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MEDITACION GUIADA DE AUTOSANACION - ITSARO SUITT Ok

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MEDITACION GUIADA DE AUTOSANACION -ITSARO SUITT

22:25
Busca un lugar cómodo donde descansar. Relajo mi cuerpo. Respiro profundamente, pongo atención en el aire que
respiro. Siento como entra el aire por mi nariz y lleno ampliamente mis pulmones. Siento como sale el aire.
Pongo atención en los latidos de mi corazón. Le permito a mi corazón latir al ritmo que quiera. Poco a poco, voy
abandonando todo deseo de controlar algo. Le permito este sueño que sea como quiera, es solo un sueño no está
pasando nada. Todo lo que experimento está en mi mente.
Le permite a mi cuerpo descansar. Relajo mi cabeza, los músculos de mi cara, relajo la frente, las cejas, mejillas y
labios, el cuello. Descanso toda mi espalda, disfruto este alivio de descansar la espalda, los hombros, los brazos y las
manos, los dedos de las manos. Relajo por completo el abdomen y las caderas, las piernas, los pies y los dedos de los
pies. Todo está en calma siento, esa suave sensación es mi interior que me dice todo está bien.
No hay razón para preocuparse, no hay ansiedad, no hay apuro ni responsabilidades, todo está bien.
Soy perfectamente libre de hacer lo que yo quiera, puedo elegir solo descansar.
Siento mi respiración profunda y la disfruto, pongo atención a todos los sonidos del exterior y les permito ser como
quieran ser. Abandono todo deseo de controlar. Todo lo disfruto, en verdad no está pasando nada.
Esto es solo un sueño y puedo disfrutar este sueño, pero mi meta está más allá de este mundo, más allá de esta
ilusión que yo llamo vida real.
Siento la respiración profunda, siento mi corazón, mi cuerpo descansa. Todo lo que haga está bien, no me juzgare
por nada.
Si desea acomodarme lo hago libremente y vuelvo a descansar.
Si deseo pararme para ir al baño o resolver algo, lo hago tranquilamente y luego vuelvo. Está todo bien siempre.
Si de pronto me la hace alguna emoción tengo ganas de llorar, me permito llorar.
Y si algo me da risa, me permito reír. Siempre todo está bien. No deseo controlar nada de lo que esté ocurriendo.
Le permito a los sonidos, ser como tengan que ser, a los movimientos a mi alrededor les permito, ser.
Mi cuerpo descansa, no hay preocupación, no tengo que hacer nada.
No se me pide nada, no se me obliga a nada, simplemente disfruto y descanso.
Mientras mi cuerpo descansa, poco a poco voy a ir dejando de identificarme con este cuerpo.
Voy a recordar que este cuerpo es solo un instrumento, un medio de comunicación a través del cual expresar y
enseñar amor, perdón, bondad.
Pero yo soy espíritu eso es lo que recordaría ahora, y con eso me quiero identificar.
Mi perfecto espíritu no tiene ninguna relación con el cuerpo, ni con nada de este mundo. No es figura ni forma no
tiene espacio ni tiempo ni dimensiones, es perfecto amor, y eso es lo que soy.
Una perfecta paz. Ahora recuerdo quién soy.
Soy la perfecta creación de Dios, unido a todos mis hermanos.
Nadie está separado de mí y nadie está separado de Dios.
Ese padre celestial creador, es uno conmigo porque me creo dentro de sí.
Dios tiene un solo Hijo, somos todos, al parecer divididos, pues esta es la ilusión, la división.
La separación no es real, ya soy uno con todo ser, en mi espíritu.
Claramente a nivel de los cuerpos pareciera que estamos separados, los cuerpos solamente pueden estar separados
pero el amor es uno.
Mi espíritu, el Cristo que yo soy es uno solo y uno con Dios.
Aquí en este mundo, existen las matemáticas, uno más uno es dos, pero en mi hogar celestial donde ya estoy
eternamente no hay matemáticas. Por lo tanto, uno más uno sigue siendo uno.
Dios y yo somos uno eternamente, en perfecto amor.
Disfruto mi respiración profunda, los latidos de mi corazón.
Comienzo a saborear esa sensación de paz, que me recuerda de que ya estoy a salvo, y que de hecho siempre lo
estuve, que todos mis hermanos ya están a salvo, aunque no lo puedan experimentar aún.
Siento en mi interior la voz de Dios, el Espíritu Santo que solo me habla a favor de mi inocencia y la de todos mis
hermanos, pues es una sola la inocencia entre todos la compartimos.
Esta inocencia no tiene nada que ver con las cosas de este mundo, lo que haga un deje de hacer.
Pues mi inocencia está en mi espíritu, en mi verdadero ser y ahí si soy eternamente santo, perfecto o perfecta.
Soy uno con Dios, y ahí todo está bien realmente. Todo está bien.
Estoy eternamente en el cielo unido a Dios, solo que estoy experimentando una breve sensación de separación.
Es solo un sueño, una ilusión, no es real la separación, jamás ha sido real, jamás me separé de Dios ni me dividí con
mis hermanos. Sigo siendo un solo Cristo y uno con Dios. Por lo tanto, toda la verdad se puede resumir en 2
palabras: Dios es.
Yo soy parte de Dios, soy el mismo amor, por lo tanto, también soy Dios.
Sólo soy luz perfecta de verdad, soy la misma armonía celestial.
Ninguna nota del himno celestial se ha perdido. Este mundo no puede transcribir el cielo, ahí en mi hogar donde
estoy eternamente a salvo de todo.
Mi creencia de ser culpable, jamás alterará mi santidad.
Mi creencia de que mis hermanos sean culpables, jamás va a alterar su santidad e inocencia.
Nada puede cambiar nuestra grandeza, pues fue otorgada por Dios desde el inicio y para siempre, eternamente más
allá de la ilusión del tiempo.
Voy a poner atención a todas esas imágenes que se me vienen, recuerdos de haberme sentido culpable, esas
situaciones donde creí que dañé a alguien, donde creí que yo fui culpable. Voy a recordar que son solo un sueño, una
ilusión. Jamás hice nada, está todo bien.
Le entrego todas estas creencias de ser culpable al Espíritu Santo, el cual tiene un solo juicio: el Hijo de Dios es santo
como su Padre. Eso es lo que yo soy, el Hijo de Dios, la perfecta creación de Dios, sin separación ni diferencia.
Soy tan grande como Dios, tan perfecto, la misma santidad de inocencia.
Eso sí soy, y yo no lo puedo cambiar por mucho que crea ser culpable, no puedo ser culpable, por mucho que yo crea
que mis hermanos lo son, no pueden serlo, pues compartimos la misma inocencia eternamente.

Dios se regocija en mi existencia, yo soy su felicidad, pues soy su perfecta creación exactamente igual a él.
Recuerdo la paz de Dios en mi interior.
Voy a poner atención a todas mis resistencias a esta paz, a este amor infinito. A mi ego no le conviene perdonar,
porque tiene miedo de la paz Dios.
Voy a observar mi ego y todas mis resistencias a perdonar, y voy a mirarlo bondadosamente, sin juicio ni condena.
Simplemente voy a recordar yo no soy eso. Yo soy la perfecta creación de Dios, sin temores, ni culpas.
Aún estoy a salvo de todo, y puedo recordarlo, jamás me separé de Dios. Todo sigue estando tal como Dios lo creó,
uno con el todos dentro de su amor, de su paz.

Pongo atención a todas las personas que se me vengan a la mente todos mis hermanos, ya sea mi papá, mamá, mis
hermanos, hijos, compañeros, parejas o exparejas, amigos, conocidos o desconocidos.
Todo ser cuando llegue a mi mente le brindaré el perfecto perdón que me ha enseñado el Espíritu Santo.
Deseo ver la faz de Cristo en cada uno de mis hermanos, deseo ver al santo Hijo de Dios, el cual yo también soy.
Deseo ver esa perfecta creación, porque será mi reflejo, porque en verdad deseo verle en mí también.
Cada hermano me vendrá a reflejar lo que yo creía ser. Quizás me reflejen intolerancias, disgustos, agresividad,
enfado, culpa, miedo, todo eso son solo ilusiones.
Ahora recuerdo que estaba proyectando en ellos mis propias culpas, pero también recuerdo que estas culpas son
infundadas, jamás me separé de Dios, jamás ocurrió todo este mundo ilusorio. Está todo bien, no soy culpable de
nada, por lo tanto, no tengo ninguna culpa que proyectar en mis hermanos.
Donde no hay culpa, no puede haber rencor. Ahora veré a mis hermanos como mis salvadores, vienen a reflejar lo
falso que creía de mí, no está ni en él ni en mí.
Solo hay perfección, sólo hay santidad e inocencia, y eso es lo que deseo ver.
Miraré fijamente en mi mente a cada uno de mis hermanos, lentamente, y uno por uno les diré: “deseo ver la
verdad en ti para verla en mí, deseo ver solo tu santidad son uno real en ti y pasar por alto tu ego para poder
sanar el mío.”
Me deshago de las ilusiones y me quedo solo con lo real, tu perfecta grandeza exactamente igual a Dios.
Tú eres el Hijo de Dios junto conmigo, y ambos somos la perfecta creación, unidos a nuestro creador.
Gracias por existir y ser parte de mí, y por compartir en este sueño, pues ambos nos guiamos hacia el despertar hacia
la unidad con nuestra Fuente.
Te abrazo hermano o hermana, te amo y deseo perdonar todo en ti, pues así perdonaré todo en mí.
Ya no hay razón para juzgar ni rechazar, no tiene razón de ser. No hay razón para dejar de amarte, ya que no hay
razón para dejar de amarme, seguimos siendo unidad uno con Dios, y realmente todo está bien.
Ahora lo sé y lo puedo experimentar, incluso si mañana o después lo olvido, acudiré a la voz de Dios que me
recordara tiernamente: estás a salvo, no ha pasado nada, sigues estando unido a tus hermanos y a Dios, todo esto es
sólo un sueño.

Lentamente puedes ir despertando y está todo bien, sigue tu vida normal, sigue haciendo las cosas que haces, pero
cambio de propósito.
No permitas que te guíe el propósito de tu ego, que es separarte, mantener la creencia de que no eres uno con tus
hermanos. Más bien vuelve a elegir y escoge la voz de Dios, que te recuerda que jamás hubo separación, que no
puedes sufrir porque eres tan poderoso como Dios.
Nadie es víctima realmente, todos son tan poderosos como Dios.
Si puedes ver la grandeza de tus hermanos, sabrás que ya están a salvo, más aún puedes escuchar sus peticiones de
ayuda y responderles con bondad.
Hoy escucharemos todas las peticiones de amor, a veces disfrazadas como gritos, enfados, ofensas o humillaciones.
Veremos todos esos ataques como peticiones de amor, es ahí donde se me da la oportunidad de perdonar.
Y es en mi hermano donde yo me perdono, es ahí donde encuentro la unidad con mi Padre celestial, cuando sé que
mi hermano es perfecto y uno con Dios, sé que yo también lo soy.
Mi única función es perdonar.
Mi única meta es volver a experimentar la paz es Dios, recordar dónde estoy realmente, en el cielo.
El reino no es de este mundo, este mundo solo un sueño.
Hay una manera de vivir en el mundo, que no es el mundo, aunque lo parezca.
No cambies de apariencia, aunque si sonríes mucho más a menudo:
“Amado Espíritu Santo, quiero conocer esa manera de vivir en este sueño, pero sin ser del sueño.
Deseo perdonarlo todo y pronto despertar en unidad con mi Fuente divina.
Asimismo, tomado de la mano de todos mis hermanos, les guiare con mi perdón y mi bondad, les enseñaré que son
inocentes, con mi tierna mirada, con el perdón que les otorgue. Y así me estaré enseñando a mí que soy tan santo
como Dios.
Observa todas las personas que se me vengan a la mente, no importa qué situación específica de vivido.
Deseo perdonar porque todo por igual ha sido una ilusión.
No hay grados de dificultad en los milagros, el milagro es perdonar, por lo tanto, no hay algo que sea más fácil o más
difícil de perdonar, todo es lo mismo un sueño.
Sigue estando todo bien, aunque yo no pueda verlo. Pero si quiero verlo. Estoy dispuesto a ver la verdad y
trascender mi ego, estoy dispuesto a liberarme de toda la culpabilidad y todo el rencor, pues no tienen razón de ser,
son totalmente infundados.
Lo único que está justificando en este mundo ilusorio es el perdón, pues es la única ilusión que me libera de todas las
demás ilusiones. Y esto es lo que deseo, ahora aprender a perdonar, acepto que no sabía hacerlo, pero quiero
aprender.
He hecho lo mejor que he podido, pero quiero seguir aprendiendo, quiero liberarme del sufrimiento, acepto la paz
de Dios y es lo único que deseo para mí para todos mis hermanos.
Le envío una bendición de paz a todos mis hermanos, comparto la voz de Dios en sus mentes.
Bendigo sus mentes para que despierte el poder de decisión, y así juntos volvamos a escoger a favor de la inocencia
y la unidad.
Siento mi respiración profunda, mi corazón está lleno de gratitud, mi mente está en paz en gratitud, en total unidad
con mis hermanos y con Dios.
Me quedo con esta sensación de paz y de gratitud.
Y luego al verle a cada uno de mis hermanos, recordaré que yo estoy ahí, y que Dios está ahí.
No en su cuerpo en su espíritu, en su mente, aún seguimos siendo un solo ser tan santo como nuestro Padre.
Lentamente vamos volviendo de a poco, sintiendo las manos, los pies, si deseo puedo seguir descansando.
Vuelvo con total certeza de quién soy y quiénes son mis hermanos.
Cuando vea a alguien sabré cuánta gratitud siento y lo amare con devoción, honrando su ser pues es el mío,
y dónde está el Hijo está el Padre.

¡Gracias!

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