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Los Malos Hábitos

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Los malos hábitos

Perdiz Perdida
Premio de poesía en castellano

1
1. De fantasmas

2
Visita del fantasma

No se ha movido ni una comadreja en el baldío.


Como si todos, en la noche, estuviéramos esperándote.

Te vimos, finalmente, traspasando el tapial


y la puerta tejido.

Podemos dar nuestra palabra. Pero, ¿podría


alguien más que nosotros mismos
dar fe de nuestros ojos?

Una estrella se corrió para iluminar la parte del cielo


que nos correspondía.
No era necesaria más luz. Mirábamos alrededor
con lo que llaman el ojo
del espíritu.

Ninguno de nosotros teme infectarse por tocarte.

Cuando estés más cerca te saldremos al paso.


Te gritaremos que te detengas.
Te hablaremos de buena manera.

Nada por las malas se consigue


de una masa de aire
invulnerable.

Nuestros corazones en duelo te hablarán


tal como nos lo pide nuestro amor.

Solo el canto del gallo romperá nuestra ilusión.

3
Un adiós de corazón

Estabas pálido como la nieve.

Esperamos que esta noche nos vuelvas a visitar


con el reflejo de la luna.

Hasta entonces sería bueno serenar


nuestros crédulos oídos.

El abandono del baldío sugiere fantasías de desesperación.

Pero el run run de las estrellas nos ha sosegado


como a las ranas y los grillos.

Nos hemos quedado dormidos en lo oscuro


─un sueño no es más que una sombra─
esperando el espectro
que nunca vino.

Solo nos queda ahora este pregón


y el olor de la mañana.

4
Un fantasma teatral

La tierra te parecía una fábrica estupenda: criabas gallinas ponedoras


hacías la huerta, mantenías el palomar, arreglabas lo que se rompía
y después de tu muerte tumbamos las barracas del gallinero
los surcos de la quinta se volvieron tierra inútil
ahora las hormigas trepan por los naranjos
los pájaros picotean los higos.

“Tengo el hígado de una paloma”, dice tu espectro.

Pero no sabemos si es tu espíritu el que declama


─el espíritu no tiene voz─
sobre el bien o la naturaleza del tiempo
o es el mismo demonio burlándose
de tus deudos.

¿Por qué organizar, si no, semejante escena


como un espejo que devuelve
dudosos reflejos?

5
Te llevaremos en el corazón del corazón

¿Qué demonio nos engañó como a gallina ciega?


¿O fue puro invento de nuestros sesos?

Por lo pronto, nuestro pescuezo está limpio:


sabremos guardar un secreto.

Palabras sin ideas nunca alcanzarán el cielo.

6
Tu cuerpo yace

Hay hierba verde en tu cabeza y granos


de tierra fría en tus pies.

Abajo iremos, hombre bueno, a consolarte


empuñando un manojo de romero
para tus recuerdos.

Iremos a lo vivo
de tu llaga.

7
Un dolor le pisa los talones a otro dolor

Tenés los dedos duros como los dedos de un muerto.

Tu pala yace abandonada.


Su descuido nos infringe un último desgarro.
Nadie soporta el patetismo de tu quinta a medio hacer.

Es lamentable, pero tus surcos no durarán hasta el Día del Juicio.

El invierno ha recrudecido.

El agua trabaja sin descanso.

8
Caeremos como gorriones

Con la paciencia de la paloma hembra


te seguiremos encontrando en sueños.

Algún día romperemos el cascarón de oro.

Compartiremos un mismo silencio.

9
Hogar

Hay lluvia. Hay rayos. Hay truenos.


El frío cala los huesos.

¡Enciendan los marlos de la estufa!


¡Agreguen madera seca!

¡Calor!, pide el cuerpo, ¡calor! ¡Y luz!


Que la parentela se arrime al fuego.

El Gran Sapo nos reclama


debajo del bargueño.

¿Quién dejó la puerta abierta?

¡Escuchen el reclamo del ojudo!


¡Qué hermoso puede ser lo feo!

El estruendo de las chapas


nos está dejando mudos.

10
Sin aspavientos

Estudiaste bien para tu muerte.

No hay sombra de pensar en tu rostro.

¡Pero son tan horrendas algunas imaginaciones!

Los patos graznan cerca de las nubes.


Un humo pardo se levanta del baldío.

11
Hacías un pocito en la tierra con el cuchillo grande

Te pregunté porqué lo hacías.


Vos apenas te encogiste de hombros.

Hurgabas y mirabas el cielo.

Con los ojos de un hombre ido.

12
Los serenos sentidos

No hay altura de la casa donde no aniden las palomas.

¡Palomas invasoras!

En todo lo alto quieren hacer criadero.

Anidan, vuelan y hacen sus inmundicias en el aire.

Nosotros nos comemos sus pichones.

13
2. Los malos hábitos

14
Al borde de las vías

Se ha hecho larga la espera, mamá. ¿De verdad subiremos a ese tren?


¿O se trata tan solo de una de tus bromas? ¿Tan pesada como esta mole de
fierros que nos hace temblar? ¿Pensar que nuestras vidas pueden descarrilar?

15
La mala vida

Nuestra vida está llena de errores y agujeros. Sin embargo, ¿no


tenemos derecho a soñar con una reunión tranquila, hecha de verdades
confusas y espirituosas? Al fin de cuentas, ¿qué podríamos hacer sin nuestros
viejos malos hábitos? ¿Sobreviviría, sin ellos, alguno de nosotros?

16
De otra forma

Me parece sensato hablarte, papá. Los muertos hablan, literal y


metafóricamente, como los vivos. Es irracional pretender que te hayas vuelto
nada. Ahora que acabaste con la tarea, ardua y extensa, de destruirte, puedo
desearte una larga vida de muerto.

17
No es bueno abandonarse a la tristeza

Ahuyentando tus males psíquicos con la mano, como si fuesen el humo


de tu cigarro, entraste al gallinero. Te saqué una foto con la Yashica. Tu ceño
fruncido quedó inmortalizado. Como cuando aún estabas vivo, no dejaré que
mueras totalmente. Te seguiré dando conversación.

18
Una literatura vitalista

Escucho los consejos, las advertencias de mis muertos. Recibo sus


signos diurnos y nocturnos. Acojo sus recuerdos. Escribo en estado de
inspiración.

19
Una etología familiar

Acá está el poema. Un lugar para tratar con mis muertos, hacerles
compañía, verlos envejecer. Hasta que pidan una muerte definitiva.

20
Una geografía del más allá

Abro una de las puertas del bargueño. Al lado de las cenizas de mamá,
hay una bolsa plástica con tus papeles; la libreta de casados en la que tus hijos
siguen vivos, tu partida de nacimiento, fotocopias de la casa de sepelios, una
foto carnet… Repaso, uno a uno, esos documentos de ultratumba. Papá, que
se haga tu voluntad de ser recordado.

21
Un muerto me pide un vaso de agua

¿Qué nos mantiene unidos? ¿El sueño? (Los muertos nunca actúan de
manera directa.) ¿La sed? ¿Ambas cosas a la vez? Debo vivir en paz en este
remolino ambiguo en el que pierdo y recupero a mis muertos queridos.

22
Enlutado

Me pongo bajo su protección, como a la sombra de un árbol, de una idea


que me hace pensar, un sueño que me hace soñar. No pretendo saber qué es
un muerto, sino qué es capaz de hacer.

23
La vitalidad de los muertos

Te hablo suavemente, con pocas y cálidas palabras. Te acaricio las


sienes frías. Te pregunto: ¿de qué es capaz un corazón?

24
No es obra del azar

Las cosas tienen hábitos que los muertos interfieren. Una radio portátil
vuelve a funcionar cuando te nombran. Una foto tuya se cae de las páginas de
un libro que sacamos, de improviso, del estante, después de verte en sueños;
de un libro que no estábamos buscando.

25
Fabular no es hacer ficción

Es hacer trabajar a nuestra imaginación para ayudar a los muertos, para


que se conviertan definitivamente en muertos. Es sacar de nuestros sueños la
materia con que nuestra vida se hace más real.

26
Nada que no nos incite a la confianza

La muerte fue un alivio. Desde que te has vuelto un fantasma, te


olvidaste de dar órdenes. Ya no son necesarios tus dientes postizos para
susurrar, apenas soplar, tus consejos de padre.

27
Nunca viajaste, mamá

Pero ahora te desplazás entre los mundos celeste y terrestre, valiéndote


de las sombras, los ruidos, algún objeto reencontrado. Nosotros solo debemos
entreabrir una puerta, una ventana, apenas correr una cortina.

28
Mi mente se ha vuelto más porosa

A veces olvidaba telefonearte para tu cumpleaños. No podía evitar esa


forma de crueldad. Ahora puedo festejar mentalmente un nuevo aniversario de
tu llegada a la tierra. ¿Sabe alguien qué es lo que nos mantiene vivos?

29
3. Existencias débiles

30
El error de vivir

Atraviesa las ruinas del parque


contempla la herrumbre
piensa en un desierto
siente el vacío
se pregunta
cómo podría hacerse más real.

31
¿Volverte más consistente?

¿Qué gesto
era
—de qué—
ponerte
súbitamente
de espaldas
en tu mesa
cuando
recién llegado
a la ciudad
buscaba
tu rostro
en la temprana
penumbra
del bar?

32
Un joven kafkiano

Salía
a recorrer
las calles
desiertas
a la hora
de la siesta.

Repasaba
las vidrieras
de las tiendas
de música
que conocía
de memoria.

Regresaba
con el mismo
desasosiego.

No existía
todavía
un mundo
para mis paseos.

33
En provecho de los verbos

En el cosmos
de las cosas
el alma
del niño
ve
la botella
vacía
estrellándose
contra las piedras
volviéndose
en la tierra
astillas
cortantes
de vidrio
y luz.

34
Jugamos al vóley en una habitación en ruinas

Sobre las astillas


los pliegues
vivientes
de la madera
sus nervaduras
sus nudos
los movimientos
con que un trozo
de materia
se vuelve
espíritu.

35
Testigo

Soy sensible
a las presencias
especiales
del parque.

(Tienen
—como yo—
derecho
a existir.)

Se mueven
—son luciérnagas—
en una nube
de posibles.

Casi
al borde
de la nada.

Como
les digo:

puedo
dar fe
de su valor
y quisiera
que ustedes
también.

36
Transmisible

Soy elegido
para contemplar
de cerca
el izado
de la bandera.

Siento
un súbito
dolor
agudo
que me quita
el aire.

¿Era
necesario
—me pregunto—
para hacer
de mi vida
algo
consistente?

37
Reglamento escolar

En el paroxismo
del alcohol
(de la impotencia)
papá
me persigue
por la casa
con las tijeras
de cortar tela.

Telefonearon
de la escuela:
con el cabello
largo
no me dejarán
pasar.

¿Es que nadie


comprende
que no
hay
Ser
sin alguna
manera
de ser?

38
Una voluntad de arte en un medio hostil

Los átomos
de verdad
que bordean
nuestro mundo
son reales
pero
a veces
resultan
excesivamente
pequeños.

39
Encierro

Quieren
que salga
de casa.

Que vea
gente.

Que los deje


solos.

No entienden
que debo
trabajar
trabajar
y trabajar.

Para tener
un alma.

40
Olímpico

Nada
de noche
muy borracho
en aguas
profundas.

Pero
irrumpe
un instante
su conciencia.

Cambia
el punto
de vista.

Dramáticamente
patalea
a ciegas
se aferra
a un borde.

41
No exageres con los muertos

Me advirtió.

1.
—Es como
si rascaras
la misma
picadura.

2.
—Es como
si aceleraras
sin parar
el motor
de tu coche
empantanado:

las ruedas
girarían
más abajo
cada vez.

42

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