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Poemas Octavio Paz

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POEMAS OCTAVIO PAZ

Decir, hacer
A Roman Jakobson

Entre lo que veo y digo,


Entre lo que digo y callo,
Entre lo que callo y sueño,
Entre lo que sueño y olvido
La poesía.
Se desliza entre el sí y el no:
dice
lo que callo,
calla
lo que digo,
sueña
lo que olvido.
No es un decir:
es un hacer.
Es un hacer
que es un decir.
La poesía
se dice y se oye:
es real.
Y apenas digo
es real,
se disipa.
¿Así es más real?
Idea palpable,
palabra
impalpable:
la poesía
va y viene
entre lo que es
y lo que no es.
Teje reflejos
y los desteje.
La poesía
siembra ojos en las páginas
siembra palabras en los ojos.
Los ojos hablan
las palabras miran,
las miradas piensan.
Oír
los pensamientos,
ver
lo que decimos
tocar
el cuerpo
de la idea.
Los ojos
se cierran
Las palabras se abren.

La calle
Es una calle larga y silenciosa.
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.

Las palabras
Dales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
azótalas,
dales azúcar en la boca a las rejegas,
ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.

Libertad bajo palabra


Viento
Cantan las hojas,
bailan las peras en el peral;
gira la rosa,
rosa del viento, no del rosal.
Nubes y nubes
flotan dormidas, algas del aire;
todo el espacio
gira con ellas, fuerza de nadie.

Todo es espacio;
vibra la vara de la amapola
y una desnuda
vuela en el viento lomo de ola.

Nada soy yo,


cuerpo que flota, luz, oleaje;
todo es del viento
y el viento es aire
siempre de viaje…

Silencio
Así como del fondo de la música
brota una nota
que mientras vibra crece y se adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen

POEMAS JOSÉ MARTÍ

Bosque de rosas
(Allí despacio)

¡Oh! la sangre del alma, ¿tú la has visto?


Tiene manos y voz, y al que la vierte
Eternamente entre las sombras acusa.
¡Hay crímenes ocultos, y hay cadáveres
De almas, y hay villanos matadores!
Al bosque ven: del roble más erguido
Un pilón labremos, y ¡en el pilón
Cuantos engañen a mujer pongamos!

Ésa es la lidia humana: ¡la tremenda


Batalla de los cascos y los lirios!
¿Pues los hombres soberbios, no son fieras?
Bestias y fieras! Mira, aquí te traigo
Mi bestia muerta y mi furor domado.
Ven, a callar, a murmurar, al ruido
De las hojas de Abril y los nidales.
Deja, oh mi amada, las paredes mudas
De esta casa ahoyada y ven conmigo
No al mar que bate y ruge sino al bosque
De rosas que hay al fondo de la selva.
Allí es buena la vida, porque es libre,
Y tu virtud, por libre, será cierta,
Por libre, mi respeto meritorio.
Ni el amor, si no es libre, da ventura.

¡Oh, gentes ruines, los que en calma gozan


De robados amores! Si es ajeno
El cariño, el placer de respetarlo
Mayor mil veces es que el de su goce;
Del buen obrar que orgullo al pecho queda
Y como en dulces lágrimas rebosa,
Y en extrañas palabras, que parecen
¡Aleteos, no voces! Y ¡qué culpa
La de fingir amor! ¡Pues hay tormento
Como aquel, sin amar, de hablar de amores!

¡Ven, que allí triste iré, pues yo me veo!


¡Ven, que la soledad será tu escudo!

En ti pensaba, en tus cabellos


En ti pensaba, en tus cabellos
que el mundo de la sombra envidiaría,
y puse un punto de mi vida en ellos
y quise yo soñar que tú eras mía.

Ando yo por la tierra con los ojos


alzados -¡oh, mi afán!- a tanta altura
que en ira altiva o míseros sonrojos
encendiólos la humana criatura.

Vivir: -Saber morir; así me aqueja


este infausto buscar, este bien fiero,
y todo el Ser en mi alma se refleja,
y buscando sin fe, de fe me muero.

Yo soy un hombre sincero


Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes,


Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.

Yo sé los nombres extraños


De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.

Yo he visto en la noche oscura


Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.

Alas nacer vi en los hombros


De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros,
Volando las mariposas.

He visto vivir a un hombre


Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.

Rápida, como un reflejo,


Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.

Temblé una vez -en la reja,


A la entrada de la viña,-
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.

Gocé una vez, de tal suerte


Que gocé cual nunca: -cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcaide llorando.

Oigo un suspiro, a través


De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, -es
Que mi hijo va a despertar.

Si dicen que del joyero


Tome la joya mejor,
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.
Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.

Yo sé bien que cuando el mundo


Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.

Yo he puesto la mano osada,


De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.

Oculto en mi pecho bravo


La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.

Todo es hermoso y constante,


Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.

Yo sé que el necio se entierra


Con gran lujo y con gran llanto.
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.

Callo, y entiendo, y me quito


La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.

La copa envenenada
¡Desque toqué, señora, vuestra mano
Blanca y desnuda en la brillante fiesta,
En el fiel corazón intento en vano
Los ecos apagar de aquella orquesta!

Del vals asolador la nota impura


Que en sus brazos de llama suspendidos
Rauda os llevaba -al corazón sin cura,
Repítenla amorosos mis oídos.

Y cuanto acorde vago y murmurio


Ofrece al alma audaz la tierra bella,
Fíngelos el espíritu sombrío-
Tenue cambiante de la nota aquella.

¡Oigola sin cesar! Al brillo, ciego,


En mi torno la miro vagorosa
Mover con lento son alas de fuego
Y mi frente a ceñir tenderse ansiosa.

¡Oh! mi trémula mano bien sabría


Al aire hurtar la alada nota hirviente
Y, con arte de dulce hechicería,
Colgando adelfas a la copa ardiente,

En mis sedientos brazos desmayada


Daros, señora, matador perfume:
Mas yo apuro la copa envenenada
Y en mí acaba el amor que me consume.

Es rubia: el cabello suelto


Es rubia: el cabello suelto
Da más luz al ojo moro:
Voy, desde entonces, envuelto
En un torbellino de oro.

La abeja estival que zumba


Más ágil por la flor nueva,
No dice, como antes, «tumba»:
«Eva» dice: todo es «Eva».

Bajo, en lo oscuro, al temido


Raudal de la catarata:
¡Y brilla el iris, tendido
Sobre las hojas de plata!

Miro, ceñudo, la agreste


Pompa del monte irritado:
¡Y en el alma azul celeste
Brota un jacinto rosado!

Voy, por el bosque, a paseo


A la laguna vecina:
Y entre las ramas la veo,
Y por el agua camina.

La serpiente del jardín


Silba, escupe, y se resbala
Por su agujero: el clarín
Me tiende, trinando, el ala.

¡Arpa soy, salterio soy


Donde vibra el Universo:
Vengo del sol, y al sol voy:
Soy el amor: soy el verso!

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