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Fundamentos de Antropologia Cap 10 Completo

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Ricardo Yepes St Javier Aranguren Ec 10. Sexualidad, matrimonio y familia’ 10.1, LAS DIMENSIONES DE LA SEXUALIDAD HUMANA. La sexualidad humana es una bella, compleja y delicada realidad personal, sometida a miltiples riesgos de malinterpretacién, en los que frecuentemente se incurre, ocasionando entonces transtornos y conflictos de alto costo humano y social. Imaginemos que la sexualidad se parece, por ejemplo, a un puzzle de cuatro piezas (aunque se podria hablar de un ntimero mayor). Sélo habria un modo se- giin el cual las piezas encajan y el puzzle aparece. Uno puede casar las piezas de muchas maneras, pero s6lo de una se resuelve el enigma. La tesis de este capitulo consiste en decir que hay muchas férmulas sexuales para combinar esas cuatro piezas, pero sélo una de ellas es la mas natural y arménica: aquella segtin la cual la sexualidad resulta mas perfecta porque en ella los cuatro elementos estén en su sitio. Esa formula es la familia de fundacién matrimonial*. {Cuudles son las cuatro piezas de las que estamos hablando y a las que dedi- caremos nuestro andlisis? La primera es la diferencia de los sexos: ser varén y ser mujer. La segunda es /a atraccién mutua entre ellos, y su reciproca complemen- tariedad y consiguiente unién, tan patente en el proceso del enamoramiento. La tercera es la dimension comunitaria y social que inevitablemente tiene esa unién: la comunidad conyugal y familiar, y la presencia de la familia en la sociedad. La cuarta es la dimensién més personal de esa unin, cifrada en la intervencién de la libertad y el amor en las relaciones entre ambos. Esta tiltima envuelve a todas las demis, y es acaso la més decisiva. 1. Agradezco a Jon Borobia sus sugerencias para la revisin de este capitulo (J, Aranguren). 2. PJ. VILADRICH, Agonta del matrimonio legal, ICF-EUNSA, 3. ed., Pamplona, 1997, 48-60. 199 FUNDAMENTOS DE ANTROPOLOGIA Las f6rmulas sexuales (los modos de combinar las piezas) son muchas, pero el puzzle viene «de fabrica» disefiado para combinarlas de un determinado modo, que es el natural, el que consigue el mejor ajuste entre ellas. Cuando se adopta tuna formula que descuida u olvida una de esas piezas, estamos ante una realidad incompleta e insatisfactoria. Comienzan entonces los desajustes. 10.2. SER VARON Y SER MUJER Las personas humanas tienen en comin los mismos derechos y deberes, idénticas capacidades naturales, una similar intimidad inteligente y libre, y las mismas notas, con las que hemos descrito el cardcter personal de la vida humana. Ademis, todas las personas humanas son varones o mujeres. Ser una cosa u otra no es algo afiadido, separable de lo demés, sino un modo de ser, de estar, de com- portarse. Dentro del planteamiento no dualista que hemos hecho desde el princi- pio, se ha de decir que la condicién de varén 0 mujer pertenece tanto a la biologia como al espiritu, ala cultura y ala vida social, y que «afecta a toda la amplia va- riedad de estratos 0 dimensiones que constituye la persona humana. La persona humana es hombre 0 mujer, y lleva inscrita esta condicién en todo su ser’. Los caracteres diferenciales entre hombre y mujer estén, pues, inscritos en el conjunto de la persona humana, segtin diversos niveles ascendentes. En primer lu- gar el género radica en una determinada configuracion cromosémica, y por tanto genética’, y en ese nivel se encuentra la explicaci6n del origen biolégicode la di- ferenciacién sexual. En segundo lugar, se encuentra una diferenciacién de los Grganos corporales destinados a uno de los tipos de reproduccién existentes en la escala zoolégica: la sexual, En ellos se producen unas células especiales Hamadas gametos, que mez- cladas mediante la unién de macho y hembra, dan origen a seres de la misma es- pecie. El sexo es una forma bioldgica de reproduccién de las especies*, que con- lleva unas funciones biolégicas, diferentes segtin los sexos, en la procreacién, gestacién y alimentacién de las crias. En el caso del hombre, la diferenciacién corporal, como en otros animales, afecta también a una distinta morfologia anatémica y corporal, que se completa con unos diferentes rasgos psicoldgicos, afectivos y cognitivos. Ser var6n o mu- jer no es ser macho 0 hembra: la sexualidad del hombre no atafie s6lo al cuerpo, sino también al espiritu, puesto que ambos pertenecen a la unidad de la persona. 3. A.Ruv, logica, cit. 26: 4, Para los niveles que siguen y la bibliogra sexwalidad, Rialp, Madrid, 1992, 29, 42, 69, 283-293, 5. Ibid. 17 EGUt, «La sexualidad humana», en N. LOPEZ MORATALLA y ottos, Deontologia bio- correspondiente, eff. J. CHOZA, Antropologia de la 200 SEXUALIDAD, MATRIMONIO ¥ FAMILIA La sexualidad humana, a diferencia de la animal, modula también la psicologfa y la vida intelectual: los varones y las mujeres tenemos diferencias® que afectan al modo de ser, de pensar, de comportarse, de ver las cosas, de estar en el mundo. Hay unos caracteres propios de la feminidad y otros de la masculinidad y, ade- més, se complementan: la diversidad, como veremos, es el origen de un enrique- cimiento mutuo. Las diferencias corporales y psicolégicas se corresponden con el dstinto pa- pel que cada uno desempefia en el conjunto de tareas especificas que lleva consi- g0 tener hijos y criarlos. Es importante sefialar que el var6n y la mujer tienen un papel diferente, precisamente en ese ambito de la aparici6n y cuidado de nuevas vidas humanas: en cambio, en otros mbitos, no existe esa diferencia de fareas. Ser vardn 0 mujer asigna un reparto de tareas familiares que pronto se convierten en oficios y roles dentro de ta familia y del hogar, y, en consecuencia, en la socie- dad. El sexo tiene, por tanto, una dimension familiar, institucional, legal, social y cultural. Segin la condicién que uno tenga de varn o mujer su influencia en el Ambito de la relaci6n humana tenderé a ser de un modo u otro. A esa influencia se Ie puede lamar género. Hay género masculino y femenino. Bl conjunto de dimen- siones abarcadas por el género no es de ningtin modo menor, pues influye decisi- vamente en la propia identidad que tiene cada persona, y en las funciones y cos tumbres que esa identidad leva consigo, segiin los distintos géneros y culturas”. Las dimensiones de la sexualidad que se acaban de enumerar han sido obje- to de especial atencién por parte de las ciencias humanas y sociales en los tiltimos veinte afios*. El consiguiente incremento de conocimientos sobre ella se ha debi- do también en parte a las reivindicaciones del feminismo, que persigue erradicar las formas de discriminacién de la mujer en todos los niveles de la sociedad y de la organizacién de las instituciones. Esas demandas han ayudado a estudiar el pro- blema del género, y a aumentar los conocimientos de esa realidad rica y comple- ja que es la sexualidad humana. Hoy se reconoce en muchas ocasiones que el ideal de la mujer es llevar los rasgos femeninos a su plenitud en ella misma y en la sociedad, incrementando asi la armonfa con el varén y con los rasgos masculinos’. Trata de lograr una igual- dad entre el hombre y la mujer que, al mismo tiempo, respeta la diferencia de unos rasgos y otros, y que busca la complementariedad. La armonia de los sexos 6, Se habla mucho hoy de complementariedad, de diferencia, y por tanto de armonta, entre varon y mujer: eft. B. CasTILLA, La complementariedad varén-mujer, ICF-Rialp, Madrid, 1993. 7. Sobre el proceso psicol6gico de aceptacién de la identidad sexual, y su modulacién en la cultu- a contempordnea, con sus patologfas, cfr. A. POLAINO-LORENTE, Sexo y cultura, Rialp, Madrid, 1991, 25, 66, 197 y ss. 8. Bibliografia sobre el estado de la cuestién en B. Cast Jer, cit., 97-104. 9. Una posible «feminizacién» de los valores El camino inexorable de ta nueva cultura, cit., 81-82. , La complementariedad varén-mu- ne que ver con la ecologia. Cf J. RoF CARBALLO, 201 FUNDAMENTOS DE ANTROPOLOGIA no se restringe al ambito de la vida sexual, sino que es una verdadera necesidad de comunicacién y de entendimiento entre las dos mitades de la humanidad: en ello anda en juego Ja armonja de la familia, instituciones y de la sociedad entera. El modo de explicar estas diferencias todavfa dista mucho de ser undnime", por razones muy diversas. Entre otras porque los varones y las mujeres ven los rasgos de su sexo de modo distinto a como los ve el otro sexo. El reto es lograr el equilibrio entre los dos (una armonfa de mejoramiento mutuo, no una mera neu- tralidad) y, ala vez, conseguir una comunicacién enriquecedora, La realidad hu- mana, en su conjunto, es sexuada, es decir, esté modalizada en femenino 0 en masculino. Y lo sexuado es algo mucho més rico, ampli y complejo que lo me- ramente sexual. Confundir lo sexuado (un rostro, un vestido, etc.) con Jo sexual es entender de una manera muy reduccionista, y casi cémica, la primera pieza de la sexualidad". 10.3. ATRACCION Y DONACION: EL SENTIDO HUMANO DE LA SEXUALIDAD La diferencia entre el varén y la mujer es complementaria y reciproca: se es- tablece como referencia del uno hacia el otro. Flay una atracci6n natural entre lo masculino y lo femenino: tienden a unirse porque, por asf decir, «encajan» de modo natural, Se trata de una unién cuyo resultado natural, a un nivel puramente bioldgico, es la fecundidad. Esta es la segunda pieza del «puzzle». Como el hom- bre es persona, a la vez cuerpo y espfritu, la cuarta pieza de la sexualidad (Ia di- mensidn personal de la sexualidad, su cardcter libre y amoroso) es completamente inseparable del cardcter libre y amoroso que define a la persona humana, Por eso, Ja atraccién humana de lo masculino y lo femenino es atraccién sexuada entre per- sonas libres y capaces de amar. Si se considera la segunda pieza al margen de la cuarta, tendrfamos una virilidad y una feminidad puramente fisicas, sin persona. La sexualidad es algo de por sf valioso por el hecho de pertenecer a fa inti midad de lo humano, Evidentemente no tiene solamente valor para cumplir la fi- nalidad bioldgica reproductiva, 0 lo que sea, sino que vale por sf misma, es por sé misma buena, Esa integracién de las diferentes dimensiones es algo caracteristi- co de todo lo humano. Ocurre también asf, por ejemplo, con la sonrisa. Definir la sonrisa como podrian hacerlo la fisiologia o la psicologia (una determinada con- traccién de los miisculos de la cara, o un tipo de respuesta a determinados estimu- 10. La ciencia psicol6gica y cognitiva y el andlisis fenomenolégico acumulan descripciones de es- tos rasgos, sin que resulte fécil llegar a unas conclusiones suficientemente plausibles: ef. J. BALLES- ‘TEROS, Ecologismo personalista,cit., 103-109, con bibliogratia actwalizada. 11. Sobre la imposibilidad de que las relaciones homosexuales sean un sustituto optativo en el ‘comportamiento sexual, cfr. G. VAN DEN AARDWEG, Omosessualitd & speranza. Terapia e guarigione nell’esperienza di uno psicologo, Edizione Ares, Mildn, 1995 (ver ed. espaiiola Homosexualidad y espe ranza. Terapia y curacién en la experiencia de un psicélogo, EUNSA, Pamplona, 1997 202 SEXUALIDAD, MATRIMONIO ¥ FAMILIA los. posi ivos) es claramente verdadero, pero insuficiente. Sonreir también es afir- ~—macién, alegrfa, acogida, amistad hacia alguien; en definitiva, es un gesto que ex- presa y realiza sentimientos y algunos actos propios del amor. La sexualidad es aquella dimensién humana «en virtud de la cual la persona es capaz de una donacién interpersonal especifica» ”. Ser hombre o ser mujer es condicién de toda la persona, pero es también una capacidad fisica y psiquica de que dos personas se unan, se den la una a la otra, se destirien reciprocamente. La entrega amorosa del var6n y la mujer tiene esta forma especffica de expresarse y realizarse. Sabemos que dar es lo propio de la persona y que los actos del amor pegmi- ten realizar esa capacidad de mil modos. La relacién amorosa entre varén y mu jer es un tipo de amor especial, que incluye la entrega corporal. No se puede en- tender la sexualidad si no se considera ese «amor especial», dentro del cual ella encuentra su sentido humano. Es més, fuera de ese amor deja de ser algo bello y bueno, y se convierte en algo simplemente titil, cuyo sentido y significado propios pueden acabar desapateciendo. Ser hombre 0 mujer son modbs de ser, pero también un impulso sensible, un deseo bioldgico, orgdnico. Si no se acoge ese impulso en el ambito de la concien- cia y de la voluntad, se generan conflictos y desarmonja. Si se acoge, se ejercen el amor y sus actos de una forma especifica. Con el amor puede lograrse la armo- nia del alma al integrar el impulso sexual con el resto de las dimensiones huma- nas (sentimientos, voluntad, raz6n, etc.). Esa integracién puede lograrse, pero no estd asegurada. El modo de conseguirlo es que «se encargue» de ello la voluntad amorosa, y que exprese el amor y sus actos de manera nueva, sirviéndose de la se~ xualidad, elevdndola al nivel de los sentimientos y la inteligencia, humanizindo- la, Asf es como las dos piezas de nuestro puzzle, la atraccién mutua y la libertad personal, encuentran su mejor encaje: cuando no se separan. Dicho de otro modo: la sexualidad, aislada de la inteligencia, se independiza de ella, por ser uno de los impulsos més fuertes del hombre. En ese caso se di humaniza, y deshumaniza al hombre mismo, aténdolos a unos deseos que no tie- nen nada de libre en cuanto que le arrastran, En cambio, armonizada con las tantes dimensiones del alma, contribuye a la armonfa de ésta y encuentra su sentido humano: la donacién recfproca del varén y la mujer. 10.4, EL BROS Y BL ENAMORAMIENTO Hemos hablado de ese tipo de «amor especial» que se da entre un hombre y una mujer. Lo Hamaremos, siguiendo a C. S. Lewis, eros. Dice este autor: «en- 12. A. Ruwz Rereaut, La sexualidad humana, cit., 270. 203 FUNDAMENTOS DE ANTROPOLOGIA tiendo por eros ese estado que llamamos estar enamorado; 0, si se prefiere, la cla- se de amor en el que los enamorados estén» ", Enamorarse es una experiencia amorosa completamente peculiar, y quiz la més radical de todas ellas: consiste en encontrar de repente una persona que es bella y amable como ninguna, y a la vez, y precisamente por ello, alguien sin quien nuestra felicidad se presenta como imposible. Antes de analizar de modo sumario las notas propias del enamora- miento", hay que aclarar que la sexualidad «puede actuar sin eros 0 como parte del eros», Esto quiere decir que enamorarse y sentir una mera atraccién fisica no son en absoluto lo mismo: «El eros hace que un hombre desee realmente no una mujer, sino una mujer en particular. De forma misteriosa, pero indiscutible, el enamorado quiere a la amada en sf misma, no el placer que pueda proporcionar- le...» '* (y lo mismo respecto de la enamorada hacia el hombre que ella ama). La direccién del eros es hacia la persona concreta («tt») y no hacia los sentimientos que surgen a causa de su presencia. Esto nos ayuda a percibir que «habré quienes en un comienzo han sentido una atracci6n simplemente fisica por una mujer o un hombre, y més tarde han Ile- gado a enamorarse de ella o él. Pero es dudoso que esto sea muy comtin, Con ma- yor frecuencia lo que viene primero es simplemente una intensa preocupacién por la persona amada: una genérica e inespecffica preocupacién por ella en su to- talidad. Para alguien en esa situacién la atraccién fisica no es primaria: se esté de- masiado ocupado pensando en una persona. Si alguien le pregunta qué quiere, la verdadera respuesta serd: “Seguir pensando en esa persona”. Es un contemplativo del amor. ¥ cuando en una etapa posterior despierte explicitamente el elemento sexual, no sentira —a menos de estar influido por teorias cientificas— que eso haya sido permanentemente Ia raiz de todo el asunto»”. Lo decisivo del eros es que es la forma de relacion interpersonal en la cual la sexualidad adquiere su sentido. Si ese amor no esté presente, la sexualidad no alcanza su plenitud, y se degrada, Sin embargo, la peculiaridad del eros le viene de ser un amor-dadiva que, sin dejar de serlo, se transforma en amor-necesidad. Estar enamorado es, por decirlo asf, un amor-dédiva-necesario, algo paradéjico, pero fuente del encanto que tiene un estado en el que todos quisiéramos vivir: «El eros transforma maravillosamente lo que par excellence es un placer-necesidad en el mejor de todos los placeres de apreciaci6n (...) En el eros una necesidad en su méxima intensidad ve su objeto del modo més intenso como una cosa admirable en sf misma, algo que es importante mucho més allé de su mera relaci6n con la 13. C.S, Lewis, Los cuatro amores, cit., 103 (cursiva nuestra). 14, Para una caracterizacién mas amplia de él, eft. J. CHOzA, Antropotogia de la sexualidad, cit, 83.90; J, Vicente-J. Cuoza, Filosofia del hombre, cit, 248-255: «enamorarse es descubrir, que la propia Plenituc depende de que la persona amada consiga la suya>, 15, C. S. Lewis, Los cuatro amores, cit., 104. 16. Ibid. 17, Ibid., 105 (cursiva nuestra). 204 SEXUALIDAD, MATRIMONIO Y FAMILIA necesidad del enamorado» ". El enamorado o la enamorada necesitan al amado y tienden a él, pero al mismo tiempo lo afirman del modo mds enérgicamente bene- volente como algo mas bello que ningtin otro ser. En el enamoramiento hay un contenido y un continente. El contenido es el encuentro con una persona concreta, tinica e irrepetible, de la que nos enamora- mos. Ese alguien se convierte en mi proyecto personal de vida. En el caso del eros, la persona de la que nos enamoramos es atrayente, en su feminidad o virili- dad. El continente del enamoramiento es un estado psiquico del todo especial. En primer lugar, enamorarse es algo que a uno «le ocurre» sin previo aviso, o sin que uno se hubiese dado cuenta de que estaba pasando: es algo gratuito, es decir, no elegido, no merecido y «gratis», regalado (la persona amada es vista como rega- Jo). La «chispa» que surge en el enamoramiento es algo asf como «somos un re- galo el uno para el otro». El enamorado ve al otro como un don. Enamorarse es gratuidad inmerecida: se me da el otro, y yo me doy a él. Enamorarse produce tres sentimientos: conmocién, alegria y amor. El pri- mero es muy fuerte, por eso Ortega definia el enamorarse como «una alteracion psicolégica de la atencién»”, en la cual no hay ojos mas que para el ser amado, pues no nos interesa otra cosa: no nos podemos quitar a esa persona de la cabe- za. La alegrfa, por su parte, nos hace sentir felices. Enamorarse es una forma muy alta de ser feliz, quiz4 la més plena. La felicidad proviene de descubrir que el sen- tido de nuestra existencia es la afirmacién del otro y nuestra unién con él: «no puedo vivir sin ti», «estamos hechos el uno para el otro». Esto nos hace ver la vida y el mundo de otra manera: todo tiene un sentido nuevo. Los enamorados, de pronto, estrenan el mundo, le dan nombres nuevos, descubren significados donde antes tan s6lo habfa rutina®, El enamorado rompe a cantar, la vida en él es expan- si6n. Estos dos sentimientos son ya anuncio del tercero: el amor mismo, que ha surgido en el encuentro amoroso, y que invita a realizarlo en forma de tarea que llena la vida de los enamorados, El enamoramiento invita a hacer realidad el proyecto de «vivir al otro». Para eso es preciso que al encuentro y a la conmocién iniciales les suceda una primera fase de aproximacién y conocimiento. Cuando ésta se consolida y los enamora- dos se reconocen como tales, surge ante ellos, mas proxima, la realidad de la vida comtin que se sienten invitados a vivir. Comienza entonces la segunda fase, de prueba, en la que los enamorados no quieren separarse, sino realizar su ideal de vivir el uno para el otro, aunque para eso tengan que renunciar a otras cosas: «es especialmente caracteristico del eros que, cuando esta en nosotros, nos haga pre- 18, C.S. Lewis, Los cuatro amores, cit. 107, 19. J. ORTEGA y Gasser, «EI amor en Stendhal», en Estudios sobre el amor, Salvat-Alianza, Barcelona, 1971, citado por J. Vicente-J. CHOZA, cit, 251. 20. Una interesante descripeién de esto en J. CHoza, Al otro lado de la muerte, EUNSA, Pamplona, 1987, pp. 146 ss. 205 FUNDAMENTOS DE ANTROPOLOGIA ferir el compartir la desdicha con el ser amado que ser felices de cualquier otra manera»*!, En esta segunda fase, llamada noviazgo 0 «lo nuestro», los enamorados tie~ nen por delante una primera tarea comiin: ver qué posibilidades reales hay de unir sus dos biograffas en una sola. Para eso necesitan conocerse y quererse de un modo seguro, que les permita pasar a la tercera fase del enamoramiento: la funda- cidn de la unin conyugal, que se explica a continuacién. 10.5, EL AMOR CONYUGAL, SUS NOTAS Y SU REALIZACION En el propio enamoramiento se contiene ya lo esencial del amor espectfico con que un hombre y una mujer se sienten Hamados a amarse. Ese amor, incoado como eros, se realiza y expresa como amor conyugal, y las dos notas esenciales que contiene desde el inicio son la exclusividad y la perpetuidad, el «uno con una» y el «para siempre». Los enamorados sienten una invitacién o inclinacién a vivir una biografia comiin, Se trata slo de una posibilidad, de una tendencia na- tural, intrinseca al eros: no es algo ya realizado, sino por realizar. Bs un proyecto que ha de ser vivido, pero que no se cumple necesariamente: depende, como todo desarrollo humano, de la voluntad de los amantes. Esto es lo que ellos evaltian en la fase de noviazgo y lo que realizan al fundar el matrimonio. EI amor conyugal no es la amistad, ni un amor cualquiera. Se trata de un amor dentro del cual est4 «alojada» la sexualidad. «Lo que distingue al amor con- yugal de cualquier otro amor entre personas es su especifico caracter de comple- mentariedad sexual. A la persona del otro se la ama a través de su virilidad 0 su feminidad, en tanto es distinta sexualmente y precisamente por serlo. La virilidad y la feminidad es el bien a través del cual se ama a la persona del otro, El amor conyugal es el amor entre varén (persona y virilidad) y mujer (persona y femini- dad), por ser precisamente eso: var6n y mujer”, Es un amor que ama a la otra persona, como tal, por ser quien es, a través de su sexualidad; y se da en tanto el otro corresponde de la misma manera, con la donacién de la propia persona y de la propia y complementaria sexualidad. En una cultura como la nuestra, donde se aceptan muchas formulas sexuales diferentes, en especial la uni6n temporal de la pareja, puede sonar muy problemé- tica Ja afirmacién de que el amor conyugal es, en si mismo y de modo natural, de «uno con una» (exclusividad) y «para siempre» (perpetuidad). Precisamente por eso es sumamente importante captar las razones por las que esto es asi, y enten- der que son intrinsecas al propio amor conyugal”. 21, J. Cuoza, AL otro lado de la muerte, cit., 118. 22. PJ. ViLADRICH, Agonfa del matrimonio legal, cit., 80. 23. Ibid., 84-102. Esta importante tematica del «uno con una y del «para siempre» puede ser pre- sentada con muchos argumentos sacados de la condicién misma de la persona y del amor, Todos ellos 206 SEXUALIDAD, MATRIMONIO Y FAMILIA Respecto de a exclusividad, no sor necesarias muchas explicaciones, pues nadie que ame en serio a su enamorado/a tolera a un «tercero» en su relacién. La promiscuidad y la poligamia son férmulas sexuales donde no se da el «uno con una», y nadie las considera acordes con la estructura bipolar y complementaria que la condicién personal del hombre impone en la relaci6n varén-mujer. La do- naci6n de uno mismo y de la propia sexualidad s6lo puede tener un destinatario/a. Si se ama a un ser humano se le ama entero, nose le puede dividir en partes. Y se le pide correspondencia y que él ame del mismo modo. Amar al otro como varén © como mujer significa tenerle para uno y darse a él, pero tenerle entero, renerle a élo alla, La persona no puede partirse: o se da entera al amado 0 no se da, 0 se enamora ella misma de alguien concreto y singular, 0 no se enamora, 0 cortes- ponde de verdad o no corresponde, 0 se le «tiene» al otro entero 0 no se le tiene. Respecto de la perpetuidad, en el fondo no es més que la exclusividad a lo largo del tiempo. En el amor conyugal, la perspectiva simulténea (exclusividad) y la sucesiva (perpetuidad) son dos caras de la misma moneda. La tinica manera de amar con amor exclusivo a alguien es no amar a nadie mas con ese amor ex- clusivo. Entregarse del todo significa entregarse una sola vez, a una sola perso- na, y guardar todo para ella. El «uno con una», 0 es para siempre, 0 es uno con va- rios/as a lo largo del tiempo. «Hoy contigo, mafana ya veremos», «hasta que el tiempo nos separe», son confesiones de un amor que en realidad no tiene inten- cién de exclusividad. Ademés, si amamos a la otra persona y a su virilidad 0 fe- minidad, amamos todo lo que esa persona y su sexualidad pueden llegar a ser a lo largo de las edades de la vida, incluida su potencial paternidad y maternidad. Cuando el amor es verdadero, es incondicionado, no admite clausulas de tempo- ralidad, restricciones ni reservas. Sélo el amor exclusivo y perpetuo es un amor total, y sélo el amor total Ilena de verdad a la persona. Si el amor conyugal fuera una «unidn a prueba», el gesto sexual seria como una sonrisa falseada por una reserva interior. O uno se da del todo 0 no se ha dado: hay que cumplir el darse. La unién del eros es tan intensa que cualquier fi- sura termina siendo fatal: es exclusive y celoso, no admite reservas, tampoco tem- porales. Es més, que sea «contigo para siempre» es la tinica manera de que resul- te «contigo pan y cebolla», y aguante los chaparrones que inevitablemente vendran. Si no es entero, las fisuras lo agrietan enseguida. Por otra parte, la exclusividad y la perpetuidad vienen dadas tambign por las consecuencias de la unién conyugal, que son los hijos. Sélo si existe una vida conyugal comin puede existir una familia. Mas atin, la vida conyugal se desplie- ga de modo natural en Ja familia. Y la familia que uno tiene no puede cambiar: uno es hijo de sus padres, y de nadie mas. Y sélo si ellos viven juntos puede uno tener su hogar y sw familia. tienen un cierto carécter intuitivo, como por ejemplo (cfr. ibfd., 84), la afirmacién de Kierkegaard de que ‘en amor, ocuitir por primera vez.es poder ocurtir definitivamente>. 207 FUNDAMENTOS DE ANTROPOLOGIA El modo de realizar la exclusividad y la perpetuidad dista de ser automitico 0 fécil. En primer lugar, es preciso edificar el amor conyugal sobre la voluntad, y no sdlo sobre el sexo y el sentimiento afectivo. La vida sexual es sdlo una parte del amor conyugal. Cuando se quiere basar éste exclusivamente en el sexo, se identifica sobre todo con una vida sexual satisfactoria. En realidad, la sexualidad necesita estar incrustada en una comunidad de vida en la que otras muchas cosas tienen que ser satisfactorias para que ella también lo sea. Y cuando esas otras co- sas son satisfactorias, se cae en la cuenta de que la vida sexual ocupa un lugar principal, aunque menos importante de lo que parecfa en un principio. Cuando se toma la vida sexual demasiado en serio, facilmente decepciona. Cuando se toma con una pizca de ironfa, como algo que no es oportuno o posible vivir siempre y de cualquier modo, y por lo que no merece la pena cargarse de ex- cesivas preocupaciones, entonces es cuando empieza a ser satisfactoria, porque es desinteresada, El eros nunca pierde la actitud contemplativa hacia la persona ama- da; la admira aun en su debilidad y en sus momentos menos «seductores» (cuan- do el otro envejece, esta cansado, engorda...). Es més, cuando estos momentos lle gan, la. ama atin més, o al menos la sigue amando, e incluso la socorre: le «presta» su fuerza propia. Dicho de otra manera: el amor como gozo deja de serlo si no se convierte en el amor como tarea. Si no aprendemos a convivir con quienes amamos, ensegui- da dejaremos de amarlos, La convivencia con ellos no puede ser un continuo pla- cet, y en ocasiones esté Ilena de detalles prosaicos que un idealismo mal entendi- do puede hacer olvidar: en la vida humana lo més alto no se sostiene sin lo mas bajo™. El amor conyugal, como todo lo humano, est sometido al tiempo y a sus ciclos: la plenitud va seguida de lo negativo, al placer le sucede el dolor y a la her- mosura su marchitarse. Si la relacin de amor es donaci6n, los restantes actos del amor no pueden faltar sin que falte también el don de si. Y cuando éste falta, la vida sexual cae en el Ambito del interés y de la satisfacci6n sensible. No contempla, sino que busca interesadamente. Decae entonces la comunicacién y el didlogo, y crece la distan- cia entre los amantes: pueden compartir sus cuerpos, pero no sus pensamientos y sentimientos interiores. El afecto se diluye y el enamoramiento parece esfumarse. Es en los momentos de crisis cuando se comprueba que el sexo es para el amor conyugal, y no al contrario. Este pierde su rostro tirdnico cuando se incrusta en el entorno amable del amor conyugal, dentro del cual se dignifica porque no produ- ce por sf mismo entre los amantes la donacién, el didilogo y el perdén, sin los cua- les el eros se extingue. 24, C.S. Lewis, Los cuatro amores, cit., 21. Para una ampliaci6n de estas ideas, cfr. ibid., 109- 118, 208 \ SEXUALIDAD, MATRIMONIO Y FAMILIA 10.6. EL. MATRIMONIO y El amor conyugal funda la vida conuin de.los amantes al crear una comuni- dad conyugal: la tercera pieza de nuestro puzzle no es otra cosa que la realizacién, en una comunidad conyugal y familiar, de la condicion dialdgica y social de la persona, @ través de la sexualidad. Sin embargo, esa vida comin, que consiste en Ja unin conyugal (personas unidas, exclusiva y perpetuamente, a través de su fe- minidad y virilidad), no queda fundada hasta que los amantes lo deciden volunta- tia y libremente: «he aqué el compromiso conyugal: varén y mujer toman —hoy— la comin decisién de entregarse recfprocamente todo su «ser» y todo su «poder ser» en cuanto masculinidad y feminidad; comprometen su amor conyugal total (presente y futuro) 0, si se prefiere, se constituyen en unién conyugal total’, Ese compromiso y sus consecuencias son lo que se llama desde siempre e! matrimonio. Para entender bien lo que es el matrimonio primero hay que entender lo que no es. En efecto, hoy en dia casi todo el mundo piensa que matrimonio se identi- fica con una formalidad legal, con una firma, con un «pasar por la ventanilla bu- rocratica de la ley para obtener el permiso o documento segtin el cual ya se pue- den tener relaciones sexuales 0 hijos con “honorabilidad social", dentro de la legalidad», Para quienes piensan asi, los que «casan», y en stu caso «descasan», son el juez, el parroco o el Derecho. Convertirse en esposos depende, entonces, de la inscripcién en el registro civil y de la fiesta que acompafia a ese acto legal. De la misma manera que «nos casamos», «nos descasamos» cambiando nuestro status juridico. Ast el matrimonio legal se convierte en una formalidad y su valor se relativiza cada vez més. De este modo, queda en la penumbra el matrimonio natural, que es algo bien distinto. El matrimonio natural es un compromiso voluntario y libre de los contra- yentes, mediante el cual deciden quererse y entregarse el uno al otro en lo conyu- gal, uno con una y para siempre. Los enamorados se aman sin que nadie les obli- gue: el amor es gratuito. Una vez que han descubierto el sentido vocacional de su amor, que les Ileva a reorganizar su vida y a convertir al otro en el proyecto y la tarea de la propia biograffa, a fundar una vida comin, ambos toman consciente y libremente la decisién de quererse, porque quieren quererse: «sentir el deseo de unién total y decidir su fundacién aqui y ahora son, pues, dos momentos esencial- mente diversos en el cuaderno de bitécora de toda historia sentimental (...) S6lo cuando, mediante un acto nuevo de su voluntad, con plena reflexién y libertad de- ciden que exista aquella uni6n tan profunda y total (el amor conyugal efectivo) a la que les invita su amor, esa unin queda establecida»””. 25. PJ, ViLapRicn, Agonfa del matrimonio legal, cit, 153, 26. Ibid, 124, 27. Ibid., 130 (paréntesis nuestro) 209 FUNDAMENTOS DE ANTROPOLOGIA Prometer, comprometerse, significa incluir el futuro en el amor presente, El sf matrimonial es un compromiso y una expresi6n de libertad radical, que dota de sentido vocacional la propia vida. En efecto, «quien no sabe comprometerse no Jogra vivir en la dimensi6n més profunda de su condicién de persona». Si la li- bertad de un hombre se mide por la calidad de sus vinculos, seré mas libre quien dispone de si mismo de la manera més intensa, y ésta no es otra que el compromi- so que dispone del propio futuro, porque a uno le da la gana hacerlo asi. «Me comprometo a quererte siempre» es expresién del amor exclusivo y perpetuo, to- tal, con que uno ama, «Quien no se concibe libre hasta el punto de poder compro meterse, quien no se siente tan duefio de sf como para decidir darse porque le da Ja gana, en el fondo no es del todo libre, est encadenado a lo pasajero, a lo trivial, al mero presente» ®, Lejos de oponerse, libertad y compromiso se potencian: la primera se realiza mediante el segundo. Al acto de expresar el sf que pone por obra el compromiso propio del amor conyugal se le lama alianza matrimonial o pacto conyugal, y en él consiste prin- cipalmente el casamiento 0 boda. El primer efecto de la alianza matrimonial es convertir lo que antes era un amor gratuito en una deuda debida al otro c6nyuge. Casarse significa hacer del amor conyugal objeto de la justicia. Después de ca- sarse, quererse el uno al otto ya no es renunciable sin faltar a la justicia: al otro se Je debe el amor. No se trata de decir «si» a vivir juntos, sino de «asumir la comu- nidad de vida conyugal como deuda en justicia, como unién reciprocamente de- bida»®. Esta deuda de justicia, producida por el si expresado en la alianza matri- monial, funda lo que se llama vénculo matrimonial, que no es otra cosa que la deuda de entrega mutua que los antes amantes, y ahora esposos, adquieren al ca- sarse. Segtin ella, el varén es para la mujer su marido, y la mujer es para el varén su mujer: se pertenecen el uno al otro. {Qué es lo que los esposos se deben después de casarse? {Cuil es el objeto de la alianza matrimonial? «Su real y verdadero ser masculino y femenino, en la totalidad de su complementariedad esencial y existencial, tal como es por natur leza»”', en «la ordenacién de esa complementariedad natural hacia la procreacién y la fecundidad y hacia la comunidad de vida y amor que en ella se contiene». Se distingue, por tanto, en el matrimonio la alianza 0 pacto (las nupcias, el casamiento, la boda) y el matrimonio propiamente dicho, que es el vinculo naci- do del pacto, del compromiso 0 «sf» nupeial. Casarse es un acto perfectamente lo- calizado en el tiempo, que produce un efecto permanente: convierte a los enamo- rados en esposos. Si el «sf» 0 consentimiento no asume conscientemente la totalidad del amor conyugal, entonces no hay matrimonio, porque en realidad no 28, Pu. ViLADRICH, Agonta del matrimonio legal, cit., 132. 29, Ibid., 133. 30, Ibid., 136, 31, Ibid., 140, 210 SEXUALIDAD, MATRIMONIO Y FAMILIA hay alianza matrimonial, sino otra cosa: el «s» completo es tan importante que sin él el pacto es nulo®. Por eso podemos decir «en términos sintéticos, el pacto matrimonial 0 consentimiento que funda el matrimonio es el acto de la voluntad por el que varén y mujer se dan y aceptan plena, perpetua y exclusivamente, como tales, en todo cuanto concierne a aquella unién de vida orientada al bien de los esposos y a la generacién y educacién integrales de los hijos. Este consen- timiento debe darse entre personas capaces y ha de manifestarse en forma legit ma». Asf queda establecida la primera comunidad natural humana, en la cual marido y mujer son una sola carne. 10.7. LA FECUNDIDAD En este epigrafe vamos a insistir en uno de los que suelen lamarse los fines del matrimonio™: la fecundidad, sobre todo en su relaci6n con la donacién de los dos cényuges. La unién propia del matrimonio supone la entrega del propio cuer- po a una persona del otro sexo, y a ella le afiade la perspectiva de que pueda ser fecunda y nazca un hijo de ella, porque en ella participan los mecanismos corpo- rales que estén dispuestos naturalmente para la teproduccién. Es evidente la rela- cién entre el eros y la tendencia a la union corporal de los cényuges. Esta unién es, ademis, el modo natural de dar origen a una nueva vida: «es natural la tenden- cia a dejar tras de sf otro ser semejante a uno mismo» *, La corporalidad, en este sentido, expresa la uni6n personal de los amantes ala vez, hace posible la formacién de la vida humana. En ella se expresa y reali za la unin de intimidades, la donacién completa de la persona, Lo que se da es la persona misma en su corporalidad, El valor de la sexualidad reside en esta dona- ci6n de la persona. Si ésta no se da, se vive la relacién de un modo que no es ver- daderamente humano: «la compleja constituciGn de la sexualidad del cuerpo hu- mano s6lo se entiende adecuadamente desde Ia perspectiva de la donacion amorosa de la condicién sexuada de la persona humana, y no al revés, Los fend- menos corporales reciben su significacién propia desde la dimensién de la dona- cién», Podemos concluir, entonces, que ese tipo de unién es de suyo la realiza- cién de una donacién de las personas, abierta a la fecundidad. Pues bien, hay dos modos de perder este sentido humano de la sexualidad. Uno consiste en despojarla de fecundidad: es la unién sin la consecuencia natural 32. Laexplicacién del matrimonio nulo (cfr. P. J. VILADRICH, Agonia del matrimonio legal, cit. 148 y ss.) ilumina todo lo dicho hasta aqui porque hace ver que quedar casados depende de que uno real mente quiera casarse de verdad, 33. Ibid., 152. 34. Ibid, 162 y ss 35. AnustomELes, Politica, 1252a 32. 36. Ibid, 274 211 FUNDAMENTOS DE ANTROPOLOGIA de un nuevo ser. Es algo que s6lo se puede hacer de una manera sistematica me- diante el auxilio de medios técnicos que modifiquen el comportamiento ciclico y esponténeo de la naturaleza. Hoy es un modo muy extendido en la cultura occi- dental de entender y practicar la sexualidad. El segundo modo es ejercer la sexualidad fuera del eros, y por tanto, prescin- dir de su significado mas propio: «Una entrega corporal que no fuera a la vez en- trega personal serfa en s{ misma una mentira, porque considerarfa el cuerpo como algo simplemente externo, como una cosa disponible y no como la propia realidad personal» ”, Cuando la sonrisa no expresa y realiza sentimientos y actos propios del amor, como la aceptacién y la alegrfa, se convierte en una mucca, en un gesto falso y forzado; se parece a una mascara que oculta la realidad del rostro. De la misma manera, la sexualidad, despojada de sus componentes naturales (el eros y la fecundidad) se convierte en un gesto vacfo y falseado, pues no realiza Io que pa- rece indicar. La sexualidad se parece a la sonrisa, porque ambas son naturalmente humanas y en ambas se manifiesta y se da la persona. Si no hay amor, la sonrisa y el gesto sexual no significan lo que naturalmente son, y por tanto, estén vacfos: son sdlo satisfacci6n instintiva. De ellos ha desaparecido lo humano. «La sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer se dan el uno al otro con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biolégi- co, sino que afecta al niicleo {ntimo de la persona humana en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre si hasta la muerte. La donacion fisica total serfa una mentira si no fuese el signo y el fruto de la donacién personal total» *. 10.8. EL ORIGEN DE LA PERSONA La fecundidad de la sexualidad humana es lo mas obvio de ella. Conviene no olvidarla, porque es la més inmediata, la que més nos acerca a la «madre natu- raleza»: ya se ha dicho que la sexualidad tiene un nivel puramente biolégico y sensible como satisfaccidn de un instinto y aseguramiento de la descendencia. Y es que el ser humano, entre otras cosas, es verdaderamente un animal: su puesto en el cosmos es central, pero para preservarlo, ademas de necesitar del ejercicio de su inteligencia, necesita de las relaciones sexuales y de los vinculos que éstas establecen, Sélo en un planteamiento cultural para el cual el acercamiento a la Na- turaleza corresponda con una relacidn con lo asignificativo, lo carente de conte- 37. Anistotetes, Politica, 278. 38. JUAN Panto II, Exhortacién Apost6lica Familiaris consortio, 11 212 a SEXUALIDAD, MATRIMONIO Y FAMILIA nido o la pura materia extensa a la espera de que la creatividad humana le otorgue un sentido, sdlo ahi puede triunfar una concepci6n de la sexualidad en la que se escindan los fines propios de la accién sexual: la unién y la fecundidad®. Ese planteamiento cultural coincide precisamente con el que actualmente predomina en Occidente. Si, por medio de una actitud benevolente se consigue caer en la cuenta del valor intrinseco de las cosas del mundo, de que tienen finalidades pro- Pias, entonces no sera complicado caer en la cuenta de que lo verdaderamente hu- mano respecto de la fecundidad es descubrir la sexualidad como un poder crea- dor inscrito en la propia naturaleza, que provoca la aparicién de una novedad absoluta. Y esa novedad es la persona humana, cada persona, cada nuevo naci- miento, que es la aparicién de una realidad inédita hasta entonces. «Cada hombre existe, toma su origen, en el ejercicio de la sexualidad por Parte de sus padres. La importancia de la sexualidad esta, pues, estrechamente vinculada con la conciencia del caracter tinico que tiene la persona. Es la adver- tencia de la misteriosa singularidad de cada una, més 0 menos expresada, la que reclama para su origen una forma misteriosa y, en definitiva transcendente. Si ada persona se presenta como dotada de libertad, es decir, como un ser inédito, Unico e indeducible de las circunstancias anteriores, entonces la persona no es un simple trozo de la naturaleza, es algo mas, y su origen no puede entenderse como completamente inmerso en los meros procesos naturales por medio de los cuales la materia se multiplica. La conciencia implicita de la peculiar singularidad humana es innegable. Justamente por eso el origen del hombre singular habia de ser dotado de un cardc- ter misterioso, que transcendia la pura causalidad mundana y reclamaba la inter- vencion de fuerzas superiores (clr. 17.6). Siendo, por otra parte, evidente que el origen de la persona es causado por el ejercicio de la sexualidad, la sexualidad mis- ma habia de ser considerada como manifestacién de una fuerza transcendente»'. En la intimidad comtin de los amantes brota una novedad absoluta, una ter- cera intimidad. La unin de dos intimidades se transforma en una «reunién» de tres: los amantes se transforman en padres de un hijo, una persona humana nue- va, fruto de su amor. Esto es algo que desborda a los padres mismos, les sorpren- de, es mucho mas de lo que se podia esperar. Lo asombroso de Ia unidn es lo que resulta de ella, Entre la uni6n y la aparicién de una nueva persona humana hay un salto evidente. A veces se intenta negar que exista tal salto. Desde ese punto de vista, la nueva persona humana se convierte en simple resultado del cruce de los gametos, «un producto fisiolégico de la gestacién». Todo lo que es la persona estaria ya an. 39. En este sentido son muy interesantes las ideas de C. S. Lewis, La abolicién det hombre, Encuentro, Madrid, 1992, capitulo 3, 40. Cfr. H. ARENDT, La condicién humana, capftulo 41. A. Rur RerEGUI, La sexwalidad humana, cit, 266-267 (paréntesis nuestro). 213 FUNDAMENTOS DE ANTROPOLOGIA tes en sus genes y el hombre no serfa més que otro producto biolégico. Esta es una explicacién cientifista que encaja con algunos desarrollos del evolucionismo, ¢ | identifica a la persona con su cuerpo. El hijo pasa entonces a ser una especie de ) consecuencia mecénica y un poco accidental del proceso reproductivo y embrio- l6gico. Si el proceso fisico no hubiera funcionado bien (malformaciones, embara- 0 no deseado, etc.) ese material biolégico podria ser desechado para esperar tiempos mejores. La vida humana seria entonces un «pedazo» de la vida césmica | y de su evoluci6n, y podria manejarse técnicamente como algo meramente natu- ral, pues el origen de la persona serfa algo inmanente a la materia, perfectamente explicable y nada misterioso, | Nosotros, en cambio, sostenemos que tal salto s6lo es explicable si en la | unién sexual han intervenido fuerzas superiores que son el verdadero origen de Ja persona. Es decir, la materia no es una condicién de posibilidad suficiente para | explicar el regalo que resulta cada nuevo nacimiento. Basta quizé con mirar a los ojos al propio hijo. Basta también con contemplar el desarrollo de sus vidas: im- previsible, no sujeto a previsiones, dependiente de las decisiones propias de esa persona, fuente de sus propios actos. Esta es la tinica manera de entender que el hijo es un don, y no un intruso, o un simple embrién desarrollado. Lo mas huma- no es aceptar que el hijo es un don, un regalo con rostro y realidad humana insus- tituible e irrepetible. Los hijos no se pueden regalar, no son intercambiables: apa- recen al mismo tiempo como algo recibido e inmerecido. «;Por qué ha nacido | éste y no otro?»: las posibilidades eran casi infinitas. El que sea este quien con- | creto es algo que escapard siempre a las previsiones de los padres. El nacimiento de una persona humana encierra un misterio, mas grande de lo que a primera vis- } ta parece advertir una mirada «cientifica». Las grandes religiones monoteistas, en especial la cristiana, lo resuelven afirmando que Dios crea a cada persona huma- na singular, pues s6lo un Absoluto es capaz. de crear ese

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