Recuerdo que, finalizada una fiesta de aniversario de uciri, dispararon sobre los par-
ticipantes desde la montaña con fusiles de gran calibre” (Van der Hoff, 2002: 66).
Una de las participantes en esa fiesta cuenta que:

Todo estaba muy bonito, pero también estábamos nerviosas, sobre todo por los maridos,
los hijos, nosotras trabajamos mucho para hacer la comida para toda la fiesta y cuan-
do oímos los disparos pues algunas sí salieron, pero también muchas de nosotras nos
quedamos a esperar noticias, y para avisar lo que estaba pasando, al otro día teníamos
que organizar todo de nuevo.

Otra comenta:

Fueron tiempos en que salíamos y de veras no sabía una si iba a regresar, porque luego
asaltaban los autobuses y ya no sabías si te iban a matar a ti también (Testimonios de
productoras de Santiago Lachiguiri y Guevea de Humboldt).

Al mismo tiempo, las noticias en el espacio público daban cuenta, sólo como un aso-
mo, del descontento de las y los productores de café:

Fuente: Noticias de Oaxaca, 1985.

Otro acontecimiento que marca el rumbo que tomaría la organización campesina


de las y los cafetaleros fue el encarcelamiento de algunos de los líderes en 1987, pre-
104 Silvia Jurado Celis

cisamente en el pueblo de Guigovelaga; la esposa de uno de los productores comenta:

Cuando me enteré que los habían agarrado en la montaña pensé que los iban a matar,
en ese tiempo había que caminar mucho para llegar, no había otra forma de llegar, pero
así y todo me fui hasta Guigo, cuando llegué ya todo estaba más tranquilo […] pero de
todas formas llevaba comida para los que estaban ahí encerrados (Testimonio de mujer
zapoteca de Santiago Lachiguiri).

Mientras esto ocurría, en el espacio público circulaban otras noticias:

Fuente: Excélsior, octubre de 1987.

En este punto, es posible retomar la noción de Héctor Dominguez Ruvalcaba en


cuanto a visualizar la violencia “como un síntoma de desarticulación de la capacidad
política para garantizar los derechos humanos y la estabilidad social” (Ruvalcaba,
2015: 7), lo cual se hacía explícito en los procesos por la autonomía campesina; la
violencia se manifestaba a través de agresiones físicas, asesinatos, encarcelamientos.
Si bien no se tiene registro de que la privación de la libertad haya alcanzado tam-
bién a las mujeres, lo cierto es que, de acuerdo con los testimonios, el contexto sí
les limitaba sus espacios de movilidad, es decir, en ellas el ejercicio de la violencia
se concretaba en lo explícito y en lo subjetivo, al restringirles el salir de casa, o que
salieran con miedo, haciéndose con ello parte de lo cotidiano.
De múltiples violencias. Una mirada desde las mujeres cafetaleras... 105

Lo privado de lo privado.
La participación política de las productoras de café

El ámbito doméstico es uno de los pilares de la vida pública, en especial si conside-


ramos a éstos cómo espacios sexuados, en donde tradicionalmente el espacio público
pertenece a los hombres y el privado a las mujeres. En este sentido se definen diversos
aspectos de la vida en sociedad, uno de ellos es el trabajo y el acceso a los recursos;
“la división por sexos aparece siempre como base de la definición genérica de los
sujetos, combinada con otras características que definen el acceso al trabajo, y con él
a la riqueza social y al bienestar” (Lagarde, 2011 [1990]: 112).
En el caso del trabajo del cafetal existe efectivamente la división sexual del tra-
bajo, pero en momentos coyunturales como lo son los movimientos sociales, estos
límites entre el trabajo de las mujeres y los hombres se transgreden como una manera
emergente para alcanzar los objetivos comunes. Existe información con respecto a
las maneras en que las mujeres participan en estos movimientos, por ejemplo al or-
ganizarse para llevar alimentos a quienes se encuentran en las asambleas o están en-
carcelados, actividades a través de las cuales se consolida el papel de madresposas,4
pero también se convierten en participantes activas; el proceso de conformación de
la uciri no es la excepción.
Cabe destacar que las mujeres que participan en la Unión son mayoritariamente
mixes y zapotecas, estas últimas se diferencian de las mujeres zapotecas de la zona
baja del istmo de Tehuantepec en cuanto a sus actividades económicas, ya que mien-
tras las zapotecas de la sierra son principalmente campesinas y amas de casa, las de
la zona baja son comerciantes. Este factor ha permitido que las mujeres cafetaleras
se mantengan de manera preponderante en el ámbito doméstico y en las labores del
cultivo de café, aunque es una condición que está cambiando.5
En cuanto a las mujeres mixes, algunas, como aquellas que se localizan en la zona
media en comunidades como San José el Paraíso o Santa María Nativitas Coatlán,
llevan en su vestir y en su hablar la transición cultural, ya que son mujeres que se
visten a la usanza zapoteca, pero que hablan lengua mixe, ellas también se desenvuel-
ven más en el ámbito privado. En conjunto todas llevan en ocasiones sus productos
frescos (frutas principalmente) para la venta en los mercados de lugares como Ixtepec
o Juchitán, pero sin duda su actividad comercial es más reducida que la que tienen las
zapotecas de la zona baja.

4 Categoría que coloca Marcela Lagarde para definir que “Ser madre y esposa consiste para las mujeres

en vivir de acuerdo con las normas que expresan su ser –para y de– otros, realizar actividades de reproduc-
ción y tener relaciones de servidumbre voluntaria, tato con el deber encarnado en los otros, como con el
poder en sus más variadas manifestaciones” (Lagarde, 2011[1990]: 280).
5 A raíz de la baja producción y precio del café en los últimos cinco años, las mujeres de la zona serrana

del istmo han incrementado su presencia en actividades comerciales, al ofertar sus productos en los centros
urbanos más cercanos como Ixtepec o Juchitán.
106 Silvia Jurado Celis

Las cafetaleras estuvieron presentes durante el periodo de conformación de la or-


ganización (la uciri se constituye legalmente en 1983); fueron las primeras en asistir
a las reuniones en la iglesia de Guevea, es decir, han estado desde los espacios pú-
blicos, pero sobre todo desde lo privado, siendo uno de los pilares principales de la
organización social.
En este sentido me interesa destacar que la bibliografía referente a la historia de la
uciri (Van der Hoff, 2002, 2005; Chávez-Bécker y Natal, 2012, Arditti entre otros)
no hace énfasis en la participación de las mujeres; si bien se les menciona, no se les
hace enteramente visibles como sujetas políticas.
En consonancia con lo anterior, las productoras entrevistadas destacan que la ma-
yor parte de su trabajo estuvo fuertemente ligado al ámbito doméstico, es decir al
espacio privado, y si bien ha sido difícil que la participación de las mujeres en los
movimientos sociales sea reconocida, la dificultad aumenta cuando se participa des-
de los espacios privados, desde el trabajo doméstico y reproductivo. Reconocer esta
dimensión de la participación de las mujeres en los movimientos sociales contribuye
no sólo a visibilizarles como sujetas activas, sino como sujetas políticas incluso desde
el ámbito privado.
Haciendo una revisión de lo que han hecho las mujeres campesinas en la uciri, es
posible definir dos momentos cruciales:
El primero es, en la conformación de la organización (1980-1990), no solamente
alimentando y realizando el trabajo de cuidados mientras los hombres estaban en
las asambleas y transportando el café, sino además como uno de los pilares para la
construcción de las instalaciones para el procesamiento del café fue la dinámica del
tequio.6 “Durante los primeros años, la uciri, a través del tequio, desarrolló su propia
infraestructura y se fue apropiando de algunos eslabones del proceso de comerciali-
zación hasta obtener, en 1985 la licencia de exportación” (Simpson y Rapone, 2000:
50). Ahí las mujeres estuvieron aportando principalmente el trabajo de alimentación,
cuidados y se hicieron cargo de las tareas completas del cafetal para cubrir las jorna-
das que en ese momento los hombres no podían; sin ellas ese ciclo agrícola se habría
perdido por completo.
El otro momento tiene que ver con la consolidación y crecimiento (de 1991 en
adelante), cuando han pasado los llamados “años bélicos”, es entonces cuando se
conforma un proyecto de mujeres y ellas comienzan a tener una participación más
visible en el ámbito público. Sin embargo, el papel de ellas ha sido considerado de
manera menos visible:

En uciri, a pesar de que en la mayoría de los casos son hombres los que representan a las
familias en las reuniones de la Unión, la mujer participa de manera intrínseca en la toma

6 El tequio se refiere al trabajo colectivo realizado para un fin específico, en este caso en la uciri, el

tequio fue indispensable para que se pudieran construir las instalaciones en donde se lleva a cabo hasta la
fecha el procesamiento del café para su venta.
De múltiples violencias. Una mirada desde las mujeres cafetaleras... 107

de decisiones. A este respecto, Francisco Van der Hoff explica: “Los zapotecas siguen
teniendo ciertos rasgos claros de matriarcalidad, más en el valle que en la sierra, por
cierto. Que los hombres estén en la asamblea, no significa que ellos tengan la última pa-
labra. El origen de las asambleas de dos días – y esto lo descubrimos después- fue debido
exactamente a que los marianos y gueveanos ‘consultaban’ a sus mujeres y regresaban
al segundo día con la decisión que, de vez en cuando, era contrario a lo sugerido el día
anterior” (Waridel, 2004: 51).

Así, el discurso acerca de la participación de las mujeres en la toma de decisiones ha


continuado de manera preponderante en el ámbito privado, si bien ya se han tenido
algunas presidentas de comités locales, secretarias y tesoreras, el escalafón más alto
de la administración para la toma de decisiones que es el Comité Central de Adminis-
tración aún no ha sido ocupado por mujeres desde la fundación de la uciri en 1983.
También se observa la particpación de algunas mujeres en las asambleas generales,
como delegadas de sus organizaciones locales. Hasta el momento constituyen apro-
ximadamente 15% de las y los asistentes a las asambleas generales, que es, además,
de acuerdo con el organigrama, el máximo órgano de decisión de la Unión, las cuales
deben ser ratificadas y ejecutadas por el Comité Central.
Cabe destacar que la uciri se desenvuelve en redes de productores más grandes,
como la Coordinadora Latinoamericana y del Caribe de Pequeños Productores de Co-
mercio Justo (clac), en donde ya se ha delineado una política de género que apunta
a que las organizaciones de base, como la uciri, deben generar procesos de inclusión
para las mujeres; en ese sentido, hay avances a nivel de las pequeñas productoras,
existe sin duda: “Un mayor reconocimiento explícito a la participación social de las
mujeres en sus comunidades, a su trabajo como productoras y a la necesidad de que
su participación crezca y se consolide” (Aranda et al., 2000: 256). No obstante, esta
labor y participación es reconocida en la Unión, no se refleja aún en su totalidad en la
presencia de las productoras en el ámbito público, especialmente en los espacios de
mayor peso en cuanto a la toma de decisiones se refiere.
En este sentido, la invisibilización del trabajo de las mujeres constituye otra forma
de violencia, ligada más al ámbito de lo simbólico. Aquí hago referencia al concepto
de violencia simbólica de Bourdieu, en cuanto a aquella violencia que es “amorti-
guada, insensible e invisible para sus propias víctimas, que se ejerce esencialmente a
través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento,
o más bien, del desconocimiento, del reconocimiento, o, en último término, del sen-
timiento” (Bourdieu, 1998: 12).
Autoras como Jules Falquet refieren que “la violencia contra las mujeres…parece
no tener ni principio ni fin que se puedan observar nítidamente” (Falquet, 2017: 53).
En el caso que se acaba de analizar, las mujeres pasan de una violencia explícita, por
parte del contexto del movimiento campesino de los años ochenta en México, a una
violencia de corte más simbólico, en el sentido que, si bien en el discurso público
se reconoce su participación, en la práctica sigue imperando el hecho de que ellas
108 Silvia Jurado Celis

no están, en proporción a su trabajo, presentes en los espacios más altos de la toma


de decisiones. Lo que me permite pensar en esta violencia de tipo más simbólico es
el hecho de que no hay testimonios explícitos que cuestionen esto por el momento;
en ese sentido, el ejercicio de poder se encuentra aún naturalizado o, por lo menos,
así parece. Lo anterior hace sentido con el hecho de que “En la sociedad actual, la
violencia se presenta de manera subjetiva, está naturalizada, ideologizada por medio
de discursos y patente en las contradicciones de la cultura; en la vida cotidiana está
latente y sorprende cuando se protesta abiertamente contra ella” (Castañeda y Torres,
2015: 7).
En este caso el discurso público hace referencia a la participación de las mujeres
y lo valioso de su trabajo, a la necesidad de que se organicen, sin que esto implique
por el momento que lleguen a los espacios más altos en la toma de decisiones, que
es donde se deciden la política de la organización y la comercialización de sus prin-
cipales productos.

Reflexiones finales

Me ha interesado poner de manifiesto algunas de las violencias en las que se desen-


vuelve la vida de las mujeres cafetaleras en Oaxaca, específicamente aquellas que
participan en organizaciones de corte autónomo como la uciri. Las mujeres han
estado presentes de manera activa durante todo el proceso de conformación de las
organizaciones campesinas autónomas, principalmente desde el espacio doméstico.
Esta presencia en el espacio privado no se ha valorado de manera suficiente en su
dimensión política; en este caso, el trabajo doméstico permite también que los movi-
mientos “más grandes” puedan seguir funcionando y consolidándose. Sería imposible
pensar el mantenimiento de los campesinos en las asambleas, el tequio o la cárcel sin
el alimento que les proveen las mujeres. Este tipo de participación se desenvuelve en
una especie de espacio privado de lo privado, de tal manera que, como ha demostrado
la investigación hemerográfica, si poco se publicaba acerca de lo que estaba sucedien-
do en lo público de los espacios locales, es decir, el movimiento campesino autónomo
por parte de las y los pequeños productores de café en Oaxaca, de la presencia de
las mujeres no se tiene registro alguno, salvo las historias que ellas narran y que no
siempre se reflejan en las historias escritas.
En este sentido, el trabajo doméstico y la participación desde el ámbito priva-
do cobra relevancia política, ya no sólo económica, pensándolo como parte de las
actividades de reproducción; en ese sentido es indispensable no sólo la valoración
simbólica, sino también la visibilización en su dimensión histórica con el justo lugar
y peso en la toma de decisiones al interior de las organizaciones campesinas. Pero
esta presencia y participación de las mujeres se ha desarrollado inmersa en diversas
formas de violencia, tanto la manifestación explícita, bélica por parte de los caci-
ques, como en las formas más sutiles que se manifiestan en la invisibilización de la
De múltiples violencias. Una mirada desde las mujeres cafetaleras... 109

importancia política que reviste su trabajo. Esto último fue manifestado también por
la prensa estatal en los agitados años del movimiento campesino, ya que no se hace
alusión alguna a su presencia en los espacios productivos del café y, por lo tanto, del
movimiento autónomo campesino.
Así, las múltiples violencias se manifiestan como mecanismos que merman la par-
ticipación política de las mujeres cafetaleras, si bien en la actualidad la manifesta-
ción de la represión armada ya no está presente, lo que impera al interior de muchas
organizaciones son los mecanismos de invisibilización, que no se cuestionan en su
total dimensión. Es cierto que se han abierto algunos espacios para las campesinas;
se tiene dentro de la uciri un proyecto de mujeres que es parte del que hacer de la or-
ganización en general, ellas están presentes también en comités locales7 y en algunos
espacios dentro de la organización; sin embargo, no se encuentran presentes aun en
los más altos espacios de la toma de decisiones.
Cabe recalcar que existe otra dimensión que deberá ser objeto de otra investiga-
ción: la violencia doméstica en la vida cotidiana de estas mujeres, que se sabe que
existe, pero no se manifiesta de forma explícita.
Así, el trabajo y la participación de las mujeres cafetaleras se desarrolla en medio
de diversas violencias, de las cuales la más presente hasta el momento es la invisibili-
zación en el espacio político de toma de decisiones, en una suerte de “invisibilización
de sí misma cuando se despliega” (Falquet, 2017), de tal forma que si anteriormente
se manifestaron en contra de las balas y la cárcel; en este momento, el no estar no es
cuestionado en su totalidad, el restarle el valor político a su trabajo productivo no es
reconocido a cabalidad. En ese sentido, uno de los principales retos que se plantean
para las productoras de café son, por una parte, el reconocer las violencias explícitas
y simbólicas como punto de partida para la justicia política, que pueda traducirse no
sólo en el reconocimiento, sino en la participación sustantiva de ellas en la toma de
decisiones como sinónimo de valoración del trabajo y los espacios en los que ellas
se desenvuelven.

Referencias

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cafetaleras se organizan”. En: Aranda, Josefina. Botey, Carlota. Robles, Rosario,
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siglos a muchas voces. México: Conabio.

7 Para mayores referencias al respecto es posible consultar el artículo de la autora: “De la parcela a la

mesa. El trabajo de las mujeres en torno a la pequeña producción de café en Oaxaca, México”, publicado
en 2016 en la Revista Internacional de Antropología del Trabajo.
110 Silvia Jurado Celis

Bartra, Armando (2012). Los nuevos herederos de Zapata. Campesinos en movimien-


to 1920-2012. México: cnpa/Circo Maya.
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Equiterre.
TRABAJAR EN EL DESIERTO SUDCALIFORNIANO:
MIRADAS DE GÉNERO ENTRE UN PUEBLO MINERO
Y UN PUEBLO TURÍSTICO

Patricia Torres Mejía


Sergio Gallardo García

Introducción. Pensar género y trabajo a dos plumas

Desde 2015, Patricia Torres ha buscado entender el proceso de arraigo y lucha de


mujeres por hacerse de un lugar propio en la emergente colonia El Centenario en los
límites de La Paz, Baja California Sur, ámbito de estudio que la llevó a incursionar
en distintas realidades de mujeres que habitan la península californiana. En 2016
comenzó un peritaje antropológico para deliberar sobre el caso de cuatro mujeres que
fueron acusadas de trata de personas al llevar a sus hijos a los espacios públicos de
Los Cabos donde vendían souvenirs, dulces y/o cigarros.
En este tiempo, Sergio Gallardo realizaba trabajo de campo en Santa Rosalía, Baja
California Sur, preguntándose por la transformación de prácticas masculinas en la
población a partir de la apertura del trabajo minero por una compañía paraestatal
surcoreana, bajo el asesoramiento de Patricia Torres.
Discutiendo hallazgos en ambos trabajos e investigaciones, fue interesante notar
coincidencias abrumadoras sobre cómo al preguntar sobre la trayectoria laboral de los
colaboradores etnográficos, sus narrativas estaban articuladas por pautas o “puntos
críticos” en clave de género: desapego del trabajo doméstico y familiar, tener una
pareja afectiva, buscar un patrimonio, etcétera.
No sólo eso, sino que en sus respuestas era bastante notorio cómo, a lo largo de las
narrativas, iba cambiando su manera de pensarse como mujer u hombre, cada cambio
laboral tenía que ver con un cambio respecto a las exigencias y/o mandatos de género
de acuerdo con sus propias biografías, las cuales coincidían en una insatisfacción
112 Patricia Torres M. y Sergio Gallardo G.

de cumplimiento a cabalidad por estructuras sociales y culturales que operan en su


contexto inmediato de trabajo.
Por ello, decidimos seleccionar cuatro casos paradigmáticos que nos ayudarán a
dar cuenta de estas coincidencias que íbamos encontrando y, al exponer sus reflexio-
nes en clave de género de sus trayectorias laborales, poder elucidar cómo la violencia
de género tiene manifestaciones y dimensiones económicas que subyacen como base
material de su concreción. Es decir, la violencia económica se constituye también a
través de los mandatos de género que articulan subjetivamente las búsquedas y ma-
neras de pensar el trabajo.
En este escrito proponemos que el trabajo remunerado permite ver cómo los man-
datos de género asignados y deseados entran en tensión con los constreñimientos
del espacio (contexto) social en que se vive, Baja California Sur, región peninsular
caracterizada por oleadas de migrantes, la mayoría promovidas por proyectos econó-
micos del estado.
Bajo un ejercicio a dos plumas, proponemos dilucidar como hallazgos de campo
cómo el asignamiento y cumplimiento de mandatos de género de la mujer se tradu-
cen en privilegios de los hombres y no de manera contraria, siendo en los varones
más bien regímenes de género y no necesariamente mandatos –como los define La-
garde (2005)– en tanto que hay asignaciones de valoraciones positivas y privilegios
a los que el hombre puede acceder aun cuando falla, omite o no alcanza a cumplir
los atributos de masculinidad marcados sociohistórica y localmente por su contexto
biográfico.

El contexto inmediato: ser una persona foránea


en el desierto sudcaliforniano

Baja California Sur es un estado de migrantes. La población originaria fue extinguida


durante los dos primeros siglos de la colonia y las oleadas de migración –desde en-
tonces– se han caracterizado por la incursión de modelos económicos extractivistas
(pesca, perlas, palo blanco, minerales –oro, cobre, salinas, caolines–, agroindustria
y, más recientemente, el turismo) con alta presencia internacional. Los flujos migra-
torios han sido continuos a lo largo de su historia y su influencia en el crecimiento
poblacional es notable a partir de la década de 1970, justo cuando Baja California Sur
es declarada estado federal en 1974.
Para 2010, el inegi reporta que 10% de la población eran migrantes de otros es-
tados del país, la mayoría provenientes de Sinaloa, Michoacán, Sonora y el Distrito
Federal (hoy Ciudad de México). En el mismo censo se indica que los migrantes
extranjeros representan 1% de la población y la mayoría son personas mayores de 50
años que llegaron de Estados Unidos, huyendo del invierno de su país o buscando un
espacio de tranquilidad para su retiro (inegi, 2010 citado por Torres Mejía, 2016: 78).
Trabajar en el desierto sudcaliforniano: miradas de género... 113

De 1965 a 1990, Baja California Sur recibió 37,777 personas y emigraron 14,338,
dando una tasa bruta de migración neta (por 1,000) de 13.36 (inegi, 2013).
La aridez de su geografía enmarcada por los litorales del Pacífico y el Golfo de Ca-
lifornia sitúan su territorio peninsular en una aparente isla desconectada del territorio
mexicano, particularidad que hizo pensar y representar su territorio en los mapas de
1604 a 1767 como una terra incognita isleña entre los mares del Pacífico y pensarla
como un “otro México” (Jordan, 1980: 23).
Sin embargo, la geografía y lugar no determinan el género, como tampoco las
identidades y asignaciones de género se amoldan u ordenan al mismo, pero sí las
dotan de significado en el quehacer diario de vivir, estructurando las posibilidades de
vida de acuerdo con los modos de producción posibles dado una amalgama particular
de recursos naturales, herramientas y tecnologías, así como saberes y tradiciones que
van constituyendo el paisaje no como un plano contemplativo, sino como una manera
de habitar la “tierra que permanece”. En este sentido, partimos de pensar las dimen-
siones espaciales del desierto sudcaliforniano, donde se ubican Los Cabos y Santa
Rosalía, como paisaje delimitado por fronteras regionales, pero también económicas,
que afectan directa o indirectamente las exigencias de género de los sujetos que la
habitan. En ambas poblaciones, se han dado procesos de apropiación o monopoliza-
ción tanto de la fuerza de trabajo como de los recursos económicos, conllevando una
centralización del mercado de trabajo en torno a una actividad: en el caso de Santa
Rosalía la minería y en Los Cabos el turismo.
Así, elegimos cuatro casos de personas que viven fuera de su localidad de naci-
miento y comparten, sin conocerse, y que, a través del narrar su experiencia vivida
como trabajadores y trabajadores en estas localidades, evocan frustraciones tempra-
nas de no poder ser hombres o mujeres según manda su cultura generizada. A con-
tinuación, las presentamos brevemente para posteriormente enunciar los tramos de
complejidad e indicadores de su feminidad y masculinidad en contraste al cumplir
con sus “mandatos” o “valores”.

Presentaciones

Martha, de 29 años al momento de las entrevistas (2017-2018) reflexiona después


de salir de la cárcel de Los Cabos, como siempre había trabajado para ella, situación
que cambió cuando tuvo su primer hijo a los 18 años y saber que su pareja tiene otra
mujer, ante lo cual decide salir de su pueblo natal (Domingo Arenas, Puebla) rumbo
a Los Cabos, donde vivía y trabajaba su familia nuclear. En 2018 trabajaba en lim-
pieza de búngalos, tres de sus cuatro hijos (de distintas parejas) van a la escuela, su
hijo mayor es responsable de cuidar los menores en casa, turnándose con la madre
de Martha o su hermana. Vive con sus cuatro pequeños en una colonia de invasores
en el lecho del río Los Cangrejos, zona de alto riesgo en temporada de huracanes, sin
ningún servicio urbano.
114 Patricia Torres M. y Sergio Gallardo G.

Elizabeth, maestra normalista jubilada de 55 años, originaria de Guadalajara, al


momento de la entrevista estaba cerrando su negocio de bisutería y regalos dentro del
supermercado de su marido en Cabo San Lucas. Llegó a los 18 años a Baja California
Sur al ser asignada para hacer sus prácticas de docente para conseguir su plaza de
maestra. Tiene dos hijos (27 y 23 años) de dos parejas. Tres años con la primera y 25
con un gran empresario de San José del Cabo, quien la cambió por una mujer de 22
años. Al momento de la entrevista, recién mudada en una localidad a 17 km de La Paz,
rentaba una casita de mampostería, adyacente a la que viven sus dos hijos.
Ángel, de 29 años y originario de la Sierra de San Francisco, al momento de la
entrevista (2019) se siente muy agradecido con la empresa minera en Santa Rosalía ya
que le ha permitido tener con qué mantener y ser alguien estudiado, de bien. Llegó a
Santa Rosalía en 2010 para que naciera su primer hijo en la clínica, así como buscar
un empleo que le permitiera cumplir las exigencias de bienes y comodidades de su
pareja que la crianza de chivos en San Francisco de la Sierra le impedía otorgarle. Ella
posteriormente lo abandonó y le negó dejar ver a su hijo, historia que se repetiría con
otra pareja suya que la llevó a vivir una vida de clandestinidad en rancherías de la que
se cansó y también lo abandonó con un hijo suyo. Emasculado por la imposibilidad
de mantener sus parejas afectivas, el trabajo minero fue una oportunidad de reivin-
dicarse, pagar las pensiones alimenticias y poder exigirles a ambas un acercamiento
paternal a sus hijos.
Fernando, de 41 años y originario de Coahuayutla (Guerrero) acaba de comprar
una casa en Santa Rosalía, pero al momento de la entrevista (2019) no sabe qué hará
con ella, pues probablemente deje la población ante la crisis de la industria minera.
Llegó hace seis años, después especializarse en Lázaro Cárdenas en el trabajo de
plantas industriales de ácido, experiencia laboral que le permitió comprar una casa
en Michoacán, donde crecieron sus cuatro hijos varones (19, 16, 13 y 12), quienes
llegaron a Santa Rosalía con su esposa después de siete meses de que habitara el
campamento minero, al cual no se acostumbró y por eso trajo a su familia.
La “ruta de género” que atraviesa la trayectoria laboral de cada uno de estos casos
nos permite entrever ambas posiciones del sistema sexo-género, desde la experiencia
vivida de la masculinidad y de la feminidad, que curiosamente emergen al preguntar-
les por sus narrativas laborales, que entran en tensión continua con lo que se espera
de ellas conforme a los mandatos de género (Lagarde, 2005).

Conciencia de género a partir del trabajo: narrativas de búsqueda,


insatisfacción y limitaciones

Las entrevistas a las cuatro personas inician de la misma manera, preguntando sobre
su primer trabajo, para que nos vayan guiando cómo fueron acercándose al oficio o
trabajo que desempeñan actualmente y tener una trayectoria que nos dejara ver los
Trabajar en el desierto sudcaliforniano: miradas de género... 115

aprendizajes y experiencias que enmarcan su condición laboral actual. La sorpresa


con la que nos encontramos es que los nudos narrativos o cambios están marcados
no por cambios en el trabajo, sino en su condición de género, de aprendizajes, creci-
miento y cambios en la manera en que se desenvuelven según su género asignado y
apropiado.
Martha nos relata que desde los diez años salía a trabajar al campo, ayudando a su
mamá a juntar el capulín y ayudándole dentro con quehaceres del hogar, aunque no
recibía ningún salario.

Ya cuando cumplí 16 años quería trabajar, ella [su mamá] me decía que yo estaba chi-
quita, pero como vio que yo quería comprarme cosas, pues me dio permiso, luego iban
otras personas para que me diera permiso de ir a trabajar, para que fuera a ayudar. Yo
me iba porque me acostumbré. […]
   Le ayudé a mi mamá en temporadas, ya luego me iba con una señora a la Ciudad
de México a ayudarle a vender flor, porque la flor allá también se da la dalia, la flor de
cempasúchil, la nube […] estaba en Jamaica [Martha, 2014].

Elizabeth, por su parte, realizaba tareas del hogar y labores domésticas, pero nunca
las concibió como trabajo. Su primer empleo fue cuando inició sus prácticas profe-
sionales como parte de su educación como maestra a los 18 años.
Las mujeres siempre han trabajado, nos recuerda Marcela Lagarde, pero gran parte
de su trabajo son extensión de la procreación y de la reproducción en tanto que se les
juzga a partir de la definición histórica del trabajo como natural, como característica
sexual; segundo, porque una parte de su trabajo le ocurre y lo hace, y en la mediación
de su cuerpo y no es diferenciada de él como una actividad social creativa; tercero,
porque el resto del trabajo de la mujer, por asociación, es derivado naturalmente del
trabajo no concebido como tal (Lagarde, 1997: 116).
Por contraste, para la vida de los infantes varones tienen incursiones laborales con
tareas masculinas que deviene, en muchos casos, de sus padres, de quienes aprenden
un oficio. Ángel y Fermín trabajaron en el campo, criando cabras y sembrando maíz y
frijol respectivamente. El primer empleo laboral de los varones se experimenta como
una liberación del apoyo familiar al padre; no hay ayuda a los padres.

Cuando yo crecí, después de la secundaria como ya no había preparatoria, me bajé a La


Unión, luego Lázaro Cárdenas. En mis vacaciones me regresaba, pero de a momentos,
sólo apoyaba [a mi papá en el campo] pero no me gustaba. Te digo, me fui quedando en
la ciudad, teniendo unos trabajos y ya. Tuve varios trabajos en la ciudad, pero lo que
más me ha gustado es lo que hago ahorita. [Fernando, 2019]
   Empecé a buscar un trabajo para que me quedara dinero, primero me lancé al Barril
porque una prima se casó allá, era como una encargada de gringos, como capataces.
Duré poquito y me regresé […] extrañé San Francisco! [Ángel, 2019]
116 Patricia Torres M. y Sergio Gallardo G.

Los cambios en entender el trabajo como una liberación, posibilidades o autocuidado


cambia, como efecto de un mandato, cuando se busca una pareja afectiva.
Martha nunca deja de trabajar, se junta con un muchacho de su barrio, quien trabaja
de albañil para tener un salario para juntarse. Tienen un hijo, y ahora ella no trabaja
por un salario, sino para su suegra y su marido desde el trabajo doméstico.

[Se regresó a casa de sus padres] Porque él andaba con otra persona, me enteré, pues,
que andaba con otra, y ya no quise tener más hijos con él, porque estaba muy chica
cuando me vine con él, y ya andaba en esas cosas, no quisiera que mi hijo se llevara
esa educación. […]
  Mientras yo estuve allá [con sus suegros], me trataban bien. A ellos no les importaba
lo que él hacía. Entonces yo me voy y él se queda, y al poco tiempo él se junta con la otra
[…] se desentendió, cuando el bebé cumplió un año, me dejó de dar dinero. [Martha,
2014]

Por otro lado, la maestra Elizabeth a los 22 años se casa con un joven maestro del
cual se separa a los tres años. “Él no se llevó nada, como estábamos jóvenes en ese
tiempo, pues no teníamos nada, sólo la casa en donde vivíamos, pero él me la dejó”.
Curiosamente no hace referencia que también la deja al cuidado de su hijo, sin pen-
sión. Después se junta con un señor padre de tres hijos.
Queremos remarcar que, al separarse, la mujer se queda sin el ingreso y se vuelve
proveedora, el trabajo para sustentarse se vuelve una necesidad; aunque ellas cum-
plen sus mandatos de género, pierden privilegios cuando el hombre deja de hacerlo,
a menos que se lo exija la ley.
Es interesante, al leerlos en contraposición desde los estudios feministas, que los
mandatos de género que cumplen las mujeres son privilegios para los varones. Aquí
la importancia de Lagarde para destacar cómo el deber ser femenino se subvertirse,
devela cómo la inexistencia de paralelismos en los mandatos, la masculinidad exige
y se hace exigir múltiples repertorios de valores/mandatos cuando hay una equidad
femenina. Mientras aparece como un orden general y ambiguo de mandato: provee-
dor/mantener. Para Marcela Lagarde, la identidad de las mujeres, construida desde
la privación de sí misma y para los otros/otras, hace posible que parezca natural que
sean ellas las que se ocupen de manera casi exclusiva de las tareas del cuidado, de la
reproducción de la vida o de las tareas domésticas (Volio, 2011: 191).
Al ser las mujeres cautivas y privadas de sus derechos, su obligación sería atender.
La mujer está obligada al cuidado de los otros, sobre ella misma, no a ella, como una
relación de poder. Esto al hombre le da el privilegio de ser atendido, siempre y cuando
se mantenga como proveedor.
Mientras que Guillermo Núñez Noriega (2013) considera que hay un binomio de
exigencias, que entiende como valoraciones dentro de un marco de dispositivos de
poder, que otorgan a la masculinidad la obligación condicionada de proveer los bienes
y recursos materiales para asegurar la subsistencia siempre y cuando reciba de parte
Trabajar en el desierto sudcaliforniano: miradas de género... 117

de la feminidad una serie de atenciones y cuidados colectivos: “yo te mantengo y tú


me atiendes”. La consideración que hace el autor es que, aun con la incorporación de
la mujer en el mercado de trabajo remunerado, el modelo sigue vigente bajo distintas
maneras, dado que en los varones mantiene una construcción de su hombría funda-
mentada en el rol de proveedor.
Sin embargo, el mandato de “mantener/atender” está construido socialmente de
acuerdo con un tiempo y espacio específicos, haciendo que cumplirlo conlleve ciertos
atributos específicos. Esto le sucede a Ángel, quien, en su rol de proveedor ranchero,
es incapaz de mantener/atender a su pareja:

¡Para mantenerla, loco! Ese fue el pedo. Yo pensé que la iba a mantener, que la iba ar-
mar en la sierra y no. De ahí nos fuimos a un rancho cerquita de la sierra que se llama
San Andrés, ya estaba embarazada ella. Agarraba vacas, por cada vaca que agarrara
me daban 500 pesos. Agarré varias vacas y pues de ahí nos venimos aquí a Santa Ro-
salía porque ella no aguantó la vida de rancho, estaba acostumbrada a otras cosas y
yo no se lo podía dar, porque no tenía el dinero. Ella quería pasear, quería que zapatos,
que ir a tiendas. Yo le daba techo y comida, pero apenas la hacíamos, no era suficiente
para ella. [Ángel]

La pareja de Ángel renuncia a mantener una relación con él; Ángel queda sin la
responsabilidad de cuidar de ella o su hijo. Es decir, al romper su relación afectiva
se exime de su mandato de proveedor, justificado en su narrativa por su abandono.
Para José Olavarría (2000: 36), el modelo de masculinidad permite a los varones
caer en prácticas contradictorias y ser justificadas como responsables al inscribir en
sus narrativas biográficas nociones de honorabilidad, respeto o dignidad a sus propias
decisiones. Responsablemente no asumen una paternidad de la que tienen duda o en
la que su prestigio está en juego.
Hay una injerencia ideológica de que las mujeres se dediquen al trabajo doméstico
por su responsabilidad y “deber ser”: “del cuidado de los niños y de la procreación;
es decir, del conjunto de actividades de reproducción que realiza la madre-esposa para
la sobrevivencia de los otros” (Lagarde, 1997: 119-120).
Su pareja lo deja para regresar con sus padres a Bahía Asunción, a unos 300 kiló-
metros de Santa Rosalía, al otro lado de la península, del lado del mar del Pacífico.
Como él relata, su paternidad quedó en suspenso por la separación: “yo nunca le
mandé pensión en los cuatro meses, ya no hablamos ni nada, no sabía nada del plebe”.
Ella regresa, nos dice Ángel, cuando consigue un trabajo fijo y una casa que había
hecho su padre, en un rancho:

Pero de ahí yo que ya andaba tomando pues me gustó la chingadera, salía y llegaba
pedo. ¿Y qué mujer te aguanta eso? Ninguna, ninguna. Encima que era violento, me
desconocía con el alcohol y sí llegué a pegarle. Así seis meses, cumplió un año el niño
y me dejó.
118 Patricia Torres M. y Sergio Gallardo G.

   No pues ni pedo, dije, me dejó por pedo, no por otra cosa. No la atendía a ella, al
niño. Ahí sí lo reconozco, me dejó por andar valiendo madre.

En contraste, Fernando se casa a los 21 años de edad en Lázaro Cárdenas, terminando


sus estudios universitarios, con un trabajo fijo y donde vivió los primeros 13 años de
su matrimonio. Ahí consiguió un buen empleo en la planta de ácido de Fertilan, que
le permite cumplir su rol de proveedor, sacar una casa a crédito y que su esposa no
trabaje. Su relato nos representa la realización que el siente como proveedor y tener
el poder de tomar las decisiones de vida. Es quien decide irse a trabajar al desierto
sudcaliforniano seis años después, por la inseguridad que siente para garantizarle una
vida a su familia:

Este lugar es muy tranquilo, en el lado de la seguridad con la familia pues me da


tranquilidad, puedes ver que tus hijos pueden ir a jugar y sabes que no le van a pasar
nada, que van a regresar bien a la casa. […] es muy diferente de donde yo vengo, allá
muertos balaceras y de todo. O sea, tú sales a la calle allá y andas con preocupación
de que ye vaya a tocar un fuego cruzado, o luego hasta a ti te toque por el medio de lo
que está pasando
   Estar aquí […] es la oportunidad, lo que buscábamos: el trabajo que buscábamos
para estabilizar o dar a mi familia lo que necesita, lo que requería. [Satisfacción cum-
plir mandato proveedor]. Es una satisfacción, como te digo, no nos sobra, pero tampoco
nos falta, pues.

A partir de que hay una pareja y un vínculo emocional, los varones, en tanto provee-
dores, marcan el destino de las mujeres. Marcela Lagarde (1997) insiste en “Cauti-
verios de mujeres […] que los mandatos de género se traducen en la centralización
de limitaciones: expropiación de la sexualidad, del cuerpo, de los bienes materiales y
simbólicos de las mujeres y, sobre todo, de su capacidad de intervenir creativamente
en el ordenamiento del mundo” (Lagarde, 1997: 37-39).
Martha no es explícita en cuanto a su satisfacción sexual, pero resalta que se ena-
mora, tiene dos relaciones afectivas en Cabo San Lucas. Su segunda pareja, al perder
su trabajo en el enclave turístico, decide regresar a casa de su madre en Tenancingo
(Estado de México), donde él posiblemente conseguirá trabajo, y decide seguirlo. Ya
tenía dos hijos y estaba embarazada. “Ella, la mamá, decía: ‘¿para qué te la agarraste?,
no vale igual’, aunque el muchacho sí me quería” (Martha, 2014).
El cuerpo de Martha y su valencia queda comprometida por su capacidad repro-
ductiva, la cual es rechazada. A los tres meses, cuando su hijo nace y su esposo no
consigue trabajo, decide trabajar en un restaurante:

Me fui de mesera […] porque él no trabajaba, era muy flojo. Entonces yo tenía que
trabajar para sacar adelante a mis hijos, con el sudor de mi frente, no robando. Bueno,
entonces él sí se molestó, por llegar con los dos muchachos [con quienes trabajaba], me
Trabajar en el desierto sudcaliforniano: miradas de género... 119

dijo que yo andaba con ellos, pero Dios sabe que eso no fue cierto. Cuando eso pasó, él
ya no me ayudaba en nada, se quedaba al cuidado de los niños, pero yo tenía que salir
a trabajar para tener qué comer. [Martha, 2014].

El mandato de género de concebir la sexualidad y cuerpo de las mujeres como apro-


piación masculina, la explotación de su sexualidad y reproducción, es lo que genera
como violencia reparativa (Femenías, 2011), la violencia como manera de ejercer
dominación y control.
La sexualidad es enajenada: Martha no habla de su sexualidad como placer o de-
seo, sino como referentes del placer del otro. Mientras que Elizabeth piensa su sexua-
lidad como un ejercicio de placer no arraigado a un mandato de procreación.

Un hombre por ejemplo te quiere, tú eres joven, todavía tienes que ofrecer y tarda hasta
tres meses en tener relaciones, uno de mujer de antemano trata de investigar qué pasa,
y el hombre pone pretexto como que está cansado, tres meses, dos meses, él desde hace
tiempo es bígamo, pero yo todavía creía en él. […] Por lo menos ahorita ya sé, ya na-
die me está engañando, ya sólo es cuestión de trabajar yo, que tengo que soltar a esa
persona. […]
   Pues no, discúlpame, aun así, a mis 54 años, yo todavía menstrúo, todavía ovulo,
yo todavía necesito una pareja, si toda mi vida he tenido pareja. Es como al niño que
le quitan el juguete, va a querer repetirlo, es que yo todavía tengo necesidades, pues yo
estoy esperanzada a que tú lo entiendas y tu pues es que cualquier hombre comete una
infidelidad, hay veces que hasta se casan con otra mujer y vuelven con la mujer y no hay
problema, todo sigue bien, pero él no quiere, pues, dice que no quiere ya. [Elizabeth]

Por otra parte, la postura masculina en Fernando ante su sexualidad se contradice


entre el discurso y su experiencia propia,

[…] como dicen por ahí, ‘el hombre es hombre y busca satisfacer su deseo’ y pues ahí
en ese caso pienso que igual, van a empezar los problemas por eso. Yo la verdad, en mi
caso no, porque, como todo, no es lo mismo tus deseos de 20 años a los 40 años que yo
ya tengo.
   Todo como por lógica, va bajando de intensidad, pienso igual que el cuerpo de la
mujer también, sí tenemos sexo, pero ya no es de una manera tan intensa, yo con mi
esposa somos de la misma edad, tenemos nuestros momentos pero también sí tienes que
entender, si tuvo mucha chamba o no sé, igual hay que darle su espacio. No obligar,
sería mucho pasarme de [hace un gesto alusivo a los testículos]… de decir ‘no, ahora
me cumples’. No cabrón, hay que ser conscientes y respetar también. Todo eso tiene que
ver yo creo para construir un matrimonio y seguir bien. [Fernando, trabajador minero,
18 de agosto 2019]
  Te digo, yo cuando me vine para acá estuve siete meses y pues ni modo, por eso te
digo, tienes que estar muy bien en la relación para que todo esté bien. Tener mucho
120 Patricia Torres M. y Sergio Gallardo G.

temple, aguantar por más que uno quiera […] y si por ahí, un lo que sea, vas a hacer
tus cosas, tener mucho cuidado, cuídate muy bien, porque ahorita es chiquito el mundo.
[A partir de aquí Fermín habla con un tono paternal, aleccionándome sobre mi relación
de pareja por lo que comparto con él]
Como te decía, el hombre pues es […] ya sabes cómo es, pues igual si te vas a dar tu
escapada, bien tapadito. Bien tapadito y con protección, ahorita está cabrón, que te
enjarren un chamaco, que me embarazaste. [Fernando Farfán, trabajador minero, 18 de
agosto 2019]

La sexualidad queda bajo una estructura familiar que marca las relaciones sociales
de la pareja, relegando el cuidado del hogar como una obligación para la mujer, se
normaliza las tareas del cuidado de los niños y la limpieza. En el caso de los entre-
vistados, su imposibilidad de cumplir el mandato por la necesidad de salir a trabajar
subvierte la lógica del mandato y genera consecuencias en tensión.

Cuando vio él que empezaba a haber mucho dinero [con el negocio que pusieron jun-
tos], comenzó a hacerme la vida pesada, por ejemplo, que si no cocinaba bien, que
estaba insípido, que los perros, como tenía arriba mis perros, cercado todo allá en Los
Cabos. Yo trataba de ser lo más limpia, siempre tuve una señora que me ayudaba, no
olía a perro mi casa.
   Antes, los fines de semana me veía a mí con los tendederos llenos, y pues me buscaba
una persona para limpiar la casa a fondo para organizar cada cosa en su lugar; 25 años
de una casa limpia. [Elizabeth, 2014].

A Martha, sus condiciones de pareja no le permitieron dedicarse al cuidar del hogar,


cumplir su mandato, por trabajar,

Yo me ocupaba limpiando casa de gringos, […] me pagaban $500 a la semana, y era de


9:00 a 18:00, y no me dejaban llevar a mis hijos, así que los cuidaba mi hermana, en-
tonces les dejaba toda la comida y le decía a mi hermana que les calentara en lo que me
iba a trabajar, y llegaba. Ella tenía como unos 15 años, porque ellos estaban pequeñitos,
pero como ahí está mi papá y mi mamá, me ayudaban.

En cambio, cuando Ángel tiene un empleo fijo, se busca que se responsabilice de su


paternidad al demandar la pensión de su hijo. La familia de su mujer discrimina o
minoriza a Ángel por no tener las cualidades para cumplir su papel de proveedor. Pero
cuando lo logra, tampoco se le permite poner un hogar.

Yo en esos tres meses la verdad me porté al cien con ella. [Pero la relación] Se fue dis-
minuyendo hasta que un día iba saliendo del turno de noche y cuando llegué a casa ahí
andaba y nada más se reía. Llegué y sin abrirme me empezó a tirar la ropa a la calle,
Trabajar en el desierto sudcaliforniano: miradas de género... 121

en costales de harina, tenía poquitas cosas yo, pero así me las tiró. Las botas las aventó
por allá.
   —No, yo no sé cómo le vas a hacer, pero yo te quiero fuera de mi vida. Y la pensión
de los niños la quiero viernes tras viernes. Va a correr de este viernes al que sigue.
   —Pues este viernes no te voy a dar nada porque primero tengo que ver dónde voy
a dormir.

   Lo último que hice fue llamar a mi compadre ingeniero, mi compadre, compadres


nos decimos de esas pero nada más. Le pedí el paro, que me ayudara dónde quedarme.
‘No tengo dónde dormir ni dónde comer’, le dije. Me dijo que comida ellos me podían
dar, pero hospedaje no, que mientras ellos estuvieran de día yo podía dormir ahí en la
casa, pero en la noche no.
   Yo, por no decir nada, le dije que estaba bien, no me atreví a pedirle el piso porque
ellos eran jóvenes y pareja ni modo que qué. Le dije que me prestara su carro para dor-
mir en las noches y sí. Dormía en el coche, comía poquito de lo que me daban y poquito
de lo que me compraba con mi raya. Así tenía para depositarle lo de la pensión, que 300,
400 o 500 pesos a la semana. Para no tener broncas con ella. [Ángel, 2019]

En la actualidad, Ángel otorga pensión a sus tres hijos, correspondiendo a 50% de su


empleo. Cuando logra tener un empleo de proveedor, en lugar de cumplir el manda-
to a cabalidad es obligado a hacerlo normativamente, excluyendo los espacios para
ejercer su hombría como padre o como pareja afectiva, dada la discriminación hacia
su identidad de ranchero.
Este ejercicio, realizado entre citas y narrativas de cuatros casos, desde la postura
feminista, indican cómo lo que es mandato para la mujer se traduce en privilegios que
tiene el varón. Sin embargo, como vemos en los ejemplos, este modelo se corrompe
cuando el varón, en aras de cumplir su exigencia como proveedor, lleva a su pareja a
un espacio desconocido, donde ella también tiene que trabajar y mantenerlo. Aquí se
da una aparente contradicción producto del contexto económico que exige la incor-
poración de las mujeres como generadoras de ingreso.
Estos mandatos y privilegios conllevan responsabilidades para ambos géneros. La
responsabilidad masculina se vuelve un mandato ambiguo en el cual no se pierden
privilegios, mientras que la responsabilidad femenina se entiende bajo otros paráme-
tros que fácilmente se subvierten en cuanto a malas prácticas como madre, esposa o
pareja sexo-afectiva, en términos del mandato de “atender”. Hay una asignación dife-
renciada y desigualdad del poder, donde la masculinidad tiene diversos mecanismos
de legitimar sus privilegios.
Coincidimos con Núñez (2000): el trabajo es una esfera muy importante en la
construcción de la masculinidad, la responsabilidad laboral son aspectos reconocidos
como constitutivos de ser un hombre. Los varones reconocen sus mandatos al ser
violentados, tener sus privilegios amenazados. Y esto puede ser dual: vía la violencia
122 Patricia Torres M. y Sergio Gallardo G.

o vía mediaciones y negociaciones, ¿qué opera en esas posibilidades? Sin duda, un


remanente económico de situar dentro del carácter laboral en tanto que se opera la
lógica de la movilidad como realización del mandato de proveedor, y si se falla o no
se logra a cabalidad es que operan otras manifestaciones del ser hombre que se exal-
tan, magnifican o generan dispositivos de violencia reparativa –en términos de María
Luisa Femenías–. Entonces, aquí es cómo queremos pensar en las rutas de género de
sus propias experiencias, de situarse dentro del enclave, pues pareciera en esta mono-
polización de las actividades productivas que lo que se tiene asegurado es el empleo y
el salario, marcado de manera diferenciada en sus vivencias y visible en las tensiones
entre el deseo e insatisfacción que se resuelve en la sexualidad y la flexibilidad del
parentesco, desplazar la disputa de jerarquía y poder al ámbito del parentesco.

Mandatos de género a contra-espejo:


asimetría de exigencias y privilegios

Para esta investigación se entenderá como mandatos de género, siguiendo a Volio


(2011):

Una socialización basada en naturalizar y justificar la desigualdad de la diferencia sexual


entre mujeres y hombres, y de recibir mandatos que afectan la división sexual del trabajo.
Las mujeres, en virtud de lo anterior, construyen su identidad alrededor del cuidado y del
bienestar colectivo; son definidas por el sistema patriarcal –y esto define sus circunstan-
cias vitales– “como-seres-para-los-otros”, estructuradas por la sexualidad, el trabajo y
la subjetividad enajenadas, para dar vida, sentido y cuidado a otros (Lagarde, 2000: 45
citada en Volio, 2011: 189).

Al mismo tiempo, escribiendo desde la masculinidad, Guillermo Núñez no habla de


mandatos de género, sino desde la teoría queer, define un régimen sexo/género que se
caracteriza por políticas de identidad del patriarcado que sitúan y normalizan la ecua-
ción macho biológico=masculinidad=heterosexualidad, de donde emergen prácticas
y relaciones androcéntricas y heterosexuales (Núñez, 2007: 36), que se traducen en
éticas y estéticas de los ideales de la masculinidad, estableciendo parámetros locales
e históricos del imaginario individual y colectivo sobre la hombría, que, puestos en
práctica, las exigencias representan significados y valores socialmente apremiados o
reconocidos como masculinos. Sin embargo, esta noción alude a una valencia moral,
pero consideramos que el concepto de Lagarde implica la sumisión de la mujer y del
hombre, obligados a cumplir dichas exigencias de género. La feminización es un
proceso de transgresión de los marcos laborales.
Sin embargo, como parte de la fuerza argumentativa de este texto, consideramos
que los mandatos de la masculinidad tienen una ambigüedad: por un lado, es una
Trabajar en el desierto sudcaliforniano: miradas de género... 123

investidura, el hombre está investido del ser hombre como privilegio, pero, por otro
lado, hay una imposición, condiciones para mantener esa investidura, una duplicidad,
una ambigüedad (un sometimiento) que no queda tan claro en todo momento y unas
pautas de socialización en el trabajo y la casa, porque se vive como privilegio y se
normaliza.
Los regímenes o exigencias masculinas de acuerdo con el contexto sociohistórico
en el que se sitúan los sujetos (virilidad, negar emociones/afectaciones, mostrar y
habitar una insensibilidad como manera de posicionarse en su vida cotidiana como
muestra de control) aparecen como expresiones necesarias de aparecer en tanto que
hay una ruptura con otros mandatos claves como el ser proveedor.
Lo que para la mujer es un mandato de género implica una condición de privile-
gio para el hombre. Dichos privilegios se traducen en mandatos si y sólo si hay una
exigencia y condición de feminización o subordinación frente a otros hombres o en
condiciones de igualdad con mujeres (por ejemplo, se apropian de otras prácticas
que rebasan sus mandatos), implicando la emergencia de manifestaciones y valores
exigidos de probarse hombre: desde la virilidad y el deseo sexual, del ser padre, etc.
Pero resaltamos que estos dependen a una (de)condición de privilegio, que implica
gozar el cumplimiento del mandato de la mujer.
Los mandatos de género producen violencia cuando son alterados en espacios
laborales tradicionalmente masculinos, en violencias directas, dada la presencia de
mujeres al cumplir sus propios mandatos de género, ocupando espacios tradicional-
mente asignados a varones. Emerge así una violencia reparadora que es la reivindi-
cación que hacen los hombres, por tratar de vigorizar sus puestos y sus privilegios,
aumentando la violencia focalizada hacia las mujeres:

Cuanto más laxo y permeable es el ascenso de las mujeres y los feminizados [varones
que ocupan trabajos desvaluados al aparecer la presencia femenina] a lugares más equi-
tativos o jerárquicamente valorados, tanta más violencia a los individuos singulares;
defensores tácitos y portavoces de la “masculinidad hegemónica” perdida o en vías de
perderse (Femenías, 2011: 98).

La violencia reparatoria lo es en tanto que alude a una violencia física y simbólica que
busca reparar ¿qué?: la masculinidad perdida, del mandato de jerarquía de poder que
se pierde ante la presencia femenina, ante su feminización. Por otra parte, Femenías
sugiere entender la violencia de hombres feminizados, como “violencia reparatoria”,
en tanto que buscan el orden jerárquico natural desafiado por los cambios orden eco-
nómico (Femenías, 2011: 98).
124 Patricia Torres M. y Sergio Gallardo G.

Reflexiones finales

Bajo esta perspectiva, a la luz de las narrativas de casos, consideramos que sólo cuan-
do el entorno cuestiona la masculinidad se genera la especificidad o visibilidad del
mandato masculino. La masculinidad se reconoce a través de la violencia; es en sí una
estructura, un sistema sexo-género específico que se entrelaza en otras violencias; en
este caso, es la violencia económica la que genera o resalta ciertos mandatos o exigen-
cias al varón ya sea como proveedor, como esposo, padre, etc. La lógica económica
va marcando estas rutas de género en sus narrativas, sus inscripciones y prácticas de
ejercer su masculinidad y feminidad.
La fragilidad de la masculinidad radica en su dependencia de los mandatos de gé-
nero femeninos. Si la mujer los cumple, sigue sin tener valencias positivas para ella,
sólo si el hombre cumple las suyas. Los mandatos masculinos, pues, se cumplen en
función y valiéndose de las prácticas sociales de lo femenino. De ahí que aparezca la
violencia ante la ausencia de poder.
Para el ejercicio realizado, será de interés acercarnos al trabajo de Teresa Valdés
(1988) sobre relatos de vida de mujeres en función de figuras masculinas, para presen-
tar de manera sintética los casos bajo una matriz de análisis y no desbordar el capítulo
en presentaciones de caso sino en evocaciones reflexivas sobre que elementos de su
trayectoria laboral nos hacen poder argumentar esta propuesta teórica de los man-
datos masculinos como valores y privilegios puestos en tensión/negados/frustrados.
Dejar en claro que ante dicha dificultad de cristalización subyace una base material
de su posibilidad.
De esta manera, queremos concluir que en los estudios feministas y de género
debemos de romper la “ilusión de simetría”: incluir a hombres y masculinidades en
un análisis de género no se puede hacer sin tener en cuenta la relación entre género y
poder (traducido en privilegios).
El género es una forma primaria de significar las relaciones de poder, como indica
Joan Scott sobre la interdependencia mutua entre diferencia e igualdad en las relacio-
nes de género (Scott, 1988: 38). Se trata de historizar el lugar de los hombres, pero
no por separado, pues pueden ocultar las divisiones de género y redificar su hegemo-
nía, así que esta narrativa comparativa nos ayuda a pensar la masculinidad no como
un fenómeno aislado de construcción exclusivamente entre varones, sino construida
también a través de procesos y relaciones de poder que se dan en negociación con
las mujeres.
La retórica de los costos de “cumplir con la masculinidad” enunciar que aun bajo
una serie de exigencias sociales y culturales, subyace un monopolio de los hombres
–socialmente construido– sobre ciertos instrumentos, saberes prácticos y dominios de
la vida social. Las consecuencias de los mandatos de la masculinidad, las diferencias
de clases, etnicidad y edad atraviesan la categoría de hombre que en última instancia
Trabajar en el desierto sudcaliforniano: miradas de género... 125

se benefician de las ganancias que tienen como grupo –asegurados por la sociedad
patriarcal– que obtienen de la subordinación de las mujeres.
El mandato de género de la mujer se traduce en privilegios masculinos, pero no
al revés: hay una dominación patriarcal que aunque asegura al hombre bajo una es-
tructura de género que también lo sujeta y violenta, ésta no se conduce o traduce en
privilegios hacia la mujer.
El estudio de las masculinidades deja entrever nuevas aristas para entender las
relaciones de género dentro del ámbito laboral y en contextos de movilidad, donde
los cambios y transformaciones tienen mayor repercusión en la manera en que los
varones cumplen sus mandatos de género, que ante su imposibilidad (emasculación,
humillación, discriminación, etc.) emergen diversos dispositivos de violencias para
“recuperar la hombría” (Femenías, 2011). La violencia masculina ocurre no ante la
ausencia de poder, sino ante su previa existencia y desvanecimiento.
El trabajo, la sexualidad y el derecho a un hogar son cuestiones centrales en las
identidades de los varones, no así de las mujeres; son referentes de masculinidad en
los que son socializados los varones en tanto que apelan a mandatos orientados a una
heteronormatividad como sistema sexo-genérico. Las incongruencias, imposibilida-
des o propias libertades tomadas por los varones y mujeres para romper o no cumplir
el mandato generan cambios significativos en las relaciones de género dentro de sus
espacios laborales, la vida doméstica y su propia sexualidad.

Referencias

Fuentes primarias

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tenida) federal de La Paz, marzo 2017 y en Cabo San Lucas, febrero 2018.
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Santa Rosalía el 29 de agosto del 2019.
Fernando, trabajador minero técnico químico de Michoacán, realizadas en Santa Ro-
salía el 25 de octubre del 2018 y el 18 de agosto del 2019.

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EXPLOTACIÓN SEXUAL EN LA ERA
DE LAS PLATAFORMAS DIGITALES

Patricia Ravelo Blancas


Sergio G. Sánchez Díaz

Introducción

En este trabajo se analizará la información sobre las formas en las que las redes de cri-
minales han reclutado a mujeres y menores de edad para fines de explotación sexual
a través del mundo virtual, cibernético, globalizado. Plantearemos algunas dimensio-
nes relevantes con relación a las plataformas digitales que destacan en esta era del
capitalismo (Canclini, 2018), desde las cuales se ha propiciado el tráfico sexual y la
precarización de sujetos. Reflexionaremos sobre el tráfico de mujeres y la violencia
sexogenérica reforzada por las llamadas “nuevas” tecnologías y el ciberespacio. Al
final, plantearemos algunas cuestiones en torno a este trabajo, con el fin de continuar
desarrollando futuras investigaciones, sin dejar de pensar en posibles soluciones a la
compleja cuestión de la explotación sexual y el tráfico de seres humanos, en este caso,
de mujeres, las cuales también son migrantes.

Violencia, violencia feminicida y comercio sexual

La violencia en esta etapa del capitalismo se caracteriza por los excesos en las formas
y modos de infligir sufrimiento y crueldad. El feminicidio es una muestra contundente
de ello. En efecto, el proceso de globalización de las décadas recientes, en particular
en el ámbito económico, incidió en una serie de cambios culturales en torno a las rela-
ciones humanas y sexogenéricas. Uno de esos cambios se observa en la manera como
son ahora reclutadas las mujeres y niñas para abastecer el mercado erótico-sexual. Es
130 Patricia Ravelo B. y Sergio G. Sánchez D.

a través del mundo cibernético que se comercializan sus cuerpos. Ellas primero son
engañadas por los tratantes de mujeres, y enseguida son forzadas a prostituirse y a
vivir en condiciones de precariedad económica y moral-afectiva. Ellas son forzadas a
vender sus cuerpos durante extenuantes jornadas de trabajo. Son esclavas modernas
de redes del crimen organizado, que muchas veces tienen vínculos y acuerdos con
sectores gubernamentales y con el sistema capitalista en su conjunto.
La tecnología es una herramienta que sirve para que el Estado-Nación organice la
expansión global y los propietarios de este capital obtengan millonarias ganancias,
como ocurre en el mercado erótico-sexual. Sean bailarinas, escorts, ficheras o pros-
titutas, ellas contribuyen a la economía global, porque están atrapadas en redes de
trata de personas para ser sometidas y explotadas sexualmente, redes que, es preciso
decirlo enfáticamente, son trasnacionales.
La globalización económica ha afectado la capacidad de los Estados-Nación para
sostener lo que conocemos como “el Estado de derecho”, el cual constituiría una
barrera para aminorar al menos los problemas de violencia de género, entre ellos, el
de la trata de mujeres o el del feminicidio. Los principios establecidos en las consti-
tuciones, en las leyes, en los códigos (los cuales, desde luego, no son perfectos), son
hechos a un lado por los cárteles, por las redes del crimen organizado, incluso por
los Estados y sectores de la ciudadanía, aumentando la inseguridad y la delincuencia,
contribuyendo a la desigualdad social y al delito, entre ellos, los crímenes (Weissman,
2011).
Las políticas globales han desencadenados distintos paradigmas que coinciden en
reconocer que la rivalidad entre las superpotencias continua e, incluso, se exacerba.
Los conflictos entre esas superpotencias (Estados Unidos, China, Rusia) ya no sólo se
explican a partir de criterios económicos, sino por cuestiones culturales. Los Estado-
Nación pierden autoridad, se debilitan, intensificándose los conflictos entre naciones,
grupos étnicos y religiosos. Ante las migraciones cada vez más masivas, ante los mi-
llones de desplazados de manera forzada o que buscan asilo en otros países huyendo
de la violencia de los cárteles y del crimen organizado, se recrudece la xenofobia y
el racismo, el peligro de guerra nuclear está presente, el terrorismo, las masacres,
las llamadas limpiezas étnicas, se encuentran muy extendidas, mientras el fascismo
vuelve a levantar la cabeza en Europa y Estados Unidos, aunque no sólo ahí (López,
Uribe y Vázquez, 2005).
La globalización contemporánea ha profundizado la división internacional del
trabajo. Las mercancías se elaboran en distintos países, los procesos de trabajo se
dispersaron por el mundo, debilitando la organización sindical de los trabajadores.
La industria que produce placer, erotismo, libido, lujuria, éxtasis y otras manifesta-
ciones afectivo-culturales-sexuales, en esta época de globalización, se cotizan alto en
el mercado transnacional, más si son acompañadas de violencia y de actos sádicos.
Valencia (2012) visualiza esto en lo que llama capitalismo gore, caracterizado
por la producción y consumo de cuerpos desechables que corresponden a grupos
Explotación sexual en la era de las plataformas digitales 131

poblacionales de migrantes, niñas y mujeres, principalmente, tratados como escoria.


Una vez que son usados por las redes del crimen organizado, son exterminados de
las formas más burdas y crueles, ejerciendo un profundo odio misógino. Sus cuerpos,
mutilados y desfigurados, son exhibidos públicamente, de manera grotesca y obscena.
Valencia (2012) sugiere la categoría de “necroempoderamiento”, porque a través
de prácticas violentas, perversas y rentables dentro de las lógicas de la economía
capitalista, “los cuerpos son concebidos como productos de intercambio que alteran
y rompen el proceso de producción del capital”, ya que adoptan una “mercancía en-
carnada literalmente por el cuerpo y la vida humana, a través de técnicas de violencia
extrema como el secuestro, la venta de órganos humanos, la tortura, el asesinato por
encargo, etcétera” (2012: 84).
Jean Franco pone el acento en la crueldad que se manifiesta en la época moderna,
particularmente la que está ligada a la globalización, a la era digital. Muchos kaibiles,
por ejemplo, tienen sus métodos de crueldad en Internet, sus publicaciones incluyen
videos de entrenamiento y, en su momento, generaron respuestas de jóvenes latino-
americanos que deseaban unírseles (2016: 141).
Un precursor del análisis de estas problemáticas sin duda lo fue Fromm (2003),
quien planteó que en la humanidad se encuentran fuertemente arraigados los impulsos
de destrucción (de sadismo) y autodestrucción (el masoquismo), se trata de “sacarle
los ojos y el corazón” a los otros, en particular a los más vulnerables, las mujeres, los
niños y niñas, los pobres, los cuales pueden asumir ese papel de sumisión, aunque es
justo decir que también existe el proceso contrario, los sujetos también se oponen a
estos procesos y en los hechos luchan por una vida digna, una vida mejor, etcétera.
La forma extrema de crueldad se exacerba en esta época del capitalismo global por
lo antes expuesto, donde los cuerpos y las sexualidades de las y los humanos se con-
vierten en mercancías de una economía sustentada en buena medida en la violencia
y la muerte. Pareciera que es este un sistema que ya es incapaz de preservar la vida,
la salud, el buen vivir de la humanidad. Por el contrario, este sistema fomenta una
ideología y una moral gore (sanguinaria), donde el sentido de causar sufrimiento y
destrucción se acompaña de violencia, precarización, cinismo y burla, no sólo de los
perpetradores, sino del sistema globalizado.
La violencia feminicida en esta época alcanza grados muy altos de crueldad y tor-
tura. En el libro Topología de la violencia, Han se refiere a esta violencia de la tortura
como una violencia del sacrificio, de la sangre, de la venganza, de los celos. Esta
violencia es macrofísica y más sutil en las sociedades modernas. Al interiorizarse se
hace más psíquica; según Han, se invisibiliza, “Se desmarca cada vez más la negati-
vidad del otro o del enemigo y se dirige a uno mismo” (2016: 11). Los perpetradores
pueden estar experimentando esta crueldad en su interior de una manera reversible,
se la autoaplican en forma de goce, y con ello tal vez hay un borramiento de la tor-
tura, que sería la evidencia visible. Pero en esos momentos tal vez ellos entren en un
132 Patricia Ravelo B. y Sergio G. Sánchez D.

estado mental donde hay un autoengaño, pues no son conscientes del mal, aunque no
dudamos de que haya destellos de sufrimiento.
La violencia feminicida no es nueva, sabemos que existe desde hace muchos años.
En América Latina hay muchas formas de esclavitud sexual de mujeres. Por ejemplo,
está documentado que mujeres colombianas viajan a Europa y ejercen la prostitución,
supuestamente por cuenta propia (Hurtado, 2009), pero no se considera que ellas son
obligadas estructuralmente a esta práctica y a la explotación sexual, debido a la pre-
cariedad de las condiciones de vida y de trabajo que tienen en sus países de origen.
En México son conocidos los casos de esclavitud sexual de mujeres. Se encuentran
casos muy arraigados en comunidades como las de Tlaxcala, donde se acepta y se
lleva a cabo el tráfico de mujeres, sin ningún cuestionamiento por parte de pobladores
y autoridades, incluso es bien visto el papel de los hombres, conocidos popularmente
como padrotes, porque este tipo de prácticas realmente son culturales.1 Ese es uno de
los casos más conocidos, pero en todas las ciudades del país, incluida la progresista
Ciudad de México, existen la prostitución y la explotación sexual. En esta ciudad, en
zonas comerciales como La Merced y otras más, actúan redes de prostitución. Aquí
se encuentra gente joven que proviene de otros estados del país y de otros países,
siendo muchas de estas mujeres migrantes pobres que buscan una “vida mejor”, gente
vulnerable, pobre, expuesta a las peores crueldades que se puedan imaginar.
No nos extenderemos más sobre esta situación. Diremos que en meses recientes
se ha difundido en México la situación de mujeres que provienen de Sudamérica que
han caído en estas redes y han sido asesinadas en diversos puntos del país, sobre todo,
en la Ciudad de México, el Estado de México, y Puebla, colindante con la Ciudad de
México.
Ellas eran originarias de Sudamérica, Venezuela, Colombia, Argentina y Uruguay,
según ha documentado la prensa. Advertimos que no incluimos en esta reflexión la to-
talidad de los crímenes de mujeres que ejercen la prostitución en México. Asesinatos
que, desde luego, tampoco son nuevos, pues sabemos que han ocurrido reiteradamen-
te en los últimos años de este siglo, en lugares como la Ciudad de México, Estado de
México, Puebla y Cancún.2
Por supuesto, tampoco incluimos aquí los crímenes de odio hacia miembros de
las comunidades gay, lésbicas, transexuales y transgénero, los cuales también son de
larga data. Son crímenes de odio homofóbico y lesbofóbicos que continúan dándose
en el mundo y el país.

1 Son figuras masculinas encarnadas en hombres de estas comunidades a los que por tradición las niñas

y las mujeres jóvenes son entregadas por sus familias, o incluso ellas mismas los buscan, para ser mercan-
tilizadas en redes locales, nacionales e internacionales. Véase Hernández (2015).
2 Véase el libro de Lydia Cacho Esclavas del poder. Un viaje al corazón de la trata sexual de niñas y

mujeres en el mundo (2013), donde destaca la prostitución forzada y las sistemáticas violaciones sexuales
en redes nacionales e internacionales.
Explotación sexual en la era de las plataformas digitales 133

Para concluir esta introducción, debemos advertir que esta situación no es fatal,
que de hecho hay fuerzas importantes que se oponen a este capitalismo depredador
y que buscan su cambio en otros frentes, como los de la corrupción, la explotación
desmedida de la fuerza de trabajo, la impunidad, y en México podríamos estar vi-
viendo un cambio progresista a partir del resultado de las elecciones presidenciales
del primero de julio de 2018. Más abajo retomamos esta cuestión, así sea de manera
muy general.

Capitalismo electrónico-informativo
y dimensiones cibernéticas en el tráfico de mujeres

En la actualidad se desarrolla un capitalismo electrónico-informático (Canclini, 2018),


donde las redes sociales están formadas por personas, robots, empresas, consumido-
res y usuarios. Los productos pueden ser virtuales, estar desencarnados, e igualmente
pueden ser encarnados. El poder y la hegemonía de este capitalismo está en manos de
pocas corporaciones como Google y YouTube, que son la misma empresa. Ahora el
comercio cibernético se expande entre estas redes, orientando los consumos, deseos
y necesidades de la humanidad, respondiendo a los intereses privados y públicos, en
el sentido de difundir datos, información, imágenes, símbolos y productos diversos,
como los sexuales. En estas redes sociales se encuentran poblaciones de todo el mun-
do, de todas las edades y culturas, esclavizadas en este comercio cibernético.
Las dimensiones que detectamos en la exploración realizada en las plataformas
digitales son las siguientes:

1) Espacios cibernéticos donde las mujeres se registran virtualmente para anunciar


sus “servicios sexuales”, como es el caso de ZonaDivas.com, al cual nos referimos
en este ensayo.
2) Sitios electrónicos que anuncian ofertas atractivas de empleo falsos para mujeres
jóvenes, donde les ofrecen trabajo de artistas, modelos y edecanes, principalmen-
te.3
3) Sitios electrónicos donde actúan redes de proxenetas que envían mensajes y solici-
tudes de amistad a las cuentas virtuales de mujeres, la mayoría de ellas menores de
edad, quienes son sentimentalmente engañadas por personas que de manera digital
cambian su identidad.4

3 Como ocurre, por ejemplo, en Ciudad Juárez, en donde desaparecen y son asesinadas mujeres y niñas

desde 1993. Véase el artículo periodístico de Luz del Carmen Sosa, “Alertan por ofertas de empleo en
redes de trata de persona”, El Diario, http://diario.mx/Local/2016-06-09_f393ff87/alertan-por-ofertas-de-
empleo-en-redes-para-trata-de-personas/ (consultado el 8 de abril de 2018).
4 Erica Fink y Laurie Segall, CNN, “Los proxenetas usan las redes sociales para reclutar esclavas se-

xuales”, http://cnnespanol.cnn.com/2013/02/27/los-proxenetas-usan-las-redes-sociales-para-reclutar-escla
vas-sexuales/ (consultado el 28 de marzo de 2018).
134 Patricia Ravelo B. y Sergio G. Sánchez D.

4) Falsos ofrecimientos de dinero en cuentas personales de mujeres embarazadas


muy pobres que no tienen recursos para llevar a cabo sus partos, las cuales son
engañadas para traficar con los recién nacidos.5
5) Comunicaciones virtuales de carácter sexual, entre jóvenes, donde se usa un len-
guaje que denigra, humilla y ofende, así como la difusión de prácticas de Sexting.6
6) Sitios Web de pornografía sádica (sexo violento), donde son exhibidas mujeres que
son torturadas sexualmente con crueldad y muerte violenta (Russell, 1993).
7) Las Influencer, que son figuras creadas virtualmente sobre alguien que tiene una
popular influencia en redes sociales.7
8) Páginas en Internet de Sex Shops donde son comercializadas muñecas de tamaño
natural que representan mujeres golpeadas como juguetes sexuales para llevar a
cabo prácticas sádicas.8

Por cuestiones de espacio y debido a la gravedad de feminicidios contra mujeres


migrantes sudamericanas, en adelante sólo nos referiremos al primer punto.

Espacios cibernéticos donde las mujeres se registran virtualmente


para anunciar sus servicios sexuales. Caso ZonaDivas.com9

Entre 2016 y 2018 se han contabilizado 11 crímenes de las llamadas escorts (an-
glicismo que se usa en países de habla hispana para referirse a las mujeres que son

5 Una bebé sustraída del vientre de su madre en Veracruz fue nombrada Jenny del Milagro, al ser

rescatada con vida después de ser asesinada su madre y entregada a sus abuelos. Por la Redacción, en Sin
embargo, https://www.sinembargo.mx/11-04-2018/3406597 (consultado el 15 de abril de 2018).
6 Estas prácticas sociales se producen generalmente entre grupos de jóvenes, e incluso menores de edad

que apenas cursan la educación básica, quienes se intercambian su pack, o sea su paquete de fotos, donde
exhiben sus cuerpos en espacios diversos incluidos los de la intimidad. Por lo general, se les solicitan estas
imágenes a mujeres, la mayoría menores de edad, quienes a través de celulares o de otros espacios ciber-
néticos reciben estas solicitudes de hombres mayores que ellas (Pérez, 2018).
7 Tal es el caso de Keylanny Boo, famosa “instagramer”, quien estaba vinculada a redes del narcotráfico

en la Ciudad de México, al igual que su padre, en cuyas fotos aparece exhibiendo armas, y fue asesinada el
16 de julio de 2019. https://www.la-prensa.com.mx/policiaca/la-muerte-de-keylanny-boo-al-parecer-fue-
por-intentar-extorsionar-a-un-diputado-4001550.html (consultado el 13 de septiembre de 2019).
8 Seguir a Winter Claire, Facebook: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=1021342166387073

7&set=pcb.10213421668070842&type=3&__tn__=HH-R&eid=ARCjWGbyfwMoIUpdb6pRYk2MTfw
zxsLSNcorBXEBuLsERJ98Hq_car7dbTdruAG4IctkEVb6GqxlTf7f (consultado el 20 de abril de 2018).
9 El aviso legal de este portal regulaba el “uso voluntario y libre” de usuarios, en el cual se incluía un

inciso referido al delito de trata de personas. En el portal también se decía que era un portal “serio” y de
los más visitados del país (México) y tenía un vínculo de Skype con la escort de más ranking. Este portal
fue cerrado en abril de 2018, después de que la administradora del mismo fue detenida en un operativo de
inteligencia cibernética de la Procuraduría General de Justicia la República porque su uso estaba supues-
tamente vinculado con la trata de personas. En ese operativo fueron rescatadas 18 jóvenes de diferentes
nacionalidades de Centro y Sudamérica (Laura Jiménez y Sandra Hernández, “Cierran página de ZonaDi-
vas”, periódico El Universal, sec. Metrópoli, C1, 21 de abril de 2018).
Explotación sexual en la era de las plataformas digitales 135

“acompañantes”, pero que realmente llevan a cabo labores sexuales y de prostitución)


en México.10
Desde luego, es una cifra aproximada de este tipo de crímenes, y es el dato que
manejan algunos periodistas que escriben en diarios electrónicos, como es el caso de
Carlos Pineda, periodista de Cultura Colectiva, quien además ha precisado que en los
últimos ocho meses de 2017 y los primeros tres meses de 2018 fueron seis las escorts
asesinadas, casi todas en el llamado “centro” del país, hecho que “prendió la alerta”
en este sector, según indica el mismo reportero.11
Aquí es donde vemos un aspecto del uso positivo de las llamadas redes sociales
para el problema del feminicidio de escorts: la rápida difusión de estos crímenes a tra-
vés de redes como Facebook y Twitter, principalmente. Es decir, ahora la información
circula muy aceleradamente por Internet de manera más amplia entre las redes socia-
les. En pocas horas se conocen desapariciones o crímenes, siempre y cuando alguien
“suba” la información a las redes. Ya veremos otros usos de las redes que influyen en
los feminicidios, pero en un sentido negativo, pues permite enganchar a las mujeres
y esclavizarlas para actividades sexuales a través de lo que se denomina Red de trata.

El “enganche” en la red de trata de “sexoservicio” transnacional

Tenemos poca información del proceso de enganche (cooptación) de estas mujeres en


una red de trata para la explotación sexual. Sólo contamos con referencias aisladas,
a través de reportajes en algunos medios de comunicación, como el mencionado, o
por los reportajes de Héctor de Mauleón, en el periódico de circulación nacional El
Universal. Hasta donde alcanzamos a saber, la mayoría de las mujeres de Sudamérica
que son “enganchadas”, lo son a través de las redes sociales. De Mauleón reproduce
un anuncio en las redes que dice: “Solicitamos chicas atractivas para trabajar como
edecanes, presentadoras, modelos, conductoras a nivel internacional”.

10 Los casos más relevantes son los de las escorts que se anunciaban en ZonaDivas, las cuales fueron

asesinadas en 2018, como Génesis Uliannis, modelo venezolana de 24 años, quien apareció torturada en
un hotel de la Ciudad de México; Karen Ailén, argentina de 23, quien tenía un año de vivir en México y
fue asesinada con arma de fuego, y Keny Finol, venezolana de 26 años, quien se anunciaba como “la mu-
ñequita más kara de la vitrina”, que fue violada, desfigurada del rostro, asesinada y tirada en la vía pública
en Ecatepec (Estado de México), entre otras escorts. En 2019 han continuado estos asesinatos, como son
los casos de la colombiana Laura Cristina, de 31 años, y la uruguaya Fatimih Dávila (Gustavo Pineda,
“El feminicidio de Karen Ailén, otra modelo asesinada en México”, 3 de enero de 2018, https://news.
culturacolectiva.com/mexico/asesinan-a-modelo-karen-ailen-en-mexico-detienen-actor-por-presunto-
feminicidio/, consultado el 20 de abril de 2018. Daniel Shoer, “Joven venezolana que anunciaba servicios
sexuales es violada, desfigurada y asesinada en México”, https://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/
america-latina/venezuela-es/article203129459.html, consultado el 19 de abril de 2018. “Torturadas, viola-
das y desfiguradas, las 7 ‘edecanes VIP’ asesinadas en México”, https://elmanana.com.mx/torturadas-vio-
ladas-y-desfiguradas-las-7-edecanes-vip-asesinadas-en-mexico/, consultado el 13 de septiembre de 2019).
11 Véase, Cultura Colectiva, 2 de marzo del 2018.
136 Patricia Ravelo B. y Sergio G. Sánchez D.

Podemos pensar que de esa manera se establece el contacto con la mujer, casi
siempre joven, para acordar su traslado hacia México. Toda la información indica
que estas mujeres se encuentran en situación de pobreza o, incluso, de pobreza ex-
trema, por lo que aceptan embarcarse en esta arriesgada aventura. Esa condición
indica que estas mujeres son, además, vulnerables, es decir, que se encuentran des-
provistas de alguna defensa y protección. La familia no parece intervenir, tampoco
alguna “pareja” que pudiese salir en su defensa. Parecen desconocer los riesgos que
estas “convocatorias” implican, sin descartar que pudiera haber en ellas cierto espí-
ritu “aventurero”, por decirlo de alguna manera, pues ante la pobreza y las carencias
puede existir el ánimo de “aventurarse” en busca de un destino mejor en otro país,
en este caso, México. Pero, sin duda, lo que prevalece es la situación de pobreza que
empuja a estas mujeres en busca de “una vida mejor”.
El mismo comunicador, Héctor de Mauleón, ofrece pistas en sus entrevistas a
mujeres que han estado en estas redes de trata trasnacionales, de cómo estas redes,
aunque “clandestinas”, en realidad son avaladas y protegidas por autoridades, en
particular las llamadas “autoridades de migración”, sobre todo las mexicanas, sin
descartar la participación de las autoridades migratorias en los países de origen de
estas mujeres.
En el artículo de El Universal, del 9 de abril de 2018, De Mauleón indica claramen-
te cómo hay un evidente contubernio entre esas autoridades y aquellos que confor-
man la red de trata. Desde que arriban a México, las mujeres ya tienen instrucciones
precisas para superar las barreras aduanales e internarse en el país. Ellas saben que
deben vestirse de cierta manera para ser reconocidas por los agentes de migración;
deben ubicarse en el aeropuerto de la Ciudad de México en determinado módulo de
migración, donde un agente que es parte de la red debe de revisar su pasaporte. Esto
garantiza que no haya ningún problema para que la joven mujer ingrese al país, pro-
bablemente con un pasaporte de turista o con un permiso de estancia de seis meses.
Al ser trasladadas a un departamento por los integrantes de la red, es cuando em-
pieza la pesadilla para estas mujeres, como puede leerse en los reportajes de Héctor de
Mauleón. Es entonces que estos hombres y mujeres que integran la red les anuncian a
las jóvenes mujeres recién arribadas al país las condiciones para trabajar en México,
no son precisamente las que les habían planteado para atraerlas: como modelos, ede-
canes o escorts, sino como prostitutas, como veremos enseguida.

En la compleja red transnacional


de trata de “sexoservidoras” (escorts)

Esas condiciones significan, claramente, la sujeción casi total de ellas a la red, su


esclavitud. Entregan sus pasaportes a los miembros de la red y, por boca de ellos,
es que conocen las condiciones en que tendrán que trabajar sexualmente. Deberán
Explotación sexual en la era de las plataformas digitales 137

llevar a cabo un número determinado de “servicios” sexuales. Los costos del “servi-
cio sexual” varían mucho, pero, según los testimonios de las mujeres entrevistadas
por De Mauleón, por hora suelen cobrar unos 2,500 pesos, en promedio. Claro, si el
“servicio” dura más horas o si se incluyen servicios más “sofisticados” por parte de
estas mujeres (como el sexo anal o el sexo en grupo), el costo del sexoservicio subirá
proporcionalmente, todo depende del uso de sus cuerpos, o sea, de esta fuerza de
trabajo prostituida por sujetos ávidos de este “servicio”.12
Pero eso no es lo peor. Lo infame es que ellas quedan obligadas a dar una parte
importante de su trabajo a la red, para ir pagando su boleto de avión, la habitación en
la que vivirán (casi siempre compartida con un buen número de mujeres jóvenes que
han llegado al país a través de la red), el alimento, y para pagar el contrato que van a
llevar a cabo con algún sitio de internet en el cual ofrecerán sus servicios.13
Aquí es donde, de nuevo, aparecen las redes sociales en torno al trabajo de escla-
vitud sexual de estas mujeres. Como parte del trabajo que van a realizar, ellas serán
obligadas a promocionarse en las redes. Para ello, hay que pagar fotógrafo, ropa y la
página electrónica en la que se anunciarán, una renta mensual, alimentos, todo ello
de manera forzada.14
Al final de cuentas, estas mujeres, “enganchadas” a través de las “redes sociales”,
serán “sobreexplotadas” por la red de trata, viéndose obligadas a entregar una pro-
porción muy alta de sus “ingresos”. Algunas han manifestado que realizan varios
“servicios” al día, cobrando, en promedio, de 2,500 a 3,000 pesos la hora de servicio.
Ellas retendrán, si acaso, una cuarta parte del total de esos “ingresos”, lo demás se lo
queda la red de trata, para cubrir los supuestos adeudos que contrajeron estas mujeres
en su desplazamiento por la red, hasta llegar a algún departamento de la Ciudad de
México, donde, además, vivirán hacinadas con otras mujeres, igualmente obligadas
a prostituirse.

12 Casualmente, a principios de diciembre de 2018, al abordar un taxi en Cuernavaca, Morelos (Méxi-

co), el taxista nos comentó que el día anterior había llevado a una escort que se anunciaba en ZonaDivas.
com a un lugar para dar este servicio a un grupo de funcionarios del gobierno de ese estado. Ella le dijo
que le iban a pagar 20 mil pesos y le dejó su número de celular para que se lo diera a posibles clientes, a
quienes les cobraría 2,500 pesos por sus servicios sexuales.
13 Ellas adquieren una deuda de hasta 300 mil pesos (Davis Fuentes, “Engañan a escorts con viviendas

de lujo”, periódico El Universal, sec. Metrópoli, C1, 21 de abril de 2018).


14 Esta deuda de 300 mil pesos incluye además clases de maquillaje, pasarela, actuación, un depósito

de 12 mil pesos para tener acceso al supuesto departamento de lujo; además, les cobran hasta 50 mil pesos
por la sesión fotográfica, retoques y la promoción en la página electrónica (ZonaDivas.com), con todo y
su cartera de clientes, que son más de un millón de personas suscritas que pagan una cuota mensual para
el servicio que se denomina “Platino” (David Fuentes, periódico El Universal, sec. Metrópoli, C1, 21 de
abril de 2018).
138 Patricia Ravelo B. y Sergio G. Sánchez D.

La autodefensa de “sexoservidoras” ante el riesgo de ser asesinadas.


La experiencia de las redes sociales en la CDMX

Mientras en el feminismo académico militante actual se debate sobre si se lucha por


la legalización del “sexoservicio” o no, han sido las propias mujeres que ejercen
la prostitución, y algunos hombres (es justo decirlo) quienes emprendieron algunas
medidas para protegerse del riesgo que existe para ellas en las redes sociales ante
probables feminicidas.
Hace ya bastantes años surgieron en las redes sociales sitios en los que las mismas
“sexoservidoras” podían subir evidencias de acosos y hostigamientos a través de men-
sajes en esas redes. Por ejemplo, en Twitter, una de las redes sociales más populares
en la actualidad, aparecieron, entre otros, los hashtag #alertadivasdf y #alertaescorts.
En estos sitios, las “sexoservidoras” empezaron a subir información sobre individuos
que las han acosado, luego de que éstos las han contactado en los sitios donde ellas
anuncian sus servicios, muchas veces el mismo Twitter o Facebook, sobre todo en el
primero, que es un sitio mucho más abierto a este tipo de publicidad, pues les permite,
sin censura, subir sus datos, fotos y videos relacionados con sus actividades laborales,
consideradas así por ellas, como “sexoservicio”. Es común encontrar en estos sitios
una amplia gama de productos relacionados con el “sexoservicio”, por ejemplo los
videos pornográficos y las fotos fijas, buscando atraer al público para el alquiler de
su fuerza de trabajo sexual.15
Evidentemente, aquí nos estamos refiriendo a prostitutas que trabajan por su cuen-
ta; si acaso, se trata de algún grupo de ellas que se conocen por haber trabajado
conjuntamente en alguna “casa de citas”. No se trata de esclavas sexuales sujetas a
una red de trata.
Es evidente que desde hace años muchas de estas “sexoservidoras” se instalaron en
estas redes, en particular el Twitter, sin que abandonasen completamente los primeros
espacios de internet donde se empezaron a anunciar en las páginas personales de ellas,
las cuales “abrían” a través de gente especializada en ello.
Se puede observar en los hashtag mencionados que las “sexoservidoras” indican
números de celulares y hasta fotos de los individuos que las acosan y hostigan; en las
modalidades diversas de ese acoso, también hay denuncias de robos y hasta agresio-
nes físicas que ellas han vivido. También se muestran fotografías de los diálogos en
los llamados chats, entre ellas y los acosadores, donde se evidencian los insultos que
ellas reciben de estos individuos.

15 Sabemos que el debate de posturas sobre la regulación y la prohibición de la prostitución no ha

concluido. Nuestra postura, por lo pronto, es que, en tanto desaparece la prostitución por la denigración
que representa para las mujeres, reconocemos que la mayoría de ellas se ven obligadas a trabajar como
“sexoservidoras” por necesidades económicas; por ello la consideramos, al igual que ellas, como una
actividad laboral, puesto que les permite obtener ingresos para su subsistencia. Esto obliga al Estado y a
la sociedad a crear medidas de protección por los riesgos que esta actividad implica, incluida la sanción
a las redes de trata.
Explotación sexual en la era de las plataformas digitales 139

Sobresalen los chats en redes muy populares, como el WhatsApp, en donde es muy
fácil y rápido que la gente entre en contacto. Como sabemos, este tipo de contactos
también se llevan a través del Facebook. Ahí se difunden fotos y el tipo de servicios
sexuales que estas mujeres ofertan; igualmente pueden verse los costos por hora de
esos servicios.

El escape de las “sexoservidoras” de la red de trata


y la intervención de la justicia

Además de esa especie de red de solidaridad entre ellas y algunos individuos invo-
lucrados en actividades vinculadas a las de “sexoservicio” (hombres que, sin ser,
aparentemente, miembros de la red de trata, organizan fiestas donde estas mujeres
ejercen sus actividades), quienes cobraron conciencia del riesgo en que estas mujeres
se encontraban y decidieron apoyarlas en sus denuncias en las diversas plataformas
digitales, tenemos que comentar aquí la participación de algunos organismos del Es-
tado mexicano en el combate a la trata y las redes que la manejan a nivel trasnacional.
En efecto, su intervención es en busca de la aplicación de la ley y de la procura-
ción de justicia para las mujeres atrapadas en la red de trata. Al respecto, debemos de
señalar que desde el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012), del Partido de Acción
Nacional (partido de derecha, podríamos incluso ubicarlo como de ultraderecha), se
recuperó una ley anterior y se expidió la Ley General para Prevenir, Sancionar y Erra-
dicar los Delitos en Materia de Trata de Personas y Para la Protección y Asistencia a
las Víctimas de Estos Delitos, la cual fue publicada el 14 de junio de 2012. Esta ley
fue reformada el 18 de enero de 2018, durante el gobierno de Enrique Peña Nieto,
del Partido Revolucionario Institucional (ya desde hace décadas transformado en un
partido de derecha, abiertamente inclinado al neoliberalismo).
En general, esta ley, de extenso nombre, permite tipificar el delito de trata por
motivos sexuales o debido a la explotación laboral que significa, estableciendo sus
principales elementos, y le brinda un marco a la autoridad judicial para intervenir,
brindando protección a las víctimas y respetando sus derechos humanos al momento
de ser rescatadas y deportadas a su país de origen.
No detallaremos este instrumento legal, el cual constituyó un paso importante
para enfrentar este delito, el cual, como hemos visto, se ha extendido ampliamente
en México. Pero ha sido sólo un paso. Como sabemos, uno de los problemas de la
impartición de justicia en México es que cuenta con muchas y magníficas leyes para
prevenir y sancionar casi todos los delitos que en él se cometen, la cuestión es que
son leyes que no se aplican, los aparatos de impartición y administración de justicia:
ministerios públicos, procuradurías, agentes federales, municipales y estatales, y, en
general, el poder judicial, todos ellos, son muchas veces incapaces de aplicar y hacer
respetar las leyes, o están rebasados por tanto procedimiento penal que tienen que
140 Patricia Ravelo B. y Sergio G. Sánchez D.

atender diariamente, sin dejar de mencionar que muchos funcionarios y cuerpos po-
liciacos están penetrados por el crimen organizado.
Otro organismo muy importante en la prevención de este delito de trata de perso-
nas lo constituye la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y sus instancias
a nivel estatal. Debemos decir que este organismo autónomo del Estado mexicano
viene cumpliendo con sus atribuciones para intervenir en la vida pública del país para
señalar problemas de violaciones graves a los derechos humanos por parte de diver-
sos actores sociales, incluyendo el mismo Estado mexicano, o para prevenir algunos
de estos delitos, entre ellos el de trata de personas. Al respecto puede consultarse la
página oficial de esta Comisión, la cndh, por sus siglas, y acceder a los folletos que
edita, como el que se titula precisamente La Trata de Personas, de 2012.
No nos extenderemos en las acciones de estas instancias de procuración e imparti-
ción de justicia en México. Sólo mencionaremos que, en el caso de las escorts que nos
ocupa, algunas de ellas fueron liberadas en 2018 de la red de trata por la intervención
de la Procuraduría General de la República, la cual llevó a cabo una investigación
cibernética. Luego del asesinato de una de ellas, rastreó el sitio en internet de Zona-
Divas, ya mencionado, y logró dar con los departamentos en los que estas mujeres se
encontraban. El sitio de ZonaDivas fue clausurado y las mujeres liberadas retornaron
a sus lugares de origen, mientras los individuos, hombres y mujeres, que controlaban
el sitio y el departamento, fueron llevados ante la justicia sujetos a proceso penal y
condenados a prisión en 2019. Cabe recordar que varias de estas escorts ya habían
denunciado las amenazas de muerte recibidas por sujetos pertenecientes a grupos de
la delincuencia organizada y redes del narcotráfico en la Ciudad de México.
A lo largo de los reportajes y la información hemerográfica que consultamos, los
testimonios de las mujeres liberadas indicaban que algunas de ellas habían logrado
escapar de esos departamentos en los que se encontraban recluidas. Simplemente ha-
bían salido a comprar algún producto a alguna tienda cercana del departamento y ya
no volvieron. Algunas de ellas, se supone, viajaron a otras ciudades, principalmente
del norte del país, buscando internarse en Estados Unidos. Al parecer, varias alcanza-
ron ese objetivo, y de otras no se volvió a saber su paradero. Lo que sí es un hecho es
que, por sus propios medios, algunas de ellas escaparon del encierro y de esta forma
contemporánea de esclavitud.

Reflexiones finales y algunas ideas para enfrentar


esta modalidad de trata

En este trabajo nos hemos aproximado a un aspecto de la violencia organizada en


nuestras sociedades, la que se dirige a esclavizar mujeres vulnerables, pobres, sin or-
ganización, en amplias redes de trata de personas, mujeres de otros países que, como
hemos visto, son internadas en territorio mexicano para llevar a cabo actividades
forzadas de explotación sexual.
Explotación sexual en la era de las plataformas digitales 141

En esta dimensión de la violencia del crimen organizado, hemos visto algunos


elementos que juegan en su desarrollo. Desde luego, vemos este delito como parte de
un sistema de poder, dominación y control. Esta es una de las manifestaciones más
agresivas y violentas del capitalismo global, el cual no sólo se limita a la explotación
laboral, tanto en las ciudades como en el campo, en múltiples formas, o a la opresión
de “minorías”, a través de prácticas racistas y de exclusión, por ejemplo, sino que es
capaz de fomentar industrias clandestinas como el narcotráfico, asociadas a prácticas
de desmantelamiento de derechos ciudadanos, lo que hemos evidenciado hace no
muchos años en torno a la violencia feminicida en la frontera de México con Estados
Unidos, en las ciudades de Ciudad Juárez (México) y El Paso (Texas) (Domínguez y
Ravelo, 2011). Esas prácticas de “desmantelamiento de la ciudadanía” han sido y son
sumamente violentas, destructivas, crueles y sanguinarias.
Hemos realizado un rápido recorrido por el trayecto de las prácticas de trata de es-
tas mujeres, algunas de ellas han sido capaces de escapar a las redes de trata en las que
han caído y han logrado enfrentar y denunciar a los individuos, hombres y mujeres,
que las habían esclavizado. Las mujeres que de una u otra manera lograron escapar de
las redes de trata, demostraron su fortaleza y sus capacidades de resiliencia.
También referimos a las mujeres que ejercen la prostitución a través de las redes y
sitios de internet; hemos visto cómo ellas han logrado articular redes, pero de resis-
tencia y solidaridad, para enfrentar el riesgo y el peligro en el que se encuentran. Ellas
representan otra dimensión de la resiliencia de estas mujeres.
Al mismo tiempo, nos hemos asomado a otra dimensión del sistema actual: el
Estado no sólo permite el desarrollo del crimen organizado, no sólo es cómplice de
los sujetos que llevan a cabo la violencia, las masacres o que organizan los cárteles
dedicados a los delitos como el secuestro, la trata, las ejecuciones, las guerras entre
pandillas por el control de territorios, etc., pueden verse atisbos de civilidad en el
aparato estatal, tan corrompido y oscuro, tan entregado a los poderes que gobiernan,
controlan y explotan a las mayorías en el México contemporáneo, al menos hasta an-
tes del arribo al poder de la llamada Cuarta Transformación, luego de las elecciones
del 1 de julio de 2018, movimiento que se propone la recuperación del Estado a todos
sus niveles para ponerlo de lado de las mayorías, con una serie de políticas públicas en
las que por el momento no aparece el tema del combate a las redes de trata, pues hay
otras prioridades igualmente de importantes, como la búsqueda de los 43 normalistas
desaparecidos en Iguala en septiembre de 2014 y disminuir la inseguridad y el crimen
a todos niveles, incluyendo el feminicidio.
Sea como sea, en los casos relatados aquí puede verse que el Estado es capaz de
aplicar la ley, liberar a mujeres migrantes sin permiso para permanecer en el país por
periodos prolongados de tiempo, esclavizadas por las redes de trata y lograr la justi-
cia. No todo parece perdido, podríamos estar ante procesos de “reciudadanización”,
de recuperación de lo perdido en el periodo neoliberal.
142 Patricia Ravelo B. y Sergio G. Sánchez D.

Desde diversos flancos de lucha, igualmente, debemos seguir denunciando el odio


misógino exacerbado por los medios electrónicos, la promoción que en ellos se hace
de formas sádicas de sometimiento sexogenérico; la denigración de lo femenino en
la sociedad; el fomento de relaciones eróticas destructivas, y los signos de tortura y
humillación que se han vuelto cualidades de carácter sexual.
Debemos continuar con las acciones legislativas para hacer cumplir las leyes; for-
talecer las campañas de prevención de la trata de personas a través de las comisiones
de Derechos Humanos; debemos impulsar el trabajo colaborativo entre municipios,
estados y países; elaborar convenios nacionales e internacionales, entre gobiernos,
autoridades, transportistas, hoteles y el sector turismo, para hacer conciencia del pro-
blema de la trata de mujeres en esos lugares; impulsar el combate a la corrupción de
los actores institucionales en todos los “lugares migratorios” del país, en particular
del personal del Instituto Nacional de Migración, tal como lo han planteado instancias
de la Organización de Naciones Unidos, lo cual parece posible por ser el combate a la
corrupción bandera de la Cuarta Transformación (ver la nota del periódico La Jorna-
da, 1 de octubre, 2019, p. 13, sección Política); insistir en la continuidad de refugios
para víctimas de tráfico de mujeres en particular, y de violencia patriarcal en los gene-
ral, cuestionando en este aspecto la austeridad llevada a cabo de manera extrema por
la Cuarta Transformación a partir del 1 de diciembre de 2018, cuando tomó posesión
como presidente de la República Andrés Manuel López Obrador; y finalmente, pero
no en último lugar, impulsar la educación que lleve a cambiar la conceptualización de
las mujeres como mercancías-objeto que hoy existe en la sociedad.

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DESAPARICIONES, TRATA DE PERSONAS
Y VIOLENCIA FEMINICIDA
REFLEXIONES EN TORNO DE LOS PERPETRADORES
DE VIOLENCIA FEMINICIDA. ELEMENTOS PARA UN DEBATE
DESDE EL FEMINISMO ACADÉMICO

María Eugenia Covarrubias Hernández


Patricia Ravelo Blancas

En este trabajo se propondrán algunas líneas de investigación para continuar explo-


rando los principales desafíos en torno al estudio de los elementos que inciden en
el comportamiento y actos violentos de hombres maltratadores de mujeres y femi-
nicidas, a partir de investigaciones realizadas y de explorar: (1) los elementos so-
cioculturales y de género que abarcan: el odio misógino, la deshumanización y el
narcotráfico; (2) los elementos psicológicos vinculados en la relación con la madre,
el entorno emocional, el narcisismo (patológico) y algunos elementos que se abordan
en el campo de la neurociencia; y (3) los elementos sexogenéricos vinculados en el
terreno sexual patriarcal con la crueldad y con deseos erótico-afectivos destructivos,
así como con perversiones obscenas y peligrosas (sexo sucio y violento). Elementos,
estos últimos, que en este trabajo no vamos a tocar por cuestiones de espacio.1
En este trabajo partimos de la idea de que los comportamientos y actos de los
perpetradores constituyen un fenómeno socialmente construido y configurado, con
prácticas y tipos de violencia diferentes que pueden atravesar todos los elementos
enunciados o concentrarse en uno o algunos de ellos.

1 En otros trabajos hemos abordado el tema de la pornografía sádica y la tortura sexual, pero falta

seguir explorando estas dimensiones relacionadas con el sexo violento y la muerte violenta (Ravelo, 2017
y 2019).
148 María E. Covarrubias H. y Patricia Ravelo B.

Elementos socioculturales y de género que abarcan el odio misógino,


la deshumanización y el narcotráfico

El odio misógino es un elemento que interactúa de manera determinante en actos vio-


lentos. De acuerdo con Daniel Cazés, “El término misoginia designa una conjugación
complicada de temor, rechazo y odio a las mujeres. Hace referencia a todas las formas
en que a ellas se asigna –sutil o brutalmente– todo lo que se considera negativo y
nocivo” (2005: 12). Alba Carosio (2013) coincide con esta definición al señalar que
la misoginia es una mezcla de temor, rechazo y odio a las mujeres.
Diana Russell (2005) reflexionó sobre el asesinato misógino en 1974, cuando ha-
bló del masculinizante homicidio, del odio a las mujeres y de todas las formas de ase-
sinato sexista, sean por posesión, superioridad, placer y deseos sádicos, y suposición
de propiedad sobre las mujeres.
El asesinato misógino es perpetrado con mucha saña y odio, la máxima expresión
está en que se visibilizan prácticas extremas de crueldad y perversión. La mayoría de
casos culmina con la muerte de la persona sometida a estas prácticas, para provocar
placer a espectadores, convirtiéndose en un asesinato sádico. Este asesinato misógino
es una forma de violencia extrema, es un feminicidio.
“Matar por odio de género es una escenificación de cuerpos que despliegan el es-
pectáculo de la humillación” (Domínguez, 2015: 100), la exhibición del castigo y la
crueldad. Implica el placer de destruir al género femenino y a todo lo femenino que
expresan los cuerpos masculinos y transexuales. En este sentido, el asesinato de odio
misógino es un genocidio, un crimen contra la humanidad, la de la víctima, que ma-
terializa la muerte, y la del victimario, quien con este acto se deshumaniza a sí mismo
(Domínguez y Ravelo, 2012). Cuando el asesinar carece de culpa, además de la ley se
derogan las líneas que definen a lo humano, a la moral. Lejos de un simple acto excep-
cional, estamos ante una voluntad sistemática de destruir a la humanidad (Domínguez
y Ravelo, 2012; Domínguez, 2015: 100). Cuando hablamos de la deshumanización
del victimario y de la norma desmoralizante, queremos entender un proceso de pérdi-
da del sentido en el plano de las significaciones éticas y políticas (Domínguez, 2015:
100). “La ausencia de valor de la vida humana, avalada por las instituciones, aunque
sea por omisión, trasciende lo colectivo para producir una ausencia de las bases que
sustentan al Estado” (Domínguez, 2015: 100).
La violencia ejercida por los hombres contra las mujeres se gesta en el seno de
las sociedades patriarcales, en donde éstos han construido su masculinidad, lo que es
“ser hombre” a través de prácticas de dominio y poder en las estructuras jerárquicas,
propias de la cultura machista. Es por ello que nos vamos a detener en los estudios
que dan cuenta de la violencia ligada a formas específicas de masculinidad. La ma-
yoría de estos estudios se centran en la pareja. En ese sentido, Jorquera señala que
“los códigos y prácticas de la masculinidad no son internas ni individuales, sino que
se ponen en juego en las relaciones de poder generizadas, para las que constituyen
Reflexiones en torno de los perpetradores de violencia feminicida... 149

un importante elemento de legitimización. Son, por tanto, parte constitutiva de la


violencia de género” (2007: 125).
Lo anterior se refleja en la investigación sobre hombres latinos y masculinidad
de Mirandé, en la que se encontró que el machismo no es exclusivo de los hombres
latinos o mexicanos, como se creía: “los hombres latinos no constituyen una masa
homogénea monolítica e invariable, no hay un modo masculino, sino una variedad de
modalidades que no sólo son diferentes, sino con frecuencia, contradictorias” (1998:
21-23).
En la misma línea, al reflexionar sobre la violencia que ejercen los hombres hacia
sus parejas mujeres, Crevenna considera que se da una ruptura de los significados y
roles tradicionales, lo que problematiza y cuestiona hondamente los valores tradicio-
nales de la identidad masculina proporcionándole un lugar, el cual en un principio es
transmitido y fundado edípicamente en la relación con el otro (2005: 78).
El mismo autor considera que el desequilibrio generado obliga a replantearse nue-
vos pactos y acuerdos intersubjetivos acerca de los roles a desempeñar dentro de la
pareja; en su aspecto económico, acerca de la responsabilidad con los hijos, y en las
relaciones sexuales, por citar algunos. Lo que hace que se trastoquen núcleos impor-
tantes de la identidad de hombres y mujeres y es causa frecuente de las nuevas formas
de violencia en la pareja.
Al parecer, existe una relación estrecha entre el ejercicio de la violencia y la cons-
trucción de la subjetividad masculina, si se toma en cuenta lo que Sofsky (2006) nos
aporta en el sentido de que la violencia es lo que une a los hombres y que las agresio-
nes se comenten con y sin una finalidad específica, ello es parte del orden masculino
y patriarcal. Si bien el autor no entra en la discusión de la “naturaleza violenta”, sí
analiza los componentes de que disponemos todos los individuos para ejercerla, em-
pezando por el cuerpo mismo.
Cada acción puede ser al mismo tiempo racional y, una vez que se ha ejercido
violencia, puede repetirse, no hay límites, entonces la barbarie se torna habitual y
se instaura la crueldad en sí misma, es como la banalidad del mal que atinadamente
describió Hanna Arendt. Por ello, cuando la crueldad es efectiva en el objetivo de
aniquilar a la víctima, menor es la satisfacción que produce y se activa una necesidad
mayor de la misma, la crueldad actúa como una droga que exige cada vez mayores
dosis, al tiempo que se suspenden los sentimientos sociales cotidianos, no hay com-
pasión, ni culpa, ni vergüenza, las normas morales se anulan al igual que el sentido
humano, o sea, se produce deshumanización.
De la misma manera es la masculinidad ultrajada, a decir de Arteaga y Valdés
(2010), la que puede dar elementos para entender al feminicida, pues los hombres se
sienten frustrados porque un ser considerado inferior, o sea las mujeres, frustra las es-
peranzas de quien se siente superior tan sólo por su fuerza física. Esta idea de superio-
ridad masculina se resignifica si los hombres portan armas, uniformes o emblemas. Y
si se produce en un contexto de guerra entre hombres poderosos, como los cárteles de
150 María E. Covarrubias H. y Patricia Ravelo B.

la droga, protegidos por figuras poderosas de la política y gente adinerada, se exaltan


los intereses de mantener su control, creando un clima de miedo y terror, para seguir
obteniendo las supuestas ganancias estratosféricas de actividades ilícitas y seguir tra-
ficando prácticamente con drogas, armas y mujeres bajo el poder de una misma red.
Es poca la información que hay respecto a la gente que trabaja para estas redes, pero
dadas las actividades que realizan, seguramente requieren de bastante personal.
Domínguez Ruvalcaba, en su trabajo sobre masculinidad y violencia, plantea que
un sujeto violento puede definirse como “un sujeto que carece de privilegios políticos
y credibilidad, pero que posee la fuerza y los beneficios que le otorga la estructura de
la economía clandestina” [como por ejemplo, la del narcotráfico y el mercado sexual],
de tal modo que: “La violencia perpetrada por los hombres puede interpretarse como
la urgencia de recuperar el poder perdido; por lo tanto, se concibe como precariedad
más que como ejercicio de poder” (2013: 146). Idea muy sugerente para entender
esta precaria condición humana, basada en el ejercicio misógino, patriarcal, cruel,
destructor y exterminador.
Rita Segato (2014) observa que las guerras actuales tienen nuevas formas e im-
pacto en la vida de las mujeres. Los nuevos conflictos son informales y las guerras
no son convencionales, pues participa el crimen organizado, ya sea que se trate de
guerras represivas paraestatales de los regímenes dictatoriales, de represión policial,
guerras internas, grupos armados como facciones, bandos, maras, mafias, etc. Para
Segato (2014), el cuerpo es el bastidor en que se inscribe la derrota moral del enemigo
y los agredidos son cuerpos frágiles, no guerreros. Son cuerpos femeninos donde hay
signos de tortura, exceso de crueldad, trata de personas [tráfico de mujeres] y comer-
cialización de los cuerpos.
En nuestras investigaciones sobre feminicidio en Ciudad Juárez, encontramos es-
tos elementos que forman parte de la industria pornográfica, sexual y erótica, propia
del mercado sexual globalizado y moderno, que esclaviza y explota al máximo los
cuerpos, las sexualidades y el erotismo de mujeres, niñas y jóvenes, la mayoría de
sectores pobres.
En el narcotráfico hay hombres armados con poder y control sobre sus mercancías
que son drogas, armas y mujeres. En el mercado globalizado del sexo se conjugan
estas tres mercancías de dicha industria cultural, no sólo para producir placer, sino
para convertir el sufrimiento en placer, destruyendo así la capacidad humana y preca-
rizando el potencial sexual y el erotismo.
Las mujeres asesinadas vinculadas al narcotráfico tienen distintas características.
Unas participan directamente en actividades clave de esta industria; otras se ena-
moraron de algún narcotraficante; varias se engancharon como adictas; algunas se
contrataron directamente y entraron al mercado del narcomenudeo; muchas han sido
obligadas a prostituirse, exhibir armas y vender drogas. Otras más han sido mercadea-
das como objetos. Su cuerpo, su edad, su color, su virginidad, su etnia y demás rasgos
sexogenéricos, “exóticos” y de folklor son exhibidos y cotizados, incrementando su
valor como esclavas sexuales en el mercado global.
Reflexiones en torno de los perpetradores de violencia feminicida... 151

El narcotráfico es un elemento que reúne un conjunto de prácticas detonantes de


violencia en distintos niveles, que se inician desde el núcleo o la célula que nutre las
plazas y marca el territorio mundialmente, hasta los narcotraficantes considerados
dueños de las mujeres. Cuidado con ver a la mujer que acompaña a un capo, o no
permitir ser objeto de deseo de un narco o de un hombre de poder. El narcotráfico
es poderoso, constituye una gran industria que produce, comercializa y precariza la
condición humana, pues potencia la misoginia, la crueldad, destrucción y exterminio
de mujeres y hombres.

Elementos psicológicos vinculados en la relación con la madre,


el entorno emocional, el narcisismo (patológico), y algunos elementos
que se abordan en el campo de la neurociencia

A decir de María Luisa Femenías, la heteronormatividad potencia el poder de los


hombres que ejercen violencia, a través de la cual emergen otros elementos relacio-
nados al mismo, no se trata de “varones enfermos ni con trastornos de personalidad,
ni de individuos que desatan sus odios bajo los efectos del alcohol u otras sustancias
tóxicas. Se trata de personas consideradas normales”, quienes deciden consciente-
mente agredir con el objetivo de “controlar y someter a una mujer en particular y,
a través de ella, a todas las mujeres en general como modo de ejercicio de poder”
(Femenías, 2008: 19).2
Algunos estudios en torno a las características psicológicas y de personalidad de
los hombres que ejercen violencia contra sus parejas destacan las características del
tipo antisocial, narcisista, borderline y con abuso de sustancias (Torres et al., 2013),
así como que la mayoría de los hombres sólo se muestran violentos con ésta, lo que
indica que tal violencia puede ser una forma de dominio o control de la mujer, destaca
también que poco más de la cuarta parte agredía a animales y, aunque más de la mitad
nunca había tenido problemas legales, algunos tenían antecedentes penales (Fortes,
2012). Un estudio cualitativo con hombres homicidas de su pareja concluye que, en
cuanto al aparato psíquico, existió un desequilibrio entre las instancias al momento de
la comisión del delito y que el proceso de introyección del Superyó se llevó a cabo de
manera violenta y a través de la figura materna y se identificó que el vínculo afectivo
con las figuras parentales fue inadecuado, estando la figura paterna ausente (Gómez
et al., 2013).
Juan Vargas (2011), en su estudio psicoterapéutico con un grupo de 15 hombres
que ejercen violencia contra sus parejas en Ciudad Juárez, encontró características

2 Al respeto véase el documental de Everardo González, “La libertad del diablo” (2017), donde se

recogen testimonios de víctimas y victimarios. Un perpetrador habla de la sensación de poder que da el


asesinar, incluso dice que entre más asesinatos tienes acumulados, más poder y respeto te ganas entre los
demás criminales; otro dice que estos asesinos, en apariencia, son personas normales.
152 María E. Covarrubias H. y Patricia Ravelo B.

similares en su psicología, que se constituyen en el núcleo etiológico del narcisismo


patológico, pues presentan una severa conflictiva relacionada con la oralidad insatis-
fecha. Tal insatisfacción, junto con las insatisfacciones sexuales presentes en algunos
de ellos, es el origen del odio (rabia oral) inconsciente, que es proyectado sobre el
objeto insatisfactor, esto los conduce a percibir los objetos como parcial o totalmente
malos, a temer ser dañados o castigados por ellos, a quedar privados de la satisfac-
ción oral y sentir la amenaza de ser abandonado por los objetos de amor.
Respecto a otros aportes que desde el psicoanálisis se han realizado, destaca la
teoría de relación de objeto, que alude a la relación de la madre con el niño a través del
cuidado y protección y el impacto en la constitución psicológica de éste, lo que expli-
caría la vulnerabilidad y la inseguridad que muchos hombres experimentan, a partir
de la necesidad de desvincularse de todo lo femenino, y se refleja en las dificultades
para expresar emociones y en la violencia ejercida contra las mujeres, pues, a decir de
Alsop, Fitzsimons y Lennon (2002), éstos reaccionan abusando de las mujeres como
una forma de negar sus sentimientos de dependencia.
En la misma línea de los aportes de los estudios psicoanalíticos, se pueden aventu-
rar unas respuestas tentativas a partir de la violencia en las relaciones de pareja y del
conocimiento de algunos casos de feminicidio, por ejemplo, en la relación de noviaz-
go. Algunos hombres jóvenes, después de haber asesinado a su novia, han dado como
causas que ellas habían terminado la relación y no podían vivir sin ellas, así como un
sentimiento de posesión: “si no eres mía, no serás de nadie”, lo que puede significar
que el vínculo con la madre no se haya resuelto, ya sea porque el cariño le fue ne-
gado, porque fue vivido con mucha violencia, porque no se tuvo el reconocimiento
que siembra las bases de la autoconfianza y autoaceptación, etcétera, lo que tiene
como consecuencia que en los posteriores vínculos amorosos se busque ese objeto
perdido depositando expectativas muy altas –e irreales–, demandando siempre más y
estableciendo relaciones simbióticas en las que no soportan la idea de la separación,
el rechazo o ser sustituidos por otro. En el caso de las mujeres, se hablaría de que el
vínculo con el padre no está resuelto, por lo tanto, se busca compensar la falta depo-
sitando en la pareja expectativas de amor, cuidado y protección, por ello no ven los
actos de violencia como tal, sino como manifestaciones de cuidado y signos de amor.
Por otro lado, una de las explicaciones que se han dado para la violencia ejerci-
da contra las mujeres al interior de la relación de pareja, está dada por la ideología
ampliamente difundida del amor romántico y los diversos mitos que lo posibilitan y
mantienen. De acuerdo con las investigadoras españolas Bosch et al. (2013), la vio-
lencia contra las mujeres por parte de la pareja o ex pareja varón se desencadena en
el momento en que éstas expresan que ya no desean estar en la relación, idea que los
hombres no pueden soportar. Incluso en ciertos casos, la ruptura de la relación puede
ser una fuente de odio que origina violencia, y más aún, para algunos hombres, cuan-
do la relación de pareja no funciona, se produce un engaño, traición, o cuando ésta
deja de quererlos, pueden considerar justificado el odio. De este modo, la ideología
Reflexiones en torno de los perpetradores de violencia feminicida... 153

del amor es la base de las actitudes y comportamientos violentos de algunos hombres


que han sido construidos bajo los mandatos del patriarcado, intentando mantener un
estatus de amo y señor de la mujer a quien dicen amar, pero que, en realidad, sólo
desean poseer y demostrar así su hombría ante sus iguales, golpeándola, tratándola
con insultos, humillaciones y/o asesinándola.
Caratozzolo (2003) proporciona otra explicación psicoanalítica de los elementos
que constituyen a la pareja violenta, observando que quienes se relacionan de esta
manera se han elegido así, pues buscan de manera inconsciente restablecer el vín-
culo con sujetos que poseen características de quienes fueron sus primeros vínculos,
quienes no otorgaron al yo infantil lo que necesitaba o deseaba. De esta manera, en la
relación violenta a través de los celos y la posesión, los participantes buscan terminar
con su vida individual, desaparecer como entidades independientes y fundirse en un
solo ser; así, la agresión se convierte en un arma para penetrar en el otro y poseerlo.
A decir del autor, los miembros de estas parejas tienen alterada su capacidad de
amar, intentan poseer al otro de manera exclusiva, introducirse en él para parasitar-
lo. Ejemplos de ello se pueden apreciar en frases como: “no puedo vivir sin él/ella”,
“preferiría morir antes del perderlo/a”, etc. Los casos extremos son los denominados
crímenes pasionales.
Este tipo de amor está relacionado con el primer gran amor que es el de la madre,
por eso se cree que es único, que se podrá tener el máximo del goce y que la unidad
total es posible. Así, se forma un vínculo donde la pasión está presente, pero en for-
ma de sufrimiento y dolor, pues siempre se desea más del otro. Caratozzolo llama a
esta forma de relacionarse “vínculo excitante”, consiste en que uno de los miembros
provoca al otro inyectándole un “estímulo excitante” seleccionado para captar la aten-
ción del otro y despertar una serie de emociones, generando una respuesta emocional
en la persona inyectada, que a su vez provoca al sujeto inyector, estableciéndose un
continuo de interacciones en un circuito cerrado de goce y dolor.
De esta manera, los sentimientos de amor y ternura son reemplazados por celos,
posesividad y agresividad. Si uno de los dos decide abandonar la relación, la otra
parte va a hacer todo lo posible por evitarlo, a través de acoso, de emplear todas las
formas de seducción y de amenaza imaginables, actitudes que pueden prolongarse
durante mucho tiempo. Los casos extremos se dan cuando se mata a la persona que
abandonó y después se suicida. Esta descripción concuerda con los casos conocidos
de jóvenes asesinando a su novia, cuando ésta los dejó o amenazó con hacerlo, o bien
cuando ellos supieron que ellas habían empezado otra relación. En algunos casos
hubo intento de suicidio y en otros se concretó. A nuestro parecer, la explicación de
Caratozzolo tiene sentido; lo que hay detrás es que confunde al objeto sexual adulto
con el objeto primario madre, con lo que se remite a la pérdida de ese objeto de pasión
único e irremplazable.
Con lo señalado hasta aquí es posible dar cuenta de algunas premisas que van
desde la posibilidad de que todos los seres humanos tenemos la capacidad de ejercer
154 María E. Covarrubias H. y Patricia Ravelo B.

algún tipo de violencia, pero las condiciones en que ello ocurre depende de cada
individuo y de las características de los vínculos que establece, así como de los apren-
dizajes y acatamiento de las normas sociales y culturales. Por tanto, la violencia no
es patrimonio exclusivo de los hombres, las mujeres también suelen relacionarse a
través de formas muy variadas de violencia.
Sin embargo, vemos que los hombres se constituyen como sujetos violentos a
partir de haber asimilado una identidad masculina que permea su subjetividad para
ser, actuar y relacionarse ejerciendo dominio y control sobre los otros. En su relación
con las mujeres, se refiere al control de sus decisiones, sus cuerpos, en suma, sus
vidas. Y lo hacen cobijados por la sociedad patriarcal que es la que dicta, mantiene y
promueve este deber ser sexogenérico, reforzado no sólo social y culturalmente, sino
también biológicamente, por el poder que da la propia fuerza física masculina y por
la incapacidad de contener la energía sexual para no lastimar ni asesinar. Todo esto
en conjunto constituye el poder masculino y patriarcal para ejercer dominio y control
a través de prácticas misóginas que se tornan crueles y criminales.
Pero a lo anterior se suman los factores psíquicos con los que todos estamos dota-
dos desde el nacimiento, es decir, la forma en que aprehendemos desde los vínculos
primarios las emociones básicas de apego, amor o desamor y la repetición de éstas
en los posteriores vínculos. Claro está que no es una formula idéntica para todos, son
muchos los recursos que entran en juego, entre ellos la capacidad simbólica y el uso
del lenguaje para metabolizar las experiencias de formas no destructivas.
En este mismo sentido se encuentran los elementos neurológicos que desde
hace algunos años se están explorando, pero que todavía no arrojan suficientes re-
sultados. En la exposición plástica Asesinos Seriales, que en los últimos seis años,
aproximadamente, ha tenido diferentes temporadas en la Ciudad de México, se observa
una constante en la biografía de estos asesinos, ya sea de abuso sexual por parte de
su padre o de violencia física y psicológica por parte de su madre, así como una clara
fascinación por los pensamientos criminales, practicar crueldad contra animales y
cultivar un narcisismo enfermizo por la atención y sobreprotección que demandan de
madres, parejas y familias. Al respecto, Robert Ressler, a partir de las entrevistas que
realizó a varios asesinos seriales, destaca como características generales que éstos
habían sido niños inteligentes, tenían algún familiar cercano con alguna enfermedad
mental, sus padres tenían antecedentes criminales y un historial familiar de abuso en
el consumo de alcohol y drogas, todos habían sufrido maltrato psicológico grave en
su infancia y eran incapaces de mantener una relación madura y consentida con otra
persona (Ressler, 2005).
Además, neurológicamente también hay una influencia en la mente del perpe-
trador, en la medida que las neuronas son células del sistema nervioso que liberan
y reciben neurotransmisores como la dopamina, serotonina, endorfina y oxitocina,
Reflexiones en torno de los perpetradores de violencia feminicida... 155

entre otros,3 alteran en ocasiones los estados mentales donde la razón prácticamente
se vuelve inexistente y, por tanto, los niveles de conciencia son inestables. Cada
individuo tiene su propia estructura neurológica, las energías y las conexiones son
distintas y las capacidades son diferentes, más aún si vivimos en una sociedad pa-
triarcal, donde prevalece la idea de que las mujeres neurológicamente son inferiores
que los hombres, cuando lo único que hay son diferencias que influyen en distintos
mapas neuronales.
Lo anterior se sustenta en estudios de neurobiología de la agresión, los cuales han
encontrado que numerosos neurotransmisores, factores de crecimiento, hormonas, así
como la observación en diversas regiones cromosómicas entre otros aspectos, influ-
yen en la impulsividad y están vinculados a la agresión (Mattson, 2003).
Las mujeres y los hombres se conectan desde su propia naturaleza y cultura, como
sujetos histórico-biológicos y culturales, pero falta entender cómo afectan las altera-
ciones neurológicas en los afectos y las emociones de mujeres y hombres, tomando
en cuenta todos los elementos enunciados y algunos factores más, derivados de los
ciclos vitales, los ciclos hormonales, el flujo de energía sexual y los cambios afectivos
y emocionales.

Elementos sexogenéricos vinculados en el terreno sexual patriarcal con


la crueldad y con deseos erótico-afectivos destructivos

Para tener un acercamiento a la comprensión de la violencia vinculada a la crueldad,


hay que explorar la relación dialéctica entre el bien y el mal. Al respecto, Baudrillard
(1990) invita a pensar en el papel del mal en la sociedad actual sin una mirada fata-
lista, pues los sucesos pasan, van dejando de existir. Cabría la posibilidad de que se
produjera un proceso similar con los feminicidios, pues en tanto están ocurriendo, se
puede perder de vista la magnitud del horror, de tal forma que muy pronto se instale
en el imaginario colectivo la idea de que ocurrió en el pasado.
Otro interesante planteamiento que Baudrillard pone sobre la mesa cuando se ejer-
ce esta violencia es que se está ante una declinación de las voluntades, que entre otros
efectos ha traído consigo la incapacidad de los sujetos para saber lo que se quiere,
para dar paso a querer lo que los otros quieren, hay una falta de creencia que lleva a
depositar expectativas irreales en los otros. La voluntad es casi inexistente. Esa au-
sencia de pensamiento sin voluntad puede ser un recurso para huir de sí mismos y no
responsabilizarse de los propios actos, incluidos los de matar.
Sería fácil suponer que el ejercicio violento es propio de los hombres, pero no es
así. Hombres y mujeres se constituyen como sujetos que han aprendido a través de
sus vínculos a colocarse en situaciones propicias para la violencia, aunque el lugar

3 https://www.significados.com/neurona/ (1 octubre 2019).


156 María E. Covarrubias H. y Patricia Ravelo B.

donde se posicionan sea diferente. Si se hace énfasis en las reacciones de agresión de


los hombres, es porque son éstos quienes mayoritariamente pasan al acto de matar
cometiendo feminicidio.
Desde El Segundo Sexo, Simone de Beauvoir (1999) planteó de manera crítica que
los hombres dominantemente están construidos por la mismidad y las mujeres por
la alteridad, es decir, el otro da sentido a un yo. Lo mujer es aquello que sirve para
reforzar al hombre es la contraparte identitaria del hombre. A la mujer se le permite
ser lo que va a reforzar: lo masculino o la virilidad. De esta manera, el significante
es diferente para hombre y mujer, aunque ambos están construidos desde una lógica
masculina; desde ésta, “la mujer no toda es”, sólo es aquello que se le permite ser y
lo que se lo obliga a ser. Así, el deseo de la mujer es un deseo enajenado, está para
servir al otro; por ello, al matarla, hay negación previa de la otredad. El hombre desea
fundirse con el Otro, retoca sus bordes en la medida que una mujer lo borda. Por eso,
cuando mata a su pareja, si se preguntara ¿por qué la maté?, su respuesta podría ser:
“Porque no era yo”. O bien: “Si no es conmigo no es con nadie”, pues se alberga la
idea de estar fundidos.
Y es en el ámbito de la relación pasional donde el erotismo se hace presente, pero
de la forma en que Bataille (1997) reconoce una inexistente línea entre el horror y la
fascinación, produciendo un éxtasis. Cuando se pierde el pudor al matar, se alcanza
el éxtasis y la seducción desvía su fuerza erótica hacia la muerte.
El erotismo se presenta en el terreno subjetivo en el que los humanos reconstrui-
mos diversas interpretaciones sobre la sexualidad, sin percatarnos de que en dicho
proceso incorporamos nuestros miedos y nuestra naturaleza violenta. Puede hacerse
presente un miedo a perderse y abandonarse en una fuerza avasalladora.
Por otro lado, si consideramos que uno de los referentes culturales que prevalece
en Occidente es la constitución de la vida colocada en el ámbito de lo sagrado y, justo
por eso, se convierte en blanco de profanación (Agamben, 2009), ello puede explicar
que los contextos violentos en los que, por ejemplo, están inmersos los jóvenes en
el siglo xxi “hacen de la vida un bien escaso fácilmente intercambiable por el dolor,
la venganza y la muerte” (Trejo et al., 2010: 137), lo que se puede traducir en que
cuando se quita la vida es porque ésta ya no vale para el asesino, y en el caso del joven
que mata a su novia se podría sintetizar así: “tu vida no vale, tu vida y la mía no valen,
la relación no vale, la vida no vale”.
Pero la profanación de la vida de las mujeres no se produce de manera aislada,
se da al interior de las sociedades patriarcales y, como es bien sabido, el machismo
constituye una manifestación cultural que produce determinadas subjetividades y, a
su vez, éstas producen determinados hechos: los feminicidios. Cuando un hombre
mata a una mujer se asiste una vez más al triunfo del patriarcado, aunque no haya
consciencia de ello. Los feminicidas, lejos de ser monstruos, enfermos o poseedores
de ciertas patologías, parecerían hijos sanos del patriarcado.
Reflexiones en torno de los perpetradores de violencia feminicida... 157

Desde la creación de los primeros vínculos de pareja, entra en escena la cons-


trucción del amor romántico, muy ad hoc con los intereses de la sociedad patriarcal,
poniendo en juego una serie de ilusiones y expectativas en torno al otro, atravesando
las ideas de monogamia y fidelidad, así como del ideal inalcanzable de cómo debe
ser una pareja.
Este tipo de amor es enfermizo, propicia la activación de un mecanismo de suje-
ción hacía la pareja, cubierto por un manto de amor y deseo, formando una estructura
obsesiva, la cual tiende al desencuentro y la desilusión, que en los casos que aquí nos
ocupa, se puede pensar: “como no eres quien yo pensé, no serás más”, lo que motiva
que los hombres matan a quien dicen amar.
Y en efecto, las aman. Los hombres matan a su pareja por amor, pero un amor pro-
fundamente neurótico, pues se produce ansiedad y angustia por la falta, la mujer falla
pues nunca es como él la imagina; de acuerdo con Lacan, hay una distancia entre lo
imaginario y lo real. Otra explicación desde el psicoanálisis es que, si las experiencias
vividas no se logran metabolizar a través de la palabra, se van al cuerpo, y si no se
logran metabolizar tampoco en el cuerpo, se dan un pasaje al acto, que en este caso
es un acto de muerte.
El encuentro con el otro es una tensión de múltiples fuerzas. Una de ellas es el
miedo a la muerte, pero representada en el cuerpo del otro, que se podría manifestar
así: “no te mato porque tenga miedo de que me mates, te mato porque tengo miedo
de que no reconozcas mi masculinidad”.
Otra lectura puede ser que cuando las mujeres reciben violencia de los hombres,
las están reafirmando pues están construidas para ello, con lo que se entra en el juego
del “baile de la pareja”, donde se erotiza al otro, es decir, se establece un vínculo eró-
tico entre víctima y victimario. Si además los deseos del hombre están constituidos
por una imagen femenina que les permite transgredir sus propios límites y fantasías,
en las que se imaginan ejerciendo violencia hacía éstas, incluyendo su asesinato, lo
que provoca fascinación y se puede obsesionar para que eso ocurra.
En el imaginario del hombre, puede prevalecer también la obsesión de pensar
que su pareja lo traiciona, que puede alcanzar mayor placer sexual con otros, lo que
le provoca un deseo sexual obsesivo e insaciable, pero, sobre todo, transgrede su
subjetividad masculina. Así, las relaciones patológicas que se recrean en muchas de
las relaciones hacen que una de las partes viva con angustia la sola posibilidad del
abandono o traición (Martínez, 2007). La celotipia es algo muy grave que merece
mucha atención.
Por otro lado, y a decir de Cobo (2011), el recrudecimiento de las formas de vio-
lencia contra las mujeres constituye una reacción patriarcal en el escenario mundial
actual, en el que priva un caos geopolítico, internacional, económico y político. Esta
perspectiva sociológica sirve para explicar el caos que se vive en la época contempo-
ránea. Ahora las mujeres se han colocado en una situación ambivalente y contradic-
toria, pues en la medida que han accedido a derechos, en la práctica éstos se revierten
158 María E. Covarrubias H. y Patricia Ravelo B.

en perjuicio de sí mismas a la vez que enfrentan una respuesta reactiva del patriarcado
con formas inéditas de violencia.
Estas nuevas formas de violencia son parte de un proceso de renaturalización de
las mujeres, en el que se legitima el discurso misógino pretendiendo que éstas acepten
que no pueden desarrollarse fuera de la familia y sin protección de un hombre. Peor
aún, en la época contemporánea estas violencias son muy deshumanas y crueles,
como lo señala Cobo (2011) al hablar de globalización de la violencia para referirse
a los actos de violación colectiva, feminicidio, venta de mujeres, feticidio, voluntad
de control y propiedad de mujeres, compra de novias, poliandria, maquila, vinculado
a la dote y desfiguración del rostro. Estas manifestaciones son la respuesta patriarcal
que “oscila entre el resentimiento misógino de los nuevos bárbaros del patriarcado
a la resistencia técnica de políticos e intelectuales que no desean cambios emancipa-
dores en las vidas de las mujeres” (Cobo, 2011: 12). Situación política que merece un
amplio debate y acciones contundentes.
La violencia está relacionada con la crueldad,4 término que para Jean Franco
(2016) sugiere la intención deliberada de lastimar y dañar a otros y que se manifiesta
entre otras formas a través de la tortura. Atinadamente la autora advierte que ni la
crueldad ni su explotación son algo nuevo, lo que es nuevo es el levantamiento del
tabú, la aceptación y la justificación de la crueldad, así como las razones detrás de
actos crueles que constituyen una característica de la modernidad. Hay crueldad en
las matanzas de miles de personas en guerras civiles, dictaduras, masacres, actos
genocidas, violaciones, feminicidios, desapariciones, así como formas explícitas de
tortura, entre mutilaciones, decapitaciones, desmembramientos y la exhibición de los
cuerpos en lugares públicos, por mencionar algunos. La crueldad no tiene límites y
subyace en la muerte perpetrada con odio.
Si bien el resultado final de las atrocidades y la tortura es la muerte de las víctimas,
éstas responden a impulsos diferentes, pues el acto atroz suele ser orgiástico, mientras
que la tortura es premeditada; sin embargo, en ambos casos el torturador experimenta
placer, como lo explicita Segato. Además, “Las atrocidades sólo pueden ocurrir cuan-
do se han eliminado los interdictos morales y religiosos, y cualquier conciencia de
la humanidad del otro se ha erradicado por completo en el proceso de degradación”
(Franco, 2016: 138). Es decir, se está ante una moral que atraviesa todo, la pérdida de
lo humano, la devaluación y degradación de las personas, no solo con su muerte sino
también con su cuerpo, un proceso de individuación del ser individuo de derechos
en un colectivo y un colectivo genérico (en el caso de las mujeres). De nueva cuenta,

4 El Diccionario de la Real Academia Española define crueldad como: 1: f. Inhumanidad, fiereza de

ánimo, impiedad, y 2. f. Acción cruel e inhumana.


Reflexiones en torno de los perpetradores de violencia feminicida... 159

podemos encontrar en los feminicidios manifestaciones de crueldad y tortura, lo que


obliga a seguir reflexionando sobre la condición humana de los perpetradores.5
A manera de cierre, reiteramos la necesidad de continuar indagando y reflexionan-
do sobre las líneas aquí trazadas, respecto a los diversos elementos vinculados a las
expresiones violentas de los hombres, particularmente hacía las mujeres, derivando
en prácticas perversas, crueles y deshumanizadas, que encuentran su punto extremo
en los feminicidios. Se advierte sobre la importancia de observar los diferentes ele-
mentos actuando de forma conjunta, sistemática y permanente, pues sólo así se puede
vislumbrar la magnitud del fenómeno creciente, y con ello, proponer ámbitos de ac-
ción para su detención, y avanzar paulatinamente hacia la erradicación.

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5 En el documental de Everardo González, “La libertad del diablo” (2017), los sicarios exponen la

frialdad con la que asesinan y la total ausencia de compasión, salvo en el caso de menores de edad, pero
aun así los matan.
160 María E. Covarrubias H. y Patricia Ravelo B.

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LA VIOLENCIA FEMINICIDA: DESAPARICIÓN Y TRATA
COMO FACTORES DE VULNERABILIDAD.
EL CASO JUÁREZ, MÉXICO, EN LA DÉCADA 2010

Alfredo Limas Hernández


Myrna Limas Hernández

Este texto presenta algunos resultados de las conclusiones generales de una investi-
gación mayor sobre factores de vulnerabilidad a la violencia feminicida en Juárez, en
asesinatos no íntimos. El proyecto tuvo financiamiento del Fondo Sectorial del Insti-
tuto Nacional de las Mujeres/Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Inmujeres-
Conacyt) en la convocatoria del año 2015. El propósito de este capítulo es indicar
ciertos factores de vulnerabilidad de niñas y jóvenes mujeres víctimas de este tipo de
feminicidio; se observa que fueron sujetas a trata y desaparición, con algunos perfiles
de edad, al referirse a casos de niñas y jóvenes mujeres de condición social especí-
fica, de familias de poco ingreso económico y residentes de zonas con bajos nive-
les de desarrollo urbano. Estos perfiles son similares a casos de desaparición vigentes
de niñas y mujeres jóvenes y con circunstancias de peligro de padecer la trata, por
presentar elementos comunes con el perfil de aquellas víctimas de asesinatos referidas
en principio. En esos feminicidios las mujeres o niñas no conocían a sus asesinos,
de ámbitos fuera de su familia. Otros elementos constantes son las limitaciones para
garantizar los derechos a la libertad, a la seguridad, a la integridad personal y a la vida
y débiles acceso a la justicia, con irregularidades del debido proceso legal. Todo esto
nos da indicativos de las circunstancias en que acontecen ese tipo de feminicidios.
Los apartados de este texto son: i) La violencia feminicida en la región; ii) Desapa-
riciones vigentes en Juárez y factores de vulnerabilidad ante el feminicidio; y iii)
Anotaciones para la prevención de violación de derechos humanos de niñas y mujeres
jóvenes en el caso juarense.
164 Alfredo Limas H y Myrna Limas H.

La violencia feminicida en la región

Con base en fuentes oficiales, periodísticas y cívicas sobre violencia de género hacia
las mujeres en Juárez, en feminicidios no íntimos en particular, se acredita que esta
victimización ha aumentado de manera continua en la ciudad, que se ubica en las
primeras posiciones de tasas de feminicidios en el país. Desde los primeros casos do-
cumentados en el lustro 1990-1995 y a lo largo de la década de 2010 se observan dos
grandes fases de ese crimen, con una trayectoria de 1995 a 2007, y otra desde 2008
a 2018. Dos grandes fases en cada una de las cuales pueden distinguirse momentos o
acontecimientos particulares que ayudan a distinguir escalas, subfases o etapas par-
ticulares que configuran la historia reciente de la violencia feminicida en la ciudad
para estos casos extrafamiliares.
El lapso de tiempo inicial, de 1995 a 2007, es la fase que comprende las primeras
evidencias de feminicidios en Juárez, como los cementerios clandestinos del llamado
Lote Bravo (1995) o Lomas de Poleo (1996), como momento de “emergencia” de
1993 al 2000. En esa fase larga, se observa otra etapa de “continuidad” de asesinatos
a mujeres, que se apreció de 2001 a 2007, a partir del caso Campo Algodonero (2001),
en esa primera fase de más de una década en la trayectoria feminicida en Juárez. Con
el caso de Campo Algodonero se observa que, aunque ya se contaba con un área
de investigación legal especializada, los crímenes no fueron investigados de manera
adecuada, lo que derivó en la sanción a México por parte de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos. De igual manera, se diseñaron múltiples instancias para las
cuestiones legales y de políticas públicas, pero los crímenes no se erradicaron.
El segundo periodo, del año 2008 en delante, se integra con dos etapas/aconte-
cimientos de los feminicidios en Juárez, el de “consolidación”, entre 2008 y 2015,
y el momento que definimos como de la “impunidad”, de 2015 hasta fines de dicha
década, en relación con los feminicidios del caso Valle de Juárez. Los asesinatos de
este caso pudieron prevenirse de haberse investigado los hechos de las desapariciones
de las víctimas, asesinatos y desapariciones, de los que no hay conclusiones finales
en cuanto a investigación y sanción de responsables. La definición del momento de
impunidad tiene que ver con las limitaciones de la autoridad para impartir justicia y
garantizar los derechos de las mujeres, como una política que no es que estimule la
criminalidad, sino que es incapaz de contenerla, por lo que el poderío feminicida y
delictivo tiene patente para victimizar.
En esta segunda fase se acreditó por las autoridades lo que no se destacó de forma
oficial en los años previos, para la primera fase que comprende entre 1993-2007, en
cuanto a las siguientes cuestiones: a) perfiles de vulnerabilidad para niñas y jóvenes
mujeres; b) que en un inicio fueron desaparecidas; y c) mantenidas en situación de
privación de la libertad, padeciendo trata sexual y múltiples violencias, que concluye-
ron en los asesinatos. Esto ante el incremento de crímenes de violencia de género en
el espacio público con más victimizaciones, una Fiscalía Especializada en Atención
La violencia feminicida: desaparición y trata... 165

a Mujeres Víctimas del Delito por Razones de Género en el fuero local. Se apreció
que las autoridades mexicanas multiplicaron instituciones para la atención de los
derechos de las mujeres, con Centros de Justicia o Institutos para las Mujeres, por
ejemplo, en el nivel municipal, no sólo a nivel de la entidad federativa.

Violencia feminicida y etapas de victimización

A lo largo de más de dos décadas de feminicidios en Juárez distinguimos dos periodos


o fases, emergencia y continuidad, y consolidación e impunidad, en las que desta-
camos momentos o etapas en cada periodo/fase, esto con base en acontecimientos
particulares que se presentaron en distintos años para figurar una trayectoria de la
violencia feminicida no íntima que se concibe como proceso. Es decir, el feminicidio
no íntimo en Juárez está referido a estructuras y políticas como dispositivos y ge-
nealogías en un sistema sexo-género regional, donde persisten y aumentan casos de
violencia feminicida. Esto es de extrema gravedad, pues el feminicidio en la ciudad
fronteriza persiste y se incrementa a pesar del reconocimiento de derechos para las
mujeres y niñas, de la fundación de instancias de justicia para las mujeres y niñas, y
de políticas públicas que se definen ante las violencias hacia lo femenino.
Primera fase (1993-2007). Las víctimas se localizaron sin vida y se enfocó la in-
vestigación del asesinato sin documentarse de manera inadecuada los casos de desa-
parición, pues las víctimas fueron reportadas como no localizadas por sus familiares,
sin investigaciones legales que pudieron concatenar la desaparición con el feminici-
dio. Los crímenes de esa etapa, desaparición y feminicidios, no tienen conclusiones
finales a la fecha, lo que tuvo continuidad en los crímenes a partir de 2001, como los
del caso Campo Algodonero y subsecuentes. Se aprecia que la violencia feminicida
se investigó de forma desarticulada y descontextualizada, sin observarse por las auto-
ridades el proceso o las dimensiones sistémicas de la violación de derechos humanos
de mujeres y niñas. La mayoría de los crímenes no tienen evidencias o recursos fo-
renses que puedan favorecer un esclarecimiento rápido, en casos como los de Silvia
Elena Rivera Morales, Olga Alicia Carrillo Pérez o Adriana Torres Márquez, de 1995,
Sagrario González Flores (1998), entre muchas otras niñas, adolescentes o jóvenes
mujeres que padecieron la desaparición y fueron localizadas sin vida después de va-
rios meses de búsqueda por parte de sus familiares. Las víctimas fueron localizadas
en grupos, en muchos de los casos que permanecen sin esclarecimiento.
Segunda fase (2008 a finales de la década de 2010). Los casos de desaparición y/o
feminicidios superó las cien víctimas, a diferencia de los lustros precedentes en que se
documentaron algunas decenas de casos. Esa trayectoria feminicida, con incrementos
de víctimas, sucedió aún luego de la emisión de la sentencia Campo Algodonero en el
año 2009. En este periodo, se encontraron más de veinte cuerpos sin vida de niñas y
jóvenes mujeres en el caso Valle de Juárez. En esa investigación legal, las autoridades
166 Alfredo Limas H y Myrna Limas H.

indicaron la relación entre la desaparición de doce víctimas y su asesinato, con


cautiverios, violencia sexual y trata, con víctimas que fueron desaparecidas a partir
de 2008 y con la localización de sus cuerpos sin vida en un cementerio clandestino
con ese grupo de víctimas, en los primeros años de la década de 2010.
Esta etapa se caracteriza porque además de los feminicidios se reconoció la exis-
tencia del crimen permanente y continuo de la desaparición de esas mujeres jóvenes,
adolescentes y niñas, con al menos otras quince víctimas que siguen en proceso de
investigación por el caso Valle de Juárez. Empero, el conjunto de veintisiete casos
de feminicidios no tiene conclusiones finales y todos iniciaron con desapariciones no
investigadas, búsquedas no realizadas y feminicidios no prevenidos.
En un balance de dos décadas de feminicidios en Juárez encontramos que los
asesinatos de mujeres y niñas permiten destacar una nueva concatenación del femini-
cidio, en casos no íntimos, donde se aprecia la vinculación del asesinato con la inicial
desaparición de las víctimas de esos asesinatos, lo que indica diversos crímenes con
razones de género en perjuicio de las mujeres jóvenes y niñas en esas situaciones de
violencia feminicida. Al asesinato de la mujer o niña preceden otras victimizaciones,
como la desaparición y otros crímenes como la trata, en el caso juarense. La edad es
un factor de grave vulnerabilidad, por los promedios de edad que se observan, igual
que el lugar de tránsito de esas víctimas, donde el centro de la ciudad es una de las
situaciones o circunstancias que les expusieron a peligros y situaciones de victimi-
zación, sin que la autoridad logre la prevención y la definición de medidas de no
repetición.

Los feminicidios del caso Valle de Juárez. Perfiles de las víctimas


y circunstancias de riesgo

En la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (2007) se
define a la violencia feminicida como:

La forma extrema de violencia de género contra las mujeres, producto de la violación de


sus derechos humanos, en los ámbitos público y privado, conformada por el conjunto de
conductas misóginas que pueden conllevar impunidad social y del Estado y puede culmi-
nar en homicidio y otras formas de muerte violenta de mujeres (lgamvlv: 2007, art. 6).

Esta violación de derechos humanos a las mujeres y niñas que se aprecia en Juárez
desde hace varios lustros es evidente en el caso Valle de Juárez, feminicidios que
expresan la política de impunidad que prevalece en el sistema sexo-género de esta
ciudad-región. Es una política porque evidencia que en la urbe es posible la desa-
parición de mujeres y niñas y sus asesinatos, sin que exista un poder que evite las
múltiples victimizaciones tras diversos casos grupales o seriales por más de veinte
La violencia feminicida: desaparición y trata... 167

años, hasta llegar a crímenes como los del Valle de Juárez. Por esa razón se indica en
la legislación citada que “pueden conllevar impunidad social y del Estado”.
Esos asesinatos tuvieron un momento de inicio en las desapariciones de niñas
y mujeres jóvenes desde 2008. Las autoridades no realizaron las diligencias para
localizarlas con vida y eso sucedió con las vidas de más de veinte mujeres jóvenes y
niñas. Dicho cementerio se localizó en los primeros años de la década de 2010 y se
realizó un juicio a mediados de las mismas décadas para once de las víctimas, sin que
dicho proceso legal favoreciera el conocimiento global de lo que sucedió, tampoco
la sanción de todas las personas responsables de los múltiples delitos en perjuicio de
esas mujeres y niñas.
Los nombres y edades de esas víctimas, así como los datos conocidos de su desa-
parición, son los siguientes:

Tabla 1
Víctimas del Caso Valle de Juárez
Nombre y Edad Fecha y hechos: Nombre y Edad Fecha y hechos:
ocupación años desaparición ocupación años desaparición
1 Adriana 15 18/01/2008 2 Hilda Rivas 16 25/02/2008
Sarmiento Iba del centro de la Campos Fue al centro en
Estudiante ciudad a su casa Desempleada* busca de empleo
3 Lidia Ramos 17 01/12/2008 4 Brenda Bere- 17 06/01/2009
Mancha Iba del centro a la nice Castillo Fue al centro en
Estudiante Universidad García busca de empleo
Desempleada
5 María Gua- 17 31/01/ 2009 6 Marisela Ávila 22 18/03/2009
dalupe Pérez Cuando iba al Hernández Falta información
Montes centro de regreso del Sin data
Estudiante bachillerato hacia su
domicilio
7 Mónica 18 26/03/2009 8 Lizbeth Avilés 17 21/04/2009
Janeth Alanís Falta información o García Estaba en el centro
Esparza es confusa. Salía de Desempleada
Estudiante clases de universidad
9 Esmeralda 14 19/05/2009 10 Perla Ivonne 15 20/07/2009
Castillo Fue al centro urbano. Aguirre Gon- Iba rumbo al centro
Rincón Cursaba la secun- zález
Estudiante daria Empleada
11 Jazmin 17 07/02/2010, 12 Idaly Juache 19 27/02/2010
Taylen Celis En Tierra Nueva, al Laguna Falta información
Murillo sur de la ciudad Desempleada
Sin data

Continúa...
168 Alfredo Limas H y Myrna Limas H.

Nombre y Edad Fecha y hechos: Nombre y Edad Fecha y hechos:


ocupación años desaparición ocupación años desaparición
13 Lilia Berenice 22 3/03/2010 y reporte 14 Beatriz Alejan- 20 27/04/2010
Esquinca del 30/03/2010. De dra Hernández En el centro urbano
Hogar visita en Juárez, Trejo
nacida en Texas Empleada
15 Jesica Leticia 15 30/05/ 2010 16 Yanira Frayre 15 16/06/2010
Peña García Desaparecida en Jáquez En la zona centro
Estudiante el centro al buscar Estudiante
empleo
17 Deisy Ramí- 16 26/06/2010 18 Andrea Gue- 15 18/08/2010
rez Muñoz En el centro de la rrero Venzor En el centro
Empleada ciudad Estudiante urbano. Estuvo
empleada con un
responsable de trata
19 Fabiola 19 23/008/2010 20 Jazmín Villa 12 3/10/2010
Janeth Valen- Falta información Esparza Falta información
zuela Banda Falta informa-
Hogar ción

21 Leonor Gar- 26 3/10/2010 22 Dulce Villa 3/10/2010


cía Villa Falta información Falta informa- Falta información
Sin data ción
23 Virginia 26 6/10/2010 24 Mónica Lilia- 18 18/10/2010
Elizabeth Falta información na Delgado Falta información
Domínguez Castillo
Amador Falta informa-
Sin data ción
25 Jessica Terra- 18 20/12/2010 26 Jazmín Sala- 17 27/12/2010
zas Ortega Fue al centro en zar Ponce Iba con rumbo al
Desempleada busca de empleo Estudiante centro

27 Janeth Rivera SD Falta información


Chávez
Sin data
Fuente: Elaboración propia con base en diversos registros, a partir de datos oficiales y prensa, sobre todo.
*Cuando se indica “desempleada”, implica que estaba en busca de trabajo, según las fuentes disponibles.

La tabla ofrece información contundente: sus edades, niñas/adolescentes o jóve-


nes mujeres, y como indicio se observa que sus lugares de tránsito remiten al centro
urbano, en los casos en que se dispuso de data, según las pesquisas de la fuente ofi-
cial. Se conoce que muchas de ellas residían en zonas próximas entre sí, incluso en
la misma colonia, por lo que se destaca el control territorial del poderío feminicida
que les victimizó. Las desapariciones de todas ellas, en particular de las primeras de
este grupo de víctimas, tuvieron lugar mientras se detonaba el Operativo Conjunto
La violencia feminicida: desaparición y trata... 169

Chihuahua de la política de seguridad nacional que impulsó el entonces presidente de


la República, Felipe Calderón Hinojosa. Una política fracasada y que no contuvo el
feminicidio; al contrario, se observa una relación directa de incremento en la victimi-
zación, por asesinatos de niñas, niños, jóvenes, personas adultas. La ciudad se tornó
más insegura, con feminicidios y violencias hacia mujeres y niñas en un entorno de
colapso institucional sin garantizar los derechos humanos.

Desapariciones vigentes en Juárez y factores de vulnerabilidad


ante el feminicidio

El extravío o desaparición de mujeres es un problema que ha golpeado al estado de


Chihuahua de manera constante y dolorosa desde hace más de una década. Cientos de
familias viven, durante meses y en ocasiones años, en la zozobra de no saber dónde se
encuentra su hija, hermana, prima o amiga. Algunas madres han decidido emprender
por su cuenta la búsqueda de la hija que desapareció sin dejar rastro; otras han optado
por esperar a que las autoridades den resultados. En ambos casos, la espera ha sido
infructuosa.1

En esta trayectoria feminicida se destaca que en la década de 2010 se registraron


más feminicidios y desapariciones de alto riesgo de niñas y mujeres jóvenes que en
ningún periodo de la historia reciente en la región.2 Según los datos referidos de la
Fiscalía General del Estado de Chihuahua (fgech), la cifra de mujeres desaparecidas
sólo disminuyó de manera relevante con los casos de víctimas localizadas sin vida en
el Valle de Juárez (Limas 2014: 76, 79).

Las cifras de la desaparición de niñas y jóvenes mujeres

El periodo de gobierno estatal de César Duarte, 2010-2016, fue el sexenio en que ocu-
rrieron más desapariciones tanto de hombres como de mujeres y niñas, periodo que
coincide con el gobierno federal bajo la presidencia de Enrique Peña Nieto. En este
lapso se observó menos acceso a la justicia y respeto a los derechos humanos de estas
víctimas y sus familias que en cualquier otro momento. De todas las desapariciones
de niñas y jóvenes ocurridas desde 1995 en Juárez, más de 50% se presentaron en la

1“Localizan restos de 12 mujeres; 5 son menores”. El Diario, 17 de abril de 2012.


2Fiscalía General del Estado de Chihuahua. Formato para el Reporte de desaparición de Mujeres y
Niñas. http://fiscalia.chihuahua.gob.mx/pdf/reporte/informeznorte.pdf.
170 Alfredo Limas H y Myrna Limas H.

década de 2010, por lo que en un trienio desaparecieron más mujeres que a lo largo
de 15 años. Eso se muestra en la siguiente gráfica.

Gráfica 1
Desapariciones de niñas y mujeres en Juárez, Chihuahua, 1995-2014
(Datos absolutos)
Con experiencia de embarazo

Fuente: Elaboración propia con base en Fiscalía General del Estado de Chihuahua. Formato para el Re-
porte de desaparición de Mujeres y Niñas. http://fiscalia.chihuahua.gob.mx/pdf/reporte/informeznorte.pdf.

Los años más críticos de esa trayectoria de violencias feminicidas fueron de 2008
a 2011. Los testimonios de las víctimas son contundentes en los casos de hijas desa-
parecidas cuyas madres enfrentan a diario la espera desesperada de su hija, como una
de ellas, quien expuso:

Todos los días se vive con incertidumbre, se espera el regreso, la buena noticia y en
ocasiones, hasta la mala puede significar un descanso, porque a veces, es preferible
tener la conciencia de la muerte a no saber qué ha sido de ellas (madre de víctima, 20
octubre de 2018).3

Las desapariciones de niñas y jóvenes en Juárez aumentaron exponencialmente desde


2008. Si se consideran 76 casos (como universos de perfiles comunes de casos, no
contando aquellos sin especificar) sucede que la mitad de los casos sucedieron en el

3 Entrevista a madre de víctima. Acervo del Proyecto 268020, Observatorio de Violencia Social y de

Género.
La violencia feminicida: desaparición y trata... 171

trienio referido, pero del total de 81 se obtuvo que 71% de las desapariciones son
registros de los últimos diez años (2008-2018), de un periodo de casos registrados en
prácticamente dos décadas.

Tabla 2
Desapariciones de mujeres en Juárez, Chihuahua. Periodo 1995-2018
(Datos absolutos y relativos)
Núme-
Año de Número Año de Número Año de Número Año de ro de
desapari- de desa- desapari- de desa- desapari- de desa- desapari- desapari-
ción pariciones ción pariciones ción pariciones ción ciones
1995 3 2002 1 2009 9 2015 1
1996 2 2004 1 2010 2 2016 5
1997 1 2005 1 2011 18 2017 3
1998 3 2006 1 2012 3 2018 5
Sin
1999 1 2007 1 2013 1 especificar 5
2000 3 2008 8 2014 3 Total 81
Fuente: Elaboración propia con base en Archivos Observatorio de Violencia Social y de Género.

El año 2011 es el que registró más desapariciones que continúan vigentes, con
dieciocho casos, y una cifra muy cercana en 2008 y 2009, con ocho y nueve casos,
respectivamente. El 2010 presentó dos desapariciones vigentes, aunque fue el año con
más víctimas de feminicidio que fueron reportadas como víctimas de desaparición en
meses previos a la localización sin vida de la niña o mujer. Como se destacó, la cifra
de desapariciones fue muy alta ese año, igual que muy alta la cifra de mujeres y niñas
víctimas de feminicidio para ese año de 2010; pero, al localizarse sin vida las jóvenes
en el cementerio clandestino del caso Valle de Juárez, el crimen de desaparición se
redujo a dos en 2010.
La desagregación de los datos por periodos quinquenales, contemplando 1995 a
2018, nos muestra en la Gráfica 2 que la trayectoria de la desaparición de mujeres a
lo largo de los años presentó tendencia creciente de 2005 a 2014, y a partir de 2015
hasta 2018 hubo una caída considerable en el número de desapariciones. De 1995 a
2004 tuvieron lugar 18.5% de las desapariciones, prácticamente 2 de cada 10 casos.
De 2005 a 2014 ocurrieron 58% de las desapariciones, equivalentes a 6 de cada 10, y
en 2015 a 2018 tal porcentaje se redujo a 17.3%, o sea, 2 de cada 10. El resto de las
desapariciones, no especificaron el año de ocurrencia.
172 Alfredo Limas H y Myrna Limas H.

Gráfica 2
Desapariciones de mujeres en Juárez, Chihuahua,
por quinquenio de 1995-2018
(n=81, Datos relativos)
33.3

24.7

17.3

12.3

6.2 6.2

1995-1999 2000-2004 2005-3009 2010-2014 2015-2018 Sin especificar

Fuente: Elaboración propia.

Si agrupamos los 81 casos por trimestre en el periodo de análisis, se tiene que en el


periodo abril-junio se registró la tercera parte de las desapariciones. El segundo sitio
es ocupado por los meses de julio a septiembre, durante los cuales sucedieron 25%
de las desapariciones, y en el tercer sitio se situó el trimestre de octubre a diciembre
registrando 15 casos, equivalentes a 18.5% del total (Gráfica 3).
Gráfica 3
Desapariciones de mujeres en Juárez, Chihuahua, por trimestre. 1995-2018
(n=81, Datos relativos)
35.00
32.10
30.00
25.93
25.00
18.52
20.00
17.28
15.00

10.00
6.17
5.00

0.00
Primer Segundo Tercer Cuarto Sin especificar
trimestre trimestre trimestre trimestre
ene-Mar abr-jun jul-sept oct-dic
Fuente: Elaboración propia.
La violencia feminicida: desaparición y trata... 173

En lo que respecta a los meses con mayor ocurrencia de desapariciones de niñas y


mujeres jóvenes, en los casos registrados (n=81) se observó una tendencia de mayor
riesgo entre marzo y agosto, con seis o más casos ocurridos por mes. En junio y julio,
el verano, sucedió el mayor número de desapariciones (Gráfica 4), pero el séptimo
mes fue el que registró el más alto número. Se observa que en los meses del otoño
también hay alto número de casos de desapariciones en relación con los meses de
invierno, aunque sobresale que los periodos de primavera y verano implican mayor
concentración de casos. Los seis meses entre marzo y agosto acumulan 66% de los
casos, respecto de septiembre-febrero.

Gráfica 4
Desapariciones de mujeres en Juárez, Chihuahua, por mes. 1995-2018
(n=81, Datos absolutos y relativos)

14 13
12
12

10
8 8
8 7
6
6 5 5 5 5
4
4
2
2 1

0
il

r
lio

sto

e
o
ro

o
zo

e
e
ro

ica
br

br
br
ay

ni

br
br
e

re

ar

Ju

go
A

iem
Ju
En

iem
ctu

cif
M

m
b

A
Fe

tie

pe
O

ic
ov
p

es
D
Se

n
Si

enero 4.94 mayo 7.41 septiembre 1.23


febrero 2.47 junio 14.81 octubre 6.17
marzo 9.88 julio 16.05 noviembre 6.17
abril 9.88 agosto 8.64 diciembre 6.17
Sin especi-
6.17 total 100% n =81
ficar
Fuente: Elaboración propia.

En síntesis, en las décadas recientes, 1995 se identifica como el año en que se inició
un registro de desapariciones de mujeres en Juárez, Chihuahua, y a partir del cual
esa condición de vulnerabilidad no ha cesado. El año 2008 representa un punto de
174 Alfredo Limas H y Myrna Limas H.

inflexión en la tendencia y 2011 es el año con mayor número de casos de desaparición


registrados. Así, se tiene que mientras en 1995 las desapariciones fueron equivalentes
a 3 mujeres, en 2011 tal cifra se multiplicó por 6. En 2018, el registro disponible de
desapariciones fue de 5 mujeres.
En términos quinquenales, se obtuvo que el periodo 2010-2014 representó el de
mayor riesgo, registrándose 33.3% (la tercera parte) de las desapariciones de mujeres,
considerando 1995-2018 como el periodo de referencia. En cambio, la sistematiza-
ción de los datos por trimestre sugirió que en el periodo abril-junio ocurrieron mayor
número de desapariciones, representando 32.10% del total. Y si el análisis se realiza
por mes, junio y julio fueron los de mayor riesgo, al representar 14.81% el primero y
16.05% el segundo en desapariciones; y ambos 30.8% del total.
Un criterio que aumenta la probabilidad de que las niñas y jóvenes mujeres sean
encontradas en un tiempo relativamente reducido es atender las alertas y protocolos
procedentes de tal forma que la difusión de la desaparición se atienda de manera ex-
pedita. Sin embargo, por lo que corresponde a los registros en consideración se tiene
lo siguiente. Es muy lamentable que apenas un poco más de la mitad de los casos han
contado con Protocolo Alba, según las referencias en la página oficial del Gobierno
del Estado para ese fin, lo que contraviene lo dispuesto por la sentencia Campo Algo-
donero en los resolutivos 18, 19 y 20. De los 81 casos, 41 sí contaban con Protocolo
Alba en la semana de revisión; 36 no contaban con la implementación del Protocolo
Alba y 4 casos estaban sin especificar.

Las edades de las víctimas de desaparición

Las víctimas de desaparición vigentes registradas en Juárez durante 1995-2018 pre-


sentan los siguientes registros en relación con la edad. Es sabido que cuando se re-
porta de la desaparición de la persona ante la Fiscalía correspondiente, un dato que
debe proporcionar el o la informante es la edad que tenía la persona en condición de
desaparición al momento de su ausencia. Conforme a la revisión de los expedientes
y las notas hemerográficas cotejadas, se dispone de la siguiente información al mo-
mento de cierre de este capítulo.
El rango de edad de las 81 mujeres víctimas desaparecidas demuestra que contaban
desde menos de un año hasta 30 de edad (Gráfica 5). La frecuencia de las edades de
las víctimas de desaparición vigentes indica que la mayor cantidad de ellas tenía 16
años cuando sufrieron este crimen, con 15 víctimas, representando 18.5% del total.
Luego, con diez casos, las jóvenes con 18 años, y en tercer lugar se posicionaron
aquellas que contaban con 19 años. El grupo de edad con más víctimas es el que se
ubica entre 16 y 19 años, al sumar 46 víctimas del total de 81 casos.
La violencia feminicida: desaparición y trata... 175

Gráfica 5
Desapariciones de mujeres en Juárez, por edad registrada. 1995-2018
(n=81, Datos absolutos y relativos)
20.00 18.52
18.00
16.00
14.00 12.35
12.00 11.11
9.88
10.00
7.41
8.00
6.00 4.94 4.94
3.70 3.70 3.70 3.70
4.00 2.47 2.47 2.47 2.47
2.00 1.231.231.23 1.231.23

0.00
0 9 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 30

% de desapariciones por edad


Fuente: Elaboración propia.

La agrupación de datos de las víctimas por grupo de edad sugiere el siguiente com-
portamiento. Las mujeres en mayor riesgo de desaparición son aquellas que contaban
de 15 a 29 años de edad en el momento del siniestro (Gráfica 6). De ese grupo, las
que contaban de 15 a 19 años representan 56.7%; las que tenían 20 a 24 años ocupa-
ron el segundo sitio al equivaler a 17.2% del total y en el tercer sitio se posicionaron
las víctimas de 25 a 29 años de edad, representando 14.8% de las 81 víctimas. Estas
circunstancias sugieren que las mujeres desaparecidas presentan rasgos de juventud
en razón de la edad, por lo que son atractivas para su cautiverio con “periodo de vi-
gencia”, para ser víctimas de trata y proporcionar servicios vinculados con el ejercicio
de la prostitución, bailes en centros nocturnos, entretenimiento para adultos, compra
o venta de drogas, “servicios sexuales”, ser fuentes de información, cumplir servicios
particulares “especiales”, entre otros, que diversos grupos pueden ofrecer al interior
de las fronteras nacionales o en el extranjero donde, vale insistir, las protagonistas son
las mujeres desaparecidas, víctimas de crímenes de violencia feminicida.
176 Alfredo Limas H y Myrna Limas H.

Gráfica 6
Desapariciones de mujeres en Juárez, Chihuahua,
por grupo de edad. 1995-2018
(n=81, Datos absolutos y relativos)

30 1.23

25 - 29 14.81

20 - 24 17.28

15 - 19 56.79

10-14 7.41

5-9 1.23

0-4 1.23

0.00 10.00 20.00 30.00 40.00 50.00 60.00


Fuente: Elaboración propia.

Anotaciones para la prevención de violación de derechos humanos


de niñas y mujeres jóvenes en el caso juarense

En los registros de desapariciones vigentes de los que se dispone desde 1995, se


cuenta con una cifra superior a cien mujeres y niñas desaparecidas, cuyas edades
se encuentran en el promedio de 17 años. Por tal razón, se destaca la edad como un
elemento del perfil de vulnerabilidad. Los perfiles de las víctimas de feminicidio y
desaparición indican datos y perfiles precisos en términos de edad, clase, referencias
socioculturales, de color de piel y zonas de residencia de las niñas y jóvenes asesi-
nadas, de periodos de la desaparición, e incluso de días de ocurrencia de los hechos,
con diferencias significativas en los días de media semana y los de fin de semana, por
ejemplo, en cuanto a la desaparición de la niña o joven.
La desaparición es un inicio de la trayectoria feminicida, de un sistema sexo-gé-
nero emergente con más brechas para la vigencia de derechos de las niñas y mujeres
en Juárez que en las décadas precedentes. Se trata de un mayor número de víctimas,
con mayor contundencia de criterios de interseccionalidad: género, edad, clase social,
domicilio de las víctimas, escolaridad, ocupación, entre otras. La violencia social en
Juárez ha implicado mayor violación de derechos humanos de niñas y mujeres con
en un nuevo sistema de género de mayor riesgo, vulnerabilidad, y limitado acceso a
la justicia por razones de género. Esto indica retos para la acción pública, igual que
para la producción de conocimiento en los medios académicos, con prioridad en esta
temática.
La violencia feminicida: desaparición y trata... 177

En este sentido, se reconoce la violación de los derechos humanos de las mujeres


en Ciudad Juárez. También se trata de un asunto de inequidad de género porque la
posición de las mujeres en el espacio público es inferior que la de los hombres. Tal
como afirma Marcela Lagarde en “Identidad de Género y Derechos Humanos. La
construcción de las humanas”:

La violencia de género daña las vidas y el mundo de las mujeres y es ejercida desde cual-
quier sitio y con cualquier objeto material o simbólico que pueda causarles tortura, daño
y sufrimiento. Las repercusiones de la violencia a las mujeres son variadas e incluyen
desde la lesión de su integridad como persona, la pérdida de libertad (de posibilidades),
hasta la pérdida de la vida. Es evidente que la finalidad de la violencia de género cumple
funciones políticas para lograr la dominación de las mujeres y mantenerla cada día, al
debilitar a las mujeres y menguar así su capacidad de respuesta, de defensa y de acción.
La violencia genérica produce en cantidad de mujeres uno de los recursos más impor-
tantes del control patriarcal: el miedo (13).

Juárez es una sociedad con miedo. Abatir la violencia feminicida implicará abatir el
miedo. La urgencia es definir cuáles son los déficits institucionales para reducir estas
circunstancias de inseguridad y las brechas en el acceso a la justicia, que perpetúan
la desaparición y configuran formas de vulnerabilidad para padecer la trata asociada
a ese crimen permanente y continuado, y la posibilidad de que se concluyan esos he-
chos en feminicidios. En ese universo de feminicidios documentados, la gran mayo-
ría de los casos se caracterizan por: víctima sin relación con su victimario, acumu-
lación de otras violencias hacia esas mujeres y/o niñas, y falta de conclusiones judi-
ciales finales.
En muchos casos, a la privación ilegal de la libertad y/o un cautiverio para fines
de tortura sexual, según indicios varios, sobrevino el asesinato como punto final de
violencia, con la inhumación clandestina o el abandono de la(s) víctima(s) en algún
punto de la mancha urbana o el territorio municipal. Esto ha sido tanto para casos
individuales o aislados como para casos de grupos de víctimas, desde 1995 hasta la
actualidad. Es persistente una voluntad política de no esclarecimiento ante el “asesino
corporativo” que comete estos crímenes de género. La desaparición y el cautiverio, y
lo que sucedía a las víctimas entre esos momentos y el asesinato no era documentado
ni objeto de investigación legal. Sólo el asesinato se observó en lo legal, sin visibilizar
eventos concatenados en estos crímenes.
En los registros de desapariciones vigentes de que se dispone desde 1995, se cuenta
con una cifra superior a cien mujeres y niñas desaparecidas, cuyas edades se encuen-
tran en el promedio de 17 años. Por tal razón, se destaca la edad como un elemento
del perfil de vulnerabilidad. Al respecto, de los 107 casos de mujeres registradas como
desaparecidas a inicios de 2019, se observa que son 81 mujeres menores de 30 años de
edad, en concordancia con el perfil de vulnerabilidad destacado. Esta cifra es la que
178 Alfredo Limas H y Myrna Limas H.

se utilizó para identificar esos perfiles de vulnerabilidad en tanto elementos comunes


con las víctimas de feminicidios no íntimos que se han atendido en este texto.
Cada día que transcurre sin que las autoridades se enfoquen con el mayor de los
recursos posibles en el esclarecimiento de estos hechos es una jornada más que aleja
de la justicia y se abona a la impunidad, sin prevención de violencia hacia mujeres
y niñas en Juárez. Mientras la impunidad feminicida campea en la ciudad fronteriza,
con razones estructurales de ese poderío, que trascienden el territorio mexicano y se
remiten a las dinámicas económicas criminales de lo global y lo transfronterizo, por
los negocios del tráfico de drogas ilegales, de armas, de personas, donde la violencia
feminicida es un elemento de desigualdad que se acumula a las injusticias que pa-
decen mujeres jóvenes y niñas empobrecidas de esta ciudad, por lo que la violencia
feminicida debe historizarse, como en la postulación de etapas que se ha planteado.

Referencias

Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión. Ley General de Acceso de las


Mujeres a una Vida Libre de Violencia (lgamvlv). Disponible en http://www.
diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LGAMVLV_130418.pdf.
El Diario (2012). “Localizan restos de 12 mujeres; 5 son menores”, Sección Princi-
pal, 17 de abril, Ciudad Juárez.
Gobierno del Estado de Chihuahua, Fiscalía General del Estado de Chihuahua. For-
mato para el Reporte de desaparición de Mujeres y Niñas. http://fiscalia.chihua-
hua.gob.mx/pdf/reporte/informeznorte.pdf.
Lagarde, Marcela (s/f). “Identidad de género y derechos humanos. La construcción de
las humanas”. Disponible en http://www.derechoshumanos.unlp.edu.ar/assets/
files/documentos/identidad-de-genero-y-derechos-humanos-la-construccion-
de-las-humanas.pdf.
Limas, Alfredo (2014). “(In)Seguridad humana, violencia feminicida, democracia y
capital”, Regions & Cohesion, vol. 4, núm. 3, Winter.

Bibliografía

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DIANA Y GABY MURGUÍA: REFLEXIONES EN TORNO
A LAS DESAPARICIONES DE MUJERES EN CHIHUAHUA
EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA CONTRA EL NARCOTRÁFICO

May-ek Querales Mendoza

De manera casi tradicional, la narrativa de las víctimas de desaparición forzada, fe-


minicidio y otras graves violaciones a derechos humanos ha sido dada a conocer por
las madres de las víctimas y, en contadas ocasiones, por sus padres, desdibujando la
narrativa de otras personas en los procesos de denuncia y exigencia de justicia. A par-
tir del relato de las hijas de Isela Hernández Lara, mujer desaparecida por un comando
armado el 14 de agosto de 2011 en Guadalupe, Chihuahua, en este texto ofreceré una
reflexión sobre los efectos producidos por la desigualdad en los procesos de desapari-
ción y búsqueda en el contexto de la guerra contra el narcotráfico. Es decir, a través de
esta narrativa busco mostrar cómo la búsqueda de una persona desaparecida no sólo
se ve limitada por la violencia estructural e institucional que propicia las condiciones
para que la desaparición de una persona se produzca; sino que también también está
atravesada por el capital social1 que la familia de la víctima tiene a su alcance para
movilizar dicha búsqueda. Para ello me apoyo en el método de caso ampliado, que
consiste en escoger “un caso o un número limitado de casos en que se condensan con
particular incidencia los vectores más importantes de las economías interaccionales
de los diferentes participantes en una práctica social dada” (Sarrabayrouse Oliveira,
2011: 34).
A las hermanas Murguía las conocí en El Paso, Texas, en 2012, mientras hacía el
trabajo de campo para mi tesis de maestría, y volví a compartir tiempo y espacios con

1 Entendido como la red de relaciones sociales que pueden movilizarse para resolver dificultades. “El

capital social está constituido por la totalidad de los recursos potenciales o actuales asociados a la posesión
de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento y reconocimiento
mutuos. Expresado de otra forma, se trata aquí de la totalidad de recursos basados en la pertenencia a un
grupo” (Bourdieu, 2000).
182 May-ek Querales Mendoza

ellas entre 2014 y 2015, durante el trabajo de campo para mi investigación doctoral.
Cuando las conocí, Gabriela tenía 13 años y Diana 15 años, hoy las dos están en sus
veintes; cada una es madre de dos hermosas bebés y viven en un pequeño pueblo rural
de Texas con el estatus migratorio precario que les brinda su caso de asilo político,
cerrado administrativamente mientras procede la petición de ciudadanía que realizó
su abuelo paterno, proceso que, a su vez, puede durar hasta diez años debido a la
saturación de casos que tienen las oficinas migratorias estadounidenses.
Si bien Diana y Gabriela Murguía forman parte de Mexicanos en Exilio, una or-
ganización no gubernamental con sede en El Paso, Texas, que tiene como objetivo
denunciar las violaciones a derechos humanos que se han producido en el marco de
la guerra contra el narcotráfico en México, dicha organización no tiene como tarea
la localización de personas desaparecidas y, aun cuando han participado activamente
en denunciar frente al consulado mexicano que ocho personas de su organización
están desaparecidas, el estatus migratorio de los integrantes de la organización no les
permite realizar un seguimiento puntual a los expedientes judiciales o participar en
los rastreos que se han realizado en campo durante los últimos años.
Ser solicitante de asilo es un estatus que coloca a las personas en un limbo jurídico.
Como tal, la solicitud de asilo es sólo un permiso migratorio que evita la deportación
de las personas hacia el lugar del cual huyeron para salvar su vida. En Estados Uni-
dos las personas deben esperar hasta que un juez revise y decida sobre su caso, y la
espera puede ocurrir en espacios de encierro denominados centros de detención; de
ahí la insistencia de la Agencia de la onu para los Refugiados (acnur por sus siglas
en español) y las organizaciones pro-migrantes para que los procedimientos en el
ámbito administrativo no sean prolongados ni se realicen en condiciones de encierro.
De manera adicional, la solicitud de asilo no asegura el acceso a ningún derecho, an-
tes bien, restringe la movilidad de las personas y su capacidad de autosuficiencia; en
Estados Unidos los solicitantes tienen que acudir a firmar ante su oficial de asilo una
vez al mes y los operadores del sistema pueden negar el derecho al trabajo hasta por
seis meses cada año que su solicitud esté en revisión, aunque en 2018 se modificó el
trámite y ahora el permiso de trabajo se emite por dos años.2

“Ese día fue un día que nunca se nos va a olvidar”

Diana nació, acompañada por una partera, el 4 de marzo de 1996 y recuerda Guadalu-
pe como un lugar hermoso y tranquilo en el que “la mayoría de la gente del pueblo era

2 Para más información véase: Querales Mendoza, May-ek (2013). “Desde el Valle de Juárez: Procesos

de Exilio hacia El Paso, Texas, entre 2008 y 2012. Experiencias de la violencia política contemporánea
en México”, tesis para obtener el grado de Maestría en Antropología social, ciesas. Querales Mendoza,
May-ek (2017). “Mexicanos en Exilio: experiencias de búsqueda de refugio en Estados Unidos entre 2008
y 2014. Performances políticos y jurídicos desde las periferias del Estado mexicano”, tesis para obtener el
grado de Doctora en Antropología, ciesas.
Diana y Gaby Murguía: reflexiones en torno a las desapariciones... 183

de ahí, toda la gente del pueblo se conocía”, no fue sino hasta que cumplió los 13 años
cuando empezó a darse cuenta de la violencia que la rodeaba; “llegábamos a escuchar
que desaparecían gente, pero cuando éramos chiquitas no nos preocupábamos de eso”
(Murguía, comunicación personal). Fue 2011 el año que cambió radicalmente la vida
de Diana, ese año celebró sus 15 años en el mes de mayo

[Pero] también en ese tiempo ya había mucha violencia en el pueblo, ya era una etapa
en la que no podías salir como antes a la calle, tampoco estar a altas horas en la calle.
Había rumores de que si estabas en la calle a altas horas de la noche te iban a matar
porque no querían a nadie fuera a altas horas de la noche. Había personas halconeando
en el pueblo, que están mirando nomás qué pasa en el pueblo, quién entra, quién sale,
quién no es de ahí. Los rumores corrían bien rápido y cuando alguien andaba mal ya
sabíamos, si alguien andaba mal de la familia el pueblo se enteraba. Ya escuchábamos
“se llevaron a tal persona” o “se llevaron a fulanita”, si fue mucha gente a la que la
levantaron […] hubo varias mujeres que se llevaron, a una vecina mía, era policía y a
ella la mataron; era bastante gente que conocíamos, pero a nosotros nunca nos había
pasado nada. Mi familia trabajaba en el campo, mi papá trabajaba en la maquiladora.
Cuando los cárteles se empezaron a pelear la plaza empezaron a correr a las familias
que ya no querían ahí, estaba feo, pero no pensamos que nos fuera a pasar nada (Mur-
guía, comunicación personal).

El 14 de agosto fue el día que cambió todo para la familia Hernández, “ese día fue un
día que nunca se nos va a olvidar”. Era domingo por la tarde y, después de haber ido
a la iglesia, Isela, su hermana Romelia, una de sus cuñadas, Diana y su hermana Gaby
tomaban el fresco y charlaban bajo la sombra de un árbol frondoso cuando llegó un
grupo de hombres encapuchados y, con armas en mano, exigieron a las mujeres co-
locarse pecho tierra. Las mujeres gritaron que fue cuando Miguel Murguía, padre de
Diana, salió de su hogar para ver qué ocurría, los hombres se dirigieron hacia él y lo
golpearon hasta dejarlo inconsciente. Cuando los hombres dijeron que se llevarían a
una de las mujeres, Isela decidió levantarse e irse con ellos para que no hicieran daño
a sus hijas, “nunca se me olvidan sus palabras, les dijo que ella se levantaba sola, que
ella caminaba sola” (Murguía, comunicación personal).
El comando buscaba a uno de los hombres de la familia Hernández para que les
diera información de los panaderos.3 El objetivo era llevarse consigo a uno de los
jóvenes integrantes de la familia Reyes Salazar y, al no dar con él, la violencia fue
desplazada hacia el núcleo familiar de Gaby y Diana; su padre y su madre se con-

3 Palabra con la que los oriundos describen a la familia Reyes, activistas reconocidos en el Valle de

Juárez (nombre que se le da a la región conformada por los poblados de los municipios Guadalupe y Praxe-
dis G. Guerrero, localizados al oriente de Ciudad Juárez, justo sobre la frontera con Estados Unidos) amen-
azados de muerte desde 2010 y a quienes les habían asesinado a cinco miembros de la familia en el proceso.
184 May-ek Querales Mendoza

virtieron en víctimas de recambio. Cuando se alejaba, del lugar, llevándose consigo


a Isela, les advirtieron que si los Hernández no se iban ese mismo día del pueblo los
matarían a todos.
Una vez que el comando se marchó del pueblo, la familia Hernández fue re-encon-
trándose de a poco. Los más chicos describen cómo corrieron entre los techos de las
casas para ir encontrándose con el resto de la familia. Acudieron después al batallón
del ejército, emplazado en las orillas de su pueblo, para solicitar ayuda y con lógica
burocrática respondieron que lo acontecido rebasaba su jurisdicción.

Decidimos reunirnos en el gimnasio, que en ese tiempo estaban ahí los soldados y cuan-
do llegamos mi abuelito les dijo lo que estaba pasando; que por favor nos ayudaran a
llevar a mi papá para Juárez porque estaba muy mal. El que estaba al mando de los
soldados en ese lugar, le dijo a mi abuelito que nos metiéramos todos para adentro del
gimnasio porque si llegaban a rafaguearnos o a dispararnos ahí, ellos no podían hacer
nada y no iban a hacer nada que porque para que ellos pudieran empezar a buscar a
mi mamá tenían que tener una orden de alguien más arriba de ellos, que ellos no po-
dían hacer nada. Mi abuelito les volvió a decir que nos ayudaran a llevar a mi papá al
hospital y nos dijeron que no, que tampoco podían, que porque no tenían dinero para
echarle diésel a las trocas. No pudieron o no quisieron hacer nada por nosotros (Mur-
guía, comunicación personal).

Como pudo, cada núcleo familiar reunió los documentos mínimos para irse de su
casa, de su pueblo y de su país. Uno de los más jóvenes llegó a narrar con dolor en-
trar corriendo al patio de su casa, pasar entre los pollitos que criaba y sentir mucha
tristeza por abandonarlos, mientras hurgaba entre los cajones para encontrar su acta
de nacimiento.

Ese día como a las 6 de la tarde estábamos esperando a la familia para cruzar, cruzamos
en el puente de Caseta. Nos venimos todos en caravana y los últimos primos en llegar
nos dijeron que venían siguiéndonos… los soldados no quisieron hacer nada para ayu-
darnos (Diana, comunicación personal).

Al cruzar el puente internacional y solicitar protección al gobierno de Estados Uni-


dos, la familia Hernández ingresó al sistema de asilo estadounidense. La presencia del
ejército mexicano facilitó en cierto sentido el primer paso en dicho sistema, conocido
como entrevista de miedo creíble, consiste en responder frente a personal capacitado
para realizar interrogatorios a solicitantes de protección internacional, dicho personal
determina si la historia de persecución es congruente y permite que las personas pre-
senten formalmente su petición.
No obstante haber sido aprobados en la entrevista de miedo creíble, los integrantes
de la familia ingresaron a Estados Unidos de manera diferenciada y fueron separados.
Diana y Gaby Murguía: reflexiones en torno a las desapariciones... 185

Al cruzar la frontera cruzaron también hacia un sistema que diferencia, facilita o


impide el desplazamiento de las personas (Heyman, Morales y Nuñez, 2011). En la
garita, los Hernández fueron individualizados por su relación con la documentación
migratoria y la posibilidad de acceder reglamentariamente a Estados Unidos. Así, a
algunos hermanos de Isela les fue permitido ingresar un par de horas después para lle-
var en libertad todo su proceso de asilo, mientras que otros fueron enviados a un Cen-
tro de Detención entre uno o dos meses, mientras la familia conseguía representación
legal e iniciaba el trámite de solicitud de asilo. Los menores de 18 años ingresaron
bajo la custodia de sus tutores y Diana y su hermana Gaby, debido al pésimo estado
de salud de su padre, quedaron bajo la custodia de una de sus tías.
Solicitar asilo político es una situación límbica, pero el asunto no se reduce a una
descripción jurídica. Quien solicita asilo político encarna múltiples despojos produci-
dos mayoritariamente por vía violenta. Adicional a la identidad y el terruño, la perso-
na que solicita asilo es despojada de todos los capitales que poseía en su comunidad,
hablamos, sí, del capital económico, pero también del capital cultural y del capital
social; al huir de su hogar, de un día a otro, las personas arriban a otra comunidad para
la que, literalmente, son nadie.
Agreguemos a esto que la voz de la niñez y la juventud es silenciada en los proce-
sos de migración forzada, cuando se hacen solicitudes de asilo suelen ser sus tutores
quienes brindan la narrativa de persecución y agravio ante las autoridades, de manera
que difícilmente se brinda escucha atenta y diferenciada a las necesidades de los me-
nores de edad. Cuando cruzaron el puente, Diana tenía 15 años y su hermana tenía 13;
el sistema migratorio las clasificó como menores no acompañadas y fueron asignadas
a la tutela de una tía mientras Miguel Murguía, el padre de las niñas, se recuperaba y
salía del hospital (el proceso le tomó poco más de un año).
Diana y su hermana Gaby se encontraron, de un día a otro, en un nuevo contexto
sin soportes sociales suficientes, “al principio yo tomé el rol de la mamá con Gaby,
yo era como la mamá para ella. Cuando yo me casé ella se molestó mucho conmigo
porque yo estaba siempre en la casa, yo le lavaba y le hacía de comer” (Murguía,
comunicación personal). Es ante este tipo de panoramas que, frente a la mirada pe-
nal y criminológica, el enfoque de derechos humanos puntualiza la importancia de
observar los agravios como producto de delitos complejos para poder aproximarse al
entramado de violencias que producen el daño.

Mujeres desaparecidas en el Valle de Juárez

La desaparición de mujeres no es un tema novedoso en Chihuahua, particularmente


en Ciudad Juárez, donde la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Relaciona-
dos con los Homicidios de Mujeres en el Municipio de Juárez ha informadoContinúa...
que entre
1993 y 2005 se realizaron 4.456 reportes de mujeres desaparecidas (cidh, 2006: 36).
186 May-ek Querales Mendoza

Recordemos que Ciudad Juárez ingresó en la narrativa de los derechos humanos por
la alta incidencia de feminicidios ocurridos en su territorio y esto ha sido propiciado
por la desigualdad de género y las condiciones socioeconómicas estructurales de la
ciudad (Monárrez, 2013).
Muchos de los especialistas que han realizado investigación sobre los femincidios
en Ciudad Juárez coinciden en señalar la importancia que tuvo el Programa de Indus-
trialización Fronteriza de 1965, para reorganizar la ciudad y aprovechar las diferen-
cias de clase y género que se fortalecen alrededor del orden productivo internacional
(Monárrez, Pimentes y García, 2013). Con esto suelen ubicar la producción de una
nueva geografía de la marginalidad en la que las mujeres que migraron a Ciudad
Juárez para trabajar en la industria maquiladora fueron convertidas en víctimas po-
tenciales por la posición de desventaja en el ejercicio de sus derechos; sin embargo,
la mayoría de estas miradas suele depositarse específicamente sobre la ciudad y sólo
se menciona el Valle de Juárez para referirse a los espacios en donde los homicidas
depositaron los cuerpos sin vida de las mujeres.
En 1993 se registró en Ciudad Juárez el primer feminicidio y, de acuerdo con la
revisión realizada por Patricia Ravelo, en 1994, Janeth Fierro Vargas de 12 años fue
localizada sin vida en la carretera Juárez-Povernir –único camino pavimentado que
conecta Ciudad Juárez con el resto del Valle–; ese mismo año se localizó, en el mu-
nicipio de Guadalupe, el cuerpo sin vida de una menor que fue incinerada. En 1995,
nuevamente en la carretera Juárez-Porvenir, esta vez en el ejido El Sauzal, se localizó
la osamenta de una persona del sexo femenino, de entre 14 y 17 años; ese mismo
año, Cecilia Covarrubias Aguilar, de 18 años, fue localizada en Loma Blanca, “había
desparecido mientras llevaba a su hija de veinticuatro días de nacida a consulta. Su
cuerpo tenía dos balazos en la espalda y la menor le fue robada”. En 1996, nueva-
mente en El Sauzal, se localizó el cuerpo sin vida de una mujer de entre 19 y 25 años.
Cuatro años después, en 2010, el cuerpo de Idaly Juache fue localizado en el Arroyo
del Navajo, en el Valle de Juárez (Ravelo, 2017).
Las madres organizadas en Ciudad Juárez para localizar a sus hijas desaparecidas
encontraron incluso uno de los patrones de violencia que consumía los cuerpos de
sus hijas y los conducía hacia los municipios de la región, en palabras de Malú Gar-
cía, “las raptan, nunca las sacan del lugar (del centro), ahí las ponen a trabajar. Si la
familia difunde el caso se abre el perímetro (se llevan a la víctima) al Valle de Juárez,
a un bar a Guadalupe […]” (Turati, 2013).
El 16 de septiembre de 2009, la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictó
sentencia contra el Estado mexicano por el feminicidio de Claudia Ivette González,
Esmeralda Herrera Monreal y Laura Berenice Ramos Monárrez, cuyos cuerpos fue-
ron encontrados en un campo algodonero en Ciudad Juárez el 6 de noviembre de 2001
(caso conocido como “campo algodonero”). En la sentencia se responsabiliza al Esta-
do por la falta de medidas de protección a las víctimas y la falta de prevención de los
crímenes; pese al conocimiento del patrón de violencia de género en la región, la falta
Diana y Gaby Murguía: reflexiones en torno a las desapariciones... 187

de respuesta de las autoridades frente a la desaparición, la falta de debida diligencia


en la investigación y la denegación de la justicia (cidh, 2009).
A pesar de la sentencia “campo algodonero”, los hallazgos han seguido producién-
dose y, durante 2012, ahora en el poblado conocido como El Millón, fueron recupera-
dos alrededor de 15 cuerpos entre los que identificaron a Lizbeth A., reportada como
desaparecida en 2009, Yesica P., Andrea G., Deysi R., Yasmin T. e Idali J.,4 todas
reportadas como desaparecidas en 2010 (Coria, 2012). Posteriormente, durante 2016,
fueron recuperados los cuerpos de Idaly Juache Laguna, María Guadalupe Pérez
Montes, Marisela Ávila Hernández, Yanira Fraire Jáquez, Brenda Berenice Castillo,
Jessica Terrazas Ortega, Jessica Leticia Peña García, Lizbeth Avilés García, Virginia
Elizabeth Domínguez y Andrea Guerrero Venzor (Calibre 800, 2016). Durante 2018
la Fiscalía General del Estado dio a conocer en un par de comunicados que, en segui-
miento a algunas carpetas de investigación habían recuperado cuatro osamentas y 199
restos óseos en los poblados de El Millón y Juárez y Reforma (fge, 2018a, 2018b);
sin embargo, en tanto la búsqueda no estuvo liderada por los colectivos de familias,
la información respecto a los procesos de identificación o los rasgos mínimos de
identificación de los cuerpos no han sido dados a conocer.
Como podemos ver, el Valle de Juárez aparece en las narrativas relacionado con
la producción de la muerte de manera muy frecuente –idea que se consolidará con
los procesos de violencia que experimentó la región a partir de 2007 y la publicación
de Melissa del Bosque en la que bautiza al lugar como “El valle de la muerte” (Del
Bosque, 2012)–. Es decir, la geografía de la marginalidad producida por la violencia
estructural en Ciudad Juárez tiene como correlato la producción de márgenes dentro
de los márgenes y, con ello, se ocultan los procesos organizativos y de resistencia que
llegaron a existir en la región. Debido a su corta edad, la narrativa de Diana sólo men-
ciona tangencialmente a los panaderos, pero dicha familia tuvo entre sus integrantes a
dos de las primeras buscadoras de la región: Doña Sara Salazar y su hija Josefina Re-
yes Salazar conformaron el grupo Los Mosqueteros del Rastrillo, que acompañaban
a las familias de jóvenes desaparecidas a realizar búsquedas en el desierto.5 La fami-
lia de Josefina Reyes afirma que fue precisamente su activa participación en la denun-
cia de los feminicidios lo que motivó su ulterior asesinato (notas de campo, 2012).

4 Los nombres se presentan tal como aparecen mencionados en la fuente consultada.


5 Josefina Reyes fue asesinada en 2010, como parte del circuito de amenazas y persecución que rodeó
a su familia hasta que dejaron el Valle de Juárez en 2011; y Doña Sara Salazar falleció en el exilio el 26
de septiembre de 2018.
188 May-ek Querales Mendoza

Guerra contra el narcotráfico, desaparición de mujeres y éxodo

El 28 de marzo de 2008 dio inicio de manera formal el Operativo Conjunto Chihua-


hua y tuvo como sede Ciudad Juárez; dicho operativo formaba parte de la estrategia
de seguridad lanzada en 2006 para combatir al narcotráfico a nivel nacional; y cuyo
principal efecto fue un incremento exponencial de la violencia a nivel regional.
La familia Hernández forma parte de un éxodo que inició en 2007 como efecto de
la violencia relacionada con el narcotráfico y la estrategia de seguridad propuesta por
Felipe Calderón Hinojosa.6 Aunque este éxodo ha sido deficientemente cuantificado,
los antiguos habitantes del Valle de Juárez dicen que se fueron unas 8 mil personas de
los poblados (notas de campo, 2015) y se ha llegado a hablar de unas 250 mil personas
desplazadas sólo desde Ciudad Juárez (según cifras de la uacj).
De acuerdo con la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos
Humanos (cmdpdh), el desplazamiento forzado, consecuencia de la violencia rela-
cionada con el narcotráfico, es una problemática creciente en México y sus 329,917
víctimas se encuentran en completa desatención y en una profunda vulnerabilidad
(cmdpdh, 2017). Ante la falta de políticas públicas de atención y seguimiento a los
procesos de desplazamiento interno e internacional, las personas que han atravesado
esta experiencia en el México de la guerra contra el narcotráfico han permanecido en
la invisibilidad y, en ese panorama, la familia Hernández tuvo una pequeña ventaja:
antes que ellos, y en circunstancias similares, se fueron otras familias del Valle de
Juárez y formaron en Texas, a principios de 2011, Mexicanos en Exilio. Esta organi-
zación los acogió y desde ahí han buscado visibilizar su caso.
Sin embargo, no es nada fácil realizar desde el exterior la búsqueda de una perso-
na desaparecida en México, porque eso es Isela en tanto no se conozca su paradero.
Aun cuando un par de días después un familiar que vivía en Ciudad Juárez levantó
la denuncia por lo sucedido, no se realizó investigación bajo protocolo ni se ha dado
seguimiento al caso.

Mis tías fueron a Ciudad Juárez a poner una denuncia por desaparición forzada para
mi mamá, nosotros no podíamos porque nos estaríamos deportando.7 Los que tomaron
la denuncia nos llamaron por teléfono para tomarnos la declaración por lo que había
pasado con mi mamá.
   Mis tías siguieron yendo a ver y uno de mis primos, que aún vivía en Juárez, fue a ver
qué estaba pasando con la búsqueda de mi mamá y le dijeron que no podían hacer nada
porque tenía que poner la denuncia en Guadalupe, que porque el hecho había sucedido

6 Presidente de la República de 2006 a 2012.


7 Las personas solicitantes de asilo político necesitan un permiso migratorio para poder regresar a su
país sin que se anule la solicitud de protección realizada; sin embargo, los jueces migratorios en Estados
Unidos suelen interpretar el que los mexicanos regresen a su país como un desistimiento del proceso, por
eso Diana y otros solicitantes más interpretan la situación como “deportarse” (notas de campo, 2014).
Diana y Gaby Murguía: reflexiones en torno a las desapariciones... 189

en Guadalupe, no en Ciudad Juárez. Él tuvo que ir a Guadalupe para poner la demanda


porque nosotros no podíamos regresar para el pueblo.
   Después de un tiempo mi abuelita y dos de mis tías fueron a hacerse exámenes de
sangre por si algún cadáver coincidía; mi abuelita, antes de que falleciera, siempre
estuvo al pendiente y mi abuelito fue a pedir un reporte de lo que estaban investigando
y ellos cerraron el caso que porque no la encontraron; que supuestamente habían en-
contrado que un cártel había sido el culpable de la desaparición de mi mamá cuando
se estaban peleando los cárteles ahí en el pueblo, pero nunca la encontramos; nunca
tuvimos un cadáver de ella o dónde quedó. Nunca supimos nada porque realmente las
autoridades en México no hacen nada, escriben expedientes o se inventan pruebas,
pero no buscan nada. Muchas de las cosas que leímos fueron mentira, nunca pasaron,
lo escribieron para que creyéramos que realmente estaban buscando a mi mamá, pero
realmente nunca hicieron nada (Murguía, comunicación personal).

Activar los procesos de búsqueda de personas desaparecidas en México es uno de


los mayores retos que enfrentan las familias, no sólo porque las agencias estatales y
federales de investigación dilatan los procesos, sino porque para poder buscar a al-
guien de manera eficiente necesitas establecer alianzas y movilizar a los actores de la
localidad en la que ocurrieron los hechos. Activar a una comunidad en el contexto de
la guerra contra el narcotráfico pasa por el tamiz del vaciamiento del espacio público
ante la presencia de actores armados en los territorios. Si buscas apoyo en una comu-
nidad, pero los actores que podían acompañarte han sido asesinados o han huido de la
localidad, el resultado son actores individualizados intentando hacer frente a delitos
complejos de manera poco exitosa.
En Ciudad Juárez, como respuesta del Estado mexicano al caso del campo
algodonero,8 se implementó el Protocolo Alba desde 2003; dicho protocolo tiene
como objetivo:

Llevar a cabo la búsqueda inmediata, para la localización de mujeres y niñas desapa-


recidas, con el fin de proteger su vida, libertad personal e integridad, mediante un plan
de atención y coordinación entre las autoridades de los tres niveles de gobierno, que
involucren a medios de comunicación, sociedad civil, organismos públicos y privados,
en todo el territorio mexicano (CONAVIM, 2019).

8 La sentencia “Campo Algodonero”, correspondiente al homicidio brutal y con móvil sexual de 8

mujeres, permitió visibilizar que, desde 1993 Ciudad Juárez ha sido escenario de una sistemática violencia
contra las mujeres. Esta violencia, manifestada de diversas formas, ha encontrado su máxima expresión en
los aproximadamente 400 homicidios de mujeres y niñas que desde esa fecha hasta 2009 había tenido lugar
en esa ciudad, con por lo menos 264 víctimas hasta el año 2001 y 379 hasta el 2005. Más allá de las cifras,
sobre las cuales no existe firmeza, la sentencia afirmó que “es preocupante el hecho de que algunos de estos
crímenes parecen presentar altos grados de violencia, incluyendo sexual, y que en general han sido influen-
ciados, tal como lo aceptó el Estado, por una cultura de discriminación contra la mujer”. (CIDH, 2009).
190 May-ek Querales Mendoza

A pesar de la aplicación de este protocolo, en 2008 se registraron 96 feminicidios; en


2009, 63; en 2010, 275; y en 2011, 203 (Báez, 2013). En este orden de acontecimien-
tos, en 2012 se hablaba de un incremento del 900% en la desaparición de mujeres,
niños y niñas desde 2006.
En México se tiene un registro de 40,180 personas desaparecidas y, de ellas, en el
estado de Chihuahua, 2,046 fueron reportadas como desaparecidas ante el nivel del
fuero común entre 2008 y 2018 y sólo existen 25 registros ante fuero federal (rnped).
Si bien el nombre de Isela Hernández está asentado en el Registro Nacional de Datos
de Personas Extraviadas o Desaparecidas, su historia no ha sido incorporada en las
denuncias públicas por violencia de género de la región y su familia no ha podido
participar de las búsquedas en terreno que se han realizado en la región. Pensemos
que durante 2012 se localizaron en el Valle de Juárez restos óseos y los cuerpos de 12
mujeres, en una zona conocida como “Arroyo Navajo”.
La incertidumbre del núcleo familiar de Isela continúa y aun cuando en Texas
había una oficina de representación de la Procuraduría General de la República y, en
teoría, el consulado mexicano puede atender las denuncias de justicia de los mexica-
nos, apenas en 2015 se tomaron muestras de adn al hijo mayor de Isela y hasta 2018
no les habían brindado información sobre posibles cruces de información.

A manera de cierre

Judith Butler (2010) nos dice que la precariedad subraya el anonimato en el que
acontece la muerte de muchas personas, y para el caso mexicano quiero agregar la
desaparición, de manera que lo que les ocurre no suscita condolencia. Hablamos
entonces de que el sufrimiento humano de ciertos grupos sociales no provoca una
reacción moral ni política y cae en un circuito de invisibilidad que se produce cuando
amplios grupos de personas son excluidas del Estado de derecho y a esto se agrega la
erosión de lazos de pertenencia producida por la violencia. La posibilidad de que el
caso de Isela Hernández resuene y se investigue judicialmente depende, entonces, no
sólo de las capacidades institucionales, sino de la red de relaciones sociales y políticas
que puedan activarse alrededor de ella y de su familia.
Es en este tenor que en la reflexión social contemporánea, en México y en Amé-
rica Latina, la imagen del familiar ha adquirido un estatuto teórico y político para
pensar las nuevas formas de construcción de ciudadanía frente a los procesos de
precarización que multiplican los espacios de desigualdad y exclusión, en los cuales
se producen vidas y muertes que no importan. “Los familiares ‘aparecen’ y plantean
el problema de la justicia como cosa pública […] los familiares organizados pueden
ofrecer una lectura de los acontecimientos, identificar a presuntos responsables y
establecer conexiones de impunidad” (Pita, 2004).
Diana y Gaby Murguía: reflexiones en torno a las desapariciones... 191

Uno sabe que los papás se van primero que nosotros, pero no de esta manera, pero al
final del día me ha ayudado a comprender a muchas personas que están pasando por lo
mismo. Hay muchas muchachas que se quedaron sin su mamá como yo.
   Mis dos hijas ahorita son mi fortaleza, gracias a Dios. Trato de ser una mamá
excelente como mi mamá lo fue con nosotras, intento que el ejemplo que ella nos dejó
como mamá se lo demos nosotros a nuestras hijas. Gracias a los valores y al ejemplo
que ella me dio sigo adelante para que ella donde quiera que esté se sienta orgullosa
de nosotras, hemos sabido salir adelante con todo lo que ella nos enseñó (Murguía,
comunicación personal).

En los esfuerzos que hacen las hermanas Murguía, su hermano y su padre podemos
ver el ejercicio de disputa que intentan a entablar frente a la invisibilización; sin
embargo, la plataforma de denuncia construida desde el exilio ha sido insuficiente
para convertir en emblemático el caso de Isela Hernández. Como podemos observar
a través de este caso, la búsqueda de las personas desaparecidas se encuentra condi-
cionada por los capitales (social, económico y cultural) que las familias tienen a su
disposición. Lamentablemente, la violencia en México no sólo ha tomado nuestros
cuerpos, en ciertos sectores sociales ha pulverizado también sus capitales llegando
a imposibilitar procesos cruciales para la rearticulación comunitaria, entre ellos la
búsqueda y localización de las personas desaparecidas.

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PROBLEMAS DE SALUD FRONTERIZA Y TRATA DE PERSONAS

Silvia M. Chávez Baray y Eva M. Moya

La Frontera México-Estados Unidos

La frontera de Estados Unidos y México se encuentra entre las regiones más com-
plejas y vibrantes del mundo. La frontera es única en demografía, contexto social,
cultura, economía y política, lo que influye en la salud de sus residentes. Funciona
como una comunidad internacional, donde los desafíos y oportunidades de salud se
enfrentan a una creciente globalización (Moya, Chávez-Baray y Monroy, en impren-
ta). Geográficamente definimos a la frontera entre México y Estados Unidos como
el territorio que se extiende a lo largo de 2,000 millas desde el Golfo de México al
Océano Pacifico e incluye 100 kilómetros, o 62.5 millas, al norte y al sur de la frontera
internacional de cada país. Esta zona cuenta con 48 condados en cuatro estados en
Estados Unidos (Texas, Nuevo Mexico, Arizona y California), 80 municipios en seis
estados en México (Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua, Sonora y Baja
California) y 15 ciudades hermanas. La región tiene una población aproximadamente
de 15 millones de habitantes.

Problemas de salud

Las problemáticas de salud son similares en ambos lados de la frontera y afectan a


poblaciones y comunidades que pertenecen a esta región (Frontera Saludable 2020,
2017). La Frontera México-Estados Unidos es asechada por violencia relacionada
con el crimen organizado por su importancia para el tráfico de drogas ilícitas y de
194 Silvia M. Chávez B. y Eva M. Moya

personas hacia Estados Unidos. Actividades que forman parte de una economía in-
ternacional y mercado laboral que fusiona elementos legales e ilegales imbricados
de manera que no siempre es clara su división (Peña y García-Mendoza, 2019). Mi-
llones de personas que radican en la frontera vivencian un aumento de inseguridad
por diversas formas de explotación y esclavitud debido a problemas económicos,
conflictos sociales, migración, delincuencia y diferentes tipos de violencias, así como
por desastres naturales y otros factores adversos, siendo el género también un factor
de vulnerabilidad.
En un ambiente multicultural como el de Estados Unidos, la atención de salud
suele ser inadecuada e inoportuna entre las minorías étnicas y raciales, aun cuando las
condiciones de cobertura médica e ingresos sean suficientes. Aun y con cobertura mé-
dica, la población se enfrenta a obstáculos financieros, geográficos, de autogestión,
lingüísticos y culturales. Estados Unidos es el único país desarrollado que no provee
de cobertura universal. Es común que se haga menos prevención y se dé más trata-
miento. En Estados Unidos no existe un derecho nacional a la salud. Muchas personas
se trasladan diariamente entre Estados Unidos y México, y viceversa, por cuestiones
laborales, de vivienda y para hacer uso de los servicios médicos y dentales a un bajo
costo, así como acceder a productos farmacéuticos y medicamentos. En México la
salud es un derecho universal (Moya, Chávez-Baray y Monroy, en imprenta); sin
embargo, falta mucho por hacer para contar con programas o servicios especializados
para sobrevivientes de trata en ambos lados de la frontera.
De acuerdo con Frontera Saludable 2020, una iniciativa binacional de la Comisión
de Salud Fronteriza México-Estados Unidos, los principales temas relacionados con
la salud pública, los cuales representan desafíos del trabajo interdisciplinario en am-
bos lados de la frontera son: acceso a los servicios de salud; cáncer de mama y cérvi-
co uterino, diabetes mellitus, enfermedades crónico-degenerativas, vih, tuberculosis,
violencia, salud mental, adicciones y mortalidad infantil. Para hacer frente a los retos
de salud pública en la región fronteriza se requiere de esfuerzos de cooperación entre
los gobiernos locales, estatales y federales, así como de organizaciones no guberna-
mentales (usmbhc, en imprenta).
Las lesiones graves en el trabajo, tales como cortes profundos, lesiones en el cuello
o la espalda, autolesiones e intentos de suicidio, así como condiciones de salud men-
tal como la depresión, ansiedad y trastorno de estrés postraumático, y embarazo son
comunes entre las personas que han sido víctimas de la trata para trabajos forzados o
explotación sexual (Zimmerman et al., 2014). Hay poca evidencia sobre la salud y el
bienestar de las sobrevivientes de trata de personas. La reintegración en la sociedad
y con sus familias no siempre es un proceso sencillo. Las y los sobrevivientes de la
trata necesitan acceso a la atención de salud para hacer frente a sus necesidades y la
salud mental debe de ser un componente esencial de ésta. Es importante reconocer a
la trata de personas como una cuestión de salud y asegurar que se cuenta con el acceso
oportuno a la salud en ambos lados de la frontera.
Problemas de salud fronteriza y trata de personas... 195

La seguridad humana y los factores que afectan la calidad de vida se relacionan


directamente con los determinantes de la salud; sin embargo, las lesiones y la violen-
cia se han dejado de lado en el programa de salud mundial, aun cuando componen
problemas predecibles y en gran medida prevenibles (Cerqueira, 2012). La pobreza,
conflictos bélicos, falta de empleo y de educación obligan de forma más concreta a
las mujeres a movilizarse en busca de mejores condiciones de vida; además de los
factores estructurales como la feminización de la pobreza y de las migraciones, el
mercantilismo y la dominación patriarcal, dan las claves para comprender el signifi-
cativo aumento del número de mujeres inmigrantes y la trata de personas con fines de
explotación sexual, en las que son sometidas al abuso físico, sexual y psicológico por
parte de traficantes, proxenetas y clientes (Ramos y Esquivel, 2016). La violencia a la
que se enfrentan niñas y mujeres es un problema de salud no sólo en la frontera, sino
a nivel mundial. La Organización Mundial de Salud alertó en 2012 que “la violen-
cia contra las mujeres y niñas constituye un problema de proporciones pandémicas”
(Águila Gutiérrez et al., 2016).

Género, poder y la trata de niñas y mujeres

La violencia de género contra las niñas y mujeres en todas sus expresiones es im-
portante atenderla, pues se trata de la mitad de la población mundial y que además
recibe formas particulares de violencia (Castañeda Salgado, Ravelo Blancas y Vás-
quez, 2013). Esta violencia responde a una devaluación social generalizada por el
lugar que ocupan dentro de la estructura social patriarcal y a las condiciones de sobre
explotación debido a un modelo económico neoliberal sostenido por los procesos de
globalización. La violencia de género se respalda en las condiciones sociales, políti-
cas, culturales, económicas e ideológicas que articulan los procesos macro y micro-
sociales de la subordinación de las relaciones cotidianas, lo que provoca que la mujer
perciba su situación como personal y única, sin poder identificar que es un producto
de una compleja construcción socio histórica de poder y dominación (Amorós, 2008;
Cobo, 2011).
Una violencia hacia las niñas y las mujeres es el esclavismo moderno o la trata de
personas, la cual va de la mano con las desapariciones forzadas. Existen variaciones
en cuanto al destino de la víctima. El secuestro es una de las modalidades que cons-
tituyen el “reclutamiento” donde existe una gran diversidad de víctimas, desde bebés
(de ambos sexos) hasta personas adultas. En México, las adolescentes son mayor
blanco de trata sexual, mientras que las adultas de trata laboral; por su parte, niñas
y niños son víctimas de comercio ilícito: prostitución, pornografía, mendicidad y
también de la venta de órganos y, en menor medida, la adopción ilegal (López Ma-
rroquín, 2019).
196 Silvia M. Chávez B. y Eva M. Moya

Las estimaciones mundiales para 2016 indicaron que en las Américas la preva-
lencia de la esclavitud moderna fue mucho más elevada para las mujeres; 2.4 de
cada 1,000 mujeres fueron víctimas de esclavitud moderna o victimas de trata, en
comparación con 1.5 de cada 1,000 hombres. Sin embargo, se considera que estas
estimaciones son moderadas debido a limitaciones en la metodología de recolección
de datos (Estimación Mundial sobre el Trabajo Infantil y la Esclavitud Moderna de
2017). La Organización Internacional del Trabajo en 2018 estimó que hay 40.3 mi-
llones de víctimas de la trata de personas en el mundo, donde 81% corresponde a tra-
bajos forzados, del cual 25% son niños y 75% son mujeres y niñas (Polaris, Freedom
Happens Now).
El género se constituye en una forma histórica para el ejercicio del poder y de la
violencia, con mandatos que despojan a las niñas y mujeres a través de la violencia,
propiciando un dominio patriarcal el cual se cree necesario para el orden social, donde
los hombres adquieren un estatus superior al de las mujeres. Con este antecedente la
trata de mujeres se instituye como un negocio originado en la lógica patriarcal, donde
se dispone de las mujeres como un objeto para su tráfico y explotación (Moya, 2019).
Marcela Lagarde y de los Ríos profundiza sobre el origen y arraigo del patriarcado
en su libro Claves feministas para la negociación en el amor (2001), donde menciona
cómo en las diferentes culturas y épocas el sujeto simbólico del amor es y ha sido
el hombre y también los amantes han sido los hombres; mientras que la mujer cau-
tiva del amor, simbolizando mujeres cautivas y cautivadas por el amor. Desde esta
realidad, cuando se experimenta el amor patriarcal, la mujer le pertenece al hombre,
cosificándola, y esto se vuelve una fuerza opresiva. A la mujer se le limita la indepen-
dencia y se le anula la potencialidad de la autonomía. La autonomía es un conjunto de
hechos concretos, tangibles, materiales y prácticos, y a la vez un conjunto de hechos
subjetivos y simbólicos (Lagarde y de los Ríos, 2013; 2001).
Para muchos hombres el amor es poder, y el amor y poder lo viven en un conti-
nuum donde se va aumentando su megalomanía y narcisismo. El amor como posesión
cosifica a las mujeres, convirtiéndolas en un objeto apropiable que da estatus y pres-
tigio a muchos hombres instalando su virilidad y poder patriarcal lleno de jerarquía y
propiedad hacia las otras personas. La violencia es una manifestación de este sistema
patriarcal que justifica el ejercicio de poder, dominio y autoridad sobre la persona
(Cánovas Marmo, 2014).

Trata de personas

La trata de personas es una grave violación a los derechos humanos, y las medidas
adoptadas hasta el momento para combatirla no han tenido éxito. La trata de personas,
lejos de constituir un delito aislado, se presenta mundialmente como una práctica
frecuente y está entre las actividades ilícitas más lucrativas. Esta problemática se ha
Problemas de salud fronteriza y trata de personas... 197

expuesto en el manifiesto de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, aprobada


mediante la Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas (Rodríguez
y Sánchez, 2019).
El Programa del Índice de Desarrollo Humano agregó a los géneros como factores
de desarrollo humano y estableció diferentes medidas para la relación entre mujeres y
hombres para el grado de desarrollo, de condición de la mujer y desigualdad entre los
hombres. En este índice dentro de los primeros 20 países esta México; sin embargo,
si se usa el índice de desigualdad de género su posición bajaría. Por lo tanto, los ejes
del desarrollo humano para cualquier sociedad son la justicia, igualdad y dignidad de
la persona (Lagarde, s/f). Por lo que se entiende que la falta de estos tres ejes tiene
implicaciones grandes en la trata de personas.
Es importante destacar que la definición de trata de personas cambia de un organis-
mo a otro. La Ley de Protección a las Víctimas de Trata (2000) en Estados Unidos, en
su forma enmendada, define las “formas graves de trata de personas” como:

• Trata sexual: en la que un acto sexual comercial es inducido por la fuerza, el fraude
o la coacción, o en el que la persona inducida a realizar tal acto no ha alcanzado
los 18 años de edad;
• Reclutamiento, alojamiento, transporte, la provisión u obtención de una persona
para trabajo o servicios, por medio de la fuerza, el fraude o la coacción con el
propósito de someter a servidumbre involuntaria, peonaje, servidumbre de deuda
o esclavitud, donde la víctima no necesita ser transportada físicamente de un lugar
a otro.

Sin embargo, hay una definición más amplia por las Naciones Unidas (2007):

• La acción de captar, transportar, trasladar, acoger o recibir personas;


• Recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza, a la coacción, al rapto, al fraude,
al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión
de pagos o beneficios a una persona que tenga autoridad sobre la víctima;
• Con fines de explotación, lo que incluye la explotación de la prostitución ajena,
la explotación sexual, los trabajos forzados, la esclavitud o prácticas análogas a la
esclavitud y la extracción de órganos.

El patriarcado como un ejercicio de poder y violencia que lleva al trabajo forzado


genera 150 millones de dólares anuales en beneficios ilegales. Los beneficios anua-
les por víctima son más altos en los países desarrollados: 34,800 dólares per cápita,
seguidos por los países de Oriente Medio, 15,000 dólares per cápita; en las regiones
de Asia y el Pacífico, 5,000 dólares per cápita, y África, 3,900 dólares per cápita (Tra-
fficking and Slavery Fact Sheet, 2018). La explotación sexual deja mayor ganancia
debido a la demanda y los precios que los clientes están dispuestos a pagar, así como
198 Silvia M. Chávez B. y Eva M. Moya

por las bajas inversiones de capital y los bajos costos de operación asociados con esta
actividad (Organización Internacional del Trabajo, 2019).
El Paso, Texas, frontera con Ciudad Juárez, Chihuahua, por sus buenas carreteras
que conectan con todo el país y sus fronteras norte, está identificado como uno de los
tres principales lugares para el tráfico sexual y una de las 20 principales regiones de
tráfico humano en el país por el Departamento de Justicia de Estados Unidos (Diario
El Paso, 2017). Documentado por el gobierno de Estados Unidos, México está entre
los cinco países donde se originan más víctimas de trata de personas; al identificar sus
rutas, se evidencia que éstas coinciden con las rutas migratorias, y hay seis estados
fronterizos que manejan una doble dinámica: Tijuana, Mexicali, Nogales, Ciudad
Juárez, Nuevo Laredo y Matamoros, los cuales son centros de destino de trata interna
y también estados transitorios para transportar a las víctimas a través de la frontera y
llevarlas a Estados Unidos, siendo los principales destinos de explotación sexual las
ciudades de Nueva York, Georgia y Florida (Vargas Ramos, 2017).
Niños, niñas y adolescentes en Ciudad Juárez, cerca de 30%, están expuestos a
rezagos en educación, salud, cultura y recreación, por lo que es común que se inserten
en trabajos ilegales y de alto riesgo (Derechos Humanos Integrales en Acción, 2017)
como el tráfico de personas y de drogas, dando como resultado que los traficantes
sean menores de edad, en su mayoría hombres entre 7 y 12 años, los llamados ni-
ñas, niños y adolescentes de circuito, quienes ya son usuarios de sustancias y viven
en la región (Peña, y García-Mendoza, 2019). Los traficantes pueden ser miembros
de la familia, reclutadores, empleadores o extraños que explotan la vulnerabilidad
y las circunstancias para obligar a las víctimas a participar en relaciones sexuales,
comerciales o engañarlas para que hagan trabajos forzados. Cometen estos crímenes
alejando a las víctimas a cientos de kilómetros de sus hogares o de las comunidades
donde nacieron.
La trata de personas es un crimen que afecta la dignidad humana y causa daños
a personas, familias y comunidad, donde los traficantes obligan a personas de todas
las edades y géneros, niveles educativos, nacionalidades y estatus migratorio según
el servicio a trabajos lícitos como ilícitos. La trata de personas se ha mantenido como
la tercera actividad delictiva más rentable del crimen organizado, después del tráfico
de drogas y el tráfico ilegal de armas en México (undoc, 2017). Este crimen es un
reto para las naciones. Centroamérica, México y Estados Unidos constituyen un área
donde el tráfico de mujeres para la prostitución tiene raíces profundas. Honduras y
Nicaragua son lugares de origen y tránsito de mujeres y menores que son llevadas a
países de mayor desarrollo económico dentro de la región de América del Norte por
las redes de tráfico sexual. El Salvador, Guatemala, Belice, México y Estados Unidos
son espacios de origen, tránsito y destino tanto de mujeres como de menores de edad
para la industria de la prostitución (Traffincking in Persons Report, 2019).
En Estados Unidos los patrones de trata se asemejan más a un país en desarrollo
que a uno desarrollado, a pesar de la ausencia de una corrupción generalizada y de
Problemas de salud fronteriza y trata de personas... 199

la existencia de lazos estrechos entre traficantes y agentes estatales (Palacios, 2019).


Los que están en mayor riesgo de trata son las personas que han emigrado reciente-
mente a Estados Unidos, niños no acompañados, las usuarias de sustancias, jóvenes
fugitivos, aquellos que tienen problemas de salud mental, los y las jóvenes que están
involucrados en el sistema de bienestar infantil y los sistemas de justicia juvenil, per-
sonas sin hogar, nativos americanos y nativos de Alaska; trabajadores y trabajadoras
migrantes, incluyendo las personas en situación irregular, participantes en programas
de visas para trabajadores temporales, trabajadoras nacionales o extranjeras en hoga-
res diplomáticos; personas con dominio limitado del inglés, con baja alfabetización,
con discapacidad; personas que se identifican dentro de los grupos lgbti y los parti-
cipantes en programas de rehabilitación de consumo de sustancias ordenados por la
corte (Jackson, 2019).
Las estimaciones indican que, a nivel internacional, sólo se identifica alrededor de
0.04% de los sobrevivientes de casos de trata de personas, lo que significa que la gran
mayoría de los casos pasan desapercibidos (What is Human Trafficking? Californians
Against Sexual Exploitation, 2019). De ahí la importancia de informar a la comuni-
dad en general sobre este fenómeno que cada año va en aumento para incidir desde
las diferentes instancias: política, educativa, económica, social y familiar.
Una informante clave de Ciudad Juárez que por motivos de seguridad pidió dejar
en el anonimato su testimonio indicó cómo la tecnología puede ser una herramienta
para los delincuentes, pues en ella pueden encontrar edad, fotos, dirección y hasta
donde se encuentra o encontrará la posible víctima, por lo cual ella recomienda con-
cientizar a la población en general y limitar la información personal que se publica
en los medios:

El uso indebido del teléfono celular en niños y adolescentes trae como consecuencia el
ponerlos en riesgo al punto de llegar a ser víctima de algún delito ya que en estas redes
proporcionan información de ellos o de su familia, de lugares que visitan, direcciones
de su domicilio, escuela, compartir archivos y fotos, etc.; asimismo se encuentran vulne-
rables de personas desconocidas que los contactan por estos medios sin percatarse los
padres de a quienes tienen de contactos y las malas intenciones que tengan estas per-
sonas hacia ellos, derivando de esto por ejemplo: delitos de trata, pornografía infantil,
privación ilegal de la libertad entre otros (Ciudad Juárez, mujer, septiembre de 2019).

En El Paso, Texas, existe un centro no lucrativo el cual apoya en la atención e in-


tegración de las sobrevivientes de trata en la comunidad independientemente de su
origen y estatus migratorio. La directora del Centro Esperanza Paso del Norte (Paso
del Norte Center of hope) compartió el servicio que ofrecen:

El Centro Paso del Norte de la Esperanza (Paso del Norte Center of Hope) fue creado
para proteger a víctimas de trata de personas y liderar los esfuerzos antitráfico de perso-
200 Silvia M. Chávez B. y Eva M. Moya

nas en la frontera a través de programas de alcance, educación comunitaria y atención


centrada en la persona. Los y las inmigrantes independientemente de su situación legal
son particularmente vulnerables a la explotación. Es razonable decir que personas que
transitan por la frontera entre México y Estados Unidos están en mayor riesgo de ser
víctimas de traficantes y sus lucrativos negocios. En la frontera vemos el otro rostro de la
trata. Algunas de ellas son inmigrantes. La mayoría son nuestras vecinas y tienen niños
los cuales llevan a la escuela de forma rutinaria. Ellas tienen miedo de denunciar pues
temen no poder volver a encontrar empleo. Atendemos a mujeres, hombres, y niños de
diferentes estatus socio- económicos, etnias, y géneros quienes no quieren auto identifi-
carse como víctimas por los lazos traumáticos que les une a los traficantes o por el miedo
a represalias. Se estima que el 75% de las víctimas de trata en los Estados Unidos son de
tipo laboral y el 25% son de trata sexual. Sin embargo, en El Paso, el Centro atiende en
un 80% a sobrevivientes de trata sexual y en un 20% de trata laboral.
   El Centro ofrece albergue de emergencia, necesidades básicas y atención médica, así
como apoyo directo a las víctimas y sus acompañantes. Se trabaja con manejo de caso y
se personaliza la atención para ofrecer un plan de estabilización. El plan lo desarrolla la
persona afectada con el apoyo de una trabajadora de caso. Asegurar vivienda, empleo,
y alimentación son algunas de las necesidades básicas y esenciales para estabilizar, sin
embargo, hay otras necesidades prioritarias para poder lograr la autonomía y seguridad.
Las participantes deben de estar dispuestas a salir del ciclo de la victimización en el que
han vivido. Se trabaja con ellas para que logren obtener los recursos y servicios disponi-
bles en la comunidad (El Paso, Texas, mujer, septiembre 2019).

Unos de los componentes para poder estabilizar a las sobrevivientes de trata es cu-
brir sus necesidades básicas como son vivienda, salud, alimentación, ropa, empleo,
además de enfocarse en dar apoyo emocional a través de terapeutas especializados
en trauma. Sin embargo, es importante que la sobreviviente tenga protección y esté
dispuesta a trabajar y más importante que la comunidad esté lista para responder.

Para abordar esta problemática es crítico escuchar las voces e historias de las víctimas
y sobrevivientes. Sus historias no son solo advertencias y testimonios. La resiliencia en
sus vidas da grandes lecciones de cómo construir mejores programas y servicios con las
menos barreras posibles para apoyar a las personas que lo necesitan. El trabajo comuni-
tario con las organizaciones locales y las coaliciones de instituciones de otras disciplinas
permiten ofrecer apoyos a las victimas más allá de las necesidades básicas.
   Cuando las victimas están listas para denunciar, la comunidad debe estar preparada
para apoyar y proteger. Las autoridades al igual que las instituciones que están al frente
de la respuesta de atención a víctimas entienden la complejidad de la trata laboral y
sexual, así como el valor y agallas que le toma a la víctima denunciar y participar en el
proceso de persecución del delito y traficantes.
   Cada persona y cada sistema juega un papel importante en la identificación de víc-
timas y su liberación. Frecuentemente se utiliza la metodología de atención informada
Problemas de salud fronteriza y trata de personas... 201

en trauma (Trauma Informed Care) para trabajar con esta población. Es importante re-
conocer la complejidad del trauma que las víctimas han vivido y entender que solo los
y las sobrevivientes de estos crímenes pueden entender lo que estas experiencias repre-
sentan y como han marcados sus vidas. Sin embargo, por muy buenas intenciones que
se tengan al ofrecer servicios de apoyo, se debe contar con la autorización de la víctima
para acompañarla en su recuperación respetando sus decisiones (El Paso, Texas, Elke
Cumming, septiembre 2019).

Un ejemplo de trabajo colaborativo binacional y bilingüe es el teatro guiñol “El engaño”,


el cual es un documental basado en una historieta de autoría de Derechos Humanos Inte-
grales en Acción (dhia) https://www.youtube.com/watch?v=bjNT-iWI2bk, en 2014. En
colaboración con la Universidad de Texas en El Paso (utep), Departamento de Trabajo
Social, en el marco de la coordinación de la Ventanilla de Salud del Consulado General de
México en El Paso se ofrecieron funciones del teatrino en el Consulado y diferentes espa-
cios comunitarios. Posteriormente utep consiguió apoyos para elaborar un video bilingüe
en español e inglés y continuar con la campaña de concientización de forma binacional.

Derechos Humanos Integrales en Acción lleva más de 10 años laborando con trabajado-
res sociales en un programa de niños, niñas, y adolescentes migrantes en programas de
educación y prevención en el tema de la trata de personas, participando en proyectos en
conjunto con otras organizaciones a nivel binacional. En 2011 con el apoyo de la Coali-
ción para la Abolición de La Esclavitud y la Trata de Personas (cast) por sus siglas en
inglés se implementó un proyecto llamado “Todos y Todas Contra la Trata” cuyo objeti-
vo fue desarrollar una campaña de difusión preventiva sobre el tema de trata de personas
con alumnos y maestros en escuelas de nivel primaria y secundaria en Ciudad Juárez.
   En dicho proyecto gracias a la colaboración de dos practicantes de la Licenciatura
en Trabajo Social de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez crearon el guion para
una presentación de teatro guiñol itinerante para llevarlo a escuelas. A raíz de esto se
realizaron presentaciones de sensibilización en diversas escuelas y espacios públicos.
  Para dhia la sensibilización sobre la trata en los niños, niñas y adolescentes es de
suma importancia por lo que con ayuda de cast se retomó el proyecto en el 2013 con la
intención de beneficiar a más personas proveyéndolos de herramientas para la detección
del delito y su debida actuación, e identificación de factores de riesgo (Ciudad Juárez,
Chihuahua, Diana Rodríguez, septiembre de 2019).

Trabajo realizado en El Paso Texas

1. Entre 2013 y 2015 se creó un comité binacional de concientización de esclavitud


moderna. El comité consistió en representantes de organizaciones no lucrativas,
comunitarias y académicas en ambos lados de la frontera. El comité organizo cinco
conferencias binacionales, tres en El Paso y dos en Ciudad Juárez sobre esclavitud
202 Silvia M. Chávez B. y Eva M. Moya

moderna en el que participaron tomadores de decisión, políticos, representantes


de autoridades, académicas, promotores de salud y estudiantes universitarios. Se
concientizaron a cientos de participantes sobre cómo identificar a las víctimas,
como denunciar, los recursos y servicios de apoyo a las víctimas. Las conferencias
se videograbaron y se transmitieron por canal privado de televisión.
2. En el 2014 grabación e inicio de la distribución del teatrino bilingue y distribución
del teatrino bilingüe “El Engaño” en espacios públicos, conferencias nacionales e
internacionales para sensibilizar sobre la problemática y prevenir la trata de perso-
nas hasta la fecha.
3. En 2015 se formó un grupo de promotoras de salud con especialidad en preven-
ción, identificación y denuncia de trata de personas en la frontera.
4. Se revisó y actualizo el manual de procedimientos para dar atención a la víctima de
trata de personas del Centro Paso del Norte de la Esperanza en 2015, con la finali-
dad de difundir una forma de atención para las sobrevivientes de trata. El objetivo
principal era impulsar un alberge hermano en Ciudad Juárez.
5. Se gestionaron fondos para establecer el equivalente a un Centro Paso del Norte
de la Esperanza en Ciudad Juárez, pero a falta de propuesta de ley se tuvo que
abandonar el proyecto, puesto que no se podía asegurar la protección de víctimas
y defensoras.
6. De 2015 a 2016 se trabajó una propuesta de ley para el estado de Chihuahua, ya
que éste no cuenta con una ley de protección para las víctimas y sobrevivientes
de trata de personas, así como a los profesionistas que les brinden atención. Se
presentó la propuesta de ley y no fue aprobada. Posteriormente, la Organización
Internacional de Migración en Colaboración con el Instituto Nacional de Migra-
ción estableció un protocolo de trabajo para la atención de victimas de trata.
7. En 2016 con el apoyo del Departamento de Servicios Humanos y de Salud de Esta-
dos Unidos (U.S. Department of Health and Human Services), el Centro Nacional
de Capacitación y Asistencia Técnica en Trata de Personas (National Human Tra-
fficking Training and Technical Assistance Center) y la Administración de Niñez y
Familias (Administration of Children and Families) ofreció una capacitación en la
Universidad de Texas en El Paso a más de 150 trabajadores de salud, académicos,
alumnos y servidores públicos. Los y las participantes obtuvieron la certificación
Alto, Observa, Pregunta y Actúa (Stop Observe Ask and Respond (soar, por sus
siglas en inglés). soar es una serie de educación continua, basada en trauma. La
capacitación cuenta con módulos sobre servicios cultural y lingüísticamente apro-
piados. Se ofrecieron créditos de educación continua a participantes.

Recursos

En Estados Unidos, enero es el mes de Concientización de Tráfico Humano, donde


diferentes organizaciones se enfocan en educar a la comunidad, policías y maestros,
por medio de actividades y concursos. Algunos ejemplos son:
Problemas de salud fronteriza y trata de personas... 203

La Campaña Azul (Blue Champaign), de impacto nacional para la sensibilización


pública, diseñada para educar al público en general a reconocer los indicadores de
trata de personas, y cómo responder, para lo cual ponen a disposición de la comu-
nidad materiales educativos con la finalidad de aumentar la detección de la trata de
personas, e identificación de víctimas; en su página digital https://www.dhs.gov/blue-
campaign/tools se encuentran documentos postes, volantes, noticias, definiciones,
testimonios y videos; además promueve un número telefónico para denuncias.
Los Traileros en Contra del Tráfico (Truckers Against Trafficking) Es una organiza-
ción nacional sin fines de lucro que se formó en Oklahoma, Estados Unidos en 2009,
para educar, equipar, empoderar, movilizar y certificar a los conductores de camiones
para reconocer y denunciar casos de trata de personas. Gracias a esta organización se
han entrenado 774,756 traileros, los cuales han realizado 2,356 llamadas de alerta,
que han ayudado a abrir 635 carpetas de investigación y a identificar 1,186 víctimas
de trata. https://truckersagainsttrafficking.org/.
En México, el Instituto Nacional de las Mujeres brinda información sobre la trata
de personas y tipos de explotación. De acuerdo con el reporte de Trata de Personas en
México (s/f) de Filantropía Hispana (Hispanic in Philanthropy, hip, por sus siglas en
inglés) resulta evidente los escases de iniciativas en los estados de la zona norte tanto
en la protección a las víctimas como en la persecución del delito y las acciones pre-
ventivas. Existen acciones; sin embargo, suelen carecer de una perspectiva de género,
lo cual limita un abordaje y atención adecuada e integral ante la trata de personas.

Recomendaciones

Se necesitan de acciones preventivas a diferentes niveles que impacten positivamente


en la población de ambos lados de la frontera. Recursos económicos deben ser des-
tinados a campañas preventivas e informativas que alerten a las comunidades de las
realidades de la trata de personas. Se requiere de la participación de los gobiernos,
sociedad civil, sector privado, académicos para una estrategia a nivel regional, esta-
tal y municipal. La capacitación del personal de procuración y administración de la
justica es indispensable.
En materia de atención a víctimas, hay la necesidad de crear más y mejores espa-
cios para las personas en situación de trata y explotación. Se necesita de protocolos de
detección oportuna, así como protocolos de identificación y atención de victimas de
diversas etnias. Además de acciones gubernamentales que aseguren atención integral
basada en el desarrollo personal y la recuperación de las víctimas y la reinserción
social. Acompañamiento profesional y psicológico de calidad y sin límites de tiempo,
espacios de seguridad y protección, así como mecanismos de empoderamiento eco-
nómico son fundamentales. No se debe criminalizar a las víctimas. La construcción
de alianzas multisectoriales desde la diversidad de temas que afectan a las víctimas
204 Silvia M. Chávez B. y Eva M. Moya

es importante. Es necesario ver el tema desde la perspectiva de derechos humanos y


de género.
En conclusión, y de acuerdo con Marcela Lagarde y de los Ríos, es fundamental
fortalecer la perspectiva feminista en materia de autoestima y lograr el empodera-
miento personal y colectivo de las mujeres para lograr una esencia democratizadora
en el mundo.

Para lograr el empoderamiento de las mujeres hay que modificar las pautas políticas
que coartan la vida personal y colectiva y crear condiciones para eliminar los poderes
personales y sociales que las oprimen. El lograr que cada mujer consolide los poderes
personales que ya tiene, y cada día se haga de más poderes vitales y los conecte de ma-
nera integral es esencial para lograr la equidad (Lagarde y de los Ríos, 2000).

“Ser diferentes no significa inevitablemente ser desiguales. Diversidad y equidad si-


multáneas son los principios ético políticos de una cultura justa, y de modos de con-
vivencia y pacto entre sujetos diversos e iguales” (Lagarde, 1996).

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DIÁLOGOS SOBRE LOS FEMINISMOS ACTUALES
LA VOZ FEMINICIDIO, UNA CLAVE PARADIGMÁTICA

Marcela Lagarde y de los Ríos

Cuando digo la palabra voz sintonizo con Franca Basaglia, la feminista que definió
para la Enciclopedia Enaudi, de Ciencias sociales y Humanidades, la voz mujer. Y
lo hizo desde una perspectiva política y su impacto en la condición de la mujer. Si se
trata de la voz feminicidio, la conecto con la voz mujer y con un sentido foucaultiano
de la voz poder. No se trata de otros sujetos, el feminicidio está habitado por mujeres
víctimas de violencia feminicida y por mujeres lastimadas, cuyas vidas han estado
en riesgo. Y del lado de los agresores, por hombres y otros actores supremacistas
patriarcales; por normas, leyes, instituciones; tradiciones, usos y costumbres, modos
de vida, creencias; la moral y la cultura dominantes, que permiten, incluso, el con-
senso de mujeres a la violencia sistemática que reproduce el poder y la dominación/
subordinación de género, así como instrumentalizar mujeres que, al no sentirse víc-
timas, no identifican la enajenación patriarcal con el género y confunden experiencia
vivida con prueba objetiva. Con esta voz conecto con Simone de Beauvoir, al definir
la experiencia vital para conocer y hacer comprensible la subjetividad diversa de las
mujeres, quienes a pesar de la violencia vivida, regresan con el o los agresores por
dependencia vital.
Es posible también que haya mujeres que no han vivido violencia feminicida o
piensan que sólo cuando es física es violencia, sobre todo porque no conocen los
términos, y la mayoría que sí la ha vivido no está en los espacios de pensar y del
pensamiento crítico.
Hay una tendencia a decir que no tienen conciencia de género a pesar de estar fuera
de los círculos del conocimiento especializado. Coexisten con mujeres y grupos con
acciones críticas, con logros en la crítica a la naturalización y normalización de esa
212 Marcela Lagarde y de los Ríos

violencia, al androcentrismo y cualquier supremacismo y su correlato discriminato-


rio, con la explicación constante de que no es natural sino una construcción social
que precisa cambiar las condiciones que la generan y reproducen, que promueven
cambios a favor de las mujeres y la democracia. Son las feministas, su historia, sus
movimientos, sus desafíos y sus logros. Todo esto en movimiento y con recambio
generacional institucional constante, lo que conlleva dificultades para crear una inte-
lectualidad y una incidencia política afines.
La voz feminicidio remite al poder patriarcal de dominación de género. Si se pro-
pone erradicar esa violencia habrá que erradicar dicho poder y sus cimientos. Como
es evidente, el lenguaje analítico tiene significados muy precisos y, al mismo tiempo,
cambia a veces a una gran velocidad académica y siempre social. Se trata de ideas
precisas y originales, expresadas en palabras génesis de otras ideas. Son categorías
articuladas en teorías, como las voces género y violencia de género y perspectiva de
género.
Ideas itinerantes y en apariencia constantes. En sus orígenes está la voz femicide es
la palabra de origen, fundante de una epistemología feminista que reunió la primera
antología de estudios sobre sociedades y países en que ocurrían estos crímenes contra
mujeres hace 20 o 25 años. Femicide, voz génesis de trabajos e investigaciones que
inicialmente hicieron conciencia, denuncia y vindicación de justicia al unísono. En
esa voz encontré explicaciones y sintonía. Este texto que fue publicado por el ceiich
y la Comisión Especial de Feminicidio es una antología en la que hay varios usos de
conceptos. Se gestó en uno de esos momentos clave en el descubrimiento científico
e ideológico.

Definiciones de feminicidio

En mi búsqueda de referencias antropológicas sobre ese tipo de crímenes fue un im-


pulso extraordinario que en el campo intelectual del feminismo hubiera una reflexión
crítica de crímenes contra mujeres, cuando fui a Juárez a responder a la diputada
Alma Vucovich su requerimiento: “Dime, desde la antropología, ¿por qué matan a
las mujeres?”
En el proceso, me informé, y se trataba de crímenes llamados pasionales, de bru-
jería, satánicos, magia negra o ajuste de cuentas de las bandas, del narco y del tráfico
de mujeres y niñas, de armas, de dinero y drogas, de los dueños de las maquilas,
inmobiliarias y negocios afines, empresarios, etcétera. Las fuentes a mi alcance eran
versiones literarias y periodísticas, reportajes de lo que ahí ocurría. Había periodistas
expertos, ong, investigadores del tema que tenían una gran influencia, sobre todo
cuando se trataba todavía como nota roja, con uso perverso de fotografías, revicti-
mización. En el debate había posturas que buscaban englobar todos los homicidios
de niñas y mujeres en una tipología estereotipada de víctimas y agresores. Y en esa
búsqueda de explicaciones totales fue recibida la categoría feminicidio.
La voz feminicidio, una clave paradigmática 213

Diana Russell sostiene que la mayor parte de las feministas, incluso aquellas que
se dedican a trabajar sobre violencia contra las mujeres, han guardado silencio sobre
esta última forma: el feminicidio. “Fue la necesidad de romper este silencio la que nos
motivó a Jill y a mí para trabajar en este libro”. Femicide the politics of woman killing
lo tradujimos en México y fue publicado por la Comisión Especial de Feminicidio
de la Cámara de Diputados. Feminicidio. La política del asesinato de las mujeres.

Del femicidio al feminicidio

Al leer ese texto, me sentí parte del mismo interés y dije textualmente lo que sucede
en Juárez es feminicidio, ya no femicidio, sino feminicidio, usando la misma voz que
ellas, pero un poquito diferente en el contenido. Veamos en qué cambió la categoría.
Parte de mi agenda política personal y de la agenda del Grupo parlamentario del
prd era la consigna de penalizar el feminicidio. En unos días nos dimos cuenta de
que era muy limitada la penalización y sus alcances serían mínimos, además de que
no nos bastaba con penalizar, queríamos explicar y trabajar para ir a las causas del
fenómeno y eliminarlo. Entonces nos propusimos hacer una ley que contuviera una
política de Estado transformadora, al cambiar al Estado, por lo menos en lo concer-
niente a la violencia contra las mujeres, lograríamos eliminar el feminicidio. Arduo
camino, primero por el desconocimiento institucional, social y académico de la pa-
labra, aunque fue bien recibida, pues al siguiente día la prensa y las ong ya usaban
el término sin comprender sus implicaciones y su significado, aún sin tener la episte-
mología de la palabra, que como se ha visto contiene un nuevo paradigma, una nueva
epistemología. En eso nos hemos llevado más de diez años. Y, como era de esperar,
salvo especialistas feministas, las demás no tienen ni idea, incluso por no reconocer
la validez de las concepciones feministas.

Diana Russell y Jill Radford. Antologías nuestras

Desde la Comisión Especial de Feminicidio de la Cámara de Diputados promoví la


realización de la Investigación Diagnóstica sobre Violencia Feminicida en la Repú-
blica Mexicana, Investigación Diagnóstica. Y formamos un equipo con 60 personas,
la mayoría expertas en el tema, y tomamos 10 entidades con trabajo directo y luego
incluimos 22 más. Con esta investigación hicimos nuestra propuesta de Ley General
de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, que se aprobó por unani-
midad en la Cámara de Diputados, el último día de sesiones, y fue enviada para su
aprobación por el Senado, en 2007 donde también se aprobó. Lo que siguió fueron
las legislaciones locales, durante más de tres años, se hicieron y aprobaron leyes pa-
recidas y diferentes, y estuvo de manifiesto en Códigos Penales. Dejamos la Cámara
214 Marcela Lagarde y de los Ríos

y surgió la Red de Investigadoras por la Vida y la Libertad de las Mujeres para conti-
nuar impulsando los cambios jurídicos.
Pero había una dificultad para desarrollar una visión democrática sobre la defi-
nición y la erradicación del feminicidio, y sobre las normas. Durante décadas, tener
la posición de estar en contra del Estado impedía recolocarse desde otro lugar que
no fuera una cultura que pondera la movilización con marchas, plantones y rituales
político-religiosos, el activismo frente y contra el trabajo teórico y legal, y la inves-
tigación para impulsar transformaciones jurídicas y políticas. Hay que asumir que la
investigación científica debe fundamentar las propuestas jurídicas y que la sociedad
civil tiene un papel central en el cumplimiento de la ley, de una ley que recoge una
visión de género en el análisis de la violencia y su erradicación. Se trata, además,
de un nuevo paradigma jurídico no punitivo, sino transformador, que armonice los
resultados de la Investigación Diagnóstica sobre Violencia feminicida, con la cedaw
y, fundamentalmente, con Belém Do Pará y la Cumbre de Viena. Para tener más clara
la diferenciación, esta ley está enmarcada en la filosofía de los derechos humanos y
lleva el nombre del primero de ellos, en concordancia con la Cumbre de Viena y la
vindicación de humanidad para las mujeres, para las humanas: Ley de Acceso de las
Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Y digo Ley de Acceso y me conecto con la
voz mujer de Franca Basaglia y el reconocimiento de la primera diversidad, la que
se da entre mujeres y hombres. La ley protege los derechos humanos de las mujeres
frente a la violencia de género en cualquiera de sus tipos y modalidades. Obliga, por
tanto, a cambios sociales de rechazo a la violencia y cambios en los hombres y las
instituciones hacia la igualdad. Hace una década, el argumento contrario fue que no
puede haber leyes específicas sólo para mujeres, que habría que hacer una ley que
protegiera a los hombres de la violencia de las mujeres. Demostramos que las mujeres
son las víctimas de feminicidio y de violencia feminicida y logramos la aprobación
de un paradigma jurídico crítico, necesario para comprender fenómenos que atañen
sólo a mujeres, que hay un sistemático daño a las mujeres, además de que, por ejem-
plo, la mortalidad materna está enmarcada en la violencia feminicida. Se trata de la
perspectiva de género que sólo más o menos quince años después de aprobada la
Ley de Acceso, ya no únicamente está en la ley, sino que ha llegado a conformar la
perspectiva analítica y política para elaborar el Plan Nacional de Desarrollo, los pla-
nes locales y está vigente en las instancias institucionales como los institutos de las
mujeres municipales, locales y nacional. Es de aplicación transversal y multisectorial
y debe ser fundamento institucional de cualquier cambio y creación de instancias de
violencia como Conavim.
Hoy hay en México centros e institutos de género, diplomados de género, presu-
puestos con perspectiva de género, etc. Hemos pasado de posiciones desdeñosas con
insuficiente apoyo institucional a esta mirada y a esta política feminista. En diversos
ámbitos se ha comprendido que sin perspectiva de género no hay democracia del
siglo xxi.
La voz feminicidio, una clave paradigmática 215

La perspectiva de género debe ser manejada para hacer programas, reglamentos,


protocolos y todas las leyes locales. El debate se ha centrado en dos artículos de la
Ley que tienen que ver con la acción directa y la transformación real de la condición
de las mujeres: es la Alerta de violencia de Género, que me conecta de nuevo con la
voz poder porque de eso se trata. Primero, hubo ignorancia y descalificación de lo
feminista y el objetivo era que no se declarara ninguna alerta, detener la aceptación y
promoción de declaratorias de alerta. Ha habido cambios en el Reglamento de la Ley
para eliminar impedimentos, para hacerla aceptable, más flexible, y después crear
procedimientos para la Declaratoria que sean creíbles, no partidistas, además de re-
sistencia a la aplicación de la perspectiva de género en los contenidos de actuación de
especialistas. Se aceptó que debían ser especialistas, pero se actuó con simulaciones
varias. Hoy, se ha solicitado la alerta en municipios de la mayoría de los estados y se
ha declarado la alerta en más de la mitad de los estados. Ha habido una gran oposición
a hacer uso de ese mecanismo y su aplicación ha sido deficiente en muchos más. Lo
último que se ha dicho es que se va a revisar, que no sirve, que donde se ha declarado
ha aumentado la violencia contra las mujeres. Nunca se ha evaluado sistemáticamente
su aplicación y tampoco comparativamente. Se trata de resistencias patriarcales.

Feminicidio y violencia feminicida

La violencia feminicida es una categoría que proviene de feminicidio. La pensé para


nombrar procesos que conducen al feminicidio y para comprender que se trata de
procesos en el tiempo, que se suman y potencian entre sí de tal manera que es posible
anticipar el feminicidio por indicadores que se presentan en ciertos territorios y, en
cambio, en otros no. No sucede donde no hay los condicionantes y los detonantes que
se encuentran en el feminicidio. Esos indicadores son la violación de los derechos
humanos de las mujeres y las niñas, en ciertos territorios.
Asociar ciencia y política es un paradigma académico innovador, en armonía con
la política legislativa que permitió usar la autoridad científica de dicha investigación
y otras investigaciones, para argumentar la necesidad de la Ley que finalmente ela-
boramos. Los resultados de dicha investigación sustentan la política de Estado y de
gobierno que propusimos en la Ley General. Dicha ley reglamentó un derecho que
aún no era constitucional y que permitió comprender ese derecho acorde con dos hitos
del derecho internacional: la Cumbre de Viena de y la Convención Belém do Pará.
Se trata del reconocimiento de las mujeres como seres humanas: sujetas de derecho
y, por tanto, conforme a Viena, del derecho a tener derechos y además de derechos
humanos. El primero es el derecho a una vida libre de violencia.
Concebir la violencia en relación con los derechos humanos, por ende, con el reco-
nocimiento de la dignidad humana de las mujeres, permite definir tipos de violencia:
física, sexual, económica y psicológica; y cinco modalidades de violencia: violen-
cia familiar, violencia laboral incluyendo hostigamiento y acoso laboral y docente,
216 Marcela Lagarde y de los Ríos

violencia institucional, violencia en la comunidad y violencia feminicida. Todas se


definen de acuerdo con su historia, sus necesidades y condiciones, es decir, que es
legal enunciar derechos exclusivos de las mujeres; exclusivos, entre otras cosas, para
crear condiciones reales de igualdad definidas por la condición de las mujeres. Lo que
no significa romper la igualdad, sino crear una vía hacia la igualdad entre mujeres
y hombres con el empoderamiento de las mujeres, tanto normativo como en la vida
cotidiana. A esto se aúna la significación de características patriarcales no aptas para
este modelo de democracia que debe incluir la democracia genérica, así como la con-
sideración como delito de todo aquello que dañe a las mujeres y que los hombres que
recurren a esas conductas sean considerados non grati. Por primera vez con la con-
tundencia del descrédito y la pérdida de valor social para quienes promueven valores
misóginos y machistas y la posibilidad de romper secretos y tabúes de protección de
los que aún gozan los hombres violentos.
Nuestra hipótesis es que el feminicidio sucede por una gran tolerancia social y del
Estado que genera condiciones propicias a la violencia, como la impunidad y la in-
justicia. En la historia de las ideas políticas del feminismo, el Estado es ambivalente;
el Estado patriarcal es parte del problema y contribuya a su reproducción, su poder es
capaz de reproducir los diversos supremacismos y es preciso desmontarlo y transfor-
marlo en un Estado democrático de nuevo tipo.
Por eso, la política de Estado y de gobierno deben incluir una remodelación insti-
tucional para hacer frente a la prevención de la violencia y también a la atención de
las víctimas, la sanción del delito y el acceso a la justicia, y la erradicación de la vio-
lencia, así como la eliminación de todo lo que se derive del ejercicio del actual orden
institucional que corresponde a la reproducción del orden civil y político patriarcal.
El actual Estado ha sido transformado, a lo largo de la modernidad, por la acción
de movimientos civiles e institucionales en pos de la eliminación de la desigualdad,
en apoyo a la igualdad, y debe en la actualidad enfrentar la violencia contra las muje-
res como un paso indispensable en el camino a la igualdad ante la ley, la igualdad de
oportunidades, la igualdad de trato, igualdad sustantiva y la paridad.
A lo largo de cuatro décadas hemos transitado de sólo reconocer la violencia fa-
miliar sin análisis político, sino como algo natural, donde la atención a las mujeres
víctimas se hacía como caridad y no se trabajaba para lograr el empoderamiento de
las mujeres y sus propuestas de género, a definir la violencia de género contra las
mujeres con sus cinco tipos y cinco modalidades. Aunque son más si consideramos
la violencia obstétrica, la violencia política, la violencia a través del uso de las nuevas
tecnologías y las redes sociales, la violencia de género a periodistas, comunicadoras y
defensoras de derechos humanos y la violencia de género a defensoras del medio am-
biente. Ahora, con la experiencia de movimientos feministas como el Me Too, que de-
nuncian el acoso y hostigamiento, esto se convierte una la exigencia más de justicia.
La violencia de género no es un tipo o una modalidad es una perspectiva episte-
mológica, analítica, política. Nombrar la violencia de género ha sido producto de un
La voz feminicidio, una clave paradigmática 217

viraje paradigmático, aunque las palabras pueden ser las mismas los contenidos no
lo son: la diferencia en torno a la violencia de género es reconocer que toda violencia
contra las mujeres es política y contribuye a la dominación de las mujeres por los
hombres y las instituciones. Erradicar dicha violencia implica desmontar las relacio-
nes socioeconómicas, así como las instituciones y la cultura que legitiman dicho or-
den social y político, eliminar los mecanismos de la desigualdad y en su lugar, edificar
una conciencia crítica y de los derechos humanos de las mujeres.
La filosofía de los derechos humanos se articula por el principio pro persona. Por
esto, estos derechos son de ejercicio individual y universales, intransferibles, irre-
nunciables y progresivos. Hemos avanzado en la identificación de los contenidos de
la violencia, su articulación para poder erradicar todo aquello que obstruye el goce
y disfrute de nuestros derechos. Optamos por una vía constructivista y no punitiva y
mucho menos violenta. Optar por la voz feminicidio para mí subraya el carácter social
y por ende con patrones sociales de repetición y de enseñanza aprendizaje.
Ejercer o recibir cualquier violencia de género es un proceso político, parte del
orden político patriarcal y la aculturación de cada persona y de cada grupo etario,
generacional y de otros, para cumplir con los cánones de género. Se enseña a violentar
tanto como a recibir la violencia y a no defenderse, al grado de no huir y siempre jus-
tificar al agresor. La cultura es misógina y machista, lesbófoba, homófoba, transbófo-
ba, y además de racista, clasista, etaria, discriminatoria de la diversidad de personas
discapacitadas o simplemente diferentes. El esquema es muy amplio y la pedagogía
política de género constante.
Con todo, dirimir nuestros principios y valores es parte de procesos culturales
críticos también. En la cultura se gestan las alternativas y la creación de opciones,
las utopías y las topías que se ponen en marcha. Por eso optamos por tendencias,
corrientes, procesos culturales libertarios, solidarios pacíficos, como el feminismo
en su diversidad.
¿Por qué opté por la voz feminicidio? Es algo muy simple y muy complejo.
Actualmente hasta en inglés se dice feminicide. La ni de feminicidio es un pequeño
cambio que me permitió innovar la categoría y diferenciarla de la categoría femicide.
Diana Russell es bastante anti Estado y autárquica como para incluir al Estado en su
análisis de la violencia contra las mujeres; o, en todo caso, a pesar de las diferencias
en relación con el género, el Estado no era objeto de su interés. Entendí que, para ella,
todo Estado es igual y no confía ni en las normas, ni en las instituciones; por tanto, no
lo incluye mas que como una constante negativa para las mujeres.
Yo, en cambio, en mi definición incluí como parte del fenómeno al Estado que no
es neutro, ni está exento de responsabilidad. Dije: la violencia contra las mujeres y las
niñas cuenta con una gran tolerancia social y del Estado. Esa fue la diferencia, y ella
estuvo de acuerdo en que en las publicaciones se usara la voz feminicidio. La Corte
Interamericana de Derechos Humanos subrayó esa visión teórica al dictar sentencia
y considerar que el Estado mexicano es culpable al no dar condiciones de seguridad
218 Marcela Lagarde y de los Ríos

para la vida a las tres jóvenes víctimas de feminicidio en Ciudad Juárez, conocido
como el “Caso Algodonero”, porque fueron encontradas en un campo algodonero, en
la zona Dorada de la ciudad. Sabemos que gran parte de la violencia es generalizada
y sistemática, por ende las recomendaciones de la Corte son particulares y generales.
La Corte juzgó con perspectiva de género, lo que fortalece mi definición original de
feminicidio.
En la ley aparece la violencia feminicida asociada a la Alerta de Violencia de
Género, otro concepto génesis. Ha habido una constante confrontación en torno a la
alerta de género, pero, a pesar de todo, se ha solicitado para todas las entidades y se
ha declarado en la mitad. No se ha entendido que se trata de una política de emer-
gencia y, sobre todo, que es una medida de gobernanza democrática que podría dar
avances en la erradicación de la violencia y podría salvar vidas. Se hace resistencia,
tortuguismo, se forman comisiones y organismos con profesionales que no siempre
tienen formación adecuada, a pesar de que está señalado por la ley y por el reglamento
que quienes participen como especialistas deben serlo.
En la actualidad, a pesar de la enorme oposición a la visión feminista cifrada en
el enfoque o perspectiva de género, en México y en otros países se ha avanzado con
legislación a favor de erradicar la violencia y el feminicidio. Aunque se desarrollan
con una gran simulación, ineficacia y falta de profesionalismo, políticas públicas
derivadas de la ley, el feminicidio está en el campo semántico de los derechos hu-
manos de las mujeres. Funcionarios van y vienen, diputadas y diputados igual, y hay
conflictos entre organizaciones feministas. Tampoco había tantos cambios personales
afectivos y cambios de género como ahora. Se regatea el presupuesto indispensable
para impulsar cambios imprescindibles, si en verdad se quiere actuar para erradicar
la violencia contra las mujeres y avanzar a la igualdad entre mujeres y hombres y en
el impulso a la democracia.
Pero, a pesar de la simulación, nunca antes había habido tanto esfuerzo intelec-
tual y político para enfrentar la violencia con investigaciones y políticas públicas.
Ya es parte de la administración pública, también de programas y agendas de or-
ganizaciones, partidos políticos y de la planificación desde los municipios hasta el
Plan Nacional de Desarrollo. La Ley no es suficiente para cambiar las cosas, pero
es indispensable. Su hechura contiene en su articulado, en su exposición de motivos
y en sus transitorios, un tratamiento integral de la violencia y de las vías para crear
condiciones de igualdad, seguridad y bienestar de las mujeres.

¡Por la vida y la libertad de las mujeres¡


29 de octubre de 2019
DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES
Y FEMINISMOS MÚLTIPLES

Margarita Dalton Palomo

Pensar el derecho desde una perspectiva de género.

Alda Facio

La tríada patriarcado, violencia y exclusión ha sido denunciada por las feministas del
mundo que demandan sus derechos humanos. Considerando que la tríada es como
una trenza que cuando la deshilamos nos encontramos con múltiples hilos, que en
acciones concretas la tejen. Y es que el patriarcado, la violencia y la exclusión son
la trama sostenida por una urdimbre que, de manera dialéctica, forma la estructura
misma del patriarcado. Imaginemos, entonces, cómo se teje este tapete de violencia y
exclusión a través del patriarcado. Deshacerlo es un reto mayor, mas no imposible. El
sistema patriarcal ha atribuido la definición de su existencia a causas naturales.1 Des-
de la teoría feminista, en filosofía, sociología, historia y psicología, se ha demostrado
que este sistema, por inamovible que parezca, no es natural, es un constructo social
basado en la dominación de un grupo humano de varones. De múltiples formas, se
ha tratado de deconstruir esta idea, probando sus aberraciones lógicas. Las mujeres
de orígenes muy variados se han opuesto al sistema patriarcal y han luchado por sus
derechos.

1 ¿Causas naturales? ¿Como podría ser un huracán, un ciclón o un sismo?


220 Margarita Dalton Palomo

La lucha de las mujeres contra la violencia y por sus derechos humanos fue, du-
rante los siglos xix, xx y xxi, la punta de lanza de demandas justas.2 Las feministas
pensaban entonces, como ahora, que en un sistema democrático es importante que las
mujeres participen en la toma de decisiones.3
Después de la Segunda Guerra Mundial, el conocimiento de las atrocidades contra
los judíos, los gitanos, homosexuales y todos aquellos que eran considerados seres
inferiores por los nazis movió consciencias y se pensó en el derecho a la existencia de
todas y todos seres humanos vivos. Hubo un rechazo a la idea de que la raza humana
podría estar estratificada en una escala de superiores e inferiores. Esto fue el origen
para elaborar una Carta de los Derechos Humanos (cdh) en 1948. Al interior de
Naciones Unidas se crea una comisión de la Condición Jurídica y social de la Mujer
(csw), que desde un inicio lucha por la incorporación de los temas que conciernen a
las mujeres en las reuniones de la Asamblea General de Naciones Unidas.4
La primera Declaración de los Derechos Humanos dejaba fuera a algunas y algu-
nos, era una declaración androcéntrica. El pensar en masculino obvió la idea de que
las mujeres eran humanas y tenían derechos. Las feministas analizaron el texto de la
cdh y llegaron a la conclusión de que el genérico neutro en masculino, aun cuando
aparentemente incluye a las mujeres, no es así. De la teoría del genérico neutro a la
práctica hay un sesgo patriarcal muy grande. Y cuando se utiliza el género masculino
se piensa en hombres y no en mujeres.
En los años setenta, el movimiento feminista resurge con un nuevo pensamiento
crítico sobre los derechos políticos, sociales, económicos y culturales de las muje-
res. En Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, las feministas denuncian la dis-
criminación y el maltrato hacia las mujeres. Y no sólo ellas, muchas mujeres de los
movimientos sociales se hacen eco de estas denuncias. La fuerza del movimiento de
las mujeres y el feminismo impulsan a Naciones Unidas a convocar a una serie de
reuniones internacionales para conocer y dar a conocer la situación de discriminación
contra la mujer y proponer acciones, para 1975, Año Internacional de la Mujer en la
Ciudad de México. Asisten 6,000 mujeres. Y a partir de esta reunión se establece el
decenio de la mujer.
El nuevo pensamiento feminista, la fuerza crítica y las múltiples manifestaciones
de mujeres de varios países aparecen en los medios de comunicación, se hacen eco de
ellas. Y se empieza a diseminar la semilla de la igualdad como indispensable en una
sociedad democrática. Gracias al cabildeo racional y lógico de las feministas se logra

2 Dalla Costa (1978). El voto, el reconocimiento al trabajo no pagado de las mujeres en la casa, a la

igualdad de salarios en trabajos similares, el derecho al propio cuerpo y la participación de las mujeres en
la toma de decisiones, tanto en el espacio privado como en el público, han sido algunas de las demandas.
3 Después de lograr el voto para la mujer, en la mayoría de los países de América Latina se presentan

otros retos en la lucha por los derechos (Pateman, 1996).


4 El Primer trabajo de la csw fue con los redactores de la Declaración Universal, solicitando cambiar
el artículo 1º que originalmente decía: “Todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derecho” y
lo cambiaron por “Todas las personas nacen libres e iguales en dignidad y derecho”.
Derechos humanos de las mujeres y feminismos múltiples 221

en 1979 que la Asamblea General de Naciones Unidas apruebe la Convención sobre


la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (cedaw).5 El
proceso burocrático que ha significado la conciliación de intereses y la sensibilización
de políticos y autoridades para que se lleve a cabo una resolución de esta naturaleza,
no se logró de un día para otro; fue un proceso largo, durante el cual se manifestaron
las mujeres, en varios países, se publicaron libros, debatieron ideas y circularon de-
mandas y manifiestos.6
La eliminación de todas las formas de discriminación significa la eliminación de
la exclusión política y la violencia contra la mujer. Una declaración sin un protocolo
que le dé seguimiento y la haga valer se queda en el papel. En 1980 se realizó una
reunión en Copenhagen, ahí se hizo énfasis en la igualdad, explicando que la igualdad
no es sólo igualdad formal, sino también igualdad de derechos, responsabilidades
y oportunidades para la participación de las mujeres como beneficiarias y también
como agentes activos del desarrollo (Facio, 2010).
En Nairobi, se realizó, en 1985, la Conferencia Mundial para el Examen y la Eva-
luación de los logros del decenio de las Naciones Unidas para la mujer. En ese mo-
mento, se propusieron revisar si se habían cumplido los propósitos del decenio para
la mujer en tres temas que eran: igualdad, desarrollo y paz. Esta reunión se consideró
para las mujeres del “tercer mundo”.7 La Conferencia duró diez días y fueron 17,000
mujeres las delegadas de 59 países. La mayoría participó en el Foro extraoficial.
El cabildeo feminista sobre los derechos humanos de las mujeres continuó durante
los siguientes años. En 1991, la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la
mujer (csw) en la onu inicia la redacción del Proyecto de un Protocolo Facultativo
para la cedaw.8 Discutir y reflexionar los postulados del protocolo fue un trabajo
azaroso y de mucha paciencia. La diplomacia y la cautela es una de las formas que
rigen este instrumento para que fuera aprobado por la mayoría de los países, las femi-

5 cedaw, por sus siglas en inglés (Convention for the Elimination of Discrimination Against Women)

Resolución 34/180, https://www.ohchr.org/documents/professionalinterest/cedaw.pdf.


6 En México no ha sido fácil incorporar los avances internacionales a las leyes del país; fue hasta el

12 de mayo de 1981 que se publica, en el Diario Oficial de la Federación, el Decreto de Promulgación de


la cedaw.
7 Esta conceptualización tuvo su apogeo en los años ochenta, y vino a ocupar el lugar de una que se

utilizó en los años setenta y era para “países subdesarrollados”. Más que la violencia y la exclusión, para
quienes determinaban las políticas sociales y económicas, el desarrollo era lo más importante.
8 Y se establece en el articulado 1: “que existe un Comité para la eliminación de la Discriminación

contra la Mujer (‘el Comité’) para recibir y considerar las comunicaciones presentadas con el artículo 2”.
Y el artículo 2 dice: “el comité recibirá las comunicaciones de personas que aleguen ser víctimas de una
violación por el Estado parte de cualquiera de los derechos enunciados en la Convención. Una vez que se
presente alguna comunicación de este tipo”. El art. 5 dice: “el Comité se la hará llegar al estado miembro
para que aporte las medidas provisionales necesarias para evitar posibles daños irreparables a la víctima
o las víctimas de la supuesta violación. Y en seis meses ese Estado Parte presentará al Comité por escrito
explicaciones o declaraciones en las que se aclare la cuestión y se indiquen las medidas correctivas que
hubiere adoptado el Estado Parte, de haberlas”.
222 Margarita Dalton Palomo

nistas crean una red internacional para estudiar las leyes que soportan los Derechos
Humanos (Facio, 2010).
Al comprobar que no se cumplen los acuerdos, a pesar de que se firmen los con-
venidos, cuando se realiza la Conferencia sobre Derechos Humanos en Viena, 1993,
las abogadas y activistas feministas, empiezan a revisar los tratados firmados por
Naciones Unidas, para analizar si en ellos se consideraban los derechos humanos de
las mujeres y de otros sectores de la población global.
El cabildeo de mujeres feministas en los organismos internacionales consiguió el
reconocimiento de los Derechos humanos de las Mujeres. Alda Facio dice que final-
mente se logró, en Viena, que las mujeres seamos seres humanos: “La mayoría de las
personas desconocen la razón del estribillo tan sonado en la década de los noventa:
“Los derechos de las mujeres son derechos humanos” y efectivamente se pensaba que
dentro de la “neutralidad del lenguaje” en masculino, cuando se hablaba de derechos
universales, todos los seres humanos, incluyendo a las mujeres, éramos parte de esa
universalidad, pero no era así, y por eso fue tan importante señalar que los derechos
de las mujeres son derechos humanos. La Conferencia de Viena fue el antecedente
de los adelantos en la toma de decisiones certeras sobre los Derechos humanos. La
importancia de este acuerdo dio la oportunidad para diversos pueblos y culturas de to-
mar conciencia de sus derechos. Y el feminismo, que fue en gran medida el detonador
de estos cambios, también ganó con el reconocimiento de las mujeres sin importar las
diferencias físicas, sociales, las opciones sexuales y culturales que existan.
La batalla constante contra el lenguaje patriarcal lleva a recordar lo que Yadira
Calvo (1993) escribió en su libro Las líneas torcidas del derecho: “La visión andro-
céntrica del derecho ha producido incluso problemas legales que ponen a las leyes en
contradicción”. La forma en que está construido el lenguaje esconde una ideología
patriarcal que invisibiliza a las mujeres y a otras comunidades humanas que se han
conceptualizado como subalternas.

La dialéctica de la igualdad reside en que somos iguales


aun cuando diferentes

Las teorías marxistas, estructuralistas y psicologistas esgrimidas por algunas pen-


sadoras abrieron la puerta para reinterpretar las ideas feministas. Desde diferentes
frentes, feministas luchadoras en la academia, en la política, en las empresas y ac-
tivistas en los movimientos sociales han dejado huellas profundas; la lucha por la
transformación de la conciencia ha estado presente.
En México, Marcela Lagarde (1990) ha sido una sembradora de ideas, además de
una activista contra la violencia hacia las mujeres y gracias a ello se creó la Comisión
Especial de Feminicidios y logró como diputada, después de un diagnóstico nacional
sobre feminicidos, descubrir que éstos no sólo existían en Ciudad Juárez. Propuso al
Congreso de la Unión que se aprobara la Ley General de Acceso de las Mujeres a una
Derechos humanos de las mujeres y feminismos múltiples 223

Vida Libre de Violencia, vigente desde 2007. Como ideóloga feminista, académica y
activista ha aportado mucho a los derechos de las mujeres.
En México, Feministas académicas han plantado también la semilla en la con-
ciencia del pensamiento de muchas mujeres, entre ellas Marta Lamas (1996), que
ha editado y publicado un libro sobre el género y la diferencia sexual, del cual han
abrevado muchas jóvenes mujeres para entender el concepto de género. A partir de
los años noventa del siglo xx y en las primeras dos décadas del xxi, una pléya-
de de académicas feministas ha producido un acervo importante de estudios de la
mujer, en temas de antropología, sociología, psicología, economía e historia, a través
de instituciones de investigación y enseñanza superior que deja constancia de los
avances y posicionamientos del tema. Sólo por mencionar algunas, Elizabeth Maier,
con su libro sobre los avances del feminismo en América Latina, Martha Patricia
Castañeda, Laura Valladares, Paloma Bonfil, Patricia Ravelo, Patricia Ponce, Elsa
Muñiz, Eli Bartra, Ana Lau Jaiven, Dalia Barrera Bassols, Elena Azaola, Lourdes
Arizpe, María Teresa Fernández, Gabriela Cano.9
Otra actividad que ha impulsado el feminismo en América Latina han sido los en-
cuentros feministas latinoamericanos y del Caribe. En 1978 se inicia la posibilidad de
que se realizara el primer encuentro en Venezuela, de parte del grupo “La Conjura”;
sin embargo, no pudo hacerse en ese país. En 1981 se realiza en Colombia el Primer
Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe.10 El encuentro se realiza cada dos
o tres años. Y hasta 2017 se han realizado 14 encuentros, se tiene planeado para 2020
realizar el decimoquinto en El Salvador. Sin el empuje y gestión, global y multilateral
de las feministas, no se podrían realizar. Estos encuentros han sido un detonador para
el pensamiento y la acción de la lucha feminista. Los encuentros se han realizado
en Colombia, Perú, México, Argentina, Brasil, Chile, República Dominicana, Costa
Rica, El Salvador y Uruguay.

La estigmatización del feminismo

El feminismo ha tenido muchas vertientes. Se le ha tratado de descalificar porque


plantea una ruptura epistemológica con el sistema dominante que privilegia los de-
rechos humanos de los varones. Sin embargo, el patriarcado como sistema de domi-
nación ha sido construido durante un largo tiempo, no aparece de repente; por tanto,

9 Maier and Lebon (2010), Castañeda (2012), Valladares (2007), Bonfil, Barrera y Aguirre (2014),

Ponce (2002), Muñiz (2004), Bartra, Fernández y Lau (2012), Azaola (1997), Arizpe (2006), Ravelo et al.
(2015), Fernández (2014), Cano (2012).
10 “El 19 y 20 de abril de 1980, se llevó a cabo una reunión en Sopó, Cundinamarca, para coordinar

a los distintos grupos de todo el país. Allí se acordó que el encuentro se realizaría en diciembre de ese
año, y estaría abierto a feministas, que seria amplio y que el temario consistiría en los siguientes puntos:
feminismo y lucha política; sexualidad y vida cotidiana; la mujer y el trabajo y la mujer, la comunicación
y la cultura” (Navarro, 1982).
224 Margarita Dalton Palomo

cambiar las mentalidades de hombres y mujeres hacia una relación humana más justa
donde se cumplan las leyes de forma democrática no ha sido fácil. Y cuando se trata
de avanzar con leyes y acuerdos nacionales e internacionales que favorezcan la justi-
cia y los derechos de las mujeres, ha sido difícil.
La lucha feminista incluye a todas las mujeres, aun a las que no estaban en la lucha.
La estigmatización del concepto o la palabra feminista, en los años ochenta y noventa,
hizo que muchas mujeres no se reconocieran como feministas por temor a perder el
reconocimiento de sus colegas varones, especialmente en los partidos políticos. Pero
sí luchaban por sus derechos y por eso, durante algunos años, también se habló del
“movimiento de las mujeres” a la par que del “movimiento feminista”

Feminismos múltiples

Al interior del movimiento feminista, desde un inicio, surgen divergencias teóricas


y metodológicas y se le pone apellido al feminismo. Así aparece el feminismo de la
igualdad que lucha por transformar las leyes y lograr que en ellas se reconozcan los
derechos de las mujeres en igualdad de condiciones a los hombres en todos los espa-
cios: políticos, económicos, públicos y privados.
Para el feminismo de la diferencia, algunas teóricas señalaron que mujeres y hom-
bres no somos iguales. Las francesas, sobre todo, argumentaron que la diferencia
es importante. Que el feminismo no podía ser una lucha entre hombres y mujeres,
que efectivamente no somos iguales y el problema radicaba en la valoración de esta
diferencia. Las feministas marxistas revisaron el sistema de valores y denunciaron la
explotación de la mujer y el no reconocimiento del valor económico del “trabajo del
hogar”. La feminista marxista Christiene Delphy (1982) alegó que el patriarcado era
capitalista y se basaba en la explotación de la mujer. El feminismo de la diferencia
postula que lo importante no es ser iguales, que no lo somos, sino que debe recono-
cerse la diferencia y que el sistema patriarcal es androcéntrico al no reconocer el valor
de la diferencia (Sendón de León, 2006).
Las teóricas alemanas consideran que el patriarcado no ha sido la condición de to-
dos los pueblos, que la historia no siempre ha sido patriarcal. Y desarrollaron nuevas
teorías sobre el matriarcado, considerando preponderante el papel de las mujeres en
comunidades de diferentes partes del mundo. Consideran también la autonomía de
las mujeres en el desarrollo social como elemento liberador y elaboraron una “Teoría
crítica del patriarcado, hacia una ciencia y un mundo ya no capitalista, ni patriarcal”
(Van Werlhof, 2010). Se situaron en un lugar de avanzada cuestionando a la civiliza-
ción actual y diciendo que se estaba colapsando, que era necesario buscar alternati-
vas. Voltearon la mirada hacia Chiapas y consideraron al movimiento del ezln como
una alternativa para acabar con el patriarcado.
Derechos humanos de las mujeres y feminismos múltiples 225

El feminismo es una ideología situada,11 con la puerta abierta a la crítica, a diferen-


cia de otras teorías y estructuras del pensamiento, no tiene dogmas de fe, ha mostrado
su capacidad de reconocer que no es un sólo feminismo, sino que el feminismo es un
camino abierto a múltiples interpretaciones.
Mujeres feministas en la India, África y América Latina han señalado que hay un
feminismo hegemónico blanco, y se considera la racialidad y la colonialidad como
parte de la visión de este feminismo. El feminismo del “tercer mundo”, así fue llama-
do por algunas académicas a las que critica Chandra Telapade Mohanty: “Cualquier
discusión sobre la construcción intelectual y política de los «feminismos del Tercer
Mundo» debe tratar dos proyectos simultáneos: la crítica interna de los feminismos
hegemónicos de «Occidente» y la formulación de intereses y estrategias feministas
basados en la autonomía, la geografía, la historia y la cultura”.12
En México hay una larga genealogía de mujeres, intelectuales, artistas, pensadoras
y líderes que han defendido el derecho de las mujeres. Una pensadora, académica y
feminista fue Rosario Castellanos, a través de su literatura denuncia la condición de
opresión de la mujer indígena.13

Feminismos indígenas y violencia

En Chiapas, en 1994, surge el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ezln), que


entre otros aportes da un papel preponderante a las mujeres, quienes en un manifiesto
declaran lo que ya no quieren de sus costumbres.

1) Las mujeres tenemos derecho a exigir que se cambien las malas costumbres que nos
afectan, por lo cual serán castigados quienes discriminen, se burlen o abusen de las mu-
jeres. 2) Ninguna mujer, por ningún motivo, podrá ser maltratada insultada o golpeada
por su esposo. 3) Las costumbres que tengamos no deben hacer daño a nadie. Es mejor
que haya papeles donde digamos las mujeres que las costumbres que hay no nos respetan
y queremos que cambien. No está bien la violencia (golpes, violación). 4) No es justo
que nos vendan por dinero, éstas eran las costumbres de antes pero también tenemos
que cambiar.14

11 El pensamiento de Donna Haraway ha impactado en el feminismo y en la realidad de las mujeres;

Noemí Sanz Merino tiene un extraordinario ensayo sobre el tema (véase bibliografía).
12 Chandra Mohanty, Bajo los ojos de Occidente: academia feminista y discursos coloniales. El texto

es una versión actualizada y modificada del artículo publicado en 2, 12, núm. 3/13, 1 (primavera/otoño de
1984), y reimpreso en Feminist Review, núm. 30 (otoño de 1988). Traducción de María Vinós.
13 Algunas de sus obras: Balún Canan, Oficio de Tinieblas y Los convidados de agosto, son novelas y

cuentos que hablan de una realidad de discriminación, exclusión y explotación.


14 Declaración de las mujeres indígenas de Chiapas y cuáles son sus demandas. Ver el manifiesto,

Revista Hojarasca, 1994, núms. 35-36, pp. 20-31.


226 Margarita Dalton Palomo

Estos cuatro puntos del manifiesto hablan claramente contra la violencia y la dis-
criminación. Ellas no se declaran feministas, mas sus planteamientos coinciden con
deshilachar la triada del patriarcado, violencia y exclusión… que es la discriminación
dentro de las costumbres.
Otro ejemplo del mismo grupo de mujeres del ezln es el discurso de la coman-
dante Esther en el Congreso de la Unión en la Ciudad de México: “Mi nombre es
Esther, pero eso no importa ahora. Soy zapatista y eso tampoco importa. Soy mujer y
soy indígena y eso es lo único que importa ahora […] Nosotras sabemos cuáles son
buenos y cuáles malos los usos y costumbres. Malas son pegar y golpear a la mujer,
de venta y compra, de casar a la fuerza sin que ella quiere, de que no puede participar
en asamblea, de que no puede salir en su casa”.15
Sencilla y clara, Esther fue la vocera directa de este movimiento revolucionario.
Se esperaba que quien hablaría en el Congreso fuera el Subcomandante Marcos, pero
en lugar de eso se presentó la comandante Esther. Sus planteamientos son similares a
los presentados en el Manifiesto de las mujeres del ezln en 1994.

La larga trayectoria del feminismo “poscolonial” “postercermundista”

En una de las posiciones más avanzadas en materia de derechos


de las mujeres indígenas, la defensa se asume en tres planos:
desde el cuerpo o ámbito personal, en el plano comunitario y
en el nivel organizativo, atravesados por un reconocimiento
decidido de la pertenencia étnica y la identidad genérica.

Laura Valladares

A partir del siglo xxi, pensadoras indígenas en América Latina han hablado sobre “el
feminismo hegemónico” por considerar que los planteamientos que se hacen desde
afuera no proyectan los sistemas de organización comunitaria de los distintos países
de América Latina, lo que en Sudamérica llaman el Abya Yala, ni las necesidades y
demandas de mujeres del tercer mundo, de mujeres indígenas y de diferentes culturas.
Hay lugares en América Latina donde las mujeres han alzado la voz desde media-
dos de los años cincuenta del siglo xx. Una de ellas fue una mujer de las minas de
Bolivia, Domitila (Viezzer,1977), que denunció las atrocidades del capitalismo contra
los mineros y el trato despiadado y cruel contra ella, cuando, por protestar junto a
muchas mujeres, esposas de los mineros en huelga, fue hecha prisionera, estando
embarazada de ocho meses, y tras la tortura perdió a su hija. Según Eduardo Galeano,
ella con cuatro mujeres, desde el comité de “amas de casa del siglo xx”, inició una

15 Discurso de la comandante Esther del ezln en el Congreso de la Unión el 28 de marzo de 2001


Derechos humanos de las mujeres y feminismos múltiples 227

huelga de hambre. Y fue un detonador que terminó con la dictadura de Banzer en


Bolivia.16 Una de sus famosas frases fue: “Nuestro enemigo principal es el miedo y
lo llevamos dentro”. La fuerza de esta mujer es un antecedente a los posicionamientos
de las feministas comunitarias actuales.
La lucha por los derechos de las mujeres indígenas ha estada encabezada en los
medios de comunicación por Julieta Paredes, Adriana Guzmán, Silvia Rivera Cusi-
cansqui, Lorena Kabnal, Gladyz Tzul, Aura Estela Cumes, entre otras. Algunas de
ellas se han definido como “feministas comunitarias”. Consideran el feminismo co-
munitario como un trabajo político y se defiende desde la conciencia política de las
mujeres. Eso es lo que le queremos decir a nuestra comunidad las feministas comu-
nitarias.17
De acuerdo con la filósofa, activista y feminista Francesca Gargallo (2014), son
dos corrientes las que convergen para el feminismo comunitario, una son los movi-
mientos sociales y otra la lucha del feminismo autónomo de la comunidad; estas dos
situaciones en Bolivia han propiciado el cambo histórico y de conciencia. Eso se
refleja en los discursos de estas líderes: “Las feministas comunitarias aymaras que
queremos construir una comunidad que nos vemos como comunidad consideramos
que no hay descolonización sin despatriarcalización. Y eso es lo que queremos decir
a nuestra comunidad las feministas comunitarias”.18
Afortunadamente y gracias a la revolución tecnológica, mucho de este pensa-
miento se encuentra en videos, en Youtube, que se han realizado in situ.

Recuperando la memoria de la lucha feminista anti patriarcal, anti neoliberal y anti racis-
ta de los años 90s en Bolivia, y la lucha de las abuelas de nuestros pueblos, el feminismo
comunitario plantea la necesidad de construir pensamiento para alimentar este proceso
de cambio, ha significado y significa, hoy más que nunca, darle forma y consistencia a
una propuesta cuyo horizonte es la comunidad. Pero esta comunidad no es la comunidad
que hoy existe, sino aquella que queremos construir, sin violencia, sin explotación, sin
discriminación y en suma sin patriarcado.19

La creatividad del pensamiento feminista comunitario llega al momento de la “despa-


triarcalización” y dice que sólo así se terminará con la colonización.20 El pensamiento
claro sobre cómo, por qué y cuándo llegar a la despatriarcalización lo explica la filo-
sofía de estas feministas comunitarias de Abya Ayala.

16 Eduardo Galeano y Domitila Barrios… eternos, https://www.youtube.com/watch?v=ZxRINobfNww.


17 http:// Youtube, La propuesta política del feminismo comunitario.
18 http:// Youtube, entrevista Julieta Paredes y Adriana Guzmán.
19 Adriana Guzmán Arroyo y Julieta Paredes, ¿Qué es el feminismo comunitario? Bases para la despa-

triarcalización. https://www.youtube.com/watch?v=C6l2BnFCsyk.
20 El desafío de la despatriarcalización. Entramado para la liberación de los pueblos. Feministas

Comunitarias de Abya Yala (FeCAY), La Paz, Bolivia, 2016.


228 Margarita Dalton Palomo

Hemos argumentado largamente como la despatriarcalización es una tarea profunda-


mente revolucionaria, pues toca las raíces de las opresiones que están asentadas sobre
los cuerpos de las mujeres. De esta acción liberadora podemos dar testimonio en Bolivia,
que si bien no es todavía todo lo que soñamos construir, ya se puede ver un horizonte es-
peranzador, en la fuerza y el compromiso de los movimientos y organizaciones sociales,
de las cuales las mujeres son la mitad de cada una de ellas.21

Este pensamiento alberga la idea de que “se puede hacer funcionar la revolución […]
la utopía es ese instrumento que nos permite ser felices hoy, aquí y ahora […] La
memoria nos permite identificarnos”. Julieta Paredes, manifiesta, el pensamiento del
feminismo comunitario y el peso que le da a la memoria. Esta es una nueva corriente
feminista que aporta nuevos cánones.
En una conversación entre Julieta Paredes y Adriana Guzmán Arroyo, grabada
y colocada en YouTube, señalan: “Nosotras proponemos el feminismo comunitario
como una teoría social, como una herramienta de lucha. El patriarcado es el sistema
de todas las opresiones, todas las discriminaciones, todas las violencias que vive la
humanidad”, y cuando se habla de identidad, Julieta dice: “no a la pureza indígena,
no existe gente pura, ni en el norte, ni en el sur, ni en el este o el oeste. Lo único que
existe es la memoria de nuestros pueblos y esa es nuestra identidad”.22
Al preguntarle a Adriana Guzmán qué es la comunidad, contesta: “La comunidad
es un proyecto social y una forma de vida”.

El futuro es nuestro, las jóvenes feministas se manifiestan

Hay una genealogía del feminismo. Muchas pensadoras, luchadoras y activistas se


han vuelto feministas al entender que el principio de justicia está en la base del pen-
samiento feminista. Mas el pensamiento, como las acciones, tiene un origen y un
lugar. Ahora son las jóvenes feministas que echan un vistazo a lo que ha sucedido y
cómo desde su realidad situada lo ven ellas, tal es el caso de Ana Marcela Montanero
(2016), joven costarricense, quien, en un ensayo que es parte de un libro de Investi-
gadoras Jóvenes con Perspectiva de Género, concluye y sintetiza:

a) El feminismo es una revolución pacífica, contra la violencia y a favor de los dere-


chos humanos de las mujeres.
b) El feminismo no es un dogma, crece y se fortalece a través de la crítica, el diálogo
y la discusión

21 ¿Qué es el feminismo comunitario? Bases para la despatriarcalización, https://www.youtube.com/

watch?v=C6l2BnFCsyk&t=33s.
22 Conversando Julieta Paredes y Adriana Guzmán en https://www.youtube.com/watch?v=C6l2Bn

FCsyk&t=33s.
Derechos humanos de las mujeres y feminismos múltiples 229

c) A través del tiempo se ha logrado comprender que no es un solo feminismo, sino


muchos y cada uno representa el sitio donde surge y cómo se desarrolla.

Nuevas miradas y enfoques de las investigadoras jóvenes abren posibilidades de


nuevas perspectivas de análisis. Considerando que la violencia no termina, se mantie-
ne de igual forma que la impunidad. No debe sorprendernos la reacción de las mujeres
jóvenes en ciudad de México. Sucedió el 16 de agosto de 2019. Se manifestaron in-
dignadas contra la policía por la violación de una joven y la impunidad. Decían: “No
me cuidan, me violan”, fue uno de los gritos que retumbaron en la Glorieta de Insur-
gentes, donde mujeres protestaron ese viernes frente a instalaciones de la Secretaría
de Seguridad Ciudadana (ssc). Así iniciaron su manifestación alrededor de 1,000 mu-
jeres quienes portaban ropa negra, pañuelos verdes y carteles en rosa y morado para
identificarse, y quienes intentaron formar cercos con lazos para mantenerse unidas.
Lo que al final fue en vano debido a que un grupo de alrededor de 30 manifestantes
convirtió la marcha en destrozos y agresiones en contra de reporteros.23
Denunciaban la violación de una joven por la policía de la ciudad. Los medios
criticaron la actitud de las mujeres. Estigmatizar las protestas y tratar de boicotearlas
ha sido una vieja práctica contra el feminismo.

Reflexiones finales

El feminismo no está situado en la estratosfera, está involucrado con un mundo global


de crisis y cambios. Y así como hay mujeres indígenas en Bolivia que impulsan la
“despatriarcalización”, hay otras mujeres indígenas en México que al interior de los
partidos políticos han dado sus testimonios de cómo se da esta lucha, por ocupar un
puesto. Otras lo hacen al interior de sus comunidades, donde los sistemas políticos
de elección son distintos a la organización por partidos políticos, tienen sus propios
sistemas normativos internos y sus propias luchas (Barrera y Bonfil, 2018).
Las oleadas del feminismo han revolucionado profundamente los sistemas políti-
cos tradicionales e intentan, con acciones que van más allá de lo habitual, transformar
la conciencia. La lucha por los derechos humanos de las mujeres, así como el cabildeo
nacional e internacional, para producir cambios en la relación política y extender la
participación de las mujeres en la toma de decisiones, ha multiplicado la presencia de
las mujeres en los partidos, e inesperadamente, o tal vez premeditadamente, se han
impulsado acciones para favorecer los derechos humanos de las mujeres y para ello
se han unido mujeres de varios partidos y se han logrado acciones a favor de las mu-
jeres por consensos. Así se creó Mujeres en Plural, una red de mujeres diversas que

23 https://politica.expansion.mx/cdmx/2019/08/16/marcha-feminista-cdmx-contra-agresion-sexual-

https://politica.expansion.mx/cdmx/2019/08/16/marcha-feminista-cdmx-contra-agresion-sexual.
230 Margarita Dalton Palomo

al denunciar la discriminación en los tribunales electorales y realizar una demanda


judicial lograron la jurisprudencia 12624, que, según Adriana Ortiz y Clara Scherer,
obligó a los partidos a incluir a las mujeres en sus candidaturas a través de un sistema
de cuotas, primero, y una vez que hubo varias feministas y mujeres en las cámaras de
senadores y diputados, el 6 de agosto de 2019 se logró cambiar la Constitución Polí-
tica de México con leyes que establecen la paridad en todos los niveles de gobierno.
Ha sido a través de la educación y los espacios construidos para mujeres que se
pueden expresar las críticas en las voces de mujeres indígenas. El feminismo ha sido
una bandera que cubre muchas luchas y que no puede ser monopolizado por nadie;
es la revolución pacífica, mujeres que sin otras armas que el pensamiento y la razón
tratan de cambiar a la sociedad en la búsqueda de la justicia. Es un movimiento social
que denuncia no sólo la exclusión de las mujeres, sino de muchos y muchas subalter-
nas excluidas, que no pueden hablar. Las mujeres activistas contra el patriarcado han
logrado un sistema en la estructura de opresión y violencia hacia mujeres y pueblos.
La toma de conciencia de las múltiples formas de violencia y exclusión, a la par que
los cambios climáticos, han hecho repensar el devenir humano en un sentido crítico.
La historia humana está marcada por desigualdades, abusos y explotaciones. Los
periodos esclavista, feudal, moderno/colonial y actual van dejando su huella en las
mentalidades. Y de acuerdo con el lugar donde nos encontremos podemos tener pers-
pectivas distintas de nuestros derechos y la evolución de los mismos.
Hay muchos modos de nombrarnos feministas y de hacer valer los derechos de las
mujeres desde cualquier trinchera. Lo transcendente es que, más allá de las diferencias,
a las mujeres feministas nos une el reconocimiento de la tríada patriarcado, violencia
y exclusión, sus múltiples hilos, visibles e invisibles, descubiertos y por descubrir.
Somos tenaces en el deseo de transformar este sistema y lo estamos logrando.
El feminismo marca un camino en el desarrollo de la conciencia sobre los derechos
de las mujeres y esta semilla va geminando de forma diferente en cada país, en cada
región, en cada territorio. El feminismo crítico se traduce de forma dialéctica, en la
revisión desde varias perspectivas, de los orígenes del mismo. Y las críticas severas
al origen de quienes impulsaron el feminismo desde el siglo xix, se traduce en otras
formas de pensarse y declararse como feministas entendiendo que es necesario des-
estructurar la tríada patriarcado, violencia, exclusión, para denunciarla y avanzar en
impulsar los derechos humanos de las mujeres, que son los derechos humanos de
todas y todos.

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PROPUESTAS FEMINISTAS PARA ERRADICAR LA VIOLENCIA
DE GÉNERO Y LA VIOLENCIA FEMINICIDA

Martha Patricia Castañeda Salgado


Patricia Ravelo Blancas
Leticia Sánchez García

La violencia de género ha acompañado la historia de las mujeres en las sociedades


patriarcales. Esa historia, cada vez más y mejor documentada, nos permite saber que
las mujeres no han permanecido impasibles ante las distintas formas de violencia que
se han ejercido sobre ellas, así como no lo han hecho frente a otras violencias sociales.
En distintas partes del mundo, grupos de mujeres se han movilizado para impulsar
acciones, prácticas, iniciativas y propuestas que den respuestas a distintas escalas
(individuales, colectivas, nacionales, internacionales) a expresiones concretas de la
violencia de género contra las mujeres, así como a aquellas que se han instalado en
términos de violencia estructural.
En este trabajo vamos a exponer algunas propuestas feministas que pretenden
coadyuvar a erradicar la violencia de género y feminicida en México. Estas propues-
tas se derivan de investigaciones realizadas por las autoras en Ciudad Juárez, Ciudad
de México y Oaxaca,1 así como del pensamiento de Marcela Lagarde y de los Ríos.

1 Una investigación fue en el proyecto: “Investigación diagnóstica sobre violencia feminicida en la

República Mexicana”, dirigida por Marcela Lagarde y de los Ríos cuando era Diputada Federal en la LIX
Legislatura del Congreso de la Unión de 2003 a 2006, y presidió la Comisión Especial para Conocer y Dar
Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la República Mexicana y a la Pro-
curación de Justicia Vinculada. Participamos en esta Comisión y en el Comité Científico (Patricia Casta-
ñeda), y en coordinar la investigación en el estado de Chihuahua (Patricia Ravelo). El segundo proyecto
en el que participamos de 2010 a 2013 fue el de: “Aplicación de los Protocolos de Actuación en materia
de Violencia de Género”, coordinado por Alicia Elena Pérez Duarte, Ex Fiscal Federal para los casos de
feminicidio. Participamos en la coordinación de la región Sur Sureste (Patricia Ravelo) y en la formación
de académicas, estudiantes, legisladoras, activistas, personal gubernamental y comunicólogas, entre otras.
También recuperamos para estas propuestas, la experiencia de la investigación doctoral que realiza Leticia
236 Castañeda, Ravelo y Sánchez

Lo que pretendemos destacar es que la búsqueda de justicia no está reñida con la paz
y la no violencia, en consonancia con la pauta marcada por mujeres feministas que
desde el siglo xix han planteado que el movimiento feminista requiere ser pacifista.
El capítulo está dividido en cinco partes en las que se abordan: 1) Consideraciones
generales sobre el vínculo entre feminismo y no violencia; 2) Propuesta dialógica de
no violencia; 3) Prácticas feministas para el reconocimiento y ejercicio de los dere-
chos humanos de las mujeres, 4) Sinergia feminista de mujeres que impulsan la alerta
de violencia de género en la CDMX y Oaxaca, y 5) Comentarios finales.

Consideraciones generales sobre el vínculo entre feminismo


y no violencia

Una de las expresiones más crudas de la desigualdad de las mujeres y las inequidades
de que son objeto es la violencia de género que se ejerce sobre ellas. Aun cuando cada
una de las vertientes de los feminismos la coloca en lugares de prioridad diferentes, la
conceptualice con distintos referentes teóricos o proponga distintas formas de actuar
en sociedad para erradicarla, en lo que todos ellos coinciden es en reconocer que es
una constante en la vida cotidiana de las mujeres que condiciona su existencia misma.
En esta heterogeneidad de planteamientos, es posible identificar al menos dos ten-
dencias notables: por una parte, las que se centran en las violencias directas que tienen
lugar contra mujeres en sus contextos de interacción inmediatos, con especial énfasis
en las relaciones de género de las que participan y, por otra parte, las que colocan es-
tas violencias directas en el contexto más amplio del conjunto de violencias sociales,
institucionales y estructurales. En consecuencia, las propuestas de solución también
recorren caminos que pueden llegar a ser divergentes, entre la atención a los casos
y las medidas de carácter macrosocial, con énfasis propios en los aspectos físicos,
psicológicos, económicos, políticos y legislativos.
En México se han expresado todas estas tendencias desde la década de los setenta,
cuando la confluencia del movimiento amplio de mujeres y el movimiento feminista
iniciaron el largo camino de denuncia de la violación sexual y de la violencia padeci-
da por mujeres y niñas en el ámbito familiar. De entonces a la fecha, la comprensión
de la violencia de género contra las mujeres se ha ampliado y complejizado, dando lu-
gar a una sinergia de movilizaciones sociales, diseño de políticas públicas y cambios
legislativos. Como parte de este proceso, también se han venido perfilando posturas
críticas al ejercicio institucional y al punitivismo, así como posturas filosóficas y
políticas que vindican la erradicación de la violencia (en general y de la violencia de
género en particular) con un profundo cambio civilizatorio para el cual se afirma que

Sánchez García, en el posgrado del ciesas, “Sinergia feminista como estrategia para impulsar la Alerta de
Violencia de Género en la Ciudad de México y Oaxaca: un estudio comparativo”.
Propuestas feministas para erradicar la violencia de género... 237

la vinculación entre feminismo, humanismo, no violencia, cultura de paz y pacifismo


es inexcusable.
El desarrollo de estas posturas es de viejo cuño. Autoras como Carmen Magallón
(2007) y Mercedes Alcañiz (2007) han expuesto síntesis interesantes de la mane-
ra como el sufragismo en Inglaterra y Estados Unidos fue antiesclavista durante el
siglo xix, para enfrentar una situación paradójica durante la Gran Guerra cuando
se escindieron feministas pacifistas (en la acepción de antibelicistas) y feministas
nacionalistas (quienes apoyaron la guerra como medio de defender a sus respectivos
países). Entre las feministas pacifistas, dicen las autoras, se distinguieron las socia-
listas, quienes en Rusia y Alemania empezaron a sentar las bases de una perspectiva
que iba más allá de la oposición a la guerra para dar pie a una concepción de “paz
positiva”, es decir, de una postura no sólo antibelicista, sino también antimilitarista y
de profunda transformación social.
Desde otra perspectiva, a lo largo del siglo xx se perfilaron otras posturas femi-
nistas opuestas a la díada violencia-guerra, expresadas en el postulado ecofeminista
de socialización del cuidado como pauta fundamental para evitar y resolver los con-
flictos (Puleo, 2014; Shiva, 2004); la crítica feminista marxista al armamentismo
como recurso capitalista de reproducción ampliada del capital y, en consecuencia,
de la reproducción de la desigualdad social como fundamento de la violencia; el
feminismo islámico que postula el diálogo como forma de negociación y resolución
de diferencias en el ámbito de lo cotidiano para dar paso a la resolución no violenta
de conflictos en escalas mayores (Mernissi, 2004), así como la crítica feminista a la
perspectiva desarrollista de la paz.
En América Latina, Francesca Gargallo (2006: 161) identificó también una vincu-
lación entre sufragismo y pacifismo con claves propias: antiimperialismo y antirracis-
mo. La violencia permanente desde la segunda mitad del siglo xx hasta nuestros días
ha traído consigo la organización de numerosos colectivos de mujeres y feministas
que sustentan posturas análogas a las ya mencionadas, a las que se suman las posturas
antimilitaristas (Gargallo, 2014) y de exigencia de justicia en materia de desaparición
forzada, violencia sexual en contextos de conflicto interno y feminicidio.
Es preciso destacar que, en el amplio escenario aquí esbozado, la crítica a los
modelos de masculinidad hegemónica y su puesta en práctica por la mayoría de los
hombres es una constante, de ahí que se considere que no hay cambio posible si no
se les trastoca y se impulsan proyectos políticos de configuración de masculinidades
no patriarcales.
El feminicidio ha mostrado ser una forma extrema de violencia de género que
se explica en el marco de las relaciones íntimas, pero también en la confluencia de
múltiples violencias sociales, estructurales y de guerra abierta o soterrada, en los que
se le asocia con conflictos armados de baja intensidad, daños colaterales o uso de los
cuerpos de las mujeres como vehículos de transmisión de mensajes entre narcotrafi-
cantes y otras formas de crimen organizado (Valencia, 2016). Las profundas reflexio-
238 Castañeda, Ravelo y Sánchez

nes en las que hemos participado, junto con otras académicas feministas, en torno
al feminicido como un hecho social complejo han abierto las puertas a la búsqueda
de soluciones igualmente complejas e integrales, lo que nos ha llevado a desarrollar
propuestas de intervención feminista y darle mayor continuidad al trabajo, iniciado
por Marcela Lagarde, quien afirma que la erradicación del feminicidio forma parte
de un cambio civilizatorio resultado de una transformación radical en la cultura y la
sociedad en pos de una sociedad real y plenamente igualitaria. Las acciones que des-
cribiremos a continuación se inscriben en la topía-utopía, propuesta por esta feminista
mexicana.2

Propuestas dialógicas de no violencia

Cuando desarrollamos el proyecto de Investigación: “Protesta social y acciones


colectivas en torno de la violencia sexual en Ciudad Juárez, Chih./El Paso, Texas”
(2001-2007), teníamos la esperanza de que las madres de mujeres desaparecidas y
asesinadas y las organizaciones no gubernamentales tuvieran propuestas de paz y no
violencia, pues como sabemos desde 1994 han protestado en contra de la violencia
feminicida en esa frontera del norte de México, de una manera organizada y pacífica.
Esa esperanza se mantuvo viva desde que iniciamos este proyecto. A partir de en-
tonces y hasta la fecha (2019) aprendimos que, si bien en sus discursos y acciones no
estaban manifiestas estas propuestas de paz, siempre había una intencionalidad mani-
fiesta y latente de luchar por la justicia, la paz y los derechos humanos de las mujeres
y, por supuesto, contra la violencia de género y feminicida. Es por ello que en este
trabajo nos planteamos redimensionar el pacifismo que en general ha caracterizado
al feminismo y que constituye una propuesta de vida y esperanza ante la violencia de
género y feminicida.
Las madres, familiares, organizaciones y demás personas indignadas por los ase-
sinatos y desapariciones de mujeres, y ante la violencia que vivían cotidianamente,
ocuparon calles y puentes internacionales en la frontera con El Paso, Texas, unien-
do sus voces con activistas y feministas del otro lado del río Bravo. Fueron muy
impactantes las marchas que se unieron en el Puente Internacional Paso del Norte,
en 2001. En una de ellas un senador norteamericano demócrata encabezó la marcha
desde El Paso, acompañado de académicas y feministas de la Universidad de Texas

2 María Luisa Femenías, filósofa feminista argentina (2011: 54), aborda el análisis de Raymond Trous-

son sobre las utopías y el pensamiento utópico, destacando que las primeras refieren a sociedades imagi-
narias, elaboradas como resultado de la crítica a las sociedades contemporáneas (particularmente europeas)
para proponer “un orden perfeccionado, anticipatorio y liberador”. Mientras que Marcela Lagarde (2012:
12), plantea que en la base de la utopía está la topía, es decir, de “el aquí y el ahora en cada paso, en
nuestros afanes y los logros realmente conseguidos”. De ahí que ambos elementos deban formar parte de
una misma formulación.
Propuestas feministas para erradicar la violencia de género... 239

en El Paso (utep), de mujeres, jóvenes, estudiantes e infantes, de organizaciones e


instituciones que trabajan para erradicar la violencia de género.
Recibieron la marcha del lado mexicano algunas madres de mujeres asesinadas y
desaparecidas, una diputada mexicana, organizaciones civiles, activistas, trabajadoras
y obreros. Ahí se instaló el mitin que se llevó a cabo del lado mexicano. Hablaron las
activistas mexicanas y norteamericanas mientras las madres escuchaban en silencio y
con lágrimas el discurso esperanzador de unidad entre las dos naciones. “Esta lucha
la vamos a ganar”, decía una de las activistas.3 Era un grito integrador, incluyente,
comprensivo y solidario –como pasó en España cuando la gente protestaba contra la
violencia terrorista, según Jacques Sémelin–.

Quienes empezaron esa lucha firme ante el secuestro y la muerte fueron unos pocos que,
de forma silenciosa, se manifestaban aguantando todas las provocaciones, pidiendo sen-
cillamente paz, ahora son miles, somos cientos de miles los que creemos que el silencio
suena más fuerte que los disparos (Aberasturi, 2001: 7).

Creemos que el pensamiento derivado de los distintos feminismos, aunado a las ac-
ciones de los movimientos pacifistas, promueve una conciencia social de paz, la cual
no es suficiente para incidir en prácticas de sociabilidad y convivencia pacífica, pues
hemos aprendido social y culturalmente a producir y reproducir actos de violencia
ante cualquier situación sexogenérica amenazante, violenta e insegura. Por ello, cuan-
do asesinan a una mujer, no se imparte justicia y menos se respetan sus derechos, se
provoca tanta indignación, enojo y coraje en las mujeres.
Algunas acciones que han tomado las generaciones jóvenes de mujeres y feminis-
tas en México, como la marcha del 16 de agosto de 2019 en la Ciudad de México,
están guiadas por estos sentimientos y pueden verse como violentas, pero están jus-
tificadas porque, si bien afectaron algunos lugares históricos con pintura, evidencia-
ron que las vidas y los cuerpos de las mujeres y las niñas importan tanto o más que
cualquier otra cosa.

[…] es necesario detenerse y reflexionar, sobre todo para evitar, en tiempos confusos
como estos que vivimos, cualquier tentación de creer que sólo la violencia es capaz de
terminar con la violencia o que la llamada sociedad civil no puede hacer otra cosa que
esperar pasivamente a que alguien le resuelva los problemas (Aberasturi, 2001: 8).

Tampoco podemos seguir creyendo que la sociedad civil es la única que tiene que
seguir asumiendo las funciones del Estado para resolver situaciones de inseguridad y
violencia, aunque sabemos que desde hace muchos años ha tenido que allegarse de re-
cursos públicos y privados que alivien un poco las carencias estructurales de pobreza

3 Véase el documental “La batalla de las cruces. Una década de impunidad y violencia contra las

mujeres” (2005).
240 Castañeda, Ravelo y Sánchez

de las comunidades y, muchas veces de inseguridad pública, debido a que el gobierno


no atiende a cabalidad las demandas ciudadanas, particularmente las relacionadas con
la violencia de género.
La práctica y teorías feministas coinciden en que la erradicación de la violencia
contra las mujeres es un asunto que compete a toda la humanidad. Para arrancar de
raíz la fuerza y el poder del patriarcado tenemos que cambiar en términos culturales,
ideológicos, económicos y políticos las estructuras sexogenéricas de desigualdad;
fomentar otras formas de relación basadas en la reciprocidad y el respeto, e impulsar
la colaboración dialógica inter e intra genérica y la no violencia, la cual puede ser ac-
tiva, “es algo más que un hecho concreto en un momento determinado, es sobre todo,
una forma de ser y estar en el mundo, una manera de entender la vida y las múltiples
agresiones de las que cada día somos testigos, víctimas y por qué no decirlo, a veces
protagonistas” (Aberasturi, 2001: 8).
Esta manera de ser y estar en el mundo siempre ha sido tema de la filosofía femi-
nista, al igual que el despertar de la conciencia. Para abordar el caso de las mujeres
violentadas, los feminismos han impulsado diversas líneas de pensamiento y acción,
que van desde teorías sobre la igualdad y las diferencias, las acciones afirmativas;
hasta las teorías radicales y las acciones callejeras
La llamada no violencia no significa pasividad, cobardía o la aceptación fatalista
de los hechos, como coincidía el pensamiento de Gandhi y Luther King, quienes “de-
mostraron al mundo que es posible combatir sin armas frente a los poderosos y ganar
esas guerras gracias a la dignidad y no a la fuerza” (Aberasturi: 2001:10). Aunque
sabemos que las consecuencias directas para estos líderes fueron letales.4
Todas las violencias manifestadas en masacres, guerras, matanzas, terrorismo, vio-
laciones sexuales multitudinarias y en zonas de guerra o conflicto, persecuciones,
deportaciones, feminicidio, etc., han implicado convenios y tratados internacionales
para pacificar las regiones, aunque quizá falta por incluir de manera contundente los
asesinatos homofóbicos. Sin embargo, estos tratados parecen responder más a intere-
ses económicos y políticos, como lo muestran las evidencias. Los Balcanes, el Medio
Oriente, Ucrania, los integrismos islámicos donde las mujeres tienen menos derechos
que los animales, las dictaduras, la pena de muerte vigente en muchos estados de la
Unión Americana, las guerras civiles en Centroamérica, las políticas racistas, anti-
migratorias; las prácticas de “limpieza social”, anti étnicas (Aberasturi, 2001) y los
operativos militares contra el narcotráfico en México, en vez de aminorar la violencia
de género, la han incrementado; muchos inocentes han sufrido las consecuencias, son
parte de los “daños colaterales”, como se le denomina en el lenguaje militar
Una dimensión básica de la no violencia es no golpear al otro ni maltratarlo, y
mucho menos violar o matar (Sémelin, 2001: 16). Otra dimensión de la no violencia

4 Para Gandhi, la no violencia era más que una táctica política, es un medio para lograr la unidad interna

entre amor y paz, es una realización interna de unidad espiritual en sí mismo, es alcanzar una renovada
conciencia espiritual (Merton, 1998: 20-21). Esta implica una práctica constante para detener la violencia.
Propuestas feministas para erradicar la violencia de género... 241

es la de la “acción no violenta” o de “no violencia activa”; es actuar sin violencia, sin


amenazas, ofensas ni humillaciones, pues el ejercicio de la violencia es una forma de
dominar al otro porque le das miedo: “la ley del más fuerte suele ser la ley del más
violento” (Sémelin, 2001: 18). Sin embargo, cuando ya no quieres “obedecer, aun
cuando te atemoricen”, los “débiles” comienzan a adquirir fuerza, como pasó con
Rosa Parks, la costurera negra que desafió la ley de los blancos en 1955, al ocupar
el lugar prohibido para los negros en un autobús. Este hecho dio como resultado una
ley que acabó con la segregación racial. Esta lección de dignidad es uno de los ejem-
plos que debemos seguir. Varios casos recientes en México también lo demuestran,
como las costureras de la Ciudad de México cuando perdieron la vida durante los sis-
mos de 1985 en México. Ellas se unieron, recibieron muestras de solidaridad ciuda-
dana y antepusieron su dignidad logrando el registro de su sindicato y la titularidad de
sus contratos colectivos de trabajo, pese a la “colusión monstruosa” que caracterizó
a las autoridades laborales, empresarios y líderes sindicales que controlaban las rela-
ciones laborales en este sector. Lo mismo podemos decir de las madres y familiares
de mujeres y niñas desaparecidas y asesinadas en Ciudad Juárez, quienes desde 1994
se han organizado pacíficamente, recibiendo muestras de solidaridad nacional e inter-
nacional.5 Ellas lucharon, entre otras cosas, para que el gobierno mexicano recibiera
en 2009 una de las sentencias más vergonzosas, como es la conocida sentencia sobre
tres casos del Campo Algodonero, lugar donde aparecieron siete cadáveres el 6 y 7
de noviembre de 2001. Esta sentencia se refiere a los casos de Laura Berenice Ramos
Monárrez, Claudia Ivette González y Esmeralda Monreal Herrera. Para la elabora-
ción de esa propuesta se adhirieron otras mujeres, feministas, académicas, abogadas,
derechohumanistas, periodistas, etcétera.6
En nuestro proyecto “Género, violencia y diversidad cultural. Propuesta de inter-
vención educativa para fomentar relaciones de género basadas en la reciprocidad y
el respeto”, planteamos una serie de actividades desde una perspectiva interdiscipli-
naria, humanística y colaborativa. De esta investigación se desprenden propuestas
de intervención feministas, porque las acciones han pretendido ser transformadoras;
por ejemplo, en el ámbito educativo, hemos impulsado actividades curriculares y no
curriculares, para elevar la conciencia del poder del patriarcado y con esta base ad-
quirir prácticas que sirvan para cambiar los comportamientos violentos, los estereoti-
pos heteronormativos y fomentar una cultura de respeto en las relaciones de género.
Es una propuesta de colaboración dialógica orientada a resolver una problemática,
como la violencia, que es del interés general y del interés particular de grupos de la
ciudadanía, como las mujeres. Esta propuesta busca aportar y enriquecer las ideas,

5 Como ocurrió con la marcha de celebración del Día V Hasta que la Violencia Termine, realizada en
Ciudad Juárez, el 15 de febrero de 2004, donde participaron las actrices pacifistas Jane Fonda y Sally Field
(Ravelo, 2011).
6 Véase la sentencia del “Caso González y otras (Campo Algodonero) contra México”, http://www.

corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_205_esp.pdf, 17/10/2019.
242 Castañeda, Ravelo y Sánchez

conocimientos, saberes y acciones de todas las y los participantes en este proceso


dialógico/colaborativo, para propiciar cambios que conlleven al bienestar social y a
la erradicación de la violencia.7
La colaboración dialógica feminista que planteamos a partir de nuestra investi-
gación, es una propuesta que se ha desarrollado desde los estudios culturales,8 para
cambiar la cultura sexista, lo que implica un diálogo de las comunidades académicas
o personas que estudian y/o trabajan de manera participativa e incluyente en una
problemática colectiva, como la violencia, con otras personas y grupos de distintas
procedencias y lugares específicos, como las fronteras, el campo, las zonas urbanas,
marítimas y desérticas, entre otras. En esta propuesta hemos considerado los elemen-
tos de género, postura política, racial, de clase, étnica, religiosa, condición sexual,
etaria, artística, etcétera, en interrelación con las comunidades, lo que incidió a su
vez en enriquecer el diálogo con otros elementos culturales (locales y globales), que
obstaculizan los cambios o los impulsan.
En el caso de la violencia sexogenérica observamos que actúan negativamente
elementos de la normatividad tradicional, la resistencia cultural, la globalización, el
incremento del mercado sexual y del narcotráfico, etcétera; mientras que de manera
positiva influía el fortalecimiento del ejercicio ciudadano para incidir en mejores
prácticas de justicia y el reconocimiento y puesta en marcha de las propuestas y
alternativas educativas y artísticas para fomentar la no violencia y el respeto de los
derechos de la ciudadanía.

Prácticas feministas para el reconocimiento y ejercicio


de los derechos humanos de las mujeres

El reconocimiento de las mujeres como humanas con pleno derecho es producto del
movimiento feminista por el respeto, la defensa y el disfrute de los mismos. Sin
embargo, es hasta la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre Derechos
Humanos celebrada en Viena en 1993 –finales del siglo xx– cuando se explicitó que
los derechos de las mujeres son derechos humanos (Facio, 2011; Organización de las
Naciones Unidas, 1993).

7 En Lomas de Poleo, una comunidad del norponiente en Ciudad Juárez, nuestra intervención se logró

a través de actividades artístico-culturales entre 2008-2009, como la realización de talleres de la Ludoteca


Móvil de la uam que llevamos a esta colonia; la instalación de una ludoteca comunitaria, la realización de
un cómic sobre la lgamlv, del documental “La Carta”, sobre la vida de Paula Flores, una mujer a quien
le desaparecieron y asesinaron a su hija, y la creación de la colección editorial “Diversidad sin Violencia”,
de la cual han emanado 10 libros (Véanse Ravelo (2019) y Báez et al. [2011], donde se condensa esta
experiencia de intervención educativa).
8 Véase la compilación de Mónica Cejas, donde viene un trabajo cercano esta propuesta (Hernández,

2016).
Propuestas feministas para erradicar la violencia de género... 243

Alda Facio (2011), feminista jurista costarricense, recupera algunos episodios –


reconociendo la importancia de las movilizaciones previas y posteriores– basándose
principalmente en las cuatro Conferencias Mundiales de las Naciones Unidas. Las
retoma porque son un parteaguas donde se reconoció el carácter humano de las mu-
jeres en la legislación internacional. La Conferencia de San Francisco (1945) destacó
por la participación de varias mujeres de delegaciones oficiales y de Organizaciones
No Gubernamentales (ong) donde la principal renuencia que encontraron fue el uso
de la palabra “sexo”, que finalmente quedó incluida. La segunda conferencia se llevó
a cabo en Copenhague (1980), donde la discusión giró en torno a la igualdad: de lo
formal a lo que hoy conocemos como lo sustantivo, la igualdad de derechos, respon-
sabilidades y oportunidades. En esta conferencia, 74 Estados suscribieron la cedaw
(Comisión para Eliminar Todas las formas de Discriminación contra las Mujeres, por
sus siglas en inglés). La tercera conferencia en Nairobi (1985) hizo un llamado a las
mujeres para que ejercieran efectivamente sus derechos y fue la primera conferencia
en la que la violencia contra las mujeres fue señalada en el contexto de los derechos
humanos. La última conferencia se realizó en 1995, en Beijing, donde se adoptó “La
plataforma de Acción”, que es una serie de medidas que los estados están obligados
a implementar los 15 años posteriores a la conferencia.
Para Alda Facio, los avances de los derechos humanos de las mujeres se plasmaron
en la Conferencia Mundial de Viena (1993): la violencia contra las mujeres quedó
como una violación en la agenda de derechos humanos y en la legislación humani-
taria. También, reafirmó la universalidad de todos los derechos y los de las mujeres
quedaron en ellos. Finalmente, se acordó que los derechos humanos de las mujeres
deberían de estar presentes en todas las actividades referentes al tema de la Organiza-
ción de las Naciones Unidas (onu).
Un aspecto relevante de esta convención es que señala la obligación de los Esta-
dos parte a acatar los derechos humanos que contiene, es decir su promoción y su
protección es responsabilidad de los gobiernos (Declaración y programa de acción
de Viena, 1993).
En México, es en el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, reali-
zado en 1986, donde se discutió la necesidad de apropiarse de la teoría, lenguaje y
metodología de los derechos humanos mediante el taller Los derechos de las mujeres
también son humanos: las integrantes demostraron la existencia de sesgos sexistas en
sus contenidos y metodología (Facio, 2011).
Décadas después de dichos congresos y encuentros, el incremento y características
de los feminicidios en el país, la renuencia y la simulación de las instituciones del Es-
tado evidenciaron la existencia de violaciones sistemáticas a los derechos humanos de
las mujeres. Los instrumentos jurídicos, obtenidos gracias a las acciones e iniciativas
de organizaciones feministas durante varias décadas, posibilitan el reconocimiento
de los derechos de las mujeres. Pero su ejercicio pleno requiere mecanismos para
garantizarlos (Lagarde, 2010: 18). Marcela Lagarde es quien impulsó el mecanismo
244 Castañeda, Ravelo y Sánchez

de la Alerta de Violencia de Género. Ella y un equipo de investigación integrado por


mujeres de diversos partidos políticos, académicas y legisladoras, la mayoría femi-
nistas, lograron que este instrumento quedara plasmado en la Ley General de Acceso
de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, vigente desde 2007. Dicho mecanismo
ha sido apropiado en diversas entidades para la defensa de los derechos humanos de
las mujeres.
Este instrumento es promovido por mujeres de organizaciones feministas y de-
rechohumanistas que han ido ocupando espacios en la sociedad civil, instituciones
del Estado, academia y activismo.9 Son activistas que impulsan la agenda feminista
y los derechos humanos de las mujeres y usan este recurso para insistirle al Estado,
que asuma su responsabilidad como garante de la seguridad de la ciudadanía, y que
atienda la situación de violencia feminicida y los casos de feminicidio con la debida
diligencia e importancia que merecen.10 Sus experiencias y trayectorias –en su mayo-
ría feministas– permite que sean partícipes directas en los procesos de la declaratoria
de la Alerta de Violencia de Género, ya sea como académicas, funcionarias del Estado
o representantes de organizaciones de la sociedad civil, en su calidad de peticionarias.
Aunque la heterogeneidad de este grupo de mujeres y sus posturas son diversas,
coinciden en que resignifican este mecanismo como un recurso para hacer efectivo
el derecho a no ser asesinadas y tener una vida libre de violencia.11 No obstante, las
prácticas y estrategias para movilizar las alertas, sus demandas particulares, los re-
cursos jurídicos, económicos y simbólicos tienen como antecedente las trayectorias
de los grupos y acciones feministas en cada entidad, los contextos sociopolíticos y la
agencia de las mujeres.

9 El activismo propiamente dicho no será abordado en este trabajo por cuestiones de espacio y porque

se requeriría otras dimensiones de análisis.


10 Aunque reconocemos la debilidad del Estado mexicano, que no ha tenido la voluntad política de

afrontar el problema, y que el nuevo gobierno de izquierda de Andrés Manuel López Obrador todavía no
responde como la situación lo amerita.
11 Coincidimos con Guadalupe Huacuz al señalar que tendríamos que preguntarnos a qué tipo de Estado

estamos interpelando las mujeres cuando solicitamos una vida libre de violencia, si estamos frente a un
Estado criminal (Domínguez, 2015). Esta es una cuestión que amerita discutirse en profundidad, pues,
aunque efectivamente, como señala Huacuz, el eslogan de “una vida libre de violencia” puede tener otras
connotaciones políticas y cierta ambigüedad al ser difundido masivamente por los organismos interna-
cionales (2015: 62), consideramos que esto no le resta su fuerza, como la que sigue teniendo el eslogan
feminista de “lo personal es político”, entre varios más, que se han creado de manera estratégica para
acompañar las acciones.
Propuestas feministas para erradicar la violencia de género... 245

Sinergia feminista de mujeres que impulsan la alerta de violencia


de género en la CDMX y Oaxaca12

Para la antropóloga feminista Marcela Lagarde (2012), es un acierto que el tema y


horizonte de encuentro sea la causa feminista de los derechos humanos de las mu-
jeres ya que constituye el paradigma actual de los diversos feminismos impulsado
por algunos actores sociales y organismos internacionales. En su propuesta, Marcela
Lagarde identifica, entre las dimensiones de la sinergia feminista, este encuentro entre
mujeres de identidades diversas; ciudadanas, mujeres de base, mujeres que están en
los gobiernos y tienen responsabilidades de género que ejecutar y mujeres políticas
que pueden estar en cualquiera de las posiciones señaladas además de las que ocupan
partidos políticos. Ella destaca que:

Es preciso que quienes concordamos con visiones feministas del mundo y de la vida que
nos hemos dedicado a temas, niveles de análisis, prácticas políticas, ámbitos y redes di-
versas, tratemos de articular visiones y acciones en pos de superar lo fragmentario y ex-
cluyente. Es la sinergia del encuentro en el que fluyan entre nosotras, desde la diversidad
y la pluralidad, capacidades creativas, imaginación colectiva, voluntad de conocimiento
y decisión de acción conjunta (Lagarde, 2012: 3).13

En el caso de las Alertas de Violencia de Género en las entidades que estamos es-
tudiando (Ciudad de México y Oaxaca), son mujeres quienes principalmente im-
pulsan y dialogan sobre el mecanismo. En su mayoría, su participación oscila entre
el activismo académico, institucional, en organizaciones de la sociedad civil, como
ciudadanas, madres y familiares de víctimas de feminicidio; y en ocasiones pasan de
un campo a otro. Las trayectorias personales, sus posturas feministas y experiencias
políticas influyen en la fuerza que le dan a dichos procesos.
Son ellas quienes están monitoreando constantemente los avances de la alerta de
violencia de género. Los márgenes de su participación, en cierta medida, se definen
por los ámbitos académicos, de la sociedad civil, estatales o municipales a los cuales
se adscriben. No obstante, su agencia posibilita la articulación de una serie de estra-
tegias como voces críticas ante la impunidad del estado patriarcal.
Entonces, entre las mujeres que están impulsando la alerta de violencia de género
destacan aquellas que han reflexionado sobre su condición y vivencia genérica en el
mundo: algunas son madres preocupadas por el contexto que vivirán sus hijas, espo-

12 En este apartado retomamos la idea de sinergia feminista, propuesta por Marcela Lagarde (2012).
13 Como ocurrió en la experiencia colaborativa, en la sinergia feminista para investigar la violencia
feminicida en el país y proponer una ley general, cuando esta destacada académica y ex diputada presidió la
comisión legislativa que se hizo cargo de esta investigación, logrando unir a mujeres de todos los partidos
políticos para juntas elaborar y proponer la lgamvlv.
246 Castañeda, Ravelo y Sánchez

sas que han cuestionado el papel tradicional de la mujer en el matrimonio, hijas in-
dignadas por las desigualdades y violencias vividas en el hogar, indígenas conscientes
de las desigualdades que esto implica, mujeres tansgénero y lesbianas que salen de la
heteronormatividad establecida. Por otro lado, son funcionarias públicas en institu-
ciones y áreas de género, académicas que han trabajado temas de violencia contra las
mujeres, entre las que nos incluimos; voces de la sociedad civil por la defensa de los
derechos humanos de las mujeres, madres, familiares y sobrevivientes de violencia
feminicida y feminicidios cuyas vivencias están marcadas por estos eventos. Ellas
constituyen un universo de identidades diversas que frecuentemente se enuncian des-
de el campo que representan: institucional o de la sociedad civil. Ellas generan prác-
ticas y estrategias que permiten impulsar y operar la alerta de violencia de género.

Ellas fueron partícipes importantes en el llamado triángulo de terciopelo donde las femi-
nistas dentro de la administración estatal (femócratas), las organizaciones de movimien-
tos de mujeres (incluida la organización de partidos políticos de mujeres) y las expertas
de género cooperaron para promover la igualdad de género (Holli citado por Kantola,
2019: 5).14

En ese sentido, observamos que tanto las experiencias político-personales de estas


mujeres, los ámbitos en los cuales se adscriben y los contextos sociopolíticos de cada
entidad son una triada que posibilita o constriñe sus márgenes de acción a lo largo de
las prácticas y discursos que giran en torno a los procesos de la alerta de violencia
de género. Éstos son de corte jurídico en las leyes, reglamentos y atribuciones de las
dependencias donde al mismo tiempo existen mecanismos para interpelarlos, como
los amparos, la documentación de violencia feminicida y feminicidios y violaciones
a los debidos procesos. Los procesos burocráticos juegan un papel importante: ante
la desfragmentación institucional, las atribuciones de cada institución, la cantidad
interminable de trámites y canales de comunicación son presentadas como alterna-
tivas la coordinación interinstitucional y el monitoreo constante de las instituciones,
mismos que presentan paradojas. También existen los de corte económico: desde la
negación de recursos destinados al mecanismo hasta los que sostienen la sobreviven-
cia de las involucradas de manera personal o de las organizaciones. Los de carácter
simbólico son aquellos que, por un lado, demeritan el alcance del mecanismo y hacen
uso político-partidista de él y a quienes la impulsan, así como la desmovilización de
activistas mediante la cooptación; frente a ellos se presenta la denuncia pública y el
papel de aliadas que toman algunas.
Las organizaciones de la sociedad civil que solicitan la alerta de violencia de gé-
nero, han enfatizado en el registro y actualización de bases de datos de feminicidios,

14 “They were important parthers in the so called velvet trangles where feminist within state adminis-

tratiton (femocrats), women’s movement organizations (including women’s organization of political par-
ties), and gender experts cooperated to advance gender equality”.
Propuestas feministas para erradicar la violencia de género... 247

pues éstos no son reconocidos como tales o, en su defecto, las mujeres que viven
algún tipo de violencia no denuncian. Incluso son las organizaciones de la sociedad
civil las que han tenido que crear bancos estadísticos. Además, las formas de vio-
lencia contra las mujeres en años recientes se ha caracterizado por la crueldad que
se visibiliza en sus cuerpos: mutilaciones, exhibición pública, violaciones sexuales
tumultuarias, por mencionar algunas. Las solicitudes de alerta de violencia de género
en Oaxaca y la Ciudad de México expresan esta preocupación.
La alerta de violencia de género es uno de los pocos mecanismos para operar la
agenda de violencia contra las mujeres en el país y así erradicarla. Solicitarla en
más de 80% del territorio mexicano,15 señala tanto la gravedad de la violencia de
género y feminicida como las renuencias del Estado para atender la problemática de
feminicidios; por ello, proponemos articular las acciones políticas con intervencio-
nes feministas en distintos campos, como el legislativo, el académico-científico y el
artístico-cultural, como lo hemos llevado a cabo en nuestras investigaciones, para
continuar impulsando la alerta de violencia de género como mecanismo de protección
de los derechos humanos de las mujeres.

Comentarios finales

Los aspectos relatados en este capítulo son algunos ejemplos de los esfuerzos que
se dan en México por concertar las iniciativas de feministas académicas, activistas y
políticas, así como de hombres comprometidos con el desmontaje de la naturalización
del ensamblaje entre masculinidad y violencia.16
Nuestra propuesta de no violencia implica reforzar prácticas feministas que inci-
den en la construcción de una sociedad incluyente, democrática, pacifista y ecológica,
siguiendo la tradición del feminismo clásico, pero contextualizado en la época con-
temporánea, la cual se caracteriza por el desarrollo tecnológico y la globalización.
Esto muchas veces no favorece la erradicación de la violencia de género y la violencia
feminicida, debido a que el sistema patriarcal permea las plataformas y redes sociales,
por ejemplo, para ser usadas como medios de cooptación de mujeres para la trata de
personas y de violencia de género en los espacios cibernéticos, aunque no negamos

15 Hasta octubre de 2019, entre las entidades federativas en las que se había solicitado la alerta de gé-

nero, la situación era la siguiente: con alerta de género declarada: Colima, Campeche, Chiapas, Durango,
Estado de México, Guerrero, Michoacán, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo,
San Luis Potosí, Sinaloa. En proceso: CDMX, CDMX2, Estado de México2, Guerrero. Negadas: Tabasco,
Tlaxcala, Yucatán, Coahuila, Guanajuato, Baja California y Querétaro (www.conavim.gob.mx).
16 Como señala María Cristina Fuentes, estamos ante “un tema de poder, de cambio, no de adaptación”.

La reflexión de la autora corre por distintos veneros, pero vale la pena recuperar su invitación a “Deten-
ernos para salirnos del yo actual y aprender de la calma, de la prudencia, de la templanza, y convocar a la
confianza para detener el miedo” (2017: 111).
248 Castañeda, Ravelo y Sánchez

que también sirven enormemente en la difusión de los casos de violencia, como lo


analizamos en otro capítulo de esta antología.
En el ámbito político, la organización de protestas y acciones feministas tiene que
seguir mostrando su carácter pacifista. Las madres y familiares de mujeres y niñas
asesinadas y desaparecidas, así como mujeres de la academia, de las organizaciones
de la sociedad civil y algunas instituciones gubernamentales, como las legislativas,
plantean el acceso a la justicia como un derecho humano de la ciudadanía y particu-
larmente de las mujeres en general y más si son violentadas. Éste es un postulado que
Marcela Lagarde ha planteado a lo largo de su obra y que a muchas nos ha inspirado
para seguir estudiando e impulsando esta sinergia feminista.17
La violencia contra las mujeres en situaciones diversas en México, sean locales,
nacionales o internacionales; de guerra, conflictos armados; inseguridad, delincuen-
cia; feminicidio, tráfico de mujeres; deportaciones y represión de migrantes; crisis
económica e inestabilidad política, entre otras, ha desplegado varias reacciones en las
mujeres y movilizaciones feministas que abogan por la erradicación de la violencia
de manera pacífica, apelando a la ley, a la justicia, a los derechos civiles, a la justicia
internacional, a los derechos humanos de las mujeres.
A partir de los feminicidios evidenciados en Ciudad Juárez desde 1993, los mo-
vimientos de las mujeres y de organizaciones no gubernamentales o de la sociedad
civil, bajo el lema de “Ni una más”, han reivindicado la lucha permanente de las
mujeres contra la violencia. Entre las distintas formas para evidenciar la magnitud del
feminicidio, destacamos la intervención educativa que hemos llevado a cabo en nues-
tras investigaciones, donde el arte ha sido un instrumento clave para transformar la
manera de convivir, de relacionarse, de comunicarse en las comunidades de estudio.
Destacan las artes visuales, las instalaciones y todo lo que artística y culturalmente
resignifican estas acciones, pues ayudan a promover la paz, la igualdad y la justicia,
como diría Marcela Lagarde, no sólo como utopía, sino como topías que nos forta-
lecen para seguir defendiendo nuestros derechos como humanas y para fomentar una
cultura de no violencia.
La experiencia del proceso para implementar la alerta de violencia de género en la
Ciudad de México en este 2019, ha evidenciado la diversidad de posturas feministas
y las dificultades que se tienen que sortear para alcanzar acuerdos entre feministas
académicas, activistas y políticas, lo cual es parte del ejercicio de la democracia.
Cuestiones que siguen ameritando mucho debate.

17 Véanse tres textos clave en la obra de Marcela Lagarde: Cautiverios de mujeres, madre esposas,

monjas, putas, presas y locas (2014 [1990]); Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia (2018,
[1996]) y El feminismo en mi vida (2012).
Propuestas feministas para erradicar la violencia de género... 249

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PERFORMANCE FEMINISTA EN LA FRONTERA: DE YO SOY
TEATRO A YA BASTA! DESENMASCARANDO LA VIOLENCIA
DE GÉNERO EN LA FRONTERA ESTADOS UNIDOS-MÉXICO
A TRAVÉS DEL TEATRO COMUNITARIO

Guillermina Gina Núñez-Mchiri1

Introducción

Ya Basta! es un grupo de teatro comunitario feminista que presenta monólogos de


mujeres que dan testimonio como sobrevivientes de experiencias con violencia de
género en El Paso, Texas. Este grupo surgió de un grupo de teatro llamado Yo Soy
Teatro, que consiste en una serie de monólogos basados en mujeres líderes de La-
tinoamérica y Estados Unidos con un enfoque particular en mujeres de la frontera.
Empezamos el teatro con diez mujeres en la historia y una leyenda que aún vive,
Dolores Huerta, cofundadora de la Asociación de Campesino Unidos y presidenta de
la Fundación que lleva su nombre. Algunos de los monólogos se basaron en figuras
formadas por las experiencias y memorias colectivas, como lo son La Mujer Mexica,
una mujer indígena que existió antes de la colonización Española, mientras otras
figuras son de personajes mejor conocidas como Sor Juana Inés de la Cruz y Frida
Kahlo. A través del tiempo, hemos incorporado más personajes como la Llorona y
Tonantzin (la Virgen de Guadalupe).
Las integrantes de Yo Soy Teatro son mujeres que estudian carreras universitarias,
líderes en organizaciones sin fines de lucro, amas de casa, maestras, profesionistas
académicas, poetas y escritoras de la frontera. Para escribir estos monólogos cada una
condujo investigación sobre sus personajes para desarrollar los monólogos y preparar

1 Agradezco la colaboración de Liz Chavez, Nancy Green, Lucia Carmona, Cemelli de Aztlan, Karla

Corral, Sofia Valenzuela, Annel Mena, Elena Vargas, Mayra Gutierrez y Angeles Piza, Jessica Uriarte y
Kadiri Vaquer en la realización de este proyecto.
254 Guillermina Gina Núñez-Mchiri

el vestuario adecuado y los artículos necesarios para desempeñar sus papeles y darles
vida a sus personajes en forma de teatro o performance en los escenarios comunita-
rios. Asimismo, hemos creado puentes entre la academia y la comunidad a través del
teatro comunitario como un arte creativo y transformador. De esta manera, hemos po-
dido conectar la historia de estas mujeres con el público en albergues para mujeres en
situaciones de violencia, museos, congresos feministas, espacios comunitarios donde
se reúnen activistas y bibliotecas públicas.
Cada una de las participantes de Yo Soy Teatro buscó formas para conectarse con
sus personajes en alguna forma personal. Al aprender sobre las contribuciones de
estas líderes, se aprenden y se absorben las lecciones y la energía de las palabras
habladas y compartidas con el público. El compartir sus historias es reconocer sus
contribuciones a la historia y a nuestra sociedad. Cada monólogo empieza con una
afirmación declarativa que es “Yo Soy”, siguiéndose con la historia y un relato de
las contribuciones de cada personaje. Aunque tal vez en sus países de origen han
tenido más reconocimiento, históricamente se han excluido las contribuciones de las
mujeres en los libros de historia y de los relatos culturales contemporáneos en Esta-
dos Unidos, y por consecuencia también se han dejado fuera de nuestra memoria y
conocimiento colectivo femenista. El Teatro Yo Soy brinda una contribución signifi-
cativa para nuestra comunidad fronteriza al hacer el esfuerzo de conocer, reconectar
y recordar a las mujeres líderes ancestrales y contemporáneas de nuestra cultura para
informar y empoderar al público para que reclamen su alto valor histórico y sus con-
tribuciones hacia la justicia social. Al presentar este teatro de monólogos de mujeres
líderes, también compartimos las lecciones y afirmaciones de fortaleza, resiliencia y
motivación para el empoderamiento de nuestra comunidad. De esta forma el Teatro
Yo Soy ha establecido un antecedente para el desarrollo de un nuevo grupo de teatro
llamado ¡Ya Basta!, que presenta monólogos sobre la violencia interpersonal, vio-
lencia doméstica y violencia socioeconómica en la frontera El Paso-Ciudad Juárez.
Este capítulo inicia con una discusión del origen de Yo Soy Teatro: mujeres de las
Américas como una iniciativa basada en un formato de teatro comunitario que emer-
gió de un enlace entre una organización de Latinas en El Paso, Texas, Wise Latina
International, que se dedica al empoderamiento de la mujer a través del arte y el en-
tretenimiento en la comunidad, y estudiantes y profesoras de la Universidad de Texas
en El Paso. Como participantes del Teatro, nos hemos preparado en la pedagogía y
prácticas comunitarias para aprender cómo utilizar el poder de las historias y narrati-
vas de mujeres líderes como una forma de aprender a reclamar nuestros testimonios
en forma de performance. De acuerdo con Diana Taylor (2016), el performance es
un concepto transnacional, transdisciplinario, multilingüe y tiene varios significados
que nos permiten conectar el pasado con el presente, dentro de una práctica con-
temporánea. En este proceso, llamamos y reclamamos el conocimiento ancestral y
reconocemos la riqueza cultural de mujeres en nuestra historia que han luchado por la
justicia social. En este capítulo, hemos incluido las narrativas y reflexiones de nues-
Performance feminista en la frontera: de yo soy teatro a ya basta!... 255

tras artistas participantes quienes han compartido sus experiencias de qué las motivó
participar en el teatro, cómo le dieron vida a sus personajes y las formas en las cuales
ser partícipes en el teatro les ha transformado sus vidas. En esta forma polivocal, este
capítulo contribuye a la interseccionalidad de voces feministas en nuestro pasado y
en nuestro presente en la frontera de El Paso y Ciudad Juárez.
Las lecciones aprendidas a través del Teatro Yo Soy han servido como una base
para desarrollar otro grupo de teatro llamado ¡Ya Basta! que se dedica a dar voz a
las experiencias de violencia interpersonal, doméstica y estructural de nuestra región
fronteriza. Reconocemos que no es fácil hablar sobre la violencia y, por lo mismo,
incorporamos varias voces y reflexiones de nuestras actrices sobre los retos y vul-
nerabilidades para hablar abiertamente de experiencias personales con la violencia
como sobrevivientes. Algunas historias que hemos escrito aún cargan el peso y el
estigma social que no permiten que se compartan con el público. Hemos respetado
este silencio de nuestras compañeras con la esperanza de que algún día en el futuro
se sientan listas para compartir sus historias al sanar el miedo y el susto que les ha
quitado el sueño y la paz. Una de nuestras compañeras nos comentó “aún no estoy
preparada para compartir mi historia, aún vivo con el susto que no ha desaparecido
de mi vida”. Comprendemos que cada persona tiene su trayectoria personal y colec-
tivamente apoyamos su sanación y transformación. Con este respeto, admiración y
sororidad, compartimos nuestras experiencias con nuestras lectoras y lectores al com-
partir nuestras historias, nuestro dolor y las huellas de la violencia en nuestras vidas a
través del teatro. Al contar nuestras historias, nos hemos dado cuenta que no estamos
solas y en este espíritu, compartimos la fortaleza, conocimiento y compromiso de
desenmascarar la violencia a través de nuestros testimonios para crear conciencia,
educación y cambio social como aboga la antropóloga feminista Marcela Lagarde y
de los Ríos (2012), “hacia una vida libre de violencia para las niñas y mujeres” en
nuestras comunidades.

El poder de contar nuestras historias

Las historias que compartimos en forma de teatro comunitario se convierten en un


vehículo para sanar, para conectarnos y para compartir conocimiento a través de las
generaciones en espacios públicos diversos. Las historias de mujeres líderes nos co-
nectan con el pasado y nos guían hacia el futuro. Estas historias también son im-
portantes para formar nuestras identidades y crear comunidad al informar, educar,
empoderar y transformar las memorias a nuestras realidades contemporáneas. A tra-
vés del uso de imágenes, sonidos y emociones expresadas en el teatro comunitario,
se logra comunicarse con la memoria y los corazones del público. Es difícil sentir
orgullo por nuestra cultura si no sabemos de las grandes contribuciones de las mujeres
en nuestras historias y comunidades. Con nuestras historias podemos conectarnos con
256 Guillermina Gina Núñez-Mchiri

mujeres fuertes que han sabido sobrepasar la adversidad, la injusticia y la violencia


durante su época. A pesar de sus retos, estas mujeres lograron sobrevivir la adversidad
porque la necesidad de crear cambio era más grande que la apatía.
Las historias orales como un arte de comunicación tienen antecedentes en los tiem-
pos en los cuales los seres humanos se comunicaban para poder sobrevivir, com-
partiendo sus conocimientos, sus retos e información sobre los posibles peligros.
Aceptamos los poderosos efectos de las historias en su capacidad para establecer
conexiones mentales, emocionales y espirituales entre comunicadores y oyentes. La
narración de historias abarca la mente y el corazón para conectarse con la audiencia,
no sólo con nuestras voces, sino a través de mensajes de esperanza que compartimos
cara a cara dentro de espacios íntimos y públicos. Después de nuestras presentacio-
nes, las personas suelen acercarse a nosotras, nos abrazan y comparten sus comenta-
rios y aprecio al contar sus propias historias reflexionando sobre las citas de la obra
que más les impactaron.
En el Teatro Yo Soy, incorporamos música, canciones, tambores, disfraces, incien-
so y letreros para comunicar nuestros mensajes a nuestro público. Lucía Carmona
toca la guitarra y canta una canción llamada “Soy Pan, Soy Paz, Soy Más”, del poeta
uruguayo Luis Ramón Igarzabal, cantada por Piero y Mercedes Sosa. Al incorporar
canciones, la guitarra, la música del tambor y la palabra hablada, pudimos comuni-
carnos, escucharnos y compartir nuestro trabajo a través de los diferentes sentidos
como lo han hecho poblaciones indígenas y mestizas a través de la historia. El sonido
del tambor imita el latido del corazón. Al recordar el latido del corazón después de
una de nuestras presentaciones, la productora del teatro Liz Chávez recuerda una
interacción entre dos de nuestras compañeras Cemelli de Aztlan y Mayra Gutierrez.
Cemelli recuerda una tarde en la cual Mayra y Liz fueron a la casa de Cemelli porque
Mayra iba a pedir prestado su vestuario para representar a la Mujer Mexica. Junto con
su huipil, estaban los ayoyotes que usan los danzantes aztecas y su tambor de mano.
Cemelli recordó esa tarde:

Le empecé a platicar a Mayra sobre el significado de mi vestuario. Los ayoyotes, son


semillas que se apegan a un pedazo de piel que se pone en las pantorrillas para danzar
rituales, suenan como la lluvia y representan el llanto de la tierra que llora por ella. Tam-
bién le platiqué sobre el tambor y que, por mucho tiempo, a las mujeres no se les permitía
usar los tambores en las ceremonias y ahora si lo podemos tocar. Mayra empezó a llorar.
Creo que tal vez se sintió reconectada y transportada a esa época. Todos estos artículos
traen su energía y la activan. El tambor esta hecho con la piel de venado y trae consigo
el espíritu animal y los ayoyotes son semillas y traen la esencia de todo lo que cargan y
sus historias. Existe la esperanza de que al danzar y presentar con ayoyotes y el tambor,
te conectas con la naturaleza y el mundo espiritual.

Mayra recuerda este encuentro y refleja lo siguiente:


Performance feminista en la frontera: de yo soy teatro a ya basta!... 257

Recuerdo cuando nos reunimos en la casa de Cemelli y ella empezó a sacar el vestuario
que me iba a prestar. Ella empezó a tocar el tambor y al oírlo, empecé a llorar. No sé si tú
lo sabes, pero yo crecí en la religión mormona y recuerdo que cuando sentía al espíritu
santo sentía calor en mi cuerpo. En ese momento que oí el tambor, volví a sentir ese
calor que una vez sentí de niña. Pensé “el tambor me está llamando. El ritmo y el latido
del tambor me está llamando”. Me sentí validada para poder desempeñar el papel de la
Mujer Mexica. El teatro me dio, no sé cómo explicarlo, el teatro me dio a mí misma.
La primicia del teatro era destacar el papel de mujeres en la historia que generalmente
nunca son mencionadas como Carmelita Torres y Dolores Huerta, al honrarlas a ellas,
me dio la oportunidad de decir yo no tengo porque estar ocultada tampoco. El teatro me
dio a mí misma.

En interacciones como las mencionadas, participantes del teatro pudieron compartir


el significado de los artículos usados en danzas y rituales indígenas. El significado de
los ayoyotes, los sonidos y traqueteos de los ayoyotes en las pantorillas imitando el
sonido de la lluvia y el tambor fueron compartidos en espacios íntimos. El teatro nos
ha unido para compartir historias que nos conectan a conocimientos y valores ances-
trales y que nos brindan significado en nuestras vidas. El usar estos artículos sin saber
sus orígenes y sus significados disminuiría la capacidad de Mayra para conectarse
personalmente con su personaje y con su audiencia.
Las narrativas de líderes latinas que usamos en el Teatro Yo Soy fueron informa-
das a través de investigaciones académicas, consultas de registros históricos, libros,
artículos, testimonios en video y archivos digitales. El formato de las narraciones
son historias o segmentos enmarcados de diálogo continuo que relatan eventos en un
orden cronológico que recalcan los conflictos y las contribuciones de cada personaje.
Bonvillain (2011: 93) describe varios tipos de narraciones: narraciones históricas que
recuerdan eventos en la historia de una comunidad o de un pueblo, narraciones míti-
cas que cuentan eventos en tiempos primordiales o de un mundo distinto al nuestro y
narraciones personales en la vida de la narradora. En nuestro caso, el Teatro Yo Soy
describe narraciones históricas y narrativas míticas, mientras que el teatro Ya Basta
cuenta narrativas personales.
Los monólogos que compartimos en Yo Soy Teatro fueron escritos y presentados
en formas de testimonios personales y colectivos que comunican mensajes de poder,
adversidad, injusticia, violencia y preserverancia. El testimonio es una tradición y
práctica crítica de América Latina que le presta importancia a las experiencias per-
sonales y comunales como fuentes de conocimiento y entendimiento del lugar que
ocupamos dentro de un marco político, social y cultural (Alcázar, 2008; Burciaga y
Navarro, 2015; Delgado Bernal, Burciaga y Carmona, 2012; Latina Feminist Group,
2001). Burciaga y Navarro (2015) argumentan que un testimonio es una epistemo-
logía de la narradora que sirve como fuente de conocimiento. Los testimonios son
críticos para declarar momentos históricos y para transmitir un llamado a la acción
basado en la necesidad de abordar las injusticias sociales. Taylor (2016) indica que
258 Guillermina Gina Núñez-Mchiri

el performance nos permite transmitir conocimientos a través de prácticas corporales


y muchas veces temporales. Al reflejar sobre su papel en el Teatro Yo Soy, Lucía
Verónica Carmona comenta:

Cuando la primera vez que nos reunimos con la idea del Teatro Yo Soy, inmediatamente
pensé […] cuando digo “Yo Soy” te abre el mundo porque no es nada más el nombre del
personaje que uno desempeña, o como te conoce el público, es tu historia y todo lo que
traes atrás de tus abuelas y tus ancestros. Cada personaje que podía interpretar era yo. El
Yo Soy también es hacia adelante, lo que aún no se ha creado, cada minuto nos estamos
transformando. Me voy redefiniendo, es una línea que no termina.

El Teatro Yo Soy nos ha transformado a varias de nosotras por los personajes que he-
mos desempeñado, por las interacciones entre nosotras y las interacciones con nues-
tro público. La sección que sigue proporciona un relato histórico de cómo emergió
el Teatro Yo Soy y cómo se unieron esfuerzos para llevar a cabo este proyecto en
El Paso, Texas. Tenemos la esperanza de que el formato del Teatro Yo Soy motive
a otras comunidades a que identifiquen las líderes de sus comunidades y que logren
compartir sus historias en forma de monólogos y performances en forma de tea-
tro comunitario. Narrar el desarrollo del Teatro Yo Soy también es importante para
comprender cómo evolucionó este grupo, para poder emprender una nueva iniciativa
llamada ¡Ya Basta! No Estás Sola, que es un performance en forma de testimonios
presentados por mujeres que han sobrevivido la violencia de género en la frontera.
De esta forma nos hemos unido para desenmascarar la violencia y dar voz a mujeres
que han sobrevivido experiencias para poder contarlas y motivar a otras personas a
que busquen el apoyo necesario para sanar.
El teatro feminista en forma de performance forma parte de una larga tradición
del uso de performance en América Latina y en comunidades chicanas en Estados
Unidos. El teatro es una herramienta para dar voz a los procesos de violencia en
nuestras comunidades en una ciudad que aún no consigue articular y dar razón a
tanta violencia en nuestra región. Teóricas como Marcela Lagarde han nombrado
feminicidio a acciones de odio tomadas contra niñas y mujeres y el performance nos
permite nombrar los disparates que se cometen y se silencian en nuestra sociedad.
Una de nuestras actrices, Angeles Piza, indica que “los griegos antiguos identificaban
temas que no tenían nombre y que se usaba el teatro como base a un analfabetismo de
la violencia”. Retomamos esa práctica de hablar y murmurar las voces de las mujeres
de esas cosas de las que no se hablan en público. Tal vez para muchos estas palabras
y voces habladas son un murmullo, para otras son gritos y para otras son lecciones
de historias orales donde se encuentran los códigos de conducta, de ética social y de
estrategias de sobrevivencia y resiliencia como una táctica de seguridad que nos arma
de valor al representar esas historias de las que no solemos hablar.
Performance feminista en la frontera: de yo soy teatro a ya basta!... 259

La próxima sección del capítulo narra cómo emergió el Teatro Yo Soy en El Paso,
Texas. Al principio la meta del teatro fue abrir una cumbre de mujeres latinas que
honraría a líderes locales y que abordaría temas contemporáneos socioeconómicos,
políticos y de liderazgo que impactan a la comunidad latina. En el momento que
iniciamos el teatro no nos imaginamos cómo esta experiencia con el teatro nos trans-
formaría personalmente y profesionalmente. A través de los años, hemos incorporado
a más mujeres y personajes para crecer el teatro que empezó con diez personajes y
creció a diecisiete personajes históricos. Hemos tenido a más de veinte actrices par-
ticipando en el Teatro Yo Soy en diversos espacios comunitarios y académicos en los
últimos cinco años. En los últimos dos años, el teatro nos ha servido como base para
desarrollar un grupo nuevo llamado ¡Ya Basta! No estás Sola, con diez participantes
que narran sus experiencias de resistencia y resiliencia como sobrevivientes de la
violencia.

El origen del Teatro Yo Soy en El Paso, Texas

El 11 de mayo de 2019, Liz y Gina se reunieron para recapitular el origen del teatro
al “hacer memoria” sobre el origen del teatro. Usando minutas de reuniones, agen-
das, notas, volantes de eventos e imágenes de la presentación. Liz Chávez aportó una
carpeta de materiales que pudimos utilizar para hacer un análisis de materiales. Entre
los documentos, tenemos listas de los personajes del teatro con las personas que in-
terpretaron estos personajes en diversas fechas.
Una de nuestras primeras reuniones tuvo lugar en un restaurante mexicano cerca
de la Universidad de Texas en El Paso. Ahí nos reunimos con Liz Chávez, Presidenta
de Wise Latina International, y Nancy Lorenza Green, una escritora, poeta y terapista-
educadora, que convocaron una reunión para que un grupo de teatro se presentara en
una cumbre de latinas en El Paso, Texas. Cada una de las participantes aportó a la reu-
nión sus experiencias personales y profesionales. Liz Chávez tenía experiencia como
productora, Nancy Green es poeta y escritora y Gina Núñez es antropóloga cultural
y profesora en la Universidad. Liz Chávez, presidenta de Wise Latina International,
recuerda una reunión que tuvo con Nancy Green, en marzo de 2014, para hablar sobre
la cumbre latina programada para el junio de 2014. Liz recuerda:

Sabíamos que queríamos crear conciencia, empoderar a las mujeres, y hablar sobre la
importancia de la educación en este evento para que las mujeres latinas se motiven a
ser más auto-suficientes y auto-determinadas. Pensamos que para la apertura de este
evento sería importante honrar y brindar tributo a las mujeres íconos que fueron líderes
al quebrar las barreras de su época. Hicimos una lluvia de ideas para hacer una lista de
mujeres líderes en El Paso que fueron pioneras en sus profesiones y en la comunidad.
260 Guillermina Gina Núñez-Mchiri

El reconocer a mujeres líderes de la comunidad al principio de la cumbre sería impor-


tante para formar un puente a través de las generaciones de mujeres en la comunidad.
Liz y Nancy discutieron la importancia de brindar tributo a las líderes latinas, lo cual
sería una estrategia para comenzar con un espíritu de agradecimiento. Las primeras
cinco mujeres honradas en la cumbre de Wise Latina International 2014 fueron la
maestra de danza y educadora Rosa Guerrero, líder comunitaria, Enriqueta “Queta”
Fierro, la primera presidenta mujer de la Liga Unida de Ciudadanos de Orígenes de
América Latina (lulac), Belén Robles, la juez Alicia Chacón y la artista gráfica
Margarita “Mago” Gándara. Liz y Nancy pensaron en conectar las diferentes genera-
ciones de líderes latinas en un solo congreso de liderazgo.
En la reunión de 2014, Liz y Nancy habían convocado a un grupo de mujeres lati-
nas para que se reunieran en un restaurante mexicano cerca de la Universidad. Sabe-
mos quiénes participaron en esta reunión porque Liz guardó una copia de la agenda y
las minutas. Este grupo estaba conformado por Mayra Gutiérrez, Selfa Chew, Nancy
Green, Lizette Saucedo, Elizabeth Amato, Liz Chávez y Gina Núñez. Ahí fue donde
hablamos de llamar el Teatro Yo Soy. Selfa Chew se ofreció para mandar hacer unas
pancartas en Ciudad Juárez con imágenes y pequeñas reseñas de cada personaje.
También desarrollamos un folleto con los nombres de los personajes históricos. En
esa reunión generamos ideas de los primeros personajes incluyendo a la Mujer Azte-
ca/Maya, que después representó a la Mujer Mexica, después mencionamos a la Ma-
linche, Sor Juana Inés de la Cruz, Lucy Talcott Parsons, Soldaderas de la Revolución
Mexicana, Frida Khalo, Dolores Huerta y Gabriela Mistral.
Liz como productora de cine y televisión y Nancy como poeta, educadora y te-
rapista, recomendaron empezar con “I am”, para introducir a mujeres fuertes, inde-
pendientes y libres de pensamiento que fueron valientes líderes de su generación.
Liz nos recuerda que el empoderamiento no es una idea contemporánea e indica que
“las mujeres en nuestra comunidad siempre han tenido poder, sólo que no se les ha
dado el reconocimiento por sus contribuciones”. Sabíamos que queríamos brindar un
homenaje a nuestras líderes y ahí es donde entramos Gina y Selfa con la sugerencia
de “usar la credibilidad de fuentes y citas académicas para que lo que escribiéramos
tuviera un fundamento histórico y válido”. Después de que generamos una lista de
personajes, nos dimos a la tarea de confirmar fechas históricas y citas o frases que pu-
diéramos incluir. Hablamos sobre los tiempos, las actrices, la música, los vestuarios
y cómo desarrollar los monólogos. Acordamos darles voz y reconocer la importancia
de la poesía y citas directas de cada personaje histórico. Gina recomendó usar la frase
en español “Yo Soy” para presentar personajes de América Latina. Cada personaje
tendría esta frase en común al presentárselo al público. La clave era que cada mo-
nólogo fuera entre 30 segundos y no más de un minuto en el idioma en el cual fuera
más auténtico y viable, siendo en español, inglés o en una combinación de los dos
idiomas, en Spanglish, que es una forma de transversalizar los idiomas en la frontera.
Performance feminista en la frontera: de yo soy teatro a ya basta!... 261

Este formato es importante porque queríamos que cada monólogo estuviera dentro de
un minuto para que fuera corto y poderoso.
Después de identificar el primer grupo de personajes históricos que queríamos
presentar, empezamos a identificar a las mujeres en nuestra comunidad que las pu-
dieran representar. Sabíamos que había talento en nuestra comunidad y mujeres con
experiencias creativas y en sus experiencias como líderes. Gina recomendó a Tiffany
A. Devez para que representara a la curandera Teresita Urrea, Selfa nominó a la poeta
Celia Aguilar para que desempeñara el papel de la organizadora laboral Lucy Talcot
Parsons; Mayra Gutiérrez, quien en su momento era alumna de Gina Núñez en una
clase de antropología y estudiante de historia, se comprometió a hacer el papel de una
mujer ancestral como la Mujer Mexica. Invitamos a Cemelli de Aztlan, que tiene una
Maestría en Estudios de la Divinidad de Harvard y es líder en la comunidad, a que hi-
ciera el papel de la Malinche. La doctora Selfa Chew es una historiadora de utep y se
dio al compromiso de escribir y desempeñar el papel de Herlinda Wong Chew, quien
organizó a la población China en El Paso, Texas. A la escritora y poeta Griselda Flores
se le pidió representar el papel de Frida Kahlo basado en un monólogo que escribió
Gina después de que ella publicó un relato de la vida de la artista (Núñez, 2013). La
fotógrafa y productora de documentales Jennifer “Jen” Lucero se comprometió a ser
Sor Juana Inés de la Cruz. Lucía Carmona, organizadora en las colonias y de trabaja-
dores agrícolas, acordó hacer el papel de una soldadera de la Revolución Mexicana.
También se comprometió a tocar la guitarra y cantar la música de fondo para el tea-
tro. Gina Núñez, como hija de padres migrantes agrícolas, se comprometió a hacer
el papel de la líder de campesinos Dolores Huerta. Selfa Chew tomó el liderazgo al
enviar los primeros diez monólogos para que se publicaran en una revista literaria
de la frontera, Paso del Rio Grande del Norte (2014), como una creación colectiva.

Cultivando el Teatro Yo Soy y ajustándonos a cambios

Con el tiempo, el teatro ha pasado por cambios, principalmente porque reclutamos a


más mujeres a que se incorporaran a la organización para poder seguir presentando
los monólogos de personajes históricos. El 24 de enero de 2015, tuvimos una reunión
donde hubo conflicto en la nominación de nuevas participantes para que se integraran
al teatro. Una compañera recomendó a una de sus amigas. Las compañeras del teatro
no aceptaron su nominación indicando que ya habían tenido problemas personales
con esta nueva participante en el pasado. El desacuerdo resultó en que una de las
compañeras dejara el teatro, mientras que las otras mencionaron sus razones. Este
conflicto pasó mientras estábamos editando los monólogos de Emma Tenajuca, la
Pasionaria, Carmelita Torres, Gloria Anzaldúa y la Llorona. Fue un momento de con-
flicto que nos tomó de sorpresa ya que teníamos la motivación de representar historias
de mujeres líderes, apasionadas y fuertes, mientras negociábamos nuestros propios
ideales, emociones, relaciones, amistades y alianzas.
262 Guillermina Gina Núñez-Mchiri

Ver que una de nuestras participantes se salió con sentimientos de tristeza y de


coraje fue difícil. El grupo se había opuesto a la persona que ella había nominado y
esto llevó a una ruptura entre participantes del grupo. Taylor (2016) nos recuerda que
el performance es también en sí un proceso. Fue en este proceso y en este espacio
donde observamos las heridas que cada una cargaba y este conflicto abrió estas he-
ridas y recuerdos previamente ocultos. Este momento nos hizo reflexionar en cómo
las personas heridas también suelen ocasionar heridas en otras personas y las formas
en las cuales el dolor y la ira son herramientas para causarles dolor a otras personas.
Pero al crecer nuestro grupo de teatro, hemos perdido y hemos ganado nuevas par-
ticipantes. Verónica Carmona hizo una reflexión sobre lo sucedido en el teatro y lo
que esto representa para ella: “Apenas estamos rascando las heridas que aún tenemos
que sanar. Esa línea continua comenzamos representando a mujeres en la historia,
creamos herramientas para sanar nuestras generaciones ancestrales, estamos sanando
en esta proyección que tenemos para el futuro”.
Cabe reflexionar respecto a la salida de compañeras del teatro. Comprendemos
que hubo motivaciones y sentimientos diversos sobre hechos que habían ocurrido en
el pasado entre varias de las compañeras que ahora estaban saliendo a la luz pública.
Algunas de las compañeras pidieron apoyo contra el bullying y el chantaje emocio-
nal que se genera cuando se pide escoger y apoyar un punto de vista o un partido
durante una discusión. Para evitar este tipo de conflictos sería recomendable escribir
un acuerdo colectivo de cómo reclutar nuevas participantes al grupo de teatro y ex-
pectativas de conducta y ética personal y profesional. Aunque también reconocemos
que los conflictos personales también dan parte al crecimiento humano y nos enseñan
grandes lecciones que no siempre se pueden evitar con reglas escritas para normalizar
el comportamiento humano.
Después de este conflicto, seguimos organizándonos y preparándonos para seguir
haciendo presentaciones o performances de teatro en la comunidad. El público pedía
que se presentara el performance en diferentes lugares como bibliotecas públicas
y en centros comunitarios. Cada performance ha sido diferente porque se necesi-
tan diez participantes y por lo general todas en el teatro estudian, trabajan y tienen
otras obligaciones personales y profesionales. Juntarnos las mismas diez personas no
siempre ha sido fácil. El deseo de juntarnos en espíritu de sororidad y colectividad
nos ha motivado a que busquemos formas de reunirnos y presentar en la comunidad
para seguir mejorando el teatro y nuestra participación como actrices orgánicas de la
comunidad. Este deseo de seguir mejorando da espacio para innovaciones y cambios
positivos. Por ejemplo, para el 31 de julio de 2015, Lucía Carmona agregó la canción
“De Colores”, una canción que suele ser usada en las marchas y protestas chicanas
para representar el valor de la diversidad de poblaciones, para presentar el personaje
de Dolores Huerta. Georgina Pérez (2015) desarrolló una revista para jóvenes inte-
resadas en los personajes del teatro, sus imágenes y sus historias de vida para que
pudieran aprender del Yo Soy Teatro.
Performance feminista en la frontera: de yo soy teatro a ya basta!... 263

Del Yo Soy Teatro a ¡Ya Basta! No Estás Sola

Las experiencias encontradas con el desarrollo y la organizacion del Teatro Yo Soy


nos dieron la base para crecer personal y profesionalmente, para poder desarrollar
otro grupo de teatro comunitario llamado ¡Ya Basta! No Estás Sola. Los testimonios
de ¡Ya Basta! son en forma de monólogos en el Teatro ¡Ya Basta!, fueron escritos en
narrativas de primera persona como una autoetnografía de la frontera en forma de
herramientas para contar historias con una lente crítica de autoreflexión. Nos basamos
en el trabajo autobiográfico y autoetnográfico de teóricas chicanas que produjeron
narrativas innovadoras en los ochenta y noventa como Gloria Anzaldúa, Cherrie Mo-
raga, Ana Castillo, Sandra Cisneros, Pat Mora, Mary Helen Ponce y Alma Villanueva
(Zavella et al., 2003). Las autoetnografías expresan las experiencias de personas mar-
ginalizadas por la sociedad que tuvieron la fuerza y el coraje para desafiar la adver-
sidad. Al combinar testimonios y autoetnografías con el teatro comunitario, pudimos
combinar narrativas personales con investigación histórica con el arte en forma de
performance como actos de resistencia y resiliencia, particularmente al desafiar los
roles que se les han impuesto a las mujeres dentro de sociedades patriarcales.
En el mes de octubre 2016, las participantes del Teatro Yo Soy se reunieron para
ver cómo podíamos incorporar las lecciones aprendidas en el teatro para tratar te-
mas relacionados con la violencia de género en nuestra comunidad fronteriza. Elena
Vargas y Lucía Carmona se ofrecieron a comunicarse con albergues que hospedan
a sobrevivientes de violencia doméstica para identificar temas relevantes de nuestra
comunidad. Durante este periodo, empezamos a formar enlaces con organizaciones,
agencias y personas que trabajan en cuestiones de violencia. Hicimos visitas y con-
sultas con varias agencias y empezamos a documentar temas y observaciones para
entender las diferentes manifestaciones de violencia mental, emocional, psicológica,
económica y física. Empezamos a documentar temas sobre las diferentes formas de
violencia como son el acoso sexual y el acoso físico entre parejas, incluyendo la
violación y el abuso generacionales entre familias. Gloria González López (2014)
nos informa que el incesto sigue siendo un tema tabú del cual “no se habla de esto en
la familia”, pero que sigue siendo una triste realidad familiar. Reconocemos que el
movimiento “Me Too” también es relevante para las latinas que en general ignoran las
experiencias de mujeres que usualmente no reportan los abusos por miedo derivado
de las barreras de idioma, clase social y estatus migratorio.
La violencia impacta a las mujeres en diversos espacios públicos y privados, in-
cluyendo el ámbito laboral, donde el acoso sexual es parte del éxito logrado por
un intercambio de favores sexuales por la seguridad del empleo. Las mujeres han
vivido por avances sexuales en forma verbal, física y en otras formas no tan visibles.
Nuestros jóvenes apegados a sus aparatos digitales tienen más problemas con el bu-
llying cibernético, acoso entre parejas y a través de los medios sociales. En nuestra
comunidad fronteriza la violencia es parte del día a día, pues está impactada por la
264 Guillermina Gina Núñez-Mchiri

globalización, la inmigración, el feminicidio y el narco-terrorismo. Adicionalmente,


en poblaciones con altos porcentajes de inmigrantes y refugiados existen espacios de
violencia visible y no tan visible entre poblaciones que viven ocultas por miedo a la
deportación y la separación de sus familiares. ¿Qué hacer frente a estos retos de vio-
lencia continua? Hacemos congresos, reuniones de trabajo, educamos, marchamos,
organizamos y escribimos monólogos sobre la violencia de género en la frontera con
el ¡Ya Basta! No Estás Sola Teatro.
Para poder prepararnos para escribir y presentar monólogos basados en experien-
cias personales de violencia acudimos a un taller de escritura y de proyección. El
día 23 de junio de 2018, Wise Latina International le pidió a la autora y dramaturga
Denise Chávez que nos apoyara con un taller de escritura y de proyección oral. En el
taller incluimos participantes del primer grupo de Teatro Yo Soy y a participantes de
un grupo de liderazgo para latinas en El Paso, Texas. Incluyendo a María Navarro,
Ernestina Peréz, Gabriela Saldana, Xóchitl Chávez, Gina Núñez, Cynthia Marentes,
Elena Vargas, Liz Chávez, Luisa Elberg y a Jessica Uriarte con su hija. Viajamos a
Las Cruces, New Mexico, y visitamos a la autora en su librería Casa Camino Real y
después de ahí nos fuimos a una sala de conferencias dentro de una organización sin
fines de lucro. En el taller de escritura, discutimos varios temas relacionados con la
violencia, incluyendo el estigma, la vergüenza y la necesidad de hablar por nosotras
mismas y hacer un comunicado para exigir un mundo sin violencia en nuestras vidas,
hogares y sociedad. Usamos el lema “Ya basta, Enough is Enough!” (¡Hasta aquí!)
Así fue cómo y cuándo decidimos que al finalizar cada uno de nuestros monólogos
terminaríamos con los lemas de ¡Ya Basta! y ¡No estás sola!
Denise Chávez nos dio un taller de proyección para prepararnos a compartir nues-
tros monólogos con fuerza y autoridad en diversos espacios públicos. Denise es una
gran escritora de novelas y es conocida como un icono literario del sur de New Mexi-
co y en El Paso del Norte. Nos retó a escribir y a hablar con valentía, ya que nuestros
monólogos eran de momentos difíciles y emocionalmente cargados de humillación,
dolor y sentimientos de coraje, pena y desesperación que suelen invocar las situa-
ciones de violencia de género. Para nuestras compañeras de Teatro Ya Basta, estas
historias habían sido silenciadas por el tiempo, el miedo y, en varias, por el temor y
la rabia por los actos cometidos. Desembocar y desenmascarar la violencia no es algo
fácil y hay que prepararse de antemano. Entre nuestro grupo estaba una consejera te-
rapista que había sobrevivido la represión política en Suramérica. Ella sabía lo que era
sobrevivir la violencia del Estado como mujer refugiada. Entre nuestras compañeras
tenemos sobrevivientes de la violencia interpersonal, de acoso sexual, de la violencia
en espacios públicos, de violencia entre jóvenes, de intento de asesinato, del impacto
de perder a una familia, de relaciones tóxicas y de una violación. Contar nuestras
historias en público no sería fácil y proyectar nuestras voces al aire con fuerza y cer-
teza tampoco lo sería. Ese día, Denise Chávez fue una gran maestra de escritura, de
fuerza, integridad y valentía. Si íbamos a hacer teatro comunitario feminista a través
Performance feminista en la frontera: de yo soy teatro a ya basta!... 265

de monólogos en forma de testimonio y autoetnográficos, teníamos que prepararnos


para proyectar y elevar nuestra voces y prepararnos para lo que viniera después de
nuestros testimonios.
Después de nuestro taller con Denise Chávez, nos fuimos a comer a un restauran-
te. Ahí fue donde empezamos a distribuir una lista de temas de violencia de género
que habíamos recopilado en nuestras consultas comunitarias con especialistas que
trabajan como terapistas y oficiales en apoyo a sobrevivientes de la violencia y con
mujeres que vivieron para contarnos sus historias. De esta lista de temas, salieron
los monólogos del Teatro ¡Ya Basta! Reclutamos a diez participantes, por respeto a
nuestras compañeras hemos incluido sólo los nombres de los testimonios-monólogos:
Sin Rostro, ¿Que por qué regresé con él?, ¿Escoges tus libros o me escoges a mí?,
Traición y abuso: una anomalía, Tú no me entiendes, Huellas en el cuchillo, Niñas
desaparecidas en la frontera, El café más amargo de mi vida, Yo soy esa niña, y Tengo
algo que contarte, Varios de estos monólogos son tan dolorosos que nuestras compa-
ñeras los han podido presentar sólo una o dos veces, ya que el dolor de estos recuerdos
es muy profundo. Algunas están en el proceso de retomar sus vidas, sus carreras y
su educación y no quieren compartir sus historias, más porque aún están en proceso
jurídico e intentando de remediar los hechos con los padres de sus hijas e hijos.
El 6 de octubre de 2019, tuvimos una cumbre para mujeres latinas encabezada por
Wise Latina International y una serie de organizaciones que trabajan con mujeres en
nuestra región fronteriza, llamada Enough is Enough, ¡Ya Basta!, enfocada en temas
de acoso sexual, asalto, trata de seres humanos y violencia doméstica. Este congre-
so se llevó a cabo después de reuniones y acuerdos logrados entre el Programa de
Estudios de Mujer y Género de utep, Wise Latina International y organizaciones de
gobierno y sin fines de lucro en El Paso, Texas. La meta de esta cumbre de latinas era
desenmascarar la violencia, la vergüenza y el estigma social asociados con la violen-
cia interpersonal y otras formas de violencia de género. Aunque nos habíamos prepa-
rado para compartir nuestros testimonios en esta cumbre, la realidad es que varias de
nosotras aún estábamos en el proceso de sanar los nervios. La ansiedad y el miedo de
hacernos vulnerables ante el público complicaron nuestro performance. Empezamos
los monólogos con una canción cantada en español y en un idioma indígena acompa-
ñadas con el latido de un tambor. Aunque éramos diez las actrices, sólo se presentaron
nueve monólogos. Una de nuestras compañeras no pudo compartir sus experiencias
y respetamos su silencio. Al terminar cada presentación, cada actriz va formando una
línea en el escenario y va enlazando sus brazos con la próxima compañera, con el uso
de un rebozo. Al finalizar nuestros monólogos, hablamos en unísono y compartimos
las siguiente frase: “A mí también me pasó. Hasta aquí, ya basta. No estás sola, no
están solas, no estamos solas”. Le pedimos a la audiencia que repitiera con nosotras
y así concluimos nuestra presentación.
Al terminar nuestro performance del Teatro ¡Ya Basta! No Estás Sola, integrantes
de la audiencia respondieron con emociones fuertes, con llanto en sus ojos y algunas
266 Guillermina Gina Núñez-Mchiri

con incredulidad. A algunas de nosotras nos preguntaron que de dónde habíamos


sacado esas historias, como si las hubiéramos bajado del Internet. Respondimos que
eran nuestras historias y que no las habíamos tomado prestado de nadie más que de
nuestras realidades. Verónica Carmona recuerda: “Yo lo que vi con el Teatro Ya Basta
fue a estas jovencitas que no se habían imaginado que lo que iban a compartir, no
sabían que lo que les pasaba a ellas les estaba pasando a otras más. Cada monólogo
representa una marca, una herida, hasta el nivel social, de esas heridas que no las ves”.
El performance del Teatro Ya Basta es poderoso y tal vez abrumador para nues-
tras participante. En cualquier momento se nos pueden activar nuestras memorias y
emociones. En preparación para estos eventos, hemos colaborado con consejeras y
terapistas en nuestra comunidad cada vez que presentamos para apoyar a nuestras
actrices y a personas en la comunidad que necesiten hablar con una especialista. El
teatro nos ha permitido crear espacios para hablar de temas que hemos traído ocultos
por mucho tiempo y que son tabú. Una de nuestras actrices, Jessica, indica que “el
teatro nos permite llegar al público en formas que los libros y otros métodos acadé-
micos no nos permiten. Noto que cuando otras personas hablan, el público está con
sus celulares, pero cuando hacemos el performance del teatro, la gente guarda sus
celulares o los usan para grabarnos. Vi cómo nos pusieron atención incondicional”.
El Teatro Ya Basta surgió de la necesidad de abordar la violencia de género en nues-
tra comunidad fronteriza. Varias de nosotras participamos en esfuerzos feministas que
abordan la violencia de genero, el acoso sexual y el movimiento Me Too,y hemos
aprendido sobre el poder y la fuerza que tenemos cuando hablamos sobre nuestras
experiencias para que los agresores se hagan responsables de sus actos. Como chica-
nas/latinas, también nos sumamos a esfuerzos de narrar nuestras historias como parte
de nuestra existencia como académicas y como activistas trabajando en comunidad
con el compromiso de hacer de nuestro trabajo académico relevante y aplicable a las
necesidades y prioridades de nuestra comunidad (Latina Feminist Group, 2001). Una
vez más incorporamos el teatro para interactuar con nuestra audiencia a través de
narrativas poderosas en español y en inglés representando las fortalezas culturales y
lingüísticas de nuestra región.
Al reflexionar sobres sus experiencias con el Teatro Ya Basta, Sofia Valenzuela,
estudiante que cruzaba la frontera a diario para estudiar en la Universidad, dijo inte-
grarse al teatro para salirse de la rutina y hacer un cambio en su vida. Ella escribió
sobre sus experiencias como una mujer joven de Ciudad Juárez que cruza la frontera
esperando llegar a casa sana y salva. Sofia narra:

escribí mi historia por miedo de nunca tener la oportunidad de compartirla con alguien
más. Pensé ¿Qué si algo me pasa? Si las cosas en Juárez siguen empeorando yo por lo
menos tengo la oportunidad de compartir mi historia con alguien e inspirar el cambio. Mi
experiencia con escribir y compartir mi monologo se puede describir como liberadora y
empoderadora. Tuve la oportunidad de ser escuchada y de oír mi propia voz. Al asistir
Performance feminista en la frontera: de yo soy teatro a ya basta!... 267

a reuniones con el teatro Yo Soy se me abrieron los ojos al oír las conversaciones, los
testimonios de mujeres fuertes. Ya me cansé de pensar que yo era una mujer débil por
tener el miedo de ser secuestrada o violada, que era falso. Esto me motivó a escribir y
compartir mi historia. Pude compartir las voces de las mujeres de Juaréz sin tener miedo
sabiendo que no estoy sola.

Como lo indica Sofía, el contar nuestras historias con el público nos hace recordar
que no estamos solas y que no somos las únicas luchando por un mundo libre de
violencia. Juntas en el teatro nos hemos dado la oportunidad de compartir, de sanar,
de llorar y de compartir el apoyo, la compasión y el amor para sanar y poder seguir
adelante como mujeres fronterizas en la lucha. A través del performance y el teatro
en comunidad, podemos recrear nuestras experiencias y volvernos a reinventar al
reclamar nuestras historias.
Aunque tenemos menos tiempo haciendo performance con el Teatro Ya Basta, sa-
bemos que ya hemos podido tener un impacto en las comunidades donde nos hemos
presentado. Hemos formado una comunidad de practicantes (Wenger, 2018), como
actrices, estudiantes, investigadoras y activistas feministas abogando y luchando por
una vida libre de violencia. Hemos identificado la necesidad de conectar a las perso-
nas que han vivido la violencia con los recursos disponibles en nuestra comunidad.
Hemos podido desarrollar talleres después de nuestro performance para invitar a que
otras personas también escriban y compartan sus testimonios y hemos respetado el
silencio y la privacidad de las personas que aún no están listas para compartir sus
historias. Sabemos que existe una brecha entre las personas con necesidad de apoyos
emocionales y mentales y las agencias que prestan servicios. Seguimos creando redes
de colaboración, investigación y abogacía para poder conectar a las personas a que
busquen y encuentren los servicios necesarios para ser escuchadas y poder sanar.
Nuestra meta es llevar el Teatro Ya Basta a diferentes comunidades para desestig-
matizar la violencia y traer atención a las necesidades y realidades de nuestras comu-
nidades. Al usar nuestros testimonios podemos compartir historias y estrategias que
nos puedan ayudar a atacar la violencia sistemática e interpersonal en nuestras vidas y
en nuestra región (Smigelsky y Neinmeyer 2018). Una de nuestras integrantes, Annel,
indicó que el narrar su historia le permitió hablar y poder sobrepasar sus sentimientos
de culpabilidad y coraje por permitir que alguien le hiciera daño. Por el escuchar del
público sabemos que el teatro tiene un gran poder de abrir la curiosidad y el interés
de querer tomar acción para frenar la violencia. Como nos comentó Karla, “al ver el
performance fue algo poderozo. El performance de historias personales me tocaron
el alma. Me dieron escalofrios al escuchar esos testimonios y no podía detener mis
lágrimas. No lloré por lástima. Lloré por rabia al saber que tantas mujeres han sufrido
violencia. Se que mi proposito de vida es hacer algo para educar y ayudar a sanar el
dolor”.
El teatro trae consigo beneficios de crear conciencia y beneficios terapéuticos para
nuestras participantes y para nuestra comunidad. Somos muchas y sabemos que no
268 Guillermina Gina Núñez-Mchiri

estamos solas. El teatro nos permite ser vulnerables al contar nuestras historias y abre
la oportunidad de que otras personas se conecten con nosotras emocionalmente y cog-
nitivamente. Tenemos la oportunidad de comunicar, educar, compartir y conectarnos
con nosotras mismas y el público que escucha nuestros testimonios.
En este capítulo, hemos relatado como emergieron dos grupos de teatro feminista
de chicanas/latinas en el El Paso, Texas. Nuestro teatro, como este capítulo, representa
una diversidad de experiencias y voces de mujeres fronterizas y transfronterizas que
han cruzado muchas barreras para salir adelante. Esperamos poder seguir compartien-
do nuestras historias con el afán de invitar a que seamos escuchadas y apoyadas con
los recursos y las herramientas necesarias para juntas sanar y crear un mundo libre de
violencia. Invitamos al diálogo con las personas interesadas en el teatro comunitario
feminista para que se compartan las historias de las mujeres líderes de su comunidad
y las que han sobrevivido para contar sus historias en forma de testimonio y en forma
de performance. Sabemos que formamos parte de una larga tradición de mujeres en el
mundo, y en América Latina y la frontera de México y Estados Unidos en particular,
que lucha por desenmascarar la violencia en un esfuerzo colectivo para abordar el
cambio en nuestras vidas y comunidades. Sabemos que levantando nuestras voces en
grupos colectivos femenistas podemos tener un impacto local y global, como lo ha
demostrado el Peformance Un Violador en tu camino, que ha recorrido por diferentes
paises en el mundo. Nos sumamos a esta denuncia sobre la violencia de género en
nuestros cuerpos, mentes, almas y comunidades.

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FEMINIDADES NÓMADAS EN EL JARDÍN DE LAS GRANADAS
DE GUADALUPE DE LA MORA

Susana Báez Ayala

La persona que habla es siempre una multiplicidad.

Spivak

El sujeto nómada en cuanto práctica discursiva favorece el análisis de una subjetivi-


dad feminista con miras a la construcción de nuevas epistemes y políticas que cues-
tionen la determinación de las identidades naturalizadas y, por tanto, se descentran de
las relaciones jerárquicas del poder patriarcal, así como de las violencias estructurales
que lo sostienen.
Las reflexiones de Braidotti, Lodre y Lagarde me permiten bordear el discurso
de la dramaturgia escrita por mujeres en la frontera norte de México en el siglo xxi,
el cual favorece un pensamiento crítico que coadyuva a desmontar la casa del amo
desde la praxis de la enunciación de las violencias de género hacia las mujeres, las
transgresiones de éstas al sistema hegemónico y la dialogicidad como herramienta de
trastocamiento del patriarcado en la obra de teatro El jardín de las granadas (2011) de
la dramaturga juarense Guadalupe de la Mora. Siete personajes femeninos se dan cita
virtual en el jardín de la abuela, en donde emergen las microhistorias que potencian
la reconfiguración de un posible orden sin violencias en la equidad y a diversidad.

Feminidades nómadas en la cultura regional

Abordar la dramaturgia del norte de México nos ubica en ámbitos liminales de todo
tipo. Si por un parte la referencia inmediata es la frontera entre nuestro país y Estados
272 Susana Báez Ayala

Unidos; por otro lado, emergen fronteras culturales, políticas, económicas, étnicas,
raciales, sexuales, de género, siendo la constante el desplazamiento en las connota-
ciones de los sucesos que favorecen el ser y estar en la deixis Ciudad Juárez-El Paso.
Una de esas tenues líneas divisorias interesa abordar aquí: la dramaturgia escrita por
mujeres en el siglo xxi. Si bien la nómina es breve, no así la relevancia que posee su
presencia en la panorámica de la región, por cuanto son voces que van configurando
un coro en su diversidad, pero una constelación en la región. Sumando su presencia a
los aportes de dramaturgos de suma relevancia en el panorama cultural: Víctor Hugo
Rascón Banda, Edeberto Castillo, Antonio Zúñiga, Manuel Talavera, entre otros,
siendo el interés aquí contribuir a decolonizar los saberes culturales literarios de su
filón sexista al privilegiar la crítica literaria que abordan en su mayor parte los textos
escritos por hombres; aquí me interesa partir del estudio de las dramaturgas que por
razones distintas han vivido o viven en esta frontera, de esta manera ensayos con un
enfoque feminista como este buscan incidir en hacer política de la alteridad, es decir
de la enunciación de los aportes de las mujeres.
De acuerdo con Braidotti, el feminismo logra enlazar la subjetividad con los dere-
chos y el poder; interseca, además, la política con la epistemología, promoviendo así
el empoderamiento de las mujeres (2004: 15); esto desde una política de la ubicación
(Rich, 1999), es decir se parte de la experiencia vivida; no carente de una mirada
autocrítica, descentrada de la mismidad, con el propósito de saberse parte del plu-
riversalismo, identificando los privilegios desde la teoría de la interseccionalidad o
aquellas circunstancias que vejan la dignidad humana de las mujeres. El feminismo
propone que “para hacer acotaciones teóricas generales […] se toma conciencia de
que uno está localizado en algún lugar específico” (Braidotti, 2004: 16). ¿Qué tan
sencillo es lograr este desplazamiento epistémico? La autora nos invita a localizar el
cuerpo, destacando su “entidad socializada, codificada culturalmente” (16).
Si partimos de un descentramiento epistémico en el que se aprecie un desplaza-
miento de los centros culturales hegemónicos con bases occidentales, blanqueadas y
patriarcales, interesa que la mirada focalice las microhistorias regionales y en ellas
destaque la participación de otros sujetos descentrados: las mujeres en su complejo
vínculo con lo cultural y la cultura patriarcal. El norte de México de la década de los
ochenta del siglo xx emerge en la panorámica nacional por temáticas vinculadas a la
migración o al narcotráfico, entre otros asuntos que en el presente siglo han adquirido
dimensiones de suma complejidad. En ese contexto, a la vez, la autoría de quienes
desde esta zona del país interpelan los cambios socioculturales que impactan a esta
parte de nuestra nación consiguen que se torne la mirada hacia esta frontera geográ-
fica y política.
Algunas voces de suma relevancia aparecen en un marco nacional o incluso in-
ternacional: Víctor Hugo Rascón Banda, dramaturgo chihuahuense, quien ingresó a
la Academia Mexicana de la Lengua (2007), Carlos Montemayor, poeta, narrador,
ensayista, Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lengua y Literatura (2009), Jesús
Feminidades nómadas en El jardín de las granadas... 273

Gardea, poeta y narrador, Premio Xavier Villaurrutia (1980). Las obras de estos au-
tores insertan en sus cosmos ficcionales elementos regionales que les otorgan pecu-
liaridades estilísticas y de contenido arraigadas en la región chihuahuense, que nacen
de hechos históricos o sociales tomados de sus entornos familiares o comunitarios;
incorporaron formas lingüísticas, elementos multiculturales de la región, entre otros
rasgos. Por ejemplo, Rascón Banda aborda la problemática de la comunidad rarámuri
en su obra La mujer que cayó del cielo, en donde la protagonista es una mujer tarahu-
mara. Carlos Montemayor nos lega Las armas blancas y Las mujeres del alba, textos
que ahondan en el hecho histórico del asalto al cuartel de Ciudad Madera, Chihuahua;
mientras que Jesús Gardea en su libro de cuentos Los viernes de Lautaro ambienta sus
relatos en el desierto chihuahuense. No obstante, no figura a nivel nacional una voz
femenina. Habrá que preguntarse las razones por las cuales se da este vacío.1
Siguiendo a Braidotti, la identidad “se construye en el gesto mismo que la postula
como el punto de anclaje para ciertas prácticas sociales y culturales” (2004: 206), de
donde es pertinente señalar que la identidad cultural de la región chihuahuense se ha
constituido dentro de los parámetros hegemónicos en donde ha privado la figura del
creador masculino con base en una sociedad reproductora de paradigmas sexistas y
excluyentes. Esto basado en una sociedad que afirma que “la autoridad masculina
fundada y encarnada en la familia patriarcal, en la heterosexualidad compulsiva y en
el intercambio de mujeres” (2004: 207).
Rompiendo con un destino impuesto, las mujeres en la región fronteriza con Esta-
dos Unidos emergen en los escenarios culturales intersectando con los autores mas-
culinos en un interés por ficcionalizar en sus textos acontecimientos o problemáticas
locales. Y aun dando a conocer sus trabajos, pocas veces la crítica literaria se detiene
en analizar su presencia en la historia regional, ya no aspiremos a la nacional. De
ahí la importancia de realizar un acercamiento a estos procesos desde un enfoque
feminista decolonial, ya que desde este posicionamiento se ponen en cuestión las
relaciones “centro/periferia” (Braidotti, 2004: 207) en términos geográficos y meta-
fóricos. Por tanto, aquí partimos desde el posicionamiento de la experiencia situada y
una “política de localización: ha llegado la hora de mirarnos a fondo y con frialdad”
(Braidotti, 2004: 209).
Una manera de hacer política desde los estudios literarios es potenciar “figuracio-
nes imaginarias acordes con nuestra historicidad” (Braidotti, 2004: 209), si detecta-
mos el poco esfuerzo por documentar y analizar los aportes de las mujeres a la cultura

1 No desconocemos algunos trabajos que han procurado romper ese silencio. Uno pionero es el de

Socorro Tabuenca, Mujeres y fronteras. Una perspectiva de género (1998), en donde estudia la narrativa
de Rosina Conde (Baja California) y de Rosario Sanmiguel (Chihuahua). Los trabajos de Miguel G. Ro-
dríguez Lozano son importantes de citar: Escenarios del norte de México: Daniel Sada, Gerardo Cornejo,
Jesús Gardea (2003) y Sin límites imaginarios. Antología de cuentos del norte de México (2010). Enrique
Mijares Verdín, a través de la colección Teatro de Frontera que inicia en 1996, ha difundido a dramaturgos
y dramaturgas del norte de México. Esto entre otros esfuerzos.
274 Susana Báez Ayala

regional, es necesario apuntalar esta praxis como un acto de ética feminista desde los
principios de la sororidad académica. Ser un sujeto nómade significa estar en tránsito,
señala Braidiotti (2004: 213); por tanto, aquí nos avocaremos a destacar que el imagi-
nario cultural androcéntrico se va desestructurando al visibilizar la presencia de suje-
tos femeninos en el panorama cultural chihuahuense, en particular en Ciudad Juárez,
en lo que va del siglo xxi. Comencemos con un muy breve pero necesario bosquejo
de algunas autoras en la dramaturgia regional del siglo xxi que en la polifonía de sus
textos nos permiten mostrar que el panorama de creadores se desplaza, dando lugar
a la difusión de sus autoras.

Imaginarios nómadas: dramaturgas en la frontera

Por lo anterior comienzo con un breve recuento de aquellas autoras que han publi-
cado al menos un texto dramático del 2000 a la fecha. Sin ánimos de extenderme en
ello, aquí datos breves de cada una. Comencemos con la actriz, directora de teatro,
activista cultural y defensora de los derechos humanos en Ciudad Juárez: Perla de la
Rosa, quien ha publicado “El enemigo”2 (2011) y “Antígona, las voces que incendian
el desierto”3 (2005). Selfa Chew, profesora universitaria en El Paso, Texas-Estados
Unidos, derecho humanista, autora del libro Cinco obras de teatro (2015) y los tex-
tos: “Los expedientes del odio”, “Mi hermano siames”4 (2008), “Los Reyes Salazar”
y “La sal de la tierra” (2016). Virginia Ordóñez, directora de la compañía de teatro
Candilejas en el Desierto de la uacj en Ciudad Juárez, actriz y dramaturga, tiene dos
obras: “Laceraciones” (2008) y “El Circo” (2016). Micaela Solís, poeta, narradora,
dramaturga, actriz, cantante y promotora cultural; su obra inédita: “Maquila” (s/f) y
“Estación deseada” (2005). Norma Montoya, narradora, dramaturga, poeta, cuenta
con “Vampiro del medio día” (2011) y “Noches terrenales” (2016). Ysla Campbell,
profesora universitaria, poeta, actriz; ha escrito y presentado dos obras: “San Lorenzo
o la persecución de los cristianos”5 (2014) y en coautoría con la directora de teatro
Jissel Arroyo “De cuando no sabía reír”6 (2019). La joven dramaturga Valeria Loera
ha escrito dos obras: “El elefante”7 y “Midnight Snack” (s/f); Cecilia Bueno, actriz y
promotora cultural, escribió “Hartazgo” (2011). La última autora que he de mencio-

2 Puesta en escena por la compañía de teatro Telón de Arena, bajo la dirección de Perla de la Rosa, en

julio 2011.
3 Puesta en escena por la compañía de teatro Telón de Arena, bajo la dirección de Perla de la Rosa.
4 Esta obra se llevó a la escena a través de la compañía de teatro Telón de Arena, dirigida por Perla de

la Rosa, en 2012 en Ciudad Juárez. Se presentó en la Muestra Nacional de Teatro en 2013.


5 Puesta en escena por la compañía de teatro Telón de Arena, bajo la dirección de Perla de la Rosa, en

el exterior de la Iglesia de San Lorenzo en Ciudad Juárez, 4 de octubre de 2014.


6 Puesta en escena bajo la dirección de Jissel Arroyo con la compañía de teatro La última butaca, del

10 al 25 de octubre de 2019, en Ciudad Juárez.


7 Mención honorífica en el Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo,

2018.
Feminidades nómadas en El jardín de las granadas... 275

nar aquí es Guadalupe de la Mora; sin embargo, al ser uno de sus textos el objeto de
estudio en este ensayo, ahondaré en sus trabajos en el siguiente apartado.

Nomadismos identitarios en la escritura de mujeres

Braidotti apunta que “El feminismo funciona como una contramemoria, como un
sentido diferente de la genealogía” (2004: 65), bajo esta idea, aludir a las autoras
arriba señalada va en la línea de contribuir a una política de la enunciación y abonar
en la importancia que para una comunidad que aspira a una sociedad en donde prive
la equidad en la historiografía cultural se requiere reconfigurar las genealogías y, por
tanto, es necesario integrar los aportes de las mujeres.
Guadalupe de la Mora Covarrubias (Ciudad Juárez, 1969) narra cómo el teatro
se le develó, en su adolescencia, al observar en la Biblioteca Antonio Tolentino a un
grupo de jóvenes ensayar:

Un amigo de mi hermana me dijo: “¿Por qué no entras? Es un grupo de teatro”. Me


entusiasmé toda y le dije a mi mamá: “Oiga, me invitaron a un taller de teatro” Me
respondió: “Claro que no, ¿cómo vas aceptar?; si yo no te escucho, ¿cómo te va a oír
la gente? El teatro es para hablar fuerte, para que te vea todo el mundo. No, no vas a
poder”. Entonces, fue una picada de orgullo el: “No vas a poder” y dije: “No, pues,
¿cómo que no puedo? Fue un mundo nuevo para mí, que se descubrió” (Guadalupe de
la Mora, junio, 2018).8

Inicia, entonces, su participación en 1982, en el grupo “La matraca” dirigido por


César Cabrera. Elige estudiar literatura dramática en la unam pero su experiencia en
la metrópoli no es del todo positiva:

Una cuñada me iba a apoyar, porque ella vivía allá; pero, ni siquiera fue por mí a la
estación de autobuses. Entonces me fui en metro a su casa, llegué aterrada. Hice el exa-
men de admisión en el Estadio Azteca y lo pasé; pero con franqueza, me dio miedo irme
de mi ciudad, por la experiencia que tuve en el D.F. Regresé y fue una decisión difícil en
ese momento. Ayudó que estaba enamorada, que tenía el grupo de teatro, hubo muchas
cosas que me jalaron a quedarme en Juárez (Guadalupe de la Mora, junio de 2018).

Ya estudiando Ciencias de la Comunicación, en la Universidad Autónoma de Chihua-


hua, redacta un guion teatral. Su maestro Joaquín Cossío la anima: “Eres buena escri-

8 No se tome esta cita en detrimento de la relación entre la madre y la autora; esta última refiere, en la

entrevista, a su madre como una mujer que estuvo siempre acompañándola y potenciando a su hija en todo
aquello que le interesaba.
276 Susana Báez Ayala

biendo, ¿por qué no te dedicas a escribir?” (Guadalupe de la Mora, junio de 2018).


Se animó. Tiempo después asistió a un taller de dramaturgia con Edeberto Galindo:

Fue caótico, al inicio, porque nada más discutimos mi obra. Nunca más se volvieron a
llevar ninguno otro texto. Duramos no sé cuántas sesiones hablando de mi obra. Todos
contra mí. Yo decía: “Bueno, así son los talleres, al rato vamos a hablar de otra”. No,
nunca pasamos a otro texto. Me salí cuando ya habían hecho pedazos mi obra, pero yo
la fui mejorando (Guadalupe de la Mora, junio de 2018).

La incursión a la actuación como a la escritura dramática de Guadalupe de la Mora


nos lleva a pensar su experiencia situada desde la mirada de Marcela Lagarde al re-
ferirse a las claves feministas: “mecanismos o métodos que, a manera de llaves para
abrir puertas o ventanas, cada quien puede elaborar su propia teoría de la autonomía;
en el entendido de que ésta es única y tiene que ver con la propia existencia vivida”
(Lagarde, 1997: 4). Apreciamos cómo esta autora, configura su ámbito de autono-
mía y poderío creativo a partir de la negación de sus capacidades potenciales en la
actuación y en la dramaturgia, siendo su profesor la voz solidaria que la impulsa a
incursionar en la escritura dramática, tornando experiencias poco afortunadas en “una
clave” para vivir en los filones de las artes escénicas.
Lagarde, citando a Hannah Arendt, propone que “la autonomía no puede ser defi-
nida en abstracto, sino que tiene que ser pensada para cada sujeto social” (1997: 5).
La capacidad de agencia de Guadalupe de la Mora en su determinación de mantenerse
desde temprana edad en los escenarios, así como en la escritura de textos creativos,
nos ofrece un paradigma de una nueva identidad femenina en la panorámica cultural
juarense.
El primer texto creativo que conocí de Guadalupe de la Mora llegó a mis manos a
través de una amiga común. Lourdes Ortiz, quien me dijo: “aquí le traigo este libro, a
ver qué puede hacer con él”. Aquellas páginas que depositó en mis manos eran el tra-
bajo que elaboraron siete escritoras, participantes del S Taller de Narrativa en Ciudad
Juárez, coordinado por Adriana Candia. Así leí: El silencio que la voz de todas quie-
bra. Mujeres y víctimas de Ciudad Juárez (1999) (Báez, 2006). Allí aparece el relato
testimonial “Adriana” de Guadalupe de la Mora. La autora recrea la percepción de la
madre sobre la hija víctima de feminicidio: “Nos hacías reír. Cuando me platicabas
de los muchachos, de que se te declaraban, de que andaban detrás de ti, pensaba yo:
quince años, una niña. Un domingo como hoy, con el sol del mediodía entrando por
la ventana de la sala. ..pienso” (2006: 131).
El siguiente trabajo que tuve en mis manos, inédito aún, fue la primera obra de
teatro de De la Mora: Buscadores de almas que después se denominó Almas de Are-
na. De la primera versión escribí que la autora desarrollaba el tema de la muerte por
sed de los migrantes que van tras el sueño americano “para acercarnos a recuperar el
mundo mágico de Garro en Un hogar sólido y de Rulfo en Pedro Páramo, al crear
Feminidades nómadas en El jardín de las granadas... 277

sujetos que han dejado de existir. Junto a estos aparece el amor (filial), la injusticia”
(Báez, 2002: 19). Al preguntarle quiénes son y qué desean los personajes de texto De
la Mora, ella respondió: son el desierto (2002: 23, las cursivas son mías).
Una siguiente obra, escrita en los talleres de Dramaturgia Hipertextual, del drama-
turgo duranguense Enrique Mijares, es Amor impune (2008); en la introducción lee-
mos: “escribió […] para emprender la exploración del alma humana desde la atalaya
del sicario que irónicamente se llama Salvador […] Se sabe el mismo instrumento
gradual de su suicidio gradual, el padre incestuoso que seduce a su hija Isabel con-
tándole por la noche sus añas del día” (Mijares, 29).
Dando continuidad a la trayectoria como autora de De la Mora, conozco su texto
El jardín de las granadas, que escribe en 2011 en el Taller de Teatro Hipertextual que
imparte Enrique Mijares en Ciudad Juárez. El maestro anota de este texto: “la autora
compone una extraordinaria partitura en que la mujer es el leit motiv, la luz destellante
que se descompone en fragmentos al chocar […] con ese muro de azogues” (Mijares,
2011: 13). Más adelante me avocaré a esta obra por lo que no ahondo más aquí.
Po último, hasta ahora, ha publicado “La Batalla de Ciudad Juárez. Tentativa de
guion sobre una Revolución fallida” (2016). De nueva cuenta con la asesoría de En-
rique Mijares, quien ofrece estos comentarios: “complejo ejercicio de recuperación
de la memoria que se plantea como juego electrónico y que por ello mismo implica
[que] los lectores o espectadores, quienes de forma volitiva se responsabilizan de ac-
tivar los hilos e interpretar acciones” (15). Esto en relación con el abordaje de De la
Mora acerca de la toma de Ciudad Juárez en la Revolución.9 Los asuntos con los cua-
les intersecan las obras de De la Mora no han sido tratados sólo por ella; sin embargo,
como destaca Braidiotti: “Necesitamos un saber situado: necesitamos la integridad,
el coraje de aceptar perspectivas parciales y llevarlas a la práctica” (Braidiotti, 2004:
60) Y en eso deseamos contribuir en datar la perspectiva de De la Mora en relación
con las mujeres que habitan un gineceo.

La contramemoria de la compeljidad femenina

El jardín de las granadas es, en palabras de su autora, “un universo femenino que
quiero mostrar”,

Yo plasmé ahí esa relación intrincada entre las hermanas, las primas, las tías, las abue-
las, las hijas; somos cada una diferentes, y entonces esa relación es la que nos hace ser y
estar de una manera, por lo menos a mí. Tengo una gran riqueza a través de las mujeres

9 El guion previo de esta obra se representó, bajo la dirección de César Cabrera, con dos títulos dife-

rentes: “El fulgor de la Batalla. La toma de Ciudad Juárez” (2011, 2015, 2016), en las calles del centro de
Ciudad Juárez, el espectáculo ofrecido a la comunidad fue con caballos en escena, emulando la contienda
revolucionaria, con juego de luces y sonidos que buscaban transportar al público a las gestas libertaria.
278 Susana Báez Ayala

de mi familia, a las cuales les debo mucho: la enseñanza, los enojos, las frustraciones,
el tiempo maravilloso, el amor, la pasión (Guadalupe de la Mora, junio, 2018).

Las palabras de la autora nos permiten destacar el acto de contramemoria desde la es-
critura; si bien la literatura constituye un discurso que, en ocasiones, parte de modelos
concretos, en la realidad ficcional corresponde a un ejercicio de virtualización de esos
paradigmas: “dado que mirar es virtualizar el mundo, apropiárselo” (Mijares, 2015:
34). La contramemoria, a decir de Braidiotti (2006), se enlaza con la resistencia, los
saberes situados y una política de localización. En este caso Guadalupe de la Mora
se propuso reconfigurar las microhistorias de las mujeres de su familia, favoreciendo
que las y los receptores entablen un proceso de identificación con lo representado
en la obra. Cada persona hallará en El jardín de las granadas los fractales de las
historias de las mujeres de su familia. A partir de estos procesos en la construcción
de los imaginarios se coloca a los personajes femeninos en el foco de la recepción,
deconstruyendo la mirada androcéntrica, en donde la experiencia vivida de las mu-
jeres, sus vínculos intergenéricos y las subjetividades femeninas ocupan el primer
plano discursivo. El acto de resistencia al silencio, al olvido, a la nebulosa en la que
han habitado nuestras ancestras obedece a estos saberes situados, a esta política de la
enunciación de lo femenino y su compleja realidad. Adentrémonos entonces en las
micromemorias de la obra en cuestión, y quizá cada una cada uno, en la de las mujeres
de nuestras familias biológicas y simbólicas.

Construcción de las identidades nómadas desde las fronteras

“Toda mi vida ha estado construida con esta relación de frontera, pero no solamente
física, es decir, yo creo que el vivir en frontera nos hace percibir de cierta manera el
mundo como la gente que vive en la selva” (Guadalupe de la Mora, junio 2018). La
frontera, ese límite inasible, constructo sociocultural y político se interseca con las
identidades de quienes las habitan.
El jardín de las granadas, como el fruto, se abre en un sinfín de posibilidades de la
experiencia vivida de las mujeres de esta obra o de cualquier otro entorno femenino
signado por el constructo de la hegemonía patriarcal que incide en las visiones feme-
ninas e inter e intragenéricas. La obra aparece en cuadros que poseen una autonomía
semántica, enlazados figuran como rizomas que pincelan las experiencias de vida
de tres generaciones de mujeres cuyos vínculos articulan y desarticulan las compli-
cidades, desavenencias, afectos, rencillas, habilidades para el afrontamiento de las
circunstancias personales o colectivas, los prejuicios o las rupturas con los mandatos
hegemónicos. La obra no parte de una visión moralista, sino de una pluriversalidad
de formas de estar y ser de sus personajes.
Si bien la obra aparece escrita en cuadros, es un texto que puede leerse a la manera
en que Julio Cortazar propone adentrase en Rayuela; es decir, acorde al interés de los
Feminidades nómadas en El jardín de las granadas... 279

lectores. Aquí los subtítulos de las catorce escenas: Azogues, La boda, La mudanza,
Historias, El adagio, Infiernos, Esperanza, Funeral violeta, Sentido de justicia, Las
dolorosas, Levedad, Silenciosidad, Una manzana en el mar, Epitafios.
Cada apartado invita a los lectores a correr la cerradura o el tenue velo que activa
la memoria, el recuerdo, las vivencias de siete mujeres que en sus diferencias genera-
ciones mantienen lazos indisolubles al tener vivencias comunes en donde se tejen y se
destejen las narrativas de lo vivido. La historia de Amanda potencia las microhistorias
de las otras mujeres, los receptores no tienen certeza de si lo que se despliega en las
escenas (o en el escenario que configuran en su imaginario) corresponde a aconte-
cimientos ficcionales de la realidad literaria o si, como en el caso de Juan Rulfo, lo
que se nos ofrece pertenece a una ficción dentro de la ficción. No sabemos si los
personajes habitan la realidad concreta de la ficción o si habitan el mundo de Comala.
Uno de los rasgos de estilo que prevalece en la obra de De la Mora es el lenguaje
poético, aunque sus textos suelen partir de un hecho concreto. Al preguntarle acerca
de este rasgo en su escritura: “tengo un problema con los géneros, nunca me afiancé
ni en el guion ni en la poesía, pero decidí que la dramaturgia me interesaba y enton-
ces he seguido escribiendo teatro” (Guadalupe de la Mora, junio 2018).
De la Mora comparte, en la misma entrevista citada, su experiencia en dos talleres
de creación literaria, a partir de su estilo en la escritura. En el de dramaturgia, con
Pilo Galindo, le sugirieron: “Es que es muy narrativo lo que estás haciendo, es como
poético, entonces quizá tu rollo es escribir poesía”. Mientras en el de narrativa con
Adriana Candia: “Es que tus cuentos son como muy dramáticos, ¿por qué no escribes
teatro?” Ya en un acercamiento a su obra, escribí que un rasgo singular es el manto de
un lenguaje poético, metafórico, simbólico que nos adentra con gran sutileza y tino
a las doloras realidades que sus textos abordan: migrantes que mueren el desierto de
sed, sicarios que además son violadores sexuales de sus propias hijas, relaciones de
engaños, traiciones y actos de solidaridad entre mujeres de una misma familia, vio-
lencias socioculturales en hechos históricos. Estos peculiares rasgos son parte de ese
nomadismo estilístico propio de la autora, una ruptura con el canon literario.

La subjetividad femenina nómade en El jardín de las granadas

Retomado a Braidiotti, la subjetividad nómade “significa olvidar el olvido y empren-


der el viaje independientemente del punto de destino […] se refiere a un devenir”
(2004: 66). La dramaturgia de Guadalupe de la Mora, por cuanto atiende a sujetos
sociales invisibilizados por el patriarcado: las mujeres –en plural–, atiende a ese deve-
nir mencionado. Los personajes femeninos de El jardín de las granadas se desplazan
“por la necesidad gramatical de decir yo, nosotras” (2004: 66). Las personas gramati-
cales se despliegan y se unen en las vivencias compartidas en la experiencia femenina
de las mujeres que habitan la casa con el jardín de las granadas; sin embargo, bien
nos advierten:
280 Susana Báez Ayala

Amada: [juguemos] a las historias… yo te sigo.


Amanda: No sé historias.
Amada: Inventa una.
Amanda: (la toma del brazo): seis, seis, seis… (De la Mora, 2011: 168).
Amada: Acuérdate que es sólo para pasar el tiempo, y de las historias no me creas ni la
mitad (175).

De tal forma que la incertidumbre de lo vivido, de lo rememorado se torna lo único


cierto en este microcosmos poetizado. Podemos intentar establecer los lazos fami-
liares que unen a los personajes: madres, hijas, hermanas, nietas, sobrinas, amigas,
amantes; no obstante, las fronteras entre los roles y el papel de cada una se desdibuja
para a manera de muñecas rusas ofrecernos la experiencia de las mujeres con varian-
tes que aparentas no ser evidentes y que solo quien indaga en ellas podrá percatarse y
evidenciarlas. La identidad de estas mujeres “se construye a través de muchas varia-
bles [pero] un sujeto es también algo más que la suma de estas variables” (Braidiotti,
2006: 67).
“La mujer no nace, se hace”, enunció Simone de Beauvoir; en el caso de estos per-
sonajes femeninos, hallamos que son sujetos sociales cuya identidad se distingue por
el mandato de género: ser de y para los otros: madres-esposas-hijas-putas y monjas.
No obstante, como lo señala Marcela Lagarde, la mirada feminista procura destacar
“la especificidad de la mujer como forma histórica de los seres humanos, y la diversi-
dad de las mujeres entre sí […] en la construcción de nuevas identidades” (2005: 30).
Como lo he señalado antes, desde esta deixis es mi propuesta de lectura:

La condición genérica de las mujeres está estructurada en torno a dos ejes fundamenta-
les: la sexualidad escindida de las mujeres, y la definición de las mujeres en relación con
el poder —como afirmación o como sujeción—, y con los otros. Socialmente, la vida de
las mujeres se define por la preponderancia de algunos de estos aspectos, lo que permite
definir grupos diversos de mujeres (Lagarde, 2005: 35).

De cautiverios y agencias femeninas en El jardín de las granadas

Lagarde explora cómo es que las mujeres construyen su felicidad con base en “la
realización personal del cautiverio que, como expresión de feminidad, se asigna a
cada mujer […] de ahí que todas las mujeres están cautivas por el solo hecho de ser
mujeres en el mundo patriarcal” (2005: 36). Varios dilemas humanos colocan en una
encrucijada a los personajes de la obra. Uno de ellos, el acceder a la condición de
mujer casada, tener hijos y asumir la condición de opresión cultural a la que se supo-
ne están destinadas. Si bien el texto no ofrece un dato temporal o un contexto social,
sabemos por la autora que la obra refiere a historias que sucedieron en una casa en
Feminidades nómadas en El jardín de las granadas... 281

El Paso, Texas, a principios y mediados del siglo xx. La escena titulada La boda se
detiene en un diálogo entre Iris y Amanda, tía y sobrina; la segunda a punto de con-
traer matrimonio y la primera en su condición de soltería, cargando el estigma de ello:

Amanda: (Vestida de novia frente al espejo)


[…]
Amanda: supongo que esos son buenos deseos de tía quedada.
Iris: a pesar mío te deseo un buen matrimonio.
[…]
Amanda: sientes envidia, por eso el ramo.
Iris: no me arrepiento, nunca quise obligaciones, de todas maneras, no me salvé (De la
Mora, 2011: 170).

Siguiendo a Lagarde, las instituciones sociales en las que se insertan las mujeres
tienen la función de reproducir el sistema de la división genérica del mundo y sus
cautiverios. De donde el matrimonio, noviazgo, amasiato, maternidad, entre otros
requieren de mujeres que acepten la dominación que las determina en una condición
de sujeción perenne (2005: 159). Amanda convoca a través de sus recuerdos a las mu-
jeres de su familia, de su entorno. Mediante sus testimonios monologados o ríspidos
diálogos entre ellas, plasma las violencias económicas, sexuales, patrimoniales, cul-
turales que signaron a este grupo de siete mujeres. El fragmento Historias nos ofrece
la experiencia vivida de la abuela, la que ejemplifica la de otras mujeres:

Vivíamos en las viejas vías del tren. Las mujeres la pasábamos muy mal. Muchos tra-
bajos. Tu abuelo venía a hacerme hijos, yo pensaba que eso era así […] Yo trabajaba
en una cooperativa de costureras, a escondidas, porque eran tiempos en que no se veía
bien que la mujer ganara dinero, era como dejar ver que el marido no podía con su res-
ponsabilidad.

Amada, en contradicción con su nombre, vive en un profundo desamor por parte


de su marido y de sus hijos; nos deja conocer que a pesar de haber cumplido con el
mandato de cuidarlos hasta que se valieran por sí mismos, aun en contra de las nor-
mas morales de su época, sus vástagos no la procuran. También narra cómo el marido
golpea a Esperanza, la madre de Amanda, hasta cansarse porque tal vez la había visto
con un novio o un amigo. “Lloré esa noche por no tener el valor de enfrentarlo […]
era un hombre colérico” (174). Así queda asentada la violencia física que recibían las
mujeres de este microcosmos, a pesar de que el padre no atendía sus asignaciones de
género: ser proveedor. Esta situación de pobreza lleva a Esperanza a buscar trabajo
y a aceptar regalos de hombres mayores, es evidente que de forma velada se alude a
alguna forma de prostitución: “Yo sabía que seguía en ese trabajo, y quién sabe si con
ese viejo. Yo me hacía la que no veía. No tenía nada que ofrecerle” (174).
282 Susana Báez Ayala

Ante esta condición de subordinación patriarcal de las mujeres, señala Lagarde, se


requiere trastocar el orden establecido, es decir apuntar a la desestructuración de los
poderes masculinos para favorecer la configuración de identidades femeninas políti-
co-históricas con plenos derechos humanos y ciudadanos (2005: 813). En el caso de
El jardín de las granadas, Esperanza, la madre de Amanda e hija de Amada, trastoca
el orden de género al romper con los mandatos sociales de la mujer para y de la casa
a través de agenciarse la posibilidad de acceder a una movilidad social mediante el
estudio, para de forma posterior acceder a un trabajo en el sector formal. Los perso-
najes femeninos de esta obra se desplazan de la sujeción a los varones, a través del
divorcio o separación, el trabajo (informal o formal), la educación o la infidelidad o
incluso el suicidio.
La obra me permite retomar una de las demandas del feminismo: el empodera-
miento de las mujeres, entendido como “tener poderes, recursos, oportunidades para
enfrentar las desigualdades y para avanzar en el propio desarrollo […] es preciso lo-
grar el derecho a que cada mujer tenga conciencia de su ser y su mismidad, conciencia
biográfica y conciencia histórica de género” (Lagarde: 2012: 106).
El texto de De la Mora apunta hacia lo que Lagarde considera que potencia ese
empoderamiento: el conocer la historia de nuestras ancestras, el tener derecho a la
conciencia del ser y la mismidad, además de biográfica e histórica de género. Las
historias de la abuela, Amada, apuntan hacia recuperar la experiencia de vida de las
mujeres que nos anteceden en nuestras historias personales y sociales; esto que pare-
ciera un asunto privado, se torna público y por tanto político. No se trata de acercarse
a los relatos ejemplares sino a la complejidad del día a día de quienes nos anteceden.
Por tanto, requerimos promover las condiciones para “acceder a los derechos huma-
nos de las mujeres, de la ciudadanía plena, en la transformación social y cultural”
(Lagarde, 2005: 125).
La interseccionalidad de género demarca la experiencia de inequidad que signa a
estos personajes femeninos. Uno de ellos es el racismo, al referirse Iris a su hermana
Esperanza la llama panzona y prieta, reproduciendo el discurso y praxis de discri-
minación, que incluso la propia madre ejerce sobre la niña. Espeta Iris: “Oí cuando
dijiste que el rojo era para mí porque Esperanza se vería más prieta” (De la Mora,
2011: 181). A la par de ello, otros factores provocan la desigualdad e inequidad entre
los personajes femeninos. Emergen otros cautiverios que limitan a las mujeres de El
jardín de las granadas: el ejercicio de la sexualidad.
La hegemonía establece la obligatoriedad de la heterosexualidad y se muestra per-
misiva con la homosexualidad; si de lesbianismo se trata, el silencio, ocultamiento,
secreto se exige con mayor fuerza. Acallar el deseo erótico, la sensualidad, el placer
femenino, la amorosidad entre mujeres se impone como el objetivo primordial. El
androcentrismo no puede permitir estas formas comunitarias que evidencian que al-
gunas mujeres optan por prescindir de los varones en el ámbito sexo-afectivo. Las
conversaciones en el jardín de las granadas establecen una intertextualidad con el
Feminidades nómadas en El jardín de las granadas... 283

cuadro del Bosco, El jardín de las delicias. La corporeidad, su desnudez, su dispo-


sición hacia el encuentro afectivo entre mujeres se torna un deseo acallado por el
estigma social. En la escena titula Las dolorosas, Marga, en un soliloquio, expresa
el deseo que en ella despierta su hermana Amada:

Marga: … Me fui al convento… huí a otro infierno. En la celda me acordaba de ti, del
río, tu piel lisita… me arrepiento tanto de no habértelo dicho a tiempo… nos bañábamos
desnudas, disfrutaba sentirte, aunque fueras ajena a mis fantasías… olías a tersura… en
el pasto, tu cabello húmedo se derramaba sobre mis muslos, sobre mi sexo, me excitaba
[…] te daba besitos en los pies, un poquito más arriba, más arriba… cuando dejabas de
sonreír me detenía (186).

Mientras que en la escena Levedad, construida a través de una acotación, Amanda


tiene un encuentro amoroso con Claudia:

Amanda, relajada, los ojos cerrados, se baña en la tina. Claudia entra sigilosamente, la
observa sin que Amanda reaccione, luego le lava el cabello, la espalda. Poco a poco sus
acciones se convierten en caricias. Amanda cede al placer… extiende los brazos para
abrazarla. Claudia sale. Amanda, en el éxtasis, deja escapar un susurro.
   Amanda: No quiero estar sola (188).

Dice Lagarde que “las mujeres son objeto de disputa política” (2012: 153). Se trata
de dictar leyes que determinen el derecho sobre sus cuerpos, su subjetividad, su vida.
Hoy mismo se busca el respeto a las comunidades LGTTTB+, entre otras formas, a
través de que accedan a los derechos de las humanas y los ciudadanos que como per-
sonas tienen, respetando su orientación sexual. No obstante, Amanda establece una
relación heterosexual, en donde la violencia física se halla a la orden del día: “Por
menos de esto lo podrías meter a la cárcel” (184). El marido alcohólico además, en
su rol de privilegio masculino, decide ejercer su supuesto derecho de pernada. Siendo
esposo de Esperanza lleva una relación sexual con Esperanza. En un diálogo que no
queda claro si se dio antes del suicidio de Esperanza o si es un sueño o una pesadilla
de Iris, en el fragmento titulado Una manzana al mar, leemos:

Esperanza: te acostaste con mi marido.


Iris: Me violó, y tú lo metiste primero en nuestra casa (193).

La sexualidad forzada es una de las constantes de la violencia machista, de la violen-


cia familiar. Este acontecimiento determina que Iris decida no casarse, deja entrever
que interrumpió el embarazo producto de la agresión sexual. Se devela la relación
afectiva entre ella y su sobrina Amanda. Las dos relaciones lésbicas se enlazan con
ese trastocamiento del sujeto femenino en las palabras de Lagarde y con el sujeto
284 Susana Báez Ayala

nómade de Braidotti. Rompen con la condición de víctimas y se tornan agentes de


su proyecto de vida. Si bien Esperanza lo hace a través del suicidio, como la Adela
de Lorca, e Iris mediante ejercer, tras la puerta, una sexualidad lésbica a pesar del
contexto moralizante en el que vive.

“… Y de las historias no me creas ni la mitad”

El jardín de las granadas de Guadalupe de la Mora tiene la virtud de favorecer un


diálogo fluido con sus receptores, si es que a ellos les interesa iniciarlo una vez que te-
mas como los abordados en este ensayo son evidentes en su interpretación: inequidad
de las mujeres a partir de las desigualdades de género, los cautiverios de las mujeres
y la lesbofobia.
Si bien este no es un trabajo que pretende se exhaustivo en los aspectos destacables
de los aportes de dicho texto, si busca colocar en la mesa de la discusión la relevancia
de que las mujeres participen cada vez más en el concierto de la creación literaria en
la región fronteriza del estado de Chihuahua. Esta obra favorece el descentramiento
de la obligatoriedad de los personajes femeninos a mantenerse bajo la sombrilla del
patriarcado, machismo, sexismo, racismo, lesbofobia, abuso sexual.
Los receptores, a través de este texto, si es de su interés pueden desplegar una serie
de cuestionamientos al statu quo y tal vez indagar posibles caminos para evitar la
reproducción en la vida cotidiana de dichas violencias, prevenirlas hasta erradicarlas.
Cerremos con Braidotti: “La teoría feminista critica los mitos y mistificaciones que
rodean a la Mujer […] inaugura una tradición cuyo objetivo es subvertir la sistemática
descalificación y denigración del sujeto femenino” (2004: 14).
Y si bien la dramaturgia virtualiza la realidad y crea una realidad ficcional con
elementos más o menos cercanos a su modelo real, sí potencia una mirada crítica en
sus receptores, en particular muestra personajes femeninos cuya identidad se encuen-
tra en proceso continuo de cambio, de donde las identidades femeninas participan
de la búsqueda de desplazamiento de paradigma, en donde no sean las relaciones
jerárquicas y violentas, heterosexuales, racistas las que se impongan en la vida de las
personas, en especial de la comunidad LGTTTB+..
No son las herramientas del amo con lo que se desmonta la casa decía Audre Lor-
de, sino que “quienes nos hemos forjado en el crisol de las diferencias […] quienes
somos lesbianas, quienes somos negras, quienes somos viejas, sabemos que la super-
vivencia no es una asignatura académica” (Lodre, 1984: 38). Propone que la solución
es mantenerse en soledad y hacer causa común con otros. Los procesos culturales y la
dramaturgia escrita por mujeres al bordear las identidades femeninas en esta frontera,
favorecen una mirada crítica de muestro entorno que va tras el interés de destacar la
diversidad sociocultural en la que no prive la violencia de género.
Feminidades nómadas en El jardín de las granadas... 285

Referencias

Dramaturgas

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mente, lectura y escritura feministas. 31-51, unam-ffyl-fce, México.
SEMBLANZAS

Susana Leticia Báez Ayala


Nació en la Ciudad de México, profesora-investigadora de la Universidad Autóno-
ma de Ciudad Juárez, de 1998 a la fecha, en los programas de Maestría inscritos al
PNPC: Estudios Interdisciplinarios de Género y Estudios Literarios. Especialidad
en Estudios de la Mujer por el PIEM del COLMEX (1993). Líneas de investiga-
ción: literatura de la frontera norte de México, estudios de género, estudios de la
violencia, literatura infantojuvenil. Autora de capítulos y artículos que versan sobre
los temas mencionados. Integrante del Comité Académico de la Cátedra Marcela
Lagarde y de los Ríos para el estudio de la violencia hacia las mujeres del 2015 a la
fecha. Publicaciones: Desenmascarando el poder en el teatro breve y mínimo de José
Moreno Arenas (2015) Alhulia, Granada; coordinadora en Ravelo, Patricia, Sergio
Sánchez, Susana Báez et. al. (coord.). Tácticas y estrategias contra la violencia de
género. CONACULTA-FONCA, Editorial Eón, Chicano Studies-UTEP, UACJ, Mé-
xico. Coautora de: Sueño de palabras en la Estepa. Experiencias lectoras contra la
violencia en Ciudad Juárez (2001-2010). Eón-UAM, 2011. Mención Honorífica a los
trabajos: “Ilegala de Virginia Hernández, los rostros de la precarización femenina”
otorgado en el 8vo. Concurso de Ensayo Teatral de la Asociación Argentina de Inves-
tigación Teatral y Crítica Teatral (2019) y “Mujeres migrantes, sueños y realidades
complejas”, en el Tercer Concurso, “Historias de Migrantes” 2009, organizado por
CONACULTA y la Secretaria de Relaciones exteriores.

Montserrat Bosch Heras


Nació en Barcelona (España). En dicha ciudad estudió medicina (UB) y, posterior-
mente, la maestría en Medicina Tropical y Geografía Humana (UAB). Trabajó de
pediatra en Barcelona y Girona y, desde 1986, alternó dicho trabajo con estancias en
290 Violencias y feminismos. Desafíos actuales. Antología

primero Nicaragua y posteriormente en Guatemala. En este último lugar colaboró con


organizaciones de mujeres indígenas, en especial CONAVIGUA (Coordinadora de
viudas de Guatemala), pero sobretodo con Mama Maquín, organización que se creó
durante el refugio en México y que retornó a Guatemala a partir de 1993. Tras dichas
experiencias inició estudios en antropología médica, doctorándose en Antropología
de la Medicina en 2007 (Universitat Rovira i Virgili, Tarragona, España). Desde 2009
reside en México, donde ha realizado investigaciones y capacitaciones en cáncer de
mama y, especialmente, en violencia de género. En 2014 creó y diseñó, junto con tres
investigadoras del CESMECA-UNICACH, los primeros posgrados en estudios femi-
nistas del país. Fue la primera coordinadora de la maestría y doctorado en Estudios e
Intervención Feministas del CESMECA.

Mercedes Campiglia Calveiro


Nació en Buenos Aires, Argentina. Es doctora en Antropología por el Centro de In-
vestigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. Cuenta con una espe-
cialidad en educación perinatal por la Universidad Anáhuac, una maestría en teoría
psicoanalítica por el Centro de Investigaciones y Estudios Psicoanalíticos y una li-
cenciatura en psicología por la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco.
Ha sido consultora de Naciones Unidas en el tema de la violencia en la trayectoria
reproductiva de las mujeres. Imparte talleres de formación en la atención humaniza-
da a profesionales de salud del sector público y privado y forma parte de un equipo
que capacita acompañantes profesionales del parto “doulas” desde 2012. Participa
como ponente en foros tanto nacionales como internacionales abordando la temática
de la atención de los nacimientos, sus implicaciones y su impacto en las mujeres.
Forma parte del colectivo Experiencia, que prepara y acompaña mujeres durante el
embarazo y el parto, desde una perspectiva de atención humanizada y defensa de los
derechos reproductivos. Publicaciones recientes: “El parto como instancia de rees-
critura. Subjetividades femeninas” (2019), Nueva Antropología, núm. 90, México;
“Ser una mujer de parto en el sistema de salud pública mexicano” (2017), en Claudia
Zamorano (coord.) Ser. Catorce experiencias de vida a inicios del S XXI, Ediciones
de La Casa Chata, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología
Social (CIESAS), México, pp. 29-38; “Erosionar la institución: Ensayando salidas
a la hípermedicalización del nacimiento” (2017), Nueva Antropología, vol. XXX,
n.86, enero-junio 2017, México, pp. 54-77; “El vínculo roto: violencia en las salas de
parto” (2017), La Biblioteca, Cuarta época, n.1, mayo 2017, Argentina, pp. 152-160.

Martha Patricia Castañeda Salgado


Es originaria del estado de Puebla. Es doctora en Antropología por la UNAM. In-
vestigadora Titular “B” adscrita al Programa de Investigación Feminista del Centro
de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad
Nacional Autónoma de México. Investigadora Nacional Nivel I. PRIDE D. ANTRO-
Semblanzas 291

PÓLOGA FEMINISTA, especialista en el análisis de la situación de género de muje-


res indígenas y rurales. Líneas de investigación actuales: Antropología feminista en
países de habla hispana; Teoría, epistemología y metodología feminista; Sexualidad
y ritualidad; Violencia de género y violencia feminicida. Publicaciones recientes (li-
bros): Vivir y transitar en Ciudad Universitaria. Diagnóstico participativo sobre el
estado del derecho a la movilidad libre y segura en el campus central de la Univer-
sidad Nacional Autónoma de México. Martha Patricia Castañeda Salgado, Herme-
linda Mendoza Villaseñor y Leonardo Olivos Santoyo. México. CEIICH, DGACO,
UNAM. 2019. ISBN: 978-607-02
ISBN de la Colección Diversidad Feminista:
978-607-02-9582-9. Antropologías feministas en México: epistemologías, éticas,
prácticas y miradas diversas. Lina Rosa Berrio Palomo, Martha Patricia Castañeda
Salgado, Mary Rosaria Goldsmith Connelly, Marisa G. Ruiz Trejo, Monserrat Salas
Valenzuela y Laura Valladares de la Cruz (coords.). México. CEIICH, UAM-Iztapa-
lapa, UAM-Xochimilco, Bonilla Editores. En proceso de edición. Lecturas críticas
en investigación feminista. Norma Blázquez Graf y Martha Patricia Castañeda Salga-
do (coords.). México. CEIICH, PPEL, UNAM, Red Mexicana de Ciencia, Tecnología
y Género. 2016. ISBN: 978-607-02-8648-3. Integrante de la Cátedra Internacional
“Marcela Lagarde y de los Ríos”, de la Red Mexicana de Ciencia, Tecnología y Gé-
nero (CONACYT), de la Red Género, Sociedad y Medio Ambiente (CONACYT) y
Presidenta del Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales, A.C. por el periodo
abril 2019-marzo 2021.

María Eugenia Covarrubias Hernández


Nació en la Ciudad de México, es licenciada en Psicología, por la Facultad de Estu-
dios Superiores “Zaragoza”, de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es
maestra en Terapia Familiar, por el Instituto de Terapia Familiar “Cencalli. Actual-
mente está cursando el Doctorado en Ciencias Sociales en El Colegio de Michoacán,
con el proyecto de Investigación: Mujeres y hombres jóvenes en relación de noviazgo.
Violencia y resistencia como causas posibles de feminicidio en la Ciudad de México y
zona conurbada. Desde 1998 se desempeña como psicoterapeuta en terapia familiar,
de pareja, individual y de juego (con niños). Actualmente es profesora investigadora
de tiempo completo en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Campus
Cuautepec, en la academia de psicología, y miembro del Grupo Interdisciplinario de
Investigación en Género y Sexualidad (GIIGS). Es autora del artículo Intervenciones
con jóvenes en torno a la No violencia: Una aproximación al feminicidio en la Ciu-
dad de México y área metropolitana, en: Formación para la crítica y construcción de
territorios de paz / Claudia Luz Piedrahita Echandía, Pablo Vommaro, María Cristina
Fuentes Zurita, editores. – 1a. ed. - Bogotá: Universidad Distrital Francisco José de
Caldas: CLACSO: Editorial Magisterio, 2017. Es coordinadora del libro Perspectivas
actuales del feminicidio en México (en prensa), y autora de un artículo en el mismo.
292 Violencias y feminismos. Desafíos actuales. Antología

Silvia María Chávez Baray


Es originaria del Estado de Chihuahua. Dra. en Psicología, actualmente Postdocto-
rante, asociada en investigación e instructora del Departamento de Trabajo Social del
Colegio de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en El Paso. Fundadora e
instructora del grupo psicopedagógico Rompiendo el Ciclo de la Violencia desde el
2010 iniciado en Servicios Diocesanos para Migrantes y Refugiados para victimas/
sobrevivientes de violencia de género en El Paso Texas. En el Consulado de México
en El Paso fungió como Coordinadora de Ventanilla de Salud del 2012 al 2015 y
Consejera de asuntos de Género del 2012 al 2016. Asesora en Salud Mental de la
Comisión de Salud Fronteriza México - Estados Unidos Oficina de Alcance Chihua-
hua desde el 2016. Integrante de la Cátedra Internacional “Marcela Lagarde y de los
Rìos“ (CEIICH-UNAM, CIESAS, U.A.Cd. Juárez; U.A. de Aguascalientes, Funda-
ción Guatemala, U. Texas El Paso, U. Texas Austin) Desde 2016. Ha sido catedrática
del Instituto Humanista de Culiacán Sinaloa, del programa PIME de la Universidad
Autónoma de Ciudad Juárez, y del Colegio Iberoamericano sección Centro de Estu-
dios Teresianos de Educación Superior en la facultad de educación y psicología en
Cd. Juárez. Sus investigaciones y publicaciones se han centrado en migración, salud,
violencia de género, salud sexual y reproductiva y la metodología de fotovoz.

María Margarita Dalton Palomo


Originaria de la ciudad de México, hizo su licenciatura en historia en Cuba, su maes-
tría en Ghana y realizó su doctorado en Geografía e Historia en la Universidad Central
de Barcelona, España calificado como Cum Lauden. Trabajó como voluntaria en la
Campaña de alfabetización en Cuba, fue maestra de literatura hispanoamericana en la
Universidad de Legon, en Accra, Ghana donde participó en un proyecto de difusión
de la cultura de Ibero Americana. Ha sido directora del CIESAS Unidad Pacífico Sur,
en dos ocasiones. Ha ocupado cargos administrativos en la Universidad Autónoma
Benito Juárez de Oaxaca, Instituto de Investigaciones Sociológicas y la Facultad de
Humanidades, profesora de historia en la Universidad Autónoma Benito Juárez de
Oaxaca, Instituto Mora, y otras universidades en Accra, Ghana; Minnesota, Oregón y
New Jersey, Estados Unidos; Zürich Suiza y Berlín Alemania. Fue Directora General
del Instituto Oaxaqueño de las culturas en el gobierno de Oaxaca y Secretaria técnica
del Consejo Estatal de Población, directora de las Revistas “Desacatos” y “Entrelí-
neas”. Fundadora en 1977 del Grupo de Estudios sobre la Mujer “Rosario Castellanos”
A. C. e integrante de la Asociación Mexicana pro derechos de la mujer Semillas, A.C.
Así mismo, integrante de la Academia Mexicana de la Ciencia, A.C. Sus investigacio-
nes se han centrado en temas de historia, literatura y cultura. En los últimos treinta
años ha realizado investigaciones con perspectiva de género. Entre otras investiga-
ciones desarrolló una sobre las mujeres y el poder, el caso de las presidentas munici-
pales en el Istmo de Tehuantepec, la Mixteca y la Sierra norte y sur de Oaxaca. Como
resultado de esta investigación editó la serie de videos Las presidentas y su libro De-
Semblanzas 293

mocracia e igualdad en Conflicto: El caso de las presidentas municipales en Oaxaca.


Ha editado y coordinado varios libros, tiene más de una docena de libros publicados
y un centenar de ensayos, artículos en libros, revistas, prensa escrita y electrónica.

Sergio Gallardo García


Nació en Ciudad de México y creció en Morelia, Michoacán. Es maestro en Antropo-
logía Social por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología
Social (CIESAS-Ciudad de México, donde realiza sus estudios de doctorado sobre
relaciones de género y masculinidades de trabajadores en un enclave minero en Baja
California Sur.
Miembro fundador del Colectivo Migrantes LGBT, coordinador del área de inves-
tigación y proyectos culturales, a partir de la cual ha impartido capacitaciones para
defensoras y defensores de Derechos Humanos, talleres y ciclos de cine comentado
sobre las violencias homo, lesbo y transfóbicas así como xenófobas ejercidas hacia
población en contextos migratorios y cómo prevenirlas. A su vez, se ha especializado
en estudiar la migración coreana a México, fundando el Círculo Mexicano de Estu-
dios Coreanos, contando entre sus publicaciones más recientes: Trayectividad de la
migración coreana en la Ciudad de México: entre nacionalismos, iglesias y asocia-
ciones (2019), La frontera como un ‘ave de oro’: Las primeras familias coreanas en
Tijuana y un documental en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo sobre la
comunidad coreana en la Ciudad de México.

María Elena Esperanza Jarquín Sánchez


Originaria de México. Doctora en Sociología, FCPyS, UNAM. Desde 2012 participa
en el proyecto “Investigación Diagnóstica para una UNAM Segura”. Desde agosto de
2011 y hasta 2014 co-coordinó el Diplomado Internacional “Los retos del feminismo en
América Latina”. De 2014 a 2015 participó como miembro del comité académico del
Diplomado en Línea “Introducción a la Teoría e Investigación Feminista”. Participante
en la elaboración del Programa para para Prevenir y Eliminar la Discriminación en la
Ciudad de México 2016-2108 (COPRED, CDMX). Integrante de la Cátedra Interna-
cional “Marcela Lagarde y de los Rìos“ (CEIICH-UNAM, CIESAS, U.A.Cd. Juárez;
U.A. de Aguascalientes, Fundación Guatemala, U. Texas El Paso, U. Texas Austin)
Desde 2016. Publicaciones recientes: María Elena Jarquín Sánchez (Coord.) El campo
teórico feminista. Aportes epistemológicos y metodológicos. CEIICH-UNAM, México
2016. Natalia Flores Garrido y María Elena Jarquín Sánchez. Identidad de género en un
espacio migratorio internacional, en María Elena Jarquín Sánchez (Coord.) El campo
teórico feminista. Aportes epistemológicos y metodológicos. CEIICH-UNAM, México
2016. Premio Jesús Silva Herzog de Investigación Económica 1999; Distinción Univer-
sidad Nacional para Jóvenes Académicos 2001 en el área de investigación en Ciencias
Sociales; Distinción Sor Juana Inés de la Cruz, por la UNAM 2002, para académicas
destacadas. Ha sido becaria del CONACyT, del Programa Universitario de Estudios de
294 Violencias y feminismos. Desafíos actuales. Antología

Género de la UNAM, y de organismos internacionales como la OEA, el BID, la OIT y


la Fundación Ford. Ella murió en enero de 2018.

Silvia Nuria Jurado Celis


Originaria de México. Maestra y Doctora en Desarrollo Rural por la Universidad Au-
tónoma Metropolitana Xochimilco. Desde el 2002 ha trabajado con organizaciones
caficultoras en los estados de Oaxaca y Veracruz, apoyando proyectos de comercio
solidario y espacios de participación política para las mujeres. Líneas de investiga-
ción: género, campesinado, mercados alternativos, participación política y trabajo de
las mujeres. Ha publicado en revistas como Argumentos, Veredas (UAM), Eutopías
(FLACSO Ecuador), Revista Latinoamericana de Antropología del Trabajo (CIE-
SAS), Acta Sociológica (UNAM). Cuenta con cuatro capítulos y un libro publicados.
Candidata al Sistema Nacional de Investigadores desde 2016. Actualmente es inte-
grante del Seminario de Género e investigadora huésped en el Centro de Investiga-
ciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) Unidad Pacífico Sur,
con proyectos que vinculan los espacios productivos y la participación política de las
mujeres caficultoras en Oaxaca.

Marcela Lagarde y de los Ríos


Nació en la Ciudad de México en 1948, es etnóloga, maestra y doctora en antropolo-
gía. Ha sido profesora universitaria durante 36 años y fundadora de varios espacios
académicos y universitarios de investigación y docencia feminista. En la actualidad
es profesora de los Diplomados en Estudios Feministas de la Universidad Nacional
Autónoma de México, en México y en Guatemala, y es profesora invitada de diversas
universidades, gobiernos y organizaciones de mujeres y feministas. Es presidenta de
la Red de Investigadoras por la Vida y la Libertad de las Mujeres. Es coordinadora
de los Talleres Casandra de antropología feminista. Fue integrante del Consejo Civil
Asesor de ONU Mujeres, 2012-2014. Fue presidenta fundadora de la Comisión Es-
pecial de Feminicidio de la Cámara de Diputados de la LIX Legislatura, 2003-2006.
Como diputada promovió con otras diputadas y diputados la Ley General de Acceso
de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia, vigente en México desde 2007, así
como la tipificación del delito de feminicidio. Dirigió la primera Investigación Diag-
nóstica sobre Violencia Feminicida en la República Mexicana, (14 tomos, Cámara de
Diputados, LIX Legislatura), México, 2006. Emitió, con Andrea Medina, un Peritaje
sobre el Caso Campo Algodonero de Ciudad Juárez ante la Corte Interamericana de
Derechos Humanos que consideró culpable al Estado mexicano de no garantizar el
derecho a una vida libre de Violencia para las mujeres. Es autora de varios trabajos
para impulsar el Marco jurídico de los derechos humanos de las mujeres y las niñas,
publicados por la Red de Investigadoras por la Vida y la Libertad de las Mujeres,
2006-2015. Es autora de diversos libros de análisis feminista, publicados en Méxi-
Semblanzas 295

co, España y América Latina. Ha sido Diputada de la Asamblea Constituyente de


la Ciudad de México que elaboró la Constitución Política de la Ciudad de México.
(2016-2017).

Alfredo Limas Hernández


Originario del estado de Chihuahua. Doctor en Ciencias Sociales. Profesor universita-
rio desde 1992 en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. LINEAS DE INVES-
TIGACIÓN: - Violencias de género, diversidad y derechos humanos - Intervención
sociocultural y construcción de ciudadanías - Estudios regionales y de la frontera.
EDUCACIÓN 2009 Doctorado en Ciencias Sociales Universidad de Colima Colima,
México 1995 Maestría en Ciencias Sociales-Estudios Regionales Instituto Mora Cd.
de México, México 1992 Especialidad en Humanidades Departamento Ecuménico
de Investigaciones San José, Costa Rica 1989 Licenciatura en Sociología Cultural
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez Cd. Juárez, México. TRAYECTORIA Y
PUBLICACIONES - Docente del Programa de Maestría en Estudios Interdisciplina-
rios de Género y del Programa de Doctorado en Psicología, en la UACJ, actualmente.
- Coordinó Diplomados Interinstitucionales de Educación en Derechos Humanos,
2005 y 2006. - Codirector del Observatorio de Violencia social, de Género y Dere-
chos Humanos, de la UACJ, desde 2008. - Integrante de diversas redes académicas
nacionales e internacionales. - Integrante del Grupo de Expertos del Comité Nacional
de la Alerta de Violencia de Género de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una
Vida Libre de Violencia, reconocido con pericia en el país por parte de la Secretaria de
Gobernación (2014). - Participante en diversos procesos de litigio internacional en el
Sistema Interamericano de Derechos Humanos y en el equipo de abogacía del “Caso
Campo Algodonero” ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. - Investi-
gador Nacional Nivel I, del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional
de Ciencia y Tecnología. - Autor de más de 25 capítulos y artículos y Coautor de los
libros: 2014 ALH y Myrna Limas Hernández. Crímenes en Juárez 2009 y Homicidios
2008-2012. BENMA/UACJ. 2014 ALH y Myrna Limas Hernández. Crónica de una
Violencia Anunciada. BENMA/UACJ. 2011 ALH y Myrna Limas Hernández. Expe-
riencias y percepciones de violencia. El caso de los padres y las madres de familia de
la Escuela Secundaria Antonio de Montesinos. Ciudad Juárez. Otoño 2009, UACJ.
2011 ALH y Myrna Limas Hernández. Experiencias y percepciones de violencia. El
caso de los y las estudiantes de la Escuela Secundaria Antonio de Montesinos. Ciudad
Juárez. Otoño 2009, UACJ.2011 ALH y Myrna Limas Hernández, Crímenes en Juá-
rez. 1990-1998, 2009. Ciudad Juárez. UACJ. 2010 ALH y Myrna Limas Hernández.
Seguridad y Equidad Social y de Género. Consideraciones sobre un Índice y Estudios
de caso en Ciudad Juárez. UACJ.
296 Violencias y feminismos. Desafíos actuales. Antología

Myrna Limas Hernández


Originaria del estado de Chihuahua. Doctora en Integración y Desarrollo Económico
por la Universidad Autónoma de Madrid (España) y título de Experto Universita-
rio en Políticas Europeas de Género: Estudio comparativo por la Universidad Com-
plutense (Madrid, España). Profesora titular de tiempo completo de la Universidad
Autónoma de Ciudad Juárez (Chihuahua) desde 1998 adscrita al Departamento de
Ciencias Sociales. Coordinadora de la Maestría en Estudios Interdisciplinarios de
Género desde el 1 de febrero de 2018. Co-responsable del Observatorio de Violencia
Social y de Género. Cuenta con la distinción Investigador Nacional Nivel I otorgada
por el Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tec-
nología (Conacyt, México, 2016-2018). Integrante y miembro fundador de la Red
Iberoamericana de Estudios del Desarrollo (RIED). Miembro del cuerpo académico
consolidado “Estudios Regionales en Economía, Población y Desarrollo” con ads-
cripción a la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ). Ganadora del Premio
Estatal Ciencia, Tecnología e Innovación 2015 otorgado por el Gobierno del Estado
de Chihuahua en la categoría Ciencia en el área Desarrollo Social. Coautora de los
libros: 2014 Alfredo Limas Hernández y Myrna Limas Hernández. Crímenes en Juá-
rez 2009 y Homicidios 2008-2012. BENMA/UACJ. 2011 Alfredo Limas Hernández
y Myrna Limas Hernández. Experiencias y percepciones de violencia. El caso de los
y las estudiantes de la Escuela Secundaria Antonio de Montesinos. Ciudad Juárez.
Otoño 2009, UACJ. 2011 Alfredo Limas Hernández y Myrna Limas Hernández, Crí-
menes en Juárez. 1990-1998, 2009. Ciudad Juárez. UACJ.

Georgina Martínez Canizales


Originaria del estado de Chihuahua. Es Dra. en Sociología con especialidad en De-
mografía por la Universidad de Texas en Austin. Docente adscrita al Departamento de
Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Enseña materias re-
lacionadas a metodología de la investigación y a estudios de Población en pregrado y
posgrado. Sus temas de interés son infancia y juventud, salud, sexualidad y violencia.
Ha coordinado y colaborado en diversas investigaciones en relación a los temas de
salud y mortalidad, jóvenes e infancia. Participa en el “Seminario Binacional Género,
Diversidad y Violencia”, que llevan a cabo el CIESAS, la Universidad Autónoma de
Ciudad Juárez y la Universidad de Texas en El Paso. Imparte clases de pregrado en
el programa de Sociología y de posgrado en la Maestría en Ciencias Sociales y en la
Maestría en Estudios Interdisciplinarios de Género.

Eva Margarita Moya Guzmán


Eva M. Moya nació en El Paso, Texas y creció en Ciudad Juárez, Chihuahua Mé-
xico. Obtuvo doctorado en filosofía en estudios interdisciplinarios en salud de la
Universidad de Texas en El Paso, Maestría en trabajo social en la Universidad de
Texas en Austin. En los últimos 37 años ha trabajado principalmente en la frontera
Semblanzas 297

México Estados Unidos en el ámbito de salud, género y trabajo social. Ha realiza-


do investigaciones, capacitaciones y publicaciones en desigualdades en salud en la
frontera, tuberculosis y VIH/SIDA, genero, salud sexual y reproductiva, y uso de la
metodología Photovoice (Voces e Imágenes). Se ha desempeñado como Directora
de la Sección Norte Americana de la Comisión de Salud México Estadounidense
de Salud; Directora de la iniciativa Boder Visión Fronteriza en la Universidad de
Arizona, Directora de Centro San Vicente, y de programa de educación sexual para
jóvenes en FEMAP en Ciudad Juárez, Chih. México. Dirigió el proyecto de Border
TB Photovoice y coordinó el componente de abogacía, comunicación y movilización
social para el proyecto de SOLUCION TB de PCI (Project Concern International).
Se desempeña como profesora asociada de trabajo social en la Universidad de Texas
en El Paso. Becaria de la Fundación W. K. Kellogg.

Guillermina Gina Núñez-Mchiri


Es originaria del estado de Guerrero y ciudadana Nortamericana. Es profesora Aso-
ciada de Antropología, Sociología y Directora de Estudios de la Mujer y Género en la
Universidad de Texas en El Paso (UTEP. Es madre de un niño llamado Adam. La Dra.
Núñez-Mchiri imparte cursos de Métodos Etnográficos, Teoría Femenista, Antropo-
logía Urbana, Antropología aplicada en forma de praxis feminista, Antropología de la
Comida, Cultura y Sociedad, y un curso de salud pública sobre la Muerte y el Duelo.
Su trabajo de investigación se ha enfocado en estudios de la fronterizos en comunida-
des llamadas colonias, inmigración y derechos humanos, y la aplicación de etnografía
y Servicio Aprendizaje en cursos universitarios. Su reciente libro Community Enga-
gement as a High Impact Practice in Higher Education (2018) fue co-editado con
Azuri Gonzalez. La Dra. Núñez recibió su doctorado en Antropología Cultural de la
Universidad de California en Riverside en 2006, su Maestría en Estudios Latino Ame-
ricanos en 1998 y su Licenciatura en Administración de Empresas Internacionales en
1994 de San Diego State University con una especialización en español y portugués.
Es directora de Estudios de la Mujer y Género/ Women and Gender Studies y Profe-
sora Asociada de Antropología y Sociología/ Associate Professor of Anthropology/
Sociology en Liberal Arts University of Texas at El Paso (UTEP), Texas.

Leonardo Felipe Olivos Santoyo


Mexicano. Doctorado en Estudios Latinoamericanos por la UNAM, Maestría en
Estudios Políticos y Sociales, UNAM, Licenciatura en Ciencia Política y Adminis-
tración Pública, UNAM. Académico, Tiempo Completo, Centro de Investigaciones
Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Programa de Investigación Femi-
nista. Docente de sociología Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM en
Sociología de Género. Docente en las distintas promociones del Diplomado El Fe-
minismo en América Latina, Aportes y Retos. Investigador del Proyecto Interinsti-
tucional: Ciudad Universitaria Segura para todas y todos. Líneas de investigación:
298 Violencias y feminismos. Desafíos actuales. Antología

Ciudades seguras para mujeres, Género y varones, Sida, homoerotismo y varones.


Publicaciones recientes: Ordorika Sacristán Teresa y Leonardo Olivos “Generado-
ras de conocimiento. Percepciones de investigadoras e investigadores en torno a su
práctica profesional” en Suarez Hugo José, et al, La sociedad de la incertidumbre,
México, IIS-CEIICH UNAM, 2013; Ordorika Sacristán Teresa, Leonardo Olivos y
Natalia Flores “Efectos del trabajo en el desempeño profesional y la calidad de vida”,
en Castañeda Salgado y Teresa Ordorika, CEIICH-UNAM, 2013; Olivos Santoyo
Leonardo y Luz Alejandra Barranco Vera “La construcción de la paz y la crítica a la
masculinidad hegemónica: exploración sobre una relación poco iluminada” Interdis-
ciplina, Vol. 6, Núm. 15, Mayo-agosto 2018.

Teresa Ordorika Sacristán


Es mexicana. Integrante del Programa de Investigación Feminista CEIICH-UNAM.
Realizó su doctorado en Sociología (Ph.D. in Philosophy) en Goldsmiths College,
University of London, Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. PRI-
DE C. Es profesora de las materias Problemas sociales de la mujer y Crítica Feminista
a la modernidad de la carrera de sociología, FCP y S, UNAM. Entre sus publicaciones
se destacan: Castañeda, Martha Patricia y Ordorika, Teresa (Eds.) (2013) Investi-
gadoras de la UNAM: trabajo académico, productividad y calidad de vida. Centro
de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM, Méxi-
co; Castañeda, Martha Patricia, Teresa Ordorika, Leonardo Olivos y Natalia Flores
Garrido (2014) “Las investigadoras de la UNAM y los sistemas de evaluación” en
Blazquez, Graf, Norma (coord.) Evaluación académica: sesgos de género. Centro de
Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM, México, pp.
223-244..Ordorika, Teresa (2014) “De enfermedades a dolencias mentales. Notas de
un itinerario de investigación sociológica sobre el sufrimiento psíquico”, en Hugo
José Suárez y Kristina Pirker (Comp.), Sociólogos y su sociología. Experiencias en el
ejercicio del oficio en México. Instituto de Investigaciones Sociales, Centro de Inves-
tigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM, México, DF., pp.
93-115; Ordorika, Teresa y Leonardo Olivos (2013). “Generadoras de conocimiento.
Percepciones de investigadoras e investigadores en torno a su práctica profesional”,
en Hugo José Suárez, Guy Bajoit y Verónica Zubillaga (Comps.), La sociedad de la
incertidumbre. IIS-UNAM, México, DF, pp. 263-277.

May-ek Querales Mendoza


Es mexicana. Doctora en Antropología y Maestra en Antropología Social por el
CIESAS-CDMX; y Licenciada en Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas
y Sociales de la UNAM. Sus líneas de investigación son subjetividad; migración y
violencia; desde el enfoque de la Antropología del Derecho. Desde 2016 forma parte
del Comité de Investigación del Grupo de Investigación en Antropología Social y
Forense (GIASF), un equipo interdisciplinario que realiza investigación colaborativa
Semblanzas 299

con familiares de desaparecidos en México con la intención de contribuir a sus pro-


cesos de denuncia y búsqueda de justicia. Es miembro de la Red Integra-Conacyt; fue
voluntaria en Mexicanos en Exilio de 2012 a 2016, y en Los Indeseables Crew A.C.
de 2010 a 2014. Tiene experiencia en Evaluaciones de Resultados de Programas Gu-
bernamentales en materia de Ciencia y Tecnología y cuenta con publicaciones sobre
migración, violencia y procesos de exilio.

Patricia Ravelo Blancas


Nació en la ciudad de México el 3 de septiembre de 1952. Es doctora en sociología
por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México y cursó la Especialidad
en Estudios de la Mujer en El Colegio de México. Es profesora-investigadora del
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología. Participó de 2001
a 2009 como profesora visitante de la Universidad de Texas en El Paso. Coordinó la
Investigación Diagnóstica sobre Violencia Feminicida en Chihuahua en la Cámara
de Diputados (2004-2006). Co-coordinó el proyecto CIESAS-UNAM-CONACYT
Aplicación de los protocolos de actuación en prevención, atención, sanción y erradi-
cación de la violencia contra las mujeres en el sur sureste de México (2011-2013 y
co-coordina el proyecto Género, violencia y diversidad cultural en el CIESAS desde
2009. Es integrante de la Línea de docencia en Géneros, Violencias, Sexualidades y
Migraciones del Posgrado en Antropología Social CIESAS/Unidad CDMX. Entre
sus libros publicados destacan: Patricia Ravelo y Elsa Muñiz (Coords.) Lo perso-
nal es político. Del feminismo académico a la presencia pública (2009); Miradas
etnológicas. Violencia sexual y de género en Ciudad Juárez, Chihuahua. Estructura
Política, cultura y subjetividad (2011); Patricia Ravelo y Héctor Domínguez (Coord.)
Diálogos interdisciplinarios sobre violencia sexual (2012) y Patricia Ravelo y Ser-
gio Sánchez, entre otros, Tácticas y estrategias en contra de la violencia de Género
(2015). Recibió un premio en la Secretaria de Trabajo y Previsión Social por su tesis
de doctorado Trabajo, enfermedad y resistencia entre costureras de la ciudad de
México (2001), la cual fue publicada por la misma y el Premio al Mejor Guion del
documental La Carta, Pantalla del Cristal, Canal 22 en 2011. Es integrante de la Cá-
tedra Internacional “Marcela Lagarde y de los Ríos” desde 2016. Es investigadora
nacional Nivel I del Sistema Nacional de Investigadores, del 1 de enero del 2015 a
la actualidad (2018).

Sergio Guadalupe Sánchez Díaz


Originario de México. Profesor-Investigador, Titular C, del Centro de Investigaciones
y Estudios Superiores en Antropología, Unidad Ciudad de México. Investiga sobre
temas como: trabajo, sindicalismo, violencia, relaciones de género. Ha impartido más
de 70 cursos de esos y otros temas en instituciones como el CIESAS, la UAM, la
ENAH, así como ponencias en Congresos tanto nacionales como extranjeros y con-
ferencias sobre los temas señalados. Participa en la Línea de Docencia del CIESAS
300 Violencias y feminismos. Desafíos actuales. Antología

en el Posgrado de Antropología del CIESAS, CDMX. Ha dirigido más de 30 tesis de


licenciatura, maestría y doctorado sobre los temas de su competencia y otros temas
afines. Sus publicaciones están en revistas especializadas de ciencias sociales de Mé-
xico y otros países. Igualmente, ha coordinado números de revistas y libros (más de
10) especializados. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel II, y
pertenece al padrón de Evaluadores Acreditados del CONACYT.

Leticia Sánchez García


Originaria de México. Licenciada en sociología por la UNAM, Maestra en Estudios
de Género por El Colegio de México. Doctorante en Antropología por CIESAS con el
proyecto de investigación “Estrategias feministas para impulsar la Alerta de Violen-
cia de Género en la Ciudad de México y Oaxaca”. Ha sido docente en universidades
de educación superior y conferencista bajo temáticas de género, feminismo, violen-
cia, empoderamiento y políticas públicas. Asimismo, ha colaborado en proyectos de
investigación en CIESAS, el Centro de Investigaciones en Ciencias y Humanidades
(CEIICH), UNAM; el Centro de Estudios Sociológicos (CES) y el Centro de Estudios
Demográficos, Urbanos y Ambientales (CEDUA) de El Colegio de México. Entre
sus líneas de investigación se encuentran: feminismo, género, violencia contra las
mujeres y política públicas.

Olivia Tena Guerrero


Mexicana. Doctora en Sociología y Maestra en Psicología por la UNAM. Reconocida
por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) como Investigadora
Nacional Nivel II. Adscrita al Programa de Investigación Feminista en el Centro de
Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM, donde
fue coordinadora de dicho Programa y del Diplomado “El feminismo en América La-
tina: Aportaciones Teóricas y Vindicaciones Políticas”. Docente y Tutora en los pos-
grados en Ciencias Políticas y Sociales y en el Doctorado en Psicología de la UNAM.
También ha sido docente y conferencista en diversas universidades nacionales e inter-
nacionales. Conformó el Grupo de Investigación sobre Mujeres en la Policía, como
coordinadora de la investigación: “El impacto del trabajo en el empoderamiento de
mujeres en la policía” y actualmente es coordinadora académica del proyecto de “In-
vestigación y Formación en Perspectiva de Género en la Policía Federal” en convenio
con esta institución a través de la Unidad de Igualdad Sustantiva. En el marco de este
proyecto ha conformado el “Grupo Interdisciplinario de Investigación Feminista en
Formación Policial”. Es autora de libros, así como de capítulos y artículos en revistas
especializadas. Entre los libros, destaca el título de carácter internacional publicado
en 2017: “Mujeres en la Policía: Miradas feministas sobre su experiencia y su entorno
laboral”.
Semblanzas 301

Patricia Torres Mejía


Originaria de México. Doctora en Antropología sociocultural por The Johns Hopkins
University. Profesora-lnvestigadora adscrita al CIESAS desde 2001. Sus temas de
investigación son sobre trabajo, violencia, género y migración con enfoque teórico-
metodológico de la economía política y perspectiva feminista. Ha realizado investi-
gación de campo en Filipinas (Luzón) y en México (Hidalgo y Baja California Sur).
Actualmente dirige la Unidad CIESAS-Ciudad de México. Está a cargo del Labora-
torio de Sistemas de Información Geográfica y representa al CIESAS en la Cátedra
Interinstitucional Arturo Warman. Es integrante del Consejo Directivo del Colegio
de Etnólogos y Antropólogos Sociales, A.C. Codirectora de la Revista Latinoame-
ricana de Antropología del Trabajo (CeilConycet/Ciesas-Conacyt). Su investigación
más reciente es “La migración interna en e/ desierto sudcaliforniano. Adecuaciones
de mujeres a mercados y condiciones laborales cambiantes. E/ ejido Centenario, mu-
nicipio de La Paz, Baja California Sur, México.
Violencias y feminismos. Desafós actuales antología se terminó de
imprimir el 7 de diciembre de 2019, en los talleres de Ediciones
Verbolibre, S.A. de C.V., Sur 23 núm. 242, Col. Leyes de
Reforma 1ra sección, Deleg. Iztapalapa, Ciudad de México,
C.P. 09310. Tel.: 5640-9185 <edicionesverbolibre@gmail.
com>. La edición consta de 1,000 ejemplares.

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