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Las Mujeres en El Arte Impresionista

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Las mujeres en el arte impresionista

Durante años, las mujeres han vivido bajo la estigmatización de ser la sombra del
hogar. Atender a su esposo e hijos era lo único para lo que estaban consideradas;
dicho pensamiento ha evolucionado paulatinamente con el pasar del tiempo, gracias
a la seguridad y autoridad de las mujeres que hicieron valer sus opiniones al
respecto.
En el arte, no todo era tan diferente. El arte no era estimado como un trabajo para
mujeres. De por sí, era extraño ver a las mujeres solas caminar por la calle,
divisarlas pintando en las aceras era un escándalo y también un completo acto de
rebeldía. Las mujeres podían pintar siempre y cuando solo fuera un pasatiempo y
no profesionalmente, tal como lo hacían los hombres, gracias a que tenían
ocupaciones más “importantes” y “necesarias” como la crianza de sus hijos.
No poseían autorización, ni prestigio para estudiar en la Escuela de Bellas Artes,
puesto que solo permitían ingreso a hombres, lo que las condujo a estudiar artes en
distintas academias que les dieran acceso para expresar su imaginación, destreza
y talento en los lienzos. Aparte, como fuente de inspiración, recurrían al Museo de
Louvre para apreciar las obras, aprender sobre nuevas técnicas y probarlas en sus
diseños propios.

Las mentes retrogradas y prejuiciosas se escandalizaban cuando escuchaban que


una mujer se quería dedicar a la pintura profesionalmente. Esparcían los
quisquillosos comentarios para menospreciar el trabajo bien hecho de las mujeres
artistas de la época. Para la perspectiva de la alta sociedad, les parecía una
vulgaridad que las mujeres se arriesgaran a tan “insubordinada” actividad, puesto
que estaban cegados por su opinión misógina y machista que las apartaba del foco
de atención.
Hasta el profesionalismo de los verdaderos críticos del arte se vio comprometido
moralmente con la presencia de las mujeres artistas; estas eran calificadas respecto
a su género y no por sus capacidades, situación que en el momento en que las
mujeres tuvieron más empoderamiento y reconocimiento dentro del movimiento
impresionista fue en descenso y se les atribuyó más participación dentro de la
industria, juzgándolas por sus obras y no por su apariencia.
El impresionismo las acogió luego de ser rechazadas varias veces en la industria
artística, porque a pesar de no valorar su arte también opinaban que no tenían un
certero conocimiento sobre la anatomía humana y no eran capaces de retratarla a
la perfección.
Se estima que tuvo que transcurrir alrededor
de medio siglo para que el talento femenino
fuese analizado de manera estricta y
completa, además de ser colocado en el
mismo plano de igualdad. En el transcurso del
proceso por la igualdad, miles de mujeres
talentosas murieron en el anonimato de su arte
por culpa de la divergencia sexual.
Alzaron su voz para enfrentarse a la idea de
que solo podían pintar dentro de espacios
domésticos y tener que limitar su imaginación
sin tener una perspectiva congruente para su
satisfacción respecto al lienzo.
Ahora, observemos el recorrido de algunas de
estas mujeres líderes en el arte impresionista.
Empecemos por Berthe Morisot, esta mujer
fue una de las fundadoras del movimiento impresionista. Estudió en la Escuela de
Barbizón hasta el año 1862; no era exactamente una escuela, era determinada
como una comunidad de pintores que compartían ideas, reconocimientos, etc. Fue
participante de las conversaciones de artistas de pintura y letras en el Café
Guerbois, donde entre ellos está la mayoría de pintores que se unieron al
movimiento impresionista.
Expuso obras en el Salón de París y en el Salon de los Rechazados, en ambas de
manera exitosa. No tuvo una aparición durante años en los libros de Historia de
Arte, por el hecho de ser mujer, aunque tuvo menciones secundarias dentro de este.
Su estilo era muy delicado, a pesar de tener una pincelada desordenada. Esto se
podía apreciar a través de los tonos pasteles en sus pinturas. Realizaba muchos
retratos de mujeres y niñas en su cotidianidad para resaltar esta delicadeza
característica dentro del grupo de pintores.
Una particularidad que sobresalía dentro de sus obras es que las mujeres poseían
la comisura de sus labios en ganchos hacia arriba; lo que marcó tendencia en las
próximas generaciones que copiaban este detalle.
Eva Gonzalés, es otra gran mujer que impregnaba
pasión y amor en sus pinturas. A pesar, de haber
vivido poco, solo 34 años, tuvo una notable
participación dentro del movimiento. Principalmente,
era la modelo de Édouard Manet pero luego descubrió
habilidades artísticas en sí misma que se volvió
alumna y colaboradora junto con la anteriormente
mencionada, Berthe Morisot.
Manet le enseñó técnicas pictóricas y la instruyó en
todo lo que pudo para convertirla en una gran artista.
Eva decidió arriesgarse a lo grande al principio, y
presentó su obra al Salón de Paris en 1970, donde fue
aceptado con éxito.
La obra que presento en el Salón, fue la de un niño vestido de militar con una
trompeta.
La estadounidense Cecilia Beaux, quien estudió arte
en la escuela de Van der Wielen a la edad de 16
años, en la ciudad de Nueva York, se convertiría en
una de las mejores artistas gracias a sus hermosos
retratos. Al cabo de 1885 y 1886 se desplazó a
Europa donde estudió en la Académie Julian de
Paris, allí perfeccionó su técnica en el retrato y el arte
impresionista. Un año después una de sus obras fue
expuesta en el Salón de Paris. Luego, volvió a su
ciudad natal y con una reputación esplendida que la
precedía en ese entonces. Gracias a ella, fue
profesora en la Academia de Pennsylvania y tuvo
una vida próspera, apasionada y duradera.
Mary Cassatt es otra mujer estadounidense, pintora y grabadora, dos talentos
inigualables y reconocidos dentro del arte. A pesar, de nacer en Norte América,
pasó la mayor parte de su adultez en Francia donde se hizo amiga de Edgar Degas
y se unió al impresionismo. Fue una de las primeras que notó que las obras pintadas
por mujeres no eran tratadas con respeto, a menos de que un hombre pintor
reconocido en la época respaldara su talento, ya sea un amigo o participante en el
jurado, por lo que se negó rotundamente a cortejar a un ejemplo del último
mencionado para ganarse su favor y respeto.
Debido a su carácter, las múltiples veces que presentó
una obra para el Salón de Paris fueron altamente
rechazadas, por lo que Edgar Degas le extendió la mano
y la invitó a ser parte del movimiento impresionista y a
exponer en el Salón de los Rechazados. Pues, aunque
apenas estaba empezando a tomar forma este
movimiento, pero ya habían desatado la ira de la crítica
durante años atrás por lo que ya poseían una reputación
ganada. Fue allí, donde entabló una amistad con Berthe
Morisot, quien era la única integrante mujer hasta ese
momento.
La francesa Marie Bracquemond, pintaba, grababa y
elaboraba cerámicas. Ella componía, en su mayoría,
retratos de su familia y amigos, combinándolos con fondos ambientados como la
naturaleza. Marie aplicaba constantemente tonos luminosos como el blanco para
contrastarlo, con la suavidad de los colores fríos. Su pincelada es suelta y rápida,
sin embargo, los objetos suelen ser bastante definidos. De la misma manera, siguió
siendo tradicional en su estilo y modo de trabajar,
fabricando previamente bocetos y perfeccionarlo
después.
Pero, su participación fue tan fugaz gracias a que
estaba cansada de los reproches de su marido que
no la dejaba avanzar exitosamente en el mundo
artístico, así que sencillamente, renunció a su pasión
por la pintura.
Y así, la historia de otras pocas mujeres que fueron
parte de esta “rebeldía” rompiendo el esquema de
que las mujeres solo podían encargarse del hogar. Si
no fuera por el reconocimiento que se le otorgó dentro
del impresionismo, ninguna de ellas sería recordada
hoy. Algunas de sus pinturas desaparecieron a lo largo del tiempo, pero las que aún
persisten en museos alrededor del mundo, le hacen frente y honor a lo talentosas e
implacables que eran estas féminas.
Sus particulares técnicas, trazos, iluminación y contraste vivirán siempre en los
corazones de los amantes expertos del arte, quienes respetan y admiran el valor de
ser una mujer artista en aquellos años difíciles para todas.

Trabajo escrito por: Luisa Fernanda Quintero Coello. Historia del Arte Moderno G1

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