Las mitocondrias dejaron de intercambiar gases por energía, privando a la célula de energía y causando que deje de funcionar correctamente. Los orgánulos se enojaron y comenzaron a pelear, pero se detuvieron cuando escucharon golpes en la puerta celular, indicando que un virus estaba atacando. Las mitocondrias produjeron energía más rápido para ayudar a la célula a defenderse del virus, aunque aprendieron la lección de no ser haraganas.
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Las mitocondrias dejaron de intercambiar gases por energía, privando a la célula de energía y causando que deje de funcionar correctamente. Los orgánulos se enojaron y comenzaron a pelear, pero se detuvieron cuando escucharon golpes en la puerta celular, indicando que un virus estaba atacando. Las mitocondrias produjeron energía más rápido para ayudar a la célula a defenderse del virus, aunque aprendieron la lección de no ser haraganas.
Las mitocondrias dejaron de intercambiar gases por energía, privando a la célula de energía y causando que deje de funcionar correctamente. Los orgánulos se enojaron y comenzaron a pelear, pero se detuvieron cuando escucharon golpes en la puerta celular, indicando que un virus estaba atacando. Las mitocondrias produjeron energía más rápido para ayudar a la célula a defenderse del virus, aunque aprendieron la lección de no ser haraganas.
Las mitocondrias dejaron de intercambiar gases por energía, privando a la célula de energía y causando que deje de funcionar correctamente. Los orgánulos se enojaron y comenzaron a pelear, pero se detuvieron cuando escucharon golpes en la puerta celular, indicando que un virus estaba atacando. Las mitocondrias produjeron energía más rápido para ayudar a la célula a defenderse del virus, aunque aprendieron la lección de no ser haraganas.
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CUENTO DE LAS CÉLULAS
Hubo una vez en una ciudad llamada celulosa, un catastrófico
disturbio que hizo que todo en la célula tuviera que ser restablecido. Todo empezó cuando las mitocondrias se aburrieron de intercambiar gases por energía y se fueron a quejar al núcleo para que reorganizara sus trabajos, pero el núcleo no podía reemplazarlas porque nadie sabía esta función. Así fue que las mitocondrias dejaron de hacer su función y la célula se desactivó por no tener energía, el retículo endoplasmático dejó de enviar proteínas y el negocio tuvo que cerrar. Los ribosomas no podían producir proteínas y las vacuolas se quedaron sin espacio en sus bodegas, perdiéndose así el material producido. La membrana celular no podía abrir sus puertas automáticas y nada pudo salir ni entrar. Llenos de ira los organelos se revelaron y volcaron un camión del retículo y acorralaron a las mitocondrias, cuando se disponían a digerirlas con el ácido y las enzimas digestivas del lisosoma, algo las detuvo. Todo empezó a ponerse negro y se oyeron unos poderosos golpes que provenían de la puerta, lo peor había llegado... Los atacaba una enfermedad y ahora estaba asediando la puerta, las mitocondrias tomaron acción evasiva y empezaron a darle energía a la célula al doble de rápido. Todos se unieron a atacar al virus y las mitocondrias aprendieron su lección, pero sus compañeros siempre las llamaron haraganas y holgazanas.