Sound">
Eva Kallo - LOS ORIGENES DEL JUEGO LIBRE
Eva Kallo - LOS ORIGENES DEL JUEGO LIBRE
Eva Kallo - LOS ORIGENES DEL JUEGO LIBRE
Conocer a Emmi Pikler en 1983 durante su estancia en Berlín, fue una experiencia que
cambió mi actitud hacia los niños para siempre. En aquel momento, ella visitaba la
guardería (la unidad de los pequeños) de la escuela infantil que yo dirigía. Estábamos
muy nerviosas por ver qué pensaría de nuestro trabajo como profesoras, y, por
extensión, del mío propio.
Su visita llegó en una época en la que los preceptos pedagógicos convencionales
estaban sufriendo una revisión en todos los aspectos. Nuestras profesoras se sentían
presionadas para diseñar programas de desarrollo y líneas maestras en la enseñanza
de bebés y niños. Se suponía que las actividades pensadas por los adultos los
animaban a jugar y aprender: la higiene personal y las comidas “tenían que hacerse”
tan rápidamente como fuera posible para hacer sitio a aquello que, se suponía, era lo
más esencial: el juego entre profesoras y niños.
Por eso pensamos que era nuestra tarea demostrar a los niños cómo deberían jugar,
“animarlos” y supervisarlos uno a uno. A través de nuestras ideas y actividades
adquirirían comprensión y aprenderían a orientarse en el mundo. Dado este contexto,
el encuentro con Emmi Pikler estaba destinado a ser muy confuso para nosotras y a
cuestionar todo aquello que considerábamos correcto y habíamos practicado hasta la
fecha.
La necesidad infantil de jugar nace de una necesidad fundamental. En cada etapa del
desarrollo, la vida de un niño consiste básicamente en jugar. De aquí que, la mayor
parte de la literatura pedagógica tradicionalmente se ha referido al juego. Sin embargo
conocemos muy pocos estudios observacionales realizados específicamente con
bebés y niños. En consecuencia, acogemos este documento del instituto Emmi Pikler
de Budapest, (conocido como Loczy). En él Eva Kallo y G Balog describen modos muy
simples pero fundamentales del juego libre, desde el descubrimiento inicial de sus
manos, a su manipulación y la experimentación con objetos hasta que comienza a
construir cosas.
Son muy familiares las quejas de profesores y padres de que los niños son
completamente incapaces de jugar solos. Pero rara vez se nos ocurre que la conducta
del adulto podría ser la causa de tal pasividad y falta de iniciativa. Un niño obtendrá
mucho más del descubrimiento por sí mismo de que una taza pequeña encaja en una
Los orígenes del juego libre. EVA KALLO / GYORGYI BALOG
3
mayor que los héroes de la exhortación “una taza grande no entrará en una pequeña”.
No obviemos el hecho de que poner un objeto de juego en la mano del niño es
equivalente a sugerirle que juegue. Cuanto más complicado sea el juguete más
dependiente de nosotros hacemos al niño. Este documento también aborda ese punto:
cómo manipular los objetos más simples, algunos que no consideraríamos juguetes en
el sentido convencional, puede ayudar al niño a comprender fenómenos importantes
sobre el mundo –en completa libertad y sin la mínima intervención por nuestra parte.
Cuando tratamos con niños no debemos simplemente confiar en las convenciones y
ningún detalle es tan inconsecuente que no requiera nuestra atención. Esto es quizá lo
que Emmi Pikler intentó decirnos.
Anke Zinder
Berlín, Enero 1996.
Emmi Pikler sugiere que el primer objeto de juego que se le dé al bebé sea una tela de
algodón suave y colorido. “Puede ignorarla durante semanas, pero, por lo general la
nota rápidamente, la estruja, la retuerce de esta o esa manera, la pone en su boca. A
menudo, el niño la pone sobre sus ojos y entonces se sorprende cuando de repente se
encuentra a sí mismo en la oscuridad.
Los niños tienen una profunda necesidad de jugar. El interés del niño en observar su
entorno es incansable. Siente placer en tocar, sentir, estrujar, coger y dejar caer
objetos. La lista de todo lo que hace con ellos podría seguir y seguir.
Cuando un niño juega con distintos juguetes simultáneamente, no parece cansarse
nunca de ver cómo una cosa encaja en otra, que distintas tazas, una dentro de la otra,
hacen una torre o que hay, entre varios objetos, 2 ó más que son idénticos. De vez en
cuando aborda mayores retos. Una y otra vez arroja un objeto redondo al suelo para
ver cómo rueda antes de parar. Pacientemente recoge los cubos que ha volcado del
cesto, reconstruye una torre que ha echado abajo, e intenta colocar los cubos sobre
los barrotes del área de juego.
Un niño emocionalmente bien ajustado tiene infinitas ideas, mientras que el interés de
un niño con problemas está constreñido, como si su deseo de experimentar, descubrir
y aprender se hubiera cansado. A menudo se puede identificar a un niño infeliz por la
manera superficial de su juego.
La espontaneidad natural de un niño que crece en una institución es más vulnerable
que la de aquel que vive en una familia, tanto como difícil es de conseguirla entre el
niño y su cuidadora y cargar al niño de esa relación profunda y de confianza en la que
se sienta suficientemente seguro como para desear jugar solo. Sin embargo, las ganas
de actividad de un niño como este es también más vulnerable porque no se le puede
proteger contra la pérdida de la cuidadora o el compañero de juego, o contra la unión
de dos grupos de niños
Estos cambios afectan su estado emocional y por lo tanto su comportamiento de
juego. Después están los problemas de la vida cotidiana del grupo, sea que otros
molestan el juego del niño, o que, a pesar de la rutina arraigada de comidas y baños,
puede que no siempre pueda utilizar el tiempo para jugar como desea mientras llega
su turno. Por esta razón, movilidad y juego libre, independiente, son especialmente
importantes para el desarrollo saludable de la personalidad del niño que vive en una
institución. Una educadora entre niños que son incapaces de jugar se encuentra muy
incómoda. Por mucho que lo intente, puede que no consiga satisfacer las constantes y
nuevas demandas de los niños. A menudo no reconoce el origen real de su
incomodidad. Sin darse cuenta plenamente de esto, organiza y dirige el juego del niño
aburrido, intentando, de esta manera, que el niño sea activo. Pero tales intentos están
condenados al fracaso desde el principio. Más que reafirmar la iniciativa e
independencia del niño, engendran expectativas de que el adulto le prestará atención.
La incapacidad de jugar independientemente inevitablemente aumenta el sentido de
dependencia del niño respecto del adulto. De la misma manera, la actividad
independiente le permite experimentar autonomía. Decide con qué quiere jugar y
depende de él continuar experimentando o abandonar la investigación para escoger
otra cosa. Cuando se le permite experimentar con un objeto e intentar todas las cosas
diferentes que puede hacer con él, el niño descubre sus propiedades. Encuentra que
el mundo tiene sentido y también se da cuenta de que es capaz de entenderlo. En
todas las etapas de su desarrollo, su propia acción le ayuda a hacer cosas de una
manera que le da un sentimiento de éxito. Esto le abre virtualmente posibilidades
ilimitadas de experimentar, a través de la actividad, algo parecido a la competencia. El
niño que vive estas experiencias gana confianza en sí mismo y puede manejarse de
forma diferente en situaciones problemáticas que en ocasiones surgen en las
instituciones. Por esto, depende mucho del adulto si el interés inherente del niño en el
mundo que le rodea se mantiene de forma exitosa y es el adulto el que debe
continuamente crear los requisitos y condiciones en los que un juego libre,
independiente pueda prosperar.
Un niño, cuando está entretenido con sus manos, las mueve de una manera similar a
como las mueve más tarde, una vez que ha comenzado a manipular objetos. De esta
manera, cuando observa su puño mientras flexiona o extiende su brazo, después de
un rato, escrutinará objetos levantándolos hasta verlos y luego alejándolos de sus
ojos. Abriendo y cerrando la mano en un puño se prepara para asir, sujetar y soltar
objetos y entonces, cuando por primera vez toca una mano con la otra y lo nota, tocará
más tarde y sentirá con una mano un objeto sujetado en la otra. Así, la observación de
sus manos, al igual que el juego entre ellas, precede y le prepara para la
manipulación.
En consecuencia, esperamos a dar un objeto de juego a un niño hasta que empieza a
regularmente observar y jugar con sus manos o muestra interés en lo que le rodea.
Mira alrededor, mira a su cuidadora cuando pasa cerca de la cuna, observa los
barrotes de la cuna, los agarra, los toca varias veces coge el lazo de su bucito y lo
sujeta delante de sus ojos. Puede hacer esto a la edad de tres meses o después.
Denes M. 1 ½ meses
Poner un juguete colgando de las barras de la cuna, el que está ensartado con varios
cascabeles, le impide descubrir sus manos y le distrae continuamente de ellas. Más
aún, un niño no saca nada de aquello a lo que sólo puede mirar. Si puede alcanzar el
objeto, como mucho puede hacer contacto con él coincidiendo con un movimiento al
azar. Más tarde también, un juguete atado a los barrotes de la cuna no le animará a
jugar con o a hacer un uso particular de sus manos, tanto como que no puede cogerlo,
moverlo, volcarlo, dejarlo colgar, acercárselo o alejárselo. Sólo puede golpearlo y tirar
de él.
Los orígenes del juego libre. EVA KALLO / GYORGYI BALOG
10
Los móviles, que son tan populares hoy en día, requieren una mención especial. Esas
figuras coloridas y brillantes que cuelgan del techo –mariposas, peces y demás- giran,
bajan y suben, apareciendo continuamente por otro lado, todas activadas por el
movimiento del aire. Cuando el niño percibe estas figuras, se excita mucho. Está
hechizado por el cambio constante de vista y apenas puede sustraerse a ella.
Raramente lo vemos tan excitado cuando juega, o cuando sólo brevemente, por
ejemplo, nota un nuevo objeto no habitual en su entorno. Una vez descubierto,
normalmente, intenta cogerlo y si tiene éxito se relaja visiblemente mientras investiga
todo atareado, las distintas propiedades del nuevo juguete. El móvil, por otro lado, está
fuera de su alcance y no puede tocarlo. Sus movimientos son independientes de él y
ya que no puede observar el efecto de sus propios movimientos sobre el móvil, es
incapaz de asimilarlo en su nuevo mundo de experiencias; tampoco puede serle el
móvil tan familiar como otros objetos de la habitación que también están fuera de su
alcance, como la moldura del techo, las cortinas o los cuadros. El niño también nota
estos objetos, y los mira a menudo largamente, como si quisiera tocarlos con su
mirada. Porque permanecen igual durante largos períodos de tiempo, se funden en la
comodidad de su entorno, A pesar del movimiento y cambio constante, el móvil
también podría convertirse en una vista familiar, pero hasta que esto ocurra, atrae la
atención del niño repetidas veces y lo mantiene en un estado de estimulación elevado,
pero sin permitirle adquirir ninguna experiencia real con él.
A la edad de tres a cuatro meses, los objetos de juego colocados al lado del niño
llaman su atención. Los mira, alcanza uno y lo toca. Al principio sus movimientos son
inciertos y no puede calcular distancias y justo tantea cerca del objeto de su elección.
Puede incluso ocurrir que, en su afán, golpee o empuje el objeto que intenta alcanzar.
El contorno de su mano estirada no se ajusta ni lo más mínimo a la forma del objeto.
Intenta coger con el mismo movimiento generalizado de mano. Si encuentra un objeto
cercano que pueda coger de esa manera, cada vez lo cogerá mejor.
Alrededor de los cinco meses, la mayoría de los niños pueden coger el juguete que
desean, alcanzándolo deliberadamente. Lo manipulan repetidas veces, lo sientan, lo
estrujan, lo giran y más tarde lo agitan y cuelgan. Tiran con una mano del objeto
sujetado con la otra o lo pasan de una a otra. Lo estudian intermitentemente mientras
lo sujetan, primero con una mano y luego con la otra.
El primer objeto de juego que damos a un niño al a edad de tres a seis meses es una
tela de algodón (de unos 35x35 cm. de tamaño) de un color que atraiga su atención.
Lo mira largamente, lo toca, lo alcanza. Mientras lo sujeta y lo siente, no se le cae
inmediatamente de la mano, así que no necesita recogerlo. De esta manera se
mantiene ocupado con él más tiempo que con ningún otro objeto. Si sujeta el pañuelo
sobre su cara para observarlo, se le puede caer. Como casi no pesa, no le hará daño,
y aunque a veces le puede llevar varios minutos quitárselo de la cara, lo puede hacer
muy fácilmente. Los otros juguetes que damos al niño a esta edad que puede sujetar
completamente o por lo menos parcialmente con una mano, quizá una pelota de
mimbre, o una muñeca o animal hecho de tela o goma. Si vemos que el niño pude
coger estos objetos fácilmente, colocamos cerca suyo un objeto más plano hecho de
tela o madera que no puede agarrar tan fácilmente. Alrededor de los seis meses, le
podemos dar juguetes que pesan un poco más.
Podríamos pensar que los juguetes convencionales que damos a los niños durante el
primer año; los acostrumbrados animalitos de goma que hacen ruido o los sonajeros,
cumplen nuestros criterios como juguetes apropiados. Pero tienen inconvenientes.
Por el contrario, con esferas atadas juntas o en un sonajero de madera, puede agitar
la esfera o los elementos redondos percibiendo a la vez su movimiento y el sonido que
emiten. En consecuencia, preferimos estos a los sonajeros tradicionales y no les
damos cilindros tintineantes, dados u objetos similares.
Alrededor de la mitad del primer año, un niño se da cuenta de que puede hacer ruido
golpeando. Le gusta especialmente golpear varios objetos sobre el suelo, un objeto
contra otro o contra los barrotes de la zona de juego. Lo que no es tan claro en este
punto es si ya sabe que es él mismo el que causa el ruido al dejar colgando o agitar la
cuerda de las esferas o el sonajero, durante la segunda mitad del año, se desprende
de su conducta que ha descubierto esta conexión. Mira el sonajero, lo agita, para y
escucha atentamente el silencio. Mira otra vez el sonajero, lo agita de nuevo, y disfruta
del ruido mientras ríe y sonríe.
Más tarde, cuando el niño sujeta un objeto en cada mano, mira cada uno mientras los
junta y comienza a percibir las diferencias. Pronto descubre que puede hacer ruido
golpeándolos.
Ya al final del primer año, tenemos cuidado de dar al niño juguetes de varios
materiales porque adquiere diferentes impresiones y experiencias de manipularlos
continuamente, dependiendo de si están hechos de tela, madera o plástico. Sus
objetos de juego debieran continuar siendo de diferentes materiales una vez que ha
descubierto como producir sonidos con ellos. Un bol pequeño de metal produce un
sonido diferente del de un aro de madera cuando se golpean una y otra vez contra el
suelo. El sonido es diferente de nuevo, dependiendo de si golpea las cosas sobre el
suelo, o digamos, contra un cesto. Esta es una manera de descubrir cómo debe
sujetar distintos objetos para producir el mejor sonido.
Con una cercana observación del niño también notamos su interés genuino cuando se
ponen nuevos objetos en el área de juego, y a la inversa, que le gusta jugar con un
objeto en particular durante un período largo de tiempo, incluso durante meses en
ocasiones. Jugando repetidamente con los mismos objetos, gradualmente descubre
más y más propiedades de ellos. Cuando mira un juguete de cerca, luego de más
lejos, desde arriba, de lado o de frente, gradualmente aprende que cada objeto es
todavía el mismo, ya vea sólo una parte del mismo o lo vea desde distintas distancias
o ángulos.
El niño que repetidamente coge objetos y luego los deja caer está interesado en ver
cómo estos objetos caen y qué sonidos puede crear con ellos. También aprender
cómo los objetos de diferentes pesos, forman y superficies pueden ser cogidos mejor
utilizando distintos acercamientos. Más tarde, lanzar un objeto y gatear para
recuperarlo le da placer o coloca pequeños juguetes fuera del área de juego para
luego recuperarlos.
Para ganar experiencia con “dejar caer y recoger” o “perder y encontrar” un niño
necesita recuperar sus juguetes viejos tanto como los nuevos, entre otras cosas un
balón y un bolo. Sólo debiéramos darle el balón, sin embargo, si ya es capaz de gatear
o arrastrase para recuperarlo.
Cuando manipula de esta manera estos objetos, nos damos cuenta de cómo el
movimiento de su dedo cada vez se hace más refinado. Toca objetos con los dedos,
los siente, y acaricia, encuentra rasguños o bultos (todos los matices que añaden
interés a la superficie), los araña, mete un dedo en las hendiduras o agujeros y
aprovecha cada oportunidad para usar sus dedos. Usa pulgar e índice para recoger
migas del suelo, tirar del hilo de una zapatilla u otro objeto y se queda largo tiempo
mirándolo. Un niño necesita juguetes de distintas superficies para comprobar
continuamente estos tipos de manipulación (objetos pequeños que los niños podrían
tragar no debieran ser puestos en el área de juego).
Jozsef, 6 meses
Durante este último cuarto del primer año, pasa más y más tiempo manipulando dos
objetos discretos. Como mencionamos, el niño inicialmente coge un juguete en cada
mano y lo toca o repetidamente golpea uno con el otro. Cuando hace esto le gusta
elegir dos juguetes idénticos, por ejemplo, dos cubos o dos balones bastante
pequeños.
Krizstina, 6 meses
Otro paso del camino es cuando el niño coloca o deja caer una forma más pequeña
dentro de otra mayor, hueca, lo saca y luego la pone de nuevo. Más tarde, pero
todavía durante el último cuarto del primer año, empieza a manejar varios objetos a la
vez. Pone más y más objetos en el mismo bol o cubo, los saca uno a uno o los vuelca
todos fuera de golpe, y después se pone a buscar otros que pueda agrupar. El
resultado de estas investigaciones es que gana habilidad al calcular qué objetos puede
encajar en cuál otro. De momento, sabe que una pelota bastante pequeña entra en un
cubo pequeño, una más grande en un bol grande.
Ya hemos mencionado varias cosas que inspiran al niño a sujetar dos o más objetos a
la vez. Los objetos pequeños se prestan al juego “vamos a dejarlo caer” tanto como
ser colocados dentro de otro objeto. Los distintos cubos, cestos y boles, que puede
levantar, mover y empujar, son también ideales como recipientes para coleccionar o
agrupar otros objetos de juego más pequeños. Seleccionando estos artículos estamos
ya anticipando el comportamiento que se manifestará en los modos de manipulación
del niño a la edad de un año. Por eso, es importante rodear al niño con juguetes que
permitan “coleccionar” actividades tanto como explorar los momentos iniciales del
“construir”.
De tres a seis meses, mientras el niño está todavía tumbado sobre la espalda, los tres
o cuatro objetos de juego que le damos deben ser accesibles desde esa posición
colocados lo suficientemente cerca para que pueda alcanzarlos, pero no tan cerca que
se los encuentre justo moviendo los brazos y no estirándolos. Dado que las acciones
de su mano incierta y a tientas, al principio a veces alejan el juguete, el adulto deberá
reponerlo de vez en cuando.
Por ejemplo, si uno de los niños pone algo en una cesta, ella debería comprobar que
hay muchos otros potenciales contenedores alrededor. Si lo ve sometiendo un objeto a
un modo de investigación repetitiva para la que otro objeto podría ser más apropiado,
lo colocará cerca de él. Si uno de los niños comienza a golpear un objeto contra el
suelo, ella le dará uno que haga un buen ruido.
Hasta que los niños son capaces de voltearse y cambiar de posición es especialmente
importante prestar mucha atención a los nuevos modelos de manipulación para poder
surtirlos con el juguete adecuado.
Como se ha mencionado, los juguetes atados a los barrotes no hacen nada que ayude
a promover la capacidad manual del niño. Si lo puede alcanzar, lo golpea o tira de él,
pero no puede cogerlo, sujetarlo y estudiarlo desde todos los ángulos.
Alrededor de los seis meses, un niño ya está enganchado en una exploración bastante
compleja y por eso necesita nuevos juguetes junto con otros familiares. Si los niños
están tumbados a una buena distancia uno de otro en un área de juego o habitación
grande, le damos a cada niño seis u ocho objetos.*
*Donde sólo hay dos niños en la zona de juego, la ratio de juguetes puede necesitar
ser mayor para proveerlos de mayor variedad.
Un área de juego más pequeña requerirá menos juguetes porque una vez que los
niños son capaces de girarse sobre sus estómagos o estirarse, pueden también llegar
a los juguetes de otros niños. De la misma manera, incluso a la edad de seis meses a
un año, cuando el juego es más variado, los niños no necesitan muchos más juguetes
que antes. A esa edad, normalmente pueden alcanzar el objeto que desean con
facilidad, ya sea rodando, arrastrándose o gateando, incluso si está claramente al otro
lado de la habitación.
Istvan, 9 meses.
Junto con la selección de juguetes, es tan importante que los objetos se retiren a
medida que los niños dejen de jugar con ellos (que se les queden pequeños). Sea
para poner o retirar objetos, será el interés del niño el que gobierne. A medida que la
cuidadora retira objetos que no interesan más al niño, debe añadir nuevos.
El área de juego es uno de los imprescindibles para el desarrollo del juego libre *
* Generalmente, no ponemos ningún juguete en la cuna del niño. La cuna está ahí
para descansar y dormir. El área de juego ofrece más espacio por el que moverse
y jugar. A aquellos niños a los que les gusta dormir con estos objetos les damos un
trozo de tela o algo blando. Por supuesto, un niño enfermo necesita tener unos
pocos objetos de juego con él, mientras se recupera, así que le damos los que le
gustan, adecuados a ese espacio. Una vez que se adormece, o se duerme,
retiramos cualquier cosa que le puede molestar.
Si hay varios niños juntos en una zona de juego, imaginamos que cada uno necesita,
al menos, un metro cuadrado de espacio para que tenga más espacio para moverse.
El suelo de la zona de juego consiste en una lámina elevada de madera, cuya dureza
es vital para el desarrollo de la movilidad independiente del niño. Un área de juego
rígida rápidamente enseña al niño lecciones inequívocas sobre las leyes de la
gravedad mientras está tumbado y moviéndose muy cerca del suelo. ¡Hasta aquí y no
más lejos! Esta claridad le fuerza, desde una edad temprana, a caer con cuidado o a
moverse con suficiente cuidado como para no caer desde el principio.
La resistencia de un suelo rígido impulsa a la verticalidad, apoyando sus esfuerzos
repetidos por mantenerse recto y atrayendo hacia si la tonicidad necesaria. Tal como
nosotras lo vemos, un suelo acolchado es inadecuado para el área de juego. El niño
se hunde en él, le dificulta avanzar lejos y le da una impresión falsa del mundo real.
Una base no rígida hace poco por ayudar a desarrollar sus habilidades manipulativas:
los objetos se comportan totalmente diferente sobre esta superficie que sobre una
superficie dura. Cuando el niño golpea sobre espuma, esta altera o amortigua el
sonido resultante.
Los objetos de metal pierden su reverberación y suenan casi igual que los de plástico
o madera. Los objetos redondos ruedan torpemente y algunos se paran en la primera
depresión del suelo o agujero que inevitablemente se forma en el punto en el que
están reunidos tres o cuatro niños más grandes.
También es más difícil conseguir que un juguete permanezca de pie sobre la espuma
y una vez conseguido, sólo falta que el niño se gire o golpee sobre el suelo para que
caiga. Incluso si no usamos espuma, existen usualmente la tentación de cubrir el suelo
o el fondo del área de juego con varias sábanas o una alfombra gorda por miedo a que
el niño se enfríe si no tiene tal aislamiento. Este acolchamiento no dificulta tanto como
la espuma pero tampoco permanece liso en su sitio, dificulta los movimientos del niño,
y debido a su textura, le fuerza a tener que aplicar más energía para moverse. Los
objetos sobre una alfombra se comportan muy parecido a sobre la espuma. Esta
protección también amortigua los sonidos y los juguetes también se caen más
fácilmente.
Si hay un riesgo real de que los niños se acatarren sobre el suelo, les abrigamos más.
Monos calentitos y una chaqueta de punto protegen al niño contra los catarros sin
obstaculizar su libertad de movimientos.
Los orígenes del juego libre. EVA KALLO / GYORGYI BALOG
22
En Loczy cubrimos a veces el suelo del área de juego, que está hecha de láminas, con
una sábana fina de algodón que estiramos bien y aseguramos en los bordes.
Agrupar es una parte del repertorio de juego del niño durante un tiempo y desarrolla un
número de variantes. Sin embargo, el comportamiento de recogida de un niño tiene
distintas características que caracterizan a ambos “principiante” y “experto”. El niño
selecciona muchos o pocos artículos distintos que recoger. Ya sean juguetes, objetos
cotidianos o materiales naturales, elige esos que piensa que son importantes y los
agrupa en un lugar particular o dentro de un contenedor.
En este punto, usualmente agrupa cosas idénticas, como esferas o balones o piezas
sueltas de un ejercicio de construcción, mientras descarta diferencias en color o
tamaño de los elementos individuales. Para poder encontrar otro juguete similar tiene
que aparecer un su campo de visión.
El significado de agrupar
Cualquier cosa que es abundante se presta a ser agrupada. Junto con los juguetes, le
atraen objetos cotidianos corrientes y muchos objetos presentes en la naturaleza: la
colección de castañas y piñas de otros niños/as viene a la mente aquí, junto con las
cajas vacías y latas que otros niños dejan con reparo. Incluso los niños y niñas
pequeños necesitan recipientes más grandes para contener cosas que coleccionar;
otros niños pueden usar cajas de zapatos, bolsas de papel o tela, entre otros objetos.
Las bolsas de plástico son totalmente inadecuadas porque presentan riesgo de asfixia.
Si se tienen una gran variedad de recipientes el niño no sólo puede elegir lo que quiere
para poner sus juguetes, sino que también descubre que un bol grande no se llena
Incluso cuando los niños y niñas tienen suficientes juguetes para satisfacer su interés,
a veces ocurre durante el juego (y especialmente durante la fase de agrupar) que ellos
se quitan las cosas. Usualmente, uno de los niños está contento con lo que encuentra
para reemplazar el objeto que le han quitado. Sin embargo, puede suceder que esté
tan apegado a ese particular objeto que se enfade si se lo quitan, o, al revés, que
experimente la incapacidad de obtener algo como un fallo de su parte.
Otras veces, un juguete particular es tan poco importante que está dispuesto a rendirla
a un compañero de juego. Sin embargo, frecuentemente sucede que los niños y niñas
no se ponen de acuerdo y pelean.
Estas situaciones no son fáciles para la cuidadora. Mientras ella debe expresar
claramente la regla de que un juguete corriente pertenece al niño o niña que está
jugando con él en ese momento, y que ella quiere que recupere su juguete, también
debe hacer sentir al otro niño que le entiende. No es más fácil para un niño entregar
algo que quiere, que perder algo que posee. La cuidadora puede expresar esto
diciendo al niño o niña dónde encontrar uno como el objeto deseado o asegurándole
que le ayudará a encontrarlo tan pronto como pueda. Si la intervención verbal no
funciona y ella tiene un momento para ir donde el niño, le puede mostrar dónde está o
alcanzárselo.
Sin embargo, también puede suceder que nada funcione, ningún niño ceda y uno o
ambos acaben llorando. En este caso, no es sólo el niño al que se le ha arrebatado
algo el que necesita consuelo y comprensión por su herida, sino el otro también, quien,
a pesar de sus esfuerzos, ha fallado al ganar el objeto que buscaba. Hay que decirle
que no importa cuánto ha deseado jugar con él, no tiene permiso para quitárselo a su
compañero. La cuidadora también puede no quitárselo. La regla es que no se le
permite a nadie usar la fuerza para obtener lo que quiera. Por supuesto, no necesita
decir esto literalmente, pero si su conducta y palabras expresan esta regla, puede
estar segura de que el niño y niña, a menudo de mala gana para estar seguro, será
capaz, al final, de seguir esta regla.
Lo que acabamos de decir esencialmente se aplica también a los conflictos sobre los
objetos agrupados. Este aspecto debe ser profundizado, separado. Porque muchos
adultos consideran que el enfado del niño está justificado si un objeto particular se le
ha quitado, pero no aprueban esta defensa de un objeto que ha agrupado.
En el primer caso, el adulto protege al niño y le ayuda a conservar el juguete, en el
segundo el intenta razonar con el niño para que comparta sus cosas con los otros sin
entender que esto es tan duro para el niño como lo es el primer caso.
Cuando dos niños pelean, lo que a menudo se oye es: “ahora jugad juntos” esto se
dice con buena intención, pero es ineficaz. A veces observamos a los niños turnarse
para poner objetos en el mismo cesto y los dos lo disfrutan, pero hacen eso porque lo
desean, no por la petición del adulto. Pro supuesto, un niño puede pedir a un
compañero algo que ha coleccionado, o la cuidadora lo puede pedir por él, también
puede sugerir que los niños negocien o que encuentren una solución aceptable para
ambos. Pero si un niño involucrado en sus juguetes no quiere dejar ninguno,
deberíamos respetarlo, a la vez que ayudamos al otro niño a entender y aceptar la
Los orígenes del juego libre. EVA KALLO / GYORGYI BALOG
26
situación. Si el nº de objetos necesarios para coleccionar se ha calculado bien, puede
que la situación se pueda resolver amigablemente añadiendo unos pocos objetos a los
ya existentes.
Es más difícil encontrar una solución adecuada a todos los niños si uno de ellos no
sólo está coleccionando un montón de objetos sino también insiste en tener todos los
cubos disponibles o las pequeñas escobas. Aquí es inútil proporcionar más del mismo
juguete; la situación es más complicada. ¿Qué podemos hacer en un caso como éste?
Si otro niño quiere usar uno de los cubos de una colección para poner algo en él, le
podemos dar en su lugar un bol. Si lo acepta las cosas funcionan para ambos niños.
La situación es diferente si los niños pelean por un juguete del que sólo hay uno para
cada niño del grupo y el niño o niña ocupada en agrupar está haciendo todo lo que
puede para evitar que los otros los cojan. En ese caso, tenemos que hacer entender al
niño o niña que puede jugar con todos los cubos, escobas y muñecos grandes sólo si
ningún otro niño los necesita en ese momento. No es fácil hacer que consienta en
dejar ninguna de estas cosas. Pero le hablamos tranquilamente y seriamente y le
dejamos elegir cuándo y qué está dispuesto a ceder o devolver, esperando hasta que
lo decida, podemos estar seguros de que estará listo para hacerlo más tarde,
alrededor de los 3 años, sin ni siquiera tener que decírselo.
La experiencia muestra que los niños y niñas en grupos en los que pueden tener sus
propios juguetes de los que pueden disponer según los ven adecuados están más
dispuestos a aceptar que no pueden tratar con los juguetes comunes del grupo tan
libremente como los propios.
Livia, 18 meses, coge una de las 2 tazas, una pequeña verde y una roja, el doble de
grande. Fácilmente inserta la tacita verde en la roja, la saca de nuevo, la vuelve boca
abajo sobre el suelo y la tapa con la taza roja. Luego coge la roja de nuevo, la coloca
boca abajo sobre el suelo y pone la verde encima. Coge ambas, mete la verde boca
abajo en la roja. Luego, coge ambas y las pone una al lado de la otra.
Licia descansa un poco, tumbada sobre la espalda y observando alrededor. Luego se
sienta, coge ambas tazas, las tira una detrás de la otra a través de los barrotes, luego
las recupera. Coloca la verde bajo la roja, se agacha y observa mientras la levanta la
verde de debajo. Más tarde, la cubre de nuevo con la roja y repite el proceso muy
cuidadosamente, dejando que la taza verde desaparezca y aparezca 8 veces.
Descansa de nuevo, pero mantiene la verde en su mano. Luego coge la roja de nuevo,
coloca las tazas, una encima de la otra, luego una dentro de la otra y las agita,
haciendo que la pequeña caiga. Luego busca otra taza pequeña, pone las tres una
Meter, 10 meses
* La palabra húngara “rátenni” significa colocar encima, no sólo poner, dejar o colocar,
sino poner, dejar o colocar sobre otro objeto.
Tibi, 16 meses
En torno al año, un niño que encuentra bolos, botellas de plástico, tazas, latas o
carretes entre sus juguetes descubre al final que los objetos altos y delgados pueden
ser puestos de pie. Tras repetidos intentos aprende cómo los tiene que coger y
colocar para que permanezcan de pie sobre su base relativamente estrecha. El éxito
en estos intentos depende de varias cosas ya que influyen la forma y tamaño del
objeto, el material y el peso, al igual que la postura del niño. Mientras el niño coloca los
objetos repetidamente de pie, también disfruta repitiendo la acción en muchos otros
juegos. Golpea una lata que está de pie –o la tira desde otro objeto- y observa qué
sucede. ¿Rueda? ¿Hace ruido? ¿Dónde para y cómo? Entonces comienza de nuevo.
Al principio es suficiente tener unos pocos de estos objetos. Si distintos niños del
grupo quieren jugar de este modo, se necesitarán varios de cada tipo de juguete.
Juegos diferentes atraen a niños y niñas diferentes de parecida edad. Una y otra vez
observamos cómo el niño organiza las cosas en series o grupos. Al principio pone
intencionadamente 2 ó 3 objetos uno al lado del otro, después añade otros hasta que
un orden emerge, lo que es cada vez menos por azar. Pone los objetos juntos o uno
cerca del otro. Le gusta organizar las cosas así, similar o diferente, especialmente si
son de distintos colores.
Para poder jugar a este juego sin ser molestados, los niños o niñas necesitan bastante
espacio y una variedad de objetos. Si la cuidadora retira juguetes de vez en cuando,
juguetes en los que el niño ha perdido interés sin molestarlos y los vuelve a su lugar
original, esto no significa que está intentando enseñar a los niños lo que ella espera
que hagan. Les dejamos elegir con qué quieren jugar, si quieren poner objetos en bols,
colocarlos de pie repetidamente o usarlos en juego de rodar
Utilizando afilados pocillos cónicos, palas de arena u otras formas huecas del mismo
tamaño, el niño descubre otra forma de manipular distintos objetos a la vez. Encajando
una cosa en otra o sobre otra, el niño aprende a construir torres. Los objetos
individuales están abiertos por el extremo de arriba o abajo. Si son distintos de color,.
Los puede poner juntos en una gran variedad de formas. Una taza particular puede
aparecer la primer o última en las series, a veces en algún lugar en el medio. Si las
tazas están de lado sobre el suelo, el niño a veces las inserta lateralmente una dentro
de la otra.
Suele llevarle varios intentos antes de que consiga encajar artículos de distintas
formas y tamaños. En el proceso, el niño aprende principios básicos sobre la forma y
volumen de estos objetos y sobre sus similitudes y diferencias. Cuando aprende qué
artículos encajan y cuáles no, puede discernir a simple vista qué artículos cumplirán el
propósito de que se trate.
El niño encaja más y más elementos juntos. Como se ha mencionado, al principio,
visiblemente disfruta la acción en sí misma y por eso repite todos sus movimientos.
Encaja varios elementos juntos, luego los retira y los vuelve a encajar de otra manera.
Pero, después de un rato, a medida que se involucra más y más en los resultados de
su acción, no deshace inmediatamente su trabajo, sino que, en su lugar, se complace
en admirarla durante un rato primero.
A esta edad, los niños y niñas no esperan usualmente conservar su “trabajo”, ni habría
suficientes juguetes para permitir esto. Una vez que le niño se interesa en otra cosa, a
menudo pierde la cuenta de cuántas tazas ha encajado, haciendo así posible que
otros niños las usen a menudo, el niño pasa voluntariamente las tazas o cubos que ha
encajado a otro compañero de juego.
Porque los juguetes usados en este tipo de juego están constantemente
“desapareciendo” uno dentro del otro, incluso si hay muchas, es importante que la
cuidadora re-separe los objetos encajados que no se están usando.
También es importante cómo la cuidadora interviene si un niño implicado en su juego,
comienza cogiendo tanto espacio que otro niño se sienta invadido.
Ferenc, 20 meses
Donde hay un bol con tazas a disposición de cada niño y uno de ellos quiere jugar
además de con los “suyos” con otros objetos, la cuidadora puede decirle que puede
jugar con la “propiedad” de otro compañero una vez que este último haya comenzado
otra actividad. Todavía mejor, puede indicar al niño “disruptivo” juguetes similares que
no se están usando en el momento.
Habría que hacer mención especial de la sucesión familiar de cubos, tazas o boles
huecos, en la cual cada elemento es o más pequeño o mayor que el siguiente. A los
niños también les gusta jugar con estos. Poner un elemento encima de otro, o encajar
Los orígenes del juego libre. EVA KALLO / GYORGYI BALOG
31
varios, uno dentro de otro. Sin embargo, a esta edad y durante un tiempo, todavía, no
serán capaces de encajar elementos según su tamaño, una tarea más y más dura
para ellos que encajar elementos cónicos del mismo tamaño. Por supuesto,
observamos el juego implicado en los modelos iniciales de construcción, es decir,
poner un objeto sobre otro, colocando los objetos continuamente de pie, organizando
los items en grupos o series y encajando los objetos en o sobre otros, sólo si el niño
tiene a disposición el suficiente número de objetos. Los niños difieren grandemente en
qué variante descubren, en qué secuencia. Difieren también en qué acción de juego
prefieren, y por lo tanto será más repetida.
Este tipo de actividad es característica de los niños de cerca de 3 años. Sin embargo,
incluso más mayores, más maduros, reanudan modos familiares de jugar
continuamente y los incorporan en un juego más avanzado. Puede, por ejemplo, poner
los bolos en una pila y luego anunciar:”Esto son unos barrotes”. La cuidadora que está
atenta a las distintas expresiones de la necesidad del niño de jugar y observa con
cuidado y anima su desarrollo, sabrá ahora cuándo es hora de darle al niño lo que
necesita para construir. “Recientemente ha habido afirmaciones cada vez mayores de
que dejando a un niño que juegue “demasiado” podría ser perjudicial para su
desarrollo. Nosotros creemos lo contrario, que el juego libre, independiente sin ayuda
o incitación de la cuidadora (que en los ambientes familiares significa la presencia del
padre-madre) es fundamental para el desarrollo. Nos gusta llamarlo “la universidad del
niño y del infante”. Por supuesto, esto sólo funciona si se proporcionan continuamente
los elementos conductores externos y si el niño está activo y atareado incluso en la
ausencia del adulto. Pero esto sólo es posible para el niño si tiene una buena relación
con la cuidadora y se siente seguro jugando incluso cuando el adulto está fuera de su
vista. Le lleva un esfuerzo considerable proporcionarle la libertad y quietud para este
tipo de juego dentro de un grupo de niños. Pensamos que merece la pena!”. Emmi
Pikler, de “Dame tiempo”
Janos, 24 meses
En el ambiente familiar, el acostumbrado corralito que mide 1,2 x 1.2 m. no debiera ser
usado sólo hasta que el niño empiece a girar o arrastrarse sobre el estómago.
Después de esto, el niño necesita más espacio, si no, no tiene espacio ni ímpetu para
moverse alrededor ya que todos sus juguetes están a mano.
Para que un niño juegue sin ser molestado, todavía es útil seccionar un trozo del
espacio del área de juego (si es posible 2 x 2 o 2 x 3 m) para resguardarlo de otros
hermanos que pudieran querer jugar con él como si fuera una muñeca. Y a la vez,
seccionar el área de juego protege a los niños mayores de la interferencia del bebé en
sus proyectos de construcción, otros objetos apreciados (valorados)
El área de juego, también ofrece seguridad a los hermanos mayores que son capaces
de subirse sobre él mientras el más joven repta y juega fuera de ella. Lo que es más,
un área de juego de dimensiones adecuadas, no sólo permite más libertad de
movimientos, sino también le permite protección tanto física como psíquica, es decir,
un mundo en el que se pude sentir como en casa.
En este capítulo “transición del bebé a gateador” en “Niños tranquilos, madres
contentas”, Emmi Pikler ofrece una discusión extensiva sobre la importancia de un
espacio claramente definido para la socialización del niño, eliminando, por ejemplo, la
necesidad de “no-no”s.
Edit, 15 meses
Guardar juguetes es un tema que también puede llevarnos a conflictos entre padres y
niños en el ambiente familiar.
Esto es debido al hecho de que la habitación de juego no contiene más juguetes que
los que el adulto está dispuesto a recoger diariamente. Una vez que el niño entiende
eso, los juguetes excesivos pueden evitarse a través de esfuerzos conjuntos de
ambos.”¿Qué juguetes son importantes para ti ahora y cuáles podemos retirar por un
tiempo?” sería la pregunta que respeta la propia iniciativa del niño. También es útil
tener algunos juguetes para invierno o verano, para domingo o vacaciones mientras
que otros se guardan para los días en que están enfermos.
No debiéramos responsabilizar al niño prematuramente de recoger sus juguetes. El
niño no entiende las obligaciones hasta que alcanza la edad escolar. Si tenemos en
cuenta el axioma de Emmi Pikler sobre la socialización “independencia como placer”,
no como una tarea u obligación, nuestra actitud es enteramente diferente desde el
principio y libre de tácticas de presión. “tendrás que …” y “no hasta que…, entonces” si
empezamos a recoger como dado por hecho, sin requerir nada del niño, y en su lugar,
nos alegramos si y cuando ayuda a eso, él puede experimentar la satisfacción y el
placer del proceso de ordenar como un compromiso conjunto.
.............