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Biografia Padre Francisco de La Villota

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El padre Francisco Solano de la Villota y Barrera, nació en San Juan de Pasto, el 2 de Enero de 1790,

sus padres fueron, Don Crisanto de la Villota y doña Mariana Barrera, personas distinguidas y
vinculadas a las familias más prestantes de la región sur de la Nación Española de Pasto. A manera
de información podemos decir que esta familia era dueña de la Hacienda de Mijitayo y Chapacual en
el hoy municipio de Yacuanquer. Sus padres le inculcaron el temor a Dios y el respeto por la religión
cristiana. Desde muy pequeño demostró que iba ser una persona diferente a sus contemporáneos,
puesto que le gustaba la soledad, la meditación, la oración y sin saberlo empezó hacer penitencia e
incipientes ejercicios de mortificación corporal.

Sobres su educación primaria, es muy probable que estudiara en una escuela de la ciudad a finales
del siglo XVIII y principios del XIX. La secundaria la habría cursado en el Convento de los
Franciscanos. Con esta congregación religiosa sobresalió en el aprendizaje del latín, hasta el punto
de ser acreditado como profesor de esta lengua, nombramiento que le hiciera en Popayán Don Juan
Samano,(Brigadier de los ejércitos reales, Gobernador de la provincia del Cauca) el 21 de Octubre de
1813.

Sus estudios Teológicos, según sus biógrafos los realizó en Lima, en donde obtuvo en 1815, el
título de: “Doctor en sagrada teología, filosofía, cánones, liturgia e historia eclesiástica”.

Cuando el Padre de la Villota regresa a Pasto en 1815 levanta una modesta casa junto a la ermita de
Jesús del Rio, que había sido construida en 1741. Entre 1817 y 1820 construye con el apoyo de la
ciudadanía el oratorio de “Jesús del Rio. Más tarde el 26 de Noviembre de 1836, funda en Pasto la
Congregación del Oratorio de San Felipe Neri. El padre es reconocido rápidamente en la ciudad, ya
sea por su tenacidad en sus conceptos religiosos, como por su aspecto muy particular, ya que por
sus excesos en cuanto al ayuno, los castigos corporales y a los noches de vigilia en la búsqueda de
la espiritualidad “integral”, había desarrollado un figura muy característica: “bajo y menudo como
son los Villota, ojos claros penetrantes eran muy particulares y contrastaba con su descolorido
rostro que cubría con una capucha (capillo). Su aspecto era tan esquelético que las vértebras se le
marcaban en un habito viejo y descolorido de color oscuro”. Llevaba atada a la cintura una enorme
llave de su celda, caminaba apoyado en un bastón, que algunos dicen lo utilizaba como arma
contundente, en sus frecuentes y sangrientos combates contra el demonio.

Sobre la vida del Padre de la Villota son muchas las cosas que se pueden contar, no obstante está
probado que el Padre en 1834, profetizó un enorme movimiento telúrico que sacudió a Pasto; es así
como los días anteriores al desastre natural, ayudado por sus feligreses apuntaló las paredes de su
iglesia, mientras la ciudadanía Pastusa celebraba las “fiestas de la ciudad” con corridas de toros,
cabalgatas y todo tipo de excesos. Estas fiestas se habían prolongado desde el 6 de Enero hasta
empatar con el 20 de Enero (San Sebastián). El padre de la Villota había solicitado que se
suspendieran los jolgorios, pero no le hicieron caso y es así como el 20 de Enero temprano (6.A.M)
sale montado en su caballo gritando: “El que quiera divertirse con el diablo no podrá alegrarse con
Cristo”. A las 7 de la mañana, cuando los pastusos se disponían a levantarse y a seguir celebrando
sus fiestas, empieza el terremoto y la ciudad se hunde en medio de una nube de polvo. Desde esa
época hasta 1926 dejaron de celebrase fiestas populares de Pasto.
De los sucesos mitológicos que hacen parte del templo, podemos incluir una antigua leyenda
urbana que asegura, que el Padre Francisco de la Villota, al ver que en loos terrenos para la
edificación de la iglesia se veían atravesados por una inmensa roca de casi dos metros de altura y
de un gran pesaje, junto con algunos obreros que intervenían en la obra y con la ayudo de su
bastón únicamente, lograron mover la roca aproximadamente 100 metros, lo cual hasta los días de
hoy se comenta y advierte que es por decirlo de alguna manera un milagro y un indicio que sin la
utilización de maquinaria especial para movilizar tan grande peso, se pudiese despejar el terreno,
por decirlo de alguna menara, fue un designio divino.

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