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Qué Es Cosmovisión

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1. ¿Qué es cosmovisión?

La cosmovisión es la visión del mundo en cuanto a la realidad que crea una sociedad en una
determinada época o bajo una determinada cultura. Podríamos decir también que es una
manera de ver e interpretar el mundo.

El término cosmovisión proviene del alemán Weltanschauung, formado por otros dos
términos: Welt, que es mundo y anschauen, que significa observar o mirar. Fue introducido
por el filósofo Wilhelm Dilthey en su libro “Introducción a las Ciencias Humanas”, entre
finales del siglo XIX y comienzos del XX.

Él sostenía que la experiencia de cada ser tenía su origen en el conjunto de principios y


valores que tenía la sociedad en donde se formó. También afirmaba que todas las
relaciones, sensaciones y emociones que habían sido experimentadas en ese mismo
ambiente iban a determinar en un futuro la cosmovisión individual de esa persona.

Dilthey propone tres tipos de Weltanschauung:

 Primero el naturalismo, en donde el ser humano se puede ver a sí mismo como un


objeto que la naturaleza determina.
 Por otro lado, está el idealismo de la libertad, donde el ser humano es consciente
de que está separado de la naturaleza por su libre albedrío.
 Por último, está el idealismo objetivo, en donde el ser humano toma consciencia de
su armonía con la naturaleza.

Ésta está compuesta por distintas percepciones, conceptualizaciones y valoraciones que un


individuo hace o tiene sobre su entorno. A partir de las cosmovisiones, cada individuo
interpreta el contexto en el que está inserto. Es también a partir de ella que van a
elaborar sus propias definiciones de las cuestiones diarias de todo ser humano, sobre
términos como “ayuda”, “política”, “familia”, entre otras. Podemos decir que la
cosmovisión, entonces, es integral y general.

2. El papel de la educación en la cosmovisión

La cosmovisión, al mismo tiempo, depende de las relaciones sociales que ese individuo
haya tenido, ya que el ser humano es un ser social y no puede criarse o crecer alejado de
un ambiente así.

La educación, por ejemplo, es una actividad social, necesaria e importante en la vida de


todo niño. Se ha comprobado que las personas que viven aisladas, como esos casos famosos
en donde aparecen niños que se habían perdido en la selva muchos años, no desarrollan
muchas habilidades, es como si se atrofiaran por la falta de práctica y aprendizaje.

Al mismo tiempo, quienes reciben una escasa o mala educación limitan su cosmovisión,
porque no pueden asimilar una gran cantidad de conocimientos necesarios acerca de su
entorno o de otros temas importantes. Por ejemplo, desconocer la situación política o
económica de su propio país hace que no puedan ver la totalidad del entorno en el que
viven o que directamente no la comprendan y por eso no puedan generar una idea general
del entorno.

Los sistemas religiosos, de creencias, filosóficos, políticos y otros pueden llegar a contar
como cosmovisiones porque le brindan al individuo un marco dentro del cual ubicarse y
generar contenido. Dentro de ellos es que se elaboran leyes y quienes se sienten
identificados con ellas se unen a dichos sistemas. Podríamos decir que, por ejemplo, el
budismo o el socialismo tienen su propia cosmovisión.

Las cosmovisiones se resisten al cambio con el paso del tiempo y son complejas de


entender para los que no comparten ciertas cuestiones por ser totalmente ajenos a esa
cultura, como bien sucede con el islam para quienes son del lado occidental del planeta.
Éstas pueden contener pensamientos que sean contradictorios entre sí, pero ni aún eso los
invalidaría.

Cuando una cosmovisión se establece a la fuerza y de forma autoritaria se habla del


fundamentalismo.

Los famosos lingüistas y antropólogos E. Sapir y B. Lee Whorf consideran que el idioma
materno es una barrera simbólica que puede o no permitir que un individuo perciba
diversos aspectos de la realidad que existen dentro de lo lingüístico. Es así cómo los
esquimales ven y entienden sobre diferentes tipos de nieve y de hielo y alguien ajeno a ese
contexto no puede ni entenderlo ni percibirlo más que como la misma cosa (un tipo de hielo
y una clase de nieve).

En la literatura, el término Weltanschauung es muy usado para hablar de cosmovisión.


Algunos escritores lo prefieren porque afirman que el idioma alemán tiene muchas más
palabras para referirse a lo abstracto o lo filosófico que el español. Justamente, a partir de la
literatura de una época cualquiera y perteneciente a un autor que, por supuesto está inserto
en una cultura determinada, se puede conocer la cosmovisión de esa época.

Lo mismo sucede con una obra de arte, se puede juzgar el contexto por las interpretaciones
que se hagan de la misma, como con la pintura de Picasso llamada Guernica, la cual
hace referencia al bombardeo que ocurrió durante la Guerra Civil Española.

3. Ejemplo de cosmovisión
Cosmovisión

Manera de ver e interpretar el mundo.

La cosmovisión tiene que ver con el modo en que cada sociedad determina su cultura
particular, pues la cosmovisión regula las creencias, valores, ideas y percepciones sobre el
entorno, que serán la base de las diversas instituciones administradoras de esas ideologías.

Ocurre así, por ejemplo, con la creencia cristiana y la formación de estados católicos
occidentales, con la creencia en orixás (dioses africanos mixturados con occidentales) de
las culturas afro- latinoamericanas, con la jerarquía de dioses y la importancia de los mitos
en la antigua Grecia, la presencia de fuerzas vitales, zoomorfas y antropomorfas en las
culturas precolombinas, etc.

Como vemos, la cosmovisión es un proceso natural esencial a cada


cultura (ya que es el sustrato fundamental para conformarlas como tales)
y responde a un impulso básico humano.

Actualmente, las cosmovisiones tienen más que ver con las experiencias
particulares que con la sociedad puntual donde crece el individuo; de este modo, es más
factible compartir modos de ver el mundo con personas que viven bajo otras culturas, que
con personas de nuestro entorno más próximo.

¿Qué es la filosofía?

i. filosofía y yo

¿Qué tengo que ver yo con la filosofía? ¿De qué me sirve la filosofía? De hecho, la mayoría
de los hombres desarrollan perfectamente las actividades de su vida sin que les preocupen
las altas especulaciones filosóficas. Para la industria y el comercio, para la oficina y el
laboratorio, para la casa y la calle, para el agricultor y el hombre de la ciudad, para el
deportista y el político, la filosofía no parece contar mayormente: a mí me sucede lo
mismo...
Pero esta ausencia de la filosofía es sólo aparente. En realidad, es una ausencia presente,
que trabaja por dentro toda la vida humana. No necesito de la filosofía para desempeñarme
en los quehaceres de mi vida cotidiana. Pero, ¡cuántas veces me encuentro a mí mismo
filosofando! ¡Cuántas veces, después de una jornada de trabajo, con dificultades que he
debido superar o con éxitos que me han sorprendido, vuelvo a casa y necesito, en un
momento de reflexión, escuchar la voz interior de mi espíritu que me pregunta sobre el
significado de todo esto que sucede en mi vida! ¿Para qué trabajo? ¿Qué sentido tienen
todos mis afanes y sudores para abrirme camino en la vida, y crearme una situación a mí y
a mis hijos? ¿Qué es esta urgencia que siento yo y sentimos los hombres de agitarnos en la
vida, de trabajar, de luchar y de vivir? Y todo esto, ¿por qué y para qué?

En estos momentos estás filosofando, estás haciendo filosofía, estás demostrando que la
filosofía es algo que te interesa a tí. Porque los grandes problemas filosóficos son, en
resumen, los problemas de mi vida.

La palabra filosofía es un término griego que significa «amante» («filos») de la sabiduría


(«sofía»). La invención y el sentido de su término se atribuyen al antiguo filósofo griego
Pitágoras, el cual, interrogado por el rey Leontas, si él era un sabio, contestó: Yo no soy
sabio («sofos»), sino un amante o un buscador de la sabiduría (filósofo). Con ello quería
expresar, modestamente, que no poseía la ciencia, pero que trabajaba para adquirirla,
insistiendo más en lo que no sabía que en lo que sabía. Los hombres han tenido siempre
necesidad de buscar la sabiduría y por eso el filosofar ha acompañado a la humanidad desde
sus orígenes, en una forma más o menos perfecta. La búsqueda de la sabiduría ha sido, en
todos los pueblos y en todas las culturas, una urgencia, que ha manifestado el grado de
evolución y de progreso de la humanidad.

Pero ¿qué es la filosofía? ¿Qué es esa sabiduría que el filósofo desea alcanzar? Para que lo
comprendamos mejor voy a describir el hecho mismo del filosofar. Ya hemos dicho que
filosofamos muy frecuentemente en nuestra vida cotidiana. Atendamos a lo que hacemos en
esos momentos, pues encierran para nosotros una preciosa lección. Para fijar mejor nuestra
imaginación nos referiremos a un hecho concreto. No pocos de los grandes filósofos han
encontrado su vocación a causa de algún aislamiento forzoso en su vida: La cárcel, la
enfermedad, la desgracia, el destierro, &c. A causa de una enfermedad seria yo debo
guardar cama durante largo tiempo. Me encuentro aislado entre las cuatro paredes de mi
habitación y puedo, a lo más, contemplar el reducido panorama que mi ventana me permite
entrever del jardín cercano. Mi enfermedad sigue con alternativas, cuyo fin yo no puedo
prever. Con frecuencia pienso lo peor. En esos momentos toda mi atención se va
concentrando cada vez más sobre mí mismo. Si yo muero, el mundo va a seguir como hasta
ahora. La inmensa mayoría de los mortales, ni se darán cuenta de que yo he existido. Mi
existencia habrá sido apenas en el mundo como la huella que en el mar ha dejado la
gaviota al rozar la superficie del agua con sus alas. ¿Cuál es entonces el secreto de mi
existencia? ¿Por qué ni siquiera voy a poder realizar una vida cumplida como veo otros
hombres han logrado? ¿ Qué significo yo en el mundo? ¿Por qué he de estar atado a esta
cama y sujeto a estos dolores, sin poder por mí mismo evadirme de esta situación? En estos
momentos me hallo concentrado y solo sobre mí mismo. La soledad es el principio del
filosofar. Siento toda la pequeñez y toda la insignificancia de mi ser frente al universo.
Pero, al mismo tiempo, extiendo también esta insignificancia y esta pequeñez al universo
mismo. Porque el universo no es más que un conjunto de seres como yo, y si cada uno deja
de tener sentido, el universo entero es también un sin sentido y un fracaso. Sin embargo,
surge en mí de repente una comprensión más profunda, una reacción contra esta situación
absurda mía, que extiendo a todo el universo. Ya no me revelo contra el dolor y contra mi
prisión, y probablemente dejo de mostrar mi impaciencia a los que me rodean. Porque,
contra ese fracaso mío, de mi vida, y ese sin sentido del universo, afirmo que todo debe
tener un último sentido.

Porque no es posible que yo me pierda en la nada y en el vacío, después de una existencia


dolorosa e inútil. No es posible que todo el universo, en el que yo me encuentro instalado,
carezca también de sentido; sino que debe tener su finalidad y yo dentro del mismo debo
tener también mi propia finalidad, y todo debe tender hacia una última perfección y
felicidad. En estos momentos estoy filosofando. Pero este filosofar, que todos realizamos,
especialmente cuando nos recuperamos a nosotros mismos y dejamos de estar perdidos en
las preocupaciones de nuestra vida diaria, este filosofar que sobre todo aparece cuando algo
sacude hasta lo más íntimo todo nuestro ser, un triunfo, una desgracia, la guerra, la
enfermedad, una felicidad inmensa, es un «filosofar espontáneo». Es decir, que todo
hombre hace naturalmente, pero sin precisión y método. En tal caso nuestras ideas son
confusas e imperfectas. Sólo alcanzamos conclusiones que no nos dan una seguridad y luz
definitivas. La penumbra del misterio nos envuelve, y una serie de problemas sin solución
surge siempre en nuestro derredor.

Cuando este filosofar espontáneo se torna reflexión perfecta y metódica, con análisis de las
experiencias humanas, comparación de los diversos problemas y de sus soluciones, estudio
de las consecuencias que se siguen de unas afirmaciones respecto de otras, entonces es
cuando ya se realiza el «filosofar» propiamente tal, decir el «filosofar científico». Ahora
podemos comprender lo que es la filosofía en sí misma. Platón y Aristóteles, los dos
mayores filósofos de Grecia antigua, han definido la filosofía como ciencia que nos da las
últimas explicaciones de las cosas. Es decir, que responde a nuestras últimas preguntas
sobre la realidad del hombre y del universo. ¿Cuál es en último término la realidad del
hombre? ¿Cuál es el sentido último del hombre y del universo? La filosofía es la ciencia
que responde a estos interrogantes. Por eso se ha definido como ciencia de las últimas
causas o explicaciones. Pero en esos últimos interrogantes se hallan precisamente los
problemas que afectan a lo más íntimo de mi ser. De aquí que la filosofía sea la ciencia más
humana, más profundamente humana. Por supuesto que no podemos aspirar a una solución
total de nuestros problemas, pero debemos al menos llegar con seguridad a resolver los más
vitales problemas acerca del sentido y de la naturaleza del hombre y del universo. Pero si la
filosofía es una ciencia profundamente humana, yo tengo que decir que la filosofía me
afecta a mí mismo de una manera ineludible. Mis problemas individuales son también
problemas humanos. Yo como individuo, como este individuo determinado, estoy
interesado en resolver los problemas humanos que son mis problemas. El problema del
dolor y de la muerte, de la felicidad y de la inmortalidad, del espíritu y de la materia, del
bien y del mal, &c., son problemas, que me afectan a mí mismo, y que yo no puedo eludir
porque los llevo dentro de mis entrañas. Si la filosofía es una ciencia humana, es también
una ciencia de cada hombre. Cada uno la necesitamos. La ciencia de las últimas causas es
«mi» ciencia.
ii. la filosofía y las ciencias

Para que conozcamos mejor lo que es la filosofía debemos compararla con las demás
ciencias. ¿En qué se diferencia la filosofía de cualquier ciencia?

Hay muchas maneras de «conocer» una misma cosa. Supongamos que nos hallamos
contemplando en una hermosa noche primaveral el cielo estrellado. La belleza silenciosa
del firmamento nos habla de grandezas infinitas que nos sobrecogen. Ahora bien, el
conocimiento que tenemos de una noche serena y de los astros que vemos brillar
misteriosamente en el cielo, puede ser de muchas clases. Por de pronto, poseemos el
conocimiento de los sentidos, que nos presentan el panorama del cielo y de los astros, y de
la tierra iluminada por la luna, y de los objetos sombreados que están al alcance de nuestra
vista en la penumbra nocturna. Este conocimiento lo obtenemos por la vista, que es una
facultad sensitiva. Se llama conocimiento sensitivo o sensación. Por él conozco solamente
las cosas que tengo inmediatamente presentes. Es común al hombre y a los animales,
provistos de ojos muy parecidos a los del hombre.

Pero el hombre tiene un conocer que sobrepasa el de los sentidos. En la noche serena no
solamente recibo la impresión material en mi vista, sino también se agolpan dentro de mí
otros conocimientos sobre los objetos que estoy viendo. Comparo unas estrellas con otras;
me doy cuenta de su movimiento; de su inmensa distancia a la tierra; veo que se me
presentan como luminosas y de ahí deduzco que deben tener un brillo equivalente a las
materias incandescentes; es decir, voy formando una serie de «ideas» y de «relaciones»
entre los objetos que contemplo con la vista. Este conocimiento es ya totalmente diferente
del animal, porque éste no puede conocer las «relaciones», ni poseer «ideas» del mundo
exterior, y compararlo con el interior, como puede hacerlo el hombre. Pero el conocimiento
que todos los hombres tenemos del cielo estrellado, es un conocimiento «vulgar», es decir,
que no llega a penetrar en la íntima naturaleza de los astros, del firmamento en que los
astros aparecen como adheridos, ni sabe por qué leyes rigen los movimientos de las
estrellas, planetas, satélites, o conjuntos de estrellas. Existe, por tanto, un conocimiento más
perfecto de la realidad de una noche serena, y es el de la ciencia astronómica. El astrónomo
al contemplar el cielo tiene una penetración muy superior de la realidad de los astros, que el
hombre común. Porque conoce el «porqué» de las distancias, del movimiento, de la
naturaleza íntima de los astros, y su asombro es por ello inmensamente superior al del
conocimiento puramente vulgar. Al paso que éste no puede dar razón de los fenómenos que
contempla, el astrónomo le explicará las «causas» de los eclipses, y sus periodos, hasta
poder predecirlos; la trayectoria de los astros, hasta poder anticipar el momento preciso en
que la estela de un cometa va a aparecer en el horizonte de la tierra; el astrónomo conoce la
materia de que están constituidos los astros, las distancias casi infinitas que separan a
algunos de ellos de la tierra, la velocidad con que se mueven y las leyes físicas por que se
rigen tan armoniosamente en sus movimientos sin provocar el cataclismo que un choque
que entre dos estrellas significaría. En una palabra: el astrónomo puede dar la «razón», la
«explicación», las «causas», del ser y del movimiento de los cuerpos celestes, y esto es lo
que se llama el conocimiento científico, o la ciencia. Al paso que el conocimiento común o
vulgar se contenta con saber lo más externo de la realidad, sin penetrar su fundamento, el
científico llega hasta darnos razón de los fenómenos externos que están a la observación
inmediata del hombre común. La superioridad del hombre de ciencia, consiste en que al
conocer el por qué de los fenómenos pueda establecer las leyes por que los seres se rigen, y
así prever los efectos que pueden producir y explicar, aun con anticipación, los efectos o
fenómenos futuros. Y esto con una seguridad que se funda en la constancia misma de las
leyes naturales bien conocidas. La ciencia, pues, es el conocimiento de las cosas por sus
fundamentos, razones y causas. Para poner otro ejemplo, todos sabemos que ciertas hierbas
o ciertas drogas curan determinadas dolencias. Pero mientras nos fundamos en las
experiencias comunes, sólo poseemos el conocimiento vulgar de las mismas. El hombre de
ciencia, el médico, no solamente sabe que ciertos elementos sanan, sino también conoce los
ingredientes que poseen y su manera de obrar en el organismo. Por este conocimiento
«científico», se distingue el médico del curandero, y puede, por lo mismo, aplicar aquél los
remedios con una seguridad de que carece éste.

Hemos distinguido el conocimiento «científico», del «vulgar». Pero, ¿cuál es el


conocimiento «filosófico»? Volvamos otra vez a contemplar la noche serena con el
astrónomo. Después que nos hemos maravillado ante las inconcebibles referencias que el
sabio científico nos ha dado sobre la realidad del mundo sideral, nos quedan todavía
algunas preguntas que hacer. No quedamos aún satisfechos con las explicaciones del
hombre de ciencia, comprobables por el cálculo, el espectro o la experiencia múltiple de
que podemos valernos. Porque si preguntamos al astrónomo: ¿Cuál es el origen del
universo? ¿Cuándo comenzó a brillar el mundo de las estrellas en el firmamento? ¿Cuál es
el destino último del universo? ¿Por qué existe el universo en vez de no existir?... A todas
estas interrogaciones el hombre de ciencia enmudece: él solamente puede explicarnos lo
que está al alcance de su experiencia y de sus cálculos matemáticos. Pero estos problemas
escapan al análisis experimental y al cálculo matemático. El astrónomo no posee medios
para respondernos. Entonces es cuando en el hombre aparece la «filosofía». La filosofía es
la ciencia que nos da las últimas explicaciones sobre la realidad. En virtud de los primeros
principios que la filosofía debe estudiar, ella es la única que puede llegar más allá del
conocimiento puramente experimental, y, aplicando dichos principios y coordinando los
últimos resultados de la ciencia, da un paso más allá, el último paso del conocimiento, y se
pregunta sobre el último origen y el último fin del universo y la razón de su existencia. Esta
es la diferencia entre la filosofía y las ciencias. Las demás ciencias: la astronomía, la física,
la química, la biología, la medicina, la geología, &c., nos dan las explicaciones
«inmediatas», científicas de la realidad. Pero los últimos interrogantes, las «últimas»
explicaciones pertenecen a la filosofía. La filosofía es, pues, la ciencia que nos da las
causas, las razones y fundamentos de la realidad, pero no cualesquiera causas, sino las
causas últimas. Aquí reside la característica, y el valor particular del conocimiento
«filosófico» sobre el conocimiento «vulgar», y aún sobre los demás conocimientos
«científicos».

Precisamente porque la filosofía nos da las últimas explicaciones, comprenderemos ahora


por qué se dice frecuencia que la filosofía es el «fundamento» de todas las ciencias.
Efectivamente, así como el conocimiento vulgar debe admitir las conclusiones de los
hombres de ciencia, así éstos deben admitir las conclusiones de la filosofía y guiarse por
ellas su investigación científica. La filosofía es la ciencia de los primeros principios, y
todas las ciencias necesitan de estos primeros principios para guiarse en su actividad
intelectual. La filosofía es la ciencia que nos dice cómo hay que pensar, cual es el
fundamento y origen último del universo, y es claro que todas las ciencias deben guardar
las reglas para pensar acertadamente y examinar la realidad a la luz de su origen primero.

Además, la filosofía es también la ciencia «coordinadora» de todas las demás ciencias. En


realidad cada una de las ciencias estudia una parte del cosmos, a veces una parte muy
pequeña, muy especializada. Pero bien sabemos que todas las partes del cosmos están
íntimamente ligadas entre sí. Las leyes naturales lo penetran todo, y afectan a todos los
seres. Esto nos muestra que existe cierta unidad entre todas las partes del universo, y eso
mismo nos está indicando que las ciencias no pueden ser independientes unas de otras, sino
que se completan y se ayudan mutuamente. Ahora bien, es precisamente la filosofía, por
estar encima de todas las ciencias, la que en último término determina el verdadero carácter
de sus relaciones, v. g., acerca de la jerarquía de las ciencias. ¿Cuáles son la superiores; las
materiales, las vitales, las espirituales, las teóricas, las prácticas, las individuales, las
sociales? Este poder de coordinación, ilumina de tal manera el campo de las ciencias, que
casi todos los grandes investigadores se han visto necesitados a solicitar el apoyo de la
filosofía, y aún a hacer incursiones en el campo de la filosofía, para poder completar y
aclarar sus propios resultados científicos y llegar a una visión de conjunto de los
conocimientos humanos. Precisamente, cuanto más avanza la ciencia y más urgente es la
necesidad de las especializaciones, se requiera más todavía el influjo coordinador de la
filosofía, si no se quiere caer en una especialización mecánica, abstracta e inhumana, que
haga perder al hombre el horizonte y la noción de su posición como hombre en el universo.

Finalmente, la filosofía es la «coronación» de las ciencias, y por eso se la ha llamado la


«ciencia de las ciencias», o, como los antiguos decían, el «arte de las artes». Por la filosofía
tenemos esa visión de conjunto de todos los conocimientos humanos, que el hombre
necesita para orientarse. Y en la filosofía recibe su última orientación. Los grandes físicos,
los grandes astrónomos, médicos, matemáticos, sienten la necesidad de esta visión de
conjunto que corona sus propios conocimientos. Es la máxima expresión de la cultura
humana y donde el conocimiento adquiere, en cuanto es posible a nuestras limitaciones,
cierta tranquilidad y cierta hondura, o, por lo menos, donde conquistamos la sensación de
habernos encontrado a nosotros mismos, tal como somos, y respondemos al interrogante
siempre urgente en el interior del hombre, acerca de nuestra naturaleza y nuestras
relaciones con el universo.

La filosofía es pues una ciencia distinta de las demás ciencias, porque posee un objeto
propio y característico distinto del de aquéllas. Su objeto es precisamente el de las «últimas
explicaciones», razones, causas o fundamentos de la «realidad», a los cuales no alcanza el
conocimiento llamado científico. En cierta manera podemos decir, sin embargo, que la
filosofía comprende en sí los objetos de todas las ciencias, porque los primeros principios
de la filosofía afectan a todas las realidades estudiadas por las ciencias particulares. Por eso
algunos han creído que la filosofía no se distinguía del conjunto de las ciencias. Sin
embargo, los primeros principios, las últimas explicaciones y más remotas, están fuera del
alcance de las ciencias positivas y por eso es necesario admitir la existencia de una ciencia
superior, dedicada a estudiar ese campo inalcanzable por aquéllas. Los escolásticos llaman
«objeto formal», al aspecto especial bajo el cual una ciencia estudia su objeto. En este
sentido, diremos que el objeto formal de la filosofía, que la distingue de las demás ciencias,
es el de las «razones o explicaciones últimas» de la realidad, al paso que las otras ciencias
no van más allá de las «razones o explicaciones inmediatas», al alcance de la experiencia.

iii. la filosofía y la religión

Hemos dicho anteriormente que la filosofía le daba al hombre la explicación de su último


sentido y destino en el universo. ¿Pero no es acaso esta iluminación última del hombre más
propia de la religión? ¿Es que es lo mismo filosofía que religión? La respuesta a este
interrogante es negativa. La filosofía es diferente de la religión. Aunque hay cierta afinidad
profunda entre una y otra ambas contribuyen a su manera a explicarnos, a aclararnos, el
sentido y el destino del hombre. Veamos pues la diferencia entre la filosofía y la religión y
las relaciones que las unen entre sí.

El hombre es un animal religioso. Así podemos definirlo, porque a través de toda la historia
de la humanidad la religión ha sido una manifestación característica del hombre. El
sentimiento de lo religioso, el culto, la creencia en alguna divinidad han envuelto a los
individuos y a las sociedades; se han manifestado en el hombre primitivo y en el moderno,
en el ignorante y en el sabio. Y aunque no han faltado manifestaciones irreligiosas y ateas,
la humanidad sigue en su conjunto llevada por el sentimiento religioso. Esto nos plantea el
problema de la religión y de su relación con la filosofía. La religión, generalmente le ha
dado al hombre una creencia determinada en su origen y en su destino. Desde las
cosmogonías mitológicas griegas bajo la influencia de los dioses, hasta las
transformaciones de la metempsícosis en las religiones orientales y el creacionismo de la
religión cristiana, toda religión le ha dado al hombre una noticia acerca de su origen, de su
último fin, y de las condiciones a que debe sujetarse en este mundo para alcanzarlo. ¿Cuál
es en orden a la religión la posición de la filosofía?

Religión, como su misma palabra parece indicar (del latín re-ligare, atar firmemente), es
una «relación», un «vínculo», una «atadura», que une al hombre con Dios. Mira, ante todo,
a la actitud que el hombre debe adoptar frente a la divinidad y su máxima expresión es el
«culto». Este es la veneración tributada por el hombre a la divinidad en reconocimiento de
su excelencia, poder y autoridad sobre el hombre. Como es fácil de ver, la religión mira
ante todo a una actitud práctica, pero supone conocimientos teóricos en que se funde dicha
actitud, y por eso nos da generalmente una concepción determinada del hombre y del
mundo y de sus relacione para con Dios.

La filosofía se distingue de la religión, porque su actitud es más general. No se refiere


directamente a Dios, sino que pretende simplemente hallar las últimas explicaciones de la
realidad. Lo que sucede es que en su avance sobre los problemas del mundo y del hombre,
debe plantearse también el problema de Dios, y, por consiguiente, debe desembocar
también en el problema de la religión. Llega así un momento en que la filosofía debe
hacerse «religiosa», es decir, plantearse el problema de las relaciones del hombre con Dios.
La actitud religiosa es, sin embargo, diferente de la actitud filosófica. Aquélla es actitud de
«veneración» respecto de Dios; esta es más bien actitud de «investigación». Es cierto que
con frecuencia la investigación es iluminada por la veneración, así como la veneración
también es reforzada por la investigación. La religión ilumina a la filosofía en muchos
aspectos, y la filosofía ilumina y fortalece también a su vez a la religión.
Pero debemos distinguir entre religión «natural» y «sobrenatural». La primera es la que el
hombre puede llegar a formarse por sus propias luces naturales. Tal es la religión de las
sociedades primitivas y de algunas actuales en países o regiones no civilizadas. También en
regiones de alta cultura la religión natural ha sido la única conocida: tal sucedió por
ejemplo en Grecia, donde la religión fue fruto del sentimiento y de la razón humana. Esta
religión es válida, porque el hombre por la sola luz natural de la razón puede conocer sus
relaciones fundamentales con Dios y debe adoptar de consiguiente la actitud propiamente
religiosa. La afinidad entre la religión natural y la filosofía es muy grande. En realidad
aquélla es la culminación necesaria del conocimiento filosófico.

Religión «sobrenatural» es la que el hombre recibe por una «especial revelación» de Dios,
en la cual se le indica cómo debe tributar a Dios el culto necesario y se le revelan algunas
verdades acerca de Dios, que el hombre no puede conocer por su propia razón natural. La
religión sobrenatural está en sí misma fuera del alcance de la filosofía, y ésta nunca podría
alcanzar las verdades contenidas en una revelación o la voluntad particular con que Dios
desea que se le tribute un culto determinado. Religión sobrenatural es la cristiana.

¿Cuáles son, pues, las relaciones entre la filosofía y la religión sobrenatural?

En primer lugar, la filosofía es «fundamento indirecto» de la religión sobrenatural en


cuanto que nos da las «bases racionales» en que debe fundarse o que debe presuponer toda
religión sobrenatural: La filosofía debe demostrar los primeros principios del conocimiento
y los primeros principios de la religión natural, base de la sobrenatural. Al establecer los
primeros principios del conocimiento, la filosofía demuestra que el mundo es una realidad,
que el hombre es un ser distinto del mundo, que puede conocer las cosas como reales y
distintas del hombre, y que, por tanto, está dentro de relaciones reales con los demás seres.
Entre estos seres la filosofía debe demostrar la existencia de Dios, la posibilidad de la
revelación, la posibilidad de los milagros y las condiciones en que éstos pueden ser
admitidos como ciertos y como criterios de la revelación... Todo esto es lo que se llama el
«fundamento racional» de la revelación, sin el cual no es posible admitir ninguna religión
revelada. He aquí una función principalísima de la filosofía respecto de la religión
sobrenatural.

Pero el conocimiento alcanzado por la filosofía es inferior al que nos abre la revelación.
Esta nos descubre realidades acerca de Dios, que el hombre no puede alcanzar por su propia
ciencia. En este sentido la filosofía está en inferioridad de condiciones. También está en
inferioridad por su método o medio de conocimiento: la filosofía se apoya en
conocimientos «humanos», que son imperfectos y falible la revelación se apoya en la
ciencia «divina», que se nos manifiesta, que es infinita e infalible.

Esto nos da la diferencia entre la razón y la revelación o entre la filosofía y la fe. La


filosofía se funda en la razón humana, es un conocimiento racional, la fe se funda en la
revelación divina que es sobrenatural. Y aquí mismo veremos la diferencia entre
«filosofía», «religión sobrenatural» y «teología sobrenatural». La religión sobrenatural es
simplemente el conjunto de las verdades reveladas, tanto en lo que hay que obrar como
creer. Generalmente se contiene en el Credo o las Confesiones religiosas. La teología en
cambio es una ciencia que analiza el contenido de los dogmas revelados, a fin de establecer
lo mejor posible qué es lo que nos dicen y sacar consecuencias ulteriores para la vida y para
el conocimiento humano. La teología, pues, se funda principalmente en la revelación, en la
autoridad divina pero utiliza también la razón. La filosofía en cambio debe fundarse
exclusivamente en la razón.

A pesar de esta diferencia entre la filosofía y la religión sobrenatural y la teología debe


existir una concordancia entre ellas, puesto que una verdad no puede oponerse a otra
verdad. Surge entonces el problema de la sujeción, de una a otra, de la superioridad e
influencia entre ellas. Una vez demostrado el valor sobrenatural de una revelación, la
filosofía debe dar por definitivo e infalible el contenido de la revelación, puesto que
proviene de Dios, Verdad Infinita. Como filosofía no puede utilizar los elementos de la
revelación, pues, una vez ha tenido conocimiento de ellos, le sirven hasta cierto punto,
porque sabe que son verdades infalibles. De aquí que ninguna conclusión filosófica puede
resultar contraria a la revelación, y en caso de que alguna vez tal apareciese, esto es señal
de que la dicha conclusión filosófica no es correcta o acertada. En una palabra, la filosofía
debe mirar a la teología, a la revelación, como algo a lo que no puede contradecir, o en
términos técnicos, como una «norma negativa».

Se ha dicho con frecuencia, y los grandes teólogos y filósofos de la Edad Media fueron los
que acuñaron la expresión, que la filosofía es «la esclava» de la teología. Esto es verdad, en
el sentido de que la filosofía debe proporcionar a la teología los fundamentos que ésta
necesita, los fundamentos racionales, y además guardar para con la teología la actitud
respetuosa que la Revelación se merece como norma negativa. Pero esto no indica que la
filosofía tenga que renunciar a su valor racional específico, antes bien debe mantenerlo, por
cuanto, por ser el hombre un ser racional, sólo fundado en bases racionales puede admitir la
revelación misma. La revelación respeta, en ese sentido, la razón y los principios
racionales, que son el medio y el campo y la luz propia de la filosofía.

iv. los problemas de la filosofía

Para conocer mejor lo que es la filosofía hemos de tener ante la vista los problemas propios
de la filosofía.

Ante todo, el problema más inmediato al filósofo es el del hombre mismo. Es el más
inmediato y el más importante para el hombre, porque va en juego su propia realidad, mi
propia realidad individual: ¿Qué soy yo?, ¿qué es el hombre?, ¿cuál es su origen, su
destino, su íntima naturaleza? ¿qué son el cuerpo y el alma y las relaciones o los lazos que
los unen?, ¿cómo están unidos? Especialmente interesa conocer la misteriosa realidad,
actividad y propiedades del alma: ¿Qué es el conocimiento, la libertad, el sentimiento? ¿El
alma es simple o compuesta, es espiritual o material, es inmortal o termina su existencia
con la muerte del cuerpo? He aquí algunos problemas importantes relativos al hombre
mismo, que escapan de los métodos de las ciencias particulares sobre el hombre y que
deben ser afrontados por la filosofía: la parte que los estudia se llama Psicología.

Después del hombre, viene como problema más inmediato el del mundo. Vivimos rodeados
de este mundo visible que llamamos el «cosmos», del cual formamos parte: ¿Cuál es el
origen del mundo?, ¿es eterno o temporal?, ¿cuál es el fin último del mundo?; ¿su
estructura en qué consiste? ¿Todas las cosas son vivientes, o hay algunas que no tienen
vida?, ¿qué es la materia, qué es la vida, por qué los seres del mundo parecen regirse por
leyes físicas inmutables, &c., &c.? He aquí otros tantos problemas que escapan también a
los métodos de las ciencias físico-naturales y que deben ser estudiados por la filosofía. La
parte de ésta que los estudia se llama Cosmología.

Viene luego el problema de la realidad que está más allá del mundo sensible, y del hombre
mismo. El hombre es esencialmente religioso y se plantea por ello espontáneamente el
problema de Dios: ¿Dios existe?, ¿qué es y cómo es?, ¿cuáles son las relaciones del mundo
y del hombre con Dios?, ¿qué es la religión y cómo debe el hombre practicarla?, &c., &c.
Son éstos algunos de los problemas que la filosofía debe resolver acerca de Dios.
Problemas de importancia capital, porque afectan a la comprensión misma del mundo y del
hombre. La concepción del hombre y del mundo en la más íntima esencia depende de la
concepción misma de Dios. La parte de la filosofía que estudia los problemas relativos a
Dios se llama Teodicea o Teología natural.

Después de estos problemas relativos en particular al mundo, al hombre y a Dios, aparece


otro grupo de problemas que afectan por igual a la Psicología, a la Cosmología y a la
Teodicea. Son los problemas del ser en general. Ser es lo mismo que realidad, y por poco
que reflexionemos, veremos que el mundo, el hombre y Dios tienen de común que son
«realidad», que son «algo», que son «ser». Viene entonces el problema general sobre el ser:
¿Qué es el ser?, ¿en qué consiste que algo sea realidad y que no sea nada?, ¿cuáles son las
características esenciales del ser, las leyes por que se rige su estructura íntima? Estos
problemas afectan por igual al hombre, al mundo y a Dios. La parte de la filosofía que los
estudia es la más general de todas y por eso se llama Ontología General, o simplemente
Ontología, que significa estudio del ser.

Hasta ahora, hemos considerado problemas que se refieren a realidades. Pero surge
necesariamente para la filosofía el valor de la filosofía misma como filosofía, es decir,
como ciencia. ¿Qué valor tienen nuestros conocimientos filosóficos?, ¿reflejan la realidad?,
¿qué es nuestro conocimiento en sí mismo?, el estudio de esta actividad misteriosa del
hombre que llamamos «conocimiento» y de su relación con el mundo real, constituye una
parte de la filosofía que se llama Crítica en cuanto estudia el valor del conocimiento y
Lógica en cuanto estudia las leyes del mismo para que podamos pensar rectamente.

Después de la realidad y del conocimiento, vienen los problemas del obrar humano. El
hombre debe desarrollar una actividad múltiple, pues la vida es acción. Entre estas
actividades, la más característica del hombre es la que se refiere a las acciones que realiza
como ser libre y con responsabilidad. Aquí surge el problema de la moral. Una vez
realizadas ciertas acciones, tenemos conciencia de que hemos obrado bien en unos casos y
mal en otros. ¿Qué es aquello por lo cual algunas acciones las juzgamos buenas y otras
malas?, ¿qué es la conciencia moral?, ¿qué es el vicio y la virtud?, ¿la justicia y el
derecho?, ¿la sociedad nacional e internacional?, ¿qué relaciones deben regir a los
individuos y a las sociedades en la conducta, en su actividad? Estos son algunos de los
problemas que la filosofía debe estudiar respecto de la conducta humana. La parte de la
filosofía correspondiente se llama Ética o Moral, porque estudia lo que se refiere a las
«costumbres» humanas, en cuanto tales.
Además de la acción o conducta moral, que es la más propiamente humana, el hombre
desarrolla otras actividades, entre las cuales debemos señalar la creación y contemplación
de las obras de arte. La filosofía debe explicarnos en qué consisten, en último término, la
esencia del arte y cuáles sus leyes fundamentales. Esta parte de la filosofía se llama
Estética.

Finalmente, una gran parte de la actividad del hombre, que afecta en gran escala a toda la
humanidad, y a sus relaciones individuales, nacionales e internacionales, es la actividad
técnica, que está dirigida a la transformación de la materia para los usos del hombre. El
estudio de los problemas generales de la técnica, de sus fundamentos en la realidad última
de las cosas, especialmente en la naturaleza misma del hombre, pertenece a una parte de la
filosofía, que no ha alcanzado hasta ahora independencia respecto de las otras, pero que
creemos debería ser objeto de un estudio aparte, debido a la importancia que el desarrollo
de la técnica ha estado adquiriendo en los dos últimos siglos. Creemos que la parte propia
de la filosofía, destinada a elucidar los últimos problemas de la técnica, es el tratado de las
causas, que la filosofía clásica suele incluir en la Ontología general.

Existe en las fronteras mismas en que la ciencia termina para dar lugar a la filosofía una
zona de influencia, común que tiene problemas característicos, los cuales deben ser
resueltos con aporte de las ciencias positivas y de la filosofía. Enumeremos algunas de las
disciplinas filosóficas que han ido surgiendo después del análisis de esas regiones
intermedias: Filosofía de las ciencias, de la cultura, de la educación, del lenguaje, del
derecho, de la sociedad, de la política, del arte, de la religión, de la historia, &c.

Considerando que los problemas más generales de la filosofía pertenecen a la Ontología


general, ésta debe ser el fundamento de todas las demás partes de la filosofía.
Especialmente de las otras tres ramas especiales de la realidad, que se llaman también
Ontologías especiales: la Psicología, la Cosmología y la Teodicea.

Estas cuatro partes de la filosofía se llaman asimismo Metafísica. La Ontología


generalmente, Metafísica general y las Ontologías Especiales, Metafísicas Especiales. El
nombre de Metafísica (que significa «más allá de lo físico»), se les aplica porque el
conocimiento filosófico de las realidades del ser en general, y de las Metafísicas especiales,
está más allá del conocimiento sensible: se trata de realidades más íntimas, que no pueden
ser objeto del conocimiento propio de los sentidos, los cuales solo alcanzaron el mundo
físico.

Pero antes de la Ontología General, debería estudiarse e] problema mismo de la posibilidad


de la existencia de la filosofía, es decir, el problema del conocimiento. Este constituye, en
consecuencia, una especie de estudio previo a toda la filosofía.

Según las indicaciones que acabamos de hacer podría agruparse el conjunto de los
problemas filosóficos según aparece en el siguiente cuadro sinóptico:

Filosofía I  del pensar sus leyes = Lógica


su valor = Crítica
general = Ontología
= Cosmología
II  del ser (metafísica)
especial = Psicología
= Teodicea
   
  arte = Estética
III  del obrar técnica = Filosofía de la Técnica
moral = Ética

v. la filosofía y su historia

Para el estudio de la filosofía es importante, y aun necesario, tener una recta concepción de
la «Historia de la Filosofía». El hombre ha tenido siempre necesidad de filosofar. En todas
las grandes culturas ha surgido una concepción del hombre que alcanza hasta sus últimos
problemas, y, por tanto, de carácter más o menos filosófico. Decimos más o menos
filosófico, porque con frecuencia esta concepción del hombre se ha hallado unida a una
actitud religiosa; y no puramente racional.

La historia de la filosofía abarca todas las manifestaciones, todos los esfuerzos del hombre
por resolver los problemas filosóficos, realizados a través de la historia. La historia
completa de la filosofía debe tener en cuenta tanto la filosofía oriental, como la occidental.
En el Oriente, tanto en la China como en la India y en Persia han existido concepciones
filosóficas, algunas de las cuales han continuado hasta nuestros días. Pero, para nuestro
objeto, debemos más bien limitarnos a la filosofía occidental. Esta ha tenido origen en
Grecia, y suele dividirse en cuatro grandes épocas: Filosofía antigua (Griega, Greco-
romana y Cristiana-patrística), Filosofía medieval (Cristiana, Escolástica, Árabe y Judía),
Filosofía Moderna (desde el Renacimiento hasta fines del siglo XIX), Filosofía
Contemporánea (siglo XX).

Una mirada a la historia de la filosofía nos convence de que los problemas filosóficos han
tenido las soluciones más diversas. Algunos han considerado la realidad como materia:
«Materialismo». Para éstos el hombre es un ser puramente material, por tanto perecedero
como todos los demás seres; no hay lugar para la existencia de Dios, ni de otros seres
espirituales; otros filósofos han profesado el «espiritualismo», distinguiendo entre el mundo
material y el mundo espiritual; el hombre participa a la vez de ambos mundos y tiene no
solamente un principio material, sino también espiritual. Generalmente los que admiten en
el hombre un principio espiritual también lo consideran inmortal.

Algunos filósofos sostienen que toda la realidad del universo forma un solo ser material
(«monismo materialista») o un solo ser espiritual y divino («Monismo panteísta»); otros
explican la realidad del universo como distinta de Dios, y admiten que Dios es un ser
personal («teísmo») distinto del mundo y Creador de éste («Creacionismo»).

En cuanto al problema del conocimiento, han aparecido, a través, de la historia de la


filosofía, las soluciones más diversas: algunos sostienen que nada podemos conocer, con
certeza («escepticismo»), otros que solamente podemos conocer nuestra conciencia y que
no sabemos lo que hay fuera de ella, y el mundo que creemos exterior no es sino una
creación subjetiva de la conciencia misma («subjetivismo, idealismo»); otros en fin
sostienen que por el conocimiento percibimos las cosas exteriores a la conciencia y en
mayor o menor grado la percibimos tal como son («realismo»).

En el orden moral también la diversidad de opiniones es notable: según unos, la moralidad


consiste en la utilidad («utilitarismo»); según otros la moralidad es una creación subjetiva
del hombre sin fundamento en las cosas («idealismo»); otros en fin sostienen que hay
principios de moralidad independientes de la voluntad del hombre y a los cuales éste debe
acomodarse para obrar bien o mal («racionalismo»).

Así podríamos ir viendo acerca de todos los problemas filosóficos un desfile de opiniones
diversas en toda la historia de la filosofía.

Esto plantea un serio problema sobre la filosofía misma: Si los hombres hasta ahora no han
podido ponerse de acuerdo en la solución de los problemas filosóficos, no es de esperar que
en el futuro se llegue a descubrir una solución aceptable para todos, y esto parece indicar
que los problemas filosóficos no tienen una solución, o, por lo menos, el hombre no puede
alcanzarla. No sabemos, por tanto, a punto fijo cuál es la solución de los problemas, no
podemos averiguar cuál es la teoría verdadera, y todas las opiniones tendrían, con el mismo
derecho, carta de ciudadanía en el mundo filosófico.

Ante este problema se adoptan dos actitudes fundamentales: algunos reconocen esta
diversidad y admiten simplemente que es imposible hallar una solución. Lógicamente, estos
autores desembocan en el escepticismo. Pero el escepticismo está contra las experiencias
humanas más inmediatas y aún contra nuestras exigencias más íntimas. El escepticismo es
como filosofía un suicidio intelectual, y, además, contradictorio, porque no puede afirmarse
a sí mismo.

Por este motivo, otros adoptan una actitud diametralmente opuesta: Establecen un cierto
núcleo de soluciones o verdades filosóficas que ellos creen ciertas, y forman un «sistema»
determinado. O bien, eligen entre los sistemas filosóficos aquel que les parece verdadero y
desde este sistema juzgan a los demás, rechazándolos en todo o en parte. Esta opinión o
actitud tiene fundamento en la experiencia de que podemos conocer muchas verdades, y,
por tanto, no podemos afirmar que el hombre no conoce nada, y supuesto que algo conoce
como verdad, lo contrario debe ser excluido como falso. Pero el problema surge cuando se
trata de establecer cuál de los sistemas filosóficos es el verdadero, preferible a todos los
demás.

Por eso, otros toman una actitud intermedia: prescindiendo de una decisión en favor de un
sistema determinado, realizan un estudio de conjunto sobre la historia de la filosofía; en ese
estudio creemos hallar nosotros la verdadera solución al problema. Efectivamente, si
atendemos a la historia misma de la filosofía, veremos que, a pesar de la multiplicidad de
problemas y de soluciones, a veces las más contradictorias, existe una cierta tendencia, en
todos los filósofos de mayor relieve a salvar, a afirmar ciertos principios fundamentales
para el hombre, y para su vida: Estos principios fundamentales, que son necesarios para la
existencia humana, para la convivencia de los hombres entre sí, para el orden social y para
la conservación y el desarrollo de la humanidad, se hallan afirmados por la inmensa
mayoría de los filósofos, aún cuando después discrepen acerca de otros muchos problemas.
En realidad, este conjunto de principios, hacia los cuales converge la historia de la filosofía,
es lo que se puede llamar «la filosofía perenne», la realidad del hombre, la distinción entre
el hombre y los demás seres aún los animales superiores; la inteligencia y la libertad; la
conciencia moral, la necesidad de la sociedad humana; la dependencia o relación del
hombre con un mundo transcendente; la religión, &c., éstos, y algunos más, son temas
hacia los cuales converge, en forma afirmativa, toda la historia de la filosofía: decimos que
converge en su conjunto, porque, aún cuando puedan señalarse excepciones, la inmensa
mayoría y los más autorizados de los representantes del pensamiento filosófico en el
Occidente coinciden en una afirmación y reafirmación de estos principios: Las filosofías
persas, chinas, hindúes en el Oriente; y en el Occidente podemos citar las cumbres de su
historia: Sócrates, Platón, Aristóteles, los Estoicos, los Académicos greco-romanos,
Cicerón, Séneca, el neoplatónico Plotino, entre los filósofos paganos; toda la filosofía
cristiana occidental, hasta el siglo XVII, y desde entonces: Descartes, Malebranche,
Spinoza, Leibnitz, Wolff, Kant, Hegel (aunque con interpretación idealista): el Positivismo
del siglo XIX se vio obligado a crear también una concepción social de tipo religioso; y en
el siglo XX han abundado las figuras de primer relieve que están testimoniando el valor de
estos principios fundamentales.

Nuestra opinión es, en consecuencia, que la historia de la filosofía lejos de suscitar en


nosotros una duda universal, nos confirma en la existencia de ciertos valores humanos
fundamentales y perennes, y su conjunto lo llamaremos «filosofía perenne». En cambio, el
hecho de la discrepancia acerca de tantos otros puntos, nos enseña que debemos ser más
cautelosos en su afirmación: solamente un sólido fundamento debe inducirnos, en cada
caso, a admitir como verdadera una solución determinada, dejando más bien, cuando esto
no sea posible con seguridad, abierto nuestro juicio hasta que aparezca la solución
debidamente fundada. Esta es, a nuestro parecer, la lección que nos ofrece la historia de la
filosofía, y a esta luz debemos estudiarla, y aprovecharla para nuestra formación filosófica.
Por de pronto, ya aparece que la historia de la filosofía, por sí sola, no es suficiente medio
de información filosófica. Se necesita cierto criterio de discriminación en las doctrinas
filosóficas, so pena de perdernos en un bosque enmarañado, sin saber cuál es nuestro
verdadero camino. Asimismo se impone también una cautela y un espíritu crítico en la
lectura de los autores, tanto antiguos como modernos, a fin de discriminar en ellos qué es lo
válido o lo inválido de sus doctrinas.

Pero ésto nos lleva a estudiar otro punto de sumo interés para nuestra orientación filosófica.
La historia misma de la filosofía es una lección muy rica en enseñanzas, que no debemos
olvidar. Ella nos obliga a distinguir tres aspectos de la filosofía: la filosofía como actividad,
como resultado y como ideal.

La filosofía como «actividad» es el filosofar mismo realizado por el hombre. Siempre que
un hombre se preocupe por estudiar los problemas filosóficos de acuerdo con el método
exigido, está haciendo filosofía. Esta actividad es lo que se llama filosofar, o la filosofía
como actividad. Puede el hombre filosofar bien o mal, puede hacer bien o mal filosofía,
pero ciertamente está filosofando, está desarrollando una actividad filosófica.
La filosofía como «resultado» es el fruto de la actividad filosófica. En su filosofar el
hombre llega a ciertos resultados, es decir, a dar a los problemas filosóficos determinadas
soluciones. Toda solución, propuesta a través de la historia de la filosofía, es filosofía como
resultado. Naturalmente que los resultados son buenos y malos, aceptables o inaceptables
conformes o disconformes con la realidad de donde surgen los problemas. Esto nos indica
que hay filosofía buena y filosofía mala, es decir, que no corresponde al verdadero
planteamiento de los problemas, y no expresa la realidad tal como en sí es. Ahora bien,
propiamente hablando solamente es verdadera ciencia filosófica como resultado aquella que
se conforma o que expresa la realidad tal como en sé es, por lo cual, tan sólo es auténtica
filosofía la que llega a resultados positivos, o conformes con la realidad, la que resuelve
satisfactoriamente los problemas. Sería, pues, un error identificar la filosofía con la historia
de la filosofía, ya que ésta abarca o debe tener en cuenta todo el esfuerzo filosófico con los
resultados positivos y negativos a los que el hombre ha ido llegando. De aquí que la
tendencia a identificar la filosofía con sus historias, llamada «historicismo filosófico»,
confunde lo bueno y lo malo en filosofía, los resultados auténticos e inauténticos, en una
palabra, lo verdadero y lo falso. Así como en las demás ciencias distinguimos entre las
soluciones equivocadas o superadas y las que verdaderamente responden a la realidad, lo
mismo acaece en filosofía: en física, en medicina, &c., nadie incorpora a las ciencias físicas
o médicas las soluciones equivocadas, tanto antiguas, como modernas. Los errores en física
o en medicina no forman parte propiamente hablando de la «ciencia física o médica»;
igualmente en filosofía los errores no forman parte de la «ciencia» filosófica. Propiamente
hablando, solamente es filosofía la filosofía como «resultado positivo», es decir, el
conjunto de soluciones verdaderas a los problemas filosóficos. Se impone, por consiguiente
en la lectura de los autores una discriminación entre los resultados positivos a que han
llegado, y las fallas, insuficiencias y errores e inconsecuencias en que a veces han caído.

Finalmente, la filosofía como «ideal» es el conjunto de soluciones verdaderas a todos los


problemas filosóficos. Acerca de si el alma humana es mortal o inmortal, existe una
respuesta verdadera, la que expresa la realidad correspondiente a la inmortalidad o
mortalidad del alma. Acerca de la existencia de Dios existe una respuesta verdadera; porque
es imposible que sean a la vez verdaderas la afirmación y la negación de la existencia de
Dios. Acerca de la existencia de un orden moral, independiente de la voluntad humana,
existe también su respuesta verdadera, es decir, la que está de acuerdo con la realidad
acerca de dicho orden moral. Así podríamos seguir mencionando problemas filosóficos.
Pero éstos son innumerables. Con frecuencia alcanzan un grado de dificultad tan grande
que el hombre nunca podrá llegar a resolverlos. Se trata, a veces, de problemas abstrusos,
ajenos a la experiencia del hombre y que sólo con medios de que el hombre carece podrían
ser resueltos. Por eso, la filosofía como «ideal», es decir, el conocimiento completo de
todos los problemas filosóficos no existe para el hombre, nunca puede ser logrado por
nosotros. Solamente Dios, con su ciencia infinita, lo conoce todo. Al hombre, en cambio,
porque tiene una facultad limitada, le es imposible resolver muchos problemas acerca de su
propia naturaleza, de la naturaleza del mundo y de Dios. Esto no quiere decir que algunos
problemas fundamentales no los podamos resolver con certeza. Este conjunto limitado de
problemas, que por cierto incluye lo más esencial para la vida del hombre y para la
comprensión de su origen, su naturaleza y su destino, ha sido resuelto positivamente y con
seguridad, y está siempre al alcance de una inteligencia normal comprobar el valor positivo
de dichas soluciones. Pero en comparación con la totalidad de los problemas filosóficos,
éstos constituyen una pequeña parte, y más de una vez el hombre sólo puede alcanzar
acerca de los otros un grado de probabilidad o de verisimilitud más o menos aproximado a
la realidad. Debemos reconocer modestamente nuestra capacidad limitada de conocer, que
debe ser un estímulo para avanzar más hacia el estudio y solución de nuevos problemas
filosóficos.

Para la comprensión de lo que es la filosofía debe tenerse presente ésta triple distinción de
la filosofía, como actividad, como resultado y como ideal. La «actividad» no se justifica,
como filosofía, por sí sola; el «resultado» es auténtica filosofía sólo cuando es positivo, es
decir, cuando la solución está de acuerdo con la realidad; la filosofía como «ideal» nunca
puede ser alcanzada por el hombre en su totalidad, sino sólo parcialmente, en cierto
conjunto de problemas. La inteligencia humana es limitada. Ningún autor filosófico, ningún
hombre, ha podido hasta ahora, ni seguramente podrá en lo futuro, presentar una filosofía
exenta de algunos errores de soluciones negativas y de deficiencias en el planteamiento y
en la solución de ciertos problemas. Conocemos, es verdad, los jalones de orientación sobre
el origen y destino del hombre, sobre el sentido trascendente de su vida terrenal, y los
principios fundamentales por que debe regirse en su vida individual y social, en sus
relaciones con el mundo y con Dios. Pero es trabajo de cada uno, «mío», la apropiación
consciente de esos principios últimos de la filosofía, a fin de cumplir como lo requiere
nuestra dignidad de hombres, el alto destino a que Dios nos ha llamado.

FIN

1. ¿Qué es Filosofía?

La filosofía es aquella ciencia que tiene como fin responder a grandes interrogantes que
cautivan al hombre (como por ejemplo el origen del universo; el origen del hombre) para
alcanzar la sabiduría. Es por esto, que se debe poner en marcha un análisis coherente, así
como racional para alcanzar un planteo y una respuesta (sobre cualquier cuestión).

La filosofía tiene sus orígenes en el siglo VII antes de Cristo en Grecia. La etimología de
la palabra filosofía proviene de las raíces griegas philos (que significa amor) y sophia (que
significa sabiduría). Es por esto que la filosofía significa “amor a la sabiduría”.

Un filósofo es una persona que busca desesperadamente el saber por el saber mismo. Su
motivación suele ser la curiosidad, que lo lleva a indagar acerca de los principios sobre la
realidad y existencia humana.

2. ¿Qué es el acto de filosofar?

El acto de filosofar se nutre de experiencias del contacto con el


mundo que nos rodea.
Se trata de una condición característica del ser humano. No refiere a un saber en
concreto, sino que es una actitud natural y esperable del hombre en relación al universo y a
sí mismo. El acto de filosofar se nutre de experiencias del contacto con el mundo que nos
rodea (ya sea la vida, las personas, la naturaleza) para obtener respuestas a sus
interrogantes.

La filosofía es una ciencia que se basa en la razón. Es por esto, que solemos definir a la
filosofía como el análisis racional del sentido de la existencia humana, ya sea individual o
bien colectiva, comprendida en el análisis y entendimiento del ser.

3. ¿Cuáles son las ramas de la filosofía?

Así como muchas ciencias la filosofía es una disciplina que


comprende diversas ramas.

Por ejemplo, podemos encontrarnos con una filosofía del ser, que
incluye a la metafísica, la ontología y la cosmología (entre tantas
otras disciplinas).

A su vez, podemos encontrarnos con una filosofía del conocimiento que comprende a la
lógica y la epistemología. También, existe la filosofía del obrar que se ve inmensamente
relacionada con cuestiones morales tales como la ética.

Religión

Definición: Una forma de adoración. Incluye un sistema de actitudes, creencias y prácticas


religiosas; estas pudieran ser personales, o sustentadas por alguna organización. Por lo
general la religión implica creencia en Dios o en varios dioses; o trata a humanos, objetos,
deseos o fuerzas como objeto de adoración. Gran parte de lo religioso se basa en el estudio
que los seres humanos han hecho de la naturaleza; hay también religión revelada. Hay
religión verdadera y religión falsa.

¿Por qué hay tantas religiones?

Cálculos recientes revelan que hay 10 religiones principales y unas 10.000 sectas. De estas,
en África hay unas 6.000, en los Estados Unidos 1.200, y centenares en otros países.

Muchos factores han contribuido al desarrollo de nuevos grupos religiosos. Hay quienes
han dicho que todas las religiones con su diversidad representan diferentes maneras de
presentar la verdad religiosa. Pero en vez de eso, una comparación de sus enseñanzas y
prácticas con la Biblia indica que la diversidad de religiones se debe a que la gente se ha
hecho seguidora de hombres en vez de escuchar a Dios. Es digno de notar que, en gran
parte, las enseñanzas que estas religiones tienen en común, pero que difieren de la
enseñanza bíblica, tuvieron su origen en la antigua Babilonia. (Sírvase ver las páginas 53,
54 en la sección “Babilonia la Grande”.)

¿Quién es el instigador de tal confusión religiosa? La Biblia identifica a Satanás el Diablo


como “el dios de este sistema de cosas” (2 Cor. 4:4). Nos advierte que “las cosas que las
naciones sacrifican, a demonios las sacrifican, y no a Dios” (1 Cor. 10:20). ¡Cuán
vitalmente importante es, entonces, que nos aseguremos de que realmente estamos
adorando al Dios verdadero, el Creador del cielo y de la Tierra, y de que nuestra adoración
le agrade!

¿Son aceptables a Dios todas las religiones?

Jue. 10:6, 7: “Los hijos de Israel de nuevo procedieron a hacer lo que era malo a los ojos de
Jehová, y empezaron a servir a los Baales y a las imágenes de Astoret y a los dioses de Siria
y a los dioses de Sidón y a los dioses de Moab y a los dioses de los hijos de Amón y a los
dioses de los filisteos. De modo que dejaron a Jehová y no le sirvieron. Ante esto se
encendió la cólera de Jehová contra Israel.” (Si alguien adora cualquier otra cosa o a
cualquier otra persona en vez de al Dios verdadero, el Creador del cielo y de la Tierra, es
patente que la forma de adoración de esa persona no le es acepta a Jehová.)

Mar. 7:6, 7: “Él [Jesús] les dijo [a los fariseos y escribas judíos]: ‘Aptamente profetizó
Isaías acerca de ustedes, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los
labios, pero su corazón está muy alejado de mí. Es en vano que me siguen adorando,
porque enseñan como doctrinas mandatos de hombres.”’” (Sin importar a quién afirme
adorar un grupo, si se apega a doctrinas de hombres más bien que a la Palabra inspirada de
Dios, su adoración es en vano.)

Rom. 10:2, 3: “Les doy testimonio de que tienen celo por Dios; mas no conforme a
conocimiento exacto; pues, a causa de ignorar la justicia de Dios pero de procurar
establecer la suya propia, no se sujetaron a la justicia de Dios.” (Puede que haya personas
que tengan la Palabra escrita de Dios, pero que carezcan de conocimiento exacto de lo que
esa Palabra contiene, porque no se les ha enseñado correctamente. Quizás piensen que
tienen mucho celo por Dios, pero tal vez no estén haciendo lo que Él requiere. La adoración
de ellas no va a agradar a Dios, ¿verdad?)

¿Es cierto que hay algo bueno en todas las religiones?

La mayor parte de las religiones enseñan que no se debe mentir ni robar, y así por el estilo.
Pero ¿basta con eso? ¿Bebería usted gustosamente un vaso de agua envenenada solo porque
alguien le asegurara que la mayor parte de lo que está bebiendo es agua?

2 Cor. 11:14, 15: “Satanás mismo sigue transformándose en ángel de luz. No es, por lo
tanto, gran cosa si sus ministros también siguen transformándose en ministros de justicia.”
(Aquí se nos advierte que no todo lo que se origina de Satanás quizás parezca detestable.
Entre los métodos principales que ha usado para engañar a la humanidad han estado
religiones falsas de toda clase, a algunas de las cuales él da la apariencia de justas.)

2 Tim. 3:2, 5: “Teniendo [los hombres mencionados en el versículo 2] una forma de


devoción piadosa mas resultando falsos a su poder; y de éstos apártate.” (Prescindiendo de
las manifestaciones externas de que aman a Dios, si las personas con quienes uno adora no
ponen en práctica sinceramente la Palabra de Dios en su propia vida, la Biblia insta a uno a
cortar tal asociación.)

¿Es correcto abandonar la religión de nuestros padres?

Si lo que nuestros padres nos han enseñado procede en verdad de la Biblia, debemos
apegarnos a ello. Hasta si llegamos a aprender que sus prácticas y creencias religiosas no
están en armonía con la Palabra de Dios, nuestros padres merecen nuestro respeto. Pero
¿qué hay si uno llegara a saber que cierto hábito que tuvieran los padres de uno fuera
perjudicial a la salud y pudiera acortar la vida? ¿Los imitaría uno, y animaría a sus hijos a
hacer lo mismo, o comunicaría respetuosamente a ellos lo que hubiera aprendido? De igual
manera, el conocimiento de la verdad bíblica impone a uno cierta responsabilidad. Si es
posible, debemos compartir con los miembros de nuestra familia lo que hayamos
aprendido. Tenemos que tomar una decisión: ¿Amamos realmente a Dios? ¿Queremos
realmente obedecer al Hijo de Dios? El demostrar eso tal vez exija que abandonemos la
religión de nuestros padres para abrazar la adoración verdadera. Ciertamente no sería
propio permitir que la devoción a nuestros padres fuera mayor que nuestro amor a Dios y
Cristo, ¿no es cierto? Jesús dijo: “El que le tiene mayor cariño a padre o a madre que a mí
no es digno de mí; y el que le tiene mayor cariño a hijo o a hija que a mí no es digno de
mí”. (Mat. 10:37.)

Jos. 24:14: “Ahora teman a Jehová y sírvanle exentos de tacha y en verdad, y quiten los
dioses que sus antepasados sirvieron al otro lado del Río y en Egipto, y sirvan a Jehová.”
(Aquello significaba dejar la religión de sus antepasados, ¿no es cierto? Para servir a
Jehová de manera aceptable, tenían que deshacerse de toda imagen que se hubiera usado en
aquella religión, y limpiar su corazón de todo deseo de aquellas cosas.)

1 Ped. 1:18, 19: “Ustedes saben que no fue con cosas corruptibles, con plata u oro, que
fueron librados de su forma de conducta infructuosa recibida por tradición de sus
antepasados. Empero, fue con sangre preciosa, como la de un cordero sin tacha e
inmaculado, sí, la de Cristo.” (Así que los cristianos primitivos se apartaron de aquellas
tradiciones de sus antepasados, tradiciones que nunca les darían vida eterna. Su
agradecimiento por el sacrificio de Cristo hizo que estuvieran anuentes a deshacerse de
cualquier cosa que hiciera de su vida una vida infructuosa, carente de verdadero
significado, como resultado de no honrar a Dios. ¿No deberíamos tener la misma actitud
nosotros?)

¿Cuál es el punto de vista bíblico acerca de la unión de fes?

¿Cómo consideró Jesús a los líderes religiosos que aparentaban ser justos, pero que no
respetaban a Dios? “Jesús les dijo: ‘Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían a mí,
porque de Dios vine yo y estoy aquí. Ni he venido de mi propia iniciativa, no, sino que
Aquél me envió. [...] Ustedes proceden de su padre el Diablo, y quieren hacer los deseos de
su padre. Ese era homicida cuando principió, y no permaneció firme en la verdad, porque la
verdad no está en él. Cuando habla la mentira, habla según su propia disposición, porque él
es mentiroso y el padre de la mentira. Porque yo, por otra parte, digo la verdad, ustedes no
me creen. [...] Por esto no escuchan ustedes, porque no proceden de Dios.’” (Juan 8:42-47.)

¿Mostraría lealtad a Dios y a sus justas normas el que sus siervos abrazaran en
hermandad religiosa a los que practican lo que Dios condena, o aprobaran tácitamente
dichas prácticas? “Cesen de mezclarse en la compañía de cualquiera que llamándose
hermano sea fornicador, o avariento, o idólatra, o injuriador, o borracho, o que practique
extorsión, ni siquiera comiendo con tal hombre. [...] Ni fornicadores, ni idólatras, ni
adúlteros, ni hombres que se tienen para propósitos contranaturales, ni hombres que se
acuestan con hombres, ni ladrones, ni avarientos, ni borrachos, ni injuriadores, ni los que
practican extorsión heredarán el reino de Dios.” (1 Cor. 5:11; 6:9, 10.) “Cualquiera [...] que
quiere ser amigo del mundo está constituyéndose enemigo de Dios.” (Sant. 4:4.) “Oh
amadores de Jehová, odien lo que es malo. Él está guardando las almas de sus leales.” (Sal.
97:10.)

2 Cor. 6:14-17: “No lleguen a estar unidos bajo yugo desigual con los incrédulos. Porque
¿qué consorcio tienen la justicia y el desafuero? ¿O qué participación tiene la luz con la
oscuridad? Además, ¿qué armonía hay entre Cristo y Belial? ¿O qué porción tiene una
persona creyente con un incrédulo? ¿Y qué acuerdo tiene el templo de Dios con los
ídolos? [...] ‘“Por lo tanto sálganse de entre ellos, y sepárense,” dice Jehová, “y dejen de
tocar la cosa inmunda”’; ‘“y yo los recibiré.”’”

Rev. 18:4, 5: “Oí otra voz procedente del cielo decir: ‘Sálganse de ella, pueblo mío, si no
quieren participar con ella en sus pecados, y si no quieren recibir parte de sus plagas.
Porque sus pecados se han amontonado hasta llegar al cielo, y Dios ha recordado sus actos
de injusticia.’” (Para detalles, véase, entre las secciones principales de este manual,
“Babilonia la Grande”.)

¿Es necesario pertenecer a una religión organizada?

La mayoría de las organizaciones religiosas han producido mal fruto. Lo malo no es el


hecho de que se organicen grupos. Pero muchos han promovido formas de adoración que se
basan en enseñanzas falsas y que mayormente dan importancia a los ritos, en vez de
proveer verdadera guía espiritual; han sido empleados incorrectamente, para controlar la
vida de la gente con fines egoístas; han estado excesivamente ocupados en colectar dinero y
en tener casas de adoración ornamentadas, en vez de dar atención a los valores espirituales;
a menudo sus miembros tienden a la hipocresía. Es obvio que nadie que amara la justicia
querría pertenecer a una organización de tal clase. Pero la religión verdadera está en
contraste refrescante con todo eso. No obstante, para satisfacer los requisitos bíblicos, tiene
que estar organizada.

Heb. 10:24, 25: “Considerémonos unos a otros para incitarnos al amor y a las obras
excelentes, no abandonando el reunirnos, como algunos tienen por costumbre, sino
animándonos unos a otros, y tanto más al contemplar ustedes que el día va acercándose.”
(Para cumplir este mandato bíblico, hay que celebrar reuniones cristianas a las cuales
podamos asistir con regularidad. Tal arreglo nos anima a expresar amor a otros, en vez de
interesarnos solo en nosotros.)

1 Cor. 1:10: “Ahora les exhorto, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a
que todos hablen de acuerdo, y que no haya divisiones entre ustedes, sino que estén
aptamente unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar.” (Tal unidad nunca se
lograría si las personas no se reunieran, ni se beneficiaran del mismo programa de
alimentación espiritual ni respetaran la agencia mediante la cual se proveyera dicha
instrucción. Véase también Juan 17:20, 21.)

1 Ped. 2:17: “Ténganle amor a toda la asociación de hermanos.” (¿Abarca esto solo a los
que tal vez se reúnan para adorar en cierto hogar particular? De ninguna manera; se trata de
una hermandad internacional, como se muestra en Gálatas 2:8, 9 y 1 Corintios 16:19.)

Mat. 24:14: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para
testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.” (Para que todas las naciones
tengan la oportunidad de escuchar las buenas nuevas, la predicación tiene que efectuarse de
manera ordenada, con superintendencia apropiada. El amor a Dios y a sus semejantes ha
hecho que personas de toda la Tierra hayan aunado sus esfuerzos para efectuar esta obra.)

Véase también, entre las secciones principales de este manual, la titulada “Organización”.

¿Es el amar a nuestro semejante lo que en realidad cuenta?

No cabe la menor duda de que tal amor es importante (Rom. 13:8-10). Pero el ser cristiano
exige más que sencillamente ser bondadoso con nuestro prójimo. Jesús dijo que un rasgo
sobresaliente que identificaría a sus verdaderos discípulos sería el amor que se tendrían
unos a otros, que amarían a sus compañeros de creencia (Juan 13:35). La Biblia recalca la
importancia de esto muchas veces (Gál. 6:10; 1 Ped. 4:8; 1 Juan 3:14, 16, 17). Sin embargo,
Jesús mostró que más importante aún es nuestro amor a Dios mismo, el cual se manifiesta
mediante nuestra obediencia a sus mandamientos (Mat. 22:35-38; 1 Juan 5:3). Para mostrar
dicho amor, tenemos que estudiar la Biblia y poner en práctica lo que ella dice, y reunirnos
con otros siervos de Dios para adorar.

¿Es el tener una relación personal con Dios lo que realmente importa?

Por supuesto que tal relación es importante. El sencillamente asistir a los servicios
religiosos de manera formalista no puede tomar el lugar de dicha relación. Pero tenemos
que ejercer cuidado. ¿Por qué? En el primer siglo, había quienes creían que estaban en
buena relación con Dios, pero Jesús mostró que estaban muy equivocados (Juan 8:41-44).
El apóstol Pablo escribió acerca de ciertas personas que evidentemente eran celosas en su fe
y que obviamente pensaban que estaban en buena relación con Dios, pero que no
comprendían lo que realmente se requería para tener la aprobación de Dios. (Rom. 10:2-4.)
¿Podríamos nosotros estar en buena relación personal con Dios si tratáramos sus
mandamientos como de poca importancia? Uno de estos es que nos reunamos con
regularidad con nuestros compañeros de creencia. (Heb. 10:24, 25.)

¿Basta con que leamos personalmente la Biblia?

Es cierto que muchas personas pueden adquirir gran cantidad de conocimiento mediante
leer la Biblia personalmente. Si su motivo es aprender la verdad acerca de Dios y Sus
propósitos, lo que están haciendo es muy loable (Hech. 17:11). Pero, seamos honrados con
nosotros mismos: ¿vamos a captar en verdad el significado pleno de todo ello sin ninguna
ayuda? La Biblia habla de un hombre que ocupaba una posición prominente, pero que fue
lo suficientemente humilde como para reconocer que necesitaba ayuda para comprender la
profecía bíblica. Le prestó tal ayuda un miembro de la congregación cristiana. (Hech. 8:26-
38; compárese esto con otras referencias a Felipe en Hechos 6:1-6; 8:5-17.)

Por supuesto, si alguien lee la Biblia pero no pone en práctica en su vida lo que la Biblia
dice, eso le es de poco provecho. Si cree en ella y obra en armonía con ella, se asocia con
los siervos de Dios en las reuniones regulares de congregación (Heb. 10:24, 25). También
se une a ellos en compartir las “buenas nuevas” con otras personas. (1 Cor. 9:16; Mar.
13:10; Mat. 28:19, 20.)

¿Cómo puede alguien saber cuál religión es la verdadera?

1) ¿En qué se basan sus enseñanzas? ¿Provienen de Dios, o son mayormente de los
hombres? (2 Tim. 3:16; Mar. 7:7.) Pregunte, por ejemplo: ¿Dónde en la Biblia se enseña
que Dios sea una Trinidad? ¿Dónde dice que el alma humana sea inmortal?

2) Considere si está dando a conocer el nombre de Dios. Jesús dijo en oración a Dios:
“He puesto tu nombre de manifiesto a los hombres que me diste del mundo” (Juan 17:6).
Declaró: “Es a Jehová tu Dios que tienes que adorar, y es a él solo que tienes que rendir
servicio sagrado” (Mat. 4:10). ¿Le ha enseñado a uno su religión que ‘es a Jehová a quien
se tiene que adorar’? ¿Ha llegado uno a conocer a la Persona a quien se identifica con ese
nombre —sus propósitos, sus actividades, sus cualidades— de modo que sienta que puede
acercarse a él?

3) ¿Se está demostrando verdadera fe en Jesucristo? Esto envuelve comprensión y


aprecio del valor del sacrificio de la vida humana de Jesús y de su puesto de Rey celestial
hoy día (Juan 3:36; Sal. 2:6-8). Tal aprecio se muestra mediante obedecer a Jesús...
participando personal y celosamente en la obra que él ha asignado a sus seguidores. La
religión verdadera tiene tal fe acompañada por obras. (Sant. 2:26.)

4) ¿Es mayormente ritualista, un formalismo, o es un modo de vivir? Dios desaprueba


enfáticamente la religión que es meramente un formalismo (Isa. 1:15-17). La religión
verdadera sostiene las normas de la Biblia sobre la moralidad y el habla limpia, en vez de
desplegar debilidad y dejarse llevar por las tendencias populares (1 Cor. 5:9-13; Efe. 5:3-5).
Sus miembros manifiestan en su vida los frutos del espíritu de Dios (Gál. 5:22, 23). Así, los
que se adhieren a la adoración verdadera pueden ser identificados por el esfuerzo sincero
que hacen por poner en práctica en su vida las normas de la Biblia, no solo en sus lugares
de reunión, sino en su vida familiar, en su empleo, en la escuela y en sus períodos de
entretenimiento.

5) ¿Verdaderamente se aman unos a otros sus miembros? Jesús dijo: “En esto todos
conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre ustedes mismos” (Juan
13:35). Dicho amor rebasa las fronteras raciales, sociales y nacionales y une a las personas
en una verdadera hermandad. Este amor es tan fuerte que los distingue como
verdaderamente diferentes. Cuando las naciones van a la guerra, ¿quiénes les tienen
suficiente amor a sus hermanos cristianos de otros países como para negarse a empuñar las
armas para matarlos? Esa clase de amor manifestaban los cristianos primitivos.

6) ¿Está en verdad separada del mundo? Jesús dijo que sus seguidores verdaderos ‘no
serían parte del mundo’ (Juan 15:19). Para adorar a Dios de la manera que él aprueba es
preciso mantenernos “sin mancha del mundo” (Sant. 1:27). ¿Se puede decir eso de las
religiones en las que los clérigos y otros miembros se envuelven en la política, o cuya vida
gira mayormente en torno a deseos materialistas y carnales? (1 Juan 2:15-17.)

7) ¿Son sus miembros testigos activos a favor del Reino de Dios? Jesús predijo: “Estas
buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las
naciones; y entonces vendrá el fin” (Mat. 24:14). ¿Qué religión está en realidad
proclamando el Reino de Dios como la esperanza para la humanidad en lugar de estar
animando a la gente a recurrir a gobernaciones humanas para resolver sus problemas? ¿Le
ha equipado su religión para participar en esta actividad, y para hacerlo de casa en casa,
como Jesús enseñó a sus apóstoles a hacerlo? (Mat. 10:7, 11-13; Hech. 5:42; 20:20.)

¿Creen los testigos de Jehová que su religión es la única religión verdadera?

Véanse las páginas 384, 385, en la sección “Testigos de Jehová”.

¿Por qué hay quienes tienen fe, mientras que otros no tienen?

Véase la sección amplia titulada “Fe”.

Si alguien dice...

‘No me interesa la religión’

Usted pudiera contestar: ‘No me sorprende. Muchas personas piensan así. Permítame
preguntarle: ¿Ha pensado usted siempre de ese modo?’. Entonces pudiera añadir: ‘Algo
que me impresionó a mí fue descubrir que casi ninguna de las doctrinas principales que se
enseñan en las iglesias hoy día se halla en la Biblia. (Tal vez desee usar la información que
se halla en las páginas 384, 385 en la sección “Testigos de Jehová”, y dar énfasis especial al
Reino. A modo de contraste, señale qué creen los testigos de Jehová, según se bosqueja en
las páginas 380, 381)’.
Véase también la página 17.

‘Hay demasiada hipocresía en la religión’

Usted pudiera contestar: ‘Sí; estoy de acuerdo con usted. Muchos predican una cosa y
viven de una manera diferente. Pero dígame, ¿qué cree usted de la Biblia? (Sal. 19:7-10)’.

‘Llevo una vida buena. Me llevo bien con los vecinos. Eso es suficiente religión para
mí’

Usted pudiera contestar: ‘Puesto que usted dice que lleva una vida buena, evidentemente
disfruta de la vida, ¿verdad?... ¿Le gustaría vivir en medio de las condiciones que se
describen aquí en Revelación 21:4?... Note lo que es necesario hacer, según Juan 17:3, para
disfrutar de esa vida’.

Véase también la página 314.

‘No me interesa la religión organizada. Creo que lo que cuenta es una relación
personal con Dios’

Usted pudiera contestar: ‘Es interesante eso que dice. ¿Ha pensado usted siempre así?...
¿Ha estado asociado en el pasado con algún grupo religioso?... (Entonces pudiera usar
información de las páginas 313-315)’.

‘No estoy de acuerdo con todo lo que enseña mi iglesia, pero no veo que sea necesario
cambiar de religión. Prefiero trabajar en mejorar mi propia religión’

Usted pudiera contestar: ‘Agradezco que me lo diga. Estoy seguro de que usted
concordará conmigo en que lo que realmente importa para todos nosotros es tener la
aprobación de Dios, ¿no es cierto?’. Entonces pudiera añadir: 1) ‘Aquí en Revelación
18:4, 5 Dios nos da algo sobre lo que todos debemos pensar seriamente.... Hasta si nosotros
mismos no practicamos cosas incorrectas, la Biblia muestra que compartimos la culpa si
apoyamos a esas organizaciones. (Vea también la sección titulada “Babilonia la Grande”)’.
2) (Quizás también pueda usar la información de las páginas 315, 316.) 3) ‘Dios busca a
personas que aman la verdad, y las está juntando para que adoren en unidad (Juan
4:23, 24)’.

‘Todas las religiones son buenas; usted tiene la suya y yo tengo la mía’

Usted pudiera contestar: ‘Está claro que usted es una persona tolerante. Pero también
reconoce que todos necesitamos la guía que la Palabra de Dios provee, y por eso tiene su
religión, ¿no es cierto?’. Entonces pudiera añadir: ‘Aquí en Mateo 7:13, 14 la Biblia nos
suministra una guía muy valiosa mediante estas palabras de Jesús. (Lea.)... ¿Por qué será
eso así?’.

Véanse también las páginas 308-310.


‘Con tal que uno crea en Jesús, realmente no importa a qué iglesia pertenezca’

Usted pudiera contestar: ‘No hay la menor duda en cuanto a que es vital creer en Jesús. Y
supongo que por creer en Jesús usted quiere decir aceptar todo lo que él enseñó. Sin duda
usted ha observado, como lo he hecho yo, que muchos que dicen que son cristianos en
realidad no viven de acuerdo con lo que ese nombre representa’. Entonces pudiera
añadir: 1) ‘Note lo que Jesús dijo aquí en Mateo 7:21-23’. 2) ‘Hay un maravilloso futuro
para los que se preocupan lo suficiente como para investigar cuál es la voluntad de Dios y
entonces la hacen (Sal. 37:10, 11; Rev. 21:4)’.

‘¿Qué les hace creer que hay una sola religión verdadera?’

Usted pudiera contestar: ‘No hay duda de que hay muchas personas sinceras en casi toda
religión. Pero lo que realmente cuenta es lo que dice la Palabra de Dios. ¿A cuántas fes
verdaderas se refiere la Biblia? Note lo que está escrito aquí en Efesios 4:4, 5’. Entonces
pudiera añadir: 1) ‘Eso concuerda con lo que se declara en otros textos (Mat. 7:13, 14, 21;
Juan 10:16; 17:20, 21)’. 2) ‘Así, el desafío al que nos enfrentamos es identificar esa
religión. ¿Cómo se puede hacer eso? (Tal vez pueda utilizar la información de las
páginas 315, 316)’. 3) (Vea también lo que aparece en las páginas 380, 381 en la sección
“Testigos de Jehová”.)

‘Sencillamente leo la Biblia en mi hogar y oro a Dios que me dé entendimiento’

Usted pudiera contestar: ‘Hasta ahora, ¿ha logrado leer toda la Biblia?’. Entonces
pudiera añadir: ‘A medida que siga esforzándose en ese sentido, hallará un punto muy
interesante en Mateo 28:19, 20.... Esto es significativo, porque muestra que Cristo utiliza a
otros seres humanos para ayudarnos a entender lo que se requiere para ser un cristiano
verdadero. En armonía con eso, los testigos de Jehová se ofrecen a visitar a las personas en
su hogar por una hora más o menos, cada semana —completamente gratis la visita— para
considerar la Biblia. ¿Me permite tomar solo unos minutos para mostrarle cómo lo
hacemos?’.

Véanse también las páginas 314, 315.

‘Creo que la religión es asunto privado’

Usted pudiera contestar: ‘Ese es un punto de vista común hoy en día; y si a alguien
realmente no le interesa el mensaje de la Biblia, con mucho gusto pasamos a visitar otros
hogares. Pero ¿se da cuenta usted de que la razón por la cual vine a visitarlo es porque eso
fue lo que Jesús dijo a sus seguidores que hicieran?... (Mat. 24:14; 28:19, 20; 10:40)’.
Religión
Concepto: Sistema de la actividad humana compuesto
por creencias y prácticas sagradas.
Religión. Es un sistema de la actividad humana compuesto por
creencias y prácticas acerca de lo considerado divino o sagrado, tanto
personales como colectivas, de tipo existencial, moral y espiritual. Se
habla de religiones para hacer referencia a formas específicas de
manifestación del fenómeno religioso, compartidas por los diferentes
grupos humanos. Hay religiones que están organizadas de formas más
o menos rígidas, mientras que otras carecen de estructura formal y
están integradas en las tradiciones culturales de la sociedad o etnia en
la que se practican. El término hace referencia tanto a las creencias y
prácticas personales como a ritmos y enseñanzas colectivas.

Historia
En la antigüedad Grecorromana, los filósofos ya intentaban explicar el origen de las
creencias. Lucrecio en De natura Rerum, emite la hipótesis de que los hombres inventaron a
los dioses para explicar las maravillas y los misterios de la naturaleza, para explicar lo que
no controlaban. Critias pensaba que la religión (y el temor de los dioses) se había inventado
para imponer a cada uno al respeto a la sociedad, disciplina, moral, sentido del bien y del
mal. Los antropólogos, psicólogos y sociólogos mantienen para la mayoría estas dos
explicaciones.

Definiciones
Alá (Dios) en árabe. El Islam no utiliza imágenes para sus representaciones sagradas.
Definir qué es religión (del latín religare o re-legare) ha sido y es motivo de controversia
entre los especialistas. Según el sociólogo G. Lenski, es un sistema compartido de creencias
y práticas asociadas, que se articulan en torno a la naturaleza de las fuerzas que configuran
el destino de los seres humanos. Por su parte el antropólogo Clifford Geertz, propone una
definición alternativa. La religión es un sistema de símbolos que obra para establecer
vigorosos, penetrantes y duraderos estados anímicos y motivaciones en los hombres,
formulando concepciones de un orden general de existencia y revistiendo estas
concepciones con una aureola de efectividad tal que los estados anímicos y motivaciones
parezcan de un realismo único. Debido al amplio espectro de usos de las palabras, resulta
especialmente complejo ofrecer una definición exhaustiva de la religión o del fenómeno
religioso. Sin embargo, como hecho antropológico, engloba entre otros los siguientes
elementos: tradiciones, culturas ancestrales, instituciones, escrituras, historia, mitología, fe
y credos, experiencias místicas, ritmos, liturgias, oraciones…
La palabra religión en ocasiones se usa como sinónimo de religión organizada u
organización religiosa, es decir, instituciones que respaldan el ejercicio de ciertas
religiones, frecuentemente bajo la forma de entidades legales.
Religiones
Hay diferentes clasificaciones de las religiones, por ejemplo:

Por concepción teológica

Teísmo: es la creencia en una o más deidades. Dentro del teísmo cabe distinguir entre:

Monoteístas: aquellas religiones que afirman la existencia de un solo Dios, que a menudo
es creador del universo. Las religiones monoteístas más numerosas son el cristianismo y el
Islam.

Politeístas: las religiones que observan la creencia en múltiples dioses, como sucede en
varias religiones del hinduismo así como en las históricas griega y romana.

Dualista: aquella religiones que suponen la existencia de dos principios o divinidades


opuestos y enfrentados entre sí, aunque solo uno de ellos suele ser merecedor de veneración
por sus fieles mientras que el otro es considerado demoníaco o destructivo. Cabe incluir en
esta categoría el maniqueísmo y el catarismo.

Politeístas: creen en la existencia de diversos dioses organizados en una jerarquía o


panteón, como ocurre en el Hinduismo, el Shinto japonés, o las antiguas religiones de la
humanidad griega, la romana y la egipcia.

Por revelación

Otra división que se utiliza consiste en hablar de religiones reveladas o no reveladas.

 Las religiones reveladas se fundamentan en una verdad revelada de carácter


sobrenatural desde una deidad o ámbito trascendente y que indica a menudo cuáles
son los dogmas en los que se debe creer y las normas y ritmos que se deben seguir.
 Las religiones no reveladas no definen su origen según un mensaje dado por
deidades o mensajeros de ellas, aunque pueden contener sistemas elaborados de
organización de deidades reconociendo la existencia de éstas deidades y espíritus en
las manifestaciones de la naturaleza.

Por origen

Otra clasificación de las religiones es por origen o familia. Las religiones se agrupan en
troncos de donde derivan, por ejemplo:

Usualmente se acepta que las principales Familias de religiones son las siguientes:

 Familia de religiones abrahámicas o semíticas.


 Familia de religiones dhármicas o índicas.
 Familia de religiones iranias.
 Familia de religiones neopaganas.
 Familia de religiones tradicionales africanas.
 Familia de religiones tradicionales nativo americanas.

Sectas o nuevos movimientos

Algunas religiones, de reciente creación, tienen un estatus complejo ya que no son


reconocidas como religiones de manera universal. Una Secta o Nuevo Movimiento
Religioso, según la antropología y la sociología, es, desde el punto de vista sociológico, un
grupo de personas con afinidades comunes: culturales, religiosas, políticas, isotéricas, etc.
Habitualmente es un término peyorativo, frente al que ha surgido el eufemismo (nuevos
movimientos religiosos).
Aunque el vocablo secta esté relacionado con grupos que posean una misma afinidad, con
el paso de los años ha adquirido una connotación relacionada con grupos de carácter
religioso, a los que se califica como secta destructiva. Estos grupos pueden tener un
historial judicial en uno o varios países, por manipulación mental o por ser grupos de
carácter destructivos. En algunos países, algunas de estas no están reconocidas o
autorizadas. A menudo una secta está centrada en el culto personal al profeta o líder, del
grupo. La palabra secta se ha concebido derivada, principalmente, del latín seqüi: “seguir”.

¿Qué es Ciencia?
Ciencia es un conjunto de conocimientos racionales, verificables y falibles que ha sido
obtenido a través de un método sistemático que implica la observación metódica y el
razonamiento para deducir principios y leyes, y busca explicar distintos fenómenos
naturales, sociales y espirituales.

El método científico es el proceso mediante el cual se obtienen conocimientos científicos.


Es una forma metódica y controlada para obtener nuevos conocimientos.

El conocimiento obtenido a través del método científico, no es una verdad incuestionable.


Los conocimientos científicos se consideran válidos hasta que no sean refutados. Una teoría
deja de ser válida cuando se demuestra que es errónea, en este caso, esta teoría puede ser
revisada o reemplazada por una nueva. De hecho, en muchas áreas de la ciencia, coexisten
diversas teorías que son incompatibles entre sí, pero aún ninguna de ellas ha sido refutada
por los hechos.
La ciencia no es un conjunto estático de conocimientos, sino que evoluciona y cambia a
medida que se producen nuevas investigaciones. En el mundo se destinan numerosas
cantidades de dinero para el desarrollo del conocimiento científico, que hace que existan
nuevos descubrimientos científicos.

No es finalidad de la ciencia responder a todas las preguntas. La ciencia es sólo un tipo de


conocimiento humano.

Con respecto a los juicios de valor, según algunos filósofos, las ciencias no deben buscar
soluciones a problemas de juicios de valor, y su trabajo se debe realizar despojado de toda
consideración valorativa. Otros afirman que ciencias como la sociología y la economía, no
deben presentarse como ciencias libres de valores, porque su objeto de estudio está cargado
de juicios de valor. También afirma que el científico que realiza una investigación no se
puede despojar completamente de sus creencias y valores, los cuales pueden influir en
diversas etapas de la investigación, por ejemplo en la elección de un tema, de un método de
investigación, o del vocabulario con el cual se divulgan los conocimientos. También se
afirma que, para iniciar una investigación científica, se parte de un punto de vista que
supone valoraciones.

Ciencia, Técnica y Tecnología


La técnica es un método aplicable para obtener un resultado determinado.

La tecnología es un conjunto de procedimientos aplicables a la producción de bienes y


servicios. Es conocimiento acerca de la técnica.

La obtención de saberes aplicables en la ciencia y la tecnología no necesariamente deben


proceder de el método científico, pueden haber sido obtenidos, por ejemplo, por mera
casualidad o por ensayos de prueba y error; aunque gran parte del conocimiento científico
es aplicable a la técnica y la tecnología.

La ciencia en la vida moderna


Desde el siglo XVII, la producción de conocimiento científico se aceleró rápidamente año a
año. Estos conocimientos se aplicaron para producir mas y mejores bienes y servicios. Para
gran parte de la población mundial, el mayor acceso a numerosos bienes significó un
aumento de la calidad de vida. Es decir, que la ciencia puede contribuir al bienestar de las
personas. Sin el conocimiento científico, no dispondríamos de gran cantidad de alimentos,
vacunas, computadoras, etc.

Ciencias Formales, Naturales y Sociales


Ciencias Formales (Lógica, Matemática, etc.). Trabajan con ideas creadas por el
razonamiento humano. Buscan llegar a conclusiones de vigencia permanente y universal.

Ciencias Sociales (Economía, Historia, etc.). Su objeto de estudio es el hombre y la


sociedad. Sus conclusiones son válidas en un espacio-tiempo determinado.

Ciencias Naturales (Biología, Física, Química, etc.) Su objeto de estudio es la naturaleza.


Estudian aspectos físicos del mundo.

Autor: Federico Anzil


Diciembre de 2010
© todos los derechos reservados

Bibliografía:
Guillermo Cortés Lutz, "Una Mirada Histórica a la evolución de la
Ciencia".
Bunge, Mario "La Ciencia, su Método y su Filosofía"

Definición de ciencia
La definición de ciencia es la observación, identificación, descripción,
investigación experimental y explicación teórica de los fenómenos. En
particular, se utiliza en las actividades aplicadas a un objeto de
investigación o estudio

"conocimiento alcanzado a través del estudio o la práctica"

"conocimiento que incluye verdades generales de la aplicación de las leyes


generales, en especial el obtenido y probado a través del método científico [y]
que se ocupa del mundo físico".

Te mostramos otras definiciones comunes de ciencia:

 Rama del conocimiento o estudio que se ocupa de un conjunto de hechos o verdades


dispuestas de manera sistemática y que muestran el funcionamiento de las leyes generales:
la ciencia matemática.
 Conocimiento sistémico del mundo físico o material obtenido a través de observaciones y
la experimentación.
 Conocimiento sistematizado en general.

 Cualquiera de las ramas de las ciencias naturales o físicas.

 Una determinada rama del conocimiento.

 Conocimiento a partir de hechos o principios; conocimiento adquirido mediante el estudio


sistemático.

 Habilidad, en especial aquella que refleja una aplicación precisa de hechos o un principio;
dominio.

La palabra Ciencia proviene de la palabra latina "scientia" que significa "conocimiento" y, en el


sentido más amplio, se trata de cualquier práctica normativa o con base de conocimiento
sistemática capaz de dar lugar a la predicción. Por esta razón, la ciencia es considerada una
técnica o práctica altamente especializada.

Sin embargo, en términos más actuales, la ciencia constituye un sistema de adquisición de


conocimientos sobre la base del método o proceso científico con el objetivo de organizar el
cuerpo de los conocimientos adquirido a través de la investigación.
La ciencia sigue siendo un esfuerzo continuo por parte del hombre para descubrir y aumentar
el conocimiento mediante la investigación. El científico hace observaciones, registra datos
medibles relacionados con sus observaciones y analiza la información que tiene a mano con
el fin de construir explicaciones teóricas del fenómeno en cuestión.

Los métodos de la investigación científica abarcan hacer


hipótesis y experimentación para probar la hipótesis en
condiciones controladas. En este proceso, los científicos
publican sus obras para que otros científicos puedan
hacer experimentos similares tal vez en condiciones
diferentes para fortalecer aún más la fiabilidad de los
resultados.

Los campos científicos son ampliamente divididos en ciencias naturales (para estudiar
fenómenos naturales) y ciencias sociales (para estudiar el comportamiento y las sociedades
humanas). Sin embargo, en estas dos divisiones, el conocimiento debe ser obtenido a través
de observaciones y ser capaz de ser probado por su validez por parte de otros investigadores
que trabajan en condiciones similares. Existen otras disciplinas, tales como la ciencia de la
salud y la ingeniería, que se agrupan en ciencias interdisciplinarias y aplicadas.
La mayoría de las investigaciones científicas utilizan algún tipo de método científico. Un
método científico intenta explicar los acontecimientos de la naturaleza en forma reproducible y
permitir el uso de estas reproducciones para formar predicciones.
Los científicos hacen observaciones de fenómenos naturales y luego tratan de imitar eventos
naturales bajo condiciones controladas a través de la experimentación. En base a
las observaciones, un científico puede generar un modelo y tratar de describir o representar el
fenómeno en términos de reproducción matemática o lógica. Posteriormente, el científico
reunirá la evidencia empírica y generará su hipótesis para explicar el fenómeno.
Esta descripción se utiliza para formar las predicciones que a su vez serán puestas a prueba
con la experimentación o la observación mediante el método científico. Se llevan a cabo
evaluaciones para demostrar que una hipótesis es aceptable o debe ser descartada por
completo o para recomendar modificaciones.

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