De Nuevo La Educacion Social
De Nuevo La Educacion Social
De Nuevo La Educacion Social
(Coordinador)
que tratan de delimitar nuevos y viejos temas para la Pedagogía
y la Educación Social. Temas que no cierran y piden otra opor-
tunidad para la respuesta y, siendo quizás demasiado aventurados, la
propuesta. La actualidad de la Educación Social y los esfuerzos de la
Pedagogía Social por «estar a la altura de las circunstancias» abren la
puerta a cuestiones delicadas, a preguntas que el chantaje de la urgen-
cia no debe hacernos perder de vista. Las presiones por parte de los que
nos solicitan tributo en forma de expresión clara, remisión a lo tangible
de los hechos y la inmediatez de la práctica, alegando que las cosas son
demasiado urgentes para preocuparnos por el pensamiento y la teori-
zación, no deben anteponerse a esa condición humana en la que pensa-
miento y acción caminan necesariamente juntos.
DE LA
DYKINSON
9 788497 72 1 71 4
DE NUEVO,
LA EDUCACIÓN SOCIAL
José García Molina
Coordinador
DE NUEVO,
LA EDUCACIÓN SOCIAL
Dykinson
Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la
cubierta, puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico,
incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sis-
temas de recuperación, sin permiso escrito del AUTOR y de la Editorial DYKINSON, S.L.
© Copyright by
José García Molina (Coordinador)
Madrid, 2003
ISBN: 84-9772-171-3
Depósito legal: M. 37.964-2003
Preimpresión e impresión:
SAFEKAT, S. L.
Belmonte de Tajo, 55 - 3.º A - 28019 Madrid
ÍNDICE
Palabra de acogida...................................................................................... 9
José García Molina
TERRITORIOS
Educación social y medios de comunicación .................................. 139
Petra M.ª Pérez Alonso-Geta.
La educación de adultos en la Europa actual ................................ 157
Florentino Sanz Fernández.
Nuevas tecnologías en la educación social ...................................... 191
Ricardo Fernández Muñoz
ENCRUCIJADAS
El lugar de la educación frente a la asignación social de los
destinos .............................................................................................. 209
Violeta Núñez Pérez.
PALABRA DE ACOGIDA
No basta con que a los hombres les vaya mal; deben comprender
que las cosas pueden ser distintas.
Hans Magnus Enzensberger
hasta dónde alcanzan sus anhelos, sus poderes y sus posibilidades, si es que fuése-
mos capaz de imaginar que tal (de)limitación es posible.
La actualidad de la Educación Social y los esfuerzos de la Pedagogía Social por
«estar a la altura de las circunstancias» abren de par en par cuestiones que el chanta-
je de la urgencia, parafraseando la acertada expresión de Morris 1 no nos debe hacer
perder de vista. Este autor denuncia las presiones por parte de los que solicitan tri-
buto en forma de expresión clara, remisión a los hechos tangibles y a la práctica inme-
diata, «alegando que las cosas son ahora demasiado urgentes para que las personas
serias se preocupen por la especulación minuciosa y la teorización incontrolada».
Nosotros, además, añadimos que estas presiones conforman parte de los avales que
sustentan el intento de ocultación, encubrimiento, vaciamiento de las preguntas que
no cesan de preguntarse y de las antinomias que acompañan a la vida de los hombres
y, en concreto, las que hacen referencia a su educación. Quizá no esté muy lejos de
esta postura la hipótesis que Jean-Claude Michéa ha defendido en su última obra y
que Violeta Núñez nos recuerda en su texto; a saber: que la actual proliferación de la
ignorancia en todas sus formas posibles no es una lamentable disfunción del sistema
capitalista en su actual versión neoliberal, sino más bien uno de los pilares que lo sus-
tenta 2. Lo provocador y sugestivo de los análisis de Michéa estriba en que no se con-
forma con denunciar una especie de trama por alejar a los ciudadanos, y en concreto
a las nuevas generaciones, de los conocimientos y patrimonios culturales de época.
De hecho afirma que nunca los individuos habían sustentado semejante nivel de cono-
cimientos. ¿Dónde está entonces el problema? Seguramente en que, a nuestro modo
de entender, el chantaje de la urgencia y el progreso de la ignorancia no se han alia-
do para desposeer a las personas de los conocimientos sino para desprestigiar el pro-
pio pensamiento, la reflexión o el análisis detenidos, para privarnos del juicio y la
capacidad crítica, en el nombre de un «vive deprisa», «vive a tope», «pasa de rollos»,
«no te comas la cabeza», «se tú mismo» (por cierto, ¿podría alguien aclararnos de
una vez por todas en qué consiste esto?). Una continua ceremonia de alabanza al acti-
vismo irreflexivo y a seguir los impulsos; una continua exigencia que nos obliga a ser
felices, estar a la última, pasar del pasado, olvidar los referentes,...
Las antinomias y las encrucijadas que el presente histórico lanza al centro del
pensamiento pedagógico y de la praxis social y educativa supone la multiplicación
de retos para quien quiera hacerse cargo 3 de ellos, para quien, como nos dice Sáez
en su contribución a esta obra, sienta ese potencial utópico que sostiene a la educa-
ción que nos interpela a dar respuestas a pesar de lo escarpado del terreno y de las
sombras del camino. Pero tengamos cuidado. Los educadores están, estamos, llama-
1
Citado por LATHER, P. (1992): «El posmodernismo y las políticas de la ilustración». Revista
de Educación, n.º 27, p. 8.
2
MICHÉA, J-C. (2002): La escuela de la ignorancia. Madrid: Acuarela.
3
CRUZ, M. (1999): Hacerse cargo. Sobre responsabilidad e identidad personal. Barcelona: Paidós.
Palabra de acogida 11
dos a la acción, a hacer algo, pero no a hacer cualquier cosa. La actualidad y la prisa
por responder, el optimismo ingenuo de ciertos educadores, los análisis centrados en
lo individual y el afán un tanto mesiánico que en demasiadas ocasiones encuentra eco
en las propuestas y respuestas —tanto discursivas como prácticas— no habitan fuera
de la lógica que acabamos de denunciar. Detenerse a pensar puede ser ya uno de los
pocos actos de resistencia que nos quedan y una opción más a tener en cuenta en esta
incesante búsqueda de respuestas en la que andamos pre(ocupados) los profesiona-
les de la Educación Social y los investigadores y profesores de la Pedagogía Social.
Detenerse a pensar no es paralizarse sino promover el avance de los conocimientos,
su desplazamiento hacia nuevos lugares y acceder a la comprensión, cada vez más
certera, de la necesidad de andar conjuntamente ese camino.
Bajo esta sombra nos adentramos en la aventura de escribir sin pretensión de solu-
ción definitiva, pero con el convencimiento de que no nos podemos limitar a estar
siempre pensándola. Pretensión y deber de construir un lugar de encuentro entre «lo
dicho» y «lo que quiere decirse», de aunar en un tiempo —el tiempo de la conclusión
— y en un lugar reunidor —pero que no se cierra sobre sí mismo— diferentes res-
puestas a situaciones y problemáticas que los signos de los tiempos fuerzan a cam-
biar. Locura de una carrera de obstáculos epistemológicos, como los definió Bache-
lard, que no desconoce que su meta es una nueva casilla de salida, porque toda
respuesta es una aproximación. Obligación de respuesta que, en nuestro caso parti-
cular, permita a la Pedagogía Social estar a la altura de las circunstancias, o cerca de
ellas. Porque una cosa es saber que la pedagogía y la educación siempre van retrasa-
das respecto al mundo que deben conocer y transmitir y otra, muy distinta, aceptar
pasivamente que estén retrasadas respecto a sí mismas.
De lo dicho se desprende que, aún asumiendo que no es territorio de competen-
cia exclusiva del pensamiento pedagógico y de la práctica educativa el intento por
cambiar, transformar, mejorar las realidades sociales, no nos queda otro remedio que
seguir pensando y actuando como si, y así creo que es, nos fuera el futuro en ello.
Hoy en día, en plena expansión de las competencias que se asignan a los educadores
sociales, cabe seguir cuestionándose sobre hasta dónde —y hasta donde ya no— es
lícito pensar la oportunidad de las competencias otorgadas a la Pedagogía Social y de
la Educación Social. ¿Hasta cuánto podemos forzar a ambas, sin que pierdan el norte,
para exigir soluciones a los problemas del mundo y los hombres? Complejas, ina-
barcables, son las tareas a la que nos convocan y a las que, sin una reflexión deteni-
da, nos hemos lanzado guiados más por el ánimo que por una conciencia precisa de
los pagos asumidos. En cualquier caso, como decía, aquí empieza a pagarse una deuda
más, un nuevo rodar la piedra montaña arriba. Quizás el propio movimiento demues-
tre que, aun sabiendo que deberemos volver a rodarla, no hemos dimitido.
Por ello, estimado lector, creo que lo contenido en este continente no necesita de
más presentación que lo dicho, además, naturalmente, de la que el propio índice le
12 Palabra de acogida
haya sugerido. No quiero forzar las excelencias de los autores aquí convocados a la
reflexión y la toma de posición. Son, a mi juicio, demasiado evidentes. Más le invi-
to, con sincero agrado y agradecimiento, a que las descubra por sí mismo. Le
propongo adentrarse, arriesgarse a leer, a pensar, a comprender y a debatir, para apren-
der a aprender y para atreverse a negar lo sabido, a pensar contra sus propias certe-
zas, en contra de uno mismo.
Esta es su tarea si usted decide asumirla. La nuestra, la tiene entre sus manos.
1. INTRODUCCIÓN
Este es un ensayo, muchos ensayos, que como otros en nuestros días, habla de
Educación Social, lo que al mismo tiempo quiere decir que no habla de una sola cosa.
Tal vez la particularidad del presente texto resida más en la forma de abordaje que en
las temáticas tratadas, ya que somos conocedores de que otros andan ya enfrascados
en tareas similares. Quizás las aproximaciones que avanzamos, en forma de pro-
puestas para seguir pensando los ejes sobre los que sostener la Educación Social, pue-
den ser articuladas alrededor del doble reto que asumimos:
1
«¿Quién podría explicar con claridad y concisión lo que es el tiempo? ¿Quién podrá comprender
en su pensamiento para poder luego decir sobre él una palabra? Y sin embargo, nada de nuestro len-
guaje nos es tan conocido y familiar como él; entendemos muy bien lo que decimos o lo que nos dicen
hablando del tiempo. Pero ¿qué es él en sí? Cuando nadie me lo pregunta, lo sé; pero si me lo pregun-
tan y quiero explicarlo, no lo sé.»
Educación social: ¿Profesión educativa o empleo social? 17
Una vez presentadas las intenciones, no resta sino empezar a dar cuenta de ellas.
2. SUSTANTIVOS Y ADJETIVOS
En las dos últimas décadas se han sucedido varios y variados intentos, especialmente
entre los profesores universitarios vinculados a la disciplina de la Pedagogía Social, que
pretendían explicar el alcance y la significación del adjetivo social adherido a los sus-
tantivos pedagogía y educación. En uno y otro caso la disputa entre diferentes puntos de
vista no ha cesado, si bien —en el caso de la Pedagogía Social— parece llegar un tiem-
po en el que las tribus académicas (BECHER, 2001) han sido capaces de alcanzar cier-
tos acuerdos, más o menos explícitos. Por otra parte, no debe obviarse la deuda contra-
ída al respecto con el creciente reconocimiento social que la Educación Social, como
profesión en periodo emergente y de expansión. Ella ha sido, hasta el momento, el motor
que ha hecho mover la maquinaria entera, alcanzando en nuestros días una altura, una
significación, mayor que la de su matriz disciplinar: la Pedagogía Social.
Nuestro objetivo es, entonces, presentar líneas de significación que permitan cues-
tionar los sistemas de significado dominantes y proponer esquemas que se configu-
ren como contingentes que toman posición 2. En nuestra voluntad habita el deseo de
2
Ya he comentado que este no es el lugar en el que desarrollar de manera amplia y exhaustiva las
propuestas. Más bien trato de establecer una primera «toma de contacto» con lo que se quiere decir. Ello
me compromete, a partir de ahora, a profundizar nuevos desarrollos en textos futuros.
18 JOSÉ GARCÍA MOLINA
Tratamos ahora de poner sobre la mesa la cuestión de la relación entre dos signi-
ficantes que, en el campo disciplinar pedagógico y en el profesional educativo, sue-
len ser percibidos como lo sustantivo y lo adjetivante. Desde que en el contexto de la
Alemania de la segunda mitad del siglo XIX, etapa en la que empezó a fraguarse de
manera definitiva el concepto Pedagogía Social, Diesterweg y Natorp dieran publici-
dad y entidad, respectivamente, al concepto y a la ciencia de la Pedagogía Social, esta
brecha ha estado abierta. Paul Natorp (1913) sostenía la convicción de que el indivi-
duo es sólo una abstracción, idea ya explícita en la obra de Marx, que no puede exis-
tir fuera del marco de la comunidad. Por ello propugna una Pedagogía Social que se
mire y se recree en dicha comunidad hasta su práctica identificación. El individuo es,
sobre todo, un ser social que sólo puede llegar a ser hombre mediante la comunidad,
por lo que las acciones humanas no tendrían valor ni sentido si no fuesen colectivas,
dirigidas por normas y valores sociales. Según lo expuesto, el adjetivo social no apor-
taría nada al sustantivo pedagogía porque la Pedagogía Social, lejos de ser una rama
de la pedagogía, es la Pedagogía misma.
Desde ese momento hasta nuestros días, el debate alrededor del estatuto episte-
mológico y/o científico de la Pedagogía Social no ha dejado de ser objeto de discu-
siones y diferencias entre los propios pedagogos. De lo que si estamos seguros es de
que mucho han cambiado las cosas desde que, uno de nuestros más insignes peda-
gogos de mediados del siglo pasado, Lorenzo Luzuriaga defendiera que la Pedago-
gía Social era una rama, una especialidad, de la Pedagogía General, entendiendo que
ésta se ocupaba sólo de una parte de la educación del hombre: la social. Pero como
ya he avisado, no voy a profundizar en esta tarea de disección y delimitación episte-
mológica de la Pedagogía Social que, por otra parte, no se ha acabado de mostrar
Educación social: ¿Profesión educativa o empleo social? 19
3
Sirva como ejemplo, y no es ni mucho menos una excepción, la afirmación de uno de los pio-
neros en la firme defensa de la sustantividad de la Pedagogía Social, el profesor Bernardo de la Rosa:
«Educar para la democracia es el objetivo prioritario de la Pedagogía Social en nuestro país.» Como
el lector podrá consultar en el texto que sigue, asumimos de esta manera las palabras de Sáez cuando
nos reta a abandonar todo recelo para asumir, de manera clara y precisa, que la praxis educativa no es
pedagogía. Es decir, a poder separar conceptualmente, lo cual no quiere decir que no deban presentarse
articuladas, la ciencia y la disciplina pedagógica de la praxis profesional de la Educación Social.
20 JOSÉ GARCÍA MOLINA
gogía. Ante las nuevas realidades, las crisis sociales y económicas, pero no
en menor medida las nuevas demandas educativas que sobrepasan con mucho
las competencias y posibilidades del sistema educativo reglado, se demanda
un giro a la propia Pedagogía para que se acerque decididamente a esta nueva
realidad que puede ser, a la vez, su tabla de salvación.
Cuestiones clave que siguen pendientes de respuestas (en plural). De todos modos,
pensamos que en este aspecto se ha seguido, como propondremos un poco más ade-
lante, el mismo camino que ha guiado a la Educación Social. La Pedagogía Social se
ha visto obligada a, o se ha querido así, construir su «identidad» por negación de su
propio sustantivo, es decir que la Pedagogía Social suele identificarse más con lo
social que con lo pedagógico. Esta afirmación, que no obvia que es tan discutible
como cualquier otra y que, por otra parte, no aspira a la generalización absoluta,
podría encontrar cierta base de legitimidad si echamos un vistazo a la producción teó-
rica aparecida en nuestro territorio bajo esta nomenclatura. A nuestro parecer, las ten-
dencias prioritarias a la hora de publicar se agrupan alrededor de tres núcleos:
a) Los que, tomando como base las producciones de la sociología, centran sus
análisis y estudios en las situaciones sociales y económicas —efecto del neo-
liberalismo económico y social— que son susceptibles de provocar, cuando
no directamente causantes de, marginación y exclusión en personas, grupos
o poblaciones. Esta sociologización del discurso pedagógico suele llevar aso-
ciada el establecimiento de categorías tales como poblaciones de riesgo,
poblaciones diana, zonas de actuación preferente, etc. Este deslizamiento dis-
cursivo provoca un efecto perverso donde, en el mejor de los casos, la Peda-
gogía Social se acoge a una necesaria, pero insuficiente, tarea la reivindica-
ción política y, en el peor, se dedica a «tareas de inventariado» de individuos
o poblaciones previamente categorizados/as que juegan a favor de otros inte-
reses muy diferentes a los educativos 4. En cualquier caso, el vaciamiento de
lo educativo suele ser evidente en tanto se renuncia, más allá de la proclama
de ciertos eslóganes anclados en el lenguaje del debe (la Pedagogía Social
debe..., la Educación Social debe...), a dar, o al menos aventurar, orientacio-
nes y respuestas educativas a las posibles carencias, necesidades o deman-
das de la ciudadanía.
b) Los que, tomando como base las producciones de la Psicología y la Psicolo-
gía Social, centran sus estudios en la comprensión de los procesos persona-
les, emocionales, afectivos que llevan a la inadaptación, al aislamiento o a la
exclusión de sujetos o grupos. La Pedagogía Social se acaba convirtiendo así
en una técnica o tecnología rehabilitadora, terapéutica al servicio de los tra-
tados de categorización natural propuestos por estas disciplinas.
c) Los fascinados por el recurso a la técnica y a la tecnología. Realización de
entrevistas, técnicas de dinámica de grupos, habilidades sociales y activida-
des lúdicas como elementos que conforman el ajuste de personalidad y aco-
modación de la conducta con relación a los demás. Actividades que se pien-
4
La profesora Violeta Núñez ha dado cuenta en diversos textos, también de manera tangencial en
el que presenta en esta obra, de los procesos de exclusión a los que suele avocar esta orientación.
Educación social: ¿Profesión educativa o empleo social? 23
5
Aspectos ambos donde la relación educativa, lejos de basarse en la transmisión de contenidos
culturales valiosos, se centra en aspectos personales más cercanos al control, la moralización o lo pseu-
do-terapéutico. De Lajonquière (2000: 79) ya ha denunciado este deslizamiento al afirmar que «cuan-
to menor es la estofa de los saberes a transmitir, mayor es la proximidad tête-á-tête entre los persona-
jes de la escena pedagógica.» Para los nuevos fines, la solución parece pasar por el vaciamiento de los
contenidos culturales importantes y un claro viraje hacia un personalismo que se ubica con frecuencia
entre la dominación y la moralización. La fijación por inculcar directamente en el sujeto los valores, las
habilidades sociales y/o las conductas, sin remitir a los contenidos amplios, diversos y valiosos de la
cultura en la que cobran significación y sentido, remiten a lo que Núñez (2002: 36) denomina «la renun-
cia de la Educación Social s la tarea culturizadora.»
24 JOSÉ GARCÍA MOLINA
6
No queremos decir con esto que la finalidad del proceso sea crear un individuo para la socie-
dad, sino un sujeto en la sociedad. La distinción se antoja importante en tanto la finalidad es la articu-
lación de la individualidad subjetiva en un marco referencial cultural y social que establece ciertas pau-
tas de pertenencia, permanencia, circulación y promoción.
26 JOSÉ GARCÍA MOLINA
tica que incida sobre los sujetos sin una propuesta seria por cambiar y enriquecer edu-
cativamente la realidad en que viven. Podrá entonces superarse también esa pedago-
gía de los grupos naturalizados que anda perdida a medio camino entre posiciones
sancionadoras de destinos sociales 7 y posiciones paternalistas que, a base de recla-
mar derechos o atenciones especiales para los diferentes, ontologiza la diferencia y
legitima las respuestas diferenciadas que ella misma inventa. Esta orientación socio-
logizada y/o psicologizada de la Pedagogía, o Pedagogía Social, olvida con demasia-
da frecuencia que, en los Estados Democráticos de Derecho, la Educación Social es
un derecho de la ciudadanía y no una dádiva institucional.
Siendo conscientes de que, a estas alturas, son pocos los que se decantan firme-
mente por negar que toda educación es —por los espacios en que se desarrolla y por
los fines que persigue— social, y con la intención de no repetirnos respecto a lo ya
expuesto en el caso de la Pedagogía Social, ubicamos el problema de la Educación
Social en el ámbito de la profesión. Si hasta ahora las disputas se han centrado en
intentar definir y acotar lo que la Educación Social era o debía ser como práctica edu-
cativa y social, queremos generar un giro en el debate 8. Nos mueve a ello el conven-
cimiento de que cada definición de Educación Social en este otro sentido es deudo-
ra de diferentes marcos teóricos o paradigmas que se muestran, las más de las veces,
como irreconciliables. Se trata de buscar otro eje que, más allá de posicionamientos
teóricos propios que orientan esa práctica, permita construir «identidad profesional».
La Educación Social como profesión que sigue profesionalizándose permite, a nues-
tro entender, dar cuenta del objetivo 9.
Partimos pues de una profesión articulada en un solo eje que sostiene dos polos:
lo educativo y lo social. Ya Antoni Petrus había hecho hincapié en que, sea cual fuere
el enfoque desde el que se contemple la educación social ésta respondería a sus dos
características distintivas, «su ámbito social y su carácter pedagógico» (1997: 9).
Mas este dictum, que tiene visos de parecer una verdad de Perogrullo, encierra mayor
complejidad de la que a primera vista pueda parecer. Porque, si mayoritariamente
hemos aceptado esta situación, cabría preguntarse, como hemos hecho con anteriori-
7
Violeta Núñez da buena cuenta de ello en el artículo que cierra este libro.
8
Debate alrededor de la profesión, pero también del propio proceso de profesionalización, que
algunos autores como Jordi Riera, Jesús García Mínguez y, especialmente, Juan Sáez Carreras han ini-
ciado y animado en los últimos años. No vamos a recrearlo aquí, si bien animamos al lector a profun-
dizar en esta emergente y fructífera orientación de la Pedagogía Social.
9
La Educación Social como práctica educativa profesionalizada, y profesionalizándose, en el
marco de la vida social, no puede aceptar ya como válida la vieja distinción que la ubicaba en los terri-
torios de lo no-formal o informal.
Educación social: ¿Profesión educativa o empleo social? 27
dad, si en realidad no nos encontramos ante un sustantivo adjetivado sino ante dos
sustantivos articulados en un solo significante, dos sustantivos inseparables. La pre-
gunta a responder no sería ya qué aporta el adjetivo social al sustantivo educación,
sino cómo entender esta nueva articulación de sustantivos.
Me atrevo a sostener que estos significantes (lo educativo y lo social) son inse-
parables alentado por el convencimiento de nuestra capacidad para:
10
Un punto sobre el que no vamos a profundizar, a pesar de su relevancia, es el que se refiere al
debate abierto, quizá fuera más apropiado decir lucha, entre las tribus académicas (BECHER, 2001) y
las profesionales. Ambas tribus han seguido caminos diferentes, negándose la mayoría de las veces y
pareciendo olvidar la evidente relación de dependencia mutua que los nuevos tiempos han establecido
entre unos y otros. Aparece de manera meridianamente clara que, hasta la fecha, cada una de ellas ha
tenido, y sigue teniendo, deseos e intereses diferentes. Parecería incluso que se las han apañado para
construirse mediante un permanente juego de poder por demostrar que se es diferente del otro y que las
aportaciones de cualquiera de los dos bandos no son significativas para «el rival». Los académicos desde
una posición de poder basada en su supuesto saber científico acerca de la educación, los prácticos enar-
bolando la bandera de la experiencia y la realidad como verdadera magistra vitae. Un diálogo de sordos
que, afortunadamente, parece empezar a tomar nuevos rumbos, si bien no es necesario explicitar que el
camino a recorrer sigue siendo largo y lleno de sombras.
28 JOSÉ GARCÍA MOLINA
Hay quienes piensan que a la Educación Social no le va nada mal en nuestros días
y basan esta percepción, igual que su optimismo, en el hecho constatable del creciente
campo de empleo que está produciéndose en nuestro territorio. Efectivamente, pare-
ce que los márgenes de maniobra de la Educación Social siguen creciendo a la par
que los problemas y las demandas sociales, sean los vinculados a la inadaptación o
exclusión social, sea en lo concerniente a la creciente demanda de formación a lo
largo de toda la vida o de la nueva sociedad del ocio. No está falto de razón Petrus
(2000: 69) cuando asegura que «el actual resurgir de la educación social es conse-
cuencia de su capacidad para aceptar nuevas reconceptualizaciones y adaptarse a
los cambios de la sociedad», argumento que ya había adelantado el mismo autor unos
años antes al vincularla a las respuestas a las actuales necesidades derivadas del Esta-
do de Bienestar y que «le son circunstancialmente atribuidas» (1996: 27). Ello ha
dado a la Educación Social, no exclusivamente ahora sino a lo largo de toda su his-
toria, el carácter de, en primer lugar, una ocupación y, en la actualidad, una profesión
social. No obstante, hay que señalar que todo el mundo sabe que existen otras profe-
siones sociales (trabajadores sociales, psicólogos, etc.) y que, por ello mismo, lo único
que puede ayudarnos a diferenciarlas (sin necesidad de producir abismos entre unas
y otras) es, justamente, su carácter educativo y, por lo tanto, su referencia a un ámbi-
to de reflexión y discursividad pedagógica. Quizá esta flexibilidad a la hora de recon-
ceptualizarse y asumir lo que otros le piden (no está de más recordar que los clientes
Educación social: ¿Profesión educativa o empleo social? 29
mayoritarios de la Educación Social son los propios Estados) no ha sido siempre una
ventaja a celebrar. Quizá este empeño por hacerse necesario y visible en el plano de
la vida social (aspecto que desafortunadamente sigue sin conseguirse en un nivel acep-
table) ha dejado de lado otros no menos importantes: el de la fundamentación edu-
cativa de la profesión.
No creo que lo dicho deba poner en guardia a nadie (siquiera a los defensores a
ultranza de la pureza identitaria de la Educación Social como práctica social), ya que
no es mi intención negar, ni siquiera minimizar, lo social para ensalzar lo educativo.
Más bien se trata de defender que si han sido los efectos de lo social los que han per-
mitido, de manera efectiva, la ocupación y el empleo tanto de los antiguos cuidado-
res, celadores, monitores, como de los que después fueron los educadores especiali-
zados, animadores socioculturales, educadores de adultos y, en la actualidad los
educadores sociales, no puede decirse que ello sea lo que supone el núcleo fuerte de
la profesión. Y he aquí donde, a nuestro entender, ha radicado uno de los problemas
más serios a la hora de entender y construir la Pedagogía Social y la Educación Social,
tanto como los posibles puentes entre ellas. El desconocimiento de unos respecto a
lo que los educadores hacían en sus lugares de trabajo y el desinterés de otros por
todo lo que sonara a Pedagogía, sosteniendo —no sin falta de razón en muchas oca-
siones— que su campo de trabajo no tenía nada que ver con lo que desde ella se pro-
ducía y se enseñaba en las universidades, ha sido la moneda de cambio común. En
esta situación me atrevería a señalar que los intereses de unos y otros sólo han sido
convergentes en el ámbito de un deseo que no llegaba a materializarse: la mejora de
la Educación Social. Pero los intereses reales de unos y otros giraban en órbitas dife-
rentes: «la carrera universitaria» exige a los profesionales de la enseñanza y la for-
mación ciertos recorridos que suelen alejarles, si es que alguna vez llegaron a estar
cerca, de la práctica educativa. Los educadores quizá se hayan visto más, según las
orientaciones elegidas, como conformadores, reformadores o transformadores de per-
sonas, comunidades e, incluso, sociedades que como educadores propiamente dichos.
Quizá por ello me atrevería a asegurar que, hasta el momento, los educadores socia-
les han mostrado más interés y preocupación por las situaciones personales y/o socia-
les de las personas que por los posibles procesos o recorridos educativos que pudie-
ran realizar. De nuevo el chantaje de la urgencia ha conseguido que las problemáticas
personales, las situaciones de urgencia social, los riesgos y las exclusiones impusie-
ran un activismo, una angustia por dar respuesta, sin que pudiera sentarse la base sobre
la que reflexionar acerca de qué cuestiones merecen la consideración de «ser trata-
das» como un problema educativo. Y esta hubiese sido, y sigue siendo, la oportuni-
dad de la Pedagogía Social para encontrar su sitio a los ojos de los profesionales de
la Educación Social. Ante los desajustes y los desastres que las políticas económicas
(más económicas que políticas en nuestros días) provocan, ante las avalanchas de los
procesos migratorios, ante el desempleo estructural, ante la anomia y los problemas
psíquicos derivados del aislamiento, el estrés, la falta de referentes, la falta de opor-
30 JOSÉ GARCÍA MOLINA
tunidades, etc., ¿qué pueden hacer los educadores sociales?; ¿qué piensan ellos acer-
ca de lo que es su trabajo?; ¿creen que su tarea alcanza a solucionar los problemas
a los que se enfrentan o comprenden que lo educativo puede ayudar a la mejora de
la calidad de vida de las personas pero es sólo un ámbito más? 11; ¿sus objetivos,
incluso sus métodos, son percibidos y realizados como una oferta de procesos edu-
cativos o se aproximan demasiado a los de la agencia o administración que les con-
trata?; ¿cómo dar un carácter educativo a la relación que se establece con las per-
sonas?
Todas estas preguntas, en modos diversos pero igualmente importantes, nos lle-
van a un lugar común: ¿en qué consiste la tarea fundamental del educador social más
allá del ámbito de trabajo en el que está empleado?, ¿cuál es el núcleo fuerte que nos
permite pensar cierta continuidad en torno a una figura profesional más allá de la
multiplicación de espacios y tareas que se les asignan y aceptan? 12. No es fácil dar
respuestas y mucho habremos de profundizar en ellas para alcanzar posibles objeti-
vos comunes. El tiempo que se abre invita a ello. Disciplina y profesión encuentran
hoy, más que en ningún otro momento, una oportunidad para entenderse. Las exi-
gencias de la convergencia europea, en el ámbito de las titulaciones universitarias,
pero con una clara finalidad de homologación de los profesionales que pertenezcan
a la Comunidad, suponen un reto a la hora de confeccionar asignaturas y planes de
estudio que den cuenta de una formación competente para la habilitación de los pro-
fesionales de la Educación Social.
En cualquier caso, y como señalé, voy a centrarme en la práctica de los educa-
dores como medio de construir una identidad profesional. Y para ello propongo que
no se pierda de vista aquella advertencia que realizara, hace ya más de dos siglos,
F. Herbart (1983: 11): «no puedo concebir la educación sin instrucción». A media-
dos del siglo pasado, Hanna Arendt ampliaría la expresión dando pie a todo un posi-
cionamiento pedagógico, que entiende como tarea de los expertos en pedagogía. La
idea central gira en torno a algo tan, aparentemente elemental como que:
«No se puede educar sin enseñar al mismo tiempo; una educación sin
aprendizaje es vacía y por tanto con gran facilidad degenera en una retóri-
ca moral-emotiva. Pero es muy fácil enseñar sin educar, y cualquiera puede
aprender cosas hasta el fin de sus días sin que por eso se convierta en una
persona educada.» (1996: 208)
11
Aquí encuentra la disciplina nuevos campos para la investigación. Autores como Juan Sáez han
empezado a avanzar en esta línea acerca de la profesionalización de los educadores sociales y de sus
efectos y consecuencias.
12
Desde hace más de una década contamos con un marco que regula el ordenamiento académi-
co y social de esta profesión pero se hace evidente, y es una paradoja cuanto menos curiosa, que en esta
profesión que se dedica preferentemente a la socialización el propio colectivo no se ha socializado toda-
vía (JULIÀ, 1995).
Educación social: ¿Profesión educativa o empleo social? 31
3. PROPUESTAS
¿Qué nos queda entonces? Aportar algunos apuntes acerca de los pilares que cre-
emos sustentan la relación educativa y, por ende, la tarea profesional de los educa-
dores sociales.
13
Esta situación de permanente desencuentro, patente y patética, no puede alargarse por más tiem-
po. La Pedagogía Social debe tratar de entenderse a sí misma como campo de investigación y reflexión
sobre las diferentes dimensiones de la relación educativa, para producir, tanto en el terreno normativo
como en el metodológico, formas actuales de transmisión de la cultura y orientaciones para el sosteni-
miento de los procesos educativos de las personas con las que los educadores trabajan. De esta manera,
si la Pedagogía Social colabora en la construcción de la profesión, aportando herramientas conceptua-
les y metodológicas (más en el plano de una praxis ética que en el de la aplicación técnica), y cum-
pliendo, en fin, la función investigadora y docente garante de una adecuada formación profesional, tal
y como le exige la sociedad, y, por otra parte, los educadores sociales comiencen a mostrar más interés
por la Pedagogía de la que en la actualidad parecen mostrar, el acuerdo y el reconocimiento mutuo se
hará posible y fructífero.
32 JOSÉ GARCÍA MOLINA
14
Esta definición es fruto del intenso e interesante trabajo realizado por un grupo de educadores
sociales vinculados a un grupo de formación permanente, auspiciado por APESCAM (Asociación Pro-
Educación social: ¿Profesión educativa o empleo social? 33
Para ir finalizando quiero exponer, aunque sea de un modo apenas esbozado, que
la Educación Social es una práctica educativa que se sostiene sobre tres pilares inse-
parables y que, en mi modo de entender la tarea educativa, devienen verdaderos núcle-
os teórico-prácticos para los educadores sociales. He decidido llamar a estos: políti-
ca, ética y praxis.
Afirmar que la práctica educativa se sostiene sobre una política no debe enten-
derse en el sentido de lo que habitualmente pensamos esta acción. El educador no es
un político en sentido estricto, pero si realiza acciones de gobierno y se ve confron-
tado a la toma decisiones que pueden influir en los recorridos, las oportunidades y la
vida en general de las personas. Tomamos la idea de gobierno de aquella famosa
expresión de Herbart (1983) que hacía referencia al gobierno de los niños, en clara
alusión a lo que anteriormente Kant había designado como la disciplina. Mediante
este gobierno, esta disciplina, los educadores intentan que los recién llegados, las nue-
vas generaciones, emprendan el camino «de la animalidad a la humanidad» (KANT,
1983) o que, como se suele decir en nuestros días, se socialicen. Esta necesidad impe-
riosamente humana de entrar en el mundo del nosotros, pasa por violentar nuestra
naturaleza humana para que pueda advenir esa segunda naturaleza (la del lenguaje,
simbólica y social). Sobre esta temática han escrito prácticamente todos los pensa-
dores de la educación: la indeterminación biológica, la inactualidad del hombre, su
particular naturaleza inacabada ha sido una temática recurrente a lo largo de la his-
toria del pensamiento pedagógico. Es esta particularidad la que abre las puertas a la
educabilidad de los hombres y la que resuelve el problema ético de Wyneken (1968:
55) respecto a quién nos autorizaba a violentar la naturaleza infantil. Algunas res-
puestas pueden encontrarse en Bernfeld (1972: 85) cuando afirmaba que «la educa-
ción es posible porque, por una parte, al mundo llegan niños que no nacen formados
física, espiritual y socialmente y, por otra, se da la presencia de unos adultos que pro-
porciona la estructura en la que se afinca la educación.» Últimamente, Paturet (1995:
18) se ha vuelto a acercar a esta cuestión desde una visión ética para defender que «el
derecho y el deber de educar están ligados precisamente a esa naturaleza inacaba-
da del hombre.»
El presupuesto político de la práctica educativa parte de un mundo donde la infan-
cia es vivida en una sociedad de adultos que deben efectuar cierta cantidad de traba-
15
Vale la pena releer, desde la educación social, las valiosas aportaciones que María Montessori
hizo al respecto.
36 JOSÉ GARCÍA MOLINA
16
He trabajado más extensamente esta cuestión en otros textos que pueden consultarse en la
bibliografía adjunta. Especialmente en García Molina (2002) y en García Molina y Marí Ytarte (coord.)
(2002). Esta producción tiene una deuda contraída con las magníficas aportaciones de autores como J.
Herbart, M. Montessori, M. Zambrano; Ph. Meirieu, J. B. Paturet y V. Núñez
Educación social: ¿Profesión educativa o empleo social? 37
Mediación respecto a los otros. La mediación respecto a los otros remite la posi-
bilidad de propiciar encuentros que consoliden relaciones con los demás, en un sen-
tido amplio.
4. CONCLUSIONES
17
Otras corrientes hablan de aprendizaje vicario, o por modelaje. No nos parece oportuna esta
terminología, ya que de alguna manera ubica al educador no como guía de la actividad, sino como mode-
lo a imitar.
38 JOSÉ GARCÍA MOLINA
ral. Ello no implica renuncia, destrucción o negativismo, sino dejar abierta la puerta
al proceso donde la lucha entre lo que se es, lo que se quiere ser y lo que se debería
ser en este tiempo y lugar. Más que derrotar... mantiene vivo y alerta. Lo que se es y
lo que se debe ser están en permanente construcción.
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40 JOSÉ GARCÍA MOLINA
Bajo estos análisis conduje varias inquietudes que retraduje en hipótesis, las mis-
mas que han dirigido durante los últimos años mis intereses investigadores.
1.º Si la Universidad, tal y como responde a las leyes que desarrollan sus metas
y funciones, tiene como uno de sus fines fundamentales preparar profesio-
nales, debemos tomarnos en serio esta propuesta más que considerarla sólo
indicación retórica y formal. Este recordatorio es el que orienta, entre otras
dimensiones, las declaraciones de Bolonia (1999) y Praga (2001) cuando,
tomando medidas encaminadas a la construcción del Espacio Europeo de
Educación Superior, reconoce que el sistema que se auspicia trata de «faci-
litar el reconocimiento de las cualificaciones profesionales». Esta filosofía,
interpreto positivamente, procura inyectar vitalidad a las Universidades, cada
vez más en competición con otras instancias que ponen en cuestión sus fun-
ciones, pidiéndoles que se tomen seriamente el desarrollo profesional de los
estudiantes que van a actuar en sus entornos laborales. Este espíritu reclama
que reflexionemos detenidamente sobre dos supuestos que damos por ele-
mentales pero de los que, en realidad, apenas se tienen verdadero conoci-
miento.
Cuando estas preguntas tienen que ver con las profesiones sociales, entre
las que se encuentra la Educación Social, las respuestas suelen ser más dubi-
tativas, en la medida en que estas profesiones presentan un rostro más com-
plejo, menos preciso y más «fangoso» (SCHÖN, 1992, 1998), en tanto que sus
dimensiones técnicas conflictúan con aquellas otras éticas, impregnadas de
valores y percepciones, difíciles de codificar.
Las reflexiones podrían ser múltiples y numerosas de acuerdo con toda la serie
de variables que aparecen en el campo de la disciplina que nos movemos, la Pedago-
gía Social, y resultado de las inquietudes que nos surgen al hilo de nuestras respon-
sabilidades investigadoras y formadoras. Una breve síntesis de la situación plantea-
da nos permite obtener algunas conclusiones que pueden actuar, en el presente y para
el futuro, como guías orientadoras que organicen, coordinen y articulen, los diferen-
tes esfuerzos que se están haciendo en Pedagogía Social, a veces no suficientemente
aprovechados. La meta sería reconstruir un escenario en el que tanto la Universidad,
a través de nuestras facultades de educación —y más particularmente del área de Teo-
ría e Historia de la Educación en donde se ubican fundamentalmente nuestras disci-
plinas— como el mundo profesional que es el que, a resultas de la formación dada
por los profesores de este área saldrá beneficiado por la mejor preparación dada a los
estudiantes de hoy, se reforzarán paralelamente y trabajarán profesionalizándose en
sus respectivas instituciones: los profesores, orientados al conocimiento, que se dedi-
can a la formación se profesionalizan mejor cuando obtienen cuantitativa y cualitati-
vamente satisfacciones por el resultado de sus actividades, y los educadores sociales,
orientados a la acción, sintiéndose mejor capacitados para abordar sus tareas, pro-
mueven la creencia pública en la necesidad de la profesión y, por tanto, también aus-
pician la profesionalización de la Educación Social.
Cambiando concepciones en la construcción de la pedagogía social:... 45
1.º La filosofía de Bolonia, Praga, París, toda vez que se escucha a quienes la
están expandiendo y se lee con detenimiento la documentación emanada de
estas declaraciones, apunta y señala la necesidad de que las Universidades
sufran una profunda reforma: una de las variables que se consideran funda-
mentales para llevar a cabo esta tarea tiene que ver con los perfiles compe-
tenciales que deben dominar los futuros profesionales que se preparan en las
instituciones de educación superior.
2.º Que es, hoy, más que nunca, un privilegio y una oportunidad poder contar
con la posibilidad de dar razón de ser de una profesión que en Europa está
tan arraigada, como es la Educación Social. Ello supondría:
nombre a una titulación que justifica unos planes de estudio para prepa-
rar a los estudiantes 2.º en una profesión que va conformando su emer-
gente perspectiva mientras utiliza «estrategias de persuasión» para hacer
creíble y necesaria una particular «jurisdicción» (vínculo entre la profe-
sión y el tipo de competencia que muestra en un determinado trabajo) 3.º
que se expresa y se recrea, o permite recrearse, a través de un tipo de
práctica social. Si aceptamos este supuesto no cabe ya hablar de Educa-
ción Social como una praxis pedagógico-social o expresiones similares,
fruto del excesivo énfasis con que utilizamos vías analíticas sin contras-
tar los análisis con las posibles aportaciones empíricas que podrían con-
firmarlas. Hay que abandonar todo recelo: si es praxis no es pedagogía.
Y por supuesto, de acuerdo con la idea de «regímenes epistémicos», aus-
piciamos una concepción desencializadora del conocimiento: el conoci-
miento es una producción histórica del ser humano que no puede ser
caracterizado como un valor absoluto sino relacionado a o referido a
situaciones, personas, contextos, problemas... Lo importante en el cono-
cimiento es cómo se organiza en función de determinadas metas y obje-
tivos (BURRAGE, JARAUSCH y SIEGRIST, 1990), y cómo esta orga-
nización se realiza en torno a criterios que permiten la construcción y
reconstrucción de los discursos y las disciplinas: hasta ahora la cons-
trucción de la Pedagogía Social ha sido diferente de la profesión de Edu-
cador social, pero quizás sea pertinente, ya que en 1991 se reconoció la
posibilidad de caminar juntos, que la Pedagogía Social y la Educación
Social como profesión hagan un esfuerzo porque la reconstrucción en los
últimos tiempos trate de responder a estos criterios de convergencia. A
esta labor Inkeles la denominaba «leyes efectivas de zonificación» (1977:
5), de acotación y convención, para poder trabajar articuladamente.
Una de las consecuencias que ha tenido la carencia de una teoría de las profesio-
nes en España es el no haber podido profundizar en el concepto de profesionaliza-
ción y sus diversas traducciones, a diferencia de los excelentes resultados que ha teni-
do en Europa y el mundo norteamericano, como muestra la abundante bibliografía
existente al respecto. Tal situación no nos ha posibilitado disponer de una categoría
que nos permitiera recrear y profundizar en la profesión de educador social y sus pro-
cesos de desarrollo, expansión, también de retrocesos o de estancamiento, a lo largo
y ancho de la geografía de nuestro país. Ello se percibe cuando, en la revisión de la
52 JUAN SÁEZ CARRERAS
den apuntarse aquellas que más deberían recogerse en el estudio de una profesión y,
más concretamente, en la clarificación e identificación de la Educación Social.
Así, acerca de las profesiones, se puede afirmar que:
¿Quiere ello decir que algunas de las notas clásicas que se han atribuido históri-
camente a las profesiones han dejado de tener valor a la hora de explicar lo que ellas
son?; las profesiones ¿ya no aparecen como el paradigma de las sociedades moder-
nas que garantizan la cohesión social, impulsan los procesos de racionalización, son
altruistas por definición mientras hacen un uso racional de las ciencias y del conoci-
miento, actúan favoreciendo los procesos de diferenciación social, promueven una
ciudadanía moral...? Quizás lo que estas reflexiones demandan no es una radical nega-
ción de los rasgos que han caracterizado a las profesiones sino, más bien, una relec-
tura de todas ellas a luz de las nuevas investigaciones del profesionalismo.
En las páginas siguientes desearía dar una visión de conjunto sobre lo que ha sido,
quizás sea más correcto afirmar sobre lo que ha podido ser, el proceso de profesio-
nalización de los educadores sociales y, ante todo, sobre lo que está siendo y puede
llegar a ser. Como tal proceso merece la pena aproximarnos a la genealogía de una
ocupación que trata de profesionalizarse y convertirse en una profesión reconocida
de su tiempo. De ahí que sea preciso, en primer lugar, apelar a la historia y a la tra-
dición, reconociéndola como una de las variables fundamentales que describen el pro-
ceso de profesionalización, tanto para adentrarse en el pasado con la profundidad del
especialista como para abrirse a la sugerencia y a la comprensión global. Si bien es
verdad que empezamos a reconstruir la historia de la Educación Social todavía que-
dan muchas lagunas por cubrir en un camino donde predominan las discontinuida-
54 JUAN SÁEZ CARRERAS
La finalidad de todas estas exploraciones se debe dirigir tanto a ordenar los datos
y organizar los conocimientos como a orientar a quienes se preocupan por las prác-
ticas profesionales y a cómo impregnarlas de relevancia y significado. Siendo cons-
cientes de lo que se hace, de las condiciones que promueven las acciones educativas,
de las virtualidades y limitaciones que las enmarcan, las cualifican o las simplifican,
es viable ilusionarse por mejorar las prácticas de cada día. Frecuente es que los nega-
tivistas mantengan que, en tiempos de burocratismos mecánicos e individualismos
paralizadores, cualquier intención de mejora no deja de ser una aspiración obsoleta
o un sueño inútil. Dificultades las hay, es cierto, pero también tenemos que recono-
cer que ellas se convierten en malos pretextos para abandonar imperativos sociales y
democráticos que deberían obligarnos a no ceder.
Cambiando concepciones en la construcción de la pedagogía social:... 55
Algunos autores concluyen, tras sus estudios, que una profesión ha logrado la pro-
fesionalización cuando sus actividades son reconocidas como necesarias por la ciu-
dadanía que demanda sus servicios (PETRELLA, 1997). La tarea de los grupos ocu-
pacionales (este es el papel de las asociaciones y colegios, códigos...) consiste en
confirmar y ratificar esa creencia que impulsa a los usuarios a demandar sus accio-
nes y a los profesionales de la acción social a demostrar su apuesta por una sociedad
que busca satisfacer sus derechos.
Quizás en esta dirección, más que por otros derroteros tan mercantiles como par-
ciales, quepa hablar de verdadera profesionalización en el campo de la Educación
Social. El mismo análisis de la situación social existente en los países desarrollados,
56 JUAN SÁEZ CARRERAS
entre los que se encuentra el nuestro, impulsa el llamado a urgencias que emanan de
la necesidad de construir un mundo en el que todos pudiéramos vivir libremente sin
presiones ni asimetrías de ningún tipo, compartir bienes como corresponde a Esta-
dos de Derecho en los que la distribución de la riqueza debería ser más equitativa, y
colaborar preparando una buena herencia para las generaciones que nos preceden y
postceden.
En este sentido la Educación Social es tanto un servicio como un derecho social
(GARCÍA MOLINA, 2003). Cuando se hace referencia a la educación como uno de los
legítimos derechos de la ciudadanía se identifica educación con escuela. Curiosa-
mente en estos momentos en que la escuela manifiesta claras insuficiencias — ya sea
por la ola de gerencialismo que la invade, ya porque se espera de ella cumpla fun-
ciones que además de abundantes son más difíciles de cumplir por la propia siste-
mática de la institución, ya porque los competidores externos que la presionan a reque-
rirse autoexigencias que con frecuencia agotan hasta los más involucrados en la
enseñanza o, por cualquier otra razón, que las hay y muchas — la Educación Social
debería más que nunca asentar y conformar su razón de ser. Como en la escuela la
instrucción, la Educación Social es educación y, como ella, debiera ser considerada
un derecho democrático al que todos pudieran acceder. Un derecho del que deben
«aprovecharse» personas y grupos que deseen incorporarse a la cultura de su tiempo
para «incluirse» en él; al mismo tiempo un deber que obliga a los gobiernos sociales
a responder a las demandas que les plantean sus ciudadanos para vivir en coherencia
con su entorno adquiriendo las suficientes competencias y habilidades para ello. Los
Estados y los gobiernos locales y nacionales deben tomar nota y explicarnos los por
qué de la sociedad en que vivimos y, sobre todo, la que es necesario crear para poder
vivir en convivencia y democracia, con mayores niveles de libertad. Para todos. Sin
exclusiones previas. Pero también estos gobernantes deben preguntarse por el modo
en que la educación, no sólo la institucionalizada y reglada, puede contribuir a ese
objetivo. La Educación Social no tendría que ser una componenda para parcheos mar-
ginadores inadmisibles, un divertimento exclusivo para el ocio, una sola distracción
para adultos: debe recrearse en el pensamiento teórico y en la práctica social como
un imperativo inexcusable que se deriva, a poco que se parta de unos mínimos de
seriedad razonable, de adoptar una plataforma moral, social y humana, de la que últi-
mamente nos olvidamos centrados como estamos, buena parte de nuestro quehacer,
en diseñar la «pureza» y «objetividad» de los procesos que la implementan. Entien-
do la profesionalización más en este sentido y, como tal, es una conquista en la que
están involucrados un buen número de interesados en la Pedagogía Social.
Ya hace algunos años constatamos el siguiente hecho: que la educación dejó de
ser patrimonio exclusivo de la escuela. Nuevos espacios sociales se han ido abriendo
camino en las diversas geografías en las que habita el ser humano para atender lo que
en cada momento se ha definido como necesidad o derecho. En un Estado Social, de
Derecho, en cuanto surge una necesidad..., se formula un derecho. Fuera de la escue-
Cambiando concepciones en la construcción de la pedagogía social:... 57
la, en las comunidades, nunca cómo hasta ahora se había formulado tantas necesida-
des educativas..., hasta el punto de ser las oportunidades mucho más numerosas, más
diversas y flexibles, extramuros escolares que en los centros donde por costumbre se
ha transmitido el saber. Mientras, se hace camino al andar, y con esta orientación se
desarrolla un tipo de profesionalización y no otra, se construye la profesión de edu-
cador social que, como otras profesiones, no es una forma estática de ser sino una
construcción histórica y dinámica que surge, se expande, se afirma o se devalúa en
horizontes donde predomina lo incierto sobre la causalidad.
escrutar qué están haciendo los educadores sociales (la mayoría de ellos, contratados
bajo títulos o denominaciones tan peculiares como animadores geriátricos, gestores
del ocio, monitores del tiempo libre, educadores de calle, educadores medioambien-
tales...) y cómo llegan a hacer lo que hacen en sus puestos de trabajo.
5. EL RIESGO DE LA DESPROFESIONALIZACIÓN
conclusión de estas dos premisas se deduce sin necesidad de que los documentos den
cuenta de ello: los planes de estudio deben articularse con criterio profesionalizador.
Tal situación, desde una perspectiva universitaria, significa que son los profesionales
y sus respectivas profesiones el objetivo fundamental de la formación que tendrán
que impartir los docentes de las diferentes universidades. Ello, al menos en una lec-
tura global, significa:
1.º Que se deben conocer lo que son las profesiones: como grupos ocupaciona-
les, que construyen y reconstruyen sus prácticas en organizaciones e institu-
ciones de diversa índole.
2.º Que para que esto pueda llevarse a cabo con cierto nivel de congruencia y
credibilidad, las propias instituciones universitarias, hoy más orientadas a la
investigación que a la formación de profesionales, se profesionalicen. Es
decir, que los profesores que trabajan en ellas hagan de la formación de los
profesionales, no de la especialización de sus disciplinas, las metas de sus
actividades investigadoras y docentes.
La Pedagogía Social, como campo de conocimiento que trata de dar razón de ser
de una profesión como la de educador social, se ve interpelada, como otros muchos
campos teóricos que tienen la obligación de formar buenos profesionales, a dar cuen-
ta de si realmente este supuesto se encuentra en sus objetivos verdaderos o sólo es
una mera declaración simbólica y formal que aperturan, retóricamente, los planes de
estudio. Pero sobre todo, si no es así, las afirmaciones anteriores se presentan como
un recordatorio relevante a que si la titulación de Educación Social va a entrar en el
juego homologador convergente, se replanteen los planes de estudio que las faculta-
des ofertan a sus ciudadanos para prepararlos a ser buenos profesionales de la Edu-
cación Social.
Bajo esta filosofía se han elaborado estas páginas, con más animo de sugerir e
invitar a la reflexión, que con el de desarrollar todos los elementos que presenta esta
interesante propuesta, por lo demás nada novedosa, que se le hace a las universida-
des europeas. En lo que sigue, por tanto, he tratado de apuntar que:
• primero, existen ciertas imágenes equívocas acerca de lo que son las profesio-
nes y en qué consisten los procesos de profesionalización, que confunden más
que clarifican el ser y el hacer de la profesión de Educación Social auspiciando
asociaciones erróneas cuando no conclusiones equivocadas;
• segundo, es preciso no solamente deshacer estas falsas asociaciones sino tema-
tizar en qué consiste realmente la profesionalización de una profesión si pre-
tendemos construir un plan de estudios alrededor de estos conceptos;
62 JUAN SÁEZ CARRERAS
• tercero, si es necesaria una revisión a fondo de los planes de estudio con la fina-
lidad de preparar una formación diferente pensando en la profesionalización de
las profesiones, estos planes deben articularse y elaborarse en torno a la lógica
que reivindica la práctica profesional y su mejora antes que insistir en la lógica
académica dominante en la actualidad. De esta manera la Educación Social, y
las generaciones de educadores sociales que formemos bajo esta nueva filoso-
fía, pueden contribuir a profesionalizar la profesión y a potenciar su estatus y el
reconocimiento social;
• cuarto, Educadores Sociales y profesores de Pedagogía Social, pero también
otros formadores y otros profesionales de diferentes áreas que colaboran en la
implementación de la acción social (Trabajo Social, Psicología, Sociología, His-
toria...), carecemos, en general, de un modelo teórico que, desde dentro, desde
la misma profesión, nos permita entender qué es lo que hacen los educadores
sociales allí donde laboran, cómo lo hacen, por qué y para qué, de qué modo
trabajan por profesionalizarse, una vía, al fin y al cabo, de profesionalizar la
profesión de educador social, cómo se gratifican en su trabajo, cómo utilizan y
reutilizan, en el tiempo y ante los problemas que les surgen, la formación reci-
bida y cómo es reconducida una y otra vez como base de toda formación con-
tinua y permanente que se precie. El modelo que se construya para estudiar la
profesión de educador social debe ser articulado y conducido a través de aque-
llas variables más relevantes que puedan explicar los procesos de profesionali-
zación [la historia de la profesión y sus profesionales, el papel tan importante
de la formación a la hora de capacitarse para la tarea, las políticas sociales y cul-
turales que han impulsado o limitado el auge de la profesión, el mercado de tra-
bajo renuente o no a dar juego a esta figura profesional y, por último, por citar
otra variable fundamental, la situación laboral en el empleo como la última
variable dedicada a preguntarse por las prácticas profesionales en los contextos
de trabajo] en la dinámica recorrida por los educadores sociales, antes de su
reconocimiento como tal y tras la institucionalización conseguida.
Debo aclarar que, en realidad, como habrá podido comprobarse, no he hecho otra
cosa, en estas páginas, que esbozar y exponerme claramente a la discusión. He trata-
do de apuntar ideas, sugerir caminos para profundizar en este área de conocimiento
que es la Pedagogía Social con vocación profesionalizadora, buscando provocar el
debate tan necesario, apoyado en el estudio de la profesión y de las actividades de los
profesionales con la finalidad de enriquecer nuestros discursos que es lo mismo que
reconducir la formación dada a los futuros trabajadores de la Educación Social. Creo,
personalmente, que no hemos hecho otra cosa que comenzar, desde hace tan sólo unos
pocos años, a preocuparnos por la imagen que tenemos como formadores de profe-
sionales que asumen tareas sociales tan importantes, y de tanta responsabilidad. Es
verdad que cuesta cambiar, a pesar de que hablamos o discurseamos tanto sobre el
Cambiando concepciones en la construcción de la pedagogía social:... 63
cambio. Pero si los riesgos del cambio pueden afectarnos como profesores de Peda-
gogía Social, los riesgos de la tardanza en enfrentarnos a estas nuevas responsabili-
dades, con el tiempo, pueden ser aún mucho mayores. Un lujo que la institución donde
trabajamos y tenemos la oportunidad de profesionalizarnos tiene, cada vez, más difí-
cil mantener y soportar en el tiempo.
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64 JUAN SÁEZ CARRERAS
Lo que hemos venido exponiendo explica por qué en nombre del desarrollo se
interpretan fenómenos tan dispares como las metamorfosis del capitalismo y la expan-
sión de sus fuerzas productivas, la lucha del Tercer Mundo por la descolonización
económica, la búsqueda de un nuevo equilibrio de las relaciones Norte-Sur, el com-
bate por la eliminación de la pobreza y las discriminaciones sociales, la democrati-
zación política y la extensión de los derechos sociales, la utilización masiva de los
medios de comunicación social, las aplicaciones del progreso científico y tecnológi-
co a la salud … sin que en muchos casos se haya conseguido diferenciar lo que cabe
atribuir a la modernización y al progreso en la «adaptación» de las sociedades a su
medio ambiente, y lo que —en una perspectiva más crítica y sugestiva— debería cons-
tituir la meta principal del desarrollo: la felicidad humana. En el primer caso, el desa-
rrollo permanece como un fin en sí mismo; en el segundo, se presenta como una vía
para la consideración inteligente y reflexiva de las alternativas que puede deparar la
vida colectiva, incluida la reconstrucción permanente de los derechos sociales y la
sociedad civil, ya sea como expresión de sus propias potencialidades o de las que le
son otorgadas externamente. Y que, entre otras cosas, supone la creación y manteni-
miento de un entorno económico, político, social, cultural y jurídico que garantice
dichos logros, tal y como se suscribió, mediados de los años noventa, en la ya aludi-
da Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social celebrada en Copenhague.
Además, se advierten importantes contradicciones entre lo que se dice del desa-
rrollo, como un proceso orientado hacia un presente o futuro mejor, y los logros que
del mismo se verifican en determinados países, regiones o comunidades, ya que, como
apunta Riechmann (1998: 297): «la crisis ecológica global, y el fracaso en el “desa-
rrollo” de los países del Sur, ha mostrado que los indicadores convencionales del
“éxito económico” —en particular, el crecimiento del PNB— no pueden considerar-
se indicadores fiables de desarrollo y bienestar humano». A lo que cabe añadir el pro-
blema de «medir» el subdesarrollo con parámetros ideológicos o conforme a los inte-
reses de los países desarrollados (Estados Unidos, Canadá, Europa Occidental, etc.),
provocando distorsiones o generando dependencias políticas y económicas que aca-
ban siendo insalvables.
Como se sabe, iniciativas supuestamente benévolas y solidarias, como las pro-
movidas por distintos Organismos Internacionales —«Alianza para el Progreso»,
72 JOSÉ ANTONIO CARIDE GÓMEZ
o duradero, de modo que proteja y preserve los contextos ecológicos; y humano, que
otorgue un efectivo protagonismo a los sujetos como agentes y destinatarios de sus
actuaciones; etc.
Sin duda, y aunque los hechos contradigan habitualmente esta voluntad, aludimos
a un desarrollo que ha de vertebrarse en torno a una determinada concepción de la
ciudadanía y lo cívico, sustentada en una decidida vocación y acción comunal, favo-
recedora de procesos de comunicación, socialización, inserción, transformación, par-
ticipación, aprendizaje, etc. que es preciso activar pedagógicamente, tanto desde una
perspectiva institucional —en el interior del sistema educativo, en las escuelas y en
sus prácticas curriculares— como desde una perspectiva comunitaria y cotidiana, en
las iniciativas y ámbitos que se corresponden con lo que hemos dado en llamar Edu-
cación Social. En ella, más adelante, centraremos nuestra atención reivindicando su
importante papel en los procesos de desarrollo comunitario.
per cápita, control de la inflación o del déficit público, expansión industrial y comer-
cial, etc.) suelen anteponerse a las necesidades de las personas y de los grupos socia-
les, relegando sus urgencias más cotidianas. En este sentido, y con la intención bási-
ca de «ofrecer a los hombres comunes un contexto social más favorable para sus
actividades e innovaciones» (ESTEVA, 1997: 73), será un desarrollo cuyos plantea-
mientos inciden fundamentalmente en:
les» y en que «todos los derechos sociales están ligados íntimamente con el
status de ciudadanía de cada individuo».
— En la atribución de esta ciudadanía, las comunidades locales deben actuar
como soportes principales en la socialización del sentimiento cívico, porque
es en ellas donde se visualizan los deberes y los derechos, las prácticas de
corresponsabilidad, la vivencia de los problemas y sus soluciones: en los gru-
pos de convivencia, en las asociaciones vecinales, en los agentes sociales, en
las instituciones locales… También es en ellas donde el desarrollo comunita-
rio encuentra y proyecta su verdadera naturaleza como un proceso de impli-
cación y dinamización colectiva; como una forma de profundizar en la demo-
cracia cercana a los sujetos y a sus necesidades, activando el protagonismo
de las personas y la iniciativa compartida.
— Favorecer el sentido relacional y concurrente que subyace a procesos o reali-
dades sociales que con frecuencia se observan en términos dicotómicos (local-
global, micro-macro, rural-urbano, tradición-modernidad, simbólico-material,
cuantitativo-cualitativo, subjetivo-objetivo, público-privado, centro-periferia,
individuo-sociedad, endógeno-exógeno, cooperación-competencia, etc.), pro-
curando su comprensión e integración en un “continuum” de diversidades múl-
tiples. Aunque persistan las alusiones a los extremos, como una forma de dibu-
jar los perfiles que enmarcan el mundo y la vida, el desarrollo comunitario ha
de configurarse como una estrategia transversal y holística, susceptible de
afrontar la creciente «esquizofrenia estructural de unas sociedades que se arti-
culan cada vez más en torno a una oposición bipolar entre la red y el yo»
(CASTELLS, 1998, I: 29). Con esta percepción, las comunidades han de reafir-
marse en tanto que escenarios abiertos a una configuración más plural y glo-
balizadora de la experiencia humana, distanciándose de cualquier clasifica-
ción excluyente, simplificadora de los atributos socioeconómicos, políticos y
culturales que las definen, en lo particular y lo universal.
— Lo que ha dado en llamarse «glocalización» (BORJA Y CASTELLS, 1997),
como dialéctica entre la universalidad y la especificidad, se consolida como
una propuesta sugerente para el nuevo marco de relaciones comunales que se
proclama: no sólo como una cuestión ubicada a nivel micro, sino como un
proceso micro-macro, local-global... Así y todo, los riesgos de ahondar en la
fragmentación, la desinstitucionalización reguladora, la dualización o la exclu-
sión social es probable que sigan amenazando la concertación y el entendi-
miento entre los procesos de desarrollo local y sus equivalentes en el desa-
rrollo mundial, máxime cuando como afirman Berger y Luckmann (1997:
61), los sistemas de valores comunes que determinan la acción en las distin-
tas esferas de la vida y las reservas de un sentido normativo socializador, han
dejado de ser patrimonio común a todos los miembros de la sociedad.
Educación social, ciudadanía y desarrollo en el escenario de las comunidades... 77
En su acepción más convencional, y tal vez por ello más aceptada, es frecuente
identificar la imagen de lo «cívico» y del «civismo» con todo aquello que pertenece
o es relativo a la ciudadanía o a los ciudadanos como colectividad política. Esto es,
como una condición o, incluso, una práctica social, que se adquiere y desarrolla por
razones de origen o adscripción a una ciudad o Estado, regulada por derechos y debe-
res definidos en unas coordenadas socio-históricas, en las que ocupan un lugar des-
tacado la Revolución Francesa del siglo XVIII y las Constituciones liberales que se
promulgan a lo largo del siglo XIX, muy volcadas en la defensa de los ideales y valo-
res de la democracia.
Para Bárcena (1991), si se concibe la ciudadanía como una expresión de la madu-
rez social que procuran las democracias, como forma de vida —y no sólo como una
forma de gobierno— lo «cívico» y las manifestaciones culturales en las que se expre-
sa, habilitan a cada persona como un ciudadano capaz de juzgar las realidades donde
vive, evaluando e interpretando sus expresiones políticas desde un particular talante
moral. De ahí que, sus manifestaciones más sustantivas se desvelan cuando es el pro-
pio ciudadano quien toma conciencia de sus libertades y de lo que éstas contienen en
términos derechos civiles y políticos, traduciéndolos más tarde en actitudes, com-
portamientos, conductas, actuaciones, etc. vinculadas a lo que esa condición ciuda-
dana o cívica acarrea.
No puede pasarse por alto, tal y como recuerda Figueiredo (1999: 34), que la ciu-
dadanía establece vínculos jurídico-políticos entre un individuo y un Estado, confi-
gurando un conjunto de derechos y obligaciones de diversa naturaleza y alcance
social, habitualmente sujetos a la resolución de un sinfín de antinomias o dilemas de
amplio calado personal y colectivo (entre otros: libertad-autoridad, derechos-debe-
res, ética-moral, autonomía-responsabilidad, identidad-diversidad, etc.). En la misma
dirección se ha expresado De la Rosa (1977: 27), al reclamar implícitamente un civis-
mo activo, que haga al hombre libre y responsable, «como único modo de evitar un
civismo pasivo, simplemente identificable por el respeto servil a las leyes, aun cuan-
do éstas se muestran injustas, injustificadas e injustificables para el sentir ciudada-
no». Otros autores han ejemplificado esta situación recurriendo a categorizaciones
que establecen un “continuum” respecto de mínimos y máximos en la intensidad o
densidad del concepto de ciudadanía, entre un “estatus” civil asumido de un modo
casi exclusivamente externo a la vida personal de cada individuo, por una parte; y,
por otra, la vivencia de unos principios universales y la implicación activa para rea-
lizarlos en la vida cotidiana (JORDÁN, 1995).
Las inquietudes que emergen del debate que la filosofía moral y política mantie-
ne abierto desde hace décadas —coincidiendo con las controversias que genera una
Educación social, ciudadanía y desarrollo en el escenario de las comunidades... 79
Tal y como sugiere Bárcena (1991: 69), a propósito de una adecuada relación
entre la vida privada y la vida pública, y al modo en que aquélla prepare al individuo
para que, como ciudadano, participe en esta última, se «exige un cambio en la noción
misma de la política, que incorporaría de este modo la idea de que el individuo tam-
bién alcanza su plenitud, en el marco de las relaciones con los demás, dentro de una
sociedad organizada por medio del diálogo público». Una misión que, además de
otras exigencias, requiere del concurso de una Pedagogía Social, Política y Cívica ple-
namente congruente con el objetivo de contribuir a crear en cada persona una con-
ciencia viva de pertenencia comunitaria; a la que deberá añadirse su implicación y
compromiso en las transformaciones que redunden en una mejora de la convivencia.
O lo que viene a ser lo mismo, a favor de un desarrollo más humano e integral, de
dimensión local-global, equitativo y solidario.
Con este propósito no podrá cuestionarse la importancia de la educación y de otras
prácticas sociales a las que habitualmente aparece vinculada —la Animación Socio-
cultural, el Trabajo Social, el Desarrollo Comunitario, etc.— en la consecución de
una población consciente e informada, motivada hacia la construcción de sus propias
identidades en un mosaico de diversidades, crítica y con mentalidad cívica. Todas
ellas son prácticas que, si asumen con coherencia su alcance como proyecto cívico y
comunitario, han de ser promovidas para el conjunto de los ciudadanos: no podrán
Educación social, ciudadanía y desarrollo en el escenario de las comunidades... 81
Tras varios años de relativa indiferencia científica y social, las relaciones esta-
blecidas entre la educación y los procesos de desarrollo, especialmente en sus ver-
tientes comunitarias y locales, han vuelto a situarse en el centro de los debates de
naturaleza socio-política y pedagógica, generando múltiples ramificaciones en el aná-
lisis histórico, antropológico, filosófico y, por ende, educativo (NOGUEIRAS, 1996;
BOUZADA, 1999; ORDUNA, 2000; LUCIO-VILLEGAS, 2001 Y 2002; CARIDE y VAR-
GAS, 2002).
formalmente—, aunque han cambiado los contextos, las finalidades y funciones a las
que se vinculan este tipo de iniciativas. En unos casos, tratando de ampliar las fron-
teras de la acción-intervención social a un sinfín de propuestas y experiencias signi-
ficadas por la colaboración entre diversos actores sociales, organizaciones e institu-
ciones, etc.; mientras que, en otros casos, se aspira a revisar radicalmente el quehacer
social, adoptando criterios que no ocultan su afán crítico y alternativo con relación al
pasado heredado o al mantenimiento del statu quo. Es así como se coincide en vali-
dar y recuperar el protagonismo de las personas en los procesos de cambio social,
entendido éste como una forma de concretar el desarrollo humano hacia lo que se
viene proclamando como deseable en las últimas décadas (CARIDE y MEIRA, 2001):
que sea sostenible, equilibrado y justo. En este sentido, las nociones de democracia
y desarrollo vuelven a ocupar un primer plano en la vida social, económica y políti-
ca, a medio camino entre el objetivismo de los liberales y el subjetivismo de los revo-
lucionarios (TOURAINE, 1994: 343), estimándose que «lo que une democracia y desa-
rrollo es que las dos ideas introducen una imagen integrada, global, del cambio
social, y rechazan las teorías de la modernización que describen la sociedad como
un tren cuyos vagones sociales y políticos están tirados por la locomotora de la racio-
nalización y del progreso material».
Por un lado, se consolidan los alentadores efectos que ha introducido la recon-
ceptualización teórica y metodológica del Trabajo Social en las Ciencias Sociales
(para el que las expresiones «educación», «desarrollo» y «comunidad» son compo-
nentes fundamentales, tanto en el discurso como en las prácticas), suscitando un enor-
me y estimulante potencial para la reflexión intelectual sobre cada una de estas rea-
lidades y sus diversas combinaciones (educación comunitaria, desarrollo comunitario,
desarrollo educativo, comunidades educativas). De otro lado, se contempla con reno-
vado interés la posibilidad de afrontar los fracasos e inconsistencias derivados de pla-
nes, programas y proyectos —muchas veces acogidos al protectorado institucional—,
que lejos de mejorar las condiciones materiales y espirituales de las comunidades,
han ahondado en su dependencia colonial, el asistencialismo y el clientelismo políti-
co-económico; de esto último son ejemplo numerosas comunidades de África, Amé-
rica Latina, Asia, o de la misma Europa, en las que no se han conseguido desterrar
las situaciones de pobreza, de subordinación económica —con frecuencia activada e
incrementada por las injusticias que presupone la deuda externa—, de dependencia
y sometimiento político.
Con la llegada del tercer milenio, al menos desde una perspectiva moral, son situa-
ciones que obligan a revisar las relaciones educación-desarrollo, al objeto de que pue-
dan ser contempladas desde nuevas perspectivas, incidiendo no sólo en la explicación
e interpretación de las circunstancias en las que dichos problemas surgen y se perpe-
túan, sino también en la búsqueda de alternativas que permitan superarlas. Todo ello
en un contexto sociopolítico, ideológico y ético que permita que los hombres y muje-
res recuperen su entidad como sujetos de la Historia, y no sólo como sus objetos: per-
Educación social, ciudadanía y desarrollo en el escenario de las comunidades... 83
Sin obviar que son planteamientos que inciden en la necesidad de proceder a una
vasta reconceptualización de la educación, con importantes connotaciones para la
Educación Social, hemos de insistir en las consecuencias que debe tener esta imagen
renovada del quehacer educativo para un ejercicio más pleno de la condición ciuda-
dana, entendida ésta como una fuerte apropiación de los derechos y deberes sociales
en la conciencia de cada individuo, reconociéndole competente para construir su pro-
pia realización como persona y como miembro de una comunidad (GIROUX, 1993).
Apostar por las capacidades críticas y creativas de las personas, haciendo más
asequible la búsqueda de soluciones cooperativas a problemas comunes, será un modo
84 JOSÉ ANTONIO CARIDE GÓMEZ
mía personal y de todas las capacidades de cada individuo para afrontar la presión
colectiva e impedir la alienación de su conducta; en segundo término, por la dispo-
nibilidad para el diálogo como la mejor y más legítima manera de tratar los conflic-
tos y las diferencias que surgen en las cuestiones sobre las que no se coincide; final-
mente, por el fomento de aquellas disposiciones volitivas y emocionales que deben
permitir a cada persona ponerse en el lugar del otro, aceptando el sentido valioso de
las diferencias, sean éstas del tipo que sean.
Es en estas coordenadas donde creemos que debe inscribirse la Educación Social
en tanto que práctica socioeducativa comprometida con un desarrollo humano y una
calidad de vida que presuponen una concepción alternativa de la ciudadanía; resta-
bleciendo el protagonismo cívico y la solidaridad activa en la sociedad red; impli-
cando y dinamizando los colectivos sociales en función de proyectos; profundizando
en la democracia cercana a los sujetos, haciéndolos partícipes en la toma de decisio-
nes; diversificando los recursos sociales y culturales que están al servicio de las per-
sonas y los colectivos sociales; etc.
Inevitablemente, ha de ser una Educación Social de amplio espectro, no sólo por
las áreas o ámbitos en los que puede y debe proyectar sus iniciativas (Animación
Sociocultural, Inadaptación y Marginación Social, Tiempo Libre, etc.) sino y sobre
todo por las oportunidades que ofrece para abrir el pensamiento pedagógico a prác-
ticas que impliquen un verdadero compromiso con el desarrollo de las comunidades
locales, precisamente cuando más se apela a las responsabilidades pedagógicas y
sociales que supone educar a una ciudadanía sin fronteras, cooperante y solidaria,
capaz de contrarrestar los riesgos de una globalización con futuro incierto, poco o
nada condescendiente con los sentimientos de los pueblos y sus legítimas aspiracio-
nes a coexistir en un mundo de identidades (geográficas, étnicas, lingüísticas, cultu-
rales, ideológicas, religiosas, etc.) dialogantes y diversas.
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CIUDAD EDUCATIVA, PROYECTO EDUCATIVO
DE CIUDAD Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA
1. INTRODUCCIÓN
Hay metáforas y conceptos que han tenido y parecen seguir teniendo éxito. Es el
caso del concepto y metáfora de «ciudad educativa». Si esto ha ocurrido es, entre otras
cosas, por su poder simbólico, sugestivo y proyectivo.
Sin duda estamos, no sólo ante una metáfora sugerente, sino que tenemos delan-
te un concepto heurístico y aplicativo, una idea que busca una realidad. Incluso pode-
mos decir que, además de una plataforma de reflexión, es una propuesta de com-
prensión y realización formativa, incluso de realización social y política. Es, o era,
también un deseo y una esperanza.
Con estas propiedades, raramente podría perder vigencia y sentido. No obstante,
hay que decir, que como denominación y como concepto está encontrando problemas
de aceptación e implementación en una época de soberanía de la individualidad y del
sujeto, de la llamada «socialidad» y de la «participación ciudadana» más que de la
«socialización», de la llamada Sociedad de la Información y la Comunicación (SI).
Al parecer tiene también problemas en algunas reticencias políticas de los gobiernos
autonómicos o de nacionalidades sin Estado, por decirlo de alguna forma, que ven en
ello un intento subrepticio de perdida competencial y de desregulación nacional.
Están surgiendo y desarrollándose nuevas concepciones socio-políticas y de ges-
tión de la cultura y la educación en el marco de la gobernación de lo local (gover-
nance) conexionadas con la proximidad del territorio, formas de participación ciu-
dadana y redes de relaciones, que tienen otro discurso explicativo y otras
90 JOSÉ ORTEGA ESTEBAN
Mucho está cambiando nuestro mundo de relaciones y realidades sociales con las
nuevas comunicaciones físicas y multimediáticas, sobre todo con Internet, y sus posi-
bilidades en desarrollo y extensión cualitativa y cuantitativa. Cosa, por ejemplo, que
evidenciaron sorprendentemente las manifestaciones mundiales contra la guerra de
Irak.
92 JOSÉ ORTEGA ESTEBAN
Hoy día el mundo parece más relacionado y unido que nunca, parece pequeño y
cercano y, a su vez, mundializado, globalizado. Los hombres de los, hasta ahora, más
lejanos y distantes países, se sienten cercanos y solidarios en sus problemas y des-
gracias. Problemas y desgracias que, vistos y conocidos por los medios de comuni-
cación, se vivencian como cercanos e incluso como propios, con posibilidad de reper-
cutir en las vidas personales de sus propias aldeas o ciudades. Una desgracia
medioambiental, tipo «Prestige», se aprecia como cercana. La misma posibilidad de
una guerra genera una gran corriente de solidaridad con los que la pueden llegar a
sufrir y desprecio de los que la gestan. Y todo, porque lo lejano es próximo y lo glo-
bal cercano y personal, casi privado y propio. Mi aldea, mi ciudad es también global,
mía y de todos. Mi aldea o mi ciudad forma parte de mi identidad individual y per-
sonal, pero, precisamente porque yo la valoro como perteneciente a mi identidad, la
quiero y admiro, me gusta que sea conocida, visitada y querida por los demás, sean
de donde sean. Puede ser que alguien vea en todo esto una contradicción lógica, pero
las nuevas generaciones no lo sienten así.
Estamos en una dinámica paradojal en la que lo particular e individual, lo iden-
titario y lo propio caminan de la mano con lo de los demás pueblos del mundo, con
lo global, en un proceso que sólo los integrismos de todo tipo parecen no compren-
der. Aunque, esta «sociedad civil global», sea, al parecer, de «lazos ligeros», lábil o
líquida (BAUMAN, El País, op.cit.) o lúdica (MAFESSOLI, 1990).
Por esto mismo, yo creo que tanto la metáfora de la «ciudad educativa», como la
realidad que busca y representa, es compatible y complementaria, mutatis mutandis,
con las de la «aldea educativa global» o las de la llamada «sociedad educativa» o
«sociedad educativa global», lo que pasa es que hoy día « la ciudad educativa» es
entendida, no tanto en términos de espacio de formación o de plataforma o estrate-
gia de aprendizaje (« la ciudad es el mejor instructor»), que también, sino en térmi-
nos de ámbito de relaciones interpersonales y de participación ciudadana, comuni-
taria y local, en el que el territorio y la comunidad tienen un papel importante en la
formación de los ciudadanos y en el que la educación es un «problema colectivo sobre
el que se juega buena parte del futuro de la comunidad local» (SUBIRATS, 2002: 14)
y, por lo tanto, no puede dejarse en manos exclusivamente de la escuela (Ibídem: 15),
ni tampoco en las exclusivas manos de las administraciones estatales o regionales.
Se entiende que la gente de un determinado lugar está en mejor situación para
identificar los problemas y los desafíos a los que se enfrentan los ciudadanos y sus
instituciones de formación (Ibídem: 17). Por otra parte, la misma formación y el
mismo bienestar social es cada vez menos una reivindicación general o global sino
que se va convirtiendo y concretando cada vez más claramente en «demandas perso-
nales y comunitarias, articuladas en torno a la vida comunitaria» (Ibídem: 27). Y en
este mismo sentido, los gobiernos locales son cada vez más entendidos como distri-
buidores de formación y bienestar.
Ciudad educativa, proyecto educativo de ciudad y participación ciudadana 93
la enkikliospaideia, algo así como la aldea educativa global posible con la escritura
y los soportes de la misma en aquel momento. Pero los imperios no generaron por
ello un sistema escolar específico que «vehiculara» formalmente esa nueva socio-
cultura global. Sólo en la caída ya degenerativa del Bajo Imperio Romano hubo un
cierto intento de escuela oficial. Descrito de forma general, y evidentemente, un tanto
ahistórica y parcial, así funcionaron las cosas en ese trasunto nuestro que fue el mundo
grecorromano. Pero acerquémonos al presente.
De entrada, queremos decir que la educación dada en el ámbito escolar, mal lla-
mada también «educación formal», del sistema o reglada, pertenece, o al menos, debe
pertenecer o estar inserta por propio derecho en ese devenir general de la «educación
a lo largo de la vida» y que la educación, apropiaciones y aprendizajes que el indivi-
duo recibe, hace o encuentra al margen del sistema escolar pueden ser tan importan-
tes como las escolares y que en cualquier caso también son educación y formación
que sirve a los individuos y los grupos para convivir en el marco de la comunidad en
que les ha tocado nacer.
A partir de la Ilustración y de las revoluciones burguesas, por razones ideológi-
cas, políticas y económicas, los gobiernos centrales en el poder fueron gestando unos
sistemas nacionales de instrucción y formación que requerían la progresiva comple-
jidad económica y social de los estados del nuevo régimen y la perpetuación de la
ideología y del poder de la burguesía ascendiente. Abierta la educación, una cierta
educación, a más amplias capas sociales, burguesía alta y clases medias, se fue cons-
truyendo un sistema cerrado y en cierto modo enquistado en la misma sociedad en la
que estaba.
Cuestionada la escuela por ideólogos, políticos y pedagogos, a partir de media-
dos del XIX y comienzos del XX, en las sociedades occidentales, en efecto, se amplió
a más capas sociales, buscando su legitimación en su apertura a la sociedad, en las
preocupaciones por la comunidad en la que se insertaba. Desde el punto de vista edu-
cativo, se dieron perfecta cuenta de las consecuencias perniciosas del aislamiento de
la escuela, tratando de abrirla a la naturaleza, a la comunidad, a la sociedad. Podemos
recordar aquí todo el movimiento de la Escuela Nueva. Pero estas aperturas, cuando
se hicieron, siempre se gestaron desde la escuela, desde la referencia del aula y como
un aspecto complementario y subsidiario, no como parte integrante de la vida de la
comunidad. Cuando los pedagogos pensaban en la educación, pensaban en la escue-
la y en los sistemas y procesos de enseñanza, como si no existiera otra formación.
Poco a poco, se ha ido queriendo extender influencias y tentáculos estructurales
a aquellos campos de educación y cultura que estaban «fuera de la escuela», que-
riendo alcanzar con sus efluvios, conceptos y métodos, zonas irredentas. Pareciera
quererse hacer del mundo un aulario. La educación o era escolar o no era. Primero
se etiquetó a la otra posible educación, de una manera despectiva, no carente, cons-
ciente o inconscientemente, de carga ideológica, como «no formal», «informal» o
Ciudad educativa, proyecto educativo de ciudad y participación ciudadana 95
Así pues, el final del siglo XX y el comienzo del XXI, en la era de la comunica-
ción planetaria, de la SI, de la Sociedad de la Información y la Comunicación entre
todos los pueblos, nos ha llevado también, por paradójico que parezca, a la generali-
zación de la condición del sujeto en cuanto ser libre, responsable y autónomo. La
construcción colectiva es superada por la soberanía individual que legitima la tole-
rancia y la multiplicidad de padrones de vida (DELGADO, J.P.F., 2003: l8). Se diría
que el individuo, en principio al menos, es eximido de cualquier tipo de responsabi-
lidad. Se podría parodiar diciendo que idea del individualismo recorre el mundo. La
persona individual es la referencia central, es el sujeto que no necesariamente se funde
en lo colectivo, sino que logra la autonomía personal, ganando en libertad y en nue-
vas opciones y posibilidades. Es el sujeto que, en la lógica de la individualización,
personalización y autonomía, prefiere la autonomía local frente a la de los Estados,
sobre todo en aquellos asuntos que más conciernen a su vida social, personal y coti-
diana, como los de la educación de sí mismos y los suyos y a los servicios sociales.
Claro que también se pueden plantear las cosas diciendo que la liberación de res-
ponsabilidades, obligaciones y deberes de los colectivos conduce, al tener que ser asu-
midas por cada uno de los individuos, y además todas las responsabilidades, al menos
para sí mismo. Es decir, al aprehender autonomía y libertad adquirimos responsabi-
lidad autónoma y, acaso, libertad y autonomía exclusiva, sobre nosotros mismos, con
lo que aparece la necesidad de luchar por nuestro propio desarrollo, por nuestra liber-
tad, por nuestra autonomía, por la aceptación de la diferencia de los demás en cuan-
to es coherente con la nuestra propia, por la tolerancia.
No se trataría de un individualismo de la « ley de la selva», ausente de moral y
ética de la equidad, sino abierto al diálogo de la responsabilidad (LIPOVETSKY, 1994:
23), que busca equilibrios adecuados entre eficacia y equidad y respeta los derechos
humanos. La búsqueda de la felicidad individual no tiene por qué conducir a la anar-
quía, sino a una responsabilidad calculada de leyes firmes capaces de proteger los
derechos de cada uno. Se consagran los derechos subjetivos y se aceptan los derechos
públicos negociados o asumidos por la mayoría democrática, con lo que lo propio se
transforma así en una opción voluntaria y personal.
Claro que la victoria del individuo sobre la sociedad tiene su precio, paga sus ser-
vidumbres, por ejemplo, la vulnerabilidad de los individuos que teniendo la respon-
sabilidad de su propio destino, carecen de medios y de igualdad de oportunidades y
opciones. Lo que puede llevar a frustraciones, a la exclusión, a la marginalidad, al
aumento de los grupos con menor fuerza reivindicativa, pobres, niños, ancianos inmi-
grantes, minorías..., grupos que por su situación y características quedarán, paradó-
jicamente, al margen de la participación, de la libertad y de la autonomía, de la rea-
lización personal que los integrados reivindican. Se les tolerará, se les reconocerá
teóricamente sus derechos, incluso en un momento determinado y en el marco de bús-
queda de la propia realización personal de quien ayuda, se les echará una mano como
Ciudad educativa, proyecto educativo de ciudad y participación ciudadana 99
En este escenario conceptual que hemos reseñado, deben ser compatibles, simul-
táneos y complementarios el concepto y realidad de la «ciudad educativa o educado-
ra» o al menos, el de «proyecto educativo de ciudad» y el de la «aldea educativa glo-
100 JOSÉ ORTEGA ESTEBAN
bal». Esto parece, a todas luces, necesario al menos en esta época de transición o tran-
sito de un modelo de «socialización» a otro.
Entendemos que la tensión posible entre globalización y localismo, entre socie-
dad global y comunidad, entre mundialización e individualidad, entre la globaliza-
ción y la identidad individual que quiere pegarse al territorio o identitaria deben
encontrar un espacio común de integración, simultaneidad y complementariedad. Por-
que entendemos que «seguirá existiendo, frente a esa realidad mundializada, un espa-
cio de cotidianeidad, un espacio para seguir experimentando la relación cara a cara,
la relación interpersonal basada en la cercanía, en la relación diaria del lugar com-
partido.» (SUBIRATS, 2002: 24).
El capitalismo thatcheriano pronosticaba la inexistencia de la sociedad y la polí-
tica, para él sólo existía la familia, el mercado y el Estado, para él tampoco existe «la
sociedad civil», ni la «sociedad civil global», ni la ciudad como ámbito físico en el
que se desarrollan y articulan relaciones, actividades, espacios y personas a través de
proyectos globales y de perspectivas transversales, donde se impulsan redes políticas,
económicas, urbanas y sociales, así como estrategias integradas de educación, como
pueden ser «los proyectos educativos de ciudad» (BLANCO; GOMA, 2002: 42) o la
comunidad local identitaria, ni, si me apuras, tampoco existe un posible sujeto parti-
cipativo, tolerante y solidario.
La justicia no es hacer lo que conviene a la polis, a la ciudad-estado como vino a
decir Platón, como tampoco socialización, debe ser «socialización para» (TOURAINE,
1997), ni debe significar adaptarse a los planteamientos predeterminados de un con-
cepto de ciudad. Socializarse no es adaptarse a un predeterminado modelo de socie-
dad. «Socializarse es también, paradójicamente, diferenciarse, hacerse uno entre
muchos» (YTARTE, 2003). Socializarse también significará construirse para la con-
vivencia con los demás, para vivir en democracia, lo que significará también interio-
rizar o apropiarse la cultura de la época y del lugar que le ha tocado vivir.
Estos cometidos aparentemente contradictorios se deben integrar en el concepto
de educación. Este tipo de educación es la que deben propiciar los «proyectos edu-
cativos de ciudad» hacia la conformación esperanzada de una realidad en acción, diná-
mica y constantemente renovada de «ciudad educadora» en la que los individuos par-
ticipen simultáneamente en proximidad y globalmente, encontrando su propia
identidad y realización personal y social.
Deberemos seguir reflexionando con estos muebles conceptuales, aunque nos
puedan parecer a primera vista de escasa fortaleza, un pensamiento ligero, lábil y
lúdico, entre otras cosas, porque es el discurso en el que parecen moverse y conmo-
verse amplias capas sociales de la nueva modernidad, de las nuevas generaciones.
El paradigma clásico de la socialización estructural, construido, al menos supuesta-
mente, con materiales más nobles y fuertes y con análisis riguroso de la sociedad,
Ciudad educativa, proyecto educativo de ciudad y participación ciudadana 101
hoy día y progresivamente no parece sino causar grandes dosis de tedio y desconsi-
deración.
Exploremos, pues, y desarrollemos sinceramente los materiales más nobles de
esta conformación, la participación ciudadana, la solidaridad, aunque sea de lazos
ligeros y acuáticos, la tolerancia y la comprensión de las diferencias de los otros, la
perspectiva de la proximidad territorial e identitaria, todo ello como un nueva vía de
acercamiento y potenciación de lo social, aunque más una nueva socialización este-
mos ante la llamada «socialidad».
Es muy posible que nuestras mentes no estén todavía acostumbradas ni a la nueva
jerga conceptual y nominal, ni tampoco para comprender y sentir las potencialidades
que tienen estas orientaciones para gestionar la complejidad de la nueva organización
social de las ciudades. No deberíamos menospreciar a la ligera ni los nuevos escena-
rios relacionales surgidos en la Sociedad de la Información, ni las tendencias identi-
tarias de proximidad compensadores de los efectos de la globalización, en cuanto ele-
mentos sobre los que construir una ciudad o comunidad justa, libre y solidaria, en la
que los ciudadanos se encuentren a sí mismos y encuentren a los demás, logrando un
alto nivel de bienestar social y una vida con equidad y dignidad.
Muchos pueden ser los caminos que lleven a Roma, pero aparentemente, al
menos, los reseñados parecen ser los únicos expeditos, dispuestos a ser transitados
por las nuevas generaciones. No podemos hacer oídos sordos a la integridad de la
nueva justicia, ni a la participación, ni a la tolerancia, ni a la común aceptación de los
Derechos Humanos como garantes de la libertad, ni a la preocupación por el equili-
brio de la naturaleza y el medio ambiente, ni a las ansias de libertad y de la propia
identidad en cercanía con la propia tierra y su cultura, ni a la comprensión de la dife-
rencia y los diferentes, ni a la interculturalidad y solidaridad internacional, etc. ¿Otras
conformaciones ideológicas, políticas y sociales han dado tanto o más?
Si el paradigma de la socialización estructural, tomado en sus expresiones y reali-
zaciones más radicales ha conducido a muchos pueblos a opresiones y desmanes socia-
les tan ingentes, no debemos de escapar a la oportunidad de participar y comprobar las
virtualidades del paradigma de la «socialización civil o ciudadana», o de la individua-
lización de la sociedad civil y de la socialidad. Deberemos seguramente contribuir a la
conceptualización de este paradigma de tanta complejidad en teorías acordes como la
de la complejidad o del caos (COLOM, 2002), que vayan dando sentido y orden a la desa-
gregación, al menos aparente, de la sociedad en que este paradigma se despliega.
En fin, como diría Sócrates a decir de Platón, primer teórico o ingeniero social
de la «ciudad educativa», tratando como tratamos cuestiones tan complicadas, vinién-
dose ya la noche, seguiremos hablando mañana de camino hacia Ítaca, ansiada ciu-
dad educadora, a través de estos piélagos procelosos, después de desembarazarnos de
los tópicos tranquilos y manidos de la Circe de la socialización estructural.
102 JOSÉ ORTEGA ESTEBAN
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LA CIUDAD DE LOS NIÑOS
1. INTRODUCCIÓN
1
TONUCCI, F. (1998): La ciudad de los niños. Madrid: Edición de la Fundación Germán Sánchez
Ruipérez.
2
Acción Educativa es una asociación sin ánimo de lucro que funciona desde hace 28 años en
Madrid y que tiene por finalidad principal la renovación pedagógica y la formación permanente del pro-
fesorado. Una forma es a través de grupos de trabajo y uno de ellos se ocupa del proyecto de La ciudad
de los niños.
104 FIDEL REVILLA GONZÁLEZ
Antes de describir las características del proyecto, conviene que nos paremos a
pensar, brevemente, en el tipo de ciudad que entre todos hemos ido conformando. La
realidad urbana actual es poco cuestionable. Durante los últimos cincuenta años las
ciudades se han convertido en lugares hostiles para los más débiles, en lugares difí-
ciles de transitar y vivir para aquellas personas que no lo hacen en coche, y en espe-
cial para quienes tienen menos autonomía: los niños, las personas mayores, los minus-
válidos y para cualquiera que temporalmente tenga alguna dificultad para moverse.
En estos casos, cada vez tenemos más dificultades para salir de casa, para encontrar-
nos con amigos y charlar en el camino, también para podernos desplazar de un lugar
a otro con seguridad.
Muchas ciudades impulsadas por el afán de lucro de los ciudadanos se han con-
vertido en lugares sin orden ni concierto en los que la mayoría parece preocuparse exclu-
sivamente por su interés particular, sin atender al bien común. Lo que ha sido desorden
para el usuario, ha sido lucro y ganancia para los constructores y especuladores.
El automóvil que, inicialmente, aumentó la independencia y la autonomía de las
personas, que ha permitido la relación y el intercambio entre las comunidades, se ha
convertido en un instrumento de ocupación espacial y de opresión de la libertad y la
autonomía de los más débiles hasta límites insospechados. Según diferentes investi-
gaciones las niñas y los niños europeos han perdido en los últimos 25 años del siglo
XX, al menos, tres años de libertad. Lo que hacía un niño de 6-7 años en 1971 (ir a la
escuela solo, ir a la tienda, jugar en la calle con sus amigos, coger el autobús solo...)
a mediados de lo noventa lo hacían niños y niñas de 10-11 años 3, hoy día aún más
tarde. ¿Es este el tributo que deben pagar nuestros hijos para que los padres vayamos
de un lugar a otro más rápido y más cómodamente en automóvil? ¿Es este tipo de ciu-
dad y de realidad en la que queremos que se desarrollen y vivan nuestros niños y
niñas? ¿Se puede hacer algo para cambiarlo? Parece difícil porque el coche se ha con-
vertido en muchos países en un principio esencial de su economía. Cuando crece la
venta de coches es un indicador positivo para la economía de ese lugar, pero no se
relaciona con el espacio que necesita para aparcar y para circular, ni con los proble-
mas que provocan para quienes no conducen o no quieren conducir.
¿Qué podemos responder los adultos a un niño que, en una reunión con repre-
sentantes de la Comisión Europea, pedía, al hablar de los lugares para jugar dentro
de la ciudad, que les dejemos en las ciudades tanto espacio para jugar como tenemos
los mayores para aparcar?
3
L’autonomía di movimento dei bambini italiani. Instituto di psicología. CNR. Quaderni del pro-
getto «La cittá dei bambini» n.º 1. Junio 2002. Vicente Verdú, El País 18-1-2001. Alfonso Sanz, Revis-
ta Apie, n.º 0 Madrid 1998.
La ciudad de los niños 105
Las ciudades, incluso las pequeñas, han ido perdiendo vida ciudadana. La calle se
considera un lugar peligroso e inseguro en el que niños y niñas no pueden ni deben estar
solos. Muchos padres y madres, de mediana, edad y sobre todo sus abuelos se han olvi-
dado de lo que aprendieron en la calle, de lo que jugaron y disfrutaron, de los amigos
que hicieron en el lugar de residencia de su infancia. En teoría les parece una bella idea
que sus hijos vayan solos a la calle, nostálgica, pero imposible de poner en práctica.
Necesitamos hacer algo para que las ciudades en las que vivimos proporcionen
más autonomía a los niños y en general a todas las personas que se desplazan a pie.
Que den más oportunidades a los ciclistas, faciliten lugares de encuentro en las calles
y plazas a las personas de más edad, hagan la vida un poco más fácil a quienes tienen
que moverse con una silla de ruedas, con un carrito o con unas muletas.
Necesitamos propuestas políticas y ciudadanas que faciliten y favorezcan la inte-
gración y la diversidad. Ciudades y ciudadanos que no establezcan diferencias entre
los de aquí y los de fuera (en ocasiones referidas a personas de la Comunidad Autó-
noma limítrofe) porque todos formamos parte de un mismo equipo de convivencia.
Precisamos que los inmigrantes de otros países y culturas tengan una buena integra-
ción laboral, pero igualmente es fundamental la integración urbanística y de vivien-
da de esas personas. Hay espacios en el centro de la ciudad y en algunos barrios no
tan céntricos, que se convierten en bolsas de infravivienda, en guetos marginales en
los que también viven niños y que generan inquietudes y problemas. Hay niños que
sólo disponen de cama para dormir durante determinadas horas de la noche y luego
tienen que abandonarla para que duerman otros niños.
Necesitamos una ciudad en la que todos nos preocupemos por lo público, y nos
ocupemos de los elementos que son comunes: aire, agua, basuras, espacios abiertos,
parques, plazas, calles, aceras, etc., todos ellos imprescindibles para vivir aceptable-
mente en comunidad. Las tendencias privatizadoras (cada vez más abundantes) olvi-
dan que la ciudad es como un gran avión, en palabras del arquitecto brasileño Men-
des Rocha, en el que viajan personas de diferentes etnias, religiones, edades, y de
distintos grupos sociales. En él hay billetes de diferentes precios, pero el objetivo final
es común: llegar al destino, si hay un contratiempo grave o un problema irresoluble,
no es fácil que lleguen solamente los pasajeros que han pagado el billete más caro.
Si falla la ciudad será peor parta todos.
Necesitamos una ciudad legible y bella 4, en palabras del arquitecto Oriol Bohi-
gas. Legible para que sea más fácil la orientación y de esa manera disponer de más
4
BOHIGAS, O. (1999): La función educativa de los espacios urbanos. Por una Ciudad Compro-
metida con la Educación. Vol. II. Ayuntamiento de Barcelona, pp.441-454.
106 FIDEL REVILLA GONZÁLEZ
libertad, más autonomía, más independencia y menos miedo y menos riesgos. Más
bella porque todos los ciudadanos tenemos derecho a la belleza, como decía una mujer
de cierta edad que vivía en una favela: la belleza no debe ser patrimonio del centro
de la ciudad, ni de los ricos. Igualmente es necesario cuidar y mantener lo que se hace
(un parque, una plaza, un elemento decorativo, etc.) La suciedad, el desorden, y el
descuido contribuyen a la deseducación de los ciudadanos.
Si compartimos todos el objetivo fundamental que es una ciudad que nos permi-
ta y nos facilite una vida lo más humana posible, ¿por qué con frecuencia son tan dis-
pares, incluso contrapuestos, los intereses inmediatos? Probablemente porque no
somos consientes, en grado suficiente, de que la ciudad en un lugar de contradiccio-
nes y equilibrios. Equilibrio entre el mercado, la política y la participación 5. Equili-
brio entre lo individual y lo colectivo, entre los fuertes y los débiles, entre quienes
tienen mucho y quien tiene poco, entre el centro y la periferia. Equilibrio entre el
pacto y la confrontación.
Cuanto más propiciemos estos equilibrios, estaremos contribuyendo a una ciu-
dad más humana, más colectiva, más integrada, más participativa y como conse-
cuencia mejor para ser vivida y disfrutada por las personas que residen en ella.
Desde el inicio de los noventa han aparecido diferentes propuestas que relacio-
nan la ciudad con la educación y con los niños (Ciudades educadoras, Proyectos Edu-
cativos de Ciudad, Red Local a Favor de la Infancia, Ciudades Amigas de la Infan-
cia...) quizá La ciudad de los niños, sea la más utópica y la más ingenua. Sin duda es
más municipal que escolar; sin la implicación del Ayuntamiento es imposible poner
en marcha este proyecto.
El principio básico de esta propuesta es: que los niños y las niñas sean un pará-
metro ambiental para conocer cuál es la calidad de un espacio urbano para todos los
ciudadanos. Si los niños y niñas son tenidos en cuenta y pueden moverse con seguri-
dad y autonomía, seguramente podrán hacerlo igualmente todos los colectivos más
desvalidos y débiles.
A continuación voy enumerar algunas de las razones por las que La ciudad de los
niños es beneficiosa para todos: porque si la ciudad es buena para los niños y niñas
5
XERARDO ESTÉVEZ, II Encuentro La ciudad de los niños. Acción Educativa. Madrid 2002.
La ciudad de los niños 107
lo será para todas las demás personas. Pero además porque la infancia es una etapa
fundamental en la vida de las personas. Hoy sabemos que una gran parte de lo que
aprendemos lo hacemos antes de la escolaridad obligatoria y que en buena medida lo
hacemos a través del juego y de la relación con nuestros iguales. A pesar de lo cual
constatamos que, cada vez, es más difícil el juego libre entre iguales en las ciudades
por falte de lugares, de tiempo y de ocasiones. La casa se convierte en el refugio de
muchos niños y niñas que, además, están solos con su padre o su madre y que tam-
poco tienen más hermanos, su relación con iguales queda reducida al ámbito escolar,
en ocasiones lejos del lugar de residencia.
Nuestra vida de adultos y nuestra capacidad para comprender nuestra posición
en la sociedad dependerá, en gran medida, de la relación que establezcamos con la
realidad que nos rodea durante la infancia y la adolescencia 6. Esta debería ser una
razón poderosa por la que deberíamos facilitar y favorecer la relación entre el niño
y su entorno. Los niños y niñas pueden ayudarnos a recuperar algunas de las virtu-
des urbanas: la convivencia, el espacio para el juego, la posibilidad de movernos con
más seguridad y autonomía, porque su visión de la ciudad y del barrio es más con-
creta y distinta a la nuestra. Probablemente ante la pregunta de cómo deberían ser
las aceras en la ciudad ningún adulto responderíamos como lo hizo una niña del sur
de Italia: «para estar bien hecha, una acera, debería permitir pasear por ella a una
familia».
En todo caso, el proyecto de La ciudad de los niños no hace más que devolverles
el derecho a decidir sobre las cosas que les afectan, a valer y contar también durante
su infancia y no sólo a tener valor ante los adultos porque algún día serán mayores y
tendrán en sus manos decisiones que nos afectarán a todos. Incluso si nos creyése-
mos de verdad esto último pondríamos más interés y ocupación en la infancia para
que cuando llegue el momento de tomar esas decisiones pudiesen hacerlo en las mejo-
res condiciones mentales y físicas, con el máximo equilibrio posible.
Otra razón a favor de este proyecto es la diferencia tan grande entre el pensa-
miento infantil y el pensamiento de un adulto. Casi siempre los adultos decidimos lo
que creemos que es mejor para los niños sin pararnos a preguntar ni a descubrir qué
es lo que les interesa, cuando lo hacemos, es para que nos digan que está muy bien
lo que ya hemos decidido o hecho por ellos o para ellos. No somos conscientes de la
distancia que nos separa en el pensamiento, en la percepción y en los intereses. Según
afirman los estudiosos de estos temas, hay más proximidad entre personas adultas de
culturas, etnias y religiones diferentes que entre un niño y un adulto de la misma cul-
tura. Los intereses y la forma de pensar y decidir de la infancia y de la edad adulta
son los más divergentes.
6
CHIESA, B. (1986): La Investigación del entorno según el MECEP italiano. Cuadernos ADARRA.
108 FIDEL REVILLA GONZÁLEZ
Cada vez son más las voces y los autores que reclaman nuevas formas de parti-
cipación política. Desde diferentes instituciones se propone la necesidad de que los
ciudadanos participen y decidan más sobre las cosas que les afectan, esto mismo vale
para los ciudadanos y ciudadanas más pequeños. No vale en este caso la excusa de
que ya participarán más adelante porque a participar sólo se aprende participando 7.
Esta debería ser otra buena razón para apoyar y poner en marcha el proyecto de La
ciudad de los niños.
Es curioso comprobar que este nombre cada vez se utiliza con más profusión y
con un claro componente comercial. La ciudad de los niños no es el montaje vaca-
cional con unos talleres para los niños, tampoco un libro guía para que los padres y
las madres sepan qué puedan hacer con sus hijos y menos dónde les pueden dejar
mientras ellos siguen ocupados en sus importantes tareas. Ni siquiera es un lugar con
casas y equipamientos más pequeños que simulen una ciudad donde niños y niñas
puedan entretenerse. La ciudad de los niños es una propuesta urbanística y cívica, es
un programa de acción política que apuesta por una nueva cultura de la infancia y
de la ciudad, como afirma en su libro el Profesor Tonucci. La ciudad de los niños es
aquella ciudad que los adultos estamos dispuestos a construir, cambiar y transformar
con los niños y las niñas. No la que nosotros, adultos, hacemos para ellos, porque
sabemos lo que les conviene y lo que necesitan para hacerse mayores.
Es la ciudad en la que el niño es tenido en cuenta y participa en lo que le afecta,
no únicamente porque sea bueno para él y para nosotros, sino también porque tiene
derecho a ello, como queda reflejado en La Convención de los Derechos del Niño y
de la Niña de la ONU, aprobada el 20 de noviembre de 1989, ratificada literalmente
por el Parlamento Español en 1990 y así ha pasado a diferentes leyes de los Parla-
mentos Regionales, por ejemplo el de Madrid aprobó en 1995 la Ley de Garantías de
los Derechos de la Infancia y la Adolescencia de la Comunidad de Madrid donde de
forma amplia se refiere a la necesidad de que los niños participen en las cosas que
les afectan. Cabe preguntarse ¿les afecta un Plan de Urbanismo? La respuesta es evi-
dentemente positiva, pero muy pocas veces se buscan fórmulas que permitan cono-
cer su opinión, sus deseos y sus propuestas.
La ciudad de los niños es aquella en la que nosotros bajamos la mirada a la altu-
ra de los niños, para darnos cuenta de sus inseguridades y miedos cuando van a cru-
zar una calle y no pueden ver suficiente, cuando salen corriendo del colegio sin espa-
cio suficiente entre el patio y la calle para no correr peligro, cuando de la acera hay
7
HART, R. (2001): La participación de los niños en el desarrollo sostenible. Barcelona: UNI-
CEF- PAU.
La ciudad de los niños 109
que salir a la calle porque un coche mal aparcado impide el paso o porque no alcan-
za a ver por encima de un coche situado en un lugar inadecuado.
Es aquella ciudad en la que los adultos consideramos y valoramos al niño por lo
que es en ese momento y no por lo que va a ser más tarde. Le consideramos como
una persona con presente aunque no vote, no sólo con futuro, le consideramos un ciu-
dadano con derecho a participar y le damos posibilidades para que lo haga en condi-
ciones adecuadas.
La ciudad de los niños es la que acepta la diversidad intrínseca de los niños como
garantía de todas las diversidades que existen en la sociedad y con el convencimien-
to de que sus aportaciones facilitarán la vida de todas las personas. Es también la que
favorece su desarrollo como persona en una etapa decisiva de su vida; la que pro-
mueve su autonomía y su seguridad, y con ella la de todas las demás personas aun-
que sea a costa de los dueños de la ciudad: los coches y sus conductores
La ciudad de los niños es la que permite la exploración de lugares en compañía
de otros iguales estimulando así la inteligencia y la creatividad. Es aquella que escu-
cha con atención lo que dicen y quieren los niños porque su frescura, su diferente
forma de observar los problemas y de razonarlos nos puede ayudar a los mayores a
resolverlos.
La experiencia de Galapagar se inicia en febrero del año 2001, es por tanto una
experiencia joven. Se enmarca en el proyecto de La ciudad de los niños anteriormente
descrito porque se circunscribe al ámbito municipal, algo imprescindible en este tipo
de propuestas. Es la voluntad explícita de la corporación municipal con su alcalde a
la cabeza, la que puede poner en marcha un proyecto de estas características. Es el
Ayuntamiento quien posee las competencias más relevantes en el funcionamiento y
en los cambios que pueden realizarse en una ciudad. Por ello sólo con su complici-
dad y acuerdo es posible una experiencia de participación real de los niños en los
cambios de su ciudad. En este marco de política municipal para cambiar la ciudad es
en el que estamos colaborando con el Ayuntamiento de Galapagar.
Galapagar es un municipio del noroeste de la Comunidad de Madrid con aproxi-
madamente 23.000 habitantes, con un porcentaje de inmigración de más de un 20%
y que en edad escolar es un poco mayor. Con un porcentaje de niños menores de 12
años de en torno al 16%. Que ha crecido mucho en la última década y con una acti-
vidad de construcción muy elevada. Predomina la construcción unifamiliar en urba-
nizaciones dispersas, algunas de ellas con calles aún sin asfaltar. Este municipio ha
110 FIDEL REVILLA GONZÁLEZ
importante la existencia de una entidad externa que recuerde los compromisos con
los niños y niñas a los responsables políticos.
5.3. Valoración
hemos hecho o que algunos de sus compañeros no se lo tome en serio o falten a las
reuniones. Queremos (ellos y los responsables) que haya una implicación un poco
mayor de sus compañeros y de sus maestros, algunos de los cuales, además de hacer-
les poco caso, de vez en cuando hacen comentarios poco estimulantes con relación a
los trabajos del Consejo.
Los consejeros que terminaros su mandato en junio de 2002 pedían al alcalde que
continuase escuchando a los niños y niñas como a ellos; a los nuevos consejeros les
sugerían que se tomasen en serio su trabajo y que no se rindiesen. A la gente mayor
le pedían que no se quejasen tanto y se preocupasen y cuidasen más el pueblo.
Nuestra valoración también ha sido positiva aunque vemos muchas cosas mejo-
rables. En todo caso falta llevara acabo una evaluación más exhaustiva y en la que
intervengan otras personas ajenas al proyecto.
Ha sido positivo que el alcalde se haya reunido y escuchado al Consejo en seis o
siete ocasiones. Que la concejala de educación se haya reunido con ellos muchas más
veces, y que les haya acompañado en cada ocasión que se han reunido con otros res-
ponsables municipales.
El alcalde y la concejala de educación se han reunido con los profesores y los
padres en varias ocasiones para informar, comentar y discutir cuestiones relaciona-
das con este proyecto, lo ha supuesto un impulso inicial grande al mismo.
El alcalde se ha reunido con los arquitectos y la concejala de urbanismo para que
en el proyecto de la plaza de la Constitución cambien alguna cosa porque se han dado
cuenta que los chicos y chicas tenían razón en su propuesta, por ejemplo al incluir un
arenero para que puedan jugar los más pequeños.
Todo esto es muy positivo, pero también debemos señalar algunas cosas mejora-
bles, por ejemplo el cumplimiento de los compromisos con los niños y las niñas, la
difusión del proyecto y el compromiso de otros responsables políticos y técnicos del
propio Ayuntamiento para que el proyecto de La ciudad de los niños vaya permeabi-
lizando a todas las personas que tienen que tomar decisiones en el municipio.
Es cierto que los objetivos que nos planteamos en este proyecto son muy ambi-
ciosos y por ello difíciles de conseguir. En cualquier caso, en estos procesos de
participación hay consecuencias difíciles de calcular y de medir a corto plazo. No
obstante, ¿quién podrá borrar, para bien o para mal, lo que estos niños y niñas han
observado, aprendido, vivido y disfrutado en ese proceso? ¿Cuántos de ellos for-
marán parte de una sociedad más comprometida y exigente que no deja la solu-
ción de los problemas sólo en manos de los responsables políticos? ¿Cuántos
demandarán una democracia más participativa, con mayor implicación de los ciu-
dadanos en las decisiones que les afectan? No lo sabemos, pero nos gustaría que
fueran muchos.
114 FIDEL REVILLA GONZÁLEZ
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UNICEF (1996): Los derechos del niño y el hábitat. Construir una ciudad amiga de los niños.
EDUCACIÓN SOCIAL Y ESCUELA
AUTONOMÍA PROFESIONAL, ORGANIZACIÓN
FLEXIBLE Y ESCUELA-RED 1
1. INTRODUCCIÓN
1
El presente texto se publicó, originalmente, en Cuadernos de Pedagogía, n.º 317, oct. 2002,
pp. 88-92.
118 MARIANO FERNÁNDEZ ENGUITA
¡Vamos allá!
No es que nadie haya pensado en ello, sino que resulta inviable. Tiempo hubo en que
en todos los lycées franceses, por ejemplo, se explicaba la misma lección a la misma
hora, siguiendo directivas nacionales, pero es que entonces eran muy pocos los que
estudiaban, una exigua minoría de futuros funcionarios y oficiales, procedentes de
los estamentos y clases acomodados, capaces de adaptarse a la demanda de unifor-
midad de un sistema que, por otra parte, estaba hecho a imagen y semejanza de su
medio cultural y social. Como también hubo un tiempo en que en toda la enseñanza
primaria se seguían rutinariamente parecidos ritmos y actividades, arropados en la
profunda convicción de que, si alguien no era capaz de adaptarse a ello, era su pro-
blema, derivado de su propia incapacidad (después de todo, esa enseñanza primaria
llegaba sólo nominalmente a todos, pues dejaba a muchos fuera desde el principio, y,
en todo caso, ocupaba sólo una pequeña parte de sus vidas).
En estas circunstancias, una buena educación requiere un conocimiento que sólo
puede ser local, sobre el terreno, que ni la Administración más ilustrada y entregada
sabría sustituir. La superioridad del conocimiento local sobre el burocrático es un
viejo postulado de todas las corrientes del liberalismo, desde Weber hasta Hayek 2.
Nótese que local quiere decir aquí del profesor individual, pero no sólo, sino también
del equipo pedagógico y de la comunidad; establecer el lugar de cada uno es algo que,
de momento, queda pendiente. Ya tenemos, pues, un argumento a favor de la auto-
nomía, pero nada tiene que ver con la democracia, que sólo vuelve a aparecer por la
puerta de atrás: por un lado, debido a que, si ese conocimiento sobre el terreno no es
poseído en su totalidad por cada profesional individual, sino que es compartido y está
repartido entre el conjunto de los profesionales del centro, habrá que arbitrar meca-
nismos para la aplicación de ese conocimiento colectivo, y uno de ellos bien puede
ser la democracia, es decir, la decisión colectiva (pero también puede serlo, sin embar-
go, la meritocracia, es decir, la autoridad de los mejores, los más expertos, etc., así
como alguna combinación de ambas); por otro, si hay en todo caso un importante
ámbito de autonomía individual, y si ésta ha de tener como contrapartida cierto grado
de conformidad y de compromiso, todo indica que se requerirá un alto nivel de con-
senso (se asumen como propios los fines del centro y del sistema) o, al menos, de
consentimiento (se aceptan como legítimos), y la democracia es (junto al carisma y
la tradición) una fuente de legitimidad.
3. ORGANIZACIONES FLEXIBLES
2
Véanse WEBER, Economía y Sociedad, México, 1977 —ed. orig. 1922—, 179, y el artículo de
F. HAYEK de 1945: «The use of knowledge in society», o su libro La présomption fatale, París, PUF,
1993, 107-109.
Autonomía profesional, organización flexible y escuela-red 121
3
La descripción canónica de este modelo organizativo es la de M. PIORE y F. SABEL, La segun-
da ruptura industrial, Madrid, Alianza, 1990, ed. orig. 1984.
122 MARIANO FERNÁNDEZ ENGUITA
o país a país indicaban siempre lo mismo: que la especialización flexible ofrecía resul-
tados mucho mejores que el fordismo, tanto más en contextos de crisis. Las empresas
que adoptaron este modelo pudieron hacer distintas cosas, abordar distintos procesos
y situaciones, con un núcleo estable, mientras que las aferradas al anterior se vieron
abocadas a alternar despidos y contrataciones masivos.
Traslademos esto al campo de la enseñanza. Los insumos de la enseñanza están
asegurados (la enseñanza obligatoria es más efectiva en su reclutamiento y ha sido
prolongada, y las pre- y post-obligatorias resultan ya, al menos, obligadas), pero tam-
bién son cada vez más diversos, pues incluyen a alumnos de desiguales capacidades,
distintas vocaciones, diferentes clases sociales, variadas culturas, múltiples orígenes
nacionales. Las salidas son tal vez más interesantes, pero también más diversas y más
inciertas y cambiantes (entiéndase por salidas los mercados de trabajo, las carreras
superiores o las otras demandas de la sociedad al sistema educativo no universitario).
En otras palabras, al igual que les sucedió a las empresas, las escuelas ven tambale-
arse sus fuentes de recursos y sus mercados y deben, como ellas, adoptar formas de
organización más flexibles, tanto en lo que concierne a la estructura de los centros
como en lo que se refiere a la definición de los cometidos asociados a los puestos de
trabajo. En este punto, la única diferencia entre empresas y escuelas es que, dado que
éstas cuentan con un público cautivo, las consecuencias de su obsolescencia organi-
zativa no recaerían sobre los trabajadores sino sobre dicho público —en otras pala-
bras, no se traducirán en una caída de las ventas y en la destrucción de puestos de tra-
bajo, sino en un derrumbe de la calidad de la educación— (si otra vez le duele algo
después de este párrafo, repita el ejercicio anterior).
4. ESCUELAS-RED
4
Véase M. F. E., «La organización escolar: agregado, estructura y sistema», Revista de Educa-
ción, 320.
Autonomía profesional, organización flexible y escuela-red 123
Pero lo que resultaba viable cuando la institución estaba situada al margen y por
encima de su entorno, cuando tenía por función modernizar a la comunidad en la que
se implantaba, se convierte en disparatado cuando, en un contexto de cambio acele-
rado, no sólo no puede ya imponerse a la comunidad, sino que ni siquiera podría
sobrevivir sin ella. En ese proceso de modernización que fue el paso del campo a la
ciudad, de la agricultura a la industria, de la economía al mercado, del trabajo por
cuenta propia al asalariado, de la cultura oral a la alfabetización, de la tradición a la
racionalidad, del estatus al contrato…, la escuela de como instrumento a una parte de
la sociedad para arrastrar, de grado o por fuerza, a la otra. El cambio social se ha ace-
lerado, intensificado y extendido, y además se ha tornado imprevisible (en realidad,
las previsiones anteriores resultaron todas erróneas, pero eran previsiones y nos per-
mitían actuar como si supiésemos a dónde íbamos; sobre todo, educar creyendo saber,
sin mucho esfuerzo, para qué). En estas circunstancias, la escuela ya no tira de la
sociedad, sino que se ve agitada y zarandeada como cualquier otra parte de ella y tan
perpleja como toda ella. Esto no significa que la educación no tenga un papel, pero
sí que vuelve por completo imposible educar a o para la sociedad pero sin la socie-
dad. Como el cambio está teniendo lugar en todo momento, como surge en todas las
esferas sociales, y como mucho de lo que aprenden los profesores casi queda obso-
leto antes de que salgan de las facultades, resulta impensable una educación de cali-
dad sin el concierto de la comunidad en la que la escuela trabaja.
Aquí volvemos a encontrar un paralelismo con otras organizaciones y, en parti-
cular, con la empresa. En una economía de mercados cambiantes e inestables, la
empresa deja progresivamente de identificarse con la organización para hacerlo con
la red. Lo que se ha dado en llamar empresa-red es una empresa en el sentido de
emprendimiento, no en el de compañía o firma. Se trata de proyectos a medio plazo
que involucran en diverso grado a distintas firmas durante su duración, actuando éstas
de manera coordinada, sin necesidad de una jerarquía específica 5. Esta estructura en
red es la mediación entre la flexibilidad requerida por el mercado y la rigidez aso-
ciada a la estabilidad de la firma. No se trata ya de una empresa-organización pro-
duciendo bienes para los que luego buscará mercados, sino de una empresa-proyec-
to que reúne distintos componentes de varias organizaciones para acceder a un
mercado preexistente o potencial. Estas organizaciones, o sus componentes involu-
crados, cooperan entre sí mientras dura el proyecto, recomponiendo la geometría de
su cooperación cuanto sea necesario. No se trata de una red de empresas, ni de una
empresa trabajando en red, sino que la red es la empresa, aunque la firma, la vieja
organización jerárquica, siga siendo la sede para la acumulación del capital y el encua-
dramiento del trabajo. (En caso de nuevo estremecimiento, pelos de punta o cualquier
otro síntoma similar, dése usted por incurable. Encláustrese de modo definitivo y no
deje que la realidad le estropee una feliz vida corporativa.)
5
M. CASTELLS, La galaxia Internet, Barcelona, Plaza y Janés, 2001, p. 84.
124 MARIANO FERNÁNDEZ ENGUITA
5. MALOS TIEMPOS
No quiero cerrar sin una breve referencia a la Ley de Calidad auspiciada por el
gobierno. No voy a detenerme en aspectos sin duda más importantes, como la estruc-
tura general del sistema educativo, pero que caen fuera del ámbito de este artículo y
ya he tratado en otros lugares.6 Me interesan sólo algunos aspectos en los que la nueva
ley incide sobre la autonomía profesional, la organización escolar y la relación con
el entorno. Entre ellos, dos que llaman la atención: el nuevo lugar de los consejos
escolares y el nuevo procedimiento de elección de los directores.
Respecto de lo primero, sólo puedo decir que me parece un lamentable error su
degradación de «órganos de gobierno» (LODE y LOPEG) a «órganos de participa-
ción en la gestión y el control» (LOCE). De hecho ya se habían visto reducidos a esto,
y a veces incluso a menos. El funcionamiento de la mayoría de los consejos escola-
res es puramente burocrático. Ejercen escasamente o nada sus competencias más rele-
vantes, tales como la elección del director (que suele llegar preseleccionado por el
claustro), la discusión del proyecto de centro o la colaboración con las instituciones
del entorno. De hecho, ejercen (cuando lo hacen) poco más que labores de revisión
de las cuentas y de aporte de mano de obra y recursos para algunas actividades. Hay
que añadir, no obstante, que esto es así no porque la ley no permita ni porque los
padres y alumnos no sepan hacer más, sino porque la mayoría del profesorado ve con
profunda hostilidad cualquier otra cosa. Al reducir los consejos a la «participación en
la gestión y el control», la ley no quiere sino plegarse a la voluntad mayoritaria del
profesorado (una minoría querría más, pero otra incluso menos).
Mas es obvio que, desde la perspectiva aquí planteada, lo que debería hacerse es
precisamente lo contrario. La apertura de la organización al entorno, la cooperación
con la comunidad, la implicación de ésta en la educación, el avance hacia la escuela-
red requiere precisamente cambios en el sentido contrario: reforzar la presencia de
las comunidades (y no sólo de las familias) en los consejos y hacer de éstos órganos
efectivos de gobierno, aun sin perder de vista la distinción entre las directrices gene-
rales y la dirección cotidiana. No había que debilitar los consejos, sino que reforzar-
los abriéndolos a otras instituciones y asociaciones del entorno y regular su funcio-
namiento de modo que no fuera posible el rodillo de la mayoría corporativa y se
forzase un verdadero consenso entre los profesionales, el público y la comunidad.
Respecto de lo segundo, es claro que el actual modelo eufemísticamente llama-
do de «dirección participativa» (¿de qué participación hablan?) no conduce sino a la
inanición y la muerte lenta de los centros. Para acabar con ello sin hacerlo también
con el carácter electivo (que tampoco es sagrado, dicho sea de paso) hay que ampliar
6
Véase M. F. E., «En defensa de la educación pública amenazada», El País 17/06/02, o el docu-
mento «Los itinerarios (los abiertos y los encubiertos)», en http://www.leydecalidad.org/.
126 MARIANO FERNÁNDEZ ENGUITA
el abanico de los elegibles y el de los electores, así como reforzar las funciones y
ampliar los incentivos de los cargos directivos. No voy a entrar aquí en una discusión
de detalle de lo que propone la LOCE, pero cabe decir que sí amplía la elegibilidad,
las funciones y los incentivos, de manera que lo que salga de ahí no podrá ser peor
que lo que hay (eso requeriría un milagro). Sin embargo, sacrifica en parte el carác-
ter democrático de la elección, en línea con la degradación de los consejos, y pierde
la ocasión de implicar más intensamente a la comunidad con el centro y al director
con la comunidad. En vez de la mezcla de elección corporativa y designación admi-
nistrativa que se propone, se podría haber recurrido a un consejo ampliado, por ejem-
plo, con otros representantes de la comunidad y de la profesión no vinculados al cen-
tro. Pero hay que comprender que, entonces, no serían la derecha.
EL EDUCADOR SOCIAL EN LAS INSTITUCIONES
EDUCATIVAS: EXPECTATIVAS Y TAREAS
1. INTRODUCCIÓN
Por todo ello, las instituciones escolares nacionales pertenecientes a la Unión han
adquirido serios compromisos ante la llamada sociedad cognitiva:
Por lo que interesa al posible papel del Educador Social en las escuelas, cabe
subrayar de las anteriores prioridades la apelación a la exclusión social, consecuen-
cia negativa de los excesos de la evolución de las economías y de los imperativos de
la competitividad y crecientemente presente en los niveles no universitarios de esco-
larización.
Si la escuela representa una primera oportunidad para la integración social, habrá
de serlo con mayor énfasis para los más desfavorecidos, para los excluidos o en tran-
ce de exclusión. De ahí que las Comunidades Europeas hayan denunciado la exis-
tencia de las «escuelas marginales» y se hayan posicionado a favor de unas escuelas
donde se trabaje, con los medios y recursos suplementarios que sean precisos, con
dispositivos de segunda oportunidad, con ritmos de aprendizaje adaptados, con espa-
cios de animación social y cultural, con recursos informáticos para mejorar la inte-
ractividad, con una mejor movilización del profesorado, en una palabra, escuelas con
el acento y la seña de identidad del «aprender a aprender».
Los centros educativos europeos tienen, pues, un marco de referencia en los gran-
des objetivos señalados que otros textos posteriores han profundizado. Este es el caso
del «Memorandum sobre el aprendizaje permanente» (Comisión de las Comunida-
des Europeas, Bruselas, 2000) en el que se apunta un reto bien definido para la pri-
mera década del actual siglo: el aprendizaje permanente para promover la ciudada-
nía activa en toda su extensión (participación, acceso a la educación, acceso al empleo,
promoción social, etc.).
Una Europa de los ciudadanos, en la que la institución escolar es un elemento ver-
tebral, demanda un aprendizaje durante toda la vida, una educación básica de alta
calidad para todos, un equilibrio entre el aprendizaje formal, no formal e informal y,
todavía más importante si cabe, ámbitos de cooperación entre todos los interlocuto-
res sociales.
Parece evidente que se exige ya una distinta manera de ver los Centros educati-
vos, sus equipos directivos, su profesorado y su personal no docente: los Centros están
130 AGUSTÍN CHOZAS MARTÍN
y forman parte del entramado social y es vano empeñarse en crear visiones artificia-
les de los mismos que no generan otra cosa que errores de interpretación, errores de
gestión y errores de acción. Ninguna intervención en Centros debiera producirse sin
tener en cuenta esta perspectiva.
Pero hay más exigencias sin las cuales no puede entenderse el nuevo papel social
de la institución escolar, ni las nuevas funciones del profesorado ni las tareas nove-
dosas a desempeñar por trabajadores sociales, especialistas de servicios a la comu-
nidad o educadores sociales, por citar algunas de las innovaciones puestas en marcha
para mejorar los recursos humanos en los centros escolares.
La institución escolar no universitaria debe cooperar con otras instituciones socia-
les, económicas y educativas en determinados objetivos operativos modulando y adap-
tando las funciones de sus recursos humanos en estos términos:
Los comienzos del actual siglo han aportado al conjunto de las reflexiones sobre
la educación nuevos documentos de trabajo que ayudan a perfilar mejor el papel y
fines de la institución escolar. Entre otros, cabe resaltar el titulado «Futuros objeti-
vos precisos de los sistemas de educación y formación» (Consejo de la Unión Euro-
El educador social en las instituciones educativas: expectativas y tareas 131
pea, Bruselas, 2001), documento en el que se definen las dificultades a superar por
los cambios en el mapa geosocial y laboral, demográfico y migratorio, en el campo
de la igualdad de oportunidades y de la exclusión social, cambios que obligan a mejo-
rar la calidad de la educación, a garantizar el acceso de todos a las nuevas tecnologí-
as y a aprovechar al máximo los recursos, sin olvidar la creación de entornos de apren-
dizaje o la mejora de la cohesión social o la necesaria apertura de los sistemas
educativos más allá de la Europa comunitaria y, todo ello, en el marco imprescindi-
ble de la evaluación objetiva, pública y propositiva, puesto que los Centros educati-
vos -objetivo primero de la atención y de los recursos sociales- son, por lo mismo,
objeto de valoración y modificación y mejora.
Con todo, esta novedosa geografía escolar que se empieza a percibir no puede
ocultar determinadas dificultades a modo de resistencias estructurales a las reformas
educativas, a las nuevas exigencias sociales y al nuevo reparto de papeles. Existen
dificultades en el clima social de los Centros educativos, actitudes de los alumnos
con graves dificultades de integración, carencias en el medio familiar que se hacen
presentes a su modo en el medio escolar, valores comunicados en los medios de infor-
mación que golpean negativamente las estructuras escolares, una actividad docente
tradicional cuestionada, obsesiones por la mera instrucción y desinterés por los méto-
dos o carencias en la formación y en la promoción profesionales, dificultades que,
no obstante, no deben impedir una visión ponderada entre fines, medios y resultados,
entre esfuerzo profesional, innovación y progreso.
Finalmente, cabe añadir que con la presencia en las instituciones escolares de las
nuevas figuras de intervención se abre un importante campo de expectativas que nece-
sitan de un apoyo educativo permanente y de una evaluación nada apresurada.
BIBLIOGRAFÍA
BECK, U. (2002): La sociedad del riesgo global. Madrid: Siglo XXI.
El educador social en las instituciones educativas: expectativas y tareas 135
1. INTRODUCCIÓN
1
E INGLEHART, R. (1991): El cambio cultural en las sociedades industriales avanzadas.
Madrid: CIS.
142 PETRA M.ª PÉREZ ALONSO-GETA
Hasta hace muy poco la escuela tenía la función de formar a los individuos jóve-
nes para la transmisión cultural y la renovación social. De ahí la lucha por la escola-
rización obligatoria que daba acceso a la plena integración social y que, aunque pro-
mulgada por la ley Moyano, sólo va a hacerse realidad (para la mujer, minusválidos,
etc.) en las últimas décadas. Sin embargo, aún sin haberse logrado la pretendida igual-
dad de oportunidades, la crisis de la escuela en sus diferentes modalidades que hoy
vivimos ha cuestionado el valor tradicional de ésta en una sociedad global, informa-
tizada y multicultural como la actual, en la cual la comunicación –fundamento de toda
educación- ha roto las fronteras físicas, y en las que los contenidos que hoy se apren-
den no tienen a la escuela y al profesor como únicos referentes.
Esta crisis de la escuela se inscribe en un cambio cultural amplio que, está trans-
formado las condiciones en la que se lleva a cabo la crianza y educación, a la vez que
determina cambios en los individuos y sus valores, y en la propia cultura escolar.
Cambian los parámetros de la escuela y de nuestra vida porque caminamos no sólo
hacia la sociedad de la información, sino también hacia la sociedad del conocimien-
to. Estos cambios afectan a sectores cada vez más amplios de nuestra sociedad. Desde
el trabajo al ocio, desde la información a la educación, son escasas las actividades y
productos en los cuales la informática, de un modo u otro, no esté presente.
Si la evolución cultural (aparición de la rueda, el barco, etc.) alteró la evolución
biológica, acabó con la especiación humana al permitir la movilización geográfica y
Educación social y medios de comunicación 143
2
DADOC (1994): Les realités virtuelies. Paris: Flamarion.
3
WIENER, N. (1954): «The human use of Herman Beings», en Cybernetics and Society. Hough-
ton Miffi. (Trad Castellano Cibernética y sociedad). Buenos Aires: Edit. Sudamericana, 1969.
144 PETRA M.ª PÉREZ ALONSO-GETA
cial, por eso «Los Simpson» y «South Park» están entre sus preferencias aunque no
están pensados para niños, ni se emiten en estos horarios. Otras series de dibujos ani-
mados que forman el grueso de la programación infantil han quedado relegadas a las
mañanas y los fines de semana. Se trata de series en general extranjeras llenas de actos
de violencia, donde los actores golpean sin piedad, tratando de eliminar al otro, aun-
que no tengan tintes dramáticos, ya que las víctimas, se trate de gatos, perros o rato-
nes humanizados resurgen y continúan su marcha.
No obstante, los niños y adolescentes, aunque no haya programas para ellos, ven
cada vez más televisión, que no es para ellos a falta de otras posibilidades lúdicas
como salir a la calle, jugar con hermanos o vecinos o los canales temáticos de pago
(C.S.D). Son sujetos activos que eligen, de entre lo que se les oferta, lo que les gusta
ver o lo que satisface sus necesidades personales.
Niños y adolescentes son consumidores de programa para adultos, «telerealidad»,
«docu-shows» y muchos otros, que no ofrecen modelos adecuados para los aprendi-
zajes sociales a una audiencia por naturaleza acrítica y en pleno proceso de forma-
ción de referentes. Donde triunfar o ser feliz es sinónimo de poseer. Donde conduc-
tas asociales como agresiones, sexismo, discriminación, robo, etc. se presentan en
general como acciones eficaces, donde los actores muestran satisfacción y no se con-
mueven ante el daño causado, ni tienen sentimientos de culpa.
De hecho, la televisión provee de modelos útiles y roles de comportamiento bastan-
te atractivos para niños y adolescentes reforzando conductas ya existentes o aprendien-
do nuevas formas de comportamiento, aunque no todos se vean afectados de igual forma.
Niños y adolescentes, para actuar dentro del entorno, necesitan construir mode-
los, representaciones de la realidad dentro de las cuales llevar a cabo las acciones.
Estos modelos mentales se forman desde muy pronto y van modificándose con la
experiencia hasta disponer de otros con mayor poder explicativo.
Los modelos y la representación que se ofrece desde la TV están presentes, pero
no son palpables. Son imágenes ficticias parcial o totalmente, pero llegan a actuar
como reales, en la medida en que se les ve como tales. En ocasiones la TV puede ser
la única fuente de información de que disponen los más jóvenes para establecer jui-
cios y extraer consecuencias de la realidad. Ofertan una visión nueva de la realidad
que permite a los niños saltar barreras del espacio y el tiempo. Ver y oír lo que apa-
rece, aunque no experimenten nada. Esta visión panorámica no experiencial de la rea-
lidad les permite vivir en ocasiones simultáneamente en dos mundos, el de realidad
y la ficción, entre los que mantienen un intercambio activo aunque se desarrollen en
planos distintos.
Además, la televisión ejerce mayor influencia que otros medios, ya que por una
parte no se necesita traducir el lenguaje a esquemas mentales como ocurre con los
150 PETRA M.ª PÉREZ ALONSO-GETA
Las normas son «el cemento de la sociedad», son pautas que definen la cultura
en que el individuo se socializa. Desde que nace hasta el ritual de la muerte, todo está
previsto y normado culturalmente. Puede darse una cierta desviación de la norma,
pero cuando tal desviación se hace excesiva existen mecanismos formales (sanción)
e informales (crítica, murmuración) reguladores de la conducta por parte del grupo,
que siente como un peligro para el mismo el incumplimiento del código social esta-
blecido.
Las normas sociales son dos tipos. Las de principio o morales protegen a los indi-
viduos, garantizan sus derechos y determinan lo que es justo o injusto (hacer daño a
otros, robar, tratar injustamente a alguien, etc.. Además, existen las normas conven-
cionales (el orden, saludar, ceder el asiento, etc.) que sirven a la relación y funcio-
namiento social. La diferencia fundamental entre ambas es que en la transgresión de
las normas de principios se generan sentimientos que conmueven al individuo. El sen-
timiento de culpa es la base que diferencia la transgresión de una norma de princi-
pios de la de una norma convencional. Para que este sentimiento se dé, debe crearse
en los individuos la interacción entre los móviles egoístas, su comportamiento y las
consecuencias de sus acciones.
Niños y adolescentes necesitan referentes, modelos que sigan las normas, para
que se posibilite la imitación y la identificación con las mismas mediante formas de
conducta consistentes. Su ausencia no favorece el proceso de socialización, pues no
debemos olvidar que la socialización es un proceso de paulatina incorporación del
individuo al grupo social al que pertenece, en el que necesariamente existen normas.
Los resultados del análisis de contenido de la investigación citada ponen de mani-
fiesto que desde la TV no se ofrece un modelo adecuado para el aprendizaje de la
norma social, ya que se presentan en mayor medida situaciones de satisfacción ante
la transgresión de la norma, que sentimientos de culpa. Cuando los modelos a que se
ven expuestos no manifiestan sentimientos de culpa ante la transgresión, en la medi-
da en que esos modelos son atractivos para ellos, pueden aprender que la transgre-
sión de la norma es una forma de comportamiento adecuado. Contrariamente cuan-
152 PETRA M.ª PÉREZ ALONSO-GETA
do los niños observan que a otros niños o adultos, en la TV o en la vida, tras infrin-
gir una norma, se les hace hincapié en el daño que ha causado, tienen mayores pro-
babilidades de imaginar y aprender a anticipar el sentimiento de culpa que aparece
después de la transgresión. Es decir, se refuerza el aprendizaje prosocial y la posibi-
lidad transferir ese aprendizaje a otras situaciones.
A modo de resumen, de los datos de nuestra investigación, en términos genera-
les, se deduce que para la mayoría de los niños, las normas se identifican con el «buen
camino» y se sienten bien consigo mismos cuando la siguen. Por tanto, el cumpli-
miento de la norma es bueno y de ello se obtienen buenos resultados. Cuando las nor-
mas se derivan de valores, principios morales (robar, mentir, etc.) la mayoría afirma
sentirse mal sí las transgrede. En términos generales, las variables edad sexo expli-
can diferencias significativas en el seguimiento e identificación con la norma, lo cual
se resuelve en términos generales a favor del grupo de edad de los más pequeños y
de las niñas.
Sin embargo, los niños y adolescentes que presentan un índice mayor de consu-
mo televisivo son los que afirman «tener menos sentimientos de culpa» ante la trans-
gresión. Las diferencias son estadísticamente significativas. Lo cual indica la inade-
cuada socialización que, por parte de la TV en el respeto a la norma social, se lleva a
cabo en la población estudiada. El sentimiento personal de paz y tranquilidad debe
ser la mejor recompensa que se debe recibir por el seguimiento de la norma. Contra-
riamente los sentimientos de malestar ante la transgresión deben de ser la primera
motivación para que el individuo se comprometa con la norma social, y de forma
autónoma no transgreda la misma. Esta es la base de una adecuada socialización.
No hay que olvidar que desde muy pequeños desarrollan sentimientos empáticos
con el que sufre y promueven acciones de consuelo, como también pueden agredir y
fastidiar al otro. Pero crear móviles lo bastante fuertes como para que en el futuro
actúen prosocialmente en situaciones de conflicto requiere que los niños, en todos los
contextos, se socialicen «activamente» en la prosocialidad para que se interesen por
los demás. Es decir, padres y educadores deben reforzar la inclinación a la empatía
que los niños disponen de forma natural y generar las estrategias educativas adecua-
das para desarrollar una motivación moral, capaz de superar los móviles egoístas del
individuo. Se trata de crear las interrelaciones necesarias entre la cognición, que le
hace capaz de comprender el punto de vista ajeno, y la presión educativa (correccio-
nes, explicaciones, etc.) que le llevan a darse cuenta de que los otros tienen derechos.
Esto les permite generar el sentimiento de culpa y la empatía necesaria para tener en
cuenta los derechos y perspectivas de los demás. La repetición continuada de este
esquema en los distintos contextos (familia, escuela, etc.) hace que el componente
motivacional sea lo bastante fuerte como para superar la perspectiva que el beneficio
egoísta conlleva. Cuando este aprendizaje se ha consolidado, los niños experimentan
que la asociación entre los «sentimientos de culpa» tras la transgresión y la motiva-
Educación social y medios de comunicación 153
ción para reparar el daño nace de ellos mismos. Además, los pensamientos e imáge-
nes sobre las consecuencias dañinas de sus actos sobre los demás le llevan a desa-
rrollar sentimientos anticipatorios del daño, que actúan y sirven como móviles con-
tra la mala actuación en el futuro.
Sin embargo, si las experiencias en otras áreas de su vida, si los modelos a los
que se ve expuesto (por ejemplo, la TV.) no refuerzan el móvil prosocial, este primer
móvil altruista de interesarse por los demás, aprendido en los primeros contextos,
tiende a desaparecer. No hay que olvidar que el aprendizaje prosocial no se adquiere
pasivamente, sino de forma activa en un proceso continuo de construcción, de sínte-
sis, de organización de la información y relación de ésta con las consecuencias que
de estos se devengan para los demás. Sólo cuando se fortalece el móvil prosocial y
se ayuda transferirle a otros contextos, estará asegurada en el futuro la prosocialidad.
Por eso son tan configurantes, para bien o para mal, los modelos que ofertan desde
la TV.
Nuestros datos muestran claramente también que son los escolares de consumo
de TV más bajo los que «más se preocupan por los demás sin obtener nada a cam-
bio», y los de mayor consumo los que significativamente menos se preocupan por los
demás. Los buenos sentimientos hacia los otros son la base de la prosocialidad e inhi-
ben el comportamiento violento. Estos comportamientos se aprenden a lo largo del
desarrollo y la TV no parece ofrecer en este sentido modelos adecuados a nuestros
niños y adolescentes. Por otra parte, la acción prosocial, el preocuparse por los demás
sin obtener nada a cambio lleva a las personas a sentirse a gusto consigo mismas y en
buena relación con los demás. De igual forma y aunque no se trate de la misma fuen-
te de satisfacción personal, una buena interacción social reporta numerosos benefi-
cios al individuo: buena autoestima, cercanía, sentimiento de grupo, etc.
En otro orden de cosas, al nivel de conocimiento actual, otra de las actividades
que hoy se relacionan con el aprendizaje prosocial es el juego socializado. Efectiva-
mente, por medio del juego los niños aprenden a controlar sus impulsos y senti-
mientos. Aprenden a esperar turnos, a contar con los demás, a darse normas y cum-
plirlas, ya que, si no, se ven excluidos. En definitiva, a comportarse socialmente. Pero
el juego que produce este aprendizaje prosocial debe ser socializado y libre. Sin
embargo, las posibilidades de juego libre, entre iguales, en la sociedad actual, son,
para muchos, escasas. Se puede apreciar que los escolares con un mayor consumo de
TV son los que significativamente juegan solos en mayor medida. En la misma línea,
los niveles más altos de consumo de TV se relaciona positivamente con los que uti-
lizan en mayor medida el juego violento. El juego violento, aunque sea socializado,
no sirve para generar conductas prosociales. El Juego simbólico y el juego de ficción
en edades más avanzadas, en los que intervienen la ficción de estados mentales, per-
miten a los niños ir comprendiendo a los demás. Este tipo de juego de ficción o simu-
lación es fundamental para «penetrar» en los deseos, creencias y sentimientos que las
154 PETRA M.ª PÉREZ ALONSO-GETA
otras personas tienen y aprender a guiar sus conductas. A través del juego los niños
desarrollan una concepción de los estados mentales que les permite experimentar el
mundo social y comprender los estados mentales de los demás. El juego de ficción
implica la capacidad de poder actuar temporalmente, como si algo que es falso fuera
verdadero. Les permite experimentar, establecer normas y percibir sentimientos de
agrado u frustración ante el seguimiento y la transgresión de las mismas. El juego
socializado es la actividad más importante en la vida de un niño y, aunque no esté
ausente de riesgo, a través de él se sienten felices y aprenden de forma natural a ima-
ginar, vivir y creer en sí mismos.
La exposición continuada a la TV contrariamente no proporciona estas posibili-
dades de experimentación y aprendizaje que el juego aporta de una forma natural. No
es de extrañar, por tanto, que el alto consumo de televisión prescriba conductas más
asociales que, finalmente, también les separan de los demás.
Finalmente la competencia emocional y los sentimientos de felicidad de también
se ven condicionados por el consumo de TV. No olvidemos que la TV proporciona
momentos de diversión a los niños, les interesa y divierte. Por ello les hemos pre-
guntado si se sienten felices. Por los datos obtenidos puede concluirse que los esco-
lares con un nivel más alto de consumo televisivo se sienten menos felices, contra-
riamente los menos fieles a la TV se perciben ellos mismos como más felices.
Refiriéndonos más específicamente a la incompetencia emocional que significa
el comportamiento violento, una revisión comparada de más de 217 estudios sobre
violencia y TV que se llevaron a cabo entre 1957 y 1990 (VIDEODROME, 1994) llega
a la conclusión de que «existe una correlación positiva y significativa entre la violen-
cia de los programas de TV y las conductas agresivas de los individuos». Otros estu-
dios, como el llevado a cabo por la Asociación de psicólogos Americanos en 1993,
establecen así mismo una relación causal de carácter cuantitativo entre la cantidad de
violencia exhibida en TV y el mayor número de conductas violentas en individuos
expuestos a tales contenidos. Sin embargo, otros estudios ponen de relieve que esa
correlación no es tan clara. Nuestros datos muestran que a los escolares que presentan
un «bajo consumo» televisivo, en mayor medida, las escenas de violencia «les resul-
tan muy desagradables», «cierran los ojos, hasta que pasa la situación», «apagan la TV
o cambian de canal», «no vuelven a ver la serie nunca más». Son niños y adolescen-
tes a los que de forma clara no les gustan ni interesan las escenas violentas. En el extre-
mo opuesto, a los que tienen un «consumo alto» de TV, las escenas violentas «les crean
tensión, pero les gusta», «no pueden dejar de mirar». Las escenas violentas les apare-
cen normales, «son cosas que pasan en la vida» «les gusta mucho el miedo». Se dan,
por tanto, dos perfiles diferenciados en los que el más violento se asocia a los índices
mayores de consumo televisivo, en razón de las preferencias y valoraciones positivas
que estos escolares hacen de los modelos en que la violencia se presenta como útil, así
como de los roles de conducta agresiva que desempeñan.
Educación social y medios de comunicación 155
A nivel institucional
A nivel familiar
En la escuela
BIBLIOGRAFÍA
1. INTRODUCCIÓN
1
Informe y proyecto de decreto sobre la organización general de la instrucción pública, presen-
tados por Condorcet en la Asamblea Nacional de Francia, en nombre del Comité de Instrucción Públi-
ca el 20 y 21 de abril de 1792.
2
Las ocho escuelas a las que alude Comenio son las siguientes: la escuela prenatal, la materna,
infantil o común, e la adolescencia o latina, de juventud o academia, de la edad adulta, de la vejez y de
la muerte. Una descripción de las tareas correspondientes a cada una de ellas puede encontrarse en la
traducción realizada por GÓMEZ DE CASTRO de la obra de Comenio, J.A. (1992): Pampedia. Madrid:
UNED.
158 FLORENTINO SANZ FERNÁNDEZ
sobre educación de adultos que merecidamente lleva su nombre y cuyas ideas sobre
el aprendizaje de las personas adultas dieron lugar a una red de colegios populares
que aún permanece viva.
También la educación de adultos tiene su historia más reciente en la Europa de la
segunda mitad del siglo XX. Podríamos hacer la historia de la educación de adultos
en la Comunidad Económica Europea y después en la Unión Europea. No se puede
decir que la educación fuera un objetivo prioritario del tratado de Roma de 1957,
cuando se funda la Comunidad, ni tampoco del Acta Única de 1986 y que hasta el tra-
tado de la Unión, firmado en Maastricht en febrero de 1992 (artículos 126 y 127), no
existe un reconocimiento explícito de la educación en la construcción europea en los
textos fundantes de la U.E. Sin embargo ya en 1971 tiene lugar la primera reunión de
Ministros de Educación de los países miembros de la Comunidad y de ahí empieza a
surgir la necesidad de implicar a la educación de adultos en la construcción europea.
En 1972, la Comisión de las Comunidades Europeas de entonces encargó al antiguo
ministro belga de educación, M. JANNE, la tarea de entresacar los elementos funda-
mentales que sirvieran de base para una política comunitaria sobre educación. Pues
bien, M. JANNE presenta un informe sobre una base de consulta a treinta expertos en
educación, el 27 de febrero de 1973 3, en el que se dice expresamente que:
En la década de los ochenta existen una serie de ofertas educativas para personas
adultas como los programas IRIS; PETRA, HELIOS, etc. Con el tratado de la Unión
en 1992 las iniciativas educativas se intensifican. En 1994 comienzan las Conferen-
cias europeas específicas sobre educación de adultos y en 1996 se celebra el año euro-
peo de la educación y formación a lo largo de toda la vida.
Pero no vamos a abordar la educación de adultos en Europa desde una perspecti-
va histórica, ya desarrollada en otras publicaciones 4, sino desde lo que se está deba-
tiendo en la actualidad. La problemática actual europea sobre educación de personas
3
Bulletin des Communnautés Européennes. Supplément 10/73. Pour une politique communau-
taire de l´éducaction.
4
SANZ FERNÁNDEZ, F. «La educación de adultos en la Unión Europea.» En GARCÍA CARRASCO,
A. (1997): La educación de personas adultas. Edit. Ariel.
La educación de adultos en la Europa actual 159
adultas, dentro del marco de la educación a lo largo de toda la vida, presenta un con-
junto de elementos que a nuestro juicio merecen una reflexión detenida y específica.
Desde el Consejo Europeo de Lisboa, en el año 2000, hasta la declaración de Copen-
hague en noviembre del 2002 se ha producido un debate y se han potenciado una serie
de acciones que merecen un análisis por parte de los interesados en este ámbito de la
educación.
Desde el año 1996, año dedicado al aprendizaje permanente, los ministros de los
países de la OCDE comienzan a introducir en el discurso político el tema del apren-
dizaje a lo largo de la vida para todos como marco de las políticas educativas y se
considera a la educación de adultos, en el discurso político, como un elemento clave
para que todos los ciudadanos pudieran participar plenamente en la vida y en la socie-
dad. Pero es durante la presidencia portuguesa de la Unión Europea cuando, en el
Consejo de Lisboa, celebrado en marzo del 2000, y en el de Santa María da Feira,
celebrado en junio del mismo año, se dinamiza la reflexión europea sobre el apren-
dizaje permanente. Uno de los documentos más conocidos que sale de estos conse-
jos fue el Memorando sobre el aprendizaje permanente 5, elaborado con la intención
de que fuera ampliamente debatido, no sólo por todos los países de la Unión Euro-
pea sino también por los países candidatos 6, por distintos colectivos de la sociedad
civil europea 7 y por agentes sociales europeos como la Confederación Europea de
Sindicatos, la Unión Europea del Artesanado y de las Pequeñas y Medianas Empre-
sas, la Unión de Confederaciones de la Industria y el Centro Europeo de Empresas
con participación pública y empresas de interés económico general 8. La Comisión
consultó también al Parlamento Europeo, al Comité Económico y Social y al Comi-
5
Memorandum sobre el aprendizaje permanente. Documento de trabajo de la Comisión. Bruse-
las 30.10.2000. SEC(2000) 1832. Se puede encontrar en la siguiente dirección:
http://europa.eu.int/comm/education/life/memoes.pdf
6
Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Eslovaquia, república Checa, Eslovenia, Hungría, Ruma-
nía, Bulgaria, Malta y Chipre. Han participado en este debate. El resumen de sus aportaciones, prepa-
rado por la Fundación Europea para la Formación (ETF) puede encontrarse en
http://europa.eu.int/comm/education/life/communication/etf_fr.pdf
7
Entre las organizaciones que participaron en el debate se encuentran: Responsabilidad Social
de las Empresas (CSR Europa), La Asociación Europea de Universidades (AUE), la Asociación Euro-
pea para la Educación de Adultos (AEEA), La Asociación Europea para la Formación Profesional
(AEEP), el Forum Europeo para la Formación y la Enseñanza Profesional (EFVET), la plataforma de
ONG sociales europeas SOLIDAR, el Forum Europeo de la Juventud. Un resumen de estas contribu-
ciones se puede encontrar en http://europa.eu.int/comm/education/life/communication/ngo_fr.pdf
8
Un documento resumen se puede encontrar en http://europa.eu.int/comm/education/life/com-
munication/social_partners_fr.pdf
160 FLORENTINO SANZ FERNÁNDEZ
• Informe sobre los futuros objetivos precisos de los sistemas de educación y for-
mación, elaborado desde el ámbito del Consejo de Educación 11.
• La Estrategia Europea de Empleo 12 que define un objetivo horizontal en rela-
ción con el aprendizaje permanente y unas directrices específicas que hacen
hincapié en los aspectos de este aprendizaje relacionados con el empleo y el
mercado de trabajo.
• La Agenda europea de política social 13 que tiene como objetivo reducir las desi-
gualdades y fomentar la cohesión social, a través de medidas que incluyen el
aprendizaje permanente.
• El Plan de acción sobre competencias y movilidad 14 aspira a lograr que los mer-
cados de trabajo europeos sean abiertos y accesibles para todos antes de 2005.
9
La reflexión no se polariza en este documento sino que por voluntad expresa del Consejo de Lis-
boa se elaboran otros documentos que fortalecen, en esta misma línea, la necesidad de incluir en el deba-
te político el aprendizaje a lo largo de toda la vida.
10
Esta comunicación de 21.11.2001 COM(2001) 678 final se puede encontrar en http://euro-
pa.eu.int/comm/education/life/communication/com_es.pdf
11
Decisión del Consejo de Educación de 14 de febrero de 2001 basada en una propuesta de la
Comisión (COM(2001) 59 final). El Informe fue ratificado por el Consejo Europeo de Estocolmo en
marzo de 2001. Se puede encontrar en http://europa.eu.int/comm/education/keydoc/com2001/com2001-
059es.pdf
12
Informe conjunto sobre el empleo de 2001 (COM, 2001: 438-final). Directrices de empleo
2001: DO L 22 de 24.1.2001, p. 18).
13
El Consejo Europeo de Niza aprobó en diciembre de 2000 la Agenda europea de política social.
Véase la Comunicación de la Comisión al Consejo, al Parlamento Europeo, al Comité Económico y
Social y al Comité de las Regiones (COM, 2000: 379-final).
14
Comunicación de la Comisión al Consejo - Nuevos mercados de trabajo europeos abiertos a
todos y accesibles para todos (COM, 2001: 116-final).
La educación de adultos en la Europa actual 161
• La iniciativa e-Learning 15, que forma parte del Plan de acción e-Europe, tiene
el propósito de promover una cultura digital y un uso más amplio de las tecno-
logías de la información y la comunicación (TIC) en los sistemas de educación
y formación.
• La declaración de Copenhague sobre una cooperación europea intensificada en
la formación y educación profesionales 16.
Estas son las coordenadas generales desde las que queremos, en este capítulo,
otear la situación actual en la que se encuentra la formación y educación de personas
adultas.
Los interesados en perfilar otras aristas de este proceso pueden consultar la biblio-
grafía y direcciones de Internet que les adjuntamos al final y donde podrán encontrar
documentos de gran interés sobre este tema.
15
La iniciativa e-Learning, que se inscribe en el Plan de acción e-Europe, sigue las conclusiones
del Consejo Europeo de Lisboa. Véase la Comunicación de la Comisión e-Learning - Concebir la edu-
cación del futuro (COM, 2000: 318-final). En http://europa.eu.int/comm/education/keydoc/com2001/-
com2001-172es.pdf
16
La declaración de Copenhague se puede encontrar en http://europa.eu.int/comm/education/-
copenhagen/copenahagen_declaration_en.pdf
162 FLORENTINO SANZ FERNÁNDEZ
laboral y de la productividad, algo que para los participantes en el debate será obje-
to de discusión y de modificación. Efectivamente estos dos aspectos, concepto de
educación y lista de competencias, merecen una atención pues, a nuestro juicio, refle-
jan una de las problemáticas de fondo del debate.
A pesar de las divergencias sobre los métodos utilizados para medir el impacto
del capital humano en el crecimiento económico, los últimos estudios de la OCDE
(2000) sobre rendimiento medio a largo plazo de la formación llegan a la conclusión
de que un año suplementario de formación sobre el nivel de producción por habitan-
te aumenta la productividad entre el 4% y el 7%. Otro estudio 17 realizado sobre
empresas de Estados Unidos indica que un 10% de aumento en formación se refleja
en una mejora del 3% en la productividad y de un 1´5% en los salarios.
Estos tipos de análisis sobre la formación, polarizados en torno a la actividad pro-
ductiva, están permitiendo un resurgimiento de la importancia del capital humano que,
en la Unión Europea, se traduce en nuevas definiciones de lo que es o ha de ser el apren-
dizaje permanente. Ese es el caso de la definición de aprendizaje que utiliza la estrate-
gia europea de empleo, iniciada en el Consejo de Luxemburgo (1997) y que se repro-
duce la Comisión en el memorandum sobre aprendizaje a lo largo de toda la vida en los
siguientes términos: aprendizaje permanente es toda actividad útil realizada de mane-
ra continua con objeto de mejorar las cualificaciones, los conocimientos y las aptitudes.
El grupo de expertos 18 sobre la evaluación de aprendizaje matiza específicamente
este concepto de aprendizaje permanente añadiendo que no es solamente aquel que
tiene lugar a lo largo de toda la vida sino también a lo ancho de la vida y en este sen-
tido en su definición recogen expresamente las actividades formales o informales
como elementos definitorios de la educación a lo la largo de la vida en los términos
siguientes: la educación y la formación a lo largo de toda la vida recubren cualquier
actividad de aprendizaje deliberada, formal e informal, realizada sobre la base con-
tinua de mejorar los conocimientos, las competencias y las aptitudes.
A pesar de los matices añadidos a la primera definición por el grupo de expertos,
estas dos definiciones, a juicio de muchos de los participantes en el debate sobre el
memorandum,19 siguen un tanto contaminadas de cierto economicismo al priorizar
17
Barron, Black et Loewenstein (1989).
18
Se forma en la reunión de ministros de educación en Bucarest (2000) para evaluar el aprendi-
zaje, incluido el aprendizaje a lo largo de toda la vida.
19
Ver el Documento de CDEFOP que recoge la síntesis de los países de la Unión Europea sobre
el memorando y también las aportaciones de confederaciones sindicales y representantes de organiza-
ciones ciudadanas.
La educación de adultos en la Europa actual 163
El otro tema que, decíamos, merecía también una reflexión es el de la/las lista/s
de competencias básicas. En la lista de competencias que aparecen en el documento
del primer borrador sujeto a debate, figuran el dominio de las tecnologías de la infor-
mación, el aprendizaje de idiomas extranjeros, cultura tecnológica, espíritu empre-
sarial y habilidades para la socialización. Una lista de competencias que pasa por alto
otras competencias más básicas como las de escribir, leer, contar y calcular.
La educación de adultos en la Europa actual 165
afrontar el futuro sin acentuar una sociedad dual y cómo no marginar del aprendiza-
je de las nuevas habilidades básicas que demanda la sociedad de la información a
aquellos mismos que fueron también privados de las habilidades básicas de lectura,
escritura y cálculo en la sociedad letrada.
La lista de competencias, reducida o ampliada, terminó por convertirse en un
debate sobre la capacidad de inclusión o exclusión del modelo europeo de formación
a lo largo de toda la vida. El debate sobre el memorando concluirá con la inclusión
de la lista ampliada sin por eso renunciar, como aparece en El Consejo de Barcelona
(2002) y en la Declaración de Copenhague (2002), a una formación en todas las habi-
lidades básicas a todos los sectores sociales, incluidos los tradicionalmente margina-
dos de la formación. La necesidad de esta ampliación refleja la situación de la for-
mación en Europa.
Llegados a este punto merece la pena detenernos en analizar el estado actual de
la formación de las personas adultas en Europa. Del estado en que se encuentra la
formación de las personas adultas debería depender el diseño o los diseños de for-
mación a lo largo de la vida.
Los análisis sociológicos sobre la formación de los europeos nos dan una serie
de datos sobre el estado de la formación de las personas adultas que han de hacer pen-
sar en estrategias de formación a lo largo de toda la vida ajustadas a la realidad. Los
porcentajes de personas adultas que tienen grandes deficiencias en las competencias
tradicionales de lectura y escritura sugieren que estas personas tengan dificultades
para integrarse en las denominadas «nuevas» competencias. El riesgo de exclusión
por lo tanto es grande si no se tiene en cuenta que, por ejemplo, el 15% de la pobla-
ción adulta en los países de la OCDE son analfabetos funcionales 20. La misma OCDE
recomienda que los indicadores sobre educación y formación a lo largo de la vida
deberían incluir informaciones sobre capacidades de lectura y escritura en la pobla-
ción adulta para establecer estrategias correctas 21.
Disponemos de tres fuentes que ofrecen datos comparables internacionalmente
sobre las competencias de lectura de la población adulta que muestran información
sobre la situación de la formación de adultos en Europa:
20
Informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo de 2002.
21
OCDE (2003) Au-delà du discours: politiques et pratiques de formation des adultes. Service
des publications. París. Consultado el día 4 de abril de 2003 en http://www1.oecd.org/publications/e-
book/9103012E.PDF
La educación de adultos en la Europa actual 167
Fuente: OCDE: Programa internacional para el seguimiento de lo adquirido por los alumnos, 2000 y
PISA, 2001. Recogido en el Informe Europeo sobre los indicadores de calidad de educación y forma-
ción a lo largo de la vida.
Consultado en http://europa.eu.int/comm/education/life/report/quality/report_fr.pdf
El informe europeo sobre la calidad escolar estimaba que una sólida formación en
matemáticas potencia competencias de análisis, de lógica y de razonamiento La forma-
ción matemática es por lo tanto una condición importante para poder participar en la vida
social y, posteriormente, para poder contribuir a la competitividad nacional y a la socie-
dad del saber. Se comienza a hablar en Europa de una cultura matemática para indicar
no tanto el saber matemático que se aprende en la escuela como la capacidad de utilizar
funcionalmente conocimientos y competencias matemáticas en la vida diaria.
El indicador para saber quien sale bien preparado en estas competencias y quien
no tiene como referente una puntuación de 380. Por debajo de la cual no se estaría
bien preparado para afrontar los desafíos que la cultura matemática de la sociedad
moderna planteará a las personas a lo largo de toda su vida.
La educación de adultos en la Europa actual 169
Pues bien el porcentaje de personas con una incompleta cultura matemática, según
la Encuesta PISA, y ateniéndonos a los países europeos, se encuentra entre el 3´5%
y 4% de Países Bajos y Finlandia y el 27% de Grecia. En España tenemos un por-
centaje de casi un 15%. Los mejor preparados del mundo en competencias matemá-
ticas son los coreanos y japoneses 22.
22
Consultar en http://europa.eu.int/comm/education/life/report/quality/report_fr.pdf el Informe
europeo sobre indicadores de calidad de la educación y la formación a lo largo de la vida.
23
Los porcentajes de alumnos de 15 años por debajo de 400 puntos según la escala de PISA en
los diferentes países son los siguientes: Luxemburgo un 32 %, Portugal un 27%, Grecia un 28%, Dina-
marca 23%, Italia un 22%, Alemania un 21%, Bélgica un 20%, España un 18%, Reino Unido 9%, Fin-
landia 7%. Informe europeo sobre los indicadores de Calidad de la educación y formación a lo largo de
la vida. Comisión Europea. (Junio 2002).
24
http://europa.eu.int/comm/education/keydoc/com2000/com2000-23es.pdf
170 FLORENTINO SANZ FERNÁNDEZ
25
http://europa.eu.int/comm/education/keydoc/com2001/com2001-172es.pdf
La educación de adultos en la Europa actual 171
Fuente: Informe Europeo sobre indicadores de calidad de la educación y formación a lo largo de la vida
(Grupo de trabajo sobre los indicadores de Calidad. Bruselas junio 2001).
La educación de adultos en la Europa actual 173
A1.2 Indicadores
objetivos de
gobernabilidad
Participación Sociedad civil
Escalis eb Afiliación a
Última elección para Año en que parlamento sindicatos
Cámara baja o Cámara Única la mujer ocupados (como % de Organizaciones
Participación recibio por mujeres fuerza de trabajo no
electoral derecho (como % no agrícola) gubernamentales
Clasificación del IDH Año (% del total) a votar del total) 1995 2000
3.116
21 España 2000 71 1931 26,6 11
22 Israel 1999 79 1948 13,3 23 1.800
23 Hong Kong China (RAE) ” ” ” ” 18 1.130
24 Grecia 2000 76 1927, 1952 8,7 15 2.137
25 Singapur 2001 95 1947 11,8 14 1.039
Otro aspecto que está generando una cierta dualidad en Europa en el grado de
participación en procesos de aprendizaje permanente, dualidad, a la que la Unión
Europea ha de prestar especial atención para que la formación no ocasione distancias
entre unos sectores y otros y, en definitiva, exclusión de los grupos más marginados.
Los datos de la participación en el aprendizaje permanente en Europa no son muy
altos. La media alcanza la cifra del 8,4%.
26
En realidad tanto el evangelio de San Mateo como el de San Lucas presentan textos análogos,
al menos en la forma, al hacer referencia a la parábola de los talentos y a la de las minas: en Mt. 25, 29
se dice al que tiene se le dará y abundará; pero al que no tiene, aún lo que tiene se le quitará y en Lc19,
26 se dice: Os digo que a todo el que tiene se le dará, y al que no tiene, aún lo que tiene le será quita-
do. Estos textos, sin un análisis exegético profundo, han servido de base para poner nombre al denomi-
nado «efecto mateo».
27
Ver http://europa.eu.int/comm/education/keydoc/2002/bench_es.pdf
La educación de adultos en la Europa actual 175
Fuente: Eurostat, Enquête européenne sur les forces de travail, excepté pour le Canada (données de l’A-
ETS, 1997). Citado en OCDE (2003) Au-delà du discours: politiques et pratiques de la formation des
adultes. Pág. 48
Por otra parte, los trabajadores intelectuales participan más en procesos formati-
vos que los manuales. Si dividimos a los trabajadores en cuatros grupos (trabajado-
res intelectuales altamente cualificados, trabajadores intelectuales poco cualificados,
trabajadores manuales altamente cualificados y trabajadores manuales poco cualifi-
cados) constaremos que los que más participan, en términos relativos, con una dife-
rencia notable son los trabajadores intelectuales.
Travailleurs intellectuels hautement qualifiés Travailleurs intellectuels peu qualifiés
Travailleurs manuels hautement qualifiés Travailleurs manuels peu qualifiés
Indice d’intensité relative Indice d’intensité relative
2,00 2,00
1,75 1,75
1,50 1,50
1,25 1,25
1,00 1,00
0,75 0,75
0,50 0,50
0,25 0,25
0 0
Danemark Finlande Norvège Portugal Espagna Suède Suisse Royaume-Uni
Fuente: Eurostat, Enquête européenne sur les forces de travail (2001).
La educación de adultos en la Europa actual 177
A estos datos hay que añadir otro, no menos preocupante: los que más bajos
niveles de formación tienen son también menos conscientes de la necesidad de
formarse y del valor del saber. Veamos, al respecto, los datos que nos ofrece la
encuesta internacional de alfabetización de adultos. Constatamos que más de un
40% de los del nivel 1 (hay que considerar que a partir del nivel 3 una persona se
defiende socialmente) creen poseer un nivel de comprensión de lectura excelente
o bueno.
80 80
60 60
40 40
20 20
0 0
20 20
40 40
60 60
Niveau 1 Niveau 2 Niveau 3 Niveau 4/5
Niveaux de compréhension de textes sulvis
Fuente : Enquête internationale sur la littératie des adultes (1994-98). Citado por informe OCDE (2003)
Au-delà du discours: politiques et practiques de formation des adultes. Pág. 118.
178 FLORENTINO SANZ FERNÁNDEZ
1,25 1,25
1,00 1,00
0,75 0,75
0,50 0,50
0,25 0,25
0 0
Canadá Suisse Denemark Finlande Norvége Royaume-Uni
Fuente: Questionnaire du Secrétariat de l’OCDE sur l’apprentissage des adultes. Citado en OCDE (2003).
La educación de adultos en la Europa actual 179
90 90
80 80
70 70
60 60
50 50
40 40
30 30
20 20
10 10
0 0
Canada Danemark Finlande Novège Suéde Suisse Royaume-Uni
Fuente: Encuesta internacional sobre la alfabetización de adultos (1994-98). Citado en OCDE (2003):
Au- delà du discours politiques et pratiques de formation des adultes. Pág. 51.
180 FLORENTINO SANZ FERNÁNDEZ
El riesgo es que se está generando una dinámica social que cada vez hace más
invisibles y opacas una serie de necesidades formativas en las capas más bajas de la
sociedad debido, entre otros factores, a que el control y la gestión del aprendizaje está
pasando progresivamente a las manos de las clases medias satisfechas. Desde la pers-
pectiva comercial hay que reconocer que la información y el conocimiento no sola-
mente son ingredientes de cualquier producto sino que ellos mismos se convierten en
«productos» específicos de consumo cultural. El sistema pone en el mercado cada
vez más «productos inmateriales» y la industria de la cultura es un sector mercantil
en alza en las sociedades desarrolladas, como respuesta, precisamente, a las exigen-
cias de nuevas demandas emergentes en las clases medias.
La Organización Mundial del Comercio viene interviniendo periódicamente para
introducir los servicios dentro del mercado y del comercio y aunque en el Acuerdo
General del Consejo de Servicios, de 15/04/1994, el término «servicios» compren-
día todo servicio de cualquier sector, excepto los servicios suministrados en ejerci-
cio de facultades gubernamentales, es decir, todo servicio que no se suministre en
condiciones comerciales ni en competencia con uno o varios proveedores de servi-
cios, sin embargo, en las directrices y procedimientos para las negociaciones sobre
el comercio de servicios adoptados por el Consejo del Comercio de Servicios en la
reunión extraordinaria del 28 de marzo de 2001, se dice que no se excluirá a priori
ningún sector de servicios ni modalidad de prestación.28
28
La declaración ministerial de Doha, del 20 de noviembre del 2001, en su apartado 15 dice: «Las
negociaciones sobre el comercio de servicios se llevarán a cabo con el propósito de promover el creci-
miento económico de todos los interlocutores comerciales y el desarrollo de los países en desarrollo y
menos adelantados. Reconocemos la labor ya realizada en las negociaciones, iniciadas en enero de 2000
en virtud del artículo XIX del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios, y el gran número de pro-
puestas presentadas por los Miembros sobre una amplia variedad de sectores y varias cuestiones hori-
La educación de adultos en la Europa actual 181
zontales, así como sobre el movimiento de personas físicas. Reafirmamos que las Directrices y proce-
dimientos para las negociaciones sobre el comercio de servicios, adoptadas por el Consejo del Comer-
cio de Servicios el 28 de marzo de 2001, constituyen la base para la continuación de las negociaciones
con miras a la consecución de los objetivos del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios, esta-
blecidos en el preámbulo y en los artículos IV y XIX de dicho Acuerdo. Los participantes presentarán
las peticiones iniciales de compromisos específicos no más tarde del 30 de junio de 2002 y las ofertas
iniciales no más tarde del 31 de marzo de 2003».
29
El mismo Banco Mundial, a partir de la década de los ochenta, considera tan importante domi-
nar las políticas educativas y controlar la expansión del conocimiento como dedicarse al apoyo finan-
ciero de programas que venía haciendo por tradición. En 1995, el Banco comienza a tener conciencia
de que sus esfuerzos no alcanzaban al uno por ciento del total del gasto en educación a pesar de que en
aquel año financiaba una cuarta parte de la ayuda a la educación. Por ello, se plantea que la principal
contribución del Banco debería ser su asesoría, diseñada para ayudar a los gobiernos a desarrollar polí-
ticas educativas adecuadas. El financiamiento del Banco será en general diseñado para influir sobre los
cambios en el gasto y en las políticas de las autoridades nacionales.
30
A. SERRES en Le monde de l´education. Marzo 1997.
182 FLORENTINO SANZ FERNÁNDEZ
31
Bruselas 31-01-01 COM, 2001: 59-final.
La educación de adultos en la Europa actual 183
Carácter global
BE DK DE EL ES FR IRL IT LUX NL AU PT FIN SW UK
de las estrategias
Educación
formación
formales de los P A P P P P A P P A P P A A A
adultos
Aprendizaje
no formal,
reconocimiento P A A P P A P P I P P P A A A
del aprendizaje
anterior
Acento sobre
grupos P P P A I P P I P P P P A A P
desfavorecidos
Planes de P A P I P P P P P A P P P A P
financiamiento
A: Adecuado; P: Parcial; I: Insuficiente.
Fuente: Informe europeo sobre indicadores de calidad de educación y formación a lo largo de la vida.
Comisión europea (2002) http://europa.eu.int/comm/education/life/report/quality/report_fr.pdf
La educación de adultos en la Europa actual 185
Cada vez se tiene más en cuenta la demanda formativa. Pero no se han desa-
rrollado muchos mecanismos institucionales para detectar necesidades formativas.
Lo esencial de la formación ha estado determinado por la oferta de programas. Los
programas de formación para responder a las necesidades formativas de los adul-
tos se siguen apoyando en gran medida sobre los programas que el sistema de ense-
ñanza ofrece a los jóvenes. Sin embargo, desde hace algunos años, los diferentes
países han hecho esfuerzos por detectar las necesidades de aprendizaje de los adul-
tos y por ampliar las posibilidades de aprendizaje ofrecidas a los adultos. La des-
centralización de las decisiones a nivel regional han servido para ofertar una mayor
diversidad de posibilidades de formación. Algunos ven un problema en inclinarse
más hacia la modalidad de demanda en la medida que los que más demandan son
los que más saben y más conscientes son de sus necesidades educativas, pudién-
dose generar una mayor desigualdad si se generalizara y absolutizara este mode-
lo.
Aparecen dos situaciones diferentes en la Unión Europea. Por una parte los paí-
ses, generalmente los nórdicos en donde la formación de adultos se considera un valor
social tradicional, que tienden a difundir la formación de una manera extensiva al
conjunto de ciudadanos a través de mecanismos empresariales y de redes sociales. El
modelo de intervención es un modelo que llega a los más posibles. Por otra parte,
otros países tienen poco sistematizada la formación a través de las empresas y depen-
de de muchas iniciativas locales y dispersas. El modelo de intervención termina cris-
talizando en acciones intensivas que ofrece más formación pero a menos personas.
Mientras que el extensivo ofrecía menos formación a más personas como indica el
cuadro siguiente.
186 FLORENTINO SANZ FERNÁNDEZ
35 35
Espagne
30 30
25 25
Portugal
20 20
5 5
0 0
0 10 20 30 40 50 60 70
Participación (%)
Fuente: Fondation européenne pour l’amélioration des conditions de vie et de travail, Troisième enquê-
te européenne sur les conditions de travail, 2000.
«Para 2010, todos los Estados miembros deberían, como mínimo, redu-
cir a la mitad la tasa de abandono escolar prematuro, con relación a los
datos de 2000, para lograr un índice medio en la UE no superior al 10 %.
Para 2010, todos los Estados miembros habrán reducido al menos a la
mitad el nivel de desequilibrio entre el número de licenciados y el de licen-
ciadas en matemáticas, ciencias y tecnología, logrando al mismo tiempo un
aumento global significativo del número total de licenciados en compara-
ción con los datos de 2000.
Para 2010, deberá reducirse como mínimo a la mitad el número de ciu-
dadanos de 15 años de todos los Estados miembros con rendimientos insa-
tisfactorios en las aptitudes de lectura, matemáticas y ciencias.»
La educación de adultos en la Europa actual 187
Parece claro que reducir el aprendizaje a una corta etapa de la vida ha pasado a
la historia. En una sociedad en la que unos calculan que el conocimiento se duplica
cada cinco años y otros cada dos, es igual, no podemos pensar en pararnos de apren-
der. Las empresas ya están anunciando que no necesitan licenciados de cuatro años
sino de toda la vida y ya es un hecho que determinados campos de conocimiento nece-
sitan revalidarse cada cinco años. En este contexto parece evidente que debemos
aprender siempre y en cualquier lugar. Pero no solamente debemos aprender en fun-
ción de un nuevo contexto o para un nuevo contexto sino que hay que aprender desde
este nuevo contexto. No se trata ya de utilizar el mismo paradigma de aprendizaje de
siempre para afrontar situaciones nuevas, como si estas situaciones modificaran todo
188 FLORENTINO SANZ FERNÁNDEZ
BIBLIOGRAFÍA
1. Todo cambio tecnológico tiene ventajas, pero debemos ser conscientes de sus
desventajas. El Televisor, por ejemplo, ha significado un adelanto incuestio-
nable para la transmisión de información, pero también su uso ha traído una
disminución del tiempo de comunicación entre las personas.
2. Las ventajas y desventajas de las nuevas tecnologías no están distribuidas
justamente. La tecnología de la información y de la comunicación transmite
y desarrolla conceptos de política que benefician, de forma especifica, a
algún grupo social.
3. Toda nueva tecnología lleva implícita una idea o un prejuicio. En una cultu-
ra sin televisión la imaginación ocupa un papel importante, no siéndolo tanto
en una cultura en que las imágenes nos vienen dadas.
4. Toda nueva tecnología lleva en sí un conflicto, el conflicto del poder por el
control. Es importante conocer lo que implican estas luchas por el poder den-
tro del ámbito escolar.
Nuevas tecnología en la educación social 193
Hemos de reconocer que la tecnología, por sí misma, no soluciona todos los pro-
blemas. La tecnología es una herramienta y como tal debe ser usada. Es decir, con
estricta supeditación a los objetivos más elevados que, obvio es decirlo, no debieran
ser otros que la libertad y el desarrollo de los individuos y de los pueblos.
Es difícil vaticinar de una forma global, los impactos futuros sobre la sociedad y
el individuo de una mundialización a través de los nuevos medios de información y
comunicación. Si acaso se pueden atisbar tendencias.
En la actualidad, internet se ha convertido en el fenómeno tecnológico de mayor
envergadura y ello provoca que su conocimiento y utilización se esté convirtiendo en
un imperativo si se quiere sintonizar con los cambios que se están operando en la
sociedad en general y en el individuo de forma particular.
Tal y como se afirma en el informe al Club de Roma, parece ser que esto nos lleva
a una nueva era de promesas, la «Era de la Inteligencia Interconectada», pues ya no
se trata simplemente de la interconexión de tecnologías, sino de la interconexión de
seres humanos a través de la tecnología. No es una era de máquinas inteligentes, sino
de seres humanos que, a través de las redes, pueden combinar su inteligencia, su cono-
cimiento y su creatividad para avanzar en la creación de riqueza y de desarrollo social.
Algunos autores hablan de internet entendiéndolo como un tercer entorno o espa-
cio social (más allá del campo y la ciudad), en el que no se habita pero influye sobre-
manera en todos los campos de la actividad humana y ofrece múltiples posibilidades
en el despliegue de formas culturales.
Si partimos del enorme potencial informativo, comunicacional, formativo y de
entretenimiento que ofrece internet, en nuestra reflexión se hace necesario la com-
prensión del fenómeno internet en toda su extensión, entendiendo que frente a las
posibilidades que ofrece, el enorme caudal de datos a los que se puede acceder a tra-
vés de internet es a la vez que ventaja, uno de los mayores inconvenientes que pode-
mos objetar a la red, ya que ésta dispone de abundante información con poco rigor e
irrelevante, por no decir a veces indeseable.
194 RICARDO FERNÁNDEZ MUÑOZ
litar y dar soporte a productos y servicios que permitan mejorar la calidad de vida
humana a través de la información, facilitando el acceso global e igualitario a ésta
desde cualquier punto, y consolidando y creando núcleos de acercamiento de los gru-
pos sociales entre sí, sin embargo el uso de nuevas tecnologías de la información y la
comunicación puede tomar un camino exclusivamente productivista, dividiendo aún
más las estructuras sociales existentes, de tal forma que pudiéramos vernos inmersos
también en una nueva clasificación del mundo, atendiendo, no a aspectos geográfi-
cos o políticos, sino tecnológicos.
En el informe emitido por el Club de Roma sobre la sociedad del siglo XXI,
Cebrián afirma que las diferencias entre los distintos estamentos sociales se verán
agigantadas por esta nueva frontera existente entre los ciudadanos enchufados y los
desenchufados. De un lado emergerían estamentos pertenecientes a sociedades con
privilegios y acceso a informaciones de uso restringido, frente a otros estamentos que,
bien por motivos tecnológicos o culturales, estarían al margen de esa sociedad de la
información y de la comunicación.
En el informe final del Grupo de Expertos de Alto Nivel de abril de 1997 sobre
«La construcción de la sociedad europea de la información para todos nosotros» se
expresa en este sentido que el problema de la cohesión social en la naciente sociedad
de la información es amplio y complejo. No hay duda de que las nuevas tecnologías
de la información y la comunicación deben desempeñar un importante papel en el
apoyo a la aparición de comunidades más cohesionadas e integradas, y ofrecer opor-
tunidades de reducir la exclusión de grupos desfavorecidos o periféricos. No obstan-
te, muchas TIC (tecnologías de la información y la comunicación) son todavía bas-
tante difíciles de utilizar; la aceptación social solamente podrá incrementarse a través
de mayores esfuerzos para implicar a los usuarios en su diseño y aplicación.
Además, no puede preverse automáticamente la manera en que individuos con
diferentes capacidades o diferentes niveles de educación accedan o es probable que
respondan a las nuevas oportunidades que representan las tecnologías de la informa-
ción y de la comunicación. El miedo a una creciente exclusión social se fundamenta
en gran medida en el gran número de problemas a que hacen frente en la actualidad
los grupos «menos favorecidos» (tales como las personas con discapacidades, los
ancianos, los desempleados y los inmigrantes) en su participación diaria en la activi-
dad económica. De una manera relativamente estática, este miedo a una mayor exclu-
sión social parte de la base de que los problemas actuales de exclusión de estos gru-
pos seguirán siendo en gran medida los mismos en el futuro. En la actualidad se
vaticina que la diferencia de clases del siglo XXI vendrá marcada por la distinción
entre poseedores de información frente a los desposeídos de información. El dicho
popular «información es poder» cobra aquí todo su significado.
El punto de vista optimista, por el contrario, insiste en las nuevas oportunidades
que ofrecen las tecnologías de la información y la comunicación a los grupos hoy en
Nuevas tecnología en la educación social 197
día excluidos e intenta identificar los casos en los que dichas tecnologías podrían ver-
daderamente convertirse en tecnologías que permitieran a estos grupos superar sus
desventajas.
Tal y como en su día apuntó la profesora Bueno Monreal (1996) la incorporación
de Nuevas Tecnologías en una sociedad del conocimiento podría transformarla pro-
moviendo algunos cambios esenciales que de forma sucinta enuncio:
REPERCUSIONES SOCIALES
Aumento del tiempo libre
Liberalización del trabajo de subsistencia
Satisfacción de las necesidades de autorrealización
Formación de unidades de información
Realización de la democracia participativa
Nacimiento de comunidades voluntarias
• Entender la realidad que a uno le toca vivir y entenderse uno mismo, cambiar
al aprendizaje de cómo vivir en una sociedad tecnificada. (Educación para la
vida)
• Desarrollar el análisis crítico de tal manera que seamos capaces de entender
conceptos y desarrollarnos por nosotros mismos: favorecer la creatividad, las
físicas y sociales, y en particular las destrezas comunicativas y organizativas.
(Educación para el auto-desarrollo).
• Comprender el impacto de la ciencia y la tecnología en todos los aspectos de la
sociedad, que requiere, además de las disciplinas tradicionales, un punto de vista
más global: educación para la responsabilidad ambiental, y para el desarrollo
armonioso de las relaciones intra e inter sociedades. (Educación para el mundo).
• Preparar para un trabajo cada vez más versátil, capaz de responder a las cam-
biantes necesidades, mediante las destrezas básicas necesarias (Educación para
el empleo).
• Educar para un uso constructivo del tiempo de ocio y al mismo tiempo que la
educación se vaya convirtiendo en una actividad placentera. (Educación para
el ocio).
V.I. = C – (E + R)
Donde:
V.I. = Valor de la innovación tecnológica a tener en cuenta en la decisión que
adopte el educador.
204 RICARDO FERNÁNDEZ MUÑOZ
BIBLIOGRAFÍA
1. PRESENTACIÓN
Menores es la categoría que, a lo largo del siglo XX, pasó a designar no sólo al
conjunto de niños y adolescentes que no han alcanzado la mayoría de edad, sino par-
ticularmente a aquellos a los que la mirada del control social ubica como «peligro-
sos» 1. Los menores devienen (a partir de la creación del Primer Tribunal Tutelar de
Menores, en Chicago, en 1899), objeto específico de intervenciones sociales, tanto
desde la perspectiva preventiva como punitiva, so pretexto de educarlos.
1
Se pueden consultar al respecto, dos clásicos de la sociología: CHEVALIER, L. (1978): Classes
laborieuses et classes dangereuses. Paris: PLURIEL y PLATT, A. (1982): Los «salvadores» del niño o la
invención de la delincuencia. México: Siglo XXI.
El lugar de la educación frente a la asignación social de los destinos 211
3. LA EXCLUSIÓN
2
OCDE (1996): «Informe de la mesa redonda de Filadelfia». En: SELYS, G. DE / HIRTT, N. (1998):
Tableau noir. Bruselas: EPO.
212 VIOLETA NÚÑEZ PÉREZ
3
FREUD, S. (1990): «El malestar en la cultura». En: Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu.
Vol. 21.
El lugar de la educación frente a la asignación social de los destinos 213
segregación, rechazo, expulsión,... Allí se añade como uno más en esa serie y adquie-
re matices: se refiere a situaciones diversas, tales como exclusión laboral, exclusión
cultural, exclusión escolar,... El uso específico, para el autor, remite al uso contem-
poráneo. En esta acepción, «... una sola palabra —única, ejemplar, paradigmática—
da, en la medida en que nombra el campo, su profundidad, su envergadura, su espe-
sor, su entendimiento: social» (2000:108).
De allí que, para Karsz, la ausencia de vivienda, el paro, las problemáticas esco-
lares, el no acceso a los derechos sociales,..., no constituyen fenómenos anecdóti-
cos, que puedan ser abordados desde políticas y/o acciones puntuales. Precisamen-
te, el peligro de las exclusiones plurales, hoy, es que llevan latente el uso
contemporáneo de la exclusión en singular, coextensiva al orden mismo de lo huma-
no. El drama está, sin duda, allí: la amenaza de toda exclusión puntual de transfor-
marse en radical.
4
HERBART, J. (1983): Pedagogía General. Madrid: Humanitas.
214 VIOLETA NÚÑEZ PÉREZ
5
ZAMBRANO, M. (2000): La vocación del maestro. Madrid: Ágora.
El lugar de la educación frente a la asignación social de los destinos 215
6
CASTEL, R. (1984): La gestión de los riesgos. Barcelona: Anagrama.
216 VIOLETA NÚÑEZ PÉREZ
6. PARA FINALIZAR
BIBLIOGRAFÍA
AGAMBEN, G. (1998): Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida. Valencia: Pre-textos.
CASTEL, R. (1984): La gestión de los riesgos. Barcelona: Anagrama.
FOUCAULT, M. (1981): Vigilar y castigar. Madrid: Siglo XXI.
FREUD, S. (1990): «El malestar en la cultura», en Obras completas. Buenos Aires: Amorror-
tu. Vol. 21.
HERBART, J. (1983): Pedagogía General. Madrid: Humanitas.
KANT, E. [1784] (1985): «Idea de una historia universal en sentido cosmopolita», en Filoso-
fía de la Historia. Madrid: F.C.E.
— (1983): Pedagogía. Madrid: Akal.
KARTSZ, S. (2000): L’exclusion, definir pour enfinir. Paris : Dunot.
LACAN, J. (1973): Seminario XXI. Los incautos no yerran. Clase 11-12-73. (No publicado,
versión no establecida):
MICHÉA, J-C. (2002): La escuela de la ignorancia. Madrid: Acuarela Libros, p. 43.
218 VIOLETA NÚÑEZ PÉREZ
NÚÑEZ, V. (1999): Pedagogía Social: cartas para navegar en el nuevo milenio. Buenos Aires:
Santillana.
PLATT, A. (1982): Los «salvadores» del niño o la invención de la delincuencia. México:
Siglo XXI.
SELYS, G. DE / HIRTT, N. (1998): Tableau noir. Bruselas: EPO.
ZAMBRANO, M. (2000): La vocación del maestro. Madrid: Ágora.