2014-Ñ-Fresán, La Parte Inventada
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http://www.revistaenie.clarin.com/arte/grafiti_CLAIMA201
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La primera persona, en inestable equilibrio
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Etiquetado como: Rodrigo Fresán
mayúsculas, cambios de tipografías y muchísimas comillas, aunque el límite entre lo Bruno Latour: Los modernos, según la
propio y lo ajeno, lo vivido y lo inventado, lo leído y lo escrito, la primera y la tercera antropología
persona, se muestra y se borra constantemente. “El Escritor” de La parte inventada vive Mirar este mundo irreconocible
“veinticuatro horas al día, siete días a la semana, doce meses al año” consagrado
Emmanuel Carrère: “Dejar atrás la ficción no ...
solemnemente a la lectura y la escritura, identificado con una cultura intemporal del libro
y un uso profuso de la cita, que lo alejaría del afán de visibilidad a la que aspiran los Contralectura sobre la belleza
escritores más jóvenes, tan amenazantes y hostiles a la cultura del libro impreso, cuya sed
El Quijote, traducido al hindi
de posteridad y reconocimiento “El Escritor” no perdona.
El gran anzuelo del lenguaje religioso
En su fragmentación calculada, La parte inventada reconstruye el acto de creación, una
Zuckerberg no es Oprah Winfrey
especie de puntada creativa que afecta al escritor cuando un libro se le aparece en forma
completa y simultánea, a la manera de una totalidad romántica que va a deshacerse en el
acto de ser traducida al orden sucesivo de las palabras. Las partes inventadas vienen de los
múltiples encuentros entre las piezas de un juguete que se arma y se desarma, una y otra
vez: una novela de Fitzgerald, un par de citas bien puestas que se repiten y proliferan en
todas direcciones (“Sólo la parte inventada de nuestra historia –la parte más irreal– ha
tenido alguna estructura, alguna belleza”), un juguete antiguo, un mapa literario hecho
con nombres de escritores y de libros en lugar de países, un disco de Pink Floyd, un clásico
del cine de ciencia ficción, una novela familiar, una epifanía de la infancia, un par de
certezas cristalizadas y rotundas sobre lo que es la literatura –una experiencia inefable que
se transmite de un genio a otro, junto con la necesidad de interpretar y comentar; un
campo trascendente de valores ideales, afuera del tiempo y de la historia; un juego de
representaciones que forman cierta imagen de autor y que apuntan, tarde o temprano, a
una figura exterior y anterior a los textos.
En cualquier caso, la literatura es para los escritores de Fresán una cuestión de nombres
propios, una fascinación paralizante frente al brillo aurático de los “mayores”, en cuyas
vidas y recuerdos, leídos con reverencia religiosa, se encontraría la “clave al misterio”. Se
trata siempre de los grandes autores de las literaturas mayores, culturas nacionales
elevadas al rango de literatura universal por un gesto estetizante que no admite la menor
distancia crítica, indiferente a los usos desviados o irreverente –políticos– de las
tradiciones menores. A fin de cuenta, no deja de ser un goce muy argentino, el escritor o el
crítico como importador cultural, según una larga tradición modernizadora en la que
alguien, atrapado en la cultura nacional, se desplaza hasta algún centro metropolitano
para fundar en su relación exclusiva y apasionada con la cultura extranjera la rareza y
originalidad de una obra.
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